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este particular: es sobre la Instrucción pública y, más que nada, sobre la educación nacional que se

debía, haber empezado por asentar el edificio de la República. Uno de los yerros principales de la
Convención es justamente el haber dejado para el final esos cimientos del sistema social, y de
haber tardado tanto en subsanar las consecuencias que acarrearon la despreocupación criminal de
las Asambleas Constituyente y Legislativa a este respecto.» Se ha dicho al principio que tanto la
escuela primaria como la sociología vieron la luz en 1830. En lo tocante a la sociología, empieza a
ser ya del dominio público que es hacia aquella época cuando se manifiesta por vez primera el que
se considera como el padre de la criatura: el inefable Auguste Comte (los seis volúmenes del Cours
de philosophie positive son publicados en el curso de los años que median entre 1830 y 1842).
Ahora bien, por lo que se refiere a la escuela primaria, el hecho parece mucho menos evidente,
acostumbrados como estamos a oír nombrar la escuela, eterna, a relacionar automáticamente
escuela y educación, es decir, escuela e infancia. Y, en efecto, ¡cuán lógico resulta el no extrañarse
ante la existencia de la escuela primaria cuando se la ha frecuentado! ¿Y qué de más natural —de
donde se saca un poco precipitadamente el concepto de eternidad— que la existencia orgánica
que nos hace ser en primer lugar niños? Sí, por supuesto. Salvo que hay niños y niños, y
consecuentemente, educación y educación. Efectivamente, según sea el tipo de educación
recibida, nos hallaremos en presencia de un niño diferente. De esta suerte, el niño, tal como lo
concibe Platón, no tiene nada que ver con el que concibe Kant, o, mejor dicho, resulta ser todo lo
opuesto. De la misma forma, el niño que trabaja en una fábrica a principios del siglo XIX, poca cosa
o nada tiene en común con el niño que asiste a la escuela. De hecho, existen dos vertientes.

La primera, histórica: concepciones de la infancia y de la educación de tal o cual periodo histórico


(Antigüedad, Feudalismo, Capitalismo, es decir, si se traduce en instituciones de «ideologización»
predominantes para los respectivos períodos históricos: familia, iglesia, escuela). Así pues,
«durante siglos, la educación ha sido llevada a cabo mediante el aprendizaje, gracias a la
coexistencia del niño o del adolescente y de los adultos. Iba aprendiendo las cosas que debía saber
a la par que ayudaba a los adultos a realizarlas»;2 la separación niño/adulto, es decir, el
enclaustramiento del niño, aparecerá hacia finales del siglo XVII con la «moralización de los
hombres por los reformadores católicos o protestantes, tanto si pertenecen a la Iglesia, como a la
magistratura o al Estado».3

Una vez sentado esto, a su vez y en cierta manera, ambas vertientes se cruzan, cruce vinculado a la
idea dominante (de la clase dominante) de la supuesta eternidad de la escuela. En este caso como
en otros muchos, la burguesía trata de hacer creer que el sistema que ella misma ha implantado,
es decir, el enclaustramiento escolar de los niños, es el sistema definitivo. Es más, trata, incluso, de
crearse una genealogía escolar, acogiéndose a las escasas escuelas rurales que habla conseguido
establecer aquí y allá el clero antes del siglo La segunda vertiente, comprendida en cada período y
determinada por la lucha de clases (hijo de ciudadano/hijo de esclavo, hijo de noble/hijo de
siervo/hijo de burgués/hijo de proletario), definiéndose las demás en cada período con respecto a
uno u otro lado de la barra. Pero entonces, ¿qué hay de la «escuela primaria, laica, gratuita y
obligatoria» de los años 1880-1882? Ésta también establece un distingo entre dos tipos de niños.
Ahora bien, así como los sistemas anteriores, elaborados a partir de las postrimerías del siglo XVII,
establecían un distingo basándose en el contraste dentro/fuera: (habla los que iban a la escuela y
los que no iban), la escuela primaria establecerá un distingo dentro de su propio seno: (habrá
aquellos para quienes la escuela primaria no será más que una etapa hacia la enseñanza
secundaria y superior, y aquellos para quienes constituirá una meta en sí).

2 Citado por Patrick KESSEL, Les gauchistes de 89. Éd. 10/18, París, 1989, pág. 108. 3 Philippe

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