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JOAN PICÓ I JUNOY

to»243. Y, respecto a cada uno de los órdenes jurisdiccionales, el ca-


rácter genérico de este principio comporta dos relevantes consecuen-
cias respecto a su ámbito de aplicación:
a) En primer lugar, su vigencia en todo tipo de procedimiento
—ordinario o especial— y en cualquier etapa del mismo —de-
clarativa, ejecutiva o cautelar—244; y
b) En segundo lugar, que su aplicación afecta a todo «intervinien-
te» en el proceso, esto es, tanto a las partes como a los abogados,
procuradores, testigos, peritos, etc245.
Este ámbito de aplicación tan genérico, nos obliga a estudiar las
peculiaridades que presenta en los distintos órdenes jurisdiccionales,
objetivo éste que se intentará acometer en los capítulos siguientes,
sistematizando las principales «reglas de la buena fe» que deben res-
petarse en dichos procesos.

9. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA MALA FE PROCESAL

A) Introducción
Como es bien sabido, la buena fe se presume, por lo que para des-
truirla es necesario que se pruebe y se declare ello judicialmente. Así,
como nos recuerda la STS de 17 de enero de 2001 (RA 4), después de
analizar el concepto y alcance de la buena fe, concluye indicando que
«la buena fe se presume y la mala fe es preciso probarla y requiere
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una declaración expresa de los tribunales»246.

243. En este sentido, es unánime la jurisprudencia del Tribunal Supremo


(vid. las sentencias citadas en la nota 6).
244. Así, respecto al proceso civil, además del citado art. 11.1 LOPJ, el art.
247 LEC, que recoge también el principio de la buena fe procesal, es la última
norma del Libro Primero de la LEC, que lleva por título «De las disposiciones
generales relativas a los juicios civiles».
245. Ello encuentra su refrendo normativo en el primer apartado del art.
247 LEC —de aplicación subsidiaria para el resto de procesos debido al art. 4
LEC—, según el cual: «Respeto a las reglas de la buena fe procesal. 1. Los in-
tervinientes en todo tipo de procesos deberán ajustarse en sus actuaciones a las
reglas de la buena fe».
246. F. j. 11º.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

B) A instancia de parte
La mala fe procesal es alegable por cualquiera de las partes desde
el primer momento en que se aprecie. Por ello, el momento de ale-
garla variará según la etapa procesal en que se manifieste, pudiéndo-
se indicar de forma oral (v. gr. si estamos en la audiencia previa del
procedimiento ordinario civil, o en el acto del juicio de los procesos
civil, penal, laboral o administrativo); o por escrito (v. gr. en el escri-
to de contestación para indicar hechos o circunstancias recogidos en
la demanda).
En función de la concreta actuación procesal maliciosa que se de-
nuncie, su resolución podrá tener lugar en la sentencia o con anterio-
ridad a la misma. Así, por ejemplo, no es necesario esperar a la con-
clusión del proceso para inadmitir un determinado acto procesal,
imponer una multa, o declarar la ineficacia de alguna actuación pro-
cesal. En otros casos, la cuestión se resolverá en la propia sentencia,
como sucede por ejemplo, con la ficta admessio o la imposición de
las costas por temeridad o mala fe procesal.
Resulta criticable que para declarar judicialmente la actuación ma-
liciosa de una parte, y se le impongan las consecuencias negativas, no
se haya previsto expresamente un incidente contradictorio, esto es, no
se exiga su previa audiencia247. Ello debería ser así —máxime cuando
se imponga una sanción económica (multa)248—, salvo los casos en
que legalmente la temeridad o mala fe del litigante debe recogerse en
la sentencia (v. gr. para imponer las costas por temeridad o mala fe, o
para apreciar la ficta admessio de alguno de los litigantes).
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En cualquier caso, siempre la mala fe procesal debe estar proba-


da, pues como indica la citada STS de 17 de enero de 2001 (RA 4), si
bien la «buena o mala es un concepto […] jurídico de libre aprecia-
ción por los Tribunales» ello debe fundarse en «hechos y circunstan-
cias probadas»249.
Al margen de su prueba, la mala fe procesal debe expresamen-
te motivarse en la declaración judicial en que se aprecie su exis-

247. STOCO también pone de relieve la necesidad de este trámite previo de


audiencia al objeto de garantizar el pleno respeto al derecho de defensa (Abuso
do direito e má-fé processual, ob. cit., pp. 100 a 102 y 151).
248. Al respecto, me remito al punto 2.6.B.2.b) del capítulo sexto.
249. F. j. 11º.

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tencia, debido a las consecuencias negativas que supone para la


parte perjudicada.

C) De oficio
Además de la denuncia a instancia de parte, y debido al carácter
imperativo de los arts. 11.1 LOPJ y 247 LEC, el principio de la bue-
na fe procesal debe hacerse respetar también ex officio, y en este sen-
tido se pronuncia la propia literalidad de las citadas normas250.

250. Como destaca el f.j. 3º de la STS de 2 de diciembre de 1993 (RA


9485), resulta de aplicación aquí el principio iura novit curia (para un comen-
tario de esta sentencia, vid. PICÓ JUNOY, J.: Utilización fraudulenta de las nor-
mas procesales y nulidad de actuaciones, en «Justicia», 1994, III, pp. 661 a
666). De igual modo, para la apreciación ex officio iudicis de la mala fe de los
litigantes y, en consecuencia, la aplicación inmediata del art. 11.1 LOPJ, vid. la
STS de 25 de febrero de 1992 (RA 1552), f.j. 4º; así como el estudio de GON-
ZÁLEZ PÉREZ (El principio general de la buena fe en el derecho administrativo,
ob. cit., 3ª edic., pp. 237-238), para quien el art. 11 LOPJ no recoge una «fa-
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cultad» judicial sino un «deber», por lo que «el órgano jurisdiccional que co-
noce de un proceso concreto viene obligado a rechazar fundadamente las peti-
ciones, incidentes y excepciones que se formulen con manifiesto abuso de
derecho o entrañen fraude de ley procesal. Dada la íntima conexión de aquellos
supuestos que contempla el precepto de la LOPJ con los de infracción del prin-
cipio de la buena fe (a que se refiere el apartado 1 del mismo artículo), debe en-
tenderse que aquel deber del juez se extiende a los casos en que la petición, in-
cidente o excepción se formulan contraviniendo las reglas de la buena fe». En
este sentido, vid. también FERRÁNDIZ GABRIEL, J.R.: Comentarios a la nueva
Ley de Enjuiciamiento Civil, coordinados por Fernández, Rifá y Valls, Edit.
Iurgium-Atelier, Barcelona, 2000, p. 989; GUZMÁN FLUJA, V.: De la buena fe
procesal, en «El proceso civil», vol. II, AAVV, coord. F. Escribano Mora, Edit.
Tirant lo blanch, Valencia, 2001p. 1816; y MARTÍ MARTÍ, J.: La buena fe proce-
sal en la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, «La Ley», núm. 5242, 7 de fe-
brero de 2001, p. 4.

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CAPÍTULO II
EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE
EN EL PROCESO CIVIL

SUMARIO

1. Introducción: la Ley 1/2000 y las nuevas pautas normativas de dere-


cho comparado sobre la buena fe procesal en los juicios civiles . . . 125
2. Reglas de la buena fe procesal en los procesos declarativos . . . . . . 130
2.1. En la primera instancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
A) En las diligencias preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
B) En las alegaciones iniciales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
B.1) Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
B.2) La buena fe procesal en las alegaciones fácticas . . . . . 131
a) Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
a.1) El deber de veracidad (Wahrheitspflicht) . . . . . 132
a.2) El deber de integridad o plenitud (Vollständig-
keitspflicht) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
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B.3) La buena fe procesal en las alegaciones jurídicas . . . . 145


B.4) El allanamiento antes de la contestación a la demanda
y la mala fe. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
C) En la audiencia previa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
D) En la actividad probatoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
D.1) Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
D.2) La prueba documental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
D.3) La prueba de interrogatorio de las partes . . . . . . . . . . . 157
D.4) La prueba pericial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
D.5) La prueba de reconocimiento judicial . . . . . . . . . . . . . . 160
D.6) La prueba de interrogatorio de testigos. . . . . . . . . . . . . 161
E) En las conclusiones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
F) En las diligencias finales.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163

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G) En el uso malicioso de los defectos subsanables y de las


nulidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
2.2. En los recursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
3. Reglas de la buena fe procesal en la ejecución . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
4. Reglas de la buena fe procesal en las medidas cautelares. . . . . . . . . 169
5. La buena fe procesal en los incidentes de carácter suspensivo. . . . . 170
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CAPÍTULO II
EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE
EN EL PROCESO CIVIL

1. INTRODUCCIÓN: LA LEY 1/2000 Y LAS NUEVAS PAUTAS


NORMATIVAS DE DERECHO COMPARADO SOBRE LA BUENA FE
PROCESAL EN LOS JUICIOS CIVILES

Como se ha tenido ocasión de destacar, la Ley 1/2000, de Enjui-


ciamiento Civil, recoge de forma expresa y con carácter genérico el
principio de la buena fe procesal en su art. 247. Además, en dicho tex-
to encontramos numerosas normas que, directa o indirectamente,
tienden a potenciar la actuación de buena fe de los litigantes251. En
función del momento procesal en que están previstas, en este capítu-
lo se analizarán las reglas de la buena fe en la etapa declarativa, en la
ejecución forzosa y en las medidas cautelares. Finalmente, examina-
ré los incidentes de carácter suspensivo, más frecuentes, susceptibles
de ser planteados con ánimo dilatorio.
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De esta forma, la nueva LEC se aparta de la tradición histórica de


nuestros códigos procesales civiles, para seguir así las pautas norma-
tivas imperantes actualmente en el derecho comparado, tanto en el
ámbito jurídico europeo como en el americano. Así, de los ordena-
mientos europeos debo destacar:

251. Esta orientación normativa de recoger reglas que, directa o indirecta-


mente, tienden a favorecer la vigencia de la buena fe procesal también se mani-
fiesta en otros ordenamientos procesales civiles europeos, como es el caso del
CPC italiano (así, cfr. REDENTI, E.: Diritto processuale civile, T.I, Edit. Giuffrè,
Milano, 1957, p. 188; MANDRIOLI, C.: Dei doveri delle parti e dei difensori, en
«Commentario del codice di procedura civile [art. 88]», (dirigido por Allorio),
T.I, vol. 2, Edit. UTET, Torino, 1973, p. 959; y CARPI, F.: Il dovere di collabora-
zione delle parti nel nuovo processo del lavoro, en «RTDPC», 1974, p. 545).

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a) La regla 3.4.2.b de las Civil Procedure Rules inglesas, de 26 de


abril de 1999, según la cual: «The court may strike out a state-
ment of case if it appears to the court […] that the statement of
case is an abuse of the court’s process or is otherwise likely to
obstruct the just disposal of the proceedings»252;
b) El art. 456 del Código de Processo Civil portugués, modificado
el 25 de septiembre de 1996, que indica: «Responsabilidade no
caso de má-fé. Noção de má-fé. 1. Tendo litigado de má-fé, a par-
te será condenada em multa e numa indemnização à parte con-
trária, se esta a pedir. 2. Diz-se litigante de má-fé quem, com dolo
ou negligência grave: a) Tiver deduzido pretensão ou oposição
cuja falta de fundamento não devia ignorar; b) Tiver alterado a
verdade dos factos ou omitido factos relevantes; c) Tiver practi-
cado omisssão grave do dever de cooperacão; d) Tiver feito do
processo ou dos meios processuais um uso manifestamente re-
provável, como o fim de conseguir um objectivo ilegal, impedir a
descoberta da verdade, entorpecer a acção da justiça ou protelar,
sem fundamento sério, o trânsito em julgado da decisão»253;
c) El art. 32.1 del Nouveau Code de Procédure Civile francés, de
5 de diciembre de 1975 -introducido en la reforma de 20 de enero
de 1978 y modificado por el Decreto nº 373, de 27 de abril de 2001
—que establece: «Celui qui agit en justice de manière dilatoire ou
abusive peut être condamné à une amende civile de 15 euros à
1500 euros, sans préjudice des dommages-intérêts qui seraient
réclamés»;
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252. Este texto normativo puede consultarse en www.lcd.gov.uk/civil/pro-


crules-fin/update.htm. Para su análisis doctrinal vid. ANDREWS, N.: English Ci-
vil Procedure. Fundamentals of the new civil justice system, Edit. Oxford Uni-
versity, 2003, punto 16, pp. 397 a 417; PASSANANTE, L., La riforma del processo
civile inglese: principi generali e fase introduttiva, en «RTDPC», 2000, 4, pp.
1353 a 1380; CRIFÓ, C., La riforma del processo civile en Inghilterra, en
«RTDPC», 2000, 2, pp. 511 a 528; BARBOSA MOREIRA, J.C., Una novidade: o
Código de processo civil inglés, en «Temas de dereito processual», 7ª edic., Edit.
Saraiva, Rio de Janeiro, 2001, pp. 179 a 189; o CERES MONTES, J. F.: La revitali-
zación del proceso civil: los procesos inglés y español tras sus recientes leyes de
reforma, en «La Ley», núm. 5600, 5 de agosto de 2002, pp. 1 a 18.
253. El Código fue aprobado por el Decreto Lei nº 44.129, de 28 de di-
ciembre de 1961.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

d) El art. 88 del CPC italiano, de 28 de octubre de 1940, según el


cual: «Dovere di lealtà e di probità. Le parti e i loro difensori han-
no il dovere di comportarsi in giudizio con lealtà e probità. In
caso di mancanza dei difensori a tale dovere, il giudice debe rife-
rirne alle autorità che esecitano il potere disciplinare su di essi».
e) Y, finalmente, el § 138.I de la ZPO alemana, de 30 de enero de
1887 —modificado el 27 de octubre de 1933— que introduce el
deber de veracidad en los siguientes términos: «Die Parteien ha-
ben ihre Erklärungen über tatsächliche Umstände vollständig
und der Wahrheit gemäß abzugeben»254.
Y de los ordenamientos jurídicos americanos merecen indicarse
los siguientes:
a) El art. 14 del Código de Processo Civil brasileño, reformado el
27 de diciembre de 2001255, establece: «São deveres das partes e
de todos aqueles que de qualquer forma participam do processo:
I - expor os fatos em juízo conforme a verdade; II - proceder com
lealdade e boa-fé; III - não formular pretensões, nem alegar de-
fesa, cientes de que são destituídas de fundamento; IV - não pro-
duzir ptovas, nem praticar atos inúteis ou desnecessários à de-
claração ou defesa do direito». Y el art. 17 del mismo Texto
Legal indica: «Reputa-se litigante de má-fé aquele que: I - dedu-
zir pretensão ou defesa contra texto expresso de lei ou fato in-
controverso; II - alterar a verdade dos fatos; III - usar do proces-
so para conseguir objetivo ilegal; IV - opuser resistência
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injustificada ao andamento do processo; V - proceder de modo


temerário em qualquer incidente ou ato do processo; VI - provo-
car incidentes manifestamente infundados; VII - interpuser re-
curso com intuito manifestamente protelatório»;

254. «Las partes deben hacer sus declaraciones sobre circunstancias fácti-
cas íntegramente y conforme a la verdad». Esta norma no ha sufrido modifica-
ción alguna por la importante Ley de Reforma de la ZPO de 27 de julio de 2001,
y que entró en vigor el 1 de enero de 2002. La Zivilprossreformgesetz puede con-
sultarse en www.rechtsrat.ws/gesetze/zpo/zivilprozessreformgesetz.htm, y en
suporte papel en NJW (suplemento al núm. 36 del año 2001). Para una primera
aproximación a la misma, vid. GEHRLEIN, M.: Zivilprozessrecht nach der ZPO-
Reform 2002, Edit. C.H.Beck, München, 2001, y doctrina por él analizada.
255. El Código se aprobó el 11 de enero de 1973.

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b) El art. 34.5.d del Código Procesal Civil y Comercial de la Na-


ción argentino, modificado el 22 de noviembre de 2001256 esta-
blece: «Deberes. Son deberes de los jueces: […] 5) Dirigir el
procedimiento, debiendo, dentro de los límites expresamente es-
tablecidos en este Código: […] d) Prevenir y sancionar todo acto
contrario al deber de lealtad, probidad y buena fe». Y de igual
modo, el art. 45 indica: «Temeridad o malicia.— Cuando se de-
clarase maliciosa o temeraria la conducta asumida en el pleito
por alguna de las partes, el juez le impondrá a ella o a su letrado
o a ambos conjuntamente, una multa valuada entre el diez y el
cincuenta por ciento del monto del objeto de la sentencia. En los
casos en que el objeto de la pretensión no fuera susceptible de
apreciación pecuniaria, el importe no podrá superar la suma de
$ 50.000. El importe de la multa será a favor de la otra parte. Si
el pedido de sanción fuera promovido por una de las partes, se de-
cidirá previo traslado a la contraria. Sin perjuicio de considerar
otras circunstancias que estime corresponder, el juez deberá pon-
derar la deducción de pretensiones, defensas, excepciones o in-
terposición de recursos que resulten inadmisibles, o cuya falta de
fundamento no se pueda ignorar de acuerdo con una mínima pau-
ta de razonabilidad o encuentre sustento en hechos ficticios o
irreales o que manifiestamente conduzcan a dilatar el proceso»;
c) El art. 112 del Código Procesal Civil peruano, modificado el 23
de junio de 1996257, indica: «Se considera que ha existido teme-
ridad o mala fe en los siguientes casos: 1. Cuando sea manifies-
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ta la carencia de fundamento jurídico de la demanda, contesta-


ción o medio impugnatorio; 2. Cuando a sabiendas se aleguen
hechos contrarios a la realidad; 3. Cuando se sustrae, mutile o
inutilice alguna parte del expediente; 4. Cuando se utilice el pro-
ceso o acto procesal para fines claramente ilegales o con propó-
sitos dolosos o fraudulentos; 5. Cuando se obstruya la actuación
de medios probatorios; 6. Cuando por cualquier medio se entor-
pezca el desarrollo normal del proceso; y 7. Cuando por razones
injustificadas las partes no asisten a la audiencia generando di-

256. El Código se aprobó el 27 de agosto de 1981.


257. El Código se aprobó el 8 de enero de 1993.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

lación»; estableciendo en sus arts. 110 y 111 un sistema de res-


ponsabilidad patrimonial de las partes y sus Abogados258;
d) Y, el art. 5 del Código General del Proceso uruguayo, que entró
en vigor el 20 de noviembre de 1989, establece: «Buena fe y
lealtad procesales. Las partes, sus representantes o asistentes
y, en general, todos los partícipes del proceso, ajustarán su con-
ducta a la dignidad de la Justicia, al respeto que se deben los li-
tigantes y a la lealtad y buena fe. El tribunal deberá impedir el
fraude procesal, la colusión y cualquier otra conducta ilícita o
dilatoria».

Finalmente, aunque no se traten propiamente de textos normati-


vos vigentes, deben destacarse la existencia del principio de la buena
fe procesal en dos relevantes proyectos mundiales de armonización
internacional de las normas procesales civiles:

a) En primer lugar, los Principles and Rules of Transnational Civil


Procedure, de 12 de abril de 2001, elaborados por el American
Law Institute, en cooperación con la UNIDROIT. De los Funda-
mental Principles of Transnational Civil Procedure destacan el
10.1, según el cual: «The court should have authority to impose
sanctions against failure or refusal of a party to comply with the
court’s directions and other procedural abuse»; y el 11, en el que
se establece: «1. The parties should observe standards of fair
play in dealing with the court and with other parties. 2. Parties
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should refrain from spurious claims and defenses». Y, de igual

258. El art. 110 establece: «Las partes, sus Abogados, sus apoderados y los
terceros legitimados responden por los perjuicios que causen con sus actuacio-
nes procesales temerarias o de mala fe. Cuando en el proceso aparezca la prue-
ba de tal conducta, el Juez, independientemente de las costas que correspon-
dan, impondrá una multa no menor de cinco ni mayor de veinte Unidades de
Referencia Procesal. Cuando no se pueda identificar al causante de los perjui-
cios, la responsabilidad será solidaria»; y el art. 111 indica: «Responsabilidad
de los Abogados. Además de lo dispuesto en el artículo 110, cuando el Juez
considere que el Abogado actúa o ha actuado con temeridad o mala fe,
remitirá copia de las actuaciones respectivas a la Presidencia de la Corte Supe-
rior, al Ministerio Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para las
sanciones a que pudiera haber lugar».

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modo, de las Rules of Transnational Civil Procedure, destaca la


regla 1.4, en la que se indica: «The proceedings must fulfill rea-
sonable expectations regarding fairness, and must be time —and
cost— efficient»259;
b) Y, en segundo lugar, el «Código Procesal Civil Modelo para Ibe-
roamérica» de 1988, en cuyo art. 5º se establece: «Buena fe y le-
altad procesal.— Las partes, sus representantes o asistentes y, en
general, todos los partícipes del proceso, ajustarán su conducta
a la dignidad de la Justicia, al respeto que se deben los litigantes
y a la lealtad y buena fe»260.

2. REGLAS DE LA BUENA FE PROCESAL EN LOS PROCESOS


DECLARATIVOS

2.1. En la primera instancia

Atendiendo al iter procedimental de la primera instancia del juicio


ordinario, encontramos reglas de la buena fe en la regulación de las di-
ligencias preliminares, las alegaciones iniciales, la audiencia previa,
la actividad probatoria, las conclusiones y las diligencias finales.

A) En las diligencias preliminares


En la regulación de las diligencias preliminares nos encontramos
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normas que inciden sobre la actuación de buena fe de los futuros liti-

259. El texto original de este proyecto puede consultarse en


www.ali.org/ali/transrules.htm. (existe una traducción al castellano en «Tribu-
nales de Justicia», 2002, núm. 11, noviembre, pp. 19 a 44, efectuada por Lore-
na Bachmaier Winter, y en una versión anterior traducida por Francisco Mála-
ga Diéguez, en «Justicia», 2000, núms. 2-3-4, pp. 485 a 508).
260. Este «Código Modelo», elaborado desde el Instituto Iberoamericano
de Derecho Procesal, fue aprobado en 1988 tras un largo período de reflexión
en el que han intervenido un gran número de procesalistas sudamericanos, es-
pañoles e italianos. La influencia de esta «Código Modelo» se ha extendido por
toda latinoamerica: fue asumido como propio en Uruguay y ha inspirado múl-
tiples reformas normativas, como las realizadas en Argentina, Bolivia, Brasil,
Méjico, Portugal, etc.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

gantes. Así, para evitar su uso malicioso, la solicitud de éstas debe es-
tar debidamente fundamentada (art. 256.2 LEC), y tiene que ofrecer-
se caución suficiente para responder tanto de los gastos que originen
como de los eventuales daños y perjuicios que puedan irrogar (art.
256.3 LEC)261.

B) En las alegaciones iniciales


B.1) Introducción
En el ámbito del proceso civil es fundamental el principio dispo-
sitivo y la consecuente libertad de alegaciones, así como la vigencia
del derecho de defensa de los litigantes, lo que debe conducirnos a
mantener una postura muy restrictiva en orden a limitar su eficacia.
En un intento de determinar el límite de esta libertad debido al
principio de la buena fe procesal, entiendo que es necesario distinguir
una pluralidad de situaciones en función de que se trate de las alega-
ciones fácticas o las jurídicas, que seguidamente paso a analizar.

B.2) La buena fe procesal en las alegaciones fácticas


a) Introducción
Una de las cuestiones más difíciles de resolver del proceso civil,
y que originó cierto debate doctrinal a mediados del siglo pasado, lo
constituye la libertad de las partes en la alegación de los hechos y la
posibilidad de configurar algún límite al respecto basado en el prin-
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cipio de la buena fe procesal. Los diversos ordenamientos jurídicos


nos ofrecen dos modelos radicalmente distintos:
— El alemán, caracterizado por su carácter restrictivo, impone a las
partes un doble deber, el de veracidad (Wahrheitspflicht), que se
infringe diciendo la falsedad en la alegación de los hechos, y el
de integridad o plenitud (Vollständigkeitspflicht), que se vulnera
simplemente omitiendo información relevante para el proceso y

261. Al respecto, BANACLOCHE PALAO destaca que la caución tiene por ob-
jeto «desincentivar las solicitudes que, a la postre, se terminen revelando como
espurias y contrarias a la finalidad pretendida por el legislador» (Las diligen-
cias preliminares, Edit. Civitas, Madrid, 2003, p. 58).

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JOAN PICÓ I JUNOY

conocida por la parte262. Como indica, LENT «el deber de vera-


cidad es uno de los realmente cardinales de todo sistema proce-
sal sano [...] la ley no puede ser indiferente a que las partes na-
rran la verdad o la mentira, el deber de veracidad es un deber
verdadero y propio (y no una simple carga), incluso aunque no
se prevea expresamente ninguna sanción contra su viola-
ción»263;
— Y el italiano, mucho más permisivo, en el que no se prevé ex-
presamente ninguno de los citados deberes264.

En principio, la nueva LEC acoge este segundo modelo, omitien-


do cualquier previsión que obligue a las partes a exponer todos los da-
tos fácticos de la cuestión litigiosa y a no falsearlos. Sin embargo, la
recepción normativa del principio de buena fe procesal —a diferen-
cia de lo que sucede con el ordenamiento italiano— nos obliga a for-
mular las siguientes observaciones referidas a ambos deberes.

a.1) El deber de veracidad (Wahrheitspflicht)


El deber de veracidad de las partes comporta la necesidad de no
alegar como hechos existentes los que les constan como inexistentes,
y viceversa, esto es, no alegar como desconocidos aquellos hechos
cuya existencia conocen. Necesariamente, como tendremos ocasión
de analizar, su tratamiento jurídico debe ser distinto al deber de inte-
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262. Así lo establece el mencionado § 138 párr. 1 ZPO alemana.


263. LENT, F.: Zivilprozessrecht, 9ª edic., ob. cit., pp. 106 y 108.
264. En este sentido, el art. 88 CPC sólo se limita a recoger el deber de las
partes y de sus defensores de comportarse en juicio con lealtad y probidad. Por
este motivo, la mayoría de la doctrina niega la existencia de los deberes de ve-
racidad y plenitud (cfr. CALOGERO: Probità, lealtà e veridicità nel processo ci-
vile, en «Riv. Dir. Proc.», 1939, I, p. 128; FERRARA: Il dovere giuridico di lealtà
processuale, en «Foro italiano», 1939, Ic, p. 587; MANDRIOLI, C.: Dei doveri
delle parti e dei difensori, ob. cit., pp. 959-961; y SCARSELLI, G.: Lealtà e pro-
bità nel compimento degli atti processuali, en «RTDPC», 1998, 1, p. 111). Sin
embargo, a favor del deber de veracidad en el proceso civil italiano se pronun-
cian MARCHETTI, F.: Dolo revocatorio e falsa allegazione, en «Riv. Dir. Proc.»,
1960, especialmente, pp. 418 a 437; y SATTER, P.: Dovere di verità e diritto di
disposizione delle parti nel nuovo processo civile italiano, en «Annali di dirit-
to comparato», T. XVII, 1, 1943, pp. 1 a 6.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

gridad o plenitud, ya que a pesar de no estar recogido expresamente


en la LEC, su aplicación se deriva de la propia existencia de la buena
fe procesal como pauta de conducta que deben respetar los litigan-
tes265. Difícilmente puede calificarse un acto de buena fe cuando se
fundamenta en la mentira, engaño o falseamiento de la verdad. En
nuestra opinión, la defensa de una parte no puede basarse en el per-
juicio del derecho de defensa de la otra, y en la inducción al error al
órgano jurisdiccional, impidiendo o dificultando que pueda ofrecer
una efectiva tutela de los intereses en conflicto. Además, como desta-
ca LENT, si las partes se encuentran en sus relaciones privadas fren-
te al deber de comportarse de buena fe (§§ 123, 823 y 826 BGB), con
mayor razón deben hacerlo en un proceso, ante el juez, que represen-
ta la autoridad que deberá resolver el conflicto entre ambos, no pu-
diendo devenir lícito en el ámbito procesal aquello que es ilícito en el
material o sustantivo266-267.
Además, si atendemos a nuestro ordenamiento constitucional,
tan sólo se justifica la mentira en el proceso penal, y así lo ha reco-
nocido en distintas sentencias el Tribunal Constitucional268. En con-

265. Al respecto, FAIRÉN GUILLÉN destaca que el deber de veracidad debe


exigirse dentro y fuera del proceso, ya que estamos ante un deber de conducta
humana «de naturaleza extraprocesal, pero que se pone de manifiesto en el pro-
ceso» (La humanización del proceso; lenguajes; formas; contacto entre los
Jueces y las partes, en «R.D.Proc.», 1977, 2-3, p. 374, nota 101 in fine).
266. LENT, F.: Zivilprozessrecht, ob. cit., p. 106.
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267. De igual modo, en la clásica obra de OSSORIO (El alma de la toga, Im-
prenta de Juan Pueyo, Madrid, 1920, p. 51) ya se afirma que «nunca ni por nada
es lícito faltar a la verdad en la narración de los hechos. Letrado que hace tal,
contando con la impunidad de su función, tiene gran similitud con un estafador».
En el mismo sentido, vid. también BONET NAVARRO, A.: Deontología profesional
del abogado: ético y responsabilidad, en «El abogado», AAVV, Edit. Aranzadi,
Pamplona, 1994, p. 76; y LORCA NAVARRETE, para quien «se debe desamparar,
por tanto, el derecho a mentir porque es contrario a las reglas de la buena fe»
(Tratado …, ob. cit., p. 49; idem: Clases de tutela judicial, ob. cit., p. 107).
268. En la STC 129/1996, de 9 de julio, su f.j. 5º establece que únicamen-
te es el acusado quien «no sólo no tiene esta obligación (de decir la verdad),
sino que puede callar total o parcialmente o incluso mentir, pues hasta ahí llega
el derecho de defensa». Posteriormente esta doctrina se recoge también en las
SSTC 153/1997, de 29 de septiembre (f.j. 6º); 49/1998, de 2 de marzo (f.j. 5º);
y en el ATC 214/1998, de 13 de octubre (f.j. 3º).

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JOAN PICÓ I JUNOY

secuencia, a sensu contrario, debe admitirse que la mentira no se


puede amparar en ningún otro tipo de proceso que no sea el propia-
mente penal.
De igual modo, el deber de veracidad se recoge en todos los Có-
digos deontológicos de la Abogacía. Así, con suma claridad, el art.
4.1 del nuevo Código deontológico de la Abogacía Española, apro-
bado por el Pleno del Consejo General de la Abogacía Española el
30 de junio de 2000, establece: «Son obligaciones de los Abogados
para con los órganos jurisdiccionales: a) Actuar de buena fe, con
probidad, lealtad y veracidad, en sus declaraciones o manifestacio-
nes y con el respeto debido en todas sus intervenciones». Igualmen-
te preciso resulta el art. 4.4 del Código deontológico de la Abogacía
Europea, aprobado por los Colegios de Abogados de la Unión Euro-
pea el 28 de octubre de 1988269, según el cual: «El Abogado no po-
drá en ningún momento facilitar, conscientemente, al Juez una in-
formación falsa o que pueda inducir a error»; así como el art. 6 del
Código internacional de deontología forense, aprobado por la Inter-
national Bar Association el 25 de julio de 1965, que indica: «Un
abogado deberá siempre guardar el debido respeto al Tribunal […]
Un abogado no suministrará nunca información inexacta al Tribu-
nal»270.

269. Modificado el 28 de noviembre de 1998.


270. Con la única intención de ilustrar la existencia de este deber de vera-
cidad procesal, como pauta de conducta correcta del abogado, nos parece con-
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veniente indicar que éste aparece en la mayoría de los decálogos referentes a su


profesión. Así, el punto 10º del decálogo de OSSORIO afirma: «Busca siempre
la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras aras que las de tu saber» (ob.
cit., p. 72); el 10º del decálogo de SAN IVO indica: «Para hacer una buena defen-
sa el abogado debe ser verídico, sincero y lógico» (op. cit., por VIÑAS,R.: Ética
y derecho de la abogacía y procuración, Edit. Pannedille, Buenos Aires, 1972,
p. 104); el 5º del decálogo de COUTURE establece: «Sé leal. Leal para con tu
cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti.
Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el
juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices, y que, en cuanto al
Derecho, alguna otra vez, debe confiar en el que tú le invocas» (Los manda-
mientos del abogado, Edit. Depalma, Buenos Aires, 1979, p. 62); el 5º del de-
cálogo de TORRES BAS afirma: «No tergiverses los hechos o hagas declarar en
el proceso a testigos falsos, que no sólo se colocan en situación de ser acusados
criminalmente, sino que con su actitud ofenden el decoro y la dignidad de la

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

Sin embargo, para ciertos autores, en el proceso civil no existe un


deber de veracidad, ya que éste debe concebirse como una lucha re-
gulada por el derecho, basada en la habilidad de cada una de las par-
tes para hacer valer las alegaciones que le son favorables271; y admi-
tir el deber de veracidad, se destaca igualmente, supondría una
vulneración al principio básico de todo proceso civil, como lo es el
dispositivo. En mi opinión, ambos argumentos carecen de validez.
Así:
a) En primer lugar, no comparto la concepción del proceso como
una lucha o guerra entre las partes, en la que todo es lícito o vá-
lido ya que, como indique anteriormente, los comportamientos
falsos son inadmisibles por perjudicar al derecho fundamental
de defensa de la parte contra la que se dirige el engaño, y atentar
a la correcta función del juez, a saber, resolver la cuestión liti-
giosa de la forma más justa posible, y ello es totalmente incom-
patible con la decisión del litigio fundada en la mentira272-273.

justicia» (op. cit., por PADILLA, F.: Ética y cultura forense, Edit. Assandri, Cór-
doba, 1962, p. 113); el 2º del «Decálogo de moral profesional general» elabo-
rado por MARTÍNEZ VAL indica: «Verdad. Como titulado con formación inte-
lectual está ante todo al servicio de la verdad, mediante su estudio,
investigación y su aplicación a la vida» (Ética de la abogacía, 2ª edic., Edit.
Bosch, Barcelona, 1996, p. 126); el 9º de VIGO establece: «No mientas: defien-
de con habilidad la causa sin falsear lo argumentado, dado que si en ello incu-
rres contribuyes a la formación de un ambiente profesional inmoral y perjudi-
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cial» (Ética del abogado. Conducta procesal indebida, Edit. Abeledo-Perrot,


Buenos Aires, 1990, I, p. 143); y finalmente, el 2º de PÉREZ-SERRANO se refie-
re también a la «veracidad ante los tribunales» (La formación ética en los pro-
fesionales del derecho, en «Ética de las profesiones jurídicas», coords. J.L. Fer-
nández Fernández y A. Hortal Alonso, Publicaciones de la Universidad
Pontificia Comillas, Madrid, 2001, p. 140).
271. Esta concepción del proceso la encontramos en los estudios de CALO-
GERO, P.: Probità, lealtà, veridicità nel processo civile, ob. cit., pp. 129 a 153;
CALAMANDREI, P.: Il processo come giucco, ob. cit., pp. 23 a 51; y SCARSELLI, G.:
Lealtà e probità nel compimento degli atti processuali, ob. cit., pp. 112 a 116.
272. Al respecto, vid. LUCA, C.: Deontología de la profesión de Abogado,
traducción de M. Sánchez Morón, Edit. Civitas, Madrid, 1976, p. 162.
273. Otros autores, como MARCHETTI, para justificar la existencia del de-
ber de veracidad, prefieren destacar que la justa resolución judicial es aquella
que tiende a la verdad de los hechos. Así pone en relación la verdad y la justi-

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b) Y, en segundo lugar, con referencia al principio dispositivo,


debo formular dos observaciones: la vigencia del citado princi-
pio se mantiene respecto al órgano jurisdiccional, que no puede
alterar la realidad fáctica alegada por las partes en aras a mante-
ner la debida congruencia de su sentencia. Ello es así, hasta el
extremo de que si el juez entiende que determinados hechos se
han producido de forma distinta a la alegada por una de las par-
tes, que deliberadamente los ha tergiversado vulnerando así su
deber de veracidad, no los podrá tener en consideración, por lo
que deberá limitarse ha declarar como no probados los hechos
alegados (falsos) y desestimar la pretensión de la citada parte,
con la correspondiente condena en costas por temeridad o mala
fe274. Una vez reconocido la plena vigencia del principio dispo-
sitivo para el órgano jurisdiccional, se plantea el dilema de si es-
tamos ante un límite al poder dispositivo de las partes. La doc-
trina que inicialmente intentó resolver este dilema entendió que
la buena fe procesal y, en concreto, el deber de veracidad de las

cia indicando que son dos conceptos que están intrínsicamente ligados, por lo
que si la justicia del caso concreto quiere aproximarse al máximo a la verdad de
los hechos —especialmente cuando se configura constitucionalmente como un
valor supremo del ordenamiento jurídico— deberá siempre procurarse que la
verdad prevalga sobre la mentira (op. cit., p. 429). De igual modo, vid. GUIMA-
RAES RIBEIRO, D.: Provas atípicas, Edit. Livraria do Advogado, Porto Alegre,
1998, p. 119.
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274. SCARSELLI intenta acreditar la inexistencia del deber de veracidad in-


dicando que su vigencia siempre comportaría que la parte vencida ha actuado
de mala fe, al no ver reconocida la existencia de sus hechos alegados en la sen-
tencia. En concreto destaca que «seguendo la tesi di chi ritiene esistente un do-
vere di verità del fatto controverso deve sempre comportare anche l’accerta-
mento dei doveri di cui all’art. 88 c.p.c. In pratica, posto che quasi sempre le liti
necessitano dell’assunzione di mezzi di prova per poter essere decise, si dov-
rebbe concludere che in ogni lite v’è una parte che non ha rispettato il dovere di
verità propio perché ha reso controverso il fatto vero» (op. cit., p. 116). En
nuestra opinión, se trata de una conclusión excesivamente maximalista, dado
que la realidad de los hechos tiene en muchos casos una gran riqueza de mati-
ces y valoraciones de carácter subjetivo, que pueden perfectamente justificar
que una parte sea vencida en un proceso sin necesidad de entenderse que ha ac-
tuado de mala fe, faltando a la verdad de los hechos, ya que éstos, en sí mismo
considerados, pueden ser muy complejos.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

partes, era un límite admisible al citado principio, pues si bien


éstas son libres de alegar y hacer valer en el proceso los hechos
que estimen más conveniente para sus intereses, esta libertad no
puede justificar o amparar la introducción consciente de hechos
falsos, esto es, la mentira. Así, SILVA MELERO destacó que «el
poder de disposición de los derechos está entre nosotros limita-
do por exigencias legales o por el interés u orden público por
imperativo del art. 4 del Código civil»275; y precisó posterior-
mente GROSSMANN que «no cabe duda alguna que el principio
dispositivo, consagrado casi por la totalidad de las modernas le-
gislaciones, se propone asegurar la libre decisión sobre la for-
mulación de demandas y defensas a los litigantes. Pero se so-
breentiende que esta libertad ha de contenerse en los límites
exigidos por la finalidad del juicio. Al conferir a las partes el de-
recho de elegir el material de hechos que debe ser objeto del
examen judicial, no se renuncia a la exigencia de que lo elegido
debe presentarse en forma verídica»276. De igual modo, PRIETO-
CASTRO destaca que «la libertad de conducta que el principio
dispositivo reserva a las partes no puede ir tan lejos que permi-
ta la licencia, el ataque a la buena fe, y a la ética procesal y el
empleo deliberado del dolo y el fraude. Aunque el proceso sea
una lucha, persigue el derecho, y ha de ser leal y guiado por la
verdad, tanto en lo que afecta al fondo o al derecho pretendido
como a la forma de llevarlo (al proceso)»277. También PODETTI
mantiene que «el principio dispositivo, que es la forma del de-
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recho de libertad, dentro del proceso, no puede pues ser ilimita-


do ni ejercido con fines ilícitos»278; y REIMUNDÍN pone de ma-
nifiesto que «el principio de la buena fe no ha derogado, pero sí
ha modificado el principio dispositivo atemperando su rigi-

275. SILVA MELERO, V.: El llamado deber de decir verdad en el proceso ci-
vil, ob. cit., p. 723.
276. GROSSMANN, K.: El deber de veracidad de las partes litigantes en los
juicios civiles, ob. cit., p. 19.
277. PRIETO-CASTRO, L.: Ética procesal. Valoración de la conducta de las
partes, en «Estudios y comentarios para la teoría y la práctica procesal civil»,
vol.I, Edit. Reus, Madrid, 1950, pp. 140-141; e idem: Exposición del derecho
procesal civil de España, T.I, Librería General, Zaragoza, 1944, p. 190.
278. PODETTI, J.R.: Teoría y técnica del proceso civil, ob.cit., p. 150.

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JOAN PICÓ I JUNOY

dez»279. De igual modo debo destacar la opinión de SCHONKE,


para quien «el deber de veracidad no ha derogado, pero sí modi-
ficado, el principio dispositivo» ya que «las partes tienen que ha-
cer sus manifestaciones sobre las circunstancias de hecho, ínte-
gra y verazmente. Desde luego se sigue atribuyendo a las partes
la elección de los hechos a aportar en el proceso; pero no pueden
hacer sus alegaciones acerca de ellos de una manera caprichosa»
por lo que a ninguna de las partes «es lícito discutir las afirma-
ciones hechas por su contrario, cuya verdad le conste»280.

Posteriormente a esta doctrina, apareció otra que destacó la plena


compatibilidad entre el deber de veracidad y el principio dispositivo,
poniendo de manifiesto como el principio dispositivo afecta sólo a li-
bertad de alegar o no los hechos y de discutirlos en el marco del pro-
ceso, pero una vez la parte opta por alegarlos, esto es, ha decidido li-
bremente disponer de los mismos, su introducción en el proceso debe
realizarse atendiendo a la buena fe. En este sentido, debo destacar las
opiniones de MICHELI y CAPPELLETTI:
a) Para MICHELI, el deber de probidad es armonizable con el prin-
cipio dispositivo, ya que sólo incide sobre «los límites dentro de
los cuales las partes pueden determinar libremente la propia
conducta procesal». Por ello, «la parte, si quiere, puede perma-
necer inactiva, pero si actúa debe decir la verdad, esto es, no
debe mentir a conciencia»281.
b) De igual modo, CAPPELLETTI, en una excelente obra de 1962, de
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manera concluyente afirma: «L’àmbito, dunque, nel quale l’ob-


bligo di completezza e di verità potrà operare senza contraddi-
zione alcuna con il principio dispositivo propiamente inteso,
non può essere altro che quello: a) dei fatti costitutivi (di diritti o
controdiritti disponibili) volontariamente, spontaneamente alle-
gati dalla parte (che si affermi) titolare di quei diritti o controdi-
ritti. Ciò in altri termini significa che la parte sarà bensì del tut-

279. REIMUNDIN, R.: El principio de la buena fe en el proceso civil, ob. cit.,


p. 408.
280. SCHÖNKE, A.: ob. cit., pp. 34-35.
281. MICHELI, G. A.: La carga de la prueba, traducción de S. Sentís Melen-
do, Edit. EJEA, Buenos Aires, 1967, pp. 167 a 169 (la versión italiana es de 1942).

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

to libera di allegare il fatto, ma se sponte sua sclega di allegarlo,


l’allegazione non dev’essere in (doloso o colpevole) contrasto
con l’obbligo di verità, così come non lo dev’essere l’eventuale
allegazione negativa (contestazione) dell’avversario; b) dei fatti
impeditivi o estintivi operanti ipso jure (…). Ciò significherà
obbligo della parte di non negare falsamente o nascondere quei
fatti, ad essa noti, i quali, pur senza un atto di volontà (exceptio)
proprio o dell’avversario, implichino ope legis mancato sorgi-
mento (es.: simulazione, art. 1414 cod. civ.) od estinzione (es.:
pagamento, remissione, novazione ecc.: artt. 1176 ss., 1230 ss.
cod. civ.) del diritto dedotto in giudizio»282. Pocos años después,
en su obra Processo e ideologie, volvió a insistir CAPPELLETTI en
esta misma idea, indicando: «Cosí l’attore, nel processo disposi-
tivo, se non vuol dedurre in giudizio un rapporto, o un partico-
lare atteggiamento d’un rapporto, è libero di farlo, e libero è
quindi di non allegare il fatto che di quel rapporto o di quell’at-
teggiamento stia alla fonte. La deduzione d’un rapporto in giu-
dizio è infatti atto della allegazione. Naturalmente il convenuto
potrà non consentire coll’avversario, e allora sarà lui stesso che
dedurrà il rapporto in giudizio allegandone il fatto ossia la fonte
[…]. Ma una volta che una delle parti abbia allegato il fatto, allo-
ra anche nel processo dispositivo potrà, senza alcuna contraddi-
zione con la natura stessa del processo, operare un obbligo di ve-
rità: il quale riguarderà dunque la prova dei fatti e non una loro
obbligatoria deduzione in giudizio, riguarderà insomma un mo-
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mento della direzione e dello svolgimento del processo, la tec-


nica del processo, senza toccare minimamente il mondo sostan-
ziale e senza contrastare quindi col potere dispositivo delle parti
sui rapporti dedotti in giudizio»283-284.

282. CAPPELLETTI, M.: La testimonianza della parte nel sistema dell’ora-


lità, T.I, Edit. Giuffrè, Milano, 1962, p. 388 (sobre el problema aquí planteado
deben consultarse las pp. 377 a 407). El texto en cursiva es del propio autor.
283. CAPPELLETTI, M.: Processo e ideologie, Edit. Il Mulino, Bologna,
1969, p. 57 (el texto en cursiva es del propio autor).
284. Con anterioridad MICHELI, en su estudio sobre la carga de la prueba,
si bien con menos rotundidad que CAPPELLETTI, ya destacó que «tal deber (el de
veracidad) no es conceptualmente incompatible con poderes procesales confe-

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a.2) El deber de integridad o plenitud (Vollständigkeitspflicht)


Este deber, entendido como obligación de la parte de alegar todos
los datos relevantes para el proceso que le sean conocidos, no puede
exigirse en un proceso civil inspirado por el principio dispositivo, en
virtud del cual las partes son absolutamente libres para disponer de sus
intereses privados y reclamarlos o no, judicialmente, y ello en la medi-
da que estimen oportuno285. Por ello, el art. 399 LEC sólo se limita a in-
dicar que son las partes quienes determinan el objeto del proceso, ex-
poniendo en cada escrito de alegaciones «los hechos y los fundamentos
de Derecho» y fijando «con claridad lo que se pida». En consecuencia,
las partes pueden omitir los datos que consideren perjudiciales para la
tutela de sus intereses; así como también es correcto que eviten la apor-
tación inicial de los documentos que se consideren inoportunos para su
debida defensa286.

ridos a las partes, y como tales libremente ejercitables,en cuanto lo imponga el


interés privado. En verdad, la parte, si quiere, puede permanecer inactiva, pero
si actúa debe decir la verdad, esto es, no debe mentir a conciencia» (La carga
de la prueba, traducción de S. Sentís Melendo, Edit. EJEA, Buenos Aires, 1961
[la edición italiana es de 1942], pp. 167-168).
285. El fundamento del principio dispositivo, en opinión de la doctrina mayo-
ritaria, se encuentra en la propia estructura del modelo económico y jurídico acogi-
do por nuestro ordenamiento, y especialmente, por la Constitución en la que se re-
conoce el derecho a la propiedad privada —art. 33— y la libertad de empresa en el
marco de la economía de mercado —art. 38-. En consecuencia, opta por un deter-
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minado modelo que implica una distinción clara entre intereses privados y públi-
cos, y la admisión de un amplio margen a la autonomía de la voluntad y a la inicia-
tiva de los particulares. De esta forma, si se transpone la protección constitucional
de la propiedad privada al ámbito del proceso, puede encontrarse —aún de forma
indirecta— cierta fundamentación constitucional del principio dispositivo. En este
sentido, vid. ALMAGRO NOSETE, J.: Garantías constitucionales del proceso civil, en
«Justicia», I/1981, p. 18; RAMOS MÉNDEZ, F.: La influencia de la Constitución en el
Derecho Procesal Civil, en «Justicia», I/1983, p. 23; GIMENO SENDRA, V. (en
AAVV): Derecho procesal. Proceso civil, T. I, vol. I, Edit. Tirant lo blanch, Valen-
cia, 1993, p. 302; BERZOSA FRANCOS, Mª.Vª.: Principios del proceso, ob.cit., p.
577; y PICÓ JUNOY, J.: Los principios del nuevo proceso civil, en «Instituciones del
nuevo proceso civil. Comentarios sistemáticos a la Ley 1/2000», vol. I, coordina-
dor Alonso-Cuevillas, Edit. Difusión Jurídica, Barcelona, 2000, pp. 30-31.
286. Cuestión distinta, como tendremos ocasión de analizar, es la negativa
de aportar documentos a instancia de la parte contraria.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

En cualquier caso, constituye una manifestación de la buena fe


procesal que en la formulación fáctica del escrito se indique con pre-
cisión y claridad los hechos que configuran la causa petendi y las
pretensiones que se formulan (arts. 399.1 y 405 LEC), pues sólo así
se evitan situaciones confusas a la parte contraria, pudiendo ésta ejer-
cer como es debido su derecho a la defensa, a la vez que se garantiza
al juez el pleno conocimiento de lo que debe resolver287. La necesi-
dad de definir desde un inicio el objeto del proceso comporta la im-
posibilidad de modificarlo con posterioridad, esto es, la prohibición
de la mutatio libelli (art. 412.1 LEC). Junto a esta preclusión de ale-
gación fáctica, el art. 286 LEC prevé expresamente la mala fe proce-
sal como motivo para imponer una multa de hasta 600 euros para
cuando se pretenda introducir hechos nuevos o de nueva noticia sin
causa justificada.
En ningún caso, la libertad de alegaciones puede fundamentar el
engaño en la determinación del domicilio del demandado. Al respec-
to, la buena fe del actor exige que deba designar en su demanda todos
los que conozca, así como cuantos datos tenga del demandado y que
puedan ser de utilidad para su localización, al objeto de que éste pue-
da tener conocimiento de la pendencia del proceso y ejercitar así su
derecho a la defensa (art. 155.2 LEC). En este sentido, la STS de 15
de abril de 1996, f.j. 2º (RA 278) casa la de instancia por improce-
dente emplazamiento por edictos al conocer el actor el verdadero do-
micilio del demandado. Así, afirma: «[…] ocurriendo sólo que, al co-
nocer el señor E.E que su domicilio efectivo y real se hallaba en la
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C/ Mayor núm. 22 de Alicante, debió proporcionarlo al Juzgado en

287. Esta exigencia corresponde tanto al actor como al demanda-


do. Respecto a este último, la SAP de Lleida (sec. 1ª) de 19 de marzo de
1993 (Colex Data 93CP772) afirma en su f.j. 2º: «La actitud adoptada por
la entidad H. para M. y C., S.A. al contestar la demanda no se correspon-
de con la de una parte que respete las reglas de la buena fe (artículo 11.1 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial), pues se limita a negar genéricamente las
relaciones habidas con la actora, cuando una descripción tan concreta de
hechos a cargo de ésta le debería haber llevado, de acuerdo con la referida
buena fe procesal y contractual, a explicar la extraña razón que movía a
S. de F.N. S.A.», por lo que se debe «estimar como admisión de hechos el
silencio o las respuestas evasivas en los correspondientes escritos de alega-
ciones».

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respeto a las reglas de la buena fe que exige el art. 11.1 LOPJ, con-
cretada en la siempre exigible lealtad procesal»288.
De igual modo, el respeto a la buena fe procesal por parte del de-
mandado comporta multitud de consecuencias de orden práctico.
Así, a modo ejemplificativo, pueden destacarse:
a) La necesidad de denunciar la falta de jurisdicción o de compe-
tencia del tribunal mediante los cauces legales, esto es, la decli-
natoria (arts. 63 a 65 y 416.2 LEC), por lo que es inadmisible su
formulación extemporánea, ya que en su actuar puede haber la
intención fraudulenta de anular posteriormente las actuaciones
procesales, en clara vulneración de la teoría de los actos propios;
b) En caso de reconvención, debe hacerlo expresamente en su con-
testación en forma de demanda, indicando con claridad la con-
creta tutela que se pretende obtener (art. 406.3 LEC) pues, de lo
contrario, puede entenderse que esconde una actitud maliciosa
tendente a evitar que el actor tenga conocimiento de la misma,
esto es, sea condenado sin haber podido ejercitar su derecho a la
defensa.
c) Y por último, como indica alguna resolución judicial, respecto a
la defensa que puede hacer valer en un proceso declarativo tras
la oposición en un juicio monitorio, ésta debe adecuarse estric-
tamente a lo manifestado en su escrito de oposición, sin que pue-
da alegar nuevos hechos defensivos. Así, la SAP de Valencia de
25 de abril de 2002 (sec. 12ª)289, en su f.j. 1º destaca: «Primero.
Sobre si en el juicio monitorio cabe que, formulada oposición,
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se aleguen en el juicio verbal motivos distintos de los que ésta


contenía. La cuestión se vincula con el art. 815 LEC que, refi-
riéndose al contenido del escrito de oposición, exige que en él el
deudor «alegue sucintamente las razones por las que, a su enten-
der, no debe la cantidad reclamada». Tal exigencia de que se ex-

288. En este sentido, vid. también las SSAP de Burgos (sec. 2ª) de 10 de
abril de 2000, f.j. 1º (RAC 1429); de Zaragoza (sec. 5ª) de 8 de noviembre de
1996, f.j. 4º (RAC 2010); y de Madrid (sec. 19ª) de 29 de enero de 1996, f.j. 2º
(RED 11255). Para el análisis de este deber de la parte actora, vid. PICÓ I JUNOY,
J.: Los requisitos constitucionales del emplazamiento edictal y la nueva Ley
1/2000, de Enjuiciamiento Civil, en «R.J.C.», 2000, núm. 3, pp. 85 a 105.
289. Base de datos Tirantonline.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

ponga «sucintamente» esas razones no es gratuita, responde al


principio de la buena fe procesal (art. 11 LOPJ, art. 247.1 LEC),
que impone a las partes el deber de no ocultar a la contraria los
fundamentos de su pretensión, de modo que, no le es dado re-
servarse «las razones», sino que debe exponerlas, aunque de
manera sucinta. Es verdad que ni el artículo 815, ni ningún otro
de los que específicamente regulan el juicio monitorio (arts. 812
a 818 LEC) contienen referencia ninguna a las consecuencias
que habrán de derivarse del hecho de que el escrito de oposición
se aleguen unas razones, y en el juicio posterior se exponga otras
diferentes; sin embargo, no parece que fuera imprescindible esa
previsión especial del legislador, pues el art. 136 LEC contem-
pla, con carácter general, el efecto preclusivo del transcurso del
término señalado para la realización de los actos procesales, de
modo que la conjunción de ambos principios, el de la buena fe y
el de preclusión, nos llevan a concluir que, sin constreñir el de-
recho de defensa, sólo podrán ser desarrolladas en el juicio pos-
terior las razones que hubieren sido alegadas en el escrito de
oposición, pero no aquellas otras que, conocidas ya entonces por
el deudor, no las hubiere desvelado»290-291.
Finalmente, respecto a la fijación del objeto del proceso en los es-
critos iniciales de alegaciones y su resolución final en la sentencia,
atenta a la buena fe procesal quien pretende volver a reproducirlo en
una sucesiva demanda para iniciar un segundo proceso, vulnerando
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290. La cursiva es nuestra.


291. Al respecto, debemos formular una objección a esta doctrina, y es
que sólo sería admisible si el proceso declarativo posterior al juicio monitorio
no fuese independiente o autónomo a éste, circunstancia que no admite la ge-
neralidad de los autores que han analizado el proceso monitorio (cfr. CORREA
DELCASSO, J. P.: El proceso monitorio de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil,
Edit. Marcial Pons, Madrid, 2000, p. 221; CORTÉS DOMÍNGUEZ, V.: Los procesos
especiales y los ordinarios con especialidades, en AAVV.: «La Nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil», coord. Cortés Domínguez y Moreno Catena, Edit. Tec-
nos, Madrid, 2000, p. 61; GARBERÍ LLOBREGAT, J., en AAVV.: Los procesos ci-
viles, T. 5, Edit. Bosch, Barcelona, 2001, p. 816; LÓPEZ SÁNCHEZ, J.: El proce-
so monitorio, Edit. La Ley, Madrid, Madrid, 2000, p. 225; o PEDRAZ PENALVA,
E.: Proceso Civil Práctico, T. IX, director Gimeno Sendra, Edit. La Ley, Ma-
drid, 2001, pp. 6-140 a 6-143.

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JOAN PICÓ I JUNOY

así los efectos de la litispendencia y/o de la cosa juzgada de una sen-


tencia firme. Como nos recuerda la STS de 17 de octubre de 1998
(RA 8377), en su f.j. 2º, «no responde a la buena fe procesal, el re-
planteamiento de un asunto que se sabía no había prosperado, en pri-
mera instancia y abuso manifiesto a la jurisdicción […] al mantener
vivos dos procesos sobre la misma cuestión»292. Y, de igual modo, el
derecho a la tutela judicial efectiva del justiciable que se ha visto be-
neficiado por una sentencia firme, con eficacia de cosa juzgada,
comporta que no pueda admitirse un segundo proceso para dilucidar
cuestiones ya resueltas con anterioridad293. Se trata —en términos
del TS— de cuestiones de orden público, apreciables de oficio294, por
lo que debe proscribirse toda actuación maliciosa de la parte tenden-
te a crear un conflicto entre dos sentencias firmes. En consecuencia,
el litigante no puede pretender que se resuelva una cuestión litigiosa
del modo que más le beneficie, interponiendo sucesivas demandas
hasta lograr la sentencia deseada, pues este actuar malicioso supone
un claro ejemplo de abuso del proceso295, susceptible de imponerle
una multa de acuerdo al art. 247 LEC296.

292. En esta línea, vid. también la STS de 25 de febrero de 1992, f.j. 4º


(RA 1552).
293. En este sentido, a modo de ejemplo, vid. las SSTC 122/1996, de 8 de
julio (f.j. 4º); y 59/1996, de 15 de abril (f.j. 2º); entre otras muchas.
294. Con referencia a la apreciación ex officio iudicis de la litispendencia,
vid. las SSTS de 17 de marzo de 1997, f.j. 3º (RA 1940); 15 de marzo de 1997,
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f.j. 2º (RA 1939); 16 de enero de 1997, f.j. único (RA 14); o la de 25 de febre-
ro de 1992, f.j. 2º (RA 1552). Al respecto, me remito a la lectura de MALAGA
DIÉGUEZ, F.: La litispendencia, Edit. J.Mª. Bosch editor, Barcelona, 1999, pp.
317 a 324. Y, a cerca de la estimación de oficio de la cosa juzgada, vid. la STS
de 25 de abril de 2001 (RA 3362), f.j. 4º, y las resoluciones ahí mencionadas.
295. En este sentido, vid. CONSOLO, C.: La revocazione delle decisioni de-
lla cassazione e la formazione del giudicato, Edit. Cedam, Padova, 1989,
p. 165, nota 88; o DE STEFANO, A.: La revocazione, Edit. Giuffré, Milano, 1957,
p. 209. Sin embargo, se muestran contrarios a este planteamiento SCARSELLI,
G.: Lealtà e probità …, ob. cit., p. 101 y la doctrina por él citada.
296. Así, por ejemplo, en el auto de 31 de julio de 2001 del Juzgado de
Primera Instancia núm. 1 de Palma de Mallorca («LEC Sepin», SP-ref. 231], en
su f.j. 1º afirma: «Atendida la relación de hechos referida previamente, es lo
cierto que procede concluir que el Sr. X tras haber acudido en dos ocasiones a
ratificar la demanda de separación interpuesta por su esposa y el Convenio Re-

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

B.3) La buena fe procesal en las alegaciones jurídicas


Al igual que se ha analizado para las alegaciones fácticas, en las
jurídicas debe existir una amplia libertad de los abogados en su for-
mulación procesal. Por ello, con referencia a la libertad de plantea-
mientos jurídicos, no atenta al principio de la buena procesal la argu-
mentación jurídica propia, esto es, la que no siga los planteamientos
mayoritarios de la jurisprudencia o doctrina científica, pues sólo así
se consigue dar dinamismo al derecho, permitiendo su continua evo-
lución297.
De igual modo, tampoco lo atenta la formulación de un razona-
miento absurdo, ilógico o fundado en normas derogadas o que no
sean de aplicación al caso litigioso. Esta actuación negligente, sin
embargo, será susceptible de originar responsabilidad profesional del
letrado, pues constituye un principio deontológico fundamental de

gulador anexo al mismo solicitado por el Ministerio Fiscal, acudió ante el De-
canato de los Juzgados interesando las designaciones en derecho para llevar a
cabo un nuevo pleito, previsiblemente por no estar de acuerdo con lo pactado,
no mencionando sin embargo, en ningún momento al comparecer en este Juz-
gado, según el mismo reconoció, la existencia de un procedimiento de separa-
ción, seguido ante el otro Juzgado de Familia, lo que parecía lógico realizar,
motivando con su proceder que se siguieran unas nuevas actuaciones […]. De
lo referido ha de colegirse que el Sr. X obró en todo momento silenciando ante
los órganos judiciales actuantes la existencia de un procedimiento de separa-
ción anterior», lo que conduce al f.j. 2º a establecer que: «De todo lo señalado
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concluye este Juzgador que existe en el proceder tanto de D. X como de su le-


trado una actuación que conculca las reglas de la buena fe procesal —en el caso
de este último y atendida la experiencia profesional dilatada que ha de presu-
mirse de su bajo número de colegiación no puede pensarse que se trate de una
actuación negligente o ignorante— perfectamente ubicable en el tenor del art.
274 párrafos 3 y 4 de la LECivil —que ha de ser sancionado con una multa de
X pts. Para cada uno de ellos, la menor que prevé la actual legislación, en razón
a que los perjuicios causados a la otra parte tampoco han sido excesivos, y dán-
dose traslado al Colegio de Abogados de esta ciudad del proceder de D. X a los
efectos previstos en el art. 274.4 de la LECivil».
297. En este caso —como destaca SCARSELLI (Lealtà e probità …, ob. cit.,
p. 99)— a efectos de evitar posibles responsabilidades del abogado, por plante-
ar una demanda con tesis originales, no recogidas en la jurisprudencia o doctri-
na científica, es aconsejable que se lo explique al cliente para que, de forma
conjunta, determinen la estrategia defensiva más adecuada.

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JOAN PICÓ I JUNOY

todo abogado desarrollar su función con total aptitud y competencia,


por lo que debe rechazar peticiones que no pueda realizar con la de-
bida diligencia profesional.
En esta misma línea, la alegación de argumentos jurídicos ampa-
rándose sólo en aspectos parciales de la jurisprudencia o doctrina que
sean favorables al cliente, sin mencionar aquellos otros que le sean
perjudiciales, tampoco comporta una vulneración de la buena fe pro-
cesal. En la medida en que el derecho constitucional a la defensa con-
lleva la libertad de planteamientos jurídicos, entiendo que no es exi-
gible que este planteamiento deba ser total y absoluto, ya que ello
limitaría la eficacia del mencionado derecho. Al igual que sucede res-
pecto a la alegación de los hechos, el abogado es libre de determinar
la estrategia defensiva más beneficiosa para su cliente, siempre que
ello no suponga falsear la realidad.
Finalmente, y por los mismo motivos que indiqué respecto a la
alegación de hechos, también en materia jurídica debe mantenerse
una postura muy restrictiva, en orden a permitir que la libertad de ale-
gaciones, como manifestación del derecho de defensa, despliegue su
máxima eficacia. Por ello, entendemos que sólo se conculca la buena
fe procesal cuando el abogado altera, manipula o «inventa» jurispru-
dencia inexistente, con la esperanza de que la inexperiencia o falta de
diligencia del juez en comprobar su exactitud le beneficiará. En nues-
tra opinión, el derecho a la defensa no justifica en ningún caso la fal-
sedad en los razonamientos jurídicos tendentes a inducir a error al ór-
gano jurisdiccional en interés propio.
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B.4) El allanamiento antes de la contestación a la demanda


y la mala fe
El allanamiento, como declaración de voluntad emitida por el de-
mandado en la que manifiesta su conformidad con la petición del ac-
tor contenida en su demanda298, si tiene lugar antes de la contestación
provoca la falta de imposición de las costas procesales, salvo cuando
actúe de mala fe (art. 395.1.I LEC). Hasta la entrada en vigor de la

298. Así, vid., GUASP, J.: Derecho procesal civil, ob. cit., p. 532; y PRIETO-
CASTRO, L.: Tratado de derecho procesal civil, T.I, ob. cit., p. 856; así como PÉ-
REZ DAUDÍ, V.: El allanamiento en el proceso civil, Edit. J.Mª. Bosch editor,
Barcelona, 2000, p. 25.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

Ley 1/2000, tanto la doctrina como la jurisprudencia, habían entendi-


do que el demandado actuaba de mala fe cuando, teniendo pleno co-
nocimiento extraprocesal de la pretensión del actor, hacía caso omiso
a la misma, obligándolo a pleitear innecesariamente299-300.

299. En la doctrina ya se puso de manifiesto esta idea desde la clásica obra


de CHIOVENDA, G.: La condena en costas, traducción de J.A. de la Puente y Qui-
jano, (con notas y concordancias de J.R. Xirau), Librería General de Victoriano
Suárez, Madrid, 1928, pp. 327 a 330. De igual modo, VÁZQUEZ SOTELO afirma
que «es igualmente acertado disponer que, pese a su allanamiento, el deman-
dado debe reembolsar al actor el importe de las costas si el demandado actuó
con mala fe (antes del proceso) provocando y obligando al demandante a inter-
poner su demanda» (De la condena en costas, ob. cit., pp. 478-479); y, en simi-
lares términos PÉREZ DAUDI destaca que «el único elemento de juicio que debe
tener en cuenta el órgano jurisdiccional al interpretar el concepto de mala fe es
si el demandado con su actitud provocó el proceso. En caso contrario no
deberá ser condenado en costas» (ob. cit., p. 70). Vid. igualmente, HERRERO PE-
REZAGUA, J.F.: La condena en costas. Procesos declarativos civiles, Edit. J.Mª.
Bosch editor, Barcelona, 1994, pp. 244-246; y GUTIÉRREZ ZARZA, A.: Las cos-
tas en el proceso civil, ob. cit., pp. 316-317.
300. En este sentido, la SAP de Alicante (sec. 7ª), de 22 de octubre de 2002
(en «tirantonline.com»), su f.j. 2º indica que: «[…] sobre lo que debe entender-
se por mala fe en el demandado, a fin de determinar el criterio impositivo en el
allanamiento, ha sido interpretada como la conciencia de falta de razón en la
oposición a la demanda o reclamación adversa (por ejemplo, ánimo de dilatar
el cumplimiento de la obligación debida). Debe ser objeto de interpretación
amplia comprensiva de la mala fe propiamente dicha, conciencia de lo injusto;
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así como, la actuación culposa o negligente, determinantes, en definitiva, de la


interposición de la demanda de adverso»; la SAP de Valladolid (sec. 1ª), de 15
de enero de 2001 (en «RGD», núms. 682-683, julio-agosto, 2001, p. 8300)
afirma en su f.j. 3º que «ningún dato consta en los autos que permita apreciar
una conducta extraprocesal de los demandados merecedora de ser sancionada
en la litis (con la imposición de las costas por mala fe) ya que no existe prueba
alguna, ni tan siquiera, de requerimientos previas al pleito»; y la SAP de Huel-
va (sec. 1º), de 10 de enero de 2001 (en el mismo núm. de la «RGD» citado an-
teriormente, p. 8139), en los ff.jj. 3º y 4º destaca que «a tales efectos, tanto la
doctrina científica como la jurisprudencial, convienen en que el concepto de
mala fe ha de interpretarse en sentido amplio, y referido tanto a la mala fe pro-
cesal, como a la extraprocesal [por lo que es necesario] distinguir dos supues-
tos: el primero de ellos será aquel en el cual el acreedor se limita a entablar el
proceso contra el deudor que no cumple. En este caso, el allanamiento no con-
lleva la imposición de costas. Por el contrario, en el segundo supuesto, el deu-

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La nueva LEC, en una de las pocas normas que expresamente re-


coge una presunción de mala fe procesal, asume dicha tesis, y así su
art. 395.1.II establece: «Se entenderá que, en todo caso, existe mala
fe, si antes de presentada la demanda se hubiese formulado al de-
mandado requerimiento fehaciente y justificado de pago, o si se hu-

dor, que sabe que lo es, y que a la postre se allanará, es requerido extrajudicial-
mente para efectuar el pago, pero hecho caso omiso al requerimiento, pese a su
falta de razón, deduce o puede deducir que la reclamación o la intimidación no
irán más allá, y en todo caso, su pasividad provoca una dilación en la satisfac-
ción del legítimo derecho de su acreedor. Y en este segundo supuesto, y a los
efectos que ahora nos interesan, hemos de llegar a la conclusión de que el deu-
dor que procede así, procede de mala fe». De igual modo, la SAP de Cádiz (sec.
7º), de 13 de abril de 2000 (RAC 3928) afirma en su f.j. 1º: «Esta misma Sala
tiene declarado en sentencias, entre otras, de 7 de septiembre de 1994 y 18 de
diciembre de 1997, que la facultad concedida al juzgador por el artículo 523 de
la Ley de Enjuiciamiento Civil, en orden a decidir en los supuestos de allana-
miento sobre la conveniencia o no de imponer a la parte demandada el pago de
las costas causadas, ha de usarse en atención a la conducta preprocesal de una
y otra parte, atendiendo fundamentalmente a si existió o no reclamación extra-
judicial previa, pues en tal caso es claro que la desidia o desatención respecto
de la misma, forzando al actor a la formulación de la demanda con las necesa-
rias molestias y gastos que ello conlleva para, una vez formulada, mostrar ínte-
gra conformidad a su contenido, es suficientemente reveladora de la mala fe
que ha de originar la imposición de las costas, a lo que cabe añadir que la mala
fe exigida no ha de asimilarse exclusivamente a la actuación dolosa o cons-
cientemente dirigida a perjudicar a la parte contraria, bastando simplemente
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que falte la buena fe exigible al sujeto en orden al exacto conocimiento de sus


derechos y los de la parte contraria, a fin de evitar que se suscite la controver-
sia»; la SAP de Baleares (sec. 3ª), de 2 de enero de 2000 (RAC 3647), destaca
en su f.j. 2º que en caso de allanamiento en la contestación «lo que resulta in-
cuestionable es que no cabe derivar la presencia de la mala fe del simple hecho
de la bondad de la pretensión deducida, pues ello sería tanto como derogar la
regla legal de exoneración que con carácter general adopta el mencionado artí-
culo 523. En efecto, la mala fe supone algo más, supone la contumacia injusti-
ficada en no cumplir de quien, a pesar de conocer de modo pleno su deber jurí-
dico o el derecho indiscutido de la contraparte, deja de hacerlo o prefiere
ignorarlo voluntariamente hasta el extremo de obligar al titular del derecho a te-
ner que recabar el auxilio de los tribunales como única vía de lograr su satis-
facción»; y la SAP de Palencia (sec. única), de 24 de noviembre de 1999 (RAC
8676), indica en su f.j. 1º: «Consistirá por tanto mala fe a que el precepto se re-
fiere (art. 523 LEC) en una conducta procesal o preprocesal especialmente en-

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

biera dirigido contra él demanda de conciliación», motivo por el cual


se le condenará en las costas causadas por su actuación maliciosa. En
nuestra opinión, esta presunción de mala fe pueda ser apreciada por
el tribunal para otras situaciones no expresamente indicadas por la
norma, como por ejemplo, para cuando hayan existido requerimien-
tos previos de cumplimiento de una obligación (de hacer o no hacer,
de entregar una cosa, etc.) o existan requerimientos de pago, aunque
no consten en documentos fehacientes301, ya que la propia literalidad
de la expresión «en todo caso», constituye sólo un mínimo exigible al
juzgador pero no un límite de apreciación del órgano jurisdiccional.
Así, por ejemplo, pueden mencionarse los siguientes dos casos:
a) En el allanamiento del demandado en el juicio ordinario deriva-
do de un proceso monitorio. Así, en la SAP de Albacete (sec. 1ª)
de 16 de abril de 2002302, tras analizar el art. 395.1 LEC, en su
f.j. 2º destaca: «A la vista de lo anterior, este motivo ha de ser es-
timado, pues ha quedado acreditado que la presente reclamación
deriva de la oposición formulada por los demandados en el mo-
nitorio 71/01, por lo que fue necesario interponer juicio ordina-
rio a tenor de lo dispuesto en el art. 818 LEC, lo que denota la
mala fe de los demandados quienes si hubiesen atentido el re-
quirimiento de pago (art. 817), hubiesen evitado al actor acudir

derezada a dilatar u obstaculizar la satisfacción de las legítimas pretensiones de


la parte actora, que emplea cuantos medios razonablemente se hallen a su al-
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cance para que se satisfaga su interés infructuosamente, siendo llevada al ex-


tremo de acudir a la vía judicial, con los gastos que ello comporta, para acto se-
guido allanarse pretendiendo eludir las costas y habiendo conseguido dilatar el
cumplimiento debido». De igual modo, cfr. las SSAP de Teruel (sec. única), de
28 de octubre de 1999, f.j. 1º (RAC 7400); de Huelva (sec. 2ª), de 18 de mayo
de 1999, f.j. 2º (RAC 5593); de Barcelona (sec. 18ª), de 20 de abril de 1999, f.j.
2º (RAC 4652), y la de 23 de marzo de 1999 (sec. 4ª), f.j. 1º (RAC 4627); de
Cuenca (sec. única), de 10 de febrero de 1999, f.j. 1º (RAC 3557); de Almería
(sec. 1ª), de 8 de febrero de 1999, f.j. 1º (RAC 3664), y la de 23 de enero de
1999 (sec. 2ª), f.j. 2º (RAC 3654).
301. Así, vid. BANACLOCHE PALAO y CEDEÑO HERNÁN: Condena en cos-
tas: presunción legal de mala fe en el demandado, en «Ley de Enjuiciamiento
Civil: respuestas a 100 cuestiones polémicas», coord. Fernando Jiménez Con-
de, Edit. Sepín, Madrid, 2002, pp. 363 y 364.
302. Base de datos tirantonline.com.

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JOAN PICÓ I JUNOY

al presente procedimiento, con la dilación temporal que ello su-


pone, además de los gastos preceptivos de abogado y procurador
que, en este caso, han de sufragar los demandados-apelados. Di-
cha mala fe existe pues el demandado conocía la existencia de la
reclamación, y obligó al actor a acudir a los tribunales y por ello
a realizar gastos, para luego allanarse al inicio del proceso».
b) En el allanamiento del demandado —una Comunidad de Pro-
pietarios— en un juicio iniciado por un comunero que ejercita la
acción de nulidad de un determinado acuerdo, al cual se opuso
en el momento de su adopción. En este caso, la SAP de Alicante
(sec. 7ª) de 22 de octubre de 2002303, en su f.j. 2º, indica: «Sobre
lo que debe entenderse por mala fe en el demandado, a fin de de-
terminar el criterio impositivo en el allanamiento, ha sido inter-
pretada como la conciencia de falta de razón en la oposición a la
demanda o reclamación adversa (por ejemplo, ánimo de dilatar
el cumplimiento de la obligación debida). Debe ser objeto de in-
terpretación amplia comprensiva de la mala fe propiamente di-
cha, conciencia de lo injusto; así como, la actuación culposa o
negligente, determinantes, en definitiva, de la interposición de
la demanda de adverso […]. Examinadas las características de la
pretensión ejercitada, impugnación de los Acuerdos adoptados
en Juntas de Propietarios, cuyo desarrollo se describe en el he-
cho tercero de la demanda, y que tuvo lugar la fecha de 5 de
agosto de 2000, a presencia de la parte hoy apelada, que en todo
momento se manifestó disconforme con la aprobación de los
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mismos, y su intención de impugnar la Asamblea de fecha 18 de


marzo de 2000, en la que ya se aprobó la segregación de la Fase
F, así como desconocida su oposición a la aprobación de los
Acuerdos que se adoptaban, pues aquel entendía que la modifi-
cación suponía una alteración que precisaba unanimidad y no
mayoría como se estaban adoptando. La conducta anteriormen-
te expuesta resulta incompatible con un desconocimiento de la
cuestión litigiosa, de la discrepancia del comunero, su tajante
oposición a la aprobación; así como que su actuación conse-
cuente le imponía la impugnación judicial, pues en otro caso de-
venían ejecutivos, y potencialmente impugnables. Por lo cual

303. Base de datos tirantonline.com.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

debe de accederse a la petición de la parte recurrente en el senti-


do de que las costas han de ser impuestas a la parte demandada,
porque su conducta preprocesal imponía a la parte disidente, la
necesariedad de la impugnación de los Acuerdos adoptados.»

C) En la audiencia previa
El acto de la audiencia previa cumple multitud de funciones que
deben ser correctamente respetadas por las partes304. Para que éstas
puedan tener lugar, se exige la asistencia de las partes al acto de la au-
diencia (art. 414.2 y 3 LEC), ya que su incomparecencia frustrará la
realización de las relevantes funciones que cumple, y la intervención
de las mismas deberá hacerse «sobre la base de la buena fe y de la
lealtad procesales»305.
La audiencia previa supone el primer momento en el que se en-
cuentran las partes con el juez, en un mismo tiempo y lugar, para
realizar las diversas actuaciones previstas en los arts. 414 a 429 LEC.
La regulación es muy extensa, y en ella se recogen diversas normas
en las que podemos encontrar reglas de la buena fe procesal: la reali-
zación de una conciliación o transacción para poner fin al proceso
con la intención de no cumplirlo con posterioridad (art. 415.2); la im-
posibilidad del demandado de alegar falta de jurisdicción o compe-

304. Para un estudio de estas funciones, vid. los trabajos de ALONSO CUE-
VILLAS, J.: La audiencia previa al juicio, en «Instituciones del Nuevo Proceso
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Civil. Comentarios sistemáticos a la Ley 1/2000», vol. II, coordinador Jaime


Alonso-Cuevillas, Edit. Difusión Jurídica, Barcelona, 2000, pp. 131 a 170
(resulta de interés igualmente su precedente obra La comparecencia prepara-
toria del juicio de menor cuantía, Edit. J. Mª. Bosch, Barcelona, 1992); y FAI-
RÉN GUILLÉN, V.: La audiencia previa. Consideraciones teórico-prácticas,
Edit. Civitas, Madrid, 2000; id.: La interpretación analógica de las normas
de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 7 de enero de 2000 en materia de au-
diencia previa (arts. 414-430), en «R.D.Proc.», núm. 1, 2000, pp. 215 a 222
(y con carácter más genérico, vid. también su estudio Precedentes poco cono-
cidos de la Ley de Enjuiciamiento Civil del año 2001, en «Anales de la Real
Academia de Jurisprudencia y Legislación», núm. 31, Madrid, 2001, pp. 279
a 292).
305. VALENCIA MIRÓN, A.J.: Poder general y poder especial, en «Comen-
tarios a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil», T.I, dirigidos por A. Mª. Lorca
Navarrete, Edit. Lex Nova, Valladolid, 2000, p. 296.

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tencia del tribunal que hubo de proponer en forma de declinatoria


(art. 416.2); la necesidad de que la demanda del actor a los litiscon-
sortes preteridos no altere sustancialmente la causa de pedir de la
demanda inicial (art. 420.II); la imposibilidad de ambas partes de for-
mular alegaciones complementarias que supongan alterar sustancial-
mente sus pretensiones o fundamentos, realizar aclaraciones sobre
las alegaciones que hayan formulado o rectificar extremos secunda-
rios de sus pretensiones si ello comporta una alteración de éstas o sus
fundamentos, o añadir peticiones accesorias o complementarias de
las formuladas inicialmente en perjuicio del derecho de defensa de la
contraparte (art. 426.1, 2 y 3)306; o la negativa a contestar a las acla-
raciones o precisiones necesarias efectuadas a instancia del tribunal,
respecto de los hechos y argumentos contenidos en los escritos de
alegaciones (art. 426.6).
Dado el carácter oral y concentrado de la audiencia previa, éste es
un momento procesal idóneo para que cualquiera de los litigantes
ponga en conocimiento al órgano jurisdiccional aquella actuación de
la contraparte que atente al principio de la buena fe procesal (como
indicamos anteriormente, ello también puede tener lugar de ofi-
cio307). En este momento, el juez podrá tomar audiencia a ambas par-
tes, discutir y resolver las consecuencias de la infracción de dicho
principio de acuerdo a lo previsto en el art. 247 LEC.

D) En la actividad probatoria
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D.1) Introducción
La actividad probatoria es esencial dentro del desarrollo de cual-
quier tipo de proceso, pues mediante ella las partes procuran acredi-
tar la exactitud de sus alegaciones, y el órgano jurisdiccional intenta
alcanzar el convenimiento sobre los hechos litigiosos en aras a ofre-
cer la tutela más justa. Por ello, dada la relevancia práctica de esta ac-
tividad, el legislador realiza una regulación de la prueba en la que se

306. Al respecto, si bien con referencia a la comparecencia del art. 693 de


la LEC de 1881, vid. la SAP de Córdoba de 28 de abril de 1999, f.j. 4º (RED
12417).
307. Vid. el punto 9. c) del capítulo primero.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

pretende evitar que la actuación maliciosa de cualquiera de los liti-


gantes pueda desplegar algún tipo de eficacia.
La infracción del principio de la buena fe procesal en el desarro-
llo de la actividad probatoria suele estar relacionado, por un lado, con
conductas de las partes, el engaño, la mentira, el error; y, por otro, con
el uso de los medios probatorios para dilatar o complicar el desarro-
llo normal del proceso308.
La intervención de buena fe de las partes en materia probatoria
comporta, en primer lugar, que limiten su proposición de prueba a
aquellas que sean pertinentes, útiles y lícitas (art. 283 LEC), y lo
efectúen en el momento procesal adecuado, que varía en función del
tipo de prueba. Y, en segundo lugar, una vez admitida la prueba, que
realicen toda la actividad tendente a su práctica, salvo que renuncien
a ella de forma expresa (art. 288.1 LEC). En ningún caso es posible
que una vez practicada la prueba, la parte proponente pueda renun-
ciar a la misma, ya que en función del resultado obtenido podría sus-
traerse maliciosamente del proceso un material de enjuiciamiento del
todo imprescindible para la más justa resolución del caso, a la vez que
se eliminaría un elemento de defensa de la parte contraria309. Ade-
más, ello supondría la vulneración del principio chiovendano de ad-
quisición procesal, que si bien no ha sido expresamente recogido en
la LEC 1/2000, ha sido reiteradamente admitido por la jurisprudencia
de nuestro Tribunal Supremo310.
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308. FALCÓN, E.M.: Abuso del proceso en materia de prueba, en «XXI


Congreso Nacional de Derecho Procesal», T.I, Universidad Católica de Cuyo,
San Juan, 2001, p. 730.
309. En este sentido, la SAP de Jaén (sec. 2ª) de 14 de enero de 2000
(RLLA 37124) afirma en su f.j 2º: «La extemporánea renuncia a la prueba, ya
practicada y adversa para desterrarla del procedimiento, es absolutamente in-
válida e ineficaz. Rompe las reglas de la buena fe en perjuicio del otro litigan-
te y nada tiene que ver con el principio dispositivo sino con la prohibición de
los actos propios. La parte es libre de proponer prueba o no hacerlo, pero for-
mulada y admitida su resultado una vez realizada, no puede ser desconocido y
evitado a conveniencia de las partes».
310. Así, vid. sus sentencias de 28 de junio de 2002, f.j. 6º (RA 5509); 14
de mayo de 2001, f.j. 6º (RA 6207); 30 de abril de 2001, f.j. 1º (RA 2039); 5 de
diciembre de 2000, f.j. 3º (RA 9435); 20 de julio de 1998, f.j. 2º (RA 6191); 13
de julio de 1998, f.j. 2º (RA 5122); 5 de junio de 1998, f.j. 3º (RA 4276); 2 de

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La prueba anticipada es una institución susceptible de ser utiliza-


da con mala fe procesal, máxime cuando con ella se logra acreditar
hechos de imposible o muy dificil repetición en el acto del juicio311.
Así, puede pretenderse su practica en ausencia de la futura parte de-
mandada: si bien el art. 295.1 LEC exige al solicitante que designe «a
la persona o personas a la que se proponga demandar en su día», es
posible que ésta no se determine alegando que todavía se desconoce,
o bien se identifique pero posteriormente sea demandanda otra per-
sona. Para evitar estas situaciones, el órgano jurisdiccional debe
inadmitir la prueba anticipada si no se le acredita o justifica razona-
blemente la falta de desginación de la citada persona; así como no
debe darle validez probatoria si la futura parte demandada injusti-
ficadamente no es la misma que intervino en el desarrollo de esta
prueba.
También en la prueba anticipada podemos encontrar otro posible
supuesto de mala fe procesal, en el intento de impedir que la practica-
da antes de interponer la demanda despliegue eficacia, efectuando ac-
tos tendentes únicamente a que no se presente la demanda en plazo de
dos meses pues, en este caso, de acuerdo a lo previsto en el art. 295.3
LEC, «no se otorgará valor probatorio a lo actuado». Por ello, el liti-
gante malicioso, consciente de que la parte contraria ha logrado prac-
ticar una prueba anticipada contraria a sus intereses, puede provocar,
por ejemplo, el inicio de unas falsas negociaciones al objeto de pro-
longarlas más allá de los citados dos meses para así lograr la plena ine-
ficacia de la prueba anticipada. En este caso, debería darse valor pro-
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batorio a la prueba, aplicando de forma amplia la excepción que prevé


el propio art. 295.3 LEC, según el cual, dicha prueba será válida si la

junio de 1997, f.j. 2º (RA 4776); 6 de septiembre de 1996, f.j. 3º (RA 7245); 30
de noviembre de 1993, f.j. 3º (RA 9221); 15 de octubre de 1993, f.j. 5º (RA
7322); o la de 10 de mayo de 1993, f.j. 2º (RA 3531). Para el origen de este prin-
cipio, vid. CHIOVENDA, G.: Instituciones de derecho procesal civil, T. III, ob.
cit., pp. 84-85; y para un completo estudio doctrinal y jurisprudencial vid. COR-
BAL FERNÁNDEZ, J.E.: La adquisición procesal y la carga de la prueba, en «La
prueba en el proceso civil. Cuadernos de Derecho Judicial», C.G.P.J., Madrid,
1993, pp. 147 a 237.
311. Para el estudio de la prueba anticipada, me remito a mi trabajo La
prueba anticipada en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, en «La Ley», 2001,
T. 7, pp. 1518 a 1526.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

falta de interposición de la demanda se debe a «fuerza mayor» o a


«otra causa de análoga entidad» (como sería el caso planteado).
De igual modo, las reglas de la buena fe inciden en materia de carga
de la prueba, especialmente en aquellas situaciones fácticas cuya prue-
ba es fácil para una de las partes: en estos casos, la buena fe en su ac-
tuar debería comportarle la carga de probar los citados hechos312-313.
Así, en los modernos ordenamientos procesales —como destaca re-
cientemente BERIZONCE— la debida colaboración de las partes en
materia probatoria ha dado lugar a la denominada «carga de la prue-
ba dinámica», lo que comporta «la imposición de la carga de aporta-
ción a la parte que, según las circunstancias del caso y la relación o si-
tuación jurídica base del conflicto, se encuentre en condiciones

312. En este sentido, la SAP de Alicante (sec. 4ª) de 11 de febrero de 1997


(RLLA 843), en su f.j. 3º, respecto a la carga de la prueba relativa a la existen-
cia del seguro por parte de la víctima de una accidente de circulación que ejer-
cita la acción directa contra la compañía aseguradora, destaca que «su posición
probatoria se halla muy debilitada, dado que el acceso a las fuentes de prueba
depende de la otra parte […]. Estas circunstancias obligan a ponderar muy cui-
dadosamente la distribución de la carga de la prueba, respecto de la cual al ac-
tor no se le puede exigir mucho más que conocer el hecho básico y externo de
tales relaciones, es decir, la existencia de la póliza de seguro, y traerlo al proce-
so con los justificantes de los que razonablemente pueda disponer. Requerir
mayor carga probatoria, pugnaría con las reglas de la buena lógica y supondría
un plus de rigor improcedente en todo caso ante inadmisibles eventuales posi-
ciones de compañías demandadas que consistan en evasivas o pretextos para no
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aportar un ejemplar de la póliza, de fácil justificación para ella […]. Desoír esta
obligación se traduce en el ámbito estrictamente procesal en una violación de
las reglas de la buena fe que deben respetarse, como establece el art. 11.1 LOPJ,
en todo tipo de procedimiento, expresiva de una conducta procesal de parte que
debe ser apreciada y valorada libremente por el Juzgador en el conjunto de la
prueba, pero nunca en perjuicio del privado de los posibles beneficios de la co-
laboración, cuya posición probatoria, según se ha indicado arriba se halla de-
gradada». De igual modo, la SAP de Murcia (sec. 1ª) de 13 de marzo de 1995
(RED 9213), en su f.j. 1º afirma: «Frente a tales afirmaciones hay que señalar
que la moderna doctrina sobre la carga de la prueba tiene presente el principio
de la buena fe procesal, señalado en el art. 11 LOPJ, debiendo atenderse a la na-
turaleza de los hechos de que trate el proceso y a la facilidad de cada parte para
acceder a la prueba de los hechos».
313. Al respecto, vid. MUÑOZ SABATÉ, Ll.: Fundamentos de prueba judi-
cial civil. L.E.C. 1/2000, Edit. J.Mª. Bosch, Barcelona, 2001, pp. 178 a 180.

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JOAN PICÓ I JUNOY

técnicas, profesionales o fácticas para suministrarla, con prescinden-


cia de la calidad de actor o demandado en el proceso»314.
La regulación de los distintos medios probatorios también nos
ofrece diferentes reglas de la buena fe procesal, las más relevantes de
las cuales seguidamente se pasan a analizar.

D.2) La prueba documental


En materia de prueba documental, la buena fe de los litigantes se
concreta muy especialmente en tres momentos:
a) En primer lugar, en la exigencia de aportar todos los documen-
tos en que fundamenten sus pretensiones con los escritos inicia-
les de alegaciones (art. 265.1.1º LEC), al objeto de garantizar
plenamente el derecho a la defensa de la contraparte315. Por
ello, el art. 269.1 LEC prevé la preclusión de la aportación de

314. BERIZONCE, R.O.: El principio de colaboración procesal y el régimen


de la prueba en el proceso por audiencias, en «La prueba. Homenaje al maes-
tro Hernando Devís Echandía», Edit. Departamento de Publicaciones de la
Universidad Libre, Bogotá, 2002, p. 391 (para entender la figura de la carga de
la prueba dinámica es de obligada consulta las obras de MORELLO y PEYRANO
que aparecen citadas en este trabajo). De igual modo, en esta misma línea de
pensamiento, vid. FERREIRA, DA SILVA, C.M.: O dever de cooperaçâo das par-
tes a descoberta da verdade no processo civil português, en «La prueba. Ho-
menaje al maestro Hernando Devís Echandía», ob. cit., pp. 293 a 311; y LAN-
DONI SOSA, A.: La regla moral y el abuso de las vías procesales, en «Estudios
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de Derecho Procesal en Homenaje a Adolfo Gelsi Bidart», Edit. Fundación de


Cultura Universitaria, Montevideo, 1999, p. 394.
315. Así, la STS de 9 de diciembre de 1960, considerando 1º (RA 4110)
inadmite un documento extemporáneamente aportado apelando a las «obvias
razones de ética procesal». En esta línea, la SAP de Navarra (sec. 4ª) de 17 de
febrero de 1998 (RAC 3448), considera en su f.j. 4º que la aportación en se-
gunda instancia de un documento que podía haber sido introducido en la pri-
mera supone una «infracción de la debida buena fe procesal que exige el art.
11.1 de la LOPJ»; y la SAP de Bilbao (sec. 2ª) de 3 de diciembre de 1985 (en
«Revista del Ilustre Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya», núm. 27,
1986, pp. 214 a 216) destaca en el f.j. 2º que «la razón de ser de los precitados
artículos (504 y 506 de la LEC de 1881 —de similar contenido a los de la ac-
tual LEC—) no era otra que garantizar que la contienda entre las partes sea
franca y leal, desde el comienzo del pleito, tendiendo las referidas normas a
castigar la negligencia o mala fe en este punto».

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

documentos, y el art. 270.2 LEC recoge expresamente la mala fe


procesal como motivo para imponer una multa de hasta 1200 eu-
ros para cuando se pretenda vulnerar dicha preclusión sin causa
justificada.
Además, por otro lado, no pueden esconderse los documen-
tos decisivos, ni aportarlos de forma manipulada en orden a fal-
sear la realidad de los hechos que recoja. En este caso, al margen
de la correspondiente responsabilidad penal en la que se podrá
incurrir316, se justificará la nulidad de la sentencia firme civil y
su posterior revisión (art. 510.2 y 3 LEC317).
b) En segundo lugar, en la necesidad de pronunciarse sobre la au-
tenticidad de los documentos en el acto de la audiencia previa
(art. 427.1 LEC), a fin de evitar innecesarias actuaciones proba-
torias posteriores.
c) Y, en tercer lugar, en la obligación de aportar, a instancia de la
parte contraria, los documentos que sean requeridos por el juez
(art. 328.1 LEC), para así protegerle en su derecho fundamental
a la prueba.

D.3) La prueba de interrogatorio de las partes


La buena fe del litigante que solicita este medio probatorio exige
que efectúe sus preguntas en sentido afirmativo y con la debida clari-
dad y precisión, sin incluir valoraciones ni calificaciones (art. 302.1
LEC) pues, de lo contrario, puede inducirse a error al declarante.
Por otro lado, la buena fe del interrogado comporta la necesidad
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de comparecer al acto del juicio (art. 304 LEC) y contestar a todas las
preguntas que se le formulen (art. 307 LEC). Sólo así se evita que su
actuación maliciosa pueda comprometer la debida función del juzga-
dor, impidiéndole adquirir certeza sobre los hechos litigiosos. Por

316. Así, el art. 461.2 CP tipifica como delito de falso testimonio a quien
«conscientemente presente en juicio elementos documentales falsos».
317. Art. 510 LEC: «Habrá lugar a la revisión de una sentencia firme: 1º.
Si después de pronunciada, se recobraren u obtuvieren documentos decisivos,
de los que no se hubiere podido disponer por fuerza mayor o por obra de la par-
te en cuyo favor se hubiere dictado. 2º. Si hubiere recaído en virtud de docu-
mentos que al tiempo de dictarse ignoraba una de las partes haber sido declara-
dos falsos en un proceso penal, o cuya falsedad declare después penalmente».

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este motivo, la infracción de esta carga puede comportar que el juez


valore la actuación del interrogado como una admisión tácita de los
mencionados hechos.
El interrogado debe responder a las preguntas directamente, esto
es, sin mediación de su letrado ni de escrito alguno que pueda orien-
tar interesadamente el contenido de las respuestas. Como es lógico,
en la vida suceden multitud de acontecimientos que son difíciles de
recordar (fechas, direcciones, identificación de personas recién co-
nocidas, etc.), por lo que adquiere sentido la posibilidad de poder
consultar documentos, notas o apuntes en los que puedan reflejarse
tales acontecimiento (así, a modo ejemplo, podemos pensar en una
agenda o en un diario personal). Sin embargo, la consulta de este ma-
terial de apoyo ha de hacerse en el mismo acto del juicio o vista, por
lo que por este motivo el juicio no puede aplazarse para otro día318. A
fin de poder controlar la correcta aplicación de esta norma, el juez
podrá requerir a la parte que pretenda consultar los mencionados do-
cumentos, notas o apuntes, que se los exhiba para evitar que conten-
gan un borrador de respuestas. Si descubre en él la existencia de po-
sibles indicaciones sobre como debe responder, deberá impedir su
consulta e incluso, en el supuesto de haber apercibido al interrogado
de la imposibilidad de utilizar cualquier tipo de borrador de respues-
tas, podrá imponerle una sanción económica por infracción del prin-
cipio de la buena fe procesal (art. 247.3.I in fine LEC) así como valo-
rar esta conducta procesal a efectos presuncionales.
Si el declarante es el representante de una persona jurídica y no ha
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intervenido en los hechos litigiosos, la buena fe en su actuar exige


que, en la audiencia previa, indique esta circunstancia y facilite la
identidad de la persona que intervino en nombre de la persona jurídi-
ca, para que sea citada al juicio; debiendo proceder de igual modo si,
en el juicio, es preguntado sobre alguno de los citados hechos (art.
309.1 y 2 LEC).
Finalmente, debemos plantearnos si la negativa a declarar o las
respuestas evasivas o inconcluyentes del interrogado, que suponen
una infracción de su buena fe procesal, al margen de la posible ficta

318. Ya en este sentido, si bien con la normativa de 1881, se pronunció


MANRESA Y NAVARRO, J.M.: Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil,
T.III, 5ª edición, Edit. Reus, Madrid, 1929, pág. 212.

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

admessio de los hechos, puede comportar la sanción económica del


art. 247.3.I LEC. En mi opinión, entiendo que ello no es posible bá-
sicamente por dos motivos: en primer lugar, porque la mencionada
conducta de la parte interrogada ya tiene expresamente prevista un
mecanismo que podríamos denominar sancionador, a saber, la apli-
cación de la ficta admessio; y en segundo lugar, porque al estar en
presencia de una norma sancionadora debe efectuarse una interpreta-
ción restrictiva de la misma.

D.4) La prueba pericial


La nueva regulación de la prueba pericial exige el respeto a la
buena fe de los litigantes especialmente en el momento de aportar sus
dictámenes periciales: de este modo, si desea utilizarse un informe
pericial privado, debe aportarse al inicio del proceso, con la demanda
y contestación (art. 336.1 LEC) —o bien indicar, en tales escritos, la
aportación posterior si no les fuere posible acompañarlo en ese mo-
mento (art. 337.1 LEC)—. Y, de igual modo, si lo que desean las par-
tes es hacerse valer de un dictamen emitido por un perito judicial-
mente designado, deben manifestar su intención también en los
citados escritos de alegaciones (art. 339 LEC)319. Con ello, la Ley
1/2000 pretende que la parte no sea sorprendida por actuaciones ma-
liciosas de su contraria, por lo que ya desde el inicio del proceso, to-
dos los litigantes han de ser plenamente conscientes de la existencia
de un presente o futuro dictamen pericial.
De las múltiples exigencias que la LEC exige a las partes para la
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práctica de ambos tipos de pericia (la privada o la efectuada por un


perito oficialmente designado), la buena fe de las mismas comporta
que deban permitir el acceso del perito al objeto sobre el cual efec-
tuará su dictamen. En este sentido, la STSJ de Murcia (sec. 1ª), de 9
de febrero de 2001 (RED 32364), en su f.j. 2º destaca como la actitud
de un litigante impidiendo el acceso del perito al inmueble sobre el
que se debía efectuar la pericia, propuesta por la otra parte y acorda-
da por la Sala «es merecedora de reproche, al ser claramente contra-

319. Para una valoración muy crítica de esta prueba me remito a mi traba-
jo La prueba pericial en el proceso civil español, Edit. J. Mª. Bosch, Barcelo-
na, 2001.

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ria, en sentido genérico, al art. 7 Código Civil, y más específicamen-


te al art. 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que establece que
en todo tipo de procesos se respetarán las reglas de la buena fe».
La buena fe procesal también es exigible al perito, quien no puede
efectuar su dictamen con mentiras, falseando los hechos que conozca.
Por ello, tanto al perito privado (art. 335.2 LEC) como al judicialmen-
te designado (art. 342.1 in fine LEC), se le exige manifestar, bajo ju-
ramento o promesa de decir verdad, que ha actuado y, en su caso, ac-
tuará con la mayor objetividad posible, tomando en consideración
tanto lo que pueda favorecer como lo que sea susceptible de causar
perjuicio a cualquiera de las partes, y que conoce las sanciones pena-
les en las que podría incurrir si incumpliere este deber como perito. En
consecuencia, si el perito actúa así maliciosamente, incurrirá en un de-
lito de falso testimonio (art. 459 a 462 CP), y se justificará la nulidad
de la sentencia firme civil y su posterior revisión (art. 510.3 LEC320).
Finalmente, al objeto de no menoscabar la consideración profe-
sional del perito, el respeto a la buena fe exige que el litigante que for-
mula la tacha lo realice de forma motivada (art. 344.2 LEC).

D.5) La prueba de reconocimiento judicial


En la normativa reguladora de esta prueba, la buena fe procesal se
concreta, entre otras, en dos actitudes exigibles a los litigantes:
a) En primer lugar, el proponente debe indicar si concurrirá al acto
de su realización con una persona técnica o práctica en la mate-
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ria (art. 353.2.I LEC), ya que de esta forma se garantiza el dere-


cho a la defensa e igualdad de la otra parte, que también podrá
asistir al reconocimiento debidamente asesorado por otro exper-
to (art. 353.2.II LEC):
b) Y, en segundo lugar, el litigante en cuya propiedad se encuentre
el bien a reconocer debe permitir el acceso al mismo (art. 354.1
LEC), ya que sólo así se evita la frustración del derecho funda-
mental a la prueba de la parte que la haya propuesto.

320. Art. 510 LEC: «Habrá lugar a la revisión de una sentencia firme: […]
3º. Si hubiere recaído en virtud de prueba testifical o pericial, y los testigos o
los peritos hubieren sido condenados por falso testimonio dado en las declara-
ciones que sirvieron de fundamento a la sentencia».

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

D.6) La prueba de interrogatorio de testigos


El deber de actuar con buena fe procesal también exige al litigan-
te que solicita esta prueba realizar sus preguntas en sentido afirma-
tivo y con la debida claridad y precisión, sin incluir valoraciones ni
calificaciones (art. 368.1 LEC) pues, de lo contrario, puede malicio-
samente inducirse a error al testigo. De igual modo, debemos desta-
car la necesaria predisposición del litigante que haya solicitado la de-
claración del testigo a pagar anticipadamente los gastos y perjuicios
que se le puedan ocasionar por su comparecencia al acto del juicio
(art. 375.2 LEC). Por ello, si la declaración del testigo no es del agra-
do del litigante que lo propuso, no puede maliciosamente dejar de
indemnizarle por los gastos y perjuicios que le haya ocasionado su in-
tervención procesal, ya que, en este caso, el art. 375.2.II LEC per-
mite al testigo acudir directamente al procedimiento de apremio con-
tra él.
Si se pretende que un testigo, al margen de declarar sobre los he-
chos litigiosos, sea interrogado igualmente sobre aspectos científi-
cos, técnicos, artísticos o prácticos, esto es, intervenga como testigo-
perito, la parte no debe esperarse al acto del juicio para solicitar su
declaración como «testigo-perito», pues ello puede comportar la in-
troducción extemporánea de una «pseudo prueba pericial» de forma
encubierta, en clara indefensión de la parte contraria, que se verá sor-
prendida maliciosamente por la declaración especializada (pericial)
del testigo, sin posibilidad alguna de prepararse y defenderse contra
ella en el mismo acto del juicio.
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La buena fe procesal también es exigible al testigo, quien no pue-


de contestar con mentiras, falseando los hechos que conozca. En este
caso, incurrirá en un delito de falso testimonio (arts. 458 a 462 CP),
y se justificará la nulidad de la sentencia firme civil y su posterior re-
visión (art. 510.3 LEC321).
Finalmente, el testigo no puede estar presente en la declaración
del resto de personas que hayan sido interrogadas con anterioridad,
exhortándose al juez a que realice las medidas que sean necesarias

321. Art. 510 LEC: «Habrá lugar a la revisión de una sentencia firme: […]
3º. Si hubiere recaído en virtud de prueba testifical o pericial, y los testigos o
los peritos hubieren sido condenados por falso testimonio dado en las declara-
ciones que sirvieron de fundamento a la sentencia».

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a tal fin (art. 366.2 LEC). Ello plantea el problema del testigo que
ha estado presente en el desarrollo del juicio (o vista) y conoce ple-
namente no sólo los hechos litigiosos sino además el contenido y al-
cance de las declaraciones previas del resto de testigos y partes. En
mi opinión, en determinadas circunstancias, si el juez entiende que
esta situación ha sido originada por la mala fe procesal del litigante
o del testigo, podrá rechazar la práctica de esta prueba aplicando los
arts. 247 LEC y 11 LOPJ. Así por ejemplo, cuando al inicio de la se-
sión del juicio o vista, viendo la presencia de una persona en la sala,
el juez pregunta a los letrados si lo conocen y si tiene conocimiento
de los hechos que se van ha enjuiciar, o se pregunta sobre ello di-
rectamente a dicha persona, y contestan que no, posteriormente, no
podrá admitirse su declaración debido a la mala fe procesal de las
mismas.

E) En las conclusiones
El trámite de las conclusiones, que tiene por finalidad básica re-
sumir el resultado de la actividad probatoria, no puede ser utiliza-
do maliciosamente por las partes para introducir algún documento,
alterar los argumentos jurídicos en que apoyan sus pretensiones
(art. 433.3 LEC) ni, por supuesto, alegar nuevos hechos que modi-
fiquen el objeto del proceso (art. 412.1 LEC). Por ello, la SAP de
Córdoba (sec. 2ª) de 13 de junio de 2000 (RAC 3354), declara en su
f.j. 1º que la introducción de nuevos hechos en el trámite de resu-
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men de pruebas es del todo inadmisible, pues «las manifestaciones


que se hagan por las partes en los escritos rectores del procedi-
miento han de ser vinculantes en cuanto a lo que es objeto del de-
bate, en acatamiento de la buena fe que es directriz esencial en todo
proceso»322.
De igual modo, las partes deben contestar a las preguntas que el
tribunal les formule (art. 433.4 LEC), al objeto de permitirle que
ofrezca la mejor tutela de la cuestión litigiosa, adquiriendo el máxi-
mo conocimiento sobre los hechos discutidos en el proceso.

322. En esta línea, vid. también la SAP de La Coruña (sec. 4ª) de 12 de


marzo de 1999, f.j. 4º (RED 10704).

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

F) En las diligencias finales


En la medida en que las diligencias finales suspenden el plazo
para dictar sentencia (art. 434.2 LEC), la parte solicitante puede pre-
tender su realización con el único fin de retrasar la conclusión del
proceso. Por ello, dicha parte sólo tienen derecho a la práctica de las
diligencias finales en los supuestos recogidos en el art. 435.1 LEC,
esto es, cuando su derecho a la prueba no se ha podido ejercitar pese
a haber actuado con plena diligencia.

G) En el uso malicioso de los defectos subsanables y de las


nulidades
Otra posible actuación maliciosa de la parte que pretende dilatar
al máximo la duración del proceso consiste en realizar actos procesa-
les de forma defectuosa, para que, al permitirse su subsanación323, se
retrase así la conclusión definitiva del litigio324. Por este motivo,
nuestro TC, si bien entiende que dentro del derecho a la tutela judicial
efectiva es exigible al juzgador que procure la subsanación de los vi-
cios procesales325, ello no lo es cuando el defecto tiene su origen en
una actividad negligente o maliciosa del interesado326. Y, para evitar
que el intento de subsanación retrase indebidamente la tramitación
del proceso, resulta oportuno solicitar que se señale término, e inclu-
so día y hora, con apercibimiento de preclusión, para llevar a cabo la
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323. La regla genérica a favor de la subsanación de los defectos procesa-


les se recoge en los arts. 11.3 y 243 LOPJ, así como en el art. 231 LEC.
324. En este sentido, DE LA OLIVA menciona este supuesto destacando «la
reiteración de comportamientos descuidados, amparándose en las posibilida-
des de subsanación pero generando retrasos» (Derecho Procesal Civil. El pro-
ceso de declaración, con DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, ob, cit., p. 206). De igual
modo, vid. ALONSO-CUEVILLAS SAYROL, J.: Maniobras dilatorias: una mala
táctica procesal, en «Economist & Jurist», 1995, núm. 13, p. 75; y BANACLO-
CHE PALAO, J.: Régimen sancionador de los letrados en la Ley 1/2000, de En-
juiciamiento Civil, en «IURIS», núm. 53, septiembre 2001, p. 46.
325. Cfr. sus sentencias 210/1996, de 17 de diciembre (f.j. 3º); 38/1996, de
11 de marzo (f.j. 2º); entre otras muchas.
326. En este sentido, vid. sus sentencias 112/1997, de 3 de junio (f.j. 3º);
84/1997, de 22 de abril (f.j. 2º); o la 79/1997, de 21 de abril (f.j. 4º).

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JOAN PICÓ I JUNOY

actividad a cuya espera el pleito está paralizado pues, de esta manera,


se evita que la paralización se eternice327.
De igual modo, la alegación extemporánea de los vicios procesa-
les, al objeto de lograr la posterior nulidad de actuaciones y la consi-
guiente dilación en la resolución del litigio, es una actuación mali-
ciosa que debe proscribirse. Por ello, como destaca reiteradamente la
jurisprudencia328, la nulidad debe denunciarse en el mismo momen-
to en que se produce o se tiene conocimiento de la misma, no pu-
diéndose posteriormente, especialmente en vía de recursos, preten-
der su apreciación judicial.

2.2. En los recursos

La primera manifestación de la buena fe procesal en los recursos


lo constituye su formulación en el momento procesal oportuno y bajo
las condiciones legalmente establecidas pues, de lo contrario, si la
aplicación de las normas imperativas referentes a plazos y formas de
los recursos se deja en manos de una de las partes, se crearía una in-
tolerable inseguridad jurídica a la otra, ya que no sabría con certeza
cuando una resolución adquiere firmeza.
En ocasiones, la práctica forense nos evidencia supuestos de for-
mulación sistemática de recursos contra todo tipo de resolución al
objeto de retrasar al máximo la resolución definitiva del litigio, o en-
torpecer la tramitación ordinaria del proceso329. Por este motivo, para
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evitar el ejercicio abusivo del recurso de apelación, y el efecto sus-


pensivo que le es propio, la Ley 1/2000 ha introducido con carácter

327. De igual modo, vid. ALONSO-CUEVILLAS, J.: Maniobras dilatorias:


una mala táctica procesal, ob. cit., p. 75.
328. Así, a modo de ejemplo, cfr. la STS de 25 de junio de 1999, f.j. 6º
(RA 4893).
329. En este sentido, vid. ALONSO-CUEVILLAS SAYROL, J.: Maniobras di-
latorias: una mala táctica procesal, ob. cit., p. 75, quien además pone de ma-
nifiesto que en estos casos es conveniente «aprovechar el trámite de impug-
nación del recurso para destapar el juego adverso, pedir al Juzgado una mayor
celeridad en la tramitación (colaboración frente a ese adversario que pretende
hacernos perder el tiempo) y, a su vez, pedir la condena del contrario» (ob.
cit., p. 75).

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EL PRINCIPIO DE LA BUENA FE PROCESAL

general la ejecución provisional de las sentencias de condena (art.


524 LEC)330.
Uno de los problemas que puede plantearse es el de la formula-
ción del recurso de apelación sin acreditar el debido depósito o con-
signación de las cantidades previstas en el art. 449 LEC para deter-
minado tipos de juicios. En este caso, el propio art. 449 LEC, en su
apartado sexto, establece que «antes de rechazar o declarar desiertos
los recursos, se estará a lo dispuesto en el artículo 231 de esta Ley
cuando el recurrente hubiese manifestado su voluntad de abonar,
consignar, depositar o avanlar las cantidades correspondientes, pero
no acreditara documentalmente, a satisfacción del tribunal, el cum-
plimiento de tales requisitos». Poniendo en relación los arts. 449.6 y
247 LEC se llega a la conclusión de la insubsanabilidad de la no con-

330. En este orden de ideas, la propia Exposición de Motivos de la Ley


1/2000, destaca en el párrafo decimotercero del punto XVI que «Este nuevo ré-
gimen de la ejecución provisional deparará, a buen seguro, muchas más bene-
ficios directos que perjuicios o casos injustos y serán muy positivos tanto los
efectos colaterales de la innovación radical proyectada, como la disminución de
recursos con ánimo exclusivamente dilatorio». Y, de igual modo, el Informe del
Consejo General del Poder Judicial al Anteproyecto de Ley de Enjuiciamiento
Civil, destacó que el efecto suspensivo que los recursos procesales produce
«puede constituir un estímulo para que el litigante vencido retrase el cumpli-
miento de aquellos (fallos) a los que viene obligado mediante la interposición
de toda clase de recursos. Esa forma de proceder, que genera un volumen apre-
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ciable de litigiosidad, suele ser abordada desde el punto de vista legislativo a


través de la regulación de las costas procesales. Junto a ello se constituye en un
importante referente la regulación de la ejecución provisional de las resolucio-
nes judiciales». También la doctrina pone de relieve este objetivo de la nueva
regulación, y así, ASENCIO MELLADO afirma que «la interposición del recurso
de apelación, con la sola consecuencia negativa del pago de las costas genera-
das en segunda instancia, es en ocasiones un mecanismo favorecedor de las
pretensiones reales de un deudor que puede, dilatando la eficacia de la senten-
cia, tanto obtener un mayor beneficio económico derivado de la inversión de la
cantidad adeudada durante el tiempo de tramitación del recurso, cuanto utilizar
precisamente la dilación injustificada para conseguir, mediante un abuso de su-
perioridad, acuerdos irrazonables a los que el acreedor necesitado ha de pres-
tarse en defensa de sus intereses más necesitados» todo lo que en última ins-
tancia puede «amparar el fraude o el abuso del derecho» (Derecho procesal
civil. Parte segunda, Edit. Tirant lo blanch, Valencia, 2001, pp. 115-116).

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signación si el apelante actúa de forma temeraria o con mala fe. Así,


la SAP de Cádiz (sec. 8ª) de 22 de febrero de 2002331, en su f.j. 2º, tras
recoger la doctrina del TC a favor de la inadmisión del recurso cuan-
do falte la consignación de las cantidades legales debidas, sin que ello
pueda considerarse un formalismo excesivo o desproporcionado, es-
tablece que si «la exigencia de dicho depósito es la de salvaguardar
los derechos de quien ha obtenido una sentencia favorable, garanti-
zando al perjudicado el cobro de las cantidades que se le han recono-
cido y evitando maniobras dilatorias del apelante, esto es, el uso abu-
sivo de la facultad de recurrir con fines dilatorios» debe llegarse a la
conclusión de «que la omisión como la de los ahora recurrentes no es
subsanable. En este sentido, conviene tener en cuenta que el derecho
constitucional de acceso a los recursos está sometido en cuanto a su
ejercicio al cumplimiento de los requisitos impuestos legalmente
para el recurso que se trate de utilizar, sin que pueda quedar su cum-
plimiento a la libre voluntad y disponibilidad de las partes»332.
Otra de las actuaciones maliciosas más frecuentes del litigante
condenado en la sentencia de primera instancia lo constituye la intro-
ducción de nuevos hechos mediante el escrito de apelación pues, de
esta forma, resulta más sencillo motivar la incorrección de la citada
sentencia y se modifican los términos del debate procesal para que
así surja la necesidad de dictar una nueva sentencia sobre tales he-
chos. Como es fácil comprender, esta actuación es del todo inadmisi-
ble, pues supone una modificación extemporánea del objeto del pro-
ceso —que debe quedar perfectamente delimitado en los escritos
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iniciales de alegaciones (art. 412.1 LEC)— susceptible de causar in-


defensión a la parte contraria. Por ello, es constante la jurisprudencia

331. «LEC Sepin» ref. 38660.


332. De igual modo, la SAP de Burgos de 14 de enero de 1997 (Colex Data
97CP43), en su f.j. 3º destaca: «[…] b) Es connatural del principio fundamental
de preclusión (art. 306 y 408 LEC) que todo recurso se formule en tiempo hábil
(dentro del plazo fijado en la Ley) y en la forma que la misma determine, lo que
conlleva que el acreditamiento de pagos o consignaciones se realice inexcusa-
blemente en la forma establecida y dentro de aquel plazo determinado. c) Enten-
derlo de otro modo podría, sin duda, vulnerar o infringir las fundamentales nor-
mas que sobre la buena fe en el ejercicio de los derechos y acciones establece el
art. 7.1 y 2 CC y el art. 11.1 y 2 LOPJ». En este orden de ideas, vid. también la
SAP de Toledo (sec. 3ª) de 8 de julio de 1992, f.j. 3º (Colex Data 92CP59).

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en este sentido: así, la STS de 31 de julio de 1996 (RA 6065) afirma


en su f.j. 1º que se atenta «a las más elementales reglas de la buena fe
procesal que han de ser observadas en todo tipo de procedimiento
[…] toda alteración de los términos en que quedó planteada la cues-
tión litigiosa en la instancia»333.
Finalmente, debe destacarse que en méritos del principio de la
buena fe procesal, cuando se denuncie por vía de recursos la infrac-
ción o vulneración de una garantía procesal causante de indefensión,
debe denunciarse previamente en la instancia, y por todos los meca-
nismos legalmente previstos, para lograr así su rápida reparación y
evitar futuros recursos dilatorios. En este sentido, a modo de ejemplo,
de la STS de 25 de junio de 1999 (RA 4893), se deduce, de su f.j. 6º,
que la alegación extemporánea de los vicios procesales a través de los
recursos, al objeto de lograr la posterior nulidad de actuaciones y la
consiguiente dilación en la resolución del litigio, es una actuación
maliciosa que debe proscribirse.

3. REGLAS DE LA BUENA FE PROCESAL EN LA EJECUCIÓN

La buena fe procesal también debe guiar la actuación de las par-


tes en el proceso de ejecución, por lo que en la LEC se encontran di-
versas normas que pretenden acomodar la conducta de los litigantes
—especialmente la del ejecutado— a este modo de actuar334. Al mar-
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333. De igual modo, vid. las SSTS de 11 de julio de 1998, f.j. 1º (RA
6601); 20 de julio de 1996, f.j. 1º (RA 5895); y 21 de septiembre de 1993, f.j.
3º (RA 877). De igual modo, vid. la STSJ de Catalunya de 3 de febrero de 2000,
f.j. 5º (base de datos de la RJC) ; las SSAP de Segovia de 27 de septiembre de
2000, f.j. 3º (RAC 1798); de Guadalajara de 23 de marzo de 2000, f.j. 1º (RAC
3262); de Zaragoza (sec. 2ª) de 29 de febrero de 2000, f.j. 2º (RLLA 32500); de
Salamanca de 7 de septiembre de 1998, f.j. 2º (RAC 1766); de Córdoba (sec.
2ª), de 21 de diciembre de 1996, f.j. 4º (RLLA 260); o la de Tarragona de 28 de
diciembre de 1994, f.j. 4º (base de datos de la RJC).
334. Para constatar la plena vigencia del principio de la buena fe procesal
en el proceso de ejecución, vid. las reiteradas alusiones que al citado principio
efectúa CACHÓN CADENAS en Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil, T. III, dirigidos por A. Mª. Lorca Navarrete, Edit. Lex Nova, Valladolid,
2000, pp. 2881, 2896 (nota 9), 2905, 2915, 2924, 2925, 2967, 2975, 2986,
2996, 3068, 3099, 3107, 3135, 3195, 3225, entre otras muchas.

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gen del incidente de las tercerías, que después se analizará335, existen


reglas de la buena fe que afectan tanto al ejecutante como al ejecuta-
do y a los terceros:
a) Respecto del ejecutante, hay normas que pretenden evitar la eje-
cución maliciosa contra personas o bienes no autorizados en el
título ejecutivo o en la ley, como la del art. 538.4 LEC;
b) Respecto del ejecutado, el art. 548 LEC le ordena cumplir en el
plazo de veinte días el título ejecutivo jurisdiccional so pena, en
caso contrario, de poder iniciarse contra él un proceso de ejecu-
ción; los arts. 580 y 581.2 LEC, establecen la posibilidad de ini-
ciar directamente la ejecución mediante el embargo, antes inclu-
so del requerimiento de pago. En los casos en que previamente a
la demanda ejecutiva, el ejecutado ya es consciente de que pue-
de iniciarse contra él un proceso de ejecución —al tratarse del
incumplimiento de un título ejecutivo jurisdiccional ex art. 580
LEC o extrajurisdiccional pero con requerimiento notarial pre-
vio de pago ex art. 581.2 LEC— para evitar la actuación mali-
ciosa del ejecutado, que podría hacer desaparecer su patrimonio,
se permite proceder directamente al embargo de sus bienes. De
igual modo, el art. 589 LEC, para evitar la actuación maliciosa
del ejecutado en el cumplimiento de su deber de manifestar sus
bienes, le apercibe de las sanciones, incluso penales, en la que
puede incurrir;
c) Y, finalmente, también los terceros deben intervenir de buena fe
en el proceso de ejecución, y así por ejemplo, deben prestar dili-
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gentemente la colaboración que el tribunal les requiera, al am-


paro del art. 591 LEC, bajo la sanción de multas coercitivas.
De igual modo, al tercerista se le exige la aportación de un
principio de prueba para la admisión de su demanda de dominio
—art. 595.3 LEC— como manifestación de su buena fe proce-
sal, ya que su intervención provoca la suspensión de la ejecu-
ción sobre el bien al que se refiere la tercería336. Lo mismo su-

335. Vid. el punto c del epígrafe 5 del presente capítulo.


336. En este sentido, vid. CACHÓN CADENAS, M.: Tercería de dominio. Le-
gitimación, en «Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil», T. III,
dirigidos por A. Mª. Lorca Navarrete, Edit. Lex Nova, Valladolid, 2000,
p. 2967.

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cede respecto a la tercería de mejor derecho, en la que se exige


para su admisión un principio de prueba (art. 614.1 LEC), ya
que si bien no paraliza la tramitación del proceso de ejecución,
sí lo hace respecto a la entrega de lo obtenido en ella hasta la re-
solución de la tercería (art. 616.1 LEC).
Por otro lado, en orden a evitar la actuación maliciosa del
tercerista, se le prohibe que pueda interponer una segunda o ul-
terior tercería sobre los mismos bienes que fueron objeto de una
primera demanda, fundada en títulos o derechos que ya poseye-
ra en dicho momento (art. 597 LEC)337.
Por último, podemos destacar que en el caso de realización
por persona o entidad especializada, prevista en el art. 641 LEC,
estos terceros deben actuar también atendiendo a las reglas de la
buena fe, evitando actos fraudulentos pues, de lo contrario, el
juez no deberá aprobar la realización del bien embargado338.

4. REGLAS DE LA BUENA FE PROCESAL EN LAS MEDIDAS


CAUTELARES

La concesión de una medida cautelar puede colocar a una de las


partes en una situación privilegiada ya que, en las de contenido antici-
patorio (arts. 726.2 y 727.7ª a 11ª LEC), puede otorgarle el disfrute
provisional del derecho reclamado en juicio, por lo que la adopción de
estas medidas es susceptible de utilizarse como mecanismo de presión
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a la contraparte para forzarle a un indeseado pacto. En consecuencia,


para la concesión de una medida cautelar se exige la acreditación de
un fumus boni iuris o apariencia de buen derecho (art. 728.2 LEC).
Además, al objeto de evitar la utilización maliciosa de una medi-
da cautelar que, en mayor o menor grado, puede causar un perjuicio

337. Así, cfr. CACHÓN CADENAS, M.: Prohibición de segundas y ulteriores


tercerías, en «Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil», T. III, ob.
cit., pp. 2975 y 2976.
338. Así, vid. FRANCO ARIAS, J.: De la realización por persona o enti-
dad especializada, en «Comentarios a la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil»,
T. III, dirigidos por A. Mª. Lorca Navarrete, Edit. Lex Nova, Valladolid, 2000,
p. 3282.

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al demandado, se exige la prestación de una caución (art. 728.3LEC),


hasta el extremo de supeditar el inicio de su cumplimiento a la efec-
tiva constitución de la misma (arts. 737.I y 738.1 LEC).

5. LA BUENA FE PROCESAL EN LOS INCIDENTES DE CARÁCTER


SUSPENSIVO

Estos incidentes pueden tener lugar en primera instancia (v. gr. la


declinatoria o la solicitud del derecho a la asistencia jurídica gratui-
ta), en cualquier momento del proceso (así, por ejemplo, la recusa-
ción) o durante la ejecución de sentencias (v. gr. las tercerías). El le-
gislador es plenamente consciente de que su uso puede deberse
exclusivamente a motivos dilatorios, esto es, que se utilicen de mala
fe. Por ello, en la regulación de los mismos se exigen especiales re-
quisitos para su admisión. Así, por ejemplo:
a) La declinatoria exige la aportación de un documento o un prin-
cipio de prueba en que se funde (art. 65.1 LEC), ya que con su
formulación es posible que el demandado tan sólo pretenda re-
trasar maliciosamente el plazo para contestar a la demanda.
b) La solicitud del derecho a la asistencia jurídica gratuita puede
comportar la suspensión del curso del proceso en tanto que el
juez estime que de lo contrario podría causarse una indefensión
no buscada al peticionario (art. 16.II de la Ley 1/1996, de 10 de
enero). Por ello, el litigante de mala fe o temerario se coloca in-
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tencionadamente en una presunta situación de indefensión cuan-


do insta el reconocimiento de su derecho con el único fin de pa-
ralizar la tramitación del procedimiento, por lo que éste no
deberá suspenderse. Así, por ejemplo, la SAP de Valladolid (sec.
3ª) de 21 de enero de 2002339, en su f.j. 2º establece: «Si bien es
cierto que para la efectividad del derecho a la defensa y asisten-
cia letrada que se reconoce en el artículo 24.2 de nuestra Cons-
titución, el órgano judicial debe, en principio, acordar la suspen-
sión del curso del procedimiento hasta tanto no le sean
nombrado al litigante que carece de recursos económicos un Le-

339. «LEC Sepin», ref. 35390.

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