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La construcción sistemática del Corpus de normas de la Iglesia está predeterminando su misión. También responde a su ‘universalismo’ y a la Sede Romana. Entonces ha de constituirse de una función magisterial y la propia misión en unidad de todo este Corpus de leyes. O sea, este criterio de unidad no debe contrariar el sentido canónico de carácter general que acontece. Y está en plena relación con el texto eclesiástico público.
Título original
Ortuzte Alba José Antonio (2020). Óbices de la Costumbre Católica
La construcción sistemática del Corpus de normas de la Iglesia está predeterminando su misión. También responde a su ‘universalismo’ y a la Sede Romana. Entonces ha de constituirse de una función magisterial y la propia misión en unidad de todo este Corpus de leyes. O sea, este criterio de unidad no debe contrariar el sentido canónico de carácter general que acontece. Y está en plena relación con el texto eclesiástico público.
La construcción sistemática del Corpus de normas de la Iglesia está predeterminando su misión. También responde a su ‘universalismo’ y a la Sede Romana. Entonces ha de constituirse de una función magisterial y la propia misión en unidad de todo este Corpus de leyes. O sea, este criterio de unidad no debe contrariar el sentido canónico de carácter general que acontece. Y está en plena relación con el texto eclesiástico público.
La construcción sistemática del Corpus de normas de la
Iglesia está predeterminando su misión. También responde a su ‘universalismo’ y a la Sede Romana. Entonces ha de constituirse de una función magisterial y la propia misión en unidad de todo este Corpus de leyes. O sea, este criterio de unidad no debe contrariar el sentido canónico de carácter general que acontece. Y está en plena relación con el texto eclesiástico público. Pues, la función jurídico-eclesiástica se constituye en el marco de las relaciones internacionales con los Estados. Su trato se ha de realizar a través del sistema internacional de Instrumentos Internacionales. En el trato con la Iglesia –persona de derecho internacional– se los llama ‘Concordatos’. Sin embargo, estos instrumentos se han de dar bajo la nominación genérica de ‘Instrumentos’. Pues, puede un Estado suscribirlos bajo la figura de una norma de la legislación. Asimismo se ha de proveer a los Estados suscribientes la misión de cada Iglesia particular. Entre ella se suscitan más que leyes internas de la Iglesia en vigencia por las Conferencias de Obispos del país. Se trata del derecho consuetudinario de la Iglesia. La aprobación de aquellas está compelida al Codex de 1983. Así quedan a disposición de la autoridad –el Ordinario del lugar– las consideraciones sobre tal materia.
Entonces, este ensayo se encarga de considerar los problemas
de interpretación del derecho consuetudinario y su legislación. En otras palabras se ha de cuestionar la función de la Iglesia sobre este asunto. Previniendo su carácter general y particular, el legislador eclesiástico lo ha previsto. ¿El derecho el eclesiástico cae en el sentido literal en más sobreinterpretaciones legales? La sobreinterpreta en este caso la autoridad eclesiástica. Pues, serían concretamente las Conferencias de Obispos de cada país. Aquellas responden a la Iglesia particular en comunión plena y absoluta con la Sede Romana. El Codex de 1983 trata sobre la Iglesia universal.
Bajo estas líneas asumen el problema de la
sobreinterpretación. Y la conforma este ensayo de tres argumentos. ‘El derecho eclesiástico. Generalidades’ se previene el tema propio. Con la ‘Las interpretaciones’ se sobrevaloran estas sobre las emanadas por el legislador. Es una forma de interpretar y las coloca al par de las leyes. Son llamadas como parte del derecho interno de la Iglesia. Así previene esta lectura sobre la función de las Iglesias particulares.
1. El derecho eclesiástico. Generalidades
Se ha insistido que la función de la Iglesia tiene en su
realización disposiciones normativas, la fuente más importante. Para este cometido lo son tanto leyes y otras disposiciones que prevén la situación histórica y teológica de la Iglesia Romana. Su marco de derecho positivo se enmarca en el Código de Derecho Canónico de 1983 y su fuente en el Codex de 1917. Como toda generación normativa, no es una excepción en materia eclesiástica las fuentes de aquella. Y entre ellas destaca la consuetudinaria. Pues, la última se ha generado según esta fuente prístina del Derecho Canónico de la Iglesia universal. O sea, la fuente escrita desde las Escrituras, los Evangelios y el Magisterio en comunión con Roma son parte de este problema. Están legisladas como la estructura del Codex en sus cc. 29 hasta el 34. Otra cosa que prevé la norma emitida por el legislador son disposiciones concernientes al tipo de legislación. En otras palabras se ha de asumir las clases de normas que establecen la constitución de todo este Corpus. Lo que emana el aparato de la Curia Romana y se ha previsto su interpretación. Esta se delega a una de sus entidades, el Pontificio Consejo para la Interpretación de Textos Legislativos. El resto del ordenamiento canónico compete a las organizaciones católicas. Las últimas tienen la función de recepcionar las normas internas. Pues, son normas en plena vigencia cuya finalidad parte de su ámbito para todos, o sea, erga omnes. Dentro del proceso de vigencia normativa el Codex prevé un período y plazos respectivos. Con sus puntos, cabe resaltar el trámite y su naturaleza y el objeto por su singularidad causa la mayor eficacia. Sobre el carácter especial de las normas su vigencia está condicionada por quien la emana. Su eficacia en el tiempo es periódica. Es decir, llega a tener vigencia en el plazo de treinta días después de haber sido emitida. Está claro que se presume de iure la irretroactividad de las normas canónicas. Se establece en general salvo las excepciones lo contrario. Estas últimas pueden cundir en nulidad o anulabilidad en lo siguiente. La exclusión del acto potestativo de las normas cae en los efectos anteriores cuando se prescribe literalmente. Y por otro también concurren los efectos anteriores en razón de las partes. Pues, en referencia a la incapacidad de la parte –que supuestamente está facultada– que aplica tales normas. El ámbito de aplicación del derecho canónico está destinado a los feligreses y es pasible según la capacidad de estos. De disposiciones generales se constituye la capacidad de las partes. 2. De las interpretaciones
La Iglesia universal, la Católica con sede en Roma, se
construye para el mundo a partir de las iglesias particulares. Se trata de la estructura del tratamiento del derecho eclesiástico. Es en el ámbito sobre el lugar, toda disposición canónica se rige por este. Y entra en vigencia la norma canónica de acuerdo a las personas en este territorio concreto. Toda normativa no general no implica su situación debido a las personas. También estas últimas prevén el lugar donde son dadas. Toda persona natural queda exenta de cualquier norma canónica general o local. Esto es en razón también de la jurisdicción o más allá de ella. Pero la excepción a la jurisdicción se efectúa frente a un daño eminente. Un daño eminente es en razón al lugar o a la calidad de las personas naturales sin alegarse la normativa jurídica propia. Entonces estas normas establecen lo que conduce a la realización de verdaderos institutos eclesiásticos. También prevén sobre la propiedad ‘temporal de bienes’ de la Iglesia. Quienes no tengan domicilio para el derecho de la Iglesia tienen que quedar sujetos a la norma canónica. Esta prevé en materia general o concreta y donde sean habidas las personas naturales. Toda norma fuera de sus efectos –activos o pasivos– tiene la función contraria a la coactiva en el caso jurídico. En la vía extrajudicial la autoridad de la Iglesia dispone sobre el asunto. Cuando se prevea de una disposición única quien la emite es el clérigo de acuerdo con estas normas. Los vicios de las convenciones en lo que las forman concurren con la norma. Esta puede tener presupuestos o efectos de nulidad y anulabilidad. Y aun así cobran vigencia efectiva, como presunción de iure. Son parte de los vicios sin ser de iure de las normas y sus sanciones. Tampoco se prevé aquellos vicios sobre la situación fáctica. Sobre las situaciones fácticas se consideren a estas como no propias. El sentido literal de la ley le corresponde al Consejo Pontificio Para la Interpretación de Textos Legislativos. El sentido literal se expresa en la forma legal y efectos en vigencia. Esta forma de interpretar literalmente posee los mismos efectos que la norma canónica desde que entra en vigencia. Con la excepción sobre el pasado, se fundamenta en las dudas de las disposiciones legales presumibles en los efectos de válidas. Cuando este sentido de interpretar restringe las normas, la comenta más allá en sus efectos y resuelva las dudas prevalece solamente ex nunc. Otra forma de considerar las leyes de Derecho Eclesiástico es la judicial o la extrajudicial. Dentro de la causa concreta está fuera de la eficacia por Derecho. Tiene efectos entre las partes con relación al objeto dispuesto. El significado de toda norma canónica se explica por lo literal. Es a partir de su sentido en el lenguaje y cada lugar particular. Por excepción hay algún óbice debe preverse ejemplos análogos. Si los hay claro, y ha de considerarse la voluntad de las leyes. Sobre todo debe tomarse esta última en aquella norma con penas, exclusión de libertades y con una más excepciones. A la falta de legislación sobre un caso ha de preverse análogamente. No solo a la falta de legislación sino de toda disposición dada por tradición incluso, excluyendo materia criminal, se prevé así. Se prevén criterios más universales, los precedentes judiciales, la actuación forense de la jurisdicción canónica y sana doctrina. Toda reforma o disposición sancionada después tiene el carácter abrogatorio y parcialmente derogatorio frente a la anterior. Esta por su parte contiene textualmente el asunto de su par ya pasada. No puede causar a pesar de su generalidad y dejar sin la eficacia temas sobre las normas del lugar ni sobre el ámbito personal. La excepción siempre debe preverse parte de las leyes canónicas. La presunción de legalidad es de iure, lo que puede adherirse son normas que traten sobre la primera con carácter de revisión. El fin, en todo caso, es que colijan lo incompatible del trato sobre el asunto en común. El orden civil está mediando al eclesiástico. Y debe prever lo concerniente en todo aquello que sea conmutable en dogmas de fe y costumbres y de los cánones.
A modo de conclusión las anteriores nociones tienen la
finalidad de hacer posible la relación de la creación normativa. En el régimen de los cánones de la Iglesia Romana también presupone a sus intérpretes y desde sus interpretaciones. Con el asunto que trata la legislación emitida se determina su sentido temporal y vigente con la continuidad de otras de esa naturaleza. Y además prevén sus efectos sobre la Iglesia Universal y los óbices en cuanto a la aplicación de las Iglesias particulares.