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Fundamentos teóricos de la imputación objetiva

Yesid Reyes Alvarado


Objetivo: desarrollar los presupuestos teóricos que en materia penal son necesarios para
entender la teoría de la imputación objetiva y desvirtuar las críticas que la tildan de tener
sistematización deficiente.
Base de la teoría de la imputación objetiva: el postulado Hegeliano que señala “solo me
podrá ser imputado aquello que sea obra mía, no resultados productos de la simple
causalidad”.
El principio de la Autorresponsabilidad: cada individuo debe responder por sus propias
actuaciones y no por las conductas de los demás (necesita ayuda de la teoría de la
imputación objetiva para una aplicación más concreta).
La Teoría del delito:
1. Concepción naturalista de la acción:
Para Radbruch la piedra angular del derecho penal es la conducta humana y sobre ellas se
edifican las nociones de antijuridicidad y culpabilidad (es decir, hay que definir el concepto
de conducta humana previamente). Para este autor, la acción es “un movimiento corporal
consciente y voluntariamente producido, cuyos elementos se dan un querer, una actuación y
una relación de causalidad”. PERO OJO, ese “querer” no hace referencia al contenido de la
voluntad sino a su “existencia óntica”, de tal manera que hasta en un delito culposo habría
un querer. En cuanto al “querer” como tal, esto se estudia en el juicio valorativo de la
culpabilidad.
*Para este autor como el concepto de acción es neutral, no existe polémica en si el
resultado debería o no “pertenecer” a una conducta. No es importante de cara a la
construcción de la teoría del delito. Esto generó problemas con el concepto de omisión que
es evidentemente valorativo y es incompatible con la noción naturalista de la conducta
(Para él darle sentido a la omisión señaló que la conducta humana se dividía en dos: acción
y omisión).
Para Von Liszt es conducta toda modificación del mundo exterior atribuible a la actividad
de un querer humano (sostiene la noción óntica de acción). Él distingue entre la actividad
voluntaria objetiva: que es la consideración naturalística de la causación (se analiza en el
injusto), de la subjetiva: dolo y culpa y es un estudio valorativo que se hace en la
culpabilidad.
Adicionalmente considera que el resultado como modificación del mundo físico exterior es
un elemento naturalístico por lo que no tiene sentido la distinción entre delitos de actividad
y de resultado (solo que la ley debe determinar qué es lo relevante para el derecho penal).
Para evitar las contradicciones con la omisión, Von Liszt señala que la omisión es un no
hacer lo esperado, es decir, no realizar la conducta debida. La omisión es un concepto
jurídico no eminentemente naturalístico. Lo determinante no es el movimiento corporal
sino la acción esperada no ejecutada. Ahora, este concepto de omisión no era incompatible
con su concepto de conducta porque para él implicaba un “querer” y la omisión es “no
querer hacer x conducta”.
2. Concepto Finalista:
Para Welzel la causalidad como estructura óntica es incapaz de individualizar aquello que
en realidad importa al derecho penal, que es la conducta humana. Desde el punto
meramente causal no existe diferencia entre la muerte de una persona causada por un rayo y
la muerte de una persona causada por disparos. Por tanto, lo único que me deslinda
fenómenos naturales de acciones humanas es el elemento intencional.
Para Welzel es más determinante el desvalor de acción que el desvalor del resultado pues
solo importa aquellos donde hubo intención. Ahora bien, esta noción le trajo problemas con
casos como el de la legítima defensa sin conocimiento objetivo de una causal de
justificación como: mato a otra persona de forma dolosa desconociendo que en ese
momento evité que me mataran porque si yo no mataba me iba a matar a mi): hubo
intención, pero no hay responsabilidad penal.
El autor del documento señala que, si bien Welzel tenía la intención de deslindar la acción
del ámbito meramente causal, esa voluntariedad no es una noción jurídica sino naturalista.
Lo que hizo Welzel fue coger las ideas de Aristóteles y Tomás de Aquino de “toda
conducta humana es en esencia voluntaria y final”; por lo que se pretendió hacer en el
derecho penal fue hacer valer una característica inherente a toda conducta humana: la
intencionalidad. Además, los causalistas nunca negaron el final de la conducta humana,
solo que pusieron la importancia en el ámbito natural y no en el jurídico como lo hicieron
los finalistas.
Muy importante: Welzel avanzó reconociendo que los bienes jurídicos no son estáticos,
sino que tienen interrelación social. Por tanto, “no interesan al derecho penal todas las
lesiones a ellos infringidas, sino solo aquellas capaces de trastornar las relaciones sociales
que ellos comportan”.
Otro asunto importante fue que pasó el dolo de la culpabilidad a la tipicidad “por la
cuestión de la intencionalidad”. El problema fue el de los delitos culposos porque en estos
la característica es la producción de un resultado no querido, entonces esa “intencionalidad”
de la conducta estaba ausente. Welzel trató de solucionarlo de dos formas:
a) En los delitos culposos el autor tiene “una finalidad potencial”. Quien comete un
delito culposo no tiene voluntariedad de causar el resultado nocivo pero su conducta
es penalmente reprochable porque podía y debía haberse comportado de otra forma
para evitarlo (el problema es que esto conllevaba a admitir que hubo causalidad
“ciega” en la producción del resultado).
b) Después de abandonar la solución previa, intentó justificar los delitos culposos
desde el deber de cuidado. Se reprocha la no observancia del deber de cuidado
debido. Y lo complementaban diciendo que la acción descuidadamente omitida fue
intencional.
Mezger criticó furamente el finalismo señalando que el error radicaba en trasladar directamente la
finalidad propia de una acción óntica al plano jurídico. Una cosa es la intención óntica y otra la
normativa: que sería el dolo.
3. Concepción Valorativa: en la afirmación hoy generalmente aceptada de que el derecho
penal es un mecanismo normativo de control social, se puede observar a primera vista
nociones que, como la de normatividad y sociedad, son por completo ajenas al ámbito
puramente naturalístico. Por ejemplo: una asociación de ajedrecistas solo existe en cuanto
los individuos que la conforman conozcan y acepten cumplir las reglas de la respectiva
actividad deportiva… distinto a las leyes de la naturaleza que existen per se. Por ello, deben
diferenciarse claramente los planos naturalísticos y valorativos en que se desarrolla nuestra
existencia.

El derecho debe orientar sus esfuerzos a la construcción de un sistema dirigido


exclusivamente a la regulación de las relaciones sociales y no de las naturales. Obviamente
el derecho penal debe aceptar el mundo óntico en el que se desarrolla la vida social del
hombre, pero sus esfuerzos deben ir encaminados a la regulación de las relaciones entre
hombres como parte de la sociedad y no a toda manipulación de las relaciones entre el
hombre y su entorno natural.

Discípulo de Welzel, Gunther Jakobs, abandona el plano eminentemente naturalístico


para analizar en su lugar las relaciones del hombre en sociedad. Desarrolla el concepto de
los bienes jurídicos en sociedad que había postulado Welzel. Jakobs parte de la base que
“el derecho es un generador de expectativas a nivel social, cuya observancia es
considerada como una defraudación”. Ahora, no a todas las personas les son exigibles las
mismas conductas, depende del rol que tengan en la sociedad (cada rol tiene unas funciones
que, si no se cumple, hay defraudación).

En la vida social que el derecho penal pretende controlar existen múltiples ámbitos de
competencia y a cada persona solo puede serle exigible aquello que caiga dentro de su
respectivo ámbito de competencia. Cada persona tiene posición de garante frente a esas
expectativas y cada vez que un individuo las defraude total o parcialmente habrá
ingresado al campo de acción del derecho penal. La labor del derecho penal es la
individualización de quien, por haber faltado a su posición de garante, lesionó los intereses
sociales.
De acuerdo con esta teoría, no tiene sentido separar la tipicidad de la antijuridicidad, se
habla del injusto ya que la simple adecuación formal de una conducta a la descripción de
una norma penal (tipicidad) no tiene relevancia alguna si la respectiva conducta no ha
atentado contra las relaciones sociales. Ejemplo de ello es que un boxeador profesional que
durante un combate causa heridas y contusiones en el rostro de su adversario habrá
cometido un delito de lesiones personales, pero su conducta habrá sido conforme a derecho
porque estaba realizando una conducta socialmente aceptada. Ahora, respecto del aspecto
individual de la conducta, esta escapa a las consideraciones genéricas propias de la
imputación objetiva y debe ser analizado dentro del ámbito de la culpabilidad a través de lo
que podría llamarse, imputación subjetiva. En esta concepción, el dolo se situaría en la
culpabilidad.

Críticas: la concepción de la parte objetiva en el injusto y subjetiva en la culpabilidad


comenzó a presentar problemas cuando comenzaron a aparecer elementos subjetivos del
tipo. El autor del texto señala que la propuesta de atribuir al injusto exclusivamente la
valoración de hechos carece de sentido puesto que el derecho penal no se ocupa de simples
fenómenos naturales sino de modificaciones del mundo exterior derivadas de conductas
humanas; por eso el injusto no puede limitarse a emitir juicios puros sobre los hechos, sino
que debe tener necesariamente en cuenta al autor de ellos. Si se tuviera en cuenta solo el
aspecto objetivo, determinadas conductas no podrían considerarse como típicas… por
ejemplo: la conducta del comensal que en un restaurante toma por equivocación el abrigo
ajeno no podría diferenciarse en su simple exterioridad del comportamiento de quien,
conociendo su ajenidad, toma el abrigo con la intención de apoderarse de él.

Conclusión de Yesid Reyes: Dentro del injusto interesa siempre la conducta del ser
humano, pero no considerado como un individuo, sino como un hombre del que como
portador de roles se esperan determinadas formas de comportamiento; esto no supone negar
la presencia del ser humano para centrar el análisis sobre el hecho, sino que, por el
contrario, implica su admisión como un sujeto que para ejercer su rol debe poseer una
representación de la realidad sobre la que actúa. Por eso, mientras las expectativas sociales,
tanto sobre los conocimientos que cada portador de roles debe poseer como los que
efectivamente posee, forman parte del injusto, porque permiten precisar la conducta que de
ese portador de roles se espera, la subjetividad, en cuanto hecho psíquico individual,
pertenece a la culpabilidad.

Ahora bien, desde la concepción valorativa del delito, ocurren dos aspectos importantes a
tener en cuenta:
a) Se regresa a un sistema penal unitario, donde desde el punto de vista objetivo, no
existe diferencia en el tratamiento de los delitos culposos y dolosos. Esta distinción
tendría relevancia solo en la culpabilidad.
b) Tampoco habría distinción entre la acción y la omisión. Al derecho penal solo le
incumbe aquella actuación con la cual una persona se aparta de las expectativas de
comportamiento social, generando con ello una defraudación. Además, la posición
de garante debe revisarse frente a TODA conducta ilícita.
En síntesis, de entre las muchas conductas que naturalisticamente son desplegadas por el
ser humano, solo incumben al derecho penal aquellas que suponen un atentado contra los
intereses sociales. De esta manera, el concepto jurídico penal de acción surge cuando
existe una conducta injusta y culpable.
ESTRUCTURA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA
Como consecuencia de la discusión generada en torno a la ponderación de los desvalores de
acción y de resultado, se presentó un enfrentamiento entre los partidarios de una
subjetivización total del injusto con acento exclusivo en el desvalor de acción y quienes
pretenden revaluar para el derecho penal el desvalor de resultado. Los de esta última
corriente buscan precisar la forma en que un resultado debe ser atribuido a alguien respecto
de quien ya se ha fijado un desvalor de acción.
El autor considera que esta discusión no tiene ningún sentido porque olvida que la
imputación objetiva es un instrumento para determinar cuando una conducta puede ser
considerada como la obra de alguien.
--------La misma pretensión de correctivos en cuanto a los vacíos en los delitos culposos
llevó a buscar criterios con los que solucionar inconvenientes concretos del sistema, así
surgió primero la teoría de la elevación del riesgo. Luego, como la anterior fracasó,
acudieron al fin de protección de la norma, la disminución del riesgo, la autonomía de la
víctima, entre muchos otros. Si se observan de forma aislada todos esos criterios, sin
otorgarles una base común que permita entenderlos como un verdadero sistema, cabe plena
razón a quienes critican a la imputación objetiva por su extrema imprecisión y falta de
sistematización.
Yesid Reyes: la teoría de la imputación objetiva no hace relación tan solo a la atribución de
resultados ni alude tan solo a la relación existente entre una acción natural y su resultado ni
es una sistemática agrupación de criterios. Un resultado podrá serle objetivamente
imputado a un individuo cuando él haya creado un riesgo jurídicamente desaprobado
y ese riesgo se haya realizado en un resultado.
¿QUÉ ES LO OBJETIVO DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA?
Hemos reseñado como fundamental error de la teoría final del injusto el haber mezclado los
planos naturalístico y normativo, al pretender hacer valer dentro del sistema penal una
concepción óntica de conducta caracterizada por su finalidad. Pero también hemos dicho
que la teoría de la imputación objetiva tiene sentido dentro de una concepción valorativa
del derecho penal, en la cual se mantenga una precisa delimitación entre los ámbitos
naturalístico y normativo; por ello, si bien desde el punto de vista naturalístico no puede
negarse que cada conducta humana es final, es decir, intencional, tampoco puede afirmarse
que toda intencionalidad incumbe al derecho penal.
Lo que pretende la imputación objetiva es justamente, seleccionar dentro de esas acciones
naturales aquellas que resulten de interés para el derecho penal, es decir, aquellas que puedan ser
reprochadas como obra de determinado sujeto.

En la imputación objetiva nos preguntamos si un portador de roles, si un garante, alguien de


quien se esperaba x conducta la ha desplegado llenando las expectativas, o no lo ha hecho
generando una defraudación social, sin importar quien es la persona en el evento concreto.
Para la imputación objetiva no importa si el médico era Juan o Pedro, sino que miramos la
conducta exigible de un médico, por ejemplo. Por el contrario, en la imputación subjetiva
se examina el aspecto individual del autor, por lo que aquí ya no interesa la condición
genérica de médico sino la subjetividad de Pedro o Juan en el caso concreto (su capacidad
de comprensión de la situación, si pudo prever o no el resultado, lo quiso expresamente o lo
aceptó como posible, etc.).

ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA


El campo de aplicación depende de la concepción que de esta teoría se tenga. Por ejemplo,
los que consideran que la imputación objetiva aplica solo para los delitos de resultado,
lógico consideran que es un mecanismo exclusivamente apto para atribuir resultados. Pero
si se entiende la imputación objetiva como la teoría que permite establecer lo que para el
derecho penal es una conducta lesiva de los intereses sociales, es decir, como el núcleo de
la acción penalmente relevante, de la cual forma parte no solo un resultado, sino, además, el
imprescindible aspecto de la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado resulta
innegable que la imputación objetiva no debe quedar reducida a los denominados delitos de
lesión.
Por otra parte, algunos que admiten que la teoría de la imputación puede ser aplicada tanto
a los delitos culposos como dolosos precisan, sin embargo, que los mecanismos a emplear
deben ser diversos tratándose de una y otra clase de ilícitos. Con lo cual se reafirmaría la
antigua bifurcación de la teoría del delito a través de la duplicidad de la imputación
objetiva.
Yesid Reyes: esa escisión afecta no solamente la unidad que debe poseer un sistema penal
como el que se explicó previamente, sino que hace depender la imputación objetiva de la
existencia previa de la imputación subjetiva, de manera que para saber si una conducta es o
no objetivamente imputable a alguien, debería saberse, ante todo, si esa persona actuó
dolosa o culposamente pues en cada caso las reglas de imputación deberían ser diversas;
solo que cuando esté establecido que desde el punto de vista jurídico penal alguien actuó
dolosa o culposamente, habrá quedado ya tácitamente admitido que su conducta es
objetivamente imputable.
OJO: tampoco compartimos la propuesta de que la imputación objetiva deba funcionar de
manera diferencial respecto de los delitos de acción y omisivos. No solo porque nos
conduce nuevamente a una inaceptable ruptura de la unidad del sistema penal sino porque
nos remonta una vez más a la estéril discusión sobre si existe o no una distinción entre los
delitos de acción y omisión y la forma como dicha diferenciación deberá efectuarse.
CONCLUSIÓN: en un sistema penal unitario como el aquí defendido, la teoría de la
imputación objetiva como determinadora del injusto del comportamiento, es aplicable a
todos los tipos de la parte especial, esto es tanto en los delitos de resultado como a los de
peligro, por igual a los ilícitos dolosos y culposos, así como a las acciones y omisiones y
también debe ser referido a los delitos consumados como los tentados.
Para saber si una conducta es reprochable penalmente a título de tentativa es indispensable
que con ella se haya creado un riesgo jurídicamente desaprobado, el cual posteriormente
resulte concretado en el resultado. Tanto en los delitos consumados como en las tentativas
debe existir un resultado jurídico-penal, pues de lo contrario el comportamiento no podrá
ser reprochado.

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