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Grace School of Theology

LA PERSECUCIÓN DE LA IGLESIA EN LOS PRIMEROS SIGLOS DEL

CRISTIANISMO

Trabajo presentado a

Vladimir Vega, MABS


en cumplimiento parcial de los requisitos de

HI-203 HISTORIA DE LA IGLESIA PRIMITIVA

Por

Ricardo Gabriel Díaz Ramírez

10 de octubre de 2020
TABLA DE CONTENIDO

La persecución de la iglesia en los primeros siglos del cristianismo .............................................. 3

Introducción .................................................................................................................................... 3

La persecución bajo el Imperio Romano ........................................................................................ 4

Primer siglo: Persecución bajo Nerón ....................................................................................................................... 4

Segundo siglo: Persecución bajo Marco Aurelio.................................................................................................... 6

Tercer siglo: Persecución bajo Decio ......................................................................................................................... 9

Las catacumbas ................................................................................................................................................................. 11

Conclusión .................................................................................................................................... 13

BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................................... 15

ii
3

La persecución de la iglesia en los primeros siglos del cristianismo

Introducción

Desde que comenzó el cristianismo (cuando hablamos del cristianismo nos referimos a la

verdadera fe cristiana, no al catolicismo), no resulto fácil. El mismo Señor Jesucristo había

advertido a sus discípulos que todo el que quisiera vivir piadosamente padecería persecución. El

mismo Señor Jesús, terminó siendo condenado a morir en una cruz, a sufrir el peor de los abusos

y atropellos que jamás se hallan registrado, muriendo entre dos ladrones. No fue sino cuestión de

días, para que entre sus primeros discípulos se acusara injustamente a un diacono ejemplar llamado

Esteban, quien termino siendo apedreado por la multitud y sus ropas eran depositadas a los pies de

un sangriento perseguidor de la iglesia: Saulo de Tarso. Tiempo después, Jacobo es decapitado por

orden de un terrible gobernante: Herodes. Y parece irónico pero aquel perseguidor de la iglesia

Saulo, una vez convertido al cristianismo (y cambiado su nombre a Pablo) daría su vida también

como mártir de aquella fe que trastorno al mundo entero. Y como señala Justo González: “A partir

de entonces, hasta nuestros días, nunca han faltado quienes se han visto en la necesidad de sellar

su testimonio con su sangre”. 1 Pero fue ese grano que cayó a la tierra y murió (ataque de

persecución) la razón de la expansión y crecimiento del cristianismo. Ya que si hubiese quedado

solo habría muerto. Fue la sangre de aquellos hombres, de aquellos primeros mártires, lo que

fortaleció y elevó el cristianismo por encima de cualquier otra corriente que jamás se haya

levantado. Fueron los testimonios de cristianos en las hogueras, cantando y alabando a Dios, lo

que motivó a otros a encontrar a ese Dios que amaban tanto esos hombres y mujeres de valor, que

estuvieron dispuestos a dar su vida por El.

1
Justo L. González, Historia de la iglesia primitiva (Miami, Fl. Editorial Unilit, 1994), 21
4

La persecución bajo el Imperio Romano

No alcanzaría en un breve relato de este trabajo de investigación redactar todo el atroz

trato que recibieron nuestros hermanos en la fe, tan solo por confesar a Jesucristo como el

Salvador de sus almas. Sin duda fueron tres siglos donde a manos del Imperio Romano, murieron

miles de creyentes, antes de que llegara Constantino y apoyara a los cristianos, uniendo el Estado

con el cristianismo. Pero en estas páginas siguientes quiero resumir un poco lo que vivieron

nuestros hermanos de los primeros siglos ante diferentes emperadores, uno del primer siglo, otro

del segundo y uno as del tercer siglo.

Primer siglo: Persecución bajo Nerón

Antes de comentar la participación de Nerón en el inicio de la persecución cristiana por

parte del Estado, es interesante conocer un poco su historia. Fue el quinto emperador de Roma,

fue hijo adoptivo de Claudio, accedió al trono haciendo envenenar a su medio hermano

Británico. En sus inicios se presentó como prudente y beneplácito de los pobres y desvalidos.

pero después reveló un carácter sanguinario y cruel. En el año 64 d.c. (décimo año de su

reinado), estalló el gran incendio de Roma, este destruyó casi completamente tres de los catorce

distritos de la ciudad; y entonces se acusó al emperador de que él había sido quien había dado la

orden de provocar el incendio. Nerón estaba en graves problemas. Según se decía, Nerón había

pasado buena parte del incendio en lo alto de la torre de Mecenas, en la cumbre del Palatino,

vestido como un actor de teatro, tañendo su lira, y cantando versos acerca de la destrucción de

Troya. Luego comenzó a decirse que el emperador, en sus locas ínfulas de poeta, había hecho

incendiar la ciudad para que el siniestro le sirviera de inspiración.2 Para evitar la condenación del

2
Ibíd., 22
5

pueblo, Nerón acusó a los cristianos ya que su distrito no había sido alcanzado por el fuego,

además se rumoraba que ellos creían que todo debía pasar por el fuego. Esto era una alusión a las

enseñanzas de Pedro en su segunda carta: “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están

reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de

los hombres impíos”, por esa razón se les comenzó a llamar incendiarios a los cristianos. De esta

manera Nerón condenó a gran número de cristianos a suplicios atroces. La tradición señala que

hasta Pablo y Pedro estuvieron entre los mártires.3 No solo se encargó de matar cristianos,

también encontró la oportunidad de convertirlos en entretenimiento para el pueblo romano. Se

dice que Nerón los vestía en pieles de bestias para que los perros los mataran a dentelladas, por

ejemplo, disfrazó a muchos niños de ovejitas para que lobos los despedazaran. A otros cristianos

los mandó crucificar, no solo porque era una muerte muy practicada entre los romanos, sino

porque se burlaba de ellos haciéndolos pasar lo mismo que su líder (el Señor Jesucristo). Y a

otros se les prendió fuego al caer la noche, para que la iluminaran como antorchas humanas.

Nerón hizo que se abrieran sus jardines para esta exhibición. Todo esto hizo que se despertara la

misericordia del pueblo, aun contra esta gente que merecía castigo ejemplar, pues se veía que no

se les destruía para el bien público, sino para satisfacer la crueldad de una persona.4 Como Tácito

(un historiador no creyente de los primeros siglos) lo muestra, el no creía que los cristianos

fueran verdaderamente culpables de haber incendiado a Roma, y también ese era el pensar de

muchos romanos, que de alguna manera sabían qué tipo de persona era Nerón. Pero de alguna

manera había crecido un odio contra los cristianos. Ya que ellos se abstenían de las actividades

de la época. el teatro, el ejército, las letras, los deportes, etcétera ya que están estaban tan ligadas

3
Diccionario bíblico Caribe. p. 630
4
Justo González, 23.
6

al culto pagano que los cristianos se veían obligados a ausentarse de ellas, había una inmoralidad

e idolatría inmensas en esas “fiestas”. Un romano que amaba su cultura y veía este desdén, este

rechazo, se sentía ofendido, y entonces empezaron a acusar a los cristianos de misántropos, es

decir gente que odiaba a la humanidad. Y aunque al principio se acusó a los cristianos de

incendiarios, todo parece indicar que pronto se comenzó a perseguirles solo por el hecho de ser

cristianos. En el año 68 d.c. (14 años después de su reinado), Nerón se suicidó. Todos pensarían

que la persecución acabaría con la muerte de este tirano, y así fue por algunos años, el Imperio

pareció haberse desentendido de los cristianos.

Segundo siglo: Persecución bajo Marco Aurelio

Se dice que Marco Aurelio tenía un espíritu refinado, culto y que dejó escritos acerca de

sus Meditaciones. Si leemos sus ideales, estos nos hablan de dignidad, bondad, libertad y

justicia. Pero una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos, así que no fue eso exactamente

lo que caracterizó el gobierno de este emperador. Al ver estos “ideales” alguien podría suponer

que los cristianos gozaron de un período de paz. Se veía que Marco Aurelio no era como Nerón

ni como Domiciano. Sin embargo, el mismo emperador que se expresaba en términos tan

elevados acerca de sus deberes de gobernante tristemente desató también una fuerte persecución

contra los cristianos. Marco Aurelio creció con las corrientes de que los cristianos eran un

problema para el imperio y como tal así vio a los cristianos. En la única referencia al cristianismo

que aparece en sus Meditaciones, el emperador filósofo alaba aquellas almas que están

dispuestas a abandonar el cuerpo cuando sea necesario, pero luego sigue diciendo que tal
7

disposición ha de ser producto de la razón, “y no de terquedad, como en el caso de los cristianos”

(Meditaciones, 11. 3).5

Además, este filósofo que alababa sobre todo el uso de la razón era en extremo

supersticioso. Cada vez que debía tomar una decisión, pedía ayuda y dirección de sus adivinos, y

ordenaba que los sacerdotes ofrecieran sacrificios por el buen éxito de cada empresa. Le paso en

los primeros años de su gobierno una serie de invasiones, inundaciones, epidemias y muchos

desastres que parecían suceder uno tras otro. Se corrió la voz de que todo esto era culpa de los

cristianos, que sus creencias y conductas habían atraído sobre el Imperio la ira de los dioses

romanos, y se desató entonces la persecución. No tenemos indicios de que Marco Aurelio haya

pensado que de veras los cristianos tenían la culpa de lo que estaba sucediendo; pero todo parece

indicar que le prestó su apoyo a la nueva ola de persecución, y que veía con buenos ojos este

intento de regresar al culto de los antiguos dioses.6 Marco Aurelio llegó a pesar que era necesario

castigar a los cristianos, si no por sus crímenes, al menos por su obstinación. Por no querer

participar de sus fiestas y cultos. Y así desato una cruel persecución contra varios cristianos

llevándolos al martirio. Algunos ejemplos de esto son: Felicidad y sus siete hijos. Esta viuda fue

detenida junto a sus hijos Alejandro, Felipe, Félix, Januario, Marcial, Silvano y Vital, fue

acusada injustamente de insultar a los dioses romanos. Los ocho fueron encarcelados por la fe y

uno por uno fueron pasando ante un tribunal para negar a Jesucristo o morir. Felicidad, antes de

que sus hijos fueran preguntados por el juez, les dijo: «Mirad, hijos míos, al cielo y levantad a lo

alto los ojos, allí os espera Cristo con sus santos. Combatid por vuestras almas y mostraos fieles

al amor de Cristo». Se dice que Felicidad tuvo que observar cómo, uno a uno, todos sus hijos

5
Justo L. González, Historia de la iglesia primitiva (Miami, Fl. Editorial Unilit, 1994), 28
6
Ibíd., 28-29
8

fueron martirizados por permanecer fieles a Jesucristo. Se cuenta que el mayor, ante las palabras

del juez que le inducían a traicionar a Cristo, le contestó: «¡Ea!, acaba ya con tu charla, sábete

que yo quiero permanecer fiel». Y la madre, que había tenido que sufrir ser testigo de tan

horrendo crimen, concluyó aquella inmolación heroica padeciendo, cuatro meses después, la

gloriosa muerte del martirio.7

Otro relato de mártires de esta época fue el de Justino, un pensador cristiano mu

distinguido. Justino tenía una escuela en Roma, donde enseñaba el cristianismo, el mismo se

refería a él, como “la verdadera filosofía”. Un filósofo llamado Crescente le retó a un debate del

que el cristiano salió a todas luces vencedor. Crescente al sentirse humillado en público tomó

venganza acusando a su adversario Justino ante los tribunales. Y así fue que en el año 163

Justino y seis de sus discípulos fueron llevados ante el prefecto Junio Rústico, quien había sido

uno de los maestros de filosofía del emperador. Este juez trató de convencer a los cristianos

acerca de la necedad de su fe. Pero Justino no quiso retroceder y le contestó que, tras haber

estudiado toda clase de doctrinas, había llegado a la conclusión de que la cristiana era la única y

verdadera, y que por tanto no estaba dispuesto a abandonarla. Como era costumbre, el juez les

amenazó de muerte, y Justino junto con sus discípulos le contestaron que su más ardiente deseo

no era seguir viviendo sino sufrir por amor de Jesucristo, y que por tanto si el juez les mataba les

haría un gran favor. Ante tal respuesta, el prefecto ordenó que fueran llevados al lugar del

suplicio, donde primero se les azotó y luego fueron decapitados.8

7
José Calderero de Aldecoa, “Felicidad y sus siete hijos, mártires de la fe”. última modificación 24 de
noviembre de 2012, accesado el 12 de octubre de 2020, https://alfayomega.es/felicidad-y-sus-siete-hijos-martires-
de-la-fe/
8
Justo L. González, Historia de la iglesia primitiva (Miami, Fl. Editorial Unilit, 1994), 29
9

Tercer siglo: Persecución bajo Decio

Años más adelante ya en el tercer siglo, el Emperador Decio decidió restaurar en

toda su plenitud la antigua religión de los romanos. Los romanos creían que desde que habían

aparecido los cristianos el imperio había comenzado a derrumbarse. Por eso Decio fue un

emperador que se propuso a aniquilarlos por completo. Veían a los cristianos como la mayor

maldición del imperio. Esta persecución por el Emperador Decio fue desde el año 249 al 251 A.

C., o sea que duró como dos años y medio. Decio murió en batalla con los Godos más o menos a

fines de 251 A. C.9

Los cristianos fueron duramente perseguidos, ya que se les quería obligar a

realizar actos de culto de la religión civil romana, actos que implicaban una adoración a la figura

del emperador. A principios del año 250, el Emperador emitió un edicto para la supresión del

cristianismo. El edicto en sí fue bastante claro:

Se requiere a todos los habitantes del imperio para que hagan sacrificios ante
los magistrados de su comunidad «por la seguridad del imperio» en un día
determinado (la fecha variaría en cada lugar y la orden pudo haber sido que
el sacrificio tenía que estar consumado dentro de un específico período
después de que la comunidad recibiera el edicto). Cuando hagan el sacrificio
podrán obtener un certificado (libellus) documentando el hecho de que han
cumplido la orden.10

Varios cristianos destacados rechazaron hacer sacrificios y fueron asesinados en el

proceso, incluyendo al obispo de Roma, Fabián, en 250 y esos sentimientos anticristianos

llevaron a que se diera una cacería de cristianos en Cartago y Alejandría. Había días en los que

9
Richard Roberts. El Mártir de las catacumbas. (Grand Rapids, MI. Editorial Portavoz 1984), 10
10
Wikipedia, “Decio”. última modificación el 09 de julio de 2020, accesado el 12 de octubre de 2020,
https://es.wikipedia.org/wiki/Decio#cite_note-Decius:_249_-_251_AD-5
10

quemaban tan solo a cincuenta de ellos en lámparas humanas. Tal como había enseñado a hacer

Nerón. Otros que corrían con “mejor suerte” eran degollados, se sabe que había días que

degollaban hasta a cien cristianos. Pero las matanzas más crueles que se recuerdan sucedieron en

un lugar de encuentro, una arena que reunía a miles de fanáticos. Más de cien mil almas llegaban

de cuando en cuando al Coliseo Romano, animadas por un sentimiento común, e incitadas por

una sola pasión. Pues lo que los había atraído a este lugar era una ardiente sed de sangre de sus

semejantes. Qué triste conocer esto de tan alardeada civilización de la antigua Roma. Que

macabro espectáculo crearon los romanos. En cierta ocasión, les toco atestiguar a uno de los más

grandes gladiadores de todos los tiempos, su nombre era Macer. Fue un gladiador que venció a

las más terribles fieras que se vieron en ese lugar. Leones africanos de enorme tamaño, tigres

traídos de lejanas tierras, ninguno de ellos prevalecía ante tan diestro peleador. Todo el público

lo aclamaba, hasta que cierto día le llevaron a un gladiador africano moribundo para que lo

terminara de matar. Pero ese día paso algo que les sorprendió a todos, Macer tiró su espada y se

dirigió al Emperador Decio diciéndole – Soy cristiano, podre luchar contra animales, pero

jamás levantare mi espada contra un hombre hecho semejante a mi Dios –. Aquel vitoreo se

convirtió en bulla y pronto miles de romanos comenzaron a despreciarlo por tan necia decisión.

Y comenzaron a pedir que muriera, por lo que el africano moribundo tomo su espada y le

traspasó el corazón. Acto seguido fue traída a la arena un anciano debilucho. Esto desato las

burlas de todo el Coliseo. Su nombre era Alejandro, un cristiano fiel y reconocido maestro entre

el pueblo creyente. Romanos, -dijo el anciano-, yo soy cristiano. Mi Dios murió por mí, y yo

gozoso ofrezco mi vida por El.11 Al instante fueron soltadas tres panteras que pareciera que no

habían alimentado por semanas, las cuales se abalanzaron sobre este anciano y lo despedazaron.

11
Ibíd., 9
11

Seguido a este acto soltaron muchas más fieras en la arena. En medio de la arena fue arrojada

una banda de indefensos prisioneros. Eran muchachas indefensas de todas las edades, incluyendo

niñas. Una escena así, debió haber conmovido a los presentes. Pero en ese lugar la compasión era

algo que no se conocía. Al contrario, su sed por la sangre los impulsaba desenfrenadamente a

vitorear a las fieras. Aquellas indefensas muchas se tomaron de la mano formando un circulo, y

comenzaron a cantar un himno que seguirá resonando por la eternidad:

Al que nos amó, Al que nos ha lavado de nuestros pecados


En su propia sangre; A1 que nos ha hecho reyes y sacerdotes,
Para nuestro Dios y Padre; A Él sea gloria y dominio
Por los siglos de los siglos. ¡Aleluya! ¡Amén!

Una por una sus alabanzas fueron silenciadas por las dentelladas de estos felinos. Y aquel grupo

de muchachas creyentes quedo reducido a huesos y sangre. Pero dejaron un testimonio ante

miles de romanos de que era tal su amor por su Salvador que preferían la muerte antes que

negarle.

Las catacumbas

Ante tan atroz persecución, no hubo otra alternativa más que vivir en otro lugar. ¿Habría

un lugar dentro del Imperio Romano donde no los encontraran para llevarlos a la muerte? Si lo

hubo. Ese lugar fue “las catacumbas”. Era un distrito subterráneo que había debajo de la ciudad,

y cuyos límites nadie conocía. Los cristianos huían a las catacumbas cada vez que se hallaban en

peligro; era ese también el lugar donde enterraban a sus muertos. Una vez que lograban penetrar

allí, se podían considerar fuera del alcance de los poderes del estado romano. Nadie sabe con

exactitud quien hizo esas catacumbas, de hecho, en ese entonces ya tenían siglos de existencia.
12

Es probable que fueron excavadas con la intención de sacar minerales del subsuelo.12 Pero se

cree que los cristianos las extendieron más hasta llegarse el punto de ser un laberinto al cual

quien osara entrar sin ser dirigido por alguien que las conociera, podía perderse en ellas para

siempre. No cualquiera osaba entrar allí, aun los mismos soldados romanos, aun sabiendo que

allí se refugiaban los cristianos, evitaban entrar. Pero muchos cristianos que tenían el oficio de

excavadores, vivieron allí toda su vida, así que conocían esos laberintos como la palma de su

mano.

Entonces hubo un soldado pretoriano que decidió entrar. Su nombre era Marcelo. A él se

le había encargado encontrar el paradero de los creyentes en las catacumbas y arrestarlo con el

fin de llevarlos al Coliseo Romano. Aquel hombre no sabía cómo entrar y si lograba entrar no

sabría cómo salir. Así que un determinado día, se fue solo con la intención de ingresar a las

catacumbas. En la Vía Apia le habían dicho que había una entrada de excavadores. Cuando llegó

pregunto a un excavador si podía adentrarlo en esos laberintos. Este al ver su resplandeciente

armadura, cual rayo huyo de él. El día se agotaba sin esperanza, hasta que encontró un niño al

que agarro. Su nombre era Polio y este niño rogo por su vida. A lo que Marcelo le respondió, -no

tengas miedo, yo no vengo a entregarlos, llévame con los tuyos-. Polio no dudo en meterlo en las

catacumbas, fue un camino largo y oscuro, Marcelo llegó a pensar que si Polio lo abandonaba a

su suerte allí quedaría el resto de su vida. Pasaron por tumbas, bóvedas y aposentos, hasta que

llegaron a un lugar amplio y en penumbras, con unas cuantas antorchas. El anciano que dirigía se

llamaba Honorio. Al ver la armadura resplandecer, todos salieron corriendo, pero Marcelo les

dijo no he venido a destruirles. Unos cuantos se quedaron con el dirigente, el cual le pregunto --

¿Por qué nos persigues hasta lo último de la tierra? -- A lo que Marcelo le respondió: --no he

12
Richard Roberts. El Mártir de las catacumbas. (Grand Rapids, MI. Editorial Portavoz 1984), 19-25
13

venido a prenderlos, he venido porque vi en el Coliseo un grupo de cristianos morir por su fe, y

no he podido dormir desde entonces, ¿Quién es ese Dios por el cual los hombres están dispuestos

a dar su vida? —Entonces se dice que Honorio le hablo de Jesucristo y aquel General pretoriano

cayó de rodillas recibiendo a Jesucristo como su Salvador.

Conclusión

El siguiente es un testimonio que dejó un general romano:

"Estos cristianos, en cuya búsqueda me encuentro, parecen haber aprendido


más lo que yo puedo descubrir en nuestra filosofía. Ellos, parecen no
solamente haber conquistado el temor a la muerte, sino que han aprendido a
morir gozosos. ¿Qué poder secreto tienen ellos que llega a inspirar aun a los
más jóvenes y a los más débiles de ellos? ¿Cuál es el significado oculto de sus
cantos? Mi religión puede solamente tener esperanza que tal vez no seré
infeliz; empero, la de ellos les lleva a morir con cantos de triunfo, de
regocijo."13

Su nombre fue Marcelo, un capitán de la guardia pretoriana romana. Como he relatado en

este breve resumen, no fue en vano tanta sangre derramada, hubo fruto producto de sus

aflicciones. Si algo dejó estas terribles persecuciones, fue un valeroso testimonio. Un testimonio

que impactó a miles de personas no solo en los espectáculos del Coliseo Romano sino también a

través de todo el Imperio Romano y que ha perdurado por los siglos. Porque Dios ha permitido

que haya registro de esto hasta nuestra época. Un registró que nos inspira a morir por Cristo y no

solo a morir sino a vivir para Cristo. Quién al ver y escuchar de estos relatos no derrama

lagrimas por sus ojos, sabiendo que aquellos hombres que murieron de tan cruel manera son sus

hermanos en Cristo y que un día les veremos en el cielo y le podremos preguntar de tan sublime

13
Ibíd., 15
14

hazaña. Y que, al compararnos con ellos, la verdad no hemos sufrido nada por nuestro Salvador.

Esto me recuerda un famoso himno cristiano que decía:

Mi vida di por ti, mi sangre derramé.


Por ti inmolado fui, por gracia te salvé.
Por ti, por ti mi vida di, ¿qué has hecho tú por Mí?
Por ti, por ti mi vida di, ¿qué has hecho tú por Mí?

¡Gracias Señor por tan sublime amor y tan digno ejemplo de mis hermanos, que me da el

valor para poder hacerlo el día que Dios lo demande de mí!


15

BIBLIOGRAFÍA

Calderero de Aldecoa, José. Fe y Vida. 24 de noviembre de 2012.

https://alfayomega.es/felicidad-y-sus-siete-hijos-martires-de-la-fe/ (último acceso:

12 de octubre de 2020).

Diccionario Biblico Caribe. s.f.

González, Justo L. Historia del Cristianismo. Vol. Tomo I. 2 Tomos vols. Miami, Florida:

Editorial Unilit, 1994.

Roberts, Richard. El Martir de las catacumbas. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1984.

Wikipedia. 09 de julio de 2020. https://es.wikipedia.org/wiki/Decio#cite_note-

Decius:_249_-_251_AD-5 (último acceso: 12 de octubre de 2020).

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