El 10 de noviembre se celebra en nuestro país el día de la tradición, en homenaje al
escritor, político y periodista argentino José Hernández, nacido el 10 de noviembre de 1834 y reconocido fundamentalmente por ser el autor del Martín Fierro. Dicho texto resultó crucial en una época en la que se buscaba consolidar nuestra identidad, definiendo aquello que fuera “el ser nacional argentino”. Como todos sabemos, el protagonista del extenso poema de Hernández es un gaucho, que con ActosEnLaEscuela.com
los años se transformó en un prototipo y, para muchos, en un héroe. Las virtudes
que esta figura representaba fueron vistas –y exageradas tal vez- como típicas del hombre argentino y dignas de conservación y reproducción: el amor por la tierra y el trabajo, el apego a las costumbres, la fraternidad y la honestidad; la valentía, el arrojo, el sentido de justicia, y también el amor a la familia y a su rancho, junto con otros hábitos típicos como tomar mate cimarrón (amargo) o comer asado con cuero al asador. Dicho todo esto, es posible ahora reflexionar sobre la pertinencia de la figura del gaucho como representante genuino del “tipo” argentino; o como figura heroica que condensa las virtudes más valoradas por nuestro pueblo. Si bien fue, y tal vez siga siendo, un actor social de importancia, nada permite afirmar hoy en día que en él esté contenida nuestra esencia nacional. Sí podemos valorar lo que representó, y sobre todo reivindicar a una figura sumamente explotada por todos los poderes de turno, condenada a vivir pobremente bajo la pátina romántica de la “vida sencilla”, desposeído por ser pobre y sin influencias y, por lo mismo, obligado a pelear en la frontera contra otro más marginal e invisibilizado que él: el indio. La idealización del gaucho tuvo su base en una élite xenófoba que quiso diferenciar lo “nacional” de lo italiano o español, o de cualquier otra procedencia europea “no deseada” por débil, inculta, pobre, falta de proyectos, etc. No debemos pasar por alto este hecho. Lo que sí debemos repreguntarnos en los tiempos que corren es qué define nuestra “argentinidad” y si tal cosa existe de algún modo. Pero, sobre todo, debemos respetar lo tradicional sin que ello impida aceptar al extranjero como a un hermano, como aquel que trae sus propias “tradiciones” y las comparte. No se puede hablar de “tradición” si lo que esa palabra implica es la exclusión del otro.