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Análisis de una obra

desde el método de Panofsky

Materia: Historia del Arte


Maestra: Tanit Guadalupe Serrano Arias
Alumna: Ana Yutzil Ramírez Vivanco

19 de septiembre de 2020
Primer nivel: Análisis pre iconográfico

En primer plano, en la parte central y principal del cuadro, enumerado con 1, se encuentra una
figura masculina joven (Júpiter) que mira seria y fijamente al frente, sentado en un trono en
majestad (i) y sosteniendo una lira (ii). Oculto parcialmente detrás de él, un rostro femenino (iii)
observa por encima del hombro. Al lado de la figura masculina, una mujer se encuentra cayendo,
con sangre en su costado (2). Justo bajo ella, tapándose los ojos, un niño alado se cubre el rostro
con los brazos (3).

Al pie del trono, formando un conjunto horizontal, vemos seis figuras: al centro, una enorme
águila (4) con las alas extendidas, colocada ligeramente a la derecha del trono. A la izquierda del
trono se encuentra una mujer (5) vestida de púrpura, en actitud doliente y con una espada
ensangrentada. A la derecha del trono, otra mujer (6) con una corona de espinas y sosteniendo
una rama de palma. Justo frente al águila se encuentra un fauno (9), con la mirada triste. En los
extremos izquierdo y derecho de esta parte de la obra, dos ángeles dolientes (7 y 8) enmarcan a
los demás personajes.

En la parte inferior del cuadro vemos un conjunto de seres oscuros y extraños (10) que rodean a
una figura femenina (11), con una corona polo y una luna creciente sobre la cabeza, que mira de
manera terrible al observador. Esta parte de la obra está enmarcada por dos esfinges (12 y 13), en
las esquinas inferiores del cuadro.

Enmarcando toda la composición, podemos ver cuatro pilares sosteniendo un arco conopial (14).
Finalmente, en la parte superior del trono, podemos ver un cielo azul con serafines (15).
En general, la obra está densamente poblada con motivos florales y naturales, con un gran
cuidado en los pequeños detalles y un estilo muy refinado, empleando una paleta de colores
oscuros.
Segundo nivel: Análisis iconográfico

En este segundo nivel se desglosa de acuerdo con la estructura numérica propuesta, los elementos
simbólicos de los personajes.

Esta obra de Gustave Moreau se inspira en la obra Las Metamorfosis del poeta romano Ovidio. El
autor representa el momento en que Sémele, amante de Júpiter, es engañada por la celosa Juno,
legítima esposa de éste, para obligar a Júpiter a mostrarse en su verdadera naturaleza. Incapaz de
soportar el divino esplendor del rey de los dioses, Sémele sufre una violenta muerte en éxtasis.
Júpiter sólo puede rescatar a Baco, su hijo aún nonato, fruto de este amor.
La obra está organizada en tres partes: la mitad superior representa el mundo divino y es el
escenario de la tragedia de Sémele; la realidad material humana enmarcada por los ángeles
dolientes; y el Erebos o inframundo, en la parte inferior de la obra, enmarcado por las esfinges.

1) Zeus/Júpiter, sentado en majestad, tiene en mano una lira, atributo de Apolo y Orfeo, por
lo que representa un Dios poeta. A diferencia de otras representaciones del dios del rayo,
el Júpiter de Moreau es un hombre joven sin barba, incluso con cierta inspiración en
Jesucristo. El trono donde se halla sentado tiene similitud con un trono papal, por lo que
simbolizaría su divinidad. El hecho de que Juno, su legítima esposa, esté en su hombro con
el rostro escondido, es alusión a su papel en el mito: su engaño a Sémele desde las
sombras.
2) Sémele, recostada con una gran herida en el costado, muere en éxtasis, calcinada por el
divino resplandor de Júpiter. El ser humano es incapaz de abrazar la esencia divina en su
más pura expresión, sin renunciar a su parte material y humana.
3) El pequeño Baco, mirando hacia el piso y con los brazos cruzados, evita ver hacia donde su
madre ha muerto.
4) El águila de Júpiter, símbolo de la fuerza de este dios, extiende sus alas. Podemos ver que
el águila representa a la fuerza divina sobre la tierra, sobre la humanidad.
5) La mujer de figura triste, vestida de púrpura y con la espada ensangrentada, representa a
la Muerte. Ha cumplido su labor y terminado con la vida de Sémele. Sin embargo, su
trabajo no es alegre.
6) Al otro lado del trono vemos al Sufrimiento, representado por la mujer que utiliza los
atributos de la pasión de Jesucristo: la corona de espinas de su crucifixión y la hoja de
palma a su entrada en Jerusalén.
7) Los dos ángeles (7 &8), símbolos de pureza, amor y divinidad para religión judeocristiana,
están en pose de lamento en los laterales del cuadro.
9) Pan, dios de los pastores y rebaños en la mitología griega, sirve como puente entre el
mundo Celeste (la parte superior de la pintura) y el mundo Infernal (la parte inferior del
cuadro). Su mirada triste se dirige hacia abajo.
10) Por supuesto, criaturas infernales y poco definidas se hayan en la parte inferior del cuadro,
clara referencia al Inframundo y la oscuridad.
11) Hécate, diosa protectora, reina de los muertos y de las brujas, asociada a las encrucijadas y
las respuestas. La diosa dirige su terrible mirada directamente al espectador, como lo hace
Júpiter. Con una corona polo y una Luna creciente sobre su cabeza, extiende sus alas e a
los lados abarcando el inframundo.
12) Las esfinges (12 y 13), como dice la descripción de la obra en el Museo Nacional Gustave
Moreau, “simbolizan el pasado y el futuro y son las guardianas de esta manada infernal.
14) Enmarcando el Cielo y con los cimientos en la Tierra, cuatro pilares sostienen un arco
conopial.
15) Y, justo arriba del trono, coronando a Júpiter, tres serafines (ángeles de la Primera
Jerarquía
y del más alto rango, caracterizados por tener tres pares de alas) observan solemnemente
todo desde arriba. Su disposición triangular recuerda fuertemente la Divina Trinidad
cristiana.
Tercer nivel: Análisis Iconológico

La obra “Júpiter y Séleme” es una pintura de óleo sobre tela de 213 x 118 cm, realizada por
Gustave Moreau en 1889, por petición de Léopold Goldschmidt, y concluida hasta 1895. Se trata
de la última obra terminada del autor, lo que se muestra en un estilo muy refinado y con alto
contenido pictórico. Actualmente, esta obra forma parte de la colección pictórica del Museo
Gustave Moreau de París.

Para Moreau, su obra formaba parte de un elaborado programa. En sus cuadernos de trabajo, el
propio Moreau describe su obra de la siguiente manera: “Es un ascenso hacia esferas superiores,
un remontarse de seres purificados hacia lo Divino: muerte terrenal y apoteosis en la Inmortalidad.
El gran Misterio se completa a sí mismo, y la naturaleza entera está impregnada de lo ideal y lo
divino; todo se transforma. Es un himno a la divinidad”.

Bajo la óptica del autor, puede comprenderse que esta obra busca transmitir un mensaje de
espiritualidad sobre el ascenso del alma humana en búsqueda de lo divino y la iluminación. La
parte inferior del cuadro, enmarcada por las esfinges del pasado y el futuro, se encuentran los
seres imperfectos e impuros, informes y obscuros, que habitan en el Erebus y esperan, bajo la
mirada terrible de Hécate, la diosa de las dudas y de las posibilidades, la vida de iluminación.

En el siguiente plano, bajo la vigilancia de los ángeles que simbolizan el espíritu religioso y la
mirada de Dios, se encuentra la vida terrenal humana. Aquí trona Pan, el dios de los placeres
materiales y los deseos, entre la luz del plano divino y la oscuridad del inframundo. Sin embargo,
su mirada es triste e insatisfecha, pues es consciente de su esclavitud y exilio. Junto a él, la Muerte
y el Sufrimiento comparten su tristeza, pues para Moreau “ambas [conciencias] forman la base
trágica de la vida humana”. Sin embargo, las alas del águila de Júpiter parecen las propias alas de
Pan, como una promesa de redención y de alguna vez poder remontar a un plano superior.

Finalmente, la mitad superior de la obra representa el plano divino, lugar donde se lleva a cabo la
tragedia de Sémele. Sobre esta sección de la pintura, Moreau dice: “El dios, tantas veces invocado,
se manifiesta en todo su esplendor aún velado; Sémele, penetrada por la esencia divina,
regenerada y purificada por lo sagrado, cae abatida y con ella muere también el genio del amor
terrenal, el genio con patas de cabra. Bajo este encantamiento y este exorcismo sagrado, todo se
transforma, se purifica, se idealiza; comienza la inmortalidad, lo divino se esparce en todo y los
seres, aún informes, emergen del lodo terrenal y aspiran a la luz verdadera”.

A finales del siglo XIX, Europa vive una revolución cultural e intelectual: durante este periodo, en
oposición a la ilustración y el positivismo científico, aparecen múltiples corrientes filosóficas que
buscan recuperar la espiritualidad y el idealismo “perdidos”; movimientos como la teosofía, el
esoterismo y el espiritismo, se vuelven populares, particularmente en Francia, Alemania y Bélgica.

Esta forma de pensamiento permea también entre los artistas. Gustave Moreau es un precursor
del simbolismo, corriente artística que surge como reacción contra los movimientos del realismo y
el naturalismo de finales del siglo XIX.
“Júpiter y Sémele” es un manifiesto de la búsqueda de espiritualidad de Moreau en los últimos
años de su vida; es el testamento pictórico espiritual del autor.

Bibliografía

COOKE, Peter: “Symbolism, Decadence and Gustave Moreau”, Burlington magazine, Vol. 151,  Nº 1274,
2009. pp. 312-318. 
 
HOFSTÄTTER, Hans H.: Gustave Moreau. Barcelona, 1980. 
 
LUCIE-SMITH, Edward: El arte simbolista. Barcelona, 1991. pp. 64-66. 

OVIDIO: Metamorfosis. Madrid, 2015. Libro III.  pp. 253-315.  


 
PIERRE, José: “Gustave Moreau throught the Eyes of Succeeding Generations”, Paladilhe. Nueva York,
1972. p. 128. 

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