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Este capítulo tiene como nombre Demócrito y “el goce del placer en uno mismo”

Como es costumbre, inicia Onfray estableciendo que, incluir a un filósofo en la categoría de


presocrático, tiene como objetivo acabar con la diferencia, con las propiedades singulares
de cada escuela y crear un orden artificial para desentenderse más fácilmente de la
diversidad, el principio crístico se hace aplica de igual forma con Sócrates, convirtiéndolo
en un mesías mediante el cual el tiempo se parte en dos, antes de él y después de él.
Sin embargo, a pesar de que a Demócrito se le tacha como presocrático, los datos indican lo
contrario, Sócrates nació en 469 a.C, y murió en 399 dice Onfray “por abuso de cicuta
democrática”; mientras que Demócrito, nació en 460 y murió en 356… Por esto, Demócrito
es menor que Sócrates diez años, y tuvo cuarenta años de vida cuando éste muere. ¿Cuál es
el significado de este error? Para Onfray, esto se debe a que los adversarios del filósofo
quieren evitar su popularización para rehuir más eficazmente el debate, la discusión, la
confrontación de la tesis, y avivar la tradición platónica sustituida por el cristianismo.
Por analogía con el crucificado, Sócrates cumple función de punto de referencia y ruptura,
antes de él, los presocráticos a los que se les atribuye un pensamiento mágico, mitológico,
impregnado de religión y de fabulas, sin embargo, antes de Sócrates se piensa, pero no en
las formas inventadas por sus seguidores, antes de él “se abarca la totalidad del mundo, no
se vive todavía bajo el reinado de las oposiciones que estructuran el pensamiento
occidental, no hay todavía especialidades, sino que la totalidad de lo real vale como terreno
único de investigación” ¿por qué pensar en los átomos, el vacío y la materia? Para no dejar
ningún lugar a las divinidades y ofrecer al hombre un espacio magnífico para sus obras.
Onfray cuenta una anécdota, con la que intenta demostrar la oposición de Platón con la de
Demócrito, indica que este último no cree en otra cosa que en los átomos y el vacío,
despide suavemente a los dioses para darle todo el lugar a los hombres, mientras que
Platón, enseña que las ideas son conceptos puros que evolucionan en un mundo eterno
alejado de lo sensible y lo inteligible. Dos hombres, dos mundos que se oponen término a
término. La anécdota consiste en que un día Platón consideró reunir todas las obras de
Demócrito con el fin de prenderles fuego… sin embargo, dos filósofos lo disuadieron
diciéndole que la cantidad de libros era tal, que era imposible quemarlos para borrar el
nombre de Demócrito del planeta filosófico. Platón lo intentó por otros medios, y así, en las
dos mil páginas de sus diálogos no aparece ni una sola vez el nombre de Demócrito, y
mucho menos su tesis o sus discusiones. Gracias a que lo persuadieron se conservan las
obras de Demócrito, siendo el más importante de los presocráticos equivaliendo al 20% de
los fragmentos que se tienen de todos estos (Heráclito es el 6% y Parménides el 3%, para
mostrar la importancia de este).
Otra anécdota cuenta que un día, en compañía de Hipócrates (el médico) se encuentra una
muchacha y la saluda como doncella, al día siguiente la interpela como mujer, de ahí una
modificación de los simulacros que lo acompañaban como su sombra. (la interpretación que
hace Onfray de esta historia es que con ella quería explicar como podía realizar
deducciones mediante la causalidad racional, y explicar los simulacros de la virginidad en
contradicción con los de la iniciación sexual)
Más tarde quedó ciego, la historia cuenta que se quemó los ojos con un escudo orientado al
sol, con la intención de acabar con la aparición de imágenes de mujeres que deseaba y no
podía satisfacer su deseo debido a su edad. (Onfray interpreta que con esto quería mostrar
que se podía poner distancia dejando de mirar, identificando la realidad como lo que es, una
pura y simple conjunción de simulacros a los que es posible sustraerse, a su vez, una
muestra de voluntarismo hedonista, evitando las ocasiones de displacer para construir una
individualidad serena y radiante)
También cuenta que un día en un puerto del mediterráneo encontró un estibador y lo hizo
su secretario… este era Protágoras, el que dijo que el hombre era la medida de todas las
cosas…
Demócrito retoma a Leucipo en la tesis de que la realidad está constituida por átomos que
se organizan en el vacío, la causalidad es inmanente y material, no hay razón divina, todo
pasa, la eternidad es una ficción, los dioses no existen, ni tampoco la fortuna, nada de alma
separada del cuerpo, nada de inmaterialidad prisionera lo material. Todo es un ente
constituido sólo por átomos.
Utiliza las expresiones alma y cuerpo para referirse al mismo significado, como cabeza y
cuerpo expresan dos partes de un mismo todo, el alma es el cuerpo, o el cuerpo es el alma,
porque sólo existe la materia, organizada de distinta forma, pero con arreglo a las mismas
reglas atomísticas. El alma por esto muere al mismo tiempo que el resto del cuerpo, la única
diferencia es que esta está formada por partículas lisas y esféricas, siendo esta la razón por
la que nada las detiene ni las frena, y componen las funciones psíquicas y de pensamiento
(lo que explica su velocidad) por eso, las operaciones del cuerpo constan de dos átomos,
unos lisos y otros somáticos que dependen de la forma y configuración, por tanto, la
localización del alma es imposible, no reside en ningún lugar sino en todas partes y en
ninguna, diseminada donde se encuentre la materia, distribuida de átomos psíquicos.
La ética de Demócrito reside en la declaración de la alegría como finalidad de la moral, y la
utilidad como criterio del bien, la utilidad definida como la satisfacción más el agrado
individual y subjetivo, y la insatisfacción y el desagrado serían lo inútil.
El método hedonista de Demócrito pasaría por tres momentos diferentes, el primero sería su
teoría del conocimiento, en esta no se distingue entre la verdad y la representación de un
objeto (como en Platón) el conocimiento tiene su origen en los sentidos y en lo que éstos
captan, allí donde está el mundo, allí se encuentra lo verdadero, en el fenómeno y la
sensación. El segundo momento correspondería a la idea de que no existe nada por fuera
del mundo material, se opone a toda creencia extrasensorial, y por esto, los dioses no
existen, y de lo que no existe no hay que tener miedo, de esta forma puede evitarse una
ocasión de displacer. El tercer momento señalaría que el individuo interesado en acceder a
la serenidad debe preocuparse por el buen uso de sus deseos y placeres, por esto, ni
intemperancia, ni exceso, ni desmesura, ni abandono a las pulsiones animales, el deseo no
debe llevar a la trivialidad de una animalidad desenfrenada sino a la construcción de la
propia autonomía. Unico y autentico júbilo: gozar del placer en uno mismo.
Algo que me gustó mucho es que Demócrito otorga una condición terapéutica al aumento
del saber, él no aspiraba a la acumulación de conocimientos por sí mismos sino con el fin
de llegar a producir causalidades racionalistas que hicieran desaparecer las inquietudes y
los temores. Descartar los dioses, sus castigos, supone un trabajo acerca de la laicización
del pensamiento, ver en los encadenamientos de causas y efectos inmanentes la razón de lo
que sucede permite evitar gran cantidad de displaceres. “dejar de tener miedo al rayo, al
trueno, a las tormentas, a los relámpagos, a los temblores de tierra, a los maremotos, a las
erupciones volcánicas y al paso de un cometa exige una reducción científica y positiva de
los acontecimientos, y a ello contribuye el saber, lo mismo que la ciencia”.
Demócrito también invita a no procrear, esto porque nadie puede cumplir correctamente
con la tarea de la educación sobre todo cuando se trata de los hijos propios, los hijos son
fuente de molestias, temores y angustias para los padres. De la misma manera este filósofo
se mantiene lo más alejado posible de las pasiones que dominan el cuerpo y el alma para
producir luego envidia, celos y resentimiento, el otro vale menos que un objetivo elevado
como la vida feliz, pasar la vida de la manera más feliz y menos taciturna posible. Sin
medirse con el otro, sino siempre con este ideal como patrón.
En resumen, las reglas de Demócrito para alcanzar la plenitud serían: no temer a nada ni a
nadie, ni a los dioses ni a los señores, no emprender ningúna tarea que esté por encima de
sus fuerzas y de sus medios; conocer sus límites y apuntar a lo realizable; no perder el alma
en placeres cuya satisfacción entraña con seguridad la insatisfacción; desear el placer de la
comunidad feliz consigo misma; no procrear ni engendrar; no comprometerse nunca en los
asuntos de la ciudad; no dejarse dominar por las pasiones y las pulsiones que desequilibran;
no desear más de los que se tiene, ni hundirse en el deseo imposible de satisfacer; acceder a
las alegrías ofrece la existencia en la medida en que aumenten la adhesión al propio ser;
definir lo útil y lo perjuidicial mediante la satisfacción y el malestar; esforzarse en expulsar
de sí las penas rebeldes; tender a la alegría… entonces puede hacer su aparición la risa.

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