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Salter fue uno de los primeros en sugerir que las personas con problemas psicológicos en las relaciones
sociales eran personas con un claro déficit en la expresión emocional debido a un predominio de los
procesos inhibitorios y que, en consecuencia, un tratamiento psicológico apropiado sería potenciar los
procesos excitatorios contrarios mediante técnicas de juego de roles. Tal tipo de entrenamiento debería
incluir ejercicios en los que se practicara la expresión abierta de sentimientos y opiniones personales
Wolpe, recoge las ideas de Salter y las integra en su modelo de contracondicionamiento pos inhibición
recíproca, utilizando el término asertividad para referirse a un tipo de respuesta emocional contraria a
la ansiedad que se puede manifestar tanto por el lado de la agresividad (ira) como por el lado de la
afectividad positiva (cariño, amistad). La ansiedad social sería la responsable de los comportamientos
socialmente inapropiados debido a la inhibición que provoca la ansiedad
Entre los primeros modelos alternativos se encuentran el modelo de déficit de conductas, el modelo de
déficit de habilidades perceptivas y el modelo de déficit evaluativo-cognitivo:
- Modelo de déficit de conductas: entiende que la clave de los problemas en las relaciones
sociales no es la ansiedad, sino la propia carencia de comportamientos habilidosos. El
entrenamiento, por tanto, no debe ir dirigido a reducir la ansiedad, sino a enseñar, de forma
gradual y sistemática, los componentes de cada una de las habilidades que la persona carece
- Modelo de déficit de habilidades perceptivas: entiende que las conductas socialmente
inadaptadas se deben al uso incorrecto de las señales sociales de interacción. La clave del
entrenamiento sería enseñar a la persona a discriminar y utilizar correctamente esas señales
sociales
- Modelo de déficit cognitivo: asume que las personas poseen las habilidades sociales, incluso
que perciben correctamente las señales sociales de la interacción. Su problema es básicamente
cognitivo en el sentido de pensar que determinadas interacciones no deben realizarse por
cualquier razón, o anticipar resultados negativos de su propia actuación social. En
consecuencia, el entrenamiento no debe centrarse en la modificación de la ansiedad, de las
conductas o de las percepciones erróneas, sino en la modificación de los patrones inapropiados
de pensamiento
La explicación de los problemas de la interacción social en los términos que plantean estos modelos deja
claro que no se trata de modelos incompatibles, sino que todos los factores pueden estar presentes. El
principal modelo teórico de tipo general aplicado al entrenamiento de habilidades sociales, claramente
diferenciado de los modelos conductistas, fue el modelo de aprendizaje social de Bandura
El punto de partida del modelo de Bandura es la premisa de que, prácticamente toda la conducta
humana es adquirida y que los principios de aprendizaje son suficientes para explicar el desarrollo de los
comportamientos tanto normales como patológicos. No obstante, se critica que los modelos de
aprendizaje resaltados por el conductismo no tuvieran en cuenta el contexto social en el que las
conductas se aprenden ni el hecho de que gran parte de las conductas aprendidas se aprenden por
observación y no por la propia experiencia
El soporte empírico de este tipo de aprendizaje fue un conjunto de estudios en los que se demostraba
que niños y niñas que observaban a modelos realizando conductas que tenían determinadas
consecuencias, aprendían las conductas. Además, demostraban que el aprendizaje vicario era aplicable
tanto a las conductas operantes como a las conductas emocionales. Del mismo modo que se pueden
aprender conductas por aprendizaje directo o vicario, también se pueden extinguir, modificar o
contracondicionar conductas por procedimientos directos y vicarios
La nueva versión del modelo del aprendizaje social se estructura en torno al concepto de determinismo
recíproco, cuyos integrantes son la situación, la persona y la conducta. La situación controla la conducta
a través de la persona, y la persona es el auténtico mediador entre la situación y la conducta, por otra
parte, la propia conducta ejerce un claro control sobre la situación, modificando la conducta de los otros
y generando nuevas situaciones que, a su vez, influyen en nuestra conducta. La persona es, por tanto, al
mismo tiempo, agente y objeto de las influencias ambientales
El concepto de persona se entiende como un sistema de representación interior formado por ideas,
creencias, expectativas y autopercepciones de uno mismo y del mundo. Este sistema es el que dirige y
regula la conducta; no obstante, el modelo reconoce la existencia de 3 subsistemas regulatorios que
operan de manera integrada e interdependiente: los determinantes antecedentes, los determinantes
consecuentes y los procesos cognitivos intermedios
Es posible hablar de una forma general de aprendizaje, el aprendizaje cognitivo social, que incluiría
tanto los aprendizajes básicos directos como el aprendizaje vicario
El aprendizaje cognitivo social permite explicar no sólo la adquisición de patrones y estilos de conducta y
pensamientos patológicos, sino también la eficacia diferencial de los tratamientos psicológicos. La clave
de la eficacia terapéutica es la modificación de las perspectivas de autoeficacia, siendo la autoeficacia la
convicción de que uno mismo es capaz de realizar con éxito la conducta requerida para producir los
resultados deseados. Además, la percepción de eficacia afecta a los esfuerzos que hace la persona por
enfrentarse a las situaciones problemáticas, lo que facilita el afrontamiento con posibilidades de éxito y
el consiguiente incremento de la autoeficacia
El modelo permite incorporar los diferentes componentes que conforman los programas de
entrenamiento en habilidades sociales, así como los diferentes tipos de habilidades que suelen
incorporarse en los programas. Además, permite integrar la tradición conductista en terapia de
conducta y las nuevas aproximaciones terapéuticas cognitivas. Según Bandura, los procedimientos más
poderosos para modificar las expectativas de autoeficacia y, por tanto, los factores cognitivos que
mantienen la patología, son los propios cambios conductuales. No obstante, el modelo ha sido criticado
tanto desde la perspectiva conductista como desde la perspectiva cognitiva:
Los últimos escritos de Bandura enfatizan aun más los aspectos fenomenológicos y funcionales de la
conciencia en el control de la conducta: la intencionalidad, la anticipación de las consecuencias de las
acciones, la autorregulación y la autorreflexividad. Este tipo de teorización sitúa al modelo de Bandura
en una posición más próxima a las grandes teorías fenomenológicas de la personalidad que a cualquiera
de las teorías experimentales sobre la conducta
1.3.Desarrollos recientes:
Las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales se han ido transformando en programas amplios
en los que se integran múltiples componentes. Estos programas se han aplicado a una extensa gama de
problemas clínicos y no clínicos. Los programas han ido evolucionando hacia una concepción no
restrictiva del término habilidad social, entendida como cualquier comportamiento eficaz en una
situación social. El término asertividad queda incluido en el de habilidad social, ya que se trata de un
tipo de habilidad relacionada con la expresión de sentimientos y opiniones, situada a mitad de camino
entre la agresividad y la inhibición, por tanto, la asertividad debe entenderse como una habilidad social
consistente en la afirmación de sentimientos y opiniones propias en situaciones interpersonales
Los planteamientos recientes del entrenamiento en habilidades sociales se caracterizan por integrar en
un mismo programa los 4 componentes resaltados de los modelos teóricos (habilidades emocionales,
conductuales, perceptivas y cognitivas):
En los últimos años, la importancia de los aspectos emocionales en el éxito o fracaso social ha vuelto a
ocupar el centro de interés. La emoción se ha empezado a recuperar en el contexto de las habilidades
sociales gracias a los teóricos y divulgadores de la inteligencia emocional, la cual implica el desarrollo de
dos habilidades emocionales fundamentales; la capacidad de control de las emociones y la empatía. Las
señales emocionales que emitimos afectan a las personas que nos rodean y constituyen la base del
contagio emocional y la empatía, transmitiéndose la emoción de forma, generalmente, inconsciente
Damasio y colaboradores han investigado las bases de la empatía y propuesto un modelo teórico que
denominan modelo de percepción-acción. El modelo asume que en el ámbito de la emoción ocurre lo
mismo que en el ámbito de la conducta motora, en el que la percepción de un movimiento activa los
mismos sustratos neurofisiológicos que generan el movimiento. Los resultados de su estudio sugieren
que los mecanismos de la empatía se basan en la activación, cuando observamos a otros, de los mismos
centros cerebrales que regulan nuestras emociones, aunque la intensidad de las respuestas periféricas
activadas no es la misma
Los componentes del entrenamiento pueden aplicarse en formato individual o de grupo, siendo éste el
que se utiliza con mayor frecuencia
3.1.Justificación:
La modificación de los pensamientos negativos sobre la puesta en práctica de la habilidad o sobre sus
posibles consecuencias es uno de los objetivos primarios de este componente. Un procedimiento que
suele ayudar en este sentido es recurrir a la lista de derechos asertivos (por ejemplo, si se cuestiona la
habilidad de pedir favores, se puede argumentar que es un derecho asertivo y que la clave de la
habilidad no es tanto pedir o no pedir favores, sino la forma de pedirlos). Así, la identificación de las
razones positivas para cada miembro del grupo de la habilidad social a entrenar se convierte en la
principal fuente de motivación para aprenderla
Una vez justificada la habilidad, el terapeuta explica los elementos que la integran. Ésta se descompone
de 3 o 4 pasos (por ejemplo, la habilidad de atender se puede descomponer en los siguientes elementos:
orientación del cuerpo hacia la persona que habla, contacto ocular, asentimiento con la cabeza y
expresiones faciales apropiadas). Cada elemento debe ser explicado, justificado y discutido por los
miembros del grupo, siendo aconsejable el uso de medios didácticos sencillos
3.2.Modelado:
En esta fase, el terapeuta demuestra a la persona individual o a los miembros del grupo cómo se realiza
la habilidad enfatizando cada uno de sus componentes. La observación es el componente más distintivo
del tratamiento. Cuando el entrenamiento se hace en grupo, el modelado puede irse ajustando a las
condiciones que facilita el aprendizaje por observación:
En cualquier caso, es importante que la conducta del modelo no resulte demasiado compleja, siendo
preferible observar los componentes de la habilidad por separado. Igualmente, es importante que el
observador no interprete la conducta del modelo como la forma perfecta de comportarse, sino como
una manera de comportamiento social adecuada. Terminado el modelado, el terapeuta debe preguntar
a los miembros del grupo si quedaron claros los componentes de la habilidad y cómo evaluarían la
efectividad del modelo y, si fuera necesario, se puede repetir la ejecución del modelo
Los ejercicios de calentamiento se diseñan para practicar, de forma exagerada y como si se tratara de
un juego, diferentes aspectos de la habilidad que se va a representar. Estos ejercicios suelen crear un
clima distendido en el grupo, facilitando la participación activa de todos los miembros (por ejemplo, la
escenificación de expresiones faciales o los ejercicios de observarse mutuamente por parejas)
El ensayo conductual, en contraste, debe simular situaciones reales que puedan encontrarse en el
ambiente social década persona. En los entrenamientos en grupo, cada miembro actúa como actores
secundarios u observadores. El terapeuta puede también participar, aunque lo habitual es que actúe
como director de escena guiando y ayudando a los actores principales y secundarios. En los ensayos, el
terapeuta debe recordar a los observadores qué habilidades específicas están siendo entrenadas para
que presten atención y puedan posteriormente proporcionar el feedback correspondiente
3.4.Feedback:
Sólo cuando el feedback añade una valoración (positiva o negativa), se puede convertir, además, en
reforzamiento o castigo. El feedback que debe aplicarse después del ensayo conductual es el positivo,
seguido del correctivo. Su aplicación requiere tener en cuenta las siguientes consideraciones:
- Los observadores deben conocer las conductas que van a ser objeto de entrenamiento y
feedback
- El feedback debe ser específico y dirigido siempre a la conducta, no a la persona
- El feedback debe centrarse en los aspectos positivos de la actuación
- A continuación, se añade el feedback correctivo, identificando las conductas que pueden
mejorar y sugiriendo aquellos cambios que pueden ayudar a mejorar la actuación
- Finalmente, se da la oportunidad al actor de expresar su punto de vista y si está de acuerdo o
en desacuerdo con las sugerencias dadas
En todo este proceso, el terapeuta debe guiar la forma de dar el feedback. Además, debe evitar y, en su
caso, cortar cualquier tipo de feedback negativo, ya que saber dar este feedback es una habilidad más
que puede aprenderse durante el entrenamiento y constituye la base de lo que se denomina feedback
autorrevelador que coincide, en gran parte, con la habilidad de hacer cumplidos y críticas. Sus
componentes son, en principio, los mismos que los del feedback que se proporciona durante el
entrenamiento en habilidades sociales, simplemente que aplicados en contextos de la vida real y sin que
se solicite previamente dicho feedback: feedback positivo, feedback correctivo, sugerir posibles cambios
y solicitar la opinión de otra persona
3.5.Reforzamiento:
Debe tenerse en cuenta, que una de las condiciones de la efectividad del reforzamiento es su
contingencia e inmediatez con respecto a la conducta que se está aprendiendo; también, que el
mantenimiento a largo plazo de las conductas aprendidas se facilita cuando los programas de
reforzamiento se transforman en programas intermitentes y cuando los reforzadores naturales
(sociales) sustituyen a los arbitrarios
Es aconsejable que las tareas a realizar queden recogidas en una hoja de registro donde la persona,
además, anote cada una de las ocasiones en las que ha puesto en práctica la habilidad, indicando por
ejemplo, el día y la hora, la situación, la habilidad practicada y las consecuencias positivas y negativas
que tuvo. El terapeuta debe, por su parte, resaltar la importancia de las tareas y del autorregistro,
dedicando la parte inicial y final de cada sesión a revisar y comentar estos autorregistros, así como a
reforzar a la persona por realizarlos
Las habilidades verbales de aproximación son las más desarrolladas y las que ocupan la mayor parte de
los programas de entrenamiento. Se suelen dividir, a su vez, en subconjuntos de habilidades:
- Habilidades de comunicación
- Habilidades conversacionales
- Dar y recibir cumplidos
- Hacer y rehusar peticiones
- Hacer críticas adecuadas
- Ser asertivos
Las habilidades verbales de rechazo o defensivas, se utilizan sólo en casos especiales, ya que tienen
como consecuencia la interrupción o finalización definitiva de la relación o interacción. Las principales
habilidades verbales defensivas son:
- El disco rayado
- El banco de niebla
- La aserción negativa
- La interrogación negativa
Por su parte, las habilidades no verbales son todas aquellas señales que utilizamos con nuestro cuerpo y
nuestra voz para indicar el interés o desinterés por la relación. Las principales habilidades verbales que,
según su aplicación, pueden indicar tanto rechazo como aproximación, son:
- Expresiones faciales
- Contacto ocular
- Postura del cuerpo
- Gestos y ademanes
- Distancia física
- Apariencia personal
- Saludos
- Características paralingüísticas de la comunicación verbal
Cada una de estas habilidades tiene componentes emocionales, conductuales, perceptivos y cognitivos.
Los aspectos cognitivos se tratan directamente durante la justificación de la habilidad, pero el terapeuta
debe recordarlos antes del ensayo conductual con el fin de que la persona los tenga en cuenta y los
practique durante su ejecución. Generalmente, se plantean en forma de autofrases negativas frente a
positivas con respecto a al interacción que se va a ensayar o se está ya ensayando (por ejemplo, “no
tengo nada interesante de que hablar” frente a “no es necesario hablar de cosas interesantes, puedo
hablar del tiempo o de lo que he hecho este fin de semana”). Estos tipos de pensamientos, que
constituyen el núcleo de las terapias cognitivas, se incorporan al entrenamiento en habilidades sociales
como un aspecto más a tener en cuenta siguiendo la secuencia del propio entrenamiento
En cuando a los aspectos perceptivos, su incorporación se lleva a cabo de forma similar. La correcta
interpretación de las señales de aproximación y evitación y del contexto en el que la interacción tiene
lugar se deben tratar, en primer lugar, durante la justificación y explicación de la habilidad. A
continuación, se van incorporando y practicando como parte de las habilidades no verbales de
aproximación y rechazo a observar, ensayar, dar feedback, reforzar y practicar
Los aspectos emocionales fueron los primeros en introducirse en los programas de entrenamiento en
habilidades sociales. Los programas basados en los modelos de Salter y Wolpe estaban centrados en la
expresión emocional y el aprendizaje de respuestas emocionales contrarias a la ansiedad, pero la
influencia de los modelos conductuales, perceptivos y cognitivos hizo que quedara relegada a un
segundo plano
Si el intercambio emocional es la clave de las habilidades sociales, el primero paso debería ser aprender
a sentir e identificar correctamente las emociones en nosotros mismos y en los demás. Intentar
comunicar y expresar emociones que no se sienten no es el camino apropiado, entre otras razones,
porque la propia expresión facial delata cuándo la emoción es genuina y cuando no lo es. El
entrenamiento en expresión y comunicación emocional debería, por tanto, partir de una aprendizaje
emocional propio y ajeno y en la capacidad de responder empáticamente a las emociones y
sentimientos de los otros. Este tipo de aprendizaje, por lo general, escapa a los ámbitos de aplicación de
las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales