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LIMA DE ANTAÑO

El recorrer las avenidas de Lima actual

trae al recuerdo costumbres difíciles de olvidar

que indudablemente han marcado la historia

de nuestra ciudad capital y del país en general.

“La lechera, la lecheraaaa,

leche purita caseraaaaa,

leche de burra y de vacaaa”;

se oía por las calles de Lima de antaño

cuando se acercaba la lechera

ofreciendo su delicioso manjar

a los hogares de la ciudad.

¡Cómo no recordar a los pregoneros!

quienes dieron a nuestra capital

una característica peculiar.

Ya va ingresando a la Plaza Mayor la muchedumbre de gente

quienes fervorosos y vestidos de hábito morado,

inclinan su cabeza y su corazón desgarrado

ante la imagen del Señor de los Milagros

como pretendiendo ser alcanzados

por un milagro del prodigioso Santo.

Mientras tanto, otra multitud impaciente

espera gallarda y devotamente

montados en sus caballos de paso

la presencia del Cristo Morado;

niños, jóvenes y adultos para no hacer tan larga la espera

disfrutan de unos riquísimos turrones de Doña Pepa

y como el calor es sofocante

beber una chicha de jora es apremiante.

Al otro lado de la ciudad, allá en la Plaza de Acho,

algunos hombres y mujeres gritando: “¡ole, ole!”

celebran la valentía de los aguerridos novilleros limeños


cuando estos se enfrentan a toros de gran peso y belicosidad.

Y si queremos que algún anhelo nuestro se cumpla,

entonces, es menester asistir al pozo de los deseos

de la más santa entre las santas: Rosita la limeña,

mujer de sencillez, devoción y paciencia.

La ciudad es tan extensa y poblada

que costumbres y tradiciones tenemos vastas

caracterizándose por la algarabía y jocosidad

en cada celebración o festividad.

Los cajones, las guitarras y las castañuelas

suenan al ritmo de las zamacuecas o de la música criolla

cuando de conmemorar alguna fecha importante se trata;

acompañadas las melodías de alegres danzas y bailes

donde “negros”, “mestizos” y “criollos”

se confunden en una sola sangre: ¡la peruana!

Cuando la nostalgia alcanza el corazón de un limeño,

imprescindiblemente están presentes

las composiciones indelebles de Chabuca Granda

cantando “José Antonio”, “El dueño ausente” o la eximia “Flor de la canela”

cuyas letras complacen y regocijan el alma.

Mas no puedo dejar de mencionar, el orgullo que siente todo limeño

de haber nacido en “La ciudad de los Reyes” rodeado del “río hablador”

y conjugar en cada rincón de su territorio historia, ritmo y sabor.

Lima del hoy y del ayer, de la Colonia y la República, del antaño y la modernidad,

de la jarana y la tradición, de la cultura y la innovación;

pero también del patriotismo y la peruanidad,

del progreso, desarrollo y de la identidad nacional.

Para ti, mi hermosa y progresista ciudad,

escribo estos versos sublimes

evocando algunas de tus costumbres

que te convierten en una urbe inolvidable y tradicional.

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