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MILL-ANTOLOGÍA DE TEXTOS, “UTILITARISMO” Y “SOBRE LA

LIBERTAD”,

Texto nº1: “El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad
(*), o el Principio de la mayor felicidad, mantiene que las acciones son
correctas en la medida en que tienden a promo ver la felicidad, incorrectas en
cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se
entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de
placer [...] El placer y la exención del sufrimiento son las únicas c osas
deseables como fines” (MILL, J.S., El utilitarismo, trad. de E. Guisán,
Alianza, Madrid, 2002, p. 50).

(*) Con mayúscula en el original

Texto nº2: “Resulta degradante la comparación de la vida epicúrea con la de


las bestias precisamente porque los p laceres de una bestia no satisfacen la
concepción de felicidad de un ser humano. Los seres humanos poseen
facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son
conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no
incluya la gratificación de aquellas facultades [...] No existe ninguna teoría
conocida de la vida epicúrea que no asigne a los placeres del intelecto, de los
sentimientos y de la imaginación, y de los sentimientos morales, un valor
mucho más elevado en cuanto placer es que a los de la pura sensación” ( El
utilitarismo, cit., p. 51).

Texto nº3: “Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer
el hecho de que algunos tipos de placer son más deseables y valiosos que
otros. Sería absurdo que mientras que al examinar todas las demás cosas se
tiene en cuenta la calidad además de la cantidad, la estimación de los
placeres se supusiese que dependía tan sólo de la cantidad” ( El utilitarismo,
cit., p. 52).

Texto nº4: “Un ser con facultades superiores necesita m ás para sentirse
feliz, probablemente está sujeto a sufrimientos más agudos, y ciertamente los
experimenta en mayor número de ocasiones que un tipo inferior. Sin
embargo, a pesar de estos riesgos, nunca puede desear de corazón hundirse
en lo que él considera que es un grado más bajo de existencia” ( El
utilitarismo, cit., ps. 53-54).

Texto nº5: “Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo
satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho” ( El
utilitarismo, cit., p. 55).

Texto nº6: “En relación con la cuestión de cuál de dos placeres es el más
valioso, o cuál de dos modos de existencia es el más gratificante para
nuestros sentimientos, [...] el juicio de los que están cualificados por el
conocimiento de ambos o, en el caso de que difieran, el de la mayoría de
ellos, debe ser admitido como algo definitivo. [...] No contamos con otro
tribunal [...] ¿Qué medio hay para determinar cuál es el más agudo de dos
dolores, o la más intensa de dos sensaciones placenteras, excepto el sufragi o
universal de aquellos que están familiarizados con ambos?” ( El utilitarismo,
cit., ps. 56-57).

Texto nº7: “Cuando las personas que son tolerablemente afortunadas con
relación a los bienes externos no encuentran en la vida goce suficiente que la
haga valiosa para ellos, la causa radica generalmente en la falta de
preocupación por los demás. [...] Aquellos que han cultivado un sentimiento
de solidaridad respecto a los intereses colectivos de la humanidad, mantienen
en la víspera de su muerte un interés tan vivo por la vida como en el
esplendor de su juventud o de su salud. Después del egoísmo, la principal
causa de una vida insatisfactoria es la carencia de cultura intelectual. Una
mente cultivada –no me refiero a la de un filósofo, sino a cualquier mente
para la que estén abiertas las fuentes del conocimiento y a la que se ha
enseñado en una medida razonable a ejercitar sus facultades - encuentra
motivos de interés perenne en cuanto le rodea” ( El utilitarismo, cit., p. 61).

Texto nº8: “Algunos intérpretes de Mill colocan la cantidad (intensidad +


duración), de un lado, como una propiedad empírica [de los placeres] y la
calidad, de otro lado, como una propiedad misteriosa, oscura y normativa.
[...] Pero Mill no considera que sólo la calidad sea normativa; est ima que
tanto la cantidad como la calidad de los placeres son normativas, productoras
de bien [productive of good]. También las considera a ambas como
propiedades empíricas. [...] El valor o bondad de una acción vienen
determinados por la cantidad y la cal idad del placer que proporciona”
(DONNER, W., “Mill’s utilitarianism”, en SKORUPSKI, J.(ed.), The
Cambridge Companion to Mill, Cambridge University Press, Cambridge,
1998, p. 263; en los textos en lengua extranjera, ofrezco mi propia
traducción).

Texto nº9: “Mill partió del benthamismo en el que su padre le había


iniciado, nunca lo refutó formalmente y siempre retuvo elementos de él [...].
Entre las ideas introducidas por Mill [nuevas respecto a la formulación
benthamiana del utilitarismo], la principal fu e la de las diferencias
cualitativas intrínsecas entre los placeres [...] [Ahora bien] la idea de que el
reconocimiento de diferencias cualitativas intrínsecas es compatible con el
benthamismo es totalmente injustificada. Y el porqué es evidente. Si
queremos discernir entre distintos placeres sin introducir otra norma o
criterio que el placer mismo, el principio de discriminación puede ser sólo
cuantitativo, aunque Mill diga lo contrario. En este sentido Bentham adoptó
la única posible actitud consistente. Si, no obstante, optamos por reconocer
diferencias cualitativas intrínsecas entre los placeres, tendremos que
encontrar otra norma distinta del placer mismo. [...] De hecho, Mill
introduce otra norma distinta del placer mismo [...]. En el ensayo Sobre la
libertad cita, aprobándola, la afirmación de Wilhelm von Humboldt, según la
cual “el fin del hombre es el desarrollo más alto y más armonioso de sus
potencias hacia un conjunto completo y consistente”. [...] Mill [...] insiste
[...] en las posibilidades de perfeccionamiento y progreso de la naturaleza
humana, y en la idea de individualidad. Así dice, por ejemplo, que
“individualidad es lo mismo que desarrollo”, y que “sólo el cultivo de la
individualidad produce o puede producir seres humanos bien desarrolla dos”
(COPLESTON, F., Historia de la filosofía, vol. 8, trad. de V. Camps, Ariel,
Barcelona, 1980, ps. 44-46).

Texto nº10: “James Mill y Bentham no habían deseado más que el placer,
obtenido por el método que fuera más efectivo. [...] Bentham y [James] Mi ll
creían que la educación y las leyes eran los caminos de la felicidad. Pero si
se hubiera llegado a descubrir un camino más corto, en forma de pastillas,
técnicas de sugestión subliminal o cualquier otro medio de condicionar a los
seres humanos –cosas en las que tantos progresos nuestro siglo ha hecho -
ellos, hombres fanáticamente consecuentes, lo hubieran aceptado como una
alternativa mejor, por más eficaz y menos costosa, que los medios que
habían predicado. Ahora bien, John Stuart Mill, como claramente demostró
en su vida y sus escritos, hubiera rechazado con todas sus fuerzas tal
solución. La hubiera condenado como degradante para la naturaleza humana.
Para él, el hombre se diferencia de los animales no tanto por ser poseedor de
entendimiento como por tener capacidad de elección [...]; por ser buscador
de fines, fines que cada uno persigue a su manera, y no sólo de medios. Con
el corolario de que cuanto más variadas sean esas maneras, tanto más ricas
serán las vidas de esos hombres [...]” (BERLIN, I., “ John Stuart Mill y los
fines de la vida”, en BERLIN, I., Cuatro ensayos sobre la libertad , trad. de
J. Bayón, Alianza, Madrid, 1988, p. 14).

Texto nº11: “Frases como el “poder de los pueblos sobre sí mismos” no


expresan la verdadera situación de las cosas; el pueblo que ejerce el poder no
es siempre el mismo pueblo sobre el que es ejercido; y el “gobierno de sí
mismo” del que se habla no es el gobierno de cada uno por sí, sino el
gobierno de cada uno por todos los demás. Además la voluntad del pueblo
significa, prácticamente, la voluntad de la porción más numerosa o más
activa del pueblo; de la mayoría o de aquéllos que logran hacerse aceptar
como tal; el pueblo, por consiguiente, puede desear oprimir a una parte de sí
mismo [...] Por tanto, la limitación del poder del gobierno sobre los
individuos no pierde nada de su importancia aún cuando los titulares del
poder sean regularmente responsables hacia la comunidad, es decir, hacia el
partido más fuerte de la comunidad” (MILL, J.S., Sobre la libertad, trad. de
P. de Azcarate, Alianza, Madrid, 1984, ps. 58 -59).

Texto nº12: “Cuando es la sociedad misma el tirano –la sociedad


colectivamente respecto de los individuos aislados que la componen - sus
medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede reali zar por
medio de sus funcionarios políticos. La sociedad puede ejecutar, y ejecuta,
sus propios decretos; y si dicta malos decretos, en vez de buenos, o si los
dicta a propósito de cosas en las que no debería inmiscuirse, ejerce una
tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que
si bien, de ordinario, no tiene a su servicio penas tan graves, deja menos
medios de escapar a ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y
llega a encadenar el alma” (Sobre la libertad, cit., p. 59).

Texto nº13: “El objeto de este ensayo es afirmar un sencillo principio


destinado a regir absolutamente las relaciones de la sociedad con el
individuo en lo que tengan de compulsión o control [...] [:] Que la única
finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un
miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que
perjudique a los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación
suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a real izar o no realizar
determinados actos porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, o
porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo”
(Sobre la libertad, cit., p. 65).

Texto nº14: “La única parte de la conducta de cada uno por la que él es
responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte que
le concierne a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo,
sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano” ( Sobre la
libertad, cit., p. 66).

Texto nº15: “[La libertad humana] comprende, primero, el dominio interno


de la conciencia; exigiendo la libertad de conciencia en el más comprensivo
de los sentidos: la libertad de pensar y sentir; la más absoluta libertad de
pensamiento y sentimiento sobre todas las materias, prácticas o
especulativas, científicas, morales o teológicas. La libertad de expresar y
publicar las opiniones puede parecer que cae bajo un principio diferente por
pertenecer a esa parte de la conducta de un individuo que se relaciona con
los demás; pero teniendo casi tanta importancia como la misma libertad de
pensamiento y descansando en gran parte sobre las mismas razones, es
prácticamente inseparable de ella. En segundo lugar, la libertad humana
exige libertad en nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios
fines: libertad para trazar el plan de nuestra vida según nuestro propio
carácter, para obrar como queremos, sujetos a las consecuencias de nuestros
actos, sin que nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les
perjudiquemos, aun cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es
loca, perversa o equivocada. En tercer lugar, de esta libertad de cada
individuo [...] se desprende la libertad de asociación entre individuos:
libertad de reunirse para todos los fines que no sean perjudicar a los demás
[...] No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno,
en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad” ( Sobre la
libertad, cit., ps. 68-69).

Texto nº16: “Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física,
mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada
cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de los demás”
(Sobre la libertad, cit., p.69).

Texto nº17: “Si toda la humanidad menos una persona fuera de una misma
opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan
injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder
bastante impidiera que hablara la humanidad. [...] [Cada vez que se] impide
la expresión de una opinión se comete un robo a la raza humana; a la
posteridad tanto como a la generación actual; a aquellos que disienten de esa
opinión, más todavía que a aquellos que participan de ella. Si la opinión es
verdadera, se les priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad; y
si errónea, pierden lo que es un beneficio no menos importante: la más clara
percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión
con el error [...]. Nunca podemos estar seguros de que la opinión que
tratamos de ahogar sea falsa, y si lo estuviéramos, el ahogarla sería también
un mal” (Sobre la libertad, cit., p. 77).

Texto nº18: “El hombre es capaz de rectificar sus equivocaciones por medio
de la discusión y la experiencia. Las opiniones y las costumbres falsas ceden
gradualmente ante los hechos y los argumentos; pero para que los hechos y
los argumentos produzcan algún efecto sobre los espíritus es necesario que
se expongan” (Sobre la libertad, cit., p.81).

Texto nº19: “El hábito constante de corregir y completar su propia opinión


comparándola con la de los demás, lejos de causar duda y vacilación al
aplicarla en la práctica, es el único fundamento sólido de una justa confianza
en ella: pues conocedor de todo lo que al menos obviamente puede decirse
contra él y habiendo tomado su posición contra todos sus contradictores –
sabiendo que ha buscado las objeciones, en vez de eludirlas, y que de
ninguna parte ha podido obtener nueva luz que lanzar sobre el asunto -, tiene
derecho a considerar su juicio mejor que el de cualquier otra persona o
multitud que no haya hecho pasar la suya por un proceso semejante” (Sobre
la libertad, cit., ps.81-82).

Texto nº20: [Frente a los que estiman que el gobierno debe promover o
reprimir determinadas opiniones en función, no de su verdad o falsedad, sino
de su “utilidad social”]: “Los que eso piden no piensan que la presunción de
infalibilidad no ha hecho más que cambiar de sitio. La utilidad de una
opinión es en sí materia opinable, tan discutible como la opinión misma y
que exige, con la misma fuerza que ella, una discusión. Juez tan infalible es
necesario para decidir si una opinión es nociva como para decidir si es falsa
[...]” (Sobre la libertad, cit., p.83).

Texto nº21: “La verdad de una opinión es parte de su utilidad. Cuando


pretendemos saber si es o no deseable que una proposición sea creída, ¿cómo
es posible excluir la consideración de si es o no verdadera?” (Sobre la
libertad, cit., p.84).

Texto nº22: “[...] este aserto de que la verdad triunfa siempre de la


persecución es una de esas falsedades que los hombres se van transmitiendo
de unos a otros, hasta llegar a ser lugares comunes, a pesar de que la
experiencia las rechaza por completo. La Historia nos ofrece ejemplos de
verdades arrolladas por la persecución; que, si no suprimidas para siempre,
han sido, al menos, retardadas durante siglos. [...] Es un vano
sentimentalismo decir que la verdad goza, como tal verdad, de un propio
poder del que el error carece para prevalecer contra las prisiones y la
hoguera” (Sobre la libertad, cit., ps.90-91).

Texto nº23: “Descartando la suposición de que las opiniones recibidas


[acríticamente de los que nos precedieron] puedan ser falsas, demos como
bueno que sean verdaderas y examinemos el valor de la manera como son
mantenidas cuando su verdad no es libre y abiertamente debatida [...] Por
muy verdaderas que sean, serán tenidas por dogmas muertos y no por
verdades vivas, mientras no puedan ser total, frecuente y libremente
discutidas [...] Aunque la opinión verdadera se mantenga en el espíritu, lo
hace como un prejuicio, como una creencia, independientemente de su razón
y de la prueba contraria, y no es esta la manera cómo la verdad debe ser
profesada por un ser racional” (Sobre la libertad, cit., ps.98-99).

Texto nº24: “Si el cultivo de nuestro entendimiento consiste, con


preferencia, en algo, es seguramente en averiguar los fundamentos de
nuestras propias opiniones. Cualquier creencia [...] debería, al menos, poder
ser defendida contra las objeciones ordinarias [...] Quién sólo conozca un
aspecto de la cuestión no conoce gran cosa de ella. Sus razones pueden ser
buenas y puede que no haya nadie capaz de refutarlas. Pero si él es
igualmente incapaz de refutar las razones de la parte contraria, si las
desconoce, no tiene motivo para preferir una u otra opinión” ( Sobre la
libertad, cit., ps.99-100).

Texto nº25: “Ausente la discusión, no sólo se olvidan los fundamentos de la


opinión, sino que con harta frecuencia se olvida también su mismo sentido.
En lugar de una concepción fuerte y una creencia viva solo quedan unas
cuantas frases conservadas por la rutina”

Texto nº26: “De igual modo que es útil, en tanto la Humanidad sea
imperfecta, que existan diferentes opiniones, lo es que existan diferentes
maneras de vivir; que se deje el campo libre a los diferentes caracteres, con
tal de que no se perjudique a los demás; y que el valor de las distintas
maneras de vivir sea prácticamente demostrado” ( Sobre la libertad, cit.,
p.126).

Texto nº27: “Las facultades humanas de percepción, juicio, discernimiento,


actividad mental y hasta preferencia moral sólo se ejercitan cuando se hace
una elección. El que hace una cosa cualquiera porque esa es la costumbre, no
hace elección ninguna. No gana práctica alguna ni en discernir ni en desear
lo que sea mejor. Las potencias mentales y morales, igual que la muscular,
sólo se mejoran con el uso” (Sobre la libertad, cit., p.129).

Texto nº28: “Las circunstancias que rodean a las diferentes clases e


individuos, formando sus caracteres, se hacen cada día más análogas.
Antiguamente, los diferentes rangos, las diversas vecindades, las distintas
industrias y profesiones vivían en lo que podían ser llamados mundos
diferentes; actualmente viven en un cierto grado en el mismo. Ahora leen,
oyen y ven las mismas cosas, van a los mismos sitios y tienen los mismos
objetos de esperanzas y temores, los mismos derechos y libertades [...] Y la
asimilación sigue su marcha. Todos los cambios políticos de la época la
favorecen, en cuanto tienden a elevar al de abajo y a rebajar al de arriba.
Toda extensión de la educación la fomenta, porque la educación pone al
pueblo bajo influencias comunes y le da acceso al caudal general de hechos y
sentimientos” (Sobre la libertad, cit., ps.147-148).
Texto nº29: “Hubo un tiempo en que el elemento de espontaneidad e
individualidad dominó excesivamente y el principio social sostenía con él
dura lucha. La dificultad consistía, entonces, en inducir a hombres de cuerpo
y espíritu fuertes a la obediencia de reglas que exigían el dominio de sus
impulsos. Pero ahora la sociedad absorbe lo mejor de la individualidad, y el
peligro que amenaza a la naturaleza humana no es el exceso, sino la falta de
impulsos y preferencias personales“(Sobre la libertad, p. 139).

Texto nº30: “Lo que todavía es una mayor novedad, la masa no recibe ahora
sus opiniones de los dignatarios de la Iglesia o del Estado, de jefes
ostensibles o de los libros. Su pensamiento se forma para ella por hombres
que son de su mismo nivel, a través de los periódicos”.

Texto nº31: “La tendencia general de las cosas a través del mundo es
[actualmente] la tendencia a hacer de la mediocridad el poder supremo en los
hombres. Actualmente los individuos están perdidos en la multitud. En
política casi es una trivialidad decir que es la opinión pública la que
gobierna el mundo. El único poder que merece tal nombre es el de las masas,
y el de los gobiernos que se hacen órgano de las tendencias e instintos de las
masas” (Sobre la libertad, cit., p. 138).

Texto nº32: “Los actos de un individuo pueden ser perjudiciales para otros,
o no tener la debida consideración hacia su bienestar, sin llegar a la
violación de ninguno de sus derechos constituidos” ( Sobre la libertad, cit.,
p.154).

Texto nº33: “En muchos casos un individuo, persiguiendo un objeto lícito,


causa legítimamente dolor o pérdida a otro, o intercepta un bien que éste
tenía una esperanza razonable de obtener. [...] Cualquiera que tiene éxito en
una profesión difícil, o en un concurso cualquiera, [cualquiera] que es
preferido a otros en la lucha por conseguir un objeto que ambos desean se
beneficia con la pérdida de otros, con sus esfuerzos frustrados y con sus
desengaños. Pero [...] la sociedad no admite ningún derecho legal ni moral,
por parte de los competidores fracasados, a la inmunidad frente a esta clase
de sufrimiento, y sólo se siente llamada a intervenir cuando se han empleado
[en la competición] medios inadmisibles, [...] [como] el fraude, la traición o
la fuerza” (Sobre la libertad, cit., p.180).

Texto nº34: “El gobierno representativo, como otro cualquiera, no sería


posible donde no concurriesen tres condiciones fundamentales [...]: 1ª Que el
pueblo esté dispuesto a aceptarlo; 2ª Que tenga la voluntad y la capacidad de
hacer lo necesario para mante nerlo; 3ª Que tenga voluntad y capacidad para
cumplir los deberes y llenar las funciones que le imponga” (MILL, J.S., Del
gobierno representativo, trad. de M.C.C. de Iturbe, Tecnos, Madrid, 1985,
p.44).

Texto nº35: “El alimento del sentimiento está en la acción. [...] Privad a un
hombre de la posibilidad de hacer algo por su país y no se cuidará de él para
nada. Se ha dicho que con el despotismo hay como máximo un patriota: el
propio déspota; y esta idea descansa en una exacta apreciación de los efectos
de la sumisión absoluta, aunque se trate de un dueño bueno y prudente” ( Del
gobierno representativo, cit., p.32).

Texto nº36: “A pesar de los defectos del sistema social [existencia de la


esclavitud, etc.] [...], la práctica de los asuntos judiciales y polí ticos elevó el
nivel intelectual de un simple ciudadano de Atenas muy por encima del que
haya alcanzado nunca ninguna otra sociedad antigua o moderna. [...] En
Inglaterra las clases más humildes hallan una ventaja del mismo género, ya
que no del mismo grado, en llenar las funciones de jurados o las parroquiales
[...] [Si bien ello, desgraciadamente, no puede compararse] a la educación
pública que al ciudadano de Atenas le daban sus instituciones democráticas”
(Del gobierno representativo, cit., p.42).

Texto nº37: “[Es muy valiosa] la instrucción adquirida por el acceso del
ciudadano, aunque tenga lugar raras veces, a las funciones públicas. [El
ciudadano que desempeña cargos públicos] Se ve llamado a considerar
intereses que no son los suyos; a consultar, f rente a pretensiones
contradictorias, otras reglas que sus inclinaciones particulares; a llevar
necesariamente a la práctica principios y máximas cuya razón de ser se funda
en el bien general [...] [Así] Llega a entender que forma parte de la
comunidad, y que el interés público es también el suyo. Donde no existe esta
escuela de espíritu público [...] No hay ningún sentimiento desinteresado de
identificación con el público. El individuo o la familia absorben todo
pensamiento y todo sentimiento de interés o de deber. No se adquiere nunca
la idea de intereses colectivos. El prójimo aparece sólo como un rival y en
caso necesario como una víctima. [...] Con esto se extingue la moralidad
pública y se resiente la privada” ( Del gobierno representativo, cit., p.43).

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