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LA IGLESIA POST-APOSTÓLICA (100-313 D.

C)

La persecución en el siglo segundo

Las noticias sobre los mártires aparecen sobre todo bajo la forma de las llamadas
“actas de los mártires”, que consisten en descripciones de las condiciones bajo las que se
produjeron los martirios. El siglo segundo comienza a ofrecernos algunos atisbos de la actitud
de los gobernantes. En este sentido resulta muy interesante la correspondencia entre Plinio el
Joven y el emperador Trajano.

• La correspondencia entre Plinio y Trajano

Plinio fue nombrado gobernador de Bitinia en el año 111. El número de cristianos en


Bitinia es notable ya que en la carta de Plinio a Trajano se habla de que los templos paganos
estaban prácticamente abandonados. Ante la acusación anónima muchos cristianos fueron
traídos a Plinio para ser juzgados. Para soltarlo sólo les requería que invocaran a los dioses,
adoraran al emperador y maldijeran a Cristo, algunos lo hacían pero los verdaderos cristianos
se negaban y se mantenían firmes en su fe. Los que se oponían a las órdenes de Plinio, fueron
condenados a la muerte, no tanto por el crimen de ser cristianos, sino por la desobediencia
ante el representante del emperador. Ante tal situación Plinio desea conocer el verdadero
crimen de los cristianos para llegar a la conclusión de que su único crimen era amar a Dios y
mostrar amor al prójimo. Después de que Plinio escribe una carta a Trajano explicando lo
anterior se le instruye que la acusación debe dejar de ser anónima y en caso de que se nieguen
a adorar los dioses, deben ser castigados. Esta fue la política que se siguió en todo el imperio.

• Ignacio de Antioquía: el portador de Dios (35-107 d.C.)

Alrededor del año 107 Ignacio fue condenado a morir por negarse a adorar los dioses
del imperio. Camino al martirio escribió siete cartas. Por medio de tales cartas, consolaba a
los cristianos debido a la persecución que se estaba viviendo. Probablemente nació entre el
año 30 y 36, y por tanto era ya anciano cuando sufrió el martirio. En sus cartas se
autodenominó así mismo como el “Portador de Dios” (Teóforo). Siglos más tarde se habló
de él como el “Portado por Dios” teniendo su origen en la historia narrada en Mateo 18:2.
Ignacio murió como esperaba, poco después de su llegada a Roma. He aquí una porción de
su carta escrita a los romanos:

“Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por ellas puedo llegar a Dios.
Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser
hallado pan puro de Cristo. Antes atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro...
Rogad al Señor por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un
sacrificio para Dios”. Ignacio a los Romanos, 4.

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También escribió una carta personal a Policarpo, obispo de Esmirna, para animar a
los hermanos de esa iglesia.

“No desmayes por los que parecen ser dignos de crédito y, pese a todo, enseñan
doctrina extraña. Mantente firme como un yunque cuando lo golpean. A un gran atleta le
corresponde recibir golpes y triunfar”. Ignacio a Policarpo, 3.

• El martirio de Policarpo (70-155 d.C.)

Al igual que Ignacio, probablemente fue discípulo del apóstol Juan. Policarpo fue
obispo de Esmirna y allí, maestro de Ireneo de Lyon. Es importante porque cita mucho el
Nuevo Testamento dando testimonio de la veracidad del mismo. Escribió una carta a los
Filipenses. Corría el año 155, y todavía estaba vigente la misma política que Trajano le había
señalado a su gobernador Plinio. Cuando Policarpo supo que se le buscaba, y ante la
insistencia de los miembros de su iglesia, salió de la ciudad y se refugió en una finca en las
cercanías. Después de huir dos veces, finalmente el anciano obispo decidió aguardar a los
que lo perseguían. El procónsul que lo juzgó, trató de persuadirlo, diciéndole que pensara en
su avanzada edad, que adorara al emperador y maldijera a Cristo, para dejarlo libre. Ante tal
situación Policarpo respondió: “Llevo ochenta y seis años sirviéndole, y ningún mal me ha
hecho. ¿Cómo he de maldecir a mi Rey, que me salvó?” Finalmente Policarpo muere en la
hoguera, con su confianza puesta en Jesús.

• La persecución bajo Marco Aurelio

En el año 161, el gobierno del Imperio recayó sobre Marco Aurelio, un hombre con
un espíritu culto y refinado que dejó tras de sí una colección de Meditaciones, escritas sólo
para su uso privado. Bajo tal emperador, podría suponerse que los cristianos gozarían de un
período de relativa paz, sin embargo desató una fuerte persecución contra los cristianos.
Durante sus primeros años de reinado hubo tragedias militares y naturales. Pronto se corrió
la voz de que todo el mal se debía a los cristianos, quienes habían atraído sobre el Imperio la
ira de los dioses. Por tal motivo se desató una fuerte persecución. Algunos de los mártires de
esa época fueron Felicidades (o Felicitas) y sus siete hijos. También fue mártir Justino quien
tenía una escuela en Roma, donde enseñaba lo que él llamaba “la verdadera filosofía”, es
decir, el cristianismo. Fue acusado por el filósofo cínico Crescente, a quien había vencido
anteriormente en un debate. Justino y seis de sus discípulos fueron llevados al lugar del
suplicio, donde primero se les azotó y luego fueron decapitados. Estos son unos pocos
ejemplos de los muchos martirios que tuvieron lugar en la época de Marco Aurelio.

• Hacia el fin del siglo segundo

Marco Aurelio murió en el año 180 y le sucedió Cómodo. A la muerte de Cómodo,


los cristianos gozaron de relativa paz. En el año 193, Septimio Severo se adueña del poder y
se unió a la larga lista de gobernantes que persiguieron el cristianismo. A través del segundo

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siglo, la posición de los cristianos fue precaria. No siempre se les perseguía. Muchas veces
se les perseguía en unas regiones del Imperio y no en otras.

El problema que tuvieron que hacer frente los cristianos durante el segundo siglo,
fue el fuerte sincretismo religioso del imperio romano. Que los cristianos creyeran sólo en
un Dios, era algo aberrante e inconcebible para la gente de ese tiempo. Reconocer a Jesús
como su Señor y no al César, implicó muchas veces la tortura y otras más la muerte.
Policarpo se mantuvo firme para no maldecir a Cristo, a pesar de que él sabía que tal
posición implicaría la muerte en la hoguera. La manera en que muchos mártires enfrentaron
la muerte, nos enseña cuan firmes estaban ellos en su fe. En medio de la hoguera o antes de
ser decapitados, mostraron una entereza y confianza plena en su Señor y Salvador
Jesucristo. Dios permitió que en algunos lugares no hubiera tanta persecución como en
otros, pero finalmente los cristianos se mantuvieron fieles (aunque algunos negaron su fe) y
con la esperanza de que “el morir es ganancia”. A la luz de la historia debemos reflexionar
que tan fieles somos y que tan dispuestos estamos a morir por la causa del evangelio.

La defensa de la fe

Los cristianos se veían en la necesidad de hacer cuanto estuviera a su alcance por


disipar los rumores y las falsas acusaciones que circulaban acerca de sus creencias y
prácticas. A esta tarea se dedicaron algunos de los más hábiles pensadores y escritores entre
los cristianos, a quienes se da el nombre de “apologistas”, es decir, defensores de la fe.

• Las acusaciones contra los cristianos

Lo que se decía acerca de los cristianos puede clasificarse bajo dos categorías: los
rumores populares y las críticas por parte de personas cultas. Muchos llegaron a creer que
los cristianos se reunían para celebrar una orgía en la que se daban uniones incestuosas. Oros
creían que escondían un niño recién nacido dentro de un pan y lo colocaban ante una persona
que deseaba hacerse cristiana. También creían la idea extraña de que adoraban a un asno
crucificado. Había otras acusaciones por personas cultas, la acusación básica era que los
cristianos eran personas ignorantes cuyas doctrinas eran en realidad necias y contradictorias.
En la época de Marco Aurelio, un erudito llamado Celso escribió contra los cristianos un
tratado que llamó “La palabra verdadera”. Las personas cultas atacaban el cristianismo
diciendo que era una religión de bárbaros. Una de las críticas es que los cristianos se abstenían
de toda clase de actividades sociales, con el pretexto de que participar en ellas sería adorar a
dioses que no existen. En cuanto a Jesús, se le tenía como un malhechor condenado por las
autoridades romanas. Celso llega hasta decir que era hijo ilegítimo de María con un soldado
romano. El abogado romano Minucio Félix dijo:

“Oigo decir que, impulsados por no sé qué absurda creencia, consagran y adoran la
cabeza del animal más vil, el asno” (A Octavio, ix, 6). También escribió: “Un niño muy
pequeño, recubierto de harina... es colocado delante del que se va a iniciar... el neófito mata

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al niño... lamen ávidamente la sangre de aquel niño, se disputan y se reparten sus miembros;
por medio de esta víctima se afianza su alianza...” A Octavio, ix, 6.

• Los principales apologistas

Una de las más antiguas apologías que han llegado a nuestros días es el Discurso a
Diogneto. Poco antes del 138, Arístides de Atenas (muere en el 140 d.C) compuso otra
apología que parecía haberse perdido pero que ha sido descubierta en fecha reciente. Dirigió
una apología al emperador Antonio Pío, demostrando la existencia de Dios. Pero el más
famoso de los apologistas fue Justino Mártir (110-159 d.C.). Trató de combinar el
cristianismo con lo mejor de la filosofía griega. Llegó a decir que los filósofos antiguos tenían
a Cristo, aún sin conocerlo, ya que "toda la verdad viene del Logos". Hay tres obras que se
conservan de él: dos apologías y el Diálogo con Trifón, que consiste en una discusión con un
rabino judío. Taciano, un discípulo de Justino, compuso otra apología bajo el título de
“Discurso de los griegos”. Por esa misma época Atenágoras escribió una Defensa de los
cristianos y otro tratado sobre la resurrección de los muertos. Por el año 180 el obispo Teófilo
escribió tres libros a Autólico, que trataban sobre la doctrina cristiana de Dios, la
interpretación de las Escrituras y la vida cristiana. Todas estas obras fueron escritas en griego
durante el siglo segundo.

• Fe cristiana y cultura pagana

Todos los cristianos concordaban en la necesidad de abstenerse de la idolatría, pero


no en cuanto la postura que debían adoptarse ante la cultura clásica pagana. Ante esta
alternativa los cristianos del segundo y tercer siglo siguieron dos caminos. Algunos no veían
sino una oposición radical entre la fe cristiana y la cultura pagana. Esta postura fue expresada
al principio del siglo tercero por Tertuliano con su famosa frase “¿Qué tiene que ver Atenas
con Jerusalén? ¿O que tiene que ver la academia con la Iglesia?”. No todos los cristianos
adoptaban esa postura totalmente negativa ante la cultura pagana. Uno de ellos fue Justino,
quien al convertirse al cristianismo, no dejó de ser filósofo, sino que se dedicó a hacer
“filosofía cristiana”. Justino ve varios puntos de contacto entre el cristianismo y la filosofía
pagana. Según Justino hay en los filósofos atisbos de la verdad que no es posible explicar
como una mera coincidencia. Justino ha abierto el camino para que el cristianismo pueda
reclamar cuanto de bueno puede encontrar en la cultura clásica, aun a pesar de haber sido una
cultura pagana. Esta postura trajo consigo algunos peligros para el cristianismo.

• Los argumentos de los apologistas

A la acusación de ser ateos (por no creer en los dioses que tenían en el Imperio
romano), los cristianos respondían diciendo que, si ellos eran ateos, también lo habían sido
algunos de los más famosos filósofos y poetas griegos. Varios de los apologistas les echan
en cara a los paganos que sus dioses son hechuras de manos, y hasta hay algunos que tienen
necesidad de guardias para protegerles del robo. En cuanto a la resurrección, los apologistas

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responden apelando a la omnipotencia divina. También argumentan que los cristianos se
niegan a adorar al emperador o cualquier otra criatura; pero que a pesar de ello son súbditos
leales del Imperio. Lo que el emperador necesita no es que se le adore, sino que se le sirva,
y quienes mejor le sirven son quienes le ruegan al único Dios verdadero por el bienestar del
Imperio y del César.

La cuestión de la apología nació a la par del cristianismo. La defensa de la fe no


implicaba necesariamente el ser liberado de la tortura o la muerte, pero al menos muchos
tenían argumentos que provocaba en los no creyentes la reflexión respecto a su actitud o
pensamiento hacia el cristianismo. Cada generación esta llamada a defender su fe ante las
embestidas del paganismo que permea en toda nuestra sociedad. Hoy no es la excepción.
Estamos rodeados de pensamientos que critican duramente el pensamiento cristiano.
Muchas veces el cristiano es tenido como una persona retrógrada, intolerante, ignorante,
ingenua, etc. Necesitamos que hombres y mujeres, preparados en la mente y el corazón,
levanten su voz y defiendan cuan equivocados están aquellos que ven el cristianismo de
manera negativa. A la par de la apología tenemos también la responsabilidad de presentar
el evangelio de nuestro Señor Jesús. Defendamos nuestra fe, pero también proclamemos tan
preciosa fe, ya que es la única vía posible que tiene el ser humano para ser salvado de la
esclavitud del pecado.

El depósito de la fe

• El gnosticismo

De todas las diversas interpretaciones del cristianismo que aparecieron en el siglo


segundo, ninguna fue tan peligrosa como el gnosticismo. Fue un movimiento que existió
tanto dentro del cristianismo como fuera de él. El término “gnosticismo” viene de la palabra
griega “gnosis” que quiere decir “conocimiento”. Su doctrina era un conocimiento especial
reservado para quienes poseían verdadero entendimiento. Parte de esa doctrina consistía en
la clave secreta mediante la cual se logra la salvación. Creían que todo lo que fuese materia
era necesariamente malo. El ser humano es un espíritu eterno que de algún modo ha quedado
encarcelado en el cuerpo que es malo. El propósito último del gnóstico es escapar de este
cuerpo y de este mundo material en el que estamos exiliados. Creen que “Sofía” (Sabiduría)
quiso producir algo y el resultado fue un “aborto”, es decir, un aborto de un espíritu y no una
creación de Dios. Para ser liberados de este mundo hace falta un mensajero que traiga el
conocimiento necesario para nuestra liberación y este mensajero es Cristo. Este Cristo no
nació corporalmente sino sólo tenía apariencia humana (docetismo). Para vivir en esta tierra,
según los gnósticos, hay que castigar el cuerpo (ascetismo) o dar rienda suelta al cuerpo y
sus pasiones, (libertinaje) ya que por naturaleza es mala, en tanto que el espíritu se mantiene
puro.

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• Montanismo

Es un movimiento surgido en Asia Menor alrededor del año 150 d.C. Era una reacción
a la frialdad e intelectualismo de la Iglesia. Tuvo relación con prácticas extáticas. Su fundador
fue Montano, quien era un sacerdote de la diosa Cibeles antes de su conversión al
cristianismo. Se dice que Montano tenía mucha inclinación a experiencias extáticas, a
visiones, profecías, hablar en lenguas, etc. Durante su persecución que afectaba a Asia Menor
en la época de Antonino Pío que resultó en la muerte de Policarpo (155), Montano, junto con
dos supuestas profetizas anunciaba la proximidad de la Era del Espíritu Santo y el
advenimiento del reino milenial en Pepuza, una aldea de Frigia en Asia Menor. Montano
mismo se consideraba el canal mediante el cual se manifestaba el Espíritu Santo. Debido a
las características peculiares del movimiento su énfasis estaba en la práctica. Entre las
prácticas más extremas están las siguientes: un ascetismo riguroso prohibiendo aun los goces
sanos de la vida, los adornos. Debía observarse rigurosamente el ayuno. Consideraban una
traición a Cristo huir de las persecuciones. Y enseñaban que los pecados cometidos después
del bautismo eran imperdonables. El Montanismo fue condenado por la iglesia en el Concilio
de Constantinopla (381 d.C). Sin embargo, sus ideas han seguido ejerciendo influencia en la
iglesia a través de los siglos

• Marción

Marción era hijo del obispo de Sínope, en la región del Ponto. Tenía dos fuertes
antipatías: contra este mundo material y contra el judaísmo. Por lo tanto su doctrina
combinaba estos dos elementos. En el año 144 Marción fue a Roma donde se hizo de varios
seguidores. Pensaba que este mundo era malo. Según él, el Dios del Nuevo Testamento y
Padre de Jesucristo no es el mismo Jehová del Antiguo Testamento. Creía que Jesús no nació
de María, sino que apareció repentinamente como un hombre maduro. También enseñó que
al final no habrá juicio alguno, ya que Dios es un ser amoroso y perdonará a todos
(Universalismo). El “canon” que formó él, estaba constituido por el Evangelio de Lucas y las
cartas de Pablo. Toda cita que venía del Antiguo Testamento fue quitado por Marción ya que
creía que no era parte original en las epístolas de Pablo. También negó la creación, la
encarnación y la resurrección final.

• La respuesta de la iglesia: el canon

Antes de Marción, no existía una lista de libros del Nuevo Testamento. Para los
cristianos, las “Escrituras” eran los libros sagrados de los judíos, por lo general en la versión
griega llamada “Septuaginta”. Ante el reto de Marción, la iglesia se vio obligada a compilar
una lista o grupo de libros sagrados. Poco a poco se fue formando un consenso dentro de la
iglesia. Acerca del Antiguo Testamento, todos, excepto los gnósticos y los marcionistas,
concordaban en que debía formar parte de las Escrituras. En lo que hoy llamamos el Nuevo
Testamento, los libros que primero encontraron acogida general fueron los Evangelios.

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Taciano compuso una compilación de los cuatro Evangelios (Diatesarón), pero su obra sólo
halló acogida en la iglesia de Siria. Junto a los Evangelios, el libro de Hechos y las epístolas
paulinas lograron aceptación general desde fecha muy temprana. Otros libros, tales como el
Apocalipsis, la Tercera Epístola de Juan y la Epístola de Judas, tardaron más tiempo es ser
universalmente aceptadas. A fines del siglo segundo la mayor parte del Nuevo Testamento
había venido a formar parte de las Escrituras de todas las iglesias cristianas: los cuatro
Evangelios, Hechos y las epístolas paulinas. NOTA: La iglesia no formó el canon. Los libros
ya eran aceptados por todos. No se necesitaba la aprobación de la iglesia. Lo que se hizo
fue reconocer los libros que ya eran utilizados.

Proceso del canon.

1 Etapa apostólica o de escritura (50-100 d.C). En este período los escritos del NT
circularon entre la mayoría de las iglesias locales. En medio de las dificultades propias de la
época, los libros fueron conocidos y reconocidos por casi todos los cristianos.

2. Etapa de circulación (100-150 d.C). En este período los escritos del Nuevo
Testamento circularon entre la mayoría de las iglesias locales. En medio de las dificultades
propias de la época, los libros fueron reconocidos por casi todos los cristianos.

3. Etapa de canonización o reconocimiento (150-200 d. C). En este período los


cristianos evaluaron la literatura cristiana existente para considerar cuáles libros deberían
reconocerse oficialmente. La cantidad de literatura evaluada es enorme. De ahí la importancia
de esta etapa.

4. Etapa de Ratificación (200-400 d.C). A partir del siglo III el consenso de la Iglesia
era evidente. Empezaron a circular listas de libros más o menos completas. Se celebraron
concilios locales y generales donde se fue ratificando la lista de 27 libros del NT. En
Laodicea se celebró un concilio en 363 d.C., allí se habla de “libros canónicos”. En 393 d.
C. se celebra otro concilio en Hipona donde se reconocen localmente los 27 libros del NT.
Por fin en Cartago, en 397 d.C., se celebra un concilio que ratifica oficialmente los libros ya
reconocidos en consenso por la iglesia.

• La respuesta de la iglesia: el Credo

Otros de los modos en que la iglesia respondió al reto de los gnósticos y de Marción
fue la formulación de lo que conocemos como el “Credo de los Apóstoles”. Los orígenes del
Credo no se remontan más allá del siglo segundo. En esa época se llamaba “símbolo de fe”.
Uno de los principales usos del “símbolo” era el bautismo, cuando se le hacían al candidato
tres preguntas:

1. ¿Crees en Dios Todopoderoso?


2. ¿Crees en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que nació del Espíritu Santo y de María la
virgen, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y murió, y se levantó de nuevo al tercer
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día, vivo de entre los muertos, y ascendió al cielo, y se sentó a la diestra del Padre, y
vendrá a Juzgar a los vivos y los muertos?
3. ¿Crees en el Espíritu Santo, la santa iglesia, y la resurrección de la carne?

El contenido de este credo lleva el propósito de rechazar las doctrinas de los gnósticos
y sobre todo de Marción. El Padre recibe el título de “todopoderoso”, es decir, soberano o
gobernador de todas las cosas (pantokrator). Acerca del Hijo se dice que es “Hijo de Dios”.
Jesucristo es hijo, no de otro Dios, sino del mismo Padre todopoderoso a quien se refiere la
primera cláusula. Jesús nació y no descendió del cielo. El Credo le pone fecha a la crucifixión:
“bajo Poncio Pilato”. La “santa iglesia” era la que había recibido “el depósito de la fe” y se
afirma la resurrección del cuerpo.

• La respuesta de la iglesia: La sucesión apostólica

Los herejes decían que las verdaderas enseñanzas de Jesús habían sido pasadas a
través de algún apóstol, y que ellos eran los verdaderos depositarios de esas enseñanzas. La
idea de la sucesión apostólica fue llevada mucho más lejos, y se llegó a pensar que la
ordenación de los ministros sólo era válida si tales ministros eran ordenados por obispos que
poseían la sucesión apostólica. La mayoría de las iglesias no podían reclamar para sí origen
apostólico, pues había aparecido en lugares a donde el cristianismo había llegado por medios
desconocidos. A la larga, algunas de las iglesias en las ciudades más importantes, como
Alejandría y Constantinopla, inventaron sus propias leyendas acerca de sus orígenes
apostólicos.

Ante la aparición de doctrinas extrañas en la iglesia de Cristo, ésta tuvo que


refrendar tanto el canon como su creencia (credo). En el seno de la misma iglesia surgieron,
como en el caso de la iglesia de Éfeso en el tiempo de Pablo, enseñanzas que atentaban la
ortodoxia doctrinal de la congregación. Las ideas de Marción y el movimiento gnóstico
siguen “surgiendo” y llevando cautivos a muchos que no han comprendido la esencia del
evangelio de Jesucristo. La responsabilidad que tenemos en la iglesia, sin importar el papel
que desempeñe cada miembro, es la de cuidar la sana doctrina o el depósito de la fe como
escribe Justo L. González. Es importante aprender de la historia para no caer en los mismos
errores. La verdadera iglesia de Cristo debe mantenerse alerta y ante cualquier intento de
distorsionar la Palabra de Dios, se debe actuar inmediatamente con el fin de que “un poco
de levadura, no leude toda la masa”. Los herejes han existido y seguirán existiendo, ante tal
situación tenemos que seguir velando por la pureza de la Palabra de Dios, reflejada en un
credo y una manera de vivir acorde a la santidad de Dios.

Los maestros de la iglesia

Los gnósticos fueron los primeros teólogos que trataron de sistematizar toda la
doctrina cristiana. En ese intento de sistematización, tergiversaron esa doctrina de tal modo
que los cristianos la vieron amenazada y se dedicaron a refutar las especulaciones de los

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herejes. Tales escritos son las obras de Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Tertuliano
de Cartago y Orígenes.

• Ireneo de Lyon (130-212 d.C.)

Ireneo era natural de Asia Menor, donde nació alrededor del año 130 y fue discípulo
del obispo Policarpo. Ireneo era ante todo un pastor. Aunque compuso varios escritos, sólo
dos de sus obras se conservan: La demostración de la fe apostólica y la refutación de la falsa
gnosis (Contra las Herejías). Nos muestra lo que era la doctrina común de la iglesia hacia
fines del siglo segundo. La teología de Ireneo consiste en una grandiosa y amplísima visión
de la historia, de tal modo que los propósitos de Dios van cumpliéndose a través de ella. El
propósito de Dios es unirse al ser humano, y esto ha ocurrido en Jesucristo de un modo
inigualable.

• Clemente de Alejandría (152-217 d.C.)

Clemente era natural de Atenas. Tras viajar por buena parte del Mediterráneo,
encontró en Alejandría un maestro que le satisfizo, llamado Panteno. Clemente se vio
obligado a abandonar Alejandría, y anduvo por varias regiones del Mediterráneo oriental
hasta su muerte, que tuvo lugar alrededor del año 215. Alejandría era el centro donde se
daban cita todas las diversas doctrinas que circulaban en esa época, y era por tanto el centro
de la fiebre sincretista. Alejandría contaba con su famosísima biblioteca y con su Museo de
las musas, es decir, algo así como una universidad. Clemente consideraba que buena parte de
las doctrinas cristianas encuentran apoyo en las enseñanzas de Platón. Según él, la filosofía
les ha sido dada a los griegos de igual modo que la Ley les ha sido dada a los judíos. La
relación entre la fe y la razón es muy estrecha, pues una no puede funcionar sin la otra.

El propio Clemente concibe entonces su propia tarea, no como la del pastor que guía
a la grey, sino como la del “verdadero gnóstico” que dirige a otros de iguales inclinaciones.
Naturalmente, esto tiende a producir una teología de tipo elitista, y Clemente ha sido criticado
frecuentemente por esa tendencia de pensamiento. Su exégesis alegórica le hace posible
encontrar en las Escrituras ideas y doctrinas que vienen más bien de la tradición platónica.
Dios es el Uno Inefable, acerca del cual es imposible decir cosa alguna en sentido recto. Este
Uno Inefable se nos da a conocer en el Verbo, que les reveló a los filósofos y a los profetas
toda la verdad que supieron y que últimamente se ha encarnado en Jesucristo.

• Tertuliano de Cartago (150-220 d.C.)

Tertuliano nació en la ciudad africana de Cartago alrededor del año 150. Se convirtió
al cristianismo en Roma cuando tenía cuarenta años. Al parecer era abogado y toda su obra
lleva el sello de una mente legal. Llegó a decir, contra los herejes de la época, que la iglesia,
dueña de las Escrituras, es la única que tiene derecho a utilizarlas y emplearlas. En cuanto a
la filosofía pagana, Tertuliano toma una posición opuesta a la de Clemente. El vigor de sus

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argumentos se encuentra, más que en su lógica, en su habilidad retórica, que llega hasta el
sarcasmo. Sin embargo, alrededor del año 207, aquel rudo enemigo de los herejes, se unió al
movimiento montanista, que el resto de los cristianos consideraba herético. Parece ser que
Tertuliano se sintió atraído por el rigorismo de los montanistas.

Tertuliano se opuso a la enseñanza de Praxeas respecto a que el Padre, el Hijo y el


Espíritu Santo eran tres modos en los que se manifestaba. Esta doctrina recibe el nombre de
“patripasionismo”. Según ella el Padre sufrió la pasión, pues el Hijo es el Padre. A partir de
tal situación Tertuliano habla acerca de “una substancia y tres personas”. Fue el primero en
referirse a la Trinidad mediante el uso de ésta fórmula, que después llegaría a ser
generalmente aceptada. También enseñó que hay en Cristo “una persona” y “dos substancias
o naturalezas”: la divina y la humana. Finalmente cabe decir que fue el primer teólogo
cristiano que escribió en lengua latina.

• Orígenes de Alejandría (184-253 d.C.)

Orígenes fue el más distinguido discípulo de Clemente y el último de los cuatro


grandes maestros de la iglesia de fines del siglo segundo y principio del tercero. Orígenes era
hijo de padres cristianos. En tiempo de la persecución de Decio, tuvo ocasión de mostrar la
firmeza de su fe. Fue torturado y después liberado, pero poco tiempo después murió a causa
de la severa tortura a la que fue sometido. Murió en Tiro a los sesenta y nueve años de edad.
Compuso la Hexapla, una colección en seis columnas del Antiguo Testamento (hebreo,
griego y cuatro versiones distintas al griego). Además compuso comentarios y sermones
sobre buena parte del texto bíblico y su apología Contra Celso. La teología de Orígenes sigue
un espíritu muy parecido al de su maestro Clemente. Se trata de un intento de relacionar la
fe cristiana con la filosofía que estaba en boga en Alejandría en esa época.

Puesto que la tradición de los apóstoles y de la iglesia no nos da detalles acerca del
modo en el que el mundo fue creado. Orígenes se lanza a investigar esta cuestión. La primera
creación, según Orígenes, fue puramente espiritual. El propósito de Dios era que los espíritus
que había creado se dedicaran a su contemplación. Pero alguno de ellos apartó la vista del
Creador, y por ello cayeron. Fue entonces que Dios produjo la segunda creación. De esos
espíritus, los que cayeron más bajo se han vuelto demonios, y los demás se han vuelto seres
humanos. Esto quiere decir que todos los seres humanos existíamos antes de nacer en este
mundo. Orígenes cree derivar sus ideas del texto bíblico, en realidad se derivan de Platón,
quien había enseñado que las almas se hallan en este mundo porque han caído del mundo
superior de las puras ideas. Según Orígenes, y puesto que Dios es amor, hasta el diablo se
salvará, y toda la creación regresará a su estado inicial, cuando todo era espíritu. Es necesario
señalar que en muchos puntos Orígenes parece ser más platónico que Cristiano.

Los cuatro grandes maestros que han sido estudiados, tiene puntos fuertes y también
puntos débiles. Se debe ser muy cuidadoso a la hora de interpretar la palabra de Dios con

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herramientas como la filosofía o la psicología. La palabra de Dios debe estar por encima de
cualquier esquema epistemológico que parte del mero raciocinio. Todo aquel que no
considere de manera suprema la revelación especial de Dios, puede caer en la falacia de
interpretar erróneamente la Biblia. Orígenes buscó respuestas filosóficas a planteamientos
que la Biblia no da más explicación. Debemos reconocer que nuestro conocimiento respecto
a Dios es limitado. Dios ha manifestado por medio de su auto-revelación lo necesario para
el hombre. Nuestra tarea hermenéutica tiene que partir primariamente del mismo texto de la
Biblia y no de presuposiciones filosóficas, epistemológicas, antropológicas, etc. Dios por
medio de la Biblia ha revelado quién es él y lo que quiere para la humanidad caída por el
pecado.

La persecución en el siglo tercero

• La persecución bajo Septimio Severo

Hacia fines del siglo segundo, la iglesia había gozado de un período de relativa paz.
A principios del siglo tercero, reinaba en Roma el emperador Septimio Severo. Decidió
seguir una política religiosa de carácter sincretista. Su propósito era unir a todos sus súbditos
bajo el culto al Sol Invicto, en el cual se fundirían todas las religiones de la época, así como
la enseñanza de diversos filósofos. Tal política afecto severamente a los judíos y cristianos.
Fue prohibido, bajo pena de muerte, toda conversión al judaísmo o cristianismo. Los
cristianos que fueran acusados y se negaran a ofrecerles sacrificios a los dioses se les
condenarían también. El resultado fue un recrudecimiento de la persecución al estilo del siglo
anterior. El año 202 marca un nuevo hito en la historia de las persecuciones. El más famoso
de los martirios de esa época es el de Perpetua y Felicidad en el año 203. El proceso de
Perpetua y sus compañeros fue largo, al parecer porque las autoridades querían hacer todo lo
posible por incitarles a abandonar su fe. Poco después, por razones que no están del todo
claras, la persecución amainó. Durante casi medio siglo las persecuciones cesaron casi por
completo.

• La persecución bajo Decio

En el año 249 Decio se convierte en el emperador de Roma. Estaba dispuesto a


restaurar la vieja gloria de Roma ya que el pueblo había abandonado el culto de sus dioses.
Una de las medidas que se imponía en el intento de restaurar la vieja gloria de Roma era la
restauración de los viejos cultos. Dada la razón de la política de Decio, la persecución que
este emperador desató tuvo características muy distintas de las anteriores. Después del edicto
de Decio, algunos corrieron a obedecer el edicto imperial tan pronto como supieron de él.
Otros permanecieron firmes por algún tiempo, pero cuando fueron llevados a los tribunales
ofrecieron sacrificios ante los dioses. Otros se valieron de artimañas y del poder del oro para
obtener certificados falsos sin haber sacrificado nada. Otros permanecieron firmes y se

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dispusieron a afrontar las torturas más crueles. Puesto que el propósito de Decio era obligar
a la gente a sacrificar, fueron relativamente pocos los que murieron durante la persecución.

Fue bajo tales circunstancias que Orígenes sufrió las torturas, que a la postre le
causaron su muerte. Hubo muchas personas que habían confesado y mantenido su fe durante
las torturas y se les dio el título de “confesores”. En el año 251 Galo sucedió a Decio y la
persecución disminuyó. Después del año 260 la iglesia gozó de un período de paz que duró
más de cuarenta años. El problema posterior a la que la iglesia tuvo que hacer frente fue la
cuestión de qué hacer con los “caídos”, con lo que de un modo u otro habían sucumbido ante
los embates de la persecución. Dado el gran prestigio de los confesores, algunos pensaban
que eran ellos quienes tenían la autoridad necesaria para restaurar a los caídos a la comunión
de la iglesia.

• La cuestión de los caídos: Cipriano y Novaciano

La cuestión de los caídos girará en torno a dos personajes: Cipriano de Cartago (210-
258) y Novaciano de Roma (200-258). Siendo Cipriano obispo de Cartago, y cuando llega la
persecución, pensó que su deber era huir a un lugar seguro, con algunos otros dirigentes de
la iglesia, y desde allí seguir pastoreando a su grey mediante una correspondencia nutrida.
Cipriano insistió en que su exilio era la decisión más sabia para el bien de su grey, y que era
por esa razón que había decidido huir, y no por cobardía. De hecho su convicción y valor
quedaron probados, cuando pocos años más tarde murió como mártir. Algunos de los
confesores, deseaban que los caídos que querían volver a la iglesia fueran admitidos
inmediatamente, sólo a base de su arrepentimiento. Cipriano entonces convocó un sínodo en
la que se determinó que los que habían sacrificado no serían admitidos sino en su lecho de
muerte o mostrar su arrepentimiento en medio de una nueva persecución. Los miembros del
clero que habían sacrificado serían depuestos inmediatamente. La principal razón por la que
Cipriano insistía en la necesidad de regular la admisión de los caídos a la comunión de la
iglesia era porque creía que la iglesia es el cuerpo de Cristo.

Mucho más rigorista que Cipriano era Novaciano, quien en Roma se oponía a la
facilidad con que el obispo Cornelio admitía de nuevo a la comunión a los que habían caído.
La cuestión de la restauración de los caídos fue una de las preocupaciones principales de la
iglesia occidental desde fecha muy temprana. La cuestión de qué debía hacerse con los que
pecaban después de su bautismo dividió a la iglesia occidental en repetidas veces. De esa
preocupación surgió todo el sistema penitencial de la iglesia. Y a la larga la Reforma
Protestante fue en esencia una protesta contra ese sistema.

En medio de la persecución muchos fueron capaces de mantenerse en su fe a pesar


de las torturas a las que fueron sometidos. Lamentablemente también muchos negaron su fe
de alguna manera u otra. En nuestro tiempo puede haber maneras sutiles de negar nuestra
fe y debemos de tener mucho cuidado. No dar respuestas sobre nuestra fe cuando somos

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cuestionados por prácticas diferentes a la del grueso común de la sociedad puede ser una
manera de negar nuestra fe. No hay razón alguna para avergonzarnos de ser cristianos.
Debemos de mantenernos firmes ante los embates de ideologías contrarias a la misma
palabra de Dios. También debiéramos reflexionar en cuanto a la disciplina de la iglesia
hacia hermanos que hacen cosas que afectan el testimonio de la iglesia. No podemos dejar
pasar por alto conductas que van en contra de la fe cristiana y seguir permitiendo que se
congreguen como si nada estuviera pasando. Si nuestra norma de fe y práctica es la Biblia,
debemos empezar a considerar el asunto de la disciplina dentro de nuestras congregaciones.

La vida cristiana

• El origen social de los cristianos

Desde el punto de vista de paganos cultos como Tácito, Cornelio Frontón y Marco
Aurelio, los cristianos eran una gentuza despreciable, sin educación ni cultura. En esto no se
equivocaban ya que la mayoría de los cristianos de los primeros siglos pertenecían a las clases
más bajas de la sociedad. En su mayoría los cristianos eran esclavos, carpinteros, albañiles o
herreros. En este medio se produjeron numerosos escritos y leyendas cuyo tono es muy
distinto del de las obras de Justino y los demás eruditos cristianos. Se trata de toda una
muchedumbre de evangelios apócrifos, y de “Hechos” de diversos apóstoles y de la Virgen,
en los que narran historias casi pueriles de milagros cuyo único propósito parece ser cautivar
y deleitar la imaginación.

• El culto cristiano

Desde sus mismos inicios, la iglesia cristiana acostumbraba reunirse el primer día de
la semana para “partir el pan”. La razón por la que el culto tenía lugar el primer día de la
semana era porque en ese día se conmemoraba la resurrección del Señor. A partir de entonces,
y a través de casi toda la historia de la iglesia, la comunión ha sido el centro del culto
cristiano. He aquí algunas de las características comunes: la comunión era una celebración.
A partir del siglo segundo, el servicio de comunión constaba de dos partes. En la primera se
leían y comentaban las Escrituras, se elevaban oraciones, y se cantaban himnos. La segunda
parte del servicio comenzaba generalmente con el ósculo de paz. Luego alguien traía el pan
y el vino hacia el frente y se les presentaba a quien presidía. Otra característica común es que
sólo podían participar de él quienes habían sido bautizados. Otra de la costumbres era
celebrar la comunión en lugares donde estaban sepultados los fieles que habían muerto. La
razón por la que se reunían en ella era que allí estaban enterrados los héroes de la fe, y los
cristianos creían que la comunión les unía, no sólo entre sí y con Jesucristo, sino también con
sus antepasados en la fe. Este es el origen de la celebración de las fiestas de los santos, que
por lo general se referían, no a sus natalicios, sino a las fechas de sus martirios.

Sólo quienes habían sido bautizados podían estar presentes durante la comunión. Pero
entre más gentiles se fueron incluyendo, se fue haciendo cada vez más necesario un período

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de preparación y de prueba antes de la administración del bautismo. Este período recibe el
nombre de “catecumenado”, y a principios del siglo tercero duraba entre dos y tres años. Por
lo general el bautismo se administraba una vez al año, en el Domingo de Resurrección. El
bautismo era por inmersión, los hombres separados de las mujeres. Al salir del agua se les
daba una vestidura blanca, en señal de su nueva vida en Cristo. Además se les daba a beber
agua, en señal de que había quedado limpio, no sólo exterior, sino también interiormente.
Aunque por lo general el bautismo era por inmersión, en los lugares en que escaseaba el agua
se permitía practicarlo vertiendo agua sobre la cabeza tres veces, en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. En cuanto a si la iglesia primitiva bautizaba niños o no, los eruditos
no han logrado ponerse de acuerdo. En el siglo tercero hay indicios claros de que los hijos de
padres cristianos eran bautizados de niños, pero no antes.

• La organización de la iglesia

A fines del siglo segundo existía en la iglesia una jerarquía con tres niveles: obispos,
presbíteros y diáconos. Hay fuertes indicios de que por lo menos durante la mayor parte del
siglo primero, los títulos de “obispo” y “presbítero” eran intercambiables. El énfasis en la
autoridad de los obispos y en la sucesión apostólica surgió en el siglo segundo, como un
modo de responder al reto de las herejías.

• Los métodos misioneros

El evangelismo no tenía lugar en las iglesias, sino, como indica Celso, en las cocinas,
los talleres y los mercados. Algunos maestros famosos, tales como Justino y Orígenes,
sostenían disputas en sus escuelas y ganaban así algunos conversos entre los intelectuales.
En la mayoría de los casos fueron cristianos anónimos quienes mediante su testimonio
abrieron el camino a la conversión de otras personas. Al parecer, la enorme difusión
geográfica del cristianismo no se debió tanto a la labor de misioneros profesionales como
que eran muchos los cristianos que viajaban por diversas zonas, y que iban llevando su fe de
un lugar a otro. La fe cristiana se difundió sobre todo en las ciudades, ya que la penetración
de los campos fue lenta y difícil, pues no se completó sino bastante tiempo después de la
conversión de Constantino.

A lo largo de la historia se puede observar la manera en que el culto fue perdiendo


su sencillez y propósito. Debemos reconocer que le vida de los primeros cristianos no sólo
era sencilla sino también integral, es decir, no había en ellos una vida secular y una vida
sacra que llevar de manera separada. Ser cristiano tenía implicaciones únicas para
cualquier ámbito de la vida. No perdamos la centralidad de la palabra y la comunión entre
creyentes y la iglesia con Dios. Hoy es fácil introducir muchas cosas que lejos de crear una
vida espiritual creciente, hace de la iglesia una comunidad consumista, es decir, que sólo
está dispuesta a recibir pero no a compartir. La tarea número uno de la iglesia es la
adoración y esto implica adorar a Dios proclamando el evangelio y sirviendo en la

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congregación. La vida de la iglesia en los primeros siglos realmente era comunitaria. Es
necesario restablecer tal concepto, en una sociedad en la que sólo se busca satisfacer los
intereses personales, sin darnos cuenta de la gran necesidad que tienen algunos sectores en
nuestro entorno.

La gran persecución y el triunfo final

A fines del siglo III se desató la última y más terribles de las persecuciones. En esa
época, Diocleciano, quien era gobernante supremo, tanto su esposa Prisca como su hija
Valeria eran cristianas. La paz de la iglesia parecía estar asegurada. Los conflictos parecen
haber comenzado en el ejército. La razón por la que algunos cristianos se oponían al servicio
militar no era tanto el pacifismo cristiano sino el hecho de que algunas de las ceremonias
militares eran de carácter religioso, y por tanto se le hacía muy difícil al soldado cristiano
abstenerse de participar en la idolatría. Galerio convenció a Diocleciano de la necesidad de
expulsar a los cristianos de las legiones. El edicto de Diocleciano no decretaba la pena de
muerte, ni otro castigo sino sólo la mera expulsión del ejército. Finalmente Diocleciano se
dejó convencer por Galerio, y en el año 302 dictó un nuevo edicto contra los cristianos. Se
ordenaba que todos los edificios cristianos y libros sagrados fueran destruidos, y que a los
creyentes se les privara de todas sus dignidades y derechos civiles. Pero pronto la situación
se fue recrudeciendo porque muchos de los fieles se negaban a entregar los libros sagrados,
y entonces se les torturaba o condenaba a muerte. Después Galerio acusó falsamente a los
cristianos por un incendio. La furia de Diocleciano no se hizo esperar, y ordenó que todos
los cristianos de la corte tenían que ofrecer sacrificios ante los dioses. Prisca y Valeria
sacrificaron, pero otros más sufrieron el martirio.

Diocleciano se convenció de que los cristianos conspiraban contra él. Entonces


decretó que todos los jefes de la iglesia fueran encarcelados y, después, que todos los
cristianos en todo el imperio tenían que sacrificar ante los ídolos. Por fin, cuando los
cristianos comenzaban a desesperarse, la tormenta amainó. Galerio estaba enfermo de
muerte, y el 30 de abril del 311 promulgó su famoso edicto de tolerancia. Pronto abrieron las
cárceles y de ellas brotó un torrente humano de personas lisiadas, tuertas y maltratadas, pero
gozosas por lo que era para ellas una intervención directa de lo alto. Galerio murió cinco días
después. El imperio quedaba en manos de Licinio, Maximino, Constantino y Majencio, pero
finalmente sobresalió Constantino como el único emperador de Roma. En vísperas de una
batalla importante, Lactancio dice que en un sueño Constantino recibió la orden de poner un
símbolo cristiano sobre el escudo de sus soldados y al día siguiente ordenó a sus soldados
emplear el escudo, llamado labarum, para la batalla. El símbolo consiste en la superposición
de las letras griegas X y P que son las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego. Al
obtener la victoria Constantino hizo una alianza con Licinio y se elaboró el Edicto de Milán,
que estipula el cese de todo hostigamiento hacia el cristianismo. Al fin Constantino quedó
como el único emperador, y la iglesia gozó de paz en todo el imperio.

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El cese de la gran persecución dirigida por Diocleciano bajo la fuerte influencia de
Galerio, trajo un gran alivio a la iglesia de Cristo. Constantino se inclina por apoyar al
cristianismo, según parece, por alguna especie de revelación divina. Después de mucho
sufrimiento, la iglesia vuelve a un raudal de aguas calmadas. En nuestro tiempo, al igual
que en la época del Imperio romano, Dios interviene en el curso de la historia. Muchos
hablan de que Constantino lejos de traer un bien, trajo un mal con la germinación de lo que
después se llamaría la Iglesia Católica Romana. El impacto de Constantino fue de una gran
envergadura, lamentablemente la iglesia empezó a tomar un rumbo contrario a la iglesia
primitiva. La verdadera iglesia de Cristo tiene que estar con los ojos bien abiertos y evitar
cualquier infiltración que pueda socavar su integridad espiritual. Estamos llamados a
mantenernos dirigidos por la palabra de Dios antes que por los intereses de personas con
alguna influencia política, social o religiosa. La iglesia se debe a su Señor y no a la
mediocridad espiritual. Busquemos con ahínco la palabra de Dios y defendamos nuestra fe
ante cualquier intrusión que la lleve a la laxitud espiritual.

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