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LA EDUCACIÓN Y EL
DESARROLLO DE ACTITUDES COOPERATIVAS, DEMOCRÁTICAS Y CÍVICAS.
INTRODUCCIÓN
FUNCIONAMIENTO.
BIBLIOGRAFÍA
SANTOS GUERRA, M.A. (coord.) (2003). Aprender a convivir en la escuela. Madrid: Akal.
Legislación
La educación para la convivencia y la paz no es una opción más sino una necesidad que
toda institución educativa debe asumir. Los principios para una convivencia pacífica entre pueblos
y grupos sociales se han convertido en un imperativo legal. Ahora se trata de conseguir que el
derecho formal de la paz se convierta en un derecho real.
Educar para la paz es una forma de educar en valores. La educación para la paz lleva
implícitos otros valores como: justicia, democracia, solidaridad, tolerancia, convivencia, respeto,
cooperación, autonomía, racionalidad, amor a la verdad... y se trata de un factor importantísimo
para conseguir la calidad que propone nuestro sistema educativo.
Uno de los principios en los que se inspira el Sistema Educativo Español es la transmisión y
puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la
ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como
que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación (LOMCE, 2013). Igualmente, encontramos
una referencia explícita cuando enumera los Principios en los que se inspira el sistema educativo
español: «La educación para la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos, así
como para la no violencia en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social, y en especial
en el del acoso escolar» (modificación de la LOMCE al artículo 1 de la LOE).
El concepto de paz positiva, cuyas características son: la paz como proceso dinámico y
permanente, como estructura social de amplia justicia y reducida violencia, la paz que exige
la igualdad y reciprocidad en las relaciones e interacciones y que afecta a todas las
dimensiones de la vida.
Perspectiva creativa del conflicto: la educación para la paz recoge el tránsito en la concepción
del conflicto, que ha pasado de ser sinónimo de desgracia, a asumirse como un proceso
natural y consustancial a la naturaleza humana, entendido así, como un fenómeno de
incompatibilidad entre personas o grupos, mediante el cual se perciben o afirman intereses,
valores o afirmaciones contrarias. Los elementos que intervienen en el conflicto son,
básicamente tres: las personas, el proceso y el problema o diferencias esenciales.
Las relaciones sociales, sean entre personas o grupos, nunca han estado exentas de conflictos. Un
conflicto se produce cuando ante una tarea común no se armonizan los intereses y necesidades
de las personas. En sí mismos, los conflictos no son negativos. Lo son si optamos por una opción
violenta para resolverlos, en vez de optar por una forma racional, en la que estén presentes
acuerdos que cuenten con la aprobación de ambas partes.
Hay, sin duda, una necesidad personal y social de paz que la educación no puede ignorarla. Pues,
aunque la educación para la paz no puede resolver todos los problemas existentes en la sociedad,
sí es cierto que creando espacios para el aprendizaje y el ejercicio de la paz en el aula se generan
procesos dialécticos y vivenciales a través de los cuales, niños/as y jóvenes aprenden a tratar y a
ser tratados como personas libres que tienen derecho a serlo.
Fernández (2001) señala que la educación para la convivencia aparece como una orientación
concreta de la educación moral, y como tal, tiene dos tareas fundamentales:
Ayudar a los/as alumnos/as a construir una ética para la convivencia que les permita
desenvolverse en el complejo mundo actual.
Desarrollar en los/as alumnos/as las habilidades necesarias para que puedan construir y
reconstruir permanentemente, su código ético.
La escuela ha de ser, ante todo, una escuela de convivencia, en la que los intereses y puntos de
vista divergentes se negocien a través del diálogo racional y se enmarquen normas de
comportamiento que sirvan para el respeto recíproco. De esta forma, enseñar a convivir
contribuye al desarrollo de las funciones esenciales del centro escolar, reconocida como uno de
los fines del sistema educativo actual: la preparación para participar activamente en la vida social.
1.2 EDUCACIÓN PARA LA CONVIVENCIA Y LA PAZ A TRAVÉS DEL CURRÍCULO.
Con respecto a las competencias, la ley «considera esencial la preparación para la ciudadanía
activa y la adquisición de las competencias sociales y cívicas»; aquí es donde encontramos la
referencia a la educación en valores, pero al igual que en los casos anteriores, no se concreta, sino
que se contempla de un modo transversal.
La Educación para la Paz y la Educación en Valores es una tarea continua que se desarrolla cada
día, durante todo el curso tanto dentro como fuera de las aulas. La transversalidad viene dada
porque no podemos disociar el crecer como personas y la adquisición de conocimientos. La
Educación en Valores, es uno de los ingredientes que hacen fraguar los cimientos de las personas,
el esfuerzo, la solidaridad, la responsabilidad. Si prescindimos de alguno de ellos, podríamos tener
una persona con conocimientos de matemáticas, lengua, sociales, naturales… pero quizá aislada,
sin sensibilidad o insociable.
Las personas somos seres sociales por naturaleza, pues desde que nacemos estamos inmersos en
un grupo. Lo que pensamos o hacemos está influenciado por el grupo social en el que vivimos.
Con frecuencia la educación ha descuidado aprovechar la tendencia natural que tiene el ser
humano a trabajar en grupo para conseguir aprendizajes cooperativos. Investigaciones muy
recientes destacan las ventajas tanto para la persona como para el grupo que se pueden alcanzar
con el trabajo cooperativo. También se han observado otros avances en aspectos como: mejor
clima de aula, mejores relaciones interpersonales, mayor motivación en relación con la escuela
(escaso absentismo), progreso académico del alumnado de bajo rendimiento. La lista puede
aumentarse, pero la excelencia de esta metodología es que el trabajo en grupos cooperativos
proporciona al alumnado los medios para seguir descubriendo y desarrollando sus habilidades.
Se entiende por actitud la inclinación o decisión de actuar de una manera determinada en base a
unos valores que intervienen directamente en la conducta y en la acción de las personas, definen
la personalidad, rigen la actividad cotidiana y constituyen la estructura básica del comportamiento
social. Dos características:
Las actitudes cooperativas son aquellas que implican una relación persona a persona y conlleva
un compromiso y una colaboración. Este compromiso ha de centrarse en el intento de que todos
logren los objetivos que se pretenden alcanzar buscando tanto el propio beneficio como el de los
demás. Estas actitudes se basan en la solidaridad y el compañerismo.
Las actitudes cívicas hacen referencia a aquellas que ejercitamos todos los días, cuando
respetamos y buscamos hacer respetar las reglas de conducta que sabemos que son positivas
para nuestra colectividad.
Actitudes cooperativas
Con frecuencia la educación he descuidado aprovechar la tendencia natural que tiene el ser
humano a trabajar en grupo para conseguir aprendizajes cooperativos. Investigaciones recientes,
destacan las ventajas tanto para la persona como para el grupo que se pueden alcanzar con el
trabajo cooperativo. También se han observado otros avances en aspectos como: mejor clima de
aula, mejores relaciones interpersonales, mayor motivación en relación con la escuela (escaso
absentismo), progreso académico del alumnado de bajo rendimiento. La excelencia de esta
metodología es que el trabajo en grupos cooperativos proporciona al alumnado los medios para
seguir descubriendo y desarrollando sus habilidades.
Actitudes democráticas
Una educación democrática toma como valor de primer orden la participación en todos los
niveles: gestión del centro y del aula, de la convivencia, etc.; y tiene que afectar, más
radicalmente, a las decisiones básicas que determinan la naturaleza misma de la escuela y del
currículum. Rafael Feito (2006) señala tres requisitos que, como mínimo, ha de cumplir una
escuela para que sea democrática:
1. La educación obligatoria debe organizarse de tal manera que se creen las condiciones que
garanticen una educación de calidad para todo el alumnado. Más bien, se trataría de
conseguir una escuela de calidad gracias a la escolarización en un tronco común de todo el
grupo de edad de entre los 6 y los 16 años.
La educación democrática, debe preparar a todos los alumnos para participar, como ciudadanos,
en la configuración deliberativa del futuro de su sociedad, incluyendo aquellos valores necesarios
para la reproducción del proceso democrático mismo. El ideal de una democratización de la
educación se caracteriza por condiciones formales: no represión, no discriminación y deliberación
democrática.
En una sociedad democrática es una obligación de la educación capacitar a los futuros ciudadanos
para poder participar activamente en la sociedad civil y política; lo que implica cultivar aquellas
virtudes, conocimientos y habilidades necesarias para la participación política, precisamente
porque queremos recrear y profundizar colectivamente la sociedad que compartimos. Las
prácticas democráticas han de tomarse como oportunidades de aprendizaje de los valores
democráticos.
Una forma de poner en práctica actitudes democráticas es el uso de la mediación como estrategia
de resolución de conflictos.
«La Mediación Escolar es una estrategia de resolución pacífica, en la que se ofrece a personas con
un conflicto sentarse juntas, voluntariamente, con una tercera parte neutral (algún miembro del
Equipo Mediador), hablar de su problema e intentar llegar a un acuerdo de una forma positiva y
colaborativa.»
La Mediación Escolar no sólo es una estrategia de resolución de conflictos, sino que conlleva una
serie de valores y procedimientos que educan en la cultura de la Paz y consolida formas de
actuación y gestión de los conflictos profundamente participativos y democráticos.
Se caracteriza por ser un proceso educativo, voluntario, confidencial, colaborativo y con poder
decisorio para las partes quienes aportan las soluciones, aprendiendo a gestionar sus conflictos.
Un tipo muy interesante de mediación es la realizada entre iguales en la que una parte del
alumnado del Centro se ha formado para resolver los conflictos a través de la mediación; cuando
surge un problema entre dos alumnos, los mediadores se ofrecen para intentar resolver el
conflicto de forma dialogada.
Actitudes cívicas
La participación de los alumnos de un modo activo en foros de trabajo donde plantearse los
problemas de convivencia y trabajo es, en sí misma, una fuente privilegiada de experiencias que
producen importantes consecuencias formativas como el respecto mutuo, comprensión
recíproca, solidaridad, cooperación o la discusión objetiva de conflictos, de manera que los
alumnos sean capaces de ponerse en el lugar de sus compañeros y adquirir aptitudes de diálogo.
En este sentido las técnicas de participación activa, son un intento de reflejar las distintas
situaciones posibles en las que una persona puede comunicarse e intercambiar información.
Algunas de estas técnicas pueden ser por ejemplo:
Grupos de discusión. Se trata de un técnica grupal muy provechosa para tratar temas de interés
juvenil, solucionar conflictos, etc. Tiene como objetivo el intercambio, confrontación y discusión
de creencias u opiniones entre los miembros del grupo hasta llegar a conclusiones por consenso.
Este odo de trabajo, favorece la creación de actitudes no agresivas hacia los otros y el respecto a
las normas de grupo.
Torbellino de ideas. Tiene por objetivo crear un clima informal. Tiende a desarrollar la capacidad
de crear propuestas constructivistas, de aportar soluciones para contribuir a desarrollar nuevas
habilidades y actitudes que superen un modelo de educación moral basado en valores absolutos.
El proyecto educativo de cada centro definirá los objetivos particulares que se propone alcanzar,
partiendo de su realidad y tomando como referencia la regulación estatal y autonómica. En todo
caso, el citado proyecto educativo abordará los siguientes aspectos:
h) Los criterios para organizar y distribuir el tiempo escolar, así como los objetivos y
programas de intervención en el tiempo extraescolar.
El proyecto educativo constituye las señas de identidad del centro docente y expresa la educación
que desea y va a desarrollar en unas condiciones concretas. Tanto en la elaboración del proyecto
educativo, como en su desarrollo posterior, se fomentará la implicación de toda la comunidad
educativa.
El Proyecto Educativo debe incluir, entre sus apartados los principios educativos y los valores que
guían el plan de convivencia y sirven de referente para el desarrollo de la autonomía pedagógica,
organizativa y de gestión del centro. Se elabora bajo la coordinación del Equipo Directivo con la
participación de la comunidad educativa mediante el procedimiento que se determine en las
Normas de convivencia, organización y funcionamiento del centro. Una vez aprobado el Proyecto
Educativo, el director del centro lo hará público para que sea conocido y pueda ser consultado por
todos los miembros de la comunidad educativa.
Somos cada vez más conscientes de las disfunciones de la convivencia en nuestros centros
escolares y sabemos que hemos de plantearlo desde una óptica positiva, tratando hacer de la
escuela un marco de convivencia democrática y de aprendizaje.
La violencia que se manifiesta en algunos centros escolares hay que verla en el contexto en que se
produce. Son muchas las variables ajenas a la escuela que pueden explicar el comportamiento
antisocial en los centros educativos. Algunas de estas variables son: la violencia estructural
presente en el conjunto de nuestra sociedad, la violencia omnipresente en los medios de
comunicación a los que el alumnado está expuesto, los modelos violentos que el alumnado
aprende, ve y/o sufre en su propia familia o grupo de iguales. El alumnado está siendo socializado
en antivalores tales como la injusticia, la insolidaridad, el maltrato físico y psíquico; en resumen,
en un modelo de relaciones basado en la intolerancia.
Las actividades que se programen con el fin de fomentar un buen clima de convivencia
dentro del centro escolar.
Normas de convivencia
Las normas de convivencia que concretarán los derechos y deberes del alumnado y serán
elaboradas por los centros docentes, tendrán como objetivo fundamental desarrollar unas
relaciones positivas entre los diferentes miembros de la comunidad educativa para lograr un clima
escolar adecuado que facilite el logro de los objetivos educativos y el éxito escolar. Podrán incluir
previsiones sobre la vestimenta del alumnado en el centro docente o la manera de presentarse en
él, orientadas a garantizar que no atenten contra su dignidad, no supongan una discriminación
por razón de sexo o un riesgo para su salud o integridad personal, y la de los demás miembros de
la comunidad educativa, o no impidan o dificulten la normal participación del alumnado en las
actividades educativas. Asimismo, se prohíbe el uso de teléfonos móviles y otros dispositivos
electrónicos como mecanismo de comunicación durante los períodos lectivos. Excepcionalmente,
los centros podrán establecer normas para la correcta utilización como herramienta pedagógica
(Decreto 8/2015).
Los centro docente dispondrán de un aula de convivencia inclusiva cuya vocación es sustituir el
tiempo de expulsión del alumnado que haya estado temporalmente privado de su derecho de
asistencia al centro, como consecuencia de la imposición de medidas correctoras, buscando la
reincorporación a su propia aula en el menor tiempo posible. Para la atención del aula de
convivencia se podrá contar con la colaboración del departamento de orientación. En todo caso,
le corresponde al profesorado encargado del aula de convivencia inclusiva supervisar las medidas
y actuaciones propuestas para el alumnado.
En conclusión, la elaboración del Plan de Convivencia no debe entenderse como una tarea
burocrática a realizar en los centros docentes, sino que debe de aprovecharse esta oportunidad
para propiciar la reflexión conjunta sobre uno de los objetivos más importantes que tiene el
sistema educativo, enseñar a convivir y ser persona. Se trata de crear un documento
verdaderamente útil, realista, dinámico y adaptado a las peculiaridades y necesidades del centro,
que ayude a mejorar el entramado de relaciones que en toda comunidad educativa se establecen
y a mejorar, en definitiva, la vida social del centro.
CONCLUSIÓN
Se debe tener en cuenta que la educación para la paz y la convivencia no se puede realizar si no es
en el contexto de una educación que globalmente en sí misma es no violenta. La paz no es una
propuesta aislada e independiente que el educador transmite en el desarrollo de unos temas
puntuales a través de la palabra. Es necesario pero no suficiente. Se precisa de un ambiente
educativo en el que realmente la paz constituya un valor.