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MD

Índice

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35

Sinopsis

Un camino sangriento ha sido elegido…


La guerra contra los Titanes continua, y siguen determinados a causar
estragos en el mundo, pero Seth se ha convertido en algo que todos los dioses
temen. Ahora el más peligroso y el más absoluto poder ya no reside en aquellos
que han sido liberados de sus tumbas.
La Gran Guerra luchada por unos pocos viene…
Todos pueden dudar y temer en lo que Seth se ha convertido. Todos menos la
única mujer que podría ser su última oportunidad de redención. Josie hará
cualquier cosa para probar que Seth está de su lado, pero el destino tiene una
manera desagradable de cambiar vidas, o personas.
Al final, el sol caerá…
La única manera para poder salvar el futuro y salvarse a sí mismos es
enfrentando lo desconocido juntos. Tomará más que confianza y fe. Tomará
amor y el tipo de fuerza que no se rompe fácilmente. Sin importar que, sus vidas
nunca volverán a ser las mismas.
Por lo que los dioses temen tiene que suceder. El fin de lo viejo está aquí y el
comienzo de lo nuevo no ha sido compartido…
Titan #3

Capítulo 1

Seth
Hacer lo correcto nunca se había sentido tan mal como en ese momento.
Tal vez así era como siempre se sentía.
No lo sabría.
Era tan raro cuando realmente hacía lo correcto.
Mis nudillos dolían por apretar el volante. Cada célula de mi cuerpo
demandaba que diera vuelta al vehículo y regresara… que volviera con Josie,
porque ella era mía, y yo le pertenezco, a ella y a su lado.
Pero no podía.
Todo ha cambiado ahora.
Un fuerte, mortífero poder se agitaba profundamente dentro de mí, y no era
nada como lo que se sentía ser un Apolyon. Oh no, esto era como el Apolyon
con esteroides. Tenía la sensación que el inesperado despertar, incluso la más
sorprendente capacidad de matar a Atlas, solo era el comienzo de lo que era
capaz de hacer, porque el mundo entero era diferente para mi ahora.
El cielo era de un tono que nunca había visto antes. El mar frente a la
autopista de la costa del pacifico era un vertiginoso caleidoscopio de azules. Con
la piel sensibilizada, podía sentir la humedad en el aire. Inhalé y supo a mar y
sal. Estaba yendo malditamente cerca de ciento sesenta kilómetros por hora en
esta camioneta, y me sentía como si pudiera ir más rápido… que debería ir más
rápido.
Y estaba hambriento.
No de comida.
De lo que vivía y respiraba dentro de los puros y mestizos, los semidioses y
dioses, y dentro de Josie.
No podía estar cerca de ella.
Era demasiado peligroso.
Ahora hay kilómetros entre Josie y yo, y pronto serían miles, y así tenía que
permanecer, pero… aún podía sentir su cuerpo debajo del mío, su suave piel
contra la mía, y escuchaba sus suaves gritos resonando en mis oídos.
La amo.
Presionando mi bota en el acelerador, sabía a donde ir. Un lugar lejos de aquí,
lejos de todo. Un lugar donde podría pensar y planear, porque iba a eliminar
hasta el último hijo de pu…
—Estas cometiendo un error.
—Mierda —maldije mientras jalo el volante a la derecha. Los neumáticos
chillaron. Polvo a lo largo de la defensa inundó el aire mientras mi mirada voló
hacia el asiento del pasajero.
Ese maldito ninfa estaba sentado a mi lado.
Estaba sin camisa, como de costumbre, usando pantalones de vestir, y era tan
brillante como una maldita bola de discoteca.
—¿Qué demonios? —exploté, enderezando las ruedas antes de que
saliéramos de la autopista. Una colisión no me mataría, pero realmente no tenía
ganas de probar cuan indestructible puede ser mi piel—. Pudiste haber causado
un desastre.
—¿Como si tu vida no fuera ya un desastre? —respondió sonriendo
ligeramente—. La respuestas sería sí… sí, tu vida es un desastre.
Agarré el volante. —¿Que mierda de todas las mierdas quieres?
—Necesitamos hablar.
Ira ondulaba bajo mi piel. —No hay nada de lo que tengamos que hablar.
—Oh, lo hay. —El ninfa ondea su mano, y apaga el motor sin ninguna
advertencia adicional.
Maldiciendo en cada lenguaje que conocía, fui capaz de estacionar la
camioneta en el lado más estrecho del camino, entre dos grandes rocas. Dejé
caer las manos y me giré hacia él. —Sabes que podría matarte con el chasquido
de mis dos dedos.
—Podrías. Y tal vez lo harás un día. —Esos ojos purpura brillaron—. Pero
no hoy.
—No lo sé. —Akasha crujía sobre mi piel, proyectando un resplandor ambar-
blanquecino en el interior de la camioneta. Vino a mí tan fácilmente. Ni siquiera
tuve que pensar en ello—. Realmente no estoy de ánimo.
—¿Por qué dejaste a Josie? —replicó.
Exhalando bruscamente, troné mi cuello. —Cuidado, ninfa.
—Haz decidido marcharte, ¿cierto? ¿Aunque ella este desprotegida?
—No esta desprotegida. —Inquietud infestó profundamente en mis entrañas,
porque aunque ella estaba con el increíblemente dúo feliz, conocido como Alex
y Aiden, y aunque era una semidiosa, los Titanes eran peligrosos. Sin embargo,
sabía por experiencia previa que los Titanes se retirarían por un tiempo. Después
de perder a Atlas, no irían tras Josie durante un rato, dándome tiempo para
buscarlos y terminarlos.
Además, yo era más peligroso para ella.
Había algo dentro de mí, y era frío y cruel. Podía saborearlo. Sentirlo, y
quería devorar a Josie.
—¿Has hecho tu elección, Asesino de Dioses?
A punto de decirle que podría salir de cabeza por la ventana, algo se me
ocurrió… un recuerdo de cuando él mágicamente apareció en el Covenant y
advirtió sobre lo que había dentro de mí. —Lo sabías.
—¿Sabía qué?
—Que yo era el Asesino de Dioses.
—Que tú podrías convertirte en el Asesino de Dioses —corrigió—. Todos
sabíamos que había una oportunidad. Después de todo, eso se convirtió en tu
destino cuando el otro murió.
Le di una mirada rápida. —¿De qué mierda de destino estás hablando?
Una sigilosa sonrisa curvó las esquinas de sus labios. —Hay tantas cosas que
no sabes.
Supongo que aún era un misterio, porque yo no había explotado el reluciente
rostro de mierda en la ventana.
—Ella te ama —dijo en voz baja—. ¿Incluso te das cuenta lo que eso
significa?
Mi garganta se cerró. En un traicionero segundo, podía ver los ojos de Josie
en mi mente… su afligido rostro cuando había admitido que me alimentaba de
ella. Verla después de haber matado a Atlas y estaba a punto de convertir a
Aiden en un raspado helado. Ella y todo ese cabello, todo ese cabello rubio y
marrón fluyendo alrededor de su hermoso rostro mientras me apuñalaba con la
daga bañada en la sangre de Pegaso.
La vi mirarme fijamente como si no tuviera idea de lo que yo era.
Y entonces vi lo que una oscura parte de mi sabía era capaz de hacerle.
Cerrando los ojos, maldigo en voz baja. No quería verla.
—No —murmuró él—. No, no lo sabes. —Hizo una pausa—. Pero lo harás.
Pasando la mano por mi mandíbula, abro los ojos y miro fijamente hacia el
océano mientras los autos a toda velocidad nos pasan en la autopista. —Solo voy
a preguntarte una vez más. ¿Qué quieres?
—¿Entiendes lo que significa ser un Asesino de Dioses?
—¿Que puedo matar casi a cualquiera?
—Esa no fue una respuesta inteligente. Y no quiero decirlo como insulto. El
conocimiento de lo que eres capaz existe dentro de ti. Es lo que te llevo a forzar
el despertar.
Era esa cosa dentro de mí.
—Has tomado tu decisión —declaró de nuevo.
—Sí —respondí—. No puedo… no puedo estar cerca de ninguno de ellos.
La piel de los asientos crujió mientras el ninfa se inclinaba hacia mí. No
necesitaba mirarlo para saber que él estaba demasiado cerca. —¿Y sabes a dónde
quieres ir? —Cuando no respondí, preguntó—: ¿Por qué necesitarías conducir
allí?
Mirando hacia él, eleve mis cejas. —Porque imaginaba que conduciría y
luego tendría que volar allí.
Los ultrabrillantes labios rojos del ninfa se curvaron en una sonrisa. —Eres el
Asesino de Dioses. Simplemente necesitas imaginar donde quieres ir e ir allí.
Lo miré fijamente. —Me estás jodiendo.
—Inténtalo. —Se sentó de nuevo, sus ojos como joyas—. Y aprenderás que
no solo eres capaz de asesinar. Eres capaz de mucho más.
Mi primera inclinación fue simplemente darle un puñetazo en la garganta
atravesando la puerta de auto, pero decidí bromear con él. —¿Cómo qué?
—Como crear vida.
Una amarga risa salió de mí. —Sí, estas a un segundo de dejar de existir.
—Inténtalo —insistió, completamente sin temor—. Imagina donde quieres ir.
Pruébate solo una vez.
Mirándolo, niego con la cabeza, pero lo hice. Ni siquiera sabía porque, pero
lo hice. Imaginé las rocosas costas y mares azul verdoso, y casi podía sentir el
dorado sol en mi piel, pero era más que eso. Había otra voz que sonaba como la
mía, pero no lo era. Me decía donde necesitaba ir.
Andros.
Calidez empapaba mi piel, y mis ojos se abrieron. —Santa…
La sorpresa casi me dejó perplejo. Ya no estaba sentado dentro de la
camioneta. Retrocediendo un paso, me di cuenta que estaba mirando hacia el
espumoso mar… el mar que no había visto en años. Mi mandíbula abierta.
Imposible. Tenía que estar alucinando.
—Ves —dijo el ninfa, y se movió a un lado. Él estaba a mi lado—. Eres
capaz de mucho, asesino de dioses.
Negué con la cabeza. —No… ¿Cómo es esto posible?
El ninfa se volvió hacia el océano y luego levantó las manos, extendiendo los
brazos. —Todo es posible.
Esto no podía ser real, pero cuando me volví, lo supe… Queridos dioses, era
real, y estaba a la mitad del mundo lejos de Josie en menos de un segundo.
Apenas podía procesarlo.
Permanecimos en la delgada franja de arena blanca y roca de Andros, la isla
en el extremo norte de las Cícladas. Descomunal y llena de valles alimentados
por agua hastiados de fruta que solía robar cuando era niño, casi estuve
anonadado.
La más extraña maldita sensación picaba bajo mi piel cuando tomé el camino
que conducía a las escaleras, subiendo la empinada colina. Tomando una
profunda respiración, levanté la mirada hacia la casa de piedra arenisca que
estaba en lo alto del pico más alto. Era un monstruoso edificio, de tres pisos con
varias alas que, si eran la misma, contenían nada más que estatuas de mármol y
pinturas al óleo representado a los dioses. Balcones rodeaban los dos niveles
superiores, con muchos recovecos y curvaturas para esconderse.
El porche estaba vacío.
—¿Qué…? —Me detuve.
Había personas saliendo, mirando hacia donde nosotros estábamos, y pude
sentir el éter en los puros y el más tenue rastro en los mestizos.
La casa debería estar vacía. No había ninguna razón para que el personal se
hubiera quedado después que Madre murió.
—¿Quiénes son estas personas? —exigí.
El ninfa inclinó su barbilla. —Algunos eran el personal de tu madre, sus
sirvientes… sus confidentes. Ahora son tuyos. Otros vinieron cuando
despertaste. También son tuyos.
¿Qué demonios? —No los quiero aquí.
—Su amo finalmente ha venido a casa.
¿Amo?
—¿Creíste que sería diferente?
—Sí. —Fruncí el ceño mientras aquellos en el porche, uno a uno, se
arrodillaban e inclinaban la cabeza. Oh diablos—. Pensé que estaría vacía, para
empezar.
El ninfa rio entre dientes.
Cruzando mis brazos, exhalé bruscamente. —No tengo uso para ellos.
—Oh, les encontraras un uso, estoy seguro.
Le di una mirada de soslayo. —Realmente voy a terminar cansado de
repetirme a mí mismo. No necesito sirvientes. Dioses. Estos mestizos deben ser
liberados.
—Estos mestizos están aquí por su propia voluntad. Están aquí porque es
donde tú estás, como yo estoy aquí debido a ti —dijo el ninfa—. Estoy aquí para
ayudarte.
—¿Por qué? ¿Por qué me ayudarías?
El ninfa sonrió. —Mi especie ha caminado en este reino antes del hombre…
antes que los dioses del Olimpo derrocaran a los Titanes. Hemos estado aquí
incluso antes que los Titanes gobernarán.
Bueno, eso sonaba como hace tiempo, un periodo de tiempo llamado No Doy
una Mierda. —¿Qué tiene eso que ver con cualquier cosa?
Esos extraños ojos centellearon. En realidad centellearon, como un par de
diminutas estrellas. —Creemos que el tiempo para cambiar ha llegado una vez
más.
La pregunta de qué tipo de cambio debía llegar murió en la punta de mi
lengua, no quería ser parte de lo que los ninfas creían o querían. Tenía mis
propios objetivos. Haría lo que fuera para encontrar donde estaban escondidos
los Titanes y con mucho gusto destruiría a cada uno. No serían una amenaza para
Josie.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunte.
Una ceja se levantó. —Ewan.
Sonreí. —Ewan el Ewok.
El ninfa frunció el ceño.
—No importa. —Suspire y miré hacia adelante—. Adiós, Ewan.
—¿Quieres saber sobre el amor? —preguntó.
Puse los ojos en blanco, me mantuve caminando.
—El amor es la raíz de todo lo bueno, y de todas las cosas malas —gritó—.
El amor es la raíz del Apolyon.
Los finos cabellos de mis brazos se elevaron, y me detuve. Los puros y
mestizos en el porche esperaban, los vestidos color azul pálido y rosa de las
mujeres ondeaban en la briza. Algo acerca de lo que el ninfa estaba diciendo
sonaba extrañamente familiar.
—El destino está en marcha —continuó—. Las cosas no pueden ser
desechas. El destino ha mirado hacia el pasado y futuro. La historia se repite.
Lentamente, casi contra mi voluntad, me volví. El ninfa estaba donde lo dejé,
pero había algo antiguo y sabio en su mirada.
—Sabes la diferencia entre necesidad y amor. —La voz de Ewan por encima
de la brisa salada. Aquellos ojos amatista se pusieron blancos, revelando las
pupilas completamente blancas.
—Oh demonios no —murmuré, en realidad quería dar un paso atrás y
detener lo que sabía estaba viniendo.
El ninfa se deslizó hacia adelante y dijo las palabras que habían sido
destinadas para el primer Apolyon, para Alex, y trajeron a la vida una profecía
una vez inconclusa.
—Porque lo que los dioses temen ha sucedido. El fin de lo viejo está aquí y
el comienzo de lo nuevo ha dado lugar. —Su voz se elevó, arrastrándose al mar
y sobre los acantilados—. Porque el descendiente del sol y el nuevo dios darán a
luz una nueva era y los grandes creadores caerán uno a uno, remodelando
nuestros hogares y corazones, cosechando al hombre y al mortal por igual.
Oh, no me jodas.
¿El descendiente del sol? ¿El nuevo dios? ¿Dar a luz, y remodelar? Sí, no
quiero ser parte de esto. —Sabes, puedes…
—Un camino sangriento ha sido elegido —continuó él, por supuesto.
Aparentemente esto no se detendría—. La Gran Guerra combatida por pocos está
viniendo, y al final, el sol caerá y la luna reinará hasta que el nuevo sol surja.
Mis cejas se levantaron. Parecía un día normal para mí.
—¡Sé esto! —El ninfa parecía bramar—. La fuerza del sol será necesaria
para conquistar, porque la fuerza de la guerra y la astucia no serán suficientes. El
amor y la necesidad deben ser reconciliados. Sino, la gran tierra perecerá, porque
el novillo está en la casa el león.
¡Guau!
Oficialmente sin palabras. En absoluto. Ninguna.
Ewan el ninfa cayó sobre una rodilla. —Adiós Seth, el Dios de la Vida…
Un escalofrío quemó por mi espina dorsal mientras un rayo cayó en la costa,
golpeando en el océano.
El ninfa inclinó la cabeza. —El Dios de la Muerte.

Capítulo 2

Josie
El piso de la enorme mansión que pertenecía a la madre de Gable se sacudió
y agitó como si no fuera nada más que un pedazo de cartón.
Saliendo rápidamente del sofá, dejé que la delgada manta suave-como-un-
sueño cayera al suelo mientras el murmullo se volvía un sonido, un rugido
creciente que sacudió mi pecho y provocó piel de gallina a lo largo de mis
brazos.
Con ojos amplios, volteé en un lento círculo mientras libros cayeron de las
estanterías, golpeando el suelo. Sobre mí, una araña de cristal, una que
probablemente costaba más que un auto, tembló y rechinó. Cristales con formas
de lágrimas cayeron al suelo, rompiéndose en pedazos. Una alta lámpara delgada
se derrumbó, golpeando su pálida sombra gris. Detrás de mí, más libros
golpearon el suelo.
—¿Qué demonios? —susurré, mi voz ahogada y cansada; cansada de las
lágrimas que habían estado quemando en mi garganta.
Algo… algo grande estaba pasando, y podría ser cualquier cosa. Una horda
de daimons. Otro cabreado Titán súper cargado. Una oleada de sombras que
habían escapado de Tártaro. Podría ser... incluso podría ser Seth.
No.
Él no estaría haciendo esto, lo que sea que fuera, no importaba lo que Alex y
Aiden creyeran sobre él. Él no me pondría en peligro de que la casa se
derrumbara sobre mí.
Agarrando mi daga de titanio del final de la mesa, corrí a toda velocidad
alrededor de los libros cayendo y abrí la puerta de un tirón, golpeando el
corredor brillantemente iluminado justo cuando una explosión de un estruendo
ensordeció mi corazón palpitando. Cristal se hizo añicos al final del corredor, sin
dudas de que un invaluable jarrón se volvió nada más que fragmentos. La casa se
sacudió de nuevo. Cuadros de lienzo se deslizaron de las paredes mientras yo
corría dentro del gran patio interior, mi mirada inmediatamente centrándose
sobre el punto quemado donde Atlas se paró una vez.
El punto donde el Titán había muerto.
Y no muy lejos de allí, Solos había tomado su aliento final. Ese espacio sobre
el suelo estaba limpio, sin rastros de sangre, pero por un corto segundo lo vi
mirando a su pecho, al vacío hoyo donde su corazón había estado antes de que
sus rodillas cedieran. Él había estado muerto antes de golpear el suelo, y no
había merecido eso. Solos aún debía estar aquí.
Dejando el recuerdo a un lado, mi mirada cayó a las puertas dobles de cristal.
Estaban cerradas, pero por la forma en que los paneles de cristal se sacudían,
dudaba que permanecieran intactas por más tiempo.
Jadeé cuando otro temblor golpeó la casa. El suelo se movió y ondeó bajo
mis pies, como agua, levantándome. Tropecé a un lado, lanzando mis brazos
afuera para sostenerme.
En algún sitio de la casa, puertas se golpearon abiertas y alguien gritó una
palabra.
—¡Terremoto!
¡Terremoto!
El alivio me golpeó tan duro en el estómago que reí; reí ruidosamente, y un
poco histéricamente. Solo un terremoto.
Duh.
Estaba en el sur de California.
No todo tenía que ser sobrenatural.
Bajando la daga, volteé a la escalera de caracol. Varias personas media
dormidas estaban de pie allí, y por supuesto, yo estaba usando el término
“personas” flojamente.
No había ni un solo mortal en la casa.
El temblor disminuyó mientras Deacon pasaba sus dedos a través de sus
desastrosos rulos rubios. —Odio California —gruñó él.
Detrás de él, Luke estaba fregándose una mano sobre sus ojos. Su cabello de
color del bronce estaba levantado en cada dirección. De pie junto a ellos estaba
Gable. Pobre Gable. Literalmente lo habíamos arrancado de la playa, diciéndole
que su padre era Poseidón y que él también era un semidiós, que sus poderes
estaban limitados, y luego él fue testigo de cerca y de forma personal de lo que
un Titán era capaz.
El hecho de que estuviera de pie allí y no meciéndose en cualquier rincón era
admirable.
—No hemos tenido uno así de malo en un largo tiempo —dijo Gable con el
sueño aferrado a su voz—. Definitivamente tendremos una réplica de ese.
Los ojos gris claros de Deacon se abrieron. —¿Réplica?
Gable asintió. —O puede que el grande no se haya sentido aún. Realmente,
nunca se sabe.
—¿Qué es eso? —Deacon bajó su mano, frunciendo el ceño—. ¿Cómo una
1
especie de terremoto sin circuncidar ?
Aiden, su hermano mayor, levantó su barbilla y miró al techo, lentamente
sacudiendo su oscura cabeza. No había dos hermanos menos parecidos. Bueno,
quizás Lucifer y Michael. Ellos eran hermanos.
Mis labios se torcieron en una cansada sonrisa mientras Gable explicaba
exactamente lo que era un premonitor. Aiden se estiró, colocando un brazo sobre
los hombros de Alex Andros. Su cabello era un desastre, pero un desastre sexy.
Cuando yo despertaba, mi cabello lucía como si hubiese metido mis dedos en un
enchufe eléctrico, pero no Alex. El suyo era una caída de mechones ondulados.
Ella era hermosa en una salvaje forma libre, y mientras estábamos
inciertamente unidas por nuestro tiempo compartido con malvados dioses
psicópatas y nuestra relación verdaderamente rara con Apolo, no era ni casi tan
cercana a ella como Deacon y Luke lo eran.
Ella y Aiden eran leyendas, leyendas reales.
Y estaban tan enamorados el uno del otro que no había duda en mi mente de
que pasarían la eternidad juntos, sin querer a nadie más.
Aiden puso una mano sobre la barandilla mientras miraba hacia abajo, al
patio interior, su mirada plateada pareciendo ir al punto en el cual estuvo la mía
cuando entré por primera vez, a donde el Titán Atlas había estado de pie,
sosteniendo el corazón de Solos en su carnoso agarre; a donde Seth había sido
todo Asesino de Dioses sobre todos, accediendo a todos nuestros poderes,
nuestro éter, y matando a Atlas.
Algo que Seth no debía ser capaz de hacer.
Dios, eso se sentía como si fue hace una eternidad, pero no lo fue. Solamente
había pasado un día desde que Atlas había atravesado todas esas puertas y
apagando la vida de Solos en un segundo. Solo había sido la noche anterior,
cuando Seth se había vuelto tan temido, que los dioses del Olimpo habían
terminado con la vida mortal de Alex para prevenir que se volviera uno. Apenas
habían sido horas desde que terminé con lo que Medusa nos había advertido, con
la espada mojada en la sangre del Pegaso, noqueando a Seth el tiempo suficiente
para que se calmara, al menos. Y había sido esta mañana, solamente, cuando
Seth había escapado de la habitación del pánico, me encontró en la biblioteca,
me hizo el amor, me sostuvo en sus brazos y, finalmente, finalmente me dijo que
me amaba.
Solo segundos en una vida, y Seth se había vuelto una cosa tan poderosa, tan
mortal que nos dejó, me dejó.
Un dolor se encendió en mi pecho mientras parpadeaba para evitar que las
lágrimas cayeran. No lloraría, porque no había tiempo para eso. Tan pronto como
Hércules regresara de su encuentro con los dioses o lo que sea para lo que se
había ido al amanecer, yo estaría fuera de aquí, me iría de esta casa que goteaba
bastante la clase de dinero que ni siquiera podría comenzar a entender.
Localizar a los otros dos semidioses era lo que mi padre, Apolo, me había
ordenado hacer, pero eso había caído en mi lista de prioridades, y ni siquiera me
importaba. No me importaba ni un Pegaso volador lo que eso dijera sobre mí,
porque nadie, nadie nunca había peleado por Seth antes.
Y yo lo haría.
Pelearía por él hasta mi último aliento.
Además, no era como si nadie estuviera reuniendo los otros semidioses
atados y los introdujera brutalmente a una forma completamente nueva de vivir.
El Ejército de Impresionantes, como los había apodado Deacon, había prometido
recuperar a los semidioses. Uno estaba en algún lugar de Thunder Bay y el otro
estaba viviendo en alguna ciudad de Gran Bretaña.
Yo le había prometido a Alex y Aiden que esperaría hasta que Herc regresara
antes de ir a buscar a Seth. Tenía la fuerte sospecha de a dónde había ido Seth, y
llegar hasta allí, todo el camino hasta una isla en el Mar Egeo, no iba a ser fácil.
—¿Josie? —llamó Aiden.
Parpadeé, reenfocándome en él. Estaba de pie solo a varios pasos de mí, su
mano envuelta firmemente alrededor de la de Alex. Todos estaban escaleras
abajo. No los había oído moverse. —¿Disculpa?
—¿Te pregunté si dormiste?
Asintiendo, alisé una mano sobre mi cabeza, atrapando los delgados
mechones de cabello. Los empujé fuera de mi rostro. —Una hora o algo así.
Esos sorprendentes ojos plateados me dijeron que él sabía que estaba
mintiendo, pero fue Alex quien habló a continuación. —Realmente deberías
descansar, Josie. Herc regresará pronto, y tendremos un mejor entendimiento de
todo.
Herc había estado planeando ir con los dioses para ver cómo podía ser
contenido Seth, pero desde que ya no era un problema, no estaba bastante segura
cual era el punto ahora.
Suspirando, miré de regreso a donde uno de los cuadros de arte había caído al
suelo. —No creo que sea capaz de dormir después de un terremoto.
Gable arrastró los pies más allá de nosotros, dirigiéndose hacia la cocina,
murmurando sobre revisar el internet para ver si había algo sobre el terremoto.
Vagamente recordaba ver una MacBook sobre el mostrador antes.
Luke levantó sus brazos sobre su cabeza, estirándose mientras veía la
dirección en que Gable se había ido.
—Estoy un poco hambriento —anunció Deacon.
Las esquinas de los labios de Luke se levantaron. —Tú siempre estás
hambriento.
—Sí, pero el terremoto me hizo incluso más hambriento. —Deacon sonrió
mientras abrazaba al hombre más alto por la cintura—. No sé cómo funciona
eso, pero realmente podría ir por un tazón de nachos. —Miró hacia los tres de
nosotros—. Es bastante malo que ninguno de ustedes tenga poderes geniales.
—¿Poderes geniales? —murmuró Aiden.
—Sí. Como dos de ustedes fueron hechos semidioses. —Deacon cabeceó
hacia su hermano y Alex—. Y tú —dijo él, hablándome a mí—, eres una
legítima semidiosa real, y ninguno de ustedes puede aparecer un plato de nachos
de la nada. ¿Qué tiene de bueno ser un semidiós si no puedes hacer eso?
Alex rio mientras se inclinaba hacia Aiden. Sin mirarla, él dejó ir su mano y
colocó su brazo sobre sus hombros, alentándola a acercarse. —Bueno, supongo
que somos bastante inútiles. —Sonrió ella.
—Es lo que he estado diciendo por un largo tiempo. —Deacon sonrió cuando
su hermano rodó sus ojos—. De cualquier forma, ¿qué hora es?
—Un poco después de las dos. —Eché un vistazo abajo, a la daga que aún
sostenía. ¿Qué estaba planeando hacer con ella? ¿Apuñalar al terremoto? Sin
embargo, el ligero peso en mi mano era un recordatorio de cuan diferentes eran
las cosas ahora que hace un año. En ese entonces, si el suelo temblaba, habría
sabido de inmediato que era, incluso en una tierra no acostumbrada a
balancearse y moverse, ¿pero ahora? Ahora estaba esperando y preparada para
una batalla.
Mis dedos se apretaron alrededor de la daga.
Por un momento, pensé que todo casi se sentía normal. Bueno, tan normal
como podría serlo todo ahora. Y casi podía pretender que Seth iba a atravesar
esas elegantes puertas de cristal o salir de uno de los muchos corredores. Él
vendría hasta mí, y estaríamos de pie lado a lado, al igual que Alex y Aiden.
Excepto que eso no iba a pasar.
Con un ruidoso bostezo, Alex miró alrededor del gran lugar. —Me pregunto
si hay algún conde…
Bajo nuestros pies, el suelo se movió una vez más, lanzándonos a todos en
diferentes direcciones. Mis rodillas chasquearon sobre los azulejos, y dejé caer la
daga. Ésta se escabulló a través del suelo mientras yo fijaba mis manos,
sosteniéndome mientras Aiden maldecía en voz baja. Me congelé por un
segundo y luego me moví. Empujándome sobre mis pies, estiré mis brazos
mientras el suelo, las paredes, todo temblaba.
Gable apareció de la cocina, su rostro pálido. El miedo perforó mi corazón,
porque él vivía aquí, vivía donde el suelo se sacudía a menudo y si él estaba
alterado, nosotros debíamos enloquecer.
Mi amplia mirada encontró la de Alex.
—¡Santa mierda! —Deacon agarró la barandilla, sosteniéndose mientras la
casa entera parecía sacudirse de sus bases.
El polvo hizo una nube en el aire. Una luz sobre la puerta explotó. Volaron
chispas. El grueso cristal reforzado de las puertas dobles se deslizaron libres y se
rompieron en pedazos sobre el suelo.
—Esto es malo, muy malo. —Alex agarró el brazo de Aiden cuando pedazos
de yeso cayeron del techo, destruyéndose sobre los azulejos.
Corrí a toda velocidad a un lado cuando otro gran trozo del techo cedió. El
opulento candil destellante se estrelló contra el suelo y se destrozó.
Entonces el suelo se abrió.
Luke gritó mientras enganchaba un brazo alrededor de la cintura de Deacon,
jalándolo lejos de las escaleras. Me tragué un grito cuando una profunda grieta
separó el espacioso lugar, de las puertas rotas a lo largo del patio interior,
cortando a través del punto quemado donde Atlas había causado estragos. Un
abismo se formó en el suelo, de varios pies de amplio.
El temblor bajó su intensidad y luego el mundo quedó tranquilo nuevamente.
—Dioses —murmuró Aiden, manteniendo una mano sobre el hombro de
Alex mientras echaba hacia atrás varios mechones de ondulado cabello oscuro.
Con el corazón golpeteando, volteé a la grieta en el suelo y tomé un pequeño
paso lento hacia él.
—Con cuidado —advirtió Gable—. El suelo está inestable; la casa entera
probablemente es inestable ahora mismo.
—¿Esto es... esto es normal? —pregunté, levantando mi mirada a la suya—.
¿El terremoto hizo esto?
Antes de que pudiera responder, una esencia extraña llenó el aire. No era gas
o el olor del fuego de la electricidad, esencias que no se esperarían. No. Arrugué
mi nariz. Era un aroma a moho, humedad y frío. Como fertilizante, estiércol sin
tocar y raíces podridas.
Mi corazón decayó.
Me recordaba la forma en que olían las sombras.
—Tengo un presentimiento realmente malo sobre esto —dijo Alex.
Aiden retrocedió un paso de la grieta, jalándola con él mientras Deacon
jadeaba—: No, mierda.
—Creo que deberíamos irnos —anunció Gable, retrocediendo, hacia la
cocina—. Realmente creo que solo deberíamos irnos.
Se sintió movimiento de la abertura en el suelo. Sonaba como rocas cayendo,
rebotando una sobre la otra. El aire se atoró en mis pulmones mientras un débil
escalofrío se extendió sobre mi piel, y con el instinto rugiendo en la superficie,
me obligué a retroceder incluso antes de notar qué estaba haciendo.
El silencio cayó, y la única cosa que podía oír era el golpeteo de mi corazón.
Una mano manchada con suciedad apareció, estirándose fuera del abismo y
golpeó hacia abajo sobre los azulejos rotos.

Capítulo 3

Algo o alguien se estaba arrastrando por el agujero en el suelo y que tenía


“nop” escrito por todas partes. Nada bueno podría estar saliendo de lo profundo
del suelo. Había visto suficientes películas de terror para saberlo.
Girando alrededor, escudriñé el piso por la daga que había caído y no podía
verla en el lío que cubría los azulejos.
Mierda.
Alex se puso a un lado, bloqueando a Gable, y su postura se ensanchó,
cuadrando los hombros. A pesar de que no llevaba nada más que un pantalón y
una camiseta sin mangas, parecía mala y lista para cualquier cosa. Alex era un
semidiós ahora, pero antes que nada era un centinela.
Lo mismo sucedió con Aiden y Luke. Tomaron la misma postura,
continuando efectivamente a obligar a Deacon y a Gable detrás de ellos.
Vi todo esto porque de alguna manera yo estaba en el otro lado del abismo.
Otra mano apareció y luego una cabeza; una cabeza calva cubierta de
suciedad rompió la superficie, y yo escuché a alguien a escondidas.
—Oh, mis dioses —susurré, abriendo los ojos con horror.
La piel rasgada y desollada se despegó de la cabeza. Faltaba toda la piel en
las mejillas hundidas. La piel de los brazos no era mejor. Tiras de carne colgaban
del pecho. Uno de los ojos no era más que un casquillo vacío y podrido, y una
especie de tela estaba envuelta alrededor de sus caderas, un paño que podría
haber sido blanco y prístino en un momento, pero ahora estaba cubierto de barro
y se chamuscó con hollín.
El olor de azufre se esparció en la habitación.
El ojo bueno se encontró con el mío, y su iris era de un azul lechoso.
—Santos bebés daimons —susurró Alex—. ¿Es un zombi? ¿Cómo un
verdadero zombi?
—Eso no fue un terremoto. —Aiden alcanzó su cadera, pero él estaba con las
manos vacías. Habían estado durmiendo y habían bajado sin dagas.
—Creo que eso es obvio —murmuró Deacon detrás de Luke.
Todos estábamos inmóviles con incredulidad.
La cabeza de la cosa giró de mí hacia el otro lado, y luego salió
completamente, golpeando el azulejo machacado en sus manos y rodillas. Un
gran estremecimiento rodó por el cuerpo destrozado y se dobló, abriendo la boca
y tosiendo violentamente, arrojando montones de tierra y pequeños guijarros.
La cosa habló, moviéndose sobre sus rodillas, con la espalda inclinada
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mientras lanzaba los brazos hacia afuera. — Δωρεάν .
Era un tono de voz tan gutural que sonaba como si sus cuerdas vocales
hubieran sido destruidas, habla en un idioma que no reconocen al principio, y no
lo habría hecho si no se hubieran desbloqueado mis capacidades semidiós.
—Libre —repetí, mirando a través de la grieta—. Dijo “libre”.
A mi voz, volvió su cabeza hacia mí de nuevo.
—¿Libre de qué? —preguntó Deacon—. ¿Del lugar de grabación de The
Walking Dead?
En cualquier otro momento me hubiera reído, pero eso comenzó a levantarse
sobre sus pies desnudos que eran nada más que el músculo y huesos roídos. Dio
un paso hacia mí.
—No te acerques más —le advertí, sin tener idea de si entiende una sola cosa
que dije.
La cosa dio otro paso adelante.
—Creo que le gustas —comentó Alex, desde el otro lado del lugar.
Poder construido en el centro de mi pecho, justo detrás de la marca de Apolo,
recordándome que no necesitaba una daga para luchar. Levanté una mano,
esperando que fuera lo que fuese, fuera amistoso y me escuchara. —Detente.
Estirando una mano retorcida en mi dirección, abrió su boca en un gruñido
sin labios, revelando dientes desiguales y rotos.
Bueno.
Probablemente no es amistoso.
Reaccioné, aprovechando el poder, en akasha. Invocando el elemento de aire,
sentí el látigo de energía por mi brazo. Una ráfaga de viento golpeó la cosa en su
pecho.
Voló hacia atrás.
Alex soltó un sonido estrangulado mientras ella y Aiden caían al suelo. La
cosa disparada a través del abismo, golpeando la pared opuesta de una manera
que me recordó una mosca que golpeaba el parabrisas de un coche que iba cerca
de los ciento sesenta kilómetros por hora. Un sonido espantoso me quemó los
oídos mientras explotaba como una garrapata llena de sangre.
—Oh, Dios mío. —Dejé caer mi mano.
—Creo que voy a enfermar. —Gable gimió—. Seriamente. Podría vomitar.
Alex y Aiden se levantaron, con los ojos muy abiertos mientras miraban por
encima de la grieta hacia mí. Las cejas oscuras de Aiden se elevaron hasta la
mitad de su frente.
—Guau —dijo.
—Yo... No quise hacer eso —dije, tragando con fuerza—. Quiero decir,
quería detenerlo, pero no hacerlo estallar.
—Supongo que es bueno que accidentalmente no nos pusiste a uno de
nosotros en fuego —comentó Luke.
Mi cabeza se disparó en su dirección. —¡Solo lo hice eso, como, una vez!
Luke sonrió.
—Eso fue algo impresionante. —Alex miró por encima del hombro,
encogiéndose—. Puedo controlar el aire, pero no con ese tipo de fuerza.
—Bueno, eso es porque ella es un verdadero semidiós —dijo Deacon.
Alex puso los ojos en blanco. —Somos verdaderos semidioses...
—Chicos. Creo que estamos a punto de conseguir más visitantes. —Luke
señaló el abismo. Habían aparecido más manos—. Vamos a discutir sobre ser
verdaderos semidioses más tarde.
Salieron de la grieta más rápido que el solitario, todos en la misma forma
podrida y en descomposición. Sus pies desnudos desataron los pedazos de
azulejo.
Había casi una docena.
Nunca había visto algo así.
Sus mandíbulas se rompieron, exponiendo unos dientes desgarrados que
fácilmente podrían desgarrar la piel.
—Los zombis son diversión y juegos hasta que están justo delante de ti —
dijo Deacon.
Uno de ellos, alto, se liberó de la manada y se lanzó hacia Alex. Ella saltó
hacia atrás mientras echaba hacia adelante su brazo. Un segundo después, la cosa
de aspecto zombi se deslizó hacia atrás, cayendo en la grieta.
—Deacon —dijo Aiden con calma. El humo se desprendía de las puntas de
sus dedos—. Lleva a Gable a la cocina. Mantenlo allí.
Por una vez, Deacon obedeció sin discutir. Girandose, agarró a Gable,
aturdido en silencio, y arrastró el culo a la cocina, cerrando la puerta detrás de
ellos justo cuando una de las cosas que parecía tan muerta hizo un sonido de
rabia y sangre, enviando un escalofrío por mi espina dorsal.
Ellos atacaron.
No había tiempo para averiguar lo que estaba sucediendo, lo que realmente
eran estas cosas, o por qué venían tras de nosotros. Las cosas podían moverse
rápido. La mitad fue hacia Alex y los chicos. El resto corrió en mi dirección, y
por una fracción de segundo, el miedo me dio un puñetazo en mis entrañas. Yo
estaba inmóvil con él. Puedo ser un semidiós, pero estas cosas eran aterradoras,
y yo era solamente una chica mortal a punto de sacarle la carne de sus huesos.
Pero yo no era una chica mortal.
Lejos de eso.
El instinto se hizo cargo, obligando a mi cuerpo a moverse. Me lancé hacia la
izquierda mientras golpeaba los poderes que se movían dentro de mí.
Alcanzando el estrado elevado, me di la vuelta. Una pequeña bola de llamas
golpeó a una de las criaturas en la espalda. El fuego estalló, tragando su cuerpo.
—Santa mierda —susurré.
Al otro lado del abismo, las llamas ultra brillantes bailaron sobre los nudillos
de Aiden. Luego se volvió, sacando otro cuando Luke blandió una daga. Al
parecer, él había sido el único que salió de su habitación preparado. Hiperactivo.
Saltando hacia adelante, golpeó la daga en uno de los cuencos de los ojos y le
sacudió el brazo hacia atrás, sus labios se curvaron de disgusto mientras una
sangre de color marrón le brotaba. La cosa chilló cuando cayó al suelo,
destrozándose tras el impacto.
—Eso es tan asqueroso —murmuró, lanzando la daga. Él se giró, mirando a
otra criatura—. Tan asquerosamente bruto.
Tocando en el elemento fuego, le di la bienvenida a la lava ahora corriendo
por mis venas. Mi brazo derecho se calentó, y un rayo de fuego se disparó desde
la palma de mi mano, golpeando a la criatura más cercana a mí en el pecho.
Cayó en llamas. Me hice girar, golpeando a otra criatura. El tercero en zigzag y
venia en mí, acercándose lo suficiente que el olor de la putrefacción y la muerte
me revolvió el estómago. Dancé de espaldas un paso, golpeando el fuego una
vez más. Las llamas inundaron a esa criatura cuando cayó hacia adelante. Me
volví y tiré hacia fuera mi brazo. El fuego crujió sobre mis dedos, y lo dejé ir
justo cuando otra criatura se lanzó hacia adelante. La cuarta criatura tomó el
golpe en el hombro, girándolo alrededor. Me volví cuando el quinto saltó como
una liebre, aterrizando no más de unos centímetros delante de mí. Retrocedí,
pero envolvió una mano huesuda y carnal alrededor de mi antebrazo.
El dolor ardiente estalló, robando el aire de mis pulmones. El tacto me
chamuscó la piel, forzando un grito ronco. La criatura se echó a reír, arrojando
tierra al aire. Alzando la espalda, liberé mi brazo mientras una daga cortó su cara
por detrás.
No se sacudió o tuvo un espasmo, simplemente cayó al suelo, explotando en
un montón de cenizas.
Yo estaba de pie frente a frente con Luke.
—Parecía que pudieras necesitar ayuda —dijo, girando la cintura—. ¿Estás
bien?
Respirando a través del dolor, miré hacia abajo en mi brazo. Cuatro marcas
del tamaño de los dedos quemaron mi brazo. —Estaré bien.
Luke no tuvo la oportunidad de responder, porque los que estaban en llamas
se estaban levantando del suelo. Las llamas retrocedieron, revelando la piel
quemada y huesos.
—¿Qué diablos? —jadeé, presionando mi brazo herido contra mi estómago
mientras exploraba el atrio.
Aiden y Alex estaban retrocediendo, ambos con las mismas expresiones
aturdidas en sus rostros. —Esto no es bueno —dijo ella—. Pensé que el fuego
mataba zombis.
—Sí, no creo que estos sean zombis, nena —respondió Aiden.
—Los golpes en la cabeza parecen funcionar —dijo Luke—. Así que son
como zombis.
—No tenemos dagas. —Aiden dio un paso hacia la izquierda, a medio
camino delante de Alex. Parecía un movimiento inconsciente y protector—.
Podríamos empujarlos de vuelta a la grieta.
Tan pronto como terminó de decir eso, como si los dioses se estuvieran
riendo de nosotros, varios más salieron del agujero del suelo.
—No creo que eso vaya a funcionar. —Alex suspiró.
Mi puñal no estaba en ninguna parte entre las baldosas rotas. Incluso podría
haber caído en el abismo. Si el fuego no mata estas cosas, entonces...
Solo sabía de otra cosa.
En lugar de alejar el dolor, lo usé para alimentarme, y llegué a lo más
profundo de mi interior, tocando el centro mismo de mi ser. Akasha rugió a la
superficie, y liberar el poder supremo fue como una flor que se abre al sol. Fue
una liberación: un estallido de luz blanca se disparó por mi brazo como un
ciclón.
Lo dejé ir, enviándolo directamente a una de las criaturas quemadas que se
dirigían hacia Luke y a mí. La luz pálida envolvió a la criatura durante medio
segundo, y luego explotó en cenizas.
—Bueno, eso también funciona. —Luke sonrió, obviamente divirtiéndose
mucho con esto, y tuve que preguntarme cómo pensaba que podía él dejar de ser
un centinela.
Siguiendo el ejemplo, Alex y Aiden convocaron akasha, mientras que Luke
era más práctico, usando la daga. Tomamos casi una docena, pero salieron de la
grieta como una interminable de Night of The Living Dead.
El agotamiento ya se estaba instalando en mis huesos cuando liberé otro rayo
de akasha. Podría haber sido la falta de sueño o la batalla con Atlas y cómo Seth
había... cómo se había alimentado de todos nosotros, pero no podíamos mantener
esto para siempre.
Akasha se propago por mi brazo mientras el olor de azufre se profundizó. El
suelo tembló una vez más, arrojándome hacia atrás. Gruñí cuando golpeé el
suelo con mi brazo malo y mi akasha desapareció. Moviéndose sobre mi espalda,
arrastré el aire entre mis dientes.
—¡Josie! —gritó Aiden.
Una de las criaturas estaba justo a mi lado, extendiéndome con esas manos
dolorosas y súper gruesas. Rodé a un lado y me empujé hacia arriba. Mi mano
izquierda se arrastró por el suelo, resbalando sobre algo suave y frío. Miré hacia
abajo, espiando la daga. Envolviendo mis dedos alrededor de ella, me puse de
pie, gritando mientras llevaba la daga hacia abajo. La cuchilla afilada corta la
piel y el hueso, hundiéndose profundamente en el cráneo. Al liberar la daga,
retrocedí un paso mientras la cosa caía en pedazos.
La casa tembló cuando la grieta en el suelo se ensanchó, y entre los cuerpos
carbonizados y los más frescos que ahora se levantaban, apareció una cabeza de
caballo.
—¿Estoy viendo cosas? —pregunté justo cuando una de las criaturas me
alcanzó. Llevé la daga hacia abajo y volteé hacia la abertura. Había otra cabeza
de caballo y luego otra.
—¿Qué mierda? —Akasha se desvaneció del brazo de Alex.
Una corriente subterránea de energía onduló a través de la habitación,
recorriendo mi piel. No tenía ni idea de lo que estaba sucediendo en este punto,
pero tres caballos se levantaron del suelo, oscuros como la noche y cubiertos de
armaduras negras, y tenían jinetes. Los dos en el exterior estaban vestidos de
cabeza a pies de negro, y el que estaba en el medio llevaba pantalones de cuero y
una camisa sin mangas de cuero. Una banda de oro envolvió su musculoso brazo
superior, y un aura de poder lo rodeó. Tenía la cabeza llena de cabello negro y
ondulado, y su rostro era brutal en su belleza, como si sus rasgos hubieran sido
tallados en granito.
Los dos hombres desataron los látigos plateados unidos a sus cinturas. Con
reflejos asombrosos, sus muñecas se movieron y los lazos se dispararon como un
rayo, cortando a través de las criaturas como cuchillos calientes a través de la
mantequilla.
Mis cejas se dispararon mientras observaba a los dos hombres hacer el
trabajo corto de las criaturas. La cosa del látigo habría sido muy útil hace unos
cinco minutos, porque en cuestión de segundos, las criaturas se habían ido.
Solamente quedaba hollín y cenizas en el suelo.
Aiden exhaló pesadamente. —Agradable de tu parte, Hades.
Luke retrocedió, chocando contra mí. Intercambiamos miradas.
¿Hades?
¿El Hades?
Oh mis dioses.
—Lo siento, compañero —dijo Hades, con la voz acentuada—. Estaba en
medio de entretener a Perséfone cuando literalmente todo el infierno se soltó.
—¿Ellos son tuyos? —Alex señaló el montón de cenizas.
Hades sonrió. —Eran.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Alex, apoyando las manos en las
caderas mientras miraba hacia Hades, el Hades—. El suelo se abrió y estas cosas
salieron como cucarachas.
—¿No lo sabes? —Hades suspiró mientras obligaba a su caballo a dar la
vuelta. Desmontando, se paró junto a la enorme bestia, y vi cuán alto era Hades.
Al igual que, una altura tipo gigante.
—Sí, estamos un poco en la oscuridad aquí —respondió Aiden—.
Pensábamos que fue un terremoto hasta que ellos empezaron a llegar.
La puerta de la cocina se abrió y Deacon sacó la cabeza rubia. —Es seguro...
—Se interrumpió, abriendo los ojos cuando vio a los caballos, a los hombres y a
Hades—. Sí, voy a mantener a Gable distraído un poco más.
La puerta se cerró.
La sonrisa de Hades creció mientras examinaba la habitación, con sus ojos
blancos más allá de lo misterioso, y simplemente permanecí allí, con los brazos
colgando a mis costados. La daga fue olvidada en mi mano. Había cosas muertas
reducidas a cenizas en el suelo, el suelo que estaba dividido. Había caballos,
gigantescos caballos de guerra que estaba bastante segura de que no eran de
tamaño normal, y Hades, el dios del Inframundo, estaba muy cerca de mí.
—¿Deberíamos inclinarnos o algo así? —le susurré a Luke.
Luke me lanzó una mirada de soslayo y murmuró—: No voy a moverme ni a
llamar la atención.
—Demasiado tarde —dijo Hades, volviéndose hacia nosotros—. Un mestizo
y la hija de Apolo. Pensé que nos conoceríamos en diferentes circunstancias.
Me estremecí, pensando que “circunstancias diferentes” probablemente
significaban nuestras muertes.
—¿Qué eran esas cosas? —preguntó Aiden.
Hades asintió con la cabeza a los hombres. Engancharon sus lazos súper
especiales a sus cinturas, pero no desmontaron. Se sentaron sobre sus caballos,
con los ojos fijos y tan silenciosos como las tumbas. Volviéndose al unísono, sus
talones se clavaron en los costados de sus caballos y se volvieron para
mantenerse vigilantes por la grieta.
La comprensión se alzó, y mi estómago cayó. Me di cuenta de quiénes eran
los sirvientes de Hades. Sus hombres. Eran a lo que Seth se había comprometido
a convertirse en su muerte, para servir bajo Hades, tomando el lugar de Aiden.
De repente me sentí enferma.
—Estas criaturas fueron retenidas en las fosas del Tártaro, en lo profundo de
las cavernas de fuego —explicó Hades, pasando su pie botado a través del
montón de cenizas—. Una vez fueron daimons.
Necesitaba sentarme.
Incluso Alex palideció.
—¿Crees que cuando mueren los daimons simplemente dejan de existir? —
preguntó Hades, sonriendo—. No importa lo que te digan, todo se soluciona al
final.
—¿Algo como de Hogwarts? —preguntó Alex.
Hades inclinó la cabeza hacia un lado.
Alex suspiró. —No importa.
—Los daimons pasan la eternidad siendo quemados vivos y luego puestos de
nuevo juntos, solo para sufrir el mismo destino casi a la vez.
Realmente necesitaba sentarme.
—A veces lo cambio. Enterrarlos vivos con la suficiente lava para secar la
piel y luego dejarlos escavar su camino fuera de la roca y el suelo es divertido —
continuó Hades encogiéndose de hombros—. La tortura los vuelve locos. —Él
hizo una pausa—. Entonces, de nuevo, eran daimons. De todos modos, no hay
mucho entre los oídos.
Oh mis dioses.
—Bueno. Podría haber vivido para siempre sin saber todo eso —dijo Alex
lentamente—. Pero ¿qué estaban haciendo aquí arriba?
Una fisura de energía rodó por la habitación, seguida por una luz brillante y
dorada. La electricidad se derramó, puro poder, levantando los diminutos vellos
por todo mi cuerpo. La luz retrocedía y en su lugar había dos formas.
Hades suspiró. —Siempre tienes que hacer una gran entrada, ¿verdad?
Apolo estaba junto a la escalera, y junto a él estaba Hércules. El dios del sol,
mi padre, se adelantó y sus ojos blancos se encendieron. Cuando habló, la furia
retocó su tono.
—¿Qué han hecho todos ustedes?

Capítulo 4

Mi padre lucia como si fuera solo unos pocos años mayor que yo, lo cual era
tan raro como sonaba. No estaba vestido como Hades o como hubiera imaginado
que algún dios lucia.
Apolo llevaba vaqueros desgastados y una camiseta negra ajustada.
Lo había conocido por primera vez cuando era una joven y solitaria niña, y él
era un extraño hombre que se hizo llamar Bob, quien me daba dulces y muñecas.
En retrospectiva, entiendo por completo cuán increíblemente espeluznante era
eso, pero por un corto verano, él había sido mi único amigo.
Y ahora era mi padre, mi ausente padre quien aparece y desaparece
aleatoriamente en minutos, y no había estado a su alrededor el suficiente tiempo
para verlo así, realmente molesto.
Tomé una inestable respiración mientras él daba un paso al frente, ojos
completamente blancos dando paso a irises tan azules como los míos. —¿Tienen
alguna idea de lo que han hecho? —demandó.
Abrí mi boca, pero Alex respondió antes de que tuviera la oportunidad de
siquiera averiguar qué decir. —Vas a tener que ser un poco más específico.
Hemos hecho un montón de cosas.
Los ojos de Apolo se estrecharon hacia su millones-de-veces-tátara-tátara-
tátara-tátara-nieta. —Mataron a Atlas.
—Um, hola papá… —Mantuve mi expresión en blanco cuando la dorada
cabeza de Apolo giró en mi dirección—. ¿Y cómo es eso un problema?
Hades se rio entre dientes. —Cariño, mira alrededor y deberías ser capaz de
responder esa pregunta.
Aiden frunció el ceño con severidad.
—No se supone que ustedes mataran a Atlas o a cualquiera de los Titanes. —
La voz de Apolo era tan áspera como una tormenta de viento—. Se supone que
los sepultarían.
—Bueno. ¿Lo siento? —Una sensación espinosa creció a lo largo de mi piel.
No estaba de humor para esto.
—¿Lo siento? —repitió Apolo—. Tal vez mis instrucciones no fueron lo
bastante claras cuando expliqué que los Titanes necesitaban ser sepultados.
Alex soltó una risa cortante. —Tus instrucciones nunca son claras.
Sus ojos ardieron con chispas azules y parecía como si estuviera
preparándose para dar un gran discurso que realmente no quería escuchar. —Iba
a matarnos —dije, y sentí que eso debió haber sido explicación suficiente
—. Estaba matándonos. Mira lo que le pasó a Solos. Si no fuera sido por Seth…
—Realmente no quiero escuchar ese nombre ahora mismo. —Interrumpió
Apolo, y sí, estaba furioso.
—Lo siento, pero vamos a tener que hablar de él. —La voz de Aiden era
nivelada y calmada, pero me tensé por completo—. Porque todos tenemos varias
preguntas sobre lo que pasó con él.
Ni Hades ni Apolo respondieron.
—¿Cómo se convirtió Seth en el Asesino de Dioses? —preguntó Alex. Sus
brazos estaban cruzados sobre su pecho y su cadera estaba girada hacia un lado.
Era toda actitud—. Hasta donde sabíamos, eso no era posible. Yo era el Asesino
de Dioses y cuando sufrí mi muerte mortal, eso fue todo.
La impaciencia inundó la expresión de Apolo, apretando su mandíbula. —
¿No estoy seguro si recuerdas cuán anormal fue todo ese evento?
Alex alzó una sola ceja.
—No teníamos ni idea de lo que les pasaría a ti o a Seth. Hacerte un
semidiós, quien también resultó ser el Apolyon y la despierta Asesina de Dioses,
mientras había otro Apolyon vivo, nunca había sucedido antes. Te advertí, a
todos ustedes, que cualquier cosa era posible —respondió Apolo, pero él no me
había advertido a mí sobre algo de esto. Pero desde luego, él reamente no me
dice mucho mí—. Cualquier cosa es posible.
—¿Así que estás diciéndome que realmente no tenían idea de que Seth
podría alimentarse de todos nosotros y de alguna manera volverse el asesino de
dioses? —La incredulidad coloreó la voz de Alex.
—Eso es lo que estoy diciendo —respondió Apolo bruscamente.
Mi frustración creció, tanto como lo hizo el dolor en mi brazo.
—Bien. Incluso si los dioses súper-especiales en el mundo no tuvieran idea
de que Seth podría volverse el Asesino de Dioses, eso aún no explica cómo mató
a Atlas. Se nos dijo, él nos dijo, que solamente los semidioses con sus
habilidades desbloqueadas podrían matarlos.
La mandíbula de Apolo se flexionó. —Ellos podrían sepultarlos.
Lo que sea.
—No estábamos seguros si el Asesino de Dioses podría —dijo Hades
después de un momento. Todos no giramos hacia él. Parecía particularmente
aburrido con la conversación—. Los Dioses Asesinos no existían cuando los
Titanes tenían el control. Nos pareció que era mejor no poner en la cabeza de ese
cretino inestable la posibilidad de ser capaz de matar a un Titán.
—Él no es un cretino inestable. —Mis manos se curvaron en puños.
Hades sonrió. —Es cuestión de opinión, cariño.
Exhalé pesadamente. —Básicamente, ustedes sabían que había una
oportunidad de que Seth pudiera convertirse en esto. Después todo, ¿no tenían a
Alex y Aiden vigilándolo?
—Bueno… —Alex se apagó.
—Y tú sabías que había una oportunidad de que él pudiera matar a un Titán,
pero no dijiste nada —continué—. ¿Y ahora estoy asumiendo que el terremoto y
los daimons tienen algo que ver con la muerte de Atlas?
—Justo como con la muerte de Ares, hubo una debilitación en todos
nosotros, lo que le permitió a los Titanes hacer su escape. —La bota de Hades
hizo clic en los azulejos rotos mientras caminaba hacia su caballo—. Con Atlas,
el efecto dómino fue mucho más grave. —Su larga mano se movió a lo largo del
lado de la bestia—. Perforó un agujero directamente a través de la tierra, a través
del Olimpo y mi reino. Desafortunadamente dañó las cavernas de fuego,
permitiendo la apertura aquí y en varios otros lugares.
Mis rodillas se sintieron débiles. —¿Perforó un agujero… un agujero a través
de la tierra?
Hades asintió. —Era Atlas, después de todo.
La puerta de la cocina se abrió una vez más y Deacon apareció. Sus ojos
grises se ampliaron cuando vio a Apolo.
Gable chocó con él desde atrás. —¿Quién es ese?
—Nop —dijo Deacon, dando la vuelta—. Hay todo de tipo de nops por aquí.
Y Deacon empujó a Gable de nuevo hacia la cocina. —Dioses —murmuró
Luke en voz baja mientras arrastraba los dedos por su cabello.
Aiden apretó la mandíbula con rabia. —Muy bien. ¿Alguna vez se les ocurrió
a alguno de ustedes que si solo nos decían que había una posibilidad de que Seth
pudiera volverse el Asesino de Dioses y que podría matar un Titán, pudimos
haber sido capaz de impedirle matar un Titán?
—¿Y exactamente cómo crees que habrían detenido al asesino de dioses? —
dijo Herc, encogiendo sus grandes y musculosos hombros—. Incluso yo, el
Hércules, habría sido incapaz de detenerlo. Él podría matarme.
—Oh, la tragedia —murmuró Hades.
—Probablemente nunca diré esto de nuevo, pero Hércules tiene razón —
admitió Apolo—. Su conocimiento no habría cambiado nada.
—Eso es… —Sacudí mi cabeza con asombro—. Eso es absolutamente la
cosa más estúpida que he escuchado jamás. El conocimiento lo es todo. Saber de
lo que él podía ser capaz con anticipación nos habría dado una oportunidad de
detenerlo, le pudo haber dado una oportunidad a él.
Apolo no dijo nada, porque ¿cómo podría negarlo? Hacerlo sería absurdo.
—Esto no es nuestra culpa —dijo Aiden—. Como siempre, todos ustedes
consideraron necesario no decirnos todo y como siempre, todo resultó mal.
—Les dijimos lo que necesitaban saber cuándo necesitaban saberlo —soltó
Apolo de vuelta.
Herc rodó sus ojos. —Créeme, tú solo has tenido ¿qué? Un par de años de
lidiar con una base de lo-que-necesitas-saber. Yo, el Hércules, he vivido…
—Ya acabe contigo. —Apolo ondeó su mano, y Herc solo desapareció. Allí
un segundo, fuera al siguiente.
Mi boca cayó abierta mientras caminaba sobre el estrado. —¿Lo mataste?
Hades se rio.
—Desearía —murmuró mi padre—. Lo envíe de vuelta al Olimpo. No lo
necesito por ahora. Nosotros no lo necesitamos.
Sacudí mi cabeza. —Todavía no hemos encontrado a los otros semidioses.
—Ustedes ya saben dónde están, y tenemos problemas más grandes. —
Apolo se giró hacia Alex y Aiden—. Tenemos un asesino de dioses que es
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obviamente AWOL , un asesino de dioses que es una amenaza para todos
nosotros.
—Él no es una amenaza para ustedes. —Caminé hacia la grieta, alejándome
de Hades, sus hombres, y sus caballos—. Si lo fuera, no se hubiera marchado
como lo hizo.
Alex me miró y luego estuvo de acuerdo. —Se fue de aquí sin hacerle daño a
nadie.
—Él me golpeo —agregó Luke secamente—. Pero no me mató y pudo
haberlo hecho fácilmente.
—Sé lo que hizo —gruñó Apolo, y sentí el calor fluir en mi rostro.
¿Realmente sabía lo que Seth había hecho antes de que se fuera? Porque, ew—.
Seth no es de fiar. No ahora.
Cerrando mis ojos, traté de contar hasta diez. Solo llegué hasta tres. —Él no
te ha dado razones para no confiar en él. Se marchó…
—Tú no lo conoces tan bien como crees que lo haces —respondió Apolo,
con su espalda hacia mí—. No lo conoces en lo absoluto.
Lágrimas de rabia y frustración llenaron mis ojos. —Lo conozco mejor que
cualquiera de ustedes.
La espada de Apolo se tensó. —Tienen que encontrar a los otros semidioses
ahora. Los Titanes necesitan ser sepultados. —Levantó una mano—…
y no asesinados. Nosotros lidiaremos con lo del Asesino de Dioses.
Aiden y Alex intercambiaron miradas.
Hielo se drenó en mis venas. —¿A qué te refieres con lidiar con él?
—Una vez que ustedes localicen a los otros semidioses, tráigalos al Covenant
—ordenó Apolo.
Di un paso al frente. Pedazos de azulejo cayeron dentro la grieta.
—Cuidado —murmuró Luke mientras se detenía un par de pasos detrás de
mí—. No quiero tener que zambullirme allí tras de ti.
Tampoco yo. —¿Qué quieres decir con “lidiar con él”?
—¿Qué crees, cariño? —preguntó Hades mientras montaba su caballo con el
tipo de gracia que imaginé que solo los dioses tenían—. Puede que no seamos
capases de matarlo. Todavía. Pero podemos neutralizarlo.
El hielo se extendió, apoderándose de mi estómago. —¿Cómo?
Hades no respondió, pero me dio una tenue y misericordiosa sonrisa, una que
causó que mi estómago se hundiera desagradablemente. Girando a su caballo,
asintió hacia Alex y Aiden. —Los veré pronto.
Luego con un movimiento de su muñeca, su caballo se giró de nuevo, hacia
la grieta en el suelo. Sus hombres lo siguieron, y los tres desaparecieron en el
humo girando desde el suelo.
En cualquier otro momento habría estado conmocionada y asombrada por
todo eso, pero no hoy.
—¿Cómo? —demandé una vez más.
—No importa —respondió Apolo—. En lo que necesitas enfocarte es en
localizar a los otros semidioses…
—Sé lo que tengo que hacer. —Lo interrumpí.
—¿Y qué es eso? ¿Correr tras él? —La rabia llenaba cada palabra que Apolo
decía—. ¿Cómo si lo que te he ordenado hacer no fuera más importante?
Tomé una profunda respiración. —Alex y Aiden accedieron a…
—Sé lo que ellos han aceptado hacer. No me importa. —Apolo giró su
cabeza a un lado, pero no miró en mi dirección—. Tú localizaras a los otros
semidioses y luego me esperaras en el Covenant en Dakota del Sur.
Casi me reí. —Oh, no lo creo.
—¿Me desobedecerías? —preguntó Apolo en una voz demasiado suave para
ser cómoda.
Frente a mí, Alex y Aiden lucían como si quisieran un bote de palomitas de
maíz, pero ambos se quedaron callados mientras yo miraba la espalda de mi
padre. —Haré lo que sienta correcto, y encontrar a Seth es lo que tengo que
hacer. Amo a Seth. Lo amé cuando nadie más creyó en él y lo seguiré amando
cuando todos se den cuenta quién y qué es verdaderamente. Eso nunca cambiará.
Y no hay nada que puedas decir que me haga cambiar de opinión, así que bien
podrías intentarlo y solo decirme cómo planean neutralizar a Seth.
—No lo amaras cuando te drene.
Tome una inestable respiración. —Él nunca haría eso.
—¿No? Porque estoy bastante seguro de que ya se ha alimentado de ti.
Mi mirada se disparó hacia Alex y Aiden. ¿Le contaron? No. Ellos no han
visto a Apolo desde que lo hice. O al menos eso creo.
—No lo entiendes, Josie. Te acercaste a Seth con todo como si fuera un
asunto de blanco o negro, como si no hubiera gris. No lo conoces como yo lo
hago, como todos lo hacemos. Quieras o no admitirlo, no sabemos de lo que
Seth es capaz. Nunca lo hicimos y no lo consiste cuando trabajó del lado de
Ares.
Mientras que una parte de mí reconocía que Apolo tenía un punto, aún estaba
equivocado. No conocí a Seth entonces pero sabía que era un Seth diferente. La
gente podía y hacia cambios. —Ya que parece que estás vigilándolo desde lejos
como un total acosador, entonces sabes que se detuvo y me dijo lo que pasó.
Apolo inclinó la cabeza hacia atrás. Un momento pasó y luego dijo—:
Suenas como una niña tonta a mitad de una rabieta.
—Oh vaya —murmuró Luke detrás de mí, y los ojos de Alex se ensancharon.
Por un momento fui consumida con la marca de la estela que sus palabras
habían dejado. Solo por unos segundos y luego arrojé ese dolor como lo había
hecho tantas veces en el pasado cada vez que pensaba en mi padre, en donde
estaba y por qué no había sido parte de mi vida.
Hubo un tiempo en cuando veía a Apolo quería correr hacia él. En el que
todo lo que quería era que me abrazara como había visto a Alex y su padre
abrazarse uno al otro. Que me hablara como lo hacía con Alex y Aiden.
Pero ahora mismo, no quería nada más que golpearlo en la garganta.
Rabia me llenó, sofocando el agotamiento y el dolor en mi brazo. —¿Cómo
sabrías cómo suena un niño a mitad de una rabieta? ¿Estás rodeado de
suficientes niños para saber eso? Quiero decir, no estabas allí para ninguna de
mis rabietas. O mis cumpleaños. O días festivos. O alguna de las cientos de
veces que mi madre tuvo una recaída y estaba asustada de muerte de que
accidentalmente se lastimará a sí misma.
Mis palabras dejaron su marca. Sabía eso porque la habitación
repentinamente se llenó con electricidad. Alex y Aiden se movieron
incómodamente, y tuve la sensación de que Luke estaba deslizándose lejos.
—¿Tú crees que eso es lo que quería? —preguntó Apolo—. ¿Qué elegí no
estar allí para ti?
—Ahora mismo eliges ni siquiera mirarme cuando me hablas, así que sí, voy
a ir con que elegiste no estar allí para mí.
Apolo se giró tan rápido que apenas lo vi moverse. No podía leer las
emociones en su rostro. No quería hacerlo.
Hablé antes de que él pudiera. —Apenas y me hablas cuando decides
aparecer. Demonios, luces más feliz de verlos a ellos que a mí, tu hija. —Hice un
gesto hacia Alex y Aiden al otro lado de la grieta. No sabía exactamente que me
había hecho estallar. Podría haber sido cualquier cosa y nada en este punto, pero
había tanto dolor crudo construyéndose en mi interior—. Ni siquiera me dices
algo sobre mi madre. Siempre desapareces antes de que pueda incluso preguntar.
Su pecho se elevó y esas grandes manos se abrieron. —Algunas veces es
mejor no dar la oportunidad de hacer preguntas que conduzcan a una respuesta
que no quieres oír o necesites saber. —Pesar destelló en su rostro al momento en
que cerró su boca.
Todo en mí se paralizó y redujo. Incluso mi corazón. —¿Por qué… por qué
dirías algo así?
La mirada de Apolo se alejó, y lo… lo supe. Solo lo supe. Mi corazón cayo a
mi estómago y un hoyo se abrió en mi pecho. —Quiero ver a mi madre. Ahora.
—Eso no es posible —respondió en voz baja.
Solté una respiración y luego otra, y no hizo nada para evitar la sensación de
hundimiento atravesándome. —Porque ella está en el Olimpo, ¿no? ¿No tengo
permitido ir allí?
Apolo, mi padre, no dijo nada.
Detrás de él, Alex y Aiden salieron de foco. —Eso es lo que has estado
diciéndome todo este tiempo. Que ella está a salvo en el Olimpo. Así que quiero
verla.
—Josephine…
—Quiero ver a mi madre —dije de nuevo, clara y lentamente solo en caso de
que no entendiera mi petición.
—No puedes. —Su voz tan tensa como su expresión.
—Si no me llevas a ver a mi madre, lo haré por mí misma.
Sorpresa llenó sus ojos azul océano.
—Sé dónde hay una entrada al Olimpo —dije, y luego aparenté un gran rato,
porque no sabía si Medusa me permitiría o si podría lograr pasarla—. Y puedo y
lograré atravesar esa entrada.
Un momento más tarde, Apolo estaba de pie justo frente a mí. —Debes
entender que lo he dicho es porque sentí que era lo mejor en ese momento.
Apenas te habías enterado que eras mi hija y que un Titán estaba tras de ti.
Acababas de descubrir que tus abuelos habían sido asesinados. Te dije eso
porque no creí que pudieras soportar la verdad.
Ya nada estaba quieto en mí. Estaba llena de grietas temblorosas y piezas
rotas apenas manteniéndose unidas.
La voz de Apolo bajó. —Traté de detener a Hiperión cuando fue a la casa de
tus abuelos, pero no llegué a tiempo. Tu madre estaba…
—No —susurré.
Sus ojos se cerraron. —Tu madre ya estaba muerta.

Capítulo 5

Apolo estaba hablando y yo estaba escuchando lo que él decía. Escuche esas


palabras y las sentí en mi piel como mil pinchazos de aguja ardiente.
¿Mamá estaba muerta?
Abrí mi boca y un llorido de negación erupcionó de mí, construyéndose en
un grito. Rabia y dolor de mi corazón cubrieron cada célula de mi cuerpo. Grité
y grité mientras furia y horror se mezclaron con todo el éter en mis venas.
Los ojos azul océano de Apolo se ampliaron un segundo antes de que los
irises se descoloraran en blancas orbitas. Él estiró una mano hacia mí. —Josie…
Poder puro erupcionó. Exploté como un volcán. Luz brillante se vertió de mí,
chisporroteando y chirriando. Llenó la habitación hasta que no quedaba nada
salvo luz, poder y todo el dolor que rasgaban desde mi interior, desgarrándome.
Se encendió hasta que mi garganta estaba en carne viva.
Mi grito se desvaneció y la luz parpadeó una vez antes de caer en el suelo
roto como una pintura brumosa lanzada al aire.
Alex y Aiden estaban de espaldas. También Luke.
Y mi padre se había ido.

* * * *
No recuerdo irme de la casa.
Lo siguiente que sé es que estoy en un acantilado que ve hacia las espumosas
olas blancas.
Mis rodillas temblaron mientras el sol crestó el horizonte, volviendo las olas
de azul a rosa, y luego mis piernas cedieron. Las rodillas rompieron el duro suelo
y caí hacia atrás, aterrizando en mi trasero.
Demasiado exhausta. Demasiado conmocionada. También… también todo.
No me moví. No podía. Me dolían mis ojos. Estaban tan secos, y aun así tan
llenos de lágrimas que ardían directamente a través de los lagrimales.
Lentamente, levanté mi mirada hacia el cielo azul profundo.
Apolo me había mentido.
Me había mentido todo este tiempo. Había intentado explicarse conmigo en
esos momentos borrosos después de que me había dicho que mi madre estaba…
Que estaba muerta.
Había afirmado que la mentira había sido necesaria. Por mi propio bien.
Había dicho que había sufrido mucho estrés. Que necesitaba mantenerme unida
para estar a salvo. Incluso había dicho que cuando me miró en el dormitorio por
primera vez como mi padre, no podía soportar verme herida más de lo que ya
estaba.
Me prometió que estaba en el paraíso.
Esas eran las palabras que sentí como si estuvieran tatuadas en mi piel.
Ninguna de esas palabras compensó la mentira, porque todo este tiempo, por
meses, estuve viviendo como si mi madre estuviera viva y a salvo. Creía que
volvería a verla, la abrazaría. Que llegaría a decirle que ahora creía esas historias
que solía decirme, las que las atribuía a si enfermedad. Ahora no podré.
Apretando mis ojos cerrados, presioné mis labios juntos mientas otro rugido
de rabia, otro grito de dolor se construía en mi pecho. Yo estaba aquí y mi
mamá…
Ella se había ido.
Se había ido hace mucho tiempo, y no tenía idea. Seguí con mi vida y la suya
había terminado. ¿Cómo no supe?
Moviéndome hacia adelante, planté mis manos en el suelo y mi pecho se
abría una vez más. El dolor era tan potente que era tangible, una capa amarga en
mi boca y garganta.
Todos se habían ido ahora.
Mis abuelos. Erin, mi compañera de cuarto que también resultó ser una furia.
Solos. Mi madre. Seth.
Un temblor sacudió mis brazos mientras mis dedos cavaban en el suelo;
arañando nada más que polvo. Debería estar aquí. En el momento en que esas
palabras entraron en mis pensamientos, no pude apartarlas ni forjarlas. Seth
debería estar aquí para esto, para mí, porque lo necesitaba.
Lo necesitaba en este momento más de lo que jamás lo había hecho.
—¿Josie?
Inhalando bruscamente, abrí mis ojos al escuchar la voz de Alex. No miré o
hablé, y después de unos pocos momentos, sentí que ella se acercaba.
Alex se sentó a mi lado, llevando sus rodillas hacia su pecho. —No voy a
preguntarte si estás bien. Sé que no lo estás.
Bajé mi barbilla, levanté una mano temblorosa y empujé unos cuantos
mechones sueltos en mi cara. Abrí la boca, pero no pude encontrar ninguna
palabra.
El silencio se extendió entre nosotros, y luego Alex dijo—: Tuve que matar a
mi madre.
Eso llamó mi atención.
Mi cabeza giró bruscamente en su dirección. Estaba mirando por encima del
océano, su bonito rostro pensativo. Talvez había oído esta historia antes. En ese
momento, no podía recordar si Deacon me lo había dicho. —¿Por qué? —Me las
arreglé para graznar.
Suavizando su profundo cabello castaño, apoyó la barbilla en las rodillas. —
Mi madre me había sacado del Covenant cuando supo que yo iba a ser el
Apolyon. Vivimos como simples mortales hasta que un grupo de daimons nos
encontró. Ellos atacaron y tuve que huir, ¿sabes? Pensé que habían matado a mi
madre. Aiden y Apolo… bueno Apolo era conocido como Leon en aquel
entonces, pero de todos modos me encontraron y me trajeron de regreso al
Covenant. Realmente no me dejé procesar lo que yo creía que era su muerte.
Un ligero sol le acariciaba las mejillas. —Era más fácil no pensar en ello.
Después de todo, tenía mucho que hacer. Probablemente no fue lo más
inteligente, pero después supe que mi madre no estaba muerta. Se hacía
convertido en un daimon, y ella estaba cazándonos… cazándome.
—¿Por qué era… porqué estaba haciendo eso?
Ella presionó sus labios juntos. —Ella supo que era yo. Ella conservó todo lo
que sabía después de que se convirtiera en daimon. La cambió. La hizo malvada.
Pensó que si me convirtiera, podría controlar el Apolyon. —Alex dejó salir un
suspiro sonoro—. Una vez que supe que había cambiado, se convirtió en mi
deber matarla.
Sacudí mi cabeza. —¿Lo hiciste?
Ella asintió mientras me miraba. —Ella nunca hubiera querido convertirse en
lo que se convirtió y yo no podía dejar que fuera así. La encontré y… y fue lo
más difícil que había hecho.
Ni siquiera podía concebirlo.
—Sé que estás sintiendo —dijo en voz baja—. Lo he sentido dos veces. La
ira. El dolor.
Mi labio inferior tembló. —Otra cosa que tenemos en común.
—Parece que tenemos algunas de las peores cosas en común —respondió
ella, una sonrisa irónica en sus labios—. Sé que no hay nada que pueda decirte
que realmente te haga sentir mejor excepto que sé que tu madre está en un lugar
mejor.
Un resplandor de ira se apoderó de mí. —¿Cómo sabes eso?
—Porque he estado ahí. —Sus ojos se encontraron con los míos, y por alguna
razón tonta, había olvidado que Alex había fallecido una muerte mortal—. Estoy
ahí seis meses al año —continuó—. Estoy cien por ciento de acuerdo con los
pensamientos violetos que tienes cuando se trata de Apolo, pero sin importar
que, él se habría asegurado de que tu madre está en los Campos Elíseos.
Cualquier cosa que ella quiera, tendrá acceso a ella, y no está sola. Lo más
probable es que esté con tus abuelos ahora mismo.
Si lo que me decía Alex era verdad, y suponía que tenía que ser verdad, no
tenía que pensar en ella solo… solo dejando de existir o estando sola. Mamá
odiaba estar sola. Esperanza destelló a la vida. Si mi mamá estaba en el
inframundo, ¿podría yo visitarla? —¿Puedo verla?
Una sonrisa triste tiró de sus labios. —Entrar en los Campos Elíseos cuando
no perteneces ahí no es fácil.
—Pero soy un semidiós.
—Eso no importa. Necesitarías a Hades para cruzarte o tendrías que entrar a
través de una de las pasarelas, y eso no es simple. Tendrías que viajar a través
del Inframundo para llegar al Elíseo —explicó—. Y contigo siendo un semidiós,
hay cosas allá abajo que lo sentirían de inmediato. —Hizo una pausa—. Tal vez
un día, una vez que todo se asiente. Hades podría permitirte que la visites, pero
no es algo que permita a menudo. Tu mamá está a salvo y muy feliz, pero está
muerta y los vivos no visitan a los muertos.
La esperanza se desvaneció. Me mordí los labios mientras moví la cabeza. —
Excepto por ti.
—Excepto para Aiden y para mí —concordó ella.
Técnicamente fallecí una muerte mortal cuando mis poderes se había
desbloqueado, pero no había sido la misma Alex. Yo era una simple mortal en un
momento y un semidiós el siguiente. No fui enviada al inframundo. No estaba
segura de siquiera técnicamente se consideraba muerte durante cualquiera de
ellos. —¿Visitas a tu mamá ahí?
Ella dudó. —Sí.
Eso era algo que no teníamos en común. Eché la mirada hacia el océano,
preguntándome si lo que había dicho Apolo sobre Erin era cierto. Por lo que
sabía ahora, también podría estar muerta.
Tenía el pecho con un hueco.
—Se vuelve más fácil —afirmó ella—. Realmente lo hace.
Iba a tener que tomar su palabra sobre esto.
El amanecer llegó mientras no sentábamos una al lado de la otra, y el cielo se
convertía en una tranquila sombra azul, sin nubes e interminable. —Apolo es un
padre de mierda —dijo Alex tan de repente que se me escapó una risa dura. Una
ligera sonrisa apareció en su rostro—. No. De verdad. Lo es.
—Sí —me obligué a decir, cerrando los ojos brevemente.
—Creo que lo intenta. Como probablemente pensó que estaba haciendo lo
correcto al no hablar de tu madre. Los dioses… tienen una visión muy
desordenada de las cosas. —Alex enderezó sus piernas—. Nada de lo que
hagamos cambiará eso.
Di un ligero movimiento de mi cabeza. —Él no se esfuerza lo suficiente.
Apenas me habla cuando está aquí. Él habla más contigo y con Aiden y sé cómo
suena eso. Como si estuviera celosa… —Exhalé con desaliento—. Estoy celosa.
Tienes una mejor relación con él.
—Lo he conocido por más tiempo y hemos luchado lado al lado.
Lanzando las manos, maldije en exasperación. —Exactamente. Me doy
cuenta de que no debía conocerme antes y que estar cerca de mí ahora lo
debilita, pero yo… No me importa. —Escupí las tres últimas palabras—. Yo
solo… El tiempo que estuvo aquí, podría intentar llegar a conocerme. Tratar de
ser un padre. Y él me mintió, y no me importa cuales sean sus razones. —En un
movimiento, sigo adelante—. Y sin no olvidar el hecho que nunca nos advirtió
¿que Seth se convertiría en el Asesino de Dioses y podría matar al Títan?
Necesitábamos saber eso.
—De acuerdo. —Alex se giró hacia mí, sus ojos castaños afilados. Nos
dijeron a Aiden y a mí que lo vigilaramos, y sé que no te gusta oír eso —añadió
cuando abrí la boca—. Tú tenías razón cuando le dijiste a Apolo que nadie
conoce a Seth mejor que tú.
Cerré la boca.
—Conoces a este Seth, y no estoy segura quien o que es realmente ahora,
pero también conocemos al antiguo Seth y debido a eso, tenemos que ser
cautelosos. Los dioses tuvieron que ser cautelosos. —Sus labios se curvaron en
un lado—. Y eran cautelosos porque aparentemente sabían algo más de lo que
nos dijeron.
—No es malvado —le dije por lo que parecía la milésima vez.
Alex frunció el ceño mientras se volvía hacia el océano. —Creo… creo que
tienes razón.
—La tengo —digo con vehemencia.
Ella asintió de nuevo y pasó un momento. —Siento lo de tu madre.
La siguiente respiración me hizo daño. —Gracias.
Alex arrastró las puntas de sus dedos entre la maleza y la tierra. —Si alguna
vez necesitas hablar de ello, estoy aquí.
Apretando los labios asentí. Me quedé sin palabras junto con el deseo de
encontrarlas. No dije nada más. Tampoco lo hizo Alex. Nos quedamos sentadas
en silencio, hombro con hombro, unidos por las cosas terribles que habríamos
experimentado la angustia que sentimos y el temor compartido por lo
desconocido que enfrentábamos.

Capítulo 6

Seth
La casa estaba tan tranquila como un fantasma mientras estaba de pie en la
habitación que juré nunca regresaría. Solo había caminado unos pasos dentro
desde la puerta cuando mis pies dejaron de moverse.
Ni siquiera podía creer que entré en esta maldita casa y, seguro como el
infierno no tenía idea porque había venido hasta aquí, a esta habitación. Era el
último lugar en el que quería estar, pero estaba aquí, y había estado aquí por lo
que tenía que ser horas.
Horas.
Las personas en la casa, el personal o sirvientes o lo que sean, me dieron mi
espacio al entrar. Todos menos uno. Era un hombre mestizo. Se quedó atrás
mientras yo subía las escaleras, pero sabía que estaba afuera en el pasillo.
Quienquiera que fuera el mestizo, poseía mayor sentido común y un montón de
admirable instinto, porque había sabido no seguirme a esta habitación.
¿Si él…?
La frialdad en mi pecho se extendió como un vórtice de hielo y viento. Si
alguien me seguía aquí, sería lo último que hubieran hecho.
Mis manos se abrieron y cerraron a mis costados mientras el crepitante poder
se filtraba saliendo por los poros. La habitación estaba justo como la había
dejado hace tantos años. Una cama bien hecha descansaba en el centro del
amplio aposento. La mesa de noche junto a la cama solo tenía una lámpara
situada en la esquina más lejana. ¿Cuántas veces moví esa lámpara más cerca de
la cama y luego a la siguiente noche la encontraba de regreso en la esquina más
alejada de la mesa de noche? Cada maldito día. Había una estrecha cómoda
frente a la cama con la misma maldita televisión, y eso era todo. Nada más en la
habitación, salvo una fina capa de polvo cubriendo la cómoda y la mesita de
noche.
Este había sido mi dormitorio.
Quería quemar esta habitación.
¿Por qué quería venir aquí? no era un lugar de felices, felices recuerdos.
El vacío se derramaba en mi pecho mientras examinaba el frío dormitorio sin
vida. Regresar a esta casa significaba que estaría cerca de solo unas mil
personas. Andros no estaba muy poblado. Venir aquí fue un movimiento
inteligente, pero caminar dentro de esta habitación era un error.
Me froté la palma de la mano sobre el pecho, pero nada llenaba el agujero
abriéndose, porque ese vacío no tenía nada que ver con esta casa o esta
habitación.
Exhalando bruscamente, caminé hacia la ventana pesadamente cubierta y
aparté la cortina. El crepúsculo comenzaba a asentarse sobre el patio. Cerré los
ojos, y en lugar de ser aspirado de regreso a esas largas noches y mañanas de
mirar por la ventana, observando a mi madre, vi el rostro de Josie y quería estar
allí. Quería verla…
Y entonces eso sucedió.
Mi corazón latía y cada célula en mi cuerpo se dispersaba. Un segundo
estaba en mi viejo dormitorio y al siguiente estaba de pie en una pequeña
habitación que parecía ser un hotel. Retrocedí un paso mientras giro la mirada
alrededor de la habitación. Pesadas cortinas estaban corridas, bloqueando el sol.
Atrapo un vistazo de cabello rubio extendido en la almohada.
Mierda.
No había tenido intención de hacer esto.
Pero lo hice.
Me había traído a Josie.
Santa mierda.
Solo me tomo un segundo, un maldito segundo, y de repente estaba a unos
metros de ella, y ella estaba justo aquí, descansando en la cama, enroscada sobre
su costado. Su espalda hacia mí, pero sabía que era Josie. Conocía la línea de su
cuerpo, incluso bajo una delgada manta blanca. Esa era su curva de cadera y
cintura. Esa era mi Josie… era psychi mou. Mi alma.
Habían pasado solo horas desde que la dejé, pero se sentía como una maldita
eternidad. Tomé un respiro y se quedó atrapado en algún lugar en mi pecho.
Ella estaba justo aquí.
No me moví ni me atreví a respirar demasiado fuerte. No podría despertarla.
Si lo hacía y decía mi nombre… si me miraba, no podría volver a alejarme.
No debería estar aquí.
Segundos se deslizaron en una lenta sucesión, mientras cientos de preguntas
se elevaban en mi cabeza. ¿Dónde estaba Josie? Esta no parecía ser la casa en la
habíamos estado. ¿Estaban aún en Malibú o se habían ido? Si me concentraba lo
suficiente, juraba que podría escuchar el océano afuera. ¿Dónde estaba todo el
mundo? ¿Alex y Aiden? ¿Los chicos y el hijo de Poseidón? ¿Cómo diablos
llegué aquí sin darme cuenta de lo que estaba haciendo?
El roer en la boca de mi estómago retumbó como punzadas de hambre.
Necesitaba irme de aquí. Josie no estaba a salvo conmigo.
Un pie siguió al otro y luego estaba a su espalda. Mi corazón tronó en mi
pecho mientras los músculos a lo largo de mi espalda y pecho se tensaban. Todos
los procesos de pensamiento estaban haciendo clic y el sentido común buceaba
en un acantilado. Mis dedos rozaron su suave, sedoso cabello. Levante un
grueso mechón y lo enrolle en mis dedos alrededor. Mi mirada se arrastró sobre
la pendiente se du hombro desnudo y la delgada correa de una de esas camisetas
de tirantes que siempre llevaba. Deje el mechón de cabello sobre la almohada
mientras mi mirada seguía el subir y bajar de su pecho. Bajando la mano, atrape
el borde de la delgada manta y la baje, revelando la profunda caída de su cintura.
La parte superior de su camiseta que llevaba se había subido, mostrando una
sección de piel y el borde de sus bragas de encaje.
Josie se retorció en su sueño, moviéndose a mitad de camino sobre su
espalda. Contuve la respiración mientras esas espesas pestañas revoloteaban. En
cualquier segundo podría abrir los ojos, y estaría perdido. Me encontraría. Y no
habría vuelta atrás.
Esos ojos no se abrieron.
Su mano cayó al costado, ligeramente acariciándome el brazo. Fue como una
sacudida eléctrica, encendiendo cada célula.
Despierta.
Esa orden susurrada en mi pensamiento. Estaba mal, muy mal, pero si sus
ojos se abrían y me viera, yo... no podría alejarme.
Quería despertarla. Quería tocarla… sostenerla. Quería acomodar mi cuerpo
alrededor de ella, necesitaba sentir su piel contra la mía. Escuchar mi nombre en
sus labios. Mi mirada parpadeó hasta la hinchazón de sus pechos, y el hambre
dentro de mí se mezcló con severa excitación. Necesitaba todo de ella.
Todo.
El miedo atravesó el dolor de estómago… temo por ella. Dejé caer la manta.
Luchando contra el instinto que era primario y crudo, me obligué a dar un paso
atrás y luego otro. La parte trasera de mi garganta ardía. Mis nudillos dolían de
cuan fuerte los estaba apretando mis puños.
No podía estar aquí.
Cerrando los ojos, imagine la casa en Andros y sentí el tirón. En un segundo,
regrese a la casa, al viejo dormitorio.
—Dioses —gruñí.
Sacudido, gire alrededor y salí del dormitorio, cerrando de golpe la puerta
detrás de mí. Pasé la mitad del pasillo y tome los escalones de dos en dos. En el
nivel principal, me dirigí al estudio directamente al licor.
Mierda.
Lo que acaba de hacer fue subir de nivel en toda la cosa de acosador. Y había
sido tan malditamente peligroso. El hambre, por lo que había dentro de ella, era
un monstruo que se abría camino para salir. No podía hacer eso de nuevo. De
ninguna manera. Ni siquiera había logrado un maldito día completo sin buscar a
Josie.
La puerta del armario se abrió antes de alcanzarlo. Con una temblorosa
mano, cogí la primera botella cuadrada de cristal. Estallando la tapa, la levanté a
mi boca y bebía hasta que todo mi cuerpo se quemó. Bebí hasta que la botella
estaba vacía, luego alcance otra. El líquido ámbar se agitó, y debí hasta que no
hubo pensamientos de Josie.
Hasta que no hubo ningún pensamiento.

* * * *
Josie
Abriendo los ojos, me encontré mirando fijamente hacia las desconocidas
paredes del dormitorio. Mi corazón palpitaba y cuando inhalé profundamente,
atrapé un olor a madera. Me levanté sacudiéndome, tiré las cubiertas y balanceé
las piernas desnudas fuera de la cama.
—¿Seth? —dije su nombre antes de que pudiera detenerme.
Me gire alrededor, escudriñando la oscura habitación. Por supuesto que no
hubo respuesta. Él no estaba aquí. Mi estómago se hundió mientras retrocedía,
bajado sobre el borde de la cama. Corriendo las manos a través del cabello, tiros
los mechones hacia atrás mientras exhalaba con brusquedad. Mi cabeza golpeó y
mis ojos ardieron. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero no habían pasado
más que unas horas. No quería quedarme dormida. Había mucho por hacer, pero
mi cuerpo me había dado un doloroso agotamiento en el momento que llegamos
a la casa del tío de Gable. ¿O era su tía? ¿Abuela? No tenía ni idea. Por lo que
sabía, podría ser un sido un segundo hogar.
Los ricos tienen ese tipo de cosas.
Después que Alex y yo entramos, descubrimos que los chicos tenían todo
empacado. Obviamente no estábamos a salvo en la casa de Gable. Demasiado
cansada para discutir, subí a la parte trasera de la camioneta y recorrí varios
kilómetros por la costa hasta otra extensa mansión.
Esperaba que hubiera más daño por el terremoto provocado por el Atlas, pero
a una cuadra de la casa de Gable, las grandes hojas de palma se balanceaban en
la briza y autos iban y venían por los caminos.
Los mortales, obviamente, creían que había sido un terremoto y nada más.
Cuando llegamos a la casa en otro acantilado con vista al mar, seguí a Gable
a una habitación de invitados, me despojé de los pantalones vaqueros, y subí a la
cama. No quería dormir, pero al mismo tiempo lo hacía, porque entonces no
tendría que pensar en mi mamá, Seth, o mi padre.
Pero ahora estaba despierta.
Tragando el amargo nudo de las emociones, me levanté y me acerqué donde
mis pantalones vaqueros descansaban en el brazo de un sillón color marrón
oscuro. Me arrastre en ello y luego me puse las sandalias.
Salí del dormitorio y bajé por una amplia escalera de caracol. La casa estaba
en silencio, pero cuando entre a lo que supuse era una enorme sala de estar, pude
ver a Luke y Deacon en un inmenso sofá color blanco. Luke estaba de espaldas,
con la cabeza apoyada en el brazo. Deacon estaba encorvado sobre su costado,
su cabeza rubia sobre el pecho de Luke. Un brazo y una pierna arrojados sobre
la cintura y piernas de Luke como si él estuviera asegurándose que Luke
realmente estaba descansando. Ambos estaban durmiendo, y mirándolos
fijamente causó una punzada de dolor en mi corazón.
Una manta gris de aspecto suave cubría el respaldo del sillón. La recogí,
dejándola cuidadosamente sobre los chicos. Ninguno se movió. Pensé que solo
otro terremoto, esperanzadamente uno que no incluía daimons chamuscados, los
despertaría.
Encontrando mi camino por la casa, abrí las puertas francesas que daban a un
sombreado patio. No estaba vacío. Alex estaba sentada en una de las tumbonas
al aire libre. Por supuesto, era blanca. Las personas que vivían aquí
aparentemente tenían algo por los muebles blancos.
Ella inclino la cabeza y me sonrió. —Oye
—Hola. —Me detuve en medio del patio y cruce los brazos—. ¿Qué haces
aquí afuera?
—No puedo dormir —dijo Alex, corriendo las manos por sus muslos—.
Quiero decir, lo hice durante una hora, pero me desperté y no pude volver a
dormir. Salí aquí para no despertar a nadie más. —Hizo una pausa—. Aun
deberías estar durmiendo.
—Sí —murmuré, espiando un sendero rocoso en la tierra y yerba—. ¿Crees
que eso lleva a los acantilados o a la playa?
—No lo sé. ¿Quieres saberlo?
Una sonrisa cansada se arrastró por la comisura de mis labios. —Por
supuesto.
Alex salto más rápido de lo que yo esperaba, pero de nuevo, ella era como el
Terminador con crack. Llegamos al desgastado camino en silencio. Un par de
minutos más tarde, descubrimos que conducía a un acantilado. No terrible como
de regreso a Malibú. El camino seguía por la pendiente hasta un pedazo de arena
y roca.
Observado la colina, decidí que realmente no quería subir de nuevo. Así que,
encontré una roca y me senté. —Aquí es realmente hermoso.
—Sí, lo es —el cabello de Alex se levantó de su hombro mientras ella miraba
hacia el mar—. Creo que podría vivir en algún lugar como este. Aiden y yo
hemos estado hablando acerca de un lugar en el que nos gustaría asentarnos
cuando estemos en la parte superior. En ese momento, es donde esta Deacon,
pero nos gustaría tener nuestro propio lugar.
—¿Estás pensando que podría ser en California?
Un hombro se elevó. —Tal vez. Aiden le encantaría un lugar en las
montañas.
—¿Y a ti?
Sus ojos color whisky se encontraron con los míos. —Me encantaría dónde
quiera que él este.
Mi corazón giró pesadamente. Ella realmente quiso decir eso, y Dios, yo…yo
sentí lo mismo con Seth. Donde quiera que él estuviera, yo sería feliz. Todavía
me sentía de esa manera. Solo necesitaba llegar a las islas y esperanzadoramente
convencerlo que dejara de ser tan… tan malditamente estúpido.
—Así que, ¿cuál es tu plan de juego, Josie? —preguntó—. Nos dejaras saber
si ha cambiado. Haremos lo que sea…
El cielo se agrietó detrás de nosotras, ambas nos movimos al unísono. Cada
musculo dentro de mí protestó, pero empujé atreves de ello. Saltando a mis pies,
me di la vuelta, sin tener idea de que esperar y prepararme para cualquier cosa.
Cualquier cosa excepto lo que vi.

Capítulo 7

Mi corazón trastabilló mientras reconocí al gran hombre de pie delante de


nosotros. Una eternidad podría pasar, y nunca podría olvidar los negros ojos
curvos, la cabeza rapada o el tono de piel que no era ni negro ni blanco o
moreno.
Nunca olvidaría a Hiperión.
—Oh mierda —murmuró Alex.
Miedo explotó en mis entrañas mientras todo cayó en su lugar. Mi mirada
salvaje calibró la distancia entre él y la casa donde Gable estaba descansando. El
conocimiento hasta los huesos me dijo eso, incluso si solo estuviera a unos pocos
metros, no importaría. No había seguridad en la casa, y yo había usado la
cuchilla de Pegaso en Seth. Las dagas restantes estaban muy probablemente
dentro de la casa, con Gable quien no podía ser visto por Hiperión. Y no tenía
idea de cómo enterrar a un maldito Titán.
El mismo conocimiento amargo también me dijo que no ganaríamos esta
lucha.
—¿Me extrañaste? —preguntó Hiperión.
La luz blanca trémula se apagó por mi brazo derecho. —Como haber
extrañado ser herida de bala.
Hiperión se río sombríamente. —Oh, pero yo te he echado de menos.
El terror se deslizó por mi espina dorsal mientras golpeaba el éter. El poder
parpadeó dentro de mí, debilitado por el uso excesivo y ningún descanso real. —
Corre —le dije a Alex.
Blandiendo las dagas que ella debe haber estado ocultando en ella, ella
ensanchó su postura. Me du cuenta que ninguna de ellas era una espada de
Pegaso. —Nunca.
—Deberías escucharla —le advirtió Hiperión.
—Y tú deberías dejar de hablar —le espetó ella.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel mientras se concentraba en mí. —
Tengo un hueso que elegir contigo, Sunshine. Después de nuestro último y bien
pasado tiempo juntos —dijo y me estremecí—, tuve que volver a juntarme, y eso
no fue agradable.
Mi corazón latía rápido. —No puedo decir que me siento mal por ello.
—Bueno, sabrás exactamente cómo se siente para el momento en que
termine contigo. Te dije que volvería. —Su barbilla se inclinó hacia Alex—. Y tu
amiga idiota va a ser una merienda increíble. Un semidiós hecho. Muy bien por
ti, Sunshine.
Los ojos de Alex brillaron. —Oh, yo no soy un aperitivo.
Hiperión olfateó el aire y volvió a reír. —No eres mucho de nada excepto que
pronto estarás muy, muy muerta.
Sentí el momento en que Alex iba a atacar. Su rabia era palpable, y yo golpeé
primero, dejando salir un rayo de akasha. Se estrelló contra el hombro de
Hiperión.
Él se rio.
Se rio.
Su sonrisa se ensancho mientras él avanzaba hacia adelante, y el piso tembló
bajo sus pies descalzos. —Vas a tener que hacerlo mejor que eso.
Alex se lanzó hacia adelante, girando en el aire. Su pierna derecha se
extendió, a punto de lazar una patada impresionante mientras me golpeaba el
éter nuevamente.
La risa de Hiperión era como una ráfaga de viento helado. Atravesándose en
la patada de ella, su mano se disparó tan rápido como un rayo. La agarró por el
tobillo y la arrojó… la arrojó como un Frisbee.
—¡Alex! —grité mientras volaba hacia atrás. Estrellándose contra una roca.
Ella golpeó el suelo y rodó, empujándose hacia sus rodillas mientras ella
echaba la cabeza hacia atrás, golpeando los largos mechones de su cabello
castaño contra su rostro. Las espadas seguían apretadas en sus manos.
Tan ruda.
Dejo salir el akasha, esta vez golpeando a Hiperión en el pecho. Él se sacudió
un paso atrás mientras Alex gritó mi nombre. Volteé justo cuando ella lanzó una
de sus dagas hacia mí. No estaba bañada en sangre de Pegaso, pero tendría que
servir.
Girándome de vuelta hacia Hiperión mientras Alex brincaba a sus pies, pulsé
dentro del elemento aire. Hebras sueltas de mi cabello se levantaron sobre mis
hombros y ráfagas de viento se dispararon a través de la distancia.
Hiperión se movió a través de él. Jadeando, disparé a un lado y giré.
Empujando la cuchilla. El final de la diversión golpeó su objetivo, hundiéndose a
través de su piel e incrustándose profundamente en su pecho.
Levanté mi barbilla.
Hiperión chistó suavemente.
Todo sucedió tan rápido.
Ni siquiera miró detrás de él cuando Alex fue hacia él, con la daga elevada.
Envolviendo una mano alrededor de la mía, que seguía apretando el mango, tiró
la otra mano, atrapando a Alex en el pecho. Él la golpeó en la espalda como si
fuera un mosquito.
Atraje el poder del fuego, calentando la daga hasta que la piel en mi mano se
escaldó.
Hiperión jaló mi muñeca con tanta fuerza que un grito de dolor separó mis
labios. Su otra mano voló alrededor, conectándose con el lado de mi cara.
Explosiones de estrellas negras destellaron detrás de mis ojos.
Solté mi brazo, parpadeando para despejar mi visión mientras retrocedí
varios pasos. Hiperión se agachó, arrancando la cuchilla de su pecho.
La cuchilla se desintegró en su agarre.
—Oh mierda —jadeé.
Se dio la vuelta, cogiendo el brazo de Alex, haciéndolo como si no fuera otra
cosa que un miembro seco. La cuchilla contaminada cayó al suelo. Su grito de
dolor lastimó mis oídos, y un puro y duro terror me golpeó mientras envolvía su
otra mano alrededor de su cuello.
Hiperión mataría a Alex.
Él lo hará sin pensarlo dos veces.
Me lancé hacia adelante, golpeando mi talón contra la espalda baja de
Hiperión. Se movió un centímetro hacia adelante, y me sumergí, alcanzando la
cuchilla que Alex había dejado caer. Entre sus piernas del tamaño de tronco de
árbol, vi a Aiden llegando a la colina arenosa, su expresión furiosa. Hiperión se
rio mientras lanzaba a Alex a un lado como si no fuera más que una bola de
papel. Solo vi a Aiden girando hacia un lado, yendo hacia ella.
Una voz profunda gritó, y luego una corriente de fuego se elevó, rodeando a
Alex y a Aiden. Hiperión se volvió, pateando la navaja a varios metros de
distancia. Mi mirada siguió la suya y vi a Luke y a Deacon corriendo hacia
nosotros.
—Oh, incluso más cosas para jugar. —Hiperión movió un dedo, un dedo.
Luke fue levantado del suelo sin previo aviso. Voló por el aire como una
bala, golpeando la base de una palmera. Golpeó el suelo. Deacon no se detuvo.
Abrí más mis ojos de horror cuando Deacon volvió a levantar su mano. El
humo salía de sus dedos. Oh no, no. No podía enfrentarse a Hiperión. ¿Qué
estaba pasando?
Empujándome a mis pies, salí cuando Hiperión se dirigió hacia el hermano
de Aiden. Corrí, corrí más rápido de lo que alguna vez lo hubiera hecho. Tirando
hacia delante de Hiperión, me giré y me detuve plantándome entre ellos.
—¡Josie! —gritó Deacon.
—Vete —demandé, respirando pesadamente—. Maldita sea, Deacon. ¡Sal
jodidamente de aquí!
—Ahora no la escuches a ella y arruines toda mi diversión —tentó Hiperión.
Me hice hacia atrás forzando a Deacon resguardarse mientras la pared de
llamas alrededor de Alex y Aiden caía. Alex estaba de pie, sosteniendo su brazo.
Los ojos gris metal de Aiden se ampliaron cuando vieron a su hermano.
No podía dejar que Hiperión llegara a él, que llegara a ninguno de ellos.
Empujando mi pierna posterior, me hice girar, preparándome para lanzar una
patada viscosa. Hiperión sacó su brazo, atrapándome alrededor de la cintura.
Grité mientras me levantaba. Mis brazos se agitaron mientras él me golpeaba
contra el suelo. El impacto, sacudió todos los huesos de mi cuerpo.
Hiperión agarró un puñado de mi cabello. Gritando mientras me levantaba,
mis manos agarraron el suyo mientras un dolor ardiente estalló de mi cuero
cabelludo. Mis pies dejaron el suelo, y de repente estaba cara a cara con
Hiperión.
—He pasado días, semanas y meses fantaseando sobre lo que voy a hacer
contigo. —Su voz era suave, pero las palabras me golpearon como un martillo
—. No puedo esperar a comenzar.
Tome una breve respiración.
Entonces estaba volando hacia atrás, y no tuve la oportunidad de prepararme
para el impacto. Golpeando el suelo, jadeé cuando el aire fue sacado de mis
pulmones. Aturdida, no pude moverme durante varios segundos. Santa mierda.
Tuve que cavar profundamente, invocando el akasha cuando comencé a
levantarme, pero no puede encontrar la fuerza. Todo lo que tenía era instinto, un
impulso por sobrevivir. Puse una mano delante de la otra y moví mis rodillas.
Me arrastré por el suelo polvoriento, mis dedos cavando a través de las finas
hojas de la hierba.
Levántate. Levántate. Levántate.
Rayos surcaron el cielo, llenando el aire de electricidad. Tontamente, miré el
cielo abrirse. Alas, todo lo que veía eran alas. Alas que abarcaban dos metros y
medio, unidas a cuerpos largos y delgados. Circularon a velocidades
vertiginosas. Gritos… gritos de furias rasgaban el aire, elevando los vellos de mi
cuerpo.
—¡Furias! —gritó alguien. Tal vez ¿Aiden?
Erin. ¡Erin!
Los refuerzos estaban aquí. Finalmente. Todo lo que necesitaba hacer era
levantarme. Solo lograr…
Dolor explotó a lo largo del costado de mis costillas, cuando me voltearon.
Mi espalda golpeó la dura suciedad como el aire salió de mis pulmones.
Hiperión se apoderó de mí. —Hora de irnos.
Abrí mi boca, pero otro estallido de dolor me robó el aliento, y la vista y
luego no había nada más que oscuridad.

* * * *
Un escalofrío me despertó.
La primer cosa que se me hizo extraña era el hecho de que estaba yaciendo
sobre mi costado y había duro piso húmedo debajo de mí. Era frío, muy frío.
Parpadeando abriendo mis ojos, retengo un gemido. Apenas puedo ver algo
mientras me levanté, plantando una mano en lo que era piso de cemento.
¿Dónde en el mundo estaba? ¿Dónde estaban todos? ¿Las furias?
Moviendo una mano a mi muñeca, sacudí mis dedos hacia atrás cuando un
ligero choque viajó por mis brazos. Había algo envuelto alrededor de mis
muñecas. Brazaletes, delgados brazaletes.
Definitivamente no había estado ahí antes, y tenía un mal presentimiento
sobre ello, sobre todo esto.
Mis costillas me dolían cuando me senté. El constante latido en mis sienes
causó que mi cabeza nadara mientras mis ojos se ajustaban lentamente. Había
una pequeña ventana arriba. Polvo bailaba bajo la luz que se filtraba. Tomando
pequeñas respiraciones, bajé mi mirada a lo largo de las paredes de cemento
húmedas. Un olor húmedo y mohoso llenó mi nariz, recordándome como habían
olido las sombras del inframundo.
Me estremecí nuevamente.
Girándome lentamente, muerdo mi labio inferior mientras mi cuerpo protesta
por el movimiento, y luego jadeé. No estaba sola.
Había dos personas conmigo en la habitación. Ambas yaciendo sobre sus
costados. Una era femenina. Sucio cabello desalineado que parecía estar entre
castaño y negro le protegía su rostro. Ella solo llevaba lo que parecía ser una
camiseta sin mangas y ropa interior. Incluso en la luz pálida, pude ver que sus
finas piernas estaban cubiertas de moretones y suciedad. Cerca de mi estaba un
hombre sin camisa, con el pecho y el estómago hundido. El horror me dio
fuerzas para sentarme completamente mientras los miraba.
Tuve una horrible sospecha de quienes eran y donde estaba.
—¿Hola? —grazné.
Ninguno de los cuerpos se movió. No tenía idea si estaban vivos.
Obligándome a moverme, hice una mueca mientras me las arreglé para
arrastrarme unos centímetros al cuerpo más cercano. Mientras más me acercaba,
pude distinguir algunos de sus rasgos. Él tenía altos pómulos y labios llenos pero
fue todo lo que pude ver. Su mandíbula estaba mallugada y sucia. Puse mi mano
en su brazo quieto, inhalando cuando sentí su fría, y húmeda piel.
Y sus ojos se abrieron.
Haciéndome hacia atrás, miré a sus apagados ojos vacíos. Abrí mi boca para
hablar, pero el terror cerró mi garganta, porque supe, supe que apenas había algo
de vida en esos ojos.
Él casi era una concha, una cascara seca de una persona, y ellos… esas
personas eran los semidioses perdidos. Aquellos que estábamos dirigidos a
encontrar.
Me senté atrás, caí de vuelta en mi culo y no sentí dolor mientras lo miraba
fijamente. —Oh mi dios —susurré—. No. De ninguna forma.
Esto no podía estar sucediendo. No podía estar aquí. Pánico se desplegó de
mi pecho. Mi mirada oscilo alrededor de la habitación mientras mi pulso
golpeaba erráticamente. Oh dios, no podía estar aquí. Me despertaría y…
No. No era una pesadilla. Yo estaba con los Titanes y eso solo podía
significar una cosa para mí. Nadie iba a venir. Seth no sabía que estaba
capturada. Él se había ido, y yo no sabía que le sucedió a Alex y Aiden o a
Deacon o a Luke. No tenía idea si estaban vivos o aquí dentro, donde sea que era
aquí, o en algún otro lado si las furias los protegieron.
Mis dedos se curvaron, mis uñas clavándose en las palmas de mis manos.
Inhalé una respiración vacilante.
Estaba tan jodida.
Y estaba asustada, aterrada. No quería estarlo. Quería ser como estaba
segura que Alex estaría si estuviera en mi lugar. Asustada, pero fuerte,
confundida, pero planeando una salida desde el momento en que se despertara.
Pero yo no era ella. No había entrenado desde que nací. Yo era una mortal hace
menos de un año, y yo sabía; oh dioses, sabía lo que me iba a suceder. Todas
esas horribles y susurradas promesas que Hiperión me había hecho antes de que
Seth hubiera llegado la última vez. La iba a tomar conmigo. Lo supe.
Presionando el dorso de mi mano en mi boca, cerré los ojos. Las lágrimas
ardían mientras el pánico se infiltraba en mis venas. No podía…
Voces y pisadas hicieron eco afuera de la cámara, y me congelé, insegura de
que hacer mientras trataba de descifrar el leguaje que hablaban. Momentos
pasaron y comencé a entender.
Una mujer estaba hablando. —Eres un tonto, Hiperión. Tú no eres el único
en control aquí.
—No te pedí tu consejo.
Ella hizo un sonido de exasperación. —¿Ella? Él vendrá por ella y él ya…
—Cierra tu boca o te arrancaré tu lengua, Tetis —advirtió Hiperión—. Sabes
que lo haré.
Mi corazón se detuvo y solo hubo silencio durante unos segundos, después
trague duro, mis ojos ampliándose mientras escucho el desbloqueo de la puerta.
No había a donde podía ir, y no importaba, porque la puerta se abrió, y luz se
filtró dentro de la habitación, revelando un estrecho tunel y a Hiperión de pie en
el centro de él.
La mujer enseguida de mí de repente se movió. Retrocedió contra la pared y
se encorvó, acurrucando sus brazos alrededor de su rostro mientras comenzó a
mecerse.
—Bueno. —Él se dirigió hacia adelante, con las piernas envueltas de cuero
—. Estás despierta. Ahora la diversión realmente puede comenzar.
Levanté una mano. —No te acerques más.
Él se detuvo y pude escuchar la sonrisa en su voz. —¿O qué?
No tenía sentido responder. Concentrándome, alcancé profundamente dentro
de mí y busqué éter y… Y no encontré nada.
—¿Qué…? —Presioné una mano en mi estómago, hasta mi núcleo, y no
sentí nada.
Hiperión se rio. —No hay nada que puedas hacer. Ves, Sunshine, nada es
simplemente absoluto. Siempre hay un factor de anulación. Esas bandas
alrededor de tus muñecas alguna vez estuvieron alrededor de las nuestras.
Alzando mis brazos, me quedé mirando los delgados brazaletes.
—Fueron forjados en el Olimpo con la sangre de Zeus y Cronos —explicó—.
La sangre de Titán es poderosa, ¿y si las mezclas con los Olímpicos? Fue lo que
pemitió que nuestros hijos nos sepultaran. Esas bandas anularon nuestros
poderes el tiempo suficiente para que nos pusieran en esas tumbas. Fueron
removidos cuando hicimos el completo sueño profundo, nunca despertar.
Afortunadamente, pudimos encontrar algunos pocos.
Yo no podía respirar.
—¿Sabes cómo los dioses mantienen sus poderes, su inmortalidad? —
preguntó él casualmente, como si estuviéramos discutiendo como asear el lugar.
—No —gruñí, con el corazón golpeando—. ¿Pero supongo que me lo vas a
decir?
—No, Sunshine. Voy a mostrarte.
—Yuju —murmuré, levantando mi mirada a la suya.
—Tu valentía es falsa. El hedor del terror se filtra por tus poros.
Me estremecí.
—Pero está bien. Imagina que eres valiente. Será mucho más divertido
romperte, y lo haré esta vez. —Hiperión se agachó frente a mí—. Pero volvamos
a la parte más interesante de la conversación. Para que los dioses vivan fuera del
Olimpo, debemos… alimentarlos.
Mi estómago se hundió mientras temblaba.
—Podemos hacer que se sienta bien o podemos hacer que se sienta como si
tu piel está siendo desollada de tus huesos, pero tú… —Él estiró su mano,
rodeando mi mandíbula. Me estremecí ante el toque, y él sonrió—. Ya lo sabes.
Respirando entrecortadamente, un grito se construyó en mi garganta cuanto
el semidiós masculino gimió.
—Y es hora de alimentarse.

Capítulo 8

Seth
—Necesita alimentarse, Kýrios.
Bajando mi vaso, elevé una ceja mientras líquido ámbar se arremolinaba a lo
largo del cristal. En algún punto, dejé de beber directo del decantador y la
botella. Eso era una mejora.
La noche había caído, el cielo estaba cubierto totalmente con estrellas, y
hasta que Basil habló, yo había estado solo en el balcón. Solamente habían sido
los sonidos de las olas estrellándose contra la costa y mis pensamientos.
Solo pensamientos de Josie.
Cada momento de sobra era consumido por ella. ¿Cómo estaba sintiéndose
ella? ¿Seguía en duelo por la muerte de Solos? ¿Estaba bien? ¿Enojada?
¿Herida? Asumí que ella estaba furiosa conmigo, y esperaba eso, porque la ira
era mejor que el dolor; el dolor que había causado en ella. Y cuando no estaba
pensando sobre eso, estaba recordando cómo se sentía ella; su sedosa piel, su
cabello suave, y sus labios carnosos. La recordé riendo roncamente y susurrando
gemidos. Algunas veces, cuando estaba silencioso en esta gran tumba de un
hogar, la había oído llamándome.
Jodidamente estaba volviéndome loco.
Mis labios se elevaron en un lado mientras levantaba el vaso. Al menos, no
había decidido accidentalmente ir hacia ella de nuevo, pero mi cabeza era un tren
implacable de una sola dirección del que no podía bajarme. Tres días habían
pasado desde que había llegado aquí, desde la última vez que la vi durmiendo, y
la única cosa que había hecho era salir de una habitación y entrar a la siguiente.
Bueno, esa no era la única cosa que me las había arreglado para hacer.
Estaba haciendo un impresionante impacto en el inventario de licor. El licor
aquí era mezclado precisamente para nuestro tipo, mezclado con solo los dioses
saben qué. Un trago probablemente noquearía a un mortal sobre su trasero.
Quizás, incluso lo mataría.
Estaba seguro de que había pasado los últimos tres días en lo que la mayoría
considerarían un estupor de borracho.
—¿Kýrios?
Dioses, este hombre no se rendía.
—Ya comí. —Tomé otro sorbo, los labios pelándose mientras el ardor caía
como cascada por mi garganta. Cada tarde, un festín que podría alimentar a un
ejército era preparado. Pato. Res. Cerdo. Pollo. Esta noche había sido una pizza
casual en la mezcla de la gallina rostizada y el pez a la parrilla—. ¿Y cuantas
veces tengo que decirte que no me llames maestro?
—Sí, Kýrios —respondió en grueso acento británico.
Mis ojos rodaron mientras mis dedos apretaron el vaso. Miré hacia donde el
hombre de cabello oscuro, Basil, estaba de pie. Él quizás era una década mayor
que yo, vestido de lino blanco. Él era un mestizo.
Un sirviente.
Sin embargo, no tenía la marca de servidumbre en su frente.
Cuando noté que había una docena de mestizos en el servicio, les dije que se
fueran. Los liberé del servicio o alguna mierda. Ninguno de ellos se fue. A los
puros les ordené que se pusieran en marcha. Ninguno de ellos se fue. De acuerdo
4
con Basil, ellos estaban complacidos de servir a su theós .
Yo era el Asesino de Dioses, pero no era un dios.
Al menos, eso es lo que continué diciéndome a mí mismo. Es un poco difícil
cuando los mestizos y puros se inclinaban en cualquier momento en que me
veían. O el hecho de que los hombres y mujeres aquí quienes usaban ropa del
color del ámbar eran sacerdotes y sacerdotisas, por amor a la mierda.
Y ellos estaban repletos de éter. No como un semidiós o un dios, pero más
potente que un puro o un mestizo.
Solo porque yo era el Asesino de Dioses, y pude tirar un Apolo,
desvaneciéndome aleatoriamente dentro de las habitaciones, no significaba que
yo era un dios. No me importaba qué había dicho el ninfa cuando terminó la
profecía dada a Alex hace mucho tiempo.
Yo no era un dios.
También noté que estaba navegando el loco río de la negación.
Pero qué mierda.
—Debe alimentarse, Kýrios. Esta es la forma de su clase —trató Basil de
nuevo. Un medallón colgaba de su cuello. Grabada en el centro estaba una “S”
cerrada al final. La runa de invencibilidad. Los sacerdotes y sacerdotisas usaban
el mismo símbolo. Yo sabía lo que el medallón simbolizaba en este momento.
Sabía a lo que Basil quería llegar con toda la mierda de alimentarse. Sí, él no
estaba hablando sobre consumir calorías.
Mierda realmente rara por aquí.
Podía irme. Incluso considerando el segundo día, cuando entré al gran
dormitorio enfrentando el mar, la que decidí que sería mía, y encontré una
sacerdotisa esperándome. En mi cama, completamente... desnuda.
Hombres a través del mundo probablemente colgarían sus cabezas en
vergüenza cuando yo había ordenado que saliera de mi vista. Demonios, el Seth
antes de Josie hubiera estado todo ale-joder-luya, pero cuando vi a la mujer, todo
lo que vi, todo lo que quise, fue a Josie.
Revolcarme para sacar a Josie de mi sistema probablemente duraría todo el
proceso para separarme de ella, pero no podía hacer eso, ni siquiera contemplaba
la idea.
Estaba comenzando a preguntarme si la rara necesidad de regresar aquí había
significado algo más. Algo que, obviamente, tenía que ver con Ewan, los
sirvientes, los sacerdotes y sacerdotisas, y el condenado medallón.
Cerrando mis ojos, incliné mi cabeza hacia atrás contra la silla mientras
doblaba una rodilla. Un bajo ardor hirviendo en la boca de mi estómago me
abrumó fuertemente. Era un ardor que ninguna comida podría satisfacer. El licor
apagaba la necesidad un poco. No mucho, pero algo.
Basil chasqueó sus dedos, llamando mi atención de nuevo. Abriendo mis
ojos, vi una mujer saliendo al balcón. Su dorado vestido inflado alrededor de sus
piernas.
Me quedé quieto.
Ella era rubia y alta como... Inhalé con fuerza. El vestido hacía poco para
esconder las curvas de su cuerpo.
—Lydia estaría honrada de servirle —dijo Basil suavemente, tan
tranquilamente que pensé que estaba oyendo estupideces.
La pura se acercó, y mis cejas se elevaron mientras ella se bajaba sobre sus
rodillas frente a mí. —Por favor —dijo ella, mirándome con ojos tan azules
como el mar en las costas—. Podemos ayudarle.
—¿Ayudarme? —repetí tontamente.
Ella asintió.
—Eres rubia —grazné, preguntándome por qué todas las condenadas
sacerdotisas que había visto hasta ahora eran rubias.
Una mirada de confusión marcó el rostro de la mujer mientras una de sus
manos flotó a las largas mechas. —¿A usted... no le gustan rubias?
Realmente, no tenía una preferencia para ser honestos, y el cabello de Josie
no era solo de un tono de rubio o marrón. Era una mezcla extraña que nunca
había visto antes.
También no pude creer que dije eso en voz alta.
La irritación se elevó. —Terminé. —Agité una mano mientras miraba a Basil
en advertencia—. Esto no va a suceder.
La sacerdotisa dudó y luego miró sobre su hombro, preguntando. Cuando él
asintió, ella se levantó, saliendo a prisa del balcón.
—Vete —ordené rudamente.
Basil se inclinó tensamente y luego salió a través del arco, entrando a la casa.
Estaba solo una vez más.
¿Qué demonios le pasaba a este lugar?
No que no fuera una mejoría de cuando mi mamá manejó esta casa. Entonces
hubo golpes, fiestas, golpes e invitados. No hubo sacerdotes ni sacerdotisas.
O empleados que realmente quisieran estar aquí.
Y definitivamente, no hubo un templo apilado al final del patio que olía a
miel y relleno de romero salvaje. ¿La parte realmente rara de eso? La cosa tenía
que haber tomado al menos un año o así para construirse. No solo apareció en el
último par de semanas.
Había visto el templo el primer día. Sobre la entrada, la runa de
invencibilidad estaba tallada sobre la arenisca. Dos sacerdotisas en vestidos
color ámbar habían esperado afuera.
Yo no había entrado.
Yo no entraría.
Este lugar era jodidamente bizarro.
Para que lo que temen los dioses pueda pasar.
—Demonios —murmuré, levantando mi mirada para ver a la estrellada
noche—. ¿Estás ahí afuera, Apolo? ¿Escuchas, de casualidad? ¿Oíste lo que el
ninfa tenía para decir?
No hubo respuesta, pero, de cualquier forma, reí. —Que salga lo viejo y que
entre lo nuevo, ¿eh? ¿No significa eso que tu tiempo se está acercando?
Aún sin respuesta.
No es como si yo esperara que uno de los dioses se acercara a una milla de
mí ahora.
Me senté por un rato y un rato se volvió quizás una hora o tres. Tragando el
resto del Metaxa, un licor nativo, sostuve el vaso arriba y miré mientras el cristal
se doblaba en sí mismo, evaporándose en polvo con solo un simple pensamiento,
y un incluso más pequeño empuje de éter.
Eso era nuevo.
Parándome, me balanceé un poco a la derecha, mi pie pateando una botella
vacía del picante brandy. La otra solo estaba medio vacía. Robé esa del suelo y
tomé un trago profundo. De cualquier forma, ¿quién necesitaba vasos?
Comencé a caminar de regreso por las puertas, y luego recordé que caminar
era para perdedores. Sonriendo, decidí que quería ir a la habitación que escogí, y
sentí mi cuerpo cambiar; en realidad, sentí como si todas las células en mi
cuerpo estaban zumbando hasta separarse y juntarse de nuevo.
La condenada sensación más extraña.
Un segundo más tarde, estaba dentro de la cavernosa habitación que mi
madre solía reservar para invitados especiales. Aún no había ido a la antigua
habitación de mi madre. Si yo iba a esa habitación, probablemente la incendiaría.
Abrí mis ojos y maldije. —Tienes que estar bromeando.
Otra sacerdotisa estaba posada sobre el colchón decorado a los pies de la
cama, sus manos entrelazadas finamente en su regazo. Ella era mayor,
probablemente a mediados de sus treinta. Aún hermosa. Su cabello estaba
alejado de su rostro y colgando en el centro de su espalda.
Y santa mierda, ella no era rubia.
Empuñando la botella, la levanté a mi boca. —Tienes cinco segundos para
dejar esta habitación o no la dejarás en una pieza.
La sacerdotisa se levantó lentamente, soltando sus dedos. —Por favor,
óigame primero.
Tragué el líquido intenso. —Cuatro segundos.
—Mi nombre es Karina.
—Tres segundos.
Una pequeña sonrisa apareció. —Soy la suma sacerdotisa del Templo del
Designado.
Basil pudo haber mencionado en algún punto que el Templo era llamado así,
y yo pude haber ignorado inmediatamente esa pieza de información. —Dos
segundos.
—Y usted, Seth el Designado, es un dios.
Mis labios se torcieron en una sonrisa satisfecha mientras levanté la botella
una vez más. —Podrían haberme dicho eso una o quinientas veces antes.
Un ceño fruncido perplejo apretó su rostro. —Yo no bromeo, Kýrios. Cuando
despertó, usted completó la profecía decretada por los profetas de Delfos
muchas, muchas lunas atrás. Ahora es un dios, y ya no está atado a antojos u
obligaciones mortales. Se elevó encima de eso.
La miré, con los ojos entrecerrados. Había algo diferente sobre ella. Yo
podría haber estado ligeramente intoxicado, pero había un zumbido en ella que
no estaba presente en las otras sacerdotisas.
—Usted pasará a lo nuevo —continuó ella, tomando un tentativo paso al
frente—. Pero deberá aprender lo que significa ser un dios.
—¿Y qué es eso? —murmuré, caminando más allá de ella. Terminando el
resto del brandy, puse la botella vacía sobre un tocador.
—Podrá beber y casarse tanto como quiera —recomendó ella—. Podrá
satisfacerse en tantas maneras de entretenimiento que busque, pero debe
alimentarse.
Volteando, levanté mis manos y me apoyé contra el tocador. —¿Qué es lo
que sucede con toda tu gente y toda la mierda de alimentarse? Este lugar es
5
como lo opuesto de AA .
Ella inclinó su cabeza a un lado. —No lo entiende. ¿Basil no le informó?
Exhalé de forma dispareja. —Él pudo haber hablado y yo debí haber estado
bebido.
Karina dio un pequeño paso hacia mí, y debió haber leído algo en mi
expresión porque se detuvo y se puso rígida. —Puede comer tanta comida mortal
como guste, pero no va a sustentarle ahora. Los dioses deben alimentarse de éter.
Usted debe hacerlo.
Mi tono se llenó de irritación. —Yo no soy…
—Usted es un dios —dijo ella, sus ojos verdes destellando—. Y si usted es
inteligente, dejará de mentirse a si mismo.
Mis cejas se dispararon arriba. —¿Acabas de decir que era estúpido?
—No dije tal cosa. —Ella chasqueó sus manos juntas.
Frotando una mano a lo largo de mi mandíbula, miré la enorme cama. —
Tienes que irte.
—No puedo.
Mi cabeza volteó lentamente hacia ella. Luces amarillas blanquecinas
crujieron sobre mis brazos, a través de mi pecho desnudo. La habitación se tiñó.
—Realmente no quieres probarme.
Su barbilla se levantó mientras sus orificios nasales se agitaban. Estúpido de
su parte, pero valiente. —Entiendo.
—Tú no entiendes nada. —Mi voz se volvió más baja mientras me acercaba
un paso. Solo a un pie de distancia, un nudo se formó en mi estómago. El éter
dentro de ella cantó hacia mí. Mi cabeza ya estaba mareada, pero ahora la
habitación parecía ladearse.
—Está confundido. No esperaba nada de esto, incluso cuando hemos visto y
esperado. Preparándonos. Todo esto ha sido previsto.
¿Esperado? El zumbido en mi interior creció, y hoyo vacío en mi interior se
extendió.
—Y está agonizando. —Ella levantó su mano, poniéndola entre sus pechos
—. Aquí. Tienen mucho dolor dentro de su corazón. Entiendo.
¿Cómo lo supo? Oh, toda la parte de esperando y mirando. Lindo.
—Pero aun así debe alimentarse.
El zumbido se aclaró lo suficiente para decir—: No puedo hacer eso. —La
parte trasera de mi garganta picó y quemó. —Me hace...
Me hace... enloquecer. Perder el control.
—Usted ya no es el Apolyon. Ya no es el niño de un mestizo y una pura. Es
un dios —dijo ella, tomando otro paso más cerca. Tenía que inclinar su cabeza
para encontrar mi mirada. Era pequeña, tan pequeña como Alex, y no era rubia o
alta o llena de curvas.
La miré y no vi a Josie.
Sus ojos buscaron los míos. —Los Apolyon pueden alimentarse, pero nunca
estuvo destinado a que lo hicieran. Cuando los puros se alimentan los unos de
los otros, es una cosa tabú y peligrosa, porque nunca fueron destinados a hacer
eso. Así es como pueden ser creado los daimons, pero los dioses... Ellos, están
rodeados por éter en el Olimpo. Lo respiran. Usted, un dios existiendo fuera del
Olimpo, necesitará alimentarse.
Me retorcí cuando ella puso su mano sobre mi hombro.
—Debe hacerlo, y luego comprenderá —dijo, y su voz hizo eco en mi
cabeza, perforando mi columna y... y ella no lucía para nada como Josie.
—Debe alimentarse —instó ella, bajando su mano y envolviendo sus fríos
dedos alrededor de mi muñeca. Levantó mi mano y puso mi palma contra su
esternón—. Ahora.
La opresión en mi estómago arremetió. Me moví, curvando una mano
alrededor de la nuca de la mujer y presioné mi palma. Cada parte de mi cuerpo
surgió a la vida, como el desierto durante una rara tormenta de lluvia.
Lo hice.
Me alimenté.

Capítulo 9

Josie
Inhalar.
Exhalar.
Acostada sobre mi lado, me concentré en simplemente hacerlo a través del
dolor persistente. La quemadura de la alimentación se había aliviado, pero con
cada respiración que tomé, el dolor me golpeó las costillas y disparó a través de
la parte posterior de mi cabeza.
Inhalar.
Exhalar.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que Hiperión me había
traído aquí. ¿Un día? ¿Más? ¿Menos? Mi estómago vacío retumbó. Tenía
hambre, pero el mero pensamiento de comer retorcía mis entrañas.
Obligando a abrir los ojos, exploré con cansancio el cuarto oscuro. Pude ver
las formas de los otros dos prisioneros. No estaba sola. Dejando escapar una
respiración temblorosa, puse mi palma contra el piso de tierra e hice una mueca
cuando me empujé en una posición sentada. Sentí como mis costillas estaban en
llamas como me recorrió y se apoyó contra la pared. Apenas me había movido,
pero me sentí sin aliento y desorientada mientras mi visión se ajustaba a la tenue
luz.
Me aclaré la garganta y me dolió. —¿Hola... ?
Cada vez que estaba despierta, cada vez que estaba sola, llamé a los otros
dos. Nunca recibí una respuesta. Sinceramente, no esperaba que esta vez fuera
diferente. Pero fue.
Algo en las sombras se agitó. La ropa rozaba contra el suelo. La forma lenta
y dolorosamente se sentó. —Quien... ¿quién eres tú?
Era un hombre.
El alivio casi me hizo gritar. Estaba vivo y podía hablar. Eso fue... bueno.
Inclinando la cabeza hacia atrás contra la pared, tragué con dificultad. —Soy...
Soy Josie. ¿Tú?
Pasaron unos momentos. —Mitchell. Mi nombre es Mitchell Cousins.
Repetí su nombre en mi cabeza.
—Tu si… —Su aliento se enganchó—. ¿Sabes lo que son, por qué te tienen?
Apoyando los brazos en mi regazo, me concentré en el contorno sombrío de
Mitchell. —Son Titanes y ellos... Se están alimentando de nosotros.
Él tosió una risa rota y seca. —Así que no estoy loco, y lo que ha estado
sucediendo es... Está realmente ocurriendo.
—Sí. Realmente está sucediendo. Eres un... un semidiós encadenado —le
dije, estremeciéndome cuando un dolor agudo me apuñaló la parte posterior de
la cabeza—. Estábamos buscando... a ustedes. Sabíamos que los dos habían sido
llevados...
—¿Sabías sobre esto antes de que te atraparan? —Sorpresa coloreó su tono.
—Yo... me enteré de lo que era hace un año. —No estaba segura de cuánto
debería decir o cuánto incluso sonaba creíble a un tipo que había estado aquí por
casi un año—. Mi padre envió a alguien para que me protegiera, pero Hiperión
me encontró. Luchamos contra él y no pudimos encontrarlos a ustedes dos.
Mitchell no respondió durante un largo momento. —Será... ¿Qué alguien te
buscará?
Me dolía el pecho. —Sí.
—¿Nos encontrarán?
—Ellos... lo intentarán —dije, doliendo por él y por la muchacha que no se
había movido ni una vez desde que había estado aquí. Había dicho la verdad.
Alex y Aiden intentarían encontrarme. Deacon y Luke lo harían, y si Seth sabía,
lo intentaría. Yo creía eso. Realmente lo hice. Pero no tenía idea de cómo podían
encontrarnos. Me esforcé por verlo a través de la oscuridad—. ¿Sabes quién es la
otra persona?
—Esa es Lauren. —Su voz sonaba como papel de lija—. No la conozco bien.
Echando un vistazo a donde ella estaba tendida, no vi una sola parte de su
movimiento. —¿Sabes… cuánto tiempo llevas aquí?
Él se estremeció. —No lo sé. Ha sido... Un rato. Ella estaba aquí antes que
yo, y ellos...
—¿Qué? —susurré.
Mitchell no respondió de inmediato. —El tipo grande... No es el que te trajo.
—¿Hiperión? —Simplemente decir su nombre me hizo querer vomitar.
—Sí, no él. Hay otro. Tiene un mohicano. Cabello azul, creo. —Mitchell
hizo una pausa y pareció reunir fuerzas para continuar—. Él viene por ella. Ya
no tanto, pero al principio era como... cada vez que estaba despierto él estaba
aquí y lo haría...
Parte de mí no quería oírlo, pero no lo detuve.
—La sacaría de aquí y no creo que fueran muy lejos. Ella gritaba, y me di
cuenta de que luchaba contra él... O ella solía hacerlo. Podía oír las cosas que le
estaba haciendo a ella. —Su voz se agrietó y mi aliento se detuvo—. Él... Él la
lastimaría. Le haría cosas a ella. Podía oírlo.
Oh dioses.
El horror me robó la capacidad de hablar mientras mi corazón tronaba contra
mi pecho. Todas esas cosas horribles que Hiperión me había dicho habían sido
repetidas veces llevadas a cabo en ella.
—Lo intenté... Traté de detenerlo cuando él vendría por ella. Tienes que
creerme. Lo intenté. Yo realmente…
—Te creo. —Las lágrimas quemaron en mis ojos mientras trataba de ver a la
chica en las sombras, tumbada contra la pared—. Te creo.
Cuando habló, su voz era más ronca que antes. —Él... Él ahora solamente se
alimenta de ella. Lo hace justo aquí, y yo... no puedo detenerlo.
Arrastré mi pierna derecha hacia arriba, doblando la rodilla. Ni siquiera podía
empezar a comprender lo que había estado pasando, lo que había estado
pasando. —¿Quién viene por ti?
—La mujer... no puedo pronunciar su nombre.
Tal vez estaba hablando de quien estaba con Hiperión, la que estaba
discutiendo con él. Recordé cómo se había alejado de ellos.
—Puedes... ¿Puedes hacer algo por mí? —preguntó, y no tenía ni idea de lo
que podía hacer por él—. ¿Puedes ver si todavía está viva? No se ha movido
desde que te trajeron... Y no han venido por ella. No puedo... No tengo fuerzas
para moverme.
Mi estómago cayó cuando mi mirada se deslizó de él hacia la otra forma
sombría. Traté de hablar, pero mi voz se perdió por un momento. Tardé unos
segundos en dar un sí, y luego me alejé de la pared.
Era más fácil gatear hasta donde la vi tendida. Ponerme de pie y caminar
requería demasiado esfuerzo y estrés en mis costillas, así que lentamente me
dirigí hacia ella. Suciedad polvorienta cubrió las palmas de mis manos mientras
alcancé sus piernas inmóviles. Un nudo se formó en mi garganta mientras subía
hasta su cintura. Ella estaba frente a la pared. Con la mano temblando, le quité
las largas y gruesas hebras de su cara. Estaba demasiado oscuro para distinguir
sus facciones más allá de la suciedad que cubría su rostro.
Por favor no estés muerta. Por favor, por favor, por favor.
Un temblor recorrió mi brazo mientras apretaba mis dedos contra su cuello.
Me quedé sin aliento ante el tacto de la piel fresca. Moví mis dedos, sintiendo un
pulso. No sentía nada. Retrocediendo, traté de tragar.
—¿Esta ella...?
Con cuidado, la puse de espaldas o intenté hacerlo. Su cuerpo estaba rígido y
un brazo pareció pegado al suelo. Su cabello cayó a un lado y vi sus ojos
abiertos, fijos y vacíos. Ella estaba…
Me eché atrás y luego retrocedí, poniendo distancia entre nosotros, entre mí y
esta pobre muchacha. Mi cerebro ni siquiera podía procesar las ramificaciones
de lo que esto significaba: lo que esto significaba para nosotros y para el mundo.
—¿Josie? —susurró Mitchell.
Moviéndome hasta que mi espalda estaba contra la pared, ignoré el dolor en
mis costillas y mi cabeza. —Ella esta… Lo siento. Ella está muerta.
—Oh Dios.
Mis ojos estaban despejados, mirando fijamente donde ella descansaba.
—Esto tiene que ser una pesadilla —gritó—. Oh Dios. Oh jodido Dios.
Qué...
Otro temblor me sacudió, y esta vez, no se detuvo. Levanté las rodillas y
envolví mis brazos alrededor de ellas. Estaba muerta. Aquella muchacha, ese
semidiós encadenado, estaba muerta, y estaba acostada con nosotros.
—Ella está muerta. —Mitchell jadeó—. Ella está muerta y vamos a ser los
siguientes.

Capítulo 10

Seth
De vuelta en el balcón, observé la salida de sol y al océano volverse en una
gran variedad de azules, lavandas, y rosas.
Dormí como un bebé anoche.
Dormir no se me daba fácilmente desde que había dejado a Josie. Todos los
pensamientos de ella consumiéndome, me mantenían levantado, así como la
constante lucha por detenerme a mí mismo de ir por ella. El contenido de alcohol
en la sangre que había estado consumiendo por días probablemente tampoco
ayudaba a conseguir una noche de descanso, pero después de que me hubiera…
de que me hubiera alimentado y Karina se excusara, dormí como un niño
apedreado en un juego de los quemados.
Alimentarse era diferente esta vez.
Antes, hubiera estado por todo el lugar. Zumbando. Lleno de energía como si
acabara de fumar crack o algo así. No esta vez. Sí, podía sentir el poder en mí,
más fuerte de lo que había sido antes cuando me había alimentado, pero estaba…
estaban nivelado. Energizado pero calmado cuando desperté minutos antes del
amanecer.
Nunca había sido así antes.
Pero si tuviera que creer lo que todo el mundo estaba diciendo, era
verdaderamente diferente ahora.
Doblándome por la cintura, descansé los antebrazos sobre la barandilla de
piedra y miré el océano. Granos de culpa habían brotado en mi pecho. Lo de la
alimentación no había sido una maldita cosa sexual, pero no podía negar el nivel
de intimidad que requería. Obviamente, tenía que estar físicamente cerca para
hacerlo. Tenía que tocar a la otra persona.
Cerré mis ojos, recordando cómo había tomado de Josie lo que no era mío.
Una mano presionada justo bajo los pechos de Josie. Lo hice en el cementerio
del Covenant.
Lo había hecho de la misma forma con Karina, menos el orgasmo, los besos,
y todas las otras cosas.
Dejar a Josie significaba que no estaría más con ella, pero preferiría
prenderle fuego a mis nueces que estar con otra mujer. Tal vez un día eso
cambaría, pero lo dudaba. Al igual que dudaba que hubiera estado bien con la
idea de ella estando con alguien más, incluso si ese alguien la merece.
La ira vino a la vida con la mera idea de ella estando con alguien. Mataría al
hijo de puta que la tocara, y sí, eso estaba mal. Toda la cosa de “no puedo estar
contigo, pero tú no puedes estar con alguien más” era otra forma en que estaba
nivelando toda la cosa de raro acosador, pero no podía cambiar cómo me sentía.
Exhalando, me enderecé y estaba a punto de regresar adentro cuando una
puerta más abajo se abrió y Karina salió.
—Buenos días, Kýrios. —Se detuvo, uniendo sus manos—. Parece bien
descansado.
—Lo estoy. —Descansé mi cadera contra la barandilla—. Pero tengo la
sensación que tu esperabas eso.
Su mentón se inclinó mientras sus oscuros ojos brillaron con la tenue luz de
la mañana. —Lo esperaba. —Se deslizó hacia adelante, y me pregunté si sus pies
siquiera tocaban el suelo—. Percibo que tiene preguntas, y creo que el
conocimiento es más fácilmente aceptado cuando el sol acaba de iniciar su viaje.
Arqueé una ceja con eso, pero estaba en lo cierto. Tenía preguntas.
Montones, y aunque aún había una parte de mí que solo quería mandarlas a la
mierda, algo en mi interior, algo nuevo y fuerte, se negaba a permitir que me
alejara de esto… de lo que era.
—Tengo preguntas —respondí finalmente, doblando mis brazos en mi pecho.
Su sonrisa fue extrañamente aliviada. —Pregunte.
—¿Qué eres exactamente?
La sonrisa se deslizó. —¿Qué quiere decir?
—Eres una pura que es una sacerdotisa. Entiendo eso, pero no eres una pura
normal. El éter en ti es más fuerte, casi similar al que podría sentir en un
Apolyon —expliqué, recordando fácilmente cómo se había sentido estar
alrededor de Alex antes y después de que despertara—. Pero no sabía que las
sacerdotisas aún les servían a los dioses y no tengo idea de por qué el éter es más
fuerte en ti que en un puro ordinario.
—Hemos estado alrededor desde el amanecer del tiempo sirviendo a los
dioses. Solo porque se han retirado al Olimpo no quiere decir que dejamos de
servirles. Solamente somos más… silenciosas en nuestro servicio ahora.
—¿Quieres decir que ya no sacrifican más vírgenes mortales?
Su labio se le curvó de un lado. —Hay eso, pero los que sirven a los dioses
son escogidos al nacer. Los dioses a los que servimos nos marcan a todos con sus
iconos, y ya que somos escogidos, somos más que simples puros. Somos más
divinos, lo cual es el por qué tenemos más éter en nuestra sangre. Ha sido de esa
manera desde el comienzo y será de esa forma hasta el final.
No me perdí el hecho de que no había negado realmente toda la cuestión de
las vírgenes sacrificadas. Probablemente debería revisar el templo pronto y
asegurarme de que no están reteniendo vírgenes. Añadiendo eso a la lista de
tareas por hacer.
—¿Y tú naciste con el icono de qué dios exactamente? —pregunté.
Ella inclinó su cabeza a un lado, y fue bastante sorprendente que el
elaboradamente enrollado cabello no se volcara hacia un lado. —Ya sabe la
respuesta a esa.
Tal vez lo hacía, pero esperé.
Separado sus manos, las levantó, curvando sus dedos a los largo de los
pliegues de su vestido. Lo tiró a un lado, y por un momento, pensé que
expondría sus pechos, y bueno, eso iba a ponerle fin a esta conversación
realmente rápido, pero no lo hizo, gracias a los despreciables dioses.
Expuso solo la parte superior de su seno derecho, y allí estaba, una marca de
nacimiento color rosa en forma de una runa de invencibilidad, la misma que
estaba sobre el templo.
Un musculo palpitó en mi mandíbula.
—Es la marca del Dios de la Vida y Muerte. El único que es absoluto —
explicó, alisando la manga de su vestido—. El Dios Designado.
—Esos son un montón de nombres para un dios —dije secamente. Por alguna
razón, un raro recuerdo se asomó. Era de cuando Alex había sido llevada ante el
Consejo bajo el falso pretexto de discutir los ataques daimons de los que su
madre había tomado parte. El razonamiento había sido un engaño y el Ministro
Telly, quien era parte de un grupo secreto de pendejos infernales empeñados con
derrotar al Apolyon, habían utilizado el escenario para intentar arrojarla en la
servidumbre. Durante el interrogatorio él la llamó de una manera que
repentinamente elevó los vellos en mi cuello.
La había llamado el Heraldo de la Muerte.
Excepto que Alex no fue de quien tenían que preocuparse. Había sido yo.
—Un dios que hemos esperado por un largo, largo tiempo. —Entrelazó sus
manos una vez más—. La profecía que hablaba del Designado fue escrita en el
vacío hace muchos siglos, y por cintos de años, los nacidos para servir al
Designado han esperado ansiosamente por su dios. Hace veintidós años, ese dios
finalmente nació. La profecía fue puesta finalmente en marcha, y respondimos al
llamado para venir a Andros. Usted es el Designado, el Dios de la Vida y
Muerte.
La miré fijamente por demasiado tiempo. —Suena increíble. Se siente
increíble.
—Igual que dos Apolyon nacidos en la misma generación habría sonado
increíble hace unas cuantas décadas, ¿correcto?
Ella tenía un punto, pero… —No tiene sentido.
El “por qué yo” estaba implícito, pero estaba claramente allí. ¿Por qué sería
elevado al nivel de un verdadero dios cuando había muchas más personas
adecuadas allí afuera? Quiero decir, vamos. Incluso con solo el control sobre el
akasha, podría ir a una juerga de golpes por lo divertido de esto.
—Hay un montón de información que existe dentro de usted. Todo lo que
han aprendido los Apolyones que vinieron antes de usted existe en su interior.
Ese conocimiento es lo que le permitió despertar y lo volvió el Asesino de
Dioses.
—Entiendo eso, pero yo no fui el primer Asesino de Dioses.
—Alexandria lo fue, pero su destino también ha sido escrito, y su destino
nunca fue ser suya. —Karina giró, apoyando las pequeñas manos en la barandilla
—. Fue destruir al dios que buscaba envolver al mundo en guerra y eso era todo.
Gracias a que su creador, Apolo, aún existía, fue capaz de detenerla de volverse
el verdadero Asesino de Dioses. Su destino siempre fue convertirse en lo que es
hoy, una semidiosa.
—¿Y yo fui qué? ¿El catalizador de todo? —La antigua rabia resurgió—. Así
que, todo lo que he hecho, ¿estaba destinado a hacerlo?
—Sí. Todo lo que ha hecho, se suponía que lo haría.
La incredulidad me invadió. —No… no hay manera. No puedo creer eso.
Hice cosas horribles, y si me conocieras tan bien como todos alegan que haces,
entonces sabrías lo que he hecho.
—Sé lo que ha hecho.
Di un paso hacia ella, bajando los brazos a mis lados. —Realmente estás
diciéndome que toda esa mierda estaba predestinada y que me convertiría en
esto…. ¿Cómo qué? ¿Una recompensa?
—No lo consideraría una recompensa. —Se concentró en el océano—. Pero
estaba predestinado. Que fuera creado por Ares y ser usado para despertar al
verdadero Apolyon, Alexandria. Estaba destinado, junto con sus amigos, a
liberar al Titán Perses, quien luego liberaría a sus hermanos. Todo lo que ha
pasado desde entonces estaba destinado. Incluso la muerte de…
—No lo digas —advertí—. No quiero oír el cómo observar a alguien morir
estaba sentenciado a… ocurrir debido a mi destino.
—Sus destinos solo son una pequeña parte del suyo. Lo que les pasó no
significa que su destino sea el responsable. —Ella bajó la barbilla—. Pero todo
ha estado dirigiéndose a esto, para lo que siempre estuvo destinado a ser.
—¿Un dios? —Burla gotea en mi tono.
—Alexandria estaba destinada a ser el Apolyon y usted siempre estuvo
destinado para mucho más. —Ella miró por encima de mí—. Eso puede ser
difícil de aceptar, pero aceptarlo debe.
—Suenas como el jodido Yoda —murmuré.
—¿Disculpe?
—Nada. —Suspiré, y me volví a enfocar—. ¿Esto ha pasado antes? ¿Un dios
creado al azar?
Ella palmeó la barandilla. —Los Olímpicos nacieron de los Titanes. El
Asesino de Dioses fue creado por los dioses como una medida absoluta contra
cualquier ser supremo. Cuando Alexandria despertó, lo hizo para así ponerle fin
al reinado de Ares antes de que éste pudiera comenzar. Cuando usted despertó,
fue para marcar el inicio en la nueva era.
—¿La nueva era? —Me reí con fuerza—. ¿Qué demonios significa eso?
Ella inclinó su delgado cuerpo hacia mí. —Que todo lo que conocemos está a
punto de terminar, y una nueva era comenzará.
—Bueno, aparte de que suena como un desfile que no puedo esperar para ver,
en realidad no me dice nada.
Karina sonrió débilmente. —Eso no importa ahora mismo. Josie es una parte
de su…
—No. —La interrumpí—. Ella ya no es parte de nada que tenga que ver
conmigo.
—¿Por qué? —Frunció sus cejas—. ¿Teme de usted mismo alrededor de
ella? ¿De que la lastimará? ¿No se ha dado cuenta de nada? Alimentarse es…
—No quiero hablar de ella contigo. Esa es la única advertencia que te daré.
—Mis manos se apretaron en puños—. Lo que haga desde aquí no tiene nada
que ver con ella.
—¿Entonces su deseo de buscar venganza contra los Titanes es impulsado
por alguna otra necesidad?
Mis ojos se entrecerraron. —Ten cuidado.
Levantó un hombro y luego se giró de vuelta hacia el océano. —Usted es el
primero —dijo después de un momento—. Es el único en ser ascendido a dios,
en ser nombrado con todas las habilidades de dios. ¿Sabe por qué los dioses le
temen tanto al Asesino de Dioses? No es solo porque tiene la capacidad de
matarlos, sino porque es absoluto como solo lo son otros tres. Zeus, Hera, y
Cronos. Ellos le temen, porque saben que podría convertirse en ellos.
—¿Y qué significa exactamente Asesino de Dioses? en primer lugar. Apolo
trató de explicármelo una vez con los términos más vagos posibles, alegando que
era un sistema de control y balance. Ares tampoco me lo había explicado jamás.
No tenía sentido que crearan algo que podría acabar destruyéndolos.
Pero entonces, los dioses parecían sobresalir en cuanto a malas elecciones de
vida.
Y los mortales constantemente creaban cosas que podrían conducirlos a su
inminente muerte.
Así que, oye, ¿qué sabía yo?
—Usted tiene la habilidad de los dioses, pero tiene el poder supremo de
destruir a un dios —explicó pacientemente—. Desde la destrucción de Ares, no
hay fin natural para su comienzo. Las únicas amenazas verdaderas para usted
ahora son Zeus, Hera y Cronos.
Mis cejas subieron. —Espera. Entiendo el que Cronos pueda patear mi
trasero, pero, ¿cómo pueden hacerlo Zeus o Hera cuando no fueron capaces de
hacerlo cuando era el Apolyon?
—Porque era el Apolyon. Eso incluía alguna medida de protección para
usted, pero créame cuando le digo que ellos habrían encontrado una manera de
destruirlo, porque sabían lo que era posible. —Hizo una pausa—. Siempre lo han
sabido.
Por supuesto que lo sabían y no mencionaron toda esa mierda. —¿Así que
estoy suponiendo que ellos son absolutos?
—Solo los seres absolutos pueden matar absolutamente. Podrían pelear con
usted y seguramente ganarían —dice—. Pero usted es el Asesino de Dioses, El
Designado. No serian prudentes al buscar una batalla contra usted.
Eh.
Bueno, yo era más rudo de lo creí originalmente.
—Es inmortal, Kýrios. Es un dios.
Esas palabras finalmente, finalmente se hundieron y luego me golpearon.
Relámpagos, no podía hablar. Ya había aceptado que no tenía futuro. Que una
vez que los dioses averiguaran cómo acabarme, lo harían, y que en mi vida en el-
más-allá sería la perra de Hades. No fue hasta que conocí… que conocí a Josie
que siquiera me arrepentí de hacer el trato que alejó cualquier posibilidad real de
tener una larga y feliz vida. ¿Pero ahora?
Tenía un futuro.
Tenía una eternidad.
Sin importar qué trato hubiera hecho. Los dioses ya no podían controlar mis
acciones o mi futuro. Ya no podían controlarme a mí.
Sacudí mi cabeza, aún confundido por todo esto, pero no podía seguir
negando la verdad por más tiempo. —Soy un dios.
—Sí. —Karina se alejó de la baranda y me enfrentó—. Y hay mucho que
necesita aprender.

Capítulo 11

Josie
Iba a morir.
Estaba muriendo.
De pie entre altos olmos, árboles tan espesos y llenos que solamente una
esporádica luz se colaba a través de sus miembros frondosos, podía sentir como
si la vida se estuviera deslizando fuera de mí.
Aire frío hizo que se me pusiera la piel de gallina a lo largo de mis brazos
descubiertos. Traté de inhalar un respiro, pero el aire se fue a ninguna parte
mientras miraba hacia el hermoso vestido blanco que me hacía cosquillas en la
parte superior de mis pies, el vestido que había estado tan feliz de usar.
La sangre salió de mi pecho, derramándose por el frente de mi vestido,
arruinándolo. Presionando las manos temblorosas contra mi pecho, no hizo nada
para estancar la sangre fluyendo de entre mis dedos.
Oh dioses, yo iba a morir.
Mis rodillas cedieron, pero no golpeé el suelo. Brazos se doblaron alrededor
de mí, tranquilizándome, sosteniéndome cerca. Parpadeé, tratando de enfocarme
mientras me presionaba contra el cálido duro pecho. Los ojos color ámbar
volvieron a mirar los míos.
—Seth —susurré—. No me dejes ir.
—No. —Su rostro se contorsionó. Lágrimas llenaron sus ojos mientras él
levantaba mi cabeza, presionando su boca en mi frente—. Nunca te dejaré ir,
Josie. Nunca.
Mis manos se deslizaron, cayendo a los lados. Intenté hablar una vez más,
decirle que lo amaba, que siempre lo amaría, pero no podía forzar las palabras de
mi lengua.
—Josie. —Su voz se agrietó mientras nos mecía atrás y adelante—. Te amo.
Te amo y no te dejaré ir. Nunca…
Jadeando por aire, me levanté de un tirón y mis ojos se abrieron. La
oscuridad me saludó y mi cuerpo protestó por el repentino movimiento. Cada
parte de mí dolía: músculos, huesos y piel. Probablemente incluso mi cabello.
Todo dolía, pero estaba viva.
—Fue solo un sueño —susurré roncamente, recostándome con cautela contra
la dura y fría pared—. Solo un sueño…
Pero había algo diferente en ello, algo demasiado claro y nítido, demasiado
real. Podría sentir el aire fresco en mi piel, oler el aroma metálico de la sangre, y
oí a Seth, lo sentí junto a mí.
Pero él no estaba aquí.
Eran como los sueños que tuve mientras estaba en el Covenant en Dakota del
Sur. Los que me habían advertido de que él estaba viniendo, y la voz había
resultado pertenecer a Atlas, y él había venido. Habían estado… profetizando en
su tono, y yo tenía el mismo dolor en mis sienes como entonces. Me preguntaba
si eran sueños en absoluto, y si no eran simples sueños, ¿era una advertencia de
mí sangrando ríos con un vestido blanco?
Nada de eso realmente importa ahora.
Agotada, cerré los ojos y presioné mis labios para detener el amargo sollozo
que se hinchaba en mi garganta. Borrosidad se aferró a mis pensamientos, y me
quedé quieta durante varios minutos hasta que pasó.
Mi garganta estaba seca y mi estómago estaba vacío. Estaba tan
increíblemente sedienta y hambrienta, y no podía recordar la última vez que
había tenido un vaso de agua fría o comida que no fueran hamburguesas rancias
o posiblemente patatas fritas podridas.
Los Titanes tienden a olvidarse de alimentarnos, y cuando lo hacen. Era
como si ellos a propósito encontraran las cosas más desagradables para comer,
pero cuando el hambre carcomía en nuestro interior, realmente no nos importaba
que pusiéramos en nuestra boca. Estábamos desesperados.
Yo estaba así de desesperada.
Abriendo mis ojos, parpadeé en la oscuridad. Estaba sola otra vez. No había
visto a Mitchell en un tiempo, y no tenía idea si él estaba vivo o si estaba
como… como esa pobre chica.
Antes de haber sido llevada, la chica había comenzado a… a descomponerse.
El hedor había sido sofocante. La Titán hembra, Tetis, finalmente eliminó el
cuerpo de la semidiosa vinculada, y lo hizo sin una pizca de cuidado o respeto
por ella. La Titán la agarró por los hombros y sacó su cuerpo de la habitación. La
arrastró.
Un estremecimiento me atormentó.
Ahora me mantenía en una habitación más pequeña con el suelo lleno de
tierra que olía a raíces y moho. Puede haber ratones aquí, pero traté de no pensar
en eso.
Traté de no pensar en muchas cosas.
No tenía ni idea de cuantos días pasaron desde que Hiperión me secuestro de
los acantilados de Malibú. Habían sido al menos tres, porque se me permitió
pasar tiempo en el sol en tres ocasiones cuando Hiperión me llevó arriba, y sentí
como que pasaron días entre esas ocasiones, pero no podía estar segura de otra
cosa salvo que había un patrón emergiendo en sus visitas.
Hiperión se alimentaría.
Otro estremecimiento se abrió camino a través de mi cuerpo mientras tiraba
de mis piernas hacia mi pecho. A veces lo hacía como Seth… como Seth lo
había hecho, como cuando Seth se alimentó de mí y yo ni siquiera me di cuenta,
pero Hiperión se aseguró de que supiera exactamente lo que estaba haciendo.
Presionaba su mano en mi esternón hasta que la piel se magullaba, y yo lucharía
hasta que el dolor se hiciera cargo y todo lo que podía hacer era respirar a través
de él.
Se sentía como si cada célula de mi cuerpo estuviera esparcida y la piel de
los músculos cortada con un oxidado cuchillo para mantequilla, y no podía
luchar contra eso. No importaba lo fuerte o valiente que tratara de ser, el dolor
consumía todo, y todo lo que podía hacer era alejarme, orar por un fin, por la
dichosa nada que eventualmente seguía.
Otras veces Hiperión… era como un daimon.
Utilizó sus dientes.
Apoyando la cabeza sobre mis rodillas, doblé mis brazos detrás de mis
pantorrillas. Había una marca de mordedura a lo largo de mi muñeca derecha,
justo debajo de la banda de oro. No era exactamente profunda, pero estaba
magullado y crudo, y estaba sanando. Al menos, pensé que lo estaba. La otra en
mi brazo izquierdo era más áspera y fresca. La piel no se sentía bien y todavía
supuraba sangre, o tal vez algún otro tipo de líquido en el cual no quería pensar.
¿Podrían los semidioses contraer infecciones?
No tenía idea.
No era como si tuviera a alguien a quien preguntarle.
Una vez que Hiperión terminara, me quedaría sola por lo que supuse era un
día, tal vez más, para darle tiempo a mi cuerpo para reponer el éter robado, igual
que un cuerpo mortal repone líquidos perdidos y células. Eso es lo que Hiperión
había explicado… o de lo que se había burlado. No era como si realmente
hubiera conversado conmigo. Tampoco la Titán hembra.
Era tan cruel como Hiperión, tal vez más aun, pero también estaba asustada.
Eso era lo que podía decir, pero Hiperión no lo estaba. De ningún modo.
Sentía que había transcurrido muchas horas desde que vi a Hiperión, y eso
significaba que Hiperión volviera pronto.
Y yo sabía lo que pasaría.
Él me ordenaría que lo siguiera, y si no lo hacía, me arrastraría de aquí.
Literalmente. Entonces me llevaría a través de lo que había resultado ser un
almacén, a través de los muelles de carga y en el estacionamiento vacío. No solo
me dejaba sentarme y tomar el sol.
Oh no.
Él tenía que hablar.
Y luego me llevaría de nuevo dentro. Yo lucharía al principio, sin importar lo
inútil que fuera, porque tenía que hacerlo. Él siempre ganó esas batallas, pero
tenía los moretones para probar que no voy suavemente a través de la noche o lo
que sea.
No estaba segura de si podía volver a pasar por todo de nuevo.
No quería hacerlo.
Un gemido rasposo escapó de mí, y levanté mis manos, deslizándolas a
través del seco y enmarañado cabello, sacándolo del rostro. Mi cabello se sentía
áspero y asqueroso, al igual que la ropa llevaba.
No me había duchado desde que vine aquí. Sabía que apestaba, y estaba bien
con eso, porque prefería mirarme tan poco atractiva como sea posible para
Hiperión.
Bajando mis manos, las dejé caer a los costados. Mi cuerpo se tensó cuando
pensé que había oído pisadas. Con el aire atrapado en mi garganta, levanté la
cabeza y me esforcé por escuchar más.
La esperanza que alguien, cualquiera, fuera a rescatarme, se desvaneció y
murió después de la segunda vez que Hiperión se alimentó de mí, porque yo…
había gritado por mi padre.
Yo grité por Seth.
Lágrimas de humillación quemaron en mis ojos. Grité por él hasta que mi
voz cedió, y Hiperión se rio.
Apolo nunca llegó.
Y Seth… nunca respondió.
Él me dejó, y aunque yo planeaba encontrarlo, probar que lo amaba y
mostrarle que era digno de ese amor, él me dejo y yo… estaba aquí.
Sabía que Seth no sabía que me secuestraron. Cada parte de mi ser sabía que
si él lo hubiera sabido, habría venido por mí. Yo sabía eso, pero estar aquí era
como una herida abierta en mi pecho. Se endureció y pudrió, rompiéndome el
corazón cada vez que pensaba en él. Cada vez que sabía que él no iba a entrar y
salvarme.
Nadie venía.
Estaba sola para sobrevivir a esto, para escapar.
La única oportunidad que tenía era cuando me llevaba afuera. Hiperión una
vez dijo que esto ayudaba a reponer el éter, y suponiendo tenía que hacerlo, con
mi padre siendo toda la cosa de dios del sol.
Huir era la única oportunidad que tenía ahora. No era el mejor plan, pero era
mejor que aceptar que esto era mi futuro, mi vida, hasta que no tuviera nada más
que dar.
Y no era solo pensar en mí. Estaba Mitchell, y si él todavía estaba con vida,
estaba aquí en algún lado. Estaba más allá de ayudarse a sí mismo. Tenía que
sacarlo de aquí antes de que fuera demasiado tarde.
Me froté mis ojos, estremeciéndome ya que estaba muy áspera ante mi piel
cruda. Descansando mi mejilla contra mi rodilla, cerré mis ojos. Debí haber
dormitado, porque lo siguiente que supe es que mi cabeza estaba levantándose
mientras la puerta se abrió.
Hiperión llenó el umbral. —Buenas tardes, Sunshine.
—Púdrete —escupí, tensándome.
Él se rio cruzando la corta distancia. —Tan elegante. ¿Quieres intentarlo de
nuevo?
Trague duro. —¿Te vas a joder solo?
—No necesariamente —amenazó sobre mí—. Levántate.
Una parte de mí quería negarse, pero si no lo hacía, él pondría sus manos en
mí, y no quería lidiar con ello, así que me levanté sobre mis piernas temblorosas
y me puse de pie alrededor de él. Comencé a caminar por mi cuenta, logrando
llegar a la mitad del camino en la habitación antes de que golpeara su mano en el
centro de mi espalda, empujándome hacia adelante.
Casi perdí mi balance, atrapándome extendiendo una mano. —Eso… eso fue
grosero.
—Eres demasiado lenta. —Sus dedos se clavaron en la carne de mi hombro
—. Caminas como una vaca sobrealimentada.
Me mordí el interior del labio cuando entramos en la estrecha escalera. Él
casi me empujó todo el camino hacia arriba.
—Realmente me recuerdas a una vaca —dijo mientras pasábamos por una
puerta donde las puertas dobles se habían caído de las bisagras—. Una gorda y
manchada vaca.
—Eres muy hábil con las palabras —grité mientras cruzábamos las cajas de
madera y los bancos de trabajo vacíos y cubiertos de polvo—. Mi corazón está
todo agitado.
Sus dedos se hundieron más profundamente, haciéndome estremecer. —Creí
que ya habrías perdido algo de peso. Tu cuerpo debe estar aferrándose a la grasa
de tu vida.
—Guau —murmuré. La verdad era, yo había perdido peso. Mis pantalones
vaqueros apenas se quedaban arriba.
Hiperión se acercó a mí, abriendo la puerta gris. La luz del sol se derramó, y
entrecerré los ojos al resplandor. Me condujo por la rampa. El estacionamiento
estaba vacío, con la excepción de dos camiones de entrega vacíos que habían
estado ahí desde que me trajo la primera vez afuera. Eran modelos antiguos. Las
palabras MILL AND SONS INC estaban pintadas en una descolorida pintura
roja en uno de los camiones. Las malas hierbas perforaban el cemento agrietado.
A varios metros de distancia, los árboles se aglomeraban en el borde del
estacionamiento.
No había nada más por aquí.
Lo sabía, porque nunca vi edificios ni escuchado autos a lo lejos, y nadie…
nadie había investigado los gritos.
Mis rodillas se tambalearon mientras caminaba más allá de Hiperión, el
abrazador cemento caliente debajo de mis pies descalzos. No tenía idea de donde
estábamos, pero me imaginaba que estábamos en algún lugar en el sur, si todavía
estábamos en los Estados Unidos.
—Siéntate —ordenó, dejando caer su mano.
Tomando una respiración profunda, comencé a hacer simplemente lo que él
dijo, pero al último segundo, me impulse hacia adelante, obligando a mis piernas
a moverse. Despegue.
—¿En serio? —Hiperión rio—. ¿Vas a tratar de huir de mí?
Con las piernas y los brazos bombeando, ignoré la rigidez y el dolor y corrí,
corrí tan rápido como pude. Minúsculas rocas se clavaban en la planta de mis
pies, cortándome la piel, pero seguía corriendo. Avanzando por el
estacionamiento, me dirigí a los árboles. Mis pulmones quemaban, y mi cabeza
palpitaba. No sabía hasta donde podía correr, pero corrí mientras…
El fuego estalló frente a mí, tragando en árbol al instante. Gritando, me
resbalé y deslicé. Con los brazos dando vueltas, me giré justo cuando el dolor
brotaba a lo largo de mi estómago. Mis piernas cedieron, y me estrellé contra el
suelo.
—Eso fue realmente divertido. —Hiperión se agachó, envolviendo sus dedos
en mi cabello. Sacudiendo mi cabeza—. Estaba comenzando a preguntarme si la
pelea ya había salido de ti. Si yo te había roto tan fácilmente.
Jadeando por el dolor, obligué mi mirada a sus ojos completamente negros,
sin alma y sin fondo.
Él sonrió hacia mí. —Eso me habría decepcionado.
—Yo no hubiera querido que eso suceda —jadeé.
—No, no lo harías. —Su agarre se apretó mientras se arrodillaba, echando mi
cabeza hacia atrás—. ¿Adivina que hice, Sunshine?
Gruñí mientras volvía a tirar de mi cabello. —No lo sé. ¿Ayudar a atravesar
la calle a una anciana?
Diversión parpadeo en su rostro. —Regresé a visitar a tus amigos.
Dejé de respirar.
Sus labios se curvaron hacia arriba. —No estaban allí.
El aire entró en mis pulmones. —¿Están vivos?
—Por ahora. —Estiró la otra mano y acuno mi mandíbula—. Rastreé al
pequeño grupo de regreso al Covenant. No podemos entrar ahí. Todavía.
Alivio me llenó. Deacon y Luke, Gable, Alex y Aiden todos estaban a salvo
por ahora. Eso significa algo… todo.
—¿Sabes que quiero saber?
—¿Cómo vas a morir? —Dolorosa tensión se construyó a lo largo de mi
nuca.
—Encantador. —Suavizó un pulgar sobre mi labio inferior, y resistí la
urgencia de morder su dedo—. ¿A dónde fue tu pequeño Asesino de Dioses? Él
no estaba con ellos.
Sostuve su mirada mientras exhalé ásperamente. —No sé.
—Y yo no creo eso. —Dejó ir mi cabello y caí sobre un pie. La presión en mi
nuca se tranquilizó—. Ni por un segundo.
No dije nada.
El pulgar de Hiperión hizo otro duro roce a través de mi labio y luego se
inclinó. Los músculos de mi espalda se movieron dolorosamente. —Sabes que
hay muchas formas en que puedo hacer que me lo digas.
Mi corazón golpeo contra mis costillas.
—Formas que ni siquiera he comenzado a enseñarte. —Su frío aliento flotó
sobre mi boca, y tuve una horrible idea de qué clase de formas estaba hablando.
Su mano se deslizó a mi barbilla y sus dedos escavando en mi piel—. ¿Dónde
está el…?
—Hiperión.
Un músculo se flexionó a través de su mandíbula, y luego se levantó, dejando
caer su mano. —¿Qué Tetis?
Me hundí hacia adelante, atrapándome con mis manos. Insegura si debería
estar agradecida por su interrupción, o no, me quedé quieta.
—¿Qué estás haciendo aquí afuera con ella? —preguntó ella, y vi un vistazo
a través de los mechones de cabello.
Tetis era preciosa. Cerca de dos metros de alto, tenía el cabello largo y rasgos
que de alguna manera se las arreglaron para lucir delicada y feroz a la vez.
Llevaba pantalones de cuero como lo hacía Hiperión, pero no andaba por los
alrededores sin camiseta. Una ajustada camiseta negra le cubría el pecho y
estómago.
—¿Me interrumpiste seriamente para hacer esa pregunta? —respondió
Hiperión.
Ella caminó hacia adelante. —¿Y qué si lo hice?
—No me gustaría, Tet.
—¿Parece que me importa lo que te gusta?
Una risa burlona se escabulló antes de que yo pudiera detenerla.
Los ojos de Tetis se estrecharon, y Hiperión se dio la vuelta y se movió tan
rápido, que no tuve oportunidad de esquivar su golpe. Su puño atrapó mi
mandíbula, y caí, golpeando el suelo en mi costado. Aturdida, yazco ahí por un
momento mientras mi cabeza resuena.
—Tú y yo sabemos que sí —dijo Hiperión mientras se volvía hacia Tet.
La ira se reflejó en su rostro mientras ella levantaba la mano. Sin embargo,
Hiperión fue más rápido. Le agarró el brazo, tirando de ella contra su pecho
mientras agarraba su cabello en la otra mano. Tiró de su cabeza hacia atrás
bruscamente. El jadeo del dolor fue cortado por su boca. La besó de una manera
que en realidad no parecía un beso. Más como un acto de castigo y brutalidad,
pero Tet parecía disfrutarlo, porque su boca no podía silenciar su gemido o
impedir que deslizara su brazo musculoso alrededor del cuello de él.
Oh hombre.
¿No estaban ellos como emparentados? Asqueroso. Pero estaban distraídos,
ocupados enterrando sus lenguas a través de sus gargantas, así que me empujé a
mí misma arriba y miré sobre mi hombro. El fuego había engullido el árbol. Mi
corazón se aceleró mientras tomé un paso hacia atrás y tomé una respiración
profunda.
—Ni siquiera lo intentes —ordenó Tet.
Mi cabeza giró alrededor. Terminaron de engancharse, y ambos estaban
enfocados en mí. La oportunidad de escapar había desaparecido. La derrota me
inundó, dando paso a la desolación. Hiperión solo era bastante malo, pero con
Tet involucrada, seguramente empeoraría. Crucé un brazo sobre mi cintura y
esperé.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó nuevamente Hiperión.
Tet levantó una ceja oscura. —Realmente no te va a gustar el por qué.
Hiperión suspiró mientras se giró hacia la Titán hembra. —Llega al punto.
Ella sonrió apretadamente. —Cronos es consciente de ella. Quiere verla.
Ahora.

Capítulo 12

El agarre de Hiperión sobre mi brazo eventualmente iba a romper el hueso.


No es que particularmente le importara si lo hacía.
Él haría esa cosa de transportación que suponía era solo reservado para los
dioses súper geniales. En un segundo los tres estábamos en el bosque, sudor
deslizándose por el costado de mi rostro, picando en todas las abrasiones en
carne viva, y luego al siguiente segundo estábamos en un aire más fresco, frente
a una inmensa mansión construida en el lado de una montaña.
Estaba mareada y desorientada cuando Hiperión comenzó a arrastrarme hacia
un amplio porche delantero. Casi no lo noté al principio. Solo eran objetos
inamovibles en el suelo hasta que me acerqué.
Eran cuerpos.
Horrorizada, tropecé y habría caído si él no hubiera tenido tanto control sobre
mí. Había docenas de ellos, y moscas zumbaban alrededor de sus cuerpos. La
bilis se elevó en mi garganta, pero no había nada en mi estómago para vomitar.
Apreté la mandíbula y me dirigí hacia la puerta principal de la casa. Había un
varón humano apoyado contra la casa, pero al subir los peldaños, el olor a la
decadencia y humedad se hizo más fuerte.
El hombre sonrió mientras sombras se filtraban en sus ojos, eclipsando sus
irises marrones.
Él era una sombra.
Apartándose de la pared, abrió la puerta principal para nosotros. Tet se
dirigió hacia adelante, y no tuve más opción que seguirla.
Cronos.
Me estaban llevando a Cronos.
Entumecida por el temor y el miedo, apenas me di cuenta de la caminata por
las escaleras o por un estrecho pasillo. Minúsculas y silbantes respiraciones me
dejaron ante unas puertas dobles abiertas a un gran dormitorio. No quería entrar
allí. El instinto gritaba salir, pero no tenía elección.
Dos Titanes estaban de pie, uno a cada lado de la cama. Ambos hombres.
Uno era calvo y de piel oscura. El otro era más claro y tenía un impresionante
cabello azul brillante, e inmediatamente pensé en lo que Mitchell me dijo. Era él,
el que le había hecho todas esas cosas horribles a la chica. Las náuseas me
golpearon fuertemente y tuve que apartar la mirada. Mi vista aterrizó en el centro
de la cama, y entonces ya no estaba pensando en los otros dos Titanes.
Mi boca se abrió.
Él tenía el cabello blanco y la piel arrugada. Una espesa barba cubría la mitad
de su rostro. Sus hombros eran delgados y su pecho estaba hundido, al igual que
su estómago. Apoyado en una montaña de almohadas, este hombre parecía que
no podía levantar sus brazos como espaguetis, pero él era Cronos.
Este era el Cronos.
—Más cerca —exclamó el anciano—. Tráiganla más cerca.
Antes de que Hiperión pudiera avanzar, el Titán de piel oscura se movió. —
Yo lo haré —dijo tomando mi brazo en un agarre mucho más suelto y amable.
Hiperión no me soltó. —Ella me pertenece, Perses.
Mis ojos se abrieron más. ¿Perses? ¿No era el que Alex, Aiden y Seth habían
liberado del Tártaro para luchar contra Ares? Había escapado después y era
responsable de liberar al resto de los Titanes.
Perses rio entre dientes. —Ya has jugado bastante. Durante una semana, para
ser exacto.
¿Una semana? ¿Solo había estado ahí ese tiempo? Se sentía más largo. El
dolor me molesto en el brazo, y apreté mis dientes. Por un segundo pensé que
Hiperión iba a arrancar mi brazo de su cuenca, pero luego lo dejó ir y retrocedió,
uniéndose a Tet.
Levanté la mirada rápidamente hacia Perses, pero no estaba mirándome
mientras caminaba alrededor de la cama hasta donde él estaba. Cuando me
acerqué, Cronos lentamente levantó la barbilla. Sus ojos negros eran sombríos.
—¿No soy lo que esperabas? —Tosió una seca y frágil risa—. ¿Ves solo un
viejo y frágil hombre?
No sabía que decir.
Los dedos de Cronos se apretaron contra el edredón. —No soy como ellos.
—Sus pálidos labios se despegaron, revelando dientes sorprendentemente
blancos—. Se necesita más que algunos puros y un semidiós vinculado para
alimentarme. Soy más viejo y más poderoso. Necesito más. —Haciendo una
pausa, exhaló pesadamente—. Unos días con un semidiós… debería hacerlo.
Oh no, no, no.
Mi piel comenzó a picar. Pesé sobre todos esos cuerpos afuera y me di cuenta
que no eran mortales. Ellos habían sido puros. Él los había secado y arrojados a
un lado como si no fueran más que basura. Pensé en Mitchell ¿Había sido ya
desechado como Lauren, la chica, y esos puros?
¿Eventualmente me convertiría en uno de ellos?
—Tenemos que tener cuidado —habló el otro Titán, el de cabello azul
puntiagudo—. No puede quedarse aquí por largos períodos. No será seguro para
usted. No hasta que esté completamente restaurado.
—Por eso no la he traído aquí hasta ahora, Océano —dijo Hiperión.
El Titán de cabello azul sonrió. —¿Y se supone que debemos creer eso?
Sabemos quién es. Sabemos en lo que estás. Todo lo que te interesa es una
venganza personal.
Hiperión no dijo nada.
—Él piensa que ella sacará a Apolo —dijo Perses, todavía sujetándome del
brazo como si fuera a correr. Quería hacerlo, pero no era estúpida. No había
lugar a cual ir—. Lo único que logrará hacer es llevar al Asesino de Dioses a su
puerta.
Aire salió zumbando de mis pulmones ante la mención de Seth.
—Él no la encontrará —dijo Hiperión—. Estamos protegidos.
—Las protecciones no son permanentes —replicó Perses—. Y tú no lo
conoces. Yo sí. Pasará por tus protecciones. Encontrará la forma.
—Todavía no lo ha hecho. —Presunción se deslizó en el tono de Hiperión—.
Lo encontraré primero.
Océano se burló—: Mató a Atlas, tonto. Es un dios, capaz de matarnos.
¿Seth era un dios real ahora? Supuse que tenía sentido desde que era el
Asesino de Dioses, pero Apolo no lo había llamado así. Tampoco Hades.
Hiperión puso los ojos en blanco. —No le tengo miedo.
Perses ladeó la cabeza. —Tal vez deberías tenerlo. Todos tenemos que ser
cautelosos.
—Él no será capaz de terminar conmigo una vez que esté completamente
restaurado —dijo Cronos lentamente, levantando dolorosamente la mano. Él
movió un dedo—. Tráela.
El pánico explotó en mi pecho, y cavé, pero Perses era fuerte, y mis pies
descalzos resbalaron en el piso de madera dura. Levanté la mano, agarrando el
borde de la cama.
—¿Por qué? —Me quedé sin aliento—. ¿Por qué hacen todo esto?
Le había preguntado eso a Hiperión y nunca obtuve respuesta más allá de su
odio por Apolo encerrándolo, así que no esperaba que Cronos respondiera.
Él lo hizo. —Queremos lo que nuestros hijos nos quitaron. Queremos
recompensarlos por lo que han hecho.
¿Venganza? ¿Esto era todo sobre venganza?
Mierda, ¿vidas estaban siendo destruidas y se perdieron por todas partes por
algo que ocurrió antes de que el tiempo estuviera grabado? ¿Y acusaban a
Hiperión de tener una venganza personal? No me parecían diferentes.
Océano se movió hacia la cama y deslizó un brazo detrás de Cronos,
relajándolo en posición vertical. —Debemos ser rápidos.
—Más cerca —instó Cronos.
El miedo superó el pánico. Luché, peleé lo mejor que pude, y la pelea había
terminado antes de que comenzara. Perses me levantó como si no fuera nada más
que un gatito luchando. Presionada contra la cama y mantenida ahí, el pánico me
consumió. Esto era todo. Ya había acabado todo. Lo sabía. El sueño había estado
equivocado. Moriría aquí. Moriría siendo utilizada como adaptador de
alimentación universal…
—No tengas miedo —gruñó Cronos, con los ojos encendidos mientras ponía
una huesuda mano contra mi esternón—. El dolor es solamente temporal.

* * * *
Seth
Basil se mantuvo de pie enseguida de donde yo estaba sentado, con las
manos juntas enfrente de él. No había una mota de polvo en su ropa blanca.
Esperó en silencio. La maldita silla en la que estaba sentado era casi del tamaño
de un trono. En realidad, si estaba siendo honesto conmigo mismo, lo cual estaba
intentando hacer, era un trono. Era la única silla en lo que solía ser la sala de
estar. Un estrado había sido construido en algún momento y lo que se asentaba
sobre este era la silla.
Así que, sí, era un maldito trono.
Mis manos se apretaron sobre los brazos plateados de titanio y lo intenté de
nuevo. Cerré los ojos, imaginé el rostro de Hiperión y me dejé caer en el vacío.
Abriendo todos mis sentidos, lo busqué en la oscuridad.
6
Esto es casi como cuando el Profesor Xavier utiliza a Cerebro , pensé con
una sonrisa. Estaba buscando la huella que dejó el Titán detrás de él. Era como
Apolo parecía siempre saber dónde estábamos y podría aparecer dondequiera
que estábamos en cualquier momento dado.
Una vez que bajé la botella y comencé a escuchar a lo que Basil y Karina
tenían por decir, estaba pensando que había un montón de cosas que podía hacer.
Karina había explicado como todo esto era posible, cómo me convertí en lo que
era. Una pequeña parte de mí casi no podía creerlo.
Pero la prueba estaba en Pegaso.
Para empezar, si pudiera imaginar a la persona o el lugar, podría fácilmente
transportarme allí. Ya lo había descubierto cuando me topé con Josie. Llamar al
akasha o cualquiera de los elementos requería un mero pensamiento, y si estaba
muy quieto y tranquilo, podía sentir el poder zumbando bajo mi piel.
Tenía que… tenía que alimentarme, sin embargo.
No era como antes, como había sido con Alex todos esos años atrás o como
había sido con Josie. No había confusión entre necesidad y querer. Necesitaba el
éter que Karina ofrecía. No lo quería de ella.
Esa era la diferencia entre alimentarme de ella y Josie. Lo quería de Josie,
porque la quería, todo de ella, pero no podía hacerle eso.
También, francamente, no me importaba en realidad cuando me alimentaba
de Karina y cuando ella palidecía o cuando ella inmediatamente se excusaba y
apenas llegaba al templo para descansar. Solo sentí el menor atisbo de
remordimiento cuando aparecido anoche y tenía ojeras.
Pero si no me alimentaba de ella, entonces sería de una de las altas y rubias
sacerdotisas, no podía hacer eso.
¿Qué diablos decía eso de mí?
Nada bueno.
Afortunadamente, no necesitaba alimentarme todos los días. Comencé a
reconocer los signos: cansancio, hambre de comida mortal, e irritabilidad. Todas
las señales de que era hora de recargar.
Voló mi mente que nadie había sabido nunca que todo este tiempo esto era
como los dioses mantenían su poder.
Exhalando ásperamente, busqué en el abismo, pero como la vez anterior, no
encontré nada. Frustrado, abrí los ojos. —No puedo encontrarlo.
—Entonces él no debe estar en moviéndose —respondió Basil—. Eso tiene
que ser buenas noticias.

No estaba seguro de eso. El hecho de que Hiperión no estuviera


vagabundeando no significaba que los otros Titanes no lo estuvieran, y Josie…
Ella todavía estaba allí afuera, tal vez incluso todavía en Malibú. O habían ido a
buscar a los otros dos semidioses.
El malestar me llenó, y no tenía nada que ver con el éter. Había una extraña
sensación en el centro de mi pecho. Había estado ahí cuando me desperté. Casi
como cuando entras en una habitación y olvidas algo. No podía quitármelo de
encima.
Algo no se sentía bien.
Empujando mis dedos a través del cabello, entrecerré los ojos mientras
miraba a través de la habitación estrecha y vacía. —Traté de buscar a Apolo esta
mañana. No pude localizarlo tampoco.
—Él debe estar en el Olimpo, Kýrios.
Había renunciado a decirle al bastardo que dejara de llamarme maestro. No
podía aparecerme en el Olimpo. Ya que nunca he estado ahí, no podría buscarlo,
pero conocía los pasadizos que me dejarían entrar. Encontraría uno sería…
interesante.
Y probablemente divertido.
Pero una vez que llegara al Olimpo, no podían impedirme entrar cuando
quisiera, y esos sería aún más divertido.
Levantándome, caminé a través del resto del piso elevado y bajé. Comencé a
cruzar la habitación cuando Basil dijo—: Deberías traerla aquí, Kýrios.
Me detuve antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo.
—Sé que le molesta hablar de ella —continuó Basil con cautela—. Tal vez su
corazón ya no sienta lo mismo por ella, pero incluso si usted ya no quiere estar
con ella, no es seguro que esté allí afuera.
Lentamente, me volví y lo enfrenté. El poder onduló sobre mi piel. —Mis
sentimientos por ella no han cambiado. Nunca cambiarán.
Basil inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Así que todavía le importa
profundamente?
Una parte de mí quería decirle que se ocupara de sus malditos asuntos, pero
no lo hice. —Ella es mi psychi mou. La amo. Siempre la amaré.
Confusión marcó su rostro. —Si ella es su alma, entonces ¿cómo no se
confías a ella? Eso solo puede asegurar la seguridad de ella.
Abrí mi boca para responder, pero me encontré sin palabras. Basil no
entendía. No había sido capaz de detenerme antes. Pero es diferente ahora,
susurró una voz en el fondo de mi mente. Escuchando esa voz, profundizando,
era demasiado arriesgado.
Girándome, salí por la puerta y pasé varios sirvientes que estaban limpiando
el polvo o haciendo cualquier mierda que siempre parecía hacer en muchas
habitaciones. Ellos, por supuesto, prácticamente besaban el suelo cuando se
inclinaban.
Los ignoré y salí. Deteniéndome bajo la sombra, escudriñé el horizonte.
Varias pequeñas embarcaciones flotaban en el mar. Froté una mano contra mi
pecho, bajo mi corazón. Sabía cuál era el problema. Necesitaba saber si Josie
estaba bien. Podría hacer eso sin que ella lo supiera ya que lo había hecho antes.
Podría vigilarla desde lejos.
Después de todo, era un maldito dios.
Podría hacer eso.
Debería haberlo hecho mucho antes, comprobarla después de haberla visto
dormir. Basil tenía razón. No era exactamente seguro, incluso si podía protegerse
a sí misma o si con las personas con las que estaba podía pelar. Pero si la volvía
a ver, ¿podría realmente dejarla otra vez?
Bajando mi mirada, cerré mis ojos y me imaginé su rostro. Una sonrisa se
arrastró por las comisuras de mis labios. Sus rasgos se juntaron rápido y
perfectamente que fue casi como si ella estuviera de pie justo enfrente de mí.
Aferrándome a su imagen, la busqué.
No encontré nada.
—¿Qué diablos? —Abrí mis ojos.
Mi ritmo cardiaco se aceleró, intenté de nuevo, extendiéndome en el vacío,
buscando su huella y allí estaba… nada.
La confusión se elevó rápidamente. Eso no tenía sentido. No importa donde
se encontraba Josie, podía localizarla. Mentalmente retrocediendo hasta el
último lugar donde había estado, la casa de Gabe, me imaginé la casa y me sentí
cambiar.
Un segundo después, estaba de pie en frente de la casa en la que vivía Gabe.
—Demonios —gruñí. Inmediatamente, supe que algo había pasado aquí.
La entrada estaba agrietada, no solo una grieta, sino abierta, creando una
grieta empinada. Mi cabeza se levantó bruscamente y corrí por la grieta, y abrí la
puerta. El chirrido y la caída de las bisagras, estrellándose en el suelo, pero
realmente no lo escuché.
La casa estaba completamente destruida.
Lo que sucedió afuera continuó dentro y no había signos de vida, pero podía
sentirlo, un residuo de poder tan potente que no era de este reino. Había un
revestimiento que no pertenecía a un dios solamente si no a muchos.
Retrocediendo de la destrucción, mis manos se cerraron en puños mientras se
formaban nudos de incomodidad.
Algo ocurrió aquí.
Algo malo.
Y si no podía sentir a Josie, significaba una de dos cosas. Su presencia estaba
siendo bloqueada, protegida contra mí o… o ella ya no estaba en este reino.

Capítulo 13

Me moví cientos de kilómetros, desde la costa de California, más allá de


Badlands, hasta la oficina del decano de la Universidad de Covenant.
Apareciendo en el centro de la habitación, pasaron tres segundos antes de que
los que estaban en la habitación se dieran cuenta que tenían un visitante. Marcus
estaba en la silla detrás del gran escritorio de caoba, reclinado hacia atrás, una
pierna sobre la otra, brazos cruzados sobre su pecho mientras escuchaba a las
personas delante de él.
Deacon estaba sentando.
Luke de pie a su derecha.
Verlos y no encontrar a Solos con ellos era tan equivocado. Ese bastardo no
merecía lo que le pasó.
Marcus fue el primero en verme.
La sangre rápidamente se drenó de su rostro, se levantó de prisa, brillantes
ojos verdes muy abiertos. —Santos Dioses…
Luke se giró y se puso rígido, su expresión congelada mientras se deslizaba a
un lado, bloqueando a Deacon, quien me miraba como si hubiera visto un
fantasma.
Sonreí al no tan sutil movimiento de protección.
—Seth —dijo Deacon respirando, poniéndose de pie—. Simplemente
apareciste… de la nada…
—Sabes, no hay nada más molesto que Apolo o cualquiera de los otros
dioses apareciendo cuando quieran —dije, mi mirada parpadeando sobre ellos
mientras caminaba hacia el escritorio—. Pero tengo que admitir que ser capaz de
hacerlo es bastante malditamente fantástico.
Marcus continuó observando.
Sonreí. —Sí, alerta de spoiler. Ahora soy una espacie de dios. —Hice una
pausa, me incliné hacia a delante, colocando las manos sobre la suave superficie
del escritorio—. ¿No es eso de miedo?
—Sí —dijo él—. Lo es.
Levantando una ceja, me alejé del escritorio y crucé los brazos. Mi mirada se
posó en Luke. —Disculpa por noquearte. Sin ofender.
Un musculo se flexiono en la mandíbula de Luke. —No estoy seguro si debo
aceptar eso o no.
Me encogí de hombros. —Todos pueden relajarse. No estoy aquí para
comenzar una pelea o derrumbar el lugar.
—¿Cómo? —exclamó Deacon—. ¿Cómo estás…?
—Larga historia que no tengo ni el tiempo ni el deseo de explicar. —Por el
rabillo del ojo, vi a Marcus sentarse lentamente. O sus piernas cedieron. Una de
las dos—. No estoy planeando quedarme.
—Por supuesto que no —respondió Marcus.
Fruncí el ceño ligeramente. —Fui a la casa en Malibú. Lucía como si alguna
loca mierda se hubiera venido abajo.
Había sombras oscuras debajo de los ojos normalmente plateados de Deacon.
—Um, sí. Al parecer se suponía que nunca matáramos al Titán.
—Oh, ¿en serio? —murmuré secamente, usando mi tono “me importa un
carajo”.
—Matar a Atlas causó algunos terremotos importantes —explicó Luke, con
el ceño fruncido—. ¿No lo sabías?
Levanté una ceja.
—También perforó un agujero directamente en el Tártaro —agregó Deacon,
apoyado en el respaldo de la silla—. Daimons escaparon directamente a la sala
de Gable. Fue como una escena de una película de terror.
Mi estómago se retorció. —¿Qué?
—Peleamos contra ellos hasta que Hades y sus hombres vinieron tras ellos.
—Luke pasó los dedos a través de su cabello—. Luego Apolo apareció. Las
cosas se pusieron…
—¿Qué? —repetí, el terror incrementándose.
Una rara forma de ira brilló en el rostro de Deacon mientras me miraba
fijamente. —No estuviste ahí. ¿Cómo no podrías estar ahí?
Mi columna se tensó ante el significado de sus palabras. Cuando hablé, mi
voz fue mortalmente suave. —Me agradas, Deacon. Siempre lo has hecho, así
que voy a decir esto una vez solo una vez. Tenía que irme.
—Pero ahora estas aquí —dijo, sus pálidas mejillas encendiéndose.
—Deacon —advirtió Luke, tocando su hombro.
—No. —Deacon retiró la mano de Luke—. Josie te defendió, te defendió
después de que nos dejaras, la dejaste a ella. Te defendió ante Alex y Aiden,
quienes estaban asustados porque te habías convertido en el malvado Seth, el
demonio dispuesto a matar a todos.
Estreché los ojos.
—Te defendió ante su padre, Apolo, cuando apareció y comenzó a hablar
basura sobre ti. Ella te respaldó —continuó Deacon, sus manos en puños a los
costados—. Y tú no estuviste ahí.
Ira se elevó en mí y culpa golpeó cuando estallé. —No podía estar allí, cerca
de ella, Deacon. Fue por su seguridad.
—¿Seguridad? —Su risa era áspera y tan distinta a Deacon.
Akasha se removió dentro de mí, y empujé ante la necesidad de sacarlo. Me
agradaba Deacon y realmente no quería lanzarlo a través de la ventana. —Mira,
estoy aquí para asegurarme que ella está bien debido a que no puedo… no puedo
sentirla. Eso es todo.
La boca de Deacon cayó abierta.
Detrás del escritorio, Marcus cerró brevemente los ojos. —No lo sabes.
—Mierda —murmuró Luke.
Mientras los miraba, inquietud fluía por mis venas como ácido de batería. —
¿No sé qué?
Deacon me miró fijamente, pero fue Luke el que dijo—: Después de
encargarnos de los daimons, Apolo le dijo Josie que su madre había muerto junto
con sus abuelos.
—No. —Incredulidad me inundó—. Apolo dijo… —Me detuve, de repente
entendiendo—. Apolo le mintió todo este tiempo.
Luke asintió. —Josie perdió la razón. Liberó una explosión de akasha,
pateándonos el culo a Alex, Aiden y a mí. Apolo desapareció en ese momento.
Una torcida sonrisa tiró de mis labios. Esa es mi chica.
Pero mi chica estaba sufriendo. Dioses, tenía que estar sufriendo
profundamente, porque siempre creyó que volvería a ver a su mamá, una vez que
todo se asentara. Incluso planeó presentarnos. Planificar era una cosa tan mortal,
pero era Josie, mi Josie. Una poderosa semidiosa, pero aun así muy mortal. La
urgencia de buscarla, ofrecerle el confort que yo sabía necesitaba tanto, me
golpeó duro, pero Josie ya no era mi chica.
Sin embrago, algo no encajaba. Apolo diciéndole la verdad sobre su madre
no explicaba porque no podía sentirla.
—Eso no es todo. —Marcus colocó las manos sobre el escritorio—. No
deberías estar aquí. Seth, deberías estar en casa.
Desdoblé los brazos, mi ceño fruncido aumentando. —¿Casa?
—Las islas —explicó Luke—. Josie pensó que podrías regresar a las Islas
donde creciste. Eso era lo que estaba planeando hacer. Ella…
—¿Fue a Andros? —Sorpresa contuvo mi respiración. ¿Cómo demonios
descubrió a dónde fui? Le mencioné las islas solo una par de veces.
Porque te ama, susurró esa misma voz en el fondo de mis pensamientos, y
estaba cien por ciento en lo cierto. Porque ella me amaba, sabía lo suficiente de
mí para descubrir que cual sería mi siguiente paso, e iría por mí.
Necesitaba regresar. Dioses, si ella aparecía y Basil la encontraba, si veía los
templos y conocía a Karina y… sentí mi forma comenzando a desaparecer.
—Seth, espera. —Los ojos de Deacon muy abiertos mientras me llamaba—.
Josie no lo logró.
Me detuve. Mi corazón. Pulmones. Todo se detuvo, excepto la tierra, porque
esta se sintió como que se había movido bajo mis pies. —¿Qué quieres decir con
eso?
—Hiperión vino tras ella. —La mandíbula de Luke estaba apretada—.
Dejamos la casa de Gable y nos mudamos a una de las casas de su familia así
podíamos tener tiempo para planear lo que todo el mundo iba a hacer. Josie
estaba afuera con Alex. Lucharon contra Hiperión, Aiden salió, pero se la llevó.
Los bordes de la habitación comenzaron a difuminarse y volverse blancos. —
¿Hiperión la tiene?
Deacon levantó la barbilla. —Él la tiene y… la ha tenido durante casi nueve
días.
Nueve días.
Hiperión ha tenido a Josie durante nueve días.
Terror explotó en mi pecho mientras furia ardió en mis venas. Él tenía a
Josie.
Marcus estaba de pie de nuevo. —Alex y Aiden fueron a buscarte, Seth. Se
dirigen a las islas.
Ya estaba a medio camino de marcharme cuando escuche a Deacon decir—:
Deberías haber estado aquí.

* * * *
Nada.
No podía sentir una maldita cosa.
No había rastro de Josie, ni de los Titanes. Pánico se clavó profundo en mi
pecho. No había dónde buscar, ni dónde comenzar.
Él la ha tenido por nueve días.
Mi estómago se retorció, y pensé que había una buena probabilidad de que
estuviera enfermo mientras me paraba en la arena, a varios metros del océano
que se movía suavemente.
No había nada que detuviera el flujo constante de imágenes fluyendo a través
de mis pensamientos, invadiendo cada segundo. Ellos la tenían, y sabía lo que le
estaban haciendo.
Nueve días.
No estuviste ahí para ella.
No lo estuve.
No cuando se enteró que su madre estaba muerta, y no cuando Hiperión vino
por ella. Si hubiese estado ahí, podría haberla consolado. La habría hecho
olvidar toda la angustia y dolor. Si hubiese estado ahí, podría haber detenido a
Hiperión.
Si me hubiera quedado unos días, Josie estaría seguramente escondida aquí,
porque ahora, cuando ya no importaba, era claro que Basil y Karina tenían razón.
El único lugar en el que Josie habría estado segura de los titanes sería aquí,
conmigo.
—Mierda —escupí. Centrándome una vez más, buscándola, para nada, y
todavía nada.
Girando, la furia me golpeó. Rugí cuando un rayo de akasha se estrelló
contra un árbol a medio camino del acantilado. ¿Quién sabía cuánto tiempo el
árbol había estado arraigado a la ladera rocosa? Probablemente siglos, si no más,
soportando fuertes vientos, aguaceros y deslizamientos de tierra.
Akasha derribó al árbol en un segundo.
Esto no podía estar pasando.
Yo era un dios, era el Asesino de Dioses, y de acuerdo con Ewan, el ninfa,
Basil y Karina, era el Designado Dios de la Muerte y la Vida.
Yo era jodidamente absoluto.
Y aquí estaba de pie, volando árboles, y no podía hacer nada para ayudar a
Josie.
Rayos agrietaron el cielo y el aire crepitó mientras oscuras y tumultuosas
nubes aparecían, borrando el sol. Emociones turbulentas tronaron dentro de mí y
hacia el entorno que me rodeaba.
Caminando de un lado a otro, arrastré una mano por mi cabello, sujetándome
la nuca. Tenía que encontrarla. Ahora. Deteniéndome, busqué los cielos. Había
estado aquí durante horas, tratando de averiguar el paradero de Josie, y cuando
eso no funcionó, traté de llamar a Apolo y no respondió. ¿Cómo su padre no
sabía?
¿Cómo yo podía amarla y no saber que fue capturada?
¿Cómo yo era mejor que Apolo?
No lo era.
Esa era una maldita y triste verdad. Le mentí. La puse en peligro. La dejé. No
la protegí. De alguna manera, yo era peor que su padre, porque al menos él
nunca se acercó a ella, nunca dio un segundo de fe a Josie. Ella no había estado
planeando invadir el Olimpo para reconectarse con su padre. Josie planeó cruzar
océanos para estar a mi lado, y yo la dejé. Ahora no importaba que eso hubiera
sido lo correcto.
Deteniéndome, me volví hacia el océano y exhalé con entrecortadamente.
Miedo e ira luchaban con la culpa. Un rayo de luz iluminó el cielo una vez más.
Sentí la presencia de Basil. —No deberías estar cerca de mí ahora mismo.
Basil, por supuesto, no se alejó de mí. —Todos están preocupados. Temen
que algo anda mal.
—Algo está mal. —Me volví, encontrando a Basil de pie justo encima de la
arena, al final de las escaleras que conducían hasta el acantilado—. Hiperión
tiene a Josie.
Sus ojos se abrieron como platos. —Yo… no sé qué decir.
—No puedo encontrarla. No puedo sentirla en absoluto.
Simpatía y preocupación parpadearon en su rostro. —Debe haber algo que
nosotros podamos hacer, Kýrios.
Lo que yo podía haber hecho era lo que ya debería haber hecho. Ese era el
problema.
Una sacerdotisa apreció al final del acantilado, su largo cabello rubio a su
alrededor en el viento. Era que la expulsé de mi dormitorio. Mantuvo la barbilla
y miraba baja cuando habló—: Un vehículo se acerca a la puerta norte, Kýrios.
Teniendo una buena idea de quien estaba en el vehículo, me moví de la orilla
hacia fuera de las impenetrables puertas de titanio que bloqueaban la entrada a la
casa.
Un elegante Mercedes de color negro con ventanas tintadas se detuvo
repentinamente a varios metros delante de mí. El ronroneo del motor se calmó, y
un momento después, el pasajero y conductor abrieron las puertas.
Maldición.
Alex y Aiden estaban aquí.

* * * *
Josie
Agua fría goteaba y bajaba por mi frente. Agua. Agua. Parpadeando con los
ojos como platos, ciegamente giré la cabeza. Agua chocó en mis secos labios.
Abrí la boca e inmediatamente me atraganté. El agua sabía a huevos podridos,
pero mi garganta ardía. Estaba tan sedienta. Tomé las diminutas gotas del
repugnante líquido hasta que mi estómago se revolvió.
Dando una superficial respiración, rodé sobre mi costado. Estaba de regreso
en la celda, y no tenía idea de cuánto tiempo había pasado desde que Cronos se
había alimentado. Me tensé cuando una réplica de dolor se extendió por mi
cuerpo, quemando hueso y tejido.
Creo… creo que él tomó demasiado.
Mis manos y brazos temblaban incontrolablemente mientras miraba
fijamente la sombría celda. Un ligero hilo de luz fluía delante la pequeña
ventana. En la esquina, cerca de la puerta, creí haber visto algo corriendo por el
suelo.
No sentí miedo o angustia mientras estaba tendida allí. Antes, la mera idea de
estar en la misma habitación que un ratón me tenía a segundos de gritar, ¿ahora?
Solo… no podía reunir la energía para estar asustada.
No sentía mucho de nada.
Nada.
Todo… todo había desaparecido. Eso era. Lo entendía ahora. Así era como
iba a terminar para mí, porque realmente, realmente no pensaba que sobreviviría
a otra alimentación con Cronos.
U otro uno contra uno con Hiperión.
Esperaba… esperaba encontrar una salida de esto, al terminar de alimentar a
Cronos. La voluntad de seguir luchando, seguir existiendo, se había ir por la
ventana. Estaba débil… estaba débil, pero… ya no podía hacer esto, y… solo
quería ver a mi mamá y a mis abuelos. Eso era todo lo que quería.
Pisadas sonaron afuera, atrayendo mi cansada mirada. Un segundo pasó la
puerta crujió abierta. No era Hiperión o Cronos.
Era Perses.
Una sosa y distante parte de mí se preguntaba qué estaba haciendo él aquí.
Nunca había venido antes por lo que yo sabía.
Sus pies descalzos de detuvieron a pocos metros de mí. —No voy a
lastimarte.
No le creí. Ni por un segundo.
Perses se arrodilló frente a mí. Sus fríos dedos presionaron debajo mi
barbilla, forzando mi cabeza hacia atrás. —Bueno, estas despierta. ¿Puedes
ponerte en pie?
Una gran parte de mi quería ignorar su pregunta, pero me moví un par de
centímetros. Arrastrando una poco profunda y seca respiración, puse las manos
en la tierra y me empujé hacia arriba.
—Interesante —dijo Perses, levantándose—. Estaba comenzando a
preguntarme si estabas muerta.
—Todavía no —dije, poniendo las piernas debajo de mí. Me levanté y
balanceé. Espera… ¿me balanceé o la habitación oscilaba?
Pensé haber dado un paso hacia adelante, pero eso no fue lo que paso. Mi
rodilla derecha cedió y luego la izquierda le siguió. Golpeé el suelo, pero no
sentí el impacto.
—Demonios —murmuró Perses cuando su mirada recorrió donde había
caído. Su rostro se desdibujo dentro y fuera mientras lo miraba fijamente—.
Estás peor de lo que esperaba.
Una parte de mi quería reír. ¿Qué esperaba? ¿Honestamente? Pero la risa
nunca llegó. Aire chillaba dentro y fuera de mis pulmones mientras puntos
negros llenaban mi visión. No podía conseguir dar suficiente oxígeno a mis
pulmones. Mis músculos se apretaron dolorosamente, y el latido del corazón
tartamudeaba. Algo… algo está muy mal con mi cuerpo. Como si se estuviera
apagando y no hubiese nada para detenerlo.
La última cosa que escuchar antes que la oscuridad me rodeara fue a Perses
suspirando y diciendo—: Él va a estar tan enojado.

Capítulo 14

Seth
—Así que, ¿es verdad? —Aiden acechó alrededor del frente del Benz,
apareciendo para pararse y así bloquear a Alex—. Eres un dios.
En cualquier otro momento, me habría reído por su oh tan obvio acto
protector, pero no había ni una onza de humor dentro de mí. Solo existía mi ira y
terror por Josie. —¿Cómo dejaste que esto ocurriera?
Aiden se puso tieso, como si su columna hubiera sido vaciada y reemplazada
con acero. —¿Cómo pudimos dejar que esto ocurriera? ¿En dónde demonios
estabas tú?
—Traté de detenerlo. —Alex salió de detrás de Aiden, y finalmente conseguí
un buen vistazo de ella. Un moretón desvanecido cubría el lado de su rostro.
Esos moretones continuaban hacia abajo por su brazo derecho—. Al igual que
Aiden. Él salió de la nada y no estábamos preparados. Todos estábamos
exhaustos y... —Se interrumpió. Cuando habló de nuevo, su voz estaba ahogada
—. Peleamos con él, Seth. Hicimos todo lo que pudimos para evitar que tomara
a Josie, pero no pudimos detenerlo.
—Él hubiera matado a Alex. —La voz de Aiden fue dura—. Él iba a
matarnos a todos.
Exhalando duramente, sabía que mi ira con ellos era poco irracional e
inapropiada, porque estaba molesto conmigo mismo, y sabía quién era el
verdadero culpable. Mi mirada volteó de regreso a Alex. —¿Estás bien?
Ella asintió mientras se acercaba, deteniéndose a varios pasos de mí. Su
mirada deambuló sobre mí. —No luces diferente de ninguna forma. —Sus cejas
se arrugaron—. Quiero decir, si eres un dios ahora, ¿no lucirías más... no lo sé,
divino?
—Creo que siempre lucí divino.
Alex resopló.
Detrás de ella, Aiden rodó sus ojos. —¿Podemos hablar?
Caminando a un lado, agité mi mano y las pesadas puertas se abrieron en
silencio. —Te encontraré allí dentro.
Aiden abrió su boca para responder, pero me guie a la habitación de
recepción, una gran habitación a la derecha de lo que, ahora suponía, era el salón
del trono.
Basil apareció como un espectro. —¿Tenemos invitados?
—Sí. Alex y Aiden. —Caminé hacia el pequeño refrigerador bajo el gabinete
de licor bien usado, y agarré una botella de agua fría—. ¿Supongo que sabes
quiénes son?
Él asintió —Por supuesto, Kýrios.
—¿Podrías dejar esa cosa de “Kýrios” por un rato?
—Por supuesto, Kýrios —respondió, y sabía que yo estaba hablándole a la
pared.
Basil giró, y un par de minutos más tarde, escoltó a la pareja conmocionada a
la habitación.
—¿Quieren algo de beber? —pregunté, señalando el área del gabinete—.
Sírvanse.
La boca de Alex se movió sin palabras, y luego se dejó caer en una enorme
silla, su rostro con forma de corazón estaba pálido. —¿Se supone que nosotros,
como que, nos inclinemos frente a ti ahora?
Tosí una áspera risa. —Aunque encuentre eso simplemente entretenido... —
Haciendo una pausa, disparé una mirada apuntando en dirección de Aiden—. No
hagamos eso.
Aiden puso sus manos sobre el respaldo de la silla en la que Alex estaba
sentada, y luego se inclinó hacia adelante. —¿Cómo es esto posible?
Incluso aunque esta era la última cosa de la que quería hablar, sabía que no
iríamos a ningún sitio hasta que les diera las noticias de Dioses Designados para
Tontos. Lo hice, solo dejando fuera la cosa completa de la alimentación. No
entenderían lo que yo apenas entendía.
Alex continuó mirando fijamente. —Santa mierda, Seth.
—Sí —murmuré, tomando un trago de agua—. Es lo mismo que siento, pero
ahora mismo, estoy más preocupado por... por Josie.
—Oímos que fuiste a la Universidad para revisar a Josie y así es como lo
descubriste. —Aiden se movió, sentándose en el brazo de la silla. Fue entonces
que noté que ambos estaban vestidos como centinelas: pantalones tácticos
negros, camisetas negras. Ellos podrían ser asesinados, hacer tratos, volverse
semidioses; pero aun así eran centinelas—. Deacon y Marcus llamaron —
explicó Aiden—. Nos dijeron que eras un dios y que no tenías idea de que
Hiperión había tomado a Josie.
—Había intentado percibirla, pero no pude. —Cuando ambos me dieron
miradas en blanco, suspiré—. Es como soy capaz de moverme de un lugar al
siguiente. Es lo que hace Apolo y los otros dioses, cómo aparecen y desaparecen.
Tienes que conocer el sitio o la persona, pero no puedo percibirla, o a alguno de
los Titanes.
Aiden frotó una mano a través de su pecho. —Hicimos que Gable regresara a
la Universidad, así él estará a salvo. Deacon y Luke están yendo a intentar
localizar al semidiós en Thunder Bay. Luego, nos dirigimos aquí. Tuve un poco
de dificultad para encontrarte.
—Recuerdo que mencionaste toda la cosa de Andros y mi apellido. —Alex
dobló un mechón de su cabello negro—. Pero llegamos aquí tan pronto como
pudimos, para decirte sobre Josie. Cuando te fuiste... —Alex se fue apagando.
—¿Te refieres a después de que me volví inconsciente y me encerraron en la
habitación del pánico? —terminé por ella.
Ella lució impenitente. —Como si no entendieras por qué hicimos eso. No
sabíamos con lo que estábamos lidiando. No teníamos idea de que podrías
volverte el Asesino de Dioses o que no ibas a ponerte psicótico con nosotros.
¡Hola! Así es como sucedió en el pasado.
—Touché —murmuré.
—Josie estaba planeando venir...
—Lo sé —la corté, disgustado conmigo mismo, por todo esto—. Sé lo que
planeaba hacer, y sé que no debí haberme ido. Pensé que, después de destruir a
Atlas, él permanecería tranquilo por un tiempo. Así yo tendría tiempo para
encontrarlos y destruirlos.
Alex inclinó su cabeza a un lado, sus cejas arrugándose. —No fue tu culpa,
Seth.
Sacudí la cabeza mientras ponía el agua en el gabinete. —Lo fue. Pude haber
detenido a Hiperión. —Mi mano se apretó en un puño—. Y lo mataré por esto. A
todos.
—Bueno —pronunció Aiden lentamente—. Supuestamente, no se suponía
que los matáramos. Tiene ciertas repercusiones. Apolo no estuvo demasiado
complacido de que sacaras a Atlas.
—Me importa una mierda —gruñí, mi piel comenzando a picar con
impaciencia—. Y me importa mucho menos que una mierda cuando llegue a
Apolo.
Aiden cambió sabiamente el tema. —Así que, ¿cuál es el plan? Y antes de
que siquiera intentes decir que no necesitas nuestra ayuda, vas a tener nuestra
ayuda.
—Josie es una de nosotros —intervino Alex—. No la conozco muy bien,
obviamente, pero me agrada y quiero que esté a salvo. —Su mirada buscó la mía
—. Necesitamos ayudar.
Aprecié su disposición. —No estoy seguro de cómo pueden ayudar cuando
yo no puedo hacer una maldita cosa. Continúo buscándola, pero no obtengo
resultados.
—Tiene que haber una forma. —Aiden se paró, ampliando su postura.
Caminando al muro de cristal con vista al océano, empujé el floreciente
pánico que gritaba, ¿y qué si nunca la encontraba? Me enfoqué. —Apolo y
Hércules no podían percibir a los otros semidioses desaparecidos. Obviamente,
donde sea que los hayan tenido, es donde deben tener a Josie.
—De acuerdo. Entonces, allí tiene que haber algo —repitió Aiden, sus ojos
plateados destellando—. Alex y yo hemos llevado esto de un lado a otro hasta
llegar aquí.
—Fue un viaje largo —dijo ella secamente, y supe que allí había una historia,
pero no me importaba lo suficiente para preguntarles y profundizar—. Así que
tuvimos mucho tiempo para pensar sobre esto.
Más tiempo del que yo tuve, ya que había estado ocupado bebiendo hasta
volverme estúpido y luego, finalmente, enterarme de lo que hice. Vergüenza era
mi segundo nombre.
—Los Titanes necesitan éter para recuperar sus fuerzas, ¿correcto? —expresó
Aiden—. Tener dos semidioses e incluso a Josie no puede ser suficiente para seis
Titanes; siete, hasta que eliminaste a Atlas. Eso no puede ser suficiente. Así que
la siguiente mejor opción serían los puros.
Viendo hacia donde él estaba yendo con esto, me giré. —Si podemos
encontrar un grupo de puros desaparecidos, entonces estaríamos más cerca de
donde están los Titanes.
Alex asintió. —A menos que ellos estén tomando puros de distintos lugares,
entonces estaríamos de regreso en la línea de salida, pero podemos esperar a que
no sean lo suficientemente listos o que hayan agarrado a más de lo normal.
—Ya hicimos un par de llamadas a uno de los guardias que conozco, que
protege comunidades de puros —dijo Aiden—. Espero oír algo pronto.
Debí haber estado aliviado de que, al menos, teníamos un sitio desde el cual
partir, pero cada músculo en mi cuerpo estaba tenso, porque ¿y si...? ¿Y si
estábamos demasiado retrasados?
¿Y si yo estaba demasiado retrasado?

* * * *
La noche cayó. No tenía idea de dónde estaban Alex y Aiden. La última vez
que me fijé, habían sido detenidos por sacerdotes y sacerdotisas que habían visto
fuera del templo después de la cena. Ahora la casa estaba tranquila, como el
océano. Todo lo que tenía eran mis pensamientos, y ellos estaban llenos de Josie.
Intenté percibirla como lo había estado haciendo todo el día, una y otra vez.
Solo había pasado un día desde que había descubierto que Josie había sido
secuestrada, pero se sentía como una maldita eternidad no saber qué le estaba
ocurriendo, no saber por lo que estaba pasando.
Frotando mi rostro, cerré los ojos. Si no recibíamos una respuesta del guardia
que Aiden había contactado...
—¿Seth?
Bajando mi mano, volteé. Alex salió al balcón. Se había cambiado a unos
vaqueros y una camiseta suelta. Por un minuto, lució como cualquier mortal de
allá afuera.
—Es hermoso aquí —dijo, su mirada saltando de mí al oscuro océano—. ¿Y
tú, realmente, creciste aquí?
No respondí, mientras ella caminaba hacia la barandilla y levantaba su rostro,
cerrando sus ojos a la brisa dulcemente perfumada.
—¿Cómo estás? —preguntó.
Sonriendo irónicamente, me incliné hacia atrás contra la cálida pared de
arenisca. —Quiero explotar la mierda.
Ella me dio una suave risa. —Es entendible. —Hubo una pausa, y luego bajó
su barbilla y abrió sus ojos—. Eres un dios, Seth; y no quiero decir algo
estúpido, pero eres un dios real.
—Bizarro, ¿cierto?
Sus ojos se ampliaron. —Jodida y realmente bizarro. Estuvimos hablando
con, um, Basil; ¿ese es su nombre? Sí. Basil. Parece realmente agradable.
—Él está bien.
Mirando sobre su hombro hacia el umbral abierto, pasó un momento antes de
que se encontrara con mi mirada de nuevo. —¿Puedo sacarte algo?
—Si te digo que no, ¿haría alguna diferencia?
Una rápida sonrisa brilló a través de su rostro, y por un momento, vi nuestro
pasado justo frente a mis ojos: todo lo bueno y lo malo. Yo había estado allí para
Alex cuando Caleb murió, pero también la engañé muchas veces. La usé para
vitalizarme antes de que ella despertara. Sí, mi cabeza había sido lavada un poco,
pero eso no era una excusa. Al final, haría lo necesario por Alex; por Alex y
Aiden, pero eso no lavaba mis manos.
Algunas veces, tenía momentos difíciles creyendo que Alex realmente estaba
de pie frente a mí y no intentaba golpearme en la garganta.
La mirada de Alex encontró la mía. —Dijiste que querías explotar esta cosa,
pero no quieres.
—Exploté un árbol más temprano.
Sus cejas se elevaron. —Pero el Seth que conocí hubiera llegado más lejos,
volando más que sólo un árbol —dijo ella—. Luces como el mismo, pero un
infierno más calmado.
No me sentía calmado.
—Ser un dios podría tener un raro... efecto zen sobre ti. —Hizo una pausa—.
Así que voy a hacerte otra pregunta. ¿Por qué te fuiste?
Mis hombros se tensaron.
—Tengo que preguntar. —Ella se estiró, retorciendo su cabello en una
cuerda, recordándome tanto a lo que Josie hacía cuando estaba nerviosa, por lo
que tuve que alejar la mirada por un momento—. Quiero decir, obviamente, no
estás fuera de control. No estás corriendo por allí, haciendo cosas malas. —Su
nariz se arrugó—. Como dije, realmente estás más calmado que nunca.
Mi mandíbula se apretó.
—Y cuando te fuiste, no heriste a nadie. Sí, noqueaste a Gable y Luke, pero
ambos sabemos que podía haber terminado peor. Esperábamos que hicieras algo
peor.
—Gracias por el voto de confianza.
Ella ignoró eso. —Pero te fuiste antes de ver a Josie. Eso, justo allí, es una
señal de que estás bien. Bueno... —Sus labios se arrugaron—. Bien para tus
estándares.
Le disparé una mirada graciosa.
—Y voy a ser honesta. Enviamos a Herc a conseguir que Apolo encontrara
una forma de mantenerte encerrado. Josie quería encontrarte de cualquier forma
y estar allí para ti, y peleó por ti. Quiero decir...
—No lo entiendes, Alex. —Me alejé de la pared—. O quizás, si piensas
sobre eso, lo entenderías. Tú, de todas las personas, deberías entender.
Se encogió. —Seth...
—Cuando sucedió, supe que algo era enormemente diferente en mí, sentí lo
que estaba sintiendo, no sabía de lo que era capaz. Me fui porque quise
mantenerla a salvo, porque no podría vivir conmigo mismo si la lastimaba.
Inclinó su cabeza hacia atrás, encontrando mi mirada. —Pero, ¿ahora? Una
vez que la recuperes, ¿qué harás?
La miré un momento, y luego sacudí mi cabeza. Volteé de regreso al océano.
—Es tarde, Alex, y de repente me encuentro con un caso de terminar con la
mierda.
—Realmente me gustaría golpearte ahora mismo.
—Haz la fila —murmuré.
Ella estuvo tranquila por completo durante cinco segundos. —Lo siento.
Realmente lo hago. ¿Por lo que estás pasando? Ni siquiera puedo imaginarlo.
Presionando mis labios, no dije nada, lo que funcionó perfectamente porque,
cuando vi sobre mi hombro, vi a Aiden de pie en el umbral.
—Oye. —Él caminó hacia Alex, envolviendo un brazo alrededor de sus
hombros. La arrastró a su lado—. ¿Por qué no vas a la cama? Me uniré a ti en un
rato.
Alex dudó, porque ella raramente, alguna vez, hacía lo que se le pedía, o
siquiera sugería. Así que casi caigo al suelo cuando dijo—: De acuerdo.
Obviamente, yo no era el único más calmado ahora.
Después de un rápido beso, Alex me saludó con la mano para despedirse y se
deslizó de nuevo por el umbral. Vi que Basil estaba esperando en el umbral y
retrocedió, uniéndose a ella de inmediato. Probablemente, él estaba amando el
hecho de que hubieran invitados en la casa.
—Escogimos el dormitorio del tercer piso, el que tiene vista al océano —dijo
Aiden, acercándose para unirse a mí en el barandal—. ¿Ese está bien?
—Bien para mí. Solo hay unos miles de dormitorios desocupados en este
lugar.
—¿Esta es la casa en la que creciste?
Asentí. —Hasta que fui enviado al Covenant de Inglaterra.
—Entonces, ¿tienes un templo en el patio?
Mis labios se inclinaron a un lado. —No. Eso parece ser una adición más
reciente.
Cruzó sus brazos sobre el barandal y se inclinó contra él. —Sin embargo,
este es un sitio bonito.
Elevando una ceja, me pregunté qué demonios estaba haciendo Aiden aquí
fuera. Las cosas habían cambiado entre todos nosotros. Sí, cedí mi vida después
de la muerte así él podría tener la inmortalidad. Obviamente, yo no estaba
apuntando a Alex. Habíamos trabajado juntos varias veces, pero no nos
agradábamos entre sí, y sabía que, en lo profundo, Aiden no me había perdonado
por muchas cosas. No podía culparlo por eso. —Alex me dijo que ambos me
querían mantener encerrado después de lo que sucedió con Atlas.
—¿Nos culpas?
—Nah. —Lo miré—. ¿Tienes una razón para deambular por aquí?
—Quizás.
—Así que, ¿por qué no simplemente lo dices?
Aiden rio en voz baja, pero la apenas visible sonrisa desapareció cuando me
observó. —Sé por lo que estás pasando en este momento.
—¿En serio?
—Sí, lo sé. —Su mirada era firme—. Cuando ella estaba conectada a ti, era
como si hubiese estado perdida para mí. Una persona totalmente diferente. Fue
duro atravesar por eso, pero no fue lo peor. ¿Cuándo fue apuñalada y, realmente,
murió en mis brazos y no había nada que yo pudiera hacer? La sostuve y miré su
sangre, toda encima de mí y en el suelo.
Un músculo comenzó a palpitar en mi mandíbula de nuevo.
—Entonces, ¿cuándo Alex se enfrentó con Ares, y yo podía oír cada cosa que
él le hacía pero no podía llegar allí para ayudarla? Nunca me sentí más... más
jodidamente inútil en mi vida. Cada parte de mí estaba llena de ira, pero el terror
me consumió cuando finalmente entré en esa habitación y ella se había ido,
llevada al Olimpo para sanar. Me paralicé por ese terror. Y no creo que necesite
explicar cómo me sentí cuando murió en tus brazos y pensé que nunca la vería
de nuevo.
Temblé un poco.
—Así que, sí, entiendo lo que estás sintiendo. Sé que cada segundo se siente
como una hora y cada hora se siente como un año. Entiendo que sientas que
debiste hacer algo, cualquier cosa para recuperarla, pero al mismo tiempo
sabiendo que no hay nada que puedas hacer. —Exhaló pesadamente mientras se
enderezaba—. Aún no me agradas.
Reí por eso.
—Pero no deseo a nadie lo que estás pasando —añadió él, volteando hacia
mí—. Vamos a recuperarla.
—Lo sé. —Y con gusto quemaría cada ciudad para recuperarla.
Aiden me palmeó en el hombro. —Tan pronto como oiga algo de los
guardias, serás el primero en saberlo.
—Gracias. —La palabra era más fácil de decir que antes.
—Descansa un poco. —Retrocedió—. O al menos inténtalo.
Asentí, pero tan pronto como salió del balcón, cerré los ojos y busqué a Josie.
No habría descanso esta noche. Mañana... mañana necesitaría alimentarme, pero
eso no era algo en lo que realmente quería pensar justo en ese momento. El vacío
se abrió y no esperaba... ¡Santa mierda! ¡Allí! Sentí a Josie, sentí su ser, y pude
capturar la esencia de pino y suelo fértil como si estuviera de pie en el bosque,
en lugar de junto al océano. Vi su huella, y sabía que podría aferrarme a ella.
—Aiden. —Giré, con los ojos amplios—. La siento.
—¿Qué? —Se volteó—. ¿Josie?
—Sí. La siento. Santa mierda, la siento. Ella está allí. —Fue como una flama
encendiéndose dentro de mí, saliendo de mí—. Necesito ir.
—Espera. —Aiden se apresuró en regresar—. Llévame contigo. Puedes
hacer eso, ¿cierto? Podría ser una trampa. Lo sabes.
Supuse que podría serlo. Si era una trampa, explotaría a cada uno de ellos,
pero tenía que ser inteligente con esto. Podría usar a Aiden. —Si llegamos a
entrar en una pelea, tú ve a ella. Sácala de allí. Ve a cualquier parte. Los
encontraré y los traeré de regreso aquí.
Él me dio un asentimiento cortante.
Envolviendo mi mano alrededor de su brazo, encontré la huella de ella de
nuevo, y luego nos transporté a donde ella estaba, llevando a Aiden junto
conmigo. Solo tomó segundos movernos del balcón y descubrir que,
obviamente, estábamos en el otro lado del mundo, bajo un follaje de gruesos
olmos que bloqueaban la luz del día.
—Santo infierno —gruñó Aiden, tropezando hacia atrás—. Eso no se siente
bien.
Avancé, escaneando los árboles y el suelo mientras mi corazón martilleaba en
mi pecho. Sensaciones estaban disparándose de derecha e izquierda. No
estábamos solos. Había alguien muy poderoso aquí que no era Josie.
Aproximándome a un árbol cubierto de musgo que había sido cortado por el
tronco y había caído, escaneé el área y mantuve todos mis sentidos en alerta
máxima.
Mis rodillas se debilitaron, y joder, estaba a punto de comer tierra mientras
me tambaleaba hacia delante.
La vi.
Vi a Josie.
Ella estaba acostada sobre su lado, de espaldas a mí. Su cabello era un
desastre enredado y la espalda de su camisa estaba cubierta por completo de
suciedad. Estaba quieta, demasiado quieta.
—¿Josie? —Mi voz se rompió, realmente se agrietó cuando dije su nombre.
Sin movimientos. Ni siquiera una sacudida.
Golpeando una mano sobre el árbol caído, salté sobre él y aterricé de
cuclillas junto a ella. Puse mi mano sobre su brazo. Su piel estaba fría. Comencé
a decir su nombre de nuevo, pero no pude encontrar mi voz.
Con cuidado, la acomodé sobre su espalda, cepillando gentilmente a un lado
los mechones de cabello pegados a su cara, y yo... olvidé como respirar.
En ese momento, supe dos cosas. Definitivamente tenía corazón. Estaba allí,
en mi pecho, y sabía que un corazón realmente se podía romper, porque el mío
se quebró en abruptos pedazos.
—Josie —susurré, su nombre doloroso y quebradizo.
Moretones de todos los colores manchaban su pálido rostro. Una violenta
contusión púrpura cubría su mejilla derecha y ojo. La piel estaba hinchada, y
dudé que pudiera abrir el ojo si estuviera despierta. Otro moretón azul profundo
dañaba su frente. Sus labios estaban agrietados, el inferior cortado. Sangre seca
en su sien. Mi mirada se arrastró sobre ella. Moretones a lo largo de su cuello.
Huellas de manos claramente marcando su piel. Marcas de mordidas. Incluso sus
pies estaban arañados y cubiertos con sangre. Cada pedazo de piel a la vista
había sido dañado.
Pero estaba viva.
Eso era lo que sabía, porque su pecho se elevaba con respiraciones
superficiales y desiguales.
—¿Está bien? —gritó Aiden desde algún lugar cercano, mientras notaba que
había dos delgadas bandas cobrizas-doradas sobre sus muñecas que no había
visto antes.
Traté de hablar de nuevo, pero tuve que aclarar mi garganta. —No lo creo.
Aiden murmuró una maldición.
Deslizando una mano bajo su cuerpo, hice una mueca de dolor cuando ella
lloriqueó. Una cegadora e intensa rabia ardiente me llenó, una furia primitiva
que rogaba por ser liberada. La esencia de ozono quemado llenó el bosque
mientras la recogía a ella en mis brazos. —Aiden —le advertí, levantándome a
prisa—. No estamos...
—Solos —respondió él—. Lo sé.
Volteando, localicé al Titán de pie a varios pies de Aiden, y lo reconocí de
inmediato. —Perses —gruñí—. Ha pasado un tiempo.
—Sí. —El Titán de piel oscura levantó sus manos mientras seguía mis
movimientos con su mirada por completo negra—. No estoy aquí para iniciar
una guerra.
Manteniendo mi mirada en él, aceché alrededor del árbol caído y me paré
junto a Aiden. La inhalación audible que liberó cuando vio la condición en que
ella estaba envió clavos directo a mi columna.
—Estoy ayudándote. —Perses bajó sus manos lentamente—. Ellos la tienen
custodiada. Supuse que ya que ahora eres un... dios —dijo él con desprecio—,
intentarías percibirla. Necesitaba ser sacada de custodia para que eso sucediera.
Esta es la segunda vez que la saco. Eres afortunado.
—¿Lo soy? —dije.
—No habría sido capaz de sacarla una tercera vez —añadió.
—¿Por qué? —exigió Aiden—. ¿Por qué la ayudarías?
No me importaba por qué lo hizo.
—Me liberaste de mi prisión —respondió Perses—. Supuse que te lo debía.
Mis camaradas no sabrán cómo escapó. Eso no tiene importancia. Encontrarán a
otros semidioses.
Mi mirada vagó sobre el rostro de Josie, prometiendo recordar los moretones,
la abierta piel roja debajo de su labio inferior, los tonos azul profundo bajo sus
ojos. Vi la marca de mordida sobre su muñeca. La agrietada piel en la parte
superior de su brazo. Las jodidas marcas de dedos sobre su mandíbula y
garganta, las contusiones a lo largo de sus brazos, las plantas de sus pies
rasgadas y desgastadas. La sentí en mis brazos, sabiendo que ella había perdido
demasiado tiempo en un corto tiempo para no haber estado muerta de hambre.
Esto era mi culpa.
—Y supuse que en la próxima batalla, porque inevitablemente habrá una,
recordarás esto —añadió Perses, hablando directamente hacia mí—. Recordarás
lo que hice por ti.
—Por supuesto —murmuró Aiden. Tocó mi brazo—. Deberíamos irnos.
No me moví. —¿Quién le hizo esto a ella?
—Mayormente, Hiperión. Él la tuvo por un tiempo. —Perses cruzó sus
brazos sobre su pecho—. Entonces, se la llevaron a Cronos.
—¿Y? —indagué tranquilamente.
Aiden se removió junto a mí cuando Perses dijo—: Se alimentó de ella. Gritó
tu nombre todo el tiempo.
—Demonios —murmuró Aiden.
Un abismo negro se abrió en mi interior, y no había nada, nada más que
interminable y helada rabia. Y era diferente esta vez. El éter se metió por sí solo
en mi furia. Lentamente, levanté mi mirada. —¿Tú estuviste allí?
—La sostuve. —Perses se encogió de un hombro—. No tuve opción. La traje
aquí afuera tan pronto como pude, así podrías encontrarla.
Volteando a Aiden, dije—: Llévatela.
Con la mandíbula apretada en una dura línea, Aiden la tomó sin preguntas,
sosteniéndola cerca de su pecho. Entonces, volteé de regreso al Titán que una
vez ayudé a liberar, el Titán que llevó a Josie al exterior para que yo pudiera
encontrarla.
—Gracias —dije, y luego convoqué los poderes más puros en mí. El mundo
se pintó en una brillante luz ambar blanquecina.
Perses abrió su boca, pero era demasiado tarde. Lanzando mi brazo derecho
hacia arriba, lo dejé ir. El rayo lo atrapó en el pecho. Su boca se abrió, pero no
hubo sonido mientras reluciente líquido azul salía. Una red de venas apareció
bajo su piel, brillante blanco y dorado. Hubo una fuerte explosión y un destello
de luz. Entonces, Perses ya no existía.
Solo quedó un chamuscado pedazo de tierra.

Capítulo 15

De vez en cuando, los dedos de Josie se retorcían o su frente se arrugaba


como si estuviera embrujada por malos sueños. Su respiración seguía siendo
superficial pero más uniforme. Aparte de eso, no se había movido.
No se había despertado.
Sentada en la silla junto a la cama en la que la había colocado, odiaba incluso
parpadear, porque una parte irracional de mí creía que desaparecería. Se veía tan
increíblemente pálida contra las sábanas azul oscuro.
Habían transcurrido unas pocas horas desde que la había traído aquí y la
había colocado en mi cama. Ahora estaba a salvo. Nadie me atravesaría. Nadie.
Golpearía a cualquier persona o cualquier cosa que intentara hacerle daño sin
sentir un segundo de remordimiento, pero ella estaba en esta condición debido a
mis decisiones, mis elecciones.
A decir verdad, no era como si pensara que Josie no podía defenderse. No era
una damisela en peligro. La había visto en batalla. Se mantuvo firme cuando
peleamos contra Atlas, pero al final, Josie era una semidiosa y ellos eran Titanes.
Y yo era un dios.
Cuando Alex había dicho que habían luchado contra Hiperión, sabía sin lugar
a dudas que Josie había hecho todo lo que estaba a su alcance para rechazarlo.
Su captura no era una representación de su debilidad, así como mi capacidad
para mantenerla a salvo ahora no era un golpe contra ella.
Solo necesitaba que ella abriera los ojos.
Como era semidiosa, pensé que sanaría rápidamente. Incluso la mitad de
ellos curaban más rápido que los mortales, pero sabía que se habían alimentado
de ella. Solo los dioses sabía cuántas veces. Apenas podía sentir el éter en ella, y
eso me aterrorizó. Los daimons fueron creados cuando el éter había sido drenado
de ellos. ¿Podría ocurrir eso con los semidioses? Todo el conocimiento que
residía en el fondo de mí y todavía no tenía respuestas útiles.
Mi mirada recorría su cuerpo inmóvil. Estaba absolutamente sucia, pero era
la mujer más hermosa que había visto. Había querido bañarla, quitarle la ropa
sucia y lavarle el cabello, quitar la suciedad y el olor a humedad que se aferraba
a ella, pero no quería molestarla. Aparte de tratar de quitar las pulseras, que no
había podido hacer, y de comprobar si había heridas más graves, la había dejado
sola, desconfiado de siquiera sostenerle la mano, porque también estaba
magullada.
—Vamos, Josie. Abre los ojos —susurré—. Solo abre los ojos.
No hubo respuesta. Justo como cuando llamé a su padre, y sí, ¿cuán jodido
era eso? En realidad, traté de convocar a Apolo una vez más, y él no vino.
¿Cómo no puede saber ahora qué había sucedido con ella, en la clase de
condición estaba? ¿Acaso no estaba registrando a su hija? Como todas las veces
antes cuando intenté sentir a Apolo y donde él podría estar, no había nada.
Iba a acabar con ese bastardo.
Cansado, acaricié mi cara con una mano. El agotamiento se había pegado a
mis huesos. Necesitaba alimentarme. Mi control era inestable. Me sentía como
una bomba a punto de explotar.
Las huellas se acercaron y hubo un golpe suave en la puerta cerrada.
Levantándome, me acerqué y la abrí.
Alex estaba en el pasillo. Su mirada se deslizó por mi hombro. —¿Cómo
está?
Me aparté. —Aún no se ha despertado.
—¿Puedo? —preguntó Alex, lo cual era sorprendente, porque era más
probable que actuara primero y luego pidiera permiso, pero asentí. Se dirigió al
pie de la cama, con los labios apretados en una delgada línea—. Dioses.
Volviendo a mi asiento, pasé una mano por mi cabello. —Yo… —Podía
sentir la mirada de Alex en mí. Un golpe de impotencia golpeó mi pecho—. No
sé qué hacer... cómo ayudarla.
—Estar aquí con ella es todo lo que puedes hacer ahora mismo.
Dejé caer mi mano sobre mi regazo. —Sí, ¿y qué logro con eso?
—Despertará, Seth. Tiene que hacerlo.
Mirándola ahora, no estaba tan seguro de eso. Si era mortal, dudaba
seriamente de que estuviera viva ahora mismo. Mi estómago se retorció. —¿Has
visto brazaletes como éstos antes? —Hice un gesto a las muñecas de Josie—. No
veo cómo se encienden o se apagan.
Ella frunció el ceño. —No. No los tenía antes.
Tuve un mal presentimiento acerca de esas pulseras. —Intenté convocar a
Apolo.
Alex suspiró pesadamente. —Yo también.
Le disparé una mirada de sorpresa.
—No estaba seguro de si lo harías, o si te contestara, así que lo llamé tan
pronto como Aiden me dijo qué tipo de cosas... bien, cómo estaba.
¿Y ni siquiera había contestado a Alex, su maldita elegida? Sí, estaba hecho,
se terminó.
El silencio llenó la habitación, y luego dije lo que repetía una y otra vez en
mi cabeza. —Perses dijo que ella gritó mi nombre cuando... cuando Cronos se
alimentó de ella.
Alex me miró fijamente.
—Dijo que Hiperión se había estado alimentando de ella. Que la tuvo por un
tiempo. —Mi mandíbula apretó—. Él odia a Apolo, lo odia lo suficiente como
para hacerle daño a Josie, y pensé... creí oírla llamarme hace un par de días.
Pensé que era mi imaginación —dije—. ¿Crees que fue ella? ¿Que la estaba
escuchando?
Se sentó en el banco presionado contra el pie de la cama. —No lo sé.
—¿Si era realmente ella? —Mi voz se volvió ronca cuando me incliné, mi
mano se cernió sobre su mejilla—. No respondí. No detuve nada de esto. Me
llamó y no respondí.
—Pero no hubieras podido hacerlo —razonó Alex—. No hasta que Perses la
sacara.
—Ni siquiera sabía que se la habían llevado. Pasó todo este tiempo sufriendo
todo tipo de cosas que solo los dioses saben, y yo estaba aquí. —Disgusto...
disgusto por mí mismo hirviendo profundamente—. No puedo olvidar eso.
Alex no respondió durante un largo momento. —La amas. —Había un toque
de sorpresa en su voz—. Realmente estás enamorado de ella.
Tosí una risa dura y seca mientras me apoyaba contra la silla. —Luces muy
sorprendida. Como si fuera incapaz de sentir esa emoción.
—No. No lo creo en absoluto, pero tú…
Levanté una ceja y esperé.
Una mirada lejana se deslizó en sus rasgos. —Te pregunté una vez si amabas
a alguien y me dijiste: ¿cuenta amarse a ti mismo?
Sonreí un poco.
Alex sonrió también. —No eres el mismo. Sé que sigo diciendo eso, pero
realmente no lo eres. Creo que lo dije antes, pero lo voy a decir de nuevo. Estoy
feliz por ti.
Oh diablos. Me puse rígido, y la leve sonrisa se desprendió de mi rostro. —
Alex…
—Mereces la felicidad. Mereces a alguien como Josie. —Sus ojos color
whisky se encontraron con los míos—. Realmente quiero decir eso.
Mantuve la mirada por un momento y luego me centré en Josie. —Y mira lo
que mi amor ha hecho. La dejé desprotegida. Pensé que estaba protegiéndola al
irme. Pensé... no importa lo que estaba pensando. Al final, no estuve ahí para
ella.
—Seth —dijo en voz baja—. No puedes culparte por esto. No vayas por ese
camino. En realidad, has estado yendo por ese camino desde hace mucho
tiempo. Tienes que salir de ahí. “Soy culpable por todo”.
Realmente no tuve respuesta a eso.
Alex se quedó callada unos instantes. —¿Qué vas a hacer ahora?
—¿Sobre qué? —Las posibilidades de a lo que se podía estar refiriendo eran
ilimitadas.
Ella levantó una pierna y plantó su pie en el banco. —La amas. Te has
enamorado de ella, pero la dejaste, y terminaste algo con ella antes, ¿no? Cuando
Aiden y yo subimos del Inframundo, ustedes dos no estaban juntos. Así que ya la
has dejado dos veces.
—En realidad ha sido tres veces, si estoy contando —admití, queriendo
golpearme—. La he dejado tres veces, y todavía no ha cambiado lo que siento
por ella. Si algo, lo que siento solo se ha hecho más fuerte.
—Bueno, así es como funciona el amor, idiota.
Le deslicé una mirada con mi ceja arqueada. —¿De verdad vas a hablarme
así, sabiendo lo que soy?
—¿Realmente luzco como si te tuviera miedo solo porque eres un dios
ahora? Sigues siendo un idiota. Obviamente. La amas y la dejas. Una y otra vez.
Es como la definición de locura, ¿sabes? Haciendo lo mismo una y otra vez y
esperando resultados diferentes.
Mis ojos se estrecharon.
—Ella está aquí. —Alex señaló lo obvio—. Y realmente estaba planeando
venir, para probar lo que sentía por ti, cuánto te amaba. Iba a luchar por ti. Ella
estaba lista. —Hizo una pausa, pareciendo dejar que se hundiera—. ¿Qué vas a
hacer sobre eso ahora?
¿Qué iba a hacer yo? Antes de que me hubiera enterado de que Hiperión la
había tomado, había planeado quedarme lejos, incluso una vez que me enteré lo
que yo era, por qué siempre había sido atraído por el éter, y el hecho de que
parecía que podía controlar la necesidad de ello. Pero después de que me enteré
de que Hiperión la tenía, había planeado traerla aquí, pero no había pensado más
allá o reconocí que su presencia era simplemente demasiada tentación para que
pudiera resistirme.
—No soy bueno para ella —dije a regañadientes.
Ella alzó las cejas. —Entonces trata de ser bueno para ella. ¿Alguna vez has
pensado en eso? Sabes, ¿luchando contigo para estar con ella?
Abrí la boca.
Alex continuó—: El amor significa que van a estar allí para el otro, incluso
cuando es una mierda. El amor significa que van a tener la espalda del otro y
confiar en que la otra persona estará allí para ti. Lo que estás haciendo no es
amor. Tan pronto como la mierda golpea el ventilador, te vas. Te cierras y la
alejas. Ese no es el Seth que conozco.
Cada músculo de mi espalda se endureció. —Bueno. Primero, estás
empezando a enojarme. Y en segundo lugar, ¿de verdad quieres que sea el Seth
que solías conocer?
—Primero, no me importa. —Su cabeza se inclinó hacia un lado—. Y en
segundo lugar, el Seth que solía conocer no huía de nada que fuera difícil,
incluso cuando estaba súper dúper equivocado. Tienes que ser un hombre, Seth.
Mi mano derecha se curvó en un puño mientras la miraba incrédulo. —¿De
verdad lo dijiste?
—Sí. —Alex se encogió de hombros—. Y lo diré de nuevo. Sé. Un. Hombre.
—Dioses —murmuré, sacudiendo la cabeza—. ¿No tienes algo que hacer?
¿Cómo molestar a Aiden?
—No. —Hizo una pausa—. ¿De verdad crees que puedes dejarla ir?
Mi mirada se volvió hacia Josie. Ella no se había movido ni una vez durante
la conversación y eso asustó la mierda de mí. Lentamente, me incliné hacia
delante y puse mi mano sobre la suya. Una sacudida subió por mi brazo e inhalé
bruscamente. La verdad era que, si Hiperión nunca la hubiera atrapado y ella
hubiera hecho su camino aquí, habría intentado resistirla.
Y yo habría fallado.
Porque la amaba.
Y si Hiperión no la hubiera tomado, y si la hubiera encontrado en el
Covenant o de camino a encontrar un semidiós o de camino aquí, no habría
podido salir de nuevo. Porque la amaba.
—No —admití en voz baja, atrayendo su mano inerte a mi boca. Presioné un
beso en su palma—. Incluso si no estuviéramos juntos, no sería capaz de dejarla
ir.
—Entonces, tal vez deberías estar con ella —dijo—. Demonios. Tal vez sea
demasiado tarde. La has rechazado tres veces, según tú.
La inquietud estalló en mis entrañas. La mera idea de que Josie no quisiera
estar conmigo nunca se me había ocurrido. Sí, eso sonaba arrogante como la
mierda. Alcé mi mirada de Josie y miré a Alex.
Ella sonrió. —Tenía que señalar eso, pero Josie te quiere. Probablemente te
perdonará por irte, pero no puedes seguir haciendo eso. Entiendes, ¿verdad? No
puedes hacerlo, porque eventualmente no va a estar bien. No puedes seguir
haciéndole eso a alguien y no arruinarlo.
Mierda.
Alex tenía razón, sin embargo. Yo me había dicho una vez que sería el tipo
de hombre que Josie merecía, incluso cuando no teníamos un futuro de qué
hablar, pero en el primer momento que me sentí fuera de control, me deshice de
ella. Lo hice para protegerla, pero terminé haciendo lo contrario.
La necesidad de ella, todo lo que quería, era interminable, y me golpeaba sin
cesar. No había lucha. Podría irme un millón de veces, pero siempre volvería. La
verdad de eso me habría derrumbado si no estuviera sentado.
Y ahora podríamos tener un futuro. Podríamos tener un para siempre, y yo
podría ser el hombre que tan justamente merecía.
Es decir, si ella quería.
Porque la había empujado en múltiples ocasiones y una persona solo podía
tomar eso tantas veces.
Pero podía ser muy convincente cuando quería serlo.
Besando ambos lados de su mano, levemente bajé su brazo. No respondí a la
pregunta de Alex, pero creo que ella obtuvo su respuesta. Creo que entendió.
—Aiden dijo que mataste a Perses —dijo después de un momento,
cambiando de tema.
—La sostuvo mientras ella gritaba durante las alimentaciones. No iba a
sobrevivir a eso.
—Comprensible. Creo que hiciste lo correcto, pero supongo que podría haber
algún tipo de repercusiones terrenales.
Me encogí de un hombro. —¿Estabas enfadada porque fuimos a buscarla sin
ti?
Ella resopló. —Un poco. Si algo hubiera ocurrido, no habría tenido idea.
—No habría pasado nada —tranquilicé—. No conmigo ahí.
—Sí, no es muy arrogante en lo absoluto.
—No es arrogancia. Es la verdad y... —Me detuve cuando los dedos de Josie
se movieron. Me moví hacia delante, contuve el aliento y esperé y esperé a los
abriera. Cuando inevitablemente no lo hizo, volví a caer en la silla. Suspiré—.
¿Dónde está tu sombra?
—Dormido.
—¿No deberías estar con él? —Hice una pausa—. Cáptala. Cáptala.
—Ja. Estoy justo donde se supone que debo estar.
Mi mirada encontró la suya, y sí, una vez más, fue raro, nosotros dos
sentados aquí después de todo lo que había pasado. Que estuviera aquí para mí,
con Aiden dormido y sin flotar sobre ella después de lo que yo le había hecho
pasar, lo que les había hecho.
Alex sonrió.
Y entonces me golpeó, casi me dobló a la mitad, que Alex verdaderamente
me perdonó. Realmente lo había hecho, y yo no sabía qué hacer con ese perdón,
cómo procesarlo. Me aclaré la garganta.
Por suerte hubo otro golpe en la puerta, así que no tuve que averiguar cómo
responder.
Alex se levantó del banco y se dirigió a la puerta, abriéndola. Karina entró en
el dormitorio mientras asentía a Alex. —Siento interrumpir, Kýrios, pero ya es
hora.
Alex alzó las cejas ante la palabra “Kýrios”.
Sabía lo que quería decir. —Más tarde.
—Lo siento, Kýrios, pero no creo que sea prudente esperar. —La suma
sacerdotisa miró a Josie.
—Tiene que estar aquí con Josie —dijo Alex, cruzando los brazos. Sus ojos
se estrecharon de una manera que decía que estaba contemplando el cuerpo de
Karina golpeando a través de una pared.
Exhalando, odiaba hacerlo, pero Karina tenía razón. Esperar no terminaría
bien, y necesitaba estar completamente cargado por lo que pudiera venir.
—Quédate con ella —le dije a Alex, levantándome cansado—. Por favor.
Alex cerró la boca y asintió mientras miraba a Karina con desconfianza.
Tendría que explicar todo. Finalmente. Karina salió de la habitación y esperó. La
seguí, cerrando la puerta detrás de mí.

* * * *
Josie
Despertar era como pelear con arena movediza. Sabía que necesitaba abrir
los ojos. Creí oír a Seth rogando que lo hiciera, pero eso era una locura, porque
Seth no estaba aquí. Estaba en el infierno, esperando que Hiperión me llevara de
vuelta a Cronos. ¿O era Perses? ¿No había visto a Perses? No podía recordar.
El suelo de cemento se sintió... suave y cálido.
Respiré profundamente. ¿El olor? No me asfixié de inmediato con el olor
húmedo y mohoso. Un temblor recorrió mi cuerpo, y creí oír a la gente hablar,
voces que reconocí.
¿Kýrios?
¿Maestro?
Necesitaba seriamente abrir los ojos. Llamando a cada onza de fuerza que
tenía, forcé mis ojos a abrirse. Bueno, un ojo. El derecho se abrió. Estaba casi
hinchado. No estaba segura de cómo pasó eso. La última vez que Hiperión me
había sacado de ese almacén había sido un borrón. Se había alimentado de mí
antes de que me llevaran a Cronos, y ellos... parecía que habían tomado
demasiado.
Como si hubieran roto algo.
Mi visión se enfocó y poco a poco me di cuenta de que estaba acostada en
una cama, una cama enorme y cómoda, y estaba mirando a un techo de color
beige. Había un ventilador de techo grande, con sus aspas en forma de pétalos
moviéndose.
Mi garganta estaba imposiblemente seca, arrastré mi mirada desde el techo
hasta el pie de la cama. Una chica se puso de espaldas a mí, con los brazos
cruzados, mirando la puerta cerrada del dormitorio.
Mi corazón comenzó a bombear. ¿Podría ser...? Traté de hacer funcionar mi
lengua. ¿Estaba soñando? Oh dioses, si estuviera soñando no sobreviviría una
vez me despertara. No podría. Intenté hablar de nuevo.
—¿Alex? —gruñí.
Ella se dio la vuelta, sus ojos se ensancharon de alivio. —¡Josie! —Corrió al
lado de la cama, moviéndose entre una silla vacía y la cama.
—Es... ¿Es… un sueño?
Su hermoso rostro se contorsionó. —No. Esto no es un sueño. Estás segura.
—¿Segura?
—Oh, mis dioses, estás realmente despierta. —Ella prácticamente tembló
como si estuviera conteniéndose de arrastrarse encima de mí—. ¿Cómo te
sientes?
—Yo... —Mi boca estaba seca, miré alrededor de la habitación en confusión.
Mi mano flotaba hasta mi garganta y me estremecí.
Alex se apartó de la cama. —¿Tienes sed? Déjame traerte algo. —Ella giró y
salió de mi línea de visión. Un segundo más tarde regresó con una botella de
agua, tapa desenroscada—. Aquí, déjame ayudarte.
Me dolía el cuerpo mientras me ayudaba a sentarme. Planté mi mano en la
cama para sostenerme mientras ella empujaba una pequeña montaña de
almohadas detrás de mí. Me relajé cuando llevó la botella a la boca. El primer
sabor del líquido fresco en mi lengua sacó un gemido de mí, pero no fue
suficiente. Se sentían como gotas.
Levanté mi brazo, encogiéndome cuando el dolor bajó por mi costado, pero
envolví mi mano alrededor de la botella, forzándola más. El agua más gloriosa
pasó entre mis labios resecos.
—Lento. —Alex tomó la botella de mi agarre de muerte—. Probablemente
deberías beber lentamente.
Tenía razón, pero no había tenido agua en días. Mi mano tembló mientras me
aferraba a la botella justo encima de su mano. Sus labios se apretaron y luego me
dejó tomar otro trago. Pasaron un par de minutos hasta que no quedó agua.
Alex bajó la botella. —Oh, mis dioses, hemos estado tan preocupados.
Quería más agua, pero mi estómago se sentía extraño. —Tú... ¿todos están
bien?
Alzó las cejas. —Mis dioses, estamos bien. Todos nosotros. No deberías
preocuparte por nosotros.
Había tantas preguntas, pero mi cerebro parecía que estaba lleno de telarañas,
y cuando me miré a mí misma, vi que todavía llevaba la misma ropa asquerosa.
—Dónde... ¿Dónde estoy?
—En la casa de Seth.
Me sacudí, todo mi cuerpo se sacudió dolorosamente. —¿Seth… Seth está
aquí?
—Sí. —Miró la puerta cerrada—. En realidad, acaba de salir. Ha estado
sentado aquí contigo. Fue a buscarte...
Empecé a moverme antes de que terminara de hablar. Seth... tenía que llegar
a él. Él estaba aquí. Empujando más allá del dolor, me deslicé al otro lado de la
cama. El momento en que mis pies doloridos golpearon el suelo, gemí. Mis
piernas cedieron y caí de rodillas al suelo.
—¡Josie! —Alex estaba a mi lado, inclinándose y envolviendo un brazo
alrededor de mi cintura.
—Estoy bien. —Apreté los dientes mientras me ayudaba a estar de pie—.
Tengo que verlo.
—Volverá dentro de poco. —Trató de guiarme hacia la cama—. Creo que
deberías esperarlo.
Utilizando todo lo que tenía, me alejé de ella y me revolqué por el suelo,
arrastrando los pies. Llegué a la puerta sin aliento, y logré abrirla un poco. Mi
mirada salvaje pasó arriba y abajo por un amplio pasillo. Vislumbré plantas
frondosas y estatuas de mármol.
Escuché que Alex me llamaba.
Guiada por algún tipo de instinto primitivo, bajé por el pasillo hacia las
suaves cortinas blancas. Sabía que Alex me estaba siguiendo, pero no me detuve
cuando alcancé el arco que llevaba al exterior. El olor del mar se hizo fuerte, la
sal se mezclaba con algo dulce. Flores. No estaba segura, pero no olía nada
como el almacén. El aire era fresco aquí, limpio y transpirable.
Con las piernas débiles y temblorosas, quería acostarme en el pasillo, pero
Seth estaba aquí, y lo necesitaba... necesitaba verlo. Forcé mis piernas a moverse
incluso mientras lágrimas de dolor me picaban los ojos.
Colocando mi mano en la pared, me arrastré a través del arco y salí al balcón.
El tiempo parecía disminuir mientras miraba a la izquierda y luego a la derecha.
Ahí fue cuando el tiempo se detuvo.
Simplemente se detuvo.
Encontré a Seth.
Al principio me quedé inmóvil por el simple hecho de que podía verlo.
Sentía como si una eternidad hubiera pasado desde que le puse los ojos.
Hermoso parecía una palabra tonta para describirlo, pero era todo en lo que
podía pensar, excepto que era más hermoso de lo que recordaba.
Su cabello era del color del sol, rebelde y creciendo, cayendo a través de una
frente impecable. Pómulos amplios y altos. Fuerte mandíbula como mármol. Piel
dorada. Una cara y un cuerpo perfectamente esculpidos. Llevaba unos
pantalones vaqueros oscuros y una camisa gris ajustada.
Podía ver sus glifos.
Impresionantes runas de color ámbar agitándose sobre cada pulgada de carne
expuesta. Era raro verlos.
No estaba solo.
Oh dioses, él no estaba solo, en absoluto, y pensé por un momento que no
había despertado verdaderamente. Estaba teniendo una pesadilla, porque Seth
estaba abrazando a otra mujer.

Capítulo 16

Mi corazón latió dolorosamente contra mis costillas mientras miraba al


hombre que amaba, el hombre del que estaba enamorada, de pie cerca,
demasiado cerca de otra mujer. Y sus manos estaban sobre ella. Una sujetando su
pequeño hombro. La otra estaba justo bajo sus pechos. Sus ojos estaban cerrados
y la expresión tensa de la mujer lucía como si estuviera en la agonía de un…
Ah dioses.
Traté de procesar lo qué estaba viendo. Había una parte de mí que reconoció
lo que estaba pasando, pero mis pensamientos apenas tenían sentido. Uno
rebotando sobre el otro, y no podía comprender ninguno de ellos.
Esto, después de todo lo demás, era demasiado.
Tropezando hacia atrás, extendí mi brazo tras de mí, deteniéndome de
deslizarme por la pared como si estuviera en el medio de un colapso. Tal vez lo
estaba, porque no pude detener el jadeo de sorpresa que sonó como un trueno en
el silencioso balcón.
El cuerpo entero de Seth se sacudió. Se dio la vuelta y esos hermosos ojos
ámbar se ampliaron cuando me vio.
Alex apareció a mi lado, y la ira emanaba de ella en olas, pero él no estaba
viéndola. Estaba mirándome como si hubiera visto a un fantasma elevarse de una
tumba, como si hubiera una parte de él que nunca esperó verme de nuevo, y tal
vez eso era cierto, porque me había dejado.
Y supongo que significaba que no había esperado verme de nuevo.
Dio un paso hacia mí, la hermosa mujer en el vestido con hilos de oro
aparentemente olvidada. —¿Josie?
El sonido de su voz, mi nombre dicho tan roncamente, fue una explosión de
sentidos. Esto era real, todo esto era real. Mi mirada se precipitó entre él y la
mujer. Ella sonrió mientras entrelazaba sus manos. Succioné una fuerte
inhalación.
Estaba repentinamente en movimiento, insegura de qué estaba haciendo o
hacia donde estaba yendo. Todo lo que sabía era que necesitaba estar muy lejos
de aquí. Necesitaba un lugar para pensar, para enderezar los retorcidos
pasamientos y la inundación de emociones.
—¿En serio? —Escuché decir a Alex, la incredulidad goteando de su tono—.
¿Después de todo lo que acabamos de hablar? ¿En serio?
—Ahora no —respondió Seth, y no tenía idea sobre qué estaban hablando—.
Josie —dijo de nuevo—. Espera.
Girando, tropecé de nuevo en el interior, cada paso tan doloroso como el
último. Mi respiración venía en jadeos. Pequeñas ráfagas de luz salpicaron mi
visión. Cerré mis ojos mientras una ola de mareos me asalta.
—Josie. —Su voz estaba más cerca, y dejé de moverme porque estaba
seriamente enojada y necesitaba un descanso. Caminar era duro, pero escuchar
su voz en ese momento, ese ligero acento que nunca podía ubicar, era incluso
más duro—. Alex. —Lo escuché decir—. ¿Puedes darnos algo de espacio?
—No sé si quiero darte espacio ahora —dijo ella bruscamente.
Dioses, ella lo había visto con esa… esa mujer. A pesar de todo lo que estaba
pasando por mi cabeza y todo lo que me había sucedido, sentí mis mejillas arder
con vergüenza. No tenía idea de qué estaba pasando.
—Alex. —Su voz bajó con una advertencia—. Encuentra algo que hacer.
—¿Estás bien con que me vaya, Josie? —preguntó, y quería desaparecer en
las tupidas plantas de macetas—. Porque si no, haré a este idiota desaparecer.
Seth dejó escarpar una respiración exasperada, y abrí mis ojos. Solo podía
mirar a Alex. Su rostro estaba rojo de ira, y tenía la sospecha de que ella con
mucho gusto lo derribaría.
—Estoy… estoy bien. —Me las arreglé para decir—. Está bien.
Ella vaciló, disparando una última mirada en dirección a Seth. —Eres un
imbécil… un jodido imbécil. —Girándose hacia mí, me dio una sonrisa débil—.
Te veré más tarde.
—Bien —susurré, casi deseando no haberla enviado lejos, porque ella estaba
dando zancadas por el pasillo, y ahora Seth y yo estábamos solos. Era extraño,
porque antes de que Hiperión viniera, antes de verlo a él afuera, no había querido
nada más que estar a solas con Seth.
—Puedo explicarlo —dijo Seth después de un momento.
Una risa increíblemente ronca me sacudió. Esa era posiblemente la cosa más
increíblemente cliché que hubiera escuchado jamás.
—Sé cómo se veía, pero lo que sea que estás pensando, está equivocado —
continuó él, y lo escuché dar un paso más cerca. Mi mirada voló a su pecho—. Y
te lo explicaré todo, pero ahora mismo no es el momento.
Me apoyé contra la pared, junto a la estatua de algún tipo que le faltaba la
mitad de su brazo. Mi cabeza estaba dando vueltas. No estaba segura de cómo
Seth podría explicar lo que sea que había pasado allí afuera. Ella, quien quiera
que fuera, era impresionante y hermosa, y yo estaba repugnantemente
induciendo el vómito en ese momento. Cubierta de suciedad, mugre y sangre
seca, y quien sabe qué más.
—Quiero llevarte de vuelta a la cama. —Se movió más cerca, alcanzándome.
—No. —Levante un débil y tembloroso brazo.
Seth se detuvo, y con lentitud, finalmente levanté mi mirada a la suya. Los
glifos se habían ido. Un músculo estaba golpeando a lo largo de su mandíbula,
pero además de eso, su expresión estaba drenada de toda emoción. Mi corazón
se apretó. Había visto esa mirada antes en él. Hace mucho tiempo atrás. —Josie,
por favor déjame ayudarte.
Él quería ayudarme y no había nada malo con eso. ¿Verdad? Mi mirada cayó
a mis manos. Un ceño fruncido tirando de mis labios. Mis dedos estaban
cubiertos con tierra, manchados con sangre. Mi brazo era lo mismo. Solo
parches de piel estaban limpios, y eso era realmente estirar la definición de
limpio. Esos brazaletes, esos malditos brazaletes aún estaban firmemente
asegurados alrededor de mis muñecas.
—Yo… yo necesito ducharme. —En el momento en que dije esas palabras,
supe cuán ridículas sonaba, porque incluso fresca y limpia, no me vería como
esa y una ducha no iba a arreglar una maldita cosa que hubiera podido hacer
ahora mismo, pero aun así quería lavar la tierra y la sangre.
Sus cejas se juntaron. —Déjame llevarte de vuela a la cama. ¿Has comido?
Pasando una mano a lo largo de la pegajosa piel de mi brazo, sacudí mi
cabeza cuando mis dedos alcanzaron uno de los brazaletes. —No… recuerdo la
última vez.
La mirada vacía desapareció. Algo parecido a la pena se retorció en sus
sorprendentes rasgos. —Entonces por favor, por favor déjame conseguirte algo
para que comas primero.
Tragando contra el bulto en mi garganta, pensé que la comida haría mucho
para aliviar la sensación de vacío en mi estómago, pero necesitaba una ducha. —
Solo necesito… limpiarme primero.
Sus ojos se ampliaron cuando mi cuerpo se sacudió una vez más, y abrió su
boca para hablar, pero pareció no saber qué decir. Entonces su pecho se elevó
bruscamente. —Bien. Te ayudaré.
Me empujé lejos de la pared. —Puedo hacerlo. Sólo necesito… saber dónde
está el baño.
—Josie detente. Apenas y puedes ponerte de pie. —Me alcanzó de nuevo, y
esta vez no se detuvo. Cuidadosamente envolvió sus manos alrededor de mis
brazos. Me estremecí y no estaba segura de sí fue porque su toque dolía o porque
estaba tocándome—. Por favor déjame ayudarte.
Nos quedamos parados casi pie con pie en silencio. Estaba mirando fijamente
su garganta esta vez, y fue… fue como si de repente fuéramos dos extraños. Dos
personas que se habían cruzado en la vida y se marcharon en dos direcciones
muy diferentes, inexplicablemente reunidos de nuevo.
—Voy a ayudarte —dijo Seth después de un momento—. No hay forma de
que eso no pase.
Demasiado débil para discutirle eso, asentí, y Seth se movió muy rápido, no
tenía idea de cómo terminé en sus brazos, acunada en su pecho, mi mejilla
descansando en su hombro, y mi corazón atravesó el extractor de jugo de nuevo.
Hubo tantas veces mientras estaba con Hiperión que temía nunca estar en los
brazos de Seth de nuevo, y ahora lo estaba.
Y él había estado sosteniendo a alguien más hace unos minutos.
Las lágrimas pincharon los parpados de mis ojos. Había tanto sobre lo que
preocuparse y tantas cosas por las que llorar y estresarse, y ahora… ahora esto.
Caminaba por el pasillo y volvimos a la habitación en un abrir y cerrar de
ojos.
Él caminó hacia un conjunto de puertas frente a la cama y las golpeó para
abrirlas con su bota. Estuvo callado mientras me bajaba y colocaba en el borde
de una bañera que era del tamaño de una pequeña piscina. —¿Ducha o tina? —
preguntó en voz baja.
Mirando alrededor del opulento baño, me sentí fuera de lugar entre el blanco
y exuberante mármol, con toallas de baño colgando. —¿Esta… esta es tu casa
ahora?
—Es donde crecí. —Seth se arrodilló delante de mí, atrayendo mi atención.
No me había perdido el hecho de que no se refirió a ella como su hogar—. Este
solía ser uno de los dormitorios y baños de los huéspedes.
Santa mierda, ¿cómo lucía la habitación principal entonces?
—¿Quieres que te prepare la tina o la ducha? —repitió gentilmente.
Empaparse en una bañera sonaba maravilloso, pero el agua estaría muy
asquerosa después de un segundo de que estuviera allí. —Ducha.
Seth sostuvo mi mirada por un momento y luego se levantó rápidamente.
Girando, caminó hacia una ducha cerrada y sumergida. No había cortina, pero
con la alta pared rodeándola, no era necesario. Bueno, para la mayoría de la
gente. Yo probablemente inundaría el baño.
Mientras abría el agua y la regadera cobraba vida, realmente comencé a
asimilar que era libre. Que no iba a despertar y encontrar a Hiperión cerniéndose
sobre mí. No iba a ser encerrada en otra habitación. No tendría que pelear cada
maldito segundo de vigilia. Un estremecimiento se abrió paso a través de mí, y
un pequeño gemino se me escapó.
—¿Estás bien? —Seth estaba inmediatamente arrodillado frente a mí de
nuevo, sus manos en mis rodillas—. ¿Josie?
—Sí —susurré, aclarando mi garganta—. Solo estoy… —Estaba un montón
de cosas. Asustada. Adolorida. Confundida. Aliviada. Lastimada. Exhausta. Mi
corazón se sentía como si se hubiera roto miles de veces en el lapso de un par de
días.
—Eso no es cierto. Fue una estúpida pregunta para hacer. —Seth colocó la
punta de sus dedos en mi mejilla—. Desearía poder alejar el dolor. Haría lo que
fuera por hacer eso para ti.
Mi respiración se trabó. Él sonaba tan genuino, pero, ¿qué estaba haciendo
allí afuera? ¿Todo este tiempo? ¿Cómo llegué aquí? ¿Peleó con los Titanes y me
liberó? Tenía tantas preguntas, pero no tenía la voluntad para hacerlas por el
momento.
Solo pude decir—: Me dejaste.
Los ojos de Seth se cerraron y dejó caer su mano. El vapor llenó el baño.
Bajó la cabeza hasta que su mentón casi tocaba su rodilla. —Lo sé. Decir que lo
siento nunca va a cambiar eso, o lo que te pasó, pero lo hago. —Sus pestañas de
elevaron y me miró a través de ellas, y sus ojos lucían extrañamente húmedos—.
Nunca he estado más arrepentido sobre algo en mi vida.
El movimiento retorciéndose en mi pecho incrementó mientras croaba—:
Necesito ducharme.
Seth se quedó tan quieto como una de las estatuas afuera en el pasillo y luego
exhaló desigualmente. —¿Puedes mantenerte de pie allí?
No iba a ser fácil, pero no estaba segura de que pudiera manejar a Seth
ayudándome. Sí, él había visto todo esto antes, pero… solo no podía. —Sí
puedo.
No pareció creerme, pero me tocó de nuevo. Solo la punta de sus dedos
contra mi mejilla, y luché contra la urgencia de presionarme contra su toque. —
Estás segura aquí. Estarás segura de aquí en adelante.
Allí estaba la palabra de nuevo. Segura. Esa palabra sonaba como una
falsedad, porque si había aprendido algo en mi tiempo con los Titanes, era que
nadie estaba a salvo en ningún lugar, pero asentí de todos modos.
Seth me miró por un par de segundos. —Estaré esperando afuera. Si
necesitas algo, llámame.
Se detuvo y luego bajó su mano. Se levantó y dejó el baño, dejando la puerta
entreabierta así él podría obviamente escucharme si rompía mi trasero, lo cual
era totalmente posible.
Me senté en la bañera por un par de minutos y luego inicié con el doloroso
proceso de despojarme de mis desagradables ropas. Las dejé en el suelo, sin
querer verlas de nuevo mientras caminaba hacia la ducha, moviéndome como si
tuviera noventa años y pasando un empañado espejo en el camino.
No podía distinguir mucho cómo me veía, pero pude ver lo suficiente para
saber que era un total lio.
Agarrando la media pared de la ducha, di un paso dentro y bajo la corriente
de agua cálida. Jadeé cuando el agua golpeó mi piel. Mi cuerpo simultáneamente
se regocijó y encogió. Las áreas crudas picaban y ardían como un millón de
hormigas de fuego mordisqueando mi piel, pero me quedé bajo la corriente,
levantando mi rostro. El agua lavó mis días de mugre y sangre seca mientras mis
rodillas se tambaleaban.
Podría ser peor.
Esas fueron las palabras que me repetí una y otra vez mientras bajaba la vista
y agarra una botella de champú. Agua de color rosa y marrón se arremolinaba a
lo largo de la cuenca, bajando por el desagüe. Tomó dos veces usar el champú,
una ronda de acondicionador, y un doloroso completo restregado de cuerpo para
que el agua corriera limpia.
Y aún de pie bajo la ducha, limpié la tierra bajo mis uñas, y cuando mis uñas
estuvieron limpias me lavé una vez más. Enjabonando mis muñecas y tratando
de sacar el brazalete hasta que mi piel estuvo roja y lastimada, solo entonces me
di por vencida. El baño olía como a jardín botánico en ese punto.
No me permití pensar en todo el proceso. No hasta que al estar
extendiéndome para alcanzar los grifos hizo que mi primer pensamiento real
atravesara la bruma y la simple alegría de estar limpia de nuevo.
Mi mamá estaba muerta.
En realidad, se había ido.
Durante todo el tiempo que estuve con Hiperión, no pude permitirme pensar
mucho en ello, pero ahora estaba aquí, podía ver su rostro, la mirada casi
siempre distante de sus ojos, la dulce sonrisa en sus labios.
No podría ser salvada.
No más buscándola por adelante para verla.
Mi padre mintió y me había dejado para pudrirme con Hiperión, y me había
podrido, desde adentro hacia afuera. El dolor. La oscuridad. El miedo constante.
Había vivido eso por días y días, y todavía estaba dentro de mí, aun
atormentando cada respiración.
Y ahora estaba aquí, estaba con Seth. Estaba donde planeaba estar antes de
enterarme sobre mi madre y antes de que Hiperión me hubiera llevado, y todo
estaba mal. Esa no fue la reunión que había esperado, lo único que me había
ayudado a mantenerme cuerda en las largas horas de oscuridad atrapada bajo
tierra. Solo había estado mal.
Palmeando mis manos sobre mi rostro, di un paso atrás hasta que golpeé la
fría pared de azulejos. Me deslicé hacia abajo y me enrollé, doblando mis
rodillas hasta mi pecho. La posición dolía. Tirando de mi piel lastimada.
Presionando las áreas magulladas, pero las lágrimas comenzaron y era como una
compuerta abierta a medida que enterraba mi rostro entre mis rodillas.
No sé cuánto tiempo me senté en la esquina de la ducha. Pudieron haber sido
minutos u horas, pero las lágrimas no se detuvieron, y no podía moverme, no
podría forzarme a superar todo el dolor y el miedo fijado en mi interior,
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consumiendo todo, apestasticada con la realización de que era débil. No era
como Alex.
Si lo fuera, no estaría sentada aquí, en la ducha, sollozando como un niño que
no tenía a nadie apareciendo en su fiesta de su cumpleaños. Si tuviera mi mierda
en orden, ya estaría afuera de esta ducha, lista para hablar sobre lo que vi, sobre
lo que sabía.
Pero no podía moverme.
No podía lograr que mi cerebro superara algo de eso.
Estaba rota, real y completamente rota por dentro, y el pánico contrayéndose
en la parte trasera de mi garanta me decía que posiblemente no había
oportunidad de arreglar eso, porque sabía que solo yo podía reparar esto, y no
estaba segura de que lo tuviera en mí.
O tal vez lo hice.
Quizás una vez que lograra sacar todas estas confusas emociones de mí,
podría volver a armarme, porque tenía que hacerlo. Sabía lo que hacía, pero
ahora mismo, en este mismo segundo, no podía.
Así que me encerré en mi propia cabeza, no escuché la puerta abrirse o a
Seth decir mi nombre, pero de repente escuché su maldición rasgas el aire. Un
par de segundos después, el agua se apagó y luego estaba entrando en la ducha,
completamente vestido, envolviendo una esponjosa y cálida toalla sobre mis
hombros.
Levanté mi cabeza, apenas capaz de verlo a través de las lágrimas. —Mi
mamá está muerta.
Él dijo algo demasiado bajo para que lo escuchara, y luego estaba tirándome
hacia él. Estaba metida en su regazo, mis piernas entre las suyas, y el agua
goteando de mí, mojando sus vaqueros y camiseta.
Seth no pareció notarlo. Envolvió sus brazos a mí alrededor, conteniendo tan
fuerte como podía sin apretarme mientras yo enterraba mi rostro contra su
pecho. Una de sus manos hurgando profundamente en el desastre mojado de mi
cabello.
—Estará bien —dijo Seth, sus labios se movieron contra mi frente, y siguió
diciéndolo, una y otra vez, pero la última vez que me sostuvo y me dijo eso, fue
una mentira.

Capítulo 17

Seth
Cuando las lágrimas menguaron y luego se detuvieron, toda la tensión
pareció desaparecer de Josie. Su cuerpo se puso lánguido en mis brazos. Ella
estaba dormida, completamente fuera.
Preocupación pinchó cuando la levanté, y no hizo ningún ruido o
movimiento. Estaba inconsciente cuando la traje aquí y solo ha estado despierta
por cerca de una hora. Luego nuevamente, inconsciente no era lo mismo a un
sueño reparador, y todavía no tenía idea por lo que ella había tenido que pasar.
Y ¿por qué no estaba ella sanando?
Esos malditos brazaletes llamaron mi atención mientras me paré fuera de la
ducha, mis pantalones vaqueros ahora mojados y aferrándose a mi piel.
La moví en mis brazos, y la toalla se abrió. Porque yo era la peor clase de
idiota en este momento, no alejé mi mirada lo suficientemente rápido para no ver
el destello del suave incremento de su pecho y su pico rosado. Lujuria se disparó
justo a través de mí, y el camino a la cama no fue cómodo.
Usando el elemento aire, quité la manta y luego coloque a Josie abajo,
descansando su cabeza sobre la suave almohada. Mientras comencé a alejarme,
su mano se hizo puño en frente de mi camisa. Mi mirada voló a su rostro. Ella
todavía estaba dormida, pero obviamente, incluso muerta para el mundo, ella no
quería estar sola.
No podía rechazarla.
Suavemente quitando sus dedos de mi camisa, me levanté dando un paso
atrás retirándome de la cama y me quité la camisa mojada. Mis pantalones
fueron después. Agarré un pantalón de chándal y me los puse, luego subiendo a
la cama a su lado. Josie estaba temblando de la cabeza a los pies. No pensé en lo
que estaba haciendo. Rodee su cintura con mi brazo y con tanto cuidado como
era posible, tiré de ella hacia mi pecho. Ella hizo un suave sonido, sus labios
rozaron mi pecho, y eso fue todo.
Josie durmió.
Y yo la sostuve.
La sostuve mientras pensé sobre todo lo que Alex y yo habíamos hablado. La
sostuve mientras revivía el momento en que me voltee y vi a Josie, mi hermosa
Josie de pie en el balcón con una mirada de horror y confusión en sus ojos del
color del mar. La sostuve cuando la vi curvarse en la esquina de la ducha, su
cuerpo entero temblando con sus sollozos, y me mató. Rebanó a través de mí,
cortándome completamente abierto, el saber que no estuve ahí para ella cuando
se enteró de que su madre había muerto o que no había sido capaz de protegerla
de Hypreion. Había cometido muchos errores, incontables. No hice lo correcto
para ella.
Pero iba a estar aquí para ella ahora.
Suavizando mi mano sobre su cabello húmedo, cepillé las hebras fuera de su
rostro. Las magulladuras se destacaban contra su pálida piel. La rabia hizo
temblar mi mano mientras ponía el edredón hasta sus hombros.
Alex probablemente iba a cortarme las bolas la próxima vez que la viera.
Bueno, eso es solo si ella me tiene antes de que Josie regrese a… ella misma.
Dioses.
De todos los momentos para que Josie despertara y encontrara su camino
fuera, tenía que ser justo entonces. Primero, necesitaba explicarle lo que vio
afuera. Luego le explicaría a Alex, pero no estaba seguro de como Josie podría
aceptar esto… aceptar esta nueva realidad.

* * * *
Josie
Cuando abrí mis ojos, no sabía dónde estaba.
La habitación estaba oscura y yo yacía sobre algo suave, lo cual no tenía
sentido para mí, y… oh mis dioses, yo estaba desnuda debajo de las sábanas.
Estaba en una cama y estaba desnuda. Cientos de horribles temores envenenaron
mi cerebro. ¿Había Hiperión…? Ni siquiera podía terminar el pensamiento. Mi
corazón saltó a mi garganta mientras me di cuenta que mi brazo estaba
descasando contra una dura, cálida superficie que se sentía demasiado como un
pecho.
Pánico explotó corriendo a través de cada célula. Mi cuerpo se movió antes
de que pudiera tranquilizarme y procesar todo. Plegándome fuera de la cama,
dolor quemó a través de mi cuerpo mientras bajé mis piernas de la cama. Me
desplomé hacia adelante, con las rodillas colapsando en el suelo de piedra. Con
los ojos muy abiertos, escudriñé la oscura habitación mientras mi corazón
tronaba en mi pecho. ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? La forma en la cama,
el cuerpo en la cama, se movió, sentándose.
Corrí por el suelo, las palmas de mis manos se deslizaron por la piedra lisa.
Un grito se formó en mi garganta, pero no conseguí suficiente aire en mis
pulmones.
—¿Josie?
Al oír el sonido de la voz, me levanté en mis rodillas. Yo conocía esa voz.
Seth. Era suya… esa voz profunda que era de calidad musical, ligeramente
acentuada. Pero no tenía sentido, porque ¿cómo podría estar aquí con Seth? A
menos que todo hubiera sido una pesadilla… no, no lo que había sucedido no era
una pesadilla. Fue real.
La forma en la cama de repente se acercó. Los pies aterrizando en el suelo y
dio un paso hacia mí. Un sonido estrangulado me abandonó cuando el miedo
invadió mis sentidos. Ya no puedo hacer esto. No puedo hacerlo…
La forma se congeló. —Está bien, Josie. Estás aquí conmigo. Estás a salvo.
Esa voz… tenía que ser Seth, y yo había escuchado esas palabras antes. A
salvo. Alex me lo había dicho cuando… cuando me desperté antes. Me esforcé
por apartar las telarañas del sueño y la confusión.
—¿Seth? —susurré.
—Sí. Soy yo. Solo somos tú y yo aquí. Voy a encender la luz, ¿está bien? —
preguntó, y cuando no respondí, él se volteó. Escuche el clic unos segundos
después, y suave luz flotó en la habitación. Ya no había oscuridad, los eventos
del pasado par de horas emergieron a la superficie.
Seth estaba de pie en frente de la cama, sus brazos a sus lados. Tenía el pecho
desnudo y estaba usando unos pantalones de chandal sueltos. Cabello rubio caía
en un desastre de ondas sobre su frente y se curvaba sobre las puntas de sus
orejas.
Recordé.
Me encontró en la ducha y me sostuvo mientras lloraba. Ya no estaba en esa
horrible habitación. No estaba siendo arrastrada desde el húmedo sótano para
servir como batería para Hiperión o Cronos. Estaba aquí con Seth. Recordé
haberlo visto afuera en un balcón, abrazando a otra mujer.
Tomando una respiración superficial llena de dolor, acurruqué mis brazos
alrededor de mis rodillas para tratar de ocultar mi desnudez. No es que Seth no
hubiera visto todo y algo más, pero estaba incómoda y sobreexpuesta.
Especialmente con la forma en que él me estaba viendo.
Su mirada ámbar pasó sobre mí, y a pesar de que casi todas las partes
privadas estaban fuera de la vista, supe que estaba viendo la red de magulladuras
y marcas rojas, las mordidas y la piel desgarrada. Lo sabía por la forma en que
su llamativo rostro estaba apretado. Fue en la forma en que habló después.
—Josie, nena… —Sus ojos ámbar brillaron mientras se agachaba frente a mí,
sin acercarse más—. Yo…
Mientras se apagaba, cerré mis ojos. ¿Qué estaba haciendo? ¿Aparte de estar
sentada desnuda en el suelo como el día en que nací? Mi garganta se sentía en
carne viva mientras obligaba a mi lengua a moverse. —Me desperté y no recordé
donde estaba. Pensé que todavía estaba ahí. Yo… lo siento.
No lo oí moverse, pero mis ojos se abrieron cuando sentí su mano aterrizar
suavemente en mi brazo. —No necesitas disculparte, psyqui mou.
¿Psyqui mou? Seth nunca me había llamado su alma antes.
El dolor llenó su brillante mirada ámbar. —Déjame conseguirte algo de ropa
¿está bien? Y luego desde allí partiremos. Si quieres quedarte donde estás,
podemos hacerlo. Si quieres volver a la cama, entonces ese es el plan. Déjame
saber lo que quieres hacer y lo haremos.
Echando un vistazo a mis rodillas raspadas, asentí con la cabeza.
Seth permaneció inmóvil un momento más y luego se levantó, rodeándome.
Mantuve los ojos cerrados hasta que volvió y suave ropa fue puesta sobre mis
hombros. Luego la última cosa que realmente necesitaba en este momento era
procesar completamente el hecho que estaba desnuda en el suelo con mis brazos
alrededor de mis rodillas.
Una chica podría tomar tanto.
Obligándome a abrir los ojos, evité la mirada de Seth mientras empujaba mis
brazos a través de las mangas de una bata increíblemente suave y esponjosa. Él
tiró del cinturón hacia adelante y me agaché, juntando los lados de la bata
cerrándola.
Seth aseguró el cinturón. —¿Qué quieres hacer ahora?
Rubor se deslizó por mis mejillas. —La… la cama.
Antes de tener oportunidad de ponerme de pie, Seth deslizó su brazo debajo
de mis rodillas y fácilmente me levantó en el aire. En unos segundos, me tenía
de vuelta en la cama, apoyada en una montaña de almohadas. Sentándose en
seguida de mí, rápidamente volvió a arreglar la parte inferior de la bata así
cubriría mis piernas.
—Déjame consigo algo para que comas —dijo.
Negué con la cabeza. —No tengo hambre.
Movió su barbilla a un lado. —Dijiste antes que no estabas… no estabas
segura cuando fue la última vez que comiste. Necesitas comer.
—Lo sé —contesté cansada, mirándolo fijamente. Seth se veía tan diferente
para mí con su expresión preocupada y temerosa. No podía recordar si alguna
vez lo había visto así antes—. Yo solo… no ahora.
Los músculos a lo largo de sus hombros se tensaron. —Josie, tienes que
comer algo.
Asintiendo distraídamente, jugueteé con los bordes del cinturón. Había tantas
cosas flotando en mi cabeza, pero había algo fuera de mi alcance, persistente en
los huecos… algo importante que necesitaba recordar.
—¿Sabes que te despertó? —preguntó Seth.
Mis dedos se apretaron alrededor del borde del cinturón. —Creo que estaba
teniendo una pesadilla. Pensé que estaba de vuelta… allá cuando me desperté. —
La siguiente respiración que tomé escaldó mi garganta—. Y me asusté.
—Está bien. Y es completamente comprensible… —Tomó mis manos,
aspirando una inhalación audible—. Josie, tu piel es como hielo.
Piel como hielo.
Retiré mis manos, acurrucándolas contra mi pecho. Había sentido una piel
así, una piel que estaba fría y no se sentía raro. Un recuerdo serpenteaba
libremente. Me había arrastrado por un suelo sobre mis rodillas para comprobar
el pulso de Lauren… de la semidiosa. Ella había muerto. —Oh mis dioses —
susurré, levantando mi mirada.
—¿Qué?
—Oh mis dioses —repetí mientras más recuerdos resurgieron en un clip
rápido—. Vi a los semidioses… a los desaparecidos. Uno de ellos… su nombre
era Lauren. Ella…murió mientras estaba yo allí. —El horror me llenó mientras
recordé la sensación de su piel y su famélico abusado cuerpo—. Ellos le hicieron
cosas horribles, Seth. Horribles cosas y ella murió… —Mi voz se quebró y
tragué duro—. Ella murió en una habitación con el suelo sucio.
—Josie —dijo él, con voz brusca.
—Ella debe haber estado muerta de hambre y golpeada. Estaba cubierta de
tierra y magulladuras. —Tenía que seguir adelante, porque tenía que sacar las
palabras. Era como abrir una ampolla—. Pensé… pensé que iba a ser ella.
¿Sabes? Quiero decir, ella había estado ahí por meses y meses. Ni siquiera puedo
imaginar… —Respiré profundamente mientras un sonido provenía de la
garganta de Seth—. La dejaron en la habitación con nosotros incluso después de
su muerte.
—Dioses. —Dolor destelló a través del hermoso rostro de Seth mientras
tomaba mis manos de nuevo, doblando la suya alrededor de la mía.
—Y cuando finalmente vinieron por ella, ellos… la sacaron arrastrando de la
habitación. Solo la arrastraron por el suelo como si no fuera más que un pedazo
de basura. —Las lágrimas enturbiaron mi visión y luego mi cuerpo se sacudió
cuando me doy cuenta—. Mitchell…. Mitchell todavía está ahí, Seth. Tengo que
sacarlo. —Liberé mis manos una vez más y comencé a levantarme de la cama,
pero Seth me bloqueó con un brazo fuerte. Volví los ojos hacia él—. Mitchell
todavía está allí.
—Tienes que quedarte sentada. —La voz de Seth estaba demasiado nivelada,
demasiado tranquila.
Lo miré fijamente. ¿Mantenerme sentada? —No lo entiendes. Tenemos que
volver a buscarlo, Seth, estaba en mal estado, y yo no lo había visto en… no sé
cuánto tiempo pasó, pero no sobrevivirá mucho más.
Si todavía estuviera vivo, no podría pensarlo.
Seth me giró suavemente para que mi espalda estuviera nuevamente en la
pequeña montaña de almohadas. —Entiendo lo que estás diciendo, pero tú no
vas a volver allí.
Abrí la boca.
—No estás en condiciones de ir a ninguna parte ahora mismo. No estoy
diciendo eso para ser un idiota, pero lo último que tienes que hacer es vagar por
ahí, dejarte sola poniéndote a ti misma en peligro. —Esos ojos color ámbar
parecían brillar—. Tienes que estar justo donde estás, descansando y mejorando.
—Estoy bien. —Le negué, mis manos volviéndose puños.
Sus cejas se alzaron. —¿Te has visto a ti misma, Josie? Apenas hay unos
centímetros de piel que no está magullada. Estás agotada y apenas puedes
ponerte de pie, y no puedo sentir… —Se detuvo.
—¿No puedes qué?
Su mirada buscó la mía. —Apenas puedo sentir nada de éter en ti, Josie.
Mi estómago se revolvió. —Ellos…
—Sé por qué, Josie. Vi las marcas de mordedura. —Esos ojos se volvieron
luminosos y una descarga de electricidad llenó el aire—. Justo ahora, de todo lo
que necesitas preocuparte es de mejorar. Esos es todo. Por favor.
Un par de segundos pasaron antes de poder hablar. —No puedo solo
sentarme aquí y pretender que Mitchell no existe.
—No estoy pidiéndote que hagas eso.
—¿Entonces qué es lo que me estás pidiendo que haga? —Levantándome,
quité un mechón de cabello negro de mi rostro—. Ellos lo tienen, y créeme, él no
sobrevivirá mucho más tiempo.
Seth no respondió.
—Si no me dejas ir, entonces puedes regresar a donde me encontraste.
Puedes tratar de encontrarlo y traerlo…
—No.
Aturdida, parpadeé y luego me hice hacia atrás. —Por favor. Por favor. No
puedo solo olvidarme de ellos…sobre Mitchell. No puedes pedirme eso. Tienes
que ayudarlo.
Un músculo se flexionó a lo largo de su mandíbula. —No espero que te
olvides de él.
—Entonces puedes ir a buscarlo —discutí, ignorando la sensación de ruido
en mi estómago—. Puedes hacer eso y yo puedo quedarme aquí.
—Justo ahora, ellos no tienen idea de donde estamos, pero no estamos
protegidos contra los Titanes o cualquier otro dios. No te estoy dejando. No otra
vez. Eres mi prioridad número uno. Eres en quien estoy enfocado. —Su mirada
se encontró con la mía—. Tú eres todo lo que importa.
La frustración se elevó como un hinchado río dentro de mí. Se mezclaron con
el dolor muy real que se había instalado en cada articulación y cada músculo,
dando paso al terror todavía zumbando bajo mi piel. —¡Pero ya me dejaste!
Seth se estremeció cuando su espalda se puso rígida.
Quería tomar de vuelta esas palabras, pero no podía y no pude detener lo que
salió de mi boca después. —Ya me dejaste. Me dejaste, Seth. No era todo lo que
te importaba hace unas semanas, así que ¿cómo puedo ser todo lo que importa
ahora? —Necesitando espacio, me deslizo. Seth fue a bloquearme nuevamente,
pero quité su brazo. —No.
Algo parecido al dolor paso por su rostro mientras él quitaba su brazo. Me
tambaleé fuera de la cama, mi piel sintiéndose como su hubiera estado muy
apretada. Caminé unos poco pasos lejos y luego me detuve, de pie sobre piernas
temblorosas. Cerré mis ojos mientras quité el cabello negro de mi rostro. Quería
sentirme mal por decirle eso a él, pero era la verdad. Él me dejó y no podía
solamente olvidarme de Mitchell. Mi vida no era más importante que la de él.
—Merecía eso —dice Seth, en voz baja. Abrí mis ojos, pero no lo enfrenté
—. Te dejé. Y no estaba ahí para ti cuando descubriste sobre tu mamá o cuando
Hiperión vino por ti. Te dejé caer en la peor manera posible. No puedo decir lo
siento lo suficiente. No seré capaz de resarcir que te fallé.
Mi garganta quemó. —Tú… no sabes que sucedió.
—Eso no importa al final. Me necesitabas y no estuve ahí. —Su voz se
profundizó, volviéndose áspera—. Nunca…
—No —repetí, insegura de a que le estaba pidiendo que se detuviera.
Agotamiento me tiró, como si no hubiera dormido en años. Emocionalmente
gastado, estaba mentalmente agotada mientras lo enfrentaba lentamente.
Inestable en mis pies, oscilando ligeramente. Mi mirada parpadeo a la suya—.
Lo que es importante en este momento es Mitchell. Todavía lo tienen, y si no
hacemos nada, morirá, Seth. No podemos dejar que eso suceda.
Su mandíbula se endureció. —Pensaré en algo, Josie. No estoy diciendo que
no voy a hacer nada, pero hasta que no estés sanada, no puedo dejarte.
—Seth…
—No. —La única palabra no negociaba argumento—. Te mantuvieron
cautiva durante días, Josie. Todo tu éter estaba casi agotado. Los dioses saben
que pasó allí.
—Estaré bien —dije.
—Puedes enojarte conmigo —dijo levantándose de la cama. Se paró como si
estuviera preparado para pelear—. Puedes odiarme por eso, y no te culparía,
pero no te dejaré desprotegida de nuevo.

Capítulo 18

Seth
Josie había discutido con mi decisión de no dejarla hasta que cedió al
agotamiento que estaba claramente grabado en cada movimiento y dibujado en
las ojeras debajo sus ojos. Ella llegó de vuelta a la cama, y tan pronto como puso
su cabeza en esas almohadas, estaba dormida.
Yací junto a ella, sin intención de dormirme ya que estaba completamente
volcado en mi mente con todo lo que dijo. Entiendo por qué quería rescatar a
este Mitchell, totalmente entendible, pero eso no quería decir que la iba a dejar.
Nada contra Alex o Aiden, pero ellos no habían sido capaces de detener a
Hiperión antes. Ellos no serán capaces de hacerlo nuevamente.
El Titán podía aparecerse en cualquier momento.
Ya me dejaste.
Sus palabras cortaron directo a través de mí, porque era la fría, áspera
verdad. La dejé, y ella había sufrido. Cuando se despertó más temprano, ni
siquiera había sabido donde estaba, ¿y ella pensó que estaba en la cama con
alguno de esos idiotas? Dioses. La ira quemó a través de mí como lava, y el
desamparo que sentí fue como veneno amargo en mi sangre.
No le fallaría nuevamente.
Horas pasaron mientras me senté junto a ella, y debí haberme dormido,
porque cuando abrí mis ojos, la débil luz del sol se filtraba por debajo de las
pesadas cortinas y caminaba lentamente por los pisos de piedra.
Alzando la cabeza, miré a Josie. Todavía estaba dormida, pero algo del color
había vuelto a las partes de su piel sin dañar. Eso era bueno. Tenía que seguir
diciéndome eso, porque cada vez que la miraba, quería volar una mierda.
Como, países enteros.
Su cabello había caído sobre su mejilla, así que me ocupé de eso, metiéndolo
detrás de la oreja. Me incorporé y miré hacia la puerta. Cuidadosamente, me
alejé de Josie y arreglé el edredón cuando empezó a deslizarse de ella.
Caminando por el dormitorio, abrí la puerta y, como esperaba, encontré a
Basil esperando afuera. De pie entre dos estatuas, las manos juntas, solo los
dioses sabían cuánto tiempo había estado ahí.
Necesitaba conseguirle un teléfono celular o algo para pasar el tiempo.
—¿Cómo está ella, Kýrios?
—Durmiendo nuevamente. —Me apoyé contra el marco de la puerta—.
¿Podrías traer algo de comida? Nada demasiado pesado. Ella no… no ha comido
recientemente. Cuando se despierte quiero que coma. —Sería condenado si ella
rechazaba la comida de nuevo—. La conseguiría yo mismo, pero no quiero
dejarla. Yo no tengo hambre, solamente comida para ella.
—Por supuesto. —Él dio un paso adelante, obviamente feliz de tener algo
que hacer—. Voy a traer un poco de arroz y sopa. Eso debería funcionar bien.
—Gracias.
Basil sonrió, se inclinó y luego se fue. Permanecí allí por un momento y
luego cerré la puerta. Me di la vuelta. El aire salió de mis pulmones como antes
cuando ella se despertó de una pesadilla.
Josie estaba despierta.
No solo eso, estaba sentada, apretando el edredón contra su pecho. Sus ojos
eran salvajes, y había un toque de sonrojo en sus mejillas. Su mirada estaba en
mi rostro y luego la dejó caer a mi desnudo pecho y estómago. El rosa en sus
mejillas se intensificó. Esta vez nada tenía que ver con la vez pasada que se
despertó.
El alivió casi me hizo caer de rodillas, y de hecho me tambaleé hacia
adelante un paso. —Estás despierta —dije, dándome cuenta cuan estúpido sonó
eso porque ella estaba, de hecho, despierta. Y ella había estado despierta antes.
Su garganta se movió. —Estaba soñando, y pensé… pensé que esto era un
sueño.
Dioses.
Eso me volvió a matar. —Realmente estás aquí, Josie. Verdaderamente estás
a salvo ahora.
Sus ojos se cerraron por un momento y ella apretó más el edredón. Dolor
destalló en su rostro y cuando reabrió los ojos, había un brillo de lágrimas. Me
moví hacia ella sin pensar. Sin un segundo, yo estaba sentado a su lado en la
cama.
Josie saltó, sus ojos ampliándose. —Eso… eso fue rápido.
Rápido era un eufemismo. Recordé que ella no tenía ni idea de lo que yo era
ahora. No habíamos tenido oportunidad de hablar de nada de eso. —¿Cómo te
sientes?
Vaciló un momento. —No lo sé. —Su mirada parpadeó hacia las ventanas
con cortinas—. ¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?
—Un par de horas.
Su frente se arrugó. —Tú… no te has ido, ¿verdad?
—No. —Tomé una respiración profunda—. Sé que estás enfadada conmigo.
Quieres que yo…
—No estoy enfadada contigo —dijo con tanta tranquilidad que al principio
pensé que era mi imaginación—. Quiero decir… quiero que intentes encontrar a
Mitchell. No voy a renunciar a eso. Yo solo… —Movió lentamente la cabeza—.
No estoy enojada.
La miré con incredulidad. —¿Cómo puedes no estar enojada conmigo?
Deberías estar furiosa. Deberías… —Ella debería odiarme. No podía decirlo en
voz alta—. No sé cómo no puedes estar enojada.
—Quizás vuelva a estarlo más tarde. —Un temblor la atravesó mientras
bajaba la mano al edredón.
Yo tenía el pecho ahuecado. —¿Tienes mucho dolor?
—No demasiado —dijo, bajando la mirada hacia la colcha. Sus dedos se
apretaron alrededor del borde del edredón.
—Veo las marcas de mordedura. Puedo decir que fueron alimentados mucho.
Estás magullada. —Hice una pausa—. Todo terminó. —La irá me golpeó, y yo
trabajé para mantener mi nivel de voz—. ¿Él… ellos… hicieron algo que no
puedo ver?
Sus ojos se cerraron, y apenas tuve un rayo de contención. Afuera, hubo un
destello de intensa luz blanca y luego el trueno creció. Sus ojos se abrieron. —
¿Quieres decir, que fui… violada? No —dice ella, sus dedos se apretaron en la
manta—. Hiperión… me amenazó, pero no lo hizo… no tuvo oportunidad. En su
mayor parte, estaba disgustado por mí.
No sentí mucho alivio. Algunos violadores no necesitaban que les gustara o
sentirse atraídos por alguien para violarlo. No era nada de eso, y todo lo que
podía esperar era que Josie no estuviera escondiendo algo. Era obvio que él
encontró otras maneras de tortura y lo había hecho, pero algo de mi ira violenta
se enfrió. No habría ninguna tormenta afuera. —Hay mucho de lo que tenemos
que hablar.
Josie me miró un momento y luego su mirada parpadeó alrededor de la
habitación. —Yo… no sé lo que está pasando. —Ella tragó saliva—. Cuando me
desperté antes, estaba confundida y… simplemente no sé lo que está pasando.
Lo único que quería hacer era ponerla en mis brazos, pero ella no sonaba
bien. Había algo que faltaba en su voz y tenía la apariencia de un animal
acorralado y confundido. Tenía la sospecha de que necesitaba algo de espacio
ahora mismo. Probablemente sería que me sentara en una de las numerosas sillas
de la habitación, pero no podía moverme.
Así que estaba muy quieto. —Llenaré tantos espacios en blanco como pueda
para ti, pero tengo a Basil trayendo algo de comida para ti. Vendrá pronto.
Quiero que comas esta vez.
8
Sus cejas se alzaron. —¿Basil ? ¿Cómo la planta?
Sonreí débilmente. —Basil significa regio en griego. Aquí es un mestizo y
sirve aquí.
Ella parpadeó lentamente. —¿Tienes servidumbre mestiza aquí?
—Sí, pero no es lo que piensas. Cuando llegué aquí, les dije a todos que se
fueran. No escucharon —le expliqué, deseando que ella entendiera—. Ninguno
de ellos está en el elixir. Todos están aquí por libre albedrío.
La confusión aumentó en su brillante mirada azul. —Pero ¿Por qué tendrías
criados?
—Esa es una historia complicada que te diré, pero hay algo más importante
que necesito decirte.
Ella se movió y se estremeció.
—¿Estás bien?
Josie asintió. —Solo… adolorida. —Parecía estar en guerra consigo misma y
luego alzó su mirada a la mía—. Supongo que Hiperión todavía está vivo.
—No por mucho tiempo —le prometí, una promesa que tenía intención de
mantener.
—Entonces, ¿cómo estoy aquí y no allí, en eso…? —Se interrumpió con una
respiración aguda—. Estoy tan confundida.
Dioses. Ella había pasado por mucho, demasiado. Comencé a levantarme. —
Esto puede esperar. Yo no…
—No. —Una fría mano envolvió mi muñeca con un agarre
sorprendentemente fuerte. La miré hacia abajo—. Estoy bien. Puedes hablar.
Mi mirada sostuvo la suya y luego cayó al brazalete alrededor de su delgada
muñeca. Alzando su mano, levanté su mano a mi boca. Le besé la palma de su
mano.
La respiración de Josie se quedó atrapada y entonces liberó su mano,
doblando sus dedos alrededor del edredón una vez más. —Tú… realmente
necesitas comenzar a hablar.
—Lo hago. —Tomé una respiración profunda, inexplicablemente nervioso.
No podía recordar la última vez que sentí tanta ansiedad. De hecho, podía. Fue la
última vez que mi mamá tuvo una fiesta aquí. Quería esconderme, porque sabía
que ella iba a sacarme, hacer el espectáculo del perro y el pony, pretendiendo
que de hecho importa, pretendiendo estar orgullosa. Todos me verán temerosos y
curiosos.
—¿Seth?
Sacudiendo mi cabeza, me enfoqué en ella y dije—: Sé que dije esto antes,
pero tengo que decirlo de nuevo. Lo siento. Siento haberte dejado en Malibú.
Pasaron unos momentos, y comencé a temer que ella no diría nada. —¿Por
qué? —susurró—. ¿Por qué me dejaste después… después de todo lo que
compartimos?
—Pensé que te estaba protegiendo de lo que… lo que iba a venir —expliqué
—. Me alimenté de ti sin que lo supieras. Vi cuan horrorizada y disgustada
estabas, y tenías todo el derecho a estarlo.
—Estaba sorprendida —dijo ella, levantando una mano para pasarla por su
cabello húmedo—. Y sí, lo estaba… estaba enojada. Lo que hiciste estuvo mal,
pero pudimos haber pasado a través de ello. Tú no nos diste la oportunidad.
—Lo sé —concordé, inclinándome hacia ella—. Sé que no nos di la
oportunidad, pero pensé que estaba haciendo lo correcto. Especialmente después
de Atlas, y en lo que me convertí.
—¿El Asesino de Dioses? —preguntó ella.
Asentí. —Cuando me convertí y me di cuenta de lo que era… Joder,
enloquecí, Josie. No sabía de lo que era capaz o que iba a hacer. Esa no es una
excusa. Lo entiendo. Pero me asusté, y nunca, Josie, jamás he estado más
arrepentido acerca de algo que he hecho. Nada.
El pecho de Josie se alzó cuando inhaló profundamente. Ella comenzó a
hablar, pero hubo un ligero golpe en la puerta.
—Debe ser Basil. —Me levanté, pero me detuve—. ¿Estás bien con que él
entre?
—Sí.
Fui a la puerta, abriéndola. Basil entró, su mirada enfocada en el suelo. La
esencia de hierbas lleno la habitación. —¿Quiere que coloque la bandeja sobre la
cama, Kýrios?
—Seguro. —Lo seguí a su lado, mi mirada fija en Josie.
Una mirada de curiosidad llenó sus rasgos mientras Basil llevó la gran
charola de plata hacia la cama. Él la colocó a su lado. —Le he traído sopa,
Kyría, y arroz con un toque de salsa ligera.
Josie se quedó boquiabierta y, a pesar de todo, una pequeña sonrisa curvó las
comisuras de mi boca.
Basil levantó las tapas, revelando dos tazones grandes. —He traído agua,
pero si quiere algún tipo de refresco, estaría más que feliz de traerlo para usted.
—El agua está bien —dijo ella, mirándome insegura antes de mirar
nuevamente a Basil—. Gracias.
—Es un placer Kyría. —Él se inclinó y luego retrocedió lejos de la cama—.
¿Puedo servir en algo más?
Sacudí mi cabeza. —Eso sería todo.
Basil se inclinó una vez más y se fue.
Josie quedó boquiabierta. —¿Él… acaba de llamarme “señora” y a ti
“señor”?
La sonrisa subió un poco cuando volví a su lado, recogiendo el tazón y la
cuchara. —Ellos son un tipo de “la vieja escuela” por aquí.
—De acuerdo —dijo, pero me miraba con incredulidad.
—Hay mucho que tenemos que pasar, pero quiero que comas todo lo que
puedas primero. —Sumergí la cuchara en la sopa, llenándola con el caldo y lo
que parecía ser una especie de fideos. —Abre.
—¿De verdad me vas a dar de comer?
Miré hacia abajo a lo que estaba haciendo y sentí mis mejillas calentarse. —
Supongo que lo estoy.
—Puedo alimentarme sola.
—Lo sé, pero quiero… quiero hacer esto. —Y lo hice—. Además, tú estás
ocupada sosteniendo tu bata cerrada sobre tus muy gloriosos pechos.
El rostro de Josie se sonrojó y entrecerró los ojos. —No hables sobre mis
pechos.
Otra sonrisa tiró de mis labios. —Pero ¿puedo verlos?
—No —contestó.
Otra sonrisa salió. —No estoy seguro de poder prometer no mirar. —Moví la
cuchara hacia su boca—. Pero lo intentaré.
Josie me observó por un momento, su mirada indescifrable, pero abrió su
boca. Le di como media docena de cucharadas de sopa y otra media docena de
arroz antes de decir—: Te vi. Te das cuenta de eso, ¿verdad? —Ella se inclinó
hacia atrás lejos de mí—. Te vi en el balcón, a menos de que fuera una pesadilla
realmente realista, no entiendo lo que está pasando aquí.
—Por favor come un poco más primero.
La ira se reflejó en su rostro y me emocioné de verla. La ira era mejor que la
desesperación y la desolación. —Seth…
—Te lo explicaré todo. Todo —le prometí—. Pero necesito que estés mejor…
más sana y entera, y yo… —Mi garganta de repente se sintió espesa—. Fui
detrás de ti, después de que me fui. No estabas en la casa de Gable. Estabas en
otro sitio. No quise hacerlo, pero no pude detenerme. Estabas durmiendo.
Ella abrió los ojos. —Pensé que te sentía. Lo hice en un sueño, pero, ¿eras
tú?
Asentí.
—¿Cómo?
—Voy a llegar a eso —dije— Cuando te dejé, me dije que nunca volvería a
verte. Obviamente yo no me había sujetado a eso. Vine a ti después de irme, y
luego traté de encontrarte de nuevo. Así supe lo que pasó. Ni… ni siquiera sabía
lo que pasó hasta entonces, y cuando me enteré de que Hiperión te había
secuestrado, nunca me he sentido tan indefenso. Nunca sentí tal terror antes,
porque no podía encontrarte. No sabía cómo encontrarte. Podría haberte
perdido… perdido de la peor manera posible, pero no lo hice. Estás aquí, y ahora
mismo, solo quiero ayudarte a mejorar. Para mejorar, necesitas comer, porque
me dijiste antes que no recordabas la última vez que comiste. Por favor déjame
hacer esto.
Josie comenzó, y por un segundo, pensé que iba a negarse, pero asintió.
Cuando volví a levantar la cuchara, no estaba escondiendo la forma en que mi
mano temblaba. Casi terminamos el plato de sopa y el arroz en silencio,
deteniéndonos solo cuando juró que ya no podía comer ni beber más. Quité la
bandeja colocándola sobre la mesa junto a la puerta.
Todavía estaba sujetando su bata al pecho cuando regresé a ella, y era difícil
no pensar en el hecho de que estaba desnuda debajo de eso.
—Estaba viniendo detrás de ti —dijo ella, y ya lo sabía, pero me encantaba
oírla decirlo—. A pesar de que todo vivía en mi estaba tan… tan equivocada, iba
a venir detrás de ti. Ese era mi plan, me iba a parar junto a ti. Iba a luchar por ti.
Probar que tú… vales lo que siento por ti. —Su voz era ronca—. Y después de
todo, finalmente te veo y eso… eso era todo lo que quería, era verte, y te
encontré con otra mujer.
Mi corazón se agrietó una y otra vez ante sus palabras y las lágrimas cayendo
de sus ojos. —No era lo que parecía.
Ella dejó salir una risa áspera. —¿De verdad?
—Sé cómo suena —continué—. Realmente lo hago, pero es la verdad. Su
nombre es Karina, y ella es la sacerdotisa aquí.
—¿Sacerdotisa? —repitió.
—Ella es una parte de la complicada historia que necesito decirte… es una
gran parte de ella, y los dioses lo saben, es una historia desordenada, pero yo no
la estaba abrazando. No hay absolutamente nada entre nosotros. Nada. Nunca ha
existido. Nunca lo habrá.
—No mientas —susurró ella—. Te vi. Tú tenías tus manos encima de ella.
Estabas tocándola…
Me hice hacia adelante, moviéndome más rápido de lo que ella podía
rastrear. Con cuidado juntando mis manos en sus mejillas, dirigí su mirada a la
mía. —No fue así, Josie. Te lo juro. Nunca podría serlo, porque te amo, Josie. Te
amo a ti.

Capítulo 19

Josie
Mi corazón desaceleró y luego aceleró. Pensé que Seth me había dicho eso
solo una vez antes, cuando creyó que yo estaba dormida, y a veces ni siquiera
estaba cien por ciento segura que lo había escuchado decir eso entonces.
Pero realmente lo dijo ahora.
Seth dijo esas dos cortas palabras que significaban todo.
Bueno, “tengo pastel” también eran dos cortas y poderosas palabras, pero
escuchar a Seth decir que me amaba era como si mil esperanzas y sueños se
hicieran realidad a la vez.
Una parte de mí quería saltar de debajo de las sábanas y abrazarlo. La otra
parte estaba congelada con tanta confusión y temor. Realmente no entendía lo
que estaba pasando. Tal vez era porque estaba tan malditamente cansada, incluso
para despertar y comer, estaba cansada hasta los huesos. Pero parecía que hace
solo unas horas estaba acurrucada en la fría tierra esperando… y queriendo morir
en lugar de enfrentar otro segundo con Hiperión o el resto de los Titanes.
Todavía ni siquiera entendía cómo había llegado aquí o cómo íbamos a ayudar a
Mitchell si Seth se negaba a dejarme buscarlo o a abandonarme.
Y quería celebrar lo que Seth estaba diciendo. Finalmente me estaba diciendo
cómo se sentía, pero no podía borrar la imagen de él y esa hermosa morena.
—¿Josie? —Su miraba buscó la mía, y me di cuenta que no había hablado.
Tomé una temblorosa respiración. —He… he esperado por siempre a que
digas eso.
Una lenta sonrisa comenzó a deslizarse sobre sus labios. —Y debería haberlo
dicho hace tiempo.
Quería sonríele, pero todo lo que podía hacer era míralo fijamente. Había
tanto de lo que necesitábamos habar, en lo que yo necesitaba enfocarme. Mis
pensamientos estaban por todas partes, y estaba sintiendo tanto… demasiado. Y
estaba desnuda. Al igual que, legítimamente desnuda bajo la bata que era
demasiado grande para evitar que se deslizara por mi hombro y en el frente. Y
vagamente recuerdo a Seth sacando mi sollozante y desnudo trasero de la ducha,
y ayudándome a colocarme la bata cuando salté de la cama y caí desnuda al
suelo.
Preocupación llenó esos ojos color ámbar. —Josie, por favor di algo.
Cualquier cosa.
Necesitaba decir algo. —Si me amas, entonces ¿por qué… por qué te vi
afuera con ella?
Seth permaneció inmóvil por un momento y luego bajó sus manos al espacio
entre nosotros. —Creo que necesito empezar desde el principio.
—Sí. —Coloqué la manta bajo mis brazos—. Creo que eso tendría más
sentido.
Levantándose de la cama, Seth caminó hacia un gabinete. A pesar de todo lo
que necesitábamos hablar y todo lo que me había sucedido, no pude evitar que
mi mirada vagara por toda la piel expuesta. Él había estado sin camisa antes,
pero no lo había notado a él. Ahora sí. Los definidos pectorales. Los
abdominales apretados. Los pantalones de chándal colgando lo suficientemente
bajos para mostrar esas marcas a cada lado de sus caderas. Incluso su espalda era
increíble. Grande, esbelta y musculosa.
¿Por qué no podía usar una camisa?
Pero era Seth, así que por supuesto no.
—Toda mi vida, he tenido esta… esta inexplicable atracción por éter.
Siempre me llamaba, incluso antes de despertar como el Apolyon. —
Inclinándose, agarró una botella de agua de una mini nevera oculta en el
gabinete. Girándose, me enfrentó—. Empeoró cuando me convertí en el
Apolyon, pero nunca lo entendí. Aparte de los puros y mestizos quienes se
volvieron adictos al éter y se convirtieron en daimons, no conocía a nadie más
que pudiera sentir lo que yo podía sentir. Cuando Alex despertó, no se sentía de
esa forma. Siempre pensé que había algo mal conectado en mí, ¿sabes? Pero…
ahora entiendo.
Caminando de regreso a la cama, se sentó a mi lado. Desenroscando la tapa,
me ofreció la botella de agua abierta. La tomé. —Estaba esta… esta voz dentro
de mí cuando me convertí en el Asesino de Dioses, guiando lo que estaba
haciendo. Sé que suena loco, pero así era cómo se sentía. Como si todo dentro de
mí se hubiera construido para ese momento o me llevaría a ese momento. —
Hizo una pausa, frunciendo el ceño—. Tienes que beber, Josie.
Aturdida, tomé un decente trago de agua.
Pareciendo estar satisfecho, dijo—: Sabes, ahora que lo pienso, me pregunto
si Ares sabía la verdad. Él quería que me convirtiera en el Asesino de Dioses. A
través de mí, trataba de controlar a los otros dioses, pero yo… yo no puedo ser
controlado.
Mis ojos se ampliaron, porque dijo eso sin una onza de arrogancia. Era solo
una declaración de los hechos. Una verdadera bomba delicadamente detonada.
Seth no podía ser controlado ahora.
—Supongo que no se dio cuenta en lo que convertiría una vez que fuera el
Asesino de Dioses. —Los músculos de sus hombros se tensaron mientras se
encogía de hombros—. Aunque, ¿quién lo sabría? De cualquier forma, no
entendía completamente lo que estaba sucediendo. Por eso me fui, y sé que no es
suficiente excusa para dejarte. Nunca lo será, pero estaba… estaba asustado de
hacerte daño. De no poder ser capaz de controlarme.
Escucharlo admitir que estaba asustado siempre era una sorpresa, porque
Seth no parecía asustado de nada.
Tomé otro trago de agua.
—¿Recuerdas a las ninfas que nos ayudaron a salir de la casa de tus abuelos?
Una de ellas ha estaba alrededor. Su nombre es Ewan. Rara vez es lógico. —Una
irónica sonrisa apareció en sus labios—. Pero él fue el primero en decirme que
no era solo un Asesino de Dioses, sino un dios.
Casi me ahogué con el agua. —¿Qué?
—Un dios —repitió, su mirada color ámbar fija en la mía—. Soy un dios,
Josie, y no estoy diciéndolo para ser gracioso.
Sorpresa me hizo callar mientras lo miraba fijamente. Una parte de mí quería
reír, porque sonada legítimamente loco, pero yo era una semidiosa y eso también
sonó loco al principio.
—No lo creí al principio. Incluso cuando podía hacer cosas que no era capaz
de hacer antes, seguía sonando ridículo para mí. —Seth se movió más cerca,
atrapando un mechón de mi cabello. Las yemas de sus dedos rozaron la curva de
mi mejilla mientras lo metía detrás de mi oído, haciéndome estremecer—. Pero
es verdad. De alguna forma, y por alguna razón, esto era lo que siempre estuve
destinado a ser. El Dios Designado. El Dios de la Vida y la Muerte. —Se rio de
eso mientras bajaba la mano—. Incluso hay un templo aquí.
Parpadeé. —¿Un templo? ¿Para ti?
Sonrió. —Para mí.
—Santa mierda —susurré, y eso fue lo mejor que se me ocurrió. Seth era un
dios, un dios que era venerado.
—¿La mujer con la que me viste afuera? Es la suma sacerdotisa. Aquí hay
varios sacerdotes y sacerdotisas.
A la mención de la mujer, me tensé. —¿Y qué hacen? ¿Servirte?
Sus ojos brillaron. —No de la forma que estás insinuando.
—No estoy insinuando nada.
Levantó una ceja. —Toda la cosa de “ser un dios” en realidad se relaciona
con “verme afuera con Karina y la cosa de alimentarme”.
La botella de plástico se arrugó cuando mis dedos se apretaron alrededor de
ella. Honestamente, no había procesado completamente a Seth siendo un dios
real, pero la sorpresa se estaba desgastando. Sabía que en el fondo no iba a estar
feliz con lo que él estaba a punto de decir.
—No estoy inventado esto para justificarme, porque suena como algo que un
adicto diría, pero… tengo que alimentarme —explicó en voz baja, su mirada
nunca vacilando en la mía—. Es como los dioses son dioses. Para ellos, cuando
están en el Olimpo o en el Inframundo, están rodeados de éter. Es cómo sus
poderes son alimentados. Y es por eso que siempre me atrajo.
—Eso tiene sentido —dije después de un momento—. Es por eso que los
Titanes estaban comiendo…
—Nunca te haré eso —respondió con urgencia—. Nunca te obligaría a pasar
por eso. —Su mirada se posó en mi brazo luego en mi cintura. Las mangas de la
bata se habían vuelto a caer, y de repente quería meter ambos brazos debajo de la
manta—. La alimentación no es como solía ser para mí. Nada de eso es lo
mismo. De antemano, tenía… tenía que embriagarme, pero ahora… —Sacudió
su cabeza—. Es como respirar aire. Si no lo hago después de un tiempo, lo
necesito. No me conecta o me droga. Es solo la forma en la que es.
Eché un vistazo a la botella medio vacía que yo sostenía. Tomando otro
trago, me incliné y coloqué la botella en la mesita de noche. —No dolió cuando
lo hiciste antes. Ni siquiera sabía que lo habías hecho. No fue nada como… nada
como lo que Hiperión y Cronos hicieron.
—No tiene que ser doloroso, pero eso no importa ahora. Nunca tomaría eso
de ti. Nunca más —prometió, y mi estómago se hundió, porque lo dijo de una
forma que no dejó ninguna duda en mi mente que esa era su completa intención
—. ¿Josie?
Un momento después de decir mi nombre, sentí las puntas de sus dedos
presionando gentilmente bajo mi barbilla. Levantó mi mirada a la suya. —Nunca
permitiré que otra cosa te lastime de nuevo. Nunca.
El ambiente protector era… era dulce, y ver la ferocidad en su mirada,
también era, bueno, caliente, pero no podía depender de él para protegerme. No
podía depender de nadie, y eso no era porque él no había detenido a Hiperión.
Yo seguía siendo, sin importar lo que me hicieron, una poderosa semidiosa. No
necesitaba protección.
Bueno…
Eso no era exactamente cierto. Justo en este momento, no podía luchar contra
una chinche, lo que me recordó algo. Miré hacia abajo. —Estas bandas… están
bloqueando mis habilidades.
—¿Qué? —Seth tomó mi mano derecha en la suya. Frunció el ceño—. Traté
de quitarlas, pero no se movieron.
—No sé si se moverán —admití, y mi estómago se volvió más pesado—.
Hiperión dijo que fueron hechas con la sangre de Cronos y Zeus. Que era lo que
utilizaban para sepultar a los Titanes.
—Demonios —murmuró, deslizando un dedo sobre la banda—.
Averiguáremos cómo quitarlas. Alguien tiene que saber. —Su mirada se dirigió a
la mía—. Eso puede ser el por qué no estás sanando tan rápido como deberías.
—Supongo. —Ser drenada de mi éter y no alimentarme de cualquier clase de
comida regular probablemente también tenía algo que ver con ello. Cerrando los
ojos, expulsé esas ideas antes de que se apoderaran de todo. Deslicé mi mano
fuera de la suya—. ¿Cómo llegué aquí?
Sus rasgos se tensaron. —Traté de localizarte, pero no podía sentirte en
ninguna parte. Maldición —gruñó, recostándose—. Ni siquiera lo sabía hasta
que fui a Malibú solo para asegurarme que estabas bien. —Apartando la mirada,
su mirada fija en la puerta sombreada de gasa—. Entonces fui a la Universidad.
Vi a Marcus y a Luke…
—¿Luke y Deacon están bien? ¿Gable? —Cuando asintió, alivio se apoderó
de mí.
—Todos están bien. Están en la Universidad, bueno, todos excepto Alex y
Aiden. Ellos terminaron viniendo aquí para decirme que habías sido tomada.
—Oh. —Estaba sorprendida.
—Ellos ya habían dejado la isla cuando fui al Covenant. Cuando supe que te
habían llevado, estuve buscándote. Toda la cosa de dios me permite… detectar a
las personas. Es como lo dioses pueden aparecer y desaparecer, pero estabas
bloqueada para mí, al igual que los semidioses fueron bloqueados.
¿Ahora Seth podía aparecer y desaparecer a voluntad? ¿Por qué no conseguí
una habilidad genial como esa?
—No fue hasta ayer, cuando estaba tratando de detectarte y te sentí. Dioses.
—Un musculo se flexionó en su mejilla—. Te encontré en estos bosques.
Perses… no sé si sabes quién es.
—Lo conozco —murmuré, levantando la manta aún más.
Seth cerró sus ojos. —Yo había ayudado a liberar a Perses, junto con Alex y
Aiden. Supongo que una vez que se dio cuenta de quién eras para mí, pensó en
recompensarme y te liberó.
—¿Lo hizo?
Su mirada se dirigió a la mía. —¿No recuerdas eso?
—Recuerdo… —Recordaba ser llevada de nuevo a Cronos, y él parecía más
joven que la última vez. Ya no parecía anciano. Piel más suave, cabello negro
brotando a través del blanco plateado, y músculos remplazando frágiles huesos y
tejidos. Recordaba ser retenida y a él alimentándose, tomando y tomando hasta
que mi visión se volvió negra y no hubo nada. Había más… fragmentos—.
Recuerdo que Perses vino a mí, pero… creo que me desmayé antes que
saliéramos de la habitación.
Seth estaba mirándome y parecía que quería preguntarme algo, pero cambio
de opinión. —Bueno, él te sacó, y así es cómo te encontré.
Sosteniendo la manta cerca, me estremecí mientras lo recordaba
sosteniéndome. —Supongo que eso fue amable de su parte, pero no le
agradeceré pronto.
—Agradecerle nunca será necesario. —La voz de Seth era aguda—. Está
muerto.
Levanté mi barbilla rápidamente. —¿Qué?
—Lo maté porque él fue parte de eso.
Me quedé boquiabierta ante Seth. No había ni una pizca de remordimiento en
su tono o expresión, pero… no me importó que no lo hubiera, porque yo quería
matar a Perses. Quería matarlos a todos por lo que nos hicieron a mí… a Lauren,
y le continuarían haciendo a Mitchell.
—Me alegro —dije, diciéndolo en serio. Seth exhaló pesadamente, y nos
sentamos allí por par de minutos—. Está bien. Guau. Así que, ahora eres un dios
que aparentemente puede acabar con los Titanes fácilmente. Eso es bastante
asombroso.
—Lo es. —Una media sonrisa apareció—. Quiero decir, siempre he pensado
que era como un dios, así no es tan grande el cambio.
—Ja. —Levanté una ceja—. Espera. Si eres un dios, entonces significa que
los otros dioses no pueden decirte qué hacer ahora, ¿cierto? —La esperanza se
disparó profundo en mi pecho, extendiéndose a través de mí como un incendio
—. Si eres un dios, entonces no pueden matarte y no pasarás tu vida después de
la muerte trabajando para Hades.
Asintió, sus ojos iluminándose en un color dorado rojizo. —No, ya no
pueden controlarme y Hades va a tener que encontrar un nuevo juguete para
jugar.
—Eso es tan bueno. Oh, Dios mío, esa es una gran noticia. —Era tan
increíble que casi comencé a llorar como un niño demasiado emocional—. Seth,
estoy tan feliz de escuchar eso.
Su expresión se suavizó completamente. —Es posiblemente la mejor parte de
todo esto. Bueno, al lado de la habilidad de ir de un lugar a otro —bromeó, y
luego esas gruesas pestañas se levantaron una vez más—. Tengo… tengo un
futuro, Josie.
Mi boca se secó. Un futuro. Algo que Seth nunca planeó tener. Algo que
esperé superar, pero nunca supe cómo. Ahora Seth tenía un mañana, un mes
siguiente, y así sucesivamente. No había nada que nos detuviera de…
Corté esos pensamientos, porque todo era… todo era demasiado. Pensé en mi
mamá y… y simplemente no quería pensar.
Seth y yo nos miramos, y el silencio se prolongó. El aire prácticamente
zumbaba cuando él desvió la mirada, tragando.
—Necesito usar el baño —susurré, y luego me sonrojé, porque Jesús, ¿había
un mejor asesino de ambiente que eso?
Asintiendo, se levantó de la cama y me dio espacio para recomponer la bata
bajo la manta y asegurarme que no estaba exhibiéndome mientras salía de la
cama.
Consciente de su mirada en mí, lentamente me dirigí al opulento cuarto de
baño, cerrando la puerta detrás de mí. Después de usar el baño, lavé mi rostro,
haciendo una mueca de dolor por la piel magullada y en carne viva. Cuando
terminé, estaba agotada de nuevo, y mi reflejo lo mostraba.
Lucía como si hubiese estado montando en el expreso de lío caliente toda la
noche.
Desechando mi apariencia, ya que no había ni una maldita cosa que pudiera
hacer al respecto, apreté la bata de gran tamaño a mi alrededor y salí del baño.
Seth estaba de pie junto a la cama, sosteniendo un paño de color rosa pálido
y azul. —Basil te trajo una túnica más pequeña, pero tendremos ropa para ti por
la mañana.
Mirando hacia la puerta, arrastré los pies hacia él. —¿Él estuvo aquí?
Asintió.
—Eso fue silencioso… y rápido. —Le quité la túnica nueva.
Seth sonrió estrechamente. —Basil es… bueno, es muy útil. —Dio un paso
atrás y luego se alejó de mí—. Avísame cuando termines.
Mi boca cayó abierta.
¿No iba a comerme con los ojos y hacer algún comentario del tipo sexual?
Eso era mucho más sorprendente que él siendo un dios.
Hubo… hubo un tiempo cuando Seth no se habría alejado. Habría mirado
fijamente, y la intensidad de su mirada se habría sentido como una caricia. Dijo
que me amaba. Prometió protegerme, pero ahora estaba de pie de espaldas a mí,
con la columna rígida.
Insegura de qué hacer con lo que estaba pasando con nosotros, dejé caer la
gran bata. La cabeza de Seth cayó hacia atrás, y lo miré por un momento
demasiado largo, sintiendo mi piel fuertemente ruborizada.
Probablemente era algo bueno que no estuviera mirando, que él estuviera
pensando en mi modestia. Mientras que el simple pensamiento de su piel
desnuda contra la mía casi barrió mis piernas debajo de mí, mi cabeza seguía por
todo el lugar.
La nueva túnica era delgada, suave y sedosa mientras se deslizaba por mis
brazos. Apretando el cinturón alrededor de mi cintura, estaba aliviada de ver que
llegaba a mis rodillas y no se caería de mis hombros o se ahuecaría en el frente.
Aclaré mi garganta. —Estoy decente.
Seth se giró lentamente y su mirada vagó sobre mí. Me quedé sin aliento ante
el hambre en esos impresionantes ojos.
Bueno, definitivamente todavía me deseaba.
Y yo todavía lo deseaba.
Mi mirada cayó a la banda de sus pantalones.
Siempre lo desearía.
—Sí —dijo, y fue todo lo que dijo. Ni siquiera estaba segura de a qué estaba
respondiendo.
Me moví hacia adelante, dando un paso a su alrededor. Me subí a la cama,
tirando de la manta sobre mis piernas desnudas. Con el corazón golpeando,
levanté mi mirada a la suya. —Estoy… estoy cansada de nuevo. —Eso podría
haber sonado patético, pero era verdad. Mi cuerpo se sentía como si estuviera
cargado con plomo.
Vaciló y de repente no parecía un dios, un ser poderoso sin comparación. Me
miró a través de espesas pestañas, y parecía un hombre a punto de pedir el
mundo. —¿Puedo quedarme contigo?
No esperaba esa pregunta.
Seth se acercó más a la cama. —No creo que pueda irme de tu lado, Josie.
Mi corazón iba arrastrarse fuera de mi pecho, y en un instante, el pasado y el
presente chocaron. Amaba a Seth. Siempre lo amaría.
Amarlo no significaba que no estuviera decepcionada de sus elecciones, que
esas elecciones no me habían lastimado. Amarlo no significaba que él podría
seguir haciendo esas elecciones y lo seguiría perdonando. Amarlo significaba
que sabía desde el primer momento que me enamoré de Seth que él era
complicado, que no sería fácil amarlo. Amarlo… bueno, significaba que estaba
dispuesta a luchar por él.
Y amarlo significaba que tenía que estar dispuesto a luchar por mí.
—Si te quedas, te quedas. No puedes dejarme de nuevo. —Me escuche decir
mientras sostenía su mirada—. Si no puedes prometer eso y decirlo, no puedes
quedarte conmigo.
Se movió tan rápido como un rayo. Un segundo estaba de pie junto a la
cama, y al siguiente, estaba a solo una pulgada o menos de mí, doblado a nivel
de la cintura, sus manos plantadas sobre la cama, junto a mis caderas. —Nunca
te dejaré así otra vez, Josie. Nunca tendrás que temer eso. Te lo juro.
Mis labios se separaron. Tantas palabras se elevaron y murieron en la punta
de mi lengua. Dejé de pensar, de pensar en todo. Recorriendo, levante las mantas
para él. Seth no vaciló ni un momento. En un abrir y cerrar de ojos, estaba en la
cama, su cuerpo curvado así estaba frente a mí. Había unos cuantos centímetros
entre nosotros, pero mi corazón palpitada como si no hubiese nada
separándonos.
Antes… antes de que todo ocurriera, no habría ni siquiera un pequeño
centímetro entre nosotros. Seth era una persona muy física. Un sátiro del abrazo.
Pero tal vez estaba preocupado que accidentalmente me lastimaría al sostenerme
cerca. O tal vez sentía que… que no estaba lista para ese tipo de cercanía.
Estaba en silencio mientras colocaba su mano en el espacio entre nosotros.
Mi mirada cayó hacia donde su palma estaba levantada, esperando. Mi corazón
comenzó a tronar contra mis costillas. Cerrando mis ojos, me estiré y coloqué mi
mano izquierda sobre la suya.
Seth curvó sus dedos alrededor de los míos y los sostuvo.

Capítulo 20

Seth
—¿Estás segura de que estás bien con esto?
Josie estaba de pie sobre la punta de sus pies, tratando de ver sobre mi
hombro. Basil estaba fuera, en el corredor, esperando por hacer alguna clase de
servicio, así que él solamente estaba de pie allí.
Realmente necesitaba conseguirle una computadora con conexión a internet.
Sus ojos azules se dispararon a los míos, solo brevemente. —Sí. Me siento
mejor.
La estudié de cerca. Ella solo lucía marginalmente mejor. Los moretones se
habían desvanecido un tono o dos. Los parches de piel clara aún eran demasiado
pálidos y sus ojeras estaban presentes.
Ella no lucía lista.
Josie mordió su labio inferior mientras su mirada encontraba la mía de
nuevo. —En serio. Estoy bien. Puedo dejar esta habitación.
Después de que ella se durmiera junto a mí, despertó varias horas más tarde,
como lo había hecho antes, en la agonía de una pesadilla, luchando y gritando.
La sostuve a través de la pesadilla, acariciando su espalda de arriba a abajo y
susurrando en su oído hasta que se tranquilizó y volvió a dormir.
No creo que ella lo recuerde.
Yo sí.
Oír esos gritos era algo que nunca olvidaría. Se incrustaron en lo profundo de
mi interior. Incapaz de dormir de nuevo, me tumbé allí, fantaseando sobre
desmembrar lenta y dolorosamente a cada Titán con solo un oxidado cuchillo
para mantequilla.
—No puedes mantenerme en esta habitación —dijo ella, cruzando sus
brazos.
A pesar de cuán oscuros se habían vuelto mis pensamientos, estaba
emocionado de ver que ella era un poco más como la antigua Josie esta mañana.
—Te das cuenta de que, fácilmente, podría mantenerte en esta habitación.
Sus ojos se entornaron. —Me gustaría verte intentarlo.
Eso fue caliente.
Demonios, todo sobre ella era caliente. Josie había dormido todo el resto del
día de ayer y toda la noche, despertando solo por esa pesadilla. Cuando desperté
esta mañana, lo cual había sido hace solo una hora, lo hice con una gran y
furiosa erección. Como que se sintió un poco espeluznante, pero no podía
evitarlo. Después de la pesadilla, yo había estado cabeceando, sosteniéndola
cerca. Ella había volteado y su trasero se presionó contra mi polla, y yo era un
hombre, así que eso pasó.
De acuerdo. No fue solo porque yo era un hombre.
La extrañé; extrañé mirarla, escuchar su voz y su risa, y malditamente,
extrañé tocarla. Dioses, siempre extrañaba tocarla. Incluso ahora mismo, tomaba
todo de mí no tener un brazo alrededor de sus hombros. La quería debajo de mí y
quería estar dentro de ella. Quería encerrarla en esta habitación por un mes y ese
deseo no tenía nada que ver con asegurarme de que ella estuviera bien
descansada.
Pero me contuve, porque sabía que Josie no estaba lista para nada de eso. Yo
aún no estaba el cien por ciento seguro de que ella estaba siendo honesta sobre
todo lo que le pasó durante su cautiverio. Incluso si lo estaba siendo, ella había
atravesado una mierda y luego llegó a mí, y lo primero que vio fue a mí,
alimentándome. Lo último que ella necesitaba era que yo estuviera encima suyo
como un chico quien acababa de descubrir que tenía una polla funcional.
Suspirando, caminé a un lado y extendí mi brazo hacia la puerta,
inclinándome. —Después de ti, Kyría.
Josie me disparó una mirada de ojos entornados que me provocó una ligera
sonrisa. Los pantalones negros de lino y su camiseta de tirantes que Basil había
encontrado eran una talla demasiado pequeña. No es que yo estuviera
quejándome. Los delgados pantalones abrazaban su culo muy agradablemente.
Yo disfrutaba la vista, pero en lo profundo de mi cabeza, estaba estresado sobre
cómo Josie no me había contestado ayer que ella también me amaba. Eso no me
había pasado desapercibido. Sus pasos se ralentizaron cuando entró al corredor y
miró a Basil. Pareció dudar, obviamente insegura de cómo tratar con él.
Me uní a ella. —Vamos a tomar un rápido recorrido por la casa.
Basil asintió. —Sus otros invitados en este momento están en la cocina,
Kýrios. Expliqué que tenemos equipo más que dispuesto a hacerles el desayuno,
pero insistieron en hacerlos ellos mismos.
—Eso está bien. Ellos pueden tener campo libre en este sitio.
Él asintió. —La ropa adicional para la kyría debería llegar esta tarde.
—Perfecto. —Le sonreí a Josie.
Ella estaba mirando fijamente a Basil con amplios ojos, incluso cuando el
mestizo se inclinó y se alejó. Ella volteó hacia mí. —Eso es tan raro. Como,
realmente raro. Quiero decir, es como tener un mayordomo. Él como que
siempre está allí, solo esperando para hacer alguna cosa por ti.
—Debe estar bastante aburrido. Realmente, nunca le doy mucho que hacer.
Lo mismo sucede con el resto de los empleados aquí. Usarlos como sirvientes
no... me sienta bien, incluso si ellos parecen querer estar aquí.
Su cabeza se inclinó a un lado, causando que su largo cabello cayera sobre su
hombro. —Pero tú creciste con sirvientes, ¿no es así?
Asentí. —Esta casa entera solía estar llena con ellos. —Tenía que tocarla, así
que puse mi mano en la parte inferior de su espalda, alentándola a tomar un paso
al frente—. Este es el tercer piso. Solo hay algunos dormitorios aquí arriba —
expliqué, escoltándola por el corredor—. Si vas en la otra dirección, puedes salir
a los balcones. Rodean la casa entera.
—Guau. —Su mirada se disparó sobre las puertas cerradas que solían dirigir
a mi dormitorio y al de mi madre—. ¿Alguien usa esas habitaciones?
—No. Están clausurados. —Dirigiéndola lejos de esas habitaciones, la guie
por el amplio corredor, hacia las escaleras de caracol que desembocaba en el
patio interior del primer piso—. La mayor parte del segundo piso son
habitaciones de invitados. También hay una sala que nadie usaba cuando yo era
más joven y, supongo que nadie la usa ahora.
La mirada de Josie estaba rebotando sobre todo el lugar, mientras bajábamos
las escaleras, pasando el segundo piso. Ella estaba fascinada con las estatuas y
las pinturas de dioses. Para el momento en que llegamos al nivel principal,
parecía atónita. —De acuerdo. ¿Por qué, en el mundo, ustedes chicos necesitan
una casa así de grande? Quiero decir, eran solo tú y tu mamá, ¿cierto?
—A la gente que tiene dinero le gusta enseñar el hecho de que tienen dinero.
—La guie hacia la parte de atrás de la casa, pasando varios empleados vestidos
de blanco quienes se detuvieron para inclinarse profundamente, causando que el
rostro de Josie se sonrojara—. Mi madre tenía muchas fiestas y los... invitados
permanecían por varias semanas, incluso meses. Esa es la biblioteca a tu
derecha. La sala principal está a tu derecha detrás de esa. Una sala de cine se
conecta con ella.
—¿Una sala de cine? —murmuró ella, sacudiendo su cabeza mientras nos
acercábamos al corredor que dirigía a la cocina y a la esencia de tocino friéndose
—. Cuando dices “invitados”, lo dices como si realmente no fueran invitados.
Me encogí de hombro mientras cruzábamos el invernadero. —La mayoría de
ellos eran otros puros y... amantes. —Una sonrisa burlona apareció—. Madre se
divertía.
Su mirada se agudizó mientras arrastraba las puntas de sus dedos sobre la
gran hoja de una de las muchas plantas de maceta situadas a lo largo de las
cómodas sillas enormes, y sillones reclinables. —Así que, ¿tu mamá tenía
muchos amantes?
Asintiendo, caminé en frente de ella y abrí la puerta que llevaba al patio
sombreado. —Este camino lleva al patio. ¿Te gustaría verlo?
—Sí. —Ella me siguió al exterior, dentro de la templada brisa—. Tu padre
era uno de sus amantes.
—Así es como fui creado.
Sus ojos rodaron. —Bueno, duh. —Levantó la mirada al ventilador de techo
agitándose—. ¿Tu padre se quedaba aquí?
Me preguntaba cómo habíamos llegado al tema de mis padres. No respondí,
mientras salía del patio y entraba a la brillante luz del sol. Lideré el camino por
el sendero de mármol, haciendo mi camino a la mitad del patio.
—¿Seth?
Mirando sobre mi hombro, vi que Josie se había detenido junto a uno de los
muchos bancos de piedra. —Mi padre era un mestizo.
—Yo sé eso. —Ella tocó una flor rosa—. ¿Pero lo conociste?
Volteé y caminé de regreso a donde ella estaba parada. Hablar sobre mis
padres era la última cosa que quería, pero si eso era sobre lo que Josie quería
hablar, eso era lo que yo haría. Una parte de mí asumió que ella estaba enfocada
en eso, así que pensaba sobre lo que acaba de atravesar.
—Mi padre no era un Centinela o un Guardia. Era un sirviente aquí. —
Tomando su mano, enredé mis dedos a los suyos—. Él trabaja en el exterior, en
los patios. Nunca fue sobre el elixir. Pero, incluso si lo hubiera sido, dudo que
eso la hubiera detenido. —El disgusto me llenó—. A ella no le importaba si
alguien estaba en su sano juicio, pero creo que le gustaban más los mestizos
cuando no estaban altamente medicados. Jugar con ellos... era más divertido de
esa forma.
Su mirada cayó a nuestras manos unidas y persistió allí. —Eso... suena
terrible.
—Ella era bastante terrible.
Sus hombros se elevaron con un profundo respiro y ella levantó su mirada
hacia la mía. —No respondiste mi pregunta.
La verdad era que, nunca respondí esa pregunta honestamente ni un día de mi
vida. Le dije a Alex una vez que yo no había conocido a mi padre y no sabía su
nombre. Eso había sido mentira, y viendo hacia el pasado, ni siquiera sabía por
qué había mentido sobre eso. Por otro lado, mentí sobre muchas cosas en ese
entonces. —Solía sentarme en mi habitación y verlo arreglar las flores en el
jardín cada tarde, después del almuerzo. Desde allí, él desaparecía más profundo
dentro de los patios y no lo veía de nuevo hasta el siguiente día. No sabía que él
era mi padre en ese entonces, pero quizás, en alguna clase de raro nivel
biológico, lo sabía y es por eso que lo miraba.
—Quizás —dijo ella, su mirada buscando la mía.
—Yo no luzco como él. Él tenía el cabello oscuro y la piel clara. Yo salí
como mi madre.
—Ella debió haber sido hermosa.
—Lo era. —Levantando la mano de Josie, besé la punta de su meñique y fui
complacido cuando el azul de sus ojos se profundizó—. La mayoría de los
mestizos fueron comprados antes del Consejo, a una edad muy joven, para
decidir si ellos entrenarían para ser Centinelas o Guardias, o ir a la servidumbre.
No yo. Todos ya sabían lo que yo sería.
—Por supuesto —murmuró ella.
Sonreí. —Los ojos de todos los Apolyones anteriores se volvieron ámbar
después de que despertaron. Pero yo nací con ellos, así que siempre supieron que
yo era el Apolyon. Yo sabía que mi padre era un mestizo mucho antes de que se
volviera un conocimiento común el cómo podría ser hecho un Apolyon. —Lo
que era otra cosa que había mantenido en secreto de Alex—. Lo supe por un
largo tiempo.
Ella caminó más cerca, sus pies descalzos rozando los míos. —¿Cómo lo
descubriste?
—Él me lo dijo.
Sus ojos se ampliaron con sorpresa. —¿En serio?
—Yo tenía once. Mi madre acababa de sacarme a rastras de mi dormitorio y
me hizo desfilar a través de una de sus muchas fiestas. Ella estaba muy orgullosa
de que su hijo bastardo era el Apolyon, así que era bastante regular. Sería
enseñado, la gente diría sus “oh” y se sorprenderían, y luego sería enviado de
regreso a mi dormitorio. Sin embargo, esa noche fue diferente.
Las cejas de Josie se juntaron. —¿Por qué?
Moviéndome, bajé nuestras manos para que colgaran entre nosotros. —No
fui directo a mi dormitorio como normalmente hacía. Salí a este patio. Ni
siquiera sé por qué. Quizás fue el destino. —Levantando mi mirada hacia la
sobresaliente casa, podía ver la ventana del dormitorio por la que pasé mirando
la mayor parte de mi vida—. Me senté en uno de estos bancos, sintiéndome
bastante miserable y probablemente, soñando sobre aplastar todas sus preciosas
estatuas del interior, cuando el hombre que a menudo veía desde mi ventana se
me acercó. Yo no estaba particularmente complacido con él, pero a él no pareció
importarle. Se sentó junto a mí, y me dijo que su nombre era Kristos.
Josie estaba callada mientras levantaba la mirada hacia mí.
Algo se me ocurrió y luego reí. —Dioses. ¿Sabes lo que su nombre significa
en griego? El designado. Jodido destino. De cualquier forma, él me dijo la
verdad: que él era mi padre. No quería creerle al principio. Me gustaba la idea de
que mi padre fuera este... fantástico centinela y no este jardinero. Sé que eso
estaba mal, pero yo era un idiota de niño.
—Dímelo —murmuró ella.
Mis labios se torcieron. —Dije algunas... cosas bastante horribles, porque yo
era, bueno, como dije, un idiota, y él no parecía recriminármelo. Fue paciente,
incluso comprensivo de mi actitud. Supuse que él sabía cómo eran las cosas en
la casa. Él me dijo que estaba orgulloso de lo que me volvería. —Reí, y sonó
brusco para mis propios oídos—. Pero él no quería esa clase de vida para su hijo.
—Vaya. —Sus ojos se ampliaron—. ¿Qué más pasó?
—Bueno, él se fue, y sin que nosotros supiéramos, habíamos sido espiados.
Madre tenía ojos y oídos en todas partes. No estaba ni un poco feliz por todo eso.
Me envió al Covenant en Bretaña al día siguiente. Nunca lo vi a él de nuevo.
Josie sacudió su cabeza lentamente. —¿Sabes si él aún está por aquí? ¿Si...?
—Él está muerto. Murió protegiendo a la perra sin corazón de mi madre.
¿Cuán cruel es eso?
—Oh mi Dios —susurró ella, apretando mi mano—. Seth...
—Vamos. —Jalé su mano, interrumpiéndola mientras alejaba la mirada de la
creciente pena en sus hermosos ojos azules—. Hay algo que quiero mostrarte.
Ella dudó un momento, pero luego me dejó guiarla a través del laberinto de
florecientes flores. Inhaló un suave respiro mientras nos acercábamos al borde
del patio y vimos el extenso arco de mármol. Caminando por debajo de ellos,
supe el momento en que ella vio el templo.
—Santo cielos —susurró Josie, deteniéndose abruptamente.
El templo era bastante para ver, todo columnas de mármol pulidas y suaves
rocas. Largos braseros de titanio ardían en la entrada de las puertas cerradas.
Varios sacerdotes y sacerdotisas se paraban en el exterior, su ropa de color ámbar
ondulando en la brisa. Todos se movían al unísono, los seis. Tres hombres y tres
mujeres se dejaron caer de rodillas y se inclinaron hasta que sus frentes casi
tocaron el suelo.
Dejando caer mi mano, Josie se adelantó y luego se detuvo de nuevo. —
¿Este es tu templo?
—Sip.
—¿Y esos son algunos de tus sacerdotes y sacerdotisas?
—Doble sip.
Josie levantó sus manos, sin palabras. El sol destelló sobre su cabello, y supe
que ella no tenía idea de que lucía como una diosa de pie frente al templo. Varios
minutos pasaron. —Ni siquiera sé que decir. ¿Has ido allí dentro?
Si ella me pedía que fuéramos dentro, lo haría por ella, pero solo por ella. —
No lo he hecho. ¿Quieres hacerlo?
Josie estuvo en silencio por un momento, y luego volteó hacia mí. —No aún.
—Regresando a donde yo estaba de pie, miró sobre su hombro—. Solo es un
poco demasiado raro para mí en este momento.
Aliviado, reí. —Ambos, tú y yo.
—Me sorprende que no estés disfrutando todo esto.
—No necesito esto, nada de esto —admití, en voz baja. Su mirada voló a la
mía—. Yo solo...
—¿Qué?
Caminé hacia ella, acercándome a su espacio cuando sabía que,
probablemente, no debería, pero era incapaz de detenerme. —Solo te necesito a
ti, Josie.
Su aguda inhalación hizo eco en mis oídos.
El calor invadió mis mejillas. Mierda. ¿Estaba sonrojándome? Maldije en
voz baja. No estaba avergonzado de admitir lo que dije. Era la maldita verdad,
pero realmente no necesitaba una audiencia.
Consciente de que los guardias dorados junto a la puerta estaban dentro del
alcance del oído, tomé su mano una vez más y la hice caminar alrededor del
templo, fuera hacia los acantilados con vista al reluciente mar. Ninguno de
nosotros habló por varios minutos mientras ella observaba la vista.
—Realmente es hermoso aquí, Seth. —Su mirada vagó sobre el océano,
enfocándose sobre los navíos blancos en la distancia—. Sé que este lugar no
tiene los mejores recuerdos para ti, pero es impresionante; la casa, la isla, e
incluso el templo raro.
Reí por la última parte. —Sí. Es hermoso. Incluso más ahora.
Ella elevó la mirada en mi dirección y me dio una ligera sonrisa. —Estás
lleno de encanto hoy.
—Solo digo la verdad —respondí—. ¿Tienes hambre?
Asintió. —Yo siempre tengo hambre.
—Es bueno ver que tu apetito está regresando.
—No creo que algo pudiera afectar permanentemente mi apetito.
—Podemos regresar. Creo que Alex y Aiden están haciendo el desayuno. —
El viento era más fuerte aquí, lanzando su cabello a través de su rostro. Capturé
los mechones, suavizándolos hacia atrás—. Si llegamos a tiempo, podemos robar
su comida.
La risa de Josie fue ronca, pero era el sonido más increíble de oír. La miré
fijamente un momento y luego comencé a retroceder pero me detuve. —
¿Puedo... puedo preguntarte algo?
Su mano aún estaba en la mía. —Sí.
Mi corazón comenzó a tronar en mi pecho, y supe que esta pregunta podía
esperar. Debía esperar, pero la idea de pasar otro minuto u hora sin saber, iba a
volverme loco.
Así que, tomé una respiración profunda y me abrí en una forma en que nunca
lo había hecho antes. —¿Aún me amas?

Capítulo 21

Josie
La severa vulnerabilidad se agitaba en los ojos ámbar de Seth. No podía creer
que estuviera haciendo esa clase de pregunta, que incluso pensaba que
necesitaba hacerlo. Una pequeña parte de mí quería darle un puñetazo, golpearlo
con amor, por supuesto.
Estaría mintiendo si dijera que no era cautelosa. Seth me había susurrado su
amor antes y me dijo que todo iba a estar bien, pero luego se había ido. Me había
dejado fuera más de una vez. Nada de eso había cambiado la forma en que me
sentía por él, y tal vez eso me hizo un poco loca, pero el mundo en que ahora
vivía estaba loco.
Pero me sentía así... Tan cruda, por dentro y por fuera.
—Sé lo que estás pensando —dijo, su mirada buscando la mía—. Y no
porque pueda leer tus pensamientos.
—Gracias a Dios por eso —murmuré.
Una breve sonrisa apareció y luego desapareció. —Te he defraudado. —
Cuando abrí mi boca, él levantó su mano—. Lo he hecho, Josie. Más de una vez
lo he hecho... Te he alejado. He tomado las decisiones equivocadas. Sé que no he
llegado ni siquiera a ser el tipo de hombre que mereces, pero voy a cambiar eso.
Oh.
Oh.
—Nunca volverás a tener que dudar de mí —dijo con voz baja y decidida—.
Yo moriría antes de que eso suceda otra vez.
Había una sensación de hinchazón en mi pecho como si fuera un globo
desatado que pudiera despegar del suelo y flotar lejos. Las lágrimas pusieron
borrosa mi visión mientras yo respiraba temblorosas inhalaciones. —No estaría
aquí si no te amara, Seth. No te hubiera dejado dormir en la misma cama
conmigo anoche, si no lo hiciera —dije, con el aliento atrapado—. Hay mucho
que realmente no entiendo ahora, como, por ejemplo, toda la cosa de que “eres
un dios”. Quiero decir, lo entiendo. Eres un dios. —Deslizando mis manos, moví
mis dedos—. ¡Hurra! Pareces lo mismo... bueno, eres más suave, pero me gusta
eso, y te amo si eres un dios o un ser humano normal. Y sí, hay mucho que
todavía tenemos que entender. Como toda esa cosa de la alimentación, porque no
estoy de acuerdo con que estés muy cerca de una mujer que parece que podría
ser la doble de Angelina Jolie y...
Seth se movió tan rápido que ni siquiera registre lo que estaba haciendo hasta
que sentí sus labios en los míos. Me trague un jadeo asustado. Parecía que había
pasado una eternidad desde la última vez que me había besado.
Solo las puntas de sus dedos acunaron mis mejillas mientras su boca se
movía suavemente sobre la mía. Él parecía completamente consciente de la
cortada en mi labio inferior, y tuvo cuidado de no lastimarme. Su beso fue tierno
y tan dulce, trayendo una ola de lágrimas frescas a mis ojos. Mis manos se
acercaron a su pecho, y pude sentir su corazón palpitando bajo la palma de mi
mano. Mis labios se separaron, y el beso se profundizó, acelerando mi pulso
mientras la punta de su lengua tocaba la mía.
Estaba inmediatamente pérdida en él: la sensación de sus labios, el toque de
sus manos y su sabor. Estaba perdida y una parte de mí nunca quiso ser
encontrada.
Hizo un sonido crudo y hambriento mientras sus dedos se deslizaban por mi
garganta y sobre mis hombros. —Dilo de nuevo —ordenó con voz ronca.
Aturdida de deseo, abrí los ojos. Yo sabía lo que quería decir sin más
explicación. —Te amo, Seth.
Seth me besó de nuevo, y esta vez si no hubiera rodeado su brazo alrededor
de mi cintura, probablemente habría caído justo encima, porque este beso me
dejó sin aliento y con anhelo. Si hubiera intentado tirarme de la hierba arenosa y
despojarme de la ropa, probablemente no lo hubiera detenido. Yo habría estado
desgarrando su ropa tan frenéticamente.
Pero fue Seth quien se detuvo, levantando su boca de la mía una vez más. —
Lo siento —dijo él con voz gruesa y sexy—. Yo solo... Solo tuve que besarte.
Apoyándome, descansé mi cabeza contra su pecho y suspiré. —No me estoy
quejando.
La profunda risita de Seth hizo que mi piel se estremeciera. —Espero que no.
Encontré su mirada. —Estamos en esto juntos, ¿verdad? No más tomar
decisiones que pienses son lo mejor para mi sin decírmelo. No me dejarás de
nuevo, porque si lo haces, no creo que pueda perdonarte por eso. Ya no.
—No te estoy dejando. Estamos en esto juntos, Josie. —Su mirada buscó la
mía—. Si hay algo en este mundo, hay un nosotros.
Cerré los ojos, solté un suave suspiro. Había tantas cosas en mi cabeza. No
me había olvidado de Mitchell ni de lo que le había pasado a Lauren. Echaba de
menos a mi madre y a Erin, y cuando estaba tranquila, pensé en esas largas y
aterradoras horas en aquella habitación oscura y húmeda. Mi cabeza era un
desastre.
Pero tener esto, con los problemas un poco resueltos entre Seth y yo aclaró
parte del espacio en mi cabeza. Un poco de la tensión disminuyó de mis
músculos, y aunque todavía había tantos problemas, tuve a Seth.
Y Seth me tenía.
Me empujó contra él así nuestros cuerpos estaban alineados, y pude sentir su
excitación contra mi vientre. —Te extrañé. —Él pasó una mano por mi cabello y
apoyó su barbilla encima de mi cabeza—. Te extrañaba cuando estaba contigo.
Bajando mis brazos alrededor de su cintura, cerré los ojos. —¿Cómo me
extrañaste cuando estaba contigo?
Se quedó en silencio por un momento. —No lo sé. Es difícil de explicar, pero
supongo que no lo era... Yo no era enteramente yo, había una parte de mí que no
estaba realmente allí.
Levanté la cabeza y le miré a los ojos. —¿Y ahora estás completamente aquí?
—Sus labios rozaron mi frente. —Por primera vez en mi vida, en realidad
soy yo.

* * * *
Nos quedamos en los acantilados hasta que mi estómago retumbó tan
odiosamente fuerte que la gente en el otro lado de la isla podría haber oído. Seth
se había reído como si fuera la cosa más divertida de todos los tiempos, y
mientras yo debatía golpearlo de nuevo, él tomó mi mano, guiándome hacia
dentro.
Seth y yo nos detuvimos al mismo tiempo que entramos en la cocina. Mi
primera impresión fue que la habitación era ridículamente enorme, con
mostradores gris pálido y varias islas. No tenía ni idea de por qué alguien
hubiera necesitado una cocina de este tamaño a menos que estuvieran recibiendo
su propio programa de chefs en vivo, pero no era tanto la cocina que estaba
mirando.
Era a Alex y Aiden.
Estaban en el centro de la habitación, cerca de una estufa de varios
quemadores. Parecía que habían estado en el proceso de hacer huevos para ir con
su tocino, pero los huevos permanecieron en un tazón, sin cocer, batidos y
espumoso. También parecía que se habían olvidado de todo menos el uno del
otro.
Alex estaba sentada, apenas, en el mostrador, cerca de la estufa. Las caderas
de Aiden estaban presionadas entre sus muslos, y una de sus manos estaba en
alguna parte debajo de la camiseta que Alex llevaba puesta. Agarraba la parte
posterior de su cabeza con una mano y la otra tenía la camisa de Aiden
enroscada, tirando de ella. Sus bocas y caderas estaban prácticamente
fusionadas.
Oh mí Dios.
El calor invadió mi cara mientras miraba a Seth. Sus cejas se alzaron. —Creo
que van a hacer un bebé —susurré—. Y tal vez huevos.
Seth se rio mientras Aiden se ponía rígido y luego deslizaba su mano por
debajo de la camiseta de Alex, dejando caer la palma de la mano sobre la suave
encimera. Sus frentes se tocaron, y lo que pude ver del rostro de Alex es que era
rojo sangre.
—Me gustaría poder volver a comer comida en esta cocina —comentó Seth
—. Y en realidad usar el mostrador para preparar la comida.
—Cállate —gruñó Alex—. Como si supieras cocinar comida.
Seth sonrió mientras avanzaba, recogiendo el cuenco olvidado. —Yo soy el
chef, entre otras cosas. Al mirar con acento a Aiden, se apoyó en el mostrador—.
A diferencia de algunos.
Aiden giró su cabeza, frunciendo el ceño. —Solo porque eres un dios no
significa que no te golpee.
—Solo porque eres un invitado en mi casa no significa que no te ahoguen en
el océano.
—Oh querido —murmuré, con los ojos muy abiertos.
Ignorando la amenaza de Seth, Aiden retrocedió y me miró cuando Alex
saltó del mostrador. —Es bueno verte moviéndote alrededor —dijo él—. ¿Cómo
te sientes?
—Estoy bien. —Entré en la cocina—. Solo un poco cansada.
—Te ves mucho mejor —dijo Alex, y lo que probablemente era una mentira.
Se acercó a mí y me dio un rápido y fuerte abrazo. Se apartó unos cuantos
centímetros y susurró—: ¿Está todo contigo y el idiota ahí?
—Puedo oírte —contestó Seth, tirando los huevos en una sartén caliente.
—No me importa —contestó Alex.
—Sí. —Asentí y sonreí—. Todo está... Está bien.
El alivio parpadeó a través de sus cálidos ojos marrones. —Estoy feliz de oír
eso. —Envolviendo su brazo alrededor del mío, me guio hacia la isla con varias
sillas de respaldo alto que la rodeaban—. Lo creas o no, estábamos haciendo el
desayuno de todos.
—Seguro eso parecía. —Seth tomó una espátula.
Aiden se dio la vuelta con un suspiro. —¿Quieres beber algo, Josie?
Me detuve. —Puedo tomarla.
—Estoy más cerca —dijo, caminando hacia la nevera. Miró dentro—.
Bueno, las opciones parecen ser ilimitadas. ¿Qué te gustaría?
—Em, ¿jugo de naranja? —Me senté.
Alex se subió al asiento junto a mí mientras Aiden buscaba un vaso. —
Hablamos con Deacon y Luke anoche. Se sienten aliviados al saber que estás
bien.
—Estoy feliz de saber que están a salvo en Covenant —le dije mientras
Aiden colocaba un vaso de jugo de naranja delante de mí—. Gracias.
Él asintió. —No están exactamente seguros. Se fueron ayer a buscar al
semidiós en Canadá.
Mi mirada se dirigió a Seth. Estaba volteando los huevos, y era más que raro
verlo haciendo algo tan doméstico en cualquier otro momento, pero sabiendo
que era un dios lo hacía aún más... Fascinante verlo tocar una estufa. Me
imaginaba que solo podía azotar tortillas en el aire o algo así. —¿Estarán bien?
Los Titanes siguen buscando a los otros semidioses.
—Estarán tan seguros como cualquiera de nosotros. —Aiden se frotó la
frente—. Preferiría que se quedaran en la Universidad, donde por lo menos hay
tutela, pero Deacon ya no es...
—¿Un niño? —Seth terminó por él. Alzó una ceja cuando Aiden frunció el
ceño—. ¿Qué? Deacon quiere ayudar. Y él tiene a Luke. Él no va a dejar que le
pase nada a tu hermano.
Aiden cerró la boca y miró fijamente a Seth. —Eso fue casi... tranquilizador
¿Te sientes enfermo?
Seth puso los ojos en blanco.
Sonreí un poco y luego tomé un sorbo de jugo de naranja. Mi estómago se
retorció incómodo ante la quemadura ácida. —¿Alguien ha oído algo de... de
Apolo o de alguno de los dioses? —Un dolor agudo iluminó mi pecho ante la
mención de mi padre. Qué pendejo. En serio—. Antes de ser secuestrada,
pensé... Creí ver furias en el cielo.
—No hubo las furias que vi, y son algo difícil de perderse. —Alex apoyó la
barbilla en el puño—. Ni dioses, tampoco. Ni una maldita cosa, pero eso no es
realmente sorprendente. Cada vez que el mundo enloquece y se prepara para
tirar abajo, todos desaparecen.
Aiden seguía mirando fijamente a Seth con una mezcla de asombro y
confusión.
—Probablemente no se acercarán a nosotros. —Seth levantó la mano
izquierda y varios platos salieron volando del armario, colocándose suavemente
sobre el mostrador como algo que salido de Beauty and the Beast.
—Muéstrese —murmuró Alex.
Miró a través de las pestañas y sonrió de una manera que reemplazó ese
dolor sordo en mi pecho. —Los dioses saben lo que soy. Saben que puedo acabar
con ellos. Así que se quedarán lejos, muy lejos.
—¿Y piensas hacer eso? —Aiden echó tiras de tocino en cada plato—. ¿El
fin de los dioses?
Seth se encogió de hombros mientras recogía unos huevos. —Sabes, no he
decidido.
Levanté una ceja mientras miraba el tocino. Mi estómago se quejó de
hambre, pero también se agitó inseguro.
La mirada de Seth parpadeó hacia la mía. —Hay uno o dos que realmente me
gustaría asesinar directamente.
Sabiendo que estaba hablando de mi padre, simplemente ensanché mis ojos
mientras tomaba otra bebida. La náusea aumentó.
—Bueno, tal vez deberías tratar de controlar tus impulsos asesinos —sugirió
Aiden—. Nunca se sabe cuándo los dioses podrían ser realmente útiles.
Seth resopló mientras colocaba el último de los huevos en un plato. —Eso es
lo más probable que realmente tú siendo útil.
Un lado de los labios de Aiden se levantó. —Sabes, creo que te has
enamorado de mí.
Seth simplemente sonrió a cambio, y fue un poco de una sonrisa
espeluznante, ocultar su tipo de niño que en realidad me recordó a Apolo, y que
realmente lo hizo aún más extraño.
—Es como Twilight Zone —murmuró Alex, con los ojos grandes—. Verlos
trabajar juntos en cualquier cosa, incluso cuando es solo huevos y tocino.
Me reí bajo mi respiración.
La sonrisa de Aiden se extendió cuando recogió dos platos y los llevó a
donde Alex y yo nos sentamos. En unos minutos, Seth estaba a mi lado y Aiden
estaba al lado de Alex.
—Se supone que ya no tengo que comer comida. —Seth levantó un trozo de
tocino—. Pero no hay manera de que deje de comer tocino.
Lo miré fijamente. —¿De Verdad? ¿Ya no tienes que comer?
Seth asintió mientras mordía la rebanada crujiente.
¿Qué demonios? Yo era un semidiós verdadero y todavía tenía que comer.
—Eres un raro —dijo Alex.
Empujando un tenedor lleno de huevos en mi boca, decidí que era mejor por
el momento no pensar en cómo ahora, Seth era diferente.
Comimos en silencio durante unos minutos. Los huevos eran increíbles,
esponjoso y mantecoso, y parecía asentar mi estómago. Podía comer una sartén
entero de ellos, y tocino siempre estaba delicioso, siempre y cuando estaba
crujiente y grasiento.
—Así que —dije, aclarando mi garganta—. ¿Cuál es el plan?
Aiden frunció el ceño. —¿El plan?
—Sí. ¿Qué estamos haciendo ahora? Estoy aquí y estoy bien. —Había
forzado la última palabra, porque no estaba segura de lo bien que estaba, pero
bueno, estaba viva. Y no era como si nada me estuviera esperando para que
consiga mis cosas juntas—. ¿Qué vamos a hacer con Mitchell?
Las cejas oscuras de Aiden se juntaron. —¿Mitchell?
—Sí, el semidiós que... —Me detuve, mirando a Seth—. Tú no les has dicho,
¿verdad?
—No he tenido exactamente el tiempo —respondió, dejando su otra rebanada
de tocino. Él continuó antes de que tuviera la oportunidad de responder—. El
plan es que te quedes aquí, que te sanes, y después de que sanes, vas a seguir
aquí.
Lentamente bajando mi tenedor, levanté las cejas. —Agradable de que me
incluyas en esta decisión que ya has tomado.
—De nada. Y solo para que sepas, he tomado un par de decisiones más. —
Seth clavó, y yo preventivamente bajo mi tenedor antes de convertirlo en un
arma—. No estás haciendo toda la misión de búsqueda y rescate. Tenemos que
averiguar cómo sacar esas malditas bandas de tus muñecas. Ese es el plan.
—Uh… oh —susurró Alex.
Aiden se inclinó hacia delante, apoyando los brazos en el mostrador. —Seth
tiene un punto.
—Mierda, alguien grabe esto —dijo Seth.
Aiden entrecerró los ojos, pero ignoró a Seth. —Tienes que mejorar, Josie.
Necesitas curarte.
—Lo entiendo, pero ¿qué pasa? —Miré a mi alrededor, mi mirada se posó
sobre Alex antes de que me girara hacia Seth. El movimiento agudo no se
sentaba bien con mi estómago. Me imaginé que la comida no había ayudado—.
No voy a sentarme aquí y no hacer nada por el resto de la eternidad. Los Titanes
todavía están ahí afuera, y yo no era el único semidiós de Capri Sun que estaba
mantenida presa. Ya mataron a uno de los semidioses, y si no hacemos algo
matarán a Mitchell. Todavía está allí.
Alex se enderezó. —¿Tú los viste?
Disparándole a Seth una mirada que prometió que estaríamos discutiendo
esto más tarde, me concentré en Alex. —Sí. Una de ellas se llamaba Lauren.
Ella... ella murió. La drenaron y la dejaron morir.
—Dioses —murmuró Aiden.
Tomé una respiración profunda e ignoré la rápida revoltura que mi estómago
estaba haciendo. —Mitchell estaba en mal estado. No va a durar mucho más.
Tenemos que sacarlo de allí.
La mandíbula de Seth se cerró.
—No lo vamos a dejar allí para morir. —Le fruncí el ceño—. ¿De verdad
pensaste que estaría bien con eso?
Los ojos topacio se encontraron con los míos. —No, no espero eso. Sé que
no quieres oír esto, pero si estaba en tan mal estado, puede que no esté vivo.
—No lo sabemos —discutí—. No podemos rendirnos y no... —Un nudo
amargo subió por mi garganta y le di una palmada en la boca—. Oh Dios.
—¿Qué? —Seth estaba inmediatamente fuera de su taburete, de pie delante
de mí.
Alex y Aiden se desvanecieron en el fondo mientras mi estómago se movía.
Me deslicé del taburete. —Yo... Creo que voy a estar enferma.
—¿Vomito enfermo? —La sorpresa llenó la cara de Seth.
—Sí, oh Dios. —Tragué, e inmediatamente me arrepentí—. ¿Dónde está...?
Seth envolvió un brazo alrededor de mi cintura, y me pareció que solo pasó
un segundo antes de entrar en un cuarto de baño. Alejándome de Seth, me
arrodillé y levanté la tapa del inodoro.
El estómago ardiendo, todos esos huevos y tocino volvían a subir. Con
nauseas, agarré los lados del inodoro. Mis ojos se humedecieron y seguía y
seguía vomitando. Vagamente, era consciente de las manos frescas en mi frente,
recogiendo mi cabello hacia atrás.
Finalmente, después de lo que parecía una eternidad en un nuevo círculo del
infierno, no había nada más que vomitar. —Oh Dios —gemí.
—¿Terminaste? —preguntó Seth.
Me estremecí. —¿Creo que sí?
Seth me retiró suavemente del retrete. Lo oí bajarle y luego fui acunada en su
regazo, apoyando mi mejilla en su hombro mientras me concentraba en respirar
profundamente. Pasaron varios minutos mientras él frotaba el centro de mi
espalda. Santa mierda, vomité. Ni siquiera podía recordar la última vez que
había vomitado.
¿Cuándo era una niña?
Alguien llamó a la puerta y escuché a Alex preguntar—: ¿Está todo bien?
—Sí —gritó Seth—. Danos unos momentos.
—¿Cómo te sientes? —Él alisó mi cabello hacia atrás de mi frente pegajosa.
Me obligué a abrir los ojos. —Mejor. Mi estómago está un poco... revuelto.
—Necesitamos un poco de agua en ti. ¿Crees que puedes manejar eso?
—Creo que sí. Oh hombre. —Incliné mi cabeza hacia atrás—. Eso fue así,
tan asqueroso.
La mirada de Seth encontró la mía. La preocupación grabada en su rostro
llamativo. —Josie, lo estás... Eres un semidiós. No deberías estar enferma.
Lo miré fijamente, insegura de cómo responder a eso, porque obviamente me
había puesto muy, muy enferma. —¿Tal vez comí demasiado después de casi no
comer?
—No lo sé. —Seth no sonó como él pensó que era el caso. Su mirada cayó, y
yo le seguí para ver que él estaba mirando las bandas en mis muñecas—. Tal vez.
Si las bandas estuvieran bloqueando mis habilidades, ¿podrían estar retrasando
la rapidez con que podría recuperarme? ¿Me podrían enfermar? Mi pobre
estómago se sumergió.
¿Podrían estar haciéndome mortal?

Capítulo 22

Una vez que salimos del baño, el desayuno como que se fue al traste. Me
sentía mal, porque amenazar con vomitar todo el mostrador probablemente había
matado sus apetitos. Pero una vez que Seth me dio algo de agua, me sentí cien
por ciento mejor.
Los brazaletes alrededor de mis muñecas no se habían apretado, pero parecía
que iban a cortar mi circulación. La sensación estaba en mi cabeza, pero ¿y si me
hacía una mortal… susceptible a los virus y lesiones graves? Iba a mantener esa
sospecha para mí, porque Seth me envolvería en una envoltura de burbujas si se
le ocurriera.
De nuevo, su mirada de halcón aludió al hecho de que probablemente ya
sospechaba lo mismo.
Un pequeño ejército de personal había aparecido de la nada para limpiar la
cocina, así que terminamos en la sala de estar más grande que he visto. Me
acurruqué en una cómoda y mullida silla, con los pies metidos debajo de mí. Mi
estómago se estaba sintiendo bastante estable y nadie me miraba de verdad como
si estuvieran esperándome a que vomitara otra vez, pero la tensión se había
introducido en la espaciosa habitación. Alex y Seth estaban discutiendo sobre
algo, pero no estaba segura sobre qué exactamente. Estaba cansada después de
recorrer la casa, comiendo el gran desayuno y vomitando mis tripas. No quería
nada más que una siesta, y eso era un poquito preocupante, porque había
dormido más de lo que había estado despierta recientemente, incluso cuando
Hiperión tenía el control sobre mí.
Suspirando, levanté la vista y vi que Seth me observaba desde el otro lado de
la habitación. Mi estómago se hundió al recordar el beso en los acantilados. Él
probablemente no estaba pensando en eso desde que había estado sujetando mi
cabello hacia atrás mientras rezaba al dios de la porcelana.
Sus ojos ámbar entrecerrados, y sentí mis mejillas enrojecer en respuesta.
Bueno, definitivamente no estaba pensando en lo que pasó en ese cuarto de
baño. Es bueno saber que no le causaba repulsión.
Alex se sentó en el sofá y se recargó, juntando sus manos sobre su estómago.
—Hombre, creo que tengo comida de bebé.
Tosí una risa cansada y entonces algo se me ocurrió. —¿Pueden ustedes
dos… tener hijos? —En el momento en que hice una pregunta, me encogí,
porque guau, era entrometerme en una cosa privada—. Lo siento. No debería
haber preguntado. Yo…
—Está bien. —Alex sonrió mientras se quitaba el cabello del rostro. Juré que
había visto un débil resplandor rosado a través a la altura de los pómulos de
Aiden—. Sinceramente, no lo sé. Quiero decir, no soy un semidiós normal.
Ninguno de nosotros lo somos, así que no sabemos si algún día podría suceder.
No hemos estado intentando, pero nosotros… —Ella se calló, encogiéndose de
hombros.
Pero probablemente tampoco han estado usando protección.
—La idea de que tengas un hijo me asusta —comentó Seth con sequedad.
—A ti y a mí, a ambos —murmuró Alex en voz baja.
Cruzando mis brazos a través de mi cintura, me acurruqué en los cojines.
Seth no estaba seguro de si eso podía suceder para nosotros, así que siempre
había utilizado protección. Bueno, excepto por esa vez. Mi nariz se arrugó.
Antes de que Seth me hubiera dejado, me había encontrado en la biblioteca, y
estaba bastante seguro de que no había usado condón.
Mi estómago se hundió y luego se agitó un poco cuando traté de averiguar
cuando fue mi último período. No es que estuviera seriamente preocupada por
quedar embarazada, porque era seriamente improbablemente, y no porque
creyera seriamente que no pudiera quedar embarazada de un episodio de sexo sin
protección. Con mi suerte, eso era cien por ciento factible, pero ¿después de todo
con Hiperión…? No había manera de que un embarazo hubiera sobrevivido a
eso.
Ugh. Me moví en el asiento, incómoda con mi tren de pensamientos. Yo era
demasiado joven y las cosas eran demasiado locas incluso para entretener la idea
de tener a un Seth bebé.
¿Un Seth bebé?
Mis ojos se ampliaron.
Podía vomitar de nuevo.
Seth caminó detrás de mi silla y puso su mano sobre mis hombros. —¿Estás
bien?
Inclinando la cabeza hacia atrás, sonreí a pesar de que mis pensamientos
realmente estaban en un viaje prolongado por el mundo loco. —Sí —le dije.
Empujando esos pensamientos realmente extraños a un lado, se me ocurrió algo
que no había pensado—. Podemos estar enfrentando un problema realmente
grande… más grande de lo que nos damos cuenta. Para sepultar a los Titanes,
seis semidioses necesitan ser reunidos y cualesquiera que fueran las alarmas que
fueran vinculantes sus habilidades serían removidas. Todavía necesitaban sus
símbolos, pero sé dónde están —dije, sabiendo que estaban escondidos en la
biblioteca y vigilados por Medusa—. Yo estaba desatada, porque mí… porque
Apolo lo hizo él mismo y eso lo debilitó, así que dudo que los otros dioses hagan
eso. Ya no quedan seis semidioses. Solo cinco.
—Eso significa que los dioses tienen que hacer lo que Apolo hizo por ti —
dijo Aiden.
—Y ¿cómo es eso? —preguntó Alex—. ¿Especialmente si los debilita?
—Entonces no nos preocupamos por enterrar a los Titanes. —Seth se
encogió de hombros—. Yo me encargo de ellos como lo hice con Perses.
—Seth, no podemos… —Me detuve, porque sabía por su expresión en el
rostro que no estaba escuchando y realmente no tenía la energía de discutir sobre
ello. No tenía idea de si cinco semidioses podrían detener a los Titanes.
¿Y si la única opción era matar a los Titanes?
Afortunadamente, no parecía haber ningún efecto negativo de eliminar a
Perses. Todavía. ¿Pero con los otros Titanes? Tenía que haberlo.
—Quiero hacerte un par de preguntas. —Aiden se sentó junto a Alex y se
inclinó hacia adelante, apoyando los brazos en sus muslos mientras me miraba
—. ¿Estás de acuerdo con eso?
Sin siquiera mirar a Seth, podía decir que se tensó. —Sí. Por supuesto.
Detrás de mí, Seth suspiró.
Aiden sonrió débilmente. —¿Qué nos puedes decir sobre los Titanes?
Cualquier cosa sería útil para que sepamos mejor con qué estamos tratando.
Inhalando profundamente, descrucé mi brazo y estiré mi mano, metiendo un
mechón de cabello detrás de la oreja. —Solo vi a un par de ellos. Era sobre todo
Hiperión y una mujer cuyo nombre era realmente difícil de pronunciar, hasta que
Cronos de alguna manera supiera que me tenían.
—¿Cronos? —Los ojos de Aiden se oscurecieron ante las nubes de tormenta
—. ¿Qué puedes decirnos de él?
—Él no era lo que yo esperaba. Era viejo, como realmente anciano. Algo
como el Gandalf el Gray, pero mucho más mayor. —Comencé a contarles lo
frágil que estaba Cronos al principio y como no podía siquiera sentarse sin
ayuda. Recorrí toda la parte de la alimentación, pero fueron capaces de llenar los
espacios en blanco cuando le expliqué que parecía más fuerte la siguiente vez
que lo vi. Mientras hablaba, Seth se acercó y se sentó en el antebrazo de la silla.
Su mandíbula estaba tan dura que podría cortar mármol—. Solamente vi a otros
dos Titanes. Uno creo que era llamado Océano. Tenía un corte mohicano azul
brillante y él…
—¿Él qué? —preguntó Aiden amablemente.
Mi mirada cayó a mis muñecas. —Era él quien se alimentaba de Lauren… la
chica que murió. Mitchell lo había dicho… —Mordiéndome el interior de mi
mejilla, hice una pausa—. Océano solo necesita morir.
Hubo una brecha de silencio, y luego Alex preguntó—: ¿Quién más?
—Ahí estaba Perses, pero sí, aparentemente ya no lo está. —Miré hacia Seth.
Él sonrió. Bien entonces—. También estaba esta Titán hembra. Su nombre es
muy difícil de decir pero creo que es Tet algo. ¿Tetis? —Me encogí—. No lo sé,
pero no fue muy amable. Sé que Hiperión se refería a ella en algún momento
como su hermana, pero entonces estaban prácticamente comiéndose las caras del
otro en cierto punto, por lo que era raro.
El labio de Alex se encogió de repugnancia. —¿Y no viste a ningún otro
Titán?
Sacudí la cabeza. —Estaba mucho tiempo sola al final. Pero no al principio.
—¿Con quién estabas? —preguntó Seth, su voz demasiado tranquila y
cuando lo miré, sus ojos brillaron como gemas, como topases.
—Los otros dos semidioses. —Levanté la vista hacia los demás—. La
primera vez que los vi, realmente pensé que estaban muertos. Apenas se movían
o respiraban. —Me estremecí mientras recordé verlos por primera vez—. Han
estado ahí por tanto tiempo.
Alex frotó su brazo con su mano. —Y tú dijiste que ¿este Mitchell todavía
estaba vivo la última vez que lo viste? —Cuando asentí, ella continuó—: ¿Eran
mantenidos en el mismo lugar?
—Creo que eventualmente fui movida a algún otro lado del lugar. Era como
una antigua bodega abandonada. Éramos mantenidos bajo tierra en lo que se
sentía como un sótano. —Hago una pausa, porque hay algo que estaba
olvidando. Se mantuvo en la parte posterior de mi cabeza, justo fuera de alcance
—. Dondequiera que estuviera la bodega, estaba muy caliente, así que estaba en
los estados unidos, tenía que estar en algún lugar en el sur. No había
absolutamente nada a su alrededor excepto árboles.
—¿Cómo supiste que no había nada a su alrededor? —Aiden inclinó la
cabeza.
—Hiperión me llevó afuera algunas veces. Él me hizo sentarme al sol. —
Levanté mi mano tocando el corte en mi labio—. Siempre miré alrededor para
ver si había alguien o algo alrededor. Ni siquiera oí el tráfico. Traté de escapar
una vez. Eso obviamente no funcionó.
—Está bien. —Aiden se recostó, su rostro un tono o dos más pálido. No
quería mirar a Seth—. Sé que no quieres pensar en esto, pero ¿realmente crees
que Mitchell puede estar con vida todavía?
Tomé una inhalación inestable. —Eso espero. Morir solo, en un lugar así,
después de lo que estaba siendo hecho… —No pude terminar. Con la garganta
cerrada. Realmente creía que moriría allí, al igual que Lauren.
—Ya está bien. —Seth se levantó y tomó mi mano. Mis ojos se alzaron, pero
antes de que pudiera protestar, él me levantó de la silla—. Creo que es suficiente
por ahora.
Abrí mi boca, pero Alex estaba asintiendo. —Vamos a vernos con Deacon y
Luke para ver si tienen alguna noticia.
—También les llamaré a mis contactos en las comunidades —agregó Aiden.
—Increíble. —La respuesta de Seth fue cortante mientras me llevó fuera de
la habitación.
Deteniendo el momento llegamos al pasillo, liberé mi mano. —Oye, ¿de qué
va todo eso?
Él se volteó hacia mí, su mandíbula apretada. Un momento pasó y pensé que
iba a hablar, pero entonces se movió. Un segundo estábamos de pie afuera de la
sala de estar y al siguiente yo estaba en sus brazos, mi frente presionado contra
la suya, y estábamos de pie afuera, debajo del cálido sol, arena entre mis dedos
de los pies y el océano solo a unos metros.
—¡Santa mierda! —Me aparté lejos de Seth y me tambaleé hacia atrás.
Girándome, tomé el paisaje con mis ojos muy abiertos—. ¡Santa mierda!
—En realidad ya no tengo que caminar a ningún lugar.
—¡Ni mierda! —Me giré, enfrentándolo. Él había estado haciéndolo cuando
me enfermé, pero había estado demasiado enfocada en mantenerme en calma
para realmente procesar que él se había aparecido en frente de una habitación a
la otra—. ¿Qué sobre advertirme la próxima vez?
Una sonrisa avergonzada dio un tirón a sus labios. —Pero luego me hubiera
perdido ese semblante en tu rostro.
—¿Qué semblante?
—Como si quisieras patearme y besarme al mismo tiempo —contestó él.
Mis ojos se estrecharon. —No me veo como que quiera besarte justo ahora.
Probablemente me veo como que quiero vomitar sobre ti. —Presioné mi mano
en mi vientre—. Santo guau, eso es un ingenioso… y perezoso talento.
—Pero rápido.
Eso era.
—¿Te estás sintiendo mal nuevamente?
Sacudí mi cabeza no. —¿Por qué? ¿Por qué me trajiste aquí?
Seth se acercó más a mí. —No se me había ocurrido, y tomó un par de
momentos para que se asentara, pero tiene sentido.
—¿Qué? —El viento recogió mechones de mi cabello y los empujó a través
de mi rostro.
—Dijiste que Hiperión te sacaba al sol. ¿Alguna vez dijo por qué?
Por un momento, no llegué a donde iba con eso, y luego lo entendí. —¡Él lo
hizo! Dijo que me ayudaba a reponer mi éter perdido. Me olvidé de eso.
La ira brilló en sus destellantes ojos. —Probablemente porque tu padre es el
dios del Sol. Debería haber pensado en eso tan pronto como te traje aquí.
—¿Por qué pensarías en eso? Ni siquiera yo lo recordaba y debería haberlo
hecho.
—Has tenido mucho en mente.
—Y tú también.
—Me molesta que Hiperión haya descubierto eso antes que yo —gruñó.
—Bueno, Hiperión ha existido por mucho tiempo, así que… —
Comprobando lo que me rodea, caminé hacia el océano y luego me senté en la
arena—. Y lo olvidé, así que no tiene sentido que seas duro contigo mismo.
Seth se dejó caer a mi lado y estuvo callado mientras me inclinaba hacia
adelante y enrollaba el dobladillo de mis pantalones, exponiendo mis
pantorrillas. Luego estiré las piernas dejando que el agua fría y espumosa me
hiciera cosquillas en los dedos de los pies. —¿Vas a hacerme quedar aquí hasta
que…?
—Si pudiera hacerte quedar aquí afuera para siempre, lo haría, pero al menos
hasta que comiences… —Su frente se arrugó—. Hasta que empieces a sentirte
bien.
Dejé de mover los dedos de mis pies. —Sí, vamos a necesitar hablar acerca
de todo el asunto de quedarse aquí para siempre, pero primero, ¿qué quieres
decir hasta que me sienta bien?
Su hombro rozó el mío mientras miraba hacia el océano. —¿Recuerdas
cuando te lo dije antes, que apenas podía sentir el éter en ti? El tuyo siempre ha
sido tan fuerte… casi tan fuerte como el de un dios, pero como te dije antes,
apenas puedo sentirlo ahora.
—Oh. Sí. —Me mordí el labio y luego me estremecí cuando mordí el corte
en mi labio—. Eso… no está bien.
—Es como una luz. Normalmente eres un faro para mí, pero ahora estás
parpadeando. —Seth volvió la cabeza hacia mí—. Eres débil, y no quiero decir
eso en forma de insulto, pero es la verdad.
—Me pondré mejor —dije.
—Lo sé, pero no quiero que arriesgues tu vida de nuevo. Ni siquiera por ese
semidiós.
Me obligué a seguir siendo paciente cuando le expliqué lo que sentía era
obvio. —No puedo olvidarme de él, Seth. No lo entiendes. Solo sé un poco de lo
que ha pasado, y eso es suficiente para no poder alejarme de eso. Y no puedo
quedarme aquí mientras todo el mundo sale y arriesga sus vidas.
—¿Por qué no? —Negó con la cabeza—. ¿No has perdido ya suficiente? ¿No
te has sacrificado lo suficiente, Josie? Has perdido a tus abuelos y luego a tu
madre. Tu amiga Erin ¿quién sabe si realmente está viva? Apolo podría haber
mentido sobre eso también. —Se puso de pie, paseando. Sobre sus hombros, vi
una gruesa nube gris—. Has tenido que dejar la universidad y a tus amigos. Toda
tu vida se ha puesto de cabeza. Fuiste retenida en cautiverio, no una, sino dos
veces. Ya has dado suficiente.
Mi corazón comenzó a bombear mientras lágrimas picaban mis ojos. —
También tú, Seth.
Él se detuvo. —Y mírame. Soy un dios. No importa a lo que haya
renunciado, seguro que al final, resultó bien.
—Eso no cambia lo que has tenido que pasar y lo que sacrificaste. Hiciste ese
trato con los dioses para Alex y Aiden sin saber que te convertirías en un dios un
día y el trato ya no significaría nada.
Empujando una mano a través de su desordenado cabello dorado, gruñó—:
Nada de eso importa. No estamos hablando de mí. Has hecho suficiente, Josie.
Déjame terminar esto.
—Terminar esto ¿cómo? —Las nubes pasaban rápidamente por el cielo azul.
Cayendo de rodillas en la arena a mi lado, tomó mis mejillas entre sus
manos. —Puedo terminar con los Titanes. Tú y los otros semidioses no tienen
que enfrentarlos.
En mi pecho, mi corazón se retorció. —Seth…
—Y liberaré a Mitchell —continuó—. A pesar de que realmente no me
preocupo por él, y sé que soy un idiota por decirlo, pero solo me preocupo por ti.
—Eso no es cierto. —Envolví mis dedos alrededor de sus muñecas—. Te
preocupas por Alex y Aiden.
Sus cejas se alzaron. —Solo porque se supone que lo haga.
—Seth —contesté en voz baja.
—Está bien. Sería horrible si algo malo les pasara, especialmente a Alex.
Ella siempre será importante para mí —admitió, y donde solía sentir celos al oír
eso, ya no lo hacía. En alguna parte del camino, había aceptado el lugar especial
en su corazón que estaba reservado para Alex—. ¿A Aiden? Bueno, no lo
echaría exactamente de menos.
—Seth.
—¿Pero a ti? ¿Si algo te sucediera nuevamente? —Rayos destellaron de entre
las nubes, iluminando el cielo en un blanco brillante—. Quemaría este puto
mundo hasta el suelo y entonces destruiría el Olimpo.
Cerrando los ojos, no me atrevía a dudar de lo que dijo. —Lo sé. Lo sé, pero
no puedes matar a los Titanes. Tenemos que sepultarlos, y tengo que ayudar.
—No me importa enterrar a los Titanes.
Deslizando mis manos por sus brazos, dejé caer mis manos y abrí los ojos. —
Te das cuenta de que tenemos que vivir en este planeta.
Seth apareció adelante, besando la punta de la nariz, y luego se echó hacia
atrás, bajando las manos. —Matar a los Titanes no va a destruir el mundo entero.
Quiero decir, mierda. Maté a Atlas y solo hubo un par de terremotos.
—Un par de terremotos que liberaron daimons zombis y probablemente
mataron a gente inocente.
Me miró como si no estuviera seguro de saber a dónde iba con esa
declaración. La buena noticia era que, las nubes ya se estaban dispersando y el
azul se asomaba una vez más. —No ha pasado nada con Perses.
—Tal vez sea porque él no es, no lo sé, súper importante, pero no podemos
ser responsables de cientos, miles o millones de muertes —razoné—.
Simplemente no puedo quedarme aquí y fingir que no pasa nada fuera de esta
hermosa isla.
Maldiciendo entre dientes, Seth se recostó. Estábamos en un punto muerto.
Comprendía su urgencia protectora. Lo entendía completamente. Y tenía que
entender por qué no podía sentarme aquí por siempre. Ninguno de nosotros
realmente quería moverse, sin embargo.
—Estás cansada —dijo él después de un momento.
Sorprendida, volví a mirarlo. —¿Puedes sentir eso también?
Una media sonrisa apareció. —No, pero tú solo… te ves cansada, Josie.
—Caramba. Gracias.
Se rio entre dientes mientras se inclinaba, rozando sus labios a lo largo de la
curva de mi mejilla. —Pareces cansada, pero aun eres la mujer más hermosa que
he visto.
—Eso suena mucho mejor.
Besándome la sien, presionó su frente contra la mía. —¿Qué tal si hacemos
un trato?
—Depende de cual sea el trato.
Se me acercó y colocó su mano en mi cadera. —Estamos tratando de
averiguar dónde pueden estar los Titanes. Aiden tiene a gente que conoce en las
comunidades puras verificando para ver si ha habido cualquier desaparición de
puros. No nos estamos sentando aquí sin hacer nada.
—¿Entonces por qué se siente como que no estoy haciendo nada salvo
vacacionando en una isla griega? —Suspirando, me dejé caer sobre mi espalda
—. Bueno, ¿cuál es el trato?
—Te quedas donde estés segura al menos hasta que averigüemos como sacar
esos brazaletes —ofreció, estirándose fuera de mi lado. Su pulgar se movió a lo
largo de mi cadera, levantando mi playera—. No tienes tus habilidades ahora
mismo. Eres tan débil como una mortal. Si salieras ahora, sería francamente,
estúpido como el infierno. Al menos vamos a averiguar cómo sacar esos
brazaletes.
No me gustó pero tenía un punto. Con mis poderes bloqueados, yo era más
un obstáculo que de ayuda. —Bien.
Una sonrisa casi dolorosamente impresionante apareció en su rostro,
calentando su belleza de otro mundo. —¿Entonces es un trato?
—Es un trato, Sethie.

Capítulo 23

Seth
La tarde siguiente, Josie duerme en el sofá mientras esperamos a que Alex y
Aiden regresen después de que Aiden recibió una llamada de una de las
comunidades en Georgia. Ellos solo se han ido por cinco minutos, y ella se
durmió rápidamente.
Sentándome cerca de su cadera, acaricio su cabello fuera de su mejilla. Su
piel estaba tan fría. Mi mandíbula se tensó mientras la frustración crece dentro
de mí, miré hacia el gabinete cercano. Levantando mi mano, ordené que la
puerta se abriera y me conecté con el elemento aire. Una suave, manta sopló a
través de la habitación. La agarré y luego me volví hacia Josie, poniéndola sobre
su cuerpo.
La inquietud se agitó dentro de mí como una tormenta lenta que llega a tierra,
una señal segura de que necesitaría alimentarme mañana o algo así.
Probablemente podría pasar más tiempo, pero no quería dejar que mis niveles se
deslizaran. No cuando Josie estaba en un estado vulnerable.
Mi mirada cayó a esos malditos brazaletes. Tenemos que quitárselos. Desde
que los dioses habían creado esos malditos brazaletes, sospecho que solo ellos
pueden retirarlos.
Llamando mi atención por pasos acercándose, mi mirada fue hacia la puerta.
Un segundo después, Alex asomó su cabeza por la puerta. Levanté una mano.
Volviéndome hacia Josie, me incliné y besé su mejilla. Ella no se movió cuando
me levanté y me uní a Alex justo fuera de la sala de estar.
—¿Qué está pasando? —pregunté.
Alex se asomó una vez más dentro de la sala de estar. —¿Ella se volvió a
dormir?
Rozando mi mano por mi pecho, asentí. —Se durmió cerca de un minuto
después de que ustedes salieron de la habitación.
Preocupación destelló en los rasgos del rostro de Alex. —No se ha
enfermado otra vez, ¿o sí?
—No desde esta tarde. —Miré hacia la sala de estar mientras un sirviente con
túnica blanca hizo una reverencia y luego pasó por el pasillo. Josie había comido
en el desayuno tardío esta mañana y estuvo enferma otra vez. No había
vomitado, pero se había estado balanceando durante un tiempo—. Tiene que ser
esos brazaletes en sus muñecas. Yo… —Me quedé callado, porque ¿qué podía
decir? Había algo mal con Josie y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Alex puso una mano en mi brazo. —Vamos a averiguar algo.
—Así que supongo que ¿no hemos oído hablar de Marcus? —Anoche, le
pedí a Alex que llamara a su tío para ver si había oído hablar de este tipo de
bandas antes. No lo había hecho, pero tenía acceso a la enorme biblioteca con
una tonelada de textos antiguos. Tenía que haber algo sobre esos brazaletes ahí.
Ella negó con la cabeza.
Aiden dio vuelta en la esquina, metiendo su celular en su bolsillo. —Sabes
que he estado verificando en las comunidades en los estados del sur. Acabo de
oír respuesta de una fuera de Atlanta. Aparte de los esporádicos daimons, no han
notado ninguna sospechosa desaparición de personas. —Se recargó en la pared,
cruzando las piernas sobre los tobillos—. También escuche la respuesta de las
comunidades de Phoenix y Scottsdale. Pensé en revisar esto desde que Josie dijo
que allí era realmente caliente.
Alex inclinó su cabeza a un lado con el ceño fruncido. —¿Hay árboles en
Arizona?
Ambos, Aiden y yo nos volteamos a verla. Él alzó una ceja. —Sí, nena. Hay
árboles en Arizona.
Ella puso los ojos en blanco. —Sé que hay árboles ahí, pero ella dijo que
estaba espesamente arbolado.
Los labios de Aiden se alzaron. —Hay un par de bosques nacionales ahí.
—Huh —murmuró Alex—. Se aprende algo nuevo cada día.
Meneé la cabeza. —De cualquier forma, ¿alguna pista ahí?
—No, pero hablé con uno de los guardias de Baton Rouge. No han tenido
grandes desapariciones de puros, pero interesantemente, ellos han tenido lo que
yo sospecho son ataques de sombras.
Eso era algo. —Donde hay sombras, hay Titanes cerca.
—Sin embargo, la cosa es, que Josie dijo que sintió como que estaba siendo
mantenida en el sótano de algún tipo —dijo Aiden—. No creo que muchas casas
o negocios ahí puedan tener sótanos.
—Tal vez no era un sótano —intervino Alex—. Tal vez solo se sintió como
uno para ella.
Ella tiene un punto. —Necesita ser revisado pero no estoy dejando a Josie.
No le va a gustar escuchar eso, pero eso no me va a hacer cambiar de forma de
pensar.
Los ojos de Alex se entrecerraron. —Podrías intentar discutir eso con ella en
una forma menos imbécil, ella probablemente sea más comprensiva.
Me encogí de hombros.
—Podrías aparecerme ahí, ¿o no? —preguntó Aiden—. Tomaría solo unos
pocos segundos. Luego puedo ver si consigo atrapar una sombra y… la
convenzo de hablar.
Eso era ejecutable.
Alex se movió de un pie al otro. —Espera. No me gusta esto.
Aiden abrió su boca.
—No tienes idea si los Titanes están ahí o no, y no estoy dudando de tu
peligrosidad ni nada, pero el lugar puede estar repleto de sombras. No puedes ir
solo. —Ella me enfrenta—. ¿Me puedes llevar también?
—Puedo, pero eso significaría que Josie estará desprotegida. —Cruzo mis
brazos—. No me importa si es incluso por un par de segundos. Eso es todo lo
que tomará si ellos se enteran dónde estamos.
Alex parece que quiere empujar el tema, pero sabiamente cierra su boca.
Alejándose de la pared, Aiden miró hacia la habitación donde estaba
durmiendo Josie. —Tengo que llamarlos y dejarles saber que estoy llegando.
Dame la oportunidad de juntar un equipo para mí. Probablemente tenga sentido
esperar unas pocas horas.
—Funciona para mí. —Volteando hacia Alex, puedo decir solo por las
apretadas líneas en su rostro que ella apenas está manteniendo su boca cerrada
—. ¿Puedes hacerme un favor? ¿Quédate con ella en caso que se despierte?
Sus cejas formaron una línea. —Recuerdas que sucedió la última vez que
tú…
—Alex —le advertí.
Ella suspiró. —Sí, puedo mantener un ojo en ella. ¿A dónde vas?
Arqueé una ceja. —Tengo algo que necesito hacer.
—¿Cómo qué?
Aiden envolvió un brazo alrededor de los hombros de Alex. Él la atrajo así
terminó con su rostro plantado en el pecho de él. Sobre su cabeza, él me dio una
mirada que decía que se lo debía.
Asintiendo cortante, me giré y caminé pasando las escaleras, viendo a Basil
esperando en la entrada de la cocina. —¿Has visto a Karina?
—Ella está en el templo, Kýrios.
Dioses.
—¿Quiere que la traiga? —ofreció él.
Considerando que Alex estaba justo por el pasillo y había mirado a Karina
como si quisiera tirar su cuerpo en el océano, eso no sería sabio. —Iré a ella.
Basil asintió.
Ya que caminar estaba sobrevalorado, imaginé el patio exterior y un segundo
más tarde allí estaba, de pie justo fuera del patio. Las llamas ondulaban desde las
urnas de titanio. Un sacerdote y una sacerdotisa se encontraban a ambos lados de
las puertas cerradas.
Exhalando pesadamente, miré fijamente el templo de arenisca, a la runa de
invencibilidad por encima de las puertas. Lo último que quería hacer era entrar
allí, pero todavía no me había acercado a ellos sobre los brazaletes. Necesitaba
alimentarme pronto, pero no se sentía bien traer a Karina a la misma casa que
Josie. Por otra parte, mantener a Karina fuera de aquí se sentía como si estuviera
haciendo algo sombrío.
Realmente era una situación de perder-perder.
Cada paso que daba hacia el templo parecía que caminaba por aguas
fangosas. Llegué a los amplios escalones y sentí una carga de energía rodar por
mi espina dorsal. Tragué una maldición cuando los dos por la puerta se
inclinaron. Al abrir las puertas, vi por primera vez el interior del templo.
Un aire fresco que olía a incienso me invadió. El interior era amplio y
abierto. No había estatuas ni artefactos religiosos extraños que decoraran las
paredes. Había puertas cerradas en la parte posterior, que conducían a las
habitaciones donde yo asumía residían las sacerdotisas y los sacerdotes.
Solo había una persona en el templo.
Karina de pie frente a un altar blanco colocado sobre un estrado levantado, y
chico yo estaba equivocado. Eso era definitivamente algo extraño en el templo.
Una sola vela emitió su resplandor desde el centro del altar. Al lado estaba la
fuente del olor. Incienso quemándose. Al lado de la vela estaba una daga de plata
muy parecida a la que usaba en el Covenant. No quería saber por qué tenían una
o para que la usaban.
Ella se inclinó profundamente por la cintura. —Kýrios, he estado esperando.
Y sí, eso era jodidamente espeluznante.
—¿Qué piensa del templo? —preguntó, juntando sus manos frente a ella.
Como normalmente, su cabello negro está recogido en la cima de su cabeza en
una sorprendente e intrincada forma
Miré alrededor. —Es… bastante inexpresivo.
Ella inclinó la cabeza. —¿Ha estado en muchos templos, Kýrios?
—No. Este sería el primero.
Karina sonrió. —Entonces le puedo asegurar que esto es bastante
impresionante en comparación.
Iba a tener que creerle.
—¿Quiere alimentarse ahora? —preguntó ella.
Algo se cerró en mi pecho, y me encontré sacudiendo la cabeza a pesar de
que había planeado hacerlo. —No… No está bien por el momento.
Una mirada de comprensión cruzó su rostro y ella asintió. —Como desee.
Bueno, esta era una conversación extraña como el infierno. —He venido a
ver si sabe algo de estos… brazaletes que rodean las muñecas de Josie. Los
Titanes las colocaron sobre ella para bloquear sus habilidades de semidiós y no
salen. Creo que le están impidiendo recuperarse completamente y la están
haciendo enfermar.
—¿Kyría está enferma?
—Yo… creo que sí. —Caminé hacia adelante, deteniéndome a un metro de la
sacerdotisa. Podía sentir el éter en ella… prácticamente podía verlo brillando
resplandeciendo a través de sus venas—. Ella es un semidiós. No debería estar
enferma.
—No, no debería. No conozco estas bandas, pero estoy seguro que uno de los
Olímpicos lo haría.
Frustración se disparó. —Incluso su padre no está contestando nuestras
llamadas.
Alzándose la falda de su vestido, Karina bajó del estrado. —Deberías intentar
convocarlo de nuevo.
Retengo una maldición. —Eso sería inútil. —Y catastrófico, porque cuando
Apolo inevitablemente ignoraba mi llamado una vez más, yo iba a querer volar
algo grande.
—¿Sabías que los templos son como conductos para el Olimpo? —preguntó
—. Los dioses pueden escuchar tus oraciones mucho más claramente aquí. —
Ella se detuvo a mi lado—. Sobre todo si derramas un poco de sangre sobre el
fuego.
Mis ojos se estrecharon. —¿Qué?
—Debería intentarlo. —Ella siguió adelante—. Esperaré afuera.
Volviéndome, la vi deslizarse por el suelo del templo y salir por la puerta. Mi
mirada se movió hacia arriba, hacia el panel abierto que dejaba entrar la luz del
sol. Lo que ella acababa de decir sonaba absolutamente loco, pero, ¿qué podía
perder al intentarlo?
Si los Olímpicos crearon las bandas, entonces Apolo tenía que saber cómo
quitarlas. Ir a él para pedir ayuda me daba ganas de darme un puñetazo en mis
bolas, pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por Josie.
Recorriendo el suelo, subí al estrado y me acerqué al altar. Dudaba
seriamente que esto fuera a funcionar, pero cogí la daga de todos modos.
¿Derramar sangre sobre la llama? Sacudiendo la cabeza, puse la daga por el
centro de mi palma. Una fina línea de sangre brotó. Apretando mi mano sobre la
llama, apreté hasta que unas gotas de sangre escurrieron de mi mano.
Mis cejas se alzaron. —¿Qué demonios?
La sangre era roja, pero había un brillo azul. Y brillaba.
Mi maldita sangre brillaba ahora.
Inhalando con rabia, vi unas gotas de sangre golpear la llama. El fuego
crepitó y chisporroteó. Sacando la mano, el humo se volvió negro y luego gris.
Maldiciendo bajo mi respiración, levanté mi mirada hacia el techo. —¿Apolo? Si
puedes oírme, necesitas traer tu culo aquí abajo. Tu hija te necesita.
Esperé.
Nada.
Cerrando mis ojos, sacudí mi cabeza. ¿Qué estaba pensando? Ni siquiera
vendría por su propia cuenta…
Una explosión de poder puro llenó el templo, recorriendo mi piel como si
hubiera tocado un alambre vivo. Mis ojos se abrieron de golpe cuando la parte
posterior de mi cuello hormigueó.
—¿Tú llamaste?

Capítulo 24

El sondo de la voz de Apolo me llenó de emociones en guerra. Me sentí


aliviado de que finalmente, por fin había contestado porque tal vez él podría
ayudar a Josie. Yo también estaba enfurecido por su mera presencia.
Me volví despacio, enfrentándome a él y allí estaba.
Apolo estaba de pie en el centro del templo, con sus blancos ojos brillando
como dos malditas bombillas de luz. Hubo un momento, un momento muy breve
en el tiempo, en el que de hecho respetaba a Apolo de mala gana. Ese tiempo
ocurrió una vez cuando se disfrazó de Leon, un centinela puro. Podría haber sido
un tiempo después de que yo supiera lo que él era, al igual que cuando hizo claro
que Alex había sido atendida cuando Ares le había roto todos los huesos de su
cuerpo.
En este momento, no quería nada más que quitarle la cabeza de sus hombros.
—Ya era hora —dije, con la mandíbula apretada—. Tengo que admitir. Me
sorprendió que tuvieras las bolas de aparecer.
Apolo levantó la barbilla. —No puedes hacerme daño dentro de un templo.
—¿Y qué? ¿Básicamente tienes que gritar “seguro” en el templo?
—Si estuviéramos jugando un juego —respondió—, entonces sí.
Mis manos se curvaron en puños.
—La sangre que derramaste sobre la llama anula nuestras habilidades
mientras estás en el templo. No puedo hacerte daño y solo puedes estar ahí y
hacer pucheros. Y por cierto, no dudes si tengo o no las bolas para hacer algo.
Había tantas cosas que podía decir en respuesta a eso, pero había cosas más
importantes que discutir. —¿Dónde diablos has estado? Tu hija fue capturada por
Hiperión. Tu hija, Apolo. ¿Sabes lo que él…? —Me detuve al dar un paso
adelante—. Te he llamado. Alex te llamó. ¿Dónde estabas?
Apolo se quedó quieto. —¿Dóndes estabas tú, Seth? La última vez que revisé
tú tampoco estabas.
—Oh, créeme. Sé exactamente dónde he estado y por qué he estado allí. Y
también sé exactamente el enorme error de mierda que cometí cuando dejé a
Josie. Lo hice porque pensé que estaría más segura lejos de mí. Eso no es una
excusa. Nunca me arrepentiré de nada más en mi vida. Pero tú… ¿cómo no
sabías lo que le estaba pasando? ¿Cómo pudiste no sentirlo?
Un músculo se flexionó en su mandíbula. —Nada de lo que diga lo cambiará,
¿o sí?
—¡Joder no! —grité. Afuera, un trueno retumbó en el templo—. Te
llamamos y nos ignoraste. Tu hija estaba desaparecida y tú tenías que saber lo
que eso significaba… quién la tenía. Y nos ignoraste a nosotros, la ignoraste a
ella.
Apolo giró su cabeza, desviando la mirada.
Había mucho más de lo que podía estar furioso con él. El hecho que él había
mentido sobre la madre de Josie. Como nunca la trató como su maldita hija en
cualquier momento que estuvo a su alrededor. Como él desatado sus poderes sin
explicarle lo que eso implicaba. Podría seguir adelante por una puta eternidad,
pero tenía que concentrarme. —Josie no está bien.
Su cabeza giró bruscamente en mi dirección. Ahora tenía su atención.
—Pero tal vez ya lo sabes. Eso no me sorprendería.
—Procede con precaución —advirtió él.
Sonreí. —Ah, ¿creí que no podemos herirnos?
—No quiere decir que no podamos intentarlo.
—Me gustaría verte hacerlo —respondí fríamente—. Porque estoy
aprendiendo eso que pueda arrojar hará que lo que puedas hacer parezca un niño
jugando con una pistola de agua.
Las fosas nasales de Apolo se encendieron. —¿Qué pasa con mi hija?
Al oírle decir la palabra “hija” me hizo ver el mundo en ámbar. Pero enojar a
Apolo y tenerlo huyendo sin conseguir lo que necesitaba no iba a ayudar a Josie.
Así que realmente necesitaba tranquilizarme.
Dejé salir una respiración profunda. —Ella no se está recuperando tan rápido
como debería. Ha estado físicamente enferma, y apenas puedo sentir casi nada
de éter en ella.
Apolo miró hacia la puerta y por un momento pensé que él se iba a ir del
templo, pero brevemente cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, había irises…
ojos azules como el mar. Eran idénticos a los de Josie con la excepción de las
pupilas. Las suyas no eran negras. Eran blancas y era algo de mierda extraña
justo ahí.
—Cuando ella estaba siendo retenida por los Titanes, le colocaron unos
brazaletes en sus muñecas para bloquear sus poderes —le expliqué.
—Mierda —dijo Apolo.
Eso no sonó bien. —¿Entonces conoces esos brazaletes?
Él asintió cortantemente. —Esos brazaletes fueron diseñados en el Tártaro
para sepultar a los Titanes. Ellos silencian el efecto del éter. Hace más lento la
recuperación de sus heridas si… si son lo suficientemente significantes. —
Frunció el ceño ligeramente—. Ellos no deberían enfermarla.
—Bueno, lo están haciendo. Necesitamos retirárselos ahora.
—Solamente Hades puede tener la habilidad para abrirlos.
—¿Entonces podemos traer el culo de Hades aquí arriba para que lo haga?
—Ninguno de los otros dioses vendrá cerca de ti o de Josie. No se
arriesgarán.
Ira hormigueo debajo de mi piel. Putos cobardes. —Tráelo aquí a este templo
y yo traeré a Josie.
—No se arriesgarán incluso dentro de este o cualquier templo —respondió
Apolo—. Ellos no confían en ti. No confían en lo que eres o no capaz.
—¿Y tú? —le devolví.
La mirada de Apolo se arrastró sobre mí. —Simplemente sé que eres capaz
de cualquier cosa. Yo podría llevar a Josie con Hades…
Mi mandíbula cayó. —No va a pasar.
—¿Está rechazando la ayuda para ella?
—Rechazaré la idea de ella yendo a cualquier lugar contigo sola —le disparé
de vuelta—. No creerás que he olvidado como Hades quiso acabar a Alex.
—Esto no tiene nada que ver con Alex.
—Pero muestra una larga historia de ustedes chicos tomando decisiones de
mierda. —Afloje mis manos—. No dejaré a Josie sin protección, ni siquiera
contigo. Averigua algo más. Esos brazaletes tienen que salir.
Una mirada extraña destelló de la expresión de Apolo. Era extraña porque
casi se veía como orgullo, pero eso no tenía sentido. Él probablemente estaba
constipado. —Iré con Hades y veré que se puede hacer.
Incredulidad golpeó a través de mí. —¿Cómo puedes ser inconsciente de lo
que le ha ocurrido? ¿Lo que está pasando? ¿O solo no das una mierda?
—No cuestiones lo que siento por mi hija o lo que haría por ella —advirtió,
su voz era extrañamente baja y tranquila—. No entiendes. No podrías entender.
Sí, eso sonaba como una carga de mierda. —Al menos puedo admitir que
cometí un error al dejarla. Ni siquiera puedes reconocer que no estabas allí para
ella.
Apolo cerró los ojos y parecía que estaba contando en voz baja. Cuando los
volvió a abrir, todavía parecía que quería golpearme. Demasiado. —Tomaste la
decisión correcta.
Mis cejas se alzaron. —¿Qué?
Esos espeluznantes ojos se encontraron con los míos. —Dejándola era la
decisión correcta en ese momento. Mostraste tu nivel de… mesura, que nunca he
creído que fueras capaz.
¿Apolo me estaba dando un cumplido?
—La dejaste para protegerla. No hay culpa en ello.
No tenía palabras.
Ni una.
Apolo dio un paso atrás, su mirada viajando al altar en el estrado elevado. —
Iré con Hades. Me aseguraré que nos ayude de una forma u otra. —Su mirada
cayó sobre mí nuevamente.
Si él está esperando a que le agradezca, iba a estar esperando por una
eternidad para escuchar eso. Pero había algo que quería preguntarle. —¿Sabías?
¿Siempre supiste que yo vendría?
Suspiró pesadamente. —Soy el Dios de la Profecía.
—Esa no es realmente una respuesta.
Apolo estuvo callado por un momento y entonces dijo—: Una profecía nunca
es garantía de que ocurra como ha sido vista. No todos los aspectos del destino
están escritos en piedra. Había previsto el ascenso del Nombrado. He previsto lo
que está por venir, pero todavía puede cambiar.
—Sabes, una advertencia sobre todo este asunto de dios habría sido genial.
Él sonrió. —¿Qué habría cambiado?
—Si hubiera sabido en lo que me convertiría y lo que podía controlar, no
habría dejado a Josie.
—¿Y piensas seguir alimentándote de tus sacerdotisas sin que ella lo sepa?
—Volvió la espalda, demostrando que había estado vigilando esto—. ¿O te vas a
alimentar de ella?
Furia me dio directo en el pecho, y me acerqué a Apolo, mirándolo a los
ojos. —O tal vez me alojaré en el Olimpo y no tendré que preocuparme por
alimentarme. Estoy pensando que al lugar le vendría bien un poco de
redecoración.
Los ojos de Apolo cambiaron a blanco. —¿Eso es una amenaza?
Sonreí apretadamente. —Supongo que tendremos que esperar y averiguarlo,
¿no?
Su expresión se puso estoica, sus rasgos impasibles mientras empezaba a
desvanecerse. —Puede que tengamos.

* * * *
Josie
Estaba soñando nuevamente.
Una parte de mí podía reconocer eso, una parte muy distante de mí sabía que
no estaba realmente de pie en la Universidad. Estaba en la casa de Seth. Sabía
eso, pero podía sentir la cálida brisa en mis brazos y mi cabello suelto revolotear.
Podía ver las altas, estatuas de mármol que delineaban el patio mientras el
extraño de cabello rubio y brillantes ojos azules parado enfrente, tomando mis
manos en las suyas.
—Hola —dijo él.
Podía escuchar a alguien llorando detrás de mí cuando él volteó mis manos
poniendo las palmas hacia arriba. —Es tiempo, ¿no lo crees?
—¿Tiempo para qué? —pregunté, confundida.
El extraño sonrió diabólicamente.
Saltando despierta, me senté derecha. La suave manta se deslizó hacia abajo
y se reunió en mi cintura mientras miraba alrededor de la habitación. Mi cabeza
golpeteaba como si alguien se hubiese instalado en el interior de mi cráneo y
comenzara a golpear un conjunto de tambores.
—Oye, estás despierta.
Me di la vuelta, espiando a Alex en la entrada de la sala de estar. Ella
sostenía una taza en su mano. —Sí, yo…lo estoy.
Entró en la habitación, con su larga cola de caballo rebotando a cada paso. —
¿Cómo te sientes?
—Bien. —Dejando de lado la manta, dejé caer mis pies descalzos al suelo.
—En realidad tengo un fuerte dolor de cabeza.
—¿Puedo darte algo para eso, Kyría? —inquirió Basil sin previo aviso. De
pronto él apareció en el umbral de la puerta.
Mis ojos se abrieron más, como los de Alex. Ni siquiera lo había escuchado
entrar a la habitación. —Um, gracias. Eso será genial.
Basil hizo una reverencia y rápidamente desapareció. Miré a Alex. —¿Él es
como un ninja fantasma o algo así?
Ella se rio. —Creo.
—¿Dónde están todos?
—Aiden está haciendo algunas llamadas. —Se dejó caer en una silla cercana
—. Debemos tener una idea de donde fuiste retenida.
—¿De verdad?
Ella asintió mientras sorbió lo que olía como café. —Hay una comunidad de
puros que ha reportado lo que parecen ser ataques de sombras. Ellos están a las
afueras de Baton Rouge. Aiden… se estará dirigiendo ahí mañana temprano.
Seth lo va a aparecer allá. Intentará atrapar alguna de ellos y conseguir que
hable.
—¿Está yendo solo?
—Sip. Yo no estoy muy feliz con ello. —Alex se inclinó hacia un lado,
colocando la taza en la mesa lateral—. No es que no piense que él no pueda ser
capaz de cuidarse, pero es…
—Lo entiendo —le dije—. Es peligroso. ¿Por qué no estás yendo con él?
Ella alzó una ceja. —Para que yo vaya, bueno, Seth tiene que aparecerme
allá, también, y eso significaría que tú estarías por tu cuenta.
Mis cejas se alzaron. —Puedo estar por mi cuenta.
—Lo sé, pero…
—En serio. Aiden no debería estar haciendo esto solo y dejarte aquí tan
preocupada por él porque no puedo estar sola por dos segundos. —Tratando de
calmar mi dolor de cabeza, froté mis sienes. Realmente no ayudo—. ¿Dónde está
Seth?
La mirada de Alex se alejó mientras meneó la cabeza. —Yo… no estoy
segura.
Mis ojos se estrecharon. —¿Por qué tengo la sensación de que sabes dónde
está?
Antes de que ella pueda contestar, Basil regresó. Dejé caer mis manos
cuando vi que sostenía una jarra de algo que olía mentolado. No una aspirina. No
agua.
Basil me sonrió. —Esto es aceite de hierbabuena. Cuando es aplicado en las
sienes, funciona para reducir el dolor de cabeza. Encontrará eso mucho mejor
que un químico. ¿Puedo?
—Está bien —susurré, mirando a Alex. Ella levantó su taza y todo lo que
puede ver fueron sus cejas que se alzaron sobre el borde.
Basil tomó algo del aceite en las puntas de sus dedos antes de que
amablemente los frotara contra mis sienes. El aceite estaba frío pero rápidamente
se calentó. El corto masaje se sintió bien. Si no funcionaba, al menos olería rico.
Como a navidad. Eso es a lo que eso me recordaba.
—Gracias —dije.
—¿Hay algo más que necesite, Kyría?
Sacudí la cabeza, un poco incómoda con la idea de alguien solamente
esperando para ir a hacer cosas por mí. En realidad, estaba muy incómoda con
eso. Basil hizo una reverencia con esmero, y luego dejó la habitación. Tenía la
sensación que se quedaba en el pasillo.
—De vuelta a Seth —dije—. ¿Dónde está?
—Estoy justo aquí —contestó Seth.
Salté ante el sonido de su voz. Literalmente apareció de la nada y ahora
estaba de pie en el centro de la sala de estar.
—¡Santas bolas de daimon! —gritó Alex mientras el café salpicó fuera de su
taza y cayó sobre el frente de su camiseta—. Jesús. Eso no era necesario.
La sonrisa de Seth creció en proporciones épicas.
—Realmente no lo era —le dije a él, colocando mi mano sobre mi acelerado
corazón—. Solo porque puedas aparecer y desaparecer de la habitación no
quiere decir que deberías.
—Pero es muy divertido.
Alex le estaba dando golpecitos al frente de su camiseta. —Dioses, vas a ser
justo tan malo como el condenado Apolo.
—Eso es de hecho algo insultante. —Seth se unió junto a mí en el sofá. Él
ladeó su cabeza hacia un lado—. ¿Por qué hueles como a… navidad?
Mis labios se alzaron. Algunas veces siento como si Seth y yo estuviésemos
jugando en dos canchas muy diferentes. Otras veces era como que compartimos
la misma mente. —Tenía dolor de cabeza y Basil me dio algo de aceite de
hierbabuena.
—Estoy algo sorprendida que tú sepas como huele la navidad —murmuró
Alex. Ella suspiró mientras se miró a sí misma hacia abajo—. Ahora yo huelo
como a cafetería.
Seth tocó mi brazo. Fue un suave toque de sus dedos, pero mandó un
apretado escalofrío bailando a través de mi piel. —¿Cómo te sientes?
—Bien. —Desde que él casi me dio un ataque al corazón, realmente ya no
estaba prestando atención a mi dolor de cabeza—. Estoy contenta que hayas
decidido aparecerte en la habitación. Necesitamos hablar.
Seth miró a Alex. Ella le sonrió abiertamente de vuelta. Los ojos de él se
entrecerraron.
—Tú no estás dejando que Aiden vaya solo a revisar a las sombras —le dije
a él, y cuando abrió su boca, yo continué—: ¿Cuánto te toma aparecer personas
de un lugar a otro? ¿Segundos? Estaré bien por algunos segundos. —Aunque
creía eso, el helado hormigueo del miedo escaló por mi columna. Odiaba ese
sentimiento—. Vas a llevar a Alex.
Él me miró fijamente por un momento y luego volvió a mirar a Alex. —
¿Hablaste de esto con ella?
Ella rodó sus ojos. —Sí. Porque ella no tiene mente propia.
Lo miré fijamente. —Esa fue mi decisión. Y es la decisión correcta.
Seth se recostó, subiendo un pie embotado en el filo de la mesa de café. —Lo
pensaré, pero necesito decirte…
—No intentes distraerme. —Me giré hacia él—. Alex necesita…
—Acabo de ver a Apolo —intervino Seth.
—¿Qué? —Él oficialmente me distrajo.
Alex se inclinó hacia adelante en su silla. —¿Dónde?
Los ojos de Seth vagaron por mi rostro y se encontró con mi mirada y la
sostuvo. —Lo llamé en el templo. Aparentemente, si derramas algo de sangre
sobre la llama, no puedes herir a otro dios en el templo. Así qué él se presentó
esta vez.
Yo no dije nada, porque no sabía que decir. Mi padre había estado aquí, en
esta isla, y ¿no había venido a verme?
—Le pregunté por esos brazaletes —dijo Seth, estirándose para alcanzar y
tomar mi mano—. Él dijo que solamente Hades puede removerlas.
—Esas son buenas noticias. —Alex golpeó sus rodillas—. Solo necesitamos
traer a Hades.
—Él no va a venir, ni siquiera si el templo es seguro. Obviamente los
Olímpicos están carentes en el departamento de valor.
Yo todavía estaba enganchada en el hecho de que mi padre había venido aquí
y no lo había visto.
—¿Por ti? —preguntó Alex.
Seth ni siquiera intentó esconder su pequeña sonrisa. —Apolo va a bajar ahí
para hablar con Hades. Él tiene que venir con ello.
Alex no dijo nada, y pude sentirme asintiendo, pero mi ser completo se sentía
como que había estado picoteado. En todo lo que podía pensar es que él estuvo
aquí y… espera. Tal vez Seth no lo había dejado verme. —¿Él… intentó verme?
Él no respondió inmediatamente, y supe la respuesta justo en ese momento.
Comencé a alejar mi mano, pero Seth la tomó más apretado. Tiró de mí hacia él,
y quise resistirme, pero en el momento en que sus brazos rodearon mi cintura,
me rendí. Planté mi mejilla en el hombro de Seth y cerré los ojos fuerte contra
los estúpidos puntos quemando en ellos.
¿Por qué estaba sorprendida?
—No tuvimos una muy buena conversación —dijo Seth después de un
momento. Su mano libre acarició mi mejilla—. Y creo que él supo en el
momento en que se fue del templo, que no estaremos hablando.
Sonreí sin ganas y fingí que no sabía que Seth solo estaba de hecho haciendo
escusas para Apolo. Porque no era por él. Era por mí, y yo apreciaba eso, pero
no borró el dolor.
Mi padre había estado en la lista de ausente cerca de mi vida entera. Él dejó a
mi mamá enferma mentalmente que puede o no puede que haya sido por su
causa. No estuvo mucho por ahí, con la excepción de un largo y solitario verano.
Él… me mintió sobre la muerte de mi mamá, y si quería verme lo haría. Seth no
lo hubiera detenido, e incluso si él lo hubiera hecho, Apolo podía encontrar la
forma de pasar por alrededor de él.
El dolor en mi pecho se extendió, y ni siquiera supe porque dolía tanto, pero
mientras me acurruqué en Seth lentamente abrí los ojos, me di cuenta que Apolo
era mi padre de sangre.
Y la sangre… la sangre no significaba nada.

Capítulo 25

Seth
No estaba seguro de qué me despertó primero, y me sorprendió un poco que
incluso lograra dormitar mientras Josie se había desmayado alrededor de las dos
de la tarde. La siempre presente preocupación por ella me mantenía despierto,
mis pensamientos girando una milla por minuto.
¿Dónde demonios estaba Apolo?
Habían pasado tres días desde que vi a Apolo; cuatro días desde que Josie y
yo hicimos nuestro trato, y sus cardenales se habían desvanecido a un amarillo
opaco o desaparecido por completo. Aun así, todavía se agotaba fácilmente.
Ninguna cantidad de sol al que la exponía parecía hacer mucha diferencia. Ella
dormiría por la noche, despertando una y hasta dos veces debido a una pesadilla,
siempre una pesadilla, y luego estaría exhausta por la tarde. Se había enfermado
dos veces en los últimos tres días, una vez antes del desayuno y otra después.
Todavía no había aumentado en su éter. Parpadeando rápidamente dentro de ella.
En el exterior, Josie estaba mejorando, pero por dentro, no lo estaba. No se
podía negar eso, y nadie, ni siquiera la alta sacerdotisa, sabía qué hacer mientras
esperábamos a Apolo.
Y juré con cada hora pasando que si él no venía con alguna forma de quitar
esos brazaletes, lo acabaría la próxima vez que lo viera.
Al día siguiente de haber visto a Apolo, llevé a Aiden y Alex a Baton Rouge.
Me llamaron anoche antes de llegar con las manos vacías. No había señales de
las sombras. Si estuvieron allí, ya se habían ido hace tiempo. Querían regresar
aquí, y ya que pensé que teniéndolos alrededor no haría daño, hice la cosa de
desaparecer con ellos.
Aunque solo me alejaba de Josie diez segundos cada vez, lo odiaba. No me
gustaba ni un poco. Los Titanes tal vez no tenían idea dónde estábamos, pero
tenían que estar buscándonos.
Parpadeando mis ojos abiertos justo a tiempo para evitar un brazo
balanceándose, me eché hacia atrás, y luego agarré la mano de Josie antes que
conectara con mi nariz. Me levanté sobre mi codo y bajé la mirada hacia ella.
Un débil brillo de sudor apareció en su frente mientras su cabeza se retorcía
de lado a lado. Su rostro pálido y frente fruncida, su pecho subía y bajaba con
respiraciones demasiado rápidas.
Otra maldita pesadilla.
—Josie, nena —dije, dejando ir su brazo y sujetando su barbilla—.
Despierta. Vamos, despierta.
La piel alrededor de sus ojos se tensó y luego sus pestañas revolotearon. Un
par de segundos pasaron y esos ojos azules se clavaron en los míos, llenos de
confusión.
—Hola. —Tracé mi pulgar a lo largo de su labio inferior. El corte había
sanado, dejando sus labios exuberantes y perfectos de nuevo. Sonreí a pesar de
que mi corazón latía dolorosamente en mi pecho—. ¿Estás bien?
—Sí. ¿Te desperté? —preguntó con voz soñolienta, sus cejas fruncidas.
Arrastrando mi pulgar sobre su mejilla, besé su frente. —Estabas teniendo
una pesadilla.
—¿Lo estaba?
Me incorporé y encontré su mirada. —¿No lo recuerdas?
Me miró fijamente por un momento y luego suspiró, apartando su mirada
hacia mi hombro. —Estaba… estaba soñando sobre estar de regreso allí —dijo,
y no necesitaba explicar dónde era “allí”—. Lo siento. Yo…
—No tienes que disculparte. —Alejando su cabello de su rostro, guie su
mirada hacia la mía—. No te disculpes por eso.
Josie estaba quieta mientras me devolvía la mirada, y no supe qué decir.
Consolarla con palabras no era fácil, pero quería que mis palabras le
proporcionaran tranquilidad así podría dormir sin ser perseguida por lo que
experimentó.
—¿Qué estabas soñando? —pregunté.
Las comisuras de sus labios descendieron. —Solo… solo en estar atrapada en
ese lugar y…
—¿Y qué? —Me recliné sobre mi codo mientras ella rodaba sobre su costado
para enfrentarme.
—No importa. Fue solo una pesadilla.
—Joe…
Sus ojos rodaron mientras colocaba su mano sobre mi pecho. Sus dedos
estaban fríos. —Lo que sea, Apoly-anna. —Su nariz se arrugó—. Espera. Ya ni
siquiera puedo llamarte así. No es justo.
Me reí. —Que lástima.
Arrastró su dedo sobre mi pecho. —¿Fuiste a alguna parte cuando me dormí?
Creí sentirte dejar la cama.
La sorpresa me atravesó. Me levanté brevemente así podía apoyarme. —Me
reuní con Basil por unos momentos. —Lo cual no era completamente una
mentira. Me encontré con él en mi camino de regreso. Josie no había preguntado
por el asunto de la comida, y esperaba que no lo hiciera, al menos por un tiempo
mientras pensaba cómo explicarle que necesitaba alimentarme—. Me sorprende
que notaras mi ausencia. Estabas roncando tan fuerte…
—¡No estaba roncando! —Me dio una palmada en el pecho—. Eso es
insultante.
—No hay nada de qué avergonzarse —bromeé.
Me lanzó una mala mirada. —Eres un idiota.
—Tú me amas.
—Tienes suerte de que lo haga.
Mi maldito corazón se apretó en respuesta. Mierda. No podía evitarlo. Era
afortunado. Escuchándola decir eso hacía cosas en mí que ni siquiera podía
comenzar a describir.
Estirándome, tiré de las finas tiras de la camiseta que ella llevaba puesta.
Sabía que, bajo las mantas, no estaba usando pantalones, y me esforcé por no
concentrarme en ese pequeño hecho. Me estaba comportando. Jugando con la
correa, pensé en lo que Aiden me dijo al traer a Alex y a él de regreso. Una
comunidad en el este de Texas reporto un número mayor que el normal de puros
desaparecidos. Esperábamos que fuera a nuestro favor y que Hiperión se
encontrara cerca. Terminaría la semana convirtiendo a esa maldita bolsa de
imbéciles en nada más que una mancha en el suelo. Tal vez, si mataba a
Hiperión, entonces Josie no estaría tan angustiada, tan aterrorizada.
—Parece que estás a punto de romperte el cerebro —dijo Josie.
Levanté una ceja, pero la listilla respuesta murió en la punta de mi lengua. —
Quiero ayudarte.
Su mirada se clavó en la mía mientras colocaba su mano en mi hombro. —Lo
estás haciendo.
—¿De verdad? No estoy seguro de eso. Tienes pesadillas cada noche,
algunas veces dos en una noche. Sigues exhausta todo el tiempo y has estado
enferma. —Tomé una superficial respiración—. Simplemente quiero ayudarte.
Dime cómo puedo hacerlo.
Josie no respondió por un largo momento, y sabía que estaba pensando en
una forma de cambiar el tema. Hablar acerca del tiempo que estuvo en cautiverio
no era algo que ella quisiera hacer. Realmente no podía culparla por eso, pero
también sabía lo mal que las palabras no dichas y los recuerdos indeseados
podían infectar.
—Distráeme —susurró finalmente, pasando su mano por mi pecho y
alrededor de la parte trasera de mi cuello. Sus dedos se deslizaron por mi cabello
y luego hacia mi mejilla—. Bésame.
No dudé.
No había forma de poder negárselo.
Nunca.

* * * *
Josie
Seth bajo su cabeza, sus ojos iluminados por un fuego color ámbar. En el
momento que sus labios rozaron los míos, no estaba pensando en la forma en
que el suelo lleno de tierra fría se sentía contra mi piel.
El beso comenzó dulce, con un poco de presión que me dejó adolorida por
mucho más que solo un barrido de sus labios sobre los míos. Cuando comenzó a
levantar su cabeza, lo agarré por la nuca y lo mantuve ahí.
—Más —susurré en el espacio entre nosotros.
Su pecho se levantó bruscamente. —¿Estás segura?
Comencé a fruncir el ceño. —¿Por qué no lo estaría?
Los ojos de Seth buscaron los míos. —Has pasado por muchas cosas. Estoy
tratando de no apresurarte a nada…
Levantando mi boca a la suya, interrumpí sus palabras. Se sobresaltó por un
segundo y se quedó quieto. No era exactamente experta en iniciar toda la cosa de
besar, pero toqué con la punta de mi lengua la unión de sus labios y él los abrió
inmediatamente para mí. Profundicé el beso, esperando mostrarle lo que
necesitaba justo ahora era por él, por nosotros, para ser de la forma que éramos
antes de que se marchara, antes que Hiperión reapareciera. Desde que nos
reconciliamos, todo lo que habíamos hecho era besarnos. Nada más.
Recientemente comenzó a abrazarme en la cama en lugar de asegurarse que
había espacio entre nosotros. Y yo necesitaba más.
La mano de Seth se apretó en mi hombro, y sentí el temblor sacudiendo su
cuerpo. Casi contuve mi respiración, temiendo que se alejara, pero no lo hizo.
Hizo este sonido que provenía de la parte posterior de su garganta, un sonido que
era animal y puramente sexual mientras finalmente, me besaba de verdad. Su
mano se deslizó por mi brazo y encontró su camino a mi estómago. —De
acuerdo —murmuró—. Distracción es algo en lo que sobresalgo.
—Creo que hay un montón de cosas en las que sobresales. —Emocionada de
que no iba a tener que rogar, mis huesos se licuaron cuando su mano subió
fácilmente a mi caja torácica.
Su lengua se movió rápidamente sobre la mía, y profundizó el beso hasta que
prácticamente estuve jadeando por respirar, y solo entonces levantó su boca de la
mía. Se rio entre dientes cuando mis dedos jalaron su cabello. —¿Cómo cuáles?
No seas tímida. Me encanta cuando enumeras todas las increíbles cosas sobre
mí.
Su mano se deslizó sobre mi pecho, y yo jadeé. Sus ágiles dedos hicieron su
camino bajo el dobladillo de mi blusa y encontraron el dolorido pico.
—Eres… eres realmente bueno en eso.
—¿Pero sobresalgo en eso? —preguntó él, atrapando mi pezón entre sus
dedos y tirando suavemente.
Arqueándome hacia atrás, gemí mientras deslizaba mi mano hacia su
hombro. —Sí. Sí.
Arrastró el escote de mi blusa hacia abajo, exponiendo el área de su fijación
actual. —¿Y qué te parece esto?
Antes que pudiera responder, cerró la boca alrededor de donde habían estado
ambos dedos y chupó profundo y duro. Arrancó un estrangulado grito de mí
cuando la pesadez llenó mis pechos y diminutos espirales se formaron en mi
estómago. El placer atravesó mis venas.
Seth levantó su cabeza y se movió al otro pecho. Su cálida respiración
bailaba sobre mi piel. —¿Sobresalgo?
—Creo… creo que sabes la respuesta a eso.
Su lengua golpeó mi pezón. —Creo que necesito escucharte decirlo.
Mis dedos se clavaron en su piel. —Sobresales.
Recompensó mi respuesta con otro golpe de su lengua y un rápido mordisco
que derritió mis entrañas. Se incorporó, su lengua arrastrándose por mi boca
mientras su mano se deslizaba por mi estómago y las puntas de sus dedos
resbalaban bajo la banda de mis bragas. Se detuvo mientras su boca jugaba sobre
la mía, y por un momento, me preocupe que no fuera más allá de besar y
acariciar. Pero luego su mano se movió y un largo dedo se deslizó sobre mi
centro.
—Oh Dios —susurré contra su boca.
—¿Sí?
Me reí suavemente.
—Ya puedo decir que esto es algo en lo que crees que sobresalgo —dijo, su
voz profunda y áspera.
Corriendo mi mano por su musculoso brazo, curvé mis dedos sobre su
antebrazo. —Lo creo. Realmente, realmente lo creo.
—Entonces supongo que debería demostrar mis talentos.
Seth hizo justo eso, hundiendo un dedo profundamente dentro de mí. Mis
caderas se arquearon mientras la cruda sensación se derramaba dentro de mí. Su
pulgar rodeaba y presionaba sobre el nudo de nervios mientras fácilmente
introducía otro dedo. Su dedo se movió lentamente al principio y luego hizo algo
con ese dedo, enganchándolo de una manera que me hizo perder el control. No,
eso era una mentira. Nunca tenía el control cuando se trataba de Seth y de esto.
Me sujeté a su brazo mientras me apoyaba contra su mano y apretaba los
mechones de su cabello con mi otra mano. Su beso tragó mi grito de liberación.
Mi cuerpo colapsó en la cama. Por un momento simplemente me quedé allí,
permitiendo que las dulces replicas ondularan por mi cuerpo. Él deslizó su mano
de entre mis muslos, y con los ojos entreabiertos, lo vi levantar su dedo hacia su
boca.
Santa mierda.
Todo en mí se apretó. Lo alcancé, agarrándolo por los pantalones flojos que
llevaba. Llegó solo un poco lejos, deteniéndose mientras se cernía sobre mí. —
No has terminado de distraerme —le dije.
—¿Mmm? —Agarró mi cadera—. Eso fue todo por ti.
Tiré de él, deseando que su cuerpo se alineara contra el mío, pero él no se
movió. —Quiero que esto sea acerca de nosotros ahora.
Me besó y luego volvió a hacer ese áspero y crudo sonido. —Lo que acabo
de hacer fue acerca de nosotros —dijo.
Podía sentir su excitación contra mi cadera, así que supe que él deseaba esto,
me deseaba, pero estaba, como sospechaba, conteniéndose. —Seth, te… te
deseo.
Sus ojos se cerraron de golpe. —Nunca me cansaré de escuchar eso.
—Entonces permíteme… permíteme tenerte, completamente.
Bajando su frente a la mía, murmuró: —Psychi mou, quiero que estés lista.
—Estoy lista.
No respondió, pero sus dedos rozaron mi muñeca, sobre el brazalete. No
alejó mi mano, pero la mantuvo inmóvil.
Mi corazón se hinchó y se rompió al mismo tiempo. —No me estás
precipitando a algo para lo que no estoy lista —le dije—. Nunca lo harías,
porque sé… sé que siempre estoy a salvo cuando estoy contigo.
Su frente se deslizó contra la mía. —No estabas a salvo cuando me
alimentaba de ti antes.
—No me lastimaste. Ni siquiera lo sentí, y no fue nada como lo que pasó
cuando estuve con… con ellos —le dije—. Y ya hemos hablado de eso. Hacer
eso sin mi permiso no estuvo bien. Ni siquiera cerca. Pero te he perdonado y me
has prometido que no volverás a hacerlo sin preguntar. Y hemos superado eso.
Confió en ti, Seth. Confío en que siempre estaré a salvo contigo —repetí—. Que
tú… siempre te asegurarás de eso.
Se quedó inmóvil por un momento y luego con brusquedad dijo—: No te
merezco.
Ahuequé su mejilla. —Ves, ahí es donde estás siendo simplemente estúpido.
Una risa sorprendida salió de él.
—Sí me mereces —continué—. Mereces mi amor.
Apenas esas palabras dejaron la punta de mi lengua antes de que su boca se
inclinara sobre la mía, y supe que no se detendría esta vez. No me preguntaría si
estaba bien, o se preocuparía porque no estuviera lista para esto. Íbamos a hacer
esto.
Sus labios se movieron por mi garganta, dejando un rastro de besos calientes
y fuertes escalofríos en su estela. Las sensaciones corrieron sobre mi piel, mi
corazón cantó, y esto era mejor…
Un golpe en la puerta me sacudió
Por encima de mí, Seth mordió mi garganta. —Ignóralo.
—Correcto —gemí cuando me estiré entre nosotros, envolviendo mi mano
alrededor de la gruesa longitud que se tensaba a través del algodón de sus
pantalones. Gimió contra mi piel caliente. Contuve mi respiración, y luego su
boca se cerró sobre la parte superior de mi pecho, y todo mi cuerpo se tensó y
luego se sacudió. —Oh dioses.
El golpe vino de nuevo, esta vez más fuerte y más incesante, pero Seth
seguía moviéndose, sus manos empujando la manta a un lado. Perdí mi agarre
sobre él.
—¡Seth! —gritó Aiden—. Sé que estás allí.
La cabeza de Seth se detuvo a centímetros de lo que iba a ser su tierra
prometida. —Si no te vas, Aiden, física y alegremente te lastimaré.
—Sí, voy a arriesgarme. —Fue la respuesta.
Un bajo gruñido emanó de Seth mientras se levantaba. —Estoy tan
jodidamente advirtiéndote…
—Acabamos de escuchar sobre Deacon. —La voz de Aiden atravesó la
puerta cerrada—. Han encontrado al semidiós que estaba en Canadá.

Capítulo 26

Josie
Después de mucha, mucha discusión, varias azotadas de puertas y de mí,
amenazando con robar un bote así podría dejar esta isla y luego tomar un avión,
Seth cedió y yo iba a ir con él a la Universidad.
Apreciaba que estuviera preocupado por mi bienestar, pero el Covenant
estaba resguardado contra los Titanes, y estaría segura allí. Y no era como si
fuéramos a conducir hasta allí. Seth iba a hacer esa cosa súper especial de
transportarse.
No veía realmente el punto de que cualquiera de nosotros fuéramos allí, pero
de lo que Aiden había reunido por Deacon, la chica que habían traído de regreso
con ellos no estaba exactamente emocionada por lo que estaba pasando. De
acuerdo con Deacon, ella se había encerrado en uno de los dormitorios y se
negaba a salir. Por supuesto, muchos de los puros podrían quebrar la puerta para
abrirla, pero hacer eso no habría ayudado al asunto. Recientemente, Gable estaba
tratando de hacer que la chica saliera para relatar lo que había experimentado.
También había una muy verdadera oportunidad de que ellos hubieran
secuestrado a la persona incorrecta, ya que no habían tenido a Herc para
ayudarlos a olfatear la sangre de semidiós, así que todos estábamos esperando
que los chicos no hubieran cometido un delito. Yo tenía curiosidad sobre cómo
habían decidido que esta era una de los semidioses.
Además, no quería ser dejada atrás como alguna clase de damisela frágil. Me
negaba a permitir que eso ocurriera. Lo último que necesitaba era interminable
tiempo a solas para obsesionarme con el tiempo que pasé con los Titanes o la
muerte de mi mamá. Mi subconsciente ya estaba haciendo un trabajo bárbaro
con eso.
Y si eso no era suficiente por lo que preocuparse, yo realmente, realmente
comenzaba a estresarme sobre la cosa entera de las náuseas y el cansancio que
estaba atravesando. Más que una vez durante el último par de días, había
intentado seriamente de recordar la última vez que tuve mi periodo. Mi vida
había sido absolutamente loca desde que me encontré con Seth en las escaleras
de la Universidad Radford. El estrés puede afectar toda la cosa del ciclo
menstrual, pero estaba segura de que no había tenido un periodo en más de un
mes.
Pero; y era un enorme, pero; también había estado prácticamente famélica
mientras fui mantenida por Hiperión. Sabía que eso podría afectar un ciclo.
Tampoco creía que tendría síntomas de oh, dioses, un embarazo tan pronto
después de haber tenido sexo sin protección. Quiero decir, no había sido tanto
tiempo, incluso si se sentía como una eternidad. Solo habían sido tres semanas,
un par de días más o menos. No creía que las mujeres tuvieran síntomas tan
rápidamente, pero yo no era exactamente normal tampoco.
¿Y cómo en el mundo podría sobrevivir un embarazo después de lo que había
atravesado?
Mi estómago caía y se giraba cada vez que pensaba seriamente sobre la
probabilidad de realmente ya no estar embarazada. Ni siquiera podía procesar
eso o lo que realmente significaría.
Así que, como cualquier otra veinteañera normal, decidí recorrer el río de la
negación y hacerlo a un lado por el momento.
Después de ponerme un par de vaqueros que Basil había conseguido en algún
sitio y jalar mi cabello en una cola de caballo, estuvimos listos para irnos. Seth
hizo la cosa genial de dios, llevando primero a Aiden al Covenant.
—Eso es tan bizarro —dijo Alex, sacudiendo su cabeza—. Quiero decir, creí
que estaría acostumbrada a ello a esta altura, pero no lo estoy. Es solo tan
bizarro.
Llevé mi mirada a ella. —Pero increíble.
—Estoy tan completamente celosa.
Una sonrisa empujó mis labios y luego Seth reapareció enfrente de
nosotras, haciéndome saltar. Sonrió mientras tomaba mi mano. —Te llevaré
ahora. ¿Estás lista?
—No realmente. —Miré hacia Alex, esperando que no me haga vomitar. Mi
estómago se sentía bien hoy, pero, por otro lado, no había sido transportada a
ningún sitio—. Se siente realmente raro.
—Sí, lo hace —dijo ella, con ojos amplios.
Envolviendo mi brazo alrededor de la cintura de Seth, tomé una profunda
respiración y me preparé lo mejor que podía, lo que fue cerrar mis ojos. —Estoy
lista.
Seth rio. —Luces como si estuvieras a punto de saltar de un avión.
—Cállate —gruñí, manteniendo mis ojos cerrados.
Rio de nuevo, y luego sentí su respiración sobre mi mejilla. Un latido más
tarde, sus labios rozaron los míos. Jadeé sorprendida, y tomó completa ventaja
de eso, besándome profundamente.
—Estoy feliz de que no fuera así como llegué aquí. —Oí decir a Aiden.
Mis ojos se abrieron, y al principio, todo lo que vi fueron resplandecientes
ojos rubios oscuro, y luego retrocedí, mirando alrededor. Ya no estaba en la casa
de Seth. Estábamos de pie en una enorme oficina. Inmediatamente, reconocí al
hombre mayor de pie junto al escritorio. Marcus; el tío de Alex y el decano de la
Universidad. Estábamos en el Covenant.
—¿Olvidaste como sobresalgo en la distracción? —murmuró Seth en mi
oído.
Me sonrojé con fuerza.
Demonios.
Era bueno.
Besando mi mejilla, Seth me dejó. —Estaré de regreso pronto.
Antes de que pudiera decir una palabra, se desvaneció, y de repente, Deacon
estaba enfrente de mí, todo rizos rubios y ojos plateados. —¡Deacon! —Apenas
solté su nombre antes de ser arrastrada en sus larguiruchos brazos y abrazada
hasta que chillé. Riendo, lo sostuve igual de fuerte—. Es tan bueno verte.
—No tienes ni idea. —Me meció de lado a lado, y juré que, por un segundo,
mis pies colgaron—. Mierda. Es bueno verte.
Al momento en que Deacon me dejó, fui envuelta en otro abrazo, y esta vez,
era Luke. —Te extrañamos —dijo, luego retrocedió, aun sosteniendo mis brazos.
Una media sonrisa se formó en su atractivo rostro—. Los palitos de pollo y las
patatas fritas no han sido los mismos sin ti.
—Ni tampoco lo ha sido ver Supernatural —intervino Deacon—. Luke es
todo fanático de Sam. Necesito a mi compañera del Equipo Dean.
Parpadeando para alejar las repentinas lágrimas, reí de nuevo. Estos dos; solo
los había conocido hace varios meses atrás, pero eran mis amigos, y los había
extrañado. —Bueno, necesitamos conseguir unos palitos y patatas y
ver Supernatural; oh y tocino.
La universidad tenía tocino increíble. No sé cómo lo hacían diferente, pero lo
hacían.
Deacon asintió con empatía. —No podemos olvidarnos del tocino.
Apenas me recompuse cuando Marcus sonrió en mi dirección. —Es bueno
verla de nuevo, Srta. Bethel.
—Gracias. —Tragué duro, mientras Seth reaparecía, esta vez con una Alex
que lucía mareada.
Tropezó un paso y luego sacudió su cabeza. —Santa mierda, nunca voy a
acostumbrarme a eso. Nunca.
—Intenta tenerlo a él apareciéndose aleatoriamente en tu oficina —comentó
Marcus secamente.
Seth caminó hacia donde yo estaba de pie. —Pero ¿qué tan divertido hubiera
sido si anunciaba primero mi llegada?
—No me digas. —Marcus levantó sus cejas mientras se apoyaba hacia atrás,
contra el escritorio—. Ahora que todos estamos aquí...
—El ejército de Impresionantes reunidos al fin. —Deacon sonrió mientras su
hermano suspiraba pesadamente—. Ha sido una larga espera.
—Tenemos un pequeño asunto con el que lidiar —continuó Marcus.
—Solo uno pequeñito —añadió Deacon, mientras Alex se dejaba caer en una
de las sillas puestas enfrente del escritorio de Marcus—. Nuestra pequeña
semidiosa canadiense se niega a creer que es lo que estamos diciéndole que es y
que somos lo que estamos diciendo que somos.
—Eso no es exactamente una sorpresa. —Aiden dobló sus brazos—. La
mayoría de los mortales ni siquiera saben que existimos.
—Sí, pero ella no es como la mayoría de los mortales —intervino Luke.
Sintiendo una pequeña náusea repentina, me senté en la silla junto a Alex. —
¿Por qué? Espera un segundo. ¿Cómo estamos seguros de que ella es a quien
estamos buscando?
—Esa es una buena pregunta —dijo Alex, elevando una ceja—. Secuestrar es
un delito.
—Bueno, técnicamente, incluso si es una semidiosa, ellos aún la
secuestraron. —Seth se encogió de hombros cuando todos lo miramos—.
¿Quieres hacer los honores?
—Por supuesto. —Deacon nunca rechazaría ser el centro de atención—. Una
vez que regresamos aquí con Gable, no teníamos idea de cómo íbamos a
encontrar a los últimos dos semidioses. Así que tuve esta idea. ¿Por qué no
intento encontrar a la bibliotecaria?
La boca de Aiden cayó abierta. —¿Fuiste con Medusa? Por favor, dime que
no intentaste hablar con Medusa.
—Solo quiero añadir, en este momento, que ella no es una empleada oficial
de la universidad —declaró Marcus y acallé una risita que sonaba absurda.
Deacon se encogió de hombros. —Era un riesgo que estaba dispuesto a
tomar. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
—¿Podría, ya sabes, haberte vuelto de piedra? —sugirió Alex, su voz aguda.
—Obviamente, no me vio como una amenaza, porque estoy de pie aquí y no
estoy hecho de piedra.
—Me gustaría decir para el registro que yo no tenía idea de que él planeó
hacer eso. —Luke deslizó su mirada entornada hacia su novio—. Él solo fue y lo
hizo, sin decirme.
—¡Y funcionó! —Deacon alcanzó su bolsillo—. Todo lo que tomó fue un
viaje a la biblioteca. Fue como si me estuviera esperando; como si supiera que
iba a ir. Súper raro si lo piensas.
—¿En serio? Me tomó mucho tiempo para que ella apareciera —murmuré,
tratando de no enfadarme.
—Bueno, yo solo soy así de especial. Como sea, le dije que íbamos a buscar
a los otros semidioses y me dio esto. —Abriendo su puño, reveló un collar que
colgaba de sus dedos. Colgando de una ordinaria cadena, parecía haber alguna
clase de claro cristal de cuarzo.
Me incliné hacia el frente, entornando los ojos. —¿Qué es eso?
—Es una piedra que adivina el futuro. —Sonrió mientras acunaba la piedra
en su otra mano—. Si estás buscando a alguien y sabes en qué ciudad está, todo
lo que tienes que hacer es sostenerla sobre un mapa y ¡Bam! Te dice la locación
exacta. Encontramos a nuestra pequeña semidiosa canadiense trabajando en una
librería, en Thunder Bay.
La esperanza chispeó en mi pecho. Si la usaron para encontrar a este
semidiós, entonces podríamos usarla para encontrar donde estaba siendo retenido
Mitchell. Tan pronto como el pensamiento terminó, noté que la piedra no sería
capaz de ayudarnos allí. No sabíamos en qué cuidad estaba él.
Hice a un lado la frustración mientras miraba la piedra. —Es bastante
increíble.
—¿Cierto? —Deacon la deslizó de regreso a su bolsillo, mientras Marcus se
impulsaba del escritorio y caminaba detrás de él.
—Regresemos por un segundo. ¿A qué te refieres con que ella no es como
otros mortales? —Seth puso sus manos sobre la espalda de mi silla—. ¿Qué
significa eso?
—Creo que sé quién es su padre dios, lo que tiene que ver con el porqué no
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es exactamente normal —dijo Luke—. Es hija de Deméter .
Marcus se sentó en la silla detrás del escritorio mientras Deacon asentía. —
Como que hicimos toda la cosa entera de acecharla por un rato, tratando de
descubrir cuál era la mejor forma de acercarnos a esto, cuando la capturamos
haciendo algo muy interesante después del trabajo.
Seth abrió su boca, y yo solo supe que iba a ser algo salvajemente
inapropiado. —No lo hagas —advertí.
Sonrió.
—Ella estaba caminando junto a unos viejos arbustos secos. Ni idea de qué
clase eran. —Deacon saltó y se sentó en el escritorio. Marcus suspiró—. Se
detuvo y miró alrededor. No había nadie más afuera. No nos vio ocultos en un
auto, como acosadores completos.
—Lindo —murmuró Alex.
—Ella pasó sus dedos sobre el arbusto y la cosa regresó a la vida. Por
completo —explicó Luke—. Fueron de muertas y marrones a lucir como si
acabaran de ser plantadas allí.
—Deméter es la diosa de la agricultura, entre otras cosas. —Marcus se apoyó
hacia atrás en su silla, cruzando una rodilla sobre la otra—. Lo que genera la
pregunta de por qué es tan reticente a la verdad, considerando que eso no es algo
que algunos mortales puedan hacer. También me hace preguntar cómo fue capaz
de hacerlo. Tenía la impresión de que sus poderes estaban limitados.
Jadeé. —¿Qué demonios? Yo no tengo ninguna habilidad genial como esa.
Para nada.
Seth estaba inclinado por la cintura, así que su cabeza estaba cerca de la mía
cuando rio. —Ah, pero aun así eres especial.
—Cállate —murmuré airadamente—. Aun así, no tengo ninguna habilidad
especial como esa.
Seth acarició mi cabeza, y estuve a punto de balancearme contra él. —Así
que —dijo—, ¿ella aún está encerrada en un dormitorio?
—Síp. —Luke sonrió apretadamente—. Ha estado hablando con Gable a
través de la puerta, pero no va a abrirla, y además del agua que estaba en la
habitación, no tiene nada más que beber o comer. Necesitamos sacarla.
—Entonces, saquémosla. —Seth se enderezó—. Y obliguemos algo de
comida a bajar por su garganta. Ella entiende el programa...
—¿O qué? —Los ojos de Aiden se oscurecieron a un gris estruendoso.
Un lado de los labios de Seth se elevó. —No hay otras opciones, St. Delphi.
—A pesar de su apestosa forma de hablar —razoné—, Seth tiene un punto.
Puedo intentar hablar con ella.
—Bueno, mientras ustedes convencen a esta chica de que no están todos
locos y que no presente cargos, Aiden y yo vamos a dirigirnos a Texas. —Seth se
impulsó fuera de la silla.
—¿Qué? —Elevé mi mirada hacia él.
—Cuando Aiden y Alex estaban en Baron Rouge, se enteraron sobre una
comunidad a las afueras de Houston, que tenía algunos puros desaparecidos —
explicó Seth.
—Y justo antes de que llegáramos aquí, recibí una llamada de un centinela
sobre que habían rastreado lo que, ellos creían, eran sombras —añadió Aiden—.
Ya que el Covenant está protegido, vamos a salir a revisar.
Como que estaba sorprendida de que Seth estuviera dispuesto a dejarme aquí,
pero también aliviada de que él confiara en que el Covenant era seguro.
—Así que, ¿van a irse ahora? —preguntó Alex.
Aiden asintió. —Hay un par de almacenes abandonados a más de dos millas
de su comunidad.
Ella levantó su barbilla. —Entonces, yo voy a ir con ustedes, chicos.
Detrás de mí, Seth suspiró.
—Eso no es necesario —replicó Aiden.
—¿No lo es? —preguntó, su voz baja.
—Oh, hombre —murmuró Deacon.
Mientras Alex y Aiden se hundían en una discusión en estado avanzado, Seth
me golpeó suavemente en el hombro y amplió sus ojos, mientras movía su
cabeza hacia la puerta. Saliendo de mi silla, lo seguí hacia el corredor fuera de la
oficina del decano, cerrando la puerta detrás de mí.
—¿Crees que Aiden va a ceder y dejar que Alex vaya? —pregunté.
Seth apoyó su cadera contra la pared. —Ella puede ser bastante convincente
cuando quiere estar en la acción, pero realmente allí no hay un punto. Cuando
fueron a Baton Rouge, fue un fracaso, e incluso aunque hay varios lugares que
encajan con la descripción del almacén en el que fuiste retenida, eso no significa
que vayamos a encontrar algo. No necesita ir. Ni tampoco Aiden.
—Pero él quiere ayudar. Ambos quieren —razoné.
—Entiendo eso, pero son una carga —señaló con un encogimiento de un solo
hombro—. Son semidioses, pero eso no significa que no pueden ser heridos
seriamente o asesinados. Yo, por otro lado, no puedo ser asesinado con tanta
facilidad.
Mi estómago cayó ante el pensamiento de Seth estando en peligro. —Bueno,
nosotros los semidioses no somos tan fáciles de matar —le recordé, mientras la
puerta se abría y Marcus salía, con Deacon y Luke detrás de él. Se movieron
hacia el otro lado del corredor, y pensé que era un poco divertido que Aiden y
Alex hubieran corrido al decano de su propia oficina. Demonios.
—Pero solo Cronos, Hera, y Zeus pueden matarme, y basado en lo que dijiste
sobre Cronos, realmente no es una amenaza en este momento.
—¿Y qué hay sobre Zeus y Hera?
Seth sonrió. —Estoy bastante seguro de que pasan la gran mayoría de su
tiempo mirando viejas repeticiones de Happy Days y tratando de matarse el uno
al otro. Ellos no son un problema.
—¿Happy Days? —Cuando imaginaba a Zeus, veía a un hombre de mediana
edad con una barba por alguna extraña razón, y ahora lo veía holgazaneando
sobre un sillón, mirando a Fonzie en una enorme pantalla grande mientras Hera
se sentaba en un sillón reclinable, mirándolo. Sacudí esas imágenes fuera de mi
cabeza—. Sé que eres el peor chico malo justo ahora, pero eso no significa que
no deberías ser cuidadoso.
Una burlona sonrisa juguetona en sus labios. —Tú me conoces. Yo siempre
soy cuidadoso.
—Ajá —murmuré.
—Me sorprende que no me estés exigiendo ir —dijo Seth después de un
momento.
—¿Quieres que lo haga?
—No. Estoy feliz de que no estés presionándolo.
Incliné mi cabeza a un lado. —Hicimos un trato, y aún tengo estos brazaletes
sobre mis muñecas. —Hice una pausa, respirando a través de otra aguda onda de
náuseas—. Y yo...
—¿Qué? —Su mirada se agudizó, toda la gracia yéndose.
—Soy buena con las cosas de mano a mano. Quiero decir, tú me enseñaste.
Así como lo hizo Luke y… y Solos. —Mi corazón dolió pensando en la caída
del mestizo—. Pero estoy cansada...
—¿Cuán cansada?
—Nada serio. —Me apresuré a tranquilizarlo. No le dije que me sentía
enferma porque sabía que, si lo hacía, no se iría—. Solo sé que no estoy lista a
un cien por ciento, e incluso si quiero ayudar y odio quedarme atrás, sé que... Sé
que necesito quedarme. Salir allí con estas condenadas bandas en mis muñecas y
sintiéndome como lo hago, sería la decisión más estúpida del mundo.
Sus ojos buscaron los mío y luego asintió. —Gracias.
Antes de que tuviera oportunidad de preguntarle por qué me agradecía,
Aiden salió hacia el corredor. Basado en su desastroso cabello oscuro y la
apariencia hinchada de sus labios, suponía que él y Alex habían discutido y
luego se reconciliaron.
—Listo cuando tú lo estés —dijo.
—¿Y Alex? —preguntó Seth.
Las puntas de sus mejillas se sonrojaron. —Está de acuerdo con quedarse
atrás.
—Ajá. —Deslizando su mano en mi nuca, Seth besó el centro de mi frente y
luego sus labios encontraron los míos. El beso fue intenso, volteando y
retorciendo mi interior en un placentero y excitante desastre. Mis manos
encontraron su camino hacia su pecho y mis dedos se retorcieron en su camisa.
Mientras levantaba su cabeza, yo deseaba que tuviéramos tiempo suficiente para
ir a algún sitio privado y terminar lo que habíamos comenzado en su dormitorio.
—Regresaré pronto —dijo, besando las esquinas de mis labios.
Asentí y casi me desplomé contra la pared mientras me dejaba ir. Se
contoneó por el corredor, hacia donde Aiden esperaba. Por dios, eso fue un beso.
Saliendo del aturdimiento, caminé hacia el frente. —¿Seth?
Miró sobre su hombro.
—Te amo.
La respuesta de Seth fue inmediata. La sonrisa que corrió a través de su
rostro fue amplia y hermosa, y la mirada que me envió volvió mi interior en
sustancia viscosa. Él no sacó sus ojos de mí cuando puso su mano sobre el
hombro de Aiden.
Un segundo más tardes, se habían ido.
Sonriendo, Deacon se adelantó, con las manos en sus bolsillos. —¿Lista para
conocer a nuestra invitada?


Capítulo 27

Seth
Hicimos una parada en la sala de armas antes de irnos a Texas. Aunque
realmente no los necesitaba, agarré dos dagas y un cinturón principalmente
porque las dagas eran divertidas de usar.
Aiden se enganchó un conjunto y también agarró una de las Glocks que
estaba cargada con balas de titanio. Sus habilidades de semidiós, al igual que las
de Josie, no eran infinitas. Eventualmente se cansaría.
Yo, por otra parte, casi solo quería apuñalar algo.
—¿Estás listo? —pregunté, divertido por el hecho de que en realidad
trabajábamos juntos de nuevo—. No quiero irme demasiado tiempo.
—Comprensible. —Aiden caminó hacia donde yo estaba, pero se detuvo. Su
mirada fija se encontró con la mía—. ¿Cuál es el plan si nos encontramos cara a
cara con un Titán?
Si solo tuviéramos esa suerte.
Un lado de mis labios arrancó. —Matarlos.
Aiden cruzó los brazos mientras levantaba una ceja. —No es exactamente un
plan. Los dioses…
—Realmente no me importa lo que quieran los dioses.
—Matar a los Titanes causa consecuencias bastante catastróficas —razonó
Aiden al igual que el buen santo que era—. Podríamos haber tenido suerte con
Perses, pero tenemos que tomar eso en consideración. Nuestras acciones afectan
la vida de personas inocentes, Seth.
Me preguntaba si decir que realmente no me importaba me haría sonar como
un imbécil.
Sus ojos se estrecharon. —Puedo decir lo que estás pensando. Tienes que
preocuparte por esto.
—Mira, eso es lo que pasa, Aiden. No tengo que hacer nada que no quiera.
Yo no soy tú —le dije—. No estoy aquí para salvar al mundo. Eso no es lo que
soy. Nunca lo seré.
Un músculo le pasaba por la mandíbula. —Entonces, ¿qué eres?
—Sabes lo que soy. —Incliné la cabeza hacia un lado.
—¿Un imbécil egoísta y arrogante?
Mi sonrisa se extendió. —Solo hay una persona que realmente me importa.
Solo por una persona iría a los confines de la tierra para mantenerla a salvo. No
eres esa persona. Sería prudente recordar eso.
Aiden levantó su barbilla mientras sus ojos brillaban de plata. —Tienes que
recordar que haría cualquier cosa para mantener a Alex a salvo, y si matar a los
Titanes la pusiera en peligro, haré lo que sea necesario para detenerte.
—Creo que intentarás detenerme —corregí amablemente—. Oye, ¿qué
quieres que diga, Aiden? ¿Qué harías si Hiperión se hubiera apoderado de Alex
y le hubiera hecho esas cosas?
Sus labios se juntaron.
—Sé lo que querías hacer con Ares. Sé lo que querías hacer conmigo —
señalé. Aiden apartó la mirada—. No soy completamente irresponsable,
contrariamente a la creencia popular. Si hay una manera de sepultar a esos
Titanes sin poner a Josie en peligro, estoy a favor de ella, pero no dejaré que
Hiperión viva. No hay manera de convencerme de lo contrario. Así que si tienes
un problema con eso, entonces probablemente deberías quedarte con esto,
porque si me encuentro cara a cara con él, es un hijo de puta muerto.
Un momento pasó y Aiden dijo—: Eso lo puedo entender. —Su mirada se
alzó hasta el techo—. Hiperión es el dios de la luz celestial, uno de los pilares de
la tierra. El este, creo. No estoy seguro que pasaría si lo eliminas.
Lo que causó su muerte valió la pena para asegurarse de que Josie nunca
tuvo que vivir con miedo de su regreso. Cronos también estaba en mi lista de
matar, pero yo no estaba compartiendo eso en este momento.
Aiden respiró hondo. —No estoy de acuerdo contigo nueve de cada diez
veces, pero esto... Esta cosa con Hiperión, entiendo. Si hubiera tenido la
oportunidad de matar a Ares, lo habría liquidado.
Mi mirada se encontró con la suya. —Y si hubieras tenido la oportunidad de
matarme, lo habrías hecho.
—Sí. Sí, lo habría hecho.
—Me alegra que estemos en la misma página. —Toqué con una mano el
hombro de Aiden—. Vámonos.
No esperé la respuesta de Aiden, llevándonos al lugar donde el centinela con
el que Aiden había estado en contacto nos había dicho que nos reuniéramos. En
cuestión de segundos, estábamos en el aire pegajoso y oscuro de Houston.
—¡Dioses! —exclamó una profunda voz masculina.
Volteando, sonreí mientras miraba al grupo de centinelas. —¿Sí?
El centinela en el centro, el que había hablado, dio un paso atrás. Tenía los
ojos muy abiertos mientras el sol brillaba en su piel morena. Los otros tres
centinelas parecían estar cerca de desmayarse.
Aiden se colocó a mi lado. —¿Torin?
Él asintió. —Me has advertido que él... Él era un dios, pero yo no estaba
preparado para eso. —La mitad miró en mi dirección—. Eres realmente un dios.
Mi sonrisa dio un puntapié.
Uno de los centinelas detrás de él palideció.
Aiden suspiró. —Sí, es realmente un dios. Y sí, puede hacer todas las cosas
geniales de dios, pero realmente tenemos tiempo limitado. Así que, si podemos
sacar la conmoción y el temor fuera del camino, eso sería genial.
Deslicé a Aiden con una mirada larga. —Bueno, eso saca la diversión de
todo.
Me ignoró. —¿Qué tienes para nosotros, Torin?
Torin pareció salir de su estado de conmoción cuando pasó una mano por su
oscuro y recortado cabello. —Como ustedes saben, hemos tenido bastantes puros
desaparecidos recientemente, pero hemos tenido pocos ataques de daimon.
—Hemos visto apenas daimons —dijo otro centinela, una morena más joven
que apenas parecía tener edad suficiente para estar fuera del Covenant—. Así
que eso era sospechoso.
—Tenemos escoltas obligatorias en el lugar cuando los puros salen de las
comunidades. Fue en un reciente viaje de compras que nos enteramos de que
estábamos tratando con sombras. Poseían varios mortales que atacaron a uno de
nuestros grupos —explicó Torin, apoyando una mano en el mango de una daga
—. Solo había un sobreviviente. Ellos confirmaron lo que pasó.
—Entonces, ¿por qué estamos en este techo al sol de Houston? —pregunté.
La mujer centinela caminó hacia delante, pasando junto a nosotros hasta el
borde de cemento del tejado. Saltó fácilmente hacia arriba. —¿Ves el edificio de
oficinas a tres cuadras? ¿El alto con el techo en forma de pirámide?
—Sí. —Aiden la siguió, entrecerrando los ojos.
—Como te dijimos, hemos estado siguiendo lo que creemos que son las
sombras. Aparte de su... olor, no es fácil identificarlos si quieren mezclarse —
dijo, volviéndose hacia el edificio—. Estamos bastante seguros de que es donde
se han ido acumulando.
—¿Es un edificio de oficinas activo? —preguntó Aiden, y, por supuesto,
sonaba preocupado—. ¿Hay allí mortales trabajando?
—Sí. —Torin se unió a la mujer—. Por eso hemos estado esperando. Parece
que los dos pisos superiores son en realidad habitaciones tipo ático. El resto es
espacio de oficina. Están en este edificio, rodeados por lo que parece ser
mortales que no están poseídos y probablemente no tienen idea de lo que está
pasando.
—Además, esos mortales a los que las sombras manejan son inocentes. —Se
aferró la muchacha—. Si no han dañado esos cuerpos, los mortales pueden ser
salvados si podemos sacarles las sombras.
—¿Y eso te detuvo porque...? —le pregunté, genuinamente curioso.
Todos los centinelas se volvieron y me miraron. No, Aiden. Se limitó a mirar
el edificio, probablemente llorando por dentro porque sabía lo que ya sabía. No
había ayuda a esos mortales.
—Odio interrumpirlos chicos —dije—. Esto no es un episodio de
Supernatural. Una vez que las sombras entran en el cuerpo, el mortal es tan
bueno como muerto. No hay vuelta atrás de eso. No los estarás salvando de la
mierda.
La chica se volvió hacia nosotros, su cara palideció. —No hay prueba exacta
de eso, porque las sombras...
—Porque las sombras casi siempre matan a los mortales antes de que salgan
del cuerpo —respondió Aiden, volviéndose hacia nosotros—. Tenemos que
entrar y ver con qué estamos tratando.
Torin asintió con la cabeza. —Por eso estamos aquí. Somos su respaldo. Y si
podemos salvar a esos mortales allí, vamos a tratar de hacerlo. No vamos a dejar
que mueran.
Sonreí, pero no dije nada. Si querían pensar que necesitábamos respaldo y
que podían jugar superhéroes a un grupo de mortales ya muertos, entonces lo
que sea. Caminé hacia delante y salté al borde. Los edificios estaban replegados
uno contra el otro, todo el camino hasta la oficina que necesitábamos para entrar.
Podría ir fácilmente al edificio, pero entonces tendría que esperar el resto de
ellos, y sabía mejor que pensar que realmente esperaría. Miré a Aiden, vi que
estaba midiendo la distancia entre los tejados. Sería una serie de saltos
imposibles para un mortal, pero no para nosotros.
No para centinelas entrenados.
—Hagamos esto. —Torin retrocedió unos pasos y luego salió corriendo. Sus
pies con botas salieron de la cornisa. Saltó sobre el hueco, aterrizando en el
techo del edificio siguiente en un movimiento. Apareció y se alejó de nuevo,
moviéndose más rápido de lo que los mortales en el suelo podrían rastrear. Los
otros tres centinelas lo siguieron.
Aiden fue el siguiente.
Hizo lo mismo, dando varios pasos atrás antes de dar un salto. Consiguió más
aire que el resto y aterrizó en cuclillas antes de saltar de nuevo para ir al edificio
siguiente.
No necesitaba correr.
Los músculos se tensaron. El poder encendió todas las celulas. Pateé la
repisa. Un aire cálido azotó mi cuerpo. Aterricé en el centro del segundo techo
justo cuando Aiden despejó de este, golpeando el tercero.
Nosotros hicimos nuestro camino tres bloques para arriba, finalmente,
alcanzando el edificio, una cierta clase de banco, al lado del edificio de oficinas.
El centinela femenino estaba en la repisa, acurrucada entre las letras de un gran
letrero de metal de neón. Había sacado un par de binoculares de la pequeña
mochila que llevaba.
Un brillo de sudor cubrió la frente de Torin mientras avanzaba hacia el borde.
—¿Ves algo, Kia? —preguntó. Levantó una mano mientras exploraba el edificio.
Torin se enfrentó a nosotros—. Hay un vestíbulo en el piso principal. Espacios
de oficinas en cada piso hasta los dos últimos. Está buscando una de las sombras
que hemos estado siguiendo.
Aiden se dirigió al letrero y se arrodilló junto a Kia. Le dijo algo mientras
caminaba hacia el otro borde. El edificio parecía todo el resto, una fortaleza de
piedra moderna construida con cemento y vidrio, pero había una cierta aura de
oscuridad que se aferraba a la piedra gris. Tal vez fue el sentido piadoso
poniendo, porque sabía sin lugar a dudas que había sombras dentro.
—Los tengo. Están en el último piso —dijo Kia, bajando los binoculares—.
Hay al menos... infierno, por lo menos veinte que conté. Están con la sombra que
estábamos siguiendo. Algunos de ellos pueden ser humanos, pero están actuando
de un modo extraño.
Levanté una ceja. —¿Puedes dar más detalles sobre la rareza?
—¿Puedo ver? —preguntó Aiden, y fue recompensado con los binoculares
—. Sí, hay un montón y la mayoría de ellos son solo una especie de... por ahí. En
los pisos. Algunos parecen estar despiertos. Tienen un… Infierno. —Aiden bajó
los binoculares, exhalando bruscamente—. Creo que tienen mortales normales
allí.
—¿Cómo puedes distinguir la diferencia? —preguntó Torin.
Aiden miró por encima del hombro. —Los han atado.
Me reí, incapaz de ayudar. —Bueno, eso definitivamente sería una indicación
Entregando los binoculares a Kia, Aiden se levantó. —Supongo que el
ascensor te llevará desde el vestíbulo a los pisos superiores, pero ¿necesita un
código de acceso especial para llegar a esas habitaciones?
—Sí, así que vamos a necesitar una tarjeta-llave —explicó Torin mientras
Aiden asentía—. Hay una pequeña sala de mantenimiento en el vestíbulo que
tiene todas las llaves. Los agarramos y luego nos dirigimos al ascensor. Desde
allí...
Me alejé de ellos y escudriñé las ventanas de cristal frente al último piso. Sí,
no tuve la maldita hora de entrar en el vestíbulo y encontrar una maldita llave.
Entrecerré los ojos al piso de cristal de las ventanas del techo. No había manera
de que todos nuestros traseros, vestidos de negro y llevando armas y dagas, no
fueran a llamar la atención. Tendríamos que usar compulsiones. Alguien
probablemente gritaría antes de que tuviera la oportunidad. Me molestaría.
Entonces alguien terminaría saliendo.
—¿Es esa sección de ventanas ahí mismo? —pregunté, interrumpiendo su
conversación—. ¿Correcto?
—Sí. —Kia se levantó—. Eso parece ser una especie de sala de estar.
—Genial. —Los enfrenté. —¿Pueden ustedes mantener un secreto? ¿Cómo
un secreto realmente grande que tendría que matarte si compartías el nivel de
mantenimiento de secretos?
—Seth. —Aiden suspiró con un rodar de sus ojos.
Los centinelas intercambiaron miradas, pero Torin dijo encogiéndose de
hombros. —Sí, supongo.
—Bien. —Sonriendo, me di la vuelta y levanté mis manos. Una oleada de
poder se apoderó de la habitación—. Porque estoy a punto de asesinar a algunas
personas. Nos vemos por el otro lado.
Aiden comenzó a avanzar. —Seth…
Fue muy tarde.
Centrándome en mí, el cielo azul que me rodeaba se desvaneció y fue
reemplazado por altos techos blancos, ventiladores que revolvían lentamente, y
varios mortales todavía con olor a almizcle.
Lotería.

Capítulo 28

Josie
—¿Cómo ha ido todo aquí? —le pregunté a Deacon mientras caminábamos
hacia los dormitorios. La última vez que estuve en la Universidad, parecía como
si una guerra se estaba preparando entre los puros y los mestizos.
Los mestizos pasaron por mucho y solo había sido cuestión de tiempo antes
que comenzaran a luchar.
Con las manos en los bolsillos, miro hacia el despejado cielo azul. —Parece
que se ha calmado un poco desde que Luke y yo regresamos. Creo que mucho
tiene que ver con la política de no tolerancia de Marcus. Muchos puros han sido
expulsados.
—Bien —dije, queriendo decirlo. Algunos de los puros estaban haciendo
cosas terribles.
—Y muchos de los otros puros han estado de pie al lado de los mestizos. —
Subimos los escalones y Deacon fue el primero en llegar a las puertas. Miró
sobre su hombro hacia mí—. Estoy esperando que las cosas continúen
cambiando, porque la vieja forma era un fuego de gigante basura.
—Estoy de acuerdo.
Llegamos a la zona común del dormitorio y pasamos a un grupo de
estudiantes que estaban sentados en los sofás. Me di cuenta de inmediato que
estábamos caminando por el mismo pasillo en el que Seth y yo nos quedábamos
antes.
A medio camino, Deacon se detuvo y me miró. —Antes que hagamos todo
este encuentro y saludo, quiero saber ¿Cómo te está yendo?
Me quedé corta. —Estoy bien.
Inclinó su cabeza a un lado. —Josie, fuiste mantenida cautiva por un
psicótico Titán quien tenía una cuenta pendiente con tu padre. ¿Cómo estarías
bien después de eso?
Una temblorosa risa se me escapó. —Bueno, estoy tan bien como puede
estarlo, supongo.
Sus ojos grises metálicos se encontraron con los míos. —Realmente estaba
asustado por ti. Todos lo estábamos.
Trague con dificultad. —Estaba asustada por mí —admití en voz baja—. No
pensé… —Negué con la cabeza y respiré hondo cuando lo alcancé, sacando la
banda de mi cabello—. No creí que volvería a ver a nadie.
Deacon dio un paso, rodeando su brazo en mis hombros. Me atrajo hacia él, y
fui, rodeando los brazos en su delgada cintura. —Ya lo dije antes, pero lo diré de
nuevo. Me alegra que estés aquí. Y si necesitas hablar con alguien, me tienes a
mí. No lo olvides.
Apreté los ojos cerrados contra la repentina quemadura. —No lo haré.
—Bien. —Me beso la parte superior de la cabeza y entonces se retiró—.
Ahora vamos a sacar a esta chica de su habitación.
Sonriendo débilmente, asentí. Empezamos a bajar por el pasillo y descubrí
que la habían colocado en una habitación a cinco puertas donde me había
alojado. Me sobrepuse cuando nos detuvimos frente a su puerta. Era importante
que le hiciéramos entender lo que estaba sucediendo aquí así no terminaría como
Mitchell… como yo.
—Sé que hay alguien allí afuera. —Vino una voz desde el otro lado de la
puerta—. Puedo escucharte respirar.
Frunciendo el ceño, miré a Deacon y levanté las cejas.
Sonrió y murmuró—: Respiras muy fuerte.
Poniendo los ojos en blanco, me apoyé contra la pared. —Hola. Mi nombre
es Josie. Eres Cora, ¿verdad?
—Sí. Ese es mi nombre. —Hubo una pausa—. Si no estás aquí para dejarme
ir, entonces necesitas irte.
Supuse que ahora no era un buen momento para preguntar porque la cuidad
en la que vivía se llamaba Thunder Bay. Tenía curiosidad de saber cómo llegó a
ser un nombre tan malo.
Colocando la mano en la puerta, arrastre una respiración superficial. —Sé
que probablemente te estás volviendo loca. He estado allí. De verdad.
—Así que, has sido secuestrada y dicho eso, ¿eres un semidiós? —atacó.
—De hecho, sí. —Miré a Deacon—. No me gusta usar la palabra
“Secuestrada”, pero cuando me encontraron, tampoco creí nada de lo que
estaban diciendo. Pero es verdad. Todo ello. Y sé que no parece ser así, pero
somos los buenos y estas a salvo aquí.
Hubo un largo periodo de silencio y luego. —¿Esta ese tipo allí afuera?
—Deacon está aquí conmigo.
—¡Hola! —dijo Deacon—. Soy uno de los tipos que te secuestraron.
Mis ojos se agrandaron cuando lo miré. Se encogió de hombros.
—No tú. —Fue la respuesta—. El otro tipo. Su nombre es Gable.
—No, no está aquí —respondí, preguntándome donde estaba, no lo había
visto aún—. ¿Quieres hablar con él?
Hubo otra brecha de silencio. —No.
—Josie es la hija de Apolo —dijo Deacon desde el otro lado de la puerta
donde se había situado—. Pero no tiene habilidades geniales como tú.
Me enoje con Deacon.
—¡No tengo ninguna habilidad! —grito la chica.
—Eso no es lo que escuche. —Cerrando los ojos, incliné la cabeza contra la
pared—. Escuche que puedes traer a la vida plantas muertas. Eso es realmente
genial.
—Y también algo que los mortales no pueden hacer —señalo Deacon—.
Pero ya hemos tenido esta conversación.
—Sin embargo, Deacon tiene razón. No tengo ningún talento especial —dije
y Deacon resopló. Lo ignoré—. Bueno. Puedo controlar los elementos, pero eso
no es nada.
Un par de momentos pasaron. —Dijiste que tu nombre es Josie, ¿verdad? —
La voz estaba más cerca de la puerta.
—Sí.
—Gable te mencionó. Dijo que fuiste tomada por… por los locos Titanes.
—Lo fui. Estoy libre. Tuve suerte, pero algunos de nosotros no tuvimos tanta
suerte. Sé que no te sientes de esta forma ahora, pero debes saber lo afortunada
que eres que Deacon y Luke llegaron a ti primero. Si hubieras visto lo que he
visto, no dudarías ni un segundo. —Al abrir los ojos, encontré a Deacon
mirándome—. Nada de lo que han dicho es mentira. Los Titanes estaban
buscándote, y si te encontraban, desearías…
—¿Desearía qué? —preguntó.
Bajando la mirada al suelo, dije—: Desearías estar muerta.
Pasó un minuto y tuve miedo de que ella nos iba a ignorar. —No siempre
podía revivir a las plantas.
Deacon se alejó de la pared, su rostro brillando con interés. Suponía que esta
era nueva información. —¿No podías?
—No. Eso comenzó hace algunas semanas. Lo descubrí por accidente. Tomé
una vieja flor que estaba en un jarrón y cuando levanté la maldita cosa vino a la
vida —dijo Cora y luego se rio—. Al principio, lo ignoré. Porque, vamos. Luego
lo hice de nuevo, un día después. Bajé la mano para arrancar un diente de león
muerto y esas pequeñas cosas blancas volvieron a la vida. —Otra risa quebradiza
resonó—. Siento que me estoy volviendo loca.
No tenía idea de por qué esa habilidad comenzaba a mostrarse recientemente.
—No lo estás.
—Eso no es todo.
—¿No? —Entusiasmo llenó la voz de Deacon.
—Puedo decir cosas. Como cuando alguien está enfermo. Tiene este brillo
grisáceo, como un aura. Pensé que estaba teniendo problemas de la vista —dijo,
y mientras hablaba, tenía que preguntarme cómo pensaba que era una mortal
normal—. ¡Y sé cuándo las mujeres están embarazadas! Al menos creo que lo
hago. Y, por cierto, eso provoco que me despidieran.
Parpadeé lentamente.
—Cuéntanos —murmuró Deacon, con los ojos brillando con interés.
—Así que, estaba trabajando en la librería independiente y mi gerente entro
en el trabajo una mañana, tarde como siempre con su marido, y cuando le miré el
estómago, pude ver esta pequeña bola de luz que, por alguna razón, en mi
cabeza, ¡Tenía la forma de bebé! Una rara bola de luz con forma de bebé.
Deacon y yo intercambiamos miradas.
—Así que, ¿qué más haría yo? Le dije que estaba embarazada —continuó
Cora desde el otro lado de la puerta—. Poco sabía yo, ella y su marido habían
llegado a un importante periodo de sequía y si estaba embarazada, no podía ser
de su marido.
—Oh, mi Dios —dije
—Sí, oh, mi Dios. Así que me despidió esa tarde. —Hubo un golpe al otro
lado de la puerta que realmente esperaba no fuera su cabeza—. Por supuesto,
aprendí a no solo soltar alucinaciones al azar con rapidez.
Deacon sonrió. —Movimiento inteligente, pero probablemente no fue una
alucinación.
Se escuchó el suspiro de Cora a través de la puerta. —Esto es real, y ustedes
no se van a ir, ¿verdad?
—Esto es real y realmente no queremos dejarte —dije, apartándome de la
pared—. Tienes que tener hambre, ¿verdad? Podemos traer comida y responder
todas las preguntas que tengas.
Un hubo respuesta inmediata, pero luego vi la perilla comenzar a girar.
Retrocedí, crucé los brazos sobre mi estómago. Tuve este deseo casi abrumador
de huir antes de que la puerta se abriera. Si ella podía ver un bebé en un
vientre…
De acuerdo.
Estaba siendo estúpida.
No estaba embarazada.
Descruzando los brazos, esperaba que la sonrisa que fijé en el rostro no fuera
tan espeluznante como la que Deacon estaba balanceando.
La puerta se abrió lentamente y luego vi a la chica que Deacon y Luke
técnicamente secuestraron. Era de mi altura y absolutamente impresionante. El
cabello color cuervo colgaba en apretados y elásticos rizos hasta sus senos. Su
piel era de un profundo y cálido color marrón que contrastaba
sorprendentemente con ojos tan pálidos que eran entre gris y azul.
—Hola —dijo, gesticulando con la mano.
Cora se volvió de Deacon y me miró extrañamente, su ligera mirada cayó a
mi estómago. Arqueó las cejas y luego cerró los ojos con fuerza mientras
pellizcaba el puente de su nariz. —No estoy loca. No estoy loca.
Me quede tan quieta como un gato delante de un sabueso.
Echando un vistazo a Deacon, no parecía que notará algo extraño, pero yo
estaba a segundos de estar aterrada.
De acuerdo.
Eso era más que un poco extraño.
Cora se apartó, sosteniendo la puerta abierta para nosotros. Forcé una sonrisa
mientras entraba al dormitorio, ocultando el hecho que quería encontrar la
esquina más cercada y comenzar a mecerme. Ella vio lo enferma que yo estaba,
enferma por las bandas o vio algo más.
Algo que parecía una bola de luz en forma de bebé.
—Tenemos mucho de qué hablar —dijo Deacon, cerrando la puerta detrás de
nosotros.
Cora echó un vistazo nervioso entre nosotros y me aseguré de que la sonrisa
todavía estuviera pintada en mi rostro. —Tenemos.
Y tan pronto como termináramos aquí, necesitaba encontrar a Alex.

* * * *
Una hora más tarde, salí de la habitación de Cora y me dirigí al vestíbulo.
Deacon seguía con ella, y ella se había calmado mucho, pero era comprensible
que estuviera aturdida.
Mi estómago estaba asentado y ya no sentía que estaba a punto de vomitar
por todas partes, pero había pequeños bucles de tensión en mi vientre por una
razón completamente diferente.
Sabía que probablemente estaba siendo tonta. Pero necesitaba hacer una
prueba de embarazo solo para tranquilizarme. La última cosa que quería hacer
era compartir el hecho que estaba muy probablemente exagerando como una
estúpida, pero no tenía ni idea donde podía conseguir una prueba. Dudaba que
los llevaran a la biblioteca en su universidad.
¿O tal vez lo hicieron?
Por otra parte, recordé haber escuchado que muchos de los estudiantes
recibían vacunas de control natal.
Eso era algo que probablemente debí haber buscado.
Ansiosa y nerviosa, corrí por el área común. Una cuantas de los mestizos
miraron en mi dirección, pero nadie realmente me prestó atención mientras abrí
las puertas y divisaba a Alex.
Estaba apoyada en una de las columnas, hablando con Luke y con una
mestiza de cabello oscuro que llegue a conocer antes de ir a recuperar a los
semidioses.
—Hola. —Se giró Colin con una sonrisa, sus ojos azules tan brillantes como
recordaba—. ¡Santa mierda, estaba preguntándome si te volvería a ver!
—Hola. —Le di un pequeño gesto con la mano—. ¿Cómo has estado?
Colin me dio un rápido abrazo de un brazo. —Perfecta. Escuche que las
cosas han sido un poco locas para ustedes.
—Una subestimación del año —añadió Alex, y me pregunte si ella sabía que
Colin idolatraba totalmente a Aiden y a ella.
—Sí, esa es la verdad —comenté.
—Me alegro de ver que lo estás haciendo bien. —Miró a Luke—. Escuche
cosas… un poco rudas.
Presionando los labios, asentí mientras forcé a mis brazos a cruzarse en mi
pecho.
—Estoy bien.
—¿Cómo fueron las cosas con Cora? —pregunto Luke, cambiando el tema
de Colin.
—Ella finalmente abrió la puerta y nos permitió entrar. Está comenzando a
venir aquí. Quiero decir, ahora nos cree —le dije—. Pero creo que necesitamos
proceder con pequeños pasos para no abrumarla.
—¿Pasos de bebé? —Las cejas oscuras de Colin se levantaron—. ¿Y la
dejaste allí con Deacon? Probablemente está iluminando las cosas para ella.
—Mierda. Tienes razón. —Suspiró Luke—. Será mejor que los compruebe.
Antes que Alex siguiera a Luke, le di un golpecito en el brazo. —¿Puedo
hablar contigo un momento?
—Claro. —Se alejó de la columna mientras alejada su larga cola de caballo
del hombro.
—Lo siento —le dije a Colin, sintiéndome mal por interrumpir la
conversación—. No quise interrumpir o robarla.
—Nah. Está bien. Iba a tratar de seguir a Luke. Me gusta conocer a otro
semidiós —dijo sonriendo—. Es como si estuvieran apareciendo ahora por todas
partes.
—Dime sobre eso —dijo Luke, indicándole a Colin para seguirlo—. Vamos a
asegurarnos que Deacon no ha traumatizado a Cora.
—¿Más de lo que hiciste cuando la secuestraste? —Colin le dio una
palmada a mi hombro al pasar.
—Mira, en realidad eso no fue secuestro. —Luke abrió la puerta—. Fue más
como un traslado de testigo contra su voluntad. Totalmente diferente.
Su conversación fue cortada cuando la puerta se cerró detrás de ellos. Alex
levantó las cejas. —¿Cuánto quieres apostar que harán que esa chica se balacee
en alguna esquina?
—O maratón Supernatural. No hay intermedio.
Alex se echó a reír. —Cierto. —Sus ojos entrecerrados mientras miraban
hacia el sol desvaneciéndose—. ¿Así que de que necesitas hablarme? —La
preocupación se dibujó brevemente en su rostro—. No has oído nada de Seth…
—No. Nada de eso. —Mi estómago se hundió cuando mire hacia las puertas
—. ¿Podemos caminar y hablar?
—Claro. —Curiosidad ahora llenó su mirada.
Mantuve los brazos cruzados mientras caminábamos por los anchos
escalones y empezaba la increíblemente impresionante pasarela de mármol. La
cantidad de dinero que tuvieron que gastar para sentar las vías en el campus
probablemente podría haber alimentado a un pequeño país.
Varios nudos se formaron en el vientre. No podía creer que en realidad iba a
tener que decir estas palabras. Especialmente a alguien que más de una vez se
enrolló con el tipo que posiblemente podría ser el papá de mi bebé. Por supuesto,
me había movido más allá de tener un problema con eso, pero todavía,
incomoda. Simplemente no sabía a quién más ir.
—¿Josie? —Su voz tranquila me sacó de mis pensamientos—. Estás
empezando a preocuparme.
—Lo siento. No quiero hacerlo. Es solo que… —Tomé una profunda
respiración y tiré de mis bragas de chica grande—. ¿Sabes dónde puedo
conseguir una… una prueba de embarazo?
Alex tropezó con sus propios pies. Extendiendo una mano, me cogió por el
brazo antes de irse de frente hacia el camino. Su mirada de ojos muy abiertos,
giro en mi dirección mientras se enderezaba.
—Um. Yo… espera. ¿Qué?
Las mejillas ardían mil tonos de rojo, eche un vistazo alrededor. Nadie está
cerca de nosotras.
—Creo… creo que podría estar embarazada.
Sus labios se apartaron, formando un círculo completo. Varios segundos
pasaron mientras parecía un pez fuera del agua.
Comencé a sentirme súper incomoda.
Alex pareció recuperarse, parpadeando una vez y luego dos veces. —Lo
siento. Eso me sorprendió totalmente. No lo esperaba.
—Tú y yo, ambas. —Levantando una mano, aparte el cabello de mi rostro—.
Quiero decir, usamos protección excepto por esa vez y yo… bueno, no sé si solo
estoy siendo loca o que.
Alex me enfrentó. —Estoy suponiendo que tienes verdaderas razones para
sospechar todo el asunto del embarazo.
Asentí, decidiendo que realmente no quería meterme en todo el asunto de
Cora. —Solo necesito saber si lo estoy o no. ¿Sabes si hay alguna forma de
conseguir una?
—Tendrías que ir a la enfermería para conseguir una.
Me encogí. —¿En serio?
—Sí. —Una mirada de simpatía cruzó por su rostro—. No venden las
pruebas en las tiendas aquí, porque les gusta hacer un seguimiento de quien está
embarazada. Completamente bárbaro y una embarazosa violación de la
privacidad, pero a menos que podamos salir de aquí, lo que no sería inteligente,
tendrías que hacer una en la enfermería.
—Oh, dulce bebé Jesús —murmuré bajo mi respiración.
Alex me apretó el brazo. —¿Quieres ir ahora? Iré contigo.
¿Qué otra opción tenía? Resignándome a lo que tenía que hacer, suspiré. —
Sí. Me gustaría eso.
Sonrió apretado y luego empezamos a caminar de nuevo, esta vez hacia los
edificios principales. —Tendría sentido.
La miré.
—Estás enferma —explicó—. Tal vez no son solo los brazaletes en las
muñecas.
Sintiéndome como si pudiera desmayarme, estuve en silencio durante un par
de minutos. —Solo… no sé cómo podría estarlo después de lo que pasó con
Hiperión.
Su aguda mirada se encontró con la mía, mientras nos acercábamos a la
plaza, un edificio de un piso que albergaba algunas salas de entrenamiento y
varias estaciones de enfermería.
Mire a otro lado, concentrándome en las puertas dobles de color bronce. —
Peleé con él —dije, empujando el nudo desordenado formándose en la parte
posterior de mi garganta—. Volví a pelar y… no gané esas peleas.
—Lo entiendo. —Alex extendió la mano y tomo la mía, apretándola—.
Entiendo lo que está diciendo.
La humedad arrastrándose de los ojos y la alejé al parpadear. —Así que
probablemente estoy exagerando.
Alex soltó mi mano y alcanzó la puerta. —Tal vez. —Hubo una pausa—.
Pero eres un semidiós y Seth es un Apolyon… o era. No tengo idea de lo que
haría a un niño, pero probablemente uno muy fuerte.
Abrí la boca, pero no tenía palabras, porque ni siquiera había comenzado a
pensar en qué clase de niño podía estar dentro de mí: un niño que tenía una
semidiosa y un dios como padres.
—¿O podrían ser extraños ciclos? Eso es posible. Quiero decir, ¿quién no ha
pensado que estaba embarazada antes? —Trató de sonar tranquilizadora, porque
pensé que la expresión de pánico en mi rostro era bastante obvia—. Pensé que
estaba embarazada una vez y resulto que tenía dos dioses menores viviendo
dentro de mí.
La mire fijamente.
—No es que este diciendo que tienes dioses dentro de ti, pero ya sabes,
podría ser cualquier cosa. De todas formas… —Abrió la puerta—. Vamos a
averiguarlo.
Aturdida, seguí a Alex dentro. Estaba demasiado ansiosa para hablar mucho
cuando Alex nos encontró a una enfermera y fuimos escoltadas a una pequeña y
olorosa habitación. No había silla en la habitación, solo una mesa de examen, y
no quería sentarme en ella, porque parecía demasiado oficial.
La enfermera, una pura vestida con uniforme color azul pálido, cerró la
puerta detrás de ella. Era una señora mayor con lo que pensé tenía ojos, bastantes
sorprendentes, color amatista. Volviéndose hacia nosotras con un portapapeles en
a mano, esos extraños ojos rebotaron nerviosamente entre Alex y yo.
Me imaginé que ella no había estado en la habitación con dos semidiosas
antes.
Su sonrisa estaba llena de incertidumbre. —¿Cómo puedo ayudarlas a
ambas?
Empecé a mirar a Alex, pero entonces me di cuenta de que seriamente
necesitaba madurar y pedir la prueba. —No soy estudiante aquí. Estoy…
—Sé quién eres, quien son ambas —añadió la enfermera—. Estoy segura de
que todo el mundo en la Universidad es consciente de quien son ambas.
Sin tener idea si eso era bueno o no, exhalé bruscamente. —Creo que podría
estar embarazada, así que estaba esperando poder tener una prueba.
La expresión de la enfermera no cambio ni una pizca. —¿Tienes los síntomas
de embarazo?
Asentí. —Tengo un retraso y he estado… enferma. —No sentí que fuera
necesario incluso traer la cuestión de las bandas en mis muñecas en la ecuación
—. He tenido relaciones sexuales sin protección. Una vez —añadí como si
hiciera una diferencia—. Realmente me gustaría que esto fuera privado. Quiero
decir, todo el privilegio entre médico y paciente sigue funcionando, ¿verdad?
Alex se rio entre dientes. —¿Privacidad en Covenant? No es probable, pero
tengo la sensación de que no va a querer molestar a la hija de Apolo.
La piel alrededor de la boca de enfermera se tensó. —Cuando hice el
juramento, lo hice para todos lo que tratará. No soy…
—… como otros puros sanguijuelas —termino Alex por ella—. Lo entiendo.
Así que ¿Esta conversación y sus posibles resultados no saldrán de esta oficina?
Maldita chica, pensé.
—Correcto. —La enfermera bajo el portapapeles—. Podemos hacer una
simple prueba de orina y luego ir desde allí. ¿Cómo suena eso?
—¿Suena bien? —dije, mirando hacia Alex. Ella asintió.
La enfermera buscó en un armario y sacó una pequeña taza de plástico con
tapa. Escribió “Jane” en un trozo de cinta. —¿Lista?
Me mostró donde estaba el baño más cercano, e hice pis en la taza. Esa taza
de potencial destino fue colocada en una pequeña ventanilla y luego regresé a la
habitación sin ventanas donde Alex estaba esperando.
Apoyada contra la pared, golpeé las manos sobre el rostro. Una pequeña pista
me golpeó al darme cuenta que esto estaba realmente estaba sucediendo. Había
una buena posibilidad que estuviera embarazada e iba a averiguar qué demonios
significaba otra que estar embarazada. —No puedo creer que esto esté pasando.
—Seth… no lo sabe, ¿verdad? —pregunto Alex.
—No —dije detrás de las manos—. No era algo que realmente pensé hasta
hace poco y no quería… ¿preocuparlo? —No sabía cómo reaccionaría Seth. No
sabía cómo reaccionaría yo si esa prueba fuera positiva—. No sé lo que él haría
o incluso pensaría. No es exactamente algo de lo que hemos hablado.
Alex envolvió sus dedos en mis brazos y empujo mis manos del rostro. —
¿Honestamente? Probablemente va a estar sorprendido como tú, pero Seth te
ama, Josie. Realmente lo hace y eso es algo increíble.
Mi corazón di un pequeño salto. —Lo sé.
Ella sacudió un poco la cabeza. —No sé si realmente lo haces. —Dejando
caer las manos, respiró hondo—. Nunca creí que Seth fuera capaz de amar a
nadie más que a sí mismo, pero lo hace contigo. Y debido a eso, no deberías
estar asustada de decirle si esa prueba es positiva.
Incliné la cabeza contra la pared. —Incluso si él esta cien por ciento de
acuerdo con esto, ¿Cómo podemos hacer esto? Hay tantas jodidas cosas pasando
ahora, y yo… solo no lo sé.
—Ya se te ocurrirá algo. Confía en mí —dijo—. Lo harás, porque tendrás
que hacerlo.
Tenía razón, porque algo se nos tendría que ocurrir. Bajé la barbilla.
—Si es positiva, por favor no le digas a nadie. Voy a decírselo a Seth, pero
no quiero que esto se sepa.
—Por supuesto que no —respondió—. Obviamente mantendré la boca
cerrada, ya que acabo de amenazar a una pura si abre la boca.
Me reí nerviosamente, pero todos los músculos en mi cuerpo se apretaron
cuando la puerta se abrió y la enfermera entró. Busque en su expresión por
cualquier pista, pero estaba impresionantemente en blanco. Aun así, el corazón
palpitaba como si hubiese corrido varios pisos.
La enfermera, al darme cuenta que cuyo nombre nunca pregunte, apoyó la
cadera contra el mostrador y cruzo los brazos. —Cuando hacemos pruebas en
orina, generalmente las repetimos más de una vez si conseguimos determinado
resultado para asegurar la exactitud, así que repetimos las pruebas.
—De acuerdo —susurré mientras la sangre comenzaba a rugir en mis oídos.
—Es positiva —dijo la enfermera—. Estas embarazada.

Capítulo 29

Seth
De pie ante las sombras, rápidamente las conté. Había definitivamente más
de veinte. Más como treinta. Algunas de ellas parecían haber jugado al pollo con
un auto y perdido, su piel desgarrada y desigual en algunas áreas. Las sombras
no querían soltar sus cuerpos mortales. Incluso cuando el mortal murió, usaban
la carne hasta que no quedaba nada.
Olía como si el río Styx había sido tirado aquí, y luego algunos malditos
sabuesos entraron y defecaron. En la parte trasera, contra un muro bajo que
conducía a la cocina vacía, estaban los mortales atados.
No lucían muy vivos.
Aplaudí.
Los líderes se elevaron bruscamente. Ojos de todas las formas y colores se
ensancharon.
—Hola —dije, sonriendo—. Mi nombre es Seth. Tengo algunas preguntas.
Sombras oscuras se filtraron a través del blanco de sus ojos como tinta en el
agua. Un débil sonido silbante irradiaba desde todos los rincones de la
habitación, como el aire que sale de varios globos. Se elevaron de inmediato.
—Me alegro verlos chicos van a ser tan útiles.
Una rubia que parecía haber corrido en primer lugar en la licuadora me atacó.
Bajando la mano, solté una de mis dagas. No tenía mucho que hacer. Solo
levanté la hoja y se hizo a un lado.
Se empaló a sí misma.
Un segundo después, el humo negro salió de su boca abierta, disparando
hacia el aire. Se elevó al techo, buscando una salida.
Levantando la mano, empuje un sofá a través de la habitación. Se inclinó a
un lado, bloqueando la puerta. Sonriendo, me volví cuando otra sombra se batió
sobre mí. Esta era un poco fresca, pero también termino en el suelo.
El vidrio se rompió detrás de mí. Un segundo después, Aiden aterrizó en
cuclillas. Torin llegó al piso en un giro controlado. Desafortunadamente, ese giro
controlado fue directo a través de algún derrape. Estúpido.
Aiden apareció y de inmediato se movió a la manada de sombras
balanceando los cuerpos mortales. Fueron tras él como demonios buscando éter.
Cuando Torin se levantó, limpiando la sangre y otras cosas, me sentí un poco
ofendido porque las sombras ya no querían jugar conmigo.
Una sombra voló hacia tras cuando Aiden le dio un brutal puñetazo que
podría, a dioses bendiciendo su alma pura, haber asesinado al mortal si no estaba
muerto ya.
—Ah, creo que lo tenías cubierto. —Levantando mi mano, empujé a Torin
hacia la pared, lejos de una de las sombras libre de compañía—. Y tú —dije—.
Realmente no deberías haber seguido a Aiden.
Descendiendo, Aiden sacó de balance a una de las sombras. Se agachó y
miró por encima del hombro, las cejas oscuras estrechas. —¿De verdad?
Sonreí, cruzando mis brazos en mi pecho mientras la pelea quedaba atrás. —
No quería que perdieras la práctica. —Cuando Aiden maldijo y se batió
alrededor, me reí—. Oye solo buscando tus mejores intereses.
Torin trató de desprenderse de la esquina donde lo puse, pero negué con la
cabeza. —No durarías mucho con estos bastardos. Lo siento. Vas a tener que ver.
—Hice una pausa—. Y recuerda ese secreto que prometiste guardar.
Abrió su boca, pero giré y agarré a la sombra más pequeña. Girándola
alrededor, empujé la daga profundamente en su pecho. La sombra escapó, junto
con todas las que Aiden estaba derribando. Se arrastraban por el techo,
apuntando hacia el cristal roto.
Entonces, se me ocurrió una idea. Vi a una furia agarrarse de uno antes. En
realidad, se comió la maldita cosa. Yo no estaba intentando eso, pero ahora era
un dios, así que me preguntaba si un golpe de akasha podría derribar a los
bastardos.
Invocando el poder, levanté el brazo. La luz color ámbar blanquecido bajo
por el bíceps y salió de mi palma. El rayo golpeó a la masa de sombras fluyendo
a través de la ventana rota. Akasha eliminó la masa, y un misterioso aullido llenó
la habitación. El grupo oscuro se desvaneció y onduló mientras las sombras se
expandían y luego se rompían, salpicando las ventanas con manchas de tinta.
—Huh. —Me reí—. Bien entonces.
—Necesitamos una viva —me recordó Aiden—. Trata de recordarlo.
Caminando hacia un lado, agarre al rubio más cercano a mí. Él echó la
cabeza atrás y abrió la boca. No salió nada. Cerró la mandíbula y miró la mano
envuelta en su garganta.
La sombra no podía escapar.
—¿Qué sabes? Parece que ahora estás atrapado en el cuerpo. —Me reí.
Interesante. Debe ser un atributo nuevo de dios. Levanté la mirada—. Supongo
que estás jodido.
La sombra dejó escapar un rugido de ira. —No. Supongo que este cuerpo
está jodido.
Sin ninguna advertencia, tiré violentamente la cabeza a la derecha. La grieta
en el cuello fue como un trueno. —Dioses. —Mi labio se curvó mientras sus
ojos manchados de tinta se volvían a los míos. La cabeza colgaba en un extraño
ángulo antinatural—. Eso era innecesario.
Se rio. —Fue divertido.
—Sí. Necesitas un puto pasatiempo.
Torin golpeó otra sombra en el suelo, empujando la daga en su pecho
mientras levantaba su mirada oscura a Aiden. —No hay ayuda para ellos,
¿verdad?
—Nop. —Aiden pateó a otro.
—Así que, ¿qué estás haciendo aquí? —Levantando la sombra, me volví y la
golpeé contra la pared—. ¿Estás aquí afuera atrapando puros y llevándolos a los
Titanes? Están cerca, ¿no? No en esta ciudad, lo apuesto. Pero cerca.
La sombra emitió una carcajada gutural. —¿Qué piensas?
—Creo que no eres nada más que una pequeña perra para los Titanes.
Sangre negra se filtraba por las esquinas de la boca de la sombra. —También
tienen que comer, ¿sabes? Para conseguir ser fuertes y grandes.
—Uh huh —Pisé, colocando la otra mano contra su pecho. Calor se derramó
de mi palma—. ¿Dónde están?
Sus labios se apartaron, revelando dientes manchados de alquitrán. —Nunca
los encontraras.
—Oh, creo que lo haré. —Cavé con la palma—. Voy a preguntarte una vez
más. ¿Dónde están?
La sombra se pudo rígida, mientras yo atraía el elemento de fuego y sentí a
Aiden acercarse. —Sé quién eres —dijo, sacudiéndose mientras el frente de su
camisa empezaba a humear—. Sé que tenemos algo que te pertenecía.
Todo dentro de mí se calmó. El mundo se tranquilizó. —¿Qué dijiste?
La sombra gimió bajo, su voz balbuceaba cuanta más sangre salía de su boca.
—Yo… yo solía quedarme de pie en el porche y ver a Hiperión arrastrar a esa
perra rubia dentro de la casa. Sus gritos me ponían duro. La extraño.
La furia rugió a la vida, mezclándose con todo el fuerte, poderoso éter dentro
de mí. El aire a mi alrededor crujió. Esos ojos manchados encontraron los míos y
luego se abrieron de par en par. No aparte la mirada mientras la camisa ardía
bajo mi mano o cuando la piel burbujeaba. No parpadeé una maldita pestaña
cuando la sangre y el tejido cedieron y la sombra cayó al suelo.
Exhalando profundamente, cerré brevemente los ojos mientras torcía mi
cuello de izquierda a derecha. Abrí los ojos, pero todavía quería destruir algo.
Quería acabar con todo este maldito edificio.
—¿Qué te dijo? —preguntó Aiden
Cerrando las manos en puños, me alejé del montón de ropa quemada y carne
derretida. —Él estuvo allí.
Aiden no tuvo que preguntar qué significaba eso. Lo sabía.
—Los Titanes están aquí. Están en Texas.
* * * *
Josie
—¿Segura que vas a estar bien? —Me pare a medio camino de la puerta de la
habitación de Seth en la que había estado la última vez que estuve aquí, aturdida
por lo que parecía una experiencia extracorpórea. Me encontré asintiendo con la
pregunta de Alex.
Habíamos caminado de regreso al dormitorio en silencio. Al menos, creo lo
hicimos. Si Alex dijo algo, no la escuché. Mi mente estaba aún en esa habitación
con olor a menta.
Estaba embarazada. Embarazada.
La enfermera tomó mi sangre para confirmar los resultados de la prueba de
orina. Rápidamente me enteré que el embarazo entre los puros, y supongo los
mestizos, desde que la orden de las Razas fue abolida, era como un embarazo
mortal. Al parecer, el análisis de sangre me daría una mejor comprensión de
cuan avanzado estaba, pero sabía que no podía estar más de tres semanas a
menos que uno de los condones que Seth usó antes se hubiese roto. Eso era
posible, supuse.
Pero el problema con eso era, de acuerdo con la enfermera, no era común
tener síntomas notorios tan pronto. Algunas mujeres los tenían. Por otra parte, yo
no era mortal y no era pura. La enfermera admitió que el embarazo para un
semidiós podría ser algo completamente diferente.
Definitivamente no tenía ningún folleto en la habitación de “Madres
semidioses esperando”.
Los resultados de sangre estarían de regreso mañana, pero ya sabía en lo más
profundo lo que confirmarían. Estaba embarazada.
Una expresión de duda se incrustó en la expresión de Alex. —¿Quieres que
me quede contigo hasta que Seth regrese?
—Gracias, pero no. Necesito… —Me quede sin respiración cuando mi
estómago cayó al suelo. ¿Qué no necesitaba en este momento? Estaba
embarazada. Realmente estaba impregnada por Seth. Había un feto dentro de mí
que podía ser mortal, podía ser un semidiós o podía ser un dios real.
Demonios, el bebé podía ser un minotauro por lo que sabía.
Así que necesitaba muchas cosas, pero solo una cosa en ese momento. —
Solo necesito estar sola por un momento. Necesito procesarlo.
—Lo entiendo. —Se adelantó Alex y me dio un rápido y fuerte abrazo—.
Todo estará bien. Especialmente una vez que hables con Seth. —Retrocedió,
pero se detuvo. Su mirada se encontró con la mía—. Felicitaciones.
Respire suavemente. Un nudo tapó mi garganta mientras un palpitar se
enraizó en mi pecho. Desde el momento en que el primer pensamiento de estar
embarazada apareció en mi cabeza y hasta Alex diciendo felicidades, no había
pensado en estar embaraza como algo bueno. Principalmente porque ni siquiera
podía verdaderamente pensar en ello.
—Gracias —susurré y lo decía en serio.
Alex sonrió y luego me dio un pequeño movimiento de mano.
Cerrando lo puerta, me volví y pasé por la sala de estar, arrastrando los pies
dentro del dormitorio. La cama fue hecha y la habitación estaba aseada y
ordenada. Afortunadamente no había espeluznantes retratos de mi padre u otro
dios en esta habitación.
Estoy embarazada.
—Oh, dioses —susurré.
Deteniéndome a un pie de la cama, levanté mi camiseta y expuse mi vientre.
No era plano, pero nunca había sido plano en toda mi vida. Mi estómago se veía
igual que antes.
Pero había un bebé allí.
Dejando caer la camiseta, empecé a presionar la mano contra mi estómago,
pero me detuve. Me volví y me senté en la cama. Corriendo las manos por mi
rostro, sacudí la cabeza por centésima vez.
¿Cómo iba a ir esto?
No tenía ni idea de lo que esto significaba para un semidiós y un dios, nadie
en absoluto. ¿Llevaría a este bebé por nueve meses? ¿Saldría como Seth, un
bebé con un paquete de seis y la capacidad de controlar cosas con su mente?
Y teníamos a los Titanes disparándonos, disparando por mí. Mi corazón giró
pesadamente mientras bajaba las manos a mi regazo. ¿Si Hiperión descubrió que
estaba embarazada? Dios, él…
Ni siquiera podía pensar en lo que haría, lo que harían los otros Titanes.
Ninguno de nosotros estábamos a salvo y trayendo a un bebé a esto era una
locura.
Porque una vez que estos brazaletes estuvieran fuera de mis muñecas, tendría
que luchar contra los Titanes. Seth quería matarlos a todos, pero eso podría tener
consecuencias terribles. Necesitábamos enterrarlos y eso significaba que yo
necesitaba luchar junto a los otros semidioses.
¿Cómo podría hacer eso mientras estaba embarazada?
¿Cómo podría no pelear?
Pero incluso si fuera un mortal y no tuviera todo el asunto de Titán, no estaba
ni de cerca mentalmente o emocionalmente lista para dar a luz a un niño. Yo no
era material para ser madre.
Solo tenía veinte años.
Seth solo tenía veintidós.
Nos amábamos, pero no habíamos estado juntos mucho tiempo y había tanto
que todavía estábamos tratando de hacer funcionar. Ni quiera sabía si quería
hijos.
Ni siquiera sabía si yo quería hijos.
Es tarde para pensar en eso ahora.
Una estrangulada risa se me escapó mientras bajaba la mirada a mi estómago.
Me quedé sin aliento y lo hice. Coloque mi mano sobre el estómago. Se sentía
normal, pero…
Pero estaba embarazada.
Y este bebé… dioses, este bebé quería nacer, porque no creo que, si yo era
mortal, o si este niño era mortal, habría sobrevivido a todo lo que había
sucedido. Extendí los dedos por mi vientre inferior. De alguna manera sabía que
este niño iba a ser fuerte.
—Eres un pequeño luchador, ¿verdad? —dije a mi estómago, y luego me
ruboricé roja remolacha. Porque estaba hablando seriamente con mi estómago.
Crispe los labios, cuando levanté la mirada hacia la pared beige. Necesitaba
comenzar a buscar en Google todo este asunto de embarazo/bebé.
El espacio frente a mí repentinamente se deformó y luego, sin ninguna
advertencia, Seth estaba de pie allí.
Gritando, alejé la mano de mi estómago cuando casi me deslicé fuera de la
cama. —¡Santa mierda! —Salte, golpeándolo, golpeándolo fuerte en su pecho—.
Una advertencia sería...
Atrapo mi mano, y todo lo que vi fue un destello de ojos dorados un segundo
antes de que me arrastrara contra su pecho. Su otro brazo rodeó mi cintura y
luego su boca estaba en la mía.
Seth me besó como si estuviera tomando su primer aliento de aire fresco, fue
profundo y abrazador. La sensación se apoderó de mí, entrando en mi sistema y
empujando todo a un lado. Besar a Seth era como despertar finalmente de un
profundo e interminable sueño, y cuando separó su boca de la mía, hice este
sonido que apenas reconocí y que hizo reír entre dientes a Seth.
—Te extrañe —dijo, presionando otro beso en la esquina de mis labios.
Deslizando mi mano en su hombro, apoyé mi frente contra la suya. —No te
fuiste tanto tiempo.
Su nariz rozó la mía. —Lo suficiente.
Me estremecí en sus brazos, aliviada de que estaba de regreso y bien. Era
extraño, sabiendo que solo había tres seres en este mundo que podía derribar a
Seth y todavía preocuparse por su seguridad. —¿Aiden está bien?
—Por supuesto. —Seth se rio de nuevo—. No es como si lo dejara allí.
Inclinándome hacia atrás, levanté las cejas.
La sonrisa de Seth giró mi estómago en placenteros nudos. Era tan
malditamente… astuto. —Hombres de poca fe.
—Ajá.
Su mano subió por mi columna vertebral, enredándose en mi cabello suelto.
—¿Cómo te sientes?
—Bien —dije, tomando una inhalación, necesito decirle acerca de toda la
cosa del embarazo, pero esto era también importante—. ¿Descubrieron algo?
—Sí. —Me beso en el centro de la frente y me dejo ir—. Creo que
definitivamente fuiste retenida en un área cercana a Houston.
Esperanza golpeo a través de mí mientras me sentaba en el borde de la cama.
—¿Encontraste el almacén?
Corriendo una mano por su cabello, negó con la cabeza. —No, pero
encontramos sombras y definitivamente están allí debido a los Titanes.
Cruce las manos en mi regazo. —¿Cómo lo sabes?
—Resulta que soy más impresionante de lo que me había dado cuenta.
—¿Oh, en serio?
—Síp. —Todavía sonriendo esa ridículamente sonrisa atractiva a menudo
irritante, dijo—: Atrapamos una. Y resulta que ser un dios significa que
realmente puedo evitar que la sombra deje su cuerpo. Eso significa que fuimos
capaces de obtener algo de información.
Realmente no quería pensar como procederían. —¿Qué aprendiste?
Una frialdad se instaló en esos profundos ojos color ámbar. —Los Titanes
están en Texas. O lo estuvieron.
Todo era muy grande en Texas. Una sonrisa sonando como hiena casi escapó.
—La sombra sabe de ti —explico, y me tensé—. Dijiste que fuiste retenida
cerca de un área boscosa. Aiden y yo descubrimos un lugar llamado Piney
Woods no lejos de allí. Vamos a comenzar a averiguar en esa área.
Igual que antes, había algo justo allí en la periferia de mi subconsciente que
no podía sacar a flote.
—Me siento cómo… cómo si estuviera olvidando algo… algo que vi. Esta
justo allí, pero no puedo recordarlo.
—Ya vendrá.
Asentí mientras respiraba bruscamente. Mi pulso comenzó a elevarse
mientras le echaba un vistazo. Seth iba a ser un papá.
Oh, mis dioses, yo iba a ser una mamá.
Pero él iba a ser un papá.
Un papá realmente caliente; como el tipo que ves con un bebé que hace a tus
ovarios explotar. Excepto que mis ovarios aparentemente ya explotaron.
Santa mierda, ¿Qué estaba pensando? No necesitaba estar pensando en él
como un papá caliente, porque ni siquiera sabía que se convertiría en papá.
Necesitaba decirle.
La ansiedad se elevó en mi pecho, provocando que uniera y desuniera las
manos. —Sin embargo, eso es todo… bueno. Al menos tenemos una idea
general.
—Correcto —respondió, sus ojos calentándose a un resplandor rojizo
mientras me miraba—. ¿Cómo van las cosas con la semidiosa secuestrada?
—Um, bien. Le pedimos que abriera la puerta y Deacon iba a conseguirle
algo de comida —dije, apartando la mirada de la suya—. Entiende que estamos
aquí para ayudarla. Así que son unos pasos en la dirección correcta.
—Genial. —Alcanzo su cadera y vi que tenía dagas—. Podemos regresar a la
isla si quieres.
Necesitamos quedarnos, al menos hasta mañana… bueno, esperar. No tenía
idea de cuán seguro fue la cosa entera de apareer que Seth hizo. Supongo que
estuvo bien, ya que lo había hecho varias veces. —¿Podemos pasar un rato aquí?
Es seguro, ¿verdad?
Seth asintió.
—¿Cuándo conseguiste las dagas? —pregunté.
—Hicimos una parada en la sala de armas antes de ir a Texas. Supongo que
realmente no las necesitaba, pero fue divertido usarlas.
—Oh, eso es inteligente. No la parte divertida, porque eso es algo
espeluznante, pero la parte de llevarlas. —Mi corazón estaba corriendo tan
rápido que pensé que enfermaría—. ¿Cuándo volverás a salir?
Desato las dagas. —Pronto. Estaba pensando en comprobar Piney Woods
mañana.
Eso era bueno, porque necesitábamos encontrara a Mitchell. Solo esperaba
que no fuera demasiado tarde. Pero si Seth iba a salir mañana, ¿debería decirle
acerca del bebé? Podría enfrentarse cara a cara con uno de los Titanes. Estando
distraído era la última cosa que necesitaba.
Eso podía ser mortal.
Tragué una afilada inhalación. Si Seth se encontraba cara a cara con un
completamente revitalizado Cronos, ¿qué pasaría?
—Oye —dijo Seth, arrastrando mi mirada a la suya—. ¿Qué pasa?
Limpiando mis húmedas palmas contra las rodillas, forcé un casual
encogimiento de hombros. —Nada. Tengo mucho en mente.
Seth colocó las dagas en la cómoda. Sus manos cayeron al cinturón que las
sostenía. —¿Segura que te sientes bien? Pareces un poco sonrojada.
Y estaba sintiéndome como si iba a reír, llorar y lanzarme de cara a la cama.
Abrí la boca, pero no salió nada.
Desabrochando el cinturón de armas, lo coloco sobre la cómoda y luego
cruzó la pequeña distancia entre nosotros. —Mira, necesitas ser honesta
conmigo, si te sientes mal. Necesito saberlo, quiero saberlo.
La boca seca, sacudí la cabeza y una vez más traté de decir algo, cualquier
cosa, pero nada salió sino sonidos inaudibles. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo
podía no decirle? Incluso si no tenía idea de cómo reaccionaría, como se sentiría
sobre esto, no podía ocultárselo. Era demasiado grande. Demasiado importante.
Esto nos involucraba a ambos.
Esto involucraba nuestro futuro… si teníamos uno.
Un ceño tirado en sus labios mientras estaba frente a mí. Seth se arrodilló,
colocando las manos sobre las mías, efectivamente, deteniéndome de frotar la
piel de inmediato. —Josie —dijo, con su mirada preocupada buscando la mía—.
¿Qué pasa?
—Tengo... tengo que decirte algo importante.
Sus cejas fruncidas. —Está bien.
—Realmente no sé cómo decirte sin solo decirlo. —Mi respiración se detuvo
y me sentí como si el corazón fuera a salir del pecho—. Estoy embarazada.

Capítulo 30

Seth
Yo reprimí una carcajada. —Estás… espera, ¿qué?
Los ojos color de océano de Josie estaban amplios y sus mejillas eran de un
rosa débil. —Estoy… estoy como embarazada. Quiero decir, no estoy como
embarazada. No creo que esté como embarazada.
La media sonrisa se desvaneció.
—Alex fue conmigo, porque honestamente no tenía ni idea de dónde
encontrar una prueba de embarazo, y sí, eso fue un poco incómodo. De todos
modos, resulta que no solo los venden aquí. Tienes que ir a hacer una. Así que
hice todo el examen de pis y cuando obtuve una respuesta positiva, repetí la
prueba. Ambas pruebas salieron positivas, así que estoy embarazada y
embarazada de tu bebé. —Se estremeció—. Probablemente supiste que la última
parte ya salió. El bebé es tuyo.
Mis labios se separaron en una inhalación aguda.
—Por eso he tenido náuseas y vómitos —continuó con prisa—. Supongo que
las bandas me están haciendo sanar más lento de lo que debería ser, pero no creo
que estén causando el cansancio y todo lo demás. Y no pensé que fuera eso... ya
sabes, estar embarazada hasta que me di cuenta hace unos días que no había
tenido mi período.
Josie está…
Dejé de respirar mientras sus palabras se asentaban en la niebla que había
invadido mi cerebro. Cien pensamientos diferentes estallaron en rápida sucesión.
—Pensé que era solo estrés, pero luego... bueno, bajé a una de las
enfermerías, como dije, y conseguí el examen. —Cruzó las manos juntas,
presionándolas contra sus pechos—. Y sí, es positivo.
Estoy jodidamente seguro de que mi corazón se detuvo por varios latidos
mientras la miraba desde donde estaba agachado. Mi cabeza se inclinó hacia un
lado mientras lentamente entendía lo que me decía. ¿Josie estaba… embarazada
de mi hijo?
Una oleada de emoción desenfrenada giró a través de mí, una mezcla salvaje
de miedo ácido y alegría brillante, el tipo de miedo y alegría que nunca había
experimentado en mi vida. Las emociones eran tan crudas y tan poderosas que
apenas podía darles sentido, apenas podía pensar en ellas.
El labio inferior de Josie tembló. —Por favor, di algo, porque he estado
asustada todo el día y ahora solo me estás mirando, sin hablar.
¿No había dicho nada? Lo necesitaba. Tengo que decir mucho, pero cuando
empecé a levantarme, me di cuenta de que mis rodillas eran extrañamente
débiles. Como si carecieran de todo músculo y hueso. De alguna manera perdí el
equilibrio. De hecho, me tambaleé hacia atrás y caí, aterrizando en mi culo. Las
dagas resonaron en la cómoda detrás de mí.
—¡Oh, Dios mío! —Josie saltó y me buscó—. ¡Seth!
Sorprendido de que en realidad me cayera, miré alrededor de la habitación
como si hubiera alguna aparición diminuta que acababa de quitarme las piernas.
Por supuesto, no había mierda. Mis rodillas habían cedido.
—Seth…
Levantando mi mirada hacia ella, finalmente, conseguí mi lengua trabajar. —
¿Estás embarazada?
Josie se apartó, juntando las manos. Asintió. —Sí. —Su pecho se alzó con
una respiración profunda. Aquellos hermosos ojos, ojos que eran como dos
zafiros pulidos, brillaban con lágrimas no derramadas—. Lo siento —susurró.
Me estremecí. Quiero decir, todo mi cuerpo se sacudió.
Dijo lo siento, ¿lo siento por estar embarazada de mi hijo? Mis cejas se
elevaron, y por un instante el terror helado se derramó en mi pecho. ¿Cómo
podría ser un buen padre? Después de todo lo que había hecho, todo lo
que haría para mantener a Josie a salvo. Mis manos estaban sucias, pero pronto
estarían empapadas en sangre. ¿Por eso lo sentía? ¿Por qué sabía que yo era
probablemente la última persona en el mundo que estaba en condiciones de tener
y criar a un niño?
Pero daría mi vida por mi hijo.
Josie se sentó de nuevo, su garganta trabajando mientras cerraba sus ojos. —
Sé que esto es una sorpresa. Esto… me sorprendió Tuvo que ser aquella vez,
justo cuando te fuiste. No usamos un condón. Sé que no estamos listos para esto,
pero esperaba que lo hiciéramos… —Estremeciéndose, sacudió la cabeza
mientras presionaba la punta de sus dedos a su boca.
Entonces se me ocurrió.
Pensó que yo estaba descontento con las noticias, y tenía buenas razones para
creer eso, porque yo estaba sentado en el maldito piso como un idiota.
Sacando mi estupor, volé a mis pies y agarré sus manos. La sobresalté y esas
pestañas húmedas se levantaron. —Yo no lo siento —le dije—. Nunca podría
sentir pena de ti teniendo mi hijo.
Sus ojos se abrieron y susurró—: ¿Qué?
Le llevé las manos a mi pecho mientras la levantaba a sus pies. —Yo
estaba… mierda, me sorprendió. No esperaba que dijeras eso. En absoluto. Pero
no lo siento.
El pecho de Josie se alzó contra nuestras manos unidas. —¿No lo estás?
Estás bien conmigo… ¿con esto?
—¿Cómo podría no estar bien? —Sacudí mi cabeza mientras mi corazón
latía una milla por minuto—. Dioses, Josie, me sorprendió tanto que me caí en el
culo, pero te amo, siempre te amaré. Eso significa que amaré a nuestro hijo.
No podía creer que acabara de decir esas dos palabras. Nuestro hijo. Pero en
el momento en que dejaron mi lengua nunca supe que otra cosa pudiera sentirse
tan bien. Sabía, en ese momento, que era cierto.
Un temblor sacudió su cuerpo. —Pero cómo… ¿Cómo podemos hacer esto?
No estamos listos...
—Nos vamos a preparar —le dije, queriéndolo. Los dioses sabían que ella
tenía razón. Estábamos lo más lejos de estar listos, pero llegaríamos allí—. No
tengo ninguna duda en mi mente de que serías… —Mi voz se espesó y se
enrojeció de emoción—, …serás una madre maravillosa.
—Oh, mi Dios —gritó Josie, plantando su cara en mi hombro—. No puedo
creer que hayas dicho eso.
—¿Por qué? —¿Estaba llorando? Dejando de lado sus manos, rodeé un brazo
alrededor de su cintura y luego gentilmente guio su cabeza hacia arriba con la
otra—. Psychi mou, ¿estás llorando?
—No lo sé —dijo resoplando—. Yo solo… Tenía tanto miedo de que te
sintieras infeliz y estoy asustada, porque no sé si sería una buena mamá. Quiero
decir, ni siquiera recuerdo lavarme los dientes todas las noches, ¿y voy a ser
responsable de otra persona? Somos tan jóvenes… demasiado jóvenes. Quiero
decir, podemos vivir para, como, la eternidad y ni siquiera sé lo que este bebé va
a ser y hay tantas cosas locas pasando en este momento.
Riendo con voz ronca, limpié sus lágrimas. —Nunca podría ser infeliz y no
tienes razón para tener miedo, Josie. Estamos... estamos en esto juntos. Sé que
hay mucha locura, pero no estás sola en esto.
Josie parpadeó rápidamente mientras me miraba fijamente. —Estas
realmente... ¿Estás realmente bien con esto?
—Vamos… vamos a tener un bebé, Josie. ¿Cómo podría no estar bien con
eso?
Dejó escapar un sonido gutural y me abrazó. —Te amo. Te amo —dijo,
repitiendo las dos palabras una y otra vez.
Me golpeó de nuevo, casi llevando mis piernas abajo una vez más. Esto
significaba que todo iba a cambiar y necesitábamos hablar seriamente de lo que
eso significaba, pero ahora mismo, todo lo que podía enfocar era esto… Mierda,
este hermoso momento que no había pensado que alguna vez experimentaría.
—Voy a ser padre —dije, algo aturdido por la mera comprensión. Podía
sentir mis labios curvándose en una sonrisa, una sonrisa que no podía detener
incluso si quisiera—. Yo nunca… No es algo en lo que haya pensado. —Llevé
mi mano a su mejilla—. Nunca pensé que sería en mi futuro. Probablemente
porque no fue hasta hace poco que tuve un futuro, pero nunca… —Me reí en
estado de conmoción, solo porque era raro cuando estaba realmente sin palabras
—. Voy a ser papá.
Josie sonrió mientras asentía. —Tú… serás un padre increíble. Ningún niño
será más amado, más seguro.
Su hermoso rostro se desdibujó cuando una emoción rígida perforó un
agujero a través de mi pecho. ¿Quién sabía que escuchar esas palabras tendría un
impacto tan intenso? Pero lo hicieron. Y mis propios ojos se sentían
extrañamente húmedos. Mis rodillas se sentían débiles de nuevo y mi cuerpo…
mi cuerpo reaccionó fuertemente y sin pensar.
Alzándola, en una poderosa estocada, tuve a Josie en su espalda, y todo ese
cabello glorioso se extendió a lo largo de la colcha. Me puse sobre ella, con el
puño golpeado en la cama junto a su cabeza y mi otra mano agarrando su cadera.
Mi corazón era un ariete contra mis costillas mientras la miraba fijamente.
—Te amo —dije, mi voz temblorosa, mi mano pasando temblorosamente
mientras la deslizaba encima, descansando justo debajo de su ombligo—. Y amo
a esto… Este niño ya. —Asombrado por la veracidad en esa declaración, mi
aliento se alojó en mi garganta. Mi mirada se elevó hacia ella con una maravilla
aturdida—. A ninguno de ustedes les faltará nada. Te lo prometo.
Y esa era una promesa que yo mataría para mantener.
Y morir para asegurar.

* * * *
Josie
Una punzada aguda de emoción cruda me atravesó. Había tanto miedo y
confusión dentro de mí, pero lo que había comenzado como una minúscula mota
de felicidad había surgido en la más pura y brillante alegría.
Estábamos en esto juntos.
Y Seth estaba bien con esto; estaba más que bien.
Lo sabía, porque vi lo que él sentía en esos ojos castaños. Seth estaba tan
abrumado como yo, pero no estaba enloqueciendo. Sumergiéndose de cabeza en
este desarrollo realmente inesperado y le estaba dando la bienvenida.
Seth estaba feliz por el hecho de que iba a tener a su hijo.
No sabía lo que esperaba de él, pero no esto, no las lágrimas que supe que vi
llenando sus ojos. Miré hacia abajo y vi su mano en mi vientre, el toque tan
reverente y suave que estaba a punto de romperme en sollozos.
Pero la emoción desenfrenada que me invadía como un ciclón ahuyentó la
duda y el temor que suponía que era común incluso para las personas que no
eran semidioses no unidos impregnados por dioses recién nombrados.
Alzando la mano, toqué su mandíbula suave, luego arrastré mis dedos a sus
labios.
Presionó un besó en ellos. —Vamos a estar bien. Vamos a estar más que bien.
Dios mío, mi corazón se desplomó en el sentimiento.
Había tanto que necesitábamos para discutir y averiguar, pero no quería
palabras ahora. Quería a Seth, solo a él, sin nada entre nosotros.
Alzándome por los codos, rocé mis labios contra los suyos, y él parecía saber
exactamente lo que quería, lo que necesitaba.
Seth se acomodó entre mis piernas mientras me empujaba hacia abajo en la
cama. Nos besamos como si fuera la última vez que tuvimos la oportunidad. Nos
besamos como si estuviéramos muriendo de hambre uno por el otro, y lo
estábamos. Nuestras manos estaban por todas partes. Sus manos se deslizaron
por la curva de mi cintura. Mi mano se deslizó bajo su camisa. Y seguimos
besándonos, separándonos solo para poder tirar de su camisa negra y sacar la
mía. Las camisas se cayeron en alguna parte del suelo. Sus botas salieron
después. Entonces mis zapatillas.
Pasé mis dedos por sus pectorales definidos y por las crestas de sus
abdominales. Su piel dorada se sentía como seda estirada sobre acero. Mis dedos
cayeron al botón de sus pantalones, y esta vez no me detuvo. Oh, no, levantó sus
caderas mientras salía el botón libre y arrastraba la cremallera hacia abajo.
Deslizó un tirante del sujetador por el brazo y luego por el otro. Enganchó un
dedo entre las copas de mi sostén y con un movimiento rápido de su muñeca mis
pechos fueron expuestos.
Y todavía estábamos besándonos, nuestras lenguas enredándose mientras se
movía de lado, empujando sus pantalones y el bóxer apretado abajo. Sus dedos
ágiles hicieron el trabajo rápido de mis vaqueros.
Seth se levantó y se alejó. Cogió mis vaqueros y luego mis bragas,
arrastrándolos rápidamente. En cuestión de segundos, estaba completamente
desnuda, y se sentía como una eternidad ya que no había habido nada entre
nosotros.
Sus manos se metieron en mis piernas y luego sobre mis caderas. Mi corazón
tronó y mi pulso golpeó como un dolor delicioso me llenó. Todavía estaba un
momento por encima de mí, con la cabeza inclinada y los mechones de cabello
rubio cayendo hacia adelante, protegiendo la mitad de su rostro. Lo alcancé,
agarrando su antebrazo mientras bajaba la cabeza.
Seth me besó el estómago, justo debajo de mi ombligo.
Me quedé sin aliento ante el dulce gesto. —Seth…
Me miró con ojos luminosos. —Esto —dijo, la voz gruesa mientras alisaba
una mano sobre mi estómago—. Esto es un regalo. No es nada menos que… que
un regalo milagroso.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, y oh, dioses, yo iba a empezar a llorar de
nuevo. Todo lo que pude hacer fue alcanzarlo, y vino a mí. La piel desnuda de su
pierna se arrastró sobre la mía. Gemí mientras lo sentía caliente y duro contra mi
muslo, quemando mi piel.
Su mirada caliente recorría mi rostro y luego bajaba, sobre las puntas tensas
de mis pechos. Su mirada era como una caricia física, provocando un fuerte
remolino de escalofríos. Entonces su mirada se movió aún más y sus labios se
separaron, sus labios moviéndose como si estuviera buscando palabras y venían
vacías. Cuando esas pesadas pestañas se alzaron y su mirada atravesó la mía,
volví a ver aquel temor.
—Te amo —dije, acurrucando mi mano alrededor de su cuello—. Te amo
tanto.
Seth hizo este sonido parcialmente animal que hizo que mi sangre se volviera
lava fundida. El calor se extendió hasta el corazón mismo de mí ser. Bajé su
boca a la mía y lo besé como si me estuviera ahogando y lo estaba.
No podíamos esperar.
No había necesidad de largas y perezosas caricias o drogadictos, besos
borrosos. Estaba lista. Estaba listo. Lo necesitaba. Me deseaba. Moví mis
caderas mientras se acercaba entre nosotros con una mano, guiando su rígida
longitud hacia mí. Susurró esas hermosas palabras contra mis labios mientras
empujaba, su tamaño, su dureza estirándose y ardiendo de la manera más
exquisita.
Arqueando hacia atrás, llevé mi cabeza hacia atrás cuando un sonido
penetrante se me escapó. Seth me cogió la barbilla, obligándome a volver la
mirada. Me sostuvo la mirada y no pude apartar la vista. Su boca flotó sobre la
mía mientras lentamente, exasperadamente, empujaba, centímetro a centímetro,
demoliendo los nervios.
—Seth —jadeé, levantando mi pierna y enganchándola alrededor de su
cadera. Se fue más y más profundo hasta que no había espacio entre nuestras
caderas, hasta que éramos uno.
Gimió mi nombre en el aire entre nuestros labios. —No puedo… Te necesito,
necesito esto ahora.
—No esperes —susurré—. No lo hagas.
Seth lanzó una maldición y sus caderas comenzaron a moverse. Cada
empuje, cada retroceso envió pernos de electricidad a través de cada celula. Mi
cuerpo se estremeció cuando mi expectación se hinchó. Envolví mis brazos
alrededor de él, cavando mis talones en sus piernas. Cada lugar que él era duro,
yo era suave.
Jadeando con respiraciones superficiales y desiguales, me aferré a él mientras
sus empujones se aceleraban, perdiendo todo el ritmo. Metió el brazo en la cama
y me levantó. Se movió tan fuerte y rápido como me había sentido. Su delgado
cuerpo cubría el mío mientras sus caderas golpeaban adentro y afuera. Su
respiración se hizo entrecortada, y todo…
Todo se volvió frenético.
Nuestras manos se apretaban y se aferraban. El sudor rebordeado en mi piel.
Me levantaba y me empujaba contra el colchón, tomando cada empuje y
buscando más, siempre más. Mi nombre goteó de sus labios. Los gritos suaves
separaron los míos. Ondas de placer se enrollaron firmemente. Mis uñas rozaron
su piel mientras me balanceaba contra él. Un sonrojo, el calor ardiente quemó mi
piel.
No podía soportarlo.
Mi cuerpo explotó.
El placer me invadió mientras sonidos inaudibles llenaban la habitación,
sonidos de la habitación que no creo haber hecho antes. Cada movimiento de sus
caderas fue profundo y luego más profundo, una y otra vez, y luego se plantó en
lo profundo de mí, su boca reclamando la mía ya que le sentí el tirón y el
espasmo. Una tormenta pasó antes de que se tranquilizara, y yo me aferré a él,
sosteniendo todo lo que esto significaba, mientras las suaves réplicas me
sacudían hasta el corazón.
Arrastrando su boca de la mía, levantó la cabeza. Sus ojos se clavaron en los
míos. No dijo nada. No había necesidad de palabras. La esquina de mis labios se
inclinó hacia arriba. Los suyos hicieron lo mismo, y solo nos miramos. Nosotros
solo... nos miramos.
Entonces Seth se acomodó sobre su costado, resbalando fuera de mí. Mis
manos se deslizaron por sus brazos mientras descansaba su frente contra mis
pechos. Nuestras piernas estaban enredadas. Nuestras respiraciones y corazones
disminuyendo. Ninguno de nosotros se movió durante varios largos momentos.
—¿Estás bien? —Apartó los mechones húmedos de mi frente.
—Sí. —Giré mi cuerpo al suyo—. Eso fue…
—Todo —murmuró contra mi mejilla.
Sí. Eso era todo.
—Dioses, Josie. —Me rodeó con los brazos y me puso a un lado de su
cuerpo—. Haz… haz hecho mi vida.
Sonreí ampliamente. —Eso suena impresionante.
—Lo es.
Acurrucada contra su pecho, presioné mi mejilla hacia donde su corazón
latía. Seth se agachó, metiendo mi pierna entre las suyas. Se estremeció y sentí
que sus labios rozaban mi frente. Lágrimas me llenaron los ojos, porque
finalmente estaba… finalmente estaba donde estaba destinada a estar.
Pero era más que eso, mucho más.
Seth me movió suavemente sobre mi espalda, aliviando la mitad de su cuerpo
sobre el mío como si tratara de protegerme. Su mano se movió de mis labios,
arrastrando hacia abajo en el centro de mi cuerpo. Se detuvo sobre mi estómago.
Sus dedos se abrieron y mi corazón saltó cuando levanté mi mirada a la suya.
La línea de su mandíbula era suave, su toque aún más. —¿Sabes qué?
—¿Qué?
Un lado de sus labios se arqueó hacia arriba.
10
—Vas a ser mi propio MILF .
Parpadeé por un momento, no creí que lo escuchara correctamente.
11
—Y voy a ser tu DILF .
Mi boca se abrió. —No puedo creer que hayas dicho eso.
Seth sonrió mientras me daba un encogimiento torcido. —Es verdad.
Lo miré fijamente y luego me volví, riendo mientras le pasaba el brazo por la
cintura. —Eres tan…
—¿Asombroso? Perfecto. ¿Atractivo? ¿Una bestia?
Riendo, sacudí la cabeza. —Estás loco.
—Insanamente enamorado de ti. —Reuniéndome contra su frente, cruzó sus
brazos alrededor de mí—. ¿Josie?
Sin saber lo que iba a decir, murmuré—: ¿Qué?
Seth pasó la mano por mi columna y luego volvió a mi nuca, donde sus
dedos se curvaron en una postura posesiva y protectora. Un latido del corazón
pasó y luego dijo—: Gracias.

Capítulo 31

Josie
Seth trazaba patrones invisibles en mi piel, un círculo sobre mi brazo y lo que
parecía una cruz a lo largo de la línea de mi hombro, otras veces parecía que
estaba jugando al tres en raya consigo mismo a lo largo de mi espalda.
Estábamos tumbados sobre nuestros costados, uno frente al otro. Seth puso la
manta hasta nuestra cintura. Bueno, él no había utilizado una mano para hacerlo.
La manta solo se movió por su cuenta.
Realmente echaba de menos ser capaz de hacer todas esas geniales cosas,
pero estaba tratando de no pensar en las bandas.
—¿Así que Alex lo sabe? —preguntó.
—Sí. Era extraño que estuviera allí, pero fue agradable de que estuviera allí
para mí. —Estaba ocupada dando círculos a su pezón con mi dedo—. Estaba
realmente enloqueciendo. Estar embarazada no es algo que… que planeé.
—¿De verdad? —bromeó.
Sonriendo, levanté la mirada. Sus ojos estaban cerrados y esas
increíblemente largas pestañas abanicaban las mejillas. —Ni siquiera pensé en
querer hijos. Simplemente era algo en lo que no pensaba.
—Yo tampoco lo pensé —admitió con el dedo trazando mi brazo—. Nunca
me pareció una opción.
Hasta que alcanzó su dios oculto o como lo quieras llamar, Seth no tenía un
futuro, por lo que tenía sentido. Me mordí los labios mientras estudiaba las
líneas de su rostro.
A veces, tan superficial como sonaba para admitirlo, me quedaba un poco
pérdida solo mirándolo. Podía recordar lo que pensé la primera vez que lo
conocí. Su belleza había sido tan fría, casi irreal e intocable. Ya no más. Había
calor allí, una suavidad que no se podía negar.
Acerqué la mano sobre su pecho, sintiendo su corazón latir fuertemente. —
Estoy… estoy asustada.
Sus pestañas se levantaron y su mano se detuvo en mi brazo. Su miraba
busco la mía. —Josie… psychi mou.
Me encantaba cuando decía eso. Mi alma. Eso me rompía cada vez de la
mejor manera. —Sé que es común, ¿verdad? Quiero decir, supongo que más
esperado… son las mamás. Solo no sé si estoy haciendo las cosas bien. —Mire
hacia mi vientre, deseado poder hablar con mi mamá o abuela—. Que lo
estropearé. Es aterrador.
—Aquí estaré. —Seth ahueco mi mejilla, atrayendo mi mirada a la suya—.
No estarás en esto sola.
—Lo sé. —Algún momento de silencio se extendió entre nosotros—. Me
sorprende que siga embarazada después de todo lo que pasó. Este bebé…
—Este bebé es un luchador. ¿Podemos estar sorprendidos? —Una media
sonrisa se formó—. Tú eres una luchadora.
—También tú. —¿Cómo no podía darse cuenta de eso?
—Ambos lo somos. —Me corrigió, alisando su pulgar sobre mi labio inferior
—. Pero yo nací en una vida donde luchar era natural. Tú fuiste empujada a esto.
En cierto modo, eras más fuerte que la mayoría de los centinelas.
No estaba segura de eso. Estaba asustada por el hecho de estar embarazada.
No tenía idea de cómo iba a ser el parto y dudaba seriamente que sería algo
divertido. Criar a un niño, siendo responsable de un pequeño ser, era aterrador
porque sabía que había una buena posibilidad de que lo dejara caer una o tres
veces. Y no conociendo todo lo demás.
Pero me gustó que dijo eso, porque su voto de confianza ayudaba. —Este
niño va a ser… hombre, ¿qué va a ser este niño? —pregunté, curiosa—. ¿Un
semidiós? ¿Un dios?
Me beso la punta de la nariz. —No lo sé, pero lo averiguaremos y de
cualquier manera todo estará bien.
Retrocediendo, lo mire. —¿Cómo puedes estar… estar tan tranquilo?
—¿Tranquilo? —Levantó las cejas—. Soy bueno ocultando mi pánico.
—¿Estás entrando en pánico?
Deslizó la mano alrededor de la parte trasera de mi cuello. —Estoy… estoy
asustado, también. Tener un hijo es seriamente un territorio inexplorado. Todo…
todo ha cambiado, Josie.
Me quede sin aliento. Tenía la sensación que sabía lo que quería decir.
—Hoy no es nada como ayer —dijo, su mirada buscando la mía atentamente
—. Y más tarde esta noche, cuando nos vayamos a adormir, no será nada como
anoche. Todo lo que hacemos, todas las decisiones que tomemos en el futuro,
cambiaran debido a esto.
Tome una respiración superficial, pero se quedó atascada.
—Ya nada es solo sobre nosotros. No quiero decir que todavía no pueda ser
un nosotros —dijo pasando los dedos por mi cabello—. Pero en las grandes
decisiones, no podemos pensar en nosotros.
Tenía razón y sabía eso. —¿Cuándo hemos tenido la oportunidad de pensar
en nosotros?
Seth abrió la boca, pero ¿qué podía decir? Yo tenía razón. No habíamos
tenido la oportunidad de ser egoístas en nuestra relación. Probablemente no lo
haríamos durante mucho, mucho tiempo.
—Y el mundo no va a parar solo porque estoy embarazada. Los Titanes no
van a pedir un tiempo fuera, ¿y los dioses? ¿Cuándo tiempo se van a quedar
fuera de esto y fuera de nuestras vidas una vez que nos encarguemos de los
Titanes? —pregunté, retorciéndome mientras mi inquietud aumentaba—. Nada
fuera de esta habitación ha dejado de existir y no lo hará. Todavía tenemos que
encontrar a Mitchell. Tenemos que encargarnos de los Titanes y cualquier otra
cosa que nos llegue. Eso no ha cambiado.
Los ojos de Seth se oscurecieron a un topacio helado. —Pero tendremos que
hacer algunos cambios.
Levante una ceja. —¿Nosotros?
—Sí. —Una sonrisa suavizó la dura mirada—. Ambos. Probablemente en
formas que ni siquiera conozco.
—Embarazada o no, todavía tengo que ayudar. Tengo que sepultar a los
Titanes —dije en voz baja—. Sé que no quieres escuchar eso, pero no puedes ir
y matar a todos.
Frunció los labios, y podía decir que quería preguntar porque no, pero no lo
hizo. Seth no dijo nada mientras inclinaba mi cabeza hacia atrás y me besaba.
Y esos besos se volvieron profundos, convirtiéndose en algo infinitamente
más, dejándome sin aliento y con ganas de algo más. Terminé sobre mi espalda y
las maravillosas, talentosas manos de Seth estaban entre mis piernas, su lengua y
dientes reemplazaron sus tortuosos dedos.
En unos instantes me perdí en el tacto y gusto que era todo él. Nuestros
cuerpos fusionados, nos retorcimos y enredamos. Yo estaba sobre su regazo y
luego de rodillas y su brazo estaba clavado debajo de mis pechos.
Esta vez no había prisa, no había lucha de manos ni empujones frenéticos,
pero esta liberación, cuando llegó, no fue menos poderosa que la anterior. Pero
después, mientras nos tumbamos en los brazos del otro, nuestros cuerpos cálidos
y húmedos, nuestra respiración mezclándose y los corazones palpitando, las
preguntas se quedaron merodeando.
¿Cómo podría alejarme de mi deber?
¿Cómo podía poner a mí, nuestro, bebé en peligro?
No lo sabía.
No sabía si había una respuesta correcta o incorrecta.
Pero sabía que tendría que elegir.
Y también sabía que ni siquiera podía elegir.

* * * *
Dormite mientras Seth continuaba haciendo pequeños diseños con sus dedos,
esta vez sobre mi estómago porque ahora me tumbé en mí otro costado, mi
trasero metido en sus caderas. Me despertaba cada tanto a la sensación de sus
dedos bailando sobre mi piel. Meneándome contra él y de inmediato me
recompensaba con un beso en la mejilla o en el cuello. No creo que él durmiera,
pero estaba cansada, así que entraba y salía.
Una sensación de… paz penetró en mis músculos, y mientras estaba en sus
fuertes brazos, todas esas preocupaciones de antes se retiraron fuera de la
habitación. Éramos solo él y yo y… el futuro que estábamos construyendo.
Pero me metí en un sueño.
Una pesadilla
Ya no estaba en sus brazos, estaba en el suelo. Áspero, roto asfalto bajo mis
palmas y mis rodillas raspadas a través de los sucios y rotos vaqueros. Mi
cabello colgaba en mi rostro en gruesos mechones.
Estaba de vuelta allí, fuera del almacén, y podía sentirlo a mi lado, esperando
y observando. Mi boca se abrió, pero no hubo sonido. Esto no es real. Esto no es
real. Me mantuve repitiéndolo una y otra vez, porque sabía, en el fondo, que ya
no estaba en ese almacén. Solo necesitaba despertar. Tenía…
Mi cabeza fue tirada violentamente hacia atrás. En pánico, mi brazo giró
velozmente mientras caía hacia atrás. Mi amplia mirada se balanceó sobre los
árboles, sobre el camión que estaba estacionado en el área de estacionamiento.
Aterricé sobre mi culo. El sol brillante fue borrando por una figura alta.
Oh, no, no, no.
Empujándome hacia arriba, jadeé por aire mientras estiraba el brazo. Las
paredes color beige se enfocaron, pero no estaba viendo las paredes. No sentía la
cama bajo mi piel desnuda o a Seth a mi lado.
Una parte de mí estaba todavía en el almacén, afuera en el estacionamiento
casi vacío. Había algo allí, algo que vi, algo que necesitaba ver de nuevo.
—Josie. —Seth estaba sentado, sosteniendo mi brazo—. ¿Estás bien?
Todavía veía los gruesos árboles delante de mí. Podía sentir el caliente sol
sobre mi piel, las gotas de sudor corriendo por mi rostro. Tragué una respiración
mientras llenaba mi pecho y se expandía. —Tuve una… tuve una pesadilla.
Estaba de regreso en el almacén.
—Nena. —Se deslizó detrás de mí mientras envolvía un brazo en mi cintura,
arrastrándome contra su pecho. La otra me rodeó, y estaba en sus brazos, muy
lejos de ese lugar infernal—. Estas a salvo. —Besó mi sien—. Nunca vas a tener
que experimentar algo sí de nuevo.
Apoyándome en él, cerré los ojos. —Había algo que vi mientras estuve allí.
Lo sé. Algo afuera… —Vi los árboles de nuevo, altos y sin fin. Las agujas en el
suelo. El agrietado pavimento y la caja del camión…—. Oh, mis dioses.
—¿Josie?
Alejándome de él, me giré. Me puse de rodillas, agarrando sus hombros. Ni
siquiera me importó que estaba desnuda. —¡Recuerdo algo!
—¿Qué? —Su mirada se posó en mi pecho, porque, bueno, era Seth.
—Presta atención. —Lo sacudí.
Apareció una sonrisa juguetona. —Lo siento. Eres malditamente hermosa y
de verdad…
—Enfócate. —Golpee sus hombros—. Vi algo fuera del almacén. No puedo
creer que no lo recordé hasta ahora. Pero había una especie de camión afuera:
una caja o un camión de reparto. Tenía escrito un nombre a un lado. MILLS AND
SONS. Si el camión pertenecía a ese almacén...
La comprensión brilló en el rostro de Seth. —Entonces tenemos una manera
de encontrar el almacén.

Capítulo 32

Seth
Mientras Josie tomaba una ducha, me cambié a un par de pantalones tácticos
que había dejado atrás y me puse una camisa. Alejarme del baño y no unirme a
ella literalmente tomó cada onza de libre albedrío que tenía en mí.
No quería nada más que una ronda tres y cuatro, y diez con ella, pero
necesitaba poner a Alex al día sobre lo que Josie había recordado, y ella
necesitaba comer algo. Así que había hecho lo responsable, me duché primero y
dejé a Josie sola.
Empujé fuera de mi rostro mi cabello aún húmedo y caminé hacia la pequeña
sala de espera. A medio camino, me detuve completamente mientras mi
estómago caía, como si golpeara mis pies.
Josie estaba embarazada.
Levantando mi mirada al techo, estuve arraigado al suelo. Desde que me lo
había dicho, esas palabras flotaron dentro y fuera de mis pensamientos en un
ciclo interminable y cada vez que lo oía era como la primera vez.
Había una avalancha de emociones; la felicidad explotó en mi mente. Como
le había dicho a Josie, nunca en la vida había pensado sobre tener hijos, para ser
honesto, así que no era como si no los quisiera. Simplemente no era una cosa.
Nunca, ni en cien años, hubiera pensado que sería realmente feliz sobre eso, pero
lo era. Estaba jodidamente emocionado.
Estaba jodidamente bendecido.
Pero dioses, lo que sentía casi me tiraba sobre mi culo de nuevo. Cerrando
mis ojos, exhalé bruscamente mientras me inclinaba, presionando mis palmas
sobre mis muslos.
Nunca fui un hombre de plegarias.
No creía que los dioses respondieran las plegarias. Sabía por un jodido hecho
que a ellos no les importaba lo suficiente para hacerlo, pero en ese momento,
quería rezar. Quería rezar por que esto fuera real, que esto realmente estuviera
ocurriendo.
Parecía demasiado bueno, demasiado hermoso.
Dioses, no parecía como si yo mereciera, no solo a Josie, sino también un
hijo.
Y eso era aterrador por una tonelada de mierda de razones.
Porque había miedo. Miedo de que algo pudiera ocurrirle a ella, ocurrirle al
bebé, a ambos. Miedo de que yo lo arruinara de alguna forma, porque no tenía
idea de cómo hacer la cosa entera de la crianza.
Sin mencionar que yo, probablemente, en serio era la última persona sobre
esta tierra en la que cualquiera confiaría un pequeño niño. Menos de una hora
antes de descubrir que iba a ser padre, como que había derretido a un sujeto de
adentro a afuera, entonces...
Pero ese era mi bebé, en mi chica.
Eso cambió todo en cuestión de segundos.
Enderezándome, dejé salir una temblorosa risa y me encontré sonriendo
hacia... hacia la jodida nada.
Necesitaba recomponer toda mi mierda.
Una forma de evadir el arruinar esto, era haciendo el mundo seguro para
Josie y para nuestro hijo.
Saliendo de la habitación, miré hacia el corredor y una sonrisa totalmente
diferente apareció. Sintiendo a Aiden, me transporté hacia su presencia. Un
latido más tarde, estaba en otra área de espera, en una habitación de varias
puertas abajo.
—Hola —dije.
Aiden voló de donde estaba sentado en el sillón.
—¡Demonios! —chilló Alex, mientras casi se caía del brazo del sillón—.
¡Oh, dioses! ¿Ahora tú también vas a hacer eso?
—No es genial. —Los ojos de Aiden eran como nubarrones—. No es genial.
—Creí que era bastante genial.
Alex jadeó hacia mí, y luego se volteó, recogió un pequeño cojín y me lo
lanzó.
Atrapé el cojín en el aire y lo lancé de regreso al sillón. —Espero no estar
interrumpiendo.
—Solo estábamos hablando —respondió Alex, mirándome—. Si no, hubieras
perdido dos globos oculares.
—Eso no hubiera sido lo único que habría perdido —murmuró Aiden.
Le guiñí. —En realidad, estoy aquí con unas noticias importantes. Josie
recordó algo sobre el almacén.
—Y aquí estaba yo, pensando que solo te apareciste aquí porque nos
extrañabas. —Alex se sentó de regreso en el sillón—. ¿Qué recordó?
—Vio una camión de entregas de alguna clase fuera del almacén donde fue
retenida —les dije—. Recordó lo que tenía escrito. MILLS AND SON.
—Infierno. Eso es grande. Si esa camioneta pertenecía al almacén,
deberíamos ser capaces de buscarlo. —Aiden miró alrededor de la habitación,
frunciendo el ceño—. Agarraré el portátil de Deacon y veré que puedo encontrar.
—Avísame.
—Si resulta ser el lugar, ¿vas a irte de inmediato? —preguntó.
Pregunta rara. —Los dioses saben que, si Josie lo descubre, va a querer que
todos vayamos allí, pero necesito que coma algo y… y sí. Veremos qué pasa
desde allí.
Aiden me miró mientras asentía. —Suena bien.
Comencé a decir algo, pero mi mirada se deslizó hacia Alex. Estaba mirando
hacia la pared sobre mi hombro, sus labios presionados juntos y sus mejillas
infladas como un pez globo. Mis ojos se entornaron. Su mirada fue hacia mí y
luego, rápidamente, se alejó.
Suspirando pesadamente, doblé mis brazos. —¿Algo que quieras decir, Alex?
Raramente callada, sacudió su cabeza.
—¿En serio?
Con la mirada aún apuntada hacia la pared, asintió.
Miré hacia Aiden. ¿Cuáles eran las probabilidades de que no le dijera algo a
él? Probablemente, en algún sitio cerca de lo imposible.
Aiden dejó caer su mirada, y luego lo vi: sus labios retorciéndose como si él
estuviera intentando no sonreír.
—Le dijiste —declaré.
El aire que Alex estaba sosteniendo en su boca salió mientras su mirada se
disparó hacia la mía. —¡No pretendía hacerlo! Yo solo... como que se me
escapó, pero es Aiden. Tenía que decirle a Aiden.
—Tenía que decirme —concordó.
En realidad, no tenía que hacerlo.
—No le diré a nadie más. Lo juro, y me siento tan mal por decirle algo a
Aiden, porque le dije a Josie que no lo haría. Espero que no esté molesta
conmigo. —Alex se retorció en el sillón, su frente fruncida—. Lamento decir
algo, pero...
No podía encontrar una pizca de ira en mí. Y entonces, me golpeó con la
fuerza de un huracán. Quería que la gente lo supiera. ¿Qué demonios? Ni
siquiera sabía qué hacer con eso.
—Pero vas a… vas a ser padre —terminó, en un susurro que sonaba tan
sorprendida.
Parpadeé lentamente, desdoblando mis brazos. —Sí. Sí, lo estoy.
Alex palmeó sus manos juntas. —Estoy llena de preguntas justo ahora.
—Ambos, tú y yo —respondí secamente.
—Estás... ¿Estás feliz...?
—Estoy jodidamente emocionado —interrumpí, y luego me senté en la silla
—. Estoy impactado. —Mi mirada revoloteó de Alex a Aiden—. Nunca me he
sentido más impactado en mi vida. En realidad, me caí sobre mi culo cuando me
dijo. —Sentí el calor golpear mis mejillas—. Es... es un momento loco con todo
lo que sucede. Pero, ¿cómo podría no ser feliz? Amo a Josie. Ya... Ya amo a este
niño.
La sonrisa de Alex se extendió por su rostro. —Creo que podría llorar.
—Por favor, no lo hagas —dije, mirando hacia Aiden.
Viendo hacia el suelo, arrastró sus manos sobre su rostro. Me tensé. Cada
músculo se cerró mientras esperaba que Aiden fuera por un sermón sobre que yo
necesitaba pensar realmente sobre las cosas, ser una mejor persona. Como la
clase de mierda de “deja de derretir personas” y querer matar a los Titanes.
Alex se inclinó hacia él, poniendo su mano sobre su pierna. Por un momento,
no lo entendí. Entonces lo recordé. Joder. Lo había olvidado. Alex una vez había
creído que estaba embarazada y, conociendo a Aiden, sabiendo cómo me sentía
al escuchar las noticias, se habría sentido como yo.
Santa mierda.
Alex no había estado embarazada. Había sido un suceso de Ares. Él tenía sus
hijos invadiéndola para jugar con la cabeza de ella. Yo no sabía que él había
planeado hacer eso, pero eso no cambió ni una condenada cosa al final.
Ni siquiera podía imaginar cómo me sentiría si ese resultase ser el caso
después de sentir todo esto.
Ni siquiera podía imaginar lo que estaba sintiendo; lo que Alex estaba
sintiendo.
—Lo lamento —dije bruscamente.
La barbilla de Aiden se elevó. Nuestras miradas se encontraron, y él lo supo.
Sí, supo por lo que me estaba disculpando. Su garganta tragó duro.
Junto a él, Alex aclaró su garganta. —Estoy realmente feliz por ti, Seth. Sé
que es un momento loco y no habían planeado esto, pero estás feliz con ello, y
también Josie, y eso es todo lo que importa.
Pero, en realidad, eso no era todo lo que importaba, porque lo que Josie había
dicho más temprano era cierto. El mundo no iba a dejar de girar. No del todo.
—No puedo creer que esté diciendo esto, pero vas a hacerlo bien. —Aiden
sonrió ligeramente, mientras asentía como si acabara de notar que estaba de
acuerdo con sí mismo—. Vas a hacerlo mejor que bien, Seth.
Lo miré fijamente, sin estar seguro de si estaba teniendo alguna clase de
emergencia médica.
—Tiene razón. A ese niño no le faltará nada. —Alex se inclinó hacia atrás,
sus labios fruncidos—. Espera. ¿Esto significa que tu niño es un dios? No tengo
idea. Necesito encontrar algunos libros sobre esto.
—No estoy seguro de que haya libros sobre esto, Alex. —Aiden volteó su
sonrisa hacia ella.
—De acuerdo —dije, poniéndome de pie—. Esta conversación se acabó.
Aiden se levantó. —Realmente estamos felices por ti, Seth. Aún quiero
golpearte en la garganta, pero estoy feliz por ti.
—Ajá. —Así que, desequilibrado por sus palabras, en realidad salí
caminando por las puertas en lugar de salir de la manera genial.

* * * *
Después de asegurarle a Josie más de cien veces que Aiden estaba buscando
el nombre en la camioneta de entregas, tomamos comida de la cafetería. Ella
quería salir, y yo no tenía problema con eso. Nadie sabía si toda la cosa de
sentarse en el sol fuera a ayudar con los brazaletes y el embarazo, pero no podría
hacer daño. Había, al menos, una hora o cerca de ello antes de que el sol
descendiera.
Quería llevarla de regreso a la isla, pero no tendríamos los resultados de
sangre hasta mañana. Aunque Josie estaba bastante confiada de que nada iba a
cambiar en esos resultados, quería quedarse.
Honestamente, creo que extrañaba a todos y quería estar en el Covenant, y si
eso era lo que quería, entonces estaríamos aquí. Por ahora, probablemente estaba
más segura aquí.
Pero yo tenía que regresar en un par de días para recargar. No estaba
pensando sobre eso. Era como mear sobre tu propio desfile, justo allí.
Llevando nuestras bandejas afuera, caminamos hacia el patio, pasando las
puertas cubiertas de vid. Josie guio el camino, dirigiéndose más allá de los
bancos. Paseó hasta que encontró un parche bastante grande de césped, entonces
se sentó, poniendo su bandeja frente a ella. Yo había cargado su plato. Patatas
fritas. Palitos de pollo. Una ensalada, porque suponía que debía comer alguna
clase de vegetales. Una botella de agua y una soda. Una guarnición de fresas.
La luz del sol de la tarde temprana destellaba sobre su cabeza inclinada,
volviendo un tejido de todos los tonos de dorado en su cabello. La longitud de
este caía sobre su hombro, rozando su muslo mientras se inclinaba al frente para
recoger la lata de soda.
Levantó su barbilla. —¿Vas a unirte a mí?
—Para ser sincero, estaba pensando sobre solo quedarme de pie aquí y
mirarte un poco más.
Sonrió mientras abría la tapa de su soda. —Bueno, eso no me pone incómoda
ni nada.
Riendo, me senté junto a ella. Mi plato solo tenía una hamburguesa. Yo no
tenía hambre, obviamente, pero ¿cómo podría rechazar una hamburguesa? —
Pensé que te gustaba cuando te miraba.
—No cuando estoy a punto de llenar mi rostro con comida. —Se hundió en
sus patatas fritas primero—. Es raro que aún tenga que comer como semidiosa,
pero tú realmente no tienes que comer como dios.
—Yo no hago las reglas —murmuro, esperando que no conectara los puntos
en el hecho de que yo tenía que alimentarme—. ¿Has estado enferma del todo
hoy?
Sacudió su cabeza. —Solo náuseas esta mañana. Como que me sorprendió ya
tener los síntomas. Espero que eso no signifique que voy a pasar nueve meses
vomitando mis tripas.
Mis ojos se ampliaron mientras recogía la hamburguesa. —Yo también lo
espero.
—Tampoco tengo idea de si estaré embarazada por nueve meses completos.
Eso me recordó. —Por cierto, Alex le dijo a Aiden.
Sus labios se retorcieron. —Por supuesto que lo hizo.
—¿No estás enfadada?
Sacudió su cabeza y luego tomó un trago. —Aiden es el amor de su vida.
Dudo que haya alguna cosa que no compartan. La gente va a descubrirlo
eventualmente. Solo no quería que lo descubriera antes de que yo te dijera.
Sonreí ante eso. —Deberíamos mantener las noticias con las personas en las
que realmente confiamos. No necesitamos que las noticias salgan allí, a esos que
no queremos que lo descubran.
Josie asintió en acuerdo mientras se movía hacia los palitos de pollo,
hundiendo las piezas crujientes en aderezo ranch.
—De cualquier forma, creo que Alex iba a buscar libros sobre embarazo.
Quiere saber si vamos a tener un dios o no.
Su mano se congeló a mitad de camino de su boca. —Esas son unas palabras
que nunca pensé que oiría antes.
Reí mientras la miraba. Sus niveles de éter aún eran bajos y las luces
destellaron. ¿Eran las bandas o el bebé? Hablando de brazaletes, ¿donde
demonios estaba Apolo?
¿Y qué demonios haría cuando descubriera que Josie estaba embarazada?
Eso debería ser interesante.
Sintiendo que se aproximaban, levanté la mirada hacia la puerta. —Estamos
a punto de tener compañía.
Varios segundos más tarde, Alex y Aiden entraron en el patio, y justo tras
ellos, estaban Luke y Deacon.
—Supusimos que estarían aquí afuera —dijo Alex, llevando una pequeña
bolsa de papel. Mientras se acercaba, podía oler las palomitas de maíz con
mantequilla—. Así que, estamos interrumpiéndolos.
—No solo estamos molestándolos —dijo Deacon—. Tengo...
Capturando su mirada, sacudí mi cabeza. Si ellos estaban aquí afuera, eso
significaba que descubrieron algo sobre el almacén. No quería que ellos lo
dijeran en frente de Josie. No quería que lo supiera, porque planeé
completamente ocuparme del asunto sin su conocimiento.
Se molestaría.
Pero una Josie segura y enojada era mejor que una en peligro, porque incluso
si tenía los brazaletes en sus muñecas, querría estar involucrada, ya que esto
tenía que ver con ese lazo de semidiós. Ella olvidaría nuestro trato y yo prefería
tenerla gritándome después de todo, no antes.
Tampoco quería preocuparla, porque lo haría. Ella sabía eso, si encontramos
a Mitchell, era probable que encontráramos un Titán. Demonios, los malditos
bastardos solo podrían estar esperando que descubriéramos donde había sido
retenida Josie.
Afortunadamente, Deacon capturó mi mirada y cerró su boca de inmediato.
Miré hacia Aiden y pareció leer el mensaje silencioso que estaba enviándole.
—¿Tienes qué? —preguntó Josie.
—Tengo una... ¿una historia que contarte? —dijo Deacon, sus cejas
levantadas altas.
Luke frunció el ceño.
—¿La tienes? —preguntó ella—. ¿Sobre qué?
—Sobre, um... Bueno, ¿sabías que el sujeto quien interpretaba a John
Winchester, quien estaba en Supernatural, ahora está en The Walking Dead e
interpreta a este sujeto quien aplasta bastante las cabezas de las personas con un
bate? Sam y Dean deberían estar tan orgullosos de su papá.
Josie parpadeó lentamente. —Yo... no sabía eso.
—Síp. —Deacon se dejó caer junto a ella—. Maggie también solía estar en
Supernatural.
No estaba bastante seguro de si eso era un buen rescate o no, pero
¡demonios!, lo que sea que fuera, funcionó.
—¿Dónde está Gable? —preguntó Josie, recogiendo otra patata—. ¿Está con
Cora?
Deacon estiró su larguirucha figura mientras Luke se sentaba en el banco
cercano. —Sí. Colin está con ellos también.
—¿Cómo lo está haciendo? —preguntó.
—Mejor a cada hora —respondió Luke, inclinándose hacia atrás mientras
cruzaba sus brazos—. Aún tenemos ese otro semidiós al que encontrar.
—Ese está en Inglaterra, ¿cierto? —Aiden se sentó junto a Luke, y supuse
que nadie se iría pronto—. La ciudad encantada.
—¡Cielos! —Deacon agitó sus manos—. ¿Realmente recuerdas eso?
—¿Cómo alguien podría olvidarlo? —Alex se sentó en el regazo de Aiden—.
Es todo de lo que hablaste en el camino de regreso a Covenant.
—Chico, ¿quién no estaría emocionado? —exclamó, sacudiendo su cabeza
—. Es una ciudad entera que supuestamente está encantada. Como que, si no
estuviera aterrado de morir cuando vaya allí, voy a estar decepcionado.
—¿Quién dijo que ibas a ir allí? —preguntó Aiden, envolviendo sus brazos
alrededor de la cintura de Alex.
Deacon gimió. —¿Podemos no tener esta conversación de nuevo? Voy a
llegar al otro semidiós antes de que ellos...
Miré hacia Alex. Continuaba mirando a Josie, como si estuviera a segundos
de estallar en un torrente de preguntas. Estaba sorprendido de que no hubiera
soltado alguna aún. Aunque suponía que Deacon y Luke descubrirían lo que
estaba pasando.
Desconectándome de ellos, me enfoqué en Josie. Estaba mirando hacia las
rosas, con una mirada extraña, casi perpleja. Empujé su hombro y miró en mi
dirección. —¿En qué estás pensando?
Sonrió mientras inclinaba la barbilla. —Nada. Solo... Estaba aturdida.
Bajé la mirada y acerqué más su plato a ella. —Deberías comer más.
—Mírate, siendo todo divino y ni siquiera tocaste el plato —dijo.
Riendo, me incliné hacia ella. —Solo imagina cuán creativo puedo ser...
Una grieta de energía rodó a través del patio, elevando los vellos en mis
brazos. Todos la sintieron. Agarrando el brazo de Josie, aterricé sobre mis pies
mientras antiguas puertas de color bronce aparecían justo en frente de la entrada.
Runas habían sido talladas en el metal; runas y símbolos que representaban el
Inframundo.
—¿Qué demo...? —Aiden ya estaba de pie, así como Alex y Luke.
Me paré enfrente de Josie, mientras las puertas se abrían, preparado para
cualquier cosa que saliera a través de esas puertas.
Neblina comenzó a salir, trepando sobre el césped y las rosas. Luego, una
forma apareció, y mientras la pesada niebla se retraía, un rubio chico que no
había visto en un largo, largo tiempo, se adelantó
No estaba preparado para eso.
Abrumado, me dejé caer en el brazo de Josie. ¿Cómo en el mundo?
—¡Caleb! —chilló Alex, haciendo que Josie saltara—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
Sonrió en su dirección. —Larga historia, pero primero, hay algo que vine a
hacer aquí. —Sus brillantes ojos azules se enfocaron en nosotros—. Algo
realmente importante.
Dioses, lucía como la última vez que lo había visto con vida, todo cabello
desordenado y una enorme sonrisa. Nos miró fijamente, y por instinto, bloqueé a
Josie.
La sonrisa de Caleb se extendió, llegando a sus ojos. —Estoy aquí a causa de
Apolo.
—¿Qué? —susurró Alex en una voz gruesa.
—Déjame verla —pidió Caleb—. Puedo ayudarla.
Había una parte de mí que no confiaba en él; no confiaba en nadie cuando se
trataba de la seguridad de Josie, pero esa maldita chica había caminado a mi
alrededor. Bajé la mirada cuando Caleb se acercó y tomó las manos de Josie en
las suyas.
—Hola, allí —dijo Caleb, volteando sus manos para que estuvieran palmas
para arriba—. Es tiempo, ¿no crees?
—¿Tiempo para qué? —preguntó, esa extraña mirada estableciéndose en sus
rasgos de nuevo.
Caleb sonrió y Josie jadeó. Mi corazón estuvo a punto de, jodidamente,
detenerse en mi pecho.
—Oh, mis dioses —dijo Josie, liberando sus manos mientras tropezaba hacia
atrás.
Girando, me estiré y envolví un brazo a su alrededor. La sangre se drenó de
su rostro mientras miraba a Caleb, como si hubiera visto un fantasma. Pero eso
era imposible, porque Josie nunca había conocido a Caleb.
Había muerto antes de que la conociéramos.
—Te he visto antes —susurró.
Volteé hacia Caleb. Sus cejas estaban fruncidas juntas. —Lo siento. —Miró
hacia Alex—. Pero nunca nos conocimos antes y yo solo necesito soste...
—Pero lo hicimos —insistió Josie, levantando su sorprendida mirada hacia la
mía—. Lo he visto antes; he visto esto en un sueño. Oh, mis dioses, lo entiendo.
No fue un sueño. Ninguno de los sueños han sido sueños.
—¿Qué? —Sujeté sus mejillas, confundido como el infierno—. ¿Qué estás
diciendo?
Entonces Josie hizo la cosa más condenada, considerando que estaba tan
pálida. Sonrió, sonrió ampliamente. —Yo soy especial.
—Uh, sí... sí lo eres. —Estaba comenzando a preocuparme.
Alex se movió más cerca de Caleb. —¿De qué está hablando ella?
—No tengo idea —dijo Caleb.
—No lo entiendes. —Agarró mis muñecas—. Algunos de los sueños que
tuve, no fueron sueños. Fueron profecías.

Capítulo 33

Josie
Santa mierda, ¡Era especial!
Solo que no sabía.
Bueno, no era tan especial como Cora, que podía traer las plantas de vuelta a
la vida, y decir cuando alguien estaba enfermo o embarazada, pero yo había
estado teniendo profecías. Y tenía sentido. Mi padre ausente era el dios de la
profecía entre muchas otras cosas.
—Josie, ¿de qué estás hablando? —Los ojos de ámbar de Seth estaban llenos
de preocupación.
—Vi esto, lo vi venir a mí en un sueño. Justo como vi a Atlas, pero no me di
cuenta de que era él —le expliqué, liberándome del apretado agarre de Seth—.
Cada vez, justo antes y después de tener esos sueños, tendría dolores de cabeza.
¿Recuerdas los dolores de cabeza?
—Sí, los recuerdo. —Seth dejó caer sus manos a sus lados.
Me giré alrededor. Todo el mundo me miraba como si me hubiera crecido un
tercer seno fuera del centro de mi frente, y nadie parecía preocuparse por las
puertas abiertas que aparecieron de ninguna parte, puertas al Inframundo que
todavía estaban abiertas.
—¡Te vi! —le dije al chico que tenía que ser un año o más joven que yo—.
Te acercaste y tomaste mis manos. Y tú... —Me enfrenté a Alex. Tenía las
mejillas húmedas—. Estabas llorando en mi sueño.
—¡Estoy muy malditamente emocional! —dijo Alex, limpiándose las
mejillas. Fue entonces cuando recordé quién era este chico. Deacon me había
hablado de él, del amigo de Alex que había muerto en un ataque de daimons.
Caleb—. Es diferente verlo aquí.
Volviendo a Seth, levanté las manos. —Sé que esto suena loco, pero estoy
segura de que eso es lo que está pasando. Si solo mí… —Me detuve, bajando los
brazos. Si solo mi padre estuviera cerca para llenar los espacios en blanco, pero
este chico había dicho su nombre. Me volví hacia él—. ¿Dijiste que mi padre te
envió?
—Sí —respondió Caleb—. Ha estado en el palacio, el palacio de Hades y
déjame decirte que esos dos se arrojaron como locos.
Seth estaba a mi lado. —¿Es eso así?
—Sí. Como, fue tan malo que Perséfone amenazó con irse si Hades no estaba
de acuerdo con lo que Apolo demandaba, y no sé, pero eso estropea las
estaciones o algo así —explicó Caleb—. Y luego fui convocado al palacio.
—¿Por qué te convocaron? —Alex hizo la pregunta que obviamente estaba
en la mente de todos.
—Se dio cuenta de que, como yo ya estaba muerto, Seth no podía matarme.
—Caleb se encogió de hombros mientras mi mandíbula se abría—. Creo que es
también porque Seth no querría hacerme daño, ¿verdad?
—Cierto —murmuró Seth.
Deacon estaba de pie. —Maldición, es bueno verte. Realmente lo es, pero
¿por qué te enviarían aquí?
—Porque ninguno de los dioses se acercará a mí —contestó Seth con
bastante satisfacción.
—Bingo —concordó Caleb—. Así que tuvieron la idea de enviarme para
quitar esas cosas... esos brazaletes en tus muñecas.
Ahora lo que había dicho en el sueño, en la profecía y hace unos instantes
tenía sentido. —Tú... ¿Puedes quitarlos?
Caleb extendió las manos de nuevo. —Eso es lo que me dijeron.
Empecé ir hacia adelante, pero Seth me detuvo. —Espera. ¿Cómo sabemos
que esto no es un truco? —preguntó—. No hay ofensa, Caleb, pero podrían estar
usándote sin que lo sepas.
—¿De verdad piensas eso? —preguntó Alex, sonando atónita—. ¿Ese Apolo
usaría a Caleb para hacerle daño a su propia hija?
—Maldición —murmuró Luke—. Eso estaría más que estropeado.
La presión se expandió en mi pecho mientras miraba a Seth. —No lo haría.
Su mandíbula se endureció mientras miraba a Caleb. —¿Cómo se quitan las
bandas?
—Solo necesito tocarla —explicó Caleb—. Mira, Hades me puso su mano en
mi cabeza y dijo algo extraño, mágico, mumbo-jumbo. Me dijo que todo lo que
tenía que hacer era tomar sus manos y mover los dedos sobre las bandas. Se
desatarían.
—¿Y eso es todo? —preguntó Seth.
Realmente no podía creer que Apolo estuviera de acuerdo con cualquier cosa
que me hiciera daño. Por supuesto, quería darle una patada, pero era mi padre.
Se había debilitado para desatar mis poderes.
—Sé lo que estás pensando —dijo Seth de esa manera extraña que te hizo
pensar que estaba leyendo tus pensamientos—. No me preocupa Apolo. Es
Hades. Siempre hay un problema con él.
—Bueno, hay una trampa —dijo Caleb.
Me puse rígida. —¿Qué quieres decir?
Caleb miró a Seth con una sonrisa tímida. —Hades quiere que te ponga las
bandas.
—¿Qué? —Jadeé.
—Oh, mierda —dijo Luke en voz baja mientras Alex se adelantaba.
Seth cruzó los brazos. —¿Es eso así?
—Síp. Lo miré como si estuviera loco, porque no estoy muy seguro de cómo
espera que ponga las bandas sin que te des cuenta. —Caleb se encogió de
hombros como si no fuera gran cosa—. Y estoy seguro de que si Apolo tuviera
ojos normales cuando esto sucedió, los habría estado rodando.
—Espera un segundo —dije antes de que Seth pudiera hacer algo estúpido—.
¿Se espera que me liberes, pero te vuelves y atas las habilidades de Seth?
—¿Se esperaba? Sí. ¿Voy a hacerlo? Nop.
Alex alcanzó el lado de Caleb, inclinando su cabeza hacia atrás para poder
encontrar su mirada. —¿Qué pasará si liberas a Josie y no haces lo que te piden?
—Vamos, Hades tiene que saber que Seth no se quedará allí y me dejará
golpear a esos bebés en él. Así que, en lo que estaba pensando, podrías
simplemente golpearme con una descarga de Dios y enviarme de esa manera —
sugirió Caleb—. Entonces, al menos no estoy mintiendo cuando digo que Seth
me detuvo.
Mi boca se abrió.
—¿Qué? —preguntó Alex—. ¡No te está golpeando con una descarga de
Dios!
—Esto se ha vuelto muy raro —murmuró Deacon.
Seth inclinó la cabeza hacia un lado. —No es como si fuera a matarlo o algo
así.
Caleb asintió con la cabeza.
—¡Aún va a doler! —argumentó Alex.
—En realidad, cuando estás muerto, solo se siente como un rápido golpe.
Mi mandíbula estaba ahora en el suelo. —Lo has hecho... ¿Ser golpeado con
una descarga de dios antes?
Caleb resopló. —Perséfone y Hades son unos resentidos perdedores cuando
juegan Mario Kart o cuando pierden en cualquier cosa. He sido atacado más
veces de lo que puedo contar.
—Entonces bien —murmuré.
—Pero estoy aquí para ayudarte. Puedo quitar esas bandas. —Caleb se giró
hacia Seth mientras hablaba—. Déjame pasar un par de minutos con todo el
mundo antes de enviarme de vuelta, ¿de acuerdo?
Seth pareció considerar esto. —Puedes tener todo el tiempo que quieras.
—Gracias. —Dirigiendo a Alex una mirada tímida, Caleb sonrió—. Te dije
que siempre había esperanza.
Los labios de Alex se fruncieron mientras los ojos de Seth se estrechaban. No
tenía ni idea de qué era eso, pero Caleb tomó mis manos en las suyas. Fue
entonces cuando me di cuenta de que un muerto estaba sujetando mis manos.
Una persona muerta legítima.
Traté de mantener mi expresión en blanco cuando volvió mis palmas hacia
arriba. Mi mirada parpadeó por encima de su hombro, hasta la entrada. No había
nada más que un oscuro abismo más allá de las puertas, pero no pude evitar
preguntarme: si yo pasara por ellos, ¿podría encontrar a mi madre?
Era demasiado peligroso para mí y para el niño que llevaba.
Caleb alisó sus pulgares sobre las delgadas bandas. Contuve la respiración.
Nada ocurrió al principio. Lo miré y se encogió de hombros. Un lado de sus
labios se curvó. —Debería…
Un suave clic lo interrumpió, y un segundo después los brazaletes se
resbalaron de mis muñecas. Caleb soltó mis manos, captándolas rápidamente
como una sacudida de lo que se sentía como electricidad disparada a través de
mis venas.
Jadeando, di un paso atrás mientras levantaba mis manos. Un tinte blanco
llenó las venas de mis manos y fluyó por mis brazos. Podía sentir el calor bajo
mi piel, lavándose sobre mí. Mi atención se dirigió a Seth.
Sus ojos eran luminosos mientras me miraba fijamente. Podía ver esto: el éter
siguiendo la red de venas, bombeando mi cuerpo lleno de luz y poder. Y pude
sentirlo.
Era como pisar bajo agua fría a primera hora de la mañana. Mi cuerpo fue
empujado en estado de conmoción, pateando mi pulso y ritmo cardíaco. Una
ráfaga de alfileres y agujas empezó a mis pies y golpeó cada centímetro de mi
cuerpo. Un pulso final de calor invadió mis entrañas, centrado alrededor de la
cicatriz que Apolo había dejado atrás en el centro de mi pecho.
Y entonces todo se había ido, excepto...
Excepto que podía sentir el éter en mí. Chupando una respiración aguda, me
volví hacia Seth. —Puedo hacer… ¿Puedes verlo ahora?
—Sí. —Los ojos de ámbar brillaron mientras me miraba fijamente, mi
estómago. Parecía que podría volcarse y caer de nuevo sobre su culo—. Sí,
puedo verlo. ¿Puedes usarlo?
Solo había una manera más de asegurarse de que volvía a, bueno, lo que era
la nueva normalidad. Centrándome en la lata de refresco de mi bandeja, levanté
la mano.
Luke retrocedió. —Oh, Jesucristo.
Ignorándolo, golpeé ligeramente el aire. La lata se sacudió y luego se levantó
hacia arriba. Lo agarré del aire, frotando líquido marrón sobre mi mano. Mi
mirada voló a la de Seth. —Vuelve.
Seth se acercó, tomando mi mano libre. Me tiró hacia él. Tuve cuidado de no
derramar mi bebida en él. Envolviendo un brazo alrededor de mi cintura, inclinó
la cabeza hacia Caleb. —Gracias hombre.
—Sí. Gracias —le dije.
—No hay problema. —Sosteniendo las bandas en sus manos, sonrió—. A
menudo, no puedo llegar a ser útil. Algo parecido a los viejos tiempos.
Mi corazón tiró cuando vi que la cara de Alex se arrugó un poco. Hizo un
sonido que se sintió como un chillido y luego agarró al chico rubio, tirando de él
para un abrazo. En cuestión de segundos, Caleb estaba rodeado por ella, Deacon
y Luke. Aiden también se les unió.
Supongo que Alex y Aiden llegaron a ver a Caleb cuando estaban en el
Inframundo, pero supuse que era diferente vernos aquí, donde todos estaban en
realidad... Algo así como vivos.
Cuando la feliz reunión tuvo lugar, Seth presionó su mejilla contra la mía.
Cuando habló, lo hizo en voz muy baja que solo yo podía oírlo. —¿Cómo te
sientes?
—Bien. —Sabía lo que estaba preguntando—. Siento lo mismo, pero no lo
es... Como cansada, si eso tiene sentido.
—Lo hace. —Besó el espacio debajo de mi oreja—. Ahora entiendo lo que vi
parpadeando cuando te miré.
Volví mi mejilla a la suya. —¿Qué quieres decir?
La respiración que Seth tomó, la sentí. —¿Recuerdas cuando dije que el éter
parecía que estaba parpadeando en ti? No era tu éter el que había estado viendo.
Debe haber estado casi agotado, porque todavía puedo ver la parte que está
parpadeando. Creo... No, sé que es el bebé.
—¿Qué? —Retrocedí, boquiabierta.
Sus ojos eran suaves mientras mantenía la voz baja. —Todavía lo veo. Veo tu
éter y veo el... Veo el del bebé.
Mis labios se separaron, pero yo no tenía las palabras. La emoción se arrastró
por mi garganta. ¿Podía ver el éter en nuestro niño? Eso era... Guau. Realmente
no sabía cómo procesar eso. —Se ve... ¿Se ve bien? Como, ¿bien?
—Pienso que sí. —Puso su frente contra la mía—. Quiero decir, tiene que
estarlo.
Y de repente me dieron ganas de llorar, llorar lágrimas felices.
Así que plante la cara en su hombro.
De alguna manera Seth sacó la lata de Coca-Cola de mi mano y fue a alguna
parte, no sé dónde, y luego ambos brazos me rodearon. —Normalmente, no soy
tan emocional —dije en su pecho, repitiendo lo mismo que Alex había dicho
unos minutos antes.
—¿Qué? —preguntó.
Mi voz todavía estaba apagada, pero continué de todos modos. —Es solo
que... Puedes verlo y eso lo hace aún más real.
Su mano presionó mi espalda mientras susurraba mi nombre en mi oído. —A
veces no tengo ni idea de cómo se expresa tu cerebro, pero te amo —dijo,
apretando con fuerza—. Te amo con cada onza de mí ser.
No había manera de detener mi sonrisa. No importa qué, esto era un
principio.

Capítulo 34

Seth
Antes de que Caleb regresara al Inframundo con una descarga de Dios, saqué
a Deacon a un lado mientras Josie se sentaba con Luke y escuché a Deacon
llenarlos con cuentos del Inframundo, edición Nintendo.
Tenía la información que yo necesitaba.
El nombre del almacén, de hecho era uno abandonado apenas a las afueras de
Piney Woods. Ahí estuvo Josie, junto con los otros dos, y era muy probable que
encontrara a Hiperión.
Algo que me dijo que si él me sentía, vendría. Era así de tonto el hijo de puta.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Deacon mientras miraba al grupo—. ¿Hacer
algún reconocimiento? ¿Libre de semidioses? —Él hizo una pausa—. ¿Llamar a
Hiperión para matarlo?
Me encogí de hombros.
Deacon inclinó la cabeza hacia atrás. —No tienes que decírmelo, porque
estoy seguro que lo sé.
—¿Lo haces?
Él asintió. —No te culpo por ello.
Comencé a preguntarle de que no me culpaba, pero me detuve mientras mi
miraba aterrizó en él. Esos ojos plateados que eran demasiado observadores.
Algunas veces olvido cuan en sintonía con las cosas estaba Deacon. Todos lo
hicimos.
—Solo asegúrate de regresar —dijo él, mirando a lo lejos, viendo a Josie—.
Ella no merece ser dejada nuevamente.
—Lo sé —dije, siguiendo su mirada—. Y regresaré.

* * * *
Dándole un beso en la mejilla a Josie, cerré mis ojos y me obligué a salir de
la cama. Era difícil hacerlo. La calidez de su piel desnuda contra la mía y el
sabor de ella sobre mi lengua era señuelo difícil de resistir.
Pero tenía que hacerlo, porque tenía que hacer cargo de algo antes de que ella
despertara.
Me cambié rápidamente, dejando las dagas en la cómoda. No las necesitaré.
No para esto. Antes de irme, me permití mirarla una vez más.
Ella era tan hermosa para mí.
Curvada sobre su costado con su mano sumergida debajo de su mejilla y su
largo cabello disperso a través de la almohada, ella se veía como un ángel. Y ella
realmente era mi ángel personal. Sabía que si ella estaba despierta y supiera mi
plan, ella me advertiría sobre ello. Josie incluso podría arreglársela para
disuadirme. Después de todo, ella era la presencia calmante cuando yo quise
aplastar el mundo como Hulk, pero no necesitaba estar calmado.
Yo iba a terminar con Hiperión.
El mundo podría llamarme egoísta y arriesgado. Simplemente no me
importa. Cualquiera que fueran las consecuencias por eliminar a Hiperión
valdrán la pena.
Yo no era como Apolo. No sacrificaré a las únicas personas que me importan
por proteger a muchas.
Estaba haciendo esto por Josie.
Estaba haciendo esto por nuestro hijo.
Porque no permitiré que ella viva otro día más con miedo a Hiperión y
seguro como el infierno no permitiré que mi hijo creciendo dentro de ella y al
nacer, estén obligados a vivir con ese tipo de terror.
Exhalando lentamente, me ordené a salir al pasillo e inmediatamente me
tragué un gemido.
Aiden estaba de pie afuera de la habitación que él compartía con Alex, con
los brazos cruzados contra su pecho mientras se recargaba contra la pared. Él
estaba vestido como centinela, con las dagas y toda la cosa, y supe que estaba
listo.
Caminando hacia él, miré por encima de mi hombro, y luego mi mirada cayó
sobre él. Él abrió su boca. —No —dije yo.
Sus ojos se entrecerraron.
—No vas a ir conmigo.
Descruzando sus brazos, se alejó de la pared. —Estás yendo a ese almacén y
yo voy…
—¿Asegurarte que juego seguro con los otros? —Lo corté—. Voy a
encontrar al tipo llamado Mitchell.
—Sí. Realmente tú das dos mierdas por ese tipo —dijo él, y bueno, yo
realmente no podía argumentar contra eso. Aiden se cuadró conmigo—. Vas
porque esperas sacar a Hiperión.
Levanté las cejas.
Aiden pareció respirar hondo. —O tuvimos suerte con Perses, o simplemente
sabemos cuáles son los resultados adversos, pero Hiperión es uno de los
primeros doce Titanes. No hay manera de que sacarlo no vaya a ser realmente
malo.
—Siento que ya hemos tenido esta conversación —reflexioné.
Sus ojos se volvieron del color del mercurio. —Hiperión es el dios de la
sabiduría…
Resoplé.
Aiden no se dejó intimidar. —Él es el dios de la sabiduría, la vigilancia y la
luz. Ahora las dos primeras cosas probablemente no van a ser un gran problema,
¿pero la parte de la luz? Supongo que su muerte tendrá algún impacto en ello.
Mirándolo fijamente, troné mi cuello. —Así que supongo que quieres oírme
decir que me importa, pero también estoy adivinando que ya sabes que no.
Entonces, ¿podemos terminar esta conversación? Tengo una mierda que hacer.
—Sé que no te importa —contestó con voz plana.
—Mira entiendo que estás sobre salvar el mundo y mierda, pero ya tuvimos
esta conversación. Tú y yo sabemos que si Hiperión hiciera esa mierda con Alex,
estarías disparándole el culo. Solo porque esos zapatos no están en tus pies
ahora, no pienses ni por un segundo que no sé lo que harías.
Aiden miró hacia otro lado, porque no podía negarlo.
No puedo permitir que vengas conmigo. Si Hiperión se apodera de ti, y
terminas muerto, yo no querría tratar con Alex.
Él se volvió hacia mí y alzó sus cejas.
—Serás un pasivo, porque Hiperión puede sacarte.
—¿Y no puede sacarte a ti?
Sonreí mientras sacudía mi cabeza. —No.
Un chasquido de emoción atravesó su cara. Se parecía mucho a malestar.
¿Por qué? No estaba seguro.
—Si realmente quieres ser de ayuda, entonces cuida a Josie por mí —le dije
—. Si ella se despierta y no he vuelto todavía, dile que regresaré. No quiero que
se preocupe. Eso es lo que puedes hacer ahora.
Aiden parecía que iba a discutir, pero después de un momento asintió.
Sabiendo que él haría exactamente eso, me fui del Covenant. No fui primero a
Piney Woods. Fui a la isla, justo fuera del templo.
Era de día cuando subí los escalones y entré en el templo, encontrando a
quien estaba buscando.
Karina estaba junto al altar, con las manos juntas como si estuviera
esperando. Al igual que con Basil, realmente sentía que necesitaba conseguirles
a ambos un iPad y enseñarles Snapchat o algo. —¿Kýrios?
Caminé hacia ella, mis brazos sueltos a mis costados pero mis nudillos
blancos de cuan apretado cerraba mis manos. —Necesito alimentarme.

* * * *
Tomar poder parecía ser lo más inteligente que se podía hacer. Yo iba a
necesitar todo en mí mientras me centraba en la ubicación que Deacon me había
dicho antes. Tardé unos segundos en viajar de vuelta por el mundo hasta ese
pedazo de mierda de almacén.
En el momento en que el edificio llegó a la vista sabía que era el lugar
correcto.
No sé, pero el lugar solo desprendía malas vibras. Las ventanas quebradas y
las paredes exteriores sucias gritaban “escondite de asesino serial”.
Los grillos cantaban en la distancia mientras me acerqué a las puertas
delanteras. La luz de la luna brillaba, iluminando mi camino. Envolviendo mis
manos alrededor de la manija de la puerta industrial, golpeé ligeramente en el
elemento fuego. El metal se calentó debajo de mi agarre y el engranaje interno se
derritió. La puerta se abrió.
El polvo se movió mientras entré. Las botas en mis pies haciendo eco en los
pisos deformados. Estaba oscuro dentro, pero mi visión se ajustó rápidamente.
Bancas de trabajo olvidadas válvulas dispersadas a través del suelo. Ratones se
escurrían por sus madrigueras, sus garras haciendo chasquidos.
Basándome en lo que Josie había dicho, la habían mantenido bajo tierra.
Busqué en el piso principal, manteniendo mis sentidos alertas. Me acerqué a la
parte posterior del edificio, espiando una puerta cerrada que no parecía conducir
a ninguna oficina.
Esta puerta estaba desbloqueada.
Al abrirla me sentí inmediatamente rodeado por el húmedo aroma almizclado
y un hedor enfermizo dulce que no presagiaba bien. Mierda. Me dirigí hacia
abajo, ya sabiendo lo que iba a encontrar.
La luz de la luna se deslizó a través de una pequeña ventana, proyectando
una débil luz sobre la pequeña habitación llena de tierra. El agua goteaba del
techo, una vieja tubería reventada. En la esquina había una masa de ropa… y
algo más.
—Mierda —murmuré.
Caminando me arrodillé. Lo primero que vi fueron dos bandas doradas que
circundaban las muñecas huesudas. La piel estaba irregular con manchas, y me
di cuenta de que él estaba medio acostado sobre su espalda, medio de lado. Sus
ojos eran anchos y vidriosos. Mitchell estaba muerto.
Y había estado muerto por un tiempo.
Esto iba a lastimar a Josie, y odie eso. Ella se culpará a sí misma, pensando
que sí ella hubiera recordado el nombre del camión más pronto, ella podría haber
sido capaz de salvarlo. Pero por lo que veo, este chico nunca tuvo una
oportunidad.
Suspirando, me incliné hacia atrás. Escudriñando la húmeda habitación,
meneé la cabeza. Josie tenía razón. Nadie merecía morir en un lugar así.
Bueno, yo conocía a esa persona.
Un goteo de conciencia patinó por la parte posterior de mi cuello, y una lenta
sonrisa se deslizó por mi cara.
La risa rompió el silencio, y entonces Hiperión dijo—: Sabía que vendrías.
Levanté mi mirada hacia la pared húmeda y me levanté lentamente.
—Esperé. Te tomó suficiente tiempo —se burló Hiperión—. ¿Tuviste que
tomar valor?
De espaldas a él, incliné la cabeza. —Oh, sí. Estaba tan asustado.
—Debería haberlo estado, pequeña perra.
Me reí cuando sentí el elemento más mortífero que conocía el hombre y dios
se removía profundamente dentro de mí.
—Ni siquiera puedes mirarme, ¿verdad? —Hiperión se rio—. Puede que los
otros Titanes se asusten, especialmente desde que sacaste a Atlas y a Perses, pero
sé lo que eres.
La furia zumbaba sobre mi piel. —¿Y qué es eso?
—Eres un simple asesino de dioses y eso significa que puedo matarte —dijo,
riendo entre dientes—. Pero no voy a matarte rápido. Voy a mantenerte aquí
abajo como lo hice con tu bonita novia.
Akasha cobró vida, envolviéndose alrededor de la ira volcánica que se
arremolinaba dentro de mí.
—Me voy a alimentar de ti —continuó Hiperión—. Y voy a ir a buscar a esa
perra rubia de nuevo y luego voy a destriparla justo delante de ti.
El poder crujió a lo largo de mis nudillos. —¿Eso es una promesa?
—Oh, sí lo es. Pero no antes de que me divierta un poco con ella antes —
dijo, riendo entre dientes—. Entonces, cuando estés pidiendo la muerte, te
entregaré a Cronos y me recompensará dándome a Apolo.
—Bueno —dije, girándome. Hiperión estaba de pie cerca de la puerta—
Estaba planeando matarte lentamente.
Hiperión sonrió. —¿Sí?
—Sí —dije asintiendo con la cabeza—. Iba a arrastrarte hacia afuera, cortar
pequeñas rebanadas de tu piel, convirtiéndote en un libro para colorear viviente
de mierda. Ya sabes que están furiosos ahora. Entonces lentamente quemarte
desde dentro hacia afuera, pero no antes de cortarte tu polla y meterla por tu
garganta y envolviendo tus bolas alrededor de tu cuello como un lazo.
—Suena como una noche divertida.
—Lo hubiera sido, pero como veras, he madurado —dije, sonriendo mientras
di un paso hacia él. Hiperión se tensó y mi sonrisa creció—. No voy a arrastrarte
fuera. No voy a tener el placer de volverte una masa llorosa de carne y huesos
rotos. —Me detuve, hundiendo mi barbilla mientras sentí el poder puro
ondulando por mi columna vertebral—. Pero voy a tomar el gran placer en
matarte.
El labio de Hiperión se curvó. —Tú no vas a hacer nada. No lo vas a hacer en
absoluto.
—Entonces da tu mejor disparo. —Levanté mis brazos.
No tuve que pedírselo dos veces. Disparando a través de la habitación, él
hizo hacia atrás un brazo. Un segundo después, su puño se estrelló contra mi
mandíbula, golpeándome hacia atrás varios centímetros. Yo no levanté mis
manos o siquiera intenté detenerlo.
El dolor, de hecho, se sintió bien.
Como lo necesitaba sentir, porque había una parte de mí que se merecía ese
primer golpe, y luego el segundo. Acogí con satisfacción el dolor ardiente, una
retribución por el dolor que le había causado a Josie. Y cuando golpeé el suelo
con el tercer puñetazo, el aire que corría por mis pulmones era una miseria para
el dolor que probablemente iba a causar un montón de gente inocente para el
final de la noche.
La patada en mi estómago fue suficiente.
Hiperión se alzó sobre mí, puños ensangrentados a sus costados. —¿No vas a
pelear?
Escupiendo sangre, me reí fríamente. —Eres un idiota.
Él parpadeo.
Incliné mi cabeza hacia atrás, sonriéndole. —Solamente estaba jugando
contigo. —Empezando a ponerme de pie, golpeé mis manos en sus hombros,
golpeando al Titán a través de la habitación y en su culo—. Ahora vas a morir.

Capítulo 35

Dejando que el poder más puro, y fuerte se hiciera cargo, levanté mi brazo.
Luz ámbar iluminó la habitación mientras una descarga de akasha de dios
serpenteó por mi bíceps. El mundo se pintó de blanco mientras dejaba salir una
descarga de absoluto poder.
Se disparó a través de la pequeña habitación, golpeando en el pecho de
Hiperión. Él intentó moverse. Trató de precipitarse hacia un lado, pero no fue lo
suficientemente rápido. Había terminado de jugar con él. Eso era. Estaba
terminado.
El hijo de puta iba a morir.
Y fue como Atlas todo otra vez.
Una mirada de asombro puro bañó el rostro de Hiperión mientras la luz
ámbar blanquecina palpitaba. La misma mirada de mierda que decía que no
podía creer que acababa de perforar su tarjeta de inmortalidad mientras él bajaba
la mirada hacia el agujero abierto y brillante en el centro de su pecho.
Afuera, un rayo cayó al suelo y el trueno abrió el cielo. El olor del ozono
quemado llenó la diminuta habitación. Hiperión cayó sobre una rodilla, el
impacto dividiendo el suelo. Seguí de pie, tirando cada onza de poder mortal
desde dentro mientras él luchaba, lanzando un brazo como si pudiera detener la
corriente de akasha. El aire crepitó y saltó cuando la fina red de venas se
iluminaba bajo la piel de Hiperión.
Bajé mi brazo. —Soy absoluto.
Él abrió su boca, pero no salió ningún sonido mientras la luz en sus venas se
expandía, sangrando a través de las venas y bañando su cuerpo. La luz pulsó una
vez más y luego fue una explosión de fuegos artificiales que sacudió el techo y
el piso, todo el edificio.
Y no quedaba más que tierra restante.
—¡No! —gritó una voz femenina.
Me di la vuelta. Era ella, la Titán femenina. El poder onduló sobre mi piel.
Mi barbilla se hundió mientras caminaba hacia ella. —Demasiado tarde.
Ella gritó mientras retrocedía. Sus gritos rasgaron el aire mientras ella giraba
en un círculo vertiginoso. Humo negro rodeó su cuerpo mientras convocaba el
poder absoluto una vez más.
Ella voló a un lado, un mini embudo de rabia estrellándose a través de una
pared. El yeso estalló, volando en el aire. La Titán femenina había desaparecido,
lo más probable es que alertara al resto de la tripulación de que sus días estaban
contados.
Apretando la mandíbula, me giré de vuelta al punto donde Hiperión había
estado de pie. Un peso se levantó de mis hombros. No era como si no tuviéramos
que preocuparnos de los otros Titanes, pero de este… sí, este se había tenido que
ir.
El suelo carbonizado había cambiado. Pequeñas manchas de brillantes brasas
rojas destellaban. Cerrando mis manos en puños, caminé hacia el lugar y miré
hacia abajo, mis cejas frunciéndose. Las manchas parecían…
—¿Qué has hecho?
Mi espalda se endureció. No podía negar quién estaba detrás de mí. —Es
terriblemente valiente que aparezcas después de que el Titán que capturó a tu
hija ya no está en el cuadro.
—Te advertí una vez sobre cuestionar mi lealtad hacia mi hija —replicó
Apolo—. No te lo advertiré nuevamente.
Me enfrenté a Apolo, ignorando su amenaza. —Creo que es bastante obvio lo
que hice.
—¿Tienes alguna idea de lo que esto podría causar? —Apolo se acercó a mí
—. Necesitaba ser sepultado.
—¡Él necesitaba morir! —El poder crepitó en el aire alrededor de mí—.
¿Sabes lo que le hizo a Josie? No iba a haber sepultura para ese bastardo. No la
tendría viviendo con miedo. No tendría a nuestro… —Me detuve.
—¿Ustedes no tendrán a su qué? —demandó él, y luego aspiró una brusca
inhalación. No tenía idea si él había adivinado la verdad. Seguro como el
infierno no iba a confirmárselo, porque no confiaba en el bastardo. Los ojos
completamente blancos del dios chasquearon con electricidad—. Podrás ser un
dios ahora, pero necesitas entender que tus emociones no pueden regirte.
—Oh, eso es realmente divertido viniendo de ti.
Su pecho se levantó. —Con la divinidad viene una gran responsabilidad…
—¿Lo has sacado de Spider-Man?
El enojo apretó sus rasgos. —¿Todo es una broma para ti?
—Sí. —Miré alrededor de la habitación—. ¿Principalmente tú?
Exhaló con brusquedad. —Si mi hija no te amara…
—¿Qué? —Levanté mis brazos—. ¿Qué harías Apolo? ¿Convertirme en un
arbusto que huele a orina de gato? ¿De verdad? ¿No crees que eso sea un poco
desgastado? No soy…
Apolo se movió más rápido de lo que pude rastrear.
En un momento estaba de pie delante de mí, y al siguiente tenía su mano
alrededor de mi garganta y mi espalda contra una pared. La tierra llenó el aire
mientras se inclinaba, levantándome todo en mi cara. —Tú pruebas cada
esfuerzo de mi paciencia —gruñó mientras sus dedos se clavaban en mi tráquea.
—Esta es mi cara de me-importa-una-mierda, en caso de que te lo estés
preguntando.
—Será mejor que aprendas rápido con quién estás hablando, Seth.
Envolviendo una mano alrededor de su muñeca, enseñé mis dientes. —Y tú
mejor aprende realmente rápido con quién estás jodiendo. —Golpeando mi
mano libre en la suya, rompí su agarre y lo lancé hacia atrás.
Apolo evitó caerse mientras la conmoción salpicaba su rostro. Su mirada con
ojos amplios encontró la mía mientras me alejaba de la pared.
—Solo hay una razón por la cual no te mataré —le advertí, asechando hacia
él—. Pero eso no quiere decir que no te vaya a acercar un poco a tu muerte.
Un músculo saltó en su mandíbula mientras varios segundos pasaron. —
¿Tienes alguna idea de lo que has comenzado? ¿La cadena de eventos que
comenzaste?
Abrí mi boca, pero realmente no tenía ninguna respuesta.
—¿No recuerdas lo que Ewan te dijo? —Se enderezó al referirse al ninfa.
Apolo sacudió su cabeza—. Será mejor que estés listo.
Un escalofrío se curvó en mi espina dorsal. —¿Listo para qué?
—Habrá consecuencias —dijo Apolo—. Habrá consecuencias por lo que has
hecho esta noche.
—¿No las hay siempre?
Él levantó su barbilla mientras retrocedía. —No como estas, Seth. No como
estas.

* * * *
Josie
Sabía lo que había pasado en el momento exacto que me desperté. Me di
cuenta que mi cama estaba vacía y el mundo estaba sacudiéndose. Era como un
tipo de conocimiento instintivo el que me dijo lo que sucedió.
Yo iba a matar a Seth.
Está bien. No iba a matarlo, pero sin duda definitivamente iba a golpearlo.
Apartando las cobijas, me apresuré a levantarme y agarré mis ropas del
suelo, poniéndomelas de prisa en caso que el Covenant entero cayera en mi
cabeza. Me precipité de la habitación y a través de la sala de estar. Abriendo la
puerta, me acerqué y me encontré cara a cara con un semidiós de ojos plateados.
—¿Dónde está? —demandé. Mi corazón latía dolorosamente en mi pecho.
Aiden levantó la mirada hacia la parpadeante luz en lo alto. —Ya sabes a
donde fue.
Maldije bajo mi aliento mientras la puerta del vestíbulo se abría y Alex
tropezaba fuera, parpadeando rápidamente. Ella lanzó sus brazos hacia afuera
mientras un temblor sacudía el pasillo. —Oh dioses, esto no es un terremoto
normal, ¿verdad?
Aiden suspiró. —Voy a ir con no.
Ella bajó sus brazos. —¿Lo dejaste ir?
—Realmente no tuve elección —respondió Aiden secamente—. Pienso que
olvidaste toda la cosa de que Seth-es-un-dios-ahora.
Alex se detuvo, frunciendo el ceño. —Tienes la camisa al revés.
Por supuesto que sí.
Todas las puertas que daban al pasillo se abrieron y vi a Deacon y a Luke.
Inhalé una respiración brusca mientras retrocedía. La luz parpadeante se
mantenía. —¿Por cuánto tiempo se ha ido?
—¿Ya me extrañas?
Jadeando, me giré. Seth estaba de pie enfrente de la puerta. No pensé.
Haciendo hacia atrás mi brazo, lo golpeé en el estómago tan fuerte como pude.
Seth gruñó una carcajada mientras se doblaba por la cintura. —Dioses.
—¿Qué hiciste? —demandé y entonces lo vi cuando se enderezó. Había un
ligero moretón en su mejilla. Su labio parecía abierto y su camisa… su camisa
estaba carbonizada en el dobladillo—. ¿Qué pasó con tu rostro… con tu ropa?
—No te preocupes, mi perfecto rostro se curará —dijo, sonriendo de una
manera que parecía que le dolía.
Sacudí mi cabeza. —Seth…
La sonrisa se deslizó de su rostro. —Tenía que hacerlo, Josie.
—Pero no tenías que hacerlo —susurré, pero… pero con quién estaba
bromeando. ¿Creí por un segundo que Seth no iría tras Hiperión? No, no lo hice.
Cerré mis ojos—. ¿Hiperión está muerto?
—Sí. Así también unos cuantos daimons carbonizados los que eventualmente
salieron de un agujero en el suelo. —Unos segundos más tarde, sentí sus manos
en mis mejillas. Consciente de que teníamos audiencia, me puse rígida cuando él
se inclinó, apoyando su frente contra la mía—. Sé que probablemente estás
enojada e incluso decepcionada. Lo siento por eso. Él no podía vivir. No ahora.
No había manera.
Me estremecí, dividida entre el alivio de que Hiperión se hubiera ido y
horrorizada por las posibles repercusiones. ¿Qué iba a pasar? Hiperión era una
gran cosa. Entonces recordé. Mi cabeza se levantó y mis ojos se abrieron. —
¿Mitchell? ¿Tú…?
Seth sacudió su cabeza. —Lo siento. Él… no lo logró.
—No —susurré, negándome a creerlo—. Él estaba vivo. Tenía que estarlo.
Sus ojos rojizos buscaron los míos. —Psychi mou, él había muerto hace un
tiempo.
Las lágrimas se arrastraron por mi garganta. No sé por qué me afectó tanto,
pero lo hizo, porque salvar a Mitchell era importante. No había merecido lo que
se le había hecho. ¿Y morir así? Estaba muy mal.
Seth dijo algo, y entonces en el siguiente segundo estábamos de vuelta en la
habitación, en la cama. Yo estaba en su regazo, y sus brazos estaban apretados a
mí alrededor. —Lo siento —dijo él—. No es tu culpa, Josie. No pudiste haber
cambiado el resultado.
No estaba tan segura de ello. Tal vez si hubiera aclarado mi mente más
rápido hubiera recordado el camión.
—Por favor. —Levantó mi barbilla así nuestras miradas se encontraron—.
No es tu culpa para que la lleves. Hiperión le hizo eso a él. Los Titanes lo
hicieron. No es tu culpa.
Repetir esas palabras una y otra vez en mi cabeza no cambió como me sentía
y más allá de la amarga tristeza de descubrir que Mitchell estaba muerto, ¿cómo
en el mundo íbamos a sepultar a los Titanes ahora? Seth no podía seguir
matándolos. Solo Dios sabía qué estaba pasando afuera en el mundo aunque aquí
los temblores habían cesado.
Tomé una profunda y temblorosa respiración. —¿Qué va a suceder ahora?
Él puso su mano sobre mi mejilla mientras una sombra cruzaba sus rasgos.
—Sé que las cosas no van a ser fáciles. No sé todo lo que va a suceder, pero sé
una cosa.
—¿Qué?
—No tendrás que temer a Hiperión o cualquier Titán. Nuestro hijo no se
tendrá que preocupar sobre las cosas no estando bien —dijo Seth, extendiendo
su otra mano a través de mi vientre—. Porque vamos a terminar con esto. Vamos
a hacer que todo esté bien por este niño.
—¿Juntos?
Los labios de Seth rozaron la curva de mi mandíbula. Se detuvo para
presionar un beso en mi pulso y luego dijo—: Juntos.
Cerrando mis ojos, me moví más cerca de él. No quería pensar en cómo
íbamos a detener todo esto. Justo entonces, solamente quería enfocarme en
nosotros, en lo que habíamos estado sintiendo antes, porque eso había sido
cálido y maravilloso.
Tal vez eso me hacía una persona terrible. Había tanta muerte y sabía que
habría más. Las cosas estaban sucediendo fuera de este pequeño pedazo del
mundo. No teníamos idea de qué iba a suceder en la siguiente hora. El mundo
podría intentar estrellarse sobre nosotros y sobre todos los que nos importaban.
Lucharíamos contra ellos. Lucharíamos por cada uno, por nuestro hijo y por
nuestros amigos. Y mañana, probablemente iba a golpear a Seth de nuevo.
Probablemente iba a estar enojada de que haya ido tras Hiperión. Pero iba a
seguir amándolo, así que íbamos a lidiar con ello.
Justo ahora… solo tenemos justo ahora.
Los labios de Seth encontraron los míos y el beso era profundo como el alma.
Había siempre algo sobre la forma en que él me besaba. Como si fuera la
primera y la última vez. No había prisa, ni apuros. Si él nunca me dijera que me
amaba, ese beso me dijo que lo hacía.
Pero él había dicho esas palabras.
Mis brazos se apretaron alrededor de su cintura mientras descansaba mi
mejilla contra su pecho. La mano de Seth acarició de arriba abajo mi espalda,
siguiendo la línea de mi columna vertebral, y mis ojos comenzaron a volverse a
cerrar cuando algo se me ocurrió.
Y entonces recordé.
Inhalando aire, retrocedí mientras la tensión apretaba mi pecho. Había tenido
profecías desde que Apolo había desbloqueado mis habilidades. La mayoría de
ellas habían servido como una especie de advertencia de lo que estaba por venir.
—¿Josie?
Mi mirada volvió hacia la de Seth mientras una sensación de incredulidad
helada invadía mis venas. Entonces me di cuenta de que había visto más que a
Caleb en mis llamados sueños. Había oído algo más que una advertencia de
Atlas de que él vendría por nosotros, de que uno de nosotros moriría. Había visto
otra cosa. Lo había visto más de una vez, y sabía que no había sido un sueño.
Había visto mi propia muerte.
Justo como Atlas había llegado y había terminado con la vida de Solos y
como había visto a Caleb de pie delante de mí cuando yo nunca lo había
conocido, sabía que esta profecía pasaría, también.
Y justo como Seth lo había prometido. Él no tenía ni idea, pero nos
enfrentaríamos a eso juntos.

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Notes
[←1]
Juego de palabras intraducible: Deacon confunde la palabra Foreshock
(terremoto premonitor) con Foreskin (prepucio).
[←2]
Libre en griego.
[←3]
AWOL: acrónimo de Absent Without Official Leave, o Ausente Sin Permiso Oficial, es un
término utilizado en la milicia de los Estados Unidos para describir a un soldado u otro miembro
militar que ha dejado su puesto sin permiso, por lo general, en desacuerdo con una orden en
particular.
[←4]
Dios.
[←5]
Hace referencia a Alcohólicos Anónimos, un lugar para sobreponerse de las adicciones.
[←6]
Hace alusión a un personaje de los X-Men y un aparato que utiliza dicho personaje para saber la
localización de los mutantes.
[←7]
Apestastico originalmente “Sucktastic”, es un juego de palabras entre “Suck” (apesta) y
“Fantastic” (fantástico) Hace referencia a algo que va tan mal o una situación que apesta tanto, que
en realidad es fantástico.
[←8]
Basil es albahaca en español.
[←9]
Deméter o Demetra - es la diosa griega de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven,
ciclo vivificador de la vida y la muerte, y protectora del matrimonio y la ley sagrada.
[←10]
MILF – Mother I´d Like to Fuck que en español significa madre que me gustaría follar.
[←11]
DILF - Dad I´d Like to Fuck que en español significa papá que me gustaría follar.

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