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La agricultura colombiana en medio de la pandemia: los “peros” para lograr

su reactivación

El campo es el motor de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. De


hecho, la región produce suficientes alimentos para atender las necesidades de su
población y genera el 16% de las exportaciones de comida a nivel mundial. El sector
de la agricultura en Colombia ha sido uno de los más golpeados a raíz de la
pandemia por el Coronavirus. Son dos las grandes problemáticas que afectan a los
pequeños y medianos productores: la baja o nula demanda de sus productos y los
intermediarios.
Debido a la pandemia global provocada por el Covid-19, y con la intención de
minimizar el número de contagios, muchos países han optado por cuarentenas
generalizadas que restringen el movimiento de bienes y personas. Si bien la
mayoría de los países de la región decretaron al sector agropecuario como esencial
para garantizar la seguridad alimentaria, la situación ha implicado varios retos
relacionados con el transporte de la producción, la adquisición de insumos, la
contratación de mano de obra, la incertidumbre sobre precios y demanda, y la falta
de liquidez y crédito, entre otros. ¿Cuáles han sido los efectos inmediatos de la
pandemia para la agricultura familiar en la región? ¿Qué retos enfrentan nuestros
campesinos en este contexto?
Desde que empezó el aislamiento, entre las actividades económicas que no se
detuvieron por ser indispensables para el país han estado la producción, distribución
y comercialización de alimentos. De hecho, a pesar de que el dato incluye los meses
de enero y febrero —cuando aún no se había confirmado el virus SARS-CoV-2 en
Colombia—, la agricultura creció 6,8 % en el primer trimestre del año; de lejos, la de
mejor resultado.
Sin embargo, esto no se ha traducido necesariamente en un beneficio para los
productores. En primer lugar, como dice Luis Alejandro Jiménez, presidente de la
Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), si bien los productores
rurales tienen la “protección natural” de estar aislados del mundo urbano, es escaso
el acceso a dotaciones de bioseguridad que les permitan protegerse y cumplir con
los protocolos de bioseguridad exigidos.
Pero, además, la crisis sanitaria y económica ha implicado una caída en el consumo,
por un lado, porque sectores que antes demandaban alimentos, como el de
hotelería o los restaurantes, han cerrado o disminuido sus ventas casi por completo.
Por otro, el hecho de que 5,3 millones de colombianos hayan quedado sin trabajo,
según el dato de abril, implica una pérdida de ingresos y, por tanto, de capacidad
de consumo.
Los productores del país califican la situación de “insostenible”, porque el dinero que
les queda no refleja el trabajo duro que representa mantener un cultivo y
transportarlo. Además de los intermediarios, quienes son los que se quedan con las
ganancias.
El Dane reveló que de las 12 ramas que mide para calcular el Producto Interno Bruto
(PIB), solamente 3 tuvieron variaciones positivas en el segundo trimestre del año, y
el agro fue una de ellas, con un crecimiento del 0,1 por ciento.
Dentro de los subsectores del agro, el único que repuntó fue la pesca, que se
expandió en 50,3 por ciento. Los demás se desaceleraron, incluido el café, que
tradicionalmente es impulsor de todo el sector, pero en el segundo trimestre
disminuyó en 3,7 por ciento.
Mirando hacia el futuro, los productores esperan que la situación productiva se
agrave en la siembra, cosecha y venta. Un 40% piensa que el coronavirus traerá
problemas para la cosecha futura, mientras que un 53% planea sembrar una
cantidad menor a la usual debido a la crisis. Un tercio de los productores asignó
esta probable reducción en la siembra a una menor demanda observada, mientras
que otro tercio identificó la falta de dinero para comprar nuevos insumos como la
razón principal
Otro de los puntos más importantes y significativos de esta discusión es el impacto
ambiental que trajo, no solo la crisis sanitaria por el COVID- 19 sino que la
agricultura colombiana en la misma. En medio de la crisis sanitaria y económica
que vive el país, las empresas no pierden de vista la importancia de trabajar en
materia de sostenibilidad y de aportar en la protección del medio ambiente, con
miras a dejarle unas mejores condiciones en este tema a las próximas
generaciones.
Así lo revela una encuesta realizada por la compañía PAR servicios, la cual indica
que las compañías también trabajan con miras a generar bienestar social a las
personas de su influjo, procurando mantenerse productivas.
El sondeo, realizado entre 350 empresas proveedoras de los sectores de
construcción, transporte, comercio, servicios, turismo, agroindustria y minería,
arrojó que el 78 % de los encuestados cuenta con políticas relacionadas con la
gestión ambiental, mientras que el 64 % maneja políticas de no discriminación, el
57 % de estas defienden la equidad de género y tan solo el 48 % tienen en cuenta
darle prioridad a los proveedores locales a la hora de comprar sus insumos.
Para la directiva, entrar en el camino de la sostenibilidad garantiza oportunidades
de crecimiento y empoderamiento de los empleados y la implementación de una
serie de prácticas al interior de las empresas que las llevan a ser más productivas,
a mantenerse vigentes y a optimizar recursos, por ejemplo, con estrategias de
economía circular que permiten darle valor a lo que antes se iba a la basura.
Muchos y complejos son los problemas por resolver que tiene el agro colombiano,
y la pandemia no está haciendo más fácil la tarea. Espacios como el Consejo
Nacional Agropecuario son los llamados a mantener las discusiones sobre los
asuntos transversales y estructurales del sector, y así lo reconoció el ministro
Rodolfo Zea. Organizaciones como la ANUC confían en que este sea convocado y
que las soluciones de fondo que demandan los productores no se dejen de buscar
a pesar de la coyuntura.
Los países de la región deben adoptar medidas que: (i) aumenten la liquidez de los
productores para que mantengan sus actividades productivas y no se generen
disrupciones en la oferta de alimentos, con especial atención a pequeños y
medianos productores; (ii) mantengan el acceso a servicios de transporte a precios
razonables para garantizar que no haya disrupciones en la distribución de alimentos;
y (iii) mantengan o incrementen la demanda de alimentos. Solo de esta forma
podremos proteger a los campesinos quienes producen nuestros alimentos y que
son los guardianes de nuestra seguridad alimentaria.

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