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Se trata de una sanción, que, en realidad, siempre ha sido aplicada desde los origines de la
humanidad. Para aquellos delitos muy graves, como el asesinato, pueblos antiguos como Grecia, el
Imperio Romano, Babilonia, entre otros, contemplan esta pena máxima.
¿Cual es el argumento para la aplicación de la pena de muerte? ¿Es realmente necesario matar al
delincuente, se podría catalogar de “justo” dicha pena?
Estas preguntas tienen varias respuestas y es allí donde cada uno asume una postura, a favor o en
contra.
Quienes sostienen la validez jurídica de esta sanción afirman cuando el delito es tan grave, como el
caso de un asesinato, el Estado tiene el deber de sancionar la comisión de ese delito con una medida
que sea correspondiente a la gravedad del mismo.
Es decir, se recurre a la famosa y antigua ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente.
Sin embargo, la pena de muerte también se aplica como forma, según afirman sus defensores, de
prevenir que se sigan cometiendo delitos graves
Esto es contrarrestado por los estudios en dichos países en donde no se ha podido comprobar que su
aplicación haya reducido la criminalidad. En Estados Unidos, por ejemplo, el índice de
criminalidad sigue siendo alto a pesar de la aplicación desde hace varios años de esta pena máxima.
Es decir, es falso afirmar que tiene una eficacia preventiva en la comisión de futuros delitos.
Quienes están en contra de su aplicación, señalan que esta pena va en contradicción contra los
derechos humanos de las personas. No existe ningún delito que pueda merecer el castigo de la
muerte. Más bien, se deben buscar otras formas de castigo, pero siempre respetando la dignidad
máxima de cada persona, es decir, respetando su vida y el derecho que posee para poder tener una
oportunidad de volver a la sociedad, una vez cumplido su pena.
De esta forma, vemos que existen posturas encontrados respecto a la justificación de esta medida.