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INDICE GENERAL

PREÁMBULOS I
Credenciales <I>. Presentación del libro <III>. Introducción
<VI>. Indices <VII>.
PRIMERA PARTE: PREHISTORIA Y ANTIGÜEDAD
CAPÍTULO I - L o s PRECURSORES NÁUTICOS 3
Algunos juicios sobre la época antigua <3>. Los antiguos y el
mar <5>. Actividades marítimas durante la antigüedad <8>. La
marina antigua <9>.
CAPÍTULO II - PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS 11
Los faraones y el mar <11>. Los fenicios colonizadores <13>.
Los griegos, señores del Mediterráneo < 15>.
CAPÍTULO I I I - L A S GUBRRAS MÉDICAS ( 4 9 0 - 4 4 9 ) 17
Los beligerantes< 17>. Las primeras dos guerras médicas < 18>.
Tres combates ante cabo Artemisio < 19>. Batalla naval de Sala-
mina <21 >. La liga de Délos <22>. La marina ateniense <24>.
CAPÍTULO IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES A ALEJANDRO M A G N O . . . . 26
Comienzo de las guerras civiles <26>. Batalla de las islas Sybota
(año 432 a C) <27>. Batalla de las Arginusas (agosto de 406 a C)
<28>. Caída de Atenas (404 a C) <3 0>. Últimas contiendas en el
Mediterráneo oriental <30>.
CAPÍTULO V - L A S GUERRAS PÚNICAS 32
La marina, trescientos años antes de Cristo <32>. Comercio,
puertos y descubrimientos geográficos <35> Guerras púnicas: los
beligerantesy sus móviles <3 5> Primera guerra púnica (264 al 241
aC)<37>. Segunda guerra púnica (218 al 201 aC) <38>. Arquí-
medes y las actividades navales <40>. Tercera guerra púnica (150
al 146 a C) <41 >. Batalla de Milea (260 a C) <42> Batalla del
monte Ecnomo (257 a C) <44>. Batalla de las islas Egates (241
a C) <48>.
VIII
CAPÍTULO V I - LUCHAS CIVILES EN R O M A (102al27aC) 50
Antecedentes <50>. Preparativos del conflicto entre Octavio y
Antonio <51>. Batalla de Accio (2 de septiembre de 31 aC) <52>.
Declinación delamarinade guerra romana <55>.
CAPÍTULO V I I - R O M A ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO 56
Augey decadencia <56>. Caída del Imperio Romano de Occidente
<57>. Causas del derrumbe del Imperio Romano <59>. La náuti-
ca al finalizar la antigüedad <60>. Puertos artificiales romanos
<61>.

SEGUNDA PARTE : EDAD MEDIA


CAPÍTULO V I I I - PRESENTACIÓN DEL MEDIOEVO 65
Delimitación del período <65>. El mundo a fines del siglo <65>.
Rasgos del medioevo <6ó>. Aspectos culturales y tecnológicos
<68>. El comercio en la edad media <69>.
CAPÍTULO IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 72
Tipos de buques de guerra <72>. Mejoras técnicas en los buques
<73>. El 'fuego griego', lapólvoray la artillería <74>. Personal,
organización y mando <7 5>. Conocimiento del entorno cosmográ-
fico <77>. La aguja magnética <78>. Estrategia y táctica. Una
ordenanza del emperador León <79>.
CAPÍTULO X - E L ESCENARIO MEDITERRÁNEO (siglos VI a XV) 81
CAPÍTULO X I - E L IMPERIO BIZANTINO 85
Constantinopía <85>. El Imperio contra los vándalos y ostrogodos
<86>. Los árabes <87>. La expansión árabe <88>. Los sarra-
cenos <90>.
CAPÍTULO X I I - L o s REYES DEL MAR NÓRDICOS 92
Los vikingos o normandos <92>.01afTryggvesony la batalla de
la isla Swold <93>. Los normandos invaden Inglaterra <95>.
Los normandos en el Mediterráneo <96>.
X
TERCERA PARTE: EPOCA MODERNA
CAPÍTULO X X I - INTRODUCCIÓN A LA ÉPOCA MODERNA 153
Delimitacióny definición< 153> Los protagonistas políticos<l 54>
Ladiplomacia<155>.
CAPÍTULO X X I - EL BUQUE Y SUS ACCESORIOS 156
Los buques al iniciarse la modernidad < 156>. Nuevos buques: de
lacarabela al navio de línea < 15 8>. Cálculo de la posición del bu-
que en la mar <160>.
CAPÍTULO X X I I - L o s DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 163
Los descubrimientos portugueses <163>. El primer viaje de Colón
<164>. Los otros viajes de Colón < 167>. Primeras exploraciones
del Pacífico <169>. Exploraciones marítimas modernas <172>.
CAPÍTULO X X 1 1 I - EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO 175

Panorama General <175>. Turquíacontra Venecia<l 77>. Turquía


contra Rodas <179>. Nuevamente Turquía contra Venecia<l 80>.
Los piratas berberiscos <1 82>. Caída de Rodas <183>.
CAPÍTULO X X I V - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 184
Contra Francisco I de Francia: Batalla del Cabo Orso (28 de mayo
de 1528) <184>. Contra los turcos: acción de Prevesa <189>.
Contra los piratas argelinos < 192>. La alianza turco-francesa
<193>. Europa a la abdicación de Carlos V <196>.
CAPÍTULO X X V - FELIPE II CONTRA LOS TURCOS 198
Contra los piratas norafricanos <198>. Defensa de Malta (1565)
<200>. La expedición que nunca llegó a Chipre <202>.
CAPÍTULO X X V I - LA BATALLA DE LEPANTO 206
Los beligerantes <206>, Situación previa y preparativos <208>.
Preparativos. Toma de Famagusta <209>. La concentración de las
flotas <211>. La batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571) <213>.
Después de la batalla <216>.
IX
CAPÍTULO X I I I - ACTIVIDADES NAVALES DE LOS FRANCOS 97

C A P I T U L O X I V - L A S REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS


Y LAS CRUZADAS 99
Las repúblicas marítimas italianas <99>. Las cruzadas <101 >.
Resultado de las cruzadas <106>.
CAPÍTULO XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
(SIGLOS X I I I A X V ) 107
Panorama General < 107>. Las 'vísperas sicilianas ^ <108>. Géno-
va contra Pisa: batalla de la Me loria (1285) <110>. Francia contra
Aragón: batalla del golfo de Rosas (1285) <113>. Génova contra
Aragón <114>. Aragón contraNápoles <115>. Sicilia contra Ara-
gón y la casa de Anjou<l 16>. Los reinos ibéricos contra los mo-
ros <1 17> Aragón co ntra Ge no va: batalla de Ponza( 143 5) <119>.
CAPÍTULO X V I - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GENOVA 121
Acciones de Cabo Malvasa, Durazzo y Trapani <121 >. Venecia
contra Ancona<122>. Acción de Sapienza (año 1294)<122>.
Batalla de Curzola (8 de septiembre de 1298) <123>. Batalla del
Bosforo (13 de febrero de 1351) <125>. Batallas de Alghero y
Sapienza (1353 y 1354) < 127>. Anzio, Polay la campaña geno-
vesade Dalmacia (1378-79) < 128>. Embotellamiento de Chiog-
gia(1380)<130>.
CAPÍTULO X V I I - CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA M A N C H A 134
Primeras batallas navales entre Francia e Inglaterra < 134>. Fran-
cia contra Flandes <135>. La guerra de los Cien Años <137>.
Batalla de Sluys (24 de junio de 1340) <139>. Combate de La
Rochelle (1372) <141 >.
CAPÍTULO X V I I I - ESCANDÍNAVIA Y LA LIGA HANSEÁTICA 143

CAPÍTULO X I X - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO 146


Creciente amenaza turca <146>. Caída de Constantinopla < 148>.
XI
CAPÍTULO X X V I I - L A REBELIÓN D E FLANDES 218
Antecedentes históricos <218>. La lucha en Flandes <219>. Los
holandeses salen a los océanos <222>. Independencia de las Pro-
vincias Unidas <223>.
CAPÍTULO X X V I I I - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 225
Los ingredientes de lahostilidad<225>. Preparativos parala invasión
de Inglaterra <227>. La 'Gran Armada' en campaña <230>. La
odisea del retorno <234>. Comentarios <235>. Consecuencias del
desastre <236>. El almirante Yi-Sun-Si v su nave acorazada <23 7>.
CAPÍTULO X X I X - L A PRIMERA MITAD DEL SIGLO X V I I 239
Colonias y comercio ultramarino de Europa <239>. Richelieu,
La Rochelle y la marina francesa <244>. La guerra de Treinta
Años <246>.
CAPÍTULO X X X - D o s GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 251
El motivo de la ruptura <251>. La primera guerra <253>. Expe-
diciones de Cromwell al Mediterráneo y las Antillas <257>. La
segunda guerra <25 8>. Combate de los Cuatro Días (1 al 4 de
junio de 1666) <259>. Batalíade Gunfleet (25 al 27 de julio de
1666) <262>.

CAPÍTULO X X X I - L A S PRIMERAS GUERRAS D E LUIS X I V 265

Pretensiones territoriales de los estadistas franceses <265>. La


guerra dedevolución<266>. La guerra conlos Países Bajos<267>.
Batalla de Solebay <268>. Batallas de Schooneveldt (junio de
1673) <270>. Batalla de Texel (21 de agosto de 1673) <272>.
Segunda fase de la guerra franco-holandesa <273>. Batallas de
Stromboli, Agosta y Palermo (enero-mayode 1676) <274>. Ex-
pediciones contra Argel <276>. Derecho internacional <278>
Adelantos de la náutica en el siglo XVII <279>.
CAPÍTULO X X X I I - L A S ÚLTIMAS GUERRAS D E L U I S X I V 280

Guerracontra la Liga de Augsburgo <280>. Combate de Beachy


Head (o Beveziers) <282>. Batalla de La Hougue (19 de mayo
XII
de 1692) <283>. Ultimas acciones <286>. La guerra por la su-
cesión de España <286>.
CAPÍTULO X X X I I I - G U E R R A POR LA SUCESIÓN AUSTRÍACA 290

Antecedentes <290>. Batalla de Toulon (Febrero de 1744) <291>.


Combate del cabo Finisterre (14 de mayo de 1748) <293>.
CAPÍTULO X X X I V - W Í L L I A M PÍTT CONTRA LUIS X V 295
Francia conquista Menorca < 2 9 5 > . La guerra de Siete Años
< 2 9 7 > . Batalla de Quiberon ( 1 9 de Noviembre de 1 7 5 9 ) < 2 9 7 > .

CAPÍTULO X X X V - TRECE COLONIAS ANGLOAMERICANAS SE INDEPENDIZAN 299


Síntesis preliminar < 2 9 9 > . En los mares de Europa: combate de
Ouessant ( 1 7 7 9 ) < 3 0 1 >. En los mares de América < 3 0 2 > Batalla
del Paso de Los Santos ( 1 2 de abril de 1 7 8 2 ) < 3 0 3 > Asedio de
Gibraltar ( 1 7 8 2 ) < 3 0 7 > . Las hazañas del corsario Suffren < 3 1 0 > .
CAPÍTULO X X X V I - CONFLICTOS DEL IMPERIO R U S O 312

CAPÍTULO X X X V I I - R U M B O A LA EDAD CONTEMPORÁNEA 315


Anticipos: la ilustración y larevolución industrial <315>. Cons-
trucción y armamento navales <317>. El personal y las tácticas
navales<318>.

CUARTA PARTE : EPOCA CONTEMPORÁNEA

CAPÍTULO X X X V I I I - PRESENTACIÓN DE LA ÉPOCA 323

CAPÍTULO X X X I X - U N A NUEVA ERA NAVAL 327


Nuevas tácticas y armamentos <327>. Nuevos buques <328>. La
primera etapa <329>. La segunda etapa <329>. La tercera etapa
<330>. La cuarta etapa <331>. Laquintaetapa<332>.
XIII
PRIMERA ETAPA: POSTRIMERIAS DE LA VELA
CAPÍTULO XL - INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA ETAPA 336
Los últimos perfeccionamientos del velero <336>. Clasificación de
los veleros <3 3 8> Las marinas europeas al iniciarse esta etapa<340>
CAPÍTULO X L I - EUROPA CONTRA LA REVOLUCIÓN FRANCESA 342
Las sucesivas asambleas nacionales francesas y sus guerras
<342>. Las marinas adversarias <343>. Combate del' 13 Prairial'
(1 ° de j unió de 1794) <344>. Batallas del cabo Noli y de Groix (1795)
<346> La guerra baj o el Directorio <348>. La expedici ón a Irlanda
<349>. Reorganización de la marina británica <3 51 >. Batalla de
San Vicente (14 de febrero de 1797) <3 52>. Expedición a Tenerife
(24 de julio de 1797) <353>
CAPÍTULO X L I I - LA ERA DE NELSON 355
Bonaparte, de súbdito a autócrata <35 5>. Tres planes sucesivos
de Napoleón para abatir al Reino Unido <3 56>. La expedición a E-
gipto <357>.LabatalladeAbukir(1 °deagostode 1798)<358>. La
liga de las potencias del norte. La campaña del Báltico. Paso del
Sund <362>. Ataque naval a Copenhague (2 de abril de 1801)
<363> Combate de Algeciras (6 de julio de 1801 )y desquite dellO-
11 de julio <365>. Primer intento de invasión a Inglaterra<367>.
Segundo intento de invasión a Inglaterra <3 68>. El plan de Napoleón
<369>. Combate de Finisterre(22 de j ulio de 1805)<3 72>.Bata-
11a de Trafalgar (21 de octubre de 1805) <373>. El almirante Hora-
tioNelsonysuescuela<377>. La estrategia naval de Napoleón<383>.
CAPÍTULO X L I I I - DE TRAFALGAR A WATERLOO 385

Los dos bloqueos <385>. Bombardeo de Copenhague (2 al 7


de septiembre de 1807) <38ó>. Francia recurre a la guerra de
corso<387>. Actuación de Cochrane en Aix (11 de abril de
1809) <388>. Batallade Lissa (13 de marzo de 1811)<388>.
Caída del Emperador <390>.
CAPÍTULO X L I V - GUERRA BRITÁNICO-NORTEAMERICANA ( 1 8 1 2 - 1 4 ) 391
Antecedentes <391 > Bloqueo británico y combates singulares <392>
XIV
Combates lacustres <3 94>. Combate del lago Champlain (11
de septiembre de 1814) <395>. Combate naval deValparaíso
(28 de marzo de 1814) <395>
CAPÍTULO X L V - EMANCIPACIÓN DE HISPANOAMÉRICA 400
Causas, etapas y caracteres del proceso <400>. Fechas claves del
proceso de independizaciónhispanoamericana<406>.
CAPÍTULO X L V I - L A S DOS PRIMERAS ESCUADRAS HISPANOAMERICANAS 408
Antecedentes <408>. La marina ríoplatense <409>. La marina
gran-colombiana <412>. Combate de Angostura y campañas
posteriores de Brion <414>. Batalla del lago Maracaibo (24 de
julio de 1823) <415>. Actuaciones posteriores gran-colombia
ñas<416>
CAPÍTULO X L V I I - LA GESTACIÓN DEL PODER NAVAL CHILENO 417
La Patria Vieja' <417>. ' Patria nueva\ Este triunfo y cien más...
¿

<420>. Corsarioschilenos <421>. El primerabordajc <424>.


CAPÍTULO X L V I I I - LA PRIMERA ESCUADRA CHILENA 428
Formación de la escuadra <428>. Primera campaña de la escuadra
<429>
CAPÍTULO X L I X - PRIMERAS DOS CAMPAÑAS DE COCHRANE 432
Biografía del personaje <432>. Ataques a El Callao <434>.Toma
de Valdivia (3 y 4 de febrero de 1820) <436>.
CAPÍTULO L - LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA DEL PERÚ 441
Proyectos y preparativos <441 >. Zarpe, travesía y arribo <443>,
Toma de• la Esmeralda en El Callao (5 de noviembre de 1820)
<444>. Ultimas actividades de la escuadra en el Perú <448>. Des-
arme de la escuadra y despedida de Cochrane <450>.
CAPÍTULO LI - INDEPENDENCIA DEL BRASIL Y SU CONFLICTO CON LA
ARGENTINA 452
Brasil se segrega del Portugal <452>. GuerraentreBrasilyArgen-
tina<455>. Primeras operaciones en el Plata <456>. Expedición
argentina a costas del Brasil <458>. Operaciones en el río Uru-
XV
guay:Juncal (8 y 9 de febrero de 1827) <459>. Carmen de
Patagones <460>. Combate naval de Monte Santiago (7 y 8 de
abril de 1827) <461>. Actividad corsaria argentina <462>.
CAPÍTULO L I I - EMANCIPACIÓN DE GRECIA 463
Primera fase: Los griegos contrael Sultán, solos <463> Interven-
ciónnorafricana: combates de Ipsaray Trípoli <466>. Interven-
ción europea: batalla de Navarino (20 de octubre de 1827) <466>.
CAPÍTULO L I L I - LA ARMADA CHILENA EN LA LIBERACIÓN DE CHILOÉ
Y EN LA GUERRA CONTRA SANTA C R U Z 469

La incorporación de Chiloé a la República de Chile <469>. La


amenazante Confederación Perú-Boliviana <471 >. Campañas na-
vales de Blanco y Simpson <472>. La expedición militar de Bul-
nes <474>. Combate de Casma (12 de enero de 1839) <476>
CAPÍTULO L I V - EL OCASO DEL VELERO DE GUERRA 478
Transición de la velaa la hélice <478> Franceses en México y Egip-
to <479>. Británicos en China <479>. Conflictos en el río de La
Plata<480>. Ocupación chilena del estrecho de Magallanes <481>.

SEGUNDA ETAPA : LA ERA DEL BUQUE DE HIERRO


PROPULSADO A VAPOR
CAPÍTULO LV - EVOLUCIÓN DE LAS TÉCNICAS NAVALES 486

Visión General <486> Lanavegaciónavapor<487>. Contribu-


ción de Chile al buque de guerra a vapor <488>. Desarrollo de la
navegación comercial <491 >. Progresos en la navegación as-
tronómica <492>. Telegrafíaalámbrica<493>. Lahélice<494>.
Progresos artilleros: la nitroglicerina y el cañón rayado <494>. Los
primeros acorazados <495>. Aíbores.del armasubmarina<497>.
La Cruz Roja <498>. El canal de Suez <498>.
CAPÍTULO L V I - GUERRA DE CRIMEA 500

Batalla naval de Sínope (30 de noviembre de 1853) <500>.


Bombardeos de Sebastopol y Kilburn <501 >. Tratado de 1856
en París <503>.
XVI
CAPÍTULO L V I I - GUERRA DE SECESIÓN NORTEAMERICANA 504

Sus causas <504>. Sinopsis de laguerra <505>. Los potenciales


navales en pugna <506>. Los dos primeros años de la campaña
atlántica <508>. Combate de Hampton Roads (8 y 9 de marzo de
1862) <509> Farragut contra New Orleans (24 de abril de 1862)
<512>. Campaña de) Mississippi medio <514>. Los tres últimos
años de la campaña naval atlántica <516>. Ataques submarinos
<518>. Ataque a Mobíle (5 de agosto de 1864) <519>. Los cor-
sarios confederados <520>.
CAPÍTULO L V I I I - ESPAÑA CONTRA P E R Ú Y CHILE 522

Antecedentes <522>. Fuerzas navales y planes preliminares de los


beligerantes <523>. Combate de Papudo (26 de noviembre de
1865) <524>. Acciones en el golfo de Ancud <526>. Bombardeo
de Valparaíso (31 de marzo de 1866) <529>. Comentarios sobre
esta guerra <530>.
CAPÍTULO L I X - G U E R R A DEL PARAGUAY 532
Origen y sinopsis <532>. Barroso y el combate lluvial de Riachue-
lo (11 de junio de 1865)<534>.
CAPÍTULO L X - G U E R R A AUSTRO - ITALIANA ( 1 8 6 6 ) 537
Antecedentes <53 7>. Batalla naval de Lissa (19 de julio de 1866)
<538>.
TERCERA ETAPA: ERA DE LOS BUQUES DE ACERO
Y DE LA ELECTRICIDAD
CAPÍTULO L X I - AVANCES TÉCNICOS NAVALES 544
Diseño de buques <544>. Progresos de laartillería <546>. El tor-
pedo automóvil <547>. La electricidad y su rol naval <549>. El
petróleo y sus proyecciones <550>.
CAPÍTULO L X I I - G U E R R A RUSO-TURCA POR LOS BALCANES 552
Antecedentes y sinopsis <552>. Las operaciones navales <553>.
CAPÍTULO L X I I I - GUERRA DEL PACÍFICO SUDORIENTAL 556
XVII
Antecedentesypotencialesnavales<556> Acción de Chipana (12
de abril de 1879) <5 5 8>. Duelos a muerte en Iquique y Punta Grue-
sa (21 de mayo de 1879) <558>. Correrías del Huáscar <560>.
Combate de Angamos (8 de octubre de 1879) <562>. Pisagua y la
contribuciónnaval a lascampañas del ejército <565>. Bloqueo de
El Callao <567> Sacrificada labor de las torpederas <570>. El ca-
pitán de fragata Arturo Prat Chacón <572>. El contraalmirante Mi-
guel Grau Seminario <574>. El vicealmirante Juan José Latorre Be-
navcnte<575>. El contraalmirante Carlos CondelldelaHaza<57ó>
CAPÍTULO L X I V - GUERRA CHINO-JAPONESA POR COREA 578
Los beligerantes <578>. Batalla del Yalu (17 de noviembre de
1894) <583>. Actuación de los torpederos en Weihai (o Wei Hai
Wei)<587>.
CAPÍTULO L X V - GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA 590
Causas y sinopsis <590>. Las armadas beligerantes <592>. Alista-
miento de las fuerzas <594>. Batalla naval de Cavite (1 ° de mayo
de 1898) <596>. La expedición del almirante Cervera <598>.
Bloqueo de Santiago de Cuba<600>. Batallade Santiago de Cuba
(3 de julio de 1898) <601 >. Consecuencias del colapso naval his-
pano <605>.
CAPÍTULO L X V I - GUERRA RUSO-JAPONESA 606
Antecedentes<606>. AtaquesjaponesesenPortArthuryChemul-
po (8 y 9 de febrero de 1904) <609>. Tres intentos de embotella-
miento <610>. Desastres navales rusos de 1 Oy 14 de agosto de
1904 <612>. La expedición de Rojdestvenski desde el Báltico
<613>. BatalladeTsushima: preludio y primeroscontactos <619>.
Batallade Tsushima (27 y 28 de mayo de 1905) <624>. Algunas
consideraciones sobre Tsushima <628>.

CUARTA ETAPA: ERA DHL ACORA7ADO, EL SUBMARINO.


LA INCIPIENTE AVIACIÓN NAVAL Y LA T.S.H.
CAPÍTULO L X V I I - NOVEDADES NÁUTICAS Y NAVALES 632
Telegraííasinhilos(T.S.H.)<632>.El girocompás <634>. El canal
XVIII
de Panamá <63 5>. Carrera armamentista y guerra de 1914-18,
acicates para crear nuevas armas <636>. Buques capitales <637>.
Aplicación del motor Diesel en las marinas <63 8>. Lanchas torpe-
deras rápidas italianas <639>. El submarino <640>. La conquista del
aire<641 >. Artilleríaantiaérea<642>. Laaviaciónnaval<643>.
La guerra química <644>. Un perfeccionamiento chileno <646>.
CAPÍTULO L X V 1 1 I - VISIÓN GENERAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL....647
Antecedentes políticos y estratégicos <647>. Rasgos de la guerra
<651 >. Primera etapa (1914) <652>. Segunda etapa (1915-7)
<654>. Tercera etapa (1918) <655>
CAPÍTULO L X I X - LA GUERRA NAVAL EN TEATROS PERIFÉRICOS 657
Fuerzas navales fuera de Europa <657>. Los cruceros Góbeny
Breslau <659>. Von Spee, de Tsingtao a Coronel <660>. Batalla
de Coronel (1 de noviembre de 1914) <661 >. Operaciones des-
pués de Coronel <664>. Batalla de las Falkland o Malvinas (8 de
diciembre de 1914) <666>. Rebusca del Dresden<669>. Los
corsarios al emanes <675>. El velero corsario Seeadler <676>. El
corsario Emden <678>. La barca Tinto <679>.
CAPÍTULO L X X - L A GUERRA E N E L M A R DEL N O R T E 681
Combate de He I gol and (2 8 de agosto de 1914) <681>. Bombar-
deo de Hartlepool <683>. Combate de Dogger Bank (24de enero
de 1915) <684> Preliminares de la batalla de Jutlandia <688>. Ba-
talla de Jutlandia: primera fase (31 de mayo de 1916)<691>. Ba-
talla de Jutlandia: segunda fase <692>.BatalIade Jutlandia: tercera
fase <693>. Cuarta fase de Jutlandia: laacciónnocturna<695>.
CAPÍTULO LXXI - L A CONTIENDA POR EL ESTRECHO DE DARDANELOS 697
Preámbulo <697>. Neutralización de los fuertes de entrada<700>.
Ataques contra las defensas intermedias <702>. Operaciones de
barrido <704>. Bombardeo del 18 de marzo <705>. Preliminares
del asalto anfibio <706>. El desembarco <708>. De mavo a di-
ciembre de 1915 <709>. La evacuación <710>.
CAPÍTULO LXXíl - L A GUERRA NAVAL EN EL ADRIÁTICO 715
Acciones torpederas en lacostaalbanesa <715>. Forzamiento del
XÍX
canal de Fasana<718>. Lanchas M. A. S. minadoras <719>. Com-
bate naval de Cortellazzo (16 de noviembre de 1917) <720>.
Hundimiento del Wien en la bahía de Muggia (9 de diciembre de
1917) <722>. La 'beffadi Buccari' <725>. Estreno de dos inven-
tos enPola: el Grillo y un torpedo humano <726>. El hundimiento
del" Szent Istvan" (10 de Junio de 1918) <728>
CAPÍTULO L X X 1 I I - LA GUERRA SUBMARINA Y ANTISUBMARINA 729
Submarinos alemanes contra mercantes aliados <729>. La lucha
antisubmarina <732>.Minaje y redes antisubmarinas <733>. El
embotellamiento de Zeebrugge (22 y 23 de abril de 1918)<734>.
CAPÍTULO L X X I V - T O M A DE LAS ISLAS BÁLTICAS 737
Los contendores <73 7>. Organización de la expedición <739>.
Actuación de la flota alemana <740>. Algunas operaciones terres-
tres <742>.
CAPÍTULO L X X V - PRESENCIA NAVAL DE LAS AMÉRICAS EN LA GUERRA...744
Situación europea en 1917-18 <744>. Entrada de los Estados
Unidos a la guerra <745>. La Armada de los Estados Unidos
('U.S.Navy') <746>. Intervención del Brasil <748>.
CAPÍTULO L X X V I - FIN DE LA PRIMERA GUERRA M U N D I A L 750
Armisticio y autodestrucción de la flota alemana <750>. Los
tratados de paz <751>.

QUINTA ETAPA: ERA DEL PORTAAVIONES,


LA GUERRA ANFIBIA, LOS INICIOS DE LA ELECTRÓNICA
Y EL OCASO DEL ACORAZADO
CAPÍTULO L X X V I I - ENTRE DOS GUERRAS MUNDIALES 756
El legado de la primera guerra mundial<756>.Problemas deri-
vados de los tratados<759>. Principales hechos en las relacio-
nes políticas internacionales<760>. Progresos del arte bélico
marítimo<763>. La flota alemana <766>. La flota británica
<768>. La flota francesa <769>. La flota italiana<770>.
XX
CAPÍTULO L X X V I I I - VISION GENERAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.... 7 7 2

Germinación del conflicto <772>. Ruptura de la paz <774>. Co-


miénzala 'Batalla del Atlántico'(1939) <775>. Ocupación de Dina-
marcayNoruega(abril-juniode 1940)<776>, Lacampañaalema-
na del oeste (mayo-junio de 1940) <777>. El pretendido 'mare-
nostrum' fascista <778>. Ataque alemán a la Unión Soviética
(1941) <779>. Japón contra los Estados Unidos:de Pearl Harbor a
Mar de Coral (1941-2) <780>. El frente ruso-alemán en 1942-3
<782>. La Guerra en el Pacifico en 1942 <783>. El frente africano,
hasta su desplome (1941 -3) <784>. Los aliados en Italia (1943-4)
<784>. La ofensiva contra Japón en 1943-4 <785>. Corso en el
Artico e incursiones aéreas sobre Alemania (1943-4) <786> Des-
r

embarcos aliados y repliegue alemán en todos los frentes (1944)


<787>. Rendición alemana <78 8>. Ultimas acciones y derrota del
/

Japón <789>. Algo sobre los tratados de paz <790>. Costos de la


segunda guerra mundial <791>. Repercusiones de la guerra <792>.
La Organización de las Naciones Unidas <793>.
CAPÍTULO L X X I X - LA G U E R R A NAVAL EN EL A T L Á N T I C O
Y M A R DEL N O R T E 794
La Batalla del Atlántico <794>. Corsarios alemanes de superficie
<796>. Submarinos corsarios <798>. Aviones corsarios <799>.
Lanchas rápidas torpederas <799>. La campaña del Admira! Graf
Spee <800>. Combate de Punta del Este o del Río de la Plata (13 de
diciembre de 1939) <802>. E\ Admira! Graf Spee en Montevideo.
Su fin <805>. Campaña de Noruega: antecedentes <807>. Campa-
ña de Noruega: ejecución <808>. Campaña alemana del oeste
<812> Acorazados alemanes en el Atlántico <813>. La flota britá-
nica en pos del Bismarck <814>.
CAPÍTULO L X X X - LA GUERRA NAVAL EN EL MEDITERRÁNEO 820
Primeros encuentros <820>. El teatro de operaciones noraíricano
<822>. Ataque aeronaval a Taranto (11 de noviembre de 1940)
<822>. Después de Taranto <825>. Fracasos italianos y socorro
aéreo alemán<826>. Gaudo y Matapán (28 y 29 de marzode 1941)
<827>. Ocupación germana de Yugoslavia y Grecia <831 >. Eva-
cuación británica de Grecia <833>. Asalto aerotransportado de
XXI
Creta <83 3>. Creta: evacuación del ejército británico <837>.
Conclusiones <838>.
CAPÍTULO L X X X I - EL PACÍFICO DE PEARL H A R B O R A MIDWAY 840

Antecedentes <840>. La flota nipona <841 >. La flota británi ca de


Singapur<843>. La flota norteamericana <844>.Ataquea Pearl
Harbor(7de diciembre de 1941)<846>. Expansiónjaponesaen
Asia <848>, Hundimiento del Prince of Wales y del Repulse (10 de
diciembre de 1941) <849>. Conquista de las colonias de Malaya
y Singapur <851 >. Conquista de las Filipinas <852> Conquista de
las Indias holandesas <85 3>. Batalla naval del Mar de Java (27 de
febrero al 1 ° de marzo de 1942) <85 5>. Conquista de los archipié-
lago s <858>. Situación en Nueva Guinea <859>. Réplica norte-
americana en el Pacífico sudoccidental <860>, Defensa británica
del océano índico <861 >. Batalla del Mar de Coral (4/8 de mayo
de 1942)<862>. Planjaponés contra Midway <866>. Batallade
Midway (4/6 de junio de 1942) <868>. El ataque a las Aleutianas
<870>. Conclusiones <871 >. Cronología del despliegue ofensivo
japonés<872>.

CAPÍTULO L X X X I I - LA REACCIÓN ANGLOSAJONA EN EL PACÍFICO 875


Situación al 31 de julio de 1942<875>. CampañadeGuadalcanal
<876>. Combate de isla Savo (8 y 9 de agosto de 1942) <878>
Combate al este de las Salomon (23 a25 de agostode 1942) <879>
Combate del cabo Esperanza ( 12 de octubre de 1942) <881>.
Combate de isla Santa Cruz (24 a 26 de octubre de 1942) <882>.
Batalla de Guadalcanal (12 al 15 de noviembre de 1942) <884>
Combate de Tassafaronga (30 de noviembre de 1942) <887>.
Recuperación de las Aleutianas <890>. Cronología de la campaña
deN. Guineae islas Salomon septentrionales (1943) <891 >.
CAPÍTULO L X X X I I I - LA GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL
(1942-43) 894
Noráfrica: replieguedeRommeleinvasiónanglosajona <894>.
Preparativos delasaltoaSicilia<895>. Asaltoa Siciliay a Calabria
<897>. Armisticio con Italia <898>. Desembarcos en el sur de
Francia y Grecia <902>.
904
r

CAPÍTULO L X X X I V - LA GUERRA EN EL. ARTÍCO


Preparativos alemanes para este nuevo frente <904>. El escape de
Brest de laescuadra alemana <905>. Ataques alos convoyes aRu-
sia en 1942 <906>. Primer combate naval del Cabo Norte <910>
La ilota británicametropolitana tómala iniciativa <911>. Ataque
submarino a\ Admira! Tirpitz (22 de septiembre de 1943) <912>.
Segundo combate del Cabo Norte (26 de diciembre de 1943)
<913>. Destrucción del Admira! Tirpitz <916>. Fin de los demás
buques capitales alemanes <917>. Los submarinos <918>.
CAPÍTULO L X X X V - EL FRENTE MARÍTIMO DE LA FRANCIA OCUPADA . . . . 9 1 9
La defensa de la costa y del tráfico marítimo alemanes <919>.
Golpes de mano británicos en la costa ocupada de Francia <920>
Ataques a convoyes <92ó>. Combate del golfo de Vizcaya (27 de
diciembre de 1943) <928>. Resumen de la situación estratégica
mundial al comenzar 1944 <930> Preparación del tercer frente eu-
ropeo <931>. El desembarco en Normandía<934>.
CAPÍTULO L X X X V I - LA OFENSIVA ANGLOSAJONA EN EL PACÍFICO 938
Sinopsis <938> El escenario geográfico <939>. La flota norteame-
ricana del Pacífico <944>. La situación general a diciembre de 1943
<945>. Choiseul y Bougainville <946>. Nueva Bretaña <947>.
Archipiélago Gilbert <948>. Archipiélago Marsball <949>. Secuen-
cia de la campaña del Pacífico durante el primer semestre de 1944
<950>. Islas Marianas: Saipan <952>. Batalla del mar de Filipi-
nas (19 y 20 de junió de 1944) <954>. Islas Marianas: asaltos a
Guam y Tinian <957>. La flotabritánicaen Sumatra <958>. Pro-
secución de la campaña del Pacífico entre agosto y octubre de 1944
<959>. Inicio de la campaña de Filipinas: desembarco en Leyte
<960>. El plan Sho contra la armada presente en el golfo de Leyte
<962>. Batalla aeronaval por el golfo de Leyte (23 a26 de octubre
de 1944)<964>. Preparativos para el asalto a Iwo Jima<969>.
Desembarco en Iwo Jima<971>. Campaña de Okinawa <973>.
Prolongación de la agonía por los 'kamikaze' <976>. Lametrópolis
imperial, asediada <978>. Balance de la segunda guerra mundial
<981>.
XXIII
QUINTA PARTE: ERA ATÓMICA Y ESPACIAL

CAPÍTULO L X X X V I L - . PRESENTACIÓN D E L A ÉPOCA 985


El avance científico y técnico <985>. Visión general de la "guerra
fría' <986>. Los conflictos internacionales del período <990>.
Algunos tratados internacionales <992>. Síntomas de un nuevo
orden a partir de 1990 <994>.
CAPÍTULO L X X X V I I I - L A S MARINAS DE GUERRA EN LA
NUEVA ERA 997
Progresos en los medios de lucha en el mar <997>. Nuevos tipos
de buques <1000>. La aviación naval <1005>.
CAPÍTULO L X X X I X - GUERRA DE INDOCHINA 1007
Antecedentes <1007>. Visión general de la guerra <1008>.
Fuerzas navales participantes <1009>. Operaciones navales
<1010>. Gestación de un nuevo conflicto <1011>.
CAPÍTULO X C - GUERRA D E C O R E A 1013
Antecedentes <1013>. Sinopsis de la guerra <1014>. Las pri-
meras operaciones navales <1016>. Desembarco en Inchon (13
a 15 de septiembre de 1950) <1017>. Contraminaje y desembar-
co en Wonsan <1021>. Contraminaje en Chinnampo <1024>.
Evacuación de Hungnam <1025>. Evacuación de Chinnampo e
Inchon <1025>. Operaciones de la aviación naval sobre el frente
terrestre <1026>. Consideraciones finales <1027>.
CAPÍTULO X C I - CONFLICTOS EN EL ORIENTE MEDIO
(1948-1973) 1028
Preámbulo <1028>.
I. Guerra de independencia de Israel <1029>.
Independencia de Israel <1030>.
II. Guerra del Sinaíy conflicto del canal de Suez (1956) < 1030>
Antecedentes <1030>. El plan anglo-francés-israclí <1031- >
XXIV
Fuerzas angla-francesas participantes <1032>. Ataques aéreos
iniciales <1032>. Tránsito de las fuerzas de invasión <1033>.
Desembarco en Port-Said (6 de noviembre de 1956) <1033>.
Actividades navales de Egipto e Israel < 1034>. Consecuencias
de este conflicto <1035>.
III. Guerra de los Seis Días (5 a 10 dejunio de 1967) <1036>.
Antecedentes <1036>. Operaciones militares y aéreas <1037>.
Las marinas beligerantes < 1037>. Operaciones navales <1038>.
Término de la guerra <1039>.
IV. Período de entre-guerras (1967-1973) <1039>
Generalidades <1039>. Hechos navales <1040>. Aconteci-
mientos conducentes a una nueva guerra abierta <1040>.
V. Guerra del Yom-Kippur (1973) <1041>.
Introducción <1041 >. Las acciones de guerra terrestre < 1042>.
La actividad aérea <1043>. El escenario del mar <1043> Pri-
mer combate de Latakia (6 de octubre de 1973) <1044>. Com-
/

bates frente al delta del Nilo < 1045>. Ultimas acciones navales
en el Mediterráneo <1045>. Acciones en el Mar Rojo <1046>.
Actuación de los submarinos < 1046>. Resultados y experien-
cias <1046>. Fin de la guerra <1047>.
CAPÍTULO X C I I - L A S GUERRAS DE VIETNAM ( 1 9 6 4 - 7 5 ) 1048

Preámbulo < 1048>. La ruptura < 1048>.


Primera guerra (1964-68) <1049>.
Lucha inicial (1964) <1049>. Intensificación de la guerra
(1965- 67) <1049> La ofensiva del Tet (1968) <1050>. Ope-
raciones navales 1965-68 <1051>. Operación 'Market Time 1

<1051>. Operación 'Game Warden' <1052>. La fuerza móvil


fluvial <1052> La situación en 1968 <1053>.
La falsa tregua (1968-72) <1054>.
Antecedentes <1054>. El plan estratégico 'Sea Lords' <1055>.
Operación 'SearchTurn' (1968) <1055>. Operación 'SeaFloat'
(1969) < 1055>. Operaciones en el Rung Sat (1969) < 1056> La
vietnam i zación <1056>.
XXV
Segunda guerra (1972-75) <1057>
Visión general 1972-74 <1057> La campaña final 1974-75
<1058>. Operaciones navales 1972-75 <1058>
Comentario final <1059>.
CAPÍTULO X C I I Í - GUERRA INDO - PAQUISTANA ( 1 9 7 1 ) 1060
Antecedentes históricos <1060> Conflictos fronterizos de 1947 y
1965 <1061>. La secesión de Pakistán oriental <1061>. Situa-
ción de los beligerantes <1062>. Fuerzas navales beligerantes
<1062>, Visión general de la guerra <1063>. Operaciones nava-
les en el golfo de Bengala <1063>. Operaciones navales en el
Mar Arábigo <1064>. Presencia naval de las super-potencias
<1065>. Fin de la guerra <1066>.
CAPÍTULO X C I V - (1982)
G U E R R A DEL ATLÁNTICO SUR 1067
Introducción <1067>. Los sucesos de Georgia del Sur <1068>,
Captura argentina de las Falkland <1069>. La captura argentina
de Georgia del Sur <1070>. Apresto de las fuerzas británicas
<1070>. Cómputo de potenciales <1070>. Despliegue británi-
co al Atlántico Sur < 1073> Recaptura británica de Georgia del
Sur (25 de abril) <1073>. Primeras operaciones británicas en el
área de la Falkland <1074>. Acciones aeronavales del 1 ° de ma-
yo <1075>. Despliegue naval argentino <1076>. Hundimiento
del crucero Bel grano (2 de mayo) <1076>. Las acciones navales
del 3 y 4 de mayo <1077>. Hundimiento del destructor Sheffield
(4 de mayo) <1077>. Operaciones navales hasta el 16 de mayo
<1078>. Preparación del desembarco anfibio <1079>. Incur-
sión a la isla Pebble (14 de mayo) <1080>. La operación 'Sutton'
de desembarco anfibio (21 de mayo) <1081>. Combates aero-
navales en San Carlos (21 de mayo) <1082>. Acciones aerona-
vales del 23 y del 24 de mayo <1084> Hundimiento del destruc-
tor Coventry (25 de mayo) <1085>. Hundimiento del Atlantic
Conveyor (25 de mayo) <1085>. La ofensiva terrestre británi-
ca <1086>. Ataque aéreo del 30 de mayo <1087>. Transporte
de tropas y ataque aéreo en Fitzroy <1087>. Ataque aéreo con-
tra lafragata Plymouth (8 de junio) < 1088>. La batallapor Puer-
to Stanley (12 al 14 de junio) <1089>. Operaciones posteriores
<1089>. Comentarios finales <1089>
XXVI
CAPÍTULO X C V - GUERRA ENTRE IRÁN E IRAQ 1091
Introducción <1091>. Antecedentes geográficos e históricos
<1092>. Gestación del conflicto <1094>. Fuerzas beligerantes
en 1980<1095>, Fuerzas terrestres <1095>. Fuerzas aéreas
<1095>. Fuerzas navales <1096>.
Visión general del desarrollo de la guerra <109ó>.
A ñ o 1980 <1096>. A ñ o 1981 < 1 0 9 7 > . A ñ o 1982 < 1 0 9 7 > .
A ñ o 1983 <1097>. Año 1984 <I098>. A ñ o 1985 <1098>.
A ñ o 1986 <1099>, A ñ o 1987 <1099>. A ñ o 1988 <1100>
La guerra en el mar < 1 1 0 2 > .
Los acontecimientos hasta 1 9 8 6 < 1 1 0 2 > . El ataque al destruc-
tor Stark ( 1 7 de mayo de 1 9 8 7 ) < 1 1 0 3 > . Acontecimientos entre
junio de 1 9 8 7 y marzo de 1 9 8 8 < 1 1 0 3 > , Operación 'Praying
Mantis' y acciones navales subsiguientes (18 de abril de 1988)
< 1 1 0 4 > . El incidente del Vincennes ( 3 de julio de 1 9 8 8 ) < 1 1 0 6 > .
Actividad aérea contra objetivos marítimos en 1 9 8 8 < 1 1 0 8 > .
Balance final en el frente marítimo < 1 1 0 8 >

CAPÍ TULO X C V I - GUERRA DE LA O . N . U . CONTRA IRAQ (1991) 1109


Introducción < 1 1 0 9 > Antecedentes de la crisis < 1 1 0 9 > . La
crisis provocada por Iraq < 1111 >. La invasión a Kuwait (2 de
agosto de 1 9 9 0 ) < 1 1 1 1 > . La operación 'Escudo del Desierto'
<1112>.
Componente naval de 'Escudo del Desierto' <1114>,
La operación Tormenta del Desierto' <1118>.
Visión general de la operación <1118>. Las operaciones en el
frente terrestre <1119>. Los misiles 'Scud' <1 122>.
Operaciones navales de la 'Tormenta del Desierto <1122>. 1

Bombardeos a Iraq <1122>. Operaciones en el mar <1123>.


Acciones contra la costa enemiga <1124> Transporte maríti-
mo <1125>. Comentarios finales <1125>.

BIBLIOGRAFÍA 1127
VI
Introducción
La historia es fuente principalísima para el conocimiento humano,
incentivo para ilustrarse, indicio de cultura y complemento de la geografía,
que es el ojo del mundo.
La historia es una ciencia que permite inferir la identidad del ser humano
a partir de sus obras. 'Magistra vitae\ sus juicios son siempre severos.
Completo archivo de enseñanza para cualquier actividad, con razón tiene
cabida en las academias y escuelas.
Suenan como axiomas el adagio de que la historia se repite o aquella
4 7

sentencia del Eclesiastés, de que 'nada nuevo hay bajo el sol'. Pues bien, esto
ocurre en la vida real. Constatamos situaciones similares en varias épocas de
la historia, aun separadas por centurias; ejemplo: la revolución social egipcia
del siglo XIII antes de Cristo, la revolución francesa del siglo XVIII de
nuestra era y la revolución rusa en pleno siglo XX; lastres, de una motivación
aparentemente común. Hermann Schneider señala en su libro "Filosofía de
la Historia" el eminente papel de ésta cuando expresa: 'La historia es la Gran
Madre de todos: del pensador que busca las fuerzas que actúan en la vida
social y las leyes que la rigen; del que no conoce a los hombres y quiere
aprender a tratarlos: el político, el militar, etc.'
Para cada país la historia es un bitácora; el conjunto de ellas conforma la
historia universal en todos sus aspectos o actividades. Los países marítimos
la proyectan al mar. Tripulando la balsa o la canoa, pasando por el remo, la
vela y el vapor, han llegado al navio atómico; todo eso, con sus actividades,
abraza la historia naval mundial. La historia naval sin duda es original y
cautivante, como lo reconocen algunos escritores. Su telón de fondo es el
mar proceloso, algo misterioso como el mundo. Ese viejo piélago, que tiene
mucho que contar sobre hazañas marineras, naufragios y conflictos; y
también sobre leyendas, mitos y supersticiones.
La historia en general y la naval en particular no son disciplinas
memorizantes, como mucha gente desde el colegio imagina. Como cualquier
tema, ora la literatura, ora la matemática, la astronomía o la náutica misma,
debe ser comprendida adecuadamente para encontrar lo que le da sentido.
A continuación intentaremos, pues, comprenderla.
PRIMERA PARTE
PREHISTORIA
Y ANTIGÜEDAD
CAPÍTULO I LOS PRECURSORES NÁUTICOS

Algunos juicios sobre la época antigua


Desde tiempos ignotos transcurrieron larguísimos siglos sin que el
hombre pudiera expresarse por escrito. Apenas dejó rastros de su existencia
en dibujos rupestres, fósiles y restos de sus utensilios, por lo que sobre esta
etapa sólo caben conjeturas.
La época antigua engloba las vicisitudes por las que pasó la humanidad
desde que se inició la escritura con los jeroglifos egipcios unos 4500 años
antes de Jesucristo, hasta el siglo V después del mismo, en que la cultura
griega, finalmente representada por el Imperio Romano y cristianizada,
amenazó sucumbir ante la irrupción de bárbaros venidos del nororiente. Baj o
un enfoque náutico, la época comprende desde las primeras canoas y balsas
hasta las escuadras de galeras que atravesaban el 'mare nosti^um' romano.
En el hemisferio occidental del globo terráqueo, las culturas antiguas más
admirables se desarrollaron alrededor del Mediterráneo.
Se conoce bastante de ellas, porque sus restos materiales y literarios se han
completado con excavaciones en los sitios arqueológicos correspondientes,
todo ello meticulosamente catalogado a fin de establecer identidades y
diferencias culturales entre susdiversos pueblosy los sucesivos subperíodos.
En general, los pueblos progresaron a parejas con la metalurgia: primero,
del cobre; luego, del bronce; y finalmente, del hierro, dada a conocer en el
Oriente Medio.
Al parecer, los pueblos semitas errantes en la región de Siria y Arabia
conquistaron las ciudades-estados súmeras, estableciendo sobre ellas el
primer imperio acádico y luego el primero babilónico, a los que siguieron el
de Asiría y otros hasta el advenimiento de los persas, todo a la vera de los ríos
4 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Tigris y Eufrates entre los años 3500 y 600 a.C. Para entonces ya existía
desde4200 a.C.la civilización egipcia, asentada en las márgenes del rioNilo.
Egipto, dividido en dos reinos antes de unirse baj o la égida de los faraones,
fue el primer Estado organizado, el inventor de la escritura, el poseedor de
los más avanzados sistemas agrícolas de entonces y el autor de un arte
notable. Hacia el 1200 a. C se le produjo una revolución social que alteró por
decenios eí desarrollo del país, destruyendo obras de arte e instalaciones, y
trastornando las labores. Pacificado por una nueva dinastía, se le introduje-
ron reformas sociales.
Los egeos, pueblo de mar anterior a los fenicios, crearon la navegación
de largas distancias -llamada entonces 'de punta a punta'- y el comercio
marítimo internacional; al mismo tiempo fueron maestros de los helenos.
Estos últimos asimilaron la cultura egeade la isla de Creta, se dispersaron por
las costas e islas del Mediterráneo y formaron la primera alta cultura europea.
En religión, el pueblo israelita logró antes que ningún otro atenerse a
conceptos monoteístas junto con una doctrina moral elevada. En él había de
brotar después el cristianismo.
El auge del mundo antiguo tuvo lugar entre los siglos V antes y V después
de Jesucristo.
Entre los siglos V y II a.C acaecieron las dos guerras llamadas médicas
y las tres guerrras púnicas. En ambos conflictos se batieron escuadras
completas, a remo y vela. En la segunda guerra médica, numerosas ciudades
griegas autónomas, diseminadas por el Mediterráneo, se aliaron para atajar
a Jeijes, cabeza del Imperio Persa, que pretendía conquistar Europa. Fue el
primer enfrentamiento de la historia entre Oriente y Occidente, Derrotado el
gran persa, la cultura griega pudo salvarse e incluso expandirse hacia el
Lejano Oriente Cierto es que después de las guerras médicas las repúblicas
helénicas fueron dominadas por los reyes de Macedonia; pero de mayor
monta que tal traspié fue la hazaña del macedonio Alejandro, llamado 'el
Grande', quien se propuso conquistar el Oriente con el objeto expreso de
difundir la cultura ateniense que él había aprendido de su maestro Aristóteles.
Si bien Alejandro consiguió en once años formar por la fuerza un imperio
que llegaba hasta la India, ese territorio tan heterogéneo se disgregó a su
muerte (323 a.C.) en cinco reinos.
A fines del siglo VI a. C. apareció en el escenario mediterráneo un pueblo
que por su espíritu tradicional y militar podríamos comparar con el espartano.
Saliendo de Roma, llegó a conquistar toda la península itálica y luego, para
r

combatir a Cartago, ciudad-Estado del norte de Africa fundada por colonos


CAP. I - LOS PRECURSORES NÁUTICOS 5
fenicios, creó una escuadra a partir de cero y arrasó el territorio de su
enemigo, haciéndolo desaparecer el año 260 a.C. A continuación Roma
dominó todo el Mediterráneo, apoderándose de los reinos del Cercano
Oriente que todavía regían los sucesores de los generales de Alejandro el
Grande; luego amplió fronteras terrestres por el septentrión, alcanzando
hasta Inglaterra y Rumania (Romanía). En medio de convulsiones internas
y manteniendo difícilmente sus límites, amenazados por los bárbaros y los
reyes neopersas, el Imperio fue incapaz de oponerse a la arremetida final de
los germanos en 476 d.C., carcomido, como había llegado a estar, por la
corrupción de las costumbres a todo nivel Cpan y circo'...).
Los monjes latinos conservarían durante la alta edad media el legado
artístico y cultural del fenecido Imperio, hasta que pudiese renacer en los
laicos su cultivo en la época del 'Renacimiento'; y paralelamente, fue
desarrollado a su modo en el Cercano Oriente por los Césares bizantinos,
herederos directos de los antiguos griegos, los creadores de la civilización
occidental.

Los antiguos y el mar


El océano inmenso constituía para los antiguos la imagen más cabal del
infinito, pues creían que al alcanzar sus lejanos bordes, los barcos caerían al
precipicio insondable de la nada. Sintiendo así horror a lo que significaba alta
mar, sólo se atrevieron a chapotear en el litoral, practicando la pesca. Dignos
son, pues, de rememoración aquellos que fueron más audaces e inteligentes.
El primer artefacto precursor del buque fue sin duda el tronco flotante.
Talvez un ave en una rama a la deriva río abajo o meciéndose en el mar al
vaivén de las olas dieron al hombre la idea de 'navegar sobre troncos ligados,
1

apareciendo la primerabalsa. Este proceso debe haberse efectuado en varios


lugares independiente y simultáneamente. Con certidumbre, en el mar
Mediterráneo, reiteradamente mencionado por los cronistas antiguos como
un escenario marítimo cautivante.
Luego advino seguramente el tronco de árbol vaciado con hacha de piedra
o ahuecado a fuego, que alcanzamos a conocer como 'canoa'. A ella habría
seguido la barquilla de cuero o de mimbre impermeabilizado, en viajes de
prueba sobre las aguas quietas de algún lago o río. Talvez, y es lo más
probable, la navegación se inició en los ríos; a continuación, las primeras
empresas arriesgadas en las orillas tranquilas del mar; finalmente, algún
'arquitecto naval' -léase carpintero de ribera- habría colocado listones
6 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
alrededor del borde y puesto asientos atravesados, afirmando todo con
maderas curvas elaboradas con ganchos de árboles, y así tendríamos las
primitivas cuadernas menores, elementos básicos en la construcción de
cascos en toda época, sean de madera o de acero. En este orden habría ido
desarrollándose lo que podríamos llamar arquitectura naval.
Los investigadores señalan que las primeras toscas piraguas aparecieron
hace unos veinticinco milenios y que eran manej adas por payayas, especie de
antecesores de los rtmos; pero no se puede hablar todavía de 'navegación .7

A su llegada a América, los españoles encontraron navegantes primitivos


como, por ejemplo, los changos que se paseaban frente al litoral del desierto
costero chileno-peruano sobre flotadores de cuero de lobo marino; y vieron
grandes balsas de junco y totora surcar el lago Titicaca. Justamente navega-
ban en aguas mansas y ribereñas.
Pero ¿quiénes hicieron las primeras travesías por mar en construcciones
flotantes serias y no en balsas o canoas, burda manera de deslizarse por ríos?
No ha sido posible establecerlo en forma precisa. La mayoría de los
autores señala de un modo general a los fenicios, cretenses o griegos; mas
también navegaron los etruscos. Llegar a determinar quiénes fueron los
primeros nos parece una curiosidad irrelevante. Los egipcios surcaban su
Nilo desde mucho antes de aventurarse en los tres mares a que tenían acceso.
Ni podemos omitir a los súmeros, caldeos y elamitas que habitaban la
Mesopotamia cinco milenios atrás.
Pensemos por otro lado que el Asia contiene pueblos y culturas de tal vez
mayor antigüedad, que, sin mayor contacto con Occidente, han podido y
debido recorrer ríos y mares para llegar a poblar una cantidad de islas,
proyectándose quizá cuándo a Tahiti o Pascua, que están en pleno océano
Pacífico.
Sea lo que fuere, los pueblos mencionados de la época antigua irrumpieron
en el mar Mediterráneo. Este piélago, semejando un enorme golfo casi cerra-
do al poniente por el estrecho de Gibraltar, al bañar por el este las costas
asiáticas y por el sur las africanas, se presentaba ventajosamente dispuesto
entre los tres continentes para que los europeos de entonces, o los fenicios,
lo atravesaran a fin de instalarse en las costas africanas, creando colonias o
factorías, o poblando islas con el objeto de convertirlas en verdaderas
fortalezas. Por eso llegó a llamársele, con mucho fundamento, 'mar de la
historia' y 'cuna de la navegación'.
CAP. I - LOS PRECURSORES NÁUTICOS 7
Un vistazo al mapa del mundo antiguo nos muestra al Mediterráneo como
su centro gravitacional. No es raro entonces, que el mar ejerciera influencia
directa en la cultura y modo de ser de sus habitantes. Con grandes islas en
su parte occidental y otras más pequeñas pero numerosas en su parte oriental,
este gran 'lago', que se comunicaba con el mar Negro a través del estrecho
de Dardanelos, facilitó y estimuló la navegación. Y la navegación, a su vez,
impulsó fuertemente el comercio, la imaginación geográfica, modos de vida
amplios y universales, la difusión de las culturas -.puesto que el buque es un
vehículo de intercambio de cultura-, la multiplicación de las ciudades: en una
palabra, la civilización.
En efecto, los pueblos costeros tuvieron que valerse del mar para
comunicarse con otros en busca de los recursos que ellos no tenían, lo que
hubo de hacerse navegando, como la forma entonces más expedita de
comunicación
Merced al mar, el mundo de entonces fue mejor conocido y pudo
expandirse, al salir los fenicios a través de las Columnas de Hércules -actual
estrecho de Gibraltar- a reconocer las costas atlánticas del África y de
Europa, llegando exitosamente a las islas Casitérides (Gran Bretaña), donde
explotaron el estaño.
Gracias a los navegantes egeos, fenicios, helenos y romanos se fundaron
sucesivamente ciudades como Troya y Bizancio, Cádiz, Sagunto y Palermo,
Tiro, Sidón y Cartago, Marsella, Nápoles, Síbaris y Tarento, y Alejandría
con su faro, el primero del mundo.
Como reflejo del cielo, repleto de estrellas, el Mediterráneo terminó
bullente de naves de todos los tipos: pesqueras, mercantes, piráticas y de
guerra; de éstas últimas, perfeccionadas con ocasión de cada conflicto bélico,
la galera a remo y vela se impuso a partir del siglo VI a. C. por los dos milenios
siguientes.
Las principales culturas marítimas del Mediterráneo fueron, en orden
cronológico: I ) la egea, que, formada en torno a la isla de Creta hacia el 2000
a

a.C., llegó a constituirse en una talasocracia entre 1600 y 1400 a.C.; 2 ) la


a

fenicia, nacida por la misma época en el actual Líbano; y 3 ) la helénica, la


a

más brillante, formada en las costas occidentales del Asia Menor, en Grecia
continental y en las islas que el marEgeo tiene sembradas entre ambas orillas.
8 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Actividades marítimas durante la antigüedad
SIGLOS

XXV a.C. Navegaciones asirías en busca de estaño.


XX Relaciones de Creta con otras islas.
Aparición de los fenicios en escena.
XVI Expedición de la faraona Hatsepsut al Punt (1501).
XIV Incremento de la marina de guerra egipcia bajo
Tutmosis III y Ramsés II.
Xm-XH Fenicios al servicio de Egipto en viajes cortos, específicos.
XII 1196: Primer combate naval conocido.
Guerra de Troya: versos de la "Ilíada" al transporte
de ciento veinte mil guerreros en mil cien naves,
según exagerado relato de Homero.
Fundación de Tiro y Sidón por los fenicios.
XI Fundación de Gades (Cádiz) y salida fenicia al Atlántico.
IX Fundación de Cartago por los fenicios.
VID Escuadra del asirio Senaquerib a remo, vela y espolón.
VII Canal del faraón Necao entre el Nilo y el Mar Rojo.
Kolaios de Samos en España.
Suplantación de los fenicios declinantes
por colonizadores griegos.
611: Periplo egipcio-fenicio alrededor del África.
Toma de Chipre y Tiro por Nabucodonosor (605-603).
VI Travesía de Gibraltar por Siles de Caliendo.
535: batalla naval de Álalia entre etruscos
y cartagineses contra focios que, huyendo de Darío,
se establecieron en Córcega.
V Cartago ya destaca en viajes y comercio.
Guerras médicas: batalla naval de Salamina (480).
Intento circumnavegatorio de Africa por el persa Sataspes.
r

Viaje del cartaginés Hannon al Golfo de Guinea.


Viaje del cartaginés Himilkon a las Casitérides por estaño.
Relato del periplo del Océano índico por Eutimenes .
IV Llegada de Piteas a Islandia y al 'país del ámbar' (Báltico)
IH-II Guerras púnicas. Roma arrebata a Cartago el dominio
del mar.
II Repetición del viaje de Hannon por Polibio.
Osado intento de Eudesco en torno al Africa.
I a.C Guerras civiles en Roma: batalla naval de Accio (31).
Naves romanas en el mar Rojo.
Presumibles intercomunicaciones marítimas en Polinesia.
CAP. I - LOS PRECURSORES NÁUTICOS 9
La marina antigua
¿Cómo habrán sido las naves que ejecutaron proezas tan notables?
Los relieves prehistóricos presentan embarcaciones esculpidas, con proa
y popa formadas, y guerreros que nada tienen que ver con rumbo, velocidad
o maniobra.
Ya dijimos que el mar impone una especialización práctica. Homero se
refirió a ello en la "Odisea": 'viejo egipcio que el fondo de todo mar conoce'.
Con el tiempo, los'marineros' se dividieron endos clases: lospropiamen-
te tales y los bogadores. Una monótona melodía o el sonido de una flauta
regulaban la boga. A popa se ubicaba el piloto, responsable del timón, que
era un remo con pala grande en la borda, a popa. Ya se hablaba de vela y
ancla, atendida ésta por el segundo oficial. Y también se aludía al bogador-
galeote, papel de esclavo.
Las embarcaciones del siglo XII a.C. eran de varias formas, algunas con
castillos a proa y popa. Las naves que excursionaron al Punt yemenita
desplazaban unas veinticinco toneladas; medían unos veintidós metros de
eslora, y metro y medio de manga. Contemporáneamente aparecieron en el
Egeo naves de madera más grandes, impulsadas por remos. Entonces
empezaron a notarse diferencias entre naves de carga y de guerra, aquellas
a veces sin remos, con una sola vela, seguramente más lentas, pero con mayor
capacidad de carga y menos personal. La nave de guerra surgió como una
consecuencia natural de la necesidad de defender el tráfico, las costas o los
puertos; tenían que resultar más veloces para amparar los convoyes que ya
se formaban.
Muy usada fue la pentecóntora, primer tipo de nave de guerra, de veinti-
cinco remos por banda en un solo orden. Los fenicios inventaron el birreme
y poco después los griegos la triera o trirreme. Estas naves llevaban el rostro,
llamado siglos más tarde espolón, fuerte percha de madera sobresaliente de la
proa, con su extremo en punta, de bronce o fierro, cuya invención es antiquí-
sima, puesto que figura en el bajorrelieve de Medinet Habu.
Es un hecho que desde el siglo X a.C. los fenicios tuvieron buques de
carga acordes con su tráfico comercial y colonizador. Ellos implantaron la
quilla, cuya 'patente' mantuvieron buen tiempo en secreto, al igual que sus
rutas.
Las naves mercantes tenían forma redondeada aunque fondo plano; las
de guerra eran largas y aguzadas, con quilla, roda y codaste -que era otra
roda- sobresalientes y arqueadas según costumbre inveterada. Se las calafa-
teaba al principio con una pasta de polvo de conchuela y semillas aceitosas;
10 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
más tarde, con estopa, cera y pez. Pintadas de colores vivos, aunque los
fenicios preferían el negro. Carecían de cubierta, salvo un pequeño refugio
y el tablado a proa y popa para los combatientes. El piso de la sentina era de
tablones. Uno o dos remos de grandes palas hacían de timón en posición
lateral.
Tanto las naves de guerra como las mercantes poseían un solo mástil fijo,
con una vela generalmente de lino y cuadrada -más tarde triangular o latina',
£

nombre equivocado que se le habría dado en honor a sus inventores, los


etruscos. Algunas poseían una especie de bauprés inclinado, con una
pequeña vela cuadra en la proa. La arboladura era sencilla; los cabos, casi
siempre de cáñamo; el ancla, de fierro, con dos uñas, perfeccionamiento éste
atribuido a los etruscos. En cuanto a la ciencia náutica, nada más que la
práctica, y como guías, la costa, el sol y la estrella polar. Tal fue la marina
en sus principios, mejorada más tarde al costo de sacrificios innúmeros de
vidas humanas.
CAPÍTULO II PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS

Los faraones y el mar


El Egipto, cuya existencia histórica empalma con la prehistoria, aparece
también como precursor de actividades náuticas. Pero no fue un pais
propiamente marinero, pese a que el río Nilo remataba en el Mediterráneo
y a que tuvo costas en el Mar Rojo. Sus actividades marítimas operativas las
efectuó ocasionalmente, con la cooperación de marinos extranjeros, espe-
cialmente fenicios.
El centro de su vida interior dependía del gran río, que llegaron a navegar
gentes de arriba y de abajo, pues, hasta que el faraón Menes inició la primera
dinastía unificando el territorio hacia el año 3300 a.C., estuvo dividido en
varios principados. Disciplinados por las alternativas cíclicas del río, los
nilótidas crearon la primera sociedad sedentaria, el primer estado de dere-
cho, la agricultura, la escritura, el calendario y un arte prodigioso.
Cábele también a Egipto el crédito de haber realizado la expedición naval
más antigua de que haya constancia histórica, mérito suficiente para que
hagamos una breve narración de ella. Teatro básico de operaciones fue el mar
Rojo. Su protagonista, la regente Hatsepsut -hija de Tutmosis I, hermana de
Tutmosis II y cónyuge de Tutmosis ID, también hermano suyo y, todos ellos,
de la XVIII dinastía- había conquistado Siria y Etiopía.
a

A orillas del Mar Rojo hizo construir cinco grandes naves de treinta
remeros, con mástil y vela, las que tripuló con doce hombres, un capitán y
una compañía de soldados, al mando de ella misma. La expedición se dirigió
a la tierra del Punt, como llamaban los egipcios a las costas del Mar Roj o. La
reina saqueó esos países sin ningún contraste y volvió a su patria con naves
cargadas de rico botín. El no haber hallado resistencia indica que la flota se
12 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
impuso por presencia en esta operación anfibia, presumiblemente la primera
conocida de la historia.
En memoria de dicha acción se esculpió en el templo de Deir-el-Bahari
un bajorrelieve con inscripciones jeroglíficas. Lo más interesante del relieve
es que el timón de las naves aparece a babor y muy cerca de la popa, pasando
por una gran fogonadura por dos ligaduras de cuerda. Las embarcaciones
presentan altos castillos a proa y popa, tal como en la edad media, lo que
indica que esta 'novedad' no ha sido tal.
Terminada la regencia deHatsepsut, subió al trono Tutmosis III (c. 1500-
1447), uno de los mayores faraones. Este hijo de Tutmosis I y una concubina
se dedicó a comerciar con los fenicios, a quienes alentó y otorgó franquicias
de toda clase para sus expediciones, quedando ellos al servicio del monarca.
Con las naves fenicias, Tutmosis llegó a ser dueño del Egeo y del Golfo
Arábigo, operando respectivamente con dos escuadras simultáneas.
Los caracteres del templo de Amón, en Medinet Abre, cuentan que el
'hijo del Sol' Ramsés II (c. 1300-1244), cuarto faraón de la XVHI dinastía,
a

tuvo que afrontar una gran coalición formada contra él por Qitisar, rey de los
ketitas -hititas-, contra el cual combatió victoriosamente con un ejército de
setecientos mil hombres y una flota de cuatrocientos barcos, fuerza que,
desbaratados los enemigos, le sirvió para pacificar los países del Golfo
Arábigo.
Ramsés III, nieto del anterior y tan ilustre como él (c. 1205-1172), debió
enfrentar una coalición de gentes del norte que lo atacó por mar y tierra,
alcanzando en sus bajeles hasta las costas mismas de Egipto. Componíanla
los pelasgos -antiguos habitantes del Peloponeso-, los teucros -antiguos
troyanos-, los filisteos y los sirios, junto a otros audaces aventureros que, con
naves similares a las fenicias, buscaban un lugar en el cual establecer una base
para operar contra el rico Egipto, mientras el ejército atacaría las defensas del
istmo de Sinaí.
Era el año 1196, cuando la flota fenicia al servicio del faraón sorprendió
a los aliados en Sheprelah, antiquísima ciudad al sur de la Palestina, entre
Rafia y Pelusa -hoy Refah y Tineh respectivamente-, en donde se había
construido la torre de Ramsés para defensa del litoral. La flota aliada fue
combatida por la fenicia, mientras el ejército faraónico enfrentaba a los
enemigos pedestres, siendo la coalición completamenete derrotada. Esta
batalla naval, la primera históricamente comprobable, nos muestra cómo, ya
en aquella época, la distribución apropiada de las fuerzas para apoyarse
CAP. II - PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS 13
mutuamente logró la victoria. La misma maniobra había de repetirse más
tarde, cuando la sublevación de la Armórica contra César.
Después de ésta y otras victorias, Ramsés III consiguió rehacer el imperio
de su abuelo Ramsés II, pasando ambos a la historia, confundidos en tiempo
y lugar por más de uno de los antiguos historiadores.
Seis centurias más tarde, en 652 a.C., el faraón Psamético abrió a los
milesios la boca del Nilo llamada Canobo, pese a que Egipto estaba cerrado
a los extranjeros, a cambio de que le ayudaran a deshacerse de los etíopes.
Lo pactado se cumplió, y el Egipto, libre de amenazas por el sur, pasó en 627
a ser gobernado por su hijo Necao II, faraón que para su época fue sin lugar
a dudas un estadista.
Este monarca hizo abrir un canal que uniese el Nilo con el Mar Rojo y
organizó una marina de guerra, la primera institución naval conocida,
llamando en 611 a constructores griegos a edificar los astilleros necesarios
para fabricar la naves. Sin embargo, puso éstas a cargo de pilotos y marineros
fenicios. Tan pronto estuvo terminado el canal estratégico, despachó algunas
naves hacia el Mar Rojo, con el objeto de buscar una senda marítima que
permitiera regresar por las Columnas de Hércules. La expedición navegó
primavera y verano, pero se varó durante el otoño e invierno para sembrar
el campo y cosecharlo, hecho lo cual continuaron viaje. Demoraron así dos
años en el periplo. En todo esto se ve un plan específico. Se parte con el canal,
se levanta el astillero y arsenal - es decir, la base naval-, se construye la flota,
luego se realiza la expedición. Pero Necao no terminó lo que talvez se había
propuesto, pues falleció poco después.

Los fenicios colonizadores


Aparecieron estos semitas en el Mediterráneo hacia 2700 a.C. en
numerosas naves hechas de cedro del Líbano, su patria. A partir de la batalla
que pelearon junto a Ramsés III comenzaron a florecer las ciudades fenicias,
cuya navegación y comercio se extendía hacia el Ponto Euxino, hoy mar
Negro, en donde fundaron varias colonias, de las que obtenían el estaño y
otros metales para sus industrias. Pronto los helenos y pelasgos, celosos del
progreso delosfenicios, construyeron barcos conlos cuales conquistaron las
colonias de éstos y capturaron las naves que cruzaban el Egeo. En vista de
ello los fenicios optaron por expandirse hacia el fondo del Mediterráneo,
llegando hasta las Columnas de Hércules, a cuya costa norte llamaron Calpe,
y Abila a la del sur.
14 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Después de establecer colonias en Sicilia y en las costas ligúricas,
provenzales e ibéricas, fundaron Agadir o Gades -más tarde denominada
Tarsis y finalmente Cádiz- y pasaron al océano Atlántico. Siguieron ai sur
explorando la costa africana, en donde dejaron algunas estaciones, y
descubrieron las islas Canarias. Hacia el noroeste se toparon con el Mar de
los Sargazos, ubicado entre las Azores y las Antillas, entre ios 20 y 40 grados
de latitud norte. Hacia el noreste, costeando Iberia, Galiay la costa de Albión
(Inglaterra), descubrieron las islas Scilly y sus minas de estaño, que mantu-
vieron en secreto bajo el apelativo de Casitérides.
Siendo los marinos más avezados, a ellos se Ies confiaba el tráfico
internacional. Navegaban a veces en convoy para capear a los piratas, que
desde varios siglos antes de Cristo pululaban en el Mediterráneo. Los fenicios
se habían iniciado en la astronomía del antiguo Egipto, por lo que conocían
hacía muchas centurias la constelación de la Osa Mayor, por la cual se
guiaban; pero sus propias observaciones les fueron indicando que la Osa
Menor y la estrella Polar constituían una guía perfecta para sus travesías
hacia el norte, cuidándose muy bien de ocultar tal constatación a los extraños.
Las demás etnias sólo hacían comercio de cabotaje orientados por la Osa
Mayor; y tampoco se libraban de los piratas.
Los fenicios rumbeaban no sólo hacia el poniente, donde Cartago
sobresalió entre todas sus colonias, sino igualmente hacia las costas del
Adriático. Y también hacia el sur, pues, siendo el rey de Tiro aliado de los
soberanos de Israel -poderosos en tiempos de David y sobre todo de su hijo
Salomón-, fabricaron las joyas que debían adornar el templo de Jerusalén,
de cuyos pilares de cedro se encargaron. Los israelitas permitieron que los
artesanos tirios construyeran en las playas del mar Rojo algunas naves, con
las cuales acarreasen desde el Africa oriental, Arabia e India los metales para
el templo. De esta época data la expedición a Ofir y Saba, de la que resultó
una famosa visita de la reina de Saba a Salomón.
Tiro estaba situada en un islote frente a un suburbio suyo en tierra firme.
Llegó a ser el más importante centro de atracción industrial y comercial del
mundo de entonces. Incluso fundó por su cuenta colonias en Sicilia y África:
Cartago, por ejemplo, en 1059 a.C.
Pero la gloria del mundo pasa. En su afán implacable de conquista, el rey
deBabiloniaNabucodonosor II llegó al Levante a someter a los fenicios, que
entonces vieron entorpecidas sus actividades marítimas, en todo caso
pacíficas. El episodio es digno de mencionar, porque una pequeña pero bien
relacionada potencia marítima fue capaz de retardar trece anos la victoria de
CAP. II - PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS 15
un poderoso agresor terrestre carente de flota. Tiro y las demás ciudades-
estados fenicias se aliaron con los hebreos, árabes y egipcios, que hicieron
frente al invasor; mas éste tomó Jerusalén y, retornando a Tiro, lo cercó
desde tierra. Los sitiados, sin tener bases en que apoyarse, debieron
finalmente rendirse.
Contando ahora Nabucodonosor con las naves fenicias, se volvió contra
Egipto, cuyo faraón Apries había creado una potente escuadra. Esta fue
desplazada hacia las costas libanesas, esperando que ante su presencia se
sublevaran los fenicios, lo que no ocurrió. La batalla se libró en aguas
chipriotas. Triunfantes, los nilótidas pasaron a la ofensiva: atacaron Sidón,
la capturaron y devastaron. Fenicia, ya en franca decadencia, no pudo
reponerse, terminando por diluirse. Su prestigio lo heredó Cartago, que ya
expandía sus tentáculos por medio continente africano.
En resumen, los fenicios fueron precursores e instructores de otras
marinas. Demostraron poseer una arquitectura naval adelantada y desarro-
llaron más que nadie el arte de la navegación. Crearon un gran imperio
económico, pero como no previeron su defensa, tampoco pudieron mante-
nerlo. Sólo dejaron sus enseñanzas, que fueron aprovechadas por otros
pueblos. Ni Cartago iba a remediar tal omisión, habiendo de caer por eso ante
el poder militar romano.

Los griegos, señores del Mediterráneo


Los griegos, herederos marítimos de los fenicios, ejercieron en el
Mediterráneo tanta o mayor influencia que éstos.
El territorio que llegaría a ser Grecia había sido invadido hacia el año 2000
a.C. por tribus indoeuropeas, quedando sometidos a ellos los pelasgos, bas-
tante primitivos en su modo de vivir. Así fue como nació en Asia Menor el
reino de Troya, y en el resto de Grecia varios principados aqueos. Justamente
acerca de Troya, amenazada por los aqueos hacia 1184, versificó Homero.
Los griegos, embarcádose en mil cien naves, le pusieron sitio durante varios
años.
El suelo pobre y accidentado de la Hélade había lanzado a los griegos al
mar, brindándoles la ventaja de recibir otras influencias culturales, como la
egea y la lidia -ésta, del Asia Menor. Cada ciudad-estado fue creando
colonias, y éstas a su vez otras. Hacia el año 625 a.C. partieron de las islas
jónicas, situadas al poniente de la península helénica, hacia el Adriático y el
sur de Italia, la 'Magna Grecia'.
16 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Alalia, por ejemplo, era una colonia focia instalada en Córcega. Los
etruscos, aliados con los cartagineses, se dispusieron a expulsar a los focios
de la isla, molestos por su piratería. El año 525 los atacaron con sesenta naves,
obligándolos a abandonar Córcega en otros tantosbajeles que los derrotados
les habían opuesto.
Sin embargo, las ciudades más notables -Atenas, Esparta, Tebas- siguie-
ron siendo las metrópolis. Cargadas de rivalidades y envidias, habían de vivir
despedazándose hasta sucumbir ante las falanges incontaminadas del reino
de Macedonia. Su cultura, empero, no iba a desaparecer.
CAPÍTULO III LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449)

Los beligerantes
'Médicas' llamaron los historiadores griegos a sus guerras contra el
expansionismo armado del imperio medo-persa, primera conflagración
habida entre Oriente y Occidente. Arios como sus contrincantes helenos, los
persas habían llegado a fines del primer milenio antes de Cristo desde el
centro del Asia a ocupar la parte surponiente de la meseta irania, primero
como vasallos y luego como señores de los medos, sus hermanos de raza
asentados inmediatamente al norte de ellos. En idiosincracia y costumbres
político-culturales, tan diferentes unos de otros, los beligerantes eran hasta
intelectualmente como el agua y el aceite.
Los griegos, en general, comprendieron claramente que su libertad, tan
propia de ellos, estaba en peligro. Ya Darío de Persia se había apoderado en
516 a.C. de las urbes griegas del Asia Menor, siguiendo los planes de su padre
Ciro, el conquistador de Mesopotamia, y de su hermano Cambises, el
conquistador de Egipto. Darío se proponía en seguida castigar a las ciudades
de Europa que habían simpatizado con sus congéneres recientemente
sometidos.
En efecto, las ciudades greco-asiáticas se le habían sublevado abiertamen-
te en 499, solicitando al mismo tiempo auxilio a Atenas. Una vez reducidas
por la fuerza, Darío decidió atacar a Atenas y Eretria, por haber ayudado,
siquiera débilmente, a los levantiscos. Mas la expedición persa, al mando de
Mardonio, fue destruida casi completamente por una tempestad cuando
daba vuelta al monte Athos, perdiéndose unas trescientas naves y veinte mil
hombres (492).
18 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las primeras dos guerras médicas
No mudó su propósito el 'rey de reyes' ante tamaño desastre; antes bien,
juntando en las costas de Cilicia otra armada de seiscientos trirremes y
muchas barcas de carga, acomodó en ella un ejército de cien mil infantes y
diez mil caballos, con los cuales zarpó en la primavera del 490. Después de
algunas excursiones, se dirigió a la isla de Eubea, frente a la cual acampó en
la llanura de Maratón, que le presentaba un camino corto y fácil hacia Atenas.
Derrotados allí los imperiales, como es sabido, por Milcíades, corrieron a
reembarcarse, pero los griegos les capturaron siete naves..
Diez años después Jeijes, sucesor de Darío, concentró en Sardes un
ejército inmenso, superior a un millón de hombres, según las crónicas de
entonces; yuna armada de mil doscientos trirremes, tripulada principalmente
por marineros fenicios y sirios. Con las naves de carga y ias auxiliares, esta
flota llegaba a tres o cuatro mil unidades. Según Herodoto, la armada y
equipaje del emperador se componía de:

1207 galeras trirremes con doscientos hombres 241.400


30 hombres de servicio por cada galera 36.210
3000 naves mercantes con ochenta hombres 240.000
Tomados de Tracia y provincias marítimas 24.000
Total hombres 541.610
Cada trirreme iba dotado de ciento cincuenta remeros, amén de un grupo
de soldados persas que mantenían una disciplina severísima. Esta fuerza
formidable se reunió en Abydos, desde donde Jerjes hizo tender dos puentes
sobre el estrecho de Helesponto, hacia Sestos, en un punto en que la costa
asiática distaba del litoral europeo siete 'estadios' -unos mil metros (hoy el
estrecho es más ancho). Descalabrados los puentes poruña tempestad, hubo
necesidad de repararlos enforma eficaz. Tejieron las dos especies de cuerdas
usuales en esa época: la egipcia de hojas de papiro y la fenicia, más firme,
de lino, tensándolas de una a otra orilla con potentes 'árganas', especie de
grúas que en aquellos años empleaban para levantar o trasladar grandes
pesos. Bajo tal puente pusieron una doble hilera de naves, sujetas con
pesadas anclas, obra admirable que desafió con éxito las corrientes y la
profundidad de las aguas.
Lámina 1 Acciones navales en la antigüedad
Batalla Naval de Salamina, 480 a.C.
Lámina 2 Galera griega
Siglo IV a.C.
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 19
Al mismo tiempo, Jeijes intentó abrir un canal por el istmo que une la
península de Athos al continente, para que sus naves no se viesen forzadas
a rodear el promontorio, exponiéndose a los malos tiempos. En seguida hizo
pasar a sus tropas sobre el Helesponto e invadir Grecia.

Tres combates ante cabo Artemisio


A pesar de que no todas las ciudades griegas se aprontaron a combatir
debido a sus enemistades recíprocas, Esparta y Atenas se coligaron, resol-
viendo luchar con todo su poder. Ya desde tiempos de Darío había
comprendido el gran ateniense Temístocles que para defenderse de los
persas era indispensable crear un poder naval propio, habilitando para ello
el puerto del Píreo, Habíale cabido el honor de dirigir la construcción de
setenta trirremes; ahora, ante la inminencia asiática, aumentó el ritmo de
construcciones en tal forma que Atenas llegó a tener los dos tercios de toda
la armada griega. Esta, con un total de 271 trirremes, fue a tomar posición
f

en un extremo de la isla de Eubea, cerca del cabo Artemisio; la mandaba


Euribíades, espartano tan valiente como ignorante de los asuntos náuticos.
Afortunadamente para la Hélade, su suerte iba a depender de Temístocles,
el navarca ático, que destacó tres naves de la flota en exploración.
Mientras tanto la armada persa, que había pasado lentamente el canal de
Athos al mando de un hermano del gran rey, fue sorprendida por una
tempestad que le ocasionó severas pérdidas materiales y humanas cuando
navegaba a lo largo de la costa de Pelio. Abrigada su marina en la rada de
Afeta, el persa envió desde allí fuerzas en contra de la pequeña flota griega,
que ya había visto capturadas dos de sus naves exploradoras; en una de ellas,
aun cuando sus enemigos se habían adueñado del barco, siguió peleando el
capitán Piteas hasta caer cubierto de heridas, por lo cual los adversarios lo
curaron y honraron como su valor merecía.
El almirante persa se apresuró a forzar el estrecho de Euripo, entre la
Eubea y el continente, ya cerrado por los griegos. Confiando en la prepon-
derancia de su fuerza, mandó doscientos trirremes a la boca meridional de
dicho estrecho a fin de tomar por la espalda al enemigo. Aprovechando los
helenos, atacaron a la flota contraria, así diseminada. Es notable que en este
primer encuentro los griegos adoptaran una formación circular, juntando las
popas y sacando las proas hacia afuera, por lo que, para enfrentarlas, los
persas debieron extenderse en semicírculo, abriendo y, por consiguiente,
20 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
desordenando su propia línea, lo que aprovecharon los griegos, que con
rápidos movimientos pudieron anotarse un éxito, arrebatando treinta naves
enemigas.
Los doscientos barcos imperiales enviados a girar en torno a Eubea
fueron sorprendidos por la noche. Dotados de prácticos poco conocedores
de esos lugares, se perdieron en el punto llamado de las cavernas de Eubea'.
4

Los griegos, que por su parte habían recibido un refuerzo de 53 trirremes


atenienses, tendieron al día siguiente una escaramuza. Al tercer día los
persas, avergonzados por los griegos, tan inferiores en fuerza, avanzaron
ordenando sus naves en forma de medialuna con el propósito de envolverlos;
pero esta maniobra, demasiado difícil para tan gran número de embarcacio-
nes mal entrenadas, no resultó y la batalla se mantuvo indecisa desde el medio
día hasta la noche, en que ambas flotas se retiraron con fuertes estragos a sus
fondeaderos. Tales fueron los tres combates navales de Artemisio.
Sobrepasados por los persas los dos desfiladeros de las Termopilas, que
dan acceso ala península ática, los capitanes déla flota ática se vieron urgidos
a acudir en defensa de su patria. Reunieron las naves en la rada de S alamina,
en cuya boca hay una isla de igual nombre donde se había refugiado el
gobierno, el tesoro y parte de la población ateniense, ya que el resto se había
trasladado a Egina y a Trezene, abandonando Atenas, que pronto fue
ocupada por los persas. Entretanto, otras galeras griegas reunidas en la rada
de Trezene llegaron a juntarse con las que habían combatido en Artemisio,
haciendo un total de 37S trirremes. Sin embargo, descorazonados y en
desacuerdo, los capitanes de la armada griega deseaban retirarse de Salamina,
a lo que se opuso Temístocles, quien, cuando el navarca de Corínto,
Adimanto, le dijo que él no tenía voz ni voto entre los aliados, puesto que su
patria ya no existía, contestó enérgicamente mostrando los doscientos
trirremes atenienses: 'Atenas está aquí, más potente que todos vosotros
juntos'.
La armada persa, compuesta ahora de mil unidades, fondeaba entretanto
en la rada de Falero. El mismo Jeijes, desde la playa, dispuso que durante
la noche saliesen doscientas naves a cerrar la boca septentrional de la rada
de Salamina, entre la isla homónima y el continente. Se ha dicho que esto
fue obra del propio Temístocles, que se lo aconsejó subrepticiamente,
consiguiendo con ello un doble objeto: impedir la retirada a los griegos que
aun se negaban a combatir, y dividir las fuerzas enemigas.
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 21
Batalla naval de Salamina

Amanecía el 20 de septiembre del año 480 a.C. cuando apareció desde


Egina una nave con la imagen de los Eucidas. El sentimiento religioso vino
a reconfortar el amor a la patria, de modo que, cuando los persas avanzaron,
vieron con asombro a la armada griega en perfecto orden y oyeron sus
trompetas y fieros himnos de guerra.
Los persas, que combatían bajo la mirada de su gran rey, sentado en trono
de plata sobre el morro de Egaleo, se dirigieron con ímpetu contra sus
enemigos. Los griegos se apoyaban en Salamina, bogando derecho, en buen
orden y con la proa vuelta hacia los persas. Avanzaron primero los atenienses
y después los de Egina, siendo los más audaces capitanes griegos los que
provocaron la lucha, avanzando y atrayendo después al enemigo hacia los
suyos, con lo que la batalla se generalizó. Pronto la superioridad de los
helenos se hizo patente, pues los asiáticos, confiados en el número, no
poseían un concepto táctico definido. Estaban erróneamente dispuestos en
tres filas, lo que era una condición embarazosa y pésima en un espacio
reducido. Por su parte, los griegos tenían las fuerzas agrupadas en pequeñas
escuadras que se apoyaban mutuamente. Además, muchas naves persas eran
más grandes y llevaban mucha más tropa a bordo que las griegas, las cuales,
ágiles y rápidas, se preocupaban especialmente de embestir con su rostro
-espolón- a las naves enemigas, echándolas a pique, o bien, de despedazar
sus remos, dejándolas al garete.
Hacia el mediodía, mientras el viento arreciaba y la mar iba poniéndose
gruesa, la armada imperial, batida y desordenada, comenzó a replegarse. En
vano resistieron con valor sus más bravos capitanes; el mismo almirante
supremo, Ariabigne, acosado por tres trirremes atenienses, cayó muerto al
saltar al abordaje de uno de ellos.
Artemisia, reina de Halicarnaso que mandaba cinco naves de la armada
de Jeijes, había considerado inútil el ataque a Salamina. Desestimado su
consejo, combatió con valor durante la batalla, mas viéndose perdida, se puso
en fuga, seguida de cerca por el trirreme del valeroso ateniense Ameinia.
Atravesada en su derrotero por otra nave persa, la reina, sin amedrentarse,
la embistió por el medio hundiéndola, por lo cual Ameinia, creyendo que iba
persiguiendo a una desertora, la dejó continuar viaje.
22 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Al caer la tarde toda la armada persa se puso en fuga. Favorecida por un
viento del norte, enfiló a la rada de Falero. Pero una escuadra eginia que había
logrado perseguirla desde Salamina le salió al encuentro, ocasionándole graves
daños, ayudada por una clara luz de luna.
Tal fue la batalla de Salamina. No mas de la quinta parte de la flota imperial
fue destruida, ni las pérdidas griegas resultaron pequeñas; pero el inesperado
desenlace de la batalla descorazonó tanto a Jeijes, que regresó al Asia, dejando
en Beocia un ejército de ocupación.
Temístocles pretendió asestar un golpe audaz al enemigo: dirigirse
aceleradamente al Helesponto y destruir el puente de marras a fin de cortar la
retirada de Jeijes; pero no se llevó a efecto, porque los capitanes aliados
estimaron temeraria la empresa.
En Salamina, gracias a su poder naval, Atenas salvó por segunda vez al
mundo helénico y por ende a la cultura occidental, pues a ella pertenecía la
mayor parte de la escuadra griega.
Las circunstancias previas, determinantes del éxito de esta refriega, se
debieron a Temístocles, quien, sin detentar el mando supremo, indujo a los
helenos a seguir su voluntad.
Pero la guerra no había concluido.Era preciso expulsar al ejército persa de
Mardonio, que amenazaba invadir nuevamente la Península Atica. Atenas,
t

convencida de ello, no trepidó en amenazar a los aliados con retirar su flota, para
despertar en las ciudades del Peloponeso el sentimiento de solidaridad de antes,
lo que permitió poner sobre las armas cien mil hombres al mando del espartano
Pausanias, que siempre apoyó el plan ateniense. Tal fue el contingente aportado
por todas las ciudades que luchaban por la libertad de sus patrias; el otro jefe era
el ateniense Arístides, que debió ser llamado del destierro ante la emergencia.
Griegos y persas se encontraron en la llanura de Platea, en Beocia. Después de
un encarnizado cuerpo a cuerpo, la victoria premió a los libertarios.
Restaba organizar nuevas campañas contra los persas que aun ocupaban el
Mar Egeo y las polis griegas del Asia Menor.

La liga de Délos
Después de Salamina no ocurrieron hechos navales dignos de mención fuera
de la batalla de Micala. El año 479 a.C la flota griega, compuesta esta vez de
ciento diez trieras, tomó la ofensiva y se dirigió hacia Samos, en donde halló una
flota persa bastante numerosa que, todavía desmoralizada por su derrota en
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 23
Salamina, optó por retirarse aMicala, cerca de Mileto, en donde, varando
los barcos, los circundaron de defensas. Hasta allá la siguió Leotiquidas, el
navarca griego, quien desembarcó a su gente, conquistó el campo enemigo
e incendió todas sus naves.
No obstante éxitos como éstos, los espartanos renunciaron a expedicio-
nes lejanas. La retirada de Esparta dejó libre el campo a Atenas, que recibió
de todas las ciudades liberadas la misión de dirigirlas en la prosecución de las
hostilidades. En efecto, Arístides convenció a los demás estados marítimos
griegos de la conveniencia de formar una alianza federal encabezada por
Atenas, conocida con el nombre de Liga de Délos (477 a.C ).
La mayor empresa de la armada délica aconteció el año 464, en que, bajo
el mando de Cimón, hijo de Milcíades, desbarató los preparativos bélicos que
los persas efectuaban a lo largo de la costa meridional del Asia Menor. Al
frente de doscientas treinta naves, Cimón buscó a la flota enemiga, hasta dar
con ella en aguas de Panfilia. Inferiores en fuerza, los persas se replegaron
hacia la boca del río Eurimedonte, donde Cimón destruyó casi todas sus
unidades; pero como parte del equipaje de éstas había logrado desembarcar,
uniéndose a un cuerpo de ejército persa, Cimón hizo lo propio y también los
batió por tierra. Después, con prontitud admirable, salió al encuentro de una
flota fenicia que, ignorante de lo sucedido, avanzaba en sentido contrario,
derrotándola y dispersándola.
Por los años 458-456 se levantaron en armas contra Atenas los estados
de Corinto, Epidauro y Egina, temerosos del poder de aquella. La flota délica
obtuvo cerca de la isla Cecrifalea una gran victoria sobre la de los confabu-
lados, capturándoles setenta naves y conquistando la misma Egina algunos
meses después.
Entretanto Egipto, ayudado por Atenas, se mantenía sublevado contra el
emperador persa. En la primavera del 449 Atenas destacó una flota de
doscientas unidades al mando de Cimón con la misión de reconquistar
Chipre y socorrer a los egipcios. Cimón encomendó esto último a sesenta
de sus naves y con las restantes puso sitio al puerto chipriota de Kition. En
la acción fue herido mortalmente. Cuando estaba por expirar, ordenó ocultar
su muerte e ir al encuentro de las naves persas una vez capturado ese puerto
fatal. Obedeciéronle sus capitanes, siendo poco después derrotada la flota
imperial frente a Salamina de Chipre. Artajerjes prefirió hacer las paces en
448.
24 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La marina ateniense
Ahora más que nunca eran los griegos pujantes en el mar. Y no sólo en
el Oriente; también en aguas de Occidente, pues mientras tales hechos
ocurrían, las colonias griegas emplazadas en las costas de Italia y Sicilia
habían prosperado considerablemente, en especial Siracusa, que había
llegado a ser una potencia militar y marítima. Sin embargo, la Magna Grecia
y sus vecinos cartagineses y etruscos tenían intereses encontrados.
La asamblea popular de Atenas elegía a los estrategas o comandantes de
las fuerzas terrestres y marítimas; ellos designaban a los capitanes de los
trirremes, los cuales estaban a cargo de sus naves aun en los arsenales
mismos. Las trieras que debían fungir siempre listas para zarpar eran
trescientas. Habían de estar en condiciones de transportar a un ejército de
sesenta mil guerreros. Cuando el estratega era Pendes, se declaró que
Atenas poseía soberanía sobre el archipiélago egeo, negándose la libre
navegación a los extranjeros; desde entonces hubo estaciones navales en
varios puntos claves, entre los cuales una escuadra de sesenta trirremes
permanecía cruzando por muchos meses del año con el doble objeto de
entrenar al equipaje y asegurar el mar insular. De tiempo en tiempo eran
relevadas tanto las naves como los hombres, a fin de que, teniendo a unos
listos y a otros en preparación, se contase con el mayor número capaz de
entrar en acción. A la milicia naval pertenecían los ciudadanos, sus clientes
y los libertos, de remeros hacían los esclavos o mercenarios, pero a veces
hasta los hombres libres.
El comercio marítimo, al cual era siempre y por naturaleza inclinada la
raza jónica, floreció en Atenas especialmente bajo Pericles, quien había
comprendido que, para conveniencia de la democracia, era necesario
inducirla al tráfico marítimo, que además de acrecentar la riqueza del pueblo
y su independencia, mantenía la potencia naval y debilitaba el poder de la
aristocracia, poseedora de las tierras.
Para dar una idea de la doctrina económica de aquel tiempo, diremos que
los artículos de mayor necesidad para la nación, tales como granos, madera
de construcción, resina y lino, no se podían exportar; otros, como el aceite,
sólo en temporadas de producción excedente. En cuanto al grano, quienes
lo traían del Ponto Euxino no podían escoger las escalas en las cuales
hubiesen esperado obtener el mejor precio, sino que debían llevarlo todo a
Atenas para su distribución, la que se transformó así en el emporio de Grecia.
Con este fin se prohibió a los atenienses invertir dinero en bienes extranjeros,
a no ser en barcos destinados a volver con nueva carga a Atenas.
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 25
El estado protegía y ayudaba al comercio. Como todos los estados
marítimos poseían flotas navales permanentes, la profesión de pirata se había
hecho poco lucrativa y muy peligrosa. Atenas había dispuesto sus trirremes
en forma que los navios de carga surcasen tan seguros en las costas del Ponto
o de Licia como en las áticas. Por otra parte, los armadores no pagaban
impuesto de guerra sobre el dinero invertido en las empresas de su rubro;
principalmente por esto habíanse instituido tribunales de comercio que
sesionaban en invierno y debían fallar raudamente a fin de que los comer-
ciantes no perdieran tiempo. Aun en pagos foráneos tenían los atenienses
protección y ayuda de los 'prossenos\ especie de cónsules, igualmente
creados más tarde por otros estados griegos.
CAPITULO IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES
A ALEJANDRO MAGNO

Comienzo de las guerras civiles


Había terminado el estado de guerra entre griegos y persas; pero la
armonía entre los helenos, que no formaban un pais unitario, sino un sistema
de ciudades autónomas, no duró mucho. Ya hemos aludido a rivalidades
entre ellos durante las campañas contra el imperio. Pues bien: recrudecieron
a tal punto que desembocaron en veintisiete años de conflagración.
Formáronse dos bandos: de un lado, Esparta, Samos, Corinto, Sicilia y
otros; del otro, Atenas, Corcyra y algunos estados isleños. El primero no
aceptaba la supremacía ateniense, lograda, no sin un dejo de soberbia, con el
prestigio bien ganado de su marina victoriosa. Durante el conflicto alternaron
campañas organizadas e interludios de pasividad o de preparación. Tratándo-
se de gente que conocía el oficio en virtud de su experiencia en la compulsa
greco-persa, los encuentros habían de ser feroces. Sólo destacaremos el
primero y el último de ellos, para darnos cuenta del modo como ventilaron sus
asuntos en el escenario marítimo, pasando por alto toda consideración sobre
lo político, ya que fuera de ambiciones egoístas, envidias, sospechase incluso
traiciones, ningún ideal ético o cultural estuvo enjuego.
AÑOS ACONTECIMIENTOS

440 Desaveniencias en la Liga de Délos: división de los


coaligados en dos bandos.
432 Batalla de las islas Sybotas: derrota de Corinto por Atenas
y Corcyra.
431 Estallido de la guerra del Peloponeso.
CAP. IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES A ALEJANDRO MAGNO 27
429 Batallas de Rion y Nauparte: éxitos atenienses.
415-413 Expedición ateniense a Siracusa: éxitos navales,
pero objetivo frustrado.
411 Reanudación de las hostilidades, con desventajas atenienses.
Triunfos atenienses de Helespontó y Cizigio.
410-408 Éxitos atenienses.
406 Victoria ateniense de Arginusas.
404 Desorganización en Atenas: sanciones injustas,
desmantelamiento del mando.
Hacia el año 440 comenzaron las desavenencias dentro de la Liga de
Délos. Entre las islas coaligadas, era Samos la que con más ímpetu deseaba
liberarse de la tutela de Atenas; habiendo sido ella la mayor potencia marítima
del Egeo, con un magnífico puerto militar, una marina expectante y colonias
propias, optó por aliarse a Bizancio y aun a los persas, armó una escuadra
de sesenta trirremes que puso al mando del filósofo Melissos, y declaró la
guerra a Atenas.
En contra de esta fuerza acudió el propio Pericles, bajo cuyas órdenes
comandaba una división el dramaturgo Sófocles. Batió Pericles a la flota de
Samos y bloqueó su puerto, que abandonó por un corto tiempo para rebuscar
una escuadra persa, mas no encontrándola, volvió a Samos, donde batió por
segunda vez a su escuadra. Después de recibir un refuerzo de noventa trieras,
conquistó toda la isla en algunos meses.
El incesante poderío de Atenas era mirado con ojo alerta y sospechoso por
los demás estados dóricos de Grecia, entre ellos, Corinto, que, aspirando a
restablecer su hegemonía en el Mar Jónico, entró en contienda con Corcyra,
(Kérkyra), también llamada Korfu. Una flota de setenta y cinco naves se
presentó en el golfo de Ambraccio -hoy Arta-, que Corcyra estimaba de su
pertenencia, siendo los corintios derrotados y expulsados de Ambraccio por
los corcyrios. Estos hechos llegaron a conocimiento de Atenas, que formaría
con Corcyra una liga defensiva.

Batalla de las islas Sybota (año 432 a C)


Ante esta situación, los corintios se armaron con furia, y el año 432 a.C.
atacaron a los corcyrios en sus propias aguas con ciento cincuenta trieras.
Poseían éstos ciento diez unidades que se hallaban cerca de las islas Sybota,
en el extremo norte de Corcyra, en cuyo estrecho se produjo la batalla, la
28 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
mayor de las ocurridas hasta entonces entre naves griegas. Diez trirremes
áticos presenciaron la lucha como simples espectadores, con orden estricta
de intervenir sólo en el caso de que los corintios atacaran la propia Corcyra;
así fue como les tocó ver un torneo inesperado: ambos contendientes se
lanzaron uno contra otro a boga cargada, proa contra proa, atracándose con
arpones y combatiendo cuerpo a cuerpo en las cubiertas
Era la antigua táctica griega que estos pueblos conservaban sin variación,
quizá ignorando que los atenienses la habían reformado, al conceder a la
nave, los remos y el timonel tanta o más importancia que a los soldados de
cubierta. Con la fuerza y la regularidad de la boga, con imprevistos y rápidos
cambios de rumbo, con fintas bien conducidas, un capitán ateniense no
hubiera tratado de aplicar el rostro de la nave sobre la proa del enemigo, sino
sobre el costado o la popa de aquel, procurando al menos romperle los
remos; sólo después que el barco enemigo hubiese quedado inmovilizado o
gravemente dañado, habría lanzado sus soldados a la refriega.
En el ala derecha vencieron los corcyrios, que persiguieron al enemigo
hasta la playa, donde desembarcaron para saquear sus tiendas: grave error
de su parte, pues así dejaron de acudir en auxilio del ala izquierda, deshecha
por los corintios. Habrían tenido una derrota aun más grave si los trirremes
atenienses, no pudiendo soportar seguir a la expectativa, no les hubiesen
cubierto la retirada. Los corcyrios habían perdido setenta naves y los
corintios treinta. Éstos, cantando victoria, volvieron al lugar del combate a
recoger a sus heridos y asesinar, conforme a la bárbara costumbre de aquella
época, a los enemigos, estuvieran o no heridos.

Batalla de las Arginusas (agosto de 406 a C)


Cuando la flota espartana al mando de Calicrátides era la dueña del mar
y parecía que la rival ateniense no podría recuperarse, despertó el patriotrismo
ático. Haciendo maravillas de generosidad, incluso echando manos a las
estatuas de oro de las diosas protectoras de la ciudad, los habitantes de Atenas
armaron en poco tiempo una flota considerable de ciento cincuenticinco
naves, en su mayoría conquistadas por Alcibíades. Embarcaron en ella hasta
soldados de caballería y esclavos manumitidos, al mando de los más bravos
capitanes, entre los cuales Trasilo y Pericles -hijo del gran estratega-, quie-
nes, resueltos a venecer o morir, se hicieron a la mar en julio del 406.
Anteestanoticiaimprevista, Calicrátides dejó cincuentanavíosbloquean-
do a Conón en Mytilene y se fue a fondear al sur de la isla de Lesbos a fin
CAP. IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES A ALEJANDRO MAGNO 29
de afrontar en mar abierta y derrotar, como no dudaba de poder lograrlo, a
esta última armada ática. Los atenienses, si bien se sabían superiores en
número, conciencia tenían de su entrenamiento inferior al de los peloponesios,
quienes, tras haber aprendido las destrezas de los atenienses, les habían
quitado la esperanza de sorprenderlos. Por esto resolvieron retirarse hacia el
continente asiático, concretamente a los islotes de las Arginusas, que podían
ofrecer una espléndida defensa a sus naves. Allí dispusieron los navarcas la
armada, extendiendo en doble orden las dos alas, cada una con sesenta
trirremes, a derecha e izquierda de uno de los islotes, al que cubrieron muy
cerca de tierra con las restantes treinta unidades, para impedir desembarcos.
La posición aparecía muy fuerte. Calicrátides escuchó a su piloto Hermón
de Megara aconsejarle no atacarla. Además le habían predicho que los
navarcas atenienses estaban dispuestos a morir. Sin embargo, estimando que
su propia defunción no significaría la caída de Esparta, y que, en cambio, la
retirada sería vergonzosa, dividió su flota en dos escuadras para poder trabar
una lid simultánea con las dos alas atenienses. Él mismo, a cargo de la
escuadra diestra, embistió furiosamente al enemigo y, dirigiéndose a la nave
capitana de Pendes, la golpeó con el rostro en forma tan violenta, que,
apostado en el castillo de proa presto a saltar al abordaje, Calicrátides cayó
al mar y se ahogó.
Su óbito descorazonó a los lacedemonios. Clearco, designado para
sucederlo, tampoco subsistió. Mientras, la escuadra siniestra, incapaz de
romper la línea enemiga, se retiraba. Los atenienses pasaron entonces a la
ofensiva, obteniendo una victoria completa al cabo de un prolongado y
sanguinario combate. De las ciento veinte naves confederadas, cuarentitrés
escaparon a Jíos; las demás fueron hundidas o capturadas. Un fuerte viento
que se levantó después paralizó todas las operaciones, impidiendo a los
atenienses salvar a sus náufragos y cosechar mejores frutos de su suerte. La
batalla naval de las Arginusas, acaecida en agosto del 406, fue la mayor de
toda la guerra del Peloponeso y, por circunstancias singulares, de grandes
efectos: el poder naval de Esparta y sus aliados, poco antes dominador del
mar, quedó destruido. La escuadra de Conón, liberada del bloqueo, se reunió
ilesa a la flota victoriosa.
Sin embargo, Atenas no supo corresponder al esfuerzo de sus navarcas;
quienes de ellos no se expatriaron, fueron sometidos a juicio y condenados
a beber cicuta por no haber salvado las tripulaciones náufragas, cuyos deudos
no quisieron excusarlos en el areópago por lo que el mal tiempo posterior a
la batalla había impedido La patria se mostraba una vez más ingrata con sus
servidores. Cara había de pagar Atenas tamaña injusticia.
30 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Caída de Atenas (404 a C)
En efecto, Ciro el Joven, pretendiente al trono de Persépolis, y Esparta
llegaron a un entendimiento para luchar conjuntamente -algo increíble-
contra el emperador Darío II y contra Atenas. Lisandro de Esparta,
recogiendo las naves que escaparon del desastre de Arginusas, se dirigió a
Efeso, en donde, con ayuda monetaria del sátrapa Tisafernes, reclutó
f __

personal y armó muchas otras naves con las cuales excursionó desafiante y
capturó en 405 Lámpsaro, rica colonia de Atenas. Esta, debilitada por las
/

discordias internas y dependiendo para el abastecimiento de su flota de


desembarcos en costas desiertas, no podía esperar buenos resultados.
Mientras una parte del personal ateniense andaba en tierra, Lisandro,
vigilante, sorprendió a la escuadra ateniense y prácticamente la aniquiló en
Egos Potamos (agosto del 405). Meses después, en abril, Atenas, sitiada por
tierra, capitulaba.
Dura fue para esa urbe la paz dictada por Esparta. Debió desmantelar las
fortificaciones del Pireo y el muro que comunicaba a ese puerto con la
ciudad, ceder todas sus naves de guerra, y destruir los arsenales y barcos a
medio construir. Así cayó la que fuera grande, la que durante siete decenios
había mantenido, salvo breve intervalo, el dominio del mar oriental. Sus
resurgimientos posteriores jamás le permitirían remontar al pináculo de su
gloria. Muchos años después iba a aparecer rehecha gracias al comercio
marítimo, pues la situación de su puerto la favorecía, pero ya no como
potencia naval.
Por lo demás, las luchas intestinas siguieron afectando por igual a todas
las ciudades helénicas, que habían de terminar deseando el arbitraje obliga-
torio impuesto por Alejandro de Macedonia, foijador de un vasto imperio,
que, como todo lo que los griegos hacían en materias políticas, duraría la
mitad de una generación.

Ultimas contiendas en el Mediterráneo oriental


Transcurridos once anos desde su entendimiento contra Atenas, tras la
muerte del rebelde Ciro en Cunaxa se desató la guerra entre los amigos de
ayer. Esparta y Persia chocaron durante siete años (394 a 387 a.C.) en
encuentros indecisos. En uno sucedido en Cnido, pese al resultado parejo,
Esparta salió harto maltrecha.
CAP. IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES A ALEJANDRO MAGNO 31
Poseedora de la ventaja de tener una linda flota mercante, Atenas volvió
a atraerse la malquerencia lacedemonia. A partir de aquella había ido
armando naves de guerra y habíase aliado a su vecina Tebas.En un encuentro
sangriento, fruto del frenesí por un desquite, Atenas triunfó sin poder
perseguir a su eterno adversario, por tener que rehacerse y recoger a
náufragos y heridos; esto último, ante el temor de sus capitanes de verse
encausados como en 406.
Transcurridas cinco décadas, un nuevo actor devendría árbitro del mundo
helénico e impondría luego su hegemonía en todo el Oriente civilizado:
Alej andró,rey de Macedonia. Discípulo de Aristóteles e hijo de Filipo,creador
de las famosas falanges, Alej andró perfeccionó su ejército con vistas a formar
un vasto imperio hacia el oriente, con mentalidad terrestre. En lucha con los
persas, pasó de Sestos a Abydos en ciento cincuenta trirremes y gran número
de lanchones de carga, suministradas por Atenas y otras ciudades griegas.
Para la captura de Mileto se hizo ayudar por la flota, que se apoderó del
islote Lade, llave del puerto. La escuadra persa que acudió en auxilio de la
plaza no pudo operar y se fondeó en Micale, por lo cual Alejandro, de nuevo
con criterio terrestre, consideró que la flota estaba demás y la dispersó
después que su ejército tomara a Mileto por asalto.
En 333 la victoria de Isso le abrió las puertas de Siria. Cuando meses
después puso sitio a Tiro, se halló con que la parte moderna de la ciudad,
situada en un islote, quedaba fuera de su alcance. Quiso llegar a ella
edificando un puente de ochocientos metros, pero los defensores se lo
incendiaron con una especie de brulote. Recién entonces comprendió la
necesidad de una escuadra, la que hubo de improvisar con ayuda de fenicios
y chipriotas sublevados contra el Imperio Persa. Con esta fuerza capturó la
fortaleza isleña de Tiro en julio del 332. En seguida se dirigió contra Egipto.
Como poco después desapareció todo vestigio naval persa, el decurso de las
operaciones posteriores es historia únicamente militar, la que terminó con el
desmembramiento del imperio alejandrino a la muerte de su fundador el año
323 a C.
La intervención de Alejandro en la misma Grecia había sido aparente-
mente positiva, al unificarla como protagonista de un vasto imperio griego.
Pero en la realidad no hubo tal unión, pues las antiguas "polis", acostumbra-
das a vivir libres, escasamente soportaron a un gobernante que se postulaba
divino, igual que los monarcas orientales; por otra parte, las rivalidades y
resquemores ancestrales resultaron un caldo de cultivo propicio para la
implantación del yugo romano tras la liquidación de Cartago en 146 a.C.
CAPÍTULO V LAS GUERRAS PÚNICAS

La marina, trescientos años antes de Cristo


Antes de entrar en materia sobre las guerras romano-cartaginesas dare-
mos algunas informaciones sobre construcción, organización y servicios
navales, y sobre el progreso de la ciencia náutica hacia el año 300.
El trirreme era entonces para todos los estados la nave de combate. Su
velocidad, fácil maniobra, escaso calado, desplazamiento modesto y bajo
costo lo recomendaron para la guerra por largo tiempo sobre otras naves,
nuevas o antiguas.
Había experimentado algunos cambios, como su alargamiento y el ensan-
che del entablado, que de cubrir sus extremidades pasó a extenderse sobre
toda la nave, formando una cubierta (catastroma) sobre la cual iban los
soldados, y por debajo, al reparo, los bogadores. Tuvo siempre un solo
mástil, aunque también un bauprés (bastón) a proa. Las velas eran las
mismas: acatos (mayor) y dolón (foque); la maniobra de tales velas, incluso
hasta sus nombres, era similar a la imperante en los tiempos modernos. Entre
las anclas de a bordo se contaban la de leva (jera), la de respeto y la de
esperanza. El rostro, que antes estaba a la altura de la cubierta, fue puesto a
flor de agua, para averiar en la obra viva al enemigo, acortado pero reforzado,
con poca punta. A ambos lados de la proa, dejando en medio al espolón,
había dos gruesas vigas sobresalientes, más cortas que aquél, para amortiguar
el golpe e impedir que el espolón se quedara incrustado en el buque enemigo,
permitiendo el abordaje del propio. Estas naves eran construidas enteramen-
te de abeto, con algunos trozos de fierro y cobre a fin de vararlas y arrastrarlas
por tierra distancias considerables, haciéndolas deslizar por roletes llamados
'falanche', que cada nave traía a bordo.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 33
Según Junen de la Graviére, los tri-, tetra- y penta-remes debían su
nombre al número de bogadores que actuaban en cada remo. Aunque haya
sido posible construir naves de cuatro o más órdenes de remos por lado, su
altura y consiguiente peso las hubiera inhabilitado para el combate, por lo
cual es más probable lo que dice el almirante francés.
Los trirremes tenían una dotación de doscientos hombres, ciento cin-
cuenta bogadores, unos pocos marineros, y el resto, 'hoplites y 'epivates'.
7

Los epivates eran arqueros; los hoplitas, infantes de armadura pesada, pica
y espada.
En la nave capitana iba el 'navarca' (navaijós) y el jefe de los pilotos o
archigobernador (aijikubernitis), avezado hombre de mar que solía aconse-
jar al navarca las evoluciones, maniobras y rumbo de la flota.
En cada triera iba un 'trierarca' o comandante, pero sólo para la parte
militar. Para la maniobra, equipaje y boga estaba el piloto o gobernador
(kubemitis); él tenía que dominar el arte de navegar: manejo del timón,
maniobra de velas y remos, y conocimiento de los vientos, las constelaciones,
las rutas y los puertos; correspondía, pues, al oficial de marina actual. Venía
después el contramaestre (prorens o proratis), encargado de la inspección del
aparejo y ejecución de la maniobra. Le seguían el jefe de los remeros
(kelevsis), los marineros vigías y sondadores (diopi), los cocineros (tijaiji) y
el despensero (loguisis o jammateus).
La táctica naval ateniense, obra de Cimón y Formión, prevaleció largo
tiempo en el mar, pudiendo decirse que aun se conserva, pues los remos
vienen a ser las hélices, y el timón sigue siendo el que da la dirección ala nave.
Los dos movimientos de ataque usados por los griegos consistían en atravesar
la línea enemiga (diekplus) y circundarla (periplus). Formábase la escuadra
para la batalla en línea circular, en línea semicircular o en ángulo agudo, con
el vértice a la cabeza; esta última era la formación preferida para el ataque.
Se acordaba primero entre los comandantes de división, que por lo general
iban en las alas, y también al centro cuando había varias escuadras. Para
hacer señales, la nave capitana mantenía su mástil; las demás, en cambio, lo
acostaban antes de cada combate. Una bandera roj a izada significaba ataque;
arriada, retirada; izadaaderechaoaizquierda,algúnmovimiento convenido.
También se señalizaba con un escudo izado al tope del mástil.
La vida era asaz dura en los trirremes. A veces hacían viajes cortos, pero
en otras ocasiones debían efectuar largas y arriesgadas travesías en pleno
invierno. Los bogadores no tenían otro lugar para dormir que sus propios
bancos; los marineros y soldados apenas contaban con espacio para caer
34 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
tendidos; sólo el almirante y algún otro oficial usaban una frazada. La severa
disciplina dependía más del espíritu que de las sanciones. Era deshonroso
sustraerse al servicio militar, e infame desertar. No faltaban, por supuesto,
los castigos: el azote y el ahogamiento, que consistía en echar al mar al
condenado, remolcándolo hasta que muriera; ambas penas fueron conserva-
das hasta hace poco, talvez por tradición: aun se practicaba a principios del
siglo pasado el castigo de hacer 'pasar por la quilla'.
La marina mercante era numerosísima. Los viajes por tierra, amén de su
longitud, eran peligrosos y, enmuchas partes, imposibles; sólo por mar la ruta
era libre, y sus amenazas, sorteables. Fuera de las embarcaciones dedicadas
a la pesca, en cada paraje había barcos de cabotaje, tomando diversas formas
según transportasen pasajeros, animales o mercaderías: aquellos iban en
faluchos a remolque, en tanto que éstas, a remo y vela. La arboladura de estos
barcos era la misma que la de guerra, pero en el mástil izaban tres velas: sobre
la mayor ('acato'), la 'antimonie', y sobre ésta, la 'suppara , especies de
1

gavias y juanetes de forma triangular.


Cada nave mercante o de guerra izaba a proa una bandera que le servía
de distintivo: el 'parasimonV Todas llevaban imágenes de los dioses estelares
con gran veneración. Las mercantes eran mandadas casi siempre por sus
propios dueños, los 'patrones ('naucliroi'), nombre que, como es sabido,
1

todavía se conserva.
En cuanto a teoría de la navegación no se había adelantado mucho.
Matemática, astronomía y geografía habían progresado lentamente; sólo los
muy duchos sabían determinar la latitud de un punto, y eso, aproximadamen-
te. Si bien existían cartas geográficas -muy informales-, no tenían la menor
aplicación en la navegación; lo que valía era la práctica. Situarse estando
cerca de la costa, reconocerla por su configuración: he ahí la habilidad del
piloto. Conocíanse reglas para los vientos, que distinguían en ordinarios y
extraordinarios, según la época y lugar. Llamaban 'borkas' al viento del
norte, 'notos' al del sur, 'apeliotes' al del este y 'nefros' al del oeste. La rosa
de los vientos que empleaban estaba dividida en ocho sectores principales;
parece que era dibujada en una tabla redonda, como una especie de brújula,
la que orientaban con el orto del sol, de la luna o de otros astros según la
declinación que tuvieran, también con la sombra del meridiano, y más que
nada con la Polar, llamada por antonomasia 'la estrella'.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 35
Comercio, puertos y descubrimientos geográficos
Contados eran los objetos comerciables en la antigüedad, pues se desco-
nocían productos tales como azúcar, té, café, espíritus y destilados, para no
hablar de los entonces exclusivos de América, como cacao, papas, maíz, etc.
Se traficaba especialmente con cereales, vino, aceite, animales, lana. Los
griego s trocaban el trigo del Ponto por vino y aceite del Nilo. Atenas y Corinto
eran los grandes centros de distribución.
De los puertos,poquísimos eran los artificiales,construidos todos para
resguardo y protección de las naves de guerra, antes que para las mercantes.
Era célebre el molo de Samos,de dos estadios de longitud, lo mismo que la
dársena y arsenal del Pireo, capaz de contener a cuatrocientos barcos;acá las
naves se echaban a tierra bajo techo,costumbre que perduraría muchos siglos.
No había en aquel tiempo derechos de aduana ni portazgos para los
buques. Fue en el oriente que se comenzó a dar ciertas normas para el
comercio, las que Atenas adoptó y fueron posteriormente incorporadas al
derecho romano.
Los griegos también aportaron a la geografía. Nearco de Creta descubrió
por orden de Alejandro la isla de Ceylán, a la que llamó Taprobana (324 a.C.).
Por otra parte, el ilustre Piteas, ciudadano de Massalia -Marsella- que había
calculado con pocos segundos de error la latitud de su ciudad natal, efectuó
un viaje exploratorio hacia el Atlántico; pasando por el canal de Bristol, dio
con Jeije, hoy día Irlanda, y derivó hasta la 'Ultima Thule' (Islandia). Lo más
interesante es que, maravillado ante las grandes mareas de la costa de Albión
en aquel canal, atribuyó dicho fenómeno a la atracción de la luna veinte siglos
antes de Newton.
Guerras púnicas: los beligerantes y sus móviles
Deben su nombre al gentilicio que los romanos daban a los fenicios.
Fueron tres y cubrieron más de cien años, con intervalos de paz entre una y
otra: la primera comenzó en 264 a.C. y duró veintitrés años; la segunda se
inició veintitrés años después y terminó en 201; la tercera , provocada ex
¿

professo' por Roma medio siglo después, duró cuatro años y borró a Cartago
del mapa en 146 a.C. En resumen, fue una lucha por el dominio del
Mediterráneo occidental, impuesto por la intransigencia de dos imperia-
lismos en expansión.
Cartago había sido fundada en 1059 por un puñado de fenicios. Ubicada
estratégicamente en la costa de Túnez,frente a Sicilia,se constituyó en un
estado marítimo-comercial que,a semejanza de sus antepasados,fundó colonias.
36 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Y efectuó conquistas entre los siglos VI y III a.C.
Tuvo dos grandes navegantes y exploradores: Hannon, que llegó al sur
del Africa con sesenta galeras, llevando treinta mil emigrantes a Sierra
r

Leona; y Himilkon, que expedicionó al norte de Europa entre los años 509
y 503. Tras éste llegaron luego a Inglaterra y el Báltico sus compatriotas en
busca de materias primas. Después de los fenicios, sólo los cartagineses
salieron al Atlántico y visitaron las Canarias, pues daban muerte a los
extranjeros que osaban seguirlos. Navegaban de noche guiándose por las
estrellas, con cuyas constelaciones alcanzaron a familiarizarse notable-
mente.
El pueblo cartaginés no fue guerrero, pero para proteger sus factorías en
el interior del África y dentro del Mediterráneo, tales como Malta, Cerdeña
y las Baleares, mantenía un ejército mercenario bien pagado. Como poseían
buenos buques, lograron conservar sus dominios durante tres centurias a
despecho de la mayor parte de los otros pueblos, ejerciendo un auténtico
monopolio comercial en el mundo conocido, al punto de imponer a Roma
la prohibición de comerciar por mar. Por eso cuando ésta llegó a tener
marina, vió en Cartago a su peor enemigo.
Roma, fundada a orillas del río Tíber en 754 a.C., llegaría a dominar toda
la Península Apenina, organizada como una potencia militar. Es probable
que aprendiera de los etruscos el arte de construir navios, lo que ocurrió
cuando Anco Marco creó un puerto en Ostia el año 640. Desde entonces
comenzó a desarrollar un comercio de cabotaje local, que atrajo el interés de
los cartagineses, con quienes Roma celebró dos tratados, uno en 509 y otro
en 348, según los cuales ambas potencias se comprometían a respetar las
zonas de influencia marítima que en ellos se definían: un avance para Roma,
por cuanto antes le había estado vedado el tráfico por mar.
Agricultores y soldados, los romanos no sentían inclinación hacia el mar.
Cuando en 337 conquistaron Anzio, capturaron todas sus naves, incendian-
do algunas y conduciendo otras a Ostia, con cuyos rostros adornaron la
tribuna del Foro. Sólo en 311, cuando tenían bajo su órbita varias ciudades
marítimas, instituyeron los 'diumviri' navales como superintendentes de la
marina, y, dependientes de ellos, los 'quaestormi', residentes en otros
puertos del litoral. Naves de guerra se mencionan por primera vez en un
frustrado desembarco en la boca del Arno, en el 308; y en 282, cuando cerca
de Tarentum fueron los romanos atacados y derrotados. En todo caso, el
pueblo romano desconoció la importancia de una flota y hasta 260 su poder
naval fue nulo. Cuando logró tenerlo, fue cuando pudo definir a su favor
la puja con Cartago.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 37
Al expandirse, Roma ambicionó anexar a Sicilia, en circunstancias que
Cartago ya tenía un pie en ella. Cuando Pirro, el rey de Epiro, la invadió
adelantándoseles, Roma y Cartago pactaron no tratar separadamente con él.
Ya en 406 habían debido los siracusanos defenderse de los romanos, y con
éxito, pues, contando con unos doscientos trirremes, les habían hundido
numerosos transportes navales con soldados.
Las causas de las guerras púnicas se podrían reducir a tres: a) la verdadera
subordinación que habían establecido los mentados tratados de delimitación
de zonas comerciales; b) el choque de codicias en Sicilia; y c) el encierro a
que Cartago tenía condenada a Roma dentro del mar Tirreno, pues
dominaba las islas de Cerdeña, Córcega y Lípari, razón por la cual Roma
habría buscado una salida por el sur de Italia, conquistando la atrayente
Magna Grecia,
El motivo inmediato, el que desencadenó la guerra, fue una petición de
apoyo. El año 264 los mamertinos se habían apoderado de su vecina
Messana, hoy Messina. Atacados por cartagineses y siracusanos, pidieron
socorro a Roma. El cónsul Apio Claudio se dirigió a Reggio, donde embarcó
tropas en naves de las ciudades aledañas. Los cartagineses, mayores en
número, los obligaron a retornar a Reggio, reprochándoles la ruptura del
pacto, aunque les devolvieron las naves y prisioneros capturados. Apio
simuló retirarse, observado por las naves púnicas, pero cuando se distanció
de ellas, atravesó el estrecho de Messina y ayudó a los mamertinos, faltando
así a un acuerdo tácito, benévolamente otorgado por Cartago.
Las relaciones fueron empeorándose. Los cartagineses cerraron el estre-
cho de Messina y devastaron el litoral de la península, por lo cual el senado
romano acordó en259 combatir a Cartago en el mar: una decisión admirable,
de verdad, pues esos optimates no conocían los trirremes ni de vista, y jamás
habían presenciado un combate naval. Roma carecía de astilleros, arsenales
y constructores. Para modelo hubo que tomar una nave púnica varada y
entrenar a los remeros en seco, como en un gimnasio.

Primera guerra púnica (264 al 241 a C)


Derrotados en tierra siciliana, los cartagineses reembarcaron en 260,
quedando Sicilia en poder de los romanos. Pero los cartagineses, señores del
mar, siguieron saqueando las costas italianas.
Roma equipó ese año una escuadra que los cartagineses batieron cerca de
las islas Eolias. Al tomar Duilio el mando de la armada después de este
revés, sopesó en primer término la inferioridad del romano como marino
38 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
e hizo confeccionar en cada triera algo así como un puente levadizo' con
1

un gancho hacia afuera, denominado 'corvio', el que, aferrando la nave


enemiga, permitiera el paso de la tropa de modo que el combate naval se
convirtiera en uno terrestre. En estas condiciones los romanos pudieron
vencer en Mylea, en el mismo escenario y año de su anterior fracaso. Tres
años después se dio la indecisa batalla de Tíndaris, y luego la de Ecnomo, en
que la armada cartaginesa fue completamente desbaratada.
Los romanos desembarcaron en África, hicieron veinte mil prisioneros y
dejaron allí a Atilio para que sitiara a Cartago; pero los cartagineses, en
terreno propio y asesorados por el estratega griego Jantipo, vencieron a los
invasores, insuficientemente auxiliados por Roma.
Impuestos los romanos de su derrota, surcaron nuevamente hacia Africa,
f

obteniendo dos victorias: una naval y otra terrestre; mas al regresar sufrieron
tal tempestad que apenas salvaron treinta de sus trescientos buques. Un
nuevo naufragio les hizo perder el año 253 varios transportes y ciento
cincuenta buques de guerra.
Creyendo llegado el momento oportuno, Cartago propuso la paz, pero
Roma se negó. En alguno de los diez años que ésta bloqueó y sitió a Lilibeo
se libró la batalla naval de Drepano, ganada por los cartagineses, el resto de
la escuadra tiberina fue deshecha cerca de Sicilia por una tempestad (249).
En 244 los romanos alistaron una gran armada, con la que se apoderaron
de Drepano y consiguieron un triunfo decisivo junto a las islas Egates. A raíz
de ella se firmó una paz obviamente desfavorable a Cartago, por cuanto
renunciaba a la isla de Sicilia. Luego tuvo que afrontar la sublevación de sus
mercenarios, impagos. Para colmo, Roma se aprovechó de esas tribulacio-
nes, quitándole las islas Córcega y Cerdeña. Roma dominaba ahora el mar
Tirreno.

Segunda guerra púnica (218 al 201 a C)


En los veinte años que siguieron a la primera guerra, el país africano se
rehizo por obra de la dinastía Barca, de cuyo seno surgió el famoso general
Aníbal, verdadera bendición divina para Cartago. Roma se sintió alarmada
y luego amenazada cuando ese general sitió y destruyó Sagunto, aliada de
Roma en España. El móvil de Aníbal era la conquista de Iberia, que resarciría
a su patria de la pérdida de Sicilia; de aquella península sacaría los hombres
y elementos necesarios para invadir Italia a través de los Alpes y vencer a
Roma en tierra: en resumen, una campaña terrestre.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 39
No hubo batallas navales propiamente tales. Varias veces los romanos,
siempre vigilantes, entraron en contacto victorioso con reducidas escuadras
púnicas. En verdad, los cartagineses no actuaron felizmente en apoyo del
plan de Aníbal.
Este general, de veintinueve años entonces, demostró ser un habilísimo
militar y un brillante estadista. Hoy se le considera uno de los genios de la
guerra más conspicuos que la humanidad haya producido. Para alcanzar los
Alpes debió combatir con sucesivas tribus que le presentaron resistencia.
Llegado que hubo ante las moles cordilleranas, emprendió su cruce en pleno
invierno al frente de cincuenta mil hombres y, arma nueva en Europa, unos
cuarenta elefantes. En las nevadas cumbres perdió hombres y paquidermos,
pero consiguió su propósito. Venció a los romanos en tres sucesivas batallas
campales, especialmente en Cannas, una batalla aniquilante, citada como
modelo por los críticos modernos. Roma tembló: ¡'Hannibal ad portas'!,
gritaban despavoridos en los campos. Pero para aquél el apoyo de su patria,
que no podía llegar mas que por vía marítima, ni se divisaba. Entonces los
pueblos meridionales sacudieron el yugo de Roma, ofreciendo a Aníbal una
oportunidad favorable.
Varios años enteró Aníbal tratando en vano de organizar una coalición
eficaz contra su enemigo. Al fin debió embarcarse en la costa ligúrica rumbo
al Africa, abandonando el teatro peninsular en naves que, si antes no lo
/

auxiliaron, al menos ahora lo rescataban, y con escaso riesgo, pues hacia el


año 206 Roma se hallaba sin barcos de guerra debido a que, construidos de
madera verde, habían durado poco tiempo.
Roma alistó entonces otra expedición al África. En mes y medio reunió
cuarenta naves de guerra y muchas más de carga, cuyas tripulaciones, todas
voluntarias, deseaban servir a su patria a las órdenes del muy querido Publio
Escipión. Bajo su dirección se ultimaron los preparativos, quedando los
soldados a las órdenes de los marinos para los servicios de abastecimiento.
Las naves se distinguían durante la noche por una, dos y tres luces, que
correspondían a las de guerra, mercantes y capitana. En febrero del 204
zarpó Escipión al continente africano frente a un convoy de cuatrocientos
barcos cargados con treinta mil soldados, escoltado por cuarenta trieras.
Los cartagineses, que nuevamente poseían bastantes naves de guerra,
nada hicieron por hostilizar a esta expedición, ni siquiera durante el
desembarco en Útica; recién vinieron a actuar cuando Escipión estaba por
capturarles la capital, y aun así, no con la rapidez que hubieran debido,
considerando la oportunidad que Ies brindaba el hecho de que los romanos
40 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
tuvieran muchas embarcaciones varadas en tierra y embarazadas con
máquinas de sitio. Avisado Escipión de la aproximación de la flota púnica y
no disponiendo de tiempo para ordenar la suya en batalla, resolvió tomar una
posición defensiva, dejando los trirremes más cerca de la playa y, frente al
enemigo, las embarcaciones de carga formadas en cuatro filas unidas por
puentes hechos con sus propias vergas y mástiles. Cuando llegaron formados
en orden de batalla, los cartagineses vieron que los romanos no se movían.
Entonces acometieron. El combate llegó a tener las características de un
asalto a fortalezas. Como las naves de carga superaban en altura a los
trirremes, éstos debieron lanzar sus dardos desventajosamente desde abajo.
Al fin los cartagineses arrojaron a las barcas invasoras unos arpones de hierro
que los romanos no pudieron cortar, con lo que cada triera acarreó tras de
sí a una nave de carga, rompiéndose los puentes y alcanzando a pasar a duras
penas los combatientes a la siguiente fila de naves; seis unidades de carga
romanas fueron llevadas a remolque a Cartago, con gran alegría de sus
pobladores, que tantas derrotas habían sufrido a manos de sus rústicos
enemigos.
Es bien sabido cómo Escipión venció a Aníbal después, en Zama,
dejándole a Cartago autorización para conservar sólo diez trieras e incen-
diando el resto, a cambio de la paz (201 a.C.).

Arquímedes y las actividades navales


Durante la segunda guerra púnica, las actividades navales más importan-
tes se desarrollaron ante Siracusa, sitiada por el cónsul Marcelo a causa de
que la ciudad había mudado su alianza con Roma por la de Cartago. Fundada
en 734 a.C. por una colonia de corintios y otros dorios en una islita llamada
Ortigia, había crecido poco después territorial y demográficamente con la
anexión de la isla grande que la enfrentaba. Hallábase fortificada desde 395
por obra de su tirano Dionisio I.
Fue bajo el gobierno de Hierón II que Siracusa se abanderizó con Cartago.
Entonces Marcelo hubo de lidiar contra una plaza bastante fuerte por
naturaleza y moral ciudadana, ayudada además por los cartagineses y el
ingenio del viejo Arquímedes, físico y matemático vastamente conocido,
entre cuyos inventos cabe mencionar la bomba aspirante y los aparejos
múltiples para las maniobras pesadas.
Desde un comienzo Marcelo trató de atacar la ciudad por mar, uniendo
de a dos en dos ocho grandes barcos; en cada par colocó una torre de madera
provista de una alta escala protegida con un parapeto, a fin de poder batir
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 41
los muros de la fortaleza. Obedeciendo a Arquímedes, los defensores se
valieron de palancas para lanzar peñascos a las naves más lejanas, mientras
agarraban las más cercanas con largas pértigas terminadas en manos de
hierro y las hundían con potentes arietes premunidos de rostros a guisa de
pico de gralla. El prolífico genio trató además de incendiar las naves con
espejos parabólicos adonde convergiesen los rayos solares, los que por lo
menos hicieron imposible a los tripulantes actuar, todo lo cual forzó a los
romanos a alejarse de los muros de Siracusa, contentándose con bloquear
el puerto. Más tarde, aunque una flota cartaginesa trató de socorrer la plaza
en 212, al compararse con la romana, más fuerte, optó por retirarse.
Siracusa cayó en poder de Marcelo, que la abandonó al saqueo, en el cual
murió Arquímedes: sensible duelo para la humanidad, que perdió un sabio,
precursor de los autores del cálculo infinitesimal, a quien recordamos por
su exclamación ¡ 'eureka'! al descubrir su famoso principio.
La segunda guerra continuó con energía por parte del Senado, versus la
genialidad personal de Aníbal. Roma armó algunas escuadras para excursionar
en Grecia, a la vez que su ejército combatía en Iberia. En su contra, Cartago
no enviaba sino escuadras inferiores tanto en cantidad como en calidad, las
cuales fueron derrotadas dos veces ; el 208 cerca de Clupea y el 207 entre
Sicilia y Africa. Al fin intentó socorrer a Aníbal, que con grandes esfuerzos
/

se mantenía en la Italia meridional; en 206 le remitió un convoy de ochenta


embarcaciones de carga, pero con tan débil escolta que el pretor Cneo
Octavio con una escuadrilla las apresó a todas sin dificultad ni pérdidas de
su lado.

Tercera guerra púnica (150 al 146 a C)


Fue provocada por Roma, que veía con malos ojos cómo al amparo de
la paz iba Cartago recuperando algo de su pretérita importancia. Roma se
valió arteramente de un aliado suyo, Masinisa, rey de los númidas orientales,
para que las emprendiera contra Cartago. Esta, naturalmente, tuvo que
/

defenderse. Al guerrear sin el consentimiento de Roma, violó las condiciones


de paz con que había terminado la segunda guerra. Inmediatamente aprove-
chó Roma el pretexto para mandar un ejército. Cartago envió entonces al
Senado embajadores que aceptaron cuanto les exigieron. Pero el cónsul
encargado de hacer cumplir las disposiciones, extralimitándose, ordenó
evacuar Cartago con el objeto de arrasarla.
42 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Ante tal abuso, los cartagineses se levantaron en armas, preparando en
pocos dias su defensa. Todavía tres años duró esta guerra de exterminio. Era
otro el Escipión que encabezaba a los sitiadores, cincuenta y ocho años
después del anterior. Cartago resistió heroicamente. Sin que mediaran
encuentros navales, Asdrúbal incendió la escuadra de los romanos, y cuando
éstos ya desesperaban del triunfo, vencieron, demoliendo la ciudad hasta sus
cimientos. Roma prohibió su reedificación y vedó hasta recordar su nombre.
Corría el año 146 .
Las guerras púnicas dan que pensar. Desde luego se advierte que en todo
momento el triunfo decisivo correspondió al beligerante que poseía la mejor
escuadra y que supo emplearla coordinadamente. Roma le prodigó especial
atención después de sus primeros fracasos. Prueba palpable de la importan-
cia que los romanos llegaron a atribuir a la flota de guerra es el hecho de que
se la hubieran quitado a Cartago como condiciones para la paz.
De todas las victorias navales romanas en estas tres contiendas, merece
citarse como la más descollante la de Milea, primera victoria de los tiberinos.
Influyó en el triunfo el uso del 'corvio', nueva arma complementaria, de
autor ignoto. Damos a continuación un relato de dicho combate y, luego, de
los de Monte Ecnomo y de las Egates, también ganados por los romanos
durante la primera de las guerras púnicas.

Batalla de Milea (260 a C)


Hemos ya dado a conocer cómo era la marina hacia el 300 a.C.; vamos
ahora a narrar con algunos detalles las dos primeras batallas del conflicto
puno-romano, mostrando un encuentro entre escuadras completas, a fin de
captar las valiosas lecciones que nos han legado.
El año 260, informado el cónsul Cayo Duilio, jefe de la armada, de que
el cartaginés Aníbal Barca devastaba Milea -hoy Melazzo-, se dirigió con
todas sus naves a esas aguas. Los romanos ya habían inventado el 'corvio\
especie de puente levadizo, terminado en fuertes garras metálicas con el
objeto de trincar las naves enemigas y así transformar el combate naval en
una acción terrestre.
Cuando los cartagineses avistaron a los romanos, los dejaron acercarse sin
mayor preocupación, pues estimaban seguro poder derrotarlos, ya que los
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 43
consideraban unos ignorantes y ridículos marinos, novicios en las artes
náuticas.
Por esta razón Aníbal, sobre su nave capitana, era seguido sin ningún
orden; pero cuando los romanos estuvieron más cerca, pudo observar el
'corvio', maravillándose de esta novedad, de la que luego se mofó por tosca
y despreciable. Las naves suyas que se encontraban en primera línea atacaron
a las romanas. Éstas, arriando el 'corvio', lograron asir muchas naves
cartaginesas y comenzó la batalla en los puentes y cubiertas, en donde los
legionarios romanos, bien armados y aguerridos, obtuvieron una fácil
victoria sobre los marinos cartagineses armados sólo muy ligeramente,
capturando treinta naves, incluso la de Aníbal, quien logró salvarse en un
esquife. Los demás bajeles cartagineses, aun en número considerable,
permanecieron indecisos por algún tiempo; cuando avanzaron contra los
romanos, éstos se cerraron en círculo, presentando al enemigo sus rostros y
corvios, por lo que los cartagineses, habiendo hecho en vano varias tentativas
de ataque, se alejaron. Las pérdidas púnicas sumaron catorce naves a pique,
treinta y una apresadas, tres mil muertos y siete mil prisioneros, de las
romanas no ha quedado información.
Esta victoria fue obtenida tanto por el valor y disciplina de los soldados,
como por la negligencia y exceso de confianza de sus enemigos, cuya
responsabilidad cae sobre Aníbal, a quien correspondía, según las leyes de
su república, la pena de muerte, de la que se salvó merced a una treta de la
cual nos habla la historia general.
Sin embargo, al dilapidar tiempo celebrando a los vencedores en vez de
buscar la decisión y obtener el dominio del mar, como lo aconsejaba
constantemente Catón, Roma no aprovechó esta victoria.
Valgan acerca de ella algunas consideraciones.
El 'corvio' y el objeto para el cual fuera inventado fueron mantenidos
constantemente por los romanos, quienes, a pesar del éxito obtenido en la
primera fase de la batalla, no se vanagloriaron. La sorpresa produjo su efecto
en el momento preciso, lo que no puede ser mayor éxito; así, hemos visto que,
asombrado Aníbal al principio ante el armatoste romano, terminó por
menospreciarlo, con lo que la fortuna vino en ayuda de los romanos. Estos
/

aplicaron su invención sólo cuando fue necesario y se pudo obtener la mayor


sorpresa. Por otra parte, la formación de los romanos permitió el uso de su
nueva arma en forma casi simultánea y también permitió presentar un frente
invulnerable al enemigo en la segunda fase de la batalla.
44 CARLOS AGU1RRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Sin embargo los latinos no explotaron el éxito persiguiendo al enemigo
en retirada, lo que por supuesto prolongaría la guerra, al dqar al enemigo
reponerse y recibir refuerzos.
A los cartagineses los perdió el exceso de confianza; se dejaron sorpren-
der en forma inconcebible, sin haber tomado la menor medida de seguridad.
Su ataque fue llevado de modo desordenado. Tampoco aprovecharon a
tiempo la lección dada por el 'corvio', ya que la mayor observación de sus
capitanes les hubiera indicado otros caminos a seguir. No hubo por parte de
ellos la idea de concentrar sus fuerzas en el punto más vulnerable del
enemigo, puesto que, siendo sus naves más veloces y manejables que las
romanas, pudieron haberlas empleado de flanco contra las empeñadas en la
lucha directa sobre el 'corvio'. Pero también es destacable el mérito de no
haberse desmoralizado, pues permanecieron dueños del mar y con la
iniciativa de su parte.

Batalla del monte Ecnomo (257 a C)


Resuelto por el Senado llevar la confrontación al Africa, atacar ala misma
t

Cartago y asegurar las comunicaciones del ejército con Italia por medio de
una poderosa armada, Roma aparejó a principios del año 256 a.C. trescientas
treinta naves, de las cuales algunas estaban especialmente acondicionadas
para el transporte de caballos. Esta flota conducida por los cónsules Atilio
Régulo y Manlio Volso se dirigió a la costa meridional de Sicilia, en donde
embarcó cuatro legiones, una en cada escuadra. En cada nave iban ciento
veinte soldados y trescientos remeros; en total, cerca de ciento cuarenta mil
hombres.
Por su parte, los cartagineses habían hecho denodados esfuerzos para
oponer una flota a la romana, dispuestos a no permitir que el contrincante
pusiera sus plantas en Africa. Reunieron trescientos sesenta navios con unos
/

ciento cincuenta mil hombres a bordo bajo el mando de Hannón y Amílcar


Barca, fuerza que se dirigió a tomar posición cerca del cabo Lilibeo -hoy
Boco-, pero informados de que el enemigo se encontraba en la boca del río
Himera, se desplazaron a Heraclea Minor,
Los cónsules, sabiendo que en alta mar se hallaba una grande y veloz flota
adversaria, ordenaron la propia en forma de asegurarla de todos los lados.
Las dos primeras escuadras, encabezadas por las naves consulares, fueron
ordenadas en dos líneas convergentes, de manera que las cabezas de las
columnas se juntaban y las dos filas se alargaban cual un abanico,
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 45
conservando todas las naves el mismo rumbo. Esta cuña iba cerrada en su
abertura por la tercera escuadra, la que, avanzando en línea de frente,
llevaba a remolque las embarcaciones cargueras. La cuarta escuadra,
destinada a reserva, navegaba también en línea de frente, detrás de los
barcos de carga, pero en orden abierto, sobrepasando ambos vértices de la
base del triángulo formado por las tres primeras.
Cuando los jefes púnicos observaron la formación del adversario,
acomodaron la suya formando las tres cuartas partes de su fuerza en una sola
línea, extendiendo su ala derecha con la idea de envolver a los romanos,
oponiéndoles todas sus proas. La otra cuarta parte formaba el ala izquierda,
pegada hacia la costa y haciendo la figura de una 'V', para resistir la cuña
romana. El ala derecha era mandada por Hannón y la izquierda por Amílcar,
quien ya había usado la misma disposición en la batalla de Tíndaris. Los
latinos, viendo que, al extenderse, los opositores abrían su línea de batalla,
se dirigieron al centro. En tanto, los cartagineses del centro se ponían en
orden, giraron con ánimo de desunir la formación cerrada de los romanos.
Estos los siguieron con tal ardor, que la primera y segunda escuadra,
alcanzando a los pseudo-fúgitivos, se destacaron de la tercera y cuarta. Los
africanos, cuando creyeron que las dos primeras estaban ya en el lugar
oportuno, a una señal izada en la nave de Amílcar viraron a un tiempo y
embistieron a los contrarios que los perseguían.
Comenzó entonces la lucha. La rapidez de maniobra para girar y atacar,
así como la prontitud para retirarse eran características de los cartagineses;
pero la bizarría de los legionarios para combatir y el uso del 'corvio', además
de la presencia de los dos cónsules del Estado entre los combatientes,
mantenían levantada la moral de los romanos.
Hannón, que comandaba el ala derecha de los cartagineses y que al
comienzo se había separado, atravesando el espacio de agua, atacó a la
escuadra romana de reserva, poniéndola en malas condiciones Las naves
púnicas que habían quedado vecinas a tierra, formándose ahora en línea de
frente y virando la proa sobre el enemigo, acometieron a la tercera escuadra,
que remolcaba la caballada; ésta, largando por mano los remolques, les hizo
frente en buena forma. Así pues, la lid se había trabado en tres partes
separadas al mismo tiempo.
Transcurridas algunas horas de combate, Amílcar fue puesto en fiiga;
Manlio lo persiguió y Atilio acudió con la segunda escuadra en socorro de
la reserva y de la caballada atacando a Hannón, con lo que la cuarta escuadra
recobró bríos y recomenzó la batalla. Los cartagineses, combatiendo de
46 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
frente y envueltos de flanco por las unidades de Atilio, abandonaron la
lucha y huyeron a alta mar. Entretanto, Manlio, ya de vuelta, viendo a salvo
la reserva y el convoy de la caballada por la acción de Atilio, pero la tercera
escuadra en peligro, bogó en auxilio de ésta; tomando a los cartagineses de
flanco y por la espalda, les capturó cincuenta bajeles con toda su gente; pocos
escaparon, pegándose al litoral.
El resultado general de este hecho naval, que ocurrió en primavera del
año 257 a.C. a la sombra del monte Ecnomo, fue la pérdida de veinticuatro
naves romanas contra treinta cartaginesas hundidas; además los cartagineses
perdieron sesenta y tres unidades, que los romanos apresaron.
Al comentar esta batalla, cabe destacar que, siguiendo los consejos de
Catón, el patriciado romano había resuelto aniquilar al enemigo con el objeto
de asegurarse la hegemonía que le disputaba. La estrategia adoptada para
lograr tal fin político era sin duda la más indicada: crear una armada capaz
de vencer a la de Cartago y, obtenido el dominio del mar, atacar al enemigo
en su propia capital. La preparación, aparejo y entrenamiento de la fuerza
naval de Roma hace honor a la frase 'obra de romanos'. A falta de otras
fuentes informativas, tenemos que creer en el estupendo éxito alcanzado, ya
que existen en otros campos obras de aquellos tiempos que no nos maravillan
menos que ésta.
Respecto ala disposición de los cónsules romanos de recogerlas legiones
en el sur de Sicilia, aunque la historia no lo diga debemos suponer que tal
medida se debió al propósito de permanecer con esa tropa el menor tiempo
posible a bordo, ya que la necesidad de alimentos para ella y la caballada
implicaba muchas toneladas hábiles de peso muerto para la flota. Aceptada
esta suposición que consideramos la más lógica, tenemos que aceptar
también que esa medida de los romanos no podía ser más atinada, ya que el
viaje de Sicilia al África era más corto que desde los puertos del Lacio.
No hubo otra disposición estratégica para la navegación de los romanos,
quienes conservaron una cerrada formación táctica, listos para el combate y
a cubierto de sorpresas. Esto, sin embargo, constituyó a nuestro juicio un
desliz, pues la flota de exploración podía permitir al enemigo una acción
sorpresiva capaz de ocasionar un desastre. El que los cartagineses no hayan
observado lo correspondiente, no quita que el error existiese y en esto hay
que convenir en que los latinos anduvieron con suerte.
Durante la batalla misma sin duda fue una temeridad que los cónsules
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 47
se adelantaran con sus dos primeras escuadras contra un sector central
contrario, abandonando la tercera escuadra, impedida de moverse por el
remolque, y la cuarta, que por su formación abierta requería un tiempo
considerable para concentrarse. Si el desastre no se produjo por este hecho,
o se produjo a medias, fue sólo debido a que el movimiento de despliegue
de los cartagineses, sobre todo de su ala derecha, demasiado extensa para
maniobrar, también requería un largo tiempo.
El combate lo decidieron más que nada las condiciones excepcionales
de los romanos y el estado de su moral, tan elevada después de la batalla
de Milea, en la cual aminoraron, si no abatieron, la fama de marineros
invencibles y expertos de sus contrincantes. Sin embargo consideramos
sumamente atinadas y oportunas las acciones posteriores de los romanos, de
atacar en los puntos precisos en que se necesitaba la mayor concentración de
fuerzas; así, Atilio por la izquierda atacó a Hannon de flanco, envolviéndolo
por la espalda, lo que además de ser una maniobra táctica espléndida,
conseguía el objeto de atenuar la presión ejercida sobre la cuarta escuadra de
reserva y salvaba las naves de la caballada. El éxito de esta maniobra no se
hizo esperar. Por su parte, Manlio procedió en la derecha con la misma
habilidad y aún con mayor éxito que Atilio, dedicándose de lleno al enemigo
más cercano y al que mayor daño podía hacer.
En cuanto a la estrategia de los cartagineses, la estimamos buena, ya que
ésta consistía en impedir al adversario poner su planta en las costas de su
patria, manteniendo los teatros de operaciones en aguas extranjeras. No
puede decirse lo mismo de las líneas de acción que eligieron. Los errores se
sumaron unos a otros, en forma que puede decirse que los conductores de
las operaciones merecían la derrota que tuvieron. A pesar de contar con
naves especiales para la exploración, y no obstante conocer mejor que nadie
las condiciones del escenario bélico, los cartagineses no se informaron
oportunamente de sus movimientos, manteniéndose en un principio junto al
cabo Lilibeo, posición absurda y sin objeto, en vez de tratar de interceptar
al enemigo antes de que embarcara sus legiones, o bien durante esta misma
operación, cosa que podían efectuar con poca fuerza, ya que supieron a
tiempo que éste se encontraba en la boca del Himera.
En la disposición de acecho adoptada por ellos enHeracleano observaron
la menor medida de seguridad ni destacaron exploradores, viniendo a manio-
brar cuando el enemigo estaba a la vista, movimiento que necesariamente
debíaserlentoypermitir al enemigo maniobrar porsuparteasu antojo. Cierto
es que la 'diversión' del centro izquierdo produjo un efecto triple: primero,
48 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
alejar a las dos primeras escuadras romanas del resto de su flota; segundo,
permitir al mismo tiempo el despliegue de la propia derecha, que quedó en
situación de atacar a la reserva romana, como hemos visto; y tercero, dar
tiempo para la formación de la fuerza de Amílcar, que debía presentar batalla
a las dos principales escuadras romanas. Sin embargo, el éxito momentáneo
fue sólo relativo y la única fracción púnica que pudo y debió lograr éxito fue
el extremo de su ala izquierda, concentrada sobre la costa, que logró envolver
el ala derecha de la tercera escuadra romana, la que, impedida con el remol-
que, necesariamente debió maniobrar lentamente para ordenarse en batalla.
En resumen, pese a su mayor fuerza y pericia náutica, los cartagineses
perdieron la batalla, más que por la recia manera de pelear de los romanos,
por los errores de sus conductores.

Batalla de las islas Egates (241 a C)


Durante el año 143 a. C, la inercia del Senado fue saldada por el patriotismo
de los ciudadanos. Con dinero facilitado porgenerosos patricios se construyó
y dotó doscientos navios de guerra, mejorando la forma y condiciones de éstos
según el modelo del que habían capturado en Lilibeo. Eligieron como jefe al
cónsul CayoLutecio, quien, después de entrenar tal fuerza, se dirigió al ataque
deLilibeoyDrepano, en poder délos cartagineses, quienes no esperaban esta
resurrección del poder naval romano. De mal grado hubieron de preparar
antes de un año una flota que al mando de Hannon compareciera en la prima-
vera del 241 a la vista de Drepano. Era numerosa, pero tanto las naves como el
personal valían muy poco; además estaba cargada de provisiones para los
sitiados y sin soldados abordo, pues el plan de suj efe era entrar de improviso al
puerto, desembarcar la carga, embarcar a los soldados más veteranos de
Amílcar y combatir después contra Lutecio. Por esto se colocó detrás de la
isla Cera, hoyMarittimo, esperando un viento propicio, de modo que cuando
comenzó éste a soplar con fuerza, dió todas las velas gobernando derecho a
Drepano.
Sabida por Lutecio la llegada de sus adversarios y adivinando su
intención, se había ido a tomar posición en la isla Luisa, hoy Favignana, pero
viendo al enemigo que avanzaba viento en popa, dudó de atacarlo con viento
de proa y mar agitado, lo que molestaba a sus soldados. Sin embargo,
sospechando que las naves púnicas estaban cargadas y sin tropas, las que
podían embarcar en el puerto, incluyendo talvez al propio Amílcar, se
decidió a luchar. Como él se encontraba herido desde el sitio de Drepano,
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 49
ordenó a Quinto Valerio dirigir la lid.
Los cartagineses, que venían marchando a velas infladas, justamente al
acercarse al enemigo las arriaron y echaron los remos al agua: gravísimo
error, pues ¿qué objeto cumplían con eso? La refriega fue breve. Cincuenta
naves africanas fueron hundidas por los romanos y setenta, capturadas con
su equipaje; sólo unas cuantas alcanzaron a escurrirse.
A consecuencia de este combate Cartago pidió la paz a Roma, que se la
concedió previa cesión de Sicilia y una indemnización de guerra. La primera
contienda púnica terminaba, pues, tal como había comenzado: con una
victoria naval romana.
CAPÍTULO VI - LUCHAS CIVILES EN R O M A (102-27 A.C.)

Antecedentes
Durante el siglo anterior a la era cristiana, graves acontecimientos
políticos agitaron a Roma. El período que corrió entre los años 102 y 27
a.C.dividió a la República, ya en decadencia, en bandos enconados. Del 90
al 78 la rivalidad armada estuvo capitaneada por Mario, el protector de la
plebe, y el aristocratizante Sylla, quien, antes de morir rodeado de placeres,
había gobernado dictatorialmente.
En los años 63 y 62 sucedió la conjuración de Catilina, amenaza para el
Senado denunciada a tiempo por el cónsul Cicerón.
Tres años después se formó el primer triunvirato: César, Pompeyo y
Craso. César, que destacaba como general, conquistó la Galia del 58 al 50,
a continuación de la cual estalló una guerra civil entre sus huestes y las de
Pompeyo. César pasó el río Rubicón armado, quedando así al margen de la
ley; resignado, exclamó: La suerte está echada . Al resultar vencedor, llevó
£ 1

consigo al poder al partido democrático (48 a.C.).


Asesinado César cuatro años después de asumir la dictadura, los confa-
bulados Bruto y Casio pretendieron restablecer la república, aunque oliese
a oligárquica. Mas un amigo de César, el cónsul Marco Antonio, se puso de
acuerdo con Octavio, hijo adoptivo de aquel, y con Lépido, el jefe de la
caballería, para establecer el segundo triunvirato y distribuirse el gobierno,
destruyendo con ello el partido republicano. En el reparto terrritorial Antonio
quedó con Asia y Grecia, Octavio en Roma con el Occidente, y Lépido en
Africa.
/

El año 31 hizo crisis la aparente armonía de Antonio y Octavio. Esa


ruptura significaba guerra, la que iba a definirse en el mar, pues los dos
CAP. VI - LUCHAS CIVILES EN ROMA (102-27 A C) 51
bandos disponían de escuadra. Antonio contaba con la flota de su aliada, la
reina egipcia Cleopatra; Octavio tenía sus fuerzas en las costas del Adriático.

Preparativos del conflicto entre Octavio y Antonio


La pugna entre los dos cónsules romanos se debía a varias causas. Ambos
eran generales de gran valor y prestigio, sólo que mientras Octavio se había
dedicado a luchar con paciencia y constancia contra Sexto Pompeyo,
ganando él fama y eficiencia su armada, Marco Antonio, cautivado por la
belleza de Cleopatra, andaba consagrado más a Venus que a la preparación
bélica. Antonio había repudiado a su esposa, hermana de Octavio, para
prometer públicamente a Cleopatra, en su desvarío pasional, que la capital
de su proyectado imperio sería trasladada a Alejandría. Octavio supo
explotar muy bien tamaña torpeza, que inclinó a la opinión pública de Roma
en contra de Antonio.
Este hizo concentrar su ejército en Grecia, frente a las costas italianas: en
f

Accio, al entrar al golfo de Prevesa. Octavio, que durante el invierno había


juntado el suyo en las costas italianas frente a Grecia, atravesó el mar
Adriático sin ser molestado por la flota de su rival, de modo que ambos
ejércitos quedaron cara a cara, cada uno de ellos apoyado por su respectiva
escuadra. Es de advertir que las fuentes de información merecen poca fe,
pues existen grandes contradicciones.
No ignorando Antonio que Pompeyo había sido derrotado principalmen-
te por la superioridad de las naves de Octavio y por la cantidad de soldados
que llevaban, había reunido casi quinientos trirremes, muchos de ellos
excesivamente adornados, de grandes dimensiones y altos castillos, los que
dotó de gente campesina reclutada en el agro griego, por todo lo cual su
armada adolecía en general de poca agilidad,
Por su parte Octavio, cuya flota mandaba Agripa, el mismo que había
combatido antes a Pompeyo con naves grandes, ahora poseía barcos de poca
envergadura para hacer frente a las grandes trieras de Antonio; pero las suyas
eran livianas, rápidas, de fácil maniobrabilidad y equipadas con gente
escogida, esencialmente de mar.
Plutarco ha descrito la iniciación de Jos movimientos de ambas flotas
como sigue: 'Al amanecer del 29 (de agosto) Antonio observó que el
enemigo se movía para cerrar la boca del puerto, por lo que, temiendo le
cogiese sus naves vacías de hombres de armas, dispuso que el resto de sus
52 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
buques se mantuviera de proa al enemigo gobernando con los remos, visto
lo cual Octavio, haciendo uso de una estratagema, se retiró para obligarlo a
salir del puerto y presentar batalla.'
Según Dión Cassio, Antonio, desesperando de poder abastecer a su
ejército y armada, tenía ya resuelto retirarse de Grecia, pero, aconsejado por
Cleopatra en favor de presentar batalla para poder ella aprovechar la ocasión
de huir, optó por abrirse paso combatiendo.
Sea como haya sido, el hecho es que Antonio hizo incendiar las naves
egipcias, excepto sesenta que dió como escolta a Cleopatra, y alistó las
mejores y más grandes galeras; embarcó en ellas unos veinte mil soldados
bien armados y dos millares de arqueros; y ordenó, contra la costumbre, que
se dejaran a bordo las velas, quedando listo para la pelea.
Octavio, por su parte, se había embarcado y tomado el mando del ala
derecha, quedando Agripa al de la izquierda. La mar estaba agitada por el
roce de un fuerte viento que duró tres días, hasta que, habiendo amainado,
las dos flotas se pusieron en movimiento al amanecer del 2 de septiembre.
Marco Antonio debía salir del gofo por el estrecho que hoy día se llama de
Prevesa, lo que hizo con cautela, avanzando lentamente, mientras Octavio
se alejaba, tanto por temor a los bajos fondos, como para tener mayor espacio
para maniobrar, en lo que se sabía superior a su ex-cuñado.

Batalla de Accio (2 de septiembre del 31 a C)


Hacia el mediodía, la flota de Antonio se lanzó sobre el adversario,
ordenada en varias filas. Octavio se hizo a un lado, mientras Agripa trataba
de envolver el ala derecha de Antonio, que mandaba Publicóla; éste, para
impedir la maniobra, extendió su línea, separándose del centro; adviniéndo-
lo, Octavio condujo de nuevo sus naves hacia el enemigo y la batalla devino
general.
Aunque mas no fuera por librarse de morir prisionero o ahogado, se peleó
fieramente. Ambos bandos emplearon flechas, jabalinas y piedras. Poco se
usó el espolón; por si acaso, Octavio había premunido de defensas a sus
naves, instalándoles un 'cinturón de protección' constituido por gruesos
maderos que corrían al costado, de proa a popa; y en el aspecto ofensivo, les
había instalado catapultas para arrojar teas encendidas, arma apropiada
contra los grandes buques de Antonio, pintados de colores relucientes, a tono
con el estilo faraónico.
Lámina 3 Batalla de Accio
2 de Septiembre 31 a,C
Lámina 4 Galera romana del siglo I a.C.
CAP. VI - LUCHAS CIVILES EN ROMA (102-27 A C) 53
Súbitamente Cleopatra, que se encontraba con su escolta detrás de la línea
de batalla, hizo desplegar las velas y, atravesando la línea de combate entre
amigos y enemigos, huyó hacia el Peloponeso. Fuera de sí, Antonio,
creyendo que las naves de Cleopatra huían por haber sido vencidas,
abandonó a los suyos y corrió tras de su amada.
Las naves del fugitivo, que, como ya dijimos, tenían a bordo sus velas,
siguieron en parte la acción de su jefe, sin que fuesen perseguidas por las de
Octavio, que no poseían velas a bordo. La mayor parte del resto continuó
batallando hasta entrada la noche, en que un fuerte viento las desarboló,
empujándolas a la playa y varándolas en los bajos del estrecho, en donde
fueron apresadas o destruidas por el fuego. Octavio perdió cinco mil
hombres, pero Antonio mucho más, fuera de trescientos barcos.
Accio constituye una de las batallas navales decisivas de la historia.
Octavio llegó a ser emperador de Roma, la cual sentaría su poderío por varios
siglos sobre buena parte del mundo conocido. En señal de honrosa distin-
ción, el navarca Agripa recibió de aquel una insignia de color azul, la misma
que umversalmente ostentan los almirantes en jefe. El ejército de Antonio se
entregó sin combatir, y éste, atacado el año siguiente por Octavio en Egipto
y abandonado de todos, se suicidó mientras Cleopatra se hacía morder por
un áspid.
No existen argumentos seguros acerca de los designios o ideas que
movieron a Antonio a actuar como lo hizo. Lo más probable es que Octavio,
a quien no importaba tanto vencer como deshonrar a su enemigo por razones
obvias, haya echado a rodar la especie de que éste había huido detrás de la
faraona, cosa que, divulgada primero entre el populacho, habría sido después
referida por los cronistas de la corte, poco dedicados a investigar la verdad..
Por algo nos parece tan creíble el adagio 'así se escribe la historia'.
Cabe pensar como el almirante francés Jurien de la Graviére, para quien
lo más verosímil es que Marco, desconfiando de la mayor parte de su propio
ejército, tomara la resolución de regresar por mar a Alej andría con Cleopatra,
y que, embarcando a los más fieles de sus legionarios, se lanzara con parte
de su flota a abrirse paso a la fuerza, mientras otra parte efectuaba una
diversión. Los acontecimientos ocurridos proporcionan varias razones en
abono de esta atinada suposición: a) Antonio dispuso que sus navios, contra
la costumbre, llevasen sus velas, lo que estaría indicando que existía el
designio de seguir navegando en vez de regresar a puerto; b) Antonio ordenó
quemar todas las naves egipcias y fenicias, excepto la escolta de Cleopatra;
c) Antonio embarcó sólo a una parte de su ejército e hizo subir a bordo las
54 CARLOS AÜUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
riquezas; d) las naves pesadas fueron ubicadas en la vanguardia durante la
batalla, cuando debían haber ido detrás de las livianas, lo que sugiere que la
batalla habría sido una artimaña para poder forzar el paso; y e) el ejército no
embarcado se rindió a Octavio sin combatir.
Comentando la conducta de Marco Antonio, podemos decir que su
política se orientaba a la preponderancia del Oriente sobre el Occidente, y a
obtener para sí mismo y Cleopatra la primacía marítima sobre los dominios
de Roma. Tal política tenía que fracasar por falta de ambiente moral y
político.
En cambio, la política de Octavio fue magistralmente llevada, explotando
a su favor cuanto yerro y debilidad percibiera, sin aparecer ante sus
conciudadanos como obrando por venganza personal o ambición desmedi-
da. Era el propio enemigo el que le ofrecía las armas precisas para hacer
popular su causa. Octavio iba a seguir observando esa política después de
Accio; su éxito resultó tan apabullador, que al presentarse en Egipto a
combatir a Antonio, no sólo los romanos habían desertado, sino también los
mismos egipcios, confundiendo en la misma abominación a su propia reina.
Hácese evidente acá por primera vez en la historia el efecto de la propaganda
en las guerras, o, dicho de otro modo, el éxito de la guerra de propaganda,
usada con tan espléndidos resultados en la gran guerra de 1914-18 por parte
de los aliados contra Alemania, y de ésta contra Rusia, aun cuando más tarde
fuera víctima de la misma. Ni qué decir de la segunda guerra mundial.
La concentración de las tropas de Octavio en la ribera occidental del
Adriático estuvo bien indicada, y la acción de su flota para impedir las
comunicaciones del enemigo con Egipto parece la linea de acción más
acertada, como tantas veces lo ha sancionado la historia. Necesidad de la
batalla no había; a pesar de los tiempos que corrían, además de aventurada,
pues era difícil provocar el encuentro en aguas estrechas, ella debía resultar
inútil y costosa cuando los objetivos perseguidos se cumplían solos: el
ejército de Antonio, minado por la propaganda y el mal ejemplo de su jefe,
falto de aprovisionamiento, etc., estaba tan desmoralizado como su armada.
No es así de extrañar que, con una pequeña escuadra de vigilancia, haya
podido Octavio disponer de espacio, tiempo y libertad para trasladar sus
tropas al lado opuesto del Adriático y conseguir la meta que se proponía.
No deseamos analizar la batalla misma, considerando que cada bando
hizo lo mejor de acuerdo con los planes que les hemos supuesto. Pero
podemos llamar la atención del lector hacia algunos puntos. Las tripulaciones
de Marco Antonio eran novicias; en cambio Octavio tenía a su favor este
CAP. VI - LUCHAS CIVILES EN ROMA (102-27 A C) 55
factor, crucial, porque son los hombres los que pelean, no los buques. El
factor' sorpresa' lo aportaron los cinturones de protección en los cascos y las
teas incendiarias, lanzadas con una pala como las de labores agrícolas; la
altura de los navios de Antonio constituían una desventaja para el atacante,
pero no para esas teas.

Declinación de la marina de guerra romana


Octavio Augusto, primer emperador de Roma, se dedicó en seguida a
reorganizar el Estado, instituyendo desde luego un ejército y una armada
permanentes. Creó las estaciones navales de Ravenna, Misenum y Forus
Iulius -hoy Fréjus-, siendo esta última la que debía asegurar el comercio
contra los piratas y escoltar los convoyes de víveres a Roma. Sus sucesores
crearon nuevas estaciones en las costas del Levante, pero la marina prestó
escasa utilidad durante la pugna del Imperio contra los bárbaros, debido a que
cada escuadra tenía que actuar en el espacio asignado a ella, por lo que fue
languideciendo y desprestigiándose. Incluso las expediciones de Germánico
contra los germanos y de Claudio contra Britania fueron hechas en naves
construidas en el Atlántico y equipadas con marineros de esos lugares. En las
sucesivas guerras romanas hasta los tiempos de Constantino el único rol
desempeñado por la marina fue el de transportar soldados.
A la marina de guerra romana le faltaba el espíritu marinero de sus
predecesores griegos y fenicios. Durante el período imperial la institución
consideró socios navales a los marineros y remeros, llamándose 'compañeros'
o 'compañía a la gente que conducía la nave. Claudio dispuso reclutar en
7

las provincias marítimas algunas legiones para el servicio particular de cada


escuadra. Los oficiales y suboficiales se llamaban como en la marina helena:
'gobernador al piloto, 'proreta' al contramaestre, etc. El cargo de 'navarca',
7

llamado ahora 'prefecto de la armada', era conferido por los cónsules a los
caballeros romanos, aunque a veces fue dado a libertos. Tanto la oficialidad
naval como los soldados de marina fueron siempre tenidos en menos que sus
correspondientes del ejército.
C A P Í T U L O VII ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO

Auge y decadencia
Dada la fascinación que la civilización suele ejercer entre los bárbaros,
algunas fronteras del vasto Imperio eran inseguras. Incluso en algunas la
presión bélica era contenida difícilmente mediante pactos con los grupos más
dispuestos a recibir parcelas, a reclutarse por un sueldo u otro precio, hasta
que sencillamente cuajó una insurrección o las tribus exteriores atravesaron
la frontera. Nadie pensó que tras doscientos cincuenta años o más de paz, ésta
pudiera esfumarse.
Ya hemos visto cómo salvó sus crisis la república romana y cómo se
afirmó con la creación del imperio, alcanzando entre los siglos II y III su
apogeo, para empezar después a decaer lentamente, sin preocuparse de su
seguridad a alto nivel.
Pasada la mitad del siglo III de nuestra era, el Imperio Romano se extendía
todavía desde el Atlántico hasta el Tigris, y desde los ríosRin y Danubio hasta
el desierto de Sahara; pero el gran Estado ya no marchaba como antes; desde
luego se le hacía cuesta arriba mantener sus límites pese a sus millares de
soldados, que tampoco eran como antes, aguerridos y arrogantes, sino
amortiguados por levas de mercenarios bárbaros, al extremo de dejar a los
mismos como celadores de sus lejanas regiones.
Desde las fronteras del noreste migraron hacia el Ponto diversas hordas
de bárbaros. De éstos, los godos recorrieron en frágiles embarcaciones de
madera el Ponto Euxino, atacando y destruyendo Pityo, Trebizonda y
Cízico, y más tarde el Pireo y las costas del Egeo, sin que una escuadra
romana los enfrentara.
CAP. VII - ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO 57
En efecto, la crónica romana no vuelve a hablar de fuerzas navales hasta
el año 287, en que se refiere a sus actividades en el Atlántico septentrional.
Ese año el emperador Maximiano, para reprimir las incursiones de los
francos, había formado una escuadra en Gesoriaco, al mando de Carausio,
quien, dirigiéndose a Britania, se había declarado independiente. Sus naves,
acrecentadas en número, dominaban ese océano, por lo cual al emperador
no le quedó otra alternativa de poder que alistar en los ríos de Galia una nueva
escuadra, en la que al despuntar la primavera se hizo a la mar; batida por la
de Carausio, hubo de concederse a éste la soberanía sobre Britania, la que
no resultó afectada cuando, pocos años después, el emperador Constancio
reconquistó Gesoriaco, hoy Boulogne-sur-Mer, en cuyo puerto capturó
parte considerable de la fuerza de Carausio.
Tres años sucesivos demoró Constancio en construir en Galia dos
escuadras: una en Gesoriaco y la otra en la boca del Sequena (Sena), con el
objeto de invadir Britania. En cuanto estuvieron prestas, las envió al ataque
en 296. Asclepiodoto, prefecto de la armada del Sequena, cruzó el canal de
La Mancha en un día borrascoso y con viento a la cuadra, llegando a la isla
de Vectis (hoy Wight) con neblina, por lo que Aleto, asesino y sucesor de
Carausio, que se encontraba en la isla con una fuerte escuadra, no pudo
avistarlo. Asclepiodoto desembarcó e incendió las naves de aquel. Aleto, que
lo atacó en tierra, pereció en la batalla. Entonces Constancio remontó el
Támesis con la otra flota romana en medio de una espesa neblina y
desembarcó en Londres, sometiendo de nuevo Britania al Imperio.
No hay consignados hechos navales desde mediados del siglo IV hasta
mediado el V, puesto que ni los emperadores ni los bárbaros establecidos en
diversas provincias del Imperio poseían naves de guerra; ni siquiera la
ordenanza militar de Constantino menciona la armada del Imperio.

Caída del imperio Romano de Occidente


Genserico, caudillo de los vándalos establecidos en la costa norponiente
del Africa, refundo Cartago como capital de su reino, seis siglos después de
haber sido arrasada por los romanos, y se hizo construir con madera de los
montes Atlas una gran cantidad de barcos para saquear Roma, lo que efectuó
remontando el Tíber en 455.
Dos años después el emperador Mayoriano trató de reconquistar el
Africa, enviando a Cartago una flota que fue sorprendida y deshecha por
Genserico. Desde entonces el Mediterráneo quedó desde las columnas de
58 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Hércules hasta el Nilo dominado por piratas vándalos, que cada primavera
zarpaban de Cartago con cuantiosas fuerzas navales a devastar las costas de
Iberia, Italia, Dalmacia, Epiro y Grecia.
El año 468 León, emperador romano de Oriente, resolvió acudir en
r

auxilio del decaído Imperio Romano de Occidente. Este se hallaba desde


395, por decreto de Teodosio el Grande, totalmente separado de la mitad
oriental, la sección más poblada, rica, culta y cristianizada del antiguo
Imperio. Con enorme costo alistó León y reunió en Constantinopla, su
capital, una flota de 1.113 naves con más de cien mil hombres a bordo entre
marineros y soldados, fuerza que puso bajo el mando de su cuñado Basilisco.
Con parte de esta fuerza partió primero el prefecto Heraclio, desembarcó en
la costa de Trípoli, conquistó las ciudades de esa provincia y marchó hacia
Cartago. Simultáneamente Marcelino, señor de Dalmacia y aliado del
emperador, se dirigió con una escuadra a Cerdeña, de donde arrojó a los
vándalos. Basilisco llegó al fin con sus fuerzas al cabo Hermea o Bon, y junto
con las de Heraclio y Marcelino batió a los bárbaros en tierra y mar.
Basilisco, empero, lejos de aprovechar sus victorias y atacar Cartago,
acordó una tregua con el astuto Genserico, quien dispuso que sus mejores
naves tomasen a remolque muchas lanchas cargadas de materias incendia-
rias y, esperando un viento propicio, las largó durante la noche contra la flota
enemiga. En cuanto las lanchas estuvieron cerca de las naves romanas, los
vándalos les prendieron fuego. A pesar de su gran superioridad numérica,
cogidos de sorpresa, los buques de León trataron de salvarse del incendio en
medio de un indescriptible desorden que Genserico aprovechó para atacar
aisladamente a los enemigos que terminaron por darse a una desesperada
fuga. Y después que Basilisco regresó a Constantinopla con el resto de su
armada, se apoderó nada menos que de Sicilia.
El Imperio de Occidente, existente ya sólo de nombre, caía sin remedio:
los borgoñones habían ocupado parte de Galia, los visigodos la otra parte e
Iberia, los ostrogodos Italia, etc. El llamado 'Imperio' no tenía más defen-
sores que las mismas milicias de los bárbaros, a las cuales el emperador
'delegaba' esa función, en diversos territorios, hasta tenerlos a todos
contentos expoliando a la gente de trabajo. No es de extrañar, entonces, que
un buen día un oscuro bárbaro de nombre Odoacro destronara al emperador
Rómulo, a quien llamarían por irrisión Augústulo, y se proclamara rey de
Italia en 476, hecho con que termina la historia antigua.
CAP- VII - ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO 59
Causas del derrumbe del Imperio Romano
Por tratarse de un hecho histórico tan transcendente como el desplome
del longevo imperio latino, antaño organizado e invencible, citaremos los
factores del desmoronamiento, pensando que guardan una lección para
los pueblos y Estados del presente y del futuro:
* El mal gobierno. En general, excepto algunos que se salvan, hubo malos
emperadores y malos funcionarios; política interior y exterior poco
firmes, con una onerosa burocracia cuyos miembros llegaron a ser
hereditarios e inamovibles.
* La carencia de un poder naval permanente. Se recurría a la improvisa-
ción de buques y dotaciones. Pese a infatuarse de ese 'mare nostrum' que
era el Mediterráneo, miraban en menos a la marina.
* Las tensiones entre oriente y occidente por razones comerciales,
idiomáticas -griego vs. latín-, idiosincráticas y otras.
* La división misma del Imperio, dictada por Teodosio, debilitó a ambas
fracciones.
* Las distancias: muy grandes e inseguras, a falta de buques armados.
* La indignación de los pueblos sujetos a Roma, por el mal gobierno y los
abusos
* La composición del ejército, una revoltura de mercenarios.
* La corrupción de las costumbres, inmoralidad y vicios, a consecuencia
de la paulatina desaparición de las tradiciones éticas por obra de la mezcla
informe de nacionalidades, culturas y religiones.
* Los temerarios pactos con los bárbaros fronterizos, para neutralizarlos
y celar los límités.
* Finalmente, la presión amenazante primero, y la irrupción después, de
los 'barbarT.
Cabe agregar que el Imperio de Oriente, con iguales peligros de invasión,
pero bien ordenado y mejor gobernado, iba a mantenerse mil años más,
perdiendo, recuperando y volviendo a recuperar territorio, hasta sucumbir
ante la brutal ofensiva turca en 1453.
60 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La náutica al finalizar la antigüedad
Los viajes comerciales y de pasajeros eran entre los romanos más o menos
como durante la hegemonía marítima helénica; aunque en barcos mayores,
no por eso menos expuestos a los malos tiempos, dados los rudimentarios
sistemas de maniobras, que no permitían aprovechar los vientos ni capearlos,
por lo que la navegación debía hacerse únicamente en ciertas estaciones,
habiéndose de ganar la costa al menor asomo de mal tiempo.
La primera regla del arte náutico consistía en saber de los vientos, que,
además de los cardinales -septentrión, austro, solano y favonio-, eran
veinticuatro. Desde la aparición de las pléyades el 27 de mayo, hasta la de la
estrella Arturus el 14 de septiembre, la navegación era segura; desde esa
fecha hasta el 11 de noviembre se volvía peligrosa, y después, impracticable.
La declinación de algunas estrellas, las conjunciones de los siete planetas
y la edad de la luna eran signos para el estudio del tiempo y su predicción.
Si la luna se veía como un espejo, se anunciaba buen tiempo; si se tornaba
rojiza, viento; si azuleja, lluvia; si mudaba de colores, grandes chubascos y
tempestad. La luna clara por cuatro días auguraba tiempo bueno durante toda
la lunación. El orto y ocaso del sol, el color, forma y porte de las nubes, la
tibieza del aire o la tonalidad del mar, la especie de aves y aun de peces, lo
mismo que la dirección en que se movían, eran signos que el marinero
sopesaba para pronosticar el tiempo. El ciclo de las mareas y las corrientes
eran factores a tomar en cuenta, tanto para aprovechar los pasos estrechos
como para presentar una batalla.
La astronomía y la física habían seguido progresando algo. Baste recordar
a Eratóstenes, Hiparco, Posidonio, Apolodoro y Estrabón, todos griegos. El
conocimiento geográfico que no existía en libros como los de Plinio, era
resorte de la práctica de los viejos marinos.
Imperando Claudio (41-54), aconteció algo que revolucionó la navega-
ción de los mares orientales para el comercio con la India. Hípalo, un piloto
griego de Egipto, notó la regularidad con que soplaba alternativamente el
viento cada seis meses desde el seno de Adulis, en el golfo de Adén, hacia
la India y viceversa, por lo que se aventuró a cruzar la alta mar en sus alas.
Encontróse así una ruta más corta y económica, que los navegantes
agradecieron denominando Hípalo al monzón del océano índico.
Un navegante llamado Diógenes, cogido en Aroma, hoy Guardafui, por
un viento del norte, fue arrastrado durante veinticinco días hacia el sur, sin
CAP. VII - ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGUSTULO ° 1

perder de vista la tierra hasta cerca de una isla que posiblemente era Pemba,
con lo que se agregaron veintiún grados de latitud al trazado de la carta del
rumbo. Los relatos de los navegantes y traficantes fueron los que dieron el
material para la compilación del 'periplo eritreo', es decir, la circunvalación
del océano índico, documento geográfico de los más útiles de la antigüedad,
atribuido a Arriano, donde figura por primera vez Tine, país productor de
seda en bruta y tejida: la China...
Con estos datos Claudio Tolomeo, astrónomo de Pelusio, escribió un
tratado de geografía matemática por el año 141, en el cual fijaba la latitud
y longitud de las principales ciudades por él conocidas, llegando a consignar
la latitud con errores no mayores de un grado, y la longitud con un máximo
de dos, referidos al meridiano de Alejandría. Errores tales en el cómputo de
la longitud se explican por la ausencia de cronómetros, ya que ésta se medía
por el tiempo que demoraban los navegantes, según que el viento y la
corriente los empujara o detuviera, sin que existieran medios para calcular el
paso exacto del sol por el meridiano. Fue de Tolomeo que deriva el nombre
'tolemaico' puesto al sistema geocéntrico, el cual consideraba a nuestro
planeta el centro del universo, haciendo girar el cielo de oriente a occidente,
en contra de la teoría de Aristarco de Sanios, astrónomo próximo al 280 a.C.
que enseñaba el movimiento de la Tierra. El sistema tolemaico iba a ser
seguido umversalmente hasta su refutación por Copérnico.

Puertos artificiales romanos


Las costumbres de no navegar en invierno y de varar los barcos en la playa
crearon la necesidad de construir puertos artificiales, en lo cual los romanos
anduvieron lerdos. Sólo en tiempos de Claudio, el año 42, se edificó uno
cercano a la boca del Tíber, para asegurar la descarga del trigo destinado a
la capital. Se excavó una gran porción de tierra con un islote al medio, en el
cual se instaló un faro, uniendo esta excavación con el mar y defendiéndola
con un molo; este puerto que se llamó Claudio y aun Ostiense por la
proximidad de Ostia, no fue terminado hasta el tiempo de Nerón. Trajano lo
mejoró agrandándolo y construyendo otra cuenca artificial enforma hexagonal,
unida por un canal con el puerto Claudio y circundada de almacenes.
Nerón hizo construir además otro puerto en Anzio, y Trajano, dos: el de
Centocella, hoy día Civitavecchia, así llamado por las numerosas fabricas
62 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
que lo rodeaban a manera de arsenales y almacenes, puerto que dura hasta
hoy; y el de Ancona, más grande pero menos regular que el anterior, uno de
cuyos molos todavía existe, con un arco de triunfo en honor a aquel
emperador. Finalmente Antonino Pío restauró los puertos de Terracine y
Gaeta.
SEGUNDA PARTE
EDAD MEDIA
CAPÍTULO VIII PRESENTACIÓN DEL MEDIOEVO

Delimitación del período


El medioevo, como reza el vocablo, es el período intermedio entre la
antigüedad y la modernidad. Por consiguiente abarca: a)desde la caída del
Imperio Romano de Occidente (476) hasta la caída del Imperio Romano de
Oriente (1453); o bien desde la barbarización de la cultura clásica greco-
romana hasta su renacimiento y el invento de la tipografía. En general, en esta
época que duró diez siglos -entre el V y el XV- se formaron las nuevas
nacionalidades.
Desde el punto de vista iberoamericano, cubre desde la invasión de los
árabes (711) hasta la derrota de éstos en Granada (1492) y los grandes
descubrimientos: el de América por los españoles y el de las rutas marítimas
al Extremo Oriente por los portugueses.
Bajo un enfoque naval, el medioevo correría desde que fluyeron los
árabes por mar y tierra hacia Occidente en el siglo VII, hasta los descubri-
mientos geográficos de fines del siglo XV. Fue la era de la intromisión de los
normandos en el Mediterráneo, de las cruzadas, de las repúblicas marítimas
itálicas, del Imperio Bizantino; en suma, del Mediterráneo, cuya importancia
será preterida durante la modernidad por la de los océanos Atlántico e Indico.
r

También podría decirse que correspondió a la evolución de la galera, desde


aquella perfeccionada de los últimos latinos hasta la carabela del siglo XV.

El mundo a fines del siglo V


El Imperio Romano de Oriente comprendía Asia hasta el río Eufrates,
Egipto, Macedonia,Epiro-la actual Albania-y Grecia; además tenía derechos
reconocidos sobre el sur de España.
66 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Los ostrogodos que invadieron la península de los Apeninos al mando de
Teodorico en 493, vencieron a Odoacro y la ocuparon toda, adueñándose
más tarde de la mayor parte de Sicilia, Suiza, Panonia (Hungría) y las dos
Narbonas que tomaron a los francos, con lo cual Teodorico el Grande quedó
limitando con Alarico II, yerno suyo y rey de los visigodos, de manera que
entre ambos godos ocupaban el territorio comprendido entre las Columnas
de Hércules y la actual Dalmacia (Croacia).
Mientras la Galia del sur -excepto Marsella, que era una república-
formaba parte del reino visigótico, en la del norte se habían instalado los
burgundios y parte de los francos. La península de Armórica pasó a llamarse
(Pequeña) Bretaña, tras ser ocupada por celtas provenientes de Britania.
Dentro de la (Gran) Britania, los celtas quedaron arrinconados en Gales
y Escocia por obra de unos germanos que, solicitados por aquellos para
librarse délos piratas vikingos, acudieron desde la región alemana de Sajonia,
fundando en la isla cuatro reinos, al mismo tiempo que sus antiguos vecinos,
los anglos, creaban allí otros tres.
En el norte de Europa vivían, como hoy, los escandinavos. En la
Germania occidental, los frisios, sajones, alamanes y parte de los francos; en
la Germania del sur, los lombardos y algunos eslavos.
En el Asia existía todavía el Imperio Persa, esta vez amenazado por los
tártaros. Los turcos del Ural habían llegado hasta el Tanai.
Por el norte de Africa se extendía el reino de los vándalos, que también
poseía las islas Baleares, Córcega y Cerdeña, y la plaza de Lilibeo en Sicilia.

Rasgos del medioevo


Durante un milenio el mundo europeo evolucionó culturalmente desde el
caos producido por la irrupción de los bárbaros, hasta dejar cimentadas
nuevas fronteras políticas, sociales y morales, con una fisonomía sellada por
la fe cristiana. El escenario ya no se ceñía a las riberas del Mediterráneo; se
extendió también al Mar del Norte y luego al Báltico. Los conocimientos
geográficos de los occidentales se ampliaron a parejas con los relatos de dos
famosos aventureros: Marco Polo, sobre sus diecisiete años de viaje a través
del Asia, e Ibn Jaldún, acerca de su misión ambulante en el África
transahariana.
Se identifica como alta edad media a la etapa comprendida entre los siglos
V y X, de los cuales los dos primeros se consideran la fase 'obscura', debido
a la desorganización y desorientación en que cayeron los pueblos. La baja
CAP. VIII - PRESENTACIÓN DEL MEDIOEVO 67
edad media abraza los siglos XI al XV. En ella se inscriben, entre otros
fenómenos exclusivos, el feudalismo formal, la fundación de las primeras
universidades, las artes románicas y góticas, las órdenes mendicantes, las
ferias internacionales itinerantes y las cruzadas.
Una constante de la edad media fue la presencia del Imperio Bizantino o
Imperio Romano de Oriente.
Característica también del medioevo fue la organización de cinco repú-
blicas marítimas italianas, que ayudaron con sus eficientes flotas a trasladar
a los cruzados hacia su objetivo, Jerusalén. Más que con territorio, contaban
con la cubierta de sus buques, la más antigua de ellas, Venecia, data del año
700.
Casi paralelamente en el tiempo, desde el siglo VIII dieron que hablar los
vikingos, al convertir el Mar del Norte y rías adyacentes en un espacio de
actividad marítima muy peculiar, con embarcaciones, mitología y poesía
épica de su exclusiva factura.
Con Carlomagno surgió una federación de etnias bautizada con el
significativo nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico, el cual, como
el bizantino, iba a durar un milenio. Territorialmente equivalente a las
actuales repúblicas alemana, checa y austríaca, más unas cuantas provincias
de los países limítrofes de aquellas, fue junto con el Papado uno de los dos
poderes morales cimeros de la cristiandad occidental, aunque en la realidad
ellos raramente tuvieran fuerza efectiva suficiente para imponerse sobre las
demás potencias de Occidente.
Griegos y fenicios, los antagonistas de la antigüedad, habían de seguir
impugnándose a través de sus respectivos sucesores bizantinos y árabes. Este
último pueblo se presentó en el Mediterráneo en son de conquista contra Tos
infieles' cristianos, llegando a pergeñar un imperio más grande que el de
Alejandro. A su vez, cedió ante sus correligionarios, los turcos selyúcidas:
unos y otros pretendieron, a su turno, capturar Bizancio, lo que consiguieron
por fin los turcos otomanos en 1453. Como dijimos, durante la edad media
reverdeció la viej a rivalidad entre Oriente y Occidente, tal como otrora en las
guerras médicas y luego en las conquistas de Alejandro Magno. Esta vez
fueron las cruzadas, expediciones cristianas contra Tos infieles' musulmanes
que ocupaban Jerusalén. Ahora la pugna Oriente-Occidente -la Medialuna
versus la Cruz- tomaba, pues, un cariz religioso.
68 CARLOS AGUTRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Dos fueron los arbotantes sostenedores de la Cruz: el Imperio Bizantino
y la Península Ibérica. Ésta luchó 719 años contra los árabes invasores; de
allí había de resultar una España unida, llamada a desempeñar un papel
espectacular a comienzos de la edad moderna.

Aspectos culturales y tecnológicos


En las últimas tres centurias de la antigüedad, Grecia y Roma habían
dejado obras literarias, históricas, matemáticas, científicas y filosóficas,
amén de creaciones artísticas, las que sólo en parte se salvaron de la vorágine
bárbara al quedar conservadas en reductos religiosos de la Iglesia. Gracias a
ella, la edad media pudo basarse en la cultura clásica para retomar paulati-
namente la senda de la civilización occidental. Será a partir del siglo XIII que
se noten los primeros signos del renacimiento de la mentalidad clásica. Fue
precisamente ese siglo el más destacado del medioevo por los avances
logrados en todo orden de cosas.
En cuanto a la cultura general marítima, los antiguos legaron a la edad
media un conocimiento geográfico bastante completo de la cuenca del
Mediterráneo y del litoral atlántico de Europa. Quienes mejor aprovecharon
tales datos fueron las repúblicas de Venecia, Génova, Pisa y Amalfí, ciudades
que, más que territorios, poseían flotas completas, tanto mercantes como de
guerra, perfectamente organizadas. Desafortunadamente, rivalizaban a muerte
entre sí por sus intereses comerciales, sin respetar en un comienzo ni la vida
de los prisioneros.
Durante la alta edad medíalos europeos supieron de geografía menos que
los antiguos. Del Mediterráneo, sólo la parte oriental era conocida en detalle
por Bizancio y esas repúblicas marítimas. Mencionamos constantemente a
Bizancio, porque fue un brillante foco de civilización, aunque diferente de
la occidental, de carácter latino.
Cabe destacar la influencia árabe en las artes y en la transmisión al
Occidente de las ciencias, producto de sus contactos con antiguas culturas del
lejano Oriente y de los países mediterráneos que ellos tenían sometidos. Los
árabes mismos fueron buenos astrónomos; ya en el siglo IX midieron la
circunferencia de la Tierra con mayor rigor científico que Eratóstenes.
Es de justicia destacar también el caudal de técnicas aportadas por los
chinos durante la baja edad media occidental, ya que ellos manejaron
rudimentos de varias invenciones antes que Occidente, por su aislamiento,
CAP. VIII - PRESENTACIÓN DEL MEDIOEVO 69
las llegara a conocer.
Usaban la pólvora, aunque sólo para juegos pirotécnicos. Conocían,
igual que los indios, el sistema decimal y se servían de una burda regla de
cálculo. Algo sabían del magnetismo y del giro de la aguja imantada. En su
medicina eran usuales ciertos procedimientos cuyo fundamento científico
recién se ha aquilatado. Poseían un sistema poco práctico de impresión,
consistente en planchas de madera donde grababan en relieve los signos de
su escritura ideográfica. Y empleaban el papel desde tiempo inmemorial.
Fabricaban éste de residuos de seda, lino y algodón. Se trata de un
invento sencillo que, por su transcendencia, llegó a todas partes, propagado
por los árabes, quienes introdujeron su manufactura en Occidente en el
siglo X. El papel reemplazaría al caro pergamino de cuero, tan escaso ya,
que los estudiosos solían raspar los viejos para poder escribir nuevamente
sobre ellos; vaya a saberse cuántos valiosos documentos manuscritos se
perdieron para siempre en esos 'palimpsestos'. El papel de algodón se
elaboraba en España y Sicilia. En el siglo XII Francia empezó a confeccionar
papel de hilo a partir de telas viejas; el papel de trapos se perfeccionó en
su fabricación y calidad, resultando más resistente y apto para la impresión
de cartas marinas y de buenos libros, manuscritos e iluminados. La
producción aumentó y se abarató, estimulando la creación de la imprenta
de tipos móviles, que debemos a Gutenberg de Maguncia (1450).
La imprenta generó, por gravitación lógica, la industria del libro, con
consecuencias revolucionarias en la difusión del saber y, desde luego, de la
Biblia, la que desde entonces quedaría al alcance del vulgo en idiomas
vernáculos. A partir de la invención de la imprenta, la humanidad ha
progresado más en cinco siglos que en los cientos o miles de milenios de
evolución que la precedieron.

El comercio en la edad media


Correspóndenos ahora tocar en breves palabras este tema, ya que desde
el siglo XV el juego político de los estados se desataría sin escrúpulos
sentimentales ni morales, en resguardo de los intereses económicos y
dinásticos de cada cual, ocasionando largas y cruentas guerras coloniales.
A partir del siglo X el comercio asiático estaba monopolizado por los
árabes, que, por ser los primeros en haberse internado por los ríos Indo y
Ganges hacia el corazón de la India, se daban el lujo de intercambiar los
70 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
productos en la capital de su califato, Bagdad, hasta donde afluía la
navegación que, remontando los ríos Tigris y Eufrates, hizo de esa
metrópoli el mayor centro comercial e industrial de todo el Oriente. Los
árabes habían fundado como antesala de aquella, en la confluencia de
ambos ríos con el mar, el puerto de Basora, que por su tránsito obligado
llegó a ser la Alejandría del Oriente.
También comerciaban con Canfut, hoy Cantón, en China; y con las islas
intermedias entre Arabia y China (Socotora, Maldivas, Ceylán, Sumatra,
Borneo). Los indios sólo hacían uno o dos viajes al año, guardándose de los
piratas con guarniciones de árabes que embarcaban en sus naves, por lo que
éstos eran en verdad los dueños del mar. Más audaces se mostraban los
chinos. Su marina mercante alcanzaba a Japón, Corea, los archipiélagos que
hoy conforman los estados de Filipinas e Indonesia, y Malasia, permitiéndose
a veces llegar hasta el Golfo Pérsico sobre los juncos y sampanes descritos
por Marco Polo.
La navegación intensa de árabes, indios y chinos hizo de la isla de Ceylán
y del puerto de Achem o Atieh, en la isla de Sumatra, los puntos obligados de
recalada, donde se acumulaban mercaderías de Europa, Asia y África,
transformándolas en dos grandes ferias comerciales, por lo que los navegan-
tes de esos mares compilaron un cuerpo de derecho marítimo común que se
mantuvo vigente durante varios siglos. Los productos chinos e indios eran
también conducidos por caravanas terrestres a través de los dominios de los
califas -digamos, Mesopotamia y el Levante- hasta Egipto, Siria y el mar
Negro, desde donde se repartían a Europa con el consiguiente sobreprecio.
Por esta misma razón, la entonces pobre Europa había interrumpido casi todo
su comercio con el Oriente hasta la época de las cruzadas, durante la cual
volvió poco a poco a ser el Mediterráneo, como en los antiguos tiempos, el
campo principal del intercambio entre los tres continentes del mundo conocido.
A consecuencia de las cruzadas, fueron los estados marítimos italianos los
que salieron favorecidos, por la misma posición geográfica de la península
Apenina y por la numerosa marina que aquellos poseían. Pisa fue durante los
siglos X, XI y XII la principal plaza comercial de Italia, debido a la liberalidad
de su política, que mantenía abierto su puerto y sus mercados a todas las
naciones. Génova, que por esos mismos siglos comerciaba no sólo con los
países ribereños del Levante y del mar Negro, sino también con los del
Atlántico europeo, recogió la herencia de Pisa a la caída de ésta, durante
los siglos XII y X3II, y obtuvo privilegios comerciales en el Imperio
Bizantino, llegando en su florecimiento a pasear su pabellón desde Tiro
CAP. VIII - PRESENTACIÓN DEL MEDIOEVO 71
hasta Brujas y Anversa, como llamaban entonces a Amberes.
Venecia, que poseía como Génova varias colonias en Levante y el mar
Negro, se encontraba en una posición geográfica envidiable para el tráfico,
ya que era el puerto obligado de Germania y Hungría, tanto para la salida de
los productos de dichas regiones, como para lo que a ellas suministraban
todos los países del Mediterráneo. Esto produjo en Italia el nacimiento de
diversas industrias; y como en el curso de los siglos XIV y XV Génova fue
superada por Venecia, ésta llegó a ser el principal emporio del Mediterráneo.
Fue Venecia la primera potencia marítima que estableció la navegación
regular. Cada año enviaba seis convoyes que efectuaban el intercambio
comercial: el primero con el mar Negro, para el Asia Central; el segundo con
Constantinopla; el tercero con Asia Menor y Siria; el cuarto con Egipto; el
quinto con el norte de África; y el sexto con Inglaterra y Flandes.
CAPÍTULO IX EL BUQUE Y SU PALAMENTA

Tipos de buques de guerra


La galera era el buque de guerra usado en la edad media, excepto por los
normandos, que empleaban el 'drakar'. Era aquella la sucesora del trirreme.
El hecho de poseer fuerza motriz propia en los remos la mantuvo varios siglos
como la nave de guerra ideal, cambiando de nombre según el armamento que
llevara a bordo: galia, galea, galera, galeón, galeota, etc. Avanzada ya la edad
moderna, las naves a vela terminarían con aquel tipo de buque de guerra; los
veleros iban a poder instalar a bordo mucho mayor número de piezas de
artillería que las galeras, con lo cual éstas habían de caer en desuso.
La galera que usaban los genoveses y venecianos alrededor del año 1350
era de cuarenta a cuarenta y un metros de eslora, cinco un quinto de manga
y dos de puntal. Bajo la cubierta se hallaban a babor y estribor los bancos de
los remeros, veinticinco por banda; entre ambas bancadas había un pasaje
libre que se llamaba 'crujía'. Los remos se apoyaban en una guarnición
colocada bajo el 'postizo', que era un entablado sobresaliente déla borda dos
o más metros y sujeto por brazolas, disposición que permitía a la boga rendir
el máximo sin estorbar el puente, alejando el punto de apoyo y dando
estabilidad a la galera y seguridad de no entrabar los remos.
En la proa se alzaba un castillo o alcázar -del árabe 'al kasr', castillo-
donde se ubicaban los combatientes y se instalaban los mecanismos de
lanzamiento, sirviendo de barrera al enemigo para que no penetrara en la
nave. De la proa salía el rostro o espolón, no muy diverso del antiguo de las
trieras. Apopa estaba el 'espaldar', bastante sobrepasado de la cubierta, bajo
la cual iba la cámara del capitán, y bajo ésta, el departamento de oficiales. El
timón, suspendido del codaste, en la popa, era manejado con una barra.
CAP. IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 73
Las galeras tenían solamente un mástil, colocado en posición casi vertical
en el tercio de proa, con una verga próxima a él, de dos piezas trincadas entre
sí. En esta verga se calzaba una vela latina o triangular, de acuerdo con el
viento que soplara. Más tarde las galeras tuvieron dos mástiles: el mayor, casi
en el centro, y el trinquete, a proa. Después se introdujo un tercer mástil, del
que pendía una vela llamada 'me sana \ pero cayó en desuso porque
molestaba en la popa.
Para la boga se empleaba a dos o tres remeros por banco y por banda. Las
galeras se clasificaban en grandes y sutiles. Llamábase 'real' a la suprema del
rei-no, 'capitana' a la del almirante, 'patrona' a la del vicealmirante y
'sencilla' a la común.
Debido a su forma, eran tan buenas a remo como a vela, veloces y de fácil
manejo; aprovechaban casi cuatro cuartas: mucho más que cualquier nave
de velas cuadras. Sin embargo, poco podían aguantar con viento fuerte; en
tal caso los remos también resultaban inútiles.
Otro tipo de buque de guerra era la 'naousada incluso en el océano, pero
exclusivamente a vela y arreglada para el uso guerrero con dos castillos, uno
a proa y otro a popa, bastante elevados de la línea de agua. Al comienzo
llevaban un palo y una vela, y desplazaban no más de doscientas toneladas,
alcanzando más tarde a mil y más toneladas, con dos o tres palos. Por la
imperfección en la maniobra de las velas cuadras, estos buques no navegaban
sino con viento por la popa, sin poder aprovechar ni siquiera el viento a la
cuadra. Se comprende que la galera tuviera poco uso en el Atlántico, y que
la nao o 'nave' la desplazara con el tiempo; pero la galera era ideal en casos
de calma o vientos contrarios.

Mejoras técnicas en los buques


Los árabes introdujeron en el siglo IX la vela latina, que ubicaron en el
bauprés, lo que facilitó la maniobra en navegación; como consecuencia se
dispusieron velas cuadras a distintas alturas en los mástiles, que ya eran dos
o tres.
El largo período de las cruzadas (1095-1270) fomentó el avance en el
transporte marítimo con motivo del traslado de los ejércitos cruzados al
Levante. Los buques transportaban la tropa y regresaban cargados de
productos orientales que embarcaban en diferentes puertos de esa costa,
Seguían usándose lentas y pesadas galeras y galeazas perfeccionadas que
cargaban hasta cuatrocientas toneladas.
74 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Gran adelanto fue la adaptación del timón al codaste mediante 'bisagras'
(goznes), pues facilitaron el gobierno de los buques en forma sencilla,
haciendo que las naves describieran curvas regulares en rápidos cambios de
rumbo.
En lo específicamente bélico, se conservó la idea del espolón, ahora
múltiple, y se adoptó la catapulta o torre de madera, desde la que se disparaba
flechas y dardos. También se conservaron las cofas, algunas incluso
rebatibles con aparejo de cadena, como ya lo habían sugerido los romanos,
para no comprometer la estabilidad en la navegación.
Durante los siglos XII y X3II los buques se diversificaron extraordinaria-
mente. Llegó a idearse el 'arqueo', según lo da a entender Alfonso X en sus
"Partidas". Pero el verdadero progreso se desarrolló a partir del siglo XIV,
cuando hubo que emplazar cañones abordo. El casco hubo de ser reforzado.
La silueta del buque varió un tanto. Aumentó el tonelaje, a tono con la
artillería; aunque había barcos con dos o tres cañones principales, la dotación
corriente incluía además cañones pequeños en cubierta, o adaptados a una
especie de horquilla en la borda para darles elevación y movimiento de ronza.

El 'fuego griego', la pólvora y la artillería


En el siglo V apareció sigilosamente algo que produjo un trastorne en la
táctica guerrera. Se trataba del llamado "fuego griego', arma espectacular a
la que no se lograba encontrarle antídoto. Fabricado sobre la base de una
mezcla explosiva o incendiaria cuya fórmula, debida a un alquimista chino,
habían adquirido los bizantinos en 668, era una materia que ardía incluso en
el agua. Se lanzaba con palas o se aplicaba desde un sifón colocado a proa.
Los bizantinos perfeccionaron el invento y lo emplearon contra los árabes en
670 y contra los písanos en 678, conservando su elaboración oculta como el
más riguroso secreto de estado.
Los chinos conocían la pólvora desde mucho antes, como mezcla de
salitre y carbón, pero la empleaban únicamente en fuegos artificiales. Su
fuerza expansiva la descubrió el alquimista alemán Bertold Schwartz por
casualidad, al saltar lejos la piedra con que había querido tapar un mortero
que contenía carbón y azufre.
Esta capacidad impulsiva de la pólvora se aplicó al arte de disparar
proyectiles, especialmente esféricos ('balas'). Los ensayos, naturalmente, se
verificaron en tierra. Los inicios de la artillería terrestre se remontan al año
1257, cuando los mahometanos hicieron estallar ese 'trueno' contra los
Lámina 5 Carabela del siglo XIV
CAP. IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 75
'idólatras' cristianos en el sitio de Niebla. Años después -desde 1325- tanto
moros como cristianos usaban cañones, si bien durante mucho tiempo éstos
hicieron más ruido que daño, a tal punto que pocos creían en las posibilidades
de las armas de fuego, prefiriéndose hasta mediados del siglo XVI el arco y
la catapulta. Es curioso lo que el ensayista francés Montaigne anotó en 1580:
'Las armas de fuego surten tan poco efecto, como no sea para molestar los
oídos, que probablemente se abandonará su uso'. Pero no faltaron investi-
gadores que vislumbraran el porvenir del arma; gracias a sus esfuerzos
sobrevinieron progresos suficientes para imponer a fines de ese siglo la
artillería como el arma de ataque por excelencia.
Es probable que la artillería llegara a instalarse a bordo en el siglo XIII.
Previamente el buque debió ser reforzado estructural mente para poder
albergar el cañón, que primitivamente fue uno solo, y compensar su fuerza
de reacción. Ya tenemos artillería naval en 1359, en las naves de don Pedro
de Castilla ante Barcelona. Más tarde, en la batalla de La Rochelle contra
los ingleses, los españoles también llevaban cañones emplazados a bordo
(1372).

Personal, organización y mando


El equipaje de una galera constaba de unos ciento cincuenta hombres, a
saber: un patrón, cuatro pilotos, un despensero, cuarenta ballesteros y ciento
ocho remeros. Esta dotación creció más tarde hasta cerca de quinientos
hombres, a medida que el avance del armamento y las necesidades de
reparaciones y aprovisionamiento fueron requiriendo la creación de nuevos
servicios.
Los remeros eran al principio -y en Italia hasta la mitad del siglo XVI-
ciudadanos libres, que tan pronto tomaban el remo como las armas; después
fueron reclutados entre la peor gente, llegando por último a constar de
condenados por la justicia ('chusma'). La postrera ciudad en usar galeras
voluntarias o 'de libertad' fiie Venecia. Los musulmanes ponían en los remos
a los cristianos, a quienes trataban como a esclavos. Estos desgraciados eran
encadenados por una pierna a los bancos; y nadie se acordaba de ellos en las
batallas o accidentes en que el barco se iba a pique
Poco se sabe acerca de la organización de las marinas de los países del
norte. En cuanto a Francia e Inglaterra, era la marina mercante la que proveía
de naves y equipaje al estado, de modo que los reyes se encargaban de alistar
soldados para la guerra y de fletarlos en esas naves. Respecto a la disciplina,
76 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
la costumbre hacía la ley, cuando ésta no era dictada a capricho délos barones
ungidos por el rey almirantes o comandantes.
La marina de Castilla se regía por las siete "Partidas" de Alfonso X el
Sabio, embrión de ordenanzas navales también practicadas por la marina de
Aragón.
En Génova se había establecido una especie de servicio naval para poder
contar con remeros; se les inscribía por sorteo, y comenzaban a recibir sueldo
cuando ya estaban bien entrenadosy prácticos. Calcúlase que el rol marítimo
permitía al estado genovés dotar de una sola vez hasta doscientas galeras, mas
es de advertir que esos remeros eran simultáneamente hombres de armas en
la mar. Además, la república poseía cuatro compañías de armamentos que
dirigían ejercicios regulares de uso de la ballesta y otras armas.
El almirante genovés era elegido en parlamento o por el gobierno. Tan alto
cargo, empero, carecía de iniciativa suficiente para obrar según las circuns-
tancias cuando se encontraba lejos de la patria, debiendo en tal caso seguir
el consejo de la mayoría del equipaje, o bien esperar en Génova nuevas
instrucciones. En cuanto a la disciplina, fuera de algunas sanciones pecunia-
rias, ninguna regla escrita existía en ese tiempo para la marina militar
genovesa.
La organización de Venecia era aun más curiosa e interesante. Al
principio los encargados directos de la administración naval eran el dogo -o
dux- y el Senado; al separarse la marina de guerra de la mercante, se creó una
comandancia general colegiada, la cual se encargaba de armar las naves,
nombrar a los capitanes, enrolar al equipaje y conferir a los oficiales los
grados no reservados a los patricios. Estos no podían, por ley, mandar
r

ejércitos, pero sí armadas o buques de guerra. Imitando una prudente


costumbre romana que prohibía a los generales atravesar armados el estero
Rubicón, cuando regresaba vencedor o vencido, un almirante veneciano no
debía fondear en Venecia, sino en Capo d'Istria; una vez depuesto allí del
mando, entraba privadamente a Venecia. Y es que el almirante poseía gran
autoridad no sólo sobre sus naves, sino también sobre las colonias de la
república, pudiendo condenar a los nobles a muerte o a galeras.
Después del almirante, la jerarquía naval veneciana seguía con el
proveedor, que duraba dos años en funciones, atendiendo la parte adminis-
trativa de la ar-mada, de la cual era considerado el vicealmirante. Había
también un capitán 'del Golfo', que mandaba la escuadra de servicio en el
Adriático, a cargo de la vigilancia de piratas y extranjeros. Nadie podía
obtener el mando de una galera antes de haber servido cuatro años como
CAP. IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 77
ayudante; ya capitán, se permanecía igual cantidad de tiempo en ese grado.
Los ayudantes, llamados nobles de galera, debían sermayores de quince años
y servían como oficiales de guardia a bordo. El equipaje se enrolaba
voluntariamente, salvo en caso de extrema necesidad, en que se recurría a la
Teva', esto es, a la 'quinta' del siglo XVIII o a la conscripción de nuestros
tiempos. Pormedio delaleva sereclutabatambiénalosmarinerosy soldados
procedentes de ultramar,
En la marina de Venecia la disciplina era severa. El Gran Consejo dispuso
en 1293 que, dada por el almirante la orden de atacar al enemigo, cualquier
galera que se alejara del campo de batalla perdería decapitados a su capitán,
segundo, pilotos y timoneles, los que en caso de no ser habidos serían
condenados al exilio y confiscación de sus bienes. A los marineros blasfemos
o ladrones se les llevaba a punta de azotes desde la proa hasta la popa, pena
que llamaban 'correr la bolina'. Las faltas menores eran castigadas con
multas a voluntad del almirante.
Existió una ordenanza naval veneciana muy interesante, que impartía
instrucciones para navegar a remo o a vela, con disposiciones sobre
maniobras, actividades nocturnas, puertos, y señales para zarpar, fondear y
navegar. Es de advertir que cada capitán de galera tenía una bandera
particular, con lo que ésta venía a ser el absoluto de esa galera. Contenía
dicho documento muchas otras regulaciones sobre avistamiento del enemigo
en puerto o en la mar, de día o de noche; sobre oscurecimiento, patrullaje y
exploración durante la navegación, la que se debía hacerse hasta dos millas
de distancia; etc.

Conocimiento del entorno cosmográfico


En el siglo IX fue traducida la "Syntaxis" de Tolomeo al árabe con el título
de "Almagesto", propagándose así el erróneo sistema geocéntrico de aquel
sabio griego por los califatosdeBagdad y Córdoba, de donde los orientalistas
de la corte castellana lo vertieron en Toledo al latín, vehículo en el cual se
difundió con veneración por el resto de Occidente.
Los árabes, además de transmitir conocimientos astronómicos y técnicas
como la brújula, han aportado descubrimientos propios. En efecto, antes que
los griegos entendieran la utilidad de los vientos monzones hacia el año 40
de nuestra era, los árabes, que hasta entonces poseían el monopolio
comercial de la pimienta cosechada en la costa sudoccidental de la India, se
78 CARLOS AGU1RRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
habían valido de ellos en su navegación. Es de notar que la pimienta se ha
utilizado como condimento desde hace tres milenios, siendo uno de los
primeros productos que se importaron desde aquel subcontinente.
Entre abril y octubre, los marinos árabes aprovechaban el viento SW para
zarpar de Arsinoe (Suez) y Aela (Eilat) hacia el Oriente. En Adén continua-
ban viaje unos cuarenta días, orientando las velas para aprovechar los vientos
del océano Indico. Después de cargar las especias en los puertos de Mugires
r

y Calicut, esperaban que soplara en invierno el viento del noreste, para


regresar.
Respecto a cartas náuticas, el veneciano Marín Samudo arregló en 1321
la primera carta general del mundo conocido hasta entonces, a pesar de que
la más usada en el Mediterráneo era la confeccionada por el genovés Piero
Visconti en 1318, cuyo original se halla en la biblioteca de Viena.

La aguja magnética
La introducción de la aguja magnética, comúnmente conocida durante el
siglo XIII como 'brújula marina', originó una revolución en el arte de
navegar. Conocida por los chinos desde 3.500 a.C., cuando descubrieron la
propiedad del metal imantado de apuntar siempre hacia el norte -o, como
ellos decían, según Marco Polo, 'hacia el sur'-, fue adoptada por los árabes,
de quienes la heredaron los normandos conquistadores de Sicilia a mediados
del siglo XII, y luego los marinos italianos. Entonces empezó una larga
transformación que llegaría a culminar siglos después en un preciso compás
magnético en suspensión Cardano (o Cardán). Se hizo así indispensable en
todo buque que pretendiera lanzarse mar afuera prescindiendo de la guía de
las estrellas, inexacta y no siempre disponible. Atribúyese a Flavio Gioia la
aplicación de este hallazgo a la náutica. Piloto nacido en Positavano, cerca
de Amalfi, ideó en 1303 aplanar la aguja imantada y colocar su centro en
equilibrio sobre un perno sobre el cual pudiese girar. El invento se fue
perfeccionando al agregarle una rosa, dividida primero en dieciséis y después
en treinta y dos partes, y al encerrar el conjunto en una caja cubierta con
vidrio, llamada 'bossola', de donde proviene la voz castellana 'brújula'.
CAP. IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 79
Estrategia y táctica. Una ordenanza del emperador León.
Como se verá en el relato de las batallas medievales, la táctica no difería
mucho de la practicada por los romanos, que a la vez era una derivación de
la griega. Puede constatarse que los principios básicos eran los mismos de la '
antigüedad y que los tiempos modernos conservarían a pesar de las diferen-
cias en cuanto a buques, armamento y elementos.
Sin embargo, la táctica medieval se limitó a procedimientos inferiores a
los de los romanos, aun teniendo mejores armas. Por ejemplo, la costumbre
de amarrar las naves unas a otras en posición defensiva, casi constante en el
Mediterráneo y en el océano, había sido usada en la antigüedad sólo por
Escipión -en Utica- y por razones apremiantes. Aún el empleo del espolón,
___ í

arma tan recurrida en la antiigüedad como más tarde, fue poco frecuente en
el medioevo, en cuyo decurso no observamos ningún nuevo orden de batalla,
movimiento, maniobra u estratagema de que no se hubiesen valido los
antiguos; sólo el emperador León de Bizancio habría de ser un maestro de
almirantes y capitanes.
El césar bizantino León VI el Filósofo (886-912) dejó con sus obras una
huella profunda sobre el arte de la guerra. Su "Naumaquia" viene a ser algo así
como una ordenanza completa, desde luego superior a las "Partidas" de
Alfonso el Sabio.
Comienza por referirse a la necesidad primordial de conocer el arte del
pilotaje, esto es, las diversas direcciones de los vientos, el movimiento y
aspecto de los astros, las declinaciones del sol y de la luna, los cambios de
estaciones y la previsión del tiempo.
Sigue con recomendaciones acerca de la construcción de los 'dromones'
para que sean eficaces para el combate, con sus amuradas no tan gruesas que
signifiquen mucho peso, ni tan delgadas que las rompa el golpe del enemigo;
observaciones sobre el aparejo y el armamento; la necesidad de llevar remos,
anclas y cabos de repuesto, lo mismo que útiles para reparaciones de
emergencia, sifón para el uso del fuego griego y plataforma para los
flecheros; etc.
En la organización de las dotaciones establece un comandante, un
teniente, un alférez, dos pilotos para el gobierno y cincuenta remeros, de los
cuales los dos de proa deben destinarse, uno a la bomba y otro al ancla; fija
los puestos de cada hombre en el combate y sus obligaciones; también trata
del rol que han de desempeñar las embarcaciones más pequeñas en la guardia
de las escuadras, la exploración y todo cuanto requiere velocidad.
80 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Hace especial hincapié en la preparación del personal, pues de nada
sirve el número de naves si el equipaje que llevan es malo, aun cuando
deban combatir a pocos enemigos. Se refiere luego a los barcos de carga
de bagajes, víveres y armamento para la flota; al armamento y armadura
que debe usar el personal de acuerdo con su colocación en el combate, ya
sea sobre cubierta, en el castillo o el abordaje; y de las condiciones físicas,
intelectuales y morales de los que debían componer las diferentes partidas.
Recomienda que los abastos, especialmente víveres, jamás falten, y
prohibe a todos los jefes cometer injusticias y aceptar regalos de los
subalternos.
Continúa con la organización para la navegación en escuadras de tres o
cinco naves; da órdenes sobre entrenamiento, primero en cada nave, después
por divisiones, y por último por escuadras.
Es muy cautivadora la manera como aborda en forma de instrucciones
la estrategia y la táctica, por lo que vamos a reproducirla textualmente:
'Diré cómo debe ordenarse en la batalla. La fortuna tiene sus momentos y la guerra
sus incertidumbres: de ahí que conviene tratar de vencer con alguna estratagema o
sorpresa, y no empeñarse en la batalla decisiva si no hay una absoluta necesidad. Hay
que guardarse de aproximarse al enemigo lo suficiente para que no pueda rehuirse el
combate, salvo que se tenga completa seguridad en la fuerza propia y en el valor del
personal Sobre todo es necesario provocar la emulación de nuestro personal y la
protección divina con una vida ejemplar, austera, honesta, íntegra, sobria y con
humanidad hacia los prisioneros, manteniendo una constante disciplina en la armada
de vuestro mando. Evitad dar la batalla en vuestras costas; es mejor hacerlo en las del
enemigo, porque éste, viendo detrás de sí un refugio seguro, mostrará menor firmeza. Los
romanos y los bárbaros no combaten por el honor; pero vosotros debéis preferir la
muerte a la fuga vergonzosa'.
Dispone luego que antes de la refriega se reúnan los comandantes para
discutir las circunstancias; en caso de que se tomen resoluciones diversas de
las que se habían dispuesto, han de hacerse saber a cada unidad, para lo cual
todas ellas deben estar pendientes de las señales que emita la nave capitana.
Cada orden ha de tener su señal especial, convenida de antemano, con
banderas, luces u otros objetos visibles colocados en combinacióno aislados,
al tope, a la banda, al medio, abajo, a media asta, cambiando también el color
y la forma de las banderas. Recomienda no usar la voz ni la bocina durante
el combate, debido a la dificultad de ser oídas en medio del ruido de los
remos, las flautas y los gritos de los contrincantes; especialmente indica que
los comandantes deben ejercitar las señales para no equivocarse, lo que
considera de suma importancia.
CAPÍTULO X - EL E S C E N A R I O M E D I T E R R Á N E O ( S I G L O S VI A X V )

Hasta el siglo IX las noticias náutico-militares fueron un tanto vagas, a


partir de entonces sólo se registró uno que otro encuentro bélico, no siempre
de transcendencia.
Las primeras escuadras, improvisadas, lo fueron para combatir la pirate-
ría o defenderse de alguna expedición de los godos o délos vándalos; después
aparecieron los árabes, y desde el norte incursionaron los normandos. Pero
los actores más activos fueron las repúblicas marítimas italianas, que
comúnmente luchaban entre ellas a la vez que participaban en las cruzadas.
Mencionaremos especialmente al Imperio Bizantino, que logró sobrevivir a
las invasiones por su organización y diplomacia.
Para partir con un panorama general de lo acaecido en este escenario,
mostraremos las actividades en forma tabulada, respetando en lo posible el
orden cronológico. No se pretende que la exposición sea completa: en
posteriores capítulos se presentará lo más importante. Para una visión
ponderada hemos intercalado los acontecimientos ocurridos en otros mares
de Europa.
AÑOS EN LA ALTA EDAD MEDIA (SIGLOS VI A X)

510 Proyectada expulsión de los godos de Italia por Justiniano:


derrota ostrogoda en Sicilia a manos de Belisario.
551 Ancona: otra victoria de Justiniano sobre los godos,
580 Aparición de los árabes en Asia Menor.
655 Triunfo árabe sobre bizantinos encabezados por su emperador:
sorprende el ardor y preparación de aquellos.
672-678 Seis intentos del califa Moawiya por apoderarse de
Constantinopla por mar y tierra durante la primavera.
679 La flota árabe, destruida por una tempestad.
82 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
717 Entrada de Solimán al Bosforo; aventado por un viento norte
hacia fuera del jestrecho;contrataque de Isáurico con fuego
griego
883 Constantinopla amenazada por flota árabe; fuga de ésta
tras incendio de veinte unidades con fuego griego.
886 León el Filósofo contra el renegado León de Trípoli;
cobarde fuga del navarca Eustaquio y ventajas del renegado.
915 Cruzada del papa Juan X con flota bizantino-pisana contra los
sarracenos: caída de Sicilia en poder de éstos.
997 Liga de Venecia e Istria contra piratas del Adriático.
EN LA BAJA EDAD MEDIA (SIGLOS XI A XV)

1005 Córcega liberada de sarracenos por los genoveses.


1010 Hospital de San Juan, fundado por Amalfi en Jerusalén.
1016 Emir africano Musa, arrojado de Cerdeña por Génova y Pisa.
1070 Córcega, reclamada por Pisa a Génova; derrota genovesa.
1089 Victoria de Pisa y Génova, concertadas por el papa Víctor III,
sobre musulmanes de Trípoli y Túnez.
1095-1270 Participación de Aragón y las repúblicas marítimas
italianas en las cruzadas.
1099 Triunfo veneciano en guerra contra Pisa por reliquias de
S.Nicolás.
1100 Captura de Cesarea por el genovés Embriaco.
Ocho escuadras genovesas a Palestina en los siguientes trece
años.
1113-1117 Liberación de Ibiza y Mallorca por písanos al servicio del
conde de Barcelona..
1137 Sitio normando y rescate de Nápoles por cien galeras pisanas.
Toma de Scala y Scaletta por Pisa: derrumbre de Amalfí.
1138-1147 Génova contra piratas moros de Menorca y ayuda a reinos
españoles.
1171 Destrucción de Pianosa y saqueo de Pisa por genovés Coise.
1187 Conquista de Jerusalén por Saladino, origen de la 3 cruzada.
a

Sitio y bloqueo de Tolemaida; intentos frustrados de la marina


egipcia por aprovisionar esa plaza.
CAP. X - EL E SCENARIO DEL MEDITERRÁNEO (SIGLOS VI A XV) 83

Sarracenos, arrojados de Tortosa.


1202 Captura de Zara por el anciano dogo Dándolo.
1203 Dándolo ante Constantinopla, sin resistencia.
1204 Usurpación del Imperio Bizantino por franceses y venecianos.
"Imperio Latino" de Oriente durará cincuenta y tres años.
1241 La gibelina Pisa vence a la güelfa Génova en Giglio.
1241 El rey danés, dos veces derrotado por flota hanseática.
1260 Asesoría genovesa a Alfonso X para crear marina castellana;
promulgación de sus "Siete Partidas".
1261 Ventajas iniciales de Génova en su guerra con Venecia.
Recuperación del Imperio 'Latino' por Paleólogo de Nicea.
1264 Génova y Venecia en guerra durante varios años.
Triunfo inicial genovés y desquite veneciano.
1277 Acoso a Ancona: absoluto control del Adriático por Venecia.
1282 Sublevación de Sicilia contra los franceses, ayudada por
naves mercenarias catalanas y pisanas: "Vísperas Sicilianas".
1282 Anexión de Cataluña por Pedro III de Aragón. Campaña hasta
1284.
1284 Victoria genovesa de Meloria; fin de las pretensiones de Pisa
sobre Córcega.
1284 Génova en auxilio de Castilla contra los moros.
1285 Puerto Pisano, destruido por Génova: ocaso definitivo de Pisa.
Triunfo naval aragonés sobre franceses en Las Rosas;
fracasa invasión francesa a Cataluña.
1287 Jaime II de Aragón contra provenzales. Aprestos navales de
Nápoles.
1298 Génova en guerra contra Venecia. Batalla de Curzola define
hegemonía genovesa, pero contiendas internas la comprometen.
1299-1301 Guerra entre hermanos Fadrique, usurpador de Sicilia, y Jaime
II de Aragón, rey de Nápoles. Lides navales de Orlando y Ponza.
1304 Triunfo francés sobre flamencos en Zierickzee por obra de
Grimaldi.
1323 Invasión de la Cerdeña genovesa por Jaime II.
1330 Captura de Nicea por los otomanos; Constantinopla en peligro.
1337 Victoria castellana sobre Portugal. Moros, atajados en Gibraltar.
84 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
1340 Inicio de la Guerra de Cien Años. Triunfo naval inglés en
Sluys.
1342 Derrota de flota granadino-marroquí ante Algeciras, bloqueada
por castellanos y genoveses.
1346 Génova contra Venecia, AragónyBizancio. Ventajas genovesas
tras varios encuentros.
1347 Calais, en manos de Eduardo III de Inglaterra.
1351 Genoveses y venecianos se baten en Pera (Bosforo). Genoveses
se evaden del bloqueo veneciano a Caristo, en Negroponte.
1353 Génova derrotada en Alghero por Venecia y Aragón.
1354 Reacción genovesa contra Venecia; culmina con su derrota en
Sapienza.
1356 Juan II de Francia, prisionero de los ingleses.
1362 Sund: victoria del danés Valdemar sobre escuadra hanseática.
1370 Ventajas para la Hansa en el tratado de Stralsund.
1372 Victorias venecianas en nueva guerra contra Génova.
Triunfo franco-español en La Rochelle (Guerra de los Cien
Años),
13 79 Pola; victoria genovesa no aprovechada sobre los venecianos.
1380 Embotellamiento de Chioggia. Derrota de los genoveses,
que tratan de romper el cerco con artillería primitiva.
1381 Reconciliación véneto-genovesa en Turín.
1402 Lucha entre turcos y tártaros. Captura de Beirut por los
genoveses.
1415 Desembarco en Harfleur y triunfo de Enrique V en Azincourt
(Guerra de los Cien Años).
1416 Escuadra de Mehemet, batida por venecianos con bombardas.
1420 Córcega, invadida por Alfonso V de Aragón;
audaz irrupción genovesa en el bloqueado Bonifacio.
1426 Flota hanseática, derrotada por daneses ante Flensburg.
1427 Captura de un convoy hanseático por daneses en el Sund.
1428 Frustrado sitio de Copenhague por la Hansa.
1431 Génova, apestada y derrotada ante alianza véneto-florentina
por auxiliar al duque de Mantua.
1433 Paz de Ferrara entre dichos beligerantes.
1452 Sitio de Constantinopla por Mehemet II; clamores de socorro
de Constantino XII ante Occidente.
1453 Caída de Constantinopla. Inútil socorro naval italiano al día
siguiente.
CAPÍTULO XI EL IMPERIO BIZANTINO

Constantinopla
La capital del Imperio Romano de Oriente debe su origen a colonizadores
griegos provenientes de Megara, que la fundaron con el nombre de Bizancio
en 658 a.C., y su prosperidad comercial, a su ubicación geográfica a orillas
del estrecho de Bosforo. Poseída durante medio siglo por los persas y
liberada por los atenienses, había recuperado su independencia en 355 a.C.,
para volver a perderla bajo el reino de Macedonia, tras cuyo ocaso se había
hecho aliada de Roma.
A esta ciudad, casi destruida en el año 196 de nuestra era, pero
convenientemente ampliada y adaptada, trasladó Constantino la capital del
Imperio Romano, en adelante llamada por su nombre: Constantinópolis.
Aunque su jurisdicción se redujo cuando Teodosio dividió ese imperio en
dos el año 395, gracias a ello ganó en plasticidad para defenderse mejor de
las invasiones bárbaras, desviándolas hacia occidente o sosegándolas con su
diplomacia, dinero y armas, respaldadas por una eficiente marina comercial.
Pero no se contentó con combatir a todos los que se le presentaron como
enemigos, sino que resolvió civilizarlos y convertirlos al cristianismo.
Avanzada del cristianismo en Oriente, a menudo desplegó todo su poder en
función de dicha causa. Ciudad griega de sangre y lengua, conservó los
tesoros literarios de la antigüedad helénica, librándolos de los desmanes
cometidos primero por los germanos y después por los árabes; con justicia
se ha calificado a los bizantinos de 'bibliotecarios del género humano'.
Para dar una idea de la extensión territorial de este imperio, aclaremos que
comprendía los Balcanes en Europa, Egipto en Africa, y Anatolia, Siria y
t

Palestina en Asia. Su organización debe haber sido notable, para haber


podido mantener conglomeradas a naciones tan diferentes unas de otras
86 CARLOS AGUTRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
como griegos, eslavos, semitas y hasta mongoles.
En sus diez siglos de epopeya tuvo períodos de decadencia ,como
cualquier estado, pero siempre pujaba por reponerse. Después que el
Imperio hubo conseguido contener a los árabes al sur de los montes Tauros
y restaurar su autoridad frente a los 'francos' -léase cruzados- usurpadores,
prosiguió en su enfrentamiento armado, especialmente naval, retrocediendo
pulgada a pulgada hasta perecer ante el imperialismo bárbaro del pueblo
turco, que ya había quitado a los árabes el control del mundo mahometano.

El Imperio contra los vándalos y ostrogodos


Mientras su congénere de Occidente llegó a perder toda autoridad sobre
Jos bárbaros germanos, el Imperio Bizantino se mantendría libre de ellos.
Disfrutaba aún de una marina que traficaba ordenadamente entre sus
puertos; Alejandría -ciudad industrial y emporio del trigo-, Tiro, Sidón y
Antioquía; sin embargo, en las crónicas de la época se omite el tema de la
marina militar, al menos hasta cuando el emperador Justiniano despachó una
expedición contra los vándalos el año 510.
Cuenta Procopio que este césar hizo alistar en Constantinopla quinientas
naves con treinta mil marineros, casi todos egipcios, jonios y cilicios,
mandados por el alejandrino Calónico, además de noventa y dos dromones
tripulados por dos mil bizantinos, todo a las órdenes de Belisario. Éste tomó
sabias medidas para la navegación, con el objeto de mantener el contacto de
todas sus naves por medio de señales luminosas en la noche y banderas en
el día, además de embarcaciones de policía que se encargaban de auxiliar a
las unidades rezagadas. La buena organización permitió a los expedicionarios
vencer por presencia a las considerables fuerzas navales de los vándalos,
derrotando después en tierra a sus ejércitos y sometiendo a Noráfrica al
dominio del Imperio, junto con la mayor parte de Sicilia y demás islas del
Mediterráneo.
Justiniano proyectaba conquistar también Italia, regida por el ostrogodo
Teodato, contra quien envió en 53 5 una expedición a cargo de Belisario. Éste
atacó por mar y tierra la parte de Sicilia ocupada por los godos, es decir, la
zona de Palermo, que apenas resistió. La falta de naves godas de guerra fue
de veras lamentada por Vitiges, uno de los generales bárbaros, el que
después, como rey, armó algunas mal construidas y peor tripuladas, con las
cuales bloqueó a Salónica, siendo fácilmente dispersado por la avezada flota
bizantina.
*
CAP. XI - EL IMPERIO BIZANTINO 87
Tras la capitulación de Vitiges en Ravenna, el ostrogodo Tótila logró
recobrar casi toda la península Apenina entre los años 542 y 543, haciéndose
ayudar por muchos dromones que bloquearonNápoles mientras él arremetía
contra esa ciudad por tierra. Tales naves derrotaron frente al puerto a una
escuadra que el emperador había fletado en auxilio de la plaza cercada, la que
cayó poco después en poder de los sitiadores.
En551 JustinianonombróaNarsésagentedesusinteresesenltalia. Tótila
se preparó haciendo fabricar muchos navios, cuarenta y siete de los cuales
envió contra Ancona, donde se encontraban cincuenta barcos bizantinos al
mando de Juan y Valeriano. Ambas escuadras se lanzaron al combate proa
contra proa, como en los primeros tiempos griegos. Los godos, poco
expertos en el mar, desordenaron su formación, quedando muchas de sus
naves aisladas del resto, lo que permitía al enemigo atacarlas con varias a la
vez; otras se atravesaron, presentando mayor blanco y estorbando la
maniobra de las demás. Los griegos, bien formados, acortaban o alargaban
la distancia según fuera necesario, y atacaban concentradamente a cualquier
nave contraria que anduviese sola, ablandándola con ráfagas de flechas antes
de abordarla. Los germanos huyeron, dejando once naves en poder de los
triunfadores. Poco después Tótila fue derrotado y muerto en Tegina por
Narsés. Su sucesor Teia fue vencido a su vez en las faldas del Vesubio,
muriendo éste que fuera el último rey ostrogodo, con lo que Italia quedó bajo
dominio constantinopolitano.

Los árabes
A mediados del siglo VII aparecieron los árabes en el Asia Menor y
Africa, disputando a los bizantinos el cuerno izquierdo de la medialuna
/

territorial que en escasos decenios llegarían a poseer.


Casi todas las etnias que habitaban la región comprendida entre el río
Tigris, el Levante y los mares Rojo e índico estaban emparentadas: eran
semitas y habían emigrado de Arabia en diversas épocas de la historia. Los
que todavía quedaban en la Península Arábiga en tiempos de Mahoma se
dividían en nómadas pastores y sedentarios agricultores. Unos y otros
practicaban un politeísmo poco evolucionado, generalmente de caracter
astral, simbolizado por piedras sagradas o 'beteles', tales como la piedra
negra de la 'kaaba' (templo) de la ciudad de La Meca.
En esta ciudad nació Mahoma (570-632). Muy niño quedó huérfano y
pobre, por lo que hubo de hacerse pastor; después se empleó en una rica casa
88 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
de comercio, con la viuda de cuyo patrón terminó casándose. Llegando a ser
hombre de fortuna gracias a su mujer Jadille, se dedicó a la meditación. Sus
contactos con comerciantes y viajantes de diferentes credos despertaron su
inquietud religiosa. Posteriormente sostendría haber tenido una revelación
divina que le mandaba confiar en un Dios único, creador y soberano del
mundo, que lo designaba a él su profeta para predicar el 'islam' o sumisión
completa del hombre a la voluntad de Alá el Misericordioso, actitud que
después de la muerte sería recompensada en el paraíso terrenal de las huríes.
Como entre otras cosas predicó la guerra santa, esta fe religiosa simple y
machista había de convertirse, sobre todo inicialmente, en un formidable
peligro para los mundos cristiano, mazdeísta e hindú.
Bajo los cuatro 'jalifas' o sucesores de Mahoma, el Islam se expandió
fuera de Arabia, Era un deber de los fieles obligar a los otros pueblos por las
buenas o las malas a plegarse a la revelación contenida en el Corán y a las
tradiciones del Profeta recopiladas en la Sunna. Los conversos debían pagar
impuestos; no así los árabes, pueblo privilegiado de Alá, al que se debía orar
vuelto hacia La Meca.

La expansión árabe
Pocas veces se ha visto conquistas más rápidas que las de los árabes. El
ejército del emperador Heraclio fue derrotado en Yarmuk y la Siria entera,
con todas sus ricas ciudades marítimas, cayó en poder del califa Ornar, que
dió el gobierno de esta región a un hombre hábil y audaz llamado Moawiya.
Dióse cuenta el visir de que el camino más corto a Constantinopla era el mar,
dedicándose desde entonces a entrenar a su gente, resecada por el sol del
desierto, en las naves que tanto abundaban en el litoral a su cargo. Tras poner
a Chipre bajo tributo, se apoderó de las Cíclades y de Rodas, y más tarde,
en 655, atacó en el golfo licio de Issaluke a la flota bizantina mandada por
Constantino II en persona. Corta fue la lucha La preparación y ardor
inesperados de los árabes sorprendieron a los marinos griegos. El propio
césar salvó de irse prisionero solamente por el sacrificio de uno de sus
hombres, que, cubierto con las insignias imperiales, se lanzó al combate hasta
caer muerto.
Las sublevaciones contra los nuevos amos en las provincias conquistadas
aliviaron a Constantinopla, pero pocos años más tarde los árabes se
apoderaron del Egipto y demás costas africanas hasta el Atlántico.
CAP. XI - EL IMPERIO BIZANTINO 89
El año 672 Moawiya, ungido califa, preparó una flota capaz de aniquilar
a cualquier fuerza griega que se presentase, con el fin de adueñarse de la
capital del Imperio. Desembarcó un ejército en las costas de la Propóntide
y asedió con su flota a Constantinopla durante seis años por todas partes. En
noviembre de cada año su armada se retiraba a Cízico, para volver en la
primavera siguiente. Los bizantinos se defendieron con valor a las órdenes
de su emperador Constantino el Barbudo, socorrido por un nuevo elemento
de combate que hasta la fecha era desconocido en el Mediterráneo: el fuego
griego, del que ya hemos escrito. Los árabes demorarían cuatro siglos en
descubrir el secreto, aplicándolo enseguida contra los cruzados. Al fin los
árabes abandonaron la empresa en 679 y su flota, sorprendida por una
tempestad frente a Antioquía, se perdió casi entera.
En el intertanto, los árabes habían destruido Cartago, que ya nunca había
de resucitar, y, arrastrando consigo a otros beduinos como ellos, estaban a
punto de franquear las Columnas de Hércules, a cuyo peñón ('yébeP)
llamaron con el nombre de su jefe Al-Tarik, de donde deriva el topónimo
Gibraltar. En 675, alistando varias barcas, trataron de desembarcar en
Algeciras, siendo rechazados por Wamba, el rey visigodo de España, quien
les incendió gran parte de sus naves.
Pero un cuarto de siglo después era España invadida y conquistada por
ellos, salvo la costa cantábrica, desde donde habría de iniciarse la reconquis-
ta. Los reinos hispánicos iban a luchar por su religión y libertad durante
setecientos diecinueve años, lo que hizo a sus pueblos valientes y abnegados,
capaces de aventurarse a su vez hacia el exterior, no sin cierto fanatismo
religioso.
No sólo por Africa y España se esparcían las huestes isl ámicas. Ya en 63 7
t

habían salido tres expediciones desde las costas de Omán; una desembarcó
en la isla de Tanah, no lejos de la moderna Bombay, la segunda atacó la
ciudad de Bacond, en las costas del golfo de Cambay; y la tercera se dirigió
al delta del Indo.
Pero Constantinopla era el sueño dorado de los califas. En 717 entró
Solimán al Bosforo, desembarcó un ejército en Abydos y siguió rumbo a la
capital, que bloqueó; mas un fuerte vendaval del norte lo arrojó desordena-
damente afuera del estrecho. Aprovechó semejante albricia el emperador
León III Isáurico, lanzando varios brulotes llenos de fuego griego, que dieron
cuenta de numerosas naves de Solimán, quien prefirió refugiarse detrás del
promontorio de Sostene, retornando en la primavera siguiente ante
Constantinopla, reforzado con dos escuadras venidas del Africa. Su sucesor
r
90 CARLOS AGÜIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Ornar, al mando de un ejército haraposo y hambriento, y atacado con
brulotes, se vió forzado a levantar el sitio después de trece meses. Su flota
fue desmantelada por el mal tiempo reinante a la salida del estrecho.
A fines del siglo VIII el Imperio Bizantino había perdido más de la mitad
de sus provincias a manos de los musulmanes; los eslavos le habían privado
de gran parte de la Macedonia e Iliria, quedándole en el Adriático sólo la
península de Istriay algunas ciudades aisladas. En Italia, ya dominada en gran
parte por los lombardos provenientes del Danubio, y en donde comenzaban
a descollar los marinos de Venecia, únicamente le restaban algunas posesio-
nes en el sur y en Sicilia.
La medialuna árabe, en cambio, había llegado a ser más grande que el
imperio de Alejandro Magno y casi igual al romano en tiempo de su
opulencia, pues lindaba en Asia con el Indo, Tibet y China, en Africa con el
desierto saharí, y en Europa poseía casi toda España y algunas partes de Italia.
El año 883, mientras los esclavos negros se sublevaban en Bagdad, la
capital del califato abasida,^ una flota árabe entró al mar de Mármara,
amenazando a Constantinopla. El emperador Basilio había entregado el
mando de sus fuerzas navales al valiente y preparado Nicetas. Este enfrentó
/

a los mahometanos cerca de Candia, en Creta, poniéndolos en fuga e


incendiándoles veinte de sus naves. Repuestos, los intrusos ingresaron al
golfo de Corinto, devastando la costa. Nicetas proyectó y realizó una atrevida
maniobra: atravesó el Egeo y, dirigiéndose a Cencreos en el golfo de Saros,
hizo transportar en una sola noche sus barcos a través del istmo; a la mañana
siguiente, desplegando todas sus velas, se lanzó con viento favorable sobre
los árabes, que, estupefactos ante hecho aparentemente tan indicador del
designio de Alá, se dieron a la fuga. Nicetas les hundió e incendió casi todas
sus embarcaciones.

Los sarracenos
Los sarracenos -vale decir los árabes de Noráfrica-, sucesores de los
vándalos, salieron el año 884 a conquistar las islas Zante y Kefalonia con
sesenta grandes naves. Basilio envió contra ellos una flota numerosa al
mando de Nasar, quien, aprovechando la oscuridad de una noche, destruyó
casi por completo la escuadra enemiga. Acudió enseguida Nasar a Italia,
derrotando a otra escuadra sarracena junto al cabo Colonna y recuperando
para el Imperio algunas posesiones de esa península.
CAP. XI - EL IMPERIO BIZANTINO 91
León el Filósofo, sucesor de Basilio desde 886, sabiendo que una flota
sarracena conducida por el renegado León el Tripolitano ponía a saco la
costa griega, despachó contra ella cuarenta naves al mando de Eustaquio,
quien fue suficientemente cobarde como para huir a Constantinopla
apenas divisó al enemigo. Al recibir después el mismo encargo, Himero
encontró a los sarracenos cerca de Tassos en formación de combate, con
sesenta grandes barcos bien provistos de personal y maquinaria de guerra,
por lo que también se retiró sin combatir. Dejándolo alejarse, el apóstata
se dirigió a Tesalónica, la que capturó tras breve resistencia. Luego de
algunas acciones navales en que los norafricanos experimentaron varios
desastres, Damián, emir de Tiro, y el Tripolitano lograron reunir trescientas
naves, con las que cerca de Samos derrotaron a la flota de Himero (911).
Mientras tanto en Italia el papa Juan X, que había predicado una cruzada
con-tra los sarracenos el año 915, consiguió congregar una flota al mando del
patricio Cipingli, el cual, desembarcando en Nápoles para esperar a otras
naves italianas, principalmente pisanas, consiguió arrojar de la península
Apenina a los sarracenos, ayudado en tierra por las tropas pontificias y del
duque de Benevento, quedando en poder de los árabes sólo Cosenza y
Reggio. En cambio, Sicilia cayó por completo bajo el dominio musulmán
después de una victoria decisiva de Al-Hasán en 960 ante la flota bizantina.
CAPITULO XII - LOS REYES DEL MAR NORDICOS

Los vikingos o normandos


Normando deriva de nord-Mann, hombre del norte. Identifica a los
pobladores de la Península Escandinava e islas adyacentes: daneses, norue-
gos y suecos. Se les conoce también como vikingos -vikingr; algo así como
'amos del mar', con toda la connotación peyorativa que pueda tener la
expresión-, aunque ambas denominaciones no sean sinónimas.
Empezóse a hablar de ellos hacia el siglo VTI. Eran esencialmente
marinos, con instintos primitivos, como predestinados a la lucha y rapiña.
Creación suya eran las 'drakar\ embarcaciones largas y agudas de veinte o
treinta remos, realzada la proa con la figura de un dragón -de donde su
nombre-, y de popa también prominente.
En 861 el corsario noruego Nadul descubrió una isla que llamó Islandia
debido a los témpanos de hielo que la circundaban. Parece que desde mucho
antes la visitaban los normandos con el apelativo de Ultima Thule. Desde allí
Erick el Rojo, otro normando, siguió en 986 al oeste hasta topar con
Groenlandia. Setieneporseguroqueotros normandosvi sitaron Norteamérica
mucho antes de Colón.
Todo esto sucedía mientras los sarracenos desarrollaban sus actividades
expoliatorias en el Mediterráneo. El mismo bandidaje, llevado a cabo en dos
escenarios marítimos separados por un continente -Europa, la misma víctima
de ambos-, presagiaba que algún día esos dos pueblos llegarían a encontrarse
y calibrarse mutuamente, como efectivamente ocurrió, puesto que uno y otro
operaban en sentido contrario norte-sur.
A mediados de la novena centuria multitudes de normandos irrumpieron
en las costas de Francia, adentrándose incluso por los ríos a vista del mismo
CAP. XII - LOS REYES DEL MAR NÓRDICOS 93
Carlomagno, quien hubo de tomar medidas sin poder derrotarlos completa-
mente. Hástun o Listen, el más feroz de los vikingos, armó la flota más
poderosa que hubiera salido de los puertos del norte; con ella destruyó
Nantes y entró al río Loira, saqueando sus poblaciones ribereñas. Deseoso
de más aventuras, penetró en el Mediterráneo en 860, depredando el litoral
italiano, exceptuada Roma.
Inglaterra también fue devastada por daneses. Uno de sus jefes, que
operaba con naves más grandes, varó en la costa de Northumberland, donde
los anglo-sajones mataron atodos los sobrevivientes. En represalia acudieron
ocho notables vikingos con veinte capitanes y sus respectivas tropas, que
pronto conquistaron toda la isla, menos el reino de Wessex. De allí surgió la
principal resistencia, encabezada por Alfredo el Grande, quien los combatió
con éxito entre 875 y 896. Este monarca se percató de que a semejante
adversario había que pararlo en su elemento, el mar: en esta idea descansa
talvez el más remoto origen de la marina británica. Si bien a su muerte esa
voluntad esclarecida aflojó, los ingleses tomarían más tarde conciencia de
que su baluarte isleño sería tal, siempre que el poder naval les permitiera
conservar libres sus mares territoriales.
Otro normando, Rolón, después de incursionar en el norte de Francia se
asentó en la región hasta hoy conocida como Normandía. El rey francés se
vió constreñido en 911 a tolerar tal demasía, erigiendo al adalid de los intrusos
en duque, nominalmente vasallo de la corona.
Estas empresas alejaron de sus patrias a los más valerosos caudillos
vikingos, lo que fue aprovechado por los reyes escandinavos para
engrandecerse a costa de sus rivales. Quien más se distinguió en esto fue
Haraldo de Noruega. Hacia 885 sus vasallos disgustados reunieron numero-
sos drakares, con los que atacaron las naves del rey en el golfo de Bukke, en
donde después de una reñida lucha venció el monarca. Terminaremos la
relación de las luchas entre escandinavos con la historia de Olaf y su muerte,
ocurrida el año mil.

Olaf Tryggveson y la batalla de la isla Swoid


Hijo de Tryggve, como su nombre lo indica, Olaf I de Noruega fue
enviado muy niño a Novgorod, adonde su madre había huido después del
asesinato de Tryggve. Allá Olaf casó con una hija de) rey Boríslav, tras cuya
muerte se dedicó a la piratería hasta que, convertido al cristianismo, casó de
nuevo en Inglaterra con Gyra, hija del rey de Dublin. Pasados algunos años
94 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
y fallecida su segunda esposa, regresó a Noruega en 995, donde supo que
Haakon el Malo deseaba asesinarlo a traición, pero el pueblo reconoció
inmediatamente a Olaf como rey y asesinó a su predecesor. Tratando de
unificar la Escandinavia, propuso matrimonio a Sigrid, reina de Suecia, lo
que no cuajó debido a su paganismo recalcitrante. Siguiendo su política,
contrajo nupcias con Thyra, que había abandonado a su pagano marido
Borislav de Pomerania. Thyra era hermana de Sveyn 'Barba de Tenedor , rey
1

de Dinamarca, con quien había puesto asedio a Londres en 994. Poco tiempo
después Olaf oficializó el catolicismo en Noruega. Esto le creó enemistades,
tanto en Suecia como en Dinamarca; como, además, en Noruega era odiado
por los hijos de Haakon, se formó entre todos ellos una alianza en su contra.
Aprovechando que Olaf se había dirigido a la isla Rugen para rescatar de
manos de Borislav las propiedades de su esposa, lo acecharon a su regreso,
siendo batido y muerto en la batalla de la isla Swold.
Fue ésta la más famosa de las batallas navales de los normandos. Tuvo
lugar el 9 de septiembre del año mil. El lugar preciso no puede ahora ser
identificado, porque la forma de las costas del Báltico ha sido considerable-
mente modificada a través de los siglos, en parte por el gradual embancamiento
de ese mar y en parte por las tormentas del siglo XIV. Swold se ubicaba
probablemente frente a la costa norte de Alemania, cerca de la isla Rugen.
La batalla se trabó entre Olaf I de Noruega y la coalición formada por su
primo y rival Erick Haakonson, Olaf de Suecia y Sveyn de Dinamarca.
Basados en los cantares épicos llamados 'sagas', que son las únicas fuentes
para estos sucesos de la historia, los autores han descrito esta batalla con
muchos rasgos de romance. Sin embargo, hasta los detalles más pintorescos
tienen sin duda un fondo de verdad, por lo cual han de tomarse en su justo
valor, sirviendo en todo caso para hacerse una idea muy aproximada de la
forma de combatir de los normandos.
Olaf había pasado el verano en el este del Báltico, mientras que los aliados
aguardaban su regreso al abrigo de la isla Swold. Poseía el noruego setenta
y una naves, parte de las cuales pertenecía a un jefe vikingo asociado, que,
agente del enemigo, desertó de su lado: Sigwald. Los buques de Olaf pasaron
por el fondeadero de las naves de Haakonson en una larga columna, sin orden
de batalla, debido a que no esperaban el ataque. El rey iba a retaguardia de
sus mejores naves. Los confabulados dejaron pasar los buques, embistiendo
sólo al de Olaf, quien hubiera podido escapar fácilmente en virtud de la
velocidad de su nave capitana, pero fiel a sus tradiciones de arrojo, en vez
de rehusar el combate, volvió a dar labatalla con las solas once naves que más
CAP. XII - LOS REYES DEL MAR NÓRDICOS 95
cerca suyo tenía. Adoptó la misma disposición que se usaba en la edad media
para combatir a la defensiva en el mar: amarrar los buques costado con
costado. Olaf hizo amadrinar su Serpiente Larga, el fino barco de guerra que
él comandaba, a los demás buques a sus órdenes, dejando el suyo al medio
de la línea, aunque sobresaliendo. La ventaja de esta posición era manifiesta,
ya que ella permitía a todos tener las manos libres para combatir. Formó una
barrera con los remos y vergas, consiguiendo de este modo anular la ventaj a
del enemigo, que, por su mayor número, quedaba bastante impedido de
atacar por ambos lados las naves de Olaf: grande y astuta táctica, ya que
entonces las armas usuales de los nórdicos eran espadas, jabalinas y flechas.
Así transformadas las fuerzas de Olaf en un fuerte flotante, fueron acome-
tidas de frente por los suecos y daneses, sin éxito. Erick, en cambio, atacó por
el flanco; su nave Ariete de Acero tenía 'barbada' su proa con barras de
hierro; con ella fue separando una a una las naves de Olaf hasta dejar suelta
a Serpiente Larga, que fue finalmente abordada. Olaf cayó al mar amarrado
a su escudo, de manera que con el peso de su armamento desapareció en el
acto de la superficie, sin que se le volviese a ver.
Lleno de energía y destreza, hábil en el manejo de toda clase de armas,
ingenioso y generoso con sus amigos, justo y magnánimo gobernante, Olaf
era adorado por su pueblo y venerado por sus soldados: tanto, que después
de su muerte llegó a ser el máximo héroe nacional de Noruega hasta hoy. Su
gente pasó muchos años esperando verlo aparecer de nuevo, pues corría la
leyenda de que había salvado de la batalla y vivía santamente en un convento.

Los normandos invaden Inglaterra


Frecuentes guerras se sucedieron en los mares septentrionales durante la
primera mitad del siglo XI entre suecos, noruegos, daneses e ingleses; pero
sus hechos, poco conocidos y de no mucha importancia, nos mueven a
dejarlos de lado para presentar la expedición de Guillermo de Normandía.
Este duque, que aspiraba al trono de Inglaterra, reunió el año 1066 cerca de
tres mil embarcaciones, metiendo en ellas sesenta mil hombres, que condujo
a Saint Valéry en espera de tiempo oportuno para la travesía.
Por su parte Haroldo, el rey anglosajón, que había armado una flota
poderosa, hizo que ésta patrullara el canal de La Mancha cerca de la isla
Wight; pero estimando después que los normandos habían abandonado el
proyecto de invasión, regresó a puerto, con lo que Guillermo pudo pasar
tranquilamente el canal, desembarcar su ejército en Pevensey y derrotar a los
96 CARLOS AGUTRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
dueños de casa en Hastings, apoderándose del reino, en cuya corte se impuso
el francés, idioma de los conquistadores.
Los normandos en el Mediterráneo
Otros normandos, que se dirigieron a Italia combatiendo primero por
quien les pagara y después por cuenta propia, robaron a los bizantinos cuanto
poseían en la Apulia y la Calabria, invadiendo luego Sicilia, en donde
combatieron y vencieron a los sarracenos. Fue tanta la soberbia que les
engendraron sus éxitos, que en 1083 el duque normando de Apulia y
Calabria, Roberto Guiscard, declaró la guerra al emperador Alejo Comneno.
Embarcado en Brindisi en ciento cincuenta naves, se apoderó de Korfu y
Butrintit, y puso sitio aDurazzo. Dada la ubicación de esas posesiones en el
mar Adriático, el emperador pidió ayuda a Venecia. Esta envió una escuadra
t

de setenta naves conducidas por el propio dogo, la que, hallando a la flota


normanda delante de Pallia, la derrotó; mas ello no impidió que Durazzo
cayera en poder de Roberto. Obligado a regresar a Italia, dejó a su hijo
Boemundo, que fue arrojado delliria por los turcos mercenarios de Bizancio.
Al año siguiente, Roberto alistó una nueva expedición con la que batió
ante Korfu a las flotas unidas de Venecia y Bizancio, los venecianos,
acostumbrados a vencer, culparon al dogo y lo depusieron.
Lámina 6 Drakkar normando
reconstrucción según hallazgos arqueológicos
C A P Í T U L O XIII ACTIVIDADES NAVALES DE LOS FRANCOS

A principios del siglo VI limitaba el reino franco al norte y poniente con


el océano, y al mediodía con los Pirineos, el Mediterráneo y los Alpes; al
oriente sobrepasaba el río Rin.
Los francos de aquella época eran ajenos a las cosas del mar, hasta que
el año 519 Teodoberto, hijo del rey ostrogodo Teodorico, no pudiendo
tolerar por más tiempo la piratería de los daneses, los atacó con éxito en el
delta del Mosa; las crónicas aseguran que lo hizo en barcazas de cuero,
queriendo quizá denotar barcas forradas en cuero. Después, entre los años
735 y 739, Carlos Martel hizo algunas excursiones marítimas, sometiendo
a Marsella y otros puertos del Mediterráneo.
Carlomagno, nieto de Martel y fundador del Sacro Imperio, el que en su
tiempo comprendíalos territorios europeos donde actualmente se hablan los
idiomas francés, neerlandés y alemán, reinó entre 768 y 814. Hallábase un
día contemplando el mar, cuando vio acercarse unas naves normandas y
sondear, como con intenciones de efectuar un desembarco. Profundamente
indignado de que con todo su poder y ante sus ojos aquellos aventureros se
hubieran atrevido a tanto, y previendo el perjuicio que serían capaces de
inferir a sus sucesores y subditos, sintió la necesidad de una defensa marítima
y una flota, ya que sin ambas nada podría contra los normandos, sarracenos
y bizantinos; estos últimos rehusaban reconocerle la calidad de emperador
romano de Occidente.
Hizo entonces fortificar la costa, construyó torres en las bocas de los ríos,
y faros que pudiesen comunicarse entre sí por señales. Luego ordenó fabricar
una gran cantidad de pequeñas naves que organizó en escuadras al mando
de sus condes -'comités', compañeros o cortesanos- para vigilar y proteger
la costa y las naves mercantes; además hizo alistar dos flotas aptas para las
navegaciones largas. El mismo recorría el litoral supervigilando las construc-
98 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
ciones, el armamento y las maniobras.
Pronto se vieron los resultados de su prevención. Los moros de España,
que habían salido a devastar Córcega, fueron desbaratados en 808 por una
escuadra franca al mando del condestable Buscardo. Cinco años después
fueron deshechas por el conde de Ampurias otras naves sarracenas que
venían de saquear las costas corsas y sardas.
También lucharon los francos contra bizantinos y venecianos. Los
primeros pactaron una tregua, por lo que el peso de la lucha debieron
absorberlo los venecianos. El príncipe Pepino preparó en Ravennauna flota
que en 809 se apoderó de Chiozza y Palestrina; después enfiló a la isla
Albiola, separada de Malamocco, capital entonces de esa república, por un
angosto canal. Por consejo del dux Partecipiazzo, los venecianos se retiraron
a Rialto, rodeada de bajos fondos más fáciles de defender. Pepino, sin darse
cuenta de que sus naves requerían bastante agua para maniobrar en la laguna,
o bien creyendo poder efectuar la acción durante la marea alta, avanzó a
forzar el paso. Víctor de Heraclea, diestro marino veneciano que conducía
las naves francas, se internó con ellas, seguido por el príncipe, hasta que,
habiendo bajado la marea, los invasores encallaron. Rápidamente volvieron
entonces los ágiles bajeles venecianos y atacaron al intruso con flechas y
fuego griego; sólo unas cuantas embarcaciones logró salvar Pepino cuando
retornó la pleamar. Esta estratagema habría de repetirse con éxito en la
gloriosa historia naval de Venecia, que ese hecho inauguraba.
Al fallecer Carlomagno, se dividió su imperio entres reinos, continuamente
agitados por conflictos y rebeliones desde el mismo año 814, ambiente
propicio para el recrudecimiento délas incursiones de normandos y sarracenos.
Estos últimos desembarcaron el año 868 en Sicilia, adueñándose en pocos
meses de la isla. El emperador Basilio despachó en socorro de Siracusa, la
única plaza que resistía, al gran dungario Adriano, quien demoró tanto en
llegar, que cuando todavía se encontraba en Nauplia, aquella ciudad cayó en
poder de los sarracenos tras diez meses de asedio.
Señores del Mediterráneo, los sarracenos salían de los puertos de Africa,
r

España y Sicilia aniquilando el comercio y saqueando los puertos. Contra


ellos se llevaron a cabo varías empresas, que no consiguieron modificar
mayormente el mapa. Las más importantes fueron la del conde Bonifacio de
Lucca, las de los napolitanos Sergio y Cesario, y la de Luis II y Hugo de Arlés.
CAPITULO XIV - LAS REPUBLICAS MARITIMAS ITALIANAS

Y LAS CRUZADAS

Las repúblicas marítimas italianas


Hacia el siglo X surgieron en la península Apenina algunas ciudades
costeras que se organizaron como estados gracias a la holgura económica
brindada por su comercio. Las principales repúblicas marítimas fueron
Venecia, en el mar Adriático, y Amalfi, Génova y Pisa, junto al mar Tirreno.
Por estar situadas a ambos lados de la península, y ésta en medio del
Mediterráneo, gozaban de una ubicación inmejorable para hacer el tráfico de
los productos orientales apetecidos por Europa.
Siguiendo a sus naves mercantes, se proyectaron al exterior en factorías
y posesiones territoriales, para defender todo lo cual organizaron flotas
militares. Sumadas éstas, hubieran constituido un poder incontrarrestable.
Pero la competencia comercial las había hecho irremediablemente rivales.
Todas se opusieron, activa o pasivamente, al enemigo común: los árabes;
también se aliaron a veces momentáneamente en función de algún otro
objetivo común, como para el caso de algunas cruzadas; entonces, invitados
a la paz por el Papa, celebraban más bien un armisticio para retornar después
a la lucha con nuevos agravios. Las discordias eran feroces -como lo eran
antiguamente-, tanto que llegaban al extremo inhumano de no respetar la
vida de los prisioneros.
Ciudades marítimas menos importantes fueron Florencia, Anco na, Nápoles
y los puertos sicilianos. Todas florecieron cuando más un par de siglos, para
ser después víctimas de sus congéneres más fuertes. Incluso Amalfi cayó por
obra de Pisa, y Pisa por la acción de Génova. Génova fue a su vez enemiga
acérrima de Venecia, de modo que el esplendor de ambas, debilitado por
100 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
tanta conflagración, se fue al traste junto con los estertores del medioevo.
La república marítima italiana más antigua fue fundada el año 697. Era
Venecia, poblada desde hacía un par de siglos sobre unos islotes que había
al fondo del Adriático, los cuales le proporcionaron de partida una defensa
natural que sus habitantes robustecieron haciéndose marinos. En el siglo XIII
fue la primera potencia marítima de Europa, al punto de llegar a prohibir la
entrada de buques extranjeros a sus numerosos puertos. Su industria era
floreciente y sus banqueros estaban en relación con todo el mundo mercantil
de la época. Sus viajeros, como el célebre Marco Polo, llegaban alos confines
de Oriente a impulsos de la curiosidad científica o del afán de extender el
comercio de su patria y de sus influencias y dominios, que crecían. Como
buena precursora del arte de la diplomacia, supo emplear la fuerza. Así, el
año 997, coligada con las ciudades de Istria y a cargo del dux Urseolo, atacó
con la escuadra más poderosa que hubiera armado hasta entonces y capturó
Lesina y luego Narento, destruyendo la piratería y expandiendo el dominio
veneciano sobre gran parte de la costa oriental del Adriático.
Génova, cuya única industria consistía en la navegación y el comercio,
produjo inmejorables marinos -¿Cristóbal Colón?- y comerciantes audaces,
que desde un principio debieron enfrentarse a los piratas sarracenos. Dos
veces saqueada por éstos, tras la segunda sus hombres de mar salieron a
darles caza, apresándolos a casi todos en la isla Asincera. Durante las
cruzadas alcanzó gran prosperidad. Sus dominios llegaron a extenderse por
toda la costa del golfo genovés, el condado de Niza, el Montferrato y los
principados de Monaco y Massa. A la hora de crear su marina en 1260,
Aragón se hizo asesorar por la armada genovesa.
Amalfi poseyó en el siglo XIII una buena marina y un activo tráfico. Ya
antes de las cruzadas sus comerciantes habían fundado en Jerusalén un
hospicio a cargo de una orden religiosa, sobre la base de la cual nacería en
1070 la primera orden de monjes-caballeros. Luchó Amalfi largamente con
Pisa, hasta sucumbir ante esa émula en 1137.
La república de Pisa, cerca de la boca del río Arno,. era desde tiempos
antiguos un imperio marítimo de consideración. A ruego del papa Juan X
combatieron con una gruesa flota a los sarracenos de Italia meridional,
contribuyendo a su aniquilamiento. En 1016, unidos con los genoveses,
batieron al emir africano Mussa y arrojaron a los sarracenos de Cerdeña,
cuyos lugares costeros se repartieron con sus aliados. Repartija fatal para
Pisa, pues atizó una ojeriza permanente con Génova. En 1070 los písanos
atacaron Córcega, que se hallaba en poder de Génova, la cual despachó doce
CAP.XIV-LAS REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS Y LAS CRUZADAS 101
galeras al Arno, donde fuerzas locales muy superiores las destrozaron.
Conseguida la paz por el papa Víctor III, atacaron juntas a los árabes de
Túnez y Trípoli, venciéndolos en 1089. Era como un armisticio, pues más
adelante lucharon abiertamente durante catorce años. Siglo y medio después
-en 1285- Génova dió cuenta definitiva de la potencia pisana.
La rivalidad Oriente-Occidente se hizo más notoria que nunca desde que
aparecieron los árabes en el Mediterráneo. Causa primordial de conflicto
fueron las humillaciones a que estos "infieles' sometían a los peregrinos
cristianos en los lugares sagrados de Palestina. Por otra parte, Europa
siempre había apoyado moralmente al Imperio Bizantino en su epopeya
contra el islam; cuando por un lado la situación militar del Imperio se volvió
precaria y por otra parte el Papado perdió toda esperanza de controlar a las
iglesias orientales a raíz del cisma religioso encabezado desde 1054 por el
patriarca Focio de Constantinopla, el sumo pontífice romano llamó a
defender la cruz. De aquí el nombre de 'cruzadas' dado a las ocho
expediciones militares contra el islam, efectuadas con intervalos de paz
aparente. El obj etivo inmediato tenía ante todo un valor simbólico; se trataba
de liberar de mahometanos el Santo Sepulcro de Jesús en Jerusalén.
La lucha, que salvó a Occidente de los avances del integrismo religioso
musulmán, originaría inesperados cambios sociales, económicos y culturales
de todo orden, para perfeccionamiento de la civilización cristiana y europea.
La larga y discontinua campaña no nos depara en realidad importantes
batallas navales, pese a que hubo ingentes expediciones por mar, y a que
ambos bandos tenían considerables fuerzas navales. Ningún desembarco
dió lugar a hechos propiamente guerreros. Dada la ausencia de hechos
navales destacados, sólo trataremos el tema en forma muy somera, subrayan-
do, sí, que hubo mucho tráfico marítimo relacionado con el transporte y
abastecimiento de los cruzados, y que fueron las repúblicas italianas las que
proporcionaron sus flotas a la cristiandad.

Las cruzadas
La primera cruzada (1096-1100) íúe mas bien una peregrinación popular
sin preparación ni organización militar, convocada por Pedro el Ermitaño.
Agostada por el largo viaje terrestre, fue finalmente liquidada por los turcos
selyúcidas. Las principales potencias marítimas cristianas comenzaron a
participar dos años después, de modo que sólo un reducido grupo organizado
pudo viajar por mar y llegar a su destino.
102 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Los primeros en zarpar fueron los genoveses, que tras una penosa
navegación durante el invierno de 1098, llegaron al puerto sirio de San
Simeón, todavía llamado Antioquía, a entregar al duque de Bouillon, que
sitiaba la ciudad, los víveres, máquinas de guerra y expertos artificieros que
tanto necesitaba, con cuya ayuda conquistó la plaza y continuó a Jerusalén.
Al principio de 1099 partieron los venecianos y písanos, con doscientas
y ciento veinte naves respectivamente. Ambas flotas se juntaron en Rodas;
pero como los venecianos querían llevar consigo las reliquias de San Nicolás
y los písanos se oponían, se trenzaron en combate. Victoriosos los venecianos,
después de saquear Esmirna, regresaron a su patria. Los písanos, repuestos
de sus pérdidas, siguieron rumbo a Jerusalén.
Entretanto, una nueva flota genovesa a cargo del cónsul Guillermo
Embriaco había entrado a Jaffa; apenas lanzadas allí las anclas, compareció
una numerosa flota egipcia. Embriaco, que llevaba buena provisión de
víveres y elementos de guerra para los cristianos, consideró que dicho
cargamento no debía exponerse a las contingencias de una batalla, dispuso,
pues, desembarcarlo en el acto y llevarlo al campo cristiano. Los egipcios
incendiaron en seguida las naves abandonadas por los genoveses, pero la
decisión del genovés determinó la caída de Jerusalén el 15 de julio de 1099
en manos de Godofredo de Bouillon. Poco después llegó la flota pisana.
En la primavera del 1100 envió Génova nuevamente a Embriaco, quien
capturó Cesareay con la ayuda de escuadras pisanas y venecianas se apoderó
de varias otras ciudades del Levante. Para sostener los principados cristianos
fundados en Palestina, Génova despachó durante trece años ocho escuadras,
entre las cuales una de setenta galeras. La acción de las repúblicas italianas
fue grandemente compensada; todas lograron establecimientos propios y
privilegios comerciales de importancia en las ciudades conquistadas, de
manera que si bien llevaban a los cruzados los elementos que ellos necesita-
ban, volvían atiborradas de ricas mercaderías.
En 1113 Pisa armó una fuerte escuadra para despejar el mar Tirreno de
piratas musulmanes oriundos de las Baleares. Debido al mal tiempo y
deficiente preparación náutica de sus pilotos, los písanos, en vez de dirigirse
primero a Cerdeña, fueron a dar a las costas de Cataluña, donde, creyendo
encontrarse en alguna de las Baleares, se entregaron al saqueo; reconocido
su error, hubieron de pedir perdón al conde de Barcelona, quien gustoso los
ayudó contra los moros. Pero no pudieron acercarse a las islas debido al mal
tiempo, hasta que en 1114 se adueñaron de Ibiza y en 1117 de Mallorca.
CAP.XTV-LAS REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS Y LAS CRUZADAS 103
Ese mismo año se declaró la guerra entre Génova y Pisa por causas
insignificantes. El conflicto había de durar catorce años de acciones esencial-
mente marítimas, con resultados alternativos; al fin los genoveses atacaron
con una poderosa flota el castillo de Piombino y lo tomaron, imponiendo una
dura paz a los písanos. No obstante haber salido recién de esta guerra, Pisa
alistó cien galeras, con las que liberó en 113 7 a Nápoles de los normandos
que la sitiaban; después le capturó a Amalfi los castillos de Scala y Scaletta,
lo que constituyó el golpe de gracia para esa potencia naval.
Los genoveses, que también eran siempre molestados por los piratas de
las Baleares, despacharon en 1138 una escuadra de veintidós galeras y varias
embarcaciones menores contra Menorca; al mando del cónsul Cafíaro, se
apoderaron rápidamente de la isla, dirigiéndose en seguida contra Almería,
a la que combatieron largo tiempo sin éxito. Algunos años después Génova
renovó la empresa; secundando a tropas españolas, capturó esa ciudad en
1147; meses después serían los moros arrojados de Tortosa.
Paralelamente se desarrollaba la segunda cruzada (1147-9), motivada por
la toma de Edessa por los selyucidas en 1144. Participaron en ella el
emperador germánico Conrado III y el rey de Francia Luis VII, que
cosecharon sonadas derrotas terrestres, mientras, en cambio, el emperador
bizantino Manuel iba recuperando las posesiones que los normandos de
Sicilia habían arrebatado a su Imperio.
Varios años transcurrieron sin hechos navales notorios, hasta que Génova
y Pisa volvieron a irse a las manos. Digna de mención en este conflicto fue
la acción del cónsul genovés Corso, quien no obstante su edad y con sólo
siete galeras destruyó en 1171 las fortificaciones de Pianosa. Sabiendo
después que la escuadra pisana había salido de Pisa a combatirlo, Corso
enfiló hacia el estrecho de Bonifacio; luego, regresando al litoral toscano,
remontó el río Arno y saqueó los suburbios de Pisa, aprovechando la
ausencia de su flota.
La noticia de que el 2 de octubre de 1187 Jerusalén había sido tomada por
el sultán selyúcida Saladino, quien antes se había adueñado de Egipto y Siria,
movió a los estados cristianos a hacer las paces. Písanos y genoveses,
alistando sus flotas y embarcando sus tropas, se dirigieron al oriente,
encontrándose en un puerto del archipiélago jónico con una división
veneciana. El conocimiento de que una flota mahometana excursionaba por
esos mares les hizo ver la necesidad de un solo mando, el que tocó en suerte
al jefe pisano. Cuatro días más tarde llegaba la flota cristiana a Siria y se
aprestaba a atacar San Juan de Acre, también llamada Tolemaida, entonces
104 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
en poder de los turcos selyúcidas.
El monarca inglés Ricardo I Corazón de León y el quinceañero Felipe II
Augusto rey de Francia aportaban algunas fuerzas navales, pero las de aquel
quedaron por el mal tiempo reducidas a sólo veinte galeras y algunas naves
de carga. También se dirigieron a Tolemaida, donde llegaron a congregarse
naves de toda Europa, incluso de Bremen. Por más que la escuadra del Sultán
trató repetidas veces de aprovisionar la plaza sitiada, siempre fue rechazada
por las naves cruzadas, y Acre cayó en 1191, meses después de que muriera
ahogado en un río de Armenia el emperador germánico Federico I Barbarroja,
cuyo sucesor Enrique VI recibiría tributo de Bizancio y homenaje feudal de
los reyes de Chipre y Armenia.
La cuarta cruzada (1202-4) fue encabezada por Balduino de Flandes,
quien pidió a Venecia el favor de transportarle su ejército, a cambio, Venecia
obtuvo ayuda para someter a Zara. En octubre de 1202 salieron en esa
dirección unos cuarenta mil hombres sobre la flota veneciana, compuesta por
cincuenta galeras y cerca de cuatrocientos barcos de carga, a cargo del
nonagenario dux Dándolo, casi ciego. Después de capturar y saquear Zara,
donde invernó, la armada navegó rumbo a Korfu, siguió hasta el Negroponte
y Abydos, y en julio de 1203 se presentó ante Constantinopla. En todo este
crucero no fue molestada por fuerzas griegas; el Imperio Bizantino, en
manos de hombres ineptos y deshonestos, sólo poseía unas cuantas naves.
Comenzó el sitio de esa capital, atacada en tierra por los cruzados y desde
el mar por los venecianos, que al mando de su dux lograron apoderarse de
veinticinco torres y ayudar a los primeros, repelidos por mayores fuerzas.
Habiéndose fugado el emperador Alejo, fue reemplazado por Isaac Angellos,
quien pidió la paz sólo para ganar tiempo, puesto que a poco los griegos se
apoderaron de diecisiete naves, que cargaron con leña seca, estopa, pez y
otras materias combustibles y las lanzaron contra la flota veneciana durante
la noche, aprovechando un viento favorable. Los venecianos, con gran
rapidez y audacia, tripularon algunos esquifes con los que apartaron aquellos
brulotes, llevándolos a remolque al canal, en donde los abandonaron a la
corriente. Después de dos asaltos en abril de 1204, Constantinopla pasó a
poder de los cruzados, que eligieron emperador a Balduino; así nació
entonces el llamado Imperio Latino de Oriente. Los venecianos obtuvieron
más de la cuarta parte del territorio imperial.
En la quinta cruzada (1217-21), el rey Andrés II de Hungría desembarcó
en Acre. Hubo desacuerdos entre los cruzados acerca de los objetivos; así,
CAP.XIV-LAS REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS Y LAS CRUZADAS 105
Juan de Brienne, rey de Jerusalén, declaró la guerra en vez de marchar a
Palestina. Desalentados por sus derrotas, se reembarcaron.
La sexta cruzada, dirigida con éxito por el excomulgado emperador
Federico II a recobrar Jerusalén (1228-9), no incluyó encuentros marítimos
ni operaciones en el mar; tampoco la séptima cruzada (1248-54)), salvo el
transporte de las tropas de Luis IX de Francia en naves italianas, provenzales
y catalanas aEgipto, por cuyo rescate el rey, hecho prisionero con su ejército
camino de El Cairo, hubo de devolver lo conquistado en el delta del Nilo.
En 1228 Juan de Brienne, emperador latino de Constantinopla, fue
amenazado por la connivencia entre el emperador bizantino establecido en
Nicea y el rey de Bulgaria, por lo cual solicitó ayuda a su aliada, Venecia, la
que envió veinticinco galeras al mando de los proveedores Querini y
Gussoni quienes hallaron a la flota griega cruzando la entrada del estrecho
de Dardanelos. Aunque inferiores en fuerza, los venecianos, sabiéndose
superiores en pericia náutica, atacaron al enemigo y lo vencieron. Dos años
después otra escuadra de Nicea, que pretendía bloquear a Constantinopla,
fue derrotada por dieciséis galeras venecianas al mando de Juan Michieli, y
algunos navios písanos y genoveses.
En 1261, Balduino, sucesor de Brienne, fue asediado por el nuevo
emperador de Nicea, Miguel Paleólogo, quien en Ninfeo había acordado a
Génova grandes ventajas comerciales a cambio de un socorro de cincuenta
galeras. Esta fuerza logró ahuyentar a la escuadra veneciana que se encon-
traba en el estrecho protegiendo a Balduino, merced a lo cual los griegos
pudieron recuperar Constantinopla de manos de los usurpadores flamencos.
La potencia genovesa quedó considerablemente mejorada en Oriente, con
proporcional perjuicio de Venecia, cuya enemistad hacia aquella subió
abruptamente de tono.
El santo rey francés Luis IX resolvió en 1269 combatir nuevamente a los
musulmanes. Pidió a todos los estados cristianos interceder ante Venecia y
Génova por la paz, en beneficio de su proyecto. Ambas repúblicas concertaron
un armisticio. Venecia contribuyó con unas pocas naves; no así Génova, que
las proporcionó numerosas y provistas de bastante personal, el que se
distinguió en la toma de la alcazaba de Cartago. Es sabido que San Luis murió
de peste en Túnez, en agosto de 1270, y cómo esta octava cruzada que él
capitaneara terminó desastrosamente, cogida por una borrasca en Sicilia,
donde invernaba antes de partir a Palestina. Carlos de Anjou, rey de Sicilia
y sucesor del santo en esa cruzada, agravó la situación de la expedición al
apoderarse de todo lo que el mar arrojó a la playa, sin consideración por el
106 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
mejor derecho de los genoveses.

Resultado de las cruzadas


Al cabo de casi dos siglos de tira y afloja, los musulmanes siguieron
dueños de todo el Levante. Para esos pueblos las cruzadas fueron un
accidente más en su historia. Ningún estado islámico fue destruido por ellas;
la postración sufrida por la mayoría de ellos en el curso de las cruzadas fue
siempre fruto de convulsiones internas.
En cambio, para la Europa feudal la lucha en Oriente causó efectos
transcendentes de todo orden. Puédese afirmar esto, aun concediendo que
varias piezas de la civilización árabe se habían ajustado ala cultura occidental
desde antes de las cruzadas, y que el objetivo político-militar consistente en
recuperar los santos lugares se logró sólo transitoriamente en dos
oportunidades.
A consecuencia del transporte de tropas por mar, los buques experimentaron
mejoras en todo sentido, especialmente en capacidad de transporte y en
comodidad. No hubo batallas marítimas, pero se ganó en la organización de
convoyes, y a fines del siglo XIII los buques empezaron a instalar uno o dos
cañones.
CAPÍTULO XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO
OCCIDENTAL (SIGLOS M I A XV)

Panorama general.
Al finalizar la guerra de los Cien Años (1336-1453) no habían
terminado de formarse todos los actuales estados euro-occidentales. Los
escandinavos, suizos, escoceses, ingleses y franceses estaban ya definidos
como naciones e incluso como potencias en ciernes. Pero en el resto de
Europa -los territorios del Sacro Imperio y de las penínsulas Apenina e
Ibérica-, los señoríos autónomos, las ciudades independientes y los reinos
no llegaban todavía a fundirse según la configuración hoy existente.
Dichos países protagonizaron entonces numerosas guerras. Ensambladas
unas con otras, las acaecidas en el Mediterráneo parecen formar una sola y
permanente conflagración. Las motivaciones eran dinásticas, comerciales o
de represalia. Al no tratarse de finalidades nacionales serias, la tarea de
sintetizar los hechos deviene una tarea poco grata; pero reduzcámonos a lo
monográfico y operativo, y desprenderemos útiles lecciones. Se trata de
choques entre flotas de cientos de buques, a veces conformando alianzas
variables, en que los enemigos de un lustro eran los aliados del siguiente, y
viceversa.
Luchando siglos por expulsar a los emires moros de sus territorios, los
reinosibéricos-Portugal, Castilla, Aragón- y las Dos Sicilias (Sicilia más Italia
meridional) crearon sus propias marinas. Alfonso X el Sabio se valió de los
genoveses para instituir en 1260 una pequeña marina castellana, acerca de
cuya organización dedicó algunas disposiciones del código llamado de "Las
Siete Partidas". La ayuda genovesa a Aragón contra los moros fue incluso
militar. Genoveses y venecianos sirvieron de asesores de las nacientes
marinas transalpinas; incluso entrado el siglo XVI ayudarían a la de Francia.
Haremos un relato resumido y aproximadamente cronológico de lo
acontecido en la mitad poniente del Mediterráneo en los últimos siglos del
medioevo, destacando las batallas típicas de la época. En capítulo aparte
108 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
nos referiremos el duelo véneto-genovés.

Las 'vísperas sicilianas'


Los papas habían llamado a Italia a Carlos de Anjou, hijo del rey francés
Luis VII y conde de Provenza, con el objeto de ofrecerle el trono de las Dos
Sicilias, desposeyendo a Manfredo, hijo natural del emperador Federico II.
Carlos se había embarcado en Marsella con poca gente sobre veinte galeras
provenzalesy genovesas, dirigiéndose aRoma, mientras su ejército avanza-
ba por la Lombardía. Manfredo, que poseía una flota de ochenta naves, casi
todas tripuladas por písanos, había ordenado a su almirante obstruir la boca
del Tíber con palizadas, mientras él esperaba sobre la playa la llegada del
anjevino Esta astuta medida fue desbaratadaporunatempestad que lo obligó
a abandonar la posición, pudiendo Carlos llegar a la boca de ese río y seguir
a Roma en un bote. En febrero de 1266 el conde advino al trono de ambas
Sicilias a raíz de la derrota y muerte de Manfredo en la batalla de Benevento.
El duro gobierno de Carlos sobre sus nuevos subditos hizo que, a la hora
de cantarse las vísperas del día 30 de marzo de 1282, el pueblo de Palermo
asesinara a la guarnición francesa, provocando la revuelta de toda la isla.
Determinado a exterminar a los cabecillas rebeldes, el monarca armó
todas sus naves de guerra y de carga, veinticuatro que llamó de Provenza y
muchas de que lo proveyeron los genoveses, písanos y venecianos, reunien-
do casi doscientas unidades al mando del geno vés Arrigo de Mari. Con ellas
y un ej ército formidable atacó Messina. La ciudad se defendió heroicamente,
cerrando el puerto con redes, cadenas y otras trampas ocultas que surtieron
espléndido efecto contra las naves reales. A socorrer a los sicilianos y con
intención de apropiarse la isla, acudió Pedro III de Aragón.
Ya su padre Jaime I había tenido ocasión de combatir a los musulmanes
en el mar, recurriendo para ello a los genoveses en demanda de naves y j efes,
con cuya ayuda había expulsado de las Baleares y de Valencia a los moros
entre los años 1229 y 1238. Como en las costas catalanas, mecida al vaivén
del tráfico comercial con Francia e Italia, había nacido una marina, Pedro III,
que unió Cataluña a sus dominios, se cuidó mejor que sus predecesores de
mantener una flota, haciéndola entrenar en las lides contra los moros
marroquíes, en las cuales se distinguió el italiano Conrado Lancia.
En la primavera de 1282 reunió una flota de ciento cincuenta naves, en
las cuales acomodó un ejército escogido; y conservando en absoluto secreto
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 109
el objeto de la expedición, partió en junio hacia alta mar. Una vez perdida de
vista la costa, fue repartido a los capitanes de galera un pliego sellado que no
deberían abrir antes de salir de Mahon, procedimiento que se empleaba por
primera vez.
El soberano les ordenaba dirigirse a Collo, en África, donde él los
aguardaría. Allá llegaron embajadores sicilianos a ofrecerle el trono, que
podía corresponderle en virtud de su matrimonio con Constanza, hija del
difunto Manfredo. En aceptándolo, se dirigió a Palermo. A fin de defender
esa ciudad de los provenzales que estaban sitiando a Messina, Pedro avanzó
con su ejército; aquellos, levantando el cerco, retrocedieron a la Calabria, sin
dejar de molestar los puertos de la isla, por lo que el aragonés despachó una
fuerza de veintidós galeras catalanas y quince de Messina al mando de su hijo
natural Jaime Pérez, quien batió a la flota anjevina cerca de Nicotera,
apresándole varias naves. Luego Pedro regresó a Aragón, dejando al infante
Pérez el mando del ej ército, y a Ruggiero Loria el de la armada. Gentihombre
calabrés que desde muy joven se había ganado la confianza de los cortesanos
aragoneses con el apelativo de Roger de Lauria, el entonces poco conspicuo
Loria iba a darse a conocer pronto en diversas acciones navales.
Por su parte, Carlos de Anjou había hecho armar en Provenza veinte
galeras, poniéndolas al mando de dos marselleses, Guillermo Cornut y
Bartolomé Bouvin, que, reforzados en Nápoles con otras siete naves de
ochenta remos, acudieron a socorrer el castillo de la isla de Malta, atacado
por los sicilianos. Loria se hallaba en Messina con veintidós galeras arago-
nesas y sicilianas mal armadas, por lo que embarcó en cada una un pelotón
de los mejores soldados aragoneses y, zarpando en demanda del enemigo,
llegó la noche del 8 de julio de 1283 ante el puerto de Malta, Con un gesto
muy de la época, no deseando tomar al contrincante desprevenido, desafió
a Cornut al son de trompetas. Informado de que sólo venían doce buques,
el almirante marsellés le salió muy contento al encuentro con veintisiete.
Mejores guerreros, los catalanes, que contaban con ballesteros especialistas,
sostuvieron el combate desde la madrugada hasta el mediodía con flechas,
cal y friego. Deseando Loria acercarse al enemigo para abordarlo, hizo
arrojar al mar los útiles menos indispensables a fin de aligerar los barcos,
hecho lo cual saltó con bizarro ímpetu a la nave de Cornut, a quien eliminó
en combate singular. Tal fue el inicio de la clara derrota de los provenzales.
Bouvin logró huir con ocho galeras, dej ando ochocientos sesenta prisioneros
y más de novecientos muertos; las bajas aragonesas no pasaron de quinientos
entre muertos y heridos.
110 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
No permaneció ocioso Loria después de esta victoria. Reparadas sus
naves y repuesto su personal, se dirigió a Nápoles, donde incendió las naves
y arsenales del puerto; luego capturó los castillos de Capri e Ischia y regresó
a invernar en Sicilia.
En la primavera de 1284 el rey Carlos zarpó de Marsella con treinta
galeras provenzales y diez pisanas mercenarias, mientras su hijo, el príncipe
de Salerno, lo esperaba en Nápoles con veintinueve. Loria se fijó la osada
empresa de batir a los enemigos separadamente. Con treinta y cuatro galeras
bien armadas y provistas de la mejor gente catalana y siciliana, salió de
Messina para Nápoles, cuyas campiñas y poblados comenzó a asolar.
Decidido a atacar rápidamente a las fuerzas de Salerno, se apoderó de dos
galeras de Gaeta, armándolas para sí; con esa fuerza se presentó al amanecer
del 5 de junio en el cabo Posilipo. Alarmados, los napolitanos corrieron a las
armas. Salerno con el vicealmirante Jacobo deBrusson salieron al encuentro
de los sicilianos en treinta galeras. Cuando Loria vió que los adversarios se
habían alejado tres millas de tierra, puso rumbo hacia Castellamare, como
evitando el encuentro, lo que provocó una persecución desordenada de los
napolitanos, que aprovechó para volver, a una señal, en línea cerrada sobre
aquellos. Dieciocho galeras napolitanas huyeron antes de dar combate; las
otras fueron hundidas o apresadas junto con el príncipe, con cuyo botín
regresó Loria a Messina.

Génova contra Pisa: batalla de la Meloria (1285)


Mientras terminaban las luchas originadas en las 'vísperas sicilianas',
sucedían graves acontecimientos en las costas toscanas entre genoveses y
písanos. Pretendiendo lagibelinaPisael dominio de la mitad de Córcega, que
negaba la güelfa Génova, se desató en 1283 la guerra entre ambas repúblicas.
Era entonces tan lisonjero el florecimiento de Pisa, que pudo armar contra
Génova cien galeras bien premunidas; ésta, por el contrario, perjudicada por
las continuas querellas entre los ciudadanos, había abandonado la milicia
marítima y sus comerciantes ocupaban las naves de guerra para transportar
mercaderías. En estas circunstancias debió volver por sus antiguos fueros
marítimos, entregándose a trabajar en el alistamiento de ciento ocho buques.
El genovés Tomás Spinola batió las fortificaciones de Pianosa con treinta
y cuatro galeras. Allí supo que siete grandes naves pisanas con trigo y dinero
navegaban desde Cagliari hacia Pisa; dirigiéndose aceleradamente a su
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 111
encuentro, las capturó tras breve refriega. Casi al mismo tiempo cuarenta
y ocho galeras pisanas al mando de Andrea Saracini se habían dirigido a
Cerdeña, dañando las posesiones genovesas en esa isla. Para ahuyentarlo,
Génova despachó a Conrado Doria con cincuenta y cuatro galeras. Falto de
agua, Saracini se refugió dentro de la boca del Cornia, en la costa del
Piombino; pero Doria, que navegaba en son de exploración, lo supo y lo
encerró en dicho seno con obstrucciones, de las cuales los písanos escaparon
gracias a una tempestad que obligó a Doria a correr hasta Portovenere.
Pisa entregó entonces el mando de treinta y cuatro bajeles a Rosso
Buzzaccherini, quien se conformó con enviar por escrito un desafio a
Génova, que Doria contestó en el acto llegando al Puerto Pisano, desembar-
cando, destruyendo la torre de la Verónica y retirándose sin ser molestado
por Buzzaccherini. Acercándose el invierno, Génova despachó al Oriente un
gran convoy escoltado por diecisiete galeras al mando de Arrigo de Mari; el
pisano Juan Cavalca Grimaldi se puso en movimiento para atraparlo con
doble número de buques, pero habiendo dividido su escuadra a fin de
impedir la fuga del convoy, fue atacado por una división de Doria en
Talamone, donde perdió ocho unidades. Siguiendo su viaje, el genovés entró
al estrecho de Messina, capturó otras cuatro galeras pisanas y ofreció en
venta los prisioneros para exasperar a los enemigos.
En abril de 1284 una escuadra pisana de treinta galeras al mando del conde
Fazio fue totalmente derrotada en el golfo de Cagliari por una escuadra
genovesa, quedando en poder de ésta Fazio y la mitad de sus naves. Esta
seguidilla de reve-ses indujo a los písanos a elegir a su propio 'podestá' -jefe
supremo de su república-, Andrea Morosini, como su almirante al mismo
tiempo. Era un veneciano muy experto en el arte náutico. Con una flota de
la cual el conde Hugolino y el noble Saracini eran sus vicealmirantes, entró
en el golfo ligúrico, apresó naves, saqueó Rapallo y, fondeando en la poza
de Génova, lanzó en señal de reto una flecha de plata. Nadie se movió en la
ciudad, si no un heraldo con bandera blanca que, llegando en un pequeño
bote al costado de la capitana de Pisa, habló a Morosini en estos términos:
'Señor, el pueblo genovés os saluday osruegareconsiderar el desafío, puesto
que la mitad de las naves anda lejos y la otra mitad está desarmada. Volved
a vuestro puerto y tened por cierto que iremos pronto a saludaros'. Morosini
se alejó con gran disgusto de su equipaje, compuesto de gente sencilla que
no entendía esos gestos caballerescos.
Culminó la larga disputa entre estos representantes de los bandos güelfo
112 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
y gibelino con la batalla de Meloria, la más importante del medioevo hasta
esos años, tanto por la calidad y cantidad de las fuerzas participantes, como
por los efectos producidos.
Respondiendo al reto de los písanos, los genoveses reunieron treinta
galeras de Córcega al mando de Benedicto Zacearía, las que, sumadas a las
naves propias,dotadas de personal selecto, totalizaban ochenta y ocho
galeras y unas pocas embarcaciones menores, flota que se puso al mando del
almirante Huberto Doria,quedando Zacearía como segundo jefe. Zarpó
Doria hacia el litoral provenzal, desde donde rotó alrededor de Córcega,
terminando por fondear cerca de Meloria,previa orden a Zacearía de dirigirse
con sus galeras hacia el norte lo suficiente para no ser visto; entonces envió
un parlamentario a avisar a los písanos que se hallaba presto para el torneo.
No esperaban éstos tan pronto a los genoveses, pero aceptaron el guante
con valentía, armando sus naves en tiempo brevísimo, las que se pusieron al
mando de los ciudadanos más nobles. El 'podestá* Morosini izó el gran
estandarte de la república en la mayor de las galeras y el arzobispo bendijo
la flota de ciento tres galeras, que salió del Arno el 5 de agosto de 1285.
Meloria es una islita formada por un banco de arena en cuya parte más
alta había unatorre en que hoy día funciona un faro; situábase frente al puerto
de Livorno, a cuya derecha estaba la boca del Arno, a cinco y ocho millas
respectivamente. Morosini dispuso su armada en línea de frente entre la boca
del río y Puerto Pisano, hoy Livorno, de modo que la línea se hallaba
sostenida en ambas alas por las torres de la boca y del puerto, y colocó las
ballestas en la playa interpuesta, con lo que la posición defensiva era
formidable. Doria observó la posición desde lo alto de la torre que había
sobre el escollo de la Meloria sin entorpecer el despliegue enemigo, formó
su flota en triángulo, con la nave capitana en el vértice, y avanzó tres millas.
Los písanos, que veían sólo sesentay seis naves contrarias, comprendidas las
embarcaciones menores, se indignaron de que con tan escasas fuerzas se
atrevieran a avanzar mientras ellos se mantenían inmóviles. A la mañana
siguiente los písanos gritaban pidiendo atacar al enemigo. Morosini cedió a
este clamor; colocándose él al centro, Saracini a la derecha y Hugolino a la
izquierda, dió la señal de ataque. Esto era precisamente lo que deseaba Doria,
quien no se atrevía a atacar la fuerte posición defensiva de los lugareños,
esperando firmemente en su posición el ataque adversario.
A poco apareció Zaccaria con su destacamento, que además de llegar de
refuerzo y descansado, tomó de flanco y por sorpresa a los pisanos. Tras
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 113
deshacerse de una galera contraria, Zaccaria atacó a la capitana de Pisa, que
se encontraba combatiendo con otra. Morosini, acosado por ambas bandas,
se defendió valerosamente hasta ser herido, mientras el estandarte de Pisa
caía en poder de los genoveses. Entonces el conde Hugolino dió señal de
repliegue, el cual se transformó en fuga hacia Puerto Pisano Los genoveses
hundieron siete galeras y tomaron cuarenta, haciendo once mil prisioneros
entre los písanos, que además perdieron entre cinco y seis mil vidas. Luego
los vencedores, metidos en sesenta galeras, desolaron Puerto Pisano y
rompieron la cadena que cerraba la boca, cuyos pedazos acarrearon como
trofeos a Génova, de donde serían restituidos recién en 1860 y depositados
en el cementerio de Pisa.
Con esta batalla naval terminó para siempre la potencia marítima de Pisa
y quedó abatido el partido gibelino de Toscana.

Francia contra Aragón: batalla del golfo de Rosas (1285)


Felipe III de Francia invadió Cataluña, derrotó a Pedro III y tomó Gerona.
Sin embargo, la falta de poder naval había de ser fatal a los franceses; bien
sabía esto el rey aragonés, que llamó a su almirante Roger de Launa (Loria).
Acudió éste en agosto de 1285 a Barcelona con treinta galeras perfectamente
armadas; reforzado allí con otras naves, se hizo a la vela hacia el golfo de
Rosas. Los franceses, ignorantes de su arribo, tenían su flota desmantelada,
y paralizada por la peste la tripulación de la escuadra que permanecía en ese
golfo, hoy español. Informado Lauria de la situación, despachó durante la
noche algunas galeras hacia el escollo de La Hormiga, a tres millas del cabo
San Sebastián, entre la costa y los franceses, con el objeto de cortarles la
probable retirada, ordenándoles lucir un farol cuando estuvieran a tiro de
ballesta. Con el resto de su flota atacó con ímpetu a los franceses. El mismo
/

abordó una galera contal fuerza, que cayeron al agua casi todos los hombres
que había en cubierta. Cogidos completamente de sorpresa, los franceses no
pudieron defenderse en forma y perdieron sus naves, excepto doce galeras
que, luciendo la misma señal que las aragonesas, lograron huir a los gritos
de '¡Aragón!' y '¡Sicilia! . Dejaban cuatro mil muertos y gran cantidad de
3

prisioneros, a quienes en aquellos tiempos de crueldad les fueron arrancados


los ojos y se les condenó a galeras.
Después de esta victoria, Loria impidió todo tráfico a los franceses, cuyo
ejército, sin vituallas, debió retirarse de Cataluña.
Ahora, algunos comentarios. El rey Pedro, con gran conocimiento de la
114 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
guerra por experiencia propia, no se abatió por su derrota terrestre. Creía
con razón que los invasores no podrían mantenerse en Cataluña sin contar
con líneas de comunicaciones marítimas. De ahí su idea brillante de valerse
de un ducho hombre de mar para aniquilar la marina enemiga y forzar así
a los franceses a abandonar el territorio conquistado.
Por primera vez figura en la historia una batalla naval exclusivamente
nocturna, obteniéndose con ello una sorpresa tan cabal que no pudo menos
de resultar exitosa. Las medidas previas de Loria para los movimientos
tácticos son maravillosas, tomando en cuenta que se dictaban por vez
primera: su idea consistía en atacar al enemigo en el fondeadero e impedir
su fuga. Calculó el tiempo que la división destacada a prevenir ésta,
demoraría en llegar a su puesto; para no confundirla con las naves enemigas,
dispuso la señal luminosa, que debía hacerse sólo en situación de peligro, es
decir, cuando estuviesen a tiro de ballesta.
Los franceses, abandonada como tenían su fuerza naval desde tiempos de
Carlomagno -la que tampoco vendría a ser tal antes de Richelieu-, habían de
pagar caro su desidia. Cogidos por sorpresa durante la noche, mal podían
haberse defendido bien, siendo en todo caso digna de encomio la actitud de
la división que logró escapar disfrazándose de triunfadora.

Génova contra Aragón


Jaime II sucedió a su padre Pedro III en el trono de Sicilia y después
también a su hermano Alfonso III en el de Aragón. En 1323, cuatro años
antes de fallecer, quiso apoderarse de Cerdeña. Armó, pues, sesenta galeras
y alistó más de trescientas naves de carga, flota en la cual embarcó a su hijo
Alfonso con un ejército. Los písanos, que füera de poseer la mayor parte de
la isla, carecían de otras colonias comerciales, la defendieron lo mejor
posible, pero su ejército fue batido en 1324 por los aragoneses, debiendo
reducirse a Cagliari, su último bastión insular. Como también fuera atacada
esta plaza, recurrieron a los gibelinos expulsados de Génova, obteniendo
treinta y dos galeras al mando de Gaspare Doria, quien fue derrotado en
aguas sardas por una escuadra catalana mucho más potente.
Aunque este fiasco no manchaba el honor de la república ligur, provocó
un gran pesar en genoveses de todos los partidos, que veían con terror la
potencia siempre creciente de los aragoneses en el mar. Este sentimiento se
transformó en uno menos contemplativo cuando el gobierno isleño amenazó
los feudos que tenían algunos de sus ciudadanos. Dos escuadras genovesas
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 115
fueron despachadas en 1332 a las costas baleares y catalanas con la misión
de hostilizarlas, como era el sistema de aquellos tiempos. Por su parte,
Raimundo de Cardona, capitán general de Aragón en Cerdeña, envió
cuarenta galeras al litoral ligur con el mismo objeto.
Un hecho famoso ocurrió en esta contienda. El genovés Salagro de Negro
se hizo a la mar con una decena de galeras y libró del sitio a Alghero;
seguidamente, habiendo averiguado que cuatro grandes naves aragonesas
venían de Mallorca con muchos soldados, intentó salir a atraparlas. Después
de avistarlas, no consiguió alcanzarlas, por lo que hizo botar al agua cuanto no
fuera indispensable a fin de alivianar sus galeras y dar con los barcos enemigos,
que capturó tras tenaz resistencia. Algunos caballeros aragoneses llevaban
consigo a sus esposas, cuya belleza indujo al prudente galán Salagro a no
dejarlas ver, disponiendo en cambio todo tipo de consideraciones para ellas y
los adversarios heridos. Empero, uno délos gentilhombres aragoneses, agitado
por feroces celos, asesinó a su mujer; llevado a presencia de Salagro, éste
sentenció: 'Puesto que al asesinar a tu mujer has dudado de la honestidad de
los genoveses, morirás'. Tres años después se firmaba la paz.

Aragón contra Ñapóles


Jaime II, sintiéndose poco seguro de la nobleza provenzal de Nápoles,
resolvió armar contra ella dos escuadras que devastaran las costas de aquel
reino. Pretendiendo reparar la ofensa, el gobierno napolitano alistó una flota
considerable con varias galeras genovesas mercenarias, por lo que Jaime
llamó a Loria, que se dedicaba al corso por cuenta propia, comisionándolo
para que acrecentara la flota siciliana. El almirante puso pronto en condicio-
nes cuarenta y dos galeras, con las que se presentó en Castellamare ante la
flota provenzal, que, mal equipada y peor armada, no osó moverse. Loria
mandó entonces un envite al almirante adversario Naijaud de Tonoy,
mientras los marineros sicilianos insultaban a sus colegas napolitanos.
Más valerosos que atinados, salieron al fin del puerto los provenzales al
amanecer del 23 de junio de 1287, aunque las galeras genovesas no se
movieron del puerto. Como en varias ocasiones anteriores, Loria se retiró
con la traza de desordenar al contrincante. Los navios que llevaban caballe-
ros franceses a bordo, poco peritos en el mar, se lanzaron a la siga de Loria.
El muy astuto, a medio camino entre Castellamare y Sorrento volvió en
formación cerrada, derrotando a los provenzales después de un largo y
sanguinario combate. Cuarenta y cuatro galeras y cinco mil prisioneros
116 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
cayeron en su poder, entre ellos el propio almirante francés. Loria concurrió
después a Nápoles, pero, corrompido con dinero, le acordó una tregua.

Sicilia contra Aragón y la casa de Anjou


Cuando Jaime II pasó a ocupar el trono de Aragón (1291), fue proclama-
do rey de Sicilia su hermano Fadrique (Federico). Pero Jaime estimó
conveniente devolver a la casa de Anjou el gobierno de esa isla en aras de un
entendimiento político, lo que provocó la guerra entre los dos hermanos el
año 1298.
Fadrique II armó sesenta y ocho galeras que puso al mando del genovés
Conrado Doria, pues Loria, el antiguo almirante de Sicilia, no tenía
escrúpulos para servir a sueldo de la casa de Anjou; por su parte, Jaime alistó
ochenta galeras con las cuales se enseñoreó de algunas ciudades sicilianas,
entre ellas Patti, que los sicilianos trataron de recuperar. Para socorrer a Patti,
Jaime envió a Juan Loria, sobrino de Ruggiero, con veinte galeras. Fadrique,
que había conseguido con gran esfuerzo reunir sólo dieciséis en Messina, lo
vió pasar por el estrecho descuidadamente, debido al deseo de sus tripulantes
de regresar luego a casa; atacado en esas circunstancias, Juan Loria fue
vencido, hecho prisionero y muerto por obra de don Fadrique.
Jaime ya no molestó a Sicilia por mar, pero, dirigiéndose a Nápoles, trató
de rehacer su flota, ayudado por algunas galeras napolitanas que, sujetas a
un Ruggiero Loria sediento de vengar a su sobrino, salieron para Sicilia el 24
de junio de 1299. Los sicilianos procuraron en vano impedir el desembarco.
Fadrique, resuelto a dar la batalla con sus cuarenta galeras contra las
cincuenta de Jaime, fue totalmente derrotado frente al cabo Orlando,
salvando sólo una docena de barcos, con los que huyó a Messina. Ruggiero
ejecutó su 'vendetta asesinando a seis mil sicilianos prisioneros, atrocidad
7

que por descontado impulsó la continuación de las hostilidades.


Genoveses güelfos y gibelinos participaron en este conflicto según los
odios de cada cual. Así, en 1300 Conrado Doria se presentó arrogante al
mando de veintisiete galeras sicilianas ante Nápoles. Ruggiero Loria no
aceptó el combate hasta recibir las siete galeras con que lo vino a auxiliar el
también genovés Grimaldi, enemigo de Doria. Con cincuenta y ocho galeras
salió Loria el 14 de junio contralos sicilianos, que tras la batalla sólo salvaron
siete de sus naves. Doria, que se batió en forma heroica, fue al fin apresado
y cargado de cadenas. A los ballesteros genoveses el cruel Loria les hizo
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 117

hazaña de abastecerla burlando el bloqueo de una manera temeraria. Se


situó en Siracusa con doce galeras cargadas de víveres y esperó el momento
favorable. Cuando sopló un fuerte siroco, salió del puerto en alas del
temporal, que lo empujó raudamente por el estrecho. Inútilmente ordenó
Loria a sus naves zarpar a impedir su arribo, pues éstas no pudieron avanzar
contra la corriente, siendo arrastradas por el ventarrón mientras las naves
de De Flor, a velas hinchadas, entraban al puerto de destino sin contratiempos.
Al fin, en 1302 se firmó la paz de Caltabellota entre Fadrique y la casa
anjevina; tres años después moría en Valencia Ruggiero Loria (o Roger de
Lauria), a quien alababan como el más grande almirante de su tiempo.
Aunque de verdad nunca fuera vencido en el mar, su codicia, su enfermiza
ferocidad y sus traiciones mancharon demasiado la memoria de su nombre.

Los reinos ibéricos contra los moros


A fines del siglo XIII la península Ibérica tenía al poniente el reino de
Portugal, al centro el de Castilla-León, al centro-norte el de Navarra, al
oriente el de Aragón-Catalufia y al suroriente el emirato moro de Granada.
Lisboa, por ser escala forzosa entre el Mediterráneo y el Atlántico,
desarrollando la navegación y el comercio de los portugueses había llegado
a ser una gran ciudad; pero no contaba con una marina de guerra sino desde
que el culto monarca Dionís (1279-1325) encargó la organización de una
armada a Manuel Pessagno y otros genoveses, los cuales aparejaron unas
cuantas galeras y adiestraron los equipajes correspondientes.
En Castilla ocurría algo similar. Sancho IV, atacado por los moros,
solicitó ayuda a Génova. La república le envió a Benito Zacearía con doce
galeras; además armó éste lo mejor que pudo un centenar de barcos de carga
y salió a batir a una numerosa flota del emir de Marruecos en la boca del
Guadalquivir (1284). Años después Zacearía derrotó en aguas de Tánger a
una segunda expedición africana, mereciendo así ser designado almirante de
Castilla. Hizo en seguida venir desde su patria algunos técnicos, creó el
arsenal de Sevilla e inició la construcción de naves de guerra para el Estado,
hasta que pasó al servicio de Francia.
Aunque pequeña, la flota castellana creada por Zacearía era bastante
fuerte cuando en 1337 el rey de Portugal hizo frente al de Castilla. Godofredo
Tenorio, al mando de la escuadra de éste, derrotó a la lusitana cerca del cabo
San Vicente, apresando al propio almirante Pessagno y a su hijo Carlos.
118 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La noticia de que el emir de Marruecos preparaba una gran expedición
contra España fraguó la paz entre ambos contendores e impelió a Castilla a
buscar la alianza de Aragón para impedir a los moros el paso del estrecho.
Después de algunos encuentros de ambas flotas aliadas con los enemigos, la
aragonesa, que había perdido a su almirante, se retiró, y Tenorio, ante la
imposibilidad de continuar el crucero, se dirigió a puerto, lo que aprovecha-
ron los moros para atravesar y desembarcar en Gibraltar. Acusado Tenorio
con infamia de haberse vendido al enemigo, trató de desmentirlo en forma
irrefutable: atacó a toda la flota mora en su propio puerto, luchando con
treinta naves hasta morir,
Habiendo quedado los moros dueños del mar, pusieron sitio y bloqueo a
Tarifa, por lo cual Alfonso XI pidió ayuda a su suegro Alfonso IV de
Portugal, que le mandó un pequeño ejército, y a Aragón, que le envió doce
r
galeras. Estas y otras quince genovesas al mando de Egidio Boccanegra se
dirigieron a Tarifa, donde pusieron en fuga a las naves moras allí fondeadas.
Determinados los aliados a combatir a sus enemigos por mar y tierra,
causaron en las márgenes del río Salado tal descalabro a los moros, que, sin
pensarlo dos veces, regresaron a Marruecos. Hasta allá siguió Alfonso XI a
combatirlos. Boccanegra, designado almirante de Castilla, derrotó a dos
escuadras africanas en 1342,
Ya las fuerzas navales cristianas habían llegado a ser poderosas, puesto
que a las naves genovesas y castellanas se habían unido diez portuguesas al
mando de Cario Pessagno. Boccanegra y Pessagno bloquearon en la bahía
de Algeciras a las flotas unidas de Marruecos y Granada, compuestas por
ochenta y tres navios, cuyos almirantes se lanzaron al ataque sin considerar
que el viento estaba a favor de los cristianos; éstos, que navegaban atoda vela,
embistieron con tal fuerza a los musulmanes, que les hundieron seis naves.
Sin desanimarse, los moros trataron de escapar formados, pero los cristianos
los siguieron combatiendo todo el día hasta que, habiéndose calmado el
viento, echaron anclas en Tarifa. Los moros, que habían perdido a sus dos
almirantes y veintiséis buques, se fugaron en seguida hacía Ceuta; sus
contrarios perdieron tres barcos.
En esos mismos días diez galeras aragonesas que cruzaban el estrecho y
que, a pesar de combatir al mismo enemigo, no habían querido estar bajo las
órdenes del almirante castellano, desbarataban a otra pequeña escuadra
africana. Alfonso XI se dirigió luego a sitiar Algeciras, que, bloqueada y tras
larga resistencia, capituló el 26 de marzo de 1346.
CAP. XV - CONFLICTOS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL 119
Aragón contra Génova: batalla de Ponza (1435)
Alfonso V de Aragón combatía contra Renato de Anjou por el trono de
Nápoles. Vivamente interesado por la posesión de Gaeta como base de
operaciones, púsole sitio él mismo, haciéndola bloquear por una escuadra
al mando de su hermano Pedro. La plaza era un lugar seguro donde los
genoveses guardaban bancos y almacenes; estaba a cargo de su defensa
Francisco Spinola, Génova había llegado a poseer muy pocas naves y aun
menos caudales bajo el gobierno de los Visconti; sin embargo, ante el peligro
de sus conciudadanos de Gaeta, armó algunos barcos de carga tripulados por
jóvenes voluntarios, formando así una escuadra de trece naves y tres galeras,
cuya dirección fue confiada a Biagio Assereto, popular canciller de la
república, guerrero valiente y conocedor de los asuntos náuticos.
Entre Terracina y Ponza no tardó Assereto en descubrir a la flota
aragonesa, que le salió al encuentro, avisada, según se cree, por el propio
Visconti, deseoso de abatir con una gran derrota el orgullo de estos que
estimaba poco fieles súbditos suyos. Se trataba de once galeras y otros once
navios comandados por Alfonso V en persona, quien iba secundado por su
hermano, el infante don Pedro, el príncipe de Tarento, el duque de Sessa y
gran número de caballeros aragoneses y sicilianos. El almirante genovés
envió adelante un esquife con una trompeta a manifestar al rey que no
deseaba hacerle la guerra, sino abastecer a sus conciudadanos de Gaeta, y
que si el monarca consentía, su escuadra regresaría a Génova tan pronto
hubiese desembarcado los abastos.
Mientras se cumplía esta misión y retornaba el trompeta, Assereto reunió
a sus capitanes, que escucharon la aceptación real bajo condición de que que
el almirante dejara en prenda todas las velas de sus naves. Tal respuesta era
esperada por el genovés, quien arengó a sus capitanes, exhortándolos a
conquistar gloria, sabiéndolos superiores en pericia náutica a los aragoneses,
y encomendándolos a la Providencia y a sus santos patronos, oración cuya
copia auténtica hizo dar Assereto a cada capitán para ser leída a sus
respectivas tripulaciones.
El almirante genovés despachó tres galeras contra el viento, que soplaba
con fuerza desde la mañana, maniobra que pasó inadvertida o no fue
entendida por los aragoneses, que habrán visto así debilitados a los posibles
contendores. Assereto se dirigió en seguida al sur, hacia la isla de Ponza,
navegando lentamente con el objeto de dar tiempo a sus galeras para tomar
colocación y acudir al combate por la espalda del enemigo, que perseguía a
120 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
su grueso sin preocuparse de aquellas tres. Esta antigua estratagema no fue
comprendida por los nobles aragoneses, absolutamente ignorantes de los
asuntos náuticos; y aunque el viento amainó al trabarse en encuentro,
siempre quedó la mar, dificultando los movimientos de los hispanos.
Junto a la isla viró Assereto con sus naves y se produjo el combate, que
se prolongó desde el mediodía hasta entrada la noche. Al caer la tarde
aparecieron las galeras destacadas por los genoveses, las que obraron con
tanto acierto, que una de ellas espoloneó con fuerza tal a la nave real, ya
abordada por la capitana genovesa, que la escoró considerablemente,
moviéndole el lastre e impidiéndole adrizar nuevamente; en estas condicio-
nes fue fácilmente apresada. El rey pidió el nombre de los capitanes
genoveses y entregó su espada a Jacobo Giustiniani, de la familia de los
señores de Jíos; junto con el soberano cayeron prisioneros dos de sus
hermanos -el rey de Navarra y el gran maestre de la orden militar de Santiago-
, el virrey de Sicilia y muchos otros jerarcas. La captura de la nave real
desencadenó el pánico entre los aragoneses, cuyas naves fueron apresadas
una tras otra, logrando escapar unas pocas con el infante don Pedro.
La gran victoria de Ponza causó admiración en toda Europa, rehabilitando
a Génova, que así podía mostrar que no todos sus ciudadanos se habían
degradado. Pero el duque de Milán exigió a Assereto, cuando éste llegó a La
Spezia, que no desembarcara al rey y a los demás prisioneros en Genova, sino
en Savona, desde donde serían enviados a Milán. El almirante le obedeció
como a jefe supremo de la república que era, lo que sus conciudadanos no
le perdonarían.
Visconti acogió honrosamente a Alfonso. Por razones políticas, formó
una estrecha alianza con él, ordenando a los genoveses preparar sus naves
para ayudar al mismo rey a quien habían combatido victoriosamente. El
pueblo no toleró semejante imposición y arrojó de Génova a los soldados de
Visconti.
Esta importante batalla naval, la última de la edad media que valga la pena
referir, ocurrió en 1435. Vemos en ella repetirse la táctica genovesa de
destacar un grupo rematador, cosa que al parecer sus adversarios nunca
lograban comprender. Es bien probable que los aragoneses, no siendo
hombres de mar, hayan estimado este hecho como una fuga o deserción de
las naves a remo, que ellos no podían seguir contra el viento. La última
característica de esta batalla, muy comprensible, por supuesto, es la desmo-
ralización generada en la escuadra aragonesa por la rendición de la nave real:
si ya es descorazonante la caída del almirante, se entiende cuánto más lo es
la del soberano.
CAPÍTULO XVÍ EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA

Ambos pueblos, carentes de amplios territorios, fundaban su poder en la


navegación, teniendo ésta por objeto surtirse de mercaderías en el Asia para
venderlas en Europa. En vano se interpuso la cristiandad para evitar la guerra
entre ellos; apenas si consiguieron alguna tregua por unos años.

Acciones de Cabo Malvasa, Durazzo y Trapani


Navegaban en 1263 cerca del cabo Malvasa treinta y cinco galeras
genovesas al mando de Pier Advocato, quien, al avistar a una escuadra
veneciana, dió de inmediato orden de atacarla. Pero las disenciones constan-
tes entre los genoveses habían contaminado a la escuadra, de modo que sólo
once galeras siguieron al jefe, pues los demás capitanes lo odiaban. No fue
entonces la única vez que se produjo este hecho, que nos parece repugnante.
Abandonado, Advocato se lanzó sobre el enemigo luchando desesperada-
mente hasta caer muerto; los venecianos apresaron la nave capitana y algunas
otras galeras genovesas, hundiendo el resto. Aunque de regreso a Génova los
traidores fueron sometidos ajuicio, no recibieron un castigo adecuado a su
delito. En los próximos capítulos seguiremos designando al jefe déla armada,
llamado navarca'entre los griegos y'prefecto'entre los romanos,con el
4

nombre de almirante, voz derivada del árabe'al-Emir', que significa


comandante superior y fiie usada antes que nadie por el normando Roger en
1142.
Al año siguiente 1264, el nuevo almirante genovés Simone Grillo estimó
que la mejor victoria era la que dañaba el comercio enemigo, por lo que se
dirigió a Durazzo a capturar el convoy veneciano que al regresar de Egipto
acostumbraba detenerse en ese puerto. Así sucedió, pero los venecianos
colocaron sus naves de carga al centro, formando alrededor un círculo con
las de guerra. Debido a la bonanza, Grillo creyó prudente no atacar al
enemigo en esa posición defensiva y esperó a que soplara en la tarde el viento
de tierra, el que, aprovechado en popa, le permitió desbaratar el convoy y
122 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
hacer un rico botín. Esta derrota fue vengada en 1266 por los venecianos, que
frente a Trapani capturaron veinticuatro galeras genovesas, incendiando tres
de una escuadra mandada por un inepto almirante llamado Lanfranco
Borborino, a quien Génova condenó a presidio después de ese desastre. Sin
embargo esto no descorazonó a los genoveses, que armaron numerosos
corsarios, continuando la guerra hasta 1269, en que acudieron al llamado de
la séptima cruzada.
Venecia contra Ancona
Venecia, esencialmente marítima, llegó a ser la dueña del Adriático por
varios años. Además de mantener ese mar libre de piratas, hacía tiempo que
la república tenía impuesto un tributo a las naves que sobrepasaran el golfo
de Fiume por un lado y el cabo Ravenna por el otro. Venecia ha puesto en
boca del papa Alejandro III una curiosa recomendación al dux: le habría
dicho que 'el mar debe someterse como la esposa al esposo'. Justamente con
esa intención hizo la guerra a sus émulos del litoral adriático, especialmente
a Ancona, ciudad de comercio y marina florecientes.
El año 1277 una escuadra veneciana de veintisiete galeras se dirigió a
batirla, pero una tempestad le despedazó parte de las naves, forzando a las
demás a refugiarse en la costa dálmata. Cuando otras naves venecianas,
ignorantes de ese desastre, se dirigían a Ancona, salieron a encontrarlas
algunas galeras de ésta enarbolando el estandarte de san Marcos, con el
objeto de poder acercarse y coger por sorpresa a los venecianos. Quizá fue
ésta vez la primera en usarse el procedimiento de izar la bandera enemiga.
Aunque Ancona combatió bravamente en varios encuentros posteriores,
hubo de ceder al fin ante la potencia de Venecia, que con el tiempo llegó hasta
impedir el acceso al Adriático de las naves de guerra extranjeras. Con tal fin
Venecia mantendría una escuadra armada al mando del 'capitán del golfo';
y todos los años en el día de la ascensión del Señor saldría el dux en el
'Bucintoro' para echar un anillo al mar, junto al paso del Lido, diciendo: te
£

desposamos, oh mar, en señal de verdadero y perpetuo dominio'.

Acción de Sapienza (1294)


Desde la restauración del imperio griego en Constantinopla, la influencia
de Génova en ese Estado y en el mar Negro devino incontrarrestable, por lo
que los venecianos debían conformarse traficando con Egipto y Siria. Así y
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 123
todo los genoveses penetraron también en el Levante, y cuando Tolemaida
cayó en poder de los musulmanes, se encontraron los venecianos tan
pospuestos a sus rivales, que sin más corrieron a las armas.
En el acto envió Génova a Nicolás Spinola a Pera, Jaffa y demás colonias
suyas a dar a conocer estas novedades. Spinola, al tanto de que una escuadra
adriática al mando de Marco Basilio había capturado tres naves genovesas
con jugoso botín, salió con once galeras en su persecución; cuando el 22 de
mayo de 1294 la halló navegando desordenadamente, aprovechó para
atacarla por partes y apresarla casi íntegra. Ante tal hecho Venecia destacó
sesenta galeras que en el estrecho de Messina intentaron inútilmente dar caza
a cuarenta genovesas; poco después, escoltando un convoy, Andrea Dándolo
con diez galeras venecianas fondeó en el golfo de Sapienza, donde le
informaron que ocho galeras ligures habían salido hacía poco y debían
regresar. Dándolo colocó entonces su convoy pegado al continente peloponesio
y con sus galeras fue a situarse detrás de la boca oriental, para sorprender a
los genoveses que caerían en el lazo debido al apetitoso convoy; coligiendo
éstos la celada a partir de reportes de un bote pescador, circumnavegaron la
isla durante la oscuridad de la noche, entraron por la otra boca y apresaron
el convoy antes de que el almirante veneciano se percatara.
El Papa intervino en la contienda de ambas repúblicas, obteniendo bajo
amenaza de entredicho que no combatieran en 1295 antes de Pascua ni hasta
después de la natividad de san Juan Bautista. Aprovechó esta tregua Génova,
que con gran entusiasmo armó ciento cincuenta y cinco galeras, tripuladas
por cuarenta y cinco mil hombres entre marineros, remeros y soldados. Esta
considerable fuerza salió de Génova a dar la vuelta a Sicilia sin encontrar a
los venecianos. Cuando su almirante Huberto Doria, vencedor en la Meloria,
quiso llegar hasta la misma laguna de Venecia a buscar al enemigo, despertó
entre sus oficiales la discordia partidista permanente, obligándolo a regresar
a la patria, en donde las facciones atizaron sus enconos acusándose mutuamente
del chasco.
Batalla de Curzola (8 de septiembre de 1298)
Aprovechando Venecia esas rencillas internas, procedió a atacar las
colonias ligures del Levante, lo que por supuesto provocó la reacción de los
genoveses, que, posponiendo sus querellas, armaron cien galeras. Al mando
de Lambía Doria se dirigieron al Adriático. La flota de Venecia, de ciento
veinte galeras, se encontraba entre el extremo de la península de Istria y las
bocas de Cattaro al mando de Andrea Dándolo. Permanecieron ambas flotas
124 CARLOS AGL'IRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
algunos días entre los canales que forman las numerosas islas de esa región,
hasta que en vísperas del día de lanatividad de la Virgen entró Doria al brazo
de mar que hay entre la península de Sabioncello, la isla de Curzola, los islotes
de Cazza y Cazziola, y las islas de Lagosta y Melada, seguido por Dándolo.
Los genoveses dispusieron su escuadra en línea de frente con las proas
hacia afuera, menos quince galeras que destacaron durante la noche para
que, dando vuelta por el sur de la isla Lagosta, entraran por el canal de
Marzare y, cuando el combate estuviese en lo vivo, aparecieran a espaldas
del adversario. Este movimiento pasó inadvertido a los venecianos, debido
a la oscuridad y al sigilo con que fue efectuado.
Al amanecer del 8 de septiembre de 1298 los dos almirantes exhortaron
a su gente y se dió la señal de batalla. Comenzó la lucha con flechas, piedras
y cal viva, como se usaba en aquel tiempo. Habiéndose desplomado exánime
el único hijo de Doria, éste cogió su cadávery con heroica resignación y valor
sobrehumano lo arrojó al mar diciendo: 'Pierdo mi único hijo, pero
guárdeme Dios de compadecerlo. No hay tumba más honrosa para el
guerrero que el lugar de la victoria. Así, pues, ¡cada uno de nosotros, a su
puesto!'.
El espartano gesto levantó la moral de los genoveses y la lucha recrudeció.
Cuando parecía que la superioridad numérica daría a los dueños de casa el
triunfo y cuando algunas galeras genovesas habían perdido sus mástiles y
remos, llegaron los buques destacados por Doria detrás de los venecianos.
El semicírculo de Dándolo se desperdigó y su propia nave capitana fue
abordada por la de Doria, quien a duras penas le pudo salvar la vida, sin poder
impedir que después se hiciera pedazos la cabeza contra el palo mayor.
Salvo doce galeras venecianas que lograron huir, todas las demás se
rindieron, muriendo doce mil hombres, entre los cuales el conde de Treviso
y varias grandes personalidades de la ciudad-isla. Seis mil setecientos
prisioneros hicieron los ligures, incluido Marco Polo, recién vuelto de su
célebre viaje a través del Asia. Las pérdidas genovesas se hacen subir a mil
quinientos hombres.
Doria incendió en las playas de Curzola sesenta y ocho galeras ineptas
para la navegación. No considerando prudente atacar en el acto a Venecia
debido a la cercanía del otoño, volvió a Génova, donde se le levantó por
suscripción pública una estatua de mármol y un palacio. Venecia pidió la paz
y debió reparar todos los daños inferidos a las colonias genovesas del
Levante, aceptando la prohibición de navegar por el mar Negro y Siria, o de
tener buques de guerra por trece años. A Pisa, que había pretendido
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA \ 125
aprovechar la contienda entre los anteriores para atacar a Géno
vedado construir buques de guerra por veinticinco años.
Batalla del Bosforo (13 de febrero de 1351)
En el Mediterráneo se sucedían por esa misma época (1340-46) sangrien-
tos hechos que envolvían a casi todos los estados ribereños. Esmirna había
sido recuperada de los turcos por una escuadra formada por el Papa,
Venecia, Génova, Chipre y los caballeros de Rodas, que se quedaron con su
administración. Los genoveses habían limpiado el mar Negro de los piratas
de Sinope y restituido a sus propietarios los bienes robados; y en 1346
recobraron Jíos y la Focea, colonias perdidas durante las guerras civiles.
Estas empresas les acarrearon la enemistad del emperador Juan Cantacuzeno,
quien quería apropiarse de Pera, colonia genovesa también llamada Gálata,
situada junto al Bosforo en los suburbios septentrionales de Constantinopla.
Con este objeto el emperador había hecho alistar algunas naves y poner sitio
a Pera con un ejército de mercenarios, pero en la primavera de 1348 todas
sus naves cayeron en poder de los genoveses, que impusieron a Cantacuzeno
una paz humillante.
En 1350 los genoveses obtuvieron del jan (kan) tártaro el monopolio del
tráfico comercial de Tana, hoy Azof, y del mar de Azof, llamado en ese
tiempo Meotide. El jan acordó a los otros navegantes algunas franquicias en
Kaffa, colonia tártara en Crimea. Como los venecianos no reconocieron esos
derechos, los genoveses les capturaron algunas naves, resurgiendo las
hostilidades entre ambas repúblicas.
En 13 51 una escuadra veneciana de treinta y cinco galeras al mando de
Marco Ruzzini se vio constreñida por vientos contrarios a recalar en Caristo,
en el Negroponte, donde encontró fondeados catorce buques genoveses, que
con soldados y carga se dirigían a Pera. Los barcos de Ruzzini cerraron el
puerto hasta cerca de los bajos de una punta y éste desembarcó personal para
impedir que los genoveses salieran de sus naves. El jefe ligur, Nicolás de
Magenrri, estimando inútil la resistencia, ordenó largar toda la vela y,
dirigiéndose hacia los bajos, cuyo derrotero el enemigo consideraba imprac-
ticable, logró pasar con cuatro galeras sin que los venecianos, ocupados en
saquear el resto de las naves genovesas, pudieran impedirlo.
Algunos hechos posteriores movieron a Venecia a no confiar en sus solas
fuerzas. Buscó entonces ayuda de Aragón, que proporcionó dieciocho
galeras bien armadas. Por su parte, el emperador Cantacuzeno, deseoso de
desquitarse de los genoveses, se suscribió a la sociedad con doce unidades.
126 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL
Entretanto el almirante veneciano Nicolás Pisani atacó de noche a Pera, pero
fue arrojado del puerto; resuelto de nuevo al ataque en colaboración con las
fuerzas del almirante bizantino Tarcaniotes, recibió instrucciones de su patria
para salir a reconocer una gran fuerza que según buenas fuentes había
zarpado de Génova, dado lo cual el asalto fue efectuado sólo por los griegos
y nuevamente desbaratado.
Pisani comprobó la veracidad de la noticia: la flota genovesa era
efectivamente grande y venía al mando del eminente almirante Pagano
Doria. Corrió, pues, a refugiarse en Caristo, mientras Doria pasaba en
dirección al mar de Mármara. El genovés, después de saquear Heraclea,
invernó en Pera. Pisani, que había regresado a Venecia, salió a fines de
octubre de 13 50 con veintisiete galeras; en noviembre se le agregaron al este
de Sicilia treinta conducidas por Pancrazio Giustiniani y veintitrés aragone-
sas al mando de Poncio de Santapau. Sin temor a la estación, los almirantes
aliados se dirigieron al Bosforo para combatir a la fuerza de Doria, pero los
malos tiempos les hundieron en el Egeo algunas galeras y les dispersaron
otras, forzándolos a repararse en dos puertos de la Anatolia. A fines de
diciembre, setenta y siete galeras aliadas entraron en buen orden al mar de
Mármara y fondearon en los primeros días de febrero de 1351 cerca de la
isla Príncipe.
Dicha expedición estaba destinada a capturar y destruir Pera una vez que
hubiera batido a la flota genovesa, a la que esperaba sorprender. Mas Doria,
en conocimiento de la presencia del enemigo, salió a su encuentro. Como
soplaba un viento huracanado, se apegó bien a la costa, dejando pasar a
Pisani y manteniéndose en la boca de Pera, que era su base de operaciones.
Pisani fondeó en Constantinopla, donde se le unieron ocho galeras griegas
al mando de Tarcaniotes. El 13 de febrero, con ochenta y cinco galeras y
viento favorable, decidió Pisani atacar a las sesenta y cuatro de Doria.
Cerrándose lo más que pudo a la costa asiática, cuyas aguas conocía bien,
Doria esperó la acometida. Apenas trabada la lid, un repentino turbión
desordenó a ambas flotas, impidiéndoles seguir el combate y arrastrándolas
hacia el mar de Mármara. Aquí, habiéndose calmado el viento, se reanudó
la lucha en forma desordenada. Los griegos se retiraron. Los demás aliados
lograron aglutinar unas cuantas galeras sobre las cuales embistieron a los
genoveses, empujando a trece de ellas a vararse en la costa. Asaltada
después la nave capitana de Doria, las genovesas acudieron a socorrerla en
tan buen orden, que entonces la derrota asomó su triste cara ante los aliados.
Era tanto el ardor de la gente, que siguieron peleando hasta casi la
medianoche; a esa hora los contendores se fueron a fondear dentro de la
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 127
punta oriental de Gálata. Al amanecer, Pisani, que había perdido mucha
gente, zarpó para irse a refugiar en Terapia, puerto defendido por un altivo
castillo. Habían muerto el almirante aragonés Santapau y el vicealmirante
veneciano Giustiniani; Doria había apresado catorce galeras vénetas y diez
aragonesas, y hecho mil ochocientos prisioneros, pero no confesó sus
propias pérdidas. Poco después la flota aliada pudo partir rumbo a Candia
sin ser molestada.
El anuncio de esta batalla del Bosforo sorprendió dolorosamente a
Venecia, cuyo senado abrió una investigación, procesó a algunos oficiales y
puso un comisario al lado de Pisani para vigilar sus actos.
Doria, luego de recibir de Génova otras diez galeras, se dirigió a
Constantinopla, donde Cantacuzeno lo reconoció como señor del mar y
pactó con él en forma tal, que prácticamente desaparecía la soberanía del
Imperio Bizantino. Sin embargo, de vuelta a Génova, fue removido del
mando, víctima de las pasiones intestinas.

Batallas de Alghero y Sapienza (1353 y 1354)


Muchos esfuerzos hizo el Papa para pacificar a los rivales, exhortándolos
a unirse en contra de los 'infieles', pero sus palabras no fueron escuchadas.
Venecia aparej ó en 13 5 3 treinta galeras y Aragón veinte, más otras veinte por
cuenta de aquella, fuerzas que quedaron al mando de Nicolás Pisani y de
Bernardo de Cabrera respectivamente. Génova poseía unas sesenta bajo las
órdenes de Antonio de Grimaldi.
La escuadra aragonesa se dirigió al puerto sardo de Alghero o Alguer, en
poder de los genoveses. En esas aguas debía reunírsele la escuadra veneciana;
para oponerse a ello, salió Grimaldi de Génova a principios de agosto. Un
contratiempo le desarboló ocho galeras en el camino. Pisani ya se había
encontrado con Cabrera cuando Grimaldi enfilaba hacia Alghero creyendo
que allá se toparía sólo con aragoneses. En efecto, al amanecer el 29 de
agosto descubrió tras el cabo Galera una escuadra que parecía menor que lo
que era, pues las naves más grandes ocultaban a las pequeñas.
Este ardid de los aliados atrajo a Grimaldi al ataque, formadas sus fuerzas
en escuadrillas de a ocho galeras amarradas entre sí. Agobiado por el número
y habiéndosele hundido tres unidades, se alejó con diecinueve galeras,
cayendo treinta en poder de los contrarios. Los venecianos ahogaron a más
de cuatro mil prisioneros genoveses, saña que si bien no era posible achacar
a los venecianos, era en cambio muy probable de esperar de las feroces
128 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
costumbres de los aragoneses.
No desmayó tras este revés la república ligur, que pronto armó una
escuadra de treinta y cinco galeras bajo el mando de Pagano Doria, el
vencedor del Bosforo, quien en primavera de 1354 zarpó en demanda de la
flota enemiga. No hallándola, se internó en el Adriático, donde atacó y
saqueó Parenzo, ocasionando gran alarma a la misma Venecia, que se
preparó para la defensa colocando cadenas a la boca del Lido. Por su parte,
el almirante Pisani cruzaba buscando a Doria, que ya había salido del
Adriático y, costeando la Morea, había entrado al golfo de Sapienza, donde
esperaba al enemigo. Enterado Doria, presentóse en la boca oriental del
golfo, desafiando a Pisani a la batalla. Había éste dispuesto que la mayor parte
de sus naves defendiera las dos bocas existentes entre la isla y el continente,
reservando otra parte de ellas en el fondo del golfo bajo órdenes de su
lugarteniente Morosini. Repentinamente Juan Doria, sobrino del almirante,
avanzó a boga cargada con sus galeras y, pasando entre la última nave
veneciana y la costa, penetró en el golfo. Doce galeras genovesas siguieron
este audaz ejemplo sin ser estorbadas por el contrincante, cuyos buques se
hallaban unidos entre sí con cadenas de hierro.
Los intrusos se abalanzaron sobre la escuadra de Morosini, derrotándola
tras breve resistencia. Mientras tanto Doria atacaba de frente a Pisani, poco
después acometido también a su espalda por las galeras que ya habían
vencido a Morosini, ante lo cual el desgraciado almirante se rindió.
Esta derrota sin precedentes privó a los venecianos de todas sus naves, sin
que se salvara un hombre; quedaron, así, cuatro mil muertos, los más de ellos,
ahogados al tratar de escapar; cinco mil prisioneros; y treinta galeras
capturadas, pues las demás fueron incendiadas por los genoveses. Parece que
la tripulación de la escuadra de Pisani adolecía de una epidemia, pues no se
concibe que, teniendo mayores fuerzas que el enemigo, haya tomado una
posición defensiva en vez de salir del golfo a provocar la batalla.Ante la
noticia del inmenso desastre de Sapienza, Venecia se estimó perdida.
r

Esperaba ser asaltada en cualquier momento por los ligures. Estos, sin
embargo, no quisieron aprovechar la victoria, puesto que en 1355 le
otorgaron una paz sin grandes condiciones.
Anzio, Pola y la campaña genovesa de Dalmacia (1378-79)
Por esos días Génova sacudió el yugo de los Visconti, volviendo al
régimen republicano bajo un dux, tal como era gobernada Venecia desde
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 129
encomendada, hubieron de combatir, siendo derrotados; el propio Fieschi
fue apresado con cuatro galeras suyas; las demás lograron escapar, menos
una, que naufragó.
La noticia de aquella calamidad inflamó el espíritu genovés. El almirante
Luciano Doria se dirigió con veintidós galeras y seis grandes naves a vela
hacia el Adriático con la intención de ocupar Zara, puerto nominalmente
perteneciente al rey de Hungría, aliado de Génova, para establecer en él una
base de operaciones. Informado, Vettor Pisani tomó posición al abrigo del
cabo Santa María, adonde pronto compareció Doria El genovés, teniendo
el viento en contra, viró en semicírculo y tomó a remolque las naves a vela,
permitiendo así a Pisani, que lo seguía, acortarle distancia. Doria recurrió
entonces a una estratagema: giró rápidamente en son de batalla, en vista de
lo cual Pisani se detuvo para organizar su flota, lo que aprovechó Doria para
alejarse rápidamente y entrar a Trau, en Dalmacia. Varias veces trató Pisani
de atacar a Doria poniendo sitio a Trau, pero el frío y la falta de alimentos
lo indujeron a refugiarse en Pola, lo que aprovechó Doria para dirigirse a
Zara.
Después de algunos hechos menores, el 5 de mayo de 1379 Luciano Doria
se presentó de improviso con veintidós galeras ante Pola en orden de batalla.
Vettor Pisani no poseía fuerzas suficientes ni listas; es más: tenía orden del
Senado de no arriesgar inútilmente la única flota de la república; pero,
excitado por la presión de sus capitanes, resolvió al fin recoger el guante.
Precisamente esto deseaban los genoveses, satisfechos de que los enemigos
estuviesen tan separados de tierra como para no poder salvarse a nado. Al
efecto simularon una fuga hasta persuadir a los venecianos a alejarse tres
millas del puerto, momento en el que viraron y cayeron con denuedo sobre
ellos. Hora y media duró la lucha antes de que los ligures pudieran cantar
victoria. Pisani consiguió escurrirse con siete galeras averiadas, dejando en
poder de sus contrincantes quince, y tres naves cargadas de granos y carne.
Los prisioneros totalizaron dos mil cuatrocientos y los fallecidos, entre
setecientos y ochocientos. Durante el combate murió el almirante Luciano
Doria, reemplazado por Ambrosio Doria. Los vencedores, una vez más, no
explotaron su triunfo y regresaron a Zara.
La victoria de Pola causó gran asombro en Venecia, cuyo senado condenó
a Pisani a seis meses de cárcel y a la privación de todo oficio público. Génova,
por su parte, aparejó quince galeras y nombró almirante de la flota del
Adriático a Pedro Doria, pariente de Luciano.
130 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Embotellamiento de Chioggia (1380)
Pedro Doria se dirigió inmediatamente a Zara, donde se impuso de que
Ambrosio Doria había reparado las galeras ganadas en Pola y colocado en
los remos a los esclavos y bizantinos que había entre los prisioneros. Con esta
fuerza había realizado una excursión hasta la propia Venecia, capturando en
la boca del puerto de San Nicolás de Lido una nave que llegaba de Siria,
cargada de ricas mercaderías. Después, hostilizando en el mar a cuanta nave
veneciana vió, había regresado a Zara, donde entregó el mando al nuevo
almirante.
Reunió éste toda la fuerza disponible, que llegaba a cincuenta galeras y
más de cien barcos de carga fabricados en Dalmacia. Planeaba con ayuda de
Padua y Hungría enseñorearse de Chioggia y después, de Venecia. Así obró.
Venecia se defendió con uñas y dientes; desde luego llamó en su auxilio a
Cario Zeno, que al principio de la guerra había sido despachado al oriente con
varias galeras para expoliar a las colonias genovesas en una guerra de corso.
Crítica debe haber sido la situación de Venecia después de la toma de
Chioggia y del avance de Doria sobre los canales de la ciudad. Una mañana
al apuntar el alba se vió ondear sobre las torres de Chioggia el estandarte
genovés de san Jorge en sustitución de la bandera de san Marcos, echada a
tierra.
Por suerte para Venecia, el rey de Hungría y los Carrara de Padua se
retiraron de la alianza con Génova. Doria tentó la toma de la capital forzando
el paso deMalamocco y avanzando hasta Poveglia, desde donde bombardeó
las primeras casas de la ciudad, pero las bocas de los canales fuertemente
obstruidas y los bajos fondos no le permitieron pasar adelante con naves
mayores. Además el pueblo, imponiéndose al Senado, obtuvo que Vettor
Pisani saliera de la cárcel y recibiera el mando bajo la inmediata supervisión
del dux Contarini. Algunos querían pelear valerosamente, y otros, abando-
nar Venecia trasladando la señoría a la isla de Creta. Pisani estuvo de acuerdo
con los primeros, desechando todo intento de traslado o fuga; pero nadie se
atrevió a atacar a los genoveses con personal inexperto y barcas mal
equipadas.
Doria, sabedor de que la escuadra de Zeno se dirigía a su patria, estimó
arriesgada su posición, por lo que saqueando lo que pudo en Poveglia y
Malamocco, regresó a Chioggia. Ahí perdió el tiempo en discusiones con
Carrara, lo que aprovechó el enemigo para burlarlo en todas partes al amparo
de un tiempo nebuloso. Contarini condujo hasta la entrada del puerto la más
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 131
grande de sus barcas con la pretensión de alzar una torre, pero las galeras
genovesas prendieron a sus defensores, aplicando fuego a la embarcación,
lo que constituyó su propia ruina. En efecto, el bajel ardió en su obra muerta,
sumergiéndose en seguida y obstaculizando el canal de entrada a Chioggia,
lo que sugirió a los venecianos la idea de hundir otras dos naves grandes
detrás de la anterior, cerrando así por completo la salida principal del puerto.
Como aun los genoveses contaban con los canales Brondolo y Lombardía,
Pisani clausuró el primero hundiendo barcas llenas de piedras, mientras del
otro se encargó Federico Córner con cuatro galeras apoyadas por Pisani y el
dux con una pequeña escuadra, operación que se llevó a cabo a pesar de la
resistencia de los genoveses, que quedaron así embotellados por doquier.
Con todo, el invierno crudo y la falta de víveres impidieron a los
venecianos capturar Chioggia y Brondolo, por lo que regresaron a su ciudad,
donde los burgueses ya pedían la paz. Pero las energías de Contarini no
aflojaron. Por fin el 10 de enero de 1380 se avistó la escuadra de Cario Zeno
con quince galeras, seguidas por numerosas naves de carga, lo que obvia-
mente levantó el ánimo de los asediados. Zeno había causado grandes daños
al comercio ligur en el Oriente, aprehendiendo a varias naves, de las cuales
trasladaba a Jas suyas la mejor mercadería, para luego hundirlas; había
recibido el llamado de su patria cuando se encontraba en Candía con su
personal en descanso después de larga navegación y debido al invierno. La
medida draconiana de Trevisan, el gobernador veneciano de la isla de Creta,
que lo obligó a salir, so pena de degollar a cualquier hombre de esa escuadra
que hallara en su jurisdicción, salvó a Venecia.
Cuando Pedro Doria observó tan importante socorro, convocó a sus
oficiales, a quienes expresó que no había que amargarse por haber cometido
el error de encerrarse, pues a ese error correspondía una pena que estaban
pagando; que no era el momento de quejarse del mal, sino de buscar remedio;
que aún cabía esperar la victoria con gente valiente y disciplinada; y que en
cuanto a él, volvería a Génova victorioso o moriría con las armas en la mano
a la cabeza de todos. Este discurso emocionó a sus marinos, que, sitiados por
el enemigo, se defendieron con heroísmo, cayendo muerto Pedro Doria en
la acción, tal como lo había previsto.
Para auxiliar a su gente, Génova envió trece galeras a cargo de Mateo
Maruffo, quien cerca de Manfredonia destruyó el 20 de abril de 1380 una
escuadrilla veneciana al mando de Tadeo Giustiniani; después, reforzado
con otras galeras genovesas y reaprovisionado de víveres en Tura, llegó el 14
de mayo a Chioggia, desafiando sin más a los vénetos en su propia capital.
132 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
El dux Contarini se guardó de acatar ese reto; en cambio, hizo armar varias
barcas ligeras con una bombarda a proa, de modo que avanzaran contra el
enemigo, dispararan un tiro y seretiraran: tales fueron las primeras cañoneras
de la historia. La artillería, primeramente empleada en tierra, había subido a
bordo a mediados del siglo XIV, a ejemplo de los árabes, que la habían usado
en 1257 en el sitio de Niebla. Venecia, Génova y otras ciudades tenían
dispuesto que ninguna nave se hiciera a la mar, aun para el simple tráfico, sin
dos, cuatro u ocho bombardas, según su tamaño. Sin embargo, la difícil
conservación de la pólvora, la inseguridad de su almacenamiento, el corto
alcance de las balas y la imprecisión del tiro desde los emplazamientos
montados a bordo hicieron que hasta pasado el siglo XV ese avance tuviera
poca importancia en el mar, no llegando a producir cambios en la táctica ni
en la construcción naval.
Durante las tardes, Maruffo se refugiaba en el puerto de Fossone, junto
al río Adige, que desemboca hacia el oriente y el norte; Vettor Pisani trató
de sorprenderlo una noche, pero los genoveses, alertas, escaparon por la
boca del oriente, desbaratando la operación.
Por todos los medios trató MarufFo de socorrer a los aislados; pero de
enfrentar a la flota veneciana en la laguna no tenía posibilidad, puesto que,
en el supuesto de poder cortar las cadenas que cerraban el puerto, no
hubieran pasado simultáneamente más de dos galeras, las que al salir se
encontrarían con toda la escuadra enemiga. Trató de emprender una acción
conjunta con los cercados de Chioggia, la que no resultó por falta de efecto
de las bombardas, que entonces sólo eran proyectiles de piedra. Al fin,
extenuados por el hambre, los sitiados pensaron sacar de la plaza a la mitad
de ellos sobre barcas de fondo plano, en las cuales pudieran pasar sobre los
bajos y alcanzar hasta las galeras de MarufFo. Pusiéronse a construir noventa
barcas de esas especificaciones y a mediados de junio intentaron la hazaña.
Percatándose de ello los venecianos, prácticos como tenían que ser en esos
lugares, cayeron sobre los fugitivos apresando a la mayor parte; poco
después se rindió el resto de los genoveses que quedaba en Chioggia.
Maruffo vengó esta caída devastando Istria y capturando la isla dálmata
de Arbe. Contra él envió Venecia a Vettor Pisani, quien con cuarenta y siete
galeras recuperó algunas tierras para Venecia y se dirigió a Zara en procura
de Maruffo. Este había despachado doce galeras a Apulia, a cargar grano;
/

Pisani las hizo seguir por ocho al mando de su lugarteniente Córner, apoyado
desde lejos por el grueso. Sin embargo, las doce genovesas tuvieron tiempo
de arrollar a las ocho venecianas, matando al propio Córner.
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 133
El 15 de agosto de aquel año falleció Vettor Pisani en Manfredonia,
rodeado del cariño y respeto que siempre supo conquistarse entre sus
subalternos. Con el tratado de Turín (1381) volvió la serenidad a las
1 serenísimas' repúblicas rivales, que en adelante ya no volveríana combatirse.
En Chioggia se verificó el primer embotellamiento conocido de la historia;
el que resultó por demás positivo para los venecianos, pues sólo una exigua
parte de los encerrados logró una evasión difícil. Una novedad fue el empleo
de barcas bombarderas. Fueron empleadas inteligentemente; si dispararon
una sola vez para en seguida retirarse, ello obedecía a que como el proceso
de carga era lento, convenía alimentar el mortero mientras la 'cañonera'
regresaba a puerto, en donde se la preparaba para una nueva salida y un
nuevo disparo. Además, improvisada como era la forma de ataque, la
puntería tenía que ser difícil, y el alcance y efectos físicos, irregulares,
tratándose de proyectiles de piedra; en todo caso se lograba un hostigamiento
de efecto moral.
CAPÍTULO XVII CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA

El canal de La Mancha ha sido escenario de convulsiones, desde que se


tiene noticias, a partir del siglo IX. Primero fueron los normandos, a que nos
referimos en el capítulo XII; atravesando el canal, conquistaron Inglaterra.
Luego sucedieron los ajetreos propios del traslado de los cruzados. Y en los
siglos XIV y XV fungieron de principales actores los Plantagenet y los
Valois, dos dinastías -hoy diríamos dos países: Inglaterra y Francia-, que,
como si el canal no existiera, lucharon entre 1340 y 1453 por el control de
Francia y en territorio francés.

Primeras batallas navales entre Francia e Inglaterra


Mientras en el Mediterráneo los estados disputaban por el comercio, sin
dejar de combatir al enemigo común musulmán, en el norte de Europa se
desangraban dos países, y hasta un tercero, nada más que por ambiciones
familiares. Para zanjar cuestiones particulares se llegó en efecto a empeñar
dos batallas.
El reino francés había tenido su origen en la disgregación del imperio
franco de Carlomagno. De población en un principio heterogénea, predomi-
naban los romano-celtas de la antigua Galia, sujetos después a señores de
raza germánica, pero existían semi-aislados aún los vascos de los Pirineos y
los galeses de Bretaña. Sin embargo quienes influyeron realmente en la
evolución del pueblo francés no fueron tanto ellos como los nórdicos que en
el siglo X se establecieron en la actual Normandía, convirtiéndose allí al
cristianismo y jurando vasallaje al rey de Francia.
En la misma época en que los normandos asolaban el norte de Europa y
quitaban a los francos una de sus provincias, las islas británicas fueron teatro
de una lucha parecida, aunque más prolongada, en la cual destacó Alfredo
el Grande (871-901). Al finalizar su reinado, Alfredo contaba con una flota
de pequeños buques para vigilar las costas contra los daneses y demás piratas
Lámina 7 Nave de guerra inglesa del siglo XIII
CAP. XVII - CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA 135
vikingos. Esto le valió el título de fundador de la armada británica, aunque
durante siglos no harían sus sucesores esfuerzo alguno para formar una
fuerza naval permanente, por más que los daneses no dieran tregua en sus
correrías. El mismo Guillermo el Conquistador, no obstante su estirpe
normanda, usó sus buques simplemente como transporte.
\

Un sobrino tátaranieto de Guillermo, Juan sin Tierra -reinante en Londres


durante la prisión de su hermano Ricardo Corazón de León en un calabozo
del duque de Austria- entró en contienda con Felipe Augusto de Francia por
haber atacado éste al conde de Flandes, su amigo. A socorrerlo envió el rey
Juan una flota de quinientas naves al mando delXconde de Salisbury y de
\

Boulogne. La flota inglesa encontró a la francesa, que era más fuerte, cerca
de Dam, en la costa flamenca, y obtuvo una victoria completa. Era la primera
vez que chocaban ingleses y franceses en el mar (1213).
\

Maltratados por el rey Juan, los barones anglo-normandos ofrecieron el


trono a Luis, hijo de Felipe Augusto de Francia, quien enfiló proa hacia
Inglaterra con una flota de setecientos barcos, a la cual no osó oponerse el
rey Juan. Muerto éste en 1216, lo sucedió Enrique III, a cuyo partido se
plegaron los 'cinco puertos' ingleses -Hastings, Romney, Hyths, Dover y
Sandwich-, a los cuales el monarca inglés había acordado ciertos privilegios
a cambio de ayuda naval. Reunieron entre ellos cuarenta naves al mando de
Huberto de Burgh y Felipe de Albany, quienes, enterados de que ochenta
naves al mando de Eustaquio, célebre corsario flamenco, venían en ayuda del
príncipe Luis, se dirigieron a interceptarlo en las aguas de Dover, donde se
enfrentaron el 24 de agosto de 1217.
En vista de su inferioridad numérica, los burgueses anglo-sajones se
mantuvieron a barlovento; cuando hubieron formado su línea, bogaron hacia
el enemigo y pasaron junto a sus naves esparciendo cal pulverizada en gran
cantidad. Enceguecidos los franceses, fueron fácilmente derrotados y
decapitado el corsario.
Bajo Eduardo I, hijo y sucesor de Enrique ID, Inglaterra contó con una
flota organizada que durante la campaña de Escocia mantuvo el
aprovisionamiento por mar. Fue finalmente Eduardo III quien comprendió
la importancia y necesidad de la armada cuando estalló la guerra de los Cien
Años con Francia.
Francia contra Flandes
Sublevado Flandes en 1302, se produjo en la costa sur de la isla Schouwen
el combate naval de Zierikzee, notable por los audaces y atinados movimien-
136 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
tos del vencedor en un teatro reducido.
En 1304 el conde de Hainaut, vasallo de Felipe IV el Hermoso rey de
Francia, se encontraba sitiado y bloqueado por los flamencos en dicha isla,
ubicada cerca de la costa en medio de otras dos ínsulas, una al norte y otra
al sur. Felipe encargó a su almirante Rainiero Grimaldi que lo socorriera. Este
genovés reunió en Calais dieciséis galeras genovesas, treinta naves francesas
con castillos a proa y popa, y ocho buques fleteros españoles y el 31 de agosto
se presentó en Zierickzee.
El caudillo flamenco Guido de Namur, que tenía listas ochenta naves
guarnecidas de altos castillos, en avistando a la escuadra de Francia salió de
frente a combatirla. Como Grimaldi notara que las naves contrarias eran
mucho más numerosas y altas que las suyas, pensó que no podría vencerlas
sin una estratagema. Primero se alejó con las galeras, abandonando las naves
a vela -de carga-, que fueron capturadas. Llegado que hubo la corriente de
marea favorable, viró de improviso y a boga forzada atacó al contrincante,
que ya se creía vencedor, al espolón y al abordaje, apoderándose incluso de
la nave del propio Guido.
Mención especial merece este combate, por haberse desarrollado entre
canales, en los cuales debía tomarse en cuenta la corriente y el viento, además
del tiempo y el espacio. Grimaldi, premunido de nociones acertadas acerca
de estos factores, no trepidó en sacrificar las naves de carga en los primeros
momentos, audaz resolución que satisfizo al enemigo, engañado con esa
fuga que no pasaba de ser una finta. La mayor movilidad que le proporcio-
naban las galeras a remo, por ser más maniobrables y manejables en el canal
que las pesadas naves a vela, le produjeron el éxito esperado cuando,
aprovechando la corriente, hizo frente al adversario.
El error del conde de Namur fue dejarse entretener con el botín en vez de
aprovechar su superioridad persiguiendo al enemigo hasta aniquilarle su
fuerza principal, ya que tenía a su favor el viento y la corriente. Si hubiese
hecho esto, habría logrado salir del canal y encarar al enemigo en mayor
extensión de agua, con lo que habría llevado una ventaja. Habría bastado una
pequeña división para cuidar de trofeos que no podían escapársele, mucho
menos después de derrotada la fuerza principal. El desatino de contentarse
con un éxito parcial nos alecciona en pro de tentar el aniquilamiento del
enemigo. Una derrota puede transformarse en victoria y viceversa: 'He
perdido una batalla, pero tengo tiempo de ganar otra', comentó Napoleón en
la tarde de la funesta jornada de Marengo.
Lámina 8 Guerra de los Cien Años
Teatro de Batallas Navales durante la Baja Edad Media
CAP. XVII - CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA 137
La guerra de los Cien Años
Con este apelativo se alude al conjunto de períodos de contienda armada
entre las casas reinantes de Francia e Inglaterra durante el lapso corrido de
1340a 1453. Si bien en esta guerra sólo se registraron dos combates navales
de importancia, ellos deben haber sido cruciales para Inglaterra, pues de no
haber contado con transporte marítimo defendible, no habría podido poner
pie en Francia.
La rivalidad entre los Plantagenet y los Valois venía gestándose desde el
siglo anterior. En 1213 los ingleses habían destruido una flota francesa que
se estaba reuniendo en los Países Bajos para invadir Gran Bretaña. Cuatro
años más tarde Huberto de Burgh, el castellano de Dover, había desbaratado
otra tentativa mediante una escuadra improvisada. A fines de ese siglo
habíase configurado una guerra formal entre estos dos estados, que en el
porvenir iban a ser tan seculares enemigos como ya lo eran Génova y
Venecia.
En aquellos años Eduardo I había despachado una fuerza naval importan-
te a la costa de Francia, saqueando las ciudades y apresando toda clase de
barcos mercantes. Felipe el Hermoso, que carecía de armada, solicitó
primero ayuda a Erick de Noruega, quien le prometió doscientas galeras y
cien naves por treinta mil libras de oro, contrato que no se perfeccionó, pero
que nos da una idea de lo que era la marina noruega a fines del siglo XIII.
Dirigióse entonces el soberano francés a los armadores genoveses, entre los
cuales designó almirante a Benito Zacearía, el mismo de la batalla de Meloria.
Zacearía congregó rápidamente cincuentay siete galerasy más de doscientas
naves de carga con las cuales Mateo de Montmorency y Juan de Harcourt
se apoderaron por sorpresa de Dover y lo incendiaron. Pese a tanta nave por
ambas partes, nada de notable ocurrió después en el mar.
Dos fueron las principales causas de la guerra de Cien Años: la aspiración
de los Valois a extender su jurisdicción a todos los territorios de habla
francesa; y la necesidad que tenía Inglaterra de no consentir que los Países
Bajos la deshancaran del negocio ganadero, única industria transable que
entonces poseía. Para Eduardo III, el pretexto para romper hostilidades en
1339 fiie la negativa de buena parte de la nobleza francesa a aceptar sus
pretensiones al trono de Francia, basadas en lazos genealógicos.
La mayor parte de los historiadores concuerda en dividir esta conflagra-
ción en cuatro períodos, de los cuales el primero y el tercero resultaron
favorables a Inglaterra, y el segundo y cuarto, a Francia:
138 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL

•Primer período (1340-60). Como ambos reinos poseían escuadras, tuvie-


ron que disputar el dominio del canal de La Mancha para decidir cuál de los
dos sería el invadido. De hecho comenzó la guerra con el combate naval de
Sluys o de laEsclusa (1340). Victorioso, Eduardo III se apoderó de la plaza
de Calais (1347), con lo cual las llaves de Francia quedaron en su poder; los
franceses no habían de recobrarlas hasta 1558. En 13 56 se organizaron dos
expediciones inglesas: una a Bretaña, al mando del duque de Lancaster, y la
otra, dirigida por el príncipe de Gales, a Burdeos, donde contaban con la
ayuda de Carlos el Malo, rey de Navarra. El rey Juan II finalmente fue hecho
prisionero. Tras una tregua de dos años en que la regencia francesa debió
concentrar sus esfuerzos reprimiendo una sublevación aldeana, se firmó la
paz de Brétigny, por la cual Eduardo renunció a sus pretensiones a la corona
a cambio de la mitad de Francia (1360).
# Segundo Período (1360-80). Carlos el Sabio, a poco de suceder a su
padre Juan II en 13 61, derrotó a Carlos el Malo y sus auxiliares ingl eses, pero
el mismo año experimentó una derrota. Más tarde, con ayuda de Castilla
obtuvo la espléndida victoria naval de La Rochelle, en la que se distinguieron
los almirantes Boccanegra y Duguesclin (1372). Este suceso y la retirada del
príncipe de Gales permitieron a Carlos V ajustar la tregua de 1375. Luego
pudo recuperar casi todas sus provincias, hasta que en 1380 lo sorprendió la
muerte.
^Tercer período (1415-29). Tras un intervalo durante el cual ambos reinos
adolecieron de soberanos problemáticos, revueltas de los villanos y luchas
entre duques, la guerra se reanudó con alternativas análogas a las anteriores.
Sólo merece citarse el gran desembarco de veinticuatro mil infantes y seis mil
otros hombres de armas dispuesto por Enrique V en Harfleur. Luego de su
victoria en Azincourt (1415), Enrique se apoderó de casi toda Francia,
ayudado por la casa ducal de Borgoña, las corporaciones de París y la
anarquía general existente en el país, al punto de que Carlos VI lo ungió en
Troyes (1420) heredero suyo, prescindiendo de su hijo Carlos,
0 Cuarto período (1429-53). En esta fase despertó el sentimiento nacional
francés, impulsado por la carismática Juana de Arco, joven aldeana de
Domremy convencida de obrar inspirada por el cielo. Alentando a los
abatidos guerreros franceses, liberó Oríéans del sitio inglés e hizo coronar al
delfín Carlos (VII). La muerte ignominiosa de la santa unió aún más a los
franceses, que, espoleados por esa fuerza moral, expulsaron a los ingleses de
todo su territorio, menos de Calais.
CAP. XVII - CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA 139
Batalla de Sluys (24 de junio de 1340)
A principios de 1340 el rey Felipe de Valois reunió unos ciento noventa
buques franceses en el estuario del Eede Junto a la pequeña ciudad zelandesa
de Sluys. La presencia de navios genoveses en su flota se explica porque
Felipe alquilaba algunos de los grandes buques al mando del almirante
Barbavera, veterano de las guerras del Mediterráneo. Los marinos genoveses
conocían los mares del norte, puesto que muchos de sus barcos pasaban en
primavera por el canal de La Mancha cargados de productos del mediodía
y del este.
Si los franceses hubieran tomado la ofensiva inmediatamente, habrían
podido despejar los mares de modo que nada les hubiera impedido invadir
Inglaterra. Es de presumir que no estaban enterados de la lentitud con que
se estaba formando la flota inglesa. Cuando la armada francesa estuvo
completamente lista, los ingleses contaban con cuarenta buques fondeados
en Harwich, donde los ríos Orwel y Stour llegan confluyendo al mar, base
siempre muy importante para los intereses navales ingleses en el Mar del
Norte. Semana a semana llegaban buques desde el Támesis y los puertos del
reino. En junio ya poseía Eduardo doscientas embarcaciones, desde navios
con puentes hasta buques a vela descubiertos.
La flota inglesa salió de Harwich rumbo al sur. Como los buques eran de
diferentes tipos, no podían conservar su formación: avanzaban en línea
irregular, reuniéndose cuando fondeaban en la noche. Así llegaron hasta un
punto al noroeste de Brujas, donde sonsacaron a los pescadores que los
franceses aun permanecían en Sluys. Mientras se brindaba un descanso al
personal, patrullas a caballo reconocieron la zona. En efecto, varios caballe-
ros marcharon en dirección a Sluys, observaron tranquilamente al enemigo
y dieron cuenta de su cometido. Juzgando el rey que la situación le era
favorable, dispuso atacar al día siguiente.
La flota francesa era mandada por Kiriet y Bahuche, que por su larga
inactividad demostraban carecer de iniciativa en momentos críticos. El
experimentado comandante genovés Barbavera había exhortado a Kiriet y
Bahuche a salir al mar libre, donde la cuantía de sus baj eles les daría ventaja,
lo que no sucedería en las estrechas aguas del estuario del Eede; pero ellos
persistieron en su idea de esperar el ataque, divididos en tres agrupaciones:
izquierda, centro y derecha. En cada una de estas divisiones los buques
estaban amarrados por sus costados, de tal manera que sólo pudieran ser
abordados por sus altas y estrechas proas. En el castillo de cada buque había
140 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
unas barricadas formadas con tablones, remos y perchas, detrás de las cuales
seencontrabanparapetadoslosarquerosgenoveses. En una especie de nidos
de cuervos construidos en los mástiles se escondían dos o tres tiradores
protegidos por sus escudos. Dispuesta así, la flota francesa se había
transformado en tres angostas y largas fortalezas, plan ingenioso para batirse
en condiciones de inferioridad numérica.
El soberano inglés ordenó que los buques grandes iniciaran el ataque,
concentrándolo sobre el extremo izquierdo de la línea francesa. El resto de
la flota debía pasar al interior de la línea y atacar al enemigo por el frente,
sobre la izquierda y centro. Habiendo amarrado su flota, el adversario se
había condenado a sí mismo a no poder socorrer a la izquierda, ni aún en el
caso de que la amplitud del estuario le permitiese desplegar sus fuerzas en
líneas.
El 24 de junio Eduardo III alistó su flota. Apenas la marea empezó a subir,
las tropas vieron la esperada señal de combate. Los ingleses penetraron en
el estuario favorecidos por el viento y la marea, concentrando de inmediato
su ataque sobre el extremo izquierdo de la línea francesa; mientras tanto,
buque tras buque iba adentrándose en el río, atacando también a la división
de la izquierda, y algunos, lanzando flechas ardientes a los barcos del centro,
mientras los de la división de la derecha presenciaban impotentes el
espectáculo.
Los arqueros ingleses despejaron de flecheros las superestructuras ene-
migas y luego hicieron descargas desde los mástiles a la dotación que se
hallaba en las cubiertas, mientras que sus camaradas ubicados en las
amuradas arrojaban saetas por encima de los que se hallaban a proa. Aunque
las flechas hicieron grandes estragos, el trabajo más efectivo correspondió a
las compañías de abordaje, que fueron doblegando las naves una tras otra
desde la izquierda, teniendo cada nave atacada que medirse con caballeros
y soldados de varios buques ingleses.
Pasado el mediodía y cuando la marea empezaba a bajar, ya las divisiones
de la izquierda y del centro estaban capturadas. El ataque se concentró
entonces sobre los buques más próximos de la derecha, vale decir, los altos
navios genoveses. La mayoría de éstos fue también tomada, pero, temeroso
el rey de que sus buques mayores vararan en el estuario a causa de la baj amar,
dió orden de cesar la lucha, orden recibida con júbilo aún por los fatigados
vencedores.
Barbavera y sus cuatro galeras consiguieron desligarse de la abatida ala
derecha y fondear en las proximidades de Sluys, mientras la marea seguía
CAP. XVII - CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA 141
descendiendo y los ingleses saqueaban y quemaban algunas de sus presas,
llevándose consigo las mejores. El almirante genovés salió al mar al amparo
de la noche, alejándose a salvo. La flota francesa quedaba completamente
aniquilada. No conservaron los genoveses intenciones de arriesgarse nueva-
mente por el rey Felipe: sólo pensaban regresar cuanto antes al Mediterráneo.
Merced a esta batalla naval pasaron los ingleses a ser durante dos siglos
los dueños del canal de La Mancha, a través del cual debía pasar todo el
comercio entre el noreste de Europa y el resto del mundo. La soberanía de
dicho canal hizo factible para el rey Eduardo la invasión de Francia y
robusteció la posesión de Calais por parte de Inglaterra. Ubicado entre Dover
y Calais, el poder naval británico ganó cierta capacidad de control sobre la
Liga Hanseática, la que intermediaba el comercio entre Europa Occidental
y el Báltico.
Debe tenerse presente que La Esclusa -'Sluys', en holandés- es actual-
mente un pueblo del interior, situado a unos veintiocho kilómetros del Mar
del Norte, con el cual está comunicado por un canal que desemboca a más
de seis millas al W.S.W del límite de Holanda con Bélgica, en una zona de
dunas. La Esclusa estaba en esos años al fondo del estuario del Eede, donde
hoy día hay campos cultivados. En consecuencia, las naves de entonces sólo
podían caber de a dos o tres a la vez, imposibilitando a cualquier escuadra
desplegarse en línea de frente.

Combate de La Rochelle (1372)


El rey de Francia logró en 1372 que su par de Castilla le enviara aHonfleur
una flota de cincuenta naves al mando de Ambrosio Boccanegra, hijo de
Egidio, a quien ya hemos nombrado. En realidad, las naves pertenecían a
varios reinos españoles, especialmente de Aragón. En España funcionaban
entonces no menos de seis astilleros.
El propósito de este acuerdo consistía en invadir Inglaterra, contra la cual
también el monarca castellano Enrique II de Trastamara quería proceder, en
represalia por el auxilio inglés prestado a su antecesor Pedro el Cruel durante
la guerra civil entre ambos hermanastros.
Aunque la invasión proyectada no se realizó, Enrique, leal a la alianza con
el francés Carlos V el Sabio -a quien en cierta medida debía su corona-, le
confirmó la ayuda de cuarenta navesy doce galeras. Los aliados, informados
de que cuarenta navios ingleses al mando del conde de Pembroke -yerno del
rey britá-nico- se dirigían a La Rochelle, que estaba en poder de los ingleses,
142 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
decidieron salirle al encuentro.
La flota franco-castellana, al mando de los almirantes Bertrand Duguesclin
y Ambrosio Boccanegra atacó sin vacilar, haciendo prisionero al almirante
inglés con la mayor parte de sus naves, excepto la que conducía el dinero, que
se fue a pique con harto sentimiento de los triunfadores. Los buques aliados
eran algo mayores que sus contrarios; las naves españolas llevaban artillería,
sorpresa técnica que indudablemente Ies reportó otra ventaja.
Esta derrota inferida a los ingleses en el elemento en que ellos estaban
acostumbrados a dominar, incitó a una gran parte de Francia a volver al redil
de la flor de lis. Para los castellanos fue como un cáustico bofetón al rostro
del duque de Lancaster y del conde de Cambridge, dos hijos del monarca
inglés que habían casado con dos hijas de don Pedro el Cruel; en virtud de
aquel matrimonio, el primero de ellos pretendía tener derecho a la corona
castellana. El ilustre prisionero fue dado por el rey al invicto paladín
Duguesclin.
Al año siguiente (1373) Eduardo III quiso desquitarse con una fuerte
escuadra, que el mal tiempo le desbarató, lo que corrobora la tesis de que en
la edad media los buques no eran aptos para actuar en medio de temporales.
En cambio, una escuadra castellana dirigida por Fernán Sánchez de Tovar
devastó el litoral inglés, unida a una francesa de cuarenta velas al mando del
almirante Ruy Díaz de Rojas (1374).
Los efectos de la victoria persuadieron a Carlos V de la utilidad de formar
una marina de guerra propia, en vez de alquilarlos servicios de 'condottieri'
italianos. Nombró como almirante a Juan de Vienne, a quien hizo asesorar
por Grimaldi, nuestro conocido, y contrató a galeros y marineros genoveses
para que adiestraran a las inexpertas tripulaciones. Con veinte galeras
castellanas y cien naves suyas, De Vienne asoló las costas inglesas en 1377,
batiendo a una escuadra conducida por los condes de Arundel y Salisbury.
La marina francesa, empero, volvió a quedar descuidada después del
fallecimiento del rey Carlos.
Parece que despejada la situación y en paz ya con los reyes peninsulares
cristianos, pensó don Enrique en rematar la reconquista con el auxilio de una
escuadra que, apostada en el estrecho de Gibraltar, estorbase la llegada de
socorros moros desde el Africa. Pero se lo impidió la muerte, causada en
13 79 por un veneno mandado dar, según unos, por Carlos el Malo, y según
otros, por Mohammed de Granada.
CAPÍTULO XVIII E S C A N D I N A V A Y LA LIGA HANSEÁTICA

En la Europa septentrional seguían existiendo los estados peninsulares de


Suecia, Noruega y Dinamarca, poblados desde antiguo por gente esencial-
mente marinera. Las crónicas escandinavas de la primera mitad del medioevo
contienen numerosos combates navales; mencionan flotas de dos mil
quinientas naves, entre ellas una que, ordenada en batalla, cubría el espacio
de cuatro millas ininterrumpidas. Como ya lo hemos advertido, empero,
estos relatos legendarios, derivados de unos poemas épicos llamados 'sagas',
han de ser tomados con precaución; en todo caso, indudablemente consti-
tuyen un culto a la tradición marinera.
C on un trozo de costa en el Skagerrak y en el Kattegat, Suecia tenía acceso
propio al Mar de Norte, además de una salida a través del estrecho danés. La
preparación de su marina, aunque poco numerosa, siempre ha gozado de
buena reputación.
Noruega, debido a la configuración de sus fiordos y a sus abundantes
bosques, estaba llamada a ser una potencia marítima de importancia, con
numerosas naves, constantemente entrenadas en el mar con motivo de las
labores pesqueras.
Dinamarca, dueña del Sund y de los Belt, podía abrir o cerrar los únicos
pasos entre el Báltico y el océano, de manera que podía intervenir en el
comercio entre Rusia y los puertos alemanes, los cuales reaccionaron
confederándose en una 'hansa', voz que en alemán antiguo significaba
compañía de mercaderes. Hasta el reinado de Valdemar II, los daneses vivían
y vestían a la usanza marinera; después, más civilizados y potentes, exten-
dieron su dominio sobre diversos países germanos, la isla Rugen y la Scania.
La Liga Hanseática nació en 1239 entre Lübeck, Hamburgo y los
cantones frisios con el objeto de defenderse de los piratas y apoyarse
mutuamente contra las pretensiones danesas. Naturalmente lo primero que
acordaron los coligados fue la formación de una escuadra de guerra, para lo
144 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
cual armaron varios buques mercantes, como era la costumbre de esa región.
Al mando de Alejandro Solwedel batieron tanto en el mar Báltico como en
el río Elba a la escuadra de Enrique V de Dinamarca (1241), a quien
obligaron, como también posteriormente a los monarcas de Suecia y
Noruega, a concederles importantes privilegios comerciales.
La Liga aumentó rápidamente en prestigio y poder, atrayendo a su alianza
a la mayor parte de los puertos de Livonia, Sajonia, Westfalen y Países Bajos.
Entonces le llegó el momento de proponerse no sólo la protección de su
propio comercio, sino la conquista de otros mercados, entrando para sus
campañas militares terrestres en un endiablado contubernio con la Orden
Teutónica.
Valdemar II fue el primero que trató de abatir la potencia de la Liga, que
durante el siglo XIV había llegado a ser formidable. En 1361 los daneses
saquearon Wisby, capital de la isla Gotland, en la cual muchos comerciantes
hanseáticos fueron robados. En el acto la Liga declaró la guerra a Valdemar,
quien se hallaba aliado a Noruega, Suecia y algunos estados alemanes. Una
escuadra hanseática a cargo de Wittemberg, burgomaestre de Lübeck,
venció a la escuadra danesa, recuperó Gotland y saqueó Copenhague.
Después de esto, Valdemar reunió todas sus fuerzas y a la entrada del Sund
capturó ocho barcos de la Liga, al resto de cuya escuadra dispersó (1362).
Los confederados condenaron a muerte a su infortunado almirante y,
volviendo con fuerzas considerables, constriñeron a Valdemar a firmar el 23
de octubre de 1370 el tratado de Stralsund, a tenor del cual el rey cedía a la
Liga la fortaleza de Scania y le otorgaba mayores concesiones comerciales
en los puertos daneses.
Sucedió a Valdemar su hija Margarita, que por sanción de la dieta de
Colmar reunió en su cabeza las tres coronas escandinavas (1397). Ello no
agradó a la Liga, que para hostilizar a la reina inundó el Báltico de piratas que
se dedicaban a abastecer los puertos bloqueados por las fuerzas de la
soberana; sin embargo, como las acciones de aquellos dañaban también los
intereses de la Liga, ésta terminó por pactar con la reina para eliminarlos.
A su deceso en 1412, Margarita fue sucedida por su hijo Erick, quien sin
mucha prudencia entró en guerra con la Hansa. Mal anduvieron las cosas
para los daneses en un principio: su ejército fue derrotado en Immervad, y
su flota, dispersada cerca de Alsen por una borrasca. Después mejoró la
fortuna del monarca, pues venció a la armada hanseática que, mandada por
Gerhard, atacaba en 1426 a Flensborg; y al año siguiente los daneses
capturaron un convoy de sesentay ocho naves en el Sund. Resolvió entonces
CAP. XVIII - ESCANDINAVIA Y LA LIGA HANSEÁTICA 145
la Liga apoderarse de Copenhague, cuya creciente prosperidad la alarmaba.
En 1428 armó doscientos cincuenta buques guarnecidos de potentes máqui-
nas de sitio, porque en esa época no se usaba la artillería en las aguas del norte
europeo. Valientemente defendieron los daneses la capital escandinava,
logrando echar a los hanseáticos, a quienes sorprendieron más tarde en
Stralsund, donde se adueñaron de un enjundioso botín e incendiaron muchas
naves.
Tales éxitos no terminaron bien. Los hanseáticos atacaron con grandes
fuerzas a la escuadra escandinava frente a la isla Rugen. Uno de sus
almirantes, Bartolomé Voet, tomó Bergen, el megor puerto danés, nudo del
tráfico con Escocia, Islandia y Groenlandia. En 143 5 la Liga conminó a Erick
a aceptar una paz humillante, Cuatro años después éste sería depuesto,
dedicándose luego a la piratería en torno a la isla Gotland.
CAPÍTULO XIX - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO

Crecienteamenaza turca
Simultáneamente con el progreso de la reconquista en España, retrocedía
en sus fronteras el Imperio Bizantino ante los sucesivos avances del Islam,
representado primero por los árabes y más tarde por un pueblo de visibles
rasgos raciales amarillos, los turcos otomanos u osmanlíes.
Los otomanos habían sido empujados de las riberas del mar Caspio por
los tártaros de Gengis Kan. Su fuerza militar permanente iba a conferirles un
enorme poder ofensivo. Crearon con niños cristianos esclavizados -los
jenízaros- la infantería más poderosa de esa época. Su caballería, también
temible, la constituían los 'spahis', que blandían la lanza y la cimitarra. A
diferencia de los cristianos, no usaban coraza, sino sólo escudo.
Como carecían de naves, no podían progresar más hacia occidente, por
lo que Horcano, el segundo emir de los turcos, hizo construir en Nicomedia,
hoy Iskimid, una escuadra con la que se atrevió a amagar a Constantinopla,
que lo repelió. Despachó entonces sus naves a saquear las islas del Egeo e
impuso tributo a laislaNegroponte, exEubea. Trató aun de conquistarla isla
de Rodas, que los Caballeros de San Juan habían arrebatado en 1309 a los
musulmanes, fortificándola después y manteniendo una regular escuadra de
guerra con la que valerosamente rechazaron a los turcos.
Tal noticia conmovió a la cristiandad. El Papa predicó una guerra santa,
a pesar de lo cual no se reunieron más de treinta y dos galeras entre
pontificias, venecianas y francesas. En 1334 se dirigió esta escuadra al mar
de Mármara, en donde derrotó a una numerosa flota turca; pero en
regresando a sus puertos de origen, el estandarte de la medialuna volvió a
situarse frente a Constantinopla, en la orilla asiática del angosto estrecho del
Bosforo.
CAP. XIX - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO 147
Cuando después de adueñarse de buena parte del Asia Menor, hoy
justamente llamada Turquía, saltaron a Europa y comenzaron a rodear a
Constantinopla por el poniente, la alarma sonó en Europa. En 1354 ocuparon
Gallipoli en los Dardanelos, su primera base europea; en 1366 establecieron
su capital en Adrianopolis (Edirne); después de derrotar a los serbios,
sometieron en 1393 el reino búlgaro. Cien mil cruzados marcharon entonces
contra el imparable emir Bayaceto al mando del rey de Hungría y de algunos
señores franceses, que con arrojo, pero faltos de disciplina y organización,
tuvieron que saborear la más espantosa derrota en Nicópolis (1396); el
primer ejército cristiano occidental que se les oponía en Europa perdió tras
esa batalla diez mil combatientes, asesinados en aras del fanatismo islámico
de esos neófitos. Mas los turcos no pudieron proseguir, porque una nueva
ola tártara -la acaudillada por Timur o Tamerlán- los obligó a luchar en lo
propio, siendo en 1401 vencidos en Angora (Ankara), donde Bayaceto cayó
prisionero.
Desvanecido el peligro tártaro, se restableció la dominación turca en el
Cercano Oriente. Mehemet I armó una buena escuadra con ayuda de
cristianos renegados o mercenarios. Con esa fuerza el almirante otomano
Cialibeg saqueó las islas Cíclades gobernadas por el duque de Nassos, quien
solía dar zarpazos a las naves turcas. Luego apresó barcos venecianos que
volvían de los puertos marnegrinos de Tana y Trebizonda. Disponíase en el
puerto de Gallipoli a atacar la isla veneciana de Negroponte, cuando apareció
una escuadra de Venecia al mando de Pedro Loredan. Como no existía
estado de guerra entre el emir y la república, Loredan quiso parlamentar, pero
sus naves, persiguiendo auna embarcación genovesa que losturcos creyeron
propia, ocasionaron la batalla el 16 de mayo de 1416. Loredan había dejado
en reserva tres navios: Dándolo, Loredana y Cape lia; los turcos atacaron
con tiros de bombarda, dardos cortos y flechas a la nave capitana, acertando
a Loredan, que, herido, capturó luego la nave que lo había abordado. La
refriega duró desde la mañana hasta las dos de la tarde. Los turcos perdieron
seis galeras y nueve galeones con toda su gente, que cayó en poder de los
vencedores, entre los muertos figuraba el propio Cialibeg. Loredan hizo
decapitar por traidores a sueldo del imperio otomano a mil cien prisioneros
cristianos de varias nacionalidades europeas.
Bajo el reinado de Amurates II los otomanos, que en balde habían
asediado a Constantinopla en 1422, invadieron Hungría tras vencer a una
cruzada de cristianos de Europa Oriental dirigidos por Juan Hunyady,
general de Ladislao III, rey de Hungría, Polonia y Lituania, quien cayó en la
batalla de Varna (1444), un año después de haberles ganado la de Nisch. El
148 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
emperador bizantino debió ceder el Peloponeso. Por su parte, a Venecia se
le fueron de las manos Ragusa (Dubrovnik), Lepanto y sus posesiones en
Albania.

Caída de Constantinopla.
Muerto aquel emir, lo sucedió Mehemet II, quien resolvió apoderarse de
Constantinopla, en donde reinaba sintropas ni escuadra Constantino XII. En
vano solicitó este valiente Paleólogo ayuda de las potencias cristianas; los
principados rusos gemían bajo el peso de la Horda de Oro tártara, y las
continuas guerras tenían a las potencias italianas en condiciones miserables.
A pesar de todo, Génova, que aún poseía la colonia de Pera, envió
rápidamente en su auxilio una y después dos grandes naves con máquinas de
guerra y soldados; estas unidades se encontraron allá con el bajel del
castellano Francisco de Toledo, quien había ido a desposarse con una hija
del emperador, con otra nave de Trebizonda y dos galeras de Venecia, las
que, sumadas a otras tres que bajaron del mar Negro, añadieron en el puerto
diez naves de guerra a algunas otras armadas por los griegos.
El emperador entregó el mando al genovés Juan Giustiniani, quien alistó
las defensas de tierra y cerró el puerto con gruesas cadenas. Mehemet había
reunido artillería abundante y de enormes piezas; se cuenta de un cañón de
45" de calibre, que disparaba grandes proyectiles hasta una milla de distancia.
En cuanto a marina, el emir había requisado en el estrecho gran cantidad de
embarcaciones para ponerlas a las órdenes del renegado búlgaro Santologos,
poco preparado en cosas náuticas.
Ocurrió entonces un hecho digno de la historia espartana: los genoveses
de Jíos armaron y despacharon cuatro naves al mando de Mauricio Cataneo,
a las cuales se unió una imperial al mando de Flectanella, división que con
la nave capitana a la derecha entró al estrecho Bosforo el I de mayo de 1453.
o

Las naves cristianas, con bombardas a ambas bandas, fueron enfrentadas por
las unidades turcas, que en número de ciento cincuenta y en formación de
media luna cerraban por completo el paso del canal desde Asia hasta Europa.
Desde opuestas orillas se aprontaban a presenciar esa agonía cristianos y
turcos, entre éstos el propio Mehemet con toda su pomposa corte.
Los cristianos avanzaron rápidamente sin disparar, decididos a combatir
sólo para forzar el paso. Cuando los osmanlíes los vieron entrar en su
semicírculo, lo cerraron, atacándolos adiestray siniestra, pero los cristianos,
CAP. XIX - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO 149
dominando por sus bordas mas altas a las embarcaciones turcas repletas de
soldados, descargaron sobre ellas las balas de sus bombardas, piedras, dardos
y vasos de terracota llenos de pólvora o de fuego, precursores de las granadas
modernas. Ante esta metralla, los otomanos se retiraron hacia su costa, desde
donde el emir indignado, la cimitarra desnuda y su caballo hasta el pecho
metido en el mar, los obligó a volver al ataque, el que se repitió una y otra
vez; a la tercera embestida, la nave de Flectanella fue abordada, mas,
auxiliada por los genoveses, se zafó de los enemigos. Las cinco galeras
lograron entrar sin grandes pérdidas al puerto en medio de la euforia delirante
de los cristianos y la vergüenza de los turcos, que pagaron su acción con
enormes pérdidas.
El socorro cristiano, aunque oportuno y precioso, no era suficiente para
la urbe. Mehemet decidió entonces atrincar aún más su puerto. Dispuso que
un millar de hombres construyese con tablones engrasados un deslizador de
nueve millas de longitud, desde Bebeck, por detrás de Gálata, hasta el fondo
del Cuerno de Oro. Por él trasladaron con árganas, palancas y aparejos todas
las naves de fondo plano que pudieron. Como los cristianos no podían atacar
en esos bajos fondos, prepararon un brulote que en una oscura noche
trataron de acercar a las naves enemigas; descubierto a tiempo por los turcos,
fue hundido a balazos, pereciendo muchos de los genoveses que lo tripula-
ban.
A pesar de estas acciones navales, el 29 de mayo de 1453, fallecido el
emperador Constantino y herido el valeroso Giustiniani, la capital fue
tomada por asalto. Como una ironía del destino, al día siguiente llegó al
Negroponte una flota que a ruego del Papa se había formado con galeras de
casi toda Italia para auxiliar a Constantinopla. No se sabe si esta fuerza fue
dispersada y destruida a consecuencia de un mal tiempo o por acción de los
turcos.
Bizancio e Hispania, uno en cada extremo del Mediterráneo, habían sido
durante todo el medioevo las marcas de la cristiandad frente ala Medialuna.
La diplomacia con que Bizancio supo librarse de sus sucesivos enemigos nos
resulta intrigante. Hacía uso del dinero, incluso para comprar a los reyezuelos
bárbaros y hasta a los cruzados; empleaba los tratados comerciales para
atraerse a las repúblicas itálicas; o con títulos honoríficos alejaba a los
corifeos de los pueblos más atrasados. Por estos procedimientos introducía
a su vez la desconfianza y las rivalidades entre sus vecinos. Mantenía,
además, un servicio de inteligencia eficaz. Los secretos de estado eran
rigurosamente guardados, así como la potencialidad de sus armas.
150 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Fuera de hacer posibie la continuidad del derecho romano, Bizancio se
constituyó en el bibliotecario de la cristiandad, el guardián de su cultura y el
misionero de su fe en las estepas rusas. Destacamos estos aspectos, porque
no sólo se relacionan con la política exterior, el poder naval y la seguridad del
Estado, sino porque su estilo, digerido en Occidente por Maquiavelo, ha sido
imitado desde entonces por las grandes potencias de Europa y por los países
soberanos en general.
Con la toma de Constantinopla desapareció el último vestigio del Imperio
Romano y de su civilización en la mitad oriental del Mediterráneo. La
Medialuna coronaba así sus esfuerzos de siglos contra ese verdadero baluarte
de la cristiandad. Ahora el Imperio Otomano podría consolidarse al sur del
Danubio sin contrapeso hasta la época napoleónica.
Tras la caída de Constantinopla, los turcos quedaron instalados en el patio
trasero de Europa, en una plaza estratégica casi inexpugnable. Después de
someter sucesivamente Serbia, laMorea -el antiguo Peloponeso-, Trebizonda,
BosniayNegroponte, el siguiente objetivo de Mehemet II, ahora proclamado
sultán, era Egipto, conseguido el cual, pasaría a controlar las tres únicas rutas
conocidas hacia el Lejano Oriente: la ruta del mar Rojo, que, en poder de los
árabes, conectaba las costas de China con Alejandría, donde las mercancías
acarreadas por tierra desde el golfo de Suez eran fletadas por los venecianos;
la ruta del Golfo Pérsico, que, siguiendo el mismo recorrido a través del
Indico, penetraba en dicho golfo, continuaba por tierra a través de
/

Mesopotamnia y llegaba a Siria, ya sometida a los otomanos; y la ruta


terrestre, que, partiendo de China, atravesaba los desiertos del Asia Central
y el Turquestán, para luego bifurcarse hacia Trebizonda en el mar Negro y
hacia Tana en el mar de Azov, puertos donde esperaban las naves genovesas.
Con razón, pues, Venecia y Génova se sentían alarmadas de que la Edad
Media hubiera concluido con pronóstico tan nefasto para ellas.

r
TERCERA PARTE

ÉPOCA MODERNA
CAPÍTULO XX - INTRODUCCIÓN A LA EPOCA MODERNA

Delimitación y definición
Los tiempos modernos abarcan en términos generales desde finales del
siglo XV hasta finales del siglo XVIII; o, si se prefiere concretar, desde la
caída de Constantinopla (1453), la invención de la imprenta de tipos móviles
(1450) o el descubrimiento de América (1492), hasta la Revolución Francesa
(1789), las primeras máquinas a vapor o la declaración de independencia de
los Estados Unidos de América (1776). Pero como cada quien tiene derecho
a periodificar su particular historia, la historiografía española, por ejemplo,
podrá denominar 'tiempos modernos' a la sucesión de hechos comprendidos
entre la aniquilación del poder árabe en la península Ibérica (1492) y la
intervención napoleónica en España (1808).
En general, la época se caracterizó por la consolidación del humanismo
renacentista, los 'siglos de oro' de las literaturas vernáculas, el despertar del
espíritu científico, la reforma religiosa, el absolutismo político, la gran
expansión territorial rusa, el descubrimiento y la colonización europea de
América y Oceanía, el mercantilismo económico, y la lucha por India e
Insulindia. Al siglo XVIII en particular se le cataloga como 'el siglo de las
luces , la centuria en que una famosa enciclopedia iluminó el entendimiento
1

de los estratos cultos con revolucionarias ideas liberales, cuyos frutos habían
de cosecharse progresivamente a lo largo de la edad caprichosamente
llamada 'contemporánea'.
Según un enfoque náutico, la edad moderna duró tres siglos: desde el
descubrimiento de América hasta la batalla del Paso de los Santos, en
Martinica (1782); o también, desde la carabela al galeón de alto bordo.
Concluyó, si se quiere, al iniciarse en las batallas de San Vicente (1797) y
Trafalgar (1805) el reinado del buque de tres y cuatro puentes. Fue una era
154 CARLOS AGUIRRE VIO - "fflSTORIA NAVAL MUNDIAL"
de frecuentes choques entre escuadras de cuatro grandes potencias: España,
Francia, Inglaterra y Holanda. En ella alcanzó su apogeo el buque de guerra
a vela y de aparejo perfecto.
Los protagonistas políticos
Así como identificamos al Imperio Bizantino con la edad media por haber
subsistido a la caída del Imperio Romano y haber desaparecido con ella, así
también en la modernidad hubo pueblos actores que la acompañaron desde
su comienzo.
Desde luego, los turcos, que llevaban ya un siglo presionando a sus
vecinos, electrizados por la consigna de Mehemet II: 'Si un solo Dios,
entonces una sola religión y un solo emperador . Fueron mantenidos a raya
4

por las repúblicas de Venecia y Génova, que siguieron todavía peleando


entre ellas, siempre perdiendo terreno, aunque conservando flotas
experimentadas y eficientes. Venecia se hizo presente a través de toda la
época; con Turquía, por ejemplo, luchó en 1548 por el dominio de Creta, y
en 1716, al lado del emperador austríaco.
La Península Ibérica ya se había familiarizado con el mar a consecuencia
de sus actividades guerreras contra los moros africanos. Costeando el litoral
africano hacia el sur, excepcionales marinos portugueses llegaron por mar a
la India, en tanto que Cristóbal Colón, apoyado en la brújula, pretendió hacer
lo mismo atravesando el Atlántico desde las islas Canarias. Estos descubri-
mientos produjeron una verdadera revolución geográfica de navegación
exploratoria y pusieron de actualidad el océano Atlántico, en desmedro del
Mediterráneo. Los pueblos con balcones al Atlántico habían de ser los
protagonistas de la época moderna.
Unificada, España se agrandó. Entró y salió de la edad moderna como
dueña absoluta de la vertiente pacífica de las Américas. Enemiga ancestral
de los moros y, por extensión, de los enemigos del catolicismo, fue el eje de
las luchas libradas en Europa contra el protestantismo, y en el Mediterráneo
contra los turcos. En efecto, contribuyó decisivamente a atajar el avance de
la Sublime Puerta otomana en la batalla naval de Lepanto (1571);y ahacerse
odiar por los cismáticos ingle-ses, en especial tras el envío de una gran
armada al canal de La Mancha, la que fracasó más a causa del mal tiempo
que de los ataques con que las escuadrillas adversarias la hostigaron sin cesar
(1588).
SÍ en el siglo XVI alcanzaron su cénit las expansiones marítimas lusitana
y castellana, el XVII presenció graves disputas navales entre Holanda e
CAP. XX - INTRODUCCIÓN 155
Inglaterra por los despojos hechos al declinante poderío del entonces reino
unido hispano-portugués. A partir del siglo XVIII la actividad bélica se
desenvolvió en casi todos los mares del mundo, enfrentando alas poderosas
flotas de Inglaterra y Francia en guerras sucesivas por la Indiay Norteamérica.
Acá Francia perdió sus colonias, pero Inglaterra también las suyas, que se
independizaron, sentando un impactante precedente para el movimiento
anticolonialista característico de la edad contemporánea.
A comienzos del siglo XVIII entró también en escena Rusia, como rival
del reino polaco-lituano al poniente, de los turcos al sur y de los suecos al
norte, ganando de cada enemigo extensos territorios. En realidad, el persistente
programa expansionista de Moscú se había iniciado en el siglo XIV a costa
de los demás principados rusos; prosiguió en la edad moderna, tras el ocaso
de los tártaros, con la ocupación del bajo Volga y la Siberia (siglos XVI-
XVIII); luego, de la Transcaucasia y el Turquestán (siglo XIX); y finalmente,
de Europa Oriental (siglo XX), para terminar recién en nuestros días
disgregándose junto con el derrumbe del sistema comunista.
La diplomacia
El estilo de las relaciones internacionales modernas se gestó en la edad
media, pero se desarrolló en la moderna y se llama actualmente diplomacia.
La diplomacia de los pueblos antiguos, incluso la de los romanos, era
ingenua, espontánea. Bizancio y los estados modernos, en cambio, aplicaron
un sistema que se podría calificar de psicología aplicada, ya que trataba de
sondear situaciones fría y racionalmente, descubriendo potenciales aliados
y adversarios, intereses y debilidades ocultas.
Maestra de la diplomacia moderna fue la república de Venecia. Dentro
de su exclusivo patriciado gobernante nadie podía sobresalir sobre los demás,
por lo cual sus miembros se vigilaban mutuamente, lo que creó un ambiente
de suspicacia en el que cada cual debía conocerse a sí mismo y a los demás.
Este modo de convivir les había de servir muchísimo en la vida internacional.
Tuvieron embajadores y agentes secretos con el encargo, unos y otros, de
enviar a la Serenísima República informes sobre la apariencia, temperamen-
to, hábitos y medio en que se movían todos los estadistas de aquel tiempo,
piezas que constituyen valiosas fuentes históricas.
El sistema veneciano se hizo extensivo a todos los estados de la época. Los
reyes de ese período ya no fueron los soberanos agresivos y violentos de fines
del medioevo, sino hombres calculadores y precavidos, que economizaron
el uso de la fuerza y actuaron con miras al futuro.
CAPÍTULO XXI EL BUQUE Y SUS ACCESORIOS

Los buques al iniciarse la modernidad


El aparejo de las naves poco había variado, salvo que el número de
galeones había aumentado, cuando antes eran tan escasos. Estos no tenían
otra diferencia con las naves o 'naos' que el aumento de velocidad logrado
con una mayor eslora y menor manga. Además llevaban dos mesanas y una
vela más, tanto en el palo mayor como en el trinquete. Otra novedad
importante era la 'bolina', de inventor anónimo. A fin de habilitar los navios
para la navegación de altura, hubo que buscar un remedio contra la broma,
que hasta entonces no habia sido un problema debido a que los barcos se
echaban a la playa en seco después de recorridos cortos. Se comenzó
entonces a forrar la obra viva con tablones delgados de pino, clavados sobre
el casco recubierto con una combinación de aleaciones que, aunque algo
protegían, no daban muy buen resultado. Se recubría los fondos con una
capa fina de resina, grasa y arena, colocando encima cartones, y sobre esto,
una mezcla de barro, vidrio molido, pelo de buey o de perro, y cal viva con
aceite, lo que formaba una costra muy dura en la que se clavaba el forro de
tablones.
Recordemos que de principios del siglo XV datan dos notables adelantos,
sin los cuales no habrían podido realizarse los grandes viajes oceánicos de los
tiempos modernos. Nos referimos a la brújula, cuyo origen ya expusimos, y
al timón moderno, o sea, el del adelanto fijado al codaste con goznes;
accionado inicialmente desde una posición de popa, más tarde sería llevado
por transmisiones hasta el puente o la cabina de gobierno. No cabe duda de
que el timón moderno, colocado en el codaste, fue un acontecimiento de peso
en la táctica, por cuanto introdujo un factor nuevo: la capacidad evolutiva.
CAP. XXI - EL BUQUE Y SUS ACCESORIOS 157
El progreso de la metalurgia, que era ciertamente una realidad, especial-
mente en la fundición, repercutiría en la armería, cerrajería y herrería de los
buques.
Las armas de fuego, que ya se usaban eficazmente en los combates
terrestres, no tenían todavía un papel preponderante en la marina. El cañón
había reemplazado a la bombarda; se los fabricaba grandes y pequeños, de
bronce y de hierro, con nombres curiosos: basiliscos, dragones, serpentinas,
culebrinas, áspides, etc. Disparaban balas de piedra o de fierro, como
también metralla en forma de saquitos o cartuchos cerrados, llenos de balines
hechos de aquellos materiales. En los castillos, gavias y cofas se colocaban
piezas pequeñas; los cañones de marina se montaban en afustes especiales
llamados 'escalones'.
Las naves, galeones y galeras grandes portaban cañones colocados en las
amuras y costados, cuyas portas, en un comienzo demasiado pequeñas -lo
que no permitía el movimiento de la culata-, fueron después agrandándose.
Mantenían la pólvora en barriles cerca de la cámara del 'cabo del cañón',
llamada 'guardianería' porque nunca la dejaba de vigilar un guardián. La
pólvora a mano se conservaba en sacos de cuero para protegerla de las
chispas, y las cargas se formaban en tubos de cañón llamados cartuchos.
De balística no se sabía una sola palabra. Los tiros eran inciertos y de corto
alcance. Y tan lentos que, mientras una culebrina lanzaba uno, la ballesta
disparaba tres y el arco seis, de manera que estos últimos se siguieron usando
hasta casi fines del siglo XVT en los combates marítimos. Como los cañones
colocados en la proa de las galeras tenían un reducido campo de tiro debido
al mascarón, había que apuntar prácticamente con el buque.
Como armas de fuego portátiles se usaban mosquetes, arcabuces y
escopetas. El arcabuz, de alcance inferior a doscientos metros, databa del
siglo XIV. Este antepasado del fusil del siglo XVI era tan pesado, que para
apuntar había que meterlo dentro de una horquilla apoyada en el suelo. Se
cargaba por la boca y se disparaba acercándole una mecha encendida. Por
sentado se da que era peligroso, lento e inseguro en su puntería, por lo cual
los dardos y la lanza habían seguido conservando una gran importancia en
los combates a corta distancia.
En realidad, las armas de fuego sólo lograron revolucionar el arte de la
guerra a partir del siglo XVT, es decir, en los tiempos modernos. De poco iban
a servir en adelante las corazas y los castillos.
158 CARLOS AGL'IRRE VIO - "fflSTORIA NAVAL MUNDIAL"
Nuevos buques: de la carabela al navio de línea
Las galeras, que eran a vela y remo como la carraca y la coca usadas en
el Mediterráneo, eran lentas para maniobrar y por ende inapropiadas para
explorar, aunque aptas para transportar hasta cuatrocientas toneladas de
carga. La galera era maniobrable en combates gracias a los remos, pero su
andar no satisfacía. La meta era tener algo más móvil que la galera. Además,
con las mejoras en los aparejos, ya se creía más en el velamen como único
sistema de propulsión. Por eso los grandes descubrimientos iban a ser obra
de embarcaciones más pequeñas y ligeras, como el barinel y la carabela, esta
última, de no más de de ochenta toneladas y tres mástiles, con sus velas latinas
primero y cuadras después; por su tipo parece haber provenido de los
carabos, naves pesqueras del Levante.
Era la carabela tan velera, que ante cualquier viento maniobraba conve-
nientemente; incluso viraba por avante o en redondo para tomar, con
presteza marinera, un rumbo contrario al anterior. Su aparición fue, pues,
toda una novedad, De las tres 'carabelas' de Colón, sólo la Niña era tal según
la clasi-ficación de la época, pues contaba con tres mástiles dotados de velas
latinas; la Santa María era una 'nao', y la Pinta, la más pequeña, tenía
arboladura de 'nao'. La investigación histórica ha sido minuciosa al respecto.
Luego de haber servido para los primeros descubrimientos, hubo mucha
motivación para perfeccionar la carabela; tal hicieron los portugueses, que
llegaron a preferirlas de sesenta toneladas, setenticinco pies de eslora y
veinticinco de manga. Sin embargo desapareció a fines del siglo XVTI, para
entrar a reinar el galeón, de mayor tonelaje y aptitud para mayores contin-
gencias.
El galeón apareció en el siglo XVI con decidido diseño de buque de
guerra. Tenía vestigios de la galera, pero se movía únicamente a vela y llevaba
un pequeño bauprés. Era de alto bordo, de más eslora y menos manga que
la nao, si bien más ancho y lento que la galera moderna. Por su alto bordo
resultaba muy apto para alta mar. Ostentaba un derroche de adornos; no sólo
el español, sino también el inglés y el francés, todos de tipo similar. Sólido,
resistente, algo pesado para maniobrar, compensaba por su buena disposi-
ción artillera; cañones que disparaban por ambas bandas. Dado el poder que
su porte, tonelaje y cañones le conferian, surgió contra ellos el 'brulote',
también llamado 'galeón de fuego*: un casco cargado con pólvoray materias
inflamables.
El apogeo del galeón sobrevino a fines del siglo XVI, cuando el de molde
Lámina 9 Santa Catarina do Monte Sinai
1520, Portugal, seis cubiertas, 140 cañones
Lámina 10 El Sovereign of the Seas
Construido en 1637, fue un buque de guerra típico del siglo XVII
(esquema según un cuadro de Van der Helde)
CAP. XXI - EL BUQUE Y SUS ACCESORIOS 15 9
español llegó a dominar las rutas atlánticas desde América, tan infestadas de
piratas. Su desplazamiento alcanzó a mil doscientas toneladas en 1582. De
tres o cuatro palos, con bauprés y aparejo de cruz -salvo el palo de popa, que
llevaba vela latina-, el modelo adoptado por varios países acogió los sistemas
perfeccionados de velamen, que reclamaban bajar la proa y popa y alargar
la quilla.
En el Mediterráneo, de aguas más tranquilas que el océano, los armadores
prefirieron conservar la galera, a la que ampliaron el tonelaje y dotaron de
cañones, llamándola con el nombre de 'galeaza'. Este progreso se debió a los
venecianos. El mayor potencial de las galeazas se dió a conocer en Lepanto,
batalla en la que seis unidades a remo y una modesta vela pudieron intervenir
sólo inicialmente, debido a su lentitud. Eran, puede decirse, enormes
fortalezas flotantes a remos y a vela, cuya popa podía contener muchos
fusileros. Por los veinte cañones que la guarnecían, puede considerárselas
como los antepasados directos de los acorazados del siglo XIX.
También Francia siguió aferrada en el Mediterráneo a la galera, en tanto
que para alta mar siguió la moda del alto bordo. A remo y vela se mantuvo,
pues, combatiendo contra los piratas berberiscos hasta avanzado el siglo
XVII (1661-88).
El perfeccionamiento técnico de los cañones y la necesidad de contrarres-
tar sus efectos hicieron sentir la conveniencia de construir buques
especialmente diseñados para llevarlos.
Habíase notado también que el aparejo de tres palos del siglo XVI
resultaba aún imperfecto y se ensayaba ya otras alternativas basadas en
cálculos mate-máticos respecto a superficie vélica, centro vélico, peso por
alto, guinda, estabilidad y lastre. Y se estudiaba la mejor disposición de las
velas para la maniobra marinera.
Al evolucionar las normas, aparecieron sucesivamente otros tipos de
buques, tales como el bergantín, la corbeta, la fragata y el navio, con lo cual
se llegó al apogeo de la vela a través de los siglos XVII y XVIII, cuando los
buques de guerra habían llegado a diversificarse según el rol que jugaban.
Navio, por ejemplo, era un buque de guerra de al menos dos puentes y
baterías corridas por banda. Organizados en escuadras que combinaban
adecuadamente los diversos tipos según los variados objetivos que cubrían,
se batieron durante el siglo XVII flotas enteras a duelo de cañón y abordaje.
En 1590 apareció el puente alto con cañones menores; luego las 'portas'
o troneras bajo la primera cubierta y más tarde en la segunda cubierta. Los
franceses construyeron en 1657 el primer barco de tres puentes. El buque de
160 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
guerra se fue perfilando de acuerdo al corolario de que a mayor tonelaje,
mayor número de cañones, idea concebida primero para el bergantín, del
cual se pasó directamente a la fragata; mas como pronto se vió la necesidad
de contar con un buque intermedio, se creó la corbeta, capaz de cumplir
misiones de reconocimiento, dada su movilidad. En promedio, el bergantín,
la corbeta, la fragata y el navio desplazaban respectivamente doscientas,
cuatrocientas, ochocientas y mil doscientas toneladas.
Gracias al arte de fijar las velas en las vergas -que aparecieron como base
para las velas cuadras-, de combinar y manejar las velas y de tomar rizos
según fuera la fuerza del viento, fue que los navegantes pudieron recorrer el
mundo en todos sentidos, lo que en modo alguno hubiera sido posible con
las antiguas galeras; y que las escuadras pudieron concebirse como equipos
orgánicos, capaces de movimientos tácticos definidos, tornándose amplia-
mente manejables.
En tiempos de Enrique VIII de Inglaterra hubo un buque de guerra que
desplazaba sobre mil toneladas y llevaba catorce cañones pesado s y veintiséis
culebrinas, fuera de numerosas piezas pequeñas: el navio Enrique Gracia de
Dios, construido en 1539. Fue un modelo para su tiempo. Tenía extraor-
dinaria altura, especialmente a popa; su arboladura y velamen eran la última
palabra, pues llevaba obenques y flechastes, sosteniendo cada palo una vela
de enormes dimensiones; los masteleros eran cortos y las cofas circulares
servían para alojar soldados.
Los holandeses también daban pautas. En 1677 Nicolás Witsen,
burgomaestre de Amsterdam y famoso armador, publicó un libro que gozó
de tanta aprobación, que los Estados Generales de los Países Bajos, velando
por su seguridad, prohibieron sacarlo del territorio; pero los franceses
lograron hacerse de un ejemplar.
Estos y otros adelantos contribuyeron al desarrollo del tonelaje, hasta
llegar al buque de cinco puentes y gran arboladura, cuyos aparejos se
asemejaban a los que todavía se conocen en los pocos veleros que quedan.
Característico también de la modernidad fue el hecho de que comenzaran a
distinguirse los buques de guerra de los mercantes.

Cálculo de la posición del buque en el mar


Para ubicarse en el mar, la ciencia náutica ha recurrido siempre al
hemisferio celeste, vale decir, a los astros.
La astronomía es tan antigua como la civilización misma, y talvez anterior
CAP. XXI - EL BUQUE Y SUS ACCESORIOS 161
a los orígenes de la navegación. Los fenicios y demás antiguos empleaban la
estrella polar para guiarse en la noche, de día, seguían los movimientos del
sol: orto y ocaso.
Desde el siglo XI los árabes sabían calcular la latitud, deduciéndola de la
altura de un astro, tomada en el momento de su paso por el meridiano. Para
esto que hoy nos parece tan natural, se requería conocer la declinación del
astro, o sea, su distancia del ecuador celeste. Pues bien, un sefardita llamado
Zacuto publicó en 1496 un almanaque con la declinación de varios astros.
Ya la latitud no era un misterio, como lo había sido.
Para medir la altura de un astro sobre el horizonte se usaba el astrolabio.
Cicerón atribuía su invención a Arquímedes, y Plinio, a Atlante de Libia;
pero hay quienes lo endilgan con mucho fundamento al griego Hiparco, que
vivió en el siglo II de nuestra era. Consistía en una media esfera hueca
movible, encajada encima de otra en que se hallaban marcados los círculos
necesarios. Iba colgada de un anillo que llevaba, y se manejaba por medio de
una alidada con sus fórmulas, por donde se dirigían las visuales o se recibía
el rayo luminoso del astro; los ángulos se leían en un limbo graduado. De este
instrumento, empleado por Colón, Vasco de Gama, Magallanes y Elcano,
sólo quedan ejemplares en algunos museos histórico-navales.
Como el balance y cabeceo del buque originaban en el astrolabio errores
de hasta dos grados, el cuadrante de Davis (1600-1699) consiguió en gran
parte reemplazarlo. El cuadrante fue a su vez desplazado por el octante hecho
en 1731 por John Hadley, a quien se le considera inventor del instrumento
de reflexión. Veinte años después apareció el sextante. Similar al que
conocemos hoy, sustituyó en definitiva al astrolabio. Hubiera sido imposible
confeccionarlo sin que se registraran previamente ciertos avances de la
tecnología óptica; si bien ya en tiempos de Ptolomeo se conocía algunos
lentes elementales, el realmente útil para la fabricación del sextante fue
patentado por el holandés Lippersheim en 1608. La primera idea de este
aparato parece haber sido de Thomas Godfrey, de Philadelphia, que lo
describió en 1730, o acaso de Newton, pues entre sus papeles se ha hallado
la descripción de un instrumento semejante.
La determinación más precisa de la orientación la dió el empleo de cartas
costeras primero, y marinas después; en estas cartas los meridianos figuraban
trazados según el sistema de proyección perfeccionado en el siglo XVI por
Mercator.
Inmenso nos parece el desarrollo alcanzado en materia de control de la
navegación entre los siglos XV y XVIII. Pero el cálculo de la longitud fue
162 CARLOS AGUJRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
harina de otro costal. Los reyes incitaron con premios a quienes diesen con
la clave para saber cómo ubicarse en la coordenada este-oeste, que faltaba
para fijar la posición del buque en una carta. El problema porfiado consistía
en contar en el buque con la hora exacta, lo que tardó mucho en resolverse.
El reloj marino o cronómetro dió la clave, porque la diferencia horaria era
la solución. Esto llegó a conocerse recién a fines del siglo XVIII, cuando el
ciudadano inglés Harrison obtuvo del parlamento británico veinte mil libras
esterlinas en premio por haber encontrado, con el invento de su cronómetro,
un medio para determinar en el mar la longitud con una aproximación de
treinta millas. Sextante y cronómetro habían de constituirse en el binomio
indispensable para la navegación astronómica hasta comienzos del siglo XX,
cuando la radiotelegrafía permitiría conocer en cualquier punto del globo la
hora exacta transmitida desde tierra.
En la antigüedad, el cálculo de la distancia recorrida en la mar dependía
del arbitrio de lo que, con ironía, llamaban 'la fantasía del piloto'. A fines del
siglo XVI se inventó la primera corredera llamada 'barquilla , todavía hoy
1

usada en los veleros, aunque excepcionalmente.


Acompañado del clásico reloj de arena, es históricamente el instrumento
náutico más familiar en Chile, por haber sido conocido y empleado por los
guardiamarinas en el buque de instrucción General Baquedano. Casi no
merece el nombre de instrumento: tan rudimentario es como un pedazo de
tabla triangular, cuyos tres vértices van sujetos por medio de un cabo con
figura de pata de gallo. En ella hay un arco de sesenta grados, revestido de
plomo con el fin de que mantenga la barquilla en posición vertical mientras
permanece en el agua. Los cabos van firmemente ligados a los extremos del
arco, y unidos entre sí por sus otros chicotes a un pasador que se introduce
en una cazoneta fijada a la 'línea' (cuerda) de la corredera, la cual está
jalonada por nudos marineros que indican la cantidad de línea que sale de a
bordo.
Cuando se larga esta corredera al mar, se fila línea hasta que el primer
nudo pase por la mano del operador, quien, al notar su pasada, da aviso al
operador del reloj de arena, que lo debe dar vuelta para contar el tiempo.
Cuando termina de caer la arena, el operador de la corredera sostiene la línea
con fuerza, obligando al pasador a salir de la cazoneta, lo que pone a la
'barquilla' horizontalmente en el agua; entonces recoge la corredera,
halando la línea. La longitud de línea filada durante el tiempo que demoró
la arena en precipitarse determina la velocidad del buque en ese momento.
Este sistema para calcular lo navegado iba a ser el único conocido hasta
mediar el siglo X3X.
CAPÍTULO XXII LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS

Grandes hechos náuticos incruentos comenzaban a ocurrir en el mundo.


Bartolomé Díaz redescubría en 1486, por cuenta de Juan II de Portugal, el
cabo de Las Tormentas, como él lo llamó, o de Buena Esperanza, como lo
bautizó el soberano debido a que posibilitaba otro camino ala India. En 1492,
España, unida desde 1479 por el matrimonio de los monarcas de sus
principales reinos, llegaba al umbral de su grandeza descubriendo un nuevo
mundo, al mismo tiempo que expulsaba de la Península Ibérica al emir de
Granada, que había rehusado en 1481 pagar tributo a las majestades
católicas. Estas, a fin de impedir que los moros de Africa auxiliaran al
r /

granadino, se habían valido de la marina, puesto que el mar era la única vía
de comunicación de Granada con el Africa.
r

Los descubrimientos portugueses


Durante la guerra contra los moros y bajo las órdenes del Cid había hecho
sus primeras armas el entonces joven conde Enrique de Borgoña. Descen-
diente de uno de los reyes de Francia, había pasado a España a combatir a
los infieles, animado de profundo celo religioso. Vistos sus méritos, el
monarca leonés le había confiado más tarde el mando de su ej ército, la marca
de Portugal y una de sus hijas, dotada para el matrimonio con las propias
conquistas que había sabido hacer (año 1092). Enrique había aumentado
después considerablemente sus dominios, llegando hasta Lisboa por el sur y
echando los cimientos del reino de Portugal, que su hijo Alfonso proclamó
en 1139, al separarse de León.
El periodo más brillante de la historia portuguesa abarca de 1385 a
1580, jalonado por resonantes victorias contralosmusulmanesy espléndidos
descubrimientos geográficos. En 1400, establecida su residencia en el
164 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
promontorio de Sagres, junto al cabo San Vicente, comenzó el principe
Enrique el Navegante a dirigir expediciones marítimas destinadas a investigar
lo que hasta entonces ignoraban las naciones extranjeras respecto a la costa
r
occidental del Africa. Descubiertas así las islas Azores y Maderas por los
primeros exploradores, envió una expedición a doblar el cabo Bojador, tan
temido por los antiguos como seguro término de toda empresa humana.
Penetrando luego en la exasperante zona tórrida, sus marinos llegaron al
Cabo Blanco y final-mente al Cabo Verde. A estos hallazgos siguieron tras
su muerte los de las islas del Cabo Verde y de toda la costa entre Senegal y
Guinea (1471).
Reanudadas con energía estas aventuras bajo Juan II, se conoció en 1481
el Congo y Diego Cao alcanzó el Cabo Negro, a 15 40" de latitud sur.
o

En 1486 se hizo a la vela Bartolomé Díaz a fin de continuar las


exploraciones hacia el sur. Al frente de dos embarcaciones de cincuenta to-
neladas consiguió doblar el cabo que llamó 'de Las Tormentas por el viento
1

furioso que allá azotó a sus naves. Luego, subiendo por la costa oriental del
Africa, llegó hasta un río que las cartas geográficas denominarían Fish, desde
donde, muy a su pesar, se vió forzado a emprender viaje de regreso en
atención al estado de sus tripulaciones, exhaustas por la escasez de víveres,
los inauditos trabajos y penalidades sin cuento.
Varias colonias fundaron los lusitanos en el continente negro, especial-
mente en Mozambique. Pero su natural inclinación había de ser por India,
Indochina y las islas Molucas. Después de derrotar en más de una ocasión
a naves de los rajáes indios, especialmente del de Calcuta, Vasco de Gama
logró un tratado de comercio con el rajá de Cananor y Cochín. El rey Ma-
nuel, constatando que los árabes eran los enemigos más importantes que
Portugal encontraba en su tráfico con la India, despachó una expedición a las
órdenes de Tristao da Cunha, descubridor de las islas de su nombre, quien,
para dominar la entrada del mar Rojo y, por consiguiente, de una de las tres
vías usuales del comercio con el oriente remoto, se apoderó de la ínsula de
Socotora, al norte de la cual fundó el puerto de Soco.

El primer viaje de Colón


Nacido probablemente en Génova en 1436 o 1446, estuvo dedicado al
servicio marítimo desde sus catorce años. 'De muy pequeña edad -escribiría
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 165
él mismo, posteriormente- entré a la mar navegando y lo he continuado hasta
hoy'. El arte náutico inclina a quien lo cultiva a indagar los lugares recónditos
de la Tierra.
Tratando de encontrar un camino a la India más corto que el hallado por
los portugueses, pensaba que, siendo la Tierra redonda, en su navegación
hacia el poniente debía topar con la extremidad oriental de las Indias, en lo
cual habría acertado de no existir de por medio un continente que todos
ignoraban.
Colón maduró su proyecto en Portugal . El anciano Toscanelli, cosmógrafo
y médico italiano que había levantado una carta de la Tierra, confirmó a
Colón en sus creencias y comunicó sus inquietudes al monarca portugués en
1474. Rechazado en la corte lisboeta, se dirigió a España. Después de veinte
años, cuando frisaba en los cincuentiséis años, pudo Colón dar forma a su
acariciada empresa.
En efecto, recibido por la reina Isabel, ingresó como servidor de los reyes
mientras se tomaba una resolución sobre su proyecto. Pasó así desde 1487
hasta 1491, en que, terminadas las hostilidades contra los moros, la soberana
le otorgó el apoyo financiero que necesitaba, dando origen a la leyenda del
desprendimiento de sus joyas.
Al amanecer del 3 de agosto de 1492 se hizo a la mar después de haber
conseguido reclutar con explicables dificultades a la gente necesaria para sus
buques. Enarboló su pabellón en la Santa María, la mayor de las tres naves
y única enteramente cubierta; las otras dos, mandadas por Martín Alonso y
Vicente Yáñez Pinzón, sólo tenían cubierta a proa y popa. Esta frágil
escuadrilla contaba con noventa marineros y, en total, ciento veinte personas
embarcadas. El pueblo de Palos las despidió con lágrimas, presagiando sólo
desgracias.
La flotilla hizo rumbo a las islas Canarias, donde permaneció aproxima-
damente un mes efectuando reparaciones a la Niña. El 6 de septiembre,
saliendo de la isla Gomera, la más occidental de aquel archipiélago, enfilaron
proas al poniente. A la vista del Mar de los Sargazos, las tripulaciones
creyeron haber llegado a los límites del mar navegable; Colón logró
convencerlos de que, al contrario, esas algas indicaban la proximidad de
tierras. Después de haber oteado ligeras bandadas de páj aros, el 11 de octubre
se vió un junco verde cerca de la Santa María; los marineros de la Niña
sacaron una rama de árbol con frutos rojos perfectamente frescos; los
tripulantes de la Pinta divisaron una caña, una tabla y un madero labrado. Las
nubes que orlaban el sol tomaron un aspecto distinto y el aire se tornó más
166 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
suave y caliente. Como a las diez de la noche creyó Colón divisar un punto
luminoso que se movía, como si alguien llevase una antorcha; otros creyeron
ver lo mismo. Todas estas señales hicieron renacer la calmay alegría entre los
descubridores.
A las dos de la madrugada del 12 de octubre, Rodrigo de Triana, marinero
de la Pinta, vió a la luz de la luna relucir una playa arenosa y llana a una
distancia de dos leguas marinas. Toda la gente de esa nave gritó ¡tierra!
¡tierra! Con un cañonazo Martín Alonso anunció a la escuadrilla la fausta
noticia. Al amanecer todos pudieron contemplar un hermoso paraje cubierto
de bosques y regado por muchos arroyos. La travesía desde las Canarias
había durado treintiséis días, habiéndose recorrido más de setecientos
cincuenta leguas marinas.
Colón fondeó auna legua. Inmediatamente la ribera se cubrió de hombres
desnudos, ávidos de presenciar una espectáculo para ellos maravilloso.
Vestido con su más rico traje y llevando en la mano el estandarte real, Colón
bajó a tierra acompañado de los otros capitanes. Tras besar el suelo, alzaron
un crucifijo y doblando la rodilla dieron gracias a Dios por el feliz éxito de
su viaje. En seguida, con todas las formalidades, el comandante tomó
posesión del país a nombre de Castilla. Con el prestigio ganado gozaba ahora
de autoridad frente a su atemorizado equipaje.
La isla en que habían desembarcado forma parte del grupo de las Lucayas
y era denominada por sus nativos Guanahani. Colón le dió el nombre de San
4

Salvador'. Hoy no se puede fijar con seguridad cuál sea; opiniones autori-
zadas conceden ese honor aMayaguana; pero según la descripción de Colón
-que en su diario de navegación había dejado estampadas todas las particu-
laridades de su empresa-, la tierra en que puso sus pies por primera vez era
'bastante grande, enteramente llana' y tenía 'muchos árboles, mucha agua
y en el centro un lago y ninguna montaña', circunstancias todas que
únicamente apuntan a la isla Watling.
Sucesivamente descubrió en dirección suroeste islas que llamó 'Concep-
ción', 'Fernandina' e 'Isabela'. Luego recorrió el noreste de Cuba, a la que
nombró Tsla Juana' Por último descubrió el extremo de Haití, que
denominó La Española' por su semejanza con el mediodía ibérico.
4

En el reconocimiento de esta costa naufragó la Santa María, por lo cual


Colón hubo de transbordar a la Niña, única embarcación que le quedaba, por
habérsele separado Martín Alonso con la Pinta. En tal situación, y temiendo
que aquel se adelantara a llevar a Europa la nueva del descubrimiento,
Lámina 11 La Santa María,
1492, reconstrucción hipotética
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 167
embarcó algunas provisiones y una muestra de aborígenes - 'indios', según
creía-, y con ellos partió a España el 16 de enero de 1493. Antes había hecho
construir con la madera salvada de la Santa María el fuerte'Navidad', que
dejó a cargo de Diego de Arana con cuarenta hombres.
Apoco andar, se encontró con la Pinta, como perdida en aquellos mares;
fingiendo aceptar las disculpas de su capitán, continuó con ella su viaje de
regreso. Navegaron con buen viento y sin accidentes hasta el 12 de febrero.
Ese día empezó una tempestad que se hizo furiosa el 14, separando a \SL Pinta
y casi haciendo zozobrar a la Aína. Previendo lo peor, Colón escribió en dos
pergaminos una relación abreviada, los envolvió cuidadosamente en un
encerado y los metió en dos toneles, uno fue arrojado al mar y el otro quedó
para ser lanzado en el momento en que ocurriera el naufragio.
Amainada la tempestad, Colón pudo llegar a las Azores el día 17. Pero al
abandonar este archipiélago, una nueva tempestad puso en peligro su
desmantelada nave. Finalmente fondeó en la boca del Tajo, frente a Lisboa,
el 4 de marzo. Allí visitó al rey don Juan y despachó oficios a la corte de
España, anunciando la increíble nueva.
El viernes 15 de marzo, a eso del mediodía, la nave de Colón entró al
puerto de Palos, de donde había zarpado siete meses y doce días antes. En
la tarde entró la Pinta con aires de haberse adelantado a Colón, encontrán-
dolo, por el contrario, aclamado por la población. Martín Alonso Pinzón no
quiso bajar ese día a tierra; lo hizo al siguiente ocultamente, terminando por
morir una quincena después, consumido quién sabe de qué sentimientos.
Colón emprendió luego una verdadera marcha triunfal hasta Barcelona,
donde se hallaba la pareja real, pasando por Sevilla, Málaga, Murcia y
Valencia, Don Fernando confirmó a Colón en sus privilegios y su consorte
le permitió usar el apelativo de 'almirante' y los emblemas correspondientes
a sus títulos, alusivos a los descubrimientos.

Los otros viajes de Colón


Tres viajes más realizó el almirante, notables por la cantidad de gente que
se embarcó, anhelosa de conocer tierras maravillosas.
El 25 de septiembre de 1493 salió don Cristóbal de Cádiz con tres buques
grandes y catorce carabelas, mil qunientas personas, caballos, vacas, ovejas,
aves, herramientas, semillas y todos los elementos imprescindibles para
colonizar. En ese periplo reconoció las islas Dominica, María Galante,
168 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Guadalupe, Santa María, La Antigua, San Martín, Santa Cruz y las Once Mil
Vírgenes, que pertenecen al grupo de las Antillas Menores. Descubrió
también la isla de Puerto Rico, extendió su reconocimiento del litoral cubano
y dió la vuelta por completo a la Española, como también alrededor de
Jamaica. En La Española halló arruinado el fortín Navidad, pero un poco
más al este, en la misma costa septentrional de la isla, fundó la ciudad de
Isabela.
El tercero de los viajes de Colón fue muy importante, por haber
descubierto entonces un nuevo continente, sin percatarse de ello. Salió de
San Lúcar de Barrameda el 30 de mayo de 1498 con seis naves, tres de las
cuales despachó desde las islas Canarias directamente aLaEspañola. Con las
restantes continuó a las islas de Cabo Verde, desde donde torció al poniente
por la región ecuatorial. Tocó el 1 de agosto en la isla Trinidad, la más austral
0

de las Antillas menores, situada cerca de la boca del Orinoco y separada por
un estrecho canal de la península de Paria. Mientras por entonces Vasco de
Gama llegaba a la India por la vía del cabo Buena Esperanza, el 'Almirante
de la Mar Océana' reconoció la costa meridional de Trinidad, penetró en el
golfo de Paria y, saliendo al mar de las Antillas por un angosto canal que
denominó Bocas del Dragón, siguió costeando hacia el oeste, reconoció la
isla Margarita y llegó al puerto de Santo Domingo, fundado en la costa austral
de La Española por su hermano Bartolomé.
En la colonia pasó Colón días muy amargos, que culminaron con el
vejamen de que lo hizo objeto el comisario real Bobadilla, quien lo remitió
engrillado a España. La indignación que este hecho causó en la Península fue
enorme. Los reyes ordenaron su inmediata libertad, le significaron el pesar
que les había causado el suceso y destituyeron inmediatamente al torpe
comisario. Colón conservó siempre esos grillos y dispuso que fuesen
enterrados con él.
El cuarto y último viajetuvo lugar en 1502. Lo acompañaban su hermano
Bartolomé y su hijo Fernando, de trece años de edad, quien más tarde
escribiría la biografía de su progenitor. Zarpó de Cádiz el 9 de mayo de ese
año en cuatro carabelas dotadas de ciento cincuenta hombres. Hizo la
acostumbrada escala en Canarias, luego viró al suroeste, reconoció la isla
Martinica, desembarcó en Dominica, recorrió la orilla meridional de Puerto
Rico, pasó por el sur de laEspañola, bordeó el litoral austral de Jamaica, tocó
en la isla de Pinos, al suroeste de Cuba, y, penetrando en el golfo de
Honduras, bajó a tierra en un abra que llamó Cajinas y que ahora se
denomina Trujillo. Demoró un mes -15 de agosto al 15 de septiembre-
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 169
visitando esa costa, que llamó de la Oreja, hasta el cabo por él titulado
'Gracias a Dios'. Continuó la exploración hacia el sur, a las comarcas de los
indios misquitos, en América Central (octubre y noviembre); avanzó todavía
hacia el golfo de Darién, pero el pésimo estado de sus naves y la fatiga de sus
tripulantes lo constriñeron a regresar a Cuba. Perdido totalmente el aparejo
y con los buques aportillados y su gente rendida, llegó Colón el 23 de junio
de 1503 a un lugar de Jamaica llamado hoy Dry Harbour, donde fueron
abandonados los buques, quedando los tripulantes en el más terrible
desamparo.
Allí permaneció un año entero sin recibir socorro alguno. De trance tan
apurado salió mediante los recursos de un tal Diego Méndez, que consiguió
pasar a La Española en una canoa de indígenas con un compañero llamado
Bartolomé Fieschi; allá logró Méndez equipar al cabo de grandes dificultades
una nave en que poder ir a recoger a Colón y los demás. El almirante
permaneció en Santo Domingo menos de un mes. El 12 de septiembre de
1504, enfermo y abatido, se ausentó para siempre del Nuevo Mundo: volvía
a España en busca de paz y descanso, para fallecer en Valladolid completa-
mente inadvertido. Fuera de sus hijos Diego y Fernando, compartieron sus
últimos momentos Méndez y Fieschi (1506).
Algunos de los viajes de Colón y demás excursiones españolas y
portuguesas por América fueron repetidas por Inglaterra, cuyo soberano
Enrique VII se valió para tal objeto de los Gabotto, familia veneciana
avecindada en Bristol con el apelativo de Cabot.

Primeras exploraciones del Pacífico


Las revelaciones de Colón abrieron los ojos al mundo de tal modo que los
hallazgos geográficos continuarían sucediéndose sin interrupción hasta bien
entrada la época contemporánea. El descubrimiento de América implicó
también el del océano Atlántico, hasta entonces inexplorado al oeste de las
islas descubiertas por los portugueses en tiempos de Enrique el Navegante.
Este océano iba a identificarse con la edad moderna, dando impulso a la
navegación astronómica o "de altura'.
Pero también se conoció un nuevo océano. En el primer decenio del siglo
XVI ya estaba claro que algunas costas recorridas por Colón correspondían
a un nuevo continente, dado a conocer por Américo Vespucio (Amerigo
Vespucci). Rastreando el istmo de Panamá, Vasco Núñez de Balboa avistó
en 1513 un piélago que, dada su posición, llamó 'Mar del Sur'. Inicióse
170 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
entonces la afanosa búsqueda de un pasaje entre ambos océanos. Juan Díaz
de Solís creyó encontrar en 1515 el ansiado paso, que resultó ser sólo el
estuario de dos grandes ríos, llamado posteriormente Río de la Plata.
El problema lo resolvió un portugués al servicio de España: Hernando de
Magallanes, quien zarpó de San Lúcar de Barrameda el 25 de noviembre de
1519 con cinco naves y doscientos cincuentinueve tripulantes. Sin perder de
vista las costas atlánticas del nuevo continente, navegó lentamente hasta la
Patagonia, siendo el primero que llegara a esas latitudes; allí invernó en la
bahía de San Julián, soportando un riguroso invierno. Siguiendo al sur,
alcanzó el 29 de octubre de 1520 a la embocadura de un ancho brazo de mar,
al que penetró el I de noviembre; venciendo toda suerte de obstáculos
o

hidrográficos y otros contratiempos, logró cruzarlo en toda su extensión,


percatándose de que éste era el estrecho entre los dos océanos: Todos los
Santos' lo bautizó. El 28 de noviembre asomó al mar libre. Contemplándolo
ese día en toda su grandeza tranquila, le nació de lo hondo llamarlo Pacífico;
el océano, agradecido, lo favoreció constantemente con buen tiempo
mientras bordeó las costas australes de Chile hasta el paralelo 3 7 , correspon-
o

diente aproximadamente a la desembocadura del Bío-Bío. Ello permite


afirmar que Magallanes fue el descubridor de Chile, al menos desde el mar.
En seguida puso proa al poniente, hasta recalar en mayo de 1521 en Filipinas,
donde pereció a manos de indígenas.
El viaje de Magallanes pudo proseguir gracias a la energía del piloto Juan
Sebastián Elcano, que, poniendo rumbo hacia el cabo Buena Esperanza,
regresó a San Lúcar el 6 de septiembre de .1522 con sólo veintiún sobrevi-
vientes en la nave Victoria, completando así la primera vuelta al mundo. El
buque había hecho escala en las Molucas a fin de tomar un cargamento de
especias, cuya venta bastó para cubrir todos los gastos de aquella expedición
de tres años.
La importancia estratégica de la ruta a través del Pacífico meridional y,
más que nada, el incentivo de la expansión comercial al tocarse el Asia, debía
engendrar rivalidades entre los reinos y también acarrear nuevos descubri-
mientos. En efecto, desde España se despacharon a partir de 1525 diversas
flotillas al cono sur de Sudamérica con el objeto de tomar posesión de esas
tierras para la corona castellana. García de Loayza y Juan Sebastián Elcano,
tras cruzar el estrecho de Todos los Santos con grandes penurias, continua-
ron hacia Filipinas. Simón de Alcazaba falló en su intento de atravesar ese
estrecho en 1535. Más afortunado, Alonso de Camargo lo hizo en 1541,
logrando empalmar en Valparaíso con la expedición terrestre que desde el
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 171
Cuzco había conducido Pedro de Valdivia al valle longitudinal de Chile.
Para esa fecha, la costa oriental del Pacífico ya había sido navegada desde
Panamá hasta Valparaíso. Primero, por la expedición de Pizarro, que había
desembarcado en el Perú y conquistado el enorme imperio incaico. Más
tarde, por el Santiaguillo, primer barquichuelo que, procedente del Perú,
surcara aguas chilenas hasta Valparaíso, llevando en 1536 apoyo para el
regreso al Cuzco de la expedición terrestre de Almagro.
Iniciada la conquista de Chile en 1541 por Pedro de Valdivia, éste obtuvo
del rey Carlos nombramiento de gobernador de las tierras por él sometidas,
jurisdicción que posteriormente pidió ampliar hasta el polo sur. A fin de
robustecer tal petición, Valdivia quiso ocupar efectivamente ambas riberas
del estrecho descubierto por Magallanes. Para ello comisionó a Francisco de
Ulloa, que alcanzó a internarse unas treinta millas por ese estrecho en 1553,
sin poder surcarlo por la precariedad en que se hallaba su nave. El sucesor
de Valdivia, don García Hurtado de Mendoza, envió desde el río Calle-Calle
al piloto Juan Ladrillero, que tomó posesión de las costas magallánicas a
nombre de dicho gobernador (1558).
Pensemos en la carga emotiva que para un español culto de la época
significaba el estrecho de Gibraltar, que también comunicaba dos mares al
sur de su territorio. Se entiende, pues, el anhelo hispánico de poblar las tierras
magallánicas, que más tarde concretó la expedición de Pedro Sarmiento de
Gamboa (1578-80). Este esforzado colonizador de Chile fundó los poblados
'Rey don Felipe' -sugerentemente rebautizado como 'Puerto del Hambre'-
y 'Nombre de Jesús', que tuvieron una corta vida, al ser destruidos por los
naturales y muerto s sus errantes pobladores por el hambre y el rigor del clima.
Pronto se sumaron al ímpetu descubridor marinos al servicio de los
gobiernos de Londres, París y Amsterdam. Siguiendo el ejemplo del ya
nombrado Sebastián Cabot, buscaban un paso hacia el Pacífico por la zona
ártica, lo que sirvió para conocer nuevos archipiélagos, cual el de Nueva
Zemlia, al norte de Siberia. Otros disputaron aguas a los españoles, como
Francis Drake, quien, inaugurando el paso que hoy lleva su nombre, dió la
segunda vuelta al mundo. Tras la estela de estecorsario inglés, siguieron otros
compatriotas suyos de igual calaña que cruzaron el estrecho de Magallanes
para saltear las colonias españolas del Pacífico, como Cavendish en 1587 y
Hawkins en 1593.
En 1603 el almirante español Gabriel de Castilla avistó tierras hacia el sur
del paso interoceánico descubierto por Drake. Esta noticia, que pudo haber
172 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
guiado al hallazgo del continente antartico, se silenció, probablemente
por razones de Estado, para caer en el olvido.
La tercera vuelta al mundo, efectuada por los neerlandeses, llevó al
descubrimiento del cabo de Hoorn -castellanizado Hornos- por Schouten y
LeMaireen 1616. Otros coterráneos suyos lo habían precedido en el cruce
del estrecho: vanNoort en 1600 y Spilberg en 1615.
Las novedades geográficas pudieron ser difundidas rápidamente gracias
a la imprenta. Esto y el sistema de proyección de latitudes ideado por el
holandés Gerhard Kremer, alias Mercator, dieron gran auge a la cartografía.
Navegantes de todas las naciones marítimas se lanzaron a partir del siglo
XVII a explorar el vasto Pacífico. En 1606 Luis Vaez de Torres descubrió
Tahiti, luego Espíritu Santo en el archipiélago de Nuevas Hébridas, y
finalmente el estrecho de su nombre entre Nueva Guinea y Australia. En
1646 el holandés Abel Jansen cincumnavegó este quinto continente y
descubrió Tasmania, isla que bautizó 'Van Diemen' en honor al gobernador
de Batavia, ciudad javanesa donde la Compañía Neerlandesa de Indias tenía
desde 1619 su centro oriental de operaciones, después de haber quitado a los
portugueses el comercio de las especias extraídas de las islas Molucas. Jansen
pasó después a Nueva Zelandia y de regreso a Java descubrió los archipié-
lagos Tonga y Fiyi.
La narración de todos los hallazgos efectuados entre los siglos XVI y
XVIII rebasa el alcance de estos apuntes, ya que, aun resumida, exigiría
varios capítulos. Por tanto, nos limitaremos a entregar un listado de las
principales exploraciones geográficas modernas.
Exploraciones marítimas modernas
NAVEGANTES AÑOS LUGARES EXPLORADOS
1402 Cabo Bojador
Enrique el Navegante 1460 Islas de Cabo Verde
Gente patrocinada por
D.Enrique 1471 Guinea y Senegal
Diogo Cao 1486 Congo y Cabo Negro
Bartolomeu Dias 1487 Cabo Buena Esperanza
Cristóbal Colón (4 viajes) 1492-1502 Indias Occidentales
Giovanni Gabotto 1497 Terranova
Vasco da Gama 1498 Mozambique; Calicut (India)
Giovanni Gabotto 1498 Nueva Inglaterra
Cortés Ojea y A. Vespucci 1499 Costa venezolana
Pedro Alvares Cabral 1500 Costa brasilera
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 173
Vicente Yáñez Pinzón 1500 Delta amazónico
Vasco da Gama 1502 Islas Molucas
Affonso d'Alburquerque 1511 Sumatra, Borneo, N.Guinea
Juan Ponce de León 1512 La Florida
Vasco Núñez de Balboa 1513 Mar del Sur (Pacífico)
Juan Díaz de Solís 1515 Mar Dulce (Río de la Plata)
Hernando de Magallanes y 1520-21 Estrecho de Todos los
Sebastián Elcano Santos; Océano Pacífico;
Filipinas; primera vuelta
al mundo.
García de Loayza y S. Elcano 1526 Estrecho magallánico
Simón de Alcazaba 1535 Idem
Alonso de Camargo 1541 Desde España hasta
Valparaíso, vía estrecho de
Magallanes.
Francisco de Ulloa 1553 De Valparaíso al Estrecho.
Juan Ladrillero 1558 Desde Valdivia, canales
patagónicos hasta el Estre-
cho.
Martin Frobisher 1576 Bahía de Hudson (Canadá)
Francis Drake 1578 Mar de Drake
sir Walter Raleigh 1582 Virginia (Norteamérica)
Pedro Sarmiento de Gamboa 1584 Estrecho magallánico
John Davis 1585 Estrecho de Davis
(Norteamérica)
Thomas Cavendish 1587 y 91 Estrecho de Magallanes
Richard Hawkins 1594 Por el estrecho, al Pacífico
Willem Barents 1596-7 Mar de Barents, Spitzbergen,
Nueva Zemlya.
Simón de Cordes y D. Gherritz 1599 Por el estrecho, costa
americana del Pacífico,
hasta México.
Oliver van Noort 1600 Por el estrecho, al Pacífico
Gabriel de Castilla 1603 Shetlands del Sur
Luis Vaez de Torres 1606 Islas del Pacífico sur
Jórg Spilberg 1615 Por Magallanes al Pacífico y
regreso por Buena Esperanza
Willem Schouten 1616 Cabo de Hornos
174 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
y Jacob Le Maire
William Baffin 1616 Mar y Tierra de Baffin
Bartolomé y Gonzalo Nodal 1619 Cono sur sudamericano;
(piloto D. Ramírez de Arellano) islas Diego Ramírez
Jacob L'Hermite 1632 Archipiélago fueguino
Hendrik Brouwer 1643 Isla de los Estados
Abel Tasman 1642-3 Periplo de Australia;
Nueva Zelandia; Tonga; Fiji
sir John Narborough 1670 Tierra del Fuego
Jacob Roggeveen 1722 Isla de Pascua
sir George Anson 1739 Canales patagónicos
Louis A. de Bougainville 1763 Archipiélagos del Pacífico
comodoro John Byron 1764 Extremo austral americano
James Cook (3 viajes) 1768 Hawai; archipiélagos del
Pacifico.
Jean Fran^ois de la Pérouse 1785 Archipiélagos del Pacífico
CAPÍTULO XXIII EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO

Panorama General
Durante la segunda mitad del siglo XV no ocurrieron grandes batallas
navales, pese a la cuantiosa existencia de buques, especialmente transportes.
Sólo operaciones invasoras y encuentros menores.
Después de la caída de Constantinopla, los turcos tácitamente dominaban
el Mediterráneo oriental, mar que constituía el soporte de sus conquistas.
Establecidos en Egipto y Siria, y tocando ya las fronteras de la cristiandad
occidental, siguieron presionando sobre las pocas plazas que Venecia,
Génova y Rodas conservaban en ese mar y que ambas repúblicas marítimas
italianas iban a defender con sus escuadras expertas, fogueadas y bien
mandadas, pero sin aliarse ante el enemigo común, mientras los demás
estados europeos se desentendían de la amenaza otomana, más preocupados
de sus propias rencillas.
No tardó Mehemet II en pasar de la inminencia a los hechos, anotándose
sucesivos éxitos, según puede verse en la siguiente cronología.
1454 - Venecia y Génova ya pagan tributo al Gran Turco. Venecia, la
primera en enviarle embajadores, obtuvo libertad de comercio y un cónsul
en Constantinopla.
1455 - Aprovechando la guerra de Aragón con Génova y de Inglaterra
con Francia, Mehemet atacó Belgrado en abril. Serbia quedaba sometida.
1461 - Con un sesquicentenar de naves, Mehemet arrebató a los genoveses
sus colonias de Amastri y Sínope, en el mar Negro, donde luego privó al
último Comneno de su reino de Trebizonda. También invadió Valaquia,
declaró la guerra a Rodas y envió una gran flota contra Skanderberg,
converso del islam al cristianismo que había encendido el patriotismo albanés
y ahora luchaba junto a Matías Corvino, rey de Hungría, contra los
osmanlíes.
176 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
1462 - Al atacar aislada y temporalmente a naves turcas, los corsarios
catalanes al menos estaban manifestado inquietud...
1464 - Guerra trienal turco-veneciana por Morea, postrer reducto de la
dinastía bizantina de los Paleólogos. Al pedido veneciano de ayuda sólo
acudieron los más amagados: el Papa y el rey de Nápoles.
1475 - Mehemet se apoderó de Caifa y otras posesiones de los genoveses,
a quienes ya les había quitado Famagusta. Crimea pasó a manos turcas.
1479 - Abandonada por el Papa y por Nápoles, Venecia consiguió la paz
con Mehemet a cambio de Scutari y otras plazas en la Morea, y de obligarse
a pagar indemnizaciones de guerra.
1480- Mehemet despachó a su almirante Keduk Ahmed con veintinueve
galeras a apoderarse de Zante y Kefalonia, en el Adriático. Los caballeros de
San Juan repelieron un ataque turco a la isla de Rodas.
1481 - Ahmed se fortificó en Otranto, que los príncipes italianos coligados
sitiaron y bloquearon, haciéndolo capitular honrosamente.
1499 - Turquía contra Venecia: después de maniobras preliminares, y de
escaramuzas luego, se enfrentaron en Portolungo el 12 de agosto.
1500 - Francia acudió en auxilio de Venecia; luego España, sin mayor
interés, dados sus resquemores contra Francia.
1501 - Disputa entre Francia y Venecia por el reparto de Nápoles, reino
que, aliado a España, triunfó en 1503.
1508 - Venecia, a punto de caer ante una alianza formada en su contra por
Francia, el Imperio, el Papado y los duques de Mantua y Ferrara.
1509 - Desembarco español enMers el-Kebir para batir a los berberiscos,
quienes se dedicaban a la piratería en contubernio con los turcos.

En síntesis, fue media centuria de verdadero estado de guerra, durante


el cual los cristianos reaccionaron como atolondrados -cuando no como
traidores, cual los valacos en la batalla de Kosovo (1448)-, comprometién-
dose en acciones aisladas contra el colosal plan expansionista del Sultán, que,
en virtud de la presión permanente, su actitud de ofensiva y un accionar
oportuno, incluso sin declaración de guerra, le fue resultando positivo.
Venecia consiguió amortiguar por vías diplomáticas -léase; tributos y
concesiones- las consecuencias comerciales de sus derrotas políticas.
Génova, en cambio, quedó en peor pie, a juzgar por su descalabro en el mar
Negro.
CAP. XXIII - EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO 177
De la cronología expuesta, destacaremos a continuación las guerras
turco-venecianas, el asalto a Rodas y la campaña contra los berberiscos.

Turquía contra Venecia


Durante el invierno de 1463 los otomanos comenzaron a construir en
Constantinopla astilleros, arsenales y numerosas naves con la ayuda de
cristianos renegados o asueldo. En elHelesponto, estrecho al que en adelante
llamaremos Dardanelos, edificaron las dos fortalezas que todavía existen
cerca de Sestos y Abydos, armándolas con treinta cañones capaces de cruzar
el estrecho de un lado a otro con sus disparos. Mehemet quería poner la
capital a cubierto de cualquier ataque naval, y preparar una flota para arrojar
a los venecianos de sus enclaves dentro del espacio geográfico del sultanato.
Al efecto comenzó conquistando la Ecania. Venecia armó una escuadra y
transportó su pequeño ejército a la península de Morea (Peloponeso), mas
como se sentía débil, solicitó auxilio del pontífice Pío II, quien sólo pudo
pasarle algunos fondos.
Tres años duró la guerra en Morea, donde los venecianos sacaron la peor
parte. Una escuadra al mando deOrsatto Giustiniani atacó Mytilene en 1464,
siendo rechazada. Su sucesor Giácomo Loredan enfiló proas hasta los
Dardanelos con la misma escuadra, algo reforzada, desafiando sin objeto las
fortificaciones turcas, mientras Mehemet alistaba una poderosa flota de cien
galeras, doscientas naves de carga y setenta mil soldados que salió de los
estrechos bajo su propio mando el 31 de mayo de 1470 para apoderarse de
Navros y Stalimes. Niccoló da Canale, almirante de Venecia, se acercó a
reconocer a la armada osmanlí. Al verla tan numerosa, se retiró a Poliocastro.
Mehemet no lo atacó debido al impedimento de tanta gente que había
embarcado, pero se dirigió al Negroponte para capturarla. Canale, que
poseía setenta buques de guerra, lejos de hostilizar el desembarco enemigo,
corrió a refugiarse en Candía con el pretexto de defenderla y de esperar
refuerzos, manifestando que no podía atacar a los otomanos con menos de
cien barcos.
La flota turca entró el 10 de julio al canal de Negroponte por el cabo
Mantelo y se enseñoreó de las ciudades de Basilikon y Stura; como
simultáneamente llegaba por tierra el ejército de Mehemet, tendióle la flota
un puente de naves para que pudiese pasar a la isla. Dos galeras llegadas de
Venecia se atrevieron a atacar a los invasores, afeándole así a Canale su
pereza. Los nombres de los capitanes Antonio y Stefano Ottoboni quedaron
178 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
inmortalizados en esa ocasión. El dúo se hundió, no sin ocasionar pérdidas
al contrincante.
Bravamente se defendió Negroponte del sultán, echándole a pique treinta
de sus bajeles con la artillería de la plaza. No obstante, cuando Canale llegó
a la vista de los sitiados, nada se atrevió a hacer; entonces los turcos la
tomaron por asalto, fungiendo de espectador el esperado socorro. Dejada
una guarnición turca en la plaza, se retiraron hacia los estrechos Mehemet
con el ejército y Ahmed con la flota. Canale, que ya había recibido refuerzos
de su patria y poseía noventa y cuatro naves, en vez de perseguir a Ahmed,
solicitó consejo por escrito de sus capitanes; mientras duraba la discusión, la
flota turca entró triunfante a Gallipoli. En vano regresó Canale al Negroponte
a tratar de recuperarla, pues los turcos desbarataron su ataque matando y
aprehendiendo a numeroso personal.
Sometido a proceso, el almirante veneciano fue condenado a presidio
perpetuo, siendo reemplazado porPierMocenigo. El estado en que éste halló
la flota era desastroso. Aparte de la desmoralización por tamaño fracaso, la
corrupción campeaba a tal grado que los comisarios negociaban por su
cuenta con los proveedores y no pagaban a las tripulaciones, que desertaban
o se mostraban rebeldes. El nuevo almirante reorganizó todo, tras lo cual
salió a incursionar en el archipiélago egeo con cuarenta y cinco galeras y seis
otros barcos.
Venecia solicitó la ayuda de todos los príncipes católicos, pero sólo
acudieron los que mayor peligro corrían con el avance del poder otomano,
por tener costas a ambos lados de la Península Apenina: el rey de Nápoles
y el Papa. Este envió veinticuatro galeras y seis naves al mando del cardenal
/

Oliviero Caraffa; aquél, diecisiete galeras y tres naves, al de Requeséns. Los


caballeros de Rodas aportaron dos galeras. Reunidas en Samos en el verano
de 1472 ochenta y siete galeras, quince naves, quince mil soldados y cinco
mil marineros, esta considerable fuerza no fue empleada por sus almirantes
para reconquistar Negroponte u otras posiciones, sino para saquear. Del
botín capturado entregaban las armas y los caballos a sus respectivos estados,
ataban los presos a los remos y repartían el resto en dos mitades: una para
el estado correspondiente, y otra que dividían en dos lotes, asignados uno al
almirante y otro al personal. ¡Curiosa manera de combatir de los cristianos
del siglo XV! Anatolia, Satalia yEsmirna frieron saqueadas e incendiadas a
costa de fuertes pérdidas de los coligados, después de lo cual Mocenigo se
fue a invernar a Modone, Requeséns volvió a Nápoles y Caraffa entró
triunfante en Roma.
CAP. XXIII - EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO 179
Mientras tanto Mehemet, más político, seguía extendiendo su imperio
hacia todas partes. Genova, que bajo el gobierno de Galeazzo María Visconti
había perdido su filial chipriota de Famagusta, supo de repente la decisión
del sultán, de apoderarse de Caifa y de sus colonias del mar Negro, entonces
cedidas al genovés Banco de San Jorge. Algunas naves lograron forzar los
estrechos y llegar a CafFa; pero en junio de 1475 Keduk Ahmed Bajá, sin
mediar declaración de guerra, se presentó con trescientos barcos ante la
plaza. Poco tiempo después Caifa se rendía, seguida más tarde de la Tana,
con lo que toda la Crimea pasó a manos de los turcos.
La conflagración entre Turquía y Venecia persistió aun tres años. Sin
acciones navales, pues aunque los otomanos sitiaban por tierra a Scutari,
ubicado frente a Constantinopla estrecho por medio, y otras plazas, no
impedían su abastecimiento por mar. Pero, abandonada a su suerte hasta por
el Papa y el rey de Nápoles, Venecia firmó la paz con la Sublime Puerta al
precio de entregarle Scutari y varios puertos de la Morea, una indemnización
de guerra y tributo anual por las licencias comerciales.
Al año siguiente despachó el Sultán a su almirante con veintinueve galeras
a apoderarse de Kefalonia y Zante, cediendo ésta a Venecia por un tributo
anual. En seguida alistó un pequeño ejército en Vallona, aumentó la flota de
Ahmed y atacó en plena Italia. Otranto sólo resistió desde el 25 de julio al 11
de agosto de 1480, día en que, tomada al asalto, pasaron sus habitantes a
servir como esclavos de los turcos.

Turquía contra Rodas


Rodas, que años antes había rechazado algunos ataques, se vió asediada
el 23 de mayo de 1480 por una flota de ciento sesenta naves y un ejército de
cuarenta mil hombres con grandes cañones que Mesih Bajá había preparado
en Fenika. Bajo el fuego del fuerte San Esteban desembarcó la hueste turca,
que de inmediato emprendió ataque contra el castillo San Nicolás, principal
fuerte de la isla. Bien defendido por los Caballeros de San Juan, ¡los otomanos
prefirieron asaltarlo por mar construyendo un puente de balsas que fijaron
con grandes anclas; pero durante la noche uno de los sitiados cortó los cables
y el puente se fue al garete. Remolcado por los turcos en la noche del 19 de
junio, recomenzó el ataque; después que éstos concentraron el fuego de
artillería sobre una sola torre hasta desplomarla casi totalmente, se dió el
asalto general el 28 de julio. Cuando ya vencían los musulmanes, Mesih,
tentado de avaricia, hizo gritar sobre los bastiones que estaba prohibido el

j
180 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
saqueo, pues todos los tesoros de Rodas pertenecían al sultán; enfriado así
el ardor de sus secuaces, los cristianos pudieron rechazarlos en todas partes.
Rodas quedó libre de la presencia de sus enemigos, que se retiraron con
importantes pérdidas, debiendo afrontar luego a dos pequeñas divisiones
navales enviadas por el rey de Nápoles y el Papa en socorro de Rodas.
Keduk Ahmed, que ya había hecho fortificar Otranto, recorría la Apulia
con gran alarma de sus habitantes y de los príncipes italianos, que al fin se
reunieron para expulsar de su península a los extraños. En julio de 1481
sitiaron y bloquearon Otranto, que fue defendida por Ahmed hasta el 10 de
septiembre, en que capituló honrosamente después de informarse acerca de
la contienda desatada entre Bayezid y Djem, hijos de Mehemet II, quien
había fallecido el 5 de mayo.

Nuevamente Turquía contra Venecia


Bayezid o Bayaceto II combatió con Egipto y Hungría, y en 1499 con
Venecia. Habiendo preparado una flota de doscientas sesenta unidades al
mando de Deud Bajá, la despachó en julio de dicho año a las costas de Morea,
mientras un ejército atacaba Lepanto. Venecia, por su parte, había aparejado
una flota de ciento diez buques al mando del almirante y capitán general
Antonio Grimani, quien, al tanto del avance turco, se dirigió desde Modone
a Sapienza, donde éstos se encontraban. Después de maniobrar por un
tiempo uno frente a otro, ambos adversarios volvieron a sus puertos sin
combatir.
Poco después se juntó a Grimani Andrea Loredan, venido de Korfii con
veintiocho naves. El 12 de agosto de 1499 la flota véneta se presentó ante
Portolungo, de donde salió la turca ordenándose en batalla. Cuando había
comenzado el fuego, una nave veneciana al mando de Albano Armar y la
capitana de Loredan vieron que el gran buque de Borrak Reis se encontraba
separado del grueso y lo abordaron; desesperando éste de poder defenderse
contra dos naves, puso fuego a la suya y volaron las tres a causa de la pólvora;
perecieron casi todos sus equipajes, salvándose Loredan, que luego fue
hecho prisionero. El combate siguió a distancia y débilmente; sólo una nave
veneciana osó meterse en medio de la flota contraria, para replegarse muy
averiada. La jornada concluyó con la retirada de los mahometanos a Philos
y de los venecianos a Prodano. Estos se habían dispersado tanto, que les llevó
/

dos días congregarse.


CAP. XXIII - EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO 181

Venecia había buscado la alianza de Luis XII de Francia, quien despachó


una escuadra de veintidós buques a cooperar con la de Grimani, quien el día
20 de agosto mandó dos brulotes escoltados por grandes galeras a incendiar
la escuadra otomana, que, hallándose sobre aviso, capturó los brulotes y
ahuyentó a las galeras. Inflado por semejante éxito, Deud atacó a los aliados
el día 25, pero con poca fortuna, pues una nave cristiana le arrebató una
galera, ejemplo que no tuvo imitadores. Disgustados con este desorden, los
franceses se retiraron y los turcos capturaron Lepanto a vista de Grimani,
quien fue sometido a proceso y condenado a relegación en una isla dálmata.
Melchior Travisan, sucesor de Grimani, tenía que socorrer a Modone,
cercada por mar y tierra. Al efecto comisionó a una división de cuatro galeras
que a toda vela atravesó la línea turca para quedar detenida ante las palizadas
que cerraban el puerto. Acudieron los defensores en gran número a deshacer
el obstáculo, debilitándose así la defensa de los muros, que los turcos
escalaron, enseñoreándose de la ciudad. Este hecho, seguido de la caída de
Corón y Philos, provocaron en Trevisan tal desaliento que le causó la muerte.
Los pedidos de Venecia y Roma indujeron a Francia y España a mandar
cada cual una escuadra contra los osmanlíes. Además de la 'marina de alta
borda' oceánica, Carlos VIII de Francia había instituido en Marsella la
'marina de las galeras', conjefey organización aparte (1487). En el caso que
nos ocupa, Luis XII alistó en los puertos de Bretaña, Provenza y Génova -
vasalla suya, entonces- veinte naves que se dirigieron al ataque de Mytilene.
Rechazadas, perdieron al regreso una de las unidades más grandes y las dos
terceras partes de su respectiva dotación, España, por su lado, envió una
escuadra al mando del célebre Gonzalo Fernández de Córdoba, la que, unida
a la veneciana, se apoderó de Kefalonia.
En realidad, ni Francia ni España tenían interés en combatir a los turcos,
sino en repartirse el reino de Ñapóles, conato en el que habían agotado
energías luchando cantidad de años. En 15 01 la disputa los hizo empuñar las
armas. Habiendo vencido, los españoles quedaron en 1504 dueños del
estado de Nápoles, que se unió a Sicilia. Impotente para continuar sola la
guerra, Venecia hizo en 1502 la paz con Bayezid, a quien le reconoció todas
sus conquistas.
182 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Los piratas berberiscos
Estos musulmanes norafricanos, que por un tiempo anduvieron alicaídos
por la pérdida de Granada, recomenzaron con mayor furor sus andanzas en
el Mediterráneo occidental. Pero no los culpemos únicamente a ellos;
también había navios cristianos que depredaban ahí y en el Atlántico, tanto
que algunos gobiernos obligaban a los armadores mercantes a dar antes de
la partida una caución que afianzara su promesa de no cometer actos de
piratería. Sin embargo los príncipes autorizaban a personas naturales para
armar una o más naves en guerra con el objeto de prender a las de bandera
enemiga; premunidos de tales 'cartas patentes', estos corsarios no hacían ni
más ni menos que desvalijar.
Como los berberiscos atacaban las costas de Andalucía, España resolvió
amedrentarlos en sus propias guaridas. El cardenal Jiménez, primer ministro
de Fernando el Católico, hizo armar en Cartagena una escuadra de diez
galeras y ochenta embarcaciones auxiliares en la que se acomodaron mil cien
caballeros y nueve mil infantes al mando del conde de Navarro. Poniéndose
el propio cardenal al frente de la expedición, desembarcó el 17 de mayo de
1509 en el puerto de Mers el-Kebir. Batidos allí los sarracenos, se dirigió a
Orán y más tarde a los puertos Argel y Trípoli, con lo que labandera española
llegó a flamear en toda la costa africana desde Gibraltar al Egipto -excepto
Túnez-, aunque por poco tiempo.
En la década siguienteEspaña iba a acometer la conquista de Centroamérica.
Pues bien, mientras en 1519 Hernán Cortés ganaba Méjico para la monar-
quía castellana, dos aventureros turcos de Mytilene llegaron al Maghreb.
Haruyi y Jaireddín, este último apodado Barbarroja, se habían hecho
corsarios, pregonándose como 'amigos del mar y enemigos de los navegan-
tes' . Tras apresar a numerosas naves cristianas, llegaron a establecerse en la
costa norafricana, en donde los españoles sólo poseían Melílla, Mers el-
Kebir, Orán, Argel y Bugia, pues Tlemcen y Trípoli se habían liberado. Los
aventureros hicieron un pacto con el bey de Túnez, a quien darían la quinta
parte del valor de sus rapiñas a trueque de bases costeras de operaciones. Con
tres naves atacaron un galeón napolitano de veinte cañones con trescientos
hombres a bordo; aunque Haruyi fue gravemente herido, su compañero
Barbarroja abordó el galeón y lo condujo a Túnez. Después se apoderaron
del castillo genovés de Gigelli. En 1516 tomaron Argel y dos años después
Tlemcen, en donde falleció Haruyi
Habiendo quedado Barbarroja como único señor de un vasto territorio
con el título de 'olyak' o rey de Argelia, se declaró -astuto como era- vasallo
CAP, XXIII - EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL, MAR TURCO 183
del sultán de Constantinopla, para asegurarse su protección, dedicándose en
seguida a fortificar la capital, a fabricar naves y a organizar en grande la
piratería argelina, que no había de ser exterminada sino en 1830, cuando
Francia ocupó ese país.

Caída de Rodas
Regía en 1521 los destinos del Imperio Turco el sultán Suleiman o
Solimán 'el Magnífico', cuando ocurrió el asesinato del embajador otomano
en Hungría. Exasperado, Solimán a la cabeza de su ejército capturó
Belgrado, baluarte de la cristiandad, el 29 de agosto. En seguida se volvió
contra Rodas, no sólo para vengarse en ella de los cristianos, sino porque esta
isla constituía una lanza apuntada contra el corazón de su imperio, que todos
los sultanes habían considerado con razón como una afrenta. Selim, su
predecesor, había establecido nuevos astilleros y con construcciones en
todas partes se había consagrado a la tarea de erigir una gran flota, de manera
que el nuevo sultán contaba con potentes naves para llevar a cabo su empresa.
El 22 de junio de 1522 el capitán Kurd-Ogli partió de Constantinopla a
Rodas con trescientas naves, algún personal de desembarco, artillería de
sitio, municiones y provisiones de todas clases, mientras Solimán marchaba
por tierra con cien mil soldados al golfo de Marmaris, frente a la misma isla.
A los cuatro días la flota turca llegó a la rada de Parambolino y bajó a tierra
el material, sin que los defensores trataran de oponerse. Con un concepto
basado exclusivamente en la potencia defensiva de la capital, el gran maestre
de los Caballeros había hecho quemar todas las aldeas aledañas y destruir
también los edificios exteriores; la ciudad tenía grandes y espléndidos
baluartes, y el puerto estaba obstruido por naves echadas a pique, cadenas
y palizadas.
El 28 de julio Solimán desembarcó en Rodas, iniciándose el sitio, famoso
por el trabajo de minaje y contra-minaje, que por primera vez se efectuaba
a gran escala. Resistieron los Caballeros cinco meses, hasta que, reducidos
al extremo y sin esperanza de socorro, capitularon el 22 de diciembre,
obteniendo del sultán honrosas condiciones. Los Caballeros se retiraron a
Candía, después a Civitavecchia y por último, en virtud de una cesión del
emperador Carlos V, a la isla de Malta, cuyo nombre adoptaron desde
entonces (1530). La caída de Rodas era para la cristiandad todo un símbolo,
pero las pasiones de los príncipes renacentistas y sus maquiavélicos proce-
dimientos absorbían toda la actividad de Europa.
CAPÍTULO XXIV GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V

Contra Francisco I de Francia:


batalla del cabo Orso (28 de mayo de 1528)
La conflagración encendida en 1521 entre estos dos príncipes tuvo por
campo de batalla y motivo las provincias italianas, hasta que el 29 de abril de
1522 el ejército francés fue derrotado en La Bicocca, a consecuencia de lo
cual Génova pasó de manos francesas a españolas.
Cuando Francisco I, batido en Pavia el 15 de febrero de 1525, fue hecho
prisionero y encerrado en una torre de Madrid, el genovés Andrea Doria, que
había combatido por aquel, pasó a prestar servicios al papa Clemente VII.
Por encargo suyo atacó con trece galeras en el canal de Piombino a
Barbarroja, que depredaba las costas toscanas, capturándole quince naves;
escapó el turco sólo gracias a la velocidad de su nave capitana. En 1526,
recuperada ya su libertad, Francisco I se alineó con el Papa, Venecia y el
duque de Milán en contra del emperador germánico.
Los aliados juntaron una escuadra de once naves papales al mando de
Doria, dieciséis galeras venecianas conducidas por Ludovico Armero, y
dieciséis galeras y cuatro galeones franceses bajo Pedro de Navarra; en ese
tiempo ya muchos galeones tenían una batería cubierta, es decir, en el
entrepuente. Esta fuerza se dirigió en julio de 1526 a bloquear Génova, que
estaba en poder de ios imperiales. Al apoderarse de Savona y Portofino, el
cerco se estrechó, por lo que Carlos V envió en su auxilio al virrey de Nápoles
Charles de Lannoy, quien salió de Cartagena con una escuadra de veinte
galeras y veintidós barcos de cargay el 19 de noviembre se presentó ala altura
de Sestri Levante. Avanzaron a su encuentro los aliados, Doria a la derecha,
Navarra al centro y Armero a la izquierda. Junto a la punta de Codimonte la
nave de Navarra echó abajo el asta de bandera del almirante imperial con un
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 185
tiro de cañón, generalizándose el fuego en toda la línea. En seguida ambas
escuadras se resolvieron a combatir de cerca. Doria se arroj ó en medio de dos
galeras españolas, hundiendo a una y desarbolando a la otra. Cuatro horas
demoraron los imperiales en ser derrotados; Lannoy escapó con algunas
naves mal averiadas al amparo de la oscuridad de la noche, favorecido por
el viento.
El bloqueo de Génova continuó, aunque Doria fue despachado por el
papa a otra misión, de regreso de la cual se reintegró al servicio del Valois
con el grado de lugarteniente general de la armada. Al reaparecer con
veintitrés galeras delante de Génova, contribuyó a que ésta fuese restituida
a Francia Después, ofreciéndose para ayudar a Lautrec a conquistar
Nápoles, tuvo diferencias de opinión con otros jefes respecto del modo de
efectuar la operación; pero, manteniéndose en sus puntos de vista, optó por
retirarse a Génova, dejando a su sobrino Filippino con siete galeras a las
órdenes de Lautrec.
Estrechaban fuertemente los franceses a Nápoles, defendida por el virrey
Hugo de Moneada y el príncipe de Orange. El primero decidió atacar a
Filippino Doria antes de que se reuniese con la escuadra veneciana en
camino, alistando seis galeras, dos bergantines y cuatro naves menores; pero,
dando más importancia al número de combatientes que a la calidad de las
naves, embarcó en cada galera mil arcabuceros españoles y doscientos
alemanes, los mejores del ejército. Para atemorizar al enemigo hizo aparejar
gran cantidad de embarcaciones que, con algunos arcabuceros a bordo,
debían acompañar a la escuadra. Cuando quiso salir, surgió Orange a
disputarle el mando; transóse entregándolo a Alfonso de Avalos, un joven
t

de veintiséis años asesorado por el genovés Fabrizio Giustiniani, alias el


£

Jibado" Unico hombre de mar entre todo ese enjambre de nobles señores,
/

Giustiniani aconsejó salir de improviso sobre Doria, que cruzaba en el golfo


de Salerno; pero el virrey, deseando hacerse cargo él mismo déla expedición,
aunque había dicho que serviría como soldado, quiso tocar en Capri para
enardecer a su gente antes de la batalla con las palabras de un ermitaño
español que allí vivía. Así se perdió el tiempo, y, en vez de sorprender, los
imperiales frieron sorprendidos.
En efecto, al tanto de la expedición enemiga, Doria pidió a Lautrec
trescientos arcabuceros gascones al mando del señor de Croy y el 28 de mayo
de 1528 se hizo a la vela para el cabo Campanella. Sobre sus naves flameaban
las banderas de Génova y de Francia. Cuando declinaba el sol, descubrió a
la escuadra adversaria, que por las muchas velas que la seguían, parecía de
186 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
lejos gran cosa. Filippino, que imaginó un encuentro más duro que el
previsto, con resolución repentina y novedosa que demostraba gran sereni-
dad, desencadenó y armó a los galeotes berberiscos, a quienes prometió la
emancipación si combatían valientemente por su causa. En seguida encargó
a Niccoló Lomellini que con su Neptuno y las galeras Señora y Mora se
mantuviera en reserva y a una señal diera la vela para embestir por el flanco
al enemigo, especialmente a la nave capitana; él, con los buques Pellegrina,
Doncella, Fortuna y su propia capitana al centro, se formó en batalla, en
línea de frente, manteniéndose con los remos a la altura del cabo Orso, en
la costa de Amalfi. Una bandera con el águila de los Doria izada al tope del
palo mayor era la señal de batalla, la que, vista que fue por Lomellini, se lanzó
a boga cargada con sus tres galeras al fragor de la lucha.
Valiéndonos de este relato, mostremos cómo se desarrollaba entonces un
combate serio. Desde luego, en todas las naves se oía gritos de ¡armas a
cubierta!; los marineros del trinquete formaban en pocos instantes el 'través
de popa', o sea, un reparo que se levantaba atravesado sobre la proa cuando
se combatía, para amortiguar los impactos; los del palo mayor disponían a
lo largo de crujía cinco bateas llenas de espadas, espadones, hachas, picas,
etc. apoyadas sobre roletes con las puntas hacia abajo. Todos los marineros,
con cota de malla y cubierta la cabeza con un yelmo de hierro, se agrupaban
alrededor de sus mástiles; otros subían por alto con morrales llenos de piedras
y fuegos artificiales; los bombarderos cubrían sus piezas ya cargadas: tres
cañones en dirección a la quilla y dos por banda. Una gran tina se colocaba
repleta de agua cerca de las culatas de los cañones, para refrescarlos y
extinguir los incendios que provocara el acarreo de la pólvora; los arcabuceros
se instalaban sobre la amurada y en la parte superior del postizo, apoyando
sus armas en las horquillas que ahí habían puesto, unas sobre la lancha y otras
en el espaldar. La chusma lucía sus cabezas rapadas y en posición de
comenzar la boga, libres de cadenas los remeros bereberes; en medio de ellos,
el alguacil, con su huasca bajo el brazo y la espada desnuda al costado. El
capitán se situaba en medio de los combatientes y vuelto hacia popa; el
contramaestre, con un pito de plata al cuello, hallábase listo para transmitir
órdenes a su ayudante de proa; sobre la amurada se veía al teniente, los
despenseros y demás auxiliares destinados al aprovisionamiento, sin olvidar
el vino que se repartía a los combatientes.
Tal era lo que hoy llamamos 'zafarrancho de combate', cuando despun-
taban los tiempos modernos.
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 187
Para animar a su gente, Doria dirigió una corta arenga y llamó la atención
hacia la forma en que el enemigo se acercaba bogando: como 'azadoneros',
término usado por los marinos de entonces para manifestar su mayor
desprecio por remeros poco expertos. En efecto, la escuadra imperial bogaba
irregularmente a causa de la inexperiencia de su chusma. Venía avanzando
con seis galeras en línea de frente, con sus estandartes desplegados y luciendo
sus principales caballeros brillantes armaduras; entre ellos descollaban el
virrey, el marqués de Vasto, el gran condestable de Nápoles Ascanio
Colonna, etc.
El Marqués, creyéndose a tiro, quiso romper el fuego para envolver su
nave en humo a fin de impedir al enemigo contestar con acierto, pero
Moneada lo estimó prematuro. Filippino, que había ordenado a sus galeras
apartarse, enfrentaba en su capitana a la 'real contraria, en forma de no
7

quedar directamente apuntado por los cañones de esa, al mismo tiempo que
no demasiado al través, para que su propio fuego tomara al adversario en la
diagonal en que mayor daño pudiera inferirle. Tomada dicha colocación,
rompió el fuego. La bala, cogiendo de enfilada a la nave enemiga, eliminó
a cuarenta hombres, entre ellos el capitán y dos nobles. Contestaron los
españoles, pero ya los genoveses se habían ocultado y el proyectil sólo mató
a un hombre e hirió al teniente.
Siguió un vivo fuego de mosquetería, en el que participaron las naves
auxiliares españolas. Aprovecharon esto Moneada y demás capitanes para
llegar al abordaje, confiando vencer en virtud de la valentía de sus caballeros
y soldados. Doria maniobró para esquivarlos mientras no divisara aLomellini
venir a la carga. En fin, Giustiniani con las naves Gobba, Sicoma y
Vil/amarina, abordó a las galeras genovesas Pellegrinay Doncella, cuando
estaba a punto de capturarlas, entró en la refriega Lomellini, que, fiel a la
orden recibida, concentró sus tres galeras -\&Neptuno al centro, la Mora a
popa y la Señora a proa- sobre la 'real' de la escuadra contrincante. El
proyectil de la primera echó abajo el palo mayor de ésta, que aplastó a toda
una fila de remeros y al maestre artillero; el de la Mora rompió su timón y
el de la Señora, su proa. Doria la abordó entonces por la otrabanda, mientras
Lomellini hacía lo propio por su lado, asaltando a los imperiales por ambas
bandas. Los genoveses destruyeron con fuegos artificiales las velas de la nave
enemiga. Los berberiscos se arrojaron al agua con la espada entre los dientes,
trepando a bordo por todas partes. Murió Moneada y cayeron heridos el
Marqués y Colonna, quienes a duras penas fueron salvados por Filippino del
furor de los sarracenos. Al poco rato fue arriado el estandarte real.
188 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Mientras tanto las otras dos galeras de Lomellini habían atacado alas tres
imperiales que tenían en mal partido a la Doncella y la Pellegrina. con una
afortunada descarga de sus cañones de proa, la Mora desmanteló a la Gob-
ba, la que se fue a pique a poco de caer gravemente heridos Giustiniani y
otros gentilhombres. Los buques Sicoma y Villamarina se rindieron después
de caer muertos sus capitanes.
Permanecían aún las galeras imperiales Calabresa, Oria y Perpiñana, las
que habían luchado con las genovesas Sirena y Fortuna, dañándolas
considerablemente. Mas, vista la captura de la 'real', se fugaron hacia
Nápoles, seguidas por las embarcaciones auxiliares. Cuando la Perpiñana
llegaba al puerto, el príncipe de Orange tildó a su capitán de traidor;
indignado, el marqués de Oria, capitán de la galera homónima que iba detrás
de la Calabresa, viró y desertó al campo de Doria.
Hagamos algunos comentarios. La batalla del cabo Orso, llamada tam-
bién de Amalfi, aunque duró menos de cinco horas, fue la más sangrienta de
esos tiempos. Los genoveses contaron quinientos muertos y dos de sus
galeras gravemente averiadas; los imperiales, mil cuatrocientos occisos, dos
galeras hundidas y dos capturadas junto con varias naves menores. Filippino,
con rara lealtad, soltó a los berberiscos que pelearon por su bandera,
reemplazándolos por soldados españoles prisioneros. Poco después de la
batalla, el almirante veneciano Pier Lando llegó a unirse a la escuadra de
Filippino con veinte galeras. Así y todo, el príncipe de Orange continuó
resistiendo en Nápoles.
La política nacionalista de Francisco I había de neutralizar esta victoria.
Dicho monarca no sólo pagó atrasado y por partes sus servicios a Andrea
Doria, sino que, menoscabándolo, nombró al señor de Barbezieux
lugarteniente general del mar de Levante, con lo que Doria pasaba a ser
subalterno. Además, el rey pretendía favorecer a Savona en perjuicio de
Genova, patria de los Doria. Dado que su contrato terminaba en julio de ese
año 1528, Andrea comunicó a París su renuncia indeclinable. En respuesta,
el soberano envió a Barbezieux con doce galeras provenzales a Génova so
pretexto de calmar a Doria, pero éste se retiró a Lerici, donde se aprestó a
la defensa citando a Filippino, que aún estaba en Nápoles. Al mismo tiempo,
aunque le fuese desagradable someterse a un enemigo secular, ofreció sus
servicios a Carlos V sobre la base de que devolviera a Génova su indepen-
dencia como república. El emperador lo recibió con los brazos abiertos,
firmándose el contrato en agosto.
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 189
Contra los turcos: acción de Prevesa
Aunque los cristianos creyeran en las paces acordadas, la lucha contra los
turcos debía seguir, porque persistían la presión y la amenaza. También la
piratería favorecía a los turcos, que siempre estaban movilizados y aún
desplegados en avanzada.
Barbarroja se encargó de resucitar la contienda. Anciano ya de setenta
años, el aventurero consiguió que el poderoso sultán declarara la guerra a
Venecia. Pretextos no faltaban. Desde luego, que esta república gozaba de
privilegios comerciales incompatibles con las correrías de los piratas y las
miras políticas de los otomanos. A fines de noviembre de 1533 una escuadra
veneciana había capturado o hundido varias naves de un corsario llamado el4

Moro de Alejandría', que quedó herido y prisionero. A pesar de que este


hecho sólo era una represalia por las mil desfachateces de la piratería, el
senado de Venecia, temeroso de que la ira de Solimán afectara sus intereses
comerciales, liberó en el acto al Moro, devolviéndole sus naves, y dió excusas
al Sultán. Éste, aconsejado por Francisco I de Francia, despachó en abril de
1537 a Barbarroja con numerosa flota y un ejército a invadir la Apulia.
Durante esta lucha, Andrea Doria se estacionó en Zante para interceptar las
comunicaciones y el paso de las naves turcas que transportaran personal. La
noche del 22 de julio le brindó la oportunidad que esperaba. Con sólo doce
galeras atacó a cuarenta y dos turcas, de las cuales capturó once y hundió una
en el curso de una sangrienta acción en que perdieron la vida mil quinientos
de sus hombres contra dos mil osmanlíes y ochocientos prisioneros. Con tan
señalados trofeos se retiró a Messina.
Cuando el senado véneto comprobó que de nada le valía humillarse ante
el Sultán, llegó a los pies del Papa y del Emperador a solicitar ayuda. Carlos
V no miraba amistosamente a esos mercaderes: hasta los odiaba; pero no
podía dejar de reconocer su competencia contra el enemigo común. Formóse,
pues, una alianza tripartita; mas, mirando otras conveniencias políticas,
pronto abandonaría a su suerte a los venecianos.
Por eso es que Andrea Doria, que hasta la firma de la alianza se mantenía
con su escuadra en Provenza mientras Barbarroja se apoderaba de Candía
y más tarde se establecía en Prevesa, apareció en Korfu con instrucciones
muy personales, a tomar el mando de todala flota aliada, compuesta de ciento
treinta y cinco galeras, cincuenta galeones o naves, dos mil cuatrocientos
cañones y cerca de cincuentay cinco mil hombres, pese a que Carlos no había
aportado galera alguna ni más de diez mil infantes. Convocados los
190 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
comandantes supremos, Doria les propuso conquistar la Morea, comenzan-
do con Patras y Lepanto, haciéndoles ver la conveniencia de estar siempre
cerca de un buen puerto en donde abrigarse de las tempestades equinocciales
cercanas y repararse. Cuando convinieron en que, al dirigirse a Patras,
tendrían que librar la batalla en Prevesa, Doria guardó silencio.
El 25 de septiembre de 153 5 el almirante dió la orden de zarpar. La flota
se deslizó con viento fresco hacia el sur, las naves papales a la vanguardia y
las venecianas a retaguardia. Los galeones, formados en dos divisiones,
navegaban a estribor de las galeras.
Barbarroja, aunque poseía noventa y cuatro galeras y sesenta y seis
galeones, se sentía seguro al alero de las baterías de Prevesa, que defendían
el angosto canal de entrada. En la tarde del 25 la flota de Doria, ordenada en
batalla, largó anclas delante de Prevesa. En esas mismas aguas se había
reñido el año 31 a.C. la batalla de Accio; Doria ocupaba la posición de
Octavio y Barbarroja la de Marco Antonio.
En la mañana del 26 despachó Doria a su sobrino Giovanni a provocar
al enemigo; pero reducida la acción a algunos movimientos y cañonazos sin
mayor alcance, el almirante se retiró a Santa Maura. En realidad, los aliados
no sabían qué partido tomar; algunos opinaban en pro de desembarcar en
Prevesa; Doria les hizo presente que las condiciones no lo permitían, pues
esa decisión debilitaba la flota de cañones y el personal bien podía quedar sin
amparo en caso de que un viento constriñera a las naves a dejar el paraje.
Consideró mejor seguir a Patras, lo que incitaría a Barbarroja a seguirlo para
impedir la captura de esa plaza, y entonces tendría lugar la batalla.
El alejamiento de los cristianos envalentonó a los osmanlíes para perse-
guirlos. Barbarroja, convencido de que cometían una imprudencia, salió el
27 de mañana con viento fresco del este, formando su flota en batalla.
Avistando al enemigo, Doria consideró atinado reunir a sus inmediatos en
consejo, debido a las desventajosas condiciones en que se presentaba ahora
la situación: iba a empeñarse una batalla decisiva que él no quería aventurar,
menos aún con viento desfavorable y en una costa carente de puertos donde
pudieran refugiarse las naves averiadas. El consejo determinó luchar y Doria
ordenó zarpar y llevar 'armas a cubierta'. La formación previamente
acordada era con las galeras distribuidas en tres escuadras: Doria a la
vanguardia, Capello al centro y Grimani a retaguardia; los galeones, agrupa-
dos en dos escuadras, fueron a colocarse a derecha e izquierda de las galeras.
Al presenciar esta formación, el turco cambió la suya a media luna y
continuó bogando cerca de la costa para conservar barlovento. Cuando
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 191

ambas flotas se encontraban próximas, el viento se disipó casi por completo.


Las grandes naves cristianas avanzaban muy lentamente, por lo que Doria
ordenó a las galeras mantener la boga de acuerdo con el andar de las naves
a vela. Sucedió entonces que los mejores veleros se separaron del grueso y
uno de ellos rompió el fuego sobre el ala izquierda enemiga, cuyo jefe, viendo
a ese galeón aislado, despachó varias galeras a apresarlo. Bondulmiero, el
capitán veneciano de aquel, las esperó tranquilamente, y cuando las tuvo a
distancia de tiro, disparó una andanada completa que ocasionó graves
estragos en el equipaje otomano. Franco Doria, pariente del almirante, imitó
en el ala izquierda de los cristianos la maniobra del veneciano. Cuando la lid
estaba por volverse general, Andrea, ante el estupor de todos, ordenó alejarse
haciendo un gran circulo.
Acudieron los capitanes de Venecia y Roma a preguntar por qué no se
atacaba al enemigo; respondióles el almirante que regresaran a bordo. Poco
después, cuando a la caída de la tarde se levantó un viento fresco, Doria
ordenó dar la vela hacia Korfu. La confusión que la incomprensible retirada
produjo en los imperiales, papistas y venecianos fue tangrande como la que
experimentó el propio Barbarroja, que, no atreviéndose a perseguir a los
cristianos por temor auna celada, vino a espabilarse demasiado tarde, cuando
sólo pudo capturar dos galeras rezagadas y tres naves que se habían
entrabado con sus aparejos, separándose del resto.
Por cierto que las quejas contra Doria fueron tremendas. Este, imperté-
/

rrito, permaneció mudo ante ellas. La explicación, sin embargo, provenía del
mismo Emperador, pues cuando los ministros y embajadores llevaron hasta
él las quejas, Carlos V replicó: 'El príncipe Doria sólo cumplió con su deber'.
La gloria y el orgullo del gran almirante habían sido sacrificados por la egoísta
política de un monarca, como más tarde había de acontecer en Lepanto y
como desde entonces sigue ocurriendo siempre que el equilibrio político
sirve para satisfacer los intereses de las grandes potencias.
Barbarroja comunicó a Solimán la buena nueva y llegó hasta Korfu a
desafiar a Doria, retirándose al golfo de Arta antes de que éste saliese. El
almirante aliado ordenó entonces embarcar en cada galera veneciana vein-
ticinco infantes españoles; aquellos que antes se habían opuesto a esa
medida, ahora lo permitieron por orden del Senado, que ya se estaba dando
cuenta de la cazurrería del emperador. Doria partió al fin hacia el golfo de
Arta, pero los musulmanes ya no se encontraban allí, por lo que, dirigiéndose
a Castelnuovo, en Dalmacia, se la quitó al sultanato, fundando ahí un presidio
español, y no veneciano, como correspondía. Después se dirigió a Messina,
192 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
en donde fueron desarmadas las naves españolas, las papales fueron a
hacerlo a Ancona, quedando solos los venecianos, que nuevamente hubieron
de comprar la paz con Solimán a duro precio.

Contra los piratas argelinos


En 1540 Dragut, que se había separado de Barbarroja cuando éste fue
llamado por Solimán, se dedicaba al bandidaje marítimo, asolando con
numerosas naves las costas de Italia y España, por lo que Carlos V ordenó
a Doria dedicarse por entero a combatirlo. El genovés reunió ochenta galeras
y formó cinco escuadras que mandó a cruzar diversos parajes, siguiendo la
misma organización que varios siglos antes había ideado Pompeyo. Esta
acción obtuvo también buenos resultados: el propio Dragut fue apresado y
colocado al remo por Giovanni Doria; desgraciadamente Andrea lo libertó
poco después y el pirata continuó sus correrías peor que antes.
Carlos V determinó entonces conquistar Argelia, no sólo para acabar con
las bases piratas, sino también para agregar a sus dominios esa rica región
africana. Al efecto hizo grandes preparativos tanto en naves como en
soldados, pero se obstinó en proceder en el mes de octubre. En balde le
observó Doria el riesgo de tal empresa, dada la mala estación predominante
en aquellas costas, pero el emperador se mantuvo en su resolución. Andrea,
que salió de Génova con veinte galeras, manifestó que si regresaba con la
mitad, consideraría haber recibido muy poco daño.
El 18 de octubre de 1541 salió de Portovenere el propio Carlos. Debido
al mal tiempo debió refugiarse en Bonifacio. Siete días después llegó ala vista
de Argel al frente de setenta galeras, entre las de Doria y las de España,
Nápoles, Sicilia, Roma y Malta; además, trescientas naves de carga y
numerosas embarcaciones auxiliares, con treinta mil hombres, cañones y
municiones. La flor de España e Italia acompañaba al emperador, entre ellos
el conquistador de Méjico, Hernán Cortés. Argel estaba defendido por un
renegado sardo llamado Khadin Hassan.
Al amanecer del día 26 el Emperador ordenó el desembarco, que, dirigido
por Doria, se realizó en forma ordenada: las galeras atracaban a las grandes
naves y avanzaban hasta cerca de la playa, en donde los soldados desembar-
caban enbotes, protegidos por el fuego de las galeras y de un pequeño cañón
que cada bote llevaba. Al mediodía desembarcó el augusto señor; luego
comenzó el desembarco de los caballos, bagajes y demás. Al día siguiente el
ejército avanzó hacia la plaza. La lluvia caida había dejado inactivos los
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 193
arcabuces y mojado la pólvora, de manera que los intrusos apenas podían
avanzar, combatiendo constantemente. Como durante la noche del 28
empezó a soplar viento del norte, las naves, demasiado próximas unas a otras,
comenzaron a golpearse; más tarde, al aumentar la intensidad del viento y del
oleaje, gran parte de los barcos garrearon o cortaron sus anclajes, atravesán-
dose o yéndose a la playa; en esos trances fue salvado dificultosamente de
las armas berberiscas el propio Giovanni Doria por las tropas que acudieron
en su defensa. El día 29 no menos de quince galeras y ciento cincuenta naves
de todas clases se hallaban varadas en la playa o flotaban a merced de las olas,
habiendo perdido a numerosos marineros y remeros.
E) viejo Andrea ordenó en pleno temporal a los capitanes que se habían
refugiado en Bugia, bajo pena de muerte por traición, que acudieran en
auxilio de las naves que eran la salvación del ejército que padecía en tierra
con el emperador a la cabeza. Así logró salvar las galeras varadas.
En la mañana del 30 amainó el viento, pero no la mar. Doria envió una
carta al monarca por medio de un audaz nadador, aconsejándole reembarcarse
con el ejército, mientras él se dirigía con la escuadra al abrigo del cabo
Matafus. Carlos V, abatido por el revés, sin artillería de sitio ni municiones,
las que había perdido en gran parte a consecuencia de la borrasca, conside-
rando fracasada la empresa, siguió el consejo de Doria, se reembarcó con el
ejército y regresó a Europa. Tarde vino el voluntarioso monarca a escuchar
las sabias recomendaciones de ese almirante que una vez más demostraba ser
digno de confianza.

La alianza turco-francesa
En 1542 se reanudó la guerra entre Carlos V y Francisco I. Este solicitó
/

la alianza de Solimán y obtuvo que Barbarroja se dirigiera con la escuadra


turca a unirse con la francesa. El almirante-pirata partió con ciento cincuenta
naves, arrasando en el camino la costa de Calabria y Campania, siendo
recibido con gran honor en Marsella por el duque de Enghien, comandante
de las galeras reales.
Este contubernio absurdo repugnaba a los mismos franceses, puesto que
ellos mal podrían secundar los planes de Barbarroja, que se interesaba sólo
por el botín a obtener. En efecto, en agosto de aquel año los aliados
capturaron Niza, que pertenecía al duque de Saboya, excepto el castillo, que
no pudieron tomar, por lo que se retiraron tras saquearla. La escuadra turco-
francesa se encontraba en el golfo Juan, cuando Doria acudió desde Génova
194 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
con veintidós galeras y soldados imperiales a Villafranca; pero apenas hubo
desembarcado a éstos, fue cogido por un fuerte turbión que arrojó cuatro
galeras a la playa, rompiéndolas. Como supo después que se acercaban las
fuerzas aliadas, retornó al puerto de origen.
Ningún otro hecho naval ocurrió en esta guerra, en que Barbarroja, de
regreso a Constantinopla, asoló, incendió y robó toda la costa Iigur,
respetando sólo Civitavecchia y llegando al Bosforo cargado de botín y
esclavos. En 1544 se firmó la paz entre los reyes beligerantes. Un bienio
después moría Barbarroja, que pudo haber sido un gran almirante por su
arrojo y astucia, de no haberse entregado a sus instintos de rapiña.
El almirante imperial había liberado al bandido Dragut para insinuar a los
turcos y berberiscos el camino del rescate de prisioneros: bien intencionado
error que pagaría caro. El pirata, que había conseguido un galeón de
Barbarroja, capturando naves logró hacerse de una escuadra considerable,
que, movida por los mismos infelices que secuestraba, llegaba a treinta y séis
naves. Con esta fuerza se apoderó de Zerbi, que transformó en su base de
operaciones, y en seguida de Susa, Monastir y Mehdiyé, acciones que
alarmaron a los señores italianos, que se coaligaron para reprimir a este émulo
del difunto Barbarroja.
En abril de 1551 partió Andrea Doria de La Spezia con una veintena de
galeras, reuniéndosele en Livorno tres toscanas y más tarde otras naves
pontificias, napolitanas y sicilianas, fuerza con la cual se presentó en Africa.
Estando bien aprovisionada y defendida la plaza de Mehdiyé, los aliados
solicitaron refuerzos; mientras tanto, se apoderaron dé Monastir, en cuya
acción perdieron dos galeras. Vueltos a Mehdiyé a fines de junio con
mayores elementos, comenzaron el sitio. Dragut, que se hallaba excursionando,
regresó para atacar a los cristianos, siendo derrotado. La plaza cayó el 10 de
septiembre al cabo de un cruento combate.
No se dio por vencido el corsario, que con dinero de Solimán armó otras
naves, con las que se dedicó a devastar las cosas de Sicilia. Doria volvió a salir
de Génova con veintisiete galeras en rebusca del renegado, al que encontró
en el canal de Alkantarat, que separa la isla de Zerbi del Africa. En tal
f

situación el pirata estaba perdido, pues el fondo del canalizo no le permitía


escapar, por lo cual Doria se limitó a bloquearlo. Dragut armó entonces una
vieja torre y mientras mantenía un vivo fuego desde ésta, hizo dragar el
canalizo y escapó, burlando así al almirante.
En seguida se dirigió a Constantinopla, capturando en el camino una
galera siciliana, para aconsejar al sultán un ataque a Malta, isla que Carlos V
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 195
había cedido a los Caballeros de Rodas a fin de que se constituyera en el
baluarte marítimo más oriental de la catolicidad. Dedicábanse estos monjes
militares a rescatar prisioneros, dañando en lo posible a los moros y
auxiliando a cuanta nave cristiana llegaba al alcance de su refugio. El odio a
los Caballeros, la pérdida de Mehdiyé y las instigaciones del rey de Francia
hicieron que Suleiman escuchara las instancias de Dragut y rompiese la
tregua con Carlos. Con fuerzas puestas a sus órdenes por el sultán, el corsario
se encaminó en el verano de 15 51 a Sicilia, en donde arrasó Agosta, atacó la
isla maltesa de Gozo, que transformó en un erial, capturó después Trípoli y
regresó al Bosforo.
No tardó en desatarse la guerf a entre el emperador y Enrique II de Francia,
aliado a Solimán. La vergonzosa combinación mantenía la supremacía
talasocrática gracias a la cantidad de naves de guerra y sobre todo al hecho
de contar con almirantes como Sinan Bajá, Dragut y el florentino Strozzi,
contratado por Francia. Los imperiales no tenían sino a Doria, que contaba
con toda la confianza del emperador y de su familia. Baste referir que cuando
Maximiliano, rey de Bohemia que viajaba a casarse con la hija de Carlos V,
encontró cerrado el trayecto através de Francia, fue conducido a Génova por
el anciano Andrea, quien logró burlar a la escuadra que Strozzi había sacado
de Marsella para interceptarlo.
A principios de julio de 1550 las ciento tres galeras de Sinan saquearon
Reggio y en seguida Messina, antes de fondear en Procida. Acá supo que
Doria se dirigía de La Spezia a Nápoles con treinta y nueve galeras y dos mil
soldados a bordo. Dragut, que acompañaba al turco, le aconsejó interceptarlo
en el canal que hay entre las islas Ponza y Palmarola y la costa napolitana,
lo que el Bajá aceptó. Andrea Doria avanzaba con las debidas precauciones.
En Ostia obtuvo las primeras noticias del enemigo; reuniendo en consejo a
sus principales capitanes, resolvió, a pesar de su inferioridad, continuar a
Nápoles, que se hallaba en grave peligro. En la noche del 5 de agosto,
encontrándose la escuadra del genovés a medio canal, fue alcanzada por una
división de doce galeras al mando de Dragut, quien atacó a la galera española
Granada, que se había rezagado. Esto produjo unagran confusión, en medio
de la cual el capitán Mendoza juzgó necesario retirarse. Dragut persiguió a
los españoles, les prendió dos galeras, al amanecer otras cuatro y más tarde
una séptima, que fue atacada además por tres francesas.
Este encuentro de Ponza acrecentó la reputación de los turcos, si bien es
cierto que debida a una superioridad abrumadora. Sin embargo Doria supo
aprovechar la oportunidad para escapar antes de que llegara toda la flota
196 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
turca, lo que si hubiera hecho Mendoza, no habría tenido que perder tantas
unidades. Sinan, sin otra comisión, retornó a Constantinopla; por su parte,
Dragut, después de hostilizar a Córcega, se dirigió a Trípoli, cuyo gobierno
le había conferido el Sultán.

Europa a la abdicación de Carlos V


Habiendo reinado cuarenta años, agotado por una extraordinaria activi-
dad y resentida su salud, Carlos abdicó en 1556 para recogerse en el
monasterio de Yuste, donde falleció dos años después.
De sus posesiones, traspasó a su hijo Felipe las que había gobernado como
Carlos I de España; y la mayoría de las que había presidido como emperador
germánico Carlos V quedaron en poder de su hermano Fernando. Este
reparto, producto de una decisión casi inevitable tomada al abdicar, trajo
grandes consecuencias para Europa. Desde luego, la casa de Austria quedaba
dividida en dos ramas: los Habsburgos de Austria y los Habsburgos de
España, que se prestarían mutua ayuda con la misma suma de medios de que
había dispuesto Carlos. Pese a su entendimiento, el resultado no podía ser el
mismo.
Felipe II recibió los reinos de España y sus colonias, Nápoles y Sicilia, las
diecisiete provincias flamencas y el pequeño Franco Condado. Siguiendo la
política paterna, era su propósito mantenerla hegemonía de España, esta vez
en bien de la fe. Fernando, que ya era rey de Hungría y Bohemia, recibió las
posesiones patrimoniales de los Habsburgos -Austria- y la corona imperial
de Alemania, que era electiva,
El continente europeo y el mundo colonial estaban divididos como se
expresa a continuación. El imperio de Solimán II -cuyo padre Selim se había
erigido en califa- se encontraba en el pináculo de su grandeza, con territorios
continuos desde Egipto hasta la Península Balcánica completa desde el río
Pruth; además contaba como vasallos a los estados bereberes norafricanos.
En Italia existían como estados independientes Venecia, el Papado y los
ducados de Saboya, Toscana, Ferrara y Mantua. Génova, Sienna y Lucca
se llamaban independientes, pero lo eran sólo de nombre, como también
otros principados. La Francia de Enrique II, todavía no emponzoñada por las
guerras de religión, soportaba ya de mala manera a los ingleses en Calais.
Portugal, siempre absorto en su imperio colonial, no había variado. Inglate-
rra, donde el bajo pueblo católico comulgaba con su reina María Tudor,
odiada por la nobleza anglicana, dominaba Irlanda; Escocia se mantenía
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 197
independiente bajo la dinastía Estuardo. Alemania se encontraba desde la
dieta de 1500 en Augsburg dividida en diez círculos federados que las
disputas teológicas tendían a separar. Polonia había crecido en importancia
por su unión con Lituania. Hungría, con sus provincias rumanas y Bulgaria
ocupadas por los turcos, se debatía en situación precaria. Suecia, que bajo
Gustavo Vasa había derrotado en Oeland al almirante danés Nórby, había
sacudido el yugo de Dinamarca La Rusia de Iván IV el Terrible había
vencido a los tártaros y conquistado Kazán y Astraján, preparándose ahora
a disputar la costa báltica a los lituanos.
En 1556 se había firmado en Vaucelles una tregua entre el emperador
alemán y el soberano francés,que al año siguiente quedó rota. Los franceses,
llamados por el papa Paulo IV, invadieron el reino de Nápoles defendido por
el duque de Alba, en cuyo auxilio acudió el príncipe de Melfí, Andrea Doria,
con sus galeras. Estando Carlos V en agonía, el gran Andrea, que aún
luchaba a los noventa y dos años, rogó a Felipe II ser subrogado por su
sobrino Gian Andrea, quien, educado en la escuela de su tío, era gran
conocedor del arte náutico, las artes marciales y la lealtad al rey de España.
Los franceses se vieron obligados a sacar sus pies del reino de Nápoles en
1558 para ser derrotados en St. Quintin por los aliados anglo-españoles, lo
que no obstó para que aquellos recobraran Calais, después de lo cual se puso
fin a este conflicto mediante la paz de Cateau-Cambresis (1559). Debido a
que Francia carecía de armada, las escuadras aliadas de Inglaterra y Flandes
al mando de lord Clinton habían podido depredar hasta entonces impune-
mente las costas de Bretaña.
CAPÍTULO XXV FELIPE II CONTRA LOS TURCOS

Contra los piratas norafricanos


Dragut, ayudado por una escuadra turca al mando del renegado croata
Piale, había ocupado temporalmente varias posiciones en los litorales italiano
y español. Como a estas devastaciones se agregaban las correrías de los
corsarios berberiscos, que eran numerosos, prácticamente había cesado en
el Mediterráneo todo comercio para las naves de los reinos de don Felipe. Tal
era el resultado de la política de su padre, que había hecho de Venecia un
neutral temeroso del turco, ya que a estos actos de piratería sólo se oponían
unos cuantos corsarios italianos, entre los cuales se distinguió Gian Maretti,
de Niza.
En paz ya con Francia, el rey Felipe, harto de los clamores de sus súbditos,
resolvió atacar a Dragut en su misma capital: Trípoli. Con ayuda del Papa,
del duque de Toscana, de la república de Génova y délos Caballeros de Malta
hizo alistarse la expedición en Messina, pero con hombres y naves exclusi-
vamente italianas, para no debilitar los puertos españoles. Difícil resultó la
preparación de esta operación, sin otro perito que Gian Andrea Doria. Al fin,
en septiembre de 1559 se reunieron en Messina cuarenta y ocho galeras, dos
galeones, dos galeazas, veintiocho naves y otras unidades auxiliares con
catorce mil hombres. El mando recayó en el valiente duque de Medinaceli,
cometiendo Felipe el error de designar almirante a quien, en cuanto marino,
era un inepto. El hábil Dragut, impuesto de todo, reunió sus naves y salió a
tomar posición bajo los fuertes de Vallona, controlando así los mares
Adriático, Jónico y Tirreno.
Así transcurrió el otoño y el invierno, de manera que la flota italiana no
pudo dirigirse al África hasta el 10 de febrero de 1560. Cinco días después
llegó a la isla de Gerbe, donde para hacer aguada debió combatir a los isleños,
CAP. XXV - FELIPE II CONTRA LOS TURCOS 199
perdiendo casi doscientos hombres. Mayores estragos hizo a la flota la
malaria; el propio Gian Andrea estuvo a un tris de fallecer. Siguiendo
Medinaceli a Trípoli, se encontró con que Dragut, que había acudido por
tierra, la había reforzado considerablemente; también se enteró de que la
flota turca estaba por zarpar de Constantinopla, por lo que se devolvió a
Gerbe y se apoderó-de ella para que sirviera de base de operaciones.
El almirante estaba convencido de quelosjefesturcos no podrían reunirse
en Trípoli hastajunio. Pero una fragata despachada desde Malta llegó el 10
de mayo a informarle que ochenta galeras turcas al mando de Piale Bajá
habían pasado el día 7 por la isla de Gozo rumbeando hacia el sudoeste. No
había tiempo que perder. Dar batalla era imposible; protegerse apegados a
la fortaleza, como propuso Scipione Doria -hijo de Antonio, lugarteniente de
Andrea en Argelia- no fue aceptado, por carecer de víveres tanto el fuerte
como la flota; no quedaba sino la retirada. Pero Medinaceli manifestó que
debía mantener a los zapadores desembarcados su promesa de restituirlos a
Sicilia. Los capitanes creyeron que los turcos iban a unirse primero a Dragut,
con lo que aún tendrían dos o tres días de plazo para ponerse a salvo; así,
pues, embarcaron a su gente con más prisa que orden.
Al amanecer el 11 de mayo asomó la escuadra de Piale en formación de
combate, favorecida por un viento del noreste. Todas las previsiones de los
capitanes cristianos se derrumbaron; la confusión de la sorpresa se apoderó
de todos. Scipione Doria, que se hallaba de guardia aguas afuera con su
división, pudo escapar y llegar a Malta. Gian Andrea trató de hacer lo mismo
con bordadas continuas, pero el viento lo empujó a tierra y terminó
encerrándose con los suyos en la fortaleza de Gerbe. Cuando la mayor parte
de la escuadra pensaba hacer lo mismo, Ulugh Alí, al mando de la vanguardia
osmanlí, avanzó rápidamente y capturó varias naves imposibilitadas de
fugarse debido a su calado. Tras aparecer Piale, los mahometanos pudieron
capturar veintiocho galeras y más de veintisiete otros barcos, haciendo
millares de prisioneros. Algunas naves cristianas bien manejadas lograron
escabullirse reptando sobre los bajos y aprovechando el viento al máximo,
pero la última de ellas, que era la capitana de Roma, perdió el palo y también
fue apresada.
Gran victoria fue la obtenida por el Sultán con pequeñísimas pérdidas,
sobre esa flota mal mandada, sin cohesión ni orden. La noticia del desastre,
aunque penosa para Felipe II, no bastó para mostrarle la necesidad de crear
una armada permanente, como habían podido hacerlo los otomanos; seguía
creyendo que en el mar se podía pelear como en tierra: sólo con el coraje
200 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"

personal. Gian Andrea Doria y Medinaceli consiguieron abandonar la


fortaleza de Gerbe y regresar a Sicilia, endulzando con esta noticia los
últimos momentos de Andrea Doria, quien falleció en Génova en noviembre
de 1560, a la edad de noventa y cuatro años.
Entretanto Hassan, hijo y sucesor de Barbarroja en Argelia, estimulado
con los éxitos de Piale y Dragut, se preparaba para quitar a los españoles los
tres últimos baluartes que poseían en África: La Goleta (La Goulette, en
Túnez), Orán y Mers el-Kebir. Felipe II alistó veinticuatro galeras, las equipó
con cuatro mil soldados y las despachó al mando de Juan Mendoza a Orán;
pero, sorprendidas por un mal tiempo, ninguna de ellas cumplió su cometido,
pereciendo Mendoza con la mayor parte de sus tropas.
En junio de 1561 atacó Hassan por tierra y mar a Mers el-Kebir, que
Martín de Córdova defendió heroicamente hasta que el rey, con galeones de
las Indias y todos los elementos que pudo juntar en un supremo esfuerzo,
acudió en su auxilio, obligando a los argelinos a retirarse. Poco después los
españoles se apoderaron también del peñón de Vélez, fuerte situado en un
islote al poniente de Orán. Esta noticia y el anuncio de que una galera maltesa
había capturado una carga de ricas mercancías destinada al harem de
Solimán, irritaron al Sultán, que se dispuso sin más dilación a conquistar
Malta, plan que hacía tiempo venía mascullando.

Defensa de Malta (1565)


Jean de la Valette, elegido gran maestre de la Orden de Malta en 1557,
procedió desde entonces a preparar su capital, llamada entonces Medina y
también Notabils, para un largo sitio. Disposiciones plausibles, pues en
efecto el 19 de mayo de 1565 compareció ante Marsa Muscetto la flota turca
al mando de Piale Bajá, con ciento treinta galeras, treinta y ocho mil infantes
y la impedimenta de rigor.
Luego de algunos disparos, los otomanos se alejaron para fondear cerca
de aquel puerto, donde, aprovechando la noche, efectuaron un primer
desembarco de tres mil soldados, contingente que preparó el terreno para el
desembarco total. No obstante las ingentes fuerzas bloqueadoras, a las cuales
se había unido Dragut de Trípoli, varias veces fue burlado el bloqueo por
naves aisladas que salían a pedir áuxilio y dar o recibir informaciones. El 18
de junio Dragut cayó en acción herido de muerte. Cuatro jornadas después
de su fallecimiento los turcos se resarcieron de esta pérdida capturando el día
26 el fuerte San Telmo, lo que ponía en peligro toda la defensa de la capital.
CAP. XXV - FELIPE II CONTRA LOS TURCOS 201
El rey Felipe, cuyos intereses habrían sido seriamente afectados con la
caída de Malta, ordenó al virrey de Sicilia, García de Toledo, que con
soldados y naves de su dependencia tentase de ayudar a los Caballeros. En
agosto de ese año se reunieron en Messina sesenta galeras, aligeradas cuanto
fue posible. Dotadas de cuatro hombres por remo y ciento cincuenta
soldados por galera, partieron el 26 de dicho mes desde Siracusa, detrás de
Gian Andrea Doria, quien se adelantó para reconocer la isla de Gozo. La
navegación fue interrumpida por una borrasca que forzó a la escuadra a
abandonar las barcazas destinadas al desembarco, y que iban a remolque de
cada galera; a causa de lo mismo no pudieron reunirse con Doria, que
también se había visto impelido a buscar refugio. El ímpetu del viento había
hecho que la escuadra pasara al sur de Malta. Aprovechando una racha
favorable, Toledo puso rumbo a la isla con la esperanza de que los otomanos
no se percataran, por llevar una dirección contraria a la que lógicamente
debían esperar. La costa de Malta estaba libre, pero la escuadra cristiana,
dividida en dos porciones, perdió el tiempo y no efectuó el desembarco,
regresando a Sicilia.
Reunida de nuevo en Pozzalo, Doria, que también había retornado,
convenció al virrey de reintentar la empresa. A la vista de Malta el 6 de
septiembre, la escuadra se mantuvo sobre los remos esperando la noche y
guardando silencio para no delatarse. Aunque la flota logró llegar a la rada
de Firul, el viento refrescó, la mar se puso gruesa y el desembarco nocturno
devino tan riesgoso que se optó por ejecutarlo al alba. En hora y media, con
gran habilidad, desembarcaron ocho mil soldados, además de los víveres y
municiones para los sitiados. Fue una gran suerte, pues poco antes habían
zarpado de la misma rada setenta galeras que Mustafá, el general sitiador,
había llamado para emplear sus equipajes en un asalto al fuerte San Miguel.
Terminada su misión, Toledo se dirigió en alas de un viento favorable a
Trapani, adonde llegó sin novedad, inútilmente perseguido por los turcos,
que no lograron darle alcance debido a la mayor velocidad de las naves
cristianas. El socorro prestado a los Caballeros produjo tanto ánimo en los
asediados como abatimiento en los sitiadores, quienes además de las pérdidas
sufridas en los combates, frieron azotados por la peste. Nuevamente
rechazado, Mustafá se embarcó el 12 de septiembre en la flota de Piale,
rumbo a Constantinopla.
Para reivindicar el honor de su ejército, Solimán declaró la guerra a
Hungría y el 6 de septiembre de 1566, cuando ya estaba por apoderarse de
la plaza fuerte de Sziget, murió de apoplejía. El magnífico sultán había
202 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
logrado colocar la flota turca a la cabeza de todas las del mundo; su poder
naval pesaba también en el mar Rojo, en el golfo Pérsico y en el océano
índico.

La expedición que nunca llegó a Chipre


Entre Venecia y Turquía hacía bastante tiempo que reinaba la paz,
observada escrupulosamente por el senado de esa república como suprema
necesidad del Estado, tanto para poder mantener el tráfico comercial con
Levante, como para no exponer sus dominios marítimos a la temible flota
sultanal, comprendiendo muy bien que no debía recurrir a los Habsburgos,
interesados en mantener a Venecia abatida. Esta paz era, sin embargo,
turbada constantemente por combates entre galeras de la república y
corsarios otomanos que se escurrían hacia el Adriático, poniendo al Senado
en constante alarma y sospecha de las intenciones osmanlíes, hasta que en
1564 se estableció una escuadra permanente de doce galeras que debían estar
siempre a punto de zarpar.
Selim II, hijo y sucesor del gran Solimán, intimó en 1570 al senado
veneciano la cesión de la isla de Chipre, declarando que en caso omiso la
tomaría a la fuerza. Tal alarma produjo el ultimátum a Venecia, que sin
peijuicio de armarse a más no poder, golpeó las puertas de los estados
cristianos. El papa Pío V se empeñó ardientemente en formar una liga
cristiana que acabase de una vez con la enervante amenaza del Islam.
Unicamente consintieron Felipe II y después algunos ducados italianos
r

vasallos del mismo.


El Sumo Pontífice hizo armar varias galeras, eligiendo como capitán
general y prefecto a Marco Antonio Colonna, príncipe romano y gran
condestable de Nápoles, guerrero arrojado y experto marino.
Por su parte, don Felipe reunió en Messina cuarenta y nueve galeras, que
puso al mando de Gian Andrea Doria, con la orden de unirse a las escuadras
veneciana y pontificia bajo obediencia de Colonna. La conducta de Doria,
empero, hizo pensar a los aliados que había recibido órdenes regias secretas
que en parte modificaban las públicas, manteniendo así la constante política
de España, de lesionar a los turcos no más allá de lo necesario para impedir
que Venecia acrecentara su poderío. Nadie podía servir mejor esa política
que Gian Andrea, sobrino de quien se entregara por entero al servicio de la
casa de Austria, y a diferencia del cual había llegado a ser más español que
genovés.
CAP. XXV - FELIPE II CONTRA LOS TURCOS 203
El ducado de Toscana -regido por los mismos Medicis que en Francia
manejaban los hilos del poder a través de la reina madre Catalina- y el ducado
de Saboya aparejaron algunas naves contra los turcos. A esta cruzada no
pudo adherir Malta con más de tres galeras, debido a un reciente fracaso de
su flota a manos del corsario Ulugh Alí; aún así, ese trío no brindaría servicios
a la liga antes de octubre de 1570.
Mientras tanto, Venecia se aprestaba con impaciencia a la defensa de
Chipre, armando galeras y galeazas; pero como carecía de esclavos turcos y
el número de condenados era insuficiente, tuvo que poner al reino a
ciudadanos suyos. Nombrado jefe de la flota, Girolamo Zans zarpó con
cuarenta y dos naves de guerra a esperar órdenes en Zara, permanencia
funesta en que la ociosidad corrompió la disciplina. Con tripulaciones
nuevas, poco acostumbradas a la dura vida de las galeras, el personal
enfermaba, moría o desertaba. Al fin, ya bastante avanzado el verano de
1570, Zans se trasladó a Korfu y otras islas adyacentes a proveerse de gente.
Mas, puesto que los auxilios aliados no aparecían, armó allí unas cuantas
galeras más y se dirigió a Candía, en donde la fuerza veneciana subió a 137
galeras con la escuadra del proveedor Querini.
Los turcos habían desembarcado ya en Chipre el 3 de julio de 1570.
Doscientas cincuenta y seis naves al mando de Piale Bajá habían transpor-
tado a la isla en tres escuadras, que habían partido sucesivamente en el lapso
de tres meses, un ejército que tenía acorralada a Nicosia. De manera que si
los venecianos, en vez de esperar la prometida ayuda, se hubiesen valido de
sus propias energías para atacar esos convoyes impedidos por la carga
heterogénea destinada al sitio, posiblemente hubiesen conseguido más de un
éxito, dando tiempo a que actuase el auxilio de los aliados.
Gian Andrea Doria, por su parte, zarpó de Messina para vigilar los
movimientos de Ulugh Alí, que se encontraba en esos parajes y que poco
después se dirigió al Levante. Entonces unió sus unidades a las de Colonna
en Otranto, conforme a la voluntad real, pero el condestable de Nápoles
también había recibido instrucciones del monarca, de aquilatar el experto
parecer de Doria en la batalla, órdenes que obviamente no se contradicen,
Al fin, el 21 de agosto ambas fuerzas se hicieron a la vela, llegando diez días
después a Suda, en Creta, donde hallaron a la flota veneciana.
Zans, que tenía orden senatorial de combatir a la flota otomana apenas
llegase la escuadra aliada, manifestó a Colonna que Nicosia peligraba y urgía
socorrerla, por lo cual éste reunió en consejo a los principales comandantes.
Doria hizo presente que la estación se encontraba avanzada, las costas más
204 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL
allá de Creta en poder del enemigo y el equipaje veneciano diezmado por la
peste; que en consecuencia, exponer a la única flota que podía defender a
7

Italia y España contra los musulmanes era arriesgado, terminando por


declarar que, de todas maneras, él tenía orden de estar de regreso en Sicilia
a fines de septiembre. Los demás capitanes se manifestaron, unos por dicho
parecer, otros por el combate y algunos por hacer guerra de 'diversión'.
Colonna se pronunció por el combate, aduciendo principios de honor; y así
fue resuelto, quedando de todas maneras planteada sin duda la discordia
existente entre los dirigentes de la flota.
En las aguas de Sittia se organizó la flota. Componíase de doscientas seis
entre galeras, galeazas y galeones, tripuladas por dieciséis mil soldados y
treinta y dos mil marineros y remeros. Doria observó que las galeras
venecianas sólo llevaban ochenta soldados, veinte menos que las demás, lo
que hizo presente al almirante en un manifiesto en el que afirmaba ser
imprudente presentar combate en semejantes condiciones. Colonna respon-
dió con otro manifiesto. Júzguese el efecto que esta polémica debe haber
producido en la flota. Al fin, después que un nuevo consejo de guerra lo
acordó, el 17 de septiembre zarparon a Chipre.
Mientras tanto los otomanos, sumisos a una sola cabeza, no habían
perdido el tiempo en discusiones. El 9 de septiembre habían capturado
Nicosia por asalto, cometiendo a continuación toda clase de horrores y
haciendo esclavos a hombres y mujeres, que enviaron a Constantinopla. En
su triste viaje al exilio, una joven, sacrificando la vida, logró allegar fuego a
la pólvora de la nave que la conducía, haciendo volar también las dos vecinas
con todo su equipaje y pasajeros.
La flota aliada, impulsada por un fresco viento, había llegado detrás de la
isla Kelidonia, pero Doria, que, recordando lo sucedido en Gerbe, temía una
sorpresa de los contrarios, se mantuvo cruzando afuera, listo para maniobrar
libremente. El 21 de septiembre llegó de noche Aloisio Bembo, que había
sido destacado en exploración con cuatro galeras, llevando a Zans la noticia
de la toma de Nicosia. El veneciano, en vez de guardarla en secreto y dejar
que la flota siguiera a Chipre, en donde permanecía la escuadra de Piale, que
si era vencida dejaría al ejército turco abandonado e imposibilitado de atacar
a Famagusta, hizo pública la información; peor aún, declaró que ya no era
conveniente seguir a Chipre y que él estaba por atacar cualquier fortaleza
enemiga de la Morea o del Egeo. Los aliados, que todavía deseaban la batalla
con los turcos, refrenaron sus ímpetus ante la conducta del jefe véneto,
resolviendo en consejo atacar Vallona o Durazzo y retornar a Creta. En las
CAP. XXV - FELIPE II CONTRA LOS TURCOS 205
aguas de Scarpanto fue dispersada la flota por un mal tiempo y una galera
veneciana se partió por medio, pereciendo todo su equipaje. Doria, que
estimaba una locura navegar a fines de septiembre con tanto bajel junto,
regresó con las naves del rey a Sicilia. Zans dejó en Creta a Querini con
algunas galeras, y con Colonna se dirigió a Korfu, adonde llegó con sus
barcos averiados, diezmado el personal con los naufragios, y la peste a bordo.
Grandes cargos hizo la opinión pública a los jefes de esta ridicula
expedición que tantas esperanzas había creado, culpando unos especialmen-
te a Doria y alabándolo otros por haber regresado con sus fuerzas sanas y
salvas. Tanto alboroto se formó, que el Papa acusó a Doria ante Felipe II,
pero el rey, sin replicar al santo Pío V, nombró a Doria comandante supremo
de sus armadas. En cambio el Senado veneciano destituyó a Zans y designó
en su reemplazo a Sebastiano Veniero,
CAPÍTULO XXVI LA BATALLA DE LEPANTO

Los beligerantes
Esta campaña tuvo el carácter de una cruzada postrera contra el islam
triunfante. El origen de la rivalidad entre la Cristiandad y el Islam hay que
buscarlo en Arabia, península de la cual habían brotado a la vez una nación
y una religión que, complementadas la una con la otra, eran la base del
imperialismo musulmán. La nueva fe, predicada a mandobles de cimitarra,
había cundido con la enorme rapidez del pánico, empujando a los cristianos
a defender no sólo su religión, sino también sus derechos culturales y
políticos, ahora verdaderamente amenazados.
El peligro turco estaba a las puertas de Europa. Ya vimos a Venecia
conminada a abandonar Chipre, no obstante un tratado.
Varias veces Roma, por boca de su obispo, había dado la alarma al mundo
católico, pero los problemas internos y las pasiones habían evitado un
acuerdo para decidirlos a intervenir. Franciay España se miraban con recelo;
lo mismo, Francia y el Sacro Imperio. A Portugal no le interesaba lo que
ocurriera en el Mediterráneo. Los países marítimos del norte se habían
pasado al protestantismo. De las potencias cristianas ortodoxas no subsistía
mas que la Rusia de Iván IV el Terrible, demasiado atrasada como para poder
terciar en una guerra marítima con la Sublime Puerta. Por otra parte, la
neutralidad de Venecia había sido uno de los mayores obstáculos encontra-
dos por el Papa para la formación de una liga, que al fin quedó formada por
Felipe II, la Santa Sede y la república de Venecia, las mismas de la fracasada
alianza anterior, que con ciertos refuerzos pasó a llamarse 'Liga'.
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 207
Las principales cláusulas del tratado firmado en Roma en febrero de
1571 estipulaban:
• una alianza defensiva y ofensiva perpetua entre las mencionadas
potencias contra el Imperio Turco;
• que la fuerza de los aliados consistiría en doscientas galeras, cien naves,
cincuenta mil infantes y nueve mil caballeros, que los aprestos de guerra
debían hacerse en marzo de cada año, al fin del cual debían encontarse listas
las naves en un puerto a designar;
• que el rey aportaría tres partes, la república dos y el papa una, por lo cual
las presas se dividirían en seis partes;
• que los países conquistados volverían a sus antiguos poseedores, excepto
el norte de África hasta el límite con Egipto, que se reservaba para el rey de
España;
• que en los consejos intervendrían los tres generales aliados, bastando el
acuerdo de dos de ellos para obligar al tercero;
• que el capitán general de las fuerzas coligadas en tierra y mar sería don Juan
de Austria, hermanastro de Felipe II, o en su defecto, Marco Antonio
Colonna.
Aquel joven príncipe, audaz y generoso, se imponía fácilmente a todos.
De hecho logró lo que principalmente necesitaban los desordenados cristia-
nos: la unidad del mando, domeñando así la soberbia goda y el orgullo
veneciano.
Por esa época España era sin duda la primera potencia europea. Lo era
desde que Carlos V estructurara su imperio colonial, pues el oro de América
le permitía hacer frente a cuanta situación se le presentara. Felipe II había
disciplinado ese enorme imperio, hasta llegar a decirse que 'cuando España
se mueve, tiembla el mundo'. Indudablemente no aportó todo su poderío a
la Liga para no quedar débil en Europa, pues además de enemigos musulma-
nes, tenía a los herejes por enemigos.
La república veneciana continuaba siendo la reina del Adriático y
mantenía su preponderancia en el comercio procedente del Levante; sin
embargo, andaba pobre en armamento y, como ya vimos, sobre todo en
personal.
208 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Pío V, el promotor de la Liga, era un estadista suficientemente hábil para
comprender que la campaña debía ser marítima, puesto que la presencia de
una flota católica intimidaría a los piratas norafricanos, que, reconociendo
al sultán como Califa del Islam, se comportaban tan aviesamente como él
al dedicarse a devastar e incendiar poblados inocentes y capturar cristianos
para dotar de remeros a sus galeras y enriquecerse con sus rescates, rescates
que el pueblo español tomaba tan en serio, que en su seno habían surgido
varias ordenes religiosas 'redentoras de cautivos'.
La Santa Sede era un verdadero Estado. Para los católicos caía de su
peso que el Papa aseguraba su libertad espiritual al poseer una soberanía
temporal, que, por lo demás, había sido donada a los sucesores del apóstol
Pedro por el mismísimo emperador Constantino, según entonces se creía.
En la época que nos ocupa, el Estado Pontificio tenía una pequeña flota lista
bajo las órdenes del almirante Colonna, ella fue la que inició los preparativos
de la Liga.
El Imperio Turco había llegado a convertirse en el terror marítimo de
Europa, sobre todo por obra de Solimán el Magnífico, que lo dejara en
eficientísimo pie de prosperidad. Sus escuadras se paseaban por el Medite-
rráneo impunemente, porque Venecia y Génova, para no dañar su comercio,
prefirieron durante mucho tiempo hacerse los desentendidos frente a las
tropelías turcas. Particularmente Venecia, que ya le reconocía derechos
sobre Chipre a trueque de no ser molestada. Los otomanos eran
proverbialmente crueles con los prisioneros. Se complacían formando
grandes monolitos con los cráneos de los vencidos para glorificar sus
victorias balcánicas. Miles de cristianos gemían en las galeras y miles habían
perecido en medio de los más atroces suplicios en sus mazmorras.

Situación previa y preparativos


En la campaña de 1570, antes de la formación de ta Liga, Colonna había
logrado reunir los primeros buques con gran tardanza. Cuando estuvo listo,
ya había aparecido en aguas de Chipre una flota turca superior; además,
aunque Colonna ejercía el mando, las decisiones las tomaba un comité, lo
cual sólo sirvió para complicar el empleo de la fuerza, ya concentrada en
Suda. Esta fuerza perdió en septiembre de ese año la oportunidad de levantar
el sitio de Nicosia, cercada por los otomanos, pues allí los venecianos se
mantenían aún firmes. Cuando al fin llegó la flota, Nicosia ya había caído y
empezaba el sitio de Famagusta, la otra fortaleza chipriota. En resumen, se
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 209
carecía de un comando único y se había derrochado tiempo hasta que con
la llegada del invierno tuvieron que regresar las diversas escuadras a sus
puertos para capear la estación.
Esto movió al Romano Pontífice a formar una alianza más poderosa y
a buscar un comandante supremo. Ejerciendo los derechos de presidente
de la Liga designó para ello a don Juan de Austria, joven de veinticuatro
años, ya famoso por sus hazañas, cuya cuna y rango principesco le
conferían el prestigio necesario para mantener la unión de los católicos.
El plan consistía en formar una flota de trescientos navios, de los cuales
doscientos serían galeras y el resto buques a vela completamente aparejados.
Este punto es notable, porque es la primera vez que se consideraba a estos
buques para operaciones bélicas, siendo de notar las rápidas innovaciones
introducidas a la fecha en la táctica naval. El personal debía montar a
cincuenta mil guerreros, incluidos quinientos artilleros. El mayor trabajo
consistiría en reclutar remeros. Construir barcos, en cambio, no era mayor
problema; en Venecia se dió el caso de que una quilla colocada a la salida del
sol se convirtiera en galera a la puesta. Esto nos demuestra una vez más que
el factor humano no se improvisa.
Por el lado otomano también podemos adelantar algunas críticas. Desde
luego, los sultanes turcos y los pachás de Berbería nunca alcanzaron a
dominar los principios fundamentales de la estrategia naval, y así, al carecer
de miras amplias, Europa se salvó de graves peligros. Si en vez de parcelar
sus fuerzas como buenos piratas, las hubieran juntado, habrían conseguido
una serie de victorias contundentes cuando se les presentaron oportunidades
únicas para hacer desaparecer una a una las escuadras cristianas; dueños del
Mediterráneo, habrían dominado en todo sentido para proseguir sus con-
quistas terrestres.
Fue precisamente en 1571 que las potencias musulmanas intentaron
también una concentración de fuerzas; afortunadamente para Occidente, la
retrasaron por dedicarse a las correrías o al sitio de fortalezas como
Famagusta.

Preparativos. Toma de Famagusta


Venecia se lanzó con ardor a fabricar naves y tomar urgentes y drásticas
medidas para dotarlas, llegando a tener a mediados del estío más de cien
galeras; pero sesenta de ellas se encontraban en Creta a las órdenes de los
210 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
proveedores Querini y Canale, y el resto en Korfu con el capitán general
Sebastiano Veniero. El papa contrató doce galeras del duque de Toscana,
las que con seis fragatas al mando de Colonna se dirigieron a Messina, en
donde se agregaron tres galeras de Malta. Don Juan había partido de
Barcelona con cuarenta y cuatro galeras del rey y, costeando el litoral, se
dirigía a Nápoles.
Mientras los aliados hacían estos preparativos, Piale, que había seguido
a la flota cristiana en su retirada hasta Stampalia, fue constreñido por los
malos tiempos a retornar a Chipre, pero como no podía alimentar al
numeroso equipaje de sü flota, dejó doce galeras en la rada de Constanza
para el servicio del ejército que sitiaba Famagusta y se retiró al Bosforo. El
proveedor Querini, que esperaba la ocasión de socorrer a aquella plaza, salió
de Candia hacia Chipre con dieciséis unidades bien armadas y otras tres con
abastecimientos. Esperaba sorprender allá a la escuadrilla turca, pero ésta,
avisada a tiempo, se había retirado. Querini le dió alcance y le hundió tres
galeras, destruyó los fuertes levantados por los osmanlíes en la costa e
incendió dos barcos cargados con vituallas para el ejército sitiador.
Enterado el sultán, destituyó sin más trámite a Piale y nombró capitán
general a Alí Bajá, decretando grandes aprestos para finiquitar rápidamente
la expugnación de Chipre. Desafiando la estación, salieron a fines de marzo
de los Dardanelos treinta galeras que, reforzadas por muchas otras en Jíos
y Rodas, llegaron a Chipre; un mes después llegó el propio Alí con cuarenta
galeras y un cuerpo de ejército, y más tarde Ulugh Alí y Hassan con la
escuadra argelina. A fines de mayo de 1571 ochenta mil turcos atacaban con
cuantiosa artillería a Famagusta, defendida heroicamente por Bragadino.
Las doscientas cincuenta naves muslimes garantizaban que ni todas las
escuadras del Mediterráneo reunidas pudieran ser capaces de socorrerla.
Aunque el 4 de agosto Famagusta capituló, la barbarie otomana no respetó
a los vencidos: desollaron vivo a Bragadino, decapitaron a la oficialidad y al
resto lo esclavizaron.
Horrorizados ante tanta barbarie, los ojos de los cristianos se volvieron a
don Juan, que ya había partido de Barcelona hacia Nápoles. Alí, tratando de
impedir a la escuadra de Veniero su reunión en Messina con la del rey, había
conducido su flota a Navarino, saqueando Zante y Kefalonia, y avanzaba
hacia Butrintit, frente a la isla Korfu. El almirante veneciano, apreciando el
peligro de ser bloqueado en Korfu, resolvió correr el albur de abandonar
Dalmacia y la misma Venecia a la acción de los mahometanos, y se dirigió
a Otranto, no sin que el enemigo lograra capturarle dos galeras rezagadas.
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 211

La concentración de las flotas


Veniero fondeó el 23 de julio en Messina. El y Colonna esperaron a
/

Querini, que venía desde Creta, y a don Juan, que recaló en Nápoles el 13
de agosto. Entretanto, sangrientas rencillas se desarrollaban entre la soldadesca
italiana y española. Los venecianos, que debían proveerse de víveres en
Calabria, poco prácticos en esos parajes, perdieron siete galeras. Finalmente
llegó don Juan a Messina el 23 de agosto y más tarde Querini con unas
sesenta galeras después de una navegación admirable desde Candía; por
último se presentó Doria con otras once reales. El príncipe dispuso que el
8 de septiembre se pasara revista a la flota, la que ahora constaba de seis
galeazas, doscientas siete galeras, treinta naves y setenta fragatas, armadas
con mil ochocientos cañones y pobladas por doce mil marineros, treinta mil
soldados y más de cuarenta mil remeros. Sin embargo, el mando de esta
fuerza considerable estaba muy repartido; jefes de división había a cargo
de hasta tres unidades, según su lugar de origen.
Don Juan observó que las galeras venecianas traían pocos soldados a
bordo; dispuso, pues, que sus dotaciones fuesen aumentadas con veinticinco
soldados españoles, lo que Veniero aceptó con algunas prevenciones.
Prevenciones nada ficticias, puesto que pocos días después algunos soldados
reales embarcados en una galera véneta se sublevaron, teniendo Veniero que
hacerlos ahorcar. Grande fue la indignación del Príncipe al ver que su
autoridad había sido atropellada; la prudencia de Colonna, que intervino en
el desaguisado, pudo mantener la unión sobre la base de que Veniero fuera
reemplazado en los consejos por su lugarteniente Barbarigo.
La batalla a disputarse el 7 de octubre de 1571 entre turcos y cristianos
en el golfo de Lepanto, al suroeste del Peloponeso, iba a tener una gran
importancia. Los católicos congregaron en Messina trescientas diez naves de
todos tipos, después de haber perdido oportunidades excelentes para dar
golpes parciales que debilitaran a los contrincantes. Venecia aportaba ciento
seis, sin contar seis galeazas, naves gigantescas de terminaciones toscas, cada
una de las cuales llevaba más de cuarenta cañones, España había enviado
menos galeras, pero mayor número de fragatas, bergantines y buques de
menor porte: ciento sesenta y cuatro naves en total. Roma contribuía con
doce galeras bien provistas. Se contaba con algunas unidades que aportaría
Malta y alguna que otra ciudad marítima del momento.
212 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
A pesar de la gran fuerza que contenía esta flota, algunos capitanes se
manifestaban aún temerosos de una batalla con los turcos, pero don Juan se
pronunció por el combate; su voluntad decidida unificó los pareceres,
juramentándose todos a poner cuanto estuviera en su mano hacer para
alcanzar la victoria. La flota se dividió en tres escuadras, pero ordenada en
línea de frente: al centro la escuadra azul, con sesenta y una galeras al mando
del gran capitán; a la derecha la verde, con cincuenta y tres galeras bajo la
conducción de Doria; y a la izquierda la amarilla, con cincuenta y cinco
galeras a las órdenes de Barbarígo. En medio de la escuadra azul iba la galera
real del príncipe don Juan, la que tenía inmediatamente a su derecha la de
Colonna, capitana de Roma, y a su izquierda la de Veniero, capitana de
Venecia, a popa de éstas se mantenías diez galeras rápidas para sostén de las
mismas. Una milla detrás se formaron treinta galeras comandadas por Santa
Cruz, con distintivo blanco.
La formación general mantenía a las naves en orden cerrado, lo suficiente
para no entrabar los movimientos de los remos. Las escuadras de las alas
quedaban separadas del cuerpo de batalla por un intervalo de cuarenta
brazas, los jefes de ellas debían situarse a los extremos para dirigir sus
escuadras según sus propios movimientos mejor que con señales. Al otro
extremo de cada ala se ubicaba una galera especial que serviría de bisagra en
las maniobras de conversión. Las seis galeazas se colocaron en la vanguardia
de la flota, dos delante de cada escuadra y a una milla de distancia, llevando
la insignia de Francesco Duodo. Los treinta veleros, con la insignia de Carlos
Dávalos, debían navegar a barlovento de la flota y embestir por el flanco al
enemigo, hostilizándolo con la artillería. Todas estas prescripciones se
entregaron escritas a cada capitán, con el croquis correspondiente. El hecho
de que Doria mandase una escuadra, mientras que los almirantes romano y
veneciano tenían una posición secundaria, se debía a la voluntad expresa de
Felipe II.
El 16 de septiembre partió de Messina la flota aliada hacia Korfú, adonde
llegó en diez jornadas. Enterándose ahí de que la flota sultanal se encontraba
en Lepanto, se trasladó a Gomenizza y después a Kefalonia.
La armada osmanlí se hallaba reunida en el amplio y seguro golfo de
Lepanto, compuesta de doscientas treinta galeras y sesenta y seis galeotas,
con noventa mil hombres, de los cuales treinticinco mil eran soldados. De
éstos, dos mil usaban arcabuces y el resto, arco y flechas: desventaja para los
turcos, pues los cristianos tenían muchos más arcabuceros, en compensa-
ción, los primeros contaban con una sola voluntad de mando, sin divergencias
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 213
de ninguna especie. Como la flota católica, la del califa se dividía en tres
escuadras y una de reserva: Mohammed Sirocco, gobernador de Alejandría,
con el ala derecha; Hassan Bey, gobernador de Rodas, al centro, en donde
izaba su insignia el comandante supremo Alí Bajá, asistido por Pertev
Pachá; Ulugh Alí y, a sus órdenes, el célebre corsario Kara Kodja, con el
ala izquierda; Mur Torgud encabezaba la reserva.
Para informarse de las fuerzas cruzadas el almirante turco había
mandado exploradores, que en audaces acciones nocturnas lograron su
cometido, pudiendo manifestar regocijados a su jefe que los efectivos
enemigos eran inferiores a los propios. Lamentablemente para ellos,
habían hecho sus indagacioners cuando la flota contraria aún no estaba
toda reunida, de manera que Alí Bajá resolvió dar la batalla a pesar de que
algunos de sus capitanes le observaron que muchos de sus soldados se
embarcaban por primera vez.
El 6 de octubre salió del golfo la flota de Alí en dirección a las islas
Curzolari. Don Juan había salido del canal entre Kefalonia e Ithaca para
acercarse al continente; ahí, cerca de la isla Pétala lo sorprendió la aurora del
7. Ambos enemigos se avistaron en la mañana de aquel día a una distancia
de diez millas.

La batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571)


Don Juan de Austria mandó izar el estandarte de la Liga y disparar un
cañonazo en señal de desafío. El plan cristiano consistía en que cada
comandante ocuparía con su buque el espacio suficiente para maniobrar
libremente, sin abrir paso al enemigo; y elegiría un adversario para abordarlo
tan pronto como le fuera posible. Barruntando don Juan que los espolones
de las galeras ofrecían más inconvenientes que ventajas, hizo cortar el de la
galera real, ejemplo que fue seguido por toda su flota.
Las fuerzas mahometanas avanzaron lentamente contra el viento y el sol.
Para no ser envuelta por el enemigo, el ala izquierda de la Liga, confiada al
veneciano Barbarigo, se acercó a tierra tanto como el desconocimiento de la
costa se lo permitía.
Casi al mediodía las trompetasy tambores dieron la señal de combate. Las
galeazas efectuaron las primeras andanadas apenas las galeras otomanas
entraron en su campo de tiro. Uno de los primeros disparos impactó en la
galera sultanal, sembrando la confusión. La línea turca flaqueó y perdió su
214 CARLOS AGUIRRk VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
formación; no obstante, sobrepasó a las galeazas y siguió su avance. Desde
ese momento, éstas sólo pudieron hacer fuego cuando no había peligro de
alcanzar a sus propios compañeros.
La lucha se trabó inicialmente en el ala izquierda de los aliados, a la que
el pachá de Egipto, conocedor de la costa, consiguió envolver en parte;
herido en un ojo, Barbarigo hubo de abandonar el combate, siendo
reemplazado por su sobrino Contarini, que consiguió rechazar al enemigo de
las cubiertas del buque insignia. Mortal mente herido Contarini en medio de
su triunfo, sus camaradas Nani y Porcia lanzaron soldados venecianos y
españoles al abordaje del buque de Sirocco, barriendo previamente sus
cubiertas con fuego de arcabuces y cargando luego a sable y pica por su
proa. El asalto fue irresistible; los osmanlíes quedaron deshechos y sin su
pachá, que pereció en la refriega.
Ulugh Alí intentaba efectuar con su ala izquierda una operación similar
a la que había realizado Sirocco con la derecha. Para impedírselo, Doria
extendió al máximo su línea, teniendo que avisarle don Juan de Austria el
peligro a que exponía con ello el centro. Ulúgh aprovechó entonces los
puntos vulnerables: acometiendo a varias galeras que se habían apartado
mucho unas de otras, echó algunas a pique.
Mientras así se luchaba en las alas, en el centro habían chocado con
horrible estruendo las dos naves reales. Alí Bajá abrió contra su contrincante
un fuego de artillería y mosquetería secundado por cien excelentes arqueros
que llevaba a bordo y que los aliados contestaron con ardor. La intervención
de los jefes redoblaba la motivación de los combatientes. Ambos caudillos,
rodeados de sus capitanes, parecían buscarse como para decidir ellos solos
la contienda.
Habiendo rechazado los católicos del ala izquierda a sus enemigos,
tomaron a su vez la ofensiva y asaltaron a las naves que antes los habían
atacado. En el centro, el gran capitán había recibido una leve herida en el pie.
AI iniciar su tercer ataque contra la galera sultanal, volvió a encontrarse con
el inexpugnable muro que le oponían los jenízaros De repente Alí Bajá cayó
sin sentido, tocado por un balazo en la cabeza; sus soldados, después de una
porfiada defensa, fueron finalmente arrollados por todas partes. Rematado
Alí a pesar de las órdenes de don Juan, fue su cabeza clavada en una pica,
al mismo tiempo que se arriaba el estandarte de los califas para ser sustituido
por el de la cruz. A su vista los cristianos echaron gritos de victoria, cejaron
los musulmanes, muchas de sus galeras fueron tomadas y otras hundidas. En
menos de cuatro horas su centro y su ala derecha quedaban completamente
Lámina 12 Batalla de Lepanto
7 de Octubre de 1571
Galera veneciana
de la época de la Batalla de Lepanto

Lámina 13 Galeaza veneciana


de la época de la Batalla de Lepanto
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 215
destruidos.
Más reñida resultó la lid entre los veteranos Ulugh Alí y Gian Andrea
Doria, pero en auxilio de éste corrió la reserva de Alvaro de Bazán, marqués
/ __

de Santa Cruz, que anteriormente había socorrido con éxito al centro.


Ulugh, atacado por todas partes, abandonó las galeras capturadas y,
enterado de la derrota de sus colegas del centro y la derecha, dió a sus naves
la señal de retirada. Eran éstas las mejores de la armada turca, y sus
marinos, los más temibles del Mediterráneo. Aun cuando Doria, Bazán y
el Príncipe salieron en su persecución, los argelinos se pusieron fuera de su
alcance: algunas de sus galeras se estrellaron en un cabo, pero las más, en
un número aproximado a cuarenta, lo doblaron sin tropiezo y desaparecieron
poco a poco. Los cristianos, para librarse de una inminente tempestad, se
refugiaron en el puerto de Pétala, entregando a las llamas los barcos que por
su mal estado debían ser abandonados.
Según cálculos prudentes, los musulmanes dejaron veinticinco mil
muertos y quinientos prisioneros. Doce mil cautivos cristianos encadenados
al remo recuperaron su libertad. Las bajas de los aliados no alcanzaron a
ocho mil sujetos: dos mil españoles, ochocientos romanos, y el resto,
venecianos.
La armada turca estaba destruida. De doscientas cincuenta galeras que
habían tomado parte, a lo más cuarenta habían logrado escabullirse, ciento
treinta fueron aprehendidas y repartidas entre los vencedores, y las demás,
echadas a pique o quemadas. La Liga sólo perdió quince galeras, aunque
muchas otras sufrieron grandes averías.
Esta batalla, la última empeñada en el Mediterráneo entre barcos movidos
a remo, logró congelar el avance de los turcos hacia el Mediterráneo
occidental. Merece ser citada en este estudio porque, además, los cristianos
emplearon en ella por primera vez la artillería desde sus galeras. Pero no fue
esta arma el factor decisivo, aunque al principio de la liza actuara con
evidente eficacia; pues a causa del desorden en que pronto degeneró la lucha,
hubo de cesar en seguida sus disparos para no dañar por igual a amigos y
enemigos, de modo que los tercios españoles vencieran a los turcos al
abordaje. La artillería no había encontrado todavía a quien supiera utilizarla.
No faltaron actos de heroísmo. Soranzo, capitán de una de las galeras que
se separaron de Doria, viendo su nave atiborrada de moros, aplicó fuego a
lapólvora y volóporel aire con todos sus enemigos. En otragalera napolitana
un soldado español mareado por la fiebre salió a cubierta a pelear, recibiendo
dos heridas, una de las cuales le estropeó la mano para siempre, no obstante
lo cual siguió combatiendo hasta concluir la jornada. Llamábase Miguel de
216 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Cervantes Saavedra.

Después de la batalla
Cuando terminó el combate cerca de las cinco de la tarde, el viento
refrescaba desde el suroeste. Se estaba levantando mar gruesa. Harto
esfuerzo requirió el ordenamiento de las presas en esas circunstancias, sobre
todo por la dificultad de organizar la palamenta y debido a la noche que se
acercaba rápidamente. Mas el favorable sentido del viento permitió a los
coligados pasar el canal de Oxia y guarecerse en la rada de Pétala, en donde
debió resistir un fortísimo ventarrón que mantuvo en constante jaque a las
dotaciones de las naves. Al día siguiente se destacaron las naves más
veloces para dar la grata noticia de la victoria, que colmó de júbilo a la
catolicidad, sumida en fervientes turnos de oración ante el Santísimo con
el Papa a la cabeza, alegróse sobre todo Italia, cuyas eran la mayoría de las
naves y de su personal. Días después la flota empavesada hacía su entrada
triunfal en Messina.
Tal fue la famosa batalla naval de Lepanto, que sólo sirvió para mostrar
que la flota turca no era invencible. Pues victoria tan gloriosa, aunque resulte
paradojal, no tuvo resultados de fondo. 'Con haber vencido a nuestra flota
-diría el Gran Vizir al enviado veneciano- sólo nos habéis afeitado; una barba
rasurada vuelve a salir mejorada'.
En efecto, los aliados no completaron la destrucción de la flota enemiga.
Primeramente Ulugh Alí logró evadirse con su división, a la que hubieron de
dejar por aproximarse la noche y una marejada. Más tarde la Liga no
prosiguió las operaciones anuales a que su constitución la tenía comprome-
tida, debido a la misma causa que retardara su creación: a saber, las
diferencias de puntaje que cada corte asignaba a los problemas comunes, en
beneficio de urgencias mayores no comunes. Felipe II pensaba en otros
adversarios: la Inglaterra isabelina, Francia, y las provincias calvinistas de
Flandes, que no soportaban la dominación hispánica.
En 1572 los aliados proyectaron llevar la guerra a Grecia, pero a la muerte
de Pío V -el campeón de la alianza-, la política de Felipe II impidió que los
preparativos siguieran una marcha acelerada. Sólo a mediados de julio
vinieron a estar listas en Korfu unas ciento veinte galeras y seis galeazas
venecianas al mando de Giacomo Foscarini, veintidós galeras y seis galeotas
españolas al mando de Gil de Andrade, y trece galeras y veinte otras naves
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 217
pontificias. Toda esta fuerza, ¿al mando de quién? ¿de Colonna? Parecía
improbable que don Juan de Austria quisiera hacerse cargo de la empresa.
Los turcos, por su parte, habían restañado sus lesiones. Ulugh Alí,
nombrado sucesor de Alí Bajá, aprovechó el invierno para construir naves
en gran número y entrenar los equipajes. Saliendo de los estrechos y
costeando Grecia, asoló las islas venecianas. Salióle al encuentro Colonna,
pero el turco, con gran destreza, esquivaba los combates y mantenía en
constante alarma a sus enemigos,
A mediados de agosto don Juan se hizo cargo de la flota aliada en
Gomenizza y el 17 de septiembre partió con la intención de sorprender a
Ulugh, cuya flota se encontraba repartida entre Navarino y Modone en
precarias condiciones, debido a la peste y a la insuficiencia de víveres.
Desgraciadamente para la Liga, el piloto español equivocó la ruta durante
la navegación nocturna y la flota se encontró en Prodano en vez de
Sapienza, con lo que las escuadras turcas tuvieron tiempo y oportunidad de
reunirse en el refugio de Modone. Allí se presentó don Juan a retar a Ulugh,
que no se movió. Después de inútiles demostraciones, la armada occidental
se desbandó; cada escuadra retornó a su respectivo puerto, dejando el
campo libre al turco. Venecia, desilusionada de la Liga, hizo el 7 de marzo
de 1573 la paz con el sultán Selim II, a quien cedió Chipre y pagó una
indemnización, tal como si los turcos la hubiesen vencido en Lepanto.
CAPÍTULO XXVII LA REBELIÓN DE FLANDES

Antecedentes históricos
En este capítulo no hallaremos grandes batallas, pero sí un magnífico
aprovechamiento del poder marítimo por un pueblo marinero, amante de su
mar, que, no tolerando la subordinación política ni espiritual a otra potencia,
ante el apremio creó una marina de guerra, base del imperio colonial que iba
a llegar a poseer.
Flandes ha sido un vocablo muy elástico. Para los españoles de entonces,
'clavar una pica en Flandes' significaba pelear en cualquier localidad de los
actuales reinos de Bélgica y Holanda. En estos países se hablaba el flamenco,
y al sur de Bélgica -o sea, en sus distritos valones-, el francés. La región
flamenca se componía de varias provincias, cada una regida por un estatúder
(stadhouder); algunas de ellas daban al mar y otras no. Las provincias
flamencas marítimas eran, de suroeste a noreste, Flandes, Zelanda, Holanda
y Frisia. Se echa de ver, pues, que no sólo la voz 'Flandes', sino también el
término 'Holanda' se prestan a confusiones. La mayor parte de Holanda y
algunos pagos de Frisia están bajo el nivel de las más altas mareas, razón por
la que -otro equívoco- se ha llamado también 'Países Bajos' (Nederland) a
lo que es Holanda en el sentido amplio.
El conocimiento de estos territorios data del año 57 a.C., cuando César
conquistó la Galia transalpina; de ellos, los situados a la izquierda del Rin
fueron incorporados en el año 15 a.C. al Imperio Romano dentro de las
provincias de 'Gallia Bélgica' y 'Germania Inferior'. Después del 476 la
región quedó sometida a los francos. Durante el medioevo careció de
unidad, constando de señoríos que, salvo el condado de Flandes. rendían
homenaje feudal al Sacro Imperio, hasta que en 1385 fue íntegramente
anexada al gran ducado de Borgoña. Sin entrar en mayores datos históricos,
CAP. XXVII - LA REBELIÓN DE FLAN DES 219
digamos que en 1477, por el matrimonio de María de Borgoña con
Maximiliano de Habsburgo, los Países Bajos fueron heredados por Carlos
V, y, a la abdicación de éste (1556), por Felipe II.
El gobierno autoritario de don Felipe y particularmente la implantación
integral de los decretos contrarreformistas del reciente concilio de Trento en
esos países, ya considerablemente impregnados por la teología de Calvino,
generaron un explicable descontento. Así esbozadas las causas de la rebelión,
queda por agregar que los rebeldes contaban con el aliento de los ingleses y
con su segura ayuda. En realidad, la región genérica de Flandes iba a ser para
El Escorial un dolor de cabeza y un gastadero de oro.
Las circunstancias devinieron favorables a una sublevación cuando los
dirigentes flamencos empezaron a percibir que a Felipe II no le estaba yendo
bien. Al año de su entronización había entrado el reino en bancarrota,
situación que se repetiría, cada vez más grave, en 1575 y 1596. En 1559 una
escuadra de cincuenta y cinco buques fue deshecha por un mal tiempo. En
Túnez no le quedaba otra plaza que La Goleta; una expedición real capturó
Túnez, pero luego de licenciada la escuadra en Sicilia, Ulugh Alí pudo con
una flota considerable reconquistar Túnez y además La Goleta, amenazando
a la propia Sicilia, a cuya defensa debieron acudir los españoles, abandonan-
do toda tentativa en Africa.
f

La lucha en Flandes
La insurrección de 1566 fue espontánea. Había de enfrentarse a la
guarnición española, o sea, al ejército mejor considerado de Europa. Cuando
el español duque de Alba estaba por sofocarla en sangre, ella tomó cuerpo
al ser excitada por la imposición de insólitas alcabalas y al asumir su dirección
el alemán Guillermo de Orange, príncipe de Nassau y miembro del Consejo
con que hasta entonces había gobernado esa región Margarita, hija natural
de Carlos V y esposa de Farnesio, duque de Parma.
El diplomático e impenetrable Guillermo y sus hermanos organizaron a
los insurrectos. Dió a algunos 'mendigos' -remoquete puesto por un
cortesano a los reclamantes, quienes lo asumieron gustosos como desafio, al
punto de vestirse de tales para protestar- patentes de corso, con tal resultado,
que las naves corsarias aumentaron de dieciocho a ochenta en menos de un
año, causando estragos a troche y moche. El príncipe trató de inculcarles que
sólo debían atacar a las naves del rey y observar las leyes de la guerra. Así
220 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
nació la marina de guerra holandesa, que alcanzó más tarde una grande y
merecida fama, hija legítima de una marina mercante desarrollada y eficien-
te.
Entre los corsarios se distinguió Willem déla Marck, quien con veinticua-
tro naves, forzado a abandonar la costa inglesa por presión de Alba sobre la
reina Isabel, y en donde lo habían apoyado para sus andanzas contra las naves
españolas, entró por el Mosa y con audaz golpe de mano se apoderó de la
plaza fuerte de Brill, que pasó entonces a ser la base de los libertarios
zelandeses, que de todas partes corrían a tomar las armas. Inútilmente
procuraron los españoles recuperar la plaza: la moral antiespañolísta había
crecido en todo Flandes. La contienda no había de cejar hasta 1609: primero
iban a lidiar por su liberación política de España, que consistió en la
independencia de las siete provincias nortinas en 1579, y en el traspaso de
las demás al archiduque Alberto, sobrino y yerno de Felipe II (1598); después
seguiría la lucha de la casa de Orange contra Alberto, para constreñirlo a
respetar a la minoría calvinista dentro de sus dominios.
Capturada Haarlem por los españoles en 1573, los patriotas reunieron en
el Zuiderzee una escuadra de veinticinco naves con la que bloquearon el
canal de Amsterdam, interceptando todo el comercio holandés. Contra esa
fuerza Alba despachó algunas naves bien artilladas, dotadas de soldados
españoles y alemanes. SujefeBossu, sopesando su desventaja numérica, se
mantuvo a distancia cañoneando a los buques contrarios. Estos, aprovechan-
t

do un viento favorable del este y la marea vaciante, atacaron el 11 de octubre


de 1573 a las naves reales cerca de Hoorn y les apresaron cinco naves, pues
las restantes se dispersaron. Los holandeses las persiguieron, concentrando
sus fuerzas sobre la nave capitana Inquisición , la más poderosa de las
españolas, que tras un duro combate fue capturada ya entrada la noche, junto
con el almirante Bossu.
Un año después, durante el sitio y bloqueo neerlandés de Middelburg,
llave de Zelandia, el gobernador español Luis de Requeséns, sucesor de
Alba, alistó setenta y cinco naves al mando del almirante Glimea, a quien
puso a las órdenes de Julián Romero, general de los soldados embarcados:
¡ rara curiosidad de organización! Para combatir a esta flota, Orange mandó
una escuadra a cargo de Louis Boisot, quien se dirigió a Berg-op-Zoom, el
mismo puerto base de los españoles. La escuadra de Romero, dividida en tres
flotillas de veinticinco naves cada una, había salido de Bergen el 20 de enero;
Boisot, formando su flota en línea de frente a la altura de Romerswael, esperó
el ataque español. Los holandeses, despreciando la muerte, esperaban sobre
CAP. XXVII - LA REBELIÓN DE FLAN DES 221
cubierta listos para saltar al abordaje. Cuando la primera división española
estuvo a distancia de tiro, lanzó una andanada que ocasionó varios muertos
y heridos. No alcanzaron los soldados del rey a recargar sus cañones:
asaltados por doquier, y no pudiendo desplegar todas sus fuerzas, perdieron
quince navios con mil doscientos hombres antes de retirarse. Poco después
capituló Middelburg.
La supremacía holandesa en el mar era, pues, manifiesta. No sucedía lo
mismo en tierra, en donde prevalecían ampliamente los tercios españoles.
Por eso Orange dispuso que sólo se dieran batallas navales, dedicándose en
tierra a defender las plazas fuertes que ya tenían. Fue así que para defender
a Leiden, ciudad de mucha importancia para los holandeses, el príncipe optó
por abrir las esclusas de Rotterdam y Schiedam en agosto de 1574,
transformando aquella ciudad situada a dos leguas del litoral, en un puerto
de aguas bajas. En llegando el mar a los muros de Leiden, Boisot irrumpió
con doscientas embarcaciones de fondo plano, armadas de cañones, que
transportaban a remo dos mil quinientos milicianos. En la noche del 11 al 12
de septiembre se apoderó por sorpresa del dique de Land Scheiding,
sobresaliente un pie y medio del agua. Por esta brecha pasó Boisot con todas
sus lanchas ala laguna que lo separaba de Leiden, tanpoco profunda que sólo
quedaba un pequeño canal practicable, sobre cuyas riberas se encontraban
las trincheras españolas.
El atrevido Boisot escogió las mejores naves y marineros para forzar el
paso, pero quedó varado durante ocho j ornadas, hasta que el día 18 un fuerte
viento y la marea favorable hicieron reflotar sus gabarras, que los contrarios
miraban pasmados avanzar por entre los árboles y las casas. Alcanzados por
la bajamar y amenazados por las unidades de Boisot, los españoles se
replegaron. El 30 de octubre entraba el almirante holandés con sus chalanas
a Leiden, repartiendo víveres y aprovisionamientos a los hambrientos
sitiados, que al fin quedaban libres del enemigo por la sola acción de su
naciente poder naval.
En la primavera de 1576 Boisot acudió a socorrer a Zierikzee. Al
encontrar cerrada la boca del puerto con cadenas y palizadas, pretendió
cortarlas con su propia nave capitana León Rojo, quedando encallado en
ellas bajo el fuego adversario. Sobreviniendo la noche y mudada la marea,
las demás naves de su escuadra debieron retirarse; el almirante holandés,
antes que caer en manos de los realistas, se arrojó al agua con trescientos de
sus hombres. Nadó durante largo rato, pero extraviado en la oscuridad y
agotadas sus fuerzas, pereció ahogado. Así murió ese campeón de la libertad
222 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
neerlandesa, digno precursor de los demás marinos de esa nación, que llenan
varias páginas de cualquier historia naval.
La guerra de Flandes continuó durante varios años con los españoles al
mando de don Juan de Austria primero y de Alejandro Farnesio después,
mientras los neerlandeses siempre seguían a las órdenes del tolerante Orange.
Felipe II, rey también de Portugal desde 1580, estableció el sistema de
embargo, haciendo secuestrar en Lisboa cincuenta barcos holandeses que se
dirigían a la India. Su hijo y sucesor Felipe III fue aún más lejos: prohibió a
sus súbditos todo comercio con neerlandeses, creyendo herirlos así en su
núcleo vital, medida que causó efectos contraproducentes, pues acarreó la
grandeza de las siete Provincias Unidas y la ruina de España.

Los holandeses salen a los océanos


Los holandeses, como expertos hombres de mar al mismo tiempo que
avispados hombres de negocios, habían comprendido que para ir a la India
era necesario usar la conocida ruta del Cabo. Uno de sus conciudadanos,
Cornelius Houtman, que, con los portugueses primero y por cuenta de
comerciantes de Amsterdam después, había ido varias veces al Oriente,
visitando Java y otras islas, sabía que los portugueses eran profundamente
odiados en esas regiones y que un comercio directo entre las Indias y Holanda
era perfectamente practicable.
Una expedición de ocho naves partió en 1598 a la India, tocando en una
isla que los holandeses llamaron Mauricio en honor al venerado hijo y
sucesor de Guillermo de Orange, después siguieron a Java y las Molucas, en
donde fueron bien acogidos por los indígenas, que trocaron sus codiciadas
especias por elaboradas mercaderías europeas, de modo que retornaron a
Amsterdam con un valioso cargamento. El correspondiente beneficio con-
movió a todos los Países Bajos. En el acto se formaron nueve compañías que
despacharon otras tantas expediciones al archipiélago de la Sonda. Más de
cuarenta naves con ricos productos del Lejano Oriente regresaron al año
siguiente a Amsterdam (1601).
Simultáneamente estaban los neerlandeses atentos a los preparativos
guerreros que se hacían en los puertos ibéricos. Para prevenir un ataque,
armaron sesenta y siete naves y las confiaron al almirante Van der Goes,
quien se dirigió a La Coruña, donde desafió a una escuadra allí fondeada.
Como ésta no se moviese y tampoco convenía atacarla en el mismo puerto
por temor a los fortines, el holandés siguió a la Gran Canaria, cuyos baluartes
CAP. XXVII - LA REBELIÓN DE FLAN DES 223
cañoneó inútilmente. Ordenado el desembarco, no pudo realizarse por
cuanto los bajos fondos impedían a las lanchas llegar a las playas; entonces
Van der Goes se arrojó audazmente al agua bajo el fuego enemigo y, seguido
de los suyos, expugnó y destruyó los fuertes, luego saqueó e incendió los
pueblos de esa isla y los de la Gomera. Finalmente llevó la guerra a Amé-
rica: en efecto, continuó hasta Santo Tomás con la mitad de sus bajeles,
expedición en la cual él y varios de sus subalternos fenecieron de fiebre
palúdica.
Entretanto los ingleses mantenían contra España una pugna circunscrita
por el momento a operaciones de corso. En este reino las cosas seguían
andando mal. Una escuadra fue en 1602 a dejar a Irlanda un ejército que,
falto de provisiones, se vió forzado a capitular. Una expedición contra Argel
a cargo de Gian Andrea Doria fracasó ante la espléndida defensa de la plaza,
luego de lo cual ese almirante, que ya no deseaba servir a la casa real, dimitió
y falleció en Génova en 1606.
Algunos combates aislados sin importancia ocurrieron entre españoles y
holandeses, tanto en el Atlántico como en el índico, hasta que en 1607 las
Provincias Unidas despacharon contra Lisboa una escuadra de treinta y un
navios a cargo del almirante Heemskerk. Informado a tiempo de que una
escuadra hispana se encontraba en Gibraltar a la espera de un convoy
holandés proveniente de Lepanto, se dirigió a su encuentro, hallando el 24
de abril, fondeadas en la bahía de Gibraltar, veintiuna naves al mando de
r r
Alvarez de Ávila. Cuando estaba por abordar la capitana española, una bala
le arrancó la pierna izquierda, muriendo exangüe. Sus compatriotas, en
tanto, incendiaban tres buques y hundían un cuarto; a los restantes, que
permanecían protegidos por las baterías, los cañonearon violentamente hasta
incendiarlos en su mayor parte. La capitana española, atacada por tres naves
holandesas, perdió a su almirante y fue incendiada, parte de su personal se
salvó a nado. El combate dejó dos mil víctimas mortales. Los vencedores,
afligidos por importantes pérdidas, se retiraron a reparar sus barcos en
Tetuán.

Independencia de las Provincias Unidas


Imposibilitada la unión de católicos y calvinistas bajo un mismo Estado,
Guillermo de Orange había formado en 1579 con las siete provincias de
mayoría protestante la llamada República de las Provincias Unidas, bajo su
propio gobierno como estatúder (' stadhouder') yjefe de las fuerzas armadas.
224 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Continuó siempre la lucha el príncipe, hasta caer asesinado a puñal en 1584.
El Estado formado por Orange, reconocido por Inglaterra y Francia, perdió
entonces las provincias no marítimas a manos del diestro duque de Parma
Alejandro Farnesio, gobernador de Flandes. Los neerlandeses buscaron un
protector en la corte de Isabel Tudor, de quien esperaban ayuda decisiva, la
reina les ungió al conde de Leicestercomo soberano, retando así abiertamen-
te a Felipe II.
Fallecida aquella 'reina virgen' en 1603, Felipe III hizo en 1604 la paz con
su sucesor Jacobo I Estuardo, con lo que los holandeses quedaron despro-
vistos de apoyo británico. Tal revés no Ies impidió seguir su patriótica
contienda. Después de dos combates ocurridos en 1608 en Malacca y Manila
contra los portugueses, prefirieron en 1609 una tregua por doce años a
cambio de autonomía y permiso para traficar directamente con los puertos
del sudeste asiático controlados por Felipe III España terminaría recono-
ciéndoles la independencia en 1648, al firmar en Westfalen un paquete de
tratados.
La paz anglo-hispánica produjo algunos frutos amargos. Los corsarios
ingleses, viendo cortado su negocio, se mudaron al Mediterráneo, donde con
colegas holandeses se dedicaron a piratear barcos de todas las banderas,
haciendo también pactos con los berberiscos para tener bases de apoyo.
Otros se dedicaron a estrujar las costas dálmatas hasta que Austria y Venecia
se coligaron para exterminarlos.
CAPÍTULO XXVIII - FELIPE II C O N T R A ISABEL DE INGLATERRA

Los ingredientes~déla hostilidad


Ya hemos afirmado que a mediados del siglo XVI España era sin duda
alguna la primera potencia europea; ahora podemos agregar que, después de
Lepanto, la monarquía española llegó al apogeo de su predominio. Para
muestra, un botón. Mientras como héroes homéricos luchaban los flamencos
por sus libertades, el joven y temerario rey de Portugal, Sebastián I, invadió
Marruecos en 1578, siendo derrotado y muerto en la batalla de Alcázarquivir.
Dos años más tarde Felipe II ocupó legalmente el trono lisboeta. Uno de los
pretendientes a dicho solio, Antonio, prior de Crato, se refugió en una de las
Azores, con ayuda de cuyos habitantes rechazó los ataques de la escuadra
española que dirigía el marqués de Santa Cruz. Como la lucha fuera desigual,
don Antonio solicitó la ayuda de Enrique III de Francia, a quien prometió el
Brasil; aceptado tan desmedrado toma y daca, el monarca francés alquiló y
puso a disposición del pretendiente sesenta naves mercantes, seis mil
soldados y hasta tripulaciones corsarias compuestas por ingleses. España,
que poseía galeras bien armadas, confió veinticinco de ellas a Santa Cruz
para derrotar a los franceses el 25 de julio de 1581 en las Azores, donde
pereció el propio almirante francés Strozzi.
Con la corona lusitana en sus sienes, Felipe II logró la continuidad
territorial de la Península Ibérica y reunió en su mano, si no poderes absolutos
-porque los Habsburgos en general gobernaban a cada reino a través de su
correspondiente consejo y respetando los fueros respectivos-, al menos un
imperio capaz de imprimir rumbos comunes a dominios esparcidos por
cuatro de los cinco continentes, de forma que "nunca se ponía el sol' en el
conjunto de ellos. Las guerras religiosas, que habían debilitado a la populosa
Francia no menos que al Sacro Imperio, a Escocia y al Báltico, daban
226 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
pretexto al rey Felipe para intervenir en todas partes a favor del catolicismo
y de sus ambiciones, llegando a desempeñar un rol hegemónico. Esto debía
producirle, lógicamente, enemigos y conflictos que a la postre no podría
abarcar. Así fue como tropezó con los calvinistas flamencos y con su
protectora Isabel Tudor, la campeona del protestantismo en Inglaterra.
El reinado de esta soberana (1558-1603) fue uno de los más brillantes de
la historia inglesa. Supo escoger por consejeros a hombres de talento que
trabajaron con pasión por el engrandecmiento de Inglaterra, Escéptica en
materia de religión, encontró provechoso para su política asumir la tuición
de la Iglesia Anglicana. De ahí su encono contra los católicos en general, y
en especial contra María Estuardo, reina de Escocia, que al buscar refugio
en Londres devino su principal víctima, pues la ejecutó por sospechas.
Isabel protegió decididamente la marina. Para hostilizar el comercio
español amparó y premió las correrías de sus corsarios. Ellos formaron con
Drake a la cabeza la base de la futura armada real.
Por su tenacidad no le iba en zaga a Felipe II, quien había estimulado a
la soterrada nobleza católica inglesa y facilitado recursos a los católicos
patriotas irlandeses para sacudir el yugo inglés. Como no lograra los éxitos
deseados, su admirable tenacidad lo indujo a acoger la idea de dominar
Inglaterra, cuya desenvoltura lo mortificaba. Para ello propuso matrimonios
-Felipe, que en segundas nupcias había sido marido de la prédecesora de
Isabel, María Tudor, se casó cuatro veces, todas en buena ley-, y finalmente
recurrió a la fuerza.
La lucha a que Inglaterra se veía arrastrada por España no la tomaba de
sorpresa, sino que estaba fríamente calculada. El espíritu mercantil y
marinero se estaban difundiendo rápidamente en aquella isla, especialmente
por obra de los muchos holandeses que allá buscaban albergue y valimiento.
Con esas miras el gobierno de Londres había hecho construir naves, fundir
cañones y fabricar pólvora. El ejemplo de la reina cundió entre los ingleses
pudientes, estimándose que en caso de guerra los particulares iban a poder
suministrar veinte mil marineros al Estado.
El desiderátum de los armadores británicos eran las costas de Africa,
/

donde podía adquirirse a precios risibles oro, marfil y sobre todo esclavos,
En este tráfico se distinguió John Hawkins, que desde 1562 había hecho
cuatro viajes entre Africa y América llevando esclavos y hostilizando a su
r

regreso a los galeones españoles desprevenidos. Durante el último circuito,


en 1567, había perdido cuatro de sus naves en un combate frente al puerto
mejicano de Veracruz, y escapado con sólo dos, una de las cuales estaba al
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 227
mando de Francis Drake, quien, privado en esa ocasión todo lo que poseía,
había jurado odio implacable a los españoles.
Bien odioso trato había de dispensar en efecto a sus víctimas, aunque con
bastante y lucrativo provecho para sí mismo. Habiendo atacado en 1572 una
flotilla que transportaba el oro del Perú, retornó a su patria más opulento que
nunca. Estimulado por la reina, Drake concibió el proyecto de vapulear los
intereses españoles en la fuente misma de sus recursos: en el Pacífico. Para
realizarlo fue que dió vuelta al mundo entre 1577 y 1580, retornando a
Inglaterra con abundantes tesoros, todos expoliados a particulares que
tuvieron la mala suerte de cruzársele durante su periplo, en el curso del cual
quedaron saqueados los villorrios de Valparaíso, Iquique, Arica y Callao.
Recibido como héroe nacional, Isabel lo armó caballero y lo nombró
almirante, en respuesta a la protesta de Felipe II, que exigía la restitución de
lo robado. Cuatro años después, sin declaración de guerra, como acostum-
braba Drake, pilló las Canarias, Puerto Rico, Santo Domingo y Cartagena de
Indias, incendió los asentamientos de Florida, San Antonio y Santa Elena, y
regresó cargado de riquezas para sí y sus fletadores. Al rey hispano no le
quedaban otras alternativas honrosas que urdir un golpe de estado en
Londres o en su defecto invadir ese país que se comportaba como la pirática
Berbería.
No fue, pues, el factor religioso la causa única de que se llegara a la guerra,
si bien es cierto que Felipe quería vengar la muerte de María Estuardo y que
siempre y en todas partes había actuado como campeón del catolicismo.
Según el profesor Laughton las causas habrían sido las siguientes: a) el
fracaso de las diligencias diplomáticas para que la reina reprobara la conducta
de sus corsarios y restañara los perjuicios causados, b) la protección que
Inglaterra daba a los súbditos rebeldes del rey en Flandes; c) el antagonismo
comercial, que, como en casi todas las guerras, también influyó; y d) motivos
religiosos, que al rey de España le convenía exagerar a fin de conseguir un
mayor número de aliados.

Preparativos para la invasión de Inglaterra


El marqués de Santa Cruz, aquel prestigioso jefe de la reserva en la batalla
de Lepanto, propuso a Felipe alistar quinientas cincuentiséis naves, además
de doscientos cuarenta faluchos y balsas para el desembarco. Esta gran
armada debía funcionar con unos treinta mil tripulantes y destinarse a
transportar sesenta y cuatro mil soldados y mil seiscientos caballos, además
228 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
de agua y víveres para toda la expedición durante ocho meses. Calculaba el
costo de la empresa en unos cuatro millones de ducados castellanos.
El rey halló un tanto fantástico el proyecto de invasión del marqués y
escogió uno más modesto Santa Cruz reuniría en los puertos atlánticos de
la península una flota de proporciones moderadas, pero suficientemente
fuerte para asegurar el dominio del canal de La Mancha; hecho esto, el
ejército español que ya estaba actuando muy exitosamente en Flandes bajo
la conducción del duque de Parma sería trasladado a Inglaterra, reforzado
con todos los guerreros que pudiera aportar la flota. Tal era en esencia el plan
a desarrollar en 1587.
Felipe II ordenó trabajar día y noche en los arsenales y fábricas de sus
reinos europeos, y reclutar soldados en todos sus dominios. Pero ni al
monarca ni a Santa Cruz se les pasó por la mente que los ingleses pudieran
estropear estos preparativos, efectuados en puertos indefensos tales como
Lisboa, donde se concentraban naves sin su equipaje, o Cádiz, donde sin
naves de guerra a la vista se estaba reuniendo el personal, u otros puertos en
que se acumulaban cañones y municiones en espera de su embarque. Pues
bien, con cuatro buques de la reina Isabel y veintiséis de los comerciantes
londinenses, Drake se presentó audazmente en Cádiz el 26 de abril de 1587,
en cuyos alrededores incendió dieciocho grandes navios y apresó seis, luego
se dedicó a saquear algunos puertos del Algarbe, amenazando a Lisboa.
Como los mercaderes londinenses murmuraran contra el destino militar en
que el almirante corsario estaba empleando sus caudales, vióse compelído a
rapiñar algún barco estibado con especias de las Indias Orientales, objetivo
que consiguió en las islas Azores. Esta breve excursión de Drake obligó a El
Escorial a postergar su plan doce meses, pero también enseñó a los marinos
ingleses a no temer a las grandes naves españolas y los dejó con mayores
ganas de montar operaciones de corso.
Antes de que remataran los preparativos para la próxima campaña,
experimentó España la sensible pérdida del marqués de Santa Cruz, Alvaro
de Bazán. El soberano designó en su reemplazo al duque de Medina-Sidonia,
Alonso Pérez de Guzmán, quien vanamente solicitó ser excusado de tan alto
comando por ser exiguos sus conocimientos guerreros y nula su experiencia
en el mar. Se supone que Felipe insistió en su nombramiento por confiar en
que su abolengo lo pondría fuera del alcance de la envidia de sus subordina-
dos; en todo caso, esperaba suplir sus ignorancias seleccionándole hombres
expertos como oficiales de su estado mayor y como comandantes de
divisiones. De hecho, encontramos en sus distintas escuadras vicealmirantes
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 229
con gran expedición en la guerra, tanto terrestre como marítima. El segundo
jefe, Martínez de Recalde, vicealmirante de la flota de Vizcaya, era un
marino veterano, Diego Flórez de Valdés, vicealmirante de Castilla, era un
emprendedor y hábil jefe; si se hubiera seguido sus consejos desde un
principio, podría haberse producido un desastre para Inglaterra. Pedro de
Valdés, el vicealmirante de Andalucía, conocía los mares del norte, cosa que
se le recalcó a Medina-Sidonia. Moneada, comodoro de las galeazas, era un
'guerrero de primera línea'. Y Leyva, el general de las tropas embarcadas,
a quien se había dado el mando del gran galeón de la flota levantina Rata
Coronada, iba a demostrar ser marino además de buen soldado. Faraesio,
el duque de Parma que mandaba las tropas que debían ser embarcadas en
Flandes, era considerado el mejor estratega de su época, y los más de treinta
mil españoles que formaban su infantería permanente eran estimados como
el más aguerrido y formidable cuerpo de tropa europeo.
En mayo de 1588 la armada estaba lista para zarpar del Tajo. España
había dado muestra de su energía, superando con creces la meta planeada;
monarca y pueblo se sentían orgullosos.
Componíase la armada de ciento treinta buques con un tonelaje de casi
cincuenta y ocho mil toneladas, más de dos mil cuatrocientos cañones y
treinta mil hombres entre marineros y soldados. Tal flota estaba dividida en
tantas escuadras como provincias habían contribuido a formarla; doce
unidades de Portugal bajo el mando de Medina-Sidonia, 10 de Vizcaya al
mando de Recalde, once de Andalucía con Valdés a la cabeza, catorce de
Guipúzcoa conducidas por Miguel de Oquendo, diez del Levante español
encargadas a Martín de Bertendona y las catorce de Castilla, comandadas por
Flórez de Valdés. Además de estas seis divisiones de combate, iban una flota
de veintitrés barcos de carga al mando de Juan López de Medina, una
escuadra ligera de veintidós pataches y zabras -naves de veinte cañones y de
cien a seiscientas toneladas- a las órdenes de Antonio Hurtado de Mendoza,
y dos divisiones volantes: una de cuatro galeazas napolitanas capitaneada por
Hugo de Moneada, y otra de cuatro galeras de Portugal confiada a Diego de
Medrana. Por su parte, Farnesio aprontó un ejército de treinta mil infantes
y mil ochocientos caballos, amén de un copioso surtido de faluchos y balsas.
Felipe había dispuesto que la expedición invasora partiese desde la costa
flamenca, sin hacer caso a los prudentes consejos del probado almirante
Santa Cruz, de que no se despachasen las naves sin antes armarlas,
aparejarlas y aprovisionarlas bien.
230 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las instrucciones de don Felipe eran las siguientes: dirigirse al canal de La
Mancha directamente, para embarcar el ejército de Farnesio en Nieuwpoort
y Dunkerque; en caso de ser dispersados por alguna inclemencia del tiempo,
reunir la flota en dos puntos prestablecidos: el cabo Finisterre o las islas
Sorlings (o Scilly); si no se presentaren contratiempos, asegurar el paso del
ejército, al cual la armada contribuiría con seis mil soldados; permanecer
después en la boca del Támesis para apoyar las operaciones del ejército y
mantener las comunicaciones con Flandes.
El rey dejaba libertad de acción al capitán general, pero recomendándole
que, como los ingleses eran superiores en el uso de la artillería y su táctica
consistía en combatir a distancia, los españoles debían procurar lo contrario:
el abordaje.
Inglaterra, prácticamente sin ejército, poseía en el mar ciento ochenta
naves con un total de treinta y dos mil toneladas y dieciocho a diecinueve mil
tripulantes. De esas naves, treinta y cuatro pertenecían al Estado; la mayor,
Triumph, de mil cien toneladas, y algunas otras cuyos nombres todavía se
repiten en la marina británica: ArkRoyal, Victory Hope, Rainbow, Van-
7

guard, Revenge, Dreadnought. El resto de las unidades eran mercantes y


varias de ellas no pasaban de las veinte toneladas.
La flota inglesa se congregó en Plymouth al mando de lord Howard of
Effingham en el ArkRoyal, éste, considerándose poco experto en asuntos de
mar, estableció a Drake como vicealmirante en el Revenge y como contra-
almirantes a Hawkins en el Victory y Frobisher en el Triumph. Dos
escuadrillas al mando de lord Seymour y de sir William Winter se enviaron
a vigilar los puertos de Dunkerque y Nieuwpoort.

La 'Gran Armada' en campaña


Nunca los españoles denominaron 'invencible' a la armada que Felipe II
envió contra Inglaterra; fueron algunos poetas ingleses quienes populariza-
ron posteriormente el epíteto.
La armada zarpó el 3 0 de mayo de 158 8 de Lisboa con tiempo espléndido.
Después de algunas peripecias y más que nada por las vacilaciones de
Medina-Sidonia, la flota mostró sus deficiencias, fruto de imprevisiones e
improvisaciones.
Llegando a la altura de La Coruña el 19 de junio, ya escasa de víveres, el
capitán general entró al puerto con su escuadra, pero sin ordenar nada a las
demás, de manera que algunas lo siguieron, otras esperaron mar afuera o
Lámina 14 La Gran Armada
Año 1588
Lámina 15 Navio inglés de la Flota de la Reina Isabel de Inglaterra
participante en la derrota a la Armada Española en 1588
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 231
fondeadas en los puertos vecinos, y varias continuaron hasta el cabo Lizard.
Así, el día 20 la armada se hallaba grandemente dispersa. El duque, atacado
de mareo, envió su dimisión al rey, pero éste le ordenó cumplir sus
instrucciones.
Después de haber procedido a reparaciones menores, Pérez de Guzmán
partió de La Coruña el 22 de julio con tiempo bueno y viento del sur. El 26,
cuando la armada se había alejado de los cabos de Bretaña, amaneció oscuro
y nublado; al mediodía el viento viró al norte y aumentó hasta adquirir el
aspecto de un temporal, levantando mar gruesa.
Reunida después la armada cerca del cabo Lizard, navegó con viento en
popa hasta delante de Plymouth, en donde la escuadra inglesa recién entraba
después de un crucero. Aconsejado el almirante en pro de atacar al enemigo
aprovechando el viento favorable, rehusó, so pretexto de que las instruccio-
nes reales exigían asegurar el paso del ejército y no precisamente combatir;
y continuó su marcha por el canal, formado en una amplísima línea de frente.
Notó Howard el defecto de la formación y el 31 de julio avanzó sobre su
contrincante en dos columnas -una de ellas al mando de Drake- con la
intención de atacarle las dos alas, manteniéndose siempre a barlovento para
acometer a los españoles por la espalda -o por el flanco, si volvían-, sin
empeñarse en una batalla formal. Así procedió, pero al acercarse Recalde
con algunos galeones, se retiró, no sin haber ocasionado considerables
pérdidas entre muertos y heridos, sobre todo a la capitana de Recalde, que
debido a su gran porte y movimientos lentos estuvo bastante tiempo expuesta
al fuego enemigo.
El viento que arreció durante la noche siguiente hizo estrellarse a la
capitana de Pedro Valdés con otra nave española, perdiendo el palo de
mesana y el bauprés, por lo que quedó impedida para navegar. A causa del
mal tiempo no fije posible remolcarla, por lo cual el capitán general dispuso
que Ojeda con ocho naves escoltara a Valdés hasta reunirse a la flota. En ese
mismo momento volaba la nave capitana de Oquendo, Nuestra Señora de
la Rosa, debido a que, en desquite por algún maltrato recibido del capitán,
un artillero había prendido fuego a la pólvora.
El cambio de viento hacia el noroeste había dado ventaja a los ingleses,
quienes podían correr delante del viento hacia el adversario y retroceder a
una velocidad imposible para los pesados galeones. En esta forma Howard
y sus comandantes podían elegir la posición y distancia más conveniente
durante el combate. Medina-Sidonia siguió su rumbo sin darles importancia.
La escuadra de Howard pasó por su izquierda y trabó combate con los
232 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
buques de la retaguardia; él mismo puso proa al alto galeón de Leyva, talvez
confundiéndolo con el buque insignia de toda la flota. Bien pronto entraron
en acción las dos unidades; los ingleses dispararon sus cañones contra el gran
casco español; las dotaciones de Leyva apuntaban a los palos, vergas y velas
del Ark Royal con la esperanza de inutilizarlos, para luego proceder al
abordaje. Los ingleses podían disparar tres veces por cada salva de los
españoles, y no salía tiro que no dejara su impacto sobre el enorme blanco.
Todo proyectil que daba en el casco significaba una gran pérdida de vidas en
las concurridas cubiertas,
Mientras Recalde amainaba con su división de retaguardia y viraba para
ir en ayuda de Leyva, el Ark Royal y sus acompañantes se replegaron para
regresar nuevamente al ataque, descargando sus cañones contra el Santia-
go, el enorme galeón de Recalde, y el Rosario, la capitana vizcaína de Pedro
Valdés. Estos dos buques se habían separado del grueso con unos cuantos
de los suyos y constituían ahora una especie de retaguardia. Frobisher y
Hawkins sobresalían en el ataque. Varios de los buques insignias españoles
se comprometieron en esta lid a retaguardia. Los vicealmirantes demostraron
una disposición caballeresca para aproximarse, de manera que Howard
estuvo en contacto con algunos de los buques rivales más grandes y mejor
mandados. El San Salvador, galeón de novecientas cincuenta y ocho
toneladas perteneciente ala escuadraguipuzcoana, tuvo pronto que retirarse
de la refriega con incendio a bordo; en realidad quedó seriamente averiado,
no por la artillería contraria, sino por explosiones de pólvora en su batería
principal.
El combate siguió durante unas tres horas. El buque de Recalde resultó
gravemente magullado por la artillería; también fue destrozado su velamen
y astillado uno de sus palos. Dos veces chocó el buque insigna vizcaíno con
sus compañeros, con resultados desastrosos; su bauprés se desplomó y su
trinquete cayó al agua, arrastrando consigo al mastelero de gavia debido al
esfuerzo del cordaje. Cuando los ingleses se retiraron antes de ponerse el sol,
Valdés estaba apartando los destrozos. Medina-Sidonia se retacó para
permitir que se le acercaran los buques que venían en rezago y luego redobló
la velocidad. Valdés solicitó seleenviaraunbuque pararemolcarelsuyo,que
en otra forma no podría seguir con la flota. Se ha dicho que el capitán ge-
neral no prestó atención al pedido, abandonando a Valdés a su suerte, pero
en su informe al rey el duque declara que personalmente trató de ayudar al
inutilizado Rosario, mas, no pudiendo salvarlo en medio de la mar gruesa y
la tenebrosidad, al menos consiguió retirar los heridos.
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 233
El dos de agosto hubo un intenso cañoneo entre los adversarios. A medida
que aumentaba la distancia, con mayor ventaja contaban los ingleses,
mejores artilleros. Las galeazas guiadas por la imponente Florencia trataron
de caer sobre la retaguardia británica con ayuda de sus remos, y los galeones,
cambiando de amuras, hicieron una nueva tentativa para acercarse, pero todo
con poco resultado, por cuanto los enemigos eludían las aproximaciones
gracias a la ligereza de sus barcos. El buen entrenamiento marinero daba sus
frutos. Los buques de Howard se encontraban rápidamente en posición de
reanudar los combates aislados, táctica exitosamente empleada desde el
primer encuentro. Como los peninsulares sabían que en ellos saldrían
peijudicados, la armada se alejó por el canal. El fuego de artillería se
transformó en escasos tiros a larga distancia hasta cesar, porque Howard no
tenía municiones para desperdiciar.
Ala salida del sol del jueves 4 de agosto hubo un violento encuentro frente
a la isla Wight. Veíase a los dos jefes preocupados por la escasez de
municiones.
El viernes, Howard habilitó ocho pequeñas naves de su flota como
brulotes para lanzarlos sobre la flota española, que fondeaba en la rada de
Calais. El almirante Pérez de Guzman, presa del pánico, ordenó a su armada
zarpar a como diera lugar. Las naves empezaron a salir en gran confusión,
habiendo la mayoría de ellas cortado a hachazos los cables de sus anclas.
Pasado el peligro, Medina- Sidonia ordenó fondear, pero como la mayoría de
los buques carecía de ancla de reserva, y de su cable conservaban un retazo
insuficiente, fueron arrastrados a la costa, deslizándose algunas hasta
Dunkerque. Moneada, el comodoro de las galeazas, chocó con el galeón San
Juan de Sicilia; su gran galeaza quedó desmantelada y con sus remos rotos,
siendo empujada por la marea baja hacia la barra de Calais, donde varó. El
amanecer del lunes 8 encontró a la flota dispersa por doquier, aunque algunos
de los mejores buques se mantenían agrupados en torno al del almirante. Las
galeazas desperdigadas fueron atacadas por pinazas y botes. Algunos de los
españoles huyeron a tierra; los demás, capitaneados por Moneada, organi-
zaron una valiente resistencia. Moneada rindió su último estertor y su galeaza
fue apresada.
Mientras se peleaba en la barra, Medina-Sidonia había conseguido
aglutinar a la mitad de la armada, que dispuso en forma de medialuna frente
a Gravelines. El viento soplaba del oeste y parte de los galeones se hallaba
a sotavento: algunos de ellos corrían serio peligro de ser arrastrados a tierra.
Viendo en esto su oportunidad, Howard atacó con toda su flota la medialuna
234 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
española. Antes de mediodía la mayoría de los cañones hispanos guardaba
silencio por falta de munición. El San Juan de Sicilia zozobró y desapareció
bajo el agua. A las 3 p.m., tras siete horas de incesante cañoneo, los atacantes
se retiraron por carecer igualmente de munición, y también porque se estaba
recomponiendo la unidad de la flota hispana.
El resultado fue funesto para los españoles. Las galeras San Felipe y San
Mateo, y la nave María Juan fueron seriamente averiadas y su tripulación
casi toda muerta o herida, pues el estado del mar no les permitió salvarse y
terminó hundiendo a la última. La San Felipe fue a vararse a merced de la
corriente en Nieuwpoort, donde cayó en manos de los holandeses, y la San
Mateo, que a duras penas se mantenía a flote, fue capturada a la mañana
siguiente, ya varada en Oostende, por una escuadra neerlandesa. Además los
españoles perdieron la galera capitana de Moneada, que al ser abordada por
otra nave quedó desarbolada y encalló en la barra de Calais, en donde sufrió
el acoso de los ingleses, que mataron a varios tripulantes, incluido el capitán.

La odisea del retomo


Fuera de estas pérdidas considerables, la 'Gran Armada' se halló en
peligro de ser empujada sobre los bajos de Flandes, debido al mismo fuerte
viento del oeste que había alejado a los ingleses; cuando éste roló al sur, el
capitán general reunió en consejo a los jefes de escuadras, quienes, en vista
del estado de las naves, de la falta de víveres y municiones, y de que el ej ército
no estaba listo para embarcarse, propusieron volver a España, ojalá por el
mismo canal, para poder combatir con los ingleses. El duque constató que
el tiempo no le permitía ya volver sobre sus pasos y decidió retornar rodeando
la extremidad septentrional de Escocia.
El 10 de agosto reapareció la escuadra inglesa azuzando a la retaguardia
española, pero el almirante, ahora más enérgico y previsor, la ahuyentó con
doce naves, auno de cuyos capitanes hizo ahorcar por haber obedecido tarde
la orden.
El 12 de ese mes la flota hizo rumbo hacia el canal que pasa entre las islas
Orkneys y las Shetland. El almirante ordenó disminuir la ración de agua y
comestibles; también dispuso arrojar al agua la caballada. Comenzaba así el
via crucis de los peninsulares, agotados por el trabajo forzado en las bombas,
los vientos fuertes, la mar gruesa, las lluvias y nevazones, el frío y la falta de
alimento, casi todos enfermos y desmoralizados. La flota comenzó a
desorganizarse, alejándose los grupos de barcos unos de otros en una
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 235
aventurera navegación por mares ignorados y costas bravas. Por no ganar
bastante longitud al occidente, muchas naves fueron a perderse entre los
flecos costeros de Irlanda, donde los pocos sobrevivientes probablemente
fueron asesinados. Añádase a esto que varios buques que habían logrado
escapular Irlanda fueron dispersos o destruidos por un temporal en el golfo
de Vizcaya, y se comprenderá por qué Medina-Sidonia llegó el 23 de
septiembre a Santander con sólo veintidós barcos. A fin de mes recalaron ahí
y en otros puertos otras naves. En total, la 'Gran Armada' había perdido
cincuenta y cuatro unidades y casi nueve mil hombres.
El rey Felipe no se turbó ante tan sobrecogedor desastre, ni dirigió
reproche alguno al duque; así, la ingente cantidad de vidas y material
torpemente sacrificados se quedaron sin un justo vindicador. Bien cierto está
que los culpables eran el propio rey y su inexperto almirante, pues jamás
comprendieron que para asegurar el traslado del ejército invasor se necesi-
taba neutralizar primero el poder naval del enemigo.

Comentarios
Durante nueve días, atacando constantemente con sus barcos más
pequeños pero más manejables, utilizando brulotes de noche y aprovechan-
do las ventajas de su superioridad artillera y del mejor conocimiento del
paraje, los ingleses tuvieron en jaque a los españoles desde su entrada al canal
de La Mancha, cercando a sus buques uno después del otro hasta que la
batalla de Gravelines decidió la suerte de su armada. Las fuerzas de la
naturaleza acabaron después la obra destructora emprendida por los hom-
bres. La victoria fue debida a la superioridad del mando, del armamento y
de la aptitud marinera de las dotaciones inglesas.
Respecto a los buques, la campana demostró especialmente que el galeón
español, alto buque con orgullosa ostentación de oro, era más espléndido que
formidable. Construido para viajes largos y tiempos más estables, no podía
soportar los mares más bravos y variables del norte. Era malo para maniobrar
y se balanceaba mucho; su obra muerta trabajaba como una verdadera vela.
La artillería de los galeones era pequeña y de corto alcance. La táctica
española consistía en acercarse al enemigo, abordarlo y disparar a toca
penóles, como en Lepanto. Como los peninsulares tenían poca fe en la
artillería, que se tornaba inútil en caso de abordaje, que es lo que deseaban,
llevaban escasa provisión de munición. En cambio los ingleses, gracias al
y

236 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"


alcance de sus cañones y a su mayor pericia artillera, elegían su posición y
distancia, impidiendo que los españoles se aproximaran.
Esta campaña es notable, porque inició el período moderno de la guerra
naval, a vela y cañón: un mérito de los capitanes ingleses. Pero también
destacó por no haber contenido ningún encuentro masivo, ni que definiera
una victoria clara, pues, no obstante la superioridad táctica de los isleños, la
cantidad de buques que pusieron fuera de combate no fue relevante. Más
contribuyeron a la pérdida de éstos la impericia de los españoles y la furia de
los elementos.
Desde luego Inglaterra comprendió que su verdadera defensa-como la de
toda isla- estaba en sus flotas, El fiasco de la 'invencible' marcó el comienzo
del poderío marítimo, y por ende, colonial, británico, que también pudo no
haberse originado si los corifeos londinenses no hubieran tenido entonces
una conciencia clara acerca de la importancia del mar para el destino de su
nación.

Consecuencias del desastre


El revés de la 'Gran Armada' tuvo decisivos alcances. La marina
española, hasta entonces prevalente en el océano, pasó de golpe a segundo
término para no volver e erguirse, desplazada por la inglesa. Gran número
de corsarios ingleses subvencionados por el Estado devastaron las costas de
los dominios de Felipe, aventurándose aún en el Mediterráneo. Su principal
ambición eran los metales preciosos originarios del Perú, normalmente
fletados a España una o dos veces al año a través del mar de las Antillas Junto
con otras materias primas, en convoyes escoltados por barcos de guerra.
Esto movió a Drake a proponer a Isabel I una expedición a las Antillas;
pero, capturada una de sus naves por los españoles, cundió en las colonias
el entusiasmo para aprestarse a rechazar a nuevos intrusos; 'nuevos', porque,
a consecuencia de esta aventura fallida, sir Francis Drake bajó a los infiernos
de puro odio insatisfecho en 1596. Sir John Hawkins, padre del también
corsario Richard, lo había precedido en 1595.
La infantería española, la mejor de Europa, continuó siendo invencible en
tierra; pero el poder marítimo de la Península Ibérica entró en franca
decadencia. Por algo es que Inglaterra no temía a España, como lo
comprueba la audacia ilimitada de los capitanes ingleses en 1596, sorpren-
diendo y saqueando Cádiz, el más importante puerto castellano.
CAP. XXVIII - FELIPE II CONTRA ISABEL DE INGLATERRA 237
El rey Felipe, que para reivindicarse había aparejado en Cádiz una nueva
flota, fue aventajado por Isabel, que, tomando la iniciativa, despachó su
escuadra al mando del almirante Howard con pliegos cerrados que sólo
fueron abiertos pasado el cabo de San Vicente. Mantenida en secreto la
operación, pues navegaban los buques fuera del alcance visual de las costas,
con una vanguardia de tres naves veloces destinadas a ahuyentar a los
posibles delatores, apareció la escuadra anglosajona en la madrugada del 21
de junio de 1596 ante Cádiz, tomando por sorpresa a los españoles, cuyos
barcos fueron destruidos tras breve combate y la ciudad pasada a saco e
incendiada en parte.
Enterado el rey de esta nueva humillación, hizo alistar nuevamente ciento
sesenta naves y catorce mil soldados que despachó contra la odiada Tudor,
pero apenas esta escuadra abandonó el puerto fue desbaratada por una
borrasca que le destrozó cuarenta embarcaciones. En el golfo de Vizcaya
perecieron otras veintiséis, y el resto pudo a duras penas salvarse en El Ferrol,
todas desmanteladas.
Mientras tanto, los corsarios ingleses y holandeses habían casi eliminado
en el océano el antes lucrativo comercio español. El soberbio Felipe se veía
forzado a recibir en sus puerto s, bajo banderas neutrales, a las naves rebeldes
holandesas que traían trigo de Polonia y otros productos septentrionales. En
el Mediterráneo, por su parte, los piratas berberiscos se multiplicaban y las
escuadras turcas amenazaban cada año las costas de Sicilia y Calabria.
El 13 de septiembre de 1598 falleció muy lúcido ese monarca que tanto
luchara por casi nada, dejando a su única y tardía prole, Felipe III, en guerra
con Inglaterra y las Provincias Unidas neerlandesas.

£1 almirante Yi-Sun-Si y su nave acorazada


Contemporáneo a estos sucesos europeos se desarrollaba una guerra
nipo-coreana en la cual actuó un navio que anticipaba el concepto de 'buque
capital' que imperaría en la segunda mitad del siglo XIX.
Hacia 1560, piratas japoneses apoyados por señores feudales de ese país
comenzaron a depredar las costas del entonces reino de Corea. Treinta años
después, unido ya el archipiélago baj o el férreo puño de Toyotomi Hideyoshi,
éste pretendió someter esa península con miras a lanzar desde ella una
invasión a China, la potencia hegemónica del Asia oriental que durante el
período de ocupación mongol había intentado conquistar Japón, enviando
allá dos fallidas expediciones marítimas sucesivas a fines del siglo XIII.
238 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Hideyoshi mandó una expedición de trescientos mil soldados a las
órdenes del general Konishi, que tras una serie de victorias terrestres ocupó
Seúl y todo el territorio meridional de Corea. A fin de reforzar las fuerzas
invasoras, despachó aquel shogun un gran contingente de tropas en cerca de
dos mil embarcaciones escoltadas por naves de guerra.
Contra dicha fuerza se enfrentó el almirante coreano Yi Sun Si (o Yi Sun
Shin), sobresaliente marino, guerrero e inventor. Pese a que los chinos
conocían la pólvora, en el Asia oriental aún no se montaba artillería en los
buques. Los combates navales se decidían por medio de teas incendiarias,
flechas, lanzas y espadas. Quizás al observar o conocer descripciones de los
buques portugueses y sus cañones, Yi se inspiró para hacer construir una
nave de gran tamaño, impulsada por velas y remos, íntegramente cubierta
por una caparazón erizada de púas metálicas y un espolón a popa. Parecía
una gigantesca tortuga; su proa, equivalente a la cabeza del monstruo, tenía
una abertura para arrojar fuego -¿tizones encendidos, fuego griego o qué?-
sobre el adversario. Con esta curiosa nave salió Yi a interceptar a los intrusos.
El encuentro, verificado en aguas sudcoreanas, demostró la efectividad del
aparato: las flechas japonesas martillaron impotentes la caparazón, mientras
el botafuego coreano incendió numerosos barcos rivales, a consecuencia de
lo cual se cuenta que Konishi debió evacuar sus tropas al año siguiente.
Entre 1597 y 1598 se produjo otra tentativa de invasión, la que fue
nuevamente desbaratada por Yi, aunque a costa de la pérdida de su vida en
un combate naval. Muerto Hideyoshi, los shogunes de la casa Tokugawa
desistieron de su intento de ocupar Corea como trampolín contra China y
cerraron el país a toda influencia extranjera, a imitación de lo que había hecho
y seguía haciendo la dinastía Ming en China. En los siglos posteriores los
japoneses se dedicarían a asegurar su propia defensa contra el poderío
creciente del imperio chino, muy fortalecido al caer en 1644 bajo el dominio
de los manchúes. El reino coreano fue entonces sometido a tributo hasta la
guerra sino-nipona de 1894-5, en virtud de la cual pasaría a dominio del
Japón.
CAPÍTULO XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII

Colonias y comercio ultramarino de Europa


Para entender las causas délos sucesos posteriores y aún el estado político
de la época, esbocemos someramente el cuadro de los dominios europeos de
ultramar y del comercio entre Europa y el extremo oriente a comienzos del
siglo XVII, época de encendidas luchas religiosas en Alemania.
Los españoles poseían en las Indias occidentales las grandes Antillas,
varias de las pequeñas Antillas, y el continente americano desde la península
de Florida, pasando por los virreinatos de Méjico y Perú, ambos divididos
en audiencias, hasta el cabo de Hornos, excepto la inexplorada hoya del
Amazonas y la costa brasilera, colonizada por Portugal. Tres millones de
castellanos habitaban la América; los esclavos negros estaban llenando las
vacantes antes ocupadas por aborígenes que cada vez escaseaban más a
causa de las pestes, el mestizaje y los malos tratos de sus explotadores. Las
actividades principales eran la extracción de metales preciosos, una incipien-
te ganadería mayor y alguna recolección de frutos tropicales. En Asia los
españoles no poseían más que el archipiélago filipino, importante escala
comercial entre Méjico, China e India.
Veamos ahora la utilidad que daban los españoles a estos inmensos y
riquísimos territorios. Cada año partían de Cádiz dos escuadras llamadas 'la
armada' y 'la flota'. La primera, de sesenta a setenta naves, hacía el tráfico
con Méjico y sus audiencias, y la otra, de unos cuarenta barcos, con
Sudamérica, cuyos metales eran transportados por mar a través del Pacífico
hasta Panamá, y de ahí por tierra hasta Portobelo, en donde se cambiaban
por productos manufacturados a precios establecidos por las autoridades. La
240 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
armada, tras efectuar en Veracruz el mismo intercambio que la flota en
Portobelo, se reunía con ésta en La Habana para volver a España bien
escoltadas, en precaución de piratas.
La falta de brazos, los prejuicios nobiliarios contra las artes mecánicas y
contra el lucro derivado de la intermediación económica, y los impuestos
habían aniquilado la actividad fabril peninsular, incapaz de satisfacer siquiera
la décima parte de las demandas de los comerciantes americanos. Mercade-
rías italianas, francesas y flamencas eran embarcadas como españolas en
Cádiz, convirtiéndose el fraude y la corrupción de los oficiales en un sistema.
Los pueblos que despachaban en esa forma sus artículos para América
también procuraron traficar directamente, cohechando a las autoridades
locales, pues a los subditos americanos les estaba prohibido fabricar en serie
artículos de calidad destinados a la venta.
De Portugal, entonces bajo el mismo monarca que España, dependía el
Brasil, en un principio colonia penal. Más tarde algunos hebreos se habían
dedicado allí al cultivo de la caña de azúcar, cuyo consumo estaba aumen-
tando vertiginosamente en Europa; pero la influencia del dominio español
interrumpió esa labor por un tiempo. En cuanto al imperio lusitano en las
Indias orientales, veamos cómo se desgranó, no quedándole otras posesiones
que las de Goa y Diu en India, Malacca y Macao.
A propósito de las pretensiones hispánicas de excluir a los holandeses de
la navegación en los mares de las Indias orientales, se comenzó a polemizar
en Europa sobre el derecho de gentes, es decir, de las naciones, a ocupar
tierras y mares. El célebre holandés Hugo de Groot (Grocio) sostenía el libre
acceso a los mares en su libro "El mar libre", opinión combatida por el inglés
Selden en su obra "El mar cerrado". Todo esto del 'mare liberum' versus
'mare clausum', bien o mal argüido, no era otra cosa que la defensa de los
intereses de cada cual. Ya hemos visto cómo Venecia pretendió desde
antiguo la soberanía exclusiva del Adriático. No otra cosa reclamaba
Portugal respecto a los mares de Guinea y de lalndia, e Inglaterra de los mares
circundantes hasta las costas opuestas a las suyas: pretensiones todas
contrarias al derecho de gentes establecido en la legislación romana y que
sólo con la fuerza podían hacer respetar.
Este problema se trenzó a principios del siglo XVII con el de la gran pesca,
o sea, la de la ballena, merluza y arenque, pues se discutía que pudiese ser
practicada por todos. El derecho romano, basado en la naturaleza de las
cosas, estipulaba que el mar, igual que el aire o la luz, no podía pertenecer
a ninguno, ya que una masa inagotable no es susceptible de apropiarse. Por
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 241
otra parte, para que pueda existir la propiedad -declaraban sus cláusulas-
debe concurrir no sólo el acto de apropiación, sino también el de manteni-
miento del dominio, es decir, la ocupación efectiva que se va dejando detrás;
que ello sea inalcanzable en el mar, se ve en el hecho de que, tras el paso de
una nave, las olas se encargan de borrar toda estela.
Es curioso que los ingleses se hubieran basado en estos mismos
principios para apoderarse en poco tiempo, a cañonazo limpio, de casi todo
el comercio de los portugueses en el Lejano Oriente. Ingleses y neerlandeses
afianzaron después ese comercio con el establecimiento de factorías,
colonias y sociedades por acciones. Para traficar con la India aquellos
formaron formaron la Compañia de Mercaderes de Londres, que obtuvo de
la reina Isabel el monopolio por quince años del comercio con todos los
países bañados por los océanos índico y Pacífico, privilegio que iba
acompañado de facultades políticas y judiciales especiales. Las expediciones
fletadas por esa compañía encontraron campo propicio en las Indias
orientales, debido al odio que sus habitantes sentían por los lusitanos, y así,
la Compañía se transformó rápidamente en una potencia política formida-
ble, con más subditos que varias monarquías europeas juntas.
No tardaron los holandeses en seguir el ejemplo de los mercaderes
londinenses. Un edicto de los Estados Generales de las Provincias Unidas
reunió a las compañías existentes en una sola (1602), que a los pocos años
distribuía dividendos de setenticinco por ciento y poseía en las Indias un
territorio mayor que el de su patria. Después de algunos encuentros con
competidores lusitanos, los arrojaron de las Molucas y de Malabar, estable-
cieron una factoría en Coromandel y otra en el extremo norponiente de
Sumatra, llegaron a dominar media isla de Ceilán y obtuvieron como gran
privilegio una plaza en Japón.
Más tarde, cuando pensaron fundar un imperio territorial en la actual
Indonesia, con admirable previsión centraron sus actividades en la isla de
Java, donde ya se habían apoderado del sultanato de Bantam. En 1618
determinaron establecerse a cualquier costo en Jakarta, por cuyo buen puerto
podrían comunicarse con el interior de esa muy poblada isla. Con tal fin
despacharon al almirante Coen con una escuadra; habiéndose opuesto los
ingleses, que comprendieron la importancia de semejante plan, hubo varios
encontrones hasta que Coen, victorioso, levantó sobre las ruinas de Jakarta
la ciudad de Batavia, la perla del archipiélago de la Sonda.
242 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Ni siquiera en las Molucas toleraron los neerlandeses la presencia de
otros mercaderes europeos; las factorías de los ingleses en Banda y
Amboina desaparecieron por esa razón. Nos causa asombro el hecho de que
estas luchas no turbaran la paz que en Europa existía entre las Provincias
Unidas e Inglaterra, si bien es cierto que los Estuardos habían impuesto en
Londres un estilo lánguido de gobierno. Aun cuando lejos se peleaban por
unos florines más, solían juntarse para combatir a sus enemigos comunes,
los hispano-portugueses, a quienes los persas arrojaron de Ormuz con
ayuda inglesa.
También en América se fundaron colonias neerlandesas en la primera
mitad del siglo XVII. La actual metrópolis neoyorquina corresponde alo que
fuera Nueva Amsterdam, la ciudad eje del territorio de Nueva Neerlandia,
el cual les servía para la pesca en Terranova y el tráfico de pieles con los
indígenas. También se establecieron en la Guayana y en actual Estado de
Bahía, donde Portugal tenía instalada la capital de su virreinato del Brasil,
que los intrusos retuvieron durante cuatro décadas.
En cuanto a comercio, eran los campeones. En el mar Báltico habían
sustituido a los hanseáticos y en el mar Blanco a los ingleses. De Rusia traían
y repartían en Francia y España madera para construcciones, pez, aceite de
pescado, tela de buque, sebo y cáñamo. De Polonia sacaban por el río
Vístula, y en Danzig cargaban, trigo y granos en general, cuyo emporio en
Europa había pasado a ser Amsterdam. De Escandinavia traían madera y
minerales, especialmente cobre sueco, que quedaba casi por completo en
Holanda. Los dos tercios del comercio exterior inglés era efectuado por
neerlandeses, situación que persistió hasta mediado el siglo. En Francia, su
preponderancia comercial parecía incontrarrestable, en vez de Brujas o
Amberes, era Amsterdam la que recibía los productos de la tierra y de la
industria francesa para cambiarlos por aquellos del norte o de las Indias.
Buena parte del cabotaje de ese país cayó en sus manos. La pequeña e
inexperta marina gala no podía competir con la neerlandesa.
La gente de los Países Bajos echó a perder el comercio del Levante, antes
intermediado por las repúblicas marítimas italianas; ahora eran esos rubios
desgarbados quienes, desde Amsterdam, los llevaban a los puertos del
Mediterráneo; en cambio, compraban en Levante algodón, goma, anís, finta
seca, etc. Constantinopla, Esmirna, Aleppo y Alejandría recibían de ellos
canela, pimienta, añil, cobre, perlas y otras cosas más pronto, en mayor

i
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 243
cantidad y más barato después de dar la vuelta al Africa, que por medio de
la importación directa. En Esmirna poseían los neerlandeses prestigiosas
casas que vendían a todo el Oriente sus propios tejidos de lana, tan
apreciados desde la época en que los llevaban los genoveses y venecianos.
Hombres prácticos, para mayor seguridad pagaban tributo a los estados
bereberes, sin perjuicio de navegar en convoyes vigilados por naves
armadas de veinte cañones.
A diferencia del tráfico de las demás naciones, el comercio de los
neerlandeses era universal: importación y exportación, nacional e interna-
cional, operando en todas las formas posibles. La inimitable pericia náutica
de los marinos holandeses y zelandeses fue el elemento esencial de su
supremacía comercial. Su honestidad y el precio tentador de sus fletes
completaban esa ventaja, que les valió el sobrenombre de 'carretoneros del
mar'. Habiendo construido desde antaño naves para sus propias necesida-
des, nada les costó fabricarlas para los extranjeros. Ningún pueblo poseyó
tan buenos y eficientes astilleros y operarios para la construcción naval: en
Zaandam se alcanzaba a fabricar en una semana una nave de guerra con todo
su armamento, siempre que fuese pagada con tres meses de antelación.
Pasemos a los ingleses. Sabido es el método con que tejieron al principio
su trama de dominación en la India: imponiéndose a los lusitanos por la
fuerza a propósito de cualquier pretexto, y fomentando el odio de los
orientales contra ellos. En América sólo dos expediciones realizadas en el
siglo XVI configuran el título que invocaría Inglaterra al siglo siguiente para
apropiarse de esas tierras: la primera, a las costas de una región que su
conductor, sir William Raleigh, llamó Virginia en honor a la reina Isabel,
apodada Virgen' sólo por haber muerto soltera; y la segunda, a la Guayana,
en busca del mítico 'El Dorado'.
La marina británica había resultado reforzada por la unión dinástica de
Escocia e Inglaterra acaecida a la muerte de Isabel, ya que los escoceses eran
buenos marinos y expertos pescadores. Sin embargo, el inepto gobierno de
los Estuardos deprimió la iniciativa popular, llegando el rey Jacobo I a vender
en 1609 a los holandeses los derechos a la lucrativa pesca del arenque. En
las faenas balleneras que habían iniciado en el mar Blanco fueron pronto
superados por aquellos, dedicándose en su reemplazo a extraer merluza de
Terranova en unos ciento cincuenta barcos. En el arte de la hilandería y del
cristal progresaron bastante, pero eran poco expeditos en la elaboración del
hierro, que traían casi todo de fuera. El conde Dudley, que en 1619 descubrió
el modo de fundirlo con carbón mineral, vió destruidas por una turba
244 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
estúpida las instalaciones que había creado, perdiéndose esa provechosa
técnica que sólo llegaría a divulgarse una centuria después. La extracción del
carbón, efectuada principalmente en Newcastle, había aumentado tanto
por la escasez de leña, que en 1615 se dedicaron a fletar ese mineral
cuatrocientas naves nacionales y otras tantas foráneas.
La industria y el comercio franceses, ya desde antes pequeños, habían
decaído a causa de las guerras religiosas, que concluyeron en virtud de la
entronización en París de su líder Enrique de Borbón, rey de Navarra, previa
abjuración de su débil fe hugonote. Bajo su gobierno (1589-1610) se
recuperó bastante la actividad económica. Francia poseía colonias y misiones
en Canadá, donde había fundado Port-Royal, La Croix, Québec y Montreal,
pero la mayor parte de su comercio estaba en manos holandesas.
De los demás pueblos marítimos, ninguno tenía colonias, comercio o
marina de consideración. Venecia había caído por su propia política de
monopolio y gravámenes, por lo que las naves preferían tocar en Livorno
antes que en ella, Génova, débil como Estado, mostraba, sin embargo,
mejores disposiciones comerciales que Venecia; sus productos industriales
eran justipreciados en todas partes, llegando algunos navios ligures hasta la
misma América a trocar sus sedas, terciopelos y brocados.

Richelieu, La Rochelle y la marina francesa


Asesinado Enrique IV, subió en 1610 al trono de Francia Luis XIII,
asesorado por el cardenal Duplessis, duque de Richelieu. Celoso guardián de
la autocracia, no podía soportar que dentro de Francia hubiera todavía
ejércitos privados, como el de los hugonotes, la última plaza fortificada en
poder délos cuales era La Rochelle, a orilla del mar, por donde podía surtirse
de lo necesario. Púsole, pues sitio en 1622. Al mando de treinta naves, el
capitán rochelense Guitón mantuvo desde un principio expedito el acceso al
mar, alejando a las naves reales que pretendían bloquear el puerto. En
octubre de dicho año el duque de Guisa con cuarentícinco naves de todos
tipos se presentó en batalla ante la plaza; saliendo súbitamente con treintinueve
barcos, en una hábil maniobra se puso Guitón a barlovento de las reales y
abrió friego contra ellas. Algunas de las galeras reales, bogando contra el
viento, lograron tomar a los hugonotes por el flanco. Cuando el duque quiso
imitar aquella maniobra, fue rodeado por el enemigo; defendióse bravamente,
tanto que los rochelenses se vieron forzados a usar brulotes, retirándose
apenas vieron arder la arboladura de la nave capitana; sin embargo, el fuego
logró ser sofocado. Los sitiados lamentaron graves pérdidas en este combate,
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 245
lo cual no impidió que tres años más tarde, bajo el mando de Soubise, se
apoderasen de las islas Ré y Oléron, devastando la costa vecina.
Esta operación y la pérdida de autoridad que significaba para la corona
la resistencia de la plaza indujeron a Richelieu a recurrir a los holandeses,
tan calvinistas como sus hermanos hugonotes, de los cuales consiguió a
buen precio veinte naves, que, junto con otras diez estatales puso al mando
del duque de Montmorency. Soubise, incapaz de medirse con tal fuerza,
volvió a defenderse como sabía, incendió dos buques holandeses, yendo
después a ponerse a resguardo detrás del bajo de la Fosse de L'Oie, en
donde los realistas lo bloquearon. Caída la isla Ré en manos de Montmorency,
el almirante hugonote trató de entrar al puerto de La Rochelle por en medio
de la escuadra enemiga, acción que no tuvo éxito. Por más que lucharon
valerosamente, los rochelenses perdieron once naves a manos de los
realistas, quienes abordaron también la nave Vierge , capitana de Soubise,
que tras heroica defensa fue volada por sus tripulantes con el propósito de
hundir también a sus asaltantes. Richelieu terminó por hacer construir un
molo para cerrar el puerto; La Rochelle se rindió por hambre en octubre de
1628.
Notable estadista como era, Richelieu constató experimentalmente en el
costoso sitio de La Rochelle la necesidad de una marina de guerra, sin la cual
Francia no alcanzaría jamás las dimensiones de la gran potencia que por su
ubicación y copiosa población le correspondía ser. Comenzó por abolir el
cargo de almirante de Francia, que por recaer siempre en un príncipe de la
sangre o en un gran señor, era para él un estorbo. Hizose entonces nombrar
por el rey 'gran maestro, jefe y superintendente de la navegación y del
comercio'; en seguida declaró las naves de guerra propiedad del Estado,
mejoró y fortificó los puertos, encargó en cada puerto aun comisario general
y un jefe de escuadra la mantención de las naves y de su armamento en buen
pie, e hizo pasar a los capitanes de buque y sus lugartenientes al servicio
permanente, con sueldo de embarcados, distinto del asignado al personal de
tierra. También abrió una escuela de artillería y edificó almacenes para el
material naval.
Antes del ministro-cardenal, los soldados que se embarcaban eran todos
del ejército, tal como en otros Estados. Richelieu reglamentó la navegación
y el servicio de los oficiales de a bordo y en tierra, y promulgó en 1634 el
primer código penal para la marina que se haya escrito. Subsistía aún el
'Cuerpo real de las galeras , que tenía su base en el Mediterráneo y como
5

general a Pedro de Gondi, a quien el cardenal convenció con dinero de que


le cediera el puesto, el que luego dió al marqués de Pont de Courlay, su
sobrino; de esta manera consiguió tener en sus poderosas manos y bajo su
246 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
genio organizador todas las riendas.

La guerra de Treinta Años


Comenzó en 1618 por motivos religiosos en Bohemia y terminó
extendiéndose a toda Europa. Austria primero y España después se batirían
al lado de los estados católicos alemanes contra casi todo el mundo
protestante, apoyado por Francia. Los historiadores dividen esta
conflagración en cuatro períodos: pero, como en el primero, que se llama
palatino por haber acudido en auxilio de Bohemia el elector del Palatinado,
no hubo encuentros navales, pasaremos al siguiente.
El segundo período se ha denominado danés debido a la intervención de
Cristian IV de Dinamarca a solicitud de los confederados luteranos alema-
nes. Este monarca Ies era conocido por haber iniciado en 1610 una guerra
de tres años contra la expansiva Suecia, en cuyo único combate naval, cerca
de Elfsburg, los suecos habían perdido siete de sus barcos más importantes.
Derrotado Cristián en Lutter, el emperador Fernando II proyectó seguirlo a
sus propias islas; mas no poseyendo marina y negándose los hanseáticos a
facilitarle naves, pensó procurarse una flota propia para apoderarse de todos
los puertos desde Kiel a Colberg. Encargó la empresa a su generalísimo
Waldstein, a quien nombró almirante del Báltico. Púsose el condottiero a la
obra, mas como nunca había actuado en el mar, se contrajo a organizar la
escuadra, desentendiéndose de su entrenamiento; fundó un arsenal en
Wismar, compró o arrendó naves de todas partes y con ellas atacó Stralsund.
Los daneses batieron en todas partes a los buques imperiales. Saxe se
estacionó en el pequeño Belt y hundió cuanta nave enemiga osó pasar;
Rosmund incendió muchas otras, y así, Cristián pudo obtener en 1629 una
paz honrosa, pues el adversario le había ocupado todo el territorio continen-
tal.
Previamente, en 1621 se había reiniciado la guerra de Flandes, terminada
la tregua de doce años acordada entre España y las Provincias Unidas. Cada
bando de ese litigio había de alinearse después con sus respectivos
correligionarios germánicos. Al principio la fortuna acompañó a los españo-
les, que, tratando de herir a los neerlandeses en su economía, despacharon
a Gibraltar una escuadra a las órdenes de Francisco de Toledo, con el objeto
de interceptar un convoy que había salido de Venecia. Hecho el contacto, la
superioridad numérica de Toledo explica que hayan quedado en su poder
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 247
casi todas las naves neerlandesas. Las Provincias Unidas reaccionaron
inmediatamente, extendiendo las hostilidades a las posesiones coloniales de
España. Despacharon una escuadra al Perú a las órdenes del almirante
Jacques L'Hermite, quien apareció con doce buques ante El Callao, donde
se encontraba una escuadra de treinta embarcaciones menores; favorecido
el holandés por un fresco viento, atacó a los dueños de casa hundiéndoles en
dos horas de combate tres barcos e incendiándoles seis, entre los cuales
figuraba la propia nave capitana. Bandera blanca izaron entonces los
españoles; pero como no aceptaron rendirse incondicionalmente, prosiguió
el combate hasta perder otras dieciséis unidades, con lo que la derrota devino
completa.
En diciembre de 1625 nueve naves holandesas con mil quinientos
marineros y dos millares y medio de soldados llegaron por el Pacífico a las
cercanías de San Salvador, donde el jefe de la expedición reunió a la soldada
en sus cuatro naves mayores y la desembarcó, mientras un grupo de
marineros marchaba a atacar un fuerte poco distante. Resistieron un tiempo
los españoles, pero creyendo que sus contrarios podían continuar desembar-
cando más gente, abandonaron el fuerte y el puerto. Los vencedores
mantuvieron izado el pabellón de Felipe IV tanto en los bastiones como en
las naves, logrando capturar algunas naves españolas que, sin poder perca-
tarse atiempo de la caída de la plaza, entraron al puerto. Pocos meses después
una división al mando de Federico de Toledo recobró esa posición de suma
importancia para ellos.
L'Hermite, por su lado, continuaba interrumpiendo en el Pacífico
meridional el tráfico local, quemando sus barcos en El Callao y otros puertos,
atacando a Lima, incendiando Guayaquil y realizando otras proezas hasta
que la muerte vino a detener su campaña. El dominio del océano siguió
perteneciendo a los neerlandeses, cuya Compañía de las Indias Occidentales
empleó la mayor parte de su capital en armar corsarios que entorpecieran
gravemente los fletes marítimos hispánicos. Entre 1623 y 1636 esa Compa-
ñía puso en servicio ochocientas naves corsarias que aprehendieron a
quinientas cuarenticinco contrarias, entre ellas la llamada 'escuadrilla de la
plata*, tomada por Piet Heyn en 1628 junto a la costa de Florida. Como
Portugal dependía del mismo rey que España, la Compañía despachó en
1630 al almirante Lonk con sesenta naves al Brasil, donde se apoderó de
Oiinda, en el distrito de Pernambuco. Algunos años después las provincias
marítimas brasileras desde Sao Salvador de Bahia hasta la Guayana estaban
en manos holandesas.
248 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
El período sueco de la guerra, así llamado por la intervención de
Gustavo Adolfo II a favor de los protestantes alemanes entre 1630 y 1635,
terminó con la derrota de los suecos en Nordlingen, cuando Cristina ceñía
la corona de su padre, muerto en la batalla de Lützen. Dicho período careció
de hechos navales, pues los holandeses aúnno se comprometían oficialmente
en el conflicto mismo.
El último período, que comienza en 1635, es llamado francés. El hábil
Richelieu juzgó la ocasión claramente propicia para la recuperación de la
hegemonía de la antigua Francia y obtener territorios aquende el Rin. Para
debilitar al Austria se confabuló con los duques de Saboya, Mantua y Padua.
Para abatir a España, favoreció las sublevaciones de Portugal y Cataluña. A
pesar de su condición de príncipe de la Iglesia Romana, no trepidó en buscar
alianzas con estados protestantes, con tal de obtener beneficios en pro de su
política nacionalista. Fué así como de los confederados alemanes consiguió
Al sacia a cambio de su ayuda; negoció con los suecos y suizos; y con las
Provincias Unidas trató el reparto de los demás países bajos.
Dichas Provincias encontraron un fuerte aliado en el reino de Francia. En
junio de 1636 una escuadra francesa de cuarenta naves de guerra y varias de
carga se concentró en la rada de Belle-Ile, escuadra que con más de mil
hombres de desembarco irrumpió en el Mediterráneo, donde se juntó con las
galeras de Pont de Courlay para apoderarse en 1637 de la isla Lérins, que
había caído en manos españolas.
Ese mismo año apareció en escena un gran marino neerlandés. Martin
Tromp había llegado desde grumete al grado de lugarteniente-almirante en
1634, cuando se le confió el mando de doce naves. Tomando por barlovento
a diez buques hispanos que salían por el canal de Mardik acompañados de
otrostantos más pequeños, capturó dos de los grandes y seis de los menores.
En 1638 una escuadra francesa mandada por el arzobispo de Burdeos
atacó a una escuadra española refugiada en Guetaria, causándole graves
daños mediante el lanzamiento de obuses. Al año siguiente, Pont de Courlay
con veinticinco galeras se batió a tres millas de Génova con otras tantas
españolas, napolitanas y sicilianas; disponiéndose en línea de frente, ordenó
imitar sus movimientos y combatir barco con barco hasta vencer, hecho lo
cual cada uno debía ayudar al vecino que lo requiriese. Con esta táctica tan
simple, el combate se transformó en veinticinco duelos singulares; la capitana
gala abordó a la capitana enemiga, capturándola después de muerto su jefe;
otras galeras francesas se apoderaron de cinco españolas, pero tres francesas
fueron apresadas después de fallecidos sus comandantes, tras lo cual se
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 249
retiraron los españoles a Génova.
El año 1639, haciendo un agotador esfuerzo, España armó setenta naves
que puso bajo las órdenes de Antonio de Oquendo. Con sólo veintiocho
naves Tromp lo persiguió al modo y con el tipo de maniobras usadas por
los ingleses contra la 'Gran Armada', arrebatándole dos galeones rezagados.
Indignado, Oquendo le hizo frente, pero la movilidad de los holandeses era
tal que, contando además con una capacidad artillera tres veces más rápida,
llegaron hasta a hundir a la propia capitana de Oquendo, quien pudo alcanzar
en un esquife hasta otra nave. El jefe español, convencido de que no podía
maniobrar con sus torpes tripulaciones contra los expertos contrincantes, fue
a esconderse detrás de las dunas costeras de Kent, aprovechando la amistad
de España con Inglaterra. Allí lo bloqueó Tromp, que con refuerzos
posteriores llegó a operar setenta naves; entonces recibió una intimación
inglesa a no realizar actos hostiles en sus aguas, advertencia que Carlos I de
Inglaterra respaldó enviando una escuadra. En vez de arredrarse, Tromp
destacó una división a contener a los ingleses y lanzó el resto sobre los
españoles. Ahora se combatió a cañonazos. Cuando el viento le brindó sus
favores, los neerlandeses avanzaron y con sus andanadas desarbolaron las
naves contrarias; al troncharse los cables de sus anclas, quedando ala deriva,
veinte de sus unidades vararon en las dunas, diecisiete se incendiaron -incluso
aquella en que iba Oquendo, que de nuevo logró salvarse-, y otras fueron a
destrozarse contra la costa francesa; en total, ocho mil hombres perdieron la
vida. Esta victoria hizo que Tromp fuera glorificado en toda Europa y
honrado con un título nobiliario por Luis XIII de Francia.
Al año siguiente, 1640, una gran escuadra española llegó hasta Pernambuco,
en donde presentó batalla a la holandesa de Loof, quien pereció en la
contienda; pero fiie desbaratada por su sucesor Huygens. Estas dos derrotas
postraron a la marina peninsular, cuyo equipaje, corajudo cuanto se quiera,
era muy inferior al holandés en pericia náutica. La guerra continuó con raros
y poco importantes acontecimientos navales, sin registrarse encuentros entre
ambos contendores; los franceses sí los tuvieron, pero tampoco relevantes.
La guerra de los Treinta Años terminó en 1648 con la paz de Westfalen.
El mapa de la Alemania protestante entonces acordado denota el tipo de
equilibrio político europeo que inauguraba dicho tratado. Salieron
engrandecidas Francia, Suecia y Prusia, constituida ésta en reino por el
elector de Brandemburgo. Sin embargo, habían de proseguir las guerras
particulares entre Francia y España, y entre ésta y Portugal, que en 1640 se
había independizado bajo el duque Juan de Braganza. Este monarca hizo en
250 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
1641 una tregua con Holanda, a la cual ofreció el Brasil, Colombo,
Negapatam, Borneo y Célebes, ya conquistadas por las respectivas compa-
ñías neerlandesas de Indias, pero Brasil se levantó en armas y arrojó a los
holandeses del país. El estado de las Provincias Unidas se declaró entonces
en guerra con Portugal; mas, distraída en 1661 por negocios más im-
portantes, renunció al Brasil a trueque de una indemnización.
CAPÍTULO XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA

El motivo de la ruptura
El estado llamado 'República de las Provincias Unidas', como hemos
visto, nació de un acuerdo tomado en 1579 por las siete provincias
septentrionales de Flandes en Utrecht, ciudad situada en los confines del
continente con los países bajos ganados al mar, verdísimos territorios
artificiales que hablan por sí solos de las virtudes empresariales de sus
infatigables pobladores, famosos tejedores y marinos.
Durante sesenta y nueve años (1569-1609 y 1621 -48) habían luchado los
insurrectos holandeses, especialmente los de Zelanda y Holanda -la más
poblada, dinámica y culta de las siete provincias, cuya capital era a la vez la
del estado- contra el dominio de los Habsburgos y sus imposiciones
religiosas, fiscales y ultramarinas. Habían peleado en mar y tierra, logrando
en el mar rescatar su tierra, y desde ella, en barcos, alcanzar el otro
hemisferio. Ahora, a punto de estallar la guerra con Inglaterra, su flota
mercante se componía de diez mil velas tripuladas por ciento sesenta y ocho
mil hombres, vale decir, un sesenta por ciento de las naves del mundo.
Su naciente armada había cooperado con la inglesa a descalabrar la
expedición naval enviada por Felipe II, pero el poder que estaba acumulando
la convertía ya en su rival potencial, si no real, puesto que los comerciantes
neerlandeses solían recurrir en el Lejano Oriente a métodos violentos para
evitar la competencia inglesa.
Si se tenía el propósito de eludir la competencia, los estados con suficiente
poder naval podían cerrar sus puertos a los mercantes extranjeros, elevar las
barreras aduaneras hasta la disuasión, repartirse los mercados o arruinar a los
émulos con precios increíbles. Inglaterra iba a escoger la primera de estas
cuatro vías típicamente mercantilistas: permitir sólo a buques ingleses el
252 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
aprovisionamiento de la isla desde otros continentes y el intercambio de ella
con sus colonias. Tal fue el tema de la famosa ley de navegación (' navigation
act') de 1651.
Mediado el siglo XVH, cuando las tendencias absolutistas de los Estuardos
y sus veladas simpatías por el catolicismo habían terminado desatando una
guerra civil, Inglaterra decapitó a su rey y se dió una dictadura republicana,
la de los Cromwell, que también se haría odiosa por análogas causas, a saber,
su totalitarismo de impronta puritana.
Oliver Cromwell gobernó cinco años. Al fomentar el poder marítimo -lo
que indudablemente contribuiría a impedir que los Borbones franceses
pudieran auxiliar al partido estuardista-, ese general autoproclamado 'lord
Protector' de la república, elevó a su patria a un alto grado de prosperidad
jamás alcanzado hasta entonces. Ésta es la Inglaterra que provocó la primera
guerra con Holanda. Concluida dicha contienda, Londres volvería a ver
instalado en su trono a un Estuardo y a involucrarse en otra guerra con
Holanda en medio de algunas disensiones intestinas, sólo que esta segunda
conflagración la pillaría de sorpresa.
En lo principal, la ley de navegación de Cromwell disponía que: a) ningún
producto de la tierra o de la industria, proveniente de Asia, África o América,
podía entrar en Inglaterra o sus colonias si no en naves de propietarios
ingleses y tripuladas con no menos de tres cuartas partes de connacionales;
b) las mercaderías europeas sólo podían ser llevadas ala isla en naves inglesas
o en las del país que las hubiere producido; c) el comercio con las colonias
de Inglaterra quedaba reservado exclusivamente a los ingleses; d) las colonias
inglesas únicamente podían vender a Inglaterra sus producciones, y siempre
que éstas fueren propias de ellas, como el azúcar, el tabaco, el algodón y
otras; y e) el arancel al pescado salado de procedencia extranjera se elevaba
considerablemente.
Esta ley, que en 1660 Carlos II confirmó y completó, constituye la carta
fundamental de la marina británica y, por tanto, la viga maestra del
predominio mundial que iba a reconocérsele a la Gran Bretaña en el siglo
XIX.
Aunque el parlamento inglés sabía que la promulgación del 'acta'
implicaba una declaración de guerra a las Provincias Unidas, talvez para que
no cupiese duda de sus deseos dispuso el secuestro de más de ochenta buques
holandeses que se encontraban en puertos ingleses. Se trataba de abatir la
preponderancia comercial neerlandesa, que había transformado a la ex aliada
en rival económicamente formidable. Además, por gratitud histórica, los
Lámina 16 Teatro de las Guerras Anglo - Holandesas
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 253
holandeses simpatizaban con los Estuardos, sentimiento que molestaba a los
republicanos londinenses.
La asamblea de los Estados Generales de Holanda, ajena hasta entonces
a las guerras propiamente tales -tarea asumida por la casa de Orange y a la
que ésta debía su legitimidad ante el pueblo-, debió acudir en defensa de su
propio comercio y de la causa de la libertad de los mares, que, por lo demás,
ella misma no respetaba.

La primera guerra
La lucha se inició sin declaración de guerra. El pretexto fue la negativa de
un barco holandés a saludar la bandera inglesa, acto a que se le intimó con
un disparo (mayo de 1652). Días después se hizo a la vela el almirante Tromp
con cuarenta y dos naves de guerra hacia Inglaterra. Cromwell estaba
preparado, pues ya tenía armada una escuadra para combatir a las naves
realistas inglesas, cuyo mando había entregado a Robert Blake, soldado
republicano que recién comenzaba su carrera naval con el grado de almirante
a la edad de cincuenta y dos años.
Ambas flotas se encontraron en Dover, donde fondeaba la de Blake.
Tromp mantuvo la bandera de su patria al tope, negando a Inglaterra el
dominio de los mares. El combate duró varias horas hasta que la noche tendió
sobre los contrincantes su velo de indulgencia. Blake capturó después varios
buques mercantes.
Por este mismo tiempo pasó a primer plano el célebre almirante holandés
Michael Adrianzoon De Ruyter, acaso el más grande marino que haya
existido. Había iniciado su carrera como grumete en 1618 a los once años de
edad, y participado en la brega emancipadora de su patria, cayendo prisionero
de los españoles debido a su audacia. Tras fugarse, había atravesado la
Francia entera para poder regresar a su tierra. Después de distinguirse en
operaciones de corso contra barcos españoles y lusitanos, los Estados
Generales lo nombraron contraalmirante en 1652 y le dieron el mando de
treinta naves de guerra con la misión de escoltar un convoy. Sir George
Ayscough, con cuarenta naves mayores y mejor armadas, lo halló el 26 de
agosto cerca de Plymouth. Pese a su inferioridad, De Ruyter lo forzó a
refugiarse en puerto al cabo de una violenta refriega, a consecuencia de lo cual
Ayscough perdió el mando y sus naves pasaron a robustecer la escuadra de
254 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Blake.
Este último se hallaba en el Mar del Norte hostilizando a los pesqueros
holandeses dedicados al arenque. Tromp lo persiguió; cuando ya ambas
escuadras se avistaban entre las islas Orkneys y las Shetlands, un extraordi-
nario mal tiempo alejó a los contendores. Los ingleses pudieron refugiarse
en sus puertos, no así los neerlandeses, que debieron soportarlo en pleno
mar, perdiendo sesenta de los cien buques que componían su flota. Tromp,
indignado ante el clamor popular que le imputaba el desbarate ocasionado
por ese temporal, dimitió.
Los holandeses armaron nuevas naves para cubrir las mermas de aquella
ocasión y designaron en reemplazo de Tromp a Cornelius de Witt, experto
marino, cuyo violento carácter, imprudente y obstinado, concitaba antipatía
entre sus subalternos. De Ruyter recibió orden de plegarse a su obediencia,
congregándose así el 2 de octubre de 1652 un total de sesenticuatro buques
entre Dunkerque y Nieuwpoort. Por esas mismas aguas cruzaba desde días
antes Blake con sesenta y ocho naves; informado el día 8 de que los
holandeses andaban cerca de Dover, les salió al encuentro. El día 7 De Witt
había reunido un consejo de guerra en el cual De Ruyter opinó por evitar la
batalla debido al mal estado de muchas naves; en realidad, aunque no lo
dijera, sabía que tanto oficiales como marineros se sentían descontentos con
el cambio de almirante; de ahí que, sin ofender al jefe, tratara de evitar un
posible desastre. De Witt se decidió por la batalla. Habiendo izado su insignia
en el Bredenrode, la ex capitana de Tromp, fue recibido fríamente por el
equipaje; entonces optó por mudarse auno de los navios de cincuenta y seis
cañones de la Compañía de Indias.
Blake atacó impetuosamente. Como varios capitanes holandeses se
defendían sin entusiasmo, les echó a pique dos barcos de esos de cincuentiséis
cañones y capturó otros dos al abordaj e. De Ruyter dio pruebas de disciplina
combatiendo heroicamente en la vanguardia, pero sus esfuerzos y los del
propio De Witt no impidieron que los ingleses mantuvieran la ventaja. En la
noche la escuadra holandesa se desbandó sin que el resto hubiese recibido
daños de consideración, lo que indujo al almirante a regresar a casa seguido
de lejos por Blake, que permaneció algunos días cruzando frente a la costa.
Este revés abrió los ojos a la gente. Tromp fue restablecido como almirante,
secundado por los vicealmirantes De Witt, De Ruyter y Evertsen, los tres
mejores; como era de esperar, De Witt se excusó de aceptar, pretextando
enfermedad.
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 255
En noviembre del mismo año Tromp consiguió el desquite: Blake tuvo
que cobijarse en el Támesis. Después, en 1653, se sucedieron los combates
de Portland, Solebay y Texel, siendo el primero el más digno de mención
por su duración y por las concepciones tácticas puestas enjuego, aunque
en resultados fuera indeciso.
Después de la derrota de Blake, los astilleros ingleses desplegaron gran
actvidad para equipar la escuadra más poderosa que hasta entonces saliera
de puertos insulares. Mandábala Blake, asistido por el almirante Monk.
Enterándose de que el almirante holandés andaba en campaña en el sur, salió
a esperarlo a la entrada del canal de La Mancha.
Las dos flotas se encontraron a la altura del cabo La Hougue el 18 de
febrero de 1653. Creyendo a Inglaterra aún deshecha, Tromp iba escol-
tando un inmenso convoy de naves mercantes holandesas en demanda de
sus puertos. Pero si la aparición de los británicos sorprendió al almirante
neerlandés, no le infundió ni la menor inquietud, pues las fuerzas estaban
equiparadas. Lanzóse resueltamente sobre ellos para atacarlos separadamen-
te, antes de que se reunieran; en verdad anduvo próximo, si no a una victoria,
cuando menos a ventajas decisivas, ya que el inglés estuvo en inminente
peligro, pues sólo tenía doce buques que pudiesen auxiliarlo.
El encuentro de Portland fue terrible: al finalizar el primer día de batalla,
las pérdidas eran de un buque para los anglosajones y seis para los
neerlandeses.
Durante la noche ambas flotas se dedicaron a reparar averías y alistarse
para continuar al día siguiente. A mediodía volvieron a chocar con igual
empuje, siendo de notar el empeño puesto enjuego por uno y otro jefe para
conseguir los fines que se habían propuesto: el inglés, para separar el convoy
de naves mercantes, y el holandés, para conservarlo. Este último sólo perdió
quince naves del convoy. Ambos se atribuyeron éxitos.
El día 20 volvieron a encontrarse muy cerca de Boulogne. El objetivo de
cuidar el valioso convoy forzó a la escuadra neerlandesa a batirse a la
defensiva, aprovechando admirablemente sus conocimientos sobre bajos
fondos, lo que no hizo la inglesa.
Este encuentro no podíatener sino consecuencias pasaj eras. Los insulares
podían vanagloriarse de su triunfo, pero no del dominio del mar. El almirante
Tromp cumplió en gran parte su cometido, sin que su flota de guerra fuera
mermada; en verdad, cabe atribuirle un triunfo moral.
256 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Tampoco tuvo consecuencias decisivas para la terminación de la guerra
el combate de Solebay, pero mostró dos innovaciones de importancia: del
lado holandés, el empleo de la 'bala-cadena', que arrollaba todo lo que
encontraba a su paso; y del lado inglés, la idea de cortar la línea de
formación, táctica que no se aplicaría corrientemente antes de 1782.
Los almirantes Deane y Penn, que disponían de cien buques, salieron de
Yarmouth al tener noticias de que Dover había sido bombardeado por
Tromp; éste disponía de noventa y ocho buques y algunos brulotes.
El 2 de junio se avistaron las velas. El combate demoró aún dos días en
trabarse y duró otros dos días. Lajornada comenzó mal para los ingleses. La
primera salva con bala-cadena mató a Deane y produjo una gran mortandad.
A la llegada de la noche se suspendió el fuego, con resultado impreciso. Al
dia siguiente las ventajas seguían para los neerlandeses, cuando aparecieron
nuevas velas en el horizonte: eran las del almirante Blake, el eterno rival de
Tromp. El combate duró el tiempo en que se produjo el nuevo contacto.
Tromp aprovechó con gran denuedo los minutos pugnando por la victoria;
al no lograrla, se resignó a alejarse hasta una nueva ocasión, que se le presentó
a fines del mes siguiente.
Fue el 31 de julio que las flotas, siempre mandadas por Blake y Tromp,
volvieron a encontrarse, esta vez frente a la isla holandesa Texel. La
característica táctica de esta lid fue el acertado empleo de brulotes por los
dueños de casa. Tromp tuvo casi en sus manos una victoria decisiva, hasta ser
herido por una bala de mosquete; esta noticia, como fatal augurio, recorrió
uno a uno todos sus buques, sembrando el desánimo entre los tripulantes, que
comenzaron a abandonar la lucha. Su muerte terminó por sellar la derrota.
Los ingleses se abocaron a perseguir a los sobrevivientes con sana, como
correspondía a enemigos mortales. La desbandada holandesa fue completa:
veintiséis buques perdidos, de los cuales veinte quemados, y seiscientos
muertos. La secuela no podía ser otra que la paz inmediata. Holanda tuvo que
reconocer laprimacía de Inglaterra en los mares y saludar a su pabellón como
símbolo de ello.
Esta primera guerra merece algunos comentarios. Sólo Blake pudo hacer
favorable para Inglaterra el resultado de la primera guerra anglo-holandesa,
en la que Holanda sólo perdió una batalla. Las flotas beligerantes fueron
mucho más poderosas que las de Medina-Sidonia o Howard. El desarrollo
y la importancia que habían tomado los buques mercantes como medios de
transporte habían contribuido a que las construcciones navales evoluciona-
ran, logrando rápido adelanto en los tres cuartos de siglo transcurridos desde
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 257
entonces. Los buques ingleses de aquellos años, superiores a los holandeses
en tamaño, dotación y armamento, tenían limitado el acceso a las aguas
litorales de los Países Bajos, por su mayor calado.
Todavía existían posibilidades de que los combates resultaran una
aglomeración más o menos confusa de buques, porque aún no se dominaban
todos los factores que intervienen en las formaciones; sin embargo, es
notable el interés demostrado por los almirantes en conseguirlo. Compren-
dieron claramente la relevancia de los movimientos tácticos para sacar
rendimiento a los cañones, arma que se consagró como indispensable para
definir la suerte de las escuadras y con tendencia a aumentar en cantidad. La
línea de frente servía para acercarse al contrario. La formación de batalla era
la línea de fila, dada por la ubicación de los cañones en las bandas. En el siglo
XVIII las flotas combatirían navegando a rumbos paralelos, en línea de fila,
ya fuera de la misma vuelta o de vuelta encontrada.

Expediciones de Cromwell al Mediterráneo y las Antillas


El 'Protector' decidió en seguida ajustar cuentas con otros enemigos y en
otros mares. En el fondo, quería humillar a España. Entregó una escuadra
de veinticinco navios a Blake y otra de treinta y ocho a Penn con tres mil
soldados a bordo, guardándose en secreto el destino de ellas.
Blake partió a fines de octubre de 1653 hacia Nápoles, capital del
virreinato español en Italia, en donde debía oponerse a una expedición del
duque de Guisa. Como ésta ya había fracasado por otros motivos, subió hasta
Livorno a imponer a su gran duque una indemnización por las naves
apresadas y vendidas en sus puertos a los enemigos de Inglaterra. A
continuación torció rumbo a las costas norafricanas, para exigir de todos los
Estados berberiscos la libertad de los esclavos anglosajones y reparaciones
por los daños causados por los piratas al comercio británico. Recaló en
Túnez, a cuyo bey expuso su demanda y pidió permiso para renovar la
aguada. Seguro de estar bien provisto de municiones en los fuertes Gdeta y
Fariña, el berberisco rehusó todo. Blake partió sin disparar un tiro, se
abasteció de agua y completó sus municiones en Trapani, y el 3 de abril de
1655 volvió sorpresivamente. Tomó colocación a medio tiro de mosquete
delante de las baterías de la plaza y después de dos horas de fuego, en que
incendió nueve naves de guerra tunecinas surtas en el golfo, forzó al bey a
implorar la paz y pagar las demandas que se le habían formulado. El ejemplo
de Túnez escarmentó a Trípoli y Argelia, que dieron a Blake plena
258 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
satisfacción.
Para explicar estos éxitos, debe tenerse presente que la artillería había
experimentado considerables progresos por obra de los holandeses: pro-
yectiles de fierro, buena obturación y ajuste, uso de morteros, mejores
métodos de montaje, carga y puntería, etc. Además, todos los fuertes del
Mediterráneo se habían hecho a la orilla del mar en promontorios altos, por
lo que, cuando los buques se acercaban demasiado a la costa, los cañones
de aquellos disparaban sus tiros sobre las cubiertas, resultando así
inofensivos. Esta condición fue la que aprovechó Blake para batir las
fortalezas.
Después de algunas acciones contra convoyes españoles provenientes
de América y una incursión a Santa Cruz de Tenerife, Blake regresó a
Inglaterra en 1657 tras haber resignado el mando, aquejado de escorbuto,
muriendo el 17 de agosto de ese año en la mar a vista de su tierra. Su
cualidad más destacada había sido la abnegación, el desinterés y la
generosidad, sin más ambición que la de servir a su patria.
En cuanto a la escuadra de Penn, digamos que no habiendo podido por
justificadas razones tomar Santo Domingo, se apoderó de Jamaica, paradisíaca
isla que desde entonces quedó en poder de los ingleses.
La segunda guerra
En doce años de paz no lograron los rivales sosegar su animosidad. Carlos
II, que había subido a los tronos de Inglaterra y Escocia, tuvo mucha
ingerencia en el estallido de un nuevo conflicto. Como por esta época Francia
volvía a tomar posición en el elenco de las naciones marítimas, tanto las
Provincias Unidas como Inglaterra dudaban de su actitud; finalmente el
joven Luis XIV tomó el partido de aquellas; mas, vacilando en exponer a su
joven marina, retardó su salida, con lo cual la ayuda prometida se redujo a
un respaldo moral.
La conflagración fije netamente marítima. Comenzó propiamente en
1665 y sin una declaración formal, como repercusión de agresiones y
represalias en el escenario colonial. Los ingleses se habían anexado con el
nombre de Nueva York la colonia holandesa de Nueva Amsterdam, en la
boca del río Hudson. En cambio, en la costa occidental del Africa De Ruyter
/

había hostilizado con éxito el comercio inglés y capturado varios barcos.


Ambos rivales sufrieron demoras en sus preparativos. El 3 de junio de
1665 tuvieron su primer encuentro cerca de Lowestoft, en la costa de
Norfolk, las flotas mandadas por el duque de York y el almirante Opdam.
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 259
Las fuerzas estaban equiparadas, cada escuadra constaba de un centenar de
velas. La riña fue tan encarnizada como todas las sostenidas entre ingleses
y holandeses; estos últimos, después de perder algunos buques, se retiraron
a Texel. El duque demostró debilidad e irresolución para perseguirlos,
dejando de obtener resultados definidos.
En el resto del verano la contienda aflojó, con uno que otro ataque más
o menos afortunado de una y otra parte. Como sucedía en esos tiempos, las
flotas se refugiaron en los puertos durante el invierno. Para la primavera de
1666 los contrincantes estaban listos, teniendo los holandeses esta vez al ya
famoso De Ruyter y una veintena de almirantes subordinados, también
reputados, al frente de ciento tres buques. Los ingleses poseían ochenta
navios al mando del príncipe Ruperto y del almirante Monk. En cuanto a
tripulantes y cañones andaban harto parejos: veintiún mil tripulantes y 4.460
cañones ingleses, contra veintiún mil quinientos y 4.800,
El I de junio tuvo lugar frente a Dover el afamado combate de los Cuatro
o

Días, favorable a los holandeses, Los británicos tuvieron que rehacerse, y lo


lograron con entusiasmo; todo Londres se puso en acción. Los astilleros de
Chatham concluyeron el buque más formidable de la época, el Royal
London, que tripularon ochocientos hombres. Reunidos en el curso inferior
del Támesis, esperaron algunas semanas; después salieron al desquite, en la
batalla de Gunfleet, el 25 de julio de 1666,
A fines de 1666 los dos estados desaban la paz, cansados y enormemente
perjudicados en su comercio; por otra parte, el creciente poder de Francia los
preocupaba sobremanera. Pero las conversaciones no prosperaron, porque
Carlos II se mostró exigente y altanero; sin embargo desarmó la escuadra
durante el invierno, a la inversa del gran estatúder De Witt, quien envió
setenta buques al mando de De Ruyter a remontar el Támesis, incursión
coronada con el más señero éxito el 14 de junio de 1667. La paz fue impuesta
entonces por el brillo de las armas neerlandesas y firmada en Breda el 31 de
julio de ese año.

Combate de los Cuatro Días (1 a 4 de junio de 1666)


Sintetizada en esta forma la segunda guerra anglo-neerlandesa, corres-
ponde adentrarnos en sus dos principales batallas. La más célebre de ellas,
la de los cuatro días, fue precedida por un increíble error estratégico
cometido por el gobierno de Londres. El rey sabía que una escuadra francesa
260 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
venía del Atlántico a unirse con la holandesa. Dividió inmediatamente sus
fuerzas, enviando hacia el oeste, al encuentro de los franceses, veinte buques
mandados por Ruperto, mientras despachaba a Monk con los demás hacia
el este, contra los holandeses. Ambas divisiones quedaron así expuestas a
ser batidas, que fue lo que efectivamente ocurrió, como veremos.
Ya sabemos con qué fuerzas llegaron los beligerantes a la batalla de los
Cuatro Días. En realidad, la desigualdad numérica era muy bien compen-
sada por la superioridad cualitativa de los buques británicos. De Ruyter se
había corrido demasiado hacíala costa inglesa, con espléndida brisa del este;
temiendo irse lejos, largó anclas entre Dunkerque y los Downs. Al amanecer
del segundo día Monk estaba también al ancla. En reconociendo a la flota
enemiga, decidió atacar inmediatamente sin importarle su inferioridad. El
centro neerlandés, mandado por De Ruyter en persona, fue duramente
maltratado; pero dos de los buques almirantes ingleses quedaron arruinados.
La lucha continuó hasta las diez de la noche. Las pérdidas inglesas resultaron
mucho mayores, pero habían ganado un brillante prestigio ante sus contra-
rios, algo descorazonados a causa de sus escasas ventajas.
La escuadra de Monk se alejó al día siguiente hacia el oeste para proseguir
el combate apenas estuvieron en condiciones de hacerlo. Ese día los
británicos se presentaron a la acción con cuarenta y cuatro buques, y los
holandeses con cerca de ochenta. Las dos flotas desfilaron de vuelta
encontrada, quedando los ingleses a barlovento. Tromp el Joven, que
mandaba la retaguardia, viró por avante para ganar el barlovento a sus
adversarios. De Ruyter, profundamente asombrado por la maniobra del
novel almirante-que pronto se encontró en peligro de ser completamente
destruido-, se lanzó en su ayuda, forzando a los ingleses a cambiar de
posiciones. El descontento que sintió el gran almirante por esta actitud de
Tromp, como de otros cuyo exceso de ardor guerrero corría a parejas con
una falta de subordinación, se manifestó cuando, después de esta acción
parcial, Tromp se presentó a bordo del buque insignia en medio de aplausos
de los marineros. De Ruyter los increpó diciendo: ¡Esta no es ocasión para
4

regocijarse, sino más bien para derramar lágrimas! En realidad nuestra


posición es mala: cada escuadra maniobra por su cuenta, sin orden'. Los
buques habían estado aprensados unos contra otros como carneros, for-
mando un grupo tan cerrado que los ingleses habrían podido rodear con sus
cuarenta navios a toda la escuadra neerlandesa.
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 261
De Ruyter tuvo tiempo para volver a formar su línea y, aunque muy
magullada por los ingleses, las dos flotas desfilaron nuevamente de vuelta
encontrada. Al pasar cerca de la retaguardia, el buque insignia, el último
de la columna, perdió el palo trinquete y la verga mayor. Después de otro
encuentro parcial, los británicos se retiraron a su litoral, perseguidos por los
holandeses durante toda la noche. El desmantelado barco de De Ruyter fué
quedándose atrás hasta perderse de vista.
Al tercer día, Monk persistió en la retirada hacia el oeste en procura de
la escuadra de Ruperto. Según las relaciones inglesas, quemó tres buques
desmantelados, envió delante los más averiados, y con los veintiocho que le
quedaban en buenas condiciones se puso a la cabeza de la retaguardia. Al
desteñirse el crepúsculo asomó en lontananza la escuadra de Ruperto: por fin
se encontraba reunida toda la flota inglesa, a excepción de los buques
averiados.
Con el viento fresco del cuarto día se inició el combate en toda la línea,
corriendo las escuadras en el mismo sentido y haciendo tronar sus cañones
durante dos horas, hasta que el grueso inglés atravesó a la línea holandesa.
Desde ese momento se perdió todo orden. Pero la suerte quiso que la fracción
mayor de los barcos holandeses quedara alrededor del almirante, y esto fué
lo que permitió a De Ruyter la victoria. Una cuarentena de navios tomó el
viento en popa, cumpliendo admirablemente la orden de andar, de modo que
en un abrir y cerrar de ojos se encontró De Ruyter en medio de sus contrarios,
a los que, metiendo entre dos fuegos, puso en completo quebranto. El
combate alcanzó entonces su máxima intensidad. Al comandante inglés se
le vió pasar a barlovento de la escuadra seguido de un brulote, a colocarse
de nuevo a la cabeza de unos quince a veinte buques que divisó reunidos.
De Ruyter había puesto de su parte a la fortuna cuando, en plena refriega,
calculando muy bien un viraje, había caído por barlovento sobre la línea
enemiga en el preciso instante en que el joven Tromp atacaba con su escuadra
por sotavento. La superioridad que daba al contrincante el mayor alcance de
su artillería había quedado casi anulada; en cambio, la de los buques
holandeses se aprovechaba con ventaja en este lugar. Rápidos ataques con
brulotes habían decidido la victoria.
Efervescencia produjo en el almirantazgo inglés esta derrota. Hubo una
serie de mutuas acusaciones entre los comandantes, siendo el más afectado
el propio Monk; sin embargo su prestigio ante la corte le garantizó la
retención del puesto, desde el cual se consagró a reorganizar la flota. Se
descubrieron fallas en la organización y se llegó a comprender que había que
262 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
evitar a todo trance un bloqueo del Támesis, imperativo cuya urgencia no
admitía pérdidas de tiempo. Este gran empeño, apoyado financieramente por
el comercio, dió por resultado que los británicos pudieran salir nuevamente
antes de dos meses, casi simultáneamente con sus enemigos, quienes también
habían debido reparar sus embarcaciones.

Batalla de Gunfleet (25 a 27 de julio de 1666)

Los holandeses, talvez demasiado confiados en que sus adversarios no


reaccionarían tan rápidamente, demoraron en volver, y, cuando lo hicieron,
quizá no les quedaba otra alternativa que la de dedicarse a atacar el comercio
marítimo inglés.
Favorecidos por un tiempo excelente y disponiendo de algunas naves
ligeras, los almirantes De Ruyter, Tromp júnior y Evertsen dominaron
durante tres semanas los canales que comunican al Támesis con el mar. Por
fin, un esfuerzo gigantesco permitió a los ingleses concentrar la mejor
escuadra, según su opinión, en el Támesis inferior, en donde aguardaron
buen viento y marea favorable para salir al Mar de Norte, cuyo control habían
perdido. Maniobra azarosa, por cuanto iba a realizarla una gran cantidad de
buques, seguramente ante la presencia del enemigo y con las imperfectas
cartas de la época. Si la flota no lograba pasar toda en una marea, se entregaba
a la ruina la parte que quedara rezagada.
De Ruyter había estado esperando con su flota principal a la salida, mas
como después viera que no podía contar con muchas horas de luz, factor que
juzgó importante en un encuentro decisivo, se alejó mar afuera. La flota
inglesa fondeó en el Canal del Rey, que desemboca en el mar, recién a la
puesta del sol. Buques holandeses patrullaban, pero fueron impelidos a
retirarse, amenazados con brulotes. Así pudieron salir al mar el 19 de julio.
Pese a los deseos de pelear de uno y otro lado, la lid no se inició hasta seis
días más tarde, porque el día 20, después de mantenerse varias horas fuera
del alcance de los cañones, se vieron estacionados por una calma precursora
de un mal tiempo que no tardó en sobrevenir.
Cabe preguntar por qué los almirantes no buscaron la decisión al avistarse
el día 19. La realidad es que los británicos tenían todas las ventajas, por
encontrarse en casa y a barlovento. Muy bien sabía De Ruyter lo que ello
significaba; como tampoco desconocía la bondad de la artilleríade los buques
grandes, su preocupación era ganar barlovento, pero no lo consiguió antes de
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 263
que sobreviniera la calma. La situación no le había cambiado el día 25, pero
en consejo de guerra se había decidido la noche anterior aceptar el combate,
aunque estuviera a sotavento, lo que en realidad sucedió. Debe tenerse
presente que se combatía en línea, navegando a rumbos paralelos.
Podemos decir que la insuperable energía de los jefes ingleses para salir
del Támesis pudo salvar a Inglaterra de un resultado peor. Por su tamaño y
calado, no podían los buques ingleses de esta época pretender el acceso a
las aguas litorales de los Países Bajos. En cambio los neerlandeses, con
hábiles maniobras y barcos apropiados, consiguieron en varias ocasiones
anular la superioridad que daba al enemigo el mayor alcance de su artillería;
pero a la larga tenían que perder las ventajas adquiridas en el curso de sus
combates, por no contar con la velocidad y la supremacía del armamento.
En cuanto a táctica defensiva, actuaron admirablemente.
El 25 empezó el combate. Es curioso advertir que tanto los ingleses, que
poseían noventa y dos buques de guerra y diecisiete brulotes, como sus
contrincantes, que tenían setenta y tres buques de línea, veintiséis fragatas y
unas veinte embarcaciones ligeras destinadas a servir como brulotes, siguien-
do la costumbre general, dispusieron sus flotas en tres divisiones y se
atuvieron a la regla de honor que regía los combates de ese tiempo: que la
vanguardia luchaba con la vanguardia, el centro con el centro, y la reta-
guardia con la retaguardia. Durante el curso de esta liza hubo un derroche
de vidas en ambas flotas. Los neerlandeses obtuvieron un buen puntaje, pues
consiguieron incendiar el Resolution que ardió hasta la línea de flotación
?

después de haber sido abandonado.


El amanecer del sábado 26 encontró a las dos flotas navegando en
desorden sobre una mar llana, con sus pesadas velas gualdrapeando sobre las
vergas, hinchadas una que otra vez por alguna racha de viento. Durante toda
la jornada, contrariamente al cañoneo incesante del 25, sólo se hicieron
disparos desde un pequeño cañón de bronce montado sobre un yate de
placer que había llevado Ruperto. Aprovechando una leve racha de viento,
este príncipe atracó su yate bajo la popa del gran buque insignia de De Ruyter
y le insertó una bala. Como el holandés no tenía ningún cañón que apuntara
completamente a popa en retirada, el Estuardo pudo molestarlo hasta que
llegaron unas rachas más fuertes, que permitieron al De Zeven Provinciért
virar, presentando una banda capaz de hacer volar el yate fuera del agua. Pero
antes de que pudieran hacerle un solo disparo, éste huyó velozmente.
264 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Antes del alba del 27 hubo una tenaz lucha entre la división holandesa
de Tromp y la inglesa de Smith, en que aquellos se batieron en retirada.
Monk trató de cruzar su rumbo, pero Tromp lo eludió hábilmente. Por
maniobras marineras, los honores corresponden en esta parte de la acción
al holandés. Pero los insulares habían obligado a sus enemigos a abandonar
el bloqueo del Támesis y refugiarse en sus propios puertos.
Debido a la traición de un frisón, pudo Monk recoger mayores frutos de
su campaña, pues, metiéndose con su flota detrás de la cadena de islas que
orlan el mar interior llamado Zuiderzee o Ijselmeer, quemó ciento sesenta
barcos mercantes fondeados allí al reparo, inclusive varias naves grandes
empleadas en el comercio con las Indias orientales. Al día siguiente la tropa
de desembarco incendió lahilera de depósitos existente en laisla Terschelling
y destruyeron la ciudad homónima. Las pérdidas sufridas por los lugareños
fueron calculadas en más de un millón de libras esterlinas.
Tan espantoso espectáculo tuvo su compensación, y también en forma de
sorpresa desagradable. El rey Carlos, estimando que el poder naval holandés
estaba ya aniquilado, hizo desarmar su flota en el invierno. Craso error, que
empañó la victoria anglosajona de Gunfleet. De Witt y De Ruyter, que no
podían resistir las ganas de vindicar el vergonzoso saqueo de Terschelling,
emprendieron una incursión al Támesis y al Medway sin hallar resistencia
alguna, quemando en ese río los buques desmantelados que antes habían
combatido victoriosamente contra ellos; el resplandor de las llamas era visible
incluso desde Londres. Y como trofeo de la proeza, se llevaron el Royal
Charles.
La incursión holandesa al Támesis, en que destruyeron cuanto barco
quisieron, nos repite la eterna lección de que un país que dependa o necesite
del mar, no debe descuidar ni por un momento su defensa marítima en las
coyunturas de peligro.
Pero las Provincias Unidas no tenían esperanza de poder continuar en ese
tren de guerra. Apresuraron, pues, las tratativas de una paz honrosa.
Como balance final de ambas guerras anglo-holandesas, cabe señalar que
la victoria inglesa en la primera de ellas fue bastante precaria; lo comprueba
el hecho de que Neerlandia se impuso en la segunda (gracias a las extraor-
dinarias dotes de De Ruyter). Pero el poder naval británico subsistió y el
resultado neto fue adverso a Amsterdam, por cuanto no pudieron recuperar
sus posesiones en Norteamérica ni obtener modificaciones a la ley de
navegación, causante del litigio.
CAPÍTULO XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV

Pretensiones territoriales de ios estadistas franceses


Junto con el siglo XVI terminaron también en Francia cuatro décadas de
lucha religiosa. Enrique IV, el paladín de la pacificación, logró echar los
cimientos de una monarquía fuerte y centralizada, a la vez que las bases del
resurgimiento económico de su reino. Tras el asesinato de ese Borbón, la
soberania nominal recayó sucesivamente en su viuda María de Medicis, su
hijo Luis XIII y su nuera Ana, hija de Felipe III de España y esposa de Luis
XIII; y el gobierno efectivo lo ejercieron, uno en pos del otro, los ministros-
cardenales Richelieu y Mazarino, quienes quebraron las últimas resistencias
de la fronda aristocrática al advenimiento de la omnipotencia regia. Al
alcanzar Luis XIV la edad legal para subir al trono de la flor de lis, Francia
parecía ocupar el primer puesto entre los estados de Europa.
Luis XIV no aprovechó su poder para servir, sino para emprender cinco
grandes guerras de conquista: contra los bereberes (1661-89), por los
dominios valones de los Habsburgos (1667-8), contra Holanda (1672-8),
por la sucesión del Palatinado (1688-97) y por la sucesión de España (1701-
14). Salvo la primeray la última, estas guerras fueron inspiradas por el mismo
pensamiento antes acariciado por Richelieu y Mazarino: incorporar al reino
de Francia todas las provincias que antaño hubieran formado parte de él, lo
mismo que todos los países de lengua francesa que pertenecían a príncipes
extranjeros, y extender el territorio de Francia hasta sus 'límites naturales':
los dos mares, las dos cordilleras y el río Rin. La realización de este proyecto
requería la anexión, de norte a sur, de Zelanda y el Brabante (dos de las siete
Provincias Unidas), la actual Bélgica, el ducado de Lorena, el Franco-
Condado y el gran ducado de Saboya. Para obtener Bélgica, Brabante y el
Franco Condado, pensaba Luis hacer valer los derechos hereditarios de su
266 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
consorte María Teresa, hija mayor del primer matrimonio de Felipe IV. En
cuanto a Lorena (ya ocupada un tiempo por su padre) y Saboya, pretendía
apropiárselas mediante canjes, es decir, cediendo a los príncipes de esas
tierras buena parte de la sucesión española.
Por si dicho plan no pudiera llevarse a efecto así, pacíficamente, el gran
ministro Colbert se propuso dotar a Francia del más alto poder naval del
mundo. Había sido Francisco I el primer monarca galo en ensayar la creación
de una marina real, contratando al efecto a jefes de gran prestigio como el
genovés Andrea Doria. Chamuscada en su brote por las fogosas guerras de
religión, la marina bélica había suscitado el interés de Enrique IV, Richelieu
y Mazaríno, pero las guerras continentales habían distraído la atención de
esos estadistas. Pues, bien, Colbert fundó cinco sociedades anónimas de
comercio exterior a imitación de las que existían en Holanda e Inglaterra.
Aunque fracasaron -acaso porque faltaba una tradición marinera vigorosa-
, se logró duplicar entre 1670 y 1683 la flota mercante. Para protegerla,
organizó una potente armada que en 1660 se componía de dieciocho malos
barcos, en 1669 había montado a treinta, y a la muerte del ministro en 1683
totalizaba doscientas setentiséis unidades de combate, entre galeras para el
Mediterráneo, barcos de línea de dos y tres puentes que llevaban hasta ciento
veinte cañones, y fragatas ligeras que desempeñaban un papel análogo al de
los actuales destructores.

La guerra de devolución
La conquista del Flandes habsburgués se ha llamado 'guerra de devolu-
ción', porque el Borbón exigió la devolución de patrimonios supuestamente
mal habidos, por cuanto, según una costumbre de Brabante, sólo los hijos
nacidos en un primer matrimonio, como lo era su mujer María Teresa, tenían
derecho a heredar. En realidad, el rey únicamente codiciaba las provincias
de habla francesa de la actual Bélgica, y su mejor argumento era su ejército
de sesenta mil hombres mandados por el vizconde de Turena, quien penetró
en Flandes sin declaración de guerra. Es de advertir que los jefes militares
galos eran lo mejor de su tiempo: Turena, el duque Luis de Borbón -más
conocido como 'el gran Condé'-, el duque de Luxemburgo y Vauban, el
especialista en fortificaciones.
La campaña, que fije netamente terrestre, no alcanzó a durar tres meses
(1667). Dueño de Flandes, Luis XIV creyó que la reina madre de España,
regente durante la minoridad de Carlos II, hijo del segundo matrimonio del
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 267
fallecido Felipe IV, reconocería su derecho; como no contestara, quiso
forzarla a ceder, invadiendo el Franco-Condado. Un ejército al mando del
gran Condé lo ocupó en catorce días del mes de febrero de 1668.
Todo esto amedrentó a las Provincias Unidas y a Inglaterra. Los
neerlandeses temían por su independencia, reconocida por España en 1648;
además deseaban integrarse con los demás flamencos en provecho propio,
resultando ahora que un poderoso reino llegaba a ser su vecino. El parlamen-
to británico, por su parte, no podía admitir que Francia abarcara hasta la
desembocadura del Escalda: los ingleses no lo habían tolerado durante la
guerra de Cien Años, ni se lo aguantarían a Napoleón. Era imperativo un
entendimiento anglo-holandés. En efecto, ambos estados compraron el
concurso de Suecia, con la que formaron una coalición con el fin aparente
de ofrecer una mediación entre Francia y España, pero, en el fondo, para
impedir la ocupación de Flandes (en el sentido genérico de este topónimo).
La paz se firmó en Aquisgrán en marzo de 1668, sin que interviniera la
coalición. Luis XIV restituyó el Franco-Condado, pero se quedó con la
Bélgica meridional, saliéndose con la suya.

La guerra con los Países Bajos


Inglaterra y Holanda erantodavía las dos potencias marítimas principales,
pero Francia estaba en camino de equiparárseles. Luis XIV tenía de su parte
a la primera, porque pensionaba secretamente al rey Carlos II; y estaba unido
a la segunda por el tratado de alianza ofensivo-defensiva del 27 de abril de
1662. El soberano francés necesitaba estar en paz con sus vecinos para
acrecentar sus fuerzas navales. Sin embargo, las relaciones estaban tirantes;
cada potencia tenía agravios contra las otras dos. Londres y Amsterdam
protestaban por el arancel de cincuenta' sous' por tonelada que Francia había
establecido en 1659; París y Amsterdam reprochaban a Inglaterra su ley
excluyente de navegación; finalmente París y Londres sentían envidia de la
prosperidad comercial y colonial de Holanda.
Con lo dicho basta para darse cuenta de que únicamente faltaba el
pretexto para una guerra. Pero hay más antecedentes: a) La intervención de
los neerlandeses como mediadores había irritado tanto a Luis como para que
éste pensara en atacarlos inmediatamente, más aún cuando conoció las
disposiciones secretas de su coalición con dos potencias nórdicas; el
aplastamiento de esa república era para él tan indispensable como popular en
su reino sería la guerra, b) Por el tratado de alianza mentado, las Provincias
268 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Unidas habían obtenido que el aludido arancel francés les fuera rebajado a
la mitad. Pero la conducta equívoca del rey durante la guerra de devolución
y sobre todo la tarifa de 1667, que gravaba a sus productos con impuestos
excesivos, les habían causado viva indignación; devolviendo la mano,
impusieron derechos elevados a los vinos, espíritus y otras manufacturas
galas.
Luis preparó la discordia durante tres años, negociando alianzas para
aislar a los Países Bajos antes de entrar en campaña. Mediante un subsidio
anual de tres millones compró la complicidad de Carlos II; del mismo medio
se valió para obtener las de Suecia, del elector de Colonia y de otros príncipes
alemanes. La guerra debía producirse, a pesar de las tentativas de última hora
de Amsterdam por evitarla. Por eso Inglaterra le envió en enero de 1672 un
ultimátum para que reconociera su soberanía sobre los mares y su derecho
a reclamar salvas a su pabellón. Los neerlandeses tuvieron que prepararse.
Confiaron al anciano Michael de Ruyter (1607-76) setenticinco buques de
línea y algunos auxiliares.
Comenzó la guerra sin aviso alguno cuando los ingleses atacaron un
convoy mercante holandés el 23 de marzo de 1672. Seis días después la
declararon formalmente, siguiéndoles Luis el 7 de abril. Esta conflagración
consta de dos fases: la primera abarcó el bienio 1672-3, y la segunda, el
quinquenio 1674-8. La armada francesa, de treinta navios, ocho fragatas y
diez brulotes, al mando del conde Jeand'Estrées, sejuntó conlossesentisiete
navios, doce fragatas y veinte brulotes del duque de York -el futuro Jacobo
II, entonces recién convertido al catolicismo- en Solebay o Southwold,
adonde llegó De Ruyter a combatirlas con cincuenta y cuatro navios,
veintinueve fragatas y cincuenta y ocho brulotes. El relato de esta batalla nos
entretendrá un par de páginas.

Batalla de Solebay
El 7 de junio de 1672 se encontraban los aliados en el puerto de Solebay,
situado en la desembocadura del Elyth, a noventa millas al norte del Tá-
mesis, cuando el navio francés Kole, que se hallaba de guardia fuera del
puerto, comunicó la presencia de la flota holandesa, que se acercaba en
brazos de una ligera brisa del este. Apresuráronse los franceses a largar velas
hacia el sur; detrás salió un tercio de las naves inglesas: debido a la premura,
los británicos hubieron de dejar en el puerto muchas unidades, algunas de las
cuales llegarían al escenario bélico al anochecer; mientras, los holandeses,
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 269
llegando a tiro de cañón, amurados por babor en una línea extendida de norte
a sur, iniciaban el fuego de artillería.
Con los veinte buques de la retaguardia holandesa, el vicealmirante
Bankaert continuó hacia el sur, en dirección a la escuadra gala; favorecido
por el viento, la forzó al combate, ya que D'Estrées no tenía libertad de
maniobra, empujado, como estaba, contra la costa. Mientras tanto el conde
de Sandwich, que al advertir previamente al duque acerca del peligro de
permanecer fondeados en Southwold, había recibido una respuesta casi
ofensiva, ahora maniobraba con rapidez para salir de la bahía hacia el norte,
salvando así la vanguardia inglesa a su cargo. En efecto, De Ruyter pudo
haber causado con sus brulotes graves daños a los buques aliados si éstos
hubiesen demorado en abandonar el puerto
Pronto Sandwich, que tenía su insignia en el Royal James, fue atacado por
la capitana de Van Ghent, vicealmirante de la vanguardia neerlandesa, que
izaba su insignia en el Delfín. Rechazado este avance por el inglés, fue
acometido en combinación con el Groote Holland, Para separarse de los
asaltantes, Sandwich fondeó un ancla, maniobra que permitió a sus adver-
sarios atacarlo con brulotes, destruyendo su navio y ocasionándole la muerte.
Pero Van Ghent también pagó con la vida su triunfo, y su nave, desmante-
lada, debió ser remolcada por una fragata.
Por su parte, el cuerpo de batalla de De Ruyter arremetía contra el de
York. El combate era tan vivo, que el parte del holandés expresa que nunca
había estado en liza más reñida, de las treinta y dos en que había participado.
De Ruyter dedicó su capitana De Zeven Provincién a asediar al Royal Prin-
ce del Estuardo, forzando al duque a mudar su insignia al SaintMichael,
7

desde donde ordenó virar debido a la proximidad de tierra. En vista de que


los contrincantes ya habían virado, el movimiento de los británicos dejó la
mayor parte de sus naves entre el cuerpo principal y la vanguardia enemiga,
por lo que varios capitanes pasaron a sotavento por su cuenta.
Hacia el sur, salvo incidentes aislados, la batalla cesó. Aislado de los
británicos, D'Estrées nunca intentó acercárseles, pues tenía instrucciones
secretas del rey, de dej ar que ingleses y holandeses se destruyeran entre ellos;
sólo mantuvo un cañoneo a distancia con Bankaert. Viéronse, pues,
conminados a unirse el centro y la vanguardia, para afrontar a toda la flota
holandesa. El vicealmirante Van Nes atacó al navio Royal Catherine y lo
desmanteló hasta rendirlo, pero la dotación que dejó en la presa fue tan débil
que, sublevada la tripulación, dominó a los holandeses y llevó el buque a
puerto inglés. La batalla prosiguió con diversas alternativas y continuos
270 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
virajes de los contendores para evitar los bajos. VanNes hizo remolcar su ya
desmantelado buque hacia Zelandia y cambió de barco; York fue nuevamen-
te apremiado a trasladar su insignia al London. El Kenry, atacado por un
brulote y abordado por un navio neerlandés, fue salvado con grandes averías
por el Plymouth,
La batalla terminó con la caída de la noche. Al día siguiente, falto de
municiones, De Ruyter hizo rumbo a las Provincias Unidas perseguido por
los aliados hasta cerca de Oostende, desde donde regresaron a Inglaterra. Los
británicos perdieron un navio incendiado y nueve gravemente averiados,
contándose entre los muertos Edward Montagu, conde de Sandwich, y
cuatro capitanes. Los neerlandeses perdieron dos navios -uno hundido y otro
apresado por los insulares-, además de otros dos mal averiados. Aun cuando
ambas partes cantaron victoria, débese reconocer que, con fuerzas inferio-
res, De Ruyter ocasionó mayores daños al enemigo que los que recibió.
Entretanto, los ciento veinte mil soldados de Luis XIV, acompañados por
el monarca en persona y mandados por Condé y Turena, habían invadido
Holanda. Una resolución heroica y sublime de sus habitantes detuvo aquella
marcha triunfal: desde el 15 de junio de 1672 comenzaron a abrir las esclusas
y perforar los diques a fin de que en pocos días su país quedase inundado,
constriñendo así al ejército invasor a replegarse.

Batallas de Schooneveldt (junio de 1673)


La lucha se reanudó al año siguiente. Se libraron tres batallas navales
consecutivas: dos cerca de la frontera flamenco-zelandesa y la tercera junto
a la isla Texel, todas de resultados indecisos, no obstante la pérdida de vidas
y materiales.
De Ruyter salió en mayo con una flota de cincuenta y cinco navios,
catorce fragatas y veinticuatro brulotes hacia las costas de Inglaterra, con el
objeto de echar a pique algunas naves que obstruyeran las entradas al
Támesis; mas, habiéndose topado con una buena defensa, se retiró alosbajos
de Schooneveldt, pasado Oostende. Ruperto, príncipe del Palatinado y
duque de Cumberland -que había promovido la exploración de la bahía de
Hudson con el propósito de que los ingleses compitieran con los franceses
en el negocio de las pieles-, estaba al mando de la flota aliada. Constaba ésta
de cincuenta y cuatro navios, ocho fragatas y veinticuatro brulotes ingleses,
más veintisiete navios, tres fragatas y diez brulotes franceses. Ruperto salió
en busca de los holandeses, habiendo despachado previamente en recono-
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 271
cimiento una división de treinta y cinco buques (nueve, franceses) y cinco
brulotes, para batir a este grupo antes de que llegara el grueso de la flota
aliada. Tromp júnior zarpó en el acto con la vanguardia holandesa. Los
holandeses iban formados en orden de batalla inverso, es decir, con la
retaguardia a la cabeza, amurados por estribor y movidos poruña fuerte brisa
sur. Abierto el fuego el 7 de junio, casi al instante cayeron muertos el
almirante holandés Schram y el capitán francés Thivas. Al poco rato acudió
al lugar del combate el grueso de los aliados, con Ruperto y D 'Estrées. Como
los aliados tardasen en formarse, el marqués de Grancey abandonó la cola
y se dirigió en su Orgueilleux, seguido de otros cuatro navios, al centro del
cuerpo de batalla holandés. El resto de los navios galos se dividió: una parte
apoyó a la vanguardia de Ruperto y otra a la retaguardia de Spragge. A pesar
de los esfuerzos del vicealmirante Bankaert, la retaguardia neerlandesa, que
ya combatía con la retaguardia aliada, quedó separada de su flota; en
observando esto, De Ruyter viró con algunos buques y, atravesando la línea
francesa, se unió a su retaguardia; en seguida, girando de nuevo, se aproximó
a la vanguardia comandada por Tromp, quien, batiéndose con los ingleses,
había tenido que transbordar su insignia dos veces.
Llegada la noche, De Ruyter volvió a fondear en el mismo lugar de la
víspera, a doce millas al oeste de Westkapelle, lugar situado hoy día al
interior, a un par de millas de la frontera de Flandes con Zelandia; los aliados
arrojaron sus anclas apocas millas de distancia. Aparte de la pérdida de todos
los brulotes aliados, los daños de la batalla que entonces se reanudó fueron
considerables, quedando muertos dos almirantesy dos capitanes neerlandeses,
tres capitanes ingleses y dos capitanes franceses. El efecto moral fue
formidable, pues la escuadra de las Provincias Unidas, con sólo cincuenta y
cinco navios de línea, no había trepidado en combatir.
De Ruyter, reforzado, atacó una semana después. Los aliados, sorpren-
didos, se alejaron de la costa para reorganizarse. Con su línea de batalla
invertida, regresaron, pero no más de un tanto, cañoneando a distancia.
Ruperto trató de ponerse a la vanguardia de su formación, quedando
entremezclado con el centro de D'Estrées. De Ruyter sólo mantuvo un
cañoneo a distancia, para alejarse a su costa hacia las diez de la noche. Tras
este segundo combate los franceses echaron de menos uno de sus buques.
272 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Batalla de Texel (21 de agosto de 1673)
Reparadas sus averías después de los dos combates de Schooneveldt, la
flota aliada salió del Támesis el 15 de agosto con los franceses ala vanguardia
al mando de D 'Estrées, el príncipe Ruperto Estuardo al centro y el almirante
Spragge a retaguardia. Componían la flota noventa navios (treinta, france-
ses), cuatro fagatas francesas y treinticuatro brulotes (nueve, franceses). El
día 20 avistaron cerca de Texel a la escuadra holandesa, con Bankaert a la
vanguardia, De Ruyter al centro y Tromp hijo a retaguardia, con setenticinco
buques y veinticinco brulotes.
Apoyada ésta sobre la línea aliada, que navegaba amurada por babor con
viento del este, se desplazó la línea holandesa por barlovento, A las 8 de la
mañana del día 21 comenzó el fuego en toda la línea, algo separadas las tres
clásicas divisiones de las flotas. Navegaba la vanguardia de Bankaert a la
bolina, por lo que el marqués de Martel, contralmirante de la primera división
francesa, trató de separarla del resto de su flota y dejarla entre dos fuegos,
paralo cual viró con sus navios hacia la costa, maniobra que imitó D Estrées
7

con el resto de la vanguardia aliada. Bankaert, que trataba de separar a los


franceses del centro inglés, ante la maniobra de aquellos, viró y atravesó la
línea francesa cañoneándose con Martel; luego viró y pasó a sotavento
cañoneándose con las otras dos divisiones galas, yendo a unirse a De Ruyter,
que combatía con Ruperto. El almirante aliado trató de acercarse a su propia
retaguardia, que se veía combatiendo en malas condiciones con la de Tromp.
El príncipe hizo señales a D Estrées, que entre maniobray maniobra se había
?

alejado demasiado; pero la escasa visibilidad y la calma habían de impedir al


conde volver antes de las 7 de la tarde al sitio del combate, ya cesado; en
realidad, había comenzado a aproximarse pasadas las 13 horas...
Las escuadras de retaguardia se combatían furiosamente. Falleció el
vicealmirante Sweers, sucesor de Van Ghent. El vicealmirante Spragge, que
había debido cambiarse de buque, fue muerto al tratar de hacerlo por
segunda vez. El resto de los buques ingleses de retaguardia, salvado gracias
a los brulotes lanzados por Ruperto, y el centro de éste tuvieron que combatir
con toda la línea holandesa hasta después de las 6 de la tarde, hora en que
el príncipe, viendo que la mayor parte de sus navios estaba muy deteriorada,
retornó a las costas de su patria adoptiva.
Ahí se detuvo el furor bélico, porque, enfrentando a las flotas unidas de
Gran Bretaña y Francia, De Ruyter había logrado impedir toda tentativa de
desembarco en su país. La primera fase de la guerra terminaba, pues,
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 273
favoreciendo a las Provincias Unidas. Carlos II fue obligado por el parlamen-
to a firmar la paz con Amsterdam, mientras Francia quedaba sola, luchando
contra varios enemigos continentales. Esta etapa de la guerra puede consi-
derarse como la tercera guerra anglo-neerlandesa, después de la cual ambas
naciones no volverían a enfrentarse bélicamente; por el contrario, el estatúder
hereditario Guillermo III de Orange ascendería al trono británico en 1689
como consorte de su esposa María II Estuardo.

Segunda fase de la guerra franco-holandesa


La segunda fase de esta guerra se caracterizó por un cambio total en los
alineamientos. Comprendiendo que estaban favoreciendo demasiado las
ambiciones galicanas, casi todas las potencias retiraron su apoyo a Luis XIV
y entraron en coalición con España, que en 1673 había acordado con
Guillermo III ayuda mutua en el mar. Entonces Luis quitó a España por
segunda vez el Franco-Condado y encargó al mariscal Vivonne la ocupación
por mar de Sicilia, que pertenecía al mismo rey que España, Carlos II. En
seguida Turena y Condé se lucieron avanzando sobre los Países Bajos, plaza
por plaza. Frente a los demás coligados, Francia se mantuvo a la defensiva.
La guerra se hizo también en el mar. El almirante Duquesne zarpó al
Mediterráneo a auxiliar a Messina, que se había rebelado en 1675 contra
Carlos II. Después de un encuentro favorable con la escuadra española frente
a dicha ciudad ell 1 de febrero de ese año, el almirante Vivonne estableció
un gobierno nacional en Messina y se apoderó de Agosta. Carlos II recabó
apoyo naval de las Provincias Unidas, las que enviaron a De Ruyter con
dieciocho navios, seis fragatas y cuatro brulotes a reunirse en Nápoles con
las once galeras de Bernardo de Guevara.
Informado Luis XIV de la presencia de De Ruyter en el Mediterráneo,
estimando aDuquesneel único capaz de enfrentarlo, lo nombró lugarteniente
general de su escuadra. El marqués Duquesne se había embarcado desde
muy niño en los buques de guerra y se había distinguido en numerosos
hechos de armas por su valor y pericia, siendo herido en tres ocasiones.
Cuando a la muerte de Richelieu la marina francesa cayera en el abandono,
habíase ido a prestar servicios a la reina Cristina de Suecia, participando en
sus combates navales contra los daneses y alcanzando las preseas de
vicealmirante. Vuelto a su patria, le habían conferido el grado de capitán de
navio. Las pruebas de extraordinario valor que diera en la batalla de
Southwold como jefe de una de las divisiones de D'Estrées no habían
274 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
obstado a que fuera privado del mando y desembarcado por haber censurado
el error de dejarse coger fondeados por De Ruyter.
Rehabilitado ahora por el sagaz instinto de Luis XIV, se hizo cargo en
diciembre de 1675 de la escuadra francesa del Mediterráneo, compuesta de
veinte navios y seis brulotes. Inmediatamente partió de Toulon, llevando
como lugartenientes a Velbelle y el conde de Tourville, más tarde su digno
sucesor. Para impedirle el paso hacia Messina, De Ruyter cruzaba al norte
de Sicilia. Tres grandes batallas navales se dieron ahí en 1676: la primera,
cerca de la isla Stromboli; la segunda frente a Agosta, donde Ruyter fue
mortalmente herido; y la tercera, frente a Palermo. En todas venció
Duquesne, alcanzando gran prestigio. Detengámosnos en ellas.

Batallas de Stromboli, Agosta y Palermo (enero-mayo 1676)


Las dos flotas se encontraron a la vista de la isla Stromboli. La vanguardia
holandesa fue derrotada; mas, habiendo quedado intactos el cuerpo central
y la retaguardia, el célebre almirante holandés se retiró a una de las islas
Lipari. En realidad, a De Ruyter no le entusiasmaba esta guerra con aliados
que no respondían a la aguerrida pericia de los marinos de su patria, por lo
que pensaba mantenerse inactivo, esperando el término de los seis meses a
que estaba obligado a permanecer en esos mares.
Duquesne, por su lado, no quería aventurar una nueva acción antes de
haberse abastecido en Messina. Rodeó, pues, Sicilia y entró a ese puerto por
el sur el 12 de enero. De ahí partió el 20 de abril a proteger unos convoyes
de trigo que esperaba de Francia y al mismo tiempo a vigilar a De Ruyter, a
quien creía con deseos de atacar Agosta. En Agosta encontráronse los dos
adversarios con fuerzas más o menos iguales. La batalla comenzó dos horas
después del mediodía y fue sumamente encarnizada.
La vanguardia francesa sostuvo primero el choque del enemigo. Muerto
el bizarro D' Almeras, que la comandaba, fue reemplazado por Valbelle. De
Ruyter, penetrando hasta el cuerpo principal contrario, llevó su buque la
Concorde bajo el cañón del Saint-Esprit, buque insignia de Duquesne. El
cañoneo se hizo espantoso por ambas partes. De repente, aprovechando que
las nubes de humo escondían sus movimientos, La Concorde viró y se alejó.
Un acontecimiento doloroso acababa de pasar a bordo: De Ruyter, el gran
septuagenario que había asistido a tantos combates y comandado en jefe
quince encuentros memorables, había expirado. Su corazón fue enviado a
Holanda en una fragata ligera que Duquesne halló poco después y de la cual
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 275
se apoderó. Habiendo conocido en vida a aquel cuyos restos conducía, paró
a una fragata neerlandesa, entregó lareliquia a su capitán Kallenburg y lo dejó
continuar ruta con estas palabras de homenaje: 'Señor, vuestra misión es
demasiado respetable para que se os moleste'. Pocos hombres han tenido
la fortuna de ser honrados por amigos y adversarios como De Ruyter. El
mismísimo Luis XIV, no obstante su arrogancia, lamentó la pérdida de ese
'enemigo formidable' porque 'el almirante honraba a la humanidad', y
ordenó a todas las naves y baterías del litoral saludar a cañón sus restos
mortales cuando atravesaran el canal de La Mancha rumbo a Rotterdam en
su nave capitana La Concorde.
El 31 de mayo la flota galicana atacó por tercera vez a la flota hispano-
neerlandesa a la vista de Palermo. El mariscal Vivonne empuñaba esta vez
el comando supremo, pero había confiado a Duquesne el de la vanguardia.
La batalla de Palermo resultó más mortífera que las dos anteriores. El ataque
galo fue tan audaz y repentino, que cuatro navios españoles, el buque insignia
entre ellos, fueron incendiados por brulotes y el resto fiie a esconderse a la
costa. El almirante Flores, el general Diego de Ibarra y el almirante Haan
sucumbieron. Este almirante holandés se había lanzado entre la ciudad y el
rompeolas, perseguido y alcanzado por brulotes; pronto su flota entera fue
presa de las llamas: seis galeras y doce navios se perdieron de este modo. El
incendio se extendió al propio Palermo. Vivonne podía apoderarse de la
ciudad sin suscitar resistencia, pero sabía que Luis XIV prefería enseñorearse
de Sicilia sin tener que subyugar a España y las Provincias Unidas. Sus
victorias le permitían proponer la paz. Él se contentó con sus éxitos, cuya
mayor proporción correspondía a Duquesne y a su lugarteniente Tourville.
Inglaterra, que había permanecido neutral y feliz viendo cómo se
despedazaban las flotas de sus vecinos, logró ser atraída por Guillermo III de
Orange, que, casado con una sobrina de Carlos II Estuardo, era el alma de
la resistencia contra Luis XIV. El Borbón entró en negociaciones y se
acordaron las paces en Nijmegen (1678). Las Provincias Unidas las obtuvie-
ron honrosas; los demás coligados, sin ventajas; el único perjudicado fue
Carlos II Habsburgo, que debió ceder el Franco-Condado y doce plazas en
Flandes.
Los tratados de Nijmegen marcaron el apogeo de Luis. A los cuarenta y
un años de edad había llegado a la meta de sus sueños. Respetado, temido
e imitado, sus glorias militares rodeaban su corona de una aureola brillante,
que la destacaba de las demás. Pero iba a abusar de su poder y despreciar la
paz.
276 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Colbert aprovechó los años de paz para aumentar el poder de la marina
francesa tanto en sus bases y arsenales como en buques, llamando a los
mejores constructores y artistas para conseguir navios eficientes, conforta-
bles y lujosos. Que en este último aspecto se estaba exagerando, lo
representaron los mismos marinos, logrando que el ministro reaccionara. Sin
embargo, como el afán de aventuras atraía hacia la marina a jóvenes nobles
que llegaban todos con el grado de oficial, se formó y mantendría por muchos
años una barrera separatoria infranqueable entre la oficialidad y la tripula-
ción.
Después de la muerte de De Ruyter, la marina francesa creció en fama y
poder, pasando a ser la primera del mundo. Los propios escritores ingleses
confesaban con amargura la decadencia de la armada británica a fines del
reinado de Carlos II Hstuardo. Pepys, primer lord y el hombre más experto
del almirantazgo, escribió en 1684 una memoria para ilustrar al rey Jacobo
II respecto al estado de la marina. Sonrepaux, el francés correspondiente a
Pepys, visitó la Gran Bretaña algunos meses después, informando de regreso
a Luis XIV acerca del lamentable estado de la marina insular, que con
vergüenza reconocía la superioridad de la galicana.
El informe de Pepys exponía al soberano, con franqueza digna de un
amante de su patria y criterio sa ponderación de las responsabilidades, cómo
las influencias cortesanas habían hecho de la marina real un nido de
corrupción e ineptitud. En efecto, los mandos se otorgaban a cualquier
señorito, sin importar que no entendiera palabra de náutica; los capitanes y
almirantes negociaban por su cuenta, y los que conservaban algo de moral,
no podían sin riesgo de su cabeza reclamar del relajamiento existente; los
equipajes eran mal pagados, con atraso y enormes descuentos; los buques
solían ser reparados o construidos con malos materiales.

Expediciones contra Argel


Desde Francisco I, Francia era aliada del Imperio Turco, el que le
reconocía una especie de protectorado sobre sus subditos cristianos. Ello no
aseguraba que los piratas sarracenos prodigasen un trato privilegiado a los
franceses y sus bienes. En el sexenio 1628-34, por ejemplo, los berberiscos
robaron ochenta barcos mercantes e hicieron trece mil cautivos, de los cuales
probamente tres mil eran franceses.
Desde 1661 varias expediciones fueron enviadas contralosbereberes, sin
gran resultado. Para darles un zarpazo paralizador se requería ocupar
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 277
sólidamente un punto cualquiera de la costa de Berbería. En 1666 Beaufort
y el capitán Paul llegaron con sesentitrés barcos y seis mil hombres a Argel,
donde se apoderaron de Djijelli casi sin resistencia, pero no pudieron
retenerlo. El duque de Vivonne obtuvo en 1668 del bey de Argel la promesa
de que en adelante las capitulaciones serían respetadas; pero las vejaciones
continuaron.
Entonces Luis XIV comisionó a Duquesne para castigarlos. Este, a pesar
/

de haber aniquilado una escuadra berberisca en Jíos sin que el sultán


protestase, debido a la decadencia de la armada turca, se encontró maniatado
para operar contra las bases délos piratas, por falta de tropas de desembarco.
En eso apareció un matemático llamado Bernard Rénau, empeñado en
construir una nave que, armada con morteros, pudiera ocasionar en un
puerto daños suficientes para inducirlo a rendirse. A causa de las dificulta-
des del diseño no fue creído en un principio, pero Colbert lo autorizó para
ensayar en Dunkerque un barco de ciento veinte toneladas, al que denominó
Bombarda. Como el aparato tuvo éxito, se hicieron otros cuatro. Tales
'galeras de bombardeo' fueron imitadas por todas las marinas. Con ellas se
lograba no sólo dañar, sino que destruir las ciudades marítimas, cosa que
estaba fuera de la acción de los navios.
El primer uso de estas unidades fue contra Argel, en donde se presentaron
el 21 de julio de 1681. Duquesne preparó el ataque, ubicando a los
bombarderos bajo la protección de sus setenta unidades, de modo que
arrojaran noche a noche sus andanadas asoladoras sobre la ciudad. Los
argelinos, impotentes, respondieron arrojando bárbaramente por las bocas
de sus cañones a veintitrés cautivos franceses, entre ellos al viejo y paralítico
cónsul francés Pierre Levancher sobre las naves de Duquesne, a quien el mal
tiempo hizo abandonar la empresa, para regresar en mayo de 1683 a reiniciar
el bombardeo. La situación se fue haciendo desesperante paralos sarracenos.
A los dos meses, cribada Argel por más de tres mil proyectiles, no era más
que un montón de ruinas. Herido al estallar una bomba, el bey 'Mezzo-
morto\ un renegado italiano, y el pueblo quisieron ceder, pero el ejército,
empecinado en resistir, asesinó al reyezuelo y continuó cañoneando prisio-
neros galos, hasta que en abril de 1684 Argel capituló a duro precio y
posteriormente envió a Francia un embajador para obtener su perdón.
La segunda plaza que conoció los efectos del bombardeo fue Génova, que
en 1684 se resolvió a humillarse ante Luis XIV después de haberse tragado
trece mil trescientas bombas. Por estos mismos tiempos Venecia, aliada con
el Papa, aprovechó la decadencia osmanlí para apoderarse de Santa Maura.
278 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Derecho internacional.
Al par que los estados fueron exacerbando sus individualismos naciona-
les, desapareció la idea de una cristiandad y, con ella, del orden moral en las
relaciones internacionales. De aquí la aspiración al equilibrio del poder
mediante la formación de alianzas contingentes, las que traían por resultado
contra-alianzas, con las consiguientes guerras e intrigas diplomáticas.
Frente al nacionalismo extremo y la intolerancia entre las confesiones
cristianas despertó la tendencia opuesta, hacia la creación de convenciones
y organismos internacionales que vinieran a reemplazar las fenecidas
instituciones medievales del sacro imperio y del arbitraje pontificio, pues,
aunque emperadores y papas subsistían, ya no disponían ni siquiera de la
autoridad simbólica que habían ejercido a veces en la edad media.
Los primeros esfuerzos para crear un derecho y una colectividad interna-
cionales partieron de algunos teólogos españoles, En el siglo XVI el dominico
Francisco de Vitoria y el jesuíta Francisco Suárez sostuvieron que, por existir
en el ser humano imperativos morales, debía haber leyes naturales que
establecieran la justicia y cooperación entre las naciones; frente a la
colonización llegaron a afirmar, por ejemplo, que los infieles tenían derecho
a ser propietarios. Se les considera los creadores del derecho internacional.
El holandés Hugo de Groot (Grocio) es posterior a ellos.
El derecho internacional marítimo había sido ya en aquellos años materia
de muchos tratados. El contrabando de guerra, que en el medioevo compren-
día toda especie de comercio, se había restringido sólo a las armas y objetos
utilizables en la guerra. El trato a la mercadería enemiga en barco neutral y
a la mercadería neutral en barco enemigo se reguló en el sentido de que
aquella se podía secuestrar y ésta se debía restituir. Más tarde, los estados
occidentales adoptaron la máxima de que la bandera cubre a la mercadería'.
4

Sin embargo, los estados beligerantes impedían a los neutrales el ejercicio del
comercio con sus enemigos; así lo harían Inglaterra y Holanda en el curso el
siglo XVII, no dejando a Suecia y Dinamarca otra alternativa para defender
su derecho a seguir comerciando en neutralidad, que hacer escoltar sus naves
mercantes por navios de guerra. Durante el conflicto entre Francia y los
Países Bajos todos los tratados fueron violados y el más fuerte fue quien dictó
sentencia.
El bloqueo marítimo y el derecho de visita tenían los mismos usos y
abusos que hoy día. Así, aunque la notificación debía efectuarse a un puerto
determinado, se echaba mano a la figura del bloqueo ficticio. Inglaterra y
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 279
Holanda decretaron el bloqueo de todo el litoral francés, encargando a los
corsarios el control de su cumplimiento, a pesar de la burla efectuada por
daneses y suecos. Al final, cada país aplicaba la ley que mejor se avenía con
sus intereses y su capacidad de mostrar los dientes.
La guerra de corso, en cambio, se hallaba ya internacionalmente reglada.
El corsario debía tener una patente formal de su gobierno, documento que
le daba derecho soberano a efectuar actos hostiles. El armador del barco
corsario debía prestar caución destinada a indemnizar a los navegantes
neutrales expoliados. Tribunales especiales debían juzgar acerca de la
legitimidad de las presas.

Adelantos de la náutica en el siglo XVII


Mientras Europa se desangraba en sus luchas políticas, las ciencias físicas
y exactas progresaban notoriamente, abriendo nuevos horizontes al arte
náutico, tanto en lo referente a las construcciones como al armamento y la
navegación.
Desde luego era necesario contar con planos y mapamundis, y aparecie-
ron. Hoy contemplamos con curiosidad, pero también con admiración, los
que se conservan en museos históricos, ornados de rosas de los vientos y
figuras de monstruos marinos; erróneos, por cierto, pero ya con meridianos
y paralelos. Y sigamos enumerando los avances en orden cronológico.
Kepler y Galileo aportaron luces sobre el movimiento de los astros y se
montaron los primeros telescopios y sus derivados útiles en la marina. John
Napier dió con los logaritmos y Addison los aplicó a la navegación en su
tratado '"Navegación aritmética" (1625). Descubierto en 1600 el magnetis-
mo terrestre por Gilbert, Günther constató en 1622 variaciones de ese
fenómeno en diversas coordenadas geográficas. Descartes aplicó el álgebra
a la geometría, dando origen a la trigonometría y sus aplicaciones a la
navegación. Para convenir un sistema universal de conteo de las longitudes,
en 1634 se fijó el primer meridiano en Hierro, una de las islas Canarias.
Torricelli inventó el barómetro en 1643, pasando la previsión del tiempo a
ser más confiable; pero de termómetros no se dispondría antes de 1714,
fecha en que Fahrenheit había de construir el primero. Christian Huygens
estrenó en sociedad su original reloj oscilatorio (1655), el que, perfeccionado
por Hooke, inventor del telégrafo óptico (1684), permitiría poco después
calcular longitudes a bordo.
CAPÍTULO XXXII - LAS ÚLTIMAS GUERRAS DE LUIS XIV

Guerra contra la Liga de Augsburgo


Hemos dicho que la paz de Nijmegen marcó el apogeo de Luis XIV.
Durante los diez años siguientes (1678-88) fue el mandamás de Europa
Occidental. No es extraño, por tanto, que, envanecido por la gloria,
pretendiera tener derecho a todo.
Los tratados de Westfalen y Nijmegen estipulaban que los territorios
reconocidos a Francia en virtud de ellos, incluían sus dependencias. Se
subentendía que éstas eran las exi sientes a la fecha en que los tratados fueron
firmados; pero el Rey Sol, que las interpretaba al tenor de sus ambiciones,
ercargó la fimdamentación de sus puntos de vista a comisiones especiales que
se remontaron a los tiempos merovingios, asignando a Luis XIV territorios
que pertenecían, unos a Suecia, aliado suyo, y otros aEspaña. Pues bien, esos
distritos fueron incorporados a Francia en plena paz, así como en 1681 lo fue
la ciudad libre de Strasbourg, la más importante de Alsacia. Anexiones
territoriales tan arbitrarias tenían obviamente que asustar a las potencias.
Pronto invadió también la esfera religiosa, pues quería que en su reino no
se manifestara sino su propia fe, que era la católica, pero de obediencia más
galicana que romana. Enrique IV había tolerado la libertad de cultos
mediante el edicto deNantes; Luis lo revocó, malquistándose con los estados
protestantes.
A fin de garantizarse recíprocamente ante las violencias del monarca de
Versailles, el emperador Leopoldo Habsburgo, el rey español Carlos II
Habsburgo, el estatúder neerlandés Guillermo III, el gran elector brande-
burgués Federico Guillermo, el rey sueco Carlos XII, el duque saboyano
Víctor Amadeo II y otros príncipes formaron en la ciudad bávara de
Augsburg una liga en 1686.
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 281

Hasta la fecha, Inglaterra había permanecido neutral y aún aliada de


Francia. Pero desde la entronización en Westminster del estatúder Guillermo,
implacable rival de Luis XIV y eje de cuanta coalición se había formado en
su contra, la Liga se fortaleció con un poderoso nuevo socio. Nieto de Carlos
I Estuardo, Guillermo había recibido la corona de Inglaterra a raíz del
destronamiento de su suegro Jacobo II por la revolución incruenta de 1688.
Ello daba a Luis XIV un nuevo motivo para entrometerse en los asuntos de
la Gran Bretaña, pues respaldaba a su amigo y aliado Jacobo.
Al quedar vacante en 1685 el trono del Palatinado, estado poseedor de
territorios a ambas márgenes del Rin medio, Luis había declarado el mejor
derecho de su cuñada Luisa Carlota a suceder al difunto elector. Ahora,
corroborando su posición con hechos consumados, lanzó su ejército sobre
ese electorado, encendiendo la guerra de la Liga de Augsburgo, también
llamada 'del Palatinado'. Sin aliados y envuelto en su empeño por restaurar
a Jacobo en el trono londinense, el Rey Sol había de luchar más bien por
conservar lo que anteriormente había obtenido.
Irlanda, los Países Bajos, Italia y España fueron los escenarios de esa
guerra, especialmente encarnizada en los dos primeros. Jacobo fue condu-
cido en mayo de 1689 por una escuadra francesa a Kinsale, en la costa
meridional de Irlanda; siguiendo hacia el poniente, el almirante Chateaurrenault
le desembarcó siete mil hombres en la bahía de Bantry, frente a la cual se
presentó el día 12 el almirante inglés Herbert, a quien el francés obligó a
retirarse herido, con mil trescientos muertos y sus buques bastante deterio-
rados por la metralla.
Después de hacerse reconocer por la parte católica de esa isla, Jacobo
perdió un tiempo precioso en el sitio de Londonderry, mientras Guillermo
marchaba hacia Irlanda a la cabeza de un ejército. Con el objeto de cortarle
las comunicaciones con Inglaterra, Francia reunió en Brest una flota de
setenta y ocho navios, quince galeras y veinte brulotes al mando de Tourville;
Chateaurrenault dirigía la vanguardia, y un hijo del conde Jean D'Estrées la
retaguardia. Entre los oficiales con que contaba Tourville estaban Pointis,
Jean Bart, Nesmond, Forbin, Coétlogon, Amfreville, Relingues y otros
distinguidos en la historia naval francesa. El 23 de junio de 1690 esta flota
armada con 4.702 cañones se hizo a la mar. El mal tiempo forzó a Tourville
a dejar sus galeras en Camaret.
282 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Combate de Beachy Head (o Beveziers)
El 10 de julio de 1690 Tourville se encontró en el canal de La Mancha,
entre Beachy Head y Dieppe, con los setenta buques de la escuadra aliada,
comandada por el almirante Arthur Herbert, conde de Torrington, y por los
vicealmirantes holandeses Evertsen y Van Putten. Tourville alcanzó ese
día una de las victorias más grandes que haya tenido Francia, en uno de los
combates que han hecho eco en el mundo. La lucha duró ocho horas, por
lo que la mayoría de los barcos franceses agotó sus municiones. La derrota
de la escuadra aliada fue completa: el vencido debió refugiarse en el
Támesís con los restos bastante deteriorados de su escuadra, tras haber
sufrido incendios en quince de sus unidades y habérsele destruido sesenta
navios. En un parte pasado por Tourville al día siguiente se lee: 'No puedo
menos que rendir homenaje a mis capitanes por su bravura, sin poder citar
todavía casos particulares'; a pesar de lo cual agrega; 'El pequeño Renau
-refiriéndose al oficial de marina Bernard Renau d'Elissagaray, un ingeniero
inventor-, quien ha visto el vuelo de su levita llevado por un tiro de cañón
que le pasó entre las piernas en el momento en que meditaba un plan, tiene
humor, capacidad y mucho valor, y es además un buen consejero . 7

La consternación entumecía hasta el aire que se respiraba en Londres.


Se esperaba ver al triunfador remontando el Támesis y bombardeando la
capital del reino, pero Tourville, que no contaba con pilotos que conocieran
bien la entrada al río, no se atrevió a comprometer su escuadra, que ni
siquiera una chalupa había perdido en la liza. Herbert fue arrestado en la
Torre y acusado ante un consejo de guerra de inactividad negligente desde
que los franceses se hicieron presentes en el canal el día 22. En su propia
defensa el conde enarboló el concepto de 'flota en potencia', alegando que
la sola presencia de su fuerza habría quitado libertad de acción a Tourville,
por lo que era un error haberlo obligado a combatir. El consejo no estuvo
de acuerdo, y teniendo también en cuenta los apasionados reclamos
holandeses, lo destituyó de su cargo. En recuerdo de esta memorable
acción, Luis XIV hizo acuñar una medalla con la inscripción 'imperium
maris assertum', que significa 'el dominio del mar está asegurado', frase
que no debía ser más duradera que la espetada por Mazarino en 1643: pues
la marina francesa de los tiempos de Colbert sería algunos años después
sólo una sombra del pasado.
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 283
Vencido en Drogheda al día siguiente de esta batalla naval por Guillermo
III, Jacobo se vió obligado a volver a Francia, dejando organizados a sus
partidarios, a quienes doce meses después Guillermo quitó Irlanda en la
batalla de Kilkolnel.
No desalentó a Luis el fracaso de Irlanda. Ordenó a Tourville batir a la
escuadra inglesa para disponer del mar antes de enviar un nuevo ejército.
Tourville, no teniendo sino cuarenticuatro buques que oponer a más de
ciento cincuenta navios ingleses y holandeses, fue derrotado en La Hougue
el 19demayo de 1692; pero el 27 de junio de 1693 se tomó el desquite entre
Lagos y Cádiz sobre el almirante Rook.

Batalla de La Hougue (19 de mayo de 1692)


Guillermo III estaba en una difícil situación: cansado de las exigencias del
partido whíg, había disuelto la Cámara de los Comunes y ahora tenía que
ganarse la confianza de sus adversarios, los tories, que tenían mayoría en el
nuevo parlamento. Jacobo II contaba con numerosos adeptos entre los tories.
Los whigs, descontentos por no ser tomados en cuenta en los asuntos de
Estado, entablaron relaciones con la pequeña corte de Saint-Germain por
intermedio de Marlborough, el contralmirante Cárter y el almirante Russell.
Apoyándose en este esperanzador concurso, Luis XIV quiso dar un gran
golpe. Reunió treinta mil hombres entre Cherbourg, La Hougue y Le Havre
al mando de Ballesfonde y de Jacobo en persona. Por su parte, Tourville
debía partir a mediados de abril con cincuenta navios y anonadar a la flota
aliada, cualquiera fuese su dimensión; debía en seguida embarcar las tropas
de Ballesfonde, juntarse con una escuadra de dieciséis galeras proveniente
de Toulon y atravesar el canal. Vientos contrarios impidieron a Tourville
zarpar de Brest y al vicelmirante D'Estrées salir del estrecho de Gibraltar con
sus galeras.
Habiendo sabido Tourville que las flotas aliadas contaban con ciento
veinte buques, decidió seguir esperando en Brest a la escuadra del Medite-
rráneo. Es entonces cuando Pontchartrain le escribió. 'A V.S. no le
corresponde discutir las órdenes del rey; sólo toca obedecerlas y entrar en La
Mancha. Contestadme si queréis hacerlo; si no, el rey pondrá a otro en
vuestro lugar, más obediente y menos circunspecto que vos'. El gobierno
presionó al almirante en todo sentido. Cuando acotó que, como la pólvora
era mala, no podía lanzar a distancia las balas, se le contestó que no tenía más
que acercarse al máximo al enemigo.
284 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
En vista de esto, Tourville zarpó de Brest el 25 de abril, para permanecer
quince días sin poder entrar al canal de La Mancha por falta de vientos
favorables. Luis XIV supo que el complot jacobino había fracasado debido
a Cárter, que Marlborough estaba arrestado y que la flota aliada se
aprestaba a combatir. Envió entonces dos corbetas a prevenir a Tourville,
ordenándole dirigirse a la isla Ouessant, pero las corbetas no dieron con él.
El almirante galo entró al canal el 17 de mayo, la misma fecha en que se
reunían las escuadras británica y neerlandesa.
Dos días después se avistaron las flotas enemigas a siete millas de
distancia entre el cabo de La Hougue y la punta de Harfleur. Los aliados,
al mando del almirante Russell, cuya insignia flameaba en el Britcmnia, de
cien cañones, contaban con noventa y siete navios de línea y más de treinta
y siete fragatas y brulotes; llevaban 46.075 hombres y 6.944 cañones. Al
buque insignia de Tourville, Solé i l Royal, de ciento cuatro cañones,
obedecían sólo cuarenticuatro navios, aunque dieciséis de ellos eran
magníficos buques de tres puentes.
La acción comenzó hacia las diez de la mañana. Los aliados estaban
organizados en tres agrupaciones, de veintiséis, treinta y siete, y treinta y tres
navios. Tourville estaba a barlovento; de sus tres agrupaciones, él mandaba
personalmente la céntrica. Favorecido por el viento, avanzó contra el centro
de la formación aliada. Parecía inevitable que las alas de ésta encerraran al
núcleo francés, pero las otras dos escuadras francesas maniobraron tan bien,
que lo impidieron, quedando cada agrupación francesa entrabada con su
correspondiente contraria, que la doblaba en número.
El combate alcanzó pronto gran intensidad. El empuje del centro francés
era tal, que Russell -privado en virtud de las acertadas maniobras galas del
apoyo de las otras divisiones, mandadas por el holandés Van Almonde y el
inglés Ashby- creyó por momentos que su núcleo sería destrozado. Al final
se impuso la superioridad numérica.
Entretanto la vanguardia y la retaguardia francesas peleaban ventajosa-
mente contra la superioridad aliada. Pasadas las dos y media de la tarde se
calmó el viento hasta las cuatro, en que cayó una ligera neblina; como a las
siete se levantó viento del noroeste, lo que permitió a Ashby ponerse a
barlovento del centro francés para dejar a Tourville entre dos fuegos. Los
ingleses lanzaron un ataque de brulotes, que fracasó. Los franceses se
defendían con bravura, quedando el buque insignia y elAmbitieux totalmen-
te desmantelados durante esta última fase de la lucha, la más encarnizada.
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 285
Como a las ocho se hizo sentir la corriente de reflujo, que Tourville
aprovechó para fondear, mientras sus adversarios derivaban hasta quedar
a sotavento. Dos divisiones de la vanguardia gala, considerablemente
separadas del núcleo central, trataban en esos momentos de reunirse a
Tourville, remolcados los navios por sus chalupas. En el trayecto se
toparon con los navios de Ashby, quien, creyéndose atacado por una fuerza
francesa de refresco, corrió más aprisa hacia su grueso, mientras era
duramente cañoneado.
A eso de las diez de la noche terminó realmente la batalla. A pesar de
todo, Tourville no había perdido ni un solo navio, aunque muchos de ellos
estaban tan maltrechos que difícilmente hubieran soportado un nuevo
encuentro. A la una de la madrugada del día 20, aprovechando un viento
favorable, el almirante francés ordenó aparejar para tratar de poner a salvo
su flota. Pusiéronse en movimiento los aliados persiguiéndolo, pero, como
iba a barlovento, el grueso de la flota francesa pudo mantenerse a distancia.
En la noche del 20 al 21 los galos navegaron el canal entre Cotentin y la isla
Guernesey, tratando de alcanzar refugio en sus puertos; veintidós naves
lograron pasar a favor de la corriente, pero trece no alcanzaron a hacerlo,
fondeando para evitar la corriente contraria; sin embargo garrearon y
comenzaron a abatir hacia la flota aliada; en esas condiciones maniobraron
como pudieron y se dirigieron, tres de ellos a Cherbourg, puerto malamente
guarnecido, y diez a La Hougue, más indefenso aún.
El 23 de mayo los ingleses dieron el golpe de gracia a los refugiados en
esos puertos. Entotal, Francia perdió después de la batalla quince navios. No
obstante que su poder naval no había sido aniquilado, el resultado del
combate de La Hougue adquirió en Francia, por instantes, el carácter de
desastre nacional, pues se creyó a la marina completamente destruida. Sin
embargo, la pérdida de los quince buques no empañó ni su valor ni su
prestigio, ya que el almirante Russell fue el primero en escribir a Tourville,
felicitándolo. Luis XIV lo recibió en Versailles con palabras de elogio y el 27
de marzo del año siguiente se le concedió el más egregio título que alcanzar
pueda un hombre de armas en Francia: el de mariscal.
Las pérdidas fueron recuperadas muy pronto, tanto que un año después
Tourville cruzaba orgullosamente el Atlántico con una flota de noventa
navios. Pero tales demostraciones ya no tenían objeto estratégico, pues la
nación estaba económicamente agotadapor la guerra continental. Las tropas
terrestres del monarca galo, en efecto, habían triunfado en los Países Bajos
e Italia: allá, adjudicándose espléndidas victorias el duque de Luxemburgo,
y acá, revelando ciertas dotes desconocidas el mariscal Catinant.
286 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Ultimas acciones
A partir del año 1694 Luis XIV abandonó el dominio del Atlántico a
Inglaterra y a las Provincias Unidas, a fin de concentrar sus fuerzas en el
Mediterráneo. Pensaba que propinando fuertes golpes a España y el ducado
de Saboya, éstos pactarían con él o al menos abandonarían la Liga de
Augsburg. Las flotas aliadas, pues, aprovecharon de bombardear la costa
septentrional francesa en Saint-Malo (1692 y 1694), Dunkerque, Brest, Le
Havre y Calais (1696).
La réplica fue brutal, De esos puertos antiguos salieron incesantemente
barcos armados en corso, ora solitarios, ora en escuadrillas ligeras, que
hicieron sufrir al comercio de los aliados pérdidas enormes. Durante esta
guerrilla fueron apresados o hundidos cuatro mil doscientos barcos mercan-
tes ingleses avaluados en setecientos cincuenta millones de francos. Las
primas de los seguros marítimos se encarecieron en un noventa por ciento.
Los más ilustres portaestandartes del corso fueron entonces Jean Bart, el
conde Forbin, Duguay-Trouin, Pointis, Ducasse, Cassard y Nesmond.
Según convenciones respetadas por los países beligerantes, en caso de ser
aprehendidos, los corsarios eran tratados como prisioneros de guerra, no así
los piratas ni los filibusteros, que eran colgados sin compasión.
Fatigados los beligerantes y quizá contritos de haber peleado tantos años
por asuntos comparativamente intranscendentes, la paz pudo finiquitarse en
el castillo holandés de Ryswick, cerca de La Haya, en 1697. Luis XIV se
resignó a devolver las conquistas o anexiones hechas después de Nijmegen,
menos Strasbourg, que logró conservar; además tuvo que reconocer a
Guillermo como titular de Inglaterra y Escocia.

La guerra por la sucesión de España


Llamó la atención que el monarca francés no se mostrara exigente y que
nadie considerara duraderas esas paces. La razón de tales inconsistencias hay
que buscarla en la necesidad de paz que tenía Luis XIV para fortalecerse
financiera y militarmente para una situación que preveía conflictiva: la
sucesión de España, cuyo soberano parecía ser estéril. El fin de Carlos II
Habsburgo debía estar próximo según la opinión general; había que plantear,
portanto, el asunto de la sucesión. Primero acordó con Leopoldo, represen-
tante de la rama austríaca de la familia Habsburgo, un proyecto de reparto
que atribuía al archiduque Carlos, segundo hijo de ese emperador, la corona
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 287
de España, reservándose él el Milanesado, Nápoles y Sicilia. Londres y
Amsterdam se declararon conformes. La ambición del Rey Sol creció, sin
embargo, a medida que se aproximaba la hora suprema. Movió influencias
hasta conseguir que el monarca hispano, nunca muy responsable y ahora
enfermo, legara por testamento su trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis,
quien desde 1700 pasaría a ser Felipe V de España.
Al conocerse el testamento, las grandes potencias se coligaron nueva-
mente para conjurar el peligro. El Emperador, reclamando derechos a la
sucesión de España, iba a ser el más encarnizado enemigo de los Borbones
'usurpadores .
1

La contienda por la sucesión de España fue la más larga y penosa de las


guerras de Luis XIV. Comenzó en 1701 y terminó en 1713. Dado que se
desarrolló casi enteramente en tierra, diremos únicamente que los tres
primeros años brindaron éxitos al rey francés, que en adelante actuó a la
defensiva; y que una y otra etapa abarcaron las posesiones europeas de la
corona española y algunos estados del Sacro Imperio.
Los Borbones carecían de flotas suficentes para defender sus propias
costas y proteger a sus marinas mercantes. Estaba España prácticamente sin
marina de guerra, y Francia, a punto de no tenerla. En 1702 Chateaurrenault
pasó con el grado de capitán general a prestar servicios en la armada de
Felipe V. Su primera misión fue ir con una escuadra francesa a escoltar los
galeones provenientes de la América española, los cuales eran esperados
con impaciencia, pues ya demoraban dos años. Volvió después de haber
escapado milagrosamente de todos los corsarios. La prudencia aconsejaba
conducir este valioso cargamento a los puertos de Francia, o bien, como
insinuaba Petit Renau, a Cádiz, por estar convenientemente defendidos.
Sin embargo, el gobierno español designó a Vigo.
No se requirió largo tiempo para comprobar el desatino. El 22 de
octubre la flota aliada apareció delante de la rada al mando del duque de
Ormond. Chateaurrenault, mal protegido por las baterías de tierra, trató de
luchar con un enemigo muy superior, para dar tiempo a la descarga y salvar
así en parte la apreciada estiba. Pero, viendo que nada podía hacer con su
escuadra, optó por eliminarla. Nueve barcos franceses y españoles fueron
destruidos, cinco hundidos y seis cayeron en manos del enemigo, que al
apresar también nueve galeones, se apropió de mercaderías por valor de
ocho millones de pesos. La pérdida total de esa flota fue avaluada en doce
millones. Secundado por Renau, desembarcó todos los soldados y marineros
que pudo y se internó por los desfiladeros hacia el interior, llevando a
288 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Madrid lo que había alcanzado a salvar, que ascendía a más de cien
millones.
En 1703 se pasaron al enemigo Portugal y Saboya, hasta entonces
aliados de Francia. El archiduque Carlos, proclamado rey de España con
el nombre de Carlos III, fue conducido por el almirante Rooke a Lisboa,
desde donde trató de cruzar la frontera para disputar a Felipe el corazón
mismo de Castilla. El almirante británico había fallado el año anterior en
su tentativa de desembarcarlo en Barcelona; esta vez fue más feliz en
Gibraltar, plaza tan formidablemente parapetada por la naturaleza, que era
intomable, a condición de tener por lo menos una guarnición y abundante
munición. Los cien hombres que casi sin cañones la defendían entonces,
fueron constreñidos a capitular el 4 de abril de 1704 tras haber recibido mil
quinientos impactos de cañón. Rooke tomó el mando de la plaza en nombre
de la coalición y con ayuda de fuerzas neerlandesas; pero Inglaterra -que
estaba a punto de fundir su parlamento con el de Escocia para formar el
Reino Unido de la Gran Bretaña-, reservándola para uso exclusivo de sus
connacionales, mandó inmediatamente una guarnición de dos mil hombres
y fortificó la plaza. Desde entonces sus cañones vigilan el único paso entre
el Atlántico y el Mediterráneo con la bandera inglesa muy en alto. En vano
la sitió Renau en los años 1704-5. Todos los esfuerzos posteriores por
reconquistar el peñón de Atlas fueron infructuosos.
Poco después el conde de Tolosa y el almirante D'Estrées consiguieron
una brillante victoria en Vélez de Málaga, la última gran batalla naval del
reinado de Luis XIV, que resultó inútil, porque éste ya luchaba a la defensiva.
Las campañas siguientes no pasaron de ser golpes de mano o expediciones
sin efecto sobre el fin de la guerra. No pudiendo cubrir el presupuesto de
armamentos, Versailles había optado por favorecer expediciones aisladas,
cediendo los barcos de guerra mediante un cinco por ciento de los beneficios.
Fue así como Duguay-Trouin se apoderó en 1711 de Rio de Janeiro, y
Cassard devastó en 1712 y 1713 las posesiones anglosajonas y holandesas
en América, causándoles pérdidas por nueve millones. ¿Y qué decir del
puerto de Dunkerque, que armó durante la guerra setecientos noventa y dos
buques? Es de imaginar los enormes peijuicios materiales que habrán
inferido al enemigo... Hechos como éstos demuestran que los marinos
franceses estuvieron siempre a la altura de las misiones encomendadas, pero
que les faltó un patrocinio político ilustrado, estadistas que comprendieran
la necesidad de hacer sacrificios por mantener la marina.
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 289
La guerra por la sucesión de España fue, en realidad, un negocio neto
para el Reino Unido; según las estipulaciones de paz firmadas en Utrecht
en 1712, se quedó al fin de ella con Gibraltar y Menorca. Aparte de
asegurarse la amistad de España por un siglo, Francia quedó igual que antes
de la guerra, y eso, gracias al último esfuerzo de su general Villars en
Denain (1712) y a que Londres no solidarizó con todos sus aliados en la
mesa de conversaciones, dejando que Holanda pactara por su cuenta en
1713 y que Austria y Saboya llegaran a un acuerdo con los Borbones en
1714.
CAPÍTULO XXXIII - GUERRA POR LA SUCESIÓN AUSTRIACA

Antecedentes.
Habían pasado doce años de paz en Europa. Francia y toda Europa se
hallaban bajo la hegemonía económica inglesa. Muerto Colbert, la marina y
el comercio galicanos habían languidecido; los Borbones estaban recién
despertando a España de la siesta en que se había sumido; Alemania e Italia
carecían de unidad política, a conveniencia de las grandes potencias. En estas
circunstancias, el poderío naval británico no encontraba rival en parte alguna,
y en cuanto al comercio, mientras los holandeses declinaban, más próspera
era la fortuna de los anglosajones, que efectuaban en gran escala y
monopólicamente el lucrativo tráfico de esclavos negros africanos. Ahora
estaban abatiendo en la India nada menos que el poderío del Gran Mongol.
Tres años después de que Felipe V conquistara Orán para España, la
guerra por el trono de Polonia, entre el Emperador y una coalición integrada
por Saboya y los reyes Borbones de Francia y España, terminaba con el
tratado de Viena (1735). Los intereses de los grandes beligerantes se
comportaron ahí como quienes juegan ajedrez, desplazando monigotes de
un territorio a otro hasta agotar el tablero. El elector Augusto III de Sajonia
quedaba como rey de Polonia. Estanislao Leczinski, su émulo, era hecho
duque vitalicio de Lorena, región que a su muerte debía pasar a Francia.
Francisco de Lorena, marido de María Teresa de Austria, debía conformarse
con esperar el fallecimiento de Juan Gastón de Medicis para ser duque de
Toscana. La corona de Saboya-Piamonte-Cerdeña adquiría nuevos distritos
a expensas de la monarquía austríaca. Y ésta entregaba las Dos Sicilias
(Sicilia y Nápoles) a una rama de los Borbones españoles, que allí regirían
hasta la unificación de Italia.
CAP. XXXIII - GUERRA POR LA SUCESIÓN AUSTRÍACA 291

La monarquía austríaca era una congregación de reinos y principados.


Comprendía en primer lugar los Estados hereditarios de la dinastía Habsburgo:
el archiducado de Austria y los ducados de Estiria, Carintia y Carniola; y en
segundo lugar, los reinos deBohemiayHungría*. Desde las paces de Rastatt
con los Borbones (1714), se extendía además a parte de Bélgica, el
Milanesado y los ducados de Mantua, Parma y Piacenza. Por último, el
monarca vienés ceñía la corona del Sacro Imperio Romano-Germánico.
El hijo mayor del emperador Leopoldo, José I, sólo había tenido hijas.
Su hermano Carlos VI, que lo sucedió entre 1711 y 1740, tampoco
engendró varones, por lo que, conforme a un decreto regio de 1713 llamado
'pragmática sanción', heredaría el trono su hija María Teresa. El problema
es que algunos estados no reconocían validez a ese decreto. Sin mayores
explicaciones, he aquí el origen de la guerra de sucesión austríaca.
El interés por repartirse la herencia de Carlos VI gestó una coalición entre
España, Francia, Saboya, Baviera, Prusia, Sajonia y Polonia. María Teresa
contó con la lealtad de unos pocos, Hungría entre ellos; y su tacto diplomático
la bienquistó con Saboya, que abandonó la coalición. Aunque el Reino
Unido -presidido por la dinastía reinante en el estado alemán de Hannover,
y gobernado por el famoso ministro 'whig' Walpole- se declaró neutral, sus
navios no dejaban de gruñir ante los franceses que encontraban; pues en la
guerra que inició contra España en 1739 (cuando se apoderó del panameño
Portobelo), los españoles se dedicaron al corso empleando a marinos
franceses.

Batalla de Toulon (febrero de 1744)


En 1743 el gobierno británico entró francamente en la guerra, a favor de
María Teresa, despachando al Mediterráneo una escuadra al mando del
almirante Matthews, quien forzó al rey de las Dos Sícilias a permanecer
neutral, y amenazó además a Génova y Civitavecchia. Siendo la flota inglesa
la señora de los mares, una escuadra española debió refugiarse en Toulon.
España obtuvo entonces que la escuadra francesa escoltara a la suya hasta
Cartagena, topándose ambas con la británica en el trayecto.
* Eslavonia, Hungría y la Transilvania anexa habían sido posesiones de los turcos desde
el siglo XVI;, presas que soltaron al cabo de una larga y porfiada lucha empeñada
paralelamente a la guerra de la Liga de Augsburgo. En 1718 debieron abandonar el banato
de Temesvar, al sur de Hungría. Tales pérdidas reflejan nítidamente la decadencia del
Imperio Otomano, que iniciaba así su reflujo hacia los Balcanes.
292 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Doce navio s españoles al mando de Navarro conformaban la retaguardia
de la flota borbónica, encabezada por quince navios franceses al mando de
Labruyére de Court. Los ingleses poseían en la rada de Hyeres treinticuatro
unidades. Matthews izó la señal de 'orden de batalla', que, como es sabido,
consistía en la línea de fila. Mientras se formaba ésta en una larga columna,
Matthews con su navio Namur atacó al Real Felipe de Navarro. La
vanguardia anglosajona, bajo las órdenes de Howley, acometió al cuerpo de
batalla francés; la retaguardia, subordinada a Lestock, quedó muy atrás y sin
enemigos que combatir. La pugna fue viva sólo entre la división de Matthews
y los españoles, cuyos buques abandonaron la línea, manteniéndose en ella
hasta la noche sólo cuatro de ellos, los que sufrieron grandes pérdidas
humanas y considerables averías. Como, en cambio, los daños franceses
habían sido insignificantes, Court fue acusado de negligencia y depuesto del
mando. En el sector británico sólo la nave almirante había sufrido serios
destrozos, induciendo a Matthews a trasbordar. Dos días persiguió el inglés
a la escuadra contraria sin resultado. Lestock, más afortunado, ya estaba por
darle caza, cuando fue llamado por Matthews, quien en Mahon le reprochó
su conducta en la batalla y lo envió a Inglaterra arrestado.
En realidad, Lestock se había ceñido estrictamente a la doctrina, obede-
ciendo la orden de formar en fila. En ésta no cabía, según la tradición,
sobrepasar el centro ni la vanguardia propia, salvo orden expresa del
almirante, la que en este caso no llegó. Una vez en su patria, se transformó,
merced a estos antecedentes, de acusado en acusador. Como la superioridad
de los ingleses, tanto en número de buques como en pericia hubiera merecido
un resultado menos pobre que el de la batalla, se llevó el caso al parlamento.
Los comunes exigieron un proceso instruido por una corte marcial, la cual,
escuchado el testimonio de las partes y de varios capitanes, declaró a Lestock
'incapaz de servir más a la marina británica' y absolvió a Matthews, a pesar
de que condenaba a sabiendas precisamente a quien se había batido en la
persecución arriesgando su vida.
Es posible que esa corte haya dispuesto de elementos de juicio hoy
desconocidos. Aunque la historia se escriba según las pasiones y simpatías
de los autores, parece tener razón Hume al condenar a los dos almirantes,
quienes por egoísmo criminal habían expuesto los intereses de su patria, que
les había hecho el honor de designarlos sus defensores. En verdad, Matthews
era, además de valiente y preparado, déspota, violento y vanidoso hasta la
egolatría; no menos valeroso e idóneo era Lestock, pero también más culto
e inteligente, al par que astuto y vengativo. Dolorido por el trato altanero y
CAP. XXXIII - GUERRA POR LA SUCESIÓN AUSTRÍACA 293
despectivo de su jefe rival, no sería paradójico que se haya aprovechado de
la imprudencia de éste para satisfacer su deseo de vindicta, dejándolo
expuesto al peligro de perecer o ser batido, con lo que él se hubiera llevado
posteriormente lagloria devengarlo. Tampoco es inverosímil que Matthews,
a sabiendas de que su despreciable subalterno y rival estaba por tocar al
enemigo, sacrificase su deber a su odio, impidiendo con su llamado que
Lestock diera alcance al adversario y se llevara los laureles de vencerlo,
oportunidad que a él no se le había presentado.
Sea como haya sido, muchas son las lecciones que nos dejan esta batalla
y los sucesos posteriores, tanto en iniciativa como en don de mando,
abnegación, tradicionalismo, etc., no siendo lámenos importante, la de que
no basta que el jefe sea capaz y bizarro. El precedente sentado por la corte
marcial había de producir monstruosos resultados más tarde. Por todas estas
razones hemos querido hacer mención especial de este combate desprovisto
de importancia material.

Combate del cabo Finisterre (14 de mayo de 1748)


A consecuencia déla acción de Toulon, Francia declaró la guerra al Reino
Unido, pero como éste se hallaba aliado con los Países Bajos, la flota gala,
notablemente más débil, no pudo efectuar sino operaciones de corso. Los
británicos poseían también varias unidades y divisiones dedicadas al corso,
pero la motivadora cuantía que del producto de las presas se asignaba a los
comandantes, los movió a preferir las acciones lucrativas a las gloriosas.
Habiendo fracasado por el mal tiempo una expedición contra el Cabo
Bretón, en Nueva Escocia, Versailles despachó otra en 1748, la que, junto
con una división alistada por la Compañía Francesa de Indias, debía navegar
hasta el cabo Finisterre escoltando al convoy destinado al Canadá. Lajonquiére,
que iba a cargo de la expedición, se encontró con una fuerte división inglesa
el 14 de mayo de dicho año, precisamente en las cercanías de Finisterre y
antes de que se separaran las divisiones francesas. En vista de la abrumadora
superioridad británica, Lajonquiére destacó el convoy escoltado por una
fragata y se dispuso a combatir para impedir su captura. Pero las naves de
guerra de la Compañía huyeron y las escasas fuerzas del comodoro galo
hubieron de seguir el mismo camino, perseguidas desordenadamente, pues
tres de los navios insulares se dedicaron a acosar al convoy. A pesar de que
tres naves de la Compañía se rindieron en el acto, Lajonquiére se batió con
arrojo, manteniendo a raya a los contrarios hasta que el convoy pudiera
294 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
alejarse, sacrificándose así ante una fuerza inmensamente mayor, pero con
provecho efectivo, pues los anglosajones sólo lograron capturar unos pocos
barcos del mencionado convoy, después de haber forzado a los franceses a
rendirse en medio de sus setecientos muertos y heridos, al costo de quinientas
bajas.
Esta derrota francesa marca, por así decir, el comienzo de la supremacía
absoluta de todos los mares por la Gran Bretaña, que sucesivamente
capturaba convoyes o derrotaba escuadras en elAtlántico, en el Mediterrá-
neo y en los mares de la India. Sólo los corsarios ocasionaban algún daño al
comercio británico, que podía soportar esos peijuicios sin debilitarse; en
cambio, sin el tráfico colonial, las economías borbónicas se marchitaban.
La paz de Aquisgrán, suscrita el 18 de octubre de 1748, dejó aEuropa tal
como antes de la conflagración, dado que Francia, Inglaterra y Holanda se
devolvieron mutuamente las posesiones continentales y ultramarinas que se
habían ocupado. Tan sólo laPrusia de Federico II resultó beneficiada, pues
pese a la indignación de María Teresa conservó Silesia, la misma región cuya
rapiña había detonado la guerra. La soberana se consagró por completo a la
reorganización de la hacienda y del ejército, que llegó atener doscientos mil
hombres y que la representaría dignamente en la guerra de Siete Años que
narraremos a continuación.
CAPÍTULO XXXIV - WILLIAM PITT CONTRA LUIS XV

Francia conquista Menorca


Seis años después de la paz de Aquisgrán, el canciller William Pitt,
molesto por los altercados que se estaban produciendo tanto en la India como
en Norteamérica entre sus conciudadanos y los súbditos franceses, llevó al
Reino Unido a iniciar acciones bélicas tendientes a apoderarse de las colonias
francesas de América septentrional sin declaración de guerra. Por aquel
tiempo la flota insular era superior a todas las del mundo reunidas. Contra
los doscientos navios y muchas naves auxiliares de los británicos, los
franceses no poseían más de cien unidades en mediocres condiciones.
Con sobrada razón geopolítica, Versailles planeó enseñorearse de Me-
norca, isla arrebatada a España por Inglaterra en 1708. Al mando de doce
navios y seis fragatas salió de Toulon el marqués de Gal i s so ni ere, escoltando
a un pequeño ejército dirigido por el mariscal Richelieu; en abril de 1756
desembarcó en Menorca y puso sitio a Mahón. El almirante John Byng, hijo
de un marino distinguido en la guerra contra los Borbones, fue enviado al
mando de dieciséis navios, seis fragatas y una corbeta, con soldados de
desembarco y orden expresa de socorrer a Mahón. El 20 de mayo divisó a
la escuadra francesa en línea de fila cerca de la costa menorquina, en ese
mismo orden navegó hacia su encuentro. Sin embargo, las dos escuadras no
quedaron paralelas, sino formando entre sí un ángulo cuyo vértice era la
cabeza de las columnas, por lo que el fuego comenzó entre estas dos naves
rivales. Media hora después el Intrepid, último buque de la vanguardia
inglesa, perdió el palo mayor, que se desplomó sobre el de mesana -con lo
que el barco quedó sin gobierno-, cayendo sobre el matelote de popa y
constriñendo a gobernar a éste y a los demás que le seguían. Con esta
maniobra se produjo en la formación inglesa un gran vacío que Galissoniére
296 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
quiso aprovechar para colocar entre dos fuegos a los británicos; intentó
maniobrar, pero la retaguardia contraria, forzando el velamen, desbarató la
maniobra y salvó la situación. Después de esto, ambas escuadras viraron y
se alejaron, siendo las pérdidas británicas muy superiores a las galicanas.
El almirante Byng reunió un consejo de guerra, que acordó regresar a
Gibraltar en busca de refuerzos, ya que tenían un enemigo superior a quien
combatir y les era imposible socorrer a Mahón sin bases. En realidad, Byng
no se había batido durante la batalla, seguramente por tener sus ideas
embotadas por el recuerdo de la funesta condena de Lestock; tanto es así, que
al ser aconsejado por su estado mayor de avanzar, repuso que no deseaba
cometer el mismo error.
El orgullo británico se desató con furia. El populacho de Londres pidió
la muerte del almirante, quemando públicamente su efigie. La autoridad,
cediendo a la ira del público, lo hizo conducir arrestado a la capital y lo
sometió a un consejo de guerra; era el mismo gobierno que, por sacudirse la
responsabilidad de no haber enviado suficiente fuerza a socorrer a Mahón,
sacrificaba así a un jefe. Aún más, para desviar la opinión de sí mismo y
contra Byng, hizo publicar los partes del almirante en sólo los acápites que
convenía, mientras tanto, Mahón se rendía, acrecentando el enfado popular.
Presionado el consejo de guerra por las turbas, condenó a Byng a la
muerte, declarando que lo castigaba no por bellaquería, mala intención o
4

ignorancia, sino por no haber hecho todo lo que podía hacer para apresar o
destruir la escuadra francesa, para ayudar a las naves inglesas y para socorrer
a Mahón , aclarando que la pena capital se había aplicado 'por ser legalmente
7

taxativa y no admitir circunstancias atenuantes', pero que, en nombre de la


justicia y de la tranquilidad de las conciencias de sus integrantes, recomen-
daba el condenado a la clemencia del rey. El desgraciado marino fue
ahorcado en Portsmouth a bordo del Monarch el 14 de mayo de 1757,
muriendo serenamente
La ciega petulancia de sus compatriotas, el funesto precedente de la
sentencia contra Lestock y la criminal conducta del gobierno sacrificaron a
ese hombre, cuya memoria fue rehabilitada ampliamente años más tarde,
cuando ya gran parte de sus verdugos había partido de este mundo.
CAP. XXXIV - WILLIAM PITT CONTRA LUIS XV 297
La guerra de Siete Años
Batalla de Quiberon (19 de noviembre de 1759)
A poco andar, la lucha en Norteamérica engranó con el principio de la
guerra de Siete Años, promovida en parte por el anhelo vehemente que
María Teresa de Austria sentía, de recuperar la perdida Silesia de manos de
su mortal enemigo Federico el Grande de Prusia. Este militarizado reino,
previendo las hostilidades, se había procurado un excelente aliado; el Reino
Unido. La guerra, pues, se desató en 1756 entre Prusia y el Reino Unido de
una parte, y Austria, Francia, Suecia y Rusia de la otra. Caracterizóse por
combates navales aislados entre pequeñas divisiones o entre naves inglesas
y francesas, tanto en el Atlántico como en los mares de la India.
En el transcurso de las operaciones, el gobierno francés proyectó un
desembarco en Inglaterra, para lo cual reunió en Brest un ejército y una
armada al mando de Conflans, mariscal inepto en asuntos del mar. Sus
tripulaciones eran indisciplinadas y corrompidas, no menos que la oficiali-
dad, dividida entre nobles y 'azules -así llamados los que habían ascendido
7

desde pilotos. Su flota constaba de veinte navios, dos fragatas y dos corbetas.
En el campo inglés figuraban hombres eminentes, de la estatura de un
Boscawen. Este se hallaba bloqueando Toulon después de haber derrotado
/

a la salida del estrecho de Gibraltar a una división francesa destinada a


reforzar la escuadra de Brest. La rada de Brest estaba bloqueada por fuerzas
a las órdenes de Hawke; Rodney lo hacía en Le Havre y Boye en Dunkerque
Aprovechando Conflans que las fuerzas británicas se habían alejado de
la costa debido a una tempestad, salió de Brest el 14 de noviembre de 1759.
El día 19 avistó varias velas que estimó serían de la división del comodoro
Duff, por lo que hizo la señal de darles caza. Pero había errado; correspon-
dían a la escuadra del almirante Hawke, compuesta de veintisiete navios y
seis fragatas, que con viento en popa avanzaba formada en orden de batalla.
No encontrando nada mejor que decidir, Conflans optó por refugiarse en
Quiberon, bahía de cinco millas de longitud por seis y medio de anchura,
circundada de rocas y bajos que hacen dificultoso el acceso. Esperaba que
Hawke no se atrevería a perseguirlo hasta dentro de ella, pero éste no era
hombre de melindres como para soslayar ese riesgo. A las dos y media de la
tarde la vanguardia británica atacó a la retaguardia gala. Cada navio,
lanzando su andanada, prolongó la línea hasta que toda la escuadra se
encontró frente a la francesa. A bordo del Royal George, Hawke no hizo
fuego, sino que ordenó al piloto conducir su buque hasta el costado del Soléil
298 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Royal, navio del almirante contrario. El piloto le observó que el mal estado
del mar hacía extremadamente peligrosa la maniobra, pues había grandes
probabilidades de chocar contra los bajos; sin impacientarse, Hawke re-
plicó: 'Habéis cumplido vuestro deber advirtiéndomelo; cumplidlo ahora
obedeciéndome . Las dos naves capitanas se acercaron, pero el Thesée
7

recibió toda la andanada del inglés por haberse interpuesto; al contestar


usando también labatería baja, el mar demasiado agitado penetró en el casco,
lo tumbó y lo echó a pique, salvándose apenas veinte hombres. En el resto
de la línea francesa algunos navios se rindieron o fueron arrojados a la playa
y quemados.
Al irse la tarde, Hawke condujo su escuadra en un mar agitadísimo a
fondear al poniente del islote Dumet. Conflans pasó la noche en su nave, en
medio de la escuadra británica; a la mañana siguiente cortó el cable. Aunque
el buque no experimentó ningún daño al zafarse, el piloto lo llevó a vararse
en la rada de Croisic, por lo que el almirante lo abandonó después de
incendiarlo. Dos navios ingleses despachados a capturarlo encallaron en el
bajo Four; después de desguazados, hubo que arrimarles fuego. Al amanecer
del día 21, ocho navios franceses sin su almirante se dirigieron a Rochefort
y otros siete entraron en La Vilaine.
La batalla de Quiberon, que cobró muchas vidas, libró a Inglaterra del
peligro de invasión Premiado y glorificado por sus conciudadanos, Hawke
fue el héroe del momento. Al revés, la corte gala calificó irónicamente ese
combate como 'la jornada del mariscal Conflans'.
La paz se firmó en 1763. Francia tuvo que ceder al Reino Unido el
Senegal, casi todos sus enclaves en la India, el Canadá y los territorios a la
izquierda del Mississippi, los situados a la derecha de este río pasaron a poder
de España, en compensación por la cesión que ésta debió hacer de Florida
y Pensacola a Inglaterra. Esta recobró Menorca y devolvió Cuba y Filipinas,
/

que había arrebatado a España en 1762. Por su parte, Prusia conservó la


Silesia que María Teresa había querido recuperar.
CAPÍTULO XXXV - TRECE COLONIAS ANGLOAMERICANAS
SE INDEPENDIZAN

Síntesis preliminar
La rivalidad entre Francia y Gran Bretaña a causa de la cuestión colonial
no iba a desaparecer simplemente por haber perdido una de ellas pie en
Norteamérica. Cuando en 1774 las trece colonias inglesas asentadas entre los
montes Apalaches y el Atlántico se rebelaron contra la metrópoli, Francia vió
la oportunidad para un desquite, prestando apoyo a los insurrectos. España,
tras algunas vacilaciones, se alió a Francia por el pacto después llamado 'de
familia', movida por la esperanza de recuperar Menorca y Gibraltar.
Las continuas campañas militares sostenidas por el gobierno británico con
el dinero de sus ciudadanos, en particular la última, de Prusia contra sus
vecinos durante la guerra de los Siete Años, habían hecho subir la deuda
pública a tres mil quinientos millones de libras. Jorge III y su gabinete
juzgaron que, en compensación de tantos sacrificios, las colonias debían
elevar su rendimiento fiscal y contribuir además al sostén de sus guarnicio-
nes. Suscitáronse entonces controversias jurídicas, porque, como ingleses
que eran, también los colonos debían tener ingerencia en la aprobación de
los impuestos, según un principio constitucional reconocido en la famosa
Carta Magna de 1215; sin embargo, no tenían en el parlamento representan-
tes que pudieran intervenir en el proceso de toma de decisiones; por tanto,
tampoco podían ser obligados a pagar las exacciones que allá acordasen. La
resistencia a pagarlas derivó en actos violentos que provocaron la represión,
ante la cual los colonos se armaron.
300 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La guerra fue larga y accidentada. Duró de 1774 a 1783 y comprendió
tres períodos: en los dos primeros años las trece colonias lucharon solas
hasta proclamar su independencia el 4 de julio de 1776; entre 1776 y 1778
participaron también numerosos voluntarios extranjeros; finalmente, desde
1778 Francia y España, y desde 1781 Holanda, intervinieron oficialmente a
favor de los independentistas. A fin de evitar situaciones que pudieran
enfrentarlos, arrastrándolos a una nueva guerra continental, los demás
estados de Europa convinieron en mantenerse neutrales a toda costa.
Las hostilidades franco-británicas fueron casi exclusivamente marítimas
y tuvieron lugar en los mares de Europa, América y la India. En Europa, el
almirante D'Orvilliers libró contra los insulares la indecisa batalla de
Ouessant. En América, D'Estaing atacó las Antillas inglesas, tras lo cual
intentó batirse contra Savannah infructuosamente; el almirante Guichen, que
lo sucedió, derrotó en la Dominica al almirante Rodney; en seguida el conde
de Grasse y Washington forzaron a los realistas a capitular en Yorktown, a
la entrada de la bahía de Chesapeake, acontecimiento que apresuró el fin de
la guerra, aunque después De Grasse fuera vencido por Rodney en la batalla
del Paso de los Santos, en el mar de las Antillas. Por su parte, Pierre-André,
bailío de Suffren, realizó una brillante campaña en la costa de la India. Por
último, una escuadra francesa ayudó a la flota española a atacar la inexpug-
nable fortaleza de Gibraltar.
La guerra terminó en 1783 con un tratado signado en Versailles, en el cual
el Reino Unido reconoció la soberanía de los Estados Unidos de América,
devolvió a Francia la Luisiana y algunas Antillas, Senegal y Guinea, cinco
enclaves en la India, y su derecho a fortalecer Dunkerque. A España le
reintegró Florida y Menorca. Fue, pues, para Francia y España el gran
desquite de la guerra de los Siete Años.
Gobernaba Francia en esta época Luis XVI, quien se interesaba por el
desenvolvimiento de la marina y se rodeaba de buenos colaboradores en el
ministerio del ramo, servido sucesivamente por Sartine (1774-80) y el
mariscal Castries (1780-87). El rey en persona se involucró en el viaje
exploratorio que el conde de La Pérousse emprendió al Extremo Oriente en
1785. Pero fue la guerra de América la que motivó un verdadero resurgimiento
de la marina gala. Entre 1777 y 1782 salieron de Francia escuadras tan bien
armadas y entrenadas, que se mostraron capaces de hacer frente a la marina
británica.
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 301
España pasaba en general por un período de eclosión primaveral bajo la
modernizadora batuta de Carlos III, que, entre otros adelantos, había
reconstituido su marina. Tenía entonces ciento sesenta y tres buques de
guerra, de los cuales ochenta eran de línea, con un equipaje de cuarenta mil
hombres. Como potencia naval había recuperado mucho terreno y figuraba
en tercer lugar, después de Francia.

En los mares de Europa: combate de Ouessant (1779)


Francia había organizado dos escuadras: en Brest y Toulon. La primera,
al mando del conde de Orvilliers, debía atacar a los ingleses inmediatamente;
la otra se dirigiría a América, comandada por el vicealmirante D'Estaing.
El primer tiro de cañón de la campaña fue hecho por el teniente de navio
La Clocheterie, comandante de la Belle Paule, que, enviada a un reconoci-
miento, encontró delante de la isla Ouessant al Arethusa, del capitán
Marshall. El combate empezó a las seis de la tarde y duró hasta las once y
media. El francés forzó a su rival a refugiarse en medio de la flota inglesa y
a su regreso a Brest levantó enorme entusiasmo.
Poco después D'Orvilliers se encontró a la altura de esa isla con el
almirante Keppel, sin saber que ambos se rastreaban con impaciencia.
Resultó, por ende, un combate terrible, aunque de resultados indecisos
después de tres horas de lucha. Los franceses se atribuyeron la victoria. En
realidad, el inglés se había retirado aprovechando la noche. El efecto moral
que esto produjo en Europa fue enorme, pues la gente ya se había
acostumbrado a creer que Inglaterra era irresistible en el mar. En Francia el
frenesí no conoció límites.
Los momentos por que pasaba el Reino Unido eran difíciles.. Su armada
se hacía insuficiente para habérselas, en un escenario gigantesco, con
problemas que diferían jurídica y hasta climáticamente. Además Irlanda
creyó percibir su oportunidad para sacudir el yugo inglés. Tomando esto en
cuenta, los aliados reunieron a la cuadra de La Coruña sesenta y seis buques
de línea y un buen número de fragatas al mando de D" Orvilliers y Luis de
1

Córdova el 26 de julio de 1779. Esta fuerza apreciable, aunque heterogénea


bajo el aspecto del estado de los buques hispanos, puso proa hacia las islas
británicas con la perspectiva de un desembarco en Portsmouth. Pero una
violenta tempestad impidió que las flotas aliadas pasaran el canal de La
Mancha.
302 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
En los mares de América
En llegando a América, D'Estaing puso sitio a Newport, en Rhode-
Island, mas tuvo que alejarse debido a una furiosa borrasca. Con refuerzos
que recibió en las Antillas, pudo capturar San Vicente y Granada, quedando
dueño del mar. Pero posteriormente fracasó y, vuelto a Francia, fue
reemplazado por el conde de Guichen. Este almirante comenzó su campaña
en 1780, cuando zarpó de Brest con veintisiete buques rumbo a las Antillas.
Por su parte, los británicos habían encontrado en Rodney al jefe indicado
para los asuntos de América, adonde lo mandaron a la cabeza de una fuerte
escuadra, secundado por Hood. Rodney y Guichen midieron sus fuerzas en
tres encuentros, librados el 27 de abril, el 15 de mayo y el 19 de mayo de
1780, Después de estos enfrentamientos, ninguno de los cuales dejó
establecida una tendencia, Guichen regresó a su patria con quince naves; en
resarcimiento de las pérdidas zarpó en marzo de 1781 de Brest una nueva
flota, cuyos veintiséis buques llegaron en abril a la vista de Martinica,
comandados por el conde de Grasse.
Poco después Rodney, algo enfermo y preocupado por la escasa efecti-
vidad de los encuentros, puestos en evidencia una vez más por Hood y De
Grasse -Hood nada efectivo hizo contra De Grasse-, retornó a Inglaterra,
donde, a la vez que se reponía de sus achaques, defendió sus actuaciones e
introdujo mejoras en el armamento para poder prevalecer en los próximos
combates.
Como en 1781 las Provincias Unidas, también víctimas antiguas de
Inglaterra, habían entrado en la contienda, Rodney fue comisionado para
emprender hostilidades contraías posesiones neerlandesas en América; pero
el choque principal entre ellos ocurrió en las aguas de Dogger Bank el 5 de
agosto de 1781. Eljefe holandés era Zutman y el inglés, Parker. Cuatro horas
duró la brega en la clásica forma de línea de fila, almirante contra almirante,
terminando por igual destrozados y desmantelados. Zutman partió a Texel
y Parker recaló en Portsmouth, con no menos de quinientos bajas por bando.
En Holanda glorificaban a Zutman; al contrario, el pueblo inglés formuló
cargos contra Parker por no haber exterminado a tan 'menospreciable'
enemigo.
El 15 de enero de 1782 zarpó Rodney de Gran Bretaña con doce buques
a reunirse con Hood y sus veintidós naves, hecho lo cual inició la rebusca del
enemigo. Con fuerzas equiparadas en número, los almirantes sostuvieron el
8 de abril un combate que, al igual que los anteriores, no pasó más allá de un
Lámina 17 Teatro de Operaciones en Las Antillas
1750 - 1810
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 303
duelo de artillería. De Grasse, sobrecargado con un convoy de barcos
mercantes, trató de llegar a Dominica. El convoy llevaba algunas tropas
destinadas al desembarco en Jamaica; de ahí su interés por rehuir el
enfrentamiento, hasta tanto no lograra ponerlo a salvo y reunirse con los
aliados españoles. Desde el día siguiente del cañoneo estuvo hasta el 12
dando bordadas por conseguirlo, a la vista de la flota británica, que lo
provocaba a batalla, la que no tardaríaen sobrevenir en el paso de Los Santos,
entre las islas Dominica y Guadalupe, el 12 de abril de 1782.

Batalla del Paso de Los Santos (12 de abril de 1782)


La flota británica incluía cinco grandes navios de tres puentes, tres de
los cuales llevaban noventa y ocho cañones, y los otros dos, noventa. Había
luego veintiún buques armados con setenta y cuatro cañones, uno con setenta
y nueve con sesenta y cuatro. La flota francesa contaba con uno de los
mayores buques de entonces: el Ville de París, con ciento cuatro cañones,
insignia de De Grasse. Tenía además cinco buques de ochenta cañones,
veinte de setenta y cuatro, uno de setenta y tres de sesenta y cuatro. Rodney
lo aventajaba, pues, en seis naves y doscientas piezas de artillería. Los
cañones ingleses tenían un montaje perfeccionado que les permitía un mayor
arco de fuego a proa y popa, de modo que podían someter al adversario
mayor tiempo al fuego. Además los barcos ingleses llevaban en sus cubiertas
superiores un cierto número de carroñadas o cañones cortos de gran calibre,
que disparaban proyectiles muy efectivos a corta distancia, y que los
contrarios todavía no empleaban. La superioridad británica también se
manifestaba en la obra viva de sus buques, que iba cubierta de planchas de
cobre a fin de mantener los fondos limpios; por consiguiente, no estaban
expuestos a perder velocidad por tal motivo, y su celeridad debía ser
lógicamente superior a la de los franceses. Con todo, en cada categoría de
buques, los franceses eran de mayor tonelaje.
El conde intentó atravesar el paso de Los Santos mediante cortas
bordadas, pero las repentinas calmas de viento lo retardaban. Al llegar la
tarde, varios de sus buques se encontraban todavía al oeste del estrecho.
Rodney, que a pesar de la frecuente debilidad del viento, iba lentamente
ganando norte a sotavento de Dominica, pudo acercarse lo suficiente para
amenazar a los rezagados. Con el objeto de evitar que fueran dominados por
toda la flota inglesa, el francés prefirió sacrificar las ventajas que había
obtenido después de largas y cansadoras horas de intensa labor y volvió a
304 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
salir, con el viento a proa, fuera del paso. A la puesta del sol los dos
contrincantes se hallaban al oeste del paso de Los Santos; no había
probabilidad alguna de que De Grasse tentara pasar por él durante las horas
de obscuridad. Rodney maniobró de noche para colocarse a barlovento del
enemigo. Al amanecer del día 12, las dos flotas se hallaban a distancia de tiro.
La escuadra francesa formaba a sotavento una dispersa línea de algo más de
nueve millas: había llegado el momento oportuno para que Rodney iniciara
el cañoneo.
El almirante inglés, asesorado por su ayudante Charles Douglas, ideó un
plan táctico innovador. En el momento crítico, cuando las dos flotas
navegaban en líneas paralelas y sentido opuesto, envueltas en el humo del
combate, Douglas, mirando a través de un claro, pudo observar que una
ráfaga de viento del sudoeste había hecho gualdrapear las velas de los
franceses contra los mástiles, disminuyendo su velocidad. El mismo cambio
repentino de viento estaba llenando las veías inglesas e induciendo a los
pilotos a maniobrar con las vergas; mientras, para poder mantener alguna
velocidad, los galos tuvieron que poner su proa parcialmente en dirección a
la línea británica. Entre el Glorieux, buque inmediatamente opuesto al
insignia/' ormidahle de Rodney, y la Diadéme, el siguiente buque francés en
la línea, fue agrandándose el intervalo. Douglas vió la ocasión que se le
presentaba a su almirante. La mitad de la flota inglesa estaba delante del
Formidable, luchando con la retaguardia enemiga. Si el Formidable pene-
traba a ese espacio llevando consigo al resto de la línea, la retaguardia
francesa sería separada de la vanguardia y quedaría sometida a un doble
fuego de corta distancia, abriendo probabilidades de destruirla antes que
pudiera llegar De Grasse en su ayuda.
En la prisa por aplicar el nuevo plan, fue olvidada la señal de combatir a
sotavento, que siguió al tope. El Formidable puso proa a la abertura con sus
cien cañones y carroñadas en acción, lanzando andanada tras andanada a
derecha e izquierda, al Glorieta y la Diadéme. Seis buques viraron en
sucesión y siguieron al insignia, que ahora estaba luchando contra los
franceses a barlovento. Destrozada por las bien dirigidas salvas, la Diadéme
iba a la deriva transformado en una ruina; los buques de la retaguardia, con
su ruta interrumpida, estaban amontonándose en gran confusión detrás de
ella, mientras los navios ingleses hacían fuego sobre ellos desde ambas
bandas. A través de otro resquicio en la línea francesa, a proa del gigantesco
Vi lie de Paris, otros buques insulares se abrieron camino dentro de la
humareda, a tal punto densa que algunos de los comandantes ni sabían
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 305
exactamente el movimiento que estaban ejecutando. En tanto, la vanguardia
francesa avanzaba.
Cuando el viento cejó, se pudo observar la flota de De Grasse dividida
en tres secciones aisladas. Al sur, los buques de la vanguardia al mando de
Bougainville, encalmados, sin enemigos en sus proximidades. El Vi lie de
Paris, con varias otras unidades del centro sostenían con toda la retaguardia
inglesa un duelo de artillería a larga distancia. La retaguardia francesa, al
mando de Vaudreuil, y los buques del centro que habían sido separados por
la maniobra ya descrita, se hallaban aglomerados con la división de Hood y
los buques que habían seguido al Formidable a través de la línea. La falta de
viento hizo difícil persistir en las andanadas, de modo que durante una hora
la acción se redujo a un tiroteo inconstante. Cuando nuevamente corrió una
brisa por sobre las serranías de Dominica, la división de Bougainville, que se
hallaba muy a sotavento, no hizo ninguna tentativa para socorrer a De
Grasse; solamente uno de susbuques se dirigió al centro de la lid El almirante
francés trató de alejarse hacia el poniente, pero Hood se mantenía tenazmen-
te sobre él, mientras que Rodney y Drake derrotaban completamente a la
retaguardia de Vaudreuil. La Diadéme no tardó en arriar su pabellón. Una
fragata intentó remolcar fuera del combate al desmantelado Glorieux, cuyo
comandante Karlessi, viendo que el esfuerzo solamente remataría en la
aprehensión de la fragata, cortó con sus propias manos el remolque y arrió
su pabellón. Luego el César arrió el suyo. Mientras los buques de la
retaguardia iban quedando así cesantes, el Héctor y el Ardent, que com-
batían en el centro destruido, se rendían a Hood.
El ataque inglés se dirigió en seguida hacia el centro. El combate se
desarrolló con mayor intensidad alrededor del buque insignia francés, que se
destacaba por su enorme casco y elevados mástiles. Estos fueron cayendo
t

uno auno al costado del barco, arrastrados en una confusión de vergas, velas
y cordajes. Sus cubiertas, atestadas de gente, mostraban gran cantidad de
muertos y moribundos, pero De Grasse seguía lidiando aún por el honor, no
por la victoria. Su vanguardia se mantenía alejada y su retaguardia huía
deshecha tras haberse rendido cinco de sus unidades. Pero todavía seguía él
haciendo fuego con su artillería, cuando llegó Hood, colocó su buque
insignia Princess al costado del armatoste de De Grasse y le disparó una
retahila de andanadas de gran poder. Por último fue arriado el pabellón de
la flor de lis; De Grasse se trasladó al Princess e hizo entrega de su espada
al vicealmirante Hood.
306 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las pérdidas sufridas por esa flota de Luis XVI fueron enormes. Sobre
sus cubiertas atestadas, la artillería británica había producido algo semejante
a una masacre. Sólo a bordo del Ville de París había más muertos y heridos
que en la flota inglesa. Muy pocos fueron los hombres que no hubiesen sido
lesionados en alguna forma. Los buques que habían conseguido huir
llevaban un ya menguado personal, vías de agua en sus cascos, y destruidos
sus palos y vergas.
Los británicos sentían la pérdida de sus colonias más recientes como una
penitencia merecida por actitudes inmoderadas que deseaban corregir. Paso
de ios Santos les permitió recuperar su orgullo y esperar mej ores condiciones
en el tratado de Versailles. Pero el Reino Unido debe a esta batalla algo más
que ventajas obtenidas en un tratado. Aquel terrible pero bien calculado estilo
de combate naval que hizo de Gran Bretaña la incontrarrestable dueña del
mar: eso, ahí se forjó. En efecto, al abandonar algunas reglas que de puro
rígidas se habían transformado en grotescas, esta batalla marcó un hito en la
evolución de la táctica naval.
Para ilustrar las contradicciones en que suelen caer las rigideces, cabe
cotejar dos encuentros anteriores al de Los Santos. En 1756 el almirante
Byng había conducido su escuadra en completo acuerdo con las prescripcio-
nes tácticas, a rumbo contra la francesa, que lo aguardaba cerca de Menorca,
quedando la vanguardia inglesa destruida y la línea de combate de Byng
deshecha; el consejo de guerra lo había condenado a expiar con su vida el
error de sujetarse a las normas de la táctica tradicional, a que se creyera
obligado por el recuerdo de la suerte corrida porMatthews. Este, que había
r

dejado salir de Toulon en 1744 una escuadra enemiga después de un


combate indeciso, había sido arrastrado ante un consejo de guerra porque,
'estando situado abarlovento, no lanzó su escuadra contra la enemiga, barco
contra barco'.
En realidad fue una victoria sólida; pero la flota opuesta no quedó
aniquilada, ya que la división de Bougainville no participó y gran parte de la
de Vaudreuil pudo escapar. Rodney no hizo tentativa alguna de perseguirlos,
como era su deber. Pensó sin duda que ya había conseguido lo suficiente y
que convenía proceder a reparar su flota, dirigiéndose a Jamaica. Debe
admitirse que no se cumplió la consigna de 'destrucción completa del
enemigo'; en efecto, con los elementos salvados, Francia podía, llegado el
caso, hostilizar al comercio enemigo a través de acciones corsarias.
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 307
Interesantes lecciones pueden inferirse de la batalla en comento. Como
una nueva verificación de la importancia del poder naval, comprobamos
que esta guerra comenzó a ser desfavorable a Inglaterra tan pronto como
sus fuerzas navales se vieron balanceadas por las de los Borbones. Se vió
patentemente que para un imperio tan desperdigado como el británico, se
hacía casi imposible mantener una escuadra superior a la del enemigo en cada
parte del mundo. Pasó a primer plano, como factor clave, la información; los
jefes destacados en los distintos mares no podían cumplir eficentemente sus
misiones particulares si no estaban al tanto del aspecto general que iba
adquiriendo la guerra. Y quedó demostrado que las plazas fuertes lejanas son
accesibles para una fuerza naval superior.
Asedio de Gibraltar (1782)
Carlos III ansiaba reconquistar el peñón de Gibraltar, que Inglaterra había
arrebatado a España en 1704, durante una guerra de la que el pueblo español
había sido casi mero espectador, pues, aunque librada en su territorio y por
su trono, había enfrentado a dinastas extranjeros -Borbones franceses y
Habsburgos austríacos-, llegados en barcos foráneos y escoltados por tropas
que hablaban en francés, inglés, alemán o portugués. El plan consultaba
ataques terrestresy bloqueo marítimo para rendir por hambre a la guarnición.
Su sitio había de durar tres años, sin éxito en ninguna de sus dos etapas.
El bloqueo y sitio español comenzó en julio de 1779, respectivamente a
cargo del almirante B árcelo y el general Alvarez de Sotomayor. El gobierno
r

de Pitt el Joven (1783-1801) preparó una secreta expedición de socorro, que


lograría pasar inadvertida tanto a franceses como a españoles. El almirante
George B.Rodney fue encargado de escoltar con veintiún navios a un gran
convoy que partió de Portsmouth el 3 de enero de 1780. El día 8 y cerca del
cabo Finisterre encontró quince naves mercantes hispanas escoltadas por un
navio y seis unidades auxiliares, capturándolas todas. El 16 avistó cerca del
cabo Santa María una escuadra española de once navios al mando del
almirante Juan de Lángara; éste, despreocupándose de hacer un reconoci-
miento de las naves que había avistado, vino a darse cuenta del peligro sólo
cuando estaba demasiado cerca. Perseguido en su retirada hacia Cádiz, se vió
forzado a aceptar una lucha desigual que terminó en esa misma forma: un
navio español se hundió, pereciendo todo su equipaje, y otros seis fueron
tomados, entre ellos el buque insignia, que fue el último en rendirse.
308 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Reabastecido Gibraltar abundantemente, se malogró el plan del ministro
Floridablanca, quien entró con el gobierno londinense en conversaciones a
que Francia puso fin ofreciendo a Carlos III el auxilio de sus armas para
reconquistar aquel peñón y Menorca.
Habiendo recuperado Menorca a fines de 1781, los aliados decidieron
estrechar el sitio y volver abloquear Gibraltar. La escuadra peninsular estaba
al mando de Luis de Córdova, y la francesa, de Guichen. Los Borbones
tenían todas sus esperanzas puestas en las 'baterías flotantes' inventadas por
el coronel D'Argón. Eran embarcaciones destinadas especialmente al ataque
de fortalezas, dispuestas en forma de no poder sumergirse ni tampoco
incendiarse. Con este objeto, la obra viva era de gran espesor y consistencia,
y la borda estaba recubierta desde la línea de flotación por un doble casco,
algo así como un tabique de madera y corcho cubierto de cuero fresco, en
cuyo interior había un espacio lleno de arena; además, un sistema de caños
intercomunicados atravesaba en todos sentidos esta pared, partiendo de un
estanque alargado, colocado en un techo inclinado de gruesas perchas y
recubierto de jarcias usadas, destinado a disminuir el efecto de las bombas.
El agua de esa cañería circulaba por medio de bombas que llenaban aquel
estanque. D'Ar^on calculaba que, poniendo estas embarcaciones a distancia
exacta de tiro de las piezas enemigas, las inutilizarían sin peligro de ser
perforadas por sus proyectiles.
Una serie de hechos se coludieron para anular el invento. Desde luego,
por apuro, las baterías no fueron bien terminadas y el mecanismo de
circulación de agua quedó inconcluso. No obstante Crillon, el capitán general
español, recién honrado con el título de duque de Mahón por la toma de esa
ciudadela menorquina, ordenó a Moreno, j efe de las baterías flotantes, atacar
Gibraltar inmediatamente so pena de destitución. El plan consistía también
en que tales baterías fueran apoyadas por cañoneras, bombarderas y toda la
escuadra aliada, pero la falta de unidad de mando terminó por dejarlas solas
en la acción proyectada. En tales condiciones inapropiadas, diez marinos
españoles hicieron gala de mandar las diez embarcaciones, de las cuales cinco
tenían dos baterías y cinco, una, puestas a una sola banda. El 13 de
septiembre de 1782 se inició la operación con otro error: el de no fondearlas
en los puntos indicados por D'Argon, exponiéndolas inútilmente a las
descargas enemigas. Sin embargo, éstas nada pudieron contra la pared de
dichas embarcaciones, aunque sí dañaron el equipaje las que entraron por
las portas de los cañones. Por varias horas se mantuvieron en buenas
condiciones cumpliendo su objetivo, hasta que al fin se produjo un incendio
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 309
en dos de ellas, la Pastora y la Tallapiedra; no pudiendo ser sofocado, se
hizo preciso pensar en la retirada. Aquí vino el desastre, ocasionado por
factores humanos; las plataformas no poseían lanchas suficientes para su
remolque, ni marinería para bogar; en cambio, llevaban buena copia de
soldados del ejército.
Ante esta emergencia, hubo que incendiar las baterías flotantes, envián-
doles lanchas para salvar las tripulaciones, operación que, interceptada por
los sitiados, produjo grandes bajas en el personal, salvando sólo trescientos
cincuenta y siete españoles apresados por los ingleses. Todas las embarca-
ciones se hundieron, quemaron o volaron ante la estupefacción de la lucida
abundancia de duques y grandes que se había apostado a presenciar los
efectos del invento, j Bochornoso espectáculo de tantos aprontes descompa-
ginados!
En la fortaleza, empero, habíanse agotado las provisiones. Pese a la
heroica resistencia del jefe Elliot, la plaza estaba condenada a capitular si no
era socorrida. Esta misión fue encomendada al almirante Howe, que con
treinta y tres navios escoltó un convoy de barcos de carga. Pero una flota
franco-española de cuarenta y ocho navios flotaba vigilante en la rada de
Algeciras, interpuesta a todo auxilio para los bloqueados.
La suerte vino en ayuda de los ingleses. El 10 de octubre de 1782 se
levantó un viento huracanado que hizo garrear a la flota aliada, cuyos barcos
se abordaron y embistieron; uno de ellos encalló y otro fue a vararse en la
misma rada de Gibraltar, donde su tripulación debió rendirse; además, un
navio y una fragata se hicieron a la vela y tuvieron que seguir al Mediterráneo,
alejándose de la flota. Precisamente este viento había hecho que Howe
llegase más pronto a su destino y aún la suave brisa del norte que siguió al
temporal le permitió atravesar el estrecho y a cinco de sus navios fondear en
Gibraltar. Todavía le restaba meter a puerto el saldo del numeroso convoy
en las barbas del contrincante. Pues bien, otra vez vino en su ayuda el hado,
personificado por el almirante hispano, que, abandonando su interposición,
zarpó con sus unidades hacia alta mar. Al avistarse el día 11, ambas flotas
comenzaron a maniobrar, pero Howe lo hizo mejor, y el 18 volvió a ingresar
al estrecho para desembarcar los abastecimientos y regresar después al
Atlántico. Su vanguardia se cañoneó el día 20 conla retaguardia aliada, pero,
estimando prudentemente que sacaría la peor parte en una batalla contra
fuerzas superiores, aprovechó la mayor velocidad de sus navios para retornar
a Portsmouth.
310 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las hazañas del corsario Suffren
Disminuidas sus fuerzas navales, Francia recurrió a la guerra de corso,
justificada además por llevarla a parajes muy lejanos que los ingleses
codiciaban, y donde los franceses habían perdido sus posesiones en virtud
de las paces acordadas tras la guerra de Siete Años. Justamente esta
modalidad de la guerra marítima es la que emplearían las colonias norte-
americanas emancipadas, y con éxito, a juzgar por la fama ganada por el
Constitution,
Entre los franceses, la persona indicada para la misión corsaria era el
capitán de navio André de Suffren, de cincuenta y cinco años, que tenía una
brillante hoja de servicios. Se sabía que Gran Bretaña preparaba una
expedición para apoderarse de la colonia holandesa del Cabo (de Buena
Esperanza), plaza aliada que le encargaron socorrer. Con sólo cinco navios
y algunas naves de carga partió de Brest en marzo de 1781.
Presionado poruña epidemia y la urgencia de reparaciones, debió recalar
en una de las Azores, Faial (o Santiago), en cuya rada de Praia encontró
fondeada la división británica de Johnstone, compuesta de cinco navios, tres
fragatas y varios barcos de carga, destinada precisamente a la operación
contra la colonia del Cabo. A pesar de que Sufíren no tenía a mano sino tres
navios, pues los otros dos se hallaban todavía muy distantes, resolvió tomar
al enemigo por sorpresa. Aunque se encontraba en puerto 'neutral' -entre
comillas, porque Portugal había quedado desde 1703 supeditado económi-
camente a Gran Bretaña por su tratado con Methuen-, entró en su capitana
Héros, fondeó en medio de la división enemiga y abrió fuego por ambas
bandas. Contestaron los ingleses, pero en su auxilio vino el Annibal a fondear
por la proa del Héros, rompiendo también el fuego por ambas bandas.
Cuando el tercer buque, A rle sien tomó colocación a popa del Héros, cayó
y

muerto su capitán; antes de que el teniente tomara su puesto, el buque derivó


a sotavento, dejando solos a sus dos compañeros contra toda la división de
Johnstone. Después de una hora de lucha, Sufíren ordenó cortar los cables
de las anclas y se alejó con el Annibal al remolque, aprovechando el viento
favorable.
Perseguido, Sufíren pudo escabullirse al amparo de la noche y llegar antes
que Johnstone al Cabo, donde desembarcó los soldados y municiones que
le llevaba, cumpliendo así la primera de las misiones que se le había
encomendado. El gobierno lo premió nombrándolo jefe de escuadra.
Después de reparar sus naves, continuó viaje a la India.
Allá los británicos, que habían llegado a ser muy poderosos, se hallaban
en guerra con el sultán deMysore, Hyder Alí, llevando la peor parte. Suffren
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 311
unió su escuadra a la escuadrilla ya existente en aquellas aguas, haciéndose
presente en la costa de Coromandel con doce navios, tres fragatas, dos
corbetas, un bergantín y un brulote, pues se había apoderado de un navio
inglés aislado.
Después de dos acciones indecisas sobre la escuadra del almirante inglés
Hughes, Suffren planeó apoderarse de Negapatam, que los ingleses habían
quitado a los holandeses. El 6 de julio de 1782 se enfrentaron las dos
escuadras en las aguas del puerto; pero el encuentro no arrojó un veredicto.
Suffren debió enviar arrestado a Francia a uno de sus capitanes, que,
atemorizado, había arriado la bandera de su navio.
El 20 de junio de 1783 acaeció en Condelur, entre Suffren y Hughes, el
último combate de la guerra, pues ya se tramitaba la paz entre las potencias
beligerantes. La refriega terminó con ventaja para Suffren, pese a su
inferioridad.
Es digno y justo destacar la gesta monumental de este marino, que, vuelto
a su patria y creado vicealmirante, murió en un duelo cinco años más tarde
Con naves mediocres y capitanes desiguales, sin bases, arsenales ni almace-
nes, se mantuvo dieciocho meses en los mares de la India, combatiendo cinco
veces con la aguerrida escuadra inglesa a cargo de un gran jefe, siempre
quedando al menos a su altura. Reparó en la mejor forma sus averías, aveces
graves, y operó con marinería reclutada al azar, manteniendo a pesar de todo
la disciplina, con su ejemplo. En las batallas innovó la táctica usual,
cambiando su insignia a una fragata para tener más libertad de movimiento
y tratando de concentrar sus fuerzas sobre una de las extremidades de la línea
enemiga, usando el mínimo de señales y dejando la iniciativa a sus capitanes.
Como nadie es profeta en su tierra, estas innovaciones, seguidas poco
después por otros almirantes, no fueron secundadas por sus subordinados.
Por la paz de Versailles, el Reino Unido devolvió a Holanda sus
posesiones en India, salvo Negapatam. Sin embargo, en parte porque ya en
la India se miraba con demasiado respeto a la Compañía Inglesa de Indias,
Holanda perdió definitivamente durante la guerra muchas relaciones comer-
ciales, mientras los puertos libres alemanes se enriquecían con su neutralidad.
La independencia de las trece colonias norteamericanas causó fuerte
impresión en los europeos cultos, porque coronaba con un triunfo resonante
el concepto de soberanía popular, ya difundido por la Enciclopedia en un
continente enteramente sometido a la voluntad más o menos progresista -y
digamos también, más o menos respetuosa de las leyes- de sus reyes, quienes
sólo a Dios debían rendir cuenta de sus actos, por provenir de El, a través de
r

una mítica sangre azul, la soberanía que les daba derecho a ser obedecidos.
CAPÍTULO XXXVI - CONFLICTOS DEL IMPERIO RUSO

Pedro el Grande, quien entre sus muchas actividades había ejercido la de


marino y trabajado de incógnito en astilleros holandeses para familiarizarse
con las artes navales, había creado una flota con base en la isla Kronstadt,
cerca de unos pantanos existentes en la desembocadura del río Neva, sobre
los cuales había edificado una nueva capital para el imperio occidentalizado
que quería: San Petersburgo. Pero hasta avanzado el siglo XVIII esa flota
nunca operó fuera del Báltico, cuyas salidas al Mar del Norte pertenecían a
Dinamarca y Suecia, ni jamás se pensó que lo hiciese alguna vez en el
Mediterráneo.
En 1768 se declaró la tercera guerra ruso-turca. El Imperio Ruso buscaba
para su armada libre tránsito por el Bosforo, paso que Constantinopla
estorbaba. Además, Catalina II, al igual que sus predecesores, se sentía
protectora, tanto de los demás hermanos pueblos eslavos, como de los
cristianos griegos, por lo que el gobierno tiránico ejercido por Turquía sobre
griegos y eslavos en los Balcanes tenía que contrariarla.
Aunque en las campañas terrestres los rusos no consiguieron mucho
éxito, ganaron una victoria decisiva en el mar. El almirante Spiridov al mando
de doce navios, doce fragatas y numerosas naves auxiliares llegó en 1769 a
establecerse en la costa de Morea para apoyar la insurrección helénica contra
el Sultán, obteniendo así, desde luego, una base de operaciones. El 5 de julio
de 1770 una escuadra rusa de sólo nueve navios y siete fragatas, distribuida
en tres divisiones al mando de Spiridov, el conde Orlov y Elphinstone, atacó
cerca de £esme, en el litoral anatolio frente a la isla de Jios, a una escuadra
osmanlí de ocho galeazas, quince navios y galeones, dos corbetas y cinco
auxiliares a las órdenes de HosameddinBajá. Abordados los navios almiran-
tes, hicieron fuego al mismo tiempo, volando el ruso en una explosión e
incendiándose el otomano; únicamente se salvaron los almirantes y unos
cuantos oficiales y marineros. Refugiados los turcos después de la batalla en
CAP. XXXVI - CONFLICTOS DEL IMPERIO RUSO 313
el puerto de Qesme, el conde Orlov entró durante la noche e incendió todas
las naves contrarias. La acción contribuyó a que en el tratado de Kü<pük-
Kainardje (1774) se asignara a Rusia la región comprendida entre los cursos
inferiores de los ríos Bug y Dñepr, además de la libertad de navegación por
el mar Negro y el reconocimiento de la misión protectora conferida en 1672
a los zares por el sínodo ortodoxo griego de Jerusalén.
La ocupación de Crimea por los rusos en 1784 y, en general, la avidez de
San Petersburgo por los estrechos Bosforo y Dardanelos encendieron
nuevamente el encono entre la zarina y el sultán. La Sublime Puerta declaró
la guerra en 1787, no obstante las pésimas condiciones en que se encontraba
su escuadra. En vano había tratado de reorganizarla y modernizarla Mustafá
III. Los planos de los proyectados navios, que un ingeniero alemán presen-
tara al sultán, habían sido objetados por los beneméritos oficiales turcos,
porque la altura de los entrepuentes de las baterías resultaba muy baja para
transitar por ellos con turbante y porque la altura de los palos escoraría tanto
las naves, que incomodarían al equipaje. Con todo, el argelino Hassan
estructuró una escuadra con la que salió a socorrer a Ochakov, sitiada por el
general ruso Potiomkin, pero la escuadra enemiga lo sorprendió en las bocas
del Danubio, donde perdió quince naves y once mil hombres.
Gustavo III de Suecia quiso aprovechar esta cuarta guerra ruso-turca para
recuperar la preponderancia de que ese reino había disfrutado en el Báltico,
armando en junio de 1788 una escuadra que despachó al mando de Carlos,
duque de Sudermania, a bloquear los puertos fineses de Vyborg y
Fredrikshamn, mientras él en persona se ponía a la cabeza del ejército
expedicionario. El poder de esa escuadra equilibraba prácticamente al de la
comandada por Greig en Kronstadt: treinta navios de línea y numerosas
naves auxiliares.
La primera batalla, librada el 17 de julio de ese año cerca de la isla
Hogland, quedó indecisa, pero en mayo de 1790 Sudermania, que había
salido de Karlskrona con veintiún navios, seis fragatas y varias naves
auxiliares, atacó a diez navios rusos fondeados bajo el alero protector de las
baterías de Reval (Tallinn). Rechazado, el sueco se retiró con tres navios
menos, uno de los cuales, apresado por sus adversarios. Aunque el rey
Gustavo había derrotado con una flotilla de cañoneras a otra rusa en
Fredrikshamn, al entrar a Sveaborg para reunirse con el duque, que venía de
regreso de su infortunada incursión a Reval, encontró a una escuadra
imperial de diecisiete navíosy siete fragatas al mando del almirante Chichagov,
con la cual trabó combate durante dos días; cuando los rusos fueron
314 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
reforzados por la división de Reval, el duque Carlos se replegó a Sveaborg,
en donde los suecos fueron bloqueados durante un mes.
Para salvar a su rey, los marinos suecos lanzaron durante la noche del 3
al 4 de julio cuatro brulotes sobre la escuadra rusa y luego, aprovechando la
confusión, la atacaron con sus navios mientras Gustavo lograba escapar con
la flotilla de cañoneras. Esta acción costó a los suecos siete navios, tres
fragatas y cinco mil hombres, es decir, la tercera parte de sus fuerzas navales.
Sin embargo, cuatro días más tarde, el rey logró con su flotilla una espléndida
victoria sobre las lanchas rusas, capturando seis mil prisioneros, merced a lo
cual obtuvo una paz honorable en 1790, aunque el Báltico permaneciera bajo
predominio de Rusia, a la que Suecia debió reconocer como dueña del
sureste finés.
A la caída de Ochakov siguió en 1792 el tratado de Iassi, según el cual
Rusia pasó a ocupar el territorio comprendido entre los ríos Bug y Dñestr,
quedando este cauce como frontera entre ella y el Imperio Otomano.
Nuestra exposición de la época moderna termina con la descripción de
este conflicto armado entre tres potencias. Dos de ellas eran realmente tales
en cuanto a poder naval adecuado a sus pretensiones; la otra, Turquía,
parecía más bien un conglomerado de distintos pueblos subyugados -o
rebeldes, como el griego- que iba a la deriva, por indolencia o imprevisión
de una corte que aún no emergía de su barbarie. Suecia había alcanzado su
apogeo durante el reinado de Gustavo Adolfo, estadista y genio militar; pero
en 1708-9 Carlos XII, derrotado por Pedro el Grande, había debido permitir
a Rusia acceso al mar Báltico, que los suecos consideraban el mayor de sus
incontables lagos. Por obra de aquel zar, Rusia, país mediterráneo en sus
pretéritos tiempos de Gran Ducado de Moscú, había empezado a romper su
aislamiento; al comienzo, sin ver el mar, pero presintiéndolo. De ahí sus
guerras, avanzando al sur y al occidente para llegar al mar, a costa de Turquía,
Polonia y Suecia.
Desde luego, el éxito ruso en este conflicto se vió facilitado visiblemente
por la pusilanimidad del gobierno turco, que reaccionó con mucha tardanza
ante la agresión en plena paz que significó la ocupación de Crimea; a Suecia,
en cambio, no le faltó visión estratégica para aprovechar la situación
favorable a fin de intentar la recuperación de su antiguo esplendor marítimo.
En esta guerra el Imperio de los zares corroboró la prepotencia que hasta
hoy ejerce en los mares Báltico y Negro. Lo que nunca ha logrado es salir
al Mar del Norte y al Mediterráneo por puertos propios; sigue, pues,
estratégicamente encerrado.
CAPÍTULO XXXVli - RUMBO A LA EDAD CONTEMPORÁNEA

Anticipos: la ilustración y la revolución industrial


El siglo XVIII, con que remata la época moderna, cumplió una etapa
importante de progreso, siendo sus últimas tres décadas las que le han valido
el epíteto de 'siglo de las luces'.
Al 'renacimiento' o renacer artístico y literario habían sucedido activida-
des más ejecutivas y pragmáticas, como la aparición de las primeras
máquinas-herramientas para ahorrar esfuerzo humano, que iniciaron en
Inglaterra hacia 1770 lo que se ha llamado 'revolución industrial'.
Casi simultáneamente con esa revolución sobrevino una generalizada
ansia de saber, una apasionada revolución intelectual, liderada principalmen-
te por los filósofos Locke, Hume, Rousseau y Voltaire, los matemáticos
Newton, Leibniz, Euler y Lagrange, los naturalistas Linneus, Lavoisier y
Coulomb, los economistas Quesney y Smith, y otros. Apoderóse de las clases
altas una cultura profundamente naturalista y optimista respecto al poder de
las ciencias para ir eliminando paulatinamente los males físicos y morales de
la humanidad. El conocimiento redimiría al hombre de sus taras: en efecto,
puesto que la estirpe de Adán es naturalmente buena, si se deja a cada
individuo obrar libremente, sin miedo a supercherías, y se le enseña a
reconocer la racionalidad de que está dotado, los seres humanos se compor-
tarían conforme a ella. Tal era el meollo ideológico racionalista puédelotodo
que presidía el movimiento de la ilustración, movimiento que culminó en las
políticas de despotismo ilustrado y en la publicación de la "Enciclopedia de
las Ciencias, las Artes y los Oficios" entre los años 1751 y 1772.
Redactada por eruditos y científicos bajo la dirección de Diderot y
D'Alembert -respectivamente fallecidos en 1784 y 1783-, la Enciclopedia
condensaba entreintay cinco tomos el saber de su tiempo. Las concepciones
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naturalistas y cientificistas que sus páginas rezuman constituían un poderoso
ariete contra las iglesias, los tronos y los privilegios estamentales, a la vez que
sus convicciones libertarias amenazaban la estabilidad del absolutismo como
sistema de gobierno y del mercantilismo como sistema económico. En el
fondo, eran ideas esencialmente burguesas; a eso, entre otras cosas, debemos
atribuir el éxito sensacional que la obra tuvo, pues mereció reimpresiones,
traducciones e imitaciones (como la "Enciclopedia Británica", por ejemplo).
En todo caso, los cerebros de la ilustración no deseaban transformar el
orden existente por medio de una revolución violenta. Casi todos ellos
murieron antes de la revolución francesa, a la que tanto contribuyeron sin
querer. Aquellos que, como Condorcet y el químico Lavoisier, vivieron en
ella, fueron víctimas mortales del terror.
Porque el genio francés supo dar forma y claridad a las nuevas ideas,
Francia se convirtió en el principal centro intelectual de Europa. Le
menudearon las visitas y el idioma francés devino la lengua internacional,
llegándose a desear que Europa se afrancesara; y todo ello, sin que obstara
la situación económica y militar de Francia, menoscabada en comparación
con la de Gran Bretaña.
Los tratados de Utrecht y Rastatt (1713 y 1714) habían establecido un
equilibrio europeo que reposaba sobre cinco grandes potencias: dos maríti-
mas -Gran Bretaña y Francia- y tres terrestres: Austria, Prusia y Rusia. Este
equilibrio, sustitutivo del establecido por los tratados de Westfalen (1648)
resultó inestable y originó guerras que fueron decididas por ejércitos
reducidos. La supremacía pasó de Francia al Reino Unido. La confrontación
entre ambas potencias despojó a Francia de su primer imperio colonial, que
pasó a robustecer el imperio colonial británico. Con tales mercados cautivos,
su aristocracia empresaria, su democracia de alto coturno, su poder naval
incontrarrestable y sus minas de carbón y hierro, pudo el Reino Unido
abocarse, el primero de todos, a revolucionar el desarrollo industrial,
mientras los nuevos ideólogos iban socavando las estructuras mentales
arcaicas.
En resumen, al final del siglo XVIII el mundo occidental estaba práctica-
mente preparado e intelectualmente ambientado para promover y asimilar
los grandes cambios que se veía venir. Los antecedentesy los síntomas eran
decidores.
CAP. XXXVII - RUMBO A LA EDAD CONTEMPORÁNEA 317
Construcción y armamento navales
La arquitectura naval de esos años había avanzado algo, conservando
siemprelostiposde buques usados hasta entonces. Sólo los turcos e italianos
empleaban todavía galeras, y aún así, escasamente.
En las marinas de guerra había comenzado a figurar una nueva unidad,
que concentraba un formidable poder ofensivo: el navio de tres puentes, con
cien o más cañones, que, aunque de movimientos pesados -pues era
empujado exclusivamente por el viento-, representaba la verdadera fuerza
naval, como un día lo serían los acorazados y los portaaviones. De hecho,
terminaron desplazando a los galeones y galeazas. Los navios, de diseño y
construcción originalmente holandeses, como holandeses habían sido los
primeros en usarlos, siguieron aumentando en tonelaje y poder por obra de
los ingleses y más tarde de los franceses. Las 'naves', ahora más veleras y
manejables, pasaron a tomar los nombres de fragatas y corbetas, según fuera
su aparejo y armamento -de cuarenta y veinte cañones respectivamente; ellas
cumplían en las flotas el rol que hoy desempeñan las fragatas o destructores.
La construcción naval iba mejorando conforme a la marcha de la ciencia;
así, las líneas de los buques correspondían ya a las necesidades de resistencia
y avance sobre las olas. Los aparejos, muy mejorados, permitían aprovechar
el viento en forma práctica, y los virajes no eran un problema, como antaño.
Los ingleses debían parte de su superioridad en la guerra naval a la mayor
movilidad de sus buques. A fin de evitar bromas y lamas en la obra viva,
comenzaron en 1670 por usar láminas de plomo afirmadas con clavos de
cobre, pero sin éxito. En 1761, para experimentar, se forró una fragata con
hojas de cobre; inspeccionada después de efectuar un viaje a la India, se halló
satisfactoria la carena, con menos incrustaciones que antes; pero se notó que
los pernos de fierro y el pinzote del timón se habían oxidado en breve tiempo.
Los ensayos continuaron hasta hacerse estándar la empernadura de cobre en
los fondos forrados con cobre, metal con el que se fabricaban las planchas
del timón. Los británicos supieron mantener en secreto este adelanto hasta
que los franceses capturaron un 'cutter', notaron su forradura de cobre y la
aplicaron primero en una y después en todas sus naves de guerra. A principios
del siglo XIX el recubrimiento cúprico se generalizó a todas las naves.
Conservábase también el brulote, especie de torpedero, cargado de
materias incendiarias. Como defensa contra los brulotes, se cubría la obra
muerta con cuero fresco y los puentes con telas empapadas en agua, sobre
las cuales se desparramaba sal; se usaba también una serie de perchas
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sobresalientes de las portas, que, por medio de palancas y aparejos, se
colocaban a la altura conveniente.
La artillería tampoco había hecho progresos de importancia. Se empleaba
a bordo cañones más cortos que en tierra, con el obj eto de facilitar la carga,
dándose gran importancia a la rapidez y volumen de fuego. La carroñada,
nombre derivado de la ciudad escocesa de Carrón, donde se fabricó por
primera vez, era otra de las invenciones inglesas: un cañón corto y de grueso
calibre, con lo que al mismo tiempo facilitaba su traslado y ocasionaba
grandes estragos, especialmente en la obra viva; rodante en cubierta,
absorbía el retroceso, que era detenido por un grueso cabo, llamado
posteriormente 'cascabel' en la corbeta chilena de Prat. También apareció
por ese tiempo el fusil, cuyos cartuchos de papel eran encendidos con pie-
dra yesca e incluía bayoneta; Chamette inventó en 1751 el que se carga por
la culata. Otras armas eran la pistola, el sable y el hacha de abordaje.

El personal y las tácticas navales


Las condiciones higiénicas a bordo habían mejorado, pero tenían que
seguir siendo deficientes, dada la acumulación de personal en el reducido
espacio de los buques, la falta de agua, el desconocimiento de las técnicas de
conservación de víveres, etc. Médicos e ingenieros trabajaron por alterar esas
condiciones por medio de bombas y molinos ventiladores. Además los
navios eran muy poco estables; esta cualidad ocasionaba diversas desgracias,
por lo que se adoptó la costumbre de estibarlos con arena o fierro viejo. Las
condiciones de las fragatas y otras naves menores eran aún peores.
El servicio a bordo era prácticamente como hoy en día, con un solo mando
radicado en el capitán del buque-o comandante, como lo llamamos nosotros.
Desde mediados del siglo XVII los gobiernos vestían a sus hombres de armas
con suntuosos uniformes que han perdurado hasta hace poco, siguiendo los
vuelcos de la moda.
Tanto en Gran Bretaña como en Francia -los países con mayor poder
naval-, el personal de la marina estaba totalmente separado del ejército.
Desde entonces, por las condiciones de preparación e ilustración general que
reportaba la profesión, nació esa especie de orgullo del oficial de marina, de
creerse superior al del ejército. También, y aunque parezca ingenuo, nació
entonces la rivalidad o desunión entre el 'oficial de espada' o ejecutivo, como
lo llamamos hoy, y los oficiales administrativos, comisarios de a bordo e
ingenieros de arsenales. Estas discriminaciones eran mucho más llamativas
en Francia, donde las prerrogativas nobiliarias agudizaban todos los proble-
CAP. XXXVII - RUMBO A LA EDAD CONTEMPORÁNEA 319
mas.
En el Reino Unido se formalizó entonces un doble tipo de carrera naval:
la de quienes desde 'midshipmen' podían llegar a almirantes, y la de los
'masters' o 'petty officers', que no podían ascender alos grados superiores.
La jerarquía tenía ya entonces como cúpula dirigente al Almirantazgo, cuyo
Primer Lord era el verdadero ministro de marina. La organización interna de
las naves mercantes era semejante a la de los buques de guerra, ya que iban
armadas para defenderse de los piratas y corsarios, y llevaban un cierto
número de infantes de marina para la mantención de la disciplina.
Como ya se ha visto, la táctica general consistía en ganar el barlovento,
aprovecharlo en popa y a la cuadra para acercarse y ponerse paralelamente
al enemigo, disparar la andanada, virar y lanzar la otra en ataques simples;
es decir, luchar en una línea cerrada, de donde deriva el nombre de 'navios
de línea'. Tal era la clásica manera de combatir.
La artillería, usada en gran escala, había hecho difícil el abordaje, pero
éste siempre se practicaba. Para defenderse de él, los buques tendían una red
desde el alcázar hasta el castillo, de modo que el enemigo, que debía pasar
sobre ella al abordar, era atacado desde abajo a través de la red por el personal
que allí se estacionaba.
Los brulotes, naves destructoras que acompañaban en importante núme-
ro a toda escuadra, eran tripulados por reducido personal a doble paga; los
había de hasta cien toneladas y se mantenían cerca de los navios para
defenderlos, atacando siempre de proa y aferrándose al enemigo con garfios,
después de aplicar fuego al brulote. El personal se salvaba en un bote que
llevaba en la popa. Contra ellos no había mejor antídoto que las lanchas
armadas, pues los forzaban a retirarse so pena de perder el bote, única
esperanza de salvación.
El sistema de señales había mejorado, con banderas para el día y luces
para la noche, además de disparos de cañón; sin embargo algunas órdenes
sobre faenas se disponían con señales alusivas, tales como un barril para el
agua, un haz para la leña, y otras cosas que se izaban en un peñol.

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