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Los
orígenes de la arquitectura gótica y el
concepto medieval de orden. [The Gothic
Cathedral: Origins of Gothic Architecture
and the Medieval Concept of Order]
(1956). (Madrid, Alianza, 1982.
Traducción de Fernando Villaverde).
INTRODUCCIÓN.—
Lo que este libro estudia no es tanto la estructura del idioma gótico, sino
la razón de su origen y el significado de su mensaje. La catedral gótica se
originó en la experiencia religiosa y la especulación metafísica, en las
realidades políticas y materiales de la Francia del siglo XII y en el genio
de los que la crearon.
Pero va a ser en el segundo cuarto del siglo XII cuando dos vigorosos
movimientos intelectuales captaron en Francia la filosofía agustiniana de
la belleza. El primero estuvo formado por el grupo de pensadores
platónicos que constituyeron la llamada Escuela de Chartres; el segundo,
de carácter antiespeculativo y ascético, procedía de los monasterios de
Cîteaux y de Claraval, y se personifica en San Bernardo. La civilización
francesa del siglo XII es, en buena medida, la síntesis de ambas
corrientes, de profundas conexiones íntimas, gracias a la común herencia
agustiniana, y de la que saldrá el gótico. La arquitectura gótica no habría
existido sin la cosmología platónica cultivada en Chartres y sin la
espiritualidad de Clairvaux.
Simson considera que el platonismo de Chartres era en muchos sentidos
un auténtico movimiento renacentista (opinión que difícilmente
suscribiría Erwin Panofsky). Los teólogos de la Escuela de Chartres
pensaban que el libro del Génesis y el Timeo de Platón (del que sólo
conocían un fragmento que no estaba redactado en el idioma griego
original) coincidían sustancialmente en lo que atañe a la creación del
universo y al propio Creador. La Escuela de Chartres concede una gran
importancia a las matemáticas y a la geometría, lo que tendrá
considerables consecuencias estéticas. Uno de sus principales
exponentes, Thierry de Chartres († 1155), concibe al Creador
auxiliándose de la geometría y la aritmética. El triángulo equilátero
simboliza la igualdad de las Tres Personas, mientras que el cuadrado
revela la inefable relación que existe entre el Padre y el Hijo. Dios es la
unidad suprema, y el Hijo es la unidad engendrada por la unidad, de
modo que resulta razonable que la Segunda Persona sea considerada el
primer cuadrado. Para algunos comentaristas, la Escuela de Chartres
pretendió transformar la teología en geometría.
Tetraktys o Tetorakutes
Los platónicos de Chartres definieron también las leyes según las cuales
se había levantado el edificio cósmico. Hacia finales del siglo XII, Alano
de Lille (Alanus ab Insulis, † en 1203 en Cîteaux, el doctor universalis)
describió la creación del mundo. Dios, dice, es el habilidoso arquitecto
(elegans architectus) que se construye el cosmos como palacio real,
componiendo y armonizando la variedad de las cosas creadas mediante
las «sutiles cadenas» de la consonancia musical. Las nociones
matemáticas dominan por todas partes la cosmología y la estética de
Alano de Lille, que fue quien más difundió las ideas de la Escuela de
Chartres.
Esta tendencia contra las imágenes era de raíz agustiniana. Pero San
Bernardo sólo la extiende a las iglesias y claustros de los conjuntos
monásticos; no a las catedrales, por ejemplo. Cuando San Bernardo
escribe su célebre Apologia, ya se advierte un cambio de tendencia
estilística incluso en Cluny. En parte, este cambio de orientación está
relacionado con la crisis económica de principios del siglo XII. Cluny se
vio forzado a regresar a su noble tradición espiritual. No obstante, la
crisis del lenguaje románico, con independencia de la crisis económica,
es un hecho a comienzos de la citada centuria (agotamiento del lenguaje,
cambio de gusto). Este cambio de gusto artístico cristaliza en torno a
1130. En síntesis, ceden la violenta y extasiada agitación de la línea, la
exuberancia del gesto y de la acción, el expresionismo ardiente. Ahora se
prefieren líneas rectas que se encuentran en ángulos rectos, expresándose
el pensamiento artístico en formas sencillas, enérgicamente trazadas y
separadas con claridad unas de otras. El modo de sentir los valores
tectónicos cambia. Las figuras tienden a hacerse serenas, apacibles y
monumentales (máximo ejemplo: el Pórtico Real de la Catedral de
Chartres). Aunque las primeras manifestaciones aparecen en la Lorena,
el nuevo lenguaje surge simultáneamente en Francia, Inglaterra,
Alemania e Italia. La influencia de Bizancio no es desdeñable. A pesar
de todo, aún hay centros y conjuntos monásticos que se resisten al
cambio de tendencia artística, sobre todo en Francia, como ha señalado el
profesor alemán Albert Boeckler en 1955.
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PARTE SEGUNDA: EL NACIMIENTO DEL GÓTICO.—
En las obras históricas redactadas por Suger, a las que dedicó sus
esfuerzos entre 1137 y 1144, especialmente en su Vie de Louis VI, se
hace evidente su teoría política, el objetivo último de su arte de gobernar.
Sus crónicas históricas no son una teodicea ni una filosofía de la historia,
como ocurre en su contemporáneo el obispo y cronista Otón de Freising
(ca. 1114 – 1158, sobrino por parte de madre del emperador Enrique IV
y tío del emperador Federico I Barbarroja). El prestigio de Suger era tan
grande, que cuando Luis VII marchó en 1147 a la Segunda Cruzada, él se
convirtió, por decisión de una Asamblea Real celebrada en Étampes, en
regente de Francia. Las dos esferas, la temporal y la espiritual,
parecieron fundirse en manos de Suger. Desde 1124, Saint-Denis se
convirtió en la capital religiosa del reino. El propio Luis VI la llama
caput regni nostri (capital del reino de Francia). Las donaciones reales
para engrandecerla fueron cuantiosas, sobre todo después de resolverse
satisfactoriamente la crisis de 1124. Desde que el nieto de Luis VI,
Felipe Augusto, devolviera los atributos de la realeza a Saint-Denis, la
abadía se convirtió en depositaria tradicional de la Corona, asegurando al
abad un papel decisivo en la consagración del rey. Este privilegio le debe
mucho a la labor de Suger. También consiguió una segunda concesión en
1124: el «indictum exterior», esto es, que el Lendit[2] (establecida en
1048), una de las ferias más famosas de Francia, se celebrase bajo los
auspicios de Saint-Denis[3], arrebatándole así la jurisdicción que sobre el
Lendit tenía el obispo de París. La fama de Saint-Denis como centro
religioso y de peregrinación (reliquias de San Dionisio[4] y de sus
compañeros Rústico y Eleuterio) corría paralela al éxito económico del
Lendit.
En los últimos años de su vida, Suger dedicó sus energías a preparar una
Cruzada, para la que estaba decidido a dedicar los ingentes recursos
económicos de Saint-Denis, y cuyo propósito era unir el corazón
religioso de Francia con el del mundo, es decir, con Jerusalén.
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BE:EC = EC:BC
Para dividir una línea por la sección áurea, se proyecta el cateto más pequeño sobre la
hipotenusa (obteniéndose el punto D). Un segundo arco desde el punto D hasta el
cateto largo da el punto E, el cual divide BC en la proporción de la sección áurea.
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Luis VII ↔ en 1137 con Leonor de Aquitania (anulado por el Papa en 1152): tuvieron a Alix de France.
Luis VII († 1180) ↔ en 1160 con Alix (Adèle o Alice) de Champagne (1140-1206): hijo, Felipe Augusto.
[1] Otto von Simson parece no tener aquí en cuenta la radical diferencia entre la
primacía de la luz coloreada en las edificaciones góticas primeras de la Isla de
Francia, y la luz blanca de las iglesias abaciales cistercienses. Esta diferencia la
señala muy expresamente Erwin Panofsky.
[5] Véanse al respecto los estudios de Ernst Hartwig Kantorowicz, Los dos cuerpos
del rey. Un estudio de teología política medieval (1957) (Madrid, Akal, 2012), y de
Walter Ullmann, Principios de Gobierno y Política en la Edad Media (1961)
(Madrid, Revista de Occidente, 1971).
[7] Reginald of Bar, obispo de Chartres entre 1182-1217; por su madre (Agnès de
Champagne, una hija de Thibaut IV el Grande, y, por tanto, tía de Felipe Augusto),
era primo de Felipe Augusto, rey de Francia. También por su madre era sobrino del
cardenal Guillermo de Champagne y de la hermana de éste, la reina de Francia, Alix
de Champagne (esposa de Luis VII).
[9] Blanca de Castilla (1188-1252), hija de Alfonso VIII de Castilla y esposa del
futuro Luis VIII de Francia desde el 22 de mayo 1200. Reina consorte desde el 14 de
julio de 1223, fue nombrada regente, debido a la muerte de su esposo, en 1226, hasta
que su hijo, Luis IX, se hizo cargo de los asuntos de Estado a partir de abril de 1235.