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PREÁMBULOS I
Credenciales <I>. Presentación del libro <III>. Introducción
<VI>. Indices <VII>.
PRIMERA PARTE: PREHISTORIA Y ANTIGÜEDAD
CAPÍTULO I - L o s PRECURSORES NÁUTICOS 3
Algunos juicios sobre la época antigua <3>. Los antiguos y el
mar <5>. Actividades marítimas durante la antigüedad <8>. La
marina antigua <9>.
CAPÍTULO II - PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS 11
Los faraones y el mar <11>. Los fenicios colonizadores <13>.
Los griegos, señores del Mediterráneo < 15>.
CAPÍTULO I I I - L A S GUBRRAS MÉDICAS ( 4 9 0 - 4 4 9 ) 17
Los beligerantes< 17>. Las primeras dos guerras médicas < 18>.
Tres combates ante cabo Artemisio < 19>. Batalla naval de Sala-
mina <21 >. La liga de Délos <22>. La marina ateniense <24>.
CAPÍTULO IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES A ALEJANDRO M A G N O . . . . 26
Comienzo de las guerras civiles <26>. Batalla de las islas Sybota
(año 432 a C) <27>. Batalla de las Arginusas (agosto de 406 a C)
<28>. Caída de Atenas (404 a C) <3 0>. Últimas contiendas en el
Mediterráneo oriental <30>.
CAPÍTULO V - L A S GUERRAS PÚNICAS 32
La marina, trescientos años antes de Cristo <32>. Comercio,
puertos y descubrimientos geográficos <35> Guerras púnicas: los
beligerantesy sus móviles <3 5> Primera guerra púnica (264 al 241
aC)<37>. Segunda guerra púnica (218 al 201 aC) <38>. Arquí-
medes y las actividades navales <40>. Tercera guerra púnica (150
al 146 a C) <41 >. Batalla de Milea (260 a C) <42> Batalla del
monte Ecnomo (257 a C) <44>. Batalla de las islas Egates (241
a C) <48>.
VIII
CAPÍTULO V I - LUCHAS CIVILES EN R O M A (102al27aC) 50
Antecedentes <50>. Preparativos del conflicto entre Octavio y
Antonio <51>. Batalla de Accio (2 de septiembre de 31 aC) <52>.
Declinación delamarinade guerra romana <55>.
CAPÍTULO V I I - R O M A ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO 56
Augey decadencia <56>. Caída del Imperio Romano de Occidente
<57>. Causas del derrumbe del Imperio Romano <59>. La náuti-
ca al finalizar la antigüedad <60>. Puertos artificiales romanos
<61>.
bates frente al delta del Nilo < 1045>. Ultimas acciones navales
en el Mediterráneo <1045>. Acciones en el Mar Rojo <1046>.
Actuación de los submarinos < 1046>. Resultados y experien-
cias <1046>. Fin de la guerra <1047>.
CAPÍTULO X C I I - L A S GUERRAS DE VIETNAM ( 1 9 6 4 - 7 5 ) 1048
BIBLIOGRAFÍA 1127
VI
Introducción
La historia es fuente principalísima para el conocimiento humano,
incentivo para ilustrarse, indicio de cultura y complemento de la geografía,
que es el ojo del mundo.
La historia es una ciencia que permite inferir la identidad del ser humano
a partir de sus obras. 'Magistra vitae\ sus juicios son siempre severos.
Completo archivo de enseñanza para cualquier actividad, con razón tiene
cabida en las academias y escuelas.
Suenan como axiomas el adagio de que la historia se repite o aquella
4 7
sentencia del Eclesiastés, de que 'nada nuevo hay bajo el sol'. Pues bien, esto
ocurre en la vida real. Constatamos situaciones similares en varias épocas de
la historia, aun separadas por centurias; ejemplo: la revolución social egipcia
del siglo XIII antes de Cristo, la revolución francesa del siglo XVIII de
nuestra era y la revolución rusa en pleno siglo XX; lastres, de una motivación
aparentemente común. Hermann Schneider señala en su libro "Filosofía de
la Historia" el eminente papel de ésta cuando expresa: 'La historia es la Gran
Madre de todos: del pensador que busca las fuerzas que actúan en la vida
social y las leyes que la rigen; del que no conoce a los hombres y quiere
aprender a tratarlos: el político, el militar, etc.'
Para cada país la historia es un bitácora; el conjunto de ellas conforma la
historia universal en todos sus aspectos o actividades. Los países marítimos
la proyectan al mar. Tripulando la balsa o la canoa, pasando por el remo, la
vela y el vapor, han llegado al navio atómico; todo eso, con sus actividades,
abraza la historia naval mundial. La historia naval sin duda es original y
cautivante, como lo reconocen algunos escritores. Su telón de fondo es el
mar proceloso, algo misterioso como el mundo. Ese viejo piélago, que tiene
mucho que contar sobre hazañas marineras, naufragios y conflictos; y
también sobre leyendas, mitos y supersticiones.
La historia en general y la naval en particular no son disciplinas
memorizantes, como mucha gente desde el colegio imagina. Como cualquier
tema, ora la literatura, ora la matemática, la astronomía o la náutica misma,
debe ser comprendida adecuadamente para encontrar lo que le da sentido.
A continuación intentaremos, pues, comprenderla.
PRIMERA PARTE
PREHISTORIA
Y ANTIGÜEDAD
CAPÍTULO I LOS PRECURSORES NÁUTICOS
más brillante, formada en las costas occidentales del Asia Menor, en Grecia
continental y en las islas que el marEgeo tiene sembradas entre ambas orillas.
8 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Actividades marítimas durante la antigüedad
SIGLOS
A orillas del Mar Rojo hizo construir cinco grandes naves de treinta
remeros, con mástil y vela, las que tripuló con doce hombres, un capitán y
una compañía de soldados, al mando de ella misma. La expedición se dirigió
a la tierra del Punt, como llamaban los egipcios a las costas del Mar Roj o. La
reina saqueó esos países sin ningún contraste y volvió a su patria con naves
cargadas de rico botín. El no haber hallado resistencia indica que la flota se
12 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
impuso por presencia en esta operación anfibia, presumiblemente la primera
conocida de la historia.
En memoria de dicha acción se esculpió en el templo de Deir-el-Bahari
un bajorrelieve con inscripciones jeroglíficas. Lo más interesante del relieve
es que el timón de las naves aparece a babor y muy cerca de la popa, pasando
por una gran fogonadura por dos ligaduras de cuerda. Las embarcaciones
presentan altos castillos a proa y popa, tal como en la edad media, lo que
indica que esta 'novedad' no ha sido tal.
Terminada la regencia deHatsepsut, subió al trono Tutmosis III (c. 1500-
1447), uno de los mayores faraones. Este hijo de Tutmosis I y una concubina
se dedicó a comerciar con los fenicios, a quienes alentó y otorgó franquicias
de toda clase para sus expediciones, quedando ellos al servicio del monarca.
Con las naves fenicias, Tutmosis llegó a ser dueño del Egeo y del Golfo
Arábigo, operando respectivamente con dos escuadras simultáneas.
Los caracteres del templo de Amón, en Medinet Abre, cuentan que el
'hijo del Sol' Ramsés II (c. 1300-1244), cuarto faraón de la XVHI dinastía,
a
tuvo que afrontar una gran coalición formada contra él por Qitisar, rey de los
ketitas -hititas-, contra el cual combatió victoriosamente con un ejército de
setecientos mil hombres y una flota de cuatrocientos barcos, fuerza que,
desbaratados los enemigos, le sirvió para pacificar los países del Golfo
Arábigo.
Ramsés III, nieto del anterior y tan ilustre como él (c. 1205-1172), debió
enfrentar una coalición de gentes del norte que lo atacó por mar y tierra,
alcanzando en sus bajeles hasta las costas mismas de Egipto. Componíanla
los pelasgos -antiguos habitantes del Peloponeso-, los teucros -antiguos
troyanos-, los filisteos y los sirios, junto a otros audaces aventureros que, con
naves similares a las fenicias, buscaban un lugar en el cual establecer una base
para operar contra el rico Egipto, mientras el ejército atacaría las defensas del
istmo de Sinaí.
Era el año 1196, cuando la flota fenicia al servicio del faraón sorprendió
a los aliados en Sheprelah, antiquísima ciudad al sur de la Palestina, entre
Rafia y Pelusa -hoy Refah y Tineh respectivamente-, en donde se había
construido la torre de Ramsés para defensa del litoral. La flota aliada fue
combatida por la fenicia, mientras el ejército faraónico enfrentaba a los
enemigos pedestres, siendo la coalición completamenete derrotada. Esta
batalla naval, la primera históricamente comprobable, nos muestra cómo, ya
en aquella época, la distribución apropiada de las fuerzas para apoyarse
CAP. II - PRIMERAS ACTIVIDADES OPERATIVAS 13
mutuamente logró la victoria. La misma maniobra había de repetirse más
tarde, cuando la sublevación de la Armórica contra César.
Después de ésta y otras victorias, Ramsés III consiguió rehacer el imperio
de su abuelo Ramsés II, pasando ambos a la historia, confundidos en tiempo
y lugar por más de uno de los antiguos historiadores.
Seis centurias más tarde, en 652 a.C., el faraón Psamético abrió a los
milesios la boca del Nilo llamada Canobo, pese a que Egipto estaba cerrado
a los extranjeros, a cambio de que le ayudaran a deshacerse de los etíopes.
Lo pactado se cumplió, y el Egipto, libre de amenazas por el sur, pasó en 627
a ser gobernado por su hijo Necao II, faraón que para su época fue sin lugar
a dudas un estadista.
Este monarca hizo abrir un canal que uniese el Nilo con el Mar Rojo y
organizó una marina de guerra, la primera institución naval conocida,
llamando en 611 a constructores griegos a edificar los astilleros necesarios
para fabricar la naves. Sin embargo, puso éstas a cargo de pilotos y marineros
fenicios. Tan pronto estuvo terminado el canal estratégico, despachó algunas
naves hacia el Mar Rojo, con el objeto de buscar una senda marítima que
permitiera regresar por las Columnas de Hércules. La expedición navegó
primavera y verano, pero se varó durante el otoño e invierno para sembrar
el campo y cosecharlo, hecho lo cual continuaron viaje. Demoraron así dos
años en el periplo. En todo esto se ve un plan específico. Se parte con el canal,
se levanta el astillero y arsenal - es decir, la base naval-, se construye la flota,
luego se realiza la expedición. Pero Necao no terminó lo que talvez se había
propuesto, pues falleció poco después.
Los beligerantes
'Médicas' llamaron los historiadores griegos a sus guerras contra el
expansionismo armado del imperio medo-persa, primera conflagración
habida entre Oriente y Occidente. Arios como sus contrincantes helenos, los
persas habían llegado a fines del primer milenio antes de Cristo desde el
centro del Asia a ocupar la parte surponiente de la meseta irania, primero
como vasallos y luego como señores de los medos, sus hermanos de raza
asentados inmediatamente al norte de ellos. En idiosincracia y costumbres
político-culturales, tan diferentes unos de otros, los beligerantes eran hasta
intelectualmente como el agua y el aceite.
Los griegos, en general, comprendieron claramente que su libertad, tan
propia de ellos, estaba en peligro. Ya Darío de Persia se había apoderado en
516 a.C. de las urbes griegas del Asia Menor, siguiendo los planes de su padre
Ciro, el conquistador de Mesopotamia, y de su hermano Cambises, el
conquistador de Egipto. Darío se proponía en seguida castigar a las ciudades
de Europa que habían simpatizado con sus congéneres recientemente
sometidos.
En efecto, las ciudades greco-asiáticas se le habían sublevado abiertamen-
te en 499, solicitando al mismo tiempo auxilio a Atenas. Una vez reducidas
por la fuerza, Darío decidió atacar a Atenas y Eretria, por haber ayudado,
siquiera débilmente, a los levantiscos. Mas la expedición persa, al mando de
Mardonio, fue destruida casi completamente por una tempestad cuando
daba vuelta al monte Athos, perdiéndose unas trescientas naves y veinte mil
hombres (492).
18 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las primeras dos guerras médicas
No mudó su propósito el 'rey de reyes' ante tamaño desastre; antes bien,
juntando en las costas de Cilicia otra armada de seiscientos trirremes y
muchas barcas de carga, acomodó en ella un ejército de cien mil infantes y
diez mil caballos, con los cuales zarpó en la primavera del 490. Después de
algunas excursiones, se dirigió a la isla de Eubea, frente a la cual acampó en
la llanura de Maratón, que le presentaba un camino corto y fácil hacia Atenas.
Derrotados allí los imperiales, como es sabido, por Milcíades, corrieron a
reembarcarse, pero los griegos les capturaron siete naves..
Diez años después Jeijes, sucesor de Darío, concentró en Sardes un
ejército inmenso, superior a un millón de hombres, según las crónicas de
entonces; yuna armada de mil doscientos trirremes, tripulada principalmente
por marineros fenicios y sirios. Con las naves de carga y ias auxiliares, esta
flota llegaba a tres o cuatro mil unidades. Según Herodoto, la armada y
equipaje del emperador se componía de:
convencida de ello, no trepidó en amenazar a los aliados con retirar su flota, para
despertar en las ciudades del Peloponeso el sentimiento de solidaridad de antes,
lo que permitió poner sobre las armas cien mil hombres al mando del espartano
Pausanias, que siempre apoyó el plan ateniense. Tal fue el contingente aportado
por todas las ciudades que luchaban por la libertad de sus patrias; el otro jefe era
el ateniense Arístides, que debió ser llamado del destierro ante la emergencia.
Griegos y persas se encontraron en la llanura de Platea, en Beocia. Después de
un encarnizado cuerpo a cuerpo, la victoria premió a los libertarios.
Restaba organizar nuevas campañas contra los persas que aun ocupaban el
Mar Egeo y las polis griegas del Asia Menor.
La liga de Délos
Después de Salamina no ocurrieron hechos navales dignos de mención fuera
de la batalla de Micala. El año 479 a.C la flota griega, compuesta esta vez de
ciento diez trieras, tomó la ofensiva y se dirigió hacia Samos, en donde halló una
flota persa bastante numerosa que, todavía desmoralizada por su derrota en
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 23
Salamina, optó por retirarse aMicala, cerca de Mileto, en donde, varando
los barcos, los circundaron de defensas. Hasta allá la siguió Leotiquidas, el
navarca griego, quien desembarcó a su gente, conquistó el campo enemigo
e incendió todas sus naves.
No obstante éxitos como éstos, los espartanos renunciaron a expedicio-
nes lejanas. La retirada de Esparta dejó libre el campo a Atenas, que recibió
de todas las ciudades liberadas la misión de dirigirlas en la prosecución de las
hostilidades. En efecto, Arístides convenció a los demás estados marítimos
griegos de la conveniencia de formar una alianza federal encabezada por
Atenas, conocida con el nombre de Liga de Délos (477 a.C ).
La mayor empresa de la armada délica aconteció el año 464, en que, bajo
el mando de Cimón, hijo de Milcíades, desbarató los preparativos bélicos que
los persas efectuaban a lo largo de la costa meridional del Asia Menor. Al
frente de doscientas treinta naves, Cimón buscó a la flota enemiga, hasta dar
con ella en aguas de Panfilia. Inferiores en fuerza, los persas se replegaron
hacia la boca del río Eurimedonte, donde Cimón destruyó casi todas sus
unidades; pero como parte del equipaje de éstas había logrado desembarcar,
uniéndose a un cuerpo de ejército persa, Cimón hizo lo propio y también los
batió por tierra. Después, con prontitud admirable, salió al encuentro de una
flota fenicia que, ignorante de lo sucedido, avanzaba en sentido contrario,
derrotándola y dispersándola.
Por los años 458-456 se levantaron en armas contra Atenas los estados
de Corinto, Epidauro y Egina, temerosos del poder de aquella. La flota délica
obtuvo cerca de la isla Cecrifalea una gran victoria sobre la de los confabu-
lados, capturándoles setenta naves y conquistando la misma Egina algunos
meses después.
Entretanto Egipto, ayudado por Atenas, se mantenía sublevado contra el
emperador persa. En la primavera del 449 Atenas destacó una flota de
doscientas unidades al mando de Cimón con la misión de reconquistar
Chipre y socorrer a los egipcios. Cimón encomendó esto último a sesenta
de sus naves y con las restantes puso sitio al puerto chipriota de Kition. En
la acción fue herido mortalmente. Cuando estaba por expirar, ordenó ocultar
su muerte e ir al encuentro de las naves persas una vez capturado ese puerto
fatal. Obedeciéronle sus capitanes, siendo poco después derrotada la flota
imperial frente a Salamina de Chipre. Artajerjes prefirió hacer las paces en
448.
24 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La marina ateniense
Ahora más que nunca eran los griegos pujantes en el mar. Y no sólo en
el Oriente; también en aguas de Occidente, pues mientras tales hechos
ocurrían, las colonias griegas emplazadas en las costas de Italia y Sicilia
habían prosperado considerablemente, en especial Siracusa, que había
llegado a ser una potencia militar y marítima. Sin embargo, la Magna Grecia
y sus vecinos cartagineses y etruscos tenían intereses encontrados.
La asamblea popular de Atenas elegía a los estrategas o comandantes de
las fuerzas terrestres y marítimas; ellos designaban a los capitanes de los
trirremes, los cuales estaban a cargo de sus naves aun en los arsenales
mismos. Las trieras que debían fungir siempre listas para zarpar eran
trescientas. Habían de estar en condiciones de transportar a un ejército de
sesenta mil guerreros. Cuando el estratega era Pendes, se declaró que
Atenas poseía soberanía sobre el archipiélago egeo, negándose la libre
navegación a los extranjeros; desde entonces hubo estaciones navales en
varios puntos claves, entre los cuales una escuadra de sesenta trirremes
permanecía cruzando por muchos meses del año con el doble objeto de
entrenar al equipaje y asegurar el mar insular. De tiempo en tiempo eran
relevadas tanto las naves como los hombres, a fin de que, teniendo a unos
listos y a otros en preparación, se contase con el mayor número capaz de
entrar en acción. A la milicia naval pertenecían los ciudadanos, sus clientes
y los libertos, de remeros hacían los esclavos o mercenarios, pero a veces
hasta los hombres libres.
El comercio marítimo, al cual era siempre y por naturaleza inclinada la
raza jónica, floreció en Atenas especialmente bajo Pericles, quien había
comprendido que, para conveniencia de la democracia, era necesario
inducirla al tráfico marítimo, que además de acrecentar la riqueza del pueblo
y su independencia, mantenía la potencia naval y debilitaba el poder de la
aristocracia, poseedora de las tierras.
Para dar una idea de la doctrina económica de aquel tiempo, diremos que
los artículos de mayor necesidad para la nación, tales como granos, madera
de construcción, resina y lino, no se podían exportar; otros, como el aceite,
sólo en temporadas de producción excedente. En cuanto al grano, quienes
lo traían del Ponto Euxino no podían escoger las escalas en las cuales
hubiesen esperado obtener el mejor precio, sino que debían llevarlo todo a
Atenas para su distribución, la que se transformó así en el emporio de Grecia.
Con este fin se prohibió a los atenienses invertir dinero en bienes extranjeros,
a no ser en barcos destinados a volver con nueva carga a Atenas.
CAP. III - LAS GUERRAS MÉDICAS (490-449) 25
El estado protegía y ayudaba al comercio. Como todos los estados
marítimos poseían flotas navales permanentes, la profesión de pirata se había
hecho poco lucrativa y muy peligrosa. Atenas había dispuesto sus trirremes
en forma que los navios de carga surcasen tan seguros en las costas del Ponto
o de Licia como en las áticas. Por otra parte, los armadores no pagaban
impuesto de guerra sobre el dinero invertido en las empresas de su rubro;
principalmente por esto habíanse instituido tribunales de comercio que
sesionaban en invierno y debían fallar raudamente a fin de que los comer-
ciantes no perdieran tiempo. Aun en pagos foráneos tenían los atenienses
protección y ayuda de los 'prossenos\ especie de cónsules, igualmente
creados más tarde por otros estados griegos.
CAPITULO IV - GRECIA, DE LAS GUERRAS CIVILES
A ALEJANDRO MAGNO
personal y armó muchas otras naves con las cuales excursionó desafiante y
capturó en 405 Lámpsaro, rica colonia de Atenas. Esta, debilitada por las
/
Los epivates eran arqueros; los hoplitas, infantes de armadura pesada, pica
y espada.
En la nave capitana iba el 'navarca' (navaijós) y el jefe de los pilotos o
archigobernador (aijikubernitis), avezado hombre de mar que solía aconse-
jar al navarca las evoluciones, maniobras y rumbo de la flota.
En cada triera iba un 'trierarca' o comandante, pero sólo para la parte
militar. Para la maniobra, equipaje y boga estaba el piloto o gobernador
(kubemitis); él tenía que dominar el arte de navegar: manejo del timón,
maniobra de velas y remos, y conocimiento de los vientos, las constelaciones,
las rutas y los puertos; correspondía, pues, al oficial de marina actual. Venía
después el contramaestre (prorens o proratis), encargado de la inspección del
aparejo y ejecución de la maniobra. Le seguían el jefe de los remeros
(kelevsis), los marineros vigías y sondadores (diopi), los cocineros (tijaiji) y
el despensero (loguisis o jammateus).
La táctica naval ateniense, obra de Cimón y Formión, prevaleció largo
tiempo en el mar, pudiendo decirse que aun se conserva, pues los remos
vienen a ser las hélices, y el timón sigue siendo el que da la dirección ala nave.
Los dos movimientos de ataque usados por los griegos consistían en atravesar
la línea enemiga (diekplus) y circundarla (periplus). Formábase la escuadra
para la batalla en línea circular, en línea semicircular o en ángulo agudo, con
el vértice a la cabeza; esta última era la formación preferida para el ataque.
Se acordaba primero entre los comandantes de división, que por lo general
iban en las alas, y también al centro cuando había varias escuadras. Para
hacer señales, la nave capitana mantenía su mástil; las demás, en cambio, lo
acostaban antes de cada combate. Una bandera roj a izada significaba ataque;
arriada, retirada; izadaaderechaoaizquierda,algúnmovimiento convenido.
También se señalizaba con un escudo izado al tope del mástil.
La vida era asaz dura en los trirremes. A veces hacían viajes cortos, pero
en otras ocasiones debían efectuar largas y arriesgadas travesías en pleno
invierno. Los bogadores no tenían otro lugar para dormir que sus propios
bancos; los marineros y soldados apenas contaban con espacio para caer
34 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
tendidos; sólo el almirante y algún otro oficial usaban una frazada. La severa
disciplina dependía más del espíritu que de las sanciones. Era deshonroso
sustraerse al servicio militar, e infame desertar. No faltaban, por supuesto,
los castigos: el azote y el ahogamiento, que consistía en echar al mar al
condenado, remolcándolo hasta que muriera; ambas penas fueron conserva-
das hasta hace poco, talvez por tradición: aun se practicaba a principios del
siglo pasado el castigo de hacer 'pasar por la quilla'.
La marina mercante era numerosísima. Los viajes por tierra, amén de su
longitud, eran peligrosos y, enmuchas partes, imposibles; sólo por mar la ruta
era libre, y sus amenazas, sorteables. Fuera de las embarcaciones dedicadas
a la pesca, en cada paraje había barcos de cabotaje, tomando diversas formas
según transportasen pasajeros, animales o mercaderías: aquellos iban en
faluchos a remolque, en tanto que éstas, a remo y vela. La arboladura de estos
barcos era la misma que la de guerra, pero en el mástil izaban tres velas: sobre
la mayor ('acato'), la 'antimonie', y sobre ésta, la 'suppara , especies de
1
todavía se conserva.
En cuanto a teoría de la navegación no se había adelantado mucho.
Matemática, astronomía y geografía habían progresado lentamente; sólo los
muy duchos sabían determinar la latitud de un punto, y eso, aproximadamen-
te. Si bien existían cartas geográficas -muy informales-, no tenían la menor
aplicación en la navegación; lo que valía era la práctica. Situarse estando
cerca de la costa, reconocerla por su configuración: he ahí la habilidad del
piloto. Conocíanse reglas para los vientos, que distinguían en ordinarios y
extraordinarios, según la época y lugar. Llamaban 'borkas' al viento del
norte, 'notos' al del sur, 'apeliotes' al del este y 'nefros' al del oeste. La rosa
de los vientos que empleaban estaba dividida en ocho sectores principales;
parece que era dibujada en una tabla redonda, como una especie de brújula,
la que orientaban con el orto del sol, de la luna o de otros astros según la
declinación que tuvieran, también con la sombra del meridiano, y más que
nada con la Polar, llamada por antonomasia 'la estrella'.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 35
Comercio, puertos y descubrimientos geográficos
Contados eran los objetos comerciables en la antigüedad, pues se desco-
nocían productos tales como azúcar, té, café, espíritus y destilados, para no
hablar de los entonces exclusivos de América, como cacao, papas, maíz, etc.
Se traficaba especialmente con cereales, vino, aceite, animales, lana. Los
griego s trocaban el trigo del Ponto por vino y aceite del Nilo. Atenas y Corinto
eran los grandes centros de distribución.
De los puertos,poquísimos eran los artificiales,construidos todos para
resguardo y protección de las naves de guerra, antes que para las mercantes.
Era célebre el molo de Samos,de dos estadios de longitud, lo mismo que la
dársena y arsenal del Pireo, capaz de contener a cuatrocientos barcos;acá las
naves se echaban a tierra bajo techo,costumbre que perduraría muchos siglos.
No había en aquel tiempo derechos de aduana ni portazgos para los
buques. Fue en el oriente que se comenzó a dar ciertas normas para el
comercio, las que Atenas adoptó y fueron posteriormente incorporadas al
derecho romano.
Los griegos también aportaron a la geografía. Nearco de Creta descubrió
por orden de Alejandro la isla de Ceylán, a la que llamó Taprobana (324 a.C.).
Por otra parte, el ilustre Piteas, ciudadano de Massalia -Marsella- que había
calculado con pocos segundos de error la latitud de su ciudad natal, efectuó
un viaje exploratorio hacia el Atlántico; pasando por el canal de Bristol, dio
con Jeije, hoy día Irlanda, y derivó hasta la 'Ultima Thule' (Islandia). Lo más
interesante es que, maravillado ante las grandes mareas de la costa de Albión
en aquel canal, atribuyó dicho fenómeno a la atracción de la luna veinte siglos
antes de Newton.
Guerras púnicas: los beligerantes y sus móviles
Deben su nombre al gentilicio que los romanos daban a los fenicios.
Fueron tres y cubrieron más de cien años, con intervalos de paz entre una y
otra: la primera comenzó en 264 a.C. y duró veintitrés años; la segunda se
inició veintitrés años después y terminó en 201; la tercera , provocada ex
¿
professo' por Roma medio siglo después, duró cuatro años y borró a Cartago
del mapa en 146 a.C. En resumen, fue una lucha por el dominio del
Mediterráneo occidental, impuesto por la intransigencia de dos imperia-
lismos en expansión.
Cartago había sido fundada en 1059 por un puñado de fenicios. Ubicada
estratégicamente en la costa de Túnez,frente a Sicilia,se constituyó en un
estado marítimo-comercial que,a semejanza de sus antepasados,fundó colonias.
36 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Y efectuó conquistas entre los siglos VI y III a.C.
Tuvo dos grandes navegantes y exploradores: Hannon, que llegó al sur
del Africa con sesenta galeras, llevando treinta mil emigrantes a Sierra
r
Leona; y Himilkon, que expedicionó al norte de Europa entre los años 509
y 503. Tras éste llegaron luego a Inglaterra y el Báltico sus compatriotas en
busca de materias primas. Después de los fenicios, sólo los cartagineses
salieron al Atlántico y visitaron las Canarias, pues daban muerte a los
extranjeros que osaban seguirlos. Navegaban de noche guiándose por las
estrellas, con cuyas constelaciones alcanzaron a familiarizarse notable-
mente.
El pueblo cartaginés no fue guerrero, pero para proteger sus factorías en
el interior del África y dentro del Mediterráneo, tales como Malta, Cerdeña
y las Baleares, mantenía un ejército mercenario bien pagado. Como poseían
buenos buques, lograron conservar sus dominios durante tres centurias a
despecho de la mayor parte de los otros pueblos, ejerciendo un auténtico
monopolio comercial en el mundo conocido, al punto de imponer a Roma
la prohibición de comerciar por mar. Por eso cuando ésta llegó a tener
marina, vió en Cartago a su peor enemigo.
Roma, fundada a orillas del río Tíber en 754 a.C., llegaría a dominar toda
la Península Apenina, organizada como una potencia militar. Es probable
que aprendiera de los etruscos el arte de construir navios, lo que ocurrió
cuando Anco Marco creó un puerto en Ostia el año 640. Desde entonces
comenzó a desarrollar un comercio de cabotaje local, que atrajo el interés de
los cartagineses, con quienes Roma celebró dos tratados, uno en 509 y otro
en 348, según los cuales ambas potencias se comprometían a respetar las
zonas de influencia marítima que en ellos se definían: un avance para Roma,
por cuanto antes le había estado vedado el tráfico por mar.
Agricultores y soldados, los romanos no sentían inclinación hacia el mar.
Cuando en 337 conquistaron Anzio, capturaron todas sus naves, incendian-
do algunas y conduciendo otras a Ostia, con cuyos rostros adornaron la
tribuna del Foro. Sólo en 311, cuando tenían bajo su órbita varias ciudades
marítimas, instituyeron los 'diumviri' navales como superintendentes de la
marina, y, dependientes de ellos, los 'quaestormi', residentes en otros
puertos del litoral. Naves de guerra se mencionan por primera vez en un
frustrado desembarco en la boca del Arno, en el 308; y en 282, cuando cerca
de Tarentum fueron los romanos atacados y derrotados. En todo caso, el
pueblo romano desconoció la importancia de una flota y hasta 260 su poder
naval fue nulo. Cuando logró tenerlo, fue cuando pudo definir a su favor
la puja con Cartago.
CAP. V - LAS GUERRAS PÚNICAS 37
Al expandirse, Roma ambicionó anexar a Sicilia, en circunstancias que
Cartago ya tenía un pie en ella. Cuando Pirro, el rey de Epiro, la invadió
adelantándoseles, Roma y Cartago pactaron no tratar separadamente con él.
Ya en 406 habían debido los siracusanos defenderse de los romanos, y con
éxito, pues, contando con unos doscientos trirremes, les habían hundido
numerosos transportes navales con soldados.
Las causas de las guerras púnicas se podrían reducir a tres: a) la verdadera
subordinación que habían establecido los mentados tratados de delimitación
de zonas comerciales; b) el choque de codicias en Sicilia; y c) el encierro a
que Cartago tenía condenada a Roma dentro del mar Tirreno, pues
dominaba las islas de Cerdeña, Córcega y Lípari, razón por la cual Roma
habría buscado una salida por el sur de Italia, conquistando la atrayente
Magna Grecia,
El motivo inmediato, el que desencadenó la guerra, fue una petición de
apoyo. El año 264 los mamertinos se habían apoderado de su vecina
Messana, hoy Messina. Atacados por cartagineses y siracusanos, pidieron
socorro a Roma. El cónsul Apio Claudio se dirigió a Reggio, donde embarcó
tropas en naves de las ciudades aledañas. Los cartagineses, mayores en
número, los obligaron a retornar a Reggio, reprochándoles la ruptura del
pacto, aunque les devolvieron las naves y prisioneros capturados. Apio
simuló retirarse, observado por las naves púnicas, pero cuando se distanció
de ellas, atravesó el estrecho de Messina y ayudó a los mamertinos, faltando
así a un acuerdo tácito, benévolamente otorgado por Cartago.
Las relaciones fueron empeorándose. Los cartagineses cerraron el estre-
cho de Messina y devastaron el litoral de la península, por lo cual el senado
romano acordó en259 combatir a Cartago en el mar: una decisión admirable,
de verdad, pues esos optimates no conocían los trirremes ni de vista, y jamás
habían presenciado un combate naval. Roma carecía de astilleros, arsenales
y constructores. Para modelo hubo que tomar una nave púnica varada y
entrenar a los remeros en seco, como en un gimnasio.
obteniendo dos victorias: una naval y otra terrestre; mas al regresar sufrieron
tal tempestad que apenas salvaron treinta de sus trescientos buques. Un
nuevo naufragio les hizo perder el año 253 varios transportes y ciento
cincuenta buques de guerra.
Creyendo llegado el momento oportuno, Cartago propuso la paz, pero
Roma se negó. En alguno de los diez años que ésta bloqueó y sitió a Lilibeo
se libró la batalla naval de Drepano, ganada por los cartagineses, el resto de
la escuadra tiberina fue deshecha cerca de Sicilia por una tempestad (249).
En 244 los romanos alistaron una gran armada, con la que se apoderaron
de Drepano y consiguieron un triunfo decisivo junto a las islas Egates. A raíz
de ella se firmó una paz obviamente desfavorable a Cartago, por cuanto
renunciaba a la isla de Sicilia. Luego tuvo que afrontar la sublevación de sus
mercenarios, impagos. Para colmo, Roma se aprovechó de esas tribulacio-
nes, quitándole las islas Córcega y Cerdeña. Roma dominaba ahora el mar
Tirreno.
Cartago y asegurar las comunicaciones del ejército con Italia por medio de
una poderosa armada, Roma aparejó a principios del año 256 a.C. trescientas
treinta naves, de las cuales algunas estaban especialmente acondicionadas
para el transporte de caballos. Esta flota conducida por los cónsules Atilio
Régulo y Manlio Volso se dirigió a la costa meridional de Sicilia, en donde
embarcó cuatro legiones, una en cada escuadra. En cada nave iban ciento
veinte soldados y trescientos remeros; en total, cerca de ciento cuarenta mil
hombres.
Por su parte, los cartagineses habían hecho denodados esfuerzos para
oponer una flota a la romana, dispuestos a no permitir que el contrincante
pusiera sus plantas en Africa. Reunieron trescientos sesenta navios con unos
/
Antecedentes
Durante el siglo anterior a la era cristiana, graves acontecimientos
políticos agitaron a Roma. El período que corrió entre los años 102 y 27
a.C.dividió a la República, ya en decadencia, en bandos enconados. Del 90
al 78 la rivalidad armada estuvo capitaneada por Mario, el protector de la
plebe, y el aristocratizante Sylla, quien, antes de morir rodeado de placeres,
había gobernado dictatorialmente.
En los años 63 y 62 sucedió la conjuración de Catilina, amenaza para el
Senado denunciada a tiempo por el cónsul Cicerón.
Tres años después se formó el primer triunvirato: César, Pompeyo y
Craso. César, que destacaba como general, conquistó la Galia del 58 al 50,
a continuación de la cual estalló una guerra civil entre sus huestes y las de
Pompeyo. César pasó el río Rubicón armado, quedando así al margen de la
ley; resignado, exclamó: La suerte está echada . Al resultar vencedor, llevó
£ 1
llamado ahora 'prefecto de la armada', era conferido por los cónsules a los
caballeros romanos, aunque a veces fue dado a libertos. Tanto la oficialidad
naval como los soldados de marina fueron siempre tenidos en menos que sus
correspondientes del ejército.
C A P Í T U L O VII ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO
Auge y decadencia
Dada la fascinación que la civilización suele ejercer entre los bárbaros,
algunas fronteras del vasto Imperio eran inseguras. Incluso en algunas la
presión bélica era contenida difícilmente mediante pactos con los grupos más
dispuestos a recibir parcelas, a reclutarse por un sueldo u otro precio, hasta
que sencillamente cuajó una insurrección o las tribus exteriores atravesaron
la frontera. Nadie pensó que tras doscientos cincuenta años o más de paz, ésta
pudiera esfumarse.
Ya hemos visto cómo salvó sus crisis la república romana y cómo se
afirmó con la creación del imperio, alcanzando entre los siglos II y III su
apogeo, para empezar después a decaer lentamente, sin preocuparse de su
seguridad a alto nivel.
Pasada la mitad del siglo III de nuestra era, el Imperio Romano se extendía
todavía desde el Atlántico hasta el Tigris, y desde los ríosRin y Danubio hasta
el desierto de Sahara; pero el gran Estado ya no marchaba como antes; desde
luego se le hacía cuesta arriba mantener sus límites pese a sus millares de
soldados, que tampoco eran como antes, aguerridos y arrogantes, sino
amortiguados por levas de mercenarios bárbaros, al extremo de dejar a los
mismos como celadores de sus lejanas regiones.
Desde las fronteras del noreste migraron hacia el Ponto diversas hordas
de bárbaros. De éstos, los godos recorrieron en frágiles embarcaciones de
madera el Ponto Euxino, atacando y destruyendo Pityo, Trebizonda y
Cízico, y más tarde el Pireo y las costas del Egeo, sin que una escuadra
romana los enfrentara.
CAP. VII - ROMA ENTRE AUGUSTO Y AUGÚSTULO 57
En efecto, la crónica romana no vuelve a hablar de fuerzas navales hasta
el año 287, en que se refiere a sus actividades en el Atlántico septentrional.
Ese año el emperador Maximiano, para reprimir las incursiones de los
francos, había formado una escuadra en Gesoriaco, al mando de Carausio,
quien, dirigiéndose a Britania, se había declarado independiente. Sus naves,
acrecentadas en número, dominaban ese océano, por lo cual al emperador
no le quedó otra alternativa de poder que alistar en los ríos de Galia una nueva
escuadra, en la que al despuntar la primavera se hizo a la mar; batida por la
de Carausio, hubo de concederse a éste la soberanía sobre Britania, la que
no resultó afectada cuando, pocos años después, el emperador Constancio
reconquistó Gesoriaco, hoy Boulogne-sur-Mer, en cuyo puerto capturó
parte considerable de la fuerza de Carausio.
Tres años sucesivos demoró Constancio en construir en Galia dos
escuadras: una en Gesoriaco y la otra en la boca del Sequena (Sena), con el
objeto de invadir Britania. En cuanto estuvieron prestas, las envió al ataque
en 296. Asclepiodoto, prefecto de la armada del Sequena, cruzó el canal de
La Mancha en un día borrascoso y con viento a la cuadra, llegando a la isla
de Vectis (hoy Wight) con neblina, por lo que Aleto, asesino y sucesor de
Carausio, que se encontraba en la isla con una fuerte escuadra, no pudo
avistarlo. Asclepiodoto desembarcó e incendió las naves de aquel. Aleto, que
lo atacó en tierra, pereció en la batalla. Entonces Constancio remontó el
Támesis con la otra flota romana en medio de una espesa neblina y
desembarcó en Londres, sometiendo de nuevo Britania al Imperio.
No hay consignados hechos navales desde mediados del siglo IV hasta
mediado el V, puesto que ni los emperadores ni los bárbaros establecidos en
diversas provincias del Imperio poseían naves de guerra; ni siquiera la
ordenanza militar de Constantino menciona la armada del Imperio.
perder de vista la tierra hasta cerca de una isla que posiblemente era Pemba,
con lo que se agregaron veintiún grados de latitud al trazado de la carta del
rumbo. Los relatos de los navegantes y traficantes fueron los que dieron el
material para la compilación del 'periplo eritreo', es decir, la circunvalación
del océano índico, documento geográfico de los más útiles de la antigüedad,
atribuido a Arriano, donde figura por primera vez Tine, país productor de
seda en bruta y tejida: la China...
Con estos datos Claudio Tolomeo, astrónomo de Pelusio, escribió un
tratado de geografía matemática por el año 141, en el cual fijaba la latitud
y longitud de las principales ciudades por él conocidas, llegando a consignar
la latitud con errores no mayores de un grado, y la longitud con un máximo
de dos, referidos al meridiano de Alejandría. Errores tales en el cómputo de
la longitud se explican por la ausencia de cronómetros, ya que ésta se medía
por el tiempo que demoraban los navegantes, según que el viento y la
corriente los empujara o detuviera, sin que existieran medios para calcular el
paso exacto del sol por el meridiano. Fue de Tolomeo que deriva el nombre
'tolemaico' puesto al sistema geocéntrico, el cual consideraba a nuestro
planeta el centro del universo, haciendo girar el cielo de oriente a occidente,
en contra de la teoría de Aristarco de Sanios, astrónomo próximo al 280 a.C.
que enseñaba el movimiento de la Tierra. El sistema tolemaico iba a ser
seguido umversalmente hasta su refutación por Copérnico.
La aguja magnética
La introducción de la aguja magnética, comúnmente conocida durante el
siglo XIII como 'brújula marina', originó una revolución en el arte de
navegar. Conocida por los chinos desde 3.500 a.C., cuando descubrieron la
propiedad del metal imantado de apuntar siempre hacia el norte -o, como
ellos decían, según Marco Polo, 'hacia el sur'-, fue adoptada por los árabes,
de quienes la heredaron los normandos conquistadores de Sicilia a mediados
del siglo XII, y luego los marinos italianos. Entonces empezó una larga
transformación que llegaría a culminar siglos después en un preciso compás
magnético en suspensión Cardano (o Cardán). Se hizo así indispensable en
todo buque que pretendiera lanzarse mar afuera prescindiendo de la guía de
las estrellas, inexacta y no siempre disponible. Atribúyese a Flavio Gioia la
aplicación de este hallazgo a la náutica. Piloto nacido en Positavano, cerca
de Amalfi, ideó en 1303 aplanar la aguja imantada y colocar su centro en
equilibrio sobre un perno sobre el cual pudiese girar. El invento se fue
perfeccionando al agregarle una rosa, dividida primero en dieciséis y después
en treinta y dos partes, y al encerrar el conjunto en una caja cubierta con
vidrio, llamada 'bossola', de donde proviene la voz castellana 'brújula'.
CAP. IX - EL BUQUE Y SU PALAMENTA 79
Estrategia y táctica. Una ordenanza del emperador León.
Como se verá en el relato de las batallas medievales, la táctica no difería
mucho de la practicada por los romanos, que a la vez era una derivación de
la griega. Puede constatarse que los principios básicos eran los mismos de la '
antigüedad y que los tiempos modernos conservarían a pesar de las diferen-
cias en cuanto a buques, armamento y elementos.
Sin embargo, la táctica medieval se limitó a procedimientos inferiores a
los de los romanos, aun teniendo mejores armas. Por ejemplo, la costumbre
de amarrar las naves unas a otras en posición defensiva, casi constante en el
Mediterráneo y en el océano, había sido usada en la antigüedad sólo por
Escipión -en Utica- y por razones apremiantes. Aún el empleo del espolón,
___ í
arma tan recurrida en la antiigüedad como más tarde, fue poco frecuente en
el medioevo, en cuyo decurso no observamos ningún nuevo orden de batalla,
movimiento, maniobra u estratagema de que no se hubiesen valido los
antiguos; sólo el emperador León de Bizancio habría de ser un maestro de
almirantes y capitanes.
El césar bizantino León VI el Filósofo (886-912) dejó con sus obras una
huella profunda sobre el arte de la guerra. Su "Naumaquia" viene a ser algo así
como una ordenanza completa, desde luego superior a las "Partidas" de
Alfonso el Sabio.
Comienza por referirse a la necesidad primordial de conocer el arte del
pilotaje, esto es, las diversas direcciones de los vientos, el movimiento y
aspecto de los astros, las declinaciones del sol y de la luna, los cambios de
estaciones y la previsión del tiempo.
Sigue con recomendaciones acerca de la construcción de los 'dromones'
para que sean eficaces para el combate, con sus amuradas no tan gruesas que
signifiquen mucho peso, ni tan delgadas que las rompa el golpe del enemigo;
observaciones sobre el aparejo y el armamento; la necesidad de llevar remos,
anclas y cabos de repuesto, lo mismo que útiles para reparaciones de
emergencia, sifón para el uso del fuego griego y plataforma para los
flecheros; etc.
En la organización de las dotaciones establece un comandante, un
teniente, un alférez, dos pilotos para el gobierno y cincuenta remeros, de los
cuales los dos de proa deben destinarse, uno a la bomba y otro al ancla; fija
los puestos de cada hombre en el combate y sus obligaciones; también trata
del rol que han de desempeñar las embarcaciones más pequeñas en la guardia
de las escuadras, la exploración y todo cuanto requiere velocidad.
80 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Hace especial hincapié en la preparación del personal, pues de nada
sirve el número de naves si el equipaje que llevan es malo, aun cuando
deban combatir a pocos enemigos. Se refiere luego a los barcos de carga
de bagajes, víveres y armamento para la flota; al armamento y armadura
que debe usar el personal de acuerdo con su colocación en el combate, ya
sea sobre cubierta, en el castillo o el abordaje; y de las condiciones físicas,
intelectuales y morales de los que debían componer las diferentes partidas.
Recomienda que los abastos, especialmente víveres, jamás falten, y
prohibe a todos los jefes cometer injusticias y aceptar regalos de los
subalternos.
Continúa con la organización para la navegación en escuadras de tres o
cinco naves; da órdenes sobre entrenamiento, primero en cada nave, después
por divisiones, y por último por escuadras.
Es muy cautivadora la manera como aborda en forma de instrucciones
la estrategia y la táctica, por lo que vamos a reproducirla textualmente:
'Diré cómo debe ordenarse en la batalla. La fortuna tiene sus momentos y la guerra
sus incertidumbres: de ahí que conviene tratar de vencer con alguna estratagema o
sorpresa, y no empeñarse en la batalla decisiva si no hay una absoluta necesidad. Hay
que guardarse de aproximarse al enemigo lo suficiente para que no pueda rehuirse el
combate, salvo que se tenga completa seguridad en la fuerza propia y en el valor del
personal Sobre todo es necesario provocar la emulación de nuestro personal y la
protección divina con una vida ejemplar, austera, honesta, íntegra, sobria y con
humanidad hacia los prisioneros, manteniendo una constante disciplina en la armada
de vuestro mando. Evitad dar la batalla en vuestras costas; es mejor hacerlo en las del
enemigo, porque éste, viendo detrás de sí un refugio seguro, mostrará menor firmeza. Los
romanos y los bárbaros no combaten por el honor; pero vosotros debéis preferir la
muerte a la fuga vergonzosa'.
Dispone luego que antes de la refriega se reúnan los comandantes para
discutir las circunstancias; en caso de que se tomen resoluciones diversas de
las que se habían dispuesto, han de hacerse saber a cada unidad, para lo cual
todas ellas deben estar pendientes de las señales que emita la nave capitana.
Cada orden ha de tener su señal especial, convenida de antemano, con
banderas, luces u otros objetos visibles colocados en combinacióno aislados,
al tope, a la banda, al medio, abajo, a media asta, cambiando también el color
y la forma de las banderas. Recomienda no usar la voz ni la bocina durante
el combate, debido a la dificultad de ser oídas en medio del ruido de los
remos, las flautas y los gritos de los contrincantes; especialmente indica que
los comandantes deben ejercitar las señales para no equivocarse, lo que
considera de suma importancia.
CAPÍTULO X - EL E S C E N A R I O M E D I T E R R Á N E O ( S I G L O S VI A X V )
Constantinopla
La capital del Imperio Romano de Oriente debe su origen a colonizadores
griegos provenientes de Megara, que la fundaron con el nombre de Bizancio
en 658 a.C., y su prosperidad comercial, a su ubicación geográfica a orillas
del estrecho de Bosforo. Poseída durante medio siglo por los persas y
liberada por los atenienses, había recuperado su independencia en 355 a.C.,
para volver a perderla bajo el reino de Macedonia, tras cuyo ocaso se había
hecho aliada de Roma.
A esta ciudad, casi destruida en el año 196 de nuestra era, pero
convenientemente ampliada y adaptada, trasladó Constantino la capital del
Imperio Romano, en adelante llamada por su nombre: Constantinópolis.
Aunque su jurisdicción se redujo cuando Teodosio dividió ese imperio en
dos el año 395, gracias a ello ganó en plasticidad para defenderse mejor de
las invasiones bárbaras, desviándolas hacia occidente o sosegándolas con su
diplomacia, dinero y armas, respaldadas por una eficiente marina comercial.
Pero no se contentó con combatir a todos los que se le presentaron como
enemigos, sino que resolvió civilizarlos y convertirlos al cristianismo.
Avanzada del cristianismo en Oriente, a menudo desplegó todo su poder en
función de dicha causa. Ciudad griega de sangre y lengua, conservó los
tesoros literarios de la antigüedad helénica, librándolos de los desmanes
cometidos primero por los germanos y después por los árabes; con justicia
se ha calificado a los bizantinos de 'bibliotecarios del género humano'.
Para dar una idea de la extensión territorial de este imperio, aclaremos que
comprendía los Balcanes en Europa, Egipto en Africa, y Anatolia, Siria y
t
Los árabes
A mediados del siglo VII aparecieron los árabes en el Asia Menor y
Africa, disputando a los bizantinos el cuerno izquierdo de la medialuna
/
La expansión árabe
Pocas veces se ha visto conquistas más rápidas que las de los árabes. El
ejército del emperador Heraclio fue derrotado en Yarmuk y la Siria entera,
con todas sus ricas ciudades marítimas, cayó en poder del califa Ornar, que
dió el gobierno de esta región a un hombre hábil y audaz llamado Moawiya.
Dióse cuenta el visir de que el camino más corto a Constantinopla era el mar,
dedicándose desde entonces a entrenar a su gente, resecada por el sol del
desierto, en las naves que tanto abundaban en el litoral a su cargo. Tras poner
a Chipre bajo tributo, se apoderó de las Cíclades y de Rodas, y más tarde,
en 655, atacó en el golfo licio de Issaluke a la flota bizantina mandada por
Constantino II en persona. Corta fue la lucha La preparación y ardor
inesperados de los árabes sorprendieron a los marinos griegos. El propio
césar salvó de irse prisionero solamente por el sacrificio de uno de sus
hombres, que, cubierto con las insignias imperiales, se lanzó al combate hasta
caer muerto.
Las sublevaciones contra los nuevos amos en las provincias conquistadas
aliviaron a Constantinopla, pero pocos años más tarde los árabes se
apoderaron del Egipto y demás costas africanas hasta el Atlántico.
CAP. XI - EL IMPERIO BIZANTINO 89
El año 672 Moawiya, ungido califa, preparó una flota capaz de aniquilar
a cualquier fuerza griega que se presentase, con el fin de adueñarse de la
capital del Imperio. Desembarcó un ejército en las costas de la Propóntide
y asedió con su flota a Constantinopla durante seis años por todas partes. En
noviembre de cada año su armada se retiraba a Cízico, para volver en la
primavera siguiente. Los bizantinos se defendieron con valor a las órdenes
de su emperador Constantino el Barbudo, socorrido por un nuevo elemento
de combate que hasta la fecha era desconocido en el Mediterráneo: el fuego
griego, del que ya hemos escrito. Los árabes demorarían cuatro siglos en
descubrir el secreto, aplicándolo enseguida contra los cruzados. Al fin los
árabes abandonaron la empresa en 679 y su flota, sorprendida por una
tempestad frente a Antioquía, se perdió casi entera.
En el intertanto, los árabes habían destruido Cartago, que ya nunca había
de resucitar, y, arrastrando consigo a otros beduinos como ellos, estaban a
punto de franquear las Columnas de Hércules, a cuyo peñón ('yébeP)
llamaron con el nombre de su jefe Al-Tarik, de donde deriva el topónimo
Gibraltar. En 675, alistando varias barcas, trataron de desembarcar en
Algeciras, siendo rechazados por Wamba, el rey visigodo de España, quien
les incendió gran parte de sus naves.
Pero un cuarto de siglo después era España invadida y conquistada por
ellos, salvo la costa cantábrica, desde donde habría de iniciarse la reconquis-
ta. Los reinos hispánicos iban a luchar por su religión y libertad durante
setecientos diecinueve años, lo que hizo a sus pueblos valientes y abnegados,
capaces de aventurarse a su vez hacia el exterior, no sin cierto fanatismo
religioso.
No sólo por Africa y España se esparcían las huestes isl ámicas. Ya en 63 7
t
habían salido tres expediciones desde las costas de Omán; una desembarcó
en la isla de Tanah, no lejos de la moderna Bombay, la segunda atacó la
ciudad de Bacond, en las costas del golfo de Cambay; y la tercera se dirigió
al delta del Indo.
Pero Constantinopla era el sueño dorado de los califas. En 717 entró
Solimán al Bosforo, desembarcó un ejército en Abydos y siguió rumbo a la
capital, que bloqueó; mas un fuerte vendaval del norte lo arrojó desordena-
damente afuera del estrecho. Aprovechó semejante albricia el emperador
León III Isáurico, lanzando varios brulotes llenos de fuego griego, que dieron
cuenta de numerosas naves de Solimán, quien prefirió refugiarse detrás del
promontorio de Sostene, retornando en la primavera siguiente ante
Constantinopla, reforzado con dos escuadras venidas del Africa. Su sucesor
r
90 CARLOS AGÜIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Ornar, al mando de un ejército haraposo y hambriento, y atacado con
brulotes, se vió forzado a levantar el sitio después de trece meses. Su flota
fue desmantelada por el mal tiempo reinante a la salida del estrecho.
A fines del siglo VIII el Imperio Bizantino había perdido más de la mitad
de sus provincias a manos de los musulmanes; los eslavos le habían privado
de gran parte de la Macedonia e Iliria, quedándole en el Adriático sólo la
península de Istriay algunas ciudades aisladas. En Italia, ya dominada en gran
parte por los lombardos provenientes del Danubio, y en donde comenzaban
a descollar los marinos de Venecia, únicamente le restaban algunas posesio-
nes en el sur y en Sicilia.
La medialuna árabe, en cambio, había llegado a ser más grande que el
imperio de Alejandro Magno y casi igual al romano en tiempo de su
opulencia, pues lindaba en Asia con el Indo, Tibet y China, en Africa con el
desierto saharí, y en Europa poseía casi toda España y algunas partes de Italia.
El año 883, mientras los esclavos negros se sublevaban en Bagdad, la
capital del califato abasida,^ una flota árabe entró al mar de Mármara,
amenazando a Constantinopla. El emperador Basilio había entregado el
mando de sus fuerzas navales al valiente y preparado Nicetas. Este enfrentó
/
Los sarracenos
Los sarracenos -vale decir los árabes de Noráfrica-, sucesores de los
vándalos, salieron el año 884 a conquistar las islas Zante y Kefalonia con
sesenta grandes naves. Basilio envió contra ellos una flota numerosa al
mando de Nasar, quien, aprovechando la oscuridad de una noche, destruyó
casi por completo la escuadra enemiga. Acudió enseguida Nasar a Italia,
derrotando a otra escuadra sarracena junto al cabo Colonna y recuperando
para el Imperio algunas posesiones de esa península.
CAP. XI - EL IMPERIO BIZANTINO 91
León el Filósofo, sucesor de Basilio desde 886, sabiendo que una flota
sarracena conducida por el renegado León el Tripolitano ponía a saco la
costa griega, despachó contra ella cuarenta naves al mando de Eustaquio,
quien fue suficientemente cobarde como para huir a Constantinopla
apenas divisó al enemigo. Al recibir después el mismo encargo, Himero
encontró a los sarracenos cerca de Tassos en formación de combate, con
sesenta grandes barcos bien provistos de personal y maquinaria de guerra,
por lo que también se retiró sin combatir. Dejándolo alejarse, el apóstata
se dirigió a Tesalónica, la que capturó tras breve resistencia. Luego de
algunas acciones navales en que los norafricanos experimentaron varios
desastres, Damián, emir de Tiro, y el Tripolitano lograron reunir trescientas
naves, con las que cerca de Samos derrotaron a la flota de Himero (911).
Mientras tanto en Italia el papa Juan X, que había predicado una cruzada
con-tra los sarracenos el año 915, consiguió congregar una flota al mando del
patricio Cipingli, el cual, desembarcando en Nápoles para esperar a otras
naves italianas, principalmente pisanas, consiguió arrojar de la península
Apenina a los sarracenos, ayudado en tierra por las tropas pontificias y del
duque de Benevento, quedando en poder de los árabes sólo Cosenza y
Reggio. En cambio, Sicilia cayó por completo bajo el dominio musulmán
después de una victoria decisiva de Al-Hasán en 960 ante la flota bizantina.
CAPITULO XII - LOS REYES DEL MAR NORDICOS
de Dinamarca, con quien había puesto asedio a Londres en 994. Poco tiempo
después Olaf oficializó el catolicismo en Noruega. Esto le creó enemistades,
tanto en Suecia como en Dinamarca; como, además, en Noruega era odiado
por los hijos de Haakon, se formó entre todos ellos una alianza en su contra.
Aprovechando que Olaf se había dirigido a la isla Rugen para rescatar de
manos de Borislav las propiedades de su esposa, lo acecharon a su regreso,
siendo batido y muerto en la batalla de la isla Swold.
Fue ésta la más famosa de las batallas navales de los normandos. Tuvo
lugar el 9 de septiembre del año mil. El lugar preciso no puede ahora ser
identificado, porque la forma de las costas del Báltico ha sido considerable-
mente modificada a través de los siglos, en parte por el gradual embancamiento
de ese mar y en parte por las tormentas del siglo XIV. Swold se ubicaba
probablemente frente a la costa norte de Alemania, cerca de la isla Rugen.
La batalla se trabó entre Olaf I de Noruega y la coalición formada por su
primo y rival Erick Haakonson, Olaf de Suecia y Sveyn de Dinamarca.
Basados en los cantares épicos llamados 'sagas', que son las únicas fuentes
para estos sucesos de la historia, los autores han descrito esta batalla con
muchos rasgos de romance. Sin embargo, hasta los detalles más pintorescos
tienen sin duda un fondo de verdad, por lo cual han de tomarse en su justo
valor, sirviendo en todo caso para hacerse una idea muy aproximada de la
forma de combatir de los normandos.
Olaf había pasado el verano en el este del Báltico, mientras que los aliados
aguardaban su regreso al abrigo de la isla Swold. Poseía el noruego setenta
y una naves, parte de las cuales pertenecía a un jefe vikingo asociado, que,
agente del enemigo, desertó de su lado: Sigwald. Los buques de Olaf pasaron
por el fondeadero de las naves de Haakonson en una larga columna, sin orden
de batalla, debido a que no esperaban el ataque. El rey iba a retaguardia de
sus mejores naves. Los confabulados dejaron pasar los buques, embistiendo
sólo al de Olaf, quien hubiera podido escapar fácilmente en virtud de la
velocidad de su nave capitana, pero fiel a sus tradiciones de arrojo, en vez
de rehusar el combate, volvió a dar labatalla con las solas once naves que más
CAP. XII - LOS REYES DEL MAR NÓRDICOS 95
cerca suyo tenía. Adoptó la misma disposición que se usaba en la edad media
para combatir a la defensiva en el mar: amarrar los buques costado con
costado. Olaf hizo amadrinar su Serpiente Larga, el fino barco de guerra que
él comandaba, a los demás buques a sus órdenes, dejando el suyo al medio
de la línea, aunque sobresaliendo. La ventaja de esta posición era manifiesta,
ya que ella permitía a todos tener las manos libres para combatir. Formó una
barrera con los remos y vergas, consiguiendo de este modo anular la ventaj a
del enemigo, que, por su mayor número, quedaba bastante impedido de
atacar por ambos lados las naves de Olaf: grande y astuta táctica, ya que
entonces las armas usuales de los nórdicos eran espadas, jabalinas y flechas.
Así transformadas las fuerzas de Olaf en un fuerte flotante, fueron acome-
tidas de frente por los suecos y daneses, sin éxito. Erick, en cambio, atacó por
el flanco; su nave Ariete de Acero tenía 'barbada' su proa con barras de
hierro; con ella fue separando una a una las naves de Olaf hasta dejar suelta
a Serpiente Larga, que fue finalmente abordada. Olaf cayó al mar amarrado
a su escudo, de manera que con el peso de su armamento desapareció en el
acto de la superficie, sin que se le volviese a ver.
Lleno de energía y destreza, hábil en el manejo de toda clase de armas,
ingenioso y generoso con sus amigos, justo y magnánimo gobernante, Olaf
era adorado por su pueblo y venerado por sus soldados: tanto, que después
de su muerte llegó a ser el máximo héroe nacional de Noruega hasta hoy. Su
gente pasó muchos años esperando verlo aparecer de nuevo, pues corría la
leyenda de que había salvado de la batalla y vivía santamente en un convento.
Y LAS CRUZADAS
Las cruzadas
La primera cruzada (1096-1100) íúe mas bien una peregrinación popular
sin preparación ni organización militar, convocada por Pedro el Ermitaño.
Agostada por el largo viaje terrestre, fue finalmente liquidada por los turcos
selyúcidas. Las principales potencias marítimas cristianas comenzaron a
participar dos años después, de modo que sólo un reducido grupo organizado
pudo viajar por mar y llegar a su destino.
102 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Los primeros en zarpar fueron los genoveses, que tras una penosa
navegación durante el invierno de 1098, llegaron al puerto sirio de San
Simeón, todavía llamado Antioquía, a entregar al duque de Bouillon, que
sitiaba la ciudad, los víveres, máquinas de guerra y expertos artificieros que
tanto necesitaba, con cuya ayuda conquistó la plaza y continuó a Jerusalén.
Al principio de 1099 partieron los venecianos y písanos, con doscientas
y ciento veinte naves respectivamente. Ambas flotas se juntaron en Rodas;
pero como los venecianos querían llevar consigo las reliquias de San Nicolás
y los písanos se oponían, se trenzaron en combate. Victoriosos los venecianos,
después de saquear Esmirna, regresaron a su patria. Los písanos, repuestos
de sus pérdidas, siguieron rumbo a Jerusalén.
Entretanto, una nueva flota genovesa a cargo del cónsul Guillermo
Embriaco había entrado a Jaffa; apenas lanzadas allí las anclas, compareció
una numerosa flota egipcia. Embriaco, que llevaba buena provisión de
víveres y elementos de guerra para los cristianos, consideró que dicho
cargamento no debía exponerse a las contingencias de una batalla, dispuso,
pues, desembarcarlo en el acto y llevarlo al campo cristiano. Los egipcios
incendiaron en seguida las naves abandonadas por los genoveses, pero la
decisión del genovés determinó la caída de Jerusalén el 15 de julio de 1099
en manos de Godofredo de Bouillon. Poco después llegó la flota pisana.
En la primavera del 1100 envió Génova nuevamente a Embriaco, quien
capturó Cesareay con la ayuda de escuadras pisanas y venecianas se apoderó
de varias otras ciudades del Levante. Para sostener los principados cristianos
fundados en Palestina, Génova despachó durante trece años ocho escuadras,
entre las cuales una de setenta galeras. La acción de las repúblicas italianas
fue grandemente compensada; todas lograron establecimientos propios y
privilegios comerciales de importancia en las ciudades conquistadas, de
manera que si bien llevaban a los cruzados los elementos que ellos necesita-
ban, volvían atiborradas de ricas mercaderías.
En 1113 Pisa armó una fuerte escuadra para despejar el mar Tirreno de
piratas musulmanes oriundos de las Baleares. Debido al mal tiempo y
deficiente preparación náutica de sus pilotos, los písanos, en vez de dirigirse
primero a Cerdeña, fueron a dar a las costas de Cataluña, donde, creyendo
encontrarse en alguna de las Baleares, se entregaron al saqueo; reconocido
su error, hubieron de pedir perdón al conde de Barcelona, quien gustoso los
ayudó contra los moros. Pero no pudieron acercarse a las islas debido al mal
tiempo, hasta que en 1114 se adueñaron de Ibiza y en 1117 de Mallorca.
CAP.XTV-LAS REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS Y LAS CRUZADAS 103
Ese mismo año se declaró la guerra entre Génova y Pisa por causas
insignificantes. El conflicto había de durar catorce años de acciones esencial-
mente marítimas, con resultados alternativos; al fin los genoveses atacaron
con una poderosa flota el castillo de Piombino y lo tomaron, imponiendo una
dura paz a los písanos. No obstante haber salido recién de esta guerra, Pisa
alistó cien galeras, con las que liberó en 113 7 a Nápoles de los normandos
que la sitiaban; después le capturó a Amalfi los castillos de Scala y Scaletta,
lo que constituyó el golpe de gracia para esa potencia naval.
Los genoveses, que también eran siempre molestados por los piratas de
las Baleares, despacharon en 1138 una escuadra de veintidós galeras y varias
embarcaciones menores contra Menorca; al mando del cónsul Cafíaro, se
apoderaron rápidamente de la isla, dirigiéndose en seguida contra Almería,
a la que combatieron largo tiempo sin éxito. Algunos años después Génova
renovó la empresa; secundando a tropas españolas, capturó esa ciudad en
1147; meses después serían los moros arrojados de Tortosa.
Paralelamente se desarrollaba la segunda cruzada (1147-9), motivada por
la toma de Edessa por los selyucidas en 1144. Participaron en ella el
emperador germánico Conrado III y el rey de Francia Luis VII, que
cosecharon sonadas derrotas terrestres, mientras, en cambio, el emperador
bizantino Manuel iba recuperando las posesiones que los normandos de
Sicilia habían arrebatado a su Imperio.
Varios años transcurrieron sin hechos navales notorios, hasta que Génova
y Pisa volvieron a irse a las manos. Digna de mención en este conflicto fue
la acción del cónsul genovés Corso, quien no obstante su edad y con sólo
siete galeras destruyó en 1171 las fortificaciones de Pianosa. Sabiendo
después que la escuadra pisana había salido de Pisa a combatirlo, Corso
enfiló hacia el estrecho de Bonifacio; luego, regresando al litoral toscano,
remontó el río Arno y saqueó los suburbios de Pisa, aprovechando la
ausencia de su flota.
La noticia de que el 2 de octubre de 1187 Jerusalén había sido tomada por
el sultán selyúcida Saladino, quien antes se había adueñado de Egipto y Siria,
movió a los estados cristianos a hacer las paces. Písanos y genoveses,
alistando sus flotas y embarcando sus tropas, se dirigieron al oriente,
encontrándose en un puerto del archipiélago jónico con una división
veneciana. El conocimiento de que una flota mahometana excursionaba por
esos mares les hizo ver la necesidad de un solo mando, el que tocó en suerte
al jefe pisano. Cuatro días más tarde llegaba la flota cristiana a Siria y se
aprestaba a atacar San Juan de Acre, también llamada Tolemaida, entonces
104 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
en poder de los turcos selyúcidas.
El monarca inglés Ricardo I Corazón de León y el quinceañero Felipe II
Augusto rey de Francia aportaban algunas fuerzas navales, pero las de aquel
quedaron por el mal tiempo reducidas a sólo veinte galeras y algunas naves
de carga. También se dirigieron a Tolemaida, donde llegaron a congregarse
naves de toda Europa, incluso de Bremen. Por más que la escuadra del Sultán
trató repetidas veces de aprovisionar la plaza sitiada, siempre fue rechazada
por las naves cruzadas, y Acre cayó en 1191, meses después de que muriera
ahogado en un río de Armenia el emperador germánico Federico I Barbarroja,
cuyo sucesor Enrique VI recibiría tributo de Bizancio y homenaje feudal de
los reyes de Chipre y Armenia.
La cuarta cruzada (1202-4) fue encabezada por Balduino de Flandes,
quien pidió a Venecia el favor de transportarle su ejército, a cambio, Venecia
obtuvo ayuda para someter a Zara. En octubre de 1202 salieron en esa
dirección unos cuarenta mil hombres sobre la flota veneciana, compuesta por
cincuenta galeras y cerca de cuatrocientos barcos de carga, a cargo del
nonagenario dux Dándolo, casi ciego. Después de capturar y saquear Zara,
donde invernó, la armada navegó rumbo a Korfu, siguió hasta el Negroponte
y Abydos, y en julio de 1203 se presentó ante Constantinopla. En todo este
crucero no fue molestada por fuerzas griegas; el Imperio Bizantino, en
manos de hombres ineptos y deshonestos, sólo poseía unas cuantas naves.
Comenzó el sitio de esa capital, atacada en tierra por los cruzados y desde
el mar por los venecianos, que al mando de su dux lograron apoderarse de
veinticinco torres y ayudar a los primeros, repelidos por mayores fuerzas.
Habiéndose fugado el emperador Alejo, fue reemplazado por Isaac Angellos,
quien pidió la paz sólo para ganar tiempo, puesto que a poco los griegos se
apoderaron de diecisiete naves, que cargaron con leña seca, estopa, pez y
otras materias combustibles y las lanzaron contra la flota veneciana durante
la noche, aprovechando un viento favorable. Los venecianos, con gran
rapidez y audacia, tripularon algunos esquifes con los que apartaron aquellos
brulotes, llevándolos a remolque al canal, en donde los abandonaron a la
corriente. Después de dos asaltos en abril de 1204, Constantinopla pasó a
poder de los cruzados, que eligieron emperador a Balduino; así nació
entonces el llamado Imperio Latino de Oriente. Los venecianos obtuvieron
más de la cuarta parte del territorio imperial.
En la quinta cruzada (1217-21), el rey Andrés II de Hungría desembarcó
en Acre. Hubo desacuerdos entre los cruzados acerca de los objetivos; así,
CAP.XIV-LAS REPÚBLICAS MARÍTIMAS ITALIANAS Y LAS CRUZADAS 105
Juan de Brienne, rey de Jerusalén, declaró la guerra en vez de marchar a
Palestina. Desalentados por sus derrotas, se reembarcaron.
La sexta cruzada, dirigida con éxito por el excomulgado emperador
Federico II a recobrar Jerusalén (1228-9), no incluyó encuentros marítimos
ni operaciones en el mar; tampoco la séptima cruzada (1248-54)), salvo el
transporte de las tropas de Luis IX de Francia en naves italianas, provenzales
y catalanas aEgipto, por cuyo rescate el rey, hecho prisionero con su ejército
camino de El Cairo, hubo de devolver lo conquistado en el delta del Nilo.
En 1228 Juan de Brienne, emperador latino de Constantinopla, fue
amenazado por la connivencia entre el emperador bizantino establecido en
Nicea y el rey de Bulgaria, por lo cual solicitó ayuda a su aliada, Venecia, la
que envió veinticinco galeras al mando de los proveedores Querini y
Gussoni quienes hallaron a la flota griega cruzando la entrada del estrecho
de Dardanelos. Aunque inferiores en fuerza, los venecianos, sabiéndose
superiores en pericia náutica, atacaron al enemigo y lo vencieron. Dos años
después otra escuadra de Nicea, que pretendía bloquear a Constantinopla,
fue derrotada por dieciséis galeras venecianas al mando de Juan Michieli, y
algunos navios písanos y genoveses.
En 1261, Balduino, sucesor de Brienne, fue asediado por el nuevo
emperador de Nicea, Miguel Paleólogo, quien en Ninfeo había acordado a
Génova grandes ventajas comerciales a cambio de un socorro de cincuenta
galeras. Esta fuerza logró ahuyentar a la escuadra veneciana que se encon-
traba en el estrecho protegiendo a Balduino, merced a lo cual los griegos
pudieron recuperar Constantinopla de manos de los usurpadores flamencos.
La potencia genovesa quedó considerablemente mejorada en Oriente, con
proporcional perjuicio de Venecia, cuya enemistad hacia aquella subió
abruptamente de tono.
El santo rey francés Luis IX resolvió en 1269 combatir nuevamente a los
musulmanes. Pidió a todos los estados cristianos interceder ante Venecia y
Génova por la paz, en beneficio de su proyecto. Ambas repúblicas concertaron
un armisticio. Venecia contribuyó con unas pocas naves; no así Génova, que
las proporcionó numerosas y provistas de bastante personal, el que se
distinguió en la toma de la alcazaba de Cartago. Es sabido que San Luis murió
de peste en Túnez, en agosto de 1270, y cómo esta octava cruzada que él
capitaneara terminó desastrosamente, cogida por una borrasca en Sicilia,
donde invernaba antes de partir a Palestina. Carlos de Anjou, rey de Sicilia
y sucesor del santo en esa cruzada, agravó la situación de la expedición al
apoderarse de todo lo que el mar arrojó a la playa, sin consideración por el
106 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
mejor derecho de los genoveses.
Panorama general.
Al finalizar la guerra de los Cien Años (1336-1453) no habían
terminado de formarse todos los actuales estados euro-occidentales. Los
escandinavos, suizos, escoceses, ingleses y franceses estaban ya definidos
como naciones e incluso como potencias en ciernes. Pero en el resto de
Europa -los territorios del Sacro Imperio y de las penínsulas Apenina e
Ibérica-, los señoríos autónomos, las ciudades independientes y los reinos
no llegaban todavía a fundirse según la configuración hoy existente.
Dichos países protagonizaron entonces numerosas guerras. Ensambladas
unas con otras, las acaecidas en el Mediterráneo parecen formar una sola y
permanente conflagración. Las motivaciones eran dinásticas, comerciales o
de represalia. Al no tratarse de finalidades nacionales serias, la tarea de
sintetizar los hechos deviene una tarea poco grata; pero reduzcámonos a lo
monográfico y operativo, y desprenderemos útiles lecciones. Se trata de
choques entre flotas de cientos de buques, a veces conformando alianzas
variables, en que los enemigos de un lustro eran los aliados del siguiente, y
viceversa.
Luchando siglos por expulsar a los emires moros de sus territorios, los
reinosibéricos-Portugal, Castilla, Aragón- y las Dos Sicilias (Sicilia más Italia
meridional) crearon sus propias marinas. Alfonso X el Sabio se valió de los
genoveses para instituir en 1260 una pequeña marina castellana, acerca de
cuya organización dedicó algunas disposiciones del código llamado de "Las
Siete Partidas". La ayuda genovesa a Aragón contra los moros fue incluso
militar. Genoveses y venecianos sirvieron de asesores de las nacientes
marinas transalpinas; incluso entrado el siglo XVI ayudarían a la de Francia.
Haremos un relato resumido y aproximadamente cronológico de lo
acontecido en la mitad poniente del Mediterráneo en los últimos siglos del
medioevo, destacando las batallas típicas de la época. En capítulo aparte
108 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
nos referiremos el duelo véneto-genovés.
abordó una galera contal fuerza, que cayeron al agua casi todos los hombres
que había en cubierta. Cogidos completamente de sorpresa, los franceses no
pudieron defenderse en forma y perdieron sus naves, excepto doce galeras
que, luciendo la misma señal que las aragonesas, lograron huir a los gritos
de '¡Aragón!' y '¡Sicilia! . Dejaban cuatro mil muertos y gran cantidad de
3
Esperaba ser asaltada en cualquier momento por los ligures. Estos, sin
embargo, no quisieron aprovechar la victoria, puesto que en 1355 le
otorgaron una paz sin grandes condiciones.
Anzio, Pola y la campaña genovesa de Dalmacia (1378-79)
Por esos días Génova sacudió el yugo de los Visconti, volviendo al
régimen republicano bajo un dux, tal como era gobernada Venecia desde
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 129
encomendada, hubieron de combatir, siendo derrotados; el propio Fieschi
fue apresado con cuatro galeras suyas; las demás lograron escapar, menos
una, que naufragó.
La noticia de aquella calamidad inflamó el espíritu genovés. El almirante
Luciano Doria se dirigió con veintidós galeras y seis grandes naves a vela
hacia el Adriático con la intención de ocupar Zara, puerto nominalmente
perteneciente al rey de Hungría, aliado de Génova, para establecer en él una
base de operaciones. Informado, Vettor Pisani tomó posición al abrigo del
cabo Santa María, adonde pronto compareció Doria El genovés, teniendo
el viento en contra, viró en semicírculo y tomó a remolque las naves a vela,
permitiendo así a Pisani, que lo seguía, acortarle distancia. Doria recurrió
entonces a una estratagema: giró rápidamente en son de batalla, en vista de
lo cual Pisani se detuvo para organizar su flota, lo que aprovechó Doria para
alejarse rápidamente y entrar a Trau, en Dalmacia. Varias veces trató Pisani
de atacar a Doria poniendo sitio a Trau, pero el frío y la falta de alimentos
lo indujeron a refugiarse en Pola, lo que aprovechó Doria para dirigirse a
Zara.
Después de algunos hechos menores, el 5 de mayo de 1379 Luciano Doria
se presentó de improviso con veintidós galeras ante Pola en orden de batalla.
Vettor Pisani no poseía fuerzas suficientes ni listas; es más: tenía orden del
Senado de no arriesgar inútilmente la única flota de la república; pero,
excitado por la presión de sus capitanes, resolvió al fin recoger el guante.
Precisamente esto deseaban los genoveses, satisfechos de que los enemigos
estuviesen tan separados de tierra como para no poder salvarse a nado. Al
efecto simularon una fuga hasta persuadir a los venecianos a alejarse tres
millas del puerto, momento en el que viraron y cayeron con denuedo sobre
ellos. Hora y media duró la lucha antes de que los ligures pudieran cantar
victoria. Pisani consiguió escurrirse con siete galeras averiadas, dejando en
poder de sus contrincantes quince, y tres naves cargadas de granos y carne.
Los prisioneros totalizaron dos mil cuatrocientos y los fallecidos, entre
setecientos y ochocientos. Durante el combate murió el almirante Luciano
Doria, reemplazado por Ambrosio Doria. Los vencedores, una vez más, no
explotaron su triunfo y regresaron a Zara.
La victoria de Pola causó gran asombro en Venecia, cuyo senado condenó
a Pisani a seis meses de cárcel y a la privación de todo oficio público. Génova,
por su parte, aparejó quince galeras y nombró almirante de la flota del
Adriático a Pedro Doria, pariente de Luciano.
130 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Embotellamiento de Chioggia (1380)
Pedro Doria se dirigió inmediatamente a Zara, donde se impuso de que
Ambrosio Doria había reparado las galeras ganadas en Pola y colocado en
los remos a los esclavos y bizantinos que había entre los prisioneros. Con esta
fuerza había realizado una excursión hasta la propia Venecia, capturando en
la boca del puerto de San Nicolás de Lido una nave que llegaba de Siria,
cargada de ricas mercaderías. Después, hostilizando en el mar a cuanta nave
veneciana vió, había regresado a Zara, donde entregó el mando al nuevo
almirante.
Reunió éste toda la fuerza disponible, que llegaba a cincuenta galeras y
más de cien barcos de carga fabricados en Dalmacia. Planeaba con ayuda de
Padua y Hungría enseñorearse de Chioggia y después, de Venecia. Así obró.
Venecia se defendió con uñas y dientes; desde luego llamó en su auxilio a
Cario Zeno, que al principio de la guerra había sido despachado al oriente con
varias galeras para expoliar a las colonias genovesas en una guerra de corso.
Crítica debe haber sido la situación de Venecia después de la toma de
Chioggia y del avance de Doria sobre los canales de la ciudad. Una mañana
al apuntar el alba se vió ondear sobre las torres de Chioggia el estandarte
genovés de san Jorge en sustitución de la bandera de san Marcos, echada a
tierra.
Por suerte para Venecia, el rey de Hungría y los Carrara de Padua se
retiraron de la alianza con Génova. Doria tentó la toma de la capital forzando
el paso deMalamocco y avanzando hasta Poveglia, desde donde bombardeó
las primeras casas de la ciudad, pero las bocas de los canales fuertemente
obstruidas y los bajos fondos no le permitieron pasar adelante con naves
mayores. Además el pueblo, imponiéndose al Senado, obtuvo que Vettor
Pisani saliera de la cárcel y recibiera el mando bajo la inmediata supervisión
del dux Contarini. Algunos querían pelear valerosamente, y otros, abando-
nar Venecia trasladando la señoría a la isla de Creta. Pisani estuvo de acuerdo
con los primeros, desechando todo intento de traslado o fuga; pero nadie se
atrevió a atacar a los genoveses con personal inexperto y barcas mal
equipadas.
Doria, sabedor de que la escuadra de Zeno se dirigía a su patria, estimó
arriesgada su posición, por lo que saqueando lo que pudo en Poveglia y
Malamocco, regresó a Chioggia. Ahí perdió el tiempo en discusiones con
Carrara, lo que aprovechó el enemigo para burlarlo en todas partes al amparo
de un tiempo nebuloso. Contarini condujo hasta la entrada del puerto la más
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 131
grande de sus barcas con la pretensión de alzar una torre, pero las galeras
genovesas prendieron a sus defensores, aplicando fuego a la embarcación,
lo que constituyó su propia ruina. En efecto, el bajel ardió en su obra muerta,
sumergiéndose en seguida y obstaculizando el canal de entrada a Chioggia,
lo que sugirió a los venecianos la idea de hundir otras dos naves grandes
detrás de la anterior, cerrando así por completo la salida principal del puerto.
Como aun los genoveses contaban con los canales Brondolo y Lombardía,
Pisani clausuró el primero hundiendo barcas llenas de piedras, mientras del
otro se encargó Federico Córner con cuatro galeras apoyadas por Pisani y el
dux con una pequeña escuadra, operación que se llevó a cabo a pesar de la
resistencia de los genoveses, que quedaron así embotellados por doquier.
Con todo, el invierno crudo y la falta de víveres impidieron a los
venecianos capturar Chioggia y Brondolo, por lo que regresaron a su ciudad,
donde los burgueses ya pedían la paz. Pero las energías de Contarini no
aflojaron. Por fin el 10 de enero de 1380 se avistó la escuadra de Cario Zeno
con quince galeras, seguidas por numerosas naves de carga, lo que obvia-
mente levantó el ánimo de los asediados. Zeno había causado grandes daños
al comercio ligur en el Oriente, aprehendiendo a varias naves, de las cuales
trasladaba a Jas suyas la mejor mercadería, para luego hundirlas; había
recibido el llamado de su patria cuando se encontraba en Candía con su
personal en descanso después de larga navegación y debido al invierno. La
medida draconiana de Trevisan, el gobernador veneciano de la isla de Creta,
que lo obligó a salir, so pena de degollar a cualquier hombre de esa escuadra
que hallara en su jurisdicción, salvó a Venecia.
Cuando Pedro Doria observó tan importante socorro, convocó a sus
oficiales, a quienes expresó que no había que amargarse por haber cometido
el error de encerrarse, pues a ese error correspondía una pena que estaban
pagando; que no era el momento de quejarse del mal, sino de buscar remedio;
que aún cabía esperar la victoria con gente valiente y disciplinada; y que en
cuanto a él, volvería a Génova victorioso o moriría con las armas en la mano
a la cabeza de todos. Este discurso emocionó a sus marinos, que, sitiados por
el enemigo, se defendieron con heroísmo, cayendo muerto Pedro Doria en
la acción, tal como lo había previsto.
Para auxiliar a su gente, Génova envió trece galeras a cargo de Mateo
Maruffo, quien cerca de Manfredonia destruyó el 20 de abril de 1380 una
escuadrilla veneciana al mando de Tadeo Giustiniani; después, reforzado
con otras galeras genovesas y reaprovisionado de víveres en Tura, llegó el 14
de mayo a Chioggia, desafiando sin más a los vénetos en su propia capital.
132 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
El dux Contarini se guardó de acatar ese reto; en cambio, hizo armar varias
barcas ligeras con una bombarda a proa, de modo que avanzaran contra el
enemigo, dispararan un tiro y seretiraran: tales fueron las primeras cañoneras
de la historia. La artillería, primeramente empleada en tierra, había subido a
bordo a mediados del siglo XIV, a ejemplo de los árabes, que la habían usado
en 1257 en el sitio de Niebla. Venecia, Génova y otras ciudades tenían
dispuesto que ninguna nave se hiciera a la mar, aun para el simple tráfico, sin
dos, cuatro u ocho bombardas, según su tamaño. Sin embargo, la difícil
conservación de la pólvora, la inseguridad de su almacenamiento, el corto
alcance de las balas y la imprecisión del tiro desde los emplazamientos
montados a bordo hicieron que hasta pasado el siglo XV ese avance tuviera
poca importancia en el mar, no llegando a producir cambios en la táctica ni
en la construcción naval.
Durante las tardes, Maruffo se refugiaba en el puerto de Fossone, junto
al río Adige, que desemboca hacia el oriente y el norte; Vettor Pisani trató
de sorprenderlo una noche, pero los genoveses, alertas, escaparon por la
boca del oriente, desbaratando la operación.
Por todos los medios trató MarufFo de socorrer a los aislados; pero de
enfrentar a la flota veneciana en la laguna no tenía posibilidad, puesto que,
en el supuesto de poder cortar las cadenas que cerraban el puerto, no
hubieran pasado simultáneamente más de dos galeras, las que al salir se
encontrarían con toda la escuadra enemiga. Trató de emprender una acción
conjunta con los cercados de Chioggia, la que no resultó por falta de efecto
de las bombardas, que entonces sólo eran proyectiles de piedra. Al fin,
extenuados por el hambre, los sitiados pensaron sacar de la plaza a la mitad
de ellos sobre barcas de fondo plano, en las cuales pudieran pasar sobre los
bajos y alcanzar hasta las galeras de MarufFo. Pusiéronse a construir noventa
barcas de esas especificaciones y a mediados de junio intentaron la hazaña.
Percatándose de ello los venecianos, prácticos como tenían que ser en esos
lugares, cayeron sobre los fugitivos apresando a la mayor parte; poco
después se rindió el resto de los genoveses que quedaba en Chioggia.
Maruffo vengó esta caída devastando Istria y capturando la isla dálmata
de Arbe. Contra él envió Venecia a Vettor Pisani, quien con cuarenta y siete
galeras recuperó algunas tierras para Venecia y se dirigió a Zara en procura
de Maruffo. Este había despachado doce galeras a Apulia, a cargar grano;
/
Pisani las hizo seguir por ocho al mando de su lugarteniente Córner, apoyado
desde lejos por el grueso. Sin embargo, las doce genovesas tuvieron tiempo
de arrollar a las ocho venecianas, matando al propio Córner.
CAP. XVI - EL DUELO ENTRE VENECIA Y GÉNOVA 133
El 15 de agosto de aquel año falleció Vettor Pisani en Manfredonia,
rodeado del cariño y respeto que siempre supo conquistarse entre sus
subalternos. Con el tratado de Turín (1381) volvió la serenidad a las
1 serenísimas' repúblicas rivales, que en adelante ya no volveríana combatirse.
En Chioggia se verificó el primer embotellamiento conocido de la historia;
el que resultó por demás positivo para los venecianos, pues sólo una exigua
parte de los encerrados logró una evasión difícil. Una novedad fue el empleo
de barcas bombarderas. Fueron empleadas inteligentemente; si dispararon
una sola vez para en seguida retirarse, ello obedecía a que como el proceso
de carga era lento, convenía alimentar el mortero mientras la 'cañonera'
regresaba a puerto, en donde se la preparaba para una nueva salida y un
nuevo disparo. Además, improvisada como era la forma de ataque, la
puntería tenía que ser difícil, y el alcance y efectos físicos, irregulares,
tratándose de proyectiles de piedra; en todo caso se lograba un hostigamiento
de efecto moral.
CAPÍTULO XVII CONFLICTOS EN EL CANAL DE LA MANCHA
Boulogne. La flota inglesa encontró a la francesa, que era más fuerte, cerca
de Dam, en la costa flamenca, y obtuvo una victoria completa. Era la primera
vez que chocaban ingleses y franceses en el mar (1213).
\
Crecienteamenaza turca
Simultáneamente con el progreso de la reconquista en España, retrocedía
en sus fronteras el Imperio Bizantino ante los sucesivos avances del Islam,
representado primero por los árabes y más tarde por un pueblo de visibles
rasgos raciales amarillos, los turcos otomanos u osmanlíes.
Los otomanos habían sido empujados de las riberas del mar Caspio por
los tártaros de Gengis Kan. Su fuerza militar permanente iba a conferirles un
enorme poder ofensivo. Crearon con niños cristianos esclavizados -los
jenízaros- la infantería más poderosa de esa época. Su caballería, también
temible, la constituían los 'spahis', que blandían la lanza y la cimitarra. A
diferencia de los cristianos, no usaban coraza, sino sólo escudo.
Como carecían de naves, no podían progresar más hacia occidente, por
lo que Horcano, el segundo emir de los turcos, hizo construir en Nicomedia,
hoy Iskimid, una escuadra con la que se atrevió a amagar a Constantinopla,
que lo repelió. Despachó entonces sus naves a saquear las islas del Egeo e
impuso tributo a laislaNegroponte, exEubea. Trató aun de conquistarla isla
de Rodas, que los Caballeros de San Juan habían arrebatado en 1309 a los
musulmanes, fortificándola después y manteniendo una regular escuadra de
guerra con la que valerosamente rechazaron a los turcos.
Tal noticia conmovió a la cristiandad. El Papa predicó una guerra santa,
a pesar de lo cual no se reunieron más de treinta y dos galeras entre
pontificias, venecianas y francesas. En 1334 se dirigió esta escuadra al mar
de Mármara, en donde derrotó a una numerosa flota turca; pero en
regresando a sus puertos de origen, el estandarte de la medialuna volvió a
situarse frente a Constantinopla, en la orilla asiática del angosto estrecho del
Bosforo.
CAP. XIX - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO 147
Cuando después de adueñarse de buena parte del Asia Menor, hoy
justamente llamada Turquía, saltaron a Europa y comenzaron a rodear a
Constantinopla por el poniente, la alarma sonó en Europa. En 1354 ocuparon
Gallipoli en los Dardanelos, su primera base europea; en 1366 establecieron
su capital en Adrianopolis (Edirne); después de derrotar a los serbios,
sometieron en 1393 el reino búlgaro. Cien mil cruzados marcharon entonces
contra el imparable emir Bayaceto al mando del rey de Hungría y de algunos
señores franceses, que con arrojo, pero faltos de disciplina y organización,
tuvieron que saborear la más espantosa derrota en Nicópolis (1396); el
primer ejército cristiano occidental que se les oponía en Europa perdió tras
esa batalla diez mil combatientes, asesinados en aras del fanatismo islámico
de esos neófitos. Mas los turcos no pudieron proseguir, porque una nueva
ola tártara -la acaudillada por Timur o Tamerlán- los obligó a luchar en lo
propio, siendo en 1401 vencidos en Angora (Ankara), donde Bayaceto cayó
prisionero.
Desvanecido el peligro tártaro, se restableció la dominación turca en el
Cercano Oriente. Mehemet I armó una buena escuadra con ayuda de
cristianos renegados o mercenarios. Con esa fuerza el almirante otomano
Cialibeg saqueó las islas Cíclades gobernadas por el duque de Nassos, quien
solía dar zarpazos a las naves turcas. Luego apresó barcos venecianos que
volvían de los puertos marnegrinos de Tana y Trebizonda. Disponíase en el
puerto de Gallipoli a atacar la isla veneciana de Negroponte, cuando apareció
una escuadra de Venecia al mando de Pedro Loredan. Como no existía
estado de guerra entre el emir y la república, Loredan quiso parlamentar, pero
sus naves, persiguiendo auna embarcación genovesa que losturcos creyeron
propia, ocasionaron la batalla el 16 de mayo de 1416. Loredan había dejado
en reserva tres navios: Dándolo, Loredana y Cape lia; los turcos atacaron
con tiros de bombarda, dardos cortos y flechas a la nave capitana, acertando
a Loredan, que, herido, capturó luego la nave que lo había abordado. La
refriega duró desde la mañana hasta las dos de la tarde. Los turcos perdieron
seis galeras y nueve galeones con toda su gente, que cayó en poder de los
vencedores, entre los muertos figuraba el propio Cialibeg. Loredan hizo
decapitar por traidores a sueldo del imperio otomano a mil cien prisioneros
cristianos de varias nacionalidades europeas.
Bajo el reinado de Amurates II los otomanos, que en balde habían
asediado a Constantinopla en 1422, invadieron Hungría tras vencer a una
cruzada de cristianos de Europa Oriental dirigidos por Juan Hunyady,
general de Ladislao III, rey de Hungría, Polonia y Lituania, quien cayó en la
batalla de Varna (1444), un año después de haberles ganado la de Nisch. El
148 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
emperador bizantino debió ceder el Peloponeso. Por su parte, a Venecia se
le fueron de las manos Ragusa (Dubrovnik), Lepanto y sus posesiones en
Albania.
Caída de Constantinopla.
Muerto aquel emir, lo sucedió Mehemet II, quien resolvió apoderarse de
Constantinopla, en donde reinaba sintropas ni escuadra Constantino XII. En
vano solicitó este valiente Paleólogo ayuda de las potencias cristianas; los
principados rusos gemían bajo el peso de la Horda de Oro tártara, y las
continuas guerras tenían a las potencias italianas en condiciones miserables.
A pesar de todo, Génova, que aún poseía la colonia de Pera, envió
rápidamente en su auxilio una y después dos grandes naves con máquinas de
guerra y soldados; estas unidades se encontraron allá con el bajel del
castellano Francisco de Toledo, quien había ido a desposarse con una hija
del emperador, con otra nave de Trebizonda y dos galeras de Venecia, las
que, sumadas a otras tres que bajaron del mar Negro, añadieron en el puerto
diez naves de guerra a algunas otras armadas por los griegos.
El emperador entregó el mando al genovés Juan Giustiniani, quien alistó
las defensas de tierra y cerró el puerto con gruesas cadenas. Mehemet había
reunido artillería abundante y de enormes piezas; se cuenta de un cañón de
45" de calibre, que disparaba grandes proyectiles hasta una milla de distancia.
En cuanto a marina, el emir había requisado en el estrecho gran cantidad de
embarcaciones para ponerlas a las órdenes del renegado búlgaro Santologos,
poco preparado en cosas náuticas.
Ocurrió entonces un hecho digno de la historia espartana: los genoveses
de Jíos armaron y despacharon cuatro naves al mando de Mauricio Cataneo,
a las cuales se unió una imperial al mando de Flectanella, división que con
la nave capitana a la derecha entró al estrecho Bosforo el I de mayo de 1453.
o
Las naves cristianas, con bombardas a ambas bandas, fueron enfrentadas por
las unidades turcas, que en número de ciento cincuenta y en formación de
media luna cerraban por completo el paso del canal desde Asia hasta Europa.
Desde opuestas orillas se aprontaban a presenciar esa agonía cristianos y
turcos, entre éstos el propio Mehemet con toda su pomposa corte.
Los cristianos avanzaron rápidamente sin disparar, decididos a combatir
sólo para forzar el paso. Cuando los osmanlíes los vieron entrar en su
semicírculo, lo cerraron, atacándolos adiestray siniestra, pero los cristianos,
CAP. XIX - FIN DEL IMPERIO BIZANTINO 149
dominando por sus bordas mas altas a las embarcaciones turcas repletas de
soldados, descargaron sobre ellas las balas de sus bombardas, piedras, dardos
y vasos de terracota llenos de pólvora o de fuego, precursores de las granadas
modernas. Ante esta metralla, los otomanos se retiraron hacia su costa, desde
donde el emir indignado, la cimitarra desnuda y su caballo hasta el pecho
metido en el mar, los obligó a volver al ataque, el que se repitió una y otra
vez; a la tercera embestida, la nave de Flectanella fue abordada, mas,
auxiliada por los genoveses, se zafó de los enemigos. Las cinco galeras
lograron entrar sin grandes pérdidas al puerto en medio de la euforia delirante
de los cristianos y la vergüenza de los turcos, que pagaron su acción con
enormes pérdidas.
El socorro cristiano, aunque oportuno y precioso, no era suficiente para
la urbe. Mehemet decidió entonces atrincar aún más su puerto. Dispuso que
un millar de hombres construyese con tablones engrasados un deslizador de
nueve millas de longitud, desde Bebeck, por detrás de Gálata, hasta el fondo
del Cuerno de Oro. Por él trasladaron con árganas, palancas y aparejos todas
las naves de fondo plano que pudieron. Como los cristianos no podían atacar
en esos bajos fondos, prepararon un brulote que en una oscura noche
trataron de acercar a las naves enemigas; descubierto a tiempo por los turcos,
fue hundido a balazos, pereciendo muchos de los genoveses que lo tripula-
ban.
A pesar de estas acciones navales, el 29 de mayo de 1453, fallecido el
emperador Constantino y herido el valeroso Giustiniani, la capital fue
tomada por asalto. Como una ironía del destino, al día siguiente llegó al
Negroponte una flota que a ruego del Papa se había formado con galeras de
casi toda Italia para auxiliar a Constantinopla. No se sabe si esta fuerza fue
dispersada y destruida a consecuencia de un mal tiempo o por acción de los
turcos.
Bizancio e Hispania, uno en cada extremo del Mediterráneo, habían sido
durante todo el medioevo las marcas de la cristiandad frente ala Medialuna.
La diplomacia con que Bizancio supo librarse de sus sucesivos enemigos nos
resulta intrigante. Hacía uso del dinero, incluso para comprar a los reyezuelos
bárbaros y hasta a los cruzados; empleaba los tratados comerciales para
atraerse a las repúblicas itálicas; o con títulos honoríficos alejaba a los
corifeos de los pueblos más atrasados. Por estos procedimientos introducía
a su vez la desconfianza y las rivalidades entre sus vecinos. Mantenía,
además, un servicio de inteligencia eficaz. Los secretos de estado eran
rigurosamente guardados, así como la potencialidad de sus armas.
150 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Fuera de hacer posibie la continuidad del derecho romano, Bizancio se
constituyó en el bibliotecario de la cristiandad, el guardián de su cultura y el
misionero de su fe en las estepas rusas. Destacamos estos aspectos, porque
no sólo se relacionan con la política exterior, el poder naval y la seguridad del
Estado, sino porque su estilo, digerido en Occidente por Maquiavelo, ha sido
imitado desde entonces por las grandes potencias de Europa y por los países
soberanos en general.
Con la toma de Constantinopla desapareció el último vestigio del Imperio
Romano y de su civilización en la mitad oriental del Mediterráneo. La
Medialuna coronaba así sus esfuerzos de siglos contra ese verdadero baluarte
de la cristiandad. Ahora el Imperio Otomano podría consolidarse al sur del
Danubio sin contrapeso hasta la época napoleónica.
Tras la caída de Constantinopla, los turcos quedaron instalados en el patio
trasero de Europa, en una plaza estratégica casi inexpugnable. Después de
someter sucesivamente Serbia, laMorea -el antiguo Peloponeso-, Trebizonda,
BosniayNegroponte, el siguiente objetivo de Mehemet II, ahora proclamado
sultán, era Egipto, conseguido el cual, pasaría a controlar las tres únicas rutas
conocidas hacia el Lejano Oriente: la ruta del mar Rojo, que, en poder de los
árabes, conectaba las costas de China con Alejandría, donde las mercancías
acarreadas por tierra desde el golfo de Suez eran fletadas por los venecianos;
la ruta del Golfo Pérsico, que, siguiendo el mismo recorrido a través del
Indico, penetraba en dicho golfo, continuaba por tierra a través de
/
r
TERCERA PARTE
ÉPOCA MODERNA
CAPÍTULO XX - INTRODUCCIÓN A LA EPOCA MODERNA
Delimitación y definición
Los tiempos modernos abarcan en términos generales desde finales del
siglo XV hasta finales del siglo XVIII; o, si se prefiere concretar, desde la
caída de Constantinopla (1453), la invención de la imprenta de tipos móviles
(1450) o el descubrimiento de América (1492), hasta la Revolución Francesa
(1789), las primeras máquinas a vapor o la declaración de independencia de
los Estados Unidos de América (1776). Pero como cada quien tiene derecho
a periodificar su particular historia, la historiografía española, por ejemplo,
podrá denominar 'tiempos modernos' a la sucesión de hechos comprendidos
entre la aniquilación del poder árabe en la península Ibérica (1492) y la
intervención napoleónica en España (1808).
En general, la época se caracterizó por la consolidación del humanismo
renacentista, los 'siglos de oro' de las literaturas vernáculas, el despertar del
espíritu científico, la reforma religiosa, el absolutismo político, la gran
expansión territorial rusa, el descubrimiento y la colonización europea de
América y Oceanía, el mercantilismo económico, y la lucha por India e
Insulindia. Al siglo XVIII en particular se le cataloga como 'el siglo de las
luces , la centuria en que una famosa enciclopedia iluminó el entendimiento
1
de los estratos cultos con revolucionarias ideas liberales, cuyos frutos habían
de cosecharse progresivamente a lo largo de la edad caprichosamente
llamada 'contemporánea'.
Según un enfoque náutico, la edad moderna duró tres siglos: desde el
descubrimiento de América hasta la batalla del Paso de los Santos, en
Martinica (1782); o también, desde la carabela al galeón de alto bordo.
Concluyó, si se quiere, al iniciarse en las batallas de San Vicente (1797) y
Trafalgar (1805) el reinado del buque de tres y cuatro puentes. Fue una era
154 CARLOS AGUIRRE VIO - "fflSTORIA NAVAL MUNDIAL"
de frecuentes choques entre escuadras de cuatro grandes potencias: España,
Francia, Inglaterra y Holanda. En ella alcanzó su apogeo el buque de guerra
a vela y de aparejo perfecto.
Los protagonistas políticos
Así como identificamos al Imperio Bizantino con la edad media por haber
subsistido a la caída del Imperio Romano y haber desaparecido con ella, así
también en la modernidad hubo pueblos actores que la acompañaron desde
su comienzo.
Desde luego, los turcos, que llevaban ya un siglo presionando a sus
vecinos, electrizados por la consigna de Mehemet II: 'Si un solo Dios,
entonces una sola religión y un solo emperador . Fueron mantenidos a raya
4
granadino, se habían valido de la marina, puesto que el mar era la única vía
de comunicación de Granada con el Africa.
r
furioso que allá azotó a sus naves. Luego, subiendo por la costa oriental del
Africa, llegó hasta un río que las cartas geográficas denominarían Fish, desde
donde, muy a su pesar, se vió forzado a emprender viaje de regreso en
atención al estado de sus tripulaciones, exhaustas por la escasez de víveres,
los inauditos trabajos y penalidades sin cuento.
Varias colonias fundaron los lusitanos en el continente negro, especial-
mente en Mozambique. Pero su natural inclinación había de ser por India,
Indochina y las islas Molucas. Después de derrotar en más de una ocasión
a naves de los rajáes indios, especialmente del de Calcuta, Vasco de Gama
logró un tratado de comercio con el rajá de Cananor y Cochín. El rey Ma-
nuel, constatando que los árabes eran los enemigos más importantes que
Portugal encontraba en su tráfico con la India, despachó una expedición a las
órdenes de Tristao da Cunha, descubridor de las islas de su nombre, quien,
para dominar la entrada del mar Rojo y, por consiguiente, de una de las tres
vías usuales del comercio con el oriente remoto, se apoderó de la ínsula de
Socotora, al norte de la cual fundó el puerto de Soco.
Salvador'. Hoy no se puede fijar con seguridad cuál sea; opiniones autori-
zadas conceden ese honor aMayaguana; pero según la descripción de Colón
-que en su diario de navegación había dejado estampadas todas las particu-
laridades de su empresa-, la tierra en que puso sus pies por primera vez era
'bastante grande, enteramente llana' y tenía 'muchos árboles, mucha agua
y en el centro un lago y ninguna montaña', circunstancias todas que
únicamente apuntan a la isla Watling.
Sucesivamente descubrió en dirección suroeste islas que llamó 'Concep-
ción', 'Fernandina' e 'Isabela'. Luego recorrió el noreste de Cuba, a la que
nombró Tsla Juana' Por último descubrió el extremo de Haití, que
denominó La Española' por su semejanza con el mediodía ibérico.
4
de las Antillas menores, situada cerca de la boca del Orinoco y separada por
un estrecho canal de la península de Paria. Mientras por entonces Vasco de
Gama llegaba a la India por la vía del cabo Buena Esperanza, el 'Almirante
de la Mar Océana' reconoció la costa meridional de Trinidad, penetró en el
golfo de Paria y, saliendo al mar de las Antillas por un angosto canal que
denominó Bocas del Dragón, siguió costeando hacia el oeste, reconoció la
isla Margarita y llegó al puerto de Santo Domingo, fundado en la costa austral
de La Española por su hermano Bartolomé.
En la colonia pasó Colón días muy amargos, que culminaron con el
vejamen de que lo hizo objeto el comisario real Bobadilla, quien lo remitió
engrillado a España. La indignación que este hecho causó en la Península fue
enorme. Los reyes ordenaron su inmediata libertad, le significaron el pesar
que les había causado el suceso y destituyeron inmediatamente al torpe
comisario. Colón conservó siempre esos grillos y dispuso que fuesen
enterrados con él.
El cuarto y último viajetuvo lugar en 1502. Lo acompañaban su hermano
Bartolomé y su hijo Fernando, de trece años de edad, quien más tarde
escribiría la biografía de su progenitor. Zarpó de Cádiz el 9 de mayo de ese
año en cuatro carabelas dotadas de ciento cincuenta hombres. Hizo la
acostumbrada escala en Canarias, luego viró al suroeste, reconoció la isla
Martinica, desembarcó en Dominica, recorrió la orilla meridional de Puerto
Rico, pasó por el sur de laEspañola, bordeó el litoral austral de Jamaica, tocó
en la isla de Pinos, al suroeste de Cuba, y, penetrando en el golfo de
Honduras, bajó a tierra en un abra que llamó Cajinas y que ahora se
denomina Trujillo. Demoró un mes -15 de agosto al 15 de septiembre-
CAP. XXII - LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS 169
visitando esa costa, que llamó de la Oreja, hasta el cabo por él titulado
'Gracias a Dios'. Continuó la exploración hacia el sur, a las comarcas de los
indios misquitos, en América Central (octubre y noviembre); avanzó todavía
hacia el golfo de Darién, pero el pésimo estado de sus naves y la fatiga de sus
tripulantes lo constriñeron a regresar a Cuba. Perdido totalmente el aparejo
y con los buques aportillados y su gente rendida, llegó Colón el 23 de junio
de 1503 a un lugar de Jamaica llamado hoy Dry Harbour, donde fueron
abandonados los buques, quedando los tripulantes en el más terrible
desamparo.
Allí permaneció un año entero sin recibir socorro alguno. De trance tan
apurado salió mediante los recursos de un tal Diego Méndez, que consiguió
pasar a La Española en una canoa de indígenas con un compañero llamado
Bartolomé Fieschi; allá logró Méndez equipar al cabo de grandes dificultades
una nave en que poder ir a recoger a Colón y los demás. El almirante
permaneció en Santo Domingo menos de un mes. El 12 de septiembre de
1504, enfermo y abatido, se ausentó para siempre del Nuevo Mundo: volvía
a España en busca de paz y descanso, para fallecer en Valladolid completa-
mente inadvertido. Fuera de sus hijos Diego y Fernando, compartieron sus
últimos momentos Méndez y Fieschi (1506).
Algunos de los viajes de Colón y demás excursiones españolas y
portuguesas por América fueron repetidas por Inglaterra, cuyo soberano
Enrique VII se valió para tal objeto de los Gabotto, familia veneciana
avecindada en Bristol con el apelativo de Cabot.
Panorama General
Durante la segunda mitad del siglo XV no ocurrieron grandes batallas
navales, pese a la cuantiosa existencia de buques, especialmente transportes.
Sólo operaciones invasoras y encuentros menores.
Después de la caída de Constantinopla, los turcos tácitamente dominaban
el Mediterráneo oriental, mar que constituía el soporte de sus conquistas.
Establecidos en Egipto y Siria, y tocando ya las fronteras de la cristiandad
occidental, siguieron presionando sobre las pocas plazas que Venecia,
Génova y Rodas conservaban en ese mar y que ambas repúblicas marítimas
italianas iban a defender con sus escuadras expertas, fogueadas y bien
mandadas, pero sin aliarse ante el enemigo común, mientras los demás
estados europeos se desentendían de la amenaza otomana, más preocupados
de sus propias rencillas.
No tardó Mehemet II en pasar de la inminencia a los hechos, anotándose
sucesivos éxitos, según puede verse en la siguiente cronología.
1454 - Venecia y Génova ya pagan tributo al Gran Turco. Venecia, la
primera en enviarle embajadores, obtuvo libertad de comercio y un cónsul
en Constantinopla.
1455 - Aprovechando la guerra de Aragón con Génova y de Inglaterra
con Francia, Mehemet atacó Belgrado en abril. Serbia quedaba sometida.
1461 - Con un sesquicentenar de naves, Mehemet arrebató a los genoveses
sus colonias de Amastri y Sínope, en el mar Negro, donde luego privó al
último Comneno de su reino de Trebizonda. También invadió Valaquia,
declaró la guerra a Rodas y envió una gran flota contra Skanderberg,
converso del islam al cristianismo que había encendido el patriotismo albanés
y ahora luchaba junto a Matías Corvino, rey de Hungría, contra los
osmanlíes.
176 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
1462 - Al atacar aislada y temporalmente a naves turcas, los corsarios
catalanes al menos estaban manifestado inquietud...
1464 - Guerra trienal turco-veneciana por Morea, postrer reducto de la
dinastía bizantina de los Paleólogos. Al pedido veneciano de ayuda sólo
acudieron los más amagados: el Papa y el rey de Nápoles.
1475 - Mehemet se apoderó de Caifa y otras posesiones de los genoveses,
a quienes ya les había quitado Famagusta. Crimea pasó a manos turcas.
1479 - Abandonada por el Papa y por Nápoles, Venecia consiguió la paz
con Mehemet a cambio de Scutari y otras plazas en la Morea, y de obligarse
a pagar indemnizaciones de guerra.
1480- Mehemet despachó a su almirante Keduk Ahmed con veintinueve
galeras a apoderarse de Zante y Kefalonia, en el Adriático. Los caballeros de
San Juan repelieron un ataque turco a la isla de Rodas.
1481 - Ahmed se fortificó en Otranto, que los príncipes italianos coligados
sitiaron y bloquearon, haciéndolo capitular honrosamente.
1499 - Turquía contra Venecia: después de maniobras preliminares, y de
escaramuzas luego, se enfrentaron en Portolungo el 12 de agosto.
1500 - Francia acudió en auxilio de Venecia; luego España, sin mayor
interés, dados sus resquemores contra Francia.
1501 - Disputa entre Francia y Venecia por el reparto de Nápoles, reino
que, aliado a España, triunfó en 1503.
1508 - Venecia, a punto de caer ante una alianza formada en su contra por
Francia, el Imperio, el Papado y los duques de Mantua y Ferrara.
1509 - Desembarco español enMers el-Kebir para batir a los berberiscos,
quienes se dedicaban a la piratería en contubernio con los turcos.
j
180 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
saqueo, pues todos los tesoros de Rodas pertenecían al sultán; enfriado así
el ardor de sus secuaces, los cristianos pudieron rechazarlos en todas partes.
Rodas quedó libre de la presencia de sus enemigos, que se retiraron con
importantes pérdidas, debiendo afrontar luego a dos pequeñas divisiones
navales enviadas por el rey de Nápoles y el Papa en socorro de Rodas.
Keduk Ahmed, que ya había hecho fortificar Otranto, recorría la Apulia
con gran alarma de sus habitantes y de los príncipes italianos, que al fin se
reunieron para expulsar de su península a los extraños. En julio de 1481
sitiaron y bloquearon Otranto, que fue defendida por Ahmed hasta el 10 de
septiembre, en que capituló honrosamente después de informarse acerca de
la contienda desatada entre Bayezid y Djem, hijos de Mehemet II, quien
había fallecido el 5 de mayo.
Caída de Rodas
Regía en 1521 los destinos del Imperio Turco el sultán Suleiman o
Solimán 'el Magnífico', cuando ocurrió el asesinato del embajador otomano
en Hungría. Exasperado, Solimán a la cabeza de su ejército capturó
Belgrado, baluarte de la cristiandad, el 29 de agosto. En seguida se volvió
contra Rodas, no sólo para vengarse en ella de los cristianos, sino porque esta
isla constituía una lanza apuntada contra el corazón de su imperio, que todos
los sultanes habían considerado con razón como una afrenta. Selim, su
predecesor, había establecido nuevos astilleros y con construcciones en
todas partes se había consagrado a la tarea de erigir una gran flota, de manera
que el nuevo sultán contaba con potentes naves para llevar a cabo su empresa.
El 22 de junio de 1522 el capitán Kurd-Ogli partió de Constantinopla a
Rodas con trescientas naves, algún personal de desembarco, artillería de
sitio, municiones y provisiones de todas clases, mientras Solimán marchaba
por tierra con cien mil soldados al golfo de Marmaris, frente a la misma isla.
A los cuatro días la flota turca llegó a la rada de Parambolino y bajó a tierra
el material, sin que los defensores trataran de oponerse. Con un concepto
basado exclusivamente en la potencia defensiva de la capital, el gran maestre
de los Caballeros había hecho quemar todas las aldeas aledañas y destruir
también los edificios exteriores; la ciudad tenía grandes y espléndidos
baluartes, y el puerto estaba obstruido por naves echadas a pique, cadenas
y palizadas.
El 28 de julio Solimán desembarcó en Rodas, iniciándose el sitio, famoso
por el trabajo de minaje y contra-minaje, que por primera vez se efectuaba
a gran escala. Resistieron los Caballeros cinco meses, hasta que, reducidos
al extremo y sin esperanza de socorro, capitularon el 22 de diciembre,
obteniendo del sultán honrosas condiciones. Los Caballeros se retiraron a
Candía, después a Civitavecchia y por último, en virtud de una cesión del
emperador Carlos V, a la isla de Malta, cuyo nombre adoptaron desde
entonces (1530). La caída de Rodas era para la cristiandad todo un símbolo,
pero las pasiones de los príncipes renacentistas y sus maquiavélicos proce-
dimientos absorbían toda la actividad de Europa.
CAPÍTULO XXIV GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V
Jibado" Unico hombre de mar entre todo ese enjambre de nobles señores,
/
quedar directamente apuntado por los cañones de esa, al mismo tiempo que
no demasiado al través, para que su propio fuego tomara al adversario en la
diagonal en que mayor daño pudiera inferirle. Tomada dicha colocación,
rompió el fuego. La bala, cogiendo de enfilada a la nave enemiga, eliminó
a cuarenta hombres, entre ellos el capitán y dos nobles. Contestaron los
españoles, pero ya los genoveses se habían ocultado y el proyectil sólo mató
a un hombre e hirió al teniente.
Siguió un vivo fuego de mosquetería, en el que participaron las naves
auxiliares españolas. Aprovecharon esto Moneada y demás capitanes para
llegar al abordaje, confiando vencer en virtud de la valentía de sus caballeros
y soldados. Doria maniobró para esquivarlos mientras no divisara aLomellini
venir a la carga. En fin, Giustiniani con las naves Gobba, Sicoma y
Vil/amarina, abordó a las galeras genovesas Pellegrinay Doncella, cuando
estaba a punto de capturarlas, entró en la refriega Lomellini, que, fiel a la
orden recibida, concentró sus tres galeras -\&Neptuno al centro, la Mora a
popa y la Señora a proa- sobre la 'real' de la escuadra contrincante. El
proyectil de la primera echó abajo el palo mayor de ésta, que aplastó a toda
una fila de remeros y al maestre artillero; el de la Mora rompió su timón y
el de la Señora, su proa. Doria la abordó entonces por la otrabanda, mientras
Lomellini hacía lo propio por su lado, asaltando a los imperiales por ambas
bandas. Los genoveses destruyeron con fuegos artificiales las velas de la nave
enemiga. Los berberiscos se arrojaron al agua con la espada entre los dientes,
trepando a bordo por todas partes. Murió Moneada y cayeron heridos el
Marqués y Colonna, quienes a duras penas fueron salvados por Filippino del
furor de los sarracenos. Al poco rato fue arriado el estandarte real.
188 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Mientras tanto las otras dos galeras de Lomellini habían atacado alas tres
imperiales que tenían en mal partido a la Doncella y la Pellegrina. con una
afortunada descarga de sus cañones de proa, la Mora desmanteló a la Gob-
ba, la que se fue a pique a poco de caer gravemente heridos Giustiniani y
otros gentilhombres. Los buques Sicoma y Villamarina se rindieron después
de caer muertos sus capitanes.
Permanecían aún las galeras imperiales Calabresa, Oria y Perpiñana, las
que habían luchado con las genovesas Sirena y Fortuna, dañándolas
considerablemente. Mas, vista la captura de la 'real', se fugaron hacia
Nápoles, seguidas por las embarcaciones auxiliares. Cuando la Perpiñana
llegaba al puerto, el príncipe de Orange tildó a su capitán de traidor;
indignado, el marqués de Oria, capitán de la galera homónima que iba detrás
de la Calabresa, viró y desertó al campo de Doria.
Hagamos algunos comentarios. La batalla del cabo Orso, llamada tam-
bién de Amalfi, aunque duró menos de cinco horas, fue la más sangrienta de
esos tiempos. Los genoveses contaron quinientos muertos y dos de sus
galeras gravemente averiadas; los imperiales, mil cuatrocientos occisos, dos
galeras hundidas y dos capturadas junto con varias naves menores. Filippino,
con rara lealtad, soltó a los berberiscos que pelearon por su bandera,
reemplazándolos por soldados españoles prisioneros. Poco después de la
batalla, el almirante veneciano Pier Lando llegó a unirse a la escuadra de
Filippino con veinte galeras. Así y todo, el príncipe de Orange continuó
resistiendo en Nápoles.
La política nacionalista de Francisco I había de neutralizar esta victoria.
Dicho monarca no sólo pagó atrasado y por partes sus servicios a Andrea
Doria, sino que, menoscabándolo, nombró al señor de Barbezieux
lugarteniente general del mar de Levante, con lo que Doria pasaba a ser
subalterno. Además, el rey pretendía favorecer a Savona en perjuicio de
Genova, patria de los Doria. Dado que su contrato terminaba en julio de ese
año 1528, Andrea comunicó a París su renuncia indeclinable. En respuesta,
el soberano envió a Barbezieux con doce galeras provenzales a Génova so
pretexto de calmar a Doria, pero éste se retiró a Lerici, donde se aprestó a
la defensa citando a Filippino, que aún estaba en Nápoles. Al mismo tiempo,
aunque le fuese desagradable someterse a un enemigo secular, ofreció sus
servicios a Carlos V sobre la base de que devolviera a Génova su indepen-
dencia como república. El emperador lo recibió con los brazos abiertos,
firmándose el contrato en agosto.
CAP. XXIV - GUERRAS DEL EMPERADOR CARLOS V 189
Contra los turcos: acción de Prevesa
Aunque los cristianos creyeran en las paces acordadas, la lucha contra los
turcos debía seguir, porque persistían la presión y la amenaza. También la
piratería favorecía a los turcos, que siempre estaban movilizados y aún
desplegados en avanzada.
Barbarroja se encargó de resucitar la contienda. Anciano ya de setenta
años, el aventurero consiguió que el poderoso sultán declarara la guerra a
Venecia. Pretextos no faltaban. Desde luego, que esta república gozaba de
privilegios comerciales incompatibles con las correrías de los piratas y las
miras políticas de los otomanos. A fines de noviembre de 1533 una escuadra
veneciana había capturado o hundido varias naves de un corsario llamado el4
rrito, permaneció mudo ante ellas. La explicación, sin embargo, provenía del
mismo Emperador, pues cuando los ministros y embajadores llevaron hasta
él las quejas, Carlos V replicó: 'El príncipe Doria sólo cumplió con su deber'.
La gloria y el orgullo del gran almirante habían sido sacrificados por la egoísta
política de un monarca, como más tarde había de acontecer en Lepanto y
como desde entonces sigue ocurriendo siempre que el equilibrio político
sirve para satisfacer los intereses de las grandes potencias.
Barbarroja comunicó a Solimán la buena nueva y llegó hasta Korfu a
desafiar a Doria, retirándose al golfo de Arta antes de que éste saliese. El
almirante aliado ordenó entonces embarcar en cada galera veneciana vein-
ticinco infantes españoles; aquellos que antes se habían opuesto a esa
medida, ahora lo permitieron por orden del Senado, que ya se estaba dando
cuenta de la cazurrería del emperador. Doria partió al fin hacia el golfo de
Arta, pero los musulmanes ya no se encontraban allí, por lo que, dirigiéndose
a Castelnuovo, en Dalmacia, se la quitó al sultanato, fundando ahí un presidio
español, y no veneciano, como correspondía. Después se dirigió a Messina,
192 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
en donde fueron desarmadas las naves españolas, las papales fueron a
hacerlo a Ancona, quedando solos los venecianos, que nuevamente hubieron
de comprar la paz con Solimán a duro precio.
La alianza turco-francesa
En 1542 se reanudó la guerra entre Carlos V y Francisco I. Este solicitó
/
Los beligerantes
Esta campaña tuvo el carácter de una cruzada postrera contra el islam
triunfante. El origen de la rivalidad entre la Cristiandad y el Islam hay que
buscarlo en Arabia, península de la cual habían brotado a la vez una nación
y una religión que, complementadas la una con la otra, eran la base del
imperialismo musulmán. La nueva fe, predicada a mandobles de cimitarra,
había cundido con la enorme rapidez del pánico, empujando a los cristianos
a defender no sólo su religión, sino también sus derechos culturales y
políticos, ahora verdaderamente amenazados.
El peligro turco estaba a las puertas de Europa. Ya vimos a Venecia
conminada a abandonar Chipre, no obstante un tratado.
Varias veces Roma, por boca de su obispo, había dado la alarma al mundo
católico, pero los problemas internos y las pasiones habían evitado un
acuerdo para decidirlos a intervenir. Franciay España se miraban con recelo;
lo mismo, Francia y el Sacro Imperio. A Portugal no le interesaba lo que
ocurriera en el Mediterráneo. Los países marítimos del norte se habían
pasado al protestantismo. De las potencias cristianas ortodoxas no subsistía
mas que la Rusia de Iván IV el Terrible, demasiado atrasada como para poder
terciar en una guerra marítima con la Sublime Puerta. Por otra parte, la
neutralidad de Venecia había sido uno de los mayores obstáculos encontra-
dos por el Papa para la formación de una liga, que al fin quedó formada por
Felipe II, la Santa Sede y la república de Venecia, las mismas de la fracasada
alianza anterior, que con ciertos refuerzos pasó a llamarse 'Liga'.
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 207
Las principales cláusulas del tratado firmado en Roma en febrero de
1571 estipulaban:
• una alianza defensiva y ofensiva perpetua entre las mencionadas
potencias contra el Imperio Turco;
• que la fuerza de los aliados consistiría en doscientas galeras, cien naves,
cincuenta mil infantes y nueve mil caballeros, que los aprestos de guerra
debían hacerse en marzo de cada año, al fin del cual debían encontarse listas
las naves en un puerto a designar;
• que el rey aportaría tres partes, la república dos y el papa una, por lo cual
las presas se dividirían en seis partes;
• que los países conquistados volverían a sus antiguos poseedores, excepto
el norte de África hasta el límite con Egipto, que se reservaba para el rey de
España;
• que en los consejos intervendrían los tres generales aliados, bastando el
acuerdo de dos de ellos para obligar al tercero;
• que el capitán general de las fuerzas coligadas en tierra y mar sería don Juan
de Austria, hermanastro de Felipe II, o en su defecto, Marco Antonio
Colonna.
Aquel joven príncipe, audaz y generoso, se imponía fácilmente a todos.
De hecho logró lo que principalmente necesitaban los desordenados cristia-
nos: la unidad del mando, domeñando así la soberbia goda y el orgullo
veneciano.
Por esa época España era sin duda la primera potencia europea. Lo era
desde que Carlos V estructurara su imperio colonial, pues el oro de América
le permitía hacer frente a cuanta situación se le presentara. Felipe II había
disciplinado ese enorme imperio, hasta llegar a decirse que 'cuando España
se mueve, tiembla el mundo'. Indudablemente no aportó todo su poderío a
la Liga para no quedar débil en Europa, pues además de enemigos musulma-
nes, tenía a los herejes por enemigos.
La república veneciana continuaba siendo la reina del Adriático y
mantenía su preponderancia en el comercio procedente del Levante; sin
embargo, andaba pobre en armamento y, como ya vimos, sobre todo en
personal.
208 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Pío V, el promotor de la Liga, era un estadista suficientemente hábil para
comprender que la campaña debía ser marítima, puesto que la presencia de
una flota católica intimidaría a los piratas norafricanos, que, reconociendo
al sultán como Califa del Islam, se comportaban tan aviesamente como él
al dedicarse a devastar e incendiar poblados inocentes y capturar cristianos
para dotar de remeros a sus galeras y enriquecerse con sus rescates, rescates
que el pueblo español tomaba tan en serio, que en su seno habían surgido
varias ordenes religiosas 'redentoras de cautivos'.
La Santa Sede era un verdadero Estado. Para los católicos caía de su
peso que el Papa aseguraba su libertad espiritual al poseer una soberanía
temporal, que, por lo demás, había sido donada a los sucesores del apóstol
Pedro por el mismísimo emperador Constantino, según entonces se creía.
En la época que nos ocupa, el Estado Pontificio tenía una pequeña flota lista
bajo las órdenes del almirante Colonna, ella fue la que inició los preparativos
de la Liga.
El Imperio Turco había llegado a convertirse en el terror marítimo de
Europa, sobre todo por obra de Solimán el Magnífico, que lo dejara en
eficientísimo pie de prosperidad. Sus escuadras se paseaban por el Medite-
rráneo impunemente, porque Venecia y Génova, para no dañar su comercio,
prefirieron durante mucho tiempo hacerse los desentendidos frente a las
tropelías turcas. Particularmente Venecia, que ya le reconocía derechos
sobre Chipre a trueque de no ser molestada. Los otomanos eran
proverbialmente crueles con los prisioneros. Se complacían formando
grandes monolitos con los cráneos de los vencidos para glorificar sus
victorias balcánicas. Miles de cristianos gemían en las galeras y miles habían
perecido en medio de los más atroces suplicios en sus mazmorras.
Querini, que venía desde Creta, y a don Juan, que recaló en Nápoles el 13
de agosto. Entretanto, sangrientas rencillas se desarrollaban entre la soldadesca
italiana y española. Los venecianos, que debían proveerse de víveres en
Calabria, poco prácticos en esos parajes, perdieron siete galeras. Finalmente
llegó don Juan a Messina el 23 de agosto y más tarde Querini con unas
sesenta galeras después de una navegación admirable desde Candía; por
último se presentó Doria con otras once reales. El príncipe dispuso que el
8 de septiembre se pasara revista a la flota, la que ahora constaba de seis
galeazas, doscientas siete galeras, treinta naves y setenta fragatas, armadas
con mil ochocientos cañones y pobladas por doce mil marineros, treinta mil
soldados y más de cuarenta mil remeros. Sin embargo, el mando de esta
fuerza considerable estaba muy repartido; jefes de división había a cargo
de hasta tres unidades, según su lugar de origen.
Don Juan observó que las galeras venecianas traían pocos soldados a
bordo; dispuso, pues, que sus dotaciones fuesen aumentadas con veinticinco
soldados españoles, lo que Veniero aceptó con algunas prevenciones.
Prevenciones nada ficticias, puesto que pocos días después algunos soldados
reales embarcados en una galera véneta se sublevaron, teniendo Veniero que
hacerlos ahorcar. Grande fue la indignación del Príncipe al ver que su
autoridad había sido atropellada; la prudencia de Colonna, que intervino en
el desaguisado, pudo mantener la unión sobre la base de que Veniero fuera
reemplazado en los consejos por su lugarteniente Barbarigo.
La batalla a disputarse el 7 de octubre de 1571 entre turcos y cristianos
en el golfo de Lepanto, al suroeste del Peloponeso, iba a tener una gran
importancia. Los católicos congregaron en Messina trescientas diez naves de
todos tipos, después de haber perdido oportunidades excelentes para dar
golpes parciales que debilitaran a los contrincantes. Venecia aportaba ciento
seis, sin contar seis galeazas, naves gigantescas de terminaciones toscas, cada
una de las cuales llevaba más de cuarenta cañones, España había enviado
menos galeras, pero mayor número de fragatas, bergantines y buques de
menor porte: ciento sesenta y cuatro naves en total. Roma contribuía con
doce galeras bien provistas. Se contaba con algunas unidades que aportaría
Malta y alguna que otra ciudad marítima del momento.
212 CARLOS AGUIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
A pesar de la gran fuerza que contenía esta flota, algunos capitanes se
manifestaban aún temerosos de una batalla con los turcos, pero don Juan se
pronunció por el combate; su voluntad decidida unificó los pareceres,
juramentándose todos a poner cuanto estuviera en su mano hacer para
alcanzar la victoria. La flota se dividió en tres escuadras, pero ordenada en
línea de frente: al centro la escuadra azul, con sesenta y una galeras al mando
del gran capitán; a la derecha la verde, con cincuenta y tres galeras bajo la
conducción de Doria; y a la izquierda la amarilla, con cincuenta y cinco
galeras a las órdenes de Barbarígo. En medio de la escuadra azul iba la galera
real del príncipe don Juan, la que tenía inmediatamente a su derecha la de
Colonna, capitana de Roma, y a su izquierda la de Veniero, capitana de
Venecia, a popa de éstas se mantenías diez galeras rápidas para sostén de las
mismas. Una milla detrás se formaron treinta galeras comandadas por Santa
Cruz, con distintivo blanco.
La formación general mantenía a las naves en orden cerrado, lo suficiente
para no entrabar los movimientos de los remos. Las escuadras de las alas
quedaban separadas del cuerpo de batalla por un intervalo de cuarenta
brazas, los jefes de ellas debían situarse a los extremos para dirigir sus
escuadras según sus propios movimientos mejor que con señales. Al otro
extremo de cada ala se ubicaba una galera especial que serviría de bisagra en
las maniobras de conversión. Las seis galeazas se colocaron en la vanguardia
de la flota, dos delante de cada escuadra y a una milla de distancia, llevando
la insignia de Francesco Duodo. Los treinta veleros, con la insignia de Carlos
Dávalos, debían navegar a barlovento de la flota y embestir por el flanco al
enemigo, hostilizándolo con la artillería. Todas estas prescripciones se
entregaron escritas a cada capitán, con el croquis correspondiente. El hecho
de que Doria mandase una escuadra, mientras que los almirantes romano y
veneciano tenían una posición secundaria, se debía a la voluntad expresa de
Felipe II.
El 16 de septiembre partió de Messina la flota aliada hacia Korfú, adonde
llegó en diez jornadas. Enterándose ahí de que la flota sultanal se encontraba
en Lepanto, se trasladó a Gomenizza y después a Kefalonia.
La armada osmanlí se hallaba reunida en el amplio y seguro golfo de
Lepanto, compuesta de doscientas treinta galeras y sesenta y seis galeotas,
con noventa mil hombres, de los cuales treinticinco mil eran soldados. De
éstos, dos mil usaban arcabuces y el resto, arco y flechas: desventaja para los
turcos, pues los cristianos tenían muchos más arcabuceros, en compensa-
ción, los primeros contaban con una sola voluntad de mando, sin divergencias
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 213
de ninguna especie. Como la flota católica, la del califa se dividía en tres
escuadras y una de reserva: Mohammed Sirocco, gobernador de Alejandría,
con el ala derecha; Hassan Bey, gobernador de Rodas, al centro, en donde
izaba su insignia el comandante supremo Alí Bajá, asistido por Pertev
Pachá; Ulugh Alí y, a sus órdenes, el célebre corsario Kara Kodja, con el
ala izquierda; Mur Torgud encabezaba la reserva.
Para informarse de las fuerzas cruzadas el almirante turco había
mandado exploradores, que en audaces acciones nocturnas lograron su
cometido, pudiendo manifestar regocijados a su jefe que los efectivos
enemigos eran inferiores a los propios. Lamentablemente para ellos,
habían hecho sus indagacioners cuando la flota contraria aún no estaba
toda reunida, de manera que Alí Bajá resolvió dar la batalla a pesar de que
algunos de sus capitanes le observaron que muchos de sus soldados se
embarcaban por primera vez.
El 6 de octubre salió del golfo la flota de Alí en dirección a las islas
Curzolari. Don Juan había salido del canal entre Kefalonia e Ithaca para
acercarse al continente; ahí, cerca de la isla Pétala lo sorprendió la aurora del
7. Ambos enemigos se avistaron en la mañana de aquel día a una distancia
de diez millas.
Después de la batalla
Cuando terminó el combate cerca de las cinco de la tarde, el viento
refrescaba desde el suroeste. Se estaba levantando mar gruesa. Harto
esfuerzo requirió el ordenamiento de las presas en esas circunstancias, sobre
todo por la dificultad de organizar la palamenta y debido a la noche que se
acercaba rápidamente. Mas el favorable sentido del viento permitió a los
coligados pasar el canal de Oxia y guarecerse en la rada de Pétala, en donde
debió resistir un fortísimo ventarrón que mantuvo en constante jaque a las
dotaciones de las naves. Al día siguiente se destacaron las naves más
veloces para dar la grata noticia de la victoria, que colmó de júbilo a la
catolicidad, sumida en fervientes turnos de oración ante el Santísimo con
el Papa a la cabeza, alegróse sobre todo Italia, cuyas eran la mayoría de las
naves y de su personal. Días después la flota empavesada hacía su entrada
triunfal en Messina.
Tal fue la famosa batalla naval de Lepanto, que sólo sirvió para mostrar
que la flota turca no era invencible. Pues victoria tan gloriosa, aunque resulte
paradojal, no tuvo resultados de fondo. 'Con haber vencido a nuestra flota
-diría el Gran Vizir al enviado veneciano- sólo nos habéis afeitado; una barba
rasurada vuelve a salir mejorada'.
En efecto, los aliados no completaron la destrucción de la flota enemiga.
Primeramente Ulugh Alí logró evadirse con su división, a la que hubieron de
dejar por aproximarse la noche y una marejada. Más tarde la Liga no
prosiguió las operaciones anuales a que su constitución la tenía comprome-
tida, debido a la misma causa que retardara su creación: a saber, las
diferencias de puntaje que cada corte asignaba a los problemas comunes, en
beneficio de urgencias mayores no comunes. Felipe II pensaba en otros
adversarios: la Inglaterra isabelina, Francia, y las provincias calvinistas de
Flandes, que no soportaban la dominación hispánica.
En 1572 los aliados proyectaron llevar la guerra a Grecia, pero a la muerte
de Pío V -el campeón de la alianza-, la política de Felipe II impidió que los
preparativos siguieran una marcha acelerada. Sólo a mediados de julio
vinieron a estar listas en Korfu unas ciento veinte galeras y seis galeazas
venecianas al mando de Giacomo Foscarini, veintidós galeras y seis galeotas
españolas al mando de Gil de Andrade, y trece galeras y veinte otras naves
CAP. XXVI - LA BATALLA DE LEPANTO 217
pontificias. Toda esta fuerza, ¿al mando de quién? ¿de Colonna? Parecía
improbable que don Juan de Austria quisiera hacerse cargo de la empresa.
Los turcos, por su parte, habían restañado sus lesiones. Ulugh Alí,
nombrado sucesor de Alí Bajá, aprovechó el invierno para construir naves
en gran número y entrenar los equipajes. Saliendo de los estrechos y
costeando Grecia, asoló las islas venecianas. Salióle al encuentro Colonna,
pero el turco, con gran destreza, esquivaba los combates y mantenía en
constante alarma a sus enemigos,
A mediados de agosto don Juan se hizo cargo de la flota aliada en
Gomenizza y el 17 de septiembre partió con la intención de sorprender a
Ulugh, cuya flota se encontraba repartida entre Navarino y Modone en
precarias condiciones, debido a la peste y a la insuficiencia de víveres.
Desgraciadamente para la Liga, el piloto español equivocó la ruta durante
la navegación nocturna y la flota se encontró en Prodano en vez de
Sapienza, con lo que las escuadras turcas tuvieron tiempo y oportunidad de
reunirse en el refugio de Modone. Allí se presentó don Juan a retar a Ulugh,
que no se movió. Después de inútiles demostraciones, la armada occidental
se desbandó; cada escuadra retornó a su respectivo puerto, dejando el
campo libre al turco. Venecia, desilusionada de la Liga, hizo el 7 de marzo
de 1573 la paz con el sultán Selim II, a quien cedió Chipre y pagó una
indemnización, tal como si los turcos la hubiesen vencido en Lepanto.
CAPÍTULO XXVII LA REBELIÓN DE FLANDES
Antecedentes históricos
En este capítulo no hallaremos grandes batallas, pero sí un magnífico
aprovechamiento del poder marítimo por un pueblo marinero, amante de su
mar, que, no tolerando la subordinación política ni espiritual a otra potencia,
ante el apremio creó una marina de guerra, base del imperio colonial que iba
a llegar a poseer.
Flandes ha sido un vocablo muy elástico. Para los españoles de entonces,
'clavar una pica en Flandes' significaba pelear en cualquier localidad de los
actuales reinos de Bélgica y Holanda. En estos países se hablaba el flamenco,
y al sur de Bélgica -o sea, en sus distritos valones-, el francés. La región
flamenca se componía de varias provincias, cada una regida por un estatúder
(stadhouder); algunas de ellas daban al mar y otras no. Las provincias
flamencas marítimas eran, de suroeste a noreste, Flandes, Zelanda, Holanda
y Frisia. Se echa de ver, pues, que no sólo la voz 'Flandes', sino también el
término 'Holanda' se prestan a confusiones. La mayor parte de Holanda y
algunos pagos de Frisia están bajo el nivel de las más altas mareas, razón por
la que -otro equívoco- se ha llamado también 'Países Bajos' (Nederland) a
lo que es Holanda en el sentido amplio.
El conocimiento de estos territorios data del año 57 a.C., cuando César
conquistó la Galia transalpina; de ellos, los situados a la izquierda del Rin
fueron incorporados en el año 15 a.C. al Imperio Romano dentro de las
provincias de 'Gallia Bélgica' y 'Germania Inferior'. Después del 476 la
región quedó sometida a los francos. Durante el medioevo careció de
unidad, constando de señoríos que, salvo el condado de Flandes. rendían
homenaje feudal al Sacro Imperio, hasta que en 1385 fue íntegramente
anexada al gran ducado de Borgoña. Sin entrar en mayores datos históricos,
CAP. XXVII - LA REBELIÓN DE FLAN DES 219
digamos que en 1477, por el matrimonio de María de Borgoña con
Maximiliano de Habsburgo, los Países Bajos fueron heredados por Carlos
V, y, a la abdicación de éste (1556), por Felipe II.
El gobierno autoritario de don Felipe y particularmente la implantación
integral de los decretos contrarreformistas del reciente concilio de Trento en
esos países, ya considerablemente impregnados por la teología de Calvino,
generaron un explicable descontento. Así esbozadas las causas de la rebelión,
queda por agregar que los rebeldes contaban con el aliento de los ingleses y
con su segura ayuda. En realidad, la región genérica de Flandes iba a ser para
El Escorial un dolor de cabeza y un gastadero de oro.
Las circunstancias devinieron favorables a una sublevación cuando los
dirigentes flamencos empezaron a percibir que a Felipe II no le estaba yendo
bien. Al año de su entronización había entrado el reino en bancarrota,
situación que se repetiría, cada vez más grave, en 1575 y 1596. En 1559 una
escuadra de cincuenta y cinco buques fue deshecha por un mal tiempo. En
Túnez no le quedaba otra plaza que La Goleta; una expedición real capturó
Túnez, pero luego de licenciada la escuadra en Sicilia, Ulugh Alí pudo con
una flota considerable reconquistar Túnez y además La Goleta, amenazando
a la propia Sicilia, a cuya defensa debieron acudir los españoles, abandonan-
do toda tentativa en Africa.
f
La lucha en Flandes
La insurrección de 1566 fue espontánea. Había de enfrentarse a la
guarnición española, o sea, al ejército mejor considerado de Europa. Cuando
el español duque de Alba estaba por sofocarla en sangre, ella tomó cuerpo
al ser excitada por la imposición de insólitas alcabalas y al asumir su dirección
el alemán Guillermo de Orange, príncipe de Nassau y miembro del Consejo
con que hasta entonces había gobernado esa región Margarita, hija natural
de Carlos V y esposa de Farnesio, duque de Parma.
El diplomático e impenetrable Guillermo y sus hermanos organizaron a
los insurrectos. Dió a algunos 'mendigos' -remoquete puesto por un
cortesano a los reclamantes, quienes lo asumieron gustosos como desafio, al
punto de vestirse de tales para protestar- patentes de corso, con tal resultado,
que las naves corsarias aumentaron de dieciocho a ochenta en menos de un
año, causando estragos a troche y moche. El príncipe trató de inculcarles que
sólo debían atacar a las naves del rey y observar las leyes de la guerra. Así
220 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
nació la marina de guerra holandesa, que alcanzó más tarde una grande y
merecida fama, hija legítima de una marina mercante desarrollada y eficien-
te.
Entre los corsarios se distinguió Willem déla Marck, quien con veinticua-
tro naves, forzado a abandonar la costa inglesa por presión de Alba sobre la
reina Isabel, y en donde lo habían apoyado para sus andanzas contra las naves
españolas, entró por el Mosa y con audaz golpe de mano se apoderó de la
plaza fuerte de Brill, que pasó entonces a ser la base de los libertarios
zelandeses, que de todas partes corrían a tomar las armas. Inútilmente
procuraron los españoles recuperar la plaza: la moral antiespañolísta había
crecido en todo Flandes. La contienda no había de cejar hasta 1609: primero
iban a lidiar por su liberación política de España, que consistió en la
independencia de las siete provincias nortinas en 1579, y en el traspaso de
las demás al archiduque Alberto, sobrino y yerno de Felipe II (1598); después
seguiría la lucha de la casa de Orange contra Alberto, para constreñirlo a
respetar a la minoría calvinista dentro de sus dominios.
Capturada Haarlem por los españoles en 1573, los patriotas reunieron en
el Zuiderzee una escuadra de veinticinco naves con la que bloquearon el
canal de Amsterdam, interceptando todo el comercio holandés. Contra esa
fuerza Alba despachó algunas naves bien artilladas, dotadas de soldados
españoles y alemanes. SujefeBossu, sopesando su desventaja numérica, se
mantuvo a distancia cañoneando a los buques contrarios. Estos, aprovechan-
t
donde podía adquirirse a precios risibles oro, marfil y sobre todo esclavos,
En este tráfico se distinguió John Hawkins, que desde 1562 había hecho
cuatro viajes entre Africa y América llevando esclavos y hostilizando a su
r
Comentarios
Durante nueve días, atacando constantemente con sus barcos más
pequeños pero más manejables, utilizando brulotes de noche y aprovechan-
do las ventajas de su superioridad artillera y del mejor conocimiento del
paraje, los ingleses tuvieron en jaque a los españoles desde su entrada al canal
de La Mancha, cercando a sus buques uno después del otro hasta que la
batalla de Gravelines decidió la suerte de su armada. Las fuerzas de la
naturaleza acabaron después la obra destructora emprendida por los hom-
bres. La victoria fue debida a la superioridad del mando, del armamento y
de la aptitud marinera de las dotaciones inglesas.
Respecto a los buques, la campana demostró especialmente que el galeón
español, alto buque con orgullosa ostentación de oro, era más espléndido que
formidable. Construido para viajes largos y tiempos más estables, no podía
soportar los mares más bravos y variables del norte. Era malo para maniobrar
y se balanceaba mucho; su obra muerta trabajaba como una verdadera vela.
La artillería de los galeones era pequeña y de corto alcance. La táctica
española consistía en acercarse al enemigo, abordarlo y disparar a toca
penóles, como en Lepanto. Como los peninsulares tenían poca fe en la
artillería, que se tornaba inútil en caso de abordaje, que es lo que deseaban,
llevaban escasa provisión de munición. En cambio los ingleses, gracias al
y
i
CAP. XXIX - LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII 243
cantidad y más barato después de dar la vuelta al Africa, que por medio de
la importación directa. En Esmirna poseían los neerlandeses prestigiosas
casas que vendían a todo el Oriente sus propios tejidos de lana, tan
apreciados desde la época en que los llevaban los genoveses y venecianos.
Hombres prácticos, para mayor seguridad pagaban tributo a los estados
bereberes, sin perjuicio de navegar en convoyes vigilados por naves
armadas de veinte cañones.
A diferencia del tráfico de las demás naciones, el comercio de los
neerlandeses era universal: importación y exportación, nacional e interna-
cional, operando en todas las formas posibles. La inimitable pericia náutica
de los marinos holandeses y zelandeses fue el elemento esencial de su
supremacía comercial. Su honestidad y el precio tentador de sus fletes
completaban esa ventaja, que les valió el sobrenombre de 'carretoneros del
mar'. Habiendo construido desde antaño naves para sus propias necesida-
des, nada les costó fabricarlas para los extranjeros. Ningún pueblo poseyó
tan buenos y eficientes astilleros y operarios para la construcción naval: en
Zaandam se alcanzaba a fabricar en una semana una nave de guerra con todo
su armamento, siempre que fuese pagada con tres meses de antelación.
Pasemos a los ingleses. Sabido es el método con que tejieron al principio
su trama de dominación en la India: imponiéndose a los lusitanos por la
fuerza a propósito de cualquier pretexto, y fomentando el odio de los
orientales contra ellos. En América sólo dos expediciones realizadas en el
siglo XVI configuran el título que invocaría Inglaterra al siglo siguiente para
apropiarse de esas tierras: la primera, a las costas de una región que su
conductor, sir William Raleigh, llamó Virginia en honor a la reina Isabel,
apodada Virgen' sólo por haber muerto soltera; y la segunda, a la Guayana,
en busca del mítico 'El Dorado'.
La marina británica había resultado reforzada por la unión dinástica de
Escocia e Inglaterra acaecida a la muerte de Isabel, ya que los escoceses eran
buenos marinos y expertos pescadores. Sin embargo, el inepto gobierno de
los Estuardos deprimió la iniciativa popular, llegando el rey Jacobo I a vender
en 1609 a los holandeses los derechos a la lucrativa pesca del arenque. En
las faenas balleneras que habían iniciado en el mar Blanco fueron pronto
superados por aquellos, dedicándose en su reemplazo a extraer merluza de
Terranova en unos ciento cincuenta barcos. En el arte de la hilandería y del
cristal progresaron bastante, pero eran poco expeditos en la elaboración del
hierro, que traían casi todo de fuera. El conde Dudley, que en 1619 descubrió
el modo de fundirlo con carbón mineral, vió destruidas por una turba
244 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
estúpida las instalaciones que había creado, perdiéndose esa provechosa
técnica que sólo llegaría a divulgarse una centuria después. La extracción del
carbón, efectuada principalmente en Newcastle, había aumentado tanto
por la escasez de leña, que en 1615 se dedicaron a fletar ese mineral
cuatrocientas naves nacionales y otras tantas foráneas.
La industria y el comercio franceses, ya desde antes pequeños, habían
decaído a causa de las guerras religiosas, que concluyeron en virtud de la
entronización en París de su líder Enrique de Borbón, rey de Navarra, previa
abjuración de su débil fe hugonote. Bajo su gobierno (1589-1610) se
recuperó bastante la actividad económica. Francia poseía colonias y misiones
en Canadá, donde había fundado Port-Royal, La Croix, Québec y Montreal,
pero la mayor parte de su comercio estaba en manos holandesas.
De los demás pueblos marítimos, ninguno tenía colonias, comercio o
marina de consideración. Venecia había caído por su propia política de
monopolio y gravámenes, por lo que las naves preferían tocar en Livorno
antes que en ella, Génova, débil como Estado, mostraba, sin embargo,
mejores disposiciones comerciales que Venecia; sus productos industriales
eran justipreciados en todas partes, llegando algunos navios ligures hasta la
misma América a trocar sus sedas, terciopelos y brocados.
El motivo de la ruptura
El estado llamado 'República de las Provincias Unidas', como hemos
visto, nació de un acuerdo tomado en 1579 por las siete provincias
septentrionales de Flandes en Utrecht, ciudad situada en los confines del
continente con los países bajos ganados al mar, verdísimos territorios
artificiales que hablan por sí solos de las virtudes empresariales de sus
infatigables pobladores, famosos tejedores y marinos.
Durante sesenta y nueve años (1569-1609 y 1621 -48) habían luchado los
insurrectos holandeses, especialmente los de Zelanda y Holanda -la más
poblada, dinámica y culta de las siete provincias, cuya capital era a la vez la
del estado- contra el dominio de los Habsburgos y sus imposiciones
religiosas, fiscales y ultramarinas. Habían peleado en mar y tierra, logrando
en el mar rescatar su tierra, y desde ella, en barcos, alcanzar el otro
hemisferio. Ahora, a punto de estallar la guerra con Inglaterra, su flota
mercante se componía de diez mil velas tripuladas por ciento sesenta y ocho
mil hombres, vale decir, un sesenta por ciento de las naves del mundo.
Su naciente armada había cooperado con la inglesa a descalabrar la
expedición naval enviada por Felipe II, pero el poder que estaba acumulando
la convertía ya en su rival potencial, si no real, puesto que los comerciantes
neerlandeses solían recurrir en el Lejano Oriente a métodos violentos para
evitar la competencia inglesa.
Si se tenía el propósito de eludir la competencia, los estados con suficiente
poder naval podían cerrar sus puertos a los mercantes extranjeros, elevar las
barreras aduaneras hasta la disuasión, repartirse los mercados o arruinar a los
émulos con precios increíbles. Inglaterra iba a escoger la primera de estas
cuatro vías típicamente mercantilistas: permitir sólo a buques ingleses el
252 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
aprovisionamiento de la isla desde otros continentes y el intercambio de ella
con sus colonias. Tal fue el tema de la famosa ley de navegación (' navigation
act') de 1651.
Mediado el siglo XVH, cuando las tendencias absolutistas de los Estuardos
y sus veladas simpatías por el catolicismo habían terminado desatando una
guerra civil, Inglaterra decapitó a su rey y se dió una dictadura republicana,
la de los Cromwell, que también se haría odiosa por análogas causas, a saber,
su totalitarismo de impronta puritana.
Oliver Cromwell gobernó cinco años. Al fomentar el poder marítimo -lo
que indudablemente contribuiría a impedir que los Borbones franceses
pudieran auxiliar al partido estuardista-, ese general autoproclamado 'lord
Protector' de la república, elevó a su patria a un alto grado de prosperidad
jamás alcanzado hasta entonces. Ésta es la Inglaterra que provocó la primera
guerra con Holanda. Concluida dicha contienda, Londres volvería a ver
instalado en su trono a un Estuardo y a involucrarse en otra guerra con
Holanda en medio de algunas disensiones intestinas, sólo que esta segunda
conflagración la pillaría de sorpresa.
En lo principal, la ley de navegación de Cromwell disponía que: a) ningún
producto de la tierra o de la industria, proveniente de Asia, África o América,
podía entrar en Inglaterra o sus colonias si no en naves de propietarios
ingleses y tripuladas con no menos de tres cuartas partes de connacionales;
b) las mercaderías europeas sólo podían ser llevadas ala isla en naves inglesas
o en las del país que las hubiere producido; c) el comercio con las colonias
de Inglaterra quedaba reservado exclusivamente a los ingleses; d) las colonias
inglesas únicamente podían vender a Inglaterra sus producciones, y siempre
que éstas fueren propias de ellas, como el azúcar, el tabaco, el algodón y
otras; y e) el arancel al pescado salado de procedencia extranjera se elevaba
considerablemente.
Esta ley, que en 1660 Carlos II confirmó y completó, constituye la carta
fundamental de la marina británica y, por tanto, la viga maestra del
predominio mundial que iba a reconocérsele a la Gran Bretaña en el siglo
XIX.
Aunque el parlamento inglés sabía que la promulgación del 'acta'
implicaba una declaración de guerra a las Provincias Unidas, talvez para que
no cupiese duda de sus deseos dispuso el secuestro de más de ochenta buques
holandeses que se encontraban en puertos ingleses. Se trataba de abatir la
preponderancia comercial neerlandesa, que había transformado a la ex aliada
en rival económicamente formidable. Además, por gratitud histórica, los
Lámina 16 Teatro de las Guerras Anglo - Holandesas
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 253
holandeses simpatizaban con los Estuardos, sentimiento que molestaba a los
republicanos londinenses.
La asamblea de los Estados Generales de Holanda, ajena hasta entonces
a las guerras propiamente tales -tarea asumida por la casa de Orange y a la
que ésta debía su legitimidad ante el pueblo-, debió acudir en defensa de su
propio comercio y de la causa de la libertad de los mares, que, por lo demás,
ella misma no respetaba.
La primera guerra
La lucha se inició sin declaración de guerra. El pretexto fue la negativa de
un barco holandés a saludar la bandera inglesa, acto a que se le intimó con
un disparo (mayo de 1652). Días después se hizo a la vela el almirante Tromp
con cuarenta y dos naves de guerra hacia Inglaterra. Cromwell estaba
preparado, pues ya tenía armada una escuadra para combatir a las naves
realistas inglesas, cuyo mando había entregado a Robert Blake, soldado
republicano que recién comenzaba su carrera naval con el grado de almirante
a la edad de cincuenta y dos años.
Ambas flotas se encontraron en Dover, donde fondeaba la de Blake.
Tromp mantuvo la bandera de su patria al tope, negando a Inglaterra el
dominio de los mares. El combate duró varias horas hasta que la noche tendió
sobre los contrincantes su velo de indulgencia. Blake capturó después varios
buques mercantes.
Por este mismo tiempo pasó a primer plano el célebre almirante holandés
Michael Adrianzoon De Ruyter, acaso el más grande marino que haya
existido. Había iniciado su carrera como grumete en 1618 a los once años de
edad, y participado en la brega emancipadora de su patria, cayendo prisionero
de los españoles debido a su audacia. Tras fugarse, había atravesado la
Francia entera para poder regresar a su tierra. Después de distinguirse en
operaciones de corso contra barcos españoles y lusitanos, los Estados
Generales lo nombraron contraalmirante en 1652 y le dieron el mando de
treinta naves de guerra con la misión de escoltar un convoy. Sir George
Ayscough, con cuarenta naves mayores y mejor armadas, lo halló el 26 de
agosto cerca de Plymouth. Pese a su inferioridad, De Ruyter lo forzó a
refugiarse en puerto al cabo de una violenta refriega, a consecuencia de lo cual
Ayscough perdió el mando y sus naves pasaron a robustecer la escuadra de
254 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Blake.
Este último se hallaba en el Mar del Norte hostilizando a los pesqueros
holandeses dedicados al arenque. Tromp lo persiguió; cuando ya ambas
escuadras se avistaban entre las islas Orkneys y las Shetlands, un extraordi-
nario mal tiempo alejó a los contendores. Los ingleses pudieron refugiarse
en sus puertos, no así los neerlandeses, que debieron soportarlo en pleno
mar, perdiendo sesenta de los cien buques que componían su flota. Tromp,
indignado ante el clamor popular que le imputaba el desbarate ocasionado
por ese temporal, dimitió.
Los holandeses armaron nuevas naves para cubrir las mermas de aquella
ocasión y designaron en reemplazo de Tromp a Cornelius de Witt, experto
marino, cuyo violento carácter, imprudente y obstinado, concitaba antipatía
entre sus subalternos. De Ruyter recibió orden de plegarse a su obediencia,
congregándose así el 2 de octubre de 1652 un total de sesenticuatro buques
entre Dunkerque y Nieuwpoort. Por esas mismas aguas cruzaba desde días
antes Blake con sesenta y ocho naves; informado el día 8 de que los
holandeses andaban cerca de Dover, les salió al encuentro. El día 7 De Witt
había reunido un consejo de guerra en el cual De Ruyter opinó por evitar la
batalla debido al mal estado de muchas naves; en realidad, aunque no lo
dijera, sabía que tanto oficiales como marineros se sentían descontentos con
el cambio de almirante; de ahí que, sin ofender al jefe, tratara de evitar un
posible desastre. De Witt se decidió por la batalla. Habiendo izado su insignia
en el Bredenrode, la ex capitana de Tromp, fue recibido fríamente por el
equipaje; entonces optó por mudarse auno de los navios de cincuenta y seis
cañones de la Compañía de Indias.
Blake atacó impetuosamente. Como varios capitanes holandeses se
defendían sin entusiasmo, les echó a pique dos barcos de esos de cincuentiséis
cañones y capturó otros dos al abordaj e. De Ruyter dio pruebas de disciplina
combatiendo heroicamente en la vanguardia, pero sus esfuerzos y los del
propio De Witt no impidieron que los ingleses mantuvieran la ventaja. En la
noche la escuadra holandesa se desbandó sin que el resto hubiese recibido
daños de consideración, lo que indujo al almirante a regresar a casa seguido
de lejos por Blake, que permaneció algunos días cruzando frente a la costa.
Este revés abrió los ojos a la gente. Tromp fue restablecido como almirante,
secundado por los vicealmirantes De Witt, De Ruyter y Evertsen, los tres
mejores; como era de esperar, De Witt se excusó de aceptar, pretextando
enfermedad.
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 255
En noviembre del mismo año Tromp consiguió el desquite: Blake tuvo
que cobijarse en el Támesis. Después, en 1653, se sucedieron los combates
de Portland, Solebay y Texel, siendo el primero el más digno de mención
por su duración y por las concepciones tácticas puestas enjuego, aunque
en resultados fuera indeciso.
Después de la derrota de Blake, los astilleros ingleses desplegaron gran
actvidad para equipar la escuadra más poderosa que hasta entonces saliera
de puertos insulares. Mandábala Blake, asistido por el almirante Monk.
Enterándose de que el almirante holandés andaba en campaña en el sur, salió
a esperarlo a la entrada del canal de La Mancha.
Las dos flotas se encontraron a la altura del cabo La Hougue el 18 de
febrero de 1653. Creyendo a Inglaterra aún deshecha, Tromp iba escol-
tando un inmenso convoy de naves mercantes holandesas en demanda de
sus puertos. Pero si la aparición de los británicos sorprendió al almirante
neerlandés, no le infundió ni la menor inquietud, pues las fuerzas estaban
equiparadas. Lanzóse resueltamente sobre ellos para atacarlos separadamen-
te, antes de que se reunieran; en verdad anduvo próximo, si no a una victoria,
cuando menos a ventajas decisivas, ya que el inglés estuvo en inminente
peligro, pues sólo tenía doce buques que pudiesen auxiliarlo.
El encuentro de Portland fue terrible: al finalizar el primer día de batalla,
las pérdidas eran de un buque para los anglosajones y seis para los
neerlandeses.
Durante la noche ambas flotas se dedicaron a reparar averías y alistarse
para continuar al día siguiente. A mediodía volvieron a chocar con igual
empuje, siendo de notar el empeño puesto enjuego por uno y otro jefe para
conseguir los fines que se habían propuesto: el inglés, para separar el convoy
de naves mercantes, y el holandés, para conservarlo. Este último sólo perdió
quince naves del convoy. Ambos se atribuyeron éxitos.
El día 20 volvieron a encontrarse muy cerca de Boulogne. El objetivo de
cuidar el valioso convoy forzó a la escuadra neerlandesa a batirse a la
defensiva, aprovechando admirablemente sus conocimientos sobre bajos
fondos, lo que no hizo la inglesa.
Este encuentro no podíatener sino consecuencias pasaj eras. Los insulares
podían vanagloriarse de su triunfo, pero no del dominio del mar. El almirante
Tromp cumplió en gran parte su cometido, sin que su flota de guerra fuera
mermada; en verdad, cabe atribuirle un triunfo moral.
256 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Tampoco tuvo consecuencias decisivas para la terminación de la guerra
el combate de Solebay, pero mostró dos innovaciones de importancia: del
lado holandés, el empleo de la 'bala-cadena', que arrollaba todo lo que
encontraba a su paso; y del lado inglés, la idea de cortar la línea de
formación, táctica que no se aplicaría corrientemente antes de 1782.
Los almirantes Deane y Penn, que disponían de cien buques, salieron de
Yarmouth al tener noticias de que Dover había sido bombardeado por
Tromp; éste disponía de noventa y ocho buques y algunos brulotes.
El 2 de junio se avistaron las velas. El combate demoró aún dos días en
trabarse y duró otros dos días. Lajornada comenzó mal para los ingleses. La
primera salva con bala-cadena mató a Deane y produjo una gran mortandad.
A la llegada de la noche se suspendió el fuego, con resultado impreciso. Al
dia siguiente las ventajas seguían para los neerlandeses, cuando aparecieron
nuevas velas en el horizonte: eran las del almirante Blake, el eterno rival de
Tromp. El combate duró el tiempo en que se produjo el nuevo contacto.
Tromp aprovechó con gran denuedo los minutos pugnando por la victoria;
al no lograrla, se resignó a alejarse hasta una nueva ocasión, que se le presentó
a fines del mes siguiente.
Fue el 31 de julio que las flotas, siempre mandadas por Blake y Tromp,
volvieron a encontrarse, esta vez frente a la isla holandesa Texel. La
característica táctica de esta lid fue el acertado empleo de brulotes por los
dueños de casa. Tromp tuvo casi en sus manos una victoria decisiva, hasta ser
herido por una bala de mosquete; esta noticia, como fatal augurio, recorrió
uno a uno todos sus buques, sembrando el desánimo entre los tripulantes, que
comenzaron a abandonar la lucha. Su muerte terminó por sellar la derrota.
Los ingleses se abocaron a perseguir a los sobrevivientes con sana, como
correspondía a enemigos mortales. La desbandada holandesa fue completa:
veintiséis buques perdidos, de los cuales veinte quemados, y seiscientos
muertos. La secuela no podía ser otra que la paz inmediata. Holanda tuvo que
reconocer laprimacía de Inglaterra en los mares y saludar a su pabellón como
símbolo de ello.
Esta primera guerra merece algunos comentarios. Sólo Blake pudo hacer
favorable para Inglaterra el resultado de la primera guerra anglo-holandesa,
en la que Holanda sólo perdió una batalla. Las flotas beligerantes fueron
mucho más poderosas que las de Medina-Sidonia o Howard. El desarrollo
y la importancia que habían tomado los buques mercantes como medios de
transporte habían contribuido a que las construcciones navales evoluciona-
ran, logrando rápido adelanto en los tres cuartos de siglo transcurridos desde
CAP. XXX - DOS GUERRAS ENTRE HOLANDA E INGLATERRA 257
entonces. Los buques ingleses de aquellos años, superiores a los holandeses
en tamaño, dotación y armamento, tenían limitado el acceso a las aguas
litorales de los Países Bajos, por su mayor calado.
Todavía existían posibilidades de que los combates resultaran una
aglomeración más o menos confusa de buques, porque aún no se dominaban
todos los factores que intervienen en las formaciones; sin embargo, es
notable el interés demostrado por los almirantes en conseguirlo. Compren-
dieron claramente la relevancia de los movimientos tácticos para sacar
rendimiento a los cañones, arma que se consagró como indispensable para
definir la suerte de las escuadras y con tendencia a aumentar en cantidad. La
línea de frente servía para acercarse al contrario. La formación de batalla era
la línea de fila, dada por la ubicación de los cañones en las bandas. En el siglo
XVIII las flotas combatirían navegando a rumbos paralelos, en línea de fila,
ya fuera de la misma vuelta o de vuelta encontrada.
La guerra de devolución
La conquista del Flandes habsburgués se ha llamado 'guerra de devolu-
ción', porque el Borbón exigió la devolución de patrimonios supuestamente
mal habidos, por cuanto, según una costumbre de Brabante, sólo los hijos
nacidos en un primer matrimonio, como lo era su mujer María Teresa, tenían
derecho a heredar. En realidad, el rey únicamente codiciaba las provincias
de habla francesa de la actual Bélgica, y su mejor argumento era su ejército
de sesenta mil hombres mandados por el vizconde de Turena, quien penetró
en Flandes sin declaración de guerra. Es de advertir que los jefes militares
galos eran lo mejor de su tiempo: Turena, el duque Luis de Borbón -más
conocido como 'el gran Condé'-, el duque de Luxemburgo y Vauban, el
especialista en fortificaciones.
La campaña, que fije netamente terrestre, no alcanzó a durar tres meses
(1667). Dueño de Flandes, Luis XIV creyó que la reina madre de España,
regente durante la minoridad de Carlos II, hijo del segundo matrimonio del
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 267
fallecido Felipe IV, reconocería su derecho; como no contestara, quiso
forzarla a ceder, invadiendo el Franco-Condado. Un ejército al mando del
gran Condé lo ocupó en catorce días del mes de febrero de 1668.
Todo esto amedrentó a las Provincias Unidas y a Inglaterra. Los
neerlandeses temían por su independencia, reconocida por España en 1648;
además deseaban integrarse con los demás flamencos en provecho propio,
resultando ahora que un poderoso reino llegaba a ser su vecino. El parlamen-
to británico, por su parte, no podía admitir que Francia abarcara hasta la
desembocadura del Escalda: los ingleses no lo habían tolerado durante la
guerra de Cien Años, ni se lo aguantarían a Napoleón. Era imperativo un
entendimiento anglo-holandés. En efecto, ambos estados compraron el
concurso de Suecia, con la que formaron una coalición con el fin aparente
de ofrecer una mediación entre Francia y España, pero, en el fondo, para
impedir la ocupación de Flandes (en el sentido genérico de este topónimo).
La paz se firmó en Aquisgrán en marzo de 1668, sin que interviniera la
coalición. Luis XIV restituyó el Franco-Condado, pero se quedó con la
Bélgica meridional, saliéndose con la suya.
Batalla de Solebay
El 7 de junio de 1672 se encontraban los aliados en el puerto de Solebay,
situado en la desembocadura del Elyth, a noventa millas al norte del Tá-
mesis, cuando el navio francés Kole, que se hallaba de guardia fuera del
puerto, comunicó la presencia de la flota holandesa, que se acercaba en
brazos de una ligera brisa del este. Apresuráronse los franceses a largar velas
hacia el sur; detrás salió un tercio de las naves inglesas: debido a la premura,
los británicos hubieron de dejar en el puerto muchas unidades, algunas de las
cuales llegarían al escenario bélico al anochecer; mientras, los holandeses,
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 269
llegando a tiro de cañón, amurados por babor en una línea extendida de norte
a sur, iniciaban el fuego de artillería.
Con los veinte buques de la retaguardia holandesa, el vicealmirante
Bankaert continuó hacia el sur, en dirección a la escuadra gala; favorecido
por el viento, la forzó al combate, ya que D'Estrées no tenía libertad de
maniobra, empujado, como estaba, contra la costa. Mientras tanto el conde
de Sandwich, que al advertir previamente al duque acerca del peligro de
permanecer fondeados en Southwold, había recibido una respuesta casi
ofensiva, ahora maniobraba con rapidez para salir de la bahía hacia el norte,
salvando así la vanguardia inglesa a su cargo. En efecto, De Ruyter pudo
haber causado con sus brulotes graves daños a los buques aliados si éstos
hubiesen demorado en abandonar el puerto
Pronto Sandwich, que tenía su insignia en el Royal James, fue atacado por
la capitana de Van Ghent, vicealmirante de la vanguardia neerlandesa, que
izaba su insignia en el Delfín. Rechazado este avance por el inglés, fue
acometido en combinación con el Groote Holland, Para separarse de los
asaltantes, Sandwich fondeó un ancla, maniobra que permitió a sus adver-
sarios atacarlo con brulotes, destruyendo su navio y ocasionándole la muerte.
Pero Van Ghent también pagó con la vida su triunfo, y su nave, desmante-
lada, debió ser remolcada por una fragata.
Por su parte, el cuerpo de batalla de De Ruyter arremetía contra el de
York. El combate era tan vivo, que el parte del holandés expresa que nunca
había estado en liza más reñida, de las treinta y dos en que había participado.
De Ruyter dedicó su capitana De Zeven Provincién a asediar al Royal Prin-
ce del Estuardo, forzando al duque a mudar su insignia al SaintMichael,
7
Sin embargo, los estados beligerantes impedían a los neutrales el ejercicio del
comercio con sus enemigos; así lo harían Inglaterra y Holanda en el curso el
siglo XVII, no dejando a Suecia y Dinamarca otra alternativa para defender
su derecho a seguir comerciando en neutralidad, que hacer escoltar sus naves
mercantes por navios de guerra. Durante el conflicto entre Francia y los
Países Bajos todos los tratados fueron violados y el más fuerte fue quien dictó
sentencia.
El bloqueo marítimo y el derecho de visita tenían los mismos usos y
abusos que hoy día. Así, aunque la notificación debía efectuarse a un puerto
determinado, se echaba mano a la figura del bloqueo ficticio. Inglaterra y
CAP. XXXI - LAS PRIMERAS GUERRAS DE LUIS XIV 279
Holanda decretaron el bloqueo de todo el litoral francés, encargando a los
corsarios el control de su cumplimiento, a pesar de la burla efectuada por
daneses y suecos. Al final, cada país aplicaba la ley que mejor se avenía con
sus intereses y su capacidad de mostrar los dientes.
La guerra de corso, en cambio, se hallaba ya internacionalmente reglada.
El corsario debía tener una patente formal de su gobierno, documento que
le daba derecho soberano a efectuar actos hostiles. El armador del barco
corsario debía prestar caución destinada a indemnizar a los navegantes
neutrales expoliados. Tribunales especiales debían juzgar acerca de la
legitimidad de las presas.
Antecedentes.
Habían pasado doce años de paz en Europa. Francia y toda Europa se
hallaban bajo la hegemonía económica inglesa. Muerto Colbert, la marina y
el comercio galicanos habían languidecido; los Borbones estaban recién
despertando a España de la siesta en que se había sumido; Alemania e Italia
carecían de unidad política, a conveniencia de las grandes potencias. En estas
circunstancias, el poderío naval británico no encontraba rival en parte alguna,
y en cuanto al comercio, mientras los holandeses declinaban, más próspera
era la fortuna de los anglosajones, que efectuaban en gran escala y
monopólicamente el lucrativo tráfico de esclavos negros africanos. Ahora
estaban abatiendo en la India nada menos que el poderío del Gran Mongol.
Tres años después de que Felipe V conquistara Orán para España, la
guerra por el trono de Polonia, entre el Emperador y una coalición integrada
por Saboya y los reyes Borbones de Francia y España, terminaba con el
tratado de Viena (1735). Los intereses de los grandes beligerantes se
comportaron ahí como quienes juegan ajedrez, desplazando monigotes de
un territorio a otro hasta agotar el tablero. El elector Augusto III de Sajonia
quedaba como rey de Polonia. Estanislao Leczinski, su émulo, era hecho
duque vitalicio de Lorena, región que a su muerte debía pasar a Francia.
Francisco de Lorena, marido de María Teresa de Austria, debía conformarse
con esperar el fallecimiento de Juan Gastón de Medicis para ser duque de
Toscana. La corona de Saboya-Piamonte-Cerdeña adquiría nuevos distritos
a expensas de la monarquía austríaca. Y ésta entregaba las Dos Sicilias
(Sicilia y Nápoles) a una rama de los Borbones españoles, que allí regirían
hasta la unificación de Italia.
CAP. XXXIII - GUERRA POR LA SUCESIÓN AUSTRÍACA 291
ignorancia, sino por no haber hecho todo lo que podía hacer para apresar o
destruir la escuadra francesa, para ayudar a las naves inglesas y para socorrer
a Mahón , aclarando que la pena capital se había aplicado 'por ser legalmente
7
desde pilotos. Su flota constaba de veinte navios, dos fragatas y dos corbetas.
En el campo inglés figuraban hombres eminentes, de la estatura de un
Boscawen. Este se hallaba bloqueando Toulon después de haber derrotado
/
Síntesis preliminar
La rivalidad entre Francia y Gran Bretaña a causa de la cuestión colonial
no iba a desaparecer simplemente por haber perdido una de ellas pie en
Norteamérica. Cuando en 1774 las trece colonias inglesas asentadas entre los
montes Apalaches y el Atlántico se rebelaron contra la metrópoli, Francia vió
la oportunidad para un desquite, prestando apoyo a los insurrectos. España,
tras algunas vacilaciones, se alió a Francia por el pacto después llamado 'de
familia', movida por la esperanza de recuperar Menorca y Gibraltar.
Las continuas campañas militares sostenidas por el gobierno británico con
el dinero de sus ciudadanos, en particular la última, de Prusia contra sus
vecinos durante la guerra de los Siete Años, habían hecho subir la deuda
pública a tres mil quinientos millones de libras. Jorge III y su gabinete
juzgaron que, en compensación de tantos sacrificios, las colonias debían
elevar su rendimiento fiscal y contribuir además al sostén de sus guarnicio-
nes. Suscitáronse entonces controversias jurídicas, porque, como ingleses
que eran, también los colonos debían tener ingerencia en la aprobación de
los impuestos, según un principio constitucional reconocido en la famosa
Carta Magna de 1215; sin embargo, no tenían en el parlamento representan-
tes que pudieran intervenir en el proceso de toma de decisiones; por tanto,
tampoco podían ser obligados a pagar las exacciones que allá acordasen. La
resistencia a pagarlas derivó en actos violentos que provocaron la represión,
ante la cual los colonos se armaron.
300 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
La guerra fue larga y accidentada. Duró de 1774 a 1783 y comprendió
tres períodos: en los dos primeros años las trece colonias lucharon solas
hasta proclamar su independencia el 4 de julio de 1776; entre 1776 y 1778
participaron también numerosos voluntarios extranjeros; finalmente, desde
1778 Francia y España, y desde 1781 Holanda, intervinieron oficialmente a
favor de los independentistas. A fin de evitar situaciones que pudieran
enfrentarlos, arrastrándolos a una nueva guerra continental, los demás
estados de Europa convinieron en mantenerse neutrales a toda costa.
Las hostilidades franco-británicas fueron casi exclusivamente marítimas
y tuvieron lugar en los mares de Europa, América y la India. En Europa, el
almirante D'Orvilliers libró contra los insulares la indecisa batalla de
Ouessant. En América, D'Estaing atacó las Antillas inglesas, tras lo cual
intentó batirse contra Savannah infructuosamente; el almirante Guichen, que
lo sucedió, derrotó en la Dominica al almirante Rodney; en seguida el conde
de Grasse y Washington forzaron a los realistas a capitular en Yorktown, a
la entrada de la bahía de Chesapeake, acontecimiento que apresuró el fin de
la guerra, aunque después De Grasse fuera vencido por Rodney en la batalla
del Paso de los Santos, en el mar de las Antillas. Por su parte, Pierre-André,
bailío de Suffren, realizó una brillante campaña en la costa de la India. Por
último, una escuadra francesa ayudó a la flota española a atacar la inexpug-
nable fortaleza de Gibraltar.
La guerra terminó en 1783 con un tratado signado en Versailles, en el cual
el Reino Unido reconoció la soberanía de los Estados Unidos de América,
devolvió a Francia la Luisiana y algunas Antillas, Senegal y Guinea, cinco
enclaves en la India, y su derecho a fortalecer Dunkerque. A España le
reintegró Florida y Menorca. Fue, pues, para Francia y España el gran
desquite de la guerra de los Siete Años.
Gobernaba Francia en esta época Luis XVI, quien se interesaba por el
desenvolvimiento de la marina y se rodeaba de buenos colaboradores en el
ministerio del ramo, servido sucesivamente por Sartine (1774-80) y el
mariscal Castries (1780-87). El rey en persona se involucró en el viaje
exploratorio que el conde de La Pérousse emprendió al Extremo Oriente en
1785. Pero fue la guerra de América la que motivó un verdadero resurgimiento
de la marina gala. Entre 1777 y 1782 salieron de Francia escuadras tan bien
armadas y entrenadas, que se mostraron capaces de hacer frente a la marina
británica.
CAP. XXXV - TRECE COLONIAS SE INDEPENDIZAN 301
España pasaba en general por un período de eclosión primaveral bajo la
modernizadora batuta de Carlos III, que, entre otros adelantos, había
reconstituido su marina. Tenía entonces ciento sesenta y tres buques de
guerra, de los cuales ochenta eran de línea, con un equipaje de cuarenta mil
hombres. Como potencia naval había recuperado mucho terreno y figuraba
en tercer lugar, después de Francia.
uno auno al costado del barco, arrastrados en una confusión de vergas, velas
y cordajes. Sus cubiertas, atestadas de gente, mostraban gran cantidad de
muertos y moribundos, pero De Grasse seguía lidiando aún por el honor, no
por la victoria. Su vanguardia se mantenía alejada y su retaguardia huía
deshecha tras haberse rendido cinco de sus unidades. Pero todavía seguía él
haciendo fuego con su artillería, cuando llegó Hood, colocó su buque
insignia Princess al costado del armatoste de De Grasse y le disparó una
retahila de andanadas de gran poder. Por último fue arriado el pabellón de
la flor de lis; De Grasse se trasladó al Princess e hizo entrega de su espada
al vicealmirante Hood.
306 CARLOS AGIJIRRE VIO - "HISTORIA NAVAL MUNDIAL"
Las pérdidas sufridas por esa flota de Luis XVI fueron enormes. Sobre
sus cubiertas atestadas, la artillería británica había producido algo semejante
a una masacre. Sólo a bordo del Ville de París había más muertos y heridos
que en la flota inglesa. Muy pocos fueron los hombres que no hubiesen sido
lesionados en alguna forma. Los buques que habían conseguido huir
llevaban un ya menguado personal, vías de agua en sus cascos, y destruidos
sus palos y vergas.
Los británicos sentían la pérdida de sus colonias más recientes como una
penitencia merecida por actitudes inmoderadas que deseaban corregir. Paso
de ios Santos les permitió recuperar su orgullo y esperar mej ores condiciones
en el tratado de Versailles. Pero el Reino Unido debe a esta batalla algo más
que ventajas obtenidas en un tratado. Aquel terrible pero bien calculado estilo
de combate naval que hizo de Gran Bretaña la incontrarrestable dueña del
mar: eso, ahí se forjó. En efecto, al abandonar algunas reglas que de puro
rígidas se habían transformado en grotescas, esta batalla marcó un hito en la
evolución de la táctica naval.
Para ilustrar las contradicciones en que suelen caer las rigideces, cabe
cotejar dos encuentros anteriores al de Los Santos. En 1756 el almirante
Byng había conducido su escuadra en completo acuerdo con las prescripcio-
nes tácticas, a rumbo contra la francesa, que lo aguardaba cerca de Menorca,
quedando la vanguardia inglesa destruida y la línea de combate de Byng
deshecha; el consejo de guerra lo había condenado a expiar con su vida el
error de sujetarse a las normas de la táctica tradicional, a que se creyera
obligado por el recuerdo de la suerte corrida porMatthews. Este, que había
r
una mítica sangre azul, la soberanía que les daba derecho a ser obedecidos.
CAPÍTULO XXXVI - CONFLICTOS DEL IMPERIO RUSO