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El Aprendizaje Servicio supone poner el acento en las competencias no cognitivas, en los valores y en las actitudes, sin dejar de lado
el currículum. Es una oportunidad de establecer relaciones con la comunidad y con la realidad que rodea a nuestros estudiantes, más allá
de sus pantallas y de las cuatro paredes del aula.
Ya comentamos en alguna otra ocasión que las metodologías no son rígidas ni cerradas y que deben, y de hecho lo hacen,
complementarse entre sí y adaptarse al contexto educativo en el que se integran, tanto teniendo en cuenta a los alumnos, como a los
docentes o los recursos disponibles. En ese mismo sentido, también se ha hablado anteriormente sobre la necesidad de que esa plasticidad
y flexibilidad metodológica se traslade a las asignaturas, con una mayor conexión entre ellas, sin convertirlas en compartimentos estancos.
Esa idea de apertura, con relación al qué y al cómo, adquiere su máximo sentido si logramos traspasar los muros del centro, no solo
los del aula, otorgando a nuestro aprendizaje un significado cívico y real.
Igualmente, en muchas ocasiones hemos destacado la importancia de las soft skills, del aprendizaje emocional, de la empatía, la
tolerancia o la competencia global. Cuestiones que, como veremos, cobran especial relevancia y protagonismo con esta metodología.
Si eres docente, de cualquier etapa educativa, y tienes interés en aplicarlo, puedes empezar por llevar a cabo pequeños proyectos
solidarios dentro del propio centro, documentarte, dejarte guiar por expertos y empaparte de las experiencias de otros profesores, tanto
en blogs o páginas web, como en Twitter, donde tiene gran actividad.
Con el ApS el aprendizaje cobra vida y sentido para los estudiantes, es un aprendizaje real. Unido al ApS es una metodología activa,
con los alumnos como protagonistas, implicando una motivación muy grande, derivada de poder ayudar y de poder ver y vivir las
consecuencias positivas de su proyecto. En definitiva, supone un paso más hacia una educación social, recordándonos la importancia de las
personas y de sus valores en una época altamente digitalizada y, en ocasiones, excesivamente deshumanizada. Es una vuelta a la realidad,
una conexión con el mundo que rodea a nuestros estudiantes.