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BIOGRAFÍA Y AUTOBIOGRAFÍA

EL YO, EL OTRO Y EL NOSOTROS EN LA HISTORIOGRAFÍA


CONTEMPORÁNEA
María Fernanda López Goldaracena

“Mi propósito no es repetir su historia. De los días y noches que la componen, sólo me
interesa una noche; del resto no referiré sino lo indispensable para que esa noche se entienda.”
Jorge Luis Borges, “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”

Introducción

En un artículo publicado durante el año 2003, Jacques Revel1 planteaba el interrogante acerca de si la
biografía constituía, en el presente, un problema historiográfico.

Este cuestionamiento se torna apropiado en la medida que apunta al centro y a los márgenes de nuestra
disciplina, ya que involucra definiciones acerca del objeto y el sujeto, el medio socio - histórico de referencia y el
historiador2 que aplica métodos y despliega estrategias en el momento de materializar la llamada operación
historiográfica3.

En líneas generales, el vigor del género en sus diversas variantes (memorias, biografías y autobiografías)
resulta inapelable. Su éxito y vigencia literarios se remontan a épocas remotas, ya que involucra, entre otras
cuestiones, a una de las pulsiones ancestrales de los hombres, la curiosidad.

Sin embargo, es su credibilidad intelectual, medida y alcances dentro del ámbito de la historiografía
occidental de los últimos treinta años, las cuestiones que intentarán ser interpeladas a través del presente trabajo. En
definitiva, “es ante todo una ocasión para reflexionar acerca del tipo de conocimiento que implica y nos ofrece la historia” 4.

En primer lugar intentaremos delimitar, como aspectos vertebrales y diferenciadores de la escritura del “ yo”
del pasado y del presente, la distinción entre el concepto de ejemplaridad y de experiencia singular; la asunción de
éste último modelo como andamiaje para la construcción de los textos biográficos en clave intelectual, su relación
con las nociones de identidad, contexto y estrategia (con todas las posibilidades y dificultades que ellas conllevan), y

1
Revel (2005). (p. 217).
2
Pagano y Rodríguez (comp.) (2001). (p.68 y ss.).
3
de Certau (1993). (p.67).
4
Hernández Sandoica (2005). (p. 28).
las especificidades que caracterizan y diferencian la escritura biográfica de la autobiográfica. El trazado de estos ejes
servirá para concluir si es posible (o no) considerar estos relatos como textos susceptibles de asignación cognoscitiva.

Además, procuraremos demostrar que, desde diferentes recorridos intelectuales, los historiadores apelan a
convenciones similares a la hora de escribir biografías y autobiografías, sin negar las necesarias y saludables
especificidades de cada uno de los contextos locales. Para ello, se analizará cómo desde espacios diferenciados dentro
de la historiografía occidental (Argentina, Europa y los Estados Unidos), distintos historiadores han hecho frente al
desafío de encarar una biografía intelectual en el marco de esta reconsideración del sujeto.

Por último, y como desprendimiento necesario de las conclusiones precedentes, estableceremos que tanto la
historia cultural, política, de género e intelectual, no sólo se han visto beneficiadas sino que se han servido en el
período estudiado, de los géneros bio y autobiográfico para la construcción del saber histórico.

El camino hacia la consideración del actor social

Si bien ciertos tópicos se han convertido en un lugar común dentro de la vasta producción académica
referida al tema, resulta conveniente realizar algunas distinciones previas a fin de confluir hacia el abordaje de los
géneros biográfico y autobiográfico en la actualidad.

Los macroparadigmas que articularon durante décadas los estudios sociales, a saber, positivismo, marxismo y
estructuralismo, fueron severamente cuestionados a partir de los últimos veinticinco años del siglo XX.

Aquel sujeto indiviso heredero de la Aufklärung, ese cogito moderno al que se le exigía y asignaba unicidad,
coherencia y homogeneidad, no podía enjuagar más sus culpas en las aguas de una racionalidad que aparecía herida
de muerte por los brutales acontecimientos acaecidos durante la primera mitad del siglo XX5.

La magnitud del andamiaje que se había desplomado determinaba lo impactante de la caída, generando una
incertidumbre epistemológica cuyos ecos aún perduran.

Sin embargo, esta perplejidad no ha sido en un todo negativa, sino por el contrario, ha logrado que los
profesionales pusieran el acento en procura de nuevos enfoques y técnicas para la aprehensión del pasado.

Ciertamente, la situación es ambigua en muchos planos. El


debilitamiento de las precedentes visiones lineales y teleológicas o de las
reconstrucciones esquemáticas, tributarias de teorías sociales que demostraron no
ser suficientemente comprensivas de la acción humana, han permitido una historia
más atenta a matices y a complejizaciones. La admisión de que el pasado es más
opaco que lo que creían los venerables historiadores eruditos de tiempos pretéritos

5
Lyotard (1992).
incrementa las precauciones, obliga a refinar los instrumentos de indagación y
orienta a explicaciones más cautas y matizadas , y todo ello signa nuevos avances
en la profesión.6

Así, sobre las migajas de una historia7 que ansiaba reencontrar su rumbo, se erigía un sujeto nuevo, frágil por
escindido, desnudo por aparecer expuesto en sus carencias develadas gracias a los aportes de la psicología, caminante
de múltiples espacios y dispuesto a comenzar desde abajo, a partir de aquello único que le quedaba dentro del
horizonte de la permanencia: el nombre8.

La reconsideración del actor social como eje de la escritura de la historia había sido puesta en marcha, desde
dos vertientes: la del objeto de estudio y la del sujeto escribiente. Lo colectivo y estadístico cedían en sus
pretensiones cientificistas ante una experiencia singular e individual narrada, siguiendo una narrativa diferenciada de
la invocada por la historia decimonónica, en tanto provocara una vuelta a la comprensión del conjunto, con un
historiador involucrado interpretativamente sobre nuevas bases hermenéuticas.

Este diagnóstico fue certeramente expuesto por Lawrence Stone en el año 1979, cuando bajo el título “El
renacer de la narrativa. Reflexiones sobre una nueva vieja historia”, el historiador inglés se ubicaba en el ojo de la
tormenta, diagnosticando las causas y exponiendo las consecuencias historiográficas del retorno a un género
narrativo remozado, que él ejemplificaba a través de Georges Duby y su Bouvines, Carlo Ginzburg y el molinero
Menocchio, y los Rebeldes Primitivos de Eric Hobsbawm, por citar algunos estudios de casos9.

En el mismo artículo, Stone reforzaba su análisis, ubicando a la biografía en un lugar destacado dentro de
este resurgimiento: “la historia narrativa y la biografía individual están mostrando signos evidentes de levantarse de nuevo
de entre los muertos. Ninguna luce lo mismo que solía tener antes de su pretendida abdicación. Empero son fácilmente
identificables como variantes del mismo género”10.

En ese mismo año, Carlo Ginzburg a partir de una noción novedosa, la del paradigma indiciario, intentaba
demostrar que un abordaje diferenciado a aquel pergeñado para las ciencias naturales era, para el caso específico de
las ciencias sociales, no sólo posible sino imprescindible, siempre y cuando entraran en consideración los indicios
discontinuos, el testimonio individual y los elementos singulares.11

6
Devoto (2010). (p. 11)
7
Dosse (1989).
8
Ginzburg (2004). (p. 57).
9
Stone (1981). (pp. 449-478).
10
Stone (1981). (p. 477).
11
Ginzburg (2004). (p. 69 y ss.).
De esta manera, y desde diversos lugares de producción, como el espacio inglés de Past and Present y el de la
microhistoria italiana, al que cabría agregar el correspondiente a la Alltagsgeschichte alemana12, comenzaba hacia 1980 la
reconsideración de la experiencia individual como camino para la indagación historiográfica.

En torno a la biografía: de la ejemplaridad a la experiencia singular

Como señaláramos anteriormente, los escritos encuadrados dentro de este género han gozado desde antaño
de muy buena salud, pero también han padecido los avatares de las modalidades escriturísticas de las distintas épocas.

El tratamiento de la biografía, ha sufrido deslizamientos notables


desde la antigüedad clásica hasta nuestros días; en cada estación, esos tratamientos
daban cuenta de climas más amplios, proclives por momentos a la construcción de
modelos ejemplares, tipos ideales, individualidades, o bien personajes
condensadores de una época o productos de ella; racionalidades selectivas o
estrategias intersticiales13.

Vemos entonces, que todas las sociedades intentaron la aventura de escribir el “yo”.14. Las diferentes
modulaciones obedecieron a las necesidades, métodos y herramientas disponibles al momento de la escritura.

Sin embargo, podemos advertir mutaciones determinantes generadoras de cortes decisivos, de acuerdo a la
posición adoptada por el sujeto en su presente respecto a su pasado y a su futuro. Estas cesuras tuvieron un correlato
inevitable en la escritura de la historia y particularmente en las escrituras del “yo”, bajo el nombre de lo que hoy en
historiografía se conoce como regímenes de historicidad 15.

Distinguimos, en líneas generales, tres períodos en el cruce entre regímenes de historicidad e historia:

1. El primero, desde la Antigüedad hasta fines del siglo XVIII, en donde se consideraba la historia
como Magister Vitae. En líneas generales, el sujeto buscaba en el pasado modelos ejemplares y de
virtudes arquetípicas a seguir e imitar (vidas ejemplares de héroes, santos, transferencia de sacralidad
hacia el caballero y el rey).

12
Iggers (2004). (s/p).
13
Pagano y Rodríguez (comp.) (2001). (p. 68).Para ahondar ver Levi, Giovanni, “Les usages de la biographie”, en Annales,
6, 1989. (pp. 1325-1336). Cfr Dosse (2007).
14
Constituye un abordaje insoslayable el recorrido que François Dosse realiza de la escritura biográfica, desde la antigüedad
clásica hasta la actualidad, recorrido matizado con las peculiaridades correspondientes a las distintas épocas. En la obra
establece un estado de la cuestión editorial limitado a Francia, como también un estudio pormenorizado de las diferentes
“edades” por las cuales ha transitado este tipo de escritura. Para ahondar ver Dosse (2007).
15
Adoptamos, por un lado, la noción de Sattelzeit (debida a Reinhart Koselleck), período suscitado entre 1750 y 1850, el
cual proveería de una profunda mutación conceptual, estableciendo los grandes ejes políticos, sociales e intelectuales de la
modernidad. Además, y en línea de continuidad con Koselleck, la propuesta de Hartog de particionar el tiempo según los
regímenes de historicidad, provee una visión más comprehensiva de los cambios habidos hasta el presente. Cfr Hartog
(2003) y Dosse (2007).
2. El segundo, desde fines del siglo XVIII – principios del siglo XIX hasta 1970, en donde se
desintegra el topos anterior y emerge un régimen de historicidad orientado hacia el futuro como
deparador de progreso (eclipse paulatino de lo biográfico y despliegue de un paradigma de
cientificidad en donde el sujeto se diluye en medio de las estructuras).

3. El tercero, desde principios de 1970 hasta la actualidad, en donde se desarrolla lo que Hartog califica
de presentismo (era de la oralidad, el testigo y la memoria, en la cual se restituye el valor del actor
social a costa de numerosos esfuerzos por parte del historiador para mantener latente la importancia
de la historia como vehículo para la comprensión del presente).

El salto del primer período al segundo se dio no sin profundas controversias. El ceder del paradigma de la
ejemplaridad provocó una revisión desde dos vertientes, una sajona y otra latina, poniendo sobre el tapete la
discusión acerca de la naturaleza científica o literaria de estos relatos.

Una fue la aspiración ilustrada de convertir la historia en una ciencia,


algo que culminó con la visión de Ranke de que el estudio intensivo y exhaustivo
de los documentos era la clave para un historiador reputado de científico. Así, la
biografía respondió recopilando, durante el XIX, toda la documentación disponible
en pos de lograr la ‘vida definitiva’. La otra influencia, heredada de Rousseau, fue
que la narración de este género auto y bio debía ser el relato de la creación del yo y
de la re – creación artística de ese yo16.

El conflicto entre la creación de un “yo” literario y el acercamiento a formas científicas según la noción
decimonónica de progreso, comenzaba a tomar cuerpo.

No obstante, es importante recordar que la biografía vivió un momento de ocaso respecto a lo que se
consideraba “saber culto” a lo largo del siglo XIX y la mayor parte del XX. El estigma que desacreditó al género se
encontraba ligado, así, no sólo a la implicación subjetiva de la biografía sino a la consideración meramente literaria
del trabajo biográfico, componiéndose esencialmente biografías reputadas como vulgares17.

En este punto, resultan ilustrativas las críticas que desde la sociología intelectuales como François Simiand18
o Pierre Bourdieu19 asestarían, ya en el siglo XX, contra el conocimiento de lo particular y la controvertida “ilusión
biográfica”. Desde la historia los reproches tampoco tardarían en llegar, siendo los Annales uno de los principales
detractores del género, considerando el abrupto contraste con una historia social situada en las antípodas20.

16
Davis y Burdiel (eds.) (2005). (p.17).
17
Dosse (2007). (p.16 ).
18
Simiand, François. “Método histórico y ciencia social” (Presentación y traducción de Antonio F. Vallejos), En Empiria:
Revista de metodología de ciencias sociales, Nº 6, 2003. (p. 200).
19
Para ahondar ver Bourdieu; Pierre. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama, 2007.
20
Davis y Burdiel (eds.).(2005), (p. 33); Berghahn y Lässig (eds.) (2008). (p. 2 y ss.).
Sin embargo, desde fines de 1970 y principios de la década de 1980, las ciencias sociales en general y la
historia en particular, vuelven a descubrir (no tan alegre ni fácilmente) las virtudes de una modalidad de acercamiento
hacia lo histórico que la razón había situado, hasta entonces, en los vastos confines de la frivolidad. Biografías
académicas escritas por historiadores y /o acerca de historiadores, filósofos, pensadores, entre otros, comienzan a
poblar el mundo intelectual como fruto de este profundo replanteo epistemológico.

Jacques Le Goff, por ejemplo, eminente representante de la Escuela de los Annales, escribió un libro
fascinante sobre San Luis, caracterizando a la biografía como un “lugar privilegiado” desde el cual examinar varios de
los problemas fundamentales de metodología histórica21. El estudio sobre Diego Luis Molinari realizado por la
historiadora argentina Nora Pagano, la obra editada por la norteamericana Jo Burr Margadant; la biografía de Michel
de Certeau escrita por François Dosse; el célebre trabajo de Giuliana Gemelli sobre el “hombre” de las estructuras
Fernand Braudel, son algunos de los cuantiosos textos elaborados por eruditos en clave biográfica, durante los
últimos quince años22.

Identidad, sentidos plurales y experiencia en la construcción del relato biográfico

Hasta entrada la década de los setenta, estos relatos se encontraban sospechados de escasa o nula
credibilidad cognoscitiva, puesto que se hallaban estructurados según ciertas convenciones clásicas que tenían como
eje una bios:

Considerada como trayectoria continua,

Que abarcaba desde un inicio (generalmente el nacimiento), se desplegaba en un período


vital y se dirigía hacia un fin (entendido como final, la muerte).

Vivida por un yo racional y consciente.

A partir de las tres características anteriores, dicha bios pasaba a conformar un entramado de sucesos que
aparecía como un todo organizado y coherente.

Si en la consideración de las colecciones de exemplas del pasado subyacía la idea de modelos con virtudes
arquetípicas a seguir para la construcción de un determinado perfil de sociedad, los quiebres suscitados durante los
últimos treinta años nos sitúan frente a la reflexión de la experiencia singular de un sujeto enfrentado a la

21
Berghahn y Lässig (eds.) (2008). (p. 3). (Traducción del autor).
22
Le Goff (1996). Pagano (1998). Margadant (2000). Dosse (2003). Gemelli (2005).
problemática del yo, y a la búsqueda de algún tipo de entendimiento del yo más allá que de un “sí mismo” entendido
como self 23 absoluto24.

Nos situaremos en el análisis de lo singular y la construcción del yo en la actualidad, cuestión que requiere de
varios anclajes. En primer término, en un otro ubicado más allá de ese yo, a partir de la necesaria confrontación que
supone el encuentro con la otredad.

Ese encuentro con el otro es forjador de la identidad, que en el caso del hombre alcanza una dimensión
específica a través de la narración. La noción de identidad al ser desplegada en el relato se convierte en identidad
narrativa y presenta una derivación sorprendente, tomada de la mano del “sí mismo” al que hacíamos referencia en
párrafos anteriores.

Siguiendo la línea de análisis de Paul Ricoeur nos situaremos a partir

…de la problemática de la identidad considerada desde la noción de ‘sí mismo’ (en alemán:
Selbst, Selbstheit; en inglés: Self, Selfhood). Nos encontramos con un problema, en la medida en que
‘idéntico’ tiene dos sentidos, que corresponden respectivamente a los términos latinos idem e ipse.
Según el primer sentido (idem), ‘idéntico’ quiere decir sumamente parecido (…) y, por lo tanto,
inmutable, que no cambia a lo largo del tiempo. Según el segundo sentido (ipse), ‘idéntico’ quiere
decir propio (…) y su opuesto no es ‘diferente’, sino otro, extraño.25.

Así la identidad, específicamente la identidad narrativa desde su consideración como ipseidad, arroja al sí
mismo a un propicio y enriquecedor encuentro con el otro, que en el caso particular del historiador y del lector de
biografías jugaría un rol central en la constitución de la sociabilidad y conformación de lo identitario.

El idem se encuentra en relación con lo que hay de inmutable en el ser humano mientras que la ipseidad remite
a la temporalidad y al núcleo cambiante de la experiencia del hombre.

“La ipseidad,…, no se construye en una relación analógica de exterioridad con el otro, sino en una implicación, un
verdadero intrincamiento con el otro”26 en donde radica el compromiso mutuo: la dimensión reflexiva de ese sí mismo
no alude a un pronombre personal en particular sino que los incluye a todos.

De esta manera, el ipse brinda una salida a las aporías del “yo” supremo de Descartes y del cogito humillado de
Nietzsche, constituyéndose en un punto intermedio: las certezas y la nada absolutas se truecan en posibilidades del
hombre capaz.27

23
El término “self “equivalente al “yo” en inglés, tiene por plural a selves, palabra que podrá encontrarse en numerosa
bibliografía. La misma hace referencia a los “yoes”, expresión que alude a las variadas facetas de un sujeto implantado en
múltiples espacios.
24
Davis y Burdiel (eds.) (2005). (p. 32).
25
Ricoeur (1999). (p. 215)
26
Ricoeur (1999), passim.
27
Ricoeur (1999), passim.
En segundo lugar, esta identidad narrativa adquiere un punto crucial en la unidad narrativa de una vida, en
donde las permanencias y continuidades del sujeto encontraban sustento a partir de la noción de Zusammenhang,
entendida como encadenamiento o conexión de vida28.

La designación de una persona a través del mismo nombre, desde el nacimiento hasta su muerte, constituía
un argumento a favor de la inmutabilidad. Sin embargo, la experiencia interior, el cambio corporal y el mental,
contradicen, en principio, dicha inmutabilidad del núcleo personal. Es el relato, o mejor dicho, los relatos, aquellos
que ofrecen todas las posibilidades de mediación en donde la permanencia y el cambio tienden a configurarse y
reconfigurarse29 .

Esa identidad que es cambio y mutabilidad a partir de una permanencia que la atraviesa toda la vida, el
nombre; esa identidad que va al encuentro de algo más que de sí mismo (idem) por ser relacional y constitutivamente
proyecto de sí, la encontramos configurándose y reconfigurándose permanentemente después del acontecimiento o de
la muerte del sujeto que la historia relata recuperando de la espesura temporal los sucesivos sentidos y significaciones
otorgados y construidos.

Así vemos que

Queda un tercer campo, abierto recientemente como


consecuencia de un verdadero giro historiográfico, que consiste en
plantear la cuestión del despliegue de sentidos plurales que arrastra
el personaje biografiado en la historia hasta el momento presente.
Conviene entonces cuestionar todos los restos memoriales que hacen
uso de esta figura, tanto en el plano discursivo como en el de la
imagen. Aparecen así distintos momentos de cristalización, de
fijación (…).

Estas vidas póstumas de individuos que han sufrido las


metamorfosis de sentido de presentes sucesivos, que los revisten de
sus propias categorías, adquieren una amplitud singular cuando se
trata de héroes que han alcanzado el rango de patrimonio nacional.30

Por último, es necesario abordar la temática de la experiencia de los sujetos hacedores de la historia. La
experiencia es inherente a la cuestión de la identidad. Durante la década de 1990, los historiadores han retomado la
temática, en un proceso que se ha definido como “giro experiencial”. Este enfoque ha sido determinante para la
indagación en la oralidad, el rescate de las voces de grupos hasta el momento acallados, la forma diferenciada de

28
Noción heredera de Dilthey.
29
Ricoeur (1999). (p. 217).
30
Dosse (2007).
lectura de los archivos y la atención puesta en los silencios de la historia, superando, en un aparente juego de
palabras, la consideración clásica del clásico documento como fuente de la historia31.

Así, el testimonio recuperaba la centralidad perdida, tomando ciertas prevenciones respecto al relativismo o
absolutización categóricos, que hacen ver que

la universalización de la idea de un yo básicamente indeterminado,


de una identidad fluida o desarticulada y de la historia entendida como pura
contingencia y acontecimiento disyuntivo(…) es en sí misma una absolutización
sospechosa, la imagen especular invertida de las quimeras de un yo por completo
estable, una identidad plenamente determinada y una historia continua,
progresiva32.

La identidad no es identificación, en el sentido de amalgama total en la cual toda diferencia es borrada y


anulada de plano. Por el contrario, implica situaciones experienciales ciertas con otros, que van de lo real a lo
imaginario, virtual, buscado, normativamente afirmado o utópico y que se despliegan en múltiples e inestables
contextos33.

La conciencia de la diversidad: contextos múltiples y estrategias diferenciadas

La contextualización es una condición necesaria pero al mismo tiempo conflictiva para la comprensión
histórica. La noción de contexto ha tenido diversos usos en la historiografía, ligados a lo retórico, argumentativo e
interpretativo. Estos usos construyeron, en el pasado, el ideal de un contexto unificado dentro de los horizontes de la
certidumbre y la homogenización de la experiencia34.

Sin embargo, con la noción de sujeto multiimplantado emerge la conciencia de lo diverso: multiplicidad de
espacios y de tiempos que aportan riqueza, mayor credibilidad, pero a la vez conflicto en el horizonte de la narración
histórica, más específicamente biográfica y autobiográfica35.

El camino de la vida está jalonado por ambigüedades, contradicciones, ratificaciones y rectificaciones. A su


vez, una multiplicidad de senderos, opciones y estrategias son desplegados por los actores. La elección de lo

31
Los grupos dominantes no necesitan preocuparse tanto por su identidad y suelen asumir que su experiencia es normativa,
incluso “normal” y que establece los parámetros de “lo auténtico” para las otras experiencias. Sin embargo, las identidades
subordinadas y oprimidas han sido siempre determinantes para la acción social y política.
32
LaCapra (2006). (p. 21).
33
LaCapra (2006). (p. 60).
34
Revel (2005). (p. 224).
35
Pagano y Rodríguez (comp.) (2001). (p. 69).
individual en contextos múltiples no es asumida como contradictoria o reñida con lo social, en tanto se estabiliza lo
particular en la madeja de relaciones en la que se inscribe. 36

Para enriquecer el análisis, hay líneas que proponen la exploración de los múltiples posibles ofrecidos, no
todos (que jamás conoceremos) sino aquellos que fueron puestos en práctica, a través del recurso de la biografía
comparada37. El film La Mejor Juventud (2003), de Marco Tullio Giordana, constituye un claro ejemplo en este sentido:
cómo dos hermanos con los mismos sueños de juventud, se separan y siguen derroteros distintos, desplegando
experiencias diferenciadas y diferenciables en contextos diversos38.

De esta manera, la biografía constituye una herramienta valiosísima para el historiador, facilitándole por su
capacidad de absorción, el ejercicio de la transversalidad, el diálogo entre constelaciones interpretativas diferentes y el
tendido de puentes entre lo individual y lo colectivo como forma de lograr aquella estabilización desde lo particular a
lo social, reclamada en párrafos precedentes.39

36
Para ahondar ver Revel (2005). (p. 215).
37
La comparación parecería contradictoria, pero según el historiador francés Jacques Revel se torna necesaria,
enriquecedora y posible. El ejemplo viene de la mano de la biografía de Annibale Carraci y sus diversificadas elecciones y
estrategias, que lo diferenciaron de sus dos hermanos, haciéndolo triunfar en el círculo de pintores de la Italia del siglo XVI.
Para ahondar ver Revel (2005), (p. 227); Amelang (2003) (p. 5).
38
Un ejercicio posible consistiría en trazar la biografía de cada uno, estabilizando las particularidades en una trama que
involucre un tejido de relaciones amplio.
39
Dosse (2007). (p.17).
Autobiografía: particularidades de un género complejo

“Grande es la virtud de la memoria y algo que me causa horror, Dios mío: multiplicidad
infinita y profunda. Y esto es el alma y esto soy yo mismo. ¿Qué soy, pues, Dios mío? ¿Qué naturaleza
soy? Vida varia y multiforme y sobremanera inmensa.”
San Agustín, Confesiones; Libro X, Cap.XVII

Como bien apunta Anna Caballé40, el término biografía resulta hoy en día tan común que sorprende el
comprobar su aparición recién en el siglo XVIII. El primer registro del vocablo data del año 1721, mientras que la
especificidad de una expresión para lo estrictamente autobiográfico no tardaría en llegar. “De este neologismo de las
raíces griegas (bios) vida y grafé (escritura) nació otro, autobiografía, cuyos primeros registros se disputan ingleses y
alemanes”41 .

Sin embargo, el hilo de Ariadna de las escrituras del “yo” se había desplegado mucho tiempo antes de la
aparición de dichos términos: Plutarco y sus Vidas Paralelas (Siglo I) para el caso de biografías y, específicamente para
la derivación autobiográfica, desde las Confesiones de San Agustín (398), pasando por las autobiografías laicas de
artesanos, soldados y letrados de la Edad Media hasta El Libro de la Vida de Santa Teresa de Ávila (1562),
antecedente de indiscutible centralidad que sentó las bases sobre las que se edificó la autobiografía moderna.

La tradición literaria comenzó a profundizar las distinciones diferenciando, así, confesiones si el relato
autobiográfico estaba ligado a cierto tipo de revelación (línea San Agustín); memorias si se inclinaba hacia un costado
más externo y/o público, o bien diario, si los escritos eran de sesgo intimista o privado.

Hacia fines de siglo XVIII, más precisamente en el año 1782, Rousseau publicaba en clave autobiográfica sus
Confesiones42 y en 1831 Goethe haría lo propio con Poesía y verdad43. Según Roy Pascal, este período de cincuenta años
que media entre ambos textos fue determinante para el establecimiento y desarrollo de las convenciones literarias que
articularán la autobiografía occidental.44

El siglo XIX será el momento cuando surja en el viejo continente y en nuestras tierras, una tradición
autobiográfica y de memorias personales de características específicas: obras que se orientan, sobre todo, “al relato
externo de las vicisitudes históricas del tiempo convulso que les tocó vivir a sus autores, (…) cuadro totalizador de la vida
nacional, de propósito más histórico que autobiográfico”.45

40
Caballé, Anna; “Biografía y Autobiografía: convergencias y divergencias entre ambos géneros”, en Davis y Burdiel (eds.)
(2005). (p. 49).
41
Davis y Burdiel (eds.) (2005). (p. 49).
42
San Agustín (1991).
43
Goethe, Johann Wolfgang (2002).
44
Davis y Burdiel (eds.) (2005). (p. 16). Esta afirmación puede ser matizada, en especial para colocar en su punto justo la
centralidad asumida por la biografía de Rousseau, que él mismo se encargó de instalar, y la relevancia de otros textos
también importantes, pero de escasa difusión, que la precedieron. Cfr. Amelang (2003) (p. 10).
45
Davis y Burdiel (eds.) (2005). (p. 22).
La escritura autobiográfica siempre ha suscitado un profundo interés por parte de los eruditos como fuente
de utilización histórica, a pesar de los reparos manifestados frecuentemente por los historiadores. Lectores y autores
se encuentran vinculados en una suerte de reciprocidad y complicidad de fines.

Si la biografía provoca en el lector la sensación de abrir una ventana al pasado, la autobiografía se asemeja a
un susurro al oído por parte del mismo protagonista de los hechos. Meditar acerca del término de su propia vida y,
en consecuencia, reconciliarse con la muerte, tener la percepción del otro en su totalidad, buscar indirecta o
directamente modelos de vida, son dispositivos de conformación y representación del “yo” presentes en ambos
géneros, pero que gozan de extremo vigor en el caso autobiográfico.

Por otra parte, el autor de este tipo de relatos también se reserva determinadas intencionalidades. ¿Qué
propósitos, explícitos o velados, puede atesorar el autobiógrafo? Aquietar la conciencia, hacer trascender su verdad,
justificarse por las acciones cometidas, buscar la exoneración de sus contemporáneos y de la posteridad, obtener la
fama que su presente no le ha deparado, lograr el disciplinamiento o la trasgresión de las normas dentro de la
sociedad, pueden contarse entre los anhelos más íntimos del sujeto escribiente de autobiografías.

Frente a estas justificaciones memorialísticas, la pregunta que naturalmente sigue sería el papel que le queda
reservado a la verdad. La verdad autobiográfica es siempre algo que se nos escapa y escurre como agua entre las
manos.

“la verdad autobiográfica” no es toda la verdad de quien escribe. El


autor o la autora de la autobiografía siempre discrimina sobre lo que va a narrar.
Casi siempre selecciona un momento de importancia que puede ser, por ejemplo, y
según Roy Pascal, un cambio en su percepción de la vida, o el momento de algún
triunfo profesional (Este momento que se escoge es lo que realmente determina
qué es lo que el autor o la autora narra, qué incidentes incluye en su relato y cuáles
excluye de él)46.

No es toda la verdad, ciertamente, pero sí una parte de ella. Porque aquella multiplicidad que horrorizaba a
San Agustín es una multiplicidad de doble vía que confronta permanentemente con la verdad y estalla en conflicto.
El autobiógrafo dispone para sí, en primer lugar, de todos los hechos de su continuum vivido (y recordado) que le
resulta imposible de relatar, y en segundo término, de una serie de “selves”47 diferenciados que lo tienen como
protagonista en una variedad de contextos donde se reconoce fragmentado y escindido, caminante de múltiples
senderos a veces coherentes, a veces contradictorios.

En la actualidad, estas multiplicidades no son asumidas como algo negativo sino por el contrario, enriquecen
la mirada sobre el sujeto. Lo expresado en párrafos precedentes para la escritura biográfica, en lo atinente a

46
Guemárez – Cruz, Diana. (2002). (p. 796).
47
Ver nota 20.
identidad, experiencia, contexto, método comparativo propuesto por la historia cultural y estrategia, es válido para el
análisis de relatos autobiográficos48. Sin embargo, resulta imprescindible resaltar algunas especificidades del género.

La autobiografía se constituye, a diferencia de la biografía, como un texto:

Autorreferencial,

Con carácter testimonial de primera mano,

Sobre el cual el autobiógrafo ha realizado una selección de las actuaciones no exenta de


intencionalidad,

Con recortes previos de lo vivido por el protagonista de los sucesos,

En el cual el sujeto se vuelve objeto para sí,

De gran importancia para el reconocimiento de la autodeterminación de los grupos marginales, con


una implicancia decisiva para la llamada “historia desde abajo”.49

Cabe agregar, además, que este género tan específico goza desde hace algunos años de singular fortuna
dentro del ámbito académico50. Entre la profusa escritura autobiográfica, contamos con los escritos de intelectuales
como Fernand Braudel, quien nos ha legado su “formación como historiador”; los “años interesantes” vividos por
Eric Hobsbawm; la convocatoria de Pierre Nora a historiadores como Pierre Chaunu, Maurice Agulhon, Jacques Le
Goff, entre otros, a realizar los llamados “ejercicios de ego – historia”; las entrevistas realizadas por la esposa de
Peter Burke, a intelectuales de la talla de Ginzburg, Skinner, Darton, entre otros, bajo el sugestivo título de La nueva
historia.

En el ámbito local Son memorias, de Tulio Halperín Donghi, no constituye un dato menor, sino que se suma a
la larga lista de historiadores que trazan los propios itinerarios de investigación, en un formidable ejercicio de
confrontación con su tiempo vivido. Estos ensayos de autobiografía académica contienen algunas claves
interpretativas para conocer la evolución de la disciplina histórica y comprender mejor las transformaciones que se
han operado en el mundo intelectual de los historiadores. 51

Conclusiones finales

48
Amelang (2003). (p. 6 y ss.).
49
Amelang (2003) (p. 8).
50
Aurell (2008).
51
Braudel (1991). Hobsbawm (2003). Nora (1986). Pallares – Burke (2005). Halperín Donghi (2008).
Como pudimos apreciar a través de este recorrido, los géneros abordados son considerados por el concierto
de historiadores profesionales en la actualidad, textos de asignación cognoscitiva siempre y cuando se contemplen en
la operación historiográfica y en el análisis, ciertas pautas de acercamiento al sujeto, tales como el tendido de puentes
entre lo particular y lo general, la contextualización, el empleo de modelos en los que se desplieguen las nociones de
estrategia, identidad , experiencia y los ejercicios comparativos.

Sin embargo, a pesar de las coincidencias que deben prevalecer para que este tipo de relatos gocen de
entidad cognoscitiva, parece poco probable que las producciones de biografías como de autobiografías sean
uniformes en el mundo occidental, inclusive dentro de un mismo continente o en el seno de una raíz idiomática
similar52 .

Las diversidades y convergencias se encuentran nuevamente interpeladas desde el lugar de las diferencias:

…cuando pensamos acerca de nuestra fe o nuestra ansiedad respecto al


potencial de la biografía/autobiografía, no tenemos más remedio que abordar una
serie de problemas de carácter comparativo ¿Estamos investigando problemas
genéricos o locales? Los dilemas y oportunidades que inevitablemente encontramos
en la construcción de narrativas sobre vidas individuales ¿son inherentes a la forma
biográfica de escritura o hacen referencia a la interacción entre esa forma de escritura
y culturas específicas? ¿Todas las culturas occidentales abordan las mismas
cuestiones, y de la misma forma, en su relación con la biografía /autobiografía? Si no
lo hacen, ¿qué podemos aprender de las diferencias? 53

Por eso representa un ejercicio saludable detenerse en los abordajes que los géneros auto y bio han tenido en
distintos países de producción, los cuales hablarán no sólo de las especificidades y trayectorias propias de los ámbitos
intelectuales generadores de la experiencia vital e historiadora, sino también acerca de los interrogantes vigentes
dentro de cada una de las sociedades interpeladas.

52
Berghahn y Lässig (eds.) (2008). (p. 2 y ss.).
53
Davis y Burdiel (2005). (p. 14).
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