Hacer una planeación didáctica es conjugar elementos contextuales y curriculares con las competencias didácticas de todo docente.
Planear el aprendizaje es transitar de un estado actual a un estado deseado, anticipando los problemas que pueden surgir en el camino a causa de las eventualidades que surgen en todo proceso humano.
Los cinco errores más comunes que se cometen cuando se hace una planeación didáctica son los siguientes:
1. Centrarse en los aprendizajes esperados o los contenidos de aprendizaje como si fueran un fin. Es común que los docentes consideremos los contenidos de aprendizaje como objetivos a alcanzar, no como insumos para diseñar a partir de ellos situaciones de aprendizaje. Los contenidos programáticos no son el fin de una planeación didáctica, son el referente para que el docente a través de ellos diseñe situaciones de aprendizaje incluyentes, retadoras, por competencias, que le abonen al perfil de egreso y, por supuesto; que permitan también se logre el aprendizaje esperado, pero éste no es el fin, es un medio.
2. No definir una estrategia didáctica articuladora de todas las actividades a realizar. Es común que a partir de seleccionar el aprendizaje esperado, los docentes iniciemos una secuencia didáctica sin considerar que debe existir una estrategia a la cual se subordinen todas las actividades que se realicen para darle cohesión, direccionalidad y propósito a todo lo que se haga. Algunos contenidos programáticos tienen cierta vocación por algunas estrategias didáctica, por ejemplo en historia es común que se usen estrategias como líneas del tiempo o mapas conceptuales, en español exposiciones orales; en ciencias experimentos, o en matemáticas problemas. La estrategia didáctica se constituye por el conjunto de acciones articuladas que tienen un fin, y este tiene que ser necesariamente el aprendizaje.
3. Ignorar los propósitos a largo plazo.
La clase diaria tiene finalidades, principio y fin. Sin embargo, si en el día con día no tenemos claro qué le estamos abonando a los propósitos a largo plazo, lo que estamos haciendo en el aula no tiene gran trascendencia. Los programas educativos y los planes de estudios tiene propósitos generales, niveles jerárquicos de competencias a los cuales se les debe abonar diariamente, y son precisamente los elementos que articulan los esfuerzos de todos los maestros, así que debemos preguntarnos al hacer una planeación qué competencias disciplinares, que rasgos del perfil de egreso y qué competencias genéricas (para la vida) estamos contribuyendo a desarrollar.
4. Tomar la evaluación como fin y no como medio. Definitivamente la evaluación no es un fin, es un medio a través del cual el docente se da cuenta del nivel de logro de sus alumnos y sus resultados deben orientar la toma de decisiones hacia la mejora, por lo que los criterios de evaluación deben servir para retroalimentar el aprendizaje reforzando los aspectos en los que los alumnos tuvieron un desempeño más bajo. Por ello, es importante definir con claridad los indicadores de evaluación y la herramienta de calificación que se va a usar y que ésta sea congruente con todo el proceso que se plasma en la evaluación.
5. Ignorar el nivel taxonómico de los aprendizajes esperados. Los programas educativos utilizan taxonomías para organizar los contenidos y desarrollar los mismos de manera progresiva, avanzando de lo simple a lo complejo; sin embargo, muchos docentes ignoramos ese hecho y no hay congruencia entre el nivel de complejidad del contenido de aprendizaje y las estrategias elegidas y desarrolladas. Así como hay un nivel taxonómico para los aprendizajes esperados, existen también estrategias didácticas que propician un mayor o menor nivel de profundidad en el tratamiento de esos mismos contenidos de aprendizaje, así que a estudiar las taxonomías.