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Carlos A.

Betancur
Maestría en estudios políticos
Universidad de Caldas

LA VARIABLE GEOGRÁFICA EN LA VIDA POLÍTICA* DE LOS ESTADOS


LATINOAMERICANOS
(Comentario al Capítulo 9 de Prisioneros de la geografía, Tim Marshall)

Para el caso de América Latina, Tim Marshall evalúa, más que las virtudes de las que
goza la región dadas por sus circunstancias geográficas, las desventajas que para su
desarrollo económico y social éstas implican. Como un gesto recurrente en cada uno de los
capítulos de su libro, en el que está consagrado a Latinoamérica el autor acompaña sus
reflexiones con un epígrafe. Para el evento utiliza al chileno Pablo Neruda quien, en lo que
luego se nos mostrará como un optimismo ingenuo, se refería a América como el
“continente de la esperanza”; el poeta agregaba que “esta esperanza es algo así como el
cielo prometido, una promesa de pago cuyo cumplimiento se aplaza” (citado en Marshall,
2017, p. 277). No exageramos al afirmar que las conclusiones de Marshall cambian
radicalmente el tono de esta declaración. Su desesperanzadora visión hace pensar que la
geografía obliga a que esta promesa nunca se cumpla, a que el plazo para su cumplimiento
se extienda indefinidamente.
Ante todo, el primer acercamiento que el autor hace de la cuestión refleja un
comparativo entre, por un lado, Estados Unidos y, por otro, la región situada al sur de sus
fronteras (esto es, los demás países del continente). En sus palabras,

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La expresión ‘vida política’ la empleo al no poder imaginar otra mejor. Con ello quiero significar, no
obstante, no solo los factores propiamente políticos de los países, sino también los económicos, los
culturales, etc., que -si entiendo bien la conclusión del estudio de Marshall- resultan configurados también
debido a las condiciones geográficas. Este condicionamiento geográfico traduce la idea de que no basta con
voluntad política o con el ingenio de los hombres que viven en un territorio para conseguir una prosperidad
social o comercial: antes bien, la ubicación en el mapa fija, de algún modo, un destino. Así, pues, pretendo
que con la expresión ‘vida política’ se tomen en cuenta las configuraciones institucionales (en distintos
órdenes) internas y externas de los países en este caso latinoamericanos: la geografía impone determinados
retos y una específica línea de acción política que el Estado debe afrontar, tanto en lo que se refiere a su
propia organización interna como a su relación con los demás Estados.
Así como la geografía de Estados Unidos ayudó a que se convirtiera en una gran
potencia, la de los veinte países situados al sur garantiza que ninguno de ellos será
capaz de suponer un desafío serio para el gigante norteamericano, y que tampoco
unirán fuerzas para conseguirlo de manera colectiva (Marshall, 2017, p. 281).

Por lo demás, aparte de la notable importancia de la variable geográfica para la


comparación, en ésta se sugiere una interpretación en clave militar de las ventajas y
desventajas. Ninguno de estos países del sur, solo o en comunión con los demás, podrá
representar un desafío al poderío estadounidense; entre otras cosas, esta debilidad deriva de
la mala suerte de haber formado comunidades políticas en territorios difíciles para la
agricultura, el comercio y para la conexión con los demás centros de organización política –
las capitales de los países latinoamericanos, que se sitúan mayoritamente en zonas
costeras*. Frente a los privilegios de la región norte del continente, “(…) los países
latinoamericanos son prisioneros de una región geográfica que implica que Estados Unidos
siempre desempeñará un papel relevante” (Marshall, 2017, p. 297). Para el autor, entonces,
la geografía marca indudablemente un destino, pero éste no está en modo alguno trazado
por la línea generosa de la ‘esperanza’.
En estas condiciones, incluso una poderosa y firme voluntad política que insuflara de
buenos propósitos a la administración de los países latinoamericanos resulta insuficiente
para superar los retos inherentes que dispone la geografía. Las percepciones compartidas a
principios del siglo XXI del inicio de la ‘decada de Latinoamérica” o la de la “encrucijada”
en la que se encontrara el continente para despegar hacia un futuro próspero y cargado de
bienestar, se ven desmentidas por las reflexiones de Marshall. O, por lo menos, si no
desmentidas, sí evidentemente revaloradas. Para él, Latinoamerica “(…) desde un punto de
vista geográfico, no está tanto en una encrucijada como en el trasero del mundo” (Marshall,
2017, p. 284).
Debido a la atención y a la extensión argumentativa que dedica en el ejemplo, quizá
el país con que mejor soporta sus declaraciones sea Brasil. Brasil es la muestra para lograr
una idea de la clase de trasero del que estamos hablando. Se trata de un país que es casi tan
grande como Estados Unidos, que cuenta con un área geográfica mayor al de los veintiocho
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Para Marshall (2017) el fenómeno de que las capitales se encuentren cerca a la costa representa que “(…)
todas las carreteras del interior se construyeron pensando en conectar con las capitales, pero no entre ellas”
(p. 281) de lo que se sigue, naturalmente, que el eventual proyecto de una unión latinoamericana que
hiciera contrapeso al poder estadounidense presente enormes dificultades.
miembros de la Unión Europea y que abarca un tercio del territorio que comprende
América del Sur (Marshall, 2017, p. 297). No obstante su generosa porción de tierra, no
toda ella es cultivable y, por tanto, difícilmente puede figurar en el cómputo de la riqueza
del país. “Una tercera parte de Brasil es jungla, donde resulta tremendamente caro, y en
ciertas áreas ilegal, adaptar el terreno para hacerlo habitable en condiciones modernas”
(Marshall, 2017, p. 298). Así, pues, antes que representar un bien inmueble explotable,
buena parte del suelo brasileño significa más bien un gasto ecónomico en el cuidado
necesario de la selva amazónica.
Si por un lado la tierra selvática de Brasil conlleva obstáculos al desarrollo de su
agricultura y a la articulación de carreteras, por otro lado se suma un condicionamiento
geográfico adicional: “Brasil no dispone de acceso directo a los ríos de la región del Río de
la Plata” (Marshall, 2017, p. 299). Una ineludible variable geográfica afecta no sólo a la
agricultura, sino también el comercio del país. Debido a esta circunstancia, “(…) Brasil
carece del volumen de comercio que desearía y, no menos importante, la mayoría de sus
bienes circulan por carreteras inadecuadas en vez de hacerlo por ríos, con el sobrecoste
consiguiente” (Marshall, 2017, p. 300).
El ejemplo de Brasil, en el que se logran identificar algunos factores que sustentan la
no poca relevancia que para la vida política representa la ubicación en el mapa, permite
comprender el alcance del diagnóstico de Marshall (2017): “(…) Brasil necesitará realizar
esfuerzos hercúleos para superar sus desventajas geográficas” (p. 300). Esto quiere
significar que la geografía no es componente accesorio de la política de los países, no es
una circunstancia marginal en el diseño de sus instituciones. Por el contrario, fija el
derrotero de unos problemas que se deben atender, marca la pauta de las preocupaciones
nacionales y, de algún modo, ayuda a comprender las situaciones sociales, económicas y
políticas que se presentan en los terriorios.
De acuerdo con el autor, factores geográficos tienen el mismo grado de importancia a
la hora de explicar las dificultades de una alianza regional Latinoamericana. Con respecto a
fenómenos de unificación regional como la Unión Europea, Latinoamerica no admite
comparación. Y esto no solo en razón a que

Los paises de la UE tienen sistemas políticos y económicos similares, y la mayoría de


sus miembros una moneda común, mientras que los latinoamericanos difieren en
términos políticos, económicos y monetarios, así como en sus niveles de educación y
en su legislación laboral (Marshall, 2017, p. 301).

Antes bien, aún bajo el supuesto de que los países latinoamericanos coincidieran, a la
manera de los europeos, en sistemas políticos y económicos e, incluso, aunque adoptaran
una moneda común; aún cuando aquellos igualaran los niveles de educación e instituyeran
legislaciones laborales similares a las de los últimos; aún, entonces, el proyecto de
unificación regional en Latinoamérica se vería impedido por una circunstancia simple:
sencillamente, por ser un proyecto lationamericano. Porque, tal como explica el autor, los
paises latinoamericanos “también deben superar los obstáculos que generan las grandes
distancias y los derivados de la altura de las montañas y de la densidad de las junglas que
los separan” (Marshall, 2017, p. 301).

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