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SOCIOLOGIA. MODULO 3.

1
Desigualdades y estratificación social.
Hay dos teorías:
 la teoría de la modernización;
 la teoría de la dependencia.

En todas las sociedades existe algún tipo de desigualdad, es decir, un sistema de estratificación social que hace
posible que categorías enteras de personas se ubiquen en diferentes posiciones en la estructura social y que,
como consecuencia de esto, obtengan dinero, poder o prestigio. También debemos agregar que toda estructura
de desigualdad tiene algún tipo de sistema simbólico que explica por qué hay una distribución asimétrica de los
recursos sociales.
Para hablar de este tipo de desigualdad, los sociólogos Macionis y Plumer (2007) se refieren a la estratificación
social como la clasificación o jerarquización de los individuos según la categoría a la que pertenecen (o se les
asigna). Para Crompton (1997), la expresión de estratificación social es un concepto general que describe estas
estructuras de desigualdad.
En las sociedades preindustriales, la estratificación social se consideró un fenómeno “natural”. Es decir, la
naturalidad implicaba que provenían de una estructura establecida por algún orden divino. Sin embargo, como
señala Crompton (1997), los cambios operados por las revoluciones industriales y la llegada de la Modernidad
implicaron una crítica a los sistemas tradicionales de creencias que habían legitimado las desigualdades
materiales. Frente a la idea de que los seres humanos son desiguales por naturaleza o por alguna causa divina, se
desarrolló el argumento de que los seres humanos son iguales, no desiguales. Este es precisamente el punto de
partida de la reflexión sociológica sobre la desigualdad.

La solución que se propuso para este problema del orden era que todas las personas se sometieran al Estado, ya
que era el ente que garantizaba el control en la sociedad. John Locke (1632-1704), por su parte, afirmó que la
autoridad del Estado era la que mejor podría garantizar los derechos naturales a la vida, la libertad y la
propiedad. 

Otro teórico, Jean Jacques Rousseau (1712-1778), postuló una conocida frase: el hombre nació libre, y en todas
partes se le encuentra encadenado. Según Rousseau, la libertad absoluta es inalcanzable, pero afirmaba que la
democracia directa, expresada por medio de la voluntad general, proporcionaba la mayor protección al
individuo.
siglo XVIII se establecieron los fundamentos del argumento de que todos los ciudadanos tenían derechos
políticos, tal como se expresa en el voto universal y las instituciones democráticas.

La Revolución Industrial y la Revolución francesa trajeron profundos cambios sociales, como el fin de una
sociedad con características tradicionales y el desarrollo del capitalismo industrial, provocaron la racionalidad
del orden social moderno. Es decir, la racionalidad, el cálculo racional, se constituyo como el principio a través
del cual la conducta económica debía guiar a las sociedades capitalistas en desarrollo.

Los procesos de expansión de los mercados y las transformaciones de los procesos de producción también
implicaron un deterioro de los derechos tradicionales en el dominio del comercio y la manufactura. Es decir, los
cambios políticos que crearon al individuo formalmente libre también dieron paso al trabajador sin tierra que
tenía el derecho de vender lo único que poseía: su fuerza de trabajo. El trabajo, en este contexto, se transformó
en una mercancía.

Marx consideraba el desarrollo de la historia humana como una consecuencia de los conflictos económicos y no
solamente políticos. La desigualdad era el resultado del acceso diferencial a los medios de producción y a lo que
se producía. Para Marx el Estado era inseparable del poder económico, y el individuo soberano era tan solo una
condición necesaria del modo de producción capitalista para poder perdurar; es decir, convivían la igualdad
política con las desigualdades materiales. En este contexto, el hecho de que hayan existido diferentes
retribuciones, era un hecho económico.

Según Crompton (1997), el desarrollo del capitalismo industrial fue el elemento principal de la transición a la
Modernidad. La idea de modernidad describe el desarrollo del industrialismo. La Modernidad se caracteriza
también por el desarrollo de organizaciones, de sistemas controlados que tienen la capacidad de actuar sobre el
mundo social.

Las clases sociales son un fenómeno centralmente moderno. En el mundo moderno, la clase social estructura un
sistema de desigualdades. En efecto, muchas desigualdades relacionadas a la edad, el género y la raza, persisten.

Macionis y Plumer (2014) señalan que hay cuatro características esenciales de la estratificación (niveles para
diferentes órdenes):
 1
1. La estratificación social es una característica de la sociedad en su conjunto.
1.
2. El sistema de estratificación social (desigualdades) se perpetúa de generación en generación. En todas
las sociedades, existe la probabilidad (alta o baja, dependiendo de la sociedad en cuestión y del
momento histórico) de que los padres transmitan a sus hijos la posición social que ocupan, aunque en las
sociedades modernas existe movilidad social.
 3
3. El estudio de la movilidad social de las personas es un tema con una gran tradición en la sociología. La
movilidad social es un cambio en la posición que el individuo ocupa en la estructura social. La
movilidad puede ser ascendente, descendente u horizontal. Un ejemplo de movilidad social ascendente
sería el de una persona nacida en un hogar con bajos niveles de educación e ingresos, que logra acceder
a estudios universitarios, a mayores ingresos y a ocupaciones con mayor prestigio.
 4
4. La estratificación (desigualdad) es una constante histórica, varían de una sociedad a otra. En todas las
sociedades existió siempre algún tipo de diferenciación. Pensemos en el ejemplo de las sociedades
primitivas, donde un factor de desigualdad podía ser el sexo o la edad de sus miembros. Con el
surgimiento del capitalismo y en la era moderna asistimos a una complejización de los factores de
desigualdad.
 5
5. La estratificación social no es solo una cuestión de desigualdad, sino también de cultura social, y está
relacionada con el sistema de creencias de los individuos. Esto quiere decir que no solo hay una
distribución diferencial de los recursos, sino también una explicación cultural y social que define y
justifica la desigualdad.

Como señalan Macionis y Plumer (2007), de manera general podemos definir tres macrosistemas de
estratificación: esclavitud, sistema de castas y las clases sociales.

 LA ESCLAVITUD.
Se basa en el derecho de propiedad que un grupo de individuos ejerce sobre otro grupo. Las personas pueden ser
compradas o vendidas. En América Latina, la explotación de la fuerza de trabajo esclava, de origen africano,
fue una práctica generalizada en toda la región: desde de las islas del Caribe y las más productivas zonas del
Brasil hasta las actuales Honduras, Panamá, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y, en menor
medida, México y el Río de la Plata (Gruner, 2010).
Giddens (2010) que la esclavitud es la forma más extrema de desigualdad, donde unos individuos
son propietarios de otros. 
Algunas veces los esclavos eran privados de todos sus derechos legales, como en el sur de Estados Unidos, y en
otros casos su posición era parecida a la de un sirviente.

La esclavitud fue una forma de estructuración de la desigualdad con particulares características. Si hacemos un
poco de historia, en los siglos XVIII y XIX los esclavos fueron utilizados casi exclusivamente como
trabajadores en las plantaciones o como sirvientes domésticos en Estados Unidos, Sudamérica y las Antillas. Ya
en la Atenas clásica estaban presentes en diversos lugares y algunas veces tenían posiciones de responsabilidad,
aunque se los excluía de los puestos políticos y militares; inclusive, algunos sabían leer y escribir, trabajaban
como administradores del gobierno y muchos eran artesanos (Giddens, 2010).

Estas situaciones extremas de desigualdad producían que no pocas veces existieran rebeliones de los esclavos.
Para citar tan solo dos ejemplos ampliamente conocidos en la historia de América Latina, podemos hacer
referencia a las revueltas en Haití y los múltiples levantamientos en Brasil.

La Revolución haitiana tuvo su origen durante la noche del 22 al 23 de agosto de 1791. Como señala Manigat
(2009), La Revolución haitiana representan el enfrentamiento clásico entre grupos sociales por mantener el statu
quo. Sin embargo, esta revolución inaugura un ciclo de independencias en América Latina y el Caribe con una
triple connotación: problematiza la idea de libertad en relación con la surgida en el Siglo de la Luces; promueve
la edificación de un Estado negro anticolonial y antiesclavista, en el contexto de un gobierno colonial francés en
la región; y, finalmente, provoca el enfrentamiento contra una potencia imperial, con saldo positivo para los
esclavos.

Esta red de compra y venta de seres humanos entre los tres continentes (Europa, América y África) fue un
componente decisivo de la historia contemporánea: esta explotación favoreció el crecimiento económico, de la
industria textil, la naviera y del comercio internacional.

La importancia de la Revolución haitiana radica, según Gruner (2010), en el hecho de que se produce allí la
primera revolución de América Latina mientras la expansión del sistema capitalista estaba en su apogeo. Haití
se encontraba al margen de la revolución francesa: la igualdad, fraternidad y solidaridad no se aplicaban para
los habitantes de la isla.

Queremos destacar que fue una modalidad de estratificación social que tuvo profundos efectos sobre las
sociedades contemporáneas.

 Sistema de castas
Es característico de la India y deriva del hinduismo. El lugar que ocupan las personas en el espacio social está
organizado según donde nacen y de su ocupación. En el escalón más bajo, se encuentran los dalits (conocidos
como los intocables); en el nivel más alto, los brahames (conocidos como los sacerdotes).
Crompton (1997) señala que las desigualdades sociales en este sistema se derivan de una estructura de la
sociedad establecida por la divinidad. Aquí, el lugar en la jerarquía social está ligado a la pureza
religiosa.

Las castas inferiores contaminan a las superiores, y por eso hay restricciones que se aplican a los individuos de
las castas bajas y a sus familias. En esta situación, el sistema de castas se superpone (aunque no totalmente) con
la estructura de la desigualdad.

El argumento de Crompton (1997), aquí debemos hacer referencia a dos conceptos religiosos: el kharma y
el dharma. El karma implica que las personas nacen en una determinada casta y que eso es lo que merecen de
acuerdo a las acciones que han llevado a cabo en una vida anterior. El dharma, que significa “existir conforme a
lo que es moral”, enseña que vivir la vida presente de acuerdo con las normas genera como resultado el
posterior renacimiento en una casta superior y, por lo tanto, una progresión última en el sistema de castas. De
esta manera, las desigualdades de las castas, como la posibilidad de cambio social en el futuro, tienen una
estrecha relación con las verdades religiosas universales y se sitúan más allá de un examen sociológico.
Encontramos explicaciones de un orden divino. Por otra parte, este sistema social es cerrado, el destino social
del individuo no tiene posibilidades de ser modificado.

Hay cuatro características principales del sistema de castas:


 1
1. Las castas suelen ir asociadas a una ocupación específica, de modo que los hijos generalmente
desempeñan el mismo trabajo que sus padres.
 2
2. El matrimonio con individuos de otra casta es prácticamente impensable (matrimonios endogámicos).
 3
3. La pertenencia a una casta determina la vida cotidiana en la medida en que los individuos solo se
relacionan con otros de su propia casta. Esto está amparado bajo ciertas creencias religiosas que
establecen que el contacto con castas inferiores, por ejemplo, “contamina” a las castas superiores.
 4
4. Por último, los sistemas de castas se apoyan en fuertes creencias culturales. Según la cultura y las
tradiciones, se entiende que es un mandato moral aceptar la posición social que a uno le ha tocado.

El sistema de castas es extremadamente elaborado y complejo, y que muchas veces su estructura varía en cada
zona de la India, no constituye un sistema homogéneo, sino una diversidad de creencias y prácticas, muchas
veces difusamente conectadas.

 Clases Sociales.
Dada la gran diversidad que existe de interpretaciones, vamos a trabajar el concepto desde una perspectiva
sociológica y quitarle cierta ambigüedad que lo rodea en el discurso cotidiano. Sin embargo, debemos señalar
que, inclusive en el ámbito sociológico, el concepto es objeto de diferentes definiciones según la tradición
teórica.
Históricamente, el sistema capitalista erosionó los sistemas feudales y de esclavitud y provocó su
transformación en un sistema de clases. 

En teoría, este último sistema se basa en las capacidades y logros personales. Es más abierto, los individuos, a
través del sistema educativo o por otros mecanismos, pueden experimentar algún tipo de movilidad social con
relación a la posición que ocupan sus padres; sin embargo, esto no siempre ocurre.

Nos detendremos a detallar las explicaciones que la sociología da a este sistema, ya que se trata del modelo que
organiza el tipo de sociedad en la cual vivimos.

Giddens (2010) señala cuatro elementos centrales que distinguen este sistema de estratificación de los otros:
 1

1. A diferencia de los otros sistemas de desigualdad, las clases sociales no se establecen por disposiciones
jurídicas o religiosas, y la pertenencia a ellas no se basa en una posición heredada, que se haya
determinado legalmente o por la costumbre. Lo habitual es que los sistemas de clase sean más fluidos
que los restantes tipos de estratificación, y que los límites entre las clases no estén nunca claros.
Además, no hay restricciones formales aplicadas al matrimonio entre personas de distintas clases. ¿cuál
es la distancia que existe entre la igualdad normativa y la igualdad social real? muchas veces existen
grandes brechas entre la igualdad que tenemos todos en el plano jurídico y la igualdad social que
realmente experimentamos y en la cual estamos inscriptos.
2. En teoría, la clase a la que pertenece un individuo es en parte adquirida, no está totalmente determinada
por el nacimiento. Sin embargo, nosotros preguntamos: ¿hasta qué punto la clase puede modificarse en
el transcurso de vida de un individuo?.
3. Las clases se basan en las diferencias económicas que existen entre los grupos de individuos y en las
desigualdades en la posesión y control de los recursos materiales. En los otros sistemas de
estratificación, los factores no económicos, tales como la influencia de la religión en las castas indias,
suelen ser mucho más importantes.
4. Los sistemas de clases operan principalmente mediante conexiones impersonales a gran escala. Por
ejemplo, una de las bases fundamentales de las diferencias de clase se halla en las desigualdades de
salario y de condiciones de trabajo que afectan a todas las personas de una categoría ocupacional
específica, como resultado de las circunstancias económicas derivadas del conjunto de la economía
como totalidad. Uno de los corolarios de este sistema es que existen derechos universales que no
dependen de la posición social de los individuos: en principio, la igualdad ante la ley es central.

¿Qué es la igualdad de oportunidades?

El resultado final de la vida de una persona, refleja principalmente los esfuerzos y talentos de esa persona, no
sus antecedentes de nacimiento. Las circunstancias predeterminadas –género, raza, lugar de nacimiento,
orígenes familiares– y el grupo social en el que nazca la persona, no deben contribuir a determinar si ella ha de
tener éxito económico, social y políticamente...

El principio de igualdad de oportunidades es conceptualmente simple: las circunstancias en el momento del


nacimiento no deben tener ningún peso en las oportunidades que una persona tenga en la vida...

 La ideología como justificación de los sistemas de estratificación


Observando nuestras sociedades, podemos preguntarnos: ¿cómo se mantienen en ellas las desigualdades?, o
bien: ¿por qué la gente tolera las desigualdades? Una de las razones para el mantenimiento y la reproducción de
las desigualdades sociales es la ideología.
La ideología es definida como un conjunto de creencias culturales que sirven para justificar la
estratificación social, entre otras cosas. Las creencias que refuerzan la dominación de una minoría
privilegiada sobre la mayoría de la población son ideologías.

Desde sus comienzos, la sociología intentó dar respuesta a la pregunta sobre las causas de las desigualdades; el
eje de análisis fue el estudio de quién obtiene qué y por qué. Los padres fundadores de la sociología, Marx,
Weber y Durkheim, estructuraron distintos paradigmas explicativos, con diversos marcos analíticos, para
comprender por qué existen las diferencias sociales. Al respecto, nos detendremos nuevamente sobre el análisis
de la sociedad de clases, de modo de profundizarlo.

Según Wright (2005), existen básicamente tres perspectivas para analizar la desigualdad en las sociedades
capitalistas:
LA PERSPECTIVA CENTRADA EN EL INDIVIDUO:
La posición económica del individuo es analizada como el resultado del nivel de éxito personal (algo que es un
fenómeno puramente individual). Este “éxito” de los individuos está determinado por: educación, trasfondo
familiar, motivaciones, conexiones personales (capital social). Así, la persona que es pobre lo es porque ha
tenido un déficit en los atributos relevantes, mientras que la persona que es rica ha tenido ventajas en los
mismos atributos. Lo importante es destacar que en este tipo de explicación no hay relaciones sociales entre una
y otra persona como factor explicativo. Los grados de desigualdad están definidos en función de la inequidad de
estos atributos; es decir, podemos entender la posición de los individuos en el espacio social analizando sus
“trayectorias” (y estas son puramente individuales).
EL ANALISIS DE CLASES A PARTIR DE OTRAS DOS TRADICIONES:WEBERIANA Y
MARXISTA:
Una versión diferente para entender la desigualdad social. En vez de analizar y focalizar la atención sobre el
proceso por el cual los individuos están ordenados en posiciones, el análisis de clases analiza
las relaciones entre las posiciones. Es decir, ambas tradiciones tienen en cuenta los patrones de desigualdad
como resultado de conexiones causales entre las posiciones. En el análisis marxista, la relación de
interdependencia es pensada también en términos de explotación, como un mecanismo causal que genera
desigualdad.

En el primer caso –perspectiva centrada en el individuo–, estamos hablando de enfoques gradacionales  (como


el de la vulnerabilidad o algunos enfoques de clases sociales), y en el segundo –enfoque marxista y weberiano–,
de perspectivas relacionales (Gómez, 2009).
 
SOCIOLOGIA. MODULO 3.2
El análisis propuesto por el funcionalismo
Dentro del funcionalismo se entiende que la desigualdad social juega un papel crucial para el correcto
funcionamiento de las sociedades.

En una de las explicaciones clásicas de la desigualdad social, Davis y Moore (1942; 1945) postulan que la
estratificación social tiene resultados positivos para la sociedad en su conjunto, y se preguntan: ¿cómo se
explica que en todas las sociedades que conocemos existan desigualdades? La respuesta que dan estos
sociólogos es que en toda sociedad compleja o moderna existe la división del trabajo, y que esta implica que
hay una gran variedad de ocupaciones diferentes que requieren habilidades y niveles de preparación distintos
(ciertos trabajos son más simples y otros son más complejos. Para Davis y Moore, hay una división social del
trabajo, y esta es una “necesidad funcional” para el correcto funcionamiento de la sociedad.

Como señala Laurin-Frenette (1976), esta perspectiva postula que la estratificación se define como un sistema
de desigualdades o de diferencias de prestigio y de estimación entre los miembros de un sistema social. Esas
diferencias en el prestigio de los diversos individuos son relativas a las distintas posiciones que estos ocupan en
la estructura social. Toda sociedad debe asegurarse de que las tareas y funciones necesarias para su
supervivencia y su buen funcionamiento sean adecuadamente cubiertas, es decir, que las funciones sociales: a)
sean ejercidas; b) que sean ejercidas por los que se encuentran en condiciones de hacerlo, y c) que estos las
cumplan del mejor modo posible. Esto implica que la sociedad debe encontrar un medio eficaz para atribuir a
sus miembros las diversas tareas y funciones, y motivarlos para que las cumplan convenientemente. El
cumplimiento de ese objetivo se logra a través de la institucionalización de un sistema de estratificación social:
el establecimiento de un sistema estable de “recompensas” que sirvan como incentivos para el cumplimiento de
las diversas funciones, así como de mecanismos que aseguren la distribución de tales recompensas entre los
titulares de las diversas posiciones.
Las recompensas que percibe el individuo en cada posición son de tres tipos:
 1
 las que contribuyen al confort y al bienestar del individuo;
 2
 las que contribuyen a su placer y a su entretenimiento;
 3
 las que acrecientan el respeto y la estima que tiene de sí mismo.

Todas las recompensas son manifestaciones de estima y de prestigio porque son concedidas al individuo por la
colectividad como reconocimiento por la contribución que realiza, a través de la posición que ocupa, a la
supervivencia y al funcionamiento del sistema social.

Para Davis y Moore (1942; 1945), el estatus o el prestigio de la posición son los que implican unos ingresos
determinados. Es decir, debido a que la posición tiene determinado estatus o prestigio es que se obtiene un
determinado salario. Notemos, valga la redundancia, que el eje clave de estos autores es concebir a la sociedad
como un sistema social donde cada individuo cumple una función social.

Siguiendo con el argumento de estos autores, el valor personal del individuo debe coincidir con su valor para el
sistema social y, de una manera general, la jerarquía de las cualidades personales debe coincidir con la jerarquía
de las funciones y con la del prestigio social asociado a ellas. La función de la estratificación es la de asegurar
dicha coincidencia; justamente por ello la desigualdad social institucionalizada puede ser definida como un
mecanismo establecido por las sociedades con la finalidad de garantizar que las posiciones importantes serán
cubiertas por los individuos más competentes.

El corolario de este argumento es el siguiente: las ocupaciones que requieren una mayor calificación son las
más necesarias para mantener viable una sociedad y, por lo tanto, se necesita recompensar de alguna forma a
aquellos que parecen dispuestos a invertir tiempo y dinero en adquirir los conocimientos necesarios para ejercer
esas profesiones. Si queremos que la sociedad funcione, tenemos que ofrecer recompensas desiguales, acordes a
los méritos de cada persona.
La meritocracia, idea que postula que solo puede haber desigualdades en función de los esfuerzos y méritos
dispares de las personas. 

Se premia el desarrollo del talento individual, y la sociedad debe garantizar la igualdad de oportunidades
procurando que los beneficios y recompensas no se distribuyan de modo uniforme.

Davis y Moore (1942; 1945) dan el ejemplo de la profesión médica, la cual exige una formación larga, costosa y
difícil, que tiene un estatus elevado y, por consiguiente, altos ingresos y otros privilegios apreciables.

En principio, esta parece una explicación bastante simple del fenómeno de la desigualdad y es criticada
fuertemente por el paradigma de las clases sociales que desarrollaremos a continuación.

Análisis de clase

Se basa en una concepción relacional de la sociedad. Este tipo de análisis se inspira en los trabajos de Karl
Marx y Max Weber. Emirbayer (1997) postula que los sociólogos enfrentan un dilema central: concebir el
mundo social conformado por sustancias o por procesos, por cosas estáticas o por relaciones dinámicas. Los
enfoques marxista y weberiano de las clases sociales son perspectivas relacionales porque conciben al mundo
social como conformado por procesos y relaciones entre las clases sociales.

En esta introducción, consideraremos la clase social como una manifestación de la modernidad, es decir, una
característica de los sistemas modernos de estratificación, de las sociedades industriales, en contraposición a
estructuras tradicionales de desigualdad (caracterizadas por la adscripción o el orden “natural”).

Según Marx, existen principalmente dos clases que se pueden diferenciar en función de la posición que ocupan
en la esfera económica: la de los propietarios de los medios de producción y la de los trabajadores (proletarios).

El análisis de clases inspirado en Marx

Los conceptos de clases sociales, relaciones de clase o luchas de clases son centrales en la obra de Marx y
podemos decir que son claves para gran parte del marxismo como cuerpo de pensamiento. Como señalan Duek
e Inda (2007), a pesar de que los conceptos de clase social y lucha de clase son centrales en la teoría de Marx, él
no los formuló con la misma sistematicidad con la que se ocupó de otros temas. Por esta razón, el concepto de
clase social en Marx debe reconstruirse a partir del conjunto de su obra.

Duek e Inda (2007) señalan acertadamente a que desde la antigüedad y hasta el siglo XIX diversos pensadores
hablaban de la existencia de clases y las describían; veían que la sociedad se dividía siempre entre ricos y
pobres, entre nobles y plebeyos, entre libres y esclavos, pero no podían explicarse las causas de esta
desigualdad. El aporte decisivo de Marx, por lo tanto, no fue descubrir la existencia de las clases, sino
proporcionar una explicación científica de la estructura y dinámica de las clases sociales.

Para Giddens (1994; 2010), el argumento de Marx es que la clase es un grupo de personas que tienen una
relación común con los medios de producción., en estas sociedades preindustriales, las dos clases fundamentales
eran: por un lado, quienes poseían la tierra (los aristócratas, la nobleza y los dueños de los esclavos) y, por otro
lado, los que se dedicaban a hacerla producir (los siervos, los esclavos y los campesinos libres). En las
sociedades industriales modernas, , las dos clases principales son la de quienes poseen estos nuevos medios de
producción (los industriales o los capitalistas) y la de aquellos que se ganan la vida vendiéndoles su fuerza de
trabajo (la clase obrera o, en términos de Marx, el “proletariado”).

Según Marx, entonces, las clases sociales están determinadas por el proceso de producción. 

Esto quiere decir que las dos grandes clases principales están fundadas en las relaciones de los individuos con
los medios de producción: los propietarios de los medios de producción (burgueses) y aquellos individuos que
tienen que vender su fuerza de trabajo para subsistir (proletarios). Esta estructura profunda de la desigualdad es
lo que explica gran parte de la dinámica social.

Como dijimos anteriormente, al tratarse de una perspectiva relacional, se asume que existen relaciones entre las
clases sociales y que estas son de explotación.

Siguiendo con el argumento propuesto por el sociólogo inglés Giddens (2010), en todos los momentos
históricos existieron relaciones de clase y de explotación. En las sociedades feudales, la explotación tomó la
forma de una transferencia directa y simple desde lo que producía el campesinado hacia la aristocracia. Es decir,
los siervos estaban obligados a dar una cierta parte de su producción al señor feudal o tenían que trabajar un
determinado número de días al mes en las tierras de este. En las sociedades capitalistas modernas, en cambio, la
explotación es más sutil. El argumento clásico de Marx es que en un día de trabajo de los trabajadores producen
más de lo que el empresario necesita para recuperar el salario que les paga. Ese excedente es el origen de las
ganancias que los capitalistas utilizan para aumentar su beneficio.
Como podemos observar en el fragmento del Manifiesto del Partido Comunista, que puedes leer más abajo, en
toda la historia existió alguna forma de explotación de una clase sobre la otra. Sin embargo, según Marx, el
desarrollo de la industria moderna provocó que la riqueza y acumulación que se producían fueran mucho
mayores. El trabajador, según Marx, está sometido a la mecanización y a la opresión. Un ejemplo clásico de
esto es el del operario que tiene que realizar durante muchas horas la misma tarea rutinaria.

Burgueses y proletarios

Desde el principio de la historia, nos encontramos siempre la sociedad dividida en estamentos, dentro de cada
uno de los cuales hay a su vez, una nueva jerarquía social con grados y posiciones. En la Roma antigua eran los
patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos.

En la edad media eran los señores feudales, los vasallos, los maestros, los oficiales de los gremios, los siervos
de la gleba. Y dentro de cada una de estas clases, nos encontramos también con matices internos. La moderna
sociedad burguesa, que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase.
Lo que ha hecho, sólo ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de
lucha; que han venido a sustituir a las antiguas.

Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy
y cada vez más abiertamente, toda la sociedad tiende a separarse, en dos grandes grupos enemigos, en dos
grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la gleba de la edad media, surgieron los villanos de las primeras ciudades, y estos villanos
fueron el germen, de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.

El descubrimiento de América o la circunnavegación de África, abrieron nuevos horizontes e imprimieron


nuevo impulso a la ascendente burguesía. El mercado de la China y de las indias orientales, la colonización de
América, el intercambio comercial con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las
mercaderías en general; dieron al comercio, a la navegación, a la industria; un empuje jamás conocido, atizando
con ello el elemento revolucionario, que se escondía en el seno de la sociedad feudal ya en descomposición.
(Marx y Engels, 2005, pp. 8-10).

Hasta aquí, presentamos de manera esquemática las ideas de las clases sociales de Marx. Según esta forma
simple de comprender la desigualdad, la elite capitalista no solo extrae riqueza y todo tipo de recursos de la
esfera económica, sino que también las instituciones políticas y legales garantizan que las desigualdades
sociales se reproduzcan generación tras generación, es decir, que se reproduzca la estructura de clases. Las leyes
hereditarias permiten la reproducción de las dinastías financieras y empresariales, y el sistema educativo
permite que los más afortunados estudien en universidades de prestigio donde pueden establecer vínculos
privilegiados.

Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿por qué no ha habido una revolución proletaria en las sociedades
capitalistas? De hecho, el sistema capitalista sigue en pie. Para responder a este interrogante, se pueden
argumentar al menos los siguientes fenómenos (Macionis y Plumer, 2007):

 La fragmentación de la clase capitalista : hace un siglo las propiedades eran solo de unas pocas
familias, mientras que ahora existe el crecimiento de una mayor cantidad de propietarios, como así
también el crecimiento de una clase gerencial.

 Trabajadores de cuello blanco, azul y rosa: la mayor parte de las personas que constituían la clase
obrera cuando Marx escribió eran trabajadores del campo, cuyas ocupaciones eran de bajo
prestigio y solo requerían el uso de habilidades manuales. Hoy, en cambio, existen empleos de
mayor reconocimiento que requieren el desempeño de habilidades mentales. En algunos
países (como Estados Unidos, por ejemplo) un trabajador de “cuello blanco” es una persona
que se dedica a actividades profesionales, gerenciales o administrativas; generalmente, estas
se realizan en oficinas. El trabajador de “cuello azul”, por otra parte, es una persona de clase
trabajadora que se encarga de tareas manuales, como por ejemplo: la minería, el saneamiento,
el trabajo de custodios, el campo petrolífero, la construcción, la mecánica, el mantenimiento, el
almacenamiento y otros tipos de trabajos fundamentalmente físicos. Finalmente, los
trabajadores de “cuello rosa” son caracterizados por la interacción con clientes,
entretenimiento, ventas u otros trabajos orientados a servicios.
 Mejoras en las relaciones laborales: se puede argumentar que en la actualidad los trabajadores tienen
más recursos organizativos que los que tenían hace un siglo. Para determinados autores, es la propia
clase obrera la que tiene una capacidad de acción que le permite provocar cambios en el sistema
capitalista, de manera independiente del Estado y los partidos políticos. Uno de los grandes cambios
en este plano es el surgimiento de los sindicatos.
 Mayor protección legal: desde los tiempos de Marx ha habido una mejora en la legislación que protege
a los trabajadores.

Sin embargo, podemos postular como argumentos a favor de Marx que:


 1
 la riqueza sigue estando concentrada;
 2
 las ocupaciones de “cuello blanco” apenas ofrecen mejoras a los trabajadores;
 3
 el progreso sindical requiere luchas sociales;
 4
 el sistema legal sigue favoreciendo a la gente de altos ingresos.

Análisis de clase inspirado en Max Weber

Según Max Weber (1864-1920), las divisiones de clases sociales no obedecen solo a la esfera de la producción
económica. Para Weber, existen factores fundamentales fuera y dentro de la economía, como los valores, por
ejemplo, que pueden ser relevantes para explicar la desigualdad social.

La dimensión de la religión o los valores que había inculcado la ética protestante pueden explicar el nacimiento
del capitalismo, además de la variable económica. Pero la adherencia a este tipo de argumento no implica que
Max Weber no creyera que la variable económica era relevante, sino que pensaba en un esquema multicausal de
surgimiento del capitalismo.

Según Giddens (2010), Weber coincide con Marx en que la clase se basa en condiciones económicas objetivas.
Sin embargo, hay dos diferencias fundamentales: en primer lugar, postula que en su formación también son
importantes otros factores económicos, aparte de los reconocidos por Marx. Por ejemplo, para Weber, las
divisiones de clase se derivan no solo del control o no de los medios de producción, sino también de diferencias
que no son estrictamente económicas. Estas formas de diferenciación son los conocimientos técnicos y las
credenciales o las calificaciones que influyen en el tipo de trabajo que las personas pueden obtener. Es decir, los
profesionales y directivos ganan más y tienen mejores condiciones de trabajo que, por ejemplo, las personas de
“cuello azul”; sus credenciales educativas les otorgan mayor capital en el mercado. A su vez, dentro de la clase
de los trabajadores que realizan tareas manuales, los artesanos calificados pueden asegurarse salarios más altos
que los que tienen poca o ninguna calificación. En segundo lugar, Weber distingue otros dos aspectos básicos
de la estratificación, además de la clase. A uno lo denomina estatus, y al otro, partido.

Así, para Weber la desigualdad social se produce por la interacción de tres dimensiones:
 desigualdad económica, denominada como posición de clase (esfera económica);
 desigualdad en relación al prestigio social (esfera social);
 desigualdad en relación al poder (esfera política).
A su vez, Weber tiene otra visión de la estratificación: una perspectiva multidimensional de la estratificación

Estatus

Según Weber, el estatus hace referencia a las diferencias que existen entre dos grupos en cuanto a la reputación
o prestigio que les conceden los demás. Es decir, hay grupos que tienen posiciones privilegiadas y que son
reconocidos por su gran prestigio en una determinada sociedad; los médicos son un ejemplo de estos.

Desde la perspectiva de Duek e Inda (2006), el estatus representa la distribución del poder social. De acuerdo
con esto, el poder social es el cimiento de la formación de estamentos o grupos de estatus jerarquizados, así
como el poder económico lo es de la formación de clases. Las divisiones estamentales de la sociedad no tienen
que ver con diferencias económicas, de posición en los mercados de bienes ni de trabajo, sino que hacen
referencia a diferencias sociales, es decir, de prestigio, estatus u honor. Es así que la distribución del poder
social o prestigio en una comunidad configura un orden estamental.
Giddens (2010), por su parte, señala que aunque la clase está dada de forma objetiva, la posición depende de la
evaluación subjetiva que tengan las personas sobre las diferencias sociales.

Partido

Como señala Giddens (2010), Weber plantea que en las sociedades modernas la formación de partidos es un
aspecto importante del poder y puede influir en la estratificación, con independencia de la clase y de la posición.
El partido define a un grupo de individuos que trabajan conjuntamente porque tienen orígenes, aspiraciones o
intereses comunes.

Como señalamos anteriormente, Marx entendía que la clase social explicaba las diferencias de estatus y la
organización en partidos políticos; Weber, en cambio, argumentaba que ninguno de esos procesos podía
reducirse a las divisiones de clase (aunque claramente se veían influidos por ellas y, a su vez, la posición y la
organización de los partidos podían influir en las circunstancias económicas de los individuos y de los grupos,
afectando la clase). De tal modo, Weber observaba que los partidos podían estar basados en preocupaciones que
excedían las diferencias de clase, como los orígenes religiosos o los ideales nacionalistas.

Veamos un ejemplo: una persona que adhiere a la teoría marxista puede explicar en términos de clase los
conflictos entre católicos y protestantes en el norte de Irlanda, puesto que hay más católicos en trabajos de clase
obrera que protestantes. Un weberiano, en cambio, opinaría que tal explicación es ineficaz, porque también hay
muchos protestantes que proceden de la clase trabajadora. Los partidos a los que las personas se afilian son la e
expresión tanto de las diferencias religiosas como de las de clase.

Lo que queremos destacar es que los sociólogos contemporáneos sofisticaron sus marcos teóricos y
metodologías para explicar las desigualdades en las sociedades actuales. En esa dirección, podemos
establecer que hay perspectivas neomarxistas, neoweberianas y neofuncionalistas.

¿Cuál es la relación entre la inteligencia y la desigualdad?

Quisiera decir, en primer lugar, que hay que tener presente que no hay un racismo, sino  racismos: hay tantos
racismos como grupos que tienen la necesidad de justificarse por existir como existen, constituyendo esto la
función invariante de los racismos.

Me parece muy importante centrar el análisis en las formas de racismo que son sin duda las más sutiles, las más
irreconocibles y, por tanto, las menos denunciadas, quizá porque los denunciadores habituales del racismo
poseen algunas de las propiedades que inclinan a esta forma de racismo. Me refiero al racismo de la
inteligencia. El racismo de la inteligencia es un racismo de clase dominante que se distingue por una multitud
de propiedades de lo que se designa habitualmente como racismo, es decir, el racismo pequeñoburgués, que
constituye el objetivo central de la mayoría de las críticas clásicas del racismo, empezando por las más
vigorosas, como la de Sartre.

Este racismo es propio de una clase dominante cuya reproducción depende, en parte, de la transmisión del
capital cultural, capital heredado que tiene la propiedad de ser un capital incorporado y, por tanto,
aparentemente natural, innato. El racismo de la inteligencia es lo que utilizan los dominantes con el fin de
producir una «teodicea de su propio privilegio», como dice Weber, es decir, una justificación del orden social
que dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que se
sientan de una esencia superior. Todo racismo es un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de
sociodicea característica de una clase dominante cuyo poder se basa en parte en la posesión de títulos que, como
los títulos escolares, se consideran garantía de inteligencia y que han suplantado en muchas sociedades, incluso
para el acceso a las posiciones de poder económico, a los antiguos títulos, tales como los títulos de propiedad o
los títulos nobiliarios. (Bourdieu, 1978, pp. 67-71).
SOCIOLOGIA. MODULO 3.3. SISTEMAS MUNDIALES: AMERICA LATINA.
América Latina en el mundo.

Así como cada país presenta en su interior profundas disparidades sociales, a escala planetaria también existen
desigualdades entre los países.

En el recuadro inicial de este módulo (pp. 2-3), incluimos un ejemplo de las diferencias que encontramos entre
las oportunidades que tienen dos personas que viven en África del Sur. Sin embargo, las asimetrías en el acceso
a oportunidades son mucho más pronunciadas si consideramos las diferencias en el interior de los países.
Veamos la situación de Sven, un niño nacido en un hogar sueco promedio.

La situación de Sven

Sus posibilidades de morir durante el primer año de vida son mínimas (0,3%) y su esperanza de vida es de 80
años, esto es, 12 años más que Pieter y 30 más que Nthabiseng.

Sus probabilidades de educación son de 11,4 años –5 más que el sudafricano promedio. A estas diferencias en
años de escolaridad se suman diferencias de calidad: en octavo grado, Sven normalmente obtendrá un puntaje
de 500 en una prueba de matemáticas internacionalmente comparable, mientras que el estudiante sudafricano
promedio no obtendrá más que 264 puntos –más de dos desviaciones estándar por debajo de la mediana de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Lo más probable es que Nthabiseng
nunca llegue a ese grado y, por tanto, nunca presentará esa prueba. (Ferreira et al., 2006, p. 1).

¿Qué categorías utilizamos para referirnos a las desigualdades a nivel global?, o bien: ¿qué
indicadores nos sirven para medir las desigualdades?

El punto de partida de esta sección será reflexionar sobre la situación social y económica de América Latina.
Los interrogantes que nos movilizan son amplios; por ejemplo: ¿existen diferencias estructurales entre América
Latina y el resto del mundo desarrollado, o se trata más bien de grados de desarrollo? ¿Nuestra situación se
debe a que la modernidad (de la que hablamos en el primer módulo) no se implementó de manera exitosa o a
que nuestra modernidad tuvo características específicas?

Estas preguntas también nos llevan a interrogarnos sobre el lugar que ocupa América Latina en el contexto
global. 

Una inicial categorización de la ubicación de América Latina en el contexto mundial fue la que propuso el
economista francés, Alfred Sauvey, en 1952. Según él, el concepto de “tercer mundo” designaba a los países
que no pertenecían a ninguno de los bloques enfrentados en la Guerra Fría: el bloque occidental (Estados
Unidos, Europa Occidental, Japón, Canadá, Corea del Sur, Australia y aliados) pertenecía al primer mundo; el
bloque comunista (Unión Soviética, Europa Oriental, China) pertenecía al segundo mundo. Uno de los rasgos
esenciales del segundo mundo es que estaba conformado por sociedades con economías de planificación
centralizadas, que concedían un papel pequeño a la propiedad privada o la competencia entre las empresas. La
Unión Soviética tenía una forma muy característica de organización social, política y económica;
fundamentalmente, era una comunidad compuesta por diferentes grupos nacionales y culturas. Rusia era el
mayor de ellos, y el ruso, el idioma oficial de la unión; sin embargo, también se hablaban otras muchas lenguas,
como letón, alemán, árabe o georgiano (Giddens, 2010).

En ese contexto, América Latina pertenecía al “tercer mundo”. Sin embargo, esta inicial forma de categorizar a
los países actualmente está en desuso, ya que los países del bloque socialista han desarticulado muchas de las
políticas de aquel momento histórico; además, porque implica un criterio esencialmente político para estratificar
a los países.
Otra manera de categorizar es aquella que divide a los países en aquellos “en vías de desarrollo” y los
“países desarrollados”, y que considera que los primeros están de alguna manera en una etapa de
transición desde un estado de subdesarrollo a otro de pleno desarrollo económico; por el contrario, hay
ciertos países que ya han alcanzado niveles plenos y óptimos de desarrollo económico.

El Banco Mundial utiliza una clasificación de los países según los ingresos. Esta clasificación se basa en el
ingreso nacional bruto (INB) per cápita. En base a su INB per cápita, cada economía se clasifica como de
ingreso bajo, ingreso mediano (que se subdivide en mediano bajo y mediano alto) o ingreso alto. También se
utilizan otros grupos analíticos que se basan en regiones geográficas.

¿Qué es el Ingreso Nacional Bruto y el Producto Interno Bruto de un país?

El producto interno bruto es la variable más conocida y utilizada para analizar el desempeño de las economías.
Sin embargo, no es la que mejor refleja la cantidad de recursos con que cuentan los residentes de un país para
gastar o destinar a ahorro. Esto es así porque no todos los recursos que se generan internamente permanecen en
el país, sino que parte de ellos se transfiere al exterior por concepto de remuneración de los factores de
producción de propiedad de residentes en el resto del mundo, tales como los pagos de intereses por las deudas
contraídas y las remesas de utilidades de las empresas extranjeras radicadas en el país. De igual modo, los
residentes de un país determinado reciben recursos por concepto de remuneración de los factores radicados en el
resto del mundo.

Por este motivo, y desde la perspectiva de las cuentas nacionales, cobra relevancia la diferenciación de los
conceptos de ingreso interno e ingreso nacional. Medido a precios corrientes, el ingreso interno bruto de un país
es igual al producto interno bruto y corresponde a la sumatoria de los ingresos generados en la actividad
productiva de los sectores residentes. Al sumar a este ingreso interno bruto los pagos netos de factores
mencionados en el párrafo anterior, se obtiene el ingreso nacional bruto. Dadas las características de las
economías de los países de América Latina y los montos registrados por concepto de estos pagos, la diferencia
entre el comportamiento del ingreso interno bruto y del ingreso nacional bruto ha sido, en determinados
momentos, apreciable.

Adicionalmente, en los últimos años ha ganado importancia en muchos países de América Latina la recepción
de recursos correspondientes a remesas de dinero que los trabajadores emigrantes realizan a sus familias. Estos
son recursos que, aunque se generan en otro país y por lo tanto no están incluidos en el cálculo del PIB, forman
parte de las disponibilidades de los residentes para solventar los gastos en los que deben incurrir, o
alternativamente, destinar al ahorro. Al sumar estos recursos al ingreso nacional se obtiene entonces el ingreso
nacional bruto disponible. Dadas las magnitudes de los montos registrados por concepto de transferencias
corrientes netas recibidas del resto del mundo en los últimos años, la diferencia entre los conceptos de ingreso
interno bruto, ingreso nacional bruto e ingreso nacional bruto disponible adquieren, para algunos países, gran
relevancia. (Kacef, 2008, pp. 11-12).

¿Lo sabías?
 De los 6.000 millones de personas que viven en el mundo, más de 1.200 millones viven con
menos de US$1 por día y otros 2.000 millones de personas viven apenas un poco mejor. 
 Alrededor del 60% de las personas que viven con menos de US$1 por día viven en Asia
oriental y en África al sur del Sahara.
 En los países de ingreso alto, los agricultores -- hombres y mujeres-- constituyen menos del
6% de la fuerza laboral, mientras que en el conjunto de los países de ingreso bajo y mediano
representan casi el 60% de todos los trabajadores.
 A los países en desarrollo les corresponde casi US$1 de cada US$4 que ganan los países
industriales con sus exportaciones. (Grupo del Banco Mundial, s. f., http://goo.gl/LSNdjl).

El dato común que encontramos entre las diferentes categorizaciones de los países es que vivimos en un mundo
profundamente desigual. Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad y Desarrollo, del Banco
Mundial (Ferreira et al., 2006), estas desigualdades se traducen en extraordinarias asimetrías de oportunidades,
tanto dentro de las fronteras nacionales como entre los países. En el informe se agrega que incluso la misma
oportunidad básica de la vida está distribuida en forma muy desigual; por ejemplo: mientras que menos de la
mitad del 1 % de los niños nacidos en Suecia muere antes de cumplir el primer año, casi el 15 % de todos los
nacidos en Mozambique fallece antes de esa edad. En el Salvador, la tasa de mortalidad infantil es del 2 % en el
caso de los niños nacidos de madres con cierto nivel de instrucción, y del 10 % si sus madres carecen de
formación. En Eritrea, la cobertura de la inmunización es próxima al 100 % en los niños del quinto más rico de
la población, pero solo del 50 % en el quinto más pobre.

SOCIOLOGIA. MODULO 3.4. MODERNIZACION Y DEPENDENCIA.

Teorías de la modernización

A partir de la década del cincuenta, se produce un cambio en la orientación de la sociología latinoamericana que
da origen a lo que se denominó la sociología “científica” (Fuentes, 2006; Solari, Franco, y Jutkowitz, 1976). La
sociología científica fue un movimiento de renovación contra una situación que en ese momento era percibida
como negativa para el desarrollo de la ciencia social en la región. La crítica apuntaba al supuesto atraso teórico
y metodológico en el que se encontraba la sociología a comienzos de la década de 1940, y a la escasa
investigación empírica. El blanco de las críticas de esta corriente fue lo que se consideraba que era
“precientífico”, “premoderno” y “presociológico”. Esta primera etapa en la sociología latinoamericana,
caracterizada como de los pensadores, tenía al ensayo como principal medio de comunicación. Los llamados
pensadores, según indicaron Solari, Franco y Jutkowitz (1976), eran los intelectuales de América Latina que
centraron su preocupación en lo social y lo político, y cuyo rasgo central era interpretar la realidad social para
luego transformarla.

Los aportes de la sociología científica inician una renovación de la disciplina, sus concepciones, metodología y
de la forma de concebir la relación entre realidad y transformación.

En ese momento histórico, se reconocía que la sociología tenía una larga tradición en América Latina, pero esto
era al mismo tiempo un obstáculo y un apoyo para el objetivo de establecer una ciencia empírica. Solari et al.
(1976) plantean que Gino Germani (uno de los iniciadores de lo que se conoció como sociología científica)
señaló que, por un lado, la sociología latinoamericana era un apoyo porque era una tradición de “realismo
social” en la región, un esfuerzo por comprender la realidad latinoamericana; pero, por otro, era
un obstáculo porque creó una sociología académica estéril y anquilosada, que no otorgaba valor a la
investigación empírica.
La sociología científica tuvo uno de sus mayores exponentes en la teoría de la modernización. Solari y sus
colaboradores (1976) indican que uno de los postulados centrales de la teoría de la modernización es que
en la actualidad la sociedad se encuentra “en transición”, y el proceso de desarrollo económico supone un
estado inicial y un estado final. Por lo tanto, se entiende que culmina con el paso de una sociedad
“tradicional” a una “desarrollada”. El estado final se corresponde empíricamente con el de las sociedades
actualmente desarrolladas.

La teoría de la modernización concibe, entonces, al desarrollo como la adopción de pautas de comportamiento,


actitudes y valores identificados con la racionalidad económica moderna, caracterizada por la búsqueda y
obtención de la máxima productividad y ganancia. También identifica los posibles obstáculos que pueden surgir
en la plena implantación de la modernidad y define los instrumentos de intervención capaces de resolver y
alcanzar los resultados deseados en el sentido de aproximar a cada sociedad y nación ese modelo teórico de
sociedad.

Fuentes (2006) postula que el supuesto fundamental de la teoría de la modernización es la existencia de tipos
ideales (en el sentido weberiano) en extremos de un proceso evolutivo: la transición de la sociedad tradicional
hacia la sociedad moderna. Se presupone que las sociedades avanzan desde un extremo de un continuo hacia
otro extremo. Las sociedades latinoamericanas se encuentran, de acuerdo con esto, subdesarrolladas porque
tienen características tradicionales que les impiden ser plenamente modernas. Es decir, la sociedad actual es una
“sociedad en transición” y debe evolucionar hacia el desarrollo. Según Solari y sus colaboradores (1976),
inclusive cuando no se utiliza de manera expresa ningún modelo construido, ninguna tipología, el referente
empírico (la sociedad a la cual deberíamos llegar) son las sociedades más desarrolladas. Esta tipología es
claramente dicotómica y los autores reconocen esta simplificación tan solo con fines analíticos, pero están de
acuerdo en que entre los dos extremos, es decir, en la etapa de transición, cabe distinguir una multiplicidad de
formas; aunque, de todos modos, siempre el proceso conduce a ese estado final. Así también, tanto el estado
final como el inicial son tipos extremos que asumen, en las sociedades reales, formas sumamente variadas.

El rasgo fundamental del tipo de sociedad industrial moderna es el que se considera en el concepto
de secularización, el cual designa un proceso compuesto por tres tipos de cambios continuos (Solari et al.,
1976):
 cambios de la estructura normativa predominante, en términos de que los individuos se ven cada vez menos
constreñidos a actuar según las formas estrictamente preestablecidas, por lo que se multiplican las situaciones
en que pueden optar lícitamente entre diversas alternativas (es el pasaje de la acción prescriptiva a la electiva);
 2paso de la institucionalización de lo tradicional a la institucionalización del cambio: se legitima la
innovación, etcétera;
 3especialización creciente de las instituciones y surgimiento de sistemas valorativos específicos y
relativamente autónomos para cada espera institucional.

Así, si en la sociedad tradicional la familia era la institución en el seno de la cual ocurrían todos los sucesos de
la vida de sus miembros (puesto que, además de la relación de parentesco, encontraban allí su lugar de trabajo,
por ser una unidad económica, y aprendían y adquirían habilidades para el desempeño de oficios, etc.), en la
sociedad moderna las unidades económico-ocupacionales en las que discurre la vida laboral de sus miembros se
distinguen de la familia y se constituyen entre hombres no ligados por lazos de parentesco, cuya educación se
realiza en el marco de las escuelas, etcétera, en donde las actividades económicas, educacionales y demás se
tornan relativamente autónomas.

Es decir, la sociedad industrial moderna se caracteriza por la vigencia creciente de opciones, la constante
división y especialización del trabajo, la aceptación y valoración creciente del cambio y la transformación. En
tal marco, la secularización del conocimiento, la tecnología y la economía conducen al empleo cada vez mayor
de fuentes energéticas de alto potencial y a la maximización de la eficiencia en la producción de bienes y
servicios.
La ideas de Whalt Rostow, economista estadounidense, sintetizan los postulados de la teoría de la
modernización. Según indica Valencia (2005), fue Rostow quien mejor expresó esta teoría del desarrollo,
la cual dominó el pensamiento de las décadas de los 50 y 60.

Sintetizamos las ideas de Rostow en función de los trabajos de Preston (1999) y Valencia (2005):
 La situación inicial es la sociedad tradicional. La característica de esta sociedad es la de una
estructura con funciones de producción limitadas y con un desarrollo científico también rudimentario.
Esto no significa que la sociedad tradicional fuese totalmente estática. Sin embargo, la falta de
ciencia y tecnología modernas puso límites a su modo de organización. Rostow caracteriza esta
sociedad tradicional en función de su base agrícola, su forma de gobierno basada en el clan y la
mentalidad fatalista.
 La segunda etapa del proceso, siguiendo con el argumento esbozado en el trabajo de Preston (1999),
tiene que establecer condiciones previas para el despegue hacia el crecimiento autosostenido. El
ejemplo que se da es Europa Occidental a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando la
sociedad medieval se desintegra, la ciencia moderna crece y el comercio se desarrolla. En tal periodo
histórico comienza el proceso de rehacer la sociedad tradicional.
 La tercera etapa se vuelve “normal”. Rostow sostiene que el despegue implica la superación de los
viejos bloques y resistencias al crecimiento. Hay territorios limitados de la actividad moderna que
finalmente se expanden y llegan a dominar el conjunto de la sociedad. En una década o dos, la
estructura básica de la economía se transforma de tal manera que hay una tasa constante de
crecimiento que puede ser sostenida regularmente. El impulso inicial se deriva del avance
tecnológico y de la formación del capital social fijo. El país que ejemplifica este proceso de despegue
es la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Para Valencia (2005), el despegue de
algunos países de América Latina como Brasil, México, Chile o Argentina puede situarse en este
período, porque coincide (grosso modo) con el proceso de industrialización por sustitución de
importaciones que dejó atrás a la vieja economía primario-exportadora; aunque no la desmanteló,
sino que la refuncionalizó en el contexto de la expansión del capitalismo.
 En la cuarta etapa, hay un período largo de progreso y, como consecuencia de esto, las industrias
avanzan, maduran y se estabilizan. Este es un momento de buen ajuste a los mecanismos sociales e
institucionales: con el tiempo se establecen una economía y una sociedad maduras que se basan en la
absorción de nuevas tecnologías generadas internamente. Se pasa de una situación donde una
proporción del ingreso nacional se invertía en importaciones a una inversión y la sustitución de estas;
esto permite la producción masiva de mercancías destinadas a la exportación a otros países.
 La quinta etapa es el período de consumo masivo: los sectores principales se apartan de las industrias
pesadas hacia el abastecimiento de bienes de consumo duraderos y servicios en el mercado de
consumo. La sociedad ha efectuado el tan buscado cambio hacia una modernización.
Si bien en este momento histórico hay diferentes teorías del desarrollo, según Valencia (2005), el denominador
común puede sintetizarse en dos postulados que influirán en las ciencias sociales hasta nuestros días, sobre todo,
en la metodología para comparar sociedades industriales desarrolladas y sociedades subdesarrolladas y
dependientes. Los puntos en común son los siguientes:
1. subdesarrollo es una etapa previa y necesaria para alcanzar un capitalismo pleno . El corolario de esta
tesis es que hay un continuum en un proceso lineal de desarrollo, donde es necesario reunir condiciones
de la primera etapa para poder alcanzar la plenitud.
2. La segunda tesis es de orden metodológico . Se expresa en un conjunto de parámetros formales para
medir el subdesarrollo; se utilizan índices como: alfabetización, nutrición, natalidad y mortalidad,
ingreso per cápita, niveles de pobreza. Estos indicadores expresan el nivel en el que se encuentra una
sociedad en relación al continuum evolutivo.

¿Qué es un ensayo en esta discusión?

El ensayo no es un artículo o un libro científico que intenta dar pruebas concluyentes de una hipótesis para, de
ese modo, confirmarla más allá de toda duda: pretende, ante todo, persuadir de la verdad de una idea,
desarrollándola, mostrando implicaciones y conexiones que en los mejores exponentes del género son
novedosas, reclaman una nueva manera de ver al mundo y, sobre todo, al hombre, que en definitiva es el gran
tema de todo ensayo.
En las circunstancias que enfrentaron los pensadores latinoamericanos, es decir, ante la necesidad de levantar un
pensamiento sobre sus sociedades globalmente consideradas y hacer de él una base para su transformación, los
andamiajes que proporcionaban las ciencias humanas de la época eran tan necesarios como partos para la
naturaleza y magnitud de la tarea. De ahí que el ensayo fuera la salida casi impuesta para cumplirla cabalmente.
(Solari et al., 1976, p 27).

¿Quién fue Gino Germani?

Gino Germani nació en Roma en 1911. Tras haber estado preso en Italia bajo el régimen fascista de Mussolini,
en 1934 se radicó en Argentina, donde estudió filosofía y desarrolló una actividad política comprometida con la
lucha contra el fascismo. A partir de 1956 se desempeñó como docente en la Universidad de Buenos Aires en
materias relacionadas con la sociología, y en 1967 fue designado como Director del Instituto y la Carrera de
Sociología, creada ese mismo año. Desde allí, Germani fundó en el país una línea de estudios alrededor de
temas que no habían sido abordados hasta el momento; entre otros tópicos se ocupó de analizar la estructura
social, los procesos de modernización y secularización y la vida política de la sociedad moderna; haciendo de su
trabajo un aporte teórico y metodológico de singular riqueza. En 1966, tras el golpe de Estado, deja el país para
ser profesor de Estudios latinoamericanos en Harvard; en 1975 se traslada a Italia para trabajar en la
Universidad de Nápoles y muere pocos años más tarde en Roma, en 1979. (Mera y Rebón, 2010,
http://goo.gl/MYajEV).

Teoría de la dependencia
Como señala Theotonio dos Santos (1998) –uno de los fundadores–, esta teoría surgió en América Latina, en los
años 60, para explicar las nuevas características del desarrollo dependiente de la región. Esta perspectiva
analítica es una crítica al marco interpretativo de los anteriores modelos explicativos, como la teoría de la
modernización, que ponía énfasis en un supuesto subdesarrollo de las sociedades latinoamericanas. Si bien aquí
hacemos referencia a la teoría de la dependencia como un cuerpo coherente de análisis, en realidad se trata más
bien de un conjunto de autores con ideas que muchas veces no están de acuerdo. Bajo este contexto es más
adecuado hablar de teorías de la dependencia en plural y no en singular.
Es importante enfatizar, como lo hace Boron (2008), que la teoría de la dependencia nace en América
Latina, a pesar de que existen algunas contribuciones aisladas en la obra del economista egipcio Samir
Amin. 

Estas voces críticas respecto de la orientación científica propiciaron un armazón explicativo alternativo.
Exponemos los principales argumentos.

Debemos ubicarnos temporalmente, según Osorio (1995), en la segunda mitad de los años 60 y los inicios de los
70, donde la reflexión sociológica latinoamericana estuvo relacionada fuertemente con la problemática de la
dependencia, y la incorporación de esta categoría fue uno de los elementos centrales de las ciencias sociales de
aquellos años. Uno de los grandes desafíos que enfrentó la sociología de la época fue explicar la situación en la
que se encontraba América Latina. El contexto sociopolítico caracterizado por hechos como el Mayo Francés de
1968, el Cordobazo en 1969 y diferentes eventos culturales de radicalización política tuvo profundos impactos
en el campo de las ciencias sociales en general y la sociología en particular.

Para Osorio (1995), hay dos grandes procesos que marcaron la historia y el curso de las ciencias sociales
latinoamericanas en los años sesenta, y que fueron la base de la teoría que nos ocupa. El primero de ellos fue la
Revolución cubana, que constituyó uno de los principales parámetros en las definiciones teóricas y políticas del
continente en la época. Este proceso puso en jaque gran parte de las interpretaciones del marxismo clásico para
entender la realidad latinoamericana y obligó a repensar los modelos explicativos. El segundo factor que incide
en el surgimiento de esta teoría es la creciente integración del proceso productivo de las economías de América
Latina con el capital extranjero en los años 50 y 60. Nosotros podemos agregar un tercer evento de importancia:
en la década de los años 70 culminan los procesos de descolonización de algunos países de África y Asia.
Es importante entender el contexto de surgimiento de la teoría de la dependencia. Por esta razón,
profundizaremos en el tópico retomando la exposición de Theotonio dos Santos (1998). Para Santos (1998), las
ciencias sociales en la región comenzaron a reflejar una nueva realidad. Como vimos en las secciones
anteriores, las ciencia sociales se habían constituido en el siglo XIX en torno a la explicación de la Revolución
Industrial y del surgimiento de la civilización occidental como un gran proceso social creador de la modernidad
que correspondía a un nuevo estadio civilizatorio, representado a veces como resultado histórico de la acción de
las fuerzas económicas y sociales, como son el mercado y las burguesías nacionales. En otras circunstancias, las
ciencias sociales aparecen como el resultado de un modelo de conducta racional del  homo-economicus y del
individuo racionalista y utilitario, que serán expresión última de la naturaleza humana, cuando esta quede
liberada de tradiciones y mitos antihumanos. Otras veces, estas conquistas económicas, políticas y culturales se
presentarán como producto de una superioridad racial o cultural de Europa.

Para Santos (1998), es la crisis del colonialismo (iniciada en la Primera Guerra Mundial y acentuada después de
la terminación de la Segunda Guerra Mundial) la que pondrá en discusión algunos de los supuestos de la
evolución histórica. Por ejemplo, la derrota nazi llevó a rechazar la idea de una supuesta excepcionalidad
europea y de la superioridad racial. La idea de que la modernidad debería ser tratada como un fenómeno
universal, como un estadio social que todos los pueblos deberían alcanzar, ya que es el desarrollo pleno de una
sociedad democrática (que los países victoriosos identificaban con el liberalismo norteamericano e inglés y, por
otra parte, con el socialismo ruso) entra en crisis.

Es en este contexto que surge un campo de producción intelectual dedicado al análisis de estos temas, con el
título general de teoría del desarrollo, donde la característica central fue la de pensar el desarrollo como una
adopción de normas de conducta, actitudes y valores identificados con la racionalidad económica moderna,
caracterizada por la búsqueda de la productividad máxima, la generación de ganancias y la creación de
inversiones que llevasen a la acumulación permanente de las riquezas por parte de los individuos y de cada
sociedad nacional.
Como vimos en el módulo inicial, ya los padres fundadores de la sociología, Karl Marx, Emile Durkheim
y Max Weber, establecieron teorías (en algunos aspectos, convergentes, y en otros, contradictorias) sobre
esta sociedad moderna.

Santos (1998) señala que la teoría del desarrollo (la que estuvo vinculada a la teoría de la modernización) buscó
localizar los obstáculos de la plena implantación de la modernidad y definir los instrumentos de intervención
capaces de facilitar el alcance de los resultados deseados, en el sentido de aproximar cada sociedad existente a
esta sociedad ideal. Por más que estas construcciones teóricas pretendían ser construcciones neutras en término
de valores, era imposible ocultar la evidencia de que se consideraba a la sociedad moderna (la cual había nacido
en Europa y se afirmaba en los Estados Unidos de América) como un ideal que se pretendía alcanzar y una meta
sociopolítica que se debía conquistar. También resultaba más o menos evidente la aceptación tácita de que la
instalación de esta sociedad era una necesidad histórica incontestable. Como vimos, estas teorías fueron
sintetizadas por los planteos de Rostow que analizamos en la sección precedente.

Solari y sus colaboradores (1976) señalan que este enfoque latinoamericano, conocido como teoría de la
dependencia, postula: a) una integración entre las ciencias sociales y la historia; b) una concepción del
desarrollo muy diferente; c) la consideración de la explicación la inserción de las sociedades latinoamericanas
en el sistema capitalista mundial como elemento esencial; d) la consideración del problema político y del papel
del Estado; e) la identificación de las situaciones estructurales básicas y de las formas en que se sucedieron en
América Latina. El punto fundamental de la explicación es analizar la inserción de las sociedades
latinoamericanas en el sistema capitalista mundial. Es decir, no existen grados de desarrollo: lo que
encontramos son pautas históricas de explotación de unos países sobre otros y un sistema económico mundial
interconectado y desigual.

Como señala Santos (1998), la teoría de la dependencia, que surgió en América Latina en los años 60, intentó
explicar las nuevas características del desarrollo dependiente que se habían implantado en los países
latinoamericanos. Desde la década de los años 30, los países se habían orientado en la dirección de la
industrialización, caracterizada por la sustitución de productos industriales importados de las potencias por los
producidos en industrias nacionales. De inmediato, terminado el ciclo depresivo (caracterizado por dos guerras
mundiales, una crisis global y la exacerbación del proteccionismo y el nacionalismo), se restablecía a través de
la hegemonía norteamericana la integración de la economía mundial. El capital, concentrado en aquel momento
en los Estados Unidos, se expandió hacia el resto del mundo en busca de oportunidades de inversiones que se
concentraron en el sector industrial. En estos años de crisis, la economía norteamericana generalizó el fordismo
como régimen de producción y circulación, y dio inicio, incluso, a la revolución científico-tecnológica en los
años 40. La oportunidad de un nuevo ciclo expansivo de la economía mundial exigía la expansión de estas
características económicas a nivel planetario. Esta fue la tarea que el capital internacional asumió teniendo
como base de operación la enorme economía norteamericana y su poderoso Estado nacional, además de un
sistema de instituciones internacionales establecido en Bretton Woods.

Implantada de manera elemental en los años 30 y 40, la industria en los países dependientes y coloniales sirvió
de base para el nuevo desarrollo industrial de posguerra y terminó articulándose con el movimiento expansivo
del capital internacional, cuyo núcleo estaba formado por las empresas multinacionales creadas entre los años
40 al 60. Esta nueva realidad respondía a la noción de que el subdesarrollo significaba la falta de desarrollo. 
Este fue el contexto para comprender dos caras de un mismo proceso; la plena implementación del
desarrollo del capitalismo y de un sistema mundial de producción producía de manera simultánea los
hechos que se estaban estudiando: desarrollo y subdesarrollo.

Finalmente, Santos (1998) señala el punto central de su argumentación. Para el autor, si la teoría del desarrollo
y del subdesarrollo era el resultado de la superación del dominio colonial y de la aparición de burguesías
locales, deseosas de encontrar un camino que les permitiera participar en la expansión del capitalismo mundial,
la teoría de la dependencia, surgida en la segunda mitad de la década de 1960, representó un esfuerzo crítico
para comprender la limitación de un desarrollo iniciado en un período histórico en que la economía mundial ya
había sido constituida bajo la hegemonía de enormes grupos económicos y poderosas fuerzas imperialistas, aun
cuando una parte de estas entraba en crisis abriendo la oportunidad para el desarrollo del proceso de
descolonización.

Hasta aquí, podemos ver las profundas disparidades que existen entre el paradigma de la modernización y el de
la dependencia. Debemos citar, también, dos importantes antecedentes de la teoría de la dependencia (Santos,
1998):
 1
1. El surgimiento de una tradición crítica al eurocentrismo, implícito en la teoría del desarrollo. Se deben
incluir, en este caso, las críticas nacionalistas al imperialismo euro-norte-americano y la crítica a la
economía neoclásica de Raúl Prebisch y de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina).
 2
2. El debate latinoamericano sobre el subdesarrollo, que tiene como primer antecedente el debate entre el
marxismo clásico y el neomarxismo, en el cual se destacan las figuras de Paul Baran y Paul Sweezy.

Así, las ideas centrales de la teoría de la dependencia son (Santos, 1998):


 el subdesarrollo está conectado de manera estrecha con la expansión de los países industrializados;
 el desarrollo y el subdesarrollo son aspectos diferentes del mismo proceso universal;
 el subdesarrollo no puede ser considerado como la condición primera para un proceso evolucionista;
 la dependencia, con todo, no es solamente un fenómeno externo, sino que se manifiesta también en
diferentes formas en la estructura interna (social, ideológica y política).

Una de las características de esta nueva teoría fue la  interdisciplinariedad, inspirada de alguna manera en una
extensa tradición intelectual latinoamericana de pensadores que tuvieron al ensayo como principal medio de
comunicación. Estas originales propuestas metodológicas superaban las aplicaciones de teorías, metodologías o
propuestas científicas importadas de los países centrales, y comenzaron a abrir un campo teórico propio, con
metodología propia y una identidad específica.

Sintetizamos los puntos que debe tener la teoría de la dependencia en la actualidad, como escuela de
pensamiento que busque interpretar, ahora, la realidad social latinoamericana:

1. La teoría social se debe desprender de su extrema especialización y retomar la tradición de las


grandes teorías explicativas con el objetivo de reordenar el sistema de interpretación del
mundo contemporáneo.
2. Esta reinterpretación debe superar, sobre todo, la idea de que el modo de producción
capitalista, surgido en Europa en el siglo XVIII, es la referencia fundamental de una nueva
sociedad mundial. Este fenómeno debe ser visto como un episodio localizado, parte de un
proceso histórico más global que envuelve la integración del conjunto de las experiencias
civilizadoras en una nueva civilización planetaria, pluralista y no exclusivista, basada en la no
subordinación del mundo a ninguna sociedad determinada.
3. La formación y evolución del sistema mundial capitalista debe orientar el análisis de las
experiencias nacionales, regionales y locales, buscando rescatar las dinámicas históricas
específicas como parte de un esfuerzo conjunto de la humanidad por superar la forma
explotadora, expropiatoria, concentradora y excluyente en que este sistema evolucionó.
4. El análisis de este proceso histórico debe rescatar su forma cíclica, procurando situar los
aspectos acumulativos en el interior de sus límites, establecidos por la evolución de las
fuerzas productivas, y las relaciones sociales de producción, la justificación ideológica de
estas relaciones y los límites del conocimiento humano.
5. En este sentido, la evolución de la ciencia social debe ser entendida como parte de un proceso
más global de la relación del hombre con la naturaleza: la suya propia, la inmediata, la
ambiental y el cosmos, solo aparentemente ausente de la dinámica de la humanización. Esto
es, ella debe ser entendida como un momento de un proceso más amplio de desarrollo de la
subjetividad humana, compuesta de individuos y pueblos que están construyendo el futuro
siempre abierto de estas relaciones. (Santos, 1998, p. 19).

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