Lo tectónico en la arquitectura renacentista como la causa principal de
armonía y belleza.
Carolina Quiñones Quiroz 20170243
El renacimiento arquitectónico comprendido para fines de esta argumentación
como un movimiento artístico, social y cultural dado alrededor del siglo XV - XVI en Europa, específicamente en Italia; donde de dignificó la rectitud de las líneas, la cuadricula exacta o composición modular, las formas geométricas cerradas dándole un nuevo sentido a la volumetría y al equilibrio formal de las masas. Igualmente ello refiere a un simbolismo alrededor de la regularización matemática y geométrica; todas las obras arquitectónicas que pertenecen a este periodo o se edifican bajo sus principios se entienden como una unidad indivisible que preserva la armonía en todas sus partes, la impresión unitaria existe hasta en los detalles, abarcando simultáneamente todos los componentes; es entonces que la esencia del renacimiento se ve reflejado en la fuerza del efecto total del proyecto, el valor artístico de la obra recae en sus motivos racionales. Sobre lo anterior mencionado, lo tectónico es una característica implícita de este momento estilístico que refiere a la pureza estructural, la lógica constructiva en su gran mayoría es muy sencilla y clara de entender, no hay elementos sobrantes que no cumplan una función estructural, desde la primera impresión del edificio es evidente la intención estructural, el traspaso de cargas se lee desde la volumetría exterior del edificio y aunque su espacialidad pueda ser compleja su solución es racional.
Para ejemplificar estos conceptos y cómo punto de partida del análisis
tomaremos abiertamente la Catedral de Santa María del Fiore construida y diseñada por Filippo Brunelleschi, específicamente la cúpula superior. Esta fue construida alrededor del año 1420, tiene una altura total de alrededor de 75 metros. Estructuralmente consta de un tambor octogonal de 15 metros de alto desde donde se apoyan ocho nervaduras con forma de costillas transversales que le dan forma redondeada a la cúpula acompañadas por otras dos intermedias por cada cara que ayudan q equilibrar el peso; estas costillas se encuentran arriostrada por una viga collarín de piedra y ladrillo y once anillos formados por arcos de ladrillo entre nervadura y nervadura. Lo valioso e interesante de la cúpula es que la cubierta curva está compuesta por dos capas muy similares entre ellas, cuyo interior es transitable creando una circulación totalmente innovadora que lleva hacia la linterna ubicada en la parte superior, ello se hizo con la intención de disminuir la carga por peso de la cúpula, junto con algunas otras connotaciones como el uso de tejas de techado popular para la cubierta de la zona curva, convierten al edificio en parte de su entorno y reafirman su valor como pieza unitaria en sí misma y con su entorno de forma muy renacentista. En este punto es evidente ante todo el carácter multidireccional del renacimiento como concepto, punto de partida y conclusión del proceso de diseño; el principio de unidad es bastante evidente en muchos niveles, estructural y constructivo. Desde el primer contacto con la cúpula resulta evidente que las decisiones estructurales son llevadas por la racionalidad y la claridad, las nervaduras principales intuyen el traspaso de cargas y el receptor de estas se denota grueso y macizo, las caras cubiertas con un material de otro color al de las nervaduras solo hace que estas resalten más como elementos verticales de mayor importancia estructural, al igual que la corona conocida como linterna luce ligera y transparente.
En mi opinión esta naturaleza de proceso de diseño tectónico basado en la
continuidad constructiva completa y al mismo tiempo compuesto por elementos geométricos cerrados puros y formas volumétricas limpias es la consolidación más completa de lo que significó en renacimiento para la arquitectura, la coherencia estructural en el proceso constructivo no simplifico la comunicación entre constructores fomentando la edificación en grandes cantidades; sino que sirvió de escalón para llevar el simbolismo unitario de la arquitectura renacentista a la realidad tangible convirtiendo principios en edificios. Es por ello que la belleza de la arquitectura renacentista no radica en lo banal de una forma volumétrica externa cualquiera que esta sea en la composición de sí misma; sino en la clara evidencia de que la razón de esa forma son todos estos complejos procesos de diseño. La volumetría final es un reflejo de las dinámicas entre elementos estructurales donde todo ocupa un lugar en la lógica de unidad constructiva siendo esta característica la más importante de todas y la que hace a la obra arquitectónica armoniosa, honesta y bella.