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En las postrimerías del siglo XVIII era una práctica corriente el abandono de niños,
que, sin recursos, formación ni recomendaciones, se veían abocados a agotadores,
insanos y apenas remunerados trabajos, o a la mendicidad o la prostitución. Sin
embargo, la fortuna sonrió a nuestro Carême: después de errar por las calles durante
todo el día, la noche le sorprendió cerca de una taberna, La Fricassée de Lapin, en el
mismo barrio de Maine. El tabernero se apiadó de él, y le ofreció hospitalidad por esa
noche. A la mañana siguiente, le sugirió que trabajara como marmitón en la cocina de
la taberna, a lo que Carême accedió encantado.
Hay que suponer que fue en ese figón donde Carême descubre y perfecciona sus
talentos e instintos para la cocina, porque a los 16 años, en 1799, entra a trabajar de
aprendiz en Chez Bailly, el pastelero más importante de París. La habilidad y
disposición del joven Carême no pasan desapercibidas para su patrón, que le anima y
autoriza para que, cuando no haya excesivo trabajo, acuda a la sección de grabados
de la Biblioteca Nacional y examiné los diseños y grabados arquitectónicos que allí se
custodiaban. Carême no sabía leer ni escribir, y aprende solo, peleándose con los
textos de las obras de Palladio y Tertio.
APORTES A LA GASTRONOMIA
Carême es mucho más que un gran cocinero. Es el punto culminante de una cocina
que podríamos denominar «de corte», y que encontrará su ocaso en la segunda mitad
del siglo XIX, con la aparición de los restaurantes y hoteles, cuando se adoptarán
formas que perduran hasta los años 60-70 del siglo XX, que serán fijadas por otro gran
maestro de la cocina: Auguste Escoffier.
Carême escribe libros de cocina, pero escribe unas obras que suponen una
superación de los recetarios y tratados de cocina escritos hasta entonces. En sus
obras encontramos un espíritu didáctico, clasificador y sintetizador del arte de la
cocina como no se había conocido hasta entonces. Las distintas partes de su
monumental «Art de la cuisine française au XIXe siècle» se denominan «traité», y eso
es lo que son: aunténticos tratados, que no se limitan a enunciar un rosario de recetas,
sino que analizan, clasifican y examinan todos los platos y alimentos. En nuestros
días, todavía permanece en vigor su clasificación de las salsas, o su enciclopédico
tratado de los potajes, por poner unos ejemplos.
Uno de los caballos de batalla de Carême fue la mejora de las condiciones de trabajo
de los cocineros (recordemos la «espantada» que realizó al ver las condiciones de
trabajo imperantes en la corte rusa). Para ello no dio descanso a su ingenio a la hora
de mejorar materiales y técnicas. Entre las innovaciones de Carême que hoy perduran
citaremos el uniforme blanco, como bandera de limpieza e higiene y el gorro de
cocinero actual (parece ser que inspirado en las tocas que usaban las doncellas
austríacas).
En 1801, contando 18 años, Carême deja a Bailly y entra de chef en otra pastelería, la
de los herederos de Gendron. Este nuevo trabajo le permitía realizar los
«extraordinarios» o «extras», que consistían en ejercer de refuerzo en los grandes
banquetes que se daban en París. En 1802 deja la pastelería y se dedica sólo a los
«extras», y en 1804 abre una pastelería propia en la Rue du Paix.
En este período, que va de los años 1803 a 1814, Carême continúa con sus
innovaciones en la pastelería, y se perfecciona de manera extraordianria en el arte de
la cocina, trabajando junto a los grandes cocineros de la época.
Aquellos a los que el propio Carême considera sus maestros son : Lannes para los
manjares fríos, Richaud para las salsas, y sobre todo, Bouchet, el cocinero de
Tayllerand y Laguipierre, cocinero de Murat.
ALEXANDER DUMAS
Nació el 24 de julio de 1802 en Villers-Cotterêts, Aisne.
No recibió una buena educación académica. En 1823 se decide a marchar a París con
algunas cartas de recomendación para los antiguos compañeros de padre. Consiguió
una plaza de escribiente en la secretaría del Duque de Orleáns, con un sueldo de
1,200 francos anuales.
APORTE A LA GASTRONOMIA
Dumas desdeñó las opiniones negativas y nunca dejó de creerse un gran gastrónomo.
Además, el escritor hacía gala de su gusto sofisticado por los placeres de la buena
mesa, y tenía por costumbre reunir en su casa a las figuras más eminentes de las
artes y las letras parisinas. ¿Y quién preparaba los platillos que adornaban la mesa del
gran Dumas durante las cenas para quince invitados que solía ofrecer cada miércoles?
En realidad, el maestro tan solo preparaba la ensalada. ¡Pero qué ensalada!
Indudablemente esta era la gloria de las cenas organizadas por Dumas, de hecho, era
tan sublime que uno de los invitados, forzado a cancelar su asistencia envió a un mozo
para recoger su porción.
Entre sus creaciones más celebradas cabe citar el melocotón Melba y los filetes de
lenguado Coquelin. Por otra parte, entre sus obras de divulgación culinaria, Mi cocina
(1934) ha conocido uan amplia difusión y continuas reediciones. También son de su
autoría La guía culinaria (1903), una de las primeras obras dedicadas a la alta cocina
que mantiene su vigencia en el panorama gastronómico internacional, El libro de los
menús (1912) y El arroz (1927). Escoffier fue uno de los chefs que consolidó el
prestigio internacional que la cocina francesa ha adquirido en la era moderna.
ALTA COCINA
Escoffier hizo más eficiente, simplificó y mejoró en muchos aspectos la “haute cuisine”,
conocida en español como la alta cocina, filosofía creada por Antoine Carême que
regía el mundo culinario de la época.
CAMBIANDO PARADIGMAS
NORMAS DE LA COCINA
Su experiencia como cautivo en Prusia durante la Guerra de los Siete Años lo llevó a
defender la patata como alternativa alimentaria (en Francia, como en casi toda Europa,
se la consideraba no comestible). Consiguió que se levantaran las leyes que prohibían
su cultivo y promovió su consumo.
Trabajó también en el maíz, el opio y el cornezuelo del centeno. Preconizó el uso del
frío para conservar la carne. Desarrolló técnicas para extraer azúcar de la remolacha.
La acogida que Luis XVI había reservado al agrónomo filántropo le hizo ser durante el
periodo revolucionario sospechoso para el Nuevo Régimen. Pero pronto se le confió la
vigilancia de las salazones destinadas a la Armada francesa. El Directorio y el
Consulado también se sirvieron de sus competencias.
Durante la época napoleónica, como Inspector General del servicio de salud, consiguió
que el ejército adoptase la vacunación antivariólica y se ocupó de las condiciones
higiénicas en los barcos.
Científico con una obra notable por su variedad, participó, además, en la vida social
colaborando en los textos relacionados con la reforma agraria propuestos por la
Asamblea Nacional Constituyente. Entró en la Academia de las Ciencias en 1795 en la
sección de economía rural.
APORTE A LA GASTRONOMIA
Su actividad social parisina hace que funde a comienzos del siglo XIX una sociedad
denominada Almanaque de los golosos que después devino en Almanaque de los
golosos y las guapas. Su contemporáneo Restif de la Bretonne deja anotaciones de su
comportamiento libertino, en el que narra como estaba rodeado de actrices y
prostitutas. Es muy posible que en esta época parisina conociera a Donatien Alphonse
François de Sade. En su época admira a Voltaire, a Rousseau y Diderot. Tuvo un affair
con Angélique Bessi que finalmente le abandonó y se casó en 1778. Se batió en duelo
con el Marqués de Breteuil.
APORTES A LA GASTRONOMIA