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Elogio de la fábula
Camilo José de Cela
Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura
10 de diciembre de 1989
Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…
¡Qué importa eso!
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer
lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos
y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones
se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse
en el fuego de una pasión deseada.
Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues
mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino
derramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
PRÓLOGO ................................................................................................................... 11
Alguien dijo en una ocasión que todos los días se aprende algo “viejo”. Y en verdad,
las preguntas que el hombre se ha formulado desde el principio de los tiempos, siguen
siendo las mismas: cuál es nuestro origen, de dónde venimos, hacia dónde nos dirigimos,
cuál será nuestro destino como mortales.
Se trata de ese afán de conocimiento que en la historia de las ideas ha sido una
constante.
Lo que sí ha cambiado son las respuestas que el hombre ha dado a estas preguntas,
desde diferentes ámbitos. Y lo que, en consonancia se ha modificado con las épocas, son
los paradigmas por medio de los cuales la ciencia intenta comprender y explicar el mundo
en que vivimos.
El paradigma científico de la modernidad se correspondía con un universo mecánico,
manipulable y predecible; una de sus metáforas fue la del universo reloj, cuyo mecanismo
perfecto podía ser estudiado y su funcionamiento explicado pieza por pieza, en su
aspiración a la simplicidad.
Más allá de la conmoción científica que tuvo lugar durante el siglo XX con el desarrollo
de las geometrías no euclidianas y el quiebre de las certidumbres en la física, en este
tiempo del siglo XXI se ha producido un giro epistemológico hacia la complejidad.
“Todo el universo físico –nos dice Denise Najmanovich– es visto hoy como una
inmensa red de interacciones, surge una nueva metáfora del universo como una red o
entramado de relaciones; las personas forman parte de múltiples redes de interacciones
familiares, políticas, culturales, lingüísticas y de comunicación.”
“El conocimiento en la contemporaneidad es el resultado de la interacción del hombre
con el mundo al que pertenece, el observador es partícipe y creador del conocimiento
–continúa diciendo la autora– y el sujeto adviene como tal en el intercambio en un medio
social humano y complejo”; es así que formamos parte de una red y miramos desde un
lugar, por lo que nuestra visión nunca puede ser completa ni nuestras teorías definitivas.
12 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
de los programas educativos, qué hace que las personas de edad se inscriban en cursos y
actividades culturales diversas, y sobre la formación de docentes de mayores propiamente
dicha, así como los principios que rigen la constitución de estos grupos educativos.
Incorporar estas concepciones básicas es contribuir a la definición de una manera
de actuación educativa con alumnado mayor, que queremos favorezca sin paliativos ni
sesgos lo que ha de ser la inserción de los mayores dentro de los espacios sociales en
general, educativos en particular y para, en último extremo, dignificar la vejez como polo
de la existencia en que la vida tiene una posibilidad abierta de futuro, la posibilidad de
participar activamente de la vida que resta por vivir.”
Creemos que, por ser el tema del envejecimiento tan vigente en la sociedad de
nuestros días, este libro podrá representar el punto de partida para que los alumnos
inicien su propio recorrido en sus variados campos de aplicación.
A lo largo de la obra, el autor nos lleva de la mano para “aprender a ver” la esquiva
silueta de la realidad, en este caso, de la vejez, y nos muestra que ella, forma parte de la
vida.
Para concluir, resulta oportuno citar una frase de André Maurois en El Arte de
Envejecer: “Los hombres que envejecen menos aprisa son los que han conservado razones
de vivir”.
2. Paradojas sociales
El interés del lado joven de la sociedad por la vejez no está exento de paradojas
y contradicciones a la hora de abordar el fenómeno. Se valora y se idealiza la “sabi
duría” del anciano, pero se le “jubila”; las energías sociales se emplean como nunca
anteriormente en pro del bienestar de la ancianidad, siendo no obstante dicha sociedad
una acérrima defensora de los valores que orientan a la producción y consumo de
bienes materiales y a la consecución inmediata de satisfacciones psicológicas. Fericgla
(1992) refiere cómo la relación establecida entre el colectivo anciano (en términos
generales) y la sociedad adulta se asemeja al modelo del “doble vínculo” propuesto
por Bateson: “La sociedad anuncia que merecen todo el respeto de los demás, que
gracias a ellos el mundo funciona en la actualidad, que la sabiduría acumulada a tra-
vés de los años es insustituible y que la ancianidad merece ser el primer objetivo de
cualquier intento social de bienestar. Sin embargo la acción se contrapone en buena
medida a estos enunciados: los valores se decantan hacia la juventud, los programas
publicitarios preconizan la guerra a las arrugas y a las canas, las innovaciones ahogan
las tradiciones, los hijos apartan a los padres ancianos de su hogar y los visitan muy
irregularmente, etc.” (Fericgla, 1992: 45). Esta contradicción entre lo anunciado y las
acciones comporta una situación paradójica por el vínculo existente: los jubilados de-
penden de la administración pública que prácticamente los ignora, pero que necesita
de la generosa aportación de sus votos para seguir manteniéndose en el poder; viudas
y viudos necesitan de sus descendientes, que no obstante los relegan al ostracismo; los
ancianos, en general, dependen de las atenciones de los demás, aunque no quieran
reconocerlo. Así pues, las personas mayores, tanto individual como colectivamente,
son receptoras de algo que se anuncia, pero en realidad reciben una acción distinta
y, sin embargo, deben actuar como si creyeran que la verdad fuera la anunciada y no
la ejecutada. El problema pues a que continuamente nos vemos confrontados en el
estudio del envejecimiento es el de intentar analizar, estudiar o debatir un fenómeno
cuyo ámbito polifacético no sólo se interconecta con una gran cantidad de aspectos
diferenciados (biológicos, psicológicos, sociales, culturales, económicos, políticos etc.),
sino que a su vez se sitúa en el terreno de las actitudes humanas, de sus paradojas,
disonancias y arbitrariedades; o sea, en el terreno de la contradicción valorativa (inte-
lectual), afectiva y comportamental. De hecho, para definir de forma ajustada aunque
sólo sea culturalmente el envejecimiento, es necesario entender, ya de entrada, que
se trata de un conjunto de fenómenos transitorios somáticos, psicológicos y sociales
relacionados con las diferencias entre generaciones, y que el hecho de fijar arbitraria
mente su inicio, está relacionado con determinado utilitarismo sociocultural, pero no
con acontecimientos puramente biológicos. El envejecimiento es un destino social, y lo
es en la medida en que está condicionado por un conjunto de circunstancias estructu
rales de la trama comunitaria, de innegable y profunda incidencia en las personas
mayores, desde la jubilación, pasando por el trato social diferente a que nos obligan
los estereotipos, hasta las ofertas que la sociedad les brinda. Las actitudes y conside
raciones que la sociedad ostenta respecto a la figura y el estatus del hombre mayor, y
LA VEJEZ COMO FENÓMENO SOCIAL Y DEMOGRÁFICO: MITOS Y PREJUICIOS CULTURALES 17
los eventos sociales que acontecen a los mismos sujetos de edad avanzada (jubilación,
reducción del círculo familiar por separación y pérdida de amistades y seres queridos, o
la generalizada devaluación social de la vida del anciano como ser inactivo, improductivo
y casi inútil, como ser necesitado de ayuda médica, psicológica, etc.) inciden profunda
mente, hoy más que nunca, en la vivencia personal durante esa edad, debido al efecto
de contraste con la población joven.
3. Actitudes viejistas
Las personas necesitamos adoptar marcos ideológicos, teorías desde las que
interpretar y conferir sentido a la realidad, a las personas y a las cosas. Se trata de
las actitudes. A veces, las actitudes son teorías fundamentadas; otras son hipótesis
apriorísticas, sin comprobar. En este último caso hablamos de prejuicios. En general,
el individuo que tiene una actitud, un posicionamiento, gana con ello en términos de
economía adaptativa, puesto que el tenerla le permite ordenar y dotar de significado
ciertos aspectos del medio social en el que se mueve, sin tener que someterlo cons-
tantemente a contraste. Tener una actitud implica estar listo a responder de un modo
dado y cuasi automático a un objeto social. No iba a ser menos en relación a los grupos
de edad: niños, adolescentes o mayores.
Las valoraciones que hacemos de estos grupos, más aún de la vejez y el envejeci-
miento, cuando se trata de prejuicios (por lo general negativos), cuando nos movemos
con los mitos y los estándares, se convierten en teorías implícitas erróneas que más
que ayudar entorpecen cualquier tipo de labor atencional. Los prejuicios, estas ideas
falaces, tienen de particular que, inconscientemente, tendemos a cumplirlas a través de
comportamientos concretos; por ejemplo, si pensamos que los viejos son irresponsables
(desmemoriados, infantiles, etc.), los trataremos como a tales (constantemente les re-
cordaremos lo que tienen que hacer, no les encomendaremos tareas de responsabilidad,
etc.), sin que con ello favorezcamos más que la irresponsabilidad que preconizábamos
y, pues, su inutilidad. Por lo tanto, las ideas y actitudes de prejuicio sobre los mayores
(adquiridas a lo largo de la vida por transmisión cultural y educativa), buscan confir-
mar su legalidad y vigencia reforzándose en la misma realidad. Se podría decir que
muchos individuos adoptan en relación a los viejos una óptica ideológica que, a modo
de taxonomía, fuerza aquellas percepciones, emociones y conductas, que encajan en
dichos esquemas previos, rechazando, ignorando o descalificando automáticamente
aquellas evidencias que no se ajusten a dicha perspectiva. Autores relevantes para
la psicología social están convencidos que las elaboraciones apriorísticas de la mente
humana, constituyen un dispositivo funcional que dinamiza y dirige la conducta mucho
más decisivamente que la realidad misma de por sí, como un estímulo autónomo. En
lo referente al trato con los viejos, las aspiraciones, las expectativas, las hipótesis, las
previsiones, las anticipaciones mentales con que imaginamos y explicamos sus carac-
terísticas, comprometen más nuestras actuaciones, que la realidad de éstos. De cara
a la formación de quienes se van a encargar de la asistencia a adultos mayores, este
18 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
desde el punto de vista del Arte, lo que envejece se revalúa y lo más antiguo resulta
sobrevalorado. Ambos principios están jerarquizados: la Ley del Arte es superior a la
Ley de la Moda, cuyo valor secundario debe someterse derivadamente a la primacía
rectora marcada por aquélla.
Algo análogo sucede con la vejez humana, que, si bien no puede vencer a la
muerte ni lograr eternizarse, sí puede trascender la edad alcanzando una especie de
intemporalidad o inmunidad temporal. También las personas aspiran a perdurar y
ganar valor con el paso del tiempo, en vez de perderlo como sucede con los objetos
de moda. De esta forma, haciendo de la necesidad virtud, podríamos reconocer que
la vejez se relaciona más con la antigüedad del arte (los mayores, como las obras de
arte, son los depositarios de la memoria colectiva), que con lo anticuado, que con lo
pasado de moda.
una especie de síndrome morboso o patología específica. Así, se teme a la edad tanto
como a la muerte y a la enfermedad, como si el sólo hecho de cumplir años fuese
equivalente al de contraer algún mal.
La edad avanzada es una situación donde se incrementa el riesgo de caer víctima
de alguna patología; pero la edad misma no es una patología, al contrario, el llegar a
una edad avanzada evitando el riesgo de enfermedad es una auténtica bendición, en
lugar de algún culpable mal. Médicos, farmacéuticos y hospitales conspiran para ob-
sesionarnos con el estado de nuestra salud, y en lugar de alegrarnos por cumplir más
años, este estereotipo ha conseguido que nos sintamos cada vez más preocupados y
culpables conforme vamos cumpliendo más años. Pero también aquí podemos intuir
quiénes son los grandes beneficiarios, nos referimos a aquellas personas, grupos o ins-
tituciones cuyo lucro privado o corporativo se refuerza mediante la medicalización de
la vida. De esta forma, han logrado invertir la lógica natural de las cosas y, en vez de
alegrarnos por cumplir más años, esta “mediocracia medicalizadora” sólo ha conseguido
que nos sintamos cada vez más preocupados y culpables conforme avanzamos en edad.
Invirtiendo la situación, deberíamos pensar que los espectaculares incrementos de
la sobrevivencia y longevidad humana son las más importantes conquistas de la huma-
nidad, y no una epidemia. Es bueno y sano hacerse viejo, tanto en el plano individual,
como en el plano colectivo.
5. El envejecimiento de la población
En términos demográficos, una población envejece cuando asciende el peso
relativo del conjunto de los individuos viejos (normalmente los mayores de sesenta
y cinco años). En economía, el proceso se conecta sobre todo con el cambio de la
relación entre la población económicamente activa y la población dependiente. Desde
la geografía poblacional, lo que interesa es el estudio del proceso por medio del cual
una población modifica su estructura por el aumento del peso relativo del conjunto
de los individuos mayores (proceso de envejecimiento demográfico), así como el
estudio de ese grupo de individuos como una población en sí misma, que mantiene
unas pautas de comportamiento específicas dentro del grupo al que pertenece, y con
el medio en que vive (análisis geográfico de los viejos).
Según la demografía, el envejecimiento de la población se produce básicamente
por dos razones: la primera de ellas es la disminución de la natalidad, y la segun-
da, cuantitativamente menos importante, la disminución de las tasas específicas de
mortalidad. En la primera, la proporción de viejos aumenta porque va siendo menor el
tamaño de las generaciones de niños que se van incorporando (“envejecimiento por la
base”); la otra razón se refiere a que son más los que llegan a viejos, siendo mayores
las expectativas de vida (“envejecimiento por la cúspide”). De otro lado, la evolución
LA VEJEZ COMO FENÓMENO SOCIAL Y DEMOGRÁFICO: MITOS Y PREJUICIOS CULTURALES 23
a lo largo de dicho proceso, así como las leyes que lo rigen. Según Lehr (1980: 25),
la importancia de Quetelet para la investigación del envejecimiento estriba, por una
parte, en que se opuso a la inaceptable generalización de las comprobaciones aisladas
y combatió cualquier procedimiento meramente casuístico; por otra, en que destacó
de forma convincente la relación entre las influencias biológicas y las sociales, incluso
por lo que se refiere al proceso de envejecimiento. Censuró las investigaciones que
se habían realizado hasta aquel entonces en este sector, entre otras cosas porque no
habían relacionado las facultades especiales con las distintas edades, dado que en
sus planteamientos no había tenido cabida la posibilidad de ciertas modificaciones a
lo largo de la vida de las personas, ni tampoco se habían interesado del modo como
se influyen mutuamente las diversas facultades.
Dentro del mismo período, fue Galton (1832-1911), influido por la obra de Que-
telet, otro significado precursor en el estudio del envejecimiento. Galton sospechaba
de la existencia de relaciones entre la duración de la juventud y la diferenciación
de la personalidad. De otro lado, Galton intentó comprobar los cambios orgánicos y
constitucionales que se producían en la edad provecta y su correlación con cambios
comprobables eventualmente en la esfera de la psicomotricidad, de los procesos
perceptivos y de otros procesos mentales más elevados. Esta manera de proceder
destacaba la importancia de la repetición de tales investigaciones comparadas durante
el curso de la vida, a fin de verificar en cada caso el coeficiente de incremento del
desarrollo o la rapidez del cambio. Es en tal sentido que Galton, que en 1883 publica
su obra “Inquiry into Human Faculty and its Development”, fue considerado como uno
de los primeros representantes de la investigación longitudinal y, por tanto, como un
investigador interesado en la variabilidad del comportamiento, y en las modificaciones
acontecidas con la edad. Aparte de la gran cantidad de datos extraídos de sus estudios
antropométricos (p.e. sobre la capacidad visual o la posición erecta), Galton también
abundó, según cuenta su biógrafo Pearson, en sus propias consideraciones sociales y
psicológicas sobre la vejez y el envejecimiento.
La principal contribución de esta fase inicial en el estudio de la senectud fue
sin duda el esfuerzo que en tal sentido se dirigió a la consecución de valoraciones
objetivas y descripciones basadas en unidades precisas de medida, datos cuantitativos
y cálculos estadísticos.
Período 2. Período comprendido entre las dos grandes guerras (1918-1940), se
caracteriza, sobre todo en el ámbito angloamericano, por estudios experimentales en
los que la utilización de tests psicológicos atrajo la atención de los investigadores so-
bre los problemas relativos a la inteligencia y la medida del rendimiento, los aspectos
psicomotrices, y la capacidad de reacción. Así pues, estas investigaciones llevadas a
cabo en Estados Unidos e Inglaterra tuvieron una marcada orientación experimental.
En el año 1928, Miles fundó, en la universidad de Stanford (California), el primer
instituto dedicado especialmente al estudio del envejecimiento. Dichas investigaciones,
patrocinadas por intereses de tipo laboral, se centraron de forma preferente en el
LA VEJEZ COMO FENÓMENO SOCIAL Y DEMOGRÁFICO: MITOS Y PREJUICIOS CULTURALES 27
estudio del declive intelectual que se producía con la edad. Un investigador de gran
relieve, y opuesto a un “modelo deficitario” del envejecimiento, fue Stanley Hall
(1844-1924). Hall, en su obra “Senescence, the last half of life” publicada en 1922,
en plena edad provecta del autor, puso de manifiesto las particulares características
emocionales, intelectuales y sociales de la ancianidad, contraponiendo los resulta-
dos de sus investigaciones con muchos de los prejuicios y estereotipos relacionados
con la vejez (p.e. el mayor temor a la muerte por parte de este grupo de edad, su
mayor vinculación con la religión, etc.). De otro lado, fue Hall el primero en poner
de relieve que las diferencias interindividuales en la senectud son mayores que las
observadas en la juventud, aspecto éste apoyado posteriormente por multitud de
estudios e investigaciones y que tanta repercusión tuvo en el establecimiento del
límite cronológico de la edad de jubilación, por ejemplo. En definitiva, el libro de Hall
es el primer estudio, desde el punto de vista de la psicología, sobre la investigación
de la senectud en Estados Unidos, lo que ha llevado a autores diversos a calificar a
su autor como el primer psicogerontólogo.
En Rusia, las investigaciones de esta época estuvieron en gran parte determina
das por las ideas de Paulov (1894-1936) sobre la mayor lentitud de los aprendizajes
condicionados en los animales experimentales viejos que en los jóvenes, debido a una
supuesta menor conductibilidad de sus vías nerviosas. Fueron estudios de marcado
carácter reflexológico, no exentos de prejuiciosidad en sus planteamientos iniciales.
En Japón, durante la década 1920-1930, se prestó a la psicología del envejeci-
miento un interés centrado en el estudio sobre las modificaciones antropométricas y
los cambios de la esfera mental coincidentes con dichas modificaciones.
A excepción de Inglaterra, en el resto de Europa los conocimientos sobre la ve-
jez provinieron de la medicina, menos preocupada por el rigor metodológico y más
centrada en el envejecimiento meramente biológico (Munnichs, 1966). Marañón en
España, con su obra “La Edad Crítica” publicada en 1919, o Courbon en 1917 con
su trabajo titulado “Sur la Psychologie de la Vieillesse”, son ejemplos de esta tradi-
ción médica. En Alemania se pueden destacar a Giese (1928) con su encuesta sobre
las vivencias subjetivas del envejecimiento y, de forma especial a Charlotte Bühler,
quien en su obra de 1933 “Der menschliche Lebenslauf als psychologisches Problem”
(“El curso de la vida humana como problema psicológico”) intentó dar una visión de
conjunto de la evolución de la existencia desde la primera infancia hasta el final de
la vida. Bühler consideró dicha evolución articulada con arreglo a ciertas fases en el
modo de vivenciar las cosas, a los objetivos vitales, y a la acomodación al régimen
de determinados valores (lo que supuso la introducción del método biográfico en el
estudio del envejecimiento y del desarrollo en general). Los métodos utilizados por
Bühler para analizar el material biográfico estuvieron dirigidos por un interés central
en el sujeto que construye e interpreta su vida y sus experiencias. Más adelante
retomaremos las ideas de esta autora.
Período 3, o fase de expansión de las investigaciones sobre el envejecimiento.
28 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
Hasta el inicio de la década de los cuarenta el estudio de la vejez anduvo muy centrado
en el enfoque de las ciencias médico-biológicas, haciéndose sólo escasas concesiones
a una psicología que, en cualquier caso, también tenía un sesgo marcadamente fisio-
lógico. Según Lehr (1980), fue gracias a la intervención del U.S. Public Health Service
cuando se creó una sección de Gerontología en el National Advisory Committee, que
avanzó el interés fisiológico y psicológico del envejecimiento, así como un abordaje
cada vez más sistemático del tema.
Pasados los primeros años tras la guerra, se organizó en el año 1945 la Gerontolo
gical Society en los Estados Unidos, a raíz de la fundación por parte de Pressey de
una sección denominada Maturity and Old Age (Madurez y Ancianidad), en el seno
de la American Psychological Association. A partir de aquí las publicaciones se multi
plicaron, así como los congresos internacionales de gerontología en los que la par-
ticipación fue cada vez mayor y más diversificada. El interés por el envejecimiento
comenzó a subrayar la afinidad de la gerontología con otras disciplinas, sin excluir
las ciencias naturales ni las sociales. Así, se patentizó el interés referido a la vejez
y al propio transcurrir del envejecimiento, desde una visión evolutiva que definía el
desarrollo como un proceso a lo largo de todo el arco de la vida humana. Las nuevas
perspectivas dentro de la naciente gerontología, el incremento en las producciones
científicas, así como los detallados informes sobre los sucesivos congresos, justifican
la designación por parte de Birren de este período como «fase de expansión» de las
investigaciones sobre el envejecimiento.
A partir de los años cincuenta y sesenta, el estudio de la vejez y del envejeci
miento desplaza su centro de interés del estudio biofisiológico de los cambios verifica
dos en el rendimiento y en las funciones, al estudio de la personalidad, así como a
temas relacionados con la psicología social y la sociología. El aumento experimentado
por la población anciana, las inherentes necesidades derivadas de dicho aumento,
las investigaciones aplicadas, y, asimismo, el pensamiento científico vinculado a este
fenómeno (también el pensamiento social del científico) generaron una dispersa gama
de investigaciones que ha dificultado una elaboración conjunta de base empírica de
todo el sector correspondiente de conocimientos, lo cual ha limitado las posibilidades
teóricas de esta área de la investigación que sólo en los últimos años ha comenzado
a ofrecer un contenido de afirmaciones más claramente delimitado. El enfoque de
base que ha sustentado las cuestiones relativas a la psicología de la senectud y su
cada vez más íntima conexión con los resultados provenientes de la investigación no
es sino el de una psicología evolutiva del ciclo vital, un enfoque dinámico, contextual,
dialéctico, ecológico y de enfrentamiento activo con la oportuna situación vital.
CAPÍTULO 2.
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO
Modelo mecanicista
Para el mecanicismo, el individuo es concebido como una máquina y su conducta
puede ser explicada en términos de causalidad eficiente. Lo importante no es el organismo,
sino los aspectos externos a él, de los cuales proceden las fuentes causales inmediatas
que modelan el comportamiento por medio de procesos de condicionamiento. La vejez
desde este modelo no se entendería en sentido estricto como una suerte de desarrollo,
sino como meros cambios en el comportamiento, resultado de cualesquiera programas
ambientales, o sea, como fruto de aprendizajes en el más puro sentido conductista.
Esta determinación causal-ambiental permitiría producir resultados evolutivos específicos
predecibles, en base a los propios elementos explicativos determinantes.
Modelo organicista
El modelo organicista asume como representación fundamental del individuo la
de un sistema orgánico vivo. Por consiguiente, la consideración de este modelo es la
de un organismo espontáneamente activo, propositivo, orientado por su propia diná-
mica interna, o por la comprensión de las metas que se ha propuesto; guiado en su
desarrollo, en suma, por las internas fuerzas de la maduración.
De entre las polémicas y controversias suscitadas por la dicotomía de Reese y
Overton, aparece en escena un tercer modelo, interesado en un nivel de análisis del
30 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
comportamiento como entidad guiada por normas y basada en las intenciones de los
sujetos, o sea, un modelo interesado en un análisis contextualizado del cambio. Nos
referimos al modelo contextual-dialéctico de Riegel (1976).
Modelo Contextual-Dialéctico
Este modelo, inspirado en posiciones hegelianas y marxistas, aborda preferen
temente el estudio del devenir continuo de acciones y transformaciones, y su relación
tanto con los cambios situacionales inmediatos, como con los cambios individuales y
culturales que se producen a largo plazo. Se trata de una concepción del hombre como
elemento inscrito en la naturaleza, cuyo afán por dominarla determina un bucle, un
proceso dialéctico en el que las transformaciones producidas en este interjuego deter-
minan nuevas condiciones para el desarrollo individual. La persona, al transformar los
contextos se transforma a sí misma, dado que son los individuos los que se crean a sí
mismos mediante su actividad en y sobre los contextos.
Las principales características teóricas pues de la psicología del Ciclo Vital serían,
según Hetherington y Baltes (1988), las siguientes:
Concepto de desarrollo. El desarrollo ontogenético es un proceso a lo largo de
toda la vida, y no un proceso orientado hacia una meta universal. Ningún período de
edad mantiene primacía en la regulación del desarrollo, no aceptándose pues la idea de
que las experiencias infantiles configuren de forma necesaria y definitiva el desarrollo
psicológico ulterior (p.e. la vejez). A lo largo del desarrollo y en todas las etapas del
ciclo vital se dan procesos continuos y discontinuos. Esta afirmación no obsta para que
el enfoque del Ciclo Vital, con su distinción entre influencias temporalmente próximas y
distales en la causación del comportamiento, incluya las experiencias tempranas como
determinantes importantes del funcionamiento psicológico y comportamental en los años
adultos. Pero, al decir de Runyan (1982: 211) “el argumento no es que las experien
cias de la infancia temprana no tengan efectos, sino más bien que los efectos de tales
experiencias están mediados por otras experiencias y contingencias intervinientes, de
tal modo que la personalidad y el comportamiento están formándose continuamente
a través del ciclo de la vida”.
Desarrollo como ganancia pérdida. El desarrollo de cualquier tipo de conducta
alberga una gran complejidad en cuanto está constituido por la ocurrencia de ganancia
(crecimiento) y pérdida (declive). Más adelante tendremos ocasión de ilustrar este aserto
con experiencias concretas relacionadas con la psicología de la vejez y las polémicas
suscitadas en relación a hipótesis sobre supuestos declives «versus» enriquecimiento
(p.e. en la esfera cognitiva).
Multidireccionalidad. A lo largo de los distintos períodos evolutivos, algunos siste-
mas de comportamiento muestran un incremento, en tanto otros declinan en su nivel
de funcionamiento. No hemos de olvidar que existen diferencias en cuanto a la cana-
lización de los distintos aspectos del desarrollo. Algunos aspectos, como la motricidad
por ejemplo, debido a su alto nivel de canalización psicobiológica, tiende a seguir unos
esquemas secuenciales más fijos, en tanto que otros aspectos (como los cognitivos o
los afectivos) están más al pairo de los eventos de un determinado paisaje epigenético
y de las características propias de cada individuo; tendrán, pues, menos mecanismos
autorreguladores en favor de una secuencia concreta. El peso de la canalización no sólo
concierne a las distintas esferas del desarrollo, sino también a las etapas evolutivas. En
tal sentido, la canalización en las etapas infantiles es mucho más fuerte y rígida que
en las etapas posteriores, siendo las posibilidades de variación tanto mayores cuanto
más se avanza en el proceso evolutivo.
Plasticidad. La modificabilidad intrapersonal, intraindividual, a lo largo del desarrollo
es algo consustancial a dicho proceso, siendo que esta plasticidad se vincula con las
experiencias y las condiciones que le ocurren a un individuo a lo largo de la vida. Al
hilo de este supuesto de la maleabilidad intrapersonal, cabe afirmar que la variabilidad
interindividual aumenta en la vejez. Incluso, a nivel biológico, los últimos estudios indican
que hay importantes diferencias entre los individuos en el curso de desarrollo y en el
32 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
4.1. Control
Este primer aspecto nos lleva a la clásica distinción metodológica que divide los
métodos en experimentales, cuasi-experimentales y correlacionales.
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO 35
Diseños Transversales
Un Diseño Transversal consiste en seleccionar y comparar, en un momento dado,
muestras de individuos de diferente edad, pertenecientes pues a generaciones distin-
tas, con respecto a la variable o variables en las que el investigador está interesado
(p.e. actitudes, salud mental, rapidez motora, estado de ánimo, etc.). A menudo, los
grupos, antes de ser evaluados se equilibran con respecto a importantes variables
distintas a la edad, que podrían afectar las puntuaciones. Por ejemplo, si queremos
estudiar transversalmente la hipótesis de que con la edad las personas se tornan más
religiosas, elegiríamos un número idéntico de adultos jóvenes, de mediana edad y de
ancianos (p.e. 50 individuos de 20-30 años, 50 individuos de 40-55 años y 50 de 65
y más), procurando equiparar nuestros grupos para influencias externas que podrían
contaminar la investigación (p.e. si han tenido algún tipo de formación religiosa anterior,
contexto socio-político de los sujetos, nivel educativo, clase social, hábitos religiosos
anteriores, etc.). Después, administraríamos un cuestionario para valorar las actitudes
religiosas y compararíamos las puntuaciones de los tres grupos. Si estadísticamente se
comprobara la tendencia significativa hacia actitudes de mayor religiosidad conforme
se avanza en edad, concluiríamos que nuestra hipótesis se ha confirmado.
Los diseños transversales son diseños de muestras independientes en los que se
mantiene constante la fecha de medición, y la edad se confunde con la generación.
Dadas estas características, la mera comparación de grupos de sujetos de diferentes
edades en un mismo momento histórico nos aproxima a una psicología diferencial
donde la edad adquiere el rango de variable independiente. Sin embargo, la edad,
como tal, no es sino una variable que recoge el efecto producido por otras variables;
no es en sí causa de nada. Con ello queremos decir que no se pueden deslindar las
variaciones observadas entre distintos grupos de edad, de los cambios continuos que
tienen lugar por efecto de la generación. Por otro lado, hay un proceso de cambio
continuo en todos los individuos tal, que difícilmente podría captarse su movilidad y
dinámica sin conocer su secuencia temporal, sin el firme atenimiento a su carácter
procesual y diacrónico.
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO 39
Diseños Longitudinales
Un Diseño Longitudinal consiste en observar individuos nacidos el mismo año,
en diferentes momentos de su vida. Se trata, por consiguiente, de diseños de medi-
das repetidas aplicadas a los mismos sujetos a lo largo de un tiempo determinado;
o sea, la generación permanece constante y la edad cronológica se confunde con la
fecha de medición. Los objetivos, las ventajas y los inconvenientes de los métodos
longitudinales son también diversos.
Entre sus objetivos fundamentales se pueden señalar los siguientes: la identifi-
40 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
5. Estudios biográficos
Como ya hemos apuntado, el lema de los defensores de la perspectiva del ciclo
vital es el de “un individuo cambiante en una sociedad que se transforma” (Riegel,
1976). Este enfoque contextual-dialéctico, que busca dar cuenta de la interacción
compleja entre factores biológicos, individuales, socioculturales y del entorno físico
en el desarrollo, ha cobrado una gran relevancia en las últimas décadas, dando lugar
en la psicología evolutiva a un “período de transición en su propio desarrollo” (Kuhn,
1983: 81) que ha provocado la emergencia de nuevas perspectivas conceptuales y
metodológicas en el estudio y la investigación empírica sobre los procesos de cambio
(Kuhn y Meacham, 1983).
Reinhert (1979) señala que los fundamentos de la psicología evolutiva pueden
localizarse en algunas reflexiones presocráticas sobre los beneficios relativos del joven
y el viejo. Precisamente, a poco que hiciéramos una revisión histórica en el acontecer
de los cambios teórico-metodológicos en la investigación evolutiva, no haríamos sino
confirmar una caracterización actual, en sucesivas aproximaciones, sobre el llamado
enfoque del ciclo vital. Este largo “período de gestación”, como señala Baltes (1983),
hasta la emergencia perfilada y explícita de la perspectiva del ciclo vital en las dos
o tres últimas décadas, ha estado presidido por una profunda reflexión conceptual y
metodológica de los procesos de cambio que, proveniente de ámbitos diferentes (la
psicología social, la clínica, el psicoanálisis o el estudio de biografías), ha conformado
la unidad de dicha perspectiva.
Quizá el elemento más visiblemente destacable de esta orientación sea el interés
preferente mostrado por el estudio del desarrollo humano, más allá de la infancia o la
adolescencia. Este interés por la investigación del desarrollo a lo largo de todo el ciclo
de la vida (por consiguiente también en la adultez y en la vejez) no sólo ha ampliado
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO 43
Una corriente teórica del aprendizaje, en combinación con las ideas psicoana-
líticas, significó en su momento un intento de descripción y explicación de los pro-
cesos de socialización a través de la investigación de las causas actuales y pretéritas
desencadenantes de dichos comportamientos. Recordamos aquí las importantes (ya
clásicas) investigaciones de Dollard, Miller, Doob, Mowrer y Sears, según las cuales,
“cuando se produce una conducta agresiva hay que presuponer siempre la existencia
de frustración y viceversa: la existencia de frustración conlleva siempre algún tipo de
agresividad” (Dollard; Miller; Doob; Mowrer y Sears, 1939: 1).
Apuntamos por último la obra de otro clásico, Kardiner (1945), quien simulta-
neó, analizó y combinó biografías individuales y sociografías (posteriormente haría
descripciones de las condiciones bajo las cuales las personas crecen en una subcul-
tura específica), incluyendo circunstancias económicas, estilos de comportamiento
parental, formas de nutrición, así como hábitos de destete, estilos educativos para
la limpieza (control de esfínteres), educación sexual, etc. La idea principal de todos
estos estudios es la de que el curso del desarrollo está intrínsecamente relacionado al
sistema familiar, y al más amplio sistema social y cultural dentro del cual tiene lugar
el desarrollo. Otros antropólogos sociales, como G.H. Mead (1934), habían seguido
una línea similar de razonamiento al vincular las trayectorias individuales en el curso
del desarrollo con aspectos sociales y culturales.
Sin duda, los intentos de investigación por medio de biografías han aportado
información acerca de los individuos en el transcurso de sus actividades prácticas,
situadas en distintos contextos (que sean culturalmente especificables), como se diría
en términos contextual—interaccionistas. Las dificultades inherentes a tal empeño y
en pos de esta meta no son pocas. No podemos seguir a la gente a lo largo de toda
su vida y observarlas e interrogarlas en cada paso del camino. Y, como señala Jero-
me Bruner en una reciente obra con el sugerente título de Actos de significado: Más
allá de la revolución cognitiva, aunque pudiéramos alcanzar este objetivo complejo
de seguimiento a una o varias personas, “el mero hecho de hacerlo transformaría el
significado de lo que hiciesen. Y, en cualquier caso, no sabríamos cómo componer los
fragmentos y las piezas al final de nuestra investigación. Existe una alternativa obvia
y viable: efectuar la investigación retrospectivamente, a través de la ‘autobiografía’.
Y no me refiero a una biografía en el sentido de un ‘registro’ o ‘grabación’ (ya que
eso no existe). Me refiero sencillamente a una descripción de lo que uno cree que
ha hecho, en qué situaciones, de qué maneras y por qué razones, en su opinión”
(Bruner, 1991: 117). Por medio de las biografías, nos es permitido un seguimiento
diacrónico del Yo de las personas, yoes que se encuentran “distribuidos”, al decir de
Bruner, de forma interpersonal. Los estudios biográficos son, en definitiva, historias de
desarrollo dotadas de significado personal y cultural que nos permiten investigar en
“el proceso de construcción de una versión longitudinal del Yo” (Bruner, 1991: 118).
Resumiendo, buena parte del encuadre de la investigación del curso individual
de la vida dentro de un contexto sociohistórico y biocultural ha sido puesto de relieve
por la psicología del ciclo vital.
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO 47
es una acción física del individuo, en algún grado también significativa para él. Así
pues, en la investigación psicológica de la conducta (al fin y al cabo es la conducta
el objeto de estudio de toda psicología, desde la skinneriana a la lacaniana, por citar
dos posicionamientos muy distantes) es insoslayable la consideración de la mente y, a
la vez, el estudio de las variables y estructuras físicamente registrables en las que la
conducta se realiza. La coordinación y articulación de estas dos perspectivas, la que
se origina en la experiencia privada y la que procede de la pública observación, cons-
tituye un problema que la metodología de investigación y la propia psicología como
ciencia no pueden esquivar. Pero no sólo esto, sino que el ser humano se conduce
respecto a su propia conducta (metaconducta); es decir, el individuo, al responder,
se encuentra con su propia respuesta, y lo que de problemático ella le acarrea: la
interpretación y la indagación de la misma. Esta suerte de interpretación tiene mucho
que ver con la cultura y el contexto histórico en el que se desenvuelve un sujeto; y
es, con el sentido y con la interpretación de dichas acciones, de lo que el hombre va
construyendo su existencia personal, su propia historia.
Más concretamente, cuando la psicología evolutiva se propone estudiar la evo-
lución del individuo en un contexto familiar, social e histórico (y ello se pone más de
manifiesto cuando investigamos las edades posteriores con toda su carga de historia
y de experiencia), necesita, a nuestro parecer, de un recurso metodológico capaz
de afrontar regladamente la “vida propiamente humana”, el proceso mismo de las
vivencias y comportamientos, que es lo que precisamente, al enlazarse, constituye
una biografía. Como señala Marcel Proust en su obra A la recherche du temps perdu
(A côté de chez Swann): “... les maisons, les routes, les avenues, sont fugitives, hélas,
comme les années” (A la búsqueda del tiempo perdido: al lado de la casa de Swann:
… las casas, los caminos, las avenidas, son fugitivas, helas ahí, como los años). La
idea de los análisis biográficos es, en cierto modo, trascender los medios novelados,
para abordar la vida humana (siempre fugaz para reparar en los detalles) aunque por
supuesto, a través de una o varias perspectivas siempre limitadas.
En cualquier caso, la posibilidad de una perspectiva más psicológica ha permitido
que al menos una parte de los psicólogos evolutivos hayan intentado, con mejor o peor
fortuna, un análisis específico de las interacciones diacrónicas a lo largo de períodos
biográficos, de amplias variables, lo cual revela a nuestro parecer como valiosa esta
oportunidad, esbozada en las líneas anteriores, consistente en comprender procesos
evolutivos que en muchas ocasiones son olvidados por investigadores mas “ortodoxos”
dentro del ámbito de la psicología explicativa. Nos permitimos señalar en este punto
la interesante idea, expuesta en conferencias y simposios por ilustres personas de la
psicología como Mariano Yela o Carlos Castilla del Pino, sobre las relaciones entre
el conocimiento psicológico logrado por el arte y el origen, desarrollo y sentido de
la psicología científica. O incluso, en sentido opuesto, cómo, al decir de Einstein, el
científico en general (y el investigador del comportamiento en particular, pues) es (sin
olvidar la pragmática), un poeta. Y lo es como inventor de hipótesis, como constructor
de “esbozos libres” de explicación (al decir de Zubiri), como individuo necesariamente
ENVEJECIMIENTO Y DESARROLLO HUMANO 49
creativo, inventor. Como señala Yela: “El científico es, literalmente, un poeta humilde,
un inventor que somete sus invenciones a comprobación rigurosa. Sin invención, sin
poesía, no hay ciencia; sin comprobación tampoco. La comprobación más rigurosa
de hipótesis anodinas es estéril. Las hipótesis más ingeniosas que no se comprueban
son inútiles. El desarrollo de la ciencia y del método científico que a ella conduce
ha consistido en la articulación coherente entre la invención y la comprobación. Las
diversas maneras heurísticas, lógicas, matemáticas e instrumentales que adopta esta
articulación se concretan en las múltiples técnicas específicas del método científico”
(Yela, 1994: 4).
CAPÍTULO 3.
ENVEJECIMIENTO FÍSICO Y SALUD
nismos sirviendo como programa a partir del cual se producen estas moléculas. La
molécula de DNA debe enrollarse y desenrollarse de nuevo en el proceso de produ-
cir proteínas. Pero en este desenrollamiento y reconstitución repetidos, la molécula
de DNA tiende a desarrollar cambios en su estructura. Estos cambios, denominados
mutaciones, probablemente se producen de manera continua en el curso de nuestra
existencia expuesta a las agresiones ambientales y al trabajo de las células. Dado
que las mutaciones fueron responsables de nuestra evolución a partir de organismos
unicelulares, obviamente, no todas las mutaciones son malas. No obstante, la mayor
parte son deteriorantes. Si sus efectos perjudiciales son lo suficientemente importantes
o extensos, provocarán la producción de tantas proteínas defectuosas que la célula
morirá. Nuestras células poseen mecanismos reparadores para corregir estos errores
del DNA que se producen espontáneamente, pero a medida que envejecemos los
errores del DNA pueden ser más y más frecuentes y el propio sistema de reparación
quizá no funcione con tanta eficiencia. Por consiguiente, con el tiempo, el deterioro
sin reparar se acelera.
De acuerdo con este panorama, los cambios físicos que experimentamos cuando
envejecemos representan los signos visibles de este deterioro acelerado del DNA. A
medida que se acumula un número mayor de errores del DNA, se produce un nú-
mero mayor de proteínas defectuosas y un número más elevado de nuestras células
funciona mal y muere. Finalmente, se pierden las suficientes células o las células lo
suficientemente importantes de nuestro organismo para causar nuestra muerte.
Como apoyo interesante a esta teoría, el tiempo de vida máximo de un deter-
minado mamífero está relacionado con la fuerza de sus capacidades de control del
deterioro del DNA cuando, en el laboratorio, sus células están sometidas a los efectos
deletéreos de la radiación ionizante (la radiación que provoca la mutación de la mo-
lécula del DNA). El ratón, con un tiempo de vida máximo de sólo 3,3 años, posee el
DNA más frágil de todos los mamíferos. Por el contrario, los seres humanos poseen
el DNA con más capacidad de recuperación y el tiempo de vida más prolongado.
Otros biólogos, que están de acuerdo en que el envejecimiento y la muerte están
causados por un deterioro celular al azar, consideran que la tasa de mutación del DNA
‑como mínimo fuera del laboratorio‑ es demasiado lenta para causar el problema bási-
co. Consideran que el deterioro más importante probablemente tiene lugar a un nivel
inferior del sistema. Además, sostienen que las sustancias ambientales que provocan
mutaciones del DNA, como las radiaciones, afectan el material genético de las células
con un mayor número de divisiones mientras que las células posmitóticas (sin división)
deterioradas o destruidas son las responsables de los síntomas más espectaculares
del envejecimiento. Partes decisivamente importantes de nuestro organismo como
el cerebro y la médula espinal están constituidos por células posmitóticas. Algunos
gerontólogos señalan que, dado que los cambios de estas estructuras tienen más pro-
babilidades de originar como consecuencia nuestra muerte, una teoría adecuada de
la razón de envejecer debería considerar específicamente los factores que producen
un mal funcionamiento de las células posmitóticas y su muerte.
ENVEJECIMIENTO FÍSICO Y SALUD 53
Es interesante destacar que desde hace más de medio siglo se conoce un mé-
todo para prolongar el tiempo máximo de vida: la restricción calórica sistemática.
En una notable serie de experiencias iniciadas a finales de la década de los 30, los
investigadores observaron que mediante una infra-alimentación a ratas de laboratorio,
se pudo aumentar su tiempo de vida máximo un 60%. La clave es un tipo insólito
de infra-alimentación, lo que se ha llamado «infra-nutrición sin mal nutrición». Se
limitan los alimentos de los animales, pero se les administra una dieta rica desde un
punto de vista nutricional. Simplemente se les permite el menor número posible de
calorías vacías.
Se solía pensar que para que fuera eficaz la infra-nutrición tenía que iniciarse muy
precozmente, desde el momento del destete del animal. Y el precio de prolongar el
tiempo de vida era un retraso de la pubertad. Indudablemente las ratas vivieron mucho
más tiempo, pero la dieta prolongó sobre todo el período de vida antes del inicio de
la fertilidad adulta. Sin embargo, una serie de estudios más recientes sugieren que
una leve restricción calórica, iniciada en el período medio de la vida, también puede
extender la longevidad, aunque el impacto es mucho más moderado que cuando esta
estrategia de prolongación de la vida se inicia precozmente. Sin embargo, son estos
estudios con animales inferiores y más allá de la conveniencia de una dieta adecuada,
nada hay probado exactamente en los humanos. Tal vez se podría esperar un retraso
del inicio del envejecimiento hasta los 85 años y que la expectativa de vida aumentara
hasta los 130; pero el asunto plantea serios interrogantes.
En un artículo posterior de Comfort (1972), se mencionan los problemas que se
suscitarían si tras la aplicación de técnicas cuyos resultados ya se han reconocido efi-
caces con animales, se ampliara la expectativa de vida diez o veinte años más. Estas
cuestiones, de índole social y ética esencialmente, serían:
1) La superpoblación.
2) El aumento de personas dependientes.
3) Problemas de distribución, de costes y de ética, concernientes a la elección
de los seres que se beneficiarían de una prórroga y de los que deberían morir
antes.
4) El dilema de tener que elegir entre tener hijos o vivir más tiempo para paliar
el problema de la superpoblación.
5) La última cuestión es si no sería mejor “añadir más vida a los últimos años
que años a la vida”.
implican una definición del anciano como sujeto inválido para otros menesteres, más
relacionados con lo cognitivo, lo afectivo o lo social, como más adelante veremos.
como es fácil de imaginar, para la vida de las personas. Las frecuentes quejas del
anciano sobre lo insípido y poco apetitoso de sus comidas, unido a la menor tole-
rancia a especias y condimentos, invisten en no pocos casos la hora de la comida
de desagrado, e incluso a veces de repugnancia. Algunas investigaciones señalan la
mayor dificultad de las personas mayores para identificar los alimentos por el gusto
o el olfato, lo que sugiere un descenso de ambas modalidades con la edad.
La inconsistencia y falta de certeza se hace extensible a las investigaciones sobre
la sensibilidad al tacto, la temperatura y el dolor. La mayor parte de las investiga-
ciones apuntan a un descenso de la sensibilidad al dolor con los años, pero esto no
es generalizable a todas las zonas corporales. La investigación sobre el dolor es una
tarea difícil, dada la gran cantidad de variables y aspectos que inciden en este tipo
de respuesta: expectativas, temores y actitudes en general. Pocos son los estudios e
investigaciones sobre el tacto y la sensibilidad a la temperatura. Respecto al tacto,
parece que con excepción de la palma de la mano y la planta del pie, cuya sensibi
lidad disminuye levemente, el resto del cuerpo mantiene sus umbrales de sensibilidad.
En la misma línea apuntan otros trabajos que advierten de una cierta pérdida de
sensibilidad en los dedos para los estímulos mecánicos de presión.
Los sentidos vestibulares para el equilibrio también disminuyen con la edad,
siendo frecuentes los accesos de vértigo que, en personas de más de 65 años, origina
más muertes por caídas que las producidas por accidentes de otro tipo. De hecho,
los problemas relacionados con la estabilidad postural y con la sensación de vértigo
constituyen un importante motivo de preocupación para el anciano en sus actividades
de la vida diaria.
5. La atención médica
Aparte de lo ya señalado en el sentido de que las enfermedades en los ancianos
se burlan del tradicional enfoque médico de diagnosticar y curar con rapidez, existen
algunos errores en la asistencia médica con los mayores que podrían resumirse así
(Belsky, 1996):
- El médico no especializado no conoce bien esa verdad de que en los mayores
las enfermedades pueden presentarse de forma distinta a como lo hacen en
edades más jóvenes. Por ejemplo, la confusión mental o la indigestión, y no
62 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
el típico dolor constrictivo, puede ser, más allá de los ochenta años el síntoma
del infarto de miocardio.
- El médico profano en geriatría desconoce qué es normal físicamente en la
vejez, y a veces quita importancia a algunas enfermedades y trastornos, im-
putándolos al mismo proceso de envejecimiento; o al contrario, interpreta
como patología lo que es normal en la ancianidad.
- El médico no geriatra suele ser más individualista en el abordaje de la enfer-
medad que el geriatra. El especialista suele conocer la importancia de otros
profesionales en el abordaje de la enfermedad.
- Los no especialistas atienden con mayor rapidez de la debida a los pacientes
mayores. Por contra, los geriatras emplean más tiempo y esfuerzo al examen
de dichos pacientes, deteniéndose en explicaciones sobre tratamientos más
complejos, necesarios para aliviar las enfermedades crónicas.
- Los médicos no geriatras se centran sólo en los síntomas físicos, sin preocu-
parse de otros aspectos en los que el geriatra suele entrar, como el estilo de
vida, el estado de ánimo, las preocupaciones, o los recursos del mayor para
afrontar las actividades de la vida cotidiana.
- Los gerontólogos, a diferencia de los no especializados, suelen medir mejor
y ser más moderados en su posición asimétrica de autoridad, y ser menos
expeditivos en su papel, a fin de preservar la posibilidad de que el mayor
saque a colación sus temores y preocupaciones.
- Los geriatras tienen más en consideración el fenómeno de la pluripatología
en los mayores, con un mayor cuidado y atención en los tratamientos y do-
sificación de fármacos u otros remedios para favorecer la salud.
Si hasta aquí nos hemos referido a algunos aspectos de la relación médico-
paciente mayor, de la misma forma podríamos hacer, pero al revés, de la relación
paciente-médico.
Los sociólogos y los psicólogos que estudian las características de estos enfer-
mos han referido el término “nihilismo terapéutico” para indicar la propensión de
muchos mayores a diagnosticarse procesos patológicos susceptibles de ser tratados
como propios de la edad. Algo que, como veíamos antes, hacen algunos médicos.
De hecho, parece que en la vejez las personas cambian su concepto de salud, de tal
forma que determinadas molestias o dolores que en épocas más jóvenes hubieran
requerido algún tipo de tratamiento, a los más de 60 ó 70 años son considerados
como normales por el paciente.
Parece ser que en la actual generación de ancianos occidentales se ha internalizado
como norma cultural el no quejarse. De hecho, en el llamado mundo desarrollado del
occidente europeo, también en el ámbito norteamericano, se aprecia y valora la queja
sobre la salud como un signo de debilidad, con lo que se suele desalentar este tipo de
ENVEJECIMIENTO FÍSICO Y SALUD 63
cumplir: ser bueno, cumplir algún compromiso postergado, etc., a fin de con-
seguir algún objetivo (p.e. conocer a su futuro nieto, participar del enlace de
un hijo, etc.).
4. Depresión. Esta fase se caracteriza por la tristeza extrema, por lo general
poco antes de la muerte, en la que la persona parece pensar: “Sí, se trata de
mí”. Si inicialmente el moribundo se lamenta de las pérdidas pasadas y de los
errores cometidos, posteriormente entra en una especie de duelo preparatorio,
aislándose para la preparación de la muerte. En esta situación, el paciente ya
no recibe visitas y se resigna, aún sin aceptar la muerte.
5. Aceptación. Por último, coincidiendo con la debilidad del paciente, el individuo
acepta apaciblemente la muerte; incluso la desea. Todo ello en una cierta
actitud de tranquilidad y entrega que favorece el tránsito.
Algunos autores se han preguntado si este ejemplar modelo de Kübler-Ross
(1998) es una referencia obligada ante la inminencia de la muerte, y si realmente se
pasa de forma inequívoca por estas fases. Precisamente, las críticas y revisiones han
provenido de su carácter lineal en forma de etapas sucesivas, siempre las mismas y
en el mismo orden.
Otro tema que ha sido estudiado es las diferentes formas de reacción frente a la
muerte por parte del entorno institucional. En la actualidad, una porción importante
de personas, fallecen en un centro hospitalario. Glaser y Strauss (1965), han descrito
distintos tipos de contextos hospitalarios en relación a las actitudes prevalentes hacia
la muerte:
1. La ignorancia. Ni el personal, ni la familia, ni el propio enfermo admiten la
muerte inminente. Esta actitud, menos común en la actualidad que antaño,
fue descubierta por Kübler-Ross, y ha sido la labor pionera de esta psiquiatra
y psicoanalista la que denunció y criticó esta práctica que provoca gran recelo
del enfermo y las malas repercusiones sobre la familia.
2. La sospecha. Dentro de un contexto de ignorancia, como acabamos de decir,
el paciente sospecha y trata de descifrar palabras y gestos del personal y de
los familiares como signos de su gravedad.
3. El silencio cómplice. A pesar de estar preocupados por la muerte, todos se
asocian en una estrategia de evitación para no hablar de ella.
4. La lucidez. Se afronta el problema de forma realista y franca.
En cualquier caso, estos estudios e ideas que hemos mencionado se han realizado,
en general, sobre pacientes terminales de diferentes edades, y no han contemplado
específicamente al anciano moribundo. Debemos pensar, que en el anciano, la muerte
debe ser vista como un proceso no disruptivo, que se inicia antes de que se hagan
evidentes los signos de una enfermedad terminal. De otro lado, los menoscabos cere-
ENVEJECIMIENTO FÍSICO Y SALUD 65
1. Introducción
El estudio de la inteligencia y sus procesos de cambio constituye, como es sabido,
uno de los temas capitales de la psicología del desarrollo. Este interés es igualmen-
te una importante fuente de debate en el estudio del envejecimiento en general
y, como cabe suponer, en el estudio de los aspectos cognitivos en esta fase de la
vida. Obviamente, al igual que ocurre en cualquier parcela de la psicogerontología,
los datos y la interpretación de los resultados obtenidos en las investigaciones están
muy relacionados con la perspectiva teórica adoptada, si bien, a nuestro entender,
dichas perspectivas en el estudio de la inteligencia en la vejez a veces carecen de
límites precisos, e incluso, incompatibilidades importantes. Creemos que se trata
de la misma dificultad que existe para distinguir de forma exacta los dos modelos
teóricos generales que de forma principal los sustentan; a saber: el organicista y el
contextual-dialéctico. Y es también la dificultad para calificar qué es la inteligencia y
qué significa ser inteligente. Como señalara el conocido Sternberg, lo que realmente
importa no es cómo resolver bien los problemas, sino qué problemas resolver en
primer lugar. Por eso, todo estudio sobre cognición en la vejez precisa una tarea de
reflexión, y pone en evidencia un reto desde el que abordar las contradicciones, las
múltiples perspectivas teóricas y la gran cantidad de información al respecto, de la
que es preciso seleccionar aquí lo más relevante.
tante a factores externos. Entre los factores externos más relevantes con potencial
para afectar los resultados se encuentran:
1) Las diferencias de escolarización entre las cohortes.
2) Los déficits sensoriales o de otro tipo.
3) Las privaciones en general.
4) La rapidez de respuesta en los tests cronometrados.
5) La falta de costumbre en la resolución de tests.
6) El conservadurismo.
Una parte importante de los datos de que disponemos en las investigaciones
psicométricas procede de la aplicación de la escala Weschler (WAIS) para la medida
de la inteligencia en adultos. Como se sabe, esta prueba consta de seis subtests que
componen la subescala verbal y de cinco más que constituyen la escala manipulativa.
El conjunto de las puntuaciones de cada subescala arroja una puntuación global o de
conjunto. De entre los datos existentes, una de las evidencias más firmes es la de
que el decremento mayor que se produce con la edad atañe a las puntuaciones de
la escala manipulativa y, en menor medida, a la escala verbal. A esta línea apuntaron
las investigaciones de Doppelt y Wallace (1955) en los trabajos de estandarización
del WAIS para ancianos. Incluso, en otras investigaciones más recientes, Harwood y
Naylor (1971), al realizar un estudio comparativo entre personas mayores y jóvenes,
obtuvieron puntuaciones más altas para la escala verbal en ancianos, en tanto que
en los jóvenes la ventaja se producía en la escala manipulativa. Estos datos, prove-
nientes de estudios transversales (con todos los inconvenientes que ello comporta
para la investigación evolutiva), no difieren en mucho de otros estudios longitudinales
también de carácter cuantitativo.
Otro elemento importante de estas investigaciones son las notables diferencias
individuales encontradas entre los sujetos ancianos, diferencias que incluso aumentan
en las últimas fases de la vida.
Las dos posiciones teóricas en la investigación psicométrica inteligencia-vejez son
la de Schaie y Baltes y los planes secuenciales, y la de Cattell y Horn sobre inteligen
cia cristalizada y fluida.
* Enfoque sociocultural: Schaie y Baltes y los planes secuenciales. El test de
inteligencia aplicado por Schaie fue el “Primary Mental Abilities” (PAM) de Thurstone
(1938). Esta prueba consta de escalas destinadas a medir cinco habilidades prima-
rias: significado verbal, espacio, razonamiento inductivo, fluidez verbal y número,
aspectos éstos relativamente independientes unos de otros. Estos trabajos, pues, se
refieren a varios aspectos de la inteligencia y no sólo a uno o dos (tal era el caso
de las anteriormente citadas experiencias con las escalas Wechsler). Los datos de
estas investigaciones están basados en una muestra amplia de sujetos testados por
primera vez en 1956, y luego, sucesivamente, en 1963, 1970 y 1977. Al objeto de
controlar los efectos de retest y de mortalidad, aparte de la muestra original, fueron
estudiadas muestras independientes de sujetos. Se dispuso así de datos transversales
y longitudinales en el contexto de un diseño secuencial.
COGNICIÓN Y VEJEZ 69
3. Enfoques cualitativos
Como se sabe, para Piaget la inteligencia se define como un medio de adaptación
cuyo progreso y maduración sigue una secuencia universal ligada a factores biológicos
(maduración del sistema nervioso), al ejercicio a través de la práctica, a la interacción
social y el aprendizaje, y a un proceso de autorregulación (equilibrio) que funciona
como una manera de retrocontrol, de ajuste activo a nuevas situaciones. Para Piaget,
la cima del desarrollo cognitivo se alcanza con el pensamiento formal: habilidad mental
para realizar operaciones lógicas, capacidad para pensar en objetos no presentes en
términos posibilistas de hipótesis, y con la consecución, en suma, de un sistema de
pensamiento coherente y reversible. Una idea extendida sobre la caracterización del
pensamiento operatorio formal en la vejez, de cuya ingenuidad previno Rabbit (1977),
es la llamada “hipótesis de la regresión” a la infancia, según la cual la evolución de
la inteligencia que acompaña al envejecimiento sería una vuelta al desarrollo inicial,
o lo que es igual: los ancianos perderían las capacidades operatorias y formales en
sentido inverso a su adquisición; se perderían primero las capacidades formales, luego
la conservación del volumen, posteriormente la del peso, etc. Estas ideas provienen
del intento por parte de algunos estudiosos de analizar la inteligencia del anciano a
la luz de los clásicos estadios de Piaget. En dichas investigaciones se observó que las
personas adultas y mayores actuaban de forma más intuitiva, egocéntrica, etc., que
los sujetos jóvenes, cometiendo más errores en tareas de clasificación y conservación,
lo que fue interpretado en términos de regresión o retroceso en el curso evolutivo-
fásico propuesto por Piaget. Sin embargo, es conocido que muchas de las conclusiones
de Piaget sobre los cambios observados en niños, eran debidos, en parte al menos,
a la naturaleza del problema presentado, al encuadre en que se desarrollaban las
experiencias, así como a las características de las instrucciones que se daban.
Actualmente se reconocen las deficiencias del modelo de pensamiento formal
para explicar el pensamiento adulto. En los últimos años ha aparecido una línea de
investigación tendente a demostrar la existencia de un estilo de pensamiento en el
adulto que se ha dado en llamar “post-formal”. Esta tendencia actual, por parte de
muchos investigadores, a considerar metas cognitivas más allá de la mera “formalidad”
propuesta por Piaget ha llevado a autores a hablar de pensamiento post-formal, con
COGNICIÓN Y VEJEZ 71
a cambiar la visión del mundo en base a esa nueva información y la buena voluntad
de seguir abierto al cambio, es parte de una posible definición del pensamiento sabio
(al que luego nos referiremos). El conocimiento surge así, en una medida importante,
de la oportunidad de experimentar transformaciones en nuestras propias creencias y
supuestos, cambios que nos ayudan a darnos cuenta que las ideas y prioridades que
parecen tan claras en un momento dado, pueden ser modificadas en función de nuevas
experiencias y alternativas inéditas.
Forzar los límites. Forzar los límites es descrito por la autora como cierta necesidad
que el individuo puede tener por “teorías más fértiles” para generar nuevos problemas
con mayor potencial analítico. De este modo, el cambio en el conocimiento propio de la
edad adulta se ve empujado, también, por este afán de dar sentido y dirección a elec-
ciones forzadas y arriesgadas en el descubrimiento de problemas, sobre todo en aquellas
cuestiones mal definidas o insuficientemente fundamentadas en sus planteamientos.
Un sentido del gusto por problemas que son de importancia fundamental. Se trata
de un afán de búsqueda que algunas personas de edad tienen, movidas por el atractivo
y la fascinación de buscar las cosas importantes y substanciales, más que por trabajar
sobre detalles sin fin o meramente para mejorar la precisión. Es el gusto por aportar
una contribución básica nueva. Este agrado por lo principal, sí es primordial para el
descubrimiento de problemas, y es una característica que define ciertas capacidades
con la edad, tanto en términos de competencia como de actuación.
La preferencia por ciertas indagaciones conceptuales. La inquietud por el descubri-
miento es una importante componente actitudinal del conocimiento y de la productivi-
dad creadora. Según Arlin, la fase de preocupación por descubrir problemas en general
como “indagación conceptual” ante problemas mal definidos, incluye la apertura a la
estructura del problema y la orientación hacia el descubrimiento allí donde se cambian
los espacios del problema, donde se alteran los encuadres o se hacen substituciones
del tipo que fueren.
complejas. Uno de los modelos sobre pensamiento relativista más ampliamente utili-
zado ha sido el modelo de “juicio reflexivo” propuesto por Kitchener y King (1981). El
método utilizado para el análisis de este tipo de pensamiento consiste en presentar a
los individuos un dilema cuyas contradicciones deben resolverse de forma justificada.
Las conclusiones principales de estos estudios comprobaron que el juicio reflexivo
aumentaba con la edad y que la habilidad verbal relacionada con dicho juicio es, en
gran medida, responsable de este incremento. En la misma línea se encuentran los
trabajos de Blanchard-Fields (1986), que han evidenciado la mayor capacidad de las
personas adultas (en relación a las jóvenes) en la madurez del conocimiento ante el
análisis de dilemas diversos.
4. La sabiduría
La sabiduría constituye, en la actualidad, uno de los motivos de investigación prefe-
rente en fórmulas y maneras de funcionamiento mental, hasta hace relativamente poco
tiempo olvidada por una psicología en exceso “positivista”. La sabiduría, como concepto
complejo, excede los límites de la psicología experimental y de los métodos psicomé-
tricos al uso para evaluar la inteligencia, la memoria o la atención, para convertirse en
una cualidad cognitivo-afectiva que implica una nueva manera de conocimiento. A con-
tinuación se refieren algunos intentos por investigar tan apasionante y complejo tema.
Clasificaba las respuestas para determinar cuánto y qué tipo de conocimientos po-
seían. Por ejemplo, una puntuación baja se equivalía con respuestas negativas o que
consideraran un error o una irresponsabilidad sin más dicha posibilidad de matrimo-
nio. Puntuaban alto los individuos que reparaban en la posibilidad de circunstancias
particulares incidentes, como cuestiones religiosas, o una enfermedad terminal de la
muchacha, o razones culturales, etc., y la necesidad, en suma, de más información
del problema para poder opinar (recogido en Craig, 2001: 567).
En suma, para Baltes, los seis rasgos principales que reúne la sabiduría son:
1. La persona sabia se concentra en los asuntos importantes y difíciles que a
menudo se asocian con el significado de la vida y la condición humana.
2. El nivel de conocimiento, sensatez y capacidad de consejo reflejado en la
sabiduría es superior.
3. El conocimiento asociado con la sabiduría tiene un alcance, una profundidad
y un equilibrio extraordinarios, y se aplica además a situaciones concretas.
4. La sabiduría combina la mente y la virtud, o sea, se vincula con el carácter
de las personas (que tiene una dimensión en valores) y se emplea a favor del
bienestar personal y de la humanidad.
5. Es muy probable que la persona sabia goce de “buen humor”.
6. Aunque la sabiduría es difícil de alcanzar, la mayoría de la gente la reconoce
con facilidad.
capítulo titulado “La sabiduría y su relación con la inteligencia” (en Sternberg, 1994)
fue formular una teoría de la sabiduría que especificara sus atributos comunes, así
como los distintivos con respecto a la inteligencia y la creatividad. Todo ello, como
advertimos, basándose en la “psicología popular” de la gente, en las construcciones
que esa gente hace, que ya están en sus mentes y que sólo necesitan descubrirse,
porque ya existen.
El estudio consistió en pedirle a profesorado y personas profanas que durante
cinco minutos hicieran una lista de conductas que, consideraran, fueran características
de un ideal de persona sabia (amén de inteligente o creativa), según sus respectivos
campos de estudio (caso del profesorado) o en general (caso de las personas profanas).
En una segunda investigación se pidió a la población estudiantil que identificaran las
conductas que habían definido la sabiduría en la experiencia anterior.
Para la sabiduría surgieron seis componentes. Por orden de fuerza, estos compo-
nentes, junto con las conductas que muestran las cargas más altas, son los siguientes:
1. Capacidad de razonamiento: tiene la singular capacidad de considerar un pro-
blema o situación y resolverlo; tiene buena capacidad de resolver problemas; tiene
una mente lógica; es bueno en diferenciar entre las respuestas correctas y las inco-
rrectas; es capaz de aplicar el conocimiento a los problemas concretos; es capaz de
interpretar teorías e informaciones viejas de una forma nueva; tiene grandes fuentes
de información; tiene la capacidad de reconocer las similitudes y diferencias; tiene
racionalidad (capacidad de razonar claramente); hace conexiones y distinciones entre
las ideas y las cosas.
2. Sagacidad: muestra preocupación por los otros; hace caso del consejo; entiende
a las personas y sabe tratar con gente variada; cree que siempre se puede aprender
de otra gente; se conoce a sí mismo; es juicioso; es justo; es un buen oyente; no
teme admitir que se equivoca, corregirá el error, aprenderá y seguirá adelante; escu-
cha todas las versiones de un tema.
3. Aprende de las ideas y del entorno: da importancia a las ideas; es perceptivo;
aprende de las equivocaciones de otra gente.
4. Juicio: actúa dentro de sus propias limitaciones físicas e intelectuales; es sen-
sato; tiene siempre un buen juicio; piensa antes de actuar o de tomar decisiones; es
capaz de examinar con perspectiva (en oposición a considerar sólo las consecuencias
a corto plazo); piensa antes de hablar; es un pensador claro.
5. Uso exacto y rápido de la información: es experimentado; busca informa-
ción, sobre todo los detalles; tiene edad, madurez o una gran experiencia; aprende,
recuerda y obtiene información de los éxitos o errores pasados; cambia de idea en
base a la experiencia.
6. Perspicacia: tiene intuición; puede ofrecer soluciones que están del lado de
la verdad y la justicia; es capaz de ver a través de las cosas (leer entre líneas); tiene
capacidad de entender e interpretar su entorno.
80 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
pensarse que una de las funciones de la sabiduría es defenderse del orgullo excesivo
que puede derivar de un supuesto manejo excesivo de las cosas, de esa presuntuosa
idea de creer la persona que es muy diestra, muy conocedora, infalible. En resumen,
una razón por la que la sabiduría podría disminuir con la edad es que los años traen
generalmente más información, más experiencia, más acumulación de conocimiento y,
con ello, el riesgo de perder sabiduría por una excesiva confianza en el saber, por un
exceso de autocomplacencia y prepotencia. Es un desplazamiento, dentro del mencio-
nado eje “saber-dudar” (ordenada), “simplicidad-profundidad” (abscisa), hacia el ángulo
superior derecho.
2. Estereotipia e intolerancia. La confianza que se tiene en saber puede también
aumentar con la edad, mermando la sabiduría en una rigidificación e hiperdefensa de
los propios puntos de vista, de las propias posiciones intelectuales, de la propia óptica.
En muchas ocasiones, más que permitir mantener posturas ambiguas o contradictorias,
las circunstancias educativas, sociales y culturales fuerzan a una defensa dogmática de lo
que posiblemente son posturas insostenibles, adoptando así disposiciones intelectuales
extremas y endurecidas. Esto provocaría un alejamiento de la “moderación”, propio de
la sabiduría. En el terreno cultural y educativo parece haber una conspiración entre los
“radicales” para ignorar o aniquilar las posturas moderadas. Sin duda es ésta una cues-
tión personal y afectiva. De hecho, las personas que mantienen posiciones extremas de
saber confiado se sienten amenazadas cuando alguien con una postura moderada suscita
dudas. No ocurre igual al contrario. Para los que mantienen una postura sabia mode-
rada (equilibrio entre saber y dudar), no es amenazante que alguien parezca confiado
en su conocimiento. En suma, un clima intelectual hostil a la ambigüedad y la paradoja
es el que incita a soluciones fáciles, tales como la estereotipia y la intolerancia, lo que
entra en confrontación con las cuestiones legítimas que surgen en el curso de nuestras
experiencias (cotidianas, educativas, etc.). Cuando se adoptan recursos fáciles y se pro-
duce un abandono del equívoco y la contradicción como elementos substanciales de la
existencia, a causa de un exceso de confianza en lo que se cree conocer, se abandona
la sabiduría. Como decía Nietzsche: “a lomo de las paradojas se alcanzan todas las
verdades”. Esta defensa dogmática de posturas probablemente insostenibles implica un
desplazamiento, dentro del espacio a que aludimos, hacia arriba y a la izquierda, más
simple pero de menor certeza.
3. Cambio cultural. Otra dirección lejos de la mediana de la sabiduría, con un cur-
so de movimiento hacia abajo y a la derecha, más complejo pero menos sabio, y que
implicaría una excesiva cautela e incapacidad para la actuación es la promovida por el
rápido cambio tecnológico y cultural presente en nuestra sociedad. A muchas personas
de edad, no se les da la opción de adaptarse a las innovaciones técnicas, modas, nuevas
especializaciones profesionales, modificaciones ideológicas, éticas, políticas, etc. Es una
misión de la educación con las personas adultas mayores, crear estrategias para que esta
población pueda dominar estos avances y evitar así las dudas crecientes que pueden
sobrevenir sobre la importancia de lo que uno dominó o llegó a saber en el pasado. El
hecho es que cuanto mayor es la magnitud del cambio cultural, mayor impacto tiene
82 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
sobre las personas mayores, inmersas como están y estuvieron en actividades, espe-
cializaciones, recursos técnicos, destrezas, valores morales, etc., que la velocidad de
los acontecimientos revela obsoletas o pasadas de moda. Por lo tanto, estos cambios
vertiginosos propios de nuestra era significan también un peligro para la sabiduría de
la persona mayor que puede llegar a dudar en exceso sobre el valor y el alcance de lo
que sabe, y a ser en exceso cautelosa.
4. Tragedia. Igual o más dramático en su impacto que la experiencia tecnológica y
los cambios culturales puede ser la merma del espacio intelectual y emocional que, a
menudo, se da como consecuencia de importantes tragedias de la vida vinculadas a las
pérdidas en la vejez: pérdida de la salud, enviudamiento, divorcio, la muerte de amigos
y familiares, la pérdida de una forma de vida encarnada en la jubilación, la pérdida de
una comunidad, ideología, institución o nación con los que uno se comprometió, etc.
Estas tragedias golpean el nivel personal por injustas, incomprensibles e irracionales y
dan como consecuencia una inadecuación para dar sentido a tales crisis. En los términos
del modelo de Meacham, la tendencia sería a ir de lo complejo a lo más básico e intui-
tivo, unido a una mengua en la confianza del saber; o sea, un desplazamiento hacia el
ángulo inferior izquierdo del plano de coordenadas: duda-simplicidad. En la vejez, donde
hay menos oportunidades y protección, hay que tener muy en cuenta este extremo.
admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge cada
uno de los pedacitos y los incorpora a su arcilla” (Galeano, 1993: 85).
Si damos por sentado estos principios al menos: la unión afecto-intelecto y el poder
de la experiencia y la cultura en la sabiduría, la pregunta que sigue sería si ésta puede
investigarse desde la posición de las ciencias naturales (positivismo, experimentación,
etc.), o requeriría de otra forma distinta de abordaje. En lo que toca a investigaciones
como la de los Baltes y compañía, hay quienes piensan que con ellas no hacen sino
reproducir la antigua teoría de Cattell-Horn sobre la inteligencia cristalizada y fluida. Así,
siendo que las personas adultas mayores salen desfavorecidas en las medidas estándar de
la mecánica (equivalente a la inteligencia fluida), las investigaciones de Baltes y otros se
ven abocadas a apostar en lo que queda; o sea, en la pragmática de la vida (equivalente
a la inteligencia cristalizada). Pensamos, que un modelo cuyos conceptos clave son “pe-
ricia” y “especialización” se mueve en un espacio estrecho que en cierto modo mengua
las posibilidades de conceptos como sabio y sabiduría. El problema real está, según lo
recuerda Kekes (1983), en aprender a evitar confundir a las personas verdaderamente
sabias con los simples expertos locales, los especialistas estrechos o los proveedores de
información parapsicológica o esotérica (tan de moda en los tiempos que corren). Llegar
a sabio no es una cuestión de aprender nuevas verdades paranormales, fantásticas o
sorprendentes, sino de redescubrir el significado de las viejas verdades que, en cierto
nivel, todo el mundo conoce. Del mismo modo, la mera destreza cognitiva no explica
por sí sola la importancia que la dimensión moral cobra como cualidad del individuo
sabio como persona buena, ética, tolerante o de buen carácter.
Y también, muchas de estas investigaciones y resultados tropiezan con problemas
que provienen de la larga tradición positivista que pregona la necesidad de la experi-
mentación y la operativización cuantificada de las variables que componen los fenóme-
nos objeto de investigación. Difícil tarea para el estudio de la sabiduría. Pensemos que
para este tipo de investigaciones experimentales, lo que suele contar son los resultados
efectivos (y certeros) sobre alguna cuestión o actividad a realizar. El asunto es cómo
determinar la veracidad o exactitud de los productos sabios, y qué tiempo hay que
tomarse para hacerlo. La valoración de las producciones sabias, tal como han venido
siendo investigadas, pecan, cuando menos, de dos inconvenientes. El primero de ellos
es lo que Kekes (1983) acertadamente llama el “síndrome de Polonio1”, que se refiere
a la probabilidad de que “un tonto puede aprender a decir todo lo que una persona
sabia dice y a decirlo en las mismas ocasiones”, siendo que pueden, sin más, ser una
ristra de estupideces (Kekes, 1983: 286).
El segundo problema se centra en el hecho de si las decisiones sobre lo que es sabio
o no, se pueden hacer en un lapso breve de tiempo o por adelantado. Se puede valorar
con celeridad una prueba de memoria o de inteligencia, pero con la sabiduría ocurre que
podemos celebrar un juicio bueno o sabio, de alguien que ha elegido seguir un camino
1. Personaje del Hamlet de Shakespeare que aconseja y habla contradictoria y estúpidamente sobre
asuntos relevantes de la vida.
84 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
o una hipótesis que con el tiempo se revela insensata; o al contrario, podemos valorar
en el momento como majadero un planteamiento que con el tiempo se declara sabio.
La cuestión es que tal vez los efectos sabios no pertenezcan a esa clase de producciones
que se pueden evaluar por adelantado o en un mínimo lapso de tiempo. La valoración
de estas producciones que están tan ligadas a circunstancias contextuales e históricas, y
a los valores y nuevas significaciones de estos valores y verdades aparentemente inmu-
tables, como cualquier asunto que requiere de formas históricas de explicación, no se
adhieren a los normales criterios de predictibilidad o verificabilidad, sino que necesitan
conformarse a la inteligibilidad y la aceptabilidad pública; o sea, sólo se detectan en la
retrospección y el análisis de lo que ya fue dicho o expuesto, una vez transcurrido un
tiempo prudencial2. Como señala Robert Sternberg, “para entender la sabiduría total y
correctamente se requiere más sensatez de la que tenemos”.
Resumiendo, la pregunta es en qué medida los estudios sobre sabiduría escapan
a las dificultades que originaron su olvido de parte de la psicología, dado el lastre que
en este terreno ha supuesto la ciencia positiva. Todos hemos permanecido en un largo
olvido que nos ha incapacitado para recobrar una idea fiel del sentido del concepto
de sabiduría. Hay que seguir trabajando para conseguir una rampa emancipadora del
interés que tienen nuevas formas de conocimiento. Al fin, se trata de una labor harto
compleja en la que la ductilidad de los conceptos y los procedimientos, corre paralela
con la cohesión y la unánime aceptación de parte de los investigadores –una vez des-
contaminados de prejuicios– de una manera de consenso en los pareceres. Esto nos
recuerda las palabras de Lin Yutang cuando dice: “La humanidad parece estar dividida
en idealistas y realistas, y el idealismo y el realismo son las dos grandes fuerzas que
moldean el progreso humano. La arcilla de la humanidad se hace suave y dócil por el
agua del idealismo, pero la materia que la tiene unida es, después de todo, la misma
arcilla, pues de lo contrario podríamos evaporarnos todos, convertirnos en Arieles. Las
fuerzas del realismo y del idealismo se tironean una a otra en todas las actividades
humanas, personales, sociales y nacionales, y el verdadero progreso se hace posible por
la apropiada mezcla de estos dos ingredientes, de modo que la arcilla se mantenga en
su condición ideal, dócil, plástica, a medias seca y a medias húmeda, ni endurecida e
inmanejable, ni disuelta en barro... Un idealismo vago, no crítico, se presta siempre al
ridículo, y un exceso de él puede ser un peligro para la humanidad por conducirla en
giros constantes e inútiles a la caza de ideales imaginarios... la sabiduría, o el más alto
nivel de pensamiento, consiste en atenuar nuestros sueños o idealismo con un buen
sentido del humor, apoyado por la realidad misma” (Lin Yutang 1987: 18-19).
2. Las ideas de los Baltes y compañía, en último extremo se parecen de nuevo a otra especie sólo
ligeramente modificada de explicaciones predominantemente “técnicas” de conocimiento, según las cuales, la
sabiduría se limitaría nada más que a la simple acumulación de información o destreza, en donde la vida buena
se confunde con la vida prudente y en donde los trabajos psicométricos estándar pretenden la posibilidad de, por
medio de pruebas especializadas tipo test, detectar y diagnosticar con rapidez a las personas sabias.
CAPÍTULO 5.
LA PERSONALIDAD EN LA VEJEZ
1. Introducción
El concepto “personalidad” ha sido desde siempre un concepto complejo para
la psicología; etimológicamente alude a “sonar a través de...”, o a la careta que lle-
vaban los actores griegos; personalidad es lo que potencialmente somos y el com-
portamiento son sus manifestaciones; la personalidad alude a una forma de ser y de
comportarnos característica de cada cual, en definitiva. En realidad es un constructo
teórico que pretende denominar la manera en que se organizan dinámicamente los
sistemas afectivos, cognitivos y comportamentales, en una unidad que sirve al sujeto
a su adaptación con él mismo y con su entorno. La respuesta al interrogante sobre la
continuidad o el cambio en las características personales con el advenimiento de la vejez
es extremadamente difícil, dada la gran cantidad de factores incidentes en el proceso
de reconstrucción interna, que es el desarrollo de la personalidad. La influencia de
los aspectos físicos inherentes al propio envejecer, la presencia de mermas sensoria
les y psicomotrices, la vivencia de ciertos cambios cognitivos, la confrontación con
nuevas experiencias sociales como la jubilación o la viudedad, la acomodación a los
cambios históricos, sociales y culturales y, cómo no, la inminente toma de conciencia
sobre la finitud de la existencia han de provocar sin duda cambios o modificaciones
en la forma de ser, en la personalidad de los individuos mayores. No obstante esta
aseveración que ya de entrada hacemos, son pocos (en número y en consistencia)
los enfoques teóricos que han abordado la personalidad del anciano de una forma
prioritaria y sustancial. A continuación incluimos algunas de las ideas preferentemente
desde un enfoque psicodinámico, que pretendemos sean aclaratorias.
energéticos para hacer frente a los continuos cambios y problemas que se presentan
en el mundo interno y externo, pudiéndose observar, a tenor de esta eventualidad
tres consecuencias en la vejez:
1. Posible insuficiencia de los mecanismos psíquicos de defensa habituales; la
angustia se hace entonces invasora e intensa y puede precipitar una descompensación.
2. Al disponer el aparato psíquico de menores reservas energéticas, tiene que
atender algunos asuntos más urgentes en detrimento de otros; esto quiere decir que
los mecanismos para preservar el equilibrio actúan de forma sucesiva en vez de hacerlo
simultáneamente. Este hecho, aparte de que en ocasiones lleva a la descompensación,
también puede reforzar exageradamente algunas defensas, sobre todo defensas que
requieren una gran cantidad de energía, como las encaminadas al control; o sea, los
mecanismos obsesivos.
3. Una tercera consecuencia es la del contraste que se da en la vejez entre las
fuerzas biológicas que siguen presentes, y los recursos para satisfacerlas que, en
general, están disminuidos. Este aspecto puede llevar a utilizar con profusión me-
canismos protectores, especialmente aquellos que refuerzan la represión; por otra
parte, al percibir impulsos que no son aceptables (p.e. el sexual) y que difícilmente
podrían ser controlados, se siente amenaza contra la autoestima. Esta amenaza resulta
especialmente espinosa y angustiosa frente a la espera de tres tipos de hechos: las
pérdidas, los ataques externos y las restricciones limitadoras como la enfermedad o
las actitudes familiares.
Así pues, la angustia estaría presente en el anciano de forma particular, presencia
que se ve incrementada por las percepciones dolorosas en el declinar de funciones
y capacidades, así como por la proximidad con la muerte.
conocida Klein, se puede proyectar la propia identidad sobre un objeto externo, di-
luyéndose los límites entre el yo y los otros.
* Fenómenos obsesivo-compulsivos. Se trata de defensas que implican un alto
consumo de energía psíquica. Las más características son el aislamiento y la formación
reactiva. El aislamiento consiste en conductas o pensamientos “mágicamente” desti-
nados a controlar las pulsiones o tendencias inaceptables a nivel yoico y superyoico
(hacer ciertos rituales para que no suceda nada malo, rezar, acudir a exorcismos o
bendiciones para eliminar los malos pensamientos, etc.). En la formación reactiva,
los impulsos que producen ansiedad se expresan en la conciencia por lo que sea
opuesto a ellos; de esta forma, la persona se afirma mediante sentimientos de signo
positivo, reduciendo la ansiedad generada por los auténticos impulsos. Esta tendencia
opuesta a los deseos reprimidos se puede ejemplificar en casos como la humildad, el
pudor o la exagerada limpieza, que pueden ser ejemplos de sus opuestos: soberbia,
exhibicionismo o suciedad.
* Defensas contrafóbicas. Son respuestas de evitación ante situaciones externas
percibidas como peligrosas. En muchos mayores, este tipo de defensas pueden estar
encubiertas por racionalizaciones (p.e. no salir a la calle justificándolo en dificultades
de locomoción inexistentes); en otras, hay un fundamento real (p.e. hostilidad del
tráfico, delincuencia, malos planteamientos urbanos, etc.).
Estos mecanismos (y otros que no hemos mencionado) preservan el equilibrio y
mantienen a la persona mayor a resguardo de la angustia desorganizadora. Por eso,
es preciso que funcionen, y sería contraproducente combatirlos o suprimirlos, salvo
cuando resultan muy patógenos y se transforman en mal adaptativos.
Veamos ahora algunas ideas sobre los conceptos de self y narcisismo, según el
psicoanálisis.
e) Adultez tardía o Vejez (65 +). En esta etapa las tareas incluyen el ajuste al
declive de la fuerza física, así como a la jubilación y a la reducción de ingre-
sos. También se incluye en esta última etapa, el afiliarse a grupos de personas
mayores, afrontar la muerte del cónyuge y mantener la integridad personal.
Havighurst se refiere a las llamadas “tareas evolutivas” como delimitadoras del
cambio a lo largo del ciclo vital. En tanto algunas de estas tareas están circunscritas
por eventos biológicos, otras lo están por acontecimientos de tipo social, sobre todo
vinculados con los roles. En último extremo, cada una de estas tareas evolutivas
propuestas tiene componentes biológicos, psicológicos y sociales. Dichas tareas evo-
lutivas son afrontadas por los individuos en un orden aproximadamente igual (si bien
no hay una homogeneidad en relación a la edad). Estos períodos de vida coinciden
con acontecimientos vitales como el matrimonio, la paternidad, el climaterio, la ju-
bilación o la viudedad, y son demarcadores del cambio personal, coincidentes con
ciertas normas de edad.
Desde esta perspectiva, más que de estadios se habla de períodos de vida. Tan
pronto como se define uno de estos períodos en el plano social, éste adquiere su
significación para el individuo que, al percibirlo como posición propia, le permite la
transición personal de un período a otro. Esta percepción del período en el que se
encuentra y al que tiene que ir es, de suyo, un elemento de cambio. El sujeto apren-
de el tipo de comportamiento que se considera o no adecuado en cada uno de los
períodos y es este aprendizaje el que afecta a su comportamiento, a su autoimagen
y a su personalidad.
realizar actividades tan diversas como casarse, tener hijos, aspirar o dejar de hacerlo a
una promoción laboral, retirarse del trabajo, o evaluar la pertinencia o no de orientarnos
hacia determinados eventos vitales. Este reloj de edad no opera del mismo modo en
todos los sujetos, ya que existe una mediación psíquica que es la que hace efectiva la
evaluación de la propia situación en el curso vital.
Hay un concepto clave en la obra de la autora en el que nos detendremos un
momento: los «eventos vitales», como marcadores que modelan y dirigen el ciclo vital.
Los “eventos vitales” son sucesos relevantes que pueden ser culturales o personales y,
a la vez, pueden ser normativos o no normativos. Los eventos normativos son aquellos
que ocurren en un momento particular de la vida de las personas. La sociedad deter-
mina el tiempo óptimo de los eventos vitales normativos y, por ello, esas expectativas
pueden variar algo a través del tiempo. Los eventos vitales normativos hacen predecible
la vida adulta.
Los eventos no normativos alteran nuestra vida en la medida que son sucesos que
no se espera que sucedan y sólo le acontecen particularmente a algunos (la muerte
de un hijo, una conversión religiosa, un premio de lotería, una enfermedad). También
existen los “no-eventos”, es decir, sucesos que se espera que sucedan pero que no
ocurren. Los eventos vitales, normativos o no-normativos son en sí mismos fenómenos
neutrales. Que el evento sea visto como positivo o negativo, como ganancia o pérdida,
como bueno o malo tiene que ver con cómo los interpreta el sujeto.
Estas teorías tienen como rasgo común que se basan en una idea del desarrollo
humano asentado en transiciones vitales. Según algunos enfoques ello ocurre conforme
a un plan predeterminado; otros autores reivindican el rol de los eventos vitales. Cava-
naugh sostiene que la influencia de estas teorías sobre la investigación y su extendida
aceptación por el público, se vinculan a que la mayoría de las personas perciben su
ciclo vital como una secuencia ordenada de cambios y de estabilidad. Los modelos
científicos serían, así, meros amplificadores de las ideas de sentido común propias de
nuestra cultura moderna.
A pesar de las diferencias inherentes a cada enfoque, pueden reconocerse varios
puntos en común.
- Desde el nacimiento a la muerte, la vida humana se caracteriza por la continua
adaptación a los cambios contextuales e internos.
- No necesariamente cada sujeto experimente cada crisis en un punto del tiempo.
Hacerlo sería darle una interpretación mecanicista a modelos que pretenden
ser una guía heurística para pensar el desarrollo humano.
- Las transiciones no tienen que estar indefectiblemente ligadas a las edades,
sino que cada estadio representa el nivel de desarrollo alcanzado por el sujeto
en la comprensión de su propia experiencia.
LA PERSONALIDAD EN LA VEJEZ 97
lo que dichos estudios mostraron, según palabras del propio Costa previniendo sobre
el riesgo de esta afirmación, es que no se cambia de forma sistemática y predecible.
Tampoco estos estudios se vieron exentos de críticas y matizaciones:
a. Las medidas psicométricas sólo diagnostican rasgos superficiales de personalidad.
b. El llamado “estilo en la realización del test” (p.e. contestar invariablemente
“de acuerdo” o en “desacuerdo” debido a la repetición de la prueba, por una
tendencia a ofrecer “series de respuestas” estables).
11. Adaptación personal y social del adulto mayor: los mecanismos de selección,
optimización y compensación (SOC)
Durante toda su existencia, el sujeto se ve enfrentado a situaciones nuevas,
muchas de las cuales representarán experiencias de adversidad, como antes hemos
apuntado. Frente a ellas, pondrá en juego sus capacidades de recuperación y afronta-
miento (sabiduría, optimismo trágico). De la misma manera, se producen en la vejez
las situaciones de cambio que sirven a modo de prueba permanente, como desafío
para sobrellevarlas y superarlas, para capitalizar las experiencias –aún las negativas– y
mantener un funcionamiento acorde a la edad y al momento vital (Fernández Lópiz
y Ferreiro, 2006; Baltes, 1997).
Hablamos de cambios a nivel físico, cambios en su relación con los demás, y
cambios en su entorno; cambios que serán fruto de situaciones de pérdida a diferentes
niveles, vinculados todos al paso del tiempo, que exigirán al sujeto mayor aprender
a compensar las pérdidas con nuevas adquisiciones y con nuevos logros, así como
forjar nuevas metas a alcanzar. Es decir, las actividades de la vida diaria se ven afec-
tadas por restricciones externas como el tiempo y alcance espacial, y por factores
internos tales como los cambios asociados al envejecimiento normal y/o patológico,
que fomentan y/o dificultan la participación en ciertos tipos de actividades o influ-
yen en cómo el individuo estructura su vida diaria. En este contexto de objetivos,
motivaciones, habilidades, preferencias, necesidades, deseos, restricciones externas,
cambios normales y patológicos, los adultos mayores pueden llevar a cabo diferentes
actividades diarias participando en aquellas que aseguren el mantenimiento personal
(comer, bañarse, vestirse, etcétera) que se consideran un ingrediente básico en la vida.
Sin embargo, también pueden ir más allá de las actividades básicas y tomar parte
102 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
intentando otras formas de hacerlas hasta que se logra el mismo resultado que se
solía obtener; cuando algo en la vida ya no está funcionando tan bien como solía
hacerlo, pedir ayuda o consejo a otros; cuando para uno se vuelve difícil obtener los
mismos resultados, seguir intentando hasta obtener los mismos resultados que antes.
De igual manera, el adulto mayor puede apoyarse en aparatos, dispositivos o tec-
nología (lentes, bastones, amplificadores de sonido, etcétera), o bien en sus recursos
sociales para seguir funcionando igual que antes. Esto es también compensación, que
usualmente es una estrategia que se da conjuntamente a la optimización.
Sin embargo, cuando las pérdidas son tan significativas que ni optimizando o
compensando se puede funcionar igual que antes, entonces el adulto mayor se ve
obligado a seleccionar unas cuantas actividades de todo su repertorio, sobre todo
aquellas que le resulten especialmente significativas, y así seguir funcionado, pero
ahora de una manera más focalizada, más especializada.
El modelo de selección, optimización y compensación se creó originalmente como
un modelo de desarrollo para explicar la adaptación a la pérdida de recursos debido
a la edad, esto a través de ajustes en el uso y asignación de recursos. Este modelo
se basa en el supuesto de que los recursos internos y externos limitados exigen que
la gente haga elecciones concernientes a la asignación de tales recursos. Lo anterior
requiere el uso de conductas de selección, optimización y compensación, las cuales
deben ser consideradas como un conjunto funcional (Young et al., 2007).
Una hipótesis general con base en este modelo dice que los adultos mayores
que utilizan estrategias de selección, optimización y compensación para identificar y
perseguir objetivos se adaptarán mejor al envejecimiento en comparación con aque-
llos que no lo hacen, y que se establece una relación positiva entre la frecuencia en
el uso de estas estrategias y el bienestar subjetivo (Burnett-Wolle y Godbey, 2007).
En el caso del sujeto que envejece, este modelo ofrece un marco teórico para
una interpretación global y abarcativa del envejecimiento. Aunque la predominancia
de los tres mecanismos varía en el curso del desarrollo, ellos están siempre presentes
en todo el ciclo vital para favorecer la adaptación del sujeto a su medio, por medio
de la “maximización” de ganancias y la “minimización” de pérdidas, el mantenimiento
de niveles aceptables de funcionamiento y la reorientación del sujeto hacia metas
apropiadas a su momento evolutivo.
La selección, optimización y compensación no deben ser vistas exclusivamente
como procesos intencionales y racionales. Cada uno de los tres procesos puede ser
activo o pasivo, aunque idealmente todos deben involucrar la persecución activa
de nuevas habilidades o una aceptación gradual de la vida sin ciertas habilidades.
Al usar estrategias de selección, optimización y compensación, los adultos mayores
pueden contribuir a su propio envejecimiento exitoso. Ciertamente, la biología del
LA PERSONALIDAD EN LA VEJEZ 105
de tres teóricos, psicoanalíticos, que ya han sido tratados aquí: Erikson, Jung y Kohut. Si
bien estos autores son de diferente orientación dentro del psicoanálisis (psicosocial Erik-
son; analítica Jung y teórico del self en el caso de Kohut), cada uno de ellos consideraron
el autodesarrollo y la autotrascendencia como los atributos claves de la personalidad
sabia. Estos distintivos denotan una estructura de personalidad inusualmente integrada
y madura que trasciende la preocupación por los pensamientos y sentimientos autore-
ferentes y expande el mundo de las interacciones del Yo con los otros y con el mundo.
Autodesarrollo.
• Para Erikson un Yo fenomenológicamente logrado se cumple como resultado
de la negociación interna de los conflictos inherentes al estadio final de la vida
(como hemos señalado, la dimensión que caracteriza esta cumplimentación
es la “integridad ‘vs’ desesperación”) y su virtud asociada es la sabiduría. Las
preocupaciones relacionadas con esta fase incluyen la aceptación responsable
de la vida según se ha vivido, la positiva adaptación del deterioro físico y la
finitud de la vida, y la renuncia al liderazgo futuro, a la vez que se mantiene
una vivencia de continuidad con el pasado. En definitiva, el equilibrio de las
tendencias sintónicas y distónicas a lo largo de la vida, es lo que constituye
una rara proeza de autodesarrollo según este autor.
• Para Jung, la individuación del ser es el camino hacia la sabiduría. Su teoría
establece la fuente de la sabiduría intrapsíquicamente, al confrontar de for-
ma progresiva los aspectos más profundos del ser. Este proceso se inicia con
el acceso al inconsciente personal, la integración de los aspectos ocultos, la
sombra oscura del ser, y el equilibrio y compensación entre fuerzas opuestas,
tales como la realidad interna y la externa, el bien y el mal, y las tendencias
masculinas y femeninas. Esta autoconciencia, que crea la base para la sabiduría,
requiere un considerable esfuerzo con el que poca gente se compromete.
• Kohut postuló que un ser experiencial es la fuente de la sabiduría. Retrotra-
yéndose a la temprana relación niño-padres, Kohut consideró de forma causal,
la manera en que el ser se desarrolla en la madurez, sobre todo en relación
al “narcisismo”. En Kohut este concepto difiere de la idea de Freud del amor
propio inmaduro y regresivo, y se refiere a un “narcisismo” saludable que se
inicia en la niñez con fantasías de omnipotencia y grandiosidad y que sigue
con la internalización de uno de los padres idealizados que representa la
perfección y la omnisciencia. Estas dos fases del ser narcisista maduran en
un adulto coherente, que efectivamente afronta las vicisitudes de la vida y
se apoya en ideales y valores fuertes para guiar la conducta. La maduración
de las tempranas necesidades narcisistas en unas formas adaptables adultas,
constituye un presagio de la sabiduría, cuyo desarrollo completo depende de
otras transformaciones que resultan en la empatía, carácter maduro y acepta-
ción de la transitoriedad. La transformación final del narcisismo en sabiduría
representa el punto último del desarrollo de una personalidad integrada.
LA PERSONALIDAD EN LA VEJEZ 109
En resumen, estas teorías cuentan con una idea constructivista del desarrollo de
la personalidad en donde un ser organizado, activo, participa en el proceso dinámico
que lleva consigo influencias tanto conscientes como inconscientes. Estas hipótesis
sugieren que la personalidad madura tiene una orientación productiva y una capa-
cidad para la autonomía y el amor maduro basadas en la apertura a la experiencia
actual y la confianza en la respuesta personal a las situaciones. Otros han descrito la
auto-extensión, que se consigue mediante la involucración en intereses y objetivos
significativos; la auto-objetividad, que incluye sentido del humor y de la perceptividad
y una filosofía unificadora de la vida como cotas de madurez psicológica en forma
de sabiduría.
Autotrascendencia. Una consecuencia del desarrollo personal es la capacidad de
trascender, de moverse más allá de las preocupaciones individualistas hacia temas
colectivos o universales. Orwoll y Perlmuter creen que la autotrascendencia es un
componente esencial de la sabiduría que explicaría, al menos en parte, la perspectiva
a largo plazo de la gente sabia y el profundo entendimiento de los temas filosóficos
y epistemológicos. La sabiduría, ligada a la madurez personal, se mueve desde un
enfoque egocéntrico, a una aprehensión universalista de la realidad.
• Erikson, al definir las “últimas preocupaciones” de la vida describió la tras-
cendencia “de las limitaciones de la identidad de una persona y su a menudo
trágico o amargamente tragicómico compromiso con su solo y único ciclo de
vida dentro de la secuencia de generaciones” (Erikson, 1980). Argumenta así,
un sentido transpersonal del Yo que se puede desarrollar en la vejez y que
trasciende una “identidad existencial y humana” como la que las religiones e
ideologías del mundo han intentado crear. Esta trascendencia aparece también
en la idea de Erikson de desarrollo del Yo dentro de un “radio social en con-
tinua ampliación” que hace demandas apropiadas a cada estadio de la vida.
El radio social de la infancia, confinado a los primeros cuidadores, se expande
gradualmente desde la familia, los compañeros y amigos íntimos hasta los hijos
y el grupo de colegas en el desempeño de la profesión; al final de la vida,
el radio social eventualmente abarca la humanidad en general. Como señaló
Erikson (1980), la sabiduría requiere una expansión del contexto en el que el
sentido subjetivo del Yo se sitúa en una perspectiva más amplia, más global
y filosófica. La trascendencia del ego es una orientación adaptable de la últi-
ma parte de la vida a la perspectiva de la muerte personal. La reconciliación
con la propia limitación está propulsada por la dedicación al bienestar de los
amigos, la familia y la cultura más que a la propia identidad individual.
• Jung consideró los temas autotrascendentes, acelerados por un cambio interior
hacia la conciencia colectiva, que se alcanza a través del autoconocimiento.
Como que la conciencia amplia no es ya ese fardo quisquilloso, egoísta de
deseos, esperanzas, miedos y ambiciones personales, que siempre se tiene
que compensar por contratendencias inconscientes; más bien al contrario, Jung
piensa que es una función de la relación con el mundo de los objetos, llevando
110 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
3.‑ Las investigaciones realizadas por el Instituto Psicológico de Bonn han probado
que en determinadas situaciones de sobrecarga como la jubilación, lo que se
observa es una “desvinculación transitoria” tras la conclusión del choque que
supone la nueva situación; si el ajuste y la nueva orientación se logran de
forma óptima, lo que aparece es una renovada y diferente vinculación social.
4.‑ También se ha señalado lo engañoso de muchos datos provenientes de estu-
dios transversales que, contrariamente a los estudios longitudinales, olvidan
aspectos importantes, sobre todo los de tipo biográfico, es decir, cómo era o
fue la persona mayor en el plano de la participación. En esta línea, Atchley
(1972), proponiendo un enfoque de Continuidad, señala que la vejez prolon-
ga las fases anteriores de la vida. Es decir, los precedentes experienciales y
biográficos son los que consolidan los estilos, los hábitos y los gustos adqui-
ridos con el transcurrir de los años. De esta forma, aunque las circunstancias
sociales cambien y se muestren discontinuas, es el estilo de vida adquirido
con anterioridad el que despliega los mecanismos adaptativos pertinentes a
las nuevas circunstancias. Serían, desde esta óptica, las conductas anteriores,
la vida pasada de un individuo, el mejor predictor de sus comportamientos
de participación.
También es destacable, en este apartado, la llamada Teoría del Medio Social, que
entiende que sobre el nivel de actividad de las personas ancianas influyen tres factores:
la salud, los aspectos económicos y los apoyos sociales. El comportamiento durante
la vejez estaría así, determinado por condiciones bio‑psico‑sociales que engloban los
obstáculos materiales y las posibilidades que se ofrecen. En los tres casos señalados
de salud, dinero y apoyos, diríamos que el mayor es un sujeto desfavorecido.
4. Vejez y subcultura
Rose (1965), en una obra publicada con Petersons (“Older People and Their
Social World”), señala el creciente desarrollo en Norteamérica de una subcultura
del envejecimiento, que habría que considerar de forma similar a la subcultura de
la juventud. Para Rose, la explicación de que las personas ancianas formen un gru-
po social aparte habría que buscarla tanto en las características comunes de éstos,
como en el aislamiento a que se ven sometidos: “... se crea tal subcultura, cuando las
personas pertenecientes a determinados grupos de edad sólo se relacionan con los
de su propio grupo y se distancian de los componentes de los demás. Una cohesión
semejante entre los sujetos de la misma edad puede producirse a expensas de nece-
sidades, experiencias, intereses y objetivos comunes y puede por tanto contribuir a
activar el ajuste de la situación vital de la edad provecta; pero dicha cohesión puede
surgir también ante el sentimiento de exclusión del resto de la sociedad y reforzar
así actitudes de oposición dentro de la esfera social, lo cual acarrea el creciente ais-
lamiento de los mismos” (Lehr, 1977: 247).
Rose reconoce la existencia de movimientos contraculturales de oposición en
dicha subcultura.
Planteamientos parecidos al de Rose entienden que nuestra sociedad, con sus
actitudes negativas frente a la vejez, obliga de alguna manera a las personas ancianas
a formar grupos minoritarios. Estos grupos minoritarios tendrían los rasgos caracte-
rísticos de otros grupos similares: la pobreza, la falta de movilidad, la marginalidad,
la impotencia y la baja autoestima (Fernández Lópiz, 1998: Cap. 6).
En definitiva, según estos enfoques cada vez ocurre más que las personas mayores
se identifican y afilian a miembros de su propio grupo de edad, siendo quizá el hecho
más relevante de este fenómeno la extensión de la identificación que las personas
mayores tienen con otras personas mayores, como conciencia colectiva.
Quién sabe si este fenómeno de identificación en la grupalidad, habrá de depa-
rar consecuencias en un futuro. Un futuro en el que las organizaciones de mayores
tendrán un enorme poder político y en el que, con toda legitimidad, habrán de salva-
guardar sus derechos adquiridos tras años de aportación en el seno de comunidades
que, con frecuencia, olvidan el enorme peso que las generaciones anteriores tienen
sobre las que siguen.
como elementos de análisis el género, la raza, la clase social y la etnia como factores
que modelan las experiencias vitales del sujeto, relativizando el peso de la edad. Los
factores estructurales a menudo se institucionalizan a través de las políticas públicas y
económicas que establecen límites, oportunidades y condicionan las elecciones y ex-
periencias de los sujetos mayores. Esta perspectiva es utilizada frecuentemente para el
análisis de las políticas de atención sanitaria, ya sea de cuidados de salud en general o
enfermedades tales como el Alzheimer, en particular. Generalmente estos estudios se
centran en las desigualdades en el acceso a los servicios de salud, en cómo enfrentan las
personas mayores, las mujeres y los grupos minoritarios los múltiples riesgos derivados
de su posición de marginalidad y también el tema de las jubilaciones, marketing geron-
tológico, servicios comunitarios, la industria de cuidados domiciliarios y la educación.
Una objeción común que recibe esta teoría es que al centrarse en los factores
macrosociales como determinantes del estatus de las personas ancianas, coloca a éstas
en una situación de pasividad, como meros sujetos expuestos a las fuerzas sociales.
Ligado a esta crítica aparece otra no menos importante: al focalizar sus estudios en los
grupos más desfavorecidos tiende a mostrar un panorama de la vejez como personas y
grupos pobres, obligados a existir bajo condiciones estructurales opresivas y sin poder
controlar su propia vida, lo que no siempre responde a la realidad.
En esta misma línea de teorías ideológicas, la visión feminista sobre el enve-
jecimiento ofrece una amplia variedad de perspectivas, relacionadas con las teorías
sociales que las sustentan. En términos generales el feminismo es un deseo activo de
cambiar la posición de las mujeres en la sociedad, e incluye la teorización, la crítica
social y, finalmente, el cambio social. La gerontología feminista puede ser entendida
como un intercambio intelectual entre feminismo y gerontología que se centra en la
complejidad del género y en las relaciones de género, en las políticas de investigación
y en la consideración de esta variable como elemento diferenciador importante en la
vida de las personas mayores y en el proceso de envejecimiento. Se ha sostenido que
la gerontología feminista acentúa la importancia que tiene el género en el envejeci-
miento y el envejecer, y analiza la construcción social de la marginalidad de la mujer
en la vejez. La gerontología feminista trabaja para cambiar las actitudes que constru-
yen la posición de las personas mayores en la sociedad a través de roles restrictivos,
creencias y estereotipos. La meta es ayudar a las personas ancianas, especialmente las
mujeres ancianas, para liberarse de estos estereotipos y permitir su “agenciamiento”
personal y político.
Las feministas han destacado el carácter androcéntrico de las representaciones
populares y científicas acerca del ciclo vital como un conjunto de etapas o estadios
que se suceden cronológicamente, señalando que en el caso de las mujeres, estos
períodos se superponen e intersectan o presentan inconsistencias dentro o entre dis-
tintos períodos. Mas aún, sostienen que el ciclo vital de las mujeres parece estar más
relacionado con los acontecimientos familiares y con los cambios de roles en el ámbito
doméstico, a diferencia de los varones en que los roles sociales y laborales constituyen
los marcadores de cada etapa. Este punto de vista trata de corregir los desequilibrios
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 117
y describir e investigar desde un punto de vista ideológico más abierto las relaciones
económicas entre varones y mujeres durante el envejecimiento, evaluando su efecto
acumulativo en las mujeres mayores. Se señalan, también, las inequidades de género
en la división del trabajo y se proponen cambios en la manera en que la sociedad
define, distribuye y recompensa el trabajo y su incidencia en el perfil diferencial del
envejecer entre varones y mujeres.
Las diferencias entre género dan respuestas a factores tanto fisiológicos como
psicológicos y sociológicos. Normalmente la mujer anciana tiende a ser evaluada más
negativamente que el varón (Fernández Lópiz, Marín Parra y Alfaro Llaneza, 1999: 37).
También, la investigación sobre los cuidados de las personas mayores ha permitido
comprender las atenciones familiares como una experiencia de obligación, plenamente
inscrita en la división de género del trabajo doméstico, la invisibilidad y devaluación de
las tareas no remuneradas de las mujeres, y la segregación ocupacional.
Tampoco hay que olvidar una perspectiva feminista sobre la crítica del lenguaje, el
discurso y la investigación como construcción de conocimientos acerca de las mujeres
ancianas, analizando el modo en que, a través del lenguaje, se construyen los signifi-
cados sociales sobre el envejecer femenino en el contexto de las experiencias de las
mujeres, tal como éstas lo representan en la vida cotidiana y en los textos acerca de sus
vidas, que revelan amplias contradicciones sociales, desde un encuadre interpretativo,
interactivo, crítico y orientado al cambio.
Queremos mencionar finalmente, en este epígrafe, la llamada Gerontología Crítica.
En oposición al modelo médico y a las investigaciones de corte positivista, representa
un enfoque general, interesado en indagar la relevancia de las influencias sociales en
los problemas que son examinados por la gerontología, sobre cómo se hace la teori-
zación y respecto a cuáles son las derivaciones prácticas de los diferentes patrones de
investigación y de las teorías gerontológicas. La base teórica de su posición se halla
en los postulados de los autores de la Escuela de Francfort, las teorías neo-marxistas,
y más recientemente en el postmodernismo, para quienes los constructos filosóficos
y científicos surgen y sirven para recrear el variado ambiente socio-histórico y son, de
algún modo, simples extensiones del conocimiento popular. La Gerontología Crítica pro-
pone así, un análisis de los supuestos y valores sociales subyacentes en la construcción
teórica de la gerontología y relativiza el pretendido alcance universal de conceptos clave
propios de esta disciplina. En el nivel metodológico, la gerontología crítica adopta una
perspectiva contrapuesta a lo que llama “gerontología tradicional”, de corte positivista.
En ese sentido, el objetivo no es tanto explicar la realidad como comprenderla, no es
tanto analizar relaciones causales como comprender el significado que para los sujetos,
las instituciones y las sociedades posee el envejecimiento como proceso personal y so-
cial. A diferencia de los estudios de corte positivista que proceden a través del método
experimental y se sustentan en la lógica cuantitativa, la investigación gerontológica
desde esta perspectiva revaloriza la lógica cualitativa y aboga por la utilización diversa
de estrategias investigadoras, incluyendo las formas cualitativas de investigación.
118 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
Desde ese planteamiento general cobran relevancia las técnicas de investigación que
permiten captar los significados que los sujetos otorgan al proceso de envejecimiento
y, por ello, se centran habitualmente en el nivel microsocial, recurriendo a las historias
de vida, las entrevistas en profundidad, la observación de contextos específicos, los
grupos focales y los grupos triangulares como técnicas de recolección de información.
No menos importante en esta perspectiva es la concepción subyacente en rela-
ción al sujeto y a lo social. Enfrentando el supuesto de un proceso general, universal
y homogeneizante del desarrollo humano, la gerontología crítica postula la necesidad
de elaborar modelos que den cuenta de la diversidad de los grupos humanos y de
la diferencia de significados relacionados con los distintos posicionamientos que los
individuos ocupan en la estructura social. Frente a una concepción pasiva del “actor”
social, con limitada capacidad para sobreponerse a las condiciones de la estructura
social, este enfoque resalta el valor de la experiencia personal y el papel proactivo de
los individuos como agentes dentro de los sistemas sociales.
Dado que, en definitiva, el conocimiento gerontológico es conocimiento social, no
debe desconocerse la carga moral de sus constructos científicos. Conceptos analíticos
básicos –tales como familia, independencia, estrés– son primariamente conceptos cul-
turales, no sólo variables absolutamente libres de valores. Asimismo, los constructos
llevan una teleología implícita para mantener la sociedad y para el desarrollo individual,
que replican valores corrientes o roles sociales y estructuras intergrupales. En este en-
foque crítico coexisten una variedad de perspectivas teóricas, sustentadas en diferentes
disciplinas o marcos conceptuales. Es decir, la gerontología crítica se presenta como un
marco conceptual más general del que se nutren posiciones tales como la gerontología
feminista y la economía política del envejecimiento, entre otras.
Otro aspecto a destacar es la contribución de la gerontología crítica a la mejora de
las intervenciones sociales, al señalar que éstas pueden ser perfeccionadas prestando
más atención a los componentes culturales e institucionales y también por la relevancia
que otorgan al “empoderamiento” (empowerment) como objetivo de cualquier tipo de
intervención. Este concepto, extendido ampliamente en el ámbito anglosajón y defen-
dido por los colectivos de personas mayores, de forma particular en educación, toma
distancia de posturas acríticas que, a través de nociones tales como saludabilidad, en-
vejecimiento exitoso y autonomía, contribuyen a la estigmatización y pérdida de poder
de las personas mayores. En síntesis, este encuadre sostiene que, tanto la teoría como
las prácticas de intervención gerontológica, soslayan las capacidades de las personas
mayores y dejan en mano de los miembros de la segunda edad las decisiones relativas
a su situación presente y futura. El empoderamiento es, entonces, el proceso por el
cual los sujetos y las comunidades de mayores son orientados a tomar el poder para
predecir, controlar y participar en su propio ambiente, con el fin de actuar efectivamente
para transformar sus vidas y sus comunidades.
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 119
consumo, con el Estado, con sus semejantes y consigo mismo. Fromm, apunta además
que la enajenación sólo puede ser entendida cabalmente si se tienen en cuenta as-
pectos de la vida moderna tales como su rutinización y la represión de los problemas
básicos de la existencia humana. Si los individuos sólo pueden realizarse a sí mismos
estando en contacto con los hechos fundamentales de su existencia, experimentando
la exaltación del amor y de la solidaridad, lo mismo que el hecho trágico de su soledad
y el carácter fragmentario de su existencia, en la sociedad moderna, contrariamente,
sumidos en la rutina, los ciudadanos no ven más que una apariencia del mundo y de
la vida. Y si concedemos a Fromm una visión veraz y aguda del estilo de vida de la
sociedad contemporánea, es posible deducir que en dicha sociedad los sujetos mayores
atraviesan una situación particularmente dramática; y ello porque la enajenación en
la que estuvieron inmersos durante toda su vida se agudiza en forma muy intensa: la
persona anciana siente aumentar la dependencia hacia fuerzas exteriores, pierde sus
relaciones, porque su valor utilitario ha desaparecido (se ha esfumado su valor como
mercancía) y su papel socioeconómico se ha transformado en el de una persona “ju-
bilada” que está fuera del circuito producción-consumo. La rutina de su trabajo al que
estaba acostumbrada también ha desaparecido, en tanto que, como dispone de tiempo
porque ya no trabaja, podría reflexionar sobre los problemas básicos de la existencia,
pero no ha aprendido a hacerlo. Y si reflexiona sobre ellos, se siente invadida por una
angustia tremenda por las oportunidades perdidas de amor y de solidaridad; y por
la soledad y la muerte con las que se enfrenta quizá por primera vez en su vida. E
igualmente, según la perspectiva de este psicoanalista cultural, a las personas mayo-
res toca de lleno también, desde este sistema social alienante, la burocratización, que
implica un trato del mayor como “cosa”, inmerso en un enorme y abstracto aparato
que tiene que administrarlo al modo de las instituciones, la seguridad social, etc. Con
la burocratización de los servicios sociales, médicos y muchos otros, se tienen que
enfrentar las personas mayores; el trato con el personal empleado de las instituciones,
el secretariado, el personal sanitario, etc., estando, así, más enajenadas aún que en
otro tipo de relaciones, ya que ellas mismas son cifras, números o cosas dentro de una
pirámide administrativo-jerárquica.
Incorporemos otro ejemplo desde esta perspectiva psicoanalítica. Ruiz Ogara (1992:
17), al referirse a conceptos psicoanalíticos como las ideas de “self” y “narcisismo” en el
análisis psicológico del envejecimiento, entiende que en el viejo, demasiado identificado
con las pérdidas (personas, trabajos, épocas más felices y activas), se da lo que Andrè
Green llamó “narcisismo negativo”, la “anorexia de vivir”; la vida apenas es atractiva
y el self se siente carente de valor. Todo ello hace que en el balance responsable de
la salud desde el punto de vista psicosomático entre “movimientos de vida” y “movi-
mientos de muerte”, se tienda hacia las desorganizaciones progresivas y se favorezca la
eclosión y evolución grave de enfermedades que constituyen, desde el punto de vista
existencial, un “plan de muerte”, muy determinado social y culturalmente, dado que
el Yo del anciano en su adaptación a la realidad renuncia a conseguir gratificaciones
fácilmente, y utiliza un abanico de mecanismos defensivos bastante limitados.
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 121
Se pone así de manifiesto el decisivo peso que las características sociales juegan
sobre la persona mayor, cuyas cualidades estructurales, sin duda, son diferentes a las
de otras etapas de la vida y que influye en su psicodinamia y adaptación al mundo.
8. La jubilación
Uno de los cambios más importantes en los últimos años de la vida es sin duda
la jubilación. La jubilación implica el final de la vida laboral remunerada y el cobro
de una pensión. La jubilación como fenómeno es relativamente reciente (en Francia
con Colbert en 1780 y en Alemania con Bismark en 1895), pero la actual situación
de plétora productora y económica del mundo occidental ha hecho de la jubilación
una posibilidad de amplio asentamiento institucional. Por ejemplo, en 1900 el 60
por ciento de los americanos de 68 y más años estaba trabajando, mientras que en
1968 la proporción se había reducido a la mitad (Riley y Foner, 1968). Estas cifras dan
idea de la popularización y el alcance que la jubilación tiene en la actualidad en las
sociedades industriales y, por consiguiente, de la también generalizada problemática
que plantea.
La jubilación tiene diversos significados para las personas. En su aspecto negativo
y no deseable, la jubilación implica una reducción económica, la pérdida de estatus, la
adaptación a un nuevo rol y la pérdida de contactos sociales. En su vertiente positiva,
la jubilación significa unas mayores posibilidades para el disfrute del ocio, una mayor
libertad horaria y un mayor tiempo para el descanso.
Los aspectos más notorios de la jubilación serían, según Kalish (1983), los siguientes:
1.- La Economía. En la mayoría de los casos las pensiones de jubilación son in-
feriores a los salarios que se cobraban antes de ésta. Estudios realizados por Shanas,
Townsena, Wedderburn, Friis, Milhoj y Stehouwer (1968) indican que cerca del 50 por
ciento de los jubilados citaron el dinero como la pérdida más seria de la jubilación.
En efecto, el menoscabo de los recursos económicos es un motivo de temor y ansie
dad importante, por cuanto esto implica menores posibilidades de movilidad, mayor
estrechez financiera, mayor dependencia, etc. Aún cuando los gobiernos intentan paliar
estas deficiencias equiparando a niveles reales el montante de las pensiones, la crisis
económica por la que atraviesa el mundo occidental puede frenar estas pretensiones.
2.- La Salud física. Muchos son los ejemplos de personas que al jubilarse padecen
trastornos emocionales que, en ocasiones, generan enfermedades físicas como resultado
de las somatizaciones subsiguientes. A veces se habla de personas que estando en
buenas condiciones, tras la jubilación, han padecido depresiones, enfermedades graves
e incluso la muerte. Aún cuando estos ejemplos puedan ser válidos en gran medida,
las investigaciones de carácter general sobre la salud tras la jubilación se hacen eco
de más informes de buena salud que de salud delicada. Del mismo modo, investiga
ciones de Haynes, Mc Michel y Tyroler (1978), en una fábrica, mostraron que la edad
al jubilarse no había repercutido en la salud posterior; el único predictor de muerte
tras la jubilación fue la salud anterior. En resumidas cuentas, es presumible que, tras
la jubilación, el abandono de las demandas más o menos rigurosas del trabajo y el
estrés inherente al mismo sean causa de una mejora en la salud.
3.- Relaciones interpersonales. Hay estudios que señalan que una porción impor-
tante de personas jubiladas afirman que su mayor pérdida al dejar el trabajo fue el
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 123
contacto con sus amigos. Efectivamente, el mundo de los contactos sociales es uno
de los aspectos más valorados a nivel personal en el ambiente de trabajo. Lógico es,
pues, que tras la jubilación, una de las pérdidas mayores sea precisamente la prove-
niente de la desvinculación con el entorno social laboral.
4.- Capacitación y poder. El mantenimiento de la capacidad laboral requiere habi-
tualmente de una puesta al día. Este reciclaje precisa de un esfuerzo que en muchas
ocasiones produce vivencias de frustración en los trabajadores mayores. Muchos in-
dividuos que habían elegido la jubilación temprana se habían encontrado acosados,
según un estudio, por los problemas asociados con el trabajo y la incapacidad para
controlar la velocidad y los pasos que tenían que dar en el mismo. La jubilación supone
también una pérdida de influencia y poder del trabajador, teniendo éste que acomo-
darse a un nuevo rol de aquél que había desempeñado hasta el momento del retiro.
5.- La significación vital del trabajo. Por razones de muy diversa índole (religiosas,
éticas, de agrado personal, etc.), el trabajo es para muchos un importante recurso
a través del cual dotar de sentido sus vidas. Así, llegado el punto de abandonar la
vida activa, para muchas personas la existencia parece vacía y sin interés. Un 8%
de una muestra de jubilados declararon que era la pérdida del trabajo en sí lo más
relevante de la jubilación aunque, curiosamente, el 19% de las personas entrevista
das que estaban trabajando señalaron esta pérdida como primordial (Shanas y otros,
1968). El sentido del trabajo será mucho más válido para aquellas personas que han
considerado sus empleos como fuente de sentido y poder para sus vidas.
Las soluciones prácticas de ayuda por parte de los hijos hacia sus padres mayo-
res albergan un gran cúmulo de matices idiosincráticos para cada núcleo familiar en
particular. En cualquier caso, entendemos que estos apoyos se basan esencialmente
en dos pilares que actúan conjuntamente, o bien por separado: a) sentimientos de
amor y afecto y b) sentimientos de obligación y autoexigencia. La responsabilidad fa-
miliar en el llamado mundo civilizado se percibe como algo esencialmente consecutivo
en lugar de recíproco, y cada generación (saltando por alto visiones excesivamente
pesimistas) se hace responsable de la generación anterior. Las soluciones que se han
ido aportando en la actualidad a este proceso son:
1.- Habitar con alguno de los hijos o parientes, lo que a veces se produce de
forma rotativa.
2.- Hacer vida independiente pero con algún tipo de asistencia cuando se precisa.
3.- El traslado a una residencia. Esta modalidad se va imponiendo, salvando
obstáculos tanto culturales y educativos como de infraestructura. No obstante, el
número de residencias aún sigue siendo escaso y en sus características aún suelen
privar, a nuestro parecer, ciertos criterios de marginalidad en lo que a su localización
y organización concierne. Por otro lado, los costes para sus usuarios siguen siendo, en
una gran parte de los casos, un hándicap difícil de salvar para las personas mayores.
Así y todo, como señala Aragó (1986: 310-311): “La dificultad principal, con todo, es
psicológica: confiar los padres y parientes a una residencia es juzgado por muchos
como un abandono, como un afán de descargarse egoístamente, etc. Es evidente que
tales motivaciones pueden ser, en parte al menos, reales, pero consideramos que
para enjuiciar esta problemática hay que atender a varios aspectos: las modernas
residencias no guardan casi ningún parecido con los viejos asilos; tanto los aspec-
tos ecológicos, arquitectónicos, como el cuidado asistencial, técnico y sanitario son
cada vez más satisfactorios; con ello gran parte de los argumentos que en el ánimo
popular pesaban en contra de las residencias de ancianos, han perdido peso. Pero a
esto hay que sumar otra consideración. La distribución demográfica y estructural de
la familia en nuestros días, la limitación espacial de la mayor parte de las viviendas,
las obligaciones profesionales ineludibles de varios miembros de la familia moderna,
etc..., se compaginan con mucha dificultad con el noble empeño de atender a los
ancianos, cuidado que requiere una dedicación cada vez más absorbente y que puede
llegar a ser agotadora por lo que, no sin razón, arredra a más de uno. Valorar las
posibilidades y si se quiere las responsabilidades es un problema muy delicado. Dadas
las circunstancias actuales y futuras previsibles, la decisión sobre la conveniencia de
que las personas ancianas reciban asistencia en una residencia, será cada vez más
una opción corriente, justificada y socialmente aceptada. De hecho, ya ahora muchos
ancianos comprenden esta problemática y se avienen a esta solución”.
En lo que se refiere al transcurso del ciclo familiar, la mayor parte de las investigacio
nes actuales efectúan dicho estudio atendiendo bien a su comienzo o bien a su final,
abandonando en cierto modo el interés por los años centrales. Los datos derivados
128 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
de estas ópticas suelen ser parciales y engañosos. Autores como Hill y Rodger (1964),
al emplear un enfoque evolutivo, definen y describen etapas en los años centrales
del curso familiar. La organización de dichas etapas, tres en total, describe un curso
que se inicia con la reorganización familiar y la liberación de los hijos, sigue con un
centraje familiar en los esposos más que en los hijos y, finalmente, una etapa marcada
por el retraimiento y la jubilación. Esta etapa, que iría aproximadamente hasta los 77
años, vendría seguida de fases marcadas por la fragilidad y la viudez.
Según algunas clasificaciones, en la etapa de vejez y jubilación suele haber
importantes modificaciones en las formas de relación familiar. A veces, la situación
familiar amortigua y favorece las consecuencias negativas del cese laboral activo, en
tanto que otras veces, las situaciones individuales desencadenan fuertes dramas en
tal sentido. En la actualidad, debido a que tanto la esperanza como la calidad de vida
suelen ser altas, y a que los ingresos pueden ser suficientes, las posibilidades para
ejercitar nuevas actividades o interesarse en nuevos proyectos suelen ser buenas. No
obstante, y siguiendo a Troll (1971), llegado un punto, marido y mujer establecen una
relación simbiótica en la que cada cual “hace lo que puede”, lo cual evita interna-
mientos en instituciones a muchas parejas que no podrían vivir independientes sin
la aportación del otro cónyuge. Esta etapa simbiótica cede paso a la última etapa del
ciclo familiar en la que a la viudez suele seguir, en un plazo más o menos prolongado,
la invalidez, la pérdida de la independencia y, en no pocos casos, el internamiento
en una institución.
Cabe señalar que existen aspectos diferentes en estas etapas en función de los
sexos. Esto por una parte tiene que ver con los distintos estilos de vida llevados por
mujeres y hombres dentro del terreno laboral, social, etc. Por otra parte, y en lo tocante
a la duración, es bastante más improbable que los hombres alcancen las dos últimas
etapas, que las mujeres. Esta previsión tiene unas importantes repercusiones en el
mundo de las relaciones en general (sexo, amistades, etc.) en la población anciana, con
toda probabilidad más abundante en un futuro próximo en mujeres que en hombres.
se eleva en los hombres al 87%. Como ya hemos advertido, la mayoría de los hijos,
en este período de pre-jubilación de sus padres, ya se han independizado, por lo que
los haberes de los padres suelen ser suficientes, habida cuenta de la menor cuantía
de los gastos en la familia; y a la vez, suele haber en esta época un aumento de
intimidad en la pareja.
Durante la década que va de los 65 a los 75 años, la tasa de mortalidad para
los hombres aumenta de manera importante, al punto que, aún cuando el 69% de
los hombres están aún con su pareja, sólo el 22% de las mujeres lo están, y sólo
una porción muy pequeña de esta población permanece en activo. Este último as-
pecto hace que la frecuencia de contactos dentro del matrimonio aumente, con las
subsiguientes repercusiones para la vida en pareja. En términos generales, son las
esposas las que pasan a dominar la situación matrimonial, debido en buena parte a
las dificultades de salud del marido.
Por lo común, la imagen del matrimonio durante los últimos años es vivida de
forma positiva, si bien esta circunstancia se ve turbada por los problemas de salud
y la expectativa de fallecimiento de alguno de los cónyuges. Una serie de estudios
llevados a cabo por Huyck y Hoyer (1982) permiten obtener algunas conclusiones:
1.- Por una parte, la pareja, el matrimonio, parece constituir un sistema de mutua
asistencia óptimo, al punto de que los ancianos casados gozan de mejor salud
y experimentan menos traumáticamente la soledad que los que no lo están.
2.- Estadísticamente, la valoración sobre el matrimonio suele ser positiva, afec-
tando este dato más a los ancianos varones que a las mujeres.
3.- La relación entre los esposos ancianos suele ser de carácter simbiótico y sus
señas de identidad varían desde fórmulas de relación bien avenidas y de mutuo
entendimiento, a otras de constante enfrentamiento y desavenencia.
4.- Debido a la jubilación, no es raro que se produzca una nivelación en los pa-
peles de poder que, con anterioridad y por lo general, ostentaba el marido y
que, de alguna forma, promueve la revisión del sistema de parentesco, con
las obvias repercusiones en los esquemas relacionales que, o bien basculan
hacia una mejora efectiva o, por el contrario, puede inducir a crisis de identi
dad que agudice los antagonismos y dificulte de forma notoria la relación.
Dependerá de los estilos de convivencia anteriores, de factores de personalidad
(apertura o hermetismo), de la disposición a la relación con otros grupos sociales y
de las circunstancias presentes, el que el proceso de mutua relación en la ancianidad
se vea o no favorecido.
Señalar por último, al menos brevemente, que no todo es paz y armonía en las
relaciones matrimoniales de las personas mayores. La tasa de divorcio para personas
que llevan veinticinco años de matrimonio o más ha aumentado en consonancia
con el aumento general de la tasa de divorcios. La tasa de divorcio es un indicativo
130 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
de ruptura y discordancia marital; lo que no obsta para que recordemos que por
cada divorcio que se produce en el último período de la vida, existen innumerables
matrimonios infelices, a menudo con una larga historia de tragedia personal tristemente
compartida e inútilmente soportada. Sin embargo, la conciencia de la importancia de
los servicios psicológicos para las parejas y las familias ha tenido muy poco interés
en ofrecer tales servicios a las personas mayores con matrimonios desestructurados.
Otro aspecto interesante, y en cierto modo opuesto al referido anteriormente,
es el relacionado con los nuevos matrimonios. Entre las personas mayores, más que
el divorcio, suele ser habitual la imagen de un nuevo matrimonio. Según estudios
realizados por Brotman (1981), ha aumentado considerablemente en los últimos tiem
pos la frecuencia de nuevos matrimonios en personas mayores; sólo un 5% de estos
matrimonios fueron por primera vez, en tanto que en el 75% de los casos se trataba
de segundas o terceras nupcias debido a la viudez de los contrayentes. Dos tercios de
las personas que se volvieron a casar eran hombres. Las razones de compañerismo, la
satisfacción sexual, la salud y la economía fueron motivos principales de matrimonio
entre personas (Kalish, 1983).
13. La viudez
En los países occidentales, los censos indican la existencia de un número de
viudas notablemente mayor que de viudos. Para Mc Kenzie (1980), existen, a los 75
años de edad, más del doble de viudas que de viudos. Para Brotman (1981) esta
proporción sube al 70% y el Metropolitan Life Insurance Co. (1977) indica que hay
seis veces más viudas que viudos entre personas comprendidas entre 65 y 75 años,
y casi cinco veces más entre los que tienen más de 75 años. En esta casuística inter-
vienen factores como:
1.- La mujer es más longeva (al menos en la actual coyuntura social, económica
y laboral).
2.- El que la mujer, por lo general, contrae matrimonio con hombres más viejos.
3.- La existencia de un mayor número de viudos que de viudas que deciden con-
traer nuevas nupcias.
Ya hemos advertido de la importancia que la vida de pareja tiene para las
personas mayores, tanto a nivel de estima y reconocimiento personal, como en la
mutua satisfacción y asistencia que puedan proporcionarse en dicho estado. No es
pues de extrañar que, con motivo de la viudez (igual o más ocurre entre los ancianos
divorciados), se produzca un aumento en la tasa de mortalidad, en la frecuencia de
depresiones psíquicas, e incluso en la frecuencia promedio de suicidios (Rubio y Fer
nández Lópiz, 1992b).
La importancia que tiene la «pérdida» del cónyuge y la elaboración del duelo
motivado por tal pérdida suscita con cierta frecuencia perturbaciones psicológicas
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 131
de diversa índole y grado. Como resultado, muchas viudas y viudos pasan a vivir
con mayor intensidad la soledad, pierden motivación en general (pérdida de apetito,
desmotivación sexual, etc.) y se abandonan a un estado de depresión y abatimiento.
En toda esta dinámica juegan un importantísimo papel los factores psicológicos. Sin
embargo, también ejercen un importante influjo los contextos sociales y culturales.
Así, si la pérdida y la privación son importantes, también lo es la estigmatización a
que someten nuestras sociedades modernas al anciano/a-viudo/a. En nuestra actual
sociedad, el papel del viudo está muy poco estructurado, y las expectativas pues en
cuanto a los roles de la persona mayor viuda son difusas e inconsistentes. La viudez
será tanto más disruptiva cuanto más inusual sea entre los coetáneos del mismo sexo
y del mismo contexto socio-cultural. De esta forma, en tanto las viudas de edad tienen
un amplio grupo de amigas potenciales, también viudas, con las que relacionarse, el
viudo, como figura más inusual, suele tener más dificultades en este sentido, si bien
goza de unas ciertas ventajas de cara a un nuevo matrimonio o simplemente en lo
que concierne a las relaciones sexuales.
En los últimos años han surgido organizaciones de viudas/os que han cobrado
cuerpo en el marco de los países industrializados, en forma de clubes y asociaciones,
con notable éxito.
—Cuidador
Es una característica equivalente a la que ejercen los padres, de ahí que a los
abuelos se les califique de “padres subrogados” o “canguros”. Marca una influencia
directa de los abuelos sobre sus nietos, que aunque desempeñada en cualquier si-
tuación, es más típica en familias uniparentales, en casos de madres adolescentes,
cuando ambos padres trabajan fuera de casa o en momentos de crisis y cuando una
hija adolescente se queda embarazada.
—Compañero de juegos
Es esta una las más importantes influencias directas de los abuelos sobre sus
nietos, junto con la de actuar como cuidadores. Los abuelos que se sienten satisfechos
con su nuevo rol disfrutan jugando con sus nietos, conversando con ellos, es decir,
formando parte de su red social. Hace unas décadas no era tan usual desempeñar este
tipo de rol, ya que los abuelos mantenían un papel más formal. Pero actualmente la
función del abuelo se caracteriza por un mayor contacto con sus nietos y por actuar
como compañero de juegos: la «búsqueda de diversión». Se trata de una manera de
relación relajada y no autoritaria, desempeñada generalmente por abuelos jóvenes,
debido a que tienen la suficiente energía para desarrollar un estilo de relación más
activa y comprometida.
—Historiador
Esta función de los abuelos como historiadores de la trayectoria y de las tradicio-
nes tiene repercusiones positivas tanto para el nieto como para el abuelo. Se trata de
un rol que ha sido atribuido a los abuelos desde la antigüedad. Este rol es una forma
de desempeño tradicional de la abuelidad, como se puede observar en comunidades
rurales o no industrializadas en las que las personas de edad avanzada tienen como
papel prioritario la transmisión de conocimientos, tradiciones y costumbres, papel que
hoy día se sigue ejerciendo. Este rol de historiadores otorga a los abuelos un pues
to ventajoso sobre los padres, ya que ellos pueden recordar mucho más del pasado
de la familia, de sus orígenes, contar cosas que les contaban sus abuelos, etc., y así
poner en contacto aspectos diferentes de varias generaciones.
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 133
por una generación intermedia, la de los padres. Es así que la relación existente entre
los abuelos y los hijos va a ser determinante en la relación con los nietos. Los abue-
los que tienen una buena relación con sus hijos adultos tienen más probabilidad de
tener acceso a sus nietos y pueden desarrollar vínculos más sólidos Se puede decir
que la más importante influencia indirecta de los abuelos sobre sus nietos es la que
se produce a través de los padres. La interacción padre-hijo está influenciada, por
ejemplo, por la forma en la que los padres han sido educados y las experiencias de
crianza que han tenido de niños, por cómo han sido modelados por sus padres, es
decir, los abuelos actuales. La severidad de disciplina recibida por los padres cuando
eran pequeños, predice sus niveles de agresividad en la adultez y la rigidez en la
educación de los hijos. En definitiva, las prácticas de crianza de los abuelos son un
predictor de las prácticas educativas de los padres con sus nietos.
—Amor incondicional
El soporte emocional ofrecido por los abuelos es la función por excelencia de
éstos. Los abuelos ofrecen amor incondicional a sus nietos, sin tener las obligacio-
nes que tienen los padres de educarlos de forma adecuada. Generalmente, tanto los
abuelos como los nietos esperan del otro apoyo emocional y cariño más que apoyo
económico y consejos. El caso es que los abuelos pueden ayudar a los niños a sentirse
amados y seguros. El rol moderno de los abuelos está asociado más con el afecto y
la calidez, y menos con la autoridad y el poder, lo que era usual antiguamente. Dice
un proverbio galés: “El amor perfecto, a veces no viene hasta el primer nieto”.
—Mimar y malcriar
En relación con lo anterior, está el rol de los abuelos de malcriar y mimar a los
nietos. La función de mimar a los nietos va unida al hecho de que ser abuelo ofrece
todo lo bueno de ser padres, pero sin las obligaciones de la crianza y la educación.
GERONTOLOGÍA SOCIAL: ACONTECIMIENTOS VITALES 135
—Confidentes y compañeros
Los nietos consideran muchas veces a sus abuelos como las personas que más
les comprenden, les entienden, saben lo que les ocurre, etc.; se sienten más cerca
de los abuelos que de los padres, para contarles sus problemas, dudas, alegrías, etc.
También hay que tener presente la manera en que la relación de los abuelos
con hijos y nietos afecta a los mismos mayores. Diversas investigaciones permiten
concluir que las relaciones positivas de los ancianos con sus descendientes repercuten
beneficiosamente en éstos y constituyen una experiencia muy positiva. La positividad
de esta experiencia está motivada por varios aspectos:
1.- Por la importancia fundamental que puede cobrar el mismo hecho de ser
abuelos para la propia identidad y para encontrarle un sentido a la vida.
2.- Por ser una fuente de renovación biológica o continuidad vital, ya que a través
de hijos y nietos su existencia se prolonga en el futuro.
3.- Porque esa experiencia hace que el anciano perciba su vejez como valiosa, por
cuanto se constituye como recurso para sus nietos (económico, asistencial, de
consejo, etc.).
4.- Por su aporte de autorrealización emocional, ya que les permite el desarrollo
de unos sentimientos que a lo peor no pudieron o no supieron actualizar con
sus propios hijos.
5.- Por último, puede darse también una realización desplazada o vicaria en re-
lación a los nietos, en el sentido de sentirse orgullosos de los éxitos y logros
de éstos.
En definitiva, en no pocas ocasiones, las relaciones abuelo-nieto son beneficiosas
para ambas partes. Concretamente, el anciano puede sentirse valorado, lo cual influye
en su autoestima de forma beneficiosa, tanto más, habida cuenta de la proclividad
existente en la vejez hacia la negatividad vital y a la no consecución de gratificacio-
nes inmediatas. No obstante es preciso no olvidar la importancia de las diferencias
interpersonales.
llado dos puntos de vista distintos, tendentes a explicar el maltrato. Una perspectiva
sostiene que son el estrés de los cuidadores y la falta de apoyo los principales fac-
tores de riesgo, en una relación de dependencia entre el cuidador y el mayor. Esta
dependencia vendría presidida por la falta de recursos materiales y psicológicos para
enfrentar los cambios que se derivan del cuido, lo que provoca, en estas familias, una
inversión de roles en dicho encuadre, lo que sumado a servicios sociales de apoyo
inadecuados o inexistentes, genera un proceso que puede derivar en el abuso.
El otro punto de vista señala que es la dependencia del abusador respecto a
la persona mayor lo que lleva al abuso. Cuando el abusador depende económica o
emocionalmente del anciano, la situación de debilidad percibida genera un sentimiento
de impotencia y de abandono, que da lugar a un escenario de violencia, y aumenta
las posibilidades de maltrato.
4. Enfoque del aislamiento social. Pillemer (1988) explicó la causa del abuso de
los ancianos por este fenómeno. En todas las formas de violencia doméstica encon-
tró algún grado de aislamiento social. Por el contrario, aquellas familias que poseen
fuertes redes sociales pueden proveer apoyo y sanciones, que previenen el abuso.
Sin embargo, esta hipótesis no encuentra mucha evidencia empírica a su favor y es
discutida teóricamente. De hecho, el aislamiento puede ser a su vez consecuencia de
otros factores psicosociales, muchos de ellos ligados al maltrato.
Diferentes estudios han tratado de identificar factores asociados a la prevalencia
del maltrato en la población anciana, analizando el abuso verbal, el abuso físico y el
abuso material como formas de manifestación de conductas abusivas. Los hallazgos
de estos estudios muestran que el nivel socioeconómico no está ligado al abuso, así
como tampoco la edad, mientras que la mitad de los casos de maltrato identificados
habían sido provocados por la propia pareja. Respecto al género, el estudio de Pillemer
y Finkelhor (1988) mostró que no hay diferencia entre la proporción de varones y
mujeres víctimas de maltrato. Otras investigaciones matizan estos hallazgos señalando
que las formas de maltrato tienden a variar según el nivel socioeconómico. Entre los
ancianos de mayores recursos culturales y económicos predomina el abuso emocional
y financiero, y en los de menor nivel socioeconómico, predomina el maltrato físico.
Asimismo, estudios con muestras más reducidas muestran que la prevalencia del
maltrato aumenta entre la población mayor de 75 años y, más aún, cuando se agrega
algún tipo de discapacidad funcional.
En resumen, la teoría y la investigación sobre este tema coinciden en identificar
condiciones limitadas de salud, alguna discapacidad o algún grado de dependencia
como factores comunes en todos los ancianos abusados. La presencia de algún grado
de confusión o demencia aumenta considerablemente la exposición de la persona
mayor a situaciones de abuso. La combinación de la discapacidad y el envejecimiento
resulta en la creación de grupos sociales de ancianos vulnerables con alto riesgo de
abuso. La presencia del maltrato en las personas mayores y de diversas formas de
abuso contra ellas, aún en el seno de la familia, no puede ser separada del contexto
140 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
social dentro del cual la familia y el Estado proveen de recursos al mismo anciano o a
sus cuidadores. Diversos estudios sostienen que la primera razón del abuso es la falla
de las redes sociales para proveer a las personas mayores con los medios económicos
y las oportunidades para ejercer sus propios derechos.
b) Puede suceder, de otro lado, que tal negación correspondiera además a una
expresión de hostilidad, de rechazo y prohibición a esos padres colectivos que
son los ancianos, de la misma forma que se les rechaza y reprime socialmente
con jubilaciones precarias o reclusión en instituciones no siempre pertinentes.
Es precisamente en las instituciones geriátricas, donde se suele ejercer un
control represivo más expeditivo en este terreno. En algunos estudios que
hemos realizado, se ha podido comprobar que los residentes suelen compartir
con los jóvenes, la creencia de que a su edad la sexualidad es inadecuada.
CAPÍTULO 7.
ECOLOGÍA DE LA VEJEZ
1. Envejecimiento y ambiente
Una psicogerontología ecológica debe referirse al estudio de las interrelaciones
de las personas mayores entre sí y con su ambiente. Ha de ser una gerontología in-
teractiva en que los mayores sean considerados como individuos activos, artífices y
capaces de modificar sus propios contextos. La presencia de un contexto sociocultural
(vivo, e igualmente abierto), continuamente construye y modifica a su vez al propio
individuo que lo hace posible. Ambos, en definitiva, se construyen y modifican en un
constante proceso de relación, y esta es la razón por la que una investigación ecológica
en gerontología debe ser definida como tal en la medida en que la atención del inves-
tigador se centre en la acción conjunta y activa de los individuos con sus ambientes,
en cómo se influyen mutuamente. Además, el contexto del desarrollo individual es
básicamente cultural, máxime en las personas mayores que ya tanto han vivido, lo cual
significa, entre otras cosas, que la interacción no sólo está mediada por el significado
del contexto, sino también que dicha interacción, por sí misma, tiene un sentido. Así,
las acciones están condicionadas por los significados que el adulto mayor otorga a
los objetos, a las personas de su medio, a las paredes que lo cobijan, e igualmente
a sus mismos comportamientos. Hay pues un importante aspecto interpretativo del
individuo adulto en relación a su ambiente y a su propia conducta.
En cualquier caso, se pone en la actualidad el énfasis en la investigación evo-
lutiva del adulto mayor en relación a lo que debe ser una perspectiva ecológica del
desarrollo. Bronfenbrenner (1987) y otros autores, han promovido la idea de esta
visión que ha ayudado a ampliar el ámbito de las ideas ecológicas más tradicionales,
avanzando más allá de lo que es la ecología de «microsistemas» (tal puede ser el caso
de la familia o del Hogar de Día), ampliando el campo de la investigación al análisis
de otros sistemas ambientales: el «mesosistema», el «exosistema», y finalmente el
«macrosistema», caracterizado por los contextos sociohistóricos y culturales.
Sucintamente: un «microsistema» es el sistema ambiental inmediato que rodea a
la persona, un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona
experimenta en un entorno determinado, con características físicas y materiales parti-
culares, como la familia, el Hogar de Día, el Geriátrico, la parroquia, el sindicato, etc.
144 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
C. A. = f (C.V.x P.A.)
cognición, utilización del tiempo y conducta social. Los aspectos más importantes de
la persona están representados por estos cinco dominios de competencia, y el análi-
sis de los mismos debe servir de base tanto para planificar tratamientos, como para
diseñar ambientes concretos.
2.- Presión Ambiental. La “presión ambiental” se define como la demanda o el
grado de exigencia del ambiente sobre el individuo. Para Lawton el ambiente puede
ser bien un espacio, una estructura física, un objeto, un elemento de decoración, otra
persona o la conducta colectiva de una serie de personas.
3.- Transacción Persona-Ambiente. El modelo propuesto por Lawton supone la
existencia de un esfuerzo intrínseco por parte de los individuos por mantener un
estado relativamente constante o nivel de adaptación entre su competencia y la
presión ambiental.
El modelo propuesto por Lawton y Nahemow sugiere que para cualquier nivel
de competencia (alto o bajo) hay un rango de presión o exigencia ambiental dentro
del cual la conducta es favorable. Así pues, los comportamientos están condiciona-
dos a la conjunción entre los aludidos estamentos (Competencia del Viejo y Presión
Ambiental), de tal manera que cuando la exigencia ambiental es excesivamente alta
o excesivamente baja, el resultado se traduce en comportamientos desadaptados. En
consecuencia, la tarea estriba en diseñar ambientes que no exijan ni demasiado ni
excesivamente poco al individuo mayor.
La menor competencia promedio de la población anciana en general, tal y como
hemos puesto de manifiesto en los capítulos anteriores al referirnos a muchas carac-
terísticas físicas, psicológicas y sociales del envejecimiento en las que hay un declive,
hace suponer, según este enfoque, una mayor vulnerabilidad del anciano a los impactos
ambientales. Esto querría decir que los ancianos, como individuos bajo-competentes
que son, sólo podrían funcionar de forma adecuada en un espectro de ambientes rela-
tivamente estrecho. Esta idea, encarnada en la «Hipótesis de la Docilidad Ambiental»,
postula que la variación en la conducta de los individuos ancianos está más sujeta a
los factores ambientales que la de los individuos más competentes. La parte positiva
de esta vulnerabilidad a la que hace mención la hipótesis de la docilidad ambiental es
la de que la mejoría de la calidad ambiental podría tener un efecto ostensiblemente
mayor sobre las personas mayores. Lawton (1989: 46) destaca, pues, que entre las
personas mayores se incrementa notablemente la sensibilidad a los cambios ambien-
tales: “Son más vulnerables a las presiones ambientales que los jóvenes… La parte
positiva de esta vulnerabilidad es que la mejoría de la calidad ambiental podría tener
un efecto desproporcionadamente favorable sobre dichas personas”.
Hasta ahora nos hemos referido a formas básicas de competencia en las tran-
sacciones persona-ambiente. De hecho, la seguridad, la accesibilidad y la legibilidad
cubren necesidades básicas de competencia. Sin embargo, al referirse a competencias
más complejas (tal sería el caso de las conductas creativas y activas), Carp (1984) ad-
vierte que el intento de explicación de la calidad adaptativa de la conducta en base
al diseño ambiental ha de llevar implícita una idea activa de las personas mayores.
De este modo, Carp sugiere la necesidad de incorporar, en el marco teórico de la
presión-competencia, una serie de procesos intrapersonales activos, preferencias, y un
orden de facetas ambientales a las que denomina “recursos”. Creemos que Carp acertó
al sugerir que un aspecto relegado del modelo de adaptación persona-entorno es el
que se refiere a la presencia de procesos psíquicos activos en las personas mayores.
Por medio de estos procesos, las personas mayores satisfacen sus necesidades y sus
preferencias mediante recursos del ambiente que son elegidos y manipulados acti-
vamente a través de conductas más complejas que las empleadas para, meramente,
sobrevivir. Las personas mayores, lejos de ser meros peones, mantienen una conducta
activa, dinámica, diligente. Esta idea, a la que el propio Lawton no fue ajeno, signifi-
có un cambio en su pensamiento, cambio éste inspirado además por otros trabajos
teóricos sobre gerontología ambiental, por las teorías en psicología de la estimulación
y por las investigaciones sobre la importancia del control personal en la vida de los
individuos mayores.
El punto principal de este cambio conceptual es que no toda la conducta puede
explicarse o ser controlada por fuerzas ambientales. Así, se hace precisa la conside-
ración del individuo anciano como un sujeto participativo que selecciona del medio
aquello que es deseable o relevante, de lo que no lo es.
La revisión efectuada por Carp (1984) añadió al modelo de Lawton un elemento
nuevo, al entender que el ambiente no sólo está caracterizado por presiones, sino
también por recursos y oportunidades.
A tenor de lo dicho, y como forma de evidenciar esa otra cara de las transac-
ciones persona-ambiente, exponemos la «Hipótesis de la Proactividad Ambiental»,
148 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
* Aislamiento
sensorial
Audífono y
Problemas
SALUD FÍSICA entrenamiento * Gritos
auditivos
para su uso
* Aumento excesivo
de la megafonía
* Monotonía de la
institución: falta
de decoración
Múltiples
marcadores * Restricción del
No recordar el
COGNICIÓN ambientales para anciano a un área
propio dormitorio
el dormitorio del limitada
individuo
* Personal
ansioso, excesivo
servilismo
* Ambiente lleno de
obstáculos
A.V.D.
Recursos próximos, * Ausencia de
Desplazamiento
localizados dentro obstáculos:
(Actividades Vida en silla de ruedas
del edificio atención personal
Diaria)
al anciano
eliminada
cambiantes a que llevan las modificaciones propias de la edad. Para Rubinstein hay
unos procesos, vinculados a la edad («processes of linkage»), a través de los cuales
las personas mayores interpretan la realidad del hogar. Dichos procesos se dirigen
hacia tres objetos que sirven como centro para el significado ambiental: a) el orden
sociocultural; b) el curso de la vida; y c) el cuerpo. Dada la materia subjetiva y diná-
mica de estos tres “objetos”, los procesos de conexión («linkage») fueron etiquetados
por Rubinstein como proceso social-centrado, proceso persona-centrado y proceso
cuerpo-centrado.
1) Proceso social-centrado. El interés principal de este proceso es la ordenación
del ambiente del hogar, basado en la versión que la persona posee de las reglas
socioculturales de orden doméstico. Se trata de resaltar la importancia de la cul-
tura, que es en definitiva la que indica las reglas generales para el ordenamiento y
la organización del espacio de la casa, lo que se vincula, además de a las nociones
culturales, al proceso de desarrollo personal y a la vida social de los individuos en
el momento de la vejez.
2) Proceso personal-centrado. El hogar y su ordenación tiene que ver con el
curso individual, que se proyecta en la vivienda, con aspectos afectivos y de impli-
cación personal, con grados de implicación importantes en que a veces, objetos de
decoración u otros motivos de mobiliario, etc. resultan ser para la persona mayor
una prolongación de sí-mismo.
3) Proceso cuerpo-centrado. Aquí el interés es la relación significativa del cuerpo
con los rasgos ambientales del hogar. Cómo la textura, la temperatura, la luz, el espacio
o el sonido se adecuan sensorialmente, físicamente a las necesidades corporales de
la persona; e igual ocurre con la forma de disponer objetos y muebles, en el caso de
ancianos con escasa movilidad que han de tener a su alcance la mesita de la TV, el
lugar donde depositan la prensa y las lecturas o los útiles de comer, de forma tal que
se adecuen a su limitada movilidad, en zonas centrales del lugar donde permanecen
largo tiempo: la cama, una silla de ruedas, etc.
Estos tres procesos representan partes irreductibles de la personalidad y son vistos
desde una concepción del individuo viejo como intérprete y creador de significados
hogareños, que a su vez se conecta con los cambios vinculados a su edad.
aspectos como: la preocupación del personal por las necesidades de los residentes, la
libertad de elección permitida a los ancianos por parte del centro o dimensiones como
la permisividad en el horario de visitas, el grado en que se satisfacen las quejas sobre
la comida y las instalaciones, o la opción para abandonar durante un día el centro. O
sea, la tolerancia del grupo institucional (Fernández Lópiz, 2000b).
Existen, sin embargo, en el terreno institucional otros aspectos más escurridizos
del “entorno afectivo”, bien porque son más difíciles de evaluar, bien porque tienen un
carácter inconsciente, bien porque pertenecen a la emergencia de comportamientos
colectivos enquistados y habituales. En cualquier caso, en toda institución, y las geriátri-
cas no son una excepción, se dan dinámicas grupales que es necesario conocer, que se
pueden dividir en dos categorías generales dependiendo de su nivel evidente u oculto,
y que se corresponden con estructuras institucionales “manifiestas” o “latentes”, por
utilizar términos psicoanalíticos.
Si lo que prevalece en una institución es la “estructura manifiesta” (las normas es-
critas, lo que se señala como preceptivo, etc.), lo que sucede entonces en la institución
es una excesiva rigidez en su funcionamiento, su asentamiento sobre una gran estruc-
tura administrativa, una excesiva normativización, liderazgos muy señalados, potentes, y
cauces de comunicación claramente definidos, aunque frecuentemente estereotipados y
esclerosados. Es lo que Bennet y Nahemow (1965), partiendo de la idea de “institución
total” de Goffman, caracterizan según los siguientes diez criterios:
1. La permanencia de los residentes.
2. El confinamiento de todas las actividades dentro de la institución.
3. La programación secuencial de las actividades para todos los residentes.
4. La adoctrinación formal a reglas y estándares de conducta.
5. La observación continuada de la población de residentes por parte del personal.
6. La estandarización objetiva de las recompensas y los castigos.
7. La ausencia de capacidad de decisión de los residentes respecto a su tiempo
o propiedades.
8. El retiro de la mayoría de enseres personales de los residentes.
9. El reclutamiento involuntario de los residentes.
10. La vida en comunidad.
En términos estructurales, la desproporcionada disciplinariedad, organización y sus
liderazgos potentes se comportarían metafóricamente como un Superyo grupal rígido
que diluye las identidades individuales y dificulta el desarrollo de las potencialidades
creativas de los miembros y subgrupos de la organización. Son instituciones en las que la
autoridad está omnipresente, imponiendo un obsesivo orden e impidiendo la expresión
de las necesidades más naturales de sus moradores.
154 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
de integrar, generando un entendimiento más abarcativo y por tanto más acorde con
la realidad en que se encuentran incluido (Ayerra, 1998). Nuestra idea es la de que es
sobre el equipo asistencial, sobre el que recae de forma relevante el estilo y la cualidad
del clima residencial, no sólo porque constituye el vértice de las demandas socioafecti-
vas de los usuarios, sino porque, debido al monto de responsabilidades administrativas
y asistenciales que ejerce en el centro (o sea, su protagonismo), de su actuación y de
sus decisiones depende el funcionamiento del mismo en los distintos planos estructu-
rales anteriormente mencionados: el latente y el manifiesto. De hecho, la idea princi-
pal de nuestros trabajos (Fernández Lópiz, 2000b, 1994, 1993a, 1993b, 1992) radica
en la idea de que el Equipo Asistencial de un geriátrico constituye, como estamento
ecológico-social, un poderoso factor de adaptación en el seno institucional, y debe ser
considerado como una estructura fundamental en la producción de comportamientos
dentro de un centro de estas características. Es pues que los cambios y variaciones que
se produzcan dentro de dicho colectivo, tienen, como creemos haber demostrado, una
importante repercusión en las pautas de comportamiento de los ancianos residentes,
incidiendo de forma notable en el conjunto del “clima social” del centro, en la organi-
zación de comportamientos prototípicos entre sus moradores y en el propio bienestar
de éstos (salud, estado de ánimo, etc.). Por tanto, la estabilidad y la autonomía entre
los miembros de la plantilla, y su estilo de relación con los residentes, constituye, con
todo lo que de posibilidad interventiva y terapéutica encierra, un factor de cambio en
el clima social de la institución.
Y es también un importante dato –vital, diríamos– tener en cuenta que el equipo
de un centro geriátrico es más heterogéneo en su composición que el de otras insti-
tuciones como las médicas o las educativas, en las cuales el personal sanitario o los
docentes e investigadores, respectivamente, suman una importante porción del total
del grupo asistencial. A diferencia de éstas, en las instituciones que aquí nos trae, el
equipo es muy heterogéneo y el Staff cualificado (compuesto como se sabe por gestores,
médicos, enfermería, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, etc.), comparte su
labor con un número proporcionalmente mayor de personal de media o baja formación
académica que, empero, juega un sustancial papel estructurante y en número de inte-
racciones sobre los residentes (auxiliares de clínica, personal de limpieza, técnicos de
mantenimiento, servicio de comedor y cocina, lavandería, portería, etc.). Nuestra idea
de intervenir sobre el Equipo incluye, pues, a todos y todas, hombres y mujeres, que
interactúan en el establecimiento con los residentes. Así, el protagonismo en los logros
del equipo ha de ser, insistimos, de todos, los más y los menos cualificados, y junto a los
residentes deben conformar una auténtica “comunidad” con responsabilidades compar-
tidas y decisiones en que se incluya la opinión democrática de todos sus miembros en
periódicas reuniones donde se compartan vivencias, opiniones, estrategias, y se tomen
las decisiones más oportunas para el tenor general de la organización.
En cuanto a los focos de interés sobre los que fundamentar una intervención
psicosocial con el Equipo Asistencial, podríamos enumerar los siguientes aspectos, lo
que es importante para la dinámica relacional Trabajadores-Residentes, en este tipo de
centros (Noelker y Poulshock, 1984; Ayerra, 1998; Fernández Lópiz, 1993):
ECOLOGÍA DE LA VEJEZ 159
a. La edad. Cuando se es joven resulta más difícil contar con la experiencia vital
necesaria para la confrontación y entendimiento de las complejas problemáticas
que nuestros ancianos e instituciones nos aportan. A pesar de lo abrumador de
las mismas, hay mucho que se puede hacer a todas las edades, si uno puede
soportar la incertidumbre de no tener que saberlo todo y estar dispuesto a
asumir el riesgo a equivocarse con naturalidad y sin dramatismo, sabiendo
que la fuente de nuestro aprendizaje se realizará justamente en la aceptación
y reflexión sobre nuestras equivocaciones.
b. La Madurez personal. Es desde la madurez personal y profesional que los
miembros del equipo pueden hacerse cargo de las proyecciones de los ancianos
residentes (muchos de ellos demenciados), elaborarlas y devolverlas transfor-
madas para ser introyectadas por los mismos de una manera estructurante y
positiva.
c. La formación. Por lo general, salvo algunos cuadros de titulación superior
(médicos, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos, etc.), el resto de los
miembros del equipo en este tipo de centros, que son mayoría, apenas ha
tenido ninguna formación geriátrica ni psicológica, salvo la concerniente a
las tareas específicas de su cargo: cocina, administración, limpieza, etc. Es
imprescindible una buena formación psicológica, dinámica, psicogeriátrica y
en aptitudes de relación para una óptima asistencia.
d. El viejismo. A poco atento que se esté, se puede constatar que entre los
trabajadores de residencias suele prevalecer una teoría implícita negativa del
residente como persona dependiente, disminuida, solitaria, mermada en sus
aspectos cognitivos o preocupada en exceso por la muerte. A nada bueno lleva
la aplicación de estos estereotipos negativos viejistas, y existe la necesidad de
desmontarlos por su carácter de teorías implícitas parásitas, de mitos riguro-
sos, por su poder para organizar comportamientos inadecuados y prejuiciados
sobre los mayores, que es a quienes va dirigida la asistencia (Fernández Lópiz,
1997).
e. Autoimagen de baja cualificación. En los geriátricos, la asunción del rol asis-
tencial por parte de muchos de los miembros del equipo (sobre todo los de
menor rango profesional) está muy influido por una autoimagen de poca
cualificación o preparación para tratar y ocuparse de los problemas afectivos
y de comunicación de los residentes, aspectos éstos que son a menudo va-
lorados como “delicados” y que pueden acarrear malas consecuencias. Este
es otro aspecto que se debe tratar de subsanar, a fin de alzaprimar el papel
estructurante que en una residencia de ancianos tienen los profesionales ya
mencionados, en el ámbito de la confidencialidad y el trato con los mayores.
f. Robotización. Como organizaciones formales, las residencias se caracterizan
por una división del trabajo, jerarquización de la autoridad, especialización,
centralización y control en la prescripción de roles. Esto encauza la actividad
160 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
son las reuniones periódicas del personal. En estas reuniones se debe revisar
la problemática de los miembros del equipo en su relación con los viejos, la
problemática de los propios ancianos y el esclarecimiento, en suma, de las
emociones que se generan en la propia tarea asistencial. En algunas institucio-
nes (más en las de carácter médico) se hacen auténticos grupos Balint en los
cuales se empuja a una verdadera comprensión emocional de la experiencia
en el trato con los mayores y a un fomento de la empatía con éstos.
f. Finalmente, también es conveniente que el terapeuta tenga la posibilidad de
realizar a través de grupos sobre todo, algún tipo de tratamiento con el perso-
nal. Lo principal es que se clarifiquen las relaciones interpersonales dentro del
equipo, que emerjan las ansiedades latentes a las que me refería antes, que
se puedan reeelaborar, pues, las actitudes distorsionadas hacia los viejos (p.e.
indiferencia, sobreprotección, crueldad), y también la oportunidad de exponer
en el grupo las vivencias emocionales que se derivan de las depositaciones y
proyecciones por parte de los residentes, de la hostilidad, el miedo, las exigen-
cias de cuido y de afecto, etc., que tanto minan la moral de los atendientes.
Esto, que se refleja en lo que se ha dado en llamar el “síndrome del cuidador
quemado”, es difícil que desaparezca. Pero el terapeuta debe lograr crear un
ambiente más propicio para el diálogo y la desintoxicación emocional sobre
una base de comunicación y posibilidad de drenaje.
En resumen, este tipo de intervención debe acoger todos los elementos del en-
torno, incluyendo el personal, los residentes y el lugar físico, en la idea de hacer de
todas estas dimensiones agentes de salud. Como señala Krassoievitch (1993: 233): “La
comunidad terapéutica es a la vez el resultado y el lugar de la terapia del “milieu”
(entorno)... La terapia “milieu” está orientada a rehabilitar al mayor e implicar a éste
lo más posible en su propio tratamiento, como un miembro del equipo terapéutico, el
cual debe incluir el mayor número de personas que estén en contacto con el paciente”.
1. Vejez y educación
En las Facultades de Ciencias de la Educación españolas, en todas sus titulaciones
la psicología del desarrollo y los fundamentos psicológicos de la instrucción infanto-
juvenil son materias, junto con la psicología de la educación, principales. De hecho, los
Departamentos de Psicología Evolutiva y de la Educación en España, proporcionalmente
imparten más docencia y desarrollan una importante parte de su labor investigadora
en este terreno académico de las Facultades de Educación, más que incluso en las Fa-
cultades de Psicología. En las diplomaturas de Magisterio, y licenciaturas en Pedagogía
y Psicopedagogía, el alumnado obtiene sus títulos tras una importante carga lectiva
en estas asignaturas, lo que parece lógico dado que son la infancia y la adolescencia
los ámbitos de edad en que se focalizan mayoritariamente las tareas de educadores.
Acaban sus carreras, pues, conociendo estos grupos de edad, así como los recursos
psicoeducativos pertinentes a sus características cognitivas, afectivas y sociales.
Sin embargo, hoy, en este mundo nuestro, mundo envejecido demográficamen-
te, la educación dirigida a personas mayores a través de programas universitarios,
seminarios y talleres organizados por centros de día o residencias, e incluso las acti-
vidades llamadas de animación sociocultural se han convertido en ofertas comunes
promovidas por instituciones públicas y organizaciones privadas. Por ello, los educa-
dores actualmente no sólo han de conocer el mundo de la infancia, la adolescencia
y la juventud, sino que han de adentrarse por fases más avanzadas del desarrollo
humano y saber también sobre la adultez y la vejez. Han de preparase para desarro-
llar su actividad con este tipo de alumnado, que tiene sus características singulares
(Fernández Lópiz, 2001).
Fue hace cerca de quince años, cuando conseguimos, en la Universidad de Gra-
nada (España) que se incorporara en el currículo de la licenciatura de Pedagogía, en
el segundo ciclo de la carrera, la materia de Psicogerontología; materia que ha sido
recientemente eliminada del grado de pedagogía e incorporada al grado de Educación
Social con el nombre de Psicología del Envejecimiento. Se trata de una asignatura
optativa y que cubre la necesidad que los educadores, al igual que los psicólogos,
los médicos o los trabajadores sociales tienen de conocer el perfil psicológico de las
168 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
personas mayores: en un futuro habrá cada vez más personas mayores y muchos
serán usuarios habituales de servicios educativos diversos.
Me permito esta digresión inicial para introducir el sentido que quiero tenga este
capítulo, tal es dar a conocer al profesorado de adultos, y para quienes pretendan
ejercer esta tarea en el futuro, algunas ideas que desde la psicogerontología tienen
su interés para el desempeño de la función docente con este grupo de edad.
Referiré, de entre estos tópicos, ideas sobre el desarrollo humano interesantes
de conocer para estos profesionales, aspectos físicos y medidas educativas, memoria
y aprendizaje, inteligencia y avances en el conocimiento en las personas mayores,
el sentido de los programas educativos, qué hace que las personas de edad se ins-
criban en cursos y actividades culturales diversas, y sobre la formación de docentes
de mayores propiamente dicha, así como los principios que rigen la constitución de
estos grupos educativos.
Incorporar estas concepciones básicas es contribuir a la definición de una manera
de actuación educativa con alumnado mayor, que queremos favorezca sin paliativos
ni sesgos lo que ha de ser la inserción de los mayores dentro de los espacios socia-
les en general, educativos en particular y para, en último extremo, dignificar la vejez
como polo de la existencia en que la vida tiene una posibilidad abierta de futuro, la
posibilidad de participar activamente de la vida que resta por vivir, ni más ni menos.
2. Memorizar y aprender
La literatura sobre estudios de memoria en sujetos de edad es muy abun-
dante. Ciñéndonos al terreno educativo y siguiendo a Fernández Ballesteros (1992:
81-84) podríamos dar algunas indicaciones que tienen su utilidad, tanto para enten-
der mejor este asunto, como para el ejercicio de la tarea docente. Referiremos, así,
cuatro componentes básicos e interdependientes que se han de tener en cuenta en
la evaluación del recuerdo.
A.- Las características individuales. El personal docente ha de tener en cuen-
ta que hay muchos aspectos diferenciales entre las personas mayores que tienen
un impacto sobre la ejecución mnémica como la edad, la salud, los conocimientos
previos, la autoevaluación de la memoria (metamemoria), el nivel educativo, la ocu-
pación, el estado afectivo, y factores situacionales como la exigencia del docente u
otras influencias ambientales positivas o adversas. Obviamente, cuanto más propicias
sean estas características más éxito tendrá el alumno/a en sus aprendizajes. Podemos
pensar, como perfil de éxito para la incorporación de contenidos académicos, en un
sujeto no muy mayor, con antecedentes escolares o académicos, con buena opinión
sobre sus recursos de memoria, sano e inscrito en un ambiente educativo estimulante
y socialmente cálido. Pero cada educador/a, deberá valorar el perfil promedio que
caracteriza a su grupo de aula.
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 169
B.- La tarea criterio. El profesorado deberá tener en cuenta también que cuando
se hace una exigencia de que el alumno/a memorice, siempre existe la posibilidad de
diferentes formas de evaluación. Por diferenciar brevemente mencionamos maneras
como: el “recuerdo” propiamente dicho (o extracción de información en su conjunto
y ordenadamente con más o menos dificultad en la organización de las unidades de
información); el “reconocimiento” (propio de las pruebas tipo test en que el alumna-
do debe escrutar y distinguir la opción acertada de entre un número de alternativas
dadas); o pruebas de “reaprendizaje” donde se examina el recuerdo de contenidos
aprendidos anteriormente. Las personas mayores obtienen mejores puntuaciones en
tareas de reconocimiento y reaprendizaje, con lo que este tipo de criterios de eva-
luación sirven también de cara a favorecer la llamada motivación de logro; o sea, el
ánimo que supone el éxito en la ejecución de una tarea de aprendizaje.
C.- El material. Es importante igualmente la índole del material empleado para
la valoración del recuerdo: por ejemplo, verbal o no. Una de las dimensiones más
importantes es la “familiaridad” del material empleado y que los contenidos a me-
morizar guarden relación con el conocimiento ya adquirido. Cuanto más familiar y
contextualizado y más vinculado a los conocimientos anteriores, mayor éxito obtienen
los individuos mayores en la evaluación del recuerdo. Un ejemplo está en el recuerdo
de relatos, de una historia de la vida cotidiana, de la historia del pueblo o lugar donde
habita la persona, u otras ejercitaciones que estén dentro del dominio y la tradición
de conocimiento del sujeto mayor. Con este tipo de materiales, las personas mayores
se desenvuelven mejor que si se hacen requerimientos poco habituales como la pura
memorización de fechas, datos sin lógica, textos sin mucho sentido, etc. Por lo tanto,
el aprendizaje y la memorización utilizando materiales más próximos a la realidad
del alumnado mayor y con un carácter significativo para éste, y más próximo a la
realidad de los contextos cotidianos y habituales, supone una orientación de mayor
relevancia ecológica en educación con efectos beneficiosos en el rendimiento y la
satisfacción personal.
D.- Estrategias cognitivas. Una estrategia es una operación mental que se emplea
para cumplimentar una tarea. Toda estrategia requiere codificación, almacenamiento,
imaginación, recuperación, ensayo, tácticas de organización, etc. De hecho, se sabe
que la duración y la posibilidad de extracción de los contenidos de memoria están en
función de la profundidad del procesamiento, que iría desde los niveles más super-
ficiales, referidos a los aspectos físicos y sensoriales de los contenidos, a los niveles
de análisis más profundos, capaces de contener (extraer) los aspectos abstractos y
semánticos de la información. Por ejemplo, es fácil para un educador/a comprobar
en su experiencia con alumnado adulto la mayor dificultad que implica la utilización
de tareas que exigen división atencional o procesamiento a más profundo nivel. Si
la tarea implica un número de ítems reducido y requiere de una menor actividad
organizadora del material por parte del sujeto, los resultados son mejores e incluso
las diferencias con alumnado más joven, casi inexistentes.
170 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
obsesiva a los estímulos; la revisión vital, que es una metodología grupal centrada en
los aspectos significativos de los hechos personales valorados en un grupo de ayuda.
Para su puesta en práctica se requieren las siguientes habilidades de conducción
(Bedmar, Fresneda y Muñoz, 2004: 90):
–Escuchar con atención.
–Recordar lo escuchado y establecer vínculos con otras informaciones.
–Sentir empatía para comprender al otro.
–Relacionarse con sensibilidad.
–Saber enfrentarse a las emociones dolorosas.
–Manifestar interés por el pasado.
–Saber aportar una visión positiva.
–Saber comunicar, verbal y no verbalmente.
Este tipo de actividad educativa se propone mejorar las capacidades de escucha
a los mayores y potenciar sus esfuerzos de comunicación, al pasar un rato escu-
chándolos y disfrutar de los recuerdos que aún conservan; esto les ayuda a sentirse
mejor y aumentar su confianza, estimulando las sensaciones positivas y promoviendo
la “integridad” personal y el “cierre” de acontecimientos del pasado que no han sido
elaborados de manera suficiente; así mejoran la vida cotidiana, su estado de ánimo
y, al mismo tiempo, sus cuidadores se sienten más relajados y refuerzan su relación
de apoyo y amistad. Amplían el mundo de las relaciones sociales y conservan los
recuerdos individuales y grupales.
En la puesta en práctica se evocan sensaciones, hechos, momentos, emociones,
etc., mediante fotografías, objetos, música, olores, sabores, texturas, sonidos... que
permiten la exploración creativa de los recuerdos. Se pueden practicar las habilidades
antiguas, de la profesión o de las aficiones, evocar los recuerdos de su pueblo o ba-
rrio, como la arquitectura, objetos y herramientas, canciones, disfrutar de las fotos,
ver películas o vídeos, dibujar, pintar, modelar, representar teatro, hacer una caja de
recuerdos, una historia de vida o un libro de apuntes... Las sesiones se estructuran de
forma que aporten seguridad y generen interés, buscando elementos desencadenantes
que susciten preguntas, sin seguir una estructura rígida que reste la libre expresión
de las vivencias. También realizar salidas de visita a lugares de interés personal, a
mercadillos o tiendas de segunda mano, mercados, fiestas, etc.
Algunos temas posibles serían los siguientes (Bedmar, Fresneda y Muñoz, 2004: 91):
• Mi casa y mi familia: la infancia, los miembros de la familia, la casa, los juegos
y los juguetes, las comidas, las tareas domésticas, los castigos, los remedios
caseros, ir a dormir.
• Mis vecinos: mi calle, los encargos de la madre, las amistades, los juegos de
la calle, refranes y canciones…
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 173
• La escuela: el trayecto, los objetos de la clase, el recreo, los libros, los maes-
tros, los compañeros, las tareas y deberes...
• El trabajo: ambiciones de juventud, la primera paga, mis habilidades laborales,
la jornada de trabajo, los jefes, los compañeros...
• Arreglarse para salir: el bolso, las modas, mis ropas, los bailes...
• El noviazgo y la boda.
• Excursiones, vacaciones y viajes.
• Días de fiesta.
Una experiencia interesante que nos ilustra el tema es el proyecto europeo
“Recordar el pasado, cuidar el presente” que se ha llevado a cabo en diez países
integrantes de la red Age Exchange, diseñado para ayudar a los profesionales y a los
familiares que se ocupan de las personas que padecen trastornos cognitivos. Pre-
senta la perspectiva de potenciar el trabajo en grupos formados por personas con
demencia y sus familiares, con el fin de reforzar sus relaciones, afectadas a causa de
la evolución de la enfermedad. La Fundación “la Caixa” ha editado y distribuye unos
materiales que explican la experiencia y muestran las diversas técnicas utilizadas, así
como las actividades que favorecen la creación de un ambiente relajado para com-
partir vivencias de una forma lúdica, reconstruyendo una sensación de continuidad
entre el pasado y el presente, reforzando una imagen positiva de sí mismo (Bedmar,
Fresneda y Muñoz, 2004: 91).
4. Inteligencia y educación
Ya hemos visto la perspectiva de Horn y Donaldson (Horn, 1982) en que se dis-
tingue entre una inteligencia fluida y otra cristalizada, la primera, relacionada con la
velocidad de respuesta, que decae antes, y la segunda derivada de los procesos de
enculturización, que se mantendría. Para Dittman‑Kohli (1986), la inteligencia crista-
lizada está unida al esquema de razonamiento verbal de tareas y a las capacidades
intelectuales particulares de cada individuo. En tal sentido, la autora ha preferido la
utilización del término “inteligencia sintética o pragmática”. Este tipo de inteligencia
sintetizada se fundamenta en destrezas cognitivas básicas desarrolladas muy precoz-
mente en el transcurso de la vida, que sirven de potencial para ulteriores transforma-
ciones a través de las cuales se adquieren los conocimientos culturales individuales,
así como la capacidad para resolver los problemas relacionados con las tareas propias
de la vida (pragmatismo). De cara a la tarea educativa, es preciso tener en cuenta
que la inteligencia de las personas mayores, es, como señala Dittman‑Kohli (1986) un
potencial con el que podemos trabajar, dado que la inteligencia es multidimensional
en cuanto alberga una multiplicidad de habilidades que cabe actualizar, y dado, tam-
bién, que posee un importante margen de plasticidad intraindividual.
Los educadores han de saber que la competencia intelectual del alumnado
mayor hay que verla desde una óptica dinámica y contextual, haciendo hincapié en
174 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
Tampoco hemos de omitir que las diferencias entre sujetos es muy grande, sien-
do que quienes mejor se conservan son los que más se ejercitan intelectualmente.
Del mismo modo, sabemos que los factores ambientales y de estimulación educativa
juegan en favor de un óptimo rendimiento cognitivo. El tan temido declive intelec-
tual, supuestamente debido a causas biológicas por el paso del tiempo, parece estar
modulado por factores históricos y de entrenamiento de los sujetos, y entre éstos,
es de gran importancia el nivel educativo, cultural y de experiencia acumulada que,
por otra parte, es difícil separar de la edad.
Otra cuestión importante a tener en cuenta es la identificación del aprendizaje en
el momento de su ejecución. Si un individuo no realiza una tarea, puede ser indicio
de un fallo en el aprendizaje, pero también de un fallo de memoria o de rapidez, o
producto de su nerviosismo, o falta de motivación, distracción o dificultades senso-
riomotrices. Igualmente, en algunos estudios realizados se sugiere que las diferencias
en la solución de problemas entre personas ancianas y jóvenes se liman cuando se
iguala la familiaridad de las pruebas empleadas en la evaluación, y cuando el encuadre
es lo suficientemente reasegurador como para no suscitar ansiedad o temor; influye
también la habilidad del testólogo o examinador para ser comprensivo con las dificul-
tades en la rapidez o en el manejo de las indicaciones por parte de la persona mayor.
En las investigaciones sobre “potencial de aprendizaje” se ha demostrado la mo-
dificabilidad del nivel inicial en sujetos ancianos en habilidades de inteligencia fluida y
relaciones figurales, obteniéndose mejoras significativas en relación a las puntuaciones
iniciales, antes de alguna forma de entrenamiento (Calero y Lozano, 1994). También
los entrenamientos en tareas de memoria han conseguido resultados positivos, tanto
utilizando criterios de evaluación objetivos como subjetivos (Fernández-Ballesteros
y col., 1992). Asimismo, parecen arrojar buenos resultados los programas de inter-
vención psicoeducativa y las intervenciones en actividades de la vida diaria, que
han permitido consolidar el concepto de “plasticidad cognitiva”, entendida como la
posibilidad de adquirir o readquirir información a través de estrategias de enseñanza
y manipulación ambiental. Las habilidades interpersonales también han podido ser
optimizadas significativamente en personas ancianas que presentaban déficits en las
mismas, correlacionando positivamente además con factores motivacionales.
Consiguientemente, no sólo son susceptibles de entrenamiento aquellas habili-
dades próximas a la resolución de problemas diarios, sino también las más alejadas
de la vida cotidiana, que son las que más se pierden con la edad. Los efectos de los
entrenamientos son importantes, tanto para la población anciana con escolaridad alta,
como para la de media o baja escolarización. Nosotros aconsejaríamos planificar la
mediación psicosocial sobre las personas nuevas jubiladas, utilizando programas de
intervención concretos, sobre todo programas educativos, con el objetivo de incre-
mentar áreas que se detecten afectadas. También la dedicación a trabajos que exijan
un cierto esfuerzo intelectual ejerce un efecto beneficioso en la plasticidad intelectual
de las personas mayores, por lo que es necesario, a la hora de afrontar una política
eficaz ante las nuevas personas jubiladas, programar actividades ocupacionales que
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 177
6. Gerontología y educación
Se han analizado las perspectivas educativas emergentes de los procesos ma-
croestructurales (Yuni, 1999), y se puede y debe hablar de “aprender a aprender,
aprender a ser, aprender a hacer”, y remarcar, así, las tres dimensiones intrínseca-
mente relacionadas que deben caracterizar los procesos educacionales. La educación
permanente ha de ocupar un lugar relevante, en la medida en que las posibilidades de
realización personal y social, así como la participación instrumental en la vida social,
están supeditadas a las oportunidades de que disponga la persona para enfrentarse
a cambios de distinta naturaleza. Esto ilustra la preocupación que, desde el campo
pedagógico, se ha manifestado sobre las transformaciones sociales y culturales, y la
emergencia de nuevas necesidades educativas en las personas mayores.
La participación de sujetos mayores en la educación es un hecho constatable en
diversos contextos y períodos históricos. Sin embargo, a comienzos de los años setenta
comienzan a desarrollarse iniciativas que instituyen nuevas prácticas educativas, al
trascender los objetivos usuales de alfabetización o post-alfabetización y adoptar una
perspectiva marcadamente generacional. Varios autores/as ubican en este momento
la aparición de un nuevo campo de estudio y de intervenciones pedagógicas: la ge-
rontología educativa (Martín García, 1994). La aparición de modalidades educativas
innovadoras como la Open University en Inglaterra o las Universidades de la Tercera
Edad en Francia, producen un entrecruzamiento entre la gerontología social y la pe-
dagogía que sienta las bases para el posterior desarrollo de este campo.
7. Universidades de mayores
Debido a nuestra experiencia y contacto, como profesor, con la Universidad, y
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 179
lación con la importancia que tienen los cambios acontecidos en esta época, y su
conexión con la valoración personal. Cuando la vida diaria se ve alterada o se siente
amenazada por diferentes sucesos (viudez, jubilación, etc.), se produce un importante
cuestionamiento de la propia identidad y el significado de la existencia. Estos aspectos
son determinantes en el deseo de incorporarse al ámbito escolar en los mayores.
- Identidad. La motivación se relaciona con la condición del Yo, con los estados
internos, y es básica en la lucha por reconstituir la identidad, por construir una nue-
va mismidad a través de las formas propias de la cultura moderna, el trabajo y/o la
educación.
- Revisión. Las condiciones de la modernidad avanzada hacen que la cultura preci-
pite y favorezca constantemente crisis, y también oportunidades de cambio para el Yo
de la persona mayor. Dado que las tradiciones pierden relevancia, los sujetos se ven
forzados a hacer elecciones entre opciones diversas y contrapuestas, continuamente
revisadas, y basadas en asunciones tendentes a construir una existencia coherente
con los nuevos tiempos.
- Integridad. Este concepto deriva de las aportaciones de las teorías dinámicas
y de la importancia concedida por éstas a las buenas experiencias (“buenas relacio-
nes internas”) entre el individuo y el mundo exterior (“soporte”), en la configuración
(integración) de estados internos de confianza. La ecuación motivacional poseería,
así, como elemento base, un sujeto humano que integra lo cultural, lo social y lo
psicológico, como base de su reaseguramiento interno.
- Progresión. Sostenemos, en línea similar, que la motivación académica en la
madurez se enmarca en la necesidad de trascender los conflictos internos y progre-
sar hacia un sentido de seguridad del propio Yo. El Yo se conoce y es construido y
reconstruido, en el contexto de las relaciones con los otros. Los daños producidos
en las etapas tempranas pueden ser reparados a través de relaciones significativas
en la vida adulta.
- Educación. Consideramos que la motivación académica está vinculada a otras
motivaciones y necesidades de diversos niveles de integración en la persona. Analizar
esta motivación supone ampliar la perspectiva sobre el papel que los sujetos otorgan
a la educación en su propio proceso de desarrollo.
- Multiplicidad de metas. La motivación académica constituye un medio para
obtener varios fines vitales y, a su vez, es sólo una más de las estrategias desplegadas
por los mayores para alcanzar sus propias metas personales.
les había impulsado a ello”. Según nuestras investigaciones, las motivaciones fueron
las siguientes (Yuni, 1997; Fernández Lópiz, 1998):
a. Motivación de curiosidad ilusoria. Las respuestas de los sujetos encuestados
aplicables a esta categoría son: “aprender a realizarse como persona y enriquecer su
interior”, “buscar un nuevo espacio para llenar sus inquietudes”, “realizar algo crea-
tivo y compartir y crecer con compañeros/as que tengan parecidas motivaciones”,
etc. La caracterización de este tipo de motivación es la curiosidad y la necesidad de
descubrimiento, y posee componentes de autorrealización intelectual y de superación
personal (Fernández Lópiz y Yuni, 1998). Subyace a este tipo motivacional la creencia
de que la educación permite acceder a la “cultura” y que ésta tiene un valor en sí
misma que enriquece a quien puede apropiarse de ella. El objetivo de los sujetos
que se conducen por este afán es “educarse” y satisfacer el deseo de conocimiento
puramente. La característica ilusoria refleja las atribuciones que realizan los indivi-
duos en relación a la posibilidad de educarse y de progresar personalmente. Desde la
teoría de las relaciones de objeto (según Winnicott), la educación es percibida como
espacio intermedio que permite desarrollar la confianza en sí mismo y avanzar en
el proceso de individualización, pasando de estados de mayor dependencia, a una
progresiva independencia. La educación permite, así, enfrentarse a lo desconocido,
y a la vez permite el enriquecimiento, el disfrute y el placer por la propia vida. La
educación es atractiva en tanto espacio de “lo ilusorio” (por ejemplo, el gusto por la
ciencia, el arte, etc.).
b. Motivación de orientación pragmática. Se corresponde este tipo con respuestas
por parte del alumnado del tipo: “fui porque deseaba aprender sobre dietética para
alimentarme mejor”, “deseo aprender más para adquirir conocimientos que me ayuden
a comprender a los demás”, “poder mejorar la calidad de vida y prepararse para una
vejez feliz”, etc. El acento está puesto en el aprendizaje de habilidades, conocimientos
y técnicas específicas que permitan alcanzar determinadas metas. Su referencia es
siempre la utilidad que tal adquisición puede brindar. Este tipo de motivación denota
un carácter evaluativo del sujeto, quien a partir de la explicitación y la autorreflexión
acerca de sus necesidades, elige las actividades que puedan servirle para alcanzar sus
objetivos (por ejemplo, el aprendizaje de idiomas de cara a un viaje). Los sujetos se
orientan a saberes específicos. En la medida que la participación educativa se basa en
la satisfacción de intereses concretos, puede hablarse de una percepción utilitarista
del conocimiento, el objetivo es “aprender para...”.
c. Motivación de readaptación emocional. Los sujetos respondían en el sentido
de “tratar de salir adelante después de su viudez, enfrentando la vida de una mane-
ra diferente”, “después de la jubilación encontrar un lugar en la sociedad, llenar el
vacío que le dejaba el abandono del trabajo”, “iniciar un nuevo ciclo de vida, dejar
la soledad y volver a tener ilusión en la vida”, “aprender a divertirse y compartir bus-
cando una nueva relación, con nuevos pares que también buscan lo mismo”, etc. Está
relacionada con las necesidades de adaptación que experimentan los sujetos frente a
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 185
Respuestas ofrecidas por los participantes como ejemplo de los diferentes tipos
de motivación académica
Estos resultados revelan que cualquiera que sea el enfoque general del traba-
jo educativo con personas de edad, la persona que educa juega un rol central. La
relevancia del trabajo pedagógico con mayores radica en la capacidad del educador-
facilitador de crear condiciones óptimas para el aprendizaje y la expresión personal,
lo que se vincula con las habilidades y capacidades específicas de éste.
Las personas educadoras aparecen como las primeras responsables de asegurar
las condiciones para un aprendizaje y una participación eficaces. Ellas son las encarga-
das de retraducir los saberes, de preparar situaciones en las que el alumnado pueda
apropiarse progresivamente de los mismos y de evaluar las adquisiciones realizadas
por los sujetos, y son también las responsables de la movilización y puesta en escena
de otras dimensiones socio-afectivas del auditorio. En todo caso, más allá de la su-
puesta competencia de las organizaciones educativas y los mediadores y facilitadores
sociales, en las actividades educativas con personas mayores, el docente-facilitador
es responsable de confeccionar las mediaciones conceptuales, procedimentales y
vinculares que brinden las bases para el aprendizaje y el desarrollo cognitivo y social
de las personas participantes.
La eficacia de la actuación educativa del docente-facilitador se relaciona a nuestro
juicio a los siguientes aspectos:
- su filosofía educativa y los valores que sustentan la práctica;
- su concepción acerca de las posibilidades de desarrollo intelectual, personal
y social de las personas mayores;
- su capacidad para superar los prejuicios culturales e involucrar a las personas
mayores en procesos creativos, activos y participativos;
- sus posibilidades de establecer un juego educativo que potencia la zona de
desarrollo potencial de las personas mayores, mediante su inclusión en moda-
lidades innovadoras de aprendizaje y en la utilización de múltiples lenguajes
expresivos;
- su capacidad para trabajar desde la diversidad, la pluralidad y la heteroge-
neidad inherente a grupos de sujetos con altos niveles de individuación y de
experiencia personal, incluyendo la variable género.
Se puede decir que los aspectos señalados hunden sus raíces en las concepciones
actuales de la psicogerontología, e igual en la perspectiva cultural y filosófica que
fundamenta la educación de las personas de edad (Fernández Lópiz, 1998; Martín
García, 1994).
A continuación proponemos un conjunto de líneas conceptuales de las cuales
puede derivarse la instrumentación didáctico-metodológica e higienizante (terapéutica)
de los educadores-facilitadores.
Más que una línea instructiva, más que una pretensión de crear especialistas,
la educación con personas adultas mayores ha de ser, desde nuestra consideración,
190 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
saludable. El espacio educativo ha de tener, con este grupo de edad, el común de-
nominador de combinar los aspectos teóricos, académicos o formativos, con aquellos
otros de desarrollo personal, de socialización e inserción dentro del grupo. Así, entre
educador-facilitador y alumnado se ha de establecer una zona formativa en la que el
alumnado, no es sólo que profundiza sobre los aspectos concretos de un seminario
o taller, sino que además intercambia experiencias personales. Pero veamos esto más
detenidamente.
Desde la conocida obra del gran psicólogo Kurt Lewin, sabemos que en todo
contexto en el que aparecen diversos objetos, se da un determinado tipo de relacio-
nes que genera unas fuerzas de campo que alteran las propiedades individuales de
sus componentes. La congregación educador-educandos es, al modo gestáltico, una
“totalidad” en la que el “todo” es más que la suma de las partes. Es decir, en la situa-
ción educativa, se dan unas circunstancias que modifican la relación individual que se
establece entre el “facilitador” y los “facilitados”, entre el educador y los educandos
y su objeto de estudio en el contexto del aula. En la medida que varias personas se
reúnen en torno a un tema, aparecen unas circunstancias que lo modifican, tornándolo
más complejo y también más rico, que deriva del hecho de ser varias las personas que
se reúnen en torno a él, así como de la posibilidad de intercambiar ideas y opiniones.
Dado que los grupos propios de la educación con personas adultas mayores no deben
ser muy numerosos, el objetivo grupal-educativo debe ser desarrollar un trabajo en
torno a una serie de capítulos o áreas de interés, aprovechando las condiciones que
el discreto número de participantes facilita. En efecto, tal como suele ocurrir en este
tipo de docencia, el número de alumnos/as suele ser pequeño y de este modo, hay la
oportunidad de generar pautas, no sólo para el progreso intelectual, sino para permitir
que los componentes del seminario o taller participen de forma activa en su propio
desarrollo y en el conocimiento interpersonal. El educador/a puede adquirir, de esta
forma, un conocimiento más preciso de los intereses y particularidades del alumnado,
y éste puede beneficiarse tanto de las interacciones entre pares, como de una mayor
proximidad con el facilitador, lo que redunda en un general beneficio. Este trabajo
pedagógico alrededor de una serie diversa de temas y cuestiones, aprovechando las
condiciones de pequeño-mediano grupo facilita y contribuye a compartir conocimien-
tos y experiencias en un espacio, lo que condiciona y a su vez es condicionado por
las relaciones que se dan entre sus miembros, lo que toca de lleno el mundo de los
afectos: compartir experiencias personales, aumentar el grado de confianza, fomentar
la cohesividad, ayudar a las incorporaciones enriquecedoras a todo nivel, etc. Creemos,
en suma, que la educación con personas mayores debe incluir en su propio proceso
los aspectos afectivos subyacentes a la tarea formativa, de tal suerte que permita a
sus componentes una percepción más exacta de sí mismos como sujetos de edad,
subrayando los aspectos grupales y atendiendo no sólo las motivaciones conscientes,
sino también las inconscientes. Los educadores han de conformar un espacio grupal en
que el alumnado trate de profundizar sobre aspectos de su actual vivir, de su posición
como individuos de edad en una atmósfera de libertad suficiente como para aceptar y
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 191
A partir de los años setenta, como antes señalamos, Baltes y Schaie, en sus
investigaciones secuenciales demostraron que no se observaba una caída de la inte-
ligencia en todas las personas de edad avanzada ni en todas las habilidades. Además,
demostraron también que hasta avanzada edad las variables que más determinaban
el mantenimiento de la inteligencia eran las variables de generación. Y descubrieron
también que prácticamente hasta el final de la vida se mantiene la capacidad de
aprendizaje.
Del mismo modo ya hemos apuntado que Cattell y Horn evidenciaron que los
menoscabos en la llamada inteligencia “fluida” –vinculada al funcionamiento del sis-
tema nervioso central– se compensaban con la inteligencia “cristalizada” ligada a la
acumulación de experiencia, la educación y la cultura.
Pero no sólo la lectura de estas investigaciones cuantitativas (psicométricas)
rompieron el mito negativo del deterioro de la inteligencia en las personas mayores.
Como ya sabemos, en los últimos tiempos se han realizado estudios de corte cualitativo
que han demostrado la existencia de lo que se denominan estilos de pensamiento
“post-formal”, en los que las personas mayores obtienen valores favorecidos con
relación a las más jóvenes: la llamada “etapa de localización del problema” de Arlin,
el pensamiento Contextual, el pensamiento relativista vinculado al juicio reflexivo, el
pensamiento Dialéctico o la Sabiduría.
Concretamente y como ya hemos estudiado, las investigaciones sobre “sabidu-
ría” han cobrado gran relevancia en los últimos tiempos como maneras de actuación
intelectual “cumbre” en la edad adulta mayor. Recordando, la sabiduría es un tipo
de funcionamiento mental capaz de operar con los principios de contradicción, antí-
tesis y cambio, basada en una manera de conocimiento interpretativo que conlleva
una comprensión de los límites y valores de la vida y del vivir. La sabiduría sería un
claro ejemplo de inteligencia conectada a la esfera social, al autoconocimiento, a la
capacidad de introspección y reflexión, y vinculada estrechamente a los problemas
reales de la vida cotidiana. Por otra parte, ahora que tan de moda está la llamada
inteligencia emocional, la sabiduría constituye un tipo de conocimiento integrado que
incluye cualidades cognitivas y afectivas, implicando intuición, capacidad de análisis
de comportamientos, comprensión, delicadeza, etc. Dittman-Kohli y Baltes (1984), que
han estudiado con profundidad este aspecto, han definido la sabiduría en términos de
habilidad individual para realizar enjuiciamientos acertados sobre asuntos importantes
pero indeterminados de la vida. Así, las personas sabias son buenas consejeras, con
capacidad para identificar el verdadero foco de una cuestión o problema, resolutivas
para detectar alternativas y arreglos posibles, para contextualizar las dificultades, pactar,
consensuar y, con altas dosis de “sentido común” para planificar la vida, manejarla y
hacer revisiones de la misma.
• El prejuicio de la ineptitud
El profesorado de personas adultas mayores que mantiene esta posición se
emplea en su labor desde una actitud profesoral hiperproteccionista y paternalista.
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 193
el profesorado. Dicho de otro modo, en contra del prejuicio que inicialmente hemos
expuesto de acomodación de los contenidos a unos mínimos cicateros y de poca
confianza en la participación (personalización) del alumnado en la dinámica del aula,
la teoría vigotskiana sostiene la capacidad del aprendizaje humano para suscitar pro-
cesos de cambio que son precisamente activos en las situaciones de interacción social.
En conclusión, no debemos bajar acomodaticiamente el nivel en las aulas de
personas mayores y sí, promover la interacción dentro de la clase como fórmula de
enriquecimiento intelectual y social. El aprendizaje humano es capaz de producir
procesos evolutivos y de crecimiento en general, cuya actualización sólo es posible
por la vía del intercambio social.
• El mito de la estabilidad
Nos referimos a la idea de que con la edad no se cambia, de que no hay posibilidad
de mejora, de que todo seguirá igual, en las personas mayores. El educador que aborda
su tarea desde esta premisa, parte de un punto equivocado y sus comportamientos
serán nihilistas, diletantes, inseguros y, en último extremo, desesperanzados: “esto
no sirve para nada”, “esto no va a cambiar lo más mínimo”, etc. Además, con ello no
conseguirá transiciones y mejoras en sus alumnos. Nada hay más en desacuerdo con
la moderna teoría gerontológica. Es algo constatado que el mantenimiento de esta
actitud nihilista de la inmovilidad induce a una situación harto común, a saber: que
el contexto socioeducativo, en el terreno de lo cognitivo (también en otras esferas
como la afectiva y social) se empobrece, en lo que respecta al estímulo intelectual, en
el curso de las edades posteriores. Veamos ahora algunas cuestiones de enfoque que
nos ayudarán a argumentar científicamente la contra a este aserto de la estabilidad.
Los estudios sobre el ciclo de la vida han recalcado una concepción del individuo
como agente social en constante evolución y cambio. Estas modificaciones, íntimamen
te ligadas a una dinámica de interpenetración e interdependencia con los contextos
ambientales con los que el individuo se relaciona, tiene en los espacios educativos un
ámbito capital de influencia. Esto implica un planteamiento de la adultez y la vejez
como un fenómeno contextualizado, dialéctico y desde una asunción del ambiente
como sistema de extraordinaria importancia en la delimitación de este tramo de la
vida. De ahí deriva una importante y actual tesis de la psicogerontología: el cambio
y la mejora como posibilidad permanente a lo largo del desarrollo humano.
La modificabilidad de la persona a lo largo de su vida es algo consustancial al
mismo proceso de desarrollo y a la propia vida. Este fenómeno que hemos llamado
plasticidad, se vincula con las experiencias y las condiciones que le ocurren a un in-
dividuo a lo largo de su existencia. Numerosos autores afirman, en conexión directa
con este supuesto de la maleabilidad personal que, precisamente, la variabilidad
interindividual aumenta con la edad. Incluso a nivel biológico, los últimos estudios
indican que hay importantes diferencias entre las personas mayores, dependiendo
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 195
• El prejuicio de la pasividad
Como ya hemos expuesto cuando hemos hablado de ecología de la senectud, las
conductas de adaptación de los mayores son una función de sus competencias y de las
exigencias ambientales. Del mismo modo, el esfuerzo de acomodación a la educación
que los mayores hacen, se relaciona tanto con sus potencialidades y recursos, como
con las exigencias del entorno educativo.
Algunos educadores suponen que las personas de edad son bajo-competentes,
vulnerables, poco capacitados. Desde este prejuicio opinan que la exigencia educativa
debe ser dócil, mínima, a fin de no “inundar” con presiones educativas “excesivas”, a
los alumnos que, de forma general, suponen frágiles y pasivos. Más que en el alumnado
y sus posibilidades, este tipo de profesorado, al pensar de esta forma está dejándose
llevar por la cautela, preocupándose por la intensidad de su exigencia, siendo que
con ello no hacen sino ratificarse en el papel de docentes “amables”, y por lo tanto,
inhibidores. Pretenden, en definitiva, proteger al alumnado de lo que ellos presuponen
sería una pedagogía de requerimientos excesivos y traumática; o sea, con tendencia a
la protección y el afán –por convencimiento– de hacer una educación paternalista y
apacible. Considera este profesorado que su alumnado sólo podría funcionar de forma
adecuada, en una franja de exigencia educativa relativamente estrecha: como que
hubiera que ser aburridamente claros, cansinamente fáciles y tremendamente dúctiles
frente a un alumnado que en su imaginario es quebradizo y obtuso. Sin embargo, esta
idea, que piensa más en lo externo que en el propio alumno, cuando repara –como
realmente debería ser– en lo que es la capacidad de creatividad y diligencia, ha de
196 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
convenir la necesidad de una idea del alumnado de edad como individuos ágiles,
vitales y perspicaces: la existencia de procesos psíquicos activos, dinámicos y nece-
sitados de algo más que de mero apoyo. Y sin duda es así. Como sostienen diversos
trabajos teóricos en gerontología, las teorías en psicología de la estimulación o las
investigaciones sobre la importancia del control personal en la vida de las personas
mayores (Fernández Lópiz, 1998: Cap. 7), los individuos mayores han de satisfacer otras
necesidades como la de ser creativos, de participación, de desarrollo de sus intereses,
etc., utilizando de forma solícita recursos pedagógicos personalizados, recursos del
ambiente educativo que puedan ser elegidos y manipulados por el propio alumno.
El punto principal del cambio conceptual que debe surgir de aquellos docentes que
se manejan en esta idea, es que no todas las conductas discentes pueden explicarse
o ser controladas por los elementos externos del proceso educativo. Se hace preciso
la consideración de estos alumnos como sujetos participativos que seleccionan del
medio aquello que es deseable o relevante, de lo que no lo es. Hay que pensar en
el alumnado mayor como colectivo que busca el éxito del logro, la independencia y
el manejo de aquellos recursos y oportunidades educativas (útiles, bibliografía, etc.)
incluibles dentro de un rango de utilidad, en el momento en que las necesidades o
preferencias del mismo alumnado apunten en esa dirección.
Así, los comportamientos del alumnado pueden ser prevenidos o configurados
por las demandas ambientales, y a la inversa, el alumnado podrá configurar su propio
entorno educativo como una forma de suscitar los comportamientos adecuados. El
ambiente de clase debe fomentar el logro y la independencia del alumnado y facilitar
un mínimo de riqueza en los recursos ofrecidos por el mismo. O sea, apoyo, pero
también fomento de la autonomía; la necesidad de aumentar la proactividad educa-
tiva a través del diseño de un entorno educativo rico y variado, y de la importante
labor, en el mismo sentido, que los medios sociales e institucionales deben acometer
para apoyar esta proactividad en el seno de cursos, seminarios, talleres y actividades
educativas en general para personas mayores.
Para finalizar, queremos manifestar nuestra convicción de que cuanto más uno se
abre a la propia realidad y a la de otras personas, menos desea arreglar las cosas de
forma directiva ni imperativa. Cada cual ha de ser quien es, y no hemos pretendido
con estas líneas dar recetas ni consejos. Nos hemos limitado a decir lo que pensa-
mos, y nos mueve el interés por comprender y aceptar las realidades existentes en
el tema que hemos expuesto, en lo que nos concierne a nosotros como docentes, y
en lo que toca a lo que observamos fuera de nosotros, en nuestros colegas. La capa-
cidad para expresar y para tolerar es lo que produce más cambios en las actitudes,
algo que entra dentro de una preferencia ideológica, pero también epistemológica,
sobre la psicología, la gerontología y la educación, y sus estrategias de tratamiento
y optimización en general: es de esta forma como más cambios parecen suscitarse.
Empero, también hay que denunciar y lanzar al aire aspectos que es mejor desvelar.
Son aspectos que el profesorado, los psicólogos o los pedagogos ya sabemos pero
no decimos, no hablamos lo suficientemente, no verbalizamos.
Siguiendo este hilo, como señala Sunyer (2001), como también hemos podido
exponer en su momento (Fernández Lópiz, 2000b), para constituir un grupo se pre-
cisa una urdimbre dirigida a la cohesión, la participación, la desconfictualización y la
autonomía. Al menos cinco condiciones mínimas nos parecen necesarias para ello: un
convocador, la presencia estable de unas personas, normas mínimas higienizadoras,
el uso de la palabra y un referente teórico. Detengámonos un poco en estas ideas
que de seguro tendrán su utilidad.
• Convocar
La primera de ellas, la “función convocante”, se refiere a un complejo asunto,
pues alude a un conjunto de operaciones mentales por las que cada una de las ver-
tientes de esta función, la convocada y la convocante, deben estar presentes y acti-
vas. Mientras que la convocante reside mayormente en el convocador de la reunión
y por lo tanto en el educador/a, la función de ser convocado reside en las personas
que van al espacio educativo-grupal, es decir, en el alumnado. Esta función mental
es la responsable de que el deseo de organizar un grupo educativo o de participar
en él, pueda establecerse, desarrollarse y concretarse en un momento determinado.
Y debe poder ubicarse en la persona que se responsabiliza del grupo y en las que
acuden a él. No siempre es así. En ocasiones existe una apreciable distancia entre el
docente responsable del grupo y el alumnado, lo que es, sin lugar a dudas, fuente de
problemas diversos. La importancia de este aspecto, hace que lo remarquemos, pues
consideramos que la sintonía educador-alumnado mayor es más importante si cabe,
que si de alumnado joven o infantil se tratara. Entre el educador y los convocados a
este tipo de encuentros formativos ha de haber, como poco, armonía, cuando más,
buena relación, buena sintonía, congruencia, acople. En realidad, si tuviéramos que
resumir tan denso asunto, diríamos que el educador/a debe proyectar un deseo, debe
poder fantasear lo que desea que el grupo sea, lo que en gran medida atañe a la
consideración de las relaciones interpersonales que se establecen entre los miembros
del grupo, que condicionan y son condicionadas a su vez, no sólo por las características
personales de los componentes del mismo, sino por las que se derivan de la propia
tarea docente y la actuación del facilitador.
• Presencialidad
La “función presencial” es otra de las condiciones que se precisan para la con-
figuración de un grupo de este tipo: la presencia estable de los componentes. Ello
conlleva la presencia activa de alumnado y educador/a de forma que todos puedan
reconocerse como miembros integrantes del grupo de clase. Esta cualidad hace que
en este tipo de encuadre ocurra, frecuentemente, que la ausencia de uno o varios de
sus miembros, altere la constitución del propio grupo. De hecho, en los grupos edu-
cativos de personas mayores, los componentes suelen disponer unos mínimos niveles
200 PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO
• Higienidad
Existe en tercer lugar una “función higienizante” que afecta a la organización y
la vertebración de la actividad: la concreción de comportamientos adecuados, la exis-
tencia de horarios, la asignación de espacios, articulación de reuniones, casamiento
de intereses comunes, u otros aspectos de tipo administrativo. En otro plano, más
latente, menos concretado explícitamente, esta función se refiere y afecta a los niveles
de fiabilidad de las relaciones, a la confidencíalidad y la confianza. Esta función, que
es responsabilidad de todos los miembros del grupo educativo, conforma una serie
de operaciones mentales que hace que los componentes del mismo se preocupen de
aspectos saludables: es la matriz del grupo, por resumir la idea.
• Verbalización
En una tarea como ésta, la llamada “función verbalizante” es vital. Esta cuarta
función sirve como medio para incrementar la comprensión de los fenómenos que
se dan, y para articularlos. Es decir, la palabra y en ocasiones el lenguaje no verbal,
articula las relaciones que se dan entre los miembros de la clase. No obstante, siem-
pre es preferible que el alumnado pueda verbalizar sus asuntos, lo que posibilita una
dimensión más elaborada, más articulada, incluso con dimensiones ocultas que pueden
aparecer en el aula en forma de afanes, deseos, temores o recursos defensivos como
el silencio o la no participación. La característica de esta función reside básicamente
en el educador, y sólo posteriormente, también en el alumnado. A menudo ocurre
que la función verbalizante se ve menoscabada, cuando un profesor mantiene una
relación de excesiva asimetría o posturas de frialdad meramente académicas ante el
alumnado (por ejemplo, abundando en el tipo “clase magistral”, no manteniendo un
clima cercano, etc.). Esta actitud educativa, no suele dar buen resultado con este tipo
de alumnado, que, entre otras, asiste a seminarios y talleres por voluntad propia y
con mucho interés y afán por compartir y debatir.
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 201
• Teoría
Finalmente, queremos referirnos a la “función teorizante”, cuyo referente se
encuentra en algún lugar de la estructura pedagógica en la que el grupo se ubica y
que en último término debe estar en la mente del educador/a. Para ello, el docente
debe saber qué cosa quiere del grupo y cómo organizar su actuación para alcanzar
las metas que se propone. Básicamente, el profesorado suele regirse por la intuición:
lo que vio en otros profesores/as, lo que leyó en algún lugar que se debe hacer en
un aula de mayores, etc. Sin embargo, de cómo se lleve a cabo esta función depen-
de que docente y discentes puedan articular los fenómenos que se dan en el aula
(interés, desagrado, apatía, ilusión, etc.). Se trata de la ideología del grupo (sin que
deba confundirse con la filosofía que inspira los idearios del centro o institución
desde donde se organiza la actividad o los objetivos que se definen en los estatutos
del establecimiento en cuestión). El referente teórico es el articulador que posibilita
la comprensión de los fenómenos psicológicos que surgen de las relaciones entre las
personas que constituyen los diversos niveles grupal-educativos en que intervienen. Es
el marco de pensamiento psicológico que permite a los educadores de mayores una
mejor comprensión de los fenómenos, de la comunicación y de las relaciones que se
generan entre alumnado y profesorado. Sin duda, esta función reside en el educador.
tiva. Ahora bien, estas particularidades que la población mayor posee, ha de plantear
al educador/a un abordaje particular de la situación pedagógica, que debe quedar
liberada de prejuicios y atender a la potenciación de los rasgos y características de
enriquecimiento y nuevas posibilidades que hemos venido exponiendo en este libro.
Para ello, se han sugerido criterios de intervención psicopedagógica, socio-educativa y
de mayor implicación emocional (Tamer, 1995). Pero también, otros argumentos que
hacen a la efectiva formación personal para el abordaje de esta tarea. A continuación
señalamos sucintamente los fundamentos teóricos e interventivos basados en una
psicología dinámica como teoría explicativa del comportamiento humano individual y
grupal en el ámbito de la educación con personas mayores. Este enfoque implicaría una
serie de criterios y asunciones en los que inspirar la propia tarea docente, entre ellos:
- Actitud de comprensión del rol de las personas mayores en el ámbito educa-
tivo y en la sociedad en general. Para ello, el recurso a desarrollos psicopedagógicos
fundamentados en las psicologías existencial y rogeriana, tan tristemente olvidadas,
es de suma utilidad.
- Hipótesis grupoanaliticas e ideas psicodinámicas sobre la formación del equipo
docente. El conocido terapeuta de grupos, el psicoanalista Foulkes (citado por Sunyer,
2001) habla de objetivos grupales entre los cuales el primero de ellos es desvelar
los aspectos conscientes e inconscientes de la comunicación y de la relación. En su
aportación introduce una clasificación de los diversos niveles que nos parece inte-
resante destacar: un primer nivel que incluye los aspectos de relación normal en el
que el grupo se vive como representando la comunidad, la opinión pública etc., y el
conductor (educador) representaría al líder o a la autoridad; un segundo nivel en el
que aparecerían los elementos de la transferencia; es decir, el conjunto de vectores
emocionales del grupo en relación al educador/a; un tercer nivel, el proyectivo, en
el que emergen y se visualizan, mediante el mecanismo de fuga de la proyección,
los deseos, las defensas y los temores del grupo; y finalmente un cuarto nivel en el
que se visualizan los aspectos formulados por Jung en relación con el inconsciente
colectivo: lo masculino, lo femenino, el bien, el mal, los “arquetipos” al fin. De esta
suerte, mientras que el primer nivel de esta clasificación estaría repleto de elementos
que toman cuerpo en las relaciones conscientes entre los miembros del grupo edu-
cativo, las otras tres dimensiones atañen plenamente a los aspectos inconscientes.
Tal y como nos dice Sunyer: “Estos niveles, que aparecen de forma clara y manifiesta
en los espacios como los de psicoterapia en los que no existe una tarea asignada
previa, también aparecen en aquellos otros en los que existe una tarea definida; sólo
que en estos casos, al quedar ocultos tras la tarea, son algo más difíciles de detec-
tar; aunque una vez detectados muestran no sólo la complejidad de los elementos
transferidos y proyectados sino que también se perciben, y de forma muy manifiesta,
aquellos que guardan relación directa con la estructura en la que los seminarios se
ubica” (Sunyer, 2001: 6).
De hecho, en los contextos formativos, en los encuadres educativos, el psicoaná-
lisis nos apunta la aparición de diversas constelaciones de personas que han de ser
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 203
cambio percibido fue menor. Esto puede explicarse por la naturaleza acumulada de
la educación, ya que aquellos que poseen mayores recursos cognitivos e informa-
tivos, tienden naturalmente a mantenerlos e incrementarlos, además de que en sí
mismo, este nivel más elevado facilita a quienes lo poseen el acceso a otras fuentes
de información y posibilita el tránsito a otro tipo de actividades de participación e
integración social, a diferencia de quienes no lo poseen. En tal sentido, se hace evi-
dente el papel que puede desempeñar la educación de las personas mayores para
evitar la deprivación cultural, tanto en su forma de acceso a los bienes educativos
y formativos para todos, como a la posibilidad de que las desigualdades sociales de
antaño, no sean un impedimento, en el caso de que sean las instituciones públicas
quienes oferten esta posibilidad.
- Género. La muestra de este estudio, es preciso decirlo, era eminentemente
femenina. En líneas generales, las mujeres informaron de un mayor cambio que los
varones, y en un análisis más fino, se destaca que las diferencias son significativas
en integración social y en mejoras metacognitivas. Ello muestra el papel que puede
tener la educación de cara a la integración de las mujeres en nuevos grupos sociales,
abriendo el círculo de interacción y rompiendo el aislamiento. Puede interpretarse
también que la educación constituye un importante recurso para la reelaboración de
una identidad como mujer mayor, a partir de la posibilidad de construir un proyecto
de desarrollo personal propio, no definido exclusivamente por el cumplimiento de los
tradicionales roles de género: esposa, madre, abuela, ama de casa, doméstica perenne,
etc. En cuanto a la dimensión metacognitiva, o sea, la conciencia que una persona
tiene de sus capacidades y habilidades cognitivas, de sus mecanismos de regulación,
de sus conocimientos previos y los procedimientos mentales que utiliza en cada caso,
también las mujeres obtuvieron más provecho de la educación. La explicación está,
sobre todo, en variables generacionales, dado que este alumnado femenino proviene
de una generación en que la mujer tuvo dificultades para el acceso y la apropiación
de herramientas culturales. La educación favoreció en ellas una experiencia metacog-
nitiva y estratégica, indispensable para los nuevos tiempos.
- Confluencia de factores. En esta investigación hay una interrelación de factores
explicativos. Como quiera que se observaron elevadas correlaciones entre diferentes
dimensiones consideradas, este aspecto revela el carácter interactivo de ellas y sugiere
su interdependencia y potenciación recíproca. Los efectos de la educación son muy
variados y están íntimamente conectados.
- Educación y metas de intervención. El carácter complejo e interdepediente de
los factores involucrados en la educación con personas mayores, estaría en la base
de la mejora concurrente que reflejan las diferentes dimensiones evaluadas. De este
modo, se pone de relieve que la intervención educativa es altamente eficaz para
operar simultáneamente sobre dimensiones diversas como las representacionales,
las cognitivas, las relacionales, las actitudinales, etc. Frente a las mejoras parciales
(diríamos unidimensionales) que producen los programas de entrenamiento cognitivo,
la educación como situación que implica la interacción con otros, el uso de símbolos
PSICOLOGÍA DEL ENVEJECIMIENTO Y EDUCACIÓN 207
los mayores disponen de los recursos que requieren los jóvenes y los países menos
avanzados para su desarrollo. Sin embargo, no existen actualmente en ninguna parte
del mundo mayores que sepan lo que sus hijos saben. En el pasado siempre había
mayores que sabían más que los jóvenes porque habían crecido dentro de su sistema
cultural. Hoy en día, no sólo los padres ya no son guías, sino que los guías ya no
existen, ni en el propio país ni fuera de él. En la actualidad, ningún adulto sabe de
nuestro mundo lo que saben los jóvenes que nacieron en los últimos veinte años”
(Krassoievitch, 1993: 41).
por los elementos cofigurativos representados por el ejemplo de otros jóvenes. Pero
también se registran como peligrosas las transgresiones que provienen de los viejos,
cuando por ejemplo uno de ellos, generalmente viudo, intenta casarse e incorporar
así un miembro extraño al grupo familiar.
Algunas reflexiones sí podríamos bosquejar de cara a lo que son las transmisiones
de las personas mayores en el mundo que nos toca vivir. En términos de Mead, en la
cultura prefigurativa propia de nuestra época los hijos enfrentan un futuro incierto en el
que tampoco las personas mayores tienen mayores certidumbres. Las personas jóvenes
respiran esta vivencia-evidencia de que padres y abuelos no gozan de inconmovibles
amarres ni convicciones certeras; que más bien se mueven torpemente en este nuevo
panorama. Parece, pues, que las personas adultas y mayores de hoy ya no pueden
adoptar posiciones axiomáticas para trazar caminos imperativamente a las personas
jóvenes. Más bien se impone la creación de modelos para enseñar a los jóvenes, no
lo que deben aprender, sino cómo deben hacerlo, no con qué comprometerse, sino el
valor del compromiso. En el capítulo sobre sabiduría hemos puesto de manifiesto la
dimensión ética y de experiencia que la persona mayor posee en relación a la vida y
sus avatares. Dado que son las sujetos mayores los que aún poseen el control sobre
el manejo de los recursos educativos y las fuentes de financiación en general, tanto
públicas como privadas, no deben perder de vista la responsabilidad que para con las
generaciones jóvenes tienen, a fin de promover sistemas formativos y de transmisión
de valores plurales, éticos, en que coexista el presente y la posibilidad de un mejor
futuro, sin olvidar la memoria histórica, que es lo que principalmente pone en peligro
la forma prefigurativa. Además, posfiguración, cofiguración y prefiguración no son
sino métodos “parciales” de las sociedades humanas para transmitir sus tradiciones
culturales, y puede ocurrir que alternen sus maneras en nuestra época. Sin embargo,
la prefiguración es una vía nueva y apenas empezamos a saber cómo hacer partícipes
a las personas jóvenes de las decisiones de las mayores. Así, nos dice Krassoievitch:
“El desarrollo de las culturas prefigurativas dependerá de la existencia de un diálogo
continuo en el cual los jóvenes, libres para actuar según su propia iniciativa, sean
capaces de conducir a sus mayores por el camino de lo desconocido. La antigua ge-
neración tendrá acceso entonces a un nuevo conocimiento experimental, sin el que
ningún proyecto digno de interés puede ser elaborado”. (Krassoievitch, 1993: 42-43).
explotados por razones diferentes pero de igual modo), las personas mayores están,
poco a poco, buscando esa forma de organización y participación, ese hacerse ver y
valer, salir de la invisibilidad, lo que no pretende sino un merecido ennoblecimiento
de su posición en el mundo como sector de edad al que, en definitiva, debemos lo
que somos.
Llama la atención lo poco que desde la gerontología se reflexiona sobre el sentido
que tiene el logro humano, de haber avanzado en derribar barreras y progresar en
lo que hasta hace poco era improbable: que una gran parte de la población tenga
expectativas de vida impensables hace sólo unas décadas. Y este es un logro exclu-
sivamente de nuestra especie, que es capaz de alargar la vida y desplegar medios y
formas para que las personas mayores puedan vivir decorosamente. En un mundo
longevo, hay que buscar el significado de estos productos de la inteligencia humana
y sentir, que en medio, debe haber un provecho cara al futuro de nuestra especie. En
el nivel filogenético, se comprueba lo limitado de nuestros recursos biológicos para
la supervivencia. Nosotros, los humanos, las plumas de un águila, la fuerza de un
elefante o la rapidez de una gacela, las hemos suplido con la inteligencia y los obje-
tivos cooperativamente conseguidos. Sin duda, en el plano que queramos –consciente
o inconsciente– la humanidad busca un beneficio adaptativo y va al encuentro de
frutos tal vez impensables hoy por hoy en esa conquista que es lograr a gran escala
poblacional la edad longeva. De hecho, la idea de este libro es, más allá de roman-
ticismos, poder alcanzar una comprensión lo más realista de las nuevas capacidades
y potencialidades que con la edad emergen. La esfera biológica es sin duda proclive
al deterioro, pero el espíritu humano lo es a nuevos beneficios con la experiencia, a
actuaciones cumbre, lo que tiene gran relevancia socialmente, y tal vez para el futuro
de la humanidad.
Esta reflexión que nos hacemos nos parece importante en general y en particular
para los educadores, pues, efectivamente, dado que se puede progresar hacia resul-
tados de más alto nivel y la educación facilita más altas cotas de competencia en las
personas mayores, una enseñanza ejemplar que podríamos obtener en el camino de
lo probable es que aunque sólo una persona adulta mayor progresara óptimamente,
eso significaría que es posible y que merece la pena esta labor. Y que además, la
sociedad lo demanda y tal vez lo necesita.
Nos parece que debemos aprender a superar los desafíos y disyuntivas propios
de la longevidad, y los prejuicios y estereotipos desfavorables que albergamos de ella.
No existe mejor prueba del desarrollo de una sociedad que su determinación para
reconocer la dignidad del ciclo de la vida en su totalidad. Tal vez en ello va nuestra
suerte.
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