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LA TUTELA JURÍDICA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO PONTIFICIO DESDE

EL DOMINIO FRANCÉS DE ROMA A LA UNIDAD ITALIANA (1796-1870)

Por

JAVIER VERDUGO SANTOS


Arqueólogo Conservador de Patrimonio
Junta de Andalucía

fjavier.verdugo@juntadeandalucia.es

e-SLegal History Review 23 (2016)

RESUMEN: El presente artículo es síntesis de un trabajo doctoral dedicado al interés por los
restos del pasado, la formación del conocimiento arqueológico y los comienzos de la tutela jurídica
del patrimonio histórico en el Estado Pontificio. Se analiza en esta entrega la reacción del papado
al dominio francés y el revulsivo que la misma significó para el perfeccionamiento de los
instrumentos de tutela, la prevención contra las exportaciones ilegales, el control de las
intervenciones arqueológicas y el impulso a la difusión de las colecciones papales, hasta la
desaparición del poder temporal del pontificado.

PALABRAS CLAVES: Tutela jurídica. Estado pontificio. Dominio napoleónico. Patrimonio


histórico. Roma.

SUMARIO: I. INTRODUCCIÓN. LA TUTELA PONTIFICIA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO


ENTRE 1378 Y 1796. II LA REACCIÓN CONTRA EL EXPOLIO: EL PRIMER DOMINIO
FRANCÉS: 1796-1809. 1. Los acontecimientos. 2. La transferencia de obras de arte al Louvre: su
sistematización. 3. La administración de Pío VII hasta su deportación (1800-1809) y la lucha contra
el expolio: Quirografo y Editto Doria. 3.1 Carlo Fea, Commisario dell’Antichità (1801-1808). 3.2 El
Quirógrafo de Pío VII: primera medida contra el expolio. 3.3. Editto del Cardenal Doria-Pamphili III.
LA ORGANIZACIÓN DE LA TUTELA EN EL SEGUNDO DOMINIO FRANCÉS: 1809-1815. 1.
Organización. 2. Carlo Fea, Commissario dell’Antichità (1808-1814). 3. Roma segunda capital del
nuevo imperio. 3.1. Programas de recuperación y embellecimiento de la ciudad. 3.2. Actuaciones
4. Valoración de la actuación francesa en Roma.- IV. LA TUTELA PONTIFICIA ENTRE 1814 Y
1840. El Editto Pacca de 7 de abril de 1820: análisis de su contenido. V. EPÍLOGO: LA
LEGISLACIÓN ECLESIÁSTICA DE LA TUTELA DE LOS BIENES CULTURALES Y SU
INFLUENCIA EN LA ITALIA UNITARIA. VI. BIBLIOGRAFÍA.

THE LEGAL PROTECTION OF HERITAGE PAPAL SINCE THE FRENCH


RULE OF ROME TO ITALIAN UNIT (1796-1870)

ABSTRACT: This article is a synthesis of a doctoral work devoted to the interest in the remains
of the past, the formation of archaeological knowledge and the beginnings of the legal protection of
historical heritage in the Papal State. The reaction of the papacy to french rule and the turning it
meant for the improvement of instruments of protection, prevention against illegal exports, control
of archaeological interventions and boosting the dissemination of collections is analyzed in this
release papal until the disappearance of the temporal power of the papacy.

KEY WORDS: Legal protection. Papal State. French rule. Historical heritage. Rome.
e-SLHR
ISSN: 1699-5317, núm. 23, Mayo (2016) Iustel

SUMMARY: I. INTRODUCTION. THE PAPAL PROTECTION OF HERITAGE BETWEEN 1378


AND 1796. II REACTION AGAINST PLUNDERING: THE FIRST FRENCH DOMAIN: 1796-1809. 1.
Events. 2. The transfer of artworks to the Louvre: systematization. 3. The administration of Pius VII
to deportation (1800-1809) and the fight against dispossession: Chirograph and Editto Doria. 3.1
Carlo Fea, Commisario dell'Antichità (1801-1808). 3.2 Chirograph Pius VII: first action against
spoliation. 3.3. Editto Cardinal Doria-Pamphili III. THE ORGANIZATION OF CUSTODY IN THE
SECOND FRENCH DOMAIN: 1809-1815. 1. Organization. 2. Carlo Fea, Commissario dell'Antichità
(1808-1814). 3. Rome second capital of the new empire. 3.1. Recovery programs and city
embellishment. 3.2. Performances 4. Assessment of the French performance in Rome.- IV. THE
PAPAL CUSTODY BETWEEN 1814 AND 1840. The Editto Pacca of April 7, 1820: analysis of its
contents. V. EPILOGUE: THE CHURCH LAW OF PROTECTION OF CULTURAL PROPERTY
AND ITS INFLUENCE IN ITALY UNITARIA. VI. BIBLIOGRAPHY.

Recibido: 3 de mayo de 2016

Aceptado: 12 de mayo de 2016

I. INTRODUCCIÓN. LA TUTELA PONTIFICIA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO ENTRE


1378 Y 1796

La vuelta de los papas de Aviñón (1378) tras más de setenta años, considerada por
1
algunos como una nueva Cautividad de Babilonia supuso una reestructuración
ideológica de la misión del papado en la Tierra. La primera cuestión fue la de dilucidar el
concepto de “Monarchia Universalis totius urbis”. Es decir, el tradicional conflicto en
Occidente, entre el emperador y los príncipes y el papa. A este respecto los ideólogos
pontificios van a centrar su debate en la translatio imperii entendida como restitución del
Imperio romano en la cabeza de la Iglesia. La identificación del papado con la Roma de
los Césares supuso una utilización de los restos arqueológicos de la Roma imperial
como propios y se ponen a disposición de la propaganda pontificia, lo que entrañó una
preocupación por su tutela, conservación, investigación y difusión. Al propio tiempo al
papado le interesa destacar la presencia cristiana primitiva en la ciudad, especialmente
tras la Reforma, lo que supondrá la aparición de la arqueología cristiana y la restauración
de iglesias y edificios cristianos primitivos. La primera disposición de carácter general
será la Constitución de Pío II (1458-1464): Cum almam nostram urbem (1462) que

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Fontana di dolore, albergo d' ira,
scola d' errori e templo d' eresia
già Roma, or Babilonia falsa e ria,
per cui tanto si piange e si suspira.
Petrarca, Rerum vulgarium fragmenta CXXXVIII.

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estableció una prohibición absoluta de expoliar las ruinas . En ella se preveía la
excomunión, cárcel y confiscación de los bienes a aquellos que demolieran, destruyeran
o dañaran los antiguos edificios públicos o sus restos existente en Roma o en su
territorio, aunque se encontrasen en propiedad privada, sin la licencia o autorización del
pontífice. Se inicia por iniciativa de este papa humanista, autor de I Commentari y
profundo amante de las ruinas antiguas, una vinculación entre los restos del pasado y la
utilidad o interés público, que irá sentando las bases de un concepto de propietà
vincolata o speciale, en el que se observa una influencia de la legislación romana y la
distinción entre res publicae y res sacrae. Con Julio II (1503-1513) se enfatiza la idea de
tutela de todas las ruinas y edificios sagrados de la ciudad. Con él, la Renovatio Urbis se
transforma en Restauratio Romae. Su sucesor León X de’Medici (1513-1521) fue un
verdadero impulsor de las artes y de la conservación de las antigüedades. La novedad
más importante será la creación del cargo de sovrintendente, ispettore generale delle
Belle Arti o Prefecto delle Antichità, que confiere primero a Bramante (1444-1514) y
después a Rafael de Sanzio (1483-1520) en 1515, tras la muerte del arquitecto. El Sacco
3
de Roma de 1527, marcará un cambio profundo en la estructura política temporal del
pontificado. La llegada al trono en 1534 del cardenal Alessandro Farnese, como Pablo III
(1534-1549) supuso una etapa de cambio y renovación de la Iglesia respecto a las
consecuencias del Sacco. Pablo III (1534-1549) fue coronado el 3 de noviembre de
1534, e inmediatamente, el 28 del mismo mes, creó el cargo de Commissario
4
dell’Antichità . Fue designado para tal cargo, Latino Giovenale Manetti, secretario

2
Los testimonios más antiguos sobre protección de monumentos de la antigüedad de Roma
son de 1119 y 1162. El primero se refiere a la pena de excomunión a quienes dañaran la Columna
de Marco Aurelio, dictada por el abad Pedro y que se conserva en una inscripción de San Silvestre
in Capite. Por su parte en el segundo, fechado el 25 de marzo de 1162, los senadores romanos
declaran solemnemente proteger la Columna de Trajano: por el honor de todo el pueblo romano, la
Columna no deberá ser jamás dañada por nadie, y permanecer así como está integra e incorrupta
hasta que el mundo dure, y establecían, además, que aquel que le produjese algún daño sería
castigado con la pena de muerte y la confiscación de todos sus bienes.
3
El Sacco de Roma fue una verdadera reacción contra el neopaganismo de ciertos ambientes
eclesiásticos y ante la fastuosa empresa de S. Pedro, que fue el detonante de la rebelión de
Lutero. El Sacco marcará un cambio profundo en la estructura temporal del pontificado, dando
paso a una etapa de renovación y cambio, solo comparable a la que tuvo lugar con ocasión del
dominio francés en el siglo XIX. Como siempre los romanos apelarán a su antigua grandeza para
reponerse del duro golpe y de la afrenta.
4
En el tiempo en que los Commissarii existieron (1534-1870) sus competencias fueron
básicamente las siguientes: 1. Actuar como conservador de todos los monumentos clásicos de
carácter mueble o inmueble de Roma y territorios pontificios, aunque fuera de la ciudad sus
funciones estaban delegadas en los gobernadores provinciales y sus agentes. 2. Supervisar las
excavaciones o movimientos de tierras ya fueran con la intención de buscar antigüedades,
materiales para su reaprovechamiento en obras o en los trabajos en las vías públicas. En
numerosas licencias otorgadas por el Camarlengo aparecen atribuidas tales misiones a los
Commissarii.3. Controlar las exportaciones de antigüedades, asesorando al Camarlengo en el
otorgamiento de los oportunos permisos. Paulatinamente se irán imponiendo determinados
condicionantes a la salida de piezas de los territorios pontificios, con objeto de preservar las

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particular del Papa. Este Manetti, al que tenemos que considerar el primer conservador
del patrimonio histórico de la Edad Moderna, era un humanista y arqueólogo, que dejará
una impronta muy marcada en los trabajos preparatorios de la visita del emperador a
Roma. No debemos pasar por alto que esta súbita preocupación por el patrimonio
romano, cuyo concepto comienza a delinearse, pudo deberse a la reacción contra los
desmanes del Sacco, que fue considerado como una actuación de los nuevos bárbaros.
Unos siglos más tarde veremos una reacción similar ante la “presa” napoleónica, tras el
Tratado de Tolentino, que traerá consigo el Decreto Pacca (1820).
Esta concienciación sobre el patrimonio histórico de la Ciudad de Roma, se verá
sometida a una prueba trascendental: la visita a Roma del Emperador Carlos V. El
desfile colocaba al emperador y al Papa en el mismo nivel de veneralidad. Se sabe que
las columnas del templo de Antonino y Faustina fueron liberadas con la demolición de la
capilla de San Lorenzo degli Speziali y que se acometieron obras en el Foro. También se
derriban otros para crear espacios o plazas que tomando como referencia a grandes
edificios permitieran unas nuevas perspectivas arquitectónicas; con toda probabilidad en
esta operación debió participar activamente Manetti, quien aprovecharía la ocasión para
liberar monumentos antiguos. La entrada del emperador tuvo lugar el 5 de abril de 1534,
la organización del protocolo correspondió a Antonio de Sangallo. Se dio importancia al
Capitolio, que estaba sujeto a un gran abandono, trasladándose a él la estatua de Marco
Aurelio, que se hallaba en el Laterano, reafirmándose de este modo el centro municipal
de la tradición. La entrada del emperador se realizó el 5 de abril de 1536, el protocolo de
Sangallo se basó en el precedente de la visita de Federico III, en el pontificado de Pablo
II, el 1 de enero de 1469. Con la visita de Carlos, Roma se reencontraba con su pasado
heroico y volvía la vista hacia sus monumentos antiguos. El itinerario tenía toda la
simbología de un “triunfo” a la antigua. La visita de Carlos V a Roma, y su “triunfo”, fue
una ocasión para emplear todos los recursos que los conocimientos históricos y
arqueológicos de la ciudad poseían los humanistas. De este modo la arqueología es
utilizada para evocar instituciones del pasado romano, útiles para la política del
momento. El emperador cristiano, Carlos, es sucesor de los emperadores romanos, y
como tal merecedor de celebrar el triunfo en su capital, Roma. Pero ese triunfo, no es
sobre la propia Roma sino por su conquista de Túnez en 1535, y le viene conferido no

colecciones e impedir que los hallazgos no quedaran en Roma y sus territorios. Así en el siglo
XVIII, se aducirán: la rareza de la pieza; su belleza y buena factura; su importancia para la historia
del arte y el estudio de las antigüedades o la conveniencia de que formen parte de las colecciones
romanas.4. Asesorar al Camarlengo en la redacción de normas.5. Recuperar y copiar las
inscripciones que aparecieren con ocasión de restauración de los monumentos o por trabajos
públicos.6. Ejercer de guía oficial en visitas de Estado a Roma, acompañando a los egregios
visitantes siendo de su responsabilidad establecer el itinerario de la visita. Los Commissarii eran
nombrados por el Camarlengo y ratificado por el Pontífice. Ejercían sus funciones bajo la autoridad
del Camarlengo.

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por el Senado y pueblo de Roma, sino por el Papa, custodio de la ciudad. El emperador
es reconocido por el Papa, quién además lo ha coronado en Bolonia en 1530.Finalmente
Carlos, hace también una peregrinación a Roma, convirtiéndose así en un ejemplo para
todos los cristianos. Roma, tras el Sacco, recuperaba su prestigio, precisamente basado
en su grandeza milenaria y en la institución de la Santa Sede. Los monumentos de la
Antigüedad cobrarán a partir de ahora una importancia fundamental, puesto que serán
los referentes del poder de Roma y del Pontificado. El patrimonio histórico adquiere un
sentido para los papas, y a partir de este momento lo cuidaran, lo estudiaran y formará
parte de su simbología de prestigio.
El 28 de mayo de 1572, dos años después del nombramiento de Tedellini como
Commissario dell’Antichità (1570-1584), el Camarlengo Luigi Cornero (1570-1584) dictó
unas instrucciones para la protección de los monumentos antiguos. En la referida norma
se castigaba la venta de mármoles con la pena de 500 escudos de oro. Así mismo, se
prohibía cortar o despiezar piedras sin el oportuno permiso del Commissario obligándose
los canteros a comunicar sus operaciones y trabajos. No estaban permitidas las
excavaciones a menos de 20 varas (unos 16 metros) de los monumentos con multa de
100 escudos. Si además se ocultaban los hallazgos los infractores podían ser castigados
con la pena corporal de recibir azotes. No estaba permitido exportar fragmentos de
monumentos o piedras, que podían ser multados con 500 o 100 escudos
respectivamente, y confiscado los materiales. Los que construyeran cajas para el
embalaje de piezas eran sancionados con 50 escudos y azotes. Los que produjeran
daños a los monumentos eran castigados con 100 escudos de multa, salvo que lo fuera
para fabricar cal, en cuyo caso la multa era solo de 50 escudos. Los que fundieran
metales o vendieran falsas monedas eran sancionados con 100 escudos y la pena de
5
azotes. Especialmente relevante fueron las iniciativas de los Conservatori dell’Urbe ,
6
quienes solicitaron en 1580 a Gregorio XIII (1572-1585) la revocación de todas las
autorizaciones concedidas para sacar o extraer piedras o material constructivo destinado
a construir edificios, incluidos las edificaciones pontificias de S. Pedro o de los edificios
capitolinos. Medidas que no fueron adoptadas a pesar de las prohibiciones establecidas
en la normativa de 28 de mayo de 1572.

5
Magistrados del Comune de Roma. Los primeros testimonios anónimos de su existencia se
remontan a 1223. Será a partir de 1305 hasta 1866, cuando aparecen nominados. Eran elegidos
por insaculación entre listas de candidatos elaboradas por los Capo-Rioni de los 14 Rioni de la
ciudad, en un acto solemne que tenía lugar en Santa Maria dell’Ara Coeli en el Capitolio, ante
representantes del municipio y de la Curia romana. Su misión era la de cuidar los puentes, las
calles de la ciudad y la conservación de los monumentos públicos entre otras, asemejándose a las
de los antiguos ediles romanos y formaban la llamada Camera Capitolina, dependiendo cada vez
más de la Curia romana pontificia. Tenían su oficina en el Palazzo dei Conservatori en el Capitolio.
6
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments: the Papal Antiquarian (1534-1870)”, Xenia I,
1992, Roma, p. 117-154, p. 122-123.

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No serán los artistas, ni los arquitectos, sino los Conservatori de Roma, los que alcen
su voz y procuren defender los monumentos. Será en el pontificado de Sixto V (1585-
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1590) cuando ello se produzca con gran claridad, con ocasión de varios proyectos del
pontífice, que llevaban aparejados la destrucción de importantes monumentos.
Acogiéndose a la bula de Pío II (1458-1464) relativa a la protección de monumentos
8
antiguos, se dirigieron al cardenal Santori. Precisamente éste, en su biografía nos ha
dejado el testimonio de cómo en 1588, los Conservatori se presentaron ante él en
nombre del pueblo romano, rogándole que intercediera ante el papa, con el fin de evitar
la proyectada destrucción del Septizonium, del Arco de Jano y del Sepulcro de Caecilia
9
Metela. Santori , recoge la solicitud, y en compañía del cardenal Colonna se dirigen en
audiencia al papa, quién les manifiesta que es su deseo destruir todas las antigüedades
que no sean hermosas, y restaurar las otras. En opinión de Pastor lo que más pesó en la
decisión final no fueron tanto las consideraciones estéticas, como la postura de los
romanos de considerarse por siempre los herederos y sucesores del Senatus
10
Populusque Romanus . La conmoción de la que fueron presa los representantes del
pueblo romano indujo a Sixto V (1585-1590) a no tocar un monumento tan popular como
el sepulcro de Caecilia Metela, pero sin embargo no perdonó al Septizonium, un ninfeo
monumental, construido por Septimio Severo en el ángulo sudoeste del Palatino, cuando
se desplomaron varias columnas del pórtico. Por su parte Sixto V llevó acabo un
programa de reinterpretación de las Columnas de Trajano y Marco Aurelio y la
recolocación de obeliscos como el del Vaticano, que sigue un cuidadoso sistema tanto
en la elección de las piezas, como en su colocación; una utilización de elementos
monumentales antiguos, como nuevos símbolos interrelacionados tanto con edificios
cristianos como con figuras divinas o santas propias del imaginario católico, produciendo,
de este modo, una nueva reinterpretación del símbolo, que se transforma desde su

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El punto de vista de la contrarreforma sobre los monumentos antiguos era muy diferente del
pensamiento de los hombres del Renacimiento. El mundo pagano había sido vencido por el
cristianismo y, por consiguiente, los restos de aquél sólo tenían razón de ser en función de la
exaltación de la gloria de Cristo y de su Iglesia. De acuerdo con esta convicción Sixto V actúa
sobre las columnas de Trajano y Marco Aurelio; las estatuas del Capitolio o el Coliseo,
transformándolos en monumentos a la victoria del cristianismo. Otra de las operaciones será el
traslado del obelisco Vaticano sito en la spina del circo de Calígula. Un reto para la tecnología de
la época, que fue aprovechado de forma propagandística por el papa. El obelisco poseía un valor
arqueológico y simbólico, pues la tradición señalaba dicho circo como el lugar donde fueron
martirizados los primeros cristianos.
8
Ludwig Pastor, Storia dei Papi, dall’elezione di Leone X alla morte di Clemente VII (1513-
1534). Vol. IV, 1950, Roma, p. 449.
9
Giulio Antonio Santori, Vita del card. Giulio Antonio Santori detto il card. di Santa Severina
composta e scritta da lui medesimo, in Archivio della R. Società di Storia Patria, voll. XII 1889 e
XIII, 1889, Roma.
10
Ludwig Pastor, Storia dei Papi, p. 449.

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paganismo inicial en objeto o manufactura cristiana, en virtud de la nueva manipulación o


reinterpretación.
En el siglo XVII, y en los pontificados de Urbano VIII (1623-1644) e Inocencio X
(1644-1655) se suceden diversas normativas para evitar la búsqueda clandestina de
objetos, así el 5 de octubre de 1624, se dicta la “Proibizione sopra l'estrattione di statue
di marmo o di metallo, figure, antichitá e simili” también conocida como Edicto del
Cardenal Camarlengo Ippolito Aldobrandini (1592-1638) por el que se prohíbe la
extracción de estatuas de mármol, figuras u otras antigüedades. El Edicto establece un
régimen muy riguroso para estas actividades y unas importantes penas para sus
11
transgresores .La segunda disposición es el Edicto del Cardenal Procamarlengo
Federico Sforza (1603-1676) de 29 de enero de 1646, denominado "Editto sopra
l'estrattioni, e cave di statue, figure, intagli, medaglie, inscrittioni di marmo, di mischio,
metallo, oro, argento, gioie, e cosi simili antiche e moderne" por el que se reiteran las
prohibiciones anteriores, incluyendo importantes novedades. El Edicto se inicia, con una
fórmula que veremos repetirse, relativa al incumplimiento de las normas dadas por sus
predecesores.
La primera conclusión es que el Estado Pontificio, a pesar de contar con un gran
aparato de control, no es capaz de hacer cumplir las normas contempladas por el Edicto
Aldobrandini, dictado veintidós años antes. En segundo lugar, se advierte que una norma
no es suficiente para cambiar la costumbre, por no decir el medio de vida, de un gran
número de romanos que vivían de la extracción o venta de objetos y materiales de
calidad de las ruinas, costumbre que había sido incluso incentivada por algunos
pontífices, que no sólo habían permitido la existencia de hornos de cal, sino también
habían recurrido a la extracción de materiales para sus monumentos, como ya vimos en
el Breve de León X de 1515.
Al propio tiempo se observa que el Edicto quiere salir al paso del comercio
clandestino de antigüedades y objetos preciosos, tanto antiguos como modernos, que
están privando a la Iglesia, de una importante riqueza patrimonial.

11
En primer lugar ordena que ninguna persona, sea cual sea su estado o condición, extraiga
por sí o por medio de otros, ni exporte fuera del Estado pontificio: figuras, estatuas, antigüedades,
ornamentos ni objetos, tanto antiguos como modernos, sin licencia del Cardenal Camarlengo, bajo
pena de la perdida de los objetos y multa de 500 escudos de plata, que serán repartidos, la mitad
para la Reverenda Cámara Apostólica, la cuarta parte para el acusador y la otra cuarta parte para
el ejecutor, así como otras penas corporales que a juicio del Camarlengo pudieran imponerse
según la especificidad del caso.En segundo lugar, regula las excavaciones que se lleven a cabo
con licencia pontificia, estableciendo la obligación de los excavadores, de los dueños del terreno y
de aquellos que hayan tenido conocimiento o noticia, de informar al Camarlengo en el plazo de
veinticuatro horas de haberse producido el hallazgo de algunos de los objetos referido en el Edicto,
bajo la misma pena de 500 escudos para los dueños y trabajos forzados para los obreros. Se
introduce por vez primera la obligación de comunicar a la autoridad los hallazgos de objetos
arqueológicos que se produzcan en el transcurso de una excavación.

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Lo más destacable de la disposición de Sforza es de un lado, la prohibición de


realizar extracciones de materiales de calidad en lugares públicos o privados cercanos a
edificios antiguos que pongan en peligro su integridad; apareciendo, por vez primera, el
concepto de edificio o ruina entendido como conjunto, que es necesario preservar. Por
otro lado, la creación del cargo de Commissario sopra le cave et antichitá.
El Edicto ordena que los excavadores, albañiles o viñadores, se abstengan de
vender, despiezar o hacer desaparecer, sin conocimiento de sus dueños; estatuas,
bustos, camafeos, monedas, anillos u otros objetos antiguos, sea cual fuere la materia
de que estuviesen hechos, que, según nos informa el propio Edicto eran vendidos a
chatarreros (ferravecchi), escultores, revendedores o artesanos (bottegari), sin
conocimiento de sus dueños. La norma establece que las personas pertenecientes a
dichos oficios estarán obligadas, si desean vender dichos objetos, a comunicarlo a los
Notarios de la Cámara Apostólica o al Commissario para las Antigüedades, bajo la pena
de la perdida de los objetos, que serán restituidos a los dueños de los terrenos, en el
supuesto de no comunicarlos. Con esta medida el Edicto establece la distinción entre el
propietario del terreno donde se ha encontrado el objeto y los descubridores, por lo
general asalariados de aquéllos, permitiéndose, a estos últimos, venderlos a la Santa
Sede en un intento de evitar la destrucción o ocultación de los hallazgos. Como
complemento de esta medida, la norma obliga a los carpinteros (falegname), mozos
(facchini), transportistas (portatori), barqueros (vascelli) y carreteros a abstenerse de
construir cajas destinadas a contener objetos antiguos y a su transporte terrestre, fluvial
o marítimo, si los mismos no cuentan con la oportuna licencia. Al mismo tiempo se
ordena a los agentes públicos: aduaneros (doganiero), guardias (custode), agentes de la
ribera del Tíber (Commissario del Sigillo di Ripa), guardias de frontera (guardiano di
passo), no permitir la circulación de objetos antiguos que carezcan de licencia y sin el
sello de la Reverenda Cámara, bajo pena de pérdida de empleo y sueldo.
Así mismo, se ordena a los carreteros y transportistas se abstengan de cargar y
portar mármoles, travertinos, alabastros, estelas, columnas, figuras, bazas, relieves u
otros objetos, trabajados o no, sea cual sea el material en que estén elaborados, sin
licencia o sin la inspección del Commissario, bajo la pena corporal de "tre tratti di corda
da darseli subito", 25 escudos de multa y la pérdida de los materiales. Paralelamente se
establece la prohibición a los polveros (calcarano), marmolistas (scarpellini), escultores
(scultori), artesanos de la piedra dura (orefici) o fundidores (funditori) de romper,
despiezar o convertir en cal cualquier fragmento de mármol con inscripción o relieve, así
como fundir cualquier pieza de metal o joyas, sin la previa inspección del Commissario,
bajo las mismas penas.

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El Edicto, con el fin de no perjudicar a los edificios públicos, vías y necrópolis, regula
la tramitación de licencias para excavaciones arqueológicas, estableciendo que cualquier
persona sea cual fuese su estado, grado, título, orden o condición que desee buscar
tesoros, monedas, estatuas, mármoles u otros objetos, no podrán llevar a cabo dichas
excavaciones sin la oportuna licencia y permiso (patente) oficial, y sin la inspección o
asistencia del Commissario, bajo pena de 25 escudos de multa. Así mismo, las personas
que a la entrada en vigor del edicto ya contasen con permisos vienen obligadas a
comunicarlo en el plazo de 18 días a contar desde la publicación, bajo la pena de la
revocación de la licencia. En cuanto al régimen de venta de los objetos hallados en
excavaciones autorizadas se establece la prohibición de su venta sin el examen previo
de los objetos por parte del Commissario o sus agentes, ni de la peritación oficial que
permita restar la parte que corresponda a la Reverenda Cámara Apostólica, proporción
que se establecía en cada licencia, bajo la pena de la pérdida de los objetos, 100
escudos de multa y otras penas corporales o privativas de libertad que pudieran ser
impuestas al arbitrio del Cardenal Camarlengo.
Finalmente, se establece la obligación de los propietarios de almacenes o lugares
donde se presuma la existencia de objetos antiguos de permitir el libre acceso a los
agentes de la autoridad, y en especial al Commissario, para las comprobaciones
oportunas, debiéndoles prestarles el apoyo o auxilio necesario, so pena de incurrir en
responsabilidad. Asimismo, se ordena que el Edicto se fije, de forma permanente, en los
referidos lugares; en sitio bien visible acció possa essere da ogn'uno visto, bajo multa de
tres escudos por cada vez que el mismo no se halle debidamente expuesto.
Por último, se conceden amplias facultades al Comisario y a sus agentes, para poder
indagar y hacer buscar, en cualquier lugar donde se presuma su existencia, los objetos
antiguos definidos en la normativa del Edicto, debiendo los demás agentes y cuerpos de
seguridad -custodi, doganelli, guardiani y barcarolli-, prestar el debido apoyo a los
mismos, bajo pena de la perdida de los empleos. De forma especial se insiste, en este
sentido, en impedir la salida fuera del territorio pontificio de antigüedades, sin la
autorización y sello de la Reverenda Cámara Apostólica, responsabilizando de ello a los
agentes de la autoridad de mayor a menor grado, al objeto de evitar dejaciones de las
autoridades de superior rango, estableciendo el principio de responsabilidad jerárquica
de il padrone per il ministro et il ministro per il garzone.
El 5 de julio de 1686, vemos aparecer la Proibizione sopra l'estrattione di statue di
marmo, o metallo, figure, antichitá e simili, conocido también como Editto del Cardenal
Camarlengo Altieri, con idéntico contenido que el de Sforza, repitiendo la fórmula de no
derogar las anteriores disposiciones, contribuyendo así a la confusión en materia tan
compleja. Es de suponer que la normativa no debía cumplirse mucho, ni tan siquiera por

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los propios pontífices, así Alejandro VII ordena demoler en 1660 un arco de triunfo
romano, que existía en la Vía del Corso, para ensancharla (Stendhal, 1829: I, 109) y en
1663 se autoriza a Bernini a despojar nada menos que al Pantheon de placas de bronce
con destino a la construcción del Baldaquino de S. Pedro (Stendhal, 1829: 75). El Edicto,
una mera repetición del anterior, no presenta novedades destacables .Ya en pleno siglo
XVIII, los 74 años que transcurren entre el pontificado de Clemente XI (1700-1712) al de
Clemente XIV (1769-1774) se caracterizan por ser una etapa en la que se adoptan varias
medidas encaminadas a regular como en la etapa anterior la exportación de obras de
arte y antigüedades y realización de excavaciones sin licencia. Seis normas componen
este corpus legislativo: Editto de Clemente XI de 1701; el Editto Spinola de 1714; la
Proibizione Spinola de 1717; el Editto Annibale Albani de 1717; la Proibizione Annibale
Albani de 1733 y finalmente la Proibizione Valenti de 1750. Todas estas normas son
conocidas por el nombre del Camarlengo, que por designación del papa, ejercía estas
competencias. Nuevamente la autoridad pontificia tiene que recordar las disposiciones
anteriores que ya establecían controles a la exportación y al otorgamiento de licencia
para excavar. Ello es debido al aumento del coleccionismo dentro y fuera de Roma, lo
que provocaba una continua salida de piezas y por otro una necesidad de encontrar
nuevas. Como en la etapa anterior son los Commissarii y sus agentes, junto con las
autoridades territoriales de las provincias pontificias, los encargados de velar e
inspeccionar el cumplimiento de estas normas, que además robustecerán cada vez más
las competencias de los Commissarii a los que la Proibizione Valenti les creará unos
Assesorii para que auxilien su labor. Desde 1700 a 1774 se suceden en el cargo cinco
Commissarii: Francesco Bartoli (1700-1733); Francesco Palazzi (1733-1744); Ridolfino
Venuti (1744-1763); Johann Wickelmann (1763-1768) y Giovanni Battista Visconti (1768-
1784). Todos ellos expertos de una gran talla y preparación para el desempeño del cargo
cuyas actuaciones y resultados han sido estudiados ampliamente. Especial interés tiene
el pontificado de Benedicto XIV (1740-1758) en el que se produce una expansión cultural
de Roma, a la que quería convertir en modelo para todas las ciudades, como queda
claramente reflejado en el Jubileo del año 1750.Favoreció la arqueología adquiriendo el
fondo de Domenico De’Rossi y fundó la Calcografía Pontificia. Impulsó las excavaciones
de Roma y la creación de la Accademia Archeologica. Su labor restauradora fue muy
significativa: Santa Maria Maggiore, Santa Croce in Gerusalemme. Panteón y Santa
Maria degli Angeli. En 1743 destinó una importante suma de dinero a restaurar los muros
de la clausura del Coliseo y el 13 de septiembre de 1749 publicó un edicto contra
aquellos que llevaran a cabo actos contra su fábrica. Con ocasión del Jubileo, se lleva a
cabo la consagración del edificio a la memoria de la Pasión de Cristo, colocándose una

10
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simple cruz en el centro, en torno a la cual vinieron a renovarse las 14 viejas estaciones
del Calvario.

II. LA REACCIÓN CONTRA EL EXPOLIO: EL PRIMER DOMINIO FRANCÉS: 1796-


1809

El pontificado de Pío VI (1775-1799) es uno de los más convulsos de la historia de la


Iglesia. En él acontecen la Revolución francesa en 1789 y la ocupación de Italia por los
franceses en 1796; el Tratado de Tolentino de 1797 con el expolio de obras vaticanas y
el exilio del Papa de Roma en 1798. Los protagonistas de estos sucesos en lo que a la
tutela del patrimonio histórico se refiere son además del propio pontífice, el Camarlengo
Carlo Rezzonico (1763-1799), sobrino de Clemente XIII, el Commissario Filippo Aurelio
Visconti, hijo de Giovanni Battista Visconti, anterior Commissario y hermano de Ennio
12
Quirinio Visconti y el Cardenal Doria-Pamphili que fue el encargado de hacer cumplir
las cláusulas del Tratado de Tolentino, y que tras la primera restauración pontificia, será
el autor del Editto de 1802.
13
Filippo Aurelio Visconti fue designado Assesore de su padre el 23 de julio de 1782 y
en 1784, a la muerte de aquel, fue nombrado Commissario a la edad de treinta años. Era

12
Nacido en Génova en 1751 en el seno de una familia que eran Grandes de España. Uno de
sus primeros cargos fue el de Nuncio extraordinario en España con ocasión del nacimiento del
príncipe heredero. En 1773 fue nombrado Nuncio ordinario en París. El 14 de febrero de 1785
viene elevado a la púrpura cardenalicia regresando de París, y haciéndose cargo del puesto de
legado en Urbino donde impulsa una importante reorganización económica y administrativa. El 9
de marzo de 1794 regresa a Roma donde juega un importantísimo papel en los años tumultuosos
de finales del siglo, asumiendo una actitud conciliadora en relación con la Francia revolucionaria,
país que conocía sobradamente por su larga estancia como Nuncio. El 28 de agosto de 1796
formó parte de la congregación extraordinaria que tenía que examinar los términos del tratado
entre la Iglesia y Francia, que conocido como Tolentino fue suscrito el 19 de febrero de 1797,
obligándose la Iglesia a entregar territorios y obras de arte. Doria fue designado Secretario de
Estado en abril de 1797, y le cupo la triste misión de hacer cumplir las determinaciones del tratado
y hacer frente a la crisis de Ancona, donde con el apoyo de franceses se había declarado la
República. Exiliado tras la expulsión de Roma de Pío VI, volvió a la ciudad acompañando a Pío VII
el 3 de julio de 1800. De inmediato se integra en la comisión que comienza a elaborar un proyecto
de concordato con Francia. En 1802 asume el puesto de Camarlengo y en 1808 siendo
prosecretario de Estado tuvo que afrontar las consecuencias de la invasión de Roma el 2 de
febrero de 1808 por el general Mollins. En marzo, junto a todos los cardenales no romanos fue
obligado a abandonar Roma, estableciéndose en Parma y Génova, hasta que fue deportado a
París, cuando Pío VII fue confinado en Fointaineblau. Allí ejerció la intermediación con el Papa
para la firma del Concordato con Francia que finalmente se realizó el 25 de junio de 1813. Con el
retorno del Papa a Roma, Doria regresa y dimite de sus cargos aparentemente por motivos de
salud, aunque en realidad lo fue por su papel en la firma del Concordato con Francia. Fue
nombrado obispo de Porto y Stª Rufina, hasta que con la invasión napolitana fue de nuevo
obligado a exiliarse en Génova. Volvió en julio de 1814, formando parte de la Congregazione
economica. Murió en Roma el 9 de febrero de 1816 (Marina Formica “Giuseppe Doria Pamphili
Landi”, DBI, Volume 41, 1992, pp. 1-4.).
13
Nació en Roma el 10 de julio de 1754. Trabajó como asistente de su padre, de quien adquirió
sus conocimientos en numismática y antigüedades. Perfeccionó un sistema para la reproducción
de monedas en los grabados y publicaciones. Sirvió sólo a un pontífice: Pío VI (1775-1779) y a un

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un experto en antigüedades. Durante su mandato (1784-1799) que dura hasta el exilio


de Pío VI las exportaciones de bienes patrimoniales continuaron aumentando, a tenor de
14
las licencias concedidas . De ellas destacan la concedida en 1786 al Príncipe Lancellotti
para 5 estatuas de mármol, 15 cabezas -dos de ellas colosales-, 8 bronces y diversos
objetos, todos con destino al rey de Nápoles; en el mismo año se concede una licencia a
Giuseppe del Prato para exportar varias cabezas de Hércules, Livia, Venus, un busto
imperial y un Trajano sedente, entre otras, así como una cariátide, un Apolo y una mesa
de alabastro. En 1788, Tensi della Traspontina exporta varios relieves de sarcófagos y
18 esculturas, valoradas sólo en 149 escudos. A la Toscana en 1787 se envía el grueso
de la colección Médici, completando así la realizada de las mejores piezas unos años
antes. Azara, el embajador de España, envió a la colección real española 8 columnas de
granito completas con sus basas y capiteles, así como un altar de mármol. Los
principales exportadores siguieron siendo James Beyres y Gawin Hamilton. Éste último
descubrirá en sus excavaciones en Monte Cagnolo (1772-1773) el famoso Vaso
Townley, que vendió a Charles Townley, el famoso coleccionista, quien, a pesar de los
esfuerzos de Visconti, logró llevarlo a Inglaterra, donde fue adquirido por el Museo
15
Británico en 1805 . Visconti permaneció en el cargo en los momentos de inestabilidad y
junto con el Prefecto de la Biblioteca Vaticana, Marini, procedió a ocultar los manuscritos
de la Biblioteca Vaticana. Mientras él realizaba estaba labor para evitar el pillaje,
alineado con la autoridad papal, su hermano Ennio Quirino Visconti participaba
activamente en la recién nacida República Romana donde en febrero de 1798 ocupó
puesto de Ministro de Asuntos Exteriores de la República romana. En 1799 se marchó a
París donde fue nombrado uno de los conservadores del Louvre (Vid. 1119). A la vuelta
de Pío VII en 1800 el papa designó a Carlo Fea, Commissario, y no ratificó a Filippo
16
Visconti, según Ridley por la posición extremista de su hermano Ennio. Bajo la
ocupación francesa (1808-1814) fue uno de los fundadores de la Accademia Romana di
Archaeologia (1810), ocupando el puesto de Secretario y editó sus Atti desde 1821.
Cuando la columna de Focas fue descubierta en su totalidad y se vio su inscripción
(1813), Martial Daru, que era el responsable de las excavaciones le autorizó que la

solo Camarlengo: Carlo Rezzonico (1763-1799). Murió el 30 de marzo de 1821. Entre sus
publicaciones debemos destacar las siguientes: en la colección de Giuseppe Valadier, Raccolta
delle più insigni fabbriche di Roma antica (1810), Visconti escribió las notas sobre el Templo de
Antonino y Faustina (1810) y sobre el de Vespasiano y el de los Disocuros (1818); Indicazione
delle sculture del palazzo Giustiniani (1811); Lettera sopra la colonna dell’imperatore Focas (1813);
Lettera ad Antonio Nebby sopra un interesante bassorelievo (1819); Il museo Chiramonti descritto
e ilustrato (1820). Fue sepultado en S. Giovanni dei Fiorentini.
14
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p. 144, nota 149.
15
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p. 144.
16
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p. 144.

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publicara en una edición de la Biblioteca Vaticana, también realizó una lectura en la


Accademia el 1 de abril de 1813. Tras la segunda restauración pontificia, fue designado
secretario de la Comissione delle Belle Arti desde 1816, por el Camarlengo, Bartolomeo
Pacca.

1. Los acontecimientos

En 1796, un ejército francés al mando de Bonaparte entraba en Italia. A partir de ese


momento y hasta 1815, es decir durante veintitrés años, Italia, como el resto de Europa,
va a verse inmersa en una serie de acontecimientos, que supondrán un cambio
17
importante tanto en el sentir como en el pensar , y así cuando los antiguos soberanos o
sus herederos regresen, Italia ya no será la misma. Asistiremos a la aparición de un
fuerte sentimiento patriótico, una regeneración nacional fundada en la unidad estatal, en
18
un stato unico e indivisibile en opinión de Gramsci , que será conocido como Il
Risorgimento y una conciencia unitaria como reacción a la política de sometimiento y
expoliación realizada por Francia
El Tratado de Tolentino de 19 de febrero de 1797, obligó al Papa a entregar Bolonia y
todo el NE de los Estados Pontificios. Pero no sólo posesiones tuvo que entregar Pío VI,
sino también y como consecuencia del tratado se producirá la presa napoleónica y el
traslado de obras de arte a París, que servirá de detonante para una mayor toma de
conciencia y para propiciar una fuerte reacción proteccionista de la legislación pontificia
sobre patrimonio histórico. Así, el famoso Laoconte, junto a otras muchas esculturas, fue
cedido por el Papa a los franceses en cumplimiento del referido tratado. Llegaron a París
en una procesión triunfal en julio de 1798, donde permanecieron en el Musée Central de
Arts hasta 1815. Su devolución al Vaticano se produjo el 4 de enero de 1816, regresando
al Belvedere a finales de febrero, según noticia del Diario di Roma de 24 de febrero de
19
1816 . Para muchos, sin embargo, esto no fue una "presa" sino la consecuencia de un
20
tratado, así Stendhal al referirse al papel del escultor Canova como Inspector General
de Bellas Artes de Pío VII, quién acudió a París a recuperar las estatuas cedidas por el
Tratado de Tolentino, afirma: Canova ha estado tres veces en París; la última como
embalador. Vino a recuperar las estatuas que nos habían cedido por el Tratado de
Tolentino, sin el cual el ejército victorioso en Artola y en Rívoli no hubiera ocupado
Roma. Nos roban lo que habíamos ganado por un tratado. Canova no comprendía este

17
Giuseppe Petronio, Historia de la literatura italiana. Cátedra. Madrid, 1990, p.549.
18
Antonio Gramsci, Il Risorgimento, Editori Reuniti, 1991, p.57.
19
Francis Haskell y Nicholas Penny El gusto y el arte de la Antigüedad, Madrid, 1990, p. 266.
20
Sthendal (Brulard, Henry) Passagiate romane. 1829, Edición española. Serbal. 1987, II,158.

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razonamiento. Educado en Venecia en tiempos del antiguo gobierno, no puede concebir


más que un derecho, el de la fuerza; los tratados le parecen una vana formalidad.
Este malintencionado sentir, manifestado por el bonapartista Stendhal, es posible que
fuese general entre los intelectuales que apoyaron la revolución francesa en el trienio
revolucionario -1796-1799-, y aunque en gran parte se vieron defraudados por Francia y
Bonaparte, como el caso de Ugo Foscolo que pasó del jacobismo y del entusiasmo
napoleónico al desencanto, es cierto que la política de organización de la cultura que la
administración francesa llevó a cabo, colocó a los intelectuales italianos en la necesidad
de colaborar con ellos o abstenerse.
En el caso de Roma, la hostilidad de Pío VI hacia los franceses y la aparición de un
importante, aunque minoritario, movimiento jacobino produjo una serie de desórdenes a
la muerte del general Duphot (1769-1797), como el tumulto entre tropas papales y
simpatizantes de los franceses, en las inmediaciones de la Embajada de Francia, delante
del legado José Bonaparte, el 28 de diciembre de 1797. Estos acontecimientos tan
graves forzaron la entrada el 10 de febrero de 1798 de las tropas francesas al mando de
21
Berthier, procediéndose a la proclamación de República Romana el 15 de febrero con
la eliminación del poder temporal del Papa, al que obligaron a abandonar Roma
refugiándose en Siena.
Tras la muerte de Pío VI, el 29 de agosto de 1799, contra todo pronóstico es elegido
Papa el 14 de marzo de 1800, el Cardenal Barnabbá Chiaramonti, uno de los personajes
más importantes de la corriente ilustrada dentro de la Iglesia que será quien juegue un
papel trascendental, como veremos, en las relaciones de la Iglesia con el Imperio
Francés. La situación con la que se encuentra el nuevo papa era desalentadora para los
intereses de la Iglesia. En los Estados Pontificios se había instaurado la República, que
presuponía que el Pontificado como institución temporal había llegado a su fin e incluso
el propio Napoleón había instado a su hermano José, el 29 de septiembre de 1799, a
22
que no eligiese ningún sucesor, tras la muerte de Pío VI . Además el 14 de junio,
Napoleón, tras su victoria de Marengo, recupera de nuevo todo el poder en Italia, que
había perdido con la ofensiva austríaca de 1799, lo que supuso la desaparición de la
República Romana.Sin embargo, el Papa desoyendo los consejos de quienes pretendían
que se exiliase en Viena, emprende a finales de junio el camino hacia Roma
asentándose en una ciudad peligrosamente revolucionaria. El Papa, - cuya mentalidad

21
La República romana nació con el impulso de recuperar el más genuino espíritu clásico,
incluso celebró ceremonias paganas como las que se representa en la plaza de San Pedro y se
recoge en una célebre pintura de Felice Giani.
22
Nazario González,"Pío VII el rival de Napoleón". Historia y Vida, 17, Barcelona, 1969, p. 84.

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23
liberal ya hemos comentado- , se apoya en el Cardenal Consalvi , un hábil político, que
estaba perfectamente identificado con sus ideas, y que afirmaba: Nuestra finalidad
24
consiste en dirigir y regular la revolución en lugar de dejarnos arrastrar por ella .
Un año más tarde de su entronización, el Papa, que sentía una notable admiración
por Napoleón la cual era correspondida, se apunta un importante éxito diplomático: la
firma del Concordato entre Francia y la Santa Sede (15 de agosto de 1801), con el que
Bonaparte pretende alcanzar la paz de las conciencias. En 1802, Napoleón proclama la
República Italiana reduciendo al Papa a un pequeño poder. Aún así Pío VII continúa
luchando por su autonomía tanto temporal como religiosa. Pío VII y el Secretario de
Estado Consalvi, se niegan a reconocer el dominio francés y como consecuencia un
ejército bajo a las órdenes del general Miollis ocupa Roma el 2 de febrero de 1808,
comenzando así un periodo de dominación francesa que durará seis años hasta que el
25
papa regrese tras su deportación en 1809 . Entre tanto, Napoleón convocó un concilio
nacional dando un ultimátum al Papa para que volviera a nombrar cardenales. Pío VII lo
aceptó el 20 de septiembre de 1811, firmando un nuevo concordato en Fontainebleau en
13 de enero de 1813, que permitía al emperador nombrar obispos en Italia. Éste junto
con Pacca y otros procedieron a plantar cara a un Napoleón debilitado, y de este modo
el 24 de enero de 1814 el Papa, denunciará el Concordato, y aunque Napoleón intente
de nuevo deportarlo a Savona, se ve obligado el 10 de marzo de 1814 a permitir el
regreso del Papa a Roma para contrarrestar la ocupación napolitana de Roma por Murat,

23
Consalvi (1757-1824) se había formado en la Academia de Nobles Eclesiásticos de Roma,
bajo la tutela de F. A. Zaccaria, un jesuita intransigente pero buen educador, lo que no impidió a
Consalvi y a otros como Pacca ser hombres a la altura de su tiempo, llamados a tener un enorme
protagonismo en la Iglesia. Muy pronto comienza una brillante carrera eclesiástica ocupando
puestos importantes, lo que le supone la detención y el destierro a Florencia junto al Papa Pío VI
cuando el general Berthier ocupa Roma el 13 de febrero de 1798. Por orden del Papa convocó a
todos los cardenales a Venecia con el fin de ponerse bajo la protección del emperador de Austria.
A la muerte de Pío VI el 29 de agosto de 1799 logró reunir el cónclave que pronto entro en punto
muerto por el enfrentamiento entre candidatos más o menos influenciados por Austria y sus
intereses anti-franceses. Consalvi, como prosecretario del conclave se ganó al cardenal Antonelli y
así logró sacar adelante el nombramiento de Barnabbá Chiaramonti, un ilustrado obispo de Tívoli e
Imola. El nuevo Papa lo nombró Secretario de Estado el 11 de agosto de 1800. A partir de ese
momento, Consalvi se sitúa en el “término medio” intentando reforzar el viejo edificio estatal pero
abriéndolo a los nuevos aires que la Revolución portaba, intentando institucionalizar un despotismo
ilustrado eliminado viejos privilegios y la corrupción que tanto desacreditaban al Estado Pontificio,
como queda reflejado en su Memorie (p. 124). Esta actitud le supuso enfrentarse a sectores muy
conservadores de la Iglesia (Alessandro Roveri, “Consalvi, Ercole”, Dizionario Biografico degli
Italiani, 1983. Vol.28).
24
Nazario González, “Pío VII el riva”, p. 86.
25
Pío VII fue enviado a Savona donde permaneció recluido hasta enero de 1812. A Consalvi se
le ordenó el 21 de noviembre de 1809, que convocara a todos los cardenales en París, negándose
al no ser ésta una orden del Papa, y es conducido a la fuerza a la capital de Francia. En París un
número de cardenales se niegan a asistir a la boda de Napoleón - cuyo divorcio había obtenido a
través de la Iglesia francesa- y María Luisa de Austria, entre ellos Consalvi, que son desterrados y
pierden la púrpura, por lo que son llamados cardinali neri. Consalvi fue enviado a Reims donde
permaneció hasta el 13 de junio de 1810.

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antiguo general y cuñado de Napoleón. El 15 de mayo de 1814 Napoleón le restituyó los


Estados pontificios. El papa regresó a Roma con todo su poder el 24 de mayo de dicho
año.

2. El traslado de obras de arte al Louvre: su sistematización

Lo que no habían logrado ni Francisco I ni Luis XIV de convertir París en una


segunda Roma pasó a estar al alcance de Napoleón y de los nuevos tiempos. La
ejecución del tratado de Tolentino (1797) hizo que fuese posible la entrega a Francia de
grandes obras de arte antiguo tales como el Apolo de Belvedere, el Laoconte y los
Caballos de S. Marcos, que fueron llevados a París en una ceremonia triunfal
presenciada por el pueblo en el Campo de Marte. El museo del Louvre había sido
declarado en 1794 museo público y un lugar donde podían depositarse obras de artes
26
que pudieran ser confiscadas en el transcurso de las campañas . De esta forma Francia
emulaba al Imperio Romano del que se consideraba continuador. La idea de confiscar
obras de arte de Italia estaba en el ánimo de los franceses más eruditos, de este modo el
27
Abate Gregoire (1750-1831), miembro del Comité de Instrucción Pública, decía, en
1794: Ciertamente, si nuestros victoriosos ejércitos penetran en Italia, será el traslado del
28
Apolo de Belvedere y el Hércules Farnesio la conquista más brillante . Con la conquista
de Italia y la firma del tratado de Tolentino, el Estado Pontificio se comprometía en virtud
del mismo a entregar 100 obras, entre las que destacaban la cabeza de bronce de Lucio
Junio Bruto y la cabeza de mármol de Marco Bruto ambas en el Museo Capitolino que
expresamente eran citadas. Después tras una inspección de los museos pontificios

26
El Palacio del Louvre, tras la revolución, albergó además de las colecciones reales, los
bienes artísticos procedentes de las iglesias y conventos clausurados, bienes de la nobleza y
sepulcros reales de Saint-Denis, denominándose a propuesta de David: Muséum Central des Arts.
Entre 1794-1798, el museo comenzó a recibir las obras confiscadas a Holanda, Bélgica, Alemania,
Estado Pontificio y Venecia. Con estas piezas comienza a habilitarse la llamada Galería de los
Antiguos. Esta parte del museo se abrió solemnemente el 18 de Brumario del año IX (9 de
noviembre de 1800). Dos años más tarde el 19 de noviembre de 1802 fue nombrado director del
Muséum Central des Arts y de la Galería, Denón, el asesor personal del emperador, quien propuso
que la Galería de los Antiguos pasase a denominarse Museo Napoleón, como así sucedió. A partir
de 1815 y tras la devolución de las piezas confiscadas el museo, la Galería paso a integrarse en el
Louvre.
27
Henrì Grégorie fue uno de los primeros clérigos en unirse al nuevo estado. Bajo la nueva
Constitución civil del clero fue elegido obispo y ocupó un escaño en la Asamblea Nacional. Solicitó
la abolición de la monarquía. Fue un defensor de igualdad racial y de la homogenización de la
lengua francesa. Lucho contra la destrucción del patrimonio y procuró la reorganización de
bibliotecas. Escribió un informe en 1794 contra la destrucción del vandalismo, término que acuñó
referido a la destrucción de monumentos (Joseph L. Sax,”Heritage Preservation as a Public Duty:
The Abbe Greìgoire and the Origins of an Idea “ en Michigan Law Review, 88 (5) April 1990, pp.
1142-1169).
28
Henri Gregoire, “Rapport sur le Vandalisme,14 Fructidor, An II”,en Oeuvres, Liechtenstein
1794, II: 277, cf. Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 123, nota
2.

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fueron despojados de sus obras más emblemáticas: el Apolo, el Laoconte, el Torso, el


29
Meleagro, el Cómodo como Hércules, la Ceres , la Cleopatra, el Antinoo, el Nilo, el
Tíber, Eros y Psique y el Gladiador Moribundo. Fueron respetadas las estatuas del
Capitolino más vinculadas a las virtudes romanas, probablemente para no crear
tensiones, tal es el caso de la Loba o del Camilo, muy apreciadas por los romanos. Pero
sabemos que del Capitolino salió la supuesta cabeza de Lucio Junio Bruno, que había
sido donada al Comune por el cardenal Rodolfo Pío de Carpi en 1564, y que era tenido
por el legendario fundador de la República romana, así como la Flora y el Antinoo
capitolino ambos procedentes de la Villa de Adriano o el grupo Eros y Psique descubierto
30
en el Aventino en 1750, el Fauno de mármol e incluso el emblemático Espinario.
También se expropiaron esculturas privadas como la colección de Villa Albani en 1798,
trasladando a París las mejores y especialmente el llamado Bajorrelieve de Antinoo, que
31
fue reintegrado a sus dueños en 1815 . Además de estas “incautaciones” como
consecuencia de la imposición del Tratado de Tolentino, fueron a París otras obras
compradas por Napoleón a su cuñado Camilo Borghese, que pertenecían a su colección.
Entre estas cabe destacar el Apolo sauroctono, el Gladiador borghese, la Diana de
Gabios, el Hermafrodito, los Danzantes boghese o el Fauno con flauta, que fueron
colocados los tres primeros en el Museo Napoleón y las otras en el Louvre (Véase nota
26).
32
Como afirman Haskell y Penny la “selección” fue “un tributo al buen gusto
consagrado”, accediéndose a que Enrico Visconti las dibujara para su catálogo del
Museo Pío-Clementino. En su lugar fueron colocados copias de escayola. Ya nos hemos
referido a la reacción que todo esto produjo, pero además aún había franceses que
consideraban que poca cosa se le había quitado al papa, como el general Pommereul, y
se hablaba incluso de trasladar a París los Dióscuros o la Columna Trajana. Por su

29
Pertenecía a la colección Mattei, según su inventario de 1614, a la muerte de Ciriaco Mattei
éste constituyó un fideicomiso que obligaba a sus herederos a mantener la colección. Fue anulado
por el Papa Clemente XIV quien compro la Ceres junto con otras piezas en 1770 y fue colocada en
el Museo Pío-Clementino (Francis Haskell y Nicholas Penny El gusto y el arte de la Antigüedad, p.
197, fig.94).
30
Fue donada por Benedicto XIV en 1753 al Museo Capitolino, provenía de las que había
comprado el pontífice a la Villa d’Este (Thomas Ashby, “La Villa d’Este at Tivoli and the Collection
of Classical Sculptures which it contained”, Archaeologia, 1908, LXI, I, pp: 219-256, cf. Francis
Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad,p. 234, nota 3) Fue tenida como una
de las múltiples copias que se habrían hecho en época romana de una escultura similar de
Praxíteles. Su fama se vio acrecentada cuando a partir del XIX se le consideró obra original de
escultor griego y junto con el Gladiador y el Antínoo como una de las tres joyas de la colección
capitolina. Hoy es tenida por una copia adrianea de una estatua griega de la época de Praxíteles,
sin conexión con este artista (Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la
Antigüedad, p. 197.
31
Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 158, fig. 73.
32
Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 124.

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parte, los romanos estaban descontentos. El resultado fue que en febrero de 1797
Napoleón exigió la entrega y traslado a París del botín. De este modo el 19 de mayo
partió desde Roma el primer convoy de los cuatros en que fueron dispuestos el traslado.
Precisamente del tercero nos ha quedado una instantánea en un grabado de Martin &
33
Baugen en el que se aprecian las carretas construidas ex profeso para tal evento y en
la que fueron cargadas las esculturas y las pinturas. Algunas voces se alzaron sin éxito,
como la de Antoine Quatremére de Quincy (1755-1849) el arqueólogo y experto en artes,
que había colaborado con la Revolución como miembro del Comité Revolucionario de
Instrucción Pública entre 1791-1792. En 1796 un año antes del traslado de las obras de
arte italianas a Francia, escribió contra los planes franceses alegando que los poderes
europeos debían contribuir a la protección y al conocimiento del arte y no entendía que
34
nadie pudiera hacer revivir el derecho de conquista de los antiguos romanos . Quincy,
defendía la idea de que Roma era en sí un museo al que no podía despojar de ninguna
de sus partes pues su paisaje, sus monumentos, sus tradiciones y todos los objetos que
35
en ella se atesoraban eran lo que la caracterizaba como museo . Quincy, que entre
1816- 1839 fue Secretario de la Academia de Bellas Artes, concitó el apoyo de un grupo
de artistas, que nada pudieron hacer para impedir el traslado, cuya devolución a Roma,
en la que participó Canova seguramente contó con la participación de Quincy, que así al
menos vería paliado el desastre que no pudo evitar.
36
En julio de 1798 llega a París el grueso de las pinturas y las antigüedades para lo
que se organizó una procesión triunfal, que coincidió con el cuarto aniversario de la
caída de Robespierre. Fue un poco frustrante pues salvo los Caballos de Venecia, las
demás estaban ocultas en sus cajas. Los Caballos quedaron expuestos en los
37
Inválidos y las cajas permanecieron sin desembalar en unas salas del piso bajo del

33
Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 126.
34
Antoine-Chrysostôme Quatremère de Quincy, Letters to Miranda and Canova on the
Abduction of Antiquities from Rome and Athens (Los Angeles: Getty Research Institute, 2012),
David Gilks, "Art and politics during the ‘First’ Directory: artists’ petitions and the quarrel over the
confiscation of works of art from Italy in 1796 " French history 26,2012, pp. 53-78.
35
Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 125.
36
Anatole de Montaiglon, Correspondance des directeurs de l’Académie de France a Rome
avec les Surintendants des Bâtiments, París,1887-1912: XVI, 470.
37
En 1807-1808 fueron acoplados al Arc de Trionfe du Carruosel, arrastrando un carro de
guerra en plomo dorado, diseñado por Lemot, en el que iban dos personificaciones de la Victoria.
Fueron devueltos a la ciudad de Venecia, bajo dominio austriaco el 7 de diciembre de 1815. Existe
un cuadro de Chilone, que recoge el acontecimiento. El 13 de diciembre se reintegraron a la
Basílica de S. Marcos (Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p.
181, fig. 84-85; Massimiliano Pavan, “Canova e il problema dei Cavalli di San Marco”, en Ateneo
Veneto, XII, 1974, pp. 83-111, p. 97, lám. 105.

18
Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

38
Louvre durante más de 18 meses. En opinión de Haskell y Penny dos acontecimientos
precipitaron la sistematización de la colección en el Louvre. La primera fue el ascenso al
poder de Napoleón en 1799. La segunda fue la huida de Ennio Quirino Visconti (1751-
1818) a París ese mismo año. Detengámonos un momento en la personalidad del
personaje.
Visconti era un personaje peculiar. Fue un niño prodigio. A la edad de dos años
reconocía a todos los emperadores romanos por sus retratos en las monedas. A
temprana edad sabía leer latín y griego. Se licenció en derecho con honores a la edad de
17 años, en 1771. Su padre, el Commissario Giambattista, deseaba que se dedicara a la
carrera eclesiástica, a lo que el joven Visconti se opuso, siendo depuesto de su cargo de
Subdirector de la Biblioteca Vaticana. Fue entonces cuando Chigi lo recogió y lo nombró
su bibliotecario. Pío VI olvidando la postura de Visconti lo nombró Conservador del
Museo Pío-Clementino. Allí comenzó a desplegar una actividad febril, fruto de la cual fue
la edición del catálogo: Museo Pio-Clementino, en 1783. Frecuentó, de la mano del
príncipe Chigi, los salones de Maria Pizelli, donde conoció a Alfieri, Canova, Angelica
Kaufmann, Goethe y otros. No sorprende por tanto encontrarlo en febrero de 1798
ocupando el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores de la República romana, y
después en marzo siendo uno de los cinco Cónsules. A él se le había encomendado
reinventar los nombres de las nuevas magistraturas basándose en las de la época
clásica. En septiembre dimitió y escapó de Roma permaneciendo en Perugia. En 1799
regresó viéndose de nuevo obligado a marcharse en noviembre. Se trasladó a París,
39
donde fue nombrado uno de los conservadores del Louvre , al mes de su llegada el 20
diciembre de 1799 tras una visita de Napoleón al Museo el 1 de diciembre.
Visconti que había trabajado en la sistematización del Pío-Clementino se puso manos
a la obra y reprodujo en el Louvre los mismos principios organizativos. Paradójicamente
un italiano ordenaba la Galería de los Antiguos en el museo de la “Segunda Roma”.
Dispuso nueve salas que respondían a una temática distinta con una pieza central. Así

38
Francis Haskell y Nicholas Penny, El gusto y el arte de la Antigüedad, p. 125.
39
Comenzó así la segunda parte de su vida profesional, y nunca más volvió a ver Italia (Ronald
T. Ridley, “The Pope’s Archaeologist. The life and times of Carlo Fea. Roma. Edizioni Quasar, pp.
28-29).Visconti fue considerado el más destacado anticuario-arqueólogo de Europa. Avanzó en la
atención a los detalles, a la identificación de los objetos y a los criterios de datación. Fue un
continuador de la labor de Winckelmann. Fue un experto en el uso de las fuentes para entender las
obras de arte antiguo, insistiendo en la necesidad de que los estudiosos de las antigüedades
debían tener un amplio conocimiento sobre literatura y cultura clásica. Hizo importante
identificaciones, como Irene y Pluto obra de Kephisodotos; el Discóbolo, que atribuyó
acertadamente a Mirón; el Pasquino, como Menelao llevando el cuerpo de Patroclo; el Gladiador
moribundo como un Galo y la Cleopatra del Vaticano como Ariadna durmiendo. Su prestigio como
arqueólogo se vio más fortalecido cuando el Gobierno Británico le encomendó un dictamen sobre
los mármoles del Partenón, sobre el que escribió el primer ensayo sobre estas esculturas. Recibió
de los ingleses la suma de 35.000 guineas.

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de la Sala de las Estaciones que se centraba alrededor de la Diana Cazadora en la


colección de Fontaienebleau desde 1586 se llegaba al Salón de los Hombres Ilustres y
de ahí al Salón de los Romanos. Otras salas tenían la denominación de la escultura
principal, como la del Torso, la del Laoconte, la del Apolo o la de la Musas. La Galería de
los Antiguos se inauguró el 9 de noviembre de 1800, primer aniversario de la llegada al
poder de Napoleón (Véase nota 26).
En 1816 fueron devueltas al Estado Pontificio todas las esculturas trasladadas a
París. Sin embargo, y como concesión, y gesto de buena voluntad hacia la recién
reinstaurada monarquía francesa no fueron reclamadas ni la Pallas de Velletri, ni el Tiber
que quedaron definitivamente en el Louvre.

3. La administración de Pío VII hasta su deportación (1800-1809) y la lucha contra


el expolio: Quirografo y Editto Doria

3.1. El Quirógrafo de Pío VII

40
En enero de 1800, Carlo Fea (1753-1836), es nombrado por el general napolitano
Naselli, que ocupaba Roma a la espera del regreso de Pío VII, Commissario alle
Antichità e agli scavi. Fea, a diferencia de sus antecesores era un jurista. Recordemos
que con anterioridad habían ocupado este cargo anticuarios o arqueólogos como
Winckelmann, o artistas e historiadores. Esta característica profesional de Fea, le

40
Nació en Pigna cerca de Oneglia en la Liguria el 4 de junio de 1753. Estudió en Niza y
después en Roma en la Sapienza y en el Collegio Romano, donde se gradúa in utriusque iuris en
1776. Tras su trabajo como ayudante de Visconti en la Biblioteca Chigi (1783-1798) Fea, en el
periodo de la primera dominación francesa (1798-1799) tiene que ir al exilio y sufre prisión una
veces acusado de revolucionario y otras de contrarrevolucionario. A la llegada al pontificado de Pío
VII, Fea es nombrado Commissario dell’Antichità el 1 de abril de 1801, cargo que ocupaba
provisionalmente desde enero de 1800, por nombramiento de Naselli. En mayo toma posesión del
puesto de Presidente (Director) del Museo Capitolino y de Prefecto de la Biblioteca Chigiana tras el
exilio de Ennio Quirino Visconti, comprometido en los sucesos revolucionarios. Así mismo, Fea es
designado Capellán de la Capilla Chigi en Sª. Maria della Pace. Se mantuvo en el puesto de
Commissario durante todo el periodo de dominio francés (1808-1814) participando activamente en
los trabajos de la nueva administración, lo que no fue obstáculo para su ratificación en 1816 por
Pío VII. A partir de este momento impulsará con Consalvi y Pacca el Editto de 1820 en el que Fea,
al reunir su condición de jurista y arqueólogo pudo aportar importantes novedades. Nos legó más
de 120 libros y artículos. Su conocimiento sobre la legislación italiana y extranjera fue fundamental
para las regulaciones de 1802 y 1820 que salieron probablemente de su pluma (Ronald T. Ridley,
“To protect the Monuments”, p. 146). Sus aportaciones arqueológicas no se vieron ensombrecidas
por su papel como jurista de la tutela. A él debemos la identificación del Templo de la Concordia,
del de los Dióscuros y el de Hércules en el Foro Boarium, así como el de otros muchos
monumentos. Y en esto le llegó también su recompensa: fue el único italiano admitido como
miembro fundador del Istituto di Correspondenza Archeologica fundado en 1829. Sirvió a Pío VII
(1800-1823); León XII (1823-1829), Pío VIII (1829-1830) y Gregorio XVI (1831-1846) y a los
Camarlengos: Braschi Onesti (1800-1802); Doria Pamphili (1802-1808); Ippolito di Rieti (1808-
1809); Bartolomeo Pacca (1814-1824) y Pier Francesco Gallefi (1824-1837). Murió el 17/18 de
marzo de 1836. Está sepultado en S. Lorenzo in Lucina (Ronald T. Ridley, The Pope’s
Archaeologist, p.146).

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convirtió en un personaje crucial para la defensa del patrimonio del Estado pontificio,
imprimiendo a su cargo y a sus competencias una dinámica inusual. No obstante su
condición de jurista, Fea era también un arqueólogo experto en antigüedades. Sus
primeras publicaciones corresponden al ámbito del derecho canónico pero ya en 1783
comienza una producción de temas relacionados con las antigüedades. Así, en su
Progetto per una nuova edizione dell’Architettura di Vitruvio, dedicado a Francesco
Perrone, Secretario de Estado del rey de Cerdeña, anuncia su intención de acometer
una edición de Vitruvio, que nunca llegó a realizarse, que justificaba por los errores en
los textos de las existentes y por el retraso de la edición que Poleni y Stratico estaban
preparando, y que por cierto no fue editada hasta 1825. Uno de los primeros puestos que
ocupó Fea fue el de subdirector de la biblioteca del Príncipe Sigismondo Chigi, -
personaje ilustrado, que mostró sus simpatías hacia la revolución francesa, patrono de
las artes y amante de las letras y experto en arqueología - y el de ayudante del
bibliotecario Ennio Quirinio Visconti, que le permitió dedicar mucho tiempo a la
investigación. Coincide la estancia en el cargo de Fea con la publicación del libro de
Visconti: Museo Pio-Clementino, que constituye un catálogo de la institución patrimonial.
Su contacto con la documentación del archivo y biblioteca Chigi, junto con la experiencia
de trabajar junto a Visconti, sirvió al joven Fea para sus trabajos sobre Vitruvio y
41
Winckelmann . La obra de Winckelmann ve la luz en 1783, bajo el título: Storia delle arti
del disegno presso gli antichi, edición corregida y aumentada por el Abate Carlo Fea,
42
jurisconsulto, que incluía en ella una Disertazione sulle rovine di Roma . La edición
estaba dedicada a José Nicolás Azara, Embajador de España ante la Santa Sede, un
43
personaje notorio en la historia de la arqueología romana, que según Ridley “depredó”
el Palatino, cuestión ésta muy común entre personajes de la época como los británicos
Gawin Hamilton o Townley. En 1787, sale a la luz una reedición de la obra de Mengs
(1728-1779), dedicada a José Nicolás Azara, “corregida y aumentada por Avv. Carlo
Fea”. En el prefacio se recoge la interrelación entre la obra de Winckelmann y de Mengs,
ambas animadas a la reforma del estudio y del gusto por las antigüedades y las bellas
44
artes . Esta obra permitió a Fea familiarizarse con el arte moderno de su época,
conocimiento muy útil para su cargo de Commissario. En 1789, Fea logra editar el libro
inacabado de Giovanni Ludovico Bianconi: Descrizione dei circhi particolarmente di
quello di Caracalla, que había sido escrito entre 1764 y 1781, año de la muerte de
Bianconi. Los trabajos previos a la publicación fueron muy laboriosos. Fea tenía los

41
Ronald T. Ridley, The Pope’s Archaeologist, p. 27.
42
Id., ““To protect the Monuments”, p. 146.
43
Ronald T. Ridley, The Pope’s Archaeologist, p. 32.
44
Ibid., p. 47.

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dibujos y Angelo Uggeri, colaborador de Bianconi, los textos, que además estaban muy
desordenados. Los dibujos del circo de “Caracalla”, en realidad el de Majencio, tuvieron
que hacerse de nuevo. Se publicó en francés e italiano en una edición muy cuidada.
Interesa traer aquí algunas de las opiniones de Fea recogidas en el capítulo 10 del libro,
45
analizadas por Ridley . Entre ellas destaca la valoración del trabajo de Bianconi que
equipara al de Scipione Maffei: Degli Anfiteatri, 1728, por otro lado critica los dibujos de
Piranesi, a los que califica de ignorantes, fantasiosos, absurdos y faltos de atención. Esta
será la primera de una serie de críticas que Fea realizará contra los grandes anticuarios
y grabadores. También llevó a cabo algunos pequeños sondeos en la spina y en los
carceres. Cometió, como es natural, algunos errores, como el de considerar el Mausoleo
de Rómulo, hijo de Majencio, como un establo para carros con un templo anexo.
También en lo referente a la cronología del circo, Fea no acierta, pues lo atribuye a
Caracalla, en función de su afición a estos juegos, contradiciendo la opinión de
46
Panvinio que lo fechaba en época constantiniana, mucho más acertada; la de
47
Fabretti que lo remontaba a Galieno o la de Guttani (1789) que la rebajaba al siglo IV.
La datación final e identificación del monumento se realizará por Alessandro Nibby
(1828: 1632f) en 1825, quién descubrió una inscripción dedicada a Rómulo, hijo de
Majencio. Tras esta edición, que fue muy valorada en su época, Fea comienza a escribir
una serie de artículos arqueológicos en la revista: Antologia Romana, que había sido
fundada por Bianconi y Giovanni Amaduzzi, profesor de griego de La Sapienza, y que se
editó desde 1775 hasta 1791. En 1790 publica uno de sus más importantes trabajos:
Miscellanea filologica, critica e antiquaria, editada por Pagliarini, y dedicada a Domenico
Azuni (1749-1827), un experto en derecho marítimo, senador de Víctor Amadeo III. Fea
lo conoció en Roma en 1789, y le causó una gran impresión. En 1792 se exilió acusado
de jacobino, trasladándose a Francia. Sirvió a los franceses en Génova hasta 1814, en
que le fueron restituidos sus derechos en el Piamonte. Pasó sus últimos años de
Bibliotecario de la Universidad de Cagliari. La Miscellanea reeditaba, entre otras obras,
las Memorie de Flaminio Vacca, que se había convertido en una rareza; los Vestigii de
Francesco Ficorini; las notas históricas de Winckelmann; las Statue di Roma de Ulisse
Aldrovandi (1556) y las Memoriae de Pietro Santi Bartoli. La mayoría de ellas, salvo la de
Winckelmann, fueron editadas en la Roma Antica en 1741, pero ello no fue obstáculo
para la edición de Fea, que la justificaba por que aquélla tenía muchos errores. La obra
Roma Antica fue una recopilación de Ridolfo Venuti, que era Commissario y fue editada
por Lorenzo Barbiellini. Muy interesante es su publicación sobre las competencias de los

45
Ibid., p. 50.
46
Onofrio Panvinio, De ludis circencibus, Venice, 1600, 1,24.
47
Raffaele Fabretti, De columna traiana syntagma, Roma, 1690, p. 147f.

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emperadores sobre los edificios públicos, muy en línea con su acercamiento al concepto
roussoniano del “interés general” y que es una aproximación muy interesante a la tutela
de monumentos en época romana: Del diritti del Principato sugli antichi edifici pubblici
(1806). De Fea también poseemos su obra I monumneti piu insigni del Lazio de 1828.
Así como una Storia delle acque sorgenti in Roma de 1832. Fea como arqueólogo
participa en las intervenciones que se realizan en Ariccia (1791); en Gabii con Hamilton
(1792) y Ardea con Fagan (1794). Desde su puesto de Commissario en el primer
mandato de Pío VII, Fea es el inspirador de una serie de actuaciones en el Arco de
Septimio Severo y en el Coliseo con la intervención de Stern y el empleo de
contrafuertes. Junto con Valadier excava la esquina derecha del Pórtico del Panteón
(1804), librando una batalla jurídica para desalojar una panadería que ocupaba la parte
48
derecha de la rotonda del Panteón .
Tras su designación como Commissario, Carlos Fea inició una labor investigadora
sobre el expolio realizado por los franceses, y sobre las ventas fraudulentas de piezas
llevadas a cabo incluso por el propio clero. Del resultado de esta investigación se
concluyó en la falta de instrumentos legales de protección. Ello animó a Fea y al
Secretario de Estado, Consalvi, a acelerar los trámites para dictar una nueva legislación
que estaría basada en el concepto de interés público, derivado del concepto roussoniano
49
del interés general . De esta manera se consagraba el derecho preferente del Estado,
en nombre de la colectividad, sobre las obras de arte y las antigüedades. Sin duda el
concepto fue desarrollado por Carlo Fea gracias a su condición de jurista y también de
arqueólogo, que lo convertía en una rara avis providencial en este momento. Este
concepto del bien público que Fea defendía, lógicamente era difícil de ser aceptado sin
más. Por esta razón vemos como se esforzará en elaborar una tesis histórico-legal que
avale dicho principio teórico. El primer resultado práctico de esta teoría será el
50
Quirografo de 1802 .
A pesar de que el papel del Papa estaba reducido a un pequeño poder. Pío VII
continúa luchando por su autonomía tanto temporal como religiosa. De este modo, el 1
de octubre de 1802 dicta el mencionado Quirógrafo sobre la protección del patrimonio

48
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p.145.
49
Orietta Rossi Pinelli, “Carlo Fea e il chirografo del 1802: cronaca, giudiziaria e non, delle
prime battaglie per la tutela delle Belle Arti”, en Ricerche di Storia dell’arte. Storia dell’arte e politica
della tutela. nº 8, anno 1978-1979, La Nuova Italia Scientifica, Firenze,1979, pp. 27-40, p. 29 y
Bianca Riccio “Consalvi tutelare dei beni artistici per conto di Pio VII e le sue relazioni con Canova,
gli scavi del Foro e la duchessa di Devonshire”, en Cardinale Ercole Consalvi. 250 anni dalla
nascita. Atti convengo a Roma 8.giugno 2007, Roberto Regoli (ed.). Neoclassico Semestrale di arti
e storia, 30. Roma, 2007, pp. 110-123.
50
Filippo Mariotti, La legislazione delle belle arti. Roma, 1892, p. 227.

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histórico, y en especial de las antigüedades, en el que puede apreciarse con claridad el


estado de ánimo del Pontífice, tras la presa napoleónica:
La conservación de los monumentos y de las producciones de las bellas artes que,
pese a la afrenta de la voracidad del tiempo, han llegado a nosotros, ha sido considerada
siempre por nuestros predecesores como uno de los objetos más interesantes y más
meritorios de su actividad. Estos preciosos restos de la culta antigüedad dan a la ciudad
de Roma un ornamento, que la distingue entre las más insignes ciudades de Europa;
suministran materias importantes a la meditación de los eruditos, y los modelos y
ejemplares más preciados a los artistas, para inquietar en ellos su ingenio sobre la idea
de lo bello y lo sublime; atraen a esta ciudad los forasteros, por el placer de observar
estas singulares rarezas; alimentan a una gran cantidad de individuos empleados en el
ejercicio de las bellas artes; y finalmente en las nuevas producciones que surgen de sus
manos, animan un ramo de comercio e industria cada vez más útil al público y al Estado,
porque es intensamente activo y de simple producción, como todo aquello que es debido
a la mano y al ingenio del hombre.
En el torbellino de las pasadas vicisitudes, inmensos han sido los daños, que esta
nuestra dilectísima ciudad ha sufrido con la perdida de los más curiosos monumentos y
de las más ilustres obras de arte. Lejos, sin embargo, de debilitarse por esto, está
todavía mayormente empeñada nuestra paternal diligencia en procurar por todos los
medios, sea para impedir que a las pérdidas sufridas, se añadan otras nuevas, sea para
reparar con el descubrimiento de nuevos monumentos la falta de aquellas que se han
perdido. Han sido estas las reflexiones que del ilustre ejemplo que S.M. León X dio con
la persona del gran Rafael de Urbino, nos han recientemente determinado a elegir al
51
incomparable escultor Canova , émulo de Fidias o Praxiteles, como de Apeles o Zeuxis,
como Inspector General de todas las bellas artes y de todo aquello que a las mismas se
refiere.

3.2. Editto del Cardenal Doria- Pamphili

52
El Quirógrafo se publicó en el Editto del Cardenal Giuseppe Doria-Pamphili (1751-
1816), de la misma fecha que aquél, 2 de Octubre de 1802-, en el que se recogen las
siguientes disposiciones:

51
La Nomina di Canova a ispettore generale di antichità e Belle arti fue firmada por Pío VII en
10 de agosto de 1802 (Filippo Mariotti, La legislazione delle Belle Arti , 207). En ella se recogían
sus competencias: Ispettore generale delle belle arti di Roma e in tutto lo Stato Pontificio […] Musei
Vaticano e capitolino, sull’Academia di San Luca. Asimismo le confería la máxima autoridad en la
inspección y autorización de excavaciones arqueológicas y en permisos de exportación de obras
de arte, objetos arqueológicos y esculturas.
52
Filippo Mariotti, La legislazione delle Belle Arti , pp.226-233.

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1.- Reitera la prohibición de exportación fuera del territorio pontificio de


cualquier objeto arqueológico che sono conosciuti sotto il nome di antichitá, ya
sean de titularidad pública o privada, naturaleza sagrada o profana, sin excepción,
aunque se traten de simples fragmentos.

2.- Dicha prohibición de exportación se extiende también a las pinturas de


autores desde el Renacimiento.

3.- Se establece la prohibición absoluta de estas exportaciones a todas las


autoridades pontificias, a los extranjeros poseedores de estos objetos y residentes
en Roma así como también, y esto es lo novedoso, a los forasteros, que no tengan
domicilio en Roma y pretendan exportar estos objetos.

4.- Los que contravengan estas disposiciones serían castigados con una multa
de quinientos ducados de oro y otras penas corporales según arbitrio del Cardenal
Camarlengo, que podría llegar hasta cinco años de cárcel, según la calidad de las
personas, la importancia del objeto y las circunstancias que hubieran rodeado a la
exportación fraudulenta. Así mismo, los artesanos, transportistas o mozos que
hubieren colaborado con la acción del contrabando serían castigados con la
pérdida de las herramientas, instrumentos, animales y vehículos utilizados en el
transporte, ocultación o extracción, así como con una multa pecuniaria de diez
ducados a los artesanos o mozos y cien para los conductores, sin perjuicio de
otras penas corporales que se impondrían según el libre arbitrio del Cardenal
Camarlengo.

5.- Se permitía la venta de los referidos objetos libremente dentro de Roma, en


el supuesto de que la misma sólo entrañase el traslado a otro lugar del territorio
pontificio, cuya autorización se concedería previa inspección del Ispettore delle
Belle Arti y del Commissario delle Antichitá, o en su caso de los Assesori de éste,
comprometiéndose el exportador dentro de un plazo, a emitir un documento en el
que se probase que el objeto había sido depositado en el lugar autorizado,
incurriendo en responsabilidad en caso de incumplimiento. Esta disposición
permitía la libre circulación de las antigüedades con determinas cautelas en todo
el Estado.

6.- Se autoriza la exportación fuera del territorio pontificio de las producciones


de autores vivos y de aquellos ya fallecidos que carezcan de valor perché non
siano del pregio e della Classe descrita di sopra, precisándose, no obstante para
ello, autorización del Camarlengo, previa vista del Ispettore, Commissario o de sus
Assesori, que se daría sin pago de tasa alguna.

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7.- Al objeto de que los Assesori realicen su oficio con mayor celo o diligencia
se establece un sueldo fijo de veinte escudos al mes.
Esta medida de establecer un salario de veinte escudos iba encaminada a
disuadir que los Assesori pudieran ser tentados por los particulares forzando su
neutralidad con cantidades dinerarias, supuesto que expresamente se prohibía en
el Edicto.

Estas disposiciones fueron una respuesta al Tratado de Tolentino que despojaba,


como hemos visto, al Estado Pontificio y a otros museos de Italia de grandes tesoros
artísticos, prohibiendo todo tipo de exportaciones y fomentando nuevos descubrimientos.
El autor del texto legal fue sin duda Carlo Fea, quien había hecho entrega al Camarlengo
de un informe sobre la situación del patrimonio el 29 de abril de 1802, cinco meses antes
de la publicación de la disposición.

III. LA ORGANIZACIÓN DE LA TUTELA EN EL SEGUNDO DOMINIO FRANCÉS:


1809-1815

1. Organización

La Administración francesa de Roma desarrolló una febril actividad en un corto


espacio de tiempo, integrada por un puñado de hombres, con fuertes diferencias de
temperamento como Tourmon y Millions, pero que tenían en común un profundo amor
hacia Roma y su pasado clásico. Estos franceses contaron con la ayuda inestimable de
romanos, como los arquitectos Valadier y Camporese, y de numerosos anticuarios y
arqueólogos, entre los que destaca Fea, que fue mantenido en su puesto como
Commissario dell’Antichità. En cuanto a la estructura la burocracia francesa se alió con la
burocracia papal, y ello fue positivo en cuanto a la organización, pero restó eficacia en la
práctica. El 10 de junio de 1809, una vez que el Estado Pontificio es disuelto y
anexionado a Francia se crea la llamada Consulta Straordinaria, a modo de Gobierno
Provisional integrada por el general Miollis, el barón De Gerardo, Janet, del Pozzo y
Balbo. La Consulta, el 21 de junio, creó la llamada Commissione per l'Inspezione e
Conservazione de'Monumenti Antichi e Moderni, Su primera preocupación será la
conservación de San pedro y de las pinturas de Rafael. Sus miembros eran italianos,
Martorelli, Director de los Archivos Imperiales; Marini, Director de la Biblioteca Vaticana,
que serás sustituido por Visconti, y el escultor Canova y el pintor Camuccini integrada
por Luigi Martorelli, Antonio Canova, Vincenzo Camuccini y Gaetano Martini. Así mismo
el 21 de julio del mismo año crea una comisión para supervisar los trabajos previstos

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entre el Ponte Mulvio y la Piazza del Popolo, integrada por el Príncipe Ludovisi, Palombi,
d'Orimond, Stern y Valadier.
El 10 de junio de 1809, una vez que el Estado Pontificio es disuelto y anexionado a
Francia se crea la llamada Consulta Straordinaria, a modo de Gobierno Provisional
integrada por el general Miollis, el barón De Gerardo, Janet, del Pozzo y Balbo. La
Consulta, el 21 de junio, creó la llamada Commissione per l'Inspezione e Conservazione
de'Monumenti Antichi e Moderni, integrada por Luigi Martorelli, Antonio Canova,
Vincenzo Camuccini y Gaetano Martini. Así mismo el 21 de julio del mismo año crea una
comisión para supervisar los trabajos previstos entre el Ponte Mulvio y la Piazza del
Popolo, integrada por el Príncipe Ludovisi, Palombi, d'Orimond, Stern y Valadier.
El 6 de septiembre de 1809 llega a Roma el Prefecto, cargo que había recaído en
Tournon, quien impulsa una serie de medidas que cristalizan el 20 de diciembre en la
regulación de excavaciones y exportaciones de antigüedades. El 9 de julio de 1810, la
Consulta reorganiza la Commissione de 1809, por otra denominada Commission des
Monumnets Antiques et des Bàtiments Civilis (Commissione per i Monumenti Pubblici e
le Fabbriche Civili) integrada por el Prefecto de Roma: Tournon, Braschi, Gabrielli,
Albani, Vici, Lethière, Canova, Laboureur, Stern, Camuccini, Landi, Visconti, Fea,
Guattani, Ottaviani. Tras una serie de trabajos e informes, la Consulta, creó el 9 de julio
de 1810 la llamada Commission des Monuments, el 4 de noviembre de 1810 la
Commisione di Pubblica Beneficenza y 27 de lujio de 1811, la Commission des
embellisements.
Otra novedad importante es el restablecimiento de la Accademia Romana di
Archaelogia por el barón De Gerardo, cuyos estatutos fueron aprobados en 1813, y de la
que fue Segretario perpetuo, G.A. Guttani durante todo el periodo francés Especialmente
importante fue la colaboración con la Academia di S. Luca, y la colaboración de los
53
artistas, arqueólogos y arquitectos romanos .
El 6 de noviembre de 1810 un decreto imperial otorgaba 200.000 francos, para la
realización de excavaciones en Roma y otra asignación de 100.000 francos, para la
Accademia di S. Luca de los que 75.000 debían ser destinados a la restauración de
monumentos antiguos. Finalmente, el 27 de julio de 1811 fue creada la Commission des
Embellisements, formada por Tournon, Braschi y Daru. Tal vez excesivos organismos,

53
Annarosa Cerutti Fusco, “L’Accademia di San Luca nell’età napoleonica: riforma
dell’insegnamento teoria e pratica dell’architettura”, Roma negli anni di influenza e dominio
francese. P. Boutry (Ed.) Edizioni Scientifiche Italiane. Nápoles, 2000, pp. 401-430, p. 411.

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que deben ser juzgados por sus resultados , en tan corto espacio de tiempo, 1809-
1815.

2. Carlo Fea: Commissario dell’Antichita (1808-1814)

Durante la ocupación francesa se mantuvo el cargo de Commissario que fue


desempeañdo por Carlo Fea. También fue miembro de la Comission des Monuments
(1810) y uno de los fundadores de reconstituida Accademia di Archaeologia (1810).
Junto con Valadier, Fea supervisó los trabajos de adecuación del Templo de Vesta y del
Forum Boario (1809-1810) y de la Domus Aurea (1810). En el corto periodo de la
segunda dominación francesa se desarrolló una campaña sin precedente para limpiar y
restaurar los más importantes monumentos de Roma desde una concepción integradora
y al servicio del estudio, del ciudadano y del visitante. Especialmente se cuidaron el Foro
y sus áreas contiguas, la Basílica de Majencio, el Foro de Trajano, la Domus Aurea, el
Coliseo y el Forum Boarium. En todas estas actuaciones el papel de Fea fue
55
determinante .

3. Roma segunda capital del nuevo imperio

Entre 1809 y 1814 Roma es francesa y es considerada la segunda capital del


Imperio. La ocupación francesa buscó por medio de una serie de medidas conseguir el
apoyo de la población, por medio de obras públicas que mejorasen la calidad de vida y
embellecieran la ciudad y otra a buscando la reconciliación con la población. La tarea no
era fácil. La aristocracia estaba dividida, las clases bajas habían sido muy perjudicadas
56
con el cierre de conventos y monasterios de los que dependían y sólo encontraron
apoyos entre la burguesía comercial y profesional. En cuanto a los monumentos antiguos
éstos adquieren un protagonismo en las intervenciones que se impulsan. De este modo
la Consulta Straordinaria per gli Stati Romani, creada el 17 de mayo de 1809, que
constituye el primer órgano administrativo de la nueva etapa, pone en marcha un
programa de proyectos sobre los monumentos antiguos. La primera decisión es la de
analizar las actuaciones que había iniciado la administración pontificia con Carlo Fea, al
objeto de valorar sus resultados. La segunda es la de hacer de Roma una ciudad

54
Sobre la estructura de la administración francesa de Roma véase Ronald T. Ridley, The
Eagle and Spade. Archeology en Rome Turing The Napoleonic Era, Cambridge University Press.
Avon, 1992b, especialmente el capítulo Commissions, commissions, commisions: the
administration of antiquites under the French, pp. 47-93.
55
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p.149.
56
Decreto de 17 de abril de 1810.

28
Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

57
moderna que es concebida como due città una antigua y otra actual. Sobre tres pilares
se alzará la futura Roma: Recuperación de los monumentos antiguos, red de calles e
higienismo urbano. Especialmente significativa es la opinión que a este respecto realiza
58
el ingeniero Riagaud del l’Isle quien defiende que la Roma moderna debe recibir su
esplendor de la Roma antigua, superando la separación que era evidente en esos
momentos, mediante la elaboración de un plan general que permitiera de una parte la
restauración del área antigua, liberándola, de aquellos elementos que impidieran su
contemplación y procurándose la conservación de los edificios antiguos que habían
59
sobrevivido. En cuanto a la ciudad moderna del l’Isle defiende una modernización de la
ciudad actual que se desarrolle totalmente separada de la ciudad antigua, con límites
precisos, viales amplios y arbolados, dejarla reducida a 60.000 habitantes como máximo,
sanear la ciudad demoliendo viejos edificios inútiles y abandonados, en clara ideología
higienista. También proponía el número de iglesias -500- en esos momentos, a 50. La
ciudad arqueológica se concebía separada de la ciudad moderna con áreas arboladas
constituyéndose como parques arqueológicos para la contemplación y disfrute de los
visitantes y ciudadanos en general. Esta opinión de un ingeniero del paisaje como es del
60
l’Isle es también compartida como dice Pinon por otros personajes como Pietro
Piranesi, hijo del arquitecto y “anticuario”, que era secretario de la prefectura del Tevere
y Capo della Polizia, afirmaba que para embellecer Roma se trata más de destruir que
61
de construir . En 1810 se tiene ya un plan general, con el visto bueno de París, que fue
redactado por el barón de Gerardo, miembro de la Consulta, Tournon prefecto de Roma
62
y Martial Daru, cuñado de Stendhal, Intendente dei Beni della Corona a Roma . En
algunos proyectos como el de Valadier y Camporesi de 16 de diciembre de 1810, se
proponía el derribo de 60 casas en el Foro y la demolición de 80 casas en el entorno del

57
Pierre Pinon, “Roma antica e Roma moderna: sovrapporre o giustaporre”, en La Roma di
Napoleone: la teoria delle due città. Forma. La città antica e il suo avvenire. Luca Editore. Roma,
1985a, pp. 21-22.
58
Louis-Michel Rigaurd de l’Isle (1761-1826) fue enviado a Roma para estudiar los problemas
derivados de la insalubridad de los llamados Paludi Pontine. Escribió unas Memoire sur les causes
de l’insalubritè de l’air.
59
Notes à l’occasion du décret rendu sur les embellissements de la ville de Rome (AN F20 102)
(cit. por Pierre Pinon, “Roma antica e Roma moderna”, p. 22, nota 4).
60
Pierre Pinon, “Roma antica e Roma moderna”, p. 21.
61
Carta dirigida a Montalivet, Ministro del Interior, el 24 de junio de 1810 (AN F20 102) (cit. por
Pinon, 1985a: 22, nota 5).
62
En opinión de Pierre Pinon, (“Roma antica e Roma moderna”, p. 22, nota 7) la iniciativa
para estos proyectos napoleónicos es imputable a Gerardo que había llegado a Roma imbuido de
un espíritu filantrópico con la amplitud de miras necesaria. Fue fundador de la Accademia romana
de arqueología y sabemos que promovió personalmente las excavaciones. Por su parte a Tournon
le correspondió los grandes proyectos urbanísticos.

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templo de Vesta y el arco de Jano . En cuanto al cuidado y atención de los
monumentos, sabemos por una carta de Gerardo a Tournon de finales de 1810, que
éstos fueron divididos en dos categorías: los que podían ser objeto de restauración total
o parcial y los que por su grandeza y estado de ruina exigían meras labores de
conservación. La acción se focalizaba especialmente en el Foro, que pretendía ser
recuperado. Los monumentos del mismo serían excavados hasta recuperar sus cotas
originales destacando las acciones a emprender para la recuperación de los templos de
Antoninio y Faustina, el de Júpiter tonante o el de la Concordia. Por último se establecía
que deberían realizarse obras que permitieran la conexión entre ellos por medio de
“paseos” ajardinados. Nace así la idea de Giardino del Campidoglio que conectaría
Coliseo y Campidoglio y Palatino con el Foro. Junto a estas actuaciones en el Foro, se
anunciaban otras en la columna Trajana y en el pórtico de Octavia. Nos interesa conocer
qué papel jugaron los anticuarios y arqueólogos romanos que llevaban años trabajando
sobre estos monumentos y que conocían las áreas arqueológicas donde posiblemente
se pudieran producir hallazgos importantes. Además había que tener especial cuidado
con la actitud del pueblo que estaba acostumbrado a vivir junto a las ruinas utilizándolas
como marco de sus actividades, como sucedía con el pórtico de Octavio donde tenía
lugar un mercado de pescado o el templo de Antonino y Faustina que albergaba la
iglesia de S. Lorenzo in Miranda. Imágenes que podemos apreciar en las numerosas
64
vedute conservadas. Parece que desde un primer momento se procuró contar con el
65
concurso de los arqueólogos romanos, como vemos en la correspondencia de M. Daru ,
66
quien nos dice como el director del Museo Napoleone, V. Denon , no conoce lo
suficiente Roma y que recomienda pedir consejo al Sig. Canova y a los miembros de la
Accademia di S. Luca y a los anticuarios más instruidos de la ciudad, no solo para que
dirijan las excavaciones sino también para que propongan lugares en los que se espere
encontrar la mayor cantidad de objetos artísticos y antiguos. Por su parte los
arqueólogos manifestaron su interés en participar en los trabajos. De este modo en 1809
67
Carlo Fea le propone a De Gerardo que se continúen los trabajos iniciados por la
administración pontificia en el Panteón y en los templos de Vesta y de la Fortuna Virile,

63
ASR Buon Governo serie III, busta 132, cit. por Pierre Pinon, “Roma antica e Roma
moderna”, p. 22, nota 6.
64
Pierre Pinon, “Le rovine nella cittá”, en La Roma di Napoleone: la teoria delle due città.
Forma. La città antica e il suo avvenire. Luca Editore. Roma, 1985b, pp. 23-24, p.23.
65
Carta de 15 de mayo de 1811 (AN F02 1081), cit. por Pierre Pinon, “Le rovine nella città”, p.
23, nota 1.
66
Ya conocido por su extraordinaria labor en la expedición a Egipto.
67
Relaciones de 18 y 29 de agosto de 1809 (AN F le 148) cit. por Pinon, 1985b: 23, nota 2).

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68
así como en el Coliseo. Otros como Visconti también presentaron propuestas referidas
al templo de Antonino y Faustina, Minerva Medica y fuera de Roma en los templos de
Cori y de Tívoli. También los arquitectos plantearon su disposición a colaborar, Valadier,
Camporesi, Stern, Vici, Masi o Lucangeli. En lo referente a las excavaciones aparecen
dos tipologías. Una destinada a recoger el máximo de objetos antiguos. Y otra dirigida al
descubrimiento de estructuras arquitectónicas susceptibles de ser integradas en un
proyecto urbano. Dando lugar de este modo a los primeros intentos de integrar de forma
intencionada restos arqueológicos en una trama urbana. Esta innovadora concepción
hacia los restos arquitectónicos y arqueológicos supone un avance notable en la actitud
hacia los vestigios del pasado que pasan a tener la consideración de algo que puede
convivir con la ciudad moderna haciendo comprensible su propia historia. Un dato
importante es la aparición de proyectos de restauración de monumentos antiguos
69
asociados a otros de mejora de la ciudad en las Observations du Préfet de 1811 . Así
Stern en 1811 concibe el proyecto de un paseo arbolado que uniría entre si los jardines
que debían crearse entre la Piazza del Popolo y el Tíber, en Villa Medici, en Trinità dei
Monti, Villa Barberini y de ahí al Quirinale, cuyo palacio debía albergar la residencia
70
romana del Emperador, como también lo había concebido Valadier en 1809 . Los
proyectos muy grandilocuentes no alcanzaron una realización efectiva, por lo poco
duradera que fue la dominación francesa sumida además en una economía de guerra.
Pero es que además estos proyectos eran de difícil realización por los obstáculos que
suponía la eliminación de edificios que permitieran la apertura de calles, plazas o liberar
monumentos. El resultado fue modesto, aunque sirvió de revulsivo y ejemplo para
actuaciones futuras. Las actuaciones más destacadas fueron plazas, como la Trajana, la
del Popolo o los Jardines del Pincio, así como la liberación de algún monumento, que por
71
lo general fue muy contestada .

68
Relación de los trabajos que debía emprender la Commissione della Antichità, de fecha 25
de enero de 1810 (AN F le 148)
69
AN F 20 102, cit. por Pierre Pinon,”Le rovine nella città”, p. 23, nota 8.
70
Rapport sur les Embellissements de Ville de Rome (AN F 20 102) según Pierre Pinon,
(“Roma antica e Roma moderna”, p. 23, nota 9) este proyecto es contemporáneo de otro debido a
Valadier estudiado por Ferdinand Boyer en “L ‘Architecture de Giuseppe Valadier et le projet de
Villa Napoleon à Rome (1809)”, en Études Italiennes, pp. 41-45.1931,pp. 41-45 y en “Progetti per
la Villa Napoléon a Roma (1809)”, en Bulletino dei Musei Comunali di Roma, 1-4, 1957,pp. 15-19.
1957: 15-19) que también proyectó un palacio para el Emperador en Roma.
71
Pierre Pinon,”Comment fouillait-on au 18ème et au debut du 19ème siècle?”, en Archéologia,
158, 1981, pp. 17-26.

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3.1. Programas de recuperación y embellecimiento de la ciudad

En el plan general que los franceses ponen en marcha sobre la idea della due città se
desarrollan programas de embellecimiento de Roma, con la creación de jardines y plazas
que faciliten la circulación. Entre ellas destacaban la construcción de viales a los largo
del Tíber, puentes, mataderos y cementerios. Estas actuaciones se instrumentalizaron a
través de los oportunos decretos y creación de comisiones. Así el 2 de enero de 1811 se
crea la Commissione di riasetto del Foro y el 11 de septiembre de 1811 la de abbelimenti
di Roma. El programa de recuperación de los monumentos antiguos y de
embellecimiento de la ciudad fue aprobado por un Decreto imperial de 27 de julio de
1811 que instituyó que cada año se destinara un millón de francos como fondo dinerario
para el embellecimiento de la ciudad. No obstante los intereses de índole estético y
arqueológico, la empresa respondía también a una estrategia social encaminada a
conseguir dar empleo a una masa de indigentes y ganarse de este modo a los
72 73
ciudadanos de Roma como se afirma en un informe de agosto de 1811 dirigido al
emperador: cuando los trabajos de construcción o de embellecimiento den a los
artesanos -numerosos en Roma por la antigua riqueza de las congregaciones- y a los
obreros medios de subsistencia, el espíritu público prenderá rápidamente hacia una
74 75
nueva y mejor disposición hacia Su Majestad . Y en la Memoire de Tourmon en la que
se hace hincapié en la necesidad de poner en marcha obras públicas para que hombres
que no saben hacer nada más que trabajar la tierra encuentren trabajo. Similares
motivos veremos también en la continuación de estos trabajos por la Administración
pontificia tras la salida de los franceses de Roma.

3.2. Actuaciones

76
Entre abril-junio de 1809 la Academia Francesa de Roma excava el frente del
77
Templo de Antonino y Faustina y el 27 de junio de 1810 Valadier propone la

72
Pierre Pinon, “Roma antica e Roma moderna”, p. 22.
73
Observations sur l’etat politique administratif de Rome à l’époque du mont d’aout 1811 (AN
F20 102).
74
Las Congregaciones Romanas eran un tipo de dicasterio es decir un departamento con
jurisdicción de la Curia Romana al frente da la cual se hallaba un prefecto. En el apogeo del
Estado Pontificio poseían numerosos recursos. Con la ocupación francesa muchos de esos
recursos fueron utilizados para diversos fines.
75
Memoire sur les traveux entrepris à Rome par l’administration française de 1810 a 1814, lu
par Mr le Conte de Tourmon à la séance publique de l’Académie de Bordeaux, presentada el 27 de
Agosto de 1821
76
Los franceses habían manifestado un gran interés por intervenir en el Templo de Antonino y
Faustina, y habían logrado ya una primera autorización a favor de la Academia el 14 de mayo de

32
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restauración del Pórtico de Octavia, y comienza la restauración del Templo de Vesta el


17 de marzo de dicho año. También en 1810 comienzan los trabajos en el Foro en
noviembre y en diciembre se instaló un andamio en el Templo de Vespasiano con el fin
de despejarlo y limpiarlo. Entre mayo y septiembre de 1810 Cea y Valadier despejan la
Domus Aurea.
En enero de 1811 se llevan a cabo trabajos de limpieza alrededor del Templo de la
Fortuna en el Foro Boario. En mayo Valadier presenta su informe de restauración del
Panteón. Los trabajos de la Domus Aurea se continúan hasta 1813. El 27 de julio el
Emperador asigna 1000000 francos, para las excavaciones en Roma, la mejora de la
navegación del Tíber, la creación de espacios abiertos alrededor del Panteón y del Foro
de Trajano y jardines públicos.
La nueva Commision des Embellisements comienza los trabajos en el Arco de Jano y
en el Templo de la Fortuna en el Foro Boario y en noviembre de 1811 comienzan las
demoliciones de los conventos y casas que impedían la contemplación del Foro de
Trajano.
El año 1812 será de gran actividad, así la Commission aprueba el plan de
demoliciones alrededor del Panteón; despeja completamente el pórtico del Templo de
Antonino y Faustina. El 23 de marzo comenzaron las excavaciones en el Foro de
Trajano, que terminaron en septiembre. También en ese año, comenzaron las obras de
restauración del templo de Vespasiano y las demoliciones del Palatino y Valadier redacta
el programa para el embellecimiento del Palatino, Foros y Foro Boario, proponiéndose
que el Foro recupere su nivel original. Se despeja también las laderas del Campidoglio y
el Tabularium. De especial importancia serán los trabajos de restauración del Templo de
Júpiter Tonante que iniciadas por el arquitecto G. Camporesi, asistido por Valadier
tuvieron un gran eco como se desprende de la noticia aparecida en el Giornale politico
78
del dipartimento di Roma , donde se exalta la labor habilidosa de los arquitectos para
dar estabilidad a las tres columnas del templo, la construcción de un nueva trabazón y la

1807, para medir algunos monumentos y especialmente el citado, debiendo usar escaleras de
apoyo que no causen daño, todo ello bajo la supervisión del Comisario (ASR, Camerale II, Antchità
e Belle Arti, busta 9, fasc.). En 1809 solicitó nuevamente la Academia a Canova, a la sazón
Comisario, autorización para excavar en el Templo, cuestión que como dice Pinon, (1985c, 25,
nota 3), ya tenía precedentes pues se habían concedido autorizaciones en 1805 a J. A. Coussin
para excavar en el templo de Vesta y a que L. Gasse pudiera acceder al interior del Monasterio
dominico de S. Basilio para investigar el Templo de Mars Ultor (AFR, 13 fructidor del año XII,
cartela 13).
77
Pierre Pinon, “Il sondaggio davanti al Tempio di Antonino e Faustina”, en La Roma di
Napoleone: la teoria delle due città. Forma. La città antica e il suo avvenire. Luca Editore. Roma,
1985c, pp. 24-26.
78
Este periódico sucedió al Giornale del Campidoglio financiado por la Prefectura francesa de
Roma. En el número 27 de junio de 1812 se describen con mucha precisión los trabajos dirigidos
por G. Camporesi, los del templo fueron también recogidos en el número 23 del 22 de febrero de
1813.

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sustitución del arquitrabe. Los trabajos fueron financiados por la Academia di S. Luca y
por la Commissione degli Abbllimenti di Roma. La intervención facilitó el debate sobre los
límites de las restauraciones a las que más adelante nos referimos.
En 1813 Guy Gisors presenta su informe sobre el Foro de Trajano y la plaza del
Panteón. En ese año el 23 de mayo se descubre la columna de Focas en el Foro.
También se reanudaron los trabajos en el Foro de Trajano por espacio de dos meses.
Uno de los más importantes proyectos de la Administración francesa de Roma entre
1809 y 1814 fue la restauración del Coliseo y la realización de excavaciones en su
arena. Tenemos un testimonio gráfico de dichos trabajos en la veduta de Pietro Parboni
denominada Veduta dell'interno dell'Anfiteatro Flavio detto il Colosseo e dei scavi che vi
furono fattii nel 1813, en la que se aprecian los trabajos realizados. El 17 de diciembre de
1812 Pietro Bianchi y Lorenzo Re presentan su informe sobre las excavaciones
realizadas a la Accademia di Archaeologia, que es refutado por C. Fea en su
Osservazioni sull´'arena e sul podio dell'Anfiteatro Flavio de 18 de febrero de 1813. Todo
esto dio lugar a un debate en el que intervinieron arqueólogos y anticuarios que fueron
79
caricaturizados en algunos dibujos anónimos satíricos .
La Administración francesa finalizó con la capitulación de Mollins el 10 de marzo de
1814. y la vuelta del Papa el 24 de mayo del mismo año.

4. Valoración de la actuación francesa en Roma

La actuación francesa en Roma supuso la materialización del modelo que concibe los
bienes culturales como objetos que benefician al bien común y al interés general. Por
otro lado se introduce el concepto moderno de la restauración de los monumentos y el
de intentar recuperar su imagen más acorde con sus valores, en la que arquitectos y
arqueólogos comienzan a trabajar en equipo. Los monumentos son restaurados por sus
valores en sí, y no por su utilidad o reutilización. Un ejemplo de ello será la inclusión de
la recuperación del Templo de Antonino y Faustina en los programas de embellecimiento
de la ciudad trascendiendo de su valor arqueológico convirtiéndose en una pieza
80
urbanística con la propuesta de poner a la luz su fachada, oculta parcialmente por la
iglesia de San Lorenzo in Miranda. Proyecto dentro del que se enmarcó también la
recuperación de la Vía Sacra, que fue objeto de numerosas excavaciones y que ante los
desniveles y los continuos accidentes de paseantes, se tuvo que cubrir nuevamente no
81
siendo recuperada hasta 1878 .

79
Ronald T. Ridley, “To protect the Monuments”, p.231.
80
Pierre Pinon, “Il sondaggio davanti al Tempio”, p. 24-25
81
Pierre Pinon, “Il sondaggio davanti al Tempio”, p. 26, nota 16.

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Además la ideología del Imperio francés, “todos somos romanos” decía Saint Just,
deseaba convertir a Roma en una segunda capital y sus monumentos se enraizaban con
la misma razón de ser del Nuevo Imperio. Es por ello que debemos concluir con que
dicha etapa fue beneficiosa para Roma, pues se pusieron en marcha un nuevo concepto
de restauración y de intervención arqueológica. Además se eliminaron las casas y
construcciones que impedían ver las ruinas antiguas, se sistematizaron los museos,
teniendo como ejemplo el Louvre. Por si fuera poco “la presa napoleónica” sirvió para
que el Estado Pontificio tomara conciencia definitiva del valor de las obras de arte
antiguas y de los objetos arqueológicos del subsuelo, lo que dio lugar al Edicto Pacca
que mucho le debe a la administración y a la legislación francesas. Las excavaciones
arqueológicas dejaron de ser caprichos de coleccionistas o de aficionados como Godoy,
y pasaron a ser instrumentos para el conocimiento histórico. La arqueología logró un
avance muy significativo con esta etapa, que también respondía a un nuevo concepto de
la Antigüedad. Pompeya, el descubrimiento de Egipto y la ocupación francesa de Roma,
marcarán el inicio de la actividad arqueológica científica y de la restauración de los
monumentos. De gran calado es el debate abierto sobre los límites a las restauraciones
de los edificios a raíz de la intervención de Camporesi y Valadier en el Templo de Júpiter
Tonante, que sirvió de punto de inflexión respecto a intervenciones anteriores realizadas
por arquitectos pontificios. En 1813, Daru solicitó un informe sobre este asunto a Gisors,
que lo presentó al Consiglio delle Fabbriche Civili en la sesión de 19 de agosto de 1813
el texto recogido por Pinon (1985 d: 26-27) merece ser comentado.
En primer lugar se plantea la necesidad de buscar soluciones que impidan el uso
inadecuado de sistemas como los usados en el Coliseo, Arco de Tito que ponen en
peligro el futuro de los mismos, además de atentar contra las “bellas proporciones” y
“formas” de los edificios. Por ello se propone que en vez de apuntalar o sostener los
restos, se reconstruyan en sus formas o proporción al menos las masas de las partes en
ruina, en piedra o ladrillo, de modo que estas construcciones reproduzcan exactamente
las líneas de aquellas partes que sustituyen. El Consiglio se manifestó a favor de estas
propuestas presentadas por Gisors. Sin embargo, esta propuesta moderna no pudo
ponerse en práctica por la rápida salida de los franceses. Pero, ello debió “crear escuela”
y así cuando Valadier restaure el Arco de Tito en 1819, aprovechará lo aprendido junto a
Gisors en la restauración del Coliseo de 1804 a 1806.
Se dará un salto cualitativo en la actitud hacia los restos del pasado y su valorización
en el ámbito de la ciudad. Gran parte de las actuaciones papales efectuadas en el Foro y
su continuación por los nuevos responsables de Roma, tras la unificación serán
continuación de las ideas francesas.

35
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Otro apartado que merece ser mencionado es el intento francés de modernizar el


82
sistema educativo y las funciones de las academias . Así en 1810 fue refundada la
Accademia di S. Luca buscándose un equilibrio entre las posiciones tradicionales de los
académicos italianos y las aspiraciones francesas, que pretendía acentuar el aspecto
técnico-científico de la enseñanza de la arquitectura para adaptarlo a la experiencia de la
Ecole des Traveux Publics, fundada en 1794 y de la Ecole des Ponts et Chaussées,
fundada en 1747. Durante todo el periodo napoleónico fue Príncipe de la Accademia,
Antonio Canova, lo que permitió buscar soluciones de consenso. Así la Accademia, se
constituyó por Decreto Imperial de 23 de noviembre de 1810, con las funciones de
Scuole statali di Belle Arti de Roma. Una de las novedades más importantes fue la
creación en 1811 de una cátedra de Storia, mitología e archaeologia, da applicarsi alle
arti, que dos años más tarde pasó a denominarse: Storia dell’arte, mitología e costumi.
Otra novedad fue la constitución en los nuevos estatutos de las Scuole de 1812, de dos
cátedras: una de Architettura Civile y otra de Architettura prattica. En los referidos
estatutos se hacía desaparecer las potestades que la legislación pontificia atribuía al
Camarlengo. La intención era ir consiguiendo una enseñanza laica cercano a los ideales
83
republicanos de Quatremère De Quincy . Todas estas reformas se insertaban en el
ámbito de la reorganización de todo el sistema de instrucción pública de Roma, que en lo
que a la enseñanza superior se refiere: dos liceos y una Universidad Imperial. De este
modo la enseñanza de la arquitectura se centraba sobre los aspectos técnicos y
prácticos, con la aportación cultural de la cátedra de Storia e di Architettura teorica. Estas
reformas no se retomarán hasta la unificación.

IV. LA TUTELA PONTIFICIA ENTRE 1814 Y 1840

El 19 de enero de 1814 las tropas napolitanas ocupan Roma y cercan a Miollis en el


Castel Sant’Angelo, hasta su capitulación el 10 de marzo. Se abre así un periodo de
84
administración napolitana de Roma, de la que Ridley ha estudiado las actas de la
Commission des Embellisements que abarcó un espacio de tiempo hasta la asunción de
plenos poderes por la administración pontificia. De dichas actas, se deduce que de
ningún modo se paralizaron los proyectos franceses más importantes: los Jardines de
César en el Pincio, el Foro de Trajano, los Foros Imperiales y los trabajos de
navegabilidad y seguridad en el Tíber, aunque sí parece mermaron los recursos y se

82
Annarosa Cerutti Fusco, “L’Accademia di San Luca”, p. 401-430.
83
Antonio Pinelli, “Storia dell’arte e cultura della tutela Le Lettres à Miranda di Quatremère de
Quincy”, en Ricerche di Storia dell’arte. Storia dell’arte e politica della tutela. nº 8, anno 1978-1979.
La Nuova Italia Scientifica, Firenze, 1979, 43-62.
84
Ronald T. Ridley, “To protect to Monuments”, p. 238.

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Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

tuvieron que reducir la mano de obra y los sueldos de los trabajadores e incluso de los
técnicos, que dirigían los trabajos. Otra cuestión interesante es ver como los proyectos
son dirigidos por los mismos expertos que en la etapa francesa, así Giardini, Valadier,
Camporesse o Bianchi aparecen asociados a los mismos. Ello lleva a plantearse a
85
Ridley si hubo o no algún tipo de represión o alejamiento de aquellos que habrían
“colaborado” con los franceses o si existe una continuidad por encima de loa avatares
políticos. Según parece Pío VII concedió el perdón a muchos que continuaron ejerciendo
su profesión, aunque algunos como Valadier tuvo que pedir el perdón, mostrando su
devoción al antiguo régimen y renegando de jacobinos y franceses. Lo cierto es que
pronto se les verá trabajando de nuevo en los proyectos pontificios. Un caso curioso es
Canova. Fue nombrado Ispettore por Pío VII, después formó parte de las Comisiones
francesas, y finalmente marchó a París para supervisar la vuelta de las piezas llevadas al
Louvre por cumplimiento del Tratado de Tolentino. Siempre estuvo en su sitio, con
independencia de las marejadas políticas.
El impacto que supuso la presa napoleónica y la reacción del papado al respecto
marca un antes y un después en la tutela de los bienes arqueológicos en el Estado
Pontificio, como ya hemos tenido ocasión de analizar. Sin embargo se ha puesto
demasiado énfasis en la reacción antifrancesa como único detonante, lo cual no es del
todo cierto. Ya en el Quirógrafo de Pio VII de 1802 hay una referencia a la sangría que
de obras de arte y de objetos arqueológicos estaba sufriendo el territorio pontificio y en
86 87
particular Roma . Los visitantes que acudían a realizar el Grand Tour deseaban portar
a sus lugares de origen piezas y objetos que sirvieran de recuerdo de su estancia
además de prestigiar sus colecciones o su mero afán dilettante. Al mismo tiempo
grandes coleccionistas, entre ellos monarcas europeos, encargaban a marchantes
romanos la adquisición no solo de piezas arqueológicas sino también de pinturas de
autores de renombre. Ello trae consigo el endurecimiento de las medidas contra la
exportación ilegal, exigiendo permisos previos y fortaleciendo un sistema de control y de
catalogación pionero en la historia de la tutela, nos referimos al Decreto Pacca que
sistematizó una organización a la vez que establecía un control y una cuantificación del

85
Ronald T. Ridley, “To protect to Monuments”, p. 239.
86
Anna Maria Corbo, “L’esportazione delle opere d’arte dallo Stato Pontificio tra il 1814 e il
1823” , en L’Art, III, nr. 10, 1970, pp. 88-113.
87
Visitar los lugares donde habían existido los césares, los escritores antiguos: Séneca,
Cicerón y tantos otros, y dónde se conservaban casi intactos muchos vestigios de esa época,
como el Coliseo o el Panteón, se consideró imprescindible en la educación de los caballeros. Así
nace el llamado Grand Tour, una especie de peregrinación laica, aristocrática y también burguesa,
que hará de Roma la meta de viajes y de estudios. Sobre el tema véase a Mirella Billi , “La Roma
del Grand Tour memorie e imagini del viaggiatori inglesi nel’700”, Studi Romani, XLVII, nº 3-4.
Roma, 1997, pp. 331-346.

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patrimonio existente. Además se potenciaron las figuras de los Commissarii e Ispettorii,


dando competencias a las Commissioni Ausiliarie sustituyendo al Cancelliere delle
Comunitá que desde 1802 a 1820 había tenido la competencia de denunciar a la
autoridad central cuantas irregularidades se detectasen respecto al patrimonio
perteneciente al Estado Pontificio. Así mismo, y ante las excavaciones abusivas y
carentes de metodología, y privadas de dirección científica adecuada estaba en proceso
de maduración una nueva concepción de la intervención arqueológica que buscaba una
forma correcta y sistemática. Ya hemos visto algunas intervenciones como las de
88
Bonaparte en Tusculo o Godoy en Roma , que estaban fuera de control en la práctica.
Ello llevará a la necesidad de un mayor control en las licencias a través de los informes
preceptivos de las Commissioni.

1. El Editto Pacca de 7 de abril de 1820: análisis de su contenido

La administración impulsada por Consalvi, con la ayuda de cardenal Pacca (1756-


89
1844) , busca ante todo la modernización del Estado Pontificio utilizando a la luz del
Congreso de Viena, no un sistema constitucional liberal, sino un esquema basado en el
despotismo napoleónico que sirviera para reforzar el Estado Pontificio, eliminado el
desorden administrativo e impregnando racionalidad al sistema organizativo institucional,
sin menoscabo de la autoridad del Sumo Pontífice. Paradójicamente se trataba de
retomar o continuar las reformas emprendidas desde 1800 y desarrolladas ampliamente
en la fase de dominio francés. Para ello, Consalvi rehabilita a uno de los personajes más
brillantes, al jurista Vincenzo Bartolucci (1753-1823), que no solo había sido un
“colaboracionista” de los franceses sino que en 1798 había apoyado la República

88
Jorge García Sánchez “Manuel Godoy, genio delle scavazioni. Algunas precisiones acerca
de sus descubrimientos arqueológicos en el Monte Celio de Roma”, en AespA, Vol. 79, 2006, pp.
155-175 y Anna Pasqualini “Gli scavi di Luciano Bonaparte alla Rufinella e la scoperta dell’antica
Tusculum”, Xenia Antiqua, I., 1993, Roma, pp. 161-186.
89
Natural de Benevento de antiquísima familia patricia. Estudió en el colegio jesuita de
Nápoles, prosiguiendo sus estudios en Roma en la Accademia dei noblili. Fue nombrado por Pío VI
nuncio en Colonia (1786) y Portugal (1794). Fue nombrado cardenal por Pío VII el 23 de febrero de
1801 sufriendo prisión en el castillo de Fenestrelle entre 1809 y 1813. Tras el Concordato de
Fointaineblau fue liberado. Cuando el papa regresó a Roma, ante la ausencia de Consalvi que
asistía a las deliberaciones del Congreso de Viena, Pacca fue nombrado Prosecretario de Estado,
cargo que ocupó entre el 19 de mayo de 1814 y el 2 de julio de 1815, hasta el regreso de Consalvi.
Hombre de confianza de aquel, comenzó a realizar una serie de reformas, como la de la
Universidad y la tutela del patrimonio. Pacca era un hombre de una gran cultura. Dejó escritas dos
memorias sobre sus nunciaturas: Memorie storiche sulla sua dinora in Germania dal 1786 al 1794
in qualità di nunzio apostolico, con un’appendici sui nunzi (Roma-Benevento, 1838); Notizie sul
Portogallo con una breve relazione della nunziatura si Lisbona dal 1795 al 1802 (Roma 1833) y la
más importante de sus obras, que recoge su Prosegretariato y su prisión en Fenestrella: Memorie
storiche del ministero, dei due viaggi in Francia e della prigionia nel forte di S. Carlo in Fenestrelle
(Benevento 1835). Murió en Roma el 19 de abril de 1844 (Walter Maturi, “Pacca”, Enciclopedia
italiana, 1935. Treccani Ed.).

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Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

romana. En la época del dominio francés había sido nombrado presidente de la Corte de
Apelación siendo recompensado por Napoleón con una baronía y nombrado miembro del
Consejo de Estado en París. Consalvi nombra a Bartolucci abogado de la Reverenda
Cámara Apostólica para aprovechar su experiencia y conocimientos de la legislación
napoleónica. Participó en las reformas jurídicas aprobadas por motu propio papal el 6 de
julio de 1816. En 1818 le fue encomendada la presidencia de la comisión que iba a
redactar un código civil cuyo borrador presentado a finales de dicho año, contó con la
oposición de la mayoría de los miembros conservadores de la Congregación económica
90
que lo acusaron de reproducir en parte el código civil de Napoleón . No sabemos la
participación de Bartolucci en el Editto Pacca, pero sin duda fue importante, toda vez que
en el Editto podemos apreciar rasgos que nos recuerdan las disposiciones realizadas por
los franceses tras la Revolución.
El Editto, dictado por Bartolomeo Pacca, obispo de Frascati y cardenal de la R.S.I.
Camarlengo, era válido en los territorios pontificios integrados por las provincias de
Bolonia, Forlì, Ravena, Ferrara, Marche, Umbria y el Lazio. El Editto es considerado por
91 92
Gualandi siguiendo a Emiliani (1978: 130-145) como el máximo esfuerzo papal por
codificar de forma precisa y orgánica la tutela de los bienes culturales de los territorios
pontificios. Por supuesto, que los bienes siguen siendo considerados de propiedad
privada, pero se busca poner freno a la especulación exportadora con la amenaza de
penas pecuniarias y perdida de los objetos ordenado o intentando ordenar el aún
floreciente mercado anticuario de Roma.

1.1. Exposición de motivos

“Los antiguos Monumentos han permanecido y permanecerán unidos a la ilustre,


admirable y única alma de Roma. La preciosa reunión en su seno de augustas reliquias
del arte antiguo, el celoso cuidado de aquellas, y de las que nuevamente se desentierren
, las normas severas de vigilancia, para que no se degraden o salgan fuera, han sido un
constante motivo, que atraen a los extranjeros a admirarlas, invitan la erudita curiosidad
de los anticuarios y fomenta las doctas confrontaciones, e inflama la noble emulación de

90
Giacomo Forchielli “Un progetto di Codice Civile del 1818 nello Stato Pontificio -visto da un
canonista”, en Scritti della Facoltà Giuridica di Bologna in onore di Umberto Borsi”. Padova,1955,
pp. 87-164.
91
Giorgio Gualandi, “Neoclassico e antico. Problemi e aspetti dell’archeologia nell’età
neoclassica”, en Ricerche di Storia dell’arte. Storia dell’arte e politica della tutela. nº 8, anno 1978-
1979. La Nuova Italia Scientifica, Firenze, 1979, pp. 5-26, p.11.
92
Andrea Emiliani, Legge, bandi e provvedimenti per la tutela dei beni artistici e culturali negli
antichi Stati italiani 1571-1860, Bologna, 1978, pp. 130-145.

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tantos artistas, que de todas parte de Europa aquí concurren para convertirlas en objeto
y modelo de su estudio. De ello se persuadieron los Sumos Pontífices promulgando
sabias leyes, que impidieran la salida de todo precioso objeto antiguo fuera de Roma y
del Estado Eclesiástico, y dictaron normas y disciplinas rigurosas para reglamentar las
Excavaciones de las Antigüedades, y sobre los hallazgos de cualquier Monumento
artístico. Sin embargo, el olvido de estas leyes, y el descuido en la observancia de las
mismas despojaron a Roma de muchos insignes Monumentos.

La Santidad de Nuestro Señor [...] queriendo poner término a tantos abusos y


tantas pérdidas con su Quirógrafo de 1 de octubre de 1802, reiterando el pleno
vigor de las casi anuladas y desusadas disposiciones legislativas; declaró con
Sabia Munificencia, que se adquiriesen los objetos de arte, que fuesen de mayor
valor, para enriquecer Sus Museos, de los cuales se prohíbe su salida [...]. Más los
sucesos vividos, que hicieron temporalmente perder a Roma muchas, estimables y
preciosas obras de arte, [...] las cuales por un tratado de restitución [...] han sido
venturosamente recuperadas”.

De su lectura cabe destacar los párrafos subrayados que vienen a explicar de un lado
las intenciones de la norma y por otro los problemas que pretende atajar. En primer lugar
hay una preocupación por la riqueza arqueológica, no solo la existente sino la que pueda
ser desenterrada, con el objeto de que no se “degraden” o “salgan fuera”. Es decir una
preocupación por la debida excavación y cuidado de los objetos existentes y los que se
puedan extraer. Una preocupación por la debida conservación de los objetos, a lo que se
une la de su expolio y exportación ilegal, lo que considera una riqueza de Roma. Hay
también una referencia al incumplimiento y laxitud de los poderes públicos, así como a la
potestad que sobre el patrimonio de la Iglesia tiene el cardenal Camarlengo al que
corresponde la custodia de los antiguos Monumentos y la protección de las artes.

1.2. Órganos consultivos

El Editto mantiene la Comisión Consultiva de Bellas Artes, creada con anterioridad,


sin norma habilitante, consagrándola ahora el artículo 1:

“La Comisión Consultiva de Bellas Artes establecida por Nosotros para la


adquisición de Monumentos de Arte y Antigüedades para el enriquecimiento de los
Museos Pontificios, que tanto testimonios respetables nos ha dado de su
admirable celo y amor por las Artes y la Patria, permanece con soberana sanción
confirmada y ampliada, siempre sin embargo en vía consultiva, y como Consejo
permanente del Camarlengo, en todo aquello, que concierne a los objetos

40
Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

contemplados en la presente Ley”.

Esta Comisión estaba compuesta (Artículo 2) por las siguientes personas: el


Monseñor Auditor del Camerlengato pro tempore, Presidente; el Ispettor Generale delle
Belle Arte (sic); el Ispettor delle Pitture Pubbliche de Roma; el Commissario delle
Antichità; el Director del Museo Vaticano; el Primer Profesor de Escultura de la
Accademia di San Luca; uno de los profesores de Arquitectura de la misma Academia, y
el actual Secretario de la Comisión, al que sucedería de forma estable en sus actividades
el Secretario General de los Museos.
Actuaba como órgano superior consultivo del Camarlengo y Consejo Permanente del
Camarlengo para las antigüedades y obras de arte.
Su principal competencia era la de dictaminar las adquisiciones de objetos de arte y
antigüedades para los Museos Pontificios.
Se observa como en ella estaban representados todos los responsables de las
antigüedades y bellas artes del Estado Pontificio.

1.3. De las competencias del Camarlengo

De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 3, y apoyándose en lo determinado por el


Quirógrafo Soberano de 1 de octubre de 1802, se otorga al Camarlengo absoluta
jurisdicción, vigilancia y competencia sobre las Antigüedades Sagradas y Profanas,
sobre las Bellas Artes, de Roma y en todo el Estado Pontificio y sobre las Iglesias,
Academias no extranjeras, y otras sociedades relativas a las mismas artes, sin ninguna
excepción y con independencia plena de cualquier jurisdicción o cargo incluso
cardenalicio. Es por tanto una suprema autoridad por mandato expreso del Santo Padre.

“Las autoridades específicas, a Nos subordinadas, o delegadas, en cualquier


intervención de las Bellas Artes, y de la consecución o vigilancia de las cosas
antiguas o de la ejecución de cualquier apartado de la presente Ley, no podrán de
hoy en adelante adoptar ninguna disposición o providencia, sin la nuestra
aprobación y parecer de la Comisión, revocando por su Santidad a las autoridades
dependientes cualquier facultad o privilegio, que pudiera oponerse a esta
determinación. Todo incumplimiento será castigado con la pérdida de los
respectivos cargos”.

Las funciones del Camarlengo consistían:

a. Absoluta y total jurisdicción, vigilancia y competencia sobre las antigüedades


sagradas y profanas, así como sobre las Bellas Artes.

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b. Jurisdicción en todo el territorio pontificio y sobres las iglesias, academias


nacionales y extranjeras y otras sociedades relativas a las artes.

c. Independencia plena de cualquier jurisdicción o cargo, incluso cardenalicio.

d. Plena y privativa jurisdicción respecto de cualquier tribunal o cámara.

A la entrada en vigor del Editto las autoridades subordinadas al Camarlengo o sus


delegados no le estaba permitido dictar disposición alguna sin la aprobación del
Camarlengo y oída la respectiva comisión. Todo incumplimiento podía llevar aparejado la
pérdida del cargo. Se acentúa un mayor grado de centralismo muy presente en toda la
legislación preunitaria.

1.4. Comisiones provinciales: la tutela periférica

En el artículo 5º se dice:

“En las Provincias de los Dominios Pontificios sus EM. Cardenales Delegados y
Prelados Delegados formarán respectivamente bajo su mando, y de Nuestra
Dependencia, una Comisión auxiliar a esta de Roma, compuesta por dos
probados y expertos profesores y dos personas de la misma inteligencia, las
cuales en unión del Secretario General de la Legación o Delegación vigilarán por
el cumplimiento de la presente Ley, confiriéndole Nos, por medio de los Em. Sr.
Cardenales Legados o Prelados Delegados, de las mismas competencias que la
Comisión de Roma, sobre todas las materias contempladas en la presente Ley. En
las Legaciones de Bolonia y en la Delegación de Perugia, las respectivas
Academias de Bellas Artes, que allí se encuentren loablemente instituidas,
presentarán una lista de los Académicos de Méritos, entre los cuales serán
elegidos y nominados los componentes de las respectivas Comisiones Auxiliares,
según el método establecido por las otras provincias y con los mismos
reglamentos o dependencias”.

Las funciones de estas Comisiones, al igual que la Central, eran la de operar como
órganos consultivos del poder ejecutivo formado por los Cardenales y Prelados
Delegados, encargados de la aplicación directa de las normas. La elección de los
miembros era potestad del Camarlengo, para la Central y de los Delegados para las
periféricas. Solo se establecía una cierta autonomía a las Academias de Bolonia y
Perugia que presentaban una lista sobre la cual se elegía. No se trataba de una
descentralización, sino de una mera delegación y subordinación al centro, todo lo más
una mera desconcentración.

42
Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

1.5. El Catálogo de Bienes

Artículo 7: “Cualquier Superior, Administrador o Rector o Director de Establecimiento


Público, tanto eclesiásticos como seculares, incluidas las iglesias, oratorios y conventos,
donde se conserven colecciones de estatuas o cuadros, Museos de Antigüedades
sagradas o profanas, y también uno o más objetos preciosos de Bellas Artes, en Roma o
en el resto del Estado, sin excepción de persona alguna […] deberán presentar un
exacto catálogo de los bienes arriba expresados, por duplicado, que deberá contener
una descripción de cada una de las piezas, remitiéndolo en el plazo de un mes a Roma,
a la oficina del Secretario y Canciller de la Cámara Apostólica, y en el resto del Estado a
la Secretaría General de la Legación o Delegación en el término de dos meses a contar
desde la publicación del presente Decreto…”
Aparece por primera vez la obligación de confeccionar un Catálogo de todos los
objetos que obren en poder de las instituciones públicas religiosas y en los museos. El
Catálogo debe ir acompañado de una descripción de las piezas. El objetivo es el
conocimiento de la riqueza existente y el poder controlar el movimiento de los objetos.
Se establece un plazo excesivamente corto para su confección, lo que da idea de la
rapidez con la que se quiere actuar a la vez que impedir movimientos antes de su
confección.
La disposición continúa ordenando que una copia de cada uno de los catálogos
quede en el Ufficio o Segretaria Generale, diligentemente conservado, lo que permitía en
la práctica poseer un Catálogo General de todos los bienes de interés del Estado
Pontificio. La otra copia del cada catálogo quedaría en la Comisión Central y en las
Provinciales. Así mismo a los responsables de las instituciones o museos se les hacía
entrega de otra copia con las cautelas o condiciones pertinentes, que serán de obligado
cumplimiento. Los que no presentasen los catálogos en el plazo señalado u omitieran
alguna pieza u objeto podían ser sancionados con la multa de 100 escudos, por cada
una de las piezas no consignadas.

1.6. Limitaciones a las transacciones del patrimonio público

De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 8 del Editto, los responsables de las


instituciones y/o museos estaban obligados a comunicar a las autoridades pontificias su
intención de vender en todo o en parte los objetos, que hubiesen merecido la cautela o la
consideración en este sentido, en cada catálogo. También tenían la obligación de
comunicar los cambios de propiedad de los objetos aunque no mediase venta. El
incumplimiento de esta obligación daba lugar a la imposición de una multa equivalente al
valor de los objetos vendidos o cambiados de ubicación.

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Entre las cautelas que se imponían a los objetos de un catálogo además de las
derivadas de su conservación se imponían el que quedaban sujetos en función de su
interés para el Estado a esta comunicación de venta o cambio de ubicación.

1.7. Derecho de tanteo y retracto de las transacciones privadas

Entre las competencias de las Comisiones se establecía en el artículo 9 la de girar


visita a los propietarios o poseedores de objetos de la Antigüedad o de especial interés
para el Arte o la Erudición, con el fin de describir aquellos de interés y remitir tal
descripción al Ufficio del Camarlengo a los efectos de hacer saber a sus propietarios o
poseedores que los mismos quedaban vinculados -propieta vincolata- al interés del
Estado Pontificio. No pudiendo deponerse la venta de ellos, en el interior del Estado, sin
la licencia del Camarlengo, reconociéndose un derecho de compra a favor del gobierno,
estando obligado a comunicar, en el caso de venta, tanto el vendedor como el
comprador. En los casos de venta forzosa ordenada por algún tribunal, los depositarios
públicos de tales obras, lo ponían en conocimiento del Camarlengo o de las
correspondientes autoridades provinciales, so pena de ser responsables del valor de los
objetos vendidos sin haberse tomado dichas cautelas (Artículo 24).
Efectos:

- Reconocimiento a favor del Estado de un derecho de tanteo y retracto.

- Obligación de los propietarios, compradores o vendedores a comunicar las


ventas.

- Prohibición de libre circulación sin autorización previa.

- Libre venta de todos los objetos arqueológicos -Antichità- o artísticos que no


hayan sido vinculados por su interés (Artículo 11).

- Obligación de comunicar por los depositarios públicos la venta forzosa de


bienes de interés.

1.8. Inspección

En el artículo 10 se establece la potestad para inspeccionar, cuando se estime


oportuno, a los propietarios o poseedores de los bienes vinculados al objeto de
comprobar si los mismos siguen en poder de aquellos.

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1.9. Exportación

Era una de los objetivos del Editto controlar las exportaciones de objetos de Antichità
y artísticos. A tal fin, en el artículo 12, se establece la potestad del Camarlengo para
autorizar las exportaciones, cuyos objetos serán inspeccionado con carácter previo de
una forma rigurosa por las Camisones Central y Provinciales, quienes una vez
examinado los objetos que se pretendan exportar realizarían una reunión con
deliberación y voto secreto, determinando valor y mérito de los objetos. También se
establecía, en el caso de autorización un impuesto del 20 % del valor, con objeto de
hacer más gravosa la actividad. El cálculo del valor se hacía por los Assesori de
esculturas y pinturas, así como por el Commisario dell’Antichità. Entre las obras sujetas a
la autorización previa de exportación se incluían también aquellas realizadas por los
autores pertenecientes al Renacimiento, igual que si fueran antiguas (Artículo 17). Así
como los mosaicos, pinturas, Cuadros de la Escuela Clásica, Tapices que pudieran
ilustrar la Historia del Arte, también se sometían a los mismos criterios de valoración
(Artículo 20).
En cuanto a las copias o reproducciones u obras modernas podían ser exportadas
libremente, reconociéndose su carácter de importante industria cultural. Estaban exentas
dichas exportaciones de impuesto, al igual que la importación de obras de Antichità o de
arte que ingresaran en el territorio pontificio (Artículos, 15, 21 y 22). Ahora bien, y al
objeto de no confundir lo antiguo con lo moderno las exportaciones debían ser
inspeccionadas con carácter previo por los Assesori (Artículo 21).

1.10. Excavaciones arqueológicas

Todas las excavaciones arqueológicas que se pretendieran llevar a cabo en los


territorios del Estado estaban sometidas a autorización previa del Camarlengo (Artículo
25). Se daba un plazo de un mes para comunicar las que estuvieran autorizadas en el
momento de la promulgación, para su adecuación a la nueva normativa (Artículo 26). El
permesso di scavare sería extendido solo a aquellas personas que justifiquen que son
propietarios de los terrenos o cuentan con la autorización de los mismos. En la solicitud
se declarará la situación precisa del lugar donde se pretendiera realizar la excavación
(Artículo 29).
El procedimiento que se establecía era el siguiente:
Presentación de la solicitud con la correspondiente disponibilidad de los terrenos.
Declaración precisa del lugar de la intervención.

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Visita previa al otorgamiento de la licencia por la autoridad al objeto de inspeccionar


los terrenos y comprobar las exigencias que las Comisiones asesoras hubiesen
establecidos con carácter previo a la autorización (Artículo 30).
Las condiciones para el otorgamiento del permiso requerían:
Establecer la superficie en la que se podían realizar las excavaciones.
Situarlas lejos de las vías públicas, edificios, casas habitadas, murallas o
fortificaciones, acueductos o restos de antiguos monumentos o cementerios cristianos
(Artículo 31). Las autoridades pontificias se reservaban la potestad de clausurar aquellas
excavaciones que pusieran en riesgo la seguridad pública o la salubridad del aire
(Artículo 32).
Obligación de presentar semanalmente ante las autoridades la relación de objetos
encontrados sin necesidad de tener que esperar a dicho plazo cuando los méritos de los
objetos lo merecieran. Este incumplimiento podía ser sancionado con una pena de 50
escudos por cada objeto no declarado (Artículo 33).
Declaración semanal obligatoria además de los objetos se tenía que poner en
conocimiento las estructuras y todo tipo de fábricas que se descubrieran indicando con
exactitud su situación para la medición y dibujo de las mismas. El incumplimiento de esta
obligación podía multarse con 50 escudos (Artículo 39).
En cuanto al tratamiento o destino de los objetos hallados, éstos no podían ser
comercializados ni sometidos a ningún tipo de ritocco o restauración, ya fuese en estuco
o mármol, sin que antes fueran examinados por las autoridades, al objeto de valorar si
deben quedar en poder del Estado, en función de sus méritos para el Arte o la Erudición,
rareza o tipo de mármol (Artículo 34). Las multas podían ser de 100 escudos por cada
objeto puesto en el comercio sin permiso (Artículo 35). En el caso de los restaurados
indebidamente la multa podía llegar a los 200 escudos y en el caso de adquisición por el
Estado, no entraría en la valoración los gastos de la restauración (Artículo 36).
Los propietarios podían conservar los objetos para sí mismo, una vez que el Estado
haya elegido aquellos que consideran de interés. No obstante no podían venderlos sin
autorización, siéndole de aplicación el régimen establecido para los bienes vinculados ya
analizado y previsto en el artículo 8 del Editto.

1.11. Demoliciones de edificios

El Editto Pacca es un gran innovador en la conservación de los restos monumentales


y en las estructuras arqueológicas. Así en su artículo 40 establece la prohibición de
demoler, sin el consentimiento de las autoridades pontificias, destruir o romper, muros,
pavimentos, bóvedas u otras partes de los antiguos edificios. Tampoco permitía su
demolición cuando al no poder quedar al descubierto, deban permanecer bajo tierra, en

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cuyo caso deberá indicarse su ubicación de la mejor manera posible. Obliga pues a la
conservación de las restos inmuebles arqueológicos aunque éstos permanezcan
enterrados.
Prohíbe así mismo, remover del lugar donde hayan sido halladas las inscripciones
existentes en las antiguas ruinas (Artículo 41). Tampoco permite la destrucción de
cámaras sepulcrales, baños o cualquier otro resto que merezca ser conservado, ni cortar
o extraer los mármoles o separar los estucos o las pinturas. Especial importancia es la
imputación de responsabilidad al propietario, obligado a la conservación, de aquellos que
existan en un lugar cerrado y por tanto bajo su responsabilidad (Artículo 42). Toda
contravención era castigada con la pérdida de los objetos y la reparación de los daños a
costa del responsable (Artículo 43).
Se establecía también el “uso incompatible con sus valores”, cuando se prohíbe que
los propietarios puedan destinar los monumentos antiguos que se encuentren en sus
terrenos a usos vili ed indegni (Artículo 44). Así mismo, reconoce el concepto de
“entorno” de un monumento, cuando prohíbe a los propietarios realizar fosas o trabajos
en el intorno ni adosar construcciones que puedan producir daños a los mismos. En el
caso de que se contraviniera estaban obligados a reparar los daños o a una pena de un
año de cárcel. También los propietarios estaban obligados a comunicar a las autoridades
los deterioros de los monumentos al objeto de adoptar las medidas oportunas. Si no lo
hicieran estaban obligados a llevar a cabo las reparaciones necesarias a su costa
(Artículo 45). Si el monumento descubierto reuniese los méritos suficientes que
aconsejaran su conservación, los propietarios serían indemnizados por la “pérdida del
suelo”, correspondiendo al erario público afrontar los gastos necesarios para la
conservación y accesibilidad (Artículo 46).

1.12. Del hallazgo fortuito

Los descubridores casuales de objetos no podían disponer libremente de ellos


(Artículo 47). De igual modo, aquellos que descubran restos arqueológicos como
consecuencia de la apertura de zanjas, cimientos o excavaciones de puzzolana o
trabajos en la vía pública (Artículo 48). Se reconoce la antiquísima institución del
thesaurus, estableciéndose que los objetos hallados casualmente, le corresponderá al
inventore o descubridor, el valor de la mitad de lo hallado y la otra mitad al dueño del
terreno (Artículo 50). La no comunicación de los hallazgos supone la pérdida de los
derechos sobre el valor de los mismos.

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1.13. Prohibición de la extracción y movilidad de bienes muebles de las iglesias públicas,


oratorios y edificios a ellos anexos

El Editto recuerda que sigue en vigor la Constitución de Sixto IV Cum provvida


Sanctorum Patrum decrete de 1474 y el artículo 9 del Quirógrafo de Pío VII de 1 de
octubre de 1802 que prohibían la extracción de mármoles esculpidos o no y de cualquier
clase, las pinturas, inscripciones, mosaicos, urnas, terracotas y otros ornamentos o
monumentos expuestos al público, ocultos o sepultados, no pudiendo los rectores o
responsables de dichos edificios de culto otorgar ningún tipo de licencia o autorización,
correspondiendo estas siempre al Camarlengo o Delegados en las Provincias, oídas las
respectivas comisiones asesoras (Artículo 52). Igualmente se hacia extensible la
prohibición al cambio de ubicación de pinturas.

1.14. Daños en monumentos y en bienes muebles

Se reitera la prohibición establecida en las disposiciones anteriores al Editto, cambiar,


mutilar, despiezar, alterar o romper estatuas, bustos, bajorrelieves, cipos, lápidas o
columnas existentes en las plazas, calles, pórticos o de cualquier monumento antiguo, y
muchos menos se permitía el fundir los antiguos metales decorados, medallas, monedas
o similares (Artículo 54). Era este un permanente aviso a la costumbre expoliadora que
desde la Edad Media había sido un medio habitual de vida de caleros, artesanos o
marmorari, que en numerosas ocasiones había sido utilizado por los propios papas para
sus obras públicas. En el artículo siguiente se prohibía causar daños o expolio a los
monumentos, ni con el pretexto de abrir nuevas vías -como ocurrió con el arco romano
de los Portoghesi- o por la necesidad de consolidar cualquier otro edificio. También se
revocaban todas las autorizaciones o normas dadas por la Presidenza delle Strade que
permitiera romper o destrozar restos de las antiguas vías públicas (Artículo 56).Las
multas en estos casos era de 150 escudos y la reparación de los daños causados.
Cuando a resultas de la investigación ordenada por la Reverenda Cámara Apostólica, a
instancias del Camarlengo, por inquisición u oficio, los objetos, en torno a los cuales, se
haga la investigación no existan, además de las penas previstas para cada caso se
deberá por los condenados pagar un precio de estimación de los mismo -prezzo alla
stima- que será señalado por las Comisiones Asesoras.

V. EPÍLOGO: LA LEGISLACIÓN ECLESIÁSTICA DE LA TUTELA DE LOS BIENES


CULTURALES Y SU INFLUENCIA EN LA ITALIA UNITARIA

La legislación sobre patrimonio histórico de los estados preunitarios italianos, con la


excepción de Roma y Cerdeña, fue una difusa amalgama legislativa dirigida

48
Verdugo Santos - La tutela jurídica del patrimonio histórico pontificio desde el dominio francés de Roma a la...

93
especialmente contra la exportación abusiva . Pues en realidad a lo que se orientó por
encima de cualquier otra consideración fue a evitar la salida de obras de arte y objetos
arqueológicos. Ya hemos visto como desde muy temprano los Papas desarrollaron
normativas conducentes a evitar esta sangría. Además debemos decir que en cierto
modo significaron un precedente importante no solo para la reconstrucción legislativa del
estado unitario sino incluso un freno a la presa francesa, cuya administración se vio
obligada no solo a organizar una administración al estilo parisino sino también a asumir
una tradición que se remontaba en el caso pontificio a León X. Los pontífices atesoraban
una larga tradición de protección, llevado en muchos casos por la importancia simbólica
que para el papado tenia la antigüedad entendida como garante de la herencia o
donación constantiniana, en suma la asunción por parte de los papas del papel temporal
de los emperadores. Siempre la acción pontificia fue dirigida a impedir la salida de
94 95 96 97
objetos y ello fue imitado por los sardos , napolitanos , venecianos , lombardos ,
98 99
además de los toscanos y los ducados de Parma y Módena . Es cierto que en Roma
100
como afirmaba Mariotti siempre habían existido vándalos en el destruir, en el restaurar
y en el expoliar. Cuatro grandes momentos representan puntos de inflexión en la
actuación tuteladora: el retorno de los papas de Aviñón, que usará el patrimonio como un
elemento para enfatizar la soberanía ligada como no a Roma; el Sacco de Roma, la
Contrarreforma con el auge de la arqueología cristiana y la presa napoleónica. Pero el
prestigio de Roma no solo servía a los intereses del papado, sino que atrajo a
numerosos visitantes a través de las de las peregrinaciones, a la vez que el humanismo
despertaba el gusto por lo antiguo y el deseo de poseer objetos, siguiendo la máxima de

93
Nicola Greco, Stato di cultura e gestione dei beni culturali. Il Mulino, 1981, Bologna, p. 29
94
En 1832 Carlo Alberto crea una junta de antichità e belle arti con el encargo de promover la
riqueza y la conservación de los objetos de arte.
95
Carlos III prohíbe la exportación de obras de arte, creando una comisión de debía decidir en
cada caso, si los objetos poseían o no el mérito suficiente para impedir la salida del reino. En 1822
y 1839 se aprueban dos edictos declarando dignos de ser salvaguardados nos solo los edificios,
monumentos y excavaciones sino todos los objetos histórico-artísticos.
96
En 1773 el gobierno veneciano crea el cargo de Ispettore Generale con la competencia de
vigilar y hacer cumplir las obligaciones de conservar que tenían los propietarios de obras pictóricas
incluidos en el catálogo estatal.
97
En 1745, María Teresa de Austria prohíbe la exportación de de objetos artísticos.
98
En 1602 se prohíbe la exportación de cualquier obra de arte pictórica sin licencia, que más
tarde se hizo extensiva a otros objetos como bajorrelieves, fragmentos arquitectónicos o escudos.
99
En 1760 se prohíbe en Parma la exportación de obras de arte insigni sin autorización de la
Accademia d’Arte. En 1857, se extiende tal normativa al Ducado de Módena. Sobre los
ordenamientos de protección de otros territorios italianos, véase a Andrea Emiliani, Legge, bandi e
provvedimenti; Nicola Greco, Stato di cultura e gestione 39, tav.1 y Maurizio Carta, L’armatura
culturale del territorio. Il patrimonio culturale come matrice di identità e strumento di sviluppo, 2002,
Milano, pp. 43-52.
100
Filippo Mariotti, La legislazione delle belle arti, XXXIX.

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allí donde hay una pieza estará Roma, cuestión que interesó sobremanera a los
príncipes y reyes ávidos de emular a los antiguos, junto con el coleccionista privado.
Todo ello animó a los pontífices a custodiar y tutelar, además de utilizar las piezas
como elementos de propaganda, sistematizando las primeras colecciones públicas: el
Belvedere y el Capitolio. La Contrarreforma afianzó el poder absoluto de los papas, la
aparición del movimiento restaurador de la Iglesia primitiva con la arqueología cristiana y
la recristianización de los restos paganos más significativos como las columnas, los
traslados de obeliscos o Santa Maria degli Angeli. Durante todo el siglo XVIII se
sucederán las medidas de tutela con continuos edictos y prohibiciones en un intento, la
mayoría de las veces malogrado, de evitar la sangría de objetos. La tutela no solo se
extenderá a la arqueología y al control de excavaciones sino también a las obras de
pintura, escultura moderna o manuscritos. Se procurará controlar el tráfico y las ventas y
se crearan cargos como los de Commissario e Ispettore.
Pero el gran detonante de la tutela será la presa napoleónica, contando el pontificado
con hombres ilustrados como Fea o Consalvi, que junto con Pacca y el propio Pontífice,
llevan a cabo una profunda reorganización de la tutela, en la que, como no, influirá
también, la experiencia renovadora de la corta, pero eficaz, administración francesa
desarrollada en Roma entre 1809-1815. Bajo la dirección del benedictista Pío VII se
101
generará una legislación, que aun no siendo liberal al menos será patriótica, basada
en el concepto del “interés general” que intentará poner freno al daño y las pérdidas.
Actitud optimista que será reforzada con la devolución por Francia de la mayoría de las
piezas enviadas al Louvre como consecuencia del Tratado de Tolentino. La gran pieza
jurídica será el Edicto Pacca (1822), ya analizado en cuanto a su estructura, que
ordenará, como si de un Estado moderno se tratara, la gestión, tutela y protección de los
bienes culturales en todo el territorio pontificio y que tendrá una gran influencia en el
resto de los estados italianos, como ocurre en el Decreto del Rey de Nápoles Fernando I
102
de Borbón de 13 de mayo de 1822, que en opinión de Alibrandi y Ferri : es el primer y
orgánico procedimiento legislativo de protección artística e histórica. El resultado será
que en la primera mitad del Ottocento la mayoría de los estados preunitarios italianos
habían producido normas de protección para tutela de los objetos de arte y los restos
arqueológicos.
Veamos que repercusión tuvo sobre esta estructura el Risorgimento. La unidad
italiana se produce en varias fases. La primera se cierra con la proclamación de Victor
Manuel II de Saboya el 18 de febrero de 1861, como rey de Italia. La segunda en 1866

101
Filippo Mariotti, La legislazione delle belle arti, XXXIX.
102
Tommaso Alibrandi y Piergiorgio Ferri, I beni culturali e ambientale. Giuffré. Milano, 1985, p.
4.

50
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con la conquista a los austríacos de amplios territorios y especialmente el Veneto y su


capital Venecia y la tercera con la conquista de Roma y los territorios pontificios en 1870.
Cuando comienza a discutirse el nuevo Código Civil italiano dos grandes zonas
estaban fuera de su reino: Roma, que seguía siendo gobernada por el Papa y el Véneto
que era austriaco. El código venía a consagrar el derecho a la propiedad y a la libertad
más absoluta de disponer de ella. En el derecho preunitario se contemplaban numerosas
formas de propiedades: enfiteusis, censo o fideicomisos, que chocaban con la nueva
realidad jurídica que el liberalismo quería imponer. Estas formas eran usadas para
proteger las colecciones de antigüedades que eran consideradas un “todo” que no podía
dividirse, ni enajenarse, asumiendo los herederos la carga de su conservación como
expresión de una propiedad vinculada (vincolata) a un determinado fin, en este caso el
de preservar una colección de alto interés artístico y cultural. Especial importancia tendrá
la figura del fideicomiso, cuya razón de ser es la hacer cumplir la voluntad del testador
que instituye al heredero la obligación de conservar ciertos bienes a su muerte. La
mentalidad liberal consideraba que tal institución favorecía lo que venía en llamarse
“manos muertas” y era un obstáculo al progreso y a la libertad de circulación de bienes.
El Código Civil italiano de 1865 y su disposición transitoria contenida en el Decreto de 30
de noviembre de 1865 abolirán los fideicomisos. Tal cuestión no era especialmente
grave en ese momento de la unidad italiana, pero si lo fue a partir del 11 de septiembre
de 1870 cuando Roma cae en poder del Piamonte y el Papa se considera “prisionero en
el Vaticano”, por la razón de que la mayoría de las grandes colecciones privadas de
antigüedades y galerías de Roma estaban en régimen de fideicomiso. Cuando se
produce la caída del poder del papa era Commissario Pietro Ercole Visconti (1836-1870),
quien había sucedido a Carlo Fea. Sobre los acontecimientos en el ámbito de la tutela de
bienes arqueológicos en estos últimos años de soberanía pontificia debemos destacar el
hallazgo de la estatua de Augusto de Prima Porta; un Hércules de bronce en el Teatro de
Pompeyo; un toro y el Apoxiomenos en el Trastevere; el Templo de Apolo y la Casa de
Livia en el Palatino y la Tumba de Eurisaces, así como la Tumba Francois en Vulci. Se
llevaron a cabo excavaciones en el Palacio de Domiciano en el Palatino y en la Basílica
Julia por Canina (1795-1856); en el Foro de César por Parker, así como en el Templo de
Mars Ultor, en el Stadium del Palatino y en las Termas de Caracalla por Guidi. Todo ello
da una idea del impulso que la administración pontificia había dado a la investigación
arqueológica entre 1836-1870, durante el Comisariado de Visconti.
El cargo de Commissario delle Antichità fue abolido por el Decreto de 8 de noviembre
de 1870, que estableció la creación de la Soprintendenza per gli scavi e la conservazione
dei monumenti della Provincia di Roma. Visconti, como otros muchos, rehusó jurar

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fidelidad al nuevo régimen y dimitió de sus cargos. El primer Soprintendente fue Pietro
103
Rosa .
Al año siguiente de la “toma de Roma”, el Estado italiano dicta la ley de 28 de junio de
1871, que aunque en un principio contempla la abolición de los fideicomisos, prevé, sin
embargo en su artículo 4, que hasta que no sea por ley especial establecido otro
procedimiento, las galerías, bibliotecas y otras colecciones de arte o antigüedad
permanecerán indivisas e inalienables hasta el momento de la resolución del fideicomiso
por sus herederos o aventi causa”, mientras que en su artículo 5 se disponía que “hasta
que no sea establecido procedimiento por ley general continuarán en vigor las leyes y
reglamentos especiales relativos a la conservación de los monumentos y de los objetos
de arte. Ello suponía que el régimen de protección preunitario de Roma, especialmente
el Edicto Pacca, permanecía vigente en fechas tan avanzadas, toda vez que el nuevo
Reino de Italia no manifestó un gran interés por la protección del patrimonio histórico ni
por la reglamentación de las excavaciones arqueológicas que supusiera la puesta en
marcha de una intervención pública que limitase la iniciativa individual o la propiedad
privada, y ello a pesar de que el Piamonte, núcleo del nuevo reino, había creado en 1832
una Giunta di antichità e Belle Arti, encargada de proponer procedimientos para la
104
conservación de los objetos arqueológicos y artísticos . De hecho es significativo como
no prosperó el proyecto Correnti de 1872, que consideraba inapropiado el mantener la
legislación preunitaria, y que propuso una normativa muy avanzada para su tiemp en el
que se establecía la necesidad de confiar la vigilancia del patrimonio al Ministerio de
Instrucción Pública y en las Provincias a unas Comisiones y que preveía prohibir las
105
exportaciones sin la previa autorización ministerial . Al mismo tiempo proponía
establecer un sistema regulador de las excavaciones arqueológicas. Todo ello se
consideró una limitación a la libre disposición de los bienes por los particulares. En
cuanto a Roma, una vez producida la unificación, es cierto que mantuvo su legislación
preunitaria por disposición de la Ley de 1871, pero también le era de aplicación el nuevo
código civil de 1865, que establecía una fuerte protección de la propiedad privada y una
desaparición de los fideicomisos, que era el vínculo más común en las colecciones
romanas. Habrá que esperar a la ley n. 1461 de 8 de julio de 1883, para que se asista a
una regulación de las colecciones fideicomisarias, con una orientación diferente a la de
la Ley de 1871, dado que aún respetando el vínculo indivisible consentía la venta, por
cualquier título, de las galerías, bibliotecas y museos declarando causahabientes
exclusivos al Estado, las Provincias, los Municipios y los Entes Públicos laicos,

103
Ronald T. Ridley, “To protec the Monuments”, p. 150.
104
Tommaso Alibrandi y Piergiorgio Ferri, I beni culturali, p. 5.
105
Nicola Greco, Stato di cultura, p. 32.

52
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quedando excluida la Iglesia, aunque manteniendo el vínculo de indivisibilidad. Fue en


este momento cuando ya el Decreto Pacca dejó de ser aplicable. La situación sin
embargo, lejos de mejorar, sufrió un enorme deterioro debido a la falta de medios
tuteladores y la opinión pública asistió atónita a como salieron al extranjero obras de arte
muy significativas como Il violinista de Rafael, hoy en la colección Rothschild de París o
La Madonna dell’Eucarestia de Botticelli, hoy en el Museo de Boston, obras que hasta
ese momento habían estado bajo la protección de la normativa preunitaria para
106
colecciones fideicomisarias . La respuesta no fue el endurecimiento de la legislación. Al
contrario, fueron rechazados los dos intentos de poner freno a la sangría, los proyectos
de ley de Villari y de Martini, ambos en 1892. En el proyecto de Villari se volvía a algunas
ideas del Decreto Pacca, como la necesidad de contar con un Catálogo y a la obligación
de los propietarios de objetos incluidos en él de comunicar las ventas, estableciéndose
un derecho de prelación a favor del Estado, así mismo se proponía una tasa de
exportación del 15% sobre el valor de los bienes. El de Martini también defendía la
creación del Catálogo, con objeto de conocer el censo de los bienes y retener en Italia
los bienes de notable interés cultural. Ambos proyectos fueron rechazados por
antiliberales, dado que todas las propiedades según el artículo 29 del Estatuto Albertino
eran inviolables y solo podría contemplarse la cesión forzosa previa indemnización. El
debate central era hacer conciliable los derechos de los propietarios y la obligación del
Estado de tutelar el patrimonio. Italia hubo de esperar, un largo tiempo desde la
unificación, para volver a retomar muchos de los conceptos en el que el Decreto Pacca
había sido pionero. Así, solo con la ley Nasi de 12 de junio de 1902 se tuvo un cuerpo
normativo unitario. Disciplinó la exportación renunciando el Estado al derecho a impedir
la salida pero por el contrario se reservaba un derecho de prelación por un tiempo
determinado. También declaró inalienables los objetos de los Municipios, las Provincias y
los de la Iglesia. Así mismo afrontaba la formación de un Inventario de bienes muebles
de valor histórico o artístico y reglamentaba el régimen de excavaciones reconociendo a
los privados la facultad de efectuarla, bajo la supervisión del Estado, con entrega del
cuarto del valor de lo hallado. Pero el sistema tenía sus defectos. Todo lo que no estaba
en el Catálogo o Inventario podía exportarse sin trabas, lo que supuso la necesidad, al
año siguiente, de promulgar la Ley de 27 de junio de 1903, que declaró la prohibición de
exportación a todos los bienes que simplemente tuvieran gran valor para la historia y el
arte. Finalmente la ley de 20 de junio de 1909, que estuvo en vigor treinta años, abolió el
que la tutela estuviese condicionada al Catálogo y la hizo extensible a todos los bienes
muebles o inmuebles que tuvieran interés histórico, arqueológico o artístico. Surgió así

106
Nicola Greco, Stato di cultura e gestione dei beni culturali, Bologna, 1981, p. 33.

53
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tras una evolución que comenzó en los primeros decretos papales desde León X y que
fue conformado el concepto de bien de interés cultural, para el que fue necesario formar
una conciencia sobre el interés general de los objetos del pasado, sobre todo de
aquellos que poseían valor de nuestra Historia y Civilización. Por último, la Iglesia con el
Tratado de Letrán de 11 de febrero de 1929 conseguiría poder gestionar sus propias
colecciones vaticanas de forma independiente pero sin contradecir la legislación italiana
a la que tanto ella misma había aportado.

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