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El método inductivo

emos mencionado en un capítulo anterior el llamado método inductivo, al

H que también se ha pensado como instrumento apto para el contexto de jus­


tificación, es decir, para la verificación o prueba de los enunciados científi­
cos. Aquí los ejemplos y los temas corresponden especialmente a las ciencias tácti­
cas y quizá con mayor propiedad a las ciencias naturales. Recordemos que no siem­
pre, cuando se habla de método inductivo, hay que interpretar que se trata de un
método de prueba. Ya hemos reconocido en el método inductivo un instrumento ap­
to para obtener hipótesis y conjeturas, pero ahora debemos tratar con mayor detalle
las pretensiones que pueda tener a propósito de la justificación.
Ya dijimos que Aristóteles concebía el método inductivo como un procedimiento
para obtener presuntas verdades que luego, por el método demostrativo, debían ser
sometidas a prueba o verificación. Se debe más bien a sir Francis Bacon y posterior­
mente a muchos otros pensadores, especialmente John Stuart Mili, el haber conside­
rado al método inductivo como un procedimiento de prueba en sí mismo. Antes de
discutir la legitimidad de este método, tratemos de dar una idea de su aplicabilidad.
Supongamos que se dispone de una serie de enunciados observacionales verdaderos,
todos los cuales afirman la pertenencia de una determinada propiedad a objetos de
cierta clase o población. Escribiéndolo de una manera más formal: supongamos tener
las premisas

A tiene la propiedad p
B tiene la propiedad p
C tiene la propiedad p
D tiene la propiedad p

donde A, B, C y D designan objetos de una determinada muestra o clase de obje­


tos o individuos que se están investigando. Admitamos además que el número de
estas premisas es “suficientemente grande” y que todas ellas están verificadas. Pro­
pongamos entonces la siguiente conclusión:

para todo x, si x es un ‘Q’, entonces x tiene la propiedad p

donde ‘Q’ es la clase o muestra de objetos en estudio. Sin duda estamos en presen­
cia de un razonamiento que avanza desde las premisas anteriores hasta esta conclu­
sión. Las premisas son todas singulares y la conclusión es una generalización de la
cual podría decirse que las premisas son algunos casos particulares. Agreguemos a
lo dicho que no se dispone de ninguna premisa que afirme de cierto objeto M, que
también forma parte de (Q\ el no tener la propiedad p. Resumiendo, se tiene un nú­
mero suficientemente grande de premisas verificadas sin que se conozca ninguna
que sirva de contraejemplo de la generalización final. Como ya hemos señalado en
un capítulo anterior, este razonamiento será llamado una inducción y lo que el mé­
todo inductivo considera es que, si el número de premisas es suficientemente gran-

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de, la conclusión puede darse como verificada. Un ejemplo de tal modo de razona­ metodológica y base empírica epistemológica, habría que considerar la situación en la
miento sería: que se hacen inducciones tomando como casos enunciados que emplean términos
teóricos, si es que éstos se vinculan al instrumento o a las teorías presupuestas con
A tenía la enfermedade, se le dio la droga d ycuró las cuales obtenemos el dato. Pero, en ese caso, la generalización contendría térmi-
B tenía la enfermedade, se le dio la droga d ycuró i* nos teóricos porque los enunciados que figuran como premisas ya los contienen. lx>
C tenía la enfermedade, se le dio la droga d ycuró que no permite el método inductivo desde el punto de vista epistemológico o meto­
D tenía la enfermedade, se le dio la droga d ycuró dológico es acceder a una conclusión en la que figuran ciertos términos teóricos des­
de un lenguaje que no los contiene. ¿Cómo podríamos obtener, por generalización, un
enunciado que contenga el término teórico “átomo” a partir de casos que se refieren
de donde se concluye: al comportamiento observado de ciertas masas de gases particulares? ¿O los princi-
' pios de la genética mendeliana, que contienen términos tales como “genes” y “alelos”,
para todo x, si x tiene la enfermedad e, se le da la droga d y cura a partir de premisas donde sólo figuran palabras que hacen referencia a fenotipos
| y a características observables de los seres vivos?
Aquí se supone que se dispone de un número suficientemente grande de casos, • Resulta entonces que el método inductivo no puede ser ni productor ni justifica­
es decir, de premisas, todas verificadas como resultado, por ejemplo, de observacio­ dor de una familia muy importante de enunciados que figuran en las más conocidas
nes y experimentos, y que no se conoce ninguna otra de esta forma que sea falsa. teorías científicas: los que emplean términos teóricos. Ya hemos adelantado, en el Ca-
La conclusión puede, para la metodología inductivista, considerarse justificada. í* pítulo 4, la respuesta a la pregunta acerca de cómo obtienen los científicos estos
Este tipo de razonamiento se usa con harta frecuencia y en cierto modo parece enunciados de tercer nivel. Se vincula con sus facultades imaginativas y creativas, las
ser la única esperanza que nos queda para poder introducir leyes generales de carác­ que permiten diseñar mentalmente modelos de la realidad, una tarea que tiene pun-
ter fáctico, es decir que conciernen a la realidad en la que estamos inmersos, ya que tos de contacto con la construcción o creación de una obra artística. Ante un proble­
los métodos intuicionistas y racionalistas no han dado resultado. La práctica parece ma intrigante de la apariencia empírica o de la realidad cotidiana, tratamos de imagi-
coincidir con la metodología según la cual hay que emplear inducciones. El examen >■ nar qué debería haber “detrás” de ello par a explicar por qué las cosas observables
de casos y el “salto” que proporciona la correspondiente generalización, se nos acontecen de cierta manera y no de otra. Esto no es, en sentido estricto, una induc­
ocurre, presta fundamento a la autorización de venta de medicamentos, como en el ción, sino una estrategia modelística: el diseño de supuestas estructuras asignadas
ejemplo anterior, o a nuestra creencia en ciertas leyes físicas, químicas y biológicas. ¿ provisoriamente a la realidad y que como tales estamos dispuestos a abandonar en
Pero, a riesgo de irritar al lector, insistimos: no debemos confundir el “método induc­ cualquier momento si resultan ineficaces. Cierto filósofo alguna vez se expresó en for­
tivo” entendido como una suerte de fábrica de hipótesis generales a partir de ciertos ma despectiva diciendo que el método inductivo podría ser llevado a cabo por cual­
datos, con este “método inductivo” que pretende dar por probada o verificada la con­ quier tonto a quien se le enseñara a copiar datos y a hacer mecánicamente la gene­
clusión a partir de premisas singulares como las anteriores. Lo que sigue correspon­ ralización consiguiente. Pero otras deberían ser, en cambio, las facultades requeridas
de estrictamente al método inductivo como presunta metodología justificacionista. para encontrar la explicación modelística de un fenómeno, que obliga a imaginar es­
tructuras y entidades teóricas que den cuenta dé lo observado. Esto último no pare­
ce realmente estar al alcance de cualquiera. 1^ inteligencia científica parece ir más
Las críticas a la inducción allá de la inducción y recurrir a otro tipo de estrategias.
El argumento anterior eliminaría sólo en parte las pretensiones del método induc­
Pese a la influencia que esta metodología ha tenido en la filosofía de la ciencia, en los tivo entendido como procedimiento de prueba. Admitido que éste no puede “fabricar”
textos de lógica y de epistemología, y aun en las creencias y lenguaje de los propios términos teóricos no preexistentes, podría sostenerse que, con sus limitaciones, seria
científicos respecto de lo que hacen, parece haber habido una suerte de malenten­ de utilidad para justificar enunciados de segundo nivel, las generalizaciones empíri-
dido histórico respecto de su eficacia probatoria. Ya dijimos que un método de este | cas. ¿Cómo se justificaría un razonamiento inductivo, que parte de la verdad de cier­
tipo, en principio, sólo podría aplicarse a los enunciados de segundo nivel o generali­ tos enunciados singulares y afirma la verdad de la generalización? Aquí es donde po­
zaciones empíricas. Se supone que los casos particulares que se mencionan en las demos analizar los argumentos que Popper, en alguno de sus escritos y especialmen­
premisas provienen de la observación y, por consiguiente, no poseen términos teóri­ te en La lógica de la investigación científica, emplea en contra de la presunta capaci­
cos: son enunciados empíricos básicos, de primer nivel. Si queremos generalizar tales dad probatoria del método inductivo. Desarrollaremos, a nuestro modo, la argumen­
enunciados, ¿con qué nos encontraremos? Con una generalización de segundo nivel. tación popperiana.
No puede aparecer un término teórico por inducción a partir de enunciados que no ¿Por qué hacemos inducciones? F'videntemente hay dos contestaciones posibles.
lo contengan. Es verdad que, de acuerdo con nuestra distinción entre base empírica | O bien porque nos da la gana, o bien porque hay razones que nos llevan a hacerlas.

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La primera opción, por su irracionalidad, no cuenta y por tanto hay que encontrar al­ le asigna un escritorio en uno de los institutos del Consejo Nacional de Investigacio­
gún “principio de inducción” que justifique y oriente nuestra labor inductiva. Dicho nes Científicas y Técnicas para que investigue lo que le plazca. El buen hombre em­
principio podría enunciarse así: “en toda ocasión en que dispongamos de una genera­ pieza a reunir ciertos datos con el fin de aplicar el principio de inducción y obtener
lización de la cual tenemos un número suficientemente grande de casos verificados, una ley. Los datos que acumula son los siguientes, numerados según el orden en
y ningún caso refutado, puede darse a la conclusión general el carácter de proposi­ que los registra:
ción verificada”. El problema, entonces, es cómo se justifica, a su vez, este principio
de inducción. En Zzz lógica de la investigación científica, la argumentación de Popper 1. El número 1 es menor que unmillón
reproduce aproximadamente otra similar debida al filósofo poskantiano Fríes, autor 2. El número 2 es menor que unmillón
de un razonamiento eliminatorío que consiste en el examen de tres únicas posibilida­ 3. El número 3 es menor que unmillón
des y la demostración de que ninguna de ellas es viable. Por ello la argumentación 4. El número 4 es menor que unmillón
es denominada por Popper “trilema de Fríes”. Daremos nuestra propia versión de es­
te trilema, que, si bien no coincide exactamente con la de Popper, acompaña su tem­
peramento en cuanto a la imposibilidad de justificar algo semejante a un principio de y así sucesivamente, hasta que, después de un cierto lapso no breve, el sabio ale­
mán llega al dato número 500 000 y afirma:
inducción.
Sólo tres posibilidades parecen permitir una justificación del presunto principio:
500 000. El número 500 000 es menor que un millón
la primera, de carácter lógico, sostendría que una inducción es un razonamiento co­
rrecto y, como tal, transmite la verdad de las premisas a la conclusión; la segunda,
En ese momento finaliza el contrato, el investigador tiene que regresar a su país
que estamos en presencia de uno de esos principios científicos que en el método
y entonces, para redactar su informe, aplica el método inductivo y concluye:
aristotélico se consideran autojustificables en virtud de su simplicidad y evidencia; y
la tercera, de carácter empírico, que el principio se justifica a partir de la experien­ Todo número natural es menor que un millón
cia o de los datos proporcionados por ella.
Antes de examinar estas tres posibilidades, advirtamos una dificultad adicional en enunciado que considera justificado porque ha considerado un número suficiente­
el enunciado de este principio: se pide que el número de premisas-casos verificados mente grande de datos verificados y no halló ninguno que refutase el enunciado ge­
de las cuales podría extraerse como verdad probada la generalización sea “suficien­ neral. Desde luego, el lector dispone de muchos de ellos, tales como
temente grande”. ¿Qué significa “suficientemente grande”? Cualquier conjunto finito
comparado con una clase o colección infinita prácticamente es, de hecho, insignifi­ El número 1 000 001 es menor que un millón
cante. En segundo lugar, los estadísticos mismos no están muy de acuerdo en lo
que esto podría querer significar: los criterios probabilísticos para definir un conjun­ que es falso y refuta la generalización, pero el investigador de marras puede argu­
to como suficientemente grande varían entre muestras de 3 000 a 1 500 ejemplares mentar que no disponía todavía de contraejemplos durante el tiempo en que duró su
en el caso, por ejemplo, de investigaciones sobre preferencias preelectorales o bien, investigación y que su conclusión estaba totalmente justificada según los cánones
ya en un sentido más práctico, de 300 a 1 500 casos; de todas maneras, lo que se del método inductivo. El ejemplo muestra que el razonamiento lleva de premisas
obtiene son números probabilísticos y, de ninguna manera, verificaciones. verdaderas a una conclusión falsa. Por consiguiente, la forma lógica de un razona­
Analicemos ahora las objeciones de carácter lógico, gnoseológico y empírico invo­ miento inductivo no es la de un razonamiento lógicamente correcto. Los adalides del
lucradas en el trilema de Fríes. La primera posibilidad es que el principio de induc­ método inductivo podrían en este momento decir que, si bien la forma lógica puede
ción constituya una regla de razonamiento correcto, en cuyo caso deberá garantizar no garantizar la validez del razonamiento, quizás, en ciertos casos y para cierto tipo
la conservación de la verdad de las premisas a la conclusión; pero, por la forma del de problemas, su aplicación sea razonable. Se comprende que si esto fuese así, no
razonamiento, es fácil advertir que ello no ocurre. Para convencerse de tal cosa bas­ ocurriría por razones lógicas sino por razones tácticas o conceptuales que correspon­
ta, como en toda situación en la que se quiere señalar que un modo de razonamien­ den al tipo de entidad que se está investigando. Como esto dista mucho de ser un
to no es correcto, encontrar un ejemplo con premisas verdaderas y conclusión falsa. planteo claro y no se advierte bajo qué condiciones el objeto de un estudio garanti­
Aquí hemos imaginado una historia en modo alguno imposible de acontecer en zaría que las inducciones a ser efectuadas serán correctas, se tiene la tajante convic­
la Argentina. En un momento determinado se contrata, por uno de los gobiernos de ción de que el principio de inducción no se puede justificar desde el punto de vista
tumo, a un matemático alemán para que realice en el país ciertas investigaciones. lógico.
Cuando llega, se encuentra con que el gobierno ha cambiado y que ninguna de las Sigamos entonces con el trilema de Fríes. La segunda posibilidad es que el prin­
nuevas autoridades del sistema científico sabe quién, por qué y para qué se lo con­ cipio de inducción sea uno de los principios científicos evidentes a los que se refie­
trató, pero el matemático esgrime su contrato y exige que se cumpla. Entonces se re Aristóteles en su metodología. Ya hemos señalado que el talón de Aquiles del

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método demostrativo aristotélico es, precisamente, la convicción de que estos princi­ mente grande” de datos favorables a una generalización, sin que se le haya presen­
pios no necesitan justificación porque su simplicidad y evidencia les proporcionan tado hasta el momento ninguno desfavorable, es razonable que proponga la hipótesis
autojustificación. Los argumentos que expusimos en ocasión de tratar el intuicionis- que afirma la generalización obtenida a partir de los casos. Desde luego, ello no lo
mo platónico y el método aristotélico, el del. “daltonismo de esencias” y el vinculado exime de la obligación de examinar tal conjetura y analizar cuáles son los elementos
con la historia de la ciencia, nos han convencido plenamente de que lo que se toma que operan a su favor y cuáles lo hacen en contra, de acuerdo con procedimien­
como intuición o evidencia suele ser, con frecuencia, un prejuicio, o bien podría tra­ tos que consideraremos más adelante.
tarse de una captación perturbada.
Esto explica por qué Popper, al llegar a este punto, descarta inmediatamente es­
ta segunda posibilidad y pasa a tratar la tercera, es decir, la de que el principio de El método inductivo en la historia
inducción se pueda justificar a partir de la experiencia. Pero, ¿qué significa esto? Lo
siguiente: que hemos comprobado, en un número suficientemente grande de casos Es indudable que el método inductivo gozó de un grao predicamento en el curso de
que, aplicando inducciones, llegamos a generalizaciones exitosas y que, por consi­ la historia de la ciencia y la filosofía. Recordemos nuestras consideraciones anterio­
guiente, si seguimos empleando el método en toda otra ocasión, siempre tendremos res a propósito del método demostrativo aristotélico: aunque para Aristóteles los ele­
éxito. En sí misma, la afirmación anterior es muy dudosa porque, a pesar de que mentos probatorios son de tipo racional y, en particular, intuiciones racionales y re­
contamos con un número suficientemente grande de inducciones exitosas, hay tam­ cursos lógicos demostrativos, admite algo parecido al método inductivo en el contex­
bién una apreciable cantidad de ejemplos históricos en los que las inducciones falla­ to de descubrimiento (las etapas casuística, maestral y de generalización) para ha­
ron. Pero, de todos modos, es obvio que el argumento es un círculo vicioso, porque llar principios que después habría que probar por intelección. Esto coloca a Aristó­
la “prueba” del principio de inducción se funda precisamente en un razonamiento in­ teles, a pesar de su temperamento racionalista, del lado de los empirístas, quienes
ductivo: todas las inducciones son exitosas porque en un número suficientemente señalan que en el método científico debe existir una primera etapa estrechamente
grande de inducciones éstas han sido exitosas. El argumento supone el empleo de vinculada con la experiencia, eslabón esencial para toda una cadena de etapas sub­
una inducción para probar el principio de inducción. Podría argüirse en este punto, siguientes destinadas a fundamentar el conocimiento. Aclaremos que la palabra ra­
y así lo insinúa el mismo Popper, que la inducción efectuada para pasar de induc­ cionalismo es utilizada aquí para designar toda tendencia o postura filosófica que de­
ciones singulares al principio de inducción general no es del mismo tenor que las posite en la mente y en las facultades lógicas la capacidad de construir, obtener y
inducciones que utilizamos en ciencia para pasar de datos observacionales a genera­ justificar el conocimiento, y, en tal sentido, se opone al empirismo, que reconoce la
lizaciones empíricas. Más bien, lo que estaríamos haciendo ahora es una “metain- base del conocimiento en los datos empíricos, tanto de origen psicológico como los
ducción”, o sea, una inducción aplicada a cuestiones de metodología científica. Si se que puede proporcionar la experiencia cotidiana. Formas extremas de racionalismo
admitiera que esto es así y que una metainducción no es lo mismo que una induc­ niegan la existencia de sector alguno del conocimiento que pudiera justificarse sola­
ción, nos encontraríamos con un problema similar al que ya hemos planteado: ¿qué mente a través de la experiencia, a la vez que una concepción extrema del empiris­
justifica las metainducciones? ¿Un “principio de meta-inducción”? A éste se lo podría mo afirma que todo tipo de conocimiento, incluso el lógico y el matemático, descan­
objetar empleando el trilema de Fríes. Seguramente, se podría aducir, en el caso sa, en última instancia, en tales datos de la experiencia. Se entiende, por tanto, la
de que al principio de metainducción se lo considere fundado en la experiencia, ha­ afinidad del empirismo con el método inductivo. Es evidente, además, que un filóso­
brá que introducir un “principio de meta-meta-inducción”, etcétera. Tendríamos en­ fo como Aristóteles no puede ser clasificado nítidamente como racionalista o empi-
tonces un bonito regreso al infinito. rista, ya que tanto la intelección y la lógica como la inducción desempeñan un pa­
En síntesis, ni la lógica, ni la evidencia, ni la experiencia justifican el principio pel en su metodología. En general, hay una gran cantidad de filósofos que no adop­
de inducción y esto lleva a Popper a sostener que no existe tal principio y, por con­ tan tales posiciones extremas, pues toman aspectos del racionalismo combinados
siguiente, nada semejante al método inductivo. Este sería, dicho con sus propias pa­ con tesis empirístas y pueden por tanto clasificarse a la vez como racionalistas y em-
labras, un mito. Es evidente que la argumentación de Popper y el trilema de Fríes piristas. Éste sería el caso, por ejemplo, del llamado “empirismo lógico”, surgido en
nos indican que no existe un método inductivo como herramienta probatoria o de el siglo XX, que hace descansar la fundamentación del conocimiento en aspectos
justificación, aunque no quede descartado como generador de hipótesis y conjeturas. empíricos pero incorpora las tácticas de estructuración y deducción que provee la ló­
En este libro sostendremos que el arte de construir hipótesis es uno de los aspec­ gica contemporánea.
tos fundamentales del método científico y por tanto de la actividad productora de En el siglo XVII, Francis Bacon y otros empirístas, vislumbraron la utilidad del
ciencia. Nuestra conclusión es que el método inductivo no existe para el contexto método inductivo como procedimiento para construir conjeturas o para que la razón
de justificación, pero sí para el de descubrimiento. En este último, proponer buenas pueda considerar como problema presuntas leyes y generalizaciones. Indudable­
hipótesis puede ser, no solamente útil, sino la estrategia esencial para obtener cono­ mente la metodología inductivista que Bacon introduce en su libro Novum organum
cimiento. Y hay que admitir que si un científico dispone de un número “suficiente­ implica un útil acto de presión intelectual para que los científicos no intenten deri­

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var todas las leyes científicas (e incluso las éticas y jurídicas) a través de principios Para decirlo sin emplear números, de premisas tales como
obtenidos exclusivamente por la vía racional, atiendan a la realidad que nos circun­
da y extraigan del contexto en el que existimos los datos reales en los cuales de­ A tiene la propiedad p
be basarse nuestro conocimiento o, por lo menos, descansar, para su control y jus­ B tiene la propiedad p
tificación. Por ello es que el advenimiento del método inductivo como una metodo­ C tiene la propiedad p
logía “oficial” a partir del siglo XVII puede contemplarse, en su momento histórico, D tiene la propiedad p
como un suceso revolucionario con relación a las concepciones epistemológicas de
los antiguos filósofos de la ciencia. No obstante, lo que intenta Popper es destruir
el mito de que existen dos métodos probatorios, uno para las ciencias formales donde A, B, C y D designan individuos de una determinada muestra ‘Q’ de objetos,
como la matemática, el deductivo, y otro para las ciencias fácticas, el inductivo. Co­ se “salta” a generalizaciones estadísticas del siguiente tipo:
mo veremos luego, una de las tesis del movimiento popperiano es que la deducción
desempeña un papel esencial en todas las ciencias, y no solamente en las ciencias para todo x, si x es un ‘Q\ entonces es muy probable
formales. que x tenga la propiedad p
Es interesante destacar, en la historia de la filosofía y a propósito de los intentos
para justificar nuestras creencias metafísicas y científicas, las reflexiones del filósofo De hecho, tanto el cálculo de probabilidades en matemática como la teoría de la
David Hume, quien otorga a la inducción un papel peculiar, el de ser, en realidad, inferencia estadística parecen intentar hacer algo como esto. Popper, a pesar de sus
la única razón genética por la cual producimos nuestras creencias en las leyes cien­ investigaciones acerca del concepto de probabilidad, no ve con simpatía esta tentati­
tíficas y también, en cierto modo, en las relaciones causales. La convicción de que va. Por de pronto, señalaría con alguna razón que esto no tiene nada que ver con
es posible “saltar” de premisas singulares a las generalizaciones se vincularía con há­ las pretensiones de justificación, pues acceder a enunciados probabilísticos acerca de
bitos psicológicos; la experiencia exitosa en materia de inducciones sugiere una es­ la verdad de una proposición no es equivalente a probarla sino que simplemente in­
trategia de conducta para garantizar nuevos éxitos en el porvenir y ésta se nos pre­ dica cierta plausibilidad a propósito de ella. Podría, de todas maneras, sostenerse
senta como justificatoria de la adopción de leyes generales. Este análisis de Hume que el método inductivo es una metodología atenuada para el contexto de justifica­
no pretende constituirse en prueba metodológica, sino que se trata simplemente de ción: en lugar de verificar enunciados empíricos, se verificaría la asignación de pro­
una indicación genética muy parecida, por otra parte, a la que luego señalaría la es­ babilidades a los mismos. Se trataría de analizar si podemos o no, a partir de las pre­
cuela de Pavlov en relación con los llamados “reflejos condicionados”: las asociacio­ misas singulares de que disponemos en número suficientemente grande, deducir y
nes que nos han quedado grabadas en nuestra psíquis por su importancia o éxito justificar la asignación de un número probabilístico a una generalización. Popper
pueden ser extendidas en el futuro a todas las situaciones semejantes. Por su parte, cree que, si lo intentásemos, reproduciríamos el trilema de Fríes: comprobaríamos
John Stuart Mili, en el siglo pasado, intentó dar una formulación sistemática de to­ que ni la lógica, ni la evidencia o la intuición de principios, ni la experiencia, podrían
das las formas lógicas posibles de inducción y la manera de emplearlas para llegar justificar esta modificación probabilística del método inductivo. Pero no nos resulta
a conclusiones científicamente útiles. Mili parece haber pensado a propósito de la in­ tan obvio que la vía lógica fracase en este punto. Tal vez, el cálculo de probabilida­
ducción no solamente en términos genéticos, como Hume, sino también en términos des y los métodos estadísticos sean, precisamente, los que justifican el “salto” de los
probatorios, de modo que la discusión de Popper a propósito del trilema de Fríes números estadísticos que califican a una muestra a los parámetros que informan
significaría a la vez una solución a los problemas de Hume acerca de la validez de acerca de regularidades probabilísticas en una población. Nos parece que el trilema
la inducción y también una argumentación dirigida contra Mili en cuanto a la preten­ de Fríes fallaría en el paso lógico, en cuyo caso, si bien habría de darse razón a Pop-
sión de construir una metodología probatoria de dirección inductivista. per en cuanto a que el método estadístico no justifica enunciados empíricos, no su­
cedería lo mismo con su afirmación de que no existe un método estadístico para jus­
tificar números probabilísticos. En un capítulo anterior adelantamos que una objeción
Inducción y estadística de Popper en este punto es la inexistencia de una fundamentación completa, perfec­
ta, culminada y unánimemente aceptada de la teoría de las probabilidades y de la es­
Respecto de las argumentaciones de Popper debemos agregar una nueva reflexión. tadística, a diferencia de lo que ocurre con la teoría de la deducción. Pero también
En principio, podría reformularse el método inductivo, las inducciones y el principio dijimos que ello no nos impide emplearla. Ni siquiera una teoría de tanta prosapia
de inducción en términos estadístico-probabilísticos. Esto significaría lo siguiente: su­ como la mecánica newtoniana, a pesar de los tres siglos que nos separan de ella, ha
poner que como consecuencia del “salto inductivo” hacia la generalización, a ésta no adquirido una formulación universal; sus tres principios dinámicos, a los cuales se
se la dará por verificada, sino que se la afirmará con carácter probabilístico. suma la ley de gravitación, no conducen a una única formulación rigurosa y acaba­
da. Verdad es que Popper añade a las objeciones ya planteadas la de que, en reali-

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dad, el concepto de probabilidad no es útil para el método científico y que, en cier­
Hipótesis
to modo, el interés de las hipótesis y conjeturas se halla en razón inversa a su pro­
babilidad. Pero discutiremos este punto en nuestro análisis posterior del método hi­
potético deductivo.
Hay una observación final que deseamos hacer con respecto al método inductivo
como presunto método justificatorio. Popper acierta cuando señala que, desde el pun­
to de vista epistemológico (que pone el énfasis en el análisis de la producción y vali­
dez de las teorías científicas), el método inductivo no tiene características justificato-
rias, y en tal sentido no sería verdaderamente un método. Pero no resulta claro que
la afirmación deba aceptarse también desde el punto de vista metodológico. Hay
en la ciencia tradicional cierto tipo de disciplinas que en modo alguno se pueden con­ 98 TRÁTABO ELEXEHTAt
do catbónko muy puro, y exento de mezcla de '
siderar justificadas en un plano epistemológico anterior a la aplicación del método otra especie de ay re ó gis, siempre,que se receja
con cuidado. El zumo de la uva de dulce y azu­
científico. En los debates sobre filosofía de la ciencia disponemos, por ejemplo, de la carado se convierte por esta operación en un |J.
lógica como herramienta para la discusión, pero no de la geometría. Esta es una cien­ cor vinoso, que no contiene ya azúcar quando
se ha completado la fermentación, y del qual se
cia que, epistemológicamente hablando, habrá que justificar, pero, una vez logrado puede extraer por destilación aquel licor inriama.
ble, conocido en el comercio y las artes con el
ello, constituye un marco teórico en el cual, a su vez, podemos desarrollar la física, la nombre de espíritu de vino. 1 como este licor,
siendo un resultado de la fermentación de qual-
química y aun la biología. No cabe duda además de que podemos utilizar los resulta­ quiera sustancia azucarada desleída en la suficiente
porción de agua, serta ir contra los principios de
dos de la geometría como auxiliares para justificar a su vez los de estas tres discipli­ nuestra nomenclatura llamarle, ya espíritu de vino,
ya espíritu de cidra, ó ya espíritu de azúcar fermen­
nas. Del mismo modo, desde el punto de vista epistemológico, no contamos al princi­ tado : por lo que nos hemos visto forzados á adop­
tar un nombre mas general; y el de aikfoi, que nos
pio con un cálculo de probabilidades o estadístico que ya tenga, de por sí, validez ló­ viene de los Arabes, nos ha parecido adequado para
gica. Podría admitirse, sin embargo, aunque éste es punto de discusión, que lo rela­ llenar nuestro objeto.
En esta Operación, que es una de las mas dig­
tivo a probabilidades y estadística formará parte de una teoría que necesitase, como nas Je atención, y de las mas extraordinarias que -
nos ofrece la Química , debemos examinar de
en su momento sucedió con la geometría, su justificación epistemológica, y que una donde provienen el gas ácido carbónico que se
desprende y el espíritu inflamable que se for­
vez obtenida ésta se la pudiera utilizar como marco teórico para investigaciones pos­ ma , y como un cuerpo dulce, un óxido ve­
getal puede transformarse en dos sustancias tan
teriores en el terreno de la ciencia táctica y aun de las ciencias sociales. Si fuese así diversas, la una combustible, y la otra eminente­
mente incombustible. Para resolver estos puntos
no habría por qué dar razón a quienes afirman la inexistencia de métodos probato­ seria preciso conocer bien la análisis y naturaleza
del cuerpo capaz de fetmenlar, y los productos
rios, estrategias de justificación y, al fin y a la postre, métodos inductivos para esco­ z’de la fermentación ; porque no hay cosa que se

cree ni en las operaciones del arte, ni en las de la


ger ciertas teorías en lugar de otras. No deseamos, en este momento, tomar posición naturaleza , pudiéndose establecer como principio,
al respecto, pero es indudable que Popper, guiado por su inquina al concepto de pro­ qus en toda operación hay una igual cantidad de
materia antes y después de la operación: que la.
babilidad y a sus usos en ciencia, no parece propenso a considerar esta vía metodo­ calidad y cantidad de los principios son las mis*

lógica de análisis.
Como corolario de nuestra discusión sobre el método inductivo, reiteremos que,
aunque haya sido descartada su pretensión justificacionista, aún resulta ser muy im­
portante en el ámbito del contexto de descubrimiento. La informática provee actual-
menté estrategias computacionales mediante las cuales los ordenadores pueden ma­ Páginas del Tratado
nejar cantidades no ya “suficientemente grandes”, sino enormemente grandes de datos elemental de química
para inferir generalizaciones que resultan útiles como hipótesis para investigaciones (1789), de Lavoisier, en la
ulteriores. De modo que el método inductivo puede considerarse, incluso, como una versión castellana de Juan
posible estrategia algorítmica para producir, aun de manera artificial, presunto cono­ Manuel Munarriz, en las
cimiento. La práctica de la inducción tiene también interés pedagógico, pues permite, que se indica explícitamente
a través de la educación, comprender la importancia de la experiencia en la produc­ una de las hipótesis
ción del conocimiento. fundamentales de su teoría,
la ley de conservación
de la masa.

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