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Tema 5 Fragmento Libro Aftalión
Tema 5 Fragmento Libro Aftalión
TEMA 5
FRAGMENTO DEL LIBRO DE AFTALIÓN, VILANOVA Y RAFFO
“...CAPÍTULO 11
11.1. INTRODUCCIÓN
Según hemos visto al ocuparnos del método en las ciencias sociales, hay dos
concepciones metodológicas radicalmente diferentes: el monismo y el dualismo.
Estas formas de pensar el método adecuado al conocimiento de los hechos sociales se
proyectan sobre las teorías iusfilosóficas que, por su concepción del Derecho, pueden
clasificarse en dos grandes grupos: monistas y dualistas.
Serán monistas las escuelas o concepciones iusfilosóficas que preconicen, o utilicen,
un método de conocimiento del Derecho que no se diferencia del método utilizado por las
ciencias naturales. El dualismo metodológico, al cual adherimos por las razones expuestas en
el Capítulo 7, propicia la distinción entre la base empírica (observable) de las ciencias
naturales y la base empírica comprensible de las sociales.
A su vez, el monismo metodológico puede concebir al Derecho como un fenómeno
puramente normativo e identificar a la norma con las normas jurídicas creadas o comunicadas
mediante palabras, con lo cual estaremos ante el "monismo metodológico positivista"; o bien
puede concebir el Derecho como hechos de conducta que no se diferencian de los hechos de
la naturaleza, con lo cual estaremos ante el "monismo metodológico pragmatista". Ambos
monismos han dado lugar a importantes escuelas iusfilosóficas. Estas son:
III) Eclécticos
Estas dos direcciones del pensamiento jurídico, distanciadas por el espacio -la primera
se desarrolla en Inglaterra, la segunda en Alemania-, tienen sin embargo el mismo punto de
partida y las anima el mismo afán. Su punto de partida es el principio iuspositivista
dogmático-estatal, tal como lo hemos elucidado al tratar la dogmática jurídica. Pero con
relación a esta última escuela, ambas pretenden superar la estrechez parcial de sus planteos.
La dogmática había llegado a sistematizar las "normas jurídicas vigentes" al punto de
elaborar las denominadas "partes generales", donde se explicaban los conceptos más
generales de cada rama del Derecho. Sin embargo, la dogmática, que partía de datos jurídicos
determinados, nunca había intentado superarlos en busca de lo universal jurídico. Las "partes
generales" se referían sólo al Derecho de las Pandectas o al derecho civil o penal positivo. La
dogmática, vinculada a ese material dado, jamás había emprendido la descripción del derecho
(positivo) a secas. En esto consiste el aporte propio de las escuelas tratadas en este parágrafo:
la tarea específica a la que se abocaron fue la formulación de una parte general de aquellos
conceptos generales válidos no sólo para las diversas partes o ramas de un ordenamiento
jurídico, sino también para los diversos órdenes jurídicos históricamente dados. Se interesaba,
pues, especialmente, en conceptos como los de norma jurídica, derecho subjetivo, deber
jurídico, etcétera.
El método preconizado por ambas escuelas para la obtención de tales conceptos es la
inducción empírico-positiva efectuada sobre los ordenamientos jurídicos reales existentes.
Sin embargo, pretenden para los conceptos así obtenidos no una mera validez general
(empírica) sino una validez universal (filosófica), es decir sostienen que los conceptos así
obtenidos son aplicables a todo ordenamiento (real o posible) y no sólo
a los sometidos a examen. En esto radica a la vez la fuerza científico pragmática de estas
escuelas (pues se aplicarán los conceptos a nuevos ordenamientos que de este modo serán
clarificados) y la endeblez filosófico-teorética de las mismas que lo que es válido para
muchos casos experimentados sea, sólo por ello, válido para todos los casos posibles.
Ambas escuelas se elevan, en rigor, de lo meramente científico a lo estrictamente
filosófico, pues la separación entre conceptos generales contingentes y conceptos universaleS'
necesarios (separación que es esencial a la idea de ambas corrientes) implica ya el comienzo
(o el supuesto) de una verdadera filosofía del Derecho, es decir, de aquella disciplina que
apunta a las verdades universales y necesarias sobre lo jurídico. Este tránsito no fue advertido
y sería rechazado con indignación por los representantes de ambas escuelas, que pretenden
mantenerse en el plano puramente científico. La misma posición caracteriza, por lo demás, a
la teoría pura del Derecho, que se presenta a sí misma como "teoría general" y que, según
palabras del propio Kelsen, tiene una orientación igual a la de la jurisprudencia analítica. Con
todo, la importancia que se asigna a la teoría pura y el rigor lógico y filosófico que se le
atribuye justifican un tratamiento separado.
El estudio del real comportamiento de los hombres tal como éstos efectivamente se
conducen (en forma determinada por leyes causales) constituye la tarea de la sociología
(Teoría General, págs. VI-VII) y, en particular, de la sociología jurídica que estudia
causalmente aquellos hechos a los que las normas jurídicas otorgan un sentido jurídico
(Teoría Pura, 1946, pág. 35). El estudio de las normas, del orden jurídico positivo como
sistema de normas que están dando efectivamente su sentido jurídico a la conducta de los
hombres 22 constituye, en cambio, la tarea de la ciencia jurídica.
No debe, pues, confundirse el problema de cómo los hombres se conducen en realidad
y habrán probablemente de conducirse (sociología) con el problema de cómo deben ellos
conducirse jurídicamente (ciencia del Derecho). Importa depurar a la teoría jurídica de todo
elemento científico natural y, en particular, de la sociología del Derecho. A la teoría jurídica
pura no le interesan los motivos que determinaron al legislador a dictar cierta ley, ni los
hechos económicos que pueden influir en la sentencia de un tribunal, ni el temperamento o el
carácter del juez que puede decidir, quizá, la suerte del litigio, ni los efectos reales que
puedan resultar de la aplicación de una norma. Todo ello cae en el plano causal y es, por lo
tanto, en la misma dirección, de pensamiento que la "jurisprudencia analítica" de Austin
-aplicando con mayor rigor su punto de partida y en una dirección opuesta a la denominada
"escuela sociológica".
Esta separación entre la ciencia causal explicativa y la normativa, referida la primera
al comportamiento real de los hombres tal como es o será y la segunda al comportamiento tal
como debe ser, se obtiene acudiendo a estas dos categorías últimas e irreductibles: ser y deber
ser (sein und sallen) (Teoría General, pág. 38; Teoría Pura, págs. 66 y sigs.). Las nornas no
atribuyen a la conducta el sentido de que algo efectivamente es o será sino el sentido de que
algo debe ser. La ley natural enlaza a un hecho antecedente como causa (que efectivamente
es) un hecho consecuente como efecto (que necesaria o probablemente será); la norma
jurídica enlaza a un hecho antecedente (o condición) un hecho consecuente que debe ser. En
un caso la forma de enlace de los hechos es la causalidad (tener que ser); en el otro, la
imputación (deber ser) (Teoría Pura, pág. 68). La imputación no refleja ni pretende reflejar
algo que efectivamente ocurra en el orden ·de la naturaleza; es meramente, el sentido de las
normas jurídicas. En el sentido de la filosofía kantiana: así como la causalidad es categoría
gnoseológica trascendental del conocimiento científico natural y no categoría trascendente de
ia "cosa en sí", del mismo modo la imputación es categoría gnoseológico-trascendental del
conocimiento científico jurídico que resulta necesaria para la aprehensión del material
jurídico empírico (Teoría Pura, pág. 68).
La teoría pura señala el significado ideológico iusnaturalista que está tras la difundida
oposición entre derecho objetivo (norma) y derecho subjetivo como algo propio del individuo
e independiente de aquél. Muestra Kelsen que dicho dualismo es insostenible y que la noción
de derecho subjetivo -así como la de persona o sujeto de derecho que le está estrechamente
ligada- son perfectamente reducibles a la noción central de norma jurídica.
Sentido ideológico de la doctrina tradicional. Se define tradicionalmente el derecho
subjetivo como interés (Ihering) o voluntad (Windscheid) jurídicamente protegidos. Se ha
objetado certeramente a dichas doctrinas que lo decisivo es la protección jurídica (es decir, la
presencia de una norma) y no el interés o la voluntad. No obstante, la doctrina tradicional
subsiste pese a la objeción teórica, persistencia en la que se pone de manifiesto un papel
ideológico tanto o más importante que el puramente teórico.
Al definir el derecho subjetivo como interés o voluntad, se le atribuye una naturaleza
esencialmente diversa al derecho objetivo (norma o conjunto de normas). El sentido
ideológico de este violento dualismo consiste en la tesis de que el derecho subjetivo precede
lógica o temporalmente al objetivo. El derecho subjetivo -y en particular la propiedad, su
representante más caracterizado- aparece como una categoría trascendente al derecho
objetivo. Este último no hace sino "proteger" estos derechos subjetivos que encuentra, ya
constituidos, ante sí. De este modo se ponen subrepticiamente, otra vez, vallas infranqueables
(iusnaturalistas) al contenido del derecho objetivo positivo: se trata de proteger al individuo y
sus "derechos" naturales frente al orden jurídico positivo; especialmente se trata de proteger
la institución de la propiedad privada de su abolición por el orden jurídico.
En estrecha conexión con ese pensamiento tradicional se encuentra la idea de persona
concebida como el portador del derecho subjetivo y también la división de los derechos
subjetivos en personales (con relación a una persona) y reales (sobre la cosa). Con esta última
categoría se encubre la decisiva función económico-social de la propiedad --que la teoría
socialista, con razón o sin ella, designa como explotación-. Se pretende adjudicar a la
propiedad, paradigma de todos los derechos (reales) que se tienen en relación a cierta cosa,
cuando en verdad el derecho real consiste en el deber que tienen los demás de no perturbarlo.
El derecho subjetivo. Preeminencia del deber jurídico. El Derecho en sentido
subjetivo no es sino la norma en su referencia a la conducta concreta de un individuo
determinado (Teoría Pura, pág. 121). En primer término la norma hace referencia a un sujeto
en el establecimiento del deber, concepto que ya hemos estudiado (supra, 11.7.4.). El deber es
siempre, en efecto, el deber de alguien, el sujeto obligado, y constituye el concepto básico o
fundamental de la relación jurídica al que hace referencia directa la norma.
El derecho subjetivo. Derecho subjetivo en sentido amplio y en sentido técnico o
estricto. Pero el establecimiento de un deber para un sujeto determinado implica siempre la
delimitación de una zona de libertad para otro sujeto frente al cual se encuentra obligado el
primero. "Tengo el derecho subjetivo de hacer algo, sólo en cuanto otro tiene el deber de no
impedirme que lo haga" (Teoría General, pág. 77). Se establece así la relación jurídica entre
dos sujetos, uno facultado y otro obligado, sobre la base del deber del último directamente
establecido por la norma jurídica (secundaria). El derecho subjetivo (facultad) aparece como
un mero reverso del deber jurídico de otro o, en general, de los demás. Tengo derecho a la
vida porque los demás están obligados a no violarla; a un crédito, porque alguno está
obligado a pagármelo, etcétera.
Pero en algunos casos la norma se encuentra puesta a disposición del facultado y
entonces se habla de derecho subjetivo en un sentido estricto o técnico. Ello ocurre cuando
"entre las condiciones de la consecuencia jurídica (sanción) se incluye una manifestación de
voluntad dirigida a ella y emitida en forma de acción procesal o querella" (Teoría Pura, pág.
122). El derecho subjetivo en sentido estricto constituye la técnica específica del orden
jurídico capitalista en el dominio del denominado derecho privado. Así, no basta que mi
deudor no me abone su deuda para que el órgano del Estado (juez) disponga contra él el pago
compulsivo (sanción). Es necesario, además, que yo, el facultado, entable la correspondiente
acción; es decir, exija al órgano jurisdiccional que aplique la consecuencia jurídica contra el
infractor. Pero también el derecho subjetivo en sentido estricto es reducible a la norma, ya
que es esta misma la que establece la necesidad de la acción. Es el mismo derecho objetivo u
ordenamiento jurídico el que coloca ciertas normas a disposición de los particulares
afectados.
11.8.3. El conocimiento
La descripción del Derecho como conducta, libertad metafísica, deber ser existencial,
si bien correcta es incompleta. Ella corresponde a una visión óntica del mismo, como si lo
viésemos por afuera. Pero el sentido de todo objeto cultural contiene una referencia al valor y
no puede ser captado sin esta referencia. En lo que hace a la libertad, ella se define por la
preferencia que concede a ciertas alternativas en relación a otra. Hacerse cargo del sentido de
dicha preferencia es hablar de la valoración. En este caso es como si viésemos a nuestro
objeto no por fuera sino por dentro, en una visión no ya óntica sino ontológica del mismo; La
mera autoría, suficiente para la visión óntica, es ahora plena egología en esta visión
ontológica. En tratándose del hombre el tema axiológico tiene, pues, raigambre ontológica. .
En la acción la libertad se propone un fm porque lo valora y echa mano de medios que
son en sí causas de aquel fin que es un efecto de las mismas (Hartmann). Ya vemos pues aquí
aparecer al valor como momento inseparable de la conducta. Pero no es el valor del fin lo que
interesa al Jurista, sino el valor de la conducta en cuestión. Esta será noble o innoble, buena o
mala, etcétera y, en lo que interesa al Derecho, justa o injusta, solidaria, cooperativa, etcétera.
El valor positivo es un ideal vigente, dado en un lugar y un tiempo determinados, que permite
comprender por su referencia al mismo, el sentido de la conducta en cuestión. Hay una
intuición emocional de ese valor (Scheler), pero el mismo no está en un tras mundo en sí,
como pretende Scheler, sino que está en la vida humana misma como una categoría de
futuridad. En otros términos: solamente para un futuro acotado por un fin la vida humana se
dirige a éste como proyecto concreto de realizarlo, pero en relación al futuro indefinido
cerrado sólo por el horizonte de la muerte, la apertura al mundo propia de la existencia se
hace por esta categoría ontológica que llamamos valor a la ciencia del Derecho le interesa tan
sólo ese ideal positivo, vigente, incorporado a la conducta. Así, por ejemplo, el ideal que da
sentido a una institución concreta como la esclavitud en el mundo antiguo. Pero la filosofía
del Derecho se plantea con legitimidad otra pregunta: ¿ese ideal positivo es, además, un ideal
verdadero? Surge así el tema de los valores puros que le interesan a la axiología jurídica pura.
Estos temas han sido distorsionados por la doctrina más tradicional que los ha
enfocado con una pretensión ontológica -sustituyéndolos así indebidamente al derecho
positivo- bajo el rubro "Derecho Natural" con un fundamento suprahistórico (Dios, la
naturaleza humana, la Razón) con la misión ideológica de colocar ciertas instituciones al
abrigo de los hechos, por encima de las vicisitudes históricas derivadas del ejercicio de la
libertad. Pero esas doctrinas --que han funcionado como ideologías conservadoras o
revolucionarias, según los tiempos- corresponden a una etapa precientífica del pensamiento
jurídico. La moderna teoría de los valores, depurada de la hipóstasis en que incurrieron sus
fundadores al colocar dichos valores en un mundo suprasensible, permite acceder a estos
temas con neutralidad científica aunque el tema sea en rigor metafísico. Cossio distingue, en
efecto, entre valor positivo empírico, que alude a las dimensiones axiológicas de la
superestructura social, hechos históricos por su contenido normativo operante, y el valor
positivo puro que alude a las dimensiones axiológicas de la infraestructura social, que son por
ello prenormativas y condicionantes de la historia como categorías de su futuridad. La
indagación ego lógica evita así el desborde metafísico, ya que el valor positivo puro resulta
no tanto propiamente un valor como el campo axiológico donde caben a la par los valores de
una especie y sus desvalores. El valor positivo puro es, en suma, la mejor posibilidad
contenida en la infraestructura de una situación social, por lo cual subsiste indemne frente a
las valoraciones positivas empíricas que lo desconozcan mientras subsista como posibilidad
de la situación.
Platón y Aristóteles se ocuparon con lucidez de la justicia descubriendo el primero, su
carácter totalizador o armonizador y el segundo la alteridad como su nota específica. Pero la
tradición desvió el camino recto al colocar la concepción aristotélica dentro de la platónica,
haciendo de la justicia una virtud más del alma individual. Se impone rescatar la autonomía
de la justicia como valor coexistencial, propio de la sociedad, y no del individuo. Por otra
parte, la axiología jurídica no se limita a la justicia ya que todo valor que presente la nota
coexistencial de alteridad será un valor jurídico. Todo valor que luzca en la conducta en
interferencia intersubjetiva interesa a la axiología jurídica pura. Ésta descubre así todo un
plexo de valores jurídicos que, además de la justicia, que cumple a su respecto la misión
totalizadora y armonizadora que señalara Platón, son los siguientes: seguridad, orden, paz,
poder, solidaridad, cooperación.
La totalidad del plexo axiológico jurídico, los valores que lo componen, la polaridad
característica de cada uno, las relaciones mutuas, etcétera, se dejan indagar al hilo conductor
de la forma en que pueden darse en la interferencia intersubjetiva de conducta los sujetos
autores de dicha acción. Lo propiamente ego lógico comienza aquí y nos da una visión por
dentro de la acción misma, ontológica, que revela las estructuras necesarias sobre las cuales
se implantará en cada caso la valoración empírica. La analítica existencial nos aclara que el
hombre puede ser para el hombre o bien pura circunstancia, o bien persona, o bien sociedad.
Estas tres dimensiones de la existencia en cuanto coexistencia deberán, por lo tanto, ser
recorridas para desentrañar la estructura del plexo axiológico jurídico.
Los otros como circunstancia pueden entrañar un riesgo, o, por el contrario,
ampararme. Se da así en este caso en forma espontánea, por la autonomía de los sujetos
interfirientes, el valor seguridad o su polo negativo, la inseguridad. Pero si ya se da esta
última con su riesgo, todavía puede tratarse de preverlo y esquivarlo mediante un plan que se
imponga en forma heterónoma a dichos sujetos. Surge así el valor positivo orden. Si el plan
no logra su objetivo hay, es cierto, un desorden, pero éste no es más que la inseguridad en su
proyección colectiva. El desvalor específico del orden adviene en cambio por exceso de un
plan que por su minuciosidad y detallismo hace imposible alcanzar cualquier objetivo: es el
ritualismo.
Si se considera a los sujetos como personas, la reunión de las mismas puede darse en
verdad como unión, lo que actualiza el valor positivo paz o como desunión, la que
corresponde al polo negativo del valor, la discordia. En esta última la reunión de persona, en
su espontaneidad autónoma es un conflicto. Lo que puede intentarse respecto de este último
es dominarlo mediante el ejercicio de la autoridad. Surge heterónomamente así el valor
positivo poder. Este último no se confunde con la fuerza bruta, sino que consiste en la
capacidad de inculcar sentidos espirituales. Si el poder no es suficiente para dominar el
conflicto estamos aún en la discordia de los conflictos individuales, pero el conjunto de éstos
proyectado sobre la jerarquía que es la sociedad como tentativa de poder nos da la situación
de impotencia. El desvalor específico del poder le adviene por exceso cuando la dominación
excede los requerimientos del conflicto, constituyéndose así en opresión.
Si consideramos finalmente a los varios sujetos como sociedad, es decir como suerte o
destino común, ese compartir puede ser en su espontaneidad asociante en donde destaca una
suerte o destino común o disociante como una mera coordinación de suertes privativas de
cada uno. En el primer caso estamos ante la solidaridad -valor positivo-y en el segundo ante
la extranjería -polo negativo-. En la solidaridad hay un participar en la suerte del otro
haciendo propio e incluso soportando lo que a otro ocurre. En cambio, en la extranjería se da
espontáneamente el aislamiento o secesión. El aislamiento puede ser absorbido instaurando
heterónomamente los lazos que no se dan en la espontaneidad autónoma. Aparece así el valor
cooperación como un obrar en común .. Si la cooperación no alcanza a cumplir su cometido
se está aún en el aislamIento y la extranjería, es decir, en relación al conjunto de la sociedad
en una minoración de la misma pues hay una falta de la suerte en común en que ella consiste.
Pero el desvalor específico de la cooperación adviene por exceso en la masificación en la que
los diversos sujetos se van identificando más y más con su mero operar y suerte en común
hasta perder toda individualidad.
En el mundo del Derecho, tuvieron el acierto de llevar y ensayar esta distinción, entre
forma y materia, Gustavo Hugo y Federico Carlos de Savigny, quienes sostuvieron que en
toda relación de Derecho había una materia -un contenido empírico, o sea, un elemento de
hecho, material, plásticamente regulable- y una forma -la norma reguladora de esta relación-.
De este modo, los eminentes fundadores de la escuela histórica ponían en crisis a la escuela
clásica del Derecho Natural, en cuanto propugnaba la existencia de un sistema jurídico
absoluto, invariable en el tiempo y el espacio. Pero el análisis de los datos jurídicos que
ensayó Savigny, sin ser del todo inexacto, padecía de una grave insuficiencia: el no haber
advertido que en el dato jurídico, además de un ingrediente normativo formal y de un
ingrediente material contingente, había un ingrediente axiológico, objeto de especial
preocupación para el iusnaturalismo. Toda proposición jurídica significa, siempre, un punto
de vista sobre la justicia, el orden y la seguridad. Ergo, toda teoría del Derecho que lo olvide
no puede llegar sino a resultados truncos e insatisfactorios, como efectivamente ocurrió con
el historicismo y con el positivismo jurídico naturalista del siglo XIX y también -por otras
razones- con el racionalismo formalista.
1a Caracterización 2a Caracterización
Formal ................ Estructura lógica ..................... necesaria
Material .............. Contenido empírico ................ contingente
ELEMENTOS DE LA EXPERIENCIA JURÍDICA
Cossio ejemplifica su análisis con un dato cualquiera de los muchos que puede
proporcionar un ordenamiento jurídico positivo: el de que la capacidad civil se alcanza a los
21 años. En ese dato encontramos, por lo pronto, una estructura lógica, normativa, formal
necesaria, que aparece con nitidez no bien se lo formula normativamente, como corresponde,
del siguiente modo: "Dado que los contratantes tenían 21 años y una psiquis normal
(capaces), debe ser la plena validez. del. contrato celebrado. Se trata, según ya sabemos, de
una norma, de un juicio normativo, esto es, de un juicio propio de la lógica del deber ser que
es la del Derecho.
La teoría egológica puede repetir hoy lo que Kelsen dijera en 1925 en su Teoría
General del Estado: que se preciaba de "haber puesto la provincia relegada del Derecho en
íntimo contacto con el centro fecundante de todo conocimiento: la filosofía". En efecto, dicha
pretensión del kelsenismo, que pudo resultar cierta en 1925, ha quedado retrasada en el
tiempo. La filosofía ha progresado mucho desde entonces. La gravitación de las ideas de
Husserl, así como la publicación en 1927 de la fundamental obra de Heidegger, Ser y
Tiempo, imponían nuevas bases para el deseado contacto de la jurisprudencia con la filosofía.
Esta tarea ha sido emprendida por la teoría egológica.
Cabe agregar a lo dicho que la egología sustenta coherentemente una pretensión de la
filosofía científica no solamente por el hecho ya referido de que ha centrado su preocupación
en la ciencia del Derecho, sino también porque se fundamenta en una filosofía científica dado
que, como ya lo advertimos al comienzo de este capítulo, el principio positivista propio de la
ciencia ha cuajado en la filosofía fenomenológica y existencial como un verdadero
positivismo con la máxima metódica "a las cosas mismas". En conexión con este mismo
punto debe admitirse también que la egología ha tenido una certera visión al advertir la
continuidad de pensamiento que podemos señalar en la línea Kant-Husserl-Heidegger, unidad
destacada especialmente por este último autor. La egología se ha servido de los aportes de
estos fundamentales pensadores,. especialmente del pensamiento de Heidegger que le ha
permitIdo concebir la pecuhandad de la vida humana como libertad.
Una crítica a la egología estaría aquí fuera de lugar dado el carácter de partícipes en la
misma que tienen -en mayor o menor grado- los que esto escriben. No obstante la dificultad
apuntada y para orientar al lector en la apreciación de una escuela viva, nos parece útil
clasificar las doctrinas que han nacido o se han desarrollado en su seno en tres grupos:
a) El primero de ellos estaría constituido por aquellas doctrinas aceptadas sin mayores
discrepancias por todos los miembros de la escuela, ya sea en forma explícita o en forma
implícita, como supuestos de sus trabajos de investigación. Tales serían, por ejemplo,
doctrinas como la de que el Derecho, como objeto, es conducta; como la de que esa conducta
es un deber ser existencial; que se trata de un objeto valioso positiva o negativamente y no de
un objeto neutro al valor; que la interpretación jurídica es un conocimiento por comprensión;
que no se interpreta las leyes sino la conducta a través de las leyes, etcétera.
b) El segundo estaría constituido por doctrinas que, sin haber provocado aún
discrepancias escritas entre los miembros de la escuela no puede decirse sin embargo que
hayan sido objeto de aceptación general. Podríamos ejemplificar este grupo con las
investigaciones del mismo Cossio sobre la estructura de plexo axiológico jurídico, o con las
investigaciones de Vilanova sobre la estructura lógica de la norma jurídica (en las cuales
utiliza las herramientas que pone al alcance de la teoría del Derecho la lógica simbólica
contemporánea)
c) Finalmente existe un grupo de cuestiones que ha provocado documentado
desacuerdo dentro de la escuela, como podrían ser, por ejemplo, el tema de las fuentes del
Derecho o el de la jurisprudencia como fuente del Derecho. Sin perjuicio de los atractivos
que ofrece la polémica o el campo aún no suficientemente desbrozado de los temas
novedosos, debe aceptarse que solamente el primer grupo de cuestiones (a) forma un cuerpo
asentado de doctrina que permite caracterizar objetivamente a la escuela y a él hemos
procurado mantenernos fieles a lo largo de esta exposición, al brindar en cada caso las
soluciones que ofrece la egología para los temas de teoría general que hacen a una
introducción al Derecho.
11.9. NEOEGOLOGÍA
11.12.1. Introducción
En este punto Dworkin sostiene la tesis de la ciencia dogmática acrítica: todo caso
tiene una y sólo una respuesta correcta. La intención que lo anima es plausible, pues él trata
de restringir la discrecionalidad judicial que constituye el corolario del positivismo de las
nonnas para los casos no contemplados. Pero la pretensión teórica no resiste la crítica que la
teoría general hace rato ha puesto de relieve, Si ya no hay una solución establecida por las
normas generales (o directrices o principios), la discreción judicial es inevitable. Y nada se
gana con volver a sostener que el juez no inventa la solución sino que la descubre. Por otra
parte, esta te sis se contradice con la de construcción racional de los principios -pues una cosa
es descubrir y otra construir-o
Hemos visto los principales rasgos de las más importantes escuelas iuspositivistas que
han desarrollado una teoría general del Derecho. Pero no nos hemos detenido a preguntamos
si en realidad es posible desarrollar una teoría general de esa naturaleza que unifique los
principales temas del Derecho y brinde respuestas únicas y generales para cada uno de ellos;
o si una teoría de estas características tiene alguna utilidad para los juristas.
La pretensión de desarrollar o, mantener. hoy una teoría general en los términos con el
alcance de la teona general iuspositiva es, según Carrió el resultado de una "pérdida de
equilibrio conceptual" que ha simplificado excesivamente los datos que brinda la experiencia
jurídica para ajustarlos, por la fuerza de "una obsesión", a preconceptos. . ,
En el caso paradigmático de la teoría pura del Derecho esa obsesión conduce a "un
grupo pequeño de nociones que se seleccionan, definen y estructuran en función de ideas
preconcebidas" conduciendo a un "laberinto de perplejidades y paradojas". Deteniéndose en
el concepto de "deber jurídico" elaborado por la teoría general del Derecho, Carrió señala que
"se trata de un concepto excesivamente general y tosco, que no sirve ya a los propósitos
teóricos o prácticos que, en el pasado justificaron su adopción y empleo". ,
La teoría general del Derecho, tal como la conocemos, resulta ser así una tarea por lo
menos inútil, sino perjudicial, para una correcta comprensión de la multiplicidad de matices
que present.an los fenómenos que enfrenta el jurista. Por esta razón hay una notable
incomunicación entre ellos y los cultores de la teoría general. Aquéllos advierten que "el
aparato conceptual que se les quiere imponer les Sirve de poco; es un mapa demasiado pobre
para un territorio de geografía harto complicada".
Carrió resulta ser así un escéptico en relación a la posibilIdad y a la utilidad de una
teoría general del Derecho desarrollada sobre el paradIgma de la teoría general iuspositivista,
tal como la conocemos actualmente.
La teoría crítica toma como punto de partida la idea de que el Derecho es un producto
social, dado en una situación concreta e histórica, en la cual hay sectores sociales
hegemónicos frente a otros sectores sociales o clases que están sometidos a la autoridad o
dominación de los primeros. Siendo esto así, las instituciones jurídicas deben ser examinadas
críticamente señalándose el papel que juegan legitimando el poder y contribuyendo a su
perpetuación y a su reproducción. En esta forma de entender y concebir el Derecho esta teoría
reconoce una gran influencia del pensamiento marxista.
Con el examen crítico del real funcionamiento de las instituciones jurídicas se busca
señalar de qué manera el derecho positivo estatal-legislado- estaría siempre al servicio de la
dominación social o, al menos, habría sido generado con esa intención. "Tomando las
relaciones jurídicas como una de las formas específicas de las relaciones sociales, es
necesario rever la historia de esas relaciones. Y la historia de las relaciones jurídicas de
América latina es la historia de los pueblos marcada por la profunda diferencia de clases, por
la exacerbada concentración de la riqueza y, consecuentemente, del poder..." (Pressburger,
Miguel, El Derecho que los Oprimidos Construyen).
Como consecuencia del análisis crítico surge la posibilidad de un uso "alternativo" del
Derecho vigente, o sea, el uso de las normas jurídicas del derecho positivo que, por
definición, se consideran generadas al servicio de un sistema de dominación, para
cuestionarlo o limitarlo en cada caso concreto.
Yendo más allá hay quienes proponen, incluso, generar un Derecho "alternativo" al
Derecho vigente, lo que implica el rechazo a utilizar ese derecho positivo vigente, en defensa
de los sectores oprimidos de la sociedad como se lo propone en el ideal de un uso alternativo
sino de generar las condiciones para imponer un derecho diferente que, desde su nacimiento
mismo, tenga como finalidad la protección o emancipación de esos sectores.
El amplio movimiento por los derechos humanos desarrollados en América Latina y
en el mundo se nutrió, en gran medida, por la teoría y la acción de los juristas y abogados que
encontraron en estas ideas un camino adecuado para enfrentar y denunciar los regímenes
dictatoriales así como los sistemas de marginación, discriminación, exclusión y dominación
que se producen dentro de países que cuentan con sistemas constitucionales organizados de
acuerdo a principios democráticos para la elección de sus autoridades políticas.
La teoría crítica tiene una marcada actitud interdisciplinaria, tal como lo ha señalado
el ilustre iusfilósofo español Juan Ramón Capella ... cabe fiscalizar y criticar los supuestos
implicitos en los discursos sobre el derecho o el poder… también atañe al filosofar
comentado la exploración de las relaciones entre los aspectos políticos y jurídicos de la vida
social y de lo que queda más allá de la perspectiva formal propia del ámbito jurídico-político:
la historia, la antropología: etcétera. Se despliega así una reflexión metacientífica necesaria e
inevitable... (Capella; Juan Ramón Prólogo al libro La Opacidad del Derecho: de Carlos
Carcova). La obra de Michel Miaillie, Une lntroduction Crítique du Droit, publIcada en
Francia, tuvo gran influencia en el planteo de los temas y en los desarrollos de esta teoría.