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LAS SIETE BELLEZAS DE LA CIENCIA FICCIÓN

Enseñar cursos de introducción a la C-F a jóvenes no graduados les enfoca la mente maravillosamente
bien, igual que ser ahorcado. Aún en cortos seminarios, no hay espacio en el sílabo para los teóricos
profundos y los históricos genéricos. Mientras Suvin y Malogren, Rose y Franklin, Lefanu y Bukatman
pueden hacer una lista de “Realidad Recomendada”, yo creo que el foco central debe colocarse en los
textos ejemplares que sirven a diversos propósitos al mismo tiempo. Casi todos los estudiantes que
asistieron al curso de introducción de C-F tuvieron una experiencia espectacular y deseaban más. Una
clase típica en DePauw (donde raramente tengo más de 20 a 25 estudiantes en clase, por compasión)
incluye estudiantes especializados en C-F y aficionados, y muy pocas veces a especialistas en literatura.
Mi propósito es proveer textos de películas y de literatura que satisfagan su ansiedad por fantasías
extravagantes y las herramientas para que puedan reflejarlas. Al final del curso, espero que mis
estudiantes puedan discutir ciertas ideas —la sublime e histórica innovación (novum), la forma en que los
extraterrestres se moldean en los terrícolas, los cambios culturales reflejados en los cambios de género—
y la unión en los momentos específicos de los textos específicos. Por lo tanto, escojo mis textos no
solamente desde el significado histórico en la historia de C-F también por su riqueza como modelos: de
fantasía, de narrativa, de juegos del lenguaje y de crítica social.

Algunos de los textos que uso son de Wells, “La Máquina del Tiempo”, de Stapledon, “El Hacedor de
Estrellas”, de Zamyatin, “Nosotros”, de Orwell “1984”, de Shelley “Frankenstein”, de Stevenson “El extraño
caso del Dr. Jekyll y de Mr. Hyde”, de Miller “Cántico para Leibowitz”, de Le Guin “La Mano Izquierda de la
Oscuridad” (y ocasionalmente “La Rueda del Cielo”), de Russ “El Hombre Hembra”, de Dick “Una Mirada a
la Oscuridad” (o “El Hombre en el Castillo”), de Lem, “Solaris”, de Strugatsky “Picnic en la Carretera” (y
“Stalker” de Tarkovsky), de Gibson “Neuromante”, de Tiptree “La Muchacha que Estaba Conectada”, de
Watson “Empotrados”, de Simmons “Hyperion”, de Robinson “Marte Rojo”; así como otras películas aparte
de la mencionada “Stalker”, que incluyen “El Planeta Prohibido”, “La Cosa”, “Metrópolis” “2001”,
“Encuentros Cercanos del Tercer Tipo” y “E.T.”, “Alien”, “Blade Runner”, “Videódromo”, “Terminador 1 y 2,”
y otros imaginados al momento. La lista real varia de año en año, dependiendo de la facilidad de conseguir
los libros y de mis propios intereses.

Debe ser evidente por esta lista que tomo la carretera “alta”. Hay pocos textos aquí que tienen lo que
Bruce Sterling llamaría “la virtud del género”. Todos están en el límite entre la ficción y la alegoría o
parábola literaria, y no tendría escrúpulos en incluirlos en la lista “general” de trabajos de ficción. Quizás
hay lugar para un curso del género vital (desde pulp a riqueza cultural) en un currículum de artes liberales.
Pero la vida es corta y la mayor parte de los estudiantes no tendrían la energía o el tiempo de leer trabajos
serios de ninguna clase, cuando dejen la escuela y tomen su lugar dentro de un grupo engranado a
trabajos esclavizantes por su salario. El tiempo para enseñar lo vital son los cuatro años de estudios
superiores. Mis textos de C-F deben introducir a los estudiantes a las ideas importantes tanto filosóficas,
sociales como literarias, que no van a encontrar en ningún otro lado, dado el estado contemporáneo de la
educación superior.
En una primera sesión, le entrego a mis alumnos el siguiente panfleto:

¿QUÉ HACE QUE LA CIENCIA FICCIÓN SEA CIENCIA FICCIÓN?

(Algunas hipótesis que pueden anotar)

Neologismos: palabras inventadas, que se refieren a “nuevas realidades” imaginarias.

Novum (o nova, del Latín “cosas nuevas”): invenciones imaginarias, descubrimientos o aplicaciones que
pudieran haber cambiado el curso de la historia. (Por ejemplo: salto hiperespecial, viaje en el tiempo, viaje
más veloz que la luz, clonación, interface neural a la computadora, conciencia artificial, ciborgs.)

Extrapolación histórica o futurismo histórico: explicaciones lógicas históricas (explícitas o implícitas) de


lo que hemos aprendido del autor en el tiempo real presente hasta el futuro. Esto se aplica al desarrollo de
la tecnología, o de la sociedad, o de todo el asunto. El presente se describe como la prehistoria del futuro.
(En otras palabras, las explicaciones sobrenaturales están fuera; así sería la descripción de un mundo que
no tiene conexión con la de los humanos en la tierra.)

Oxymoron: en algún lugar en el centro del relato hay una contradicción lógica pero absurda, vista desde
la perspectiva normal del sentido común. Este oxymoron puede ser espectacularmente interesante.
Algunos escritores lo enfatizan y otros lo mantienen en segundo plano. (El más obvio es el viaje en el
tiempo; un universo alternativo es otro ejemplo).

Impertinencia Científica (relacionado con oxymoron): los cuentos de C-F (aún aquellos escritos por
científicos escrupulosos) generalmente violan leyes científicas conocidas en algún momento. El propósito
no es el de criticar el entendimiento científico actual (aún si se puede poner en discusión), sino crear
situaciones extrañas, sublimes, cómicas o intrigantemente dramáticas y metafísicas.

Sublimes cronotopías: chronotope viene de las palabras griegas por espacio y tiempo. Una cronotopía
es el “espacio-tiempo” literario donde las cosas ficticias trabajan de acuerdo a sus propias leyes
particulares de tiempo y espacio. La C-F generalmente trata de describir una o más cronotopías especiales
que son maravillosamente extrañas y traumáticas en forma vasta y poderosa (Por ejemplo: “Ciberespacio”,
“La Galaxia”, “el cerebro”, planetas extraterrestres, tierras futuras.)

Parábola: cualquiera que sea el contenido científico e histórico de extrapolación en un cuento de C-F, se
construye en forma de parábola literaria. La ciencia y la tecnología son los vehículos para escribir cuentos
morales; y la moral puede tener algo que ver con la ciencia y la tecnología pero no proviene de la ciencia y
de la tecnología.
No es mi costumbre empezar mis cursos literarios con listas de categorías, pero las listas en las clases de
C-F son provechosas. Advierto a mis estudiantes que van a encontrar muy pocos trabajos que tengan
todas las Siete Bellezas, lo que les deja considerable libertad para investigar los textos.

Estoy seguro de que las Siete Bellezas pueden ser criticadas. No forman un sistema de categorías. No
proveo explicaciones teoréticas para ellas en mis clases. Es una lista pragmática que inspira a los
estudiantes a investigar jugando y refleja ciertos conceptos que merecen atención. ¿En qué modo podría
cambiar la historia el viaje en el tiempo? ¿Por qué el ciberespacio de Gibson tiene una perspectiva
sublime? ¿Por qué los escritores de C-F (aún los científicos) violan las convenciones científicas con júbilo?
¿Cuál es la conexión entre el lenguaje y la forma en que la gente percibe el mundo?

De las Siete Bellezas hay, por el momento, poco desacuerdo sobre las tres primeras. Aún si Suvin ha roto
completamente con la extrapolación, no es difícil de mostrar que la extrapolación y la analogía están
entrelazadas, como el Este y el Oeste, la metonimia y la metáfora, Balzac y Stendhal, Miles y Coltrane.
Las extrapolaciones históricas se hacen a través de las analogías. Sólo ciertos modelos de cambios
históricos se usarán para proyectar una línea de desarrollo en el futuro. Al contrario, la analogía social
histórica es una forma de modelar la proyección y de diseñar una estructura hacia la otra, desde un
espacio tiempo al otro. Mientras no existe una situación concreta con objetos sociales y códigos
significativos, la analogía asume que el lector imagina el mismo proceso a través del cual los objetos de su
realidad se vuelven los del mundo análogo. Cuando el entorno es aislado de la realidad del lector, los
objetos pierden su significado social y ganan “magia”, y cualidades esenciales putativas no históricas. Más
pura es la analogía, más cerca está a la fantasía (por ejemplo: lo menos extrapolar).

Oximoron y la impertinencia científica pueden tener alguna justificación. Eric Rabkin y, más recientemente,
Timo Siivonen han deducido que existe algo inherentemente oximorónico en la ciencia ficción —que
mezcla las categorías básicas sociales, culturales y ontológicas como la cosa más natural. En el término
más simple, la C-F asume que todos los aspectos de la experiencia pueden ser comprendidos
eventualmente y también manipulados por las mentes humanas que operan según reglas “racionales.” La
racionalidad putativa no es la racionalidad del presente ya que (gracias a las ambiciones humanísticas de
la ciencia) uno de las expectativas fundamentales desde el punto de vista de la iluminación científica en el
mundo es que la mente del ser humano puede expandirse mientras se desarrolla su conocimiento y sus
poderes de manipulación. Esta expansión podría ser completamente racional en el futuro, con términos de
limitación de conciencia, aunque puede parecer paradójico, oximorónico o absurdo.

Algunos de los textos de C-F juegan con estas ideas en un nivel temático (como cuando los “hombres” se
vuelven “dioses”) mientras otros asumen que este es el medio básico de la C-F y lo usan para crear
mundos detalladamente oximorónicos (como el ciberpunk).

La impertinencia científica es quizás la única categoría que no he visto elaborada en otro lugar, aún si se
encuentra implícita en muchos trabajos de escritores y de críticos.
Se asume que la C-F es inherentemente y esencialmente lúdica, y por lo tanto no científica, que la meta
del escritor de C-F es la de jugar con conceptos científicos y lógicos pero en una forma que mantenga la
libertad del escritor (y del lector) fuera de un universo material. La C-F en tiras cómicas es inherentemente
impertinente. Es difícil llamar sátiras a las grandes obras de dibujos de C-F, ya que la burla se hace a
expensas de una ficción realista o casi realista, (como la C-F) que usa formas de narrativa justificada tanto
lógica como científicamente. Todas las explicaciones científicas sobre el fenómeno de C-F son formas
inspiradas en las habladurías, aún si son explicaciones sublimes y poco expresivas como las anotaciones
del comunicado en “Cronopaisaje” de Benford, o los nanotelos Teilhardianos de “Música en la Sangre” de
Bear. La privilegiada popularidad de los científicos locos, de los genios inventores, de los interlocutores de
extraterrestres inteligentes es un aviso de que la ciencia practicada por nuestros científicos normalmente
es pertinente pero es aburrida.

Las cronotopías sublimes son lo más idéntico de lo que Delany llama para-espaciales. Yo agrego a la idea
de Delany sólo un punto, que en la C-F, las cronotopías están relacionadas con el espacio común y
comparten un sentido tiempo y espacio material, inmanente y relativamente burgués. Como el espacio
común está descrito en la forma de evocar lugares familiares aún en términos opresivos y confinantes, la
cronotopía para-espacial se describe en términos sublimes. Esta sublimidad es obvia frecuentemente y
física, pero puede ser también conceptual en la concretización de ciertos conocimientos filosóficos.

La categoría final de parábola, también es bastante obvia, aún si algunas personas pueden no estar de
acuerdo con la importancia que se les da (lo que es verdad en todos los puntos referidos). Incluirla como
última, no necesariamente implica que es la esencia de la C-F ni la más importante e inclusiva de las
categorías.

Ninguna de estas categorías es específica de la C-F, excepto quizás el novum. Sin embargo, la producción
socialista de novelas, especialmente en la variedad stalinista, usa la tecnología novum como un cambio
histórico no en términos de C-F, por lo que un dique o un dínamo pueden tener el mismo rol que una
máquina del tiempo o una nave espacial interestelar. Por lo demás, en algunas situaciones, básicamente
en aparatos de C-F que se consideran verdadera ciencia, los ejemplos más extremos son los de
Lysenkoismo, un motivo agradablemente ridiculizado por los hermanos Strugatsky, pero anunciado en la
sátira de Swift en la Royal Society.

Bibliografía

Darko Suvin, "Goodbye to Extrapolation," SFS 22:301, #66, July 1995.

Eric Rabkin, "Undecideability and Oxymoronism," Fiction 2000, ed. George Slusser and Tom Shippey
(Athens: U Georgia P), 262-78; Timo Siivonen, "Cyborgs and Generic Oxymorons: The Body and
Technology in William Gibson's Cyberspace Trilogy," SFS 23:227-44, #69, July 1996.
Samuel R. Delany. Silent Interviews (Hanover, NH: University Press of New England, 1994), 168.

© Istvan Csicsery-Ronay, Jr.


The Seven Beauties of Science Fiction

LA EXPERIENCIA LITERARIA DE LA CIENCIA FICCION "DURA"

El aire de la nebulosa estaba, como siempre, teñido de color rojo sangre. Un rincón de su mente trató de
medir el tono –¿era acaso más profundo que el último cambio?- mientras sus ojos vagaban alrededor de
los objetos dispersos por la Nebulosa encima y debajo de él. Las nubes eran como puñados de tela
grisácea esparcida a través de millas de aire. Las estrellas caían entre y a través de las nubes en una
lenta, interminable lluvia que se extendía hacia el núcleo. La luz de las esfera de una milla de diámetro
proyectaban cambiantes sombras sobre las nubles, los dispersos árboles, las enormes manchas que
podrían ser ballenas. Aquí y allá vio un pequeño destello que marcaba el fin de la breve existencia de una
estrella ( Baxter §1:10)

Rees vive en un universo donde la constante gravitacional es un billón de veces superior a la del universo
en que vivimos. Solo que, él no lo sabe, más de lo que sabe por qué el tiempo se mide en
desplazamientos –legado de una nave espacial que vino a terminar en este extraño cosmos, dejando a la
tripulación y los pasajeros y sus descendientes a merced de una existencia que es, para los estándares
terrestres, un infierno. Nunca querríamos vivir allí, pero estamos fascinados por cómo sería hacerlo. El
universo de Rees no existe, pero Stephen Baxter nos convence, en Raft (1992), que podría existir.

¿Es esto Ciencia Ficción “Dura”? ¡Absolutamente!

¿Es esto Literatura’ ¡Bueno, eso abre toda una lata de gusanos!

La CF Dura no es la moda literaria en boga, incluso dentro de la “CF de género” –Ese cuerpo de ficción
publicada como “ciencia ficción” en revistas y especialmente líneas de libros. Por un lado, derivados de
Star Trek, novelas de Dragonrider, y por el estilo encabezan las listas de más vendidos. Por otro, los
trabajos más admirados por la crítica son de la Escuela “metafórica” de Stanislaw Lem, Philip K. Dick, y,
quizás, Ursula K. Le Guin. Cualquier otra cosa que se pueda decir de un trabajo como Raft, es seguro
predecir que no se mostrará en ningún Canon Literario –“conservador” o “radical”- más de lo que será un
tremendo éxito comercial.
La CF Dura siempre será del gusto de una minoría. Cuando Robert A. Heinlein comenzó a escribir CF para
las revistas “suaves” tras la Segunda Guerra Mundial, se dio cuenta desde el principio que tendría que
minimizar la ciencia para llegar a una audiencia más amplia (10)1. Cuando finalmente llegó a una lectoría
masiva, fue con Forastero en Tierra extraña (1961), la cual incidía fuertemente en la sátira social y
religiosa –Heinlein mismo negó que fuera CF en 1960 (260). Duna de Frank Herbert (1965) sin duda captó
con no lectores de CF más por sus grandes ideas que por su ecología –como se demuestra por las
secuelas que originó. Incluso Isaac Asimov, quien llegó a las listas de los más vendidos con una serie
tardía de novelas de la Fundación/Robots, acentuó los temas sociales más que la ciencia dura. La CF dura
puede haberse convertido en el hijo adoptivo de su propio género: simplemente no es la mejor forma de
hacer dinero para vivir. Pregunten a Stephen Baxter –o incluso a Hal Clement.

La CF Dura parece también seguir siendo una hija adoptiva de los estudiosos de la CF. Algunos críticos,
parece, no sólo no quieren leer CF dura, ni siquiera quieren leer al respecto. Robert A. Collins, por
ejemplo, declaró fallida a The New Encyclopedia of Science Fiction de James Gunn por, entre otras,
cosas, un sesgo hacia la CF dura: en particular, estaba irritado con la entrada de Alien Worlds de Poul
Anderson porque no discutía los “usos metafóricos” [de los mundos creados], los cuales me interesan más
que los llamados “científicos.” Collins cita a Rogue Tomato2 de Michael Bishop como la clase de CF que
debería estar cubierta bajo Alien Worlds (12).

Aunque Collins puede correctamente creer que la CF metafórica fue tenida en menos en la Enciclopedia
de Gunn, es la CF dura la que es tenida en menos en otros lugares. David G. Hartwell, en su introducción
al The World Treasury of Science Fiction, sintió necesario defender una estética que fue alguna vez tenida
por sentada por los escritores y fans del género de CF:

Yo, por cierto, no niego el nivel metafórico de los textos de CF. Simplemente menciono lo obvio, lo cual
parece haberse perdido en varias décadas de discusión crítica: en una obra de Ciencia Ficción, el lector
debe conceder al permiso que cualquier cosa que se manifiesta como caso es literal y cierta. Por ejemplo
en “Valley of Echoes” de Gerard Klein, el lector debe creer que estamos doscientos años en al futuro,
explorando el planeta Marte, no meramente en algún paisaje surrealista que contiene una metáfora para la
condición humana. (xvii – xviii)

Como señala Hartwell, esta estética se limita casi por completo a la CF norteamericana; en otros lugares
del mundo, la clase de ficción ejemplificada por la Era de Oro en la Astounding de John W. Campbell
parece haber sido tomada “como algún tipo de broma o como un repositorio de imágenes que serán
usadas para propósitos distintos a los de la CF.” (xvii). Por supuesto, la memoria de Hartwell puede ser
selectiva. ¿Hubo realmente algo de Ciencia Ficción Dura en el trabajo de A. E. Van Vogt, un importante
contribuyente de Astounding? Todos hemos oído o leído anécdotas acerca de lo que pasó por ciencia en
muchos de los pinitos del género de CF en Amazing Stories de Hugo Gernsback. Quizás siempre ha
habido CF dura y CF blanda, y el debate entre ambas viene desde tan temprano como las diferencias
entre H.G. Wells y Julio Verne3.
Aunque, todos sabemos de qué clase de género de CF está hablando Hartwell, y también sabemos que no
ha viajado bien a otras costas. Las actitudes, sin embargo, podrían estar cambiando. La más reciente
novela de Lem, Fiasco, está ciertamente más cerca a la CF dura que todo su trabajo anterior (quizás se
perdió en la traducción, pero ¿realmente podemos creer que los mimoides estaban compuestos de
neutrinos en Solaris, o la mezcla de oxígeno y metano que sus astronautas visitan en El Invencible?),
incluso mientras retiene el filo satírico del trabajo previo de Lem. En su visión cósmica y su especulación
de la evolución de las civilizaciones avanzadas más allá de nuestro entendimiento, Fiasco tiene mucho de
la misma sensación de la CF dura contemporánea norteamericana, como las obras de Gregory Benford A
través del mar de Soles y El gran río del espacio.

Benford, por cierto, ha levantado el estatus literario de la CF dura. Pero, paradójicamente, no nos ha
llevado necesariamente a apreciar la estética de la CF dura como tal. Podríamos argüir que en
Cronopaisaje, por ejemplo, el atractivo no es tanto la invención científica –un medio de enviar mensajes al
pasado para alterar la historia y por tanto prevenir un desastre en el presente –como la caracterización de
los científicos y de la política en la ciencia. Contra el infinito involucra la terraformación de Ganímedes,
pero el centro de la novela es la recreación de The Bear de William Falukner, en la cual el alienígena
llamado Aleph tiene una función metafórica. En El Artefacto, el miniagujero negro no es sino la excusa
para un Thriller se suspenso internacional. ¿Admiramos más El gran río del espacio como CF dura o como
un gran escrito de saga heroica?

Todas las novelas de Benford son CF Dura, por supuesto, pero hay otras cosas también ¿Puede la CF ser
literatura si no es también estas otras cosas? ¿Hay acaso una experiencia característica de la CF Dura por
sí misma?

Todos estamos familiarizados con argumentos de lo contrario. Hemos llegado incluso a avergonzarnos al
oír mencionar a Hugo Gernsback, quien, como Brian W. Aldiss una vez señaló, redujo la CF a “historias
construidas como diagramas, y hechos claros como diagramas y desprovistas de atmósfera y sensibilidad”
(211). Sólo podemos reír por lo bajo ante mucha de la CF dura de la Edad de Oro: Por ejemplo las
historias de George O. Smith de Venus Equílateral, con su desactualizada tecnología (gigantescos tubos
de vacío y cosas por el estilo) inspirando el éxtasis en personajes de Cartón. Tampoco tenemos que mirar
al pasado para encontrar vergüenzas en la CF dura: Martian Rainbow de Robert L. Forward es un caso
reciente de esto. No esperamos La Guerra y la Paz de Forward, seguramente, pero aquí prueba que ni
siquiera puede escribir un buen techno-thriller. La política de la novela (un general autoproclamándose el
mandamás religioso de la Tierra) es tan cruda que nos recuerda a Tarrano el conquistador (1930) de Ray
Cummings- ¡para aquellos que puedan recordar tan atrás en el tiempo! Forward llena su narrativa con
pedazos de exposición científica, hasta que nos recuerda a un potaje indefinible. Y debido a que no puede
hacer funcionar la historia con las posibilidades actuales de terraformar Marte, impone un deus ex
machina (literalmente: robots mágicos dejados por alienígenas de navidades pasadas). En base a la
evidencia de Martian Rainbow, bien podríamos concluir que Forward debería haberse atenido a solamente
escribir artículos técnicos, y que no hay punto en discutir el arte de la CF Dura porque simplemente no hay
ninguno.

¿Por qué molestarnos siquiera en discutir acerca de Forward si es un escritor tan pobre? Todos hemos
visto novelas de CF Dura acerca Marte mucho mejores, tales como The Labyrinth of Night de Allen Steele
(el cual es también un mucho mejor thriller policial, e incluso un mucho mejor cuento de alienígenas
mágicos). Debido a que Forward también es autor de Huevo del Dragón, una novela que ganó las
alabanzas de, entre otros, Frank Herbert, Hal Clement e Isaac Asimov como un ejemplo de CF dura en su
mejor forma, es entonces un caso de prueba4.

Si Huevo del Dragón es realmente CF Dura en su mejor forma, y Martian Rainbow es CF dura en su peor
forma ¿cuál es la diferencia? Es inútil pretender que el lado humano de Huevo del Dragón es mucho
mejor. No lo es: Los astronautas de Forward en esta historia son cortados del mismo cartón que esos
generales, científicos, y técnicos en Martian Rainbow. Simplemente no los notamos, porque no están en la
historia; la historia son los Cheela, las criaturas que Forward nos hace creer que podrían vivir en la
superficie de una estrella de neutrones.

Como cualquier cantidad de novelas de CF Dura, Huevo del Dragón incluye un apéndice en el cual el autor
explica las bases científicas para su invención literaria. Toda es ciencia muy especulativa, por supuesto,
pero la ciencia misma está basada en la especulación: las teorías son propuestas y probadas contra la
realidad. No tenemos manera de probar la teoría de Forward contra la realidad, pero confiamos en él como
científico y escritor de CF dura como para no contradecir a sabiendas las posibilidades conocidas del
universo que habitamos. Si Huevo del Dragón fuese un ensayo hecho ficción como su apéndice, sin
embargo, ¿lo leeríamos como una novela? No nos engañemos en esto: si apreciamos Huevo del Dragón,
lo apreciamos como un ejercicio literario –y esto a pesar de sus obvias fallas literarias (en palabras de
Lester del Rey, Forward era de los que necesitaba considerable ayuda material para producir un
manuscrito aceptable)5.

Cuando leemos artículos científicos o libros de texto, como Sergeant Friday en Dragnet queremos “sólo los
hechos, señor” Obtenemos más que hechos, de seguro, de los escritores más imaginativos de ciencia
como Stpehen Hawking o Stephen Jay Gould (Forward no está en su liga, tampoco.) Cuando leemos CF,
sin embargo, aun estamos leyendo ficción, y esperamos la experiencia imaginativa de leer ficción. C.S.
Lewis, en Un experimento en crítica (1961), llegó incluso a sugerir que la literatura debería ser juzgada por
cómo es leída, y aunque sus juicios no son más infalibles que los de cualquier otro crítico, esta (en mi
mente, al menos) en lo cierto acerca de cómo experimentamos la literatura.

En la ciencia ficción experimentamos la imaginación creativa del autor –una clase particular de
imaginación. No es necesariamente, ciertamente no del todo, la imaginación metafórica de Jorge Luis
Borges o Italo Calvino. Tampoco es necesariamente, y ciertamente no del todo, la de la “extrañeza
cognitiva” que ha figurado en tantas discusiones críticas de la CF desde que Darko Suvin propuso la teoría
hace más o menos 20 años. No hay nada malo con cualquier clase de imaginación, o la clase de trabajos
que la expresan, o la clase de crítica que la interpreta. Es claro ver que la transformación de Philip K. Dick
en un tomate gigante, en Rogue Tomato de Bishop, es un recurso metafórico. No necesitamos que nos
digan que tanto la burocracia como el bosque que busca explotar, en The snail and the slope (1980) de
Arkady y Boris Strugatsky, son mecanismos de extrañeza, desarrollados con la intención de hacernos ver
a nuestro propio mundo bajo una nueva luz. Pero ¿qué se supone que representen los Cheela?. ¿De
acuerdo a la teoría esas metáforas son la esencia de la literatura, deben representar algo, o cuán buenas
son?

Sin duda podríamos hallar algo si lo intentásemos lo suficiente. En The New York Review of Science
Fiction, Damien Broderick afirma que los alienígenas aparentemente incomprensibles de The Eye of the
Queen de Philip Mann “se asemejan a la idea de un niño de los humanos adultos”, mientras los
alienígenas más comprensibles de Footfall de Larry Niven y Jerry Pournell son metáforas de los soviéticos
(1). Pero para los verdaderos aficionados a la CF dura, tales explicaciones disminuyen su experiencia de
lectura antes de enriquecerla. Si esos alienígenas en Footfall existen solamente con el propósito de lanzar
una cansada analogía acerca de la Guerra Fría, difícilmente parecen ser dignas de los problemas en los
que Niven y Pournelle tuvieron que meterse para crearlos. Uno recuerda los argumentos legales acerca de
los valores de redención social presentes en las obras sexualmente explícitas: a Fanny Hill le es dado
entonces un significado que asombraría John Cleland; simplemente no puede ser buen erotismo.

La lectura literal de CF parece tener pocos defensores, pero uno de ellos es nada menos que Samuel R.
Delany, cuyo argumento, aunque seguramente familiar para nosotros, se muestra a continuación:

Oraciones tales como “Sus palabras explotaron,” o “Ella giró su lado izquierdo,” subsumen el discurso
tecnológico en sí (acerca de economía y cosmología en una; de cambiar los circuitos y cirugía prostética
en la otra), deja la banalidad de la emocionalmente poco clara metáfora, abandona la trivialidad de
disposiciones insomnes y, a través del laberinto de la posibilidad técnica, nos trae las imágenes posibles
de lo imposible (Triton 337)

Delany niega que la CF sea verdadera literatura: “Los argumentos filosóficos de la literatura tienden a ser
acerca del sujeto, la conciencia humana, antes que acerca de la manera en que el mundo real funciona. La
ciencia ficción es una crítica del objeto antes que del sujeto –o del sujeto en términos del objeto (Teaching
to Learn 74). Argumenta incluso que “la empresa ciencia-ficcionera es más rica que la empresa de la
ficción mundana” (Triton 340), y el claramente quiere decir más rico en sentido literario.

Delany puede no haber leído Huevo del Dragón, y podría no importarle más que a otros críticos sensibles
al estilo literario, el cual considera inseparable del contenido (The Jewel-Hinged Jaw 35ff)6. No obstante, la
novela de Forward se conforma a su teoría de que la esencia de la CF es el “discurso tecnológico” lo que
le permite al escritor de CF crear “imágenes posibles de lo imposible.” Al subrayar la evolución entera de la
vida en su estrella de neutrones (Los cheela comienzan como plantas, usando contenedores de cristal
extendiéndose debajo de la corteza caliente basados en motores térmicos para satisfacer sus necesidades
de recursos y energía), posteriormente Forward arma una escena memorable en la novela. Nos cuenta
que los Cheela, en circunstancias extremas, pueden revertir a su estado de planta –y que esto tiene
incluso un efecto rejuvenecedor. Swift-Killer, un guerrero explorador, lo descubre por accidente, y el
dictador planetario Soother-of-all-Clans busca posteriormente extender su vida –y poder- pasando por una
metamorfosis de manera deliberada. Pero es demasiado vieja y demasiado sedentaria; tiene muy poco
tejido muscular que pueda usar para construir una estructura cristalina para su contenedor. No obstante,
las cosas parecen ir bien –al principio.

Luego sucedió. La punta de una de las debilitadas astas se rompió mientras intentaba apretar la piel. La
primera de los Soother estaba horrorizada al ver una punta irregular saliendo de un pliegue desgarrado de
su piel. La piel se sostuvo por un rato y los científicos intentaron construir un monte apoyado contra el lado
del cuerpo para apoyar la sección dañada, pero antes que un soporte pudiera prepararse, un asta
adyacente cedió bajo la dispareja tensión, y en una rápida serie de afiladas rajaduras y ruidosos impactos,
lo que quedaba del esqueleto de doce puntas se rompió y cayó a la corteza. (381)7

No nos gusta particularmente Soother, aun así Forward ha hecho su trabajo tan bien que nos parece real,
y sentimos un terror genuino ante su sino. Esto es a pesar del hecho que la prosa de Forward, aquí y en
otras partes de Huevo del Dragón, no es distinguida: nadie puede confundirlo siquiera con un Delany o un
Zelazny, o incluso con uno de los mejores escritores de CF dura como Benford.

¿Qué está pasando aquí? Estamos participando de una experiencia literaria, pero no es la clase de
experiencia literaria que nos han enseñado a apreciar. Lo que le ocurre a Soother es un evento aterrador,
antes que una metáfora, y los sentimientos que evoca son los de un evento literal. La cognición, como la
llama Suvin, está ciertamente involucrada: es el novum (de nuevo como lo llama Suvin) que nos permite
aceptar la realidad de la escena. Incluso no nos sentimos lejanos de esa realidad; en vez de estos, nos
sentimos atrapados e incluso en trance por ella. Eso es lo que siempre pasa en la mejor ciencia ficción
dura, y un mejor término para el efecto estético de la CF dura puede ser el involucramiento cognitivo.
Forward usa el novum para insertarnos en una fascinante nueva realidad, antes que alejarnos de una
familiar, y es una realidad literaria distinta la que crea. No leemos Huevo del Dragón como leeríamos un
artículo técnico: pese a cualquier falla que podamos hallar en su torpe estilo y caracterización, aun
podemos admirar a Forward como el creador de una ficción única. Es precisamente porque Martian
Rainbow no ofrece nada tan único (cualquiera escribiendo CF dura acerca de Marte tiene que, por
necesidad, cubrir las mismas nociones científicas), y debido a que Forward comete el error de tratar de
describir el drama político y humano para el cual sus limitados talentos no alcanzan en modo alguno, por
eso no podemos perdonar los mismos fallos en esa novela.

Encontramos la misma estética en otros ejemplos de CF Dura que no aspiran a ser literatura en el sentido
prevaleciente del termino. En la novel Redshift Rendezvous (1990) de John E. Stith, el lado humano del
argumento es poco sofisticado, y los personajes como tales no son nada de otro mundo. Sin embargo,
somos atrapados por una historia que solo podría ocurrir en la realidad fascinante de un subespacio donde
la velocidad de la luz es tan baja que realmente puede verse como la iluminación se extiende a todos los
rincones de la bodega de carga de las naves espaciales cuando las luces se encienden. Nosotros creemos
que Stith ha desarrollado todas las consecuencias lógicas de su inventada realidad, pero cuando leemos
su novela es esa la experiencia literaria, la de su realidad lo que estamos buscando. El mismo principio se
aplica a Raft, la novela de Baxter donde compartimos la experiencia del héroe, quien esta exiliado en un
campo de trabajo en la superficie de una estrella muerta. En el universo inventado de Baxter es posible
vivir y trabajar -aunque no muy confortablemente- en un mundo así. Ninguno Redshift Rendezvous o Raft
ofrecen ninguna introspección psicológica significativa, un mensaje político o una metáfora acerca de la
condición humana. Ninguno es "literatura" como normalmente se entiende. Pero cada una de esas novelas
es un trabajo altamente literario en su propio estilo.

Misión de Gravedad de Clement es altamente reconocida como uno de los clásicos de la CF Dura.
Clement incluso escribió una secuela, Luz estelar, la cual fue rápidamente olvidada. La ciencia era igual de
buena en la segunda novela, pero Clement fue incapaz de recrear la excitación literaria de la primera. La
razón es bastante obvia: El mundo que Clement ofrece en Luz Estelar es simplemente un mundo aburrido
–y un mundo aburrido genera una historia aburrida. Toda clase de cosas sorprendentes ocurren en
Mesklin, pero prácticamente nada podría pasar en Dhrawn. La diferencia entre los dos mundos, y las
historias que inspiran, son el resultado de una falla literaria antes que científica. Pero incluso un mundo
más bien convencional puede ser redimido por la excitación literaria de la CF Dura. The Steerswoman de
Rosemary Kirstein (1989), por ejemplo, está ambientada en lo que al principio parece un mundo de
fantasía convencional de magos y dragones. En el curso de la historia, nos percatamos que los “magos”
son realmente sólo hombres ordinarios usando los secretos de la ciencia, como en el clásico de Fritz
Leiber Hágase la oscuridad (1950), para mantener en pavor a las masas y que los “dragones” son
solamente criaturas naturales. En la secuela The Outskirter’s Secret (1992), nos enteramos que el mundo
está amenazado por el desastre: algo ha salido mal con lo que podemos entender que es un proyecto de
terraformación de largo aliento. Pero los protagonistas en la historia no pueden leer las pistas como
nosotros. Porque no conocen la ciencia como nosotros: ¿pueden y lograrán descubrir la verdad a tiempo, y
serán capaces de hacer algo al respecto? Experimentamos el suspenso, un elemento tan viejo como la
ficción –pero es un suspenso que se deriva por entero de nuestro conocimiento de la ciencia.

La ciencia ficción dura puede ser una forma literaria bastante limitada, pero el hecho es que puede crear
su propia clase de experiencia literaria –incluso cuando no tiene ninguna pretensión de adquirir valor
literario- muestra que es una forma literaria válida, y digna de respeto por derecho propio. Si se le diera
este respeto, podríamos tener la experiencia de más trabajos que, como Huevo del Dragón, tienen éxito
como CF dura, sin embargo aunque carezcan de muchas otras virtudes. Aun tenemos a Benford, en
cualquier caso, pero podríamos no ser frustrados por talentos menores yendo más allá de su capacidad:
por ejemplo, John Cramen en Twistor (1990). Esa es simplemente una historia de aventuras al viejo estilo
que toma demasiado tiempo para tomar viada, aparentemente porque Cramer (indudablemente ha leído a
Benford) piensa que tiene que dedicar la primera mitad de la novela a la política académica y similares –
aunque él no pueda hacerlo tan bien como Benford como para ser tomado en serio.

Deberíamos tratar de recordar que el arte, como el oro, está donde lo hallamos –no necesariamente donde
lo buscamos.

NOTAS
1. En 1947-48 Heinlein publicó cuatro aventuras espaciales en The Saturday Evening Post, la mayor de las
grandes revistas y la que mejor pagaba, así como en otras revistas que pagaban mejor que los pulps del
género. El Post había publicado una historia de CF ocasional de escritores tales como Rudyard Kipling o
Steven Vincent Benét, pero Heinlein fue el primer escritor de la comunidad de CF en aparecer en sus
páginas.
2. Publicada por primera vez en 1975, esta historia aparece en varias antologías así como en Blooded on
Arachne de Bishop (NY: Pocket Books, 1983).
3. Una historia conocida, véase, por ejemplo, Norman y Jeanne Mackenzie, H.G. Wells: A Biography
(Simon & Schuster, 1973), 117.
4. Extracto publicitario aparecido en la edición de tapa dura de Ballantine/Del Rey, NY, 1980.
5. Conversación personal con Lester del Rey, basado en su conocimiento del manejo de la novela de
Forward en Del Rey Books.
6. El argumento de Delany de que el estilo y el contenido son la misma cosa puede parecer incontestable.
Un escritor debe escoger las palabras correctas, y cada palabra contribuye al significado del texto,
Solamente, ¿cómo sabe el escritor cuales son las palabras adecuadas, a menos que haya alguna
concepción (contenido) del trabajo que viene antes de las palabras? Dorothy sayers, en The Mind of the
Maker, tiene una intrigante teoría acerca del proceso de escritura que parece aportar algo de luz a la
cuestión (ella hace una analogía con la santísima trinidad, en la cual el Padre es la concepción original del
trabajo, el Hijo el trabajo terminado, y el Espíritu Santo el intermediario). Pero sin ahondar en teorías
arcanas, consideremos esto. ¿Hay, o no, algún contenido en común entre dos traducciones de la Biblia en
diferentes estilos?
7. Capítulos en Huevo del Dragón no están numerados, pero la cita es de uno llamado “Interacción”, el
cual es el sexto, y en el cuarto subcapítulo de este ("Time 14:28: 11 GMT Monday 20 June 2050").

TRABAJOS CITADOS
Aldiss, Brian W. Billion Year Spree. NY: Doubleday, 1973; Schocken Books, 1974. Same pagination.
Baxter, Stephen. Raft. NY: Roc, 1992
Broderick, Damien. "Reading SF as a Mega-text." New York Review of Science Fiction 47:1,8-11, July
1992
Collins, Robert A. Editor's note. SFRA Newsletter 163:11-12, Dec. 1988
Delany, Samuel R. The Jewel-Hinged Jaw: Notes on the Language of Science Fiction. Elizabethtown, NY:
Dragon Press, 1977
—————. "Teaching to Learn." Unsigned interview. Locus, 361:5,74-75, Feb. 1991
—————. Triton. NY; Bantam Books, 1976
Forward, Robert L. Dragon's Egg. NY: Ballantine/Del Rey, 1988
Hartwell, David. The World Treasury of Science Fiction. Boston: Little, Brown, 1989
Heinlein, Robert A. Grumbles from the Grave. NY: Ballantine/Del Rey, 1990.

© John J. Pierce; 1993. SF Studies, #60 = Volume 20, Part 2 = July 1993
Traducción para Velero 25: Isaac Robles
EL ESTUDIO DE LA CIENCIA FICCION: UNA MODESTA PROPOSICION

Existen cláusulas matrimoniales bien definidas entre las personas que escriben por el placer de publicar
por un lado, y los académicos y críticos que discuten su obra en el otro. Los escritores escriben. Entonces
los académicos se molestan en explicar que es lo que han escrito y los críticos explican gentilmente como
pudieron haberlo escrito mucho mejor. Esta paridad se ha conservado y todo el mundo se mantiene más o
menos feliz. Solo un renegado al interior de uno de estos dos equipos intentaría usurpar las funciones del
otro bando.

Sin embargo eso es lo que pretendo hacer. Me gustaría persuadir a los académicos que leen Science-
Fiction Studies, y particularmente los académicos que contribuyen a esta publicación, que la ciencia ficción
no es algo enteramente y adecuadamente reconocido por el nivel actual de estudio académico y que Algo
Debería Hacerse Al Respecto.

Se que esto sonará presuntuoso viniendo de mi. Solo puedo pedirles que estén a mi lado a medida que
trato de desarrollar mi argumentación.

Para discutir esto de manera razonable, sería muy útil el tener una definición consensuada sobre que es
exactamente la ciencia ficción. Ese don nos ha sido denegado. Dios sabe que ha habido innumerables
intentos por definirla. Pero no han estado a la altura. Aún he de oír una versión que no definiera dentro del
campo trabajos que no le pertenecen o definiera los que si.

Tom Shippey una vez considero el problema de tal definición en una plática que tuvimos en una de las
convenciones World SF en Dublín1. Tras describir un buen número de intentos fallidos, concluyó afirmado
que la tarea era imposible. Dijo que, puesto que la ciencia ficción es la literatura del cambio, cambia a
medida que uno trata de definirla.

Es relativamente fácil, por otra parte, demostrar lo que no es la ciencia ficción. No es por ejemplo, ficción
científica, alguna de la mejor ciencia ficción carece de ciencia en lo absoluto. No es un medio para
profetizar, aunque una auténtica autoridad en ese campo, Hugo Gernsback, parecía pensar que lo era; de
ahí el eslogan en la parte superior de su primera revista de ciencia-ficción, Amazing Stories, "Ficción
Extravagante Hoy, Hechos Sólidos Mañana".
Y sobre todo, la ciencia ficción no es, sobre todo, fantasía.

Hago hincapié en esto porque hay una tendencia, lamentable ante mis ojos, de juntar ambos géneros.
Parece que los dueños de los derechos, los bibliotecarios y lectores casuales parece que, desde hace
cierto tiempo, han disuelto la diferencia dentro de sus mentes. Lo que es peor, en años recientes la
diferencia se ha vuelto más tenue, aún por las mismísimas instituciones que fueron originalmente creadas
para defender la CF contra otras clases de literatura. Por ejemplo:

El circulo profesional de personas que escribe dicho género, la Science Fiction Writers of America, ha
cambiado su nombre a la Science Fiction and Fantasy Writers of America.

La Science Fiction Research Association, el ala académica del campo, no ha cambiado su nombre,
sin embargo ahora rutinariamente da a los trabajos de fantasía la misma clase de atención que antes solo
le daba a la ciencia ficción.

Las convenciones de ciencia-ficción, aún la World Science Fiction Convention, habitualmente da un


mismo tiempo al otro género (aunque la World Fantasy Convention conspicuamente no lo hace)

Debido a que tales hechos me preocupan, algunas veces me han acusado de ser una especie de matón
que odia el género fantástico y desea dañarlo. Honestamente, no es así. He leído una buena ración de
fantasía, generalmente con nada menos que considerable admiración. Hasta he escrito un poco de ella de
cuando en cuando, y quizás habría escrito más si no fuera por el simple hecho que no creo ser lo
suficientemente bueno para ello. Resumiendo, no creo que escribir fantasía sea necesariamente peor o
inferior a escribir ciencia ficción.

Lo que creo, sin embargo, es que ambos géneros son muy distintos. De hecho pienso que la ciencia
ficción es diferente de cualquier otro tipo de literatura, incluyendo a la fantasía, de modo significativo, y que
dichas diferencias sugieren que el estudio de dicho tema requiere una aproximación más amplia que la
que es dada a la literatura en general…y específicamente, a la aproximación crítica que usualmente se da
a nuestro género.

Quizás no podemos decir satisfactoriamente lo que la ciencia ficción es, pero aún así podemos ser
capaces de identificar algunos de sus rasgos distintivos por tratar de calificar lo que solo la ciencia ficción
es capaz de hacer.

Buscando hacer eso, debemos dejar a un lado —de momento— la pregunta de que es lo que sus
escritores escriben y en vez de ello, examinar lo que los lectores leen, y que sale de esa lectura.

Bien podríamos comenzar esta aproximación conductual por ver atrás en la historia del campo,
comenzando con la década de 1930 en Norteamérica.
Dicha década fue un periodo seminal para la ciencia ficción en muchas formas. Entre otras cosas fue la
década que marco el comienzo de la organización de una sociedad del fandom de la ciencia ficción. Un
desarrollo mayúsculo ocurrió en 1934, cuando el mismísimo Hugo Gernsback, irritado por las bajas ventas
de su otra revista, Wonder Stories, buscó una forma de crear una circulación fuerte y lectores leales. Había
intentado muchas estratagemas para lograr esto en el pasado (incluyendo editoriales que exhortaban a los
lectores a comprar la revista en el mismo local de siempre cada mes). En esta ocasión intento algo nuevo.
Comenzó un club de correo con los lectores de la revista. Lo llamó la Science Fiction League.

Esto no fue una idea particularmente innovadora. Otras revistas, particularmente los pulps de guerra aérea
y romance, habían ofrecido organizaciones de amigos por correo propias por la misma razón. Pero algo
inusual pasó con la Science Fiction League. Los miembros que entraron en este juego, no estaban
satisfechos con ver sus nombres y direcciones en las listas de la sección mensual de la revista dedicada a
la SFL, o aún con intercambiar cartas con otros aficionados dentro de la lista. Querían más. Querían
encontrarse en cuerpo presente con el resto; de modo que Gernsback llevó las cosas al siguiente nivel. El
organizó capítulos de la SFL en Brooklyn, Nueva York (ese fue el Capítulo N º. 1, del cual yo fui un
miembro), y en Filadelfia, Chicago Los Ángeles, así como en otras ciudades a lo largo de América y hasta
en otros países como Australia y el Reino Unido. (La Science Fiction League murió hace mucho, y la
revista con ella; pero los clubes sobreviven. Algunos de ellos, notablemente los capítulos formales en
Filadelfia y Los Ángeles, han cambiado sus nombres pero realizan aún reuniones regulares hasta el día de
hoy).

Eso no tuvo precedentes. Ningún otro club creado por una revista había logrado eso; y portentos más
extraños sucedieron a continuación. Aún los encuentros de clubes locales no satisfacían el apetito de los
aficionados a la ciencia-ficción por la necesidad del contacto personal con otras personas como ellos, así
que más que inmediatamente inventaron la convención de ciencia-ficción.

A medida que esto pasaba, fue exactamente hace sesenta años (en el tiempo que escribo esto) que la
primera convención de CF ocurrió. Por comparación con lo que sabemos de convenciones de ciencia-
ficción no llegó a tanto. Esa convención de 1936 fue numéricamente pequeña, geográficamente trivial y
temporalmente breve. Solo un poco más de doce aficionados estuvieron involucrados; solo llegaron de dos
ciudades; y la convención solo duró un par de horas. Todo esto que pasó fue que media docena de
aficionados de Nueva York llegaron por el tren a Filadelfia una tarde del domingo, nos encontramos en la
estación con otra media docena de aficionados. Descansamos en un cuarto donde nos sentamos y
hablamos por un rato. (Sobre que diablos hablamos se ha perdido para siempre para la historia. Teníamos
una secretaria anotando las actas, pero ella, o mejor dicho él, los perdió; ¿cómo se todo esto? Muy simple:
yo era el secretario.) Entonces tuvimos que volver por el tren y volver a casa y eso fue todo.

Pero las consecuencias fueron notables.


En unos cuantos meses algunos aficionados ingleses cogieron la moda y tuvieron su convención propia en
Birmingham. Tres años después, la ciudad de Nueva York tuvo su primera Convención "Mundial" (el
nombre fue una tremenda exageración de hecho). La II Guerra Mundial detuvo las cosas un poco con sus
restricciones en los viajes, por no mencionar la reubicación de tantos aficionados jóvenes y hombres al
servicio militar, pero en 1946 la expansión volvió desde donde había comenzado. Ahora había literalmente
cientos de convenciones de CF cada año. La Convención Mundial ya no era un nombre inapropiado para
definirla, puesto que rutinariamente había visitantes de lugares como China y Japón, de Australia y Nueva
Zelanda, de Latinoamérica tanto como de Norteamérica, y por supuesto de casi cada país de ambas
Europas. De hecho, muchos de esos países ahora albergaban sus propias convenciones locales,
nacionales o regionales.

Y todo comenzó en Filadelfia en 1936.

Se podría argüir que este fenómeno de juntar periódicamente a lectores y escritores y todo eso, no es
único a la ciencia ficción, puesto que otros grupos de interés, orientados hacia la literatura tienen
convenciones propias. Los Mystery Writers of America y los Western Writers of America, por ejemplo
tienen toda una tradición de encuentros anuales, pero son muy diferentes a los nuestros porque se limitan
a lo sumo a ser una cena de premios anual y en lo que respecta a la participación, solo asisten los
escritores y editores profesionales de ambos campos. Actualmente hay eventos tales como Pulpcon, la
creciente racha de convenciones relacionadas con la TV y los cómics, las convenciones de Star Trek y
claro está la convención World Fantasy para finalizar; hay cosas tales por ahí como la Sociedad para el
Anacronismo Creativo, pero en cada caso, todas fueron inspiradas, y de hecho pensadas a partir de las
convenciones de ciencia-ficción.

Hay de hecho, más convenciones de CF que todas las demás combinadas. Más aún, fue la convención de
CF la que puso el ejemplo para el resto. Y si queremos saber lo que hace que la ciencia ficción sea la
literatura que hace lo que ninguna otra hace, debemos entender el porque de este fenómeno.

Dejo presente que la razón de esta racha de éxito descansa en la naturaleza de la ciencia ficción misma.

La CF es una literatura de ideas. Se pueden discutir. De hecho demandan discusión; y la clase de ideas
que surgen de la lectura de la ciencia ficción demandan que dichas discusiones sean con gente que
comparte tu interés. De ahí viene el anhelo por la necesidad de la compañía de otros aficionados al
género…y por lo tanto la única, pero inevitable evolución de los clubes y convenciones y finalmente la
emergencia de una comunidad de ciencia-ficción a nivel mundial.

Pero ese es solo el principio. Para ver algunas de las demás cosas significativas que hacen a la ciencia
ficción única necesitamos ver más allá de nuestra propia comunidad. Como ejemplo, la ciencia ficción ha
jugado un rol importante en la disciplina científica emergente de la futurología.
La futurología (algunas veces llamada futurística, o simplemente estudios del futuro) no tiene nada que ver
con leer las hojas del té o interpretar signos astrológicos. En sus primeras etapas como un área distinta de
la investigación científica comenzó con intentos de desarrollar metodologías formales para predecir
eventos futuros, incluyendo cambios tanto tecnológicos como sociales. En su primera etapa los pioneros al
frente de esta disciplina trabajaban en agencias del gobierno que encaraban los requerimientos de
planeamiento avanzado para necesidades futuras (léase, el comenzar la construcción de proyectos de
infraestructura que necesitaban un largo tiempo de duración tales como aprovisionamiento urbano de
agua, utilidades y transporte) y en "think tanks" como la Corporación Rand y el Hudson Institute. Las
metodologías que inventaron incluyeron DELPHI, escribir escenarios, mapas morfológico, extrapolación de
tendencias ya conocidas, predicción de los sistemas de inducción de árboles de decisión y muchas otras.
Sin importar la metodología empleada, los resultados invariablemente resultaban, más que otra cosa, en
una "biblia" para escribir historias de ciencia ficción: eso es, una descripción de todos los elementos de
trasfondo pero sin personajes o argumento.

Estos intentos tempranos de futurología tenían otra cosa en común: rara vez daban predicciones precisas
del futuro. Esto no era debido a fallos en las metodologías empleadas sino en el molesto hecho de que el
futuro es inherentemente impredecible por si mismo. Como el principal futurologista, Dennis Gabor, lo
indicó, es imposible predecir el futuro; lo mejor que podemos hacer es el inventarlo. Cualquier "futuro"
específico en el que tengamos que vivir algún día será determinado por los eventos en el presente; las
decisiones que hagamos hoy, ciertamente determinarán ciertos posibles futuros y alentarán otros2. Así
que los futurólogos recurren a lo que se denomina "normativa predictiva", en la cual una lista de posibles
eventos futuros, asigna valores "deseables" a cada uno de ellos y entonces intenta descubrir cual serie de
eventos y decisiones actuales podría mejorar la probabilidad de los futuros deseables y disminuir la
probabilidad de los otros.

Por supuesto, no hay una lista mas completa hecha y derecha de futuros posibles que el cuerpo mismo de
la ciencia ficción. De hecho algunos futurólogos han hecho uso formal de este; el Hudson Institute de
Herman Kahn una vez asignó a un investigador de post doctorado llamado Pat Gunkel a leer todo el
trabajo de A.E. van Vogt y tabular sus predicciones específicas. Otros lo han hecho más o menos
abiertamente, pero no hay duda de que las obras de ciencia-ficción han influenciado mayormente este
campo.

De hecho, algunas de las ideas en las historias de ciencia-ficción han conducido a investigación real en la
ciencia más "dura". SETI—La Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre— ciertamente vino de la ciencia
ficción. Quizás todo el programa espacial lo hizo también; uno de sus teóricos iniciales, Konstantin
Tsiolkovsky, escribió tanto ciencia ficción como documentos sobre cohetes, y Werner von Braun, quien
como individuo, en verdad hizo toda esta disciplina posible, era tan aficionado a la ciencia ficción que a
través de toda la II Guerra Mundial mantuvo su suscripción a Astounding a través de una dirección de
correo en la Suecia neutral. Aún hasta Leo Szilard acredita la novela de ciencia-ficción de H.G. Wells, The
World Set Free, como parte de la inspiración que lo llevó a pensar en la fisión nuclear autosustentada3. De
hecho se sugiere algunas veces que leer ciencia ficción enseña ciencia a personas que de ningún otro
modo habrían tenido una educación científica. Eso es probablemente verdad, pero si algo es aún más
preciso, es que la lectura de ciencia ficción interesa a los jóvenes en la ciencia, y al menos entonces y
ahora los inclina a seguir una educación científica. Muchos científicos en la actualidad se sabe que fueron
aficionados adolescentes, incluyendo a algunos de los mejores: por ejemplo, Stephen Hawking, quizás el
científico con vida más famoso del mundo, como también al menos dos científicos premiados con el Nóbel
de Física. Marvin Minsky, quizás la figura mas resaltante en la investigación en inteligencia artificial, no
solo leía ávidamente en su juventud, sino que, tan pronto como se volvió un estudiante graduado en el
laboratorio de computadoras del MIT (el cual era su objetivo inicial), hizo un intento en la vida real de
programar las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov en un computador. (El intento fracasó, pero el
proceso en si clarificó mucho sobre la naturaleza jerárquica de la programación de computadoras.)

Además parece que la ciencia ficción ha tenido efectos en el desarrollo de nuestro mundo "real". (He
discutido esto, así como la evidencia de otras declaraciones mías en otra parte.)4 Por ejemplo, hay
reportes, no muy bien confirmados, que fueron las historias de Robert A. Heinlein las que llevaron al
menos a dos eventos relevantes. Uno fue la emergencia del grupo de asesinos de celebridades, opuestos
al sistema, de Charles Manson; el ímpetu original para su creación se supone que vino de la lectura de
Manson de Forastero en Tierra Extraña. El otro se deriva de los "matrimonios en grupo" descritos en La
Luna es una Cruel Amante. De acuerdo a las noticias, precisamente ese tipo de acuerdo doméstico fue
intentado por ciertos grupos de personas en los países escandinavos (por lo que puedo recordar, fue en
Dinamarca). Los servicios de noticias no mencionaron la novela de Heinlein como el origen de dicha
práctica, pero el paralelismo es notable.

Aún afirmaciones mayores pueden ser realizadas. El movimiento ambientalista ciertamente recibió ayuda
de historias de CF que mostraban un planeta desolado; la novela convertida en película de Nevil Shute, En
la Playa, puede el haber jugado su parte en evitar una guerra nuclear (al menos); y se ha argumentado
(aunque no por mi parte) que la novela 1984 puede haber contribuido a salvar al año real de 1984 de
convertirse en la oscura tiranía mundial que George Orwell describió. Cuando los académicos
descubrieron el mundo de la ciencia ficción, muchos aficionados veteranos recibieron con inquietud dicha
nueva. Lo que más temíamos era que la gente que enseñase los cursos de ciencia ficción que
comenzasen a surgir en las universidades no supiesen nada sobre el campo; que dieran de hecho una
falsa impresión de lo que es la ciencia ficción, e incluso alejaran a sus estudiantes de nuestro género para
siempre. La visión que tenía en mi cabeza era la del profesor de Literatura quien, incapaz de llenar sus
clases con John Bunyan o Beowulf, decidiera tratar otro tema e imaginase que la ciencia ficción fuese el
modo más fácil de aprender al comienzo del nuevo semestre, y por lo tanto de enseñar. (De hecho esta
visión no era falsa por completo. Una de mis menos placenteras visitas a un salón de clases fue a una
escuela de Nueva Jersey donde el maestro orgullosamente mostró su biblioteca de ciencia ficción.
Consistía por completo de los trabajos de Sam Moskowitz sobre autores del Siglo 19; libros valiosos
ciertamente, pero que sin duda no proveerían un entendimiento completo del campo.)
He perdido el miedo a los profesores de Literatura que eligen el enseñar ciencia ficción. (De hecho estoy
casado con una.) La mayoría de los que conozco comenzaron como lectores de ciencia-ficción, algunas
veces llegan a ser autores de ciencia-ficción. Cuando la oportunidad de enseñar apareció ellos llevaron
una familiaridad e inclusive un entusiasmo por la materia en cuestión, por lo tanto el último par de décadas
ha surgido una cantidad valiosa y ciertamente apreciable y sustancial de erudición académica sobre temas
de ciencia ficción.

Sin embargo…me parece, más que nunca, que esta elite de críticos es inadecuada porque en su mayoría
son el producto de académicos cuyas licenciaturas están en el campo de Humanidades. Si están en una
facultad universitaria es mayormente porque cursan Literatura. Ellos suelen por lo tanto examinar la
ciencia-ficción en el mismo sentido que examinarían cualquier otra clase de literatura.

No estoy proponiendo que estudios de esta naturaleza sean abolidos. Después de todo, la ciencia ficción
es una forma de literatura, y es enteramente justo el aplicar a una historia de ciencia ficción todos los
estándares requeridos para todo trabajo literario. Pero lo que me gustaría ver es más trabajos académicos
dedicados hacia las cualidades que hacen a la ciencia ficción única.

Así pues ¿qué es lo que modestamente propongo?: no que la crítica literaria de CF sea abandonada, sino
tan solo que sea complementada con un examen de aquellos elementos en la ciencia ficción que la hacen
única. Los historiadores de la ciencia, por ejemplo, pueden buscar en los senderos en que las historias de
ciencia-ficción hayan influenciado en alguna forma investigaciones de la vida real. Los genetistas y
biólogos moleculares pueden demostrar la validez de algunas de nuestras especulaciones más salvajes
sobre la forma futura de los seres humanos. Los economistas, científicos políticos, físicos —personas con
una especialidad en uno o más de los temas de la ciencia ficción— pueden ver que tan bien sus
especialidades son mostradas en dichas historias y que efecto, si hay alguno, han tenido en el mundo
exterior.

¿Valdría todo este esfuerzo la pena? Creo que si. Al fin y al cabo, representaría un intento serio de
examinar los elementos básicos que hacen única a la ciencia ficción.

NOTAS

1. Comunicación personal. Shippey no ha publicado el texto de esta plática de 1979.


2. Documento entregado a la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, Enero 1994.
También he discutido el asunto en artículos para el MIT Technology Review y New Scientist.
3. Conferencia de Szilard, The Sensitive Minority Among Men of Science, reimpreso en Leo Szilard, His
Version of the Facts, ed. Spencer Weart y Gertrud Weiss Szilard, MIT Press.
4. Para una discusión más completa al respecto, vean mi artículo en Futurevision: Ideas, Insights and
Strategies, ed. Howard F. Dinsbury, Jr., The World Future Society (en prensa).
© Frederick Pohl, 1997.
SF Studies, #71 = Volume 24, Part 1 = March 1997.

La Literatura y la Ciencia-Ficción

Se suele afirmar que la ficción científica comienza con la famosa "Historia verdadera" de Luciano de
Samosata, escritor griego y satírico que vivió en el siglo segundo de nuestra era.
La ficción científica no podía surgir en tanto no existiera la verdadera ciencia. Y los primeros pobladores de
la Tierra, los que vivieron entre los hielos del último período glacial, no pueden haber tenido un concepto
real de la naturaleza del universo, por que ellos pensaban que el sol y la luna eran dioses y que la Tierra
era plana y los cielos giraban a su alrededor una vez al día. Al iniciarse los grandes descubrimientos de la
antigüedad, la ciencia se hallaba estancada. Se creía que la Tierra flotaba sobre un océano sin límites,
mientras que en otros pueblos se sostenía que la Tierra reposaba sobre el caparazón de una descomunal
tortuga.
La aparición de la astronomía se va a iniciar con la aparición de la filosofía griega, hacia el año 600 a. de
J.C. Los griegos realizaron una especie de revolución en el pensamiento humano, y no tardaron en hacer
su primer descubrimiento importante en el campo de la astronomía: "la Tierra no es plana, sino esférica".

Aquel progreso no se efectuó de una manera súbita: Jenófanes de Colofón (que vivió alrededor del 500 a.
de J.C. ) sostenía que el Sol estaba constituido por "nubes encendidas"; que cuando se sumergía en el
mar al anochecer, se apagaba.
Fue verdaderamente Anaxágoras de Clazomene el primero en afirmar que la Luna "es un cuerpo sólido,
con montañas, llanuras y barrancos". Con lo cual queda abierto el camino a la astronomía, que ahora
llamamos "ficción científica". Y que "si la luna es parecida a la Tierra", bien pudiera ser que estuviese
habitada, y también podría ser posible llegar a ella.
Como estamos viendo, el aporte de los sabios griegos, no fue menos importante en el campo literario.
Plutarco, hacia el año ... de nuestra era, escribió: "La faz de la luna", sin ser un científico. Claro está que
rechazó la posibilidad de que estuviera habitada por hombres, pero si... por espíritus. Que a las almas que
no alcanzaban la perfección, se les reexpedía a la Tierra - de manera inflexible-, hasta corregir sus
defectos.
Será medio siglo después que encontramos-por su valor literario- la primera narración genuina de ficción
científica. Nos referimos a la "Historia verdadera" de Luciano de Samosata, el más grande satírico del
mundo antiguo, cuya obra fue traducida al inglés el año 1634.

¿Qué nos dice Samosata, respecto a "Historia verdadera"?: "No se me debe dar ningún crédito, porque lo
que digo son una sarta de mentiras". Es probable que no mintiera, por relatar que en Venus, "la estrella
vespertina contaba con un ejército de arañas mayores que una isla y más de treinta mil combatientes
montados sobre pulgas". Es posible que mintiera al afirmar que los selenitas odian el sexo, por
considerarlo algo sucio e impuro. Y al morir, se convertían en humo y no había necesidad de enterrarlos.
Aparte de esta obra, Luciano nos plantea en "Icaromenipo", otro tema también interplanetario: deseaba
Icaromenipo saber ardientemente de que materia estaba compuesto el Sol, así que se hizo de un par de
alas - arrancadas de un buitre y un águila- y, se remontó al cielo en busca de una información más directa.
A su regreso los dioses del Olimpo se molestaron mucho, tomaron a mal la intrusión de este mortal y tan
pronto pisó tierra, Icaromenipo fue privado de sus alas para impedir un nuevo intento de volar. Como
observarán: "no fue muy drástico" el castigo. Se limitaron sólo a quitarle las alas.

Esta fábula lucianesca, tuvo multitud de imitadores, pero no el mismo final; en agosto de 1955 cuando el
gobierno americano dio a conocer su programa de satélites artificiales, éstos fueron denunciados por un
celoso clérigo quien calificó dicho proyecto como algo perverso e impío... Así que el gobierno americano lo
mandó al diablo. Es decir, "al cura", y continuó con las investigaciones.
Luciano de Samosata sigue siendo una figura solitaria -¡qué duda cabe!- : tuvo que aguardar mil quinientos
años para poder ser leído y encontrar emuladores. Lo que quiere decir que, con el final de la grandeza
griega la literatura prácticamente dejó de existir, la edad de las tinieblas se extendió por Europa; el Imperio
Romano se desmoronó y a las hordas bárbaras, más les interesó las guerras y el pillaje que... las bellas
artes.

Se ha dicho que la ciencia-ficción es el equivalente contemporáneo de los cuentos de hadas y leyendas y


también que, el género responde básicamente a un deseo de racionalizar los antiguos mitos, de hacerlos
compatibles con nuestra escéptica era tecnológica dándoles una base más o menos científica.
Si bien es cierto que la ciencia-ficción recurre con frecuencia a viejos símbolos y mitos, no hay que deducir
por ello, que se trata de una neomitología. Por que el mito es básicamente conservador, en cambio la
ciencia-ficción por el contrario es básicamente progresiva, pues al plantear innumerables alternativas, al
subrayar errores, taras y posibilidades, muestra la contingencia y la arbitrariedad de ese orden establecido.
Al estimular la imaginación y la actitud especulativa, se convierte en una importante arma contra la rutina y
el conformismo.
Por tanto, "si bien hay una relación entre mitología y ciencia-ficción, es más de ruptura, de antítesis, que
de continuidad", como lo afirma Carlo Frabbeti.

La obra clásica de ficción siguiente, fue escrita, no por un literato, sino por un astrónomo y matemático
alemán. Uno de los más grandes con que contó la humanidad: Johann Kepler, descubridor de las "leyes
que rigen los movimientos de los planetas", quien demostró que la Tierra giraba alrededor del sol.
"Somnium" - estupenda obra de Kepler- , fue publicada en 1634. Una de las leyes favoritas de Kepler era
la de que los planetas emitían una música maravillosa e inaudible para el oído humano, compuesta para el
exclusivo recreo de un Ser Supremo, cuyo espíritu tenía el sol por morada.
La vida de Kepler - cosa terrible- fue un calvario de enfermedades y pobreza. Encima, su madre de 74
años fue encarcelada bajo acusación de brujería. Kepler se fue de este mundo en 1630.

Cyrano de Bergerac - autor dramático, nacido en París el año 1619, famoso y célebre gracias a la obra de
Edmond Rostand-, fue uno de los primeros autores en hablar de los vuelos espaciales o "principios de
reacción". Cyrano utiliza en una de sus obras un ingenioso método de propulsión a chorro para sus viajes:
el rocío. El razonamiento que empleó era sencillo: todo hace pensar que el Sol absorbe el rocío; según
esto, un hombre que llevara consigo suficientes botellas de esta sustancia, debe ser absorbido con ellas, y
... así llegaría a la luna. En su obra "Viajes a la luna y al sol", abundan situaciones jocosas. Nos cuenta -
por ejemplo- que en su viaje al Sol descubrió árboles que hablan, hombres capaces de metamorfosearse,
etc. Claro está que, por lanzar estas teorías, fue acusado de hereje.

En 1752, Voltaire (escritor francés) publica un curioso libro titulado "Micromegas", en el que por primera
vez un ser procedente de otro planeta - cuya mente y cuerpo eran gigantes- nos visita. Un ser al que la
ballena le parecía algo microscópico y se alimentaba de montañas. Se engullía dos montañas por día.
El gran Voltaire fue la figura más notable del anticlericalismo, pero cuando viajaba siempre llevaba la Biblia
consigo. Un amigo, sorprendido por este hecho, le preguntó: "Voltaire, ¿lees tu la Biblia?". "Sí, con
frecuencia", le contestó. "Pero tu... No comprendo" balbuceó el amigo. "Es natural. Cuando se tiene un
pleito, es necesario conocer a fondo los documentos del adversario".

Casi al finalizar el año 1865, van a aparecer dos obras de gran importancia: "De la Tierra a la luna" de Julio
Verne y el "Viaje a Venus" de Achille Eraud. Ambos de origen francés. El primero de ellos, de una rica
imaginación; el segundo, muy pobre.
Verne escribió tres novelas de viajes interplanetarios: "De la Tierra a la luna", "Viaje alrededor de la luna" y
años más tarde - casi en la postrimería de su vida- "Héctor Servadac".
Julio Verne no nació en julio. Nació un 8 de febrero de 1828. Su padre era abogado y quiso que su hijo
también lo fuese, pero el quería ver mundo, recorrer mundo. Un día se escapó de casa, subió a un velero,
se hizo a la mar, el padre lo pescó en el primer puerto que ancló - por que tenía muy buenos amigos - , le
dio una buena paliza y... lo tuvo varios días a pan y agua. Así que los viajes siguientes que llevó a cabo,
fueron imaginados por él.
Su perpetua pasión por los libros llevó a Verne a pasar por momentos sumamente difíciles. Vivir - por
ejemplo- de ciruelas y pasas durante tres días, por no tener trabajo. Así que no tuvo más remedio que
bajar la cabeza y escribir a su padre la siguiente carta: "Los calcetines que llevo puestos, no me creerás,
son como una tela de araña en la que hubiera vivido un hipopótamo... Ni siquiera el tío Prudent - cuya
capacidad para eso siempre fue notoria-, podría tener un par de calcetines con unos agujeros tan grandes
como los míos. Jamás vi a estos agujeros - los míos- reproducirse con tan asombrosa fecundidad. ¡Diría
que estoy pisando el aire, caminando en el vacío...!"

Julio Verne, inauguró la ciencia ficción moderna. Escribe "La jornada de un periodista americano en el año
2889" - publicada póstumamente en 1910-, donde describe a través de un cronista los fenómenos políticos
y sociales, así como los avances tecnológicos del momento, como la televisión (al que llama telefoto), los
transplantes de órganos, entre otros. Verne muere en 1905, honrado y llorado por todos los países del
mundo. Estoy seguro que si Verne hubiera echado mano de recursos propios menos dotados y, poblado
los planetas con seres extraños, no habría ocupado el lugar que hoy ocupa; pero su amor al detalle, su
insistencia en la verosimilitud científica y su correcto sentido del humor - que nunca descendió a lo
chocarrero-, hoy lo levanta por encima de sus imitadores.

Aunque algunas veces se diga que H.G. Wells fue el Verne británico, pues no pudo haberse buscado
hombres más diferentes, por lo tanto, compararles no hace justicia a ninguno de los dos. Acaso, desde el
ángulo puramente literario, la influencia de Wells sea mayor que la de Verne, pero eso es todo. Wells solo
en los primeros años de su carrera literaria escribió ficción científica, y muy poco al final de ella.
Herbert George Wells, célebre escritor británico, nacido en Londres en 1866, autor de novelas satíricas y
de relatos de ciencia-ficción como "La máquina del tiempo" (1895), -que contiene alarmantes proyecciones
del futuro, donde la degradación máxima de la humanidad está representada por un mundo antropófago-;
así como la novela "Los primeros hombres en la luna", etc. , obtuvo su licenciatura en Ciencias, pero jamás
pretendió ser un científico. Fue ante todo un novelista y no un técnico. Nunca se preocupó en poner trabas
a su imaginación. Prueba de ello es su famosa novela "El hombre invisible". Tampoco se preocupó por
dotar a la luna de una densa atmósfera y de una lujuriosa vegetación, ni poblar a Marte con repulsivos
monstruos. Pero eso sí: trató de "hacer verosímil" todo cuanto escribió.

Se podría decir que sus mejores trabajos de fantasía están en tres libros de relatos cortos: "La historia de
Plattner y otros relatos", "Cuentos del espacio y del tiempo" y "Doce historias y un sueño".
Describe en una de ellas un mundo que ocupa los mismos "espacios" y "tiempos" que el nuestro, pero... en
otra dimensión. Un mundo parecido a la antimateria.
En "La verdad sobre Pyecraft", relata la historia de un hombre preocupado por su gordura, que bebió un
día una repugnante pócima que garantizaba la pérdida de peso y, cuyos resultados fueron diferentes,
inimaginados. Su gordura continuó siendo tan pronunciada como antes, pero con una diferencia:
disminuyó tanto de peso que - de pronto-, se encontró flotando en el techo de su habitación.
No se conoce tema de ficción científica- podemos afirmar-, que no haya sido anticipado por Wells. Pero su
obra cumbre fue "La guerra de los mundos". En ella introduce el tema de la amenaza a la Tierra. Tema que
desde entonces, obsesiona a los escritores de ficción científica: que los marcianos son seres terroríficos.
Wells fallece en 1946. Su muerte dejó un vacío en el mundo de las letras que, por muchos años, ha sido
difícil de llenar.

Mutantes y robots

Un esquema típico del relato de ciencia ficción consiste en presentar una hipotética sociedad futura
opresiva y despersonalizadora, en la que, de pronto, un individuo que ha vivido siempre integrado se
rebela, descubriendo nuevas perspectivas de libertad, al margen de lo que creía era el único mundo
posible. Como en el caso del personaje de la novela "Fahrenheit 451" y de tantos otros rebeldes símbolos.
Hay quienes tratan de señalar el carácter "romántico" de la ciencia ficción. Y no es así, por cuanto la buena
ciencia ficción acostumbra llevar implícita, además, una crítica del sistema opresor que motiva la rebeldía y
una búsqueda de alternativas libertadoras.
El tema de los robots, u hombres mecánicos, no tiene nada nuevo. En cambio, el de los mutantes si.
¿Qué es un mutante? En latín, significa "cambiar" y se puede definir a un mutante como un ser que difiere
de sus padres, con algunas características propias.
En 1930, John Taine escribió un relato titulado "La estrella de hierro" en el que describía la caída en África
de un extraño aerolito que esparcía radiaciones de carácter dañoso. No mataba, pero producía
degeneraciones en el cuerpo humano. Desgraciadamente, después aparece la escuela tremendista, y el
mutante fue transformado en un ser repulsivo y sanguinario. Y también, apareció el telépata.
Los telépatas de la ficción científica son verdaderos lectores de mentes, capaces de sondear la de
cualquier hombre y extraer de ellos sus pensamientos. ¿Cuál sería la reacción popular si apareciera entre
nosotros un auténtico, un verdadero telépata...? Posiblemente provocaría un caos. ¿Se imaginan ustedes
a un político, prometiendo mil cosas al pueblo a puertas de las elecciones? ¿E imaginan ustedes a un reo
frente a un juez telépata...?
Olaf Stapledon, en su obra "Juan Raro" (1935), nos habla de un muchacho dueño de excepcionales
poderes que consigue reunir a otros seres como él y fundar una fantástica colonia en una isla. Al final...
todos los telépatas son destruidos por miedo, por estar enterados de lo "que pensaba el otro".
A los robots se les suele agrupar en apartado diferente. Es que el robot no es más que una máquina a la
que se le ha dado forma de hombre: incluso, dotársele de habla mediante un disco de gramófono. Así que
es lógico que en las novelas los robots estén más avanzados. Claro está que, dotárseles de alma , eso ya
es fantasía.
Sabemos hoy que hay robots que juegan muy bien el ajedrez, aunque no sean siempre tan irascibles
como el descrito en 1893 por Ambrose Bierce en "El amo de Moxon", donde nos cuenta acerca de un robot
que se disgustaba tanto al recibir un jaque mate que, inclinándose hacia delante, estrangulaba con su
puño de hierro a su contrincante humano...
El único comentario a favor que puedo hacer a esta hipótesis, es que ningún robot desempeñaría las
funciones de gobernante del mundo... peor que el hombre.
Está totalmente generalizada la idea de que la ciencia-ficción es un género que se ocupa del porvenir.
Esto induce a un error: pensar que la ciencia-ficción, debido a su índole futurista, está desconectada de la
realidad actual. Porque buscar en el futuro, no es más que preguntarse hacia dónde vamos, qué
consecuencias pueden acarrear nuestras actuales circunstancias.
Es probable que los autores hayan empezado a darse cuenta de que no hace falta trasladarse con la
imaginación a lejanas galaxias y eras remotas en busca de lo asombroso. Lo asombroso, lo increíble, lo
demencial y lo alucinante se encuentran a nuestro alrededor, en todas partes. Bastaría con que los
periódicos contaran la verdad para que, a su lado, las más delirantes fantasías del escritor más
imaginativo parecieran triviales... he aquí un ejemplo:

ROBOT 3

"Ingenioso como era, César Orozco desarmó su vieja máquina de contabilidad, le agregó unas latas vacías
de kerosene, otras de avena y armó el robot con el que tanto había soñado: ¡Robot 3! Llegada la noche se
acostó, pero al día siguiente se dio con la sorpresa de que el robot había fabricado cinco robots más y
cada quien se aprestaba a fabricar otros cinco.
-¡Qué es esto! - exclamó sorprendido, pero los robots no le prestaron atención y siguieron trabajando.
Deseoso de poner sus ideas en orden, se fue a la ciudad a consultar lo que debía hacer. Cuando al caer la
tarde regresó, encontró a su hermosa licuadora, adquirida a plazos y sin cancelar, convertida en un
armatoste andante.
Su máquina de lavar en otro robot.
Su radio en otro robot.
Su heladera igualmente, en otro robot.
Quiso protestar, pero no fue oído por la bulla que hacían.
A la mañana siguiente, la situación llegó al colmo porque su cama y hasta su taza de noche habían sido
utilizados para construir nuevos robots.
Pensó bajar a la ciudad y dar parte a la policía, pero descubrió que los robots habían desarmado su
automóvil para seguir con la robótica súper-producción.
A los quince días los robots terminaron con la casa y se dirigieron a él. Lo metieron en un caserón de
ancha puerta, lo raparon, le pusieron uniforme y gorro, le enseñaron a saludar rígida y automáticamente, lo
hicieron caminar a campo traviesa: ¡un-dos, un-dos!; le quitaron el cerebro para que no pensara y solo
obedeciera órdenes sin dudas ni murmuraciones; le enseñaron a violar mujeres, arremeter contra
enemigos invisibles y, por último, a matar gente que nunca había visto.
Así se construyó el primer robot humano."

La radio, el cine y el teatro

La ficción científica, hasta el último cuarto de siglo, estuvo limitada a obras impresas. Por lo tanto, pocos
han sido los intentos de llevarla al teatro. La primera pieza que se conoce - según informes- parece haber
sido "Un hombre en la luna" de Godwin (bajo el título "Las maravillas del sol" el año de 1706. Mucho más
reciente: "Yo he estado antes aquí" de J.B. Priestley, en donde describe un viaje a través del tiempo. Y en
1954, "El otro lado de la luna" de Thelma Oates.
Sin duda alguna, la radiodifusión y la pantalla son las que más posibilidades han ofrecido hasta el
momento. La primera vez que se radió una obra de ficción científica fue la de "Hombre de Marte"; serie
que se radiaba a la hora infantil por los años 30. La obra gira alrededor de un gigante muy amistoso que
llegaba a la Tierra sin ningún traje espacial, ni nada que se le pareciera. Al final, se llevaba al terrestre más
malo y volvía la paz deseada. Bueno es explicar que, por aquellos días, la ciencia-ficción era considerada
como cosa de niños, de manera que sólo se radiaba a la hora infantil. Hasta que un día... un 31 de octubre
de 1938 ocurrió un episodio que cambiaría el modo de pensar en el mundo. ¿Cuál fue el motivo? ¿A qué
se debió...? A la adaptación- por radio- de la famosa novela de H. G. Wells, "La guerra de los mundos".
¿Qué sucedió...? ¡Que miles, millones de oyentes, confundieron el anuncio de una nueva radionovela con
un boletín auténtico de noticias, y se produjo el pánico en masa. Se vociferó la noticia de marcianos
invasores, de rayos térmicos, de carnicería entre los humanos, el incendio de ciudades, hasta que las
cosas escaparon de control.
En Concrete, Estado de Washington, se cuenta que - por rara coincidencia- las luces se apagaron de
verdad en el preciso instante que la radio anunciaba que "los marcianos, en manadas, hollaban el suelo de
los Estados Unidos"; sus habitantes, aterrorizados, creyeron llegada su última hora; así que las mujeres se
desmayaron, los niños lloraban y los hombres se preparaban para echarse al monte con sus familiares y
cuanto éstos pudiesen llevar. En Harlem, el barrio negro de New York, centenares de personas -afirman-
se pasaron en las calles toda la noche rezando.
Los propaladores de rumores no faltaron. Para su desgracia, fueron muchos. Una señora afirmó - por
ejemplo - haber escuchado por la radio que habían centenares de muertos. "El propio presidente
Roosevelt lo anunció por la radio... ¡reconocí su voz!". Otros aseguraron haber visto a los marcianos, y
hasta hubo casos de hombres que dijeron haber presenciado cómo sus parientes y amigos se convirtieron
bruscamente en cenizas.
Algunos -muy pocos- llevados por la lógica, pensaron que "de seguro, los Estados Unidos están siendo
invadidos por rusos, japoneses o franceses".
¿Qué conclusiones se pueden sacar de esta supuesta invasión de Marte...? En primer lugar: en el anuncio
inicial se indicó claramente que el programa era ficticio; por lo tanto, aquellos que se dejaron dominar por
el pánico habían sintonizado tarde la emisión. En segundo lugar: influyó mucho la inestabilidad emocional
de las personas que dijeron "haber visto u oído" a tales marcianos. Y finalmente: que una auténtica
invasión procedente de otro mundo, que encontraría a la humanidad mal preparada para acudir en su
defensa.
Los que si se beneficiaron con este pánico fueron los farmacéuticos y curanderos, quienes vendieron
píldoras para los nervios y demás yerbas por toneladas.
La "radiomanía" hoy ha perdido muchos adeptos de la ciencia-ficción desde el final de la segunda guerra
mundial, los cuales pasaron a la televisión, como todos sabemos.
La ciencia-ficción es la frontera de la mente y de la imaginación humana. La forma de las cosas futuras. Es
decir, profecías imaginativas de la literatura de evasión. Es ... un escritor de ciencia-ficción investigado por
el FBI por publicar lo que iba a pasar en Hiroshima y en Nagasaki un año antes; es decir: "adelantarse al
tiempo", publicar una información reservada acerca de algo oscuramente secreto.
Es todo eso: una pesadilla y un sueño. ¿Y no vivimos acaso hoy una pesadilla y un sueño...?
La literatura de ciencia-ficción se podría agrupar en obras que "científicamente son inexactas" y en las que
"se ajustan todo lo posible a los conocimientos actuales de la ciencia". Si existe alguien que rechace este
género por considerarlo infantil, tendrá que "ignorar" entonces - por la misma razón- a Homero y los dioses
de la mitología griega.

Desde años atrás, la ciencia-ficción empezó a introducirse directa o indirectamente al teatro. Muchas de
las obras del famoso y célebre escritor norteamericano Ray Bradbury fueron llevadas al cine, adaptadas al
teatro a la televisión, como "Crónicas marcianas" y "Fahrenheit 451". Esta última postula un futuro
dominado por la posesión de la información: el leer estaba prohibido.
Alemania nos ha regalado no ha mucho un programa diferente y novedoso: una pieza interespacial de
marionetas.
Se puede decir que el lanzamiento continuo de cohetes y sputniks despertó el interés por este género en
algunos países de Sudamérica. En el Perú, donde hacer teatro resulta difícil debido a la angustia
económica por la que atraviesan las instituciones culturales, se puede decir que empezó en 1953 con "Los
robots" de Capek y con la Compañía Nacional de Comedias. La llegada del Teatro Experimental de la
Universidad de Chile y la presentación de la famosa trilogía sobre el tiempo de Priestley ("Esquina
peligrosa", "El tiempo y los Conway", y "Yo he estado antes aquí"), sirvió para avivar un poco más la llama
de los teatreros peruanos. El grupo "Histrión, teatro de Arte", presentó "Los bastidores del alma" de Gogol,
bajo la dirección de Vidal Luna. Y llevados por este triunfo, -en mayo de 1964- se estrenaron dos obras
futuristas: "1999" de Juan Rivera Saavedra, y "Los monstruos del espacio" de Estela Luna, en el teatrín del
Pasaje García Calderón, en Lima; obras que permanecieron por espacio de dos meses en cartelera.
"1999" nos habla de la deshumanización del hombre y venta de órganos humanos, cuando no se hacía
aún el primer transplante en el mundo. Así que bien podemos decir que se trata de una obra futurista,
como lo es - del mismo autor - "Las armas de Dios", escrita en 1969, y "La mosca doméstica", de 1967.
El año 1962, atraídos por aquella nueva temática, la Asociación de Artistas Aficionados anunció el estreno
de "Los mirmidones" de Juan Ríos, -obra que gira sobre una posible invasión de las hormigas del mundo
subterráneo al mundo exterior- que por razones que desconocemos fue retirada de cartelera el día de su
estreno.
Lamentablemente, en nuestro país la literatura y el teatro de ciencia-ficción no se alienta como en
Inglaterra, donde hay concursos anuales. Y pese a que ayuda a abrir la mente del lector, desarrolla la
imaginación y nos hace soñar - ver - el mañana que nos espera.
Michel Carrouges no se equivocó al afirmar: "Si hay una literatura que puede llamarse folklore moderno
por excelencia, ésta es la ciencia-ficción".

© Juan Rivera Saavedra. Lima, 1972

1984 y el poder despótico

A Raymundo Berrocal Escobar*

En el centenario de Orwell.

Leer "1984" de George Orwell (1903-1950) nos conduce a mirar, indefectiblemente, hacia el estalinismo
soviético y el nazismo alemán, con todas sus aberraciones. La novela, publicada en Inglaterra en 1939, es
la historia de rebeldía de un miembro del partido, de nombre Winston Smith, quien se enfrenta,
infructuosamente, contra el despotismo del Gran Hermano y del "Ingsoc" (socialismo inglés) imperantes en
Oceanía, y falla en su intento de hacer parte de una secta secreta que cuestionaba las bases de esa
sociedad. Oceanía, uno de los tres grandes Estados en que se encuentra dividido el mundo, está en
guerra permanente con los otros, Eurasia y Asia Oriental, gobernados, respectivamente, por el Neo-
bolchevismo y por una ideología que se define en chino con una palabra que traduce "desaparición del yo".
Orwell, a diferencia de lo que se cree, no era un hombre de derecha, un defensor a ultranza del
capitalismo; todo lo contrario. Fue militante izquierdista durante la guerra civil española, y en varios de sus
escritos periodísticos dejó bien clara su posición crítica frente a la sociedad inglesa de su tiempo y frente a
las posiciones del Partido Laborista, partido que -según él-- bajo supuestos principios socialistas, adoptaba
medidas en contra de los trabajadores, y que tenía en su seno tendencias fascistas, deducibles, tal vez,
del apoyo a Hitler en 1939. Pero tampoco simpatizaba con el estalinismo; se quejaba de que los
izquierdistas europeos lo consideraran "socialismo" cuando, en su opinión, pisoteaba los principios
socialistas y acababa con la libertad en nombre de la "democracia proletaria". Orwell fue un socialista
democrático y un defensor de la independencia crítica del escritor frente a la sociedad y el Estado. Sólo
desde esta perspectiva es posible hacer una lectura de "1984" que no caiga en el facilismo de considerarla
solamente como literatura de combate contra el comunismo, lo que ocurrió por los tiempos de su
publicación en los Estados Unidos (1949), en plena era del "macartismo".

El Poder

El Poder es el tema central de la obra. Más exactamente: la alienación del Poder en manos de "Ingsoc" y
el Gran Hermano. Para O'Bryen, el policía que captura y tortura a Smith, "...el Partido quiere tener el poder
por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás, sólo nos interesa el poder". A
diferencia de los regímenes anteriores, el nazi alemán y el comunista ruso, quienes tomaron el poder para
realizar ideales políticos y de justicia, el poder del "Gran Hermano" era un fin en sí mismo. "No se
establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace una revolución para establecer una
dictadura", dice O'Bryen. Pero el poder es colectivo. "El individuo sólo detenta el poder en tanto deja de ser
individuo", agrega.

La "Neolengua"

Para mantener ese poder, el "partido interior" (que se confunde con el Estado) apela a la "Neolengua",
idioma oficial de Oceanía que contiene palabras que significan lo contrario de lo que parecen indicar (El
Minipax -Ministerio de la Paz- hace la guerra, por ejemplo) y con el cual aspiraba a evitar que los hombres
pensaran por si mismos y toda desviación respecto del pensamiento colectivo del partido, que siempre
dice la verdad. Pero, a diferencia del lavado de cerebro que hacían los comunistas rusos con la ideología,
éste de "1984" con el lenguaje no dejaba huella alguna. El disidente soviético se iba a la tumba con su
inconformidad y su odio; el de Oceanía era convencido de su error y moría jurando fidelidad sincera al
partido, al "Gran Hermano" y al régimen, como le ocurrió a Winston Smith.

Los "proles"

Por fuera del poder están los "proles", quienes eran considerados inferiores aunque podían tener vida
privada y gozar de ciertas libertades vedadas a los miembros del partido. No eran vigilados por las
telepantallas y la policía del pensamiento no se interesaba en ellos sino cuando tenía que eliminar "a los
pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos". Sólo eran tenidos en cuenta para exigirles
cuotas extras de trabajo o soldados en el frente de batalla. Winston Smith piensa en los "proles" como
fuerza para derrotar la dictadura del partido, pero al final se convence de que nada se puede esperar de
ellos si "El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el
cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental".

La Historia

Hay, en esta sociedad de "1984", un equipo de miembros que tiene como misión el cambio de la historia
en los textos y documentos. Winston Smith hacía parte de él. Era una tarea indispensable para evitar la
inconformidad de los "proles" (que no tendrían otra realidad con que comparar la suya) y mantener la
unidad del partido. Esta tarea la realizaba el Ministerio de la Verdad, cuya acción no se limitaba a los
documentos históricos, como en las sociedades totalitarias anteriores, sino que incluía el pensamiento.
Había que borrar ese pasado del recuerdo para evitar que los hombres, incluso los del partido, pensaran
en que alguna vez fue diferente; y la razón es que el partido "se halla en posesión de la verdad absoluta y,
naturalmente, lo absoluto no puede haber sido diferente de lo que es ahora".

Obra de Anticipación

La sociedad descrita en "1984" es posterior al fracaso del laborismo inglés, del liberalismo norteamericano
y del comunismo en la URSS, imaginado por Orwell. Si bien hay en su caracterización muchas
semejanzas con el régimen soviético, la exclusión de la propiedad y la familia para los miembros del
partido, la distancia (ideológica y física) entre éste y el proletariado, la concepción diferente del partido y de
las clases, colocan esta obra como anticipatoria de una sociedad global post-nuclear que, desde luego, no
existió en 1984 ni existe aún, pero que, en la perspectiva orweliana, es la lógica consecuencia de sus
antecesoras.

Orwell nos quiso prevenir de esa sociedad en la que el Estado se apodera de todo y convierte al individuo
en una pieza de un engranaje monstruoso al servicio de la guerra, convertida en interminable y necesaria
para la estabilidad del sistema. "El objeto de la guerra no es conquistar territorios ni defenderlos, sino
mantener intacta la estructura de la sociedad", dice Enmanuel Goldstein, el ideólogo de la secta secreta.
No se requiere mucha imaginación para ver que algunos rasgos de Oceanía --integrada por América, Gran
Bretaña, África meridional y Australasia, según Orwell--, se perfilan en las grandes potencias de hoy.

La guerra -para satisfacer los negocios de la industria armamentista y obtener fuentes de materias primas-,
la persecución y muerte a los disidentes, el bombardeo permanente de desinformación en los medios de
comunicación, la demagogia de los discursos oficiales para hacerle ver a los "proles" una cosa y hacer
otra, la supresión de las garantías individuales y la degradación de la Justicia por parte de los organismos
judiciales, definen no sólo a la "Oceanía" de Orwell y al estalinismo sino a varios países del capitalismo
contemporáneo.

El Mensaje

En lo esencial la obra apunta a señalar que allí donde el Estado constriñe el papel del individuo y se
autoerige en representante único de la sociedad, pretendiendo brindarle felicidad a la población a cambio
de su libertad, la tendencia al despotismo, que le es intrínseca, aflora y convierte al hombre en un ser
unidimensional y a la población en un conglomerado de seres anodinos que se limitan a pensar con las
ideas del Establecimiento.

"1984" es un llamado a la lucha en favor de la persona humana, que es anterior y por lo tanto más
importante que el Estado, y en favor de la vida y la libertad de conciencia, que son los más importantes
valores de la modernidad, y que ningún Estado tiene el derecho de conculcarle a sus asociados. Y es
también una advertencia sobre los peligros del necesario desenlace fascista del poder en naciones con
una sociedad civil débil, incapaz de frenar las ambiciones desmedidas de los gobernantes y de los grandes
propietarios.

Nunca antes una obra de ciencia ficción había adquirido tal importancia por su carácter premonitorio como
ésta de Orwell, en estos tiempos de incertidumbre en los cuales la prepotencia del poder se encubre con
frases de aparente tributo a la democracia y a la individualidad, la guerra se convierte en parte de las
necesidades de supervivencia del sistema y se hace en nombre de la libertad, y en donde ya hay más de
un gobernante esquizofrénico con aspiraciones serias de llegar a ser el "Gran Hermano" de "1984".

* Intelectual, abogado y lector infatigable de Montería (Colombia), quien me solicitó la escritura de este
artículo hace quince años, promesa que hasta hoy le cumplo.

Sincelejo, septiembre 20 de 2003

Ironía

El nunca bien ponderado Isaac Asimov, reflexiona sobre la ironía en la literatura. Este ensayo apareció
originalmente en IASFM y ha sido traducido por Tsunan Lendor, un aficionado a la obra del Buen Doctor.

Es bien conocido que no sé nada sobre el oficio de escribir de un modo formal. Constantemente me lo digo
a mí mismo. No obstante, ser un director editorial tiene sus deberes y sus exigencias. Por ejemplo, debo
contestar a las cartas de los lectores, y debo tener en cuenta sus disgustos con los relatos y la política
editorial. Y eso significa que algunas veces me veo forzado a reflexionar sobre las técnicas de la escritura.
Eso me lleva al tema que nos ocupa, la cuestión del uso de la ironía por los escritores.

En el ensayo anterior, hablé sobre la sátira, y ambas, la sátira y la ironía, se presentan juntas a menudo;
de hecho, algunas veces se las confunde y se las trata como si fueran sinónimos. ¡Pero no lo son!

La sátira, como ya expliqué, consigue el propósito de castigar los males de la humanidad y de la sociedad
a través de la exageración. Pone esos males bajo una lupa con la intención de hacerlos claramente
visibles.

La ironía lo hace de forma distinta. Podemos tener un indicio de su propósito del hecho de que “ironía”
procede de una palabra griega que significa “disimulo”. Una persona irónica debe fingir, al igual que
Sócrates, el irónico clásico, quien en sus diálogos con otros fingía ignorancia una y otra vez. Hacía todo
tipo de preguntas ingenuas destinadas a atrapar a un adversario con exceso de confianza, el cual se
precipitaba en tomar posiciones que luego resultaban ser indefendibles frente a posteriores preguntas
igualmente ingenuas formuladas por Sócrates.

Naturalmente, Sócrates no era un ignorante ni las preguntas eran ingenuas, y su forma de proceder se
conoce como “ironía socrática”. Bien nos podemos imaginar que aquellos que sufrieron su blanda
mordacidad no llegaron a tenerle mucho aprecio, y sospecho que se ganó a pulso el trago final de cicuta.

Sócrates puso para siempre de moda la ironía. Fingía ser ignorante cuando era agudamente inteligente, y
desde entonces los irónicos siempre han fingido que creían lo contrario de lo que querían que el lector
entendiera. En lugar de exagerar los males que quieren denunciar, los transforman y afirman que son
buenos.

El satírico provoca la risa mediante la exageración; el irónico provoca la indignación usando lo


diametralmente opuesto. El satírico es a menudo amable; el irónico suele ser brutal y amargo.
Comparativamente, la sátira es una técnica suave cuyo propósito se comprende fácilmente. La ironía es
una técnica difícil y su sentido se pasa por alto frecuentemente, y puede ser que el irónico se encuentre de
repente sosteniendo una espada de dos filos con la que al final se hace un profundo corte.

La mayoría de los satíricos se dan el gusto algunas veces de hacer ironía; recuerdo exactamente cuándo
me encontré con la ironía por primera vez. Cuando era un muchacho estaba leyendo los Papeles
póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens, y en el capítulo 2 encontré la descripción que hace
Dickens de la “benevolencia general” de Tracy Tupman. Escribe Dickens, “El número de casos... en los
que este hombre excelente envió a aquellos necesitados de caridad a las casas de los demás miembros,
en busca de prendas de segunda mano o ayuda pecuniaria, es casi increíble.”

Me quedé atónito. Pensé para mis adentros que no era demasiado amable por parte de Mr. Tupman enviar
a los pobres a los demás miembros, en lugar de darles algo él mismo. Por eso, ¿cómo podía ser
benevolente? Y después de un instante, se me hizo la luz. Él no era benevolente. De hecho decidí
indignado que era un miserable tacaño, y mi simpatía por él se vio estrictamente limitada durante el resto
del libro y para siempre. No sabía que lo que había leído era ironía, pero comprendí desde entonces el
concepto y al final aprendí la palabra.

Si usted quiere leer un trozo salvaje y prolongado de literatura que contiene gran cantidad de ironía, le
remito a El extranjero misterioso, de Mark Twain, que no se publicó hasta que no estuvo muerto y a salvo.
Pero le advierto que no es una lectura agradable. No obstante, aclara con toda certeza los amargos
sentimientos de Twain respecto a la humanidad y a los diversos males que parecían (según Twain en
cualquier caso) estar indisolublemente ligados a ella. Y puede que por lo menos durante un tiempo, le
enemiste a usted con la humanidad.

Sin embargo, incluso ese escrito debe quedar en segunda posición respecto a la máxima cumbre de todos
los tiempos en ironía mordaz – un panfleto de Jonathan Swift, publicado en 1730 aproximadamente, que
se titula Una humilde propuesta para impedir que los hijos de los pobres en Irlanda se conviertan en una
carga hacia sus padres o su país y que sean de provecho para el público. Swift estuvo destinado en
Irlanda y pudo ver de primera mano y con enorme indignación la forma brutal y fría como los ingleses
sumergían al pueblo irlandés en una pobreza indefensa y sin remedio.

Por lo tanto indicaba que ya que la única cosa que se les permitía a los Irlandeses producir y mantener
para su propio uso eran sus hijos, se podría suministrar a los padres el dinero que necesitaban, y a los
demás el alimento requerido, si esos niños irlandeses eran vendidos para ser engordados, sacrificados y
puestos a la venta en la carnicería. De forma absolutamente descarada y con una increíble ingenuidad,
resaltaba todas las ventajas que reportaría dicho canibalismo.

Si algo podía provocar vergüenza e incluso arrepentimiento en los responsables de la situación de los
irlandeses era ese panfleto. Indudablemente muchos de los que lo leyeron se sintieron avergonzados, e
incluso algunos cambiaron sus actitudes y su comportamiento. No obstante y en términos generales la
explotación de los irlandeses continuó sin alteraciones durante aproximadamente dos siglos, lo cual no
dice nada bueno de la humanidad.

Aún así, debemos saber que no todo el mundo tiene un “sentido de la ironía”, que no es en absoluto lo
mismo que el sentido del humor. Creo firmemente que una persona puede tener uno y no tener el otro. Es
posible confundirse con el engaño de argumentar lo contrario de lo que uno realmente cree, como me
pasó durante unos minutos con la descripción que hace Dickens de la benevolencia de Tupman. Por
supuesto, al final caí en ello, pero si me hubiera faltado el sentido de la ironía, supongo que no habría
caído.
De hecho, hubo personas buenas y amables que leyeron el panfleto de Swift con indignación, no por el
maltrato hacia los irlandeses, sino por el aparente apoyo frío e inmoral que hacía Swift del canibalismo.
Creyeron que era eso lo que quería decir, y lo denunciaron con una vehemencia desmedida.

Finalmente, esto me trae al caso Asimov’s, ya que algunas veces lo que publicamos contiene ironía, y si la
ironía es difícil de manejar incluso para el maestro absoluto de este arte, el bueno de Swift, se puede
comprender que es un instrumento realmente delicado para los pobres mortales.

En el número de febrero de 1984, Tom Rainbow escribió un artículo de opinión titulado “La sensibilidad y el
extraterrestre soltero”, que trata de los requisitos para eso que se llama inteligencia, sensibilidad y
conciencia. Describe los tipos de extraterrestres que podrían o no poseer tales cosas.

Sólo por el título se puede decir que escribe de un modo humorístico, y realmente cuando leemos el
ensayo encontramos que está diciendo cosas perfectamente serias de una forma deliberadamente
divertida.

En un lugar usa la ironía. Hablando de los requisitos de la conciencia en términos de la proporción entre el
cerebro y el cuerpo, señala que el cerebro de la mujer es más pequeño que el del hombre, pero pasa lo
mismo con sus cuerpos, dejando la proporción cerebro/cuerpo aproximadamente igual en ambos sexos.
(De hecho, si hay alguna ventaja, es para las mujeres) Con fuerte ironía, escribe, “... este razonamiento
nos conduce a la conclusión un poco sorprendente de que las mujeres deben ser seres conscientes.”

¿Cómo podemos pensar que Rainbow cree en realidad que la conclusión es “sorprendente”? Está usando
un disimulo irónico. El finge creer que es sorprendente (y al poner en cursiva “seres concientes” está
indicando tipográficamente su asombro) para que en el fondo entendamos que no es sorprendente, y que
los que consideran a las mujeres como seres inferiores son ignorantes e incluso estúpidos.

Y para hacerlo más claro, se pone en la irónica posición de estos paletos y dice en la siguiente frase, “qué
porras, tíos, si hasta las chicas son seres concientes, entonces todavía hay esperanza para las Cebolletas
en Vinagre Dill.”

El uso del término adolescente “qué porras”, y el igualmente adolescente “tíos”, y el cambio de “mujeres” a
poner “chicas” en cursiva, todo indica que no está hablando su propia persona y que desprecia tal actitud.
Supone –pobre hombre- que sus lectores tienen el sentido de la ironía.

Bueno, sí lo tienen en general.

Pero siempre hay excepciones, y unas pocas mujeres han escrito cartas indignadas afirmando que esto
era insultante. Una dijo que no era nada bonito ni gracioso.
Realmente no. La apología del canibalismo de Swift tampoco era bonita ni graciosa, pero él pretendía otra
cosa distinta.

Ciertamente, todo el panfleto de Swift se dirigía al mismo objetivo, mientras que Rainbow simplemente
trajo el tema del cerebro de la mujer como un asunto colateral, y quizás si lo escribiera de nuevo puede
que decidiera ser más juicioso y no permitirse el mencionarlo. –Pero señoras, por favor, el hombre está de
vuestro lado y trata de demostrarlo usando esa espada de doble filo, la ironía. Podéis opinar que la ironía
no funciona, pero eso no significa que Rainbow sea vuestro enemigo.

PALABRAS FINALES: Tom Rainbow publicó numerosos artículos de interés para los lectores de ciencia
ficción en las páginas de Asimov’s, y Shawna McCarthy era muy aficionada a sus escritos. Lo estaba
preparando (decía ella) para convertirlo en “otro Isaac Asimov”. Y entonces, justo antes de su trigésimo
cumpleaños, persiguiendo a un tren, resbaló, cayó entre dos coches y fue atropellado.

Ciencia Ficción y linguística: Los lenguajes de Pao

En 2004, Jacke Vance cumple 88 años, muchos de ellos dedicados a la creación de universos en los que
cientos de costumbres, de lenguajes y de personajes cohabitan y se confrontan para dar vida a una de las
producciones más emocionantes de la ciencia ficción norteamericana.
En Vance destaca, por encima de cualquier otra cualidad, esa imaginación prodigiosa que le ha permitido
tanto concebir mundos sorprendentes y detalladamente verosímiles como describir aventuras vertiginosas
que desbordan en acción, intriga y pasión y en las que los personajes principales, ya sea Cugel de La
saga de la tierra moribunda, Beran Panasper de Los lenguajes de Pao o Gastel Etzwane de la Trilogía de
Durdane, sobresalen por su habilidad para encarar la adversidad y sacarle el mayor provecho. Y es que no
cabe duda de que con cada una de sus aventuras, estos héroes logran transformase en el alter ego de los
lectores que, página tras página, descubren en ellos un cúmulo de virtudes envidiables.

Cierto es que la bibliografía de Vance es extensa y, como suele suceder en estos casos, de calidad un
tanto desigual. Se pueden encontrar genialidades como las series de Alastor y Los príncipes demonio,
auténticas novelas negras que pese a tener lugar en escenarios y tiempos distantes, remiten a quien las
lee a las obras de género policiaco escritas por el propio Vance en los años cincuenta y sesenta bajo los
seudónimos de Alan Wade, Peter Held y, el más famoso de todos, Ellery Queen. Del mismo modo, posee
libros poco afortunados, tal es el caso de Maske: Atería, obra que, en definitiva, carece de la tensión
dramática, la coherencia interna y el suspense habituales en él.

Si bien Vance empezó a publicar historias de ciencia ficción desde 1945, sus novelas vieron la luz una
década más tarde, siendo Los lenguajes de Pao una de las primeras. En ella, Vance retoma dos temas
añejos, y muy discutidos en su momento, como son el del " buen salvaje" de Jacobo Rousseau (siglo
XVIII) y el de la supuesta lucha entre la cultura y la civilización (siglo XIX), para concebir una historia sobre
un mundo idílico cuya peculiaridad es la inmovilidad de sus estructuras políticas, religiosas, sociales y
culturales. Así, la trama gira en torno a los esfuerzos de magos, políticos y traductores para acabar con
esta parálisis y transformar a Pao en un planeta moderno, objetivo que sólo se logrará gracias a la
enseñanza de lenguas nuevas (bravante, cogitante y tecnicante) que permitan a la población desarrollar
habilidades vinculadas con tres actividades importantes: la guerra, el comercio y la industria. El libro
culmina con una duda inquietante: ¿Realmente los cambios lingüísticos beneficiaron a Pao y a sus
habitantes?

En el conjunto de la producción de Vance, y sin ser uno de sus libros más logrados, Los lenguajes de Pao
reviste una especial importancia por dos razones. La primera es que su publicación en Estados Unidos
marcó el rompimiento del autor con la ciencia ficción tradicional y el nacimiento de las epopeyas
atemporales en donde la ciencia, a veces mezclada con la magia, y la astucia se constituyen en pilares
narrativos
La segunda se relaciona con la idea central del texto: el lenguaje como condicionante de la sociedad. Es
precisamente por ello que Los lenguajes de Pao trascendió al ser una de las primeras novelas del género
que se adentró en el mundo de la sociolingüística.
Mucho se ha hablado al respecto y no son pocos quienes, con el tiempo, le han querido restar valía al libro
por haberse demostrado que su premisa, a pesar de ser interesante y seductora, no se puede aplicar en
las sociedades actuales. Sin embargo, ello no debe ser causa para desacreditar la obra pues, habrá que
recordar, que ningún autor se puede marginar de su tiempo y de sus circunstancias y que, en adición, un
libro de ciencia ficción es un texto sobre el futuro que se escribe para ser leído en el presente y que hay
tantos presentes como lectores y contextos existen.
En consecuencia, el propósito de estas líneas no es otro más que el de mostrar algunas de las fuentes en
las que Jack Vance se inspiró para abordar en Los lenguajes de Pao el tema de la importancia social que
posee el idioma.

La primera edición del libro apareció en 1958, época en la que un número considerable de filólogos,
particularmente estadounidenses, se dieron a la tarea de investigar el impacto que ejerce la lingüística en
la vida cotidiana de los seres humanos. El esfuerzo no era nuevo, pues en 1929 el antropólogo y lingüista
Edward Sapir y su alumno, el ingeniero químico James Lee Whorf, formularon la hipótesis Sapir-Whorf o
Principio del determinismo lingüístico, en la que sostenían que todos los pensamientos teóricos se
fundamentan en el lenguaje y se encuentran condicionados por éste; es decir, la lengua determina la
forma cómo un grupo piensa, se conduce y comprende su entorno. Del mismo modo, aseveraban que en
cada lengua existen ciertos pensamientos propios que resultan incomprensibles para quienes hablan otras
y, en consecuencia, no pueden ser traducidos. Con los años, la hipótesis derivó en una versión radical que
afirmaba con contundencia que no existe diferencia alguna entre el lenguaje y el pensamiento dada la
influencia que ejerce el primero sobre el segundo.
El Principio del determinismo lingüístico se popularizó en Estados Unidos al inicio de los años cincuenta a
raíz de la publicación de los escritos póstumos de Whorf y de la creación, en 1955, del lenguaje Logical
Language (Lenguaje Lógico), que derivaría en el actual "Lojban". Su creador, el Dr. James Cooke Brown,
quiso comprobar el principio citado a través del desarrollo de una lengua lógica, expresiva, flexible y libre
de toda connotación cultural que favoreciera el progreso del pensamiento humano y, a la vez, facilitara
tanto la traducción automática entre lenguas naturales como la comunicación de los hombres con las
máquinas.

Así, resulta evidente que los trabajos de Cook, Sapir y Whorf ejercieron influencia en Vance pues, por
ejemplo, en Los lenguajes de Pao plantea la necesidad de modificar la mente dócil y pasiva del pueblo
paonés a través de un cambio radical de su lenguaje, por naturaleza, pasivo y desapasionado. Es, en ese
sentido, que las palabras son en realidad herramientas cuyo uso está determinado por el idioma.
Cuando el texto es confrontado con su contexto es posible encontrar puntos de convergencia entre Vance
y James Cooke, dado que ambos conciben lenguajes capaces de transformar la sociedad; idiomas que, a
su vez, emergen de los existentes pero con una fonética, una morfología y una sintaxis propias, y que
poseen una finalidad, a todas luces, práctica. En ellos la praxis desplaza a la estética y la razón al
sentimiento.
Asimismo, coinciden en señalar que la labor de los lingüistas ha de ser fundamental para el desarrollo de
los pueblos. Ellos serán los promotores del cambio y los transformadores del pensamiento humano por
tener, en sus manos, los nuevos mecanismos sociales que determinarán el futuro del hombre.
Aunque el Relativismo lingüístico y el Loglan están presentes en la obra y le dan, precisamente, ese giro
tan peculiar, es necesario destacar la existencia de algunas rupturas. Contrario a lo propuesto por Sapir-
Whorf, los idiomas de Pao pueden traducirse gracias a su riqueza lingüística y porque comparten un
sostén semántico que permite que la frase "un hombre de éxito" sea sinónimo de "vencedor en una
contienda feroz" para los militares, "fabricante eficiente" para los industriales y "persona irresistiblemente
persuasiva" para los comerciantes.
Vance también establece que las lenguas nuevas tendrán pocos vínculos con el paonés dada su escasa
utilidad en un mundo en el que la inercia se transforma en actividad y en donde la historia y las raíces,
lejos de ser motivos de orgullo, son vistas como lastres. Por ello, en el cambio lingüístico subyace, como
condición necesaria, el rompimiento con el pasado y con las tradiciones, un proceso de aculturación
parecido al que vivieron los pueblos americanos en la conquista española.

Del mismo modo, discrepa con Cook respecto a la posibilidad de crear un lenguaje libre de toda
connotación cultural, al asumir que todo idioma no es neutral e impone un determinado punto de vista. A
ello se debe añadir el hecho de que las ideas que se gestan en una sociedad son susceptibles de
transformarse en el largo plazo gracias a los cambios que, día a día, tienen lugar en los ámbitos que
conforman la vida cotidiana.
Es de este modo como Los lenguajes de Pao es una obra que no sólo da cuenta de la humanidad en un
futuro lejano, también brinda una visión sobre Estados Unidos en la década de los años cincuenta y, en
particular, de sus preocupaciones e intereses que, si bien no han sido abordadas en la totalidad de estas
líneas, bien podrían ser motivo de ensayos futuros.
Tal vez este ejercicio parezca contradictorio si se considera a la historia y a la ciencia ficción como mundos
disímiles en los que mientras que la primera se preocupa por reconstruir el pasado, la segunda está
deseosa de imaginar el porvenir. Pese a ello, existe un momento especial en el que ambas se encuentran:
cuando el autor se sienta frente a la máquina para escribir. Entonces, el pasado, como circunstancia y
legado, se une al futuro, como crítica o ilusión, para dar vida a uno de los géneros literarios más
apasionantes que existe: la ciencia ficción.

© Iñigo Fernández; 11-07-04

Mercenarios en la Ciencia Ficción: El eclipse del ciudadano soldado

La Ciencia Ficción es un genero que no es fácilmente definible y que toca todos los temas desde un punto
de vista propio iluminando con una nueva luz temas que creíamos ya completamente desentrañados. Así
este genero ha creado una serie de vertientes propias como la Fantasía Heroica, El Space-Opera, La
Hard-SF y muchas, muchas más. La Ciencia Ficción militar es una de esas vertientes, que se especializa
en contar las peripecias de los soldados del futuro, es decir desarrolla la temática militar en los tiempos
futuros. Esto ha llevado a que varios escritores con mayor o menor éxito se "especialicen" en este
subgénero.

En el campo de la C-F hay cientos de obras que tratan de batallas a escalas planetarias y estelares
muchas de ellas (la mayoría podríamos decir) se engloban en el denominado Space-Opera. Desde obras
como "La legión del espacio" de Jack Williamson publicado en la década de los años 30 del siglo XX hasta
Paz Interminable de Haldeman, pasando por decenas de cuentos de grata recordación. Pero la Ciencia
Ficción militar es un poco mas, cierto que no rehuye la parafernalia de la opera espacial y es mas en
muchos casos la usa eficazmente para contar aquello que realmente le interesa. Obras como "Tropas del
espacio", "La guerra interminable", "Destino manifiesto", "La paja en el ojo de Dios", "El mercenario", "La
estación Downbelow", "La serie Dorsai", "La serie Vorkosigan", etc. desarrollan la temática de la vida
militar y su impacto en la sociedad.

Los mercenarios son los soldados de paga, es decir soldados profesionales que reciben un sueldo a
cambio de sus servicios. Este tiene como contrapartida al soldado ciudadano, aquel que realiza su servicio
militar como un deber para con su comunidad, normalmente por un corto periodo de tiempo.

Si repasamos la historia veremos que desde la antigüedad los ejércitos integrados por soldados
ciudadanos son los que han formado y desarrollado los imperios; eventualmente estos reemplazan a los
soldados ciudadanos por mercenarios. Debido a que la vida militar se vuelve menos atractiva a medida
que el progreso social se incrementa.

Los griegos con ejércitos formados por ciudadanos vencieron en múltiples batallas a los persas que tenían
en sus filas a mercenarios (griegos usualmente) asimismo los romanos hicieron grande sus dominios
empleando sus legiones integradas por ciudadanos romanos, legiones que posteriormente al formarse el
imperio y crecer fueron integradas mas y más por mercenarios. La C-F militar hace suyo este hecho
histórico y crea sus ejércitos integrados por ciudadanos, por ejemplo Robert A. Heinlein en "Tropas del
espacio" describe un ejercito formado por voluntarios que alcanzan la ciudadanía siendo soldados,
también Larry Niven & Jerry Pournelle en "La paja en el ojo de Dios" nos cuentan que la armada espacial
esta integrada por ciudadanos y aristócratas que deben cumplir con su deber ciudadano sirviendo en ella.
Barry B. Longyear crea en su novela "Destino Manifiesto" un ejercito espacial a la usanza del ejercito
norteamericano, es decir subordinado al poder político e integrado por ciudadanos. Pero es Gordon R.
Dickson quien plantea la hipótesis del soldado genético, en una brillante serie iniciada con "Dorsai" y
continuada con "Soldado no preguntes", "Nigromante", "La estrategia del error", "El espíritu de los Dorsai"
y "El Dorsai perdido". Dickson piensa (y la realidad parece darle la razón) que en el futuro la humanidad
tendera a la especialización y se desarrollaran soldados genéticamente perfectos que tengan todas las
cualidades que se desearían para un militar, por lo cual ellos desempeñarían un papel clave en la vida
social de los mundos del futuro.

La temática del soldado mercenario ha sido desarrollada en varias novelas por Jerry Pournelle. El ha
creado la serie "El mercenario" que describe como una sociedad decadente hace necesaria la existencia
de una subcultura militar con una fuerte lealtad hacia ellos mismos. En las dos novelas de la serie
traducidas al español, su héroe John Christian Falkenberg dotado de todas las cualidades deseables para
un militar abandona el ejercito del Codominio y se vuelve un mercenario. Esta serie esta pensada como
una especie de historia del futuro que busca desarrollar un antecedente que lleva al universo descrito en
"La paja en el ojo de Dios", son relatos entretenidos pero muy por debajo de lo descrito en la novela citada.

¿Pero es un ejército profesional deseable?, Históricamente este puede ser una amenaza más grande al
Estado que lo emplea que los enemigos externos. Por ejemplo, Roma nunca conquistó a los alemanes
porque temió concentrar muchos hombres en un solo teatro de operaciones. La lealtad de los mercenarios
usualmente es hacia quienes los dirigen o a hacia quienes pagan sus servicios. Cuenta Jerry Pournelle
(Que fue oficial en la guerra de Corea) que cuando el Presidente norteamericano Harry Truman relevó a
Douglas MacArthur de Corea, las tropas habrían seguido a MacArthur a Washington.

¿Son más eficientes los mercenarios que los soldados ciudadanos?. La historia demuestra que para
guerras globales se requiere de soldados ciudadanos en cambio guerras pequeñas son las ideales para
los mercenarios. Un ejemplo reciente es la guerra de las Malvinas donde un ejercito de ciudadanos
(Argentino) fue derrotado por un ejercito profesional integrado por soldados mercenarios (Británico). La
ciencia ficción también hace suyo este hecho y no encontramos en sus paginas ejércitos mercenarios que
consigan la victoria en forma perdurable.

Lois McMaster Bujold y C.J. Cherry también han tocado la vida militar cada una a su estilo, si Bujold
desarrolla sus historias en la entretenida saga (o serie interminable) de Miles Vorkosigan (un antihéroe,
que carece de las fortalezas físicas de los héroes clásicos pero lo suple con gran inteligencia y astucia)
C.J. Cherry en "La estación Downbelow" ganadora del Hugo en 1982 traza de modo mas maduro y
también entretenido los entresijos políticos a los que se ve sometido una flota espacial, las lealtades y
luchas internas de una capitana de nave estelar -La inolvidable capitana Signy Mallory al mando de la
Norway- en su lucha por mantener abierto el camino hacia las estrellas.

La Ciencia Ficción militar muestra así un amplio abanico de posibilidades desde el mero entretenimiento
(nada despreciable por cierto) hasta obras maduras como las de Heinlein, Haldeman y sobre todo C.J.
Cherry que barajan todas las posibilidades que el género permite al escritor.

© Víctor Pretell; 20-09-04.

Distopía en tres obras clásicas de la


Ciencia Ficción

El fenómeno complejo de interrelaciones que llamamos Modernidad, bajo cuyas consecuencias aún
vivimos, dista mucho de ser algo unitario. En realidad podríamos hablar de diversas modernidades, unas
más cartesianas que otras, otras más al estilo de Spinoza, etc. Tenemos, al menos hasta cierto punto,
alguna conciencia de esa diversidad en los nombres bajo los que la hemos catalogado, Barroco,
Romanticismo, Marxismo, etc. Precisamente en esta ocasión me ocuparé de una de estas modernidades y
su relación con tres obras clásicas de la ciencia ficción del siglo XX. Nos referimos a la Distopía y su
aparición puntual en las novelas: Nosotros, de Evgueni Zamyatin; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; y
Farenheit 451, de Ray Bradbury. Nuestra tesis es que sólo en la obra de Bradbury se ofrece una salida a
la Distopía que entraña alguna esperanza de reivindicación para la acción humana.

La Distopía, como su nombre permite intuir, proviene de la Utopía una forma de Modernidad bastante más
conocida. Ésta comienza, como sabemos, con un documento literario que tenía una intención de crítica
política y social con fuertes ribetes de humanismo, nos referimos, claro está, a Utopía de Moro. A lo largo
de los doscientos años siguientes la idea sufrió una serie de transformaciones, que no siendo aquí el tema
no ahondaré, que la llevaron a convertirse en una meta no sólo deseable sino alcanzable por el ser
humano1. La Utopía presenta como su idea fundamental la existencia de una sociedad humana perfecta
en todos los órdenes importantes de su organización gracias a la aplicación de su razón y como
consecuencia de esa perfección la felicidad de los hombres. En la idea de la Utopía todos los problemas
que agobian a la existencia humana han sido eficientemente resueltos en virtud de las capacidades
racionales del hombre, de allí que estas obras no dejen de traslucir un cierto aire frío y cerebral en sus
construcciones, digamos que no hay utopías apasionadas2. La utopía es pues el sueño del paraíso en la
Tierra realizado por el ser humano y además tiene el presupuesto de la absoluta perfectibilidad del
hombre, una idea curiosamente irracional3. Con el devenir de la historia en particular con lo que fue
sucediendo desde la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del siglo XX, la utopía, como meta perdió
el favor de la opinión pública (algo nefasto como sabemos en este país) y hemos terminado en esta suerte
de pragmatismo post moderno un tanto cínico. Sin embargo la Utopía fue una idea demasiado bella y cara
a la Modernidad como para simplemente desaparecer, nos dejó una hija muy ácida, la Distopía. Si la
Utopía nos enseñaba el sueño, la Distopía lo transfiguraba en pesadilla. La utopía nos muestra cómo sería
de maravilloso un mundo planificado por la razón humana en la que la irracionalidad y los prejuicios son
abandonados y en el que el sentido común, la serenidad y el gobierno del rey filósofo han instaurado la
justicia en la Tierra, demostrando que sabiduría y bondad son lo mismo, una especie de paraíso platónico.
La Distopía viene a señalar que este mundo perfecto tiene algo de inhumano y de monstruoso; que en la
perfección social se ha eliminado algo fundamentalmente humano, algo que es quizá o principalmente
irracional y que hace que nuestras decisiones no sean guiadas por una ciega necesidad lógica sino por
una serie de consideraciones que son justamente la libertad, además el elemento diferencial entre los
hombres, su individualidad personal, sus características especiales se ven anuladas en la Distopía, un
elemento omnipresente de lucha es la reivindicación de la propia opción de vida con lo que entraña de
contingente, de innecesario e incluso de franco error; si no pudiéramos equivocarnos ¿seríamos libres?

La ciencia ficción, por su lado, es el tipo de literatura que -si seguimos la definición de Asimov- trata acerca
de los cambios al nivel de la ciencia y la tecnología, así como de las respuestas humanas a dichos
cambios, dentro de lo que sabemos acerca de la ciencia, la tecnología y los seres humanos4, se podrá
objetar que hay obras que no se inscriben dentro de esta delimitación y que son llamadas ciencia ficción.
Como cualquier definición ésta es arbitraria pero me parece útil porque agrupa el grueso de la producción
estándar de este género y porque descalificarla por algunas excepciones es absurdo, siempre hay
excepciones. En vista de esto la ciencia ficción es también algo moderno y su origen no se remontaría a
antes del siglo XIX5, pues sólo luego de la consolidación de la Revolución Industrial y la transformación de
mentalidades que trajo consigo a las poblaciones que estuvieron directa o indirectamente involucradas en
ella, fue posible una transformación de la tecnología a un nivel perceptible por el hombre en el término de
una vida humana6. Las utopías clásicas no son obras de ciencia ficción, aunque a veces se haya tratado
de vincular la genealogía de la ciencia ficción con la de la Utopía. Una obra de ciencia ficción se postula
como verosímil, las utopías literarias no lo son ni pretenden serlo, otra cosa son las utopías políticas que
se juzgan no sólo posibles sino necesarias, Ketterer hace hincapié en que una narración que tuviese como
tema una utopía auténtica carecería de la necesaria tensión argumental mínima como para alcanzar un
desarrollo interesante. Simplemente no habría conflicto alguno en la trama. Por ello afirma que la utopía ha
generado sólo productos literarios marginales pero que en cambio en el terreno político y cultural ha
producido nutridos programas ideológicos7. Además, la idea de un ser humano absolutamente perfecto
con un orden de cosas completamente acabado es irracional y la ciencia ficción no trabaja con un
supuesto tan irracionalmente racional. Por ello en la ciencia Ficción, particularmente en el siglo XX (en el
que existe como un fenómeno coherentemente diferenciado) la forma como la Utopía ha sido asimilada en
la ciencia ficción ha sido a través de la Distopía. Generalmente, en las narraciones de ciencia ficción de
tema distópico, se postula una Utopía lograda dentro de la cual surge la conciencia de la perfección
antinatural de la sociedad en la que se vive, alguna falla en el armazón de la utopía, algo que nos hace
sospechar que lo que se vive no es pues perfecto, no es pues una real utopía. En estas obras aparece una
disconformidad; algo que no tendría sentido de acuerdo al orden racional de lo perfecto y acabado;
usualmente esta inconformidad es encarnada por algún o algunos personajes, a partir de los cuales se
cuenta la historia, son ejemplos paradigmáticos Winston, de 1984; El Salvaje, de Un Mundo Feliz o el
bombero Montag, de Farenheit 451. En todos ellos surge la incómoda sospecha (que luego se convierte
en certeza) de que lo que viven no es la felicidad ni la perfección sino una suerte de contenta dominación,
cuando no de estupidez en la que todos colaboran. Las distopías no son relatos de crueles tiranías, sino
de cómodos sometimientos. Otras características de la distopía es su vocación urbana, la ciudad es el
espacio racionalizado y previsto por antonomasia. En las utopías esto se muestra como un cumplimiento
de la razón natural pero en los mundos distópicos la esencia de lo urbano y planificado contribuye al clima
de enclaustramiento y de falta de libertad.

1.- He examinado esta evolución en Utopía y distopía en la Modernidad


en: Anthropía.
2.- Aunque quizá la idea de utopía como meta realizable por la razón del
hombre sea una idea sumamente romántica sería interesante estudiar
este fenómeno.
3.- Ketterer, D. Apocalipsis, utopía y ciencia ficción New Worlds for Old
110
4.- Asimov, Isaac Introducción: el Primer siglo de la ciencia ficción en "Lo
mejor de la ciencia Ficción del siglo XIX", Vol. I p. 9
5.- Sobre los orígenes de la ciencia Ficción consultar Aldiss, Bryan. En
contra de él se puede observar la opinión de Harlan Ellison en
"Visiones Peligrosas".
6.- Algo paradójico en la Ciencia Ficción es el mismo nombre, La ficción
no es algo científico y la ciencia nunca puede ser ficticia, este género
sólo es posible a partir de que la imagen que concibe a la ciencia es
distinta a la de la literatura y eso sólo ocurre en la modernidad, de tal
forma que puede surgir un género literario que concilie la ciencia con
lo ficticio.
7.- Para un estudio sobre las implicancias políticas de la Utopía se puede
consultar el valioso trabajo de Paul Ricour Ideología y Utopía.

En la primera de las obras que quiero tratar, Nosotros, de Zamiatyn, el orden racional es con mucho uno
de los mas absolutos y el relato tiene todo el aire de una parábola sumamente inflexible en la que las
situaciones son sólo pretextos formales para el desarrollo de la idea de la inhumanidad de la razón llevada
a su extremo en la aplicación. Las referencias al orden comunista estaliniano son transparentes, aunque
no se limitan a él y la visión de la planificación llevada al extremo es clara muestra de un sentido crítico. En
esta sociedad hace mucho que se han eliminado no sólo las desigualdades sociales y los desequilibrios
sino también todo lo desequilibrante: las pasiones, las emociones, las lealtades, las diferencias; sólo se
incentiva cierto amor (ir)racional y absoluto hacia una divinidad que es un ídolo que se muestra
públicamente en actos que tienen por función garantizar la unidad de la población. Además, se ha
disminuido al mínimo la privacidad de los ciudadanos, hasta las paredes de las casas son transparentes y
eso impide toda forma de intimidad hogareña. Bueno, propiamente no hay hogares, sino viviendas. Incluso
el inmovilismo y la falta de libertad son apreciadas a un nivel estético "¿Por qué la danza es bella? -
pregunta el personaje central- porque es un movimiento no libre, porque el sentido profundo de la danza
está justamente en la absoluta dependencia estética de un sometimiento ideal Incluso las relaciones
sexuales se manejan a través de cierto tipo de lotería y también a partir de solicitudes oficiales que no
pueden ser rechazadas. Las personas ni siquiera tienen un nombre sino un código, uno de estos hombres,
el científico D-503, comenzará a dudar de su sociedad al enamorarse de una mujer, I-330, que pertenece
a una organización contraria al régimen y que tiene contactos con personas que viven en el mundo exterior
a la ciudad (las utopías y las distopías siempre son urbanas), él se involucra en la lucha y termina siendo
apresado junto a los demás miembros de la organización subversiva y sometido a una operación que le
anulará la facultad de imaginar y con ello la posibilidad de ser libre. La resolución del relato no admite
posibilidades de escape y el final es ineluctable, la Utopía termina venciendo en su perfección inhumana al
hombre y a sus esfuerzos aislados e idealistas. No es rara la aparición de esta obra en el contexto
soviético de los últimos años de la década del 20 (es incluso un poco anterior a la obra de Huxley, que es
de 1931). El paraíso de la utopía trató de instaurarse en el orden soviético, los hombres trataron de llevarlo
a la práctica y ya tempranamente esa planificación y cerebralización concitaron desconfianza, tomando en
cuenta que la absoluta racionalización no es posible.

En el caso de Un mundo feliz estamos ante una obra de carácter mas humanista, su ambiente es urbano
como siempre se da en las distopías pero más amplio, abarca al mundo entero, pero de una manera
discontinua. En ella La figura descontenta y el rebelde no coinciden en el personaje, Bernard es el
inconforme con el rol que su sociedad le ha dado, pero la rebeldía activa viene encarnada en un personaje
exterior, el Salvaje. En la sociedad perfecta planteada en esta novela la familia ha sido abolida, la
reproducción se hace por métodos de fertilización artificial (llamado método de Bokanofsky) en matrices
extirpadas que se mantienen en funcionamiento por ingeniería biológica, estos embriones son
manipulados para obtener distintos tipos físicos, así la humanidad está dividida en castas biológicamente
separadas. Alfas y betas son la cúspide de la pirámide, los primeros son algo así como los directores de la
sociedad. Los segundos son como los ingenieros especializados y luego de ellos vienen Gamas, Deltas y
Epsilones cada uno más derivado biológicamente que el otro. En la base de la pirámide, los epsilones son
feos y enanos y están dedicados a labores enteramente serviles, sus cerebros han sido atrofiados desde
su desarrollo fetal y por ello no se quejan de su situación a las demás castas superiores. Todas las castas,
además, han sido condicionadas desde el nacimiento con técnicas de hipnopedia y conductismo extremo
para que amen lo que hacen, ninguna conoce la historia anterior de la humanidad y el progreso científico
se haya detenido, pues el cambio es una fuente de inestabilidad esto es anatema para la ideología de la
ciencia ficción. La obsesión utópica con la perfección es denunciada en las distopías como una de las
negaciones intrínsecas más agresivas hacia el ser humano. Parece que con Bernard se ha cometido un
error, a pesar de ser un alfa es feo y no es alto, hecho que motiva las burlas de los demás alfas, esto
genera un resentimiento poderoso contra el sistema en el que vive y que la hipnopedia no ha podido
contrarrestar. Este resentimiento se dirige pues a los alfas normales y a su forma de vida dirigida por los
convencionalismos introducidos vía hipnosis en sus congéneres, sin embargo su desapego a su sociedad
no es producto de una convicción o de una lucha ideal sino un sentimiento de fracaso y frustración, un
resentimiento contra un mundo que no le cumple aquello que le hizo creer que merecía. Odia y es
envidioso, pero no piensa que su sistema es inmoral en sí y no cree en una reforma, es solo un resentido,
bastante cobarde por cierto. En cambio la rebeldía viene encarnada en el Salvaje, un hijo natural entre una
autoridad de esa civilización y una mujer Beta. Algo que viola todo el código moral vigente, nadie ha tenido
hijos por siglos, excepto ciertos salvajes que aún viven fuera de la civilización en reservas y que
periódicamente son visitados con fines de estudio o turismo. Este Salvaje ha crecido precisamente en una
de estas reservas y es traído por Bernard a la civilización como forma de venganza de él contra la
autoridad progenitora, contra la que guarda especial resentimiento y vicariamente también es su forma de
vengarse contra todo el sistema. Este Salvaje, que tuvo una madre biológica y una crianza sin hipnopedia
ni manipulaciones genéticas y que además conoce el dolor, la frustración y la muerte como algo
constitutivo de la naturaleza, choca en este mundo feliz al encontrarlo monstruosamente inhumano e
intrascendente. Y es que toda sociedad utópica que presupone su perfección no da lugar a ninguna
exteriorización de grandeza humana, como podría ser el sacrificio, la abnegación o el heroísmo ya que
estos elementos suponen un mundo desbalanceado, con injusticias y con desigualdades que permitan
actos de sacrificio o actos de heroísmo, un mundo perfecto no necesita de héroes. En su diálogo con la
autoridad del mundo feliz, que está representada en uno de los interventores mundiales, un alfa+ de gran
importancia, el Salvaje expresará su disconformidad con claridad:

- Es que a mí me gustan los inconvenientes


- A nosotros no - dijo el Interventor-. Preferimos hacer las cosas con comodidad
- Pues yo no quiero comodidad. yo quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad,
quiero bondad, quiero pecado.
- En suma usted reclama el derecho a ser desgraciado
- Muy bien, de acuerdo -dijo el Salvaje en tono de reto-. Reclamo el derecho a ser desgraciado
- Esto sin hablar del derecho a envejecer,el derecho a tener sífilis y cáncer, el derecho a pasar hambre,
el derecho a vivir en el temor constante a de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho a pillar un tifus; el
derecho a ser atormentado
Siguió un largo silencio
- Reclamo todos estos derechos - concluyó el Salvaje (p. 188 - 89)

No entiende las ventajas de esa sociedad o simplemente las ve como negaciones de ventajas mayores y
sui generis; y su vocación de perecer y sufrir aunada a su incapacidad para encontrar una existencia que
pueda ser capaz de proponer una vida en la que más que resignación lo que se necesite sea espíritu de
permanencia y capacidad de cambio terminará aniquilándolo. Bernard, que no podrá resistir solo, será
desterrado en medio de su pusilanimidad junto con un amigo, también inconforme pero que postula más
bien una ruta interior y personal de transformación. La utopía permanecerá luego de la eliminación de
estos pequeños errores del sistema.
El caso de Farenheit 451 es más complejo. La distopía presentada no es el resultado de una opresiva
dictadura, como en los casos anteriores. Es más, la presencia de un gobierno central fuerte es algo
supuesto pero no es un factor fundamental en el desarrollo de la historia. A diferencia de Un mundo feliz,
ninguna autoridad de especial importancia aparece y la obra se desarrolla en un clima casi de suburbio
norteamericano. El estado de satisfacción general y la aparente solución de los problemas se ha debido a
la concurrencia de tres factores: el avance de la tecnología, la explotación en masa y la presión de las
minorías dentro de la sociedad. En esta sociedad sus integrantes se encuentran hipervinculados (hay una
suerte de prefiguración de la internet en un sistema de comunicación virtual vía complejos televisores) por
la tecnología que les proporciona casi un sucedáneo de relaciones sociales intensas y profundas, pero se
encuentran subcomunicados; ninguna relación humana es intensa sino tan solo esporádica y banal. En
esta narración el símbolo de la supresión de la imaginación y de la diversidad está en la prohibición de la
lectura de los libros, los cuales son quemados públicamente por el cuerpo de bomberos, aunque la función
de esta organización es más bien decorativa, ya que es la sociedad misma la que censura la lectura y lo
que ésta, en tanto potencial de nuevas ideas y de disconformidad, puede generar, así queda claro en la
intervención del jefe de bomberos Beatty, quien afirma "No comenzó en el gobierno. No hubo órdenes, ni
declaraciones. Ni censura en un principio" (p.57) algo que se confirma con lo que el viejo cobarde y ahora
rebelde Faber dice más tarde al bombero Montag "No olvide que los bomberos trabajan poco. El mismo
público abandonó la lectura" (p. 81) Sólo unos pocos continúan conservando algunos libros de manera
clandestina y son en ocasiones denunciados. El rebelde, el inconforme de este relato es un bombero, Guy
Montag, quien inicialmente disfrutaba de su trabajo. Su encuentro con la adolescente Clarisse McClellan,
que luego morirá por la responsabilidad de la sociedad en la que vive, es lo que hará a este hombre
pensar en los porqués de la vida que lleva y no en el cómo se deben hacer las cosas, según el orden
establecido. Se dará cuenta entonces que esa aparente felicidad se ha construido a partir de la supresión
de la libertad del ser humano para discrepar y para postular rutas diferentes de vida. Todos viven igual y
como la sociedad fomenta la autocomplascencia y soborna a las masas con la autogratificación constante,
nadie se rebela. El postular una forma de vida alterna simplemente es mal visto por todos, incluso es
percibido como una amenaza para la propia felicidad, la lectura es mostrada como la actividad
paradigmáticamente subversiva en la generación de nuevas y desestabilizantes ideas, un libro es un arma
cargada, quita el arma, descárgala; quien sabe cuál podría ser el objetivo de un hombre que leyese
demasiado. Nuevamente es Beatty quien pone la aclaración "Todos debemos parecernos, No nacemos
libres e iguales, como dice la Constitución, nos hacemos iguales. Todo hombre es el reflejo de todos los
demás, y todos somos así igualmente felices" (p. 57) Todos hechos iguales y aquí se postula la
estandarización de los hombre. Ante la recurrencia del mandato post moderno de reconocernos en el otro
se impone también la salvedad, de que no basta reconocerme en el otro sino que no debo confundirme en
el otro ni creer que él debe ser como yo. Ver al otro es verlo como a mí, pero viéndolo a él, el principio de
caridad no es justificación para un narcisismo social. La igualdad de los seres humanos puede convertirse,
en una sociedad de masas, en una forma de intolerancia más insidiosa y engañosa de lo que existiría en
otras formas de sociedad. En Montag se rebela la Distopía, en él la Utopía muestra sus resquebrajaduras,
la pretensión metafísica de anulación de la contingencia y del cambio, del movimiento y del devenir es
denunciada por la realidad de lo diverso de la experiencia, de las relaciones y de las vidas humanas. Lo
que Arendt señala como la auténtica realidad "La pluralidad es la ley de la Tierra"8 Montag lo cambió por
un contacto real con otro ser que reconoció pero que no confundió consigo sino que le señaló una
posibilidad distinta de entender la vida, esta es la rebelión de Montag. El ahora conoce que la vida puede
estar en sus manos y que esto no es algo precisamente gratificante pero que es valioso y por ello lucha.
Intenta rescatar a su mujer de la vida que lleva dentro de esa banalización pero ella no desea ser
rescatada, el camino de cada uno es el camino de cada uno y ella seguirá transitando, incluso a su
destrucción sin saberlo. La utopía urbana en la que se encuentra Montag, la ciudad, será blanco del
ataque engendrado por la forma de vida que la anima, la guerra nuclear terminará con la ciudad y con sus
habitantes. Y Montag habiendo huido de ella encontrará una Arcadia, algo campestre, en la que otros
como él han tratado de salvar aquello que se guardaba en los libros, su propuesta no una revolución, es
una especie de paciencia y vida en la sabiduría de disfrutar la existencia natural de los seres humanos, de
poder compartir si es solicitado ese conocimiento guardado en los libros.

Y cuando la Guerra termine, algún día algún año podrán escribirse los libros otra vez, se llamará a la
gente para que recite lo que sabe, y guardaremos los impresos hasta que llegue otra Edad de las
Tinieblas, y tengamos que rehacer nuestra obra. Pero eso es lo maravilloso en el hombre; nunca se
descorazona o disgusta tanto como para no empezar de nuevo. Sabe muy bien que su obra es importante
y valiosa (p. 138)

Esta visión optimista del ser humano es contraría al fatalismo inherente al personaje de Huxley, no se
reivindica un amor al sufrimiento, no se trata de un penitente; tampoco es el ser ya deshumanizado de
Zamyatin que no es capaz de volver sobre sus pasos, no es la irracional idea de hombre que presuponen
las utopías en las que los seres humanos son sólo espejos entre sí. El hombre de Bradbury es alguien que
se equivoca y que acierta, es alguien que fundamentalmente cambia y que puede sobrevivir a sus errores
más monstruosos, si tiene el propósito de transformar las cosas, de resignificarlas, como en Zaratustra, se
clama para que todas las cosas viejas sean nuevas, es una voluntad de sentido pero no es un olvido de lo
que se ha sido o de lo que se ha pasado ni tampoco de la relación fundamental con los demás en este
todo móvil de la existencia nunca abarcada y nunca perfecta.

8.- Arendt H. La Vida del Espíritu p. 43

Machen y Lovecraft, coincidencias y semejanzas

Los relatos a los que se refiere este artículo son "La Historia del Sello Negro" de Arthur Machen, escrito en
1897, (título original: The Novel of the Black Seal) y "La Máscara de Innsmouth" de Howard Philip
Lovecraft, escrito en 1936, (título original: The Shadow Over Innsmouth).
Ambos fueron publicados por Arnoldo Mondadori, Ediciones Omnibus, 1974, en Italia.
En el relato de Machen y su "Pequeña Gente" encontramos el origen del terror suscitado por seres
extraños y desconocidos. En esta historia se excluye cualquier recurso sobrenatural de charlatanería o
ilusión, pues las indicaciones e indicios apuntan hacia un mundo natural, real y paralelo. Se describe la
existencia de una raza que aparece entre las nieblas de la mente y de la materia. Se les describe como
seres limitados que cometen raptos y crean descendientes, con un lugar propio de proveniencia, la roca
calcárea de las Colinas Grises de Monmouthshire, cuyos vástagos sufren deficiencias congénitas.

Igualmente, los "Grandes Ancianos" de Lovecraft, como otras razas de su mundo biológico, no son
fantasmas sino que tienen una racionalidad propia en la historia natural. Este cosmos de horrendos
abismos túrbidos encuentra su fundamento en la incógnita de la ciencia ficción. Es el contacto entre
nuestro mundo y los visitantes agresores, afortunadamente no siempre omnipotentes. Estos seres
inauditos tienen un lugar de proveniencia, la Roca del Diablo de Innsmouth, raptan a los jóvenes para
tener descendencia, sufren de enfermedades degenerativas y proliferan.

En principio, los dos cuentos son distintos, suceden en continentes diferentes aunque en el nombre de
ambas localidades se encuentra la palabra mouth que significa boca o entrada... a otro mundo. Los
personajes y la trama no son iguales, pero la idea es parecida, se mueve entre la realidad y la fantasía y
rebosa de semejanzas. No puede pasar inadvertida la similitud de los relatos.

La Historia del Sello Negro, por Arthur Machen


La narración, relatada en primera persona por la señorita Lally, explica la desaparición del Profesor Gregg,
de quien se han encontrado objetos personales sobre una roca de las Colinas Grises.
Lally, secretaria del Profesor, empieza contando su viaje a Londres en busca de trabajo. Deprimida y débil
vaga en medio de la niebla cuando una persona gentil, Gregg, le ofrece trabajo. Le explica que esa ciudad,
que parece accesible y acogedora es, en realidad, una fortaleza defendida por dispositivos diabólicos. La
afirmación del Profesor denota su disposición a conjeturar.
Lally describe la casona del Profesor repleta de libros, con un museo de etnología que contiene vitrinas y
armarios llenos de objetos repugnantes. Gregg le dicta su Manual de Etnología que desea terminar pues le
confiesa, con inquietud y angustia, que tiene en mente viajar para descubrir cierto misterio que lo atrae. Le
muestra la joya de su colección, un Sello Negro, largo 6 cms., con signos en forma de cúneo y de cruz, de
unos 4000 años de antigüedad.
En Gales se descubren símbolos iguales sobre una roca calcárea y su ansia por viajar se vuelve obsesión.
Desea descifrar el significado y, al enterarse que algunos jóvenes desaparecen de esa localidad, decide
partir de la Estación Victoria, acompañado por la secretaria y llevando sólo unos pocos libros.

El paisaje está rodeado de bruma y misterio. El río que se alarga en meandros, está limitado por una
gigantesca roca que sobresale de las Colinas Grises. En el pueblo habitan jóvenes poco normales,
obtusos y retardados. El lugar es tranquilo y Lally traduce del latín un texto antiguo, titulado "In Situ Orbis"
de Pomponio Mela. Lee con detenimiento lo que explica Solino sobre ritos salvajes al interno del
continente africano y la descripción de una piedra grabada llamada Ixaxar. Examinando con la lupa el Sello
Negro, descubre que es igual a la piedra sagrada descrita allí y lo comenta con Gregg. Ambos quedan
sumamente impresionados con las revelaciones. El Profesor le confiesa que sus amigos de la Real
Sociedad de Londres han despreciado sus hipótesis por lo que no desea hablar del Sello hasta no tener
confirmación de sus teorías.

Atraído por las Colinas Grises y sus leyendas de la "Pequeña Gente", Gregg decide tomar como ayudante
en las faenas, a Jervase, muchacho necio pero inocuo. Lally se sorprende cuando descubre que el chico
nació ocho meses después de que encontraran a su madre enloquecida a los pies de la famosa roca
calcárea que reproduce los símbolos del Sello Negro, sobre la cumbre de las Colinas Grises.
Una noche asiste a un ataque epiléptico del muchacho y se aterroriza al verlo retorcerse, farfullando
sonidos incoherentes en un lenguaje horrible que a ella le parece provenir del infierno.
Después de esta experiencia, el carácter del Profesor se vuelve desconcertante. Lally se sorprende del
cambio, viendo la expresión de triunfo y no de piedad en la misma persona que un día se mostró
compasivo con ella. Entiende que el muchacho tiene una enfermedad incurable y que Gregg,
increíblemente, prueba un placer demoníaco asistiendo al tormento del infeliz muchacho.
El Profesor no la hace partícipe de su secreto, aún cuando el párroco Meyrick, oriundo del pueblo, le da
noticias sobre las tradiciones y leyendas locales. Le explica que la palabra Ixaxar, pronunciada por Jervase
en el delirio, no es galesa, sino más bien, pertenece al lenguaje de la "Pequeña Gente". El Profesor intuye
que vive en el umbral de otro mundo.
A Lally le sobreviene un terror absurdo que la paraliza, al percatarse que cuando el joven está en el
estudio, los objetos cambian de lugar y se percibe un olor desagradable. En su mente se desarrolla la idea
de que el Sello Negro tiene algo que ver con Jervase. Si supiera algo más, sería más fácil defenderse,
pero un misterio sin nombre es más horrible que cualquier amenaza.
El profesor decide ir de excursión a investigar personalmente la roca de las Colinas Grises y, al
despedirse, su voz denota la angustia que lo envuelve. Desde ese momento, desaparece como tragado
por las sombras del bosque.
No lo encuentran y, aunque el paraje aparentemente asemeja abandonado, vaga algo en el ambiente que
el tiempo no puede cancelar. Después de esperar varios días, recibe un mensaje, escrito antes de su
partida por Gregg, con indicaciones garabateadas rápidamente. Le explica que sus vagas hipótesis se han
confirmado con hechos reales. Que si no regresa más, no podrá demostrarlo, pero ella tiene derecho a
conocer la verdad y puede leer el escrito que ha dejado en el estudio.

Efectivamente, encuentra las "Declaraciones del Prof. William Gregg, miembro de la Real Sociedad", que
lee con voz temblorosa.
La teoría de Gregg, de que las leyendas son versiones de hechos reales lo llevaron a interesarse en el
folclore céltico. En Gales se denomina tradicionalmente a los gnomos y elfos como "Pequeña Gente", y él
declara firmemente que se trata de una raza antigua con poderes ocultos y sobrenaturales. No son
símbolos, afirma, sino seres reales y tienen descendencia.
Los representan como duendes agradables pero inspiran terror, pues lo que se cuenta sobre ellos es
ciertamente monstruoso: los jóvenes desaparecen, la tierra se traga a los hombres, los niños rubios son
cambiados por otros de piel olivácea y ojos oscuros, brujos y demonios se mezclan con los humanos.
Algunas leyendas no son antiguas sino recientes por lo que, afirma, siguen sucediéndose las
desapariciones y levantándose extravagantes y diabólicas hipótesis sobre los hechos.
El Profesor llega a la conclusión de que los espíritus benignos y los malignos pertenecen a una raza
diferente a la humana pero no por eso sobrenatural ni bestial. Una raza que tiene sus raíces en los más
profundos abismos de la existencia. Cuando en Gales descubren signos iguales a los que están grabados
en el Sello Negro, sobre una roca calcárea llamada Monmouthshire, en las Colinas Grises, decide
investigar. Allí encontraron años atrás a la madre de Jervase gimiendo como alma condenada, al borde de
la locura. Presume que uno de esa raza es el padre del muchacho.
Sus investigaciones lo llevan a estudiar muchos casos de locura que se encuentran en Gales y las
facultades misteriosas que se atribuyen a niños o jóvenes desgraciados, débiles de mente o idiotas.
Tratando de descifrar los signos del Sello Negro, finalmente encuentra la solución que le permite
descifrarlo en un Museo de Geología. Está escrito:
"Ixaxar es el acto, y con el acto los llamarás, los regresarás al fango de donde han nacido".
Queda profundamente conmocionado y explica que esas son las palabras mágicas que usa la Pequeña
Gente para atraer a los hombres.
La aterradora noche en que Jervase tiene su primer ataque, escucha que el muchacho repite la palabra
Ixaxar, en medio de sus convulsiones. Posteriormente, le susurra al oído las palabras descifradas y su
horror no tiene límites cuando del cuerpo del muchacho sale una serpiente repulsiva, oscila y , al caer,
mueve objetos, hasta que nuevamente se retira dentro del cuerpo del mismo.
El profesor afirma en su declaración: "No sé quién es o qué es Ixaxar, pero el hecho es real así como
también es verdad que existe la "Pequeña Gente", pero mañana....
allí se detiene el texto de las Declaraciones.

El relato concluye con la explicación de Lally. Busca en la roca de las Colinas Grises algún rastro del
desaparecido Gregg pero encuentra solamente un pergamino enrollado y atado. Contiene su reloj, su
anillo y su portamonedas. En el pergamino están escritos los mismos signos grabados en el Sello Negro y
en la roca.
Jamás se halla el cuerpo, por lo que Lally no cree que ha fallecido sino que se ha ido para siempre. Está
segura de que el Profesor, finalmente, ha encontrado el mundo insólito de la Pequeña Gente.

La Máscara de Innsmouth, de Howard Philip Lovecraft


Esta historia está escrita en primera persona por el protagonista. Relata su deseo de encontrar
explicaciones a los sucesos ocurridos en la localidad de Innsmouth, antiguo puerto pesquero del estado de
Massachusetts, en la costa nororiental de los Estados Unidos.
Le aconsejan viajar de Newburyport a Arkham, pasando por Innsmouth, despoblada en los últimos 100
años y aislada de los alrededores por vastos pantanos. El único establecimiento, de refinería de oro,
pertenece a un riquísimo anciano de apellido Marsh, que sufre de una deformación física.
Corren rumores de que en el escollo llamado Roca del Diablo, a una y media milla de la costa, mar
adentro, ofrecen sacrificios humanos. Inverosímiles historias sobre adoradores de Satanás, epidemias y
revoluciones alejan a los curiosos de Innsmouth.
El joven se entera de que, a causa de las características físicas curiosas de los pobladores, nadie desea
tener relaciones con ellos ni pescar en sus aguas, a pesar de ser extraordinariamente ricas en langostas y
peces. También murmuran que existe un tesoro fabuloso en la Roca del Diablo, de dudosa proveniencia,
aprovechado por esa gente sin fe ni ley, hipócrita y traidora.
Al escuchar tantas historias extravagantes, el joven se documenta en la Biblioteca Municipal de
Newburyport antes de partir. Del puerto, fundado en 1643, se informa que fue próspero pero no se indican
epidemias ni revoluciones. Los pobladores viven de la pesca y de la venta de lingotes de oro.
Al enterarse de que existen antiguas joyas rescatadas por los marineros del puerto de Innsmouth, pide a la
señorita Tilton, encargada de custodiarlos, que se los muestre. Queda fascinado por una tiara
resplandeciente que parece ser de oro puro y observa los inquietantes y extraños diseños grabados de
monstruos, mitad peces, mitad batracios. Esta visión de figuras retorcidas y entrelazadas, así como la
insólita geometría de la pieza, lo llena de recuerdos obsesionantes y angustiosos. La inquietud que le
produce se debe a que cree posible que sea un objeto de un mundo desconocido.
Finalmente, decide viajar a Innsmouth para investigar los hechos que lo inquietan y lo tienen perturbado. Al
llegar, encuentra que el lugar despide un insoportable olor a pescado. Los habitantes presentan
características insólitas, cuellos arrugados, nariz chata, orejas atrofiadas, ojos saltones siempre abiertos y
cabezas estrechas. Reflexiona sobre las deformaciones craneanas, producidas por una degeneración
biológica o por alguna enfermedad desconocida. Observa que tienen manos de grandes palmas con dedos
cortos y dan una sensación de repulsión y disgusto por su aspecto aceitoso.
Es manifiesta la decadencia del puerto con sus casas desiertas, ruinosas, lúgubres y abandonadas, así
como por el olor y el ambiente que lo llenan de horror. A lo lejos, en el horizonte, se distingue la Roca del
Diablo que sobresale entre las aguas.
Se sorprende al encontrar un personaje que usa una tiara, igual a aquella que le mostró la señorita Tilton
en Newburyport. Se pregunta si proviene de algún tesoro secreto de los piratas o, quizás, de los demonios
grabados en aquellos objetos y, aunque trata de convencerse de la normalidad de lo que observa, no deja
de temblar.
En la zona cercana al puerto, la gente es más extraña que en el centro de la ciudad. Hace amistad con un
viejo de 90 años, alcoholizado, de nombre Zadok, oriundo de la localidad. Con su presunción juvenil, está
seguro de sonsacarle los secretos más escondidos y le compra una botella de whiskey.
Sobre los sucesos aterradores del puerto de Innsmouth y de la Roca del Diablo, se entera, entre otras
cosas, que llegaron tiempo atrás provenientes del mar, ciertos hombres rana que hicieron desaparecer a
muchos pobladores jóvenes con la promesa de vivir eternamente. Zadok piensa que los usaron como
sacrificio para los dioses que habitan bajo el mar, a cambio de beneficios.
Entre los ritos que se celebran, para que los dioses marinos llenen las redes de peces y joyas, muchos
reman de noche mientras cantan en idioma desconocido y arrojan bultos al agua. Esa Roca es el lugar de
todas las perversidades, la puerta del infierno, donde el agua es muy profunda, afirma Zadok. La noche
que salieron los hombres rana del agua, hablando lenguas extrañas, ordenaron a los habitantes de
Innsmouth a procrear hijos que no morirían jamás. De adultos, regresarían al abismo para vivir para
siempre en las profundidades como los Grandes Ancianos. Ellos no morían solos pues había que
matarlos.
Luego, en Innsmouth, los jóvenes comenzaron a desaparecer o a suicidarse y los pobladores vivían
inquietos, disgustados del recóndito propósito de esos peces del diablo. Una noche salen por miles del
mar y asedian la ciudad mientras Marsh ordena que deben mezclarse las razas y cambiar jóvenes por
riquezas.
El anciano Zadok delira con los ojos nublados por el terror. A continuación, conmina al joven a irse del
lugar lo más rápido que pueda y desaparece, con paso vacilante, en medio de las callecitas del puerto.

Por razones diversas, el joven está obligado a quedarse a dormir en el extraño pueblo. Le llenan de terror
los ruidos y percances que podrían parecer normales en cualquier otro momento. Escucha hablar en
idioma extranjero mientras se ve asaltado por una turba que quiere entrar a su cuarto. Divisa a los seres
que lo persiguen y en medio de ellos, una forma vestida con traje largo y tiara en la cabeza. De cuerpo
vagamente antropoide, termina con cabeza de pez y ojos saltones en una cara inexpresiva. El cuello tiene
agallas y camina saltando con largas patas palmadas. Su lenguaje articulado es un croar inaudito.
Esa noche de terroríficas experiencias, el joven encuentra a un grupo de peces rana, inmundos,
abominables, pavorosos. El olor a pescado que emanan es insoportable. De la Roca del Diablo se acercan
a tierra remando, nadando esos seres monstruosos. Observa su color verde, sus vientres blancos y, en
tierra, a veces caminan, a ratos saltan en cuatro patas. Al aproximarse un número infinito de ellos, el terror
le hace perder el conocimiento. Se despierta al día siguiente en medio del fango y los arbustos. Llega a pie
al pueblo más cercano donde toma el tren y no excluye que su experiencia aterradora pueda ser una
pesadilla o un caso de locura hereditaria.

Decide ocuparse de su genealogía en Arkham y descubre que también él desciende de la familia Marsh de
New Hampshire. Un año después se entera que entre las joyas de su abuela hay una tiara igual a la de
sus pesadillas, con diseños extraños de seres monstruosos. Vuelve a perder el conocimiento y
enloquecido entre sueños y delirios, descubre que tiene ancestros entre los Grandes Ancianos de las
profundidades.
El cuento termina cuando el protagonista se mira al espejo y descubre en sus lineamientos la Máscara de
Innsmouth, los mismos rasgos anfibios. En su desorden aterrador, recuerda que su abuela Pth-thyarl'y ha
vivido en la ciudad submarina de Y'ha-nthlier, de la cultura Ctulhur y decide escapar hacia la ciudad
mágica de Innsmouth.
Quiere llegar a nado al escollo del demonio, arrojarse al mar y hundirse en la ciclópica ciudad submarina
de las mil columnas, que ha visto en sus sueños, para vivir eternamente en un universo de maravillas.
Deja su manuscrito donde afirma su deseo de regresar a los abismos de donde provienen sus ancestros y
desaparece para siempre.

En conclusión, las coincidencias y semejanzas de los dos relatos son evidentes, pues en ambos casos:
La historia es contada en primera persona

Se efectúa un viaje de investigación

Existe una roca misteriosa

Hay personas de la localidad fuera de lo normal

Esas personas hablan en idioma extraño

Se les advierte un olor fuerte y desagradable

Existe un objeto con símbolos desconocidos

Desaparecen personas sin dejar rastros

El terror se apodera del narrador

Se verifica la desaparición final del protagonista

¿Son dos historias diferentes o dos puntos de vista de la misma historia? ¿Lovecraft se inspiró en Macher?
El tiempo cubre con su polvo interminable, preguntas aún más enigmáticas que las que nos ocupan.

© Adriana Alarco; 01-06-04

Empleos interesantes en la Ciencia Ficción

En la ciencia ficción se han llegado a plantear empleos muy interesantes, por no decir "exóticos". Tenemos
en el relato largo de Jack Vance, "El empleo de Dodkin", una sociedad altamente especializada, reacia al
cambio, que tiene una burocracia muy desarrollada para impedirlo, pero resulta que el empleo del
personaje del título es una pieza clave para enviar las ordenanzas y así a través de Dodkin, un humilde
empleado revolucionará el sistema. John Varley por su parte nos da empleos fascinantes en su saga de
los Ocho Mundos (que oficialmente no es una saga, pero bueno…esa es otra historia); por ejemplo
tenemos a los cazadores de agujeros negros quantum, que los buscan para proveer a las centrales de
energía del sistema solar; los medicánicos que fusionan la mecánica con la medicina creando
extravagantes cyborgs de varias formas; o bien están los simbs, una fusión hombre-planta que sobrevive
en el vacío de los Anillos de Saturno y crea formas de arte conmovedoras.
Frank Herbert no se ha quedado atrás y en la trilogía del planeta Pandora (escrita en colaboración con Bill
Ransom) crea la profesión de Capellán Psiquiatra. Sin ir más lejos en su universo de Dune están los
estudiantes de la disciplina Suk, especializados en varios campos y condicionados para ser leales a las
poderosas casas feudales a las que sirven; las reverendas madres Bene Geserit que controlan la religión
dentro del imperio galáctico; los Mentats, reemplazos humanos de las computadoras; o los navegantes de
la Cofradía, que ven en el espacio y tiempo las rutas más seguras en el hiperespacio. Herbert también
tiene un par de novelas interesantes ("Estrella Flagelada" y "El Experimento Dosadi") donde introduce la
profesión de saboteador profesional, encarnada en el personaje de Jorj X. McKie, que deberá impedir toda
clase de maniobras que desestabilicen la civilización galáctica, en un universo lleno de interesantes aliens.

Phillip José Farmer llega aún más lejos y en su novela corta "Jinetes del Salario Púrpura" llega a proponer
una sociedad tan próspera que el trabajo por obligación ha sido anulado Farmer también tiene una
interesante profesión en otra novela: "Los Amantes", la del "aton", un investigador con conocimientos
básicos de todos los campos científicos para pasar datos entre los investigadores especializados ante la
creciente incomunicación entre disciplinas. A. E. Van Vogt también toca esta área creando al nexialista
Elliot Grosvenor de "El viaje de la Space Beagle"; el cual a través del domino de los rudimentos de las
diferentes disciplinas científicas y de su habilidad para hacerlas interactuar entre si logrará salvar más de
una vez a la nave del título de varias criaturas alien cada cual más peligrosa que la anterior.

Frederick Pohl llega a plantear profesiones como la de cyborg potencial en la novela "Homo Plus" ; o la de
cortador de lonjas de pollo en "Mercaderes del Espacio" (escrita en colaboración con Cyril Kornbluth) en un
mundo donde la mayoría de los alimentos son sintéticos. Isaac Asimov planteó quizá dos de las
profesiones más interesantes de la CF: psicohistoriador y robopsicocologo. El primer cargo se ocupa de
estudiar las tendencias de la sociedad humana y extrapolarlas hacia un larguísimo futuro a través de las
matemáticas; la segunda profesión (bien pagada por cierto por la U.S. Robots and Mechanical Men, y
encarnada en el cínico personaje de Susan Calvin) se encarga de estudiar el comportamiento de los
robots y sus posibles interacciones en relación con el medio ambiente (hay robots que llegan a desarrollar
tendencias religiosas, otros que mienten para complacer a los humanos, etc). En uno de sus cuentos
("Esquirol") Asimov nos presenta a Rasgunik, el encargado de recuperación de desechos en el planetoide
Elsevere, en un cargo hereditario. En las novelas de Asimov encargadas de mostrar la relación entre la
Tierra y sus colonias -los avanzados Mundos Espaciales- aparece la profesión de capataz de robots,
debido a la creciente producción de robótica de estos mundos. Tenemos también la profesión de "dador"
planteada por Lois Lowry en un cuento homónimo, Jonás el protagonista de la historia servirá como
receptáculo para las memorias colectivas de su comunidad.

Philip K. Dick nos muestra a uno de los cargos más crueles y desapasionados de la CF ser un Blade
Runner o cazador de replicantes en la novela "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". En esta la
proliferación de mano de obras androide o "replicante" como la llaman en la obra, ha sido llevada a las
lejanas colonias espaciales por temor a la similitud entre replicantes y humanos. Cuando estos llegan a la
Tierra, los Blade Runners deben rastrearlos y eliminarlos en el acto. Detectives menos violentos nos
presentan Asimov y Vance respectivamente, con personajes entrañables como el profesor Wendell Urth y
el detective espacial Magnus Ridolph. Volviendo a Vance en la saga de "Los Príncipes Demonio", nos
presenta al pueblo de los Sarkoy, un plantea dedicado exclusivamente a la profesión de envenenadores.

Heinlein muestra una curiosa profesión en la novela "La desagradable profesión de Johnatan Hoag" donde
el protagonista del mismo nombre no sabe a que se dedica y contrata a un detective para averiguarlo, la
trama fantástica tendrá un final inesperado revelando la desagradable -en verdad- profesión de Hoag.
Rafael Marín nos muestra una de las profesiones más melancólicas de la CF con los poetas-juglares de
"Lágrimas de Luz", encargados de convertir en canciones de gesta las "hazañas" de las tropas de la
Corporación, un imperio cruel y destructivo que solo busca el sometimiento de los que se les opongan,
antes que la negociación. George R. R. Martin ha creado la profesión de ingeniero ecólogo del extinto
Cuerpo de Ingeniería Ecológica (CIE) en "Los viajes de Tuf", representados, tras la caída del Domino
Humano durante la guerra con el Imperio Hrangano, solo por Haviland Tuf y su gato telépata Dax. Greg
Bear en su peculiar multiverso de "Eon" crea la profesión de Defensor de la Vía, que se encarga de vigilar
la porción del túnel superespacial conocido como la Vía, controlada por los humanos, de los ataques de
sus misteriosos y poderosos oponentes, los Jarts.
Larry Niven y Jerry Pournelle en las novelas "La Paja en el Ojo de Dios" y "La Tercera Mano" crean la
hiperespecializada civilización de los Pajeños, donde los cargos se determinan por la genética. Así pues
tenemos una casta de Amos, que son los que toman las decisiones, una casta de Mediadores que
negocian entre los Amos, castas de Guerreros, Médicos, Ingenieros, etc; hasta llegar a la casta de los
Relojeros, seres sin ninguna otra inteligencia que la necesaria (y créanme, muy superior a la humana) para
entender y desarrollar tecnología. Lo interesante de esta civilización se da cuando entran en contracto con
la absolutamente no especializada y polifacética civilización humana, y las consecuencias que de ello se
derivan.

Finalmente, Gene Wolfe plantea una de las profesiones más extravagantes de todas: la de torturador en la
"Saga del Sol Nuevo", en un lejano futuro donde la Tierra está muriendo y la gente vive en gigantescas
naves estelares "aparcadas" en el planeta y autosuficientes. Está profesión esta representada por
Severian, cuya profesión le exige mantener la dignidad del torturado y aliviar todos sus sufrimientos no
relacionados con la tortura en si. Es decir, hacer la tortura y las ejecuciones con limpieza y eficacia, sin
mala leche, pero intentando reconfortarlo y haciendo que viva sus últimos momentos con dignidad.
Como podemos ver, al contrario del Perú, no falta empleo en los mundos de la ciencia ficción.

Deporte y Ciencia Ficción

El deporte en la ciencia ficción es un tema muy poco tratado. Uno de los autores que lo han cultivado más
ha sido Jack Vance con juegos salvajes como el Hussade de la saga de "Alastor", el Hadoul de los
"Príncipes Demonio" o las cacerías de humanos por parte de los Dirdir en la saga del Planeta de la
Aventura. También Asimov incursionó un poco en ese tema con las sugestivas descripciones de los
deportes-ejercicio de la sociedad lunariana en "Los Propios Dioses". En el cuento "Carrera hacia la luz
estelar" de George R. R. Martin publicado en "Una canción para Lya", narra una competición de fútbol
americano entre humanos y extraterrestres. En "Un mundo feliz" de Aldous Huxley se hace alusión al Golf
con obstáculos. John Brunner ha hecho incursiones en el tema con obras como "Las Casillas de la Ciudad"
donde los personajes se mueven como piezas de ajedrez y representa una partida de ajedrez auténtica, o
en "Jugadores del Juego de la Gente" donde los personajes son piezas de un juego enigmático movido por
seres desconocidos y de poderes divinos. Hay ejemplos de deporte en "El Juego de Ender" donde los
futuros líderes militares se entrenan en juegos de guerra en gravedad cero y luego para salvar a la
humanidad deben guiar a sus tropas como si fueran un juego de video. En el campo de los juegos bélicos
tenemos también un relato de J. Moody en las antología Anticipación que reduce la guerra a un
enfrentamiento entre dos equipos: una guerra real pero en pequeño. El escritor de CF español Rafael
Marín ("Lágrimas de Luz" ) ha dicho que mucho de lo que es realidad virtual en la CF tiene matices de
juego o competición, además.

Un tópico en la ciencia ficción es la cacería sobre todo la basada en relatos de un viaje en el tiempo al
pasado para dedicarse a cazar dinosaurios. Como ejemplo tenemos el cuento clásico de Bradbury "Un
Sonido de Trueno" donde una partida de cacería al tiempo de los dinosaurios lo cambia absolutamente
todo etc. De Bradbury también tenemos en su ciclo de las las célebres "Crónicas Marcianas" a los
marcianos practicando la caza en el relato "Ylla". Un ejemplo clásico de cacería en la CF es la caza de los
Bandersnatchi, una especie inteligente que permite que los humanos les cacen en la famosa serie del
Espacio Reconocido de Larry Niven. Se encuentra un cuadro de cacería además en la idílica novela de
Clifford D. Simak, "Estación de Tránsito", donde el encargado de la estación del mismo nombre en la Tierra
para que pasen por ahí las especies galácticas, Enoch Wallace, tiene un espacio extradimensional en su
casa donde practicar dicha afición. Una novela donde el arte de la cacería es llevado a sus extremos es
"Deporte Sangriento", de Robert F. Jones. También tenemos en la fenecida colección nebulae una serie de
relatos titulada Cacería Interplanetaria de Arthur K. Barnes, donde los protagonistas de la historia trabajan
para el zoo interplanetario de Londres capturando extraños seres y llevándolos a la Tierra.

En la ciencia ficción española hay buenos ejemplos del tópico como en las disneylandias asesinas que
Ángel Torres Quesada creó en "Centro de violencia controlada" y que luego se vio en cine en "Almas de
metal". También en "El hombre de la esfera" del mismo autor, la trama se resuelve mediante una partida
de ajedrez envenenado. Además tenemos los juegos sangrientos que practican los dioses en "Mundo de
dioses" de Rafael Marín, que son bastante salvajes por cierto.

Hablando de deportes salvajes, en la novela "Carne" de Philip José Farmer se juega a una versión brutal
del béisbol, con una bola con pinchos y donde está permitido golpear con el bate a los jugadores
contrarios. Otro deporte donde el objetivo es eliminar al contrario se encuentra en la novela la Décima
Víctima de Robert Sheckley, en el cual la humanidad para abolir las guerras se dedica a la cacería
institucionalizada de los ciudadanos de acuerdo a ciertas reglas. Volviendo a Bradbury en la famosa
"Farenheit 451", el protagonista Montag es sometido a una persecución televisada a nivel nacional en un
momento de la novela por ser un disidente del sistema. De ahí muy bien pudo haberse sacado Stephen
King sus ideas para las novelas "El Fugitivo" y "La Larga Marcha", que publicó con el pseudónimo de
Richard Bachman y cuyo pobre argumento no vale la pena reproducir aquí.

En el campo de la fantasía tenemos el Quidditch, el deporte de las novelas de Harry Potter en donde dos
equipos de magos en escobas voladoras siguen una complicada serie de reglas para anotar puntos. La
popularidad de este deporte entre los aficionados a la saga es tal que la autora J.K. Rowling ha tenido que
publicar un librito especialmente dedicado a describir las reglas y orígenes de este juego.

En la televisión y el cine hay varios juegos, como el Tongo de Star Trek: DS9, o los juegos de recreación
del holodeck de Star Trek: The Next Generation, sin olvidar, claro está el famoso ajedrez 9-D de la serie
original de Star Trek. En Star Wars también aparece un tipo de ajedrez, pero holográfico y está el juego del
sabbacc en el que Han Solo le ganó el Millenium Falcon a Lando Calrissian. En el anime tenemos la
antológica serie de OVAs y serie de televisión Battle Athletes, en las que lindas chicas de grandes
atributos efectúan las hazañas deportivas más absurdas con tal de proteger el sistema solar.

Así pues, aunque no hay una gran novela sobre el deporte en el campo de la ciencia ficción, se ve que hay
muchos loables ejemplos de este entretenimiento si uno se pone a buscar con cuidado. Esperemos que
algún autor en el futuro haga una novela que tome más en serio las disciplinas deportivas.

© Daniel Mejía; 12-05-04.

La forma de la Ciencia Ficción por venir

Para poder hablar sobre lo que vendrá en ciencia ficción, necesito retroceder para tomar impulso. Lamento
decir que retroceder significa retroceder hasta muy lejos.

Empecé a leer ciencia ficción en 1930, año más, año menos. Hace de esto más de cuarenta años. Parece
más, y también, en cierto modo, parece más de lo que una vida debiera contener. El mundo era un lugar
muy distinto en 1930. Recuerdo ese año, y los años vecinos. Supongo que tenían veranos, pero lo que
recuerdo es la nieve, la gente en ropas de trabajo que paleaba la nieve, y los hombres que vendían
manzanas en las calles. Eran los días de la Gran Depresión, cuando era elegante ser pobre, y casi toda la
gente que yo conocía estaba a la moda.

Algún día alguien —quizás un miembro aspirante de la Asociación de Investigadores sobre Ciencia
Ficción, o un futuro doctor en letras desesperado por hallar un tema— se pregunte qué habría sido de la
Ciencia Ficción si no hubiese sido por la Gran Depresión. Yo no estoy seguro de lo que hubiera ocurrido.
Quizá no habría sobrevivido. Porque las revistas, todas las revistas, eran un producto de la Depresión. Si
uno no tenía trabajo, no podía comprarse un coche nuevo ni ir a un club nocturno, o ni siquiera comprar
gin de contrabando. Pero seguramente sí podía conseguir diez o quince centavos para comprar un
ejemplar de G-8 and His Battle Aces o The Shadow. Juntamente con las demás expresiones del pulp (1)
se desarrolló la ciencia ficción. Un empresario capaz, Hugo Gernsback, fue el primero, con Amazing
Stories. Cuando quebró, perdió esa publicación, que continuó apareciendo bajo el sello de otra compañía
editora, y editó en cambio Wonder Stories. Simultáneamente, Clayton ponía en marcha Astounding
Stories. Gernsback era capaz de verdad. Vio lo que otros editores también veían, pero sin saber
aprovechar: que los lectores de revistas de ciencia ficción se interesaban en lo que leían infinitamente más
que los demás consumidores de pulp. Por ejemplo, escribían cartas. Muchas cartas. Quizá, pensó
Gernsback, sea posible reunir a estos activistas en un club, y si entonces uno convierte la revista que edita
en el órgano oficial del club, es posible lograr un público fijo que asegure indefinidamente una circulación
básica.

Puso manos a la obra con una entidad llamada Liga de Ciencia Ficción... y allí, hermanos míos, todos nos
metimos en dificultades. La Liga hizo mucho por la circulación de Wonder Stories, pero nos acostumbró a
encontrarnos, y miren a qué hemos llegado cuarenta años más tarde.

En aquellos días había gigantes en la Tierra. Recuerdo a varias de las personas que convirtieron la ciencia
ficción en lo que es en la década del treinta. Figuras como no volveremos a ver. Nosotros, los
admiradores, los miembros de la Liga de Ciencia Ficción, o de la Liga independiente de Ciencia Ficción, o
del grupo de los Futurianos, mirábamos a las figuras paternales que escribían los cuentos y editaban las
revistas con el cálculo y la timidez con que un cabrito mide la fuerza del jefe del rebaño. Estaba entre ellos
el poderoso Gernsback, cuyos cubiles se encontraban en la calle Hudson, y que se comunicaba con los
jóvenes admiradores y escritores por medio de su representante en la Tierra, Charles Hornig. Y también T.
O'Connor Sloane, doctor en filosofía, que fue luego director de Amazing Storíes. Un hombre maravilloso
que tenía una larga barba blanca como Jehová o como Bernard Shaw. Nunca le olvidaré, porque él publicó
mi primer texto, en 1937. O más o menos en 1937. Era un poema; lo escribí en 1935, fue aceptado en
1936, editado en 1937 y me lo pagaron en 1938, porque así funcionaban las cosas en esos tiempos.
Jamás se lo perdonaré, pero a veces quisiera hacerlo. Y también Farsworth Wright, el director de Weird
Tales, que sufría de parkinsonismo y cuando tomaba en la mano un original lo hacía sonar como unas
maracas; detrás de su enfermedad había un cerebro agudo y generoso. Y también el maestro de todos
nosotros, John Campbell. Cuando tomó la dirección de Astounding a mitad de los años 30, llevó la ciencia
ficción a cierto nivel de dignidad que no había tenido antes. No estoy hablando solamente de aspectos
literarios; pocos saben que John era también un connaisseur de vinos y comidas. Por ejemplo, y me lo
contó su esposa de entonces, era el único cliente del Chock Full O'Nuts de la Calle 23 para quien
reservaban una botella especial de ketchup Pride of the Farm. Visitar a John Campbell era siempre una
experiencia. Lo que más le divertía de Astounding eran sus propios editoriales. Mientras los pensaba,
comentaba el tema con todos sus colaboradores. Hacía esto durante cuatro semanas, y el último día de la
última semana los escribía. Y como ya había oído todas las objeciones posibles a la loca propuesta que
iba a formular en el editorial, había tenido también tiempo para considerar la réplica a esas objeciones. Lo
que más recuerdo de John en esos días son cosas largas: frases largas, larga nariz escocesa, larga
boquilla de cigarrillo, larguísima cánula del pulverizador contra el asma con que puntuaba sus frases.
«Aunque este cuento no está muy bien escrito, tiene algo. Pero —chorrito— lo malo es que no sabe usted
qué es.» Tiempo después esos pulverizadores pasaron a la historia, con la aparición de los medicamentos
dianéticos. Sin embargo, John me dijo un día: «Gracias a la terapia dianética hemos conseguido una
positiva reducción de los síntomas de la tuberculosis, el asma —chorrito— y el resfriado.»

Que hable con ligereza de estas personas no significa que no las quiera. Ya he escrito en otras partes lo
que de ellos pienso, y no creo que se ofendan si los recuerdo con un afecto cotidiano y familiar al mismo
tiempo que con todo el respeto que se merecen. Cuando los conocí, nosotros éramos los admiradores, y
ellos el establishment.

Y entonces empezaron a ocurrir cosas. Cosas locas. La gente nos compraba cuentos. Escribir cuentos
seguía siendo una tarea muy interesante, pero también muy laboriosa. Miré a mi alrededor y me pareció
que, en tanto que para ser un escritor se necesitaba por lo menos algún talento y esfuerzo, no había
requisitos semejantes para ser un editor o un director de revista. Así que empecé a tratar de que alguien
me contratara, y para sorpresa de todos, y principalmente mía, una semana de octubre de 1939 recibí dos
propuestas de empleo. Una era como cadete de la American Car & Foundry; la otra como editor de dos
revistas de ciencia ficción. No vacilé en ese momento, pero a veces me he preguntado si elegí bien. No
era un problema de salario, porque los dos empleos eran por la misma cifra, diez dólares semanales. Esto
significaba una especie de retroceso, porque el verano anterior ganaba doce dólares como lavaplatos en
un restaurante, pero cuando el dueño de las publicaciones me dijo cuánto deseaba que trabajara con él,
acepté inmediatamente. Y debía ser cierto, porque al mismo tiempo contrató a otro editor para otra de sus
revistas, y a él no le ofrecieron semejante suma. Firmó por trabajar a prueba —sin salario— durante tres
meses, y luego, fue ascendido a mi nivel económico de diez dólares.

Pero allí estaba yo, con diecinueve años de edad, y director de dos revistas de ciencia ficción. Y poco
después mi amigo Bob Lowndes fue designado director de Future Fiction, que editaba Louis Silberkleit y
algo por el estilo le ocurrió a Don Wollheim. Y de repente, los tres miembros del grupo de los Futurianos,
rebeldes contra el establishment, éramos el establishment. Los pacientes habían tomado el manicomio.
Eso fue hace mucho, y han pasado tantas cosas... Hemos visto a la ciencia ficción recorrer un largo
camino, y crecer en dignidad, aunque me temo que no siempre para su beneficio en todos los sentidos.
Muchos de nosotros debemos esforzarnos para rechazar la parálisis que causa poseer una imagen
establecida de videntes o de literatos. Hemos visto convertirse en realidad muchas predicciones de la
ciencia ficción: los viajes espaciales, la energía atómica, la televisión, cosas que ni siquiera los mismos
escritores o editores creían mientras escribían o publicaban aquellas narraciones.

De los pulp magazines, que muchos llevábamos con las cubiertas arrancadas, o bien ocultos en los
bolsillos interiores, la ciencia ficción pasó a ocupar un lugar muy diferente: hoy, por ejemplo, Hermán Kahn
contrata asistentes para que tabulen las ideas de las obras completas de A. E. van Vogt y vean cuáles
pueden ser utilizadas en los argumentos que prepara el Hudson Institute.

Con una parte de la cabeza pienso que esto me gusta. Pero con la otra parte no tanto, porque siento —y lo
digo con pena— que buena parte de la ciencia ficción de los últimos pocos años ha perdido en cierta
manera el carácter excitante que tenía en otros momentos. Los escritores son buenos, incluso
técnicamente mejores que los precedentes,

Y sin embargo, la producción de nuevas ideas no parece estar de acuerdo con la cantidad de escritores
existente ni con la cantidad de libros que se publican.

¿Por qué ocurre esto?

No sé si tengo toda la respuesta, pero creo que tengo una parte. Se puede resumir en una sola palabra:
conformismo.

Quisiera evitar todo posible malentendido. Considero que cuando la ciencia ficción salió de Osnome y
Barsoom hacia los probables futuros reales del mundo real en que vivimos, dio un paso hacia delante. No
sólo esto mejoraba su calidad literaria, sino que creo incluso que desempeñó un papel bastante
considerable en la tarea de convertir a una parte de la población en gente con sentido temporal, que, al
menos, algunas veces, piensan en las acciones de hoy en los términos del costo de mañana en polución,
superpoblación y degradación general de la condición humana.

Lo que quiero decir es que después de avanzar, un paso tras otro, de pronto nos quedamos congelados.
Personalmente estoy cansado de muchos temas corrientes en la ciencia ficción. De verdad, no quiero
volver a leer una novela donde el héroe sea un engranaje rígido y despersonalizado en una máquina
corrompida y desalmada. Eso ya lo leí. Hasta lo escribí. Y no quiero volver a leerlo.

Es verdad que para muchos de nosotros el mundo se presenta así, y que las presiones que soportamos
tienden a convertirnos en alguien como ese héroe. Y todos los escritores conocen las ventajas de la
identificación con el lector: si usted le clava las espuelas al lector donde le duele, habrá conquistado su
interés.

Supongo que esto no es malo en sí. Pero tiene algo de malo, y es que induce a pensar en algo que yo no
creo: que la gente dentro de cincuenta o de quinientos años no sufrirá por causa de heridas diferentes de
las que nos hacen sufrir hoy.

Y el problema de esto es que contradice ese elemento de la ciencia ficción que la hizo originariamente
digna de ser leída. Un ejemplo puede ser la diferencia entre Julio Verne (que, en mi opinión, no merece
hoy ser muy leído) y H. G. Wells (que, según pienso, será un autor eternamente digno de ser leído). Verne
era conformista. La sociedad de que hablaba era la sociedad en que vivía. Los problemas que le
preocupaban eran los problemas del mundo de mediados del siglo XIX. La ciencia que utilizaba era la que
podía tomar de los textos y obras de referencia a que todo hombre culto tenía acceso.

En cambio, Wells ensanchaba su visión mirando hacia nuevas especies de ciencia, nuevas formas de
sociedad, nuevos problemas.

No quiero hablar en los términos de la ética protestante, ni mencionar obligaciones o responsabilidades,


pero no puedo dejar de sentir que nosotros, los escritores de ciencia ficción, tenemos en cierto sentido una
obligación. No impuesta por una orden divina, sino porque se trata de una cosa que es preciso hacer y que
nadie más está haciendo: esa cosa es tratar de imaginar nuevos estilos de vida y de anticipar qué
sufrimientos —distintos de los nuestros— padecerán quienes vivan con esos nuevos estilos.

Yo sé que no propongo una tarea sencilla. Quizá ni siquiera sea posible. Pero vale la pena. Tratar de ver
unas condiciones distintas de las nuestras, a tiempo para ayudar al mundo a prepararse para ese futuro
shock, ese cambio de valores, ese nuevo ambiente en que todos nosotros estaremos viviendo cuando el
progreso de la tecnología alcance el actual potencial de la ciencia.

El conformismo con los problemas de hoy implica la no aceptación de los de mañana; y la ciencia ficción
pertenece al mañana.

Avizorar el futuro, mostrar sus extraños e inesperados giros, proporcionar un catálogo de futuros posibles
para que el mundo elija, iluminar las decisiones que hoy podemos tomar: éstas no son las únicas cosas
que puede hacer la ciencia ficción, pero sí son cosas que la ciencia ficción puede hacer mejor que
cualquier otro instrumento humano.

No tenemos por qué hacerlas, si no queremos.

Esto es todo lo que deseo decir hoy sobre ciencia ficción, y ya he terminado, aunque quisiera formular una
observación personal.

Como les he dicho, he pasado largo tiempo ocupándome de ciencia ficción, y he ganado una buena
cantidad de Hugos, y plaquetas y premios de varias clases. Pero hoy he recibido el máximo. Ser Huésped
de Honor en esta convención representa para mí una gratificación personal completa. Un verdadero honor.

Ya me referí al afecto y la amistad que siento por muchas de las grandes figuras del pasado: no se limitan
a ellos, porque siento afecto por hombres de hoy, como Ben Bova o Larry Niven, y por los de ayer como
John Campbell o Doc Srnith. Existe entre nosotros una vieja amistad, que valoro y aprecio, y también entre
todos los que estamos en este lugar.
Durante los años he conocido a muchas personas que trabajan en el campo de la ciencia ficción, autores,
admiradores, artistas gráficos. Los he encontrado en California, y en el Este, y en todo el territorio de los
Estados Unidos, y en Canadá, en Inglaterra, Alemania, Italia, Rusia, Brasil, Japón y una docena de otros
países. Y he descubierto que todos somos iguales. No somos amigos o colegas: somos una familia. No
siempre estamos de acuerdo. Podemos pelearnos. Pero lo que nos une siempre es más fuerte que aquello
que nos separa. Podemos burlarnos unos de los otros y hasta insultarnos; pero nunca dejaremos de
hablar entre nosotros, porque de otro modo, ¿con quién hablar? En Moscú y en Munich, en Osaka y en
Montreal, he hablado con gente que tenía piel de distinto color y hablaba distintos idiomas, pero a todos
los reconocí. Eran una familia. Mi familia. Nuestra familia. Una familia a la que me da gran placer
pertenecer. Y una gran calidez. Salud y gracias a cada uno de vosotros.

(1) Pulp: Pulp magazines, literalmente revistas de pulpa, por la calidad


del papel en que se imprimían. Era papel de periódico, y se imprimían
también en rápidas rotativas de periódico, de ahí su gran difusión y
bajo costo. La expresión más notoria del pulp es seguramente la
historieta.

© Frederick Pohl; LACON 1972 (Discurso de los huéspedes de Honor)

De la peste y otros demonios

¿Qué tienen en común dos escritores como Connie Willis y Daniel Defoe, autores separados por cuatro
siglos?. Simple; en que ambos escriben sobre una pandemia, en este caso sobre la peste negra. Esta
enfermedad que llegó a matar varios millones de personas en sucesivos brotes entre los siglos VI- XVIII d.
C. en Europa.

Daniel Defoe nació aproximadamente en el año 1660 en Inglaterra, y fue testigo en su niñez, del brote de
peste de 1665 en Inglaterra, experiencia a partir de la cual, escribiría en 1724 su obra semiautobiográfica
Diario del Año de la Peste. Fue uno de los escritores burgueses más respetados y populares de su tiempo.
Connie Willis nació en 1945 en California y es una de las escritoras de ciencia ficción más reputadas hasta
el momento. En 1992 escribió la novela ganadora de los distinguidos galardones Hugo, Nebula y Locus, El
Libro del Día del Juicio Final, en la cual una historiadora del 2050 regresa -por accidente- en el tiempo al
brote de peste de 1348, en Inglaterra, mientras buscaba registrar la vida de los pobladores de la Edad
Media.

A primera vista se podría decir que Willis le ha robado la idea a Defoe de hacer un relato sobre la vida y
muerte en esos tiempos, pero nada más lejos de la verdad. Al comparar la prosa de Defoe tiene el sabor
de lo antiguo, de una literatura que todavía se estaba forjando. En cambio la prosa de Willis es radiante,
vital llena de energía. El libro de Defoe no trata de ser más que un registro histórico, casi demográfico, de
la situación de su tiempo; no se adentra en la psicología de sus personajes (prácticamente inexistentes en
el curso de la obra). Willis por su parte le pone una tremenda fuerza a la situación en la que Kivrin Engle,
la historiadora del futuro se encuentra, así como un buen trabajo de los personajes secundarios: el señor
Dunworthy, Colin, la familia del s. XIV con la que se hospeda Kivrin, etc. Y es el enfoque único de la
ciencia ficción el que permite crear en el libro de Willis una historia que corre paralela a lo largo de la
novela: una misteriosa enfermedad que ha aparecido en el s. XXI y se sospecha ha sido traída por el viaje
de Kivrin; y el drama de Kivrin, dejada a años de distancia de donde debería estar y enfrentando
dificultades inesperadas en su viaje a la edad media.

Pero hay otras interesantes subtramas como el cierre de la Red, el sistema de viaje en el tiempo que
empeora la situación de Kivrin, al sospechar que la enfermedad vino de ahí; el calvario en que se volverá
la vida de la familia de Lady Eliwys cuando Kivrin descubra que han sido contagiados con la peste, a
medida que mueran todos uno por uno; los desesperados intentos del señor Dunworthy, uno de los
responsables de la Red, por reabrirla; la epidemia que azota Londres en el futuro, etc.

El libro de Defoe en cambio no hace más que ofrecer cifras y situaciones dadas, pero no llega a conmover.
Aún así cumple su propósito de informar seriamente y ser un relato creíble de los padecimientos de la
epidemia de peste de 1665, llegando a ser una interesante crónica costumbrista. El problema es que no
pasa de ser eso: una crónica costumbrista. En el libro de Willis en cambio, hay pasión, una construcción
de personajes magnífica, tanto modernos como antiguos (sinó baste comparar a dos niños que aparecen
en la obra: Colin del s. XXI, y Agnes del s. XIV; ambos provienen de contextos socioculturales muy
distintos, pero al final se comportan como lo que son: niños). El libro de Willis es a lo largo de cada página
una crónica de las alegrías y sufrimientos de los personajes, de sus sueños y sus derrotas, de sus
obsesiones y sus anhelos. Es la quintaesencia de una novela.

Además el origen de la plaga del futuro es de lo más interesante (y me perdonarán que les quite la
sorpresa de la novela a muchos), puesto que consiste en un virus proveniente de una excavación
arqueológica de la edad media, que se había mantenido latente todo ese tiempo. Esto nos recuerda a la
"maldición de los faraones" causada por hongos que vivían en las tumbas, o a las recientes pandemias de
la fiebre aviar, el mal de la vaca loca, etc, que al igual que este virus, vienen de las fuentes más
inesperadas.

Aún así el libro de Defoe no es malo; solo está escrito para su época, así como el de Willis para la nuestra.
En el primero, hay una interesante crónica de la vida y costumbres de la Inglaterra de 1665, sacada de
declaraciones de sobrevivientes de la peste, que fue el material en que Defoe se basó para escribir su
libro. Nos habla de las creencias populares sobre la peste, el estado de la medicina en esa época, etc.
Willis también hace un cuidadoso trabajo por su parte, pero no puede compararse a la crónica histórica
que Defoe escribe. Este, como hombre de su tiempo, hace muchas referencias religiosas y de portentos y
presagios que supuestamente precedieron a la peste (como la clase popular de su tiempo creería). En lo
que ambos coinciden es en el retrato de la peste como una epidemia atroz sin parangón en la historia. Aún
comparándola con enfermedades como el SIDA. De hecho, el futuro de Kivrin fue atacado en los tiempos
anteriores a la novela por algo llamado la "Pandemia", lo que explica el miedo atroz que las autoridades le
tienen a una posibilidad de contagio desde el pasado.

Pero lo que importa en la comparación entre el libro de Willis y el libro de Defoe es que a pesar de que el
segundo se basa en hechos reales, nunca podrá alcanzar la fuerza emocional del primero. El Libro del Día
del Juicio Final es a mi opinión -aun siendo ficción- una obra más creíble para nuestros tiempos que el
libro de Defoe. He ahí la paradoja. Espero que ustedes la disfruten como yo la disfruté.

© Daniel Mejía; 13-04-04

Guerras e invasiones en la Ciencia Ficción

El tema bélico no es extraño a nuestro género. De hecho en varias ocasiones ha ganado el apoyo de la
crítica ya sea en contra o a favor de las guerras. Las batallas descritas pueden ser guerras intestinas o
guerras contra alienígenas. Buenos ejemplos de ello son los dos extremos del espectro en la ciencia
ficción: Tropas del Espacio (1956) de Robert A. Heinlein, ganadora de un Hugo, y La Guerra Interminable
(1975) de Joe Haldeman, ganadora de un Hugo también, así como de un Nébula y un Locus.

Ambas obras son la cara y la cruz de este subgénero. En la primera el autor glorifica la vida militar en un
mundo en guerra perpetua contra un enemigo alienígena con el cual nunca se llega a un entendimiento
llamado "Las Chinches" por los soldados. Donde la ciudadanía solo se puede conseguir tras haber entrado
en el ejército, y muestra el adoctrinamiento del soldado Johnny Rico que pasa de ser un chico que quería
ingresar al ejército para impresionar a las chicas, a un militar fanático que no piensa sino lo que se le
ordena pensar.

En la segunda se recoge una aproximación más realista de la vida militar mostrándola como algo brutal e
innecesario, mostrando a través de los ojos del soldado William Mandella, que tiene que luchar a velocidad
sublumínica una guerra absurda de un milenio de duración contra otro enemigo enigmático llamado "Los
Taurinos". Lo interesante de la segunda novela es que en cada sesión de descanso de los soldados se
ven los cambios radicales que la humanidad ha sufrido tras siglos (homosexualidad mundial, reproducción
clónica, etc.). Al final la guerra termina no con la victoria del hombre sino con un mutuo entendimiento
entre humanos y taurinos que deja a un lado y para siempre a los soldados comunes. Pero con respecto a
la primera novela hay un par de espinosas preguntas que se pueden hacer ¿quienes iniciaron la guerra:
¿las Chinches o los humanos?, y ¿al final estaban luchando una guerra de exterminio o de supervivencia?.

Como punto intermedio entre ambas se puede citar la heptalogía de Ender, escrita por Orson Scott Card, y
formada por El Juego de Ender (1985), La Voz de los Muertos (1986), Ender el Xenocida (1991), Hijos de
la Mente (1996), La Sombra de Ender, La Sombra del Hegemon y Marionetas en la Sombra. En ella el
joven Ender Wiggin es elegido por el alto mando militar de la Tierra para liderar una guerra contra la raza
alienígena misteriosa de ocasión: Los Insectores. Se sabe que los pensamientos de los Insectores son
instantáneos por lo que rebasan la velocidad de la luz y les da una ventaja de pensamiento en grupo
impresionante pero también una gran vulnerabilidad: si la Reina Insectora muere, la colmena pierde su
mente; al final el joven Ender será engañado para que extermine el mundo de los Insectores en beneficio
de la humanidad, pero al final encontrará un capullo de Reina con lo cual podrá redimirse buscando un
planeta donde insectores y humanos puedan coexistir en armonía. En los tomos posteriores Card toma un
tono exageradamente melodramático respecto a los protagonistas más en tendencia a sus raíces
mormonas lo que ahoga su originalidad como escritor de ciencia ficción. Al menos antes de su declive
como narrador ganó tanto el Hugo como el Nébula por las dos primeras obras, que son de una calidad
muy alta.

Últimamente hay una aproximación más humanista hacia el tema de la invasión dando menos énfasis en
la invencibilidad de la Humanidad que solía ser el típico tema de la era del mítico editor de Astounding
John W. Campbell. Para citar un precedente, Campbell no quiso aceptar la novela del célebre Isaac
Asimov, Guijarro en el Cielo (1950), porque en ella los terrestres eran los malvados con un plan para
dominar toda la Galaxia. En sagas como la de los Ocho Mundos de John Varley hemos sido expulsados
de la Tierra por Invasores con poderes casi divinos solo porque al parecer podían hacerlo, o en la novela
Los Genocidas, del gran crítico de la ciencia ficción moderna Thomas M. Disch, la humanidad es
literalmente aniquilada como si fueran una peste molesta sobre el planeta.

También están los relatos de guerras exitosas contra el enemigo extraterrestre como Avispa de Erick
Frank Russell, la saga de los Dorsai de Gordon R. Dickson. En la primera se narra como un hombre solo
puede ser un factor muy perturbante en la economía de guerra de los Sirianos. En la saga de los Dorsai se
narra el establecimiento de una casta militar conformada por humanos genéticamente dotados para la
guerra.

Mención aparte es la saga de la Fundación donde se narra una prolongada guerra sociológica entre la
Fundación y los diversos rivales que le saldrán al paso tras la caída del Primer Imperio Galáctico. La
misión de la Fundación ha sido establecida por el sabio Hari Seldon: restaurar el Imperio. A lo largo de
varias "Crisis Seldon" y usando más maña que fuerza lograrán eventualmente derrotar a las fuerzas del
mismo Imperio en decadencia como ha sido predicho por Hari Seldon y su asombrosa ciencia: la
psicohistoria.

No hay que olvidar las guerras religiosas que se ejemplifican en la saga de Dune del también célebre
Frank Herbert. Su universo, como el de Asimov, es uno poblado solo por humanos pero donde la religión
ha tomado proporciones descomunales, causando una antigua guerra entre hombres y máquinas llamada
El Jihad Butleriano, que extermino las computadoras, y el destino de la humanidad gira en torno al planeta
Arrakis, único lugar del universo donde se encuentra la Especia Melange, que prolonga la vida humana,
causa una adicción incontrolable y da diversos poderes a los humanos. En este universo, el joven Paul
Atreides, último heredero de la casa Atreides reclutará a los nativos de Arrakis, los Fremen, para un nuevo
Jihad o Guerra Santa que lo volverá en amo y señor del universo humano. Posteriormente su hijo Leto
Atreides II -elevado a la categoría de dios- reclutará un cuerpo de batalla llamado las Habladoras-Pez que
serán leales al tener una comunión religiosa íntima con su dios.

Asimismo están omnipresentes los típicos relatos de las guerras nucleares que destruyen la civilización,
tan abundantes en los cincuentas. El peligro atómico nos sigue acompañando como es visible en la
película de Peter Hyams 2010: El Año En Que Hicimos Contacto protagonizada por Roy Schneider basada
en el libro de Arthur C. Clarke 2010: Odisea Dos (1982), que es a su vez continuación de 2001: Una
Odisea Espacial (1968) y que en su tiempo fue hecho película por el finado Stanley Kubrick. En la película,
los EE.UU. y Rusia están al borde de la aniquilación nuclear, pero la intervención de una inteligencia divina
manifestada en el enigmático Monolito que convierte a Júpiter en un Sol y envía un mensaje de
advertencia a los humanos hace que desistan de sus propósitos bélicos.

En la ciencia ficción española no faltan las aventuras bélicas ya sea con la saga más clásica de ese país:
La Gran Saga de los Aznar, donde la familia Aznar lidera a la humanidad a bordo del auotplaneta Valera,
una nave-mundo generacional en contra de sus múltiples rivales extraterrestres. O bien en la saga de
Akasa-Pupsa, ambientada en un lejanísimo futuro donde la humanidad está confinada al cúmulo globular
de ese nombre y donde la Utsarpini pelea una guerra de expansión contra el Imperio. Lo original de esta
saga es que las distancias entre estrellas son solo de días o meses-luz, de modo que las naves de fusión,
los estatocolectores bussard y los veleros solares pueden servir de transporte práctico en vez de tomarse
décadas en llegar a sus destinos como ocurriría en la Vía Láctea.

En televisión también se ha documentado guerras espaciales como en las series Babilonia 5, donde se da
una guerra de exterminio entre dos razas de un millón de años de antigüedad: los Vorlon y las Sombras,
enfrentados por sus ideologías radicalmente distintas sobre como educar a las especies menores, y donde
la humanidad y todas las especies jóvenes se ven atrapadas; o en Star Trek: Deeep Space Nine, donde se
narra al larga guerra entre el Domino, la potencia que controla el cuadrante Gamma de la galaxia y la
Federación Unida de Planetas, el Imperio Romulano y el Imperio Klingon, que se reparten el cuadrante
Alpha y al final se alían para derrotar al Dominio.

En fin si algo se ha aprendido de este tour por la ciencia ficción bélica es que la paz quizá sea la mejor
alternativa de todas.

Gastronomía y Ciencia Ficción

La gastronomía o el "buen comer" parece un tema un tanto lejano a la Ciencia Ficción, pero como ha
menudo hemos dicho en estas paginas electrónicas, para la CF nada del quehacer humano le es ajeno.
En las múltiples elucubraciones fantásticas existe un numero representativo de historias que tienen a los
alimentos como eje primordial de la obra, y si reflexionamos que la alimentación es una de las
necesidades básicas del ser humano y que por ello también puede ser fuente de temores primarios o
básicos veremos que ofrece un material muy rico (en todo el sentido de la palabra) para relatos de CF y
como se "come" esto dirán, a eso vamos:

Podemos aventurar una clasificación simple para los relatos de CF "gastronomica" que seria así:

1.- La Humanidad como comida


2.- El canibalismo en la Ciencia Ficción
3.- La Ciencia Ficción gastronomica

1.- La Humanidad como comida


Este es uno de los tópicos mas socorridos en la literatura de CF, de como los extraterrestres nos quieren
literalmente "comer", desde relatos hasta series de TV (por ejemplo V, invasión extraterrestre) han tocado
el tema. Estos relatos emplean como eje central la idea de que la humanidad puede ser "comida" para
otras especies extraterrestres, las historias varían desde lo simplemente anecdótico hasta relatos de
canibalismo científico. Por ejemplo "Semidiós" de Reginald Bretnor es un cuento en el cual el autor narra la
llegada de un alienígena a la Tierra y como entra en contacto con representantes de la Tierra y conoce a
un playboy internacional, el cual finalmente será el "plato de fondo" en la cena del semidiós.
En el "Cazador de dones", Avram Davidson cuenta como una especie extraterrestre ha colonizado la
Tierra y casi ha extirpado a la humanidad, cazando a los remanentes de esta (los "dones" del relato) y
empleándola como alimento para las gentes de la frontera. Pero el mas representativo de los relatos de
este tipo quizás sea "Como servir al hombre" de Damon Knight en el cual se juega con el significado de
servir que puede ser indistintamente entendido en como ayudar o comer, aquí se produce el primer
contacto con una raza alienígena y ella trae a la humanidad el fin de las guerras, las enfermedades y el
hambre pero a cambio de como lo averigua el protagonista de "servir al hombre" en un (o varios) plato de
comida.

2.- El canibalismo en la CF
Solo con animo de bosquejar este complejo tema en la literatura de CF, citaremos una variante de "la
Humanidad como comida" la cual por derecho propio amerita una descripción particular. Por ejemplo
Arthur C. Clarke en su cuento "El alimento de los Dioses" narra como una humanidad avanzada
tecnológicamente ha acabado con el hambre empleando alimentos sintéticos y una de las compañías
productoras fabrica una comida que rápidamente se vuelve la mas deseada por el publico y la
competencia demuestra que esa comida es un duplicado sintético de la carne humana, es decir todos
somos caníbales.

También Robert Silverberg ha tocado el tema desde un punto de vista mas tradicional en "Hacia el
anochecer", la humanidad cae presa de una crisis alimentaria de proporciones planetarias y las
poblaciones van lentamente sucumbiendo y empiezan a devorarse entre ellos. Larry Niven y Jerry
Pournelle en su novela "El martillo de Lucifer" tratan tangencialmente el canibalismo como necesidad tanto
alimentaria como social a fin de aglutinar a un grupo frente al resto de los supervivientes de la caída de un
cometa a la Tierra. Pero es Poul Anderson en su cuento "Carne compartida" ganador del Hugo, el que
narra brillantemente como una colonia perdida ha sufrido una mutación que impide la maduración sexual a
los adolescentes si es que previamente no comen las vísceras de un adulto a fin de proporcionarse las
hormonas y enzimas necesarias para su desarrollo. Cuento amargo y sin concesiones que trata el tema
desde un punto de vista adulto.

3.- La Ciencia Ficción gastronomica


Curiosamente existen pocas historias que traten específicamente de la comida y la Ciencia Ficción y si
asumimos que nuestra biblioteca es una muestra representativa de la CF (a la fecha debemos tener
fichados como 10000 entradas en la base de datos), y que no me falla la memoria podría decir que los
relatos representativos de la CF gastronomica son: "Una estatua para papá" y "Buen sabor" ambos de
Isaac Asimov. Si en el primero de ellos se relata como la humanidad accede a una nueva fuente de
alimentos, de sabor insuperable según el autor; en "Buen sabor" Asimov entra profundamente en el tema
tocando de manera delicada pero firme las interacciones culinarias que suceden en una ciudad espacial
dedicada a elaborar alimentos y condimentos sintéticos para una humanidad que ya casi no consume
productos naturales, de como la cultura condiciona las creaciones gastronomicas de las poblaciones y
viceversa. Este relato puede considerarse como una pequeña joya de la CF gastronomica.

© Víctor Pretell; 25-01-04

Bibliografía

1.- Semidiós; R. Bretnor (Demigood en Anticipación N° 2, Ed. Ferma)


2.- El cazador de dones; Avram Davidson (The bounty hunter en
Imperios Galácticos III, Todolibro Bruguera N° 1664/84)
3.- Como servir al hombre; Damon Knight (To Serve Man en La Revista
de Ciencia Ficción y Fantasía N° 1, 1976 Ed. Orión, Argentina)
4.- El alimento de los Dioses; Arthur C. Clarke (The food of the Gods en
Los Vientos del Sol, Alianza Editorial N° 531)
5.- Hacia el anochecer; Robert Silverberg (en Lo mejor de Robert
Silverberg, Bruguera Libro Amigo N° 463)
6.- El martillo de Lucifer; Larry Niven & Jerry Pournelle, Ed. Acervo
(Lucifer's Hammer)
7.- Carne compartida; Poul Anderson (The sharing of flesh en
Los mejores cuentos de CF sel. de Isaac Asimov, CF N° 6, EMECE)
8.- Una estatua para papá; Isaac Asimov (en Compre Júpiter, Bruguera
Libro Amigo N° 1502/632
9.- Buen sabor; Isaac Asimov (en Isaac Asimov N° 3, revista de CF,
Picazo/Editors S.A.)

La Luna es el infierno

La Luna es un mundo tan cercano a la Tierra que podemos ver su superficie a simple vista. Pero esta
superficie es yerma, inmutable, muerta, claramente desprovista de atmósfera. No es un lugar aparente
para vivir.

Y aún así la Luna tuvo un papel esencial en la CF pre-Apolo. A pesar de su evidente inhabitabilidad, los
escritores de CF contaron que, la Luna estaría repleta de aire, agua, metales y otras riquezas; no
solamente para soportar una colonia, sino que seria un escalón esencial para avanzar al resto del Sistema
Solar.

Las misiones Apolo cambiaron todo eso.

Lentamente, sin embargo, nosotros hemos vuelto a ver que La Luna post Apolo nos podría soportar pero
desde luego ello requerirá ingenio. La Luna podría ser un lugar tan rico y hermoso para vivir como la
Tierra.

Quizás, después que todo, nosotros podríamos aprender a amar La Luna.

Una vez la Luna fue un mundo dentado, con cráteres de paredes verticales y llanuras de piedra dónde el
sol ardía en un cielo abrumado de estrellas, y la Tierra brillaba ominosamente abajo. Pero había riquezas
ocultas - el agua, los depósitos minerales - qué podrían servirnos.

El relato de Ray Cummings Brigands of the Moon (1931) es típico de la era pulp de la CF. En el 2070 en
un sistema solar colonizado la huérfana Luna es una anomalía. La historia se refiere al secuestro de una
nave espacial terrestre por soldados Marcianos quienes desean apoderarse de un recurso lunar clave
"radiactum", un mineral que empleado como un catalizador revolucionaria la industria. Incluso en 1931
Cummings pudo predecir algo de la tecnología requerida para una colonia lunar - los trajes de presión, y
las condiciones claustrofóbicas.

En esta Luna clásica, fragosa pero rica fue que John W. Campbell situó su épica Robinsonada The Moon
Is Hell (1950). En 1979, una expedición de 15 hombres es abandonada en el lado oscuro. Ellos sobreviven
durante años minando el yeso lunar para obtener agua y oxígeno, construyendo paneles solares a partir
del vidrio lunar y trozos de mercurio sólido. La Luna deviene en una estación de transito para la expansión
en el Sistema solar.
Este era el papel tradicional de la Luna en la visión expansionista de la ciencia ficción de aquellos años,
como la ciencia ficción cercana de Arthur C. Clarke: por ejemplo A Fall of Moondust (1961) y el menos
conocido Earthlight (1955) que describe una guerra lunar sobre depósitos de uranio profundamente
enterrados. La Luna viene a ser "el más rico y mas importante de todos los mundos" y la llave para la
posterior expansión del hombre.

Todo este optimismo sobre la utilidad de la Luna se predicó basado en la ciencia de aquellos años. El
agua sobre la Luna, por lo menos en forma de minerales hidratados, era una parte del paradigma
aceptado. El físico John Gilvarry argumentó tan tarde como 1960 que el color oscuro de los "mares"
lunares se debía a la materia orgánica depositada en el sedimento localizados en las profundidades
oceánicas. Trágicamente, sin embargo, para los sueños de una vida dadivosa sobre caminar en suelo
Lunar, todo esto probaría estar equivocado.

El análisis de las primeras muestras de rocas lunares traídas por el Apolo 11 no presento el rastro más
ligero de agua, ni ahora ni en el pasado. La falta de agua durante las edades tempranas de la formación
lunar impidió la aparición de menas hidrotérmicas similares a las terrestres ellas están completamente
ausentes en la Luna.

Fue repentinamente claro que vivir sobre la Luna iba a ser mucho más duro de lo que nosotros habíamos
esperado. La Luna continuo apareciendo en la ciencia ficción, pero fue relegada a un segundo plano en el
drama mayor del Sistema Solar.

La novela corta de Larry Niven The Patchwork Girl (1980) es un misterio sobre un asesinato ocurrido en
una ciudad lunar del siglo 22 por alguien que dispara un láser a través de una ventana. Éste es un relato
que invierte el clásico tema del cuarto cerrado; aquí todos están cerrados con llave dentro del cuarto, no
fuera de el. Niven aplica agradablemente su disciplinada y amplia imaginación a la vida en la Luna - por
ejemplo, los problemas para tomar un baño.

En muchos relatos post - Apolo la Luna sirve como un último refugio para una Tierra golpeada por alguna
catástrofe. En Playa de Acero (1992), de John Varley los humanos han sido expulsados por unos
alienígenas y deben sobrevivir en la "playa de acero de la Luna". La tierra es devastada a menudo por una
guerra nuclear o eco-derrumbamiento. En Griffin's Egg (1990) de Michael Swanwick encontramos a
colonos lunares cogidos en un fuego cruzado de guerras nucleares. Y en Waging Good (1995) de Robert
Reed nos relatan las preocupaciones de una muchacha lunar que como castigo por un crimen, es enviada
al infierno en que la Tierra se ha vuelto.

En un relato notable de Kim Stanley Robinson "The Lunatics" (1988), se envían a delincuentes con sus
mentes en blanco a que perforen eternamente a través de las capas profundas de la Luna. Un historia
acertijo de supervivencia lunar algo mas anticuada es la historia Walk in the Sun (1991) de Geoffrey
Landis. Un astronauta abandonado debe "caminar" de todos modos alrededor de la Luna, para mantener
sus paneles solares a la luz del sol. La pericia con que Landis, un científico de la NASA, teje su hilo lunar
le ganó mucha popularidad a esta historia.

Cuando se analizaron los resultados obtenidos por las misiones Apolo, un cierto optimismo cauto sobre la
Luna empezó a surgir. La visión moderna de los recursos lunares inciden en el posible uso del suelo lunar
como un escudo térmico y de la radiación, o como materia prima para obtener concreto, vidrio y cerámicas.
Las piedras pueden no contener agua, pero ellas tienen oxígeno que podría usarse. El hidrógeno del
viento solar puede estar presente en el suelo lunar. Quizás las llanuras de los "mares" lunares podrían
fundirse para formar paneles solares gigantes. Y quizá después de todo haya agua en la Luna: llevada allí
por los impactos de los cometas, puede estar localizada a la sombra de los cráteres profundos en los polos
lunares.

Esto impulso una nueva ola de relatos sobre la colonización lunar, como el relato de Allen Steele Lunar
Descent (1991) y la serie de Ben Bova que empezó con Moonrise (1996). Estos trabajos emplean los
conocimientos actuales de la ciencia moderna: el agua se obtiene en depósitos ubicados en el Polo sur,
maquinas para minar las rocas en búsqueda de oxigeno y metales. Pero los libros son peculiarmente
anticuados, infundidos por el punto de vista acritico acerca de los beneficios de la tecnología, propios de
los escritores de la CF "dura" de épocas pasadas.

Finalmente más convincente es el relato de SD Howe "Honor Bound Honor Born" (1996). En 1999, se
establece una base lunar automática de un solo hombre. Pero el astronauta es abandonado, y como los
colonos de Campbell debe aprender a vivir fuera la tierra. Howe es físico y planificador espacial para los
laboratorios de Los Alamos. Esta novela auto publicada es una pirueta propagandística, diseñada para
destacar las oportunidades y tecnologías lunares.

¿Pero la Luna sólo servirá como un socavón minero? Nuestra desilusión con la Luna que visitamos en
1969 ha coloreado nuestra visión sobre ella. Los astronautas del Apolo 8 describieron a la Luna como:
"una pelota de golf deformada... un campo de batalla... un juego de voleibol jugado en una playa sucia... "
Pero la Luna tiene su propia belleza sutil, antigua, como apreciaron algunos de los astronautas.

Esta belleza se evoca en el relato Heads (1990) de Greg Bear. La luna del siglo 22 de Bear es un mundo
de tranquilidad e inmovilidad, de cerramiento, de inmovilidad y bellas artes, y como tal es un lugar
apropiado para buscar el cero absoluto - el estado definitivo de inmovilidad - y para revivir los cerebros
congelados de terrícolas muertos hace mucho. La Luna de Bear es un jardín Zen que forma a las personas
que viven en él, y es un comentario en el madurar de los sueños americanos.

¿ Puede disfrutar la Luna todavía un futuro mas expansivo?

Terraformar la Luna - hacerla como la Tierra - sería un desafío en orden de magnitud más difícil que
terraformar Marte. La Luna es deficiente en casi todos los volátiles requeridos para la vida terrestre -
dióxido de carbono, nitrógeno, agua. Y el "día" lunar de un mes de duración ocasionaría problemas; una
atmósfera lunar se congelaría durante las largas noches (como en el relato de HG Wells First Men in the
Moon (1901).

El primer relato sobre terraformacion lunar parece haber sido realizado por John Gribbin y Marcus Chown
"Double Planet" (1988). En la siglo 22, un cometa es desviado para chocar con la Luna, así este proveerá
a la Luna con una fina atmósfera. El libro fue escrito por dos periodistas de ciencia, y como podría
esperarse el trasfondo técnico esta bien trabajado. Pero la narrativo es plana, y el clímax del libro - la
colisión del cometa con la Luna - se visualiza pobre y notablemente carente de drama. Una continuación,
Reunion (1991), situada quinientos años después de "Double Planet", describe la Luna terraformada y es
una desilusión: un paisaje medieval opaco y desolador poblado por una gente acobardada. La novela de
HG Wells "The First Men in the Moon" es mucho mas atractiva y da una representación realista de como
seria la vida sobre una Luna transformada, y como podría ser una verdadera hermana para la Tierra.

La Luna ha tenido mala prensa desde las misiones Apolo. Pero quizás es el momento de aceptarla como
una hermana qué es. La Luna es después de todo un planeta completo, y apenas a unos días de
distancia. Con ingenio puede ser posible vivir allí y prosperar con los minerales lunares.

Y de un modo inesperado la Luna puede ser, después de todo, el camino hacia el futuro. La Tierra es
probablemente única. Pero la humanidad encontrara mundos rocosos y pequeños como la Luna en todos
lados. Y si aprendemos a vivir fuera de la tierra, en la Luna, entonces podremos vivir dónde sea.

© Sthepen Baxter; 1998

Ciencia Ficcion: un punto de vista personal

El ojo del poeta, girando en medio de su arrobamiento,


pasea su mirada del cielo a la tierra y de la tierra al cielo;
y como la imaginación produce formas de cosas desconocidas.
La pluma del poeta las diseña y da nombre
y habitación a cosas etéreas que no son nada.
William Shakespeare
Sueño de una noche de verano, acto V, escena 1

Cuando tenia diez años, decidí -desconociendo casi por completo la dificultad del problema- que el
universo estaba lleno. Había demasiados lugares para que este fuese el único planeta habitado. Y a juzgar
por la variedad de formas de vida en la Tierra (los árboles resultaban bastante distintos de la mayoría de
mis amigos), pensé que la vida en otras partes debía ser muy distinta. Me esforcé por imaginar como
podría ser la vida, pero a pesar de todos mis esfuerzos, siempre pensé en algún tipo de quimera terrestre,
en alguna variedad de plantas y animales existentes.

Por aquella época, conocí, gracias a un amigo, las novelas sobre Marte de Edgar Rice Burroughs. No
había pensado mucho en Marte hasta entonces, pero, a través de las aventuras de John Carter, se me
presentaba un mundo extraterrestre habitado, sorprendentemente variado: antiguas profundidades
marinas, estaciones de bombeo en grandes canales y una multiplicidad de seres, algunos de ellos
exóticos, como por ejemplo las bestias de carga de ocho patas.
La lectura de estas novelas resultaba estimulante. En un principio. Luego, poco a poco, empezaron a
surgir las dudas. La sorpresa de la trama de la primera novela sobre John Carter que leí dependía de su
olvido de que el año es mas largo en Marte que en la Tierra. Pero a mí me pareció que cuando se va a
otro planeta, una de las primeras cosas que se hacen es la de enterarse de la duración del día y del año.
(Incidentalmente, no recuerdo que Carter mencionase el notable hecho de que el día marciano es casi tan
largo como el día terrestre. Es como si esperase que se reprodujesen las características habituales de su
planeta natal en cualquier otro sitio.) Había también otras observaciones menores en un principio
sorprendentes, pero que tras una serena reflexión resultaban decepcionantes. Por ejemplo. Burroughs
comenta de pasada que en Marte existen dos colores primarios mas que en la Tierra. Estuve muchos
minutos con los ojos fuertemente cerrados, concentrándome en un nuevo color primario. Pero siempre
seria un marrón oscuro parecido al de las pasas. ¿Cómo podía haber otro color primario en Marte y mucho
menos dos? ¿Qué era un color primario? ¿Era algo que tenia que ver con la física o con la psicología?
Decidí que Burroughs podía no saber de que estaba hablando, pero que conseguía hacer reflexionar a sus
lectores. Y en los numerosos capítulos en los que no había mucho que pensar, había afortunadamente, en
cambio, enemigos malignos y arrojados espadachines -mas que suficientes para mantener el interés de un
ciudadano de diez años en un verano de Brooklyn.

Un año más tarde, por pura casualidad, di con una revista titulada Astounding Science Fiction en una
tienda del barrio. Una rápida ojeada a la portada y al interior me hicieron saber que era lo que había
estado buscando. No sin esfuerzo junte el dinero para pagarla, la abrí al azar, me senté en un banco a
menos de diez metros de la tienda y leí mi primer cuento moderno de ciencia ficción, "Pete puede
arreglarlo", por Raymond F. Jones, una agradable historia de viajes a través del tiempo después del
holocausto de una guerra nuclear. Había oído hablar de la bomba atómica -recuerdo que un amigo mío me
explicó muy excitado que estaba compuesta de átomos- pero fue la primera vez que se me plantearon las
implicaciones sociales del desarrollo de las armas nucleares. Me hizo pensar. Pero el pequeño aparato
que el mecánico Pete colocaba en los automóviles de sus clientes de forma que pudiesen realizar breves
viajes admonitorios por el reino del futuro, ¿en que consistía? ¿Cómo estaba fabricado? ¿Cómo se podía
penetrar en el futuro y luego regresar? Si Raymond F. Jones lo sabía, no lo estaba diciendo.
Me sentí atrapado. Cada mes esperaba impacientemente la salida de Astounding. Leí a Julio Verne y a H.
G. Wells, leí de cabo a rabo las dos primeras antologías de ciencia ficción que pude encontrar, rellené
fichas, parecidas a las que rellenaba para los juegos de béisbol, sobre la calidad de las historias que leía.
Muchas de ellas tenían mucho mérito al plantear cuestiones interesantes, pero muy poco a la hora de
responderlas.

Hay una parte de mí que todavía tiene diez años. Pero en conjunto soy mayor. Mis facultades criticas y tal
vez también mis preferencias literarias han mejorado. Al releer la obra de L. Ron Hubbard titulada The End
Is Not Yet, que leí por primera vez cuando tenia catorce años, quede tan sorprendido de lo mucho peor
que era respecto a lo que recordaba, que me plantee seriamente la posibilidad de que existiesen dos
novelas con el mismo titulo y del mismo autor, pero de calidad totalmente distinta. Ya no consigo mantener
esa aceptación crédula que había tenido. En Neutron Star de Larry Niven, la trama gira alrededor de las
sorprendentes fuerzas atractivas ejercidas por un poderoso campo magnético. Pero nos vemos obligados
a admitir que dentro de cientos o miles de años, en la época de un vuelo interestelar casual, esas fuerzas
atractivas han sido olvidadas. Nos vemos obligados a admitir que la primera exploración de una estrella de
neutrones la lleva a cabo un vehículo espacial tripulado y no un vehículo espacial instrumental. Se nos
pide demasiado. En una novela de ideas, las ideas han de funcionar.

Sentí el mismo desasosiego muchos años antes, al leer la descripción de Verne a propósito de que la
ingravidez en un viaje lunar solo se producía en el punto del espacio en el que las fuerzas gravitatorias de
la Tierra y la Luna se anulaban y con el invento de Wells de un mineral antigravitatorio llamado cavorita.
¿Por que existía un filón de cavorita en la Tierra? ¿Por que no se precipitó en el espacio hace muchos
años? En la película de ciencia ficción, sobresaliente desde el punto de vista técnico, que lleva por titulo
Silent Running, de Douglas Trumbull, se mueren los árboles en amplios y cerrados sistemas ecológicos
espaciales. Tras semanas de ímprobos trabajos y de una interminable búsqueda en los manuales de
botánica, se da con la solución: resulta ser que las plantas necesitan luz solar. Los personajes de Trumbull
son capaces de construir ciudades interplanetarias, pero han olvidado la ley del inverso del cuadrado.
Estaba dispuesto a pasar por alto la caracterización de los anillos de Saturno como gases coloreados al
pastel, pero eso no.
Tuve la misma impresión con la película Star Trek, aunque reconozco que presupone una gran maestría;
algunos amigos juiciosos me han apuntado que debo considerarla alegóricamente y no literalmente. Pero
cuando los astronautas procedentes de la Tierra llegan a un planeta muy alejado y encuentran allí seres
humanos en pleno conflicto entre dos superpotencias nucleares -que se denominan Yangs y Corns, o sus
equivalentes fonéticos- la suspensión de la incredulidad se desmorona. En una sociedad terrestre global
dentro de siglos y siglos, los oficiales de la nave son embarazosamente Anglo-Americanos. Tan solo dos
de los doce o quince vehículos interestelares tienen nombres no ingleses, Kongo y Potemkin (¿por que no
Aurora?}. Y la idea de un cruce fructífero entre un "Vulcano" y un terrestre deja por completo de lado la
biología molecular que conocemos. (Como he hecho observar en algún otro momento, ese cruce tiene
tantas probabilidades de éxito como el cruce entre un hombre y una petunia.) Según Harlan Ellison,
incluso esas novedades biológicas menores como las orejas puntiagudas de Mr. Spock y sus cejas
indisciplinadas eran consideradas excesivamente atrevidas por los promotores de la película; estas
enormes diferencias entre Vulcanos y humanos só1o iban a confundir al público, pensaban, y se intentó
eliminar todas las características que supusiesen singularidades fisiológicas de los Vulcanos. Se me
plantean problemas parecidos en aquellas películas en las que animales conocidos, aunque ligeramente
modificados -arañas de diez metros de altura- amenazan ciudades terrestres: dado que los insectos y los
arácnidos respiran por difusión, esos merodeadores morirían por asfixia antes de poder destrozar una
ciudad.

Creo que dispongo de las mismas ansias de lo maravilloso que cuando tenía diez años. Pero desde
entonces he aprendido algo acerca de cómo esta organizado el mundo. La ciencia ficción me ha llevado a
la ciencia. Encuentro la ciencia más sutil, mas complicada y más aterradora que gran parte de la ciencia
ficción. Basta con tener presentes algunos de los descubrimientos científicos de las ultimas décadas: que
Marte esta cubierto por antiguos ríos secos; que los monos pueden aprender lenguajes de centenares de
palabras, comprender conceptos abstractos y construir nuevos usos gramaticales; que existen partículas
que atraviesan sin esfuerzo toda la Tierra de forma que hay tantas que emergen por debajo de nuestros
pies como las que caen desde el cielo; que en la constelación del Cisne hay una estrella doble, uno de
cuyos componentes posee una aceleración gravitacional tan elevada que la luz es incapaz de escaparse
de él: puede resplandecer por dentro a causa de la radiación, pero resulta invisible desde el exterior.
Frente a todo esto, muchas de las ideas corrientes de la ciencia ficción palidecen, en mi opinión, al intentar
compararlas. Considero que la relativa ausencia de estos hechos y las distorsiones del pensamiento
científico que se dan a veces en la ciencia ficción son oportunidades perdidas. La ciencia real puede ser
un punto de partida hacia la ficción excitante y estimulante tan bueno como la ciencia falsa, y considero
importante aprovechar las oportunidades que permitan introducir las ideas científicas en una civilización
que se basa en la ciencia pero que no hace prácticamente nada para que esta sea entendida.

Pero lo mejor de la ciencia ficción sigue siendo muy bueno. Hay historias tan sabiamente construidas, tan
ricas al ajustar detalles de una sociedad desconocida, que me superan antes de tener ocasión de ser
crítico. Entre esas historias hay que citar The Door into Summer de Robert Heinlein, The Stars My
Destination y The Demolished Man de Alfred Bester, Time and Again de Jack Finney, Dune de Frank
Herbert y A Canticle for Leibowitz de Walter M. Miller. Las ideas contenidas en esos libros hacen pensar.
Los aportes de Heinlein sobre la posibilidad y la utilidad social de los robots domésticos soportan
perfectamente el paso de los años. Las aportaciones a la ecología terrestre proporcionadas por hipotéticas
ecologías extraterrestres, como ocurre en Dune, constituyen, en mi opinión, un importante servicio social.
En He Who Shrank, Harry Hasse presenta una fascinante especulación cosmológica que ha sido
reconsiderada seriamente en la actualidad, la idea de un regreso infinito de los universos, en el cual cada
una de nuestras partículas elementales es un universo de nivel inferior y en el cual nosotros somos una
partícula elemental en el siguiente universo superior.

Pocas novelas de ciencia ficción combinan tan extraordinariamente bien una profunda sensibilidad
humana con un tema habitual de esta especialidad. Pienso, por ejemplo, en Rogue Moon de Algis Budrys
y en muchas de las obras de Ray Bradbury y Theodore Sturgeon por ejemplo: To Here and the Easel, de
éste último, novela en la cual se describe la esquizofrenia vista desde dentro y constituye una sugerente
introducción al Orlando Furioso de Ariosto.
El astrónomo Robert S. Richardson escribió una sutil historia de ciencia ficción sobre el origen de la
creación continua de los rayos cósmicos. La historia Breathes There a Man de Isaac Asimov proporciona
una serie de penetrantes observaciones sobre la tensión emocional y el sentido de aislamiento de algunos
de los más importantes científicos teóricos. La obra de Arthur C. Clarke The Nine Billion Names of God
inició a muchos lectores occidentales a una intrigante especulación sobre las religiones orientales.

Una de las cualidades de la ciencia ficción es la de poder transmitir fragmentos, sugerencias y frases de
conocimientos desconocidos o inaccesibles al lector, And He Built a Crooked House de Heinlein
posiblemente fuese para muchos lectores la primera introducci6n a la geometría tetradimensional con
alguna posibilidad de ser entendida. En un trabajo de ciencia ficción reciente se presentan las matemáticas
del ultimo intento de Einstein en tomo a la teoría del campo unificado; en otro se expone una importante
ecuación relativa a la genética de poblaciones. Los robots de Asimov eran "positrónicos", porque se
acababa de descubrir el positrón. Asimov nunca explicó como los positrones hacían funcionar los robots,
pero sus lectores oyeron hablar de positrones. Los robots rodomagneticos de Jack Williamson funcionaban
con rutenio, rodio y paladio, constituyentes del Grupo VII de los metales en la tabla periódica tras el hierro,
el níquel y el cobalto. Se sugirió una analogía con el ferromagnetismo. Supongo que en la actualidad hay
robots de ciencia ficción en los que intervienen los quarks o el encanto y que proporcionan una breve
puerta de entrada al excitante mundo de la física contemporánea de las partículas elementales. Lest
Darkness Fall, de Sprague de Camp, es una excelente introducción a Roma en la época de la invasión
ostrogoda y la serie de Foundation, de Asimov, aunque no se explique en los libros, constituye un resumen
muy útil de una parte de la dinámica del ya lejano Imperio Romano. Las historias de viajes a través del
tiempo -por ejemplo, en los las notables ensayos de Heinlein, All You Zombies, By His Bootstraps y The
Door into Summer- fuerzan al lector a contemplar la naturaleza de la causalidad y el devenir del tiempo.
Son libros sobre los que se reflexiona mientras el agua va llenando la bañera o mientras se pasea por los
bosques tras una primera nevada de invierno.
Otra de las grandes cualidades de la moderna ciencia ficción reside en algunas de las formas artísticas
que pone de manifiesto. Llegar a tener una imagen mental de como debe ser la superficie de otro planeta
ya es algo, pero examinar cualquiera de las pinturas meticulosas de la misma escena debidas a Chesley
Bonestell en su primera época es algo muy distinto. El sentido del maravilloso mundo astronómico es
espléndidamente plasmado por algunos de los mejores artistas contemporáneos: Don Davis, Jon
Lomberg, Rick Sternbach, Robert McCall. Y en el verso de Diane Ackerman puede entreverse el anuncio
de una poesía astronómica madura, plenamente en sintonía con los temas habituales de la ciencia ficción.

Las ideas de la ciencia ficción se presentan en la actualidad de muy diversas maneras. Tenemos los
escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov y Arthur C. Clarke, capaces de proporcionar resúmenes
convincentes y brillantes en forma no ficticia de muchos aspectos de la ciencia y la sociedad. Algunos
científicos contemporáneos han llegado a un publico mas amplio a través de la ciencia ficción. Por
ejemplo, en la interesante novela The Listeners, de James Gunn, se encuentra el siguiente comentario
enunciado hace cincuenta años sobre mi colega, el astrónomo Frank Drake: "¡Drake! ¿Qué es lo que
sabia?". Pues resultó que mucho. También encontramos verdadera ciencia ficción disfrazada de hechos
en una vasta proliferación de escritos y sistemas y organizaciones de creyentes pseudocientificos.

Un escritor de ciencia ficción, L. Ron Hubbard, ha fundado un culto con no poca aceptación llamado
Cientologia, inventado, según me han referido, en una sola noche tras una apuesta, según la cual tenia
que hacer lo mismo que Freud, inventar una religión y ganarse la vida con ella. Las ideas clásicas de la
ciencia ficción han quedado institucionalizadas en los objetos voladores no identificados y en los sistemas
que creen en astronautas en la antigüedad -aunque tengo reparos al no asegurar que Stanley Weinbaum
(en The Valley of Dreams) lo hizo mejor, y antes, que Erich von Daniken y R. De Witt en Within the
Pyramid consigue anticiparse tanto a von Daniken como a Velikovsky y ofrecer una hipótesis del supuesto
origen extraterrestre de las pirámides más coherente que la que puede encontrarse en cualquier escrito
sobre antiguos astronautas y piramidologia-. En Wine of the Dreamers, John D. MacDonald (un autor de
ciencia ficción actualmente convertido en uno de los escritores contemporáneos de serie negra mas
interesantes) escribía: "y existen indicios, en la mitología terrestre..., de grandes naves y carros que
cruzaban el cielo". La historia Farewell to the Master, escrita por Harry Bates, se convirtió en una película
titulada The Day the Earth Stood Still (que dejó de lado el elemento esencial del argumento, a saber que
quien tripulaba el vehículo extraterrestre era el robot y no el ser humano). La película, con sus imágenes
de un platillo volante sobre el cielo de Washington, jugó un papel importante, en opinión de ciertos
investigadores conocidos, en la "oleada" de OVNIs sobre Washington D.C. en 1952, justamente posterior
al estreno de la película. Muchas novelas populares actuales del género de espionaje, por la frivolidad de
sus descripciones y la poca consistencia de sus argumentos, resultan calcadas de aquella ciencia ficción
superficial de los años 30 y 40.

La interrelación entre ciencia y ciencia ficción produce resultados curiosos algunas veces. No siempre
queda claro si la vida imita al arte o si ocurre al revés. Por ejemplo, Kurt Vonnegut, Jr., ha escrito una
soberbia novela epistemológica, The Sirens of Titan, en la que se postula un medio ambiente no
globalmente adverso en la luna mayor de Saturno. Cuando en los últimos años diversos científicos, entre
los que me incluyo, hemos presentado indicios de que Titán posee una atmósfera densa y, posiblemente,
temperaturas superiores a las esperadas, muchas personas me hicieron comentarios sobre la presencia
de Kurt Vonnegut. Pero Vonnegut era graduado en física por la Universidad de Comell y, por tanto, podía
conocer los últimos descubrimientos astronómicos. (Muchos de los mejores escritores de ciencia ficción
tienen una base de ingeniería o de ciencia, como por ejemplo Poul Anderson, Isaac Asimov, Arthur C.
Clarke, Hal Clement y Robert Heinlein.). En 1944, se descubrió una atmósfera de metano en Titán, el
primer satélite del sistema solar del que se supo que tenía atmósfera. Tanto en este, como en muchos
otros casos, el arte imita a la vida.

El problema ha sido que nuestra comprensión de los demás planetas ha variado más rápidamente que las
representaciones que de ellos hace la ciencia ficción. La reconfortante zona de penumbra en un Mercurio
en rotación síncrona, un Venus de pantanos y selvas y un Marte infestado de canales son mecanismos
clásicos de la ciencia ficción, pero todos ellos se basan en equivocaciones anteriores de los astrónomos
planetarios. Las ideas erróneas se transcribían fielmente en los relatos de ciencia ficción, que eran leídos
por muchos de los jóvenes que iban a convertirse en la siguiente generación de astrónomos planetarios -
por tanto, estimulando el interés de los jóvenes, pero simultáneamente dificultando mas la corrección dc
las equivocaciones de los mayores-. Pero, al haber variado nuestro conocimiento de los planetas, también
ha variado el contexto de los correspondientes relatos de ciencia ficción. Ya resulta poco frecuente
encontrar relatos de ciencia ficción escritos en la actualidad en los que aparezcan campos de algas sobre
la superficie de Venus. (Incidentalmente cabe decir que los propagandistas del mito acerca de los
contactos con OVNIs se adaptan mas lentamente y todavía podemos encontrar historias de platillos
volantes procedentes de un Venus habitado por hermosos seres con túnicas blancas, de una especie de
cierto Jardín del Edén. Las temperaturas de 900° F existentes en Venus proporcionan una forma de
verificar tales relatos.) Asimismo, la idea de una "curvatura del espacio" es un viejo recurso de la ciencia
ficción, pero que no nació de ella. Surgió de la Teoría General de la Relatividad de Einstein.

La relación entre las descripciones que de Marte hace la ciencia ficción y la exploración actual del planeta
es tan estrecha que, después de la misión del Mariner 9 a Marte, somos capaces de atribuir a algunos
cráteres marcianos nombres de personalidades fallecidas del mundo de la ciencia ficción. Así, en Marte
hay cráteres llamados H. G. Wells, Edgar Rice Burroughs, Stanley Weinbaum y John W. Campbell, Jr.
Estos nombres han sido aprobados oficialmente por la International Astronomical Union. Sin duda alguna,
a esos nombres se agregaran los de otras personalidades de la ciencia ficción tan pronto como fallezcan.
El enorme interés que despierta la ciencia ficción en los jóvenes se refleja en las películas, los programas
de televisión, los comics y en la demanda de ciencia ficción en la enseñanza secundaria y superior. Mi
experiencia personal es la de que tales cursos pueden convertirse en interesantes experiencias educativas
o en desastres, en función de como se programen. Los cursos en los que las lecturas son seleccionadas
por los propios estudiantes no les proporcionan la oportunidad de leer lo que no han leído. Los cursos en
los que no se intenta extender la línea argumental de la ciencia ficción para situar los elementos científicos
adecuados dejan de aprovechar una gran oportunidad educativa. Pero los cursos de ciencia ficción
programados adecuadamente, en los que la ciencia o la política constituyen un componente integral,
tienen en mi opinión una larga y provechosa vida en los planes de estudio.

La mayor significación de la ciencia ficción para el hombre puede darse en tanto que experimento sobre el
futuro, como exploración de destinos alternativos, como intento de minimizar el choque futuro. Esta es
parte de la razón por la cual la ciencia ficción presenta un interés para los jóvenes: son ellos quienes
vivirán el futuro. Creo firmemente que ninguna sociedad en la Tierra se encuentra bien adaptada para la
Tierra de dentro de uno o dos siglos (si somos lo suficientemente prudentes o afortunados para sobrevivir
hasta entonces). Necesitamos desesperadamente una exploración de futuros alternativos, tanto
experimentales como conceptuales. Las novelas y los relatos de Eric Frank Russell apuntan mucho en
este sentido. En ellos, podemos encontrar sistemas económicos alternativos imaginables o la gran eficacia
de una resistencia pasiva unificada ante un poder invasor. En la ciencia ficción moderna, también se
pueden encontrar sugerencias útiles para llevar a cabo una revolución en una sociedad tecnológica muy
mecanizada, como en The Moon Is a Harsh Mistress, de Heinlein.
Cuando estas ideas se asimilan en la juventud, pueden influir en el comportamiento adulto. Muchos
científicos que dedican sus esfuerzos a la exploración del sistema solar (entre los que me incluyo) se
orientaron por primera vez hacia ese campo gracias a la ciencia ficción. Y el hecho de que parte de la
ciencia ficción no fuese de gran calidad no tiene ninguna importancia. Los jóvenes de diez años no leen la
literatura científica.

No se si es factible viajar a través del tiempo hacia el pasado. Los problemas de causalidad que eso
supondría me hacen ser muy escéptico. Pero hay gente que piensa en ello. Lo que se llaman líneas
temporales cerradas -trayectorias en el espacio-tiempo que permiten viajar a través del tiempo sin
restricciones- aparecen en algunas soluciones de las ecuaciones de campo en la relatividad general. Una
pretensión reciente, tal vez errónea, es la de que las líneas temporales aparecen en las proximidades de
los grandes cilindros en rotación rápida. Me pregunto hasta que punto ha influido la ciencia ficción en los
problemas de la relatividad general. De la misma manera, los encuentros de la ciencia ficción con
características culturales alternativas pueden desempeñar un papel importante en la actualización del
cambio social fundamental.

En toda la historia del mundo, no ha habido ninguna época como esta en la que se hayan producido tantos
cambios significativos. La predisposición al cambio, la búsqueda reflexiva de futuros alternativos son la
clave para la supervivencia de la civilización y tal vez de la especie humana. La nuestra es la primera
generación que se ha desarrollado con las ideas de la ciencia ficción. Conozco muchos jóvenes que
evidentemente se interesarían, pero que no quedarían pasmados, si recibiésemos un mensaje procedente
de una civilización extraterrestre. Ellos ya se han acomodado al futuro. Creo que no es ninguna
exageración decir que, si sobrevivimos, la ciencia ficción habrá hecho una contribución vital a la
continuación y evolución de nuestra civilización.

© Carl Sagan; 1974 a 1978


Extraído del libro "El Cerebro Broca", capitulo 9.
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Bibliografía

01.- The End Is Not Yet; L. Ron Hubbard


02.- Neutron Star (Estrella de Neutrones en Crashlander, Ed. Electrónica
y Revisión por Abur_chocolat, Urijenny, Sadrac); Larry Niven
03.- The Door into Summer (Puerta al verano, Sel. Nebulae 12,
EDHASA); Robert A. Heinlein
04.- The Stars My Destination (Tigre, tigre, Col. SF N° 60, Martínez
Roca); Alfred Bester
05.- The Demolished Man (El hombre demolido, Minotauro); Alfred Bester
06.- Time and Again; Jack Finney
07.- Dune (Dune, Jet Ciencia Ficción); Frank Herbert
08.- A Canticle for Leibowitz (Cántico a San Leibowitz, Libro Amigo N°
215, Bruguera); Walter M. Miller Jr.
09.- He Who Shrank (El hombre que encogió, En "La Edad de Oro de la
CF Vol. 2", Col. Súper Ficción, Ed. Martínez Roca), Harry Hasse
10.- Rogue Moon de Algis Budrys
11.- To Here and the Easel; Theodore Sturgeon
12.- Breathes There a Man; Isaac Asimov
13.- The Nine Billion Names of God (Los nueve mil millones de nombres
de Dios, Cuentos de Ciencia Ficción, Biblioteca del pueblo, Instituto
del libro La Habana Cuba); Arthur C. Clarke
14.- And He Built a Crooked House(...Y construyo una casa torcida en "La
desagradable profesion de Jonathan Hoag, Col. SF N° 27, Martínez
Roca); Robert A. Heinlein
15.- Lest Darkness Fall (Que no desciendan las tinieblas, Col. Aelita, Pulp
Ediciones); L. Sprague de Camp
16.- All You Zombies (Todos ustedes zombies; Minotauro fantasía y CF N°
4); Robert A. Heinlein
17.- By His Bootstraps (Por sus propios medios, en "La puerta del
tiempo", Galaxia CF, Ed. Vértice); Robert A. Heinlein
18.- The Listeners, de James Gunn
19.- The Valley of Dreams (El valle de los sueños; en "Lo mejor de
Stanley G. Weinbaum", Obras Estelares de la CF, serie Andrómeda,
EDISAN); Stanley G. Weinbaum
20.- Within the Pyramid; R. De Witt
21.- Wine of the Dreamers; John D. MacDonald
22.- Farewell to the Master (El amo ha muerto; en "Vinieron del espacio
exterior", Col. SF N° 86, Martínez Roca); Harry Bates
23.- The Sirens of Titan (Las sirenas de Titán); Kurt Vonnegut, Jr.
24.- The Moon Is a Harsh Mistress (La Luna es una cruel amante; Col.
Acervo); Robert A. Heinlein

La maquina del tiempo

Difícil sería construir una, pero quizá no imposible


El viaje en el tiempo ha sido un tema recurrente de la ciencia ficción desde que H. G. Wells escribiera su
célebre novela La máquina del tiempo allá por 1895. Pero, ¿es posible construir una máquina que
transporte un ser humano al pasado o al futuro?

Durante decenios, el viaje en el tiempo estuvo proscrito por la ciencia respetable. En los últimos años, sin
embargo, parece como si los físicos teóricos se recrearan en ello. ¿No es acaso divertido cavilar sobre
viajes en el tiempo? Pero la investigación tiene también una vertiente seria. Es capital comprender la
relación entre causa y efecto si se quiere elaborar una teoría unificada de la física. Caso de ser posible el
viaje en el tiempo sin restricciones, aunque sólo fuera en principio, la naturaleza de tal teoría unificada se
vería radicalmente afectada.

Nuestro más penetrante conocimiento del tiempo proviene de las teorías de la relatividad de Einstein.
Antes de su formulación, se creía que el tiempo era absoluto y universal, idéntico para todos, sin importar
cuáles fuesen las circunstancias físicas. En su teoría de la relatividad especial, Einstein enunció que el
intervalo medido por los relojes de un sistema de referencia entre dos sucesos dependía de su
movimiento. Los relojes de dos sistemas de referencia que se muevan de manera diferente registrarán
lapsos de tiempo distintos entre dos sucesos que ocurran en el mismo momento.

Es habitual describir ese efecto mediante "la paradoja de los gemelos". Supongamos que Lola y Luis son
gemelos. Lola se monta en una nave espacial y viaja a elevada velocidad hasta una estrella cercana, da
media vuelta y regresa a la Tierra, donde le espera Luis. Para Lola la duración del periplo podría ser de un
año, pongamos por caso, pero cuando desciende de la nave espacial se encuentra con que en la Tierra
han transcurrido diez años. Su hermano es ahora nueve años mayor que ella. Lola y Luis ya no tienen la
misma edad, a pesar de haber nacido el mismo día. Este ejemplo ilustra una clase limitada de viaje en el
tiempo. En efecto, Lola ha avanzado nueve años hacia el futuro de la Tierra.

Desfase horario

El efecto, conocido como dilatación del tiempo, tiene lugar siempre que dos sistemas de referencia se
mueven uno respecto al otro. En la vida corriente no percibimos extrañas distorsiones del tiempo, porque
el efecto sólo resulta palmario cuando el movimiento se realiza a velocidades cercanas a la de la luz.
Incluso a la velocidad de un avión, la dilatación del tiempo en un viaje asciende sólo a unos pocos
nanosegundos. Con todo, los relojes atómicos son tan precisos, que registran la deriva y confirman que
realmente el tiempo se estira con el movimiento. De modo que el viaje hacia el futuro es un hecho
probado, aun cuando sólo se haya experimentado en cuantía poco apasionante.

Para observar distorsiones del tiempo espectaculares hay que escudriñar más allá del ámbito de la
experiencia ordinaria. Los grandes aceleradores impulsan las partículas subatómicas a una velocidad
cercana a la de la luz. Algunas de estas partículas, como los muones, contienen un reloj intrínseco: se
desintegran con una vida media determinada. En conformidad con la teoría de Einstein, se observa que los
muones que se mueven rápidamente en los aceleradores se desintegran a cámara lenta. Algunos rayos
cósmicos también experimentan portentosas distorsiones del tiempo. Estas partículas se mueven a una
velocidad tan próxima a la de la luz que atraviesan la galaxia en minutos, a pesar de que en el sistema de
referencia de la Tierra parezca que les lleva decenas de miles de años. Si no ocurriera la dilatación del
tiempo, esas partículas nunca hubiesen llegado aquí.

La velocidad es una manera de avanzar en el tiempo. La gravedad es otra. En su teoría general de la


relatividad, Einstein predijo que la gravedad retarda el tiempo. Los relojes avanzan un poco más rápido en
el ático que en el sótano, que al estar más cerca del centro de la Tierra se halla inmerso más
profundamente en el campo gravitatorio. De modo similar, los relojes avanzan más rápido en el espacio
que en la Tierra. De nuevo el efecto es minúsculo, pero se ha medido directamente con relojes precisos.
Para el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) hubo que tener en cuenta estos efectos de distorsión
temporal. Si no, marinos, taxistas y misiles crucero se apartarían muchos kilómetros de su ruta.

En la superficie de una estrella de neutrones, la gravedad adquiere tal intensidad, que el tiempo se retrasa
un 30 por ciento con respecto al de la Tierra. Vistos desde esa estrella, los sucesos de aquí parecerían
una película a cámara rápida. Un agujero negro representa la máxima distorsión del tiempo; en la
superficie del agujero, el tiempo se detiene respecto al de la Tierra. Eso significa que, si cayésemos en un
agujero negro desde sus alrededores, en el breve intervalo que nos llevaría alcanzar la superficie habría
transcurrido para el resto del universo una eternidad. El seno del agujero negro está por tanto más allá del
final del tiempo, en lo que concierne al universo exterior. Si un astronauta pasase a toda velocidad muy
cerca de un agujero negro y regresara indemne, daría un gran salto hacia el futuro.
Solución de Gödel

Hasta ahora hemos tratado del Viaje en el tiempo hacia delante. ¿y para volver hacia atrás? Eso es mucho
más problemático. En 1948 Kurt Gödel, por entonces en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton,
obtuvo una solución de las ecuaciones del campo gravitatorio de Einstein que describían un universo en
rotación; en él, un astronauta podría viajar a través del espacio hasta alcanzar su propio pasado. Se
debería ello a la manera en la que la gravedad afecta a la luz en esa solución. La rotación del universo
arrastraría consigo la luz (y por tanto las relaciones causales entre los objetos), permitiendo que un objeto
material viajara en una trayectoria cerrada en el espacio, que también se cerraría en el tiempo, sin que en
ningún momento se sobrepasara la velocidad de la luz en la vecindad inmediata de la partícula. La
solución de Gödel se dejó de lado como una curiosidad matemática; después de todo, las observaciones
no muestran signo alguno de que el universo en su conjunto esté girando. Su resultado sirvió, eso sí, para
demostrar que la teoría de la relatividad no proscribía el viaje hacia atrás en el tiempo. Efectivamente,
Einstein confesó que le turbaba la idea de que su teoría permitiera viajar al pasado bajo algunas
circunstancias.

Se han encontrado otros estados de cosas en los que cabría viajar al pasado. En 1974 Frank J. Tipler, de
la Universidad de Tulane, calculó que un cilindro muy pesado, infinitamente largo, que girara en torno a su
eje a una velocidad cercana a la de la luz, permitiría que los astronautas visitasen su propio pasado; la
razón, de nuevo, estribaba en la: luz, que sería arrastrada alrededor del cilindro a una trayectoria cerrada.
En 1991, J. Richard Gott, de la Universidad de Princeton, predijo que las cuerdas cósmicas (unas
estructuras que, según creen los cosmólogos, se crearon en las etapas primitivas de la gran explosión)
podrían causar resultados similares. Pero a mediados de los años ochenta se había formulado ya la
situación más realista para una máquina del tiempo; fundábase en el concepto de agujero de gusano.

La maquina del tiempo de un agujero de gusano en tres pasos.

1.- ENCUÉNTRESE O CONSTRÚYASE un agujero de gusano: un túnel que conecta dos lugares
diferentes del espacio. En las profundidades del espacio podría haber grandes agujeros de gusano,
reliquias de la gran explosión:. De no ser así, habría que conformarse con agujeros de gusano
subatómicos, ya fueran naturales (se piensa que aparecen y desaparecen efímeramente por todas partes
a nuestro alrededor) o artificiales (producidos por un acelerador de partículas, como se ilustra aquí). Estos
agujeros de gusano tendrían que agrandarse hasta un tamaño útil, quizá por medio de campos
energéticos como los que causaron la 1nflación del espacio poco después de la gran explosión.

2.- ESTABILÍCESE EL AGUJERO. Una inyección de energía negativa, producida por medios cuánticos,
por el efecto Casimir quizá, permitiría que una señal u objeto atravesara sano y salvo el agujero de
gusano. La energía negativa contrarresta la tendencia del agujero de gusano a desmoronarse y
convertirse en un punto de densidad Infinita o casi infinita. En otras palabras, impide que el de gusano se
convierta en agujero negro.

3.- REMOLCAR EL AGUJERO DE GUSANO. Una nave espacial, dotada de una técnica muy avanzada,
separaría las dos entradas del agujero de gusano. Se situaría un acceso cerca de la superficie de una
estrella de neutrones, un astro sumamente denso con un intenso campo gravitatorio. La gravedad,
enorme, haría que el tiempo fuese más despacio allí. Como el tiempo transcurrirá más rápido en la otra
boca del agujero de gusano, los dos accesos quedarán separados no sólo en el espacio, sino también en
tiempo.

Los agujeros de gusano ofrecerían un atajo entre dos puntos muy separados del espacio. Al saltar a uno,
apareceríamos, momentos después, en el otro lado de la galaxia. Encajan de manera natural en la teoría
general de la relatividad, donde la gravedad no sólo distorsiona el tiempo, sino también el espacio. La
teoría permite que haya conexiones, similares a un túnel, entre dos puntos del espacio. A un espacio así
los matemáticos lo llaman múltiplemente conexo. Al igual que un túnel que pase por debajo de un monte
resultará más corto que la carretera que rodee la ladera, un agujero de gusano sería un camino más breve
que la ruta usual por el espacio ordinario.

La madre de todas las paradojas.


LA CÉLEBRE PARADOJA DE LA MADRE (a veces formulada empleando otra relación de parentesco) se
plantea cuando las personas o los objetos pueden viajar hacia atrás en el tiempo. Hay una versión
simplificada: una bola de billar pasa por una máquina del tiempo de agujero de gusano. Al salir, choca
consigo misma e impide su propia entrada en el agujero de gusano.

LA PARADOJA SE RESUELVE teniendo en cuenta algo bien simple: la bola de billar no puede hacer nada
que sea incompatible con la lógica o las leyes de la física. No puede pasar por el agujero de gusano de
suerte tal, que impida que pase por el agujero de gusano. Pero nada obsta para que lo atraviese de
muchas otras maneras.

Carl Sagan recurrió a los agujeros de gusano como dispositivos ficticios en la novela Contacto, de 1985.
Kip S. Thorne y sus colaboradores del Instituto Tecnológico de California, azuzados por Sagan, se
propusieron averiguar si eran compatibles con la física conocida. Partieron de que un agujero de gusano
se parecería a un agujero negro en que su gravedad sería enorme. Pero al revés que un agujero negro,
que ofrece un camino de sentido único hacia ningún lado, un agujero de gusano tendría salida y no sólo
entrada.
Materia exótica

Para que el agujero de gusano se pudiera atravesar, debería contener lo que Thorne calificó de materia
exótica, generadora de antigravedad, para combatir la tendencia natural de los cuerpos con mucha masa a
convertirse en agujeros negros por su propio peso. Se sabe que en algunos sistemas cuánticos existen
estados con energía negativa; las leyes de la física, pues, no vedan la materia exótica de Thorne, aunque
no está claro que se pueda juntar tanta sustancia antigravitatoria como para estabilizar un agujero de
gusano.

Thorne y sus colaboradores comprendieron que, si se pudiese crear un agujero de gusano estable, se
podría también convertirlo en una máquina del tiempo. Un astronauta que lo cruzara no sólo saldría en
cualquier lugar del universo, sino en cualquier época: bien en el futuro, bien en el pasado.

Para adaptar el agujero de gusano al viaje en el tiempo, habría que arrastrar uno de sus accesos hasta las
cercanías de una estrella de neutrones; habría que dejarlo cerca de la superficie de ésta. La gravedad de
la estrella ralentizaría el tiempo cerca de esa entrada, de manera que se iría acumulando una diferencia de
tiempo entre los extremos del agujero de gusano. Si ambos accesos se emplazaran luego en un lugar
idóneo del espacio, esa diferencia de tiempo quedaría congelada.

Supongamos que la diferencia fuera de 10 años. Un astronauta que atravesara el agujero de gusano en
una dirección saltaría 10 años hacia el futuro, mientras que otro que lo atravesara en sentido contrario
saltaría 10 años hacia el pasado. Regresando a su punto de partida a elevada velocidad por el espacio
ordinario, el segundo astronauta volvería a casa antes de haber salido. En otras palabras, una trayectoria
cerrada en el espacio se podría convertir, asimismo, en una trayectoria cerrada en el tiempo. La única
restricción consiste en que el astronauta no podría regresar a un tiempo anterior al de la construcción del
agujero de gusano.

Un problema colosal que se interpone en la fabricación de una máquina del tiempo a partir de un agujero
de gusano es la creación del agujero de gusano en sí. Pudiera acontecer que en el espacio se den
estructuras de ese tipo de manera natural, como reliquias de la gran explosión. En tal caso, una
supercivilización podría hacerse con el control de una de ellas. O bien podrían aparecer agujeros de
gusano a escalas minúsculas, a la llamada longitud de Planck, unos 20 órdenes de magnitud menor que el
núcleo atómico. En principio, cabría estabilizar un agujero de gusano tan diminuto mediante un impulso de
energía, para luego agrandarlo hasta una dimensión que permitiera su uso.

Paradojas

Suponiendo que se resolvieran los problemas de ingeniería, la producción de una máquina del tiempo
abriría una caja de Pandora de paradojas causales. Piénsese, por ejemplo, en un viajero por el tiempo que
visitara el pasado y asesinase a su madre cuando aún era niña. ¿Cómo se puede racionalizar esto? Si la
niña muere, no puede llegar a ser la madre del viajero en el tiempo. Pero si el viajero en el tiempo nunca
nació, no podría regresar para matar a su madre.

Las paradojas de este tipo surgen cuando el viajero en el tiempo intenta cambiar el pasado, lo cual está
claro que es imposible. Pero eso no impide que alguien forme parte del pasado. Supongamos que el
viajero en el tiempo regresa y salva a una niña de ser asesinada, y esa niña es su madre. El lazo causal es
entonces coherente; no constituye ninguna paradoja. La congruencia causal impone restricciones a lo que
un viajero en el tiempo pueda hacer, pero no excluye la posibilidad del propio viaje.

Aun cuando el viaje en el tiempo no fuera, en sentido estricto, paradójico, no dejaría de resultar muy
extraño. Un viajero del tiempo se adelanta un año y lee algo sobre un nuevo teorema matemático en un
futuro número de Investigación y Ciencia. Apunta los detalles, regresa a su propio tiempo y le enseña el
teorema a un estudiante, que lo escribe para Investigación y Ciencia. Artículo, claro está, que es el que ha
leído el viajero del tiempo. La cuestión que se plantea es: ¿de dónde provino la información sobre el
teorema? No del viajero del tiempo, que la leyó, ni del estudiante, que la obtuvo del viajero del tiempo. La
información al parecer no proviene de ninguna parte, de ningún raciocinio.

Las extrañas consecuencias que derivan del viaje en el tiempo han llevado a algunos a rechazar la idea
misma. Stephen W. Hawking, de la Universidad de Cambridge, propuso una "conjetura de protección de la
cronología", que impediría los lazos causales. Puesto que la teoría de la relatividad permite tales bucles
causales, la protección de la cronología requeriría que interviniese algún otro factor que impidiera el viaje
al pasado. ¿Cuál? De entrada, los procesos cuánticos. Con la existencia de una máquina del tiempo las
partículas regresarían a su propio pasado. Los cálculos indican que la perturbación producida se reforzaría
a sí misma; se crearía una fuente incontrolada de energía que acabaría por desbaratar el agujero de
gusano.

La protección de la cronología es, por ahora, tan sólo una conjetura; por tanto, el viaje en el tiempo sigue
siendo posible. La resolución definitiva de esta cuestión quizá tenga que esperar a que se logre la
unificación de la mecánica cuántica y la gravitación, gracias a la teoría de cuerdas o a su extensión, la
llamada teoría M. Cabe incluso especular que, con la próxima generación de aceleradores de partículas,
se puedan crear agujeros de gusano subatómicos que sobrevivan lo suficiente como para que las
partículas cercanas trencen lazos causales efímeros. No tendría mucho que ver con la máquina del tiempo
que imaginaba Wells, pero cambiaría para siempre nuestra concepción de la realidad física.
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Bibliografía complementaria
.- Física Cuantica de los viajes a través del tiempo; D. Deutsch &
M. Lockwood, en Investigación y Ciencia. Págs. 48-54; mayo 1994.
.- Black holes and time warps: Einstein's outrageous legacy; K.S.Thorne.
W.W. Norton. 1994.
.- Time travel in Einstein's universe: The physical possibilities of travel
through time; J. R. Gott III. Houghton Mifflin, 2001.
.- How to build a time machine; Paul Davies; Viking 2002
© Paul Davies;

ESE MITO LLAMADO AMOR

El amor en la CF se puede dar de muchas formas. Un autor que cultivó casi todas las posibilidades en que
este podía darse fue Theodore Sturgeon (1918-1985) quien mostró una auténtica visión peligrosa dentro
de la antología del mismo nombre, donde narra en el cuento “Si todos los hombres fuesen hermanos,
¿dejarías que se acostasen con tu hermana?”, una sociedad donde el incesto ha traído paz y prosperidad
absolutas al mundo de Vexvelt y por eso es odiado por el resto de la galaxia. Alguien que lo iguala es
Philip José Farmer con las historias exóticas de su recopilación de cuentos "Relaciones Extrañas" donde
narra amores entre humanos y extraterrestres de las formas más exóticas (desde un hombre que vive
dentro de su amante hasta un submarino enamorado de otro). Otro trabajo notable de Farmer, bien
conocido en el medio y en la misma línea es “Los Amantes”, historia en la cual un colono de un planeta
lejano se enamora de una nativa humanoíde de la especie de las “Lalithas”, quienes en realidad son el
máximo grado de perfección mimética de una raza de insectos inteligentes que parasita al ser humano
para reproducirse.

En "La Guerra Interminable" de Joe Haldeman, opera prima del conocido y famoso escritor de CF
norteamericano, la humanidad se volvía homosexual durante el transcurso de la guerra del título como una
forma de controlar la población por parte del gobierno. En “El Hombre Estrella”, del español Gabriel
Bermúdez Castillo, se muestra el rol de los sexos totalmente invertido, con un sexo “débil” que hace todos
los trabajos y actúa de forma marimacha, y un sexo “Fuerte” que es escaso en número, se comporta de
manera afeminada y hasta es rifado entre el primero

En "La mano izquierda de la oscuridad" de Ursula K. Le Guin, se nos introduce al peculiar planeta Invierno,
donde los habitantes son hermafroditas y suelen pasar por la fase “kemmer” donde son asexuales; otra de
sus historias, ambas pertenecientes al universo del Ekúmen se nos presenta al planeta O, donde las
relaciones son de a cuatro entre la Gente de la Mañana y la Gente de la Tarde quienes habitan ese
planeta.

Como me lo ha indicado sabiamente Oannes, uno de los afincados en sedice escritoras de corte feminista
radical como Joanna Russ y James Tiptree Jr. (1915-1987) (alias Alice “Racoona” Sheldon) han escrito
acerca de sociedades exclusivamente femeninas como retratando cierto odio hacia el sexo masculino.
Russ en "Cuando las cosas cambiaron" y Tiptree en "¿Houston, Houston, me recibe?", una divertida
historia donde un grupo de astronautas enviados por accidente al futuro han encontrado que debido a una
plaga, el sexo masculino se ha extinguido y las mujeres se reproducen ahora por clonación. Otras féminas
que han escrito sobre relaciones “extrañas” son Sheri S. Tepper con su novela "Puerta al País de las
Mujeres", donde se retrata un mundo post-apocalíptico donde hombres y mujeres viven separados y sólo
se juntan algunas veces al año en los llamados carnavales, para procrear. Lois McMaster Bujold también
entra en esta línea pero desde otro ángulo: en su saga del universo de Miles Vorkosigan, se ambienta la
novela "Ethan de Athos", donde se describe toda una sociedad planetaria de hombres homosexuales a los
que el protagonista del título pertenece; además uno de los comandantes de Miles es un hermafrodita
perteneciente a una elite creada con experimentos genéticos (¿alguien dijo X-Men?); y en “Cetaganda”,
perteneciente al mismo ciclo, se describe una intrincada relación entre el patriarcado reinante y el
matriarcado de expertas que sostiene el sistema.

Continuando con las escritoras, Eleanor Arnason en su novela “Círculo de espadas” describe a una
especie alienígena, los hwarhath, quienes practican la homosexualidad y consideran una perversión la
atracción por el sexo opuesto. Vonda N. McIntyre en su novela "Serpiente de sueño", explica el serio
problema de reproducción de las citadas serpientes (cuyo veneno se usa para la curación), donde la
protagonista descubre que no se reproducen por parejas, sino en tríos. Y claro esta, tenemos el clásico
moderno de la saga "Xenogénesis" por Octavia Butler, donde se estudia a fondo la interrelación sexual
entre la humanidad y una especie de hábiles mercaderes genéticos llamados los Oankali, que necesitan
emparejarse con otras especies para sobrevivir; y más aún necesita tener una descendencia compartida
(que no las ve nada fáciles para sobrevivir en un mundo que los considera como algo extraño desde
ambos puntos de vista: el humano y el alienígeno). Y la autora española Elia Barceló también ha aportado
su granito de arena al castillo con la novela "Consecuencias naturales", donde un español cualquiera
termina enamorando a una extraterrestre que está como un tren, con las “consecuencias naturales” del
caso.
Cordwainer Smith (1913-1966) en el ciclo de la Instrumentalidad, tiene una curiosa (y terrible) historia corta
llamada “El Crimen y la Gloria del Almirante Sudzal” donde narra, entre otras cosas, la vida en el planeta
Aracosia, donde la feminidad se vuelve cancerígena, forzando a las mujeres a usar técnicas extremas de
manipulación genética para volverse hombres homosexuales en orden de sobrevivir. Y en “La Balada de la
perdida G'mell” narra el amor entre G'mell, una habitante del Subpueblo, seres animales genéticamente
mejorados para servir a los humanos, y un Señor de la Instrumentalidad, el gobierno de facto del universo
conocido.

Ya que hablamos de costumbres extrañas, como ibamos a olvidarnos de uno de sus mejores cultivadores,
Jack Vance. En “Marune: Alastor 933” del ciclo de Álastor, los aristócratas del pueblo rhune consideran el
acto sexual algo impuro, y sólo copulan cuando se producen eclipses, momento en el cual pierden todas
las inhibiciones. Mientras que en el cuarto libro de los Príncipes Demonio, “El Rostro”, el protagonista Kirth
Gersen, termina a la fuerza en el planeta Dar Sai, donde a las mujeres les crece un tupido bigote al
alcanzar la madurez, reduciendo en gran medida su atractivo. La única manera de conseguir un cónyuge
es secuestrándolo. Para ello usan como cebo a mujeres jóvenes, barbilampiñas todavía.

El gran sucesor de Heinlein, John Varley, crea en sus Ocho Mundos, una sociedad post-singularidad que
se retrata en sus novelas “Y mañana serán clones”, “Playa de Acero”, “El Globo de Oro” y sus
recopilaciones de cuentos como “Blue Champagne” y “La persistencia de la visión” donde se retrata un
mundo altamente avanzado donde cambiar de sexo, de apariencia y de orientación sexual es tan fácil
como cambiarse de ropa hoy en día. Algo similar retrata Samuel R. Delany en su novelón “Tritón”,
centrado más en el uso del lenguaje y la narrativa que en la sociedad que construye. Varley de hecho llega
a retratar algo tan controversial como la zoofilia en la trilogía de Gaia (incompleta en nuestro idioma) en su
segundo tomo “La Hechicera) al narrar las exóticas relaciones sexuales entre los humanos y las varias
formas de vida que habitan el satélite de Saturno, Titán, que en realidad es una sofisticado hábitat espacial
artificial.

En la novela de Donald Kingsbury, “Rito de Cortejo”, se narra una sociedad inusual donde la “célula
matrimonial”, o unión de varias personas, remplaza al matrimonio usual. El "matrimonio" protagonista es
uno de cinco personas que está formado por tres hermanos que están casados los tres a la vez con las
mismas dos mujeres y el problema surge cuando se enamoran colectivamente de una tercera mujer con la
que les impiden casarse. Y volviendo a los clásicos, esta “La Luna es una Cruel Amante” de Heinlein, por
la escasez de mujeres entre los habitantes de la Luna, lo normal es la poliandria y los matrimonios de
clanes. Un clásico menor es John Wyndham con su relato “Mira sus caminos y hazte sabio” donde los
hombres se extinguen. Volviendo a los clásicos en la serie de Rama de Arthur C. Clarke, probablemente
uno de los pocos Grandes Maestros aún con vida, son comunes los matrimonios entre dos hombres y una
mujer o viceversa. En “Un Mundo Feliz” de George Orwell las orgías son parte del aparato de represión
intelectual de la población. Y terminando este apartado en la serie del Mundo del Río de Farmer, los
“lazaros” o resucitados que lo habitan consumen una especie de goma de los sueños afrodisíaca que
causa ganas inmediatas de copular.

Respecto a obras más recientes en la saga del Mundo Anillo (Especialmente en los tomos dos y tres, se
narra la orgía entre múltiples especies de humanoídes derivados de los sofisticados Protectores Pak (aquí
nombrada rishatra), como moneda común de los tratos comerciales. El gran escritor polaco Stanislav Lem
en "Retorno de las estrellas" narra una relación entre un astronauta que retorna a la Tierra cientos de años
después de su nacimiento encontrando un mundo totalmente diferente tanto en su sociedad como en sus
costumbres y lo dificil que le resulta hallar pareja en un mundo así. Y el los “Diarios Estelares de Ijon
Tichy” del mismo autor en el viaje vigésimo primero, narra las alocadas experiencias de Tichy junto a los
padres destruccianos, historia que sirve para hacer una crítica cruel a las consecuencias de la cirugía
estética.

Asimov, en los últimos libros de la Fundación narra el romance entre la androide Dors Venablis y el famoso
psicohistoriador Hari Seldon. Un romance similar se encuentra en una de las novelas del ciclo de los
Robots del mismo autor, más específicamente en "Los robots de Aurora" donde la relación es a la inversa,
entre una habitante del planeta Solaria y un robot. Fritz Leiber con su maestría de siempre le saca una
vuelta de tuerca al tema en "El Planeta Errante", donde hace que la protagonista femenina Tigerishka (una
extraterrestre)declare que el sexo con humanos le parece un acto de zoofilia degradante y vergonzante.

Para cerrar cabe mencionar al soñador poeta Daniel de "En alas de la Canción" de Thomas M. Disch,
quien en un EE.UU. represivo a más no poder vive condicionado por el amor. Y la posibilidad de volar. Y
los dejo con un alocado relato de relaciones sexuales ínter especies: "Delta" de los franceses Christine
Renard y Claude Cheinisse, publicado en la legendaria Nueva Dimensión 11; nos muestra a una peculiar
especie de arturianos con tres sexos donde nada, absolutamente nada es lo que parece. Lo pueden
encontrar en la pagina de Sadrac.

Bueno, si algo nos ha enseñado este largo recorrido es que el amor no acepta parámetros ni restricciones
de ningún tipo.

© Daniel Mejía; 17-10-05.

SUEÑOS UCRÓNICOS

La siguiente reflexión surge de combinar lo que cavile entre los restos arqueológicos de Chan Chan con la
devastadora e incitante ironía desencadenada en “Guía del Autoestopista Galáctico”, y tal mixtura
simultáneamente espoleada por la agenda propuesta para la última reunión de la Asociación Coyllur de CF
y la conversación que acometimos, acontecimientos todos acaecidos en estos meses, aún frescos…o
tibios, como ven “Todo es relativo”.
La CF trata, parodiando a Douglas Adams, de la vida, el universo y todo lo demás, sólo que enmarcado en
una clave especulativa muy peculiar que alude al manejo del tiempo, a la superposición de espacios y
dimensiones y a la inevitable pregunta de Bob Dylan en su canción “Blowin in the Wind”: ¿Cuántos
caminos debe recorrer un ser humano?, respuesta que debe arrojar el superordenador del film y la novela,
e interrogante que recupera Ken Wilber en su prólogo de “Breve historia de todas las cosas” para poner de
relieve lo compleja que deviene la realidad y que no hay soluciones fáciles. Al espectar el filme, la
planificación de sus escenas me ayudaron a reverdecer en la mente las maquinaciones que tracé al
deambular por las ruinas de Chan Chan, referidas a cuáles podrían ser algunos de los pilares de Jonbur
de la historia peruana o como preguntó Zavalita, personaje de “Conversación en la Catedral” (de Mario
Vargas Llosa) hace ya un lapso de varios quinquenios: ¿Cuándo se jodió Perú?

Mi caminata bajo un cielo mortecino, mezcla de vientre de rata y espuma sucia (invierno del hemisferio
sur), estaba penetrada de una impresión de desconsuelo y pérdida, rubricado por el hecho de que en esa
inmensa urbe de adobes secos (según los datos, la mayor del globo), sobre la cual flota un velo de tristeza
y remembranza, se observan profusas deyecciones de aves sobre y en lo alto de los murallones de
ladrillos arcillosos que se desmoronan, anunciando la victoria de un proceso químico-ambiental
erosionador y destructivo, e indicadores que aluden a la imprescindible protección y cuidado que requieren
las ruinas y sin los cuales se desintegrarán y desaparecerán; por más que en África gracias a las
reparaciones exitosas del palacio Tsuchudi nos hayan otorgado la exención de lugar en peligro, no está de
más recalcar que la mencionada mansión es sólo una de las muchas docenas existentes en el sitio, y que
para conseguir reproducir aproximadamente parte de la grandeza de Chan Chan habría que reparar y
rehabilitar un buen porcentaje de las restantes.

Podía imaginar a las multitudes cobrizas que recorrían los pasillos umbrosos y la gama de funciones y
tareas que ejecutaban, sincrónicamente el rugido de las rompientes llegaba en sordina a la zona de
montículos e insólitos diseños arquitectónicos que atravesaba recordándome que el sonido del mar y el
viento era una constante también para los desaparecidos Chimúes; además transitaba entre los túmulos
con la emergente conciencia de que Chan Chan era el lugar donde más alienígena me había sentido, me
preguntaba qué conceptos, que motivos, que razonamientos, que pasiones los movían a realizar acciones,
a organizar su vida de la manera como intentan explicarnos los investigadores… ¿y si están
equivocados?, ¿y si los sacrificios y la estratificación social tenían otro sentido, donde lo ambiental los
forjaba y consolidaba?, donde la aparente aceptación y resignación se originan en un sentido cronológico
que debe más a los aspectos ecológicos que a los sociales y por ende vivían en aquel tiempo de acuerdo
a principios biológico-culturales (herencia que quizás aún está presente en chiclayanos y trujillanos).

En cierta forma esquiva, y al mismo momento estimulante, se convertían para mi en mejores exponentes
del pasado que los quechuas, y cavilaba ¿qué hubiera sucedido si el reino chimú hubiera resistido y
detenido la oleada invasora quechua y entonces, a su llegada, los conquistadores hispanos encontraban a
una nación aguerrida en la costa con la cual combatirían hasta el agotamiento y probando quizá, incluso la
derrota, con un giro histórico interesante a expandir.

Podía conjeturar la adaptación al entorno y la extraña belleza de los rituales y las costumbres mientras me
introducía a través de las brechas y tramontaba los lienzos para encontrar vastos anfiteatros en cuyo
centro reposaban estanques. Luego en el Palacio Tsuchudi comprobaría que en algunos puntos de las
paredes devueltas, se supone a su esplendor original, se observaban reiterados obsesivamente los
fractales y en el diseño de su estructura los callejones dispuestos en laberintos, y brotaba con fuerza la
convicción de que ese pudo ser uno de los pilares de Jonbur claves para Perú. Ya en ese derrotero
incrementé el estilo gráfico y sentí que la mejor forma de dibujar su magnificencia era mediante la línea
clara de Moebius (con guión de Alejandro Jodorowski, por supuesto).

En mi deambular por el borde de las murallas o por los campos eriazos flotaba esa leve sensación de
peligro que predispone para la aventura, la cortante brisa silbaba alentadora y se mantenía el rumor de la
resaca marina, todo parecía preñado de mensajes y no diferenciaba si era provocado por el paseo sin
posibilidad de comunicación donde se aglomeraban sentires y pensares o por los residuos de grandeza
que impregnaban la devastada metrópoli, casi intuía como si fuese a producirse una brecha espacio
temporal y cruzándola iba a caer de bruces exactamente en el centro de una ceremonia, podía
comprender en innegable modo elusivo (contemplando por el rabillo del ojo como quería Edgar Allan Poe),
mejor esa cultura costeña frente al mar y los espacios abiertos que la cultura de montaña ciclópea y
cerrada del Inkario.

La soledad y el desamparo reemplazan ahora al bullicio y los intercambios que debían reinar, casi podía
escucharlos, las suaves pisadas de los pescadores hollando la arena, las risas de los niños en los
pasadizos umbrosos y entoldados, los murmullos de las conversaciones de los emplumados y enjoyados
jerarcas, los chapoteos de peces y aves en los estanques, el susurro de las telas de sacerdotisas y
mujeres en el mercado, daba la impresión que una auténtica muchedumbre fatigaba estos, ahora
desolados, espacios citadinos. En pocas ocasiones he captado ese erizamiento de lo imaginado en las
visitas a otros restos arqueológicos.

Quizás la peripecia de caminar por mi cuenta sin guía ni referente fue un ejercicio inspirador para avizorar
ucronías y universos alternativos para una sociedad particular, ocasionalmente desbocado (cuando me
implicaba personalmente) pero siempre conectado al paisaje, ya que veía emerger con potencia la
profunda vinculación de su sociedad pretérita con los ecosistemas circundantes y con el entorno global de
la región (abundantes huellas permanecen en los comportamientos campesinos) y en cualquier recodo
retornaban las alusiones a los laberintos y los fractales como indicativos de apoyatura de su forma de
pensar y significar en ciclos y reiteraciones. La gravedad de lo ocurrido reside en que las visiones
americanas fueron destruidas sin ser cabalmente entendidas, como en algún párrafo lo señalaba Alvar
Nuñez en su texto “Naufragios” respecto a las culturas del Golfo de México y lo reitera Levy-Strauss
cuando señala “lo que Occidente ha destruido está perdido para siempre”… y eso seguro que nos torna
más pobres, más desvalidos a tod@s en el planeta.

Diversos relatos, aunque creados con horizontes culturales y motivaciones distintas acudieron a mi
memoria: Mike Resnick (“La 57ª dinastía de Antares” por la agudeza de sus observaciones socioculturales
y la honda congoja del narrador nativo), Connie Willis (“Territorio inexplorado” por la relación entre
paradigmas con bases angustiantes disímiles y la reinterpretación de la memoria), George R.R. Martin (“La
ciudad de piedra” por sus infinitas puertas a otros mundos y la plástica multiplicidad de su añoranza), para
acompañarme en mi caminata y ampliar mis marcos. Comprendí que uno pueda quedar turulato o
alucinado ante una escoria arqueológica al igual que consumiendo un psicotrópico, ambos son poderosos
motores del magín, por eso Jack Vance nos es tan grato, es capaz de captar el alucinante latido del
pasado en el extraño futuro obsoleto que nos ofrece pleno de melancolías imposibles (desde “Lámpara de
noche” hasta la saga de Cadwal) y preñar con tal sensación sus propios orbes elucubrados con detalle
para proyectarla como nostalgia y deseo frustrado de algo que nunca ocurrió…pero pudo haber ocurrido
en otra dimensión, en otro mundo (desde la Trilogía del Anomo hasta “La tierra moribunda”). No fueron los
únicos que alumbraron mi recorrido entre los escombros, pero los elegí, a cada cual por ser emblemático a
su manera de la rebeldía, el romanticismo, la polivalencia multidisciplinar y la fantasía.

Estaba acostumbrado a desplazarme en la selva donde el calor agobia o en la sierra donde la altura
agobia, pero no en estas arenas repentinamente solitarias (bastante transitadas por la cantidad de huellas
de perros, zorros o personas) con el rumor de la marejada al fondo, sin apenas cansancio y una ligera
pátina de sudor enfriado de inmediato por la omnipresente brisa me estimulaba a continuar explorando e
imaginando. Parecía que la ciudad de barro durmiera y en sus restos estuviesen enterrados los sueños de
sus moradores dispuestos a convertirse en hechos reales en cualquier fractura del espacio-tiempo, lo cual
era de por si el tema de un relato de CF, que surgía embebido en ese instante de éxtasis, ya que cuando
retornaba tras recorrer Chan Chan a un futuro próximo con la misma edad del ingreso, encontraba en la
cartelera un reseco, amarillento recorte periodístico donde daban cuenta de mi desaparición, lo que para
mi fueron un par de horas para el mundo fue un lustro y ahora estaban a mi alcance los avances
tecnológicos que ya se anuncian.

Casi de inmediato examiné otros pilares de Jonbur: ¿Qué hubiera sucedido si los cazadores recolectores
en lugar de eliminar a la megafauna del pleistoceno la domesticaban y cuando los europeos arribaban
encontraban tecnologías superiores a las suyas basadas en otros animales? ¿Cómo habría desplegado
sus encantos la intelectualidad latinoamericana si un José Carlos Mariátegui con salud mantenía contactos
con Argentina y otros países apoyando la creación de una corriente de pensamiento de izquierda propio,
de tal manera que cuando Janio Cuadros, Marmaduke Grove o Perón llegasen al gobierno los nutrieran
con programas adecuados? ¿Qué sucedería en el panorama sociopolítico del Tahuantinsuyo si Huáscar
eludía a Atahualpa y vencía en el enfrentamiento fratricida? Traumatizado por su derrota en la Guerra del
Salitre contra Chile, frecuentemente muchos peruan@s parecen encubrirse tras esos escombros y repiten
una y otra vez la letanía del cercenamiento territorial, escondiendo o escamoteándose algunos de sus
mejores y fidedignos desarrollos, tierra fértil para relatos ucrónicos o de universos alternativos.
Creo que si apuntáramos a esos pilares de Jonbur, eventualmente la CF peruana tendría la posibilidad de
ayudar a recrear los sueños da la nación a través de un gimnasia de rememoración que nos permita
recuperar grandeza y autoestima. Por lo menos, que así queden registradas otras rutas para los escritores.

© Luís Bolaños; 05-08-05.

LA QUE ABRE CAMINO

Duna, de Frank Herbert es una de las cuatro novelas de ciencia ficción más influenciadas por la cultura de
su medio, alguna vez escritas, las otras tres son Un mundo feliz Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, y
Forastero en tierra extraña de Robert A. Heinlein. De esas cuatro novelas, Duna es la más larga, más
compleja, más profunda por mucho definitivamente la más exitosa en un nivel literario, y ciertamente la
más importante culturalmente, y aún así la menos entendida por el establishment crítico, tanto del género
como de la literatura general.

Un mundo feliz, publicada ya en 1932, se volvió la base para la distopía promedio de la ciencia ficción,
particularmente de la variedad del “Fascismo Amistoso” donde la realidad distópica emerge de una
superficie utópica superficial, pero ahora parece vieja, muy esquemática y amateur; inferior de hecho a la
CF posterior de Huxley.

1984 está muchísimo más hábilmente escrita, y más sofisticada tanto políticamente como
psicológicamente, un clásico que permanece válido a nivel literario después de que su relevancia política
ha desaparecido, escrita por un escritor denominado del "mainstream", quien, a diferencia de Huxley, no
escribió más obras significativas de CF.

Forastero en tierra extraña fue escrita por un reconocido maestro de CF que nunca escribió nada más de
significancia, pero no es la mejor novela de Heinlein más de lo que Un mundo feliz lo es de Huxley.
Estructuralmente, se rompe patéticamente a la mitad y en un nivel estilístico es inferior a La Luna es una
cruel amante. Se ha convertido en la novela adalid de Heinlein principalmente por su centralidad hacia la
evolución de la Contracultura nacida en los 60 y a su desafortunada notoriedad como la novela que inspiró
las depredaciones desmembrantes de Charles Manson y su “Familia”.

Duna, como un icono cultural, toma aspectos de los tres libros, pero implica mucho más. Como Un mundo
feliz, se ha convertido en la base para una generación y más de réplicas, incluyendo demasiadas secuelas
por el propio Herbert. Como 1984, es una novela escrita en un nivel de sofisticación que continuará como
un clásico literario mucho después que su relevancia cultural haya desaparecido. Y como Forastero en
tierra extraña, solo que en mayor medida, Duna fue un factor literario formativo en la revolución cultural de
los 60, y en un modo más positivo, por lo cual se la confunde deliberadamente como una novela centrada
en temas “ecológicos”. La verdad es mucho más compleja, y aún mucho más políticamente incorrecta, y
por lo tanto aun muchísimo más peligrosa políticamente hablando. Después de más de treinta años, y
millones de copias vendidas, es difícil aceptar que en los inicios de la década del sesenta este –ahora
famoso- bestseller clásico tuvo dificultades para ser publicado. Y resulta que yo estuve alrededor para
enterarme.

Duna fue inicialmente publicada en Analog, la revista de John W. Campbell Jr. Como dos novelas
“separadas” en forma de serial. “Mundo Duna” fue serializado entre 1963-64, y “El Profeta de Duna” en
1965,
Aunque, como Frank Herbert me dijo en conversaciones posteriores mucho después, Duna siempre fue
concebido como una sola novela. Y de hecho, como un lector ávido de cada entrega de la serie de “Mundo
Duna” como un joven escritor que empezaba, estuve profundamente decepcionado, por no decir furioso,
por el modo en que la última entrega terminaba en medio de la nada. Para cuando Analog comenzó a
serializar “El Profeta de Duna”, yo ya estaba siendo publicado ahí. Pero aun era un ávido lector de la serie.
Y estaba trabajando para la agencia literaria de Scott Meredith, la cual estaba tratando de conseguir
alguien que publicara la novela. A pesar del éxito de la serialización, no fue fácil, y la agencia tuvo que
aceptar vender los derechos de la edición Americana por un pequeño anticipo a Chilton, una casa oscura,
que trajo la edición en tapa dura en 1965 en un tiraje muy modesto. Solo después, cuando Ace Books
reimprimió Duna en paperback, comenzó a conseguir impulso para convertirse en el besteller a largo plazo
que conocemos ahora. ¿Por qué presento esta difícil historia editorial de una novela que estaba destinada
a convertirse en un enorme éxito comercial con el tiempo? La respuesta debe ser buscada en las páginas
de Duna. Y dentro del contexto de la época en que fue escrito y publicado.

En un resumen superficial de la trama, la historia de Duna parece no solo algo simple sino algo fuera de un
cliché derivado. Debido en parte a las maquinaciones del clan Harkonnen y su malvado líder el Baron
Vladimir Harkonnen, el Emperador Padishah, regente del imperio interestelar humano. Exilia al enemigo
hereditario de los Harkonnen, el clan Atreides, dirigido por el Duque Leto Atreides, a regir el planeta-
desierto Arrakis. Carente de cualquier otro interés, Arrakis es la única fuente de la “especia” melange, la
droga psicoactiva que permite a los navegantes del Gremio de la Cofradía mover sus naves espaciales
más rápido que la luz a través de alguna clase de hiperespacio y así mantener la coherencia en esta
difícilmente creíble cultura seudo-medieval. Todo es una trampa Harkonnen, en colaboración con el
Emperador, para destruir a los Atreides y ganar control de Arrakis y la especia para si. Se fomenta el
descontento, llegan mercenarios Harkonnen, una guerra comienza, Leto es asesinado, los Harkonnen
toman control del planeta, y su heredero Paul, junto con su madre Jessica, escapan a lo profundo del
desierto virgen. Ellos son recogidos por los Fremen, una tribu similar a los Beduinos que combaten al
régimen opresivo de los Harkonnen. A través de una serie de logros, rituales, iniciaciones, y batallas, el
joven Paul se convierte en el líder de los Fremen, los vuelve en un Ejército de Liberación del Pueblo y
eventualmente no solo reclama su trono legítimo sino que se vuelve en emperador y en una especie de
Dios Emperador de este universo ficticio.
¿Una historia repetida hasta la saciedad?
¿Derivada?
¿Si?
¿Un cliché?
No.
¿Simple?
En lo absoluto.

Puesto que lo que tenemos aquí en la historia es la versión de Frank Herbert de lo que Joseph Campbell
insiste, es la historia básica de la humanidad en su clásico trabajo de análisis mítico y de antropología
literaria de contraste cultural, El Héroe de mil rostros.
El Héroe (Paul) es arrebatado de su herencia por derecho (el trono de Leto) por las fuerzas del mal (los
Harkonnen) y debe partir hacia las tierras salvajes (el desierto de Arrakis). Ahí, él encuentra a su guía
espiritual y maestro que lo educa en cuestiones místicas y prácticas. Con este planteamiento bastante
interesante de por si, como veremos más tarde, en Duna, Herbert divide este arquetipo en tres maestros,
uno para cada nivel de conocimiento: Duncan Idaho, su sensei guerrero; el Mentat Thufir Hawat, su mentor
en los aspectos tácticos e intelectuales; y su madre, la adepta a la Bene Gesserit Jessica, su guía a las
visiones espirituales y místicas. Ahí en el desierto primigenio él también sufre pruebas e iniciaciones
físicas y espirituales, prueba su valía y reúne fieles seguidores y aliados (los Fremen). Desciende al
mundo de los muertos, el mundo de la oscuridad espiritual y moral, donde pasa la prueba definitiva, triunfa
y regresa al mundo de los hombres como el Liberador y Portador de la Luz.

Aunque este sea o no el mito arquetípico humano por excelencia, aunque sea la base para toda la
mitología de occidente o no, es el cuento generalizado de El Héroe de mil rostros la estructura y realidad
básica de todo, desde el Nuevo Testamente a Tarzán, desde Las estrellas son mi destino a Sidartha, de
las varias narraciones y vueltas de tuerca en el ciclo del Rey Arturo a los mitos de Gilgamesh y Barbaroja,
a incontables épicas samurais y la mayoría de Shakespeare, a la vez que Duna, ciertamente no lo es.

Así pues Duna tiene una superficial, simple y derivada trama interna pero no es un cliché re-narrado de
uno de los mitos más profundos y poderosos de la humanidad. Profunda y poderosa porque es nuestra
historia personal como quisiéramos ser. Nuestros “Yoes” se identifican con el joven Paul porque todos
nosotros, de un modo o de otro nos sentimos privados de nuestro lugar legítimo en el centro del mundo.
Todos buscamos escapar de las fuerzas usurpadoras de la represión hacia la espesura del
autodescubrimiento donde realizaremos hazañas que nos permitirán volver al asiento de poder y
triunfantemente enfrentarnos a nuestros opresores como los favoritos del destino.

En este nivel el cuento puede –y muy a menudo lo ha hecho- volverse una fantasía psicológica y fascista
de poder, y peor aun, puede hacerlo en el mundo real. Y esta atracción seductora a fantasías de poder
egoístas es ciertamente fuerte en Duna, particularmente en adolescentes, lo cual explica parcialmente la
popularidad de la novela de Frank Herbert, y casi explica por completo la popularidad de la imitativa
“fantasía científica” que le siguió. Pero en un nivel profundo, las teorías de Joseph Campbell funcionan, y
en un nivel que es plenamente presentado en Duna, el adversario definitivo que el verdadero héroe
(opuesto al bárbaro con una amplia espada o al cadete espacial con un lanzarrayos) enfrenta en la fosa
sin fondo del mundo sin retorno moral y espiritual es él mismo. El viaje de poder egoísta del nivel
superficial de la historia. Y la batalla climática, la prueba definitiva, es una prueba espiritual y moral entre
los dos aspectos del héroe: el verdadero y el falso, el físico y el místico, el guerrero y el hombre de
conocimiento; y lo que emerge al final es no solo un guerrero irresistible sino un verdadero Portador de la
Luz, un Iluminado, un Bodhisattva. Lo que hace a Duna una única y poderosa narración del mito del El
Héroe de mil rostros es que Paul, imperfectamente entiende esta dicotomía al inicio, y lucha con ella,
ambiguamente, a través del cuerpo central de la novela. Y lo que al final puede ser leído como el triunfo
definitivo en un nivel puede ser releído como tragedia en el otro. Y es en el nivel en el que Paul Atreides,
se convierte en Muab'dib, el Kwisatz Haderach y el Emperador Padishah, lo ve todo. Su presciencia quizás
lo haga Dios Emperador de este universo ficticio, pero él no puede escapar del destino determinístico que
ha preescrito y de la jihad que él traerá, la jihad que ha intentado evitar la mayor parte de la novela

Esto es lo que es temáticamente y místicamente y dramáticamente y psicológicamente central a Duna y no


la “ecología”. Este es el centro visionario de esta larga y compleja, muy a menudo monológica, multi-
nivelada novela. Esto es lo que la hace un clásico literario. Y esto, en el contexto de su tiempo, explica
porque una novela ciencia ficción serializada en ocho partes en una revista del género, primero publicada
en una tirada pequeña por una casa editorial menor y luego modestamente publicada por una casa del
género en paperback, pueda volverse un libro culturalmente influyente en un contexto más amplio, y con el
tiempo en un best-seller. El así llamado tema ecológico de Duna no soporta un escrutinio serio porque la
ecología del Arrakis de Herbert es extremadamente simplificada y irrealmente esquemática. Arrakis es un
vasto desierto planetario, sus ecosistemas solo varían ligeramente en grados de desertificación, y de
hecho la comida nativa principal consiste en solo dos organismos: los pequeños que producen el material
base de la “especia” y los gigantescos Gusanos de Arena que se alimentan de ellos y la convierten en la
preciosa melange. Es la melange -para todos los propósitos excremento de Gusano- la riqueza de Arrakis
y la existencia del imperio interestelar de la novela dependen por completo de ello. Es la melange por lo
que los Atreides y los Harkonnen pelean. Es la melange lo que es el centro de la cultura y religión Fremen.
Es la melange lo que eventualemente transformará a Paul Atreides en el Kwisatz Haderach, el ser
presciente quien puede ver en niveles de la realidad a la que otros son ciegos. La melange que vuelve a
un niño de un luchador por la libertad a una especie de dios. Y aunque se refieren a la melange a través
de la nobleza como “especia” y consumida en pequeñas cantidades como tal, no lo es en absoluto. Lo que
realmente es, de lo que difícilmente podríamos hablar en términos de la CF de inicios de los '60, lo que
explica porque el libro fue una venta tan difícil a las casas editoriales en 1964 y 1965 aún con la ofuscación
terminológica. Lo que también explica porque se volvió un best-seller después de las transformaciones
culturales de 1967 una vez que fue publicada y porque fue una de los motores de esas transformaciones
Melange no es una “especia” ficticia.
Melange es una droga psicodélica ficticia.
Sus efectos son similares a los del LSD o la mescalina o el peyote. Solo que mucho más poderosos.
Duna, por lo tanto, no es una novela centrada principalmente en la ecología. Es una novela que explora
estados químicamente mejorados de la conciencia y sus efectos no solo en el individuo, su personalidad y
espíritu sino en la cultura.
Una de las primeras. Y después de todos estos años, una de las más profundas.

La Melange, aún en pequeñas dosis continuas, es adictiva, tiñe los ojos de azul, tiene efectos psicodélicos
menores que los del LSD, y, como el peyote del desierto suroeste de Norteamérica, un sacramento
integrado a la religión nativa americana, es incorporada a la cultura y religión de los Fremen. En el nivel de
la cultura interestelar se toma en dosis mucho más fuertes por los Navegantes de la Cofradía Espacial,
quienes la usan para obtener estados extremos de conciencia que les permite pilotar naves espaciales a
través de una especie de hiperespacio, convirtiéndolos en seres transhumanos como parte del uso diario.
Las adeptas femeninas de la Bene Geserit la usan para propósitos más a largo plazo, y sueñan en crear o
encontrar el "Kwisatz Haderach", un macho capaz de manipular la especia en el más alto nivel, cuya
conciencia será liberada por tanto del espacio-tiempo convencionalmente percibido en una especie de
punto de vista Einsteniano tetradimensional que le permitirá ver “el futuro”, o más sutil y profundamente,
surfear las geodésicas de la probabilidad. Así Herbert retrata cuatro niveles de, tanto el uso de drogas
psioactivas por una sociedad y el correspondiente nivel de conciencia. Los Fremen incorporan la melange
como el sacramento de una religión tribal. Los Navegantes de la Cofradía la emplean como un aumento
tecnológico pragmático. La Bene Gesserit la usa en búsquedas del inconsciente y sesiones de unión de
mentes. Paul Atreides pasa a través de estas tres etapas ascendientes en su camino para finalmente usar
la droga para conseguir el nivel definitivo: convertirse en el Kwisatz Haderach, el plenamente Iluminado,
capaz de ver el reino convencional del tiempo y el espacio desde afuera, como tetra-espacio Einsteniano,
una conciencia convertida por lo tanto en presiente hasta cierto punto, una Iluminación que resulta ser
tanto un poder divino como una trágica maldición.

Todo esto se establece en una cultura que es anacrónicamente arcaica en cierto modo, en una manera
que es tanto muy familiar como interesantemente extraña a la vez. Esforzando la falta de credibilidad y
contorsionando la lógica de la tecnología, presentando luchas de espadas con una tecnología capaz de ir
al espacio y usar armas atómicas, además de establecer un sistema político monárquico improbable con el
propósito de dar acción y aventura pseudo-medieval en planetas alienígenas. Esas culturas ficticias de
espadas y naves espaciales son por lo general Cristianas o más o menos Católicas. En Duna también
tenemos un Emperador y nobles vasallos y un sistema feudal jerárquico con una base teocrática. Pero no
es Católica o siquiera Cristiana. Aunque la palabra "Islam" nunca aparece en la novela y tienes que estar
al día con las referencias del mundo real para captarlo, la base de la religión en Duna es islámica, no
cristiana, más de Oriente que de Occidente. El termino "Emperador Padishah" ciertamente apunta a la
decisión deliberada de Herbert de dejar las cosas tal como están, de hecho "Shah padi Shah" significa
"Rey de Reyes" en Farsi, el lenguaje del Imperio Persa islámico. Tampoco es muy lejano suponer que los
resentidos Fremen, exiliados en Arrakis después de una larga y compleja hegira interestelar, son gente de
la minoría Chiíta de Ali. Perseguidos y despreciados por las culturas Suníes dominantes. Y las profetisas
Bene Gesserit tiene similitudes con los místicos Sufíes, musulmanes que dicen que su secta es más
antigua que el Islam, y que enfatizan en técnicas diseñadas para inducir a la experiencia mística directa e
introspección más que el ritual, las reglas o un sistema de creencias. ¿Porque Frank Herbert eligió el Islam
como la base religiosa y mística de una cultura interestelar que por lo demás se basa en la Europa
católica, medieval y feudal?, está más allá del alcance del análisis literario, una opción hecha quizás en las
profundas regiones del subconsciente de donde la creación artística surge.

De todos modos uno puede especular...

Mientras que el Islam generalmente se agrupa con el Judaísmo y la Cristiandad, las religiones monoteístas
de donde surgió, hay una diferencia fundamental entre el Islam y sus predecesores directos.
El Judaísmo comenzó como una religión tribal concerniente a la relación entre la historia de los Judíos y su
Dios, su Biblia fue escrita por varias manos tras un diverso periodo de tiempo.
La Cristiandad convirtió al Judaísmo en una religión universalista de carácter proselitista basada en la
historia de una figura transhumana: Jesús/Cristo, su Biblia fue escrita en un periodo más corto de tiempo
en cuatro versiones alternas (similarmente a El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell). Su Biblia es
básicamente una biografía de Jesús, y sus preocupaciones principales son el pecado la redención y la
moralidad. El Islam también comenzó como una religión tribal, la de los Árabes, y fue también
transformada en una religión universalista de carácter proselitista, y además su libro sagrado, el Corán,
esta lleno de reglas y regulaciones.

Pero el Corán, a diferencia de los Testamentos o la Biblia Judeo-Cristiana, fue creado por un solo hombre,
Mahoma, en un periodo muy corto de tiempo en términos históricos; dictado directamente a este por Alá, si
tu eres un creyente, y ciertamente si estás durante una poderosa experiencia mística y profética aún si no
los eres, desde que Mahoma era un analfabeto que nunca había creado un trabajo literario antes.
Entonces el Islam, a diferencia del Judaísmo o la Cristiandad, pero, como el Budismo, tiene en su núcleo
la experiencia del despertar místico y profético de un solo hombre. Y Mahoma, como Buda, no hizo
pretensiones de ser el Hijo de Dios, solo haber experimentado a la Deidad. El objetivo trascendente de la
Cristiandad es la inmortalidad individual en un raramente descrito pero muy concreto cielo, que se
conseguirá siguiendo las reglas. Es básicamente una religión de moral. El objetivo trascendente del
Budismo es conseguir el Nirvana, la reintegración estática del espíritu individual con la Deidad que lo creó
a partir de técnicas de meditación. Por lo tanto el Budismo es una religión experimental cuyo objetivo es
conseguir un estado transhumano de conciencia. El Islam permanece entre ambos. El Corán está lleno de
prescripciones morales y legales de la Biblia, pero está escrito por un hombre en un estado de conciencia
trascendente mística.
Y el “paraíso” del Islam, pícaramente malentendido por muchos, incluyendo bastantes Musulmanes, es
descrito como un estado de orgasmo continuo, lo cual es visto en un nivel místico como un estado de
conciencia trascendente, similar al Nirvana Budista. Lo cual explica quizás porque los Sufíes, una religión
más vieja y experimental, dirigida completamente al fin de conseguir tal estado mediante danza estática,
drogas y muchos otros medios de transformación de conciencia, podrían haberse convertido en un
aspecto del Islam y ser aceptados como la corriente general. Y porque el alcohol, una droga no conocida
por sus efectos psicodélicos, es bastante más aceptada en las culturas Cristianas que la marihuana y el
hashish, las cuales son mucho más aceptadas en las culturas tradicionales Islámicas que el alcohol.

Lo cual puede explicar porque Frank Herbert eligió emplear referentes místicos y religiosos islámicos en
una novela cuyos temas centrales son las transformaciones culturales, psicológicas y religiosas entre una
droga psicodélica y las sociedades basadas en ella, y el paso evolutivo y profético de la conciencia de un
muchacho por el uso de esta, hacia la conciencia trascendente de un "Kwisatz Haderach," un ser tan
iluminado que en el fin hasta él puede captar la tragedia irónica de su presciencia.

Lo que ciertamente explica porque Duna no pudo encontrar un editor norteamericano mayor, desde el
punto de vista de la CF o del mercado mainstream, a inicios de los 60s, antes de que hubiese algo como la
Contracultura. Y porque eventualmente se convirtió en un bestseller de largo término después de los
cambios evolutivos en la conciencia de una generación que ayudó a catalizar. Forastero en tierra extraña
quizás haya sido el modelo, para bien o para mal de mucho del estilo de vida hippie: comunidades
centradas en torno a un gurú carismático, un estilo de vida alterno -incluyendo sexualidad libre- y en el
desafortunado caso de la Familia Manson, una pobre racionalización a favor de la “descorporeización” de
gente inconveniente. Pero Duna hizo algo más profundo. Leer Duna puede de hecho trasformar tu
conciencia de modo positivo. Puede elevar tu espíritu. Te puede llevar en un “viaje psicodélico”, inducir
una experiencia visionaria que permanece contigo, de la cual en mayor o menor medida puede que
resurjas o no como un Portador de la Luz.

¿Algo demasiado grande para una novela de CF?


Tenlo por seguro.
Pero si estás leyendo esto, tienes el libro en tu mano, y la oportunidad de ver esto por ti mismo que Duna
es una novela poderosa. Solo puedo dejarte en el camino a esa experiencia mi propio testimonio publicado
como parte de mi autobiografía en Contemporary Authors Autobiographical Series de Gale Press. Allí
describo la decisión de un joven de 25 años que había escrito cuatro historias y había tenido una
experiencia cercana a la muerte en un hospital dos años antes de dejar New York por California:

"Y California, San Francisco en particular, para mi, como muchos otros fue el mítico Oeste Dorado a través
del cual los jovenes debían supuestamente ir, la tierra sin invierno, North Beach, el atardecer al final del
camino, el objeto de una y mil búsquedas interiores, el futuro en si, de alguna forma el glorioso salto al
Gran Desconocido. Apropiadamente para mi, Frank Herbert y como 300 mg de mescalina me enviaron en
mi camino... caminando al oeste a través de la noche de la Village night en 4th Street, meando la
mescalina después de leer la parte final de la serialización en revista de Duna, una poderosa meditación
en el espacio-tiempo la precognición y el destino dispuesto a lanzar un centenar de millares de viajes tuve
uno propio. Yo sería un famoso escritor de CF, yo publicaría muchas historias y novelas, y mucha de la
gente que eran mis ídolos literarios, inspiraciones y modelos de conducta, y clientes formales, gente a la
que nunca había conocido, me aceptarían como su igual, como su aliado, como su amigo. Y la misión de
mi vida sería tomar este género de la CF comercial y volverlo en algo más, escribir trabajos que
trascendieran los parámetros comerciales… que ayudara a abrir un nuevo camino…

Eso es por lo que estás aquí. Eso es por lo que has pasado por el fuego de la fiebre y no morirse en la
cama del hospital. Eso es lo que debes hacer. Ir al Oeste a conocer tu futuro. ¿Acaso es la mescalina la
que habla? ¿La sobredosis de un ego de 25 años de edad? ¿Un insoportable viaje ego maníaco que
deseaba hacer sus fantasías realidad?
Llámalo como quieras.
Todo lo que vi en ese momento Einsteiniano sin tiempo ocurriría"

Esa fue mi descripción de la visión presciente motivada por Duna de mi yo de 25 años. Aquí está la
versión actual:

"Y cuando me siento realmente deprimido, recuerdo a un chico de 25 lleno de mescalina, caminando en
4th Street por el Village, sobrecargado con Duna, y soñando esos locos sueños prescientes ...El iba a ser
un famoso escritor de CF, el publicaría muchas historias cortas y novelas, y mucha de la gente que serían
sus ídolos literarios, inspiraciones, y modelos a seguir lo aceptarían como su igual, se volverían sus
aliados, sus amigos. Y la misión de su vida sería tomar este género comercial de la CF y volverlo algo más
de algún modo, escribir trabajos que trascendieran sus parámetros comerciales, trabajos ...que abrirían un
nuevo camino...
Eso es por lo que tú estás aquí.
Y yo lo estuve. Y lo estoy"

Uno de los muchos epítetos puestos en la novela a Paul Atreides, Muab'dib, Kwisatz Haderach, es "Él que
abre el camino"

Como testigo de lo ya dicho, ciertamente la obra maestra de Frank Herbert lo fue para mí.
La que abre el Camino.
Algo que Duna nunca dejará de ser.

© Norman Spinrad.

CIENCIA FICCIÓN Y SOLEDAD

En la ciencia-ficción, un tema que es ampliamente tocado es el de la soledad. La sensación de estar solo o


sentirse el único de tu clase.

Ejemplos de ello son el cuento “Un Plato de Soledad” de Sturgeon, donde una mujer es contactada por un
OVNI pero solo le dejan un halo como signo de su presencia, e inmediatamente la presión por saber que le
dijo el OVNI termina por volverla un paria social. O el cuento “Péndulo” de Bradbury, donde un brillante
científico mata sin querer a muchas personas en un experimento y por ello es condenado a ver el
transcurso de las épocas, prisionero de un cristal especial, absolutamente solo.

Silverberg ha trabajado numerosas veces el tema en cuentos como “Ver al Hombre Invisible” (donde los
indeseados por la sociedad son dados el status de “invisibles” de efecto y causa) o novelas como “Muero
por dentro” (en la que un hombre con habilidades telepáticas nos cuenta el calvario que es su “don” que va
perdiendo poco a poco, y su desesperada búsqueda contra el tiempo por encontrar otros como él),
“Estación Hawksbill” (donde un grupo de prisioneros políticos ha sido desterrado a las postrimerías del
tiempo para que no molesten al statu quo de su mundo, y como van muriendo lentamente al no tener
mujeres con las cuales reproducirse) o “El Hombre en el Laberinto” (en la que un explorador que ha fallado
en su misión ha sido exiliado a un complejo mundo laberíntico, pero cuando sus servicios son necesarios
de nuevo este se niega a salir de su “reino” y es necesario enviar una expedición para recuperarlo).

Otros prestigiosos autores han tomado el tema también como Henry Kuttner en “Mutante”, narrando la
soledad a la que son expuestos los homo superior que han surgido después de la guerra atómica. O Alfred
Bester en la primera parte de su magistral novela “Tigre, Tigre”, donde narra la soledad absoluta a la que
se ve sometido Gully Foyle, el protagonista, al estar abandonado en el espacio tras haber sido asaltada su
nave-carguero y muerta su tripulación. Clifford D. Simak nos da uno de sus cuadros más desconsoladores
en “Estación de Tránsito” con la figura siempre solitaria del custodio de la estación interestelar del título:
Enoch Wallace, quien debe gozar de la juventud eterna, al precio de la soledad absoluta, de dejar todo y a
todos atrás. Frank Herbert nos da un cuadro desgarrador de la soledad en “Los Creadores de Dios”
durante el momento en el que Lewis Orne pasa de hombre a divinidad.

El celebrado Harlan Ellison puede haber llegado a la quintaesencia de la soledad con su aterrador relato
“No tengo boca y debo gritar”; en este, los cinco últimos sobrevivientes de la humanidad son torturados
hasta la saciedad por una IA omnipotente hasta que uno de ellos se las ingenia para liquidar al resto y
liberarlos de su tormento. Pero la IA no se deja vencer tan fácilmente y condena al único sobreviviente a
pasar sus días haciendo lo que indica el título.

En “Retorno de las Estrellas” de Stanislav Lem, los astronautas que partieron a otras estrellas hace siglos,
regresan a la Tierra a velocidades sublumínicas solo para encontrar un mundo radicalmente cambiado,
donde el instinto de conservación, la competitividad, la violencia, han sido erradicadas por el “bien” de la
humanidad, pero con ello han matado el afán por obtener nuevos descubrimientos y de seguir adelante en
su búsqueda de la verdad, y los astronautas, último rezago del viejo mundo, terminan como lobos entre
una población de borregos.

En “Soy Leyenda” de Matheson se narra las penurias y tribulaciones del último humano que ha escapado
a una plaga global de vampirismo (justificada de un excelente modo especulativo en la novela) y como se
vuelve leyenda al ser el Último Hombre y enemigo de la Vampiritud.
La melancolía más que la soledad se muestran en las “Crónicas Marcianas” de Bradbury, pero aún así son
muy evocativos esos paisajes marcianos, esos desiertos vastos y solitarios, donde lo inesperado puede
pasar.

Otros libros donde la soledad sin ser el tema de fondo, si es resaltada con fuerza pueden ser “La Mano
Izquierda de la Oscuridad” de LeGuin donde el viaje de Genly Ai por el planeta Gethen a la largo de su
eterno invierno es muy evocativo. También en “Solaris” de Lem se da un cuadro desgarrador de la soledad
personal en la figura de los tres científicos que buscan desesperadamente resolver los secretos del
planeta del título que al final logra vencer a la ciencia humana, y como se ven atrapados en los fútiles
intentos del mundo viviente para comunicarse con ellos que los devastan a nivel psicológico. “La Guerra
Interminable” de Haldeman narra la soledad del soldado Julian Mandela que lucha a lo largo de siglos una
guerra absurda contra un enemigo que no comprende, alejado para siempre de su hogar y sus seres
queridos, aún de sus compañeros soldados contemporáneos para trabajar al lado de extraños a los que no
debe lealtad alguna.

En la conmovedora novela “Flores para Algernon”, Charlie, un joven retrasado mental sufre la exclusión
típica de los de su clase, pero cuando una novedosa técnica le permite elevar su IQ al de un genio, sufre
de exclusión nuevamente esta vez por destacar sobre los demás.

En “La Nave del Millón de Años” de Poul Anderson se narra la odisea de inmortales inmunes a la
enfermedad o a la muerte por vejez, que deben aprender a reconocerse entre si, y escapar de las
supersticiosas masas que los ven como hechiceros o demonios, guardando su secreto lo mejor posible
aunque eso signifique la soledad eterna. Otros autores que tocan el tema de la inmortalidad como soledad
son Mary Shelley en el relato “El Mortal Inmortal”, Roger Zelazny en la lírica novela “Tu, el Inmortal” y
A.E.Van Vogt en una de sus típicas novelas de superhombres: “Los Fabricantes de Armas”.

Piers Anthony, uno de los talentos salidos de los '70 nos muestra en “Chton” a un prisionero que trata de
escapar de la prisión a la que se ve confinado, la cual se describe como un verdadero infierno. Volviendo a
Zelazny tiene una recopilación de historias bajo el título “Mi Nombre es Legión” donde describe a un
agente secreto que decide vivir fuera del sistema con todo lo que eso implica. En contraparte a “Estación
Hawksbill” está el cuento “Némesis” de Clarke donde se narra el destierro temporal de los prisioneros a un
futuro muy remoto.

Ya terminando, podemos citar el cuento de Catherine L. Moore (autora de las famosas historias de
Northwest Smith y Jirel de Joiry) “Portal en el Tiempo” en el que se describe a un Dios aburrido de su
divinidad, y a la conmovedora historia de Charles Logan “Naufragio”, donde se narra la odisea de Isidoro
Tansis, un ser humano abandonado a su suerte en el sistema de Capella tras la destrucción de su nave, y
como, poco a poco se va quedando sin recursos para sobrevivir en ese mundo hostil.
Finalmente, para cerrar, podríamos citar “La Metamorfosis” de Kafka, en la que Joseph K. se vuelve por
razones absurdas, en un híbrido entre el hombre y el insecto, quedando como un rechazado por ambos
mundos.

Definitivamente en tan buena compañía de lecturas nadie podría quedarse solo.

© Daniel Mejía; 29-06-05.

PANORAMA DE LA CIENCIA FICCIÓN PERUANA

El autor Daniel Salvo nos presenta un panorama de la Ciencia Ficción Peruana, este articulo
necesariamente inacabable va ya en su tercera versión, la primera de ellas vio la luz en la revista-e "El
Hablador" una segunda versión corregida y aumentada fue publicada en la Revista Ajos y Zafiros y ahora
tenemos esta tercera que el autor actualizo para esta edición pero que afortunadamente ha sido ya
superada por la realidad, pues tenemos un libro más de C-F próximo a salir, "Más Allá de" y varios relatos
publicados en diferentes revista-e del genero.

La imagen que suele tener el público respecto a la ciencia ficción no corresponde a la definición o
definiciones que le dan los autores del género o los críticos literarios. En efecto, en gran medida se maneja
el concepto de ciencia ficción que fue popularizado en Norteamérica en las décadas del 20 y del 30 del
siglo XX, cuando se dio el auge de la literatura pulp, orientada hacia la acción y la aventura, con
personajes estereotipados y una redacción simple. No se puede renegar de ese período de popularización,
puesto que contribuyó a la difusión de la ciencia ficción, si bien en su vertiente de space opera. Lo
negativo fue que esa imagen del género es la que se maneja mayoritariamente incluso en el presente.

Poseídos por tan masivo imaginario, y también por cierta pedantería rayana en la ignorancia, no es de
extrañar que tanto nuestros escritores como nuestros críticos y académicos hayan preferido mirar de
soslayo a la ciencia ficción, cuando no ignorarla por completo.

Recuerdo las clases de literatura en el colegio y en la universidad. Con suerte, se mencionaba a la ciencia
ficción con otro nombre, o se la trataba como subliteratura; cuando no se caía en el absurdo de utilizar
categorías completamente distintas. ¿Alguien en su sano juicio diría que “El señor de los anillos” es una
novela “real maravillosa”? ¿Clemente Palma un autor “realista”? Proposiciones tan absurdas como las
mencionadas se enseñan en las facultades de literatura de algunas universidades, contando además con
un increíble sustento teórico.

Con tales antecedentes, resulta lógica la aparente ausencia de manifestaciones del género de ciencia
ficción en nuestro medio. O bien se espera otra cosa, o lo que se ha escrito “no se ve”. Ello hace que
nuestros expertos en literatura (difícil considerarlos investigadores, a estas alturas) se encojan de hombros
o afecten condescendencia cuando se les pregunta sobre autores peruanos de ciencia ficción. En lugar de
reconocer su ignorancia, prefieren obviar el tema o afirmar, categóricamente, que ningún autor peruano ha
escrito ciencia ficción.

Si nos limitamos a pensar en los términos ya comentados, considerando a la ciencia ficción un género que
se limita a narrar aventuras espaciales, generalmente pueriles, es posible que efectivamente poco o nada
se pueda afirmar respecto al género en el Perú. Pero quienes han tenido acceso a una mayor muestra de
obras de ciencia ficción, extranjeras o nacionales, saben que la ciencia ficción es más que películas y
novelas de cowboys espaciales.

Una de las novelas que se considera como el más cercano antecedente del género es, que duda cabe
“Frankenstein”de Mary Wollstonecraft Shelley. El cine nos ha permitido conocer lo principal acerca de esta
narración: un científico ginebrino, Victor von Frankenstein, en su afán de liberar a la humanidad de la
angustia de la muerte, da vida a un ser creado a partir de pedazos de cadáveres humanos, utilizando la
ciencia de su época (fines del siglo XVIII). Con lo que podemos afirmar que una de las características de la
ciencia ficción es, además de un “sentido de la maravilla”, su exploración acerca del devenir de la
humanidad, sobre todo en su relación con el progreso que traen las ciencias. Julio Verne, alejado ya del
gótico, se limitó a explorar lo que el consideraba el futuro inmediato: viajes en globo, expediciones al
centro de la Tierra, inmersiones al fondo del mar y la maravilla de maravillas, un viaje a la luna.

Considerando los cambios ocurridos en el siglo XIX, tanto en el orden técnico como en el político, ¿qué
hacía falta para que cualquier escritor de cualquier latitud se preguntara, cuando menos como ejercicio de
ocio, “cómo será el futuro”? El habitante del siglo XIX (cuando menos, el habitante occidental) asistió a
milagros (y desgracias) engendrados por la revolución industrial, como la electricidad y el teléfono. Si ellos
veían eso… ¿qué no verían sus descendientes en el futuro?

Con solo unas preguntas, acabamos con la imagen de la ciencia ficción como un mero catálogo de
aventuras espaciales, y acabamos con la noción de un género impropio o inexistente en nuestras letras.

Así por ejemplo, tenemos el temprano caso de la que se considera la primera novela publicada en el Perú
republicano, que lleva por título “Lima de aquí a cien años”, de Julio M. del Portillo. Publicada en 1843 en
el diario El Comercio en forma de folletín, es la primera novela peruana situada en el futuro, caracterizado
por el triunfo de un urbanismo que no pierde su característica decimonónica (con coches tirados por
caballos y faroles para iluminar las calles), al tiempo que incluye elementos más modernos, como el
telégrafo (invento que se instaló en Perú recién en 1847) y vehículos capaces de llegar a la Luna.

Es de resaltar el hecho, quizá pendiente de confirmación, de que nuestra novelística nacional principia con
una novela de ciencia ficción. Como dicen los Evangelios: “la piedra que fue desechada, llegó a ser
cabeza de esquina”.
Cabe destacar la fecha de publicación: 1843. Téngase en cuenta que Julio Verne recién publicó el primero
de sus “Viajes extraordinarios” en 1863, es decir, 20 años después de “Lima de aquí a cien años”, lo que
pone a Julio M. del Portillo en un lugar por demás expectante en la historia de la ciencia ficción mundial.
Lástima que, como siempre, hemos sido los propios peruanos los primeros en ignorar lo significativo y –a
mi juicio – evidente de su obra: la historia literaria de la República del Perú nació con una novela de
ciencia ficción, o en todo caso, futurista. Ni costumbrista ni indigenista, lo que cambia casi por completo
nuestra visión tradicional de la literatura peruana.

Coincidiendo con el inicio del siglo XX, nace el cuento de ciencia ficción en el Perú. Y quien inicia la
tradición es Clemente Palma (1872-1946), escritor que ha sido objeto de diversos estudios literarios en el
Perú y en el extranjero. Sin embargo, pocas veces se ha destacado su papel de precursor o iniciador del
género de ciencia ficción en el Perú.

En efecto, Clemente Palma escribió dos cuentos (La última rubia y El día trágico) y una novela (XYZ) de
ciencia ficción, con todas las características del género: especulación acerca del futuro, reacción ante los
resultados de una catástrofe cósmica y la realización de experimentos de duplicación de seres humanos.
En “Cuentos malévolos” (1904), se incluye el relato “La última rubia”, ambientado en el año 3025, cuando
el oro ha desaparecido del mundo , el idioma universal es el esperanto y todos somos amarillos, puesto
que las demás razas han sido absorbidas por los mongoles y tártaros. Sin embargo, quedan algunos
remanentes de las otras razas. Posteriormente, y a propósito del paso del cometa Halley, Clemente Palma
publicó “El día trágico” (utilizando el seudónimo “Klingsor”) en la revista Ilustración Peruana durante los
meses de abril y mayo de 1910. En este cuento, se reflejan la histeria y temor colectivos de la humanidad
ante el paso del cometa Halley, posible causante de una catástrofe. Oliverio Stuart, el protagonista, junto
con su esposa y su suegra, se convierten en los únicos sobrevivientes del envenenamiento mundial
ocasionado por el gas cianógeno del que estaba compuesto la cola del cometa. Encerrados en una
refugio, bien dotados de oxígeno y provisiones, son testigos del silencio mortal que envuelve al planeta.

Mención aparte merece “XYZ”, novela publicada en 1934 y que el propio autor calificó como “grotesca”. El
título, poco o nada nos dice acerca de la trama o los personajes, y tal vez ello ha contribuido al olvido –
injusto- en el que ha caído esta novela. El “XYZ” del título es el sobrenombre de Rolland Poe, inventor
peruano con una temprana afición al álgebra. Utilizando las propiedades del elemento radio y la albúmina
de los huevos, inventa una máquina que permite obtener “dobles” de actrices y actores hollywoodenses
(hay una curiosa reproducción de Maurice Chevalier en 40 centímetros). Descubierta la existencia de estos
dobles en una isla, los “originales” y otros actores iniciarán una acción de rescate, que culminará con el
suicidio del inventor.

La producción literaria peruana siguió otros rumbos, muy ajenos a las especulaciones sobre el futuro o la
tecnología, aunque existe el caso aislado de Héctor Velarde (1898-1989), exquisito humorista de una Lima
(no de un Perú) que definitivamente ya fue, donde todo estaba “en su sitio”, y la vida transcurría plácida...
en medio de esta arcadia, irrumpe la modernidad que viene de Norteamérica, con sus supermarkets y
aviones, y sobre todo, con la bomba atómica. Velarde escribe una serie de crónicas y ensayos
humorísticos que titula “La perra en el satélite” (1958), coincidiendo con la carrera espacial entre EE.UU. y
la URSS. En este librito, aparece el relato “La bomba J”, en el cual la destrucción nuclear total tiene un
fallo: la casa del limeñísimo Pedro Lanatta y Perales, diplomático, quien decide dedicar sus últimos días a
escribir un diccionario para las futuras generaciones... Quien sabe, Velarde tal vez quiso expresar en este
relato su melancolía por la pérdida de ese mundo limeño en el cual había nacido. Tiene también una pieza
de teatro ambientada en el año 2427 titulada “¡Un hombre con tongo!” (1950), en la cual las señoras van
de compras al Jirón de la Unión utilizando hélices en la espalda para movilizarse.

Los años setenta del siglo XX son acaso los de mayor apogeo de la ciencia-ficción peruana, guardando las
distancias del caso. Destacan, hasta el presente inclusive, los escritores José B. Adolph y Juan Rivera
Saavedra.

Reseñar la obra de Adolph merece de suyo un artículo propio. Desde sus inicios, ha escrito cuentos que
hacen difícil encuadrarlo en un género o tendencia. Sus relatos, publicados en sendas ediciones, son de
todo tipo y color. Los temas que ha tocado son todos, o casi todos: la inteligencia artificial en “Artemio y
MULTICAL”, la evolución de las especies animales en “La rata”, la inmortalidad en “Nosotros no”, el
contacto con seres extraterrestres en “Los bromistas”, las catástrofes... Quizá el libro de relatos de Adolph
que más cuentos de ciencia ficción contiene es “Hasta que la muerte”(1971), volumen que contiene el
cuento “El falsificador”, que ha sido incluido en la antología de ciencia ficción latinoamericana “Cosmos
latinos” (2003), publicada por la Universidad de Texas.

José B. Adolph también ha publicado novelas de ciencia ficción, como “Mañana las ratas” (1977), libro que
de haberse publicado en EE.UU., le quitaría al “Neuromante” de William Gibson la gloria de ser
considerado como el iniciador de la moda ciberpunk. En esta novela, vemos un Perú totalmente
balcanizado y anómico, gobernado por transnacionales cuya cúspide dirigencial reside en satélites que
orbitan la Tierra. La religión, empero, sirve de aglutinante para la gestación de fuerzas rebeldes, que sin
embargo no saben bien donde están paradas.

Juan Rivera Saavedra tiene, entre otros, el gran mérito de utilizar por primera vez la etiqueta “ciencia
ficción” con todas sus letras, como parte del título de su selección de relatos “Cuentos sociales de ciencia
ficción” (1976), compuesto por cuentos llenos de ironía acerca de la condición humana. En ellos, Rivera
Saavedra explora temas como los robots, la exploración de otros planetas, la escasez de alimentos,
nuestra visión de los “otros”.

En clave de space opera, José Manuel Estremadoyro publica la hilarante “Glasskan, el planeta
maravilloso” (1971) y su continuación “Los homos y la Tierra” (1971). Se nota en ambas obras la influencia
del interés desatado por el denominado fenómeno OVNI y la vida extraterrestre en general, siendo así que
en la primera novela se nos describe un viaje a un planeta donde todo es perfecto, a la manera de las
grandes utopías del renacimiento. En la segunda, los humanos entrenados por los galacsinos (habitantes
de Glasskán) deben volver a nuestro planeta para ofrecer la paz y el progreso al estilo de Glasskán a la
humanidad. No encontrarán a nadie merecedor de dichos dones, dedicándose a vivir una serie de
aventuras de lo más disparatadas. Con todo, “Glasskan” merece un lugar dentro del canon literario
nacional, al menos por su originalidad.

Curioso es el caso de Eugenio Alarco. Casi no hay noticia acerca de este autor, salvo por el brevísimo
cuento “La magia de los mundos” que aparece en la “ Primera Antología de la ciencia ficción
latinoamericana” (1970), publicada en Argentina por Rodolfo Alonso. El cuento nos muestra el pavoroso
futuro de la humanidad en manos de unos seres que no se sabe si son extraterrestres o humanos
evolucionados, quienes utilizar los órganos y miembros humanos como repuestos.

Ya en la década de los noventa, Giancarlo Stagnaro, a sus catorce añitos, publica “Hiperespacios” (1990),
una novela de aventuras espaciales que constituye un digno tributo a Isaac Asimov. Sorprende la
independencia de criterio y el que Stagnaro no haya caído en el facilismo de seguir las modas literarias
contemporáneas. Y después de todo, ¿por qué no pueden los peruanos del futuro dedicarse también a
luchar contra invasores extraterrestres? Lamentablemente, esta obra no tuvo la difusión que merecía.

En provincias, también existe interés en el género, como lo prueba el volumen de cuentos “Las formas”
(1997) de Carlos Bancayán Llontop, publicado de manera casi artesanal en la ciudad de Chiclayo. Entre
otros, incluye los relatos “Nutrición” y “Las formas”, donde se especula acerca del lugar del hombre en el
universo y acerca de los llamados poderes mentales, cuyo desarrollo da lugar a asombrosas revelaciones
acerca de una importante figura religiosa.

A fines de los años noventa, se publica “Un único desierto” (1997) de Enrique Prochazca, una selección de
relatos variada y de temática novedosa, donde el autor nos ofrece el cuentos “2984”, sobre un futuro
distópico deudor de “1984” de George Orwell, donde se devela el misterio de la identidad del Gran
Hermano.

La llegada de la internet ha permitido que, hoy por hoy, se puedan publicar en la red relatos y novelas que
de otro modo sería imposible conseguir. Con la aparición de páginas web cuyo objetivo es la divulgación
de la ciencia ficción peruana, hemos podido acercarnos a la obra de autores noveles como Rubén Mesías
Cornejo, José Donayre Hoefken, Adriana Alarco y otros.

El año 2003 ha sido pródigo para la ciencia ficción: José B. Adolph publicó la novela “Un ejército de locos”,
acerca de un Apocalipsis desatado desde la internet, y la selección de cuentos “Los fines del mundo”, que
incluye algunos cuentos de ciencia ficción. Por su parte, Juan Rivera Saavedra publicó “Oprimidos y
exprimidos”, con algunos relatos pertenecientes al género.

Mención aparte merece “8+1”, conjunto de relatos de ciencia-ficción de Manuel Antonio Cuba, publicado
por la editorial Meteletra.
El año 2004 ha sido también pródigo en publicaciones electrónicas. Aparecen nuevas voces como Iván
Paredes y Pedro Novoa, mientras que Manuel Antonio Cuba junto con Jorge Revilla publican un nuevo
volumen de relatos titulado “Desde afuera”.

Como dato final, el autor de la nota ha publicado los cuentos “El amante de Irene” y “El nombre no es
importante”. También ha colaborado con artículos sobre el género de ciencia ficción en la revista
electrónica de literatura “El hablador” y en la revista “Ajos y Zafiros”.

© Daniel Salvo; 01-07-05.

¿QUE HACE "BUENA" UNA HISTORIA DE CIENCIA FICCIÓN?

Durante décadas, los escritores de ciencia ficción, críticos y aficionados han estado debatiendo esa misma
pregunta, intentando definir un género tan cambiante como la vida misma que realmente desafía cualquier
definición. Brian Aldiss, reputado escritor de ciencia ficción británico y crítico, cree que: "la ciencia ficción
es una búsqueda para la definición del hombre y su estado en el universo según nuestro avanzado pero
desconcertado estado de conocimiento." Isaac Asimov definió: "la ciencia ficción es esa rama de la
literatura que se preocupa por el impacto del descubrimiento científico en los seres humanos." Ray
Bradbury dijo: "las historias de ciencia ficción son verdaderamente estudios sociológicos de las cosas
futuras que el escritor cree que ocurrirán sumando dos y dos." Damon Knight, autor galardonado y
fundador de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción Norteamericana (SFWA), sugirió que: "la
ciencia ficción examina el misterio de lo que nos hace humano no en pequeño con símbolos del día a día
sino en la gran escala del espacio y tiempo." Mientras la mayoría está de acuerdo en que la ciencia ficción
es literatura de ideas, de posibilidades y de alternativas, los elementos que hacen una historia de ciencia
ficción "buena" siguen siendo materia de especulación y debate. No obstante, unas visiones importantes
han emergido formando un consenso general.

Una "buena" historia de ciencia ficción debe tener un elemento especulativo que sea parte integrante de la
narración; si el elemento especulativo puede quitarse del relato sin afectarlo, entonces todo lo que el autor
ha hecho es tomar una narración existente y vestirla con el ropaje de la ciencia ficción. Por ejemplo tomar
el relato de Nora Ephron "Cuando Harry conoce a Sally" y situarlo en Marte no lo convierte en una historia
de ciencia ficción "buena"; sin embargo, si uno de los personajes fuese un marciano con puntos de vista
completamente diferentes sobre la sexualidad y los ritos matrimoniales podría tenerse una historia
interesante. El elemento especulativo debe ser parte integrante de la historia; sin él, una historia de ciencia
ficción "buena" se derrumbaría. Por ejemplo, en "Todos Ustedes Zombies" (1959) de Robert A. Heinlein, el
protagonista viaja en una máquina del tiempo no solo para encontrarse con su abuelo y dar testimonio del
nacimiento de sus bisnietos sino también para cambiar de sexo y producir el mismo la descendencia que
sigue. Sin la máquina de tiempo, no habría ninguna paradoja temporal, y ningún argumento real detrás de
la historia. El viaje en el Tiempo, el vuelo interestelar, la ingeniería genética, el primer contacto con una
civilización alienígena, robots e inteligencia artificial, holocausto nuclear y otras pesadillas sobre el fin del
mundo, invasión alienígena, telepatía y otras formas de percepción extrasensorial, las utopías y distopias,
colonización espacial, e inmortalidad, etc. son todos elementos que podrían ser considerados
especulativos. Ellos forman la inmenso caja de arena en que muchos autores de ciencia ficción exitosos
juegan.

Con un universo entero, incluyendo todos los eventos del pasado, presente y futuro, a su disposición,
autores como: Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, y L. Ron Hubbard han producido historias de ciencia ficción
con sentido de maravilla y temor. Las “buenas” historias de Ciencia Ficción nos llevan a lugares que nunca
hemos ido, nos presentan personas que nunca hemos conocido, y nos muestran cosas que nosotros
nunca hemos soñado. Penetrando el mundo conocido del aquí-y-ahora y yendo más allá de todas las
barreras y límites, la ciencia ficción nos desafía con las nuevas realidades y mayores niveles de
conciencia. Olaf Stapledon en "Primeros y Últimos Hombres" (1930) y Stephen Baxter en "Las naves del
tiempo" (1995) nos ponen a millones de años en el futuro y nos presentan una clase de hombre bastante
diferente a la nuestra. Similarmente, Isaac Asimov en "La Trilogía de la Fundación" (1964) y Larry Niven en
"Mundo Anillo" (1970) nos colocan en el mismo borde del espacio conocido y nos revelan que el inmenso
cosmos todavía está a nuestro alcance. La mejor Ciencia Ficción pone a prueba los límites de nuestra
imaginación y reta al espíritu humano a ir más allá de lo convencional a los nuevos y fabulosos mundos
con las igualmente nuevas y fabulosas ideas. Ningún otro género literario, de misterios o romances
góticos, tragedias o comedias, hace eso.

Las “buenas” historias de ciencia ficción pueden transportarnos bien a los limites exteriores del universo o
al fin del tiempo, pero ellas también permanecen con los pies bien puestos a tierra en ciencia o a una
extrapolación razonable del conocimiento actual. Los autores de ciencia ficción raramente violan las leyes
físicas, y sólo lo hacen con propósitos de licencia literaria. Por ejemplo, nosotros sabemos que el viaje mas
rápido-que-la luz es una imposibilidad científica con la tecnología presente, pero muchas historias han
confiado en el impulso Warp-drive, agujeros de gusano, y otras teorías científicas para mover sus
astronaves de un extremo de la galaxia a otro. La flota espacial alienígena de Murray Leinster en "Talentos
Inc." (1962) circunnavega el espacio para penetrar otra dimensión del espacio-tiempo, anticipándose al
uso del “Warp Drive” creado por Gene Roddenberry para “Star Treek” (1966). En la novela de Jack
Williamson "La Legión del Espacio" (1934) y en "Duna" de Frank Herbert (1965), las naves espaciales
rompen la velocidad de la luz encorvando o plegando el espacio. Los ingenieros alienígenas nos dan una
mano en "2001: Una Odisea del Espacio" de Arthur C. Clarke y en "Contacto" de Carl Sagan (1985),
ayudan a transportase al astronauta a través de una especie de “puerta estelar” o interestelar “cambiando
de estación” al otro lado de la galaxia. La ciencia en la ciencia ficción es bastante a menudo lo que separa
una historia regular de una muy buena, y lo que separa a la ciencia ficción del llamado sci-fi (una especie
de comida rápida Hollywoodense de la CF) que a menudo viola o contradice completamente las leyes
físicas por causa del “barullo” de los efectos especiales. Mientras nosotros podemos maravillarnos viendo
como los luchadores del X-Wing atacan la Estrella de la Muerte y la destruyen en “La Guerra de las
Galaxias” de George Lucas (1977), también debemos reconocer que esta a años luz lejos de la “buena”
ciencia ficción; realmente es sci-fi, o más específicamente Space-Opera, claramente ciencia ficción “pulp”
en su forma mas pura. Las naves estelares no necesitan alas, y menos alas cruzadas, para volar en el
espacio exterior; allí no hay ningún arriba -o- abajo, y como no hay atmósfera en el espacio que pueda
llevar las ondas de las explosiones -no importa cuan espectacular sea su naturaleza- estas serian
completamente silenciosas. La ciencia ficción, no importa el tipo, siempre debe ser ficción basada en la
ciencia, sino sería una forma completamente diferente de ficción, como fantasía u horror.

La escritura en las “buenas” historias de ciencia ficción siempre es ejemplar, con personajes memorables,
punto-de-vista consistente, una trama interesante y con estilo, el diálogo creíble, y todos los otros sellos
propios de la ficción literaria. Naturalmente, el primer objetivo de un escritor de ciencia ficción es contar
una historia interesante, excitante e intelectualmente provocadora. La historia debe conjugar bien los
eventos, escenas e ideas que no son comunes, y quizás incluso que no sean posibles, pero un escritor de
ciencia ficción bueno sabe que, si él ha creado personajes memorables, ha mantenido una punto-de-vista
consistente, y ha hecho todas las otras cosas necesarias para contar una “buena” historia, sus lectores
estarán mucho más abiertos y receptivos a los eventos, escenas e ideas extraordinarios. La ciencia ficción
es, con una excepción notable, igual a las otras formas de ficción contemporánea. Los relatos de ciencia
ficción deben contar una historia clara y articulada, aun cuando ellos traten sobre criaturas alienígenas o
robots inteligentes que vivan en un nuevo mundo feliz. La única excepción notable que hace a la ciencia
ficción diferente de todas las otras formas de ficción es que cada historia debe tener un espléndido,
asombroso, estremecedor, elemento especulativo que induzca temor y maravilla. Podría ser un nuevo
dispositivo o invención como en "La maquina del tiempo" (1895) de H.G. Wells, podría ser el contacto
extraterrestre con otra sociedad o civilización como en "Forastero en Tierra Extraña" (1961) de Robert A.
Heinlein podría ser una aberración en la historia como en “El hombre en el Castillo” (1962) de Philip K.
Dick o un descubrimiento tecnológico para mejorar la conducta humana como en “Flores para Algernon”
(1959) de Daniel Keyes. En el corazón de los “buenos” relatos de ciencia ficción yace una “buena” historia
que es seguida por la especulación acerca del hombre y cómo los cambios en la ciencia, tecnología o el
universo afectarán el misterio de lo que nos hace humanos.

Los artefactos de ciencia y tecnología así como las muchas otras convenciones que forman la base de la
ciencia ficción proporcionan la verosimilitud en las “buenas” historias de ciencia ficción. Los robots y naves
espaciales, alienígenas y máquinas temporales son meramente las herramientas que un escritor de
ciencia ficción emplea para crear los otros mundos y otros lugares de su historia, y nunca deberán tomar el
lugar de una buena narrativa. El concepto erróneo más común que oigo a menudo, sobre todo en las
universidades, es que la ciencia ficción es un forma de arte juvenil porque trata de las imaginaciones y
fantasías de los niños. Muchos académicos relegan rápidamente a la ciencia ficción como algo menos que
literario porque según ellos a los escritores de CF les falta el talento literario para escribir algo
“significativo” y perteneciente al mainstream. Ellos juzgan que es de algún modo “más fácil” crear historias
en universos lejanos con personajes alienígenas y mundos aun más extraños que escribir sobre personas
reales en situaciones de la vida real. Estos comentarios facilistas vienen a menudo de aquéllos que saben
muy poco sobre el género de ciencia ficción. Ellos solo han visto algún episodio de “Star Treek” o “Los
expedientes X” o han llevado a sus niños a ver “La Guerra de las Galaxias” y piensan que la ciencia ficción
es solo naves espaciales, rayos láser, alienígenas raros y robots listos. Pero ellos simplemente no están
informados sobre la inmensa diferencia entre la noción del sci-fi Hollywoodense y el trabajo literario mucho
más refinado de la ciencia ficción. Los artefactos de ciencia y tecnología son como los efectos especiales;
cuando ellos son empleados por un escritor de ciencia ficción que domina su arte sirven para crear textura
y fondo a la historia que se quiere contar, las naves espaciales, el rayo láser y los robots ayudan a que
nosotros suspendamos nuestro escepticismo. El narrador anónimo en “La maquina del Tiempo” de H.G.
Wells –una novela de 1895- emplea una máquina del tiempo para visitar el mundo de los Eloi –mansos- y
Morlocks –bestiales- ochocientos mil años en el futuro, pero la historia realmente es sobre su visita a ese
mundo, no sobre la maquina. Cuando los artefactos de ciencia y tecnología se vuelven la propia historia, o
se emplean para esconder una historia débil, o existen solamente para el “barullo”, entonces la ciencia
ficción ha fallado como una forma literaria; se ha vuelto sci-fi.

La “buena” ciencia ficción está por todas partes creando metáforas significativas y alegorías que son las
reflexiones y revelaciones sobre el mundo en que nosotros vivimos. Un escritor de ciencia ficción no solo
debe dominar ciencia y tecnología sino también conocer algo sobre el mundo en que vive, incluso de
política, sociología, historia, y la conducta humana, y tener la habilidad de establecer analogías entre ellos.
Por ejemplo, “La guerra interminable” (1974) de Joe Haldeman fue la primera novela en cualquier género
que trató sobre los problemas de los veterano de Vietnam que buscaban reconectarse al mundo al que
ellos habían vuelto. En ese momento, nadie quiso hablar sobre esos problemas, mucho menos publicar
una historia escrita por un veterano de Vietnam enfadado. Vietnam era algo que todos quisimos olvidar.
Películas iconoclastas como “Apocalipsis Ahora” (1979) y “Pelotón” (1986) estaban todavía a años de ser
realizadas. Así que, Haldeman creó una alegoría en el futuro sobre soldados que vuelven de una guerra
interestelar; desde los centenares de años que han transcurrido en ese viaje y el retorno (en términos de la
teoría de la relatividad de Einstein), esos soldados volvían a un mundo bastante diferente del que habían
dejado atrás, y no podían simplemente, volver a encajar en sus vidas anteriores. La historia hablaba
claramente sobre los veteranos de Vietnam, pero como él había creado una metáfora significativa, su
novela fue un éxito, y ganó el Premio Hugo a la mejor Novela de CF del año.

La ciencia ficción es visión profética y extrapolación...dicho en la forma de ficción especulativa...esa


búsqueda para definir a la humanidad y su lugar en el cosmos...considerando el impacto de ideas futuras e
invenciones, nuevos cambios sociológicos, psicológicos o políticos y sus consecuencias...y los misterios
más grandes de lo que significa ser humano...a través de espléndidas y asombrosas metáforas que
inducen temor y maravilla. Las “buenas” historias de ciencia ficción no sólo nos hacen pensar, sino que se
vuelven parte de nuestra alma y están con nosotros el resto de nuestras vidas. Fahrenheit 451, Duna,
Forastero en Tierra Extraña, Mundo Anillo, ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? y muchas otras
historias como ellas definieron una generación entera, y continúan influyéndonos hoy con sus metáforas
imperecederas y pensamientos provocadores sobre lo que significa ser humano.
© John L. Flynn; 2002.

LA MEDICINA EN LA CIENCIA FICCIÓN

En la CF tenemos ejemplos directos y algunos más bien dispares de la medicina tanto como profesión o
como especulación (no me recuerden a esos estúpidos doctores de Star Trek que resuelven plagas
planetarias cada dos por tres).

El ejemplo por excelencia sería el de la serie del Sector General de James White (1928-1999), escritor
británico que creó un universo poblado por decenas de especies alienígenas muy exóticas, y donde la
presencia extraterrestre es cosa de todos los días. White desarrolla el concepto del Hospital Espacial y
analiza su funcionamiento y los problemas que tendría que resolver. En los catorce relatos -publicados
originalmente en la revista New Worlds y que luego se recopilaron en el libro Hospital Station- White, nos
presenta casos de enfermedades misteriosas que deben resolverse de modo detectivesco y a veces hasta
humorístico.
Un “clon” de esta serie sería la del libro Doctor de las Estrellas de Murray Leinster (1896-1975) donde se
expone el concepto del Servicio Medico Interestelar. Allí Leinster presenta al medico Calhoun y su
compañero Murgatroyd "El Tormal" una especie de laboratorio biológico viviente, quienes viven una serie
de peripecias en diferentes planetas y resuelven problemas aparentemente insolubles.

Una novela que trata de modo dramático y humanístico una enfermedad es Flores para Algernon de
Daniel Keyes, donde un retrasado mental es sometido a un procedimiento medico que le da
temporalmente una inteligencia normal. En la serie de los Mendigos de Nancy Kress ya se tratan temas
más modernos como la manipulación genética en seres humanos y la bioingeniería de punta expresada en
las “Jeringas del cambio”, jeringas con nanotecnología que curan al instante cualquier enfermedad. A lo
largo de la serie se ve la extrema dependencia de los “Vividores” o humanos normales respecto a los
“mendigos”, humanos modificados para no dormir y de una inteligencia superior. En la serie de Pórtico de
Frederik Pohl, se habla de certificados médicos completos que permiten reemplazar cualquier órgano del
cuerpo en caso de enfermedad que primero se obtienen de donadores y luego son hechos sintéticamente.

Un mundo futuro donde los doctores han asumido el poder político total se narra en “Salud Mortal” de
Gabriel Bermúdez Castillo, un autor español. Los horrores de la guerra bacteriológica (que Bush trata de
usar para manipular la opinión pública a diario) fueron narrados ya hace dos siglos por H.G.Wells en “La
Guerra de los Mundos” y su cuento corto ”El bacilo robado”. En una clave más didáctica y tendiendo a la
ciencia fantástica está la película de “Viaje Alucinante” novelizada por Asimov que narra una expedición
mediante miniaturización al interior del cuerpo humano. En la novela Tránsito, Connie Willis explora el
tema de las controvertidas experiencias cercanas a la muerte o ECM. En El Fuego Sagrado, Bruce
Sterling, famoso autor de cyberpunk trata de tecnologías que prolonguen la vida. Y en Homo Plus, Frederik
Pohl expone de manera seria como podría ser el primer cyborg.
Una serie donde la medicina y la tecnología se unen de manera radical es en la serie de los Ocho Mundos
de John Varley: humanos con plantas como formas de vida simbióticas; cabezas decapitadas que viven
perfectamente; astronautas con solo un lado de su cuerpo funcional; longevidad artificial; nanotecnología;
implantes magnéticos puestos bajo la piel que alteran la forma a voluntad; cualquier parafernalia que haya
sido usada antes, Varley la tiene.

En clave de thirller tenemos La Amenaza de Andrómeda que es un estudio muy detallado del autor
bestselleresco Michael Crichton sobre el impacto de una posible enfermedad del espacio en la Tierra. Por
el lado de la ética médica está Edad:143 años de Jordi Fabra i Serra donde se narra el drama de cientos
de personas congeladas en hibernación artificial que esperan ser revividas de sus males pero el futuro
prometedor donde se halla la tecnología para curarlas no está tan dispuesto a dejarlas despertar…

Dos grupos que destacan por su dominio de la genética y la autocuración son las Bene Gesserit (de la
saga de Dune, de Herbert) y los Oankali (De la saga de Xenogénesis de Octavia Butler). Las primeras son
un matriarcado que en secreto han dictado el destino de las varias dinastías del imperio galáctico con su
programa de reproducción selecto para crear al Kwizatz Haderach, un ser con poderes físicos y mentales
superiores; para tal objetivo han desarrollado y controlado la disciplina prana-bindu que les permite tomar
control de su cuerpo a nivel celular. Los segundos son una especie de geneticistas pacíficos que deben
intercambiar su material genético con otras especies de vez en cuando para mantener su genoma y
adquirir sus mejores características biológicas de acuerdo a la evolución de la especie. Solo que cuando
contactan a la humanidad esta casi se ha destruido por la guerra nuclear, y deben forzarla a emparejarse
con ellos para que ambas especies tengan un futuro genético

Finalmente, como no íbamos a mencionar una de las sagas más originales de los últimos tiempos: la serie
de Proteo de Charles Sheffield (1935-2002) donde una revolucionaria técnica de quimioterapia y técnicas
de retroalimentación eliminan la enfermedad y la fealdad del mundo y hasta permiten elegir la forma que
uno necesita para vivir en diferentes mundos.

Si algo es seguro es que los habitantes de los mundos de la CF tienen un seguro médico asegurado de
una u otra forma.

CONSEJOS PARA ESCRIBIR CIENCIA FICCIÓN

Barceló es el conocidísimo Editor de la colección NOVA de Ediciones B, menos conocido es en nuestros


lares su infatigable labor en el genero como editor de fanzines (Kandama), y articulista así como autor de
una guía invalorable sobre las novelas de C-F. Aquí Barceló nos da los "tips" para empezar a escribir
Ciencia Ficción.
De hecho nadie puede enseñar a escribir ciencia ficción, aunque muchas veces se ha intentado.
Escribir ficción es una habilidad acumulativa, a fuerza de escribir se van dominando las técnicas narrativas
y se obtienen mejores resultados. Hay gente especialmente dotada que, de forma natural y espontánea, es
capaz de escribir muy bien desde el primer momento. Son pocos. La mayoría de los escritores ha de
realizar muchas pruebas e intentos para aprender a resolver los variados problemas que plantea el hecho
de escribir historias y entretener a los lectores.

A pesar de esto, recientemente han aparecido muchos libros, artículos y cursos que "enseñan" a escribir y
que, en realidad, pueden evitar perder mucho tiempo en las primeras pruebas. Se trata, simplemente, de
dar a conocer algunas de las cosas que los escritores van aprendiendo con el tiempo y la experiencia.
Pero nadie debe pensar que se trata de recetas seguras. Es necesario escribir y probar, volver a probar y,
aún, volver a probar. Por ello éste es uno de los muchos ámbitos en los que dar consejos resulta siempre
arriesgado y, aunque ahora voy a hacerlo, antes quiero recordar que siempre se puede decir aquello que
se atribuye a Napoleón: "No me deis consejos que ya sé equivocarme yo solo".

Otra advertencia antes de empezar. Aquí se habla, simplemente, de narrativa tradicional. También caben
en la ciencia ficción obras de tipo más experimental, pero no las recomiendo en el inicio de una carrera de
escritor. Un editor italiano de ciencia ficción me hablaba, hace ya unos años, de como las mayoría de
autores noveles italianos le presentaban, en su primera novela, "la novela definitiva de su vida", aquélla en
la que ya habían incorporado todo el "mensaje" temático y estilístico que pretendían transmitir. No es éste
el punto de vista bajo el cual se escriben estas notas. Mi enfoque aquí tiene mucha más relación con la
narración entendida como un oficio y no como un arte. Los oficios se pueden aprender con la práctica,
mientras que, para las artes, son imprescindibles cualidades especiales y no sólo habilidades. Por eso no
creo que sea posible enseñarlas.

En la literatura hay obras de arte y de las otras. Si están llamado a escribir obras de arte, nadie puede
enseñar a hacerlo, tan solo usted puede lograrlo al expresar lo que lleva dentro. Los artistas no deberían
seguir leyendo. Pero si lo que pretende es entretener e interesar a la gente (y no es poca cosa...) tal vez sí
pueda seguir haciéndolo. En realidad, aunque tiene poco predicamento y a menudo se toma a broma,
escribir best-sellers es una habilidad interesante que se puede aprender, aunque el factor definitivo es,
casi siempre, que un editor acepte hacer un best-seller de su obra...

Es imprescindible captar y mantener la atención del lector


Si es de aquellos (o aquellas) que saben explicar chistes, o de esos que cuando cuentan una película a los
amigos logran que éstos se sientan como si la estuvieran viendo, todo irá bien. Si eso le ocurre, la verdad
es que ya sabe explicar historias que es de lo que se trata cuando se escribe narrativa como en el caso de
la ciencia ficción que aquí nos ocupa. Si no es un "narrador natural", hay cuatro o cinco cosas que se
pueden aprender y, tal vez, le pueden ahorrar horas y horas de pruebas. Eso es lo que voy a intentar
comentar aquí.
Lo primero que debe tenerse en cuenta, y aún más en los tiempos que corren, es que si bien usted desea
escribir, no es nada seguro que los demás deseen leer aquello que escribe. Debería pensar siempre que
el lector está sometido al reclamo de muchas más actividades de ocio: televisión, cine, juegos de rol,
juegos de ordenador, deportes, artes y un largísimo etcétera. Si el lector le hace el favor de utilizar su
precioso tiempo para leer sus historias, debe ser a cambio de algo que le pueda compensar. Ese algo es
muy diverso y, en el caso de la ciencia ficción, las posibilidades aumentan.

Los elementos de la narración


Se puede interesar al lector describiendo un entorno nuevo y sorprendente: una sociedad nueva, una
tecnología diferente, unos seres extraños, unas costumbres distintas, etc. En la ciencia ficción éste es un
elemento con muchas posibilidades y, en realidad, el famoso "sentido de lo maravilloso" de que se habla
como rasgo característico del género reside a menudo en ese entorno que los anglosajones etiquetan
como background.

También se puede interesar al lector con la idea central de su historia. A veces la idea descansa,
precisamente, en el entorno
extraño en el que transcurre la narración y, si la ciencia ficción es realmente una "literatura de ideas",
muchas veces todo arranca a partir de una idea. Veamos un ejemplo famoso: ¿qué ocurriría si el sexo de
una persona no fuese estable y, a lo largo de la vida de un individuo, éste pudiera ser tanto varón como
hembra? Una respuesta se puede encontrar en La mano izquierda de la oscuridad de Úrsula K. Le Guin,
uno de los clásicos indiscutidos del género. En la ciencia ficción, a menudo (aunque no siempre) la idea es
el motor inicial de las narraciones o, en todo caso, de la voluntad del escritor para narrar una historia.

Otra posibilidad es interesar al lector con los personajes. Pueden ser atractivos o repulsivos pero, en
cualquier caso, no deben dejar indiferente al lector. Fíjese, por ejemplo, en los culebrones: J.R, en Dallas,
era lo suficientemente malvado para
interesar a los espectadores como también interesan, por otras
razones, los héroes positivos. A menudo los lectores se identifican con uno de los personajes y éste es el
sistema más viejo y seguro para mantener la atención del lector. Eso sí, los personajes deben reaccionar
como lo haría un ser humano con los conocimientos y el carácter que el escritor deja entrever que pueda
tener el personaje. Y, lo más importante de todo, el personaje central, el protagonista (y, si es posible, los
demás también) debe cambiar en algo como consecuencia de aquello que le ocurre. Todos sabemos que
la vida nos va cambiando poco o mucho y no sería verosímil que un personaje pase por un montón de
aventuras y no evolucione. En realidad, demasiadas historias de ciencia ficción tienen poco prestigio
literario o narrativo debido a que los personajes son de "carton-piedra" y no reaccionan como cabria
esperar lógicamente como consecuencia de todo lo que les ocurre. Piense por ejemplo en el Han Solo de
La guerra de las galaxias, el James Kirk de la primera Star Trek, o, para seguir con Harrison Ford, en las
películas de Indiana Jones. Para ellos las aventuras no significan nada. Siguen siempre igual. No es
creíble. Intente evitarlo.
Pero si, a veces, aceptamos personajes que no evolucionen, con toda seguridad es porqué la trama de la
historia resulta suficientemente interesante y mantiene la atención del lector o espectador. Las aventuras
de Indiana Jones, Han Solo o James Kirk son, por sí solas, lo bastante eficientes para mantener el interés
de los que siguen la historia. Aquí se hace imprescindible un consejo: no lo cuente todo, deje que el lector
siga intrigado por algo que le mueva a girar una hoja tras otra. Fíjese, por ejemplo, en la técnica de los
culebrones que van liando y liando el argumento para mantener el interés de los espectadores. Aunque,
eso si, si complica la trama debe pensar que la narración ha de finalizar atando todos los cabos de forma
que el lector no se sienta engañado. A los autores de culebrones puede no serles necesario, pero a los
buenos narradores de ciencia ficción sí. Por otra parte no olvide nunca que algo de misterio es, a menudo,
imprescindible: imagine la pobreza temática de la saga de La guerra de las galaxias sin la "Fuerza"...

En realidad para mantener la trama hacen falta conflictos. Los personajes deben tener problemas y la
trama debería explicar como se plantean esos problemas, como los personajes buscan diversas
soluciones y como se llega a la solución o, también, como los personajes fracasan en su intento. Los
problemas o conflictos deben ser tanto grandes (el central en la narración) como pequeños (los que dan
"vida" a la historia y mantienen la acción en movimiento). Suele ser conveniente que haya un clímax
general que resuelva la historia, pero debe construirse a partir de pequeños clímax parciales que
resuelvan los problemas menores que van conduciendo la narración hasta la resolución (o el fracaso de
ese intento...) del conflicto principal. Es evidente que todo esto depende mucho de la longitud de la
narración y no se pueden dar recetas únicas. En cualquier caso, sí conviene destacar aquí que personajes
distintos deben resolver de formas diferentes unos mismos conflictos o, para expresarlo aún con mayor
claridad, a personajes diferentes, unos mismos hechos les deberían generar conflictos diferentes.

Un breve resumen provisional


Ya tenemos cinco elementos que pueden mantener el interés del lector. Hay varios más, pero éstos son
los centrales en la gran mayoría de historias. Es lógico que en cada narración pueda dominar uno o más
de esos factores. En las novelas de aventuras a menudo es la trama y los conflictos y los peligros a que se
enfrentan los personajes el aspecto dominante y lo que mantiene el interés del lector. En los relatos cortos
a menudo es una idea mientras que en las narraciones más largas hay que organizar la historia central
rodeada de otras historias menores que la complementen, siempre y cuando el lector no pueda encontrar
gratuitas esas historias laterales y, además, encuentre fácil relacionarlas de forma natural con el hecho
central de la novela. Para sintetizarlo podríamos decir que:

La trama es lo que sucede.

El conflicto es la razón final de lo que sucede, el motor de la trama.

El entorno es el lugar y las circunstancias donde sucede la trama.


Los personajes son aquellos a los que les suceden las cosa que ocurren, y quienes evolucionan y
cambian como consecuencia de lo que sucede.

La idea, si existe explícita como elemento central, es lo que ha movido al escritor pero, y esto es muy
importante, debe ser mostrada de forma indirecta por medio de los otros elementos.

Conviene recordar que es imprescindible mantener la atención del lector mientras está leyendo y, también,
después de haberlo hecho. El lector, cuando acaba de leer, debe pensar que le ha sido rentable el tiempo
que ha otorgado a su narración. Puede haber pasado un buen rato con ella y considerarla un buen
entretenimiento aunque haya sido intrascendente; o puede haber encontrado un interesante motivo de
reflexión en una buena idea especulativa; o sentirse maravillado por un entorno extraño y sorprendente.
Aunque no se debe olvidar que, muy a menudo, es e personaje central quien puede haber focalizado y
mantenido el interés del lector y, por lo tanto, aquello que perviva en su recuerdo.

Inventar historias
Parece que el problema principal de los nuevos escritores es "encontrar las historias". Muchos autores de
esos libros o cursos que pretenden enseñar a escribir narrativa, dicen que la pregunte más repetida es:
¿de dónde sacan los escritores sus historias? No hay una receta fácil ni única. Graham Greene habló de la
necesidad de que el narrador sea un buen observador y yo creo que esto también vale para los escritores
de ciencia ficción: exagere algún rasgo de una tendencia social, tecnológica o económica observable,
ponga a un determinado personaje en un entorno extraño o en una situación imprevista, invente lo que
ocurriría si..., etc. Pero los caminos para encontrar historias son muy variados. Siempre podrá encontrar
alguno nuevo.

De hecho, tras años y años de ciencia ficción, la mayor parte de las historias que pueda inventar es muy
posible que ya hayan sido narradas. Orson Scott Card aconseja que no se preocupe por ello. Es difícil que
tenga ideas nuevas que no hayan sido ya exploradas.
Pero, aunque repita historias (evitando siempre el plagio, evidentemente...), les puede dar un tono o un
enfoque distinto, un punto de vista nuevo. Piense, por ejemplo, en "Aviso" de Cristóbal García que ganó el
premio UPCF del año 1993 (BEM número 35). La historia que nos narra Cristóbal posiblemente no sea
nueva, pero el planteamiento lo es y el cuento resulta interesante y efectivo.
A veces, cuando le falten temas para nuevas historias, puede practicar a partir de un viejo cuento que
haya leído tiempo atrás y que todavía puede recordar. Sin releerlo de nuevo, tan sólo a partir del recuerdo
que guarda, escriba su versión. Cuando lo haya hecho, compárela con el cuento original y fíjese en las
diferencias.
Es un buen ejercicio. Como la memoria es siempre muy selectiva, puede; ocurrir que su cuento resulte
francamente distinto del original y sea incluso utilizable.
Robert A. Heinlein, uno de los escritores más admirados en Estados Unidos, hablaba de tres tipos
centrales, y para él únicos, de historias:
Chico-encuentra-chica: una historia de amor o de búsqueda o de fracaso de este amor. Las
variaciones son infinitas.

El sastrecillo valiente, o su inverso: la historia de un triunfo o de un fracaso.

El-personaje-que-aprende: la historia de alguien que piensa de una manera al iniciarse la narración y


que, como consecuencia de los conflictos y de lo que le sucede, cambia de forma de pensar.

Seguro que hay muchas variaciones posibles, pero si Heinlein logró construir una carrera de éxitos con
esto, tal vez le pueda ser útil también a usted. Recuerde que Heinlein fue el primero que logró vivir de su
carrera como escritor de ciencia ficción. En nuestro país eso es, por ahora, imposible, pero tal vez en un
futuro... Alguien debería comenzar.

Un camino para construir historias


Para finalizar esta breve recopilación de consejos le daré mi versión resumida de los pasos más
interesantes que los editores de Asimov's Science Fiction recomiendan para escribir ciencia ficción, y es
justo decir que parecen muy razonables:

Empiece con una idea

Lleve esta idea a la vida por medio de un conflicto (no caiga en las disertaciones de profesor, son
demasiado aburridas...)

Utilice los personajes que mejor puedan "dramatizar" el conflicto, y haga que cambien en su forma de
ser y/o de pensar por efecto de lo que les sucede.

Establezca una secuencia de los hechos que ocurren, una trama, que pueda mostrar los pasos
principales a través de los cuales sus personajes detectan el problema o los problemas, buscan las
soluciones posibles e intentan llevar a la práctica dichas soluciones.

Prepare un buen entorno para rodear y ambientar todo lo que sucede en la historia. Haga que sea
razonable. No hace falta que explique con detalle todo lo que haga pensado como entorno pero, como
futuro escritor que quiere ser, debe tenerlo muy claro en su imaginación.

Si es posible, inicie la historia en mitad de un conflicto para atraer al lector. En la mayoría de los
casos, el escritor debería tener clara la estructura general de la trama: planteamiento, nudo y desenlace
según establece la tradición clásica, pero nadie le obliga a que la narración sea completamente lineal.

Busque un buen punto de vista para explicar la historia. (Conviene decir que éste es un apartado
bastante complejo y que merecería un tratamiento aparte que ahora no es posible).
Déjese de teorías y ... ¡escriba!

Advertencia final
Todo esto es, debería resultar evidente, insuficiente para escribir profesionalmente, pero no para empezar.
Tal vez podría resultar interesante que intente estudiar algunos cuentos o novelas que haya leído y lleve a
cabo un sencillo ejercicio para buscar en ellos los cinco elementos antes citados: identifique los conflictos
principales, analice la estructura de la trama, localice el punto de vista bajo el cual está narrada la historia,
vea como cambian los personajes principales, estudie la congruencia del entorno y lo que aporta a la
narración, sintetice la idea central. En realidad, la mayoría de los talleres literarios funcionan así, aunque
puedan ir acompañados de exposiciones más o menos teóricas.

La práctica es, en definitiva, la única que enseña de verdad. Empiece analizando la práctica de los demás
y, también, practicando usted. El camino no es corto, pero vale la pena.

© Miquel Barceló; Tomado de BEM N° 39.

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