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Traducido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Cada toque tiene su precio.

Layla Shaw está tratando de recoger los pedazos de su destrozada vida, no es


tarea fácil para una muchacha de diecisiete años de edad, que está bastante segura de
que las cosas no pueden empeorar. Su imposiblemente hermoso mejor amigo, Zayne,
está para siempre fuera de los límites gracias a los misteriosos poderes de su beso
roba-almas. El clan de los Guardianes que siempre la ha protegido de repente está
manteniendo secretos peligrosos. Y apenas puede pensar en Roth, el sexy príncipe de
los demonios perverso que la entendía en una forma que nadie más podía.

Pero a veces tocar fondo es sólo el comienzo. Porque de repente los poderes de
Layla comienzan a evolucionar, y le ofrecen un sabor tentador de lo que siempre ha
sido prohibido. Entonces, cuando menos lo espera, Roth regresa, trayendo noticias
que podría cambiar su mundo para siempre. Ella finalmente está consiguiendo lo que
siempre quiso, ero con el infierno literalmente errante y el número de muertos
acrecentándose, el precio puede ser más alto de lo que Layla está dispuesta a pagar...
Alphas: Ángeles superiores.

Poser: Se caracterizan por su gran apetito. Son mordedores cuyo veneno


infecta al humano mortalmente. Pueden transformarse en lo que quieran.

Seeker: Son capaces de localizar cualquier cosa.

Fiends: Demonios comunes que se caracterizan por ser escandalosos y


llamar la atención.
Para todos aquellos que nunca dejan de creer, que nunca dejan de intentar, y
quienes nunca dejan de tener esperanza.

c
Traducido por Salilakab
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

D
iez segundos después de que la Sra. Cleo llegó a la clase de biología,
encendió el proyector y apago las luces, Bambi decidió que ya no estaba
más cómoda alrededor de mi cintura.

Deslizándose a lo largo de mi estómago, el muy activo tatuaje de serpiente


demoníaca no era fan de quedarse quieta por mucho tiempo, sobre todo durante una
conferencia aburrida de cadena alimentaria. Me puse rígida, resistiendo el impulso de
reír como una hiena cuando ella cruzó mis pechos y apoyo su cabeza en forma de
diamante en el hombro.

Cinco segundos más pasaron cuando Stacey me miró con las cejas
levantadas, forcé una tensa sonrisa sabiendo que Bambi no había terminado
aún. No, su lengua salió haciendo cosquillas al lado de mi cuello.

Sujeté mi mano sobre mi boca, ahogando una risita mientras me retorcí en mi


asiento.

—¿Andas en drogas? —preguntó Stacey en voz baja mientras alejaba su flequillo


de sus ojos negros—. ¿O está mi pecho izquierdo colgando hacia fuera diciendo hola al
mundo? Porque como mi mejor amiga estás obligada a decirme.

A pesar de que sabía que su pecho estaba en su camisa, o al menos eso esperaba
ya que su suéter con cuello en V estaba bastante escotado, mi miraba se profundizó
mientras bajaba mi mano.

—Tu pecho está bien, solo estoy... ansiosa.

Ella arrugó su nariz antes de volver a poner su atención al frente de la clase.


Tomando una respiración profunda recé para que Bambi permaneciera donde estaba
el resto de la clase. Con ella sobre mi piel era como tener una caja loca de tics.
Contracciones a cada cinco minutos no ayudarían a mi popularidad o falta de ella. Por
suerte, con el clima fresco y acción de gracias acercándose rápidamente, podía salir
con cuello alto y mangas largas que escondían a Bambi de la vista.

Bueno, siempre y cuando ella no decidiera arrastrarse arriba, a la cara. Algo que
le gustaba hacer cuando Zayne estaba cerca. Él era un Guardián absolutamente
magnífico, un miembro de la raza de criaturas que podían verse como humanos a
voluntad, pero cuya forma era lo que los humanos llaman gárgolas. Los Guardianes se
encargaban de proteger a la humanidad, cazando lo que salía en la noche... y durante
el día. Yo había crecido con Zayne y había cultivado un flechazo por él tipo cachorro-
amo durante años.

Bambi se movió, su cola hacía cosquillas al lado de mi estómago.

No tenía idea de cómo Roth había manejado a Bambi arrastrándose sobre él.

Tomé un gran aliento y un indescriptible dolor golpeó mi pecho, sin pensarlo


cogí el anillo con la piedra rota –el anillo que una vez había tenido la sangre de mi
madre, la Lilith– colgando de mi cuello. Sintiendo el frío metal entre mis dedos era
relajante, no por el lazo familiar ya que yo realmente no tenía una relación con mi
madre, sino porque además de Bambi, era mi último y único lazo a Astaroth, el
Príncipe heredero del Infierno, que había hecho la cosa menos demoniaca.

Me perdí en el momento que te encontré.

Roth se había sacrificado siendo el que conserva a Paimon, el bastardo


responsable de querer liberar una raza especialmente odiosa de demonios, en una
trampa demoniaca manteniéndolo cautivo en el Infierno. Zayne había estado haciendo
los honores de evitar que Paimon se escapara, pero Roth... él había tomado el lugar de
Zayne.

Y ahora él estaba en las fosas ardientes.

Inclinándome hacia adelante, apoye los codos en la mesa fría completamente


inconsciente de lo que la Sra. Cleo estaba diciendo. Lágrimas quemaron la parte
posterior de mi garganta mientras miraba la silla vacía frente a mí que solía
pertenecer a Roth. Cerré los ojos.

Dos semanas. Trescientas treinta y seis horas más o menos, habían pasado desde
aquella noche en el viejo gimnasio y ni un segundo se había hecho más fácil. Me dolía
como si hubiera sucedido hace una hora y no estaba segura si un mes o un año a
partir de ahora lo haría diferente.
Una de las partes más difíciles eran las mentiras. Stacey y Sam habían tenido un
centenar de preguntas cuando Roth no había regresado después de la noche que
habíamos localizado La Llave Menor de Salomón (el antiguo libro que tenía las
respuestas a todo lo que necesitábamos saber de mi madre) y que había sido
capturado por Abbot (el líder de los Guardianes en Washington quién me había
adoptado cuando niña). Ellos se habían detenido eventualmente, pero había aún otro
secreto que estaba ocultándoles, a mis dos amigos más cercanos.

A pesar de nuestra amistad ninguno de ellos sabía lo que yo era, mitad Guardián,
mitad demonio, y ninguno de ellos sabía que Roth no había estado ausente
simplemente por mononucleosis o que había sido transferido a otra escuela. Pero a
veces era más fácil pensar en él de esa manera, decirme que estaba solo en otra
escuela y no dónde está realmente.

La quemadura se movió en mi pecho, similar al ardor en mis venas que siempre


estaba presente, la necesidad de tomar un alma, la maldición que mi madre me había
dejado no había disminuido ni un poco en las últimas dos semanas. En todo caso había
aumentado, la habilidad de sacar el alma de cualquier criatura que tenía una era la
razón de por qué nunca me había acercado a un chico antes.

No hasta que Roth había llegado.

Debido a que era un demonio, el molesto problema de las almas era un punto
discutible, ya que él no tenía una. Y a diferencia de Abbot y casi todos los Guardianes,
incluso Zayne, a Roth no le había importado que yo fuera una mestiza. Él me había
aceptado tal como era.

Pasando las palmas de las manos sobre mis ojos me mordí el interior de mi
mejilla. Cuando había encontrado y reparado mi collar el que Petr, un Guardián quién
resultó ser mi medio hermano, rompió mientras me atacó, en el apartamento de Roth,
me aferré a la esperanza de que Roth no estaba en las fosas después de todo, que
había escapado de alguna manera, pero cada día que pasaba, la esperanza se apagaba
como un huracán.

Creía más que nada en este mundo que si Roth hubiera podido llegar a mí, ya lo
hubiera hecho y eso significaba...

Cuando mi pecho se apretó dolorosamente, abrí los ojos y deje salir lentamente
el aliento que había estado conteniendo, la habitación estaba un poco borrosa a través
de la bruma de lágrimas no derramadas, parpadeé un par de veces mientras me
dejaba caer en mi asiento, lo que fuera que estaba en el proyector no tenía sentido
para mí. ¿Algo que ver con el círculo de la vida? No, eso era el Rey León. Sí que iba a
reprobar esta clase. Imaginándome que debería al menos intentar tomar notas, tomé
mi pluma y...

Al frente de la clase, las patas metálicas de una silla arañaron el suelo chillando
muy fuerte, un chico saltó de su silla como si alguien le hubiera encendido fuego a su
trasero, un resplandor amarillo lo envolvió –su aura– yo era la única que podía verlo,
pero tartamudeé erráticamente, parpadeando. Ver el aura de las personas, un reflejo
de sus almas, no era nada nuevo para mí, eran de todo tipo de colores, algunas veces
una mezcla de más de dos, pero nunca había visto una ondear así antes. Eché un
vistazo alrededor de la habitación y la mezcla de las auras brillaban débilmente.

¿Qué demonios?

La mano de la Sra. Cleo se congeló encima del proyector y frunció el ceño.

—Dean McDaniel, que estás...

Dean giró sobre sus talones frente a los dos tipos sentados detrás de él, ellos
estaban inclinados en sus asientos con los brazos cruzados y los labios curvados en
sonrisas idénticas, la boca de Dean estaba presionada en una línea delgada y su rostro
estaba enrojecido, mi boca se abrió mientras él plantaba una mano en la mesa de color
blanco y estrellaba su puño contra la mandíbula del chico detrás de él, el golpe hizo
eco en la habitación seguido de varios jadeos de sorpresa.

¡Santa barra de granola!

Me senté con la espalda recta cuando Stacey dio una palmada con sus manos en
la mesa.

—Bolas de mierda para la cena del domingo —susurró boquiabierta mientras el


chico que Dean había golpeado se desplomada a su izquierda y caía al suelo como un
saco de patatas.

No conocía muy bien a Dean. Diablos, no estaba segura si había hablado con
él más de un puñado de palabras durante los cuatro años de la escuela, pero era
tranquilo y promedio, alto y delgado, muy parecido a Sam.

Totalmente no el tipo de chico que creerías que está dispuesto a golpear a otro
chico –mucho más grande que él– la siguiente semana.
—Dean —gritó la Sra.. Cleo, su amplio pecho expandiéndose mientras se
apresuraba a la pared y encendía de un tirón las luces—. ¿Qué estás...?

El otro tipo se levantó cómo flecha con las manos en puños apretados a los lados.

—¿Qué demonios está mal contigo? —Rodeó la mesa, encogiéndose de hombros


sacándose su sudadera—. ¿Quieres un poco de esto?

Las cosas se ponían serias cuando la ropa comenzaba a irse.

Dean se rio mientras se dirigía al pasillo, sillas chirreaban mientras los


estudiantes de quitaban de su camino.

—¡Oh, estoy a punto de conseguir algo de eso!

—¡Pelea de chicos! —exclamó Stacey mientras buscaba en su bolso y sacaba su


teléfono celular, varios de los otros estudiantes estaban haciendo la misma cosa—.
Tengo que grabarlo.

—¡Muchachos! Deténganse ahora. —La Sra. Cleo estrelló su mano contra la


pared golpeando en intercomunicador conectado directamente a la oficina principal,
un pitido sonó y ella se volvió rápidamente hacia el—. ¡Necesito un guardia de
seguridad en el salón dos–cero–cuatro inmediatamente!

Dean se lanzó contra su oponente, mandándolo al piso, brazos volaban mientras


giraban y enrollaban sus piernas en la mesa de al lado, en la parte trasera de la
clase estábamos a salvo pero Stacey y yo nos paramos, un escalofrío recorrió mi piel
cuando Bambi cambió de lugar sin previo aviso. Estaba agitando su cola en mi
estómago.

Stacey estaba parada sobre las puntas de sus botas, aparentemente buscando un
mejor ángulo para su teléfono.

—Esto es...

—¿Extraño? —le sugerí, estremeciéndome mientras el chico dio un buen golpe,


pegándole a la parte trasera de la cabeza de Dean.

Ella arqueó la ceja hacia mí—. Iba a decir impresionante.

—Pero ellos... —Salté cuando la puerta del salón se abrió y golpeó contra la
pared.
Los agentes de seguridad rodearon la clase, dirigiéndose directamente a la pelea,
un tipo fornido envolvió sus brazos alrededor de Dean, arrastrándolo lejos del otro
estudiante y la Sra. Cleo zumbaba por todo el salón como un colibrí nervioso
agarrando su collar de perlas de mal gusto con ambas manos.

Un guardia de seguridad de mediana edad se arrodilló al lado del cuerpo del


chico que Dean había golpeado, solo entonces me di cuenta que el muchacho no se
había movido una sola vez desde que tocó el suelo. Un hilo de inquietud, que no tenía
nada que ver con la forma en que Bambi se movía de nuevo, se formó en mi vientre
mientras el guardia se inclinaba sobre el chico, colocando la cabeza sobre su pecho.

El guardia se echó atrás, alcanzando el micrófono en su hombro, su rostro estaba


blanco como el papel de mi cuaderno.

—Necesito un paramédico inmediatamente, tengo un varón


adolescente aproximadamente de diecisiete o dieciocho años de edad, moretones
visibles a lo largo del cráneo, no está respirando.

—Oh Dios mío —susurré apretando el brazo de Stacey.

Un silencio descendió sobre la habitación, sofocando el parloteo excitado de la


Sra. Cleo deteniéndose cerca de su escritorio. Stacey contuvo el aliento mientras
bajaba el teléfono.

El silencio que siguió a la llamada urgente se rompió cuando Dean echó atrás la
cabeza y rio mientras el otro guardia de seguridad le arrastraba desde el salón de
clases.

Stacey metió su largo cabello negro detrás de los oídos, no había tocado la
rebanada de pizza en su plato o la lata de refresco, yo tampoco lo había hecho. Ella
estaba pensando probablemente en la misma frase que yo. El Director Blunt y el
consejo de estudiantes que nunca realmente le había prestado atención, le dieron la
opción a todos los estudiantes de la clase a ir a casa.

No tenía quién me llevara. Morris, el chófer del clan, el de mantenimiento y


fabuloso hombre que hace de todo, estaba aún en la lista de prohibidos para un viaje
junto a mí desde que, la última vez que estuvimos juntos en un carro un taxista
endemoniado había tratado de jugar con nuestros vehículos. Y yo no quería levantar a
Zayne o Nicolai, la mayor parte de los Guardianes dormían profundamente durante el
día, sepultados en sus cascaras duras. Y Stacey no quería estar en casa con su pequeño
hermano. Así que aquí estábamos en una cafetería.

Pero ninguna de nosotros tenía apetito.

—Estoy oficialmente traumatizada —dijo ella tomando una respiración


profunda—. En serio.

—No es cómo si el chico esté muerto —respondió Sam con la boca llena de pizza,
sus gafas deslizándose por su nariz, el pelo castaño dejándose caer por su frente. Su
alma, una mezcla de color amarillo y azul, parpadeó como lo había estado haciendo la
de todo el mundo ésta mañana, destellando, como si estuviera jugando al escondite
conmigo—. He oído que revivió en la ambulancia.

—No cambia el hecho de que vimos a alguien ser golpeado en la cara con tanta
fuerza que murió en frente a nosotros —insistió—. ¿O estás perdiendo el punto?

Sam tragó el bocado de pizza.

—¿Cómo sabes que realmente estaba muerto? El hecho de que un aspirante a


oficial de policía dice que alguien no está respirando, no significa que eso sea cierto.
—Miró a mi plato—. ¿Vas a comer eso?

Negué con la cabeza hacia él, en una especie de estupefacción.

—Es todo tuyo. —Un segundo después, arrebató la pizza con los pequeños cubos
de pepperoni de mi plato. Su mirada parpadeó hasta la mía—. ¿Estás bien? —le
pregunté.

Asintió mientras masticaba.

—Lo siento. Yo sé que no suena muy amigable.

—–¿Tú crees? —murmuró Stacey secamente.

Un dolor sordo estalló detrás de mis ojos cuando me estiré en busca de mi soda.
Necesitaba cafeína. También necesitaba averiguar qué demonios estaba sucediendo
con las auras de todos que parpadeaban. El sombreado de colores alrededor de un
humano representaba qué clase de alma llevaban: blanco para un alma totalmente
pura, pasteles eran los más comunes y por lo general indica un alma buena, y los
colores oscuros, es un cuestionable estado del alma. Y si un ser humano no tenía ese
halo revelador en torno a él, eso significaba que estaba en el equipo que no tiene alma.

Es decir, que era un demonio.

Yo no estaba etiquetando, otra habilidad que tuve gracias a mi madre. Si yo


tocaba un demonio era equivalente a pegarle un letrero neón en el cuerpo, lo que
hacía más fácil para los Guardianes buscarlos.

Bueno, no funcionaba en los demonios de Nivel Superior. No mucho.

No me detuve a causa de lo que había sucedido con Paimon y luego cuando me


prohibieron etiquetar. Abbot me había indultado de por vida después de la noche en el
gimnasio, pero se sentía mal etiquetar de manera aleatoria a demonios, especialmente
ahora que sabía que muchos de ellos podían ser inofensivos. Cuando sí etiquetaba, iba
por los Posers, ya que eran peligrosos y tenían el hábito de morder gente, y dejaba
tranquilo a los Fiends.

Y la verdad, el cambio en mi rutina de etiquetar se debió todo gracias a Roth.

—Es sólo que esos dos idiotas probablemente molestaban a Dean. —Sam
continuó rematando la pizza en un nanosegundo—. La gente estalla.

—La gente por lo general no tienen puños que podrían ser consideradas armas
letales —replicó Stacey.

Mi teléfono sonó, llamando mi atención. Inclinándome, lo saqué de mi bolso. Las


comisuras de mis labios se elevaron cuando vi que era Zayne a pesar de que el dolor
en mis ojos aumentaba de manera constante.

Ah, el entrenamiento. Mi estómago dio un pequeño giro divertido, una reacción


conocida cuando se trata de entrenamiento con Zayne. Debido a que en algún
momento durante el ataque y técnicas evasivas, se ponía sudoroso, e inevitablemente
su camisa saldría. Y, bueno, a pesar de que me dolía muchísimo la pérdida de Roth, ver
a Zayne sin camisa era algo a lo que aspirar.

Y Zayne... él siempre había significado el mundo y algo más para mí. Eso no había
cambiado. Nunca lo haría. La primera vez que había sido llevada en el clan, había
estado aterrorizada y me había escondido en un armario rápidamente. Fue Zayne
quien me había engatusado, sosteniendo en sus manos un ya-nada-bonito oso de
peluche que yo había apodado Sr. Snotty. Había estado pegada a su cadera desde
entonces. Bueno, hasta que Roth había llegado. Zayne había sido mi único aliado, la
única persona que sabía lo que era... y Dios, había estado ahí como mi roca las últimas
semanas.

—Así que... —Sam soltó las palabras mientras le envié a Zayne un rápido
y dejé caer el teléfono en el bolso—. ¿Sabían ustedes que cuando las serpientes nacen
con dos cabezas, se pelean entre sí por la comida?–

—¿Qué? —preguntó Stacey, surcando las cejas como dos pequeñas líneas de
enojo.

Él asintió con la cabeza, sonriendo un poco—. Sí. Algo así como un combate a
muerte... con uno mismo.

Por alguna razón, un poco de rigidez salió de mi postura cuando Stacey ahogó
una carcajada y dijo—: Tu capacidad de conocimiento inútil nunca deja de
sorprenderme.

—Es por eso que me amas.

Stacey parpadeó y un calor infundió sus mejillas. Me miró, como si de alguna


manera yo debía ayudarla con su amor platónico recientemente descubierto en Sam.
Yo era la última persona sobre la faz de la Tierra para ayudar en lo que respecta al
sexo opuesto.

Yo sólo había besado a un chico en toda mi vida.

Y él había sido un demonio.

Así que...

Ella se echó a reír en voz alta y brillante mientras recogía su soda.

—Lo que sea. Soy demasiado cool para el amor.

—En realidad... —Sam miró como si estuviera a punto de explicar algún tipo de
hecho al azar sobre el amor y las temperaturas cuando el dolor en mi cabeza estalló.

Tomando un gran respiro, me llevé las manos sobre mis ojos y los apreté contra
la sensación punzante al rojo vivo. Era feroz y rápido, se fue tan pronto como empezó.
—¿Layla? ¿Estás bien? —preguntó Sam.

Asentí con la cabeza lentamente bajé la mano y abrí los ojos. Sam miró hacia mí,
pero...

Él inclinó la cabeza hacia un lado—. Te ves un poco pálida.

Un mareo me inundó mientras seguía mirando—. Tú…

—¿Yo? ¿Eh? —frunciendo el ceño, miró a Stacey rápidamente—. ¿Yo qué?

No había nada que rodeara a Sam, ni un solo rastro turquesa o el amarillo


mantequilla suave. Mi corazón vaciló cuando me giré hacia Stacey. El verde tenue de
su aura también se había ido. Eso significaba que ni Sam ni Stacey tenían… no, tenían
almas, yo sabía que las tenían.

—¿Layla? —dijo Stacey suavemente, tocando mi brazo.

Me di la vuelta, escaneando la cafetería. Todo el mundo parecía normal, excepto


que no había halo alrededor de cualquiera de ellos, no había sombra suave de color.
Mi pulso se elevó y sentí el sudor salpicar mi frente. ¿Qué estaba pasando?

Busqué a Eva Haster, con cuya aura estaba muy familiarizada, la encontré
sentada a unas pocas mesas rodeada de lo que Stacey amablemente se refería como la
manada de perras. A su lado estaba Gareth, su novio intermitente, estaba inclinado
hacia adelante, con los brazos cruzados sobre la mesa, la mirada pérdida en la nada,
sus ojos estaban rojos y vidriosos. Le gustaba ir de fiesta, pero no podía recordar un
día que lo hubiera visto drogado en la escuela. No había nada a su alrededor.

Cambié de nuevo mi mirada hacia Eva, normalmente había un halo de color


púrpura rodeando a la morena, lo que significa que había caído en estado de alma
deplorable hace bastante tiempo. La necesidad de probar su alma siempre fue
grandiosa.

Pero el espacio a su alrededor también estaba vacío.

—¡Oh, Dios mío! —susurré.

La mano de Stacey se tensó sobre mi brazo—. ¿Qué está pasando?

Mi mirada revoloteó hacia ella. Todavía nada de aura. Y luego a Sam. Nada. Yo no
podía ver una sola alma.
Traducido por nahirr & otravaga(SOS)
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
l resto de la tarde pasó como en un sueño. Odiaba pensar que Stacey y
Sam estaban acostumbrados a mis cambios de humor aleatorios y mis
desapariciones, pero así era. Ninguno me preguntó acerca de mi extraño
comportamiento.

Cuando vi a Nicolai esperándome en el frente de la escuela, supe que mis súper


especiales habilidades de detectar demonios se habían ido al diablo. Todos los
Guardianes tenían almas puras, un resplandor hermoso y blanco que sabía que tenía
un sabor como el cielo. Incluso Petr tenía un alma pura a pesar del hecho de que era la
peor clase de hombre y había tratado de matarme.

Pero Nicolai, un Guardián que conocía igual de bien que a Zayne, hoy no tenía su
resplandor usual. Subí a la parte trasera del Escalade, con los ojos bien abiertos
mientras cerraba la puerta detrás de mí.

Me dirigió una mirada rápida. Nicolai sonría con muy poca frecuencia desde que
perdió a su esposa y a su único hijo en el parto. Yo solía recibir más sonrisas que el
resto, pero ya no más desde el día que el clan me había atrapado con Roth.

—¿Está bien? —preguntó, sus ojos eran iguales a los de Zayne. Todos los
Guardianes tenían los ojos de un azul muy brillante como el cielo en verano antes de
una tormenta. Los míos eran del gris más pálido, como si les hubieran sacado todo el
color con lavandina, el resultado de la sangre demoníaca en mí.

Cuando no hice nada aparte de mirarlo como una idiota, apareció un ligero ceño
en su rostro atractivo.
—¿Layla?

Parpadeé como si volviera de un trance y fijé mi vista en la gente que llenaba la


acera. El cielo estaba nublado debido a la lluvia reciente, y las nubes parecían llenas de
más agua, pero no había rastros de otra alma. Negué con la cabeza.

—Estoy bien.

No volvimos a hablar durante el innecesariamente largo viaje en auto hasta el


recinto justo sobre el puente. El tráfico siempre era una molestia. Cuando Morris me
llevaba, no hablaba, nunca hablaba, pero yo pretendía tener una conversación con él.
Con Nicolai, era siete clases de incómodo. Me preguntaba si todavía pensaba que había
traicionado al clan cuando le ayudé a Roth a buscar la Llave Menor de Salomón, si
alguna vez me volvería a sonreír.

Pareció como si hubiera tomado treinta minutos y diez años para que el Escalade
frenara en frente del compuesto. Como siempre, tomé mi mochila y abrí la puerta. Lo
había hecho tantas veces que no miré dónde pisaba. Sabía que el bordillo de la acera
que dirigía a la entrada estaría allí.

Excepto que cuando salté, mis pies ceñidos en botas no se encontraron con otra
cosa más que aire. Perdí el equilibrio, y estiré las manos hacia adelante mientras me
caía. Mi mochila cayó a un lado mientras caía con las palmas hacia adelante. Bambi
cambió sin previo aviso y se enrolló en mi cintura, como si buscara una forma de no
acabar aplastada si me caía.

Una gran ayuda.

Me detuve antes de besar el pavimento, y me deslicé a través de la piedra


resbaladiza y rota. La piel en mis manos se rasgó acompañada por pequeños destellos
de dolor.

Nicolai salió del Escalade y estuvo a mi lado en tiempo record, maldiciendo en


voz alta.

—¿Estás bien, pequeña?

—Ouch —gemí, meciéndome sobre mis rodillas mientras levantaba mis


maltratadas manos. Además de sentirme como una gacela de tres piernas, estaba bien.
Con las mejillas rojas me mordí el labio para evitar que escapara un flujo de
maldiciones—. Estoy bien.
—¿Estás segura? —Envolvió una mano alrededor de la parte superior de mi
brazo, ayudándome a ponerme de pie. Bambi cambió de posición en el momento en el
que me tocó, y la sentí arrastrarse hasta la parte trasera de mi cuello, alcanzando mi
mandíbula. Nicolai también lo vio, y quitó su mano rápidamente. Se aclaró la garganta
mientras fijaba su mirada en mis ojos—. Tus palmas están lastimadas.

—Sanarán. —Y sanarían en cuestión de horas. Con un poco de suerte Bambi se


deslizaría hacia un lugar menos visible en ese tiempo. A ninguno de los Guardianes les
gustaba verla por muchísimas razones—. ¿Qué le pasó al bordillo?

—Ni idea. —Nicolai frunció el ceño mientras miraba la piedra gris


desmoronada—. Debe ser por toda la lluvia.

—Raro —murmuré, viendo que mi mochila había terminado en un charco.


Suspiré al pisotear hacia ella y la saqué de allí.

Nicolai me siguió hasta los escalones.

—¿Estás segura de que no estás lastimada? Podría hacer que Jasmine le eche un
vistazo a tus manos.

No tenía idea de por qué Jasmine, un miembro del clan de Guardianes de Nueva
York, todavía estaba aquí. No es que tuviera algún problema con ella. Su hermana
menor Danika, la hermosa gárgola de pura sangre que quería hacer bebés con Zayne,
era otra historia. Pero de cualquier forma, teniendo en cuenta todo lo que habíamos
compartido Roth y yo, realmente no tenía lugar para estar celosa.

Pero la quemadura amarga estaba allí cada vez que veía a la belleza de cabello
oscuro. La doble moral apestaba, pero oh bueno.

—En serio. Estoy bien —dije mientras esperábamos que Geoff, escondido en
algún lugar del seno del recinto, abriera la puerta—. Solo obviamente no soy muy ágil.

Nicolai no respondió y, gracias al niño Jesús y a los tiernos ángeles, la puerta


principal se abrió. Con cuidado de no pisar un agujero inesperado en el suelo, dejé mi
mochila justo al lado de la puerta y fui rápidamente hacia mi habitación.

Buenas noticias. No me caí en las escaleras y Bambi había decidido salirse de mi


rostro y ahora estaba otra vez envuelta alrededor de mi torso.

El tráfico y mi encuentro improvisado con el suelo habían hecho que llegara


tarde para encontrarme con Zayme; pero mientras me quitaba las botas usando los
pies, no estaba segura acerca de cuán concentrada en entrenar iba a estar
considerando que de repente parecía faltarme un tornillo.

¿Por qué no podía ver las almas? ¿Y eso qué significaba?

Necesitaba decírselo a alguien, se lo diría a Zayne pero no a su padre. Ya no


confiaba mucho en Abbot. No desde que descubrí que él había sabido todo el tiempo
quiénes eran mi madre y mi padre. Y estaba segura que él tampoco confiaba al cien
por ciento en mi rosado trasero.

Saqué un par de suéteres y una camiseta de mi armario y los lancé a la cama.


Caminando alrededor de mi habitación solo en medias, desabotoné mis jeans y me
quité el suéter. La estática electrificó mi cabello, haciendo que mechones delgados se
pararan alrededor de mi cabeza. Zayne sabría qué hacer. Ya que Roth…

La puerta de mi habitación se abrió de un golpe y Zayne entró.

—Nicolai me dijo… Dios santo.

Me congelé a un lado de la cama y mis ojos crecieron hasta el tamaño de naves


espaciales. Maldición. Mi suéter todavía estaba envuelto alrededor de un brazo, pero
solo estaba usando mi sostén, mi sostén negro, y jeans que estaban desabotonados. No
estaba segura por qué el color de mi sostén marcaba una diferencia, pero me paré allí,
abriendo y cerrando la boca.

Zayne se había detenido, y como con Nicolai, no vi ningún resplandor perlado a


su alrededor. Pero en este momento estaba más preocupada en lo que Zayne sí veía: a
mí, de pie en frente suyo con mi sostén, mi sostén negro.

Sus hermosos ojos azules estaban muy abiertos, las pupilas ligeramente
verticales. Su cabello rubio ondulado, el cual había cortado recientemente, todavía era
lo suficientemente largo para enmarcar sus amplios pómulos. Sus labios gruesos
estaban separados.

Durante diez años había crecido con Zayne a mi lado. Él era cuatro años más
grande que yo, así que lo había idolatrado como cualquier hermana menor haría, pero
nada de lo que había sentido por Zayne, por lo menos no en los últimos años, había
sido fraternal. Lo había deseado desde que fui lo suficientemente grande para apreciar
los abdominales marcados en un chico.

Pero Zayne siempre ha estado y siempre estará fuera de mi alcance.


Él era un Guardián de pura sangre y aunque no pudiera ver su alma ahora
mismo, sabía que tenía una y era pura. Y aunque no había tenido problemas con estar
cerca de mí en el pasado, una relación con cualquiera con alma sería muy peligrosa
considerando que los convertiría en un granizado sabor a alma.

Y su padre esperaba que hiciera pareja con Danika.

Maldición.

Pero justo en ese momento, su potencial futuro de hacer bebés con Danika
parecía haber sido removido de esta habitación. Zayne me estaba mirando como si
nunca me hubiera visto en realidad, y honestamente no podía pensar en algún
momento en el que me haya visto con un traje de baño, mucho menos un sostén. Traté
de no pensar en mi ropa interior de puntos rojos que se asomaba desde mis jeans.

Y entonces me di cuenta qué es lo que miraba.

Rubor corrió hacia mis mejillas y luego seguí su mirada por mi cuello y más
abajo. Podía sentir la cola de Bambi moviéndose a lo largo de mi columna vertebral.
Estaba envuelta alrededor de mi cintura, con su largo cuello estirado entre mis
pechos. Su cabeza descansaba en la parte superior de mi pecho derecho como si fuera
su almohada personal, justo debajo de donde colgaba mi collar.

La mirada de Zayne siguió la longitud del tatuaje, y me encogí mientras mi


sonrojo se profundizaba. ¿Qué debe haber estado pensando al ver a Bambi tan
descaradamente expuesta, un recordatorio contundente de lo diferente que era de él?
No quería saberlo.

Dio un paso hacia adelante y se detuvo de nuevo; su mirada viajó hacia arriba
con la intensidad suficiente para sentirla como una caricia física. Algo cambió en mí, y
la vergüenza se disolvió en una calidez embriagadora. Una pesadez se instaló en mi
pecho, y los músculos en la parte inferior de mi estómago se contrajeron.

Sabía que tenía que volver a ponerme un suéter, o por lo menos tratar de
cubrirme, pero había algo en la forma que me miraba que me mantenía inmóvil y…
quería que me viera.

Que viera que ya no era la pequeña niña escondida en el clóset.

—Dios —dijo, finalmente hablando con una voz baja y profunda que
retumbaba—. Eres hermosa, Layla. Un regalo.
Mi corazón hizo una voltereta hacia atrás, pero mis oídos tampoco debían de
estar funcionando correctamente, porque sabía que eso no era lo que acababa de
decir. En el pasado me había dicho bonita, pero nunca hermosa… nunca un regalo. No
con mi cabello tan pálido que podía ser considerado blanco o el hecho que lucía como
una muñeca Kewpie demente, con mis ojos y boca muy grandes para mi rostro. Osea,
no era horrible ni nada, pero no era Danika. Ella era todo cabello negro brillante, y
piernas largas y ágiles. Ella era impresionante.

Yo me acababa de caer de un auto minutos atrás y realmente podía hacerme


pasar por una albina desde lejos.

–¿Qué? –susurré, cruzando mis brazos, suéter y todo, sobre mi estómago.

Él sacudió la cabeza de una lado hacia el otro mientras caminaba, no, mientras
me acechaba, cada paso lleno de propósito y con una gracia inherente que podría
envidioso a un bailarín.

—Eres hermosa —dijo, con los ojos de un tono azul brillante y luminoso—. No
creo que alguna vez te lo haya dicho.

—No lo has hecho, pero no s...

—No digas que no lo eres. —Su mirada bajó una vez más a donde estaba
apoyada la cabeza de Bambi, y el aire salió entre mis labios entreabiertos. Por una vez,
la familiar demoníaca no se movió—. Porque lo eres, Layla. Eres hermosa.

Un gracias se formó en la punta de mi lengua, porque parecía que era lo que


había que decir, pero las palabras murieron cuando él levantó una mano. El tirante de
mi sujetador se había deslizado por mi brazo y él metió dos dedos debajo de éste. Su
piel rozó la mía, y un sutil escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Una extraña oleada de posesividad me golpeó. Una necesidad de reclamarlo, tan


profunda y tan fuerte que hizo que mis rodillas se debilitaran y que el aliento quedara
atrapado en mi garganta. Mientras él deslizaba el tirante hacia arriba por mi brazo,
sus dedos rozaron mi piel, y el anhelo estaba tan arraigado que supe que era mío, pero
algo al respecto era desconocido. Un hambre que sentía, pero...

Su mirada chocó con la mía, y ahora sus pupilas eran completamente verticales.
Mi boca se secó y por un salvaje segundo, pensé que podría besarme. Cada músculo de
mi cuerpo se tensó, haciendo que la cola de Bambi se moviera rápidamente sobre mi
espina dorsal. Un millar de fantasías, y había tenido muchas de esas cuando se trataba
de Zayne, no podrían haberme preparado para este momento. Zayne... él significaba el
mundo para mí y antes de Roth…

Roth.

El aire se atascó en mi garganta ante el pensamiento del demonio de ojos


dorados. La imagen de él se formó fácilmente en mi mente: cabello tan oscuro como la
obsidiana, pómulos altos y angulares, labios curvados en una sonrisa cómplice que me
había enfurecido y excitado.

¿Cómo podía estar parada aquí con Zayne, queriendo que él me besara, porque sí
quería eso, cuando acababa de perder Roth?

Pero en realidad nunca tuve a Roth y besar a Zayne era imposible.

Con lo que pareció ser un gran esfuerzo, él apartó la mirada y echó un vistazo
por encima de su hombro. Querido Señor Dios, la puerta estaba abierta. Cualquiera
podría haber pasado caminando y haberme visto ahí parada. En mi sujetador… mi
sujetador negro.

El calor inundó mi rostro de nuevo mientras daba un paso hacia atrás y


rápidamente arrastraba mi suéter por encima de mi cabeza. Me di la vuelta, pasando
las manos sobre mi cabello lleno de estática para aplacarlo. Mi rostro se sentía como si
hubiese estado tomando el sol durante una tormenta solar y no tenía ni idea de qué
decir mientras arreglaba mis pantalones vaqueros con dedos temblorosos.

Zayne se aclaró la garganta, pero cuando habló, su voz era aún más profunda y
más áspera de lo normal.

—Supongo que probablemente debería haber tocado, ¿eh?

Contando hasta diez, me di la vuelta y forcé un encogimiento de hombros casual.


Él seguía mirándome como si no me hubiese puesto un suéter encima.

—Yo te hago eso todo el tiempo.

—Sí, pero... —Sus cejas se levantaron mientras frotaba la mano por su


mandíbula—. Lo lamento por eso y por... um, por mirar fijamente.

Ahora me sentía como si hubiese estrujado mi rostro contra el sol. Cuando me


senté en el borde de la cama, me mordí el labio.

—Está bien. Es sólo un sujetador, ¿verdad? No es gran cosa.


Se sentó a mi lado e inclinó la cabeza hacia mí. Gruesas pestañas doradas le
escudaban los ojos.

—Sí, no es gran cosa. —Hizo una pausa, y luego sentí su mirada apartarse de
mí—. Vine aquí arriba porque Nicolai dijo que te caíste afuera.

Oh Dios. Había olvidado mi humillante caída.

—¿Estás bien?

Levanté mis manos. Las palmas estaban rasguñadas y rosadas.

—Sip. Estoy bien. Pero la acera no. ¿Tienes idea de lo que le pasó?

—No. —Se estiró, agarrando mi mano derecha. Suavemente, pasó su pulgar


sobre la marca—. No estaba así esta mañana cuando llegué a casa después de la caza.
—Sus pestañas arrastrado—. ¿Ubicaste a Jasmine para que te revisara las manos?

Tan agradable como era que me sujetara la mano, la retiré con un suspiro.
Jasmine tenía un talento natural a la hora de trabajar con hierbas curativas y todo eso.

—Estoy bien. Sabes que estas marcas habrán desaparecido para mañana.

Me miró por un segundo y luego se recostó en mi cama, apoyado en un codo.

—Es por eso que vine aquí arriba. Pensé que estabas más lastimada de lo que
estabas diciendo y es por eso que no habías bajado a la sala de entrenamiento.

Me giré hacia él, viendo como estiraba el otro brazo y agarraba al Sr. Mocoso. Lo
dejó caer entre nosotros, sentándolo, y sonreí.

—Nicolai también dijo que estabas actuando extraño en el auto —añadió


después de un latido.

Los Guardianes eran como viejitas chismosas en su reunión del bingo semanal,
pero sí tenían razón en sospechar de mí. Me metí el cabello detrás de las orejas.

—Algo pasó hoy.

Su gran mano quedó inmóvil en el oso de peluche y sus ojos encontraron los
míos.

—¿Qué?
Empujando a un lado todo el asunto del sujetador y de estar medio desnuda para
obsesionarme con eso más tarde, me acerqué más a él y bajé la voz, consciente de la
puerta aún abierta.

—No sé cómo ni por qué sucedió, pero en la clase de biología, mi visión empezó
a estropearse un poco.

Sus cejas se juntaron.

—Detalles.

—Son las almas. En la clase de biología, me di cuenta que las auras parecían...
titilar, luego en el almuerzo, se desvanecieron por completo.

—¿Por completo?

Asentí.

Zayne se sentó en un movimiento fluido.

—¿No puedes ver ningún alma?

—No —dije en voz baja.

—¿Ni siquiera la mía?

—No puedo ver ningún alma. —Mi pulso se aceleró cuando realmente lo
asimilé—. La de nadie. Es como con los demonios. Nada a su alrededor.

Enroscó la pierna cuando se inclinó hacia mí, con la voz baja.

—Y esto simplemente sucedió. ¿Estaban titilando y luego nada?

Asentí otra vez mientras mi estómago se retorcía en pequeños nudos.

—En el almuerzo, tuve este dolor realmente fuerte detrás de los ojos y los cerré.
Cuando los volví a abrir, todas las auras se habían ido. Justo así.

—¿Y no pasó nada más? —Cuando negué con la cabeza, se frotó un punto por
encima de su corazón—. ¿No entraste en contacto con... con algún demonio?

—No —dije rápidamente—.Te lo habría dicho de inmediato.


Una mirada tensa cruzó su rostro por un momento, y hubo un movimiento
retorcido en mi pecho. Por supuesto que él no esperaría que se lo dijera de inmediato.
Le había mentido sobre Roth durante dos meses.

—No tienes razones para creer eso y yo... yo te he mentido antes. —Tragué con
fuerza cuando él miró hacia otro lado. Un músculo vibraba a lo largo de su
mandíbula—. Y lamento eso, pero pensé...

—Pensaste que lo que estabas haciendo era lo correcto al no decirnos acerca de


él y al buscar la Llave Menor —dijo en voz baja, sin decir su nombre—. Y lo entiendo.
Estoy tratando de no estar resentido por eso.

Subiendo mis piernas, las acurruqué contra mi pecho.

—Lo sé.

Echó un vistazo hacia mí, con su expresión ablandándose después de unos


momentos.

—Bueno. ¿Entonces no pasó nada más? Claro. —Él dejó escapar un profundo
suspiro mientras negaba con la cabeza—. No lo sé. Realmente no hay nadie a
preguntar. No hay otro…

—¿Demonio?

—Sí, eso. No hay otros demonios alrededor que puedan hacer lo que puedes
hacer tú, así que eso nos deja muy poco con lo que trabajar.

Mi madre podía ver almas, o al menos eso era lo que Roth había dicho. Sin
embargo no era como si pudiera preguntarle, dado que en la actualidad estaba
encadenada en el Infierno.

—Tal vez esto es sólo temporal —dijo, estirando la mano y apartando hacia atrás
un mechón de cabello rubio tan claro que prácticamente era tan blanco como mi
rostro—. Así que no nos volvamos locos hasta que lo sepamos a ciencia cierta. ¿Está
bien?

Me encontré asintiendo, pero ya estaba empezando a enloquecer.

—No voy a ser capaz de etiquetar.

Zayne inclinó la cabeza hacia un lado.


—Realmente no has estado etiquetando recientemente, así que eso es lo último
de lo que preocuparse, Layla-bug.

—No vas a decirle a Abott, ¿verdad?

—No si tú no quieres que lo haga. —Hizo una pausa—. Pero ¿por qué no quieres
que él lo sepa?

Me encogí de hombros, sin querer hablar de su padre en realidad. Zayne lo


amaba y confiaba en él.

Zayne me observó por unos momentos y luego se tumbó en su lado. Ofreciendo


su mano, me sonrió.

—¿Quieres saltarte el entrenamiento?

Entrenar era importante. Evitaba que recibiera una paliza cuando me tropezaba
con demonios, pero asentí. Tomando su mano, dejé que me halara a su lado. Nos
quedamos allí por unos momentos, yo sobre mi espalda y Zayne de costado.

Se aferró a mi mano, con cuidado de no empujar contra la piel desgarrada.

—¿Cómo han estado los antojos últimamente?

Suspiré.

—Lo mismo.

Hubo una pausa.

—¿Has estado comiendo normalmente?

Con las cejas frunciéndose, incliné la cabeza hacia atrás para verlo.

—¿Por qué preguntas eso?

Él no respondió de inmediato.

—Has perdido peso, Layla.

Me encogí de hombros.

—Probablemente eso es algo bueno.


—No necesitas bajar de peso. —Una pequeña sonrisa apareció en sus labios,
pero no llegó a sus ojos—. Sé que estas últimas dos semanas han sido duras para ti.

La presión se cerró sobre mi pecho y una bola de emoción se formó en mi


garganta. Las últimas dos semanas tuvieron segundos de calor y luz, pero
interminables horas de oscuridad y pérdida. Nunca antes había perdido a alguien a
quien hubiese sido cercana o que recordara. No sabía cómo llorar su pérdida o seguir
adelante. Extrañar a Roth era como ver una puerta a una vida que no te habías
atrevido a soñar cerrarse de golpe en tu cara.

¿Qué estaba pasando con él ahora? ¿Estaba siendo torturado? ¿De alguna
manera se encontraba bien? Había pensado esas preguntas tantas veces que eran un
eco constante en mi mente.

—Sé que te preocupabas por él —dijo Zayne, entrelazando sus dedos con los
míos—. Pero no te olvides de mí. Estoy aquí para ti. Siempre lo estaré.

Contuve el aliento alrededor de un sollozo.

Él bajó la cabeza y, después de un segundo, sus labios rozaron mi mejilla. Sólo


Zayne, quien sabía lo que yo podía hacerle a cualquiera con un alma, se atrevería a
acercarse tanto.

—¿Está bien?

—Está bien —dije en voz baja, cerrando los ojos contra el familiar ardor—. No lo
haré.
Traducido por Auroo_J
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

P ara el almuerzo del día siguiente, todavía no veía ningún alma, pero una idea se
me ocurrió mientras fingía prestar atención en la clase de inglés, mientras que el
profesor daba una conferencia sobre las consecuencias del amor imprudente en
Romeo y Julieta.

No había visto a un demonio en días y tal vez algo sería diferente en ellos
también. Tenía sentido. Algo así. Si los humanos de repente carecían de alma, tal vez vería
también alguna diferencia en los demonios, que no tenían almas, para empezar.

Mientras Stacey organizó su brócoli en una cara sonriente demente, le envió un texto
rápido a Nicolai haciéndole saber que me recoja en Dupont Circle. Él lo vería cuando se
despertara y ya que él no era consciente de lo que estaba pasando conmigo, no parecería
extraño para él. Para Zayne, sería una historia diferente, pero yo le explicaría cuando llegué a
casa.

—¿No hay emoción en la clase de bio hoy? —preguntó Sam, pinchando su brócoli con su
tenedor de plástico.

Stacey sacudió la cabeza—. No, pero la señora Cleo no estaba allí.

—La pobre mujer, probablemente, tuvo un derrame cerebral. —Empujé mis verduras
alrededor de la decantación de carne misteriosa—. Tuvimos un substituto hoy, un señor
Tucker.

Ella me sonrió—. Y él era ardiente y joven.

—¿En serio? —preguntó Sam. Antes de que pudiera responder, se inclinó sobre la mesa,
alisando su pulgar a lo largo de la parte superior de su mejilla.

Stacey se quedó inmóvil.

Me quedé helada.
Sam sonrió mientras rozó el dedo a lo largo de su mejilla de nuevo.

—Lo tengo. —Se echó hacia atrás.

—¿Lo tienes? —murmuró Stacey.

Empecé a sonreír.

—Una pestaña —explicó, con la mirada fija en ella—. ¿Sabías que las pestañas
mantienen el polvo fuera de los ojos?

—Uh-huh. —Stacey asintió.

Él se rió entre dientes—. No, no lo sabías.

—Sí —susurró.

Capturando la mirada de Sam, me reí. Me encantó que Sam estaba finalmente


comenzando a mostrar algo de confianza cuando se trataba de ella. Era obvio que le gustaba
durante los últimos dos años.

Lo que me dio otra idea. Retorcidas habilidades demoníacas de lado, sería bueno salir y
hacer algo... normal.

—¿Qué van a hacer este fin de semana?

Stacey parpadeó mientras empujaba su flequillo grueso de su frente.

—Tengo que cuidar a mi hermanito el sábado y el domingo. ¿Por qué?

—Pensé que podríamos ver una película o algo así.

—Estoy libre de la mayor parte de las vacaciones de Acción de Gracias. —Ella le deslizó
a Sam una sonrisa sorprendentemente tímida—. ¿Y tú?

Sam jugó con la tapa de su agua.

—Estoy libre siempre. —Sus ojos oscuros se posaron en mí—. ¿Por qué no invitas a
Roth?

Mi corazón se dejó caer en mi vientre y mi boca se abrió, pero no hubo palabras. Bueno,
esa oferta de diversión me había abofeteado de vuelta en la cara.

Él le echó un vistazo a Stacey.

—Um, estoy pensando que dije algo malo. ¿Ustedes ya no están saliendo? Yo supuse que
iba a una nueva escuela o algo así.
Dios, cómo me hubiera gustado que fuera eso.

—No he hablado con él... por un tiempo.

Sam se encogió—. Oh. Lo siento. —Fijó su mirada en el plato vacío.

Stacey revirtió rápidamente la conversación de vuelta a los planes de la película y


después de que nos fuéramos para nuestra próxima clase, se apoyó en el casillero al lado del
mío, simpatía pellizcando sus labios.

—Sam realmente no es tan bueno en las habilidades sociales, ¿sabes?

Solté un bufido mientras saqué mi libro de historia.

—Parece como si estuviera mejorando.

—Con pasos de bebé. —Se rió, pero se desvaneció rápidamente—. He estado esperando
que me digas lo que pasa, pero he esperado todo el tiempo que puedo. ¿Qué pasó contigo y
Roth por cierto? Ustedes estaban muy entusiasmados. Se suponía que pasarías la noche con él,
los atraparon y…

—Realmente no quiero hablar de eso —le dije, cerrando la puerta de mi casillero. A


nuestro alrededor, los estudiantes se arremolinaban. Era extraño verlos sin sus almas
trémulas. Alisé mis manos por mis medias negras—. No quiero ser indiferente, es que...

—¿Es difícil? ¿Demasiado pronto? Lo entiendo. —Inclinó la cabeza hacia un lado y


respiró hondo—. ¿Así que Sam...?

En un terreno más seguro, sonreí—. ¿Sí?

—Está bien. —Se inclinó hacia mí. Una ola de esperanza se estrelló contra mí, saliendo
de la nada. Era tan fuerte que di un paso atrás. La anticipación se desvaneció cuando los
oscuros ojos de Stacey se iluminaron—. Bueno. ¿Soy yo o Sam estaba tratando de
coquetearme?

Sacudí la cabeza, disipando la sensación extraña—. Creo que sí.

—Lo hiciste bien con la idea de la película. —Comenzó a caminar a mi lado—. Estoy
orgullosa de ti por eso.

—No sé por qué no solo lo invitas a salir. —Reduje la velocidad mientras me acercaba al
salón de historia. —Nunca has tenido un problema en hacer eso antes.

—Lo sé. —Echó la cabeza hacia atrás y frunció el ceño—. Pero él es diferente. Él es Sam.
Está interesado en cosas como las computadoras, los libros y cosas nerd.
Me reí. Sam era bastante nerd, pero nerd lindo—. ¿Y tú?

Suspiró y luego sonrió ampliamente.

—Estoy interesada en él.

—Entonces eso es todo lo que importa, ¿verdad?

—Yo creo que sí. —Echándose un vistazo a sí misma, tiró hacia abajo la parte superior
de la camiseta de color rojo que llevaba debajo de su larga chaqueta de punto, exponiendo las
protuberancias de sus pechos. —Y en la clase de arte, descubrirá que él está interesado en los
senos. Deséame suerte.

—Buena suerte. —Mire a su escote—. No es que la necesites.

Me guiñó un ojo—. Lo sé.

Cuando Stacey se alejó de mí, me volví sobre mis talones, me dirigí a la clase y me
detuve. Mis cejas subieron a mi frente. Por los baños, un chico y una chica estaban
enganchados. No podría decir quiénes eran o donde iniciaba uno y terminaba otro. Estaban
presionados contra la pared. La chica tenía una pierna enroscada alrededor de la cintura del
chico y sus caderas estaban... ¡jua!

Creo que estaban a punto de hacer un bebé.

Se iban a meter en muchos problemas. Las demostraciones de afecto en público estaban


totalmente fuera de límites. Incluso sostenerse de las manos te ganaba una mirada
desaprobatoria por parte del personal.

Pero... pero el entrenador Dinkerton, estimado líder de nuestro equipo de fútbol sin
victorias, pasó a su lado. No se inmutó. Ni siquiera cuando la pareja se metió en el baño de las
chicas.

¿Qué demonios estaba pasando?

Después de clases, me metí más profundamente en mi delgado cuello de tortuga


mientras me dirigía por las aceras atestadas cerca de Dupont Circle. Una chaqueta hubiera
sido una buena idea. La falda de mezclilla y leotardos realmente no bloqueaban el frío y
húmedo viento, pero no había planeado estar fuera.

A mi alrededor, la gente serpenteaban hacia adelante y atrás. Ninguno de ellos tenía


almas visibles. Dos horas en mi experimento improvisado y lo había declarado un gran
fracaso. Pensé haber visto unos Fiends parados alrededor de un poste de teléfono, A los
Fiends les encantaba meterse con las cosas; electrónica, obras de construcción, fuego, pero era
difícil de decir con seguridad. Ellos no habían causado ningún problema activo y no había
nada apartándolos de la muchedumbre. Podrían haber sido sólo los seres humanos que
esperan para cruzar la calle.

La noche ya se arrastraba a la ciudad, haciendo que las farolas se encendieran,


proyectando sombras hostiles a través de la mezcla de nuevos y viejos edificios que bordean
las calles.

Agarrando mi bolso cerca de mi cadera, me apresuré hacia el parque, manteniéndome


cerca de los escaparates. Odiaba admitirlo, pero la paranoia era una amiga caminando a mi
lado. Antes, siempre podía confiar en mi capacidad de ver las almas para erradicar a los
demonios y nunca había perfeccionado el instinto natural que otros Vigilantes tenían cuando
se trataba de olfatearlos. De vez en cuando un escalofrío extraño bailaría a través de la nuca
de mi cuello, pero no sé si eso significaba la presencia de un demonio o no. Era más del tipo de
sensación que tienes cuando eres observado.

Todo al que pasé podría haber sido un potencial Poser o de Nivel Superior para todo lo
que sabía. Tal vez simplemente no podía sentir demonios como otros Vigilantes. Dios,
apestaría si ese era el caso. Necesitaba averiguar si eso era un problema, de inmediato, pero
¿dónde puedo encontrar un grupo de demonios que esperanzadoramente no trataran de
matarme?

Tropecé cuando otra idea ganadora se me ocurrió.

El edificio de apartamentos de Roth a lo largo de los Palisades. Todo el lugar estaba a


punto de reventar con demonios, ¿pero podría volver allí? ¿Podría enfrentar todas las
emociones que el estar tan cerca de donde él había vivido traería? No estaba segura, pero me
gustaría probar. Tal vez mañana después de la escuela podría hacer que Zayne fuera conmigo.
No se emocionaría, pero lo haría... por mí.

O tal vez mañana me despertaría viendo almas de nuevo.

Dios, ¿cuántas veces había deseado ser normal para los estándares Guardianes? Y ahora
que estaba más cerca de ser así, yo misma me estaba dando una úlcera y…?

La forma salió de la nada, nada más que una espesa sombra que serpenteaba desde el
callejón, moviéndose demasiado rápido para mí, incluso para conseguir gritar. Un segundo
estaba caminando por la calle y al siguiente, era arrastrada hacia un lado en un oscuro y
estrecho callejón. Un estallido agresivo resplandeció desde el interior y luego se desvaneció
en crudo terror gélido mientras la fuerte presión se liberaba. Volé hacia atrás varios metros.
Mi mochila golpeó en un contenedor de basura mientras yo golpeaba el suelo frío sobre mi
trasero.
Aturdida, miré hacia arriba a través de una capa de pelo rubio pálido al ver dos ojos
azules vibrantes con pupilas verticales mirándome fijamente.

—Demonio, —dijo entre dientes, levantando un cuchillo dentado en una mano—.


Prepárate para volver al infierno.
Traducido por Jessy, otravaga y HeythereDelilah1007
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

S
anta madre de Dios.

Por un momento, no pude moverme. Era un Guardián en forma


humana, apenas en forma humana, una que no había visto nunca antes.
Sabía dónde planeaba poner ese cuchillo. Con una puñalada era como los Guardianes
enviaban a los demonios de vuelta al infierno.

Golpear las cabezas de los demonios también funcionaba.

El momento de miedo paralizante dio paso al instinto. Todas las horas de


entrenamiento evasivo se activaron. Salté sobre mis pies, ignorando el dolor en mi
trasero. La malvada hoja afilada se arqueó en el aire cuando me lancé al lado.

—¡Espera! —dije, saltando hacia atrás cuando él giró hacia mí—. No soy un
demonio.

El Guardián se mofó. Parecía joven y su rostro era desconocido para mí, lo cual
significaba que no era parte del clan de D.C.

—¿Crees que soy estúpido? Apestas a su clase.

¿Apestaba? Resistiendo el impulso de olerme, me acerqué lentamente en torno


al contenedor verde, esperando poder razonar con él.

—Soy parte demonio. Mi nombre es Layla Shaw. Vivo con…

Él se disparó hacia adelante, y yo giré alrededor. El cuchillo se abalanzó, tallando


a través del suéter y rebanando la piel de mi brazo. Grité cuando un dolor ardiente
estalló a lo largo de mis terminaciones nerviosas.
Sucedió tan rápido que no había manera de detenerlo.

El impulso inherente de cambiar se apodero de mí y mi piel se tensó cuando


Bambi se desplegó a sí misma de su lugar de descanso en mi piel. Se difundió en el
aire, una masa de pequeños puntos negros que colgaban entre el Guardián y yo.

El Deja vu me golpeó en la cara.

Los puntos cayeron al suelo del callejón y giraron juntos, formando una espesa
masa que se levantó en el aire, tomando la forma de una serpiente.

Nunca había visto a Bambi tan grande antes.

Más alta que yo y más ancha que el Guardián, Bambi silbó como una máquina de
vapor cuando se echó hacia atrás, preparándose para atacar.

El Guardián maldijo mientras se hacía a un lado, dejándose caer en cuclillas. Su


cuerpo comenzó a cambiar partiendo su camisa directamente hacia arriba de su ancho
pecho.

—¿Parte demonio? Tienes un familiar.

—Sí, pero no es lo que crees —la sangre goteaba por mi brazo cuando tropecé
hacia Bambi. Mi corazón latió fuertemente cuando ella abrió la boca, revelando
colmillos del tamaño de mis manos. Le eché un vistazo a la entrada del callejón. En
cualquier segundo alguien podría volver aquí y mientras que el Guardián no sería
demasiado difícil de explicar, la serpiente del tamaño de un Humvee era otra
historia—. Por favor. Déjame explicarlo. No soy un alguien malo.

—Está no es la primera vez que un demonio dice eso —el Guardián rodeó a
Bambi mientras su piel se oscurecía a un gris profundo.

Bambi atacó, y el Guardián evitó por poco un golpe directo.

—¡Bambi! ¡No! —le ordené.

La serpiente se echó hacia atrás una vez más, su poderoso cuerpo enroscándose
y tensándose.

—¡No te comas al Guardián! —dije, respirando pesadamente a través del


dolor—. Necesitamos…
El Guardián se lanzó hacia adelante y derrapó desde debajo de Bambi cuando
esta lo golpeó. Él surgió, mitad en su forma humana y mitad gárgola. Vi el cuchillo
balanceándose en el aire. Me levanté del suelo, dando tumbos hacia él. Me metí bajo su
brazo cuando balanceó el cuchillo hacia abajo. Me di la vuelta, plantando mi pie en su
espalda. El Guardián cayó sobre una rodilla.

—Por favor detente —jadeé, todavía intentando ponerle fin a este completo
desastre de un choque de trenes—. Estamos en el mismo…

El Guardián giró y fue por mí otra vez.

No lo logró.

La serpiente disparó hacia él como una bala dirigiéndose directamente a la


cabeza.

—¡Bambi!

Demasiado tarde.

Como una cobarde, cerré los ojos ante el primer grito agudo. Mi estómago se
revolvió cuando una sucesión de repugnantes ruidos de crujidos lleno el callejón. Giré
alrededor, frente a la entrada del callejón. La gente paseaba en ambas direcciones, sin
tener idea de lo que estaba sucediendo aquí.

Hubo un sonido de tragar fuerte y había una buena probabilidad de que fuera a
vomitar. Mirando hacia abajo, envolví mi mano alrededor de mi brazo izquierdo e
hice una mueca cuando el dolor me atravesó. Mi suéter era oscuro, enmascarando la
sangre, pero estaba goteando sobre mi mano. Mordiéndome el labio, cerré los ojos
cuando una ola de vértigo se apodero de mí.

¡Por dios!, tenía mala suerte cuando se trataba de callejones.

Bambi le dio un empujoncito a mi cadera con su nariz. Respirando


profundamente, la enfrenté. Su roja lengua bifurcada serpenteaba en el aire y me dio
un golpecito nuevamente. Mi mirada se elevó hacia las sombras del callejón. Además
de las ratas, éramos las únicas dos cosas aquí.

—Oh dios mío —respiré, acariciando la cabeza de Bambi torpemente—. En serio


te acabas de comer un Guardián.
Y mi vida en serio se había vuelto mucho más complicada.

Me las arreglé para encontrar una bufanda de seda en el fondo de mi bolsa.


Utilizándola para limpiar la sangre de mi mano, luego la hice un ovillo y la mantuve a
mano en caso de que empezara a caer todo sobre los asientos de cuero de Nicolai.

No le dije nada a él, porque ¿qué podía decir? Un Guardián intentó matarme.
Puede que este desangrándome por aquí. Oh, y por cierto, Bambi se comió a dicho
Guardián para la cena. Sí, eso iba a terminar como una tonelada de ladrillos atados con
dinamita.

Así que me concentré en no desmayarme desde el momento en que Nicolai


apareció. Tan pronto como llegara a casa, encontraría a Zayne y…Dios sabe que
después de eso.

Necesitaba un PRTAG, Programa de Reubicación de Testigos de Asesinatos de


Guardianes.

Apretando la mandíbula para evitar gemir cada vez que llegábamos a un bache,
me sentía un poco fuera de ello para cuando llegamos al recinto. El corte no podía ser
tan profundo. Al menos, esperaba que no lo fuera, pero maldita sea si todo mi brazo
izquierdo no se sentía como un frio pedazo de carne.

Me apresuré al interior, y patiné hasta detenerme en el vestíbulo. Voces


masculinas sonaban desde todas las esquinas de la casa al parecer. Miré en la sala de
estar, desorientada.

Jasmine estaba ahí, con sus brazos alrededor de un alto Guardián varón con pelo
castaño ondulado. Él estaba sosteniendo a su hija, Izzy. La niña de dos años estaba en
su forma humana, pero dos cuernos de color oscuro dividían sus rizos rojos y sus alas
se asomaban por la parte trasera de su camisa color rosado. Drake, el hermano gemelo
de Izzy, estaba trepando las piernas del varón, gruñendo cada vez que saltaba.

Dez estaba de vuelta.

Lo cual significaba que Jasmine y Danika se dirigirían a casa pronto, ya que los
miembros de su clan estaban de regreso y ya no era necesario que se mantuvieran
aquí por razones de seguridad. Hurra.
Una extraña expresión contrajo sus hermosos rasgos mientras su mirada
recorría su entorno. Cuando sus ojos se posaron en mí, sus hombros se relajaron un
poco, pero la extraña tensión en su rostro se mantuvo.

—Layla —dijo él, sonriendo mientras le entregaba a Izzy a Jasmine y se


inclinaba, para recoger a Drake, sosteniéndolo cerca de su gran pecho—. Es bueno
verte.

Parpadeé lentamente mientras dejaba mi bolso al lado de la pequeña mesa en el


vestíbulo. Todavía sosteniendo la bufanda, forcé una sonrisa.

—Hey. ¿Cómo…cómo estás?

—Bien. Pareces…

Voces se acercaban y la puerta de la biblioteca de Abbot se abrió. Como si me


moviera a través de una niebla, me di la vuelta.

Otro Guardián desconocido salió, deteniéndose abruptamente cuando me vio.


Como el que estaba en el callejón y como el mismo Dez, él era joven. Probablemente a
mediados de los veinte.

—¿Qué dem…? —dijo él, estirando la mano detrás de él.

Oh, por amor de Dios, si sacaba un cuchillo, iba a renunciar a la vida en general.

—Maddox —Dez dio un paso adelante, agarrando a Drake mientras el niño le


cogía un puñado de cabello con sus dedos regordetes—. Está es Layla.

Había una pesada capa de advertencia en la voz de Dez que provocó que Maddox
se enderezara como si duro acero se hubiera derramado por su espina dorsal. Asintió
secamente y luego dio un paso a mí alrededor, rehuyendo de mí de manera que uno
pensaría que portaba algún tipo feroz enfermedad.

—¿Has visto a Tomas? —pregunto Maddox, viéndome desde los rabillos de sus
ojos—. Fue a la ciudad. ¿Ha vuelto?

—No —dijo Dez, elevando a Drake. Detrás de él, Jasmine frunció el ceño cuando
me miró. Estaba segura que sus sentidos de “hay un pájaro herido cerca” se estaban
disparando. Era una muy buena curandera. Algo de lo que necesitaba
desesperadamente, pero necesitaba salir de aquí—. Estoy seguro de que regresara
pronto —terminó él.
Con una sensación de hundimiento, tuve una real idea de quien era Tomas…o
solía ser.

Oh Dios. Comencé a arrastrar los pies hacia las escaleras pero la profunda y
ronca risa de Zayne llamó mi atención.

Estaba en la biblioteca con Geoff, nuestra gárgola residente aficionada a la


tecnología y artilugios, y su padre. Algunos de nuestros otros miembros del clan
estaban allí. Abbot se sentaba detrás del escritorio, haciendo rodar un cigarrillo entre
sus dedos. Sin encender. Nunca los fumaba, simplemente parecía que le gustaba
manipularlos.

Zayne estaba parado con su espalda hacia la puerta, al lado de una hermosa
Guardiana de cabello oscuro, el tipo de belleza que me hacía sentir blah en un buen
día. Danika se inclinaba hacia él y sonreía mientras uno de los miembros del clan
contaba una historia.

No sabía qué tipo de historia. Nunca fui incluida en los cuentos. Y las únicas
veces que había estado en la biblioteca de Abbot recientemente era cuando me daban
un sermón de una cosa u otra.

Mis pies se sentían graciosos mientras estaba de pie en el pasillo.

—¿Zayne? —mi voz además sonó extraña.

La pañoleta de mano parecía húmeda.

Dándose la vuelta, la sonrisa en el rostro de Zayne se congeló.

—¿Layla?

Sabía que probablemente me veía como si la muerte me hubiera masticado y


escupido. Nerviosamente eché un vistazo hacia Danika, sin atreverme a mirar hacia
Abbot.

—¿Pu… puedo hablar contigo un segundo? ¿A solas?

—Sí. Espera solo un segundo —se volvió de nuevo hacia Danika y luego hacia su
padre, quien estaba probablemente dándole esa mirada. La mirada que decía no te
atrevas a alejarte de Danika, la futura madre de tus hijos—. Vuelvo enseguida.

Ella asintió, mordisqueándose el labio—. Está bien. ¿Cómo estás tú?


La pregunta estaba dirigida a mí, y creo que dije algo en afirmativo. Pasé
cojeando por donde Dez y el chico nuevo estaban parados con Jasmine, sin esperar a
Zayne. Si no me sentaba, iba a derrumbarme.

Con mi mano buena, apreté la barandilla mientras comenzaba a subir las


escaleras. Zayne estaba justo a mi lado, con la cabeza inclinada mientras hablaba.

—¿Estás bien?

—Uh… —unos pasos más. Unos pasos más—. En realidad no.

Moviéndose más cerca de mí, él contuvo el aliento.

—Huelo sangre. Estás sangrando.

—Algo por el estilo —chillé. Cuando empezó a darse la vuelta, sin duda para
sonar la alarma, dije—: No digas nada todavía. Por favor.

—Pero…

—Por favor.

Zayne maldijo entre dientes, pero siguió subiendo las escaleras.

—¿Qué tan malo es?

—Eh...

Rodeamos el segundo rellano, y una vez que estuvimos fuera de la vista, Zayne se
inclinó y me recogió en sus brazos. En cualquier otro momento, habría hecho un
berrinche, pero todo el asunto de “estar sangrando y con dolor” me mantuvo
tranquila.

—Necesito un poco de detalle —dijo, dirigiéndose directamente a su habitación,


no la mía, la suya. Estaba un poco distraída por eso mientras él me reacomodaba
contra su pecho y abría la puerta—. Háblame, Layla. Estoy empezando a enloquecer.

Cuando cerró la puerta tras él con la punta del pie, obligué a mi lengua a trabajar.

—Creo que podría haber sido apuñalada.

—¿Crees? —gritó.

Me estremecí.
—Bueno. Lo fui.

—Jesús. —Me sentó en el borde de su cama. Sobre sus hombros, la estantería de


pared a pared estaba desbordada de libros—. ¿Dónde? ¿Dónde está? —Pero ya estaba
buscando con ojos y manos. Cuando alcanzó la parte superior de mi brazo, grité—.
Mierda. —Él apartó su mano y sus dedos estaban manchados de rojo—. ¿Por qué no le
dijiste a Nicolai?

—No es tan malo, ¿verdad? —Miré hacia abajo, pero el material negro ocultaba
el daño.

Zayne me quitó la bufanda empapada y la dejó caer en el suelo de madera.

—No lo sé. Tengo que sacarte la blusa.

Alcé las cejas ante eso.

Él me lanzó una mirada insulsa mientras se apartaba el cabello con el antebrazo.

—Y tienes que decirme cómo sucedió esto.

—Estaba cerca de Dupont Circle y… ¿realmente tienes que sacarme la blusa?


—pregunté cuando alcancé el dobladillo de mi suéter.

Zayne levantó la vista, con sus ojos azules brillantes con determinación y su piel
normalmente dorada un tono o dos más pálida.

—Sí. Estorba.

—Pero…

—Te vi en sujetador apenas ayer. ¿Recuerdas? —Cuando señaló eso, no fue


como si mi argumento a favor de la modestia fuese válido—. ¿Estabas cerca de
Dupont?

Asentí, tragando con fuerza mientras levantaba mi suéter.

—Estaba afuera tratando de detectar un demonio. Ya sabes, para averiguar si


podía ver algo diferente a su alrededor.

—Maldita sea, Layla, pudiste habérmelo pedido. Habría ido contigo.

El suéter siendo halado por encima de mi cabeza y sacado por mi brazo bueno
escondió la mueca que había hecho.
—No iba a enfrentar al demonio.

—Sí, ese es un punto discutible cuando un demonio obviamente te enfrentó.


—Ni siquiera se fijó en mi sujetador de encaje de color rosa mientras movía poco a
poco el suéter hacia abajo por mi brazo izquierdo.

Inhalé bruscamente cuando alcanzó la herida.

—Lo siento —gruñó.

—Un demonio no me enfrentó. —La herida lucía inflamada y sangrienta, y me


obligué a mirar hacia otro lado, centrándome en la cabeza inclinada de Zayne—. Ni
siquiera estoy segura de que viese uno.

Estuvo callado mientras bajaba el suéter por completo. Estirándose, agarró una
colcha, cubriendo con ella mi parte delantera.

—¿Entonces quién te hizo esto?

Estiré hacia arriba mi brazo sano, envolviendo mis dedos alrededor del collar.

—Un Guardián.

Su cabeza giró hacia mí y sus labios se separaron.

—¿Un Guardián te hizo esto?

—Sí. Nunca antes lo he visto —dije, inhalando profundamente cuando él


inspeccionó suavemente la herida—. Me agarró mientras estaba caminando para
reunirme con Nicolai. No hice nada para instigarlo. Él simplemente salió de la nada y
traté de hacerle entender que yo no era una amenaza, pero él se me lanzó encima.

—Mierda. Esta era una cuchilla de hierro. —La tensión irradiaba de Zayne
cuando se retiró, con los dedos cubiertos con mi sangre—. ¿Cambiaste?

—Empecé a hacerlo cuando él me alcanzó con el cuchillo, pero... luego Bambi se


desprendió de mí y... oh Dios, Zayne, traté de detenerla, pero el Guardián… no quiso
escuchar.

Se quedó inmóvil mientras su mirada se desvió hacia arriba, encontrando la mía.

—¿Qué le pasó al Guardián?

Negué con la cabeza lentamente, sin querer decirlo. Mi estómago se revolvió.


—Bambi... ella se lo comió.

Zayne se me quedó mirando.

—¿Se lo comió?

—Entero. Así como devorárselo enseguida. —Una risa ahogada se me escapó


cuando bajé la barbilla. Mechones de cabello se deslizaron hacia delante sobre mi
hombro—. Oh, Dios mío, esto es tan malo. Creo que es el Guardián del clan de Nueva
York. ¿Tomas? Ese del que estaban hablando abajo. Quiero decir, ¿cuántos Guardianes
desconocidos justo estarían vagabundeando por Washington? Y eso significa que Dez
lo conoce y probablemente es su amigo, y me cae bien Dez. Él siempre ha sido amable
conmigo y ahora mi serpiente mascota demoníaca se comió a su amigo y yo…

—Hala, párala ahí, Layla-bug. ¿Vale? Podría haber sido él, pero no hay nada que
podamos hacer al respecto. Él se te fue encima y Bambi te defendió. Y punto.

—Sí —dije en voz baja, sabiendo que los demás Guardianes no lo verían así.

—Quédate aquí.

¿Cómo si fuese a ir a alguna parte sangrando y sin camisa?

Zayne desapareció en su baño y regresó rápidamente con dos toallas húmedas.


Él absorbió la sangre en silencio y el acto... ah, me recordó cuando Roth me había
limpiado en su apartamento, lo que hizo que mi pecho doliera tanto como mi brazo y
volvía toda esta situación mil veces peor.

—¿Qué tanto te duele?

—Me arde. —Vi la serie de músculos moviéndose debajo de su camisa.

—¿Dónde está Bambi ahora? —preguntó, echando un vistazo a donde la colcha


cubría mi pecho y mi vientre.

—Sobre mí.

Él arqueó una ceja.

—¿Ahora es invisible?

Sonreí.
—Está envuelta alrededor de mi pierna en este momento. Creo que se está
escondiendo.

—Tal vez tiene malestar estomacal.

Una risa parcialmente histérica escapó de golpe y una pequeña sonrisa estiró sus
labios. Nada de esto era divertido, pero si no me reía, probablemente empezaría a
gritar.

—Traté de detenerla. Y traté de lograr que el Guardián entendiera. Lo juro,


Zayne. Sólo que no lo hacía. Dijo que yo olía como un demonio. ¿Huelo como un
demonio?

Su boca se abrió y luego se cerró con fuerza. Arrojó la toalla ensangrentada


donde yacía mi suéter.

—El corte no está sanando y no va a hacerlo con una cuchilla de hierro y eso es
jodida…

—Peligroso para los demonios. Genial. Eso es perfecto. —Levanté la mirada


hacia él, sujetando la manta contra mi pecho con una mano—. ¿Huelo como un
demonio?

—Déjame buscar a Jasmine…

—No. Ella le dirá Abbot y el Guardián probablemente pertenece al clan de Nueva


York. Abbot me culpará.

—No, no lo hará.

Una bola de inquietud se formó en mi vientre.

—Recurrí a ti porque confío en ti. No puedes decirle a tu padre. Por favor.

Los hombros de Zayne se tensaron.

—Entonces déjame buscar a Danika. No me mires como si acabaras de tragar


orina de gato.

—Asco —gemí.
—Ella no va a decir nada y es tan buena como Jasmine cuando se trata de este
tipo de cosas. —Se inclinó, colocando sus manos a cada lado de mis piernas—.
Podemos confiar en Danika.

Apuesto que mi rostro se veía como si también hubiese tragado pipí de hámster.

Zayne se acercó bastante, presionando su frente contra la mía. Traté de irme


alejando, pero él me siguió y estaba demasiado cerca. Cerré los ojos, apretando la boca
cerrada cuando la necesidad de… de alimentarme se elevó por encima del dolor y la
sensación helada de pánico.

—No voy a dejar que nada te pase —dijo, con sus manos curvándose alrededor
de mis rodillas—. Voy a conseguir que te arreglen el brazo y luego vamos a resolver
esto. Pero si confías en mí...

Empecé a mirar hacia otro lado, pero él puso sus dedos en mis mejillas,
deteniéndome.

—Zayne.

—Si confías en mí, entonces tienes que confiar en que esto será seguro con
Danika —continuó—. No puedo hacer esto… suturarte el brazo. No por mí mismo.
¿Está bien? Te tengo.

Conteniendo la respiración, asentí. No sabía si estaba de acuerdo sólo para


conseguir que se alejara antes de que me aferrara a él o si realmente estaba dispuesta
a volcar mi confianza en las manos de Danika, de todas las personas.

Zayne levantó la cabeza y me besó en la frente, haciendo que mi corazón se


tropezara.

—Vuelvo enseguida.

Le tomó cerca de dos minutos regresar con Danika. Durante ese tiempo, me
había convencido a mí misma de que Zayne había sido abordado por su padre y
obligado a divulgar la verdad. El enfermo sentido de miedo era como comida podrida
en mi barriga.

Zayne entró, cerrando la puerta silenciosamente detrás de Danika. Llevaba una


pequeña bolsa que parecía un kit de costura. Oh Dios. Ellos en serio iban a coser mi
piel. Me volví hacia Zayne con la mirada aterrorizada.
Se sentó a mi lado, atrayendo mi amplia mirada.

—Le he contado todo.

—No voy a decir nada —dijo ella, poniendo la bolsa a mi lado e inmediatamente
comenzar a hurgar en ésta—. Sólo que me alegra que estés aquí sentada y que Bambi
consiguió meterse una buena comida.

La miré boquiabierta.

Ella encogió un elegante hombro.

—No me gusta la gente criticona o los Guardianes criticones y si era Tomas,


entonces él sería del tipo de ser criticón.

—¿Tú… tú lo conocías?

Asintiendo, se volvió hacia mi brazo e hizo un sonido cacareo.

—Esto definitivamente fue hierro —le dijo a Zayne—. ¿Ves cómo los bordes en
cierto modo están quemados?

¿Mi piel estaba quemada?

—Incluso si ella hubiese cambiado, esto no habría sanado. Va a estar bien una
vez que esté suturada —continuó, y vi algo por el rabillo del ojo que parecía como
hilo—. Si fuese un demonio de pura sangre…

—No lo es —dijo Zayne, y casi me reí ante el innecesario recordatorio.

—Lo sé —respondió ella en voz baja—. Puedo entender por qué no quieres que
Abbot se entere. Debes haber estado tan asustada.

No podía mirar a Danika y no estaba segura de qué hacer con su simpatía en ese
momento. Sabía que ella estaba enhebrando una aguja y yo estaba a punto de perder
mi mierda, pero entonces recogió un frasco.

—Esta es una mezcla de alcanfor y Spilanthes. Ayudará a adormecer la piel, ¿de


acuerdo?

Apretando los dientes, asentí.

Danika extendió alguna porquería con olor a menta por todo mi brazo. Me sacudí
un poco cuando picó, pero en cuestión de segundos, la mezcla se volvió fría,
filtrándose más allá de la piel y dentro del músculo. Colocando el frasco de nuevo en la
bolsa, ella recogió sus instrumentos de inimaginable dolor y miró hacia arriba. Su
sorprendente rosto —perfectos pómulos altos, nariz respingona recta y labios
llenos— estaban drenados de todo color.

Eso no era muy tranquilizador.

—Esto todavía va a doler —le dijo ella en voz baja a Zayne—. Probablemente
deberías… ummm, sostenerla en su lugar.

Tragué.

Zayne envolvió un brazo alrededor de mi cintura y me guió abajo sobre mi


costado y se acuclilló a mi lado, enrollando su pierna sobre las mías. Mis ojos se
ampliaron por un momento estuve demasiado deslumbrada por lo cerca que estaba
de mí. Roth y yo habíamos yacido así después de…

Él movió una mano a la parte de atrás de mi cabeza, guiando mi cara hacia su


pecho, y envolvió la otra alrededor de mi brazo herido.

—Puedo sentir tu corazón latiendo —dijo él, su voz perdida en mi cabello—.


Trata de respirar profundamente un par de veces.

Mi corazón se sentía como si fuera a salirse de mi pecho, una mezcla entre su


cercanía y la descarga de miedo que me llegó con el toque de los dedos fríos de
Danika.

—Haré esto rápido —prometió ella—. Literalmente tomará solo unos segundos.

Cerrando mis ojos, respiré varias veces profundamente.

—Está bien. Puedo hacer esto. Puedo hacerlo.

—Puedes. —La mejilla de Zayne se deslizó por un lado de mi cabeza—. Eres


fuerte, Layla. Puedes hacer esto.

Casi le creí.

Cuando la aguja perforó mi piel, mi espalda se enderezó. El fuego emergió del


pequeño hueco que ella había creado, prendiendo mi cuerpo como si yo estuviera
tocando las llamas.
—Está bien. —Murmuró Zayne, enredando sus dedos en mi cabello—.
Terminará antes… —aplastó mi cara a su pecho, callando el grito que salía de mi
garganta.

—Lo siento —susurró Danika, sus manos temblando levemente, pero Zayne me
mantuvo abajo, sosteniendo mi brazo herido derecho y quieto. Un mareante flujo de
maldiciones dejó mi lengua, y Zayne rio entre dientes roncamente.

—No tenía ni idea de que tuvieras ese tipo de boca —dijo él.

—No me importa. Quiero que ella se detenga. Ahora. —Intenté retirarme, pero
su agarre se apretó—. Detente. Por favor.

—No podemos detenernos cariño. Terminará pronto. Ya casi medio termina.


—El cuerpo de Zayne estaba firme, y Bambi empezó a deslizarse sobre mi cadera. Lo
último que necesitábamos es que ella saliera y se comiera a Danika. Pero la serpiente
se quedó quieta. Tal vez Zayne tenía razón y tenía malestar estomacal—. Y luego
estarás perfecta —añadió él.

—No soy perfecta. —Todo mi cuerpo palpitaba como una herida gigante al rojo
vivo. Dios, yo era una llorica. Sin ninguna tolerancia al dolor. Luego, sin embargo, mi
piel estaba siendo remendada nuevamente con un mínimo de adormecimiento—.
Hue… huelo como un demonio.

—No hueles como un demonio —pareció sostener el aliento mientras yo gritaba


contra su pecho nuevamente—. Hueles como… como a freesia.

—¿Freesia? Hu… huelo como a sangre y demonios —susurré roncamente,


apretando su mano hasta que sentí sus huesos mientras ella hacía otra puntada—. Lo
siento —jadeé.

—Está bien. —Zayne se las arregló para quedar más cerca, encajando su cuerpo
contra el mío—. No hueles a sangre.

Me quejé mientras Dinka tiraba del hilo—. Eres un muy mal mentiroso.

—Terminé —dijo ella, dejando salir una respiración entrecortada—. Lo siento


tanto.

—E… está bien —presioné mi rostro contra el pecho de Zayne, inhalando su


esencia como de invierno mentolado. Mis dedos ardían por aferrarme a su mano y
camisa—. Gra… gracias.
Dejó salir una respiración profunda mientras vendaba la herida.

—Deberías descansar durante algunos minutos, dejar que tu cuerpo se asiente, y


podría ser una buena idea darte un sueñecito profundo esta noche, solo para que te
sientas mejor más rápidamente por la pérdida de sangre.

Un sueño profundo significaba asilarse en forma de cascarón para que así


pudiésemos descansar a nivel celular, pero yo nunca había dormido así antes. Incluso
aunque me hubiese transformado hoy si Bambi no hubiese hecho su aparición, no me
había transformado desde esa noche en el gimnasio, y no me creía capaz de dormir
así.

No sabía que tanto tiempo estaríamos ahí con Danika sentada en el borde de la
cama. Zayne pasó suavemente una mano por mi espalda hasta que los temblores
eventualmente cedieron, y los contenidos de mi estómago se acentuaron un poco. Él
libero su pierna de las mías.

—¿Estás bien? —preguntó Zayne. Cuando asentí, se retiró un poco, pasando


suavemente una mano sobre mis mejillas húmedas—. ¿Quieres intentar sentarte?

Sin confiar en mi misma para hablar todavía, asentí de nuevo. Con la ayuda de
Zayne, reajusté el edredón y me senté. Mi cabeza daba un poco de vueltas y parches
oscuros volvían nublosa mi visión.

—Puedo conseguirle algunos analgésicos —dijo Danika, su voz ligeramente


apagada mientras se quedaba mirando a sus manos elegantes y les limpiaba mi
sangre—. Jasmine no notará eso. —Mirando sobre su hombro, sus ojos aterrizaron en
donde Zayne descansaba su brazo sobre mis hombros—. Puedo traerte algo para usar.

—Debería… debería haber una sudadera con capucha sobre mi cama.

Danika se fue y volvió rápidamente con la sudadera y mientras ambos se daban


la vuelta, yo la dejé caer con cuidado sobre mi vendaje. Cuando terminé de subir la
cremallera ellos me enfrentaban.

—Gracias —dije de nuevo.

—¿Cómo te sientes? —Danika se movió para sentarse junto a mí.

—No creo que vaya a vomitar. —Intenté ocultar mi sonrisa débil por su mirada
de alivio, pero Zayne la vio, y sus ojos se iluminaron—. Eso… apestó.
—Lo hiciste bien. —Miró hacia Zayne. Él estaba parado frente a mí, sus brazos
cruzados y sus rasgos endurecidos—. ¿Qué hacemos ahora?

Mi cerebro se sentía como una masa blanda, supuse que era porque necesitaba
consumir azúcar. Montones de azúcar. Ayudaba con los antojos. Y una siesta. Tal vez
dos siestas. Solo porque sí. Luego iba a irme a la cama.

Zayne suspiró pesadamente.

—No lo sé. No creo que este sea el momento.

—Ella tiene que saber. Obviamente.

Tras subir las orejas subiendo, levante mi cabeza, pasando mi atención entre
ambos.

—¿Saber qué?

Él se veía como si quisiera discutir, pero en lugar de eso dio un paso hacia
adelante y se sentó junto a mí.

—Hay algo que he estado sintiendo sobre ti en el último par de días.

—Está bien. —Mi brazo quemaba de manera feroz, pero el pavor empujó lejos el
dolor—. ¿Huelo como un demonio?

—No hueles a nada diferente de lo usual. Ese… idiota nunca debió haberlo dicho
de esa manera, pero yo si… —Exhaló profundamente mientras frotaba una de sus
manos en su mentón—. He sentido más en ti tu lado demoniaco—.

Mi estómago, ya de por sí sensible, cayó.

—Realmente no es diferente a sentir otro demonio —dijo Danika, retorciendo


sus manos juntas—. Pero es como si estuviéramos sintiendo un cierto tipo de
demonio… uno de Nivel Superior.

El aire se precipitó fuera de mis pulmones mientras me giraba hacia Zayne, y mi


voz salió en un lamentable quejido. Los demonios de Nivel Superior eran los más
poderosos, los más peligrosos.

—Preferiría oler como un demonio normal.


Él no dijo nada, pero una mirada torturada y llena de pánico se abrió camino por
su rostro.

Pasó un segundo. Luego un minuto. Ni siquiera estoy segura de que hubiese


procesado. El hecho de que ellos me sintieran como un demonio de Nivel Superior era
como un glaseado mohoso en el pastel.

—¿Por qué no me dijiste?

—¿Cómo podía? Hubieras pensado lo peor y no quería traer eso para ti. Y no
importa, porque eres en parte Guardián. Eres inherentemente…

Un zumbido bajo se hizo eco a través de la casa, y láminas de acero golpearon


contra las ventanas, haciendo que Danika y yo saltásemos. Golpes similares sonaron
mientras Zayne saltaba sobre sus pies. Yo nunca había visto que las ventanas hicieran
eso antes, pero sabía lo que significaba.

Zayne se dio la vuelta mientras Danika palidecía.

—Demonios —dijo él, sus manos curvándose en puños—. Hay demonios aquí.
Quédense aquí. Ambas.

Él ya estaba saliendo por la puerta.

Danika y yo intercambiamos miradas, y como en un acuerdo mutuo, nos


encontramos siguiéndolo escaleras abajo. Lo que me habían contado podía esperar.
Para que los escudos cayeran en nuestra casa, teníamos que estar bajo ataque.

Dos de los miembros del clan hacían guardia frente al cuarto de estar, donde
sabía que Jasmine debería haber estado recluida con los bebés. La puerta de enfrente
estaba abierta, lo que me cogió con la guardia baja. Había también un revestimiento de
acero ahí, pero, ¿qué la puerta estuviera abierta, como si no hubiese nada que temer?
El aire nocturno se filtraba dentro, trayendo una cierta esencia.

Mi pulso se aceleró y mi boca se secó.

Maddox bloqueaba la entrada, y se dio la vuelta, sus ojos aterrizando sobre


nosotras.

—Danika, tienes que permanecer atrás.

—¿Qué está pasando? —demandó ella mientras sus pupilas se estrechaban


verticalmente—. Hay demonios ahí fuera. Los puedo sentir.
—Somos bastante consientes. Abbot está con ellos —respondió él—. Y también
los hombres. Esto no es nada que tenga que ver contigo.

Danika se endureció junto a mí.

No percibí nada, lo que resolvía la interrogante sobre eso, pero ese olor… oh por
dios, ese olor. Pequeños vellos se elevaron en todo mi cuerpo mientras me tambaleaba
hacia delante ciegamente.

—Layla. —Danika se apresuró tras de mi—. No deberías salir.

Maddox no intentó detenerme mientras lo esquivaba. La esencia crecía cada vez


más mientras yo me adentraba en el aire glacial. La piel de gallina se esparció por mi
carne. El aroma dulce y almizclado invadió mis fosas nasales. Mi corazón
sobreexcitado se lanzó en sobre marcha y demasiada —demasiada— conmoción se
alzaba ligeramente a través de mí.

Vi a Zayne parado en la entrada y junto a él estaba su padre, y Geoff y Dez y


otros, pero eran las formas oscuras delante de ellos, cerca del césped que llevaba a los
bosques, lo que me atraía más cerca. Mis piernas se sacudieron mientras cogí
velocidad y me precipité a bajar las escaleras.

Zayne se volteó a medias, levantando una mano como si quisiera pararme o


atraparme. Su mandíbula estaba fija en una línea dura y severa.

—Layla…

No me detuve. Nada en este mundo podría haber logrado detenerme. El


agotamiento y el dolor desaparecieron con rapidez. Zayne se movió solo unos cuantos
centímetros a un lado, encarándome completamente.

Luego lo vi.

Las lágrimas cosquillearon en la parte trasera de mis ojos mientras mi corazón


se detenía dentro de mi pecho y luego aceleraba. Todo lo que había estado mal con las
últimas dos semanas se desvaneció en el momento en que mis ojos encontraron esa
mirada coloreada de dorado.

—Roth —susurré.
Traducido por martinafab & Jessy
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
ra tan alto y llamativo como cualquier príncipe superior podría serlo.

Y parecía como si fuera la primera vez que me veía.

Vagos machones de cabello negro azabache le caían sobre la frente,


rozándose contra unas cejas arqueadas igualmente oscuras. Sus pómulos eran anchos
y altos; sus ojos ligeramente inclinados en las esquinas exteriores eran una mezcla
deslumbrante de oro y ámbar, dando a su rostro una cualidad casi inhumana. Esos
labios, con su parte inferior llena, actualmente estaban separados. Una camiseta negra
se extendía a través de un pecho que yo sabía que estaba increíblemente bien definido
y un estómago tonificado, el tipo de estómago que ponía a los abdominales de seis
cuadritos en vergüenza. Sus vaqueros colgaban bajo en sus caderas, sostenidos por un
cinturón de pedrería.

Lo único que faltaba era Bambi y actualmente estaba delirando en mi piel,


deslizándose hacia arriba y abajo, pero Roth estaba vivo y estaba aquí.

Sus ojos se abrieron ligeramente. Podría haber sido mi imaginación, pero juraba
que pude ver el destello del perno de metal en su lengua mientras se humedecía los
labios. Los músculos de su mandíbula se tensaron cuando una mirada ilegible
parpadeó sobre su imponente rostro, y me olvidé de todos los demás. Mi corazón se
estaba hinchando tanto que me sentí como si pudiera flotar hasta las estrellas.

Alguien dijo algo, pero se perdió en los latidos de mi corazón y la sangre


corriendo a través de mí.

Roth dio un paso hacia mí mientras su mirada se volvía bruscamente hacia mi


derecha. Se detuvo, sus ojos brillando un color ámbar intenso. Una mano se cerró
sobre mi brazo, justo debajo de la venda.

Mi paso vaciló mientras me tragaba un grito. Zayne se adelantó al mismo tiempo


que Roth, pero Abbot inclinó la cabeza hacia la mía.

—Cuidado, muchacha. Sin importar lo que hizo por nosotros, no te olvides de


que sigue siendo un demonio.

—De hecho, soy un príncipe —le corrigió Roth en esa profunda voz rica-como-
el-chocolate-oscuro que envió una estela de escalofríos por mi columna vertebral, la
voz que no estaba segura de que iba a oír de nuevo—. Será mejor de que tú no te
olvides de eso.

Abbot se puso rígido y su mano se apretó durante un instante mientras yo


trataba de liberarme.

—Y también te servirá bien saberlo para que la sueltes —continuó, levantando la


barbilla levemente—. Así podemos empezar a agitar nuestra pequeña bandera blanca
de amistad sin derramar sangre.

—No es que derramar sangre fuera algo tan malo. —Al lado de Roth, un demonio
que reconocí como un gobernante infernal sonrió ampliamente, mostrando rectos
dientes blancos. Cayman era algo así como un demonio de mando medio. No tenía ni
idea de quién era el tercer demonio que permanecía de pie detrás de los otros dos.

—Y ustedes harán bien en recordar que están en mi propiedad. —Abbot hizo


soltar su agarre, y habría avanzado hacia delante, pero la mirada que Roth me envió
me advirtió de no hacerlo.

Confundida, respiré profundamente y traté de calmar mi corazón acelerado.


Quería hacer caso omiso de su mirada y arrojarme hacia él. Así sólo podría tocarlo y
asegurarme de que era real y que estaba bien, pero no podía olvidar dónde estaba. La
mitad de mi clan estaba fuera y aunque Roth se había sacrificado a sí mismo —bueno,
había parecido eso— por el bien común, nadie estaría feliz si empezaba a subirme por
todo él como un mono araña desquiciado.

Pero a medida que lo miraba y realmente comenzaba a asimilar que Roth estaba
aquí y estaba bien, no podía entender cómo esta era la primera vez que lo veía. Mejor
aún, ¿cómo había salido de las fosas ardientes? Eran supuestamente ineludibles.

O por qué estaba aquí.


Abbot parecía que se había elevado en toda su estatura.

—Y nunca habrá una “bandera blanca de la amistad” entre nuestras clases.

Roth se puso una mano en el pecho.

—Ay, allá van todas mis esperanzas y sueños que tenía para nuestras clases de
bailar juntos bajo arco iris.

Una vena comenzó a sobresalir de la frente Abbot. Se volvió hacia mí.

—Tienes que ir dentro, Layla.

Ni por los mil infiernos iba hacerlo, pero antes de que pudiera decirlo, Roth
inclinó la cabeza y dijo:

—No, ella tiene que estar aquí. Vine por una razón, aunque nos hayamos
desviado un poco del asunto.

¿Desviado un poco del asunto con qué? ¿Cuánto tiempo había estado Roth aquí?
Apartándome el pelo de la cara, me sentía como si el cerebro me estuviera
funcionando a cámara lenta. Eché un vistazo a Zayne, pero él estaba concentrado en
Roth como si quisiera patearlo de vuelta al infierno. Las comisuras de mis labios se
deslizaron hacia abajo. Pillaba que Zayne y Roth nunca podrían ser mejores amigos,
pero, ¿Zayn había olvidado lo que Roth había hecho por él?

Maddox había salido y estaba de pie al lado de un callado Dez. En algún


momento, Maddox debió haber cambiado, porque estaba en su verdadera forma. Su
piel era del color del granito y sus alas llegaban a la impresionante cifra de dos metros
y medio. Con las fosas nasales planas y los ojos amarillos brillando ferozmente, mostró
sus colmillos.

—No puede haber ninguna razón por la que les permitamos estar aquí. —Se
volvió hacia Abbot, las manos con garras formando puños—. Tomas está desaparecido
y apuesto a ellos que tienen algo que ver con ello.

Uh...

Bambi se acurrucó alrededor de mi estómago y luego se estiró, como si estuviera


feliz con el recordatorio de su comida temprana de la noche.

—No tengo ni idea de quién es Tomas —respondió Roth, sus labios, labios que se
habían grabado en mi memoria, se curvaron en una sonrisa—. Por otra parte, ustedes
los Guardianes todos parecen igual.

Maddox siseó.

—¿Crees que eres lindo?

—No, creo que soy sexy. —La sonrisa se extendió, pero no llegó a sus ojos fríos
de color ocre—. Y también creo que soy gracioso.

Dez y el resto de los Guardianes se tensaron. Supuse que pensaban que Roth
debía sentirse intimidado por cuantos eran, pero Roth... bueno, cuanto más difícil era
la situación, más listillo se ponía.

Cayman me guiñó un ojo mientras se pavoneaba hacia delante. Mis cejas se


levantaron. Todo esto parecía surrealista. Tal vez había perdido demasiada sangre,
desmayado, y todo esto era sólo una especie de sueño extraño.

—¿Podemos llegar al punto? —preguntó Cayman valientemente—. El tiempo es


realmente esencial.

Abbot exhaló profundamente con las fosas nasales dilatadas, pero asintió.

—Tenemos un gran problema —dijo Roth, centrándose en el líder del clan. La


sonrisa se deslizó lentamente de su rostro, y un escalofrío se deslizó por mi espina
dorsal—. Ha nacido un Lilin.

Todos los Guardianes lo miraban como si se hubiera bajado los pantalones y


hecho un pequeño baile. Me quedé boquiabierta, mi mente reproduciendo
rápidamente lo que Roth había dicho. No podríamos haberlo oído bien. No había
forma de que un Lilin —una raza de demonios que podían despojar almas con sólo un
toque— podría haber sido creado. Eran tan viles que despojar almas no solo mataban
al humano o Guardián en cuestión, sino que los convertían en espectros vengativos,
espíritus empeñados en causar destrucción. Los Guardianes habían sido creados para
quitar a los Lilin de la Tierra durante los tiempos de Eva y la maldita manzana.

—Eso es imposible —gruñó Zayne—. ¿Qué clase de mierda pretendes con esto?

Roth desvió la mirada hacia él, su expresión una firme máscara.

—No pretendo nada y confía en mí, hay mentiras más interesantes que contar.

—No puede ser verdad —dijo Abbot, cruzando sus enormes brazos sobre su
amplio pecho—. Sabemos lo que se necesita para subir al Lilin y esas cosas no han
sucedido. Por no hablar de que Paimon fue detenido antes de que pudiera completarse
el ritual.

—¿Un demonio intentando mentirnos? —resopló Dez mientras una brisa fría le
agitaba el cabello—. Qué sorpresa.

Travesura, la del tipo que derribaría ciudades enteras, se encendió en los ojos de
Roth. Abrió la boca, pero di un paso adelante.

—¿Cómo es esto posible? Sabes… sabemos que no puede serlo.

Roth mantuvo la mirada enfocada en Zayne.

—Puede serlo.

—¿Cómo lo sabes? —exigí.

Un Guardián resopló y murmuró:

—No puedo esperar a escuchar esta historia.

Sus labios se curvaron en un lado.

—Como todos ustedes deben saber, si han leído su manual de “Cuando se Arme
El Lio”, hay cuatro cadenas que sujetan a Lilith en el Infierno.

Asentí con la cabeza. Yo sabía que Lilith, mi madre distanciada, estaba


encadenada en el Infierno, pero no veía cómo eso tuviera algo que ver con esto.

—Dos de las cadenas se rompieron cuando Paimon intentó realizar el ritual,


dejando sólo dos cadenas aseguradas —continuó—. Una tercera…

—Espera. —Abbot levantó una mano—. ¿Cómo exactamente se rompieron dos


de las cadenas? Paimon fue detenido y la inocencia de Layla, la clave para el ritual,
subsiste. Por lo tanto, eso no puede ser verdad.

Oh, Dios mío...

Otra vez todo el asunto de la inocencia. Me tragué un gemido cuando doblé la


mano alrededor de mi collar. Para que el ritual de subir a Lilin fuese completado,
varias cosas tenían que haber tenido lugar. La sangre de Lilith tenía que ser
derramada y vino del anillo que aún llevaba alrededor del cuello. Mi sangre tenía que
haber sido extraída y eso también había sucedido, pero los dos últimos eran los más
importantes.

Tendría que haber tomado un alma y habría tenido que perder mi inocencia, al
igual que en el sentido bíblico. Sólo Zayne y Roth sabían que había tomado un alma y
Abbot nunca podría saberlo o me mataría. ¿La otra parte? Todavía era virgen, así que
no podía...

—Paimon había completado las partes de la sangre —dijo Roth, siguiendo el hilo
de mis pensamientos. No me miró mientras hablaba, pero había un borde afilado en
sus palabras. Se me formaron nudos en el estómago—. La cortó. Lo vi.

Cómo en el mundo había visto el pequeño pinchazo durante la pelea estaba más
allá de mí.

—Sí. Paimon extrajo mi sangre y se derramó, pero... —Esa noche volvió a mí de


repente. Después de que Roth y Paimon hubiesen sido atrapados y enviados a las fosas
ardientes, el suelo había sido chamuscado allí donde ellos habían puesto los pies y
había aparecido un agujero en el suelo, justo donde yo había estado atada.

Las cejas de Abbot se unieron. Abrió la boca y luego se giró para darme una
mirada penetrante. Me encogí detrás de la acusación en su mirada. ¿Sabía lo de Petr?
¿Que había tomado el alma al Guardián en defensa propia? Ya podía sentir la soga
rodeándome el cuello. Zayne se acercó más a mí, y el aire se me escapó de los
pulmones.

—Tu inocencia —dijo Abbot en voz baja, engañosamente calmada—. Afirmaste


que aún eras inocente, Layla.

¿Afirmé?

—No te mentí.

—¿Entonces cómo se rompieron las cadenas? —exigió.

—Ahora nos cree —dijo Cayman, sacudiendo la cabeza—. Con qué rapidez duda
de Layla.

A pesar de que esa observación precisa punzó, ignoré al gobernante infernal


mientras mi mirada pasaba sobre los demonios y los Guardianes. Nicolai miró hacia
otro lado cuando mi mirada se encontró con la de él. Dez y Maddox me miraron con
una mirada de comprensión naciente. Ni siquiera podía mirar a Zayne para ver si él
también estaba saltando a conclusiones.
Lo único bueno que pude ver en este momento era que nadie asumía que había
tomado un alma. En su lugar, creían que me había bajado la ropa interior. Se me
fruncieron los labios. Me debatía entre negar lo que estaban asumiendo, revelando así
lo que había hecho en realidad, y mantener la boca cerrada.

Zayne dejó escapar un profundo suspiro.

—Layla nos dijo que ella es... bueno, ya saben lo que dijo. No tenemos ninguna
razón para dudar de ella, pero tenemos todas las razones para no confiar en ellos.

El alivio que me recorrió fue por poco tiempo cuando Roth arqueó una ceja
airoso.

—Teniendo en cuenta que saqué tu culo de esa trampa y tomé tu lugar, me


gustaría pensar que tendrías un poco más de fe en mí.

Cerré los ojos. Esta conversación estaba a punto de ir cuesta abajo rápidamente.

—Y te doy las gracias por eso —respondió Zayne en tono cortante—. Pero eso
no cambia lo que eres o el hecho de que Layla es todavía...

El calor inundó mis mejillas.

—Bueno. Paren. Todos ustedes. Este chismorreo sobre mi virginidad no es algo


con lo que quiera seguir.

—Pero todavía tenía un himen la última vez que comprobé, lo cual significa que
soy virgen —mis manos formaron inefectivos puños cuando las cejas de Roth se
levantaron en su frente—. ¿Así que podemos ya no hablar más de esto?

—Entonces si lo que estás diciendo es verdad, el demonio está mintiendo


—espetó Abbot.

—¿El demonio? —bufó Roth—. Eso es “Tu Alteza” para ti.

—Está bien —Cayman se deslizó hacia adelante, levantando la mano en


rendición fingida mientras el Guardián mostraba los colmillos en advertencia—. Nadie
está mintiendo, no nuestro Príncipe heredero o nuestra pequeña, preciosa y virginal
Layla.

Le lancé una mirada sucia.

Él sonrió.
—Como siempre, el texto en el cual el ritual fue escrito no entra en detalles
explicando cómo o que se requiera para que Layla pierda su inocencia.

—Desearía que dejaran de decir eso —murmuré, frotándome la frente. Estaba


comenzando a tener un dolor de cabeza—. No es como si pudieras “perder” tu
inocencia o accidentalmente extraviarla en algún lugar y olvidarlo.

Abbot estrechó los ojos.

—Buen punto —Cayman metió las manos en los bolsillos de sus jeans mientras
se balanceaba en las suelas de sus botas, y por el brillo en su expresión, tenía esta
horrible sensación de que acababa de acorralarme a una esquina—. La pérdida de
inocencia se refiere al pecado carnal y no es que tenga que hacer el acto para
experimentar el placer del pecado. ¿Correcto?

La sangré se drenó de mi rostro a la vez que mi boca se abría. Oh, había


experimentado placer con Roth. Esa sangre se apresuró directamente hacia mi rostro
cuando las horas antes de que hubiéramos ido por La Llave Menor se desarrollaban en
mis pensamientos. Roth y yo…no lo habíamos hecho, pero habíamos hecho otras
cosas. Bueno, él había hecho cosas con su mano que yo solo había… oh Dios, de verdad
necesitaba dejar de pensar en eso ahora mismo.

Las increíblemente largas pestañas de Roth bajaron cuando lo que Cayman había
dicho se sumió en las mentes e imaginaciones de todos los presentes. Uno por uno, me
miraron…como si hubiera asesinado a una guardería de bebés y luego me hubiera
bañado alegremente en su sangre.

—¿Qué? —dije, cambiando mi peso de un pie al otro. Le eché un vistazo a Zayne.


Un músculo palpito en su mandíbula.

Cayman dejó caer su barbilla.

—En otras palabras, todo lo que ella necesitaba hacer era tener un orgasmo.

—Oh dios mío —gemí, poniendo de un golpe las manos en mi rostro ardiente.
Preferiría estar de vuelta en el callejón, apunto de ser rebanada y cortada en cuadritos
por el Guardián, que donde estaba.

—Y lo más probable que no por si misma —añadió Cayman—. Además, esa es la


única explicación.

Alguien máteme ahora.


Zayn maldijo en voz bajo y creí escuchar la palabra puta murmurada por alguien
en las galerías tras de mí, pero no podía estar segura porque nadie reaccionó al bajo
murmuro. No hacía falta ser un genio para que cualquiera averiguara con quien había
experimentado “el pecado del placer”. No era como si hubiera tenido muchas opciones
considerando todo lo de “acercarse demasiado a cualquiera con un alma”.

—Bueno… —Roth alargó la palabra—. Esto es incómodo.

Lentamente bajé mis manos—. ¿Tú crees?

No me miró—. Entonces ahora que tenemos esto cubierto...

—¿Pero y que pasa con el tomar el alma? —demandó Nicolai.

El cabello se erizó en la parte posterior de mi cuello. El cambio de tema debería


haberme dado ganas de bailar, pero demonios, solo se había vuelto peor.

Roth se encogió de hombros.

—La Llave Menor es un texto antiguo, ¿recuerdan? Eso significa que no es lo más
fácil de interpretar en el mundo. Claramente todos entendimos algo mal, a pesar de mi
inteligencia superior. Ustedes tienen la Llave Menor. Vean si pueden averiguar el que.

Los Guardianes parecían creer eso por el momento, pero Abbot me disparó una
mirada que decía que hablaríamos más tarde y eso no era una conversación que
anhelara demasiado.

—Pero de vuelta al tema en cuestión, tres de las cadenas se rompieron, lo que


significa que hay un Lilin.

Eso otra vez.

—Esperen —dije, respirando profundamente—. No sabía que sus cadenas se


romperían si el Lilin era creado —la inquietud se arremolinó en mi vientre cuando
eché un vistazo hacia Abbot, a Zayne y luego de vuelta a Roth—. Nadie...ninguno de
ustedes me ha dicho esto. Acaban de decir que si los Lilin eran creados, todo el mundo
estaría demasiado ocupado reuniéndolos para preocuparse por Lilith.

—No era necesario decírtelo —respondió Abbot en una voz entrecortada.

Una emoción caliente y fea remplazo mi ansiedad cuando me giré hacia el


hombre que una vez había considerado como lo más cercano a un padre que había
conocido. Estaba tan cansada de las mentiras, sobre el hecho de que Lilith era mi
mamá, que Elijah, un Guardián que actuaba como si detestara mi sola presencia era en
realidad mi padre. Abbot había escondido todo eso de mí.

—¿En serio? Considerando quien es ella para mí, ¿Cómo no es necesario?

—Buen punto —reconoció Roth.

—Tampoco me lo dijiste —respondí de manera tajante. Sus labios formaron una


línea dura, y lo insté a mirarme, para explicar porque había mantenido el detalle
importante para sí mismo. Cuando no lo hizo, la aprehensión se asentó
profundamente en mi interior—. Y si la cuarta cadena se rompe, entonces ¿Lilith es
liberada?

El tercer demonio, quien había estado en silencio hasta este punto, sacudió la
cabeza.

—Lilith no será liberada. El Jefe la tiene encerrada ahora y estoy bastante


seguro que el Infierno se congelaría antes de que ella escapara —se rió de sí mismo, y
yo arqueé una ceja.

Los hombros de Abbot subieron.

—Incluso si Lilith sigue en cautiverio, si hay un Lilin, tenemos un gran problema


en nuestras manos.

—En este momento, debe haber solo uno, porque si hubieran más, todos lo
sabrían. Habrían tenido una sobrepoblación de espectros. Pero incluso un Lilin puede
convertir esta ciudad en su patio de juegos personal para absorber almas —dijo
Roth—. Pueden tomar un alma con el simple roce de su mano o pueden jugar con las
personas, lentamente eliminando quienes son, cambiando todo su código moral
interno. Los Lilin pueden convertir a un Guardián si ponen las manos en uno.

Oh, eso sería malo. Muy malo.

—Y ellos son los únicos que pueden controlar los espectros —agregó Cayman—.
Si toman un alma completamente, esa vengativa cosa que crearan responderá al Lilin.
Es como…doblemente jodido.

Los espectros era en lo que se convertía cada creatura que una vez tuvo un alma
y luego la perdió. No iban al Infierno. Se volvían rápidamente peligrosos y eran
poderosos, capaces de interactuar con humanos a un nivel no tan amigable. A veces
marcaban a las personas que habían conocido mientras vivían. Otras veces no
discriminaban, yendo tras cualquiera que se cruzara en su camino.

—Saben, con las reglas y todo, los Alfas, sus grandes chicos malos en el gran y
malo cielo, no van a estar felices —Roth cruzó los brazos por su pecho—. Así que
necesitamos encontrar al Lilin antes de que los Alfas decidan meterse. De lo contrario,
todos estaremos en riesgo, incluyendo los Guardianes.

Los Alfas eran los que estaban al mando. Ángeles. Mi culo mitad demonio
obviamente nunca había visto uno —¿Por qué estarían en riesgo los Guardianes? —
pregunte, confusa.

Fue Cayman quien respondió—: Los Alfas no son los mayores fans de los
Guardianes, a pesar de que ellos los crearon. ¿Eso es correcto, valiente líder?
—cuando Abbot no respondió, el gobernante infernal sonrió—. Los Alfas verán la
existencia de un Lilin como un signo de la inhabilidad de los Guardianes de manejar
las cosas, haciéndolos inútiles. Los aniquilaran como castigo, junto con el resto de
nosotros.

Oh dios mío, los Alfas no mataban el tiempo.

—Así que tenemos que trabajar juntos —declaró Roth.

Maddox se rió de manera desagradable.

—Trabajar con demonios. ¿Estás consumiendo crack?

—Como dije anteriormente, el Jefe desaprueba el uso de drogas mientras


trabajamos —la expresión de Roth se transformó en una inexpresiva—. Y todos tienen
que superar su intolerancia. Estamos en una ciudad que tiene sobre medio millón de
personas, y eso sin contar los suburbios. El tipo de daño que incluso un Lilin puede
provocar es astronómico.

—Entonces ¿estamos de vuelta donde estábamos hace dos meses? —dijo


Zayne—. Salvo que en vez de un demonio enamorado, tenemos un Lilin, un Lilin que
puede arrancarle un alma a un humano.

—Espera —Maddox se giró de lado, finalmente apartando los ojos de los


demonios—. Si el ritual tiene éxito en renacer un Lilin, ¿entonces no sería Layla en
verdad la madre? El demonio nació de su sangre.
—Ew —tragué el repentino gusto a sangre—. No estoy refiriéndome al Lilin
como mi hijo. Así que ninguno de ustedes intente poner eso en mí.

—El Lilin nació de la sangre de Lilith, también, así que… —Roth suspiró,
sacudiendo la cabeza—. No importa, lo rechazan celestialmente.

Maddox gruñó—. ¿Disculpa?

Él ignoró al Guardián.

—Justo lo que necesitamos contener, a un Lilin o algo similar —murmuró Abbot


más que nada para sí mismo, y fruncí el ceño. ¿Qué demonios significaba eso? Él negó
con la cabeza—. Tenemos que encontrar y detener a este Lilin.

—¿Estamos seguro que Lilith no puede ser liberada? —pregunté, todavía


insegura de como sentirme cuando se trataba del hecho de que mi madre estaba unida
al Infierno.

—El Jefe no va a dejar que eso pase —Roth observó a Abbot, sonriendo
firmemente.

La tensión era palpable entre ellos, y el instinto me dijo que corría más
profundamente del hecho de que fueran enemigos—. La cosa es, no sabemos mucho
del Lilin.

Sentía como si necesitara sentarme—. ¿No lo saben?

—No. Puede haber información en La Llave Menor, pero —Roth inclinó la cabeza
hacia Abbot—, ustedes tienen la Llave Menor.

—Y se mantendrá segura con nosotras —respondió él.

—La seguridad es subjetiva —murmuró Roth.

—Ya sabíamos lo que La Llave Menor tenía que decir sobre el Lilin —dijo Nicolai.

—¿Te importa compartir? —sonrió Roth—. Porque compartir es divertido.

Abbot cambió su peso.

—No hay nada nuevo. Solo vagas referencias del tiempo en que gobernaron la
tierra. Nada que ya no sepamos. Esto es serio —dijo Abbot después de unos
momentos—. Lo suficientemente serio que no dificultaremos su investigación en el
tema.

Lo que significaba que los Guardianes no irían detrás de Roth y su pandilla, lo


cual era grande. Maddox y los demás Guardianes se alteraron por ello, pero Abbot los
silenció con un gesto de la mano.

—Como el líder del clan de Washington, esta es mi decisión —dijo él,


lanzándoles una mirada feroz a todos ellos—. La posibilidad de que tengamos a un
Lilin en la parte superior no es algo que podamos permitir —volvió esa mortal mirada
hacia los demonios—. Pero si siquiera comienzo a sospechar que es algún tipo de
truco, personalmente cazaré a cada uno de ustedes.

Roth se encogió de hombros.

—Todo lo que necesitamos es que todos estén extra alertas mientras estás
afuera en sus…cacerías.

—No puedo creer que entablando un acuerdo con demonios —dijo Maddox,
dando varios pasos atrás.

Tampoco podía creerlo yo, pero un Lilin era un asusto importante.

—Es del modo que es —dije Abbot, arrastrando un profundo y pesado respiro—.
Nos mantendremos alerta por cualquier reporte sospechoso. Nuestros contactos
dentro de los departamentos de policía y hospitales deberían resultar útiles en este
caso.

Cayman asintió en acuerdo, y el hecho de que todos estuviéramos teniendo una


conversación bastante civilizada era monumental.

—También mantendremos nuestros oídos en el suelo. Un Lilin es más probable


que salga en la búsqueda de otros demonios. Ya saben, para crear vínculos y hacer
amigos. Con suerte, habrá uno que confiara.

—Bien —dijo Abbot, hombros cuadrados—. Pero por ahora, lárguense de mi


propiedad.

Una nube borrosa de aire se infló entre mis labios mientras mi estómago caía. No
se podían ir todavía. Ni hablar. Di un paso adelante, ignorando las miradas
penetrantes de los Guardianes. No me importaba. Podían llevarse sus prejuiciosos
ideales y meterlos muy lejos en sus…
—Vamos en camino, pero… —Roth finalmente se dio la vuelta hacia mí. Nuestras
miradas colisionaron, y fue como un golpe en el pecho—. Tenemos que hablar.
Traducido por Jane
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

C
asi me precipité hacia Roth en ese mismo momento y tiré mis brazos
alrededor de él, pero un gruñido bajo retumbó detrás de mí. Al principio
pensé que era la respuesta de Abbot, pero cuando me di cuenta de que
venía de Zayne, no me pude mover.

Roth inclinó la cabeza hacia un lado, mirándome mientras una pícara sonrisa
lenta adornaba sus labios.

—¿Estás ... en serio gruñéndome, Piedrota?

—Estoy a punto de hacer mucho más que gruñir.

Él se rio entre dientes—. Que desagradecido.

Me volví hacia Zayne y mi corazón saltó a mi garganta, deteniendo todo lo que


iba a decir. Él miraba a Roth en una manera que no podía entender, sobre todo, no
después de lo que Roth había hecho por él, como si... negué con la cabeza.

—Está bien —interrumpió Abbot, sorprendiéndome—. Dejemos que hablen.

Espera. ¿Qué? ¿Él estaba de acuerdo con que hablara Roth? La calma de Abbot
me hizo moverme. Mi corazón dio otro salto.

Zayne abrió la boca y luego la cerró. Nuestras miradas se encontraron por un


momento y luego asintió con rigidez, resignado—. Voy a esperar por ti.

Quería decirle que no era necesario, pero la rareza de la declaración robó mis
palabras. Tomando una respiración profunda, me volví hacia Roth.

—¿Vamos a caminar? —sugirió.


Había una frialdad en sus palabras que me dejó inquieta. Me dije a mí misma que
sólo era porque estábamos rodeados de tantos Guardianes, pero mis rodillas se
sentían débiles mientras caminaba hacia él. Su aroma único invadió mis sentidos,
haciendo que mi piel se sonrojara a pesar del aire frío. Se giró cuando llegué a su lado
y se dirigió hacia el camino apenas visible que Zayne y yo hicimos en el suelo durante
los muchos años que viajamos a la casa del árbol en los bosques cercanos.

La piel en la parte trasera de mi cuello hormigueó, miré por encima de mi


hombro y solté un pequeño suspiro. Los Vigilantes todavía se encontraban haciendo
guardia delante del compuesto, pero no veía más a Abbot. Zayne se sentaba en la parte
inferior de los anchos escalones, apoyado en una de las grandes columnas de mármol
blanco. Cayman y el otro demonio se habían ido. Era obvio que no temían por la
seguridad de Roth. O no les importaba.

Mi cabeza se balanceó hacia atrás y me quedé sin aliento cuando vi el perfil de


Roth. Una cantidad vertiginosa de alivio se estrelló contra mí, mientras me anonadaba
una vez más el hecho de que estuviera vivo y estuviera aquí.

Tantas cosas resurgieron al momento en que pasamos el muro de contención de


piedra que rodeaba el césped bien cuidado y en las ramas gruesas y desnudas que se
sacudían como huesos secos en la brisa. Pero yo no podía hablar. La obstrucción
volvió a centrarse justo en mi garganta.

Los pensamiento coherentes se apagaron, y me encontré moviéndome a su


alrededor. Roth se detuvo a medio paso igual mientras hacía los que quise hacer desde
que había aparecido esta noche. Al igual que un mini cohete, me arrojé a él.

Roth se tambaleó un paso mientras mis brazos rodeaban su cuello. En el


momento en que mi cuerpo entró en contacto con el suyo, mi pecho se comprimió.
Apreté los ojos contra la corriente violenta de emociones. Tantos se revolvían —alivio
y miedo, desesperación y resolución, un deseo profundo que rivalizaba con la
necesidad con la que luchaba todos los días, y la ansiedad—, que no podía darles
sentido, o entender muy bien cómo me sentía.

Cuando me acurruqué en su pecho, pude sentir su corazón latir rápido y me di


cuenta entonces de que él tenía los brazos a los costados. Una nube de nerviosismo
pasó sobre mí mientras levantaba la cabeza, buscando sus ojos en la oscuridad, pero
estaban cerrados y las pestañas gruesas abanicaban las puntas de sus pómulos. Su
rostro estaba pálido en los ligeros trazos luz de la luna apareciendo a través de las
ramas, sus labios en una línea tensa.
Otro escalofrío de aprensión se deslizó sobre mi piel. Cuando empecé a
retroceder, para dar voz al creciente temor creciendo como una mala hierba en la
boca de mi estómago, sus brazos, finalmente, finalmente me rodearon. Tiró
fuertemente de mí contra él, nuestros cuerpos presionados de una manera que me
recordó la noche que encontramos la Llave Menor. Los músculos bajos en mi
estómago se tensaron cuando su mano recorrió mi espalda, enredándose en mi pelo.
Bambi siguió a la caricia, como si tratara de acercarse a su verdadero dueño.

Había tanto calor en el abrazo que alejaba las sombras. Apreté los ojos y lo
absorbí. No sabía lo que significaba su regreso, lo que significaba para nosotros, pero
no importaba en ese momento.

Dejó caer su cabeza contra la mía y murmuró algo en una voz profunda y gutural
que estaba segura no era en un ningún idioma cercano al inglés.

—Estás herida —dijo, con voz áspera.

Todo lo que pude hacer fue agitar mi cabeza mientras apretaba las manos en la
parte trasera de su camisa. Sentía demasiadas emociones en conflicto. Algunas de ellas
eran mías, pero había también una remota cantidad a ellas no podía entender.

Deslizó la otra mano a mi brazo. Cuando sus dedos se deslizaron bajo la manga
de mi sudadera con capucha, me mordí el labio.

—Tu brazo —dijo, consiguiendo curvar sus dedos justo debajo de mi codo—.
¿Cómo ha ocurrido?

—Un Guardián lo hizo —le dije, frotando la mejilla contra su pecho como un gato
con un vientre repleto, listo para una siesta. Un suspiro se me escapó—. Él dijo que
olía como un demonio.

Roth se echó hacia atrás e inclinó la barbilla hacia abajo. Sus cejas oscuras se
fruncieron.

—¿Un Guardián hizo esto? ¿Era hierro?

Asentí, pero esto no era de lo que quería hablar—. Roth.

—¿Qué pasa con Bambi? —preguntó, retirando su mano de mi cabello—. Debió


protegerte.
—Bambi está bien. —Forcé una sonrisa, pero nada en sus rasgos se suavizó—.
Se comió al Guardián.

Sus cejas se alzaron—. Bueno...

—Sí. —Arrastré la palabra lentamente. Sabía que le debería preguntar acerca de


por qué de repente los Guardianes me sentían como un demonio de Nivel Superior,
pero tan malo como era esto, no se encontraba en la cima de mi lista de prioridades—.
No sé por dónde empezar. ¿Cómo siquiera estás aquí?

Los ojos dorados de Roth encontraron los míos por un momento y luego se
apartaron. Lloré la pérdida de calor inmediatamente.

—Bueno, hay estas cosas llamadas portales y yo atravesé…

—Eso no es lo que quise decir. —Antes, sus respuestas listillas habían irritado
hasta mi último nervio, pero ahora era un alivio estar irritada con él—. Estabas en la
trampa del diablo con Paimon. Fuiste al foso.

—Lo hice. —Cruzó los brazos y dio otro paso lejos de mí—. No fue divertido, en
caso de que te lo preguntes.

Hice una mueca. —No creí que lo fuera, pero no lo entiendo. Los fosos son
permanentes.

Un hombro se levantó con gracia.

—Lo son, pero yo soy el favorito del jefe e hice lo que el jefe quiso, detener la
creación del Lilin. O al menos creímos que lo hice.

—¿Así que te dejaron salir por buena conducta?

—Después de un día o dos. El jefe no tenía apuro. No es ninguna sorpresa.

Mi corazón se apretó.

—Pero los fosos tenían que ser... —Mi voz se quebró mientras negaba con la
cabeza.

—No fueron vacaciones, pequeña. Imagina que tu piel sea desollada y quemada
por un período de cuarenta y ocho horas. —Él se encogió de hombros, como si no
fuera gran cosa ser prácticamente quemado vivo, y se apartó el pelo oscuro de la
frente—. Pero podría haber sido peor. El idiota de Paimon todavía está allí.
Significaba que Roth todavía podría estar allí. Dos días tenían que ser el infierno,
literalmente, pero si había sido liberado tan rápido...

—¿Dónde has estado?

Su mirada se desvió hacia las ramas desnudas—. Por allí.

—¿Por allí? —La palabra sonó con incredulidad.

—Aquí y allá, arriba y abajo. —Uno de los lados de sus labios se torció pero
carecía de sinceridad—. Pasando el rato.

Me quedé mirándolo.

—¿Por qué no viniste a verme? —Esa pregunta salió como el himno de cada
novia cabreada por ahí, pero el problema era que, no era su novia.

Roth arqueó una ceja y abrió la boca, pero luego no dijo nada. Extendí la mano
para tocarlo, pero él retrocedió. Un músculo saltó en su mandíbula. El malestar y la
frialdad de antes volvieron.

—He estado muy preocupada —le dije, llevando mi mano a mi pecho—. Te he


echado de menos. Te lloré. Pero o esperaba que estuvieras bien. Esto... —Saqué el
collar. La piedra agrietada era una declaración triste—. Encontré esto en su
apartamento, en el techo. No lo pusiste allí, ¿no? Después de salir del foso. Tú…

—Lo hice. ¿Y qué?

—¿Y? —susurré, sintiéndome casi tan vacía como un eco—. ¿Por qué harías eso
y luego no vendrías a verme?

No dijo nada.

El hielo recorrió mis venas.

—¿Sabes lo mal que estaba? Me sentí perdida sin…

—No estabas perdida sin mí —interrumpió, con la mirada de repente fija en mí


una vez más—. Tenías a Zayne.

—Sí, pero eso no es…

—Lo tenías —repitió, dibujo en una respiración profunda—. ¿Por qué crees que
tomé su lugar en esa trampa? Así podrías contar con él.
Tal vez yo era más lenta de lo normal, pero no entendía adonde se dirigía esto.

—Sé que lo hiciste por mí y nunca podré expresar lo verdaderamente agradecida


que estoy por ello, pero no quería perderte. Nunca quise. —Las palabras siguieron
derramándose en el peor de los casos de diarrea verbal conocida por la humanidad,
ángeles o demonios—. No sé lo que teníamos, pero teníamos algo, algo que significaba
mucho para mí.

Se me quedó mirando un momento y una gran variedad de emociones


aparecieron en su llamativo rostro antes de que él negara con la cabeza.

—Has pasado por mucho últimamente. Sé que estás molesta, pero como dije, no
me necesitas.

La frustración ardía como ácido en mi sangre—. Roth, yo…

—No lo digas. —Él levantó una mano—. No lo digas.

—¡Ni siquiera sabes lo que iba a decir! —Caray, no sabía lo que iba a salir de mi
boca.

—No quiero saber. —Roth se pasó los dedos por el cabello de una manera
desigual y rápida—. Es por eso que teníamos que hablar. He vuelto. Yo voy estar cerca
debido al Lilin, pero esa es la única razón por la que estoy aquí. ¿Entiendes lo que
estoy diciendo?

Una parte de mi cerebro totalmente entendía lo que decía, pero mi corazón era
otra historia. Sus palabras no tenían sentido para el estúpido músculo. Las cosas no
cuadraban.

—No. No lo entiendo.

Sus pestañas bajaron mientras murmuraba una maldición.

—Mira, ¿cuando estuve, contigo? Fue... —Dio una pequeña sacudida de cabeza y
luego pareció forzar el resto a salir—. Fue divertido, pequeña.

—¿Divertido? —Repetí en silencio.

Él asintió con rigidez.

—Y eso fue todo. Fue sólo diversión mientras sucedía.


Retrocedí como si me hubieran abofeteado en la cara.

—No fue sólo diversión para mí.

—Por supuesto que no lo fue. —Roth de giró, pareciendo inspeccionar el tronco


de un árbol como si este tuviera las respuestas a la vida—. No tenías experiencia en
nada de eso. Ni siquiera habías besado a nadie antes. Era natural que desarrollaras
sentimientos.

Una pizca de dolor recorrió mi pecho.

—¿Pero no es natural para ti?

—No. De ningún modo. Por varias razones. Muchas de ellas aburridas, pero
lógicas. Soy el Príncipe heredero del Infierno, no como tu Piedrota.

—¡No eres sólo el próximo Príncipe heredero! Eres más que eso. Así que no
vamos a empezar con esa mierda de nuevo. —Roth nunca se había visto a sí mismo
como algo más que otro príncipe de los cientos de príncipes que habían llegado antes
que él. Él era incluso un poco inseguro, y yo quería tener más cuidado con esos
sentimientos, pero estaba perdiendo el control, la ira y el dolor dieron paso a un nivel
de desesperación que fue vergonzosa. Levanté el anillo—. Esto demuestra que era
algo más que diversión para ti. Reparaste el collar y lo dejaste allí para que lo
encontrara.

—¿Y eso demuestra algo? —preguntó en voz baja.

—¡Sí! —El frío metal picaba en mi palma—. ¿Por qué harías eso si no te
importara?

Sus hombros se pusieron rígidos—. No he dicho que no me importara, pequeña.

—Entonces, ¿qué demonios estás diciendo?

—Estoy diciendo que lo que hicimos no va a suceder de nuevo. Eso es lo que


estoy diciendo.

Inhalé una respiración, pero se atascó—. Pero el collar…

Se giró tan rápido que tropecé hacia atrás. Había algo oscuro en su rostro, la
forma en que su piel se adhería sobre sus huesos.

—¿Importa por qué, Layla? Es sólo un collar estúpido.


—¡Eso es mentira! Sabías lo mucho que este collar significaba para mí. —Era lo
único que me unía a mi madre, a quién era yo realmente, y él lo sabía.

—No importa. —Él se acercó, y tuve que esforzarme para no alejarme. Sus
pupilas comenzaron a dilatarse—. No estoy interesado en reavivar un
enamoramiento sin sentido. ¿Eso lo describe lo suficientemente bien para ti?
¿Entiendes ahora? Soy un demonio, Layla. Uno de pura sangre que no se avergüenza
de lo que hace mi raza. Y tú eres sólo mitad demonio. ¿Quieres ser como tus preciosos
Guardianes y Piedrota? Estar en mi presencia debe llenarte de asco. ¿Por qué quieres
estar de pie aquí, y siquiera estar conmigo?

El dolor se extendió en mi pecho, llegando a mis huesos.

—¿Así que esto fue, un juego para ti? ¡No creo eso! —Extendí mi mano
temblorosa alrededor del anillo—. ¿Quieres que crea que no eres nada más que un
demonio, pero la forma en que me besaste, lo que me dijiste antes de ser llevado a esa
trampa, demuestra lo contrario.

—Eres tan ingenua. ¿Un beso? ¿Unas pocas palabras sentimentales pronunciadas
antes de que yo pensara que iba a pasar la eternidad siendo torturado? No me puedes
juzgar por un lapsus momentáneo, Layla. Es lo que soy lo que importa. —Él se
encontraba a un centímetro de mí, sus manos apretadas en puños a los costados—.
Soy el Príncipe heredero, aun si deseas escucharlo o no.

—Eso no significa nada —grité, apretando el anillo que probaba que había algo
en él. La evidencia que tenía una conciencia... y un corazón—. Estás mintiendo y tiene
que haber una razón.

Giró la cabeza, pasándose las dos manos por el pelo esta vez.

—Sabes lo que soy. Te lo dije. Codicio cosas preciosas. Me gusta tomar las cosas
que no son mías. —Entonces él me miró y sonrió. El frío de ello envió escalofríos sobre
mi piel—. ¿De verdad pensaste que me importabas, ¿no es así? Te deseaba, Layla.
Disminuiste mi aburrimiento. Eso es todo.

Me tambaleé hacia atrás, con ganas de detener que sus palabras significaran algo
para mí, de que no me hicieran daño, pero no había nada que lo detuviera. En un
instante, me di cuenta de que debí saberlo bien. Todo este tiempo, debí saberlo bien.
Después de todo, él tenía razón. No tenía experiencia con estas cosas, con los chicos y
las relaciones. Si yo... si yo hubiera significado algo para él hubiera venido a mí antes
de esta noche: porque si fuera al revés, hubiera recurrido a él de primero.
Y eso era simplemente triste.

—Realmente no sé lo que estaba pensando. Por lo general no voy por las


vírgenes. Son tan trastornadas. Alguien como tu compañera de clases, Eva, es mucho
más entretenida y experta en ese departamento. ¿Sigue ella ahí? —Suspiró,
encogiéndose de hombros casualmente, pero un músculo se marcaba en su
mandíbula—. Como dije, me debí dar cuenta de que desarrollaste sentimientos,
pequeña. Mi culpa.

Sentí la sangre dejar mi cara. Su entusiasmo parecía innecesariamente cruel, a la


par con lo que estaba diciendo—. No me llames así.

—Lo que tú digas. —Roth se apartó. La línea de su columna vertebral era


anormalmente rígida—. Bambi permanecerá contigo.

Parpadeé para contener las lágrimas, negándose a dejar caer—. Yo no…

—No me importa si eso no es lo que quieres. Ella se queda contigo.

Me quedé mirando su espalda, sintiéndome ahogar desde adentro hacia afuera.

—Eres un hijo de puta.

Me miró por encima del hombro, su expresión severa en la luz de la luna.

—Adiós, Layla.

Y entonces se fue.
Traducido por flochi
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

N
o recordaba mucho del corto paseo en dirección a casa. Había un dolor
en mi pecho que competía con el sentimiento que había sentido cuando
vi a Roth en la trampa del diablo. Se sentía frío y caliente a la vez,
haciendo arder mis entrañas a la vez que las congelaba. Un nudo se había formado en
el fondo de mi garganta y la humedad detrás de mis ojos aumentó con cada paso que
daba.

Lo que Roth había dicho causó más que un dolor, y el terrible peso de la presión
asentándose entre mis pechos advertía que algo podría haberse roto en ese lugar,
incluso si no sabía los profundos que habían sido mis sentimientos por él.

Por lo general, no voy por las vírgenes.

Dios, ¿había sido así de tonta, me había equivocado tanto con él? Mis mejillas se
sentían arder mientras sus palabras se reproducían por sí solas. Cada una había sido
cruel, dicha con la intención de mutilar, y lo habían logrado. Mis manos temblaron
mientras las cruzaba sobre mi pecho, ignorando el dolor de mis puntos dilatándose.
Pero ese abrazo… ¿la manera en que me había estrechado? ¿Había significado algo
para él? No podía aceptarlo tan fácilmente. O el hecho de que aquellas palabras
torturadas que me había lanzado antes de que la trampa lo hubiese llevado, palabras a
las que me había aferrado, habían sido dichas tan descuidadamente. Pero tal había
sido simplemente una ingenua. ¿Desarrollado sentimientos? Él había tenido razón. Los
había desarrollado y las había estrechado con fuerza. Y ahora mira.

Debajo del dolor, un tipo diferente de angustia se formó en el fondo de mi


garganta, una sed abrasadora se arraigó. Podía sentirla en cada célula, incluso en los
extremos de mis dientes. La necesidad de alimentarse aumentó rápidamente y sin
vacilaciones. Mis emociones se dispersaron, alimentando el deseo ilícito.
Me limpié las mejillas con furia a la vez que alcanzaba el camino de entrada. Los
Guardianes estabas deambulando alrededor de la entrada, en sus verdaderas formas
con sus alas escondidas cerca de sus espaldas, pero ninguno me prestó atención
cuando me apresuré pasando a su lado. No pude ver sus almas, pero pude saborear la
pureza en la punta de mi lengua. Por un momento, me permití imaginar lo que sería
sentir esa calidez resbalando por mi garganta, aliviando la frialdad y el dolor que Roth
había dejado atrás. Tampoco sería difícil. Ellos no le tenían confianza, pero no
esperarían que atacara a alguno de ellos. Y una vez que tuviera al alcance un alma, no
sería detenida…

Interrumpí el pensamiento, asustada al descubrir que había dejado de caminar.


Estaba de pie allí, mirando fijamente a la cabeza arqueada y rubia de Zayne, y mi boca
se hizo agua. La voraz necesidad de seguir con la fantasía provocó retorcijones en mi
estómago.

Con los codos apoyados en sus rodillas, levantó su barbilla, y en un segundo,


estuvo de pie, las manos abiertas a sus costados.

—¿Layla?

—Estoy cansada. —Mi voz no sonó bien según yo. Estaba muy tensa, muy
apretada. No podía estar cerca de él, cerca de nadie en este preciso instante—. Me
voy… me voy a la cama.

El brillo de su tono de piel disminuyó cuando se dio la vuelta. Me siguió a través


de la puerta, cerrándola en silencio detrás de nosotros. La luz del techo del vestíbulo
estaba apagada y los pequeños candelabros de pared emitían un suave resplandor a
través del suelo. La voz de Jasmine vino flotando desde la sala de estar, y apresuré el
paso. Cada paso que daba hacia arriba en la escalera succionaba mi energía. Para
cuando alcancé el descansillo del segundo piso, quise dar la vuelta y aferrarme a
Zayne del peor modo posible.

Zayne se acercó lentamente, bloqueando la puerta de mi dormitorio.

—Habla conmigo.

Con lentitud, levanté mi mirada, y no supe lo que vio en mi expresión, pero


alargó su mano. Me eché hacia atrás, evitando su contacto, demasiado cerca de
romperme y hacer algo por lo que nunca me perdonaría. Con el corazón latiendo con
fuerza, negué con la cabeza.

—No quiero hablar.


Inclinó la cabeza hacia un lado.

—No te encuentras bien.

Contuve la respiración.

Su mandíbula se tensó.

—¿Te lastimó?

—No. —Obligué a expulsar, exhalando a través de la nariz.

—No me refería a físicamente. Te ha lastimado…

—No puedo hacer esto en este instante. Por favor —susurré, y sus ojos se
agrandaron con comprensión—. Tengo que estar sola.

Las fosas nasales de Zayne se abrieron mientras daba un paso al costado. Su


pecho se elevó bruscamente.

—¿Necesitas algo?

Mi estómago estaba enfermo debido a lo rápido que mi pulso estaba latiendo.

—¿Jugo de naranja?

Asintió y rápidamente se deslizó por el pasillo. Fui a mi habitación, dejando las


luces apagadas. No es que lo necesitaba. Pasaba tanto tiempo aquí dentro que podía
abrirme camino a ciegas. Caminé hasta los ventanales, deseando poder abrirlas para
dejar que el aire fresco de la noche entrara, pero habían sido cerradas durante mi fase
“castigada de por vida”. Supongo que Abbot pensó que me saldrían alas y volaría a
encontrarme con mi horda de demonios.

Cerrando los ojos con fuerza, me di cuenta que eso era lo que quería hacer. No a
la parte de salir con una horda de demonios, pero maldición, sí a la parte de salir
volando. Casi había cambiado más temprano esta noche. Quizás podría hacerlo de
nuevo. Un torrente de hormigueos se extendió por mi piel. La piel a lo largo de mi
espalda se dilató. Abrí los ojos, dejando escapar un lento y bajo suspiro. Casi podía
sentir el aire nocturno acariciando mi piel. Me preguntó cuán alto podría ir y si se
sentiría igual de bien que tomar un alma.

Abbot se volvería loco si dejaba el complejo esta noche, y no sería seguro para mí
hacerlo. No porque haya algún peligro que se me planteara, sino por el peligro que yo
planteaba para otras personas en este momento, personas inocentes.

La presencia de Zayne llenó la habitación. Me di la vuelta y por primera vez


desde que había perdido la habilidad de ver las auras, estuve contenta de no poder ver
la suya en este momento. Puso un vaso grande de jugo en mi escritorio, entre los
cuadernos y el papel de la impresora. Me echó un vistazo, la preocupación grabada en
su apuesto rostro.

—Si necesitas algo, llámame o mándame un mensaje.

Asentí.

—Promételo. —No se acercó, pero su mirada fija nunca abandonó la mía.

—Lo prometo —juré, tragando el nudo todavía más grande de mi garganta. A


veces, no, todas las veces, no creía merecerlo—. Gracias.

Sus pestañas se cerraron brevemente.

—No me agradezcas, Layla-bug. No por esto. —Sus ojos eran de un profundo


tono de azul mientras se quedaban fijos nuevamente en los míos—. Ya sabes… ya
sabes que haría cualquier cosa por ti.

Lágrimas se precipitaron a mis ojos mientras asentía ciegamente. Sus labios se


curvaron en las comisuras, en una pequeña sonrisa, y luego se marchó de la
habitación. Me dirigí directamente hacia el jugo, bajando el contenido mientras me
aferraba al vaso frío. El ardor ácido alivió los retorcijones y cuando bajé el vaso, un
movimiento por el rabillo de mis ojos atrapó mi atención. Me di la vuelta, limpiando
mis manos húmedas a lo largo de mi falda de mezclilla.

Las cortinas blancas se elevaban desde la ventana cerrada, arrastrándose


suavemente en el aire vacío.

Mi ceja se arqueó.

No había viento en la habitación. El aire acondicionado central no había sido


encendido. Habría escuchado a esa gigantesca bestia arrancar, y además, estaba
demasiado frío afuera para el aire acondicionado.

A medida que me dirigí hacia la ventana, las cortinas volvieron a descender,


apoyándose lentamente contra la pared. Muy bien. Eso fue raro. Un extraño escalofrío
recorrió mi espalda. Muy bien. Era algo espeluznante, pero Bambi se agitó a la vida,
distrayéndome mientras se retorcía hacia arriba por mi pierna izquierda. Su
movimiento seguía siendo un recordatorio doloroso, pero servía a un propósito
diferente ahora.

Disminuiste mi aburrimiento.

Aspiré una bocanada fuerte de aire mientras el golpe me sacudía debajo de las
rodillas. Apartándome de la ventana, bajé la cremallera de mi sudadera y con cuidado
la retiré. La dejé caer al suelo. Bajando la mirada a mi brazo, hice una mueca cuando vi
la mancha oscura sobre el vendaje blanco. Qué noche más terrible.

Mordiéndome el labio, me quité la ropa y me cambié a un par de pantaloncillos


de dormir. Antes de poder ponerme una camiseta de mangas largas, Bambi se dejó
caer de mi piel. En la oscuridad, ella no era nada más que una sombra mientras se
reconstruía. En vez de irse a cazar o regresar corriendo a Roth como una mascota
olvidada, se deslizó hasta la casa de muñecas que Abbot había construido para mí
cuando era una niña.

Había sido agresiva con la pobre cosa cuando estuve castigada y Roth había
desaparecido. Hace una semana, había vuelto a aparecer en mi habitación, el techo y
los laterales arreglados. Asumí que había sido Zayne, y no supe por qué lo hizo o por
qué había estado aliviado de verlo. Obviamente, tenía problemas en dejar ir las cosas.

Bambi consiguió acurrucar su metro ochenta en la planta superior, su cabeza


apoyada contra la cama en miniatura. Se veía… cómoda. Y parecía raro.

Los minutos pasaron mientras miraba el familiar demonio. Un escalofrío se


formó en mi pecho, reemplazando el horrible ardor. ¿Por qué Roth me la había dado?
Bambi era su familiar, no mío, y siempre había parecido encariñado con la serpiente.
No tenía sentido, pero probablemente tampoco importaba. Hace mucho tiempo, él
había admitido que había cosas que hacía sin razón aparente.

Y como resultaron las cosas, yo sólo era una de esas muchas cosas.

Dolía mucho cuando me subí a la cama, acostada sobre mi brazo ileso. Ni


siquiera era tarde cuando cerré los ojos, pero se sintió como una eternidad desde esta
mañana. Todo pareció cambiar en el lapso de unas horas.

Olía a demonio de Nivel Superior. Roth había vuelto y estaba relativamente ileso.
Un Lilin había nacido. Al parecer un orgasmo era apocalíptico. Y Roth… nunca se
preocupó por mí.
Había sido sólo un trabajo para él.

Y nada más.

Mi cabeza dolía como su hubiese pasado la noche golpeándola contra la pared, lo


cual habría sido más divertido y fructífero que mirar el techo, recordando todos los
momentos que Roth y yo compartimos. Había estado buscando un defecto fatal en
nuestra falsa relación y eso había sido tan productivo como perforarle agujeros a una
cubeta e intentar llevar agua en ella.

Roth era un demonio.

Un demonio masculino.

Un demonio masculino que le gustaba codiciar cosas bonitas.

Y yo era tan inexperimentada como una monja, así que por supuesto, le había
atribuido mucho a lo que dijo, a la manera en que me había mirada, a cada toque y
beso. Había pensado que todo significaba algo y el dolor fue intenso, sabiendo a uvas
amargas en el fondo de mi boca. Curiosamente, tanto como mis ojos y garganta ardían,
y por todas las lágrimas que se acumularon en mis ojos, esas lágrimas no cayeron.
Deseé que lo hicieran. Se sentía como si pudiese haber algo reparador en el acto.

Cuando llegó el momento para levantarse para ir a clase, me acurruqué bajo mi


pesado y caliente edredón. Esperé a que alguien viniera y me dijera que saliera de la
cama, pero todo lo que llegaron fueron las pisadas de Nicolai cerca de la hora en que
se iría para llevarme a la escuela. No abrió la puerta para comprobarme. Luego de
unos segundos, sus pasos se desvanecieron al final del pasillo.

Cerré los ojos, sin estar segura de sí debería estar agradecida que a nadie
pareciera importarle o si debería sentirme herida. Antes de Roth… antes de que el clan
supiera de él y nuestra relación, Abbot o alguien hubiera estado aquí, arrastrándome
fuera de la cama o al menos asegurándose de que Freddy Krueger no me había
robado. ¿Ahora? No tanto. Más que nunca antes, era una invitada permanente en su
casa, una que había durado más tiempo del que era bienvenida.

Mientras me quedaba dormida, mi cerebro vagó en todas direcciones. Un viejo


plan resurgió, uno en el que no había pensado mucho en un tiempo. Mi mirada
somnolienta fue a la deriva hacia mi escritorio. El vaso de jugo vacío apoyado en la
cima de la pila de aplicaciones a la universidad. Esos papeles fueron casi olvidados y
probablemente era muy tarde para considerar seriamente inscribirme para el
siguiente otoño, pero tal vez eso era lo que haría.

Que se vaya todo a la mierda; la Lilin, Roth y todos los Guardianes. ¿Podía ir a la
universidad lejos de aquí y fingir ser… fingir ser qué? ¿Normal? Podía hacerlo. Lo
había estado haciendo por mucho tiempo. Mezclarme entre los humanos y hacer de
esto un recuerdo distante. Era una decisión egoísta, pero no me importaba. Quería ser
egoísta y no quería estar aquí, en este cuerpo más o metida en estos problemas.

Algo bueno sería que no lo vería en la escuela. No había razón alguna para que
Roth regresara allí.

En algún punto me volví a quedar dormida, despertando cuando sentí la cama


moverse bajo el repentino e inesperado peso y el movimiento de las mantas.
Desorientada, parpadeé hasta abrir los ojos. Con el corazón pateando en mi pecho,
miré por encima de mi hombro.

Dos ojos azul claro se encontraron con los míos.


Traducido por nahirr
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Z
ayne me miró, momentáneamente escondido por un mechón de cabello
rubio. Sostuve la respiración mientras se acomodaba sobre su costado y
halaba las mantas hasta su cintura. Mi mirada descendió. Él estaba usando
una camiseta de algodón gris, y se tensó sobre sus hombros cuando se estiró debajo
del edredón para encontrarme en el lío de sábanas. Con un brazo alrededor de mi
cintura me empujó contra su pecho. Todos los músculos en mi cuerpo se tensaron
mientras él se acomodaba detrás de mí, curvando su cuerpo alrededor del mío con
una facilidad natural que dispersaba mis sentidos. No había prácticamente nada entre
nosotros excepto nuestra ropa para dormir, lo que no era escudo para el calor que él
irradiaba.

Y esa calidez… oh. Se filtraba en mis músculos, aflojando los nudos y todos los
puntos doloridos. En segundos, la rigidez fluyó de mi columna y mi mejilla regresó a la
almohada. La cama se convirtió en una nube y sentí como si estuviera en uno de esos
comerciales de colchones horteras de los que Sam y Stacy siempre se burlaban, pero
Zayne tenía el poder de cambiar un colchón común en algo asombroso. Cerré los ojos
y dejé que mi cuerpo se hundiera. En los momentos que le siguieron, no pensé en nada
y eso fue genial.

Levantó la mano de mi cintura lo suficiente para quitar mechones de mi cabello


de su rostro y luego sentí su cálida respiración contra la parte de atrás de mi cuello.
Una serie de temblores bailaron por mi piel. Una clase diferente de tirantez se formó
en la parte baja de mi estómago mientras me enfocaba en respirar con normalidad y
no como si acabara de intentar correr de arriba abajo las gradas.

Había pasado un tiempo muy, muy largo desde la última vez que Zayne hizo esto:
treparse a mi cama para descansar en lugar de dormirse profundamente. No desde
que éramos mucho más jóvenes, cuando compartir una cama era inofensivo e inocente
y nadie podría tener una idea equivocada. Shock pasó a través de mí. Especialmente
después de anoche no esperaba esto de él. Sintió que había estado cerca de ceder a la
necesidad. La verdad, estaba en peligro constante cuando estaba cerca de mí. En
cualquier momento podría girarme y nuestras bocas estarían a centímetros. Y sería tan
fácil tomar su alma.

—¿Cómo está tu brazo? —preguntó.

Cuando habló, su voz retumbó a través de mí. Me aclaré la garganta y después


me encogí al notar cuan abrasiva sonaba.

—Está bien.

—Deberíamos revisarlo más tarde. —Movió su brazo, y su mano terminó sobre


mi vientre, justo debajo de mi ombligo. Me sacudí por la sorpresa, pero no se corrió o
movió la mano—. ¿Entonces eso no es la razón por la que no fuiste a la escuela?

Tragándome un suspiro abrí los ojos. Sobre la mesa de luz, las luces verdes de
neón mostraban las 9:01 a.m. Debería estar yendo a bio en este momento—. No.

—¿Quieres hablar sobre ello?

Hablar sobre Roth estando acostada en la cama con Zayne era la cosa que menos
quería hacer—. No.

Se hizo silencio entre nosotros, y su pecho se elevaba y bajaba contra mi espalda


en un ritmo parejo y profundo. Por más relajada que estuviera, mi cuerpo todavía
estaba hiperconsciente del suyo, de cada respiración que tomaba y cada pequeño
espasmo de músculos. En el silencio, un feo pensamiento se infiltró. ¿Se había
acostado así con Danika? No tenía derecho al escozor de los celos que invadió mi
cuerpo, pero allí estaba y estaba mal, porque ellos podían compartir más de lo que yo
podría alguna vez compartir con él.

—Lo siento —dijo, hablando tan despacio que al principio no estaba segura que
lo había dicho.

Cerré los ojos—. ¿Por qué?

Hubo otra larga extensión de silencio y luego dijo—: Sé que estás sufriendo y
quiero matar al hijo de puta por eso.

Mi corazón se volteó con fuerza. No había forma de esconderle nada. Zayne me


conocía mejor de lo que me gustaría reconocer. No sabía qué decir. Quería estrangular
a Roth y patearlo en la entrepierna, pero tenía la furtiva sospecha de que Zayne
realmente quería actuar de acuerdo a sus deseos, y como era una chica, lloraría si
Zayne lograra matarlo.

—Es un demonio —dijo Zayne—. No importa que haya momentos en los que
haga actos de gran compasión, porque por debajo de ello, es lo que es.

Mordí mi labio inferior—. Pero eso es lo que yo soy.

—No. —Zayne se levantó ligeramente, provocando que su mano se arrastrara


por mi estómago hasta mi cintura—. No solo eres un demonio, Layla. También eres un
Guardián. No es como si no pudieras ser ambos y…

—¿Y? —Giré sobre mi espalda, y apoyé mis codos para soportarme. Su mano
volvió a terminar en mi vientre, sus largos dedos alcanzaban la banda de mi pantalón
corto para dormir. Nuestras miradas se encontraron—. ¿Y qué?

No respondió de inmediato. En cambio, su mirada se desplazó sobre mi rostro y


luego hacia abajo, más allá del escote de mi camiseta. La manta se había deslizado
debajo de mi pecho. Tragó duro mientras volvía a recostarse sobre su costado y su voz
era más grave que de costumbre cuando habló:

—¿Y por qué no puedes tener lo mejor de ambos mundo? Algo así como las
mejores cualidades, ¿sabes?

—¿Las mejores cualidades de ambos? —murmuré lento—. ¿Estás diciendo que


hay buenas cualidades en los demonios?

—En ti. —Los hoyos en sus mejillas se sonrojaron, parpadeé un par de veces,
pero el sonrojo se desvaneció lentamente—. Eres parte demonio. Como dije esa noche
en la tienda de helados, no deberíamos haberte hecho odiar esa parte de ti.

Recuerdo que dijo eso. Esas palabras se habían perdido con lo demás que
ocurrió esa noche, Paimon y la trampa de demonios, pero lo recordaba.

—Cada parte de ti es buena, incluso el lado demonio. —Se detuvo—. Y te vi esa


noche.

Acostada, tomé una respiración profunda—. ¿Qué quieres decir?

Se inclinó sobre mí, y varios mechones de cabello se deslizaron sobre sus


mejillas.
—No te ves como nosotros cuando cambias, pero tampoco luces como un
demonio. Eres una mezcla de ambos.

—¿Entonces luzco como un fenómeno?

—No. —Su mano se movió y sus dedos se curvaron sobre mi cintura—. Tu piel
era negra y gris, como mármol moteado. Era hermoso. Lo mejor de ambos.

Una calidez placentera se deslizó a mis mejillas y luché para no apartar mi


mirada de la intensidad de la suya.

—Has estado diciendo mucho eso últimamente.

—¿Qué?

—Lo “hermosa”.

Sus labios se elevaron en las esquinas en una pequeña sonrisa.

—Es verdad.

—¿Necesitas que revisen tu cabeza?

Puso los ojos en blanco.

—De cualquier forma… —Su pulgar se movía en círculos lentos y


despreocupados por sobre la parte baja de mi estómago. Parecía no estar consciente
de ello, pero luego se rió con suavidad—. No tengo idea de qué estábamos hablando.

Sonreí—. Estábamos hablando de lo asombrosa que soy.

—Suena bastante bien. —Se volvió a recostar y ahora parecía estar más cerca
que antes. La parte superior de sus piernas estaban presionadas contra el costado de
mis muslos. Y su pulgar todavía estaba trazando ese círculo invisible por debajo de mi
ombligo, creando una leve calidez que era familiar.

—Estaba pensando —dije finalmente, observándolo. Sus ojos estaban cerrados,


y en ese momento lucía mucho más joven que veintiún años.

Hubo un latido de silencio—. ¿Sobre qué?

—Sobre llenar esas aplicaciones para la universidad y ver si puedo entrar en las
admisiones tardías.
Un ojo se abrió y su pulgar se calmó. Pasaron varios segundos.

—¿Es por él?

Abrí la boca.

—Sabes que siempre te he apoyado sobre ir a la universidad. —Ahora ambos


ojos estaban abiertos—. Creo que sería genial para ti, pero no tomes una gran decisión
como esa según lo que estás sintiendo ahora.

Quería negar la presunción que mi súbito interés en la universidad tenía algo


que ver con Roth, pero sería una mentira penosa. ¿A quién estaba engañando? No era
como si no hubiera considerado seriamente irme e ir a la universidad antes, pero
ahora la idea estaba dando vueltas en mi cabeza por todas las razones equivocadas.

Ahora Zayme me estaba mirando fijamente, con los ojos tan claros como el
mediodía durante el verano. El malestar me puso ansiosa.

—¿Lo...? —Respiró profundamente, y yo contuve la respiración—. ¿Lo amas,


Layla?

Oh, Dios. Mis ojos se ampliaron y pude sentir que el calor en mis mejillas crecía.
La pregunta me pateó totalmente fuera del planeta.

Desvió la mirada y negó con la cabeza.

—Mierda, Layla-bug.

—¡No! —dejé escapar, y cuando su cabeza giró de vuelta hacia mí, el corazón me
saltó a la garganta—. No sé cómo me siento —me apresuré, siendo completamente
honesta—. No lo sé, Zayne. Me preocupo mucho por él y… —Me dolía el súbito nudo
en mi garganta—. No lo sé.

Y realmente no lo sabía.

El amor es una criatura extraña que uno cree que conoce y entiende, solo para
descubrir más tarde que solo era una probada del sentimiento real. Y había tantas
clases diferentes de amor, eso lo sabía, y no sabía dónde cabía Roth en todo eso.

Zayne mantuvo mi mirada por un momento más antes de asentir.


—Está bien. Lo entiendo. —Su mano dejó mi estómago, y antes de que pudiera
sentir la punzada de confusa decepción encontró mi mano y entrelazó sus dedos con
los míos—. Realmente lo entiendo.

Me apretó la mano y regresé el gesto obedientemente, pero no estaba segura


cómo podría entender algo de esto cuando yo no lo hacía.

Zayne había desperdiciado el día durmiendo conmigo, y dejó mi cama cuando los
otros Guardianes comenzaron a llegar a la casa. Lo había visto irse, con las mejillas
sonrojadas por no otra razón más que parecía completamente íntimo el verlo escapar
de mi habitación como si... como si hubiéramos hecho algo travieso.

Me había quedado en la cama después de eso, tratando de entender el extraño


hormigueo en mi pecho. Había una débil sonrisa en mis labios, porque Zayne… bueno,
había hecho mi día, pero luego recordaría lo que Roth me había dicho la noche
anterior y la sonrisa se desvanecería como si nunca hubiera estado allí.

Probablemente necesitaba acostumbrarme a los repentinos cambios de estado


de ánimo.

No fue hasta después de la cena que decidí limpiar la mugre del día de mi cuerpo.
Quité el vendaje cautelosamente, feliz de encontrar que la herida de mi brazo estaba
curándose como era de esperar. Ya no necesitaba cubrirla. El brazo todavía estaba
sensible, pero la sangre de Guardián en mí estaba deshaciendo rápidamente el daño
producido por el hierro.

Después de cambiarme en un nuevo par de pijamas como un completo ermitaño


caminé hasta mi escritorio, donde había dejado el celular. Había estado en modo
silencioso todo el día, y cuando toqué la pantalla no me sorprendí al ver una gran
cantidad de mensajes de texto de Stacy.
Un minuto más tarde:

Oh, Dios mío. Me reí en voz alta, sonriendo mientras recorría sus mensajes.

Eso era notablemente extraño, pero no sorprendente.

El aire escapó de mis pulmones cuando leí el siguiente mensaje y los varios que
le seguían.

Un segundo más tarde.

Otro mensaje de texto había llegado quince minutos después del último.
Finalmente, el último mensaje decía que la llame si no estaba muerta.

—¿Qué demonios? —Lancé el celular a la cama, con la boca abierta.

El enojo surgió en mí como una puerta siendo abierta por una patada y le di la
bienvenida porque era mucho mejor que el maldito dolor y la confusión y ese… ese
sentimiento de pérdida.

¿Roth estaba de vuelta en la escuela? Eso… eso era inaceptable. No tenía razones
para estar allí. Absolutamente ninguna a pesar del hecho de que pasaba fácilmente por
un chico de dieciocho. No es como si la escuela realmente le interesara o como si
pudiera hacer mucha cacería de Lilin allí.

¿Y si no estaba allí por los Lilin? ¿No había preguntado por Eva?

El momento en el que esa pregunta entró en mis pensamientos una maldición se


me escapó, y giré para abandonar la habitación. No tenía idea de a dónde estaba
yendo, pero tenía que ir a algún lugar. Tal vez golpear algo.

Golpear algo sonaba bien.

Porque el hecho que estuviera allí era cruel.

Llegué al nivel inferior, pasando la biblioteca, y hubiera seguido caminando


hacia Dios sabe dónde en mis pijamas de lunares cuando escuché su nombre.

Mis pequeños pies se detuvieron y me volví, inclinando la cabeza hacia la puerta


medio abierta.

—¿Qué hay acerca de Roth? —Ese era Dez.

—No es necesario decir que no podemos confiar totalmente en él —respondió


Abbot, y prácticamente podía verlo en mi cabeza, sentado detrás de su escritorio,
haciendo rodar un cigarrillo entre los dedos—. Necesitamos mantenerlo vigilado.

—De acuerdo —respondió Nicolai.

Hubo una pausa y luego Abbot dijo—: También necesitamos vigilar a Layla.

Cerré la boca de golpe mientras que mis manos se cerraron en puños. ¿Vigilarme
a mí?

Su voz había disminuido en volumen y luego regresó a la normalidad.


—Sabes con lo que podríamos estar lidiando. Todos ustedes. Tenemos que tener
cuidado porque si es lo que sospecho, tenemos que…

Viento helado voló por el corredor, revolviendo mi cabello húmedo y enviándolo


volando a mi rostro. Tragando una respiración sorprendida, giré a la vez que un
estallido retumbó a través del recinto. La explosión hizo eco como un trueno,
sacudiendo las imágenes de ángeles.

Directamente enfrente mío, las largas ventanas en el atrio se agrietaron justo en


el medio. Di un paso hacia atrás mientras que el vidrio se astillaba y luego explotó.
Traducido por Jessy
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

G
ritando, me di la vuelta y cubrí mi cabeza antes de ser bombardeada con
vidrio. Fragmentos diminutos rebotaron en mí sin causar daños,
resonando en el suelo como campanas de viento.

—Mierda —susurré, saltando cuando la puerta de la biblioteca se estrelló contra


la pared y Guardianes inundaron el pasillo.

Abbot estaba primero—. ¿Qué mierda sucedió aquí?

—No lo sé —me enderecé y me di la vuelta. Tres grandes paneles de ventanas


habían sido borrados.

—Wow.

—¿Estás bien? —preguntó Dez, llegando a mi lado. No demasiado cerca, pero lo


suficiente para que pudiera ver que sus pupilas se habían dilatado.

Mire hacia abajo. Con mis pies descalzos, caminar resultaría complicado. El
vidrio cubría el suelo, parpadeando como pequeños diamantes a la luz del vestíbulo.

—Sí. Ni siquiera un rasguño.

Nicolai y Geoff se acercaron a las ventanas reventadas. Al ser nuestro residente


experto en seguridad, Geoff se veía perturbado mientras se inclinaba por la ventana y
con buena razón.

—Estas ventanas son de vidrio reforzado. Tomaría que una piedra


condenadamente cerca las rompiera y nada o nadie está ahí abajo. Ninguno de los
detectores de movimiento sonaron o alguno de los encantos.
—O aquí adentro —Nicolai girando alrededor, con el ceño fruncido—. No hay
ladrillos o alguna cosa.

Abbot se volvió hacia mí y la tensa línea de su mandíbula se formó para decirme


que no estaba feliz. Mi mirada cayó a sus manos. En una sostenía un pequeño frasco de
líquido de color blanco lechoso.

—¿Qué sucedió aquí, Layla? —preguntó antes de que pudiera cuestionar lo que
sostenía.

—No lo sé. Estaba caminando por el pasillo y las ventanas… simplemente se


quebraron y luego explotaron.

Sacudí la cabeza y los trozos de vidrio se salieron de mi cabello, tintineando en


los pisos de madera. Genial. Se necesitaría una eternidad para sacar todo el vidrio.
Cuidadosamente di un paso al lado.

Abbot arqueó una ceja.

—¿Entonces no hiciste nada?

Mi cabeza se irguió de un salto—. ¡Por supuesto que no! No hice nada.

—¿Entonces cómo se rompieron las ventanas si no hay nada aquí que pueda
haberlo hecho?

Me olvide del vidrio y me quede mirando a Abbot. El aire frio se precipitó por las
ventanas, pero esa no era la causa del repentino escalofrió que se arrastró por mi
columna.

—No lo sé, pero estoy diciendo la verdad. No hice nada.

Geoff nos enfrentó, cruzando los brazos. El hoyuelo en su barbilla casi había
desaparecido.

—Layla, no hay nada aquí que rompiera las ventanas.

—No fui yo, sin embargo —mi mirada corrió a todo velocidad entre los hombres.
Ninguno de ellos, ni siquiera Dez o Nicolai, llevaban expresiones que dijeran que me
creían—. ¿Por qué rompería las ventanas?

Abbot alzó la barbilla—. ¿Por qué estabas en el pasillo?


—No lo sé —la irritación picó en mi piel—. Tal vez estaba caminando hacia la
cocina o hacia la sala de estar. ¿O a una de las muchas habitaciones aquí?

Sus ojos se estrecharon—. No uses ese tono conmigo, Layla.

—¡No estoy usando ningún tono! —mi voz se elevó un grado—. ¡Me estás
culpando por algo que no hice!

—Las ventanas no se rompieron solas —el matiz en sus ojos a ardía de un


brillante azul—. Si fue un accidente, preferiría que me dijeras la verdad. No más
mentiras.

—¿No más mentiras? Eso es muy agradable viniendo de ti —le respondí. Las
palabras estaban fuera de mi boca antes de que pudiera detenerlas, y bueno, era como
tener ya un pie en la tumba—. Especialmente cuando les estás diciendo que
mantengan un ojo en mí.

Su pecho se elevó en un respiro profundo mientras daba un paso hacia adelante,


alzándose hacia mí.

—Entonces ¿estabas aquí espiando cuando las ventanas se rompieron?

—¡No! —no realmente. Al menos para eso no era para lo que estaba
originalmente aquí, pero ese no era el punto—. Solo estaba pasando y oí mi nombre.
La puerta estaba entreabierta. No era como si ustedes estuvieran intentando ser
silenciosos al respecto.

Dez dio un paso hacia nosotros—. Layla…

Levantando una mano, Abbot silenció al Guardián más joven.

—¿Qué oíste?

Cruce los brazos, en silencio. Inesperada terquedad me llenó. No dije nada, a


pesar de que solo había escuchado una parte.

Bajo la cabeza y el acto pareció simbolizar que no me tenía miedo, y por alguna
razón, eso me alivió. Cuando habló, su voz fue baja y aterradoramente calma.

—¿Qué oíste, Layla?

Haciendo acopio de valor, mantuve la boca cerrada y me obligue a encontrar su


mirada.
—¿Por qué? ¿Qué piensas que oí?

Sus fosas nasales se abrieron con una exhalación fuerte.

—Chica, te crié como uno de los míos. Me responderás con respeto y


responderás mi pregunta.

Un estremecimiento de temor se disparó a través de mis músculos. Había una


gran parte de mí que quería decirle que no había escuchado mucho, que quería
hacerlo feliz, porque él era lo más cercano que tenía a un padre. Su aprobación era
algo que buscaba constantemente, pero esto—esto no era justo y no iba a ser una
esclava por él.

O por cualquiera.

La tensión llenó el atrio y el resto de los Guardianes se movieron


incómodamente.

—Solo dile —dijo suavemente Nicolai.

La determinación construyó acero alrededor de mi columna mientras


continuaba sosteniendo la mirada de Abbot.

—¿Qué estás sucediendo? —Zayne bajo los escalones, de a tres. Gotas de agua
colgaban de su cabello mojado y zonas de su camiseta negra se pegaban a su cuerpo.
Recién salido de la ducha, su esencia a menta lleno el aire. Su mirada apuntó hacia
nosotros y luego se movió hacia la ventana. Sus cejas se elevaron—. ¿Padre?

Abbot sostuvo mi mirada un momento más y luego se enderezó, dirigiéndose a


su hijo.

—Las ventanas explotaron mágicamente, según Layla.

—Yo no lo hice —dije, resistiendo el impulso de pisotear con mis pies y terminar
con vidrio como zapatos—. La ventana explotó. No sé cómo sucedió, pero no fui yo.

—Si ella dice que no lo hizo, no lo hizo —era así de simple para Zayne. Él creía lo
que yo decía, y por el amor de todas las cosas sagradas en el mundo, fue mi héroe en
aquel momento.

Su mirada parpadeó hacia el suelo.

—Jesús, ten cuidado. No tienes zapatos puestos.


Comencé a sonreír o a lanzarme hacia él, pero Abbot se movió. Caminó junto a
nosotros.

—Ve a tu habitación, Layla —el vidrio crujió bajo sus botas. Cuando no me moví,
se detuvo y su mirada furiosa perforó directamente a través de mí—. Ahora.

—¡No hice nada! —exclamé—. ¿Por qué tengo que ir…?

—¡Ahora! —gritó él, y salté otra vez.

Zayne cogió mi brazo, impidiéndome pisar vidrio. Le lanzó a su padre una


mirada. Abbot se giró hacia los Guardianes. Comenzaron a dirigirse hacia él, pero los
detuvo.

—Solo Geoff. El resto de ustedes pueden retirarse.

Geoff intercambió miradas con los demás, pero siguió a Abbot hacia la biblioteca.
La puerta se cerró de un portazo tras de ellos, y mi sensor de engaños se activó. Miré
hacia Nicolai y hacia Dez.

—Yo no lo hice —dije una vez más.

Ambos apartaron la mirada, el malestar dentro de mí se extendió como pólvora


cuando Nicolai dejó el atrio.

Dez suspiró.

—Encontraré a Morris y le pediré ayuda con este desastre. Y las ventanas —


luego se hubo ido también, dejándome sola con Zayne.

—Está de mal humor —razonó Zayne en voz baja mientras me ayudaba a


navegar en el camino de destrucción—. Lo ha estado desde que Ro… los demonios
aparecieron anoche.

Quizás por eso era que estaba actuando como si se hubiera sentado en un clavo,
pero era más que eso. En la parte inferior de las escaleras, discutí:

—Estaba en la biblioteca con los otros Guardianes. Le oí decir algo.

Zayne estaba mirado el suelo.

—¿Estás segura que no te cortaste con todo ese vidrio?


—No. Préstame atención —dije, tirando de la manga de su camisa. Me miró, con
las cejas levantadas.

—Le estaba diciendo a los demás Guardianes que me mantuvieran vigilada.

—Está bien —dijo él lentamente.

—¿Está bien? Hola. Les dijo que me vigilaran.

Zayne tomó mi mano, llevándome por las escaleras.

—Con…bueno, sabes quién está de vuelta, por supuesto que va a querer


asegurarse de que estés a salvo.

Eso ni siquiera había pasado por mi mente.

—No era así, Zayne. Él dijo algo más, pero era demasiado bajo para que lo oyera.
Y luego estaba hablando de algo siendo lo que él sospechaba.

—¿Qué?

—No lo sé —frustrada, empuje para liberar mi mano—. No pude escuchar todo


de ello y luego las estúpidas ventanas estallaron —mire hacia abajo a las escaleras. El
cristal brillaba como lluvia en el piso—. De verdad no lo hice.

—Te creo.

Mi mirada encontró la suya—. Y no confió en tu padre.

—Layla —suspiró, dando un paso atrás—. Hay obvios problemas entre ustedes
dos, y lo entiendo totalmente. Él ha escondido muchas cosas de ti.

—No me digas —murmuré.

Cambió su peso.

—Pero si le está pidiendo a cualquiera de los chicos que te vigilen, es porque


está preocupado por ti.

—Y porque no confía en mí.

—Eso también —admitió él—. Hey, tienes que entender eso. Tú…

—Mentí. Lo sé. Pero él ha dicho más mentiras.


Zayne me quedo mirando como si estuviera a punto de explicar cómo dos
errores no hacen un acierto, pero entonces suspiró otra vez.

—Vamos. Cogí un poco de pollo frito de la cena. Está frio, como a ti te gusta.

—Se supone que vaya a mi habitación —dije malhumorada.

Él puso los ojos en blanco y luego intentó agarrarme. Salté hacia atrás, y él sonrió
con picardía.

—Camina o te cargo.

—Caray, te vuelves mandón a medida que envejeces.

Zayne guiñó un ojo.

—No has visto nada todavía. Te doy dos segundos.

—¿Dos segundos? Que sucedió con la normal… ¡hey! —chillé cuando intentó
agarrarme otra vez—. Está bien. Caminaré.

Su sonrisa se extendió—. Sabía que lo verías a mi manera.

Le saqué la lengua, y él se rió, pero lo seguí por el pasillo hacia su dormitorio. Mi


estómago gruño ante la idea de pollo frito frio, pero mi mente todavía estaba abajo en
el atrio, y por alguna razón, pensé en el frasco de la sustancia de color blanco lechoso.

Quería saber lo que era.

Mariposas con parásitos habían formado un nudo espinoso en mi estómago y en


este momento estaban intentando comer para salir. Nunca había estado más nerviosa
por la escuela en mi vida.

—¿Segura que te sientes mejor? —preguntó Stacey mientras se paseaba de un


lado a otro mientras yo arrastraba mis libros de texto hacia mi casillero—. Te ves
como si estuvieras a punto de caer.

—Sí, me siento genial —forcé una sonrisa que probablemente salió espeluznante
mientras colgaba el bolso sobre mi hombro. Apenas había dolor desde donde el
Guardián me había cortado, lo cual me recordaba que, a partir de esta mañana, Tomas
todavía estaba desaparecido.

Bambi se estiró en mi estómago.

Mala serpiente.

—Entonces ¿estas emocionada? —pregunto Stacey, enlazando su brazo con el


mío.

Mi garganta se sentía como si me hubiera tragado una bola de pelo.

—¿Emocionada por qué?

—Por Roth —dijo ella con un chillido agudo que hizo que mis oídos dolieran—.
Sobre él regresando.

Las mortales mariposas comenzaron a morder repetidamente. Entre la


perspectiva de volver a la escuela y lo que había pasado las dos últimas noches,
apenas había conseguido pegar un ojo. Secretamente había esperado que Zayne se
saltara sus deberes de demonios y se quedara conmigo, pero no lo había hecho, y
hubiera sido hiper equivocado pedirlo.

—Y por favor no te enojes conmigo, porque en realidad no sé qué pasó entre


ustedes dos, pero él se veía endemoniadamente caliente ayer.

Mi corazón se contrajo. Genial. Supongo que esperar que contrajera un mal caso
de herpes facial era mucho pedir.

—No tan emocionada —dije finalmente.

Ella estuvo en silencio mientras nos abríamos paso por el pasillo. La extrañeza
de no ver las trémulas almas arrastrándose tras los estudiantes me distrajo de mi
inminente enfrentamiento con Roth.

—¿Quieres que lo golpee? —peguntó ella finalmente—. Conozco a personas,


pero apuesto que Sam podría encontrarnos unos sicarios en internet.

Me reí ruidosamente—. Probablemente lo haría, pero no. Eso está bien.

—Bueno, si cambias de parecer… —se deslizó a mí alrededor, abriendo la puerta


a bio. Ya sabía, incluso antes de que entrara, que él todavía no estaba en el salón—.
Hermanas antes que hombres y sus encantos.
Sonriendo a pesar de mis nervios, tomé mi asiento en la parte de atrás de la
clase. La Sra. Cleo todavía no se presentaba, y en el frente de la clase, el Sr. Tucker
estaba haciendo su mejor esfuerzo para ignorar las miradas de adoración de las chicas
sentadas en la primera fila.

Stacey se sentó detrás de mí mientras yo sacaba mi libro de texto y la clase se


llenaba. Me ocupe eligiendo un lápiz de mi horda, decidiéndome por uno morado que
parecía como si hubiera tomado un baño en brillo…o con Ke$ha.

La esencia fue lo primero que note. Ese aroma ligeramente dulce y


pecaminosamente oscuro molestó mis sentidos.

Mis dedos se apretaron alrededor del lápiz cuando toda la atmosfera cambio en
la clase. No con tensión; nunca lo había notado antes, pero era como el ultimo día
antes del receso siempre que Roth estaba cerca—esa sensación de indiferencia de
a quién le importa que lo seguía a todas partes.

Los pequeños pelos en la parte de atrás de mi cuello se erizaron, y supe que él


estaba cerca. No solo porque Stacey se había puesto rígida a mi lado. Era un sexto
sentido que estaba consciente de su presencia a un profundo e íntimo nivel. No
levanté la mirada cuando sentí las patas de la silla arrastrarse por el piso en frente de
nuestro mesa, pero estaba muy cerca y ese maldito dolor emotivo se arraigó
nuevamente, trabándose en mi garganta y pecho. No quería estar herida por él, y
deseé poder avanzar rápidamente a la parte cuando el penetrante dolor era solo una
molestia menor.

—Es bueno ver que no te uniste a un culto.

Ante el sonido de su profunda y aterciopelada voz, una serie de


estremecimientos se extendieron a través de mi piel. Respiré profundamente e
inmediatamente me arrepentí. Su esencia estaba en todas partes, y prácticamente
podía saborearlo.

En contra de mi voluntad, levanté la cabeza y mi cerebro saltó por la ventana


más cercana.

Roth me miraba fijamente con esos ojos color ámbar rodeados por gruesas
pestañas negras. Su cabello era un desastre ingenioso, acariciando el arco de sus cejas.
Sus labios llenos no estaban curvados en la sonrisa de satisfacción que pensé que
estaría acompañando esa declaración.
No dije nada y después de unos segundos, sus labios se fruncieron y se dio la
vuelta, sentándose. Una punzada iluminó mi pecho mientras miraba su espalda. Bajo
la desgastada camiseta azul que llevaba, sus hombros estaban anormalmente rígidos,
y debería haberme dado una cantidad deshonesta de satisfacción saber que no estaba
cómodo. ¿Y quién creía que un Príncipe heredero del Infierno pudiera estar incómodo
en primer lugar? Pero el darme cuenta que lo estaba no me hacía sentir mejor.

Stacey se estiró y garabateó—. ¿Sicario? —en mi cuaderno.

Sonreí y negué con la cabeza. Ella se encogió de hombros y volvió su atención


hacia el caliente sustituto McCalentón. Intenté concentrarme en lo guapo que era con
su cabello castaño y su sonrisa infantil mientras manipulaba el retroproyector, pero
en todo lo que podía pensar era que Roth estaba sentado en frente de mí como si no
hubiera sido enviado al Infierno hace dos semanas o compartido nada de alguna
importancia conmigo.

Gracias a dios y a McDonald’s en la calle desde la escuela secundaria que hoy era
viernes. Al menos no estaría obligada a soportar dos días más de ver a Roth y tendría
un descanso, porque bio fue la clase más larga de mi vida, incluso peor que historia.

Cuando sonó el timbre, salí disparada de mi asiento como un mini cohete,


metiendo mis libros en mi bolso mientras salía de clases. Stacey estaba justo detrás de
mí, y me gustaba pensar que no me recriminaría mi salida apresurada. Avisté a Sam al
final del pasillo, tomando agua de una de las fuentes, suspiré de alivió cuando él
levantó la mirada, sonriendo mientras me saludaba. Estaba un poco sorprendida de
que no tuviera pequeñas gotas de agua sobre toda su capucha como normalmente
tendría después de intentar beber de una de las fuentes, pero fui directamente hacia
él.

Solo llegué hasta la mitad.

La puerta de la sala de clase de química se abrió, casi golpeándome en la cara.


Tropecé un paso hacia atrás, con los ojos llenándose de lágrimas cuando el olor acre
de huevos podridos se derramó en los pasillos.

—¡No otra vez! —exclamó otro chico, golpeando sus manos sobre su boca.

No estaba segura si estaba refiriéndose al horrible hedor del zombi que


habíamos tenido en la sala de calderas hace un mes y algo o por lo que le sucedió al
demonio Raum después de que Roth lo hubiera convertido en una nube de humo
apestoso esa noche en el gimnasio, pero no importaba.
Un profesor corrió hacia el pasillo, haciendo arcadas mientras movía las manos
por su rostro. Segundos más tarde, otra profesora salió echó una furia de la sala. Las
puntas de su cabello rubio estaban fritas, literalmente chamuscadas y ennegrecidas.
Aun peor, sus cejas habían desaparecido completamente. Manchas grises cubrían
mitad de su rostro rubicundo.

—Lindo —mumuró Roth, quien había de alguna manera, y probablemente como


resultado de las leyes del universo, terminado a mi lado. Maldita sea—. Eso es lo que
llamaríamos un desastre caliente.

Le lancé una mirada mordaz y luego camine a su alrededor, dispuesta a inhalar


cualesquiera sustancia cancerígena que posiblemente podría estar en el humo
flotando fuera de la habitación. Pero el agarró mi suéter, arrastrándome hacia atrás.

Reboté en su pecho duro como roca y comencé a dar la vuelta, a segundos de


estrellar mi puño en su estómago porque se habría sentido realmente bien hacerlo
cuando el profesor sin cejas pasó volando a través del humo.

La mano de Roth se deslizó por mi espalda—. Cuidado, pequeña, ella está en una
misión.

—No me toques —me alejé de un tirón de él, ignorando la chispa de emoción


que tensó sus labios.

—Y no me digas así —me di la vuelta justo a tiempo para verla dar un salto
volador hacia alguien—. ¿Qué demon…?

Ella golpeó al otro profesor.

Así como saltar en su espalda y llevarlo de rodillas. Justo allí. En medio del
pasillo, lleno de boquiabiertos estudiantes y el profesorado. Lo hizo caer, le ladeó un
brazo y golpeó al tipo justo entre las piernas.
Traducido por Mapu
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

—E
stoy comenzando a pensar que estamos asistiendo a la más
loca escuela en Norte América —dijo Stacey en el almuerzo,
sosteniendo su nugget de pollo entre dos uñas pintadas de
negro―. Quiero decir, tenemos profesores golpeándose las pelotas unos a otros en los
pasillos.

Sam hizo una mueca mientras deja caer su arrugada papa devuelta a su bandeja.

—Sí, fue muy loco.

Fue más que solo loco. Entre la pelea en nuestra clase de biología y ahora esto,
en el lapso de tiempo de menos de un par de días, algo más tenía que estar pasando.
¿Y la pareja que había visto besándose en el pasillo sin interrupción? Mordí mi nugget,
esperando que mis suposiciones no fueran ciertas, pero se suponía que había nacido
un Lilin y uno de los signos de la presencia de un Lilin era extraño comportamiento,
¿verdad? Pero si estaba un Lilin detrás de la ira de Dean, la pareja en el pasillo y el
profesor de hoy, entonces eran cuatro personas que estaban muy cerca de convertirse
en fantasmas. El peso de ese posible desastre terminó con mi apetito.

Miró sobre mi hombro, deseando una vez más poder ver las auras. Aquellos
afectados por el Lilin deberían tener una apariencia diferente, lo que quedaba de sus
almas contaminado de alguna manera. Pero no vi nada, lo significaba que yo era
prácticamente inservible.

Mi estómago se hundió mientras colocaba el medio nugget comido en mi plato.


¿Podrían mis repentinas habilidades perdidas tener algo que ver con el Lilin? Eso
significaría que había estado en sus cercanías.
No. De ninguna manera. Sabría si estuviera alrededor de algo que comparte la
sangre de mi madre y la mía. Tenía que haber otra razón, pero mientras empujaba el
nugget alrededor del plato, mi estómago se revolvía.

―Chicos ¿qué van a hacer después de la escuela? ―preguntó Sam, y cuando


levante la mirada, él había engullido todo lo que estaba en su plato. El chico y su
apetito tenían que ser legendarios―. Estaba pensando que podríamos coger algo de
comer. Nosotros tres.

Sonreí.

Stancey me miro con ojos esperanzados.

—No estoy en labores de niñera hasta mañana, así que sé que puedo. ¿Layla?

Considerando como Abbot había actuado la noche pasada, probablemente me


quería directamente en casa. Lo cual significaba que esa era la última cosa que quería.

—Sí, solo déjame mandarle un texto a Zayne y avisarle. —Por supuesto que no le
estaba enviando un mensaje a Nicolai—. Creo que no debería ser un problema.

—¡Deberías invitarlo! —Ella aplaudió como una foca drogada.

Una ceja se levantó sobre las gafas de Sam y casi me burlo de la idea, pero tomé
mi celular y ¡qué diablos! Lo peor que Zayne puede decir es no. No sería la primera
vez.

—Voy a preguntar.

Stancey le dio a Sam una mirada de sorpresa mientras mandaba el mensaje de


texto.

Coloque el celular en la mesa cerca de mi plato, no esperando una rápida


respuesta. Zayne debería estar dormido ahora. Algunos días no lo estaba, pero ¿quién
lo sabía?

—¿Crees que vendrá? —preguntó Sam, jugando con su tenedor.

Me encojo de hombros.
—Probablemente no.

—Bien, si él lo hacen no puedes pedirle una entrevista. —Stacey lo señaló con su


botella de agua—. Ni actuar como un fanático. Eso lo espantará y nunca vendrá y
jugará con nosotros otra vez.

Sam rio entre dientes.

—No actuaré como un fanático.

Era incierto. El par de veces que Sam había estado cerca de Zayne en el pasado,
él lo había mirado boquiabierto en abierta sorpresa. No podría culparlo. Los
guardianes no se mezclan mucho los humanos. La mayoría ni siquiera sabían que
algunas de las personas normales que vieron en las calles, tiendas o restaurantes eran
guardianes.

Stacey sonrió.

—Alguna idea de donde…

—¿Estoy yo? —La llegada de la profunda voz hizo que mi corazón saltara y mi
estómago se cayera al mismo tiempo—. Estoy justo aquí.

De ninguna manera, de ninguna jodida manera Roth estaba en nuestra mesa. Una
horrible sensación de déjà vu me golpeó en la cabeza. Era como la primera vez que
Roth había aparecido en mi vida, no podía creer que tuviera la audacia de buscarnos al
almuerzo. Y aquí estábamos otra vez.

Mi sonrisa se redujo mientras él se sentaba a mi lado sin una invitación o


respuesta. En vez de tener una bandeja plástica de naranja en sus manos, cargaba una
bolsa de McDonals. Las esquinas de boca se curvaron mientras sacaba una pequeña
bolsa blanca.

—¿Papas?

Tome un profundo suspiro.

—No.

—Voy a tomar una. —Sam estiró la mano a través de la mesa y cogió un par de
las ofrecidas papas—. Me alegro de que estés de vuelta. Mono apesta. Lo tenía
cuando… ¡Aw! —Sus ojos se ampliaron mientras miraba a Stancey.
Ella le dio una mirada penetrante.

No molesto en absoluto por el intercambio, Roth colocó la bolsa de papas entre


nosotros, cerca de mi celular, y entonces sacó una hamburguesa con queso.

—Sí, mono fue un infierno. Como estar encadenado a una cama.

Casi me ahogo.

Mi celular vibró y la respuesta de Zayne apareció en la pantalla. Antes de que


pudiera tomarlo, Roth lo había hecho con sus agiles dedos.

— . —Él levanto una ceja—. ¿Juntos?

Reuní un coro de maldiciones mentales, arrebate el celular de sus manos.

—Es grosero leer los mensajes ajenos.

—¿Lo es?

—Sí —replicó Stancey—. Pero me alegro que oír que Zayne se nos une para
cenar.

Roth hizo una mueca y pasó un segundo.

—También yo.

No pude evitarlo, inhalé.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Cena? —Sam frunció el ceño—. Pensaba que íbamos a ir directamente


después de la escuela. Y estaba pensando en el puesto italiano bajando la calle, no
realmente una cena…

—Sam —suspiró Stacey.

Roth sonrió entonces.

—De todas formas, estoy de vuelta y mucho mejor. —Deslizó una mirada
maliciosa sobre mí que me hizo querer darle un puñetazo en vez de llorar sobre mi
almohada como un bebé—. Estoy seguro que fui extrañado. —Le dio un gran mordisco
a la hamburguesa y masticó el bocado—. Mucho.
No sabía lo que pasaba que mis emociones cambiaban tan rápido. El dolor de su
rechazo había dejado una explosión de ira, como un mareo, esa clase de ira que
esparce vomito verde. Mi cerebro se apagó. No estaba pensando cuando alcancé y
tomé la hamburguesa de su mano. Torciéndola por la mitad, la tiré al suelo detrás de
Roth tan fuerte como pude. El satisfactorio plas que hizo cuando la salsa de tomate y la
mayonesa salpicaban como una horrible masacre generó una amplia sonrisa en mi
rostro.

Stacey dejo salir un estallido de risa estupefacta.

Roth miró la hamburguesa y entonces su mirada lentamente volvió a mí. Sus ojos
se ampliaron.

—Pero realmente quería esa hamburguesa.

—Mala suerte. —Me trague una loca risita—. Tus papas serán las siguientes si
no retiras tu trasero de mi presencia.

—Joooooder —murmuró Stacey, su cuerpo temblando con una ahora, silenciosa


risa.

Nos miramos en un épico reto de miradas por un par de momentos y entonces


sus labios se retorcieron como si estuviera intentando no reír. Y, bien, solo eso causó
que mi enojo aumentara varios grados. Entonces tomó su bolsa de papas.

—Creo que necesitamos hablar.

—No, no lo creo.

Apretó su mandíbula.

—Sí, es así. —Sacudí mi cabeza. Roth me miró fijamente, y algo… algo acerca de
la forma en la que me miraba cambió. Alguna dureza se desvaneció de su
expresión—. Layla.

—Bien —respondí, tomando mi bolso mientras formaba una realmente estúpida


idea. Tal vez el quería disculparse por ser un idiota. Poco probable. Me gire hacia unos
muy divertidos Stacey y Sam—.Escríbanme el lugar donde nos encontraremos
después de la escuela.

—Lo haré. —Hizo una pausa—. No lastimes a las papas, eso sería un sacrilegio.
—No prometo nada. —Comencé a caminar, sin esperar a Roth, y me sentí
ridículamente orgullosa de mi misma. La Layla de hace dos meses que no se habría
atrevido a hacer una escena, pero era una persona diferente estos días.

Estaba comenzando a ver eso ahora.

Mientras pasaba los baños afuera de la cafetería, la puerta de los chicos se abrió
de golpe y Gareth salió tambaleándose, seguido por un grupo de jugadores soltando
risitas. Risitas. Apestaban a marihuana cuando se dirigían dentro de la cafetería.

—Mataría por una bolsa de Cheetos ahora mismo —dijo Gareth.

Uno de sus amigos rió.

—Tiraría un bebé en frente de un bus por un rollo de canela.

Wow. Era bastante hambre. Todos los chicos se habían ido de fiesta con Gareth,
pero no eran drogadictos. Su comportamiento era definitivamente extraño. ¿Podrían
estar… infectados, también?

Roth me alcanzó. Sin mochila. Solo él y sus estúpidas papas.

—Estoy sorprendido. Lo admitiré. Me sorprendiste.

—¿De verdad? —Deje salir una risa áspera, me irritaba que estuviera
estupefacto—. ¿Creías que después de lo que me dijiste estaría feliz de verte? ¿En
serio?

Él coloco una papa en su boca y masticó pensativamente, como si realmente


estuviera pensando en eso.

—Sí, creí eso.

Me detuve a medio paso del final del pasillo, y lo miré.

—Estás delirando.

—No iría tan lejos. —Fue por otra papa.

—Tienes un elevado sentido de la autoestima.

Sonrió.

—Soy muy valioso, realmente. Siendo el príncipe…


Arrebaté la bolsa de su mano, di una vuelta y sacudí las papas restantes en la
basura. Girándome hacia él, sonreí abiertamente.

—Eso es lo que pienso acerca de tu valiosa corona de príncipe de mierda.

Roth dio un enorme suspiro.

—Soy un chico en crecimiento y necesito alimentarme. Voy a morirme de


hambre y todo será tu culpa.

—Lo que sea. —Me crucé de brazos.

Me miró y entonces inclinó su cabeza y rió. Me estremecí, sin estar preparada


para el sonido. Había olvidado cuán profunda y cálida era su voz, como era de
contagiosa. La risa se apagó rápidamente, remplazada por una sorprendentemente
mirada malhumorada.

—Oh, pequeña, ya estás haciendo esto difícil.

—¿Haciendo qué difícil? Y no me llames pequeña.

Sacudió su cabeza.

—Vamos, necesitamos hablar de verdad. Donde no seamos interrumpidos.

Comenzó a dirigirse a las desteñidas puertas dobles y sabía dónde se estaba


dirigiendo, nuestro hueco de la escalera. El lugar donde no se supone que estemos,
donde nadie iría. Conducían al viejo gimnasio y olían como moho, pero había sido
antes nuestro lugar.

Y ese era porqué quería que fuera el último lugar, pero Roth ya estaba
dirigiéndose a las escaleras. Encogí mis hombros y lo seguí. Nada había cambiado a
cerca del área diez por diez. Pintura gris aun desprendiéndose de los bloques de
cemento. Oxido cubría los pasamanos. Polvo flotaba en la luz de la pequeña ventana a
lo alto de los escalones. El tiempo había olvidado éste lugar.

Roth se giró hacia mí y se recostó contra la pared. Elevó sus brazos sobre su
cabeza y estiró. Alzó su camisa manga larga, exponiendo un destello tentador de su
bajo abdomen y el tatuaje de dragón, Thumper. Sus escamas azules y verdes estaban
animadas como antes. Roth había dicho una vez, que el dragón salía si las cosas iban
realmente mal. No puedo imaginar cual es la idea de Roth sobre lo malo cuando no
había usado el dragón la noche con Paimon. El dragón estaba restringido ahora, sus
alas cerca de su vientre y su cola desapareciendo debajo de la banda de los oscuros
jeans de Roth. Teniendo en cuenta como estaban de caídos sus jeans, lo que podía ver
del tamaño de la cola de Thumper produjo que el calor fluyera a través de mis mejillas.

—Layla… —Subí mi mirada y aspiré un pequeño suspiro cuando vi como


estaban de brillantes sus ojos ocre—. ¿Te gusta lo que ves?

Mis manos se cerraron en puños.

—No. En absoluto.

—Mientes. —Una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios—. Y sigues


siendo una terrible mentirosa.

Perdiendo mi paciencia, deje caer mi mochila al suelo.

—¿Por qué estás aquí, Roth?

No respondió inmediatamente.

—¿Quieres la verdad?

Rodé mis ojos.

—No. Quiero que me mientas. ¿Tú qué crees?

Una suave risita siguió.

—Como que me gusta ésta escuela. No tenemos lugares como éste allá abajo.
—Se encogió de hombros—. Es normal.

Algo rozó mi mejilla. Era la misma razón por la que me gustaba ésta escuela, era
normal y podía ser normal aquí, pero me negué a contarle cualquier nivel.

—No deberías estar aquí.

Arqueó una ceja.

—¿Por ti?

Quería gritar sí, dios santo, ¡Sí!

—Porque que estés aquí es inútil.


—No realmente. —Finalmente bajo sus brazos, y silenciosamente le agradecí a
Dios, porque su abdomen no era más la distracción fundamental—. No puedes
decirme que el combate a muerte en el pasillo ésta mañana no fue extraño.

No dije nada.

—Y dudo que este sea el primer acontecimiento extraño recientemente,


¿Verdad? —Sus ojos estaban entrecerrados mientras me miraba.

Un parte de mi quería decirle que no, porque no quería ver que esa engreída
mirada aumentara, pero eso sería estúpido. No podía olvidar lo que es realmente
importante, un realmente enorme problema que afrontábamos.

—Ha habido unos pocos casos. Dean, un chico que nunca había hecho nada,
golpeo a otro chico muy fuerte realmente lo mató por algunos segundos. Y entonces
he visto parejas besándose…

—No hay nada malo con eso —contestó, sonriendo.

Rodé los ojos.

—Excepto si nosotros tenemos una estricta política y un profesor caminó justo


por su lado, incluso mientras ellos entraban en el baño de chicas. —Moví mi cabello y
entonces deje caer mi mano hacia el lugar donde el anillo colgaba del collar—.
¿También que crees que el Lilin ha estado aquí?

El asintió.

—Tienen sentido, después de todo, fue creado aquí. Ese es el por qué
necesitamos hablar. Deberías ser capaz de reconocer al Lilin, o al menos cualquier
demonio extraño por aquí.

—Uh… —Desvié la mirada, retorciendo la cadena alrededor de mi cuello. No


quería decirle, pero era un demonio y tal vez supiera que pasaba—. Bien, verás… no
realmente.

Alejándose de la pared, se mantuvo recto, toda su atención centrada ahora.

—¿Qué quieres decir?

—Ya no puedo ver las auras. Pasó hace unos días.

Ladeó la cabeza.
—Detalles.

Suspiré.

—Al principio las almas oscilaban, parpadeando y extinguiéndose al almuerzo, y


luego tuve ese fuerte dolor detrás de mis ojos, y ya no las puedo ver. Así que estoy
prácticamente en la oscuridad. No siento otros demonios, guardianes, tú sabes, no
claramente. Nunca había tenido que trabajar esa fuerza.

—Esto es más que una coincidencia.

—Eso es lo que temía —dije, retirando el anillo—. Esperaba que eso no estuviera
relacionado con el Lilin.

Roth no respondió. Evaluándome con la mirada, sus cejas bajaron en una


reflexión profunda. La observación fue tan intensa que me hizo querer retorcerme.

—¿También crees que eso está interfiriendo con mi habilidad? —pregunté


cuando el silencio se hizo demasiado.

—No lo sé. —Roth finalmente desvió la mirada, pasando su mano a través de su


cabello—. Pero vamos a tener que encontrar al Lilin de la manera antigua.

—¿Nosotros?

Sus pestañas descendieron y la mirada coqueta fue casi ridícula, excepto que era
increíblemente sexy, la clase de cosa que odiaba de él.

—Sí. Nosotros. Tú y yo. Nosotros. Dos gotas en un…

—No. —Levante una mano—. Nosotros no trabajaremos juntos en nada.

—¿No hemos tenido esta conversación antes? —Avanzó un paso, y yo


retrocedí—. Y recuerdo como terminó. Hacemos el equipo perfecto.

Me mantuve retrocediendo, hasta que mi espalda golpeó la fría pared.

—Eso fue antes de que dijeras que yo reducía tu aburrimiento.

La punta de su lengua se movió sobre sus dientes superiores, presumiendo la


bola que mantenía el piercing en su lugar. Supuestamente no era su único piercing…
detuve ese pensamiento. No necesitaba pensar en eso.
—Esa fue una estúpida cosa que dije. Lo admito. Tiendo a… decir cosas
estúpidas. Soy un imbécil.

—Tengo que estar de acuerdo.

Sus pestañas subieron y se movió tan rápido que lo perdí de vista hasta que
estuvo justo frente a mí, invadiendo totalmente mi espacio personal.

—No quise decir lo que dije sobre Eva tampoco.

Algo dentro de mí, algo estúpido que necesitaba ser apuñalado hasta la muerte,
se abrió como una flor viendo el sol por primera vez. Traté de aplastarlo.

—No me importa.

—Sí. Si te importa. —Bajó su cabeza, sus labios peligrosamente cerca de los


míos. Levanté mi mirada, el aire helado en mis pulmones. El ladeo su cabeza, y mi
corazón palpitaba en mi pecho—. Eso te duele.

—¿Por qué incluso te importaría si lo hiciera?

Roth no dijo nada, y mis labios cosquillearon por cuanto los estaba mirando. El
coloco sus manos justo sobre mis caderas; el suave toque apenas estaba ahí. Envolví
mis dedos alrededor de sus muñecas y comencé a retirar sus manos.

—No lo hagas —dijo, en voz baja.

—¿Entonces por qué? —susurré, renunciando a la diminuta pizca de


esperanza—. ¿Por qué dijiste todo eso? Si no significaba…

—Eso no cambia nada. —Retrocedió, moviéndose varios pasos en un


parpadeo—. Necesitamos ser amigos. O al menos llevarnos bien hasta el punto donde
no destruyas la perfecta comida rápida cuando abra mi boca.

Justo así, él era un Roth distinto. No el chico que había abrazado o hecho todas
esas cosas maravillosas. La pregunta salió repentinamente antes de que pudiera
detenerme a mí misma.

—¿Signifiqué algo para ti?

—Eso no importa —dijo Roth, con voz apagada mientras se giraba y se alejaba.
Se detuvo con su mano en el oxidado pasamano—. Nunca importó, Layla.
Traducido por otravaga & flochi
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

H
izo falta mucho para superar lo que Roth había dicho y terminar el día.
No lo entendía, y pasaría un largo tiempo antes de que pudiera dejar de
intentarlo. A lo largo de mis clases de la tarde, me debatí entre querer
encontrar a Roth y hacerle a su rostro lo que le había hecho a su hamburguesa, y
simplemente querer mirarlo fijamente.

A veces ser una chica apestaba.

Me arrastré fuera de la escuela y hacia la esquina de la calle. El sitio del antiguo


Impala trajo una cansada sonrisa a mi rostro. Casi me había olvidado de Zayne
uniéndose a nosotros para la comida, y mientras había estado lidiando con Roth, no
había tenido la oportunidad de darle mucha importancia al hecho de que Zayne había
accedido a pasar el rato con nosotros.

Lo que era tan raro.

Decidiendo olvidarme de cierto demonio caprichoso por el próximo par de


horas, abrí la puerta y me deslicé en el asiento del pasajero. Sonreí mientras dejaba
caer mi bolso en la parte posterior.

—Hola —dije.

Zayne sonrió. Llevaba una gorra de béisbol y estaba baja, tapando la parte
superior de su rostro. Algunos chicos no podían quitarse una gorra de béisbol, pero
Zayne lo hacía y lo hacía bien.

—¿A dónde vamos?

—Pequeña Italia… ese que está a dos cuadras abajo.


—Genial. —Miró el espejo lateral y luego, después de unos segundos, salió con
cuidado.

—Gracias por venir —dije, apoyando mi cabeza hacia atrás en el asiento—.


Estaba sorprendida de que dijeras que sí.

—No deberías haberlo estado. Yo quería venir. —Extendió la mano, tirando


suavemente de un mechón de cabello suelto—. ¿Cómo estuvo la escuela?

Volteé la cabeza hacia él, estudiando su fuerte perfil.

—Nada de lo que quiera hablar ahora. —Porque si le hablaba de las sospechas


del Lilin, inevitablemente tendría que contarle de Roth y quería disfrutar de esta
pequeña excursión—. ¿Después de comer?

Él me miró y se quedó callado por un momento.

—¿Debería estar preocupado?

—No. —Me gustaba la forma en que las puntas de su cabello se rizaban hacia
afuera por debajo de la gorra—. ¿Qué hiciste hoy?

—Dormí. —Se rió mientras conducía más allá del restaurante, en busca de un
garaje de estacionamiento—. Anoche fue aburrido. Las calles estaban muertas. Por
alguna razón eso hace que esté más cansado al día siguiente.

—¿Es extraño que estuvieran tan muertas? —Pensé en el Lilin.

—Depende. Si continúa, entonces sí. —Después de encontrar un lugar en la


planta baja, tenía una suerte de locos, apagó el motor y se volteó hacia mí mientras
sacaba las llaves—. Quédate quieta —dijo, y obedecí más que todo por curiosidad. Él
extendió la mano, pasando el pulgar por mi labio inferior—. Tenías una pequeña pieza
de pelusa allí y creo que…

Sus palabras se desvanecieron, terminando en una inhalación irregular. Al


principio no me di cuenta por qué o qué había hecho yo, y entonces las cosas
comenzaron a registrarse: la desgarradora sensación que provocó que mis entrañas se
enrollaran en apretados resortes, la mirada dilatada en sus pupilas, la repentina
intensidad de sus ojos azules, la forma en que su pecho se levantó bruscamente y el
sabor salado de su piel mientras mi lengua se deslizaba por la superficie ligeramente
rugosa de su pulgar.
Oh Dios.

Oh Dios mío.

Yo estaba lamiendo su pulgar. Como realmente lamiendo su pulgar.

Y mi cuerpo respondió al sabor ilícito y totalmente prohibido de su piel. Una


pesadez se instaló en mis pechos y el calor fluyó a través de mí. Él no se apartó.
Parecía como si se estirara hacia delante, con la parte superior de su cuerpo ya sobre
la palanca de cambios entre nosotros.

Con la sangre ardiendo por dos razones muy diferentes, me eché hacia atrás,
rompiendo el contacto entre nosotros. Mis mejillas estaban en llamas, mi cuerpo
entero estaba en llamas. No sabía qué decir ni qué hacer. Zayne me miraba fijamente,
su pecho subiendo y bajando fuera de ritmo. No sabía lo que él estaba pensando. No
quería saberlo.

La mortificación sustituyó el calor a punto de estallar que estaba convirtiendo


mis entrañas en lava. ¿Qué diantres infernales estaba pensando? Necesitando aire y
espacio, rápidamente me desabroché el cinturón de seguridad y prácticamente me
lancé fuera del auto.

Mis ojos ardían. No había manera de que pudiera sentarme durante esta cosa de
la cena temprana después de hacer lo que sea que estaba haciendo. Tendría que
llamar a un taxi o caminar hasta la casa o mudarme a Alaska o coserme la boca…

Mientras viraba en el capó del Impala, Zayne de repente estaba frente a mí. La
gorra de béisbol estaba volteada hacia atrás y sus ojos estaban muy abiertos. Sin duda
pensaba que era un monstruo. Yo era un monstruo. Como una total cobarde rastrera,
me precipité hacia un lado para esquivarlo. Me bloqueó el camino, colocando sus
manos sobre mis hombros.

—Para —dijo en voz baja—. ¿De qué estás huyendo?

—No sé. —Mi garganta se sentía como si se estuviera cerrando. ¿Podría ser
alérgica a su piel? Eso sonaba estúpido. Tal vez era un ataque de pánico—.
Deberíamos irnos. Así como ahora. O podemos ir a casa si lo deseas. Lo entenderé
completamente y estoy tan…

—Oye, no hay necesidad de todo eso. —Sus manos se cerraron alrededor de mis
hombros—. Está bien. Todo está bien.
—No, no lo está. —Mi voz se quebró—. Yo…

—Está bien. —Me haló hacia adelante, y cuando me resistí, haló con más fuerza.
Terminé con el rostro plantado en su pecho e inhalé su olor fresco—. Mira, has estado
bajo mucho estrés y cosas locas han estado sucediendo.

Cierto, pero eso no era en absoluto excusa alguna para lamerle el dedo a alguien.
Apreté mis ojos con fuerza cuando sus brazos me rodearon. Él bajó la cabeza,
apoyando la barbilla encima de mi cabeza. Sólo Zayne podría ser así de comprensivo.
Era demasiado perfecto a veces.

Y yo era demasiado extraña todo el tiempo.

—No sé por qué lo hice —dije, con voz amortiguada—. Ni siquiera sabía que lo
estaba haciendo hasta que... bueno, ya sabes, y lo siento tanto.

—Detente. —Se balanceó hacia un lado, el movimiento calmante—. No fue…

Me aparté un poco, atreviéndome a mirar hacia él.

—¿No fue qué? ¿Asqueroso? Porque estoy bastante segura de que habrías
preferido que yo no hubiese…

—No tienes idea de lo que prefiero y lo que no. —La forma en que lo dijo que no
fue despectiva. Más como una declaración de hechos.

Busqué en su rostro la respuesta a una pregunta que no estaba preparada o


dispuesta a hacer. Su mirada encontró la mía, y bajé las pestañas. Su mano acunó mi
mejilla y una abrumadora sensación de cariño se elevó dentro de mí, junto con algo
más profundo, más intenso.

Zayne deslizó su mano lejos.

—Deberíamos irnos. Tus amigos están esperándonos.

Asentí, y mientras nos dirigíamos fuera del estacionamiento hacia el sol de


noviembre que se desvanecía rápidamente, él volteó su gorra rápidamente,
protegiéndose los ojos. No hablamos mientras caminábamos la media cuadra al
restaurante, y no estaba segura de sí era debido al hecho de que le lamí el dedo o a
algo más.
La bonita recepcionista del restaurante en edad universitaria que nos condujo
por el estrecho pasillo de cabinas y mesas pasó la mayor parte del recorrido mirando
a Zayne.

—Si necesita algo, por favor hágamelo saber —le dijo directamente a Zayne
cuando ella se detuvo ante una de las cabinas de respaldo alto.

Él sonrió.

—Lo haremos.

Resistí el impulso de poner los ojos en blanco. Stacey y Sam ya estaban dentro
del restaurante, sentados lado a lado en una cabina lo suficientemente grande para
acomodar a seis. Eran lindos, sin embargo. Sam con el cabello ondulado rozando los
extremos de sus gafas, y Stacey sentada con las manos cruzadas sobre la mesa.
Realmente esperaba que lo que sea que estuvieran emprendiendo funcionara.

Y que involucrara lamidas mutuas de dedos.

Zayne se deslizó dentro primero, y Sam se enderezó. Escondí mi sonrisa cuando


me senté al lado de Zayne.

—Lo siento, estamos un poco retrasados.

—Eso está bien —dijo Stacey—. Hemos estado masticando palitos de pan.

—Probablemente habría sido más rápido caminar. —Zayne se echó hacia atrás,
colocando su brazo a lo largo de la parte superior del cojín color burdeos detrás de
nosotros—. Pero de ninguna manera iba a dejar a mi bebé estacionado a lo largo de la
calle.

La mención del auto de Zayne despertó el interés de Sam y él inmediatamente se


lanzó a una conversación sobre el Impala. Stacey y yo nos quedamos mirando al
muchacho. Supongo que habíamos estado esperando que comenzara a hiperventilar,
pero actuaba como si nada.

Después que la camarera llegó a tomar nuestros pedidos de bebida, Sam agitó
una barrita de pan como una varita, rociando ajo por todo el mantel a cuadros.

—¿Sabían que la razón por la que decidieron usar un Chevy Impala en


Supernatural fue porque cabía un cuerpo en el maletero?

Mis cejas se fruncieron.


Zayne lo manejó como un profesional.

—Estoy bastante seguro de que puedes guardar dos cuerpos en el maletero.

Sam sonrió, pero entonces su mirada se movió hacia arriba en el mismo segundo
en que Zayne se tensó a mi lado. Hubo un cambio en el restaurante, un cambio en el
aire a un nivel antinatural. A mi lado, Zayne se desperezó, estirando el cuello, y lo supe
al instante en que oí su rápida maldición en voz baja. Lo supe, a pesar de que no tenía
sentido.

Frente a mí, las cejas de Stacey se alzaron.

—Um…

Cerré los ojos cuando lo sentí detenerse al lado de la mesa.

—¡Qué casualidad encontrarlos aquí chicos! —dijo Roth, y el humor negro


goteaba de cada palabra—. Todos juntos.

Cuando me obligué a abrir los ojos, él todavía estaba allí. Me guiñó un ojo cuando
captó mi mirada, y quise hacer lo que ese profesor había hecho esta mañana.

—Hola, Roth. —Sam lo saludó brevemente con la mano—. ¿Quieres unirte a


nosotros? Hay espacio más que suficiente.

Mi boca se abrió de golpe, pero antes de que pudiera decir una palabra, Roth se
deslizó en el asiento a mi lado. Me quedé mirando a Stacey, que parecía como si ella
necesitara un balde de palomitas de maíz.

—Qué conveniente que te encuentres aquí —respondió Zayne. Su brazo todavía


estaba colocado a lo largo de la parte posterior de la cabina, pero se inclinó hacia
delante, dejando caer su otro brazo sobre la mesa—. Habiendo unos, no sé, miles de
restaurantes en la ciudad.

Los labios de Roth se curvaron mientras él se estiraba, cruzando los brazos. De


alguna manera, atrapada entre los dos de ellos, la cabina de repente se sentía como un
monoplaza.

—Supongo que sólo soy afortunado.

—Las estadísticas de él terminando accidentalmente aquí son más bien escasas


—murmuró Sam para sí mismo mientras Stacey se volteaba lentamente hacia él—.
Pero está justo por la calle de la escuela, así que eso eleva la probabilidad.
Mis ojos se abrieron. ¡Oh, no, salven a los bebés pandas! No le había dicho a
Zayne sobre Roth asistiendo a la escuela. Después que Roth había quedado atrapado
en la trampa del demonio y desaparecido, no le había visto sentido.

—¿Qué tiene eso que ver con algo? —preguntó Zayne.

Nadie en la mesa aparte de Roth sabía nada mejor, y alguien estaba a punto de
irse de lengua, así que me metí, pensando que era mejor si provenía de mí.

—Roth va a nuestra escuela.

El cuerpo de Zayne se trabó a mi lado.

Me atreví a echarle un vistazo. Él estaba mirando fijamente a Roth.

—¿Ah sí? —murmuró.

—¿Ustedes no se conocen? —preguntó Stacey.

Los músculos a lo largo del antebrazo de Zayne se movieron rápidamente.

—Nos hemos encontrado un par de veces.

Roth sonrió ampliamente.

—Buenos encuentros, además.

Oh Dios...

—Sabes que él es un Guardián, ¿verdad? —susurró Sam, inclinándose hacia


adelante—. Creo que lo dijimos una vez en el almuerzo, pero no puedo recordarlo.

—¡Sam! —siseó Stacey.

Él frunció el ceño.

—¿Qué?

—No sé —dijo ella—, pero parece de mala educación señalar eso.

—No es de mala educación. —Los ojos dorados de Roth brillaron con picardía—.
Como dije antes, creo que es épico.
Zayne sonrió tensamente mientras su mano sobre la mesa se cerraba en un
puño.

—Apuesto a que lo haces.

Quería golpear mi cabeza contra la mesa.

—Oh, lo es. Tú por ahí, ayudando a combatir el crimen y todas esas cosas buenas
—respondió, y me tragué un gemido—. Es increíble. Apuesto a que pones tu pequeña,
eh, no tan pequeña, cabeza en la almohada cada día sintiéndote como un héroe.
Espera. ¿Siquiera duermen en camas? He oído que los Guardianes…

—¿Realmente necesitas estar sentado aquí? —interrumpí, perdiendo la


paciencia. Provocar a Zayne no iba a ayudar en nada.

—Bueno, alguien arruinó mi almuerzo. —Roth me miró fijamente—. Así que


tengo hambre.

Sam sonrió.

—Sí, en cierto modo tú como que le debes una comida.

Mis hombros cayeron.

Zayne se echó hacia atrás, mirando directamente al frente.

—Esto se acaba de poner realmente incómodo —murmuró Stacey, pero sus ojos
oscuros brillaban con interés.

No es tan incómodo, sorprendentemente, como cuando le había lamido el pulgar


a Zayne como... ni siquiera sabía qué. Pero la cena fue dolorosa. Roth y Zayne pasaron
todo el tiempo intercambiando comentarios sarcásticos, Sam y Stacey estaban
demasiado ocupados viéndolos como si cada palabra que se arrojaban el uno al otro
fuese una pelota de tenis, y para el momento en que pedí la cuenta, ya estaba lista para
golpearle la garganta a alguien.

Principalmente a mí misma.

Roth en este momento le estaba preguntando a Zayne cuánto pesaba, dado que,
según Roth, Zayne estaba hecho de piedra. Mientras tanto, me quedé mirando
fijamente el respaldo de la cabina, rezando para que nuestra cuenta llegara pronto.
Cuando Sam regresó del baño por segunda vez, un cliente habitual en la pequeña
barra en la parte trasera del restaurante se cayó del taburete. Mis ojos se ensancharon
cuando Sam miró por encima del hombro y luego me miró, con la nariz arrugada.
Maldita sea, se estaban metiendo una buena curda allá atrás. Debe haber algunas
buenas ofertas de hora loca.

—Peso suficiente —respondió Zayne—. ¿Qué hay de ti? Pareces un dólar de


veinte empapado.

Resopló.

—Podrías querer mirar otra vez, o mejor aún, ve a que te revisen los ojos. ¿Los
Guardianes no tienen enfermedades oculares degenerativas?

Suspiré y miré las mesas en su mayor parte vacías y me mecí de un lado a otro
como una completa enferma mental. Ya había ido al baño una vez pero estaba
considerando salir a esconderme hasta que nos fuéramos. El restaurante no parecía
tener muchos clientes, pero era antes de la hora de la cena. El concurso de
comentarios mordaces de Roth y Zayne se desvaneció hasta ser un sonido de fondo
mientras mi mirada se deslizaba a una mesa ocupada. Algo atrajo mi atención de
regreso a los dos hombres sentados en una de las mesas de dos. Ambos eran un poco
mayores que yo. Podría otorgarles más o menos la edad de Zayne. Ambos tenían el
cabello marrón corto casi al ras, del estilo que usan los policías o los militares. Sus
camisas blancas parecían prensadas, si no remetidas. Por lo que pude ver, usaban
caquis color claro. Obviamente, no tenían ningún tipo de aura rara dado que no podía
ver las almas ahora, pero algo respecto a ellos atrajo mi atención.

Podría tener algo que ver con el hecho de que estaban mirando fijamente
nuestra mesa, una mirada sin parpadear de un psicópata que te tenía en la mira.

Me estremecí cuando mi mirada quedó fija con la del Chico Caqui de la derecha.
Su expresión insípida, fría incluso. La de un robot.

La mano de Roth aterrizó en mi muslo, provocando que pegara un salto.

—¿Qué estás mirando, nena?

—Nada. —Fui a quitar su mano, pero Zayne la golpeó fuera de mí.

—Quita tus manos, amigo. —Prácticamente le lanzó la mano a Roth—. Si quieres


que siga pegada a tu cuerpo.

Roth inclinó la cabeza, su expresión severa. Uh oh. Abrió la boca, pero la


camarera finalmente llegó con la cuenta y la agarré.
—¿Ya terminaron? —le dije a Stacey y Sam. Parecían fascinadas a la vez que
asentían. Zayne rápidamente se hizo cargo de nuestra cuenta y todos menos Roth
salimos del reservado.

Él bajó la cabeza, su aliento cálido en mi oído mientras Zayne se deslizaba para


salir detrás de nosotros.

—No huyas —susurró—. Los tres tenemos que hablar.

Los ojos de Zayne se entrecerraron y se deslizó entre Roth y yo, una enorme
barrera que causó que Roth sonriera como un gato que acababa de divisar un ratón
atrapado en el rincón de una habitación. Fingí necesitar usar el baño nuevamente para
conseguir que Stacey y Sam fueran adelante, dándonos algo de privacidad. Supuse que
cualquier conversación que tuviéramos que tener era mejor tenerla aquí y no en
cualquier otro lugar remoto donde los dos chicos probablemente intentarían matarse
entre sí.

En el instante en que Stacey y Sam salieron por la puerta del frente, Roth tomó
asiento en donde había estado sentada Stacey antes, indicándonos que nos
sentáramos. Suspiré mientras me deslizaba de regreso en el reservado. La pequeña
porción de spaghetti que había comido no le estaba cayendo bien a mi estómago
mientras le echaba un vistazo a la mesa de antes. Los dos hombres seguían allí,
observándonos.

—Hazlo rápido —dijo Zayne—. Porque no estoy seguro de cuánto tiempo más
puedo soportar tu presencia.

Roth fingió un mohín.

—Eres tan malo, Piedrota. ¿Tal vez tengas algo en el trasero que tengas que
quitarte?

—Roth —dije, aferrando el borde de la mesa—. Basta.

—Él comenzó.

Jadeé.

—¿Qué? ¿Son niñitos de dos años?

Miró a un molesto Zayne y ese tenue brillo en sus ojos regresó.

—Bueno, él se ve como si se cagara encima y necesitara cambiarse de pañales.


—Es todo. —Zayne comenzó a ponerse pie, pero puse una mano en su brazo.

—Para, ¿por favor? —Cuando resopló y se volvió a sentar, mantuve mi mano en


su brazo sólo por si acaso—. ¿De qué quieres hablar, Roth?

La mirada de Roth bajó a donde mi mano estaba apoyada.

—Él no sabía que compartíamos clases.

Retiré mi mano, poniéndome rígida.

—Nunca tuve tiempo de decirle, y en serio espero que esa no sea la razón por la
que querías hablar.

Se encogió de hombros.

—Creo que es interesante que guardes secretos a piedra, tu mejor amiguito en el


mundo.

Zayne se puso a golpetear sus dedos sobre la mesa.

—Ve al grano, Roth.

Recostándose en su asiento, era la imagen de la arrogancia perezosa.

—Hay una razón por la que me encuentro aquí, además de la deliciosa lasaña.
También es la razón por la que estoy de regreso en la escuela. Aunque lo encuentro
divertidamente normal, hay más. —Su mirada se deslizó hacia mí—. Pensamos que un
Lilin estuvo o está en la escuela.

—Detalles.

Roth explicó lo que había sucedido durante el día y luego siguió relatando la
pelea de a principios de la semana.

—No pensé mucho en eso hasta hoy. Estaba planeando decírtelo…

—¿Después de la cena? —preguntó Zayne—. ¿Y ahí es cuando ibas a decirme


sobre ese asunto? —Hizo un gesto con la cabeza en dirección a Roth.

Roth resopló.

—Sí —dije—. No quería hacerlo, ya sabes…


—¿Arruinar la comida? —Le sonrió a Roth—. Eso es comprensible.

Roth puso los ojos en blanco.

—De todas maneras, los extraños sucesos en la escuela no son la única razón.
Creo que el Lilin intenta hacer contacto con Layla —continuó, sorprendiéndome
enormemente.

—¿Qué? —exigí—. No dijiste eso antes.

Me sonrió.

—No estabas en un estado de ánimo hablador.

Era cierto, pero igualmente.

—¿Por qué crees eso?

—El Lilin estaría atraído por ti —explicó tranquilamente—. Después de todo,


comparten la misma sangre.

Me estremecí. Mi árbol genealógico estaba seriamente jodido. Mi padre era un


Guardián que me quería muerta. Mi madre una súper demonio con la que nadie se
metía y ahora había un Lilin que podía reclamarme como alguna especie de medio
hermano. Bravo.

—¿El Lilin sería peligroso para Layla? —preguntó Zayne, sus hombros alzándose
como a punto de tomarme en sus brazos y sacarme volando.

Roth negó con la cabeza.

—Realmente no lo sé.

—Ese no es nuestro mayor problema —dije, reclinándome—. Si el Lilin ha


estado metiéndose con las personas de la escuela, entonces ya hay cuatro personas de
las que sabemos. ¿Qué les sucederá a ellos?

—No sé si hay alguna manera de evitar que pierdan sus almas y se vuelvan
espectros. Podría haber más de cuatro por lo que sabemos. Cientos que están…
infectados. —Roth levantó las cejas. Infectados era realmente una buena manera de
decirlo—. En serio, no hay manera de saber si aquellos infectados son los que el Lilin
está intentando llevar.
—¿Llevar dónde? —pregunté.

Roth se encogió de hombros.

—Recuerda, cuando los Lilins crean un espectro, pueden controlarlo. Son los
únicos que pueden. Piensa en el caos. No sólo si hay un Lilin corriendo por los
alrededores, sino si está creando esos espíritus desagradables y dementes que
realmente no les gustan los vivos.

Me había olvidado de eso. De alguna manera.

—La única manera que sabríamos el objetivo del Lilin es si… —Tragué saliva,
inquieta—. Es si aquellos en la escuela mueren.

Asintió mientras su mirada se movía hacia Zayne.

—Esa es la razón por la que estoy aquí y por la que voy a quedarme. Y también
necesito hacer un poco de investigación.

Arqueé una ceja y cuando no continuó, suspiré.

—¿Detalles?

—Creo que podemos asumir con certeza que Dean ha sido infectado. Tenemos
que hablar con él.

—Ha sido suspendido Dios sabe por cuánto tiempo —señalé.

Roth sonrió con picardía.

—Estoy seguro de que puedo conseguir la dirección de su casa con facilidad.

Sin ninguna duda al respecto, miré a Zayne. Asintió con lentitud.

—Quizá pueda decirnos algo que nos indique la dirección en la que tenemos que
ir.

—¿Ves? —los ojos de Roth resplandecieron—. Soy necesario.

—No iría tan lejos. —Zayne se encontró con la mirada divertida de Roth—. Pero
prometo esto, si haces algo que le cause daño a Layla o incluso si causas que ella te
mire de manera extraña, yo personalmente te destruiré.

Mis ojos se agrandaron.


—Muy bien. Bueno, creo que esta pequeña reunión ha concluido. —Le di un
codazo a Zayne—. Vamos.

Sostuvo la mirada de Roth por un momento más y luego se levantó. Volviéndose


hacia mí, me ofreció su mano y la tomé, dejando que me ayudara a levantarme. No
había manera de negar la vibra ferozmente protectora que estaba enviando, pero
protector siempre había sido el rol de Zayne.

—Nunca quise herirla en primer lugar.

Ambos nos volvimos hacia Roth, quien se estaba poniendo de pie. Aspiré una
bocanada de aire, pero los labios de Zayne se curvaron hacia arriba.

—Como sea, hombre. —Se inclinó. Mientras que era más robusto que Roth, no
era tan alto, pero aun así lo enfrentó a la cara—. Puedes jugar tus jueguitos con
cualquier otro, pero no vas a hacer esas tonterías con ella.

Apreté la mano de Zayne antes de que un épico partido mortal ocurriera.

—Vamos.

Un músculo saltó en la mandíbula de Roth cuando nos dimos vuelta. Supe que
estaba detrás de nosotros y cuando miré por encima de mi hombro, no me sorprendió
verlo. Pero también me sorprendió ver a los dos Chicos Caquis poniéndose de pie.
Fruncí el ceño.

Los ojos de Roth se entrecerraron y luego siguió mi mirada. Su atención regresó


a mí, los labios apretados en una línea tensa. Fue como si él entendiera lo que estaba
pensando, algo pasaba con esos sujetos.

Afuera, las farolas estaban encendiéndose, lanzando su resplandor a través de


las calles rápidamente oscureciéndose. La mano de Zayne se apretó alrededor cuando
rodeamos un grupo de personas esperando el transporte público, suspiró cuando se
dio cuenta que Roth seguía con nosotros.

—¿En serio? ¿Vas a caminar con nosotros hasta nuestro carro?

—En realidad, creo que sí. —Roth redujo el paso, caminando detrás de mí—.
Estamos siendo seguidos.

Por debajo de la visera de su gorra, los ojos de Zayne se dilataron mientras veía
por encima de su hombro. Se volvió a dar la vuelta, apurando el paso.
—¿Dos hombres humanos?

—Sí —contestó Roth, abriendo los labios.

Quise con todas mis ganas mirar detrás, pero pensé que sería demasiado obvio.

—¿Alguna idea de quiénes son?

—No. Tal vez quieren conseguir tu número de teléfono —contestó Roth—. Ser
parte de tu club de fans.

Una vez había dicho que sería el presidente de mi club de fans, lo cual fue de
verdad estúpido, pero mi corazón se retorció un poco ante su declaración, porque no
quería decir nada. Inhalé el aire fresco.

—¿Qué hacemos?

—Tu auto está en el estacionamiento, ¿cierto? —le dijo a Zayne. Cuando le lancé
una mirada curiosa sobre mi hombro, me guiñó el ojo—. Los estaba siguiendo.

—Fantástico. —La mano de Zayne liberó la mía y aterrizó sobre la parte baja de
mi espalda—. Así que eres un demonio y un acosador. Impresionante.

—Qué ingenioso, Piedrota. —Roth se rio entre dientes antes el gruñido bajo
emanando de Zayne—. Veamos si nos siguen. ¿Qué es lo peor que pueden hacer? Son
humanos.

No quería pensar en el hecho de que los humanos eran capaces de hacer algunas
cosas bastante horribles. No pude evitarlo. Pensé en la última vez que Roth y yo
estuvimos en un estacionamiento con esos demonios Rack que querían jugar a la
pelota con nuestras cabeza. Como con los callejones, no tenía muchas experiencias
positivas con las estructuras de estacionamiento.

Rodeamos la esquina y mi respiración ya formaba pequeñas nubes brumosas. Mi


nariz estaba fría cuando finalmente miré hacia atrás, más allá de Roth. Varias personas
detrás de nosotros, los dos hombres jóvenes estaban allí, las partes traseras de sus
camisas agitándose. Un destello de algo de metal se reflejó en la cintura de uno,
parcialmente oculto por su camisa. Mi corazón dio un vuelco.

—Creo que uno de ellos tiene un arma.

—Cristo —murmuró Zayne.


Roth se burló.

—Si intenta asaltarnos, creo que en serio me reiré.

—Sólo tú te reirías de algo así —contesté, arrugando la nariz. Asalto no era algo
que quisiera agregar a mi lista de cosas que salieron mal esta semana.

—¿Qué? —dijo cuando alcanzamos la entrada del garaje—. Escogieron a las


personas equivocadas si ese es el caso.

El garaje estaba en silencio y las luces del techo lanzaban brillos opacos de color
amarillo sobre las capotas de los autos y el cemento manchado. Ni una sola maldita
cosa aquí me daba esa sensación bienvenida de “nada malo va a pasar aquí abajo”.

En el primer pasillo de autos, pisadas se escucharon detrás de nosotros. Roth se


detuvo en seco mientras que Zayne se daba la vuelta, moviéndose hasta pararse en
frente de mí. Se quitó la gorra y me la entregó. Me pregunté que esperaba que hiciera
con su gorra. ¿Qué no se ensuciara?

Uno de los hombres se movió hacia adelante, no el que yo había visto con lo que
pareció un arma. Bajo la poca luz, sus rasgos parecían demacrados, hundidos, como si
no hubiera comido bien por bastante tiempo.

Roth se cruzó de brazos, causando que su camiseta se estirara a lo largo de sus


hombros.

—¿Qué sucede, muchachos?

Puse mis ojos en blanco.

Chico Caqui del frente buscó detrás de él, y mi corazón se detuvo. Los brazos de
Roth se descruzaron y Zayne empezó a agacharse. El sujeto sacó algo negro y
rectangular, definitivamente no un arma. La levantó en frente de él como un escudo,
sosteniéndola en un asimiento de nudillos blancos.

Roth se echó a reír alto y profundo.

—Tienes que estar bromeando.

El Chico Caqui sostuvo la Biblia en su mano derecha.

—Sabemos lo que ustedes tres son —dijo, la voz firme mientras su mirada se
movía por encima de Zayne a Roth, y luego a donde yo estaba mirando cerca de Zayne.
—El error de Dios, un demonio del Infierno y algo mucho peor.
Traducido por Jessy
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

M
is cejas se elevaron hasta mi frente. ¿Cómo demonios era yo el peor de
los tres? No es que estuviera prestándole atención a eso. Era una gran
cosa que este humano supiera de Zayne, e incluso más sorprendente
que supiera que Roth era un demonio, considerando todo el asunto de que los
humanos debían mantenerse en la oscuridad cuando se trataba de cosas de demonios.

—Estoy ofendida —me quejé.

—La puta no debería hablar en la presencia de un texto tan santo —escupió el


chico.

—¿Perdón? —chillé, lanzándome rápidamente detrás de Zayne, quien me cogió


por la cintura—. ¿Acabas de llamarme puta?

El hombre sostuvo la biblia en mi dirección—. Eres la hija de una. ¿Eso no te


hace lo mismo?

—Whoa —Roth dio un paso adelante, con las manos cerradas en puños a sus
costados—. Eso es muy descortés y un poco irónico, sabes, usar palabras
como puta mientras sostienes la biblia.

—¿Y eso viene de un demonio? —espetó el otro hombre—. Eres la escoria de la


tierra, una peste para las personas.

—Tendría que estar de acuerdo —murmuró Zayne en voz baja.

La mirada salvaje del chico biblia volvió de nuevo hacia él.

—Y tú… no eres mejor. Haciéndose pasar por nuestros protectores mientras


confraternizan con nuestros enemigos. ¡Falsos profetas!
—La Iglesia de los Hijos de Dios —dije cuando comprendí. La ira sabía a ají
picante en mi lengua. Imágenes de todos esos malditos folletos anti Guardianes
pegados en los postes eléctricos bailaron en frente de mí—. Ustedes son los fanáticos
que no tienen absolutamente ninguna idea de nada.

—Sabemos más de lo que crees —anunció orgullosamente el chico biblia. Hizo


una mueca cuando miró hacia Roth.

—Siempre hemos sabido de su existencia, y es nuestra meta revelar a los


Guardianes por lo que verdaderamente son.

—Curioso —murmuró Roth moviéndose un pie más cerca. El chico biblia


retrocedió mientras un poco de su arrogancia se agrietaba como el hielo—. ¿Cómo
sabes de nosotros?

—Tenemos nuestras maneras —respondió el otro hombre. A sus costados, sus


dedos se crisparon.

Zayne respiró profundamente—. No somos demonios. Esos es lo más alejado de


la verdad.

—Estás con un demonio, dos de ellos —respondió él mientras parpadeaba varias


veces—. Las mentiras se deslizan de tu lengua viperina.

A pesar de que nunca había sido tan cercana e íntima con la lengua de Zayne, sí
sabía que no era viperina—. No sabes nada de los Guardianes —dije, esperando traer
una dosis de realidad a su mundo—. Si lo hicieran, sabrían que están ayudando a la
humanidad. Que no hay nada que temer.

—Cállate, puta de Satanás.

Mi boca se abrió y mi cabeza estaba a punto de girar al estilo Exorcista. Di un


paso adelante mientras Roth hacía sonar su cuello, indicando que estaba listo para
terminar esta pequeña conversación.

—Llámame así una vez más y te daré algo que temer —no tenía idea de dónde
venían esas palabras porque, incluso con el entrenamiento de Zayne, no era realmente
una luchadora, y no era fantástica, pero mis labios se curvaron en una fría y apretada
sonrisa—. Eso es una promesa.

Sentí la mirada de Zayne, la sorpresa y la incertidumbre, porque dudaba que él


alguna vez me hubiera escuchado sonar tan amenazante antes, pero racionalizar con
fanáticos era tan infructífero como tener una lobotomía. Dos veces. La latente ira, la
indignación gestándose en mi interior alimentaba mi valentía. Probablemente no la
mejor combinación, pero me aferré a ella. Mi piel hormigueó y la parte posterior de mi
garganta quemó. Bambi se movió en mi piel, su cola agitándose a lo largo de mi
espalda baja. Apostaba a que sus almas sabían a jugo de fresa aguado… contaminado.

—¿Hay alguna razón para que nos siguieran, aparte de para predicar tonterías
hipócritas?

Las mejillas del chico biblia se sonrojaron.

—Lo dudo —continué antes de que él pudiera hablar—. Dudo que haya una sola
cosa inteligente que alguno de ustedes tenga que decir.

—Layla —me advirtió Zayne en voz baja, llegando a mi lado.

—Deberías haber sido sacrificada desde el momento en que fuiste dada a luz
desde el vientre —dijo chico biblia, y la sinceridad en su voz fue alarmante—. Eres una
atrocidad.

Sea cual sea el control que poseía se había estirado demasiado y se partió como
una goma elástica tirada hasta su límite. Me moví más rápido de lo que
probablemente alguna vez lo había hecho. Saliendo disparada hacia adelante, arrebaté
la gruesa biblia de las manos del hombre. Lanzando mi brazo hacia atrás, la agité y el
sonido de lo que debió ser el puto golpe bíblico más épico de la Tierra hizo eco a
través del garaje. La risa sorprendida de Roth me sacudió hasta la medula.

—Maldición. Recibiste tu merecido. En un sentido bíblico.

El shock zumbó a través de mí como mil confusas abejas. Mientras el hombre se


tambaleaba hacia atrás, la sangre se escurría por el corte en la comisura de su boca.
Volvió los ojos salvajes hacia mí mientras levantaba una temblorosa mano a su boca.
Mi mirada cayó a la biblia que sostenía. El borde de la parte superior estaba
oscurecido, manchado.

La inhalación suave de Zayne me hizo temblar y dejé caer la biblia, esperando


que me quemara.

Sucedió demasiado rápido.

El otro tipo se tambaleó hacia adelante, con su rostro en una roja mascara de
odio, contorsionada en algo tan feo que me robó el aliento. Metió la mano bajo su
camisa con su mano derecha, y recordé ver el brillo de algo metálico antes. Roth
maldijo cuando el arma apareció en la mano del hombre, pero en vez de apuntar hacia
mí, la apuntó hacia Zayne.

—¡No! —grité.

Zayne se dio la vuelta, y el corazón me saltó en la garganta. Me lancé hacia él


cuando el sonido de estallido explotó. Antes de que pudiera llegar a su lado, Zayne se
movió. Su camisa se dividió en el centro y piel gris oscura apareció. Algo pasó
zumbando junto a mi hombro y la bala encontró su blanco, golpeando a Zayne en el
pecho. Él se tambaleó hacia atrás. Hubo una mancha de movimiento a mi izquierda
mientras el grito se congelaba en mi garganta. El silencio fue roto por un grito agudo,
seguido por huesos rompiéndose, luego este sonido carnoso de piel cediendo. El Chico
Biblia giró sobre sus talones, saliendo disparado como si el mismísimo Diablo
estuviera persiguiéndolo. No me importaba. Él podía correr.

Llegué al lado de Zayne, colocando mi mano sobre su pecho. Él estaba


mirándose, rápidamente cambiando a su forma humana, su piel volviéndose rosada.

—Oh dios mío…

—Estoy bien —dijo él, pero las palabras apenas se registraron. Con el corazón
bombeando, pasé mi temblorosa mano sobre su pecho, buscando la calidez y la
humedad de la sangre. No me detuve hasta que él me agarró la muñeca, apartando mi
mano.

—Layla, estoy bien. Mira.

—¿Cómo puedes estar bien? —Mi voz estaba sofocada por las lágrimas,
bordeada de miedo—. Acabas de recibir un disparo en el pecho.

Él sonrió cuando levanté mi mirada a su rostro—. Mira. La bala rebotó. Cambie a


tiempo. Solo hay un rasguño. Nada más.

—¿Rebotó? —Cuando él asintió, miré hacia abajo y vi la bala tirada en el


cemento. El borde redondeado estaba plano, como si hubiera golpeado algo
impenetrable, lo cual había ocurrido. Mi cerebro fue lento al procesarlo, y debería
haberlo sabido desde el principio. Zayne había cambiado. Una bala no traspasaría la
piel de un Guardián.

Me lancé hacia él, envolviendo los brazos en torno a su cuello y aferrándome a él


como una envoltura de plástico. Mi corazón todavía palpitaba de una manera
enfermiza porque, por unos horribles segundos, había creído que la bala había
golpeado de verdad, y en una forma humana, un Guardián no sobreviviría a un disparo
en el corazón.

La risa de Zayne era temblorosa cuando separó suavemente mis brazos de


alrededor de su cuello.

—Vas a estrangularme, Layla-bug.

—Lo siento —me obligué a dar un paso atrás. Intentando obtener control de mi
misma, me di la vuelta, me quede sin aliento. Quedé bloqueada.

Roth estaba mirándonos, con una mirada distante grabada en sus rasgos, pero
no fue él quien llamó mi atención, lo que me roció con un cubo de agua helada. En el
suelo, a unos metros detrás de Roth, estaba el hombre que le había disparado a Zayne.

O lo que quedaba de él.

El brazo derecho del hombre estaba torcido en un ángulo antinatural, como ese
de uno de esas marionetas espeluznantes. El rojo manchaba la parte delantera de su
camisa blanca y el arma… Dios mío, estaba en el estómago del hombre, el mango hacia
afuera. Intenté respirar otro aliento, pero mis pulmones estaban atascados.

Todavía estaba vivo. No sabía cómo, pero su pecho se levantaba en rápidos y


fuertes respiros superficiales. Sus ojos oscuros estaban muy abiertos y moviéndose
rápidamente de izquierda a derecha. Sus dedos se crisparon sobre su brazo bueno.

Mis pies se movieron por voluntad propia. Me detuve en seco en la piscina de


sangre extendiéndose rápidamente. Él tomó otro respiro rápido y cuando abrió la
boca, se filtró sangre.

—Todo…ha terminado…sabemos que está sucediendo… —sus ojos marrones


perdieron su foco mientras la sangre chorreaba de su boca en un constante flujo—.
Sabemos sobre el Lilin…

El hombre se estremeció una vez y luego no había nada, sin gorgoteó final o un
respiro profundo. La inhalación irregular simplemente se detuvo cuando su vida se
escapó poco a poco de él. A pesar de que había intentado dispararle a Zayne y lo más
probable es que quisiera matarlo, matarnos a todos, ver una vida extinguirse, una vida
humana, no era algo con lo que estaba bien o siquiera sabía cómo procesar.
Presioné la palma a mi boca mientras daba un traspié hacia atrás. Una mano me
estabilizó, pero no podía apartar la mirada del joven. En cuestión de segundos, su piel
palideció, tomando la palidez de la muerte. La vida se había ido tan fácilmente.
Desaparecido. Así como así. El hombre estaba muerto y había una buena posibilidad
de que hubiera sido mi culpa. Podrían haberse alejado de esto si yo no los hubiera
antagonizado.

—Oh dios —susurré. Alguien me tiró hacia atrás y me obligó a girar. Cálidos
dedos retiraron el cabello de mis mejillas mientras me esforzaba por ver al hombre en
el suelo.

—Layla.

Mis ojos se encontraron con unos de color ámbar. Roth y yo estábamos tan cerca,
demasiado cerca. Sus manos me mantuvieron en el lugar, abarcando mis mejillas, y su
cadera se presionaba contra mi estómago.

—Tenía que suceder. Estaba volviendo esa arma hacia ti y no habrías cambiado
lo suficientemente rápido. Y te habría matado.

—Lo sé —sabía eso, pero el chico estaba muerto.

—Y tienes que dejar de mirarlo. Nada bueno viene de eso —Sus pestañas se
levantaron, con la mirada fija sobre mi hombro—. Necesitas salir de aquí. Me haré
cargo del cuerpo.

No quería saber cómo se haría cargo del él, y quería no ser la cobarde, que
fácilmente se afectaba por un cadáver, pero mis manos estaban temblando cuando sus
dedos se deslizaron por mis mejillas. Los ojos de Roth se cruzaron con los míos por un
segundo y luego Zayne estaba ahí, dirigiéndome lejos de la horripilante visión.

Mientras me llevaba de regreso al Impala, eché un vistazo sobre mi hombro. No


al cuerpo. Las sombras parecían haberse extendido por garaje de estacionamiento,
volviéndose más gruesas y casi tangibles. Estábamos solo a unos autos de distancia,
pero Roth ya había desaparecido en las sombras.

—Lo siento —dije, y no estaba segura de a quien estaba diciéndoselo, pero el


silencio fue la única respuesta.
El viaje a casa fue silencioso y mientras Zayne se fue para informar a su padre
del altercado con los chicos de la Iglesia de los Hijos de Dios, me retiré a mi habitación.
Debería haber estado presente mientras le contaba a Abbot, pero después de anoche,
dudaba que el estar en la misma habitación que él ayudara a mi ánimo actual.

Estaba impaciente en mi propia piel. Bambi se mantuvo moviendo alrededor,


intentando ponerse cómoda. Me gustaría que simplemente se fuera a relajar a la casa
de muñecas, pero no iba a ir a ninguna parte.

Tirando mi cabello en un nudo desordenado, me paseé por la longitud de mi


habitación. Cada vez que cerraba los ojos, veía al hombre en el sucio piso del garaje y
escuchaba sus palabras. Ellos lo sabían, la iglesia sabia del Lilin. El cómo estaba más
allá de mí. Era lo mismo con Roth. ¿Cómo habían sabido de los demonios en general?

Me froté las manos cuando pasé el frente de mi cama otra vez. Todavía no podía
creer que había golpeado al chico en el rostro con una Biblia. Eso era terrible. Quizás
no completamente fuera de lugar, pero mi mano habría sido una mejor opción. Por
otra parte, si solo hubiera mantenido la calma, tal vez nadie habría muerto. Eso estaba
en mis manos y ni siquiera sabía porque lo había hecho. Sí, había estado portando el
rostro de rabia total, pero no era normalmente la agresora.

Y tampoco lamía normalmente los dedos de las personas.

Era algo que Roth haría, que me había hecho antes. Cuando había chupado las
migas de una galleta de azúcar.

Roth.

La retorcida imagen llenó mi pecho.

Ugh.

Gimiendo, me detuve y me senté en el borde de la cama, con la espalda hacia la


puerta. Había olvidado todo lo de “lamer el dedo de Zayne” a la luz de ver a alguien
morir. Había sido mejor así. Dejándome caer, me quede mirando el techo. A veces se
sentía como si algún tipo de entidad desconocida invadiera mi cuerpo. Froté las
manos por la cara, sintiendo como si necesitara una limpieza de cuerpo.

Un golpe en la puerta de mi dormitorio me obligó a levantarme. Girando


alrededor, me aclaré la garganta.

—¿Si?
Cuando la puerta se abrió y Danika apareció, mis cejas se elevaron. Ella cambió
su peso—. Estaba comprobando… —pausando, echó un vistazo sobre su hombro—.
¿Tu brazo?

Maldición. Me había olvidado de eso también—. Ahora ni siquiera duele.

—Eso era lo que quería escuchar —vaciló mientras se mordía el labio inferior—.
¿Puedo? —hizo un gesto hacia la cama.

Está bien. Esto era raro, pero había tenido mucho de extraño en mi vida
recientemente, estaba interesada en saber dónde se dirigía esto. Crucé las piernas.

—Claro.

Su sonrisa era vacilante cuando cerró la puerta y navegó a través del cuarto,
sentándose a mi lado. Para alguien tan alta como ella, pensarías que sería menos
agraciada. Nop. La chica caminaba sobre el agua y al agua probablemente le gustaba.

—¿Te importa si le echo un vistazo a tu brazo?

—Nop —me extendí y tiré de mi suéter. Debajo llevaba una camiseta sin mangas,
lo cual le daba un acceso perfecto. El corte en mi brazo no era más que una marca de
color rosa. La piel estaba arrugada y eso probablemente nunca cambiaria, pero era
mejor que morir—. Los puntos de sutura se cayeron está mañana.

—Se ve perfecta —levantó la mirada mientras tiraba hacia atrás un mechón de


cabello oscuro. Un momento pasó mientras esperaba que se levantara, pero se
mantuvo—. Escuché lo que sucedió con esos miembros de la iglesia.

Aparte la mirada, preguntándome si Zayne le había dicho a su padre que en


cierto modo había instigado la violencia—. Sí.

—Abbot está preocupado —dijo ella suavemente—. No entiende como ellos


sabían que ese… lo que Roth era o sobre los Lilin —Hubo una pausa cuando enganchó
una increíblemente larga pierna sobre la otra—. Ese no es un problema del que él
quiere realmente preocuparse en este momento. Pero supongo que cuando llueve,
llueve a cántaros, ¿huh?

Más como que cuando llovía había un poderoso huracán—. Sip.

Danika jugueteó con una pulsera de plata alrededor de su muñeca.


—No estoy segura si escuchaste o no, pero no vamos a volver a New York. No
con el problema del Lilin. Abbot quiere todo la mano de obra que pueda obtener.

Yuju. Apenas podía contener mi emoción.

—Y con Tomas aún desaparecido, Dez y los chicos están bastante seguros de que
algo le sucedió.

Me puse rígida, distraídamente frotando el punto en mi pecho donde descansaba


la cabeza de Bambi.

Sus ojos se ampliaron.

—Te prometí a ti y a Zayne que no diría nada y no lo haré —insistió ella, sus
ojos tan azules y brillantes como los de Zayne—. Nadie siquiera piensa que tú o...
¿cómo se llama?

—Bambi —dije—. Yo no la nombre así, por cierto.

Frunció el ceño—. Nadie piensa que tú o Bambi tienen algo que ver con eso.

—Es bueno saber eso —Mi mirada se fijó en la puerta cerrada. Esto era
realmente…incómodo. Estaba medio tentada a ir a buscar a Jasmine y dejar que su hija
mordiera el dedo de mi pie—. ¿Zayne todavía está con Abbot?

—Sí. Todos los hombres se amontonaron en la habitación. Nadie sabe en


realidad como manejar a las personas de la iglesia sin empeorarlo, pero…no creo que
eso sea por lo que Zayne está más preocupado.

—¿No? —pregunté.

Ella sacudió la cabeza cuando la miré—. Él no está muy contento por…Roth


estando en tu escuela. Tampoco lo está Abbot.

—Obviamente —suspiré, desplegando las piernas. Mis pies ni siquiera tocaron el


piso. Yo era un troll sentada a su lado—. Es un demonio, así que por supuesto que
están enojados.

—Dudo que esa sea la única razón por la que Zayne no está feliz con Roth
estando en la escuela contigo.

Fruncí el ceño—. ¿Qué otras razones podrían haber?


Sus cejas se alzaron cuando me miró.

—¿De verdad no lo sabes? —cuando negué con la cabeza, se rió en voz baja.
Había un tinte triste en el sonido—. A veces, Layla, eres tan inconsciente que quiero
tirarte de los pelos.

Me atraganté con una risa—. ¿Qué?

Danika no respondió inmediatamente y luego respiró profundamente.

—Está bien. Seamos claras con la otra. No te gusto.

Mi boca se abrió y sentí que mis mejillas se calentaban. Estaba a punto de


negarlo, pero la mirada que me envió decía que no había razón para hacerlo.

—Bueno…esto es realmente incómodo.

—Sip —asintió ella, con sus delgados hombros levantándose—. Todos en el clan,
ambos clanes, esperan que Zayne y yo nos apareemos, y yo no rechazaría esa oferta.
Creo que sabes eso yo… me gusta Zayne.

—Diría que gustar no fue una palabra suficientemente fuerte.

Ella sonrió ante eso.

—Él es…bueno, tú sabes como es. También sé que te gusta y


que gustar probablemente no es una palabra suficientemente fuerte para ti tampoco.

No dije nada, porque está era una conversación de la que en verdad no quería
ser parte.

—De todos modos, ya que voy a estar aquí por un tiempo, quería aclarar las
cosas entre nosotras. Me gustas, Layla —se encogió de hombros—. Espero que
podamos ser amigas, y no quiero que te preocupes por mí y Zayne.

Parte de mí quería decir que no estaba preocupada, pero, aparentemente, era tan
transparente como una ventana. Tomando una respiración profunda, decidí que
necesitaba ser mujer.

—Sé que no he sido siempre…uh, acogedora contigo y tú no has sido nada más
que agradable conmigo. Y lo siento por eso —Wow. Esa era probablemente la
secuencia de palabras más madura que le había dicho a Danika. Me merecía una
galleta del tamaño de una mano—. He aceptado que tú y Zayne terminarán juntos —
y esas palabras fueron un trago amargo, pero uno que necesitaba tragar—. Los dos son
perfectos para el otro. Ambos son hermosos y tú eres muy agradable e inteligente. Y sé
que Zayne...

—Detente —dijo ella, levantando una mano—. Zayne me gusta y estoy de


acuerdo. Seriamos perfectos juntos, pero eso nunca va a suceder.

La quede mirando, confundida—. ¿Por qué no?

—Porque él no me quiere. Él no está enamorado de mí y es obvio para todos


menos para ti —dijo, y su mirada bajo. Gruesas pestañas escondían sus ojos—. Zayne
te quiere a ti. Y él está enamorado de ti.
Traducido por nahirr & verooonoel
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
staba empezando a lamentar haber dejado que Danika se acercara a mi
brazo con una aguja… claramente había muchas posibilidades que fumara
crack.

¿Zayne me quería? ¿Me amaba? Claro, sabía que Zayne se preocupaba


profundamente por mí, ¿pero enamorado de mí? Eso era completamente diferente.

No podía creerlo, no cuando había tantas razones por las que no estaría
enamorado de mí; no podría. Además del hecho que todos en su clan esperaban que
Zayne se emparejara con Danika u otra Guardián adecuada para producir pequeños
bebés gárgola, él ni siquiera me podía besar. Sí, eso no significaba que no podía
acercarse a mí y que… no podíamos hacer otras cosas, pero era demasiado peligroso.

El pensar acerca de esas cosas que no involucraban nuestros labios tocándose


me mantuvo despierta la mayor parte de la noche del sábado. Incluso con mi limitada
experiencia cuando se trataba de esas otras cosas, mi gran imaginación me estaba
dando muchas ideas. Ideas que involucraban manos, dedos y otras partes del cuerpo…

Oh, Dios.

Giré sobre mi estómago y gemí en mi almohada. No había visto mucho a Zayne


durante el día y podría haber sido porque lo había estado evitando, pero después de lo
que Danika dijo, incluso a pesar de que no le creía, había muchas posibilidades de que
empezara a reír como una hiena si estuviera sola con él.

Y eso era ridículo.

Yo era ridícula.

Pero la idea de experimentar cualquiera de esas cosas con Zayne dejó mi cabeza
girando y provocó que mi pulso martillara a través de mi cuerpo. Tratando de estar
cómoda, doblé una pierna, pero no ayudó. Quité las mantas, pateándolas hacia el pie
de la cama, pero mi piel todavía se sentía muy tensa, como si no hubiera espacio entre
mis huesos y mi piel.

Giré sobre mi espalda. Al colocar una mano sobre mi estómago, no me sorprendí


al encontrar que la piel se sentía cálida, y luego se formó un pequeño nudo que me
dejó frustrada… y confusa. Mis ideas estaban todas enredadas, porque cuando sentí
este leve ardor fluir a través de mis venas, también pensé en Roth y en todo lo que
habíamos compartido. Y cuando pensé en Zayne de esa forma, sentí como si estuviera
haciendo algo mal, lo que era estúpido porque Roth había dejado absolutamente claro
que no había nada entre nosotros.

Con demasiado calor y demasiado nerviosa para dormir, me deslicé fuera de la


cama alrededor de las tres de la mañana. Me puse un par grueso de medias a la rodilla,
que en realidad me llegaban a los muslos, agarré un suéter abrigado y me lo puse
sobre mi musculosa y pantalones cortos de dormir.

Con el cabello hecho un desastre y un desastre de la moda andante, me deslicé


fuera de mi habitación y me dirigí hacia abajo. A esta hora de la noche, la mayor parte
de la casa estaría muerta. Jasmine y Danika estarían durmiendo o en algún lugar con
los gemelos. Solo Geoff estaría alrededor, monitoreando las cámaras, y afuera habría
guardias solo en el caso que algo loco ocurriera. En su mayoría, tendría la casa para
mí.

El aire frío alivió algo del calor mientras me apresuraba por las escaleras, los
bordes de mi suéter sin abotonar aleteando detrás de mí como alas.

Mis pies cubiertos con medias eran silenciosos al entrar en la cocina y agarrar
una botella pequeña de jugo de naranja. Empecé a cerrar la puerta del refrigerador
cuando me estiré y agarré lo que quedaba de galletas dulce.

Tomando mis golosinas y sujetándolas cerca, empecé a caminar hacia las áreas
habitables pero me desvié en la dirección de la biblioteca. Usando la cadera, empujé la
pesada puerta de madera para que se abriera. Dejé la masa y el jugo de naranja sobre
el escritorio y luego encendí la vieja lámpara. Un ligero brillo llenó la grande
habitación.

Respiré profundamente, inhalando el aroma almizclado de los viejos libros.


Había pasado muchas noches y días en esta biblioteca cuando era más joven, y al
escanear las numerosas filas de libros me di cuenta que había leído la mayoría. Había
habido muchos días y noches solitarios. Todavía había muchos.
Rompí una de las galletas, arrastré los pies alrededor del escritorio y empecé a
hojear los lomos, sin buscar nada en especial. Pero al estar en algún lugar entre lo-
“suficientemente aburrida para leer” y “preferiría estar acostada y frustrada”,
encontré algo que me llamó la atención.

Métodos y prácticas de hierbas y su impacto en demonios y Guardianes.

No era exactamente lectura ligera para la hora de dormir o la clase de libro que
encontraría es una biblioteca humana, pero pensé en el frasco que había visto a Abbot
llevar y la curiosidad me ganó. Lo saqué, giré y lo coloqué sobre el escritorio mientras
masticaba la galleta. La mayor parte del libro estaba escrito a mano, hierbas escritas
en orden alfabético y acompañadas de dibujos.

En menos de diez minutos el espacio entre mis ojos comenzó a doler. Había
demasiadas hierbas en el mundo y demasiadas que eran ingredientes en pociones
blancas lechosas.

Levanté la vista mientras agarraba mi jugo de naranja y tomaba un sorbo,


amando la forma que cosquilleaba al bajar por la garganta. Se formó una idea; no una
inteligente, pero una fascinante.

Abbot estaba fuera por la noche como la mayoría de los Guardianes. Geoff estaba
en algún lugar, así que ese era un riesgo, pero… estaba aburrida y curiosa.

El estudio que Abbot ocupaba estaba justo al otro lado del corredor. Podría
entrar a través de la puerta en la biblioteca. Se abría para dar lugar a una pequeña sala
de estar que nadie nunca usaba y a través de esa habitación podía entrar en su oficina
sin usar su vestíbulo, que probablemente estaría monitoreado. ¿Pero la sala de estar?
Probablemente no.

Bajé el jugo de naranja y me apresuré alrededor del escritorio, mis pies se


resbalaban sobre los pisos de madera. Irrumpí a través de la puerta a la sala de estar,
aliviada de encontrarla vacía y a oscuras; y antes de darme el tiempo de arrepentirme,
probé la perilla de la puerta de Abbot.

No estaba cerrada.

Sostuve la respiración mientras giraba la perilla. La puerta crujió como viejos


huesos mientras la abría. Había una lámpara sobre su escritorio de cerámica verde,
que proyectaba una pequeña franja de luz sobre el escritorio y el suelo.
La habitación olía a Abbot, a jabón, al aire libre y un débil rastro de los cigarros
con los que jugaba. Una bola se formó en mi garganta mientras me deslizaba hacia el
gran escritorio de roble. Podía contar con una mano la cantidad de veces que el
Guardián me había abrazado, pero cuando lo había hecho, sus abrazos siempre eran
cálidos y asombrosos.

Los extrañaba.

Tragando el nudo, decidí atacar primero el escritorio. Había muchos lugares


donde podía haber escondido lo que estaba buscando, los estantes sobre las paredes
de atrás, los cajones que seguramente estaban cerrados y una docena de pequeños
cubículos por aquí y allí.

El primer par de cajones no tenían nada que me interesara: papeles y


correspondencias de la policía y el gobierno, y correos electrónicos de los líderes de
otros clanes. El segundo cajón estaba lleno de bolígrafos, del tipo que me daban ganas
de robar, y el tercero tenía más notas adhesivas de las que Dios necesitaba.

El cuarto cajón, el último, fue donde encontré el premio mayor. Literalmente.

Sobre una toalla espesa y oscura estaban posicionados docenas de pequeños


frascos, que rodaron alrededor inofensivamente mientras abría el cajón lo más que
podía. Me arrodillé y levanté una que parecía que tuviera jugo de pomelo y luego la
volví a dejar, buscando cuidadosamente hasta que encontré uno que lucía familiar.
Levanté el vial cautelosamente, observando el líquido lechoso moverse mientras me
ponía de pie.

Di vuelta el frasco, y fruncí el ceño al leer el garabato que estaba en la parte


inferior.

—¿Sanguinaria?

—¿Qué estás haciendo?

Chillé y casi dejé caer el frasco. Girando, lo aferré contra mi pecho mientras
respiraba aliviada.

—Zayne.

Estaba de pie en el umbral por el que me había escabullido, vestido con


pantalones y camisa negros. A pesar de que estaba bastante frío afuera, la
temperatura corporal de un Guardián de pura sangre era más alta que la de los
humanos e incluso que la mía. Cruzó los brazos y arqueó una ceja.

—Me asustaste completamente. —Con el corazón palpitando, en todo lo que


podía pensar era el frasco en mi mano. Zayne no entendería por qué me había
escabullido en la oficina de Abbot, sin importar qué tan inofensivo era. Como solo me
observaba, traté con una distracción mientras bajaba las manos.

—¿Por qué regresaste tan temprano?

—¿Qué estás haciendo en el estudio de mi padre?

Arrugué la nariz—. Nada.

—¿Nada?

Con las manos ahora escondidas detrás del escritorio, deslicé el frasco por mi
palma. Tendría que dejarlo caer y rogar al Dalai Lama que no se rompiera o fingir
desmayarme y devolverlo a su lugar. Ninguna de esas opciones me daba mucha
confianza—. Nop.

—Uh-huh.

Mis mejillas comenzaron a calentarse, y estaba agradecida por la tenue luz de la


habitación. —

—No me dijiste por qué regresaste tan temprano.

—Y tú no me has dicho qué estás haciendo aquí.

Balanceé mi peso, preparándome para dejar caer el frasco de vuelta en el cajón


en el que lo encontré. Todo lo que necesitaba era el nombre y ya lo había conseguido.

—No podía dormir, así que estaba… ¡ay!

Zayne se movió increíblemente rápido, pareció como si hubiera desaparecido


desde el marco de la puerta solo para reaparecer justo enfrente de mí. Antes de que
pudiera dejar caer el frasco envolvió su mano alrededor de mi muñeca.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras levantaba mi brazo.

Mis dedos se apretaron alrededor del frasco—. Um…

Inclinó la cabeza hacia un lado y suspiró.


—Layla…

Traté de liberarme, pero cuando no funcionó, lo imité y luego rematé su suspiro


con uno propio.

—De acuerdo. Vi a Abbot con este frasco hace un par de días y quería saber lo
que era. Así que eso es lo que estaba buscando.

—¿A las tres de la mañana?

—No podía dormir y estaba en la biblioteca cuando se me ocurrió la idea. —


Volví a tirar de mi brazo—. No estaba aquí fotocopiando los secretos de los
Guardianes o matando bebés. Mira. —Moví los dedos hasta que pudo ver la etiqueta
escrita a mano del vial—. No estoy mintiendo.

Su vista se deslizó hacia abajo y frunció el ceño.

—¿Sanguinaria?

—¿Sabes lo que es? —Si era así, mejor para mí, porque sería mucho mejor que él
explicara a volver a revisar ese polvoroso libro.

—Sí. —Soltó mi brazo y me sacó el vial de los dedos rápidamente, como un


gato—. No deberías meterte con esto.

—¿Por qué?

Muy cuidadosamente, colocó el frasco de vuelta en el cajón y lo cerró con


suavidad. Una vez que se puso de pie, me dirigió una larga mirada.

—Vamos.

Mis pies se hundieron en el suelo obstinadamente.

—Dime lo que sabes.

Zayne rodeó el escritorio y siguió caminando.

—Layla, vamos antes de que alguien más vuelva, te vea aquí y enloquezca.

Tenía razón, y a pesar de que estaba sintiendo este infantil impulso por discutir,
lo ignoré y lo seguí de vuelta a la biblioteca. Pasándolo, fui en línea recta hacia el
escritorio mientras él cerraba la puerta detrás suyo.
Mis ojos se ampliaron mientras notaba el jugo de naranja, el libro y el… el
paquete vació de masa de galletas. Me giré hacia Zayne.

—¡Te comiste mis galletas!

Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

—Tal vez.

Dejé escapar un suspiro mientras agarraba la botella de jugo.

—Eso está muy mal.

Se paseó hasta el escritorio y apoyó sus palmas en el borde, inclinándose para


que estuviéramos a la misma altura.

—Te conseguiré un nuevo paquete en la mañana.

—Deberías —dije, sonando gruñona y malhumorada. Y estaba sintiendo esas


cosas porque él estaba cerca, y en todo lo que podía pensar era en lo que Danika había
dicho y en todas las cosas indecentes en las que estaba pensando y que me hicieron
salir de la cama. Me empujé lejos del escritorio.

Un ceño se formó mientras me miraba cruzar la habitación.

—Estás de un humor encantador.

Me encogí de hombros mientras lo miraba por sobre la botella. Dejándome caer


en el sofá parcialmente escondido en las sombras, dejé mi jugo en la mesa.

—¿Me vas a contar sobre la sanguinaria?

—Es una hierba.

Levanté un almohadón y lo dejé sobre mi regazo.

—Eso me lo imaginé.

—En realidad es bastante peligrosa. —Me siguió hasta el sofá, se sentó y se quitó
las botas y las medias. Se inclinó sobre el otro brazo estirándose lo más que pudo, lo
que significó que me dejó el pequeño espacio que yo estaba ocupando—. No tiene
mucho efecto sobre los demonios, más que dejarlos somnolientos. Pero puede matar a
un humano y noquear y paralizar a un Guardián por un rato.
Mi corazón se salteó un latido.

—¿Por qué Abbot tendría algo como eso?

—No lo sé. La botella lucía antigua. Como muchas de las botellas que estaban allí.
Lo debe haber guardado para cuando un Guardián se revelara. Como con Elijah
cuando… —Su voz se fue apagando, y bajó la mirada.

Me puse un poco rígida mientras mis dedos se apretaban contra el cojín. Era la
primera vez que Zayne usaba el nombre de mi padre, mi padre ausente. El Guardián
que había dormido con Lilith, y quien, después de descubrir que había engendrado un
hijo, había tratado de matar dicho hijo. Múltiples veces. Esa sería yo. Abbot lo había
detenido cuando yo era joven y podía ver cómo la sanguinaria podría haber sido útil
entonces.

—De cualquier forma —dijo Zayne, observándome—. Volví a casa temprano


porque no pasaba mucho. Y me encontré con Roth.

Un sentimiento sinuoso se apoderó de mi estómago—. ¿En serio?

Asintió.

—Estaba haciendo sus tareas de acecho de todas las noches, supongo. Me


encontró cerca de Foggy Bottom y quería saber cómo se había tomado Abbot toda la
mierda de la Iglesia de los Hijos de Dios.

Obligué a que mis rasgos mostraran inexpresividad. Roth podría haberme


mandado un mensaje o llamado fácilmente para averiguar eso. Aunque no estoy
segura por qué había esperado eso de él.

—Es bueno ver que no se hirieron físicamente el uno al otro.

—No diría que fue una conversación de lo más agradable. —Zayne se movió en
el sofá al lado mío, empujando mi muslo con su pie. Lo miré, con las cejas
levantadas—. ¿Qué te pasa? —preguntó, empujando el mechón de cabello rubio fuera
de su frente.

Sosteniendo el almohadón más cerca, negué con la cabeza.

—Nada.
Se inclinó contra el brazo del sofá, perezosamente sujetando la parte de atrás de
su cuello con la mano. Los músculos debajo de su fina camisa se apretaron con el
movimiento.

—Algo te está molestando.

A veces odiaba que Zayne me pudiera leer tan bien. Que cuando me miraba,
como lo estaba haciendo ahora, sentía como si pudiera descubrir todos mis secretos
con solo su mirada. Pero eso no significaba que quería en este momento preocuparme
y compartir.

Zayne suspiró.

—Me evitaste todo el día hoy.

—No lo hice.

—Sí lo hiciste. —Cerró los ojos, encogiéndose de hombros desigualmente—.


Algo te pasa.

Envolviendo un largo mechón de cabello alrededor de mi dedo, hice una cara a


pesar de que Zayne no podía verla.

—No te estaba evitando. —Era una completa mentira—. Eso es solo tu


inseguridad hablando.

Un ojo se abrió de golpe.

—¿Disculpa?

—Me escuchaste —dije, tratando de esconder mi sonrisa—. No te estaba


ignorando, he estado muy ocupada hoy.

El otro ojo se abrió mientras bajaba sus brazos, cubriendo la parte posterior del
sofá. Tenía toda su atención ahora.

—No hiciste nada hoy excepto pasar el rato en tu habitación y mirar a Izzy
mientras trataba de morder tus pies.

Mis ojos se estrecharon.

—¿Por qué no pudiste dormir?

Continué torciendo mi cabello en una cuerda gigante.


—Simplemente no pude.

Pasaron un par de minutos en silencio.

—En realidad estoy contento de que estés despierta. Quiero hablar contigo de
algo. Tiene que ver con Roth. —Dijo su nombre como si fuera una nueva enfermedad
de trasmisión sexual.

—¿Realmente tenemos que hablar de él?

—Sí. —Frunció el ceño—. Deja de desordenar tu cabello.

Mis dedos se quedaron quietos y dejé caer mi mano, devolviéndole el ceño


fruncido.

—¿Qué hay de Roth?

—No confío en él. No solo porque es un demonio, sino por lo que… bueno, por lo
que puede o no puede significar para ti. —Sus ojos aún no habían dejado mi rostro—.
Es… No importa. Sé que lo vas a ver en la escuela, pero no quiero que te estés
escapando con él a solas.

Mi mirada se agudizó en él. La frustración de más temprano estaba de vuelta,


picando mi piel y causando que Bambi estuviera nerviosa.

—Sí, porque eso es exactamente lo que estaba planeando hacer.

—Mira, no estoy diciendo que lo harías, pero sé que vas a querer averiguar más
sobre Lilin y no quiero que estés sola con él.

Abrí mi boca.

—Solo porque no quiero verte más dolida —añadió, y qué podía decir respecto a
eso. Aunque, ¿podría haber algo más que eso? Dios sabía lo que Roth y Zayne se
habían dicho el uno al otro, y ahora que Zayne sabía la completa extensión de lo que
había sucedido con Roth, solo podía adivinar lo que estaba pensando.

Por debajo de mis pestañas, lo observé estirarse fluidamente, como un gato con
la barriga llena. Zayne era súper protector conmigo, pero eso no significaba que
estuviera celoso o enamorado de mí.

—Además hay otra razón por la que vine a casa temprano —dijo arrastrando las
palabras perezosamente—. Estaba seguro de que me extrañabas.
—No es probable. —Arrojé la pequeña almohada a su cabeza. La tomó en el aire
un segundo antes de que la golpeara en su rostro—. En absoluto.

Pasó la almohada detrás de su cuello, mirándome.

—Terrible mentirosa. —No podía saber cuán cerca sus palabras hacían eco a las
de Roth, y no se lo iba a decir.

—No estoy mintiendo.

Sus labios se movieron como si deseara sonreír.

—Uh-huh.

Me incliné hacia adelante, golpeando sus piernas del sofá. Golpearon contra el
suelo. Las pateó de nuevo hacia arriba.

—No seas una mocosa, Layla-bug.

Apartando la mirada, arrastré una profunda respiración, incómoda con la


inquietud que estaba sintiendo.

—No me llames así. Ya no soy una pequeña niña.

—Créeme, sé que no lo eres.

Me giré hacia él, a punto de decir algo sarcástico, pero las palabras fueron
robadas de mi lengua. No estaba bromeando. Mierda, hablaba en serio. Y esa mirada
—la forma en que sus ojos encapuchados y sus labios entreabiertos— hablaba de algo
a lo que no estaba acostumbrada, pero que había visto en él el día que había entrado a
mi habitación cuando me estaba desvistiendo.

Nos miramos en silencio. Nada y todo cambió entre nosotros en un instante. Una
gruesa tensión flotaba en el aire, colocándose sobre mí como una manta demasiado
caliente. Sus ojos brillaron como joyas de zafiro en la tenue luz, provocando un
escalofrío a pesar que sentía que me sonrojaba de nuevo.

Empujó un poco, y de nuevo, pensé en lo que había dicho Danika.

Quería liberarme.

Y eso fue lo que hice. Poniéndome de pie rápidamente, alisé mis manos en mi
cabello, esperando que no se diera cuenta como habían temblado.
—Toda esta conversación me ha fatigado. Voy a la cama. Buenas noches.

Zayne arqueó una ceja hacía mí y se quedó en el sofá.

Prácticamente corrí fuera de la habitación y subí las escaleras. ¿Qué en el


infierno había pasado allí? No lo sabía, pero reconocí la pesada y jadeante sensación
en mi pecho. Tenía que ser la falta de sueño y mi imaginación hiperactiva.

Una vez en mi habitación, me quité el cárdigan y los calcetines, obligando a que


mi mente se quedara en blanco. No era fácil. Mientras empujaba la colcha, la puerta de
mi habitación se abrió, haciéndome chillar.

Zayne entró por la puerta, aún descalzo mientras cruzaba sus brazos sobre su
pecho. ¿Y si hubiera estado desnuda? Mis mejillas se tornaron de un rojo profundo
ante la comprensión de que la delgada musculosa no escondía mucho.

Luchando para no cruzar mis brazos sobre mis pechos, me mantuve quieta.

—¿Qué quieres ahora?

—Nada. —Caminó hacia mi cama y se dejó caer, estirando su largo cuerpo.


Acarició el lugar junto a él—. Ven aquí.

—¿Zayne…? —Me moví incómodamente, queriendo a la vez huir de la habitación


y saltar a la cama a su lado—. Estás siendo molesto esta noche.

—Tú eres molesta cada noche. —Le dio unas palmaditas a la cama de nuevo, un
mechón de cabello cayendo sobre sus ojos—. Deja de actuar tan rara, Layla.

¿Cómo era yo la que estaba actuando raro? Está bien. Tal vez estaba siendo un
poco ansiosa. Que él tomara mi cama como si fuera de su propiedad no era algo nuevo.
Diablos, había dormido en ella un par de noches atrás.

Pero todo parecía diferente luego de lo que había dicho Danika.

—¿Vas a venir? —murmuró, mirándome. Tomando una profunda respiración,


subí a la cama. Se acomodó en su lago, su pierna rozando la mía—. Lindos pantalones
cortos.

Por supuesto que había notado mis pantalones cortos de Hello Kitty.

—¿Puedes no hablar?
Se rió entre dientes.

—Estás con tanto malhumor esta noche. ¿Fue el azúcar de las galletas?

Me di la vuelta a mi lado, enfrentándolo. Había poco espacio entre nosotros y


cerré mi boca, pero sucedió la cosa más extraña cuando nuestras miradas se
encontraron. Se me cortó el aliento mientras miraba el rostro que conocía como la
palma de mi mano. Podía cerrar mis ojos y aún conocería cada una de sus expresiones,
excepto la que llevaba ahora. Esta era algo nuevo, totalmente desconocido.

Y daba miedo, era increíblemente aterradora, porque nunca había considerado


seriamente que Zayne me devolviera ninguno de mis menos que normales
sentimiento hacia él. Era aterrador por lo que quería hacerle; lo que podía hacerle.
Había más: estaba Roth y la estúpida e irracional sensación de que estaba haciendo
algo mal. Prácticamente se había sacrificado por mí… y luego me dijo que nada de lo
que había dicho o hecho importaba cuando se trataba de mí.

Rodando sobre mi espalda, me quedé mirando el techo. Mi pecho se levantaba y


caía en respiraciones cortas y desiguales. Su olor invadió mis sentidos. Mis dedos
descansaron sobre mi estómago, abriéndose y cerrándose.

—¿Qué sucede, Layla-bug? —preguntó.

—Nada —susurré.

—Mentira. —Zayne se movió de repente, haciendo palanca con un brazo tan


rápidamente que el aire abandonó mis pulmones en un duro apuro. Me miró, sus
labios entreabiertos como si estuviera a punto de hablar, pero pareció olvidar lo que
iba a decir. Eso estaba bien. Yo tampoco tenía idea de lo que íbamos a hablar.

Había apenas dos o cinco centímetros separando nuestros cuerpos. Estábamos


tan cerca que las puntas de sus cabellos rozaban mis mejillas. Su mirada cayó a la línea
de escote de mi franelilla. Estaba tirada hacia abajo, revelando más de lo que debería
haber estado cómoda. La cabeza de Bambi estaba descansando en la hinchazón de mi
pecho derecho. De nuevo.

—Realmente le gusta poner su cabeza allí, ¿cierto? —La voz de Zayne era áspera.

—Supongo que es suave para ella. —En el momento en que las palabras salieron
de mi boca, quise patearme en mi seno izquierdo—. Dios —gruñí—. A veces necesito…
Zayne colocó un dedo en mi barbilla, silenciándome. Ese ligero toque desató un
montón de sensaciones: hambre, necesidad, un anhelo tan intenso que me hizo
temblar hasta la médula.

—Eso tendría sentido. —Haciendo una pausa, tragó saliva mientras su mirada
trazaba con el detalle del tatuaje demoníaco—. Apuesto que es… un lugar suave.

Esta conversación era… wow. No había palabras.

—¿Por qué mantienes este collar? —preguntó, acariciando suavemente la


cadena.

Fue una lucha hablar.

—Yo… no lo sé.

Sus facciones se tensaron por un momento y luego pareció dejar pasar lo que
estaba sintiendo. La verdadera razón por la que mantenía ese collar no tenía nada que
ver con mi madre, pero luego su mano se movió, arrastrando su dedo hacia abajo por
el centro de mi garganta, por el ascenso de mi clavícula y luego directamente al lugar
donde descansaba Bambi, deteniéndose a apenas un centímetro de su cabeza.

Oh Dios mío.

Mi corazón se agitó tan rápido en mi pecho que era como un colibrí a punto de
volar. Una pesadez se asentó en mi pecho, la presión exigente pero placentera.
Entonces su dedo se movió de nuevo, deslizándose a través del borde de la cabeza de
Bambi.

Ella se movió un poco, dándose vuelta hacia el toque como una mascota
buscando más comodidad. Arrastré una respiración mientras humedecía mi labio
inferior. ¿Debería estar más sorprendida de que me estaba tocando tan íntimamente o
de que estaba tocando a Bambi? ¿O de que Bambi no se estaba despegando de mi piel
y tratando de comerlo? Realmente no importaba porque cada terminación nerviosa de
mi cuerpo estaba hormigueando.

Trazó las delicadas escamas alrededor de las fosas nasales de Bambi, y cuando
me estremecí, su mirada se levantó, atrapando la mía. Había tanto calor e intensidad
en esos ojos de color cobalto que no había duda de cómo me estaba mirando.

Como había hecho la noche que me había visto en mi sujetador.


Un lado de sus labios se levantó, y mi corazón saltó de mi pecho. Su mirada
volvió al lugar donde descansaba Bambi, al lugar donde su dedo trazaba ociosamente
sus escamas con movimientos suaves.

—No se siente como pensé que se sentiría. La piel está ligeramente elevada, pero
en realidad es como un tatuaje.

Con la boca seca, cerré mis ojos mientras su dedo se movía por su cabeza,
acercándose al pequeño lazo que decoraba el dobladillo de mi franelilla. No estaba
usando nada debajo de la franelilla y estaba tan, tan cerca.

—¿Le gusta? —preguntó, aliento cálido en el espacio entre nuestros labios.

Asentí, asumiendo que le gustaba, porque no estaba tratando de matarlo.

—¿A ti?

La pregunta me azotó con la fuerza de un huracán destructor. Mis ojos se


abrieron de golpe y mi respiración vino en cortos y pequeños jadeos. Aún estaba
cerca, su cabello haciendo cosquillas en mis mejillas y su dedo arrastrándose más
hacia el sur, siguiendo la curva de Bambi, debajo del lazo de mi franelilla.

Sus pestañas se arrastraron hacia arriba de nuevo y su mirada chocó con la mía.
No tenía idea de cómo habíamos terminado aquí. Su mano se detuvo y esperó, y no
había manera de negar la fuerza conductora detrás de la pregunta. Si decía que no, se
apartaría. Si decía que sí, entonces… ni siquiera podía imaginar esas posibilidades.

Si decía que sí, todo cambiaría, cambiaría en formar que ni siquiera podía
imaginar, formas que nunca creí realmente que pudieran pasar entre nosotros. Mi
corazón estaba latiendo demasiado fuerte, y un extraño tipo de calor se inundó
profundamente en mi cuerpo.

—Sí. —La palabra salió apenas un susurro, pero Zayne la escuchó.

Respiró hondo mientras movía su mano hasta la fina tira de mi franelilla. Sus
ojos nunca abandonaron los míos.

—¿Puedo ver el resto de ella?

El ritmo de mi corazón se fue al terreno cardíaco. ¿Estaba soñando? ¿Me caí de


las escaleras y abrí mi cabeza? Parecía más probable que esto. Ver el resto de Bambi
significaba ver el resto de mí. O al menos la mitad del resto de mí.
Abrí mi boca, pero nada salió. Mi mirada se enfocó en el contorno de su boca,
fijándose en la manera en que sus labios se entreabrían, y no pude evitar preguntarme
cómo se sentían: cómo sabían.

Solo en una distante parte de mi mente me di cuenta que quería saborearlo a él y


no a su alma.

Bambi movió su cola a lo largo de mi cintura, como si estuviera impaciente con


todo esto y quisiera ser mostrada. Incapaz de encontrar el coraje para hablar, asentí
de nuevo.

La mirada febril de Zayne bajó mientras deslizaba la tira hacia abajo. La franelilla
era tan suelta y fina que tomó el menor esfuerzo moverla. En segundos, las tiras
terminaron en mis muñecas, la tela agrupándose donde mis manos estaban
entrelazadas sobre mi estómago.

Sentí su mirada mientras bebía en detalle a Bambi y todo lo demás: cada parte
de mí que estaba expuesta. Era como una caricia mientras su mirada seguía el largo y
elegante tramo de su cuello entre mis pechos, a la forma en que se enrollaba debajo de
mi caja torácica.

—Layla —dijo con voz áspera, y el sonido curvó los dedos de mis pies.

Dejé de respirar mientras su mano seguía el camino de Bambi, y el anhelo y el


hambre que estaba sintiendo crecer hasta cada parte de mi cuerpo se sintió como un
cable de alta tensión. Todo fuera de estaba habitación dejó de existir: cada problema,
preocupación o cuestión. Todo se había ido mientras sus manos se movían de nuevo y
mi espalda se arqueaba de la cama. Un sonido entrecortado escapó de mí,
mezclándose con la respiración entrecortada de Zayne.

Su toque era ligero y reverente mientras exploraba la disposición de mi cuerpo.


Lo había con tanta delicadeza como si fuera su primera vez, aunque sabía —al menos
pensaba— que no podía ser el caso. Con su aspecto y su personalidad, tuvo que haber
habido momentos en los que estaba fuera de caza; tenía que haber habido chicas.

Pero no importaba mientras se movía hacia abajo, su cabeza bajando cerca del
lugar donde descansaba Bambi. Había una gran posibilidad de que esto pudiera ir
terriblemente mal, pero mis manos se hicieron puños y me mordí el labio inferior tan
fuerte que un sabor metálico lleno mi boca ante el primer toque suave de sus labios
contra…
La puerta de la habitación se abrió, golpeando contra la pared con una fuerza
que hizo temblar la habitación como un trueno. Zayne saltó de mí y estuvo en el suelo
en segundos. Se dio la vuelta y me senté, tirando de mi franelilla con mi corazón en la
garganta. Estábamos tan descubiertos, e íbamos a estar en tantos problemas.

Pero cuando levanté mi mirada, no había nadie en la puerta, nada detrás de la


puerta excepto el largo y oscuro pasillo y todas las sombras de la noche.

Zayne cruzó la habitación, agarrando el borde la puerta mientras miraba hacia el


pasillo. Mientras se enderezaba y cerraba la puerta, sacudió su cabeza.

—No hay nada aquí.

Me estremecí mientras la fría y casi glacial brisa flotaba sobre mi piel. Miré la
habitación, no viendo nada anormal.

—Eso es… —Aclaré mi garganta—. Eso es raro.

Se metió los dedos por su cabello, dedos que recién había estado tocándome. Se
volvió hacia mí, su pecho subiendo y bajando pesadamente. Comenzó a tomar un paso
hacia mí, pero se detuvo. Por la forma en que me miró… mi cuerpo enteró se ruborizó.

—Yo… probablemente debería irme.

No quería que se fuera. Quería que volviera a mí, pero no sería inteligente y la
cosa más inteligente sería dejar que se alejara de esta habitación. Tirando de la manta,
me obligué a asentir.

Zayne me miró un momento más y luego tragó saliva antes de darse la vuelta y
deslizarse fuera de la habitación suavemente. Me quedé donde estaba mientras la fría
realidad de la situación regresaba. Sin importar lo que sentía por él o él por mí,
perseguir cualquier cosa con Zayne era peligroso.

Y nunca podría ser.


Traducido por Jessy(SOS), otravaga(SOS) y Jane.
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

—¡L
o sabía!

Me quedé mirando a Stacey mientras ella fisgoneaba en el


pequeño espejo unido a la puerta de su casillero y pasé los dedos
por sus mechones. La necesidad de hablar con alguien sobre lo
que sucedió con Zayne me había llevado a prácticamente abordar a Stacey a primeras
horas de la mañana. Le había contado todo tan silenciosamente y tan rápidamente
como me fue posible, comenzando con Danika y terminando con todo el bendito pecho
desnudo. Menos la parte del tatuaje.

—¿Cómo lo sabías?

Me dio una mirada de complicidad.

—Bueno, de la manera que trataba a Roth, era bastante obvio que el chico no
está interesado en que estuvieras con alguien más.

Salí del camino de una chica corriendo por el pasillo—. Solo no le gusta Roth.

Stacey puso los ojos en blanco—. Y tiene sentido por qué finalmente hizo un
movimiento. Tiene competencia.

Mis labios formaron una O. En realidad no lo había pensado de esa manera.


¿Podría ser que Zayne finalmente estuviera viéndome como algo más que la pequeña
niña escondiéndose en el closet debido a Roth? ¿O él siempre me había visto diferente
y estaba actuando sobre ello ahora que pensaba que alguien más estaba en la foto?

Me dije a mi misma que no importaba, porque no podíamos estar juntos. Abbot


lo rechazaría y ni siquiera podíamos besarnos, pero aun así, ocupaba mis
pensamientos cuando comenzamos a dirigirnos hacia biología.
—No debería ser tan difícil que creas que Zayne se siente atraído por ti. Eres una
chica muy bonita, Layla. El tipo del que esos chicos...

—No digas del tipo en que los chicos quieren estar en sus bolsillos, porque eso
es simplemente extraño.

Stacey se echó a reír mientras me golpeaba con la cadera—. Está bien. Solo estoy
diciendo que esta cosa con Zayne no hace falta ser un genio. No es como si Danika
estuviera tramando algo y Zayne… —bajó la voz—. Te tocó de una manera totalmente
platónica. Es simple. Ve por ello.

Ve por ello.

Sacudí la cabeza aun cuando mi corazón comenzaba a palpitar con fuerza.

—Es complicado.

—No, no lo es —deteniéndose en frente de la puerta de bio, abrió ampliamente


los ojos—. Tengo la idea más perfecta en la historia de las ideas.

Arqueé una ceja. Viniendo de Stacey, eso daba un poco de miedo y


probablemente involucraba la posibilidad de ir a la cárcel —¿Qué?

—¿Ya sabes cómo nos tendiste totalmente una trampa a Sam y a mí para ir al
cine durante las vacaciones de Acción de Gracias? —Sus ojos brillaron con emoción—.
Deberías invitar a Zayne y dejarlo claro, una cita para el cine.

—¿Cita para el cine? —arrastró una profunda voz. Nos dimos vuelta para ver a
Roth sonriendo hacia nosotras—. Qué lindo. ¿Quién va a pagar por las palomitas de
maíz?

La irritación pico mi piel mientras me quedaba mirando sus burlones ojos


ambarinos. El hecho de que no hubiera notado que él estaba cerca era testimonio de lo
trastornada que estaba. Demonios, estaba tan fuera de ello que estaba utilizando
palabras como trastornada.

—Espiar es grosero.

Encogió un hombro—. Bloquear la puerta a clases también es grosero.

—Lo que sea —me di la vuelta, lista para llevar a Stacey adentro, cuando él me
detuvo.
—De hecho, quiero pedirte prestada por un segundo —dijo, mirando a Stacey,
quien estaba en el proceso de darle una mirada muy aterradora—. ¿Eso te parece
bien?

Stacey cruzó los brazos.

—Dudo que quiera ser pedida prestada por ti.

—Lo más verdadero jamás dicho —dije, sonriendo firmemente.

—Creo que cambiara de opinión —Roth me miró fijamente de forma


significativa—. Es importante.

Lo que significaba Lilin o demonio o Guardián o algo más con lo que realmente
no quería tratar. Suspiré cuando di un paso al lado. Stacey me miró boquiabierta, y yo
hice una mueca.

—Está bien.

Le estrechó los ojos a Roth—. No me hagas odiarte más.

Las cejas de Roth se elevaron mientras marchaba de la clase de bio.

—¿Qué le dijiste de mí?

Me encogí de hombros.

—De hecho, no le dije mucho de nada. Debe haber sumado dos más dos por su
cuenta y llegar a que eres un idiota.

Su mirada se deslizó hacia mí y sonrió—. Ouch, pequeña.

—Sí, como si eso realmente te molestara —mire hacia atrás por la pequeña
ventana en la puerta que dirigía a bio. El Sr. Tucker ya estaba en su escritorio; ¿iba a
volver alguna vez la Sra. Cleo?, y solo teníamos un minuto, a lo más, antes de que el
ultimo timbre sonara—. ¿Qué quieres?

Metiendo las manos en sus bolsillos, sacó una delgado trozo de papel amarillo,
agitándolo en mi rostro.

—¿Adivinas lo que encontré?

—Obviamente no una mejor personalidad —remarqué.


—Ha. Divertida —rozó el borde del papel por mi nariz y sonrió cuando le di una
palmada para alejarlo—. Tengo la dirección de Dean.

—Oh. Wow. Eso fue rápido.

—Lo fue.

No quería preguntarle cómo la había conseguido. Estaba segura de que lo


involucraba a él entrando campantemente en la oficina principal y haciendo algo
despreciable. Estiré la mano para tomar a la dirección, pero él apartó la mano. Fruncí
el ceño.

—Necesito la dirección para que Zayne y yo podamos ir a echar un vistazo.

—¿Tú y Piedrota? —Roth rió mientras deslizaba de nuevo el papel en su bolsillo.

Mis ojos se estrecharon.

—Sí.

—¿Crees que van a divertirse sin mí? Piénsalo de nuevo. Vamos a hacer un trío.
—Él sonrió con malicia cuando puse los ojos en blanco—. Hoy. Después de la escuela.
Tú y tu amiguito gárgola con derechos pueden encontrarme afuera.

Quería decir que no, pero él me guiñó un ojo y dio unas palmaditas en su bolsillo
mientras se daba la vuelta y se dirigía a biología.

Esto debería ser realmente divertido.

***

Desde el momento en que Roth se subió a la parte trasera del Impala, sabía que
este pequeño viaje improvisado terminaría mal. Incluso si ellos dos pudieran estar de
acuerdo en que todos necesitábamos trabajar juntos, nadie iba a hacerlo fácil.

No era como si se esperara que unieran sus manos y cantaran “Kumbaya” juntos.

Ya era incómodo entre Zayne y yo. Agregar a Roth a la mezcla sólo lo volvía unas
diez veces más doloroso. Si Zayne pensaba que lo había estado ignorando el sábado,
no había duda de que lo había hecho el domingo. Ni siquiera sabía cómo mirarlo sin
que cada centímetro cuadrado de mi cuerpo se ruborizara.

—Tenemos que recorrer otras tres cuadras aproximadamente. Él vive en una de


esas viejas casas de piedra caliza roja —dijo Roth, con un brazo apoyado en la parte
posterior de cada uno de nuestros asientos—. Pero eso es si pudieras, no sé, conducir
a una velocidad que no nos tome el resto del año para llegar allí.

—Cállate —respondió Zayne.

—Sólo digo —continuó—. Estoy bastante seguro de que el chico Dean hecho
papilla en el suelo de un golpe puede caminar más rápido de lo que estamos
conduciendo.

—Cállate —dije.

Capté su mirada de ojos entrecerrados en el espejo retrovisor y le sonreí


ampliamente. Se reclinó, una pizca petulante apoderándose de sus facciones. Roth
permaneció en silencio el resto del viaje. Zayne encontró la casa de piedra caliza roja y
fuimos capaces de apretujarnos en un puesto de estacionamiento a unas puertas de
distancia.

Hojas marrones y doradas se balanceaban suavemente en la brisa a medida que


nos abríamos camino por la acera. Los escalones que llevaban a la escalera de entrada
estaban erosionados y agrietados, al igual que la fachada de la casa de piedra caliza
roja.

Zayne rodeó a Roth y agarró la aldaba de hierro, ignorando la mirada


contrariada que el príncipe envió en su dirección.

—Ya basta —le murmuré a Roth mientras la puerta se abrió.

Apareció una mujer mayor. Su espeso cabello rojo estaba recogido, pero varios
rizos más cortos estaban levantados por toda la coronilla de su cabeza. Finas líneas
rodeaban sus ojos marrones y sus labios color rosa pálido. Parecía cansada, ojerosa
realmente, y cuando su mirada se movió de Zayne a Roth y luego de vuelta otra vez,
ella pasó una mano sobre su suéter gris de punto trenzado.

—¿Puedo... puedo ayudarlos? —preguntó ella, finalmente fijando sus cansados


ojos en mí.
—Sí. Somos... eh, amigos de Dean y queríamos ver si podíamos hablar con él por
unos momentos —le dije.

Cruzó las manos sobre los bordes del suéter, tirando de ellos cerca de su cuerpo.

—Dean no es capaz de ver a nadie en este momento. Lo siento, pero tendrán que
volver cuando no esté castigado de por vida.

—Verá, eso es un problema para nosotros —respondió Roth suavemente


mientras apartaba gradualmente a Zayne del camino. En el momento en que la Sra.
McDaniel miró a Roth a los ojos, las tensas líneas de su rostro se relajaron. Cuando él
volvió a hablar, su voz era tan suave como el jarabe de chocolate—. Tenemos que
hablar con Dean. Ahora.

Zayne se tensó mientras le echaba un vistazo a Roth, pero no dijo nada, porque a
menos que estuviésemos planeando entrar todos de golpe en la casa, se necesitaba un
poco de persuasión demoníaca.

Y funcionó.

Asintiendo lentamente, ella se hizo a un lado y cuando habló, su voz era suave y
aflautada.

—Está arriba. La segunda habitación a la izquierda. ¿Quieren algo de beber?


¿Galletas?

Roth abrió la boca, pero di un paso al frente.

—No. Eso no será necesario.

El rostro de él se ensombreció.

La Sra. McDaniel asintió una vez más y luego se volteó, yendo a la deriva por una
puerta, tarareando “Paradise City” en voz baja.

Mi estómago aterrizó en algún lugar cerca de mis rodillas ante la familiar


melodía. No había oído a Roth tarareando desde que había regresado, y por un
momento, lo único que pude hacer fue mirarlo fijamente.

—Realmente me habría gustado una galleta —murmuró Roth, subiendo las


escaleras de dos en dos.

Zayne puso los ojos en blanco—. Que mal.


Ignorándolos, seguí a los chicos por las escaleras. La sala era estrecha y una
tenuemente iluminada. Un viejo papel amarillento se desvanecía a lo largo de la
moldura blanca. A medida que nos acercábamos a la segunda puerta de la izquierda,
un sentimiento de inquietud recorrió mi columna y una extraña presión rodeó mi
cuello, asfixiándome. Había una sensación de pesadez en el aire, como una manta de
lana sofocante en un caluroso día de verano. Miré a Zayne y vi que por sus hombros
tensos, también lo sentía.

La sensación era de la maldad, maldad pura. No había otra manera de


describirlo.

Cuando Roth abrió la puerta sin siquiera molestarse en llamar, la sensación


aumentó. La parte de Guardián en mi picaba para escapar de este mal olor o
eliminarlo, pero ¿la parte demonio? Tenía curiosidad.

Ambos chicos se detuvieron delante de mí, bloqueando mi vista de la


habitación. Tuve que mirar alrededor de Zayne para ver algo. La habitación era una
contradicción gigante. La mitad de ella estaba ordenada. Libros apilados
ordenadamente, papeles escondidos en carpetas que parecían como si alguien se
hubiera vuelto loco con un rotulador. Un pequeño taburete estaba colocado ante un
telescopio señalando hacia la ventana. El otro lado de la habitación parecía como si un
huracán lo hubiera azotado. Ropa esparcida por el suelo. Cartones de comida China a
la mitad arrojados al azar en una silla de Luna. Una pila de botellas Mountain Dew casi
alcanzaba los bordes de la cama.

Y en la cama se encontraba Dean McDaniel.

Se encontraba tumbado de espaldas, vestido sólo con sus calcetines y boxers


azules. Auriculares cubrían sus orejas y sus pies se movían a un ritmo que no podía
oír.

Dean estaba consciente de nosotros. Su mirada de párpados pesados se deslizó


hacia nosotros y luego de vuelta al techo, ignorando completamente nuestra
presencia. Seguí su mirada y me quedé sin aliento.

Había... mierda santa, dibujos en rotulador, círculos con estrellas a través de


ellos. Líneas uniéndose para crear formas que había visto en la llave de Solomon.

Roth miró al techo por un momento y luego se acercó a la cama. Sacó los
auriculares de la cabeza de Dean.

—Ignorarnos es grosero.
El chico en la cama, el chico que siempre era tranquilo y mantenía las puertas
abiertas para otros alumnos, sonrió mientras cruzaba los brazos detrás de la cabeza.

—¿Parece importarme?

—¿Parece que no vaya arrancarte la cabeza de los hombros? —respondió Roth.

—Whoa —dije, disparándole una mirada—. Eso no ayuda.

Dean me miró y se sentó. Acercó la mano entre sus piernas e hizo algo que hizo
que mis oídos ardieran.

—Eres más que bienvenida a quedarte aquí, cariño. Estas dos herramientas
pueden ponerse en marcha, sin embargo.

Mi boca se abrió.

—Bueno. Comienza por arrancarle la cabeza.

Roth sonrió.

—Nunca nos hemos conocido antes. —Zayne dio un paso hacia el borde de la
cama, al parecer tratando de ser la voz de la razón—. Mi nombre es…

—Sé lo que eres. —Dean se dejó caer de espaldas—. Magnam de cælo, et tu super
despectus.

—¿Y ahora habla latín? —Esto no iba a ninguna parte—. ¿Qué te dijo?

Roth se rió entre dientes.

—Algo que no hará feliz a Piedrota.

—Y sé por qué están aquí. No sabrán nada de mí. Así que ya saben dónde está la
puerta. —Él me miró—. Pero como dije, tú…

—Termina la frase, y cojearás por el resto de tu vida —le advertí, y Zayne


sonrió. Mientras miraba Dean, traté de ver al niño tranquilo de la clase, pero él miró
de reojo hacia mí como un hombre de cuarenta y cinco años de edad, que bebió
demasiado—. ¿Todavía estás ahí, Dean?

—Creo que sabemos la respuesta a eso —dijo Roth, de rodillas junto a la


cama. Dean volvió su atención a él—. Cualquier parte de humanidad que quede él,
estoy seguro como el infierno que no la veo.
No podía creer eso. La idea de que este chico fuera lentamente despojado de su
alma me enfermaba. Tal vez me afectaba demasiado. No estaba segura, pero quería
creer que había esperanza. Di un paso alrededor de Zayne.

—¿Sabes quién te hizo esto?

Dean estuvo inmóvil por un momento y luego saltó de la cama, tan rápido que no
fue más que un borrón por un momento. No estaba segura de si él se dirigía a mí o no,
pero Zayne lo interceptó, atrapando al chico por el hombro. Un fuerte empujón y Dean
golpeó la cama sobre su trasero—. Intenta eso otra vez y no te gustará lo que pasará.

Dean inhaló una respiración irregular y luego un gran estremecimiento lo


recorrió, sacudiendo su cuerpo ligero. Él yació de costado, metiendo las rodillas bajo
su barbilla. Todo su cuerpo se estremeció como si alguien sacudiera la cama.

—Es constante —dijo, levantando las manos para taparse los oídos.

Mi pulso se aceleró.

—¿Qué es constante?

—Eso. Lo escucho todo el tiempo. —Sus dedos se apretaron en su pelo—. Nunca


se detiene. Nunca me da un descanso.

—¿Qué es? —preguntó Zayne.

El rostro del chico se arrugó y sus mejillas se pusieron pálidas.

—No se detiene.

—Creo que siente dolor. —Miré a Zayne por ayuda—. ¿Qué podemos hacer?

Las cejas de Zayne subieron.

—No está poseído. Lo puedes decir mirando sus ojos.

—Lo que le pasa es que le falta un buen trozo de su alma y eso, probablemente,
se siente como una herida de bala. —Sacudiendo la cabeza, Roth se levantó de manera
fluida—. Dean, necesitamos que nos digas lo que te pasó.

—No lo entiendo —se lamentó.


Él todavía se balanceaba de un modo que me hacía querer levantarlo y
sostenerlo, a pesar de su comportamiento anterior. Roth le hizo la pregunta de nuevo
y luego Zayne la repitió. Ninguno de los dos obtuvo una respuesta coherente.

Me acerqué a la cama.

—¿Cuándo comenzó, Dean?

Dean no respondió al principio y luego—: Hace unos días.

Roth me miró y asintió para que yo continuara.

—¿Cuándo empezó? ¿La escuela?

—Sí —dijo Dean con voz ronca—. Todo empezó allí.

Zayne se movió de nuevo, acercándose a mi lado.

—¿Alguien lo empezó? —le pregunté.

El balanceo de Dean se desaceleró mientras bajaba sus manos, revelando una


mirada sombría. Cambié mi peso, incómoda mientras seguía mirando en mi
dirección. Me miraba como si yo ya debiera saberlo, pero eso no tenía ningún sentido
para mí.

Cuando él no respondió, Roth puso una mano en su hombro desnudo. Dean se


sacudió en la cama como si hubiera sido marcado con un hierro caliente. Su boca se
abrió y gritó en voz alta, como un animal herido.

—¿Qué hiciste? —exigió Zayne.

Roth retiró la mano.

—No hice una mierda.

Me volví cuando la puerta de la habitación se abrió. Su madre entró, obviamente


fuera de cualquier trance en el que Roth la había colocado.

—¿Qué están haciendo todos? ¿Qué han hecho con mi hijo?

—Mierda —murmuró Roth mientras se dirigía a la madre de Dean. Juntando sus


mejillas, cortó la diatriba de preguntas—. Shh, no pasa nada. Tu hijo está bien.

La señora McDaniel tembló.


—No, no lo está —susurró ella, el sonido roto encogió mi corazón—. Él es un
buen chico, pero no está bien. No pasa está nada bien.

—Estamos aquí para ayudarle —dije, aliviada al ver que Dean había dejado de
aullar.

Roth se puso tenso, pero mantuvo la mirada fija en ella.

—Todo está bien. Sólo tiene que ir abajo y comenzar la cena. Perritos calientes
de chile serían geniales.

Después de un momento de tensión, la señora McDaniel se apartó y salió de la


habitación, una vez más, tarareando la canción de Roth. Dejando escapar el aliento que
sostenía, me di la vuelta hacia Dean. Tenía en la mano sus auriculares.

—Dean…

—Salgan —dijo, y cuando no nos movimos, levantó la mirada y un escalofrío


recorrió mi piel. Había algo en su mirada vacía—. Salgan.

Zayne se mantuvo firme—. Necesitamos…

—¡Fuera! —Dean se puso de pie e inclinó hacia atrás el brazo, tirando los
auriculares directamente a la cabeza de Roth—. ¡Salgan!

La mano de Roth salió, capturando los auriculares antes de que golpearan su


nariz. El plástico fue aplastado en su puño y luego arrojado al suelo.

—En serio, odio cuando la gente tira cosas a mi cara.

Al chico no parecía importarle. Se dio la vuelta hacia Zayne y corrió a él. Zayne
debió ver algo en su mirada porque cambió de forma. La camisa se rasgó justo en la
espalda y el pecho. Piel de granito sustituyó la carne humana. Alas desplegadas,
parecieron ocupar toda la habitación. Zayne atrapó a Dean y le dio la vuelta, curvando
un gran bíceps debajo de su cuello.

Dean se volvió loco, pateando y arañando el aire mientras se lamentaba en un


flujo constante de latín.

—Fanfarrón—dijo Roth, poniendo los ojos—. Como si necesitaras cambiar.


Zayne lo ignoró mientras los músculos de sus brazos se flexionaban bajo el
cuello de Dean, cortando el sonido inhumano que emanaba del chico. Rápidamente,
Dean se sentó, con los brazos y las piernas caídos. Estaba fuera de combate.

Cambiando de nuevo a su forma humana después de colocar cuidadosamente a


Dean en la cama, Zayne miró su camisa hecha jirones.

—Lo siento, pero no creo que consiguiéramos mucho de él después de eso.

—No obtuvimos mucho de él de todos modos —respondió Roth, curvando el


labio mientras miraba al chico inconsciente. —Todo lo que hizo fue confirmar que
entró en contacto con el Lilin en la escuela.

—Eso es algo, ¿no? —dije.

Ninguno de los chicos respondió. Cuando salimos de la residencia McDaniels, no


pude evitar sentirme un poco derrotada. No sabía lo que me esperaba al venir aquí,
pero no pensaba ver a Dean así. Ninguno de nosotros parecía tener la menor idea de lo
que podría estar escuchando Dean.

Una vez que estuvimos dentro del Impala, Roth se inclinó hacia delante y me
tocó el hombro.

—No debiste decir lo que dijiste allá arriba.

Vi el ceño fruncido de Zayne cuando me giré hacia Roth.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando le dijiste a su mamá que lo podríamos ayudar —dijo, un extraño brillo


serio en sus ojos color ámbar—. No debiste decir eso.

Mi estómago se retorció un poco.

—¿Por qué?

—No creo que lo podamos ayudar. En absoluto.


Traducido por Salilakab & HeythereDelilah1007
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

—T
engo una idea.

Cuando Roth dijo esas palabras al inicio de la clase de


biología el martes, estaba preparada para cualquier
cantidad de locuras, especialmente después de nuestra visita con Dean.

—¿De acuerdo?

—Ya que no fuiste a ningún lugar con Dean ayer, he estado pensando —bajó la
cabeza y habló en voz baja—. ¿Nadie ha revisado el gimnasio o sí?

—No desde esa noche que yo sepa, ¿Por qué?

Sus ojos brillaron—. Quién sabe qué cantidad de evidencia encontraremos ya


que ahí fue donde nació Lilin, no está de más echarle un vistazo, creí que estarías
interesada en una escapada durante el almuerzo.

Abrí mi boca, pero la cerré de golpe, eso era exactamente lo que Zayne me había
pedido que no hiciera. Claro que escaparme al gimnasio en las entrañas de la escuela
no era exactamente huir con Roth.

—Sé que no quieres sentarte y dejar que nosotros nos encarguemos —Me sedujo
y ladeó su cara—. Por lo menos, la Layla que recuerdo era más del tipo de
involucrarse, no alguien que prefiere sentarse al margen.

Mis ojos se estrecharon—. Sé lo que estás haciendo, me estás provocando para ir


contigo.

—¿Está funcionando?

Suspiré—. Sí.
—Perfecto —respondió volteándose hacia la puerta, él la mantuvo abierta para
mí—. Es una cita.

Cuando él se echó a reír, yo sabía que había una buena probabilidad de que iba a
matarlo y esconder su cuerpo detrás de las gradas.

En vez de ir a comer como una persona normal, dejé mi bolso en mi casillero y


me dirigí en la dirección opuesta. Me había pasado la mayor parte de la mañana
diciéndome a mí misma que no estaba haciendo nada malo, y tan pronto como viera a
Zayne después de la escuela le diría que habíamos ido al gimnasio.

El salón estaba vacío y las conversaciones silenciadas por las puertas cerradas,
en lo alto la bandera rojo y dorado ondeaba suavemente mientras el calor la golpeaba,
mientras pasaba el laboratorio de computación la puerta se abrió y salió Gareth
tropezando.

Sus piernas y su cerebro parecían no estar conectados, se tambaleó hacia un lado


apoyándose en un armario, doblando su cintura su barbilla cayó sobre su pecho.

Me detuve mordiéndome el labio inferior. De ninguna manera Garret y yo


éramos amigos, y había estado sorprendida de que él supiera mi nombre cuando me
invitó a ver la práctica de futbol no hace mucho. De acuerdo a Stacey, Gareth
probablemente sabía mi talla de sostén, lo que me ponía los pelos de punta.

Su cuerpo se estremeció mientras arrastraba una respiración profunda.

Pero él estaba en problemas, tal vez... del tipo problemas de Lilin.

Tomando una respiración rápida, me acerqué a él—. ¿Gareth, estás bien?

Gareth dobló un brazo por la cintura y cuando él no respondió, toqué su hombro


ligeramente. Lanzó un golpe hacia arriba, sacando mi mano de su hombro. Ojos
inyectados en sangre se encontraron con los míos.

Di un paso atrás, sacudida, al igual que con Dean detrás de sus venas rojas y
pupilas color avellana, había algo vacío ahí, algo se había ido.

—¿Qué estás mirando, monstruo? —preguntó, y luego se echó a reír—. Rara...


murmuró, riendo mientras arrastraba los pies lentamente hacia la cafetería.
Buen Dios...

Corriendo hacia la escalera, me apoyé en la pared allí y levanté la cabeza al oír la


puerta abierta por encima de mí. Un segundo después, el espacio que estaba vacío
delante de mí estaba lleno de la altura de Roth. Jadeante, me echó para atrás.

—¡Dios! ¿Por qué haces eso? —Presioné mi mano a mi pecho—. Podrías solo
haber utilizado las escaleras.

Él sonrió mientras se balanceó sobre los soportes de sus zapatos deportivos.

—¿Qué hay de divertido en eso?

—No me importa, deja de estarte apareciendo por todos lados.

—Estás celosa de que no puedes hacer eso porque no eres un demonio


impresionante cien por cien, de pura sangre como yo.

Puse los ojos en blanco, pero había una pequeña parte de mí que tenía envidia de
esa capacidad. Dios sabe que sería muy útil cada vez que me encontrara en una
situación que quería escapar.

Ignorando el comentario, me centré en lo importante.

—Creo que Gareth está infectado.

—No puedo decir que me afecta mucho esa posibilidad.

Mis ojos se estrecharon.

—¿Qué? Como he dicho antes, Gareth y su papá están bien encaminados de


pasar una eternidad arañando sus ojos o alguna mierda jodida como esa.

—Gareth puede ser una persona de mierda, pero no merecía perder su alma
—Cuando Roth no parecía inmutarse por la declaración, suspiré—. ¿La vida humana
significa algo para ti?

—Soy un demonio —respondió—. ¿Debería?

Yo lo conocía mejor, sus palabras pueden ser frías y temerarias, pero sabía Roth
era algo más que un demonio. Sin embargo, yo no iba a iniciar la conversación una vez
más. Me dirigí hacia el último vuelo de escaleras, no quería pasar el rato en la escalera
con él y terminar hurgando recuerdos sueltos. Él me siguió, silencioso como un
fantasma.

—La puerta está cerrada —le dije, haciendo un gesto hacia la cadena enrollada
alrededor de la manija—. ¿Se puede romper?

Dando un paso adelante, sonrió diabólicamente por encima del hombro.

—Fácilmente.

Sólo hacía falta que él pusiera las dos manos en la cadena y tirar. El metal cedió
con un sonido metálico.

La facilidad con la que rompió la cadena me hizo pausar. Roth era peligroso, algo
que no podía permitirme el lujo de olvidar.

El aire olía a humedad, el frío se filtraba en el pasillo mientras empujaba la


pesada puerta para abrirla. Al entrar en la oscuridad abismal, buscó un interruptor de
la luz, mientras tarareaba suavemente bajo su aliento.

La presión llenaba mi corazón, apretando hasta secarlo cuando me di cuenta que


estaba tarareando "Paradise City". La canción hizo que mi pecho doliera y deseé poder
tapar mis oídos.

Roth encontró un interruptor y un zumbido bajo retumbó en la habitación. Unas


luces de techo grandes parpadearon a lo largo antes de hacer clic. La luz era tenue y le
tomó unos segundos a mis ojos para que se acostumbraran.

Él ya se había movido hacia adelante, en dirección a la zona cerca del polo de


baloncesto. Todo el material oculto y satánico hace tiempo que había sido retirado,
pero había una maldad que aún permanecía en él, el gimnasio era frío y húmedo. El
lugar me dio escalofríos.

Envolviendo mis brazos a mi alrededor, me arrastré tras Roth notando que las
garras de los demonios habían hecho rodajas finas en el suelo de los estantes, había
habido muchos de ellos esa noche. La zona que había estado conectada estaba negra
por haberse quemado con el fuego que reclamó a Roth y Paimon. Levanté la mirada y
me quedé mirando la espalda de Roth, preguntándome si estar aquí no lo hacía sentir
nada.

Se arrodilló, pasando la mano por el suelo, dejando a un lado la suciedad y el


polvo—. Así que... ¿Tú y Piedrota?
Suspirando, me acerqué a su alrededor y la línea blanca tenue que marcó donde
se había dibujado el pentagrama. Escaneando la zona, no era difícil verme a mí misma
allí, chillando. Tomé una respiración profunda.

—¿Van a tener citas? —preguntó, sin inmutarse por mi silencio.

Me agaché cerca de donde habían sido atados mis brazos. Quemada, la cuerda
deshilachada permaneció, yacía olvidada.

—No hablaré contigo acerca de Zayne.

—¿Por qué no?

Comprimiendo mis labios, levanté mi mirada y me encontré con la suya. Él


arqueó una ceja, y yo negué con la cabeza. Volviendo mi atención hacia el suelo,
examiné intensamente.

—Tú y Piedrota han estado realmente cerca, me imagino —continuó,


enderezándose—. Comiendo juntos, tal vez yendo al cine...

—Vivimos juntos, Roth. Salir y comprar comida no es tan inusual.

Él hizo un sonido con la lengua contra los dientes.

—Ah, pero es más que eso, ¿no es así? Sobre todo por la forma en que Piedrota
me advirtió de ti... dos veces.

—¿Dos veces? —Pasé los dedos por el suelo.

—Una vez en el restaurante al que habían ido —dijo, su voz cerca. Cuando miré
por encima de mi hombro, estaba de pie detrás de mí. Yo ni siquiera lo había
escuchado moverse—. Y luego la noche del sábado, cuando nos encontramos.

—Lo sé —Me volví hacia el suelo, ignorando el estremecimiento de la conciencia


que vino de lo cerca que estaba.

—Oh ¿así que te dijo? —Roth tomó un puñado de mi pelo, tirando suavemente la
cabeza hacia atrás. Entrecerré mis ojos y recuperé mi pelo, él me sonrió—. ¿Te dijo lo
que me dijo?

—Realmente no quiero saber.

Roth se arrodilló a mi lado, tan cerca que su muslo presionó en los míos.
—Me dijo que tenía que alejarme de ti.

—En serio —Murmuré.

—Sí. —Su aliento bailó sobre mi mejilla, y me puse rígida—. Y también me dijo
que no me perteneces.

Gire mi barbilla bruscamente hacia él y pareció que estábamos cara a cara.

—Bueno, la última vez que lo comprobé, yo no lo hacía.

Su sonrisa disminuyó—. ¿Y sabes qué más dijo?

—¿Si me dices dejarás en paz el tema?

Bajó la barbilla—. Claro.

No lo creí ni por un segundo, echándome hacia atrás me obligue a sostenerle la


mirada

—¿Qué Roth?

—Dijo que tú... —Golpeó el borde de mi nariz—, ...le perteneces.

Mi boca se abrió mientras lo miraba fijamente—. No te creo.

Se encogió de hombros.

—Algo así nunca saldría de su boca... —La frustración estaba repartida en mí


como un sarpullido por calor—. Nunca.

Los labios de Roth estaban fruncidos.

—Tú me puedes creer o no, pero me doy cuenta de que no estás negando nada.

Mi primer impulso fue el de negarlo, pero mientras continuamos mirándonos


fijamente, la rabia tomó ventaja.

—¿Porque siquiera estamos hablando de esto?

—Pura curiosidad. —Se levantó fluidamente, frotando una mano sobre su


camiseta de Pink Floyd—. Yo solo creo que es… genial lo rápido que has seguido
adelante.
Parpadeé una vez y luego otra, creyendo que no lo había escuchado bien, y luego
me di cuenta de que lo había hecho, y quería golpearlo con mi puño entre las piernas.

—¿Hablas en serio?

Las cejas de Roth se fruncieron.

—¿Me veo como si no estuviera siendo serio?

—Tú crees que es genial que haya seguido adelante tan rápido. ¿Cierto?
¿De qué? —me puse de pie—. ¿De qué exactamente estoy siguiendo adelante?
Según tú, lo que sea que hayamos tenido no importó y nunca lo hará. Todo para
lo que yo fui buena era para reducir tu aburrimiento, ¿recuerdas?

—Me disculpé por decir eso —se defendió él, sus ojos destellando en un amarillo
brillante—. ¿Quieres que me disculpe otra vez?

—¡No! —di un paso adelante, respirando pesadamente—. Déjame hacerte una


pregunta. ¿Quieres estar conmigo, Roth?

Sus pupilas se dilataron mientras él daba un paso atrás—. ¿Qué?

—Responde a la pregunta.

Él retrocedió de nuevo, lejos de mí, su pecho alzándose profundamente.

—Esto no es sobre lo que yo quiero.

—Lo que sea, Roth. —Yendo hacia adelante, lo empujé con mi dedo en el
pecho—. Me gustabas, de verdad me gustabas y cuando te fuiste y pensé que estabas
siendo torturado en una fosa de fuego, me hizo daño…

—Layla…

—¿Qué? — grité

Sus ojos crecían brillantes, como piscinas doradas.

—Eres sexy cuando estás enojada.

Quedé boquiabierta y reaccioné sin pensar. Soltando un chillido agudo, golpeé


mis manos contra su pecho fuerte. Atrapado con la guardia baja, se tambaleó hacia
atrás.
—Eres tan malditamente molesto.

Roth llevó su cabeza hacia atrás, riendo fuertemente. Cuando finalmente se


calmó, su sonrisa tardó en deslizarse de su rostro.

—Pero hablando en serio, si yo sí te quisiera… —Él estaba de repente justo


frente a mí y sus dedos se extendieron por el costado de mi rostro. El toque suave me
dejó plantada en donde estaba. Tanta frustración reprimida explotó como una bola de
cañón, haciéndome tambalearme. —Si yo sí te quisiera, ¿todavía lo querrías a él?

Lo miré fijamente por un momento y luego me alejé, rompiendo el contacto


entre nosotros. Esa pregunta… bueno, me enojaba y también me ponía los pies en la
tierra, porque ¿cómo podía contestar eso? No podía. No era una pregunta justa,
porque nunca había llegado a tener realmente a Roth, y había conocido a Zayne
prácticamente toda mi vida. En lo que se refería a ellos dos, todo estaba muy
enredado.

—Está tan mal preguntar eso— susurré, mi voz temblando. —Es incluso cruel.

Una emoción feroz y tormentosa atravesó su rostro y luego se fue tan rápido
como había aparecido. Asqueada con él y conmigo misma, volví a concentrarme,
trayendo de nuevo mi atención al piso, y encontré lo que estaba buscando. El agujero.
Los bordes estaban mellados, como si ácido hubiese quemado directamente a través
del piso. Un poco perturbador, considerando que había sido mi sangre la que había
hecho eso.

—No hay nada aquí arriba. —Roth miró a su alrededor, sus cejas levantadas—.
Excepto por el hedor de sueños rotos y potencial desperdiciado.

Fruncí el ceño ante eso.

—¿Pero qué hay de ahí abajo?

Su mirada cayó en mí.

—Buena chica. Ahí es adonde tenemos que dirigirnos.

—No soy un perro —gruñí, levantándome mientras limpiaba mis manos en mis
jeans—. ¿Por qué no simplemente lo sugeriste desde el principio?

Roth no respondió mientras salía, caminando directamente hacia una de las


puertas laterales. Fantaseé sobre sobre saltar y patearlo en la cabeza mientras lo
seguí. Ninguno de los dos habló mientras entrabamos en otra vieja y olvidada escalera
que llevaba a un antiguo y anticuado vestuario.

El olor a moho y a algo… crujiente me asaltó. Ni siquiera quería respirar esa


combinación. Aunque diferente al rango de fetidez de un zombi, esto olía igual de
nauseabundo.

Él encontró otro interruptor y solo unas cuantas luces florecientes respondieron.


Fila tras fila de grises y solitarios casilleros nos saludaron. La mitad de las bancas
estaban rotas o podridas, y habían extrañas manchas oscuras sobre los casilleros, pero
cuando Roth se les acercó, gruñó.

—Baba— dijo él, su labio curvándose con disgusto.

Acerqué una de las bancas. Una sustancia blanca y pegajosa bajaba por las patas
de metal. A través del tablero, la materia goteaba hasta el piso, espesa y lenta, como la
miel o el jarabe. Tragué.

—¿Esto es ectoplasma?

—Sí, y un montón de él. —Roth se movió hacia un lado rápidamente, casi


poniendo sus botas sobre el charco asqueroso—. Creo que estamos sobre algo.

—¿En serio? —murmuré secamente.

Él resopló.

—Es increíble que nadie en la escuela haya notado esto. —Escaneando las
paredes cubiertas de baba, rió sin humor—. Sería un poco difícil de explicar.

—Nadie tiene ninguna razón para venir aquí abajo. —Me moví hacia adelante,
con cuidado de no pisar nada considerable pegajoso—. ¿Qué significa todo esto?

Roth dejó salir un suspiro.

—Realmente no lo sé. Hay algunos bichos que dejan ectoplasma. Ninguno que
deba estar en una preparatoria.

Caminando hacia adelante, traté de hacerme una idea de donde había aterrizado
el goteo de la sangre del ritual en esta planta del edificio. Después de algunos
segundos, me di cuenta de que debía de haber caído en algún lugar en las duchas.
Las encontré con los ojos y me dirigí hacia ellas. La luz allí parpadeaba
esporádicamente. Enderezando mis hombros, obligué a mis pies a moverse y con
cautela entré en las duchas abiertas. La mayoría de los grifos y de los rociadores
habían sido removidos de las paredes, dejando atrás huecos abiertos. Más mugre
goteó, deslizándose por la pared.

Esto… Esto era realmente asqueroso.

—El olor es definitivamente peor aquí… oh, y ahí tienes la razón —Roth puso
una mano en mi espalda y me giré hacia lo que él estaba mirando.

—Dios santo —dije, mis ojos moviéndose.

En la parte de atrás de las cabinas de las duchas, un desastre de… algo colgaba
desde el techo como tentáculos blancos grisáceos que me recordaban a una telaraña.
Solo que tendría que ser una araña con esteroides para crear algo tan masivo. Entre
las cuerdas estaba enredado un capullo, su carcacha blanca desgarrada abierta en el
centro. La vaina estaba doblada hacia afuera, del color del periódico viejo con una
oscura y aceitosa sustancia salpicada a lo largo.

Se veía como algo salido directamente de una película de ciencia ficción.

Levantando mi vista, me di cuenta de que la red estaría aproximadamente donde


el hueco del piso de arriba estaba… donde yo había sido amarrada y donde la sangre
que brotó había caído al suelo.

—¿Eso es de lo que es capaz mi sangre? — pregunté.

—Supongo que lo es bajo ciertas circunstancias. —Roth caminó hacia


adelante—. Bastante genial si te detienes a pensarlo.

Arrugué mi nariz.

—No hay nada genial acerca de mi sangre creando un capullo que se ve como
algo salido de Alien.

—Gran película, por cierto. No las secuelas, sin embargo. —Cuando gemí, él me
mandó una sonrisa malvada sobre su hombro que, a pesar de todo, hizo que mi
estómago revoloteara—. Obviamente, aquí es donde nuestro cercenado bebé Lilin
creció.

—¿De un capullo?
Él asintió.

—Nadie sabe mucho sobre el Lilin. Como madura, como se ve o cualquier cosa
por el estilo. Pero ¿qué más podría ser esto?

—Debe haber algo ahí que pueda decírnoslo. —No me acerqué más porque estar
en la habitación con esa cosa era lo suficientemente malo.

—¿Qué hay del Vidente? —pregunté, pensando en el niño que habíamos


conocido antes que hacia comunión con Xbox y los ángeles… o algo.

Roth rió alegremente.

—Esta vez, creo que tomará más que un Pollo Perdue para de que nos de ese
tipo de información.

—¿Qué es lo que quiere? —frustrada, cambié mi peso—. No sabemos nada. De


nuevo. Y todo este pequeño viaje de campo prueba que mi sangre tiene la habilidad de
crear capullos repugnantes.

Él se dio la vuelta, la cabeza inclinada hacia un lado.

—Lo que sí prueba es que el Lilin vino de aquí, que el Lilin estuvo aquí, pequeña.

Levanté mis manos—. ¿No sabíamos ya eso?

No hubo una respuesta mientras se volteaba de vuelta hacia el capullo.

—Esto tiene que ser la prueba del Lilin, porque no sé…

—¿Quién está ahí? —Una voz retumbó todo el camino entre las duchas,
enrollándose a mí alrededor—. ¿Quién está aquí abajo?

Mis ojos se ampliaron mientras me volteaba hacia Roth, quien se encogió de


hombros. Qué útil. Antes de que incluso pudiera decidir qué hacer, una sombra
apareció en la amplia entrada y mi aliento quedó atrapado mientras un hombre
entraba en la habitación.

Él estaba en sus treintas, tenía el cabello cobrizo y una gran cantidad de pecas.
No lo reconocí, pero el uniforme azul oscuro y el llavero alrededor de su cinturón lo
delataron. Era el conserje.
Su vista se quedó atrás de mí, y sentí a Roth moverse más cerca. Sin mirarlo,
supe que había caminado a mi lado con la gracia pura de un depredador que haría que
cualquier humano o no humano se moviera con cautela.

El conserje dobló sus manos sobre su pecho.

Roth dejó caer su brazo sobre mis hombros y me enjauló a su costado. Me


endurecí mientras él deslizaba su mano por mi espalda, enrollando su mano en mi
cabello.

—Estábamos buscando un lugar privado… usted sabe, para que así pudiéramos
estar a solas —él bajó su cabeza hacia la mía, mandando mechones del color del
cuervo sobre su frente—. Luego vimos todo esto y como que nos distrajimos por lo
raro que es todo. ¿No es cierto, cariño?

Mi mandíbula dolía por lo fuerte que la estaba apretando. Lo que Roth estaba
haciendo era completamente innecesario. Lo había visto meterse en la mente de las
personas y mandarlas correteando en la dirección opuesta con unas pocas y bien
elegidas palabras. ¿No acababa de hacer exactamente eso con la Sra. McDaniel?
Tocarme no era necesario.

Pero dado que habíamos empezado este juego…

Deslicé mi mano alrededor de su cintura, enterrando mis dedos en su costado.


Cuando un sonido bajo de advertencia salió de su pecho, sonreí ampliamente.

—Sí. Tan cierto, corazón.

El conserje resopló—-. Sí, está bien.

No exactamente la respuesta que estaba esperando. Empecé a separarme, pero


el agarre de Roth se hizo más fuerte. Mientras el conserje desdoblaba sus brazos,
finalmente pude ver el nombre cocido en el frente de su bolsillo. Gerald Young.

—No hay necesidad de inventarse historias —rodando hacia arriba su manga,


reveló un tatuaje en tinta negra, cuatro bucles unidos por un círculo pequeño. Me
recordó a un molinillo, y algo sobre él me era vagamente familiar. Cuando volvió a
mirar a nosotros, sus ojos eran del color de las cerezas cálidas. —Era hora de que
alguien chequeara el desastre de aquí abajo.

Roth succionó aire y murmuró—: Bruja.


Traducido por otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

B
ruja.

Me quedé boquiabierta ante el conserje. Si mi habilidad no se hubiese


estropeado, puede que hubiese sabido que había algo diferente en él,
porque las auras de las brujas —una bruja de las de verdad verdad—
tenían que ser diferentes. Porque una bruja de verdad era capaz de algunas cosas
realmente geniales: conjuros, hechizos de curación, crear fuego de la nada y en
general cosas asombrosas e imposibles, lo cual me daba envidia de, bueno, todas esas
cosas asombrosas e imposibles. Pero nunca antes había visto una bruja. La
probabilidad de ver a una en estos días tenía que ser igual a ganarse el premio súper
gordo de la lotería o realmente divisar al monstruo del Lago Ness.

—¿De verdad eres una bruja? —dije, sonando un poco estúpida—. Pensaba que
la mayor parte de su especie se había extinguido. —Así como durante la Edad Media…

Una sonrisa irónica se formó en los labios de Gerald.

—Todavía estamos vivitos y coleando. —Bajándose la manga, su mirada se


desvió hacia Roth—. Pero somos cuidadosos.

—Comprensible —respondió Roth. Finalmente quitó su brazo, y puse unos


treinta centímetros de espacio entre nosotros—. Los Guardianes nunca han visto con
muy buenos ojos a las brujas, ¿ahora tienen que hacerlo?

Fruncí el ceño, y éste se intensificó cuando Gerald asintió y dijo:

—No, señor.

—¿Por qué? —No se sabía mucho sobre las brujas. O por lo menos no había
puesto mi esfuerzo en descubrir más sobre ellas.
—Las brujas no están portando todo el ADN humano. —Roth miró a Gerald con
una medida de respeto—. A pesar de que no reclaman su otra mitad, las brujas tienen
sangre demoníaca en ellas.

Mi cabeza se giró hacia él bruscamente.

—¿Qué?

Roth asintió.

—Las brujas son los descendientes de los demonios y los seres humanos, nena.
No es que estén excepcionalmente orgullosos de ese pequeño hecho. A veces son
primera generación, y otras veces, tuvieron un demonio en la familia en algún lugar
muy atrás. La sangre podría no ser tan fuerte, pero está ahí. ¿De qué otra forma crees
que consiguen esas impresionantes habilidades mágicas?

Parpadeé rápidamente.

—No sabía eso.

—¿Qué hay de ti? —Roth se inclinó hacia delante—. ¿Gerald? ¿Eres de primera
generación o fue un bisabuelito metiendo la pluma donde no se suponía que lo
hiciera?

Pensé que era extraño que Roth no supiera automáticamente lo que era Gerald
con toda su impresionante grandeza demoniaca.

Gerald debe haber leído mi mente, porque su sonrisa se elevó un tanto.

—Los demonios no pueden detectarnos. Tenemos encantos que lo impiden,


porque realmente no estamos en el Equipo Demonio. Más como en el Equipo Madre
Tierra, pero para responder a tu pregunta, fue una abuela: una Fiend. Tuvo una hija
que era una bruja. Esa bruja era mi mamá.

Roth se balanceó hacia atrás mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

—Genial. De todos modos. Volvamos a lo que sea que es esto. —Él hizo un gesto
con la cabeza hacia el espeluznante capullo—. ¿Estoy asumiendo que sabes que eso no
es normal?

Él se rio secamente.
—Para nada. He estado vigilándolo desde que lo encontré: hace
aproximadamente unas dos y media o tres semanas. —Su mirada se posó en mí, y mis
hombros se desplomaron—. No estoy seguro de lo que es. Tampoco lo sabe nadie en
mi aquelarre, pero eso no es todo.

—¿No lo es? —murmuró Roth—. Oh, estupendo.

—Nop. —Se dio la vuelta—. Síganme.

Le eché un vistazo a Roth y él asintió. Decidiendo llevar esto a cabo, seguí a


Gerald de nuevo a la sala principal. Era un poco extraño que Gerald supiera lo que
éramos… lo que yo era. No debería hacerme sentir extraña, pero antes siempre había
tenido el control a la hora de olfatear lo no-tan-normal.

Gerald dio un paso alrededor de la baba recubriendo un banco y se detuvo frente


a un casillero cerrado.

—Todo este ectoplasma no puede ser bueno, ¿verdad? Al principio pensé que
tenía que ver con esa cosa de allí, pero ahora no estoy tan seguro.

Roth dio un paso adelante, estirando al máximo el cuello.

—¿Por qué no?

—Es más fácil simplemente mostrárselo. —Haciéndose a un lado, metió la mano


en su bolsillo trasero y sacó un pañuelo rojo. Usándolo, con cuidado y muy lentamente
abrió la puerta.

—Infiernos —murmuró Roth.

Siendo increíblemente bajita, no podía ver alrededor de ninguno de ellos.


Suspirando, me moví al otro lado de Roth e inmediatamente deseé no haberlo hecho.

Apretujada en el casillero había una cosa, una criatura que nunca antes había
visto. Su cuerpo era del color de la leche en mal estado: blancuzco y con cierto aspecto
grumoso. Sin pelo visible ni definición en su esbelta y alta figura. Parecía tener casi
dos metros de altura y poco más de medio metro de ancho. Con los brazos cruzados
sobre su pecho y su cabeza inclinada hacia abajo. Sin rasgos faciales en absoluto.
Habíamos encontrado la fuente de la baba. El pegajoso líquido blanco goteaba de sus
pies apenas formados.

Mi estómago se revolvió.
—¿Qué demonios es eso?

—Buena pregunta. —Gerald cerró la puerta silenciosamente—. No es la única.


Casi cada casillero aquí tiene una dentro.

—Oh... —Mis ojos se ensancharon—. ¿Y no pensaste en decir algo?

—¿A quién? —Gerald se volteó hacia nosotros, con ojos penetrantes—. Los
Guardianes probablemente nos matarían en el acto por la sangre que portamos y los
demonios probablemente nos matarían por deporte. Y no tengo idea de qué son estas
cosas. Tampoco lo sabe nadie en nuestro aquelarre. No vamos a matar
indiscriminadamente a estas cosas.

—Ecologistas —murmuró Roth, lo que le valió una mirada dura—. Lo que hay en
ese casillero no es Santa Claus ni el condenado Conejito de Pascua.

Un escalofrío bailó por mi espina dorsal. Tenía un presentimiento realmente


malo sobre esto.

—Y tal vez si supieras qué era ese capullo, entonces entenderías que esto…
—continuó Roth, agitando su mano hacia los casilleros—, …no es algo que quieras
plagando una escuela llena de seres humanos.

Los hombros de Gerald se pusieron rígidos.

—Ese capullo es el de un Lilin naciendo.

Cuando esas palabras salieron de su boca, la sangre se drenó del rostro de


Gerald y pareció desfallecer.

—¿El Lilin?

—¿Sabes del Lilin? —pregunté, saltando sobre eso—. ¿Algún detalle específico?

Él asintió con entusiasmo.

—Algunos de los aquelarres, los más extremos, no el nuestro, sino otros, creían
que a Lilith le tocó la parte más escalofriante del trato. Que ella es la madre de todos
nosotros.

Arqueé una ceja ante eso.


—No adoramos a Lilith, nosotros no, pero... —Él miró hacia atrás a través de la
puerta que llevaba a las cabinas de las duchas—. ¿Un Lilin aquí?

—Eso creemos. Por razones obvias, nos gustaría encontrarlo. —Los ojos de Roth
se entrecerraron—. ¿Pero qué, Gerald? Ibas a decir algo más.

Él tragó, repentinamente nervioso.

—Hay un aquelarre cerca de Bethesda que rinde culto a Lilith. Si alguien sabe de
un Lilin...

—O si un Lilin ha buscado refugio... —Mi corazón saltó de emoción—. Éste iría


con ellos, porque tal vez simpatizarían con él.

Gerald comenzó a sudar.

—Pero ustedes no entienden. Ellos no son como yo o como mi aquelarre.

Le eché un vistazo a Roth y él sonrió, mostrando una hilera de dientes blancos.

—En otras palabras, son las brujas malvadas del oeste.

—Sí, y sé lo que están pensando, acerca de ir a ellos. Yo no lo aconsejaría. Le


darían la bienvenida a él. —Asintió hacia Roth—. ¿Pero a ti? Eres parte Guardián.
Puedo notarlo. Te desollarían viva.

Empecé a decirle que también era la hija de Lilith, por lo que deberían amarme
totalmente y abrazarme, pero Roth me lanzó una mirada de advertencia.

—¿Cómo podríamos encontrar a este aquelarre?

Él inhaló profundamente.

—Tienen un club cerca del Cine Row. Sabrán cuál por el símbolo. —Gerald
señaló la marca que la manga ahora ocultaba—. Con quién ustedes necesitan hablar,
su vieja bruja, estará allí durante la próxima luna llena. Y ni siquiera piensen en llevar
a un Guardián con ustedes. Con ella será lo suficientemente malo.

Los labios de Roth se curvaron en una deliciosa sonrisa mientras volteaba sus
dorados ojos danzarines hacia mí.

—Eso es perfecto.

Geeenial.
—¿Pero volviendo a esas cosas en los casilleros? —Todo serio de nuevo, Roth
fijó a Gerald con una mirada dura—. Son Nocturnos en metamorfosis, y detesto pensar
en cuántos de ellos podrían estar desarrollados.

Mi estómago cayó cuando el terror golpeó directamente a través de éste. Los


Nocturnos, como los Hellion y los demonios Rack, eran criaturas demoníacas que se
creaban en el Infierno y estaban prohibidas en la superficie. Además del hecho
evidente de que no parecían humanos ni por asomo, eran extraordinariamente
peligrosos. Como los Hellion, eran fuertes y feroces, pero aún peor era el veneno que
llevaban en su saliva, el cual podía paralizar a sus víctimas.

De ese modo el Nocturno podía alimentarse de ellas mientras estaban vivas. Eso
es lo que hacían allá abajo, torturando a sus presas por una eternidad en el Infierno.

Y no eran mordedores como lo eran los demonios Poser. Tenían esta


impresionante cosa de escupir proyectiles, como esos pequeños dinosaurios
espeluznantes en las películas de Jurassic Park. Si su saliva te alcanzaba la piel, las
cosas iban cuesta abajo rápidamente.

Gerald echó un vistazo por encima del hombro.

—No lo sabía. Ninguno de nosotros sabía lo que eran estas cosas.

—Obviamente —murmuró Roth—. Tenemos que acordonar esta área y…

Un fuerte estruendo nos sobresaltó. Girando alrededor, contuve el aliento


mientras buscaba la fuente del ruido. El sonido se hacía eco, haciendo difícil
determinar de dónde venía.

—¿Podría cualquier otra persona estar aquí abajo? —pregunté, ya temiendo la


respuesta.

—No. —Gerald se pasó el dorso de la mano por la frente—. Nadie viene aquí
abajo. Yo sólo lo hice por accidente cuando descubrí esto.

Roth frunció el ceño al oír el sonido de crujido metálico, un traqueteo de bisagras


viejas. Un estremecimiento se abrió camino a través de mí. Hubo un momento de
silencio, y luego el sonido de pesadas pisadas constantes.

—¿Tienes algún poder súper especial de brujas que debamos tener en cuenta?
—preguntó Roth.
Gerald negó con la cabeza.

—Sólo soy bueno con encantos y hechizos: como cosas de amor y fortuna.

¿Hechizos de amor? Eso animó mi interés por alguna extraña razón, pero ahora
realmente no era el momento de investigar eso más a fondo. Los pasos se acercaban,
localizándose en la otra fila de casilleros, y el mentón de Roth cayó.

—Entonces es mejor que saques tu trasero de aquí.

Di un paso hacia atrás, evitando la baba en el suelo. Sus ojos brillaban de un


intenso color ámbar cuando se encontraron con los míos.

—Y tú también tienes que irte.

—No —dije, respirando hondo—. Estoy entrenada, tú… guao.

La cosa había rodeado el final de los casilleros, y estaba completamente en


pelotas. No es como si eso fuese lo más inquietante de la criatura.

Tenía la forma de un hombre, con más de dos metros de altura estando de pie.
Sus músculos ondulaban bajo una brillante piel color piedra de luna. Dos gruesos
cuernos sobresalían de la parte superior de su cabeza, curvándose hacia adentro. Las
puntas eran afiladas, y no tenía duda alguna de que si la cabeza de este Nocturno
embestía a alguien, no terminaría lindamente. Las pupilas como las de un felino
estaban montadas en irises del color de la sangre. Y sonreía, mostrando dos colmillos
afilados.

Roth era tan condenadamente rápido.

Bajando de repente, sacó dos instrumentos largos y delgados de los costados de


sus botas. Espadas de hierro. Yo no tenía idea. Vaya. El hecho de que llevara algo tan
mortal para su propia especie... en cierto modo era realmente fantástico.

Se estrelló contra el Nocturno, empujando sus espadas en su sección media. El


Nocturno rugió, golpeando a Roth a un lado. Golpeó un casillero con un gruñido. El
metal cedió, y él dejó caer las espadas. Una aterrizó en la porquería, la otra se deslizó
por el suelo.

—Benditos sean —murmuró Gerald, dando marcha atrás.


Empujando el amargo temor que era inútil, me lancé por el suelo, levantando de
un golpe una espada. Roth había envuelto un trapo negro a lo largo del mango, pero
todavía podía sentir el calor del hierro mientras me levantaba.

Roth me gritó, y la adrenalina puso mis sentidos a toda marcha cuando el


Nocturno se volteó hacia mí. Inclinó la cabeza hacia un lado, olfateando el aire a través
de fosas nasales en forma de toro, como si no pudiera comprender qué era yo.

Embistiendo al Nocturno, me quedé corta cuando éste simplemente desapareció


y luego reapareció detrás de mí. Me di la vuelta. Dos perforaciones en su musculoso
estómago goteaban una sustancia blanca.

Me balanceé hacia el Nocturno, y dejó de existir, reapareciendo unos pasos a la


izquierda. Agachándome como Zayne me había enseñado, fui por las piernas de la
criatura, recordando justo entonces que la cosa estaba real y legítimamente desnuda.

Guácala.

Antes de que mi patada pudiera conectar, el Nocturno se agachó hacia un lado,


abriendo su boca. Me tambaleé hacia la derecha cuando un chorro de líquido blanco
con olor ácido salió disparado de su boca. Momentáneamente distraída por eso, no me
moví lo suficientemente rápido cuando balanceó una pesada mano con garras. Salté
hacia atrás, pero sus garras surcaron la parte delantera de mi suéter, desgarrándome.
El aire salió de mis pulmones cuando mis ojos se encontraron con los de la cosa. Hubo
una rápida sensación de ardor, y luego el Nocturno se tambaleó hacia un lado.

Se giró sobre Roth. Moviéndose inquietantemente rápido, atrapó la otra espada


que Roth ahora tenía en la mano y la partió en dos.

—Mierda —murmuró Roth.

Entonces tenía su mano alrededor de la garganta de Roth, levantándolo del


suelo. Su cuerpo vibraba a medida que ladeaba la cabeza hacia atrás, dejando al
descubierto unos letales colmillos, preparando otra venenosa rociada. Aferrando las
rollizas muñecas, Roth haló sus piernas hacia arriba y usó el pecho del Nocturno como
trampolín. La acción rompió el agarre de la criatura, y Roth cayó al suelo, saltando de
nuevo a sus pies.

Corrí alrededor del banco podrido, golpeando al aturdido Nocturno en la espalda


con el tipo de patada de la que Zayne habría estado orgulloso. Levanté de nuevo la
mano que sostenía la espada, preparada para entregar al gilipollas de nuevo al
Infierno con una puñalada directa al corazón.
El Nocturno desapareció de pronto, y golpeé el suelo, agarrándome a último
momento antes de que plantara el rostro en un montón de porquería. Reapareciendo
encima de mí, me agarró por el pescuezo y me despegó del piso.

Bambi se movió a través de mi estómago cuando el dolor explotó por mi espina


dorsal por el implacable agarre, pero balanceé la pierna hacia atrás, conectando mi pie
donde contaba. Aullando, el Nocturno me dejó caer y se inclinó, doblegándose.

Aterricé en mis pies y di la vuelta, viendo a Roth viniendo detrás de él. Sin perder
un momento de tener el control, golpeé la espada de hierro en su pecho, saltando
hacia atrás rápidamente. Niebla blanca salió a raudales de la herida, burbujeando en el
aire. El aullido del Nocturno terminó abruptamente cuando estalló en llamas. En
cuestión de segundos, no quedaba más que un trozo de piso chamuscado.

Respirando pesadamente, di un tambaleante paso hacia atrás mientras bajaba la


espada. Mis ojos se encontraron con los de Roth. Parecía perturbado mientras me
miraba fijamente.

—¿Qué? —resoplé.

Él negó con la cabeza lentamente.

—Olvidé que podías luchar. Y olvidé lo increíblemente sexy que es.

Mis ojos se encontraron con los suyos por un momento y entonces eché un
vistazo hacia los casilleros, luego hacia donde Gerald se había pegado contra una
pared. Una mirada de horror abyecto llenaba su expresión.

—¿Dijiste que casi todos estos casilleros están llenos de esas cosas?

Gerald asintió.

Con mi estómago desplomándose, enjugué la fina capa de sudor de mi frente.

—Eso es un problema.

—Yo podría vaciarlos —sugirió Roth.

—¿Qué pasa si hay más a punto de despertar? No hay manera de que puedas
enfrentarte a más de una de estas cosas a la vez.

Él frunció el ceño.
Suspiré.

—No seas un idiota. No tiene nada que ver con tus habilidades. Apenas si
pudimos enfrentarnos a uno de ellos juntos. —Pasé mi mirada rápidamente a Gerald.
Algo de color estaba regresando a su rostro—. Lo siento, pero tenemos que involucrar
a los Guardianes en esto. No voy a decirles sobre ti, pero me aseguraré de que
permanezcas oculto mientras estén aquí.

Gerald asintió de nuevo.

Roth deslizó su espada ahora rota de nuevo en su bota y luego caminó


sigilosamente a través de la habitación. Sin decir una palabra tendió la mano, y le
entregué la otra espada.

—¿Por qué habrán tantos aquí abajo? Tiene que ver con el Lilin, ¿verdad?

—Tiene que ser. —Una mirada preocupada apretó sus rasgos—. A menos que el
capullo en realidad no sea de un Lilin.

Un dolor sordo repuntó en mis sienes mientras lo miraba.

—Pensé que estabas seguro de que era de un Lilin.

—Lo estaba, pero... —Miró a los casilleros por un momento y luego frunció el
ceño. Volteándose de nuevo hacia mí, arrugó el ceño mientras se inclinaba. Demasiado
cerca.

Di un paso atrás, dejando un espacio entre nosotros.

Roth siguió, bajando sus pestañas por un momento. Cuando levantó la vista de
nuevo, sus ojos eran brillantes como el cristal.

—¿Estás herida?

—No. Sí. —Miré hacia abajo a mí misma, viendo los desgarros en mi suéter de
lana gruesa. Sin embargo no me dolía el estómago—. No estoy segura.

Su intensa atención se hizo más fuerte.

—Nena…

Estirándose hacia mí, di un paso atrás.

—Estoy bien. ¿Recuerdas? Acabo de matar a un Nocturno.


Sentía como si él debiese estar más centrado en eso. Medio me sentía como una
ninja.

—Tienes que dejarme revisarte otra vez. —Se puso todo manoseador de nuevo,
esta vez arreglándoselas para envolver sus dedos alrededor del borde de mi suéter. La
tela fue tensada, revelando los tres desgarros dentados.

Él dejó escapar una áspera maldición.

—¿Te rasguñó?

—¡Oye! —Le pegué en las manos, pero no más de un segundo después, él reveló
la camiseta sin mangas de color blanquecino que había llevado debajo del suéter.
Estaba salpicada de rojo justo encima de mi ombligo.

—Layla —susurró, yendo por ese pedazo de tela a continuación.

—¡Detente! —espeté—. ¡He tenido suficiente de ti, Gropey McGropers! Estoy


bien. Ni siquiera me duele el estómago. Sólo es un rasguño.

Gerald todavía estaba pegado contra la pared.

La mandíbula de Roth se tensó mientras me fulminaba con la mirada.

—Tienes que dejar de actuar como una tonta. Un Nocturno…

—Nada de su veneno me alcanzó.

—Pero te rasguñó. —Habló como si yo fuese una niña de cinco años que no
entendía la lógica—. Tengo que llevarte de nuevo a mi casa donde puedo…

Mi risa odiosamente áspera lo interrumpió.

—¡Qué cara dura eres! ¿De verdad crees que voy a caer con eso?

—Layla…

—Cállate, Roth. En serio. —Lo rodeé echa una furia y me dirigí a las escaleras,
deteniéndome el tiempo suficiente para enfrentar a un Gerald de aspecto
petrificado—. Traeré a los Guardianes aquí abajo tan pronto como sea posible.

Tragando con fuerza, él exhaló ásperamente.

—Me aseguraré de que nadie más venga por aquí.


Rezando para que pudiera despertar a todos los Guardianes y que pudieran
bajar aquí pronto sin causar un gran revuelo, me apresuré a subir los escalones. En el
momento en que llegué al último, mi piel se sentía húmeda y pegajosa y yo estaba sin
aliento. Tenía que ser la adrenalina de la lucha. No podía ser por mi estómago, ya que
ni siquiera me dolía.

Abrí las puertas y caminé a través del maloliente, húmedo y oscuro gimnasio
cuando Bambi empezó a deslizarse por mi pierna.

—¡Layla! ¡Detente ahora mismo!

La autoridad en su voz, la audacia de emitirme una orden me hizo dar la vuelta,


pero cuando me detuve... la habitación siguió girando, un caleidoscopio de grises y
negros.

—Eso no está bien.

—¿Qué? —El rostro de Roth se volvió borroso.

Los bordes de mi visión se oscurecieron.

—Oh mierda.

Fui vagamente consciente de Roth saliendo disparado hacia adelante cuando mis
piernas simplemente dejaron de funcionar. Se doblaron debajo de mí y luego no había
nada.
Traducido por Auro Kyle
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

C
uando abrí los ojos, estaba mirando el perfil pétreo de Roth, y él estaba
enfocado hacia el frente, con las manos y sus nudillos blancos en el
volante. Me acurruqué en el asiento delantero de su Porsche.

Arrastré el aliento. Mis pensamientos eran turbios—. ¿Qué...?

Me miró y algo así como preocupación irradiaba de su mirada dorada.

—Ya casi llegamos, pequeña.

—¿Cómo...? —Tragué saliva, pero mi garganta se sentía reseca. Me acordé de lo


que pasó, pero no tenía idea de cómo había terminado en su automóvil—. ¿Cómo... me
sacaste de la escuela?

Un lado de sus labios se curvó cuando él volvió su atención a la carretera.

—Tengo habilidades.

Había una buena posibilidad de que la escuela iba a llamar a casa desde que me
estaba perdiendo mis clases de la tarde, y mi corazón latía con lentitud. Más aún por a
donde podía estar llevándome. Traté de incorporarme, pero todo lo que logré hacer
fue volverme más una bola.

—Tienes que llevarme de vuelta a la escuela —me quedé sin aliento—. No puedo
ir a tu apartamento.

—No seas ilógica —respondió Roth de manera uniforme—. Las garras de un


Nocturno son infecciosas, y realmente no se pueden tratar en el medio del pasillo,
¿verdad? Ya es bastante malo que tenga que conducir. Es demasiado arriesgado volar
durante el día.

—Puedo llamar a Zayne —razoné, cerrando los ojos mientras mis músculos del
estómago se apretaban.

Él no respondió, y yo gemía—. Creo que voy a vomitar.

En lugar de Roth diciéndome que no lo hiciera en su pequeño y bonito Porsche,


oí las revoluciones del motor y sentí el impulso del automóvil hacia adelante.

—Ya casi estamos allí —dijo, con su voz apretada.

No quería ir a su apartamento, pero aparte de saltar fuera del auto, no estaba en


condiciones de soportar mucho una pelea.

Las cosas estuvieron borrosas por un rato. Concentrándome en no vomitarme


encima, mantuve los ojos cerrados. Sentí el auto frenar y registré el cambio de luz
detrás de mis párpados cerrados. Realmente no seguí todo el proceso de Roth
metiéndome en su edificio de apartamentos, lo que era una buena cosa, porque estaba
seguro de que implicaba que me llevaba cargada.

—Esto es familiar —anunció una voz suave, mientras una puerta se cerró detrás
de nosotros y el tenue aroma de manzanas llego a mi nariz.

—Cállate, Cayman.

Una risa profunda me irrito, y traté de no pensar en la primera vez que había
estado aquí, más o menos en la misma posición.

—Mira, sólo estoy señalando que esto se está convirtiendo en un


comportamiento habitual y deberíamos…

El portazo me sacudió y cortó cualquier otra cosa que Cayman estaba diciendo.
Un segundo más tarde, estaba acostada en la cama de Roth.

Abrí los ojos e inmediatamente deseé no haberlo hecho.

Al ver las familiares paredes blancas con los DVDs y libros alineados que habían
estado allí antes... el piano en la esquina... incluso las pinturas macabras que rayaban
en lo inquietante... fue un puñetazo en el pecho y no ayudo con la sensibilidad de mi
estómago. Mis pies colgaban una pulgada del suelo, y pensé en los pequeños gatitos
vampiros que había sido ambos tatuajes y mascotas. Me pregunté si estaban atrás
ahora, escondidos debajo de su cama, dispuestos a hundir sus pequeños colmillos en
la piel expuesta.

Yo no podía estar aquí.

Cuando Roth retrocedió, comencé a sentarme. Me lanzó una mirada de


advertencia.

—Quédate quieta. Cuanto más te muevas, más se extenderá la infección y esto no


va a ser una solución fácil.

Mi pecho se levantó y cayó pesadamente mientras lo observaba ir a la nevera


negra en su pequeña cocina. Al abrir la puerta, metió la mano y sacó una botella de
agua que había sido despojada de su etiqueta. Lo miré con recelo mientras se acercaba
a la cama.

—Es agua bendita. —Sacudió la botella ligeramente—. El equivalente demoníaco


del peróxido.

—Normalmente, ¿mantienes agua bendita en tu refrigerador?

Se detuvo frente a mí.

—Nunca se sabe cuándo la necesitarás.

No podía prever una gran cantidad de situaciones en las que un demonio podría
estar en necesidad de agua bendita.

—¿Se supone que debo beberla?

Su rostro se contrajo con disgusto.

—Eres parte demonio, Layla. Bebe esto y estarás escupiendo vómito como una
chica poseída. Ya que es normalmente utilizado contra los demonios, puede sanar una
lesión infligida por otro demonio, dependiendo de la herida y todas esas cosas buenas.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer con ella?

Una pequeña sonrisa apareció.

—Quítate la camisa.

Me quedé mirándolo.
Sus cejas se levantaron.

—Estoy hablando en serio. Tengo que poner esto—: él sacudió de nuevo la


botella—, en los rasguños.

Tardé un segundo en responder.

—No voy a quitarme la camisa.

—Sí lo harás.

Levantándome sobre los codos, me encontré con su mirada decidida con la mía.

—Estás drogado, si crees que voy a quitarme una sola prenda de ropa.

—Como he dicho antes, el crack es del carajo. —Él sonrió mientras yo miraba—.
Tu camisa tiene que salir, pequeña. La razón por la que tu estómago no duele es
porque tienes un poco de veneno o sangre empapando a través de tu suéter. Esta
adormeciendo la piel y tener veneno sobre ti realmente no va a ser propicio para la
curación. Todo lo de arriba se tiene que ir.

Miré hacia abajo. Con la oscuridad de mi suéter, era imposible ver si había
sangre de demonio en él.

Roth se acercó, en cuclillas junto a la cama.

—No hay necesidad de ser tímida.

—No es eso —farfullé, obligándome a una posición vertical. La sala se inclinó un


poco y cerré los ojos.

—No es que no te haya visto antes.

—Oh, Dios mío —gemí—. Ese no es el punto.

Roth suspiró.

—Mira, estamos perdiendo el tiempo. Vas a enfermarte más y esta agua bendita
no funcionará. Es tan simple como eso, así que deja de ser una niña y quítate el suéter.

Abriendo ligeramente mis ojos, luché con mi pulso errático. Vi en su mirada


firme a continuación. Si no me quitaba el jersey, él iba a hacerlo y eso sería peor. Yo
podría hacer esto. No sentía nada por mí. Bien. No sentía nada por él ahora. Genial. Yo
era una niña grande.
Murmuré una maldición en voz baja y me agaché, sacando con cuidado el suéter
y la camiseta de tirantes en un solo tirón. Cuando tiré el material oh tan ofensivo al
suelo, di mi mirada hacia mi estómago.

Realmente no parecía tan... malo.

Las garras sólo me habían rozado, pero las tres marcas eran pequeñas líneas de
un oscuro y furioso rojo que se fueron ramificando hacia fuera de las cortes como
venas.

Después de unos tensos segundos, me di cuenta de Roth no se había movido.


¿Dónde demonios estaba todo esa mierda de «el tiempo es esencial»? Levanté la
mirada y vi que en serio no se había movido en absoluto.

Aún agachado junto a la cama, la botella de agua bendita colgaba de sus largos
dedos. Él me miraba con el mismo tipo de intensidad que tenía en los vestuarios, pero
había un calor detrás de sus ojos dorados y su mirada estaba fija en mi pecho. Al
menos Bambi no estaba usando mi teta como almohada esta vez. Su cabeza en forma
de diamante estaba descansando en contra de la parte baja de mi estómago ahora.

Mientras él seguía mirando, el calor se acurrucó bajo en mi vientre, sobre todo


cuando su lengua salió y se deslizó por encima de su labio superior. La luz se reflejó en
el piercing y sentí mi piel sonrojarse. No me gustaba lo que estaba empezando a pasar
dentro de mi cuerpo. Y no me gusta que me estaba mirando, que incluso sentía como
si le estaba permitido hacerlo en este punto.

Y te aseguro que no me gustó la falta de aire invadiendo mi pecho tampoco.

—Deja de mirarme —ordené.

Me sorprendió como el demonio arrastrando su mirada hacia arriba, el poder


concentrado detrás de sus irises abrasador contra mi piel mientras se levantaba. Pasó
un momento y luego habló.

—Acuéstate.

Quería resistirme a su tono enérgico, pero cuanto antes terminara con esto,
mejor. Acostándome, me quedé mirando el techo mientras lo sentí acercarse.

Roth se cernía sobre mí, y apreté mis manos en la manta suave para
mantenerme quieto.
—Esto puede picar un poco.

Apreté los dientes.

—No puede ser peor que ser cosida, ¿cierto?

Su mirada se desvió a la mía y murmuró—: Cierto.

Conteniendo el aliento, me preparé para cualquier dolor destruidor de células


cerebrales que estaba a punto de ser liberado mientras desenroscaba la botella y lo
bajó a mi estómago. La primera gota chisporroteo en mi piel y el líquido se derramó
hacia fuera, cubriendo las marcas de garras y corriendo por mi vientre, derramándose
en la cama debajo de mí.

Bambi se echó hacia atrás, la cabeza de desapareciendo debajo de la banda de


mis jeans, evitando el flujo constante de agua bendita. Mi piel se quemaba al contacto,
convirtiéndose un rosa rojizo, y me mordí el labio. No fue tan malo como los puntos de
sutura, pero no era precisamente agradable tampoco.

—Lo siento —murmuró, inclinando la botella una vez más. Lo hizo con cuidado,
evitando el contacto directo con él mismo. Me imaginaba que su reacción, ya que él era
de pura sangre, sería peor que la mía.

Los recortes sacaban espuma blanca mientras el escozor trajo un esmalte de


lágrimas a mis ojos. Por último, el agua se había ido del todo, y Roth estaba
retrocediendo.

—Quédate quieta por un rato.

Inhalando y exhalando lentamente, me quedé donde estaba hasta que Roth


regresó con una toalla. Se quedó en silencio mientras él limpió el exceso de líquido a lo
largo de los lados de mi estómago. Fue entonces cuando me di cuenta de que la punta
de sus dedos era de un color rosa oscuro.

Me aclaré la garganta—. Te quemaste los dedos.

Se encogió de hombros.

—Suele suceder. —No tocó las marcas de garras, pero mientras se alejaba, su
mano libre acarició a lo largo de la cicatriz decolorándose en mi brazo, la dejada por el
Guardián—. No te muevas.
No tuve que esperar mucho tiempo. Roth volvió a mi lado con una manta negra.
Igual a la que había envuelto alrededor de mí la noche del ataque de Petr, estaba
hecha de algún tipo de material grueso, lujoso. Él la puso sobre mi pecho, dejando mi
estómago desnudo, y luego se retiró.

—Vas a tener que permanecer inmóvil hasta que deje de burbujear. —Se sentó
en el banco junto al piano y agachó la cabeza. Mechones de pelo oscuro cayeron hacia
adelante, protegiendo su rostro. No dijo nada más.

Tomé un raquítico aliento. Un tranquilo, taciturno Roth era un Roth


preocupante, porque era una rareza, y yo no estaba segura de qué hacer con él cuando
era así. Una parte de mí se preguntaba sobre el giro de su estado de ánimo y quería
preguntar, pero no quería parecer como que estaba interesada.

Porque lo estaba.

Y en cierto modo me quería golpear a mí misma en la cara por eso.

Tan loca como estaba, mientras esperaba a que el agua bendita hiciera su cosa
debo haberme dormido, porque cuando abrí los ojos de nuevo, las marcas de garras ya
no estaban burbujeando. No sentía náuseas o mareos, sólo un leve dolor alrededor de
los corte.

Y Roth estaba sentado a mi lado en la cama.

Bueno, cuando volví la cabeza hacia su calor corporal, estaba más descansando
en la cama junto a mí.

Apoyando su peso sobre un brazo, la cabeza estaba apoyada sobre su mano. Una
extraña sonrisa marcó su inquietantemente bello rostro, un contraste con la expresión
hosca que llevaba antes. Sus labios se abrieron ligeramente.

—Todavía murmuras en tu sueño.

Fruncí el ceño.

—Haces estos pequeños sonidos a veces. Al igual que un gatito. Es lindo.

—¿Qué estás haciendo? —El calor inundó mis mejillas cuando me senté
rápidamente. Olvidándose de la manta, que se deslizó a mi cintura.

Su mirada la siguió y él sonrió mientras tiré la manta hacia arriba.


—Estaba viéndote dormir.

—Escalofriante —le dije, sosteniendo la manta a mi barbilla.

Él se encogió de hombros.

—¿Cómo te sientes?

—Bien. —A partir de algún lugar profundo dentro de mí, me obligué a decir—:


Gracias.

—Voy a añadirlo a tu ficha.

Fruncí el ceño.

Rodando en pie con gracia, se levantó y se estiró.

—Justo a tiempo para que te despiertes. No quieres que Piedrota venga aquí y te
encuentre toda satisfecha y feliz en mi cama.

—¿Qué?

—Stony. Él está en camino. —Él se cruzó de brazos, mirándome—. Para


recogerte.

Parpadeé una vez y dos veces mientras pequeños nudos se formaban en mi


estómago.

—Usé tu teléfono —explicó—. Estaba en tu bolsillo delantero. Estabas


inconsciente cuando lo saqué. Bueno, hiciste este gemido que me hizo pensar que te
gustó cuando mi dedos…

—¿Sacaste el teléfono de mi bolsillo y llamaste a Zayne? —Me disparé a


ponerme de pie—. ¿Estás loco?

—La última vez que lo comprobé, no lo estaba. Debes estar feliz de saber que
Piedrota contestó, como al, primer ring. —Sus labios se fruncieron cuando una
expresión pensativa cruzó su rostro—. Pero no estaba exactamente contento de oír mi
voz. O que estabas conmigo. O que actualmente estabas dormida en mi cama. O que te
lesionaste. O que…

—¡Entiendo el punto! —grité, sosteniendo la manta en mi pecho—. ¿Por qué le


llamaste?
Él inclinó la cabeza hacia un lado y la mirada de inocencia en su cara me dio
ganas de escupir fuego como un dragón de la fatalidad.

—¿De qué otra forma se supone que vas a llegar a casa?

—Oh, no lo sé, Roth, ¿tal vez un maldito taxi? —Mi corazón latía con fuerza en mi
pecho. Oh Dios, Zayne iba a enloquecer. Él iba a enloquecer tan épicamente que
rompería la barrera del sonido—. ¿Qué estabas pensando?

—Estaba pensando que teníamos que dejarle saber a los Guardianes acerca de
los Nocturnos en la escuela —respondió razonablemente. Quería golpearlo—. Porque
esa fue tu idea y tenías razón. No puedo encargarme de todos por mí mismo.

Mis dedos se clavaron en la manta. No estaba creyendo lo que él decía. La


verdadera razón detrás de llamar a Zayne no era alertarlo de las criaturas en la
escuela. Como si Roth realmente se preocupara por eso. Lo había hecho para molestar
a Zayne.

La pequeña curva de sus labios lo delato.

—Apuesto a que estás tan orgulloso de ti mismo, ¿verdad?

Me miró y luego rodo los ojos—. No es como si Piedrota fuera a correr y decirle a
papá que estás conmigo.

Esa parte no importaba. No es que Abbot estaría bien conmigo estando en el


apartamento de Roth, pero yo estaba más preocupada por lo que esto le haría a Zayne.

De alguna manera me resistí a la tentación de ponerme con un mono psicótico


con él.

—Necesito mi suéter. ¿Dónde está?

—En la basura.

Cerré los ojos y conté hasta diez.

—Necesito una camisa que usar. —Comencé a caminar hacia su armario, pero él
apareció frente a mí, bloqueando mi camino—. Venga.

Su sonrisa creció.

—Lo siento. Me he quedado sin ropa de niñas en este momento.


—Necesito una camisa —insistí—. No seas idiota, Roth.

Considerándome por un momento, una chispa iluminó sus ojos y las campanas
de alerta se dispararon. Con una sonrisa socarrona, se agachó y se quitó la camisa de
manga larga que llevaba puesta.

Mis ojos se abrieron.

Wow.

Yo... me había olvidado como lucía Roth sin camisa.

Bueno. Tal vez no lo había olvidado del todo, pero mi memoria no le hace
justicia. Para nada. Roth era todo músculo magro. Desde su pecho hasta esas líneas a
cada lado de sus caderas, él era duro y grabado músculo.

El tatuaje de dragón estaba donde siempre, acurrucado en el lado de su


abdomen, con su cola desapareciendo bajo sus vaqueros. Mi pregunta acerca de la
presencia de los gatitos fue contestada. Uno estaba bajo su pectoral derecho,
pareciendo más como un tigre agazapado, y otro se veía como si hubiera estado
acurrucándose en su costado.

—¿Dónde está el tercer gatito?, —le pregunté antes de que pudiera detenerme.

Sus espesas pestañas bajaron.

—Tengo que quitarme los pantalones para mostrarte ese.

Cerré los ojos.

Hubo una risa profunda.

—El reloj no se detiene. Y, más importante aún, cuanto más tiempo estés parada
allí en tan sólo tu sostén, más me siento tentado a ser un chico muy, muy malo.

Mis ojos se abrieron de golpe. Su mirada atrapó la mía, y di un paso atrás de la


intensidad de su mirada. No había ninguna duda en mi mente que estaba diciendo la
verdad. Puede que él no quiera estar conmigo, pero él me deseaba.

—Dame la camisa —le dije con los dientes apretados.

Él me la lanzo, pero fui un poco lenta en cacharla. El material olía a él, como algo
salvaje y pecador, me golpeó en el pecho y cayó al suelo.
—Es mejor que te des prisa. Él va a estar aquí en cualquier momento.

—Eres un dolor en el trasero —escupí, recogiendo la camisa.

Él se rió entre dientes—. Y tengo un buen trasero, me han dicho.

No hice caso de eso a medida que me daba la vuelta, dándole la espalda mientras
dejé caer la manta. Tal vez fue mi imaginación, pero mi espalda quemaba bajo su
consumidora mirada.

—¿Por qué siquiera tiene que venir aquí, a un edificio lleno de demonios? ¿No es
peligroso?

—Él va a estacionarse en la calle y vendrá en por el tejado —respondió Roth, su


voz repentinamente apretada—. No te preocupes. Piedrota está completamente a
salvo.

Deslizándome en la camisa de Roth, fui tragada inmediatamente por el tamaño


de la misma y por su olor. Me volví hacia él, sintiéndome sonrojada. Ni siquiera sabía
qué decir cuando me senté en el borde de la cama. No había manera de que pudiera
siquiera prepararme para la llegada de Zayne.

No es que tuviera que esperar mucho tiempo.

No tomo más de un minuto antes de que el pesado golpe del techo hiciera
temblar las retorcidas pinturas que colgaban en las paredes de Roth. Me puse de pie
cuando Roth se volvió hacia la puerta estrecha que conducía a la azotea. Sin
ceremonia, la abrió y Zayne irrumpió en el desván.

Su pelo rubio era un desastre ondulado, y estaba vestido todo de negro, camiseta
negra, pantalones tácticos negros. Era como si se hubiera vestido para ir de caza.

La mirada de Zayne me encontró por primera vez y él no apartó la mirada


durante un largo momento. Sus ojos eran sorprendentes cobaltos, sus pupilas
estiradas verticalmente, y su mandíbula firmemente cerrada. No necesitaba leer su
mente para saber lo que pensaba de verme en el apartamento de un Roth actualmente
sin camisa, junto a su cama y vistiendo su camisa.

Empecé a explicar por qué, a pesar de que parecía innecesario, pero antes de que
pudiera decir una palabra, Roth habló.

Su sonrisa era amplia, pero no llegó a sus ojos—. Hey, hermano...


Un músculo se apretó a lo largo de la mandíbula de Zayne y luego giró sobre
Roth, inclinó hacia atrás el brazo y le dio un puñetazo en la cara.
Traducido por Jessy & otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

R
oth se tambaleó hacia atrás y la trasformación tomo lugar. La piel se
oscureció a un suave y pulido color onyx y alas brotaron de su espalda,
abarcando tres metros y arqueándose alto en el aire. Los arcos estaban
adornados con afilados y mortales cuernos, pero a diferencia de los Guardianes, su
cráneo estaba al descubierto.

Sus labios se retiraron, revelando colmillos.

—Hazlo otra vez.

Zayne no había cambiado, pero se veía como si estuviera a punto de darle un


puñetazo a Roth en la cara nuevamente. No era que dudara de la habilidad de Zayne
de defenderse, pero Roth era un demonio de Nivel Superior, un príncipe heredero, y,
más importante, luchar por esto era estúpido.

Me lancé entre ellos, mirando a los ojos azules furiosos de Zayne—. Deténganse.

—No la escuches —en su verdadera forma, la voz de Roth era gutural y


áspera—. Sabes que no quieres detenerte, Piedrota.

Le disparé una mirada de muerte—. ¡Ya basta, Roth!

Sus ojos, todavía dorados, se fijaron en mí. Pasó un momento tenso mientras su
mano con garras se abría y cerraba, y honestamente pensé que iba a tomarme y
tirarme fuera del camino. Cuando dio un paso hacia adelante, mi ritmo cardiaco se
redujo.

—Piedrota lo comenzó.
—Wow —me di la vuelta hacia Zayne, quien estaba escudriñando a Roth.
Coloqué las manos en su pecho y el calor de su cuerpo quemó a través de su camisa—.
Necesitas calmarte.

—Dejaste que saliera lastimada —gruñó él.

Roth gruñó mientras hundía la barbilla, como si estuviera preparándose para


arremeter—. Me hice cargo de ella.

—¿Cómo si eso lo hiciera mejor?

Empujé a Zayne hacia atrás.

—No me dejó hacer nada. Fui ahí libremente y él me dijo que me fuera, pero me
quedé. Me entrenaste, Zayne. Estaba más que preparada para la pelea, maté al
Nocturno. —Algo que todos parecían olvidar—. No puedes culparlo porque haya
salido lastimada, apenas lastimada. Como puedes ver, estoy bien.

La mirada de Zayne finalmente cayó a la mía. Sus fosas nasales se abrieron


cuando respiró profundamente. Hubo otro tramo tenso de silencio y luego sacudió la
mandíbula en un asentimiento brusco.

Observándolo por un segundo más para asegurarme que no fuera a cambiar de


opinión, dejé caer mis manos y enfrenté a Roth. Cuando vi que estaba de vuelta en su
forma humana, me relajé una fracción.

—Ahora que eso está arreglado, ¿Abbot y el clan se dirigían hacia la escuela?

—Están ahí, pero no está dispuesto a hacer nada hasta que terminen las
clases. —El tono de Zayne era cortante—. Nos estamos encargando de ello. No hay
necesidad de preocuparse.

Roth resopló—. No es que estuviera preocupado.

Un destello de ira recorrió el rostro de Zayne, y supe que cuanto más tiempo
estos dos estuvieran en la misma zona, mayor era la probabilidad de que la segunda
ronda de lucha de chicos estallara aumentaba.

—Deberíamos irnos —dije en voz baja.

Zayne asintió—. No podría estar más de acuerdo.


Me di la vuelta para decirle algo a Roth, algo como gracias, porque me había
ayudado, pero los dedos de Zayne se enroscaron inesperadamente a través de los
míos. La mirada reducida de Roth cayó hacia nuestras manos unidas. Su boca se tensó
y sus rasgos parecieron severos, más piel y hueso que cualquier otra cosa, y luego una
cortina se cerró de golpe, sellando cualquier pensamiento o sentimiento.

—Por cierto, Zayne… —la frialdad en la voz de Roth envió un escalofrió por mi
espalda—. Esa es la única vez que me pondrás una mano encima y luego alejarte sin
más.

Zayne y yo no hablamos la mayor parte del viaje a casa. Cada vez que le echaba
un vistazo, él parecía estar desgastando sus molares. Sabía que estaba enojado, tan
enojado que estaba más allá del punto de expresión.

La culpa se agrió en mi estómago como leche cortada, lo cual llevó a una fuerte
dosis de confusión. Zayne me había pedido no huir con Roth, y no lo había hecho, no
en verdad. Mi estómago se dio vuelta pesadamente, porque mi lógica apestaba, y sabía
que era más que eso.

La ira que Zayne estaba lanzando en oleadas venía de un lugar diferente, el lugar
que había sido creado en mi cama la noche del pasado sábado. No podía engañarme a
mí misma para creer algo diferente. Como había sabido al momento en que me había
tocado, todo había cambiado entre nosotros y su humor actual era producto de ese
cambio.

Pero no había hecho nada malo. En verdad, había hecho algo bastante
impresionante. Maté a un Nocturno, probando que era útil para algo más que solo mi
habilidad ahora inexistente.

Cuando nos detuvimos en el camino privado, no pude soportar el silencio por


más tiempo—. Iba a decirte acerca de bajar a al gimnasio antiguo con Roth.

El musculo en su mandíbula se contrajo—. ¿Lo ibas a hacer?


Su pregunta pico ardientemente.

—Sí. Estaba planeando llamarte tan pronto como saliera del gimnasio, pero me
enfermé por el estúpido rasguño.

—Ese rasguño estúpido podría haberte herido seriamente o peor, Layla.

—Pero no lo hizo —señalé con suavidad—. Roth me ganó en llamarte, pero yo lo


iba a hacer.

—Roth —siseó el nombre.

Un latido de corazón pasó.

—Y hay más que tengo que decirte. Creo que tenemos una pista del Lilin, pero es
de… una fuente muy poco convencional.

Sus dedos golpearon el volante—. Estoy medio asustado de preguntar.

—Es algo que no puedes decirle a los demás. Sé que eso no suena bien, pero
confió en ti. No estás loco con prejuicios y tú no...

—Está bien —suspiró Zayne—. Lo entiendo.

Porque confiaba en él, le conté sobre Gerald, su aquelarre, y del otro aquelarre
de brujas en Bethesda. Él no estaba exactamente emocionado con la regla de no
Guardianes.

—Layla, no quiero que vayas.

—Alguien tiene que ir —dije.

—Déjalo a él hacerlo.

—No hay manera en que confié en Roth para entrar en cualquier situación y no
enojar a las personas tanto que no consigamos ninguna información.

Estuvo en silencio mientras rodeábamos la casa, en dirección al garaje.

—¿Sabes lo difícil que es para mí considerar la idea de que vayas con él?

Mordiéndome el labio inferior, no le dije nada a eso.

—Sé que me estaba hostigando hoy y yo mordí el anzuelo.


Bueno, estaba totalmente de acuerdo con eso. Por alguna razón, Roth se había
querido irritar a Zayne y había sobresalido en hacerlo.

—Pero él permitió que salieras lastimada en el proceso —continuó él mientras


movía con cuidado el impala en el garaje, estacionándolo cerca de la flota de
camionetas. Cuando apagó el motor, se volvió hacia mí. La conversación estuvo de
vuelta a él una vez más—. Y ahora hueles como él. Así que, quiero golpearlo otra vez.

—No puedes golpearlo otra vez.

Sus cejas se alzaron en duda.

—Que saliera herida no fue su culpa.

—Te engatusó para ir allí abajo cuando él podría haber ido solo, y en cuanto vio
al capullo o esos Nocturnos, debería haberte sacado de ahí. No lo hizo. Y no solo
porque quería llegar a mí. Te quería ahí, con él.

Me reí ante eso.

—Estoy bastante segura que él solo quería meterse contigo porque sabía que
iba a contarte todo.

Sacudió la cabeza mientras sacaba las llaves y abría la puerta.

—Esa no es la única razón, Layla —me miró desde el otro lado del auto después
de que salió, apoyando su brazo contra el techo—. Veo la manera en que te mira.

Cerré la puerta del auto y di un paso atrás, girando hacia la entrada que llevaba a
la cocina. Había visto esa expresión en el rostro de Roth antes, pero estar de acuerdo
con eso no serviría de nada. Era probable que Zayne hiciera salir sus alas, volara de
vuelta al departamento de Roth y le diera una patada esta vez.

—No sabes lo que estás viendo.

Había dado un paso cuando Zayne estuvo de pronto en frente de mí. Jadeando,
me tropecé hacia atrás mientras su mano se cerraba alrededor de mi antebrazo en un
apretón suave pero firme.

—Sé lo que vi —el aire pasó zumbando de mi pulmones cuando me presionó


contra su pecho. Bajo la barbilla por lo cual nuestros rostros estaban a solo unos
centímetros de distancia. La proximidad me congelo en el lugar—. Sé exactamente
como te mira y tú lo sabes también.

Las palabras me dejaron mientras me quedaba mirando ojos del color del cielo
infinito, porque…oh dios mío, nuestros labios estaban tan cerca y la necesidad que
aumentaba en mi interior no tenía nada que ver con la alimentación, sino todo que ver
con querer probar sus labios.

Su otra mano se curvo a lo largo de mi espalda baja y se deslizo hacia arriba,


enredándose en los bordes de mi cabello.

—Conozco la mirada. Así que tú también. Porque es el modo en que yo te miro.

Mi corazón hizo un tropiezo cuando las palabras se asentaron en mí. No sabía


que decir, y ese sentimiento en aumento en mi interior se volvió algo más, se movió en
mi pecho, y tenía mi pulso acelerado.

Un sonido profundo retumbó en la garganta de Zayne y luego bajó la cabeza,


reclamando los escasos centímetros entre nuestros labios. En el último segundo, el
sentido común se estrelló contra mí y me sacudí bruscamente de su abrazo.

Respirando erráticamente, seguí retrocediendo hasta que golpee a un lado del


Impala. Mis labios cosquilleaban y ni siquiera nos habíamos besado. Pero casi lo
habíamos hecho y eso me aterrorizaba. El hielo se vertió en mis venas, volviendo mi
piel tan fría como una mañana de febrero.

Coloque mi mano sobre mi boca mientras lo miraba fijamente.

—¿Qué estabas pensando?

Su pecho se elevaba y caía rápidamente—. Layla…

El miedo se apoderó de mí, pánico más potente que enfrentar el Nocturno. Si nos
hubiéramos besado, hubiera tomado el alma de Zayne, lo hubiera convertido en algo
horrible y malvado. Hubiera matado lo que él era.

Justo como haría un Lilin.

Me tambaleé lejos del Impala y corrí a toda velocidad alrededor de Zayne,


corriendo hacia el pequeño pasillo justo dentro de la casa. Me detuve en seco cuando
entré a la bien iluminada cocina.
En la mesa redonda, Danika y Jasmine, se sentaban con los gemelos. Cuencos de
helado estaban en la mesa, pero los bebes estaban vistiendo más de la bondad
cremosa de lo que parecían estar comiendo.

Una sonrisa vacilante pasó por el rostro de Danika. Su mano derecha estaba
cubierta con arcoíris de confites.

—Regresaste.

Deseé que mi corazón redujera la velocidad—. Sí.

La puerta trasera en la sala golpeó la pared, anunciando la entrada de Zayne.


Rugió en la cocina, desacelerando como yo lo había hecho cuando capto que estaba
ocupada. Echó un vistazo a la mesa y luego volvió una mirada penetrante hacia mí.

Oh dios.

La mirada de Jasmine se trasladó de él a mí y luego de vuelta a Zayne. El silencio


del tipo torpe descendió cuando Danika movió su atención a su plato.

―¿Te gustaría algo de helado? —ofreció Jasmine mientras ella se aclaró la


garganta—. Estoy segura de que ha... quedado algo.

Izzy se echó a reír, echando hacia atrás sus rizos rojos mientras ella cerraba sus
puños en su cuenco. El helado salpicó a través de su babero.

—¡Más!

—Ah, gracias, pero voy a pasar. —Me volví cuando Geoff entró en la cocina. Sus
cejas subieron mientras conseguía una imagen de la mesa.

—¿Alguna noticia de los hombres? —preguntó Jasmine, sentada con la espalda


recta.

Él asintió mientras pasaba una mano por su pelo castaño largo hasta los
hombros.

―Sí. Ya que la escuela está cerrando por el día, están a punto de limpiar. Ellos ya
han eliminado a unos cuantos que estaban cerca de la maduración. —Él me miró, y
sorprendentemente, sonrió—. Y felicitaciones, Layla. Escuché que eliminaste a uno.

Por fin alguien reconoció mi genialidad—. Gracias.


Geoff asintió, y luego volvió su atención a Zayne.

— ¿Tienes un momento?

Tomé eso como mi señal para hacer una salida apresurada. Necesitaba un
momento para aclarar mi mente, y también para ducharme, porque oler como Roth no
me estaba poniendo cálida y difusa. Llegaba al pasillo cuando sentí un extraño aire frío
atravesarme. No rodeándome, sino literalmente, a través de mí, haciendo que me
detuviera. Y entonces oí a Zayne.

—Eso puede esperar.

Mi corazón saltó en mi garganta mientras yo casi me lanzaba hacia las escaleras.


Tomé dos pasos y luego, de repente, yo estaba fuera de mis pies y arrojada sobre un
hombro fuerte. Demasiado aturdida para hacer ni pío, levanté mi cabeza y vi al
vestíbulo girar a mí alrededor mientras Zayne se encaminaba directamente a través
de la sala de estar y hacia la biblioteca. Pateó la puerta cerrándola, girando y
bloqueándola. Mi estómago se desplomó cuando mi imaginación voló salvajemente.

Tan repentinamente como fui levantada y tirada por encima de su hombro como
un saco de arroz, fui depositada sobre mis pies. Retrocedí y luego salí disparada hacia
adelante, golpeándolo en el pecho. Duro.

— ¿Qué demonios? —exigí.

Los labios de Zayne temblaron como si estuviera tratando de no reírse.

—Tenemos que hablar.

— Tú tienes que hablar con Geoff.

—Lo que sea que él tiene que decir puede esperar. —Me siguió mientras yo
retrocedía, frunciendo el ceño—. ¿Por qué te fuiste así?

— Yo... yo necesito ducharme —dije sin convicción.

Sus ojos se estrecharon.

—Sí, eso estaría bien, pero saliste corriendo como si un ejército entero de
Hellions estuviera persiguiéndote.
—No lo hice.

Él arqueó una ceja.

—Bueno. Tal vez un poco. ¿De qué es lo que quieres hablar? ¿De las brujas y
cuándo podemos ir al club?

—No.

Mientras nos acercábamos al sofá, él se sentó. Empecé a alejarme, pero su mano


se escurrió, envolviéndose alrededor de mi brazo.

—¿Qué estás…?

Me jaló hacia abajo, y no había ningún otro lugar para ir, sino a su regazo.
Aterricé frente a él, mi boca a nivel con su garganta. Por un momento, me quedé
congelada. Con mis piernas a horcajadas sobre él, había una sensación desconocida en
esto que estiraba tensos mis nervios. Si movía mis caderas hacia delante... Ni siquiera
podía terminar el pensamiento.

—No estoy huyendo de ti —murmuré.

—Sí, lo estás. También me estás evitando de nuevo. —Sus manos se extendieron


en mi cintura cuando empecé a levantarme—. Nop. No vas a ninguna parte.-

—¿Qué... qué estás haciendo? —dije en voz baja.

—Impidiendo que corras de mí. —Me tiró hacia adelante, haciendo que mis
manos se anclaran fuertemente sobre sus hombros para detener que ciertas áreas de
nuestros cuerpos se tocaran—. En caso de que no te hayas dado cuenta de esto,
todavía, yo no estoy le voy mucho a lo de la persecución.

Mi cerebro se vació de todas las respuestas inteligentes. Poco a poco, levanté mi


mirada y encontré la suya. Él estaba mirándome... sí, como había dicho que me miraba.
Estómago, conoce a las mariposas.

Di una pequeña sacudida a mi cabeza—. ¿Por qué me perseguirías?

La mirada que cruzó su rostro fue una mezcla de cariño e incredulidad, del tipo
de mirada de “de verdad eres así de tonta”.
—Yo no quiero, pero lo he hecho. Lo estoy haciendo. Y creería que después de la
noche del sábado, sería bastante obvio.

La sangre se espesó dentro de mis venas.

—En realidad... —Sus ojos buscaron los míos—. Debería haber sido obvio por...
por un largo tiempo. O tal vez no lo fue, pero tienes que saber.

Tendría que ser estúpida para no saber, sobre todo después de todo esto, pero...

—Yo no lo entiendo.

—Tal vez no es correcto. ¿Qué sé yo? Cuando Padre te trajo a casa hace todos
esos años, me dijo que mi trabajo era vigilarte, que yo sería la cosa más cercana a una
familia, a un hermano, que alguna vez tendrías. Y tomé eso en serio. Desde que tenía
doce años. —Sus pestañas de color rubio oscuro, bajaron, y yo pensé en el Sr. Snotty.
La emoción estalló en mi pecho y subió por mi garganta—. Sé que no se suponía que
pensara en ti de ninguna otra manera, pero creciste el año pasado o ¿algo así?

Mis manos se cerraron alrededor de sus hombros, clavándose a través de su


camisa. La sangre corrió en mis oídos.

—Me encontré incapaz de dejar de mirarte, y era difícil no querer pasar tiempo
contigo. ¿Por qué más me levantaría siempre tan temprano? —Se rio en voz baja
mientras los huecos de sus mejillas se sonrojaban—. Y cuando Padre comenzó a traer
a Danika, yo supe...

—¿Supiste qué? —susurré.

—Yo supe que no podría estar con ella. No cuando tú estás constantemente en
mi cabeza. ¿Está mal? —Su intensa mirada se levantó de nuevo, encontrándose con la
mía—. No. Que se joda, que se joda todo eso. Es lo correcto. Esto siempre ha sido lo
correcto.

Mi garganta dolió cuando hablé—. Tú no puedes…

—¿No puedo qué, Layla-bug? ¿No puedo pensar en ti? ¿No puedo decirte que
siempre has sido la chica más increíble que he conocido? ¿No puedo dejar de vivir bajo
el mismo techo contigo y pretender que lo que siento por ti, lo que quiero de ti, es algo
fraternal? —Mientras mi aliento quedaba atrapado, sus manos se deslizaron hasta mis
costillas, dejando tras de sí una estela de escalofríos—. ¿Que no puedo abrazarte?
¿Tocarte? Porque la última vez que comprobé, yo podía hacer todas esas cosas.
—Zayne...

—Y yo sé que esto es lo que tú has querido. Lo he sabido por mucho tiempo.


—Sus pulgares se movían en círculos ociosos mientras hablaba—. ¿O eso ha cambiado
a causa de él?

Esto no tenía nada que ver con él. Haber esperado años, sufriendo todas mis
fantasías de niña involucrando a Zayne y creer que esto era absolutamente sin
esperanzas, para ahora escuchar estas palabras casi sagradas, yo no sabía qué hacer
con ellas. Mi corazón estaba expandiéndose en mi pecho hasta el punto en que yo
seguramente pensaba que este estallaría, pero había una ansiedad creciente que
susurraba confusión y miedo.

—¿Por qué ahora? —La pregunta salió de mí.

—¿Es “ahora es cuando finalmente saqué mi cabeza fuera de mi culo” la


respuesta equivocada? Supongo que probablemente no es lo suficientemente buena,
¿eh? —Bajó su cabeza a mi hombro, apoyando su frente allí mientras sus dedos se
cerraron alrededor de la parte posterior de la camisa prestada, y mi respiración se
detuvo de nuevo—. Casi te perdí esa noche que Paimon te capturó. ¿Cuándo me di
cuenta de que podrías haber muerto? —Se estremeció—. ¿Que yo podría haber
muerto? No quiero negar esto por más tiempo. No podría.

Me quedé mirando su cabeza inclinada mientras poco a poco llevé mis manos en
alto. ¿Era por eso? ¿O era por más? ¿Era a causa de Roth y por el hecho de que Zayne
simplemente no me quería con él? ¿O era porque ahora él sabía en lo que yo podía
cambiar, lo que me hacía adecuada de alguna manera? Cerrando mis ojos, ignoré el
extraño nudo de malestar. Él no era así y que nunca había creído que algo estaba
defectuoso conmigo. Yo toqué con cuidado las puntas de su pelo, y un suspiro lo
estremeció. Zayne no me mentiría.

Las suaves hebras sedosas de su cabello se deslizaron a través de mis dedos


mientras me preguntaba si podía sentir mi corazón agrietarse. Lágrimas pincharon en
mis ojos, mojando mis pestañas, y cerré los ojos. Esto fue casi más fácil hace meses,
cuando la idea de Zayne albergando cualquier sentimiento por mí no era más que un
cuento de hadas, que escuchar esto y no ser capaz de actuar sobre esa.

—Eso no importa —le dije, con voz gruesa—. Es imposible.

Zayne retrocedió, levantando la cabeza—. ¿Cómo es eso?


—No podemos... Quiero decir, no podríamos... —Mis mejillas se encendieron, y
agaché mi barbilla.

—¿No podemos? —Su profunda y escandalosamente sexy risa, retumbó a través


de mí—. Creo que la noche del sábado demostró que hay mucho que podemos hacer.

El calor fluyó a través de mí, una mezcla de vergüenza y fuego que se había
despertado a la vida ante el recuerdo de lo que habíamos hecho.

—Pero es demasiado peligroso.

—Confío en ti.

Esas tres palabras sonaban tan simples, pero eran contradictorias.

—No deberías. No así, no con tu vida.

Él frunció el ceño.

—Nunca te has dado suficiente crédito o creído en ti misma lo suficiente. Tanto


tiempo como te he conocido, nunca me he sentido amenazado por lo que puedes
hacer.

Las lágrimas que acudieron a mis ojos amenazaban con extenderse, y yo estaba a
segundos de llorar como si hubiera visto un maratón de películas de Hallmark.

—Tú no eres mala, Layla. Nunca lo has sido. —Su sonrisa era enorme,
serpenteando su camino a través de mi corazón—. Y yo creo que si te besara en este
momento, no tomarías mi alma.

Di un grito ahogado mientras empecé a inclinarme hacia atrás.

—¡No te atrevas a probarlo! No puedo…

—Relájate —se rió.

Mis músculos estaban tensos. ¿Cómo podría relajarme después de él diciendo


algo como eso? Por mucho que me importaba y lo apreciaba, me marchitaría y moriría
por dentro de si yo era la causa de su fallecimiento. La sola idea de eso me dieron
ganas de mudarme a otro código postal.

Zayne levantó una mano, pasando sus dedos por las puntas de mi cabello
mientras su mirada se arrastraba sobre mis rasgos. Inclinó su cabeza y antes de que
pudiera averiguar lo que estaba haciendo, apretó sus labios contra mi cuello, contra
mi pulso latiendo salvajemente.

Mis sentidos se volvieron hiperconscientes, cuando sus firmes labios trazaron un


pequeño camino caliente hacia la zona sensible debajo de mi oreja. Mi cerebro giró
cuando registró todo. Sentí su pelo haciéndome cosquillas debajo de mi barbilla, la
suavidad de sus labios y el pequeño movimiento de su lengua, como si estuviera
saboreando mi piel. Reconocí la repentina tensión en mi cuerpo, el calor líquido y la
fuerza de la emoción hinchando mi pecho. Pero había más, había esa calidad externa
de nuevo. Cuando él curvó su mano alrededor de mi nuca, debajo de mi pelo, eso sólo
se volvió más fuerte. Había un borde masculino en esta.

Mientras la comprensión se filtraba, puse mis manos en su rostro. Él levantó su


mirada interrogante. No podía imaginar cómo, pero yo sabía en lo profundo de mis
huesos lo que estaba sucediendo.

—Oh, Dios mío —susurré, arrastrando mis dedos sobre su cara—. Lo entiendo.

Sus cejas se levantaron.

—Puedo sentirte. Puedo sentir tus emociones.


Traducido por veroonoel
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
so obviamente no era lo que Zayne estaba esperando que dijera. Me miró
con esos luminosos ojos azules, con confusión jugando en sus hermosos
rasgos.

Sentir sus emociones parecía una locura, pero tenía sentido.

—¿Qué quieres decir? —preguntó.

Puse mis manos detrás, curvando mis dedos en mis palmas, y casi
inmediatamente, esa necesidad viril desapareció.

—Puedo sentir lo que estás sintiendo —repetí, aturdida por la comprensión—.


No entiendo cómo y no es la primera vez, pero solo no me di cuenta lo que estaba
sintiendo antes.

Se recostó en el sofá.

—Vas a tener que darme más detalles.

—Cada vez que alguien me ha tocado, piel con piel, tengo estos débiles rastros
de emoción que no me pertenecen. —Pensé en Stacey y cuando me había tocado
mientras había estado hablando conmigo sobre Sam. Había sentido esperanza,
esperanza que no me había pertenecido. Luego de nuevo con Roth, con Zayne, e
incluso cuando había caminado por la calle y encontrado a gente la noche que había
estado tratando de ver auras… Mis ojos se abrieron—. ¡Comenzó cuando dejé de ver
las auras! Como casi inmediatamente después. Mierda.

—Diablos —dijo, sacudiendo su cabeza ligeramente—. Entonces, ¿podías sentir


lo que estaba sintiendo cuando te estaba tocando?
—Débilmente. Como un torrente de emociones. Nada demasiado fuerte.

Sus labios se inclinaron en una pequeña sonrisa.

—Bueno, me alegro entonces. ¿Porque si hubieses estado sintiendo todo lo que


he sentido cuando te he tocado? Eso sería realmente vergonzoso considerando todas
las sensaciones que estuve pasando.

Me reí a pesar de que mis mejillas ardían.

—Sí, supongo que eso sería incómodo.

—Algo así. —Tragó saliva, y luego colocó su mano en mi mejilla—. ¿Qué sientes
ahora?

—No lo sé. Era difícil, tratar de descifrar entre mis propias emociones
desordenadas y lo que posiblemente podría estar viniendo de él, pero había una que
pensé que podría ser suya. Un hilo constante que tejía su camino hacia mi
inquietud—. ¿Feliz? —susurré, curvando mis dedos alrededor de su muñeca. El calor
aumentó, como tomar el sol de verano—. Felicidad.

Su sonrisa se extendió, alcanzando sus ojos.

—Sí, eso es correcto.

Traté de poner un sentido sobre cómo perder mi talento para ver almas había de
alguna forma provocado mi habilidad para sentir las emociones de los demás. Dejé
caer mi mano y empecé a moverme de su regazo, pero sus manos se movieron a mis
caderas, asegurándome en mi lugar. Levanté una ceja.

La sonrisa de Zayne manaba encanto juvenil.

—¿Qué?

—Sabes qué.

Un hombro se levantó en un encogimiento.

—Enfócate en las cosas importantes aquí. Toda la cosa de las emociones.


Sabemos que un súcubo o íncubo se alimenta de emociones, ¿Cierto? Y Lilith era
considerada una súcubo en algunos textos. Quizás es una habilidad que siempre has
tenido que recién está saliendo.
En otras palabras, una habilidad demoníaca.

—¿Sabes por qué no pueden empezar a manifestarse habilidades de guardián?

—¿Importa? —Golpeó sus dedos contra mis caderas.

—Debería. A ti.

Esa sonrisa se deslizó en un ceño fruncido.

—No. Sentir las emociones de otros no es maligno. Probablemente sería bastante


útil.

Supuse, pero era solo otra cosa que me hacía tan diferente de Zayne e incómoda
en mi propia piel. Se me ocurrió algo mientras mi cuerpo se relajaba y doblaba mis
manos entre nosotros.

—¿Crees que un Lilin puede sentir emociones y ver almas?

—No lo sé.

Ni siquiera sabía por qué me lo preguntaba. Quizás era porque quería saber qué
tan similar era mi ADN con el de esa criatura.

Zayne se movió y me deslicé un poco hacia adelante.

—Sé lo que estás pensando.

—¿Lo sabes?

Asintió.

—Estás pensando en ese aquelarre y cuándo vas a poder descubrir más sobre el
Lilin.

Como de costumbre, estaba bastante cerca.

—Bueno, mis razones son puramente egoístas. Cuanto más sepamos sobre el
Lilin, vamos a poder encontrarlo más rápido.

—¿Y la anciana no estará en ese club hasta la luna llena? —preguntó luego de
unos momentos—. Todavía faltar un par de semanas… el seis de diciembre, creo.

Asentí distraídamente. Demonios, gárgolas, brujas y sus lunas llenas...


—¿Estás de acuerdo con que vaya?

—En realidad no, pero imagino que encontrarás una manera de ir de todas
formas y prefiero ser de apoyo antes que no saber nada. —Inclinando su cabeza hacia
atrás en el cojín del sofá, me miró desde detrás de sus pestañas bajas—. Y estoy
asumiendo que Roth está encantado con la idea de ir a este club contigo.

No sabía que decir ante eso.

—Entiendo que las brujas no me quieren allí, especialmente ese tipo de brujas,
pero voy a ir contigo esa noche, al menos lo más lejos que pueda ir —continuó—. Y,
por mucho que me cueste decir esto, ir con Roth allí es una buena idea.

—¿Qué? —Lo miré sorprendida—. ¿Realmente dijiste eso?

—Me gustaría pelar la piel de Roth desde sus huesos de una manera muy lenta.
Sabes, como con un pelador de naranjas.

Mi nariz se arrugó.

—Ew.

Me dedicó una rápida sonrisa.

—Pero en su mayor parte, estás a salvo alrededor de él.

Seguí mirándolo.

—¿En su mayor parte?

—Te protegerá. Mejor de lo que hizo hoy. —La renuencia en su voz era
evidente—. Solo que no estás a salvo de él.

—Sin importar lo que quería o lo que crees que quiere, estoy a salvo de él.
Créeme. Dejó en claro y evidente que no había nada entre nosotros excepto…

—¿Lujuria?

—Sí —susurré.

—Idiota.

Tosí una pequeña sonrisa.


—Sí.

—Lo siento —dijo, y luego de todo lo que había confesado, pensé que la disculpa
era posiblemente la cosa más extraña de él, pero que la bondad era tan
inherentemente Zayne.

Rodeando sus brazos alrededor de mí, me sostuvo cerca, metiéndome en su


pecho. Me acurruqué contra él, cerrando mis ojos y escuchando el constante latido de
su corazón contra mi mejilla. Con sus brazos cruzados a mi alrededor, encontré el tipo
de comodidad que solo podría encontrar en sus brazos, que siempre había encontrado
en sus abrazos.

Un suspiro tembloroso se estremeció a través de mí. Había mucho sucediendo y


había pasado mucho en el lapso de unas pocas semanas, pero en esos momentos de
calma, mi mente se transportaba a todas aquellas maravillosas y hermosas que solo
había soñado a Zayne diciéndome, pero que eran ahora muy reales. Había cosas más
importantes que debería estar tratando de resolver, pero ahora, esto era la cosa más
importante para mí.

Esta evolución con Zayne era tan inesperada. La lujuria era una cosa.
Preocuparte por alguien profundamente era otra cosa, pero esas palabras… parecían
cargadas con un tipo de significado diferente. E tipo que se hundía en el corazón,
derribaba las paredes, destruía las barreras y abría su propio camino.

Mientras Zayne deslizaba su mano por mi columna vertebral, un suspiro escapó


de mis labios entreabiertos.

—¿Cómoda? —preguntó.

Asentí.

Siguió moviendo su mano, y me obligué a abrir mis ojos, mi mirada siguiendo los
lomos de libros polvorientos alineados en los estantes. Todas sus palabras yacían en el
pequeño espacio entre nosotros. Necesitaba decir algo, pero hablar en voz alta acerca
de cómo me sentía sobre Zayne nunca había sido fácil. Ni siquiera le había admitido a
Stacey cómo me sentía sobre él. Mi enamoramiento de casi toda la vida en él había
sido algo que mantuve cerca de mi corazón, escondiéndolo de la mejor manera que
pude y protegiéndolo con mentiras. Pero Zayne se había abierto conmigo y le debía lo
mismo.

—Tengo una confesión —susurré.


—¿Mmm?

Encontrar el coraje aún no era simple.

—Siempre he soñado contigo… diciéndome esas palabras, que me quieres. —Mi


ser entero ardió, pero me obligué a continuar. Cada palabra que decía era un susurro
tembloroso—. Probablemente incluso desde que entendí la diferencia entre chicos y
chicas, te he querido.

Sus brazos se apretaron alrededor de mí y cuando habló, su voz era ronca.

—Eso suena como un largo tiempo.

—Lo fue. —Una pelota se formó en mi garganta y, por alguna razón, quise
llorar—. Y fue tan difícil, ¿sabes? Tratar de no mostrarlo y no estar celosa de Danika o
cualquier otra chica que…

—Nunca ha habido otra chica, Layla-bug.

Tomó unos segundos para que esas palabras se filtraran a través de mi dura
cabeza y cuando lo hicieron, me eché hacia atrás y levanté mi cabeza.

—¿Perdón?

Esta vez su rostro se sonrojó.

—Nunca he estado con nadie.

Mi boca cayó a mi pecho.

—¿Necesitar parecer tan sorprendida?

—Lo siento. Es solo que no puedo creer que no has… quiero decir, eres tú. Eres
hermoso y eres amable e inteligente y perfecto y las chicas te echan un vistazo por
todas partes que vamos.

Sonrió.

—No dije que la oportunidad nunca se presentó. Pero nunca reaccioné.

—¿Por qué?

Los ojos de Zayne se encontraron con los míos.


—¿La verdad?

Asentí.

—Realmente no sabía al principio por qué no lo hacía cuando… bueno, cuando


podría haberlo hecho. Es como si nunca hubiera estado interesado lo suficiente para ir
con ello todo el camino. No fue hasta el año pasado que me di cuenta por qué. —Hizo
una pausa, y mi corazón estaba aumentando su ritmo de nuevo—. Es por ti.

—¿Yo?

—Sí. —Tomó un mechón de mi cabello, torciendo su longitud alrededor de dos


de sus dedos—. Llegaría a cierto punto y en todo lo que podría pensar era en ti y eso
parecía mal. Ya sabes, continuar con alguien más cuando imaginaba que estaba
contigo.

Oh Dios mío…

Mi corazón explotó en un montón empalagoso de sensiblería de Zayne y partes


de mi cuerpo se pusieron emocionadas ante el hecho de que había estado
imaginándome a mí, pensando en mí de esa manera por mucho más tiempo de lo que
podría haber sabido.

Zayne colocó sobre mi hombro los mechones de mi cabello con que había estado
jugando, dejando que se desenredaran lentamente.

—¿Qué vas a hacer al respecto?

Mi mente saltó directo a la alcantarilla y comenzó a jugar felizmente con la idea


de cómo íbamos a rectificar nuestros problemas de virginidad, pero dudé que se
refiriera a eso. Luego sacar las cosas sucias de mi cerebro, abrí mi boca, pero colocó un
dedo sobre mis labios.

—No tienes que responder inmediatamente —dijo—. Sé que no es fácil, nada


entre nosotros será fácil y sé que tienes un montón de miedos. No quiero presionarte
o forzar esto, porque yo sé... —Hizo una pausa y asintió con la cabeza como si se
estuviera diciendo a sí mismo algo—. Sé que todavía te importa él... Roth.

Me aparté—. Yo...
—Lo sé —dijo solemnemente—. No es algo que este feliz de decir en voz alta o
siquiera pensar, pero sé que lo haces. Tú compartiste... mucho con él y él estuvo ahí
cuando yo no estuve.

Sabía que estaba pensando en la noche que Petr me atacó, cuando había
intentado llamarlo y no había respondido porque estaba enojado conmigo y había
estado con Danika, él todavía no se había perdonado a sí mismo por eso.

—Zayne, esa noche no fue tu culpa.

—Debería haber contestado el teléfono, pero ese no es el punto. Él ha estado


siempre para ti y te ha aceptado tal y como eres. Otra cosa en la que no siempre he
sido muy bueno. —Pasó el dedo a lo largo de mi mandíbula y luego dejó caer su
mano—. De cualquier forma, sé que aún tienes sentimientos por él, pero estoy
diciendo que podemos darle una oportunidad a esto... que podemos darnos una
oportunidad.

Mi corazón tartamudeó y luego se aceleró, Zayne estaba en lo cierto, por mucho


que odiara admitirlo, yo aún tenía sentimientos por Roth, pero... pero aquí estaba
Zayne y teníamos una historia juntos. Allí estaban todos los años que había pasado
idolatrándolo y soñando con él, ahí estaba todo lo que acababa de decirme.

Y luego estaba todo lo que sentía por él, de la forma en que esperaba para verlo
todos los días, cómo me hacía reír con la más simple de las miradas y la manera en que
yo anhelaba el más breve contacto, ser capaz de besarlo. Siempre había habido algo
entre nosotros, solo que siempre había creído que era solo de mi parte.

Él sonrió un poco—. Así que creo que debemos tomar las cosas con calma.

—¿Con calma? —¿Más lento que dejar al descubierto mí pecho y sentarme en su


regazo?

—Sí, vayamos a una cita ¿Qué opinas de eso?

Mi primera reacción fue decir no, había demasiado riesgo... y si era honesta
conmigo misma, estaba aterrada... aterrada de finalmente tener algo que siempre
había querido, ¿y sí no funcionaba por cualquiera de las millones de razones que esto
era posible? ¿Y sí terminó decepcionada o destruye nuestra amistad? ¿Y si Zayne
perdía su alma por mi culpa?
Había tantos riesgos, pero cuando mi corazón saltó, me di cuenta que mitad
demonio o no, la vida estaba llena de riesgos y yo estaba cansada de no vivir... de no
intentarlo.

Una cita no podía ser mala ¿O sí? Lo mire mientras mis labios se extendían en
una amplia sonrisa—. ¿Qué tal suena una película?

Zayne estuvo despierto hasta la mañana siguiente después de regresar de caza y


me llevó a la escuela. Para el clan eso no pareció fuera de lugar y Nicolai estaba
probablemente encantado de ser relevado del deber.

Las cosas eran normales entre nosotros.

Él se burlaba de mí.

Él me hacía sonrojarme.

Me hizo querer golpearlo en algún momento durante el viaje.

Y al llegar a la escuela, la forma en que se inclinó y dio un dulce beso en mi


mejilla me hizo desear darle un digno beso de despedida.

No estaba segura de nuestra relación ¿Estábamos saliendo? ¿Éramos novio y


novia? Nada de eso se había establecido y era probablemente lo mejor en este
momento. A pesar de querer tomar el riesgo no estaba segura de poder sacar esto
adelante.

O si intentarlo me convertiría en la persona más egoísta del mundo.

De cualquier forma, hubo una estúpida sonrisa estampada en mi cara cuando


entré en la escuela. Cuando me había despertado esta mañana, todos los problemas
que enfrentábamos parecían ser un poco más manejables, como si todos los
problemas se hubieran sumergido en un brillo.

Me reí ante eso, ganándome una mirada extraña de la chica caminando a mi lado.
Oh bueno, dando vuelta a la esquina había pasado la vitrina de trofeos aún vacía
cuando una cabeza cobriza familiar apareció, con un palo de escoba en una mano,
Gerald me hizo señas con la otra.

Deslizándome entre un grupo de chicas me dirigía a él—. ¿Está todo bien?

Él asintió con la cabeza y mantuvo su voz baja.


—Se ocuparon del problema en el sótano de la escuela, se limpió todo y se
deshicieron de la suciedad.

—Genial. —Me sentí aliviada al escuchar esto, Zayne se había ido la noche
anterior para reunirse con los otros pero no habíamos hablado de ello esta mañana.

La piel alrededor de sus ojos se arrugó mientras echaba un vistazo a nuestro


alrededor—. También quería darte las gracias.

—¿Por qué?

—Por no decir nada a los Vigilantes sobre mí —respondió, cambiando el palo de


escoba a un lado diferente—. Yo sé que no lo hiciste, porque todavía estoy aquí de pie,
y te lo agradezco.

—No hay problema, no creo que tendrían problema contigo, pero no quiero
correr ese riesgo. —Tal vez lo hubiera corrido hace unos meses, pero no ahora y esa
realización mató un poco de mi felicidad.

Los ojos de cereza de Gerald me recorrieron nerviosamente de nuevo.

—¿Estás pensando aún en visitar el aquelarre en Bethesda?

—Sí. —Estábamos empezando a conseguir algunas miradas extrañas de los


estudiantes y maestros. Desde donde estábamos, pude ver Stacey esperándome en mi
casillero, de pie junto a un Sam mirando perplejo. Su expresión más o menos lo decía
todo.

Las cejas de Gerald se arrugaron con preocupación—. Me gustaría que


reconsiderarás, debe haber otra manera.

—A menos que tenga algún libro de Lilin para Idiotas, no veo ninguna otra
opción. —Pero en serio eso sería útil—. Mira, gracias por tu preocupación pero tengo
que conseguir...

—No lo entiendes —su mano serpenteó y se curvo en mi muñeca, el golpe


repentino de miedo sacudió mi instinto y ahora que sabía que no venía de mí era más
inquietante—. Pareces una chica agradable, a pesar de todo, pero a veces niña, vas a
hacer preguntas y no te gustan las respuestas que encuentras.
Gerald soltó mi mano antes que pudiera alejarme, cuando se volteó dio una larga
mirada a los casilleros y luego se apresuró a regresar a la sala de los servicios
públicos.

Bueno, eso era extraño, y tal vez más de lo habitual.

Sacudiendo la cabeza, giré alrededor, Stacey me miró con curiosidad mientras


me abría paso entre la multitud de estudiantes.

—¿Saliendo con conserjes ahora?

—¿Tomarse de las manos con él? —preguntó Sam.

—Silencio —dije—. Ambos.

Sacándome el dedo medio, sonrió cuando rodé mis ojos.

—¿Qué pasó contigo ayer? Por favor, dime que no te escapaste con Roth.

Bueno...

—No, simplemente fui a casa, no me sentía bien. Ya sabes lo que... —Ladeé mi


cabeza frunciendo el ceño. Algo sobre Sam parecía diferente, no era su pelo, aunque
las olas rebeldes parecían haber sido pulidas por una vez. Entonces me di cuenta—.
¿Dónde están tus gafas, Sam?

—Las perdió —respondió Stacey cuando empezamos a caminar por el pasillo—.


¿No se ve caliente?

—Claro que sí. —Sonreí—. ¿Pero serás capaz de ver sin ellas?

—Voy a estar bien. —Dio un paso hacia adelante en el flujo del tráfico—. ¿Por
qué estaba ese conserje agarrando tu mano? Fue algo espeluznante.

—Me ayudó ayer que me sentía enferma. —La mentira llegó demasiado
rápido—. Solo estaba sacudiendo mi mano como saludo.

El dulce y salvaje aroma anunció la cercanía de Roth, miré por encima del
hombro. Él venía por el centro de la sala, con el ceño fruncido hacia el teléfono móvil
que llevaba en la mano. Ni siquiera estaba viendo a dónde iba, pero la gente se apartó
fuera del camino para él.
Roth levantó la mirada, su mirada chocó con la mía. Había una tenue mancha de
azul a lo largo de su mandíbula, una señal de que un Guardián había dado un fuerte
golpe, me apresuré a mirar hacia otro lado, maldiciendo en voz baja por la sensación
de culpa. Dos segundos más tarde, él se deslizo a mí lado.

—Buenos días, damas y caballero.

—Hey —respondió Sam con una sonrisa—. Tengo que ir a clase, ¿Nos vemos en
el almuerzo?

Lo vi girar sobre sus talones y desapareció de nuevo por el pasillo, lo mismo


hizo Roth, había un extraño giro en su boca

—¿Nuestro pequeño Sam convirtiendo en un niño grande o algo así?

—¿Qué? —pregunté

—No sé. —Se encogió de hombros, volviéndose a Stacey—. Sin lentes, está
vestido hoy como si su madre no hubiera elegido sus ropas por él y tú estás mirando
fijamente como si quisieras hacer pequeños bebes con gafas con él.

Las mejillas de Stacey se pusieron rojas pero se rio.

—Tal vez eso estoy haciendo.

—Oh. —Los ojos de Roth se abrieron—. Sucia.

Aparte del comentario de hacer bebés, Roth fue realmente moderado en clase.
No se volvió a molestarme o inclinarse para que sus brazos se posaran en mi mesa.

Fue... diferente.

Como siempre, Bambi se puso inquieta durante la clase y comenzó a crear un


mapa invisible en mi cuerpo, para cuando la clase hubo terminado no podía esperar a
salir, la campana sonó y nuestro salón encendió las luces.

—Recuerda —dijo él pasándose una mano por la cabeza y llevándola a la parte


posterior de su cuello mientras miraba hacia abajo a su planificador—. Hay un examen
sorpresa planificado...

El grito ahogado lo interrumpió, y se giró a la puerta cerrada. Entonces los gritos


más fuertes, gritos estridentes y horrorizados, rugieron desde el pasillo fuera del aula.
Como resultado nos levantamos moviéndonos nerviosamente.
—¿Qué está pasando? —susurró Stacey.

—Creo que todos deberíamos estar en el salón de clases —dijo el Sr. Tucker,
tratando de interceptar a Roth, pero era rápido y la mitad de la clase lo estaba
siguiendo—. ¡No sabemos quién está ahí fuera! ¡Venga! ¡Todo el mundo de vuelta a sus
asientos!

Era imposible.

Hubo una congestión menor en la puerta, y entonces todos nos propagamos por
el pasillo lleno, Stacey estaba agarrada de mi suéter. La sala se había calmado al punto
uno podría escuchar un estornudo de los saltamontes, y de alguna manera eso era
peor que los gritos.

Me abrí paso entre la multitud, espiando la espalda de Roth. Sus hombros


estaban anormalmente rígidos, me abrí camino y él miró por encima de su hombro
sacudiendo su cabeza. Mi mirada se desvió más allá de él al claro casi circular en
medio de la multitud de estudiantes, un vacío roto por dos piernas vestidas de gris
meciéndose lentamente hacia atrás y adelante.

—Oh, Dios mío —susurró Stacey.

Arrastrando mi mirada, mi mano se levantó a mi pecho. Al principio, era como si


mi mente se negaba a reconocer lo que estaba viendo, pero la imagen no se fue. No
cambió.

En el medio del pasillo, colgando de una instalación de luz con el estandarte de


la escuela y la bandera roja y dorada envuelta alrededor de su cuello, estaba Gerald
Young.
Traducido por Jessy & otravaga
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

C
on la policía y el trauma, la escuela cerró temprano por el día.

Mi llamada a Zayne lo despertó, pero al momento en que le conté


lo sucedido, estaba levantado y fuera de la casa. No más de veinte
minutos después de que los oficiales comenzaran a despachar a los
estudiantes, me encontré sentada en una pequeña cabina en una pastelería calle abajo
con Zayne y Roth.

No éramos las únicas personas de la escuela allí. Eva y Gareth también estaban
ahí. Se sentaban en una mesa bistro, bajo la fotografía enmarcada de un pan horneado.
Gareth estaba encorvado sobre una taza que sostenía en sus pálidas manos, su
hombros más delgados de lo que recordaba y su cabello un lio de grasa.

Gareth parecía estar hasta el máximo, pero sabía que no debía interferir otra
vez.

Rompí mi galleta en dos, pero por una vez, no hubo nada sobre el delicioso dulce
que me encantara. Apenas conocía a Gerald, habiéndolo visto por primera vez en mi
vida ayer, pero era como con el miembro de la Iglesia de los Hijos de Dios. Ver la
muerte nunca era fácil, sin importar la relación o la falta de ella con alguien.

—Tal vez Gerald se suicidó —dijo Zayne, atrayendo mi atención hacia el


problema en cuestión—. Tan triste como es, tal vez es así de simple.
Roth jugó con la tapa de su chocolate caliente. Por alguna razón la idea de un
demonio, el príncipe heredero del Infierno, bebiendo chocolate caliente trajo una
sonrisa irónica a mis labios.

—No lo sé. ¿Por qué haría eso, especialmente en el medio del pasillo? Vaya
forma de matarse.

—Pero en verdad no lo conocías. Tampoco Layla —los chicos estaban realmente


teniendo una conversación civilizada—. Ambos hablaron con él una vez.

—Don veces de hecho —dije, rompiendo otro pequeño trozo de mi galleta—. Me


detuvo en el camino a clases hoy, agradeciéndome por no decirles a los Guardianes
sobre él.

—Eso no suena como algo que alguien haría antes de colgarse con la bandera de
la escuela —señaló Roth mientras se recostaba en la cabina. Tiró un brazo sobre la
espalda—. ¿Por qué agradecerle a Layla que no pusiera su vida en peligro si él estaba
a punto de quitarse la vida de todos modos?

—¿Dijo algo más?

Asentí.

—Mencionó al aquelarre en Bethesda y me dijo que fuera cuidadosa —lavé las


migajas de mis manos—. Dijo algo parecido a no gustarnos las respuestas que
encontraríamos a nuestras preguntas. Era casi como si él supiera algo, pero tuviese
mucho miedo de decirlo.

Roth frunció el ceño mientras me miraba.

—¿Alguno de los miembros del aquelarre podría haber llegado a él? —la
pregunta no iba dirigida a nadie en particular—. ¿O podría haber sido el Lilin?

—¿Has sentido una bruja en los alrededores? —preguntó Zayne.

Él sacudió la cabeza.

—Usan encantos para bloquearnos, al igual que lo hacen con los Guardianes. Y
no sabemos lo suficiente del Lilin para inclusive averiguar si husmeó o no.

Me eché hacia atrás, cruzando los brazos sobre mi estómago contra el repentino
escalofrió que se movió sobre mi piel.
—Era casi como si fuera un mensaje.

Zayne se giró hacia mí. Sombras habían brotado bajo sus ojos, y supe que no
había logrado descansar mucho.

—No me gusta a donde se dirige ese pensamiento.

—Pero tiene sentido —dijo Roth.

—Lo encontramos ayer, nos dice lo que es y de donde podemos encontrar más
información sobre el Lilin, me da una advertencia y luego ni siquiera una hora
después, está colgando —respiré profundamente—. Parece como si el mensaje fuera
muy claro. Retrocede ahora.

Los ojos de Roth brillaron—. No va a suceder.

—Por mucho que me duela decirlo, el aquelarre es la única pista que


tenemos. —Zayne pasó el brazo detrás de mí, y su calor corporal inmediatamente se
expandió. Sus dedos pasaron fácilmente por los mechones sueltos de mi cabello en un
gesto aparentemente ausente—. No haya nada en las calles. No encontramos nada.

—Lo mismo en mi lado —la mirada de Roth se desvió a la mano de Zayne y se


quedó—. ¿Alguna actualización sobre posibles muertes relacionadas al Lilin?

—Nada fuera de lo normal, ¿pero qué sabemos realmente?

Un músculo comenzó a hacer tic tac en la mandíbula de Roth, y aparté la mirada,


enfocándome en mi galleta sin tocar. Hubo un repentino golpe fuerte desde el otro
lado de la pastelería. Cuando levanté la mirada, vi a Gareth de rodillas junto a la mesa
en la que había estado sentado. Eva estaba a su lado, con sus brazos envueltos
alrededor de su antebrazo. Dos manchas de color rosado aparecieron en sus mejillas
cuando la mitad de la pastelería se detuvo a mirarlos.

—Vamos —dijo ella, forzando una sonrisa en los labios que estaban libres de
maquillaje—. Tienes que levantarte.

Me encogí de vergüenza ajena. Eva no era una fan mía, pero observar esto me
ponía incomoda.

—El chico necesita una intervención —dijo un hombre mayor en la fila lo


suficientemente fuerte para que Eva escuchara.
Las mejillas de Eva se sonrojaron aún más, pero Gareth dejó salir esa risita otra
vez; del tipo que ponía mi piel de gallina.

—Más bien como una intervención demoniaca —murmuró Roth, mirando la


situación con visible desagrado.

Gareth se levantó, pero luego volvió a tropezar, golpeando una mesa cercana. Las
bebidas se derramaron y las personas se dispersaron. Un brillo vidrioso lleno los ojos
de Eva. Ya no podía quedarme allí por más tiempo.

—Muévete —dije, empujando ligeramente a Zayne.

Él no se movió—. ¿Por qué?

—Esto es demasiado embarazoso de ver. Alguien necesita ayudarla.

Zayne me quedo mirando un momento y luego suspiró.

—Quédate ahí. Me aseguraré de que lo saque de aquí.

—Gracias.

Mientras Zayne se dirigía a ayudarla, mi mirada se desvió a través de la mesa.


Era imposible no ir allí. Podía sentir la intensidad en la mirada de Roth. Nuestras
miradas se cruzaron.

—¿Cómo estás llevándolo? —preguntó él.

La pregunta me tomó por sorpresa. No podía recordar un momento cuando él


me hubiera preguntado eso.

—Estoy bien.

—Viendo que esta mañana no pudo haber sido divertida.

Incómoda, coloque las manos en la mesa para dejar de juguetear—. No lo fue.

—Y el chico que murió hace unas noches atrás —un mechón de cabello negro
azulado cayó por su frente, suavizando sus rasgos—. ¿Cómo estás manejando eso?

Presionando mis labios, no respondí inmediatamente. Zayne tenía a Gareth en la


puerta. Esperaba que donde fuera que tuvieran que ir no fuera lejos, porque dudaba
que lo lograran sin que Zayne lo cargara. Cuando mi mirada se deslizó de vuelta a
Roth, él seguía esperando.
—De verdad espero que no te culpes —dijo él, inclinando su largo cuerpo hacia
adelante—. Pero conociéndote, probablemente lo haces.

—Bueno, le di una bofetada al chico con una biblia —mi estómago se retorció
ante el recuerdo—. Estoy segura de que la situación se podría haber manejado mejor.

—Pero tú no apretaste el gatillo. Tampoco mataste al tipo —su voz cayó—. Yo lo


hice.

—Pero yo…

Sus manos se cerraron alrededor de las mías, sobresaltándome.

—No pongas esa mierda en tú cabeza. Tienes bastante de que preocuparte.

Parte de la frustración serpenteando su camino alrededor de mi núcleo era mía,


pero había un borde duro que no pertenecía a mí. Una perturbación que no podía
entender completamente que venía de las profundidades de…Roth. Cuanto más
tiempo sostenía mis manos, más claras se volvían las emociones, como nubes
separándose y revelando el sol. Pisándole los talones a la frustración era otra
emoción…similar a una que había sentido de Zayne.

Un sopló áspero rugió fuera de mí y comencé a tirar mis manos para liberarlas.
No las dejó ir al principio, pero finalmente cedió. Mis dedos se deslizaron fuera de los
suyos, provocando una oleada de escalofríos por mis brazos.

—¿Qué? —preguntó él, con la mirada penetrante.

Sacudí la cabeza—. Nada.

Roth no dijo nada más.

Yo tampoco.

Más tarde esa tarde, observé a Izzy cambiar de ida y vuelta mientras Drake
agarraba la pierna de Jasmine. Ella se inclinaba de vez en cuando, agitando
perezosamente los rizos rojizos del pequeño mientras el chupaba su pulgar.
Izzy era tan natural en el cambio así como era una niña problemática. Corrió por
la sala de estar a toda velocidad, una pequeña ala aleteando mientras que la otra caía
hacia un lado. Varias veces se lanzó al aire cuando se acercaba a Drake, haciendo que
chillara de terror.

En su mayor parte, estuve acurrucada de forma segura en una esquina del sillón,
resguardada con mi capucha. La casa se sentía como una nevera para mí, pero
probablemente no para Danika, quien seguía interceptando a Izzy justo cuando iba a
arrojarse hacia mí.

Cuando se acercaba la hora antes de la cena, me fui para dirigirme hacia arriba.
Las cenas habían sido incómodas por semanas ahora y prefería mendigar las sobras
que sentarme a través de miradas sospechosas.

Pasé a la cocina, espiando a Morris en la isla. Estaba cortando vegetales con el


tipo de cuchillo que los asesinos seriales codiciarían. Levantó la mirada y su piel
oscura se arrugó en los ojos cuando sonrió. Agitó el cuchillo felizmente.

Si se tratara de cualquier otra persona, me habría preocupado. Le devolví el


saludo y luego subí las escaleras. En el piso superior, un escalofrió extraño se escurrió
por mi columna. Me di la vuelta, medio esperando encontrar a alguien dándome malos
ojos desde el piso de abajo, pero nadie estaba ahí.

Podía escuchar la risa distante de Izzy y el bajo gemido de Drake, pero el


sentimiento se quedó. Me estremecí, metiéndome las manos en los bolsillos de mi
capucha mientras sacudía la cabeza. Los acontecimientos recientes me habían puesto
paranoica, con razón.

Dando la vuelta, mi atención cayó a la puerta cerrada de Zayne. Se había ido a


dormir cuando llegamos a casa de la pastelería, algo que era muy necesario. Sabía que
estaría levantándose pronto para entrar a una sesión de ejercicios antes de sentarse a
comer. Me acerqué a la puerta, mi puño flotó por un segundo, pero por razones que
probablemente nunca conocería, abrí sin tocar.

No estaba de pie en medio de su habitación medio desnudo ni estaba donde le


gustaba estar cuando entraba en un profundo sueño, lo cual era junto al gran ventanal.
A algunos de los Guardianes les gustaba posarse en el techo, al igual que las gárgolas
de piedra adornando las iglesias y escuelas. A Zayne no. A él le gustaba esa ventana
desde que podía recordar.
Mi mirada se desvió a su gran cama… y ahí estaba él. Las comisuras de mis labios
se inclinaron hacia arriba. Estaba tumbado en el centro de la cama en su forma
humana, acostado boca abajo. Una sábana estaba envuelta alrededor de sus caderas y
los músculos de su espalda estaban relajados. Una mejilla descansaba en la curva de
su codo y se enfrentaba a la puerta, con los labios separados. Sus gruesas pestañas
rozaban las puntas de sus mejillas y esas pestañas tenían que ser la envidia de cada
anuncio de rímel por ahí.

Cerré silenciosamente la puerta tras de mí y me acerque a la cama. En su sueño,


se veía mucho más joven de lo que era, a gusto, y, en cierto modo, vulnerable. Nadie
que lo viera de esta manera creería que pudiera ser tan peligroso o mortal cuando
estaba despierto.

Sabiendo que no debería estar aquí, aun así me senté al borde de la cama y mi
mirada rastreó la línea de su columna. Realmente no sabía porque había venido, pero
en todo lo que podía pensar era en lo que él había pedido.

Danos una oportunidad.

Mi corazón trastabilló. ¿Realmente podríamos hacer esto? Todavía no estaba


segura de sí intentarlo realmente era lo correcto, pero no hacerlo era como darle la
espalda a la historia que compartíamos. Mientras mis ojos asimilaban toda la carne
dorada a la vista, no pude evitar preguntarme si nos habríamos encontrado en esta
situación aunque Roth nunca hubiese entrado en escena.

Ante el pensamiento de él, nudos retorcieron mi estómago, una mezcla de dolor


persistente, la insípida mordida de la confusión... y la culpa. Mis manos se cerraron
con impotencia en mi regazo. Odiaba sentirme de esa manera… odiaba que todavía
estuviese afectada por Roth y que pudiera sentir culpa por algo de esto. Él era el que
me había rechazado... el que me había empujado directo a los brazos de Zayne.

Los cuales eran unos brazos realmente agradables, pensé, mirando a sus bíceps.

Me sentía como una total pervertida.

Sí, hora de ponerse en movimiento. Empecé a levantarme, pero una mano se


cerró alrededor de mi muñeca. Jadeando, miré hacia abajo a Zayne.

Un ojo era visible y una sonrisa soñolienta tiraba de sus labios.

—¿A dónde vas?


La vergüenza se extendió a través de mí.

—¿Cuánto tiempo has estado despierto?

—El tiempo suficiente para saber que me has estado mirando. —La sonrisa
ladeada se extendió—. Me siento como un pedazo de carne.

—Cállate.

—No dije que no me gustara la sensación. —Él rodó sobre su costado, y noté que
las sombras oscuras bajo sus ojos se habían desvanecido. Su mirada vagó por mi
rostro—. Me gusta despertar y verte aquí.

Una cálida sensación zumbó a través de mí como una pequeña abeja feliz, y el
sentimiento me puso nerviosa. Cuando aparté la mirada, mi cabello se deslizó por
encima de mi hombro, protegiendo mi rostro.

—¿Qué? —preguntó, dejando caer mi muñeca para estirarse y apartar los


mechones rubios.

—No sé. —Le eché un vistazo, forzando mi atención a no vagar por debajo de su
barbilla por temor a encontrarme seriamente distraída—. Es sólo que... no sé cómo
actuar cuando eres tan... abierto acerca de esto.

Sus dedos permanecieron en mi cabello, deslizándose a través de las hebras.

—Actúa como si siempre has actuado, Layla-bug. Eso es lo que siempre me ha


gustado de ti.

—¿El hecho de que actúo como un idiota la mayor parte del tiempo?

Él sonrió.

—Sí.

Una risa se me escapó cuando empecé a relajarme. Levantando las piernas, las
crucé. Lo vi colocar el brazo más cercano a mí detrás de su cabeza.

—Desearía que hubiese sido más abierto al respecto antes —admitió en voz
baja—. Que no esperara tanto tiempo.

También lo deseaba, porque quizá ahora las cosas no serían tan confusas y
complicadas.
—Más vale tarde que nunca, ¿no? —Cuando asentí, él deslizó sus dedos por mi
brazo. Incluso a través de la sudadera con capucha, pude sentir su toque—. ¿Qué hay
para cenar?

—Creo que algún tipo de estofado o carne a la cazuela.

—¿Vas a comer con el resto de nosotros?

Encogí un hombro.

—No lo sé. Se siente incómodo hacerlo.

—No es como si nadie te quisiera ahí, Layla.

Así no era como se sentía para mí. Le eché un vistazo al reloj de la pared.

—Probablemente debería irme. Necesitas…

Zayne tomó mi brazo y rodó tan rápidamente que no había nada que yo pudiera
hacer. De repente estaba sobre mi espalda, mirando fijamente unos ojos que brillaban
con picardía. Él se cernía sobre mí, apoyando su peso sobre sus brazos.

—Que salgas corriendo no es lo que necesito —dijo.

—¿No lo es? —chillé posiblemente la pregunta más estúpida, pero no tenía la


culpa. La sábana se había deslizado más bajo en sus caderas, y, sinceramente, no
podría decir si él llevaba algo debajo de ella.

—No. —Su sonrisa tironeó mi pecho—. Vamos a acurrucarnos por un rato.

—¿Acurrucarnos? —Me reí ante la imagen de una gárgola de dos metros


acurrucándose.

Él se rió entre dientes.

—¿Creí que a las chicas les gustaba acurrucarse?

—Realmente no sabría decirte. —Eso no era cierto. Sí me gustaba acurrucarme


un poco. Todas esas veces que Zayne habían dormido a mi lado, y luego estaba la vez
con Roth, cuando lo único que habíamos hecho era yacer en los brazos del otro y
hablar de nada importante.

Inhalé con fuerza cuando mi estómago se desplomó. No debería… no podía


pensar en él ahora mismo.
La sonrisa de Zayne cayó mientras sus ojos buscaban los míos.

—A veces te me desapareces cuando estás aquí, y probablemente no quiero


saber a dónde vas.

Contuve el aliento mientras mis pulmones se expandían. Quería decirle que no


iba a ninguna parte, y si lo hacía no era nada de qué preocuparse, pero eso sería una
mentira y que él lo sabría.

Una de las comisuras de sus labios se curvó hacia arriba.

—Pero estás aquí. Así que eso es más importante.

—Lo es. —Y lo era.

Un instante de pesado silencio se extendió entre nosotros, y su mirada cayó a


mis labios y luego hacia abajo, a donde mi sudadera con capucha tenía la cremallera
hasta el cuello. Su sonrisa se extendió.

—¿Frío?

—Hace frío en esta casa —respondí, feliz por un cambio de tema.

Pero entonces su mirada se levantó, y esos ojos eran eléctricos. Mi pecho se


levantó con una respiración profunda.

—Debería alistarme —murmuró.

—Deberías.

—Pero en cierto modo sólo quiero tumbarme y no hacer nada.

Un cosquilleo comenzó en mis labios y me estremeció hasta los dedos de los pies.

—Eso es muy atípico de un Guardián.

—Si tan sólo conocieras mis pensamientos muy atípicos de un Guardián,


probablemente habrías huido de esta habitación. —Se dio cuenta de mi fuerte
inhalación—. O tal vez no.

Mis dedos picaban por tocarlo, pero los mantuve a mis costados. Él había
sugerido que nos tomáramos las cosas con calma y nos diéramos una oportunidad, y
eso probablemente no implicaba manosearlo. Pero era tan difícil.
—¿Quieres recibir algo de entrenamiento conmigo esta noche? —preguntó.

—Sí. —Mi voz sonaba ronca—. Eso... eso sería genial.

—Realmente genial. O tal vez caliente. Probablemente caliente... —se


interrumpió, y su cabeza cayó.

Retrocedí, presionándome en el colchón como si este pudiera absorberme.

—Zayne, no deberías estar tan…

—Está bien. —Él siguió avanzando, acercándose, sin miedo alguno y


completamente loco—. Te preocupas demasiado.

—Estás loco. —Volteé la cabeza, pero él puso dos dedos en mi barbilla y guió mi
cabeza hacia adelante. Mis ojos se ensancharon—. Absoluta y completamente loco.

—No. Sólo confío en ti. —Apoyó su frente contra la mía, y cada músculo de mi
cuerpo se tensó—. ¿Ves? No te estás comiendo mi alma, ¿o sí?

Mantuve mi boca firmemente cerrada. El leve ardor estaba en mi garganta y no


confiaba en mí misma para hablar.

Él movió la cabeza y su nariz rozó la mía, una experiencia totalmente nueva con
Zayne. Mi corazón se aceleró, palpitando tan rápido que estaba tropezando consigo
mismo. Un suspiro se sacudió fuera de él y sobre mí. Mis ojos se cerraron cuando sus
dedos se arrastraron a través de mi mejilla y luego hacia abajo, a donde mi pulso latía
rápidamente. Si bajaba su cuerpo sólo un poco, estaríamos presionados en todas las
formas que hacían que mis dedos se curvaran y mis rodillas se debilitaran, y tenía la
sensación de que descubriría rápidamente si él llevaba algo debajo de esa sábana.

Oh Dios, ese no era el pensamiento más adecuado para tener en estos momentos.

Creí escucharlo susurrar mi nombre, y entonces sentí el más simple roce de sus
labios, tan suave y rápido como el aleteo de unas alas, a través de los míos.

La conmoción onduló a través de mí, robándome el aliento. Mis ojos se abrieron


de par en par, y Zayne levantó la cabeza. Había una pequeña sonrisa satisfecha en sus
labios y los míos... oh, los míos estaban hormigueando y zumbando por el breve
contacto.

—Hmm... —murmuró, y su lengua salió, suavizando el pliegue en su labio


superior—. Todavía estoy aquí. Con el alma intacta. Ve a saber.
Yo estaba absolutamente estupefacta, más allá de la capacidad de hablar.
Realmente no había sido un beso. Mis labios habían estado herméticamente sellados,
así que ni siquiera se podía decir que fue un besito, pero Zayne... se había atrevido a
poner sus labios contra los míos. Se había arriesgado a eso… se había arriesgado a
perder su alma por un breve roce de labios.

Zayne se estiró hacia arriba, besó mi frente y luego rodó sobre su costado.

—Realmente tengo que ponerme en marcha, y necesito cambiarme. —Él sacó las
piernas de debajo de la sábana y se puso de pie.

Estaba totalmente desnudo.

Totalmente y condenadamente desnudo, y yo estaba mirando fijamente su


trasero, su más bien firme y…

—¡Oh mi Dios!

Echando un vistazo por encima del hombro, él arqueó una ceja mientras su
sonrisa socarrona se volvía pícara.

—¿Qué?

—¿Qué? —Lo miré boquiabierta, pero luego mi mirada cayó y mi rostro ardía
como el primer círculo del Infierno—. Oh Dios mío —dije de nuevo mientras salía de
la cama, por el otro lado. Una risita se abrió paso por mi garganta y salió de golpe—.
Estás tan condenadamente desnudo.

—¿En serio? —Su respuesta fue seca mientras recogía la sábana. Se volteó
ligeramente y, ¡oh querido Dios! me di la vuelta, con los ojos muy abiertos.

Santas gárgolas bebé, él estaba...

—¿Está todo bien por allá?

—Sí —grazné, sintiéndome ruborizada por una razón completamente diferente.


Me volteé lentamente.

Él se rió entre dientes mientras envolvía la sábana alrededor de su cintura,


cubriendo sus... sus partecitas.

—Voy a tener que dejar caer esto de nuevo para cambiarme. —Sus ojos bailaban
con picardía—. No digo que tengas que irte, pero…
—Me voy. —Corrí alrededor de la cama, mi cabello arrastrándose detrás de mí.
Mientras lo pasaba, él extendió la mano, dándole un golpecito a mi trasero. Salté,
disparándole una mirada—. Eres tan malo.

—Terrible. —Él sonrió mientras retrocedía, con una mano apoyada en el nudo
de la sábana—. Nos vemos en un rato.

Hice algún sonido afirmativo, y luego volé hacia el pasillo. Todo mi cuerpo estaba
ardiendo mientras presionaba una mano contra mis labios todavía hormigueando y la
imagen del trasero de Zayne se estampó en las cuencas de mis ojos.

Él tenía un gran trasero.

Y por lo que había visto, tampoco tenía carencias en ningún otro departamento.

Solté una risita mientras viraba hacia las escaleras, casi abriéndome paso
directamente a través de Maddox. Se detuvo en seco en el escalón más alto.

—Lo siento —murmuré.

Su expresión era intensa, no del todo confiada, pero asintió. Mientras se hacía a
un lado para dejarme pasar, una ola de irritación pinchó su camino por mi espalda.
¿Lo mataría decir algo? El Guardián nunca me había hablado.

Ni una sola vez.

Tomando una respiración profunda, moví mi pie al escalón de abajo y una ráfaga
de aire frío vino del pasillo detrás de mí, agitándome el cabello y enviando delgados
bucles alrededor de mi rostro.

Miré a mi izquierda y todo lo que vi fue el rostro de Maddox blanco con shock, y
luego cayó de cabeza por las empinadas escaleras.

Gritando, corrí por las escaleras, haciendo una mueca cuando golpeó el suelo de
madera más abajo, con la cabeza golpeando el suelo. Llegué a su lado mientras pies
golpeteaban desde todos los rincones de la casa.

Yacía en un ángulo antinatural, un brazo torcido detrás de él y una pierna


doblada por la rodilla. Me agaché.

—¿Maddox?

Él no respondió.
Traducido por HeythereDelilah1007
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

S
egundos después, y yo todavía no tenía idea de que acababa de pasar.

Dez fue el primero en alcanzarnos. Él puso una mano en mi hombro


y gentilmente me movió a un lado mientras se arrodillaba.

—¿Maddox? —le dijo al pálido e inmóvil Guardián. Cuando no hubo ninguna


respuesta, puso una mano en el pecho de Maddox—. Dios.

Enrollé mis manos alrededor de mi pecho. Sabía que Maddox tenía que estar
vivo. Una caída no mataría a un Guardián, pero en su forma humana, eran
susceptibles a las heridas, incluso de forma grave.

—¿Cómo pasó esto? — Dez miró sobre su hombro hacia mí.

Sacudí mi cabeza—. No lo sé. Él estaba subiendo las escaleras y luego solo se fue
para atrás…

Zayne bajó las escaleras, vestido solamente con un par de pantalones de


sudadera sueltos.

—¿Qué demonios?

—Se cayó— Expliqué lamentablemente.

—¡Jasmine! — gritó Dez mientras se levantaba.

En segundos, Jasmine llegó, sus ojos ampliándose. Se dio la vuelta, entregándole


a Drake a Danika.

—Manten a Izzy y a Drake fuera de aquí —dijo ella, dándose la vuelta hacia
Maddox.
Danika asintió, mirando hacia donde Zayne y yo estábamos parados. Se dio la
vuelta, llevándose rápidamente a Drake por donde vinieron. Una puerta se cerró
suavemente.

Mientras Jasmine se arrodillaba al otro lado de Maddox y ponía le ponía sus


dedos delgados sobre el cuello, el resto del equipo llegó. Una vez hubieron escuchado
que Maddox se había caído para atrás por las escaleras, Abbot se volteó hacia mí.

Encogiéndome hacia atrás, me di cuenta de que estaba muy cerca de ser


crucificada.

—¿Él simplemente se cayó para atrás? —preguntó Abbot, incredulidad saliendo


de su voz mientras caminaba alrededor de las piernas sueltas de Maddox—. ¿Esperas
que alguno de nosotros se crea eso?

Al menos fue directo al grano esta vez.

—¡Sí! Sólo se cayó. No sé si perdió el equilibrio o… espera, hubo una ráfaga de


viento frío justo antes de que cayera. —Y ahora que lo había dicho en voz alta, supe
que no había sido la primera vez—. Pasó lo mismo con las ventanas. Hubo un soplo
de…—

—¿De viento? —terminó Abbot con duda en la voz—. ¿El aire golpeó con la
fuerza suficiente para abrir las ventanas o lanzar a un Guardián de ciento treinta kilos
por las escaleras? Lo que solo podría pasar si usáramos el aire acondicionado en esta
época de año, cosa que no hacemos.

—Está bien. Sé que suena ridículo, pero no estoy mintiendo.

Zayne se movió a mi lado.

—Ella no tiene ninguna razón para mentir, padre. Si dice que se cayó, él se cayó.

—Ella tiene todas las razones para mentir —escupió su padre. Yo —. Una vez fue
suficiente, ¿pero esto? —Él hizo gestos hacia Maddox—. Uno de los nuestros, un
invitado de nuestro clan, ha sido lastimado, y otro está desaparecido.

Me tensé por lo que estaba implicando, incluso aunque tuviera un muy buen
punto con lo último. Zayne dio un paso al frente, bloqueándome.

—¿Qué estás diciendo?


—Chicos —llamó Jasmine—. Necesito mover a Maddox para poder ver mejor sus
heridas. Justo ahora, se ve como si él solamente estuviera inconsciente. Tal vez un
brazo roto o un cráneo fisurado, lo que sanará. Pero necesito ayuda para moverlo.

Zayne y Abbot, que estaban actualmente en un concurso épico de miradas, no


parecieron haberla escuchado.

Dez asintió mientras se movía para estar frente a los pies de Maddox.

—¿Nicolai? ¿Puedes coger sus brazos?

Mientras Nicolai cumplía su orden, Abbot tenía fijo con los ojos a su hijo.

—No hay manera de que yo, o tú, podamos creer que él perdió el equilibrio y se
cayó.

Los Guardianes en general eran un poquito más gráciles que eso, pero no había
otra explicación… a parte del viento extraño.

—¿Estás sugiriendo que Layla lo empujó? —desafió Zayne mientras los


músculos en su espalda se tensaban—. Porque eso es estúpido.

Abbot se acercó a Zayne, estando frente a frente, y mi corazón se hundió.

—Cuida como me hablas, muchacho. Soy tu padre.

Tuve el deseo salvaje de reír mientras me imaginaba el casco de Darth Vader


cayendo sobre la cabeza de Abbot. Por suerte no lo hice, porque eso seriamente no
ayudaría a mejorar las cosas.

Geoff vino adelante.

—¿Puedo sugerir algo? —Cuando Abbot asintió tajantemente, él continuó—. Lo


que sea que haya pasado debería estar capturado en video. Lo mismo con las
ventanas.

Mi mirada llegó a él con rapidez. ¿Porque no había pensado yo en eso?

—Entonces ustedes vieron el video y ¿que mostró?

—Las ventanas estallando, aparentemente por cuenta propia —respondió Geoff.

Zayne levantó su mentón—. Vamos a ver los videos entonces.


No estaba muy segura de que tanto ayudaría, dado que ellos ya habían visto el
video de mí no haciendo nada, pero nos dirigimos al centro de comando. Cerca de la
sala de entrenamiento siempre estaba varios grados más frío que en ningún otro
lugar, pero hoy parecía como si hubiera la misma temperatura que en los pisos de
arriba mientras caminábamos por el estrecho y mal iluminado pasillo.

Me quedé cerca de Zayne, sabiéndolo mejor como para decir mucho sobre nada
justo ahora. Rabia irradiaba de Abbot en olas, atascando el corredor. Incluso Bambi,
que había estado relativamente sedentaria, subía sin cesar, deslizándose en mi
estómago.

La tensión salía de Zayne mientras él se movía más cerca a mi lado. Él no habló


mientras entrábamos al hogar de Geoff lejos de casa.

El centro de comando era una habitación circular que se llenó rápidamente


cuando nos metimos en fila dentro de ella. Monitores se alienaban desde la mitad de la
pared, mientras que las otras secciones estaban cubiertas con viejos afiches de
bandas, que iban desde Bon Jovi, Pink Floyd y AC/DC a Aerosmith. Algunos se veían
auténticos, con sus bordes levantados hacia arriba.

Era extraño, un pequeño vistazo de la personalidad de Geoff mezclada con la


espeluznante seguridad nivel CIA. Geoff fue directo a uno de los computadores y sus
dedos bailaron sobre el teclado. La pantalla se enfocó en el pasillo y, quedándose ahí,
empezó a retroceder rápidamente, luego se detuvo justo cuando yo salí a la vista… con
mis dedos tocando mis labios.

Genial.

Exhalando suavemente, miré hacia Zayne y él bajó la mirada hacia mí. Un lado de
sus labios se curvó mientras un brillo de reconocimiento llenaba sus ojos. Suspiro.

Me volví de vuelta al video justo cuando Maddox aparecía en la pantalla. No


había volumen pero podías verlo apartándose de mi camino. Las cámaras no mentían,
y no había ningún error en la mirada de desconfianza que lanzó en mi dirección.

La habitación se quedó en silencio mientras el monitor revelaba exactamente lo


que les había dicho. Desde la perspectiva de la cámara, fue claro el momento en que
sentí el soplo de viento. Mi cabello, que se veía blanco en la pantalla, se movió como si
hubiera pasado frente a un ventilador. La cámara captó como se le ampliaban los ojos
a Maddox y su ligero boqueo el segundo antes de que cayera. Lo que yo no noté
cuando pasó fue que cuando Maddox cayó, él no rebotó por las escaleras. Él cayó con
el trasero levantado en el aire, no golpeando nada hasta que alcanzó el fondo.

Como si se hubiera tirado a sí mismo hacia atrás.

O hubiera sido golpeado por una gran fuerza.

—No lo toqué, como pueden ver —dije, levantando mi mirada hacia donde
estaba Abbot junto a Geoff—. No hice nada.

Un musculo se movió en su mandíbula mientras observaba a Geoff detener a


grabación.

—No hay como negar eso. —Zayne cruzó los brazos sobre su pecho amplio—.
Ella no mintió.

—Pero ella lo estaba mirando —respondió Abbot, volteándose hacia nosotros.

Mis cejas se alzaron.

—A menos que yo haya desarrollado poderes extra geniales sin darme cuenta,
mirarlo no podría tirarlo por las escaleras.

Su mirada se dirigió hacia mí, y presión se arremolinó en mi pecho. La forma en


la que me miraba, como si yo fuera un lobo entre las pobres y pequeñas ovejas que él
tenía la responsabilidad de proteger, me golpeó profundamente. No había forma de
ocultar su abierta desconfianza, y no podía entender de dónde provenía. Sí, le había
mentido, pero él también me había mentido sobre más grandes, y más importantes
cosas, como quienes eran mi padre y mi madre, para empezar.

No siempre había sido así. Odiaba el escozor de las lágrimas que se drenaba
desde mi garganta. Era débil llorar, pero dolía reconocer que Abbot ya no me miraba
como si fuera parte de su familia. Eso era muy claro ahora.

Zayne había estado hablando, pero no le había estado prestando atención. Lo


que sea que hubiese dicho, lo más probable en defensa mía, había enojado a su padre.

—No sabemos de lo que ella es capaz realmente. Dudo que siquiera ella lo sepa
—replicó él.

La rabia era como un golpe de acero en la espalda de Zayne.


—¿A qué te refieres con que no lo sabemos? Se de lo que ella es y no es capaz.
¿Cómo puede ser diferente contigo?

La forma ferviente y firme como me defendía, a pesar del descontento obvio que
estaba imponiendo entre él y su padre, me hicieron sentir como si una mano se
hubiera lanzado a través de mi pecho y cerrado sobre mi corazón.

Abbot maldijo bajo su aliento, y cuando habló, fue como si yo no estuviera en la


habitación, o a él no le importara que yo lo estuviera.

—Necesitas mirar más allá de tus sentimientos hijo. Ella ya no es la pequeña


niña asustada que traje a casa. Entre más pronto lo entiendas, mejor será.

Tomé una profunda respiración mientras la quemazón se movía a mis ojos.


Excepto que este era un tipo diferente de quemazón, provocada por un flujo de
emociones enloquecidas. Mi piel se encogió, haciendo que Bambi se retorciera en mi
espalda, y la necesidad de alimentarme me golpeó en la garganta.

Geoff apretó los labios y miró hacia otro lado mientras Zayne miraba fijamente a
su padre, su boca ligeramente abierta, como si no pudiera creer lo que su padre
acababa de decir.

La humillación se mezcló con el dolor profundo como el alma. Respiré


profundamente y no confié en mi misma para hablar. Tuve que tomar otra.

—¿Entonces que soy?

Abbot me miró pero no respondió.

Mi voz se vaciló mientras hablaba otra vez.

—¿Por qué siquiera me dejan quedarme aquí?

Hubo un momento de silencio y entonces Abbot miró a otra parte. Un suspiro


pesado se sacudió a través de él—. Realmente no lo sé.

Incapaz de quedarme ahí parada y no hacer algo de lo que me podría arrepentir,


como romper en lágrimas o patear a Abbot en el estómago, me di la vuelta y salí del
centro de comando. Mis manos hormigueando mientras las doblaba en puños. Estaba
respirando demasiado rápido, dos respiraciones adentro, una respiración afuera.
¿Cuándo había llegado a disgustarle tanto a Abbot? Me golpeó mientras cruzaba la sala
de entrenamiento, haciéndome detener repentinamente. Él había desconfiado de mí
por un tiempo, pero su desconfianza se había pronunciado más desde el momento en
que Roth había regresado y soltado las noticias de que un Lilin había nacido.

—Layla.

Agarrándome de la puerta del casillero, me tragué un quejido ante el sonido de


la voz de Roth. Aunque no reconocí su presencia, él se inclinó contra el casillero junto
al mío. Yo no estaba para nada en el humor de lidiar con él hoy.

—¿Qué?

—Te ves como mierda.

Deslicé mi carga de libros adentro—. Gracias.

—También te veías como si estuvieras a punto de quedarte dormida en biología.

—¿Cómo es eso diferente a cualquier otra persona de la clase?

Él se rió entre dientes oscuramente.

—Buen punto. —Se detuvo mientras uno de primer año se acercaba a su


casillero, el cual era el mismo en el que Roth estaba descansando su trasero. El chico
se detuvo y Roth levantó una ceja. El chico se dio la vuelta sobre sus talones y se
apresuró hacia otro lado. Roth sonrió mientras inclinaba su barbilla hacia mí—. ¿No
dormiste mucho anoche?

Después de todo lo que había pasado ayer, el sueño no llegó fácilmente. Sacudí
mi cabeza mientras alcanzaba mis libros de la tarde.

—¿Piedrota te mantuvo despierta hasta tarde, susurrando pensamientos


inocentes y puros en tu oído?

Rodé mis ojos ante la burla que salía de su voz—. Uh. No.

Se deslizó, alineando su cuerpo con el mío.

—¿Te mantuvo despierta susurrándote todas las cosas traviesas que quiere
hacer contigo?

Exhalando profundamente, finalmente me volteé hacia él. El cabello de Roth era


un desastre de capas color cuervo y la camisa gris que estaba usando se estrechaba
contra su pecho terso. Sus jeans colgaban bajo en sus caderas, desgarrados alrededor
de las rodillas. Era la pura imagen de perezosa arrogancia.

—Voy a suponer que no hizo eso tampoco. Él es demasiado bueno para ese tipo
de cosas sucias. —Puso un dedo en su mentón pensativamente, y me di cuenta de que
su uña estaba pintada de negro—. Probablemente él se acurrucó contigo.

Zayne se había, algo así como acurrucado conmigo antes de que Maddox se
hubiera caído por las escaleras, pero también había sido no muy puro al respecto.

—¿Qué pasa contigo queriendo saber que hay entre Zayne y yo? No es asunto
tuyo.

Su hombro se levantó.

—Solo tengo curiosidad. —Cuando no respondí, él suspiró—. ¿Así que, que pasa
contigo hoy? ¿Es por lo que pasó con nuestra amigable bruja de vecindario? ¿O es algo
más?

Me encogí un poco ante su actitud, hastiada.

—Eso, y anoche… —¿Es que estaba pensando incluso en confiar en Roth?


¿Nuestra bandera blanca de la amistad estaba en ese punto?

—¿Anoche qué?

Suspirando, pasé una mano por mi cabello. La necesidad de darle voz a lo que me
estaba molestado era muy fuerte. No era como si pudiera hablarle a Stacey de estas
cosas, y no quería involucrar más a Zayne de lo que él ya estaba por el simple acto de
defenderme.

—Abbot cree que soy la maldad encarnada.

Su ceja se levantó alta en su frente, desapareciendo bajo su cabello.

—¿Qué?

—¿La versión resumida? Han estado pasando cosas raras en la casa. Las
ventanas se explotaron y luego uno de los Guardianes se cayó por las escaleras.
—Eché mi cabello hacia atrás, más que cansada—. Sumado al hecho de que Tomas, a
quien Bambi se comió, sigue desaparecido, Abbot cree que estoy detrás de todo eso.

Roth frunció el ceño—. ¿Y por qué cree que tienes algo que ver con eso?
Esperé hasta que un grupo pequeño de gente que se apuraba hasta la cafetería
nos pasara antes de continuar.

—Porque yo estaba presente cuando las ventanas se explotaron y cuando


Maddox se cayó por las escaleras. No estoy segura de como une lo de Tomas a mí.

—¿Hiciste esas cosas? —preguntó.

—¿Qué? —Levanté mis manos—. No. No hice nada. Lo tienen grabado. —Un
poco paranoica, hice una mueca—. ¿Por qué preguntarías algo así?

—¿Por qué no preguntaría para estar seguro? Dijiste que no lo hiciste. Hay
pruebas de que no lo hiciste, entonces ¿porque pensaría él todavía que tú estás detrás
de todo?

Y aquí venía la parte que me mantuvo dando vueltas en la cama toda la noche.

—Abbot piensa que ellos no saben de lo que soy capaz. Que yo tengo súper
poderes y que hice todo eso con solo pensarlo, supongo.

—Esa sería una habilidad genial, una habilidad muy demoniaca. Una de Nivel
Superior, para ser exactos —dijo él, sonriendo.

Una habilidad de Nivel Superior… oh por Dios, eso es lo que Zayne y Danika
habían dicho sobre mí, pero con toda la locura, se me había olvidado.

—Hey. —La voz de Roth se suavizó—. Layla, no estaba hablado en serio.

Levanté la mirada, encontrando la suya, y vi la verdad en sus ojos. Mi corazón se


aceleró. Él… él estaba mintiendo ahora. Lo sabía profundo en mis huesos. Las palabras
salieron en un susurro.

—Abbot cree que soy diabólica.

Roth se echó hacia atrás y se enderezó. Entre más callado estaba, más grandes
eran los nudos de intranquilidad que crecían en mi estómago, convirtiéndose en bolas
de acero.

—Falta a clases conmigo.

Parpadeé—. ¿Qué?

—Falta a clases conmigo —dijo de nuevo.


Eso no era algo que esperaba que dijera—. Voy a ir a almorzar.

—O puedes almorzar conmigo.

Sacudí mi cabeza—. Esa no es una buena idea.

—¿Por qué no? —La sonrisa diabólica había regresado, dándole a sus rasgos un
encanto aniñado—. ¿Piedrota no lo aprobaría?

Uh, eso era quedarse cortos.

—¿O estás preocupada porque Abbot no lo haría? —Bajó su cabeza a la mía y su


respiración bailó sobre mis labios—. ¿Él piensa que eres malvada? A la mierda.
Pórtate mal.

—No estoy segura de que portarme mal vaya a ayudar en algo.

—Va a ayudar. Confía en mí. —Inclinándose, deslizó la correa de mi mochila por


mi hombro y luego la lanzó al casillero—. Ven y pórtate mal conmigo.

Dando un paso atrás, sacudí mi cabeza—. Eso no va a pasar.

—No estoy sugiriendo que vengas y tengas sexo conmigo, Layla —mientras me
sonrojaba hasta las raíces de mi cabello, él frunció los labios—. De hecho, esa no es
una mala idea, pero no es lo que estoy diciendo.

Lancé una mirada escéptica en su dirección.

Roth reclamó el espacio, curvando sus manos en la parte superior de mis brazos.

—Prometo traerte de vuelta antes de que Piedrota venga a recogerte. Haré uso
de mi increíble habilidad y nadie quedará como el más listo. Palabra de Boy Scout.

—Tú nunca fuiste un Boy Scout.

Sus labios se curvaron hacia arriba.

—Ah, buen punto, pero vamos. ¿Qué daño va a hacer? Somos amigos, ¿No? Dos
guisantes demoniacos en una bolsa demoniaca.

La necesidad de reírme de él fue poderosa, pero me resistí, porque eso solo


animaría al idiota.
—Mira, hay algo que quiero mostrarte. —Mientras levantaba una ceja, Roth
puntualizó—. No mis partecitas masculinas, pequeña pervertida.

—¿Tus partecitas masculinas? —una risa salió de mí—. Eres tan extraño.

—Pero estabas pensando en mis partecitas masculinas.

Dos puntos de calor surgieron en mis mejillas. Ahora lo hacía.

—No, no lo hacía.

Él sonrió.

—Por cierto, mis partecitas masculinas no son partecitas. Solo para aclarar…

—Ay Dios mío…

—Vamos. Hay un lugar que creo que tienes que ver para que te ayude a ponerlo
todo en perspectiva. Ya verás que portarte mal no es malo en lo absoluto. Vamos,
pequeña —me provocó, sus ojos centelleando como dos piezas de topacio—. Falta a
clases conmigo.

Escaparse sonaba bien. Y había una dosis saludable de curiosidad cuando venía a
lo que fuera que él quería mostrarme que pudiera cambiar mi perspectiva, pero dejar
la escuela con él era estúpido, ligado a convertirse en algo feo, y Zayne estaría… bueno,
él no estaría feliz.

Pero Roth era como este pequeño demonio sobre mi hombro, urgiéndome a
portarme mal y a disfrutar cada maldito segundo de ello. Excepto que él no era un
pequeño demonio. Era el príncipe heredero del Infierno.

El sentido común parecía haberse colado por la ventana y estrellado abajo en el


cemento, porque me encontré asintiendo y diciendo:

—Está Bien.
Traducido por Jenn Cassie Grey, Malu_12 y âmenoire90
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

M
iré al monstruo de metal que estaba enfrente de mí y lentamente forcé
mi mirada hacia donde Roth estaba parado. Esta cosa de “ser mala” ya
estaba siendo una mala idea.

—¿Desde cuándo comenzaste a manejar una motocicleta?

—Esta no es solo cualquier motocicleta, pequeña. Esta es una Hayabusa, uno de


los cohetes más rápidos de la carretera. —Me extendió un casco—. Ten.

Le di un vistazo a la motocicleta plateada y roja. Apenas había espacio para dos


personas en la cosa.

—No está mal. —La correa golpeó el casco mientras me lo daba, impaciente—.
Necesitamos irnos antes de que el policía decida despertarse de su siesta y nos atrape
fuera, forzándome a hacer más cosas desagradables de demonio.

Hicimos una parada en la oficina de la escuela, no sabía que es lo que hizo para
asegurarse que nadie entrara. Suspirando, estudié la motocicleta.

No era difícil imaginarse a Roth montado sobre la máquina. Sin camisa.

¿Por qué mi cerebro siempre tomaba todo en esa dirección? Iba a culpar a los
genes de mi mami querida.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Roth mientras un interés entusiasta


cruzaba por su rostro.
—Nada —le arrebaté el casco de sus manos. Me tomó unos segundos para
colocármelo correctamente, y cuando terminé de enganchar la cinta, Roth ya se había
colocado uno negro y estaba montándose sobre la motocicleta.

Tragué justo cuando me di cuenta de cuan cerca estaríamos en esa cosa, como a
un nivel de cercanía de “un cuerpo en lugar de dos”. Esto era tan inapropiado.

Zayne y yo no estábamos juntos, juntos, pero mis cosas iban a estar contra una
parte de las cosas de Roth.

—FML —murmuré.

La cabeza de Roth giró hacia atrás y alzo el visor del casco—. ¿Qué?

Maldición, él tenía súper oído o algo. Le hice un ademán de que lo olvidara


mientras me acercaba a la moto. Sabiendo que me iba a arrepentir de esto como si me
comiera un pastel entero de una sentada, pasé mi pierna sobre el asiento y me
acomodé. Casi inmediatamente me deslicé hacia adelante, causando que mis muslos
acunaran sus caderas.

Oh, esto no era bueno.

Roth pateó el pedal e inmediatamente el rugido hizo que mis ojos se ampliaran.
Tentativamente, coloqué mis manos a sus costados. Miró sobre su hombro hacia mí.
No pude ver su cara, pero sacudió la cabeza antes de girarse hacia el frente. Entonces
se inclinó, colocando sus manos alrededor de mis brazos y me arrastró hacia adelante.

En un nanosegundo, mis pechos estuvieron aplastados contra su espalda. Antes


de que pudiera poner mucho espacio necesario entre nosotros, enganchó mis manos
juntas contra la parte baja de su estómago, colocando una mano sobre mis muñecas.
Sentí su risa y entonces aceleró.

Era como si el cara de idiota supiera que me alejaría y lo hubiera impedido


totalmente.

Mi corazón subió hasta mi garganta mientras se precipitaba hacia el tráfico,


pasando zumbando entre los autos que sentía como si estuvieran completamente
inmóviles comparados con lo rápido que íbamos.

Roth bloqueó la mayoría del viento mientras rodeaba bruscamente un taxi, pero
los azotes alzaban los cabellos sueltos que salían de debajo de mi casco. Los extremos
se las arreglaron para salir de debajo de las mangas de mi suéter, patinando sobre mi
piel. Mi pulso estaba en algún lugar entre el Oh, mierda en una galleta y Cristo en una
iglesia.

Frente a nosotros, la luz del semáforo cambió a amarillo y la moto se inclinó


hacia adelante mientras aceleraba más. Volamos a través de la intersección mientras
se cambiaba a rojo. Una bocina a todo volumen fue silenciada mientras la camioneta
se inclinaba hacia un lado. Tomó una curva estrecha y ya no fue necesario que él me
sostuviera. Mis brazos tenían su cintura envuelta en un apretado abrazo.

Roth navegó por las calles llenas como un experto y, después de un par de
minutos, la adrenalina golpeando en mis venas no fue por el miedo de convertirme en
una quemadura gigante en la carretera, sino por la adrenalina de la emoción.

Esto… esto tenía que ser lo que se sentía volar.

Una temblorosa sonrisa rompió a través de mi rostro, y estaba feliz que el casco
la ocultara, porque probablemente me veía como una idiota. Aflojando mi agarre, me
incliné hacia atrás y cerré mis ojos.

Oh, quería cambiar de nuevo. Quería subir sobre esta moto y forzar mi piel a
expandirse y a mis huesos a extenderse. Quería sentir mis alas desplegándose y quería
tomar vuelo. Pero hacer eso en el centro de Washington a la mitad del día no iría muy
bien.

Después de un corto tiempo, me di cuenda que nos estábamos dirigiendo hacia


Palisades, al lugar donde Roth vivía. Instintivamente comencé a disparar una tonelada
de advertencias, pero había muy poco que pudiera hacer en ese momento. Esperé
hasta que se dio un giro a la derecha en el estacionamiento y se detuvo en el primer
nivel. En el momento en que sus pies golpearon el suelo, me saqué el casco y lo golpeé
en la espalda con él.

Tomándose un tiempo, se desató la correa de la mandíbula y se giró hacia mí


colocando su casco en su regazo.

—¿No amaste eso?

—Sí, fue divertido, pero ¿por qué me trajiste a tu apartamento? No debería estar
aquí

—¿Quién lo dice?

Le lance una mirada


—¿Piedrota?

—Roth

Rodó sus ojos.

—Te dije que quería enseñarte algo. No es mi apartamento. Soy un poco más
creativo que eso.

Resistí la urgencia de pegarle con el casco mientras se bajaba de la moto


grácilmente. Pasando una mano por mi cabello alborotado por el viento mentalmente
me maldije. Poniéndome en esta situación… cualquiera que fuera esta situación y,
mientras Roth pasaba sus dedos a través de su propio cabello, sacudiendo el desorden
de sus ondas, supe que iba a pagar la suma más tarde.

Cuando deslizarme fuera de la moto, murmuró—. Finalmente

Me detuve y le saqué el dedo medio.

Roth rió mientras me quitaba el casco, colocándolo sobre la moto a un lado del
suyo.

—Nadie se va a meter con ellos —explicó cuando vi lo que estaba haciendo.


Entonces extendió su mano—. Sin segundas intenciones ahora.

Mi mirada cayó en su mano. No sería tan malo se estuviéramos tratando de


localizar a los Lilin o buscar información sobre ellos. Al menos tendría una excusa
para estar aquí aparte de ser… mala, pero era demasiado tarde ahora.

No tomé su mano mientras me bajaba de la moto, sin ser tan grácil como Roth.
Sacudió su cabeza mientras daba un paso hacia atrás, dándome algo de espacio.

—Así que ¿qué es lo que vas a enseñarme?

Su risa baja mandó un escalofrío a través de mí.

—Muchas cosas, pero debes prometerme que todo lo que veas se queda aquí.

Mi mirada encontró la suya y la verdadera curiosidad tomó lo mejor de mí.


Cuando se dio la vuelta y se dirigió a la puerta gris sin ventanas, fui detrás de él,
mordiendo mi labio inferior. Abrió la puerta, extendiendo su mano en un amplio gesto.
Se inclinó ligeramente por la cintura mientras pasaba a un lado de él, entrando en la
recepción de su edificio de apartamentos. El débil, y agradable aroma a tabaco y café
me dieron la bienvenida.

Era justo como recordaba, a la vieja escuela de Hollywood. Candelabros dorados


emitían una luz brillante sobre los cojines de cuero cafés que se veían deteriorados y
cómodos. Mi mirada se alzó hacia el techo abovedado.

La pintura era la única cosa fuera de lugar, una dura escena de pelea de ángeles
luchando con fieras espadas. Ángeles cayendo a través de nubes brumosas, sus
hermosas caras envueltas en dolor. Esta vez noté algo que no había hecho antes. Los
ángeles pintados, aquellos con los ojos abiertos, todos tenían ojos azules, ese llamativo
color azul eléctrico que todos los Guardianes tenían. Fruncí el ceño mientras los
estudiaba. ¿Cómo les llama Roth a los Guardianes? ¿Rechazados celestiales?

—¿Pequeña?

Me giré hacia donde Roth esperaba en los elevadores, elevadores que solamente
iban abajo, y por abajo, me refiero a bastante abajo. Abrió la puerta, y en lugar de ir
por las escaleras que subían, se dirigió a los escalones que conducían hacia abajo.

Me detuve en lo alto de las escaleras—. ¿A dónde lleva esto?

—¿Recuerdas como Gerald dijo que algunos aquelarres tienen clubes donde
otros de su clase pueden juntarse de forma segura? Tenemos la misma cosa. —Tomó
dos escalones a la vez—. Estamos en la parte alta, nos gusta juntarnos en edificios
como este y, en cada uno de ellos, siempre hay algo extra especial en el sótano.

Mientras íbamos al nivel de abajo, un par de puertas color rojo sangre


aparecieron como un faro del pecado, esperando por nosotros. Roth colocó su mano
en el centro, lanzando una sonrisa, y entonces empujó las puertas para que se
abrieran de par en par.

No sabía que era lo que estaba esperando ver más allá de esas puertas,
probablemente algo como barras de un espeluznante bar de cuarta, pero lo que vi fue
algo completamente distinto.

El lugar estaba sorpresivamente brillante. Nada de sórdidas luces rojas, ningún


anuncio neón de cerveza. Varios sofás alineados en las paredes, divididos por cuerdas
de terciopelo negras. Gente de varias edades se apoyaban contra los sofás. No necesité
de mi torcida habilidad para saber que estaba rodeada de demonios.
Música embriagadora retumbaba. De la clase con la que podrías bailar, hasta
perderte en ella. El lugar estaba lleno y, en las sombrías esquinas de la habitación
podía distinguir sombras gruesas moviéndose sinuosamente. Era la mitad del día, por
lo que estaba sorprendida de ver demasiados aquí, pero de nuevo, dudaba que los
demonios operaran en los horarios humanos.

Roth rió entre dientes mientras bajaba sus labios a mi oreja.

—Deberías ver la mirada en tu rostro.

Sacudí mi cabeza, sintiéndome fuera de mi elemento y algo más.

—Es… diferente.

Había un escenario en forma de S en el medio del bar, rodeado por una ronda de
sillas y mesas pero era lo que estaba sobre el escenario lo que llamó y tuvo mi
atención.

Mujeres con poca ropa bailaba. Mujeres demasiado hermosas, ella podrían haber
estado caminando por las pasarelas de Nueva York y Milán. Una en particular se
balanceaba en el medio de la S. Una diminuta falda con volantes cubría su parte
inferior y usaba un sostén que brillaba y resplandecía en la luz.

—¿Está usando diamantes en ese sostén? —pregunté.

Roth se encogió de hombros mientras mantenía sus ojos en mí, atrapando cada
una de mis reacciones.

—Probablemente. No me sorprendería. A los demonios nos gustan las cosas


brillantes y resplandecientes.

La rubia con el sostén de diamantes se movía junto con la música, deslizándose


hacia abajo y escabulléndose hacia arroba. Se movía como una serpiente, o como si
fuera parte de la palpitante música. Calló sobre sus rodillas, echando su cabeza hacia
atrás mientras sonreía débilmente al hombre frente a ella. Una extraña luz se reflejaba
en sus ojos.

—Es un demonio —señalé estúpidamente, mientras pensaba que realmente no


sabía eso.

—A ellos les gusta ser llamados súcubos —explicó despreocupadamente—. Creo


que es el término políticamente correcto.
Le lancé una mirada sucia, pero mis ojos fueron inmediatamente arrastrados
nuevamente a la chica. Nunca había visto a un súcubo en la vida real antes.

—¿Cómo pueden estar aquí? Los alfas les prohibieron venir a la superficie.

—No voy a decir nada. ¿Y tú?

Antes de que pudiera responder, un hombre se puso de pie y se inclinó contra el


escenario. El súcubo vestido de diamante se levantó sonriendo juguetonamente
mientras se deslizaba hacia abajo y depositaba un casto beso en los labios del hombre.

De inmediato se puso rígido, sus manos a los costados con espasmos, mientras
que la piel del súcubo brillaba. Mi boca se abrió. Esas reacciones sólo podían significar
una cosa. El hombre —él era humano.

—¡Hey! —grité—. Ella tomó su…

Roth puso su dedo en mis labios.

—Pequeña, lo que ves aquí se queda aquí. Lo prometiste.

Lo había hecho, pero no sabía qué estaba sucediendo. Toqué su mano.

—Esto está mal.

—O está bien. Mira. —Me dio la vuelta hacia el escenario. El hombre estaba
sentado en su asiento, una feliz sonrisa saciada en su cara laxa—. Él no está
herido. Sólo le dio un poco de sus refuerzos de energía. En todo caso, disfrutó del
pequeño beso. Así como estoy seguro de que la mayoría disfrutaría de un pequeño
beso tuyo.

No hice caso de la última parte.

—Pero, ¿cómo es que hay seres humanos aquí? ¿Saben lo que hay alrededor de
ellos? —No podía imaginar que lo hicieran, con reglas y todo, pero me sentía como si
el mundo se hubiera vuelto al revés en el momento en que entramos a través de esas
puertas rojas.

—Algunos humanos tienden a encontrar su camino aquí, ¿pero si los seres


humanos realmente saben lo que han encontrado? Los demonios de aquí no exponen
lo que son, pero los seres humanos de aquí no son inocentes. Si pudieras ver sus
almas, sabrías que no lo son. —Su mano se curvó alrededor de mi cintura, tirando de
mí más cerca de su cadera mientras caminábamos hacia el escenario. Bambi se deslizó
hacia él, en respuesta a su contacto—. ¿Así que los que vienen aquí? Bueno, reciben lo
que se merecen.

¿Qué podía decir a eso? Mientras buscaba una respuesta condenatoria, vi varias
jaulas de oro con incrustaciones colgando detrás del escenario. Había chicas en
ellas. Una pelirroja tetona me llamó la atención y las puntas de sus labios color rojo se
elevaron en una sonrisa provocativa. Su vestido mostraba más de lo que
cubría. Aparté la vista, sintiendo mis mejillas arder.

En los rincones más oscuros del club, se estaban jugando juegos de póquer. Un
hombre de unos treinta años —tan simple que tenía que ser humano— sudaba
profusamente mientras el hombre guapo impío frente a él levantaba la vista,
sonriendo. La luz se reflejó en sus iris, tal como había hecho con las chicas súcubo en
el escenario.

El demonio mostró su mano.

—Color. ¿La tuya?

Las manos del hombre temblaban mientras pasaba sus cartas.

—Escalera —respondió con voz ronca. Cayó hacia atrás en su asiento, con el
rostro pálido.

—¿Están jugando por gatitos? —le pregunté, pensando en un episodio


de Buffy que había visto por la computadora una noche de insomnio.

Roth se quedó perplejo.

—¿Qué?

Negué con la cabeza.

—No importa. ¿Por qué están jugando?

—No estoy seguro de querer saber. —Roth me condujo lejos de las mesas de
póquer.

—Niña bonita, ¿quieres bailar conmigo?

Mi cabeza se levantó. Una de las bailarinas en las jaulas se estiraba a través de


las barras hacia mí. Cuando no me pudo alcanzar, se puso de pie, cerró los ojos y echó
la cabeza hacia atrás. Pelo castaño largo caía por su espalda mientras ella balanceaba
sus caderas con la música.

—Ven. Suéltate. Vive un poco. Te encantará la libertad. La forma en que la


música pone tu sangre en llamas. Te encantará la quemadura. A todos nos encanta.

—Arpía —murmuró Roth.

Sus ojos se abrieron a líneas delgadas mientras ella bajaba, pasando sus manos
por la parte delantera de su cuerpo apenas vestido. Le sonrió a Roth.

—Mei Domina.

El idioma que hablaba sonaba viejo.

—¿Qué te ha dicho?

Él sonrió.

—No bailes con ninguna de las chicas aquí.

—No tenía intención de hacerlo —le respondí con suavidad—. No has


respondido a mi pregunta.

—No tenía intención de hacerlo —se hizo eco mientras me guiaba hacia la barra,
su mano en mi espalda una presencia constante en el mundo loco en el que había
entrado.

—¿Qué pasa si bailo con una de ellas? —le pregunté al cabo de unos segundos.

Se inclinó, susurrando en mi oído:

—Nunca pararías, pequeña. Eres sólo mitad demonio, por lo que eres susceptible
a algunos de los encantos de los demonios. Algunas de esas chicas ahí arriba son seres
humanos. Bailaron. Mira donde están ahora.

Me estremecí. Por sus palabras o su respiración, no estaba segura.

—Eso no parece justo.

—Si pudieras ver sus almas, estoy seguro de que no te sentirías de esa manera.
Mi mirada parpadeó hacia ellas. Las chicas eran todas hermosas a su
manera. Algunas eran supermodelos delgadas y otras altas, de piel pálida y o más
oscura, morenas y rubias.

—¿Sus almas están contaminadas?

Roth asintió, luciendo complacido.

—Esta es una especie de sala de espera y comité de bienvenida, todo en uno.

—¿Esto es… el purgatorio?

—No. —Él se echó a reír—. El purgatorio no es tan entretenido como es este


lugar.

Realmente no estaba segura de qué pensar acerca de eso o por qué querría él
mostrarme algo de esto. Lo dejé llevarme a la barra. Estaba sorprendentemente
vacía. Sólo tres o cuatro clientes, todos seres humanos, se sentaban en los
taburetes. Roth me dejó en el banquillo al final de la barra junto a un plato de nueces
cerveceras.

—Voy a conseguirnos algo de comer que no implique un alimento con cerca de


un centenar de dedos en él. Eso sí, no bailes con nadie ni permitas que nadie te
compre algo de beber.

—Pero…

—Estoy confiando en que no te metas en ningún problema —continuó, sus ojos


encontrando los míos—. Sé que puedes cuidarte sola. Sé que eres inteligente. No voy a
encerrarte en una habitación para asegurarme de que tomas buenas decisiones.

Abrí la boca, pero luego me di cuenta. Roth confiaba en que podía cuidar de mí
misma y no meterme en problemas. Había una... una libertad en eso que nunca había
probado antes en realidad. Toda mi vida había estado en el interior de una jaula. No
como las de las bailarinas, sino una jaula dorada en la que eran mantenidas todas las
Guardianas mujeres, y aunque me habían dado más libertad que la que cualquiera de
ellas tenía, la frustración era la misma.

—¿Layla? —preguntó en voz baja.

Otra cosa que se me ocurrió entonces. Zayne me encerraría en una habitación


para mantenerme a salvo si pensaba que había siquiera una pizca de peligro en el
aire. Roth... sí, había tratado de sacarme del camino, pero él no me llevó a refugio. Él...
sólo me dejaría ser.

—Está bien —dije finalmente—. Estaré aquí.

—Bien. —Él sonrió y luego desapareció en la multitud.

Me giré, frunciendo el ceño mientras me decía que tenía esto totalmente bajo
control. Estaba genial. Totalmente genial.

Jugueteé con el borde de la barra, manteniendo mis ojos hacia abajo. Dudaba que
hacer contacto visual con cualquier cosa en este bar fuera una buena idea. Si había
súcubos aquí, ¿qué más podría haber? Pensé en el demonio guapo jugando a las cartas
en la esquina.

¿Era el demonio un negociador, un tipo especial de Duke que podía ser


convocado desde el infierno para hacer ofertas? En sus días, habían estado en la cima
por lo que yo sabía, pero al igual que otros demonios peligrosos, habían sido
desterrados al infierno por los Alfas.

Dios, si los Guardianes supieran que existía este lugar, tendrían un día de campo
aquí abajo.

—Ella dice que necesito un trabajo mejor. Que si no puedo pagar mis cuentas,
entonces, ¿cómo podré pagar la suya? —dijo un hombre unos asientos más allá de
mí. Estaba vestido con un traje gris monótono. Se veía como una imitación que podría
comprarse en rebaja—. No sé qué hacer. No puedo perderla.

Mi mirada se dirigió al camarero, y mi boca se abrió. ¡Era Cayman! Él me miró y


me guiñó un ojo mientras llenaba el vaso del hombre con una botella transparente. Su
pelo rubio hielo estaba recogido en una cola de caballo, y llevaba una camisa de vestir
negra que estaba enrollada hasta los codos.

Así que además de ser un gobernante infernal y compañero de ala de Roth,


Cayman era al parecer también un barman.

Extraño.

Él dejó la botella entre ellos e inclinó su cadera contra el mostrador.

—Las mujeres son problemas, Ricky. Es por eso que yo prefiero un hombre
bueno, honesto.
Que a él le gustaban los hombres no era nuevo para mí, pero dudaba seriamente
que prefiriera un hombre bueno, honesto.

Ricky se pasó el dorso de la mano por la frente, parpadeando.

—Podrías cambiar de opinión si conocieses a Angela. Ella es un ángel, tan


angelical como su nombre. La amo.

—¿Un ángel que quiere que pagues sus facturas? —El brillo de sus ojos color
miel se iluminó—. No suena como una criatura celestial para mí.

—Ella es tan hermosa. El cielo no tiene nada contra ella. —Ricky bajó la cabeza a
sus manos, y, por un momento, pensé que el tipo iba a empezar a llorar—. No
devolverá ninguna de mis llamadas telefónicas o mensajes de correo electrónico. No
hasta que pueda demostrar que soy financieramente estable.

Cayman suspiró.

—¿Qué harías por ese ángel busca oro tuyo?

La cabeza de Ricky levantó, sus ojos muy abiertos y como vidriosos. Estaba
borracho.

—Haría cualquier cosa.

—¿Cualquier cosa? —preguntó el demonio. Se inclinó hacia delante, con los ojos
enclavados en el mortal.

Tuve una sensación de hundimiento en el estómago.

—Cualquier cosa —acordó Ricky con vehemencia.

—¿Qué crees que necesitas para que este maravilloso ejemplar de mujer se
quede contigo?

—Dinero —respondió Ricky—. Tengo que ganar la lotería.

Cayman sonrió lobunamente, rellenando la bebida del hombre de nuevo.

—Entonces, una copa más por la buena suerte, amigo mío. —Él levantó la
botella.

Mi estómago se hundió aún más.


Ricky tocó el vidrio de la botella, y luego bebió el vaso. Lo bajó de golpe y el
cristal brilló de un rojo impío por un breve segundo. Un acuerdo acababa de haber
sido cerrado.

Amor a cambio de un alma.

Ricky se tropezó lejos la barra después de unos minutos, y yo esperaba que él no


se metiera accidentalmente en el ascensor equivocado o algo así. Volví una mirada
expectante hacia Cayman.

Él se echó a reír mientras se abría camino hacia mí.

—¿Interesada en compartir tus preocupaciones? —preguntó con suavidad.

Me eché hacia atrás.

—Sí, no, gracias.

Deslizó la botella delante de mí y se apoyó en la barra.

—¿Quieres un trago, entonces?

Mis ojos se estrecharon.

—Estoy bien.

—Chica inteligente —respondió—. Por otra parte, dudo que hubiera algún
acuerdo que pudieras hacer conmigo. —Él miró por encima de mi hombro,
recorriendo el bar—. Estás mirándome como si acabara de asesinar a un bebé,
cariño. Sabes lo que soy. Ya sabes lo que eres tú.

—Acabas de dejar que un tipo comercialice con su alma por amor.

—Parte de su alma, sólo un pequeñísima, diminuta pieza. Eso es todo. —Su


mirada se movió de nuevo a la mía—. ¿En qué estaba pensando Roth al traerte aquí?

Me encogí de hombros.

—No tengo ni idea.

—¿Y dónde está?

—Fue a buscarnos comida.


Él se echó a reír.

—¿Roth te trajo aquí a comer? Eso es genial. Te ves tan cómoda como un gatito
acurrucado entre un montón de perros pit bull.

Hice una mueca.

—¿Luzco tan fuera de lugar?

—Tienes esa mirada que no dice exactamente humana, pero eso no es todo.
—Cayman ladeó su cabeza hacia un lado—. Francamente, cuando miras a tu
alrededor, parece como si hubieras olido algo malo, cariño.

¿Lo hacía?

Cayman pusola toalla blanca en su hombro.

—No tengo que conocerte tan bien para saber que no eres feliz con lo que eres.

—Eso no es... —Mi voz se apagó. No tenía sentido negarlo. Todavía no había
llegado a aceptar plenamente que era ambos, guardián y demonio, la personificación
del bien y del mal.

Sonrió de nuevo.

—Sabes, que sé por qué Roth te trajo aquí. Quería que vieras esto, entendieras
qué es este lugar.

—¿Una madriguera del pecado?

Cayman se rio entre dientes.

—Lindo, cariño, pero estoy seguro que te dijo que un cierto tipo de gente viene
aquí, ¿cierto?

—¿Las personas cuyas almas ya están contaminadas?

Asintió mientras bajaba la voz.

—Se trata de la parte inferior del barril, los seres humanos que hacen mal, todo
por su cuenta. Encuentran su camino hasta aquí porque está en su naturaleza y
estamos haciéndole un favor a la sociedad con los servicios que ofrecemos.

Mis cejas se levantaron.


—Estamos ayudando al proceso, sacándolos de la piscina de genes por así
decirlo, un pequeño corte y aspirado a la vez. Eso es lo que la mayoría de los demonios
hacen. No vamos tras los inocentes. Vamos tras los pecadores, y chica, los amamos.
—Se enderezó—. Eso es lo que tus guardianes no entienden. Sólo porque hay algunos
demonios malos en el montón, no significa que lo que hacemos no sea un mal muy
necesario.

Sus palabras cayeron sobre mí como si acabara de salir dentro de una tormenta
de hielo. ¿Era por eso que Roth me había traído aquí? ¿Para demostrarme que el mal
era necesario en el mundo y tal vez no estaba tan errado?

Miré alrededor del bar de nuevo, espiando fácilmente a los humanos, y Roth
estaba probablemente en lo cierto. Si pudiera ver sus almas, vería sus pecados. Pero,
¿qué tenía eso que ver conmigo?

Era tan obvio que en cierto modo me quería golpear a mí misma en la cara.

Quizás Roth estaba tratando de mostrarme que de algún modo, de alguna


manera, la parte demonio de mí era necesaria. Que el lado demonio había sido el que
me había dado la capacidad de ver las almas, y ahora sentir las emociones de los
demás, y que había sido el demonio lo que me había obligado a cambiar la noche que
Paimon había intentado liberar a Lilith. En realidad, siempre había estado tratando de
mostrarme los beneficios de mi herencia más oscura. Una pequeña sonrisa tiró de mis
labios. Pensando en esos beneficios no disminuía el golpe de evidente disgusto de
Abbot conmigo, pero ayudaba.

—Entonces ¿ya Roth te ha desviado de todo sentido común? Él es uno muy


apetecible, ¿o no?

Tomada por sorpresa con la pregunta, sentí que mi sonrisa se desvanecía.

—¡No! No. No es así.

—¿No lo es? —Los ojos de Cayman parecían atrapar y tragar toda la luz—.
¿Cómo es que no es así con Roth? Negarlo es como no respirar aire.

—Bueno, entonces, no debo estar respirando. Roth y yo sólo somos amigos.


—Amigos sonaban tan aburrido y ni siquiera era particularmente cierto teniendo en
cuenta nuestro pasado.

Arqueó una ceja, pero se encogió de hombros.


—Lo que tú digas, cariño. Si quiere fingir que no estás atraída hacia un guapo
como ese, allá tú. A pesar de que por lo general no lleva el pelo oscuro. Me gusta más
que el blanco blanqueado que lleva a veces. Es como si Billy Idol llamara pidiendo su
peinado de vuelta. Prefiero el aspecto más oscuro.

No pude evitarlo. La curiosidad pudo más que yo. Me incliné hacia delante.

—¿Qué quieres decir?

Sonrió, bajando la cabeza, para que así estuviéramos al nivel del ojo.

—A él le gusta cambiar su coloración. Los rasgos faciales son siempre los


mismos, y también lo son las perforaciones, pero el pelo es diferente. Ahora está
meciéndose en el aspecto oscuro y melancólico, supongo que no tiene que ver con la
White Wedding o Cradle of Love1.

—¿Eh?

Cayman rodó los ojos.

—Ustedes los jóvenes no reconocerían la buena música incluso si les golpeara en


la cabeza. De todos modos, me gusta cuando está oscuro y poético. Es bastante
entretenido.

—Como que me gusta de esa manera, también. —Muerdo mi labio y


mentalmente me doy una palmada a mí misma—. Quiero decir, creo que el pelo luce
bien.

Otro hombre se sentó en el lugar que Ricky dejó libre, suspirando


profundamente. Cayman le echó una mirada y una expresión de anhelo puro se deslizó
por su hermoso rostro.

—Ah, el deber llama, pequeña Layla. Tengo otro cliente.

—Eh... bueno, ¿diviértete?

Cayman palmeó la toalla en su hombro.

—Siempre me divierto. Amo mi trabajo. Siéntate quieta. Estoy seguro de que


Roth estará de regreso pronto con todo tipo de cosas grasientas.

1
Canciones de Billy Idol.
Mi estómago se quejó ante la idea de comida mientras me removía en el banco.
Esa probablemente tenía que ser una de mis conversaciones más extrañas y eso ya
estaba diciendo algo. Aún más extraño fue el hecho de que en el momento que crucé
por la puerta, ninguno de los seres humanos aquí era tan tentador cuando se trataba
de querer chupar su alma. Tal vez fue la sobrecarga sensorial o todo el mal
manteniendo mi demonio bajo control. ¿No sería irónico? El único lugar donde mi
demonio se comportaba era alrededor de otros demonios. Totalmente sería mi suerte.

Una mano se curvó encima de mi hombro.

—Bueno, hola.

Me di la vuelta. Una chica un poco mayor que yo estaba allí, con su pelo largo
hasta la cintura, brillante y negro, al igual que su vestido ceñido. Sus ojos eran oscuros,
una exuberante boca pintada de rojo y era hermosa de una manera puramente
pecaminosa.

Otra mano tocó mi otro hombro, más pesada y mucho más fuerte que la de la
fémina.

—Hermana, ¿qué has encontrado para nosotros?

Mi cabeza se giró en la dirección de la voz. Pudo haber sido el gemelo de la


mujer. Pelo negro caía sobre sus pálidas mejillas. Su camisa blanca era un contraste
chocante para el pelo oscuro y los labios rojos. Busqué a Cayman, pero estaba
preocupado con su último cliente.

Tragué saliva.

—Estoy aquí con Roth.

—¿Oiste eso, hermana? —El hombre envió una sonrisa provocativa sobre mi
cabeza—. Ella pertenece a Roth.

—Espera. No pertenezco a él. Estoy aquí como su invitada.

La hermana se rió en voz baja.

—¿Has oído eso, hermano? Sólo es su invitada.

Tuve una fuerte sensación de que debería haber dicho yo pertenecía a Roth.
—Entonces tenemos que tratarla como la invitada que es. —El hermano pasó su
mano por mi brazo, encajando sus dedos con los míos. La súbita oleada de deseo
estalló en soporífera lujuria al momento que su carne tocó la mía—. Vamos a cuidar
bien de ti.

—Yo... yo no pienso que... —Mis ojos encontraron los suyos. Era como caer bajo
el agua, hundiéndome tan rápido que ni siquiera pude hacer que mis pulmones
respiraran.

—Ella no piensa —murmuró la hermana—. Nadie piensa aquí. Este es el lugar


para no pensar.

—Sí, —coincidió el hermano, sus ojos ocupando toda su cara—. Aquí es donde
comienza la diversión y termina. Debes unirte a nosotros. —Tiró de mi mano—. Ven
con nosotros.

Me levanté con las rodillas temblorosas, mi mente extrañamente vacía de todo


pensamiento.

La hermana agarró la otra mano y me llevó a la pista de baile. Uno de ellos me


soltó la mano mientras el otro me dio la vuelta. El hermano me cogió por la cintura,
tirando de mí en su contra. Miré hacia arriba, sus ojos de un negro sólido. Sin blanco.
En lugar de miedo y consternación, no sentí nada.

—¿Qué eres? —preguntó.

El hermano me hizo girar.

La hermana atrapó mis brazos y me condujo a través de un vals rebuscado.

—Hay un fuerte demonio dentro de ti. —Soltó, silbando como un gato asustado.

—Pero —murmuró el hermano mi oído, su brazo serpenteando alrededor de mi


cintura por detrás—. Allí también hay un guardián.

Nos balanceamos con el fuerte ritmo de la música por unos momentos,


rozándonos contra otras parejas que parecían tan perdidas como nosotros. Sus manos
cayeron a mis caderas. Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás contra su pecho,
cerrando mis ojos. Mi sangre ardía. La chica jaula estaba en lo cierto. Me dio la vuelta,
hacia los brazos de la hermana.
—Eres muy hermosa —arrulló, sonando como un niño. Apoyó la cabeza en mi
hombro mientras se daba la vuelta una y otra vez—. ¡Sabes como a ninguna otra cosa,
pero probarte debo!

Mientras giraba, vi extrañas formas y sombras. Pieles sin rostro. Caras hechas de
esqueleto y nada más. Un material blando viraba alrededor de mis piernas, flexible y
atrevido. Por un segundo, pensé que me había puesto un vestido, pero cuando miré
hacia abajo vi sólo pantalones de mezclilla.

El hermano me puso de nuevo en sus brazos. Me presioné contra él, inhalando


profundamente. No tenía ningún olor, nada en absoluto. Nuestras caderas estaban
encajadas entre sí, moviéndose a tiempo.

—Sentimos la misma necesidad. —Puso sus labios contra mi frente


enrojecida—. Una probada no dolerá. —Me alejó.

—Una probada aliviará tu carga, —susurró la hermana, acomodando un beso


contra mi garganta—. Una probada te ayudará a ver.

—¿Ver qué? —le pregunté, sin aliento y mareada.

La hermana sonrió.

—Hermano, quiere ver.

Vino detrás de mí, aplastando su mano contra mi estómago.

—Tenemos uno para ti, nuestra querida hermanita.

Dejé que me alejara de la hermana, me giró para que enfrentara hacia la


multitud, de espaldas a su frente. Estábamos más lejos dentro de las sombras de lo
que me di cuenta. Todo el mundo parecía tan lejano. La hermana revoloteaba lejos de
nosotros, girando alrededor de las parejas de baile como un mini tornado.

—Querida —dijo de nuevo, besando mi cuello, donde latía el pulso, después por
debajo de la mandíbula, mi mejilla.

Cerré mis ojos, apoyándome en él. Me sentía caliente, querida y apreciada en su


abrazo. No estaba sola o inoportuna. Era la chica más hermosa en su mundo y su
mundo se centraba en torno a mí, sólo a mí.

—Abre los ojos, querida —ordenó en voz baja.


Lo hice.

Una pelirroja se paró frente a mí, con su vestido rosa con puntos morados. Un
bonito pastelito, pensé. Me gustan los pastelitos, especialmente de este tipo.

Sin embargo, su cara parecía difusa. Pensé que tal vez era mayor y que tal vez yo
debería estar más preocupada por esto, y sin embargo, ya no me conocía a mí misma.
La hermana le susurró al oído, tomando una copa de los, repentinamente flojos, dedos
de la mujer.

—Baila —dijo el hermano.

Y bailamos, esta chica y yo. No nos tocamos, pero nos movíamos en el mismo
paso exacto. Como si fuéramos el reflejo de la otra, pero no éramos nada parecida. Eso
lo sabía. Pronto, el hermano se unió a mí, susurrándome palabras que no entendía. Un
lenguaje que estaba destinada a conocer, creo, pero que no podía entender del todo.
La hermana hizo lo mismo y la mujer parecía cada vez más borrosa.

La mujer se calmó frente a mí, la cabeza inclinada hacia un lado y los ojos azules
cerrados. ¿Azul? No era un demonio. No era como yo. Pero no importaba. Di un paso
adelante, porque sabía que tenía que hacerlo. Era lo que el hermano quería. Yo
también lo quería.

Me paré en la punta de los dedos de los pies, apenas capaz de llegar a ella. Sentí
manos sobre mis hombros, que me sostenían firmemente. Estábamos cerca, lo
suficientemente cerca. Cerré los ojos, esperando por un momento, un momento dulce
de tortura. Entonces aspiré lenta y profundamente.

Tomé su alma.
Traducido por IvanaTG & bettyfirefull
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
l calor inundó mis venas, encendiendo llamas, mientras mis dedos
continuaban enroscados. Esta mujer sabía a azúcar glaseado y vino
espumante. Cada célula de mi cuerpo se abrió, como una flor que se le
había negado el agua y el sol durante demasiado tiempo. Sin pensarlo, inhalé de
nuevo.

El aire se movía cuando la mujer se sacudió.

Oh Dios, ¿por qué me negué esto?

El hermano suspiró, sus dedos clavándose en mis brazos. La pequeña chispa de


dolor no era nada en comparación con la fuerza de la esencia de esta mujer. Seguí
arrastrándola, llenando mi cuerpo con la luz y el aire. Una puerta pareció abrirse en
mi mente. La vi con mayor claridad. Era una mujer bonita, pero tenía una boca cruel
que decía palabras crueles. Engañó en su paso por la escuela y luego a su prometido.
En un destello de luz, vi una breve memoria de ella susurrando palabras miserables
sobre un compañero de trabajo a su jefe y luego reír cuando su compañero de trabajo
fue despedido.

Tantos recuerdos me irrumpían, todos apostando las probabilidades en su


contra. Ella era mala, rencorosa hasta la médula, pero sabía que si lo seguía haciendo,
si seguía saboreando su espíritu, vería lo que la dañó. Algo la convirtió en esa persona
odiosa, algo oscuro y más retorcido que cualquier estupidez que ella pudiera hacer.

Sin previo aviso, dio un tirón lejos de mí. Tropecé hacia adelante, luchando por
respirar. Sentí que el hermano soltó mis brazos y me miró.

Roth estaba ante de mi, alto y terrible. Agarró a la barbilla de la mujer,


obligándola a mirarlo directamente a los ojos.
—No recordarás nada de esto —dijo—. Abandona este lugar. Vete a casa y nunca
volverás aquí de nuevo. ¿Me entiendes?

La mujer logró un breve asentimiento y luego se tambaleó a un lado, hacia la


multitud. Cuando se fue, no lo supe. Ni siquiera me importó. Mis ojos estaban fijos en
Roth.

La hermana se rió.

—Arruinas toda la diversión. Dijo que no te pertenece.

Roth dirigió una mirada hacia mí.

—No le pertenece a ninguno de los dos.

Suspiré soñadora, balanceándome hacia él.

—¿Dónde has estado todo este tiempo? Ya han pasado horas y horas.

—Solo estuve fuera diez minutos —espetó, y no me gustaba su tono o la forma


en que empujó su mano por su cabello, como si estuviera molesto—. Mierda, Layla...
¿No te dije que no te movieras? ¿Que no bailaras?

Me reí de su severa expresión.

—Ellos me obligaron.

—La invitamos —corrigió la hermana—. No hicimos que hiciera nada.


Conocemos las reglas.

—Ella solo quería una probada —añadió el hermano, tocando mi brazo


solamente con la punta de sus dedos. Me estremecí—. Nosotros no la lastimaríamos.
¿Lo haríamos, bonita hermanita?

Roth lanzó hacia delante, envolviendo su mano alrededor de la garganta del


hermano y levantándolo del suelo hasta que sus pies colgaban en el aire.

—¿Qué acabas de llamarla?

La hermana siseó, sus dedos se agudizaban en busca de sus mortales garras. En


un instante, su belleza se desvaneció. Piel se afinó sobre sus afilados huesos, ojos
entrecerrados y depredadores. Parecía más felina que humana.
—Das un paso hacia mi, y romperé el cuello de tú hermano —advirtió Roth sin
apartar los ojos del hermano—. No vuelvas a tocarla. No eres bienvenido aquí por más
tiempo.

—No nos puedes desterrar —gritó la hermana—. No eres el rey.

Roth dejó al hermano y se dio la vuelta.

—Tal vez no, pero puedo arrancarte el corazón y alimentar a los demonios.
¿Cómo te suena eso? ¿Cómo a una fiesta a la quieres unirte?

Los disfuncionales hermanos se retiraron, escabulléndose entre la multitud. Yo


iba a la deriva, mirando a una bailarina en el escenario. Era hermosa, lleno de
filamentosos músculos y con un largo, suelto cabello rubio. Cayman estaba junto al
escenario, sonriéndole al chico.

Un brazo rodeó mi cintura, deteniéndome.

—¿A dónde vas, pequeña?

Me incliné hacia él.

—No lo sé. Me siento... realmente bien.

—Lo haces. —Un suspiro parecía abrir su camino a través de él y, cuando habló,
su voz era profunda y encantadora—. Casi mataste a esa chica, pequeña. No debería
haberte dejado sola.

Me encogí de hombros, moviendo mi mano hacia atrás y adelante. Una extraña


sombra de color perla lo siguió.

—¿Qué estás haciendo?

Me volví en sus brazos, mirando a su rostro casi perfecto. Dios, era tan hermoso.
¿Por qué debe algo tan caliente, un ser tan... caliente, especialmente cuando no podría
tenerlo? No podía recordar exactamente por qué, pero sabía que había razones, una
de las buenas.

—Creo que puedo ver mi alma.

Sus cejas se levantaron.

—¿Puedes? ¿Ahora puedes ver la de alguien más?


—No, pero la mía es blanco. —Suspiré felizmente—. Eso significa que mi alma es
pura.

Roth me observaba, con una leve sonrisa en su rostro.

—Los demonios no pueden tener almas puras.

De alguna manera mi cabeza terminó acurrucada en su pecho.

—Entonces no puedo ser como tú.

—Oh, guau, estás por las nubes en este momento. —Sacudiendo su cabeza, se
movió, y lo siguiente cosa que supe fue que estaba en el suelo y en sus brazos—. Vas
hacia arriba.

Una salvaje risa se me escapó, y sentí como si pudiera seguir riendo.

—¿Qué estás haciendo?

—Llevándote a algún lugar donde no te meterás en más problemas. —Empezó a


avanzar, fácilmente separando a la multitud.

El bar se encontraba al revés para mí.

—Todo el mundo está caminando por el techo.

Su risa era tensa, sonando reacio cuando me movió en sus brazos. Mi cabeza
ahora descansaba sobre su pecho.

—¿Mejor?

El mundo estaba bien otra vez.

—¿Qué eran esas personas ahí atrás?

Abrió una puerta con su hombro, entrando en un pasillo poco iluminado.

—Un súcubo y un íncubo. Yo los llamo Sucky e Inky. Creo que voy a cambiar sus
nombres a muerto y más muerto. No puedo dejarte sola durante diez minutos sin que
los lobos se abalancen sobre ti.

Enrosqué mis dedos detrás de su cuello.

—No estaban tan mal.


—¿Sabes una cosa? —Su sonrisa no alcanzó esos ojos suyos.

—¿Qué?

—No pensarás eso más adelante.

Me reí.

—Eres un idiota.

La risa de Roth era más ligera cuando se volvió hasta las escaleras.

—Como que me gustas así.

—Tal vez. —Mecí mis pies en el aire, riendo—. Puedes bajarme. Puedo caminar.

En cambio, me llevó a una escalera de dos alas tan fácilmente como si fuese nada
más que una pluma. Fue por un pasillo, y luego a otro tramo de escaleras.

—Te tropiezas y te rompes el cuello o caes sobre uno de nuestros guardias. O


tratarás de acariciarlo.

—¿Qué guardia? —Miré alrededor de la escalera—. No veo nada.

Roth no dijo nada mientras continuó hasta llegar arriba. Un hombre promedio
no habría hecho quince pisos, pero ni siquiera estaba sin aliento. Cuando abrió otra
puerta, vi algo que no estuvo antes allí. Sentado delante de su puerta al final del pasillo
había dos perros del tamaño de los chihuahuas.

Grité, aplaudiendo.

—¡Quiero acariciarlos! ¡Son tan pequeños!

Suspiró.

—Me han dicho que el tamaño no importa.

—Alguien te mintió.

—Ah, ese puede ser el caso. —Me dejó de pie con cuidado, manteniendo un
brazo a mí alrededor—. No tienes en cuenta que las apariencias engañan.

Empecé girarme hacia él, pero uno de los perros rata se quedó quieto.
—Podría llevarlo en un bolso, como... como uno de esos bolsos caros.

—No creo que les guste cómo suena eso.

No lo hicieron. Ahora ambos se hallaban de pie, sus orejas hacia atrás y


gruñendo. Uno ladró. Sonaba como un chillido.

Me reí.

—¿Qué harán? ¿Morder mis tobillos?

Roth me atrajo más cerca, lo cuál estaba bien para mí. Me gustaba la calidez que
su cuerpo desprendía, la forma en que parecía encajar a pesar de que se alzaba sobre
mí. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Pero lo tenía. Era algo que olvidé o estuve
tratando de olvidar, pero no podía dar sentido a la razón detrás de eso. Ahora quería
admitirlo, gritarlo desde arriba del edificio y hacer cosas, un montón de cosas.

Los diminutos perros olvidados, giré y puse mis manos en el pecho de Roth.

A sus perros no les gustó eso.

Uno dejó escapar un chillido que se convirtió en un rugido. Me di la vuelta,


tropezando a un lado. Gruñendo, rugiendo y chasqueando, sus cuerpos se retorcieron
y crecieron. Enormes patas reemplazaron las pequeñas. Garras golpearon el suelo, A
medida que merodeaban hacia adelante, todavía gruñendo. Sus costados se hallaban
llenos de músculos, sus colas peludas. Sus hocicos crecieron mucho, sus bocas más
anchas y orejas aplanadas contra el enmarañado pelo rojizo. Sus dientes sobresalían
de sus bocas, afiladísimos y enormes. Sus ojos pasaron de amarronados a rojo sangre
y el olor a azufre llenó el pasillo.

Eran del tamaño de osos y, en la parte lejana de mi cerebro, me di cuenta de que


eran perros del infierno.

—Santa mierda —dije en voz baja, sabiendo que debía tener miedo, pero todavía
flotaba.

—Sentados —ordenó Roth, de repente delante de mí—. ¡Vos mos non vulnero
suus2!

2
Vos mos non vulnero suus: No le hagan daño, en latín.
Al unísono, obedecieron y se sentaron al lado de la puerta. Sus orejas se
mantenían hacia atrás, pero ya no parecía como si quisieran comerme. Consideré esto
un buen progreso.

Roth me miró por encima de su hombro.

—Tienes razón. El tamaño sí importa. No te harán daño. Vamos. —Tendió su


mano.

La tomé, mirando a las bestias. Uno olía mi pierna mientras Roth abrió la puerta,
y el otro se puso boca arriba, con la lengua fuera de la boca. Él se abalanzó, acariciando
el vientre expuesto del perro del infierno.

—Ese es un buen chico —susurró—. ¿Quién es un chico bueno?

—¿Cuáles sus nombres? —pregunté, apoyada contra la puerta. Mi cabeza se


sentía pesada.

Levantó la mirada, sonriendo.

—Este es Bluebelle y ese otro —señaló a uno que olía mi pierna— es Flower.

Hice una mueca.

—¿Qué pasa contigo y la película Bambi?

Se puso de pie con fluidez.

—Es un clásico americano.

Sonriendo, cerré mis ojos.

—Eres ridículo.

—Abre los ojos, pequeña.

Sentí su mano en la mía de nuevo, así que abrí mis ojos.

—¿Por qué?

—Tienes que ver a dónde vas. —Me llevó a la oscuridad. Un segundo después,
una luz suave inundó la habitación y soltó mi mano. Pesadas persianas estaban bajas,
bloqueando el sol.
Me quité los zapatos, tropezando mientras quitaba mis calcetines. Mis dedos se
hundieron en la alfombra de felpa.

—Creo que tengo hambre.

—Me enviaron la comida aquí.

Me enfrenté a él, recuperando el aliento mientras se quitaba la camisa y la tiró a


un lado. Su suave piel se extendía sobre su duro músculo. Sus pantalones colgaban
muy bajos.

—Hay de todo un poco. Hamburguesas. Patatas fritas. Piezas de pollo. —Se


detuvo y me miró. Una sonrisa de suficiencia apareció mientras se quitaba los
zapatos—. ¿Ves algo que te gusta?

No pude responder, pero vi un montón de cosas que me gustaban.

Merodeó por la habitación, deteniéndose a unos metros delante de mí.

—Lo siento. No puedo soportar el olor del humo. ¿Te molesta?

Sabía que había una razón por la que debería, pero negué y después que
encontré mi voz y una buena dosis de audacia.

—No.

—¿Entonces no te importará si saco esto? —Roth envolvió sus dedos alrededor


de las cuerdas que colgaban del cuello de mi sudadera con capucha—. Apesta a Sucky
e Icky.

Antes de que incluso me negara, bajó la cremallera. Contuve la respiración


mientras sus nudillos me rozaban. Un sostenido hormigueo se disparó a través de mí,
despejando la bruma de mi cerebro por un momento o dos. Luego deslizó el "ofensivo"
material de mis hombros, dejándolo caer al suelo.

—Lindo... ¿Cómo se llama? —murmuró, sus ojos claramente no en mi rostro.

—Eh... camisola. —Tomé una profunda respiración, pero no podía obtener


suficiente aire en mis pulmones—. ¿Roth?

Su mirada se desvió hacia arriba.

—¿Layla?
Empecé a hablar, pero algo suave y peludo rozó mi pie, llamando mi atención. Un
pequeño gatito blanco me miró con sus hermosos ojos azules. Me agaché, tratando de
alcanzar a la pequeña bola de pelo, con ganas de abrazarlo y apretarlo y adorarlo, pero
luego recordé.

Con el ceño fruncido en el pequeño demonio, saqué mis dedos fuera de su


alcance.

—No. Te recuerdo. Gatito malo.

El pelo a lo largo de la espalda del pequeño consentido se levantó, siseó antes de


dar la vuelta y salir corriendo de vuelta debajo de la cama.

Veo que has aprendido de tus equivocaciones anteriores, pero creo que has
molestado a Nitro.

Esos gatitos tienen rabia me levanté y luego jadeé mientras una ola de
mareo me recorria.

Roth colocó una mano en mi brazo y hubo una sencion muda de preocupación.

¿Estás bien?

Si… estoy bien. Esto pasa después… mi voz se fue apagando mientras que el
gatito blanco y negro asomaba su cabeza por debajo de la cama y me miraba con sus
orejas aplastadas.

¿Después de alimentarte?

Alimentarme. ¿Era eso lo que había estado haciendo? ¿Igual que el resto de
demonios en el extraño lugar en las entrañas de este edificio? ¿Haciendo mi parte en
la cadena alimenticia demoniaca? Me estremecí.

Tu no tomaste su alma, nena.

Ladeé mi cabeza. No lo había hecho.

Ella estaba bien, ¿cierto?

Si.

Y si ella estaba allá, eso significaba que ella era mala, ¿cierto?
Su aliento caliente bailo sobre mi mejilla—. Si.

¿Eso había que estuviera bien? No estaba segura.

No quiero pensar sobre esto.

No tienes que hacerlo. ¿Por qué no te sientas?

Porque no parecía haber mucho más que yo pudiera hacer, hice mi camino de
vuelta al borde de su cama y me senté entre las enormes almohadas. Su esencia estaba
en todas partes, y cuando cerraba mis ojos, inhalando profundamente, recordé estar
aquí antes, en esta cama… en sus brazos.

Un rubor caliente viajó sobre mi piel y mis ojos se cerraron. Cuando los reabrí, ví
a Roth caminando a zancadas hacia la cama con una larga bandeja en sus manos.
Varios platos estaban cubiertos con tapas de plata.

Me sente más recta, confundida.

¿Me quede dormida? Se había sentido como si solo segundos hubieran pasado.

Él se rió mientras se sentaba, colocando la bandeja entre nosotros. Había dos


vasos altos rellenos con hielo, situados al lado de dos latas de soda. Era como servicio
de habitaciones propocionado por un tipo caliente y medio desnudo.

No. Tú estabas sentada aquí cantando.

¿Lo estaba?

Sip. “Paradise City” El sonrió cuando me dio un vistazo a través de sus
gruesas pestañas. Creo que me voy a contagiar de ti.

Por alguna razón, eso no me sentó bien, pero entonces el empezó a remover
bandejas y me enamoré, me enamoré de todas la gloriosa, maravillosa comida en
frente mío. Un buffet de carne, grasa y sal.

Entre Roth y yo, la comida se había acabado en nanosegundos. Mientras él


reunia los platos y los llevaba al área de la cocina, me recosté sobre mi espalda y
palmeé mi estomago.

Mi barriga está feliz.


Apuesto a que lo está. Hubo un sonido de agua corriendo y luego se detuvo. No
paso ni un segundo antes de que el estuviera sentado a mi lado. Colocando una mano
al otro lado de mi hombro, se inclinó hacia mí.

¿Cómo te estás sintiendo?

Mis labios se separaron en una amplia sonrisa.

Bien. Genial. Feliz. Quizás un poco cansada, pero me siento como…

Entiendo el punto dijo él, riéndose. Su cabeza se ladeó a la derecha


mientras la intensidad de su mirada incremetaba hata que sentía que podía ver a
través de mí. Una mirada tensa apareció en su cara mientras cuidadosamente
apartaba hebras de mi bello de mis hombros y las esparcia sobre la almohada. .
Desearía que te sintieras de esta manera después, pero no lo harás.

Mi corazón dio un vuelco mientras él bajaba su mirada.

Te vas a odiar después de esto, incluso aunque no heriste a esa mujer. Para
ella, será como tener resaca después de una mala noche de fiesta. Y ella no extrañará
esa diminuta parte de su alma que tomaste. No es que ella extrañara ninguna parte de
su alma que dió gustosamente por cada pecado atroz que cometió Suspiró
ruidosamente, como si hubiera un peso invisible en sus hombros. Sus pestañas
barrieron. No quería hacerte hacer esto cuando te traje aquí. Sucky e Inky deberían
haberse mantenido alejados de ti. Debería haberme asegurado de eso.

Sacudió un poco su cabeza.

Solo quería que vieras como viven los otros. No esos dos bastardos. Ellos son
malas noticias, pero no… no son para nada como nosotros. Quería que vieras eso. Para
que vieras que es lo que está dentro tuyo… Dio unos golpecitos a mi estómago con
su dedo. No es malo, no importa lo que un líder idiota de un clan te diga o te haga
sentir.

Lo mismo para ti.

Una ceja arqueada—. ¿Qué significa eso?

Levanté mi brazo, dándole golpecitos a su pecho con mi dedo.

No eres tan malo como te gusta pensar. Eres capaz de actos de gran bondad.
Él bufó—. Estás drogada.

No lo estoy lo toqué de nuevo. Has hecho cosas que humanos con almas
no harían, tu…

Su mano encerró mi muñeca, apartándola de su pecho.

Todo lo que hago es por una razón puramente egoísta. Confía en mí.

No le creí. Quería alejar mi brazo, pero de alguna manera todo lo que me las
arreglé para hacer fue traerlo cerca. El músculo de su brazo se flexionó mientras se
cernía sobre mí, apoyando su peso. El calo de su cuerpo una vez más se filtró en el
mio. Bambi se agitó. Realmente me gustaba esa serpiente, me di cuenta. Ella se deslizó
sobre mi piel, haciéndome cosquillas mientras su cabeza alcanzaba mi hombro,
aparentemente compelida por la proximidad de Roth. Un fantasma de una sonrisa
cruzó por sus labios mientras miraba a Bambi, y me pregunté si él la extrañaría.

Nuestros ojos se encontraron y ese sentimiento de más temprano volvió,


deslizándose por mis venas. Las palabras bulleron fuera de mí.

Bésame.

Las manchas de color ambar en sus ojos se oscurecieron. Su cara se tensó, casi
como si estuviera adolorido, y no estaba segura de por que esa petición lo molestaría.

Layla…

Tiré de mi brazo de nuevo, y él se acercó incluso más. Cuando hablé, nuestros


labios estaban a centímetros de distancia.

Bésame.

Sus pestañas barrieron, escudando sus ojos.

No sabes lo que estás pidiendo.

Si, lo sé.

Él sacudió mi cabeza mientras dejaba ir mi mano.

No, no lo sabes. Tú eres realmente…


Empujé a Roth y aterrizó en su espalda con fuerza, rebotando en la cama. Podría
haber sido el hecho de que lo había atrapado con la guardia baja, pero, de cualquier
manera, tomé la ventaja. Tiré mi pierna sobre su cadera y me senté, presionando las
palmas de mis manos en sus hombros.

Sus ojos se abrieron con shock mientras me movía poniendo mi peso en mis
brazos. Mi cabello se deslizó sobre mis hombros, creando una cortina rubia
blanquecina. Sentada a ahorcajadas sobre el, sintiéndolo debajo de mí, entre mis
piernas, me sentí como una diosa alzándose en el trono de la sexualidad. Casi me rio
ante ese pensamiento, pero me imaginé que arruinaría mi sensualidad.

Dios él tiró su cabeza hacia atrás, gimiendo mientras ponía sus manos en
mis caderas. De verdad, realmente me gustas así.

Entonces ¿Cuál es el problema? pregunté mientras me mecía hacia atrás,


arrastrando la punta de mis dedos por su estómago plano.

Sus dedos se enterraron en mis caderas mientras me miraba a través de unos


ojos de parpados pesados.

No puedo pensar en uno ahora mismo.

Bien empecé a agachar mi cabeza, buscando sus labios entreabiertos.

Él me atrapó de nuevo por las muñecas, levantando mis brazos y deteniéndome.

Esto… esto no va a pasar, bebé.

Confundida, traté de acercarme, pero el me frenó. Un poco de la placentera


bruma despareció mientras mi corazón tropezaba.

Tú… ¿tú no me deseas?

Roth se movió tan rápido que no tuve un segundo para pensar en lo que estaba
haciendo. Me tenía sobre mi espalda con mis brazos estirados sobre mi cabeza.

¿Que no te deseo? dijo, presionándose contra mi. Cada parte de nuestros


cuerpos se tocaba, robándome el aliento. Creo que ya sabes la respuesta a eso.

Oh, creo que lo sabía.

Me las arreglé para liberar una de mis piernas de debajo las suyas, y enganché
mi pantorrilla alrededor de la parte inferior de su pierna. Sus caderas se hundieron y
mi cuerpo hormigueó como si pequeñas chispas estuvieran danzando sobre mi piel. Él
gimió de nuevo.

Te deseo tanto que es como un hambre que me carcome infinitamente. Nunca
se va Él hundió su cabeza en el espacio entre mi cuello y mi hombro, inhalando
profundamente. No tienes una maldita idea.

Entonces haz algo sobre eso susurré.

Roth levantó su cabeza, y sus pupilas se habían estrechado.

Layla… la manera en la que dijo mi nombre fue una bendición. Por favor…

Mis dedos se curvaron inevitablemente mientras me estiraba hacia él,


finalmente alcanzándolo con mis labios. Nuestras bocas casi se tocaban, pero Roth se
estremeció y su agarre alrededor de mis muñecas se apretó.

Y luego el estaba sobre mí.

Era como si las cadenas que lo habían estado deteniendo se hubieran roto. Roth
me besó, y no había nada de suave o dulce en la manera en la que su boca trabajaba en
la mía. Movió mis muñecas a una mano, y su otra mano se deslizó por mi brazo luego
sobre mi costado, bajo el dobladillo de mi camisola.

Su mano dejó un rastro de fuego mientras la movia arriba hacia la piel desnuda
de mi estómago y después más arriba. Me arqueé ante su toque, y me perdí en ese
beso, perdida en el sabor y la sensación que era tan familiar que dolía.

Entonces el beso se profundizó, y el sabor de él me marcó de adentro hacia


afuera. Su crorazón golpeaba contra el mío. Nuestros cuerpos encajaban juntos y se
movieron, causando que cada célula en mi interior quemara por más, exigiéndolo. Y
Roth lo dio. Sus caderas rodaron en formas que me tenían jadeando entre los
profundos y devastadores besos. Mis piernas se enroscaron a su alrededor.

Te sientes tan bien murmuró contra mi boca. Un sonido profundo retumbó
de él mientras me besaba de nuevo. Sabes demasiado bien para ser verdad.

Realmente no entendí lo que quería decir, pero quería tocarlo, pasar mis dedos
sobre los músculos de su espalda, para deslizarlos debajo de sus jeans flojos. Sentí
como si fuera a salirme de mi piel, como lo había hecho antes… esa noche con él, la
cual se sentía hace mucho tiempo atrás, pero esto era ahora mismo y su cuerpo se
movía como pecado.
Sin ningún aviso, él estaba fuera de mí, y la cama se sacudió cuando él se
desplomó sobre su espalda. Por un momento, estaba demasiado aturdida para
moverme, demasiado atrapada en las sensaciones que corrian a través de mi piel.

Jadeando, empecé a sentarme y seguirlo.

Roth…

No dijo, levantando una mano que temblaba. Dios, no puedo creer que
siquiera esté diciendo esto pero no te me acerques. No te muevas.

De repente, él tiró sus piernas fuera de la cama y se puso de pie. Lentamente


levantándome sobre mis codos, lo miré caminar sigilosamente alrededor de la cama.

Roth enterró ambas manos en su cabello y maldijo por lo bajo. Como un animal
enjaulado, miró hacia mí. Sus ojos quemaron con un fuego interno.

Seguí su mirada. Mi camisola estaba arrugada, más allá de mi sujetador. Antes de


que pudiera hacer cualquier cosa para remediarlo, él se dio la vuelta y se dirigió hacia
el baño. La puerta se cerró de un golpe detrás de él, haciendo eco a través del desván.

Exhalando profundamente, me dejé caer hacia atrás y cerré mis ojos


fuertemente. ¿Qué acababa de suceder? Se sintió como si ambos hubiéramos estado en
la misma página, que quriamos lo mismo. ¿o no?

Pasé mis manos por mi cara y luego tiré mi blusa hacia abajo. Un par de minutos
pasaron, quizá mas tiempo, mientras le ordenaba a mi cuerpo que se calmara y a mi
corazón que descelerara su ritmo. Roth todavía no había regresado del baño, y sobre
mi rostro ardió una impía sombra de rojo cuando me pregunté lo que él posiblemente
podría estar haciendo allá dentro.

La droga estaba desapareciendo rápido y toda esa lógica y sentido común que
había barrido lejos como un mosquito molesto estaba luchando con el agotamiento
que se estaba arrastrando sobre mi. Esa pequeña voz en la parte poterior de la cabeza
estaba aumentando de volumen, llena de justa humillación, y amenazando con
abofetearme en la cara, pero entonces los tres gatitos demonios del Infierno corrieron
desde los pies de la cama. Merodeando y adelantándose, sus garras enterrándose en
las cubiertas, me miraron como si fuera una atractiva pero estúpida mariposa
atrapada en una telaraña.
Me congelé mientras ellos se contoneaban en su camino a mi lado, y luego fruncí
el ceño mientras ellos se acomodaban como pequeñas bolas que ronroneaban tan
fuerte que hacían que la cama vibrara.

Un poco estupefacta, los observé mientras esa pequeña voz se alzaba de nuevo,
diciéndome que me levantara y saliera de este maldito lugar antes de que fuera
demasiado tarde. Pero el zumbido de los gatitos tenía un efecto adormecedor, y, antes
de que lo supiera, la distancia entre ahora mismo y luego, se expandió.
Traducido por rihano
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

M
e desperté con el suave parpadeo de las velas y un fuerte dolor de
cabeza, un poco confundida por mi entorno. Me tomó un momento
para darme cuenta de dónde estaba y lo que había sucedido en el
cuarto extraño debajo del apartamento Palisades.

Levantándome de súbito, sentí que mi corazón se aceleraba. Había un sabor


extraño en la parte posterior de mi boca. Quitándome las mantas, me sentí aliviada al
encontrar que no estaba desnuda. Recordé venir aquí con Roth, hablando con Cayman
y los malvados demonios gemelos, y luego el...

Oh Dios.

Recordé probar el alma de la mujer, la que me recordaba a una magdalena.

Por extraño que parezca, la náusea que ocupó el desvanecido subidón de tomar
un alma era mínima. Sólo un ligero malestar del estómago, pero eso era
verdaderamente insignificante en comparación con todo lo demás.

Me bajé de la cama, mis ojos disparándose alrededor del piso de Roth. En el


borde de la cama, el pequeño gatito blanco estaba tendido sobre su costado. Cuando
me vio, siseó. El gatito blanco y negro se sentó en su piano. Se puso de pie,
perezosamente merodeando por las teclas. Cada nota que las patas golpearon fue
discordante. Por el rabillo de mis ojos, una sombra se precipitó delante de la pared de
vidrio, bloqueando momentáneamente la luna y las luces de los edificios circundantes.
Me di la vuelta, mi corazón en la garganta.

Nada estaba allí.

Mi mirada se posó en la puerta del baño. Estaba abierta y había estado cerrada
cuando yo... Oh maldición, Roth. Yo me había lanzado contra él. Bueno, técnicamente,
lo había derribado y montado a horcajadas. Lo había besado y él me había devuelto el
beso antes de parar lo que yo seguramente habría continuado.

Puse una mano en mi sien, haciendo una mueca. En ese momento, yo no estaba
segura de lo que era peor: molestar sexualmente a Roth y tenerlo escondiéndose en el
baño o que yo hubiera probado un alma.

Recorrí el piso de nuevo, pero no vi a Roth. Mis pasos se sentían pesados, mis
piernas inconexas. Encontré mis zapatos y la sudadera con capucha al lado de mi
bolso, los tres artículos colocados en una silla junto a la puerta. Yo ni siquiera
recordaba traer mi bolso conmigo. Saqué mi celular, tocando la pantalla. Había
llamadas perdidas, dos de Stacey y más de las que podía contar de Zayne y mi corazón
se hundió. Entonces vi la hora.

3:15 a.m.

—Oh, mierda —grité, asustando al gatito en el piano. El crujido de las teclas se


correspondía con el ritmo de mi pulso—. Oh, mierda, mierda, mierda.

Busqué mi billetera, encontrándola aplastada entre dos cuadernos. Necesitaría


conseguir un taxi. Mientras deslizaba mi teléfono en mi bolso, pensé en las llamadas
perdidas de Zayne. Tenía que haber sido presa del pánico y tuvo que haber pensado...
Ni siquiera podía permitirme terminar ese pensamiento. Mi mano temblaba mientras
la envolvía alrededor de la correa del bolso. Necesitaba llamarlo, pero no podía
concentrarme en otra cosa que poner un pie delante del otro.

¿Dónde estaba Roth?

Esto no importaba. Me había traído aquí y él... me dejó dormir por horas. Un
destello de ira se disparó a través de mí, pero ¿cómo podía culparlo en realidad por
este lío? Yo debería haber escuchado a mis instintos, pero me había ido con él.
Entonces había bailado con Sucky e Inky y, a pesar de que ellos me habían hecho algo,
yo había sido la única en probar el alma de la mujer. Era como si Roth hubiera abierto
la puerta cuando me había pedido que fuera mala con él, y yo había rebotado justo en
medio de esto.

Me había metido en este lío.

Caminar hacia la puerta y abrirla tomó una gran cantidad de energía. Fuera de su
piso, los dos perros del infierno estaban sentados como centinelas. Sus orejas se
levantaron, pero no se volvieron hacia mí. Mientras pasaba junto a ellos calmada, los
músculos en sus espaldas se hincharon en montículos irregulares. Yo contuve la
respiración, rogando que no me comieran, hasta que alcancé el final del pasillo y abrí
la puerta.

Medio corriendo, medio deslizándome por los escalones, seguí adelante hasta
que oí agudos y aullantes gritos. Deteniéndome fuera de la puerta que conducía al
vestíbulo, me quedé helada. Risa salvaje resonó en el hueco de la escalera, al igual que
gritos y gemidos.

¿Qué...?

Retrocediendo, me volví y vigilé la salida al garaje. Cualquier lugar era mejor que
entrar en el vestíbulo o regresar al bar, de nuevo a la locura sin Roth. ¿O él estaba en el
vestíbulo, disfrutando de la fiesta?

Abrí la puerta, corriendo por el garaje oscuro y saliendo a las calles. Mi suéter
delgado no era protección contra el aire frío. Me abracé a mí misma y a mi bolsa de
cerca, apurándome por las calles cubiertas de niebla. De repente pensé en Jack el
Destripador. ¿No siempre atacaba a sus víctimas en las noches de niebla de Londres?
No es que yo no pudiera eliminar a un asesino en serie, pero aun así, el pensamiento
me asustaba.

Me apresuré, los ojos buscando por las calles nubladas a los taxis. Dios, yo estaba
en un gran problema. Había probado un alma. Mis entrañas retorcidas por la culpa y la
vergüenza, y me dije que dejara de pensar en ello, porque no había nada que pudiera
hacer ahora.

Pero mi piel se erizó a medida que continuaba por la calle silenciosa. Si yo


respiraba demasiado duro, inhalaba demasiado profundamente, todavía podía
saborear su esencia, glacialmente congelada. Mordí mi labio hasta que la sangre
sustituyó la dulzura azucarada. El dolor hizo poco para detener la memoria corriendo,
el placer que el alma había traído.

¿Qué había hecho?

La abstinencia parecía no haberme golpeado todavía y merecía los sudores,


escalofríos y el hambre que no podía ser aliviada. Me merecía eso y mucho más.

Todos los edificios bordeando las calles estaban tranquilos y sombreados hasta
que crucé una calle y me di cuenta que una de las sombras se había apartado del resto.
Esta revoloteó por la acera junto a mí, más gruesa y más grande que mi propia sombra
leve. El olor a azufre sustituyó el olor a humedad del río cercano.
Me detuve.

La sombra se detuvo.

Hielo empapó mis venas cuando el olor a huevos podridos aumentó hasta que
mis ojos ardían.

A mi lado, la sombra creció alta y delgada, tomando la forma de una figura sin
rostro hecha de humo oscuro. La sombra levantó sus brazos en alto en el aire y se
dobló hacia un lado, levantando una pierna. La densa niebla se retiró, como si no
quisiera tocar la abominación. Poco a poco, la sombra giró alrededor como la primera
bailarina en la caja de joyería que nunca usé.

Mierda.

Era una sombra… un espíritu demoníaco. Del tipo que podría poseer a los
humanos débiles y causar un montón de problemas.

Una risa fría pareció salir de la sombra, del pavimento y los edificios a la vez. Me
rodeó, levantando el vello en todo mi cuerpo. Di un paso atrás.

La sombra se detuvo, bajando su pierna a la tierra. Colocó los brazos humeantes


en lo que supuse eran sus caderas e hizo un pequeño baile feliz. Luego se inclinó,
tendiendo una mano transparente hacia mí. Dedos endebles se menearon en una
invitación a bailar.

Más sombras vinieron a unirse a la danza bizarra. Girando y sumergiéndose a mí


alrededor, rompiendo espesas nubes de niebla. Siguieron a velocidades vertiginosas,
haciéndome señas para unirme al combate cuerpo a cuerpo. Me recordó a los gemelos
y los momentos en que atrapé la visión de rostros descarnados en el club.

Yo no tenía tiempo para esto.

—Vete —insté—. Yo no quiero nada de lo que estás ofreciendo.

Se detuvieron, las cabezas nubosas inclinadas hacia un lado, excepto la sombra


original. Esta se volvió más gruesa y más sólida a medida que los segundos pasaban,
solidificación el cuerpo. Motas de ceniza empezaron a caer del cielo, aterrizando en
mis manos y en mi pelo, oliendo a carne quemada y a mal.

—Pero tenemos tiempo para ti —dijo con una voz ronca—. Sabemos lo que
buscas.
Cada instinto en mí gritó para alejarme de estas cosas, pero me contuve.

—¿Sí?

La sombra asintió y el humo flotaba en el aire.

—Buscas al Lilin pero no lo buscas en el lugar correcto.

—Cielos, gracias por la aclaración.

Eso se echó a reír y el sonido estremeció las ventanas del edificio detrás de
nosotros.

—Buscas demasiado lejos. Tienes que mirar más cerca. Más cerca —dijo—. La
verdad es mucho más extraña que tus fantasías más salvajes.

Contra mi voluntad, me incliné, atraída por la voz ronca.

La cara nebulosa ante mí tomó forma, dos ojos ardiendo rojo. Un rostro lleno de
retorcidas y redondas cositas apareció. Gusanos.

Gritando, me eché hacia atrás y entonces me marché, mis pies golpeando a lo


largo de la acera. Las sombras iniciaron la persecución, corriendo al lado mío,
riéndose mientras yo desesperadamente trataba de poner distancia entre nosotros.
Podía ver a la gente de la calle, indigentes quienes probablemente habían visto casi
todo, echarse a tierra contra las paredes y los edificios, tratando de hacerse lo más
pequeños posibles.

La sombra con la cara de gusanos se retiró, dando vueltas en el cielo por encima
de mí. Aire se precipitó sobre mí cuando otra se disparó hacia adelante. En el centro
de una cara de humo, los rasgos se fundieron juntos como si la cara hubiera sido hecha
de cera de vela goteando. Siguieron cambiando, cada uno revelándose más inquietante
que el anterior hasta que el que era casi sólido miró hacia mí con mi propia cara.

Tropecé hasta detenerme.

Mis propios ojos redondos me devolvieron la mirada, pero eran diferentes. El


gris estaba dividido por la mitad, como los ojos de un gato, como mis ojos se pusieron
cuando yo había cambiado. Mi cara me susurró, revelando una boca sin dientes, sólo
gusanos, más gusanos.

Horrorizada, no podía apartar la mirada.


Los gusanos se menearon, golpeando el pavimento con pequeñas bofetadas. La
sombra con mi cara habló.

—Con el tiempo tú verás, que eres como nosotros, y todos seremos libres.

La sombra con mi cara flotó hacia atrás y yo me aparté de esta. Volviéndome,


corrí lo más rápido que pude.

Las calles estaban vacías. Me lancé a cruzar, atreviéndome a mirar hacia atrás.

Reduje la velocidad, dándome la vuelta. El sudor me corría, escociendo en el aire


húmedo y frío, y mi estómago se retorció. No había sombras danzantes. Miré mi mano.
Ceniza la cubría.

A toda prisa, la limpié en mis vaqueros cuando levanté mi mirada.

La sombra había mostrado mi cara.

Mi cara.

La presión se cerró sobre mi pecho mientras tomaba una respiración profunda y


hacia señas a un taxi blanco acercándose.

Abrí la puerta de atrás, controlando las calles de un solo vistazo más cuando me
deslicé en el asiento.

—¿A dónde? —preguntó el taxista.

Levanté la mirada, atrapando su reflejo en el espejo retrovisor. El sueño jalaba


de sus ojos y colocaba varias arrugas profundas en su piel.

—Dunmore Lane.

Él asintió, volviendo de nuevo a la carretera.

—Eso es un viaje desde aquí. Te ves un poco joven para estar…

Un guardián cayó del cielo, aterrizando frente al taxi.

—Oh, no —susurré.

El impacto sacudió al taxi y añadió otro bache en la calle. Sus alas estaban
desplegadas, abarcando varios metros a cada lado. El amplio pecho, del color del
granito, era liso. Yo ni siquiera tuve que mirar la cara para saber de quién se trataba.
Zayne.

—¡Jesús! —El taxista se quedó sin aliento, apretando una mano contra su pecho.
Los humanos eran muy conscientes de los Guardianes, pero yo dudaba seriamente
que cualquiera de ellos esperara ver a uno caído del cielo en medio de la noche—. ¿De
dónde vino?

Zayne colocó una garra en el capó del taxi, levantando el vehículo sobre dos
ruedas. El taxista agarró el volante mientras yo empujaba contra la parte posterior del
asiento delante de mí.

— Sal del auto ahora —ordenó Zayne, colocando lentamente el taxi de vuelta en
cuatro ruedas mientras su penetrante mirada se posaba en mí.

El taxista se dio vuelta en su asiento—. ¿Él está hablándote?

Asentí con la cabeza.

—Entonces sal —dijo, señalando la puerta—. No quiero ningún problema con


ellos. Él te quiere fuera de este taxi, tú sales de este taxi.

Fruncí el ceño, queriendo señalar que yo podría ser una niña inocente con
necesidad de ayuda, pero ese no era el caso y no quería arrastrar a alguien que era
inocente al medio de esto.

Abriendo la puerta, salí. En el momento en que cerré detrás de mí, el taxi se fue,
quemando caucho mientras volaba por la avenida.

—Has estado con él.

Mi corazón dio un vuelco pesadamente mientras forzaba a mis ojos a


encontrarse con los suyos. En su forma verdadera, Zayne era una masa intimidante de
granito.

— Hueles como él, así que ni siquiera trates de mentir.

—Yo no iba a hacerlo. Lo juro. —Tragué el nudo en mi garganta—. Zayne…

— He pasado toda la tarde y toda la noche buscándote —dijo, dando un paso


hacia adelante. Su cabeza estaba hundida—. Me detuve en su casa. Yo no pude entrar,
pero él me encontró en el techo. Dijo que no estabas con él.
¿Él dijo que? Eso tuvo que haber sido cuando yo estaba dormida, pero ¿por qué
Roth mentiría? Probablemente porque yo me había alimentaba de un alma y no sabía
si todavía estaba volando como una cometa.

—Mintió obviamente —gruñó Zayne—. No puedo decir que estoy sorprendido


por eso, pero ¿de ti? —La ira parecía filtrarse fuera de él mientras daba un paso atrás.
Sus hombros se hundieron mientras tomaba una respiración profunda—. Pasaste la
noche con él.

La declaración, no tanto una pregunta, me quebró.

—¡No, no! No es así. Yo no fui con él a causa de algo así.

Volvió su cabeza y la luz de la farola se reflejó en los brillantes y negros cuernos.


El hecho de que todavía estaba en su forma de gárgola, delante de mí, era testimonio
de lo molesto que estaba. Solía haber un tiempo cuando escondía lo que parecía, en su
verdadera forma, de mí.

—Me salté el almuerzo con él. ¡Eso es todo! Sé que no parece así, pero es por eso
que dejé la escuela con él. —Mi mochila cayó al suelo—. Estaba molesta hoy por lo
que pasó anoche con Abbot y yo solo... yo solo necesitaba alejarme.

Su cabeza se volvió de nuevo hacia mí—. ¿Alejarte con él?

—Yo no quise que sonara así. —Apreté mis ojos, sabiendo que lo que estaba a
punto de admitir iba a ser mucho peor que nada de lo que pensó Zayne—. Fuimos a
este lugar y había esta mujer allí y yo...

—¿Qué?

Abrí los ojos y vi de nuevo lo que esa sombra me había mostrado, mi cara.

—Había esta mujer y yo... yo me alimenté de ella.

Zayne me miró fijamente, con los ojos muy abiertos—. No.

La palabra sonó torturada y maldición, eso hirió profundamente.

—No era mi intención y sé que eso no es excusa. —No importaba que Sucky e
Inky hubieran tenido algo que ver con ello. Echarles la culpa a ellos era inútil—. Yo no
la maté. Ella estaba bien, pero lo hice y conseguí...

—¿Un subidón?
Mis mejillas ardían de humillación—. Sí.

—Déjame entender esto bien. Te fuiste porque estabas molesta por lo que pasó
anoche con Maddox, quien, por cierto, está despierto y ha confirmado que tú no lo
empujaste. —Antes de que pudiera decir que la confirmación probablemente hizo
poco para cambiar lo que pensaba su padre, él continuó—. ¿Así que huiste hoy con un
demonio y haces exactamente lo que mi padre te estaba acusando de hacer?
—Empezó a pasearse delante de mí, agitado—. Cómo demonios eso tiene sentido.-

Me pasé las manos por el pelo—. No lo tiene, y sé que lo jodí…

—Es porque estabas con él.

Negué con la cabeza, sabiendo que él ni siquiera había oído la peor parte todavía
y tuve que decirle—. No es porque yo estaba con él. No me obligó a hacer nada.

Zayne abrió la boca y entonces dolor cruzó su rostro. Dio un paso atrás y su piel
se iluminó hasta que él estaba de pie delante de mí en su forma humana. Vistiendo
sólo pantalones de cuero colgando bajos, no parecía menos intimidante.

Pero la expresión de su cara, esos penetrantes ojos azules, me golpeó en el


pecho. Metió un dedo por su pelo suelto y luego dejó caer su mano.

—¿Qué... qué hiciste?

—Yo... yo besé a Roth —dije, obligándome a no alejar la mirada y a enfrentar lo


que había hecho—. Yo estaba de alguna manera desubicada y…

—¿Básicamente es como emborracharse y conectar con alguien? —Se rio, pero


no había humor—. ¿Se supone que lo vuelva mejor?

—No. No es así, pero yo no lo habría hecho si no hubiera estado fuera de control.


—Una pequeña voz dentro de mí estuvo en desacuerdo pero callé a esa perra así de
rápido—. Fue un error —susurré—. Lo siento. Sé que eso no cambia nada o lo vuelve
mejor, pero lo siento mucho.

Le dio una pequeña sacudida a su cabeza.

—Yo ni siquiera sé qué decir, Layla. Yo te conozco. —Agarró mis hombros


mientras bajaba la cabeza—. Te conozco, pero a veces, eres una completa extraña para
mí. Haces cosas que sólo te harán daño al final y ni siquiera sé por qué.
—Yo solo... —Apreté mis ojos. ¿yo solo qué? ¿Sabía por qué hacía las cosas que
hacía a veces? La respuesta parecía demasiado simple. Estaba en mi naturaleza. Eso
no era una excusa. No alimentarme no estaba en mi naturaleza. Pero nada de eso
importaba en este momento, porque cuando abrí los ojos, sólo vi el dolor de
Zayne—. Lo siento.

Sus manos se deslizaron por mis brazos y luego cayeron mientras él se


enderezaba.

—Cuando dije que debíamos darle a esto, esto entre nosotros, una oportunidad,
yo no pensé que esto pasaría.

Mis entrañas se torcieron en aún más intrincados y dolorosos nudos. Esto era
todo. Lo que sea que había entre nosotros había terminado antes de que incluso
comenzara. Tal vez era lo mejor. Una relación era imposible y abriría una brecha entre
él y su padre. A pesar de que me dije eso, las lágrimas se deslizaron por mi garganta,
quemando la parte de atrás de mis ojos.

—No hay ninguna posibilidad ahora, ¿verdad? —le pregunté, mi voz


quebrándose.

Él no respondió durante un largo momento—. Realmente no lo sé.

Mi barbilla cayó cuando tomé una respiración entrecortada. Fue mejor de lo que
yo esperaba, pero no hizo nada para aliviar la culpa arrastrándose sobre mi piel.

Después de unos segundos, él dijo—: Yo te cubrí.

Levanté la cabeza y cuando vi que él estaba diciendo la verdad, quería cortarme


la lengua y sacarla de mi boca—. ¿Cómo?

—De alguna manera sabía que estabas... bien —dijo él, pasando la palma de su
mano por su mandíbula—. No me detuvo de pasar horas buscándote, pero no fue
difícil cubrirte.

Me sentí de unos sesenta centímetros de altura.

—Esta tarde recibimos la noticia mientras estabas fuera haciendo... haciendo lo


que sea. Dean McDaniel falleció.

Mi mano voló a mi boca y todo lo demás fue olvidado—. Oh Dios mío.

—Sabes lo que eso significa.


¿Además de que una vida había sido tomada demasiado joven? Bajé la mano.

—Esto significa que él se ha convertido en un fantasma.


Traducido por martinafab
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

L as malas noticias viajaban rápidamente.

Para cuando empezó la escuela a la mañana siguiente, parecía que todo


el mundo había oído hablar de la muerte de Dean. Mientras que no
había sido popular y la mayoría de la gente sólo se había hecho
consciente de él después de que se hubiera metido en la pelea en bio, había una
sombra sobre los pasillos llenos de gente. Nadie sonreía o reía. El baja repiqueteo de
emoción por las vacaciones de Acción de Gracias que se aproximaba estaba silenciado.
La muerte de Dean nos afectaba a todos. Tal vez servía como un temido recordatorio
doloroso de que incluso los jóvenes podrían morir en cualquier momento.

—Alguien dijo que fue un ataque al corazón —dijo Stacey mientras nos
dirigíamos a clase—. Pero, ¿cómo hace un chico de diecisiete años para tener un
ataque al corazón?

Negué con la cabeza. Fue lo mejor que pude expresar dado lo que pasó anoche y
temprano esta mañana. Por extraño que parezca, los efectos que se producían después
de alimentarse, como cuando un a un adicto se le baja el subidón, todavía no me
habían golpeado.

Sabía por lo que me había dicho Zayne esta mañana que la muerte de Dean se
había descartado por causas naturales, pero estaba lejos de ser normal.

Dean estaba muerto, pero ciertamente no estaba en paz.

Esa nube de mal, espesor, casi la sofocante manta rebosante justo bajo la
superficie que había sentido en casa de Dean, estaba presente en la escuela hoy. Era
como una sombra oculta en cada esquina, un acosador invisible esperando a saltar.

—Tal vez fue por drogas —dijo una chica junto a nosotras y por mi vida, no
podía recordar su nombre—. Pudo haber tenido una sobredosis y están diciendo que
fue un ataque al corazón.

La especulación continuó hasta que la campana sonó, señalando el comienzo de


la clase. Me tensé cuando Roth entró tranquilamente en el último segundo. Con el
cabello húmedo y rizado por una ducha reciente, parecía tan cansado como yo me
sentía. Tarareando suavemente, tomó su asiento en frente nuestro y me miró por
encima del hombro. Hubo una gran cantidad de secreto en su mirada inquisitiva que
ignoré cuando el señor Tucker—que supuse que iba a reemplazar permanentemente a
la señora Cleo—se movió para quedar de pie delante de la clase con las manos
cruzadas sobre las diapositivas transparentes.

Mis ojos se encontraron con los de Roth por un momento y luego me centré en el
señor Tucker. Estaba demasiada cansada como para estar avergonzada por lo que
había hecho ayer, pero no sabía qué decirle a Roth. ¿Pedirle disculpas por abusar
sexualmente de él? Sonaba divertido. Podía sentir su mirada vagar sobre mí por unos
momentos más antes de encarar el frente de la clase.

—¿Qué pasa con ustedes dos? —preguntó Stacey en una voz baja que yo sabía
que Roth definitivamente podía oír.

—Nada —contesté.

Roth se recostó en su asiento, dejando que sus brazos colgaran a los lados.

—Digo como mejor amiga que eso son estupideces. —Golpeó su pierna contra la
mía—. Ayer desapareciste de nuevo. Estabas con él, ¿no?

La mentira me subió a la punta de la lengua, pero estaba tan increíblemente


harta de mentir. No respondí, lo cual fue suficiente respuesta. La silla de Roth se
levantó sobre sus dos patas traseras, en precario equilibrio de una manera que sólo él
podía manejar sin que se volcara como un idiota.

Stacey contuvo el aliento.

—¿Qué pasa con Zayne?

Mi corazón se apretó como si alguien lo hubiera metido en una licuadora. Buena


pregunta. Ayer había metido la pata e hice daño a Zayne más de lo que probablemente
me di cuenta. Cuando me había traído a la escuela esta mañana, no había hablado.

Tampoco pude yo porque a estas alturas, las palabras eran baratas e inútiles,
llenas de promesas y expectativas vacías.

Los codos de Roth descansaban en nuestra mesa, y Bambi se agitó inquieta en mi


estómago. Ella había desaparecido tan pronto como llegué a casa ayer por la noche,
muy probablemente para alimentarse. Cuando me había despertado con sólo media
hora para prepararme para la escuela, había estado acurrucada en mi casa de
muñecas.

El señor Tucker se aclaró la garganta.

—Sé que hoy nos hemos enterado de una noticia muy trágica de uno de sus
compañeros de clase.

Mi mirada se desvió hacia los chicos que se habían sentado detrás de Dean.
Lenny todavía no había regresado a la escuela, pero Keith estaba allí. Por la forma en
que estaba repantigado en su asiento, con las piernas estiradas frente a él, me di
cuenta de que no estaba demasiado desgarrado por la noticia.

—He sido informado de que hay consejeros de duelo en las instalaciones para
cualquiera que quiera hablar con ellos —continuó el señor Tucker, moviendo las
diapositivas de mano en mano, haciendo que se agitaran ante la clase.

El siguiente aliento que di se me atascó en la garganta mientras la sensación del


pasillo se filtraba en el aula, como una oscura y gruesa nube pasando sobre el sol. No
podía dejar de temblar.

Dejé mi bolígrafo en mi cuaderno mientras echaba un vistazo alrededor de la


clase. Todo parecía normal, pero algo estaba fuera de lugar.

Roth inclinó la cabeza hacia un lado, y yo sabía que él también estaba


sintiéndolo.

—No hay nada de que avergonzarse si se sienten como si necesitaran hablar con
alguien —continuó el señor Tucker—. Nadie les reprochará. La muerte es una cosa
difícil con la que tratar, no importa la edad que tengas.

Las luz sobre el señor Tucker parpadeó y pasó desapercibido por todos salvo por
Roth y por mí. Él bajó la silla a las cuatro patas. La luz sobre el profesor sustituto dejó
de parpadear, pero la que estaba delante de ésta empezó a hacerlo—y una vez que esa
se detuvo, empezó otra, cortando un trayecto a mitad del pasillo, hasta que la luz del
techo por encima de la mesa en la que se sentaba Keith parpadeó violentamente.
Keith la miró con el ceño fruncido.

—Así que pregunten a cualquiera de sus profesores y programaremos una cita


con uno de los consejeros... —El señor Tucker se fue apagando mientras su mirada se
trasladó a las luces. Las diapositivas se detuvieron en sus manos.

Hubo un momento de silencio y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron


cuando una brisa helada se apoderó de mi piel. Me puse rígida ante el sentimiento
familiar. Algo estaba a punto de suceder. Lo sabía, conocía la sensación. El frío hasta
los huesos que se había filtrado en mí ser era lo mismo que había sentido justo antes
de que las ventanas estallaran y Maddox cayera por las escaleras.

Empecé a ponerme de pie y Stacey me agarró del brazo.

La luz sobre Keith de repente estalló en una lluvia de chispas y vidrio. La


habitación se llenó de gritos y el sonido de las patas de sillas chirriando por el suelo
mientras la gente se ponía de pie por la sorpresa.

—Allá vamos —murmuró Roth, ahora sentado recto.

El señor Tucker dejó caer las diapositivas mientras se precipitaba hacia adelante.

—Apártense todos. Hay cristales por...

Keith tropezó con la silla vacía a su lado, sacudiendo la cabeza. Pequeñas piezas
de vidrio cayeron de su cabello. Me volví para rodear a Stacey mientras Roth se ponía
de pie cuando una mancha oscura vino de la esquina de la clase, moviéndose
demasiado rápido para que cualquier ojo humano pudiera seguirlo.

Se me puso la piel de gallina.

Había un espectro, había un espectro en la clase, y estaba dispuesta a apostar un


año de suministro de galletas de azúcar que se trataba de Dean.

La forma oscura, no más de tres metros de altura, salió disparada hacia las
piernas de Keith, tirándolo sobre la silla. Para todos en la clase probablemente se vio
como si acabara de perder el equilibrio, pero yo lo sabía mejor.

Keith golpeó el suelo con fuerza, dejando escapar un gruñido. Sus piernas
patearon la silla y la sombra se hizo borrosa cuando se movió de nuevo. La silla salió
volando hacia arriba y hacia atrás, golpeando la cara de Keith.

—¡Mierda! —exclamó el señor Tucker, y Dios, en cualquier otro momento me


hubiera reído, pero nada de esto era divertido.

La sombra se deslizó hasta la esquina de la sala de clase, deteniéndose cerca de


la puerta mientras el señor Tucker se inclinaba, ayudando a un Keith ensangrentado y
tembloroso.

Stacey se volvió hacia mí con el rostro pálido y los ojos muy abiertos.

—Estoy empezando a pensar que es el momento de transferirse de escuela.

—Eso podría ser una buena idea —comentó Roth mientras se movía hacia el
pasillo central.

Localicé la sombra mientras se lanzaba hacia la puerta. Se derrumbó sobre sí


misma, convirtiéndose en un charco turbio antes de que pasara por debajo de la
puerta. El Guardián en mí exigió que le diera persecución.

—¿Qué estás haciendo? —Stacey intentó alcanzarme, pero yo ya estaba


demasiado lejos.

—Ahora vengo —dije por encima del hombro.

El señor Tucker y la mitad de la clase estaban demasiado envueltos en atender a


Keith, que estaba divagando incoherentemente, como para prestar atención a lo que
estaba haciendo.

Salí por la puerta y me volví hacia mi derecha, espiando al espectro


inmediatamente. Se deslizó por el pasillo, siendo nada más que una nube de niebla
espeluznante. Aprovechando la energía que no sabía que tenía, pateé el suelo y
empecé a correr.

El espectro se quedó quieto por un segundo y luego una risita resonó por el
pasillo un segundo antes de que las puertas de los casilleros se abrieran de golpe.
Como si hubiera soltando un resorte invisible, libros y chaquetas salieron volando de
los casilleros, seguidas por cuadernos y papeles sueltos.

Grité cuando un libro particularmente grande de historia se estrelló contra mi


muslo, y luego me empujó hacia adelante, perdiendo de vista el espectro en la
tormenta de libros.

Fuera del lío del remolino de útiles escolares, mis ojos se abrieron como platos
cuando bolígrafos y lápices se convirtieron en mini instrumentos de la fatalidad.
Salieron disparados por el aire, golpeando las paredes con un ruido sordo.

La nube de libros y bolígrafos golpearon mis brazos. Derribé algunos para estar
luchando contra otros más.

De repente Roth estaba allí, tirando un libro al suelo antes de que me golpeara
en la cabeza.

—Perseguir a un espectro probablemente no es la idea más inteligente.

—¿Entonces qué sugieres que hagamos? —me agaché antes de que me diera un
maletín de maquillaje grande—. ¿Dejar que haga daño a alguien más?

Roth abrió la boca para responder, pero el caos se detuvo. Libros y papeles
quedaron suspendidos en el aire antes de estrellarse contra el suelo.

El pasillo parecía una venta de regreso a la escuela que había ido terriblemente
mal.

Personal llegó por el pasillo, echando una mirada al desastre antes de volverse
hacia donde Roth y yo estábamos de pie. Miradas de incredulidad cruzaron sus
rostros, seguidas rápidamente por sospecha.

—Mierda —murmuré.

Me quedé mirando el pedazo de papel amarillo mantequilla en la mano mientras


me paraba en frente de la escuela. Mi cara se sentía congelada en un ceño fruncido.

Una de las puertas se abrió detrás de mí, pero no necesitaba mirar para saber de
quién se trataba. El aroma dulce lo delató.

—¿A ti también te expulsaron? —preguntó.

Suspirando, doblé el papel y lo puse en el bolsillo de mis vaqueros mientras Roth


se acercaba a mí.

—Sí. Su política de “tolerancia cero”.

Roth se rió entre dientes mientras se metía las manos en los bolsillos.
—Por lo menos es sólo el próximo par de días. Las vacaciones de Acción de
Gracias son la próxima semana. Ya no estaremos expulsados después de eso.

El director y el personal administrativo habían echado un vistazo a la sala y nos


habían culpado a Roth y a mí por el desastre, citando que fueron travesuras antes de
las vacaciones o alguna mierda de esa. ¿Y qué podríamos haber dicho en nuestra
defensa? ¿Que un espectro lo había hecho?

Sí, eso hubiera funcionado sin problemas.

—¿Vas a estar en problemas? —preguntó cuando no respondí.

Miré hacia el sol brillante, temblando.

—Probablemente.

—Eso no es bueno. —Él inclinó su cuerpo hacia mí, bloqueando algunos de los
azotes fuertes del viento en todo el pabellón.

Asintiendo con la cabeza lentamente, volví mi atención a la calle.

—¿En cuántos problemas te metiste por lo de anoche?

Bajé las mangas de mi suéter sobre mis dedos y sostuve el apretado material.

—Zayne me cubrió. Los demás no sabían que no estaba.

—Entonces eso es bueno.

Girándome hacia él, levanté las cejas. Miraba al frente con los labios fruncidos.

—Le dijiste a Zayne que no estaba contigo.

—Sabes por qué lo hice.

—Él no te creyó.

Levantó la barbilla.

—¿Eso importa?

—Me dejaste dormir hasta las tres de la mañana —le dije en un hilo de voz—. Si
Zayne no me hubiera cubierto...
—Pero lo hizo. —Su mirada se dirigió a mí—. No quería despertarte.

—¿Porque tenías miedo de que fuera a arrojarme a ti de nuevo? —la pregunta


salió antes de que pudiera detenerme.

Roth ladeó la cabeza hacia un lado.

—Más bien como que tenía miedo de que no fueras a hacerlo y ese es el
problema. —Dio un paso y se volvió hacia mí—. Te dejé sola porque si te despertabas
y me pedías que te besara, no sería capaz de detenerme una segunda vez.

Sus palabras tuvieron un efecto contradictorio en mí. Una oleada de calor


fundido corría por mis venas, provocando que pequeñas espirales me apretaran la
boca del estómago, pero eso estaba mal por una multitud de razones.

—No tienes que preocuparte por una segunda vez —le dije—. Estaba drogada.

Un lado de sus labios se levantó y se rió en voz baja.

—Eres una mentirosa terrible.

—No estoy mintiendo.

Roth volvió a subir el escalón, rodeándome. Cuando bajó la cabeza para que su
boca casi rozara la mía cuando habló, me negué a retroceder.

—Sé por qué dices eso. Incluso lo entiendo, Layla. Lo entiendo. Te he hecho daño
y merezco todas y cada una de tus mentiras.

Me quedé inmóvil mientras su cálido aliento bailaba sobre mis labios.

—Pero hay tanto que no sabes o no entiendes —dijo, inclinando la cabeza para
que sus palabras rozaron el lóbulo de mi oreja, enviando un escalofrío por mi cuello—.
Así que no pretendas saber lo que realmente quiero o lo que haría para protegerlo.

Roth se giró sobre sus talones mientras parpadeaba estúpidamente. Bajó las
escaleras anchas de dos en dos escalones. Presioné una mano contra mi cuello
mientras lo veía alejarse. ¿Había tanto que no sabía?

Cuando se trataba de Roth, estaba empezando a creer que eso era cierto.
Me encontré en el estudio de Abbot en el momento en que se despertó y sonó mi
nombre por la casa. Había sonado como si el monstruo de Cloverfield estuviera a
punto de tumbar paredes o algo.

Ahora mismo, Abbot como que me recordaba al monstruo de Cloverfield.

—¿Expulsada? —dijo, sosteniendo la hoja de papel.

Asentí con la cabeza.

—Había un espectro en la escuela. Atacó a este chico Keith y luego salió al


pasillo. Lo seguí y se puso loco, abriendo casilleros. ¿Qué se supone que debía decir
cuando los profesores salieron?

Abbot dejó caer el trozo de papel en su escritorio y se pellizcó el puente de la


nariz. No dijo nada, pero Nicolai, que había estado de pie a su derecha, inclinó la
cabeza.

—Desde que falleció el chico, sabíamos que se crearía un espectro. Eso es lo que
sucede una vez que un alma se despoja de un ser humano.

Le envié Nicolai una mirada de agradecimiento.

—Lo sé —murmuró Abbot, frotándose la frente—. El hecho de que el fantasma


se fuera directamente a la escuela es preocupante.

Cruzando los brazos, Zayne apretó los hombros contra la pared en la que estaba
apoyado. Él había estado en silencio otra vez cuando me había recogido y no había
dicho mucho mientras le hablábamos a su padre. Su mirada se encontró con la mía
brevemente antes de apartarla.

Me hundí un poco en la silla. Mientras Abbot hablaba de planes para evaluar los
daños de la escuela esta noche, repetí lo que pasó en la clase. Keith podría haber sido
gravemente herido y, a menos que sacáramos al espectro de allí, todo el mundo estaba
en peligro. El escalofrío que se apoderó de mi piel hizo que me apretujara en mi
suéter, el escalofrío.

El aire frío que había sentido antes de que el espectro atacara se había sentido
familiar. ¿Cómo pude haber olvidado eso? Me incliné hacia delante en la silla.

—Espera un segundo. Antes de que el espectro atacara en la clase, sentí una


ráfaga de aire frío. Lo mismo que sentí antes de que las ventanas estallaran y Maddox
cayera por las escaleras.

Los dedos de Abbot se detuvieron junto a su ceño cuando me miró.

—¿Me estás diciendo que hay un espectro en nuestra casa?

Sonaba una locura, pero no era imposible. Las salas de protección contra la
actividad demoníaca dentro de la casa eran prácticamente nulas debido a que yo
estaba aquí. Y los espectros no eran técnicamente demonios de todos modos.

—¿Por qué habría un espectro aquí? —respondió Abbot, bajando la mano hasta
la parte superior de su escritorio mientras me estudiaba—. Por lo general se sienten
atraídos a los lugares que conocían cuando estaban vivos.

Dez se removió desde donde estaba sentado en una de las sillas de cuero de gran
tamaño. Una mirada contemplativa cruzó su rostro. No habló y yo no sabía lo que
estaba pensando, o si estaba en la misma línea de donde mi mente se quedó.

Un espectro se creaba cuando un alma era despojada de un ser humano. Sólo


ciertos demonios podían hacer eso, Lilith, un Lilin, y... y yo. Los Guardianes también
tenían almas, almas puras. Y yo había tomado el alma de Petr la noche en que me
había atacado. Había sido defensa propia, porque ciertamente me hubiera matado si
no lo hubiese hecho, pero el acto de tomar un alma, sin importar la causa, estaba
estrictamente prohibido.

Y algo horrible le había ocurrido. No había muerto como lo haría un humano


cuando el último jirón de alma era robada. Se había transformado en algo diabólico,
más aterrador que un demonio de nivel superior. Pero entonces Roth había matado lo
que sea en lo que se había convertido.

¿Podría Petr todavía estar aquí, pero como un espectro?

Mi estómago se retorció en nudos mientras bajaba la mirada.

—Tienes razón. —Las palabras eran como ácido en mi lengua—. No hay razón
para que haya un espectro aquí.

Cuando levanté la vista, me di cuenta de que Zayne estaba de pie recto y él sabía
lo que había pasado realmente esa noche. Yo no se lo había admitido, pero él siempre
veía a través de mis mentiras.

—¿Cómo va a deshacerte del espectro que hirió a Keith? —le pregunté con la
esperanza de llevar de vuelta su atención hacia el problema en la escuela.

Abbot sostuvo mi mirada, su expresión cerrada.

—Con un buen exorcismo a la manera vieja.


Traducido por Mapu, bettyfirefull e IvanaTG
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

E
l tiempo pasó sin complicaciones. Probablemente desde que no había
dejado la casa. Abbot no me había castigado, lo cual me había
sorprendido. Incluso aunque era obvio que no había causado el desastre
que me había llevado a una suspensión, realmente había creído que él encontraría una
forma de culparme.

Supe de mi única conversación con Nicolai que un exorcismo había sido llevado
acabo el viernes en la escuela, después de que las clases acabaran, y que el fantasma
formalmente conocido como Dean ya no era un problema. Estaba aliviada que el
espíritu malicioso había sido removido y no había necesidad de llamar a los cazadores
de fantasmas, pero no cambiaba el hecho de que Dean había muerto sin un alma y por
lo tanto estaba en el infierno.

Dean no había merecido eso y no era justo. Peor aún, serían fantasmas. O
podrían ya ser más y nosotros solo no los hemos descubierto. Los guardianes estaban
investigando las muertes sospechosas, pero era imposible para ellos encontrarlas
todas. Estábamos operando en la oscuridad, esperando por un desastre.

Por lo menos cuando había sido capaz de ir a la escuela, había sentido como si
pudiera hacer algo si alguna cosa pasaba, pero estando estancada aquí me hace sentir
como de diez clases de inútil.

Eso era. Estaba atrapada.

El único punto brillante en el tiempo libre eran las llamadas y mensajes con
Stacey y Sam. Creían que estaría uniéndome a ellos para ver películas con Zayne, pero
eso no estaba pasando. Realmente no había visto a Zayne. No lo culpo por evitarme.
Cuando pensaba en él, un dolor punzante se encendía en mi pecho. No me arrepiento
de haberle dicho la verdad, pero no hace el lidiar con las consecuencias algo fácil.

La cena ya había sido servida y muchos de los guardianes estarían preparándose


para la noche. Antes de asomar mi cabeza en la cocina para ver que comida podía
acumular, caminé hacia donde mi celular descansaba en el pie de la cama.

En una especie de extraño molesto nivel de subconsciencia, alcancé mi teléfono.

Deteniéndome a medio camino, eché mi brazo hacia atrás.

―Mierda.

Había una bomba de tiempo esperando en mi celular.

Un mensaje de texto de Roth que tenía dos días. Un mensaje de texto que no
quería, no podía responder.

El mensaje había sido suficientemente inocente. Un simple


Pero tenía que ser la primera vez que me había escrito desde que volvió
de su pequeño viaje al infierno y por alguna jodida razón, el mensaje hizo que mi
estómago decidiera querer ser gimnasta cada vez que pensaba en ello. En mi cabeza,
el mensaje simbolizaba una clara línea trazada y responder seria como cruzarla.

Roth estaba en lo correcto la última vez que lo vi.

No entendía nada cuando se refería a él. No sabía que era lo que hacía o que
estaba tratando de lograr con las cosas que me había dicho. Todo lo que sabía era que
su completo rechazo de lo que nosotros habíamos compartido todavía se encontraba
como una infección en las cámaras de mi corazón. Era un hecho, una realidad. No iba a
permitir que pasara otra vez.

Y entonces estaba Zayne.

Arrastrando un débil suspiro, me forcé a salir de la cama. Mientras dejaba la


habitación, tomé el lazo de mi muñeca y tiré mi cabello medianamente en una coleta,
la cual coincidía con mi mediano intento de vestimenta. Mi suéteres eran casi dos
tallas más grandes y la camisa manga larga era probablemente dos tallas más
pequeña.

Atractivo.
Me desvié del comedor lo suficientemente grande para acomodar un equipo
entero de fútbol. Voces profundas provenían de la habitación, destrozadas por la
suave risa de cualquiera de las dos, Jasmine o Danika. Me quedé por un segundo junto
a la puerta cerrada, dejando que el ridículo anhelo de ser una parte de ellos me tomara
por un segundo.

Ridículo.

Sacudí mi cabeza y me arrastré hacia la cocina. No en la que Jasmine alimentó a


sus bebés, sino en la que me gusta considerarla como donde la mágica comida se
prepara. Las puertas se cerraron suavemente tras de mí. El personal de la casa
permanecía no sorprendido de verme vagabundeando a través del gran espacio
industrial.

Morris se giró, sonriendo cuando me vio. Alargándose, tomó un plato cubierto y


lo colocó sobre la isla. Entonces palmeó el lugar vació frente al plato.

Sonreí mientras me colocaba en el taburete.

―Gracias. No tenías que hacerlo.

Se encogió de hombros mientras me entregaba un tenedor y cuchillo, entonces


removió la tapa del plato con un movimiento que todos los camareros del mundo
envidiarían. Carne asada y patatas rojas. Se me hizo agua la boca.

Me sumergí en la comida, masticando al sonido del agua corriendo y los platos


tintineando. De algún modo durante el mes pasado o así, había comenzado a ser un
sonido reconfortante. Ninguno del personal de Morris realmente me prestaba
atención, pero estaba bien con eso.

Me gustaban. Fantasmas en la casa. Nada realmente para encariñarse.

Dios. Mi ánimo estaba en algún lugar entre el retrete y tirado boca abajo sobre un
charco.

Recogiendo mi plato, caminé hasta donde los platos sucios estaban


amontonados. Como siempre, traté de enjuagarlo, pero uno de los empleados me
relevó del plato con una rapidez que era impresionante.

―Sabes, puedo limpiarlo mi propia suciedad —señalé.


La mujer no dijo nada mientras lo colocaba con el resto de los platos sucios.
Haciendo una cara, rodé los ojos y un agudo hormigueo bajo por mi espina mientras
mis ojos se encontraban con esos ojos azules.

Zayne estaba justo dentro de la cocina, su expresión protegida mientras su


mirada pasaba de mi rostro al cuchillo aferrado a mis manos. El levantó una ceja.

—¿Debería estar preocupado?

Estaba un poco sorprendida por verlo a él aquí.

Morris apareció, arrebatando el cuchillo de mi mano. Ampliando mis ojos


mientras me daba un no tan discreto empujón en la dirección de Zayne, me tropecé
como una idiota.

—Estaba… uh, comiendo.

—Lo veo. —Su mirada bajo otra vez, y esta vez sabía que no estaba sosteniendo
algún arma apuñaladora. Él estaba mirando la amplia tira de piel que mi nada
apropiada camisa estaba mostrando. El calor fluía en mis mejillas y entonces
transformándose en un agradable líquido que iba mucho, mucho más lento. Cuando
sus pestañas finalmente subieron, sabía que me veía como un tomate.

—Estaba dirigiéndome a la habitación de entrenamiento. ¿Quieres


acompañarme?

Antes de que pudiera responder, Morris pasó detrás de mí y me dio otro bien
colocado, fuerte empujón hacia Zayne. Le di una mirada fulminante sobre mi hombro.

—Dioos. —Mientras me giraba hacia Zayne, ví sus labios hacían una mueca
mientras trataba de no sonreír. ¿Buena señal o no?—. Seguro.

Zayne asintió y lo seguí por la estrecha puerta al lado del descomunal


refrigerador. Era una entrada al piso de abajo que raramente había usado.

—Me quedé dormido hoy —dijo Zayne mientras cerraba la puerta tras
nosotros—. No hice ningún ejercicio antes de la cena.

—¿Tuviste una noche ocupada? —Iba detrás de él arrastrando los pies en el


pasillo débilmente iluminado, pero él se había detenido y esperado hasta que estuve
caminando a su lado—. ¿Cazando?
—Encontramos un enclave de Terriers cerca de Rock Creek Park y estuvimos
tratando con eso gran parte de la noche.

—¿Terriers? —Cuando el asintió, todo lo que pude hacer fue sacudir mi cabeza
con asombro. Terriers eran criaturas que eran un cruce entre un avestruz y un raptor.
Otra clase de hermosuras demoniacas—. Eso es bastante anormal, ¿cierto?

Zayne aflojó la marcha mientras llegaba a la puerta principal de una de las


habitaciones de entrenamiento.

—La última vez que hemos visto alguno fue justo antes que Dez encontrara a
Jasmine aquí abajo la primera vez.

—Eso fue hace años. —Caminé en la habitación mientras él mantenía la puerta


abierta.

—Sí —dijo, pasándome y cruzando sobre las esteras azules, dirigiéndose al


equipamiento preparado en escaños. Tomó alguna ropa blanca y comenzó a desdoblar
sus nudillos—. La cosa es, muchos de esos demonios no son permitidos arriba y,
porque nosotros no los vemos frecuentemente, pensamos que ellos no están aquí.
Pero lo están. Ellos solo han conseguido mejores escondites.

Pienso en el club bajo el Palisades y todos los demonios que se supone no deben
estar caminando entre humanos.

—¿Quieres unirte? —ofreció mientras terminaba de desdoblar sus nudillos.

—No. Comí bastante. Solo observaré. —Tiré del dobladillo de mi camisa y el


momento en que lo solté volvió a subir, revelando la mitad de mi estómago bajo.
Probablemente debería haber revisado mi elección de guardarropa. Después de la
cena, estaba obteniendo un poco de barriga.

Zayne pasó a zancadas, colocó ambas manos en los lados del saco boxeador.

—No hace falta que sientas que no perteneces aquí. Lo haces. Y eres extrañada
en la mesa.

Reí ante eso.

—¿Por quién?

—Por mí. —Mis labios se separaron y realmente no tenía respuesta para eso. Lo
vi girarse hacia el saco de boxeo. Volvió a la posición y elevó sus brazos—. ¿Cómo has
estado disfrutando tu tiempo libre? —preguntó, lanzando un puñetazo que elevó a la
bolsa varios metros.

—He estado muriendo del aburrimiento.

Con expresión concentrada, golpeó con su otro brazo.

—Y tienes el resto de la semana.

—Sí, gracias por recordármelo. —Me senté en la esterilla y crucé mis piernas.

Una ligera sonrisa apareció mientras se movía alrededor de la bolsa,


seleccionando diferentes lados con diferentes técnicas de mano. El sudor salpicó su
ceja y empapó el cabello rubio hasta su sien.

—Hemos tenido noticias de un contacto de uno de los hospitales, el mismo al


que Dean fue llevado. Ellos tuvieron otro muerto al llegar hace dos noches, una joven
mujer que no tenía condiciones previas de salud murió de un infarto masivo. Su
corazón voló prácticamente, justo como Dean.

Hice una mueca.

—Su esposo estará fuera de la ciudad antes de mañana atendiendo el funeral en


Pensilvania, así que voy a verificar su casa —continuó—. Es la única manera de ver si
estaba infectada, ¿sabes? Si ella es ahora un fantasma, su casa sería el lugar más
probable en el que estaría.

Los guardianes han estado haciendo un montón de investigaciones últimamente


sobre el reciente difunto.

—¿Puedo ir?

Él se detuvo, limpiando la parte de atrás de su antebrazo mientras me miraba.


Un segundo paso.

—Empiezas a sonar como Danika. Está exigiendo pertenecer a las búsquedas.

—¿Porque no lo estaría? La chica está entrenada. Ella es un guardián completo.


Puede pelear.

—Sabes la respuesta a eso.


Fruncí el ceño. Se sentía raro defender a Danika cuando había pasado tanto
tiempo odiándola.

—Tal vez ella no quiere ser solo una máquina hace-bebés.

Sacudió su cabeza mientras se giraba hacia la bolsa y volvía a trabajar. Solo él


podría pelear contra el infierno y no quedarse sin aliento. Yo estaría jadeando, tirada
en el suelo sobre un charco de sudor para éste punto.

—¿Entonces puedo? —pregunté otra vez—. No he sido asignada, así que se


sentiría… bien hacer algo útil.

Zayne le dio un par de golpes y entonces se dio media vuelta de la bolsa. El frente
de su camisa gris estaba humedecido de sudor.

—Creo que eso no sería un problema. Seguro.

Una amplia sonrisa se abrió paso en mi rostro.

Gracias. En realidad quiero hacer algo que no…

Mi voz se apagó cuando se agachó y se sacó la camisa por su cabeza y la dejó caer
al suelo.

Santa calentura…

Ahora eso estuvo muy mal.

Mis ojos recorrieron su pecho y su estómago definido como una de esas


personas hambrientas mirando un buffet de todo lo que puedas comer. Esas gotas de
sudor suyas resbalaban bajas, revelando las hendiduras en cada lado de sus caderas.
Zayne realmente no tenía un paquete de seis abdominales. Era más como un paquete
de ocho.

¿Qué estabas diciendo?

Cada abdominal está firmemente marcado. Como si alguien los hubiera tallado
en su estómago—. ¿Huh?

Dos dedos de repente presionaron debajo de mi barbilla, forzando mi mirada


arriba hacia su rostro. Las esquinas de sus labios se curvaron hacia arriba mientras
me ruborizaba.
¿Estabas hablando sobre ir conmigo a la casa de la ciudad?

Oh, sí. Eso. Cosas importantes que no involucraban tocar su estómago o


cosas así. Será realmente productivo.

Zayne se rio mientras dejaba caer su mano y regresaba a la bolsa. La manera en


la que sus músculos trabajaban a lo largo de su espalda y estómago mientras lanzaba
golpe tras golpe era verdaderamente fascinante.

Estaba segura de que si me sentaba aquí por mucho tiempo más y lo miraba, me
convertiría en un charco de baba en las esteras, pero no me levanté. Esto era mejor
que mirar chicos calientes a través de los posts de Tumblr.

Cuando había terminado, robó una nueva toalla del estante. Yo estaba más o
menos todavía sentada en la estera con mi lengua colgando fuera. Él bajo la toalla.

Así que, sobre el cine mañana…

Eso fue como si me hubieran tirado un balde de agua helada en la cara.

Realmente apestaba. Me puse de pie, manteniendo mis ojos en sus zapatillas de


deporte.

Sí, sobre eso exhalé lentamente, manejando el nudo en mi garganta.


Supongo que le mandaré un mensaje de texto a Stacey para avisarle que lo de la
película no es para nosotros, quiero decir, para mí. En realidad no hay razón para que
vaya y es probablemente mejor de esa manera, porque es como, la primera cita de
Sam y Stacey y todo eso.

Empecé a pasar al lado de Zayne, pero él me alcanzó con su brazo, envolviendo


su brazo alrededor de mi cintura. Mientras me agarraba, la carne desnuda de su brazo
conectó con mi estómago y me congelé ante la repentina intrusión de emoción. Era
una bola enredada y yo no era lo bastante buena descifrando cosas.

Whoa dijo él. Arrastrándome atrás de manera que estuviera justo enfrente
suyo. Dejó caer su brazo. ¿Ya no quieres ir?

Bueno, supongo… me lo imaginé después del jueves por la noche y eso, que no
querrías ir tropecé con mis palabras como si acabara de aprender a hablar ayer. Y
yo entiendo eso completamente y…
¿Alguna vez te dije que había cambiado de idea sobre lo de mañana?
preguntó frunciendo el ceño.

No, pero…

Pero yo nunca dije eso y hasta donde sabía todavía estábamos yendo pasó la
toalla por su hombro, mirándome. Tú no cambiaste de idea. Así que estamos en ello.

Yo lo miré boquiabierta, preguntándome si había mirado sus abdominales con


tanta fuera que me había golpeado.

Pero ¿por qué?

¿Por qué? repitió suavemente.

Sí, yo… yo la cagué. Bastante. Parecía innecesario explicar esto. ¿Por qué
querrías ir al cine conmigo? Stacey y Sam van a pensar que significa algo.

Su mano se precipitó, atrapando mi muñeca e impidiéndome que jugara con el


dobladillo de mi blusa.

¿Piensas que el hecho de que nosotros vayamos juntos significa algo?

Mi lengua se sentía atada. El bajó su cabeza, su mirada estable buscando la mía.

¿Quieres que signifique algo?

Si susurre, y había muchísima verdad en esa sola palabra.

Su mano se deslizó bajo mi manga, curvándose alrededor de mi codo.

Entonces vamos a ir a cine mañana.

Sonaba tan simple, pero verdaderamente no entendía porque el aún querría. Una
pequeña sonrisa cruzó la cara de Zayne, como si el pareciera saber lo que estaba
pensando y las palabras como que se derramaron de mi boca.

No te merezco.

Ves, es ahí donde estás equivocada. Estiró su otra mano y metió un pálido
mechón fugitivo detrás de mi oreja. Es ahí donde siempre has estado equivocada. Tú
mereces todo.
Quizás mis prioridades eran a todas luces un desastre, pero mientras aplicaba el
toque final de brillo de labios, el Lilin, los espectros y la diferencia que sentía dentro
de mi eran la cosa más alejada de mis pensamientos.

Mientras me inclinaba hacia atrás del espejo de mi baño, admiré mi ropa con ojo
crítico. Stacey diría que necesitaba mostrar más los pechos. Los jeans oscuros eran
apretados, combinados con una blusa blanca suelta ceñida a la cintura con un cinturón
trenzado azul oscuro y los tacones negros que me hacían sentir más alta que Lollipop
Guild.

Mi cabello estaba hacia abajo, cayendo en ondas sueltas y el rosa barriendo a


través de mis mejillas me decía que no había necesidad de rubor. Mi pulso era un
repiqueteo estable mientras me observaba en el espejo del baño. ¿Realmente iba a
salir en una cita con Zayne? ¿Estaba esto pasando de verdad? La emoción zumbaba a
través de mi sangre, haciendo a Bambi inquieta a todas luces, pero había una parte de
mí que sentía como si estuviera soñando.

Ni una sola vez pensé que este día nunca, nunca sucedería.

Recogí el tubo de rímel, preguntándome si otra capa me haría lucir como si


arañas se hubieran apareado con mis pestañas.

Te ves genial. Así que deja de dar vueltas. Vamos a llegar tarde.

Salté ante el sonido de la voz de Zayne y dejé caer la máscara. El tubo de plástico
resonó en la cuenca del fregadero. Él estaba de pie justo dentro del baño y la sonrisa
que tenía me hacía sentir como si hubiera visto un arcoíris.

Estaba usando un jersey gris ocurro cuello en v que se estrechaba a través de sus
amplios hombros y él hacía lucir los pantalones de mezclilla de color claro
malditamente bien.

Gracias recogí la máscara de pestañas y la puse en su cesta. Tu luces


muy… muy bien también.

Zayne se reía mientras yo salía del baño.

Tu cara está tan roja.


Gracias.

Es lindo.

El hecho de que probablemente se asemejaba a un chile no era lindo. Mi mirada


vagaba por todos lados excepto por su cara.

¿Te importa recoger a Stacey y a Sam en su casa? Creo que sería más fácil que
llevar dos carros.

Por mí está bien.

Bien me di la vuelta, frunciéndole el ceño al desorden que era mi cuarto.


Sólo necesito encontrar mi bolso.

Zayne se había movido más cerca, tan silencioso como una sombra.

No lo necesitas. Yo voy a pagar. Eso es lo que los chicos hacen en una cita.

Mi corazón pateó en mi pecho. Esto era una cita. No podía hacerme oídos sordos
a ello. Escaneando los libros y la ropa dispersa, me di por vencida en encontrar el
bolso que raramente usaba y enfrenté a Zayne.

Estaba más cerca que antes, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.
Lentamente, levanté mis ojos y quedé inestable. Su mirada se deslizó por mi cara y la
sonrisa que llevaba vaciló un poco.

De verdad luces hermosa dijo él, con voz ronca. Pero tú siempre luces
hermosa, como algo que no es muy real.

Oir a Zayne diciendo algo como eso nunca fallaba en llevarme a una tierra de
fantasía. Todo lo que pude hacer fue sonreírle como una tonta.

La sonrisa regresó llena de fuerza y se rio de nuevo.

Vamos. Tenemos que irnos.

Asentí y mientras nos dábamos la vuelta, nos dimos cuenta de que no estábamos
solos. Afuera en el pasillo, Danika estaba de pie junto a Maddox. El calor inundó mi
cuerpo pero fue raídamente ahuyentado por un rastro de dedos helados sobre mi piel.

Danika estaba mirando hacia la sala, su expresión completamente desprovista de


alguna emoción, y por extraño que parezca, sentí una pizca de dolor en mi pecho por
ella. Era tan raro, pero sabía que le gustaba Zayne, más que sólo gustarle, y me sentí
mal. Me sentí como si debiera poner algo de espacio entre Zayne y yo.

¿Pero Maddox...? Era la primera vez que lo había visto despierto y caminando
por ahí desde la caída de las escaleras. No es que hubiera estado fuera de servicio todo
este tiempo, pero me había asegurado de evitarlo. Bien, evitar más bien a todos ellos.

Maddox miró a Zayne con los ojos muy abiertos. Su mandíbula estaba haciendo
horas extra, como si él estuviera haciendo todo lo posible por mantener su boca
cerrada mientras me miraba.

Yo realmente sentí como si debiera poner más espacio entre Zayne y yo.

Zayne se puso entre nosotros, enlazando sus dedos con los míos, conduciendo
todo el azúcar que había consumido antes fuera de mí.

¿Qué pasa, chicos?

Con una pequeña sonrisa, Danika sacudió su cabeza.

Nada. Solo nos estábamos dirigiendo a las salas de entrenamiento, ¿cierto?


Ella miró a Maddox.

Él no le estaba prestando atención a ella, su mirada estaba fija en nuestras


manos unidas como si estuviéramos sosteniendo una granada. La ira me inundó,
enderezando mi espina y reemplazando la incomodidad que sentía.

¿Algo que quieras decir? preguntó Zayne, su mirada se estrechó en


Maddox.

El Guardian sacudió su cabeza mientras curvaba su labio.

Nope. Ni una maldita cosa luego se dio la vuelta, acechando por el pasillo,
hacia las escaleras.

Danika nos envió una simpática mirada que no parecía correcta en ella.

Lo siento. Que… ella sonrió, pero no alcanzó sus ojos. Que se diviertan.

Una vez que el pasillo estuvo vacío, miré a Zayne—. Maddox no parecía feliz.

¿Parece como si me importara? el agarre de Zayne en mi mano se apretó.


Ahora, vamos. Tenemos una película a la que llegar.
Retorcida en el asiento delantero del Impala de Zayne, miré fijamente a Sam y
me pregunté si un alien lo había abducido. Nada sobre el chico sentado en el asiento
trasero al lado de Stacey era nada como el chico raro y un poco nerd que había
conocido desde que empecé la escuela.

Su usualmente despeinado cabello en verdad estaba estilizado. Me imaginé que


podía decirnos a todos el año en el que el gel de cabello había sido creado, pero no
tenía ni idea de que él incluso supiera como utilizarlo. Sus rizos estaban peinados
hacia atrás, artísticamente desordenado. El nuevo look cambiaba completamente su
cara. Su mandíbula era más fuerte, una línea de corte. Sus pómulos parecían más altos,
afilados y sin sus gafas, sus pestañas parecían ridículamente largas.

La manera en la que se sentaba era diferente. El cuerpo relajado y las piernas


separadas mientras miraba fuera de la ventana. Su típica encorvación se había ido.
Estaba bien vestido, un jersey como la que Zayne usaba, combinado con una camisa
blanca debajo.

Sam lucía verdaderamente bien. Era como ver a tu hijo crecer o algo así.

Y Stacey no podía quitar sus ojos de él… o su mano. Ahora mismo, los dedos de
ella estaban curvados alrededor de su antebrazo y la mano de él… whoa. Su mano
estaba descansando en el muslo de ella, como en la cara interna del muslo.

Me di la vuelta rápidamente, sintiéndome como una mirona. Mi mirada se desvió


a Zayne. Su mano derecha descansaba en su pierna mientras su mano izquierda
sostenía el volante. Quería alcanzar su mano y poner la mía sobre la suya, pero años
de ser nada más que una amiga me prevenían de realizar esa acción.

La peor cosa del mundo entró en mi mente en ese preciso momento. ¿Sería así
de difícil con Roth olvidar lo que yo solía ser comparado a lo que era ahora?
Rápidamente aparte mi mirada, soltando una respiración baja mientras miraba un taxi
detenerse para recoger a una pareja.

No pensaré en él. No pensaré en él. Él no tenía lugar en esto, en nada de esto.

El tráfico era una bestia y eso nos llevó toda una vida para llegar al cine en el
distrito histórico. El lugar no era un Cineplex. Más como un cine de la vieja escuela con
solo un par de películas proyectándose, pero era pintoresco, lindo y una vez que todos
decidimos por una película, nos encontrábamos listos para hacer esto.

El vestíbulo se hallaba casi vacío por el tiempo que nos dieron nuestras entradas,
pero el olor a mantecosas palomitas de maíz hizo perfectamente el hecho de habernos
perdido los trailers.

Mientras caminábamos a la mesa de entrada, Sam se trasladó al otro lado de


Stacey, envolviendo su brazo alrededor de su cintura, y supuse que no existí durante
el día en que su relación finalmente pasó de admitirse mutuamente en cursilandia.

Teniendo en cuenta lo lejos que Zayne y yo habíamos ido sin realmente ir a


ninguna parte, me preguntaba exactamente lo que Sam y Stacey compartieron, e hice
una nota mental para exigir la verdad sobre su actual estado de cosas.

Pero en este momento, me hallaba más preocupada con mis propios asuntos
actuales.

Aún sorprendida de que me encontraba aquí con Zayne después de lo que pasó,
lo miré. Me observaba mientras mordisqueaba mi uña del pulgar.

—¿Te va bien? —preguntó, alejando mi mano de mi boca.

Asentí.

Él bajó la cabeza para que su boca esté cerca de mi oreja.

—Entonces relájate.

No fue hasta después que me di cuenta de lo bloqueados que mis músculos


estaban. Forcé un par de profundas respiraciones, deseando sacar la tensión de mi
cuerpo.

—Eso está mejor. —Puso una mano en mi espalda baja y susurró—: Quiero estar
aquí, Layla-bug. No importa lo que sucedió en el pasado, quiero estar aquí.

Esas palabras hicieron que contuviera el aliento en mi garganta y mi corazón


girara como una bailarina.

—Quiero estar aquí, también —susurré.

Sus labios rozaron mi sien.


—Eso es lo que quiero oír.

Cuando se apartó, mi sonrisa era tan amplia que había una buena probabilidad
de que mi rostro se partiera al medio en el buen sentido. Si había una cosa así.

La sacudida de la puerta detrás de nosotros anunciaba que no éramos los únicos


que se retrasaron. El sonido atrajo mi atención, miré por encima de mi hombro y casi
se cae justo encima. De cara contra un cubo de basura.

Caminando a través de la puerta estaba el hombre que me dio una bofetada en el


rostro con la Biblia, el miembro de la Iglesia de los Niños de Dios que se salió con la
suya. Estaba vestido de la misma manera que estuvo ese horrible día, camisa blanca y
pantalones apretados, cabello corto cerca del cráneo. Llevaba una botella de agua con
él. No podía ser una coincidencia, pero ¿si hubiera sabido que estaríamos aquí? ¿Había
estado siguiendo Zayne y a mí? ¿O a mis amigos?

Mi boca se abrió cuando me di media vuelta, agarrando la parte de atrás de la


camisa de Zayne. Se volvió, su mirada cuestionando.

—Mira quién acaba de entrar —susurré.

Echó un vistazo hacia atrás y maldijo entre dientes.

—Tienes que estar bromeando.

—¿Sobre qué están charlando los chicos? —preguntó Stacey, zigzagueando hacia
nosotros. Mientras lo hacía, se apoyó en el brazo de Sam de una manera que habría
sido superlinda si no estuviera a segundos de enloquecer.

—Nada. —Zayne le envió una firme sonrisa mientras deslizaba su brazo sobre
mis hombros, moviéndome eficazmente así me ubicaba frente a él—. ¿Ustedes
conseguirán palomitas o algo así?

—Tengo una necesidad de Skittles —respondió Sam, mirando el mostrador


mientras apoyaba las manos en el mostrador de vidrio. La cajera, una chica con más
pecas que los que había estrellas en el cielo, se inclinaba hacia él.

—¿Skittles? —Stacey arrugó la nariz—. Odias los Skittles.

Zayne enroscó su mano alrededor de mi brazo.

—Seguiremos adelante y...


El hombre dio un paso justo en frente de nosotros y miró directamente a Stacey
y Sam.

—No deberías estar aquí con ellos.

Stacey lo miró, parpadeando lentamente mientras Sam se apartó del mostrador.


Una curiosa expresión marcó su rostro.

—¿Perdón? —dijo.

—No deberías estar aquí con ellos —repitió el hombre, con voz baja y
temblorosa—. Ellos son los secuaces del diablo.

Hubo una pausa y Stacey ahogó una carcajada.

—¿Oh Dios, tú eres uno de esos locos que odia a los guardianes? —Tiró de la
mano de Sam—. Oye, finalmente llegué a conocer a uno en persona.

Sam miró al hombre.

—No me impresionó.

—No entiendes —dijo—. No es culpa de él aunque...

—Oh, sí, no estamos haciendo esto —cortó Zayne, su agarre apretando en mi


brazo—. Vámonos.

—Conseguiré las palomitas después. —Stacey envolvió su mano alrededor de la


mano de Sam—. Y volveré por tus Skittles.

Nos alejábamos. No lo suficiente rápido para mí, pero nos alejábamos. Mi


corazón empezó a reducir la velocidad. Llegamos al pasillo que conduce a las puertas
cerradas del teatro. Luego, cuatro palabras nos detuvieron parándonos en seco.

—Ella es un demonio.

El aire escapó de mis pulmones.

—Ella es un demonio —repitió con el tipo de convicción que solo fanáticos


podrían reunir—. Y puedo probarlo.

Stacey se enfrentó a él, negando.

—¿Estás loco?
No tenía ni idea de cómo podía probarlo, pero no quería correr el riesgo. Bambi
se inquietó cuando la tensión se vertía en mí.

—Eso no es cierto.

Me miró con odio puro en sus ojos. Sin importar las reglas, quería gritar. Se
suponía que los seres humanos nunca debían saber que existían los demonios. Algo
que los Alfas decretaron, que los humanos deben tener fe sin pruebas de un infierno.
Siempre parecía una locura para mí, pero él tenía que ser consciente de ellos y no le
importaba.

—Todo lo que dices es mentira.

Zayne dejó caer su brazo y se colocó delante de mí.

—No me hagas hacer algo que voy a lamentar.

—Ya hay muchas cosas de las que deberías arrepentirte. —Se apartó de Zayne.

Mi corazón latía con fuerza de nuevo. Quería exponerme, justo en frente de mis
amigos. No me preocupaban las mayores consecuencias de tal acción. Estos eran mis
amigos, amigos que pensaban que era normal y me aceptaban. No podía permitir que
esto sucediera.

Agarré el brazo de Stacey mientras enviaba a Zayne una mirada de pánico.

—Vamos, regresemos. Podemos...

—Ella no quiere que sepas la verdad —dijo el hombre, metiendo la mano en el


bolsillo de atrás con su mano libre. Zayne se puso rígido, pero lo único que sacó fue un
papel que había enrollado. Lo empujó a nosotros, mostrando lo que resultó ser una
foto de una mujer mayor. Quienquiera que sea la señora, llevaba una especie de
camisa de color naranja, con el cabello rubio claro estaba grasiento y fibrosa. Las
costras cubrían sus labios flácidos y gruesas líneas cruzaban su rostro.

Sam frunció el ceño.

—¿Nos está mostrando una ficha policial?

—Su nombre era Vanessa Owens —dijo él, su temblorosa mano causaba que el
fino papel se agite—. Tenía veinte años cuando trabajaba en una casa de acogida
estatal a finales de los años noventa, asistiendo a la escuela en Georgetown. Tenía un
futuro brillante por delante, un novio amoroso, una familia muy unida y amigos.
Stacey ladeó la cabeza hacia un lado, frunció su ceño.

—¿Déjame adivinar? ¿Descubrió la metanfetamina? Porque parece que lo hizo.


Las drogas apestan. No estoy segura de qué tenga que ver con todo esto.

Me quedé mirando la foto. Nada sobre su nombre o su cara me era familiar, pero
había un creciente malestar que florecía en mi pecho.

—Esto es suficiente —dijo a Zayne, envolviendo una mano alrededor de mi


brazo—. Salgamos de aquí.

—Él no quiere que sepas tampoco, porque los guardianes la protegen, protegen
lo que realmente es y lo que le hizo a esta mujer inocente.

—Nunca he visto a esta mujer —dije, sintiéndome atrapada. Las pocas personas
en el vestíbulo estaban mirándonos, pero no pensé que podía oír lo que decían—. No
sé quién es.

—No puedes recordarla, pero estoy seguro de que ella se acuerda de ti. Después
de todo, destruiste su vida —dijo, sus labios se encrespándose con disgusto—. Ella
cuidaba de ti mientras estabas bajo cuidado tutelar, fiel a tú naturaleza, te alimentabas
de ella y tomaste una parte de su alma, enviándola en una espiral descendente que
terminó en drogas, robo y finalmente la muerte.

La sangre se drenó de mi rostro tan rápido que pensé que iba a desmayarme. El
rostro de la mujer de la foto se movió, se hizo más joven y fue reemplazada por un
vibrante cabello rubio, piel impecable y una cálida sonrisa.

Dios mío...

¿Esta era la mujer que me alimentaba cuando había sido más joven? ¿La mujer
que ataqué, que impulsó el descubrimiento de los Guardianes en mí? Sabía que fue
hospitalizada después de que me alimenté de ella, ¿pero esto?

—Detente —murmuró Sam, frotándose la frente.

—Estuvo entrando y saliendo de la cárcel durante diez años hasta que


recientemente decidió robar una tienda de conveniencia. Ella disparó y mató a uno de
los empleados y fue asesinada por la policía cuando respondieron en la escena —dijo
el hombre, bajando la foto—. Esto es lo que has hecho. ¿Cuántas más vidas has robado
desde entonces?
Zayne dijo algo y tiró de mi brazo de nuevo, pero estaba congelada. Durante
todos estos años, nunca pensé realmente en lo que le sucedió a la mujer. Pensaba que,
dado que no había tomado su alma por completo, se habría recuperado. Que estaría
bien. Pero mandé a volar a esta mujer como si no hubiera mañana.

Me sorprendió entonces y mi estómago se revolvió con tanta fuerza que pensé


que podría lanzar todo sobre el tipo. Lo que hice a esta mujer tomando solo una parte
de su alma no era diferente de lo que sucedía con Dean, lo que sucedía con Gareth y
Dios sabe cuántos más.

—Eres un demonio —el hombre hervía—. Y llegará el momento en que no serás


capaz de ocultar lo que eres.

No tenía idea de cómo la iglesia sabía tanto sobre mí, pero en este momento, no
importaba. Nada importaba excepto lo que él había proclamado y lo que me di cuenta
de mí misma.

—Guau. Hombre, estás loco. —Stacey se cruzó de brazos, negando—. Ni siquiera


de una manera poco entretenida, sino tipo "es el momento de llamar a la policía y
posiblemente pensar en conseguir una orden de restricción".

—¿No me crees? —preguntó.

Ella resopló.

—¿Alguien le cree?

—Ya verás. —La mano que sostenía la botella de agua se movió tan rápidamente
que no había nada que lo detuviera. Incluso Zayne no lo había visto venir. Con
bastante fuerza y puntería excelente, sacudió la botella en nosotros. El agua empapó a
Stacey y a mí, y golpeó en los pantalones de Zayne.

Stacey chilló mientras arrojaba el agua de sus dedos.

—¡Qué demonios!

El agua corría por mi cabeza, por mi rostro y en mis ojos, agrupándose en varios
lugares de mi camisa, convirtiendo el material en transparente, excepto... excepto que
no era agua normal. Tropecé un paso atrás, chocando con Stacey cuando Zayne salió
disparado hacia adelante, aplastando el brazo sobre el pecho del hombre, haciéndolo
retroceder varios metros. Se volvió hacia mí y la mirada horrorizada arrastrándose
por su rostro lo confirmó.
—Oh, no —susurró.

Mi piel picó a lo largo de mi frente y en mis mejillas. Mi visión borrosa y el


interior de mi boca dolían como si hubiera tragado salsa picante. Manchas a lo largo
de mis senos y estómago comenzaron a palpitar. Bambi giró alrededor de mi cuerpo,
escapando a mi espalda.

El ardor escaló rápidamente, convirtiéndose en una quemadura feroz que robó


el aliento de mis pulmones mientras levantaba mis manos. Mechones delgados de
humo flotaban desde las puntas de mis dedos demasiado rosa.

—Oh, Dios mío. —La voz horrorizada de Stacey llegó a mis quemados oídos—.
Layla...

El hombre se puso en pie, la botella vacía agarrada firmemente en su mano, y


cuando habló, la satisfacción goteaba de su voz mientras escupió dos palabras que lo
cambiaron todo.

—Agua bendita.
Traducido por Jenn Cassie Grey & Jane
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

S
olo era vagamente consciente de Zayne golpeando al chico de Los Hijos de
la Iglesia de Dios hasta la siguiente semana. Golpeó el lado opuesto de la
pared y se deslizó hacia abajo. La botella de agua de la fatalidad rodó a
través del suelo. Mi piel se sentía como si estuviera siendo quemada hasta mis huesos.
Esto no era nada comparado con la pequeña cantidad que Roth había usado cuando
había sido atrapada por el Nocturno.

Dolor onduló a través de mí como una onda de choque. Doblándome sobre mi


cintura, traté de respirar a través de él, pero era casi imposible. Podía escuchar la
tensa voz de Stacey, pero sonaba bastante lejana.

—Necesitamos irnos —Zayne estaba más cerca y entonces estaba cogiéndome a


su lado, llevándome fuera por el corredor y a través de la recepción. El aire frío del
exterior intensificaba el ardor y me mordí mi labio inferior—. Necesito sacar esto de
ella.

—¿Alguien por favor me dice que está pasando? —preguntó Stacey, cerca y
claramente—. No entiendo que es lo que acaba de pasar.

—No tengo tiempo para explicar ahora. Maneja. —Le lanzó las llaves a Sam y si
no hubiera estado cerca de caer de rodillas en cualquier momento, lo habría hecho
porque estaba dejando a alguien más manejar su Impala—. Tú casa está cerca.

Sam tomó las llaves, pero sacudió su cabeza.

—No podemos ir a mi casa. Mis padres se volverán locos.

Un bajo gruñido salió de la garganta de Zayne.


—Necesito meterla en una ducha ahora. No me importa lo que tus padres
piensen.

—No —jadeé—. Llévame… a la casa de Stacey. Son solo unas cuadras más.

—Layla…

—Tiene razón. Mi mamá no está en casa y solo está a unas pocas calles de todas
formas. Si tomas la Quinta Avenida, probablemente será más rápido —dijo Stacey, sin
respiración—. Pero ¿no deberíamos llevarla al hospital? Si piel está toda rosa. ¿Eso fue
ácido? Oh mi dios, acaso ese fenómeno…

—No era ácido y un hospital no puede ayudarla. —Habíamos caminado casi una
cuadra antes de que Zayne maldijera y me alzara. Dios sabía cómo nos deberíamos de
ver con gente alrededor de nosotros, pero estaba más allá de lo importarme. Contuve
un jadeo mientras me levantaba—.Lo siento —susurró, su voz ronca.

—No lo entiendo —repitió Stacey, su voz sonando distante de nuevo—. Solo era
agua. Me golpeó también. No lo entiendo.

Nadie respondió y cuando finalmente llegamos al Impala, Zayne se arrastró en el


asiento trasero conmigo y trató de limpiar la mayor parte del agua con una vieja
camiseta que tenía en la parte trasera, pero no ayudó. Necesitaba una ducha.

El viaje a la casa de Stacey fue un completo infierno. Apenas era vagamente


consciente de Zayne llamando a Nicolai y advirtiéndole que probablemente teníamos
un desastre nivel demoniaco en nuestras manos. Seguí la conversación lo suficiente
para saber que Nicolai vigilaría el teatro, haciendo un control de daños. En un punto,
mi visión se aclaró lo suficiente para encontrarme con la cara afligida de Stacey.

Ella mi miró como si… como si no supiera lo que estaba viendo, y tal vez su
cerebro se estaba negando a sumar dos más dos juntos, pero lo haría eventualmente. Y
no podía manejarla viéndome de esa manera. Cerrando mis ojos, los mantuve de esa
manera hasta que llegamos a la casa de Stacey.

El dolor profundo en mi interior era tan malo como lo que se estaba disparando
a través de mi piel. No dije nada mientras Stacey nos conducía escaleras arriba hasta
al baño que usaba. Sam se quedó en el piso de abajo, sin querer investigar como el
agua bendita podía quemar a una persona. Había estado sorprendentemente callado
con todo esto.
—Nadie debería estar en casa por al menos dos horas —su voz era confusa—.
Puedo… ¿Puedo ayudar?

—¿Tienes algo que ella pueda usar? —Debió de haber asentido, porque Zayne
dijo—: déjalo fuera de la puerta.

—Pero…

—Te explicaremos todo —él abrió la puerta, haciéndome entrar—, lo prometo.

Stacey tomó la puerta antes de que él pudiera cerrarla.

—¿Estás bien Layla?

—Sí —grazné, manteniéndome de espaldas a donde estaba parada—. Estaré…


bien.

Zayne entonces se las arregló para cerrar la puerta. Se movió alrededor de mí,
abriendo la ducha. Un segundo más tarde, estaba debajo de un helado chorro de agua,
jadeando para respirar. Gotas se arrojaban hacia mi cara, arruinando todo mi duro
trabajo con mi rímel y mi delineador.

—Tengo que quitarte la ropa —dijo.

No tuvo que habérmelo dicho dos veces. Me volteé de lado, asintiendo en


acuerdo. Ninguno de los dos habló y no había nada sexual en el hecho de que estaba de
pie en el agua, siendo ahogada por el continuo chorro de agua de agua helada mientras
Zayne me desvestía hasta dejarme en mi ropa interior. Se fueron junto con mis jeans
ajustados, mi cinturón trenzado y mi sostén. Todo lo que había sido tocado por el agua
bendita tenía que ser retirado.

Bambi había hecho su camino hacia mi espalda baja, donde estaba curvada en
una pequeña, protectora bola mientras Zayne seguía dándome vueltas y vueltas, sus
brazos mojándose mientras se aseguraba que toda el agua bendita fuera lavada.

Después de cinco años de rodear el drenaje en el quinto círculo del infierno, el


ardor se detuvo y pequeños bultos se esparcieron a través de mi estómago mientras
temblores recorrían de arriba abajo mi espalda. Parpadeando para alejar el agua que
estaba en mis pestañas, pude ver que mis brazos, actualmente cruzados sobre mi
pecho, eran una adorable sobra de dolor.
—Lamento mucho no haberlo detenido —dijo Zayne finalmente, girándome—.
Debí de haberlo detenido. Pude haberlo detenido.

—No es tu culpa. Quién sabía que él… iba a tirar agua bendita sobre mí.

Miró hacia arriba—. Debí de haber esperado algo parecido.

Sacudí mi cabeza estremeciéndome—. No… no es tu culpa.

Una mirada de duda se estableció en su cara, haciéndolo parecer más viejo.

—Ya no estás ardiendo.

—Nnn… no.

Cuando Zayne cerró la llave de agua, no podía sentir mi cara o mis dedos de los
pies, lo que probablemente era algo bueno. Mi piel estaba tan fría que solo un día
nevado de febrero podría rivalizar contra ella.

Rápidamente envolvió en una esponjosa toalla alrededor de mí, taponándola


debajo de mis brazos.

—Sostén esto —dijo, y tomó las puntas, anudándolas junta. Me sacó de la tina y
dio la vuelta. Sentándose en el borde, me jaló hacia su regazo y tomó otra toalla
inmediatamente, secando el agua de mi cabello helado—. Dios, te sientes como un
cubo de hielo.

—¿Por qué lo hizo ahí, donde solo estaban Stacey y Sam para mirar y escuchar,
en lugar de frente una gran multitud de personas? —pregunté, mis dientes
castañeando.

—Era personal. Es la única razón. —Zayne pasó otra toalla subiendo y bajando
por mis brazos, ahuyentando el frío—. ¿Cómo te sientes?

—Mm… mejor —miré hacia la pared color amarillo avellana mientras Zayne
hacía circular la sangre por mi piel helada. No supe cuento tiempo pasó antes de que
hablara de nuevo—. ¿Qué va…vamos a decirles a ellos?

No respondió inmediatamente. En lugar de eso, pasó gentilmente la toalla sobre


mis mejillas.

—La verdad, creo.


—¿Qué hay de las re…reglas?

Colocó la toalla alrededor de mis hombros desnudos.

—Bueno, técnicamente ellos ya las han roto, y un Alfa no ha aterrizado sobre


nuestras cabezas, ¿cierto? Y ellos son tus mejores amigos. Confías en ellos. —Hizo una
pausa—. Además no tengo idea que clase de mentira los haría creer cualquier otra
cosa.

Traté de sonreír, pero fallé.

—¿Qué pasa si S…Stacey me odia ahora o tiene miedo de mí?

—Oh, Layla, ella no va a odiarte. —Inclinó su cabeza y presionó sus labios sobre
mi frente—. No va a estar asustada de ti y no va a pesar nada diferente sobre ti.

Algo que se sentían como cuerdas apretaron mi pecho.

—¿Co…como no podrían?

—Porque ellos te conocen como yo te conozco, ese es el por qué. —La intensidad
de sus palabras era convincente—. Lo que eres no cambia el quien eres.

Asentí.

Sus ojos buscaron los míos y entonces deslizó sus brazos alrededor de mí,
dejando que la toalla que sostenía cayera en el suelo. Me curvé en su fuerte abrazo,
empapándome de su calidez y su aceptación. Parecía imperfecta, su confianza en mí,
cuando no estaba segura que es lo que garantizaba.

Pero necesitaba componerme, porque Stacey y Sam estaban esperando por


nosotros, y no podía esconderme en el baño medio desnuda con Zayne para siempre.

—Estoy lista —dije, y mi corazón se hundió un poco mientras me liberaba y me


ponía de pie.

Zayne recuperó las ropas que Stacey había dejado fuera del baño. Me cambié en
un pants y un suéter y entonces me forcé a salir de la habitación. Él había estado
recargado contra la pared, esperándome, sus ojos enfocados cansadamente sobre el
techo. Cuando se empujó lejos de la pared y se puso de pie frente a mí, quise presionar
un botón de rebobinado de este día.

—Todo va a estar bien —me aseguró.


No estaba tan esperanzada.

Stacey y Sam estaban en la sala de estar en la planta de abajo. Ella se puso de pie
mientras entrabamos en la habitación, su normalmente oscura piel estaba pálida. Sam
se giró hacia nosotros, su expresión expectante.

—Bien —dijo ella, juntando sus manos—. Antes de que hablemos de cualquier
cosa. ¿Estás bien?

Asentí. Mi piel estaba de un rosa más profundo de lo normal y un poco sensible


al tacto, pero para mañana en la mañana estaría bien.

—Estoy bien.

Cerró sus ojos y dejó salir un profundo suspiro.

—De verdad nos asustaste, me asustaste. Pensé que había tirado ácido sobre ti o
algo, pero supe que… no era eso. Primero que nada, no fuiste al hospital y tu piel no
cayó de tu cara.

Mis cejas se alzaron.

—Y el agua le cayó a Stacey —señaló Sam, su cabeza inclinada a un lado


mientras me estudiaba. No como si estuviera asustado, pero más como si estuviera
genuinamente curioso—. Nada le pasó a ella.

—Pero algo te pasó a ti —dijo ella, tomando otra profunda respiración—. Algo
realmente extraño pasó. Vi humo saliendo de tu piel.

Bueno, eso definitivamente le decía a alguien que algo pasó. Miré a Zayne y él
asintió mientas se sentaba sobre el brazo de una silla.

—No sé ni siquiera por dónde empezar.

—¿Por qué no con la verdad? —dijo Sam.

Esa declaración picó y con buena razón.

—Lamento que no haya sido completamente honesta con ustedes dos, pero hay
cosas, reglas, que me habían prevenido de hacer eso.

—¿Eres como Zayne? —preguntó Stacey, mirándolo. —Porque si lo eres, no veo


cual es el gran problema.
—Soy más o menos como Zayne. Soy en parte Guardián. —Escuchándome decir
esas palabras a mis amigos fue extraño. Me senté en la silla donde Zayne estaba
encaramado—. Pero no soy como él. No realmente. Soy… también soy en parte
demonio. Ese es el por qué el agua hizo lo que hizo. Realmente era agua bendita.

Stacey abrió la boca y parpadeó una vez, después dos veces. Entonces comenzó a
reírse mientras se dejaba caer en el asiento a un lado de Sam.

—Está bien, Layla, no me mientas.

—No lo hago.

—Los demonios no existen —dijo, rodando sus ojos—.Ese sujeto en el cine


estaba loco.

—Las Gárgolas tampoco existen —dijo Zayne gentilmente —¿Cierto?

Stacey sacudió su cabeza.

—Pero eso es diferente. Ustedes chicos son solamente otra especie, ¿verdad?
Algo como Pie Grande. No son esta criatura mítica bíblica.

—Pero nuestra clase fue considerada mítica en un tiempo —Zayne se inclinó


hacia adelante, sus manos descansando sobre sus rodillas—. Layla les está diciendo la
verdad. Ella es en parte demonio.

—Los demonios no pueden ser reales. Simplemente no pueden.

—¿Crees en los ángeles? —preguntó Sam, mirándome—. Porque si lo haces


¿Cómo no puedes creer en los demonios? Después de todo, ¿no fueron la mayoría
ángeles en su momento?

Parte de mí no estaba sorprendida de que Sam se estuviera tomando esto tan


bien, pero estaba sorprendida que no estuviera de pie y picándome como un
experimento de ciencia.

—No —Stacey sacudió su cabeza de nuevo, mandando a que su fleco cayera


sobre su rostro mientras me miraba—. No hay manera.

—Bien —me puse de pie—. Soy en parte demonio. Y aquí hay una prueba.
¿Bambi?
La deje liberarse de mi cuerpo, esperando que me escuchara y que no me hiciera
quedar como una tonta—. Fuera.

Bambi se movió a lo largo de mi espalda y entonces sentí como se liberaba de mi


piel. Una sombra de pequeños puntos se formaron a un lado de mí, Stacey saltó sobre
sus pies, su boca trabajando mientras estaba tratando de decir algo mientras los
puntos se juntaron. Un segundo más tarde, Bambi se formó y alzó su cabeza en forma
de diamante, mirando a Sam y a Stacey como si fuera una potencial hora de la comida.

—No te los comas —le advertí bajo mi respiración.

Hubo un momento de silencio y entonces Stacey gritó como un alma en pena,


saltando sobre el sofá mientras se arrastraba detrás de Sam.

—¡Oh mi dios! ¡Oh mi dios! ¡Una serpiente! ¡Esa es una gigantesca serpiente!
—chilló, volviéndose tan blanca como el alma de un Guardián—. ¿De dónde diablos
vino eso?

—De mí —dije—. Regularmente está en mi piel, como un tatuaje. Es un familiar.

Stacey se veía como si estuviera a segundos de desmayarse, así que llamé a


Bambi para que regresara. La serpiente siseó su lengua dividida hacia mí en molestia
pero regresó a mi brazo y después a mi estómago.

—Santa mierda del tamaño de una tormenta —susurró Stacey, deslizándose


abajo sobre el sofá—. No acabo de ver eso.

—Sí. Sí lo hiciste —me senté.

—¿Cómo escondiste esa cosa todo este tiempo? ¡Es gigante!

—De hecho, ella es solamente una reciente adquisición. Bambi es un demonio


familiar, pero no es mía. No realmente.

Una mirada de entendimiento pasó por su cara.

—Espera, espera un segundo. Roth tenía el tatuaje de una serpiente.

Asentí—. Tenía.

Sus ojos se ampliaron al punto de que temí que le hubiera estallado un vaso
sanguíneo.
—¿Estás diciendo que Roth es también un demonio?

—Uno completo —respondió Zayne—. Él es realmente conocido como


Astaroth, el príncipe heredero del infierno.

Stacey miró a Sam, quien simplemente nos miraba y entonces de regreso a mí.

—No…No sé siquiera que decir en este momento.

—Cualquier cosa que pienses sobre los demonios, y a pesar de lo que ese
bastardo en el cine dijo, debes saber que Layla no es mala. Ella es buena en su
corazón —dijo Zayne, y sonreí un poco ante la sinceridad de sus palabras—. Ella es
más Guardián, más humana, que cualquiera que haya conocido.

Stacey hizo una mueca.

—Bueno, duh. Sé que no es malvada. La conozco desde hace años. Es como el


equivalente de un bebé panda malvado o alguna mierda así.

La miré boquiabierta mientras Zayne me sonríe.

—¿Qué hay de Roth? —preguntó—. Quiero decir, acabas de decir el príncipe


heredero de... ¿del infierno?

—Totalmente malvado —Zayne.

Suspiré.

—Él no es totalmente malvado. Está aquí haciendo algo realmente importante.

—¿Y eso es? —preguntó Sam, su mirada lanzándose entre nosotros—. Tienes
que decirnos ahora.

Zayne asintió lentamente y luego les contó todo acerca de mí, lo que podía hacer
y quien era mi madre. Zayne abarcó la mitad, dándoles la verdad sobre toda la
situación con el Lilin y lo que sospechábamos que pasaba en la escuela. Decir que
ambos lucían derribados parecía sería el eufemismo del siglo.

—Pero ninguno de ustedes puede susurrar ni una palabra de esto —dijo Zayne,
terminando la información más épica en la historia de la humanidad y Guardianes—.
Lo digo en serio. Nuestro trabajo es evitar que las personas sepan que existen los
demonios. Si comienzan a decirle a la gente...
—Algo así como si te digo esto, ¿voy a tener que matarte? —Stacey tragó cuando
ninguno de los dos respondió—. Santa locura...

Cuando Stacey finalmente encontró la capacidad de hablar una vez más, se


centró en probablemente la cosa menos importante de todo lo que acabábamos de
decir.

—¿Así que es por eso que nunca has salido con chicos de antes? ¿Porque si los
besas, tomas sus almas?

—Me gustaría pensar que no es la única razón —murmuró Zayne.

Asentí.

—Soy una especie de súcubo, sólo que un tipo muy raro.

—¿Y este Lilin es como tú? ¿Excepto que puede quitar almas al tocar? Wow.
—Stacey miró a Sam—. Seriamente necesitamos cambiar de escuela.

—Sí —dijo, asintiendo con acuerdo—. Tal vez incluso ciudades. Posiblemente
países.

Ya era tarde cuando terminamos de hablar y sus padres volverían en cualquier


momento. Ni Stacey ni Sam me miraban como si yo fuera un monstruo peligroso, pero
sospechaba que no habían realmente comprendido todavía. Seguí esperando que Sam
hiciera algún tipo de declaración acerca de los demonios, pero no lo hizo y eso solo me
dijo que quedó aturdido.

—Probablemente deberíamos irnos —dijo Zayne, levantándose


lentamente—. Pero chicos…

—No vamos a susurrar una palabra de esto. Además, nadie nos creerá. —Ella me
miró, y supe que la amistad entre nosotras había cambiado. Tal vez no era un cambio
tan grande como temía, pero hubo un cambio—. ¿Cómo podemos ayudar?

Zayne la miró fijamente.

Una amplia sonrisa apareció en mi cara.

—Estás loca. —Ella frunció el ceño, y de inmediato me disculpé—. No quiero


decir eso en el mal sentido. Así que he estado petrificada sobre que ustedes me
odiarían una vez que supiera la verdad y en lugar de eso quieren ayudar. —Las
lágrimas quemaron la parte posterior de mi garganta—. Realmente no sé qué decir.
—Bueno, si he seguido esta loca conversación correctamente, si el Lilin sigue
um... tomando almas, los Alfas se involucrarán y esas son malas noticias para todos
ustedes, ¿no? Así que, ¿por qué no querríamos ayudar?

—Agradecemos la oferta, pero es demasiado peligroso para nosotros como para


involucrarlos. —Zayne levantó la mano cuando ella empezó a protestar—. Si de
verdad quieres ayudar, entonces presta atención. Sean conscientes de sus
alrededores, busquen cualquier persona actuando de manera extraña. Manténgase
alejado de ellos e infórmennos.

—Tiene razón —dije—. No podía soportar que algo le sucediera a alguno de


ustedes.

—Nada pasará. —Sam le dio a Stacey un vistazo—. Nos quedaremos fuera, pero
si necesitan nuestra ayuda, estaremos allí.

—Al igual que la pandilla de Scooby-Doo —dijo Stacey con una sonrisa—. Pero
más geniales y sin el perro. —Hizo una pausa, frunciendo la nariz—. Tenemos una
serpiente demonio gigante en su lugar.

Solté una carcajada, totalmente conmocionada por lo bien que los dos lidiaban
con esto. Sólo esperaba que no cambiara una vez que tuvieran tiempo para realmente
pensar en todo. Cuando finalmente me levanté para salir, estaba agotada por el drama
de hoy.

Stacey me detuvo en la puerta y me contuve la respiración mientras Zayne se


detenía en el porche, mirándonos con recelo.

—Me gustaría que hubieras sido honesta conmigo hace mucho tiempo, pero
entiendo por qué no lo fuiste. No es algo que puedes decir fácilmente a alguien y no
esperar que enloquezca.

—No lo es —susurré.

Respiró hondo, miró por encima del hombro al pasillo oscuro detrás a donde
Sam esperaba a que entrara a la casa.

—Sigues siendo mi mejor amiga. Sólo que no eres humana. Y, bueno, es un poco
genial que mi mejor amiga sea parte Guardián, parte demonio en negación.

Me la quedé mirando un momento y sentí una risa aparecer. Las cuerdas


alrededor de mi pecho se quebraron y la presión se relajó.
—Pero no me ocultes nada de nuevo, ¿de acuerdo? Prométemelo.

La miré a los ojos—. Lo prometo.

Entonces me abrazó, y en ese momento supe que todo el mundo podría estar al
borde de la catástrofe, pero Stacey y yo estaríamos bien.

Estaríamos bien.

Abbot nos esperaba tan pronto como volvimos al complejo.

El momento en que nuestros pies tocaron el suelo dentro del recibidor, apareció
ante nosotros, tan alto y formidable como un león a punto de saltar sobre una
gacela. Me dio un vistazo, no se molestó en preguntar si había tomado sol
recientemente o si estaba bien, y luego se volvió hacia su hijo.

—Tenemos que hablar —dijo, con la mandíbula apretada—. En privado.

Zayne me miró y me encogí de hombros, pensando que quería hablar sobre el lío
en el teatro. Dándole una pequeña despedida, dejé a Abbot y me dirigí hacia las
escaleras. Sólo una pequeña parte de mí estaba decepcionada de que Abbot no hubiera
preguntado por mí. Supuse que me estaba acostumbrando a la forma en que actuaba
ahora.

Una vez dentro de mi habitación, me cambié rápidamente la ropa prestada a mi


propio pijama. Era temprano en la noche, pero estaba cansada. Después de recoger mi
pelo todavía húmedo en un moño, me metí debajo de las sábanas y me quedé mirando
mi celular, preguntándome si debería alertar a Roth el hecho de que Stacey y Sam
ahora conocían su verdadera identidad.

Mis dedos se cernían sobre la pantalla. Necesitaba decirle. Era justo y también
era la única razón por la que iba a ponerme en contacto con él. Mi mensaje fue breve y
al grano.

Tal vez un minuto pasó y luego su mensaje apareció.


Esta vez su respuesta fue inmediata.

Asentí y luego me di cuenta, como una idiota, de que no podía verme. Hice
una pausa y luego escribí,

Pasaron los minutos después de mi último mensaje y me di cuenta de que Roth


no iba a responder. Si estaba enojado porque lo hubiéramos expuesto, no lo sabía,
pero tenía la sensación de que, probablemente, no le importaba. Justo cuando me di la
vuelta para poner mi teléfono celular en la mesita de noche, él respondió.

Me quedé mirando el mensaje, medio molesta y medio divertida que de alguna


manera esto fuera sólo un desquite de Roth. Como si estar con Piedrota… Zayne hacía
una diferencia. No respondí porque me imaginé que la conversación sólo se
dificultaría en este punto.

Mi teléfono sonó de nuevo, pero esta vez, era de Zayne.

Me reí ante el hecho de que estábamos en la misma casa y él me enviaba mensajes de


texto.

Volviendo la mirada hacia la puerta, la vi abrirse no más de un segundo más


tarde. Luché contra una sonrisa.
—¿Estabas esperando en el pasillo?

—Tal vez. —Zayne se había cambiado, llevaba una sudadera negra y una camisa
blanca. Se sentó en la cama junto a mí—. ¿Holgazaneando?

—Sí. Sólo cansada.

Se estiró sobre su costado a mi lado, apoyando la mejilla en su codo.

—Ha sido un infierno de día.

—¿Qué Abbot tenía que decir al respecto?

Una nube pasó sobre sus facciones.

—No mucho.

Inmediatamente supe que había más. Me levanté sobre mi codo.

—¿Qué no me estás diciendo?

—Nada. —Zayne se rió, pero algo al respecto fue tenso—. Relájate, Layla-bug. El
día de hoy estuvo lo suficientemente loco sin añadir mierda a ello.

—Pero…

—Todo está bien. Cálmate. Tengo el resto de la noche libre y quiero pasarlo
contigo. Salvar el resto de nuestra cita —dijo, jugando con el borde de mi
manga—. ¿Bien?

Las protestas se formaron en la punta de mi lengua, pero tenía razón. Teníamos


suficientes problemas para que nos durara el resto de la semana, lo que me recordó el
día de mañana.

—¿Todavía revisaremos esa casa mañana por la noche?

—Sí.

Me acomodé sobre mi espalda, observándolo. Espesas pestañas protegían sus


ojos mientras pasaba el dedo por la vena en mi muñeca. No sentía ninguna emoción
abrumadora de su parte; una vez más, mis propios sentimientos se mezclaban.

En el silencio cayó entre nosotros, mi mente vagaba a lo que el hombre me había


mostrado en el teatro.
—¿Puedo hacerte una pregunta y serás honesto?

Él arqueó una ceja.

—Puedo tratar de ser honesto.

Ignoré eso.

—¿Crees que lo que le hice a esa señora es diferente de lo que está haciendo el
Lilin?

Sus pestañas se levantaron y sus ojos eran de un cobalto sorprendente.

—Es completamente diferente, Layla. No eras más que una niña que no tenía
idea de lo que estaba haciendo. El Lilin está haciendo esto a propósito.

—Es cierto, pero... —bajé la voz a un susurro—. Pero me aproveché de esa


mujer el pasado jueves por la noche. Sí, fue una circunstancia extraña, pero hice eso.

—Ni siquiera sabemos si lo que decía ese bastardo era cierto —argumentó—. El
hecho de que él dijera que era la señora, no significa que realmente fuera ella. E
incluso si fuera ella, no hay prueba de que te afecta su vida de esa manera. No hay
razón para creerlo.

—¿De verdad lo crees? —Me hubiera gustado compartir su certeza.

—Sí. —Hizo una pausa—. Hablando de la noche del jueves, ¿de qué tipo de
circunstancia extraña estamos hablando aquí?

Me concentré en el techo. No podía decirle sin revelar lo que sucedió bajo el


Palisades y yo había hecho una promesa.

Zayne suspiró—. Pensé que no guardaríamos secretos nunca más.

—Lo sé. Pero si te digo esto, tendrías que decirle a tu padre y... bueno, lo que
sucedería sería mi culpa. La sangre estaría en mis manos.

—¿Crees que le digo todo?

La irritación en su voz me llamó la atención.

—No, pero creo que hay algunas cosas que quieras decirle, y no te voy a poner
en esa posición.
Él rodó sobre su espalda, el músculo de su mandíbula saltó. Sus dedos se
mantuvieron alrededor de mi muñeca, sin embargo. Pasaron unos minutos.

—Sé lo que está pasando en tu cabeza. Estás comparándote con el Lilin.

Lo hacía, pero era más que eso.

—Tú no eres como eso. —Él volvió la cabeza hacia mí, encontrando mi
mirada—. Ni una sola parte de ti.

Hombre, sería bueno beber Kool-Aid Zayne, pero cuando cerraba los ojos, todo
lo que veía era la cara de Vanessa Owens y cambió a la de Dean. ¿Y si...? Ni siquiera
podía dejarme terminar ese pensamiento, dejar a la idea echar raíces y ganar terreno.

Estiró el brazo, haciéndome señas.

—¿Más cerca?

Me mordí el labio y luego me moví más cerca, apoyando mi cabeza en su


pecho. Su corazón latía a un ritmo constante bajo mi mejilla. Su brazo rodeó mi
cintura, asegurándome a su lado.

Tantos pensamientos giraban en mi cabeza, y me aferraba a uno de ellos, una


teoría que tenía que estudiar.

—¿Recuerdas cuando hablábamos de los espectros con Abbot? —Cuando él


asintió, tomé una respiración profunda—. No bromeaba cuando dije que la misma
sensación que tuve en la escuela fue lo que sentí aquí antes de que las ventanas
estallaran y Maddox cayó en picada. Y yo... —Dios, esto era difícil—. La noche con
Petr, yo tuve...

—Tuviste que defenderte —me cortó en voz baja, su mano apretándose en mi


cintura. —Sé lo que hiciste, Layla. No tienes que decirlo.

Cerré los ojos.

—Podría estar aquí, ¿sabes? Él podría ser un fantasma.

Pasó un momento.

—Pensé en eso, pero con una casa llena de Guardianes, podrías pensar que lo
habríamos capturado en este punto.
Eso podría ser cierto, pero cosas más locas habían sucedido.

—Lamento que hoy se arruinara —le dije, decidiendo que realmente no quería
pensar en Petr mientras me encontraba aquí con Zayne.

—No es tu culpa, no te disculpes.

Quería disculparme de nuevo y seguir pidiendo disculpas, como si fuera a


convertirme en una de esas personas que constantemente dijeran que lo lamentaban,
pero la sensación de tenerlo quitó algunos de los pensamientos desagradables.

Zayne bajó la barbilla y recorrió con sus labios mi frente. Mi corazón dio un salto
ante el contacto tierno, y supe que en ese momento que no podía ponerlo en
peligro. Sin importar lo que dijera, lo que quería creer, no podíamos ignorar la
realidad.

Me quedé mirando la pared, sintiendo la calmante elevación y caída de su pecho


en cada célula de mi cuerpo. Un reconocimiento frío heló hasta mis entrañas. Si lo que
el hombre había dicho era cierto, entonces lo que el Lilin hacía y lo que yo hacía eran
uno y lo mismo. Los dos destruíamos vidas y todo lo que se necesitaría, al menos
conmigo, sería un desliz con Zayne. Sólo un pequeño momento y estaría en peligro.

No podía hacerle eso. No lo haría.

Incluso si eso significaba permanecer lejos, muy lejos de él.


Traducido por otravaga & Auroo_J
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

—T
e ves como una ninja —dijo Danika—. No una ninja
particularmente hábil, sino como una ninja de después de la
escuela.

Miré por encima del hombro a donde ella estaba sentada en mi cama.
Sinceramente, no recordaba haberla invitado a mi habitación.

—Gracias. Muchas.

Ella se rio.

—Estoy bromeando. Te ves sexy, sin embargo.

—No estoy intentándolo. —Me volteé para deslizarme en mis zapatos de tacón
bajo. No obstante, entendía el asunto ninja. Tenía puestos pantalones de yoga negros y
una térmica negra. Probablemente también parecía un fantasma. Tanto negro no
favorecía mi cutis.

—Nunca lo intentas. —Se puso de pie detrás de mí—. Es por eso que eres sexy.

Dando la vuelta para enfrentarme a ella, tuve que pensar que oírla decir que yo
era sexy era extraño. La apariencia y el cuerpo de Danika rivalizaban con los de las
modelos en las campañas de Victoria Secret. Los humanos y los Guardianes en todo el
mundo caerían a sus pies dada la oportunidad.

—Tu piel se ve mucho mejor —dijo mientras el silencio se extendía entre


nosotras.

Nos habíamos hecho esta promesa de ser amigas entre nosotras, pero en
realidad era un proceso lento.
—Me unté un montón de crema hidratante anoche.

—¿Puedo decirte algo que va a sonar realmente extraño?

Girando hacia al pequeño espejo colgado cerca de mi armario, me levanté el


cabello en un moño.

—Claro.

Volvió a sentarse en el borde de la cama de nuevo.

—Estoy celosa de ti.

Una ceja se alzó en mi frente mientras lentamente bajaba mis manos y volteaba
hacia ella.

Sus mejillas se sonrojaron.

—Y no es por Zayne. Bueno, sí, en cierto sentido estoy celosa por eso, pero lo que
sea. Estoy más celosa de que consigas salir y hacer cosas: ir a la escuela, ir a etiquetar
si quieres. Has combatido demonios y has salido lastimada.

—¿Estás celosa porque he salido lastimada?

—Sé que no tiene sentido. —Suspiró—. No estoy feliz de que fueses herida, pero
has estado ahí afuera. Has resultado rasguñada o golpeada, pero has estado ahí afuera
mientras que yo he estado... —Ella hizo un gesto con las manos alrededor de la
habitación—. He estado atrapada aquí dentro.

No sabía cómo responder al principio, pero lo entendía. Realmente lo hacía. Las


hembras en el clan estaban tan protegidas que era sofocante. En su mayor parte,
probablemente nunca sufrirían de una cutícula levantada, y si lo hacían, era una crisis
nacional.

Danika y otras como ella estaban atrapadas en bonitas jaulas.

—Lo entiendo —dije, sentándome a su lado—. Sabes, cuando era más joven,
estaba celosa de las demás hembras Guardianes, porque eran aceptadas. Todo el
mundo se preocupaba por ellas y les prestaba atención. Eran queridas y yo estaba...
bueno, yo sólo estaba aquí. Pero superé eso con bastante rapidez. —Le eché un
vistazo, deseando que pudiera ser diferente para todas nosotras—. Creo que, en cierto
modo, a ustedes les toca peor que a mí.
Ella asintió lentamente.

—No es que yo no quiera aparearme y tener bebés jamás. Es sólo que…

—¿También quieres hacer algo más? —Cuando ella asintió, me mordí el labio—.
¿Entonces por qué no lo haces? Estás entrenada. Puedes luchar. ¿Realmente necesitas
su permiso? Quiero decir, ¿en serio? ¿Quién está aquí para detenerte si sales y cazas?

Danika no respondió durante un largo rato y luego sus ojos se iluminaron.

—Sabes, tienes razón. Podría hacerlo y una vez que llegue allí, ¿qué podrían
hacer para detenerme? ¿Enviarme a casa? —Ella se echó a reír—. Me gustaría verlos
intentarlo.

—¿Intentar qué?

Nos dimos la vuelta ante el sonido de la voz de Zayne. Bendito Dios, vestido
como estaba con pantalones cargo oscuros y una ajustada camiseta Under Armour, era
sexy en una forma completamente peligrosa.

—Nada —gorjeó Danika. Ella se inclinó, sorprendiéndome con un rápido abrazo.


Luego se levantó de golpe y salió de la habitación, saludando a Zayne mientras se
abría paso para salir.

Él frunció el ceño.

—¿Qué está pasando?

Sacudí la cabeza y repetí lo que ella dijo.

—Nada. ¿Estás listo?

—Sí. —Me miró mientras hacía mi camino hacia él—. Bonito traje.

—Danika dijo que me parecía a una ninja de después de la escuela.

Zayne se echó a reír.

—Lindo.

Empecé a pasarlo, pero su brazo formó una pared cuando colocó su mano en el
otro lado de la jamba. Mis ojos se levantaron hacia él y bajó la cabeza, casi como si
estuviera a punto de besarme, pero eso no podría ser. Él no se atrevería a hacer algo
tan loco otra vez. Zayne no tenía instintos suicidas. Pero a medida que su boca se
acercaba más, el aleteo en mi estómago aumentó. Su fresco aroma a menta me rodeó,
y entonces sus labios rozaron la curva de mi mejilla.

Me tensé en la más forma dulce. Mis ojos se cerraron mientras mis manos
picaban a tocarlo. Las cosas... las cosas eran tan extrañas entre nosotros. Ambos
habíamos admitido que había algo entre nosotros, que queríamos más, pero también
había una línea entre nosotros, una que consistía en etiquetas, promesas y peligros.

Pensé en la promesa que me hice a mí misma anoche, la promesa que cambiaba


lo que ambos queríamos. La decepción se hinchó y se estrelló a través de mí como olas
tumultuosas cuando abruptamente me hundí bajo su brazo.

Ignorando la mirada de confusión, pasé las manos sobre mis pantalones.

—¿Hay algo que tengamos que conseguir antes de que nos vayamos?

Pasó un momento antes de que él respondiera.

—Tengo todo lo que necesitamos empaquetado en el Impala.

Todo lo que necesitábamos para un posible exorcismo consistía en agua bendita,


algo a lo que no pensaba acercarme, sal purificada y un apestoso incienso bendito.
Teníamos todo lo necesario para hacer uno en la casa, y brevemente consideré hacer
un exorcismo aquí, pero en cierto modo eso sería difícil de explicar a los Guardianes.
Tendría que sacar el tema de Petr, y con la forma en que Abbot estaba comportándose
conmigo, eso no sería inteligente. No tenía idea de qué hacer con Petr, y había una
pequeña parte de mí que realmente se preguntaba si él estaba aquí en forma de
fantasma. De cualquier manera, la emoción zumbaba a través de mí a medida que nos
dirigíamos hacia el garaje. Nunca antes había visto un exorcismo. Esto debería resultar
interesante.

—¿Puedo gritar “Por el poder de Cristo, yo te obligo” una vez que lleguemos a
ese punto? —pregunté.

—¿Qué? —Zayne rió mientras me abría la puerta del pasajero—. Lamento


decírtelo, pero no tenemos que decir una palabra y nadie estará gritando algo como
eso.

Hice un puchero. Maldita sea, yo siempre había querido decir eso.

—Bueno, eso no es ni de cerca tan entretenido como los exorcismos que he visto
en la televisión.
Él me dio una mirada mientras se hacía a un lado para dejarme subir. Justo
cuando fue a cerrar la puerta, Dez salió por la puerta del recinto, en dirección a uno de
los todoterrenos.

Su mirada se movió de Zayne a mí.

—¿Ella va contigo a la casa?

—Sí. —Él se apoyó contra la puerta abierta, mirando cuidadosamente al


Guardián mayor—. ¿Tienes algún problema con eso?

Dez sostuvo en alto las manos.

—No dije que lo tuviera. Sólo ten cuidado. —Me echó un vistazo y la mirada
decía que quería sacarme del auto y tirarme encima de su hombro—. Ella es una…

Un ceño tiró de mis labios.

—¿Un demonio?

—No —Las cejas de Dez se levantaron—. Yo iba a seguir con “una chica”, una
que es joven y no tiene por qué salir lastimada.

—Oh. —Me sentí como una perra—. Gracias por señalarlo.

Zayne cerró la puerta antes de que pudiera decir nada más. Al cruzar caminos
con Dez, dijo:

—Sabes que no voy a dejar que nada le suceda.

Él asintió.

—Sin embargo. Sólo ten cuidado.

Cuando Dez desapareció en lo más recóndito del garaje, miré a Zayne mientras
se ponía al volante.

—¿Adivina qué?

—¿Qué? —El motor ronroneó al encenderse.

—Soy una chica.

Sus labios se curvaron.


—Cállate.

Solté una risita.

Zayne salió del garaje, me preguntó si ya había sabido algo de Stacey o de Sam.
Stacey me había llamado más temprano y la conversación había sido un poco
embarazosa, pero en términos generales, había sido normal. Excepto que le había
dicho lo que en realidad iba a hacer esta noche por primera vez en la historia. Había
algo liberador en no mentir acerca de mis actividades extracurriculares.

El viaje a Alexandria, a la casa adosada de la recientemente fallecida, no tomó


mucho tiempo. El tráfico era mínimo y nos sentimos aliviados de encontrar
estacionamiento poco visible en la parte posterior.

Zayne forzando una cerradura era sorprendentemente sexy.

No estaba segura de qué decía de mí el hecho de que me excitara su confianza


mientras trabajaba con la ganzúa hasta que oímos el clic de una cerradura siendo
accionada.

—Esa es una habilidad muy útil.

Él sonrió mientras se enderezaba.

—Es eso o romperla. Supuse un toque más suave funcionaba mejor.

Roth la habría roto y habría estado feliz de hacerlo. No había dos chicos más
diferentes que ellos.

Abriendo poco a poco la puerta, esperamos para asegurarnos de que no se


activara una alarma. Cuando el silencio nos recibió, entramos en el vestíbulo
oscurecido. La casa estaba llena de sombras. Sólo una pequeña lámpara de rinconera
estaba encendida en la habitación del frente. Las tablas del suelo crujían a medida que
nos adentrábamos más.

Zayne sopesó la bolsa de lona sobre su hombro, mirando las pinturas que
adornaban las paredes de color verde. Como entramos en el comedor, una pequeña
sombra salió rápidamente de debajo de la mesa.

Era un gato gris.

En vez de lanzarse a una carrera de “peligro, extraños” y huir, se enroscó


alrededor de las piernas de Zayne y luego la mía. Bambi se agitó con interés cuando
me incliné hacia abajo y rasqué las orejas del gato. En silencio, le emití a la serpiente
una severa advertencia de no pensar siquiera en comérselo.

Me pregunté si el gatito pertenecía a la mujer o al prometido. ¿O era de ambos?


El pensamiento de que me hizo triste.

La casa estaba silenciosa como una tumba cuando entramos en la cocina. Un


tazón de comida para gatito estaba cerca de la estufa, junto con un plato lleno de agua.

—Todo parece normal —dijo, volteándose hacia mí—. ¿Sientes algo?

Sacudí la cabeza.

—Tenemos que revisar el piso de arriba.

El gatito nos siguió a través de la casa y por las escaleras. No había suficiente luz
para distinguir las fotos enmarcadas que colgaban en la pared, pero parecían del tipo
familiar que podrían haber sido tomada durante las vacaciones.

Sólo había dos dormitorios en planta alta y un baño compartido por ambos. Un
dormitorio era una oficina improvisada y en el otro, otra pequeña lámpara había sido
dejada encendida.

El gatito se lanzó a través del cuarto y se abalanzó sobre la cama tan pronto
como se abrió la puerta. Allí, rodó sobre su espalda, mostrando con orgullo una
pancita bien alimentada.

Acaricié al gato mientras Zayne revisaba el baño. A diferencia de los gatitos de


Roth, éste no trató de matarme cuando distraídamente froté su vientre.

Se sentía mal el estar aquí, entrometidos en la privacidad de alguien. La cama no


estaba hecha. Las almohadas estaban esparcidas al azar a través de la cabecera de la
cama. Los cajones quedaron entreabiertos y había un vaso de agua en la mesita de
noche, junto a una foto enmarcada de una pareja. Atraída por la imagen, dejé al gatito
en la cama y tomé la foto, sosteniéndola bajo la luz.

Un temblor recorrió mi brazo. Casi se me cayó el marco.

—Oh Dios mío.

—¿Qué? —llamó Zayne.


No podía hablar mientras miraba la foto. Un hombre me sonreía. Probablemente
estaba al final de sus veinte años. Tenía su brazo envuelto alrededor de los hombros
de una mujer más baja.

Una mujer que yo había visto antes, aunque brevemente.

Zayne llegó a mi lado, bajando la bolsa.

—¿Qué es?

Estaba temblando cuando le entregué la foto.

—Esta es su casa, ¿verdad?

Frunció el ceño cuando la tomó.

—Supongo que sí. Sería raro para los propietarios tener la foto de otra pareja
junto a la cama.

El pánico atravesó mi pecho.

—La conozco.

—¿Cómo?

Mis rodillas se sentían débiles.

—Es ella… el ponquecito.

La confusión se vertió sobre su rostro.

—No tengo idea de lo que estás hablando.

Había una buena probabilidad de que mi corazón fuese a salirse de mi pecho.

—Ella es la mujer de la que me alimenté el jueves por la noche.

Zayne caer la bolsa, asustando el gato. Su garganta se movió.

—¿Estás segura?

—Sí. —Empecé a sentarse, pero entonces no podía soportar estar quieta.

—¿Cómo puedes estar tan segura? La viste…


—¡Es ella! —grité, presionando mis manos contra la parte baja de mi estómago.
Náuseas levantándose. —Dios mío.

—Espera. —Llegó hacia mí, pero me aparte—. Sólo espera un segundo. Te


alimentaste de ella y se alejó. ¿Lucia bien?

—Sí, pero viste lo que pasó le a la señora que me cuidaba, a Vanessa.

—No sabemos si eso es cierto, e incluso si lo fuera, no mataste a Vanessa.


—Metió la mano por su cabello—. Y no mataste a ésta.

—Está muerta. Eso es una gran coincidencia, ¿verdad? —Sudor salpicó mi frente.
Ese pensamiento horrible de la noche anterior regresó—. ¿Y si...?

Entonces lo sentí.

Vellos minúsculos en mis brazos se levantaron. El hedor de algo antinatural se


deslizó en la habitación como el humo insidioso. La espalda del gato se arqueó como
uno de esos gatos de Halloween. Maullando, se lanzó de la cama y debajo de ella.

—Mierda. —Zayne se arrodilló, abriendo la bolsa—. Tenemos un fantasma.

—Por supuesto que sí —murmuré, entumecida hasta el centro.

Había matado a esta mujer. De alguna manera yo había hecho esto y me llevé su
alma, condenándola a una eternidad en el infierno. ¿Cómo si no se había convertido en
un fantasma? La probabilidad de que el Lilin había tropezado con ella era
astronómicamente pequeña.

Y eso era si un Lilin existía....

La temperatura en la sala cayó gravemente. Bocanadas de nubes brumosas


formándose delante de mi boca.

—Layla.

El espectro estaba cerca, el espectro que había creado.

—Layla, —espetó Zayne, a mi lado en un instante—. Te necesito aquí conmigo.


¿Lo entiendes? Esto no va a ser fácil. Te necesito aquí. ¿Lo estás?

Aire salió de mí. Contrólate. Moviendo el pánico y el horror a un segundo plano,


me forcé a asentir. Tenía que estar en el presente—. Estoy aquí.
—Bien. —Zayne se concentró en la puerta de la habitación abierta—. Debido a
que el fantasma también.

Una masa oscura lleno el umbral, más o menos del mismo tamaño que el
espectro de Dean. La sombra de una persona. No se movió. Apareció a quedarse ahí y
echarnos un vistazo.

Zayne metió el paquete de incienso seco en mis manos. Lo encendió y el olor


acre del incienso salió en bocanadas de humo.

—Hagas lo que hagas, no dejes caer esto. Si lo haces, todo el exorcismo se


detendrá.

Parecía bastante fácil.

—Bien.

El fantasma flotó más cerca y la habitación se convirtió en una hielera. Viento


arreció, azotando alrededor de la habitación. Ropa saltó de la cómoda. La lámpara
cayó. Una almohada golpeó mi brazo.

Zayne avanzó, una botella de agua bendita y un pequeño frasco de sal en sus
manos.

—Quédate atrás. No quiero nada de esto sobre ti.

El humo se ahogaba mientras me movía fuera del camino. Un gemido agudo vino
del espectro, un sonido que era un cruce entre una hiena y un bebé que llora. Fue
hacia Zayne. Un segundo, estaba frente a mí, y al siguiente estaba golpeando en la
pared opuesta. Se agarró al agua, pero el frasco de sal rodó por el suelo, al otro lado
del espectro.

Mierda.

Siseó, el sonido felino y todavía distorsionado, se extendió en un aullido. Zayne


estaba de vuelta en sus pies, su pelo revuelto por el viento pero aún en su forma
humana. Tiró el agua sobre el espectro y no paso a través de la sombra. Parecía
absorber el agua bendita, haciendo que se hinchara como ese chico molesto en Willy
Wonka y la Fábrica de Chocolate.

Cuando el espectro giró sobre él, me moví, en dirección a la jarra de sal. Mis pies
se resbalaron. Aterricé en mi espalda con un gruñido y de alguna manera, por la gracia
de Dios, me aferré al incienso. Volví la cabeza, espiando el tarro descansando a un pie
de mí.

El fantasma rio maliciosamente mientras rodaba hacia mi lado. Cogí el frasco y


desenrosqué la tapa con una mano al igual que dedos helados bajaron por la parte de
atrás de mi cuello. Los pelos de punta que experimenté en ese momento casi me
hicieron gritar como si una araña había aterrizado en mi regazo.

—Lanza la sal al espectro —gritó Zayne sobre el viento golpeando.

Torciendo contra la fuerza de la corriente de aire, yo sabía que si seguía el


consejo de Zayne, la sal purificada sólo me explotaría en la cara. El viento era
terriblemente poderoso, robando de mis pulmones la capacidad de tomar aliento.

Me empujé a mis pies, aferrándome al incienso firmemente mientras forcé un


paso hacia adelante y luego otro hacia el espectro. En lugar de tirar la sal, metí, la jarra
y todo, en lo que podría haber sido la sección media de la criatura.

La reacción fue inmediata.

Como una banda de goma chasqueando, fui impulsada hacia atrás cuando el
fantasma dejó escapar un grito de lo que las pesadillas estaban hechas. Golpeé el
centro de la cama. El incienso se deslizó, y clave mis dedos en el, evitando que la
mierda empalagosa golpeara la cama, parando el exorcismo y lo más probable
quemando la casa.

El espectro explotó en volutas de humo que se evaporaron rápidamente como si


el vacío se había colocado en la sala, aspirando la maldad. Todo se asentó y la fuerte
presencia de la anormalidad se moderó. El aire se hizo más ligero.

Mis ojos encontraron los de Zayne.

Parecía como si hubiera ido a través de un túnel de viento.

—¿Estás bien?

—Sí —chillé, sentándome. El incienso se había quemado por su cuenta. Qué


conveniente—. Guau.

—¿Fue todo lo que esperabas?

Consideré eso mientras vi al gato asomar su cabeza de debajo de la cama.


—Aun así me gustaría que alguien gritara "por el poder de Cristo" pero estuvo
bien.

Zayne negó con la cabeza mientras me ayudó a ponerme de pie. Tomando el


incienso de mí, lo dejó caer en la bolsa y luego la cerró.

—Tenemos que salir de aquí, antes de que alguien venga a ver de qué se trató la
conmoción.

De acuerdo.

Acaricié al gato por última vez y luego corrí por toda la casa. Una vez que
estábamos de vuelta en el interior del Impala, me sentí aliviada al encontrar que el
olor enfermizo no se había quedado en nuestra ropa. Echando un vistazo a Zayne
mientras ponía el auto en drive y salía de la callejuela estrecha, dejé que todo lo que
había mantenido a raya se filtrara de nuevo.

Con la adrenalina todavía dando vueltas por mis venas, mis pensamientos
mantenían un filo. A medida que cada uno cayó en su lugar, fue rajado y cortado en
cubitos.

Habíamos llegado a la carretera rural que Zayne había tomado como un atajo
para llegar a Alejandría por el momento me encontré diciéndolo.

—No podemos ignorar lo que encontramos.

Él me lanzó una mirada rápida, aguda—. ¿Qué quieres decir?

—Quién era esa mujer. No podemos ignorar eso, Zayne. Yo le hice eso. —Las
palabras cortaron a través de mí—. Debo de haberme alimentado de ella más de lo
que creí.

Los nudillos de Zayne se pusieron blancos por la fuerza con que estaba
agarrando el volante.

—Lo hubieras sabido si ese fuera el caso. Tiene que haber otra explicación para
esto.

—¿Cuál? —exigí, curvando mis manos en bolas apretadas—. Lo único es que el


Lilin me ha estado siguiendo y tomó su alma.

—Entonces eso es lo que pasó. —Su mandíbula se trabó—. Eso tiene que ser.
Me quedé mirándolo. Las lágrimas quemaron mis ojos. Su defensa inflexible
hacia mí era desgarradora.

—¿Y si...? ¿y si no hay un Lilin?

—¿Qué?

Mi estómago se revolvió, pero yo necesitaba dar voz a mi miedo. Tuve que


ponerlo ahí.

—¿Qué pasa si no hay Lilin, Zayne? ¿Qué pasa si sólo pensamos que hay, y el
Infierno piensa que hay, pero no lo hay?

—Eso ni siquiera tiene sentido.

—Pero lo tiene —le susurré mientras los árboles pasaban junto a nosotros—.
Piensa en ello. Nadie sabe realmente lo que se necesita para completar el ritual. Se
trata de cómo lo percibimos. ¿Qué pasa si yo necesitaba perder mi virginidad para que
funcionara? No lo he hecho. Así que si Cayman estaba equivocado, entonces el ritual
no funcionó. No pudo. Y Abbot llegó a decir que era un Lilin o algo similar. Lo escuché
esa noche. Es probablemente por eso ordenó a los otros miembros del clan para que
me vigilara. ¡Él sospecha, también!

—Si el ritual no funcionó, entonces ¿cómo se rompieron las cadenas de Lilith?

—No lo sé, pero podría ser algo que estoy haciendo. Yo soy su hija.
Probablemente tenga un impacto en ella. Piensa en ello. Lo que el Lilin puede hacer es
lo mismo que yo puedo hacer, tomar un alma. Simplemente lo hacemos de diferentes
maneras. —Las palabras se derramaron fuera de mí, tan rápido como el auto—. ¿Y
dónde está este estúpido Lilin? ¿Cómo es que no lo hemos visto y tampoco Roth?
Supuestamente está en la escuela, pero nadie lo ha encontrado. ¡Pero yo estoy en la
escuela! He estado alrededor de todo el mundo que ha sido infectado hasta el
momento y Dios sabe cuántas otras personas.

—Entonces, ¿qué pasa con el capullo en el sótano y los Nocturnos?

—Quién sabe por qué estaban allí o lo que había en el capullo. No sería la
primera vez que algo demoníaco aparece allí por mi culpa. ¿Recuerdas el zombie en la
sala de calderas? ¿A Raum, el demonio que Roth sacó?

Zayne negó con la cabeza.


—No puedo creer que incluso estés diciendo estas cosas.

—¡No puedo creer que te niegues a ver lo que está justo en tu cara!

—Mierda. —Él se desvió hacia la derecha, golpeando los frenos. Me lancé hacia
adelante, atrapada por el cinturón de seguridad, ya que paró en una parada en el arcén
de la carretera. Se volvió hacia mí, con los ojos de un tono furioso de azul eléctrico—.
¡Pero no te alimentaste de Dean! ¡O Gareth! No eres responsable de esto, Layla.

—Tal vez no necesito alimentarme para tomar sus almas. ¿Quién sabe? —Mi
garganta se obstruyó con crudeza—. Mis habilidades han cambiado. Ya no puedo ver
auras, pero puedo sentir emociones. Tal vez mi capacidad de tomar almas ha
cambiado, también.

—Esto es absolutamente ridículo. ¿Te escuchas a ti misma?

—¿Me escuchas? —lancé de regreso—. Lo que estoy diciendo no es imposible y


lo sabes.

Cuando él no dijo nada, me desabroché el cinturón de seguridad. No podía


sentarme en el auto. No podría estar más cerca de él con mis emociones tan
explosivas. La necesidad de alimentarme estaba allí, a fuego lento por debajo de la
superficie, lo cual era genial.

Empujé la puerta abriéndola, ignorando su grito, y comencé a caminar. Lo hice


un par de metros y él estaba de repente delante de mí.

—Es necesario que te calmes, —dijo.

—¡Tienes que escucharme! ¿Sabes que las cosas que han estado sucediendo en la
casa? Pensé que tal vez podría ser Petr, porque tomé su alma, pero a lo mejor no lo es
él. Tal vez soy yo. —Mi corazón latía tan rápido que pensé que estaría enferma—. Tal
vez Abbot tiene razón y no soy consciente de lo que estoy haciendo.

—No…

—¡Tú no lo entiendes! —El viento azotó a nuestro alrededor, pero apenas lo


sentí—. ¡Estaba molesta cuando las ventanas explotaron y estaba molesta con Maddox
cuando se cayó debido a la forma en que me miraba! Y tú y Danika dijeron me siento
como un demonio de nivel superior para todos ustedes ahora. ¡Lo has dicho tú mismo!
—¡Eso no quiere decir que vas por ahí matando a la gente y no lo sabes! —El
viento parecía tirar las palabras en su rostro—. Te conozco, Layla.

La humedad se reunió en mis pestañas cuando me tropecé un paso atrás.

—Solo deseas que no sea de esta manera y eso te ha cegado…

—No estoy ciego. —Se tambaleó hacia delante, agarrando mis hombros—. Sé
exactamente lo que estoy mirando cuando te veo. Sé exactamente con lo que estoy
tratando cuando te toco. Y sé que no importa qué, nunca me harás daño. Y debido a
eso, sé que lo que está haciendo esto, no eres tú.

Negué con la cabeza—. Tú no puedes…

Cortó mis palabras cuando él me apretó contra su pecho y me levantó hasta que
mis pies apenas rozaban el suelo. Mis ojos se abrieron en ese pequeño segundo que
me di cuenta de lo que iba a hacer, lo que él estaba dispuesto a arriesgar para
demostrar que sus palabras eran la verdad, que sus convicciones tenían razón, que me
estaba volviendo loca. Tiré hacia atrás, pero ya era demasiado tarde. No podía escapar.
Nunca pude.

Zayne me besó.
Traducido por Malu_12
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

M
i grito ahogado de sorpresa fue capturado por sus labios. Planté mis
manos contra su pecho y traté de empujarlo, pero él estaba metido en
ello y... oh, Dios, este no era el cepillado inocente de labios que había
terminado antes de empezar.

Esto era un beso de verdad. Del tipo que rompía corazones y luego los unía de
nuevo. Sus labios estaban en los míos, exigentes y feroces mientras yo mantenía la
boca cerrada. Un sonido profundo retumbó en su pecho mientras mordisqueaba mi
labio inferior. Di un grito ahogado de nuevo cuando el pequeño mordisco pasó a
través de mí. Zayne lo aprovechó por completo, profundizando el beso. Su lengua se
deslizó sobre la mía, y yo suspiré ante su sabor porque no pude evitarlo, y él estaba en
todas partes, en todos mis sentidos, y yo estaba ardiendo.

Cuando por fin me liberó, gemí y no estaba segura de sí era por perderlo o
porque sabía qué era lo que seguramente vendría.

Zayne se aferró a mis hombros, su mirada fija en la mía. Y él estaba de pie, sin
convulsiones, sin caer al suelo o convertirse en algo salido de una pesadilla.

Nos miramos el uno al otro, los dos respirando pesadamente.

—Tú... ¿estás bien?

—Lo estoy. —Una parte de él sonaba un poco sorprendida—. Estoy


completamente bien.

—No lo entiendo —dije en voz baja, mirando fijamente a sus ojos.

Un costado de sus labios se alzó.

—Te lo dije, Layla-bug. Malditamente te lo dije.


Mi corazón bailaba tap en mi pecho.

—No tiene sentido. Esto es imposible. Algo ha…

Zayne me besó de nuevo, callándome con eficacia y apagando todo lo que no se


centrara en la forma en que sus labios se sentían contra los míos. Él me quitó el aliento
en la más maravillosa forma posible.

Mis pies estaban de nuevo en el suelo y sus manos se deslizaron a mis mejillas,
inclinando mi cabeza hacia atrás. Gemí en el beso mientras él inclinaba su cabeza,
haciéndolo más profundo y más largo. Agarré sus hombros.

No sé qué fue lo que nos poseyó. Tal vez el hecho de que habíamos estado una
eternidad pensando que nunca podríamos compartir algo que todo el mundo daba por
sentado. O tal vez eran todas las emociones salvajes que sentíamos. Tal vez era algo
más que una hinchazón de pasión. No me importaba. De cualquier manera, la promesa
que me había hecho a mí misma la noche anterior se desmoronó como un pétalo
seco. Me estaba ahogando en él.

Nuestras bocas no rompieron el contacto mientras agarraba mi cintura y me


levantaba de nuevo, envolviendo mis piernas alrededor de sus caderas. No creo que
nunca hayamos parado de besarnos. No había manera. Ni siquiera si un Alfa aterrizaba
junto a nosotros y empezaba a bailar desnudo.

Zayne se volvió, con sus manos deslizándose por mi espalda, enredándose en mi


pelo, y luego viajando a mis caderas. Los escalofríos me volvían loca. Él estaba
caminando y al segundo siguiente, mi espalda estaba contra el Impala.

Deslicé mis manos en su pelo, enredando mis dedos en su suavidad mientras él


movía su peso hacia un lado para llegar a la puerta. El chico tenía habilidad, porque de
alguna manera logró abrir la puerta de atrás sin romper el contacto.

Se inclinó por las rodillas y entonces estuvimos fuera del frío y dentro del
asiento trasero, su largo cuerpo presionado contra el mío, y él todavía me estaba
besando, arrancando mi aliento con el suyo.

Él debería haber pesado una tonelada, pero su peso era delicioso y enloquecedor
en todas las formas locas.

—Dios —susurró contra mis labios hinchados mientras levantaba la cabeza—.


He pensado en esto durante mucho tiempo, y no tenía idea de que se sentiría de esta
manera.
Mis pensamientos estaban revueltos mientras pasaba mi mano sobre su
mandíbula lisa. Me besó de nuevo, como un hombre hambriento de oxígeno, haciendo
largos giros entrecortados. Mordisqueó cuando se retiró, sólo para volver por más, y
las cosas se salieron de control.

Su mano se deslizó hasta mis caderas y debajo de mi camiseta, y el tacto de su


piel contra la mía, la mezcla de nuestras emociones y necesidades, llegó muy dentro
de mí, calentando cada célula, llenando cada espacio oscuro.

Todos esos años de soñar con ser capaz de hacer esto se apresuraron a salir a la
superficie en ambos y nos volvieron codiciosos y locos. Mis dedos se aferraron a su
camiseta y cuando levantó la cabeza esta vez, tiré de ella y él respondió, dejando que
se la quitara. Mis manos acariciaron su pecho mientras inclinaba su cabeza hacia la
mía. Probé en él mi propio deseo de consumir. Lo sentí y le di la bienvenida a la
vorágine, deleitándome en ella, y fui yo quien profundizó el beso esta vez.

El sonido que hizo curvó mis dedos de los pies mientras sus caderas empujaban
contra las mías. Mi corazón dio una patada y mi pulso latía en todo mi cuerpo. Y
entonces mi camiseta estuvo fuera, desapareciendo en algún lugar en el suelo del
Impala. Sus dedos se deslizaron sobre mis costillas, alcanzando el frágil broche. Hubo
sólo un ligero movimiento de su muñeca, y luego los dos estuvimos desnudos de la
cintura para arriba.

Oh, Dios mío, estábamos a un costado de la carretera, en el asiento trasero de un


auto, medio desnudos, y era tan... tan humano y normal.

Una risa brotó de mí y escapó contra sus labios. Las cejas de Zayne se curvaron
hacia abajo, pero antes de que pudiera hablar, me estiré y lo besé de nuevo,
simplemente maravillada con el hecho de podía besarlo, de que esto estaba
sucediendo.

—Lo siento —le dije—. Es sólo que nunca esperé esto. Nunca…

Me besó suavemente, una perezosa exploración sensual que era la responsable


de lo empañado en las ventanas del auto.

—Yo nunca pensé que fuera imposible. Siempre he confiado en ti.

Lágrimas pincharon mis ojos por una razón muy diferente esta vez.

—Zayne, yo...
No pude terminar el pensamiento, pero eso estaba bien.

El tiempo pareció detenerse para nosotros y lo que estábamos haciendo era una
locura, pero estábamos demasiado atrapados en nosotros como para preocuparnos.
Sus labios se arrastraron en un camino ardiente sobre mi mejilla mientras su mano
trazaba allí donde Bambi estaba enroscada alrededor de mis costillas. Su cabeza
estaba usando mi pecho como almohada una vez más, y no me importó. Tampoco
cuando él siguió la elegante curva de su cuerpo con la mano y luego con su boca,
haciendo que me arqueara ante su toque.

Él levantó la cabeza de nuevo, su mirada buscando mi rostro y luego viajabando


hacia abajo, y mi aliento se atascó. Entonces nuestros cuerpos estuvieron al ras, pecho
contra pecho, y yo nunca había sentido algo así antes. Un profundo gemido retumbó a
través de él y mil emociones estallaron dentro de mí. Nuestros cuerpos se movían
juntos contra el asiento trasero. Un pulso salvaje me atravesó. Me acerqué más a él,
barriendo mis labios sobre los suyo, y él tembló. Quería sentirme aún más. Deslicé mi
mano por las gruesas cuerdas de su cuello y espalda, y luego más abajo. Él contuvo su
aliento.

Y la forma en que su cuerpo se mecía contra el mío y la tensión que podía sentir
construyéndose entre los dos me dijo a dónde se dirigía esto. No era imposible, con
ubicación y todo. En la parte de atrás de mi cabeza, sabía que no iba a ser la primera
chica, y tal vez ni siquiera la primera con sangre de guardián en sus venas, en hacer
esto. Si había voluntad —y dios santo, había tanta voluntad— había una manera.

Había algo en mí, sin embargo, que pisó los frenos. No sabía qué era o si tenía un
nombre. O tal vez sí lo sabía, y mi corazón y mi cerebro no querían reclamar su
responsabilidad, pero la confusión dejó mi piel fría. Yo quería esto. Tanto. Tal vez eran
sólo nervios, pero de repente me temblaban las manos. Todo lo que sabía era que mi
ansiedad no tenía nada que ver con el estúpido hechizo atado a mi virginidad. Si un
Lilin realmente había sido creado, la virginidad era un punto discutible, y aunque no
hubiera Lilin, las cadenas de Lilith ya estaban rotas, así que no importaba. No, era algo
más.

—Zayne —susurré, respirando su aire—. Deberíamos...

Tenía los ojos cerrados cuando contestó.

—¿Detenernos?

Asentí.
—Tienes razón. —Él descansó su frente contra la mía, tomando respiraciones
profundas—. Tenemos que parar. No quiero que sea así... en el asiento trasero de mi
automóvil.

De alguna manera me sonrojé. Era extraño estar avergonzada ahora cuando el


estar medio desnuda no tenía ese efecto sobre mí. Tragué saliva mientras presionaba
sus labios contra el puente de mi nariz y luego se levantaba, usando sus brazos para
sostenerse y poner espacio entre nosotros.

La forma en que me miraba me daba ganas de quitar mi pie de los frenos y


arrojar todo al suelo.

—Dios, Layla, yo... realmente no hay palabras.

No las había, y no en el mal sentido. A pesar de que había un raro problemita en


mí, amenazando con romper esta calidez, el mutismo era una recompensa.

Zayne pasó su mano por mi piel, como si estuviera tratando de memorizar la


sensación, y entonces encontró la ropa que había terminado en el suelo del auto. Él me
ayudó a meterme de nuevo en ellas, y probablemente nos tomó más tiempo del
necesario, porque paraba y besaba mi hombro, luego mi cuello, y me hacía querer
deshacer todo su duro trabajo.

Cuando me sacó del asiento trasero, el aire fresco de la noche se apoderó de mi


piel ardiente. Capturó mis mejillas, inclinando mi cabeza hacia atrás.

—No quiero oír más mierda sobre que eres responsable de lo que está
ocurriendo —dijo, con sus ojos sosteniendo los míos—. Si esto prueba algo, es que tú
eres capaz de controlar tus habilidades. Lo sabrías si estuvieras tomando almas. No lo
haces. Así que eso es todo. No más. Prométemelo.

Había sido muy mala en cumplir promesas últimamente, pero se lo prometí y


recé porque esta fuera una que pudiera mantener.

Fue un poco después de las seis de la mañana cuando, en su mayoría dormida,


sentí que mi cama se hundía bajo un peso repentino. Parpadeé atontadamente y
sonreí un poco cuando las mantas se agitaron y un brazo serpenteó alrededor de mi
cintura.
Su calor se apretaba contra mi espalda. Todas las mañanas de la semana pasada,
así era como Zayne me había despertado cuando volvía de la cacería. El último par de
días... bueno, habían sido algo salido de los sueños. Pasábamos mucho tiempo juntos,
ya fuera encerrados en mi habitación o en la suya, o pasando el rato en casa de Stacey
con ella y Sam. Acción de Gracias llegó y se fue. El sábado, habíamos salido e ido a
tomar un café como solíamos hacer, pero esta vez había sido diferente. Había habido
besos. Había habido un montón de besos. Tanto es así que mis labios se sintieron
hinchados una buena parte del día.

Mi parte favorita era la mañana, sin embargo. Él siempre era extra delicado
entonces y era un infierno de manera de despertar. Sabía que con el tiempo esto
tendría que parar. Alguien podría atraparlo entrando y saliendo de mi dormitorio y su
padre se pondría como loco. Y había razones más grandes aún. La realidad no había
existido desde mi suspensión. No había habido problemas con el Lilin, nada de Roth
excepto mensajes inofensivos aquí y allá, y cuando estaba con Zayne, era fácil creer
que yo no era responsable de la infección.

Zayne acarició mi cuello y luego se rio entre dientes cuando me retorcí al golpear
un punto sensible.

—Buenos días —dijo, besando el espacio debajo de mi oreja antes de levantar la


cabeza.

—Buenos días. —Rodé sobre mi espalda y de alguna manera, directo a sus


brazos—. Volviste antes de tiempo.

—Sí. —Él tiró de la manta hasta que estuvo en mi cintura, sonriendo cuando vio
la cabeza de Bambi asomándose por debajo del escotado cuello de mi camiseta—.
Estuvo muy muerto anoche.

Su cabeza cayó y sus labios rozaron los míos con un suave toque
tentador. Levanté la mano, colocándola contra su pecho. La fina camiseta que llevaba
era un obstáculo que me molestó, pero su corazón latía fuertemente contra mi palma.

El beso se profundizó cuando él se acercó aún más. Una de sus piernas terminó
entre las mías y su peso encima de mí le hacía cosas maravillosamente malvadas a mis
entrañas. Su mano recorrió mi estómago y luego pasó bajo el dobladillo. Cuando tocó
mi piel desnuda, cogí la intensidad de lo que estaba sintiendo. Necesidad. Deseo. Algo
mucho más fuerte lo manejaba. Mi espalda se arqueó por sus caricias y mis dedos de
los pies se curvaron.
Después de lo que se sintió como una eternidad, pero no suficiente, él se echó
hacia atrás con un suspiro de pesar. Ambos respirábamos con dificultad. Nuestros
pechos subían el uno contra el otro. Una de sus manos estaba todavía bajo mi
camiseta, tocándome. Pequeños temblores corrían a través de mí.

Él apoyó su frente en la mía y los bordes de su cabello cosquillearon en mis


mejillas.

—Haré que llegues tarde a la escuela si sigo así.

Esa no iba a ser la única cosa que sucedería si seguía moviendo su pulgar
adelante y atrás o si seguía besándome. No habíamos ido más allá de esto, ni siquiera
en cuanto a eliminar ropa, desde la noche en que había ido a esa casa. Me di cuenta
por la forma en que su cuerpo se sacudía que quería ir más allá. Yo estaba bastante
segura de que lo quería también, pero ese paso era tan temible como
emocionante. Todo esto era algo que realmente nunca pensé que sería posible con
Zayne.

Pero la escuela también significaba volver a la realidad y eso era un asesino de


estados de ánimo amorosos gigante. Volver a estar cerca de humanos que no fueran
Stacey y Sam. Volver a enfrentar la posibilidad de que yo podría ser la causa de la
infección. Porque a pesar de que podía besar a Zayne sin chupar su alma como si fuera
un Tootsie Pop, eso no significaba que yo no fuera la responsable.

Sintió el momento en que me retiré y él frunció el ceño.

—¿A dónde vas?

—A ninguna parte. —Forcé una sonrisa. No había hablado con Zayne acerca de
mis miedos desde esa noche, porque sabía que él creía firmemente que era inocente y
yo... yo quería que siguiera siendo así. Con él, no me sentía como si fuera una bomba
de tiempo a punto de estallar. Me sentía normal—. ¿Tal vez pueda saltármelas?

—Hmm... —Él rozó sus labios sobre la punta de mi nariz—. Aunque me gusta
cómo suena eso, tu pequeño culo lindo necesita llegar a clase.

Hice un puchero.

Él se rio en voz baja y luego su sonrisa se desvaneció. La seriedad se deslizó en


sus ojos verde azulados.
—Sabes que no estás infectando a nadie, Layla-bug. Está bien que vuelvas a la
escuela. En el fondo, lo sabes.

—Lo sé.

Zayne me besó de nuevo, y por un rato, me perdí en sus labios, en su aroma


embriagador y su sabor. Y por un momento, me quedé en nuestro mundo, aunque
parecía ser algo de fantasía.

Stacey y Sam estaban esperándome en mi casillero. Ella saltó hacia adelante y


me dio un abrazo rápido, saliendo antes de que pudiera apartarla y verme como un
bicho raro.

—Bienvenida de vuelta —dijo Sam. Todavía le faltaban sus gafas—. Apuesto a


que extrañabas la escuela.

—La extrañaba un poco. —Abrí la puerta de mi casillero y saqué mis textos de


bio. Eso era cierto. La escuela era algo así como un santuario... cuando no había
zombis, Nocturnos y fantasmas que se arrastraban de la nada.

Mi escuela secundaria se estaba convirtiendo en la Boca del Infierno.

Me reí.

Stacey arqueó una ceja.

—¿Qué?

—Nada. Estaba pensando en Buffy la Caza Vampiros. —Era un alivio ser honesta
con ellos ahora. Cerrando la puerta del casillero, me dirigí a ellos—. Estaba pensando
que nuestra escuela es algo así como la Boca del Infierno de Buffy.

Ella sonrió.

—Yo soy totalmente Cordelia. Y tú eres Buffy.

Me reí mientras empezábamos a caminar por el pasillo. Sam sostenía la mano de


Stacey y eso me puso toda cálida y difusa.

—No soy Buffy. Más como Willow. Sam, tú eres totalmente Xander.
—Querrás decir que soy más como Angel —comentó, y yo esperaba algún hecho
extraño acerca de Buffy la Caza Vampiros, pero no llegó ninguno.

—Por cierto —dijo Stacey, inclinándose hacia mí y bajando la voz—. Asumo que
le dijiste a Roth que sabemos que él... eh, la verdad.

Mi estómago dio una voltereta. Ellos no lo habían visto desde que habíamos sido
suspendidos.

—Sí, él lo sabe, pero yo que tú no haría una gran cosa de ello. Iré rápido al baño.

Stacey se detuvo.

—También tengo que ir. —En cuanto a Sam, ella le dio un beso rápido en la
mejilla—. ¿Nos vemos más tarde?

Él asintió mientras se alejaba y luego se volvió, pasando una mano por su cabello
desordenado. Lo observé por unos momentos y luego sacudí la cabeza.

—¿Realmente necesitas ir al baño?

—No. —Se rio—. Sólo quería unos segundos a solas contigo para preguntarte si
ya has tenido sexo con Zayne.

El calor llenó mis mejillas.

—¿Qué? No. ¿Y tú y Sam?

Su sonrisa se extendió y mis ojos se ampliaron mientras abría la puerta, siendo


saludada con el olor a desinfectante y el tenue aroma de los cigarrillos.

—Oh, Dios mío, en serio tuviste sexo con… —Mi voz se apagó y luego paré por
completo en el interior del cuarto de baño.

Stacey tropezó conmigo por detrás y ella también se detuvo.

En uno de los lavabos estaba encorvada Eva, con las manos apretadas contra su
cara, tapándose los ojos. Sus delgados hombros temblaban. En el lavabo y en el suelo
había diminutas bolas de papel marrón. Un teléfono celular se asentaba en la repisa
encima del lavabo.

Ella estaba llorando, no, realmente sollozando.


—Esto es incómodo —murmuró Stacey mientras la puerta se cerraba detrás de
ella.

Sí, así es como era. Eva era mala y si yo no lo hubiera sabido mejor, la habría
categorizado como un demonio del infierno, pero no lo era. Sólo era una típica chica
promedio que probablemente no recibía suficiente amor en su casa o lo que sea, pero
el código de chicas pateó.

Suspirando, di un paso hacia adelante, haciendo una mueca mientras trataba de


encontrar algo que decir.

—Uh, Eva, ¿estás bien?

Sus hombros se pusieron rígidos y ella bajó las manos. Guau. Eva no lloraba de
manera bonita, lo cual por alguna razón horrible me hizo sentir mejor conmigo
misma. En su reflejo, el rimel manchaba sus mejillas y su rostro estaba hinchado y
rojo.

Entonces ella arrugó su cara. Eso hizo que lágrimas frescas corrieran por sus
mejillas.

—No. No estoy bien. Nunca voy a estar bien.

La mirada en el rostro de Stacey dijo que se preguntaba si Eva estaba siendo un


poco melodramática, pero el malestar floreció en la boca de mi estómago.

Eva se volvió hacia nosotras con las manos formando bolas contra sus mejillas
rubicundas.

—Está muerto. Gareth está muerto.


Traducido por: âmenoire90
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

G
areth tuvo una sobredosis en algún momento durante la noche. Sus
padres habían encontrado su cuerpo en la cochera esa mañana, cuando
su padre se iba a trabajar. Corría el rumor de que había estado inhalando
alcohol.

Una tristeza pesada se aferró a la escuela. La muerte de Dean había sido bastante
mala, luego la de Gerald, pero Gareth había sido popular. Todo el mundo lo conocía y
aunque su descenso constante en las drogas había confundido a mucha gente, seguía
siendo el tipo con el que la mitad de las chicas querían estar y como el que la mitad de
los chicos quería ser.

Los maestros hablaron sobre eso en cada clase, citándolo como un trágico
accidente y convirtiéndolo en un especial después de la escuela sobre las drogas y sus
peligros, pero lo sabía mejor.

También Stacey y Sam.

También Roth.

No es que las drogas no fueran un gran problema, pero esto iba más allá de la
adicción y las estupideces que hacíamos. Gareth había sido infectado. Su vida y su
alma le habían sido robadas. No sólo habría otro espíritu sino que Gareth pasaría una
eternidad en el infierno.

Y eso me mató, incluso si resultaba ser un Lilin en alguna parte.

Roth me alcanzó mientras me dirigía hacia el almuerzo. Estar a solas con él tenía
mis nervios trenzados en nudos inútiles. Sabía que tenía todo que ver con Zayne y yo...
y todo que ver con Roth.
—No he percibido un espíritu aún —dijo, con las manos metidas en los bolsillos
de sus rasgados pantalones vaqueros—. ¿Y tú?

Negué con la cabeza mientras Bambi empezaba a trepar por entre mis pechos. Le
emití una severa advertencia de no aparecerse en mi cara. Siempre que Roth estaba
cerca, le gustaba ser vista. Algo así como uno de esos molestos perros con ladrido
agudo que necesitan atención.

—Supongo que sólo será cuestión de tiempo antes de que aparezca. ¿Todavía
estamos dentro para ver el aquelarre este fin de semana? —le pregunté. Cuando
asintió con la cabeza, me apoyé en la pared. El pasillo estaba prácticamente vacío.
Mientras le echaba un vistazo, encontrándolo mirándome de cerca, cambié mi peso—.
¿Hay algo que podamos hacer sobre sus almas? ¿Alguna manera en que podamos
conseguirlas gratis?

Roth se volvió, inclinando su cuerpo hacia los lados. Negó con la cabeza.

—No, a menos que desees llegar a un acuerdo con el jefe y eso no es algo que
sugeriría.

Abrí mi boca para protestar, pero puso un dedo contra mis labios,
silenciándome. La energía se sacudió entre nosotros y me aparté.

Un lado de sus labios le levantó.

—Sé que quieres ayudarlos, pequeña, pero una vez que las almas están ahí abajo,
es un fastidio para sacarlos. Y no estoy hablando de un inconveniente. Al jefe le gusta
un ojo por ojo. Si pides un alma, el jefe te va a pedir una a cambio. No quieres hacer
ese tipo de ofertas, llevando ese tipo de peso alrededor.

Tenía un punto, pero ya llevaba una carga decente sobre mis hombros.

—No has devuelto ninguno de mis textos o llamadas —dijo después de unos
momentos, apoyando su cadera contra la pared al lado de mí. Su barbilla se sumergió
hacia abajo y sus pestañas oscuras protegieron sus ojos—. Estaba preocupado.

Mis cejas se levantaron.

—¿Lo estabas?

—Sí .—Las comisuras de sus labios se volvieron hacia abajo—. ¿Por qué te
sorprendería eso?
Encogí un hombro. Se me había acercado un par de veces adicionales durante
nuestra suspensión y durante las vacaciones, pero no le había respondido. Se habría
sentido mal si lo hubiera hecho y no por estuviera con Zayne significaba que no podía
hablar con otros chicos. Era sólo que Roth no era un “otro tipo”, era una gran cantidad
de algo más.

—¿Estás con Zayne, ¿o no? —dijo, como si leyera mi mente.

¿Lo estaba? No nos habíamos llamado el uno al otro novio o novia, pero nos
tratábamos como si lo fuéramos.

—Realmente no quiero hablar de él contigo.

Sus labios se fruncieron.

—Dime que al menos fueron cuidadosos.

Mis ojos se abrieron.

—Está bien. Esto suena como una conversación de “estás usando un condón”.

—Eso no es lo que quise decir y lo sabes —dijo.

Nuestros ojos se encontraron y totalmente sabía lo que quería decir.

—Lo soy. —Lo cual era una mentira.

Inclinó su cabeza contra la pared y respiró profundamente. Lo miré por un


momento. Sus brazos estaban cruzados holgadamente sobre su pecho. Todo sobre él
lucía tenso. Ni siquiera le había hablado de la mujer de los Palisades.

—¿Hambre? —preguntó, con voz apagada—. Probablemente deberíamos ir allí


antes de que Stacey y Sam comiencen a hacer bebés en la mesa del comedor.

—Encontramos otro espíritu —dije en voz baja.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—¿Qué?

—La semana pasada. Zayne y yo hicimos un exorcismo —le expliqué


tranquilamente.

Ahora estaba enderezado de pie.


—¿Por qué no me lo dijiste?

Fue la mujer del club en los Palisades, Roth. —Mi estómago se hundió mientras
sus ojos se encendían—. La mujer de la que me alimenté.

Abrió su boca, luego la cerró de golpe mientras empujaba una mano a través de
su pelo oscuro. Líneas apretadas se formaron alrededor de sus labios.

—¿Estás segura?

—Sí, estoy segura. Era ella. —Froté mis manos por mi cara—. Desertó, ¿verdad?

Asintió con la cabeza.

—Lo hizo. Te lo juro, Layla. Desertó.

—Pero, ¿cómo terminó muriendo? Supuestamente fue un ataque al corazón,


pero no tenía ningún asunto existente. Sé que eso no quiere decir que sea imposible,
¿pero la probabilidad de eso? ¿Y si fui yo? ¿Y si yo la infecté? ¿Qué pasa si yo he estado
infectando a toda esta gente?

—Whoa, ¿de dónde ha salido esto? —Roth invadió mi espacio personal—. ¿Es
esto algo nuevo?

Negué con la cabeza.

—No. Me he estado preguntando sobre eso durante un tiempo y Zayne piensa


que no soy yo, pero no hemos encontrado ninguna evidencia de un Lilin, nada
concreto, y todos los que han sido infectados han estado cerca de mí.

—Pero, ¿cómo? ¿Has estado vagando por ahí besando a la gente? Porque si es
así, estoy bastante cabreado que no estar incluido en eso.

Le lancé una mirada. No es como que no lo había besado recientemente.

—Uh, no, no lo he hecho y no sé cómo. Esa es la única parte que no puedo


entender. —Levanté la vista hacia él y puse todo por ahí, porque confiaba en él para
no guárdaselo. No lo había hecho antes con las cosas apestosas que no quería
escuchar—. ¿Crees que soy yo?

Se me quedó mirando un momento, sin moverse. No estaba segura de que aún


estaba respirando. Luego se inclinó, colocando sus manos sobre mis hombros. Su
agarre no era pesado, pero había tanto en el tacto. Era una presión reconfortante y
cerré los ojos.

—Detente —susurró contra mi cabello—, de hacer preguntas que no sirven para


nada.

Roth no dijo nada más mientras se retiraba, sus brazos cayendo a sus costados y
cualquier el consuelo había ofrecido convertido en aprehensión. Su silencio era
inquietante. Nunca respondió a mi pregunta.

La noche que nos fuimos hacia el club en Bethesda, había un toque de nieve en el
aire. Definitivamente estaba lo suficientemente frío y la frescura tenía ese sentimiento
invernal en ella.

Nuestro viaje hacia el club fue tranquilo. Roth estaba esperando dentro de su
Porsche en el aparcamiento al otro lado de una escuela. Tan pronto como Zayne y yo
nos detuvimos en el Impala, abrió la puerta y salió.

Miré hacía mí misma y arrugué mi nariz.

Roth estaba vestido como si estuviera a punto de entrar en un aquelarre lleno de


brujas. Sus piernas estaban envueltas en cuero y llevaba una camisa oscura. El equipo
sangraba amenaza y caos, mientras mis vaqueros y mi cuello alto azul casi gritaban La
Caperucita Roja.

—Mejor debí haber vestido algo desgastado —comenté.

—Creo que te ves bien.

Miré hacia Zayne y sonreí.

—Gracias, pero tengo la sensación de que voy a destacar.

—Siempre destacas. —La sonrisa en su cara se desvaneció mientras Roth se


paseaba hasta su ventana. Refunfuñando entre dientes, la rodó hacia abajo—. ¿Qué?

Roth parecía imperturbable.


—Ya era hora. Creo que he crecido alrededor de una semana de vello facial en
espera de ustedes dos.

Zayne rodó los ojos mientras miraba hacia donde estaba el club. Al principio no
pensé que estábamos en el lugar correcto. Estaba dentro de un hotel lujoso. El tipo de
hotel que tenía todas las paredes de cristal reflectante y esculturas que parecían algo
que un niño cinco años de edad, había moldeado.

O algo que me gustaría hacer.

—Realmente me gustaría ir ahí —dijo Zayne, quitando sus manos del volante—.
No me gusta que vayas allí sola.

—Está conmigo—. Sonrió Roth mientras se apoyaba en la ventana—. No está


sola.

—No cuentas.

Ya era el tiempo para que saliera del auto. Empecé a abrir la puerta, pero Zayne
cogió mi mano.

—Ten cuidado —dijo.

—Lo haré. dudé, sintiendo como si le debiera un beso de despedida, pero no


podía con el hombre de la galería de maní mirándonos.

—Qué lindo. —Roth se empujó del auto, su tono ligero, pero su expresión era
aguda—. No te preocupes, Piedrota. Está en buenas manos. Creo que sabes lo buena y
capaz que es, ¿verdad?

Zayne retrocedió, la ira intermitente cruzaba sus rasgos.

—Sí, ve a fastidiarte a ti mismo.

Sonrió.

—Bueno, sobre eso…

—Ni siquiera termines esa frase —le espeté, cerrando la puerta. Sus ojos se
encontraron con los míos sobre el techo de la Impala—. En serio.

Roth arqueó una ceja y luego movió sus dedos hacia Zayne. Dando la espalda, me
dirigí hacia la acera. Estaba a mi lado en un instante.
—Eso no era necesario —dije.

Los hombros de Roth estaban tensos.

—Lo que sea. No es en lo que tengamos que enfocarnos en este momento.

—Enfocarse en eso o no, no es el punto. —Cruzamos la calle prácticamente vacía,


lo que era extraño teniendo en cuenta que era sólo alrededor de las ocho de la
noche—. No hay ninguna razón para que le digas cosas como esas.

Me miró mientras alcanzaba la puerta.

—¿No las hay, Layla?

Por un momento, nuestras miradas se encontraron y fue como si sus escudos


estuvieran abajo. Enojo. Decepción. Anhelo. Impotencia. Todo llegó a través de esos
ojos color ámbar. Y entonces se dio la vuelta, moviéndome hacia el vestíbulo.

—Vamos a terminar con esto.

Tomando una respiración profunda por la dureza de su tono, me quité de encima


todo lo que estaba pasando con él y entré. El hotel era bonito y nuevo. Lámparas de
techo plateadas emitían luz a través del piso principal, pero era como si el edificio se
acercara a nosotros, como si estuviera buscando la comodidad y la luz. Los vellos de
mi nuca se levantaron.

Seguí a Roth hacia el ascensor y subimos hasta el decimotercer piso en silencio.

Era un manojo de nervios mientras entramos en un largo pasillo. No sólo porque


estábamos a punto de estar rodeado de un montón de brujas de la clase hostil. Un
plantón de esperanza ardía brillante en mi pecho. Tal vez la vieja bruja nos diría algo
que cambiaría lo que creía y demostrara que Zayne estaba en lo correcto.

Justo cuando estaba a punto de preguntar si teníamos el lugar correcto,


doblamos una esquina y un restaurante o club quedó a la vista. Las ventanas estaban
tintadas en bronce, pero pude distinguir varias formas humanas sentadas en las
mesas. Estaba el diseño descabellado por encima de las puertas dobles.

—¿Estás lista para esto? —preguntó Roth.

—Claro.
Lucía dudoso mientras abría las puertas y entrábamos. La primera cosa que noté
fue lo normal que estaba todo. Como normal totalmente humano. Nos detuvimos justo
en frente de una estación de la anfitriona. Las parejas se sentaban en las mesas, riendo
y hablando. Una barra llena corría por el fondo, llena de gente sentada y de pie. Jazz
ligero sonaba desde los altavoces de arriba. Estas personas no se veían como si se
hubieran bajado del tren gótico. De hecho, me mezclaba en ellos.

—¿Qué estabas esperando? —Se rio en mi oído y me pregunté si me había


hablado en voz alta o no.

—Esto no.

—¿Nunca has oído hablar de no juzgar a un libro por su cubierta? —Se agachó y
tomó mi mano en la suya y cuando llegué a qué demonios es esto, apretó su agarre—.
Como dije, pequeña. No juzgues a un libro por su cubierta. Necesito que te quedes
cerca de mí.

Una mujer delgada apareció, con las manos entrelazadas. Llevaba un sencillo
vestido negro de corte por encima de las rodillas y el pelo recogido en un elegante
moño.

—Lo siento. Sólo hacemos reservaciones.

Roth sonrió.

—¿Cómo sabes que no tenemos reservaciones? —Miró hacia la estación de


anfitriona. No había ningún libro—. No sabes nuestros nombres.

—Sé que no tienen reservaciones. —Su barbilla se levantó mientras su mirada


fría se centraba en nosotros—. Y también sé lo que son ambos. Así que si quieren dejar
este edificio sin tanta mala suerte que haría que el Titanic pareciera un crucero de
Disney, le sugiero que irse antes de…

—Rowena —el hombre que se acercó por detrás, dijo—. Los esperaban. Déjalos
pasar.

—¿Lo hacían? —Eché un vistazo a Roth, pero su expresión era ilegible.

La mujer no parecía feliz por eso, pero se hizo a un lado. El hombre asintió con la
cabeza.

—Síganme. Los está esperando.


Bueno, esto sólo era un poco espeluznante. Mientras seguíamos al hombre, que
parecía que estaba en sus cuarenta, la gente, er, brujas, sentados en las mesas dejaron
lo que estaban haciendo y miraron fijamente. Algunas tenían bocados de comida a la
mitad del camino hacia su boca. Otras se dieron la vuelta en sus sillas. Fuera de todos
sus rostros duros y ojos desconfiados, ninguna de ellas se veía feliz.

De repente Roth sosteniendo mi mano no era una cosa tan mala. Incluso si me
hacía sentir como un poco cobarde. Fui entrenada en combate cuerpo a cuerpo, pero
no para protegerme de hechizos y encantamientos.

El hombre nos llevó alrededor de la barra, a un área del club que estaba de
alguna manera aislada. Sólo había una mesa aquí atrás, rodeada de un gran sofá en
forma de media luna. Varias mujeres se levantaron de donde estaban sentadas. Cada
una de las mujeres, un total de seis, pasaron sin mirarnos.

Nada extraño, ni nada.

El sofá parecía vacío hasta que nos movimos a la zona que estaba abierta.
Entonces la vi y santa mierda, pensé que el guardián de la cripta estaba sentado frente
a nosotros. La mujer era vieja, como que no estaba muy segura de cómo todavía
estaba viva y respirando.

Parches de pelo blanco como la nieve caían por sus diminutos y frágiles
hombros. Profundas arrugas cruzaban su cara y sus ojos... eran de color blanco
lechoso. Todo el ojo.

La anciana sonrió y su cara estaba tan arrugada que pensé que iba a colapsar
sobre sí misma.

—¿Qué esperabas? —Para una mujer tan vieja, su voz era fuerte—. ¿Una mujer
joven? Buscas a la vieja bruja, ¿o no?

Encontré mi voz.

—Sí.

—Una vieja bruja es una persona que es vieja y sabia... o sólo vieja. De cualquier
manera, he caminado esta Tierra durante muchos años —dijo ella, levantando una
pequeña mano blanca, señalando que nos sentáramos—. Y esta es la primera vez que
he visto un Príncipe Heredero.

Roth se sentó, tirándome a su lado.


—Es un honor, bruja.

Inclinó la cabeza hacia arriba.

—Tampoco pensé que habría de vivir para ver a un hijo de un Guardián y


nuestra verdadera madre, pero aquí estás, de la propia carne y sangre de Lilith.

Realmente no tenía idea de qué decir a eso.

La vieja bruja se inclinó hacia delante y me preocupaba que se volcara y


rompiera justo en frente de nosotros. Su rostro muy arrugado parecía aún más
envejecido, como si ella se pudiera convertir en polvo en cualquier momento.

—A lo que le temes, niña, está mal. Algo de maldad, mis hijos, es necesaria.

Roth me deslizó una mirada, como si estuviera diciéndome te lo dije. Sabiamente


mantuve mi boca cerrada.

—Sé por qué ustedes dos están aquí. —Su risa temblaba como huesos secos—.
Sé que están aquí para encontrar al Lilin.

Mi corazón dio un salto y me imaginé que sería mejor para nosotros que
fuéramos honestos.

—Sí. Tenemos que encontrar al Lilin.

—Como para ayer —agregó Roth—. Sé que todos ustedes quieren un poco de
Lilith, pero sabe la reacción en cadena que la Lilin causará.

—Ah, sí, los Alfas. —Agitó las manos—. Me sorprende que aún no hayan llegado
con sus poderosas espadas, cortando a través de todas las cosas que sienten que no
son dignas de esta tierra. ¿Alguna vez han visto a un Alfa, niños?

Negué con la cabeza.

—No. He estado... cerca de ellos, pero nunca vi uno.

—Tampoco lo he hecho—respondió Roth—. Obviamente.

La vieja bruja soltó otra carcajada.

—No. No estarías sentado aquí si ese fuera el caso, ¿verdad? Ah, los Alfas. Son
una amenaza para todos nosotros. Tal vez incluso para los seres humanos. Sólo ven en
blanco y negro, sin tonos de gris. Sin simpatía. Son los verdaderos monstruos.
Coloqué mi expresión en blanco mientras parloteaba. Los Alfas eran literalmente
el hombre del saco de todas las cosas y mientras había una parte de mí atraída hacia
ellos, también me aterrorizaban.

—Volviendo al Lilin —persuadió Roth gentilmente.

—¿Impaciente, joven príncipe? No deberías estarlo.

La vieja bruja se rio.

—Ningún Lilin ha buscado refugio con nosotros, si eso es lo que piensas. No hay
ninguna razón para ello. Buscas lo que está justo en frente de ti, Príncipe. Sabes eso. Es
la verdad de por qué te levantaste del Infierno.
Traducido Por Bettyfirefull
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

L
a inquietud se formó en mi vientre y el miedo que nunca estaba
demasiado lejos regresó como un tornillo apretando mi garganta. Miré a
Roth y el músculo en su mandíbula palpitó.

¿Qué quieres decir?

Volvió esos ojos color blanco cremoso hacía mí.

Él sabe. Tú sabes. Eso es todo lo que estoy dispuesta a decirte. Que vinieras
aquí fue innecesario. Ahora vete. Ella levantó su frágil brazo y agitó sus delgados
dedos como huesos en un gesto de despedida hacia nosotros. Estoy cansada y he
terminado con esta conversación. Vete.

Roth no me dio oportunidad de protestar. Envolviendo una mano alrededor de la


mía, él me arrastró a mis pies. Entonces se inclinó sobre su cintura.

Bendita seas.

La vieja bruja se carcajeó—. Tonto príncipe, tonto…

Su sonrisa era insolente mientras daba la vuelta, pero la mirada en sus ojos
podría congelar los círculos del infierno. Él aferró mi mano mientras nos dirigíamos
alrededor de la mesa y más allá de las brujas. Ellas podrían haber estado mirándonos
una vez más como si estuvieran a punto de arrojar un maleficio a nuestras cabezas,
pero no me importó.

Buscas lo que está justo en frente de ti Príncipe. Ya sabes eso.


Traté de liberar mi mano mientras los nudos en mi estómago se triplicaban, pero
Roth apretó su agarre—. No, Layla.

Mi respiración se estaba haciendo demasiado rápida, dos inspiraciones, una


exhalación. Lo dejé que me llevara fuera del pasillo y directo hacia el elevador. Tan
pronto como pusimos un pie dentro, tiré de mi mano y golpeé el botón de emergencia.

¿Qué no me estás diciendo? demandé, mis manos curvándose a mis


costados.

Roth se inclinó hacia atrás contra la pared del elevador.

No sé qué te haría pensar eso.

No juegues conmigo, Roth. Quiero saber la verdadera razón por la que
regresaste del Infierno. ¿Cuál es la verdad?

Sabes por qué regresé. Para buscar el Lilin dijo él, cruzando sus brazos.

Todo en mí me decía que había más que esto.

Parece que la vieja bruja esperaba que ya supiéramos quien era el Lilin. Como
si quizás estuviera justo en frente de nuestras narices, en frente mío. ¿Y sabes que
pienso? Pienso… mi voz se agrietó y miré lejos.

¿Qué piensas? preguntó en voz baja. Dime Layla.

Nuestros ojos se encontraron.

No creo que haya un Lilin, al menos no uno que nació exitosamente del ritual
con Paimon.

Él no dijo nada mientras golpeaba su cabeza contra la pared. Cerrando sus ojos,
el juró bajo su aliento y mi estómago cayó.

Roth susurré.

Descruzó sus brazos y pasó sus manos por su cara.

No es simple. No creo que entiendas que no lo es.

Tomé dos respiraciones—. Pruébame.


Bajando sus manos, él me perforó con sus ojos que eran… que eran tristes, y es
me dijo todo antes de que hablara.

No estaba por aquí cuando las cadenas se empezaron a romper y no sé si pasó
antes de que estuviera en el pozo o durante. El Jefe… bien, realmente no estaba
prestando atención. No pudimos descifrarlo. Sabíamos que el ritual no fue
completado.

Me desplomé contra la pared, forzando a mis piernas a sostenerme. Había


pedido la verdad y necesitaba escucharla.

Al menos no pensábamos que el ritual estaba completo, pero Cayman estaba
en lo correcto. ¿Quién sabe si el pecado carnal fue sexo o sólo algo relacionado?
Ninguno de nosotros sabe eso, pero sabíamos que algo estaba pasando aquí arriba y
sabíamos que o un Lilin había nacido o…

¿O era yo? pregunté.

Roth cerró sus ojos brevemente y luego asintió.

O eras tú. Esas son las únicas dos opciones. Todos sabíamos eso. Así que el Jefe
me envió de vuelta para o encontrar el Lilin o encontrar pruebas de que eres tú.

Presioné mi mano contra mi pecho.

Esa es la razón por la que regresé a la escuela primero. No estaba convencido


de que el Lilin estuviera allí realmente, pero sabía que necesitaba… permanecer cerca
de ti, para ver si habías cambiado él continuó y se empujó lejos de la pared. Empezó
a ir y venir en frente mío, el elevador tenía música de fondo muy rara. No pensé que
fueras tú, porque te conozco. Puedes ser en parte demonio, pero en tu corazón, eres
pura. No en la manera de mierda en la que la gente etiqueta la cosas puras, pero eres
inherentemente buena.

Mi corazón dolió, porque sus palabras me recordaban mucho a lo que Zayne


creía. Parecía que su fe inquebrantable en mi empalagosa bondad era la única cosa
que tenían en común.

Pero entonces eran otros estudiantes los que estaban infectados, gente que
había estado atada a ti, de una u otra manera. Sacudió su cabeza mientras paseaba
al frente mío. Y no había pruebas del Lilin. Aun así no hay nada en concreto, sólo un
capullo. Esperaba que la bruja nos guiara en otra dirección y no confirmara lo que… lo
que temía.

Que era yo.

Él se detuvo en frente de mí, sus rasgos más llamativos tensos.

Desde el comienzo, sabía que tus habilidades eran como las del Lilin, sólo
ligeramente diferentes. En donde el Lilin toma con el tacto, tú lo haces inhalando el
alma. Pero quizás tus habilidades han cambiado. No lo sé, pero sí creo que no te das
cuenta de eso. Que no tienes idea de lo que está pasando.

Cerré mis ojos.

¿Eso hace alguna diferencia?

Sí.

Una risa áspera se me escapó.

No para Los Guardianes o los Alfas. O para los humanos o…

Una vez me dijiste que todos tenían libre albedrío y te dije que el libre
albedrio era pura mierda. ¿Recuerdas eso?

Abrí mis ojos—. Sí.

Y estabas en lo cierto. Todos tenemos libre albedrío. Incluso los demonios.


Colocó sus manos a cada lado de mi cabeza y la inclinó. Yo probé que eso era
cierto. Y lo que te está pasando, si eres tú, no es algo que tu escogerías hacer
libremente. Así que para mí, hace una diferencia.

¿Qué quieres decir con sí? No hemos encontrado al Lilin. La vieja bruja casi
dijo que era yo. Incluso volviste a subir… mi voz se agrietó de nuevo no sabía por
qué, por qué saber que la razón por la que había regresado a la escuela era porque
pensaba que yo estaba tomando almas y nada más dolía tanto como una puñalada en
el pecho. Volviste porque pensabas que había una buena posibilidad de que fuera
yo. ¿Por… por qué no me dijiste desde el principio?

Él volteó su cabeza y respiró profundo—. ¿Qué bien hubiera hecho?

Deberías haberme dicho.


Roth bajó la cabeza. No quería poner eso sobre ti.

Algo se tambaleó en mi pecho ante la suave confesión, pero había algo más que
necesitaba saber.

¿Cuáles son las órdenes si soy la que está causando esto?

Él sacudió un poco su cabeza.

La ira rápidamente brotó a través de mí y llegué a él, golpeando sus brazos

Dime.

La mirada de Roth se enganchó en la mía.

Tengo que encargarme de ti.

Oir sus palabras era como ser golpeada.

En otras palabras, ¿Ibas a matarme?

Él tragó—. Layla…

Oh mi Dios, Roth, tu… tú estás aquí realmente para sacarme del camino, ¿no es
asi? Si encuentras pruebas u otro demonio o los Guardianes descubren que soy yo,
estás aquí para pararme.

Sería mi trabajo hacer eso.

¿Estás hablando en serio? Me deslicé por el costado del elevador, poniendo


espacio entre nosotros. Mi estómago se revolvió. Después de lo que habíamos
compartido, después de que él me había reconfortado cuando admití mis miedos…

—Confié en ti. Jesús, todo sobre ti, sobre nosotros, no ha sido más que una
manipulación. ¿Entiendes eso? Estabas aquí la primera vez para encontrar a Paimon y
yo era sólo un medio para llegar a un fin entonces. Y ahora soy literalmente el medio y
el fin para ti. Otro maldito trabajo.

Él retrocedió.

Me moví en un círculo diminuto, empujando el cabello fuera de mi rostro, mis


pensamientos giraban y rebotaban de una desastrosa cosa a la otra.
¿Hay algo más que no sé qué quieras decirme?

Hubo una pausa e incluso mientras sacudía su cabeza, sabía que no era así.

Baje mis manos, mirándolo fijamente.

Estás mintiendo.

Tú no entiendes.

Eso fue todo. Perdí la razón. Quien sabe que fue exactamente lo que activó el
interruptor. El hecho de que Roth estaba técnicamente en la cima de los querían
matarme pudo haber tenido algo que ver con eso. Mi brazo se balanceó hacía atrás y
mi mano se quebró en su rostro. El golpe lo aturdió, pero no lo movió. Y él no tomó
represalias. Solo me miró. Silencioso. Lleno de más secretos. Ondeé de nuevo mi mano
y su mano se levantó rápida, atrapando mi brazo.

Detente.

Yo estaba más allá de poder escuchar.

Levantando mi pierna arriba, apunté mi rodilla hacia un punto vulnerable, pero


él me dio la vuelta antes de que pudiera hacer contacto. Cruzó mi brazo al frente y
luego me encerró en un abrazo.

¡Déjame ir! grité, tirando mi peso hacia atrás.

Roth se preparó.

Sí, no creo que quiera ser abofeteado de nuevo.

Tiré mis piernas arriba y luego balanceé el peso de la parte superior de mi


cuerpo hacia abajo.

Tomado con la guardia baja, el impulso nos lanzó adelante. Él cambió, tomando
la peor parte de la caída, pero rodó rápidamente, forzándo a mi estómago. Me empecé
a levantar, pero él estaba de repente sobre mí, toda la longitud de su cuerpo
empujándome debajo.

Detente él siseó en mi oído. No quiero lastimarte.


Mi corazón dio un vuelco—. Aún.

Roth cambió de posición de repente, rodándome sobre mi espalda. Antes de que


pudiera alzar mis brazos, él los capturó, fijándolos sobre mi cabeza. Levantando mis
caderas, traté de quitarlo de encima, pero eso terminó teniendo el efecto
completamente opuesto empujándolo más abajo sobre mí.

Sus ojos encontraron los míos y algo cambió en su mirada. Mi pecho se levantaba
y caía en respiraciones irregulares. Roth no lucía enojado mientras me sostenía y mis
emociones eran demasiado como una tormenta para captar cualquier cosa de él, pero
cuando su mirada cayó en mis labios, la sombra que se formó en su rostro lo hizo
lucir… hambriento.

A pesar del billón de razones por la que esto estaba mal, la familiar ola de
conocimiento creció entre nosotros, una conexión que nos ataba.

Por favor susurré.

Él estaba fuera de mí y al otro lado del ascensor en un parpadeo. Sus ojos


estaban brillando mientras se enderezaba.

Empujándome en mis pies y jadeando, golpeé el botón de emergencia de nuevo y


el elevador se puso en marcha. Él dio un paso hacia mí y sacudí mi cabeza.

Roth cerró sus manos—. Layla…

¿Signifiqué algo para ti? —Sabía que le había preguntado eso antes, pero
ahora… ahora significaba mucho más. Y cuando él no respondió de nuevo, asentí,
finalmente entendiéndolo. Aclaré mi garganta, pero dolió cuando hablé.

No te quiero cerca de mí.

Su mandibula se tensó—. Eso no es posible.

No me importa lo que pienses que es posible. Si te acercas a mi te lastimaré


le advertí. Y luego me golpeó. Bambi. De repente tenía sentido por qué él le había
ordenado a la serpiente permanecer conmigo. Después de todo, era como tener un
chip de GPS instalado en la forma de un tatuaje demoniaco—. Bambi, fuera.

Los ojos de Roth se abrieron ampliamente.


Layla, eso no es inteligente. No lo hagas. Bambi es una parte tanto tuya como
mía.

No quiero nada que sea parte de ti llamé a la serpiente de nuevo y se volcó
en el aire, formándose entre nosotros. Ve a él dije, con la voz gruesa y temblorosa.

Bambi ladeó su cabeza, estudiándome. Mientras el ascensor se detenía y la


puerta se abría, se volvió a Roth.

No dijo él. Layla, me necesitas. Necesitas…

Mantente alejado de mi salí del ascensor mientras extendía mi brazo,


arrancando la cadena de mi cuello. Arrojé el collar a sus pies. Solo mantente alejado
de mí.

La puerta del elevador se cerró para Roth y Bambi mientras me daba la vuelta y
corría fuera del pequeño vestíbulo, en la fría noche.

Zayna estaba esperando, reclinado contra el Impala. Se empujó lejos del carro
cuando me vio.

Whoa, ¿Estás bien?

Si bajé la velocidad, mirando por encima de mi hombro. Roth no me había


seguido fuera. Necesitamos irnos.

En lugar de preguntarme una docena de cosas, él abrió la puerta del pasajero


para mí y luego trotó a su lado. Pero en el momento en el que la puerta se cerró y el
motor rugió a la vida, el indulto se acabó.

¿Qué pasó?

Sacudí mi cabeza, no muy segura de por dónde empezar.

Necesito un minuto inclinándome hacia delante, presioné mis manos contra


mi cara.

Zayne estiró una mano, envolviéndola alrededor de mi rodilla mientras se dirigía


a la carretera.

Estoy aquí.
Asintiendo, cerré mis ojos. Esas fueran las únicas dos palabras habladas en el
viaje entero de vuelta al complejo. Lo que sea que Zayne sentía, sabía que no era el
momento de presionar. Y eso era buena porque no sabía que decir.

La mayoría del tiempo, estuve entumecida. O quizás alguna parte de mí ya había


aceptado la verdad, asimilado todo y se había amigado con la idea cuando empecé a
sumar dos más dos antes, pero la traición de Roth fue un corte profundo.

Él había sabido todo este tiempo, desde que había vuelto. Cada vez que había
hablado conmigo, me pudo haber dicho, especialmente cuando había ido a él la última
vez. Pudo haberme dicho. Pero ¿por qué lo haría? Había confiado en él. Tan estúpido
como era eso, había confiado en él y si él hubiera encontrado una prueba irrefutable
de que había sido responsable, hubiera sido fácil llegar a mí.

Dios, todas esas veces que había estado a solas con él. El día que había estado en
el fondo de los empalizados con él, en su departamento… me estremecí. Pudo haberse
“encargado” de mí en cualquiera de esas ocasiones. Y eso dolía porque, maldita sea,
era tiempo de honestidad. Aunque él me había rechazado como si fuera frenos
defectuosos y estaba Zayne y cada cosa maravillosa que sentía por él, aun así, en lo
profundo, anidada en una parte de mí que mantenía cerrada, me importaba Roth y
esos sentimientos estaban cosidos muy dentro de mí.

No había realmente nada que hacer excepto ir a rockear en alguna esquina. Está
bien. Había mucho que hacer. Como los principiantes, ¿qué es lo que sigue?

Otro estremecimiento me sacudió mientras curvaba mis dedos sobre el cabello


de mi cuero cabelludo.

¿Layla?

Ante el sonido de la voz de Zayne, levante mi cabeza y me di cuenta de que


estábamos en el garaje del complejo. El carro estaba apagado. No tenía idea de cuánto
tiempo habíamos estado aquí, pero el aire helado se había colado al interior.

Miré hacia él y estaba pálido, pero su mirada era estable.

Vamos adentro dijo él. Y hablaremos. ¿De acuerdo?


La casa estaba silenciosa mientras nos dirigíamos dentro, pasando a Morris en el
recibidor. Él estaba llevando unas macetas de flores de pascua a una de las salas de
estar. Escaleras arriba, Zayne cerró la puerta detrás de nosotros.

Me di la vuelta justo cuando él cruzaba la habitación y sus brazos rodearon mis


hombros. No dijo nada mientras me atraía contra su pecho. Por unos pocos pacíficos
momentos, me incliné hacía él, cerrando mis ojos. Cuando estaba con él, cuando me
sostenía de esta manera, me sentía como antes de que todo esto comenzara. Pero en
verdad no podía vivir en el pasado.

Retrocediendo, levante mi cabeza, preparándome a mí misma para decirle lo que


la arpía había dicho y lo que Roth había admitido. No tenía idea de a donde iríamos
desde aquí, pero todo había cambiado y tenía que lidiar con eso.

Sin embargo, no alcancé a hablar.

Zayne ahuecó mi rostro con ambas manos, alisando sus pulgares a lo largo de
mis pómulos. Mis ojos se cerraron de nuevo y su aliento danzó sobre mis labios, los
problemas se aligeraron, retrayéndose temporalmente al fondo. Besarlo no debería
estar en lo alto de la lista de prioridades, pero él estaba seguro conmigo, y necesitaba
que lo recordaran en este momento cuando me sentía como un monstruo.

Su boca cepilló sobre la mía en la manera más posible, y mis labios


inmediatamente se barrieron a los suyos. Un sonido profundo retumbó de él mientras
profundizaba el beso. Inhalé su sabor, gimiendo contra sus labios cuando ambos
profundizamos el beso aún más.

Un temblor pasó a través de las manos de Zayne y sus dedos se curvaron,


excavando en mis mejillas. La chispa de dolor abrió mis ojos de repente. Los suyos
eran amplios, sin ver y yo… yo lo sentí.

Se reunió en el foso de mi estómago, como una apretada bola de energía. Atrapé


su muñeca, esperando romper su agarre antes de que fuera demasiado tarde.

Pero ya era demasiado tarde.

Pude sentir la esencia de Zayne, su pureza, y sabía como a menta. El temblor en


sus manos su expandió a su cuerpo. Pánico se enterró en mí con sus desagradables
garras. Luché contra su violento agarre, pero él estaba atrapado.

Y yo estaba tomando su alma.


Traducido por otravaga(SOS), Jessy(SOS) y verooonoel
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

L
a pureza del alma de Zayne, el poder en ella, golpeó cada célula de mi
cuerpo y el demonio dentro de mí la absorbió como una flor sedienta de
agua y luz solar.

El horror se apoderó de mí cuando sus pupilas se dilataron hasta que sólo quedó
una delgada parte de azul. Yo estaba tomando su alma… tomando a Zayne. Su cuerpo
temblaba mientras sus manos, sus garras, se clavaban en mis mejillas. El ardiente
dolor me atravesó cuando un húmedo y cálido líquido se derramó por mi rostro. Tenía
que detener esto. En un acto de desesperación, golpeé mi rodilla en su estómago.

Él se liberó, tambaleándose hacia atrás. Un cadavérico tono de blanco


reemplazaba su tez dorada. Sus labios se separaron.

—Zayne... —Me estiré hacia él, pero cayó antes de que pudiera evitarlo.

Su cuerpo se estrelló en el suelo con un fuerte golpetazo y no se movió. Ni


siquiera una sacudida. El terror inundó mis sentidos, borrando el dolor. Esto no podía
estar pasando. No había manera. No tenía sentido. Nos habíamos besado antes y yo no
me había alimentado, pero esta vez, oh Dios, esta vez no había habido ninguna
vacilación. En el momento en que sus labios habían tocado los míos, yo había hecho lo
impensable. No estuve pegada a él por mucho tiempo, pero el daño... el daño había
sido hecho.

Y parte de su alma se arremolinaba dentro de mí, una brillante bola de luz y


calor que era casi demasiado hermosa para comprender.

Nunca me sentí más fea, más monstruosa, de lo que lo hacía en ese momento.
Cayendo de rodillas al lado de su cuerpo postrado, puse mis manos en su pecho.
No podía sentir ningún movimiento mientras agarraba sus hombros.

—¡Zayne! ¡Vamos, Zayne! No. Oh Dios, no. —Su cabeza cayó hacia un lado
cuando lo sacudí—. ¡Zayne!

No hubo respuesta. Nada.

Presa del pánico, me puse de pie de un salto y corrí a la puerta de mi dormitorio.


Abriéndola de un tiro, ni siquiera estaba segura de lo que gritaba, pero grité algo que
fue respondido por el golpeteo de pies. En cuestión de segundos, los Guardianes
alcanzaron la parte superior de la escalera.

Los ojos de Dez se ensancharon.

—¡Jesús, Layla, tu rostro!

Eso no era importante. Me di la vuelta, en dirección a mi dormitorio.

—¡Por favor! Tienes que ayudarlo. ¡Por favor!

Dez me siguió a una velocidad vertiginosa. Cuando vio a Zayne en el suelo, se


puso blanco como un fantasma.

—¿Qué pasó, Layla?

Caí al lado de Zayne cuando Nicolai y algunos otros Guardianes llenaron la


habitación. Deslizando las manos bajo su cabeza, parpadeé a través de la bruma de las
lágrimas.

—No sé cómo sucedió. Él me besó, pero…

—Oh Dios —susurró Dez, colocando su mano sobre el pecho de Zayne. Bajó la
oreja sobre sus labios entreabiertos—. Vamos, hombre, vamos.

Todo mi cuerpo se estremecía mientras las lágrimas corrían, escociendo cuando


hacían contacto con las heridas en mis mejillas.

—Por favor. Tienes que ayudarlo. Por favor. —Miré hacia arriba, mi mirada
borrosa moviéndose sobre los rostros de los Guardianes. Danika estaba en la puerta,
con las manos colocadas contra su boca, con los ojos llenos de horror—. Por favor…
Y entonces Abbot estaba allí, abriéndose paso entre los Guardianes. Se detuvo en
seco, su boca abierta. Se tambaleó un paso, su gran mano volando a su pecho.

—¿Hijo?

No hubo respuesta de Zayne, y un sollozo irregular surgió de las profundidades


de mi alma. Mi corazón se rompió completamente.

—No entiendo…

Abbot levantó su mirada hacia mí.

—Tú... ¿tú hiciste esto?

Curvé mis manos alrededor de las de Zayne, con los hombros temblando.

—No se suponía que esto pasara. Él me besó…

Salió disparado hacia adelante tan rápido que ni siquiera lo vi moverse o sentí el
golpe hasta que me estrellé a través de la casa de muñecas. La madera se astilló y se
rompió cuando golpeé el suelo.

—¡Abbot! —gritó Dez, lanzándose hacia adelante. Cuando se movió para


interponerse entre nosotros, Abbot lo golpeó en el pecho con un amplio movimiento
de su brazo, estrellándolo en la pared.

—Quédate fuera de mi camino —advirtió Abbot mientras caminaba hacia


adelante—. Geoff. Ya sabes qué hacer.

Trastabillando me puse de pie, el dolor disparándose a través de mis sentidos


mientras Geoff salía a toda velocidad de la habitación.

—Fue… un accidente.

—Ese es mi hijo… ¡mi único hijo! —rugió Abbot, sacudiendo las fotos en la
pared—. ¡Te traje a mi casa, te protegí y así es como me pagas!

Retrocediendo, levanté mis manos, como si eso pudiera mantenerlo a raya.

—Lo siento. No se suponía que esto pasara…

La furia se extendió como la sangre en su rostro.


—Elijah tenía razón. Debería haber dejado que él te sacrificara en el momento en
que te encontramos.

Las palabras ardieron, pero no tuve tiempo de sentir plenamente sus efectos.
Abbot se estiró hacia mí y cuando me tambaleé hacia un lado, el demonio dentro de mí
empujó con fuerza contra mi piel y hueso. Como la noche del ataque de Paimon, no
hubo vacilación. El cambio que me invadió era demasiado poderoso para luchar.

—¡Detente! —chilló Danika—. ¡Por favor! Ella nunca le haría daño a Zayne, no a
propósito.

Sus protestas cayeron en oídos sordos a medida que Abbot avanzaba hacia mí.

El instinto surtió efecto. Si me quedaba en esta habitación, estaría muerta. Había


asesinato en la mirada de Abbot y el demonio dentro de mí quería vivir. Quería luchar,
arrasar la habitación llena de Guardianes, pero también sabía que estaba en
inferioridad numérica.

La parte de atrás de mi camiseta se desgarró cuando mis alas se extendieron


detrás de mí. Los colmillos perforaron mis encías y mis manos se alargaron en garras.
Alguien en la habitación maldijo cuando me agaché, lanzándome del suelo. Apenas
escapé del alcance de Abbot cuando aterricé al otro lado de él.

Le concedí un rápido vistazo a Zayne. Nicolai estaba a su lado y creí —eso


esperaba— ver su pecho elevarse en una respiración poco profunda, pero no había
tiempo. La puerta nunca antes había parecido tan lejos, tan fuera de alcance. Mis
dedos rasparon por la puerta justo cuando mis piernas salieron de debajo de mí. No
hubo ni siquiera un segundo para prepararme. Caí con fuerza, mi cabeza golpeando la
jamba de la puerta. Negras explosiones oscurecieron mi visión mientras yacía allí
aturdida.

Maddox estaba sobre mí, volteándome, y parpadeé lentamente. Todo lo que vi


eran alas del color del cielo antes de una tormenta cuando él se cernió sobre mí. Dos
manos fuertemente agarradas perforaron el suelo a cada lado de mi cabeza. Echó la
cabeza hacia atrás, los músculos tensándose y estallando fuera de su cuello cuando
golpeé mis rodillas en su sección media, tirándolo hacia atrás.

Salté. Una húmeda calidez corrió por mi rostro. Todo giraba mientras corría por
el dormitorio, extendiendo la mano y cerrando de golpe la puerta detrás de mí. Cada
paso se sentía como un clavo impulsado por mi cabeza. El dolor me consumía pero el
instinto me llevó a pasarlo por alto.
Saltando por encima de la barandilla, me propulsé a mí misma en el aire. Mis alas
se desplegaron, disminuyendo el descenso. Aterricé con estrépito en el vestíbulo, mis
pies abollando los pisos de madera. A mi izquierda un Guardián bloqueaba la puerta
de la sala de estar, donde los suaves llantos de los niños pequeños podían ser oídos.

Corrí hacia la puerta y justo cuando la alcanzaba, Geoff salió disparado hacia
adelante. Me di la vuelta, dispuesta a defenderme. Su mano se movió rápidamente y
un pequeño frasco de vidrio voló de su mano. Levanté mis brazos, pero ya era
demasiado tarde. El frasco explotó contra mi pecho en una llovizna de vidrio y una
sustancia de color blanco lechoso manó. El líquido inmediatamente empapó mi
camiseta rota y mis pantalones vaqueros, filtrándose a través de los poros de mi piel.

Confundida, levanté la cabeza. Geoff permanecía de pie a unos metros de mí,


respirando con dificultad. En la parte superior de las escaleras, Abbot apareció. No
tenía idea de qué demonios acababa de lanzar Geoff sobre mí, pero no tenía tiempo
para quedarme alrededor y hacer preguntas.

Dando la vuelta, llegué a la puerta, lista para darles una oportunidad a mis alas y
emprendí el vuelo, pero cuando mi mano quedó a la vista, me congelé cuando el tono
de piel color mármol fue rápidamente remplazado por carne más clara y rosada.

Mi corazón dio un vuelco mientras mis manos se contraían de vuelta a lo normal,


de tamaño inefectivo. Las garras habían desaparecido. Los colmillos se retrajeron y
mis alas se plegaron en sí mismas. Girando de nuevo hacia Geoff en creciente horror,
intenté caminar, pero mi cerebro no se estaba comunicando con el resto de mi cuerpo.

—¿Sanguinaria? —susurré, ahora reconociendo la sustancia.

Pensé, y tal vez era mi imaginación, pero me pareció ver el remordimiento


destellar por su rostro. Y luego no había nada cuando mis piernas cedieron debajo de
mí. Estaba fuera antes de golpear el suelo.

Cuando abrí los ojos de nuevo, estaba sorprendida de descubrir que todavía
estaba viva. O tal vez no lo estaba. Estaba rodeada de oscuridad. ¿Se había ido mi
visión? Pero cuando mis sentidos se activaron, mi visión se ajustó a las sombras.

Lo primero que vi fueron barras.


Di una respiración inestable cuando mi ritmo cardiaco se levantó. Mi estómago
se encogió cuando mi boca seca intentó respirar profundamente. Un olor a humedad
era pesado en el aire, así como el olor acre del vómito. Debajo de mi cuerpo estaba una
fría pieza de tabla rígida.

Sabía dónde estaba.

Abajo en el recinto, estaba en una de las jaulas utilizadas para atrapar demonios.
Ni siquiera había sabido si había estado en uso antes. Los demonios en verdad nunca
se acercaban demasiado al recinto para terminar aquí, pero las barras serían
imposibles de romper. No es que pudiera intentarlo. No podía moverme. La
sanguinaria seguía maltratando mi sistema.

Un espasmo doloroso y tenso rodó a través de mis músculos, haciéndome


contener la respiración. Jadeé a través de ello mientras yacía ahí. Hubo un sonido de
constante goteo desde algún lugar detrás de mí. El único sonido que me hizo saber que
no estaba en algún tipo de agujero negro.

Mientras miraba hacia la oscuridad, vi el pálido rostro de Zayne y ojos dilatados


y escuché la dura acusación de Abbot. ¿Había visto realmente el pecho de Zayne
moverse antes de dejar la habitación? ¿Estaba bien? El fatídico beso y sus secuelas se
reproducían una y otra vez en mi cabeza. No entendía. Nos habíamos besado, un
montón, antes y él había estado bien. ¿Qué había cambiado?

No había respuestas en la oscuridad que me rodeaba y me dolía el corazón. Cada


vez que pensaba su nombre, se entreabría y supuraba en una fea herida. Si lo había
herido, si había cambiado quien era, nunca me lo perdonaría. Y ninguna cantidad de
castigo, nada que Abbot o los otros Guardianes planearan, sería verdaderamente
apropiado.

La dolencia por alimentarme de Zayne se asentó. Cuando pasó por mi sistema,


dejando atrás los escalofríos, cerré fuertemente los ojos y me negué a ver la parte de
él que robé.

¿Él estaba bien?

No entendía porque el alma me había enfermado ahora cuando no lo había


hecho antes. Habían muchas preguntas, y nuevamente, sin respuesta.

Después de un rato, el dolor en mis mejillas y costados se convirtió en un


palpitar constante. La sanguinaria me impedía cambiar y también tenía que afectar el
ciclo de curación natural de mi cuerpo. La parte de atrás de mi garganta ardía. Agua.
Me obsesioné con ella, obsesionada sobre cómo se sentiría deslizándose por mi
garganta.

Finalmente podía hablar más que un susurro y grité. Y seguí gritando hasta que
mi voz se cedió.

Nadie vino.

Más tiempo pasó. Horas. ¿Días quizás? Con el tiempo pude mover los pies y luego
los brazos. Casi podía sentarme si golpear los barrotes de la jaula.

Y seguía sin venir nadie.

Minúsculos chillidos, justo con el roce de garras afiladas contra el cemento, se


unieron al sonido de agua goteando. Ratas. Se acercaron, con sus ojos brillando en la
oscuridad. Me acurruqué en el fondo de la jaula, presionándome en mi misma.

¿Se habían olvidado de mí o me había dejado aquí abajo a morir de sed y


hambre? Las profundidades de mis ojos ardían. No quería morir en la jaula. No quería
morir en lo absoluto. No era el demonio en mí temiendo eso. Era yo. Quería vivir.

Pero pasó más tiempo y no podía sentir los dedos de mis pies. Estaba tan helado
aquí abajo y las ratas se acercaban, husmeando alrededor de las barras, buscando una
manera de entrar.

Había perdido la noción del tiempo cuando una pequeña luz estalló a la vida en
algún lugar más allá de la jaula, enviando a las ratas correteando de vuelta a las
espesas sombras cubriendo las paredes resbaladizas. Con los músculos acalambrados
y débiles, me obligué a dar la vuelta.

Más luz inundó a la habitación, cegando mis ojos demasiado sensibles. Se oyó el
ruido de unos pesados pasos aproximándose a la jaula y finalmente la luz retrocedió.
Podía ver.

El Guardián en frente de mí era joven, solo un año o dos mayor que yo,
obviamente uno de los nuevos reclutas, directamente desde la casa donde los
Guardianes apareados vivían con sus hijos. Pero eso no fue lo que capto mi extasiada
atención. No fue ni siquiera el cristal opaco que llevaba en la mano que probablemente
estaba lleno de la muy deseada agua.

Fue lo que vi antes de que pudiera distinguir los rasgos del Guardián.
Vi el brillo traslucido perlado a su alrededor, su alma.

—Veo tú alma —susurré con voz débil.

Esas palabras se perdieron en el Guardián mientras se arrodillaba en frente de la


jaula. Echó un vistazo sobre su hombro y vi el aura del otro Guardián. Cuando se
desvaneció, reconocí a Maddox.

—¿Estás seguro que está bien abrir la jaula? —preguntó el Guardián más joven.

Maddox se detuvo junto a una jaula vacía, cruzando los brazos

—Está bien. No va a hacer nada.

Mi mirada se movió hacia el Guardián más nuevo. Una mirada de duda cruzó sus
rasgos cuando extendió la mano hacia la cerradura, lo cual era innecesario. A penas
podía mantener mi cabeza levantada.

—¿Se supone que ella se vea así? —preguntó él.

¿Me veía tan mal? Pero luego mi mirada cayó hacia mi brazo. Con la luz, era la
primera vez que me podía ver. A través de la camisa rota, mi piel estaba moteada de
color gris, negro y rosado. Mis ojos se ampliaron. ¿Qué mierda?

Intenté hablar otra vez, pero las palabras solo arañaron mi garganta seca.

—Ella es una muta… parte demonio y parte Guardián —explicó Maddox cuando
se acercó, arrodillándose al lado del otro Guardián—. La sanguinaria está evitando
que cambie plenamente a cualquiera de las dos formas. Dale la bebida, Donn.

La puerta de la jaula se abrió y Donn extendió un brazo adentro. Me tomó mucho


esfuerzo alcanzar el vaso, pero la sed era una gran motivadora. El vaso se sacudió
cuando le levanté hacia mis labios y bebí con avidez. En el momento en el que el
líquido se derramó por mi garganta, me eché hacia atrás, dejando caer el vaso. El agua
se desparramo por la jaula, filtrándose en partes, ensuciando jeans y luego a través de
mi piel.

Maddox suspiró.

—La bebida no es venenosa. Solo es sanguinaria mezclada con el agua. No


podemos dejar que cambies.

Mi cabeza golpeó la incredulidad.


—¿Por… por qué?

—Tenemos que moverte de aquí, al almacén —explicó Maddox, y mi corazón


tartamudeó débilmente en mi pecho. Sabía para lo que esos almacenes se utilizaban—.
Y queremos el menor disturbio posible.

Quería señalar que no iba a atacarlos a menos que no me dieran otra opción,
pero la habitación comenzó a nadar de nuevo. Antes de escabullirme, me obligué a
pronunciar su nombre.

—¿Za… Zayne?

El rostro de Maddox se hizo borroso mientras negaba con la cabeza, y mi


corazón se quebró de nuevo. Esta vez, le di la bienvenida a la nada.

No tenía idea de cuánto tiempo estuve desmayada este tiempo, pero cuando
volví en mí, ya no estaba en el recinto. El poco de alivio que sentí fue sofocado cuando
recordé lo que Maddox había dicho y me di cuenta de dónde estaba.

Era uno de los lugares en la ciudad donde los Guardianes traían a los demonios
para los interrogatorios. El miedo corrió por mi piel, apoderándose de mis entrañas.
Oh, esto era malo…

Una parte de mí no estaba sorprendida de que me hubieran traído a este


almacén. No querrían ocuparse de su… trabajo sucio en sus propias instalaciones. ¿Por
qué querrían ese tipo de recordatorio?

Había una cadena alrededor de mi cuello que se conectaba a una que aseguraba
mis muñecas detrás de mi espalda. No era cualquier cadena, sino de hierro. Ningún
demonio, ni siquiera uno del Nivel Superior, escaparía de estas cadenas.

Estaba tendida sobre mi lado. La habitación en la que me encontraba estaba


vacía a excepción de una alta mesa plegable. Desde mi posición, no podía decir si había
alguien allí. Sabiendo lo que sucedía en este lugar, mi estómago se hundió ante la
perspectiva de todos los instrumentos horribles de tortura que podría haber allí.
Mis pensamientos eran desarticulados y no estaba segura si era debido a la
sanguinaria o la falta de comida y las lesiones que podía decir aún no habían
comenzado a sanar. Cada respiración que tomaba dolía y, mientras mi cabeza
comenzaba a despejarse un poco, recordé la forma en la que Maddox había sacudido
su cabeza cuando pregunté por Zayne. Mi peor miedo me inundó, amenazando con
abrumarme. Un sollozo se abrió camino hacia arriba, derramándose en el aire.

—Estás despierta.

Forcé mi cabeza hacia atrás y vi botas y piernas vestidas de cuero. Y luego había
manos en mis hombros, sentándome para así estar apoyada contra la pared.

Mi cabeza estaba difusa, como si todo pensamiento estuviera cubierto en lana, y


mi lengua se sentía pesada mientras trataba de hablar.

—Qué… ¿Zayne…?

El Guardián caminó, entrando en mi línea de visión. Luego de que el brillo


nacarado desapareció, vi que era Maddox. No vi ningún otro Guardián. Se acercó a la
mesa.

—Haré un trato contigo, Layla. Una respuesta por una respuesta.

Descansé mi cabeza contra la pared. La posición era incómoda, con mis brazos
asegurados de la manera en que estaban, pero era el más pequeño de mis dolores.

Recogió algo de la mesa y una luz fue reflejada en una manera que causó que las
náuseas se arrastraran por mi garganta. Cuando se volvió hacia mí, vi que sostenía una
daga de hierro en sus manos.

Oh mierda.

—Dime dónde está Tomas, Layla.

¿Esa pregunta? De todas las preguntas, ¿tenía que ser esa? El sudor salpicó mi
frente. Si respondía la pregunta honestamente, entonces me implicaba y como si
necesitara eso justo ahora, pero necesitaba saber sobre Zayne.

Maddox se arrodilló junto a mis piernas, las que estaban enroscadas en una
manera extraña.

—Dime lo que le sucedió y te diré sobre Zayne.


Era loco y solo serviría para empeorar mi situación, pero no tenía otra opción.

—Tomas… no está aquí.

Su mandíbula se tensó.

—¿Está muerto?

Tragué saliva, mis ojos cerrándose en concentración.

—La noche… todos ustedes vinieron… me arrinconó en un… callejón. Traté de


decirle… yo no era una amenaza, pero no me quiso… escuchar.

—¿Qué sucedió? —Su voz era dura.

Mi pecho se levantó en una respiración entrecortada.

—Me apuñaló… y Bambi, el tatuaje, lo atacó.

Respiró agudamente.

—¿Ella no está en ti ahora?

—No. —Mis ojos se abrieron en ranuras delgadas—. Bambi lo comió… me estaba


protegiendo.

—¿Lo comió? —El disgusto en su voz era como agua turbia en mi piel—. ¿Así
murió?

Sintiéndome un poco más estable, asentí.

—¿Qué hay… sobre Zayne?

Maddox no respondió por un largo momento, y bajé mi barbilla. Se encontró con


mi mirada.

—Nunca más lo verás.

Mi mundo se hizo pedazos. Arrastré una respiración, pero no fue a ningún lado.

—No.
No dijo nada mientras se levantaba con el sonido de la puerta abriéndose. Las
lágrimas frescas se hincharon en mis ojos y cayeron. No volver a verlo nunca más
podía significar solo una cosa. No solo había tomado parte del alma de Zayne.

Lo había matado.

El dolor que me atravesó era más grande que cualquier cosa que jamás había
sentido.

—Layla.

Al sonido de la voz de Abbot, quería acurrucarme más en mí misma.

—Lo si… siento. Nunca quise que esto… le sucediera a él.

Hubo silenció y sentí que se acercó más. A través de la bruma de lágrimas me di


cuenta que no estaba solo. Casi todo el clan estaba con él. Mi vista se sentía poco firme
de nuevo, pero parecía como si Nicolai me mirara con horror, pálido y agitado.

—Abbot —dijo Nicolai, sacudiendo su cabeza mientras se alejaba—. Esto está


muy mal.

Los miró por encima de su hombro mientras Maddox se movía a mi otro lado.

—Sabes que hay que hacerlo. Lo que sospechábamos es cierto. No hay ningún
Lilin. Solo está Layla.

No dije nada porque era la verdad. No había ningún Lilin. Había sido yo. ¿Cómo?
No estaba muy segura, pero la evidencia apuntaba hacia mí. Incluso Roth lo sabía. El
único que no lo había sabido era Zayne, y mira a donde lo llevó. Mi cuerpo se sacudió
mientras otro sollozo se sacudía a través de mí. Necesitaba controlarme.

—Deberíamos haber intervenido antes de que atacara a mi hijo —continuó


Abbot, volviéndose hacia mí—. Es un milagro que esté vivo.

Dejé de respirar.

—No tenemos ninguna evidencia concreta —argumentó Nicolai mientras Donn


fruncía el ceño—. Solo sospechas. Ella es…

—No es una niña —dijo Donn, sus ojos azules brillando.

No me importaba nada de eso. Si Zayne estaba vivo, ¿por qué estaba aquí?
—¿Está… bien?

Abbot se volvió hacia mí. Con su cabello suelto alrededor de su rostro, se parecía
tanto a Zayne que dolía verlo.

—Mi hijo vive.

—¿Y… co… cómo está?

Compasión cruzó por el rostro de Nicolai mientras se movía hacia adelante en


esta ocasión.

—Es el mismo. Y ha estado…

—Suficiente —espetó Abbot.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Zayne estaba realmente bien? Quería
verlo, verlo por mí misma.

—¿Puedo… puedo ir a casa?

Una emoción entusiasta brilló en los ojos de Abbot y luego miró hacia otro lado,
negando con la cabeza ligeramente.

—Esto ya no puede continuar. A causa de mí, han sucedido demasiadas cosas.


Demasiadas vidas están ahora en mis manos y algunas se me han deslizado.

—Abbot, debo protestar a esto —alegó Nicolai, y esas palabras estimularon una
discusión que ni siquiera estaba siguiendo.

Zayne estaba vivo y por la mayoría de las cuentas, sonaba bien. Eso era todo lo
que importaba. Todo tendría que resolverse ahora. Estaba vivo y…

El dolor explotó en mi estómago, un dolor profundo y desgarrador que se


levantó, capturando mi aliento y causando que mi cuerpo se pusiera rígido. No
entendía qué había pasado o por qué Nicolai y Dez estaban gritando. O incluso por qué
Abbot lucía horrorizado mientras me miraba.

—Ahí —dijo Maddox, y tiró de su brazo hacia atrás. Mi cuerpo se movió con él,
de una manera que no era normal—. Está hecho y terminado. Todo.
Un fuego arrasó mi cuerpo mientras miraba hacia abajo. ¿Por qué había aceite en
mi estómago? No, no era aceite. Era sangre. Mucha sangre. Mientras Maddox se
alejaba, la punta de su daga estaba cubierta de sangre.

Mierda.

¡El bastardo me había apuñalado!

Traté de tirar mis brazos hacia adelante para cubrir la herida, olvidando que
estaban asegurados. Esto era más malo que malo. Era una daga de hierro, mortal para
los demonios. A pesar de que solo fuera en parte demonio, esto no era…

Abrí mi boca y todo lo que pude saborear fue sangre.

—¿Por qué? —la pregunta se filtró, y ni siquiera estaba segura por qué había
preguntado. Sabía la respuesta. Maddox solo había hecho lo que se suponía tenía que
hacer, lo que Roth también había recibido la orden de hacer: detener lo que estaba
tomando las almas de personas inocentes, garantizando que los Alfas no
intervendrían. Pero la pregunta vino de nuevo—. ¿Por qué?

Luego reinó el caos.

La ventana fue destrozada y allí estaba Roth de pie justo dentro de la habitación,
los rayos plateados de la luna en su espalda formando un aura propia. Dejó escapar un
aullido de rabia.

Y luego otro.

La pared del almacén tembló y una segunda ventana voló. Los pedazos de vidrio
se astillaron en todas direcciones. Y luego Roth no estaba solo. Cayman aterrizó en
cuclillas, luciendo sorprendentemente humano a excepción de sus ojos. Brillaban
como joyas de topacio y las pupilas estaban estiradas verticalmente.

Y Dez estaba de pie al lado de Cayman. ¿Qué estaba haciendo con ellos?

Los Guardianes inmediatamente cambiaron, despojándose de sus fachadas


humanas mientras sus alas se desplegaban y su piel se volvía de un granito profundo.

Abbot gruñó mientras se giraba hacia Dez.

—¿Qué has hecho?


—No podía dejar que esto sucediera —dijo, cambiándose a su vez. Los cuernos
sobresalían de sus rulos castaños—. Esto está mal.

Maddox agarró el cuchillo.

—Demasiado tarde.

Miré hacia abajo donde el calor húmedo se estaba desparramando rápidamente.


Ah, diablos, esto era tan, tan mierda.

—Voy a disfrutar matarlos a todos. —Una ráfaga de aire cálido se disparó de


Roth y voló a través del almacén, fijando a Abbot contra la pared.

Varios de los Guardianas se movieron, protegiendo al líder del clan. Usando la


distracción, convoqué cada gramo de energía que tenía en mí y obligué a los músculos
de mis piernas a trabajar. Me empujé sobre mis pies.

Donn me agarró, pero me hundí bajo su brazo, ignorando el dolor que


atravesaba mi estómago y se hundía en mis sienes. Tomando una respiración
profunda que dolió, me preparé para lo que probablemente resultaría ser un azote en
el culo de proporciones épicas, pero todo había parecido congelarse. Incluso Abbot
parecía clavado en el punto en el que estaba de pie.

Roth estaba de pie en su verdadera forma ahora, sus piernas abiertas y los
hombros hacia atrás. Me había olvidado como lucía cuando cambiaba. Feroz.
Aterrador como el infierno. Su piel era brillante como la obsidiana y sus alas llegaban
más lejos que las de cualquier Guardián, formando un gracioso arco en el aire. Su lisa
cabeza fue empujada hacia atrás, los dedos se alargaron en garras.

Una vez más me llamó la atención las similitudes entre los demonios y los
Guardianes. La única diferencia era la coloración y la falta de cuernos en la cabeza de
un demonio.

Roth sonrió de una manera que nunca lo había visto sonreír. Malicia y cólera
justa salieron de él en ondas. Un ángel vengador me vino a la mente, uno que estaba
listo para hacer una pateada de culos importante.

Dio un paso hacia adelante, sus ojos comenzando a brillar de color naranja.

—Prepárense, estoy a punto de hacer llover un poco de azufre y fuego en sus


culos.
Y lo hizo.

Un olor a azufre se vertió en el almacén, y luego las bolas de luz naranja


rodeando las manos de Roth se dispararon, estrellando contra el Guardián más
cercano a él. El Guardián ardió en llamas, gritando mientras trataba de detener el
fuego. En cuestión de segundos, lo envolvió. Se tambaleó hacia atrás contra el almacén.
El fuego se propagó.

Cayman interceptó dos Guardianes mientras Roth disparaba, golpeando su puño


directo a través del pecho de otro Guardián, sacando lo que se parecía mucho a un
corazón. Encogiéndome, vi que tiraba el órgano y se giraba hacia el siguiente,
capturando al Guardián con un golpe brutal en la garganta.

Roth era un tipo duro, un… tipo duro aterrador.

Un viento feroz se levantó, extendiendo las llamas mientras un fuerte crujido


sacudía el almacén. El techo resonó con dureza y tembló, luego se desprendió como si
alguien hubiera abierto una lata de sardinas. Montones de roca chamuscada
acribillaron a dos de los Guardianes, sacándolos de juego.

Dios mío, ¿esto era todo Roth?

Roth estaba cortando un camino despejado hacia mí. Intentando eso, no vio al
Guardián que venía detrás de él. Me tiré hacia adelante, mis tiernas temblando.

—¡Roth!

Se volvió mientras Donn giraba hacia mí. Estiró su brazo, agarrándome del cuello
antes de lanzarme a varios metros. Golpeé el suelo con un gruñido y levanté mi
cabeza. El fuego estaba escalando las paredes a centímetros de mi rostro. Me tiré hacia
atrás, empujando contra el suelo con mis pies descalzos.

Unas manos me agarraron de repente por los hombros, arrastrándome a mis


pies.

—Te tengo —dijo Dez. Mientras me daba vuelta, vi a Donn acostado boca abajo.
Dez rompió las cadenas, liberando el collar alrededor de mi cuello y muñecas.

Un Guardián dejó escapar un estridente grito mientras me encontraba con la


mirada de Dez.

—Gra… gracias.
Asintió con la cabeza.

—No puedes volver al recinto. ¿Entiendes?

Pensé que eso era bastante evidente.

—Ee… Estarás en tantos problemas. Jasmine y los gemelos…

—No te preocupes por nosotros. —Los ojos de Dez se estrecharon y se lanzaron


al aire, aterrizando junto a Nicolai. Juntos derrotaron a los otros Guardianes.

Roth se estaba dirigiendo directamente hacia mí, pero había un Guardián entre
nosotros.

Abbot se dejó caer en cuclillas, y Roth se alzó, sus alas extendiéndose. No sé qué
fue lo que me provocó, qué me empujó, pero la última gota de energía explotó en mí.

Me lancé frente a Abbot, interponiéndome entre él y Roth. Con el pecho agitado y


el rostro cubierto de ceniza, levanté una mano temblorosa.

—No.

Roth aterrizó a no más de unos pocos centímetros frente a mí, el borde de su


afilada ala evitándola por poco.

El aire se agitaba detrás de mí. Abbot se estaba levantando, su expresión


reflejando la misma de Roth. Mis ojos se encontraron con los suyos por un instante, e
incluso rodeada de calor y fuego, mis entrañas es enfriaron. Sabía por qué había
intervenido, muy probablemente salvando la vida de Abbot. En su furia, Roth lo habría
matado, pero Abbot me había criado y eso… eso significaba algo para mí.

Incluso si no significaba nada para Abbot.

Ignorando el dolor en mi pecho, tambaleé dando un paso hacia atrás, chocando


con Roth. Su brazo rodeó mi cintura, estabilizándome.

—Has sido tocado por la mano de Dios —le escupió Roth a Abbot mientras su
brazo se apretaba a mi alrededor—. No volverá a suceder.

Los poderosos músculos en sus piernas nos empujaron a ambos al aire. Volamos
muy alto, tan alto que cuando mi mirada fue hacia abajo, no quedaba nada del almacén
a excepción de chispas y llamas.
Traducido por Jenn Cassie Grey
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

L
as cosas realmente pararon de rastrear una vez que estuvimos en el aire,
dejando el almacén detrás. Yo me estaba encendiendo y apagando como
una mala bombilla.

Roth aterrizó en algún punto sobre una azotea, seguido rápidamente por
Cayman.

—No podemos ir a Palisades —dijo el regente infernal. Sobre sus hombros, la


ciudad parpadeaba como un millón de estrellas—.Obviamente ellos saben dónde
vives.

—Sí, voy a tener que estar de acuerdo con eso. —Los ojos color ámbar se
trabaron en los míos durante una eternidad. —Necesito que esperen ahí por mí. ¿De
acuerdo, pequeña? Voy a arreglarte.

—Veo… almas de nuevo —anuncié, porque por alguna razón parecía importante
señalar eso.

La sonrisa de Roth era débil y completamente equivocada.

—¿Lo haces? Es bueno escuchar eso, cariño. Muy bueno. Vamos a ponerte
cómoda en un momento. Solo espera.

Era vagamente consciente del viento azotando sobre mí una vez más. Esta vez no
se sintió como segundos el llegar a donde sea que estuviéramos yendo. Fue una
eternidad y entonces dos años después aterrizamos y de pronto estábamos dentro de
una casa calentita. Quería preguntar dónde estábamos, pero mi lengua estaba floja.
El corazón de Roth estaba latiendo fuerte mientras cruzaba una habitación
ligeramente iluminada y me recostaba sobre una cama que olía a lilas. Tan pronto
como se enderezó, una sombra se movió fuera de su brazo y hacia la cama, puntos
formándose juntos.

Bambi se deslizó sobre la cama hasta que alcanzó mi cadera. Alzó su cabeza,
descansándola en mi muslo. Algo de ternura empujó en mi corazón cuando su lengua
dividida salió, su forma de decir hola.

—Abre tus ojos Layla.

Pensé que lo estaba. Parpadeé para abrirlos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Roth, deslizando una mano sobre mi frente


húmeda.

Hice un balance sobre cómo me sentía—. No estoy… demasiado herida.

Sus facciones se tensaron como si le hubieran dado un golpe.

—Eso es bueno. —Echándose hacia atrás, miró sobre su hombro—. ¿Cayman?

El otro demonio dio un paso hacia adelante, acomodando mis brazos a mis lados.
El humor que usualmente danzaba en sus ojos estaba ausente.

—Sanguinaria —dijo, pasando su dedo sobre mis manos—. Aún está en su


sistema y es la razón por la que está atrapada. No será capaz de hacer cualquier
cambió hasta que esté completamente fuera.

¿Cómo lo había sabido?

Cayman debió de haber leído la pregunta en mi mirada.

—He estado alrededor de esto por largo tiempo, dulzura, y simplemente he visto
de todo.

Iba a tener que tomar su palabra sobre eso.

Los dedos de Roth se deslizaron sobre mis mejillas.

—Esas son marcas de garras. Cayman, son marcas de garras.

—Lo sé, amigo, pero no es la cosa más importante justo ahora. —Alzó el
dobladillo de mi camiseta—. Esto… esto es problemático.
Un siseo salió de Roth—. Hierro.

—Sí —presionó con sus manos y apenas lo sentí.

Tomé una respiración superficial—. Creo… creo que me estoy muriendo.

—No —dijo Roth fieramente, como si sus solas palabras pudieran prevenir lo
inevitable—. No te estás muriendo.

—Ella está en mal estado —dijo Cayman. —La sanguinaria ha estado en su


sistema por un rato.

Colocando su mano alrededor de la mía, Roth se arrastró más cerca de mí.


Mientras hablaba con Cayman, no alejó su mirada de la mía, y eso fue bueno, porque
de alguna forma me anclaba ahí.

—No había sido capaz de ponerme en contacto con ella por tres días. Pensé que
me estaba evitando de nuevo. —Se veía afligido—. Le mandé mensajes, la llamé pero…

Quería decirle que no había manera en la que lo hubiera sabido, pero fue
Cayman quien dijo esas palabras retiraba sus manos.

—Esto no es bueno.

—No mierda —soltó Roth—. Sé eso, pero necesitamos arreglar esto.

Sacudió su cabeza.

—No se puede curar, Príncipe. ¿Entiendes lo que eso significa? Esta herida es
profunda. Ella podrá ser solamente parte demonio, pero es hierro está haciendo su
cosa, y si fuera humana ella estaría…

—No lo digas —gruñó, sus ojos dorados volviéndose brillantes—. Tiene que
haber algo.

Cayman se levantó, retirándose a las sombras como si nos estuviera dando


espacio… dándole a Roth privacidad. Abrí la boca, pero sangre brotó de ella.

Roth estaba rápidamente limpiándola y entonces tomó mi mejilla


cuidadosamente.
—No dejaré que esto pase. Tiene que haber… —sus ojos llamearon
brillantemente y miró sobre su hombro—. ¿Qué hay si se alimenta? ¿Eso podría
ayudar?

—No lo sé —la voz de Cayman nos alcanzó—. No puede hacer daño.

—Encuéntrame a alguien. Quien sea. —ordenó—. No me importa quien, solo


hazlo ahora.

—No —chillé. Recurriendo a toda mi energía, forcé a mis labios a abrirse—. Ya


he hecho suficiente daño. No me… alimentaré. Sin importar… qué.

La frustración retorció el rostro de Roth.

—Necesitas hacerlo. Vas a hacerlo. No me importa qué tanto te opongas. No te


dejaré morir.

Parecía extraño que estuviera peleando demasiado por esto considerando que él
había sido mandado en lo más alto de la lista para deshacerse de mí sí probaba ser la
causa detrás del desastre, pero ahora no era momento de descifrarlo. Mi pecho se alzó
bruscamente.

—No me hagas esto. Por favor. Por favor…no me hagas… hacer esto. Por favor.

Sacudió su cabeza—. Layla…

—No…me hagas esto.

Su cara se contorsionó, su cara adelgazándose, y me di cuenta que estaba a punto


de cambiar. Se inclinó, presionando su frente contra la mía mientras tomaba mis dos
manos entre las suyas.

—No me hagas sentarme aquí y verte morir. Tú no me hagas esto a mí.

Dolor se alzó en mi garganta, cerca de superarme, y aunque sus palabras me


golpearon hasta desbalancearme, no había nada que pudiera hacer. Tal vez no sabía
cómo había tomado las otras almas, pero no iba a hacerle daño a propósito a nadie
más.

—¿Quieres morir? —preguntó bajito—. ¿Eso es lo que quieres?

—No. No quiero, pero no maldeciré a otra…persona mandándola al infierno…


para que yo pueda vivir.
Un estremecimiento pasó a través de Roth y se hundió en una respiración
entrecortada.

—Oh, Layla —dijo tristemente—. No puedo dejar que esto pase. Puedes odiarme
cuando todo esté dicho y hecho, pero estarás viva.

Mi corazón se disparó y comencé a protestar, pero Cayman habló.

—Espera. Puede haber algo más.

Rosth se tensó, mirando sobre su hombro.

—Detalles. Dilo rápido.

—¿Qué hay de las brujas? —dijo, acercándose a la cama—. Aquellas que


trabajaron con Lilith. Tal vez ellas estén inclinadas a hacer algo para salvar a su hija.

Los ojos de Roth se ampliaron—. ¿Crees que tendrían algo?

—Quien sabe de lo que son capaces esos fenómenos, pero vale la pena
intentarlo.

—Ve —dijo con voz ronca—. Dales lo que quieran si pueden ayudarla. Cualquier
cosa.

Cayman dudó por un momento—. ¿Cualquier cosa?

—Ve

Y así Cayman se había ido. Poof. Ya no estaba. Roth se giró hacia mí.

—Si esto no funciona, traeré a alguien aquí para que te alimentes.

Comencé a protestar, pero mis ojos se encontraron con los suyos, y sabía que no
tenía sentido. También lo sabía Roth. Si la cosa con las brujas fallaba, no había tiempo
para hacer alguna otra cosa.

El mentón de Roth se inclinó y soltó una respiración mientas alzaba mis manos
hasta sus labios, presionando un beso contra cada nudillo.

—Tus manos están muy frías.

Parpadeé lentamente. Había muchas cosas que quería preguntarle, pero cada
respiración que tomaba requería mucha energía.
—¿Cómo comenzó esto? —preguntó, alzando su mirada torturada a la mía.

—Zayne…Zayne me besó —susurré, y miré sus ojos dilatarse—. Lo había


hecho… antes, y no pasó nada entonces, pero…

Su boca se abrió.

—Así que porque ese idiota te besó, ¿te acusaron por atacarlo?

Cerré mis ojos, enfocándome en mis palabras.

—Es más… que eso, pero Zayne… está bien. Ahora.

—Para ser honesto, no me importa una mierda él en este momento.

Me habría reído si hubiera podido.

—Abre tus ojos, Layla.

Me tomó un largo momento hacerlo.

—Estoy… cansada.

Respiró duro.

—Lo sé, bebé, pero necesitas mantener tus ojos abiertos.

—Está…bien.

Una pequeña sonrisa apareció, más como una mueca que nada. Puso mis manos
sobre su regazo, apretándolas fuertemente.

—¿Dijiste que te besó antes y nada pasó? —cuando asentí, maldijo bajo—. Debí
de haberlo sabido.

Realmente no lo estaba siguiendo con esa parte.

—Bambi —entendimiento cruzó por su cara mientras miraba a donde estaba la


serpiente curvada a un lado de mi cadera—. Sabía que se había unido a ti como un
familiar. Eso es lo que quería para ella así podía protegerte si era necesario, pero no
sabía que ella lo haría a esa clase de nivel. Pero tiene sentido ahora. Puedes ver almas
de nuevo ¿verdad?

—Sí
—Es por ella. No está en ti ahora, pero cuando lo está, está unida a ti, cambió sus
habilidades y las afectó. Los familiares hacen eso, e imaginé que lo hacían más por
medios demonios. Pensé que ella solamente te haría más fuerte. No sabía que afectaría
tu habilidad de controlar cuando tomas un alma.

Cerré mis ojos mientras eso se hundía en mí. Así que no habían sido mis
sentimientos por Zayne los que previeron que tomara su alma como una clase de
escudo de amor cósmico. Solo había sido Bambi, un demonio familiar. La decepción se
volvió un fuerte nudo en mi estómago, pero al menos ahora sabía porque había sido
posible besarlo. Y explicaba porque mis habilidades se habían aflojado. Al menos, la
mayoría de las ellas. Tal vez los poderes de Bambi habían deformado también mi
alimentación, permitiéndome tomar las almas de Dean y Gareth. Tenía sentido,
especialmente desde que no me había enfermado después de alimentarme de la mujer
en el club, pero luego sentirme mal después con Zayne. La única diferencia era que
cuando Bambi estaba sobre mí y cuando no lo estaba. Y eso pasando con Maddox y las
ventanas, pudo haber sido Bambi afectando mis poderes de nuevo. O pudo haber sido
lo que Abbot había temido, que mis poderes estaban simplemente cambiando de todas
formas. Y eso significaría que no había ningún fantasma en el recinto, y creo que esas
eran buenas noticias.

Si ese era el caso, entonces si Bambi nunca se hubiera unido a mí, nada de esto
habría pasado. Podría ser peor, creo. Bambi había salvado mi vida esa noche con
Tomas. Lo que no entendía era porque Roth había querido que Bambi se uniera a mí.

—No te habría obligado a que te quedaras con ella si lo hubiera sabido —dijo
Roth despacio—. Nunca te habría permitido dejar ese elevador si hubiera sabido el
grado en el que Bambi te afectaba.

Sorprendida, lo miré. Estaba sentado con honestidad en su mirada que no había


estado ahí antes.

—Maldición —dijo en voz baja—. He hecho un completo lío de esto.

Cayman apareció de pronto en la habitación, y Roth lo miró intensamente.

—Por favor dime que tienes algo.

—Lo tengo —se aproximó a la cama, y en sus manos había un pequeño frasco.
—No hay garantías, pero esto fue lo mejor que pudieron darme y ni siquiera quieres
saber lo que tuve que prometer para obtener esto.
—No me importa lo que prometiste —colocando mis manos gentilmente sobre
la cama, Roth se puso de pie. Tomó el frasco de Cayman.

—Oh, probablemente te va importar más tarde. Pero eso es algo para discutir
cuando el agua esté debajo del puente, ¿cierto?

Ansiedad se formó en mi vientre, pero Roth ya había destapado el frasco.

—¿Qué es esto? —preguntó.

—Alguna clase de mezcla que revertirá los efectos de la sanguinaria y debería,


técnicamente, empujar a su cuerpo hacia su curación natural a toda marcha. —Hizo
una pausa—. Dijeron que la haría dormir y que no tengamos miedo si se desmaya.

Roth asintió mientras se sentaba a mi lado de nuevo. Si esto fuera alguna clase
de truco del aquelarre, realmente no importaba. Me estaba cansando cada vez más, y
rápidamente. Sentí una puñalada de terror frío porque sabía que estaba muriendo
realmente. Y realmente no quería morir. Dejé a Roth alzarme lo suficiente para poder
deslizar el contenido del frasco por mi garganta.

Me atraganté. La cosa sabía cómo algo quemado más allá de la muerte, Roth lo
mantuvo sobre mis labios, deslizando su pulgar arriba y debajo de mi garganta,
forzándome a tragarlo todo.

—Lo siento. Sé que sabe mal, pero ya casi se acaba.

Cuando se terminó todo, recostó mi cabeza sobre la almohada.

—Si esto no funciona, me desharé de todo el aquelarre. —Un músculo tembló en


la mandíbula de Roth—. Espero que estén conscientes de eso.

—Creo que lo están. —Cayman se retiró una vez más mientras Roth regresaba su
atención a mí—. Voy a… uh, perderme por un rato.

Roth no lo notó. En lugar de eso se deslizó y se acomodó a mi lado. Mis piernas se


sentían como si plomo se hubiera fundido con mis huesos. Mi cabeza se giró
ligeramente y mi mirada encontró la de Roth. Pude ver que estaba pensando lo mismo
que yo.

Tal vez Cayman y las brujas del aquelarre hicieron la mezcla demasiado tarde.

—Solamente quiero abrazarte en este momento —su voz era brusca. —Eso es
todo lo que quiero.
Mi pecho se encogió. Si esto fuera todo para mí, era lo que quería también. No
quería irme sola. Esto era más que eso, pero apenas podía procesar lo que significaba.
Mis labios formaron las palabras está bien, pero tomaba demasiada energía hablar.

Colocó sus brazos alrededor de mí y su cuerpo estaba agradablemente cálido.


Después de unos momentos, no pude mantener mis ojos abiertos. El miedo disminuyó
un poco, dejando una oleada de paz sobre mí. Si esto era morir, no era tan malo. En
realidad era como quedarse dormida.

Los brazos de Roth se tensaron a mi alrededor mientras curvaba su cuerpo


alrededor del mío, colocando mis piernas entre las suyas y mi cabeza debajo de su
barbilla. Tomó una profunda respiración. Yo tomé la siguiente y me deslicé hacia la
oscuridad.

—¿Layla?

Quería responder, pero estaba más allá de las respuestas. El vacío me hizo señas,
y no estaba negándome.

—¿Puedes oírme? Quiero que sepas algo. —dijo, su voz ronca y gruesa, sonando
bastante lejos, pero llena de urgencia—. Te amo, Layla. ¿Me escuchas? Te he amado
desde el primer momento que escuché tu voz y seguiré amándote. No importa lo que
pase. Te amo.
Traducido por IvanaTG
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

S
alir del vacío fue un proceso de proporciones épicas. Los dedos de mis
manos se retorcieron en mis costados. Los dedos de mis pies se curvaron.
El dulce aroma de algo picante y salvaje flotaba a mi alrededor. Desde el
momento en que mi cerebro empezó a agitarse cuando abrí mis ojos, no me habría
sorprendido si hubiera tomado horas.

Parpadeé y me encontré mirando a un amplio pecho. Un pecho desnudo. Un


masculino pecho desnudo. Mis pensamientos eran difusos acerca de todo, pero tuve
un recuerdo general de todo lo que sucedió. ¿Había muerto? Porque esta no era
realmente una mala vida después de la muerte. Pero no, el profundo, constante dolor
en mi cuerpo me advirtió que estaba muy viva.

Mis manos estaban metidas contra un duro estómago, descansando cerca de la


cabeza de un dragón verde reducido a la perfección.

Roth.

Uno de sus brazos estaba cubierto sobre mis caderas y el otro se encontraba bajo
mis hombros. Su mano se enterraba profundamente en el desorden de mi cabello. Su
pecho subía y bajaba constantemente. Podía sentir a Bambi en mi otro lado, me estiré.
Qué extraño... ser parte de un sándwich.

No importa lo que pase. Te amo.

Un caluroso hormigueo recorrió mis mejillas y caía en cascada por mi cuello. Eso
tenía que haber sido mi imaginación lanzándome esas palabras. Demonios no han
amado así. Ni siquiera aquellos como Roth, quienes podrían lograr algunas cosas muy
poco demoníacas. Pero recordé el sonido de su desesperación.
Levanté un poco mi cabeza. Gruesas y oscuras pestañas se abanicaban en sus
mejillas. Sus labios se hallaban ligeramente separados. Mientras dormía, allí había un
joven y la vulnerabilidad en sus rasgos nunca fueron vistas mientras estaba despierto.

Parecía un ángel.

No sabía cuánto tiempo me quedé allí y lo miré fijamente, pero fue


probablemente bastante tiempo para declararme como una completa rara. Sin
embargo, el tiempo era útil. Estaba viva y aparte del dolor en mi cuerpo, tenía la
sensación de que me encontraba bien. La sanguinaria estaba fuera de mi sistema; la
herida en mi estómago se había curado en su mayor parte. Estaría levantada y dando
vueltas en poco tiempo.

Pero todo cambió.

Tanto es así que realmente no podía siquiera captar lo diferente que sería mi
vida a partir de este momento. No había manera de que pudiera volver al recinto. No
quería, no después de lo que Abbot me había hecho, la jaula, el almacén céntrico. De
ninguna manera. Y si Nicolai y Dez no hubieran intervenido, habría muerto... y eso fue
lo que quería Abbot. Al igual que mi verdadero padre, él también me quería muerta. Sí,
eso dolió y la picadura permaneció. Pero no podía pensar en ello.

Me negaba a preocuparme más por Elias o Abbot.

¿Escuela? Eso sería imposible. Con o sin Bambi, era demasiado riesgoso. No
podía correr el riesgo de infectar a alguien más, especialmente cuando todavía no
tenía ni idea de lo que estaba haciendo. No sabía lo que iba a hacer, pero sabía que no
podía quedarme aquí. Los Guardianes estarían detrás de mí. Así sería el infierno una
vez que se divulgue que tenía que estar yo detrás de todo. Y la probabilidad de volver
a ver de nuevo Zayne parecía escasa, y eso me hizo pedazos, como si me hubieran
apuñalado de nuevo. Apenas podía recordar un momento sin él y ahora tenía que
enfrentarlo por mucho tiempo que camine en esta tierra sin volver a verlo, y eso... eso
me mataría, sobre todo sabiendo lo que había hecho con él. Lo único que podía
esperar era una confirmación real de que se encontraba bien. Todo en mi vida había
cambiado, pero de alguna manera iba a sobrevivir. Tendría que hacerlo.

Las pestañas de Roth se agitaron y luego las extendió, revelando dorados orbes
que brillaban con alivio. Abrió su boca y luego se humedeció sus labios, pero no dijo
nada. Nos miramos el uno al otro, y en ese momento y en esa cama, entrelazados en un
apretado abrazo, aquello era solo nosotros y nada más.
Luego levantó su mano de mi cadera, colocando la punta de sus dedos contra mi
mejilla.

—Las marcas de garras se han curado —dijo—. Solamente están allí las débiles
líneas rosadas. ¿Quién te rasguñó?

No había manera de que le diría.

En el silencio, arrastró la punta de sus dedos hasta mi cuello, haciéndome


temblar.

—La cadena dejó una marca.

—Sí —susurré.

Sus fosas nasales se ensancharon.

—Voy a matarlos a todos.

Creía que quería decir eso. Levantando mi brazo, envolví mi mano alrededor de
su muñeca.

—No creo que eso es... es necesario.

—Te hicieron esto. —Levantó su labio hacia arriba—. Creo que es


completamente necesario.

Bajando mi mano, sacudí mi cabeza y empecé a decirle que me encontraba bien,


pero en realidad, estaba muy lejos de estarlo. Sí, me hallaba viva y respirando, pero
estar bien no se encontraba en mi diccionario.

—¿Las cosas que el aquelarre... nos dio? ¿He oído bien a Cayman? —pregunté en
su lugar—. ¿Es algo que ahora se les adeuda?

Una oscura ceja se levantó mientras movía su dedo hacia la curva de mi


clavícula.

—No hay un solo gramo de mi ser que de una mierda sobre eso ahora mismo.

Una risa sorprendida se me escapó. Sonaba seca y ronca.

—Bien.

—Yo me encargo de eso más tarde.


Entonces me miraba de nuevo, del mismo modo que cuando abrió sus ojos.
Descubrí que mi respiración se detuvo y los músculos bajos en mi estómago se
apretaron. Mi reacción fue confusa e incluso me asustó, porque había caído en esa
mirada antes y apenas resurgí.

Pero él fue el primero en apartar su mirada.

—¿Quieres probar a levantarte?

Aclaré mi garganta.

—Sí. Podría... podría asearme.

Eso tenía que suceder. Mis ropas estaban sucias y pegadas a mí. Solo Dios sabía
la última vez que me había duchado. Roth me ayudó a sentarme después de ahuyentar
a Bambi. Se arrastró hasta la cabecera de la cama y nos miraba. Una vez tuve mis
piernas se orientaron sobre el borde de la cama, Roth se congeló.

Estaba de pie, con sus manos en mis brazos, y luego se fue repentinamente sobre
sus rodillas delante de mí. La preocupación se disparó.

—Roth...

—Estoy bien. —Cerró sus ojos mientras deslizaba sus manos a las mías—.
Sinceramente, no sé si lo que las brujas nos dieron funcionaría. Pensé que cuando
cerraste tus ojos... —Aclaró su garganta—. No sabía si alguna vez los abrirías de
nuevo.

Un nudo se formó en mi garganta y lo único que podía hacer era apretar sus
manos.

Él negó con la cabeza.

—Todo lo que podía pensar eran todas las mentiras que te he dicho y que
morirías sin saber la verdad.

Pensé en las palabras que imaginé y mi corazón vaciló. Abrí mi boca, pero él se
inclinó. Dejar ir mis manos, e hizo algo que nunca esperé.

Roth puso su cabeza en mi regazo, de la misma forma que Bambi hizo antes, y
dejó escapar un suspiro de cansancio.
Mis manos se congelaron por encima de su cabeza. Lágrimas brotaron de mis
ojos y no estaba segura de por qué. Levanté la mirada hacia donde una franja de la luz
del día entraba por debajo de las persianas, echando un halo sobre la espalda de Roth.

—Cuando regresé a la parte superior y fui al recinto para hablar con los
Guardianes, Abbot me encontró primero afuera, antes de que aparecieras.

Esto no era nada nuevo, pero sentí que había más.

—Abbot me advirtió antes de que incluso abra mi boca, antes de que pudiera
decirle por qué estábamos allí —dijo, su voz baja y plana—. No por su propiedad, pero
por ti. Y lo sabes, conseguí eso. Podía entender por qué no te querría a mí alrededor.
Después de todo, soy el príncipe heredero del infierno, no es el tipo de chico que dan
la bienvenida a los hogares. Particularmente a la casa de un Guardian.

Mientras hablaba, bajé mis manos a su cabeza, pasando mis dedos por su cabello.
Una profunda emoción se agitó en el centro de mi pecho, apretando mi garganta.

Roth se volvió a la caricia como un gato acariciando con su hocico, buscando más
caricias.

—Pero fue más que eso. Abbot supo entonces lo que ocurría contigo, o lo que
podría pasar después ritual de Paimon. Pensó que mi influencia ayudaría a lo largo de
ese proceso, que iba a sacar el lado demonio en ti. Y creo que... creo que él sabía que
nunca sería capaz de hacer lo que me mandaron a hacer. Él no te quiere conmigo, él no
nos quiere juntos.

Intrínsecamente sabía que juntos no significaba estar en la misma habitación,


sino más profundo e íntimo. Mis dedos se detuvieron.

—¿Qué... qué hizo?

Otro suspiro surgió de él.

—Él me dijo que ni siquiera pensara en continuar algo contigo, al principio me


reí y le dije que no iba a suceder. Desde el momento en que fui sacado del pozo, iba a
venir por ti y no porque se me ordenó, no porque de lo que podrías pensar. Las
amenazas de Abbot no significaban nada, pero...

Mi pecho se levantó y cayó con fuerza.


—Pero sabía... sabía cómo conseguir que me mantuviera alejado. —La ira ahora
afilaba su tono—. No me amenazó. Te amenazó.

—Oh, Dios mío... —aparté mis manos, presionándolos en mis labios. Obviamente
sabía que Abbot no era muy amigo ahora, pero ¿incluso entonces?

—Él dijo que... que te llevaría para mantenerte lejos de mí. —Con el sonido de mi
fuerte inhalación, maldijo en voz baja—. Lo decía en serio, Layla. Y no estaba
dispuesto a correr el riesgo. Esas cosas que te dije aquella noche... no quise decirlas.

Me quedé mirando su cabeza inclinada, mi boca moviéndose detrás de mis


manos, pero no hubo sonidos. Había tantas cosas que Roth me dijo desde que regresó,
vagas declaraciones que no tienen sentido hasta ahora.

Levantó su cabeza y luego, me miró fijamente.

—Y estoy seguro como el infierno que no te usé para aliviar mi aburrimiento,


Layla. Tampoco quiero alejarte, pero no podía ser la razón de que te lastimaran. No lo
sería.

—Oh, Roth... —susurré. Esto... No esperaba que esto sea el motivo por el que
Roth había hecho un cambio de ciento ochenta grados cuando se trataba de lo que
sentía por mí.

—Quería estar contigo, pero...

Había tratado de protegerme. Un agujero se abrió en mi pecho, tan impactante


como la herida que ahora fue sanada en mi estómago.

—Lo siento. Todo fue en vano, al final, pero no puedo deshacerlo. —Él inclinó su
cabeza hacia un lado mientras me miraba—. Sé que esto no cambia el daño que te hice
pasar. Solo quería que supieras la verdad y que yo...

Me tensé, esperando a que terminara lo que decía y preguntando si esas palabras


serían las que pensé que había oído decir antes de dormir, pero no lo hizo. Me observó
como si nunca esperara volver a verme.

Y entonces se me ocurrió algo y tuve que preguntar:

—¿Estaba... estaba Zayne ahí fuera cuando Abbot te dijo estas cosas?

Sus ojos ámbar se arremolinaron en una docena vertiginosos tonos de oro.


—¿Importa?

—Sí —susurré. Totalmente importaba si Zayne sabía por qué Roth se apartó de
mí, si hubiera sabido la verdad y no me la dijo.

Él no respondió durante un largo instante y una punzada de aprensión se formó


en la base de mi columna.

—No cambia nada, Layla. No realmente, porque no importa qué, él... él habría
hecho lo mismo si estuviera en mi posición. —Una cantidad de envidiosa cantidad de
respeto llenó su mirada—. Sé eso.

Demasiado daba vueltas en mi cabeza. Me senté allí durante unos minutos,


absolutamente estupefacta. Mi cerebro estaba frito. Completamente.

Roth sonrió un poco al levantarse, agarrando de mis brazos.

—Venga. Vamos a asearte.

Me encontraba oficialmente en piloto automático mientras me levantaba. Mi


primer paso fue fallido. Mis piernas temblaban, como un potro recién nacido.

—Te tengo —dijo Roth, sosteniéndome—. Siempre.

Siempre. La palabra rebotaba dentro de mí como una pelota de ping-pong.


Después de que me guío al baño, se fue para recuperar ropa fresca del dormitorio. Era
un bonito baño, grande, con una bañera y ducha independiente. Alcancé a verme en el
espejo. Mis ojos estaban demasiado grandes en mi pálido rostro. Las garras de Zayne
habían dejado tenues rasguños rosados. Un moretón del color de una fresa rodeaba mi
garganta. Me quité la ropa y conseguí mi primer vistazo a la herida.

Me estremecí.

El parche de piel por encima de mi ombligo sanó, rosa y arrugado. Si hubiera


sido humana, habría sangrado antes de que Nicolai y Dez hubieran intervenido. Manos
temblando, me quité la ropa sucia, toda, y abrí la ducha. Me quedé bajo el agua hasta
que mis piernas comenzaron a temblar, que fueron solo unos pocos minutos.

Toda la suciedad, el sudor, la sangre y las cosas de las que no quería pensar ni
siquiera se habían lavado. Con mis piernas temblorosas, envolví una toalla a mí
alrededor y traté de absorber la mayor parte de humedad de mi cabello. Me di por
vencida después de unos segundos.
Hubo un golpe.

—¿Estás decente?

Sí.

Roth entró con un pequeño bulto en sus manos.

—Son un par de mis pantalones de ejercicio y una camiseta térmica.

—Gracias.

Él me miró y su mirada se demoró hasta que mis orejas se sonrojaron. Pasando


una mano por su desordenado cabello, dio media vuelta y regresó al dormitorio.

—Voy a esperar aquí. Avísame cuando estés lista.

Exhalando lentamente, me puse la ropa y me envolví de inmediato en su olor.


Roth regresó, ayudándome a cojear de nuevo a la cama. Estaba tan cansada que en el
momento que mi cabeza golpeó en la almohada, sabía que por un tiempo no me
movería de nuevo.

Roth se sentó a mi lado y sacó un teléfono.

—Voy a pedir comida. Tienes que comer.

No tenía hambre, pero la oferta era agradable. Miré alrededor de la espaciosa


habitación. Estaba elegantemente amueblada.

—¿De quién es esta casa?

Él levantó la vista de cualquier mensaje que escribía su teléfono.

—Sabes, no sé quién originalmente la poseía, pero es propiedad de un demonio


en estos días. A veces vengo aquí cuando quiero escapar de la ciudad. También lo hace
Cayman.

Una gran parte de mí no quería saber lo que le sucedió a sus dueños originales.

—¿Dónde estámos?

Guardando su teléfono en su bolsillo, pasó su mano por su pecho desnudo.


—Estamos cerca del río, no cerca del recinto. En el otro lado, en Maryland. Aquí
estamos a salvo. Los Guardianes no nos encontrarán.

Pensamientos feos y angustiantes se deslizaron en mi cabeza y los alejé.

—¿Dónde está Bambi?

—Ella está actualmente envuelta alrededor de mi pierna. Pensé que podrías


utilizar el espacio.

—Oh. —Jugué con el borde de la manta. Cuando levanté la mirada, me observaba


de nuevo. Contuve mi respiración.

Roth se apoyó sobre mis piernas.

—La comida estará aquí pronto. Por qué no descansas un poco. Te despertaré
cuando llegue aquí.

Estaba agotada, pero el sueño sería evasivo.

No puedo.

Se quedó callado durante unos minutos.

—¿Qué estás pensando?

—Demasiadas cosas —admití, mirando hacia el techo—. No seré capaz de


permanecer aquí.

—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.

Mis labios se detuvieron en una pequeña sonrisa.

—Gracias, pero ya sabes... sabes que no puedo. Tengo que irme. No sé dónde,
pero tengo que ir a algún lugar... donde no esté cerca de las personas o los Guardianes.
Al menos hasta que descubra cómo estoy infectando a la gente.

—Tú me dices cuando y a dónde quieres ir, y nosotros iremos.

Mi mirada volvió a él.

—No puedes ir conmigo.

Roth frunció el ceño.


—¿Y por qué no?

—Te han ordenado matarme. Si te vas conmigo, entonces ¿no sería poner un
blanco en tú espalda?

Él arqueó una ceja.

—¿Me veo como que me importa? Además, estoy bastante seguro de que ya he
desobedecido órdenes directas del Jefe. Y no hay manera de que voy a dejarte huir por
tú cuenta. Por supuesto que no. Necesitas a alguien contigo. Necesitas ayuda.

—Roth...

—Mira, no estás haciendo nada de esto por ti misma. El lío en que estás es en
parte culpa mía. No estuve al frente contigo acerca de un montón de mierda. —Su
mandíbula se levantó—. Y sé que las cosas son... jodidas entre nosotros. Sé eso. Incluso
si me dices que prefieres follar la pierna de un Nocturno que perdonarme, todavía voy
a estar allí contigo.

Me elevé sobre mis codos.

—¿Vas a ir en contra del infierno, en contra de tú jefe?

Él sonrió mientras se encogió de hombros.

—Sí.

—¿Por qué arriesgarte a eso?

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Sabes la razón. En el fondo, lo sabes.


Traducido por Malu_12 & âmenoire90
Corregido por ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

T
omó otro día y medio para que mi cuerpo volviera a la
normalidad. Durante ese tiempo, Roth se convirtió en algo así como un
compinche. También Cayman. Los dos me mantenían entretenida
mientras me obligaban a permanecer en la cama.

Terminé viendo cada película de Will Ferrell que había.

Los tres hablamos de planes sobre dónde ir desde aquí. Por lo que pudimos
deducir, tenía que haber estado varias veces alrededor de los afectados ya que,
obviamente, no había besado a ninguno de ellos. Eso tenía sentido para aquellos que
ya sabíamos que les había pasado, Dean, Gareth, pero no tanto cuando se trataba de la
chica de Palisades y los que estaban sin nombre y sin rostro para nosotros. Muchos no
tenían sentido, pero ¿a quién podríamos preguntarle?

Se sentía bien, un alivio tener algún tipo de plan, a pesar de que no era el más
detallado o pensado, pero en los momentos de tranquilidad, cuando Roth se había ido
o Cayman se desmayaba en el sillón, no podía dejar de pensar en todo lo que había
perdido.

Y había perdido mucho.

A pesar de que los Guardianes se habían vuelto contra mí, al final, seguían siendo
mi clan y lo más parecido que había tenido a una familia. Había perdido a Zayne, pero
si era honesta conmigo misma, sabía que eso había ocurrido mucho antes del fatídico
beso. En realidad ocurrió cuando me permití una relación entre nosotros para
empezar, porque debería haber sabido cómo iba a terminar. Con Zayne herido. Y
ahora nuestra amistad y lo que teníamos entre nosotros corriendo más profundo se
había ido, y él debía despreciarme desde que me había alimentado de él. Debía sentir
repulsa, porque había confiado en mí y yo había traicionado esa confianza a un nivel
que iba más allá de besar a otro chico.

Casi lo había matado.

El daño de perderlo no había disminuido, y dudaba que alguna vez lo hiciera. Era
como perder una extremidad.

¿Y mis amigos? ¿Sam? ¿Stacey? Ellos estaban fuera de mi alcance, también, y ni


siquiera sabía si también los había infectado y simplemente no habían mostrado
síntomas todavía. No saberlo me perseguía. Dios, había tanto que estaba mal.

En esos momentos de oscuridad, al igual que ahora, quería acurrucarme en una


pelota y casi volverme algo totalmente inútil. Tenía diecisiete años y mi vida, en cierto
modo, estaba prácticamente terminada. Tal vez tenía una nueva vida esperándome,
pero era una que nunca, nunca había planeado.

Roth entró en la sala de estar, llevando un tazón de bolitas de queso. Se dejó caer
en el sofá junto a mí, me echó una larga mirada y luego se metió un puñado de esa
deliciosa cosa en la boca. Sólo él podía manejar comer algo tan sucio y todavía lograr
lucir sexy haciéndolo.

Maldito demonio.

Las cosas... las cosas estaban tensas entre nosotros. Mucho había sido dicho y
mucho era aún tácito. De una forma u otra, había puesto todo a la vista para mí y yo no
estaba convencida de que esas palabras dolorosamente hermosas que había dicho
fueran producto de mi imaginación. No sabía qué hacer con esas palabras, si debía
confiar en ellas o incluso permitirles un lugar en mi corazón. A causa de mi corazón y
mi cabeza todo estaba tan mal ahora mismo.

—¿Qué pasa? —preguntó, metiendo la mano en el recipiente y retirando un


puñado bastante grande de hojaldre.

Me encogí de hombros mientras miraba hacia donde Cayman estaba mirando la


pantalla del televisor. Estaban dando Elf.

Roth me ofreció un puñado de esa cosa. Lo tomé, metiéndolos en mi boca. Migas


cayeron en mi regazo. Suspiré. Él no dijo nada y yo sabía que estaba esperando.

Envolví mis brazos alrededor de mis piernas y apoyé la barbilla en mis rodillas.
—Quiero ver a Stacey.

Sus labios se fruncieron.

—No creo que sea una buena idea.

—Necesito verlos a ella y a Sam. Tengo que asegurarme de que no les he


infectado —le expliqué. Cayman estaba ahora, sorprendentemente, prestándonos
atención—. Ahora que puedo ver las auras de nuevo, seré capaz de saberlo.

—Hablando de ver auras —comenzó Roth—, quiero que vuelvas a llevar a


Bambi. Ella tal vez haga que tus habilidades cambien, pero te hará más fuerte.

Quería llevarla de vuelta también, y tal vez lo haría, pero no hasta que
descubriéramos si ella estaba causando que mi capacidad de inhalar almas fuera a
niveles de Terminator.

—Lo haré con el tiempo, pero creo que ser capaz de ver las almas es importante.

—Lo es. —Cayman se estiró como un gato—. Pero ir a ver a tu amiga es


estúpido. Los Guardianes, tu clan, esperan eso.

Sostuve mi idea.

—Podría ser, pero tengo que ver al menos a Stacey. Ella es mi mejor amiga.
Necesito saber si le he hecho daño de alguna manera. Yo... no puedo estar sin saber.

Cayman rodó los ojos.

—A veces me pregunto si eres parte humana.

—Cállate —le dijo Roth, frotando una mano por su mandíbula—. Bueno. Lo
entiendo. Vamos a hacerlo, pero tenemos que ser rápidos y tenemos que tener
cuidado. Y entonces tenemos que averiguar a dónde iremos.

Aliviada, aflojé mi control sobre mis piernas. Si tan sólo pudiera ver a Zayne,
pero eso no era posible. Eso nunca sería posible.

Frente a nosotros, Cayman suspiró.

—Hablando de lugares a los que ir. He oído que Hawaii es bastante genial. No sé
ustedes, pero me vendrían bien unas vacaciones en la playa.
Fuimos a la casa de Stacey al día siguiente, un viernes. Con su mamá fuera de
casa y su pequeño hermano en la guardería hasta al menos las cinco de la tarde,
fuimos capaces de colarnos en la casa y esperar a que ella llegara.

Y por colarnos, me refería a que yo cogí la llave extra que Stacey siempre dejaba
bajo la enorme palmera en maceta en el patio trasero y nos hice entrar.

Aspiré el débil olor de las manzanas y la calabaza, el olor grabado en mi


memoria. La mamá de Stacey tenía una cosa por los conectores de pared que siempre
hacían oler la casa como una calentita tarde de otoño.

Roth se arrastró detrás de mí y tuve la sensación de que estaba mirando mi


culo. La ropa que él y Cayman habían “recogido” para mí no eran cosas que
normalmente me pusiera. Vestidos, pantalones vaqueros ceñidos para los que tenía
que acostarme para abrochar, pantalones de cuero y una gran cantidad de suéteres
como una segunda piel.

Hoy llevaba un par de pantalones vaqueros blancos y un suéter negro que me


hacía sentir como si estuviera a segundos de despojarme de la ropa y encontrar el
polo más cercano.

Miré por encima de mi hombro y Roth levantó una ceja mientras un lado de sus
labios se deslizaba hacia arriba.

—¿Puedes caminar delante de mí?

Él se rió entre dientes profundamente.

—No en esta vida.

Disparándole una rápida mirada, corrí al cuarto de estar. Stacey iba a llegar en
cualquier momento y con un poco de suerte, Sam estaría con ella. Tanto Roth como yo
imaginábamos que sería más seguro no decirle que íbamos a venir, y habíamos
rodeado su barrio una media docena de veces antes de aparcar tres manzanas más
abajo. Roth había sentido que su Porsche era demasiado notable, por lo que había
pedido prestado el auto de Cayman.

El cual era un Mustang de época. Sí, realmente poco notable.


Me senté en el borde del sofá, juntando mis manos.

Roth se quedó junto a la chimenea de piedra a gas.

—¿Quieres ser traviesa y hacerlo en su sofá?

Mi boca se abrió.

—O podemos hacerlo en los mostradores de la cocina. —Él me guiñó un ojo—.


Por supuesto, las habitaciones podrían no sólo volvernos traviesos, sino también muy
sucios.

El calor se apoderó de mis mejillas, y él se echó a reír.

—Deberías ver la expresión de su cara.

—Eres un pervertido —le dije, luchando contra una sonrisa.

Roth se encogió de hombros.

—De todas las maneras en que alguien podría llamarme, esa es la peor.

—Y probablemente la más verdadera —murmuré.

Él se echó a reír de nuevo.

Desde la parte delantera de la casa oí la puerta abrirse y me tambaleé sobre mis


pies. Comencé a ir hacia adelante, pero Roth se me adelantó. Fue a la entrada de la sala
de estar antes de que yo hubiera tomado otro paso.

Stacey gritó en el pasillo.

—¿Qué demo…? Roth, ¡me asustaste como la mierda!

—Lo siento —dijo arrastrando las palabras con suavidad.

—¿Dónde has estado? ¿Dónde está Layla? ¿Cómo hiciste...? —Ella fue
desvaneciendo su voz cuando llegó a la entrada.

Sonreí cuando la vi, de pronto débil de las piernas. Fue un alivio... un alivio dulce,
hermoso. Su aura estaba allí, como siempre lo había estado, una sombra suave de
color verde. No era un alma pura, en absoluto, pero estaba bien. No entendía cómo
porque había estado en contacto constante con ella, pero estaba normal y eso era todo
lo que importaba.
Su mochila golpeó el suelo cuando me vio.

—Oh, Dios mío, Layla, ¿dónde has estado? ¡He estado tan preocupada! —Ella
corrió hacia adelante, pero yo levanté una mano, manteniéndola lejos. Se detuvo en
seco—. ¿Qué?

—No te acerques demasiado. Estoy... bueno, no sé si es seguro que lo hagas.

Ella frunció el ceño mientras miraba a Roth y luego a mí.

—¿Por qué no sería seguro estar cerca de ti? ¿Y donde en el infierno has
estado? Todo el mundo ha estado preocupado. Sam piensa que fuiste secuestrada por
esa gente de la Iglesia y Zayne ha estado…

—¿Qué pasa con él? —interrumpió Roth, dando un paso cerca de Stacey. Su voz
había caído. Tensión goteaba de él.

Los ojos de Stacey se agrandaron cuando ella dio un paso atrás. Tragó saliva.

—Él pasó por aquí más de un par de veces, preguntando si he escuchado algo de
Layla. Eso es todo.

Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas como un animal salvaje tratando
de escapar de una jaula.

—¿Cómo... lucía bien?

Ella parecía aún más confundida por la pregunta.

—Él lucía normal. Sólo realmente preocupado y molesto. Al igual que yo. —Sus
ojos se dirigieron a Roth—. ¿Qué está pasando, muchachos?

—¿Cuándo fue la última vez que Zayne vino por aquí? —El hecho de que Roth no
se refiriera a él como Piedrota demostró lo desesperado de la situación.

—Ayer, alrededor de esta hora. Él ha estado pasando cada día desde…

Roth juró mientras se volvía hacia mí.

—Te dije que esto era una mala idea. Tenemos que irnos.

—¡Espera! —chilló ella, pisando su pie—. ¡Nadie se va hasta que alguien me diga
lo que está pasando!
—Tenemos tiempo —le dije a Roth—. Nadie ha derribado las puertas aún.

—Sí, aún. —Él me miró, con los hombros rígidos—. Sé que no quieres pensar en
esto y aunque no creo que él sea capaz de hacerte daño intencionalmente alguna vez,
no puedo decir lo mismo de los demás que lo seguirán. Probablemente lo han seguido
cada vez que vino aquí.

—Sé eso, Roth. No soy estúpida. Sé que tenemos que irnos pronto, pero Stacey
merece saber lo que está pasando.

—Malditamente cierto —dijo ella elevando la voz—. Príncipe Heredero o no,


¿podrías sentarte y cerrar la maldita boca?

Las cejas de Roth subieron a su frente y luego se echó a reír.

—Es una buena cosa que me gustes.

—Todo el mundo me quiere —replicó ella. Entonces, tomando una respiración


profunda, me miró—. ¿Qué ha pasado?

—Es posible que desees sentarte para esto —le sugerí.

Por un momento, parecía como si quisiera discutir, pero finalmente se sentó. Le


di un rápido resumen de lo que había pasado, sin ofrecer demasiados detalles sobre
las partes de la jaula o la tortura. Eso no era algo que quisiera volver a vivir. En el
momento en que terminé, estaba pálida y agitada.

—Dios, Layla, yo... no sé qué decir. Quiero darte un abrazo, pero vas a enloquecer
si me acerco, ¿no es así?

Me mordí el labio.

—No sé exactamente cómo estoy infectando a la gente, pero... tengo que ser yo.

Las lágrimas llenaban sus ojos oscuros.

—No. Me niego a creer eso. No está en ti, incluso si no sabe cómo está
sucediendo.

Le sonreí, realmente con ganas de abrazarla.

—Gracias, pero...

Negó con la cabeza.


—No tiene sentido. ¿Por qué no me infecté? ¿O Sam? Tú estás a nuestro
alrededor más que nadie más.

—No lo sabemos —dijo Roth—. Pero eso es algo que vamos a tratar de
averiguar.

Corriendo la parte posterior de sus manos debajo de sus ojos, olfateó y luego
dejó caer las manos hacia su regazo—. ¿Qué vas a hacer? No se puede simplemente
irte.

Mi estómago dolió.

—Tengo que hacerlo, Stacey. Al menos hasta que decida cómo estoy haciendo
esto.

—¿Qué pasa con la escuela? No vas a graduarte. La escuela secundaria, Layla.

—Creo que sabe eso —respondió Roth secamente—. Pero gracias por señalarlo.

Su boca tembló.

—Lo siento, pero eso es sólo una gran cosa. ¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Cómo
vas a…?

—Estará bien —dijo Roth firmemente.

Suspiré.

—No lo sé todavía. Tal vez pueda obtener mi exmen preuniversitario y tomar


clases de la universidad en línea hasta que resuelva esto.

Stacey se levantó de la tumbona, sacudiendo la cabeza.

—Eso no está bien.

No, no lo estaba.

Comenzó a pasearse.

—Tiene que haber algo que podamos hacer. Esto no puede ser tu única…

Roth se puso rígido, como si concreto hubiera sido derramado por su espina
dorsal. Juró mientras se volcaba hacia mí. Ya estaba en mis pies, porque sólo una cosa
podría causar esa reacción.
—¿Qué es? —preguntó Stacey, mirando a su alrededor.

—Hay un Guardián próximo, cerca —respondió Roth.

Mis manos se cerraron mientras la estática bailaba sobre mi piel.

—¿A qué hora dices que Zayne generalmente llega?

—Alrededor de esta hora, tal vez un poco más tarde. —Sus ojos se abrieron—.
Nunca te haría daño, Layla.

—Lo sé —dije y esperaba que estuviéramos en lo cierto. No tenía ni idea de


cómo Zayne me vería ahora después de que le había hecho daño.

—Un Guardián sabrá que estamos aquí. Será capaz de sentirnos. —Se volvió
Roth, sus rasgos afilándose—. Esto será…

Una puerta se abrió de golpe y Stacey chilló. Venía de la parte posterior de la


casa, la misma por la que habíamos entrado y encerrado detrás de nosotros, como si
hubiéramos sido rastreados hasta la puerta. Pero sabía que Zayne era ridículamente
experto cuando se trataba de forzar cerraduras. Y sabía que era él. El tenue olor a
invierno y menta bromeaba con mis sentidos.

Roth estuvo de repente delante de mí, pero lo rodeé. No iba a acobardarme u


ocultarme. Justo mientras mi corazón saltaba en mi garganta, una sombra cayó sobre
la entrada a la sala de estar y luego Zayne estaba allí de pie.

Tenía la sensación de que si un centenar de personas se encontraran en la sala,


todavía me hubiera encontrado de inmediato. Su mirada fija en la mía, y la primera
cosa que noté fue su aura. Todavía era blanca y hermosa, pero se había apagado un
poco, como una bombilla a punto de fundirse. Y se veía terrible.

Manchas oscuras se arrastraban bajo sus ojos como una débil mancha de tinta.
Barba de tres días cubría sus mejillas generalmente suaves y había tensión en su
mandíbula. ¿Le había hecho esto cuando había tomado una parte de su alma?

Zayne tropezó mientras daba un paso hacia mí, y era como si no pudiera
moverse más lejos.

—Layla —dijo, la única palabra sonando rota.

Era como un arco rompiéndose. Algo de la tirantez en su cuerpo se filtró. Sus


hombros se hundieron.
—¿Fuiste seguido? —preguntó Roth.

Todo lo que hizo fue mirarme fijamente, con su cara pálida y su pecho subiendo
en respiraciones profundas.

Un gruñido bajo emanó de Roth.

—¿Fuiste seguido?

Stacey dio un saludable paso hacia atrás.

—Siento como si necesitara salir del camino.

Zayne negó con la cabeza.

—No.

Su respuesta no hizo nada para aliviar Roth.

—¿Cómo puedes estar seguro?

—No tienen ninguna razón para seguirme —dijo y luego parpadeó—. Dios,
Layla, yo... lo siento mucho.

Desconcertada, puse mi mano sobre mi pecho.

—¿Por qué te disculpas? Te lastimé…

—Sé lo que te hicieron. —Finalmente miró hacia Roth—. Lo que sea que hiciste
sin embargo la ayudaste, gracias. Nunca podré pagarte por eso. Nunca.

Whoa.

Incluso Roth parecía un poco sacado de su juego por eso. No hubo respuesta
inteligente-idiota. Todo lo que hizo fue asentir a cambio y entonces la mirada de Zayne
regresó a la mía. Negó con la cabeza, y mi pecho se apretó.

Un golpe en la puerta levantó los vellos a lo largo de mi nuca.

—Eso no sería un Guardián, ¿verdad? —preguntó Stacey—. Dudo que habrían


golpeado, ¿verdad?

Zayne no quitó sus ojos verde azulados brillantes de mí.


—No llamarían, pero te estoy diciendo, no fui seguido. Piensan... piensan que
está muerta.

Los labios de Roth se curvaron, dejando al descubierto colmillos. Echó a andar


hacia Zayne y sabía que a pesar de que era consciente de que Zayne no había sido
responsable de nada, quería derramar sangre sobre eso, cualquier sangre de
Guardián.

Extendiéndome, envolví mi mano alrededor de su brazo.

—No. Sabes que esto no es culpa suya. No luches contra él. Por Favor.

Miró a Zayne como si quisiera hacer pintura con los dedos con sus entrañas.
Finalmente, se volvió de lado y se inclinó para que cuando hablara, su aliento bailara a
lo largo de mi sien.

—Sólo porque me lo pediste. Sólo por eso.

Zayne cerró los ojos. El golpe vino de nuevo.

—Uh, voy a ir a contestar eso —dijo Stacey, y luego murmuró—: extraño.

Roth se liberó.

—Iré contigo. —Mientras se pavoneaba pasando a Zayne, le lanzó una mirada de


advertencia—. No me hagas lamentar el hecho de que estoy dejando que continúes
respirando.

Un músculo saltó en su mandíbula, pero Zayne mantuvo los labios sellados. Una
vez que Roth y Stacey estuvieron fuera en el pasillo, tomé una respiración que no
necesitaba.

—Yo... no sé qué decir —susurré, curvando mis brazos alrededor de mi


cintura—. Pero lo siento por hacerte daño. No quise hacerlo. Sé que no lo hace que
esté bien, porque lo que hice fue tan…

—Detente —dijo Zayne y su voz se quebró—. Deja de disculparte, Layla. Nada de


esto fue tu culpa. No lo entiendes. Han pasado tantas cosas. —Se quebró, dando un
paso hacia adelante—. No me importa lo que me hiciste o lo que ha sucedido, pero no
eres tú. No puede ser.

—Zayne —susurré, rogué en realidad.


—Hay un espíritu en la casa —continuó, y parpadeé, sin saber si le oí bien—. Es
Petr. Geoff lo atrapó en cámara no demasiado tiempo después de lo que... Dios, de lo
que mi clan, tu clan, te hizo.... —tragó saliva espesa y juré que sus ojos se hicieron
brumosos—. Ellos piensan que moriste. Incluso Nicolai no estaba seguro de que
consiguiera a Roth a tiempo, pero sabía que no estabas muerta. Lo sabría aquí.
—Golpeó su mano contra su pecho—. Sabría si una parte de mi corazón se hubiera
ido.

Aspiré una bocanada de aire mientras las voces en el pasillo se acercaban y luego
Stacey y Roth había regresado. Detrás de ellos estaba un alto y delgado Sam, y el aire
silbó fuera de mis pulmones como si alguien me hubiera pateado en mi pecho.

Mis rodillas temblaron mientras daba un paso hacia atrás y mi cerebro no quería
procesar lo que estaba viendo, pero no había que negarlo. En mi pecho, mi corazón se
quebró completamente abierto.

Las cejas de Zayne se tejieron mientras se enfocaba en mí.

—¿Layla?

La habitación giró un poco. Era vagamente consciente de la forma en Roth estaba


moviéndose, inclinando su cuerpo hacia el mío, para estar parado a mi lado, pero
hasta la última gota de mi ser estaba enfocada en Sam.

Se paró en el marco de la puerta e inclinó su cabeza hacia un lado, su expresión


vaga y un poco curiosa. Todo en él parecía normal. Normal para los estándares del
“nuevo Sam”, su cabello artísticamente desordenado, sus ropas elegantes y la
confianza brillante que llevaba como un costoso par de pantalones vaqueros de
diseñador. Sam había cambiado.

Pero no era normal en absoluto.

Su sonrisa se extendió, haciendo que sus ojos brillaran.

—¿Layla? ¿Estás bien?

El tono de su voz era ahora como tener las uñas de alguien arrastrándose por mi
piel. Di una respiración y de repente, oh Dios mío, de repente comprendí. Todo tenía
sentido en una forma repugnante. No pude verlo hasta ahora.

—Lo sé —le susurré, horrorizada.


La confusión marcó los rasgos de Stacey mientras cruzaba sus brazos.

—¿Saber qué?

—Ah —arrulló Sam suavemente—. La luz se hizo. Ya era hora, también, porque
estaba seriamente empezando a dudar de tu inteligencia, hermana.

Hielo estalló en la sala mientras la comprensión se pasaba a través de Roth y


gruñó bajo en su garganta.

La mirada de Sam se desvió hacia donde Roth estaba, pero parecía totalmente
inafectado por la violencia rodando del Príncipe Heredero. Pero me quedé asombrada
y si pensaba que mi mundo se había roto antes, me había equivocado. Se rompió en
pedazos ahora.

No había aura a su alrededor. Nada. Igual que con Roth y todos los demonios, era
sólo un vasto espacio vacío. Pero con Roth, eso era de esperarse. No con Sam.

Sam no tenía alma.

Oh, pero era más que eso. Un ser humano no sólo acababa de perder su alma. O
tenían una o no la tenían y si no la tenían, estaban muertos, espíritus. Sólo algo
inhumano podría oscilar el resplandor sin alma. O algo totalmente poseído.

Zayne justo había dicho que había estado un fantasma en el complejo. Había sido
Petr haciendo esas cosas. No yo. Y las palabras de la vieja bruja resurgieron. Habíamos
percibido mal todo lo que ella había dicho. Lo que habíamos estado buscando había
estado justo en frente de nosotros todo el tiempo y lo que había sido alguien que
siempre había estado a mi alrededor, que en su mayoría tuvo contacto con las mismas
personas que yo lo hice. En un punto incluso lo dije cuando había descubierto que la
dama en los Palisades había muerto, que la única otra opción era que el Lilin me
estuviera siguiendo por ahí, pero había desechado esa idea, inmediatamente pensado
lo peor de mí misma.

El Ritual de Paimon había funcionado esa noche que ahora se sentía como hace
mucho tiempo. Nunca había sido mi virginidad lo que había sido la clave para el
hechizo. Cayman le había pegado al clavo en la cabeza cuando dijo que sólo tenía que
ser un pecado carnal. Mi sangre se había derramado esa noche, había quemado a
través del suelo y había habido un capullo en el sótano de la escuela, que era una parte
del ritual, mi sangre necesitaba ser derramada.
Bambi había afectado mis habilidades, pero sólo para bien, me di cuenta. No me
había causado succionar almas por estar con otras personas. Me había ayudado,
porque todas las cosas terribles no había sido yo, pero no sentí ningún alivio.

—Todo el mundo, incluyendo tu clan y los amores de tu vida, pensaban que eras
tú. —Sam se echó a reír, y esa risa sonó como la de él. Era la suya, pero lo que estaba
detrás de su piel no era el chico que conocía—. Incluso tú pensabas que eras tú misma.
Y eso es un poco triste, en realidad. Lleva la baja autoestima a un nivel completamente
nuevo.

—Sam —jadeó Stacey, presionando su mano contra su pecho. La sangre drenada


de su cara—. ¿De qué estás hablando?

Sus pupilas sangraron hacia su iris, volviendo sus ojos en fragmentos de


obsidiana. Sus rasgos seguían siendo los mismos. No. Sam no había perdido su alma.
No estaba poseído. Era peor que eso, porque lo que estaba parado frente a nosotros no
era Sam ya. No lo había sido desde hace un tiempo.

Sam era el Lilin.


J ennifer L. Armentrout es una escritora
estadounidense. Publica también bajo el
seudónimo de J. Lynn. Vive en Virginia Occidental
(EEUU). Todos los rumores que hayas podido escuchar de
este estado son ciertos. Bueno, en su mayoría. Cuando no
está trabajando duro en la escritura, pasa su tiempo
leyendo, saliendo, viendo películas de zombis y haciendo
como que que escribe. Vive con su marido, el perro de éste,
llamado Diesel y Loki, su perrita Jack Russell. Su sueño de
convertirse en escritora empezó en clases de álgebra, en la
cual pasaba el tiempo escribiendo historias cortas… lo que
explica sus pésimas notas en matemáticas. Jennifer escribe
fantasía urbana y romántica para adultos y jóvenes.
ƸӜƷ ƸӜƷ

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