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CAPÍTULO XIII
Hace más de quince años que estoy vinculado con la medición y el benchmarking de la
Gestión del Capital Humano. Hablar de esa cantidad de años en el 2012 parece como hablar
de un siglo. Bueno, después de todo empecé en esta consultora en el siglo pasado...
Lo que me motivó a integrarme a un equipo de trabajo, liderado por el mítico Dr. Jac Fitz-
enz, fue, entre otras cosas, por esa frase que se pronuncia casi con la fuerza de una plegaria
religiosa: “Solo se valora aquello que agrega valor”. “Sólo se valora aquello que agrega
valor”, eso fue lo que me dijo el Dr. Jac la primera vez que lo ví, y yo de manera casi
instintiva repetí: “Solo se valora aquello que agrega valor”. Entonces, él esbozó una especie
de sonrisa como respuesta a mi gesto de seguidor disciplinado, y continuó diciendo: “Ahora
hay que trabajar para poner en práctica esta idea”.
No sé por qué me vienen estos recuerdos a la mente en este momento, pero tal vez me sirvan
para la próxima actividad que haré en unos instantes. Ayer, me pidieron que dicte un
seminario sobre Medición de la Gestión de Capital Humano. Esta actividad será vía
Teleconferencia por Internet, con lo cual no importa dónde estoy yo ahora, ni dónde están los
participantes. Me avisan que en cinco segundos comenzará la transmisión interactiva.
Hola, buen día para algunos, buenas tardes para otros, buenas noches también para otros.
Mi nombre es Luis María Cravino y desde hace casi quince años que trabajo en la temática
de Medición del Capital Humano. Bienvenidos a esta actividad.
- “Sí, la frase es muy conocida, pero cómo se mide el valor que agrega la GCH”- me
preguntó un malayo interrumpiendo mi exposición. En paralelo, mientras elaboraba la
respuesta, pensé en dos cosas. La primera, debía felicitar al malayo por su pregunta ya que me
servía de pie y estaba en secuencia para la exposición que tenía prevista. La segunda idea
estaba referida al nivel de ansiedad que debía tener el malayo por formular esa pregunta en el
comienzo mismo del seminario.
Muy buena pregunta- dije para estar alineado con mi primer idea -la medición del valor
agregado no es un camino fácil de recorrer ni responde a un recorrido lineal u obvio. Pero
tampoco imposible de abordar.
El primer paso es el de convertir las acciones que realiza o administra la GCH (sus insumos,
procesos y productos) en elementos medibles, expresados en variables de tiempo, costo,
calidad o reacciones humanas. El segundo paso implica establecer relaciones estrechas de
causa-efecto entre esos aspectos medibles de la GCH y los resultados esperados que son
parte del “accountability” o responsabilidad primaria de los clientes o socios internos. Estos
resultados también pueden ser medidos en términos de variables de tiempo, costo, calidad o
reacciones humanas. Finalmente, el tercer paso es el de vincular estas variables de los socios
o clientes internos con los resultados del negocio, que se expresan generalmente en volumen
de ventas, costos totales, rentabilidad, valor de mercado, precio de la acción, market share,
reputación, etc.
- “¿Puede ampliar esa explicación con algún ejemplo?”- reclamó un inglés poniendo cara de
“si no me dan un ejemplo, no lo entiendo”.
Tenía previsto seguir con mi exposición dentro de un determinado orden, pero me di cuenta
que en realidad el orden iba a estar determinado por las preguntas o demandas de ejemplos de
los participantes.
Solo analizando eslabón por eslabón es que podemos medir cuál es el impacto de la GCH
sobre los resultados del negocio. Sin dudas, este enfoque sistémico hace que la GCH se
concentre en descubrir cuál es su aporte al siguiente paso en la cadena de agregación de
valor.
- “¿Cómo podemos saber si una GCH está realmente midiendo su valor agregado o solo está
diciendo que está midiendo ese valor agregado?” -la pregunta provino de un hindú que
trabaja en el Silicon Valley y demostraba tener plena conciencia de que existe una poderosa
diferencia entre hacer algo y decir que se hace.
Debe haber muchos caminos para descubrir si algo se hace o no se hace. Una de las maneras
es preguntarle a una persona de la Gestión del Capital Humano si sabe en qué medida lo que
está haciendo contribuye al logro de algún objetivo de un cliente o socio interno. Si esa
persona no puede contestar esa pregunta definitivamente no puede medir su valor agregado;
y si la pregunta se contesta, eso significa que esa gestión está en el camino correcto para la
medición del valor agregado.
Hoy en día es muy común, cuando se visita una oficina (física) donde trabaja gente de la
GCH, observar afiches con los principales objetivos que posee la función y los tres objetivos
más importantes de cada uno de los clientes o socios internos. Estos objetivos están ligados
con flechas que indican cómo al mover una variable se impacta en la otra. También este tipo
de gráficos se puede encontrar en la mayoría de las Intranet corporativas.
Afortunadamente, los participantes se habían calmado por lo que aproveché para introducir
uno de los capítulos centrales de mi exposición.
Vamos a hablar ahora del arte de conocer, comparar, controlar, entender y actuar que
corresponden a los verbos fundamentales del proceso de medición de la Gestión del Capital
Humano.
Utilizo mi Power Point para presentar una pantalla que solo dice: Determinación del “QUÉ
MEDIR”.
Cuando medimos algo (costo, tiempo, calidad, etc.) es porque, previamente, hemos
considerado que esa medición tendrá alguna utilidad. Por esto es que decimos que toda
medición comienza con un propósito. Un propósito o una preocupación que se traduce en
términos de “cómo pasar de la situación actual a una situación futura mejor”. Por ejemplo, si
nos preocupa cómo hacer para reducir costos, o incrementar la productividad, o reducir el ciclo
de un proceso, etc. pensaremos en diferentes acciones a seguir y, probablemente, una de las
primeras sea plantearnos la siguiente pregunta: “¿Qué es conveniente medir para lograr el
propósito que perseguimos?”.
Algunas respuestas pueden ser obvias. Por ejemplo, si nuestra preocupación es la reducción
de costos, cualquier tipo de medición sobre costos nos ayudará a ese propósito. Pero además,
como toda medición implica un determinado costo, resulta necesario formularnos la
siguiente pregunta: “Aquello que pensamos medir, ¿presenta una buena relación costo-
beneficio con el propósito original que buscamos?”.
Utilizo nuevamente mi Power Point para presentar un pantalla que dice: La “MEDICIÓN”
propiamente dicha.
debemos formular la siguiente pregunta: “¿De qué fuentes debemos obtener la información
que buscamos?”
Es posible afirmar entonces que, ante la creación de una fuente de información debe
considerarse el impacto que produce sobre el comportamiento. Por ejemplo, si nos
preocupamos por el tiempo que demanda el proceso de búsqueda de personal (desde que se
origina el requerimiento hasta que el candidato seleccionado confirma su ingreso) y
desarrollamos una fuente de información (una planilla con los días pendientes de cada
búsqueda), evidentemente, le estamos diciendo al selector de personal que nos preocupa la
cantidad de días en que se resuelven las búsquedas y que, por lo tanto, mediremos esa
variable. Es natural pensar que el selector comience a verificar más frecuentemente cómo
evoluciona la información en esa planilla y entonces comenzará a manifestar alguna
reacción emocional. Será alegría cuando los tiempos de búsqueda bajen, será preocupación
cuando esos tiempos suban. Finalmente, su conducta se irá condicionando a partir de esas
emociones y aplicará su talento para aumentar su felicidad. Esto no es más ni menos que
reducir el tiempo de las búsquedas.
Una vez que se ha determinado que la fuente es relevante y contributiva para el propósito
original, surge una pregunta importante: “¿Cómo defino la variable a medir con precisión?”.
El grado de seriedad y el éxito del proceso de medición está fuertemente condicionado por la
respuesta a esta pregunta. Mientras más precisa sea la definición de una variable, más
precisa será la medición.
Pero no alcanza solo con la definición nominal, es decir “qué es la variable”, sino que es
necesario otra definición llamada operacional que nos ayuda a distinguir “aquello que la
variable incluye... y aquello que la variable no incluye...” Si hablamos del costo de la
capacitación, por ejemplo, deberíamos consensuar si tal o cual costo relacionado (viajes, sueldo
de los capacitadores, etc.) está incluido o no dentro de la definición operacional de la variable.
La definición operacional de una variable debe ser un proceso formal, es decir debe estar
escrito, porque esta es la principal garantía para que la interpretación sea correcta y la
medición tenga validez y consistencia.
El primer producto que se obtiene del proceso de medición es el DATO: es decir, el valor que
ha asumido una determinada variable. Ahora, cuando se relacionan entre sí dos o más datos
generamos un concepto de mayor complejidad denominado MÉTRICA. Por ejemplo, si
relacionamos el costo de las compensaciones pagadas con los costos operativos en un año
fiscal, obtenemos una métrica denominada “compensaciones sobre costos”. En este caso
sería un porcentaje. Por ejemplo, si las compensaciones pagadas durante el año fueron
$24.322.000 y los costos operativos de la empresa en ese período fueron de $86.550.000,
entonces las compensaciones representarán el 28,10% (porcentaje) de los costos operativos.
Nuevamente utilizo mi Power Point para presentar una pantalla que dice la
“INTERPRETACIÓN”.
Una vez obtenido el dato nos preguntamos: “¿Qué significa el dato obtenido?”. La
interpretación del significado del dato o de la métrica nos lleva al concepto de juicio. Un
JUICIO es la comparación de un dato o métrica con otro dato o métrica . Todo juicio
requiere un proceso de interpretación para luego generar un conocimiento de naturaleza
cualitativa.
Utilizo un ejemplo clásico en todas mis exposiciones, y les aviso a los participantes que no se
rían cuando vean la siguiente imagen:
(Nota del autor: la pantalla que les muestro a los participantes es la misma que los lectores observan
en la figura 1)
DATO JUICIO
Figura 1
Imaginemos que una persona se pesa en una balanza y descubre que su peso es 100 kilos, eso
es un simple dato. Ahora bien, si esa persona se compara con una tabla de referencia (que
podríamos denominar baremos o benchmarks para diferentes alturas) y dice: “mido 1 metro
con 50 centímetros y peso 100 kilos”, probablemente al compararse con una tabla de
referencia diga: “estoy excedido de peso o directamente gordo”. Bien, “excedido de peso” o
“gordo” no son datos, son juicios al compararse un dato (peso) con un sistema de referencia
(relación recomendada entre peso y altura). Pensemos que un mismo dato puede generar
diferentes juicios en función de otras referencias. Por ejemplo, no es lo mismo que sea mujer
u hombre, o que tenga menos de 12 años, o que sea un adulto, etc.
Pregunté si todos habían entendido el concepto de juicio, y al obtener una afirmación rotunda
continué con mi exposición.
Ahora que diferenciamos datos de juicios, podemos llegar a distinguir cuatro tipos de juicios:
el juicio histórico, el juicio-objetivo, el juicio competitivo, y el juicio valorativo.
El Juicio Histórico surge de comparar un dato o métrica con relación a un dato o métrica de
un período histórico diferente.
Observé al inglés que iba a formularme una pregunta, y como venía embalado con mi
presentación lo anticipé con: Por ejemplo... (al observar que el inglés retiraba la pregunta,
seguí hablando) si durante este año las compensaciones representaron el 28,10% de los
costos, puede ser interesante conocer el valor de esa métrica para el año anterior.
Supongamos que fue el 32,55%. Podemos concluir que el monto pagado en concepto de
compensaciones bajó de manera relativa, comparado con el total de los costos operativos. Si
el resultado de la métrica para el año anterior hubiera sido del 25,00%, nuestro juicio sería
diferente. Ahora bien, podemos plantear varias preguntas: ¿Esta disminución de las
compensaciones fue buscada o se debió a otras razones?, ¿Qué razones explican esa baja?,
¿Teníamos algún objetivo de gestión relacionado con logro de ese resultado?, ¿Estamos
conformes con ese resultado?, etc.
El juicio histórico es "confiable" si los datos, y por lo tanto las métricas, son confiables.
También aquí debe considerarse el axioma básico para la elaboración de todo juicio:
“comparar manzanas con manzanas”. ¿La métrica de este año se calculó de la misma
manera que la métrica del año pasado?.
La frecuencia para calcular la métrica y, por lo tanto, la frecuencia con que se emite un
juicio histórico es clave. Ciertos juicios pueden elaborarse mes a mes: ¿Subió o bajó la
rotación voluntaria?. Otros, en cambio, pueden elaborarse anualmente. Nuestra experiencia
nos indica que debemos realizar juicios históricos al menos de forma semestral o inclusive,
para los indicadores más “hot” (caliente), de manera trimestral o mensual.
Finalmente, la clave para poder emitir juicios históricos es la constancia. Si un año se mide y
otro año no, es imposible emitir un juicio histórico. Cuando una métrica es relevante se debe
tener la constancia de medirla periódicamente.
Introduzco una nueva pantalla de Power Point para presentar el “JUICIO OBJETIVO”.
El juicio-objetivo puede dar lugar a otro juicio o a un dato de naturaleza más compleja. Si el
objetivo a lograr era obtener una métrica de 25,00% en compensaciones sobre costos
operativos y nuestro resultado final fue de 28,10%, podemos elaborar un dato más complejo
o meta-dato: “alcanzamos el 88,97% del objetivo”. Así, aparece el juicio a partir de los
siguientes dos elementos: la interpretación y la subjetividad. Alguien puede decir:
“... lamentablemente solo alcanzamos el 88,97% del objetivo”, mientras que otro podrá
afirmar: “... afortunadamente alcanzamos casi el 90% del objetivo”. Todo juicio-objetivo
trae consigo expresiones tales como: “superamos el objetivo”, “alcanzamos el objetivo” o
“estuvimos por debajo del objetivo”; y las claves para que un juicio-objetivo resulte útil son:
relevancia del objetivo para la estrategia del negocio
carácter “ambicioso” de la meta a alcanzar
El Juicio Competitivo surge de comparar el propio dato o métrica con el dato o métrica de
un mercado referencial. Por ejemplo, la relación entre las compensaciones y los costos
operativos fue del 28,10% y sabemos que el mercado de referencia arrojó un valor del
30,50%. Entonces, podemos emitir el siguiente juicio: las compensaciones, en relación a los
costos operativos, son menores que las del mercado de referencia.
El Juicio Valorativo surge del proceso interpretativo, a partir de la posesión del juicio histórico
y/o el juicio competitivo. En este sentido actúa como un meta-juicio. La naturaleza esencial
del juicio valorativo es de carácter cualitativa y responde a una aseveración del tipo:
¿Estamos bien o estamos mal?. Para que el juicio valorativo se transforme en un
conocimiento que potencie la capacidad de actuar, es necesario que se consideren las
diferentes relaciones e interacciones bajo una interpretación sistémica y estratégica.
En síntesis, mientras el enfoque sea más sistémico y estratégico, más sistémico y estratégico
será nuestro juicio valorativo, juicio que a la vez incrementará nuestra capacidad de actuar.
Figura 2
Por lo tanto, introduzco una nueva pantalla con letra más grande, para señalar que comienza
un capítulo muy importante:
“La verdad está ahí afuera...” era la frase preferida del agente especial Fox Mulder, en
aquella memorable serie de TV “The X-Files”.
Podríamos utilizar una frase para intentar una definición de Benchmarking: “El
Benchmarking es un proceso sistemático y continuo para conocer, comparar, analizar y
evaluar los productos, servicios, procesos de trabajo, indicadores y resultados de las
empresas reconocidas por sus mejores prácticas, con el propósito de realizar mejoras
organizacionales”.
Si “salimos afuera”, como pensaría Mulder, podremos descubrir que existen tres cosas
diferentes: los números, las formas de hacer las cosas y los modelos conceptuales; y que
estos elementos dan lugar a tres diferentes tipos de benchmarking: cuantitativo; cualitativo y
conceptual.
Introduzco una nueva pantalla (con letra un poquito más pequeña que la anterior), que dice:
“BENCHMARKING CUANTITATIVO”.
Por otra parte, si los números no tienen la calidad adecuada, pueden llevar a la formulación
de conclusiones equivocadas. Por esta razón, el éxito de un benchmarking cuantitativo,
fundamentalmente dependerá de que todos los que participan de la comparación, utilicen los
mismos criterios de medición.
En otras palabras, se trata de aplicar con rigurosidad aquello de sumar... “peras con peras”
y no “peras con bananas”.
La finalidad del Benchmarking Cualitativo es aprender a partir de lo que otros hacen, para
luego iniciar una acción de mejora. Fundamentalmente, un benchmarking cualitativo se
propone aprender más sobre un proceso o práctica de trabajo.
Ahora bien, cuando “las mejores prácticas” son utilizadas como referencia se las denomina
“Best Practices”. Sin embargo, Jac Fitz-enz considera que las “Best Practices” no existen;
lo que existe, en cambio, es la “Effective Practice” o práctica efectiva, es decir aquella que
funciona y es útil en un entorno particular.
Pensemos que una “práctica” puede ser efectiva en una empresa y perjudicial en otra, por lo
cual debemos decir que, el benchmarking debe estar asociado al pensamiento crítico, más
que al concepto de imitación o plagio.
También puede ser un “check-list” orientativo de los atributos que debe tener una empresa
de competitividad superior; tal como muestran los clásicos trabajos de Peters y Waterman
(En busca de la excelencia), de Collins y Porras (Empresas que perduran) o del propio Jac
Fitz-enz (The 8 Practices of Exceptional Companies).
Pienso que el concepto puede ser abstracto para entender, por lo que introduzco una nueva
pantalla:
(Nota del autor: El lector puede apreciar la misma imagen que observan los participantes de este
seminario a través de la figura 5).
BENCHMARKING CONCEPTUAL
INVESTIGACIÓN
DE CAMPO
FORMULACIÓN
DE UN TIPO
IDEAL/REAL
PLAN DE
ACCIÓN
AUTO
DIAGNÓSTICO
Figura 3
-“Nos quedaron claros los diferentes tipos de Benchmarking, pero creo que a todos nos falta
clarificar para qué sirve realmente un proceso de Benchmarking”-esta afirmación provino de
un japonés que hablaba en primera persona del plural, asumiendo de manera implícita la
representación del grupo.
La pregunta es excelente y merece una respuesta excelente... -primero noté que pocos se
rieron y, en segundo término, descubrí que en realidad el chiste era muy malo- Bien, la
utilidad del Benchmarking está muy relacionada con el tipo de Benchmarking utilizado.
Como se puede apreciar, finalmente, los tres tipos de benchmarking, aunque de manera
diferente, son poderosas herramientas para la mejora organizacional. Es por eso que la
Es momento del capítulo central y final de mi exposición. Introduzco una nueva pantalla con
letra grande para que se observe la importancia del capítulo:
“El alfabeto de las empresas son los números, y su lenguaje es el dinero” dijo Fitz-enz en su
magnífico libro “How to Measure Human Resources Management”, allá por el año 1984.
Desde ese entonces, las Gestiones de Capital Humano comenzaron a expresar algunas de sus
iniciativas en un lenguaje organizacional común para toda la empresa: el económico-
financiero.
Pregunté a mi audiencia si estaban familiarizados con la expresión ROI. Por supuesto que
todos me asintieron como si hubiera preguntado una obviedad.
-“ROI significa Return on Investment” -gritaron todos los participantes al unísono, como si
respondiesen a un insulto.
La GCH realiza esfuerzos continuos y sistemáticos para calcular el ROI de lo que se está
haciendo. Aunque es necesario reconocer que, aunque se mejoren ciertas metodologías, no
siempre se puede calcular el ROI.
-“¿Y qué se hace cuando no se puede calcular el ROI?” -se interesó por saber el malayo que
hacía un rato largo no realizaba preguntas.
Primero quiero decir que intentar calcular el ROI genera dos posibilidades:
- La primera es que en algunos casos es posible calcular el ROI utilizando métodos muy
sistemáticos, de tal modo que la GCH puede probar en términos económicos-financieros
su contribución a los números del negocio.
- La segunda alternativa está basada en que, en muchos casos y por diversas razones, no se
pueda calcular de manera estrictamente matemática el ROI. En estas circunstancias la
GCH debería pensar y actuar “como si se pudiese calcular realmente el ROI”. Esto
implica que la GCH debe siempre contabilizar rigurosamente todas las inversiones
realizadas y medir u observar el impacto que producen esas inversiones. Aunque es cierto
que muchas veces esos impactos no se pueden traducir a números sino a palabras, juicios
valorativos o metáforas. Y es lógico, entonces, que no se pueda calcular un cociente
donde el numerador sea una palabra (el impacto) menos un número (la inversión)
dividido un número (la inversión).
Y todos contestaron a coro: -“Solo se valora aquello que agrega valor”. “Solo se valora
aquello que agrega valor”.