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levantada por Constantino sobre la tumba del joven apóstol. Hoy sólo se conservan las ruinas,
sabemos que tenía una estructura similar a la de los Santos Apóstoles de la capital, con 5 cúpulas,
una en cada brazo de la cruz y otra en el centro, la nave central era más larga y tenía planta de cruz
Latina.
Fue en Rávena donde Justiniano centró sus esfuerzos. Aunque Roma seguía teniendo un papel
importante, tanto desde el punto de vista político como constructivo, Rávena fue la capital del
exarcado bizantino de Italia desde su conquista en 540.
Iglesia de San vital de Rávena: Construida en época del obispo Ecclesio, entre 532 y 544, iniciada
por tanto en época ostrogoda. Sus materiales fueron el ladrillo y el cemento y de nuevo estamos
ante una estructura centralizada. Principal edificio construido por Justiniano en esta ciudad, ya que
su intervención en otras basílicas se limitó al revestimiento decorativo.
Planta de 2 cuerpos principales : el central, cubierto con una gran cúpula, y el deambulatorio que la
rodea, de 2 plantas y con un
perímetro octogonal. A los pies
encontramos un nártex,
al este destaca el gran
presbiterio que precede
al ábside. El ábside se
rodea de pequeñas anillas
de planta circular,
proyectadas al exterior de
forma poligonal.
El alzado de San Vital cuenta con dos pisos, como un
doble deambulatorio, la cúpula se alza en un nivel
superior y descansa sobre un tambor octogonal con
ventanas y asentado sobre 8 pilares, separados entre sí
por arcos que acogen exedras de 2 órdenes
superpuestos. Los dos pisos se abren al espacio central
por arcos sobre columnas.
La cúpula central y el deambulatorio han perdido sus
mosaicos originales, estando decorados actualmente con pinturas barrocas. La estructura de San
Vital mantiene similitudes con la Iglesia de los Santos
Sergio y Baco y fue levantada con claros fines
propagandísticos. Servirá de modelo a edificios como
la capilla palatina de Aquisgrán.
El presbiterio se cubre con una bóveda de arista y ha
conservado toda su decoración original a base de
mosaicos. No son demasiados los edificios conservados
de los siglos VII y VIII, algunos han desaparecido, como
la Iglesia de la Dormición de la Virgen en Nicea.
Santa Sofía de Salónica, en Grecia coma es el
mejor ejemplo de arquitectura del siglo VIII, su
estructura interior consiste en una cruz griega
con cúpula central y dos pisos.
El panel de Justiniano se ubica en el lado norte del ábside. En el centro el emperador Justiniano
acompañado de sus altos dignatarios militares administrativos y eclesiásticos. A la izquierda, los
militares portan lanzas y sostienen un gran escudo, presidido por un Crismón. Este es un símbolo de
Cristo creado por el arte romano del siglo IV, que reúne en un anagrama circular las dos primeras
letras del nombre de Cristo en griego la X (ji) y la P (rho). Aquí, la fusión de los símbolos militares y
religiosos nos habla de la sacralización de la guerra en tiempos de Justiniano. Al lado de los
soldados encontramos a los altos dignatarios civiles, mientras a la izquierda del emperador
(derecha del espectador) aparecen las jerarquías eclesiásticas. Destaca el obispo Maximiano por su
mayor tamaño, su cercanía a Justiniano y principalmente por la descripción que lleva su nombre.
Ningún detalle de este mosaico carece de significado: las ropas litúrgicas con la Cruz, el misal y el
incensario sacralizan los rituales de la liturgia bizantina. Lo mismo podemos decir de la
indumentaria purpúrea del emperador, la fíbula con la que abrocha su clámide, su corona o
diadema y el nimbo que la rodea. El nimbo sirve en el primer arte bizantino para resaltar la
dignidad social de la figura, pero más adelante será un atributo exclusivo de los Santos. Las figuras
de este mosaico destacan por su falta de plasticidad y volumen.
El panel de Teodora situado en el lado sur del tambor del ábside sirve, como complemento de la
escena anterior, completando la ofrenda imperial u Oblatio Augusti es Augustae. La emperatriz
aparece con su séquito de damas y altos cargos de corte portando un gran vaso de oro en lugar de
la patena ofrecida por su esposo. Él, sin embargo, la sostenía con las manos veladas, detalle que
apunta a la sacralidad del objeto en la iconografía bizantina. El panel de Teodora rebosa lujo en los
distintos elementos decorados con orfebrería: desde la pedrería del cáliz, hasta la de su corona
perlada y los ricos bordados de la indumentaria. El fondo ya no es dorado, lo que permite deducir
que la escena tiene un grado de sacralidad inferior a la de Justiniano. Encontramos una referencia a
la salvación Paradisíaca, en el ambiente palaciego y la fuente de la izquierda, así como un mensaje
Epifánico en el manto de la emperatriz, donde aparecen los tres Reyes Magos ofreciendo sus
presentes a Cristo.
También aquí todas las figuras son planas. Estos dos paneles reflejan el cesaropapismo que se verá
también que será también propio del período bizantino medio coma en el que culminará la fusión
del poder civil con el eclesiástico.
El presbiterio de San vital de Rávena está completamente revestido de mosaicos. La gran bóveda
de arista aparece presidida por el Agnus Dei en un
medallón cenital convertido en una corona de
laurel sustentada por cuatro ángeles a la manera
de los antiguos atlantes. El Agnus Dei representa al
Cordero de Dios que simboliza a Jesús descrito
como el cordero degollado .
La Eucaristía conmemora este sacrificio mesiánico,
administrándose de manera simbólica el Cuerpo y
la Sangre de Cristo (la hostia y el vino) para “limpiar”
los pecados. Los motivos vegetales y animales de la
bóveda de arista enmarcados por roleos, constituyen
una representación abreviada de la Pastoral Celeste: el Paraíso sobrevenido tras la salvación.
Los costados sobre los que se asienta la bóveda presentan escenas del Antiguo Testamento que
prefiguran y anuncian el Sacrificio de Cristo. En el lado septentrional encontramos la escena de la
Hospitalidad de Abraham, pasaje
donde el patriarca judío da de comer
a tres desconocidos, que resultan ser
ángeles y le anuncian que tendrá una
larga descendencia a pesar de su
avanzada edad.
Su esposa Sara aparece en la puerta
de su casa (a la izquierda) y se lleva
la mano a la boca para indicar su
hilaridad incrédula ante semejante
anuncio. Esos tres ángeles eran
interpretados por teólogos como prefiguración de la Trinidad. A la derecha, en composición
cristalina, encontramos la concreción de la promesa de descendencia en su hijo Isaac, sometido a
sacrificio por su padre a petición de Yahvé. Isaac es considerado en la tradición cristiana como una
prefiguración de Cristo, cuyo nacimiento anunciado por ángeles y en cuya concepción intervino
Dios. El descendiente de Abraham se equipara a Cristo, por someterse al sacrificio y viene a ser su
antecesor lejano, ya que es el padre de Jacob y, por tanto, origen de las 12 tribus de Israel. Los
pasajes iconográficos que encontramos en este muro insisten en la lectura eucarística y cristiana de
episodios veterotamentarios, donde los 3 panes frente a los 3 ángeles evocan el pan ácimo (el
cuerpo de Cristo), y el sacrificio de Isaac, su sangre. La parte superior de este muro norte se decora
con figuras de 2 profetas (jeremías y Moisés) y dos evangelistas (Juan y Lucas), con la que se
establecen paralelismos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
En el lado meridional, el tímpano de la parte inferior presenta personajes del Antiguo Testamento
sometidos a la exégesis de los pensadores cristianos: Abel y Melquisedec ofreciendo sus sacrificios
a Yahvé. Estos dos personajes aparecen en
momentos diferentes del génesis haciendo
ofrendas a Dios: Abel entrega un cordero y
el rey sacerdote Melquisedec procura pan
y vino. Arriba, la Dextera Domini acepta las
ofrendas. La presentación de estos dones
revela la intención de relacionar estos episodios con la liturgia eucarística. Es más, la bóveda de
arista con sus laterales actúa como una especie de baldaquino arquitectónico consagrado al oficio
de la misa. En esta época el altar solía estar cubierto por un ciborio de madera para realizar su
sacralidad. También aquí la parte superior del muro se completa con dos profetas y dos
evangelistas (Moisés e Isaías; Mateo y Marcos). En resumen, podemos decir qué se pretende
mostrar cómo prefiguraciones del sacrificio de Cristo, a la vez que representará el oficio del
sacerdocio y legitimar ante los fieles la liturgia celebrada en este espacio.
Iglesia de San Apolinar el Nuevo de Rávena, erigida por Teodorico el Grande (474-526) en época
ostrogoda y dedicada al culto arriano. Ya entonces fue decorada con mosaicos que aún
permanecen entre las ventanas de la nave central, representando escenas bíblicas, el Palacio de
Teodorico y el puerto de Rávena. En época
bizantina, hacia 545, se añadieron unos
mosaicos en el registro inferior de ambos muros
de la nave central, justo encima de las arcadas.
Se trata de 2 frisos que representan procesiones
de Santas Vírgenes y Santos Mártires en los
lados norte y sur respectivamente. La procesión
de Santos cuenta con 26 personajes,
encabezados por San Martín, identificados
gracias a los nombres o tituli situados sobre sus
cabezas. Ver también figura 3 capítulo 7.
Dispuestos de manera ordenada y regular sobre
fondo dorado y separado por Palmas del Martirio, aparecen en la misma postura y a una misma
altura (isocefalia). Portan las coronas de laurel que indican el triunfo y la salvación conquistada por
su martirio. La sucesión de santos es recibida por un Cristo en Majestad, entronizado y barbado
(siríaco), protegido por 4 ángeles como su guarda imperial. El oro y la pedrería del nimbo crucífero y
del trono evocan la dignidad espiritual a través de los símbolos de la riqueza terrenal. Sus pies
reposan en un escabel, ya que el contacto con el suelo se consideraba algo degradante y alejado de
Dios o el emperador. A sus pies florecen plantas que evocan el Edén Celestial.
En el lado norte, la procesión de vírgenes muestra la misma falta de individualidad en las figuras,
que presentan una gran semejanza en su postura, indumentaria, peinado y aspecto general. F. 40.
Sus lujosos ropajes tienen un sentido trascendente, igual que el fondo dorado, las palmeras y las
coronas. El cortejo culmina en una Virgen en Majestad como Theotokos, que recibe a los Reyes
Magos. El lujoso trono y el escabel son similares a los del Cristo en Majestad situado enfrente. Los
Reyes aparecen con indumentaria exótica que denota su origen, y ofrecen sus 3 dones destinados a
señalar la triple condición de Jesús: el oro en calidad del Rey, el incienso como Dios y la mirra como
hombre.
San Apolinar en Classe: a las afueras de Rávena, en la localidad de Classe, está la Iglesia dedicada a
San apolinar, construida en época tardoantigua. Hacia el 547 se añadieron los mosaicos al ábside.
Sobre la bóveda del horno, en el arco triunfal, hay un Cristo siríaco bendiciendo, inserto en un
clípeo y rodeado del Tetramorfos. Debajo aparecen Jerusalén y Belén, saliendo 6 corderos de cada
una de ellas, que simbolizan a los Apóstoles. El cascarón del ábside se divide en dos zonas.
En la superior vemos una gran cruz gemada sobre fondo estrellado y con un medallón en su centro
que contiene un busto de Cristo. A los lados, en el cielo , aparecen Moisés y Elías de medio cuerpo,
y debajo 3 corderos que miran hacia la cruz. Son una representación de la Transfiguración de Cristo.
Este episodio es uno de los últimos de la vida de Cristo, cuando sube al monte Tabor junto a Pedro,
Juan y Santiago, y se eleva en el cielo y es atravesado por una luz. El Nuevo Testamento relata cómo
en ese momento se aparecen Moisés y Elías, y sonaron las siguientes palabras de Dios: “Este es mi
Hijo el elegido, escuchadle”. El Cristo transfigurado aparece aquí bajo la figura de la Cruz y los
discípulos como 3 mansos corderos.
En el registro inferior está representado el patrón de Rávena y santo titular de la Iglesia, San
Apolinar, lleva ropas litúrgicas episcopales y está en postura orante. Aparece acompañado por el
colegio apostólico, representado simbólicamente como el rebaño de Jesús por medio de los 12
corderos que lo flanquean. El fondo de la escena está constituido por un paisaje que resulta irreal.
La vegetación presenta una disposición ordenada y rítmica, donde las flores, árboles y rocas son
capaz de representar un bosque, una montaña, tratándose de elementos metafóricos.
Bajo el ábside y entre las ventanas hay mosaicos de tiempos de Constantino IV (668-685).
Basílica de Santa Inés Extramuros, en Roma, del siglo VII, destacan los mosaicos del ábside, donde
la Virgen aparece sobre un fondo dorado y
pisando dos llamas que recuerdan su
martirio por fuego.
La acompañan dos papas benefactores de
esta Iglesia, uno con la maqueta de esta,
(Honorio I 625-638) y otro portando un
códice (Símaco, 498-514).
Arriba aparece una referencia esquemática
al cielo, por medio de banda semicirculares
decoradas con estrellas, de la que emerge la
Dextera Domini para coronar a la Santa y
remarcar su triunfo espiritual.
Monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí, En Egipto cómo fundado por Justiniano hacia 548
y etapa obligada en la ruta de peregrinación hacia
Tierra Santa. El monasterio se sitúa en el monte
donde Moisés había recibido las Tablas de la Ley y
vio la zarza ardiendo. La iglesia conserva intacto el
famoso mosaico del ábside con la transfiguración de
Cristo. El fondo dorado y los rayos que salen de
Cristo, el cual bendice inserto en mandorla, evoca el
resplandor emanado por su figura, mientras los
apóstoles retorciéndose con realismo cómo se ven
deslumbrados y sorprendidos. Los profetas Elías y
Moisés aparecen de cuerpo entero en actitud
solemne y con venerables barbas, visten indumentaria que les confiere dignidad. De nuevo se ha
elegido un tema para reivindicar a Jesús como el Mesías anunciado mediante la presencia de
profetas del Antiguo Testamento que lo reconocen como tal, en un lugar de culto, vinculado a la
figura de Moisés. Este mosaico sirvió de modelo para posteriores representaciones de la
transfiguración en distintos monasterios, cómo es la del Katholikon de Dafni. La calidad cromática
de las teselas y su delicada disposición hacen suponer que estamos ante un taller venido de la
capital, tratándose de una fuente indirecta que permite conocer los mosaicos constantinopolitanos.
Este monasterio destaca por conservar un rico tesoro de iconos que nos hace tomar conciencia de
las enormes pérdidas de pintura sobre tabla causadas por la destrucción iconoclasta.
Díptico de Flavius Anastasius, tallado hacia 517. En estas piezas se produce por
primera vez la introducción de la imagen de Cristo en la iconografía estatal, hacia el
540.
Marfil Barberini, (Inicios S. VI). figura 47. Realizado en los tallere imperiales de
la capital, podría tratarse del retrato del propio emperador Justiniano, bajo la
modalidad de Adventus Imperator, representando su entrada triunfal en la
ciudad conquistada.
Subido al caballo como vencedor y porta labarum o e standarte, clámide con
fíbula y la armadura. A la derecha, una pequeña victoria alada (Niké) le coloca
una corona de laurel (hoy perdida), detrás de su caballo encontramos un
bárbaro vencido (símbolo del pueblo conquistado), la exuberancia y los frutos
que atesora se refieren a las abundantes conquistas del emperador.
La placa inferior presenta varios personajes con atuendo exótico acompañados
de animales y dones para el emperador, simbolizando las regiones de África y
Asia. En la placa superior encontramos una imago clipeata desde Cristo,
imberbe y flanqueado por ángeles, aludiendo al origen divino del poder
imperial. El marfil presenta una visión victoriosa del emperador que gobiernan
los pueblos de la tierra y cuenta con la bendición divina. Estilísticamente, el
tallista muestra una técnica depurada, naturalista, y una asombrosa blandura
en el rostro del emperador y un logrado escorzo del caballo.
El marfil sirvió también como ajuar eclesiástico y litúrgico. La cátedra del obispo Maximiano, de
mediados del siglo VI es uno de los mejores ejemplos.
Esta silla Episcopal de 1,5 metros de alto por 60 cm de ancho tuvo originalmente 26 paneles de
marfil sobre el alma de madera, pero se han perdido 9.
Presenta dos ciclos narrativos diferentes: el respaldo está dedicado a la Vida de Cristo, mientras los
reposabrazos presentan escenas del Ciclo de José. En la parte delantera central encontramos cinco
encasamientos con los cuatro evangelistas, con un San Juan Bautista central. Figura 48.
Éste aparece adulto, con el pelo largo y barbado, portando el Agnus Dey en un medallón. Encima
aparece abreviado el nombre de Maximiliano, obispo Rávena para el que se realizó esta cátedra.
A diferencia del Marfil Barberini, la talla de estas placas son de estilo anguloso y menos modelado.