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Semejante consideración del fenómeno teatral, al distinguir
entre texto y representación, como partes solidarias fundamen-
tales de la obra, permite considerar el discurso teatral como un
género literario caracterizado por un conjunto específico de pro-
piedades estéticas, frente a las posibilidades artísticas y litera-
rias que ofrecen otras formas de arte verbal.
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embargo, muchos de los signos dramáticos (especialmente los
signos no verbales) no responden a una sistematización, al care-
cer de la estabílídad semántica suficiente para ser codificados. Los
signos no verbales del drama adquieren sentido por relación al
contexto en que se sitúan, y que actúa como marco de referencias
que permite interpretarlos. Dado que el sentido de los objetos del
drama sólo puede interpretarse por relación a los contextos con-
cretos en que se sitúan. sólo es posible disponer su codificación y
sistematización a partir de las situaciones dramáticas.
El uso de los signos no verbales se impone en el teatro,
cuyos actores y dramaturgos tratan de buscar sentido mediante
sistematizaciones contextuales, siempre circunstanciales, con
una falta de autonomía prácticamente radical, y limitadas al
marco de referencias que impone la propia obra. El significado
de los signos dramáticos no verbales es siempre contextual,
nunca autónomo: unas tijeras sobre una mesa pueden adquirir
diferentes sentidos, que pueden ser de "muerte'", como sucede
en Ligazón, de Valle-lnclán, o de "uso doméstico", como ocurre
en El tragaluz, de Suero, en que "El Padre" las utiliza para recor-
tar figurillas de papel.
Con frecuencia se ha planteado si los signos no verbales
del discurso literario comunican o no realmente algo, en qué
medida esta forma de expresión requiere el apoyo de los sis-
temas verbales, y en función de qué procedimientos formales
puede llevarse a cabo la transmisión de tales contenidos e
nformaciones. completamente desvinculados del código lin-
güístico.
Toda transmisión de contenidos inicia siempre un proceso
de comunicación que pretende con frecuencia la expresión e
interpretación de un mensaje codificado. En estrecha relación
con los códigos lingüísticos existen los denominados códigos
del con1portamiento o comunicación no verbal, como conjunto
de reglas que intervienen y coexisten con las formas de comu-
nicación que utilizan el lenguaje como medio interactivo. Los
signos no verbales desempeñan con frecuencia una función
de complemento de los signos verbales, que difícilmente pue-
den funcionar de forma aislada en el circuito de la comunica-
cion.'
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A. Scheflen (1972), en sus estudios sobre el lenguaje del
cuerpo y sus funciones en el orden social, estudia el comporta-
miento comunicativo de la persona humana desde el punto de
vista de sus funciones y posibilidades en el seno de la vida
social. De este modo, distingue entre comportamiento verbal.
referente al sistema lingüístico y a los medios de comunicación
verbales. y comportamiento no verbal, cuyo análisis dispone
según los principios de la paralingüfslica, kinésica. mirada, ges-
tualidad. emblemática, sistema neurovegetativo, comportamien-
to táctil, proxémica. artefactos y factores de entorno.
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pt.~a en escena, según las competencias del director y las
X$Ol11dades de los actores. como varía el sentido de una nove-
- segun sea interpretado por unos u otros lectores, cada cu.al
::::: su propia competencia (nivel cultural, grado de conocimien-
~ 1abrtos de lectura, horizonte de expectativas... ), o como
ci:..:o.:;e lfariar la comprensión de un poema, si su declamación o
:?"..:..'a en alta voz actúa, intencionalmente o no, sobre el modo
fas posibilídades de percepción y entendimiento por parte del
: co.
Desde comienzos del siglo XX , diferentes corrientes dramáti·
.ó'5 :ratan de encumbrar la figura del director de escena, privile-
• ;,-~de este modo las posibilidades de la representación del
~.c~rso dramático, frente a su dimensión meramente textual. La
;:--. ención del director en los procesos de interpretación dra-
,a-.,,:;a interrumpe y transforma la comunicación entre el drama-
'";!:: 1 el público; la primacía de la decoración, en determinadas
:a- ·estaciones teatrales de comienzos de siglo (expresionís-
~'!J aosurdo. teatro político, etc ... ) lleva con frecuencia apareja-
'"""' a supremacía del director de escena, que deja de ser un téc-
x a servicio de la obra para convertirse en un artista que no
: es capaz de transformar la palabra y la representación pro-
- _a:a v1rtualn1ente por el dramaturgo, sino que puede a la vez
-=<>· Jna representación estética alternativa O· paralela (trans-
_ 'Cóett)_
- El diálogo dramático
E" diálogo se configura como la forma específica -acaso
p:.: a..,,os decir que exclusiva- de comunicación del discurso
:,.;... a . Frente a géneros literarios como la novela, que utiliza al
"Z"ador como intermediario entre los personajes y el lector, el
~na prescinde absolutamente de figuras interpuestas entre el
- :coy los personajes. quienes se presentan por sí mismos en
.:;:,,.:.
- escenario, sin que nadie los haya convocado allí previamen-
= ~ es ceda la palabra de forma alternativa desde un espacio
----=·locut1vo privilegiado.
a aa!ogo se explica como aquel proceso verbal interactivo,
µ-oceso semiósico de Interacción, en-el que dos o más sujetos
---.a"ies alternan , en· relacíón.de copresencía (cara a cara), su
Z'.: oad en la produccion (emisión) e interpretación (recepción)
..-.:. ~- J.,ciados.
~e esta perspectiva, el diálogo es un proceso semiósico
~~-·act'Vo que, desde el punto de vista formal. se configura
--,..: .... 11 discurso semánticamente progresivo (continuidad) , ya
_ - a. anza mediante secuencias expresadas por varios hablan-
SJlltácticamente fraccionado (fragmentación), debido a que
_ :".....ociados resultan segmentados en partes que, merced a
• ..,.,,ancía de los turnos de intervención, son expresadas por
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los diferentes interlocutores; desde el punto de vista semántico,
el diálogo constituye un discurso unitario, en virtud de la verba-
lización o uso del lenguaje con una finalidad comunicativa (el
hablante utiliza expresiones lingüísticas y construcciones gra
matlcales con objeto de ser entendido por un auditorio), y pese
a la pluralidad de contextualizaciones (cada hablante instituye o
aporta su propio contexto o marco de referencias respecto al
cual hay que interpretar sus intervenciones) y a la infinitud de
codificaciones (podría hablarse de tantas codificaciones como
hablantes, ya que cada uno utiliza el lengua¡e desde su propia
competencia y con sus propias modaJizac1ones en el momento
de hablar).
G. Bauer (1969), en sus estudios sobre la poética del diálo-
go, descnbe cuatro tipos de expresión dialógica:
1) Modalidad cerrada y convencional de intercambio en que
unas personas departen simétricamente desde premisas socia-
les y lingüísticas comunes.
2) Diálogo abierto y liberado de convenciones, en el que los
personajes se manifiestan ímpulsivamente. o sin lograr una
plena comunicación recíproca.
3) Auténtico intercambio experimental y dialéctico, donde una
voluntad básica de entendimiento desencadena una sucesión
de op1n1ones cambiantes y la posibilidad de alcanzar una sínte-
sis más ampha.
4) El intercambio de enunciados corno cauce no ya de unas
ideas individuales bien marcadas, sino del uso del lenguaje sin
más propósito que el de sostener unos modos de convivencia.
El teatro clásico francés constituye un ejemplo de los diálo-
gos que hemos señalado en primer lugar, así como la obra de
Cervantes, Turgenev, Balzac.... textualiza con frecuencia pro-
cesos interactivos más próximos a las características del
segundo tipo. Por su parte, el discurso ensayístico, frecuente-
mente desarrollado en forma dialógica durante las épocas
medievales y renacentistas. acaso por su tendencia a la econo-
mía y condensación expresivas. y por el uso de palabras con
sentido pleno, parece ajustarse con más facilidad al tercero de
los modelos propuestos, pretendiendo con frecuencia la sínte-
sis de los pareceres, la atracción de los contrarios, el sincretis-
mo de las posibilidades, la disposición dialéctica del pensa-
miento.
Con frecuencia se admite que el diálogo dramático crea su
sentido al originar una sucesión de desequilibrios modales
entre los interl ocutores (M.C. Bobas, 1987), quienes se debaten
entre si como persona¡es dominados por su desigual grado de
poder (posibilidad), querer (voluntad) y saber (conocimiento)
actuar.
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S.J. Schmídt (1980/1990: 70-123), en la exposición de su
~eoría de las Acciones Comunicativas, distingue cuatro "conste-
1aciones soclales", o situaciones comunicativas, que denomina
del modo siguiente:
a) Simétricas, si los hablantes se encuentran en igualdad de
condiciones, de modo que por la afinidad de su competencia dis-
cursiva pueden realizar acciones comunicativas semejantes o
idénticas (comparten condiciones parejas de saber y podet').
b) Asimétricas, si los locutores se encuentran en niveles
social o jerárquicamente diferentes, de modo que el uno puede
dominar las capacidades del otro, desde el punto de vista de la
c1sposición de sus saberes y poderes en el momento de hablar
desajuste en las 1nodalídades saber y poder).
e) Paradójicas, si los participantes comunicativos pretenden y
exigen únicamente el dominio de sus interlocutores, en actos de
"'labia que suelen desarrollarse bien con gran volumen de soni-
do. bien con muy pocas, pero incisivas, palabras (disputa de
ooderes).
d) Complementarias, s1 un hablante domina verbalmente y de
'nrma mo.mentánea sobre los restantes sujetos del diálogo. con
a aceptación voluntaria de estos últimos, quienes pueden inter-
11enir en cualquier momento para alterar o invertir la situación
comunicatlva (convergencfa de saberes).
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mente artística, que el público ha de admitir convencionalmente
como verosímil y posible, siempre en los límites establecidos por
la lógica de cada discurso literario. Desde este punto de vista es
posible distinguir al menos tres tipos de discurso verbal, según
reproduzcan tres modelos de mundo:
1. Mundo real: el discurso histórico.
2 Mundo ficcional verosímil: el discurso literario (teatro).
3. Mundo ficcional no verosímil: el relato de ciencia-ficción
De un modo u otro. la investigación sobre la literatura y los
fenómenos culturales ha demostrado que la experiencia literaria
proporciona con frecuencia un conocimiento racional y un cono-
cimiento poético sobre la realidad del mundo histórico, social e
individual, en que contextualmente se sitúa el discurso artístico
para su más adecuada y completa interpretación.
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