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PREGONES LIMA

A las seis es la lechera / y a las siete la tisanera, catay, / a las ocho el bizcocho, chumay, / a las
nueve el sanguito, compay. / A las diez los jazmines, sí; / muchachita, ¿no hueles ya? / a las once
la chicha, catay, / a las doce el sereno, chumay, / ¡Ave María Purísima! / ¡Viva el Perú y
Sereno!"... versos con los que Alicia
Maguiña evoca a los pregones en su vals "Viva el Perú y Sereno".

Los pregones son los gritos, cantos o frases que vociferan los vendedores en la calle anunciando su
mercadería. Pero, antiguamente, no sólo los vendedores eran pregoneros sino que, según Don
Ricardo
Palma, a partir de las diez de la noche el sereno anunciaba la hora cada sesenta minutos hasta que
amanecía y la lechera anunciaba, con su pregón, que ya eran las seis de la mañana...

                            Leche purita


                            leche sabrosa
                            de la barrosa
                            de la vaquita
                            ¡jazmín y rosa!

                            Leche purita


                            de chocolate
                            bate que bate
                            pura espumitas.

                            Bien especita


                            leche cocida
                            en la medida
                            bien colmadita
                            ¡Leche purita!

Don Ricardo Palma, nuestro ilustre tradicionista, fue quien nos relató los pregones en forma más
detallada, hora por hora, en su obra "Tradiciones Peruanas". Habían algunos vendedores que
coincidian a la misma hora, lo cual también fue relatado por el tradicionista.

En la actualidad, de los pregoneros de antes sólo quedan la tamalera, el humitero y el vendedor


de revolución caliente manteniendo la tradición de antaño. Aunque es muy raro ver a estos
tradicionales vendedores ofrecer sus productos con la gracia que solían hacerlo años antes.

En uno de mis viajes al Perú, después de una diversión "sana" que tuve un día sábado y que me hizo llegar a
las seis de la mañana a descansar a la casa de mis padres. Acababa de entregarme a los brazos de Morfeo
cuando escucho un grito fuerte que decía: "Tamales, ricos tamales para el desayuno... compre los ricos
tamales". Eran recién las ocho de la mañana del día domingo y el grito aquel de la morena que ofrecía sus
tamales me despertó. Parece que la morena aquella no había leído las Tradiciones Peruanas de Don Ricardo
Palma, donde nuestro tradicionista contaba que la tamalera pasa a las diez de la mañana. Es que realmente
ya no es como era antes porque hasta el bello canto, que solía tener, ha sido cambiado por uno simple.

Como ya me habían despertado, me dirigí a la cocina a tomar desayuno con mis padres y hermanos
que suelen llegar a tomar desayuno a la casa de mis padres los días domingo. Mi madre estaba un
poco molesta
porque me habían despertado, pero le dije que no se preocupe que más bien ese pregón me hacía
recordar los tiempos en que vivíamos en los Barrios Altos, donde pudimos gozar de algunos de los
verdaderos pregoneros que todavía existían.

El humitero solía dar un espectáculo de canto y baile cuando ofrecía sus humitas. Los humiteros llegaban en
grupo de por lo menos cinco personas, entre músicos y bailarines. Unos tocaban el cajón y las tumbas,
cantando al mismo tiempo, y otros eran los bailarines que hasta vestimenta apropiada tenían. Recuerdo que
cuando ellos solían llegar a mi antiguo barrio, toda la gente salía de sus casas para disfrutar del bello
espectáculo que ofrecían los humiteros. Luego de sus bailes y cantos procedían a ofrecer sus humitas a la
gente que se había acercado a verlos, que normalmente era numerosa porque los humiteros ofrecían un
espectáculo digno de cualquier teatro. Todavía se les puede ver por los Barrios Altos, el Rímac y, rara vez,
en
otros distritos.
                            " Revolución caliente,
                            música para los dientes,
                            azúcar, clavo y canela
                            para rechinar las muelas...
                            Revolución... "

Aquel es el estribillo que suele cantar el vendedor de revolución caliente en las noches limeñas, pero que
está casi desaparecido ya que, aparte de los Barrios Altos, es muy raro verlo en otros distritos en la
actualidad. La "Revolución Caliente" es una especie de galleta pequeña, en cubos, bien tostada y crepitante
que los vendedores ambulantes, en su mayoría de raza negra, la ofrecían pregonando.

Muchos años atrás, era común ver por las noches a un personaje que agitando su lámpara en una mano y
cargando un costal con "Revolución Caliente" a la espalda, recorría las calles de Lima. Don Ricardo
Palma menciona que a las cinco de la tarde solía chillar el vendedor de karamanduca.

Según el "Glosario de Peruanismos" del Padre Rubén Vargas Ugarte, publicado en 1953, "Caramanduca" es
el nombre verdadero de esa galleta, popularmente conocida como "Revolución Caliente". Nuestro
tradicionista la llamó "Karamanduca" y, casualmente, "Karamanduca" fue el seudónimo con el que se
conoció a Alejandro Ayarza por ser un tipo pequeño y gordito que causaba "revolución caliente" en las
noches limeñas. Y es que aparte de cantor y gran bailarín, era también mujeriego y bebedor... alguien que
vivió para jaranear. "Karamanduca" era amigo y compañero de armas de Augusto Paz y José Ezeta con
quienes integraba la famosa "Palizada", grupo de niños bien que se portaban mal, que ha dejado muchas
páginas escritas en el criollismo limeño, y también muchas travesuras.

Los Pregones de Lima que llamaron tanto la atención de nuestros padres, abuelos y antepasados, fueron
desapareciendo con el correr de los años y la modernidad. Al menos, nos quedan las pinturas de Pancho
Fierro que nos lo recuerdan, así como también los gratos relatos, de esa bella tradición limeña, que nos
dejaron tanto Don Ricardo Palma, José Gálvez, Manuel Atanasio Fuentes, Carlos Prince, como otros
escritores y compositores que amaron al Perú y su tradición. 
 

Antes, los pregoneros nos daban hasta la hora. De ellos solamente tenemos recuerdos
nostálgicos de su labor. Pertenecen a una Lima que se fue, llevándose sus voces bien
timbradas, por calles arriba y calles abajo, y sin retorno.

De las "Tradiciones Peruanas", del ilustre escritor Ricardo Palma, tomamos lo que
eran los pregones en Lima:

"A las seis de la mañana pasaba la lechera.


A las siete en punto la tisanera y la chichera de terranova.
A las ocho, ni un minuto más, ni un minuto menos, el bizcochero y
la vendedora de leche-vinagre, que gritaba: ¡ A la cuajadita!.
A las nueve, hora de Canónigos, la vendedora de Zanguito de ñanjú y
choncholíes.
A las diez la tamalera.
A las once pasaban la melonera y la mulata de convento vendiendo
Ranfañote, cocada, bocado de Rey, Chancaquitas de cancha y de maní
y frejoles colados.
A las doce aparecían el frutero de canasta llena y el proveedor de empanaditas de
picadillo.
La una era indefectiblemente señalada por el vendedor de ante con ante, arrocera y el
alfajorero.
A las dos de la tarde, la picaronera, el humitero, y el de la rica causa de Trujillo.
A las tres el melcochero, la turronero y el anticuchero.
A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita de nuez.
A las cinco chillaban el jazminero, el de las karamanducas y el vendedor de
flores de trapo que gritaba: "¡ jardín, jardín , muchacha..¿no hueles?"
A las seis canturreaban el raicero y el galletero.
A las siete pregonaban el caramelero, la mazamorrera y la champucera.
A las ocho, el heladero y el barquillero.
Aún a las nueve de la noche, junto con el toque de cubrefuego, el animero o el
sacristán que de la parroquia salía con capa colorada y farolito en la mano
pidiendo para las ánimas benditas del purgatorio o para la cena de Nuestro
Amo.
Este prójimo era el terror de los niños rebeldes para acostarse, después de esa
hora, era el sereno del barrio quien reemplazaba a los relojes ambulantes,
cantando entre piteo y piteo: " ¡Ave María Purísima! ¡ las diez han dado !
¡viva el Perú y sereno!". Que eso sí, para los serenos de Lima por mucho
que el tiempo estuviese nublado o lluvioso, la consigna era declararlo ¡sereno!.
Y de sesenta en sesenta minutos se repetía el cántico hasta el amanecer...en que
pasaba voceando de nuevo la lechera".
A Lima no sólo se le aprecia por su historia, sus calles, sus plazas y la calidez de su
gente, sino también por sus platos típicos y bebidas exóticas que degustaban los limeños
y foráneos, encantados con tan exquisitos manjares como los siguientes: el ajiaco
-guiso criollo a base de ají-, el bizcocho "chancayano", los buñuelos, el champuz de
agrio -especie de dulce parecido a una mazamorra-, la chicha de garbanzos -bebida
espirituosa elaborada con garbanzos-, la chicha terranova, las humitas -pasta dulce
hecha de harina de maíz aderezada con pasas-, la pachamanca -manera criolla de cocer
los alimentos dentro de un pozo abierto en la tierra y tapado con piedras calientes- y los
picantes -elaborados con carne, pescado, charque y papas. Pero los aficionados
gustaban más del cebiche, vendido por las picanteras, que anunciaban sus viandas:

"¡¡la picantera...ajiaco, charque, cebiche!!...¡¡motecito pelado!!"


Señor de los Milagros :
La fiesta del Señor de los Milagros se celebra en el mes octubre en la ciudad de Lima y constituye
la festividad religiosa más multitudinaria del Perú, pues reúne a devotos de todos los estratos
sociales en una magna y unida asamblea. Por ello merece la pena dedicar unas líneas al origen de
esta tiesta extraordinaria.

La versión mas generalizada sobre la raíz de esta festividad cuenta que unos negros angolas
pertenecientes a una de las muchas cofradías que existían en Lima alrededor del año 1650 pintaron
en uno de los muros del galpón donde se reunían, y donde quizá también habitaban, la imagen de
un Cristo crucificado. Sobre esta versión la historiadora María Rostworowski presenta tina nueva
tesis en su libro Pachacamac y el señor de los milagros (lima 1992).

Como punto de partida se sirve dcl nombre Pachacamilla, el cual corresponde al de tina zona ya
desaparecida de Lima, vecina al santuario del Señor de los Milagros. Según la investigadora. El
encomendero de Pachacamac. Hernán González, tenia trabajando en ese lugar, en calidad de
tributarios, a indios oriundos del valle de Lurin. Maria Rostworowski plantea el asunto (le la
siguiente manera: "Nosotros sostenemos.

Que un siglo antes, los indígenas de Pachacamac al ser enviados a Lima por su encomendero
habían pintado donde habitaban, la imagen de su huaca. Imagen venerada también, ya dijimos, por
los esclavos negros de Hernán Gonzáles" (p. 150). La frase "un siglo antes" alude al siglo anterior
al gesto de los negros angolas. Ismael Portal, en su libro Lima religiosa (Lima, 1924) señala que en
1655 un terremoto sacudió Lima sin causar daños ni al muro ni a la imagen del Cristo crucificado
pintada en él por los angolas.

Este hecho prodigioso fue el que dio origen al culto popular al Señor de los Milagros.
Efectivamente, un día sábado de fecha 13 del año 1655 Lima sufrió un gran sismo, el cual fue
seguido en los días posteriores por temblores de menor intensidad. Pero el muro con la pintura
soportó el rigor del sismo.

En ese entonces era arzobispo de Lima monseñor Villagómez. Jorge Bernales Ballesteros, quien
escribiera el libro Lima, la ciudad y sus monumentos (Sevilla, 1972), dice en este culto al llamado
Cristo Moreno empezó a propagarse sin la autorización del párroco del templo de San Marcelo,
razón por la cual éste solicité a la autoridadeclesiástica inmediata superior que se demoliera el
muro a fin de evitar cualquier acto profano, destrucción que no pudo llegar a cumplirse.

El padre Rubén Vargas Ugarte dice en su libro Historia del Santo Cristo dc los Milagros (lima, 1
984) que hubo otro lugar denominado del mismo modo, el cual se encontraba cerca del barrio del
Cercado en Lima. A mediados del siglo XVII gobernaba el Perú, como virrey, el conde de Lemos.
En ese tiempo ha ciudad de lima no era grande, y los templos de La Merced, de San Marcelo, de
San Sebastián y de Santa Ana delimitaban sus fronteras.

Lo que más tarde sería el santuario de Las Nazarenas, donde en la actualidad mora la imagen del
Señor de los Milagros, era en ese entonces un campo baldío. Los nombres antiguos de las calles
que circundaban el sitio del templo hablaban por sí solos y que era tipo Ollerías.

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