Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
L E T M S L E E P
S A N D R A
S A N M A
ñ
L A P I S L Á Z U L I
Sinopsis Capitulo 14
Capitulo 1 Capitulo 15
Capitulo 2 Capitulo 16
Capitulo 3 Capitulo 17
Capitulo 4 Capitulo 18
Capitulo 5 Capitulo 19
Capitulo 6 Capitulo 20
Capitulo 7 Capitulo 21
Capitulo 8 Capitulo 22
Capitulo 9 Capitulo 23
Capitulo 10 Capitulo 24
Capitulo 11 Epilogo
Capitulo 13 Créditos
Dicen que un ser humano necesita pocas cosas para existir.
Un propósito…
Amor.
Juliette Portland tenía todas esas cosas. Su propósito era simple: Seducir.
Engañar. Matar. Vengar. Una vez que Dornan Ross y sus hijos murieron, su futuro
debía estar claro. Su vida finalmente iba a comenzar. Y el amor... Contra todo
pronóstico, tenía el amor de un chico que nunca pensó que volvería a ver.
Todo debería haber ido de acuerdo al plan. Todo debería haber sido fácil.
Por supuesto, la vida tiene una forma de joderse con los planes más
meticulosos y llamar a las deudas puede tener las consecuencias más severas.
Gracias a la diabólica retribución de Juliette, el cártel de Il Sangue ha perdido a su
líder, pero no por mucho tiempo. Siempre hay alguien entre bastidores, listo para
subir al escenario y tomar el poder. El Club de Motociclistas de los Gypsy Brothers
puede estar tambaleándose por la muerte de su Presidente y sus seis hijos, pero
han vuelto con fuerza.
Dos enemigos mortales, cientos de miembros sedientos de sangre, ambos
bandos ansiosos por castigar a los que intentan derribarlos.
Estoy a salvo.
Pero mis huesos no mienten, y me dicen que se está gestando una tormenta
afuera. Aprieto la mano de Jase una vez, segura de que no voy a dormir más hoy.
Me está alejando.
No dormí más. Nunca fui bueno para dormir, pero ahora, dormir es algo que
raramente hacia.
Juliette lucha contra el sueño tanto como yo, pero ha pasado por más que yo.
Su cuerpo y su mente están más cerca del punto de ruptura que el mío. Aún se está
recuperando de la tortura y el abuso mental que mi padre le hizo caer en los tres
meses que desapareció, los tres meses en que luché por encontrarla.
Todavía no puedo creer que fuera tan idiota. Después de la forma en que
peleamos, asumí que se había ido y la críptica excusa de mi padre de que se había
ido de la ciudad debería haberme alertado. Pero estaba herido. Me rompió el
maldito corazón, apareció como un fantasma, hizo que me enamorara de ella otra
vez y luego se fue y volvió con él. Tenía a mi bebé dentro de ella cuando lo hizo.
Ninguno de los dos lo sabía y eso es lo peor de todo. Si se hubiera quedado. Si la
hubiera encontrado antes. Tal vez nuestra hija estaría aquí con nosotros.
Sé por qué regresó con Dornan después de que despertó del coma. Había
estado en mi propia búsqueda de venganza durante tres años, desde que mi padre
me dejó salir de la jaula en la que me encerró el día que Juliette murió. El día en
que me vi obligado a ver cómo mi padre y mis hermanos casi la matan. Y el
nacimiento. Han pasado ocho meses desde que perdimos al bebé, seis desde que
disparó y mató a Dornan. Tuvimos un breve respiro en Colorado después de que la
mierda se hundiera en Furnace Creek, pero no pasó mucho tiempo antes de que el
cártel cerrara filas y viniera a aullar por nuestra sangre. Corrimos a Nueva York,
luego a Virginia y ahora estamos encerrados en un edificio de mierda en Miami. No
porque no tengamos dinero, sino porque intentamos integrarnos. Nos siguen
encontrando en los agujeros caros, así que pensamos en cambiar de plan y hacer un
sándwich en la parte más sórdida de la ciudad, entre los proxenetas y los
traficantes de drogas. Me afeité el pelo, militarmente corto y dejé que mi cara
afeitada se convirtiera en un rastrojo de tres días; el pelo de Juliette sigue siendo
largo, porque me negué a que se lo cortara para intentar evadirlos, pero ahora es
rojo brillante. Bromea diciendo que la hace parecer una prostituta, pero su sonrisa
se desvanece demasiado rápido cuando lo dice y sé que está completamente
confundida sobre quién es y cómo encaja en este mundo.
—Es mi culpa que nuestro bebé haya muerto —dijo Julz cuando salimos del
hospital con las manos vacías.
Hay un límite de tiempo en el que una persona puede operar con el piloto
automático, juntando los pedazos de restos carbonizados y escapando una última
vez antes de que el grande golpee. Hay tantos lugares donde esconderse antes de
salir de los rincones oscuros para esconderse.
Está aquí a mi lado, pero puedo sentir que se escapa. La estoy perdiendo.
Nos estoy perdiendo a nosotros. No sé qué hacer. Es como estar atrapado en una
celda de tres por tres otra vez. Como estar atrapado bajo el agua y decidir cuándo
tomar ese primer respiro de agua que va a hacer que te ahogues. Como tomarse de
la mano, con las dos palmas manchadas con la sangre colectiva en una puta
pesadilla que nunca termina.
A veces, cuando estoy muy cansado, veo cosas. Lo veo. Por el rabillo del ojo,
Dornan Ross se asoma, aunque esté muerto y enterrado. No le digo a Julz lo que
veo, porque probablemente también empezará a verlo.
Por supuesto, nunca le diría eso. Nunca le diré las cosas que he hecho.
Una niña. Es una niña. Apenas tan larga como un sobre en mis palmas
abiertas.
La echo de menos.
Traducido por Letm Sleep
Corregido por Sanma
Tan pronto como Jase salga del baño, su pecho desnudo aún cubierto de
brillantes gotas de agua, me abalanzaré sobre él.
Antes de que pueda alcanzarlo para besarlo de nuevo, Jase toma mis
muñecas y me hace girar, pateando mis tobillos para abrirme las piernas. Ya estoy
empapada con el pensamiento de él dentro de mí, y mi aliento se engancha en mi
garganta mientras sus dedos tiran de mis bragas a un lado y se deslizan a lo largo
de mi coño mojado.
Me empuja hacia abajo para que mi cara esté contra el colchón, mi culo en el
aire y me golpea con su polla en un movimiento insoportable que duele y arde, y
casi me hace correrme. Tenemos sexo ahí mismo, me inclino al lado de la cama y
Jase me folla por detrás, duro, rápido, carnal y son los únicos quince minutos del
día en los que me siento cualquier cosa menos rota y asustada.
Me hace mal al estómago que no quiera tocar a Julz. Es casi tortuoso tener
que follarla, porque simultáneamente quiero apartarla y follarla hasta que esté
llorando. No puedo reconciliar la forma en que quiero consumirla y rechazarla de
una sola vez. Bueno, en realidad sí puedo.
Es una ilusa.
La chica es inteligente, sin embargo. Sabe que hay algo oscuro dentro de mí
que quiere salir. Sigue pidiéndome que se lo diga, con ese suave susurro de
garganta y esos interminables ojos verdes inclinados hacia mí. Quiere saber todos
los secretos que se pudren dentro de mí, pero si alguna vez se lo digo, sabrá que soy
peor de lo que fue mi padre.
Dicen que la manzana nunca cae lejos del árbol y yo diría que esta manzana
nunca jodidamente cayó, punto. Soy la manzana brillante que podría haber lucido
mejor en la superficie, diferente al resto de ellas, llena de promesas de que hay otra
manera, pero me rompieron. Me hicieron peor de lo que cualquiera de ellos podría
ser.
Hice daño a la gente. Hice daño a las mujeres.
Maté a gente.
El primer hombre que maté fue John Portland y lloré mientras apretaba el
gatillo. Sí, era un niño estúpido y me rogó que lo hiciera, y sí, fue un asesinato por
piedad, pero no importa. El punto es que su vida fue la primera que me tocó. Maté
al padre de Juliette, por el amor de Dios, y después de que terminé su vida con una
sola bala, entregada en la oscuridad en un sótano sucio, no me detuve.
No pude detenerme.
Se va, me deja aquí con Elliot y no sé a dónde va. Desde que el cártel nos
encontró en Colorado, encontraron a Elliot y a su familia también. Todos hemos
estado moviéndonos y corriendo, manteniendo nuestras cabezas bajas y nuestras
armas desenfundadas hasta que podamos resolver esta mierda. La DEA1 hace todo
tipo de promesas sobre el arresto de Julián, el hermano de Emilio y el nuevo jefe de
toda esta operación, pero siguen estancados. Necesitan más pruebas. Necesitan un
caso más fuerte. Mientras tanto, Elliot arrastra a su exnovia y a su pequeña por
todo el país, escondiéndose en un lugar diferente cada semana o dos. Su hija
pequeña está tan asustada que apenas habla. Elliot está destrozado y Amy parece
ser la única que se mantiene unida. Es psicóloga, así que tal vez tenga una técnica
para evitar el miedo que nos falta a los demás.
La DEA nos hace esperar, nos da promesas vacías mientras nos recuerdan lo
que les debemos. Testimonio en la corte. Dicen que Jase y yo obtendremos
inmunidad por las cosas que hemos hecho, siempre y cuando testifiquemos contra
el cártel y los Gipsy Brothers, pero ¿es realmente tan simple? ¿Será realmente un
La DEA dice que necesitan más pruebas antes de poder arrestar al hermano
de Emilio, Julian Ross, y llevarlo a juicio. Pero no estoy segura de que eso sea lo
que necesitan.
Puede que haya sobrevivido a lo que Dornan me hizo, pero entonces era
diferente. Más joven. Más estúpida. He tenido demasiado tiempo para pensar
desde que salí de la jaula en la que me encerró. He perdido a nuestra hija. He hecho
que mucha gente viva con un miedo real de ser cortada en cualquier momento.
Soy la razón por la que la abuela de Elliot fue asesinada. Dornan pudo
haber usado sus manos para matarla a golpes, pero fue por mí y por las cosas que
les hice a sus hijos y a su club.
¿El disparo? ¿La paliza? Ella habría sobrevivido a ambos. No quería matarla
con su violencia. Sólo quería hacerle creer que podría sobrevivir a su furia. Incluso
mientras la mataba, fue tan cruel como para hacerle creer que tenía la esperanza de
salir con vida.
A menudo me pregunto si sabía que estaba allí para matarla. Tal vez se
aferró a la esperanza de que la golpeara hasta hacerla papilla como castigo por
haber huido de él con su hijo nonato. Conmigo.
Antes de que naciera, ya era la razón por la que mi madre estaba condenada
a morir.
Así que ella me lo dijo, eventualmente. Y tan pronto como lo hizo, tan pronto
como dijo Dornan Ross es tu padre, deseé que me mantuviera en la oscuridad. Me
mintió. Tu padre mata gente, dijo. Es un hombre muy, muy malo. No te pareces
en nada a él.
A veces me imagino cómo habría sido la vida si hubiera vivido. Si nunca nos
hubieran encontrado, viviendo pacíficamente, en nuestra sencilla casa en Colorado.
Comprando en tiendas de segunda mano porque no teníamos dinero, comiendo
malditos frijoles y el pan que marcaron el día después de que empezó a estar
rancio, caminando a la escuela en la nieve en invierno con mis zapatillas
aporreadas que no evitaban que el hielo frío y derretido se filtrara. Era una maldita
ignorancia dichosa, y en un instante me lo quitaron todo.
Me gusta pensar que su muerte fue rápida. Que no sufrió. Pero he visto a mi
padre matar a mucha gente entre entonces y ahora, y creo que, la forma en que la
amaba, la forma en que lo dejó cuando se enteró que estaba embarazada de mí…
Creo que su muerte fue cualquier cosa menos rápida.
Así es como la encontré. Inmóvil, cubierta de sangre, la jeringa aún colgando
de su pálido brazo. Había llegado tarde a casa ese día. No creo que hubiera
importado si hubiera podido salvarla, porque aunque llegué tarde a casa, estaba
helada cuando la saqué de la bañera y traté de revivirla en mis brazos.
No se despertó.
—¡MAMÁ! —grité.
—¿Quién dijo que le di una opción? —respondió y estoy seguro de que fue lo
más honesto que me dijo en toda mi vida.
No quise enamorarme de Julz. Era sólo un niño y ella era aún más joven que
yo, pero desde la primera noche cuando entró en mi habitación, con los ojos verdes
abiertos de par en par por lástima y conmoción, era mía. Caí con fuerza,
instantáneamente y juré que su destino no coincidiría con el de mi madre porque la
protegería
Y, sin embargo, menos de un año después, estaba mirando y gritando
mientras mi hermano Chad le ponía la mano en la boca y la violaba. Él fue el
primero, pero no el último. Mi padre se lo guardó para sí mismo. La ató a una silla,
desnuda, sangrando y la interrogó, por traicionar al club junto con su padre.
Habíamos sido adolescentes inexpertos y torpes -ella más que yo- y casi
tuvimos sexo esa noche, pero me detuve. Quiero que sea especial para ti, le dije.
No quería quitarle la virginidad en secreto en su dormitorio. Quería que fuera
especial. Quería que se sintiera amada. Podía esperar, le dije. Esperaría por
siempre por ella.
No había hecho nada malo, pero aún así la destruyeron, hora por hora,
hermano por hermano, hasta que lo único que quedó fue una niña desnuda,
ensangrentada e inconsciente con las marcas de ligaduras en sus muñecas que
contaban la historia de su tortuoso final.
Creo que mi padre supo entonces, cuando volvió del hospital para contarme
su muerte, que no cooperaría más con su maldita depravación. Me volví loco. Lo
golpeé hasta hacerlo papilla y él me dejó, porque creo que se estaba tambaleando
por la destrucción que acababa de permitir a una chica que decía amar como la hija
que nunca había tenido.
Mi padre me visitó todos los días al principio. Junto con mi hermano mayor,
Chad, me amordazó con uno de mis calcetines y me ató a una silla, delante de una
mesa que contenía un pequeño televisor y un vídeo.
Mi padre, con su rostro lúgubre y decidido, hizo que Chad se marchara una
vez que estuve asegurado. Luché contra las cuerdas cuando mi padre trajo a una
chica, vestida como una prostituta, en pantalones cortos ajustados y con un corpiño
sin tirantes que le empujaba las tetas hacia arriba y juntas. Recuerdo que se
llamaba Starla, porque se quitó ese corpiño sin tirantes y los pantalones cortos
hasta que estuvo completamente desnuda, salvo por las estrellas doradas que se le
pegaron en los pezones.
—Asegúrate —dijo. Sus ojos se abrieron de par en par, como cuando le pones
una pistola en la cabeza a alguien. Seguí observando, sin preocuparme por su
interacción, como si yo no estuviera allí. Incluso entonces, incluso antes de la
depravación del agujero, ya estaba empezando a volverme loco.
Cerré los ojos mientras se arrodillaba entre mis rodillas abiertas, sus manos
temblorosas alcanzaron la hebilla de mi cinturón, abriéndola, separando la
cremallera de mis pantalones.
No.
Estaba tan obsesionado con evitar que mis hermanos atacaran a Juliette que
apenas noté a mi padre grabando todo.
Algo duro y metálico golpeó contra la parte posterior de mi cabeza. Abrí los
ojos por reflejo cuando sentí que la sangre caliente rezumaba de mi cuero
cabelludo. Mi padre se paró sobre mí, acabando de pegarme con una pistola en el
cráneo y escuché sobre el video el chasquido de él amartillando su revólver
mientras lo colocaba contra la cabeza de la chica. Con su otra mano empuño el
cabello, arrastrándola de vuelta a sus rodillas delante de mí.
Empezó a llorar. Sin duda se imaginó algo más fácil cuando aceptó bajar y
chupársela a un Gipsy Brother.
Todavía recuerdo lo fríos que estaban sus dedos cuando me agarró la polla y
la sacó al aire.
—Sólo quiero irme —le dijo a mi padre—. Prometo que no se lo diré a nadie.
Estaba temblando. Vibrando. Todo lo que podía oír era el pulso de mi propia
sangre en mis oídos mientras mi corazón tronaba, tratando de protegerme del
sonido grabado de las súplicas de Juliette.
Cuando salió de la habitación con la chica, con su rímel por toda su pálida
cara y su pelo despeinado, seguía pensando que podría esperar a que saliera. Que
nunca caería en su locura.
Entonces la chica gritó, sonó un disparo y algo pesado golpeó el suelo al otro
lado de la puerta.
—Es tan difícil encontrar ayuda decente en estos días —dijo mi padre,
bajando la mano y sacando el calcetín de mi boca mientras se reía.
—¿Por qué? —lloré—. ¡Ni siquiera la conocías!
—Lo serás —dijo—. Cuando te des cuenta de que tu única salida es empezar a
actuar como mi hijo, querrás que sea tu padre.
No fue placentero.
No fue bueno.
Fue una puta pesadilla, una que se repetiría a diario, durante tres años,
hasta que dejé de resistirme y empecé a follar y a asfixiar a todas las chicas que
pasaban por el oscuro agujero en el que estaba encerrado.
Pero en realidad, sólo puedo culparme a mí mismo, ¿no? Soy el que siguió
sus planes al principio, cuando ganaba contra los Gypsy Brothers. Cuando los
estaba eliminando, uno por uno. Protesté a cada paso, pero no soy un espectador
inocente en todo esto. Fui un cómplice voluntario. Le conseguí las drogas que
mataron a Maxi. Personalmente, hice las múltiples bombas sucias que usó para
matar a dos hermanos e hirió a otros dos. Le dije que tenía que parar, y luego le di
todo lo que necesitaba para seguir adelante hasta que acabara con cada uno de esos
hijos de puta.
Me gusta pensar que soy un tipo bastante tranquilo, pero incluso yo tengo
mis límites. Y temo que estoy a punto de llegar. Estoy muy listo para entrar en la
oficina de la DEA y empezar a disparar.
La única razón por la que no lo hago es porque son la mejor oportunidad que
tenemos de salir vivos de este lío.
—Jase me pidió que pasara por aquí —digo, extendiendo mis brazos. La
chica parece necesitar un maldito abrazo y unas dieciséis hamburguesas de queso
graso inyectadas en sus venas. Sus vaqueros y su camiseta negra cuelgan de su
ligera estructura, sus pómulos sobresalen y su piel está pálida. Es una caricatura
vergonzosa de Juliette y Samantha, con sus ojos verdes naturales, su nariz y pecho
decididamente no naturales.
La oigo respirar con hipo y mi cara se cae. Está llorando. Siempre está
llorando. Nunca la he visto así.
—Hey —susurro, acariciando su brillante cabello rojo con una mano, todavía
húmedo de la ducha que estaba tomando cuando llegué y Jase salió corriendo.
Todavía no me acostumbro al color, rojo brillante y chillón, pero supongo que ese
es el punto. No se parece en nada a la morena bronceada que buscan los Gypsy. En
lo que respecta a las apariencias, diría que encaja perfectamente en el tramo más
sórdido de la autopista de Miami.
—Se está volviendo un poco repetitivo —digo, guiñándole el ojo. Se ríe, y eso
hace feliz a mi corazón.
No hemos estado juntos por casi cuatro años, pero sí. Haría cualquier cosa
para devolver la luz a los ojos verdes de esta chica.
—Te traje café —digo, entregándole a Juliette el café descafeinado sin marcar
de la bandeja en la mesa de café frente a nosotros. Está tan animada que no
necesita una gota más de adrenalina en sus venas. Tampoco quiero que me dé una
actitud por ello, así que es descafeinado secreto.
—Ja, ja —dice, dejando la taza delante de nosotros—. ¿Dijo Jase a dónde iba?
Aún recuerdo cómo se me retorcieron las tripas cuando los Gypsy Brothers
se llevaron a mis chicas. Mi pequeña Kayla no tenía ni tres años. Amy, como
psicóloga empleada por la policía de Los Ángeles, estaba acostumbrada a sentarse y
a escuchar a los policías hablar de disparar sus armas, o a ver cadáveres. Ese tipo
de mierda. Se sentaba en una oficina con aire acondicionado y escuchaba a los
chicos buenos desahogando sus secretos y miedos, y luego se iba a casa por la
noche a un lugar seguro.
Todavía recuerdo cómo dejé caer el cartón de leche al suelo, la forma en que
explotó a mis pies. También dejé caer el osito de peluche en un charco de aceite,
justo cuando mi auto desapareció en el tráfico.
—¿Adónde crees que va? —me pregunta Juliette—. ¿Crees que se va a reunir
con Fitzsimmons? —Se ve tan joven, con la cara restregada de cualquier maquillaje,
4 Parada rápida.
los ojos llenos de todo lo que le preocupa. Y hay demasiadas cosas. Es como el
fantasma de dos chicas, Juliette Portland y Samantha Peyton, porque es ambas
personas, y no es ninguna de ellas. Es lo que quedó después de la caída.
Me dijo más. No mucho más, pero más de lo que estaría dispuesto a decirle a
Juliette ahora mismo. Amo a la chica, pero me confió sus secretos, su vergüenza y
no voy a romper esa confianza. Pasaron algunas cosas jodidas y debería ser él quien
se lo dijera, no yo. Tendrá que preguntárselo ella misma. Y seguir preguntando,
hasta que él se lo diga.
—Julz.
—El.
Suspiro, recordando la manera temblorosa en que Jase contó su propio
cautiverio mientras buscábamos a Juliette juntos. —Me dijo que estaba oscuro. Que
siempre estaba oscuro.
Respira con fuerza, cubriendo su boca con la palma de la mano. Sus ojos se
desbordan mientras sostiene la otra mano sobre su estómago plano, doblándose
sobre sí misma hasta que su cara es presionada contra sus rodillas. Dice algo una y
otra vez, pero no puedo escuchar las palabras, porque las dice de rodillas y el
sonido es apagado.
ElDejóLaLuzEncendidaParaMi
Dornan puede estar muerto, pero aún se las arregla para joder a estos dos,
con todos nosotros, desde la tumba.
Traducido por Letm Sleep
Corregido por Sanma
—Tengo un mal presentimiento sobre este hijo de puta, Tommy —le digo,
mirando los ladrillos rojos que se desmoronan delante de mí. Hago un puño.
Pienso brevemente en golpear la pared. Decido, a regañadientes, que no necesito
las preguntas que mis nudillos ensangrentados podrían plantear. Dios, ni siquiera
puedo descargar mi rabia en un maldito objeto inanimado sin que me molesten
estos días.
Pongo los ojos en blanco. Nuestro controlador de la DEA puede ser corrupto,
pero hasta que podamos probar algo, estamos a su antojo. Un movimiento
equivocado, un intento de movernos sin su permiso y Juliette y yo seremos
encarcelados, la acusación de asesinato que la CIA 5 nos trajo se reincorporará
automáticamente. La DEA nos está ayudando a permanecer ocultos y por ahora ese
—¿San jodido Fran? ¿Qué clase de crimen ocurre allí? ¿Robo de iPads?
—En serio —digo—. Sabes que la gente de allí odia cuando lo llamas Frisco.
O San Fran.
—Bien. Entonces, ¿puedes conseguirme algo sobre este tipo Fitz? Voy a tener
que dispararle si sigue jodiendo.
6 Ciudad de frikis.
—Relájate, hermano. Estaba bromeando. —Es curioso que ninguno de los
dos seamos ya técnicamente Gypsy Brothers, porque él está desaparecido y a mí me
están persiguiendo, pero es más hermano mío que cualquiera de mis hermanos de
carne y hueso.
Pongo los ojos en blanco. —¿Estás seguro de que no eres gay, Tommy? Aquí
no se juzga. Pero en serio, ¿un MacBook de oro?
Le oigo sorber su café otra vez y decido que no puede ser tan malo.
—No soy gay —dice Tommy, y lo oigo hurgando en el fondo—. Conocí a una
chica encantadora, te lo haré saber. Es una masajista.
—¿Te dio un final feliz? —Hago bromas, no para ser un imbécil, sino porque
es muy refrescante hablar con alguien medio normal.
—No hasta la segunda cita —responde—. Dijo que tengo los pies más suaves.
Se ríe. —Bien. Me tengo que ir. Este portátil es todo lo que tengo para ver
bellezas brasileñas pechugonas y acabas de chisporrotear la maldita cosa.
Levanto las cejas y baja el arma, limpiándose los ojos con los dedos.
Inmediatamente me arrepiento de haberla dejado después de haberme acostado
con ella, pero necesitaba alejarme antes de hacer algo de lo que me arrepintiera
seriamente. Como intentar estrangularla, o atarla y darle una paliza, o empujarla
hasta las rodillas y follarla por la boca hasta que me suplicara que parara. No puedo
hacerle esas cosas, porque es mi chica y la amo, y no debería querer hacerle esas
cosas. Puede que esté bien para otras personas, hay estilos de vida enteros
construidos alrededor de dominar a alguien sexualmente, pero es Juliette, y
después de lo que mi padre le hizo, después de lo que todos le hicieron, no puedo
ser rudo con ella. No puedo traer violencia a nuestra cama, a nuestra relación. Veo
la forma en que Elliot es con ella, sin esfuerzo, tierno, gentil, paciente y no tengo ni
puta idea de cómo ser esa persona. Lo intento. Me esfuerzo tanto por ser el hombre
que ella necesita que sea. Pero se está haciendo más difícil. Tengo esta rabia dentro
de mí que nunca cesa y necesito un lugar para que se vaya.
Elliot se ríe. —Sí. Sólo quería ver la mirada en tu cara. Parece que te vendría
bien reírte un par de veces. Te van a salir arrugas si sigues frunciendo el ceño así,
ya sabes. —Se estruja la cara dramáticamente y sacudo la cabeza. No sé cómo
Tommy y Elliot pueden ser tan jodidamente alegres todo el tiempo. Incluso cuando
estamos en lo que parece ser el fin del mundo y aunque Elliot tenga un niño en la
pelea, puede contar chistes tan rápido como yo parpadeo.
—Oye, si pudiéramos poner Netflix en ese pedazo de mierda de TV, me
mudaría permanentemente.
Sí. Estoy fumando de nuevo. Hace años que no fumo, pero es algo que tiene
que ver con mis manos, algo para ocupar las horas ociosas. Hay algo tan crudo y
satisfactorio en quemarse negro de adentro hacia afuera, y entonces sí, estoy
fumando de nuevo.
—¿Cómo ha ido?
Juliette.
Me quita el cigarrillo de los labios y lo pone en los suyos, sus labios son tan
jodidamente sexys cuando chupa, inhalando el mismo veneno que acabo de
respirar. Es una jodida metáfora perfecta para nuestra relación; la estoy
envenenando un poco más cada día. Ni siquiera lo sabe. Cree que le he perdonado
por todo lo que ha hecho, follándome a mí y a mi padre al mismo tiempo, huyendo
de mí en Santa Mónica, mintiéndome sobre su adicción a las drogas y perdiendo a
nuestro bebé en una neblina de heroína brutal, porque soy una buena persona.
—¿He hecho algo para hacerte enojar? —pregunta en voz baja, y suspiro. Me
vuelvo hacia ella, tirándola hacia mí. Todos los hombres de su vida han abusado de
ella, la han defraudado o simplemente se han ido. Y tengo que recordarme a mí
mismo salir de mi maldita cabeza y estar ahí para ella como lo necesita.
—No, nena —digo, abrazándola tan fuerte que puedo sentir sus costillas—
Estoy cansado de este maldito lugar.
Pongo mis manos sobre sus hombros y la tiro hacia atrás para poder ver su
rostro; esos ojos verdes y vidriosos serán mi muerte. —Nena —digo, suavizándola,
apretándola contra mi pecho otra vez. Pongo el cigarrillo entre mis dientes para
poder usar las dos manos para sujetar su ligera estructura a la mía, para hacerle
sentir segura, para hacerle sentir como si todavía fuera mía. Estoy tan jodidamente
enfadado conmigo mismo por la forma en que la dejé en la cama con mi veneno
sobre ella. Cree que me fui cuando empezó a llorar, pero escuché el primer sollozo
antes de que se silenciara.
Cuando estás muerto eres libre, ¿verdad? Libertad eterna. Excepto que
probablemente vayamos al infierno a pasar el rato con papá Dornan. Pero no le
digo eso. No le digo que, por primera vez, no estoy seguro de que salgamos de esto
con vida. Sé que también se siente así y sé que más que nada, necesita que yo sea su
voz de esperanza.
No quiero recordar todo lo que perdimos ese día, pero es de lo único que
quiere hablar. Creo que Juliette tiene miedo de que, si dejamos de hablar de
nuestra bebé, será como si nunca hubiera pasado, aunque es lo único en lo que
pienso. Soy joven y soy un maldito cañón suelto, pero fui el padre de alguien por un
momento, y en ese momento, vi todas las cosas buenas que podría haber sido.
Tengo que estar de acuerdo con ella, sin embargo. Desearía que no
hubiéramos enterrado sus cenizas en Colorado, porque nos estamos alejando y
aunque nuestra hija está muerta y no tiene sentido, quiero estar cerca de ella.
Quiero cepillar la nieve de su tumba y coger flores frescas. Quiero llevarla con
nosotros, siempre.
Y mientras todo esto pasa ante mis ojos, los engranajes del cerebro de
Juliette dibujan líneas y conectan puntos y disparan malditas sinapsis. Miro a mi
izquierda, viendo a Elliot mientras entra en el apartamento, hablando por su móvil.
Genial. Puedo decir que tan pronto como termine de destruir el alma de Juliette un
poco más aquí, oiré algunas malditas malas noticias ahí dentro...
—No —digo, demasiado rápido. Maldita sea. Es astuta, incluso cuando está
un poco loca. Sus ojos verdes me miran fijamente, llenos de preguntas, llenos de
sospechas. Dios, soy un mal mentiroso. Para ella, al menos.
Sus ojos se abren de par en par por un segundo. Eso es todo. Es la única
reacción que tiene. No llora. No jadea. Ella. No. Hace. Nada.
Elliot escoge ese maldito momento exacto para salir al pequeño balcón, tan
pequeño que apenas cabemos. Le miro, con la boca abierta y el móvil todavía
encendido en su mano, y mis ojos deben decirle que cierre la puta boca, porque
vuelve a cerrar la boca y mira de mi a Juliette.
—Me mató. ¿Te lo dije? —Su cara está en blanco, tan vacía que yo soy el que
está aterrorizado—. Me mató y me trajo de vuelta, una y otra vez.
No.
Aprieto mis puños hasta que siento que los huesos se crujen sobre sí
mismos, cada músculo de mi cuerpo enrollado y listo para el ataque. Imagino a Julz
desnuda y atada, sus piernas atadas a postes de cama oxidados, siendo follada,
disfrutando. No. Quiero destrozar a alguien, sentir su puta vida drenándose entre
mis manos mientras le exprimo cada gota de vida. Recuerdo la forma en que tomé
el cuchillo de Donny y lo masacré, mi propio hermano, cortado, apuñalado y
mutilado hasta que quedó irreconocible y se sintió como si me ahogara en su
sangre.
Quiero hacerle eso a alguien ahora. Quiero hacerle eso a Dornan. Pero no
puedo porque está muerto, y nos estamos escondiendo, no hay ningún otro lugar a
donde ir.
—¿Me nombró?
—Chicos —dice Elliot de nuevo, su tono es más agudo esta vez—. Nos han
descubierto. El cártel sabe que estamos en Miami. Nos vamos. Tenemos que irnos.
Ahora.
Traducido por Letm Sleep
Corregido por Sanma
Miro hacia el océano, donde las nubes de tormenta se están reuniendo, como
lo hacen casi todas las tardes en algún momento. Maldita Florida. Nunca pensé que
diría que extrañaba Los Ángeles, pero extraño Los Ángeles y su confiable sol.
—Nos reuniremos con ellas en la pista de aterrizaje —dice—. Están con Luis.
Y tenemos… —Comprueba su reloj—, una hora para llegar a la pista de aterrizaje
antes de que nuestro piloto regrese a Los Ángeles sin nosotros. Si no lo logramos, al
menos las chicas lo harán. Tommy se reunirá con ellas allí.
Elliot sacude la cabeza con fuerza. Veo la forma en que sus manos agarran el
volante, un agarre mortal que hace que sus dedos se pongan blancos. —Lo
conseguiremos.
Ahí está ese nombre otra vez. Julian. El hermano menor de Emilio, el tío de
Dornan. Me estremezco cuando sale de la boca de Elliot. Luego recuerdo que no
escuchó la conversación que Jase y yo tuvimos sobre mi nombre. Que Elliot no sabe
lo que me acaban de decir. Que Dornan eligió mi nombre. Que ha estado eligiendo
por mí desde el día en que nací. Cuando vivía. Cuando morí. Cuando sufría. Y
cómo, aunque esté muerto, sigue decidiendo por mí.
—Acabo de hablar con Tommy, como, hace media hora —dice Jase—. Estaba
bien.
—No me dijiste que habías hablado con él —digo, una extraña sensación en
mi pecho. Es extraño que no me dijera que habían hablado. Me siento tan excluida
de lo que está pasando. Tan inútil.
Me hace enojar.
—No me reuní con Fitzsimmons —dice Jase—. Estuve hablando con Tommy.
Averiguando cómo comprobar a Fitz, ver si es corrupto.
Elliot se quita la gorra y se sube las mangas, lo que significa que estamos lo
suficientemente lejos del motel para estar seguros. Me siento, mirando por la
ventana para ver más palmeras y malditos canales.
—¿Quieres decir —le interrumpe Elliot—, que has tenido un contacto del FBI
sentado en tu teléfono todo este tiempo y no nos lo has dicho?
—¿Confías en mí?
Sacudo la cabeza, mirando por la ventana. Que le den a Jase. Que se joda
Isobel, quienquiera que sea. Al diablo con todo esto.
¿Por qué no me dice lo que le pasó mientras estaba con Elliot en Nebraska?
Doblo mis brazos sobre mi pecho y aprieto los dientes. Estoy enojada. No me
gusta esto, ni un poco. Al menos cuando Dornan estaba vivo tenía alguna
apariencia de control. Sabía lo que le gustaba y sabía cómo dárselo. Lo mantuve
satisfecho. Lo mantuve en la oscuridad. Ahora, soy la que se mantiene en la
oscuridad, sobre todo, y estoy harta de eso.
Jase hace la llamada. Escucho una voz femenina en el otro extremo, pero no
habla lo suficientemente fuerte para que yo pueda distinguir las palabras. El tono
de Jase se corta, casi se precipita. Como si no pudiera esperar para hablar con ella
por teléfono. Como si fuera un adolescente nervioso. Le detalla nuestra situación y
veo el visible alivio en su cara después de escuchar lo que tiene que decir. Cuando
termina la llamada, Elliot se gira para mirarlo, levantando las cejas. —¿Nos vas a
poner al corriente?
Jase se aclara la garganta. —Se reunirá conmigo —dice—. Esta noche. En Los
Ángeles.
Las cejas de Jase prácticamente han tocado hasta al puto techo. —¿Te
refieres a cómo estabas con Dornan? Sí. Estuve con ella. Fue hace mucho tiempo,
carajo.
—Ustedes dos deberían pensar menos en Dornan y más en salir vivos de esto
—interrumpe Elliot, con tono serio—. Está muerto, ¿recuerdan? Piensen en todo lo
que ambos pasaron para llegar aquí. ¿Qué sentido tiene si van a ser unos imbéciles
el uno con el otro?
—Éramos amigos —dice Jase—. Fue hace mucho, mucho tiempo. Te fuiste.
Me necesitaba para su caso y la necesitaba para que encerraran a Dornan. Eso es
todo. Nadie sabía que irrumpirías como un maldito huracán y empezarías a volar
mierda.
Elliot mira a Jase por el espejo retrovisor. —¿Es guapa? ¿Está soltera?
—Qué —se ríe, quitando una mano del volante y poniéndola en un gesto
defensivo—. Estoy soltero, Julz. Tengo que tomar lo que pueda. ¿Crees que tendrá
una cita conmigo?
—Dios no permita que vayamos más rápido en este Taurus —dice Jase.
Elliot responde acelerando, haciendo que tanto Jase como yo nos tumbemos en
nuestros asientos. Mantengo mis ojos en nuestros alrededores mientras pasan
zumbando, notando que nos acercamos al centro de la ciudad con cada milla. Las
pistas de aterrizaje no suelen estar en el centro, a menos que tomemos un
helicóptero para salir de aquí.
Miro a Jase, mis cejas levantadas. Espero que no nos jodan siguiéndonos.
No, en serio. No he hablado con Isobel en dos putos años, desde que dejó la
DEA, y ahora la veré esta noche.
La última vez que la vi, me vine por todo su rostro y la dejé atada y desnuda
en una habitación privada dentro del Black Heart.
Quiere que nos veamos en el mismo puto club. Conmigo. Sólo conmigo. Con
nadie más.
Jodida vida.
Nunca, nunca tocaría a otra mujer, no cuando tengo a Julz, pero la idea de
volver al lugar donde libremente he consentido todos mis deseos más oscuros está
haciendo que mi corazón se salga de mi puto pecho.
No quiero volver allí. El viejo yo estaría allí más rápido que un rayo, pero el
viejo yo era un psicópata. Y mierda, tal vez todavía soy un psicópata, pero: Julz.
Mis ojos caen de sus dedos a los míos. Mi mano finalmente ha dejado de
sangrar, el dolor sordo en mis nudillos me recuerda, pulsación por pulsación, la
historia que Juliette decidió compartir acerca de ser asesinada, resucitada y
violada.
Elliot aparca, salta del auto y corre hacia el avión, con Luis saludando en la
puerta. Señala al cielo y oigo un fuerte estruendo que repercute hasta los dedos de
los pies, mis sentidos están en alerta máxima. Al diablo con este lugar. Vámonos de
aquí, pienso.
—Juliette —decía, bajo las mantas conmigo para que no pudiera ver los
relámpagos—. Está bien. Es hermoso. Un día, aprenderás a mirarlo. Es sólo la
naturaleza.
—Hey, estamos todos aquí, jefe —llama Luis al piloto. Es curioso, porque
Luis es el jefe aquí y todavía no tengo ni idea de cómo financia todo esto. Sé que
tiene lazos con el cártel de los Skullz, pero no estoy segura de qué tan alto es.
Siento que el asiento de al lado se mueve y miro para ver a Elliot. Estiro mi
cuello por delante de él, viendo a Jase al lado de Amy, charlando con ella y Luis.
—Nunca me hablaste de eso —dice Elliot—. Lo que dijiste en el
apartamento… —se calla.
—Oh, porque nos sentamos a la mesa tantas veces juntos —dice, burlándose
de mí.
—No me gusta estar aquí —susurro, dándome cuenta de que sueno como
una niña cuando miro a Elliot—. Tormenta demasiado jodida. Me asusta.
—Jase solía sostener mi mano cuando estaba asustada —digo, haciendo una
mueca de dolor mientras el piloto cierra de golpe la puerta de la cabina.
Estoy muy ansiosa, pero también debo estar agotada. Todos eligen un
asiento, el avión despega, y tan pronto como el tiempo se despeja me quedo
dormida. Puede que odie volar, pero lo más tranquilizador es que nadie puede
llegar hasta nosotros aquí arriba. Es como si estuviéramos suspendidos de la
realidad por unas pocas horas, y a menos que alguien sea lo suficientemente bueno
como para derribar el avión, somos de oro. No creo que eso suceda nunca. Los
Gypsy y el cártel están llenos de la clase de hombres que quieren verte morir de
rodillas delante de ellos, no dispararte desde el cielo.
La humedad se ha ido, reemplazada por un calor seco y suave que hace que
la niebla de mi cerebro se levante considerablemente. Por primera vez en mucho
tiempo puedo pensar con claridad.
Una vez que Elliot llega, hay un silencio colectivo por unos momentos. Ya
me siento un poco mejor sólo por estar en mi casa. Conozco estas calles como la
palma de mi mano, y todos los lugares favoritos de los Gypsys. Siento que puedo
ver el peligro mucho más fácilmente aquí que en Miami. Y, finalmente, siento que
algo está a punto de suceder. Estoy cansada de vivir en el limbo. Cansada de correr.
8 Airbnb es un mercado comunitario que sirve para publicar, dar publicidad y reservar
alojamiento de forma económica en más de 190 países a través de internet o desde tu smarthphone.
Está basado en la modalidad “Bed and Breakfast” (de donde proviene el “bnb”).
Y a juzgar por las caras que me rodean, no soy la única. Jase se sienta a mi
derecha, Elliot a mi izquierda, y Tommy y Luis están frente a mí. Todos están al
límite, pero todos están manejando su mierda. Hay un hilo de excitación
controlada que nos une a los cinco en esta mesa, y ni siquiera hemos empezado a
hablar.
Elliot asiente. —Luis —dice—. ¿Traes algún juguete divertido en tu jet para
nosotros?
Luis golpea la mesa con la palma abierta. —El lanzador de cohetes es mío.
Tengo AKs para ustedes, civiles.
—Eres un civil —dice en voz alta Tommy—. A mí, por otro lado, se me
debería permitir estar a cargo del lanzador de cohetes.
—Tal vez deberíamos averiguar qué carajo vamos a hacer en la próxima hora
y cuarenta y cinco minutos —interviene Jase. Es el menos simpático de todos
nosotros, y no puedo culparlo. Está profundamente preocupado. Puedo ver las
grietas que empiezan a aparecer. Está cansado, nervioso y muy enojado.
—Les damos donde les duele —le digo. Cuatro pares de ojos se vuelven hacia
mí—. La casa club. Mañana. Mañana es domingo. Todos estarán allí para la iglesia.
—¿Recuérdame otra vez por qué nos reunimos con esta agente del FBI en un
club de sexo? —pregunta Tommy—. Como, ¿por qué la necesitamos?
Luis sonríe, Tommy se ríe, Elliot se chupa las mejillas para no perder la
cabeza y Jase mira al techo. Incluso yo estoy luchando para no reírme.
—¿Te dijo que Fitz estaba sucio hace semanas? —pregunto—. ¿Y no dijiste
nada?
Elliot parece ofendido. —No las llames perras —dice, asintiendo con la
cabeza hacia mí.
—Lo voy a sacar —dice Tommy—. Sé lo que todos están pensando, pero no es
como el resto de ellos. No lo es.
Víbora es uno de los más notorios Gypsy Brothers, pero tengo que estar de
acuerdo con Tommy. No es igual que Dornan y sus hijos. Hay hombres con
moralidad cuestionable y luego hay hombres como Dornan Ross.
—Sabe que soy de la DEA —dice Tommy—. Lo sabe desde hace años.
Las cejas de Jase casi llegan al techo. —¿En serio? ¿Cómo sabemos que no
nos va a apuñalar por la espalda?
—¿Alguna vez has disparado una ametralladora, guapa? —me pregunta Luis
Resoplo. —Por favor. Viví con Elliot durante tres años. Puedo disparar mejor
que él.
Son los planos de construcción de la casa club de los Gypsy Brothers. Una
emoción se apodera de mí mientras escucho a Luis detallar todas las entradas y
salidas, las escaleras de incendio y las escotillas del sótano, y Tommy se inclina
para destacar los mejores lugares para empacar explosivos.
Acababa de volver de llevar a Juliette al hospital. Está viva, está viva, eso es
lo que me decía a mí mismo. Papá no la dejará morir. No puede. Ella sabe dónde
está el dinero. Ni siquiera yo sabía dónde había escondido el padre de Juliette el
dinero que Mariana había desviado de las cuentas bancarias del cártel durante un
período de casi diez años.
Recuerdo que el arma era demasiado pesada en mi mano, cargada con una
sola bala. Mi padre, que era un maldito psicópata, ya había disparado a John
Portland por acostarse con su mujer. Le disparó en la polla. Todavía puedo oírlo
gemir, la forma en que su sangre empapó el suelo a su alrededor.
—Nunca pensé que estaría feliz de volver a Los Ángeles —dice, mirando por
la ventana el cartel de Hollywood en las colinas.
Me pone la mano en la mejilla, dando un paso adelante, así que tengo que
dar un paso atrás. Me empuja hasta que estoy apoyado en la cama, presionando
mis hombros para que me siente en el borde.
Tal vez es porque hay una gran posibilidad de que ambos muramos esta
noche.
—Nada —jadea Julz, besándome con un hambre que me hace querer follarla
tan fuerte que grite. Es bueno que esté encima de mí, porque si estuviera debajo de
mí, dudo que pudiera contenerme de golpear su coño hasta que me rogara que
parara.
—¿Podemos hablar de esto más tarde? —La agarro, levanto sus caderas y la
dejo caer. Cierra sus rodillas alrededor de mis caderas para que no pueda
maniobrar más, apretando las paredes de su coño más fuerte alrededor de mi
polla—. Jesús —digo—. Sigue haciendo eso y me meteré dentro de ti ahora mismo.
Trago grueso, gimiendo mientras Julz acelera su ritmo. Todo lo que puedo
hacer es sentarme, mis dedos alrededor de sus caderas, mientras marca el ritmo.
Mientras controla esto. Por supuesto, podría darle la vuelta con mi dedo meñique,
pero puedo decir que se está excitando con esto más de lo que se ha excitado en
mucho tiempo. Tal vez la amenaza de que muramos esta noche es suficiente para
que se concentre en tener un último polvo alucinante.
—Oh, JODER —grita, lo suficientemente fuerte como para que todo el lugar
lo escuche mientras golpea con los puños las sábanas a cada lado de ella. Le pongo
una mano sobre su boca para callarla. Sus ojos se abren cuando su coño se aprieta a
mi alrededor y gira sus ojos. Se viene tan pronto como mi palma se aprieta
alrededor de su rostro, sus caderas se levantan de la cama cuando todo su cuerpo se
cierra y la forma en que se envuelve alrededor de mi polla me envía al límite. Me
entierro dentro de ella, temblando mientras ola tras ola ordeña mi polla con todo lo
que tiene.
Traducido por Letm Sleep
Corregido por Sanma
Tal vez es porque miro la forma en que saluda a Jase y sé que han follado
antes. Probablemente en este club. Tal vez porque está muy buena, vestida con un
sujetador de seda negro y bragas a juego y está de pie delante de nosotros tres, con
las manos en las caderas. Elliot y Tommy están de guardia fuera del club, lo que me
deja de pie entre Jase y Luis.
A ambos lados de mí, Jase y Luis se están desnudando. Volteando los ojos,
hago lo mismo, doblando mis vaqueros y la camiseta negra en una pila ordenada a
mis pies. Me dejo las botas puestas. Puede que tenga que patear la cara de alguien
si intentan frotarse contra mí ahí dentro. De repente me doy cuenta del tejido
cicatrizado que se extiende desde debajo de mis pechos hasta mi costado y sobre el
hueso de la cadera. Solía haber siete cicatrices horizontales allí, luego un hermoso
tatuaje que Elliot entintó para cubrir dichas cicatrices. Ahora, sólo hay carne
estropeada y desigual que parece haber sido derretida con un soplete. Gracias,
Dornan.
—¿Qué hay de tus tatuajes? —digo, girando para presionar mis dedos contra
la masiva marca de los Gypsy Brothers de Jase que adorna su espalda. Luis tiene
uno también. Seremos descubiertos en poco tiempo. Dos rebeldes Gypsy Brothers
merodeando, a pocas millas de la casa club donde se reúnen los motociclistas,
hambrientos de nuestra sangre. Genial.
Cinco minutos más tarde, Luis y yo estamos de pie en la esquina de una gran
habitación que me recuerda mucho a un club de striptease de lujo, con mucho más
folleteo. Hay gente follando en una mesa de billar mientras una pequeña multitud
se reúne a su alrededor y mira. Hay una mujer apoyada en un poste de striptease en
un escenario elevado con la cabeza de otra mujer entre los muslos y un tipo
follando a esa chica por detrás. Más arriba, hay un tipo con los ojos vendados que
es follado por la cara por una fila de erecciones en espera de varias formas y
tamaños. Mientras miro alrededor de la habitación, no estoy segura de si estoy
excitada o completamente confundida sobre lo que está pasando aquí. Nunca he
sido una mirona, pero algunas de las personas aquí son extremadamente atractivas.
Estoy tan preocupada por lo que sucede a la distancia que no veo la polla en
mi rostro hasta que es casi demasiado tarde. Bueno, no está realmente en mi
rostro, más bien a la altura de mi estómago, pero este monstruo tuerto me apunta
directamente a mí. Lo cual es muy inquietante. Está unido a un tipo grande y muy
bien construido con pelo rubio, peludo y hoyuelos.
—Creo que quería llevarte a la tienda de caramelos —dice Luis y puedo decir
que se esfuerza mucho por no reírse—. Dejar que lamas la piruleta.
Luis asiente. A veces pienso que haría cualquier cosa que diga. Me pregunto
por qué. No he hecho nada por él durante el tiempo que nos conocemos excepto ser
un necesitado dolor en el culo. Creo que es un sentimental o algo así. Que sabe lo
mucho que su madre nos quería a Jase y a mí. Quiere ser parte de la acción y hasta
ahora ha sido el centro de atención.
Encuentra más coños. Mejor coño. Coño que le gusta que lo asfixien, aunque
tenga que pagar generosamente por el privilegio de un poco de violencia.
Así que conocí a Amanda Hoyne, y resulta que estaba muy por encima de su
maldito nivel de pago. Fue ella, irónicamente, quien me dirigió al club y a su
superior de la DEA. Me conoció en un bar en West Hollywood, me miró y me dio
una tarjeta de visita negra mate con una dirección impresa en el reverso y una foto
de un corazón negro anatómico, arterias y todo, con los bordes en relieve y
ligeramente levantados del resto de la tarjeta. A la primera oportunidad que tuve,
fui a ese club, y en retrospectiva obviamente me esperaban, porque no necesité una
contraseña, identificación o incluso una sonrisa. Sólo pregunté por Isobel Sazerac y
entré como si fuera el dueño del lugar. No sabía entonces si era alguien en quien
podía confiar, pero mi curiosidad por el Corazón Negro y mi deseo de follarme a
alguien en la oscuridad hasta que se desmayara se impuso a todo lo demás.
Me dejaron entrar y lo siguiente que supe fue que tenía mis pantalones
alrededor de los tobillos y mis manos alrededor de la garganta de la más bella y
sumisa que jamás había visto, mientras se tragaba mi polla. No hubo persecución.
No hubo fuerza. No hubo consentimiento dudoso. Las mujeres (y hombres) que
visitaron El Corazón Negro estaban allí porque eran tan taimados y perturbados
como yo. Cuanto más apretaba, más rápido llegaban al clímax. Cuanto más fuerte
las apretaba, más me pedían que lo hiciera de nuevo. No había vergüenza. No había
balas.
Había estado yendo al Corazón Negro durante un par de meses, sólo unas
pocas veces a la semana para mantener mis demonios a raya mientras averiguaba
cuál sería mi próximo movimiento contra mi padre, cuando finalmente lo hice con
Isobel. Antes de eso, hablábamos, y me prometía todo tipo de cosas que sonaban
interesantes y dudosas, como vengar la muerte de Juliette y hacer que mi padre y
mis hermanos pagaran por sus pecados. Hablaba de la cárcel. Me imaginé que era
un buen punto de partida. Una vez que los contuviera, podría trabajar en su
extinción. Una vez que follamos la primera vez, fue como una carrera para ver
quién podía ser el más pervertido, el más depravado. Tenía una particular afición
por los columpios sexuales y las vendas, ahora que lo recuerdo.
Así que estar aquí, de vuelta en este club, es la experiencia más jodidamente
extraña. Estoy intentando tanto, tanto, concentrarme en lo que Isobel me dice
sobre las operaciones turbias de la DEA y cómo es probable que Fitz nos esté
usando como cebo que luego se cambiará al cártel, y estoy obteniendo cerca del
noventa por ciento de lo que dice, pero el otro diez por ciento se está perdiendo
mientras veo la escena desarrollándose sobre su hombro.
Verás, la sala principal de “El Corazón Negro” es para follar, bailar y beber.
Simple y llanamente. Pero la parte de atrás, amurallada y detrás de una pared de
seguridad extra, es el lugar donde puedes satisfacer casi cualquier deseo.
Y justo detrás de Isobel, estoy viendo a dos tipos dominar a una chica que se
parece mucho a Juliette. No tan bonita, pero superficialmente similar. Largas
piernas, caderas y culo para agarrarse, unos generosos senos sobre el que caen en
cascada de largas hebras marrones. La están follando por delante y por detrás, y los
chicos se turnan para asfixiarla con una corbata de seda.
—Sabes, es la primera vez que nos encontramos aquí y no nos hemos tocado
—dice con una sonrisa irónica—. Para pensar en lo lejos que hemos llegado.
Resoplo. —¿Quieres decir que no sigues vagando por los pasillos del Corazón
Negro, esperando que vuelva?
—Gracias por venir —me imita, frunciendo el ceño por una buena medida.
Luego el ceño fruncido se transforma en una sonrisa cuando saca su estilete y me
patea la espinilla—. Te he echado de menos —dice—. Me alegro de que la hayas
encontrado de nuevo. ¿Cómo fue cuando te diste cuenta de que era ella?
Parece que le gusta cuando digo eso. Por supuesto que le gustaría. Es una de
las personas que vio las peores partes de mi alma.
—Tengo que irme —dice Isobel, de pie—. Llámame después de lo que sea que
pase. No sé nada. Nunca hablamos. ¿Vale?
—Sí.
—Dame una ventaja antes de que te vayas. Si alguien nos ve salir juntos y
sabe algo, estamos los dos jodidos.
—Lo tengo.
No puedo moverme.
Me tiemblan las manos y tengo la boca seca. Quiero hacer lo que ellos están
haciendo. Quiero ir y envolver mis manos alrededor del cuello de esa chica y
apretar hasta que se desmaye.
Es Julz. Sus ojos son tan redondos como platos de cena mientras mira lo que
estoy viendo. Pensé que se daría la vuelta con asco o exigiría que nos fuéramos,
pero está tan cautivada como yo.
—¿Eh?
—Es caliente. Lo que están haciendo. ¿No lo crees? —Su última frase está
teñida de incertidumbre, como si la hubiera pillado haciendo algo que se supone
que no debería hacer.
Gruñendo en voz baja, tomo la parte superior del brazo de Juliette y empiezo
a medio caminar, medio arrastrarla más profundamente en el laberinto de
habitaciones privadas que la gente paga miles de dólares para alquilar por hora:
espacios seguros para explorar sus fantasías más salvajes, sus deseos más tabúes.
Intento con la primera manija, pero está cerrada. La segunda cede, y la abro a la
velocidad del rayo, arrastrando a Juliette a la habitación y cerrando la puerta con
llave detrás de ella.
Mi polla está dentro de ella a los tres segundos de cerrarse la puerta, aunque
aquí está oscuro, la única luz de un par de velas arrojando una luz débil. Podría ser
la mitad del día y no tendría ni idea, porque todo lo que puedo ver es a Juliette
Portland debajo de mí, sus piernas abiertas y su coño lleno de mí. Pongo mis
manos alrededor de su cuello. Quiero apretar. Quiero ahogarla jodidamente tanto.
¡Maldita sea! Dejé de meterle la polla. Simplemente paro.
—No quiero hacerte daño —susurro en la oscuridad—. Julz, las cosas que
solía hacer en este lugar… solía herir a la gente y me excitaba. No quiero hacerte
daño, nena.
Se levanta y me agarra la cara; puedo ver sus ojos, sus pupilas casi se tragan
cualquier rastro de verde.
No puedo pensar en eso ahora, sin embargo. Tengo que hablar con la agente
Dunn.
—Estoy sola —digo, entrando en el baño que está junto a nuestra habitación
temporal y cerrando la puerta. Cierro la tapa del inodoro y me siento en ella,
cubriéndome las piernas con una toalla para evitar el frío de la mañana. El sol
empieza a asomar por el horizonte, y me molesta que llame tan temprano.
—Está bien —digo—. Sabes que puedes confiar en mí. Al menos, espero que
lo hagas. —Y es verdad, puede confiar en mí. Después de lo que pasó en Furnace
Creek, desarrollé un nuevo respeto por la agente Dunn. Puede que empezara como
un grano en el culo, pero al final se volvió útil. Y el hecho de que nos avisara de que
el cártel y la CIA vendrían por nosotros en Colorado… bueno, confío en ella.
—¿La frase clave está por llegar? —pregunto—. ¿Qué has encontrado?
Puedo oír su vacilación. —Los cuerpos eran femeninos, entre los quince y
veintiséis años. Encontraron ADN dentro de las mujeres. Semen. Estas mujeres
habían sido violadas y asesinadas.
Me levanto y abro la puerta del baño para ver que el hombre que amo está
despierto y me mira fijamente desde el borde de la cama. La cama aún está
marcada con la sangre de los mordiscos de amor que nos dimos el uno al otro hace
unas horas.
Oh, Dios.
—Fue una prueba segura —dice. Esto no puede estar pasando. Esto no puede
estar sucediendo.
No espero a que responda; termino la llamada sin quitarle los ojos a Jase.
—He acabado de esperar —digo, mi voz demasiado tranquila y mis manos
demasiado firmes—. Dime qué pasó en ese lugar que llamas el agujero. Dímelo, o
que Dios me ayude, no volveré a hablarte nunca más —Los ojos de Jase se
estrechan. Se levanta y viene hacia mí; doy un paso atrás—. No me toques —le
digo—. Empieza a hablar.
—Respondes una pregunta —me dice Jase—, y te contaré todo lo que sucedió
mientras estabas fuera y yo estuve bajo tierra durante tres putos años. Una
pregunta.
Esperaba que fuera algo completamente diferente. Algo sobre las drogas o el
embarazo o el jodido Dornan. Cualquier cosa.
—Está muerto —escupe—. Está muerto, pero tú eres la que se fue. Necesito
que vuelvas. Necesito que vuelvas a mí.
—Lo intento —respondo—. ¡Lo intento! Cada vez que lo intento, estás aquí y
te ves... —Oh, joder. Esto va a algún lado muy, muy mal. Me tapo la cara con las
manos. No quiero llorar. Estoy tan jodidamente cansada de llorar. El complejo de
Emilio. El ADN de Jase. Creo que voy a vomitar.
Correcto.
—¡Le amaba! —lloro—. ¡Le amaba! Era como mi padre, incluso antes de que
yo conociera a mi padre. Él era mi protector. Él fue a quien recurrí cuando tuve un
problema y no quería que mis padres lo supieran. Y él siempre me quiso. Él
siempre arreglaba las cosas. Mi propia madre no sabía qué hacer conmigo, y él
siempre estaba allí y lo amaba.
—Él solo... fue como si hubiera cambiado, de una hora a la siguiente. Era
alguien que me amaba y luego no lo era. Y lo extraño. No la persona que me hizo
todas esas cosas. Extraño al hombre que me trajo a casa desde el hospital. Extraño
al hombre que me protegió. Extraño saber quién soy, dónde está mi lugar en el
mundo. No soy nadie. No tengo nombre. No tengo casa. No tengo nada. Desearía
poder recuperar esas balas, porque no lo quiero muerto. Lo quiero aquí, así puedo
preguntarle por qué.
—Sabes por qué —dice Jase—. Sabes por qué hizo eso. Hizo eso para
arruinar a tu padre, porque una puta mujer eligió a tu padre sobre él y no podía
vivir con eso. Entonces él te tomó y te convirtió en un recipiente de sacrificio por
todo lo que alguien había hecho mal por él. Todo. Y después, cuando pensó que
estabas muerta, se dio cuenta del error colosal que había cometido. Deseó poder
recuperarlo, ¿de acuerdo? —Los ojos de Jase son salvajes—. Me dijo que lamentaba
lo que hizo. Me dijo que deseaba poder recuperarlo. Y yo le creí. ¿Es eso lo que
querías oír?
Jase se cubre la cara con las manos ahora. Sacude la cabeza y luego me mira
de nuevo, sus ojos tan jodidamente tristes, pero más preocupante que eso, están
resignados.
—¡Nada de lo que hiciste cambiará lo que siento por ti! —digo—. Pero si no
me lo dices, no sé cómo lidiar con esto. No sé cómo confiar en ti si no puedes
confiar en mí con esto. ¿Qué hiciste?
Me mira y tiene los ojos rojos y brillantes, con la mandíbula apretada. Agarra
mis muñecas, apretando con tanta fuerza que duele, pero no tengo miedo.
—Te amo —dice, su voz llena de emoción—. Te amo y quiero que lo sepas,
porque me vas a odiar en un momento.
—Jason.
Sus manos continúan apretando mis muñecas. Está tan cerca que puedo ver
los puntos húmedos en las esquinas de sus ojos, donde las lágrimas quieren
derramarse. No abrirá los ojos. No me mirará.
—Después de matarlo, después de que me dijeron que estabas muerta, me
dieron algo para hacerme dormir. Todo estaba oscuro y frío, y no lo entendí. Pensé
que tal vez también estaba muerto. Pero no lo estaba. Estaba vivo, estaba muy vivo.
Cuando desperté todavía estaba oscuro. Siempre estaba oscuro.
También me ató a una silla. No era realmente su hija, pero Jase era
realmente su hijo.
¿La pantalla?
—Lo veía todos los días, todos los días. La cinta estuvo por dos horas. Ciento
veinte minutos antes de que se cortara. Siempre se cortaba cuando estabas
llorando. Cuando me rogabas que te ayudara.
Me ahogo en un sollozo cuando lo que me está diciendo se hunde. Oh, Dios.
Oh Dios. No fue suficiente que Dornan los grabara violándome. Hizo que Jase lo
mirara todos los días durante tres años.
—Hice lo que dijo. Me convertí en un monstruo. Hice daño a esas chicas, una
diferente cada día. Yo las follé, les mordía e hice que ellas sangraran. Mientras
hacia lo que dijo, las dejaba ir. Mató a la primera chica y Chad mató a la última.
¿Encontraron sus dos cuerpos?
Los ojos de Jase se abren de golpe. Puedo ver todos los vasos sanguíneos en
el blanco de sus ojos mientras aleja su cabeza de la mía. Son ojos enojados. Incluso
las pequeñas venas en sus hermosos ojos están llenas de ira y dolor que lleva dentro
de él como un cáncer.
—¿Qué?
—Jason —digo suavemente—. No las dejó ir. Han encontrado dieciséis chicas
enterradas en el complejo de tu abuelo hasta ahora. No dejó ir a ninguna de ellas.
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Sandra
Dieciséis.
Ella está hablando, pero no puedo escucharla. Las palabras están todas
confusas.
Dieciséis.
Me he convertido en él.
Juliette está al otro lado de la puerta. Me está gritando que abra y está
pateando la puerta.
—¡Jason! —grita ella—. ¡Abre esta puerta ahora mismo o la estoy abriendo!
—No vas a abrir la puerta para entrar aquí —la llamo, jadeando por el
esfuerzo repentino—. No soy bueno para ti, Julz. Mereces más. Solo vamos. Solo
aléjate de mí.
—No te atrevas a decirme que me vaya —dice ella, agarrando mi cara en sus
manos y obligándome a mirarla. Sus ojos verdes están ardiendo—. No te atrevas a
decirme que merezco algo mejor. Merezco ser feliz y tú me haces feliz. Nunca me
digas que me vaya.
Mierda.
—Estoy loco, Juliette —confieso—. Tengo este veneno dentro de mí. Esta
oscuridad que no sé cómo pelear.
Ella sacude la cabeza, las lágrimas brotando de sus ojos. En serio, entre sus
ojos y mi mano, hay sangre y lágrimas por todas partes.
—No más secretos —dice—. Te deseo. Todo de ti. Cada pequeña pieza.
Está tan enojada y estoy tan jodidamente aliviado. Mi hermosa chica está
enojada, y está llena de vida de nuevo por primera vez desde que Dornan murió. Y
ella me dice, desde lo más profundo de su alma, que me ama, más que nada, a
pesar de que ahora lo sabe todo.
—Deberíamos haber hecho esto por la noche —dice Jase, mirando a través
del visor del lanzacohetes mientras mastica chicle con nerviosismo.
Nuestra potencia de fuego puede parecer excesiva, pero es por una buena
razón: en el momento en que los Gypsys vean desde dónde están siendo atacados,
tomarán represalias. Y ninguno de nosotros está particularmente interesado en
recibir un disparo hoy.
Jase camina nerviosamente por la ventana porque estamos a cinco minutos
de la hora del espectáculo. Hemos estado aquí toda la mañana, esperando que los
últimos rezagados lleguen a la sede del club para su reunión semanal. Estos hijos
de puta ya no nos perseguirán. Nos ocuparemos de este grupo, y luego nos
ocuparemos de Julian Ross y el Cartel, una tarea un poco más grande, pero
estamos listos para ella, y finalmente todos podremos seguir adelante sin temor.
Sin correr. Sin tener que esconderse en la oscuridad.
—Cuatro minutos. —La voz de Elliot llega por el auricular que llevo puesto.
—Te ves jodidamente hermosa en este momento —dice, sus ojos observan mi
atuendo negro, la larga trenza que he puso en mi cabello para que no se interponga
en el camino, la sonrisa que llevo como si fuera un puto Jack-o-linterna en
Halloween.
Dos minutos.
Uno.
A los treinta segundos, nos tapamos los oídos con tapones para los oídos.
Cinco segundos.
Cuatro.
Respiro profundamente.
Tres.
Dos.
Uno.
Estaba equivocada. No toda venganza es hueca. Siento que, por una vez en
tanto tiempo, puedo ver la luz al final de este túnel oscuro.
Hacemos un trabajo rápido para desmontar nuestras armas. Jase tiene que
ayudarme con el lanzacohetes, porque ya he olvidado cómo se guarda en su bolsa, y
luego está abriendo la puerta del apartamento, haciendo un gesto para que espere
mientras él revisa el pasillo.
Cierro la ventana que hemos estado usando para disparar, coloco mi bolso
lleno de artillería pesada sobre mi hombro y miro a Jase. Todavía está enmarcado
por la puerta abierta, pero está de espaldas a mí.
—¿Despejado? —susurro.
—¿Jase?
Detrás de él, otra figura sale del apartamento al lado del que acabamos de
salir. Oh, mierda.
—No importa quién sea —dice Julian Ross, sonriendo ampliamente mientras
pasa sobre Jase como si ni siquiera estuviera allí—. Lo que importa es quién soy.
¿Te acuerdas de mí, Juliette?
Abro la boca para responderle, pero no salen palabras. Porque hay algo que
me pica el cuello, como una avispa clavando su aguijón en mi carne.
Me llevo la mano al cuello, sintiendo algo delgado y duro. Tratando de no
vomitar, tiro del plástico hasta que se me cae de la mano.
Julian me mira desde encima. —Que duermas bien, ¿no? Estamos a punto
de hacer un pequeño viaje, tú y yo.
¡Miiiiiieeeeeeerda!
Oscuridad.
***
Jadeo.
—Eres tan linda cuando duermes —me dice Julian Ross, sus ojos marrones
planos y de aspecto reptiliano. Parece uno de esos cocodrilos del jodido Miami,
vagando por los canales en busca de carne fresca. Está sentado frente a mí, su
compañero en el mal traje a su lado.
Guau. No puedo creer que eso haya salido de mi boca. Y, sin embargo, lo
hizo. Tengo miedo, pero más que eso, estoy jodidamente furiosa.
Julián se ríe. —Tanta ira para alguien tan pequeño —dice—. Alguien tan
indefenso.
Se pasa la lengua por los dientes. —Tú sabes lo que quiero. Quiero lo que
tomó tu papá. Quiero mi dinero.
—De nada —le digo sarcásticamente—. Tal vez podrías dejarnos ir como un
gesto de tu gratitud.
Miro por la ventana para ver un gran edificio frente a nosotros. Por
supuesto. Estamos en el centro de Los Ángeles, en el distrito bancario.
—Un pajarito me dice que tiene una caja de seguridad aquí, señorita
Portland.
—Esto no es una negociación —suspira—. Voy a liberar las manos, de los dos.
Saldrás de este auto conmigo, entrarás a ese banco y me traerás esa jodida caja de
seguridad. Vamos a abrirla y no vas a hacer una escena. Porque si lo haces, empiezo
a matar al traidor hijo de mierda de mi sobrino aquí al que parece que eres tan
aficionada.
—Nos vas a matar de todos modos —dice Jase—. ¿Por qué te ayudaríamos
primero?
—¿Te acuerdas del pequeño video de tu novia? ¿El desagradable gang bang
de Juliette Portland? Lo recuerdas, ¿no, Jason?
Pero no lo hago.
Diez minutos después, estamos dentro de la bóveda que alberga todas las
cajas de seguridad de este banco. Un guardia de seguridad se encuentra justo
afuera de la puerta.
—Ábrela —dice Julian, su arma apuntándome. Cómo llegó tan lejos al banco
sin ser detectado está más allá de mí. Debe haber pagado al guardia o algo así.
—¡Oye! —grita Jase desde el otro lado de la mesa. Julian apunta su arma
hacia él como advertencia.
—No lo haría si fuera tú. Te mataré a tiros y mearé sobre tu cadáver, maldito
traidor.
—¿Dónde está mi dinero? —sisea—. ¡Debería haber diez veces esa cantidad
allí!
Julian mira a Jase como si fuera una cucaracha muerta pegada a su costoso
mocasín italiano, extendiéndose y pellizcando mi pezón al mismo tiempo.
—Dime —le digo desafiante—. Quiero saber qué tienes planeado para mí.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros. —Porque tal vez me gusta hacer cosas sucias. Quizás
no tengas que matarme. Tal vez decidas que te gusto lo suficiente como para
mantenerme. Dornan nunca me iba a matar. Me iba a mantener porque soy tan
buena.
Las cejas de Julian se levantan. —¿Puedes creer a esta perra? —le pregunta
al otro tipo, que parece tan interesado como yo. Dirige su mirada hacia mí—. ¿Qué
te hace pensar que eres tan buena?
Yo no respondo. Estoy equilibrada sobre las puntas de mis pies, lista para
moverme en un segundo. Pongo una mano sobre la mesa a mi lado, casi como un
movimiento casual, cuando Julian busca en su bolsillo para sacar su teléfono.
—¡Tú, coño! —grita él y va a abordarme. Sin embargo, no dejo que llegue tan
lejos. Deslizo el borde afilado de la tapa de la caja de seguridad a través de su
garganta lo más fuerte que puedo, un corte de sangre brillante aparece en su cuello.
Oh joder. Ambos tienen control sobre ella. Mientras los estoy mirando,
Julian hace otro torpe agarre en mí. Levanto la caja de nuevo y se la estrello en la
cara para que caiga de rodillas. Está sangrando por todas partes, rociando la pared
de cajas de seguridad con latigazos de sangre mientras su corazón trata de bombear
en vano.
—Deberías habernos dejado ir, viejo —le digo, levantando el borde de la tapa
de la caja por encima de mi cabeza y metiéndola en la parte carnosa de su cuello.
Encuentra agarre, se detiene cuando golpea el hueso, y Julian Ross está muerto,
con la boca y los ojos congelados y abiertos.
Dirijo mi atención a Jase y al tipo rodando por el suelo justo cuando Jase
toma la delantera, clavando al tipo debajo de él y golpeándole la cara con la culata
del arma hasta que se desmaya. Jase tapa la nariz y la boca del tipo durante casi un
minuto completo hasta que se levanta del piso muy ligeramente y luego queda
flácido. No le interrumpo. Es lo suficientemente estresante matar a alguien sin
tratar de tener una conversación al mismo tiempo. Luego, cuando Jase está de pie y
estoy buscando ansiosamente cualquier cámara que pueda estar en esta habitación,
la puerta se abre de golpe. El guardia de seguridad que estaba flanqueando la
puerta de la bóveda entra corriendo, con su propia arma desenfundada y
apuntando a Jase. Ni siquiera le doy la oportunidad de verme. Vuelo hacia él desde
un lado, golpeando el arma de su mano. Se desliza debajo de la mesa, fuera del
alcance inmediato. Cierro la puerta con el pie y me apoyo contra ella, recuperando
el aliento.
—No haría eso —le digo, mirando su etiqueta con su nombre—. Herb
Trasker. ¿Hay cámaras en esta habitación, Herb?
—¿Te gusta el dinero, Herb? —pregunto, mirando a Jase para ver que
todavía tiene el arma de Julian en el guardia.
Abre la boca para decir algo, pero no tiene la oportunidad. Jase lo golpea en
la cabeza con la culata de la pistola de Julian y cae con fuerza. Recojo el dinero y las
fotografías y las guardo en los bolsillos de Jase.
Me río.
No tenemos ningún problema para salir del banco, para mi sorpresa.
Después de hacer clic en el control remoto en el llavero de Herb varias veces, Jase
señala. —El Cívic. Por ahí.
—Somos consultores —dice Jase—. Por favor, cuéntele sobre los archivos de
trabajo en el asiento trasero. Son muy importantes. Muy sensible al tiempo.
—¡Qué tal un puto choca esos cinco! —grita Tommy, girando en su asiento y
extendiendo su palma hacia nosotros. Me río, chocando las manos con él. Jase
sacude la cabeza avergonzado, pero no deja a Tommy colgando.
Somos libres.
Traducido por Estrellaxs
Corregido por Sandra
Está luchando por cargar la gran pintura enmarcada que le pedí que tomara
de la oficina de Dornan, la antigua oficina de mi padre, en Va Va Voom. No podía
soportar volver, después de todo lo que sucedió allí. Fue donde me atacaron. Y, seis
años después, fue el lugar donde volví para encontrar mi venganza.
Jase y Luis miran desde el acalorado juego por el que están luchando en la
PlayStation. —¿Qué es? —dice Jase.
—Efectivo.
Jase y Luis sueltan sus controladores de juego y se acercan, uno a cada lado
mientras observamos la cantidad obscena de dinero en efectivo.
—Cristo, ¿cuánto hay aquí? —pregunta Tommy. Elliot toma una pila y la
hojea.
Intento contar todas las pilas de billetes y llego a veinte antes de perder la
cuenta y tener que comenzar de nuevo.
—Cincuenta y tres —dice Jase.
Estoy enamorada.
Escucho movimiento detrás de mí y me giro para ver que Jase está despierto,
apoyado en un codo mientras me mira desde nuestra cama.
—Eres tan apretada —dice, deslizando sus dedos dentro y fuera de mi calor
húmedo. Puedo sentir su erección creciendo debajo de mí y me agacho para tirar de
sus bóxers y agarrar su grueso eje.
Alzo las cejas. —Lo dudo mucho. —Unos cuantos golpes más y una cuenta
Premium aparece en la punta, brillante y lista. —¿Ves? —Sonrío. Alejo su mano de
mi coño, inmediatamente siento el espacio vacío que dejaron sus dedos, palpitando
de necesidad. Sonrío mientras le paso la mano por su longitud y lo guío a mi
entrada.
—Sí lo haces —murmuro mientras me hundo encima de él así que estoy llena
de él. Llamas de deseo lamen mi vientre, llegando hasta mi clítoris, donde tengo un
dedo, rodeándome mientras permanezco quieta en Jase.
—Quiero follarte tan fuerte —dice, sus dedos me lastiman—. Quiero atarte a
la cabecera de la cama y follarte hasta que grites.
Se inclina y baja mi vestido para que mis pechos salgan, mis pezones ya
duros en el aire fresco de la noche.
—Quiero atarte las manos a la espalda y follarte la boca hasta que te ahogues
—dice.
—¿Algo más?
Se separa de mis tetas y agarra la parte posterior de mi cuello con una mano.
Agarra el frente con la otra.
—Quiero estrangularte hasta que te corras —dice, sonando inseguro esta vez,
su expresión angustiada.
—Bien —le digo—. Comencemos con eso. Porque estoy a punto de correrme,
y luego voy a chuparte la polla hasta que acabes en mi boca.
—Joder —gruñe, levantando las caderas para crear fricción entre nosotros—.
¿Tienes idea de lo jodidamente caliente que suenas ahora?
Como lo dejé.
—Jesús —dice Jase—. Tu boca es muy buena. Tan buena. Quiero envolver tu
vestido alrededor de tu cuello mientras entro en tu boca.
Me está follando tan fuerte que me muevo de la cama con cada golpe.
Mañana me dolerá, pero no me importa. Todo lo que me importa es este momento,
este mismo segundo, con el chico que amo.
Después me ducho y me pongo la pijama. Hace frío aquí por la noche, así
que tengo pantalones largos y una camiseta sin mangas para dormir. Podrían
sobrevivir la noche si Jase no los rasga. Depende de lo cansado que esté.
Hay una vieja cabaña de pescadores en los Hamptons a la que mis padres
solían llevarme antes de morir. Es uno de esos lugares de simientes desnudos;
paredes de madera en bruto, cuatro platos de hojalata, un armario lleno de
periódicos viejos para encender y prender el fuego abierto.
Puedes ver la playa desde todas las habitaciones de la casa, lo que significa
que las literas desnudas no se sienten tan duras; las viejas sillas Adirondack no se
sienten tan astilladas.
No quise volver. No quería ver el maldito lugar. Porque era tan inocente y
tan bueno, y tenía miedo de que si volvía sería menos que perfecto.
Fue Ames quien me instó a volver. Para traer a Kayla y hacer algunos
recuerdos propios. Así que lo hice. Y ella tenía razón. Es perfecto para nosotros.
Es perfecto, pero es hora de que sigamos adelante, al menos por ahora. Los
Gypsy Brothers se han ido, el Cartel está en ruinas y nuestro contacto de la DEA ha
desaparecido misteriosamente sin dejar rastro. Cuando Luis me dijo que había
manejado a Fitz, no sabía muy bien cómo, pero no pensé que debía preguntar.
—¿Por mudarnos a Las Vegas y jugar todos los días? Demonios sí. —Arranco
el motor y presiono el botón en el control remoto del garaje, esperando que la
puerta se levante.
—Desearías que tocara tu basura —responde ella. Me río cuando salgo del
garaje y salgo a la carretera.
Ella solo resopla y se ríe, sacudiendo su cabeza hacia mí. Sonrío, mirando a
nuestra hermosa hija en el espejo retrovisor.
Mejor que bien. Ella está... brillando. Si. Ella es la chica de la que vi destellos
debajo de todo el dolor, el miedo y la mierda. Sabía que ella sería así. Graciosa.
Hermosa. Inteligente. Finalmente se encontró después de todos estos años.
ñ
La niña tenía miedo al principio, pero su curiosidad venció a su miedo.
Había visto a su tío arrastrar al chico, inconsciente y cubierto de sangre, y había
escuchado desde la habitación de al lado mientras lo sujetaban y le tatuaban algo
en la espalda.
Debe haberla visto por el rabillo del ojo, saltando de repente y volviéndose
hacia ella. Se veía enojado. Enfurecido. Aterrorizado.
Ella no se movió. Nunca lo había visto antes, pero sabía quién era él tan
pronto como vio sus ojos oscuros y angustiados. Tenía que ser el hijo de Dornan.
Parecía un par de años mayor que ella, y estaba completamente roto.
Él no sonrió. No pestañeó.
Sus otros amores en la vida incluyen a su excelente esposo, su hermosa hija, viendo
películas de Tarantino y bebiendo buen vino. Le encanta leer casi tanto como le
encanta escribir. Lili también escribe fantasía paranormal.