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La acción gubernamental, fuente de amplios subsidios para la inversión industrial a través de las
políticas cambiarias y crediticias, ha permitido la expansión, aceleración y ampliación del proceso
de industrialización. Sin la creación de industrias básicas (acero, petróleo) por el estado y sin los
subsidios del sistema cambiario y las tasas de interés negativas de los préstamos oficiales, la
industrialización no habría alcanzado la rapidez y amplitud que desarrolló durante ese cuarto de
siglo[6].
En este enfoque del desarrollo, el papel de la agricultura fue considerado como el de proveedora
de “excedentes” (de mano de obra, divisas y ahorro interno) para impulsar el desarrollo industrial.
No fue vista como una fuente de crecimiento del ingreso por sí misma. Sin embargo, la concesión
de subsidios a la industria significaba imponer un gravamen, implícito o explícito, sobre la
agricultura, que con toda probabilidad deprimiría sus perspectivas de crecimiento.
Las preocupaciones de muchas personas en los últimos años son debidas a que los
cambios que el hombre es capaz de provocar hoy en día son mucho más fuertes y
profundos que antes. Además de la aceleración de nuevas tecnologías tanto mecánicas
como químicas en combinación con la demanda creciente por productos agropecuarios,
están impulsando la apertura de nuevas zonas agrícolas en regiones donde los recursos
naturales no aguantan las modificaciones. Aunque creemos que la agricultura es una gran
industria al servicio del hombre, no podemos ‘tapar el sol con un dedo’. Donde existe
peligro de cambios irreversibles en el medio ambiente que a lo largo dejarán áreas que no
servirán para la agricultura ni para otro propósito hay que admitir que tales intervenciones
son injustificables, ilógicas y no merecedoras de llevar el título de “agricultura” (minería de
los recursos naturales sería una expresión más adecuada).
Productividad del sector pecuario
Síntesis
La vida de cada habitante del mundo está íntimamente relacionada con la agricultura y la
ganadería, en forma directa o indirecta por el simple hecho de que todos tenemos que
comer. Nuestra región de América Latina y el Caribe depende de la agricultura como base
de su economía en términos de trabajo, comercio interno y generación de divisas a través
de las exportaciones. Frente al creciente peligro de un deterioro catastrófico del medio
ambiente la agricultura responsable representa la única solución para contrarrestar las
tendencias negativas que atentan contra el desarrollo socio-económico de las
generaciones futuras. Por estas y otras razones, dedicarse a la agricultura es una
decisión tanto vocacional en pro de la humanidad como algo meramente técnico.
Los organismos recordaron que durante la crisis de 2007-2008 la pobreza se redujo en países
en donde creció el sector agrícola y el producto interno bruto (PIB). Sin embargo, apuntan que en
este año varios países del continente, entre ellos México, tuvieron bajos rendimientos y altas tasas
de pérdida en sus cosechas agrícolas, principalmente por la sequía y por efectos del fenómeno de
La Niña. Los organismos incluyeron a México entre cuatro naciones de la región donde resulta
notable la disminución del empleo rural.
Además 45% de quienes todavía se dedican a las actividades agrícolas son asalariados, no
dueños de sus propias tierras que trabajan por cuenta propia, a pesar de que las unidades
productivas se incrementaron casi 8% porque persiste la costumbre de subdividir la propiedad
entre las familias. México se colocó como segundo país de América Latina y el Caribe que más
redujo el número de hectáreas dedicadas al cultivo de maíz en cinco años, en un porcentaje de
5%, de acuerdo con los organismos.
Frente al incremento que han registrado 15 países de América Latina y el Caribe en las hectáreas
que destinan al cultivo de maíz, lejos de que México hiciera lo mismo en la misma proporción y
velocidad redujo la superficie para el que es su principal grano básico en 5%, sólo superado por
Guatemala que registró un desplome de más de 10% entre 2005 y 2009, último periodo del que los
organismos tienen cifras comparables de la mayoría de las naciones de la región.
En cambio, 15 de 26 naciones analizadas aumentaron las tierras para maíz y el nivel máximo de
17% correspondió a Guyana, seguido de Honduras, República Dominicana, Paraguay, El Salvador,
Cuba, Argentina, Trinidad y Tobago, Belice, Costa Rica, Colombia, Perú, Venezuela, Estados
Unidos y Ecuador. En otro comparativo más extenso referido al porcentaje anual en que creció la
superficie agrícola de cada país entre 1990 y 2009, México también se ubicó entre las naciones
que reportaron resultados negativos. Mientras República Dominicana, Nicaragua y Paraguay
aumentaron cada año las hectáreas para todos sus cultivos entre 1% y 2%, seguidos por otras 11
naciones que lo hicieron en menor proporción, México reportó una reducción anual de 0,20% al
respecto. En ese periodo, por ejemplo, Argentina y Brasil triplicaron la superficie dedicada a la
soya, aprovechando el encarecimiento de los alimentos.