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EL REFLEJO DE DIOS

AGRADECIMIENTO

En estas líneas tenía pensado agradecer sólo a Dios por este libro, aunque me tildaran de frío y
egoísta. Pero algo hizo que reformulara la narración del mismo, no por miedo a lo que los lectores
puedan pensar de mí, antes quizás me hubiese preocupado... pero hoy no. Me incomoda más, lo
que las personas puedan pensar de Dios.

Creo que la causa principal de los problemas de la humanidad, es que estamos desinformados
acerca de quién es Dios. Creemos conocerle por haber leído la biblia o pertenecer a distintas
religiones. Creemos saber quién es Dios y como actúa, porque fuimos influenciados y adoctrinados
a los largo de los años, por una idea muy superficial acerca de él. Pero lo cierto es que sabemos
muy poco de Dios.

A lo largo de la historia, el ser humano ha tratado de ponerle forma a lo que no tiene, de medir
algo que es imposible de medir, de asignarle una figura o un color… cuánto pesa Dios?

Cuando agradezco a Dios, no sólo estoy agradeciendo a aquellas personas que colaboraron de
manera activa durante el proceso de este libro, sino que expando mi agradecimiento a cada ser
impregnado de Dios que toco mi chispa, en ésta y otras vidas. Gracias a mis padres y hermanos,
maestros terrenales y guías espirituales. Agradezco a mis amigos, a cada árbol y piedra que se
cruzó en mi camino, a los animales y ríos, a la luna, al sol, al fuego y el aire. Algunos, pasaron de
manera fugaz, otros… aún pulsan conmigo.

Lo cierto es que ninguno pasó por azar, de eso estoy seguro. Tampoco todos fueron parte de mi
plan, en muchas ocasiones… yo formé parte de los suyos. Y así nos fuimos tejiendo en este
entramado cósmico, así se fue montando un magnífico laberinto de cristales, espejos. Donde la
única finalidad fue, es y será, reflejar la verdad oculta, desvestir la oscuridad y enamorarnos de las
sombras. GRACIAS a cada reflejo que se posó frente a mí en oficio de maestro. Somos tantos, que
no existe un número aproximado para describirnos, aunque pensándolo bien… si existe. Pero su
simplicidad te confundiría al tratar de entenderlo. Somos tantos pero a la vez somos uno, y esto no
hay que entenderlo, sino sentirlo, porque mientras más lo razonas, interpretas y analizas… más te
alejas de su verdad. Tantos reflejos, pero una misma esencia… Dios.
Dios no es complejo… la mente del hombre lo es.

Comprendiendo la simplicidad de Dios, me resulta inconcebible escribir demasiadas páginas y


redactar cada una de ellas, con términos glamorosos y exquisitos para el paladar de los lectores
exigentes, porque no estaría hablando de la simpleza de Dios.

Es tan sencillo que nuestras mentes no pueden catalogarlo, porque éstas no se llevan bien con lo
simple, la esencia de las mentes es ir siempre más allá. Por eso es que a algo tan sencillo como
Dios, le vamos sumando con el paso del tiempo infinidad de cualidades. La mente trata de saber
cuánto pesa y mide Dios. Cuando se originó y cuando será su fin si es que es posible.

Además yo no soy escritor. Soy una persona común y corriente que tuvo la necesidad de compartir
con ustedes, su experiencia para con Dios.

El objetivo de este libro es cesar todo tipo de búsqueda espiritual. Una vez que despertamos,
estamos tan avocados a la búsqueda divina, que la acción de detener toda búsqueda pareciera una
utopía. Buscamos a Dios en todas partes, y a veces nos perdemos en el camino. Llegamos a
sumergirnos en una profunda crisis de carácter espiritual, de la cual nos resulta casi imposible
salir. Por esto considero que detener la búsqueda en el momento oportuno, es igual de
importante, que el propio despertar.

Y esto se debe a la sencilla razón, que así como el hombre no puede pensar dos cosas al mismo
tiempo, nosotros no podemos buscar algo y al mismo tiempo encontrarlo.

Cuando alguien busca algo, significa que aquello que está buscando no está dentro de su escena,
no figura en su tiempo presente, no existe… por eso lo está buscando. La acción de buscar se
convierte en una trampa, por que la acción por sí misma, pertenece al futuro. Buscar es opuesto a
encontrar. Entonces cuando buscamos algo, estamos enganchados inconscientemente a una línea
de tiempo futura, cíclica, inexistente e ilusoria. Y es indispensable desengancharse, sólo así
permaneceremos en el presente, y haremos un vacío para que aparezca lo que buscábamos.

No se puede buscar y encontrar al mismo tiempo. Cuando se busca, no se encuentra y cuando se


encuentra, ya no se buscaba.

Estoy convencido que este texto ha llegado a quien tenía que llegar, y en el momento indicado.

Es mi deseo de todo corazón que te otorgue la fuerza suficiente para trascender tus miedos, y
acompañe la luz que eres.

Las personas le temen a tres cosas: a Dios, al amor y a la muerte.


ESTAMOS PERDIDOS

Nacer aquí en la tierra es sinónimo de perderse, venimos de un estado del que recordamos muy
poco. Dejamos todo lo que fuimos, por un rato, para sumergirnos en el más denso de los juegos…
“el sueño”, así nos abandonamos al azar… y nos perdimos. Nadie nos trajo obligados, engañados
o presos. Quizás en estos últimos miles de años terrestres sí, pero la verdad, es que nuestro viaje
se inició muchísimo tiempo antes de la existencia de la tierra, incluso antes del origen del sistema
solar.

Por eso todos tenemos esa sensación de no pertenecer aquí. Andamos por las calles como
huérfanos de la vida, añorando volver a ese sitio que ya no recordamos. Y así caminamos,
paseando nuestro vacío existencial. Lo triste es que hace tanto que caminamos esta tierra, que ya
olvidamos que estamos perdimos, y eso provoca el dolor más grande que pueda existir… el
existencial.

Es lo más parecido al dolor de una madre al perder a un hijo, en éste caso, es el dolor que produce
perdernos a nosotros mismos. Cómo un niño de tres años, que corrió obnubilado por las luces del
parque de diversiones y perdió a sus padres… para no volverlos a encontrar.

Si algo hay de positivo en todo esto, es que nadie que no se sienta perdido podrá iniciar una
búsqueda, reencontrase y volver a casa.

LA BUSQUEDA
Si me preguntan cuánto hace que comencé esta búsqueda, diría rápidamente una década, tengo el
claro recuerdo de aquella crisis. Para aquel entonces, yo tenía una vida totalmente mundana.
Entiéndase por mundana, no a una vida llena de vicios, pero si a una existencia muy terrenal.
Había entrado de lleno al juego como entramos todos, sin medias tintas, entré de lleno a
experimentar todo lo que el mundo tenía para mí. Fui llenándome de aspiraciones superficiales y
materiales, y mi ego manejaba todos los aspectos de mi vida. Así… me fui sumergiendo como
muchos en éste sueño. Se podría decir que con el paso de los años construí un ego tan fuerte; que
tenía la capacidad de dividirse en múltiples egos para sostener fielmente cada relación. Un ego
para mi mujer, otro para mi hijo, otro ego para mis amistades del club, otro para cuando estaba
sólo. Lo cierto, es que nadie es el mismo en soledad que acompañado.

Así fui proyectando diferentes reflejos de mi persona, pero éstos, poco tenían que ver con mi
esencia. El que yo me mostrase como era, no le agradaba al resto de las personas. Y yo,
inocentemente cambié.

Fui proyectando imágenes irreales a lo largo de mi vida, egos, o falsos yo. Cabe aclarar; que esas
proyecciones las hacía de manera inconsciente. Con los años comprendería, que fueron artilugios
mentales para no ser herido nuevamente. Cómo si mi mente se apiadase del dolor que provoca el
rechazo, y construyese cientos de muros impenetrables. Muros, que tarde o temprano caen.

Todos somos heridos a una edad temprana cuando nos mostramos tal cual somos. La sociedad no
acepta originales, y la familia, que es una pequeña sociedad… tampoco. Cada uno de nosotros
nace dentro de este juego con reglas preestablecidas y muy duras, no importa cuán creativo
seamos, el juego social no acepta originales, y eso nos obliga a cambiar. Y ese cambio,
automáticamente crea otra realidad paralela, otro juego dentro del mismo, donde vamos creando
distintas personalidades para poder pertenecer a diferentes círculos sociales, un equipo de fútbol,
un grupo escolar, la familia, un grupo religioso, una pareja, etc. Con el fin de permanecer en el
juego y sentirnos merecedores de afecto, vamos desplegando una variedad de máscaras, egos. Y
así, nos alejamos de quien somos en realidad… un reflejo de DIOS.

Cuando llegó esa crisis, todo lo que creía ser, se cayó de a pedazos. Como un espejo que recibe un
piedrazo pequeño, comencé a resquebrajarme lentamente. Cada fisura me marcaba que el camino
elegido por mí, estaba llegando al final. Pero yo seguía en la misma dirección, seguro de que podía
controlar la situación…pero no fue así.

Recuerdo que en medio de una inquietud cotidiana, como en la que estamos todos, llegó un libro
a mis manos. Por aquel entonces no era de leer absolutamente nada, pero este era la excepción.
Me cautivó en las primeras hojas y le dedicaba varios minutos de lectura al día, algo que para mí
en ese momento era milagroso.

EL libro se titula EL PODER DEL AHORA, su autor es Eckhart Tolle. Trae 156 páginas. A medida que
las iba leyendo, me iba inundando poco a poco de una extraña sensación. En aquel tiempo no
sabía de qué se trataba, hoy claramente puedo asegurar que era paz.
Ese sosiego, que traté de mantener a fuerza de capa y espada, duró un escaso tiempo, esa paz no
hizo más que profundizar las viejas grietas del cristal, sin dudas, esa quietud era la calma que
antecede al huracán. La información de ese libro fue tan punzante, que provocó una implosión
potente en mi ser, haciéndome estallar por el aire.

Y ahí estaba yo… con todos mis egos cayendo al vacío, como cae un frágil castillo de naipes, luego
que el niño cansado de jugar, le atina un certero puñetazo.

A medida que mis reflejos caían como hojas en una tormenta otoñal, mis egos se iban despegando
dolorosamente de mí. El objetivo de esta catástrofe era muy claro, terminar con tantos dobles y
sólo reflejar una sola imagen… la de Dios.

Pero para llevar a cabo esto, antes, debía vaciarme de todo lo que no era y mostrar quien
realmente soy. Ese proceso arrancó de los escombros viejas emociones sentimientos de un gran
vacío, soledad y dolor. Intuyo que éste, es el precio que muchos deben pagar para poder
despertar.

El estallido
Luego del impacto que produjo mi despertar, comencé una caída estrepitosa donde reinaba
además de la confusión, una absoluta oscuridad. Parecía un ascensor roto cayendo de un
rascacielos, a diferencia que el ascensor, tiempo antes o después encuentra el suelo. Lo mío
literalmente era una caída al vacío, me resultaba imposible hacer pié. Una caía en picada
acompañada de una angustia profunda, opresión en el pecho y dificultad para respirar. Me pasaba
horas y horas llorando sin saber el motivo. Nunca me sentí tan cerca de la muerte como en aquel
entonces, y no era para menos, en aquel momento había comenzado mi muerte.

Sentí el miedo como nunca antes, yo ya no tenía el control de mi vida, y eso a un geminiano como
yo, es lo peor que nos puede pasar… sentía que no tenía el control de nada, y eso me aterraba.

Veía y sentía desde mi cama como todo se iba al carajo, y yo no podía hacer absolutamente nada.
Tenía la sensación de estar atado de pies y manos, sin capacidad de reacción. Padecía los síntomas
tradicionales del despertar como mareos, taquicardias, temblores, nauseas, palpitaciones, vértigo
y otros más. Recuerdo haber investigado y leído en internet sobre “los doce síntomas del
despertar” y eso me provocaba fastidio, claramente yo percibía unos veinte, ja ja.

Hoy comprendo lo relativo del tiempo, puedo escribir en quince segundos ese estadío que duró
dos semanas, pero que pareció eterno.

Con el tiempo, la intensidad de los síntomas fue cediendo y traté de reincorporarme a mi vida
normal, pero mi vida… ya no era mía. Veía acongojado mi realidad como detrás de un cristal, pero
este cristal lucía distinto, podía ver con más claridad, como si todo lo podía ver más nítido… más
limpio. Y eso me provocaba más dolor, porque de afuera veía cosas que de adentro no. Sufría
como lo hace un pez al caer de la pecera. Ambos veíamos nuestra realidad del otro lado del cristal,
pero así como el pez jamás pudo trepar nuevamente la pecera y echarse al agua, yo tampoco
pude volver a mi realidad. Los dos ya no pertenecíamos a esa realidad, algo había cambiado.

Es importante reconocer que el despertar de la conciencia afecta nuestras relaciones, ya sea


para bien o para mal. Muchas de ellas se afianzarán de manera positiva, y otras sencillamente
dejarán de ser. Éste, es un proceso que debemos aceptar con naturalidad, la vida es un cambio
constante, nada debe permanecer estático en ella. Debemos comprender que todo tiene un ciclo
en nuestra vida, y no debemos tratar de interferir en él, primero; por la sencilla razón que no
podemos, y segundo; porque sólo nos provocará dolor tratar de retener algo que por ley
universal debemos dejar ir.

Con respecto a la relación con mis amigos, ya no me mostraba charlatán como antes. De chico
siempre fui el motivador y gracioso del grupo, chistes por acá, risas por allá. Pero algo en mi había
cambiado. Los encuentros de amigos ya no me divertían, lo que antes me causaba risa ya no lo
hacía. Pasé de ser un charlatán a estar modo silencio, o mejor dicho… modo observador.

Comencé a sentir tensión mental e incomodidad, por un lado mi mente me pedía acción, hacer
esto y aquello, hablar y no parar de hablar aunque fuera una charla sin sentido. En cambio mi ser
y mi cuerpo me pedían silencio y descanso.
Por más que quería interferir en alguna charla… simplemente no podía, sólo observaba. Sentía
que estaba inactivo, que no formaba parte de esa realidad y veía las escenas de afuera y eso al
comienzo molestaba, luego me fui acomodando, y hasta le encontré un sabor agradable a pasar
desapercibido. Parecía haberme vuelto invisible para el mundo.

Me convertí en un gran observador, hablaba poco pero… cuando intervenía, todos quedaban en
silencio, anonadados por las reflexiones consideradas por el quórum, como justas y acertadas.

En el trabajo no fue la excepción, estaban los mismos de siempre y todo parecía normal, pero yo
ya no encajaba ahí. Hoy me resulta más sencillo entender lo que sucedió, pero cuando estás
atravesando este proceso, se hace incomprensible.

Quizás lo más duro tuvo que ver con mi pareja, fue un proceso tan intenso como solitario, que no
pude compartirlo con quien se suponía que compartiría mi vida. Y no se trata de egoísmo, que más
hubiese querido yo en ese momento, que alguien pudiera entender lo que me estaba pasando, y
así… sostenerme aunque sea cinco minutos la mochila, que para ese entonces pesaba muchas
vidas. Pero si algo caracteriza al despertar, es que se ven afectadas todas las relaciones, y sobre
todo, las sentimentales.

Aquello que cambió en mí no era un aspecto físico y tampoco fue la conducta, al menos no en ese
momento. El cambio se mostraba fuerte y profundo por un lado, lo que me permitía dar cuenta
que algo importante me sucedía, pero por otro lado, se mostraba tan sutil, que no me dejaba
reconocer con claridad que había cambiado en mi. Con el tiempo comprendí, que no era más ni
menos que mi esencia.

LA CRISIS

Es importante reconocer que nadie puede despertar su conciencia sin antes atravesar por una
crisis. Cada una, sin importar el tipo, tiene la particularidad de mostrarnos cuan perdidos estamos
en la vida. Nos lleva a lo más profundo de nosotros, a nuestra zona más oscura, y ahí tenemos que
enfrentar la más dura de las batallas… nuestros demonios internos. Acaso alguien puede
lastimarnos más que nosotros mismos?

No existe un tiempo propicio para una crisis, siempre que llegue será en el momento perfecto, y si
bien es verdad que a veces la crisis se nos muestra cruda, la realidad es que es imposible
trascendernos sin ella. No existe manera que el ser humano pueda evolucionar sino es a través de
una crisis. Y todo lo que esté impregnado de vida, debe evolucionar.

Por eso cada vez que te enfrentes a una, observa en su interior, trata de discernir su propósito. Es
muy grato aceptar los regalos de la vida cuando llegan a través de los buenos momentos. Lo difícil,
pero liberador, es reconocer los aprendizajes que vienen escondidos dentro de cada crisis, de
cada dificultad. Estos premios se encuentran sepultados bajo el escombro. Por lo tanto… si algún
día la vida te pone de rodillas, sécate las lágrimas y sonríe… estas apostado sobre tu propio
premio.

Nuestro despertar es un proceso único e intransferible, nadie puede hacerlo por nosotros. Nos
demanda muchos momentos a solas, y eso al comienzo asusta bastante. No todos estamos
dispuestos a ver nuestras miserias cara a cara. Pero no necesariamente tiene que ser doloroso. Los
síntomas que pudieran aparecer, se deben a la lucha por aferrarnos a eso que creíamos ser, a
nuestras máscaras, reflejos, falsos yo. Y mientras más luchamos, más se intensifican los síntomas
mencionados, o en el peor de los casos, aparecen síntomas nuevos.

El tratar de sostener esa vieja manera de vivir, y de perpetuar cada una de nuestras relaciones, no
sólo provoca dolor… es imposible. Cuando nuestros reflejos o falsos yo se caen, arrastran con
ellos a cada una de las relaciones que estos sostenían, por eso sentimos tanta angustia y
desasosiego. Porque el juego que jugábamos con nuestros reflejos… ya no es.

Lo cierto es que un día te levantas, te sacudes, y comprendes que ya no eres el mismo de antes,
ahora eres más fuerte y ves con más claridad todo lo sucedido. Y lo más importante, es que tienes
un nuevo aprendizaje, aprendiste a bailar con el diablo.

Claramente nuestra transformación corresponde a una mutación energética, no sólo cambia


nuestra física sino nuestra química. Una alquimia perfecta, donde nosotros vamos dejando de lado
esa vieja energía, basada en el ego y sufriendo por cosas sin sentidos. Una energía antigua donde
nos identificábamos con bienes materiales como un auto nuevo, una casa, un yate. Tan obsoleta
que nos hacía creer que éramos una marca, un cargo laboral importante, un profesional
destacado, etc.

Este cambio nos para frente a nuevas relaciones, nuevos reflejos. Estas relaciones no están
basadas en el ego sino en el ser. En esta nueva energía, las relaciones se vuelven mucho más
armónicas, aquí es donde encontraremos las piezas de nuestro rompecabezas, que encastrarán
con facilidad y sin sobresaltos. Estos nuevos reflejos tendrán una energía mucho más afín a la
nuestra. Cabe aclarar que esta nueva energía siempre existió, somos nosotros, quienes la
transitamos por primera vez, y esto la convierte en nueva.

Fue en esa invisibilidad, donde dejé de reflejarme en lo mundano y terrenal. Y comencé a observar
aquello que antes no veía, la esencia de las cosas. El cantar de los pájaros, el caminar de las
hormigas, el bailar de los árboles, etc.

EL FIN DEL JUEGO


En mis años de búsqueda he leído libros de todo tipo, física cuántica, leyes espirituales, ley de
atracción, libros sobre otras vidas, planificación pre-natal, revelaciones del alma, etc. He tomado
cursos de Reiki, Aqualead, Registros Akáshicos, etc. Asistí a todo tipo de talleres, algunos que
hablaban sobre bio-neuroemoción, constelaciones familiares, rituales chamánicos con Ayahuasca,
y más. Si algo me quedó claro de todo lo aprendido… es que a pesar que el sufrimiento es el
común denominador de los seres humanos, nosotros no vinimos a sufrir. Por lo tanto si no
vinimos a ello, porque tanto dolor?

He llegado a la conclusión que sencillamente duele, porque nosotros no somos los mismos que
vinimos aquí, es decir… cuando nacemos, somos esencia pura, somos el claro reflejo de Dios,
hablar de Dios y de un recién nacido, es estar redundando. Cuando nacemos o somos muy niños,
no proyectamos nada sobre nadie y tampoco esperamos algo a cambio. Por lo tanto al no haber
proyección alguna, evitamos la frustración y el sufrimiento.

Presten atención a un niño, cuando comienza a tomar conciencia de su cuerpo y juega con su
mano, se encuentra perplejo al comprender que él, no es ni su mamá, ni su papá, ni nadie que lo
rodee.

Antes de comprender eso, el niño no distinguía al resto de las personas de él, todo lo que lo
rodeaba, formaba parte de él. Acaso eso no es Dios?

Luego el niño comienza a crecer y formar parte de este juego, primero acatando las reglas de la
familia, luego del jardín, escuela primaria, secundaria, y así se lo va domesticando. En cada etapa
este pequeño va proyectando máscaras, de acuerdo o no, a la necesidad de pertenecer a un grupo
determinado. La cantidad de proyecciones en su vida es proporcional a las heridas recibidas, o
miedo a ser herido en un futuro.

En un momento dado de nuestra vida, llega una crisis con la finalidad de quitarnos una por una las
máscaras, y mostrarnos tal cual somos, un reflejo de Dios. Cada crisis nos está invitando, de
manera indirecta, a volvernos niños nuevamente. Con esto no quiero decir que comencemos a
gatear por la casa, pero sí, a actuar como tal. Sin expectativas, sin proyectar, sin maldad, sin juzgar,
si hubo un enojo olvidarlo a los cinco minutos y volver a jugar. El niño tiene la llave a nuestra
felicidad. Y si hay algo que abunda en el planeta, son los niños. Así que ahí están las llaves
desparramadas… esperando por nosotros.

Cuando comprendemos quienes somos, vemos el juego con claridad y observamos cómo funciona
éste sueño, sabemos quiénes son los que utilizan el juego a su favor, y quienes lo sufren. Vemos
como los medios televisivos, radiales, digitales, etc. manipulan a quienes aún no han despertado, y
duermen el sueño profundo de la realidad ilusoria. Cuando comprendemos quienes somos, vemos
lo aburrido y rutinario del juego… y queremos cambiarlo. Pero para ello, se necesita de más
personas despiertas que hayan comprendido su funcionamiento.

Nos damos cuenta de que hasta ese entonces, veníamos operando de manera automática y sin
conciencia, nos levantamos todos los días a la misma hora, caminamos la misma cantidad de pasos
para llegar al baño, tomamos el cepillo de diente con la misma mano, nos servimos el desayuno
como cada día, recorremos las mismas calles, saludando las mismas personas, etc.

Cuando despertamos, no sólo vemos claramente como fue el vivir dormido, sino que ya no
queremos jugar el mismo juego, y en caso de jugarlo, será con nuestras reglas.

SALTO A LO DESCONOCIDO
El despertar de la conciencia nos vuelve responsables de la dirección que le vamos a dar a nuestras
vidas, y en uso del libre albedrío debemos elegir que destino tomar. Por un lado está el camino
conocido, ese que hemos caminado una y otra vez, el mismo de siempre. Lo recorrimos tantas
veces, que ya sabemos donde están las piedras. Un camino ilusorio, ya que quien lo recorrió, era
un reflejo irreal, y éste, nos trajo hasta esta crisis. Es un recorrido engañoso que simula llevarnos a
diferentes lados, pero sólo da vueltas en círculos.

Del otro lado tenemos un camino nuevo y desconocido. Pero este requiere de valentía, ya que
antes de emprender este recorrido, hay que despojarse de todo lo que ya no es, y esto, a veces
implica deshacernos de nosotros mismos.

Muchas veces negamos lo nuevo porque requiere un cambio, y este cambio provoca temor. Pero
no por el cambio en si… nos asusta todo aquello que no conocemos, aquello sobre lo que no
podemos ejercer el control.

Nos asusta la muerte por que hagamos lo que hagamos, no la podemos eludir. La parca es lo único
seguro que tenemos en esta vida. Y como no tenemos control sobre la muerte, le tenemos miedo.

En estos años he llegado a la conclusión que las personas no tienen miedo a la muerte, temen a
desconocer lo que nos espera luego de la vida. Y ese miedo raíz nos paraliza, no nos deja vivir en
libertad, nos hace creer que vivimos, pero no vivimos… sólo existimos.

Para vivir en plenitud necesitamos ser libres, y nadie que tenga miedo en su corazón puede gozar
de libertad. Hay que animarse a saltar a lo desconocido y maravillarse con las vicisitudes de la vida,
saltar a lo desconocido es confiar ciegamente en algo superior a nosotros.

Para vivir en libertad necesitamos de humildad y rendición. Debemos ser lo suficientemente


humildes como para ponernos de rodillas y entregar nuestro control absoluto a Dios. Pero para
eso, debemos lograr una rendición total. Debemos despojarnos de todo lo que ya no somos, y
volvernos una herramienta divina. La entrega no es signo de derrota, por el contrario… quien no se
entrega puede vivir derrotado toda su existencia. En cambio quien lo hace, reconoce que hay algo
superior que dirige sus días, existe una esencia, una energía, una entidad que lo guía y supervisa.
Algo o alguien que está por encima de todos y que nos permite actuar en libre albedrío, pero que
se mantiene a la espera de nuestro llamado.

Pero como ceder el control absoluto de nuestras vidas a un Dios que desconocemos? Por lo tanto,
si tenemos miedo a lo desconocido, le tememos a Dios.
SER Y HACER

Mientras EL PODER DEL AHORA me ponía más en eje y yo lograba mantenerme en modo presente,
mi mente me hostigaba más y más, aparecían síntomas inexplicables que me situaban entre la
espada y la pared. Por un lado mi esencia y mi físico me pedían quietud, y por el otro la mente, me
pedía acción. Esto desembocaba en una crisis existencial.

Hoy, luego de comprender su propósito, doy gracias a esa crisis. Trabajó como un removedor de
pintura, sacando capa tras capa de aquel revestimiento de lo aquello que ya no era. Pedazos de
egos ilusorios, decenas de reflejos. Cuando ya no quedó más nada de lo que era… sólo había vacío.
Pero éste vacío está lejos de lo que nosotros entendemos por él. Lo cierto es que en ese vacío mi
mente no tenía lugar.

La naturaleza de la mente es proyectarse a futuro, así subsiste ella. Con astucia se nos cuela en los
oídos, y mientras descansamos, nos susurra rápidamente todas las cosas que deberíamos estar
haciendo, en lugar de tomarnos un tiempo para nosotros. Y eso nos hace sentir culpables.

La mente siempre se las ingenia para sacarnos del modo presente, haciéndonos creer que
tenemos que hacer algo más importante de lo que estamos haciendo en ese momento. Es una
máquina de hacer.

Si tomas café, lo haces pensando que debes llegar a tiempo al trabajo. Si vas a toda velocidad por
la autopista, la mente te dice que debes resolver urgente unos papeles laborales. Mientras
chequeas los papeles, tu mente te lleva a otro quehacer.

Así funciona la mente, dando órdenes de cosas por hacer a futuro. Así es como manipula nuestra
realidad, creando la ilusión de que el futuro es mejor, que más adelante están nuestras soluciones,
más adelante conseguiremos lo que estamos buscando, en el futuro seremos felices. Y así nos
vemos seducidos por sus promesas.

Lo cierto es que si algo caracteriza al futuro, es que siempre será futuro, por lo tanto es un gran
engaño pensar que el futuro algún día llegará, nunca lo hará… porque es futuro. Y en el caso que
aquello que deseaste en el pasado se materialice, no te darás cuenta, porque estarás ocupado
deseando otro futuro.

Y de eso trata la mente, de arrancarnos del momento presente y tenernos a los brincos de pasado
a futuro, saltando una y otra vez, arrojando sobre nosotros un vendaval de pensamientos que
vallan llenando cualquier tipo de vacío, con el pretexto de hacer. La mente nos regala un objetivo
o sueño a cumplir en el futuro, y para cumplirlo nos regala también incontables desafíos,
obstáculos. Con esto, la mente se asegura el mantenernos ocupado un largo tiempo. Horas, días, o
incluso vidas enteras. Y ella así sobrevive.

La mente sabe que si creamos un ambiente propicio, un real vacío, nosotros indudablemente nos
encontraremos con nuestra esencia, nuestro Ser. Y es en ese estado, cuando somos, es cuando
nosotros dejamos de ser esclavos de la mente, y ella se pone al servicio del Ser.

Cuando uno simplemente elige Ser, el hacer pasa a otro plano. Cuando somos, no necesitamos
hacer absolutamente nada. Cuando el Ser toma el mando la mente ya no dirige, y esto es muy
saludable para nosotros. Cuando se combina el estar haciendo nada con las ganas de hacer nada,
es un gran momento. Porque solo estamos siendo.

Rezar o meditar
Si bien las personas piensan que es lo mismo rezar que meditar, opino que hay diferencias
contundentes entre ambas.

El rezo tiene un carácter más religioso, consiste en ponernos de rodillas según el tipo de religión, y
entablar una comunicación directa con Dios. Si bien algunas personas usan el rezo como una
manera de agradecimiento, lo cierto es que la mayoría lo utiliza para pedirle algo a Dios. Hay
quienes piden protección, otros por la sanación de alguna enfermedad, para obtener un trabajo,
personas que piden a Dios encontrar el amor de sus vidas, y algunos hasta se animan a pedir ganar
algún juego de azar. Todo es válido a la hora de pedirle algo al señor.

El conflicto con el rezo, es que la mayoría de las personas, poco saben quién es ese señor al que le
piden. Algunos le piden a Jesús, otros, confunden a Jesús con Dios. Hay personas que hoy día
desconocen si Dios es un súper humano, y hasta dudan si tiene barba o no. Algunos intuyen que
puede ser el Universo, pero están abiertos a una nueva concepción de Dios.

Lo cierto es que pocos saben realmente quien es Dios, cómo es, como se manifiesta y comunica
con nosotros. Pero eso no importa, las personas le rezan a alguien que no conocen, depositan su
confianza y creen en él, aún sin ver… porque de eso trata la fe no?

Entonces el rezo está lejos de ser una comunicación real con Dios, porque es un rezo impregnado
de ignorancia y desconfianza.

En mi opinión, la meditación va más allá de toda religión.

Meditar significa vaciar la mente, ralentizar de a poco la velocidad de pensamientos y disminuir el


parloteo mental. Callar la mente no es ni más ni menos que callar al ego.

En toda meditación la respiración es importante, no sólo para cambiar el aire y con ello la energía,
sino, para mantener el foco de atención en el ciclo respiratorio, y así evitar distraernos con
pensamientos banales.

Resulta clave convertirnos en observadores de nuestros pensamientos, esto pareciera sencillo,


pero la consigna es que no debemos involucrarnos con ellos, y mucho menos juzgarlos.

Luego de la práctica necesaria, el objetivo es crear un vacío. Y este no es ni más ni menos que la
ausencia del yo. Cuando ya no hay ego, simplemente somos. Pero ojo… debemos estar alerta a el
manejo de la mente, ya que nos cuela la idea de tener que observar nuestros pensamientos, la
observación se debe dar por sí sola. Cuando pienso que tengo que observar, no es mi esencia
quien habla, es mi mente. Siempre que el pensamiento este vinculado a una necesidad de hacer
esto o aquello, es una clara señal de que nuestro yo sigue ahí.

Debemos lograr un desapego completo para crear el vacío, sólo así, crearemos el ambiente
propicio para la manifestación divina. Dios y nosotros no pueden permanecer en la misma escena,
cuando nosotros somos, Dios no es y cuando Dios es, nosotros ya no somos.
Dios se manifiesta a través de la observación, por eso es indispensable vaciarnos de nosotros y
darle lugar a Dios, que él se vuelva el protagonista y nosotros… testigos. La meditación no sólo
debe ser el camino para llegar a Dios, la meditación es el camino y el mismo Dios… siempre y
cuando no se pida y espere algo de ella.

La mente puede cuestionarlo todo, si somos humanos o semillas estelares, puede poner en duda si
la tierra existe como tal, o es una ilusión holográfica, puede cuestionar toda nuestra realidad. Pero
hay algo que la mente no podrá cuestionar jamás… nuestra existencia infinita. En la meditación
comprendemos que, independientemente de nuestro cuerpo, tiempo y espacio, nosotros somos.
EL DESPERTAR:

Es importante aclarar que el despertar de la conciencia, sólo es el fin de estar dormidos. Pero lejos
esta, de ser el fin de nuestra búsqueda. Pensar que con el sólo hecho de despertar ya habremos
trascendido, o conseguido la iluminación es falso. Despertar es sólo reconocer que estuvimos
dormidos, ni más ni menos. Precede al primer paso que cambie el destino de nuestras vidas. Pero
es igual de importante al momento de la iluminación, nadie que permanezca dormido, puede
iluminarse.

Como reconocer si hemos despertado?

Además de los síntomas comunes que relaté al comienzo del libro, las personas comienzan a
cuestionarlo todo. Nos volvemos preguntones como niños y desconfiados como ancianos. El
preguntar es innato a la expansión de la conciencia, es la única manera que nosotros encontramos
para poder ampliar nuestro conocimiento. Cuando damos algo por sabido, automáticamente
estamos cerrando el flujo de información y bloqueando nuestra expansión de conciencia.

Así comienza una búsqueda infinita de información, leemos libros de toda clase y autor. Algunos
espirituales, de física quántica, otros de esoterismo, angeología, etc. Nos sumergimos en internet y
exploramos cientos de videos y entrevistas sobre reencarnaciones, vidas pasadas, encuentros del
tercer tipo, planos paralelos, etc.

Al cabo de un tiempo, tenemos la biblioteca colapsada por tantos libros, nuestra computadora se
encuentra repleta de entrevistas y videos, y nuestra cabeza pareciera que pronto va a estallar por
tanta información obtenida.

Lo curioso es que a pesar de saber todo lo que sabemos, seguimos sintiéndonos incompletos,
insatisfechos, aún continúa esa sensación de nostalgia por volver a casa, y lo más confuso… es que
aún no sabemos a dónde pertenecemos. Tenemos una vaga intuición, pero no sabemos con
exactitud.

Se suponía que al despertar las cosas tendrían que mejorar, pero no. Muy por el contrario, las
cosas que suceden nos afectan mucho más que antes y no comprendemos el porqué.

Es importante reconocer que ahora duelen más, por la sencilla razón que ahora estamos viendo de
manera consciente lo que sucede. Antes, al estar dormidos, no veíamos como tal. Es como si un
especialista en pinturas fuera a visitar una exposición de cuadros, sin dudas, observará y
comprenderá mejor la obra, que la persona que se encuentra pintada en ese cuadro. El despertar
nos pone fuera de escena, y nos convierte en observador.

El dolor se vuelve ambiguo, nos duele la separación pero también la unidad. Es decir, nos duele
cuando nos despojamos de nuestros egos, por que las relaciones que estos mantenían comienzan
a desaparecer y eso provoca dolor. Pero también, ganamos en empatía, y eso duele. Comenzamos
a sentir lo que sienten los demás, ya sean personas, plantas y animales. Y esto provoca que
vivamos en carne propia las situaciones ajenas. De golpe nos encontramos llorando, viendo
imágenes de un año atrás, donde una persona del otro lado del mundo recuperó a su mascota
extraviada. Percibimos de otra manera la conexión con el todo, y vamos experimentando una
nueva sensación de Unidad.

Dejamos de vernos como seres divididos y desparramados por el mundo, y tomamos conciencia
que pertenecemos a esta unidad, donde todos estamos interconectados por esta magnífica
energía. Una energía lo suficientemente fuerte como para contener a toda la creación, pero
igualmente sutil, que en nuestro estadío precario de humanos, aún no podemos percibir.
VOLVER A CASA:

Luego de tantos años de búsqueda, hubo un momento puntual en el que me empecé a cuestionar
lo complicado de dar con Dios, se suponía que Dios no debería ser tan complejo e inalcanzable,
tendría que ser más sencillo que todo esto.

Dios fue, es y será muy simple, pero me refiero a una simpleza tan extraordinaria, que me lo
impidiera observar.

Sentía que Dios jugaba a las escondidas conmigo, lo había buscado en todos los sitios, libros,
películas, religiones, terapias alternativas, etc. lo busqué en tantos lugares, que hice de la
búsqueda una manera de vivir. Hasta que un día, yo decidí jugar a ser Dios… y recreé una
reveladora situación.

Para ello, puse en escena a una persona a quien yo amase profundamente… mi hijo.

La situación imaginada era una despedida, en la cual yo me tendría que ausentar durante un largo
tiempo. Como él era muy pequeño, yo corría el riesgo que con el pasar de los años, se olvidara de
mí. Por lo tanto sólo tenía la posibilidad de obsequiarle un recuerdo, una foto. Una única imagen
que al verla, no sólo pudiera recordar mi cara, sino el profundo amor que sentía por él.

El asunto crucial de la historia era donde guardar la foto. Acaso la habitación era el mejor lugar?
Deseche esa idea porque con tantos juguetes y desorden, el recuerdo podía extraviarse. Pensé en
dejarla debajo de su almohada para que cada noche, antes de dormir, pudiera verla y recordarme.
Pero no… había mascotas en la casa. Y tanto el perro como el gato jugaban con las almohadas, y
podrían destruirla.

También pensé en dejar la foto en su mochila, de esa manera se sentiría acompañado en sus horas
de jardín, pero yo no quería que el día de mañana el cargase con la culpa por un posible extravío.

Necesitaba guardar la foto en un sitio que sólo él tenga acceso y que no se pierda jamás… La
guardé en su corazón.

Fue luego de esa recreación que inmediatamente comprendí, que Dios y quien les escribe, son la
misma persona. Por tal motivo, se hacía imposible encontrar afuera a quien radicaba dentro de mí.
Siempre fuimos uno todo este tiempo, y he estado jugando por miles de años a las escondidas
conmigo mismo, utilizando no sólo este cuerpo como escondite, sino todo ser vivo.

Recuerdo que pensé en cuánto dolor me hubiese ahorrado de haber sabido esto antes. Pero luego
me invadió una gran compasión y comprensión por la perfección de los tiempos.
EL REFLEJO DE DIOS:

Si bien trato de respetar el proceso evolutivo de cada persona y ser vivo, soy consciente de las
manipulaciones ejercidas, por quienes quieren que la humanidad no despierte.

Como si no bastase lidiar con nuestra propia mente, existe un poder oculto, que se alimenta de
nosotros, creando caos, miedo, sentimientos de angustia, incertidumbre, etc. Los dueños del
juego. De esta manera no solamente nos mantienen fuera de eje, sino que retroalimenta a toda la
maquinaria mental, que nos pone en jaque una y otra vez.

Por este motivo quiero compartir con los lectores un ejercicio, que no sólo le dio nombre al libro,
sino que cambió mi vida… El reflejo de Dios.

Con los años comprendí que uno debe volver al punto cero, a un estado completamente neutro en
la vida, libre de la necesidad de elegir entre una cosa u otra. Porque eso sería seguir alimentando
el juego de la dualidad, que se manifiesta por opuestos… polaridades. Uno debe volverse
observador e inmutable, debe contemplar el mundo y participar sin esperar nada de él, y mucho
menos juzgar lo visto. Por eso considero que uno debe volverse un espejo.

Un espejo jamás miente, sólo refleja lo que tiene enfrente. No duda en mostrar las arrugas que
traes en la cara, y tampoco las critica.

El espejo no calcula, no piensa ni especula, y tampoco se emociona. No hay nadie más fiel que un
espejo, siempre te devolverá lo que le des. Y sólo reflejará lo que eres frente a él.

No se deja manipular ni chantajear, si tu le das alegría jamás te devolverá tristeza.

Reitero… no conozco a nadie más fiel que un espejo.

El ejercicio consiste en dedicar un tiempo de tu valioso día a convertirte en un espejo. Aunque


pareciera un ejercicio sin sentido, tiene una profundidad inimaginable.

Hazlo en la vereda de tu casa, sentado en una plaza o frente al río, imagínate como tú te
conviertes en un espejo, comienza a observar tranquilamente todo lo que te rodea, e imagina que
tú, eres el reflejo de todo lo que ves.

La técnica del espejo me ha resultado increíble, luego de hacerla por primera vez comencé a
encontrar respuestas a preguntas existenciales.

Todos nos dicen que es importante convertirnos en observador, que no debemos juzgar, ni a las
personas ni a las situaciones de la vida cotidiana. Lo cierto es que requiere de mucha práctica y
desapego. Y esto se debe a que cuando nosotros estamos en la etapa de búsqueda, nuestro
observador se vuelve activo. Y recordemos que cuando hay acción, hay mente. Esto quiere decir
que un observador activo no sólo es imparcial, sino que denota la presencia del yo detrás del
observador. Como en la meditación, la observación se debe dar por sí sola.

Cuando me convierto en el reflejo del espejo, estoy cediendo mi protagonismo a la realidad que
se muestra ante mí. El YO pierde su poder y pasa a un segundo plano… detrás del espejo. Dejamos
de ser el observador activo, y nos convertimos en un observador pasivo.

Y ahí es donde todo cobra sentido. Recuerdo la primera vez que hice la práctica, sentí una tensión
mental inmediata y un poco de miedo, como si la realidad se me viniera encima. Y no era para
menos, estaba hackeando a la misma matrix. Minutos luego, comencé a sentir una profunda paz,
los colores se realzaban y ganaban en brillo entre otras cosas.

Con la práctica diaria, dejamos de percibir nuestro cuerpo como tal, y sentiremos como si el cristal
del espejo que somos se rompe, y se mezclara la imagen que siempre lo es, con el reflejo. En ese
preciso momento, “el observador se convierte en lo observado”.

Practica la técnica del espejo sin miedos y cede el protagonismo de tu vida, para convertirte en ese
Dios que eres. Recuerda que para que Dios sea, tú no debes ser.

Cuando aceptas ser el reflejo de Dios, comprendes que como es adentro es afuera, puedes ver de
manera neutra como la realidad se para ante ti, cada segundo de tu vida, una y otra vez
mostrándote toda tu magnitud, todo lo que reflejas es todo lo que eres. Cuando aceptas ser el
reflejo de Dios, comprendes que eres abundante y que absolutamente todo te pertenece, y le
perteneces a todo. Comienzas a maravillarte por todo lo que reflejas y observas, y te vuelves más
compasivo. En tu reflejar las personas lucen distintas, se parecen más a ti, los animales te
conmueven, ya que tú eres ahora su reflejo. Los colores te deleitan con sus nuevos brillos, los
pájaros te enamoran, y no es para menos… Estas reflejando a la inmensidad, y Dios está en todas
partes.

Abandónate a Dios y conviértete en su reflejo.

“Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”


Casualmente ninguna de esas tres tiene forma, peso, altura, rostro, color, tamaño, etc. Nos
pasamos nuestras vidas tratando de comprenderlas y explicarlas. Será que acaso, las tres son lo
mismo?

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