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Óbices de la ley e interpretación católicas

en el Codex Iuris Canonici de 1983

José Antonio Ortuzte Alba

La construcción sistemática del Corpus de normas de la


Iglesia está predeterminando su misión. También responde a su
‘universalismo’ y a la Sede Romana. Entonces ha de constituirse
de una función magisterial y la propia misión en unidad de todo
este Corpus de leyes. O sea, este criterio de unidad no debe
contrariar el sentido canónico de carácter general que acontece.
Y está en plena relación con el texto eclesiástico público. Pues,
la función jurídico-eclesiástica se constituye en el marco de las
relaciones internacionales con los Estados. Su trato se ha de
realizar a través del sistema internacional de Instrumentos
Internacionales. En el trato con la Iglesia –persona de derecho
internacional– se los llama ‘Concordatos’. Sin embargo, estos
instrumentos se han de dar bajo la nominación genérica de
‘Instrumentos’. Pues, puede un Estado suscribirlos bajo la figura
de una norma de la legislación. Asimismo se ha de proveer a los
Estados suscribientes la misión de cada Iglesia particular. Entre
ella se suscitan más que leyes internas de la Iglesia en vigencia
por las Conferencias de Obispos del país. Se trata del derecho
consuetudinario de la Iglesia. La aprobación de aquellas está
compelida al Codex de 1983. Así quedan a disposición de la
autoridad –el Ordinario del lugar– las consideraciones sobre tal
materia.

Entonces, este ensayo se encarga de considerar los problemas


de interpretación del derecho consuetudinario y su legislación.
En otras palabras se ha de cuestionar la función de la Iglesia
sobre este asunto. Previniendo su carácter general y particular, el
legislador eclesiástico lo ha previsto. ¿El derecho el eclesiástico
cae en el sentido literal en más sobreinterpretaciones legales? La
sobreinterpreta en este caso la autoridad eclesiástica. Pues,
serían concretamente las Conferencias de Obispos de cada país.
Aquellas responden a la Iglesia particular en comunión plena y
absoluta con la Sede Romana. El Codex de 1983 trata sobre la
Iglesia universal.

Bajo estas líneas asumen el problema de la


sobreinterpretación. Y la conforma este ensayo de tres
argumentos. ‘El derecho eclesiástico. Generalidades’ se
previene el tema propio. Con la ‘Las interpretaciones’ se
sobrevaloran estas sobre las emanadas por el legislador. Es una
forma de interpretar y las coloca al par de las leyes. Son
llamadas como parte del derecho interno de la Iglesia. Así
previene esta lectura sobre la función de las Iglesias particulares.

1. El derecho eclesiástico. Generalidades

Se ha insistido que la función de la Iglesia tiene en su


realización disposiciones normativas, la fuente más importante.
Para este cometido lo son tanto leyes y otras disposiciones que
prevén la situación histórica y teológica de la Iglesia Romana.
Su marco de derecho positivo se enmarca en el Código de
Derecho Canónico de 1983 y su fuente en el Codex de 1917.
Como toda generación normativa, no es una excepción en
materia eclesiástica las fuentes de aquella. Y entre ellas destaca
la consuetudinaria. Pues, la última se ha generado según esta
fuente prístina del Derecho Canónico de la Iglesia universal. O
sea, la fuente escrita desde las Escrituras, los Evangelios y el
Magisterio en comunión con Roma son parte de este problema.
Están legisladas como la estructura del Codex en sus cc. 29
hasta el 34. Otra cosa que prevé la norma emitida por el
legislador son disposiciones concernientes al tipo de legislación.
En otras palabras se ha de asumir las clases de normas que
establecen la constitución de todo este Corpus. Lo que emana el
aparato de la Curia Romana y se ha previsto su interpretación.
Esta se delega a una de sus entidades, el Pontificio Consejo para
la Interpretación de Textos Legislativos. El resto del
ordenamiento canónico compete a las organizaciones católicas.
Las últimas tienen la función de recepcionar las normas internas.
Pues, son normas en plena vigencia cuya finalidad parte de su
ámbito para todos, o sea, erga omnes. Dentro del proceso de
vigencia normativa el Codex prevé un período y plazos
respectivos. Con sus puntos, cabe resaltar el trámite y su
naturaleza y el objeto por su singularidad causa la mayor
eficacia. Sobre el carácter especial de las normas su vigencia
está condicionada por quien la emana. Su eficacia en el tiempo
es periódica. Es decir, llega a tener vigencia en el plazo de
treinta días después de haber sido emitida. Está claro que se
presume de iure la irretroactividad de las normas canónicas. Se
establece en general salvo las excepciones lo contrario. Estas
últimas pueden cundir en nulidad o anulabilidad en lo siguiente.
La exclusión del acto potestativo de las normas cae en los
efectos anteriores cuando se prescribe literalmente. Y por otro
también concurren los efectos anteriores en razón de las partes.
Pues, en referencia a la incapacidad de la parte –que
supuestamente está facultada– que aplica tales normas. El
ámbito de aplicación del derecho canónico está destinado a los
feligreses y es pasible según la capacidad de estos. De
disposiciones generales se constituye la capacidad de las partes.
2. De las interpretaciones

La Iglesia universal, la Católica con sede en Roma, se


construye para el mundo a partir de las iglesias particulares. Se
trata de la estructura del tratamiento del derecho eclesiástico. Es
en el ámbito sobre el lugar, toda disposición canónica se rige por
este. Y entra en vigencia la norma canónica de acuerdo a las
personas en este territorio concreto. Toda normativa no general
no implica su situación debido a las personas. También estas
últimas prevén el lugar donde son dadas. Toda persona natural
queda exenta de cualquier norma canónica general o local. Esto
es en razón también de la jurisdicción o más allá de ella. Pero la
excepción a la jurisdicción se efectúa frente a un daño eminente.
Un daño eminente es en razón al lugar o a la calidad de las
personas naturales sin alegarse la normativa jurídica propia.
Entonces estas normas establecen lo que conduce a la
realización de verdaderos institutos eclesiásticos. También
prevén sobre la propiedad ‘temporal de bienes’ de la Iglesia.
Quienes no tengan domicilio para el derecho de la Iglesia tienen
que quedar sujetos a la norma canónica. Esta prevé en materia
general o concreta y donde sean habidas las personas naturales.
Toda norma fuera de sus efectos –activos o pasivos– tiene la
función contraria a la coactiva en el caso jurídico. En la vía
extrajudicial la autoridad de la Iglesia dispone sobre el asunto.
Cuando se prevea de una disposición única quien la emite es el
clérigo de acuerdo con estas normas. Los vicios de las
convenciones en lo que las forman concurren con la norma. Esta
puede tener presupuestos o efectos de nulidad y anulabilidad. Y
aun así cobran vigencia efectiva, como presunción de iure. Son
parte de los vicios sin ser de iure de las normas y sus sanciones.
Tampoco se prevé aquellos vicios sobre la situación fáctica.
Sobre las situaciones fácticas se consideren a estas como no
propias. El sentido literal de la ley le corresponde al Consejo
Pontificio Para la Interpretación de Textos Legislativos. El
sentido literal se expresa en la forma legal y efectos en vigencia.
Esta forma de interpretar literalmente posee los mismos efectos
que la norma canónica desde que entra en vigencia. Con la
excepción sobre el pasado, se fundamenta en las dudas de las
disposiciones legales presumibles en los efectos de válidas.
Cuando este sentido de interpretar restringe las normas, la
comenta más allá en sus efectos y resuelva las dudas prevalece
solamente ex nunc. Otra forma de considerar las leyes de
Derecho Eclesiástico es la judicial o la extrajudicial. Dentro de
la causa concreta está fuera de la eficacia por Derecho. Tiene
efectos entre las partes con relación al objeto dispuesto. El
significado de toda norma canónica se explica por lo literal. Es a
partir de su sentido en el lenguaje y cada lugar particular. Por
excepción hay algún óbice debe preverse ejemplos análogos. Si
los hay claro, y ha de considerarse la voluntad de las leyes.
Sobre todo debe tomarse esta última en aquella norma con
penas, exclusión de libertades y con una más excepciones. A la
falta de legislación sobre un caso ha de preverse análogamente.
No solo a la falta de legislación sino de toda disposición dada
por tradición incluso, excluyendo materia criminal, se prevé así.
Se prevén criterios más universales, los precedentes judiciales,
la actuación forense de la jurisdicción canónica y sana doctrina.
Toda reforma o disposición sancionada después tiene el carácter
abrogatorio y parcialmente derogatorio frente a la anterior. Esta
por su parte contiene textualmente el asunto de su par ya pasada.
No puede causar a pesar de su generalidad y dejar sin la eficacia
temas sobre las normas del lugar ni sobre el ámbito personal. La
excepción siempre debe preverse parte de las leyes canónicas.
La presunción de legalidad es de iure, lo que puede adherirse
son normas que traten sobre la primera con carácter de revisión.
El fin, en todo caso, es que colijan lo incompatible del trato
sobre el asunto en común. El orden civil está mediando al
eclesiástico. Y debe prever lo concerniente en todo aquello que
sea conmutable en dogmas de fe y costumbres y de los cánones.

A modo de conclusión las anteriores nociones tienen la


finalidad de hacer posible la relación de la creación normativa.
En el régimen de los cánones de la Iglesia Romana también
presupone a sus intérpretes y desde sus interpretaciones. Con el
asunto que trata la legislación emitida se determina su sentido
temporal y vigente con la continuidad de otras de esa naturaleza.
Y además prevén sus efectos sobre la Iglesia Universal y los
óbices en cuanto a la aplicación de las Iglesias particulares.

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