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El futuro parece claro. Adiós al coche Diesel de las ciudades. Hola, coche eléctrico. Sin ruidos
y, sobre todo, sin humos, el vehículo eléctrico parece tener ganada la batalla a los movidos
por combustibles fósiles. Tanto es así que un buen puñado de ciudades europeas ya cuentan
con planes para sacar a los coches de combustión del área urbana de manera paulatina.
Y ante todas las informaciones que señalan al vehículo eléctrico como la panacea ante las
enfermedades derivadas de la contaminación, como alergias, asma o cánceres, cada vez son
más las voces que se alzan para denunciar que el vehículo eléctrico no es tan limpio
como lo pintan y que, en ocasiones, incluso puede generar más contaminación que otros
automóviles movidos por Diesel o gasolina.
En Nueva Zelanda, por ejemplo, esperan ser un país libre de emisiones contaminantes a causa
de sus coches en 2050, tal y como ha anunciado su ministro de Cambio Climático, James
Shaw. Pero, ¿qué entendemos por cero emisiones? Hay una realidad contra la que no se puede
luchar. El coche eléctrico no emite gases contaminantes por el tubo de escape, mientras
que un coche Diesel o gasolina sí lo hace. Sin embargo, esta reducción es demasiado
simplista, ya que la contaminación generada por un coche no debe medirse sólo por los gases
que expulsa, pues para conseguir la energía utilizada se liberan emisiones contaminantes
al ser quemada por el coche… pero también antes de llegar al depósito de combustible.
ELECTRICIDAD, LA CONTAMINACIÓN QUE NO SE VE
Es aquí donde entran en juego un buen número de variables que rara vez se tienen en cuenta a
la hora de pensar cuánto contamina un coche. Y es que, la fabricación de un vehículo puede
provocar unas emisiones contaminantes superiores en un coche eléctrico que uno
“tradicional”.
Por ejemplo, las cadenas de montaje no trabajan a pleno rendimiento, como sí lo hacen en la
mayoría de ocasiones con los vehículos más asentados, lo que provoca que se necesite
el mismo consumo de combustible para mover unas máquinas que, en definitiva, acaban
produciendo un número menor de vehículos.
Estas informaciones están reafirmadas por otras instituciones o compañías, como el Instituto
Sueco de Investigación de Medio Ambiente, quienes señalan a las baterías como las
principales culpables en este incremento de las emisiones contaminantes. Así, según sus
cálculos, la batería de 30kWh del Nissan Leaf provoca 5,3 toneladas contaminantes de
CO2, mientras que la de un Tesla Model S de 100 kWh emite 17,5 toneladas de CO2.
Pero estos datos también tienen su vuelta de hoja. Y es que, no todos los países consiguen la
electricidad quemando combustibles fósiles. En Australia, la mayor parte de la energía
proviene de la quema de combustible, según los datos de la asociación automovilística
anterior, “conducir un Tesla es mucho más contaminante que hacerlo a bordo de un
Lamborghini o un Hummer”, tal y como recoge la Federación de Clubes Motorizados de
Nueva Zelanda en una de sus publicaciones.
Pero, por otro lado, hay datos que dejan en mal lugar las informaciones publicadas por
los medios anteriores. Un reportaje de The Guardian del pasado diciembre también ponía
en duda la supuesta ecología del coche eléctrico, aunque no era tan categórico como los
anteriores informes.
Así, en el informe de The Guardian podemos comprobar de qué fuentes proviene la energía
eléctrica en distintas regiones del mundo. Australia es el país con mayor dependencia de
petróleo de los que se ofrecen en la lista (lamentablemente España no está contemplada en el
estudio), mientras que Noruega obtiene casi toda su electricidad del agua y las energías
renovables. Francia, por su parte, es el país más desarrollado en lo que a energía nuclear se
refiere.
Por tanto, si tenemos en cuenta los datos del apartado anterior, los australianos no se
equivocan al decir que conducir un Tesla puede ser más contaminante que hacer lo propio con
un Lamborghini o un Hummer, siempre y cuando no extrapolemos los datos. Porque siendo la
energía nuclear una de las más limpias en lo que a emisiones de CO2 se refiere, conducir un
coche eléctrico en Francia resulta más ecológico que hacerlo en Australia.
LA SITUACIÓN ESPAÑOLA
En cuanto a España, a día de hoy podemos decir que nos encontramos entre dos aguas. A
medio camino en la obtención de energía eléctrica, pues las centrales nucleares, hidráulicas
y eólicas rondan todas el 20 por ciento del total cada una de ellas en la producción de
energía limpia, lo que favorecería un impulso al coche eléctrico en nuestro país, ya que la
quema de carbón para generar electricidad apenas representa un 6,9 por ciento del total,
según datos aportados por Red Eléctrica de España.