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CLASE N°6 | Dimensión Sociohumanistica II

CLASE N°6
LA CONSTRUCCIÓN DEL OTRO POR LA DESIGUALDAD -
BOLVIN
Pasar a pensar la diversidad cultural como desigualdad, fue a causa de los cambios en las
sociedades primitivas. Los más importantes y que más marcaron fueron las de las sociedades
que estaban en proceso de descolonización. Estos cambios fueron producto de 3 situaciones:
 SITUACION COLONIAL: Es la dominación total que ejerce un pueblo sobre otro.
Fue producto del sistema capitalista en su fase imperialista en contacto con otras
sociedades/culturas. Este introdujo una serie de presiones las cuales convirtieron a
estas culturas en “dominadas”, quitándole la posibilidad de ejercer una real acción
sobre su propia historia. Teniendo que readaptar sus hábitos de consumo, creencias y
objetivos históricos.
 PROCESOS DE DESCOLONIZACION: Refiere a los movimientos de
liberación de Asia y África en el ´50 y ´60. Fueron diversos y esta diversidad fue
causada por las características particulares de cada cultura nativa, como a su vez de la
diversidad de formas que tomo la dominación (mayor violencia en el proceso). Esto
hizo que las sociedades dominadas pasaran a ser naciones, sociedades complejas, se
convirtieron en algo parecido a occidente.
 SITUACION POSTCOLONIAL: Aunque las nuevas sociedades se liberan
políticamente, occidente sigue causando cambios. Desigualdades en la
relación de fuerzas, que determina las relaciones internacionales. Se destacó
la relación de dependencia económica que estas nuevas sociedades mantenían con
países centrales
La relación que está presente en todas las situaciones se expresa con el término de
dominación. El papel dominante le corresponde a occidente, y ese papel le permitió
introducir transformaciones en las culturas dominadas.
El proceso de descolonización fue sumamente importante, ya que surgieron cambios en la
mirada sobre el otro que tenía el occidente, sobre todo la mirada que tenía la
antropología sobre las “otras” culturas. Esta transformación inicio con la crítica a las teorías
que postulaban la diversidad cultural:
 Las teorías elaboradas hasta la segunda guerra mundial, marcaban en primer lugar el
relativismo cultural reivindicando el respeto por el otro cultural, pero no reconocían la
relación desigual que vinculaban a estas culturas con occidente.
 Aun cuando se ponía el acento en la relación entre culturas como el elemento que
distingue a la diversidad, al introducir el relativismo a través de considerar que la
relación es relativa a quien está observando, dejaron de lado la situación de
dominación que encerraba esa relación la cual el propio observador era parte.
 La mayoría de las teorías antropológicas dominantes negaban la posibilidad de tener
en cuenta el cambio y la historia en las sociedades “primitivas”. Las teorías
elaboradas hasta ese momento no demostraban las transformaciones que estas
sociedades habían sufrido. Por eso se tuvo que modificar el punto desde donde se
observaba el problema y encontrar nuevas teorías.

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Utilizaron el materialismo histórico del marxismo para lograr encontrar una explicación
posible para estas transformaciones. Esta teoría fue creada y modificada posteriormente, no
podía aplicarse directamente a los nuevos problemas. Intentaron teóricamente ajustar el
marxismo respecto a estos problemas nuevos y a estos intentos se los denomino “neo-
marxistas”

Antropología y neomarxismo
Con el neo-marxismo, cambio el objetivo de la antropología. La propuesta era estudiar los
procesos sociales, económicos, políticos y culturales que condujeron a la
transformación de las sociedades primitivas, junto al occidente. Se establecieron dos unidades
de análisis:
1. En el interior de una sociedad donde se ponía interés en la existencia
de desigualdades, en establecer si estas eran parecidas o diferentes a las que
caracterizaban a las sociedades capitalistas occidentales.
2. La relación entre sociedades capitalistas y no capitalistas, en la vinculación entre
modos de producción distintos, y el interés en el efecto o consecuencia de la
expansión de las relaciones de desigualdad que caracterizaban a la relación entre estas
sociedades
Los conceptos centrales derivados de la teoría de modo de producción y de
su articulación fueron los ejes centrales de las nuevas explicaciones antropológicas. Pero para
algún neo-marxista estos conceptos no explicaban la desigualdad cultural, entonces
elaboraron teorías alternativas cuyo eje era la vinculación de: determinación, dominación y
hegemonía con el concepto de “cultura”.

Primer concepto de Cultura


Tradicionalmente el concepto utilizado por la antropología, tendía a englobar todas las
instancias y modelos de comportamiento de una formación social. (Economía, relaciones
sociales, mentalidades, arte).
Primeramente, separaron “sociedad” (la cual fue considerada como una totalidad
conformada por instancias interdependientes y jerarquizadas) de “cultura” (vista como una
dimensión de la totalidad social determinada por otras instancias). Dentro de las teorías
marxistas el concepto que se acercaba a la idea de cultura era el de ideología. Entonces
revisaron los postulados que la teoría enunciaba sobre la ideología y se los adapto al concepto
de cultura:
1- Se estableció la ubicación que la ideología tenía en la totalidad social, Marx ya lo
había hecho en su idea de sociedad, la cual era vinculada con el concepto de modo de
producción capitalista.
2- Este planteo un modelo constituido por una estructura y una superestructura, en la
estructura se ubican las fuerzas productivas y las relaciones sociales de la producción,
las cuales tan formadas por la relación entre hombres, medios y objetos de trabajo. La
capacidad humana y técnica que tiene una sociedad para apropiarse de los bienes de la
naturaleza, transformarlos y obtener así los bienes necesarios para su reproducción.
Las relaciones sociales de producción son necesarias e independientes de la voluntad
de los hombres y se vinculan con la propiedad de los medios. Históricamente, primero

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se produjo el despojo a ciertos hombres poseedores y se los obligó a vender su fuerza


de trabajo.
La forma en que se articulan las relaciones entre fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción determinan un modo de producción. En el modo de
producción capitalista, esa relación de propiedad es la propiedad privada
de los medios de producción. Y esa apropiación privada determina la existencia
dos clases de hombres: los propietarios y los no propietarios de los medios de
producción
Se plantea a la sociedad como conformada por dos partes. La Estructura es la base económica
de la sociedad, la base real sobre la que se alza un edificio jurídico y político. Son las formas
ideológicas dentro de las cuales los hombres toman conciencia de lo que sucede en la
Estructura. Las formas jurídicas y políticas conforman el Estado. El Estado establece la
distinción entre hombres dominantes y hombres dominados, juega un papel en la dominación,
la organiza. Ésta nueva clasificación de los hombres tiene una particularidad que es que los
que dominan no son los mismos que explotan. Esta distinción es clave, porque, aunque son
diferentes, están asociados.

Hegemonía
El poder que ejerce una cultura como una instancia que reproduce a la totalidad y su vez
puede sobre determinar a otras instancias, es conocido como poder hegemónico.
Gramsci realiza la separación de dos modos de dominación: la coercitiva y la
hegemónica. Ambos son modos de dominación basadas en distintas maneras de control.
Coercitivo: control político, directo y aplicado a través de coerción (llegando a violencia
física).ni el poder coercitivo, ni el poder económico que deriva de la relación de
explotación, son suficientes para mantener y reproducir el sistema social. Hegemónico:
dominio sutil, simbólico o cultural. Se lo define como un proceso de dirección política-
ideológica-cultural, en donde una clase en alianza con otras clases logra una apropiación
diferencial de las instancias de poder, admitiendo espacios donde los grupos no hegemónicos
desarrollan sus prácticas independientes.
 Este proceso abarca la totalidad de la vida social, produce el sentido o los
significados, los hombres lo viven como el sentido común (lo natural, lo dado).
 Actúa a través del consenso, no puede ser impuesto de forma violenta
(coercitiva), sino que deber ser aceptado por las clases no hegemónicas, tiene que ser
un poder legitimado.
 Nunca logra la dominación de forma total y definitiva, necesita sr renovado,
defendido y modificado, porque es constantemente resistido, limitado y
desafiado por las fuerzas contra hegemónicas.
Con esta noción de hegemonía se establecen las distinciones culturales
hegemónico/subalterno (a apropiación desigual de los medios para producir sentido) de forma
económica: explotadores/explotados (apropiación desigual de los medios de
producción de la vida material), y en la política dominantes/dominados (apropiación desigual
de los medios para ejercer la violencia física).

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La cultura es producto del modo en que se relacionan las clases hegemónicas


y subalternas, es un instrumento en la lucha por la hegemonía (poder simbólico) y al mismo
tiempo es el espacio donde se va dando. Al existir una lucha por la hegemonía se van
admitiendo espacios donde los grupos dominados, subalternos pueden desarrollar
prácticas independientes y no siempre funcionales para el sistema.

Causalidad estructural
Althusser señala que el concepto de causalidad estructural da cuenta de que ya no hay una
sola determinación sino modalidades distintas de determinación. Afirma la
determinación de la Superestructura por parte de la Estructura. Pero la Estructura no necesita
cualquier Superestructura, sino que trata de lograr aquella que le permita funcionar,
reproducirse de la manera más eficaz. Entonces, la Estructura necesita de la Superestructura.
De alguna manera, la S condiciona a la E, la ayuda a reproducirse, perpetúa el modo de
producción. Aquí juega un rol la democracia parlamentaria ya que con un sistema donde se
supone que hay igualdad y donde las personas eligen, las relaciones pueden ser las mismas
que en la dictadura, pero es más eficaz. Siempre que la Superestructura demuestre
eficacia en el cumplimiento de su función, seguirá teniendo esa función, la de
permitir la reproducción de las condiciones de posibilidad de esta determinación.
Los antropólogos usan ese concepto para explicar la relación de dominación que tienen las
sociedades occidentales con las demás. La dominación genera desigualdad.
Godelier comienza preguntándose sobre las razones del dominio del parentesco en ciertas
formaciones sociales precapitalistas. No ve las relaciones de parentesco como un elemento de
la superestructura que permite la perpetuación de ciertas condiciones de producción, sino que
las considera como estructuras pluri-funcionales comunes a la estructura y a la
superestructura. Plantea que la sociedad está dividida en niveles y que no todos tienen el
mismo nivel porque no cumplen la misma función. Es decir que existe una jerarquía de
distinciones funcionales.
En las sociedades “primitivas” (sin clases), las relaciones de parentesco están presentes en la
base-estructura ya que regulan el acceso de los grupos o individuos a las
condiciones de producción y a los recursos. También están presentes en la
superestructura ya que son el marco social de las actividades políticas, rituales y son también
la base del esquema ideológico. Así, las relaciones de parentesco aparecen como dominantes,
es decir controlan a las otras estructuras. Pero es posible porque funcionan como relaciones
de producción. Para que una estructura sea dominante tiene que funcionar como relaciones de
producción, como la instancia donde se produce, en una sociedad dada, la apropiación de
bienes materiales o simbólicos. En las formaciones sociales donde el parentesco es una
instancia dominante, la separación analítica entre estructura y superestructura no revela, una
distinción entre instituciones.
Para Godelier la causalidad estructural es un tipo de determinación que debe ser
probada para cada sociedad. El antropólogo debe estudiar para cada caso en particular los
efectos que tienen las relaciones de producción y de un determinado nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas sobre otros niveles de la organización social.

Segundo concepto de cultura

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Con el concepto de hegemonía y el de causalidad estructural, puede ser redefinida la noción


de cultura. García Canclini, define como cultura a un proceso de producción de sentido que
es al mismo tiempo material y simbólico y que representa y reproduce la realidad, las
estructuras materiales, un sistema social. Para este autor, esa producción: es considerada
como una elaboración de productos materiales o simbólicos, estos pueden ser
representaciones, hechos, sentidos, fenómenos. Y cumple con la función de
reproducir y a veces transformar la realidad, es producto del modo en que se relacionan las
clases en la sociedad en un momento histórico dado.
Así, la noción de cultura toma un lugar en totalidad social, que antes ocupaba la noción de
ideología; es un espacio donde se produce sentido. El poder hegemónico, a través de la
causalidad estructural, reproduce la “arbitrariedad” derivada de la fuerza económica de la
clase dominante, inculcando como necesaria y natural esa arbitrariedad
La desigualdad entre culturas y la desigualdad dentro de una cultura o de una sociedad esas
desigualdades ya no son producto de “una” relación de dominación sino de tres: dominación
política, explotación económica y hegemonía cultural. Cuando se habla de dominación
cultural, no se dice que la física esté ausente. Una sociedad que está basada en un sistema
desigual reproducirá ese sistema desigual a través de maneras y formas desiguales.
La relación de dominación, incluso la hegemónica, es una relación conflictiva, en la cual
encontramos consenso, adaptación, sometimiento, pero también resistencias,
oposiciones por parte de los dominados.

La construcción del “otro” por la desigualdad


Si existen semejanzas entre culturas, se pueden explicar de dos maneras:
1- Hay una lógica común, una estructura que comparten los hombres en sociedad, un
conjunto de relaciones comunes a todas las culturas más allá del tiempo o del espacio;
2- porque son productos de un hecho histórico reciente que tiende a homogenizar, hacer
semejantes, algunos aspectos o rasgos culturales.
También se puede plantear:
 La diversidad y la diferencia eran consideradas como hechos empíricos
constatables, la desigualdad también es una realidad, pero no se da de forma natural,
sino que es un producto histórico, un elemento a explicar.
 La desigualdad expresa y es producto de una relación de dominación.
 La dominación se funda en una apropiación desigual de bienes materiales y
simbólicos, esta apropiación genera relaciones sociales asimétricas que toman formas
diversas y que se expresan en formas culturales, económicas, políticas y
sociales distintas.
 La desigualdad se fundamenta en una relación de dominación de algunos
hombres, de algunos grupos y de algunas sociedades sobre otros hombres, grupos y
sociedades.
 En este modelo, la especificidad de una cultura se explica como producto del modo
particular que toman las relaciones de dominación.

Mecanismos de construcción del “otro desigual”

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El con y sin están presentes de manera simultánea. En este modelo el “sin” aparece como
despojo, pero no como consecuencia de un acto deliberado del observador, sino como un
hecho objetivo “producido” por las relaciones entre los hombres en una sociedad.
Hay un despojo/carencia porque una cultura al apropiarse de algo, está despojando a otra
cultura de los medios materiales y simbólicos que garantizan su reproducción. Esta carencia
no es temporal ni transitoria, sino que es un estado estructural.
El sin no deja un vacío, sino que el nosotros participamos en la conformación de los atributos
del “otro”. Estos atributos son coproducidos por la relación Nosotros-Otros.
El mecanismo de construcción por la desigualdad consiste en encontrar en el “otro” no algo
distinto, sino una misma relación, encontrar en el “otro” una estructura común que está
presente siempre, de modo distinto, en toda relación social.

Espacio, tiempo y poder en la atención hospitalaria de la salud y la


enfermedad: Aportes de una etnografía de un centro obstétrico –
García
La etnografía en la investigación en servicios de salud ha sido una tendencia creciente en
Argentina y la región en los últimos años, con numerosos estudios en ciencias sociales. Estos
trabajos se enfocan en diversos aspectos del sistema de salud, especialmente en el Área
Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Algunas investigaciones se centran en analizar la
organización del sistema de salud público desde una perspectiva de gestión territorial y
políticas locales. Estos estudios exploran la historia de cómo se formó el sector de la salud en
los municipios del Gran Buenos Aires, prestando atención a la descentralización sectorial y
los contextos político-institucionales locales. Se buscan comprender la estructura particular
del sector a nivel local, los actores involucrados, las dinámicas locales, las decisiones
tomadas y su relación con procesos más generales.
Estas investigaciones abordan temas como las políticas locales de salud, la financiación, los
recursos y las estructuras administrativas de hospitales en la provincia de Buenos Aires, la
disponibilidad de medicamentos en hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires y la
accesibilidad de la población a la atención médica en efectores municipales en el Gran
Buenos Aires, entre otros temas. Un estudio particular se enfoca en las diferencias en la
accesibilidad al control del embarazo y la atención del parto en diferentes centros de salud de
municipios de la provincia de Buenos Aires. En general, estos estudios utilizan múltiples
fuentes de información, como encuestas en hogares, entrevistas en profundidad con
funcionarios y profesionales de la salud, y datos hemerográficos, normativos y estadísticas
sectoriales.
Los estudios etnográficos en instituciones de salud se centran principalmente en el análisis de
categorías y conocimientos profesionales, así como en las interacciones entre personal de
salud y pacientes, y en las experiencias de atención. Estos estudios también incluyen la
investigación de trayectorias terapéuticas y prácticas de cuidado de la salud en poblaciones
específicas, como personas con migraña, afectadas por el VIH-sida, migrantes con
tuberculosis, usuarios de drogas ilegales, pueblos originarios, entre otros.

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Una parte significativa de estos estudios etnográficos se dedica a explorar las perspectivas
terapéuticas, las categorías diagnósticas, los criterios de internación y los aspectos cotidianos
de la vida en hospitales psiquiátricos y servicios de salud mental. En particular, los trabajos
etnográficos en servicios de obstetricia y ginecología investigan las prácticas y concepciones
de los profesionales de salud, la dinámica de los programas, las experiencias de las mujeres,
los procesos de discriminación y la construcción médica del cuerpo de la mujer.
Además, se analiza en profundidad el proceso de implementación local de políticas públicas,
especialmente aquellas dirigidas a la madre y el niño. Un ejemplo de esto es el enfoque de
Pozzio en su etnografía de las interacciones cotidianas entre agentes estatales y mujeres en un
centro de salud en el Gran La Plata, provincia de Buenos Aires. Su trabajo busca comprender
los diferentes enfoques sobre las mujeres, la maternidad y el género por parte de los diversos
actores sociales involucrados en las políticas públicas de salud.
La dimensión espacial y temporal en las instituciones de salud es un tema central en varios
trabajos. En el análisis de Crivos, se investiga la disposición espacial, la organización general
y las interacciones dentro de un hospital escuela, concluyendo que la estructura vertical del
hospital transforma al enfermo en paciente, generando una "inversión de la relación de
servicio" en la que el paciente pasa a estar "a disposición del hospital".
Ferrero, por su parte, se enfoca en la dimensión temporal en la organización de los cuidados
médicos en un centro de atención primaria en la ciudad de Buenos Aires. Su investigación se
centra en el procedimiento de asignación de turnos y lo ve como una actividad ritualizada que
expresa las relaciones sociales en la institución.
Visacovsky analiza cómo se construye la identidad psicoanalítica de los profesionales a partir
de la utilización del espacio en el servicio de salud mental del "Lanús".
Por otro lado, Auyero examina la espera, su normalización y la percepción del tiempo de
posibles beneficiarios de la asistencia social del Estado en la provincia de Buenos Aires. A
través de lo que llama "tempografía" de la dominación, argumenta que la experiencia de la
espera en las instituciones estatales crea y refuerza la subordinación entre los "pobres
urbanos". Estos "aprenden" a ser "pacientes del Estado" debido a la producción y
reproducción de la incertidumbre y la arbitrariedad, condiciones que ya están presentes en sus
vidas cotidianas.

Metodología
La metodología de este estudio se basa en el concepto de "heterología" en relación con los
procesos de salud-enfermedad-atención, lo que implica la necesidad de utilizar un enfoque
etnográfico para comprender estos procesos. Se reconoce que la salud y la atención médica
involucran una multiplicidad de voces, prácticas y perspectivas, y se desarrollan a través de la
intersección de relaciones entre instituciones, actores, biografías e interacciones cotidianas.
Desde esta perspectiva, se considera que las instituciones son procesos en constante
evolución, donde las relaciones se construyen, cuestionan, mantienen y transforman de
manera continua. Se retoma la perspectiva de Menéndez que destaca la importancia de
analizar las prácticas de personas y grupos.

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El enfoque teórico-metodológico propuesto se llama "prismático" y se enfoca en las prácticas


cotidianas y los itinerarios de personas y grupos, así como en sus formas individuales y
colectivas de percibir, interpretar, demandar y recibir atención médica para diversas
afecciones. Este enfoque busca comprender cómo las políticas de salud, los modos de
gobierno de las poblaciones y las condiciones de desigualdad se reflejan, refractan y
transforman en las instituciones de salud.
El estudio se centra en analizar las relaciones entre las prácticas institucionales, las rutinas
cotidianas y los itinerarios de las mujeres que se atienden en un centro obstétrico de un
hospital en el Gran Buenos Aires entre 2007 y 2011. El trabajo de campo incluyó
observaciones en diferentes áreas del hospital y entrevistas a diversos actores, como jefes de
servicio, médicos/as obstetras, enfermeros/as, trabajadoras sociales, personal del laboratorio,
voluntarios/as y pacientes. Se tomaron medidas para preservar la confidencialidad de los
participantes en el estudio.

El abordaje relacional del espacio-tiempo en servicios de salud: algunas


precisiones conceptuales
En este trabajo se examina la dimensión espacio-temporal de la atención hospitalaria,
considerando tanto la materialidad, distribución y usos de los espacios como la organización
y gestión del tiempo en el contexto institucional de la salud. Se hacen algunas precisiones
conceptuales al respecto.
Se hace referencia a la idea de Michel Foucault, que señala que uno de los principales
cambios que caracterizan el desarrollo de la medicina a partir del siglo XVIII es la
transformación de los hospitales en "aparatos de medicalización colectiva". Esto implica que
la medicina se vuelve cada vez más influyente en la vida urbana y se introducen técnicas de
poder disciplinario que implican la vigilancia y el control de los pacientes, que ya no están en
su entorno doméstico.
El espacio hospitalario se convierte en un objeto central de la intervención médica, y se presta
atención a la ubicación de los pacientes, la distribución de los espacios y los movimientos
dentro del hospital. Se destaca que la dimensión espacial es crucial en la formación del
conocimiento médico, ya que el surgimiento de la perspectiva médica en el siglo XVIII está
estrechamente vinculado al desarrollo de los hospitales medicalizados.
Sin embargo, se señala que esta perspectiva médica a menudo tiende a relegar analíticamente
las relaciones y procesos institucionales, así como la experiencia de los pacientes, al dar
prioridad a la mirada profesional. Se menciona el trabajo de Armus, que desafía la supuesta
pasividad de los pacientes con tuberculosis en Argentina entre 1870 y 1940, mostrando cómo
tomaron diversas acciones y presentaron reclamos, y cómo se las ingeniaron para lidiar con el
conocimiento y las prácticas médicas.
En su trabajo etnográfico en un hospital universitario de Brasil, la autora Recoder se basa en
las ideas de Simmel y el interaccionismo simbólico para explorar cómo las actividades y
prácticas de individuos y grupos sociales se configuran en relación con el espacio y le
otorgan significado. Se destaca que las posibilidades del espacio hospitalario influyen en las
variabilidades temporales y en las interacciones que ocurren en él. El hospital, a través de sus
diversos espacios, genera los tiempos, las formas y los significados de las interacciones y

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prácticas que se producen en su interior. Además, estos espacios son moldeados por las
interacciones de los diferentes actores involucrados en la atención médica, que interactúan de
manera diferenciada en cada espacio y frente a cada persona.
En su estudio, Visacovsky adopta un enfoque constructivista del espacio en el que las
experiencias prácticas del espacio son una dimensión de su construcción. Se retoma
parcialmente la distinción de De Certeau entre "lugar" y "espacio". Un lugar se refiere a la
disposición estable de elementos en relaciones de coexistencia, mientras que el espacio
considera la dirección, velocidad y tiempo, siendo moldeado por prácticas que lo orientan y
lo temporalizan. El espacio es ambiguo, polivalente y móvil, influenciado por las acciones de
actores históricos. En las etnografías, se presta atención tanto al mapa y las coordenadas del
lugar como a los recorridos, que temporalizan el espacio y establecen secuencias,
diferenciando el tiempo social del tiempo hospitalario. Espacio y tiempo se caracterizan a
través de los procesos que los definen, y se enfoca en la naturaleza relacional del espacio-
tiempo más que en el espacio por sí solo.
Siguiendo a Harvey, se considera la triple dimensión del espacio: material, representada y
vivida, que abarca las sensaciones, emociones y significados incorporados en la vida
cotidiana. Se destaca que la experiencia física y material del orden espacial y temporal está
mediada por cómo se representan el espacio y el tiempo, y cómo estas representaciones se
integran en nuestra forma de vivir en el mundo. En este contexto, los espacios-tiempos
hospitalarios son simultáneamente materiales, simbólicos y sociales, y desempeñan un papel
significativo en la configuración de las experiencias relacionadas con la enfermedad.
El sistema de salud local
El sistema de salud en un municipio mostraba desigualdades socioeconómicas y problemas
de acceso a la atención médica. Según el Censo Nacional de 2010, un 11.2% de los hogares
tenían necesidades básicas insatisfechas, y el 46.2% de la población dependía exclusivamente
del sistema de salud público.
Los datos revelaron una escasez de recursos de atención primaria en comparación con la
población, con un alto uso de los recursos disponibles. Por ejemplo, en 2011, había una
proporción de 3,735 habitantes por centro de atención primaria en el municipio, en
comparación con 12,635 en toda la provincia. También se observó una falta de camas en
relación a la población y tiempos de estadía hospitalaria más cortos en el municipio, lo que
sugiere un enfoque en la atención de partos.
El funcionamiento de los centros hospitalarios fue interrumpido repetidamente debido a paros
laborales, falta de personal y recursos, y reformas edilicias en curso. Además, se observó una
concentración de centros de atención en ciertas áreas del municipio, lo que dificultaba el
acceso a la atención médica en otras zonas.
El sistema de salud se dividió en la atención hospitalaria de baja complejidad a cargo del
municipio y la atención de mayor complejidad a cargo de la provincia de Buenos Aires. Sin
embargo, no se establecieron mecanismos efectivos de colaboración o coordinación entre
estas dos jurisdicciones, lo que resultó en fragmentación y desarticulación en el sistema de
salud local, un problema que también afectaba al sistema de salud en todo el país.
El espacio-tiempo y su materialidad: el centro obstétrico

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El servicio hospitalario de tocoginecología constaba de tres unidades: consultorios externos


de ginecología y obstetricia, el centro obstétrico (que incluía la guardia) y la sala de
internación. Aunque compartían personal médico, cada unidad operaba de manera
relativamente autónoma y estaba coordinada por un jefe propio.
El centro obstétrico se encargaba de realizar partos, cesáreas y algunos procedimientos
quirúrgicos, así como de atender consultas de urgencia. Estaba a cargo de un jefe y contaba
con médicos internos con dedicación de 36 horas semanales, dos de los cuales cubrían la
guardia diariamente. Además, se sumaban residentes y estudiantes de medicina y enfermería
durante el día. Se incorporó una obstétrica al personal en diciembre de 2008. También se
contaba con la presencia de médicos internos y residentes de neonatología para atender a los
recién nacidos.
El centro obstétrico estaba ubicado en el primer subsuelo del hospital y tenía dos puertas de
acceso, una para pacientes desde la sala de espera y otra para el personal del hospital. El
personal, generalmente las enfermeras, controlaba el acceso a través de estas puertas. La
puerta de acceso general conducía a los “consultorios de admisión”, un espacio de
aproximadamente 1,5 x 2 metros con dos camillas ginecológicas separadas por una cortina de
tela. Si tras la consulta se decidía la internación en la guardia, el médico o la obstétrica
llevaban a la mujer a una de las cinco habitaciones del centro. Adentro de cada cuarto,
además de un pequeño sanitario, había dos camas con colchones sin sábanas y frazadas de
lana.
El “lugar practicado” I: la admisión
En el "lugar practicado", las mujeres debían golpear la puerta de la sala de espera y esperar
ser atendidas. El tiempo de espera afuera variaba según lo que estaba ocurriendo adentro y no
se sabía si habían escuchado el golpe. Normalmente, una enfermera recibía a las mujeres,
anotaba datos como nombre, dirección, edad, fecha de última menstruación, historial de
gestaciones y presión arterial en un libro. Luego, llamaban al médico u obstétrica para la
"consulta de admisión". A veces, médicos internos también realizaban esta tarea. Después, las
mujeres esperaban nuevamente dentro para ser atendidas por el médico o la partera.
En la consulta de admisión, se solicitaban nuevamente los mismos datos que la enfermera ya
había registrado en el "libro de enfermería" y se anotaban en el "libro de guardia". Las
mujeres eran ingresadas al centro obstétrico por diversas razones. Aquellas con rotura de
bolsa o aborto en curso eran admitidas de inmediato. Para las que tenían contracciones, la
decisión dependía del estadio del trabajo de parto y la disponibilidad de la obstétrica o el
residente. Si tenían contracciones frecuentes, dilatación suficiente y el bebé estaba en
posición baja, se las internaba. Si no cumplían con esos criterios, se les sugería volver más
tarde. Sin embargo, muchas mujeres preferían esperar en la sala de espera por miedo a no
llegar a tiempo al hospital debido a las distancias.
En la consulta de admisión, algunas mujeres insistían en ser ingresadas cuanto antes, a
menudo mencionando casos de partos en lugares inapropiados. Otras salían y volvían a
golpear la puerta para recordar su presencia. Algunas insistían con firmeza o amenazaban con
no moverse de la camilla hasta ser admitidas. También, los acompañantes presionaban a
menudo para que se admitiera a las mujeres. Estos diferentes modos de insistir tenían
resultados diversos.

10 – Salvado Irina Anahí


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En los procesos de admisión en el centro obstétrico, se evidenció una discrepancia entre los
tiempos establecidos por las rutinas institucionales y los tiempos vividos por las mujeres
durante el proceso de parto. Esto se relacionó con las expectativas, preocupaciones y
acuerdos familiares, así como con las distancias que debían recorrer y la oferta limitada de
recursos en el sistema público de salud local.
Frecuentemente, en la guardia se encontraban mujeres derivadas desde diferentes puntos del
municipio, sin una derivación formalizada, sin apoyo para el traslado y sin una explicación
clara. Estas mujeres debían movilizarse a menudo largas distancias, en su mayoría utilizando
el transporte público, mientras experimentaban contracciones o incluso ya estaban en trabajo
de parto. En algunas ocasiones, eran derivadas a centros asistenciales en la ciudad de Buenos
Aires.
A lo largo del trabajo de campo, se observaron situaciones en las que el centro obstétrico no
contaba con anestesistas de guardia o era el único centro en el municipio que tenía acceso a
estos profesionales. Lo mismo ocurría con la disponibilidad de camas en la terapia intensiva
neonatal. En respuesta a estas situaciones, los jefes de guardia tomaron medidas que variaron,
como cerrar el centro obstétrico, limitar la atención a casos específicos o continuar con la
atención habitual.
La noción de adentro y afuera, distante y cercano en el contexto de un hospital es
intrínsecamente relacional. El hospital se considera "adentro" cuando recibe y atiende a las
personas que han atravesado distancias y no han tenido éxito en la atención en otros centros
de salud. Por otro lado, se convierte en "afuera" cuando no puede satisfacer las demandas de
atención y deriva a los pacientes a otro centro asistencial. Desde la perspectiva relacional de
los recorridos y demandas de los pacientes y sus familiares, el espacio se amplía en relación a
lo que ocurre en los barrios, otros servicios de salud y los lugares donde transcurre la vida
cotidiana. Son las personas en el territorio, que eventualmente se convierten en pacientes en
el hospital, quienes conectan los espacios y las temporalidades en su búsqueda por resolver o
atender sus problemas de salud y enfermedad.
El lugar practicado II: el ingreso en la guardia
Las rutinas médico-administrativas al ingresar marcaban una separación entre la mujer y el
mundo exterior. Una vez dentro del centro obstétrico, su cuerpo dejaba de ser privado y
quedaba expuesto a intervenciones médicas y a la mirada de quienes estuvieran presentes.
Para las mujeres que llegaban con contracciones, el primer paso era un tacto vaginal, que se
realizaba sin privacidad ya que no se proporcionaba una bata descartable o una cortina.
Luego, se monitoreaban los latidos fetales, utilizando un estetoscopio de Pinard o un monitor.
El monitoreo con el estetoscopio a menudo requería entrenamiento y a veces no se lograba
escuchar los latidos en los primeros intentos. El uso de los monitores permitía a las mujeres
escuchar los latidos, pero a veces las máquinas estaban descompuestas. Para internar a una
mujer, se completaba una historia clínica que comenzaba con la firma de un consentimiento
informado. Este documento otorgaba el consentimiento para la internación y para
procedimientos médicos no especificados, dejando un espacio en blanco. Durante las
observaciones, solo una mujer solicitó leer el documento antes de firmarlo.
El ingreso al mundo médico-institucional del centro obstétrico estaba marcado por la
adopción de términos técnicos como "primigesta", "secundigesta", "RPM" (rotura prematura

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de membranas), "metrorragia", "FM" (feto muerto), etc., que se usaban para referirse a las
mujeres a partir de ese momento. En ocasiones, si la historia de una mujer no encajaba en
estas denominaciones, se utilizaba su apellido o un apodo improvisado. El uso de estos
términos contribuía a separar a las mujeres del mundo exterior y establecía el nuevo orden de
verdad del entorno de la guardia. Solo las obstétricas se dirigían a las mujeres por su nombre
de pila cuando las acompañaban en el trabajo de parto.
Después de ser admitidas, las mujeres debían esperar en una habitación del centro obstétrico.
La forma en que se seguía el trabajo de parto variaba dependiendo de si un residente o una
obstétrica estaba a cargo de la atención. Los residentes se enfocaban en realizar tactos para
medir la dilatación del cuello uterino y monitorear los latidos fetales sin interactuar mucho
con las mujeres. En cambio, las obstétricas, aunque también tenían en cuenta estos
indicadores, brindaban apoyo emocional, como conversaciones, masajes, palabras de aliento
o consuelo, instrucciones sobre el parto y explicaciones sobre el proceso. Los médicos
internos rara vez participaban y se limitaban a escuchar las actualizaciones proporcionadas
por los residentes u obstétricas.
Estas rutinas y la distribución de funciones estaban arraigadas en relaciones profesionales
jerárquicas que definían el funcionamiento institucional y validaban las pautas establecidas.
La dinámica cambiaba cuando se consideraba que una mujer podía necesitar una cesárea, y
en esos casos, se la seguía de cerca. Las cesáreas eran realizadas por médicos internos o
residentes bajo la supervisión de un médico interno. En estos momentos, las mujeres pasaban
por la espera del parto en soledad, separadas de su apoyo emocional, mientras se sometían a
procedimientos médicos y trámites administrativos.
El lugar practicado III: la sala de espera
Una vez que la mujer era internada en el centro obstétrico, perdía contacto con sus
acompañantes, quienes quedaban en la sala de espera. En la sala de espera, la incertidumbre
dominaba la espera, ya que no se sabía cuánto tiempo pasaría antes de recibir noticias, ni
había un punto de referencia en la institución que indicara los pasos a seguir. Las emociones
vinculadas a la atención de un ser querido, como la alegría por la llegada de un hijo o el
miedo a complicaciones en el parto, quedaban suspendidas en ese espacio silencioso,
esperando noticias del personal de salud para encontrar expresión o alivio.
La comunicación con los acompañantes variaba dentro del centro obstétrico. Algunas veces,
no estaba previsto que se pusieran en contacto con ellos después del parto. En ciertas
guardias, los médicos neonatólogos mostraban al bebé a los familiares, pero esto no era una
práctica sistemática. En una guardia semanal, la médica interna a cargo acordaba que la
obstétrica o el residente mostraran al bebé a los familiares y comunicaran el estado de salud
general de la mujer.
Independientemente de las modalidades, el personal de la guardia se preocupaba por el
diálogo con los acompañantes que esperaban en la sala de espera, especialmente cuando los
golpes en la puerta se volvían insistentes. Cada vez que la puerta del centro obstétrico se
abría, varias personas solían reunirse, preguntando por sus familiares. Con el tiempo, el tono
de las preguntas se volvía más ansioso e incluso amenazante en algunas ocasiones. Estas
situaciones podían degenerar en peleas y enfrentamientos entre los acompañantes y el
personal del hospital.

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En el centro obstétrico, cuando la insistencia y los golpes de los acompañantes amenazaban


con perturbar el ambiente interno, se enviaba a un residente con una lista de las pacientes
internadas para dar un breve "parte médico". En otras ocasiones, este parte médico podía ser
reemplazado por una lista escrita en la puerta que indicaba los apellidos de las mujeres
internadas y afirmaba que "están todas bien", solicitando que no se golpeara la puerta.
En algunos casos, los acompañantes recurrían a relaciones de parentesco, afinidad o vecindad
con miembros del personal del hospital para ingresar al centro obstétrico a través de la puerta
de uso exclusivo del personal o facilitar el contacto con los médicos. Esto generalmente
involucraba a enfermeras o administrativas, y solo en una ocasión a un médico externo al
hospital.
La gestión de las relaciones entre el personal del hospital y la red social de las mujeres
involucraba estrategias institucionales como la segregación de espacios y la restricción de
información. Las discusiones, gritos y golpes repetidos a la puerta eran comunes y generaban
malestar constante en el centro. El personal a menudo responsabilizaba a los familiares y
acompañantes por la falta de control o aplicaba mecanismos discrecionales.
El centro obstétrico se convertía en un espacio cerrado que proporcionaba atención médica a
las mujeres pero las aislaba de su red social, obligándolas a pasar por el proceso en soledad y
separadas de sus seres queridos. Esto creaba un espacio protegido para los profesionales
donde podían tomar decisiones sin la influencia de la vida cotidiana y las emociones de
quienes esperaban. Esta organización del espacio generaba distancias y jerarquías y promovía
la adopción de un rol profesional con una cierta indiferencia afectiva en las relaciones con
pacientes y familiares.
Esta falta de reconocimiento de lo social y lo cultural en el proceso asistencial hospitalario,
según lo expresado por Comelles, podía abrir puertas al conflicto, irregularidades y
transacciones. La cultura corporativa de los servicios de salud a menudo tenía dificultades
para aceptar la presencia social del paciente y sus acompañantes en el proceso asistencial, lo
que generaba tensiones y conflictos en el espacio y tiempo de la guardia obstétrica.
El espacio representado: “las trincheras”
En conversaciones informales y entrevistas, los profesionales de la salud, como médicos,
enfermeros, trabajadoras sociales, obstétricas y autoridades, a menudo expresaban sus
preocupaciones y dificultades en su trabajo cotidiano. Se quejaban de la falta de ciertos
profesionales, salarios bajos, la ausencia de concursos y nombramientos, y un número
insuficiente de residentes. Un tema recurrente era la escasez y el deterioro de los recursos
materiales necesarios para la atención, desde la falta de sillas en las áreas médicas hasta
equipos médicos obsoletos o en mal estado. También mencionaban problemas en el diseño y
mantenimiento de algunos espacios, la falta de suministros básicos como batas desechables y
ropa de cama, y la incierta disponibilidad de medicamentos para pacientes ambulatorias.
Los profesionales en roles de gestión también se referían a obstáculos para la compra o
reparación de material dañado. Cada problema generaba nuevas dificultades y desencadenaba
negociaciones y luchas para resolverlos. Los médicos internos y jefes a menudo mencionaban
el desgaste y el cansancio de trabajar en esas condiciones, aunque algunos destacaban el
esfuerzo diario por brindar atención médica con los recursos disponibles, lo que llamaban
"hacer medicina con medicina", prescindiendo de tecnología y recursos avanzados.

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Una médica obstetra se autodenominó "médica de las trincheras", una expresión que se
escuchaba a menudo en referencia al ejercicio profesional en ese hospital. El término
"trincheras" hacía referencia a las condiciones edilicias precarias, la escasez de recursos, el
deterioro del instrumental, la imprevisibilidad en el funcionamiento institucional y el
sentimiento de abandono por parte de las autoridades que caracterizaban el entorno
hospitalario.
La expresión "las trincheras" hacía referencia tanto a las condiciones de trabajo en el hospital
como a la población usuaria del servicio. Las valoraciones sobre las pacientes no eran
uniformes y tendían a organizarse alrededor de estereotipos basados en "casos testigo". Estos
casos se utilizaban para confirmar o ratificar juicios previos y, al mismo tiempo, generalizar a
una población más amplia, perdiendo la singularidad de las historias. Los profesionales
mencionaban adolescentes madres a una edad temprana, mujeres con una gran cantidad de
hijos que no podían mantener, mujeres sin controles prenatales y mujeres percibidas como
violentas o problemáticas.
Algunos profesionales se conmovían por estas historias, otros expresaban quejas constantes y
indignación, mientras que otros optaban por establecer una relación médico-paciente distante
y fría en la que nada parecía digno de interés.
Esta forma de discurso estaba arraigada en las prácticas y rutinas institucionales, incluyendo
la organización y distribución de espacios y secuencias temporales. En este contexto, la
precariedad del trabajo en el sistema de salud público y la percepción de ignorancia,
incompetencia e incluso peligrosidad de la población atendida se utilizaban como "coartada"
para justificar y validar la creación de distancias jerárquicas, el control de los espacios de
atención y el rechazo de la presencia de pacientes y sus familiares.
La "metáfora de las trincheras" representaba un tipo de ejercicio profesional médico que
combinaba una apreciación del deterioro e imprevisibilidad de la presencia del Estado con
una percepción de marginalidad de la población y sus formas de sociabilidad. También
implicaba una visión del espacio hospitalario como un margen o frontera territorial,
institucional y social donde el Estado se diluía o debilitaba. Esto cuestiona la imagen de
"verticalidad" del Estado y resalta la importancia de las "periferias" como espacios
significativos donde el Estado configura sus formas de gobierno y regula a las poblaciones,
tal como han argumentado autores como Ferguson y Gupta en su análisis de las metáforas de
"espacialización" y "verticalización" del Estado.
Mujeres, familiares y el espacio-tiempo vivido
Los procesos de atención hospitalaria no se limitan al espacio del hospital ni a sus horarios,
sino que están moldeados por las condiciones sociales que rodean la enfermedad, las
vulnerabilidades específicas y las relaciones de poder políticas, económicas y técnicas que
influyen en las respuestas institucionales del Estado. Estos procesos trascienden los límites
del hospital y, a través de la institucionalización de la atención médica, dan forma a las
interacciones entre profesionales de la salud, pacientes y familiares, al mismo tiempo que
generan distancias y asimetrías.
El "orden hospitalario" se caracteriza como un "orden negociado" en el que la negociación se
produce desde relaciones de subordinación social, técnica e ideológica de las pacientes y sus
acompañantes. Esto implica un pasaje del "cuerpo social" al "cuerpo hospitalario" en una

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posición de disrupción e incertidumbre. Estas relaciones expresan y producen jerarquías


espaciales y temporales, que se organizan como rutinas que se llevan a cabo de manera
repetitiva, a pesar de que el personal no siempre las siga o las justifique en cada ocasión.
En la atención obstétrica, la producción de la paciente implica la adaptación a los tiempos
institucionales y el control de los procesos corporales para ajustarlos a los tiempos técnicos
de la intervención médica. Esto a menudo implica que las pacientes esperen en soledad entre
procedimientos médicos y trámites administrativos. Esta transferencia de las temporalidades
de las pacientes a un espacio donde las visiones del tiempo de otros se imponen tiene
importantes implicaciones terapéuticas, existenciales y pedagógicas. Terapéuticas en
términos de la pérdida de oportunidades para una atención adecuada y estándares de cuidado
obstétrico. Existenciales y pedagógicas en cuanto a las experiencias cotidianas y el
aprendizaje del valor diferencial de los tiempos, cuerpos y vidas.
Las mujeres y sus acompañantes no siempre se sometían pasivamente a las condiciones de
atención. Frente a la estrategia de control y regulación del hospital, desarrollaban prácticas y
transacciones que, a pesar de su subordinación, coproducían el espacio-tiempo hospitalario en
busca de respuestas más acordes con sus propias temporalidades, significados y necesidades
de atención.

Reflexiones finales
Este escrito se basa en un análisis etnográfico de las prácticas y rutinas en un centro
obstétrico de un hospital público en el Gran Buenos Aires, centrándose en una perspectiva
relacional del espacio y el tiempo. Se destacan varios puntos clave:
1. El "afuera" del hospital se resignifica a través de la perspectiva relacional de pacientes
y sus acompañantes, quienes navegan entre distancias, arreglos domésticos y la oferta
institucional para abordar sus problemas de salud. Los procesos de atención
hospitalaria se modelan en función de las condiciones sociales, vulnerabilidades y
demandas de los pacientes.
2. La separación de las mujeres con respecto al "afuera" se marca con rutinas médico-
administrativas que llevan a la experiencia de espera e incertidumbre. Se resalta la
discrepancia entre los tiempos técnicos de la atención obstétrica y los tiempos vividos
por las pacientes y sus acompañantes en el proceso de parto.
3. El centro obstétrico se concibe como un espacio cerrado, con la gestión de relaciones
entre el personal y la red social de las mujeres, que implica segregación de espacios y
restricción de información. La negación de la presencia social y cultural del paciente
es un componente central en los procesos de institucionalización biomédica.
4. Se introduce la metáfora del "médico/a de las trincheras" para representar el espacio
hospitalario desde la perspectiva de los médicos. Esta metáfora refleja una apreciación
del deterioro y la imprevisibilidad de la presencia estatal, así como una noción de
marginalidad de la población y sus modos de sociabilidad.
5. La etnografía revela la producción continua de jerarquías espacio-temporales, así
como las transacciones, negociaciones y resistencias cotidianas de las mujeres y sus
acompañantes en la co-construcción del espacio-tiempo hospitalario.

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Se enfatiza la importancia de las etnografías en servicios de salud para comprender los


procesos de salud-enfermedad-atención, revelando la densidad local del Estado y las políticas
de salud. Estas investigaciones permiten explorar las múltiples facetas de la atención médica,
desde la subordinación hasta la negociación, las resistencias y la creatividad de las personas.

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