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CLASE N°6
LA CONSTRUCCIÓN DEL OTRO POR LA DESIGUALDAD -
BOLVIN
Pasar a pensar la diversidad cultural como desigualdad, fue a causa de los cambios en las
sociedades primitivas. Los más importantes y que más marcaron fueron las de las sociedades
que estaban en proceso de descolonización. Estos cambios fueron producto de 3 situaciones:
SITUACION COLONIAL: Es la dominación total que ejerce un pueblo sobre otro.
Fue producto del sistema capitalista en su fase imperialista en contacto con otras
sociedades/culturas. Este introdujo una serie de presiones las cuales convirtieron a
estas culturas en “dominadas”, quitándole la posibilidad de ejercer una real acción
sobre su propia historia. Teniendo que readaptar sus hábitos de consumo, creencias y
objetivos históricos.
PROCESOS DE DESCOLONIZACION: Refiere a los movimientos de
liberación de Asia y África en el ´50 y ´60. Fueron diversos y esta diversidad fue
causada por las características particulares de cada cultura nativa, como a su vez de la
diversidad de formas que tomo la dominación (mayor violencia en el proceso). Esto
hizo que las sociedades dominadas pasaran a ser naciones, sociedades complejas, se
convirtieron en algo parecido a occidente.
SITUACION POSTCOLONIAL: Aunque las nuevas sociedades se liberan
políticamente, occidente sigue causando cambios. Desigualdades en la
relación de fuerzas, que determina las relaciones internacionales. Se destacó
la relación de dependencia económica que estas nuevas sociedades mantenían con
países centrales
La relación que está presente en todas las situaciones se expresa con el término de
dominación. El papel dominante le corresponde a occidente, y ese papel le permitió
introducir transformaciones en las culturas dominadas.
El proceso de descolonización fue sumamente importante, ya que surgieron cambios en la
mirada sobre el otro que tenía el occidente, sobre todo la mirada que tenía la
antropología sobre las “otras” culturas. Esta transformación inicio con la crítica a las teorías
que postulaban la diversidad cultural:
Las teorías elaboradas hasta la segunda guerra mundial, marcaban en primer lugar el
relativismo cultural reivindicando el respeto por el otro cultural, pero no reconocían la
relación desigual que vinculaban a estas culturas con occidente.
Aun cuando se ponía el acento en la relación entre culturas como el elemento que
distingue a la diversidad, al introducir el relativismo a través de considerar que la
relación es relativa a quien está observando, dejaron de lado la situación de
dominación que encerraba esa relación la cual el propio observador era parte.
La mayoría de las teorías antropológicas dominantes negaban la posibilidad de tener
en cuenta el cambio y la historia en las sociedades “primitivas”. Las teorías
elaboradas hasta ese momento no demostraban las transformaciones que estas
sociedades habían sufrido. Por eso se tuvo que modificar el punto desde donde se
observaba el problema y encontrar nuevas teorías.
Utilizaron el materialismo histórico del marxismo para lograr encontrar una explicación
posible para estas transformaciones. Esta teoría fue creada y modificada posteriormente, no
podía aplicarse directamente a los nuevos problemas. Intentaron teóricamente ajustar el
marxismo respecto a estos problemas nuevos y a estos intentos se los denomino “neo-
marxistas”
Antropología y neomarxismo
Con el neo-marxismo, cambio el objetivo de la antropología. La propuesta era estudiar los
procesos sociales, económicos, políticos y culturales que condujeron a la
transformación de las sociedades primitivas, junto al occidente. Se establecieron dos unidades
de análisis:
1. En el interior de una sociedad donde se ponía interés en la existencia
de desigualdades, en establecer si estas eran parecidas o diferentes a las que
caracterizaban a las sociedades capitalistas occidentales.
2. La relación entre sociedades capitalistas y no capitalistas, en la vinculación entre
modos de producción distintos, y el interés en el efecto o consecuencia de la
expansión de las relaciones de desigualdad que caracterizaban a la relación entre estas
sociedades
Los conceptos centrales derivados de la teoría de modo de producción y de
su articulación fueron los ejes centrales de las nuevas explicaciones antropológicas. Pero para
algún neo-marxista estos conceptos no explicaban la desigualdad cultural, entonces
elaboraron teorías alternativas cuyo eje era la vinculación de: determinación, dominación y
hegemonía con el concepto de “cultura”.
Hegemonía
El poder que ejerce una cultura como una instancia que reproduce a la totalidad y su vez
puede sobre determinar a otras instancias, es conocido como poder hegemónico.
Gramsci realiza la separación de dos modos de dominación: la coercitiva y la
hegemónica. Ambos son modos de dominación basadas en distintas maneras de control.
Coercitivo: control político, directo y aplicado a través de coerción (llegando a violencia
física).ni el poder coercitivo, ni el poder económico que deriva de la relación de
explotación, son suficientes para mantener y reproducir el sistema social. Hegemónico:
dominio sutil, simbólico o cultural. Se lo define como un proceso de dirección política-
ideológica-cultural, en donde una clase en alianza con otras clases logra una apropiación
diferencial de las instancias de poder, admitiendo espacios donde los grupos no hegemónicos
desarrollan sus prácticas independientes.
Este proceso abarca la totalidad de la vida social, produce el sentido o los
significados, los hombres lo viven como el sentido común (lo natural, lo dado).
Actúa a través del consenso, no puede ser impuesto de forma violenta
(coercitiva), sino que deber ser aceptado por las clases no hegemónicas, tiene que ser
un poder legitimado.
Nunca logra la dominación de forma total y definitiva, necesita sr renovado,
defendido y modificado, porque es constantemente resistido, limitado y
desafiado por las fuerzas contra hegemónicas.
Con esta noción de hegemonía se establecen las distinciones culturales
hegemónico/subalterno (a apropiación desigual de los medios para producir sentido) de forma
económica: explotadores/explotados (apropiación desigual de los medios de
producción de la vida material), y en la política dominantes/dominados (apropiación desigual
de los medios para ejercer la violencia física).
Causalidad estructural
Althusser señala que el concepto de causalidad estructural da cuenta de que ya no hay una
sola determinación sino modalidades distintas de determinación. Afirma la
determinación de la Superestructura por parte de la Estructura. Pero la Estructura no necesita
cualquier Superestructura, sino que trata de lograr aquella que le permita funcionar,
reproducirse de la manera más eficaz. Entonces, la Estructura necesita de la Superestructura.
De alguna manera, la S condiciona a la E, la ayuda a reproducirse, perpetúa el modo de
producción. Aquí juega un rol la democracia parlamentaria ya que con un sistema donde se
supone que hay igualdad y donde las personas eligen, las relaciones pueden ser las mismas
que en la dictadura, pero es más eficaz. Siempre que la Superestructura demuestre
eficacia en el cumplimiento de su función, seguirá teniendo esa función, la de
permitir la reproducción de las condiciones de posibilidad de esta determinación.
Los antropólogos usan ese concepto para explicar la relación de dominación que tienen las
sociedades occidentales con las demás. La dominación genera desigualdad.
Godelier comienza preguntándose sobre las razones del dominio del parentesco en ciertas
formaciones sociales precapitalistas. No ve las relaciones de parentesco como un elemento de
la superestructura que permite la perpetuación de ciertas condiciones de producción, sino que
las considera como estructuras pluri-funcionales comunes a la estructura y a la
superestructura. Plantea que la sociedad está dividida en niveles y que no todos tienen el
mismo nivel porque no cumplen la misma función. Es decir que existe una jerarquía de
distinciones funcionales.
En las sociedades “primitivas” (sin clases), las relaciones de parentesco están presentes en la
base-estructura ya que regulan el acceso de los grupos o individuos a las
condiciones de producción y a los recursos. También están presentes en la
superestructura ya que son el marco social de las actividades políticas, rituales y son también
la base del esquema ideológico. Así, las relaciones de parentesco aparecen como dominantes,
es decir controlan a las otras estructuras. Pero es posible porque funcionan como relaciones
de producción. Para que una estructura sea dominante tiene que funcionar como relaciones de
producción, como la instancia donde se produce, en una sociedad dada, la apropiación de
bienes materiales o simbólicos. En las formaciones sociales donde el parentesco es una
instancia dominante, la separación analítica entre estructura y superestructura no revela, una
distinción entre instituciones.
Para Godelier la causalidad estructural es un tipo de determinación que debe ser
probada para cada sociedad. El antropólogo debe estudiar para cada caso en particular los
efectos que tienen las relaciones de producción y de un determinado nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas sobre otros niveles de la organización social.
El con y sin están presentes de manera simultánea. En este modelo el “sin” aparece como
despojo, pero no como consecuencia de un acto deliberado del observador, sino como un
hecho objetivo “producido” por las relaciones entre los hombres en una sociedad.
Hay un despojo/carencia porque una cultura al apropiarse de algo, está despojando a otra
cultura de los medios materiales y simbólicos que garantizan su reproducción. Esta carencia
no es temporal ni transitoria, sino que es un estado estructural.
El sin no deja un vacío, sino que el nosotros participamos en la conformación de los atributos
del “otro”. Estos atributos son coproducidos por la relación Nosotros-Otros.
El mecanismo de construcción por la desigualdad consiste en encontrar en el “otro” no algo
distinto, sino una misma relación, encontrar en el “otro” una estructura común que está
presente siempre, de modo distinto, en toda relación social.
Una parte significativa de estos estudios etnográficos se dedica a explorar las perspectivas
terapéuticas, las categorías diagnósticas, los criterios de internación y los aspectos cotidianos
de la vida en hospitales psiquiátricos y servicios de salud mental. En particular, los trabajos
etnográficos en servicios de obstetricia y ginecología investigan las prácticas y concepciones
de los profesionales de salud, la dinámica de los programas, las experiencias de las mujeres,
los procesos de discriminación y la construcción médica del cuerpo de la mujer.
Además, se analiza en profundidad el proceso de implementación local de políticas públicas,
especialmente aquellas dirigidas a la madre y el niño. Un ejemplo de esto es el enfoque de
Pozzio en su etnografía de las interacciones cotidianas entre agentes estatales y mujeres en un
centro de salud en el Gran La Plata, provincia de Buenos Aires. Su trabajo busca comprender
los diferentes enfoques sobre las mujeres, la maternidad y el género por parte de los diversos
actores sociales involucrados en las políticas públicas de salud.
La dimensión espacial y temporal en las instituciones de salud es un tema central en varios
trabajos. En el análisis de Crivos, se investiga la disposición espacial, la organización general
y las interacciones dentro de un hospital escuela, concluyendo que la estructura vertical del
hospital transforma al enfermo en paciente, generando una "inversión de la relación de
servicio" en la que el paciente pasa a estar "a disposición del hospital".
Ferrero, por su parte, se enfoca en la dimensión temporal en la organización de los cuidados
médicos en un centro de atención primaria en la ciudad de Buenos Aires. Su investigación se
centra en el procedimiento de asignación de turnos y lo ve como una actividad ritualizada que
expresa las relaciones sociales en la institución.
Visacovsky analiza cómo se construye la identidad psicoanalítica de los profesionales a partir
de la utilización del espacio en el servicio de salud mental del "Lanús".
Por otro lado, Auyero examina la espera, su normalización y la percepción del tiempo de
posibles beneficiarios de la asistencia social del Estado en la provincia de Buenos Aires. A
través de lo que llama "tempografía" de la dominación, argumenta que la experiencia de la
espera en las instituciones estatales crea y refuerza la subordinación entre los "pobres
urbanos". Estos "aprenden" a ser "pacientes del Estado" debido a la producción y
reproducción de la incertidumbre y la arbitrariedad, condiciones que ya están presentes en sus
vidas cotidianas.
Metodología
La metodología de este estudio se basa en el concepto de "heterología" en relación con los
procesos de salud-enfermedad-atención, lo que implica la necesidad de utilizar un enfoque
etnográfico para comprender estos procesos. Se reconoce que la salud y la atención médica
involucran una multiplicidad de voces, prácticas y perspectivas, y se desarrollan a través de la
intersección de relaciones entre instituciones, actores, biografías e interacciones cotidianas.
Desde esta perspectiva, se considera que las instituciones son procesos en constante
evolución, donde las relaciones se construyen, cuestionan, mantienen y transforman de
manera continua. Se retoma la perspectiva de Menéndez que destaca la importancia de
analizar las prácticas de personas y grupos.
prácticas que se producen en su interior. Además, estos espacios son moldeados por las
interacciones de los diferentes actores involucrados en la atención médica, que interactúan de
manera diferenciada en cada espacio y frente a cada persona.
En su estudio, Visacovsky adopta un enfoque constructivista del espacio en el que las
experiencias prácticas del espacio son una dimensión de su construcción. Se retoma
parcialmente la distinción de De Certeau entre "lugar" y "espacio". Un lugar se refiere a la
disposición estable de elementos en relaciones de coexistencia, mientras que el espacio
considera la dirección, velocidad y tiempo, siendo moldeado por prácticas que lo orientan y
lo temporalizan. El espacio es ambiguo, polivalente y móvil, influenciado por las acciones de
actores históricos. En las etnografías, se presta atención tanto al mapa y las coordenadas del
lugar como a los recorridos, que temporalizan el espacio y establecen secuencias,
diferenciando el tiempo social del tiempo hospitalario. Espacio y tiempo se caracterizan a
través de los procesos que los definen, y se enfoca en la naturaleza relacional del espacio-
tiempo más que en el espacio por sí solo.
Siguiendo a Harvey, se considera la triple dimensión del espacio: material, representada y
vivida, que abarca las sensaciones, emociones y significados incorporados en la vida
cotidiana. Se destaca que la experiencia física y material del orden espacial y temporal está
mediada por cómo se representan el espacio y el tiempo, y cómo estas representaciones se
integran en nuestra forma de vivir en el mundo. En este contexto, los espacios-tiempos
hospitalarios son simultáneamente materiales, simbólicos y sociales, y desempeñan un papel
significativo en la configuración de las experiencias relacionadas con la enfermedad.
El sistema de salud local
El sistema de salud en un municipio mostraba desigualdades socioeconómicas y problemas
de acceso a la atención médica. Según el Censo Nacional de 2010, un 11.2% de los hogares
tenían necesidades básicas insatisfechas, y el 46.2% de la población dependía exclusivamente
del sistema de salud público.
Los datos revelaron una escasez de recursos de atención primaria en comparación con la
población, con un alto uso de los recursos disponibles. Por ejemplo, en 2011, había una
proporción de 3,735 habitantes por centro de atención primaria en el municipio, en
comparación con 12,635 en toda la provincia. También se observó una falta de camas en
relación a la población y tiempos de estadía hospitalaria más cortos en el municipio, lo que
sugiere un enfoque en la atención de partos.
El funcionamiento de los centros hospitalarios fue interrumpido repetidamente debido a paros
laborales, falta de personal y recursos, y reformas edilicias en curso. Además, se observó una
concentración de centros de atención en ciertas áreas del municipio, lo que dificultaba el
acceso a la atención médica en otras zonas.
El sistema de salud se dividió en la atención hospitalaria de baja complejidad a cargo del
municipio y la atención de mayor complejidad a cargo de la provincia de Buenos Aires. Sin
embargo, no se establecieron mecanismos efectivos de colaboración o coordinación entre
estas dos jurisdicciones, lo que resultó en fragmentación y desarticulación en el sistema de
salud local, un problema que también afectaba al sistema de salud en todo el país.
El espacio-tiempo y su materialidad: el centro obstétrico
En los procesos de admisión en el centro obstétrico, se evidenció una discrepancia entre los
tiempos establecidos por las rutinas institucionales y los tiempos vividos por las mujeres
durante el proceso de parto. Esto se relacionó con las expectativas, preocupaciones y
acuerdos familiares, así como con las distancias que debían recorrer y la oferta limitada de
recursos en el sistema público de salud local.
Frecuentemente, en la guardia se encontraban mujeres derivadas desde diferentes puntos del
municipio, sin una derivación formalizada, sin apoyo para el traslado y sin una explicación
clara. Estas mujeres debían movilizarse a menudo largas distancias, en su mayoría utilizando
el transporte público, mientras experimentaban contracciones o incluso ya estaban en trabajo
de parto. En algunas ocasiones, eran derivadas a centros asistenciales en la ciudad de Buenos
Aires.
A lo largo del trabajo de campo, se observaron situaciones en las que el centro obstétrico no
contaba con anestesistas de guardia o era el único centro en el municipio que tenía acceso a
estos profesionales. Lo mismo ocurría con la disponibilidad de camas en la terapia intensiva
neonatal. En respuesta a estas situaciones, los jefes de guardia tomaron medidas que variaron,
como cerrar el centro obstétrico, limitar la atención a casos específicos o continuar con la
atención habitual.
La noción de adentro y afuera, distante y cercano en el contexto de un hospital es
intrínsecamente relacional. El hospital se considera "adentro" cuando recibe y atiende a las
personas que han atravesado distancias y no han tenido éxito en la atención en otros centros
de salud. Por otro lado, se convierte en "afuera" cuando no puede satisfacer las demandas de
atención y deriva a los pacientes a otro centro asistencial. Desde la perspectiva relacional de
los recorridos y demandas de los pacientes y sus familiares, el espacio se amplía en relación a
lo que ocurre en los barrios, otros servicios de salud y los lugares donde transcurre la vida
cotidiana. Son las personas en el territorio, que eventualmente se convierten en pacientes en
el hospital, quienes conectan los espacios y las temporalidades en su búsqueda por resolver o
atender sus problemas de salud y enfermedad.
El lugar practicado II: el ingreso en la guardia
Las rutinas médico-administrativas al ingresar marcaban una separación entre la mujer y el
mundo exterior. Una vez dentro del centro obstétrico, su cuerpo dejaba de ser privado y
quedaba expuesto a intervenciones médicas y a la mirada de quienes estuvieran presentes.
Para las mujeres que llegaban con contracciones, el primer paso era un tacto vaginal, que se
realizaba sin privacidad ya que no se proporcionaba una bata descartable o una cortina.
Luego, se monitoreaban los latidos fetales, utilizando un estetoscopio de Pinard o un monitor.
El monitoreo con el estetoscopio a menudo requería entrenamiento y a veces no se lograba
escuchar los latidos en los primeros intentos. El uso de los monitores permitía a las mujeres
escuchar los latidos, pero a veces las máquinas estaban descompuestas. Para internar a una
mujer, se completaba una historia clínica que comenzaba con la firma de un consentimiento
informado. Este documento otorgaba el consentimiento para la internación y para
procedimientos médicos no especificados, dejando un espacio en blanco. Durante las
observaciones, solo una mujer solicitó leer el documento antes de firmarlo.
El ingreso al mundo médico-institucional del centro obstétrico estaba marcado por la
adopción de términos técnicos como "primigesta", "secundigesta", "RPM" (rotura prematura
de membranas), "metrorragia", "FM" (feto muerto), etc., que se usaban para referirse a las
mujeres a partir de ese momento. En ocasiones, si la historia de una mujer no encajaba en
estas denominaciones, se utilizaba su apellido o un apodo improvisado. El uso de estos
términos contribuía a separar a las mujeres del mundo exterior y establecía el nuevo orden de
verdad del entorno de la guardia. Solo las obstétricas se dirigían a las mujeres por su nombre
de pila cuando las acompañaban en el trabajo de parto.
Después de ser admitidas, las mujeres debían esperar en una habitación del centro obstétrico.
La forma en que se seguía el trabajo de parto variaba dependiendo de si un residente o una
obstétrica estaba a cargo de la atención. Los residentes se enfocaban en realizar tactos para
medir la dilatación del cuello uterino y monitorear los latidos fetales sin interactuar mucho
con las mujeres. En cambio, las obstétricas, aunque también tenían en cuenta estos
indicadores, brindaban apoyo emocional, como conversaciones, masajes, palabras de aliento
o consuelo, instrucciones sobre el parto y explicaciones sobre el proceso. Los médicos
internos rara vez participaban y se limitaban a escuchar las actualizaciones proporcionadas
por los residentes u obstétricas.
Estas rutinas y la distribución de funciones estaban arraigadas en relaciones profesionales
jerárquicas que definían el funcionamiento institucional y validaban las pautas establecidas.
La dinámica cambiaba cuando se consideraba que una mujer podía necesitar una cesárea, y
en esos casos, se la seguía de cerca. Las cesáreas eran realizadas por médicos internos o
residentes bajo la supervisión de un médico interno. En estos momentos, las mujeres pasaban
por la espera del parto en soledad, separadas de su apoyo emocional, mientras se sometían a
procedimientos médicos y trámites administrativos.
El lugar practicado III: la sala de espera
Una vez que la mujer era internada en el centro obstétrico, perdía contacto con sus
acompañantes, quienes quedaban en la sala de espera. En la sala de espera, la incertidumbre
dominaba la espera, ya que no se sabía cuánto tiempo pasaría antes de recibir noticias, ni
había un punto de referencia en la institución que indicara los pasos a seguir. Las emociones
vinculadas a la atención de un ser querido, como la alegría por la llegada de un hijo o el
miedo a complicaciones en el parto, quedaban suspendidas en ese espacio silencioso,
esperando noticias del personal de salud para encontrar expresión o alivio.
La comunicación con los acompañantes variaba dentro del centro obstétrico. Algunas veces,
no estaba previsto que se pusieran en contacto con ellos después del parto. En ciertas
guardias, los médicos neonatólogos mostraban al bebé a los familiares, pero esto no era una
práctica sistemática. En una guardia semanal, la médica interna a cargo acordaba que la
obstétrica o el residente mostraran al bebé a los familiares y comunicaran el estado de salud
general de la mujer.
Independientemente de las modalidades, el personal de la guardia se preocupaba por el
diálogo con los acompañantes que esperaban en la sala de espera, especialmente cuando los
golpes en la puerta se volvían insistentes. Cada vez que la puerta del centro obstétrico se
abría, varias personas solían reunirse, preguntando por sus familiares. Con el tiempo, el tono
de las preguntas se volvía más ansioso e incluso amenazante en algunas ocasiones. Estas
situaciones podían degenerar en peleas y enfrentamientos entre los acompañantes y el
personal del hospital.
Una médica obstetra se autodenominó "médica de las trincheras", una expresión que se
escuchaba a menudo en referencia al ejercicio profesional en ese hospital. El término
"trincheras" hacía referencia a las condiciones edilicias precarias, la escasez de recursos, el
deterioro del instrumental, la imprevisibilidad en el funcionamiento institucional y el
sentimiento de abandono por parte de las autoridades que caracterizaban el entorno
hospitalario.
La expresión "las trincheras" hacía referencia tanto a las condiciones de trabajo en el hospital
como a la población usuaria del servicio. Las valoraciones sobre las pacientes no eran
uniformes y tendían a organizarse alrededor de estereotipos basados en "casos testigo". Estos
casos se utilizaban para confirmar o ratificar juicios previos y, al mismo tiempo, generalizar a
una población más amplia, perdiendo la singularidad de las historias. Los profesionales
mencionaban adolescentes madres a una edad temprana, mujeres con una gran cantidad de
hijos que no podían mantener, mujeres sin controles prenatales y mujeres percibidas como
violentas o problemáticas.
Algunos profesionales se conmovían por estas historias, otros expresaban quejas constantes y
indignación, mientras que otros optaban por establecer una relación médico-paciente distante
y fría en la que nada parecía digno de interés.
Esta forma de discurso estaba arraigada en las prácticas y rutinas institucionales, incluyendo
la organización y distribución de espacios y secuencias temporales. En este contexto, la
precariedad del trabajo en el sistema de salud público y la percepción de ignorancia,
incompetencia e incluso peligrosidad de la población atendida se utilizaban como "coartada"
para justificar y validar la creación de distancias jerárquicas, el control de los espacios de
atención y el rechazo de la presencia de pacientes y sus familiares.
La "metáfora de las trincheras" representaba un tipo de ejercicio profesional médico que
combinaba una apreciación del deterioro e imprevisibilidad de la presencia del Estado con
una percepción de marginalidad de la población y sus formas de sociabilidad. También
implicaba una visión del espacio hospitalario como un margen o frontera territorial,
institucional y social donde el Estado se diluía o debilitaba. Esto cuestiona la imagen de
"verticalidad" del Estado y resalta la importancia de las "periferias" como espacios
significativos donde el Estado configura sus formas de gobierno y regula a las poblaciones,
tal como han argumentado autores como Ferguson y Gupta en su análisis de las metáforas de
"espacialización" y "verticalización" del Estado.
Mujeres, familiares y el espacio-tiempo vivido
Los procesos de atención hospitalaria no se limitan al espacio del hospital ni a sus horarios,
sino que están moldeados por las condiciones sociales que rodean la enfermedad, las
vulnerabilidades específicas y las relaciones de poder políticas, económicas y técnicas que
influyen en las respuestas institucionales del Estado. Estos procesos trascienden los límites
del hospital y, a través de la institucionalización de la atención médica, dan forma a las
interacciones entre profesionales de la salud, pacientes y familiares, al mismo tiempo que
generan distancias y asimetrías.
El "orden hospitalario" se caracteriza como un "orden negociado" en el que la negociación se
produce desde relaciones de subordinación social, técnica e ideológica de las pacientes y sus
acompañantes. Esto implica un pasaje del "cuerpo social" al "cuerpo hospitalario" en una
Reflexiones finales
Este escrito se basa en un análisis etnográfico de las prácticas y rutinas en un centro
obstétrico de un hospital público en el Gran Buenos Aires, centrándose en una perspectiva
relacional del espacio y el tiempo. Se destacan varios puntos clave:
1. El "afuera" del hospital se resignifica a través de la perspectiva relacional de pacientes
y sus acompañantes, quienes navegan entre distancias, arreglos domésticos y la oferta
institucional para abordar sus problemas de salud. Los procesos de atención
hospitalaria se modelan en función de las condiciones sociales, vulnerabilidades y
demandas de los pacientes.
2. La separación de las mujeres con respecto al "afuera" se marca con rutinas médico-
administrativas que llevan a la experiencia de espera e incertidumbre. Se resalta la
discrepancia entre los tiempos técnicos de la atención obstétrica y los tiempos vividos
por las pacientes y sus acompañantes en el proceso de parto.
3. El centro obstétrico se concibe como un espacio cerrado, con la gestión de relaciones
entre el personal y la red social de las mujeres, que implica segregación de espacios y
restricción de información. La negación de la presencia social y cultural del paciente
es un componente central en los procesos de institucionalización biomédica.
4. Se introduce la metáfora del "médico/a de las trincheras" para representar el espacio
hospitalario desde la perspectiva de los médicos. Esta metáfora refleja una apreciación
del deterioro y la imprevisibilidad de la presencia estatal, así como una noción de
marginalidad de la población y sus modos de sociabilidad.
5. La etnografía revela la producción continua de jerarquías espacio-temporales, así
como las transacciones, negociaciones y resistencias cotidianas de las mujeres y sus
acompañantes en la co-construcción del espacio-tiempo hospitalario.