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Institución

Educativa Sol de Oriente


Aprobada por Resolución Nº 16259 del 27 de Nov. 2002
Cra 23 No. 56 EH - 200 Tel: 291 43 89
Sección Beato Domingo Iturrate Tel: 2845867
Email: ie.soldeoriente@medellin.gov.co
Nit 8110190006 Dane 105001021873 web: iesoldeoriente.edu
ACTIVIDADES DE FORMACIÓN AUTÓNOMA

DESCRIPCIÓN GENERAL DE LA GUÍA DE ACTIVIDADES DE FORMACIÓN AUTÓNOMA

NOMBRE DEL
ESTUDIANTE:

COMPETENCIAS: Comunicativa Literaria: (lectora y lingüística).


Pensamiento Social, Análisis e interpretación.
Área: Proyecto Humanidades: El estudio de las humanidades a través del cine y la
literatura
HUMANIDADES: LENGUAJE Y LITERATURA, PROYECCIÓN HUMANA, PROYECCIÓN
SOCIAL Y TÉCNICA EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES

Grado 10º y 11º

Nombre La educación literaria: hacia la formación de un lector crítico.

Resumen En esta guía el estudiante del grado 10º podrá encontrar el material para ejercitar los
elementos de la lectura literal, inferencial y crítica, aplicando sus ejercicios de vías de
interpretación e hipótesis narrativas, además, la posibilidad de ejercitar su pensamiento
crítico a través de su interpretación, análisis y argumentación de la lectura que haga de
los textos. Se busca que, en medio de la distancia esta guía le permita a cada estudiante,
enfrentarse de manera autónoma a su formación como lector crítico. En esta oportundad
se desarrollará el tema sobre “La vida y la muerte” como una posibilidad de entender
como se construye estéticamente, quizá una bella y triste reflexión sobre la
existencia humana.
Deberá leer un par de cuentos cortos y visualizar un cortometraje en ambos casos
deberá realizar procesos de interpretación donde relacione los dos tipos de textos y
realice un análisis argumentativo de ambos.

Temas principales Interpretación y producción textual

La inferencia textual
El texto narrativo
Lenguaje audiovisual

Objetivos de • Identificar de los elementos significativos del texto narrativo que le permiten
aprendizaje proponer vías de interpretación o hipótesis narrativas.
• Extraer de símbolos e indicios de los textos narrativos y audiovisuales, para luego
llegar a su significación e interpretación.
• Ejercitar de inferencia para interpretación de textos literarios y audiovisuales.
• Leer de obras literarias contemporáneas y propone vías de interpretación que
conducen a una lectura crítica de la realidad.
• Desarrollar la escritura creativa a través del procesos de revisar y corregir sus
propias producciónes.
• Leer una antología de cuentos de la literatura universal y local para la
participación de discusiones literarias en el aula.
Evidencias de Leer con intenciones interpretativas diversos cuentos, especialmente del corpus de la
aprendizaje literatura española.
Asumir y apreciar el valor artístico de los textos literarios que constituyen el punto del
pensamiento humano.

Realizar de manera responsable, disciplinada y comprometida las actividades en el
cuaderno o en hojas para entregar en los plazos asignados.

Revisar y corregir de manera rigurosa sus producciones escritas a través de la estrategia
de borradores.

Tiempo necesario 3 semanas. Debe entregar a más tardar el 15 de agosto de 2020.


para el desarrollo
Marcado con nombres completos, grado, bien presentado, sin arrugas en las hojas. Si va
a enviar las fotos, estas deben ir organizadas, recortadas y derechas para su mayor
visualización. De lo contrario el trabajo no será tenido en cuenta.

SECUENCIA DE ACTIVIDADES

Motivación Estudiante: recuerde tener a mano su cuaderno u hojas presentables dónde va a


desarrollar esta guía. Todo el trabajo lo escribe en su cuaderno, o en hojas (a mano con
ACTIVIDADES DE
letra legible, no se admite un trabajo escrito por otra persona) y al finalizar toda la guía
EXPLORACIÓN
entrega la evidencia, ya sea tomando fotografías y enviandolas por WhatsApp,
(ordenadas y nítidas) o entregando físicamente, en hojas, en el buzón que hay destinado
en el colegio.

ACTIVIDADES A DESARROLLAR
1. Se presenta al estudiante las siguientes reflexiones sobre el concepto de la muerte:

• “El día de tu muerte sucederá que lo que tú posees en este mundo pasará a manos
de otra persona. Pero lo que tú eres será tuyo para siempre.” (Henry Van Dyke)
• “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es,
y cuando la muerte es, nosotros no somos.” (Antonio Machado)
• “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.”
(Alphonse de Lamartine)

Indagación de 2. Luego de leer estas ideas que plantea cada autor, responda la pregunta:
saberes
¿Qué reflexión o explicación sacas de cada una de estas frases? Debe asumir su posición
crítica, pero al mismo tiempo comprender lo que cada frase te quiso decir. Ejemplo:
“El hombre que no percibe el drama de su propio fin no está en la normalidad sino en la
patología, y tendría que tenderse en la camilla y dejarse curar.” (Carl Gustav Jung)
REFLEXIÓN: En esta frase Jung refleja que angustiarse y temer a la muerte es algo
normal y no algo de lo que avergonzarse, puesto que es algo que desconocemos. No ser
capaz de verlo y de sentir la pérdida de la vida como algo dramático no es habitual.

Apropiación 3. Luego de haber desarrollado esta primera parte. Lee los cuentos que te
presentamos a continuación.
ACTIVIDADES DE
APLICACIÓN Y ¿Fue un sueño? De Guy de Maupasan. (Ver anexo-cuento completo)
PROFUNDIZACIÓN
§ Si tienes acceso a internet, puedes visualizar estos formatos:
http://www.ataun.eus/BIBLIOTECAGRATUITA/Clásicos%20en%20Español/Gu
y%20de%20Maupassant/Fue%20un%20sueño.pdf
§ https://www.biblioteca.org.ar/libros/1687.pdf
§ https://www.youtube.com/watch?v=mCtHBNODVN0

Volvía el soldado a casa… de Slawomir Mrozek (Ver anexo – cuento completo)


§ Si tienes acceso a internet, puedes visualizar estos formatos:
http://dueloliterae.blogspot.com/2013/08/dos-minicuentos-sobre-muertos-
volvia-el.html
§ https://co.ivoox.com/es/volvia-soldado-a-casa-slawomir-mrozek-audios-
mp3_rf_53387753_1.html
Hombre muerto de Horacio Quiroga (Ver anexo – cuento completo)
§ Si tienes acceso a internet, puedes visualizar estos formatos:
https://www.ingenieria.unam.mx/dcsyhfi/material_didactico/Literatura_Hispan
oamericana_Contemporanea/Autores_Q/QUIROGA/hombre.pdf
§ https://www.youtube.com/watch?v=mGX66yMGbuA

Si no tienes internet. Solo lee los tres cuentos y responde a las siguientes
preguntas:
3.1. Actividades de aplicación

§ Escribe una definición corta sobre la muerte


§ En el cuento de Maupassant “¿Fue un sueño?” ¿considera que lo que le sucedió al
narrador fue un sueño o eso paso en la realidad?
§ ¿Qué elementos de la realidad y de la ficción se presentan en el cuento? ¿Por
qué?

§ ¿Cómo explica el amor que existía entre los dos personajes?


§ ¿Cuál considera que es la hipótesis narrativa más importante del cuento?
3.2. Teniendo en cuenta el relato de Mrozek “Volvía el soldado a casa…”
Responde:

§ Cuál es el ambiente o la atmósfera presente en el cuento, es decir, crees que esto


da la idea de suspenso, alegría, soledad, diversión, tranquilidad… y ¿por qué?
§ Reconstruye los hechos, es decir, describe en tres momentos qué fue lo que
sucedió en el cuento.

§ ¿Cuál crees que es la hipótesis narrativa?


§ ¿Cuál es la relación de los dos cuentos? Es decir, ¿qué tienen en común? ¿Por
qué?
§ Realiza una reflexión entre ambos cuentos, una reflexión donde des a entender el
tema que se expone en los dos.

§ Dibuja, describe o crea un texto o verso sobre la muerte.


Lee el cuento “Hombre muerto” y relaciona su temática con los dos cuentos
anteriores: ¿Fue un sueño? y Volvía el soldado a casa… teniendo en cuenta las
siguientes preguntas:
§ ¿De qué manera el cuento “Hombre muerto” se relaciona temáticamente con los
dos cuentos?

Transferencia § Escribe un texto argumentativo donde, a partir de los tres cuentos, expliques el
concepto de muerte como un acto estético de la existencia humana. Es decir, ¿por
ACTIVIDADES DE
qué crees que la muerte es un tema que se puede usar en el arte, la música, el
SISTEMATIZACIÓN
cine y la literatura? Con esa respuesta escribes tu texto argumentativo.

Evidencias de Este trabajo solo lo entregan físicamente los estudiantes que no tienen acceso a internet
evaluación del y que no pueden trabajar con ningún medio electrónico. Los demás, que puedan estar en
aprendizaje los encuentros por Meet, no deben entregar el trabajo porque allí se hará de manera
sincrónica, la conversación y discusión literaria, y se desarrollarán de acuerdo a los
encuentros. Si el estudiante que se conecta por estas plataformas o medios, no participa
de las discusiones (abran micrófono o entablen conversación por chat) de las sesiones o
encuentros por Meet o WhatsApp, se les informará los criterios que deben entregar con
el trabajo físico.
Todo trabajo debe ir marcado con nombres completos, grado, bien presentado, sin
arrugas en las hojas. Si va a enviar las fotos, éstas deben ir organizadas, recortadas y
derechas para su mayor visualización. De lo contrario el trabajo no será tenido en
cuenta.
Estudiante: recuerde tener a mano su cuaderno u hojas presentables dónde va a
desarrollar esta guía. Todo el trabajo lo escribe en su cuaderno, o en hojas (a mano con
letra legible, no se admite un trabajo escrito por otra persona) y al finalizar toda la guía
entrega la evidencia, ya sea tomando fotografías y enviandolas por WhatsApp,
(ordenadas y nítidas) o entregando físicamente, en hojas, en el buzón que hay destinado
en el colegio.

Recursos Versiones digitales de los textos. Se presentaron en cada actividad. Ver en cada criterio.
Imprimir a cada estudiantes los tres cuentos que se presentan a continuación.

Elaboro:

Paula Martínez Cano. Grado 10º. Lenguaje y Literatura. Adaptada para el grado 6º1
ESTA ES UNA GUÍA PARA 4 SEMANAS – DE LAS ÁREAS DE LENGUAJE, PROYECCIÓN HUMANA,
PROYECCIÓN SOCIAL Y LA TÉCNICA UNICAMENTE DE LOS GRUPOS 10º1 – 10º2 – 10º3- 10º4 – 10º5, 11º5
y una adaptación para el grado 6º1
PROFESORAS: Cecilia López, Paula Martínez y Sandra García.

Cuento 1

¿FUE UN SUEÑO?
GUY DE MAUPASSANT

¡La había amado locamente!


¿Por qué se ama? ¿Por qué se ama? Cuán extraño es ver un solo ser en el mudno, tener un solo pensamiento en el cerebro,
un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios... un nombre que asciende continuamente, como el agua de
un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra
incesantemente, en todas partes, como una plegaria.
Voy a contaros nuestra historia, ya que el amor sólo tiene una, que es siempre la misma. La conocí y viví de su ternura,
de sus caricias, de sus palabras, en sus brazos tan absolutamente envuelto, atado y absorvido por todo lo que procedía de
ella, que no me importaba ya si era de día o de noche, ni si estaba muerto o vivo, en este nuestro antiguo mundo.
Y luego ella murió. ¿Cómo? No lo sé; hace tiempo que no sé nada. Pero una noche llegó a casa muy mojada, porque
estaba lloviendo intensamente, y al día siguiente tosía, y tosió durante una semana, y tuvo que guardar cama. No recuerdo
ahora lo que ocurrió, pero los médicos llegaron, escribieron y se marcharon. Se compraron medicinas, y algunas mujeres
se las hicieron beber. Sus manos estaban muy calientes, sus sienes ardían y sus ojos estaban brillantes y tristes. Cuando
yo le hablaba me contestaba, pero no recuerdo lo que decíamos. ¡Lo he olvidado todo, todo, todo! Ella murió, y recuerdo
perfectamente su leve, débil suspiro. La enfermera dijo: "¡Ah!" ¡y yo comprendí!¡Y yo comprendí!
Me consultaron acerca del entierro pero no recuerdo nada de lo que dijeron, aunque sí recuerdo el ataúd y el sonido del
martillo cuando clavaban la tapa, encerrándola a ella dentro. ¡Oh! ¡Dios mío!¡Dios mío!
¡Ella estaba enterrada! ¡Enterrada! ¡Ella! ¡En aquel agujero! Vinieron algunas personas... mujeres amigas. Me marché
de allí corriendo. Corrí y luego anduve a través de las calles, regresé a casa y al día siguiente emprendí un viaje.
Ayer regresé a París, y cuando vi de nuevo mi habitación - nuestra habitación, nuestra cama, nuestros muebles, todo lo
que queda de la vida de un ser humano después de su muerte -, me invadió tal oleada de nostalgia y de pesar, que sentí
deseos de abrir la ventana y de arrojarme a la calle. No podía permanecer ya entre aquellas cosas, entre aquellas paredes
que la habían encerrado y la habían cogijado, que conservaban un millar de átomos de ella, de su piel y de su aliento, en
sus imperceptibles grietas. Cogí mi sombrero para
marcharme, y antes de llegar a la puerta pasé junto al gran espejo del vestíbulo, el espejo que ella había colocado allí
para poder contemplarse todos los días de la cabeza a los pies, en el momento de salir, para ver si lo que llevaba le caía
bien, y era lindo, desde sus pequeños zapatos hasta su sombrero.
Me detuve delante de aquel espejo en el cual se había contemplado ella tantas veces... tantas veces, tantas veces, que el
espejo tendría que haber conservado su imagen. Estaba allí de pie, temblando, con los ojos clavados en el cristal - en
aquel liso, enorme, vacío cristal - que la había
contenido por entero y la había poseído tanto como yo, tanto como mis apasionadas miradas. Sentí como si amara a aquel
cristal. Lo toqué; estaba frío. ¡Oh, el recuerdo! ¡Triste espejo, ardiente espejo, horrible espejo, que haces sufrir tales
tormentos a los hombres! ¡Dichoso el hombre cuyo corazón olvida todo lo que ha contenido, todo lo que ha pasado
delante de él, todo lo que se ha mirado a sí mismo en él o ha sido reflejado en su afecto, en su amor! ¡Cuánto sufro!
Me marché sin saberlo, sin desearlo, hacia el cementerio. Encontré su sencilla tumba, una cruz de mármol blanco, con
esta breve inscripción:
«Amó, fue amada, y murió.»
¡Ella está ahí debajo, descompuesta! ¡Qué horrible! Sollocé con la frente apoyada en el suelo, y permanecí allí mucho
tiempo, mucho tiempo. Luego vi que estaba oscureciendo, y un extraño y loco deseo, el deseo de un amante desesperado,
me invadió. Deseé pasar la noche, la última
noche, llorando sobre su tumba. Pero podían verme y echarme del cementerio. ¿Qué hacer? Buscando una solución, me
puse en pie y empecé a vagabundear por aquella ciudad de la muerte. Anduve y anduve. Qué pequeña es esta ciudad
comparada con la otra, la ciudad en la cual vivimos. Y, sin embargo, no son muchos más numerosos los muertos que los
vivos. Nosotros necesitamos grandes casas, anchas calles y mucho espacio para las cuatro generaciones que ven la luz
del día al mismo tiempo, beber agua del manantial y vino de las vides, y comer pan de las llanuras.
¡Y para todas estas generaciones de los muertos, para todos los muertos que nos han precedido, aquí no hay apenas nada,
apenas nada! La tierra se los lleva, y el olvido los borra. ¡Adiós!
Al final del cementerio, me di cuenta repentinamente de que estaba en la parte más antigua, donde los que murieron hace
tiempo están mezclados con la tierra, donde las propias cruces están podridas, donde posiblemente enterrarán a los que
lleguen mañana. Está llena de rosales que nadie ciuda, de altos y oscuros cipreses; un triste y hermoso jardín alimentado
con carne humana.
Yo estaba solo, completamente solo. De modo que me acurruqué debajo de un árbol y me escondí entre las frondosas y
sombrías ramas. Esperé, agarrándome al tronco como un náufrago se agarra a una tabla.
Cuando la luz diurna desapareció del todo, abandoné el refugio y eché a andar suavemente, lentamente, silenciosamente,
hacia aquel terreno lleno de muertos. Anduve de un lado para otro, pero no conseguí encontrar de nuevo la tumba de mi
amada. Avancé con los brazos extendidos, chocando contra las tumbas con mis manos, mis pies, mis rodillas, mi pecho,
incluso con mi cabeza, sin conseguir encontrarla. Anduve a tientas como un ciego buscando su camino. Toqué las lápidas,
las cruces, las verjas de hierro, las coronas de metal y las coronas de flores marchitas. Leí los nombres con mis dedos
pasándolos por encima de las letras. ¡Qué noche! ¡Qué noche! ¡Y no pude encontrarla!
No había luna. ¡Qué noche! Estaba asustado, terriblemente asustado, en aquellos angostos senderos entre dos hileras de
tumbas. ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Tumbas! ¡Sólo Tumbas! A mi derecha, a la izquierda, delante de mí, a mi alrededor, en
todas partes había tumbas. Me senté en una de ellas, ya que no podía seguir andando. Mis rodillas empezaron a doblarse.
¡Pude oír los latidos de mi corazón! Y oí algo más. ¿Qué? Un ruido confuso, indefinible. ¿Estaba el ruido en mi cabeza,
en la impenetrable noche, o debajo de la misteriosa tierra, la tierra sembrada de cadáveres humanos? Miré a mi alrededor,
pero no puedo decir cuánto tiempo permanecí allí. Estaba paralizado de terror, helado de espanto, dispuesto a morir.
Súbitamente, tuve la impresión de que la losa de mármol sobre la cual estaba sentado se estaba moviendo. Se estaba
moviendo, desde luego, como si alguien tratara de levantarla. Di un salto que me llevó hasta una tumba vecina, y vi, sí,
vi claramente como se levantaba la losa sobre la cual estaba sentado. Luego apareció el muerto, un esqueleto desnudo,
empujando la losa desde abajo con su encorvada espalda. Lo vi claramente, a pesar de que la noche estaba oscura. En la
cruz pude leer:
«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Amó a su familia, fue bueno y honrado y murió
en la gracia de Dios.»
El muerto leyó también lo que había escrito en la lápida. Luego cogió una piedra del sendero, una piedra pequeña y
puntiaguda, y empezó a rascar las letras con sumo cuidado. Las borró lentamente, y con las cuencas de sus ojos contempló
el lugar donde habían estado grabadas. A continuación con la punta del hueso de lo que había sido su dedo índice, escribió
en letras luminosas, como las líneas que los chiquillos trazan en las paredes con una piedra de fósforo:

«Aquí yace Jacques Olivant, que murió a la edad de cincuenta y un años. Mató a su padre a disgustos, porque
deseaba heredar su fortuna; torturó a su esposa, atormentó a sus hijos, engañó a sus vecinos, robó todo lo que
pudo, y murió en pecado mortal.»

Cuando hubo terminado de escribir, el muerto se quedó inmóvil, contemplando su obra. Al mirar a mi alrededor vi que
todas las tumbas estaban abiertas, que todos los muertos habían salido de ellas y que todos habían borrado las líneas que
sus parientes habían grabado en las lápidas, sustituyéndolas por la verdad. Y vi que todos habían sido atormentadores de
sus vecinos, maliciosos, deshonestos, hipócritas, embusteros, ruines, calumniadores, envidiosos; que habían robado,
engañado, y habían cometido los peores delitos; aquellos buenos padres, aquellas fieles esposas, aquellos hijos devotos,
aquellas hijas castas, aquellos honrados comerciantes, aquellos hombres y mujeres que fueron llamados irreprochables.
Todos ellos estaban escribiendo al mismo tiempo la verdad, la terrible y sagrada verdad, la cual todo el mundo ignoraba,
o fingía ignorar, mientras estaban vivos.
Pensé que también ella había escrito algo en su tumba. Y ahora, corriendo sin miedo entre los ataúdes medio abiertos,
entre los cadáveres y esqueletos, fui hacia ella, convencido que la encontraría inmediatamente. La reconocí al instante
sin ver su rostro, el cual estaba cubierto por un velo negro; y en la cruz de mármol donde poco antes había leído:

Amó, fue amada, y murió.


Ahora leí:
«Habiendo salido un día de lluvia para engañar a su amante, pilló una pulmonía y murió.»
Parece que me encontraron al romper el día, tendido sobre la tumba, sin conocimiento.
Cuento 2

VOLVÍA EL SOLDADO A CASA...


Slawomir Mrozek

Tras muchas batallas peligrosas volvía el soldado a casa. Las guerras le habían llevado a países extraños, así que tenía
que preguntar por el camino, porque ya no
sabía por dónde iba. Hacía tiempo que caminaba por una selva oscura sin encontrar a nadie, de modo que se alegró
cuando por fin vio a una figura sentada junto al sendero. Se le acercó y preguntó con educación:
—¿No sabréis por casualidad cuál es el camino que lleva a mi casa?
No dijo ni «mi buen señor», ni «mi buena señora», pues la figura estaba envuelta en una capa negra, y no lograba
distinguir si se trataba de un hombre o de una mujer.
—Justamente voy hacia allí —respondió la figura con una voz ni grave ni aguda —; ya te enseñaré el camino.
Se alegró el soldado porque no erraría más y se puso en camino junto a la figura.
Caminaron largo tiempo, ella delante y el soldado detrás. Por mucho que alargara el paso, la figura siempre iba algo más
adelantada. Además callaba, lo cual le parecía al soldado de mala educación, pues resulta extraño que dos personas
caminen así, en silencio, a través de un bosque oscuro. De modo que preguntó:
—¿Y vos os dirigís hacia mi tierra por amistad o por negocios?
—Yo busco a un soldado. Hasta ahora no lo he podido encontrar, porque estaba guerreando y en la guerra hay muchos
soldados. Cada vez que encontraba alguno, resultaba que no era aquél. Pero he oído que ha acabado la guerra y que ahora
vuelve a casa. Así que voy hacia allí, porque es donde a buen seguro lo encontraré. Cada soldado tiene muchas guerras,
pero sólo una casa.
Al oír esto, el soldado puso pies en polvorosa. Desanduvo todo el camino del bosque y volvió a enrolarse para una guerra,
ya que, gracias a Dios, guerras no faltan.
Sólo que añora su casa y seguramente regresará a ella algún día.

Cuento 3

El Hombre Muerto
Horacio Quiroga

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas
abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en
consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.
Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del
poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana
de no ver el machete de plano en el suelo.
Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele
en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano
izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño
y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.
El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del
sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría,
matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.
La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días
preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos
dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último
suspiro.
Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en
nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano!

Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto
lo que debemos vivir aún!
¿Aún...? No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un
milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: Se está muriendo.
Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura.
Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué
trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.


El hambre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! y piensa: Es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira:
¿No es acaso ese bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el
bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora
no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce.
Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el
monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto
nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo,
todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de
postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...
¡Muerto! ¿Pero es posible? ¿No es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en
la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su
malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa?
¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos
del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando..
Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino,
hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.
¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el
bananal ralo? ¡Sin dada! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo...
Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya
que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus
solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un
machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.
El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de
esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media... El muchacho
de todos los días acaba de pasar el puente.
¡Pero no es posible que haya resbalado..! El mango de su machote (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco
vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe
muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un
rato como de costumbre.
¿La prueba..? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes
un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo
ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste.
Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma
es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.
...Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y a las doce menos cuarto, desde allá
arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar.
Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡ Piapiá!
¿No es eso... ? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo... ¡Qué pesadilla...! ¡Pero es uno de los
tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne,
que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.

...Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero,
que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete
pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos.

Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él
construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el
alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de
sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente
como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla — descansando, porque
está muy cansado.

Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo
y no se atreve a costear el bananal
como desearía. Ante las voces que ya están próximas —¡Piapiá!— vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al
bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.

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