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Leila Milà

Las caras de la Luna


Leila Milà

Las Caras de la Luna


Saga Lobo #1

Una historia de pasión, superación, dolor y perdón.

Leila Milà

Las caras de la Luna


Leila Milà

Y una conoce por casualidad a Jasper, un lobo que acabará por salvarla
del ataque de un demonio. A partir de entonces, la vida de Yuna no
volverá a ser la misma. Todo su mundo se verá trastocado, hasta que
descubre que ella misma oculta un gran y oscuro secreto. Humanos contra
lobos, en una batalla con un sólo propósito: Yuna la elegida de la Diosa Luna.
Traicionada, sola, y perdida, Yuma sólo podrá confiar en sus instintos y en
Jasper para protegerla y curarla de sus propias heridas. Embárcate en esta
aventura. Una saga apasionante en dónde conocerás y vivirás las historias de
sus protagonistas al límite.

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Leila Milà

Me gustaría agradecer a mi pareja la paciencia que ha tenido conmigo, los días


"medio" a solas porque yo estaba concentrada escribiendo para hacer realidad
esta ilusión. Por su apoyo y ayuda. A mi familia por estar siempre a mi lado y
por sus ánimos. A Yolanda por soportar todas mis dudas y miedos, a mis
compañeros por no desesperarse con mi ausencia, a Karol Scandiu por su gran
ayuda, consejos y colaboración y sobre todo quiero agradecer también su
paciencia ante mis constantes preguntas a Valen y Lena Velenti.

Mil gracias Dulce y Noelia.

A todos muchas gracias y espero disfrutéis de la lectura.

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Hay impulsos que son irrefrenables…

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Yo soy el lobo.

El depredador, el que acecha en la oscuridad,

avanzando entre los árboles,

yo soy el que alimenta tus miedos, tus sueños.

¿No me ves?

Mis poderosas patas recorten la distancia que nos separa,

volando sobre la blanca capa de la nieve.

mis ojos de oro te buscan, te acechan...

Muchos me han encontrado y me han llamado. ¡eh lobo!

Pero en medio de la noche sólo se oyó una voz, una voz dulce y suave

Eh lobito —me dijiste, era la voz mis hermosa que Jamás escuché.

Mi testa se volvió hada esa voz, todo me impulsaba a seguirla, no podía


lejarme, el deseo era demasiado fuerte y entonces descubrí tus ojos de luna...

Ya nunca pude alejarme, el lobo perdió ferocidad, salvajismo...

Y el lobo se tornó hombre para amarte, pero el tiempo pasó y la dama murió...

La escarcha los separó y el lobo aulló a la luna su dolor,

ya no podía el gran señor del bosque volver a las sombras,

al mundo donde perteneció alguna vez... porque el animal u hombre

que ha conocido el verdadero amor ya no tiene un lugar entre la fauna y así...


vago por siempre jamás persiguiendo el latido de ese

corazón perdido entre la bruma.

Ya no perteneciendo ni a un mundo ni a otro.

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Todo comenzó la noche de carnaval.

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L a discoteca estaba a reventar. Mirases donde mirases, todo era una


amalgama de colores y máscaras, algunas de ellas verdaderamente
hermosas y angustiosas, de ésas que te ponen los pelos de punta, al
estilo veneciano.

La música atronaba los oídos, sabía que cuando saliéramos estaría


completamente sorda y tendría ese maldito pitido metido en la cabeza
durante un día entero. Daphne y Vero regresaban con el enésimo cubata, y con
un grito demasiado animado, me tendieron uno a mí a la vez que Ginger
repartía el resto.

Uno de los chicos la cogió del culo por sorpresa, y ella gritó derramando parte
de la bebida, echándose entonces a reír. Lo reprendió, pero acabó dándole un
beso, estaba claro que la mayoría ya iban más que contentos y el olor de las
feromonas que exudaban lo corroboraba. El ritmo de la música empezó a
acelerar, subiendo hasta el momento álgido. Todos empezaron a gritar y
saltar mientras seguían bailando.

La noche avanzaba y cada vez había más peleas y jaleo. Algo pasó y la gente
empezó a aglomerarse y correr hacia la salida; había un olor extraño y
asfixiante. Todo ocurrió demasiado rápido y apenas tuve tiempo de procesar
que estaba sucediendo. La oleada de gente, más bien muchedumbre, me
arrastró, el olor de los disfraces, el maquillaje, los perfumes y el sudor casi me
anestesiaron. Por suerte yo me había mantenido firme en lo de no
disfrazarme, aunque accedí a ponerme una especie de pantalón y un top de
cuero negro que llevaba una cola que se parecía a algo así como una falda
entre amazona y Princesa Xena.

Cuando la masa que iba en estampida me arrolló, me estampé contra el


cuerpo de alguien. Su aroma era enloquecedor, era algo indescriptible,
sensual, delicioso... irrefrenable y desprendía un calor abrasador. Sentí sus
músculos bajo la camisa negra, fuertes, perfectos. Sus manos me sujetaron
con facilidad por los hombros, la gente avanzó apretándome contra él como si
fueran una prensa, y en un pis-pas me levantó como si fuera una pluma
apartándome del gentío. El aire frío de la calle me despejó un poco la cabeza,
¿cómo me había sacado tan rápido y con esa sencillez de aquel infierno?
Inhalé una buena bocanada de aire y me giré, viendo entonces la puerta de la

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discoteca por donde seguían saliendo personas corriendo y gritando. Había


una pelea a un lado y parecía haber un incendio dentro, el humo hacía escocer
mis ojos.

—¿Estás bien?

Aquella voz me recorrió de los pies a la cabeza haciéndome vibrar; era cálida y
seductora, tenía un tono oscuro y sexy, muy masculino. Me giré de vuelta a
aquel cuerpo que despedía calor a raudales y me topé con un torso fuerte y
ancho... delicioso y musculado de forma natural. La camisa entreabierta
dejaba ver una piel tersa color canela de la que deseaba conocer su textura de
un modo alarmante. Quería recorrer cada uno de sus potentes músculos sin
que existiera el tiempo. Podría enredarme en aquellos brazos y quedaría
totalmente cubierta y a salvo. Tenía la espalda ancha y ¡Dios! era como me
gustaban.

Yo no era bajita precisamente, pero incluso llevando tacones tuve que levantar
la cabeza para verle la cara. Me quedé sin aliento cuando mis ojos alcanzaron
su rostro: sus facciones eran viriles, marcadas pero a la vez suaves. Tenía una
nariz perfecta y unos labios carnosos y aterciopelados que tenía torcidos en
una sonrisa traviesa y encantadora, de esas que te desarman, pero sus ojos...
eran salvajes, fieros. Tenían un brillo especial, casi animal, con un precioso
color dorado, profundos, misteriosos, la mirada de un depredador demasiado
tentador. Todo en él desprendía sensualidad, era algo descaradamente
irresistible. Jamás un hombre me había impactado tanto.

Me obligué a respirar y sentí como si ardiera por dentro; había algo raro,
potente. Me sentía inevitablemente atraída por él de un modo instintivo,
alarmante. Todo mi cuerpo le ansiaba y temblé cuando sus dedos me rozaron
el hombro; el vello se me erizó y mi garganta dejó escapar un gemido sordo.
Era deseo, fuego... éxtasis. No podía apartar mis ojos de los suyos, una
corriente eléctrica se desprendía de nosotros. Era algo extraño, mágico, era
incapaz de explicarlo o de controlarlo. Quería luchar contra ese sentimiento
tan extremo porque escapaba a mi control, llegando a asustarme. ¿Por qué le
ansiaba tanto? ¿Por qué le deseaba de aquel modo? Mi cuerpo me mandaba
una señal inequívoca de necesidad, estaba más que excitada y su mirada... en
ella también ardía el deseo, podía sentirlo.

Su olor, su mirada, su cuerpo y esa postura... su forma de sonreír, maliciosa,


traviesa, picara y segura... Aquel hombre poseía un sex-appeal irresistible.
Todo mi ser gritaba: ¡Ríndete a él!

—¡Yuna! ¡Dios, qué susto! Estabas aquí. — Apareció Daphne corriendo entre la
gente. Detrás de ella venía el resto del grupo.

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Yo les miré aún aturdida y él me sujetó cuando me tambaleé, otra descarga de


esa imperiosa necesidad me recorrió y gemí. Mi cuerpo reclamaba sexo
urgente. Estaba empapada.

No podía evitarlo, cada vez que me rozaba era como si me arrojasen a una
hoguera de sensaciones descontroladas. Era como si hubiera una fuerza que
me impelía hacia él.

—¿Te sientes bien?

—Sí, sí... no es nada... se me ha ido la cabeza. —Me froté la frente suspirando.


Me faltaba el aire con su aroma envolviéndome y ese calor...

—Yuna... apártate anda. —Uno de los chicos, Cool, me cogió del brazo,
apartándome de él—. Respira.

—Estoy bien —protesté deshaciéndome de él y mirando al chico—. Esto...


gracias por salvarme del aplastamiento.

—Ha sido un placer.

—¡Eh, Jasper! Vamos tío —lo llamó uno de los chicos.

Mis compañeros cerraron filas delante de mí y yo vi gruñir a uno de los chicos


que iban con el guaperas irresistible, Jasper. Los miré, todos eran demasiado
atractivos. No era justo... los demás a su lado parecíamos monigotes nada
agraciados, bueno, aunque según los míos, y sobre todo las chicas, mejor que
no abriera la boca o me cortaban el cuello. Ellos se empeñaban en decir que yo
era una especie de deidad de la belleza y de la sensualidad, perfecta.

Una luz incidió en el chico más alejado y entonces fue cuando vi sus
colmillos... hombres lobo. Qué rápido se dieron cuenta ellos.

Ése era nuestro mundo; un mundo donde resultaba que la magia existía y
vivíamos entre vampiros, lobos, elfos, duendes... todo lo que podáis imaginar,
y nosotros, pobres y simples humanos, aún pugnábamos por tener el control
de esa sociedad donde por el momento éramos más numerosos. Había leyes
muy estrictas en lo que correspondía al mundo sobrenatural o mágico. Y aun
así, los licántropos estaban obteniendo puestos muy importantes en nuestra
sociedad. Eran numerosos y eso inquietaba a algunos sectores. Mucha gente
aún tenía prejuicios y no les gustaban... no dejaban de ser mitad animal,
instintivos, depredadores, peligrosos y fuertes... pero no era así. Lo que pasa
es que seguíamos sin conocer su mundo, y nosotros seguíamos siendo
humanos, indefensos. El caso es que todo lo distinto y sobrenatural hacía
recelar a muchos.

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Ésa era mi nueva ciudad, una ciudad llena de diferentes especies que
convivían en un débil equilibrio. La capital de ese universo.

Por eso parecía tan tranquilo Jasper, con ese aspecto de controlarlo todo, de
superioridad. Porque él, era el lobo.

Total, así de simple y así de tonto fue como le conocí, el día en que mi vida
cambió y todo se complicó ¿o no? Ya nada sería igual a partir de ese
encuentro...

—Tranquilos, no seáis histéricos — salí de detrás de ellos molesta.

—¡Hombres! —suspiró Vero. —Anda, vayamos al Zero —dijo poniendo los


ojos en blanco cansada de los numeritos de los chicos.

Ginger sonrió descaradamente a los chicos lobo con su sonrisilla de chica


mala, cosa que hizo que muchos le dedicaran intensas miradas, y se reunió
con nosotras.

Asentimos y empezamos a andar, con lo que los chicos acabaron por reunirse
con nosotras y yo miré hacia atrás encontrándome con los ojos de Jasper.

El otro antro estaba también a petar, me mezclé entre la gente aún acalorada y
empecé a bailar para distraerme, aun así era imposible sacarse aquella imagen
de la cabeza, Jasper... era como si desde que mis ojos se había cruzado con él
hubiese quedado marcada. Vacié mi vaso y partí el hielo con los dientes
cogiendo uno de los trocitos con los dedos que pasé por mi nuca donde se
fundió demasiado deprisa. Deslicé los dedos aún mojados por la piel del
escote y cerré los ojos con un siseo al ver tras mis párpados la imagen sublime
de aquel Dios prohibido. ¡¿Dios, cómo podía afectarme así?! El deseo ardía
dentro de mí estallando en cada una de mis terminaciones nerviosas y desde
luego aquello no era nada normal en mí.

Uno de los chicos me cogió por la cintura desde detrás, le miré y con una
sonrisa me deshice de él elegantemente conteniendo un escalofrío. Debería
estar acostumbrada pero no soportaba que me tocasen así como a así. Cuando
quisimos darnos cuenta, Ginger ya había desaparecido por algún rincón con
un chico y parte del grupo se había dispersado. Sonreí para mis adentros
mirándoles pensando en la facilidad con la que se relacionaban. Eran muy
agradables y tuve mucha suerte al conocerles sino ese mes hubiera sido
horrible.

Sobre todo me alegraba de haber conocido a las chicas. Jugueteé con la punta
de uno de los mechones que llevaba sueltos a ambos lados de la cara y moví la
cola de caballo sólo para saber que seguía allí y me giré hacía una esquina. Una

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corriente de aire me trajo aquel olor inconfundible tal como si hubiera


exhalado su aliento justo delante de mi cara, allí estaban, el grupo de lobos...
Serían unos ocho, todos tenían la mirada fija en mí, seria, escrutadora, como si
estudiaran algo, sopesando...

Jasper estaba en medio de todos ellos, sentado con las piernas separadas
casualmente, con un brazo entre ellas y la cerveza medio sujeta hacía un lado,
era una pose tan sensual... su cuerpo se ladeaba hacia la izquierda, el cuello de
su camisa negra estaba subido. Su pelo oscuro como la noche peinado de
modo desenfadado parecía suave, brillante y justo cuando mis ojos lo
recorrían con avidez su labio se torció en esa sonrisa traviesa y picara. Tenía
aspecto de chico malo e irresistible, seguro... su aura brillaba con la luz de los
campeones y su mirada me atravesó desde el otro lado del local atrapándome
de nuevo en aquella espiral de fuego. Las caderas me temblaron
imperceptiblemente hasta los muslos y sentí ese cosquilleo impertinente ahí
abajo al tiempo que sentía como si hubiese algo que me impulsase hacia él. Me
sentí incomoda y húmeda ¿qué demonios me estaba pasando? ¿Tan
necesitada estaba?

Tampoco hacía tanto que no echaba un polvo... ¡mentira! Nadie había vuelto a
tocarme desde... ¿desde cuándo? Quizás había llegado el momento de
desahogarse un poco en solitario, divertirse... me estaba abrasando,
necesitaba aire. Aquello no era normal... joder...

Habían estado ahí, mirando desde el principio como me movía y hablaba con
la gente... estudiando mi comportamiento ¿por qué? Me mordí el labio inferior
distraída y cogí del brazo a Daphne que estaba con unos chicos y le dije que
salía fuera. Realmente necesitaba aire frío.

Salí y cuando miré al frente ahí estaban ¡Dios! Eran muy rápidos... ¿Tendría
alguna posibilidad con ellos? Era buena luchando pero... en fin, no tenían mala
intención, no lo parecía.

—¿Qué? —les miré.

A mí no me importaba qué fueran o dejasen de ser, los veía como a otro ser
humano. Lo único es que no podía dejar de sentir aquella tremenda atracción
hacia Jasper. Su olor y su esencia estaban causando estragos en mi organismo.

—Oye... dejad ya de mirarme, es un poco incomodo.

—Lo normal hubiera sido... dejad de seguirme, alejaos animales... —empezó


uno de los chicos —gritar, llamar a la poli...

—¿Lo hacéis, me seguís? —seguí observándoles uno por uno.

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Cuando llegué a los ojos de Jasper juro que fue como si un fuego imposible de
extinguir me abrasase, era puro líquido... apenas podía respirar.

—¿Y ahora deberíamos decir la verdad?

Dijo otro saltando sobre uno de los muritos con agilidad. Apoyó una mano en
la farola y se impulsó de vuelta a la acera como un bailarín.

—Sería de agradecer.

—Oye... ¿no te ponen nerviosa con sus numeritos? —frunció el ceño un chico
rubito de ojos verdosos, monísimo y dulce.

Le sonreí.

—No, esos truquitos de pandilleros adolescentes los tengo muy vistos, no me


impresionan —me crucé de brazos un poco chula.

—Quizás esto le impresione más.

Uno de los chicos del fondo apareció delante de mí de un único salto. Por una
fracción de segundo, éste, pareció quedar suspendido en el aire para luego
volver a quedar de pie en el suelo sin hacer el menor ruido. Era enorme,
moreno y sus ojos eran igual de negros que su pelo corto. Era todo músculo y
fibra, imponente. Su rostro quedó a mi altura a pesar de tener las rodillas
flexionadas y gruñó de un modo fiero y animal, mostrándome unos colmillos
perfectos, blancos y afilados. Bufé aburrida, y sin inmutarme sosteniendo su
oscura mirada. Quizás si hubiera sabido que realmente quería atacarme me
hubiera asustado, pero no iba a hacerlo.

El resto de los chicos, menos Jasper, parecieron entre sorprendidos y


divertidos, algunos empezaron a reírse del grandullón. Yo le miré fijamente,
parecía un osito de peluche, era una de esas personas que, aparte de imponer,
te dan ganas de abrazar como si fuera un hermano mayor cariñoso y
protector.

—Precioso ¿algo más?

Él parpadeó algo confuso.

—Vale, entonces sé un buen lobito y deja espacio, por favor —dije con un deje
de sarcasmo.

De nuevo algunos de los chicos se echaron a reír.

—Tienes sentido del humor —sonrió el grandullón.

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La verdad es que aquel comentario me hizo gracia, poca gente entendía mi


sentido del humor. ¿Sería cierto todo lo que se decía de los lobos sobre que las
mujeres no podían resistirse a ellos?

—Bien... ¿Tengo algo raro o qué? No veo que puede ser tan interesante ni
curioso —miré alrededor y esperé a ver si se decidían a decir algo.

Suspiré y me senté en el murito quitándome la cola y frotándome el cogote, ya


me dolía la dichosa cola, mi melena azabache cayo libre por mi espalda. Un
leve gruñido sordo cargado de deseo salió del pecho de Jasper que seguía sin
apartar sus ojos de mí.

—¿No te importa? —me miró curioso ladeando la cabeza el rubio.

—No ¿por qué? ¿Tendría que hacerlo? —me encogí de hombros, el chico
sonrió—. Que más da, estamos todos aquí, sentimos, sufrimos...todas esas
cosas —bromeé pero lo decía en serio. Miré al rubito y desvié la vista hacía
Jasper.

Él brillaba entre el resto, sobresalía, era un líder... no había duda. Era


imponente, sereno... dijese lo que dijese me quedaría corta, era algo imposible
de describir, era simplemente espectacular, descarado... Y aquella necesidad...
tan urgente e impertinente. Todos teníamos necesidades físicas, pero es que
aquello no era normal... Empecé a temblar pese al calor que desprendían los
cuerpos de todos ellos, como si fueran fuego. Y no tenía frío precisamente...

Su temperatura corporal era más elevada que la nuestra. Eso sí lo sabía...

—Bueno pues... ya veo que sois poco habladores —enarqué la ceja y sonreí.

Que desentrenada estaba... con lo bien que se me daba relacionarme con los
demás... aunque en el fondo nadie me conocía, me aislaba, era una solitaria.

—Eso es que nos has dejado un poco desconcertados —se sentó a mi lado el
moreno.

—Si claro —reí —¡¿Yo?! Cuéntame otra.

—Poco original ¿no? Pero es que es verdad —saltó a mi otro lado el rubito.

—Ya, pues no sé por qué. En fin... odio carnaval —miré la puerta de la


discoteca— Vaya agobio.

—Pues sí —dijo otro.

Yo sonreí y me levanté deseando que las piernas me sostuviesen.

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—Esto... ya nos veremos por ahí —me giré para irme a casa.

—¿Ya te vas? La noche es joven —dijo otro un poco decepcionado y algo


nervioso.

—Sí.

—¿Sola?

—Pues claro. Se cuidarme sólita. Hasta luego —empecé a andar.

No necesitaba escolta ni una posible amenaza así.

Me detuve antes de cruzar la calle al oír chirriar las ruedas de un coche. Estaba
claro que la peña empezaba a ir muy pasada, el vehículo pasó peligrosamente
cerca de la acera y a punto de colisionar con los cubos.

—Será gilipollas —murmuré y crucé.

—¡Oye, que no queríamos molestarte! —gritó el rubio.

Moví la mano a modo de despedida y seguí andando concentrada en respirar y


poner un pie detrás de otro ya que todo lo que quería era volver ahí y
lanzarme sobre esa maravilla de la naturaleza. Había algo raro en el ambiente,
en el aire... de pronto la ciudad se sumió en un silencio absoluto, insoportable.
Miré alrededor, todas las luces empezaron a apagarse. Mi pulso se aceleró más
de lo que ya estaba y mi corazón dio un nuevo salto mortal, uno más en
aquella noche. Era como si un inmenso monstruo pasara volando sobre el
cielo. Sentí un nudo en el estomago, un vacío. Cerré los ojos y volví a mirar
alrededor, todo parecía normal. Expiré, di otro paso y me mareé. Busqué
apoyo en algún lado y una mano firme me sostuvo.

—Me parece que no es una buena noche para ir sola.

Me quede sin aire, era él, su voz... su olor, su tacto suave, firme y ardiente.

—¿Estás bien? —me miró y esbozó esa sonrisa dulce, picara.

—Sí. No sé que... vaya. Parece que te has convertido hoy en mi tabla de


salvación — traté de sonreír con naturalidad.

—Eso parece —dijo con voz enronquecida. Aún sonreía.

De pronto me eché a reír y él me miró desconcertado.

—lo siento, es que no sé... todo esto es un poco surrealista.

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—Sí —rió.

—¿Qué estamos haciendo? Parecemos dos niños... no sé, llevo toda la noche
pensando en ti, en que me gustaría conocerte, pero no sé... en fin. Soy Yuna.

Él sonrió y clavó sus preciosos ojos dorados en los míos, sus pestañas eran
largas y negras, dándole a su mirada una profundidad todavía más
intimidante.

—Jasper.

—Encantada de conocerte —sonreí picarona conteniendo una risita.

—¡Yuna! —salió corriendo hacia mí Daphne.

Había bebido más de la cuenta, venía riendo y se echó a mis

—Daf, cielo santo, como vas. Anda vamos, te llevo a casa —suspire.

—¡No! ¡Quiero bailar! Me lo estoy pasando muy bien... pero esos muermos van
a chapar dentro de una hora.

—Venga, nos vamos —la miré y levanté la mirada hacia el resto con un suspiro
—Hay cielos...Parezco vuestra madre ¡Andando chicos! —les dije con un tono
que no admitía réplica. —Pues nada, en fin. Que encantada de conocerte, me
los llevo a casa antes de que sea peor —me dirigí a Jasper.

Él sonrió y yo me giré con un suspiro indicándoles que iniciaran el desfile.


Sólo habíamos llegado a la segunda esquina cuando sentí algo extraño, me
giré. Al final de la calle había una figura, sentí un escalofrío y vi como los
chicos se quedaban literalmente paralizados, no podían moverse. Miré de
reojo a las chicas que temblaban y se habían apiñado detrás de mí, pude notar
su terror, lo olía. Cuando desvié la vista al frente aquella figura estaba delante,
las sombras que proyectaba la capucha sobre su rostro me impedían verle
pero instintivamente me planté frente a mi grupo con un leve gruñido en la
garganta. Había algo en su energía que me puso instintivamente agresiva,
alerta.

El tipo soltó una risita divertida, estaba claro que no tenía ninguna buena
intención, alargó una mano, sus dedos parecían garras y me eché hacia atrás
imperceptiblemente alejándome de esa extremidad.

—Ésta caza será muy provechosa —espetó con una voz seca y cavernosa.

El tipo me atacó y yo me defendí, salté hacia atrás cuando su pierna voló y le


golpeé. Su piel era dura como la roca, a causa del impacto me rechinaron

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todos los huesos pero no me amedrenté. Esquivé otro golpe y me dejé caer al
suelo dándole una patada, le di un puñetazo pero entre giro y giro cada vez
era más difícil esquivarle, era muy rápido y fuerte. Recibí un puñetazo en el
estomago y su palma impactó en mi rostro. Noté el sabor de la sangre en mi
garganta, gruñí con rabia pese al dolor. Cuando quise darme cuenta estaba
contra la pared y el tipo se me venía encima...

Fue entonces cuando de la entrada del callejón llegaron unos gruñidos


salvajes seguidos de un aullido desgarrador... los chicos lobo nos habían
rodeado y enseñaban los dientes al agresor. Sus gargantas emitían un sonido
ronco... poderoso. El ser dio un paso hacia mí y otro gruñido atravesó el aire,
fue aterrador de verdad, el corazón me aporreó el pecho con violencia y Jasper
saltó sobre él. El individuo intentó recular pero fue inútil. Cuando Jasper lo
tuvo controlado el resto se hizo cargo y él se acercó a mí mirándome la nariz.

Los chicos empezaron a poder moverse y las chicas se acercaron a mí.

—¡¿Estás bien?! —me miraron preocupadas.

—Sí —murmuré.

—¡Voy a por hielo! —corrió Ginger, pero al poco, uno de los lobos le lanzaba
una bolsa a Jasper que me lo aplicó con cuidado.

—Gracias... otra vez —suspiré.

—No hables, sube la cabeza antes de que te ruede.

—¡¿Tú no tienes miedo de nada o qué?! Estás loca... ¿Cómo pensabas


enfrentarte a eso? —Me apartó el pelo Cool.

—Sí, estoy un poco loca ¿recuerdas? —bromeé con una mueca de dolor.

—Chicos, acompañadlos a casa, ¡ya! —dijo Jasper mirando a los demás.

El moreno extendió la mano para que empezaran a andar, las chicas


agradecieron la intervención y ellos se tuvieron que morder la lengua. Se
despidieron de mí tras asegurarse que estaría bien y miré a Jasper.

—Te sigo, no sé dónde vives.

—No llegaremos así a casa —dije.

—Entonces a la mía —dijo cogiéndome en brazos sin darme tiempo a


protestar.

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—Puedo andar.

—Pero así iremos más rápido —me guiñó el ojo tras dedicarme esa sonrisa
que tanto me había cautivado y echó a correr.

El aire agitaba mi pelo y refrescaba mi cara en mitad de aquella noche donde


las lunas adquirían el tono argénteo de la luna.

Para Jasper correr era lo más natural, no le suponía ningún esfuerzo y ni


siquiera su corazón se había acelerado ni una milésima parte. Al menos yo lo
seguía oyendo con la misma cadencia acelerada. Sentía sus brazos fuertes
amoldados a mi cuerpo sujetándome con firmeza, su calor y su aroma me
embriagaban y por primera vez en mi vida me sentí completamente a gusto
con ese contacto cuando lo normal hubiese sido arrancarle la cabeza. ¿Por qué
era tan natural con él? ¿Cómo podía sentir que estaba donde debía? Era como
si le perteneciese...

—Oye que estoy bien, no es nada —le dije intentando removerme para que se
detuviera. Él sólo aminoró un poco y yo aparté el hielo casi derretido, ya no
sangraba. —De verdad, que no soy de cristal.

—Ya lo he visto. Sincera, protectora, directa y un poco loca.

—Vaya, si que has deducido cosas de cuatro palabras ¿Qué demonios era eso?

—Justo eso.

—¿Qué? —le miré con la voz quebrada, mis pies tocaron de nuevo el suelo y
todo pareció moverse alrededor.

—Parece que hayas salido de un cuento de hadas...

—¿Debería ofenderme?

—¡No! Para nada, yo no... es que... estoy tan acostumbrado a los seres
sobrenaturales que a veces me olvido que aún hay gente que no...

—Ya... claro. Pues... nada, creo que lo suyo es que me fuese a casa.

—Te asusto.

Me eché a reír sin poderlo evitar. Estaba nerviosa... ¿qué me hacía ese hombre?

—¡No! Me acabas de ver darme de hostias con un demonio y voy a tener miedo
de un lobo. ¡Por favor! —bufé.

—¿Entonces?

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—Entonces nada —dije mirando la mano que él ponía en mi mejilla mientras


miraba el punto de impacto.

—Eres fuerte y rápida, parece que no se te da mal pelearte.

Me quedé como una boba mirándole con el pulso acelerado y el corazón


atronándome los oídos mientras bailaba una jota. Me humedecí los labios sin
saber donde mirar y me quedé muy quieta.

—Ya estamos cerca, prometo no comerte.

—¿Quién teme al lobo feroz? —bromeé esbozando una sonrisa, él aún no


había apartado su mano de mi cara. Su piel también vibraba, la sentía temblar
sobre la mía.

Su tacto era suave, cálido... y otra vez sentí esa especie de descarga eléctrica y
esa extraña sensación... era como si percibiese la magia. Fluía entre los dos,
había algo... y mis muslos volvieron a mandarme ese incomodo recordatorio
de necesidad con un cimbreo. Estaba a punto de ponerme a temblar, tenía las
piernas de gelatina y un fuego perpetuo entre ellas mezclándose con el dolor
insoportable del deseo reprimido retorciéndose en mis entrañas ¿sería capaz
de oler mi excitación? Pensar eso me incomodó aún más y me mordí nerviosa
el labio inferior, ruborizándome. Si no había quedado ya claro, ahora era
patente.

—Yo... tengo... eh... casa... —tragué—. Esa cosa no va a perseguirme para


despellejarme ni nada de eso ¿no? —él suspiró.

—Está bien, si lo que deseas es marcharte no puedo retenerte. Espero volver a


verte —se giró haciendo un gesto de despedida con la mano.

Me quedé petrificada en el mismo sitio viéndole alejarse, un temblor


angustioso me sacudió con violencia, era como si me arrancasen parte del
alma, me faltó el aire. ¡Dolía!

—¡No! —las palabras salieron de mi boca antes que de mi mente, salían


directamente de dentro de mí y tuvieron el efecto esperado, se volvió
deteniéndose — No quiero que te vayas... —terminé en un murmullo.

Recortó la distancia que nos separaba en un suspiro y me tendió la mano, la


acepté y le seguí en silencio por un camino de tierra bordeado de árboles. Un
rayo de luna se filtró entre una nube desgarrada, la miré durante el breve
lapso de tiempo que duró ya que, otra nube la ocultó. Al poco atravesamos
una verja, a ambos lados de los pilares había unos lobos esculpidos en una

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piedra completamente negra. Al lado del sendero empezaron a verse puntitos


de luz y a lo lejos conseguí ver la casa...

O mejor dicho, el pedazo de casa de líneas cuadradas y sobrias, elegantes...


asquerosamente perfectas y preciosas, la cara oeste estaba cubierta por piedra
oscura y el resto era encalada en blanco. El techo del porche era de madera
oscura, casi negra con luces empotradas y el resto eran cristaleras. Jasper
observaba mis reacciones en silencio con una sonrisilla. Él saludó a los que
parecían la guardia de la casa, que inclinaron la cabeza y abrieron la puerta.
Yo inhalé una buena bocanada de aire.

Un aroma relajante salía del interior de la casa así como un aire demasiado
cálido. Se oían risas y estaba iluminado de forma tenue, él me invitó a entrar,
bajé la vista al cruzar la puerta pero enseguida mi curiosidad fue más fuerte y
miré alrededor. La entradita tenía un pequeño mueblecito a un lado donde
dejar las llaves y un enorme cuadro minimalista sobre una pared oscura que
lo hacía resaltar. Unas cañas de bambú al otro extremo sujetas por unas
piedras blancas que formaban un pequeño jardín.

Estaba todo impecable, era como estar en casa, te integraba... y yo...era la


única humana que había allí adentro, o eso percibía.

Cruzamos la entrada internándonos en una amplia sala aún en silencio y


Jasper se detuvo sin dejar de mirarme. Estaba apunto de decirme algo cuando
se escuchó una voz alegre y aniñada acercándose.

—¡Jasper!

Hubo una corrediza y una niña de unos seis años salió corriendo de una de las
salas y se echó a los brazos de Jasper que la cogió en el aire dando vueltas con
ella. Sólo alcancé a ver una mata de pelo castaño claro y rizado recogido en
dos coletas, una cara redonda de piel canela surcada de pecas sobre las
mejillas y la nariz con una sonrisa deslumbrante. Sus ojos tenían un brillo
especial, almendrado y algo anaranjado mientras reía aún en brazos de él.

—Jasper hijo, ya estás en casa.

De la sala opuesta salió un hombre alto, de espaldas anchas. Era fuerte, viril y
su voz tenía un timbre similar al de Jasper. Era evidente que éste era el padre
de Jasper por su innegable parecido, sus ojos eran color miel y su pelo menos
negro. Tras él salió una mujer de pelo dorado, largo y algo rizado. Tenía los
ojos almendrados de un tono bronce precioso y un rostro de una belleza y
serenidad increíbles.

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Leila Milà

Ambos se pararon al verme intercambiando unas miradas que no supe


interpretar. Tras éstos había un chico que descruzó los brazos del ancho
pecho desnudo poniendo una mano en el hombro de la mujer... la madre de
Jasper, sus gestos eran los de ella.

Tragué sin saber qué hacer y entonces me asaltó un ataque de... ¿pánico?

No sé por qué me sorprendía que su familia estuviera allí. Era lo normal, así
que me reprendí a mi misma por las ideas febriles y truculentas que había
imaginado mi mente.

—Ah... hola —sonreí saludando con la mano.

—Mamá, papa... Víctor. Ella es Yuna.

—Hola, adelante pasa, no te quedes ahí —me sonrió la madre de Jasper


acercándose a mí y cogiéndome la mano.

Era evidente que quería hacerme sentir en casa y romper ese primer impacto
violento. La pequeña exigió que la dejase en el suelo y me miró frunciendo los
labios con las manos en la cintura. Parecía enfadada más que sorprendida,
casi indignada.

—Yo soy Greizy —dijo tras estudiarme duramente, parecía una severa adulta
en miniatura.

¿Y qué se suponía que tenía que decir yo ahora? Bueno... la verdad.

—Encantada Greizy.

La madre la miró con una sonrisa deslumbrante y me miró de nuevo fijamente


estrechando los ojos.

—Yo soy Kyla, mí hijo mayor, Víctor y Heising, mi marido.

Ahora me tocaba a mí sonreír pese a que me sentía fuera de lugar, no excluida


sino que... no sé...era un poco violento, no sé... no le conocía ni a él y encima
sus padres...¿Qué iban a pensar? Eso era lo de menos ¿no?

—De veras... debería irme, estoy bien. Gracias por todo —le miré poniendo una
de mis manos en el bolsillo de delante del pantalón, señalándome la cara con
la otra al tiempo que me apartaba un mechón de pelo negro.

—¿Qué pasó? Hueles raro, aunque tu hueles bien... humana —dijo entre
dientes Greizy como si le hubiese costado intentar ser agradable.

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Leila Milà

—Un demonio.

Todos fruncieron el ceño y luego me miraron con unos ojos como platos.
Tenía los nudillos aún rascados.

—Yuna la emprendió con él cuando las intentó atacar. Nos ocupamos de él —


explicó.

Yo me encogí de hombros poniendo también la otra mano en el bolsillo.

—Jasper... ven un momento por favor —le pidió muy serio su padre.

Él le siguió en silencio indicándome que esperara, no pensaba moverme pero


le observé desaparecer completamente seria, contagiada por su expresión y la
extraña tensión que flotaba en el aire. La puerta se cerró y yo me dejé sentar
en una banqueta. Kyfa se sentó a mi lado, su sonrisa había desaparecido.

—Tranquila —me dijo con su voz cariñosa y afable.

Pero yo no conseguía calmarme, todo mi interior estaba revolucionado. La


pequeña Greizy desapareció en un momento y reapareció entregando un
tubito a su madre que me aplicó un gel en el golpe.

Estaba nervioso, no podía evitarlo y más teniendo tras la puerta a mi otra


mitad, la pieza que llenaría el hueco de mi alma como si fuera una pieza de
puzzle.

Todos ellos se habían dado cuenta desde que la vieron, pudieron sentir y ver
el intenso vínculo que nos unía. Ese tipo de enlaces eran muy escasos y menos
si su tono era el púrpura. Aquella era una marca de la Diosa y era... mía.

—Jasper, ella es tú marca... —lo miró su padre.

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Leila Milà

—Tiene algo... indescriptible, hay magia en ella. Es especial, tiene algo que no
se identificar aún.

—Ya lo he notado.

—¿Y dices que se enfrentó a un demonio? Debería haberse visto afectada por
su poder pero no se paralizó —frunció el ceño de nuevo mi padre —Es...
desconcertante. Además ¿cómo es posible que vuelva a haber demonios
campando a sus anchas? Esto no me gusta, está ocurriendo algo.

Yo asentí pensando exactamente lo mismo. Ninguna de las dos cosas eran


muy normales... ¿cómo podía Yuna haberse enfrentado a él de aquel modo?
¿Qué hacía ese ser ahí y por qué la miraba de ese modo? Ahí había algo que no
cuadraba.

—Bueno hermanito... siempre has sido el elegido. Esto no pasa cada día. A
algunos jamás nos ocurrirá algo parecido ¿Qué harás?

—No lo sé.

—No tienes ni idea ¿no?

—No. Es humana y aún así... —fruncí el ceño aún pensativo.

Cerré los ojos tratando de controlar mis instintos e inspiré, el olor de Yuna
saturaba el aire dejándome como un adicto.

—Es muy hermosa, casi parece tocada por la Diosa. Tiene genio y también es
un poco cabezota, dura, inteligente, sensible e intuitiva... Tiene muchas
cualidades por lo que parece —le puso una mano en el hombro su padre,
apretándoselo.

—Y tiene un sentido del humor un poco ácido —añadió Víctor.

—Eso está bien y tiene muy clara su ideología moral y sus prioridades. No se
deja influenciar y defiende con garras y dientes lo que quiere.

—Bueno ¿y cómo fue? Los chicos vinieron todos revolucionados alabando su


belleza, no hay para menos, pero... —se apoyó en el escritorio Víctor.

—Pura casualidad, hubo una trifulca en la discoteca, un cigarrillo prendió una


tela. Entre los golpes y el humo la gente empezó a correr hacia fuera y la
marabunta la trajo a mis brazos.

—Vaya, bueno ahora ya sabemos por qué estabas como estabas hoy. ¿Cómo
estás?

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Leila Milà

—¡Joder Víctor! Vaya pregunta...

—Si...ya —sonrió con malicia—. Podrías derretir los polos tú solito —rió—
Pues no parece que te lo vaya a poner fácil. Tiene un autocontrol envidiable.
Nunca he visto a una mujer resistirse así y menos a ti y mucho menos estando
imprimada. No parece normal, los humanos son muy receptivos a los
impulsos —dijo entrecerrando los ojos mi hermano.

Éste parecía igual de concentrado que yo en lo complejo de todas aquellas


"anomalías".

—Víctor, recuerda que eso sólo lo empeora —lo miró Heising—. No es...
agradable, puede haber consecuencias. En fin, vayamos fuera o empezará a
pensar que tramamos algo raro. Creizy estará nerviosa.

Asentimos y salimos aún dándole vueltas a todo aquello y en cómo iba a poder
contenerme cuando todo me instaba a lanzarme sobre ella como un animal en
celo.

Aún estaba sonriendo cuando salieron, gracias a la compañía de Kyla, pero


Greizy dejó de reír en cuanto Jasper salió de aquel despacho. Se acercó a éste
y con un sutil movimiento de cabeza, señaló al resto de chicas que había en el
lugar. Éstas me miraban con odio abierto y sólo les faltaba gruñirme y erizar el
pelo. Estaba segura que iban a saltarme a la yugular de un momento a otro
hasta que la hermana de Jasper se puso frente a ellas y se amedrentaron.
Suspiré aliviada y entonces me di cuenta de lo tensa que estaba dado al dolor
que recorrió mis músculos.

Aquello debía de ser algo jerárquico, parecido al dominio y la sumisión, pensé


deslizando unos mechones entre mis dedos. Al fin y al cabo parecía que los
humanos no eran los únicos que tenían prejuicios, ellas los tenían conmigo sin
conocerme... o quizás era por algo que yo no entendía.

Para ellas yo no debía estar allí y menos cerca de Jasper. Y lo peor era que no
sabía como podía saber yo aquello.

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Leila Milà

Mi estómago volvió a dar un salto en el vacío y el pulso volvió a subirme por


las nubes cuando mis ojos fueron automáticamente hacia los de él. Era como
si no tuviera escapatoria... Era como si quisiera luchar contra una fuerza
titánica, imposible de vencer, él era un imán para mí.

—¿Tienes hambre? —me miró ese ángel resplandeciente como el sol.

—Un poco —me sonrojé con una sonrisa tímida.

—Anda ven.

Me levanté poniéndome bien el pantalón más por nerviosismo que por otra
cosa y le seguí hacia la cocina.

Ahí todo parecía sacado de una revista de alto standing. Me indicó el taburete
frente a la encimera y me senté apoyando los antebrazos en el frío mármol, a
ver si eso me aliviaba un poco...

—¿Qué quieres? Hay... —empezó a decir cosas mientras mantenía la cabeza


metida dentro de la enorme nevera e iba sacando paquetitos.

Sonreí traviesa mirándole el trasero y me mordisqueé el labio mientras me


apañaba un sándwich de jamón observándole sacar más tuppers del
frigorífico. Cuando dejó de extender envoltorios, encendió el fuego y puso una
paella. Cuando el aceite estuvo caliente metió tres hamburguesas.

—¿Puedo hacer algo?

—No, tranquila —giró la cara con una sonrisa mientras seguía guisando.

Se sentó a mi lado una vez estuvo y empezó a comer. Si pensaba comerse todo
lo que había sacado y las tres hamburguesas completas era una ruina...

Joder como todos comieran así...

Pese a que ya casi me había terminado con mi sándwich, esas hamburguesas


olían tan bien que se la quité de las manos con cuidado y di un buen mordisco.

—Está... —Me miró comer con gula —poco hecha —terminó con una sonrisa.

—¡Mmm, qué buena! Me gusta la carne más bien cruda —sonreí—. Perdón... me
parece que he asaltado tu comida.

—Va he hecho de más por eso.

Me eche a reír y le di otro bocado. Ya que me la ofrecía...

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Hablamos un poco de tonterías y miré a la puerta de cristal opaco, sabía que


estaban todos pululando por ahí cerca, prestando atención.

—¿Tienes más hambre?

—No —sonreí y bajé la vista. —Oye... gracias por todo de verdad, pero debería
volver a casa, no quiero molestar—. Le miré desde detrás de las pestañas.

No, no tenía más hambre, no de ese tipo...

—No te habría traído si no hubiera habido buen ambiente.

—¿Y qué se supone que hacemos?

—Conocernos.

—Ya.

—Por cierto... no les hagas caso, a las chicas quiero decir, ignóralas —dijo
acabándose otro paquete de carne—. Yo lo hago.

Se levantó de un salto y empezó a recoger, le ayudé.

Y yo con estas pintas —murmuré al verme reflejada en el acero inoxidable

—Estás perfecta.

—No hace mucho que vives aquí ¿verdad? —se giró cara a mi cruzándose de
brazos.

—Yuna, te he preparado sitio en mi habitación, te dejaré algo de ropa si


quieres. Es tarde para que te vayas.

—Ah... gracias. Esto es muy violento —miré a Elle y luego a él

—Tranquila, nadie te ve como la chuleta de la cena —me guiñó el ojo ella—. Te


esperaré arriba, cuando quieras, Jas te acompañará y ni se te ocurra decir que
te vas a casa —salió y volvió a ajustar la puerta.

—Conocernos ¿eh? —volví a mirarle me miró y nos echamos a reír.

—Esto es muy surrealista, parece una peli... bueno, más bien no sé lo que
parece —sonreí y di una vuelta por la cocina girando sobre mí misma.

—Tenéis una casa preciosa —me giré cara a él con las manos cogidas tras la
espalda—. Tu familia es muy agradable.

El resopló poniendo los ojos en blanco.

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Leila Milà

—Unos más que otros ¿no? —sonrió malicioso y yo reí asintiendo.

—No en serio —volví a mirarle fijamente.

—La tuya también debe serlo.

—Yo... no tengo familia. Bueno, sólo tengo a James y sólo es una especie de
tutor que administra mi patrimonio hasta que cumpla los veinte. Siempre se
ha preocupado mucho por mí —sonreí al pensar en ello, lo apreciaba como si
en verdad fuese de mi propia sangre.

Jasper se quedó serio y dejó la taza sobre el mármol buscando otro tema para
romper ese momento incomodo.

—¡Eh! No pasa nada —sonreí encogiéndome de hombros —Soy un espíritu


libre, una solitaria. No tengo quién me controle, ni me diga lo que tengo que
hacer, voy a mi aire.

—Visto así...

—Es lo que he vivido siempre, me está bien —sonreí con naturalidad.

Era verdad, estaba acostumbrada, no echaba de menos de un modo


desmedido una familia porque nunca la había tenido, no conocer eso hacía
normal mi vida. Y por suerte, creo que yo había salido bastante bien teniendo
en cuenta todo. Estaba orgullosa de mí. Definitivamente creo que sí había
hecho una buena faena conmigo misma, con mi educación y todo eso gracias
también a James, la única constante que había conocido en mi vida que
pudiera recordar.

Me acerqué hasta él, parecía un poco triste o desconcertado y no pude


reprimir las ganas de tocarle, así que, puse mi palma en su mejilla, masculina,
fuerte, cálida... de nuevo esa electricidad.

Jasper dejó sus manos en mi cintura y todo volvió a incendiarse aún con más
virulencia dentro de mí y el cuerpo de él se endureció aún más dejando
escapar un sonido ronco de su garganta.

—Jasper... ¿va todo bien?

—Sí... —puso su mano grande sobre la mía, tenía la mandíbula tensa.

—No lo parece —susurré.

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Leila Milà

Tenía sus labios tan cerca ahora que me había atraído hacia él que me quedé
sin resuello. Su aliento me invadía así como su calor, su aroma salvaje y
excitante me hizo hervir la sangre.

—Sólo es que me... me cuesta pensar... controlarme cerca de ti.

—Ouh —dije sin moverme—. ¿Y eso?

—En fin... ¿qué decíamos? —frunció las cejas tratando de cambiar de tema.

—Pues... suponía que ibas a preguntarme algo o así...

—Claro, claro —carraspeó desviando sus intensos ojos dorados hacia otro
lado.

Realmente brillaban de un modo alarmante, hambrientos...

—Me parece que ahora mismo no se nos dan muy bien las conversaciones —le
sonreí tratando de aligerar el momento.

—Sí, es tarde, mucho chunda-chunda, alcohol, comida, testosterona...

Me eché a reír y me apoyé con las muñecas en el mármol y haciendo fuerza me


levanté con los brazos hasta quedar sentada en el borde.

—Dios... todo esto es tan... ridículo —miré la pared de enfrente.

—Bueno, para mí tampoco es muy normal —se apoyó en un lado del mármol
mirándome con una pose un tanto de chulo.

Me costó reprimir un jadeo y él apretó los puños.

De nuevo todas las alarmas saltaron dentro de mí ¿por qué le deseaba de


aquel modo? ¡¿Por qué?!

Nos miramos una vez en silencio y casi pude oír nuestro pulso latiendo al
unísono. Ambos estábamos evitando el tema principal ¿qué pasaba con
nosotros? Estaba claro que él sentía exactamente lo mismo, era una certeza
absoluta y se me revolvió el estomago por la inquietud que eso me hizo sentir.

—En fin... buenas noches, Jasper —salté del mármol y me fui andando hacia
fuera tratando de respirar.

Elle aún estaba en el comedor viendo la tele, se giró y me miró en silencio.


Asintió con un suspiro y apagó la tele. Yo la seguí hasta su habitación. ¿Por
qué era tan sencillo y tan natural estar rodeada de lobos sin importarme? Otra
estaría aterrada esperando el momento de ser devorada, era similar a estar

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sangrando en medio de una casa repleta de vampiros. ¿Pero por qué se


suponía que tenía que pensar mal de ellos? Eran educados, humanos y sentían
como nosotros...

Me cambié en el baño de la habitación de Elle poniéndome un cómodo chándal


gris que se ajustaba a mis curvas y me metí en la cama que, por supuesto,
íbamos a compartir. Suspiré y volví a levantarme regresando a la cama tras
refrescarme con agua fría. Era como si ella entendiese lo que me pasaba
porque no dijo nada, parecía que entendiese lo duro que era... más bien difícil,
estar lejos de Jasper.

Al poco me dormí inquieta.

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E lle nos avisó mentalmente y entramos en silencio en su habitación.

Una vez allí ella nos señaló con la cabeza a Yuna que se revolvía
inquieta con el ceño fruncido, parecía tener una pesadilla.

—¿Qué pasa?

—La toqué sin querer y... será mejor que lo probéis, es mejor que explicarlo
—dijo y Heising extendió la mano sobre el hombro de Yuna.

Éste dio un paso atrás sobresaltado y sacudió la cabeza para volver a poner la
mano en el hombro de Yuna haciendo un gesto para tranquilizar a su mujer y
a mí que iba a gruñirle.

A través de su propia mente los demás pudimos ver lo que pasaba, primero
fue sólo un flash confuso hasta que la imagen se fue aclarando como si fuera
un proyector pasando una película.

Había una chiquilla, iba casi desnuda, sucia y con el pelo negro alborotado y
lleno de hojas, estaba herida, corría y corría hasta que la acorralaron un grupo
de hombres, ella gruñó e intentó cambiar pero un dardo ya se clavaba en su
piel. Lo siguiente que vimos fue una especie de jaula de cristal donde esos
humanos la sometieron a miles de pruebas. ¡Hasta intentaron buscar un
macho para saber más! La niña-lobo iba creciendo y poco a poco la ira y el
salvajismo fueron dejando paso a la apatía. Hasta que apreció un humano,
sentimos un fuerte vínculo, algo intenso... un amor sin fin... tras un instante
de oscuridad y de caos sólo quedó una confusa huida de la pareja. Luego sólo
era como si todos corriésemos agotados y temerosos jadeando a través de un
bosque nevado.

Eso era de un modo resumido lo que vimos. Yuna se aferró a la sábana tirando
de ellas, oímos un extraño aullido pero ya no pudimos ver más...

—¿Te ha dicho algo de sus padres, Jasper? —me miró Heising.

—Me dijo que no tiene familia salvo un tal James que hace como de albacea. Al
menos es lo que ella sabe.

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—Sin embargo... Yuna se parece demasiado a esas personas —dijo mamá —


¿Crees que...?

—No lo sé. No parece, no entiendo nada — les miré volviendo a fijar la vista en
Yuna que seguía debatiéndose con su mente.

Nos quedamos sin aliento cuando empezó a hablar en sueños, era una lengua
antigua, sólo recogida en nuestras leyendas. Heising abrió con cuidado uno de
los párpados de ella. ¡Eran del color de la luna! Ahora no eran de aquel color
verde intenso sino gris plata.

Yuna jadeó, su respiración se aceleró como si no le llegase el aire suficiente.


Giró sobre ella misma y se destapó haciéndose un ovillo, temblaba, extendió la
mano como si fuera una garra y la sacudió como si quisiera apartar algo de
delante, temblaba y yo atrapé su mano cálida. Su ansia pareció calmarse y su
respiración se fue haciendo más regular a medida que acariciaba su piel.
Aparté con suavidad el cabello de su cara y la observé. Se había dormido
profundamente ajena a la sangre que se agolpaba contra mi polla. La tapé con
un leve gruñido de fastidio y recordé que tenía público. Carraspeé y los miré
aparentando serenidad pese a la rigidez que se adivinaba entre mis
pantalones.

Mi otro hermano, Connor, fue a abrir la boca pero calló al ver mi expresión.
Con una sola mirada tuve suficiente.

—Ahora no —murmuré tajante para detener a Víctor y salí de allí lo más


rápido que pude.

Una vez en mi alcoba, me di una buena ducha pero no surtió el mínimo efecto.
Me tumbe dolorido y acabé deslizando mi mano a lo largo de mi necesitado
miembro.

Cuando me desperté al día siguiente me desperecé tras bostezar, hacía días


que no dormía del tirón sin despertarme empapada en sudor. Me estiré una

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vez más y me levante. Me pasé los dedos por el pelo tratando de peinarlos un
poco y bajé a la cocina, de allí salía un olor delicioso.

—Buenos días —sonreí aún estirando los brazos tras mi cabeza.

—Hola ¿Qué tal has dormido? —me sonrió Elle indicándome que me sentase a
su lado.

Ésta era un encanto y enseguida me sentí bien con ella, congeniábamos, no es


que hubiésemos hablado mucho pero me caía bien, era una chica muy especial
además de ser condenadamente perfecta con esos bucles castaños y esos
ojazos color ámbar. Además, tenía una elegancia y un gusto que me ponía los
dientes largos, parecía una princesa inalcanzable, frágil y peligrosa a la vez.

—Bien, sólo espero haberte dejado dormir... me han chivado que soy un nervio
hasta dormida.

—Sí tranquila —sonrió. —Por lo menos no das patadas como otros.

—Mmm no sé yo ¿eh?

Ella se rió y me senté aceptando una tostada que me tendía Kyla dándole un
mordisco.

—No sé qué desayunas...

Yo olfateé y seguí el rastro hasta los platos de ellos, panceta, bacón... me


relamí sin quererlo y mi estomago gruñó.

—Ups —me sonrojé.

—Te lo dije. Toma, te he guardado un poco —me pasó un plato Dennis, el otro
hermano de Jasper.

¡Dios... eran un montón! y los gemelos eran la bomba con ese cabello rubio
oscuro y esos ojazos castaños... debían causar verdaderos estragos entre las
chicas porqué eran el descaro y la alegría personificados. Parecían puro
nervio.

—Ah, gracias —lo cogí. —De verdad... me sabe mal...

—Deja de decir tonterías y come —me sonrió el mismo.

Yo devoré mi plato para no perder la costumbre y me bebí mi vaso de zumo.


Mi móvil empezó a sonar en mi bolsillo, me disculpé y lo cogí. Era James que

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empezó a sermonearme, le di una respuesta escueta y colgué. Volvió a sonar y


creí que sería otra vez él pero era Daphne.

—¡Eh Daph!

—¿Dónde te has metido? ¿Estás bien? ¿Estás con él? Oye tienes que ponerme
al día...

—Daph córtate un poco —me ruboricé de pies a cabeza, sabía que podían
oírla.

—¡Vale, vale! Entiendo, ya me contarás luego —dijo maliciosa—. Acuérdate, a


las once donde siempre. Vero está con resaca y Ginger... bueno es Ginger.

—Claro, pero no es lo que... piensas —acabé por inercia con un suspiro ya que
había colgado dejándome con la palabra en la boca—. Genial —murmuré
enfurruñada y devolví el teléfono al bolsillo.

Repiqueteé distraída los dedos en la superficie y me puse el pelo tras las


orejas. Elle se levantó de un ágil salto, casi parecía que flotase en el aire con
esa gracia que tenía.

—Acompáñame —me dijo.

La seguí de vuelta a su habitación y me tendió unas toallas.

—Tendrás ganas de darte una ducha.

Le devolví la sonrisa y me dijo que pasara y que cogiese lo que necesitase.

—Te buscaré algo para ponerte, creo que te valdrá.

Se lo agradecí y me metí en la ducha. Cuando salí me encontré con la ropa


perfectamente plegada sobre la repisa. Me sequé y cogí los téjanos, eran de
marca, de la última temporada si no recordaba mal, me los puse y me miré en
el espejo, me quedaban geniales, sonreí al ver el culillo respingón bien
recogido. Desplegué la blusa morada y la miré, pasé los brazos por las mangas
y crucé la tela sobre los pechos, me di dos vueltas al torso con la tira y la
anudé. La blusa quedaba por encima del ombligo, suerte que no era friolera.
Me peiné y me ondulé algunas puntas y recogí algunos mechones en una cola
floja con mi propio pelo. Salí, Elle estaba sentada sobre el borde de la cama
con un precioso vestido blanco que se entallaba a su cuerpo esbelto de
modelo.

—Esto gracias por la ropa, otra vez —sonreí.

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—Quédatela, te queda genial.

—No...

—¡Anda vamos! A mí me quedan fatal esos pantalones y la blusa se ajusta


mejor a tu cuerpo, resaltan de un modo sutil tus pechos, yo parezco una tabla.

—¡Qué va! Eres perfecta.

—Si ya... tengo que ir de compras —suspiró haciendo una mueca a la vez que
movía sus pies delante de sus ojos—. ¿Te apetecería ir conmigo?

—Sí, porque no —sonreí.

—Vale —sonrió apuntándose mí número de teléfono—. Te parece ir mañana.

Asentí y me dejé arrastrar por la curiosidad.

—¿Por qué eres tan amable conmigo? El resto de chicas... parecen no tragarme.

—Porque para mí no eres competencia y sé distinguir entre un líder


dominante. Me fastidia un poco, pero me caes bien, te respeto, me gusta cómo
eres y necesito conocerte. Cuanto antes te acepte mejor.

Parpadeé confusa por toda esa jerga lobuna y preferí no preguntar sobre eso
para no arrepentirme, así que me encogí de hombros.

—Tranquila —me miró seria—. Aunque con Thya no te será tan sencillo, ni
con el resto. Quizás tengas que sacar las garras, te desafiaran, seguro. En fin...
—estrechó los ojos—. No me hagas mucho caso, estoy divagando un poco —se
levantó—. En serio Yuna, contigo me siento... bien —me cogió las manos tras
dudar un instante.

—Yo también —sonreí.

Y sus ojos parecieron llenarse de alegría, me soltó tras acabar de ponerme


bien el pelo y esbocé una media sonrisa. Miré alrededor jugueteando con mis
manos, vi la hora en el reloj de la mesilla de Elle y di un respingo.

—Ups, tengo que irme, nos vemos y... gracias —le dije abriendo la puerta
bajando las escaleras al trote.

Jasper ya estaba abajo esperándome, jugando con las llaves del coche que
daban vueltas en sus largos y finos dedos. Sonreí y me despedí de la gente que
pude localizar y le seguí hacía el garaje. Mi boca se abrió de par en par al ver
tal gama de coches de lujo ahí reunidos.

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Leila Milà

Él sonrió malicioso y accionó la llave, oí el vip y vi el Mustang amarillo de mis


sueños, aunque ahí también había un Porche, un Masseratti, un Jaguar...

Yo me acerqué al coche y extendí la mano, dudé un instante pero dejé que mis
yemas rozaran la carrocería y que recorrieran las líneas de todo el coche con
los ojos iluminados mientras me mordía el labio inferior. Metí una mano en el
bolsillo y me aparté dejando que me abriera la puerta y me senté dentro
mirando el interior, estaba sin aliento.

—Mmm no se cómo tomarme eso. Eclipsado por un coche —comentó él


sentándose en el lado del conductor.

—Es increíble, me encanta este coche....

Él sonrió y arrancó, el rugido del motor me hizo vibrar, como si ya no


estuviera bastante excitada... accionó la puerta del garaje y salimos, le indiqué
donde había quedado con Daphne y condujo en silencio escuchando la
música. Yo miraba por la ventana, no sabía de qué hablar... pero deseaba que
aquel viaje no acabara tan pronto. Jasper pareció sentir lo mismo ya que dejó
de acelerar.

—Esto... —dijimos los dos a la vez y nos echamos a reír, le miré

—Di.

—No, tú —desvió brevemente la vista hacia mí, sus reflejos eran envidiables.

Estaba completamente a salvo con él detrás del volante aunque fuese a todo
gas.

—No era nada ¿qué ibas a decir?

—Pues era por romper el silencio...no sé...por si te incomodaba.

—No —sonreí —. Vaya par. Si nos vieran nos echarían a los leones.

—Fijo —dijo divertido—. Ya hemos llegado.

—Sí —suspiré.

El pecho empezó a dolerme al pensar en la despedida.

—Pues muchas gracias por todo señor caballero andante —intenté bromear
para superar esa ansia que me recorría, me sentía intranquila, nerviosa... no
quería alejarme, era como si me faltase algo, había un vacío.

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—De nada hermosa dama, cuando quieras ahí estaré —dijo bromeando con un
tono forzado y teatrero.

—Llámame algún día —dije bajando del coche—. Si quieres claro.

Asintió y dio un acelerón a la vez que metía marcha, Daphne nos estaba
mirando por encima de sus gafas de sol desde la terraza de invierno del bar.
Me despedí y corrí hacia ella con el corazón a punto de salírseme de la boca.

—Vaya... además de guapo, súper atractivo, buenorro, etc. tiene gusto y pasta.
Muy bien Yuna ¡joder que envidia! Lobuno o no tiene un polvazo... ¿Qué tal es?
—sonrió perversa—. Dicen que son lo mejor en la cama.

—¡Daphne! No ha pasado nada.

—¡Anda ya! ¡Pero mira que eres tonta! ¡¿Estás loca, qué pasa contigo?! ¡No
puedo creer que hayas desaprovechado la ocasión! ¡Por Dios que habéis
pasado la noche juntos!

—Daphne no estoy interesada, además en el supuesto de que yo... en fin ¿Qué


querías que hiciera con toda su familia o clan al completo allí?

—V-A-Y-A —dijo lentamente.

Estuvimos un buen rato hablando y yo ya iba por mi tercer refresco,


jugueteaba removiendo el hielo compulsivamente y haciendo tamborilear mis
dedos sobre la mesa. Hasta me estaba mordisqueando las uñas sin
despedazarlas de verdad. Estaba desquiciada, necesitaba verle, sentirle. No
me lo podía arrancar de la cabeza, aún le olía...

No entendía qué me pasaba, estaba ansiosa. Era una sensación muy rara, no
podía explicarlo, la cabeza me daba vueltas, tenía mucho calor... me sentía a
punto del colapso. No podía respirar...

—Yuna ¿Estás bien? —me miró preocupada Daphne—. Estás desquiciada.

—Ten... tengo que... irme... tengo... necesito... necesito a Jasper —me levanté
algo torpemente y cuando me giré para salir corriendo le vi al otro lado de la
calle cuando la gente la despejó.

Todo cesó; la angustia, el dolor, el mareo... pero de nuevo me recorrió una


oleada de ese fuego abrasador, le vi ahí parado y gruñí. De mi pecho salió un
sonido sordo de alivio y deseo. Ansiaba tocarle, sentirle, era algo irracional,
ilógico, era incapaz de entenderlo y me aterraba a la vez.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Jasper cruzó la calle cuando dejaron de pasar coches y vino directo hacia mí
poniéndome una mano en la mejilla, que me cubrió casi toda la cara de mi
lado izquierdo, sus ojos parecían decirme... lo sé, es duro, puedo aliviarte,
déjame hacerlo, deja de sufrir. Le miré fijamente entreabriendo los labios.

—Yuna... ¿dejamos el traslado? —se acercó Daphne.

—¡No! No... —me sobresalté dando un respingo y me aparté ligeramente de él


girándome hacia ella.

—Nos vendrá bien tu ayuda, eres fuerte —sonrió mirándole de arriba abajo
relamiéndose descaradamente. —Soy Daphne.

—Encantado —estrechó su mano.

—Vale pues... andando —dijo ella pagando la cuenta y ambos la seguimos.

Entramos en el vacío apartamento frío y cosmopolita y recogimos las cuatro


cajas que quedaban. Daphne nos ayudó a cargar las cajas en el coche y nos
miró.

—Oye Yuna, he quedado para comer con mi madre, lo olvidé.

—Tranquila —sonreí. ¡Estaba mintiendo descaradamente para dejarme a solas


con él!

Quería que se quedase o no podría controlarme, lo intenté, intenté retenerla


pero no dio su brazo a torcer dándome un codazo.

—Luego hablamos —me dijo y se alejó tras despedirse. Su tono fue algo
preocupado.

¿Lo vería ella tan raro también? Notaría esa extraña química, esa necesidad
desconcertante.

Era algo subyugante, casi agobiaba y dolía de lo intenso que era el deseo, era
tan... aterrador, estaba muy descentrada ¿me había vuelto loca? No entendía...

Jasper dejó las cajas dentro de mi casita de piedra y madera en mitad del
bosque, le había sorprendido pero le gustó y sonreí al recordar la cara de
Daphne "Debes estar loca, no sé cómo puedes vivir aquí, yo me moriría de
miedo, aunque claro, si supiera defenderme como tú, quizás, es bonito pero..."
Ella era una urbanita yo todo lo contrario, no es que no me gustase la ciudad,
pero tanto cemento, acero y cristal... yo necesitaba sentir la tierra bajo mis
pies, la nieve, los arboles, la naturaleza, su calma, su libertad.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Jasper miró la casita del mismo modo que yo había inspeccionado su casa y
miró un par de cuadritos que tenía colgados.

—Lobos...

—Sí. Me gustan —dije con sinceridad.

Me gustaba el animal y todo lo que simbolizaba, su sociedad, sus mitos, su


imagen de la nobleza, la inteligencia, la bondad y el lado oscuro del hombre.
Todas esas cosas, me podría pasar horas hablando de todo lo que me gustaba
de ellos. Me encantaría sentarme entre una manada y acariciar su pelaje.

Él sonrió.

—¿Dónde te dejo esto?

—Oh! Ahí mismo gracias —le indiqué apartando un libro—. Me parece que no
puedo ofrecerte mucho aún, la nevera está vacía...

—Bueno pues... te invito a comer —se sentó en el sofá cogiendo un cojín, le vi


olerlo discretamente.

—Vale —sonreí y miré alrededor, aún tenía mucha faena allí.

Jasper me ayudó a poner los muebles en su sitio, limpiar y desempaquetar mis


pocas pertenencias, a las tres horas eso ya era un hogar con cara y ojos, me
pasé el dorso de la mano para limpiarme el sudor.

—Uf, gracias por la ayuda —sonreí—. Bueno ¡Ya tengo casa! —reí dando un
saltito—. Perfecta, me encanta.

Él me miró sonriendo.

—Nos damos una ducha y vamos a comer, tengo hambre y seguro que tu
también.

Me metí en la ducha y le pasé una toalla cuando acabé, me puse un vestidito


sencillo y sugerente y me peiné mientras él se duchaba. Bajo al coche y saco
una bolsa, desde luego estaba preparado para todo, se puso la ropa limpia en
la habitación y salió guiñándome el ojo.

—¿Nos vamos? —me tendió la mano.

—Claro —sonreí cogiendo su mano y le miré mordisqueándome el labio


inferior.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Nunca había mantenido tanto contacto con nadie y menos sin apenas
conocerle, pero con él era tan natural... me encantaba sentir esa sacudida de
electricidad y como mi estomago cosquilleaba mientras mi corazón de
aceleraba ¡era increíble!

Una vez en el restaurante el maítre nos llevó en silencio hasta una mesa
reservada y se alejó tras intercambiar una mirada con Jasper. Deduje que ya lo
conocían bien.

Nos sirvieron el vino y pedimos. Para el primer plato la bebida ya me había


hecho efecto. Hablábamos animadamente, hasta que me lo quedé mirando sin
perder la sonrisa.

—Jasper... ¿Qué es lo que ocurre? Quiero decir... esto... ¿Qué se me escapa?

—¿A qué te refieres?

—Vamos... no te hagas el tonto.

—No se... ¿Qué crees tú que pasa?

—Pues ese es el tema, que no lo sé —dejé la copa sobre la mesa mirándole más
seria.

—¿Vas a analizarlo todo?

—¿Qué? ¡No!... yo... sólo quiero entenderlo, es que... tú... yo... ¡Dios! —me eché
hacia atrás apoyando bien la espalda en la silla.

No encontraba las palabras y menos estando nerviosa, mis dedos jugueteaban


con la cucharilla del postre. Su aroma me nublaba la mente y mi cuerpo se
empeñaba en recordarme su... "necesidad".

—Esto es complicado —me froté la frente dejando caer de nuevo la mano.

¿Tan difícil era dejarse llevar por una vez en la vida? Era muy embarazoso
hablar de aquello en voz alta. Tanto quería levantar un abismo entre él y yo
como devorarlo. Deseaba alejarme tanto como pudiese a todo correr y
lanzarme a sus brazos, abandonarme por completo a aquella sensación que
me estaba devorando por dentro, consumiéndome como un fuego eterno. Era
tan contradictorio...

—Yuna... somos dos personas que quieren conocerse, amigos... —se


interrumpió el mismo por lo falsa que sonaba su voz, no había convicción.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Ahora me tocó a mí poner los ojos en blanco escéptica, estaba claro que había
algo ahí y no sólo lo sentía yo vamos... sino es que yo estaba muy mal. Jasper
bajó la cabeza moviéndola de un lado al otro y medio rió nervioso, como si
también le costase ordenar sus ideas o encontrar las palabras.

Él sabía algo que yo desconocía, de eso no me cabía duda. Era algún rollo raro
de ellos.

—Yuna...

—No tendrías que estar aquí, no conmigo ¿por qué yo? Yo...yo no te convengo
Jasper —le dije mirándole de frente intentando que mi voz saliese
convincente, más bien que no temblase.

—Creo que en eso le equivocas y tampoco lo decidimos nosotros.

—Pues claro que decidimos nosotros, nadie domina nuestras vidas ni nuestras
acciones, Jasper. Somos dueños de nosotros mismos y somos nosotros los
que tomamos nuestras decisiones. No sé a ti, pero a mí no me gusta que me
digan por dónde debo ir o qué debo hacer. Yo controlo mi vida.

—¿Por qué te pones a la defensiva?

—¡Yo no estoy a la defensiva! —observé su rostro paciente y suspiré al ver que


tenía razón—. No lo sé —admití dejando la servilleta algo arrugada sobre el
mantel—. Yo... es complicado —suspiré tratando de no mirarle para no
flaquear.

Yo no tenía ni idea de todas aquellas cosas, es más a la que había tratado de


tener alguna intimidad con alguien había sido un completo desastre, me
bloqueaba, me ponía agresiva y me entraba un pánico atroz.

Él sostuvo mi mano antes de que la retirara y me relajé mínimamente


sintiendo sus dedos rozando mi palma. Quizás lo mejor fuera sólo dejarse
llevar. Simplemente dejar que el tiempo dijese su última palabra, era inútil
luchar contra un fantasma.

No ocurrió nada ese día ni los siguientes, nos veíamos casi cada día y el día
que no lo hacíamos era casi insoportable, un castigo. Era como si te
arrancasen una parte o murieses lentamente. Me faltaba el aire y me sentía
descentrada hasta que no escuchaba su voz. Pero eso no era lo peor, no. Lo
peor era que cada día se intensificaba más ese extraño fuego haciendo la
necesidad insoportable, casi hasta el punto de enloquecer.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Intenté no pensar en ello, en no darle vueltas, no quería saber. Prefería no


buscar ni empezar a investigar su mundo sólo por miedo a lo que podía
descubrir.

Suspiré por enésima vez en esos cincos minutos y Vero me miró exasperada,
cogió el mando y paró la película apartando a un lado la mamita con la que se
tapaban. Yo seguía con la vista fija en la pantalla sin ver nada
mordisqueándome los dedos.

—A ver Yuna... ¿Qué te pasa?

—¿Eh? ¿a mí? Nada.

—Tía mientes fatal —se sentó a mis pies Ginger. Daphne me miraba en
silencio.

—Algo te preocupa. No estás bien, se te nota... ¡desembucha!

—Sólo estoy nerviosa.

—Si ya lo vemos, ¿pero, por qué?

—¡No lo sé! —me levanté dando vueltas por el salón como un animal
enjaulado y separé el fino jersey de mi piel moviéndolo para airearme.

Me cogí el pelo y lo levanté resoplando.

—Necesito un poco de aire, aquí dentro hace mucho calor—. Por supuesto
ellas no tenían calor... más bien frío.

—No me extraña, pareces una estufa —bromeó Verónica.

—Tú lo que necesitas es un buen polvo —rió Ginger—. Desde que te


conocemos aún no te hemos descubierto ni un lío. No es normal... eres una
chica preciosa, más de uno estaría encantado de poder estar contigo.

Me detuve en seco y la fulminé con la mirada. Picaron a la puerta y Daphne fue


a abrir, eran los chicos, los oí desde la escalera.

—Es noche de chicas... —decía ella.

—Vamos... déjanos pasar, sólo será un ratito, luego nos iremos. Lo


prometemos.

—Creo que será mejor que me vaya —estaba diciendo yo cuando ellos estaban
entrando en el salón.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—¿Has quedado con tu lobito? —sonrió maliciosa Ginger.

Lo hizo con toda intención. Nadie más que ellas lo sabían y fue como destapar
la caja de los truenos.

—¿Qué? —resonó la voz de Cool con un tono frío y duro.

—¿Pero qué has hecho? —murmuró Daphne riñéndola; ella la

ignoró.

—Yuna ¿Estás saliendo con él?

—No... no exactamente, ¿qué más da?

—Aléjate de él —dijo de un modo demasiado taxativo, casi sonaba a orden.

—Oye ¿pero a ti qué te pasa? ¿Qué problema tienes? No tengo que darte
explicaciones de lo que haga o deje de hacer, no te metas en mi vida, voy con
quien quiero.

—¡Pero es un lobo! Son peligrosos Yuna, aléjate... aléjate cuanto antes, aún
estás a tiempo.

—¿Pero qué pasa contigo? Tienes un problema muy grave Cool, intolerancia.
Ni siquiera sabes de lo que estas hablando.

—Sé lo que me digo Yuna, hazme caso por tu bien —dijo con el semblante
duro poniéndome las manos en los hombros.

—Suéltame —dije casi con un gruñido, el labio superior me tembló, casi quería
enseñarle los dientes.

Él apartó las manos pero me cogió del brazo cuando pasé a su lado para
largarme.

—Yuna... te lo pido por favor, no vayas... sé que te atrae, es normal pero no...

—¡No digas tonterías! —me defendí, ¡qué coño sabía él!

—Puedo hacerlo por la malas Yuna.

—¿Es una amenaza? —me solté con brusquedad y me encaré a él, estaba muy
cerca de su cuerpo, entrecerré los ojos airada—. Genial... —murmuré. —Lo
siento chicas, nos vemos —dije dirigiéndome hacía la puerta.

—No, espera Yuna, no te vayas —se puso en medio de la puerta

Las caras de la Luna


Leila Milà

Robert.

—Quita de ahí Robert.

—Escúchame un momento.

—Si vas a empezar a decir tonterías no...

—¡Déjame hablar caramba! —alzó la voz haciéndome callar.

Él nunca perdía la paciencia ni alzaba la voz.

—Te apreciamos Yuna, por eso te avisamos, por favor... sólo considéralo,
déjanos explicarte, son peligrosos, ellos...

—¿Tú también? Ni siquiera los conocéis —hice intención de poner la mano en


el picaporte. Él volvió a interponerse.

—Más que tú... —murmuró entre dientes Cool, casi con rabia ¿o era odio?

—Ya sé cual es vuestra opinión, ahora dejadme pasar.

—No, vas a escucharnos. No te irás hasta que no sepa que te mantendrás a


salvo —ese fue Peter.

—Estupendo —farfullé cada vez más irritada—. Ya veo que no sois de los que
creen que son protectores de los humanos.

El resto del grupo tampoco entendía de qué iba aquello, estaban tan
desconcertados y sorprendidos como yo, los tres se acercaron a mí, y yo me
crucé de brazos a la defensiva, no quería escuchar y no iba a hacerlo. ¿Por qué
se metían en mi vida? Me daba mucha rabia, ¿cómo podían hablar así de ellos
sin conocerles? ¿Por qué se creían con ese derecho de hacerlo? No podía
aceptar aquella animadversión, no podía oír ni soportar que dijesen algo malo
de Jasper. Vaya amigos... en vez de apoyarme o alegrarse por mí, si es que
había encontrado a alguien, que tampoco lo tenía muy claro, ¡no! Me
montaban ese numerito.

Ni siquiera sabía lo que éramos Jasper y yo, ¿amigos, pareja? ¿Iba a tolerar
eso? Era libre de ir con quién me diera la gana, como si quería servir de
aperitivo a un vampiro. Cool empezó a hablar pero yo ya no le escuchaba.

—No tengo por qué aguantar esto —dije y me escabullí aprovechando un


descuido de Robert.

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Leila Milà

Salí cabreada del piso de Daphne aún más confusa que antes. Ella me llamó
varias veces al móvil pero no lo cogí, sólo anduve por la calle vagando sin
rumbo, era un día gélido sin duda pero yo no tenía frío. La gente me miraba al
pasar, quizás porque sólo llevaba un jersey fino y una faldita que tapaba poco.
De una calle giraron un grupo de chicas, iban riendo y una de ellas miró en mi
dirección y se detuvo dejando de reír.

—Yuna —me llamó desconcertada. Yo me acerqué.

—Elle.

Ella me estudió un rato en silencio y se despidió de sus amigas.

—Vamos a casa —me dijo cogiéndome del brazo y yo la seguí sin oponer
resistencia.

El primer tramo lo recorrimos en silencio, sólo andábamos escuchando el


crujir de la nieve bajo nuestros pies.

—Lo pasamos bien el otro día —me miró.

—Sí.

—Habría que repetido —me sonrió, yo asentí devolviéndole la sonrisa.

—Sí, estaría bien.

—¿Comes bien Yuna? Tienes mal aspecto —me apartó el pelo con cariño.

—Sí —suspiré, ella me miró paciente—. Es que últimamente... me siento rara...


no sé qué me pasa. Además, acabo de tener una discusión con mis amigos por
algo que ni siquiera acabo de entender.

—Ya...

Seguimos el resto del camino en silencio hasta llegar a la casa del clan. Saludó
con alegría al entrar y ya subíamos directamente a su habitación cuando Kyla
nos interceptó. Detrás de ella venían el resto.

Me quedé sin aire de golpe, la cabeza se me fue y sentí una especie de crujido
en mi interior, el corazón se me aceleró y luego apenas latió, me desplomé.

Las voces eran lejanas...

Las caras de la Luna


Leila Milà

E lle le sostuvo la cabeza antes de que se golpease en la escalera, Yuna


respiraba acelerada como si sufriera los efectos de una droga
bañada en sudor. Vimos un primer flash, seguida de una luz pero
enseguida Elle cortó el vínculo de forma abrupta y tajante. Le gruftí pero ella
me ignoró mirando a Kyla.

—Esto no os incumbe —dijo recalcando el «os» masculino.

Nosotros nos miramos confusos por su agresividad y esperamos. Yuna jadeó,


su rostro estaba turbado. Elle se removió nerviosa poniéndose roja y gimió.

A Elle le era difícil mantener la concentración, la mente de Yuna era errática e


iba de un lado al otro de forma compulsiva, sin dejarle ver nada claro o
definido, se riñó a sí misma y se obligó a centrarse. Poco a poco, las imágenes
de la mente de Yuna fueron visibles para ella, la primera no era algo concreto
pero sí pudo entenderlo porque sentía el sentimiento pudiendo identificarlo.
Kyla torció la boca frunciendo el ceño.

La imagen se hizo más nítida, lo primero que vio fue una hermosa chica, la
imagen se expandió y la pudo ver mejor, la joven estaba rodeada de niños
pequeños que correteaban, la sonrisa de ella fue desapareciendo, sintió
tristeza y muchas otras cosas, pero sobretodo, miedo cuando algo pareció
acecharla. Era algo oscuro y dañino, tanto que hasta ellas mismas sintieron
como su cuerpo se tensaba dispuesto a defenderse.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Elle exhaló y miró a su madre que asintió; la marcada para su hijo era muy
fértil pero a pesar de ello era totalmente reacia a procrear... una marcada con
ese temor era algo muy preocupante, pero no era sólo eso. Huía de sí misma,
de lo que era y de las relaciones... era un problema muy grande y grave porque
además parecía que algo le había hecho mucho daño. Yuna tenía una herida
muy profunda en su subconsciente que la hacía huir de cualquier contacto
que pudiera ponerla en peligro.

Elle por fin rompió el silencio pero mantuvo el bloqueo a los hombres.

—Está aterrada —dijo Elle mirando a mamá.

—Sí —su rostro era una máscara de preocupación, su ceño fruncido acentuaba
la arruguita de su frente perlada de sudor —hijo... no la presiones, puede ser
un peligro incluso para ti.

La miré sin comprender.

—¿Por qué no le has dicho nada aún? ¿Pero es que aún no...? —dejó la
pregunta en el aire Kyla.

Yo no pude contestar, bajé los ojos.

—Oh Jasper...

—Lo sé, lo sé...

—¡No! No lo sabes... no podéis seguir así, es... dañino y peligroso para ambos.
No está así porque sí ¿sabes? —me reprendió indicándole a Elle que la subiera
arriba.

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Leila Milà

—Lo intento de veras madre, pero no me deja llegar a ella, no deja de luchar
contra mí.

—Y tú tampoco haces mucho por romper su reticencia ¿por qué?

—Es nuestra vida, creo que tenemos derecho a poder escoger.

—¡Jasper! Sí está clarísimo que a ti te gusta... es más... estás empezando a


quererla, a enamorarte. ¡Qué digo, ya lo estabas! ¡Sois uno!

—¡Si, ya! —la corté.

—¿Entonces? Deja tú también de hacer el idiota.

—No es fácil sabéis —me defendí.

—Pues díselo.

—¿Decir qué? No lo va a creer, se reirá y aunque no fuera así siento que si se lo


digo echará a correr.

—Sí que es dura sí... y cabezota —movió la cabeza Víctor cruzándose de


brazos.

—No lo sabes tú bien.

—Pero no es curiosa, le hubiera venido bien al menos serlo y querer averiguar


cosas sobre nosotros —agregó Connor—. Lo haría más fácil.

—No lo hace porque está más asustada de lo que crees; su propia mente se
auto protege, se bloquea. Sólo en su subconsciente deja salir todo lo que la
supera —dijo Elle bajando las escaleras—. Aunque no lo parezca... Yuna tiene
miedo, se siente... perdida, está sola y no entiende que le pasa entre otras
cosas.

—¿Pero de que tiene tanto miedo? —quise saber.

—De ti. No de lo que eres sino de lo que representas, a ver como lo digo
suavemente... Jasper...no huye de ti por lo que imaginas, huiría de cualquier
hombre que la hiciera sentir algo que pudiera ponerla en peligro, que pudiera
de alguna manera herirla... vas a tener que ser paciente.

—No lo entiendo... —empezó a decir Denis hasta que lo pilló —Oh

—Tenemos otro problema aparte de ése —miró Kyla a su marido.

—¿Cuál?

Las caras de la Luna


Leila Milà

—No se va a dejar tocar de esa «manera» a menos que se sienta segura, a


salvo.

Todos esperamos a que añadiese algo más.

—Formar familia digamos que tampoco entraría en sus planes, cosa que está
en línea con el primer obstáculo. Le han hecho algo, no sé qué... pero nada
bueno para que se aparte así de los hombres.

Mi familia al completo me miró esperando por si aún no lo había asimilado


¡pues claro que lo había captado, joder! Yo tampoco me imaginaba ahora
mismo con cachorros pero...

—Desde luego lo tienes complicado —bromeó Connor.

Elle le dio una colleja y yo me dejé caer en el primer escalón llevándome las
manos a la boca.

Nadie dijo nada durante un rato, mi padre se acercó para ponerme una mano
en el hombro pero le detuve. Si lo pensaba fríamente si fuéramos como otros
clanes yo no podría estar ahí con ellos, yo era el sucesor. Tenía la marca y los
genes para derrocar al líder.

—¿Y qué esperáis que haga? —dije simplemente—. No puedo ir en contra de


sus deseos, de sus sentimientos. No puedo comportarme como un
cavernícola. Por mucho que quiera reclamarla y dejarle mi marca le haría daño
y eso no me lo perdonaría ni ella ni yo.

—Ni tú de tu naturaleza, tú mismo lo estás diciendo. Acabarás destrozado si


sigues así Jasper. Hablas de sus sentimientos pero ¿qué hay de los tuyos? ¿Vas
a renunciar a todo? ¿La antepones a ella a lo demás, a tu propia felicidad?
Aunque va unida claro —mi padre se agachó frente a mí.

—Eso parece — suspiré cogiéndome la cabeza con las manos.

Pero es que ya no podía hacer otra cosa, no podía arrancarme a Yuna de la


cabeza ni del corazón, mi vida era ella y si... la amaba, me gustaba todo de ella,
como era, como pensaba, como se movía, su olor, su cuerpo, su sentido del
humor... su forma de ser, de mirar... ¡Joder aquello era una mierda! ¿Por qué
tenía que pasarme todo a mí? ¿Por qué no a Víctor? Él era el mayor, el merecía
tener su pareja y tomar las riendas, no yo... empezaba a quedarme grande
todo aquello, por primera vez lo veía muy claro... lección de humildad, yo no
podía con todo.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Me desperté a la mañana siguiente algo aturdida, no recordaba nada de la


noche anterior tras entrar en la casa.

Me llevé la mano a la frente y me incorporé apoyándome en los codos. Estaba


cansada y tenía la sensación de no haber descansado nada. Me desperecé
levantándome y fui al baño para darle una ojeada a mi aspecto.

—Al menos no hago ojeras —pensé para mis adentros, acabando de colocar
algún mechón en su sitio.

Cuando salí. Elle estaba en la habitación.

—Buenos días ¿cómo estás?

—Bien —dije por inercia. Pero ella puso esa cara de ¡venga ya! y suspiré
resignada—. Como si me hubieran dado una paliza.

Ella sonrió satisfecha con un asentimiento de cabeza y me tendió una taza, la


olí discretamente y me bebí el contenido.

—¿Te apetece pasar el día juntas? —me cogió la taza.

—Sí — sonreí y ella se levantó, se acabó de arreglar y bajamos.

Nos despedimos y subí a su coche dándole las indicaciones pertinentes para


llegar a casa para cambiarme y nos fuimos por ahí. Para la hora de comer ya
habíamos dejado de contar cuantos habían intentado tirarnos los trastos.

—¿Dónde te apetece ir luego? —me miró Elle acabando de engullir otro plato
de carne.

—He oído que han abierto un nuevo centro comercial... y... ahora soy yo la que
necesito algo de ropa — me encogí de hombros.

—Perfecto —se limpió los labios cambiando la pierna de lado haciendo lucir
sus magnificas botas.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Me terminé mi plato y pedimos el café, luego nos fuimos. El centro era enorme
y las dos nos miramos con una sonrisa cómplice, al final resultó que teníamos
gustos bastante compatibles.

Estaba probándome un vestido cuando Elle sacó el tema.

—Yuna... ¿Qué problema tienes con mi hermano? Está claro que te atrae, y
mucho ¿Por qué te empeñas en fingir que no es así? —dijo desde el probador
de al lado.

Yo suspiré tras dar un respingo, era inevitable que no preguntara y yo ya


estaba empezando a ponerme nerviosa pensando cuanto tardaría en sacar el
tema a colación.

—Puedes hablar conmigo —dijo abriendo la cortina de mi probador y sacando


medio cuerpo por él.

—Eh, no se dé que me hablas —intenté salirme por la tangente y ella me sacó


fuera acabando de ponerme bien el vestido.

—Sí claro y yo soy tonta... te queda mejor el otro, es más bonito y elegante.

—Tienes razón.

—Toma pruébate éste también y éstos —me pasó tres más.

—¡Elle! Que esto deja poco a la imaginación.

—Que va, tú pruébatelo. Y ese conjunto de traje pantalón también, ya he visto


como lo mirabas y he divisado el corpiño perfecto... es tipo corsé, es divino y
sexy. Toma —me lo acercó.

Yo volví a suspirar, esa chica era un peligro con las compras, debí darme
cuenta la primera vez, pero tenía buen gusto y sabía de moda, así que...
obedecí.

—No te vayas por la tangente Yuna, te he preguntado algo.

—Elle, por favor.

—¡Oh vamos! Soy yo ¿A quién voy a decírselo?

—Vale, sí, tus hermanos están de vicio, ¿y qué?

—Mira que eres difícil. ¿Te gusta hacerte de rogar o qué?

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Leila Milà

Aproveché que se estaba mirando en el espejo para volver al probador, intenté


distraerla diciéndole lo bien que le quedaba y lo que la favorecían los
pantalones que se había probado antes, pero no dio su brazo a torcer.

—Jasper —únicamente pronunció su nombre pero bastó para hacerme dar un


respingo y poner mi pulso a la carrera.

Elle, déjalo correr, no hay nada salí mirándome también. Ella aprobó la
elección y volvió a la carga.

No hasta que te sinceres, admítelo de una vez o tendré que pensar que te
gusta torturarte o que eres masoca o algo ¿te gusto más yo? —sonrió
ampliamente con un movimiento de pestañas.

Siento defraudarte Elle, eres deliciosa, pero me va la testosterona.

Pues cualquiera lo diría... no he visto ninguna chica que siendo tan preciosa
como tú se vaya escondiendo de los hombres que pretenden sacar un
compromiso por tu parte.

—No digas tonterías, yo no me escondo.

—¡Ja! Como un avestruz —insistió Es que no lo entiendo, de verdad... aunque


deje a aparte la palabra relación... ni siquiera te decides a echar un polvo.
¿Sabes cuantas chicas se mueren por él? ¿por qué te haces esto? Te está
destrozando Yuna. Lo deseas más que nada ¿cuál es el problema? Y no me
niegues que en cuanto lo ves se te acelera el pulso y empiezas a arder. Se te
encoge el estomago y si estás lejos de él es como si te matasen.

Yo di un respingo deseando desaparecer ¿cómo podía haberlo descrito tan


bien? ¿Qué significado tenía aquello? Deseaba salir huyendo...

—¿Por qué me dices eso? Eso no cambia nada y mira... quizás sería mejor que
alguna de esas se lanzara a sus brazos, así yo podría...

—Escapar. No Yuna, no funciona así. ¿Has pensado que al igual él no quiera a


ninguna otra? Deja de mirarte el ombligo, no creía que fueras una cobarde ¿de
qué huyes? ¿De qué tienes miedo? Para él no existe nada más Yuna, no le
hagas daño, por favor —presionó mirándome con dureza y dolor a la vez.

—No sé de dónde sacas eso —volví a entrar en el probador a la vez que ella
para cambiarnos—. Yo no le haré ningún daño.

—Ya se lo estás haciendo y a ti misma también —murmuró ella suspirando.

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Salimos otra vez mirando el resultado del nuevo modelito. La mirada de Elle
estaba apagada y el corazón se me encogió al verla así. Elle era demasiado vital
para reflejar una pena tan profunda...

—Mira ese, joder está buenísimo —dijo Elle apartando la vista.

—Si bueno...

—¡Si ni siquiera le has mirado!

—Sí, lo he hecho.

—¡Mentirosa!

—¿Qué te ocurre Elle? Te has puesto triste...

—No cambies de tema señorita.

—No lo hago...

—¡Sí lo haces! ¿Has visto o no a ese chico?

—Lo vi, pero... —Me encogí de hombros y ella sonrió como si hubiese
triunfado.

—Pero ninguno es ni se puede igualar a Jasper. Ninguno te hace sentir lo que


él, su sola mirada es capaz de obtener todo el control de ti — sentenció—.
Yuna... él... hace algo más que gustarte. Admítelo de una vez por el bien de
todos.

No puede responder porque ya lo hizo mi cara por mí, cuando noté la sangre y
el calor agolparse en mis mejillas, refunfuñé y me metí de vuelta al probador
poniéndome mi ropa y seleccionando lo que me quedaba y lo que no. No, no
había ninguno como él, ya no existía nadie que no fuera Jasper. Sólo podía
imaginar sus manos en mi piel y las de nadie más.

—Yuna... de verdad, déjame ayudarte, creo puedo entender cómo te sientes


aunque a mí no me haya pasado. No puedes seguir así o esta pasión... ese
fuego, te consumirá del todo. Necesitas dejarle a él las riendas, necesitas que
él... —se detuvo antes de decir lo que iba a escapársele.

La miré en silencio ¿qué podía saber ella? Es más... la pregunta era ¿quería yo
saberlo? Me acerqué a la caja y pagué mis compras, ella hizo lo mismo y
seguimos con el recorrido. Elle se paró frente a una tienda de lencería y me
agarró por la mano haciéndome entrar con ella. Se paseó por los estantes

Las caras de la Luna


Leila Milà

pasándome un par de conjuntos tras estudiarme y se cogió un par de


conjuntos sugerentes para ella. Yo los fui a dejar pero no me dejó.

—Perdone, vaya cobrándome esos conjuntos y métalos en una bolsita —le dijo
a la dependienta que obedientemente me los quitó de las manos y empezó a
cobrarlos, a quitarles la alarma y a plegarlos.

—Una buena elección, son muy bonitos y extremados, no pude ponérselos


cualquiera. ¡Qué envidia! Si yo pudiera ponerme algo así —sonrió
envolviéndolos en un papel delicado, sacó un lazo y empezó a envolver el
paquetito de un modo de verdad precioso, parecía una obra de arte.

—No, yo no...

—Tranquila, aquí tienes, disfrútalos. Seguro que se le caerá la baba —me


guiñó el ojo con complicidad y yo intenté emitir algo parecido a una risita
mientras esperaba a que Elle se probase sus conjuntos.

—Recuérdame que cuando salgamos te mate.

—Ja, ja, ja.

Cuando salimos de la tienda fuimos a tomar algo tras coger entradas para el
cine y dejamos las bolsas con cuidado en el suelo.

—Tampoco es fácil para él ¿sabes? Yuna... él es increíble, creo que no podría


decirte nada malo de mi hermano... bueno tienes sus cosas pero es que es...él,
es único.

—¿Crees que no lo sé?

—Pues actúas como tal.

—¿Qué me estáis ocultando Elle? ¿Qué pasa? Porque aquí hay algo que no es
normal... esto... hay algo que va más allá de la razón, de la simple atracción,
soy humana pero no estúpida y la verdad no sé si quiero saberlo. ¡Todo me
lleva a él, maldita sea y yo no lo entiendo! no puedo controlarlo.

—Ese es el problema, que no quieres saber y no te dejas llevar. ¡Deja de


controlarte tanto Yuna! Disfruta de la vida, de lo que sientes, de tu cuerpo.
Nunca sabemos cuando puede llegar nuestro fin. No podemos desperdiciar la
felicidad y mucho menos el latido de nuestro corazón. El amor verdadero no
se da así como así, es algo único ¿qué te pasa? —volvió a preguntar, yo no
respondí, sólo miré la mesa—. Además, no soy yo quién tiene que hablar
contigo de esto.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Yo alcé la vista compungida, me estaba dando una reprimenda y me dolía


porque en parte tenía razón. Pero ella hablaba de amor...

—¿Duele, eh? Estar lejos de él quiero decir... ¿crees que no noto lo excitada
que estás? Vamos Yuna, huelo tú humedad a kilómetros así que imagínate
como la siente él y como acaba. ¡Le explotaran las pelotas al final!

Yo me puse roja como un tomate y me quedé más rígida que una escoba al
tiempo que ella empezaba reír. Yo refunfuñé.

—Sí, es... incomodo —admití a regañadientes ante su mirada inquisitiva, no


iba a ceder.

Elle esperó en silencio dando un sorbito a su café a que yo siguiera hablando.

—¡Es que ya no gano para duchas frías! —la miré apurada tras echar una
ojeada alrededor. Pensé que se echaría a reír pero no lo hizo—. Es que... todo
esto... es demasiado extraño... es... es... ¡no lo sé!

—Ya... es un poco violento supongo, sentirte tan ansiosa, creo que también me
rebotaría e intentaría demostrar que soy capaz de llevar mis emociones por
donde quiero porque no controlas nada y parece todo como un especie de
imposición. Pero con eso sólo empeorarás las cosas.

La miré admirada tras parpadear por la primera impresión y asentí. Elle era
una belleza en todos los sentidos, sensible, elegante, inalcanzable... Pero
ahora además, sabía que Elle... sufría y realmente parecía que me entendía
demasiado bien.

—Yuna... tú no sabes las pocas mujeres lobo que somos desde hace un tiempo
y menos las que pueden procrear. Nuestra familia es especial, somos más
numerosas que en otros clanes y eso provoca ciertas...tensiones, ya
sabes...competencia incluso entre nosotras.

¿Por qué me lo cuentas? No le veo la relación, yo no soy una de vosotras

—Intentaré comprenderle Elle... pero... yo no puedo darle lo que quiere si es


que lo que quiere de mí es lo que tú crees. Ya no sé lo que digo — suspiré
bebiendo un poco de mi refresco.

Ella sonrió

—Yuna, puedes confiar en mí, te lo aseguro.

—Lo sé —volví a mirar y apoyé la barbilla en una de mis manos—. Y lo de


cambiar ¿podéis hacerlo cuando queréis o necesitáis la luna?

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Leila Milà

—Podemos hacerlo cuando queremos, la luna nos afecta un poco más que a
otros por los ciclos y su poder pero podemos controlarlo. Con el tiempo
hemos aprendido a ser... más civilizados. Yuna, no somos tan poco fiables
como creen algunos que dicen que somos Inestables, que nos dejamos
arrastrar por nuestras emociones y las bajas pasiones... Somos humanos,
también, tenemos conciencia, reglas, principios. Para nosotros la lealtad, el
honor y la familia lo son todo.

—¿Y la plata?

—La plata... puede llegar a envenenarnos en una cantidad suficiente. Los lobos
"puros" somos más resistentes que los licántropos.

—Ah... No sabía que hubiese diferencias.

—¡Vamos! Continúa, lo estás haciendo muy bien —me sonrió—. Por fuerza
tienes que tener muchas preguntas.

—Unas cuantas...

—Somos fieles, sí. No hagas caso de esas tonterías de que a los licántropos
machos les encanta seducir jovencitas que no pueden

Resistirse a su embrujo. Digamos que ahí influye nuestra parte animal…


buscamos a nuestra alma perdida, nuestra pareja para toda la vida.

—Eso es muy difícil… por no decir imposible.

—Tú lo has dicho. No todos la encontramos Yuna y creo que diciéndote esto
puedes entender lo que significa eso para nosotros… —Dijo con un hilillo de
voz entristecido, lleno de pena, sufría. —Yo por ejemplo… no sé si jamás
encontraré a mi mitad, si hay alguien para mí. Ni si tendré ocasión de dejar
parte de mí en este mundo. No es nuestra única razón de vivir pero… aunque
seamos felices, siempre es como si nos faltase una parte, que hubiera un vacío
aquí dentro —dijo señalándose el pecho.

Asentí observándola. Entendí lo que quería decir, conocía demasiado bien esa
pena, esa angustia sin saber por qué pero era así. La entendía porque yo
también la sentía... la sentía demasiado.

—Yuna, nosotros no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos, no somos


perfectos, pero cuando esa persona aparece... lo sabemos.

Me dio un ataque de nervios al creer entender algo. Se me abrieron los ojos


como platos y casi me atraganto con la Coca-Cola.

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Leila Milà

—¡Ay madre! ¿No creerá que yo...? —dejé la frase incompleta—. No —dije
mirándola fijamente, no se reía— ¡No! Oye... yo no... no puede ser —reí más
histérica que otra cosa—. ¿Es una broma, no? Estoy equivocada ¿a que sí? Elle
¡Di algo!

—Esa no es la pregunta correcta Yuna, sigue pensando, te ayudaré en lo que


pueda —miró el reloj—. Vamos antes de que empiece la peli.

La seguí sintiendo mis piernas temblorosas y nos metimos en la sala, apenas


me enteré de la peli sumida en mis propios pensamientos. Al salir, acabamos
de hacer algunas compras y Elle me llevó a casa para que dejase las cosas. No
quería dejarme sola y no paró hasta convencerme para ir a su casa. Me duché y
cambié de nuevo para regresar a casa de Elle.

Íbamos a subir al coche cuando Elle gruño poniéndose alerta, saltó sobre el
capó tratando de detener a lo que fuese que me empujó contra el vehículo.
Noté mi frente golpear contra éste y me volví lo más rápido que pude para ver
como un ser parecido al del callejón se abalanzaba sobre mi. Rodé por el suelo
pero sus garras me abrieron la piel del hombro, grité y vi como Elle trataba de
deshacerse de los dos que la atacaban.

Me levanté todo lo deprisa que pude apretándome la herida y él se relamió. Me


estremecí de pies a cabeza pero me preparé para bloquear su ataque parando
su puño. Poniendo los brazos en cruz le agarré la mano con fuerza y giré
barriendo su pierna. Pero él enseguida recuperó el equilibrio y se me echó
encima derribándome con su peso. Probé a asestarle un puñetazo pero sólo
conseguí hacerme crujir los nudillos. Encogí las rodillas y traté de repelerlo.
Elle apareció como un borrón llevándoselo con ella, ambos rodaron por el
suelo levantando una capa de polvo y tierra. Elle lanzó un derechazo y esquivó
la garra izquierda de éste. Lo lanzó contra un árbol que se zarandeó con un
crujido nada tranquilizador y le propinó una patada en todo el estomago al
que se acercaba por su espalda aferrando del cuello al primero que ya
regresaba por ella.

Jadeé tratando de respirar y busqué desesperada al tercero, no lo veía pero lo


sentía, estaba observándonos, de hecho había notado que algo nos vigilaba
desde que salimos del cine. Creía que eran imaginaciones mías pero ahí
estaba... Cerré los ojos un instante para calmar el latido de mi corazón y le di
una patada bajo el mentón al que volvía a atacar a Elle por la espalda y de
nuevo me crujieron todos los huesos, solté una maldición y cogiendo una
piedra volví a golpearlo. Me agaché para evitar que me golpease pero me
alcanzó el costado y me inmovilizó. Pataleé en vano forcejeando hasta que
conseguí apoyar la pierna en su rodilla y me impulsé hacia atrás. Los hombros
protestaron a causa del dolor pero le presioné el cuello. El ser aferró mi brazo

Las caras de la Luna


Leila Milà

hundiéndome las garras afiladas como escalpelos y yo volví a chillar sin poder
evitarlo. Tiró de mí y me lanzó a manos del que se había ocultado justo
cuando Elle saltaba hundiendo sus colmillos en su hombro. El demonio dejó
escapar un chillido estridente y la loba escupió al suelo un buen trozo de
carne y sangre negra. La cosa se debatió furiosa pero Elle esquivaba con
facilidad sus ataques ciegos de ira hasta que ésta le giró el cuello. Sacó una
daga del interior de su bota y se apresuró a cortar la yugular. Una enorme
herida oscura se abrió en mitad de aquella piel veteada.

—¡Elle! —chillé cuando el otro iba a golpearla.

Ésta apenas pudo esquivarlo sin llevarse un buen golpe y yo traté de no


vomitar al ver como el que yacía en el suelo abría los ojos de par en par con la
boca borboteando llena de aquel líquido espeso y oscuro.

Le pisé el pie con el tacón con toda la rabia que pude y mordí aquel brazo que
me apretujaba arrastrando de mí. Cuando la presión aflojó me zafé y me volví
atacándole. El demonio trastabilló y corrí hacia Elle que tenía una brecha en la
frente y un arañazo profundo en el abdomen que se apretaba. La sangre
carmesí había empapado su inmaculado vestido blanco. Salté sobre éste
aferrándome con piernas y brazos y tiré atrás de su cuello justo para que Elle
hundiese el filo allí. Una vez lo hice me solté saltando a un lado, ejecuté una
pirueta y golpeé con la pierna al que quedaba. Intercambié una mirada con Elle
que asintió y ambas atacamos a la vez por flancos distintos. El primer golpe
falló y salí despedida quedando revolcada por la arena. Gemí y aún de
rodilladas jadeando vi como Elle recibía otro mandoble. Me levanté de nuevo y
empecé a lanzar un seguido de golpes, fintando, saltando y esquivando sus
golpes como podía. Elle se unió y me pasó por la espalda la daga sin que éste
lo viera. Ella se agachó con un gruñido y los ojos rojizos del demonio se
fijaron en ella. Hizo intención de esquivar su ataque y fue cuando girando
sobre mí misma le rebané el pescuezo.

Elle se levantó también con la respiración entrecortada y me miró apartándose


el cabello hacia atrás.

—¿Estás bien? —me preguntó, yo asentí—. No lo haces nada mal —torció la


sonrisa de aquel modo que tanto me recordaba a Jasper y yo carraspeé.

—¿Qué haces? —ladeé la cabeza al ver como Elle metía medio cuerpo dentro
de su flamante Mercedes SLS AMG Roadster.

—Quemarlos, es la única manera de aseguramos de que queden fuera de


circulación por un tiempo —se incorporó sosteniendo una bolsa en la mano.

Sacó una especie de cimitarras y me las lanzó.

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Leila Milà

—Descuartízalos y luego rocíalos con esto.

Yo no discutí, obedecí con el estomago revuelto observando como lo hacía ella


usando sus garras y una vez acabamos volví a mirar a Elle. Sus heridas habían
dejado de sangrar pero su aspecto no era muy bueno. Estaba pálida y una fina
capa de sudor perlaba su piel.

—Elle ¿Te encuentras bien?

—Se me pasará. He de eliminar las toxinas, la que me preocupa eres tú —se


acercó inspeccionando mis heridas sujetándome el mentón

—Jasper me matará... si te ocurre algo —estaba angustiada.

—Estoy bien

—¿Seguro? ¿Te sientes mareada, desorientada, algo? Yo volví a negar


meneando la cabeza. —Elle, ¿venían por mí?

—Sí...

—¿Por qué? No tiene sentido...

—Será mejor que nos vayamos, algo no va bien... —miró alrededor nerviosa,
sus ojos ámbar brillaban con un intenso dorado.

—Elle ¿qué sabes? por favor... dímelo.

—De verás que no lo sé Yuna, te aseguro que lo averiguaremos pero vámonos


ya.

De nuevo asentí y obedecí. Elle no me mentía y yo hacía rato que estaba


inquieta así que subí al coche abrazada a mí misma y reemprendimos la
marcha en silencio. Nada de lo que acababa de pasar tenía el más mínimo
sentido. ¿Qué iban a querer de mí? ¿Qué pasaba? Todo era demasiado
rocambolesco...

Una vez llegamos a casa ya estaban todos fuera esperándonos. El gruñido de


Jasper me hizo encoger, estaba tan furioso y preocupado...

—¡Tendrías que habernos avisado! ¡¿Estáis bien?! —aferró de los hombros a


Elle que siseó a causa de las heridas.

—Podía apañármelas sola, eran sólo tres. Estamos bien.

—¡Podrían haberos hecho daño Elle! Tres son más que suficientes ¡Joder! No
deberían andar libres, es...

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Leila Milà

—Estamos bien —insistió ella—. No pasó nada.

—¿Y eso es nada? —señaló la herida de su abdomen al tiempo que le cogía la


cara inclinándosela hacia a un lado para ver la brecha de la frente y el golpe
del pómulo.

—No soy de porcelana, tranquilízate —lo miró dándole un manotazo.

Ambos se miraron un instante y se abrazaron.

—Iban tras ella Jas, esto no es normal, ¿qué diantres se nos escapa? Pasa algo
grave y no me gusta.... hay que averiguar qué ocurre y ya.

—Luego hablamos —le dijo volviéndose hacia mí que tragué - Parece que le
gustas a los problemas... ¿peleándote otra vez? —su voz trato de sonar ligera.

Me quedé paralizada, sus ojos ardían con un cúmulo de sensaciones tan


intensas que daba miedo, tanto que di un paso atrás.

—¿Qué iba a hacer sino? —traté de bromear pese a que me moría de ganas de
lanzarme a sus brazos, de borrar ese enfado y esa angustia de su rostro ahora
severo y oscuro.

Jasper acortó la distancia y se tensó aún más al ver la sangre y los cortes, yo
desvié la mirada. La verdad es que aquello dolía horrores... Estaba cansada y la
cabeza empezaba a embotárseme.

—¿Por qué a mí?

—Lo averiguaremos. Sea lo que sea jamás volverán a ponerte un dedo encima
—sus ojos centellearon con la misma determinación feroz de su voz y me
estremecí cuando me envolvió entre sus brazos.

El pulso se me desbocó y cerré los ojos aspirando el aroma que se desprendía


de su piel. ¿Cómo podía resultarme tan natural estar así con él? Era como si
aquel fuese el lugar donde tuviera que estar. Ni si quiera era capaz de pensar
con él allí, toda la angustia que sentía minutos antes desapareció. El contacto
con Jasper me relajaba por completo, me sentía tan protegida que nada
importaba...

Dejé de pensar y sólo fui capaz de sentirle a él. Le rodeé la cintura y él me


apretó más contra él, alcé la vista para verle y en ese instante Jasper se hizo
con mis labios.

Abrí los ojos como naranjas pero a la que su lengua se abrió paso entre la mía
arrasándome de un modo devastador me convertí en gelatina. Los párpados

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Leila Milà

se cerraron solos y mi cuerpo respondió a su llamada haciendo caso omiso a


la cordura y al miedo que me atenazaba las tripas. Jasper profundizó aún más
conquistando todo cuanto deseó y el suelo desapareció bajo mis pies. Creo
que no dejó un lugar sin explorar, sin acariciar, rozar, mordisquear y colmar
de atención, creía que desaparecería entre su cuerpo.

No sé qué pasó luego, pero recuerdo el calor del cuerpo de Jasper haciendo
avanzar el mío. Todos estaban en un tenso estado de nervios y lo que no
entendía era cómo yo podía ser capaz de captarlo tan bien. Dejé que me
curasen tratando de hacer caso omiso a las inquietantes miradas que se
dirigían unos a otros y me di un baño. Y por extraño que fuera en mitad de esa
locura, en vez de estar aterrada pensando en por qué unos demonios iban tras
de mí, sólo era capaz de revivir una y otra vez el beso de Jasper... Un beso que
me había hecho arder de pies a cabeza y me había desarmado
irremediablemente y que me llevaba de nuevo a desear salir huyendo aterrada.
Estaba medio adormilada en el agua cuando mi mente cedió por completo al
sueño.

Tenía a Jasper detrás. Él había entrado en el baño lleno de vapor, la piel de su


cuerpo desnudo resplandecía: sus músculos se flexionaron con aquella
sensualidad letal hasta tenerlo sentado tras de mí. Mi espalda se amoldó en
aquel torso y sus labios me rozaron el lóbulo susurrando mi nombre. Me
estremecí con el cuerpo en tensión y gemí cuando sus dedos empezaron a
deslizarse a lo largo de mis brazos partiendo desde los hombros. Ladeé el
cuello y noté sus dientes mordisqueándome al tiempo que su erección
presionaba contra la parte baja de mi espalda. Dejó sus manos en mis rodillas
y despacio las separó... El pulso se me disparó y todo ardió dentro de mí,
anticipándose a lo que sucedería. Una vez sus dedos descendieron por la cara
interna de mis muslos todo desapareció alrededor salvo el deseo y aquel
inconmensurable placer. La mano libre de Jasper se cerró bajo mi barbilla y
tiró con decisión hacía atrás arrasando mi boca como pocos minutos antes
había hecho en realidad.

La voz de Elle llamándome tras la puerta del baño me hizo gritar, perdí pie al
tratar de levantarme y casi me ahogo al despertarme sobresaltada por su
culpa. Tosí aún ardiendo por completo y sacudí la cabeza.

—Yuna ¿estás bien?

—Si... —dije aún tosiendo, ella empezó a reír.

—Siento haberte interrumpido.

—No, no... me quedé dormida. Ahora salgo.

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Leila Milà

Encendí el agua fría con un gruñido y rápidamente salí envuelta en la toalla.


Elle esperaba sentada sobre la cama donde había dejado un precioso vestido
negro. Yo aún tenía las mejillas coloradas como un tomate tras aquel trance.
¡Dios! ¡Era el primer sueño de aquel tipo que tenía!

—Vamos a ir todos a cenar ¿te parece? —me sonrió con un quedo carraspeó.

—¿Te han sermoneado mucho?

—Un poco, pero no pasa nada.

—Gracias por protegerme Elle, de veras que no entiendo que pasó... debe ser
por lo del otro día —me encogí de hombros, era lo único que encajaba.

Ella le quitó importancia con un gesto de la mano y se levantó.

—Por cierto —se volvió hacia mí sonriendo con picardía—. Creo que ese beso
ha dicho mucho más de lo tu misma creías.

Enrojecí una vez más poniéndome tensa y Elle salió riendo para que me
cambiase.

Tal y como había dicho la loba, sus padres nos llevaron a todos a cenar fuera.
Al final lo estaba pasando bien y parecía que la tensión por fin había
desaparecido. Elle ya no tenía ni rastro de las heridas y las mías apenas se
notaban. De todos modos ni me acordaba de ellas teniéndole a él allí nublando
mi juicio. Era fácil dejar de pensar con Jasper cerca ya que era incapaz de
concentrarme en algo distinto que no fuera él.

Aproveché que aún no habían traído el segundo para ir al baño.

Miré a mi hermana aún algo disgustado pero luego tuve que agradecerle de
corazón todo lo que estaba haciendo. Que hubiese aceptado tan bien a Yuna y
que la hubiera mantenido a salvo era un sueño. Mis hermanos también lo
habían hecho al igual que mis padres, aunque a Greizy le costaba un poco
más. De hecho, aún estaba enfadada pero lo peor vendría cuando Thya y
Terence regresaran... y no tardarían pues ya conocían la noticia.

Las caras de la Luna


Leila Milà

De pronto un olor captó mi atención y me tensé, tendríamos que haberlo


supuesto o al menos pensar en esa posibilidad.

—Mierda —murmuré entre dientes.

Todos miraron hacía donde yo lo hacía, ahí estaban... el grupo de Binx, uno de
los clanes enemigos. Binx no me soportaba, no podía ni verme, ambos éramos
dominantes y él quería el control, el reinado... y éste lo tenía mi familia. No
podía oler a Yuna o la cosa sería aún peor. La veda estaría abierta y Yuna en
peligro... ¡¿Cómo habíamos podido ser tan irresponsables?! Sólo deseé que no
volviera hasta que se hubieran marchado.

—Vaya... ¿Qué tenemos aquí? Casi toda la familia al completo... Hola Elle —
sonrió sarcàstico, mirando con descaro a mi hermana.

—Binx —dije mirándole fijamente.

Ambos nos miramos durante un instante en silencio, con el reto en la mirada...


era fácil dejarse llevar por la ira en esos momentos y entonces la parte salvaje
podía dominarte. Ya no era cuestión de territorio sino de orgullo, de
superioridad. De proteger a los tuyos.

—Binx... ¿Qué tal está tu padre? —intervino mi padre.

—Te manda saludos Heising.

Estaba a punto de girarse cuando algo captó su atención, su nariz aleteó y yo


volví a envararme conteniendo un gruñido en el pecho.

—Mmm que olor tan... tentador. Excitante... es algo... extraño —entrecerró los
ojos.

Todos nos tensamos dispuestos a saltar con los labios medio retraídos. De
pronto, Binx abrió los ojos desmesuradamente mirándome, su mandíbula
tembló y apretó el puño... ya estaba, se había dado cuenta... ¡mierda!

—Como no... el elegido de los Lunitari bendecido con la marca ¿y dónde la


escondes, Jasper? —estrechó aún más los ojos dejando entrever sus colmillos
—Como siempre tan inútil. Eres una vergüenza de líder, ni siquiera sabes
hacer esa faena. Por eso aún estás bajo las órdenes de papá... no mereces ser
llamado lobo.

Gruñí a la defensiva, no pude evitarlo, estaba cabreado, furioso y sobretodo


alerta. Me preocupaba la seguridad de todos, no era bueno enfrentarse allí y
menos dejarse llevar. Caer en la trampa de Binx sería lo peor. No podía
dejarme arrastrar o entraría en su juego.

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Leila Milà

—Pues yo no veo aún que líderes tu manada, he oído que Husang —su padre

—te hizo morder el polvo en poco más de tres segundos.

Él reaccionó como esperé, gruñendo con los ojos brillantes por la rabia, si
fuera un lobo ahora tendría el pelo erizado y el morro retraído. Reí por lo bajo,
que fácil era hacerlo saltar. Miré de reojo a Elle que entendió y se levantó para
ir al baño, no podíamos permitir que viese a Yuna y menos ahora, pero fue
tarde...

Ya volvía y Elle ocupó discretamente el sitio de Yuna para obligarla a sentarse


junto a mí. Ella se detuvo un instante observando la mesa. Parecía percibir que
algo no iba bien, parpadeó frunciendo el ceño y se acercó seria. Había borrado
la sonrisa de su cara, definitivamente sí era muy intuitiva, se sentó a mi lado
en silencio. Toda nuestra atención se centró en la cara de Binx, no pude
descifrar su rostro. Un brillo extraño apareció en sus ojos y torció su boca en
una sonrisa perversa, un escalofrío me recorrió la espalda, un gruñido sordo
empezó a subirme por la garganta quedando sofocado cuando Yuna me cogió
la mano por debajo de la mesa para calmarme.

—Vaya...

Sus ojos negros centellearon de deseo fijos en el rostro de Yuna.

—¿No vais a presentarnos? —dijo con la voz ronca.

—Claro, Yuna éste es Binx —dijo mi padre.

Yuna lo miró serena y tendió la mano educadamente como esperaba Binx, este
olió su piel.

—Es un placer conocerte... Yuna. ¿Te tratan bien? —enarcó una ceja mirando
la herida de su brazo sin perderme de vista.

Lo estaba haciendo con toda la intención para hacerme sentir mal y reafirmar
su posición ante los suyos al insinuar que nosotros no sabíamos proteger lo
nuestro. Creí que saltaría a su yugular y más cuando pronunció su nombre; de
hecho, me había levantado con un gruñido de advertencia pero eso sólo lo
divirtió más. Por suerte, Binx, estaba más concentrado en ella que en mí.

Oí el latido acelerado de Yuna que estaba intentando parecer tranquila, el


bello de su nuca estaba erizado, no le gustaba que la estuviera tocando. No le
gustaba él en sí.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—Creo que será mejor que nos retiremos —dijo Binx soltando su mano — Al
menos por hoy —dijo mirando a todos los que integrábamos la mesa, estaba
en desventaja y todos muy alterados, por eso optó por esa maniobra.

Aunque yo sabía que algo estaba maquinando, lo vi en sus ojos. No me quedó


dudo alguna y menos cuando cruzó su mirada amenazadora conmigo, era un
claro aviso, la amenaza estaba lanzada. Antes de marchar volvió a repasar a
Yuna.

Las caras de la Luna


Leila Milà

N o entendía qué estaba pasando allí pero estaba nerviosa, sentía la


tensión que ellos mismos me transmitían. Ese tipo no me gustaba
nada, tuve un escalofrío sólo con verle y sentir su tacto fue lo peor.
Temía por ellos y por la gente del restaurante, intenté inhalar para respirar
con normalidad y miré a Jasper que seguía de pie en una postura de ataque.

—Tranquilo, siéntate hijo —le pidió Heising poniéndole la mano en el hombro.

Jasper dejó escapar los restos del gruñido que apenas contenía y suspiró
sentándose con los músculos agarrotados.

—Tenemos que irnos.

—No, esta noche no volverán ni intentaran nada, cálmate. Y sobre todo, no


entres en su juego.

—No se va a quedar de brazos cruzados, irá a por ella, la desea. ¡¿Cómo hemos
sido tan confiados?! ¡Tendría que haberme dado cuenta antes! Apestaba a
ellos. ¡Maldita sea!

—No hará nada Jasper, él no es el líder.

—No aún.

—Hablaré con Husang, él es razonable, lo sabes. Es viejo y sus ansias de poder


ya no son las que eran, a pesar de todo, siempre ha sido justo y ha acatado la
ley. Yo soy el mandatario le guste o no.

—No se detendrá. No le bastará con eso, me quiere bien indefenso y


arrastrado, matarme ya no le llena, quiere humillarme.

—Estaremos preparados.

La tensión que me transmitían me estaba destrozando los nervios así que no


pude callar más.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—¡Ya está bien! ¿Qué demonios ha pasado aquí? ¿Qué pasa? No habléis como
si no estuviera.

—Perdona Yuna, es culpa nuestra... te hemos puesto en una situación...


peligrosa. Es problema nuestro, lo solucionaremos —dijo Jasper. Víctor le
hizo callar.

—No pasa nada Yuna, tranquila.

—¡¿Qué?! ¿Qué no pasa nada? Primero nos atacan unos demonios en mi propia
casa, ahora esto... ¡¿y pretendes que me calme?! ¡¿Qué es lo que sucede?! Si
sabéis algo, será mejor que habléis —los miré uno por uno enfadada hasta
detenerme de nuevo en Víctor—. Víctor, por favor, no me dejes al margen de
esto. Si tengo algo que ver, si puedo ayudar, si he hecho algo mal...yo...

—No, todo está bien, son cosas de lobos —se metió Connor poniendo una
mano en el pecho de éste mirándole con dureza.

—Cosas de lobos —reí medio histérica—. Sí, claro. Disculpadme, me voy a


casa.

Me levanté y fui hacia el maítre que asintió y me pidió un taxi. Jasper se


levantó para venir tras de mí pero Elle lo retuvo negando con la cabeza. Hizo
bien porque necesitaba mi espacio; tenía que respirar y recuperar el control de
mí misma. Además, estaba agotada y estresada de tanto intentar contener la
atracción imposible e irracional que sentía por Jasper. Aquel deseo iba a
arrasarme y no podría hacer nada por detenerlo y menos después de haber
probado el sabor de sus besos. De sentir su reclamo... No comprendía nada de
aquello, me habían atacado, herido... y ahora ese numerito...

Esos debían ser un clan enemigo ¿pero qué pintaba yo? ¿Por qué iban a
quererme? Era una simple humana, ¿sería para fastidiarlos a ellos? Iba a
estallarme la cabeza.

Subí al taxi y le indiqué mi dirección. Cuando llegué, me sorprendió ver varios


coches con las luces encendidas esperando. Bajé indecisa del vehículo y me
dirigí hacia la puerta.

—¿Señorita Yuna Les? —dijo una voz masculina tras abrirse la puerta de un
Audi.

Los faros del taxi me deslumbraron y no pude ver al hombre.

—¿Quién lo pregunta?

—Departamento de agentes especiales.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Apreté los dientes intentando que no se me cayesen las llaves de la impresión.


¿Qué narices hacían esos aquí y por qué? ¿Quién los había mandado?

—¿Es usted?

—Sí —dije y me giré abriendo la puerta, varios hombres entraron detrás de mí.

—¿Qué quieren? —me crucé de brazos en medio del salón a la defensiva.

—Sólo hablar.

Les miré desconcertada y puse a calentar la cafetera por inercia, mordiéndome


el labio inferior.

—Hablar. Perdonen el sarcasmo pero es que no me lo trago. ¿Qué es lo que


quieren?

—Se lo hemos dicho.

—Pues digan lo que tengan que decir.

—Aléjese de los Lunitari señorita Les, váyase ahora que está a tiempo.

—¿Qué? —tartamudeé parpadeando incrédula.

Esperaba cualquier cosa menos eso, la taza me resbaló de las manos y


repiqueteó sobre el mármol. ¿Acaso me vigilaban? Empecé a ponerme
nerviosa de verdad... a asustarme.

—No vamos a dejar que nos arrebaten otra ciudadana. Señorita, usted no es la
primera joven que desaparece por su causa —dijo otro de los tipos.

—Las seducen, las engañan y luego desaparecen para siempre, algunas han
aparecido muertas en extrañas circunstancias —añadió otro sentándose en mi
sofá tras haber inspeccionado ocularmente la estancia.

Un escalofrío me recorrió cuando otro abrió una carpeta delante de mis


narices, por supuesto las desagradables fotos de las desaparecidas y muertas
estaban delante.

—Todas ellas tenían algo especial y eran extremadamente hermosas,


agradables y vivían solas. Creemos que intentan convertir o procrear con
humanas, cada vez hay menos hembras...

Tragué el nudo que se me había hecho en la garganta y serví el café. No quería


escuchar pero lo que decían se iba grabando a fuego en mi subconsciente.
Ellos siguieron hablando y mi mente llegó a un punto en que desconectó, no

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quería oír más. ¿Por qué todo el mundo se empeñaba en hablar mal de ellos?
En decirme que era peligroso, que me alejase. De pronto algo que dijeron me
hizo reaccionar.

—Están siendo investigados, no son trigo limpio.

—Un momento ¿quién se lo ha dicho? Todo eso son estupideces, son personas
decentes, no hacen nada malo —me levanté de golpe— ¿Por qué tanto interés
en alejarme? ¡No, no quiero! No me han hecho nada. ¡No son nada de lo que
dicen! No necesitan engañar ni manipular a nadie, no son perversos ni
malvados. ¡Los peores somos los humanos! ¡No ellos! ¡¿Quién hay detrás?!
¡Lárguense de mi casa! ¡dejen de contar patrañas sin fundamento!

Sus palabras me dolían como hierros al rojo vivo. Era algo visceral que salía de
lo más profundo de mí, dolido, furioso, ofendido...

—Calma.

—¡No!

—Te dije que me hicieras caso Yuna.

Esa voz... me giré hacia la puerta, ahí estaba.

—Cool ¡¿Cómo has podido?! —le miré horrorizada. Fue como si me hubieran
clavado un puñal en el corazón.

—Me has obligado a hacerlo Yuna, te dije que tenía métodos.

—¿Pero qué te pasa? ¿Por qué?

Le miré dolida, él no contestó, siguió parado frente a mí con las manos en los
bolsillos. ¿Cómo podía parecer Un frío y despiadado? ¿Cómo podía haber
tanto odio en él? ¡Dios! ¡¿Y por qué sentía yo eso?!

—Sé lo que le sucede señorita —habló por primera vez uno de los que hasta el
momento había permanecido en silencio.

—Yuna, escucha lo que tienen que decir, sólo te pido eso.

—¿Qué pasa si ya es tarde? —miré a aquel hombre.

—No es todo como le quieren hacer creer estos hombres Yuna —se levantó.

—Esto es de locos, salgan de mi casa por favor. Todo esto no tiene ningún
sentido —me llevé las manos a las sienes —Si no tienen ninguna orden ni nada

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que los inculpe salgan. Ya han dicho lo que querían y yo soy libre de hacer lo
que me plazca con mi vida.

—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué tardan tanto, Cool? —entró el padre de éste.

Le reconocí porque había salido hace poco en las noticias. Lo que no sabía
hasta entonces era que Cool fuese su hijo. El hombre se detuvo en seco al
verme y se puso nervioso.

—Cójanla, ya. ¡Es una orden!

—¡¿Qué?! —los miré confundida.

El inspector que se había levantado enarcó una ceja, el resto dudaron, hasta
Cool pareció no entender qué pasaba.

—Padre ¿Qué haces?

El resto de tipos se acercaron para detenerme y yo me puse en guardia, aticé al


primero y el resto saltaron, me apuntaron y me inmovilizaron pero yo me
retorcí.

—¡Soltadla!

—¡No te metas Cool! —dijo tajante su padre.

Éste se acercó hasta mí, les indicó que extendieran mi brazo y éstos lo hicieron
mientras yo resoplaba como un toro. Se apartó la americana con un ademán
impetuoso y extrajo una jeringuilla del bolsillo interior. Tras eso me clavó la
aguja.

—¡Au! ¡Suéltenme! ¡No me toquen! ¡Esto es ilegal! —protesté, ellos me


estrujaron aún más y yo traté de no quejarme pese al dolor.

Me revolví como una fiera y conseguí que me soltaran arrancándome la aguja


presionando la herida sangrante con mis dedos. Los agentes me apuntaron.

—¿Algún problema señores?

La voz de Jasper fue como ver el cielo. La reconocería hasta estando bajo
tierra. Su vista al entrar fue de ellos a mí para fijarla de nuevo en los hombres
que trataban de esposarme. Éstos dudaron y yo aproveché para escurrirme a
su lado. Estaba tenso y trataba de no cambiar para no lanzarse contra ellos...

—Brandon —saludó al hombre que había llamado mi atención.

—Me alegro de verte Jasper, hace mucho tiempo —lo saludó con afecto.

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—Creo que ya se marchaban ¿verdad? — le dijo haciendo un gesto hacía los


demás.

—Por supuesto —se volvió hacia ellos—. Señores —mostró su placa el tal
Brandon haciendo palidecer a los demás.

Así que él no estaba con ellos... cada vez entendía menos lo que ocurría, el
padre de Cool se puso rígido como una escoba.

—Tendrá tiempo de dar explicaciones, andando —dijo Brandon mientras el


resto salía hacia fuera.

—Vámonos —me llevó hasta fuera Jasper.

—¡Ni hablar! No te la llevas a ningún lado —me apartó de un tirón Cool.

—¡Déjame en paz Cool, olvídame!

—¡No Yuna! Es un monstruo, sólo te hará daño, te destrozará. ¡Sólo le interesa


una cosa!

—Apártate —gruñí.

—Yuna —Jasper pronunció mi nombre con suavidad, esperando.

—No, no vayas con él, por favor Yuna —me miró desesperado Cool, parecía
tan abatido, tan dolido, desamparado, impotente.

—Viene por propia voluntad —lo miró Jasper.

—¡Mientes! ¡Maldito hijo de puta! ¡Déjala! ¡Déjala a ella! Hay otras... ¿no tienes
suficientes con las de tu especie? ¡Oh claro! Lo olvidaba... quedan pocas. Deja
ya de manipularla. ¡No te pertenece!

Jasper gruñó. Levantó levemente el labio por el lado derecho y bufó


deshinchando el pecho, estaba intentando no perder los papeles.

—Vamos, enséñale a ella lo que eres en realidad. Muestra lo que eres capaz de
hacer ¡¿Le has dicho ya lo que quieres chucho asqueroso?! ¡Venga! Que vea al
depredador, al asesino que eres. No dejas de ser un animal. No podríais
proteger ni a una mosca porque no sois capaces de controlaros. ¿Por qué crees
que hay pocas hembras, Yuna? Hay varios factores sí... pero uno es obvio, las
matan si no consiguen lo que quieren. No la usarás a ella.

—No, sus hembras lo son todo —dije aturdida. Y no conocía a los lobos, no en
realidad...

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—Yuna... —Volvió a llamarme Jasper. La cabeza me daba vueltas.

En mi mente resonaba todo lo que me habían dicho... y pese a que sabía cual
era la verdad era incapaz de pensar con claridad. Y lo cierto era que Cool no
iba a ceder. Estaba emperrado en defenderme con uñas y dientes si hacía falta
aunque lo que tuviera delante pudiera matarle. ¿Por qué? ¿Por qué esa fijación
conmigo?

—Cool déjame ir, apártate.

—No Yuna. ¡Mírame! ¿Por qué? ¿Qué le ves? Yuna es... es... da igual lo que sea,
no es bueno para ti. Puede que yo tampoco pero por favor... no te apartes de
mi lado. Déjame protegerte de ti misma. Mírate, estás desamparada, eres
frágil, estás... —Hizo una pausa, no encontraba la palabra adecuada—. Ésta no
eres tú, no estás bien, quédate a mi lado…

Miré y remiré a Jasper. El pulso me atronaba los oídos, estaba jadeando, me


costaba respirar. El cuerpo de Jasper me llamaba, todo su ser lo hacía y el mío
le buscaba. No podía más, no podía cerrar esa puerta, ya no podía soportar
más esa angustia. El ansia, el deseo, ese fuego me devoraba. Era tarde... fuera
lo que fuese aquello ya no podía seguir adelante, si ahora no iba con Jasper
sabía que yo... desaparecería para siempre, que algo terrible me pasaría. ¿Por
qué negar lo evidente? ¿Por qué luchar contra lo que sentía? ¿Y qué si le
deseaba y que si le quería? ¿Podría seguir viviendo aislándome de cualquier
sentimiento? ¿No era estar muerto no querer sentir por miedo a sufrir? Elle
tenía razón, era una cobarde absoluta y Cool también la tenía... tenían que
defenderme de mí misma, yo era mi principal enemiga y no sabía por qué
siempre había sido así, rechazándome. Algo en mí no estaba bien... algo se
rompía dentro de mí, me desgarraba poco a poco dejándome sin alma... como
un lobo hambriento, bello, hermoso pero terrible.

—No puedo —le dije en un susurro—. No puedo Cool. Quiero ir con él,
necesito estar con él —me aparté cogiéndome a Jasper.

—Yuna —su voz parecía un quedo gemido quebrado.

—Vamos, ve hacia la puerta —me dijo Jasper.

Yo obedecí frotándome el brazo, estaba magullada. Jasper reculó hasta la


puerta y me cogió la mano sin darle la espalda, entonces me di cuenta de que
yo estaba temblando. Nos metimos en el coche en silencio y no abrimos la
boca hasta que el motor del coche se detuvo frente a su casa.

—¿Estás bien?

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—No —bajé del coche y cuando quise darme cuenta él estaba enfrente.

Me abrazó y yo me acurruqué contra su pecho, acarició mi mejilla alzándome


la cara y fijé mis ojos en él. Soltó mi mentón y poniendo sus palmas alrededor
de mi rostro se inclinó hacia mí rozando mis labios. Hundí los dedos en sus
brazos y entreabrí la boca dejándome arrastrar por el deseo de volver a sentir
sus besos. Jasper no me hizo esperar y arrasó mi boca sin piedad alguna. La
mano que tenía en el centro de mi espalda me aplastaba contra él como si
quisiera dejar claro a quien pertenecía. Gemí sin poder evitarlo y cuando se
apartó, traté de llevarme aire a los pulmones, intentando mantener a raya la
sensación de vértigo. ¡Estaba ardiendo!

Alguien carraspeó y vi que Kyla ya estaba fuera. Nos miró sin decir palabra
tras intercambiar intensas miradas con su hijo y Elle me llevó hacia dentro.
Era como si todos ellos hablasen con los ojos o la mente... lo sentía.

—¿Qué ha pasado? — oí que le preguntaba Víctor a Jasper—. Tendrías que


haberme dejado acompañarte.

—No me descontrolé si es lo que te preocupa —le oí entrar seguido del resto.

Mi móvil sonó, era Cool, tuve deseos de estrangularle o de estampar el puto


teléfono contra la pared pero lo cogí.

—Yuna

—Confiaba en ti Cool y me traicionaste... —Le corté, no le quería dejar hablar.

—¡No! Yo sólo...

—¡Basta! ¡No voy a escucharte más! ¡Ya no! Ahora voy a hablar yo Cool, tú ya
has hecho y dicho todo lo que tenías que decir. No es decepción, ni pena Cool.
¡¿Sabes lo que has hecho?! Me has vendido... pero ya ni eso importa Cool.
Tenías razón en decir que necesito que me defiendan en el fondo, que tengo
miedo, que soy una cobarde y que por eso voy de dura y atizando a la peña,
levantando un muro... Pero había dejado un hueco en ese muro, un hueco
donde te dejé entrar a ti y a los demás. ¡¿Y para qué ha servido?! ¡Para que te
aproveches! ¡Duele Cool! Duele mucho. Me has herido de verdad,
enhorabuena. Queríais que sintiera, que fuera un poco más... "humana" pues
ya lo tienes. ¡Ahora vete a la mierda! ¡Yo soy mi única dueña! —colgué furiosa.

Quería destrozar algo, así que lancé la chaqueta al suelo y me llevé las manos
a la cabeza, estaba fuera de mí, había perdido el control. Tenía razón, no
estaba bien, nada bien, me puse a llorar sin poderlo evitar. Lloraba y reía a la
vez por la sorpresa de estar llorando, pero eso sólo fue un momento, no podía

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parar. Supongo que todo lo que llevaba encerrado dentro salía ahora, toda la
tensión, toda la ira, todo el dolor...

Jasper hizo intención de acercarse a mí pero Elle se puso delante negando una
vez más. Él suspiró dejando caer la cabeza hacía delante, impotente.

—No, déjala, ahora no —le dijo entristecida poniendo una mano en su


hombro.

Cuando conseguí serenarme me limpié los ojos con el dorso de la mano.


Acepté el vaso de agua que me tendía Kyla y lo vacié. Inspiré profundamente y
miré alrededor, ninguno se había movido de donde estaba.

—Lo siento —murmuré avergonzada.

Greizy me miró aún sentada en lo alto de la escalera y bajó. Se paró a mi lado


y me hizo un gesto para que me agachase hasta su altura, lo hice y cuál fue mi
sorpresa cuando me abrazó. Aquel simple gesto acabó de desarmarme y cerré
mis brazos entorno a su cuerpecito. Estaba oyendo como mi interior seguía
haciéndose añicos, tanto tiempo manteniendo aquel escudo de dureza y ahora
se venía abajo estrepitosamente. Greizy me recordaba tanto a mí... parecía tan
fuerte...tan independiente y dura...

—Bienvenida Yuna —me susurró al oído.

Asentí incapaz de poder pronunciar un gracias pero ella me devolvió una


sonrisa de compresión.

—¿Por qué? —le dije.

—Porque ahora sí que eres tú, he podido ver tu interior de verdad y te respeto.
Aunque tienes mucho que aprender, pequeña.

Parpadeé anonadada sin saber qué cara hacer tras ese comentario.

—Por cierto... eres más fuerte de lo que crees —se giró haciendo ondear su
melena y bajó a saltitos el resto de las escaleras hasta desaparecer en la
cocina.

Parecía que esa niña era capaz de hacer enmudecer a toda la jauría con un solo
gesto o palabra, realmente dudaba de quien mandaba en esa casa en realidad.
Todos parecían temería y reverenciarla a la vez. Nunca dejaba de
sorprenderme. De todos modos, eso no acababa ahí. Aún me faltaba mucho
para que la pequeña Greizy me ofreciese su plena aceptación y confianza. Y
eso parecía una tarea imposible... y más teniendo en cuenta mi ineptitud y
aversión por los crios.

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—Definitivamente Yuna, creo que te van los problemas —bromeó

Elle.

Yo puse los ojos en blanco tras exhalar y la miré de nuevo. —Si... no sabes bien
como me ponen —dije con mi típico humor cínico.

Ella se echó a reír contagiándome. Kyla me hizo extender el brazo y presionó


con un algodón impregnado en alcohol sobre el pinchazo.

—Parece que cada vez que nos vemos tienes que hacerme de enfermera —
bufé enfadada conmigo misma, ella sonrió—. Que bruto.

—¿Le habías visto antes? —me miró jasper.

Yo negué con la cabeza ya más calmada.

—Pareció como si te reconociera.

Me encogí de hombros. No sabía a qué había venido su actuación, nada tenía el


menor sentido desde hacía días.

—Yuna... necesito saber una cosa y espero que seas sincera completamente —
se agachó frente a mí Heising— ¿Qué van a encontrar cuando analicen tu
sangre?

—Nada —le dije la verdad—. ¿Por?

—¿Seguro?

—Claro. ¿Qué pensáis? ¿Qué pasa? No quiero parecer mal educada ni nada de
eso... pero creo que me merezco alguna explicación por vuestra parte porque
parece que estoy metida tanto si quiero como si no en algo que desconozco.

—Tienes razón querida, pero aún no. ¿Confías en nosotros? —me puso la
mano en la mejilla.

—Sí —no tuve que pensarlo.

El timbre de la puerta sonó y Jasper abrió. Tras ésta estaba Brandon que cruzó
el umbral, todos parecieron gruñir pero enseguida se calmaron. Yo me
asustaba cada vez que había una situación tensa y mi corazón daba un brinco
doloroso. ¿Podría soportar tanta tensión o iba a tener un infarto a los
dieciocho?

—Jasper, Heising —saludó él— Yuna —me miró.

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Asentí para indicarle que estaba bien y él me lanzó una bolsa llena de cosas
mías y mi zumo de siempre.

—Ah...gracias —le miré desconcertada y vi como los hombres desaparecían en


el despacho de Heising.

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L as pruebas serán normales, eso les desconcertará —me dijo.

Brandon aceptando la copa de brandy que le daba mi padre.

—¿Pero de qué va esto?

—Va de esto —tiró una carpeta amarilla sobre la mesa, algunas hojas se
esparcieron sobre la madera.

Mi padre lo cogió mirando el contenido muy serlo, se dejó caer en la silla y no


levantó la vista hasta que no hubo acabado de leer el Informe.

—¿De dónde sacaste esto?

—Eso es confidencial, amigo.

Mi padre suspiró pasándose las manos por la cara y me tendió la carpeta.


Parecía como si todo el peso de los artos se le echara encima y la butaca lo
engullera. No tuve que leer mucho para saber qué sucedía, sólo con las fotos
tuve suficiente, era la misma chica que vimos a través de la mente de papá la
primera noche que Yuna estuvo aquí y el mismo chico.

—Pero, no puede ser... —murmuré.

—Me temo que sí.

—Pero ella es normal... ¿no?

—A vosotros no os hace falla un microscopio para analizar ésto —dijo


Blandón lanzando un tuvo de ensayo a papá.

—¿Es suya?

—Sí.

Yo miré nervioso a mi padre que destapó el tubo y lo olfateó.

—¡¿Pero cómo?!

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—Creo que hay una sustancia en el zumo que lo Inhibe y hace que la sangre
parezca normal. Siempre se lo toma por las mañanas, excepto los días que ha
estado fuera de casa.

—¡¿Qué?! —exigí saber exasperado.

Una respuesta mental de mi padre me bastó para dejarme sin aliento, fue
como un golpe en el estomago, era algo bueno, perfecto para nosotros pero...

Yo estaba atenta a la puerta del despacho, puse todos mis sentidos en


averiguar qué ocurría dentro pero no pude oír nada, había un bloqueo total. La
puerta se abrió, primero salló Heising y detrás de éste. Branden. Jasper fue el
último en salir y su cara era... estaba como ido, opalizado. Parecía haber
recibido una noticia que lo dejó hecho caldo.

—Yuna, tengo una curiosidad —empezó Brandon—. ¿Dónde compras ese


zumo? Me encanta la fruta y ése no lo he visto jamás, parece bueno —se
ruborizó como avergonzado. Le sonreí.

—Pues no lo sé, James siempre me lo manda. Está bueno, le pediré un paquete


para usted si quiere.

—Oh vaya, eres muy amable. No sabía cómo decirlo, resulta un poco violento,
¿sabes? No queda muy bien en un poli —se sentó a mi lado en la escalera.

—Ya —sonreí.

—En fin... si necesitas hablar, llámame. Pareces una buena chica —me tendió
su tarjeta y se levantó—. Bueno, me voy ya, tengo papeleo que atender. Me ha
encantado volver a veros —se despidió.

Heising lo acompañó hasta la puerta.

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—Creo que ha llegado el momento de hacer una visita a ese James —le dijo en
una voz tan baja que creí que no le entendí bien.

—Eso déjanoslo a nosotros.

—Por supuesto, hasta otra —se despidió Brandon.

Al poco la puerta de atrás se abrió de golpe y todos se quedaron mudos.

—¡¿Qué es lo que pasa aquí?! —exigió una voz autoritaria y dura.

Cuando el propietario de aquella voz irrumpió en la entrada se detuvo en


seco, sus ojos color burdeos fueron de mí a Jasper. Era alto, tenía los
músculos fuertes y las facciones marcadas, algo cuadradas, muy viriles pero
algo duras y rudas aún así era muy atractivo... Llevaba unos pantalones negros
y un jersey de cuello alto también negro, tras él, voleó la gabardina. Justo a su
espalda había una mujer de la misma estatura, delgada, preciosa... su melena
rubia caía en una cascada de rizos por su espalda. Tenía una expresión fría y
severa. El pulso se me aceleró cuando sus ojos almendrados me atravesaron
como un puñal.

—Terence, Thya —los saludó Víctor.

Vaya... asi que esa era Thya...

Víctor y Terence eran los mayores, luego Iba Thya. Connor, Dennis, Elle. Jasper
y Greizy. Ahora, viéndola, entendí a Elle, casi sentí la mordedura del miedo,
pero sólo casi.

—Me alegra que hayáis vuelto. —dijo Hetsing—. Pasad al despacho, hijos.

Éstos le miraron reticentes tras asesinarme con los ojos y sólo relajaron su
postura cuando Heising gruñó Imponiéndose. Una vez entraron, éste cerró la
puerta.

—No quiero causar más problemas, me iré —me levanté —se cuando estoy de
más.

—Tú no te vas, no puedes volver, ahora no. —me cogió del brazo Elle —
Recuerda lo que te dije, tú a lo tuyo, olvídales —dijo refiriéndose a sus
hermanos mayores.

Yo suspiré.

—Ven, te hemos preparado una habitación, espero que te guste.

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Cuando subíamos las escaleras oí como la voz atronadora e airada de Terence


llamaba a Jasper que entró con un suspiro al despacho. Los gritos se oían
desde arriba.

—¡¿Pero sabes lo que has hecho?! ¡¿Sabes qué significa todo esto?! ¡Nos has
puesto en peligro! ¡Asume tu deber, Jasper! ¡Tienes obligaciones! ¡Madura y
céntrate de una vez, tú has de ser el regente! ¡Sé Impulsivo para lo que tienes
que serlo, maldita sea!

—¡Para ti nunca estará bien nada de lo que haga Terence! y No puedes aunque
sea por una vez alegrarte por mí! Por todos, maldita sea. ¿Es mucho pedir que
confíes un poco más en mí? ¿Que me dejes hacer mi vida y cometer mis
propios errores? Sí, tengo mucho que aprender ¿y qué? Soy Joven, no
estúpido. Yo no he pedido esto. Terence. Sabes perfectamente lo mucho que
me Jodió, yo no lo quería. Víctor es quien debería ocupar mi lugar o tú, lo
haríais estupendamente y yo estaría a vuestro lado, me alegraría, os apoyaría.
Sois mis hermanos... ¡Pero soy yo! ¡Y estoy algo desquiciado ahora mismo y
como siga así saldré ardiendo! ¿Qué te pasa conmigo? Si quieres retarme hazlo
de una maldita vez y acabemos con lodo a ver si así te convences de si valgo o
no. ¡¿Por qué no puedes apoyarme y enseñarme corno cualquier otro hermano
mayor?! ¡¿Cuál es el problema?! Yo siempre te he admirado, sin embargo tú
nunca has tenido una palabra amable para mí, ni de ánimo, ni de aliento,
nada... sólo obtengo odio y no sé el porqué.

Me tapé los oídos, me hacia sufrir oírle así, podía sentir sus emociones dentro
de mí, la rabia, el dolor... el sufrimiento. Sabía que él estaba temblando por
todo ese cúmulo de emociones porque yo también lo estaba haciendo. Había
un vínculo entre nosotros, eso estaba claro, parecíamos una misma pieza de
un rompecabezas. Me daban ganas de entrar en esa habitación y decirles
cuatro frescas, darles dos hostias pero no podía. Yo no era quién... ni era nada
de Jasper y aún así sentí odio hacia aquellos dos seres fríos y despiadados por
estar haciéndole sufrir así. Yo le estaba negando algo que él necesitaba tanto
como yo, ¡maldita fuera!

—Tranquila Yuna. Tranquila —me puso la mano en el hombro Elle —respira.

¿Estaba gruñendo? Tenía la mandíbula tensa y los labios retraídos... no sabían


qué me sucedía.

—Ya Yuna... cálmate por favor.

—¡Calmaos todos de una vez! —oí la voz autoritaria y afable de Heising abajo
en el despacho—. Vuestro comportamiento no beneficia a nadie, no me
avergüenzo de ninguno de vosotros, no hagáis que empiece a hacerlo. Vuestro

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genio contribuye a su carácter explosivo... hemos de andarnos con tiento,


sentaos y escuchad. Somos una familia.

Yo respiré aliviada cuando los gritos cesaron, tenía que evitar alterarme así.
Esa tensión no era buena porque tuve que agarrarme el pecho con una
punzada de dolor aguda que me dejó de rodillas en el suelo, me dolía... Elle se
asustó y avisó al resto.

Desde luego jamás creí que me daría un ataque al corazón a los dieciocho... si
es que era eso, me costaba respirar. Temblaba.

—¡Dios! Respira Yuna, respira, cálmate —era la voz de Jasper, lo tenía detrás
de mí, sujetándome contra su cuerpo mientras me aguantaba los brazos a los
lados.

Poco a paco la desesperación fue desapareciendo y empecé a respirar


pausadamente.

—Así, muy bien, sigue, calma —me ayudó a levantarme. —¿Qué paso? —miró a
Elle.

—Se puso muy nerviosa, estabais discutiendo y ella, sus ojos...

—Vale, mírame Yuna —me cogió la cara entre sus manos ardientes. —Mírame,
céntrate, estoy aquí, estoy bien... no pasa nada ¿ves?

Mis ojos, ¿qué les pasaba a mis ojos? Intenté preguntar pero no me salía la
voz, si dejaba de concentrarme en él, el dolor volvía y no podía respirar.

—Genial —bufó Thya.

Yo me volví automáticamente hada ella. Terence estaba a su lado observando


con esa expresión de autosuficiencia y aburrimiento, se creía superior, mejor
que Jasper... un sonido ronco salió de lo mis hondo de mi pecho.

—Thya —la avisó Víctor—. No te muevas.

—¿Qué miras? —se dirigió a mí Terence, su tono tenia ese deje de orden que
tan poco me gustaba...

—¿Y tú? ¿Cuál es tu problema chulito? —le devolvi en el mismo

—Yuna —dijo Jasper.

—No déjala, a ver qué hace la niña impertinente. Si quiere defenderte...

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—¡No necesita que nadie le defienda y menos yo, engreído! Con esos aires,
llegas aquí Imponiendo tu voluntad a los demás y gritando, no sé quién es el
más mal educado o niño aquí.

—Vaya, puede que yo tenga un problema, ¿pero cuál es el luyo pequeña?


Según tengo entendido tienes unos cuantos. No eres bienvenida aquí cuando
te da miedo ser una mujer hecha y derecha.

—Ataca cuanto quieras, al menos yo admito que tengo miedo y que tengo mis
problemas cosa que tú no haces. ¿Estás amargado o qué? Mira... puede que yo
aquí no sea nadie para hablarte así... pero al menos tengo agallas para
decírtelo. Si tan listo eres, puede que ya sepas lo que me pasa. ¡Así que no me
vengas con el numerito! Estás tan jodido como yo. ¡Supéralo!

—Oh que penita, la niña bonita me odia.

—No, no te odio, pero no me gusta lo que le haces a él, no sé qué te pasa para
que lo hagas, pero espero que veas y corrijas tu error a tiempo.

—Qué pena me das, muy bonita pero...

—¿Has acabado? ¿No sabes decir algo mejor que ya llenes que acudir a los
insultos? Sé más Inteligente hombre —me acerqué a él toda chula poniéndome
a la altura de su cara sin miedo alguno.

—Carácter y mal genio tiene un rato —dijo Thya rodeándome sin dejar de
mirarme.

Yo medio gruñí sintiendo la amenaza de su movimiento pero permanecí


quieta, alerta.

—Y es lista... y sí, muy bonita. Te ha sabido poner en tu sitio, Terence,


admítelo, te ha hecho callar. Quizás eso es lo que te molesta también de
Jasper, que tengan razón —lo miró volviéndose hacia Jasper—. Más vale que
controles bien a tú... —no acabo la frase —átala en corto hasta que sepa
comportarse.

—No veo que eso sirva contigo —espeté molesta. ¿Qué se había creído? Jasper
no era mi amo. Los ojos me centellearon.

—Thya —volvió a decir Víctor.

Ésta se paró frente a mí, era más alta, me gruñó y yo me quedé donde estaba,
firme, ignorándola, eso la molestó más. Hizo intención de darme una bofetada
pero sin saber cómo Thya se encontró con el culo en el suelo. Se enrabietó y
quiso golpearme, me zafé de ella con facilidad. Yo era ágil y rápida así que

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volví a dejarla en el suelo boca arriba con mi pie sobre la base de su cuello.
Ésta soltó un alarido de rabia y yo dejé que de mi garganta saliese un sonido
extraño, como un gruñido de advertencia que le daba la opción de mostrar su
sumisión y respeto. Si no lo hacía, no pensaba dejarla irse de rositas. No podía,
era un impulso mucho más fuerte que yo y que salía directamente de lo más
recóndito de mí. Los demás intentaron separarnos, pero Kyla con un ronquido
les dejó claro que no intervinieran. Yo era incapaz de pensar, de razonar... A
mí no me iba a pisotear nadie por muy ser sobrenatural y peligroso que fuera,
ni magia, ni leches. Sabía muy bien como pelear y Thya no eran temible como
quería aparentar, había una profunda herida que atravesaba su aura de punta
a punta. ¡Dios! ¡¿Cómo podía ver aquello?! ¿Estaba enloqueciendo o qué?

—Thya —le dijo con un ronquido seco Kyla—. Te ha vencido.

—¡Esto no era una pelea! —protestó.

—Tendrás tu oportunidad de redamar un combate si lo deseas pero ahora


cumple con las leyes, te ha derrotado y punto.

—¡Es humana! Aquí no hay reglas que valgan.

—Mírala bien Thya —le ordenó su madre—. Mira bien...

Thya soltó un gruñido y se quedó Inmóvil dejando la mano en el suelo. Yo me


calmé por extraño que pareciera y aparté el pie tras lanzarle otro gruñidito. La
mujer se levantó apartando de un golpe la mano que le tendía Connor para
ayudarla y levantó la cabeza orgullosa poniéndose bien la ropa. Terence nos
miró a ambos en silencio, parecía haber disfrutado de todo aquello. Jasper
soltó una risita ahogada.

—Sí, puede que tú misma lo hayas dicho y no seas nadie para portarte así. te
pediría que te callaras y esas cosas, pero tienes razón. Te voy a conceder este
punto —dijo Terence—. Sólo porque quiero ver como vuelves a patear a Thya.

Ésta gruñió dolida en su orgullo.

—¡Qué horror! —dije sarcástica.

—Sigue así, me gusta.

—Avísame la próxima vez que quieras que te den caña para coger el litigo
aprendiz de cachorro.

Terence se giró de golpe con los ojos completamente negros, yo sonreí


maliciosa, estaba consiguiendo Justo lo que quería, sólo tenía que pincharle
un poco mis y lo tendría donde yo dijese.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—Repite eso si te atreves mujercita...

—¿Te sirve eso con las demás? Oh, perdón, si no te acercas a ninguna porque
ninguna es lo suficientemente buena o loca para acercarse a ti. El lobo feroz va
espantando a todas las caperucitas porque está herido. ¿Qué paso? ¿Te
dejaste engañar?

Quizás ahí me había pasado un poco... pero tenía demasiada adrenalina


recorriéndome las venas como para dejarlo así, tenía que quemarla. Estaba
tentando quizás demasiado a la suerte, ellos eran lobos, yo humana... una
desventaja sin duda. Un par de frases más y saltó cegado por la furia. Fue más
fácil de lo que creí dejarlo fuera de juego, había caído en la trampa más vieja
del mundo, la provocación. Como supuse atacó cegado por la ira y eso era algo
inútil, por fuerza que tuviera el adversario yo mantenía la mente fría. Terence
me arañó y me dio dos buenos golpes que luego dolerían horrores, no lo
niego, pero lo dejé de espaldas en suelo y le mordí la oreja... Terence
resoplaba en el suelo como si fuera un toro a punto de embestir pero luego se
calmó.

—¿Su alteza ha tenido ya bastante o quiere disfrutar un poco más de la


humillación? —dijo con sarcasmo.

Yo ladeé la cabeza como una depredadora y fijé mis pupilas en él. En sus ojos
había aprobación y una admiración sutil pese a que aún estaba algo enfadado.
Lo que estaba claro es que ambos nos habíamos divertido y desquitado. Le
tendí la mano, sin mostrar ninguna emoción, y él la aceptó. Su expresión se
convirtió en una extraña mezcla y entonces desvió la cabeza con rapidez hacia
Jasper.

—Hasta en esto tiene suerte el cabrón —murmuró Terence sin ánimo de


herirle.

Le palmeó la espalda a Jasper y salió de la habitación seguido de Thya.

Las caras de la Luna


Leila Milà

e limpié con el dorso la sangre del arañazo de la mejilla y me pasé la

M lengua por la comisura de los labios. El sabor metálico de ésta me


llenó el paladar.

—Joder, enhorabuena Yuna —me dio un golpecito cariñoso Connor en el


hombro.

—Recuérdame que no me meta contigo, me has impresionado de verdad, lo


que has hecho no lo había conseguido nadie. ¡Eres mi ídolo! Felicidades, eres la
caña tía —me sonrió Dennis.

—Sí bueno, te tendrán tirria durante unos días pero eso les bajará los humos
—ese fue Víctor.

—No creo que haya sido muy buena idea, lo lamento —miré cabizbaja a Kyla y
Heising—. Yo... no debí —me sentía avergonzada—. No sé qué me ha pasado...

—Has hecho lo que debías y me siento muy orgullosa querida —me limpió la
mejilla Kyla.

Yo puse los ojos en blanco, parecía una camorrista callejera. Elle se rió
entendiendo lo que pensaba. Suspiré, tenía que controlarme mejor...

—Yo lo hubiera hecho con más estilo pero... definitivamente, me ha gustado.


¡Sí señor! Lo he disfrutado —rió Greizy tendiéndome su manila—. Hay que
hacerse respetar.

—Ay madre, vaya ejemplo... —dije aceptando su mano que estreché y se la


solté.

—Pero a mí ni se te ocurra morderme la oreja —me indicó con firmeza.

—No, no... —enrojecí llevándome las manos a la boca avergonzada.

Ellos se echaron a reír pero yo aún me sentía abochornada por lo que había
hecho. Mantuve la cabeza gacha, era orgullosa pero no tanto como para no
reconocer que ahí sí que me había pasado un poco... Con razón o no, aquella
no era mi casa. De estar en la mía estaría con la cabeza bien alta, por supuesto.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—Eh, olvídalo, no pasa nada —me dijo Jasper poniéndome las manos en los
hombros.

—Si claro, lo siento yo os he avergonzado, no quería dejarte en ridículo, ni


nada de todo esto... Yo... no sé qué me ha pasado, lo siento de veras... ¿Qué
vais a pensar? Me he comportado como una desagradecida. Yo...

—No me has dejado en ridículo, no te preocupes. Has hecho lo que debías


—me levantó la cara poniendo un dedo bajo mi barbilla. Yo puse morritos.

—Pero...

—¡Ya vale! ¡Basta! No te sientas culpable, punto —me cortó de un modo


tajante, no había réplica posible.

Asentí y me senté en el alféizar de la ventana, aun tenía una mano entre las de
él, su contacto me calmaba y… ¡Dios! Como deseaba que me besara de nuevo
aunque después quedase incendiada y con ganas de huir asustada.

Él aun sonreía de oreja a oreja trazando círculos con sus dedos en mi palma,
era como si todo aquel lamentable espectáculo le hubiese encantado.

—¿Te sientes mejor?

—Sí —suspiré perdida dentro de la inmensidad de sus ojos dorados, eran tan
hipnóticos…

—¿Duele, no? —sonrió acariciándome la mejilla arañada ya que yo me estaba


agarrando el costado.

—Sí.

—Déjame ver.

—¿Me he pasado un poquito, no?

—Hombre… teniendo en cuenta que uno de los nuestros jamás ataca a una
mujer, pues…

—Dios, ahora me siento peor.

Él rió y se puso serio al levantar la camiseta por el costado, tenía un buen


cardenal.

—No te ha roto nada por suerte. Es un poco bruto…

—Se ha contenido, lo sé.

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Leila Milà

—No lo ha hecho Yuna —mi mirada se encontró con la de él y me obligué a


tragar.

—Pero yo, yo... se supone que no podría con ninguno de vosotros. Sois más
fuertes y rápidos. Yo no... no...

—Voy a por el botiquín.

Kyla y Heising que eran los únicos que aún quedaban ahí me sonrieron y tras
apartarme el pelo de la cara con suavidad bajaron con el resto mientras Jaspe
r subía.

—Quítate la camiseta y túmbate en la cama.

Mi pulso se aceleró por enésima vez aquel día y me ruboricé tras el doble
mortal que dio mi corazón. El estomago se me encogió con un cosquilleo. Me
tumbé boca abajo en la cama y me quité la camiseta añadiendo con un mohín
que podía hacerlo sola. Pero Jasper no me hizo ni caso y empezó a aplicarme
la pomada, o lo que fuera. Cuando sus dedos rozaron mi piel empecé a vibrar
de nuevo, tenía la sensación de salir envuelta en llamas en cualquier
momento. Sentía su energía fluir dentro de mí, mordí la sábana para no gemir
de placer e intenté pensar en algo que no fueran sus manos en mi cuerpo, en el
deseo que sentía por él y el modo en como mi pulso se agitaba ante su
presencia. Pero esos dedos deslizándose despacio...

Cuando bajé las escaleras para guardar el botiquín aún me zumbaban los
oídos por el acelerado latir de mi pulso. El deseo que me invadía ya era algo
doloroso e insoportable y los pantalones no contribuían cuando ahí abajo la
cosa se alteraba. Intenté sacarme la imagen de su cuerpo y su tacto de seda de
la cabeza y dejé el botiquín mojándome la cara con agua fría.

El olor de Yuna al desearme me dejaba al borde del precipicio y sabía que si


trataba de presionarla o ir un paso más allá ella huiría. Apreté los dedos

Las caras de la Luna


Leila Milà

alrededor de la pica y traté de respirar para recuperar el control. Inspiré una


vez más y salí. Mis hermanos estaban sentados alrededor de la tele cuando
llegué al salón.

—Tu novia pega fuerte hermanito —dijo Terence sin volverse.

Mejor que nadie me mirase muy detenidamente, pensé, y me alegré de que


hubiéramos sido capaces de mejorar nuestro sistema de comunicación
mental. Si queríamos todos podíamos oírnos y compartir nuestros
pensamientos pero también éramos capaces de mantener nuestra cabeza
cerrada al resto en caso de necesidad. Era el único modo de tener algo de
privacidad y desde luego eso había sido muy útil porque ahora lo agradecía
horrores.

Me senté con cuidado en el sofá y discretamente cogí un cojín poniéndolo


sobre mi regazo. Elle y Terence me miraron a la vez, a éstos no había quién los
engañase, ya habían percibido mi estado desde hacía un buen rato. Greizy me
saltó encima antes de que pudiera detenerla, siseé a causa del dolor y le gruñí
como reprimenda.

—¡Ah! Ahora no Greizy.

Ella me miró enfurruñada pero luego suspiró sentándose a mí lado. Thya hizo
intención de decir algo pero ni la dejé empezar.

—¡Dejadme en paz! —no estaba de humor para nada.

Era tarde así que todos fueron marchándose a dormir, todos menos Terence y
Víctor. Los tenía cada uno a un lado.

—Jas, deja de fingir que miras el programa.

—Es interesante —le respondí automáticamente a Víctor.

—¿De qué va? —me retó enarcando una ceja.

—¡Está bien! ¡¿Qué?! —suspiré exasperado, en esa casa era imposible tener un
rato de paz.

—¿Cómo lo llevas? —me preguntó Terence con sinceridad, cosa que me dejó
totalmente descolocado.

Digamos que nuestras conversaciones solían ser nulas, inexistentes salvó para
pelearnos. Emití un sonido ronco en respuesta.

—Ya, es muy terca y encima la tenéis a oscuras...

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—Seguro que no te es difícil hacerte una idea de lo que hará si se lo contamos


ahora —dije irónico y cansado, más de lo que imaginaba. Estaba agotado.

—O puede que no. Dale la oportunidad de dar su opinión o será peor.

—Todos os empeñáis en darme consejos y en decirme cómo hacer las cosas,


ya sé que lo hacéis de buena fe... pero ninguno habéis pasado por esto, una
cosa es la teoría, otra la realidad... Soy yo el que lo está viviendo y es
jodidamente difícil.

—Tienes razón, no podemos ayudarte mucho, eres el pequeño y eres el que


está llevando más carga sobre los hombros y el primero en esto de la
imprimación, bueno... de la marca —ese fue Víctor.

—Pero estamos aquí y podemos escuchar y mirar de ayudar como


buenamente podamos —acabó Terence—. La verdad, me gustó tener esa
discusión en el despacho, fuiste franco y directo. No te anduviste por las
ramas y por una vez te decidiste a soltarlo todo.

—Sí, bueno, es que estoy algo desquiciado. Ésto es peor que una adicción o
una droga. Todo se centra en...eso, en ELLA. Y hay muchas cosas en las que
tengo que estar centrado, tengo que controlar muchas cosas y es difícil
cuando tu mente y tu cuerpo se empeñan en otra cosa. No puedo estar
pendiente del resto de los clanes, de la política, de la familia y de todos los
demás problemas así —señalé mi entrepierna.

Cada vez era más difícil no ceder al animal que llevaba dentro y follarla como
un salvaje.

—Ya... —dijo Víctor mirando la pantalla para no incomodarme.

—¿Y aún no ha.... habido nada de nada? —rompió el silencio Terence.

—Nada.

—¡Joder! Pero mira, me divierte que haya una mujer capaz de resistirse a ti y
tenerte desquiciado, estas completamente enganchado.

—Vale gracias… en otras circunstancias compartiría tu entusiasmo pero


ahora… —lancé el cojín a un lado.

—Por eso te gusta aun más.

—Decime algo que no sepa, ¡joder!

—Está muy buena.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Le gruñí, no pude evitarlo y se echaron a reír, yo volví a suspirar cansado.

—Estás realmente agotado ¿eh? —me miró Victor.

—Sí…

—Puedo intentar hablar con ella.

—Para verlo, podríamos apostar cuanto tiempo tardaría en darte un puñetazo


—miré a Trence.

—Algo hay que hacer Jas… no podéis estar así, esto nos salpicará a todos. Tú
estas fatal y ella peor porque aún es muy humana. Hoy has tenido la prueba,
está al borde del desastre.

—¿Y qué quieres? ¿Qué la asalte en mitad de la noche? ¿Qué la obligue? No la


forzaré.

—Hombre…

Le puse mala cara.

—¿Entonces qué harás? ¿Matarte a pajas?

—Pero mira que sois brutos —meneó la cabeza con un suspiro Elle largándose
tan rápido como había aparecido con un vaso de agua.

Estuvimos unas horas más ahí y luego se fueron a dormir. Yo me quedé en el


salón pensando en todo lo que habíamos hablado y lo que había pasado.

Eran las cuatro de la mañana cuando me desperté con esa inquietud, mi


cuerpo estaba ardiendo recordándome que necesitaba ciertas cosas... Me
levanté y bajé a la cocina. Bebí unos buenos vasos de agua fría y cuando salía

Las caras de la Luna


Leila Milà

vi la luz del televisor reflejado en las paredes, me acerqué al salón y vi a Jasper


dormido en el sofá. Me quedé ahí de pie mirándole un buen rato, era tan
perfecto... Iba a apagar la tele cuando un sonido a mi espalda me hizo dar un
respingo. Era Terence. Le miré mordiéndome el labio inferior dispuesta a
disculparme.

—No lo hagas, no lo estropees —dijo secamente y yo asentí— ¿No podías


dormir?

Negué nuevamente con la cabeza y desvié inconscientemente la vista hacía


Jasper.

—Que cruel vida ¿no? —empezó con sarcasmo—. Estar tan cerca de la
perfección, de la persona que lo significa todo para ti... que te completa y no
hacer nada...

Me mosqueó. ¿Por qué todo el mundo parecía saberlo todo menos yo? ¿Por
qué se empeñaban en culparme silenciosamente de hacerle esto a Jasper? ¿No
me lo hacía también él a mí? Tampoco había insistido mucho... bueno, no le
había dejado, me mantenía lo más lejos posible...

—Que sabrás, no te metas, haz el favor —espeté.

—No se trata de culpar a nadie Yuna.

—Habla claro.

—Te lo estás haciendo tu sólita. Oye que la vida está para disfrutarla no para
amargarse, nunca sabes cuándo te puedes ir al otro barrio. ¿Qué, te apetece
echar un polvo? Pues échalo, ¿qué quieres ir a correr? Pues hazlo. Pero no te
vayas reprimiendo por chorradas.

—¿Al igual que haces tú? No veo que te apliques el cuento —me arrepentí en
seguida de haber sido tan hiriente al ver su rostro y sus ojos borgoña
centellear entre dolidos y furiosos—. Tú no lo entiendes... —suspiré al final
fijando la vista en el suelo.

—Pues pruébalo, explícamelo porque no os entiendo. Acabo de llegar, pero


veo muy claramente lo que hay. Paga lo que quieras conmigo, tus
frustraciones, tus miedos, lo que sea, pero no con él.

Guardé silencio intentando digerir sus palabras sin que me ofendieran, sin
enfadarme. Lo jodido es que llevaba parte de razón.

—No le quites la vida Yuna... no se puede luchar eternamente, hasta Hércules


necesitaba el descanso.

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Parpadeé confusa y di un paso atrás asustada por el modo en que sus ojos me
miraban. Estaba disgustado de verdad. ¿Acaso no tenía algo yo que decir,
acaso no importaba lo que me pasaba a mí?

—Si lo que quieres es matarlo lentamente lo estás haciendo muy bien, pero
detrás vas tú.

—Terence, deja de asustarla —era la voz de Elle que apareció en la puerta


cruzándose de brazos.

—Alguien tiene que decirle algo Elle.

—Pero no nos toca ni a ti ni a mí, vuelve a la cama.

—Pues habla tú con ella a ver qué le pasa a esta Diosa que parece odiar las
relaciones —la miró y se volvió hacía mí—. Son las relaciones las que mueven
el mundo Yuna; ya sean por sexo, pasión, dinero, amor o lo que sea. Procura
descansar, lo necesitas —terminó girándose para irse pero volvió a mirarme—.
¿Tienes algún problema con el sexo, no te gusta o qué?

—¡¿Qué?! —parpadeé de nuevo cada vez más confundida—. Claro que me


gusta. ¿Qué clase de pregunta es ésa? —quería arrojarle algo a la cabeza.

—¿Segura? ¿En realidad sabes lo que es eso? —se aproximó de nuevo a mí, era
tan alto...

Balbuceé incapaz de articular palabra al tiempo que notaba como me faltaba


el aire, di un paso atrás. Elle lo fulminó con la mirada y le susurró algo al oído.
Él asintió y ella se alejó un instante arrastrándolo con ella. No oí nada pero sí
vi la cara extrañada y desconcertada de Terence. Tras eso Elle volvió conmigo.

—Yuna, tócale, por favor, sólo haz eso —señaló a su hermano pequeño.

Yo miré a Jasper dormido tranquilamente y me agache frente a él. Tragué con


dificultad y alargué la mano... ¿Sabía lo que me estaba pidiendo? ¿Sabía lo
difícil que me resultaba hacerlo? Si lo hacía no podría apartarme...

—Por favor —insistió con dulzura.

Acaricié con los dedos temblorosos el rostro de él y como siempre sentí ese
cosquilleo ardiente y chispeante.

—¿Qué sientes?

Que le pertenecía, que sólo podía estar con él, que le deseaba ahora y aquí...
pero eso no podía decirlo. Un gemido de deseo respondió por mí.

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Leila Milà

—No tengo más que decir —se dio la vuelta y regresó a su cama.

Yo me quedé ahí, palpitando de pies a cabeza. Intenté irme arriba, pero volví
atrás, me acurruqué a su lado y sentí su brazo rodeándome. Di un respingo, se
estaba terriblemente bien pero no podía... necesitaba huir pero sólo conseguí
quedarme acuclillada frente a él. Jasper abrió los ojos y todo se detuvo salvo
el repiqueteo acelerado de mi corazón y el suyo. Sus ojos dorados me
atraparon como una mariposa en la tela de una araña.

Creo que ni respiré, no me moví nada. Él extendió su mano hasta mi rostro.


Sus dedos rozaron la piel de mi mejilla y descendió por mi cuello, jadeé. Se
incorporó un poco y me atrajo hacía él con una mano en mi nuca. Mi cuerpo
no opuso resistencia, la cabeza me rodaba gritando no y sí a la vez. Me
mareé... Sentí su aliento sobre mi boca, sus labios rozaron los míos luchando
por contenerse, por controlar ese deseo irrefrenable. Cerró su mano con cierta
brusquedad sobre mi nuca y me acercó más a él, me miró fijamente, yo
respiraba como si hubiera corrido una maratón. Sus labios cubrieron los míos
atrapándolos y me besó con suavidad, casi sin atreverse, con dulzura, sentí
sus labios sobre los míos. Una descarga eléctrica me erizó el bello cuando su
lengua y sus labios separaron los míos con cuidado, mi boca se movió sola con
la suya. Emití un gruñido profundo que salió directo de mis entrañas y me
aferré a su espalda besándolo casi con fiereza. Lo que empezó como un suave
roce temeroso acabó como un beso salvaje y pasional. Le mordí el labio
inferior con suavidad y le agarré el pelo de la nuca apartando su rostro del
mío para poder verle. En sus ojos ardía el mismo deseo de la primera vez que
le vi. Estaba sentada sobre él a horcajadas como si quisiera fundirme con su
piel. Atrapé su labio inferior con los míos y rocé la piel de su cuello con mis
dientes, se estremeció apretándome más contra él. Podía sentir toda su
dureza empujando contra mí haciéndome humedecer aún más... Sus manos
descendieron muy lentamente por mi espalda, rozándome con las yemas de
los dedos, me estremecí mientras rozaba su yugular con mis labios. Me sujetó
por el trasero y me afianzó bien sobre él. Palpitaba. Jasper volvió a dejar
escapar ese excitante ronquido y sus labios volvieron a arrasarme con dureza,
sus manos ascendieron por mis piernas hasta colarse dentro de mi ropa
interior y jadeé cuando deslizó sus dedos por mi sexo. Sus ojos se clavaron en
los míos, eran completamente dorados, me arqueé cuando con la mano libre
rasgó la camiseta y atrapó entre sus dientes uno de mis pezones. Entonces
uno de sus dedos me penetró y yo gemí estremeciéndome al tiempo que me
apretaba más contra él que seguía resiguiendo con la mano libre la piel
descubierta de mi abdomen. Pero cuando mejor estaba y más excitada, el
pánico regresó como una garra atenazándome.

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Leila Milà

—Detente por favor —conseguí jadear con los ojos cerrados: si le miraba no
podría detenerme... y quería detenerme. Lo necesitaba.

—Está bien —fue un sonido ronco mezclado con ese dolor de reprimirse
cuando uno está tan encendido—. Paro, ya paro —pero sentía su cuerpo
empujar contra mí.

Notaba su erección frotándose contra mi entrada y siseé cuando se apartó a


causa del vacío y el dolor que sentí cuando dejó de estimularme. Estaba tan
duro, caliente; tanto como yo. Me mordí el labio para reprimir un gemido de
deseo y le abracé susurrando en su oído.

—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —él enredó sus dedos entre mi
pelo—. No puedo...

—Tranquila, no pasa nada, tranquila —me repetía él abrazándome y


frotándome la espalda como si consolase a una niña.

Estaba llorando, no me había dado ni cuenta, estaba llorando y temblaba. Él se


tumbo en el sofá sin soltarme y me arrebujé contra su pecho acariciándolo,
sintiendo su tacto, sus músculos fuertes y el latido de su corazón. ¡Me odié!
Me odié como jamás lo había hecho, estaba bloqueada y no podía dejar de
temblar y él no dejaba de intentar reconfortarme. ¡Sólo le hacía daño!

Al final, el sueño acabó llevándome lejos de allí...

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or la mañana cuando me desperté, él hacia rato que estaba despierto


P y que acariciaba mi cabeza jugueteando con mi pelo entre sus dedos,
le miré en silencio esbozando una leve sonrisa.

—Buenos días —susurró rozándome suavemente el hombro haciendo erizar


mi piel. No se había movido—. ¿Estás mejor?

—Hola —le dije mirándole a los ojos tras asentir con las mejillas rojas.

Oí un carraspeo y me incorporé de cintura para arriba para ver detrás del sofá.
Allí descubrí al resto de la familia. Me puse aun más roja de lo que ya estaba y
me eché rápidamente al sofá para que no me viera agarrando la desgarrada
camiseta.

—Ouh —murmuré avergonzada.

—Buenos días Yuna —ese fue Dennis que soltó una risita divertido.

—Eh… esto, buenos días —dije levantándome y me fui directa a la habitación


a ducharme y vestirme sin detenerme ni un momento.

—¿Bueno, qué? —saltó Greizy sobre el respaldo del sofá.

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Ahora fue mi turno de enrojecer hasta las cejas, una niña pequeña no podía
estar diciendo aquello, pero es que Greizy era mucha Greizy. A menudo
olvidaba que no era como las niñas de su edad... Ésta parecía una vieja en el
cuerpo de una niña. Vaya con mi hermanita pequeña... si era más espabilada
que yo y todo.

—Un poco de intimidad por favor. Y de discreción.

—Sí, vale, vale, pero cuenta ¿Qué? —ahora fue Connor.

Me dejé caer tras la intimidad del respaldo otra vez con un suspiro resignado.

—Que así no se puede hombre, que parecéis gatos al acecho. Dentro de nada
os veo pegando la oreja a la pared —protesté.

—Dejad a vuestro hermano tranquilo —dijo mi madre cosa que agradecí.

—Eso es que nada aún —le dijo por lo bajo Dennis a Connor que asintió
tragando un trozo de jamón dulce.

—No sabéis como os odio —me levanté para ir a cambiarme y ducharme yo


también.

Me vestí sin prestar atención y me senté en la mesa pasándome la mano por la


cabeza y me quedé muy serio pensando en cómo se había bloqueado de golpe.
Yuna estaba más que dispuesta para recibirme pero de golpe todo cambió.
Estaba paralizada, aterrada... Me preocupaba que le sucediese algo, ella no
estaba bien. La angustia y todo aquello que sentí salir de ella me sobrepasaron
haciendo salir mi lado más protector junto la furia más amarga y violenta,
apenas pude contenerme. Estuve a punto de no hacerle caso, de, de...

—Jasper ¿va todo bien? —me miró muy serio mi padre, estaba tan preocupado
como yo.

—No — gruñí por lo bajo, estaba perdiendo los papeles, si seguía así acabaría
cambiando ahí mismo, estaba furioso.

—¿Qué pasó ayer?

—Si alguien... quien sea, le ha hecho el más mínimo daño lo torturaré hasta
que no le quede ni un soplo de vida —gruñí y me fui a la habitación con los
ojos brillando de modo amenazador.

Una vez en la soledad de mi cuarto me apoyé contra la puerta intentando


controlarme. Inspiré profundamente y sólo conseguí calmarme cuando el

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penetrante olor de Yuna me envolvió. Rememoré el sabor de su piel, de sus


labios, su tacto y todo estalló.

Me dolía el cuerpo y el alma de pura necesidad, estaba agotada y era incapaz


de centrarme pero me obligué a bajar a desayunar. Me sentía realmente mal
pero gracias a Dios nadie dijo nada a) respecto. Estaba más nerviosa que de
costumbre y eso se tradujo en estar más que patosa... Al final Kyla y Elle me
obligaron a sentarme y no tocar nada, yo bufé enfurruñada y apoyé la cara en
mi mano mientras desmenuzaba el bizcocho.

—¿No tienes hambre? —me miró preocupado Dennis.

—No, todo tuyo —le pasé el plato que él vació.

Cerré los ojos y me froté la sien mareada. A lo largo de la mesa se


intercambiaron miradas tensas y preocupadas. Jasper tampoco comió apenas,
le miré en silencio y suspiré con resignación. Cogí una manzana y me la comí
para ver si así él se animaba a comer algo más. Su cuerpo debía necesitarlo,
sus ojos estaban oscurecidos y unas profundas ojeras se marcaban bajo éstos.
Estaba tenso y alterado y su mirada no dejaba de taladrarme como si quisiera
atravesar mi alma. Él no debía entender lo que pasó anoche, debía estar
enfadado conmigo por calentarlo y luego dejarlo, pero no podía. Su mandíbula
se tensó aún más y pude oír claramente como sus dientes rechinaron y yo
fruncí el ceño mirándole sin entender. Sentí un nuevo pinchazo en el pecho y
bajé la vista dolida. Me dolía, pero lo que estaba sintiendo era rabia,
impotencia, preocupación, jadeé quedándome sin aire. Era eso, Jasper estaba
preocupado, no estaba ofendido, pero la intensidad de su deseo por saber qué
me sucedía aún me hizo sentir peor. Se lo dije, se lo dije pero él no quería
escuchar, yo no era lo mejor para él, yo nunca podría estar con ningún
hombre, no estando así. Sentí ganas de chillar, de llorar y patear lo que fuese.
Tendría que haberme ido a mi casa la primera noche, pero no... ¡Tuve que

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ceder! Desde que lo había visto era como si ya no pudiese alejarme de él, se
había adueñado de cada parte de mi ser y yo quería, quería ¡Oh Dios!

Inspiré sacudiendo la cabeza y, apretando el puño bajo la mesa, me obligué a


seguir siendo la mujer fuerte y controlada que era siempre. Debía serenarme
por el bien de todos. Jasper necesitaba alimentarse y no podría soportar que él
estuviese mal por mi culpa ni que el resto sufrieran también. Así que al final
cogí el pan de molde y empecé a preparar un sandwich de jamón y queso con
mucho mimo y se lo puse delante.

—Come —le pedí.

Él fue a negar pero yo volví a repetírselo de modo tajante y Jasper accedió


dando un pequeño respingo de sorpresa. Fuese lo que fuese ese vínculo cada
día confirmaba más que nos afectaba a ambos...

Hacía buen día así que sin mediar palabra ni mirar a nadie para no echarme
atrás lo cogí de la mano y lo arrastré hacia el camino que bordeaba el jardín
trasero de la casa y nos metimos en el pinar. Busqué un sitio cálido y sin nieve
y nos tendimos en el suelo. Apoyé mi cabeza en su pecho y él me pasó un
brazo por detrás. El solecito calentaba y pronto me invadió el sopor, a ver si
estando así, juntos podíamos descansar como era debido.

Los siete se miraron inquietos mientras Terence iba de un lado al otro del
despacho de Heising.

—Binx se está moviendo, está preparando algo. Hay que organizarse en


grupos. Tenemos que estar alerta. Ahora mismo ellos son vulnerables —dijo
sin detenerse.

—¿Dónde está tú hermano ahora?

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—En la pineda, los chicos se están encargando de la protección.

—Bien. —se removió Heising en su sillón—. Mañana tengo la entrevista con


Husang, quiero que tú, Víctor y Vegara me acompañéis.

Thya bufó por quedar excluida de la escolta personal, ella era mucho mejor
que Vegara pero entendía los motivos de su padre y lo aceptó a regañadientes.

—Yo iré a hablar con ese James —dijo Connor.

—Mejor que lo haga Terence, pero tú también irás con él, Dennis.

—Hoy ya es el segundo día que no se toma lo que fuese ¿no? —dijo Elle.

—Sí, quizás por eso está tan nerviosa...

—Madre, es más que eso —suspiró Thya—. No me extrañaría que cualquier día
de estos se vuelva una antorcha andante.

—De verdad que no lo entiendo, yo de ella ya me lo hubiera comido —dijo


como si nada Creizy.

—Miedo me da esta niña cuando crezca, será un peligro —la miró divertido
Connor.

—Esa es mi hermanita, si señor —Thya chocó el puño con ella.

—Tendremos vigilado a ese hombre, al padre de Cool —dijo Elle.

—Perfecto. Muchas cosas están pasando, tened los ojos abiertos. No me gusta
nada lo que ha pasado esta mañana. Jasper estaba a punto de perder el
control, eso no es normal.

Elle evitó mirar a su padre y suspiró entristecida.

—Quizás no debí forzarla...

Todos se volvieron a mirarla pero su hermano mayor sabía muy bien a lo que
se refería.

—Creo que ayer Yuna se debió bloquear cuando el lobo de Jasper casi tomó el
control. Eso debió hacerle daño a ambos pero creo que él entendió que algo le
pasó a ella y realmente creo que tiene razón al creerlo. Es lo único que
explicaría ese rechazo. No está en nuestra naturaleza el negar a nuestra pareja
lo que necesita —suspiró Elle.

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Leila Milà

Terence asintió, había estado dándole muchas vueltas al tema y sólo podía
significar una cosa. Todos se tensaron de nuevo.

—Miremos de averiguar qué pasa. Está claro que el apellido de Yuna no es ni


mucho menos Les.

—¿Y qué hacemos con los demonios? No hemos dado con la brecha pero que
vayan tras ella sigue sin ser bueno. ¿Quién diantres es esa chica? —Dennis
miró a su padre—. Hay que averiguarlo ya o saldremos escaldados.

Todos asintieron de nuevo con caras graves.

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Leila Milà

C uando abrí los ojos, el sol había bajado considerablemente y


empezaba a nevar. Sonreí al ver a Jasper aún dormido y le acaricié la
mejilla con un dedo.

—Eh, es hora de volver príncipe dormilón —dije con suavidad.

Él se volvió y me enterró bajo su cuerpo.

—Jasper, venga, no puedo respirar —reí.

Y él se levantó de golpe alterado y no paró hasta asegurarse de que yo estaba


bien.

—Vale, vale, estoy bien no me has aplastado ni nada de eso —sonreí—. No me


romperé, estoy bien —me levanté.

—Vamos dentro —me tendió la mano y yo se la cogí— ¿Ya no me rehuyes?

—No sirve de nada. He entendido que no puedo estar sin ti.

Él me atrajo hacia su cuerpo y me acarició la mejilla con el dorso de la mano.

—No me lo hagas más difícil —murmuré.

—Está bien, está bien... seré bueno.

—¿Pero por qué le hago esto? No lo mereces, no puedo... anoche... yo... —


Intenté no sollozar— ¡Maldita sea! ¡Joder!

—Bueno tampoco me conoces, al igual soy un cabronazo y no lo sabes...

—No cuela, no quieras hacerme sentir mejor —le miré.

—¿Pero estás mejor? —me miró aún sin apartarme de él.

—Sí, no...

—Yuna, quizás debería explicarte...

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Leila Milà

—No. No quiero oír nada de historias o leyendas de personas predestinadas,


con un destino horrible ni nada de eso... Ya he asumido que lo que tenga que
pasar, pasará y que lo que siento por ti es real.

Él me miró un buen rato en silencio sopesando lo que había dicho y luego


suspiró.

—En fin, quizás sea mejor así —dijo apartándome el pelo hacia atrás— ¿Y qué
es lo que sientes exactamente? —sonrió malicioso.

—Jasper!

—¿Qué? —rió—. Vale, dejemos que el tiempo decida...

—Gracias —dije andando hacia la casa tras deshacerme de sus brazos —


Sólo... necesito tiempo, no me acorrales, por favor. Yo... quiero rehacer mi
vida, no sé qué me pasa, pero necesito tener las riendas.

—¿Y si nos preguntan? Es que están un poco pesados...

—Pues les decimos que ahí andamos, es la verdad.

—No sé si podré soportarlo...

—Yo...—bajé la vista—. No es justo para ti, de veras Jasper. No creo que esto
pueda salir bien, yo no soy lo que necesitas. Tú necesitas alguien más
cariñoso, más familiar, yo las relaciones, el compromiso, la familia... no...—
Hice una pausa para coger aire y mirar las nubes que pasaban sobre nuestras
cabezas — Sea lo que sea, no quiero saberlo, no creo que esté bien que tú
debas renunciar a esas cosas, sé que tú las quieres. ¡Además necesitas echar
un polvo por el amor de Dios! Y yo no soy capaz ni de pasar de un simple
preliminar ni con todo el calentón que llevo.

Jasper suspiró deteniéndose de nuevo al verme tan alterada.

—Sí, suena egoísta, lo sé —le miré—. Pero yo no cederé —me mordí el labio
inferior.

—Yo tampoco voy a rendirme Yuna, no renunciaré a ti, me perteneces tanto


como yo a ti. Sé que no quieres oírlo pero es la verdad. Intentaré hacerte mía
quieras o no, está en mi naturaleza. No sé cuanto podré controlarlo, pero lo
que sí sé es que no puedo vivir sin ti y que no me perdonaría el hacerte algún
daño. Intentaré darte el tiempo que necesites. No te voy a pedir nada, ni te voy
a presionar, he procurado respetarte y mantenerme aparte Yuna... pero
puestos a seguir con la sinceridad... —Clavó sus ojos en los míos —¿Por qué?
¿Por qué te da tanto pánico? Si ni siquiera lo intentas, ¿cómo vas a saber si

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Leila Milà

realmente quieres tener algo conmigo o con quien sea? Hay gente que no sabe
lo que quiere hasta que no está metido hasta el cuello o hasta que las pierde.
Quizás yo no he hecho las cosas del mejor modo o no le he dicho lo debido
pero tú eres mi marca.

Negué con la cabeza encogiéndome de hombros, no tenía respuesta para eso,


no lo sabía. No podía ser su pareja, no podía ser, era imposible. Yo era
humana, no éramos compatibles. Imposible.

—Déjame intentarlo, déjame llegar a ti. Deja que te conozca.

—Quizás no te guste lo que descubras —fruncí el ceño dolida.

—¿Cómo no me va a gustar? —me cogió por la cintura y mis muslos


temblaron—. Si ya te quiero, eres mi vida Yuna —añadió en apenas un
murmullo — No hay nada que no quiera de ti, te conozco más que tu misma,
estoy dentro de ti y ni siquiera te has dado cuenta.

—Genial... ¿puedo empezar a correr?

Él se rió y entramos en casa sacudiéndonos la nieve. Jasper olfateó al entrar y


frunció el ceño poniéndome detrás de él.

—¿Qué pasa? —sacó la cabeza Dennis.

—Binx, ha estado cerca, lo huelo.

—Huyó con el rabo entre las piernas no te preocupes, somos útiles


¿recuerdas?

—Sí, perdona, perdona. Es todo esto, estoy...

—Descontrolado, mandón, gruñón y sobreprotector nada que no podamos


soportar hermanito.

Él medio sonrió intentando controlar la adrenalina que golpeaba contra sus


venas.

Oh, oh...

—¿Qué pasa?

—¿Es normal que esté escuchando hasta las hormigas? Auh... —me llevé las
manos a la cabeza, mis sentidos se habían... ¿Despertado? Y de un modo
increíble.

—Vale, tranquila siéntate —me llevó hasta el sofá.

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Leila Milà

—Tenéis visita.

—¿Qué?

—Tú prima y esas chicas... dios... apestan a excitación... ¡Muy bonito Jasper!
Todo esto por ti —le miré severa reprendiéndolo con un repentino ataque de
ira y celos.

—¡Que yo no he hecho nada!

—Jas... sus ojos... ya vuelve.

—¡¿Qué les pasa a mis ojos, maldita sea?! —lo miré enfadada, tenía un gruñido
preparado que empezaba a salir sordo de mi garganta.

—¡Mamá, Elle, Thya! —las llamó.

Todos aparecieron en el salón en un momento.

—¿Qué pasa? —pidió Connor.

—Problemas —dijo Thya.

Al cabo de diez minutos la puerta se abrió y una pelirroja imponente de pelo


rizado y largo cruzó la puerta seguida del resto de féminas.

—Kyla… no nos andemos con rodeos.

—Miriam.

—Disponlo

—¿Nos hemos perdido algo? —parpadeó Dennis.

—Eso parece —le dio un codazo Connor indicándole que prestara atención.

—Oh no. Luego dicen de los hombres…

—Está bien —suspiró— Yuna, ven conmigo querida.

Yo la miré desconcertada, me sentía rara, muy rara… amenazada y… ¡En


peligro!

—Miriam, ahora es humana, esto no es necesario, es lo que hay, es la marca


—oí a Elle.

—¡Cállate!

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Leila Milà

¿Aún era humana? ¡¿A qué venía aquello?! ¡Dios me estaba aterrando!

Elle gruñó ofendida de verdad.

—Ma… Kyla —se acercó Jasper preocupado. —No puedes permitirlo, ella no…

—No puedo evitarlo Jasper. Siéntate —le ordenó y él con un gruñido tuvo que
acatar la orden.

—Yuna... te han retado ¿me oyes? Tienes que demostrar que eres válida y
capaz, que eres una líder dominante. No te asustes, sigue tus instintos y
sobretodo no entres en su juego, intentará provocarte.

—Pero, yo no... —me faltó el aire ¡Era una locura!

—Ya no es sólo por él Yuna, aunque lo quiere. Él ya está fuera de su alcance, es


por el liderato, el poder. Ven amenazado su puesto en el clan. No tengo tiempo
ahora de explicártelo. Miriam es una zorra astuta y ambiciosa, no le gustas.
Algunas tienen sus dudas, pero mientras Miriam sea la más dotada ninguna
osará levantar la cabeza.

—Pero Thya...

—Thya tiene la capacidad, hasta Elle y Greizy pero Miriam las superó.

Eso fue un jarro de agua fría. Si ella no pudo ¿qué iba a hacer yo? Eso era una
locura. ¿Cómo se habían enterado? ¿Por qué me juzgaban sin conocerme?
¿Qué le había hecho yo? No iba a pelearme por él, era irracional, estúpido,
pero a la vez quería marcar territorio y reclamar lo que era mío. Lo peor era
que nada tenía sentido en ese momento, miles de ideas bullían en mi cabeza
contrapuestas la una con la otra.

—Céntrate en lo que sientes Yuna, no racionalices, esto es una lucha. Puedes


hacerlo — Me dijo—. Deja que todo fluya, lo llevas dentro.

Tras eso me metió dentro de un círculo. Busqué con los ojos a Heising, él tenía
que detener esto, él podía hacerlo, yo no tenía nada que hacer... Ellas eran
lobas, y yo no... No iba a dejar que me matasen pero... ¡¿Qué podía hacer?!
Estaba tan perdida, me estaba quedando sin respiración, el pecho me ardía.
Miriam y las demás saltaron al centro, me sentí amedrentada. Vi a Dennis sin
atreverse a mirar y a Jasper con cara de puro sufrimiento, era como si le
estuvieran arrancando la piel a tiras. Elle me dio ánimos con un gesto de
cabeza y Thya se paseaba nerviosa gruñendo.

Yo tragué saliva y la tal Miriam se echó a reír tras mirarme de arriba abajo con
suficiencia, como si fuera a perdonarme la vida... Yo le parecía un desperdicio.

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—Por esto —gruñó con un ronquido—. Me ahorraré los comentarios.

—¡Sería de agradecer zorra! —espetó Thya.

—¡Silencio! —la amenazó su madre.

No lo entendía. Kyla era la dominante ¿Entonces por qué? Un olor penetrante


me dio la respuesta. Ella ya no era fértil, Miriam sí. Ésta se agazapó y cuando
volví a mirar con el corazón atronándome los oídos frente a mí había cinco
lobas. Me estremecí, pero no de miedo. Cuando las vi avanzar. Algo dentro de
mí se agitó, sentí rabia, fuerza. Una oleada de fuego me insufló adrenalina en
las venas, esquivé el primer salto de la loba, sus fauces restallaron cerca de mi
cara y le enfureció no oler el miedo que esperaba. Me preparé y golpeé su
costado, me llevé varios mordiscos pero ni reculé, la golpeé y la pateé por el
suelo. En uno de los golpes soltó un gemido lastimero de dolor, gruñó furiosa,
sus ojos llameaban. Iba a tener que luchar por mi vida. Se había acabado el
calentamiento, iba a matarme. Miriam fue rápida, sentí los dientes hundirse en
la carne de mi pierna, me mordí la lengua para no gritar. El resto de lobas
saltaron...

Todo pareció detenerse, el pulso se me disparó, todo alrededor desapareció.


Sólo era consiente de mi pulso, de mi agitada respiración, del olor de mi
sangre y la furia que me invadía. La vista se me hizo más aguda, sentí las
garras, las fauces, oí todo. Sentí la tierra, ya está, era el fin, iba a morir…
Intentarlo contra una era una cosa pero las cinco. Me enrabié, me inundé de
una ira animal, resoplé. ¡¿Quién coño se creía que era esa estúpida?! ¡¿Cómo se
lo permitían?! ¡¿Cómo podían hacer esto?! ¿Por qué? Estaba tan desconcertada
y extraña, era un cúmulo de emociones que desbordaba.

Ésa no se merecía ese puesto, ese lugar no era suyo... no era buena. Alguien
tenía que ponerla en su sitio, enseñarle cuál era su lugar. Eso tampoco tenía
sentido ¡No quería morir bajo sus dientes! ¡¿Por qué sentía ese instinto de
aplastarla, de enseñarle y demostrarle quién mandaba?! Iba a despedazarla,
ella no valía nada. ¡Yo estaba por encima de ella! Un aullido furioso y animal
salió de mi garganta, gruñí retrayendo los labios, exponiendo los colmillos.
Hubo una especie de rayo de luz, mis ojos miraron las diminutísimas
estrellitas plateadas que me envolvían. Mis ojos se abrieron de par en par, veía
el cielo, habían abierto el techo de cristal. La luna, algo se agitó dentro de mí,
sentí un desgarro y el latido acelerado de mi corazón, ardía. Fue un dolor
agudo que me sacudió como un espasmo durante un segundo,
desgarrándome y partiéndome en dos hasta que todo se intensificó más,
como si me hubieran inyectado el más potente revitalizante que existiera.
Cuando toqué el suelo me sentí ligera, rápida, fuerte y sobretodo poderosa.
Me gustó. Era la embriaguez del poder, sonreí maliciosa y miré el suelo. Vi

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unas patas fuertes y gruesas con afiladas garras. Ericé el pelaje con un gruñido
amenazador, dos de las lobas retrocedieron asustadas emitiendo una especie
de gimoteo suplicante con el vientre a ras de suelo, pero yo sólo sentía el
impulso de aplastarlas y matarlas. Me mantuve erguida, rígida estirando las
patas, las orejas hacia delante y rodeé al grupo de lobas, acorralándolas.
Aplané las orejas a la defensiva manteniendo la mirada fija y penetrante.
Flexioné el cuerpo y estudié sus reacciones y entonces salté, floté en el aire, la
sumisión de esas estúpidas y cobardes lobas me hizo sentir desprecio pero a
la vez me obligó a ignorarías. En cierto modo, ellas no eran peligrosas, la zorra
sí. Miriam quedó detrás, mis patas no produjeron ningún sonido al aterrizar
en el suelo. Abrí las fauces y dejé que el instinto animal fluyera, era algo
inexplicable, no podía definir como me sentía. Cerré los dientes sobre el cuello
de la primera y la sacudí con un gruñido a modo de lección y di un golpe con el
cuerpo en el cuarto trasero de otra, acorralándola con la pata contra en el
suelo y dándole con la cola a la otra en toda la jeta.

—¡Toma ya! Así se hace, arréale fuerte. Patéale el trasero —se emocionó Thya.

Regateé y evadí todo torpe intento de esas débiles seguidoras hasta que todas
y cada una se arrastraron sobre sus vientres y se pusieron patas arriba
suplicando perdón. Gruñí orgullosa y me giré de cara a Miriam, concentrada.
La dejé confiarse, zafándome, reculando, saltando, gruñendo, enseñando los
dientes. La loba de pelaje castaño jadeaba, la lengua empezaba a colgarte por
un lado, yo esperé tranquila en el mismo punto hasta que llegó el momento de
pasar a la acción. Todo fue tan rápido que sólo noté el sabor de su sangre en
mi garganta, los dientes se clavaron con facilidad en el cuello de la zorra que
gimió. Apreté hasta que se quedó quieta, gimoteando, la solté y cayó al suelo
pesadamente. Yo di dos pasos renqueando atrás y me senté mirándola
fijamente, gruñó débilmente enseñándome los colmillos y yo le di la

Espalda saltando fuera del círculo, él no era suyo y no la tenía. En ese instante,
el reflejo del cristal me devolvió la imagen de un lobo. Era enorme, hermoso,
con un pelaje de tonos grises, negros y blancos. Tenía los ojos plateados como
la luna, me acerqué hasta la superficie y mi morro chocó con el frío cristal.
Reculé asustada con un ronquido sordo. Un segundo, ¿mi morro? ¡Dios, era yo!
¡No, no podía ser! Sentí ganas de echar a correr sin para, sin mirar atrás. ¡La
loba que estaba viendo devolviéndome la mirada era yo! La familia de Jasper
me rodeó… y yo me sentí amenazada, gruñi.

—Yuna, tranquila, relájate.

No podía procesar todo aquello ¡Dios! El corazón iba a estallarme, dolía.

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No podía, no podía pensar, no podía razonar, aquello era demasiado. ¡Yo no


era una loba! ¡Yo era humana! Aquello no podía ser, era una ilusión, una
pesadilla, estaba loca. Era demasiado, me superaba. Gimoteé y Jasper dio un
paso adelante con las manos extendidas. Nuevamente gruñí agazapada
mostrando los dientes y di unos pasos de un lado al otro nerviosa. ¡¿Qué me
estaba pasando?! ¡¿Por qué?! ¡¿Quién era yo?! ¡¿Qué era yo?! Estaba aterrada,
aturdida... perdida, atrapada y agresiva... no podía controlarme. ¿Eso les
hacían a las chicas? ¿Volverlas una de ellos? ¿Cómo? No, no era eso. Había algo
en mí, algo que no iba bien. No sé qué pasó, no les acababa de entender
porque estaba histérica, pero Jasper se transformó delante de mis ojos. Era un
lobo imponente, de pelaje oscuro, casi negro y sus ojos resplandecían. Era
enorme, un macho dominante, su olor... gimoteé al sentir su fuerza. Intentaba
imponerme su mandato pero sin dureza. Y frotó su morro con el mío para
calmarme pero me revolví cuando se acercó más. No empecé a respirar con
normalidad hasta que él se me puso medio encima, aplastándome con su peso
tras morderme el cuello sin apenas apretar.

Con todo eso nadie prestó atención a Miriam. No hubo ni rastro de ella. Al
poco recuperé la conciencia de mí misma, volvía a tener piernas, y manos.
Estaba desnuda y temblando. Jasper seguía encima de mí. Cuando estuvo
completamente seguro de que estaba calmada e inofensiva cambió. Sus
brazos me rodearon aún en la misma posición. Alguien le pasó una manta
suave y mullida y me la puso por encima, cubriéndome.

—Yuna...

No sé ni siquiera quién habló, ni me importó. No estaba en condiciones de


razonar, de entender... Sacudí la cabeza a modo de negación, no quería
escuchar, ahora no. Necesitaba un rato para mí, para entender aquello, y
digerido. Jasper no se movió ni dijo nada, esperó abrazado a mí hasta que dejé
de temblar. De pronto, tuve nauseas, supongo que de los nervios y el estrés,
no lo sé. Cerré los ojos con fuerza y me quedé muy quieta esperando que
desaparecieran. Tal vez, esperaba que así aquello también desapareciera, que
hubiera sido un sueño o algo parecido.

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Leila Milà

«A ver... racionaliza Yuna» me dije a mi misma. Siempre me habían gustado


los lobos así que ¿Cuál era el problema? ¿Que ya no era normal? ¿Pero qué era
normal? Intenté tranquilizarme, dejar de pensar. Todos teníamos que aceptar
lo que éramos ¿no? Bien pues, eso, fuese lo que fuese o quién fuese seguía
siendo yo. Estaba claro... quizás un poco más chalada pero, yo. |Yo que sé! Me
ahogué. Me levanté envolviéndome en la manta y subí a la habitación haciendo
un gesto con la mano para que me dejasen sola.

—Pero... —empezó Dennis.

—Estoy, estoy bien —murmuré y volé escaleras arriba.

Ahora era más rápida, tanto como ellos. Sentía mi cuerpo más mío que nunca,
como jamás lo había sentido. Algo había cambiado dentro de mí. Quizás era
que había dado con mi verdadera naturaleza, que se estaba desintoxicando,
volviendo al cauce normal. Vomité en el baño sin poder evitarlo. Cerré la
puerta apoyándome en ella y respiré profundamente varias veces. Me vestí sin
prisa una vez me hube duchado y volví a bajar tras inspirar de nuevo para
reunir la calma y el comportamiento adecuado. Estaba tiritando.

Como no, ellos estaban esperándome abajo. Me eché un vistazo rápido y


decidí que tendría que haberme puesto algo menos sexy. Me senté obediente
sin hacer falta que me dijeran nada en el sofá y esperé el sermón, o lo que
fuera, con estoicismo.

—¿Quién va empezar? —les miré. Hubo un silencio, nadie se decidía—. ¡Por


Dios que alguien rompa el silencio!

Fue decir eso y mi móvil empezó a sonar, lo cogí de la mesita donde estaba
con un gruñido y descolgué.

—¡Dime Daf! —dije un poco demasiado bruscamente.

—¿Te pillo en mal momento?

—Más o menos, dime —suspiré llevándome la mano a la frente.

—¿Recuerdas a Sac?

—Sí, claro.

—Quiere verme, ha vuelto de Londres y... dice que no puede olvidarme y yo...

—¡Oh por todos los cielos, Daf! ¡Olvídate ya de José! Es un imbécil ¿Cuándo vas
a abrir los ojos y darte cuenta de que has de seguir sin él? Dale una
oportunidad a Sac... es un encanto y te gusta... tienes que dejar de aferrarte al

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amor que crees sentir aún por ése —hubo silencio en la otra línea y un sollozo
ahogado — Daphne, no quería ser tan brusca, perdona pero es que...

—No, si tienes razón, creo que es hora de pasar página. Es hora de


reemprender mi vida, de tomar las riendas y dejar de llorar por él. Y sí, es un
cabronazo y Sac... bueno, ya sabes que sí me gusta.

—Pues ya lo tienes, adelante.

—Gracias —iba ya a hablar pero ella se adelantó—. Pero yo no voy a dar el


primer paso hasta que tú también arranques esa página que te mantiene ahí
atrapada. Nunca te he querido preguntar ni atosigarte ya lo sabes, pero creo
que tengo el deber de decirte y aconsejarte como amiga de que asumas lo que
sientes por Jasper. Haz balance de ti misma, lo necesitas hacer y rápido.
Además, ¿qué importa lo que sea, si te hace feliz y te quiere? Yuna... las
relaciones tampoco son tan terribles, tienen sus cosas buenas. ¡Escúchame,
por favor! ¡No me interrumpas que te conozco! —suspiré a modo de
respuesta—. Pasar página Yuna, te toca mover ficha, yo ya he quedado con él.
Al principio te llamaba para que me ayudases a buscar una excusa para no
acudir pero ya ves... la vida te pone en tu sitio. Todo llega y a ti te está
llamando a gritos, es tu hora, sea lo que sea que te pasara no puedes dejar que
siga dominándote.

—De veras que ahora no es un buen momento para sermones Daf, te llamo
luego.

—No Yuna, es el mejor momento...

—Pasar página ¿eh? Sin duda, vale venga. Hablamos —ella soltó una risita de
triunfo y colgué.

Automáticamente y acto seguido volvió a sonar, apreté la mandíbula.

—James —suspiré.

—¡¿Dónde demonios andas metida?! Estaba preocupado, no sé nada de ti


desde hace casi una semana.

—Ya ves, estoy vivita y coleando como puedes oír, ¿va todo bien?

—No Yuna, me han comentado algo un poco preocupante…

—¿Ahora tienes espías o qué?

—No empieces…

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—Yo no he empezado nada.

—Yuna, no voy a decirte nada de lo que seguramente ya sabes, pero te quiero


de vuelta, tenemos que hablar.

—¡Joder! Éramos pocos… —murmuré cabreada tapando el auricular —iré a


verte, no te preocupes —colgué—. A ver si me dejan ya…

—Pues a ver, esto… —empezó Elle.

—¡Oh venga! No es tan difícil —protestó Greizy.

—Creo que me hago una pequeña idea de la situación —les miré a todos, hasta
acabar en Jasper. A él lo miré fijamente, sin apartar los ojos de su cara.

Él acabo por suspirar y desapareció volviendo al poco con una carpeta, me la


tendió.

—Quiero que sepas que no sabíamos nada de esto y que lo que pasó en la
discoteca fue de verdad Yuna.

—Lo sé Jas, lo sé, no te acuso de nada —suspiré cansada.

Cogí el expediente y lo abrí decidida, sin miedo, no vacilé ni me temblaron las


manos... Supongo que mi mente ya se había encargado de bloquear cualquier
emoción o divagación para mantenerme cuerda. Cogí el primer papel, era una
especie de ficha médica o algo así...

«Sujeto: Hembra, Edad: Quince años. Estatura: 1,80 Ojos: Verdes, Cabello:
negro Grupo sanguíneo: Desconocido, su genética se asimila al de un Canis
Lupus.»

Algo cayó de la carpeta y yo recogí el papel. No era un papel, el tacto y la


forma, lo puse boca arriba, una foto. La miré y mis ojos se abrieron como
platos, mis manos se movieron raudas por el expediente, había varias fotos.
Yo la había visto antes, no sabía quién era pero la conocía. Era la chica que
aparecía en mis sueños... había otra foto, un chico... Mi pulso se aceleró de
modo alarmante, tanto que hasta me dolió el pecho. Empecé a leer, la captura,
las pruebas, la humillación, el horror... Años allí encerrada, sometida a una
investigación. La niña no era normal, era más que humana, era una loba. Ella
fue la primera, al menos para ellos. Fue por ella que descubrieron a los
licántropos. Todo salió a la luz tras su captura accidental, los hombres
seguían a un lobo pero cuando llegaron al lugar donde se había detenido el
animal herido había una niña... No hacía muchos años de eso. El chico resultó

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ser el hijo del investigador al frente de aquello. Ahora sí estaba oficialmente


desquiciada.

—¿Cómo puede hacerlo? —oí decir a lo lejos a Dennis

—¿El qué? —le miré girando apenas la cabeza.

—Cerrar tu mente. Cuesta un tiempo conseguir hacerlo con esa facilidad,


meses. Todos tenemos la capacidad de oírnos y comunicarnos a través de la
mente y cerrarla cuando queremos pero nos enseñan.

—Es fácil —me encogí de hombros. Evidentemente esperaba algo más que eso,
suspiré—. Estoy acostumbrada a ser un único y solitario individuo, somos yo y
mi cabeza. Además... no me gusta que nadie urge por aquí dentro, es mi
espacio, mi privacidad.

Dicho eso seguí leyendo. Devorando todo aquello, encajando piezas, mi


cabeza trabaja sin parar buscándole un sentido. No paré hasta dar con parte
de lo que quería... Del Fuego... Ahora sí que me temblaron las manos.

—Yuna —Heising me cogió la carpeta antes de que se me cayese.

Tenía la sensación de que me iba a dar un jamacuco de un momento a otro, de


que empezaría a hiperventilar y me daría un ataque al corazón así que me
obligué a inspirar de nuevo. Cerré los ojos e intenté calmarme.

—No se conformará, no parará hasta encontrarme y terminar lo que


empezaron, lo sabe...

—El análisis fue normal Yuna.

—No lo entiendo —le miré confusa notando el escozor de las lagrimas que
empezaban a llenar mis ojos.

—¿Qué sabes de ese James? —negué con la cabeza—. El zumo contenía un


compuesto que anulaba los genes del lobo.

Me faltó el aire. Sentía como si todo el mundo entero me diera la espalda.


Como si todos me traicionaran, como si nada de lo que daba por hecho o
cierto fuera verdad. Toda mi vida era una mentira, un engaño que yo misma
había aceptado y tragado, lo había hecho mío, lo había atado a mí como una
tabla de salvación. Siempre supe que algo no estaba bien en mí, que era
distinta pero cuando hacía algo extraño o indebido la cara triste de James me
detenía. Él hacía que eso fuera malo y yo le creí. No quería entristecerle, no
preguntes, no pienses, entiérralo, olvídalo. No preguntar, no saber, no mirar
atrás, pasar página ¡Cuántas veces me había dicho eso a mí misma! ¡¿Cuántas?!

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Leila Milà

¿Cuándo me había convencido de tal forma de ser humana, de ser normal?


¿Podía volver atrás? ¿Podía volver a ser normal, a ser humana? ¿Si volvía a
beber el zumo volvería todo a la normalidad? ¿Quería hacer aquello? ¿Podía
traicionarme a mi misma así? ¿Podría engañarme, tragarme mi propia
mentira, negar lo que era? Dudo que una vez liberado el genio de la botella
pudiese volver a entrar... me empecé a ahogar. ¿Acaso Cool lo sabía? ¿Era eso
lo que me había querido hacer entender, lo que me quería evitar? ¿O era otra
cosa, tenía que proteger el proyecto de la familia? ¡Yo misma era parte de esa
maldita familia de locos sanguinarios anti lobos! La furia me invadió al pensar
en él aunque no quisiera. Su abuelo era el que había iniciado todo aquello. Él
había abierto la caja de Pandora, él puso al descubierto a los licántropos, él
mostró al mundo entero que no eran mitos, sino realidades ¿A cuántos más
habría dado caza para sus investigaciones? ¡¿A cuántos habrían perseguido y
matado?! No todo fue malo, a raíz de eso se aceptó la existencia de otras
especies, se crearon leyes, normas... una nueva sociedad. Pero lo que le hizo a
esa chica, lo que le hizo a su propia sangre. ¡A mí misma! Repudió a su
hermano por enamorarse y fugarse con la chica lobo. Le dio caza como a una
rata, lo despojó de todo... ¿Cómo podía ser alguien tan cruel y despiadado?
¿Acaso no sentía? ¡Todo lo que le había hecho a ella! Recordé de nuevo sus
rostros, restos de mis sueños ¡¿Cómo no lo había visto antes?! Esos rostros se
parecían demasiado peligrosamente a una mezcla del mío. Eran mis padres.
Los padres que habían muerto, mi madre, una loba, mi padre un hechicero
humano. Ella lo amó y aceptó tal cual era. Lo hizo sentirse querido, especial.
Con ella no tenía que esconderse, podía ser él. Pero su familia no lo quería,
querían que fuera normal, intentaban hallar una cura. ¿Era eso? ¿Querían los
Del Fuego erradicar cualquier ser mágico del mundo? ¿Volver a la oscuridad?
¿Atrás? ¿Qué era sino lo que me estaba bebiendo? ¿Qué pintaba allí James y
cómo encajaba? El padre de Cool se sorprendió al verme, por tanto, ellos no
tenían contratado a James... sólo me reconoció.

—Genética —pensé.

Había más en esos archivos que recuperé de las manos de Heising. Me mareé
de verdad, sentí vértigo y la nausea pugnando en la boca del estomago. Por ahí
si no estaba muerto o con tubos de ensayo clavados por todo el cuerpo tenía
un hermanastro o más ¿Sería como yo? ¿Qué le habría pasado? ¿Estaría bien?
¿Quería encontrarle? ¿Lo sabía él? Empecé a temblar sin darme cuenta de que
las lágrimas resbalaban silenciosas por mi mejilla. Y esos olores... el de Jasper
me inundaba por completo, era dulce como el chocolate y su excitación me
llamaba sin parar poniendo en marcha mi cuerpo. Al menos la parte de entre
las piernas. ¡Qué violento! ¿Cómo podían soportarlo? Era difícil contenerse,
me estaba volviendo loca. Tenía ganas de gritar sin parar. Él notó todo el
cúmulo de mis emociones y se acercó. Dudó, pero me abrazó y yo intenté

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Leila Milà

apartarle pero no quería, no podía. Le golpeé con los puños en el pecho pero
no me soltó, sabía que le estaba haciendo daño, que le dolía, quería rechazarle
y sin embargo era imposible, no podía. Le necesitaba. Así que acabé
enterrando la cara en su pecho sollozando con los puños doloridos.

—No —murmuré en un jadeo. No podía asimilar todo aquello.

Él me cogió la cara, deseaba tanto besar sus labios y olvidarme de todo. Tanto
que los de Jasper respondieron a mi muda petición. Fue algo suave, salvaje y
trémulo. Dulce y amargo a la vez a causa de las lágrimas que seguían cayendo
por mi cara. Le mordí intentando apartarme pero cuanto más luchaba más
quería de él, era un círculo vicioso. No podía parar, y sus labios paraban y
volvían hasta que emití un gemido sordo de súplica. Si no se detenía ahora,
yo...

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Leila Milà

Me sequé las mejillas y los ojos con las manos y desistí de intentar hablar. No
tenía voz, sentí la garganta seca y ronca. Quería disculparme por mi
comportamiento una vez más pero no hacía falta. Intenté hacerles entender
como me sentía a través de mi mente confusa, aturdida, torturada. Creo que
funcionó porque sus caras fueron un reflejo de la mía. Alguno que otro
frunció el ceño compungido, yo era un caos, un mar agitado, furioso, desatado
y por tanto peligroso e impredecible. Nadie dijo nada durante un buen rato,
sólo se sentaron a mí alrededor. Jasper estaba acuclillado frente a mí
cogiéndome las manos. Sabía que tenía mucho que aprender de mi nuevo
mundo y de mi nueva condición. Tanto dentro como fuera de esa casa, pero
ahora necesitaba descansar, dormir... Darte ese anhelado descanso a mi mente
y mi cuerpo, estaba tan cansada que apenas era consciente de mis palabras.

—Miriam no lo dejará aquí, tendremos problemas —murmuré más adormilada


que consciente.

—Acatará nuestras leyes. Has vencido legalmente, tienes un clan adoptivo, la


marca y la fuerza. Y has demostrado ser una hembra alfa.

—Os equivocáis, os engañará a todos, no es noble como pensáis. Es una zorra,


sí, pero por su astucia. No lo querréis creer pero lo hará. Ya nos está
traicionando en este mismo momento —me sorprendió a mi misma
pronunciar la palabra nos. Tras eso creo ya no pude más, me dormí con la
cabeza en el hombro de Jasper.

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Leila Milà

No pude dejar de mirarla, estaba profundamente dormida, agotada,


derrotada. Me dolía, me dolía más que cualquier cosa verla tan desconsolada.
Se la veía indefensa, más frágil de lo que había creído. Esa fachada que había
creado caía a pedacitos poco a poco. Pese a todo tenía una fuerza increíble y
una resistencia envidiable. Encajaba las cosas de un modo que costaba creer al
menos de cara para fuera. Por dentro seguro que se iba reconcomiendo, debía
hacerlo por fuerza, eran muchas cosas en poco tiempo. Yuna era una persona
que pensaba demasiado, le costaba dejarse llevar por sus emociones, por los
sentimientos. Necesitaba sentirse fuerte, valiente, segura, pero ya lo era.
Entonces... ¿Por qué tanto miedo? ¿Qué era lo que ocultaba? Tenía que haber
algo, no sé. Aunque se puede ser una persona entera y dura para unas cosas y
para otras no. Era una alfa de pies a cabeza, tenía todas las cualidades. Era
innato en ella, su cuerpo, su postura, el olor, el porte, sus patas, sus dientes,
tanto cuando era loba como cuando no. Tenía el don, la capacidad, el
comportamiento. Justa, dura, lista, valoraba el sentido del honor, la
sinceridad, la verdad y la bondad. Contaba con la capacidad de unir al clan, de
integrar a cada miembro de la familia y colocarlo en su lugar sin que se
sintiese humillado, sin necesidad de imponer la fuerza del líder, razonando.
Incluso sin hablar. Pareció muy sencillo para ella haber hecho eso con Thya y
Terence, hasta con Miriam. Miriam, no sé el por qué pero sentía que Yuna tenía
razón respecto a ella, no era de fiar, no era como nosotros.

Me maravillaba ver cómo era capaz de llevar el peso del liderato sobre sus
hombros. Sabía lo que era mejor para los demás, era buena en eso. Se le daba
bien ayudar y ver si les pasaba algo a los otros, dar su consejo. Sería una gran
líder. Imparcial, responsable. Podía repasar la situación y decidir sin
precipitarse. Pero cuando concernía a sus emociones, eso era otra cosa. Podía
ser fría y decidida con todo lo demás pero dejarse guiar por el instinto parecía
un suplicio. ¿Por qué era tan difícil? Había tantas cosas que no entendía de
ella...

Yuna había intentado hacernos entender cómo se sentía a través de la mente


ya que con palabras era incapaz de hacerlo. Fue algo tan confuso,
indescriptible en palabras. Suspiré y le aparté el cabello de la cara, era tan
bella.

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Leila Milà

Pero si tengo que confesar la verdad, diré que hasta a mí me sorprendió ver su
transformación. El corazón me dio un vuelco entre incrédulo y feliz. Al menos
en el sentido egoísta, para mí sería más fácil...

Aún así, algo más había cambiado, pude verlo y sentirlo en sus ojos... Esa
certeza me golpeó con una fuerza tremenda, casi como si un puñal me
atravesase el pecho. Un dolor que hasta ahora desconocía me recorrió de pies
a cabeza y la tristeza se adueño de mí. Algo dentro de mí se quebró.

Cuando desperté no di muchas explicaciones, no podía hablar. Aún no. No


podía, me faltaba fuerza para hacerlo y ni siquiera pude mirar a Jasper a la
cara, no me atrevía. Si lo hacía no podría hacer lo que necesitaba ahora. Tenía
que alejarme, necesitaba tiempo para mí, para reflexionar. Necesitaba estar a
solas, recluirme. Me fui, lo entendieron, sabían que necesitaba ese tiempo.

Pero no podía volver a mi casa. Ya no. Allí me buscarían bien lo sabía ahora. Yo
que tanto había deseado mi casita ahora no tenía un hogar al que volver, no
tenía nada, ni familia, ni hogar... ni tan siquiera sabía quién era. Esas
afirmaciones no eran muy exactas pero necesitaba concentrarme en eso para
poder seguir adelante. Con lo fácil que era seguir en casa de Jasper. Me sentía
integrada, una más, en un par de días había entrado ahí sin planteármelo,
como si nada y ya era parte de ellos, aún así necesitaba ser egoísta, por una
vez.

Estaría bien, lo sabía. Durante un tiempo podría estar segura, a salvo.


Conseguí convencerles de que no había de qué preocuparse. No sé cómo, pero
sabía que ahora nadie vendría a por mí si es que realmente había alguien
interesado. Sacudí la cabeza y miré alrededor aún abrazándome a mí misma.
Los edificios eran gigantes extraños que no reconocía. Era como estar perdida
o sumida en una pesadilla, la ciudad era gris y aterradora, sentía la llamada de

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Leila Milà

la tierra, de la luna... Deseaba cambiar, adoptar de nuevo aquella forma


salvaje, animal. Volver a ser la loba, puro instinto y relax. En esa forma podría
dejar de pensar, de atormentarme, sólo sentir la tierra bajo mis pies, la nieve,
correr. Pero no podía hacer aquello, no porque había muchas cosas que
desconocía de aquel mundo y porque tampoco sabría cómo hacerlo o volver a
ser yo. No podía vagar sin rumbo por los bosques exponiéndome a ser
descubierta por otro clan, sí me rastreaban, si me encontraban ¿Qué podía
pasar? Desconocía cómo funcionaba su mundo o si serían territoriales como
los verdaderos lobos. No podía exponerme así, no podía hacerle eso a Jasper.

Estuve una semana casi aislada, alojada en un hotel. Hice las llamadas justas
para que nadie se preocupara pero la verdad es que pasé muchas horas en un
rincón, sentada en el suelo encogida sobre mí. De nuevo un grupo de
demonios trató de atacarme pero fui capaz de repelerlos y escapar.

Daphne enseguida vio que estaba distinta, decía que había algo diferente en
mí, pero lo que le preocupaba era mi apatía, mi tristeza... Salía con mis amigos
pasada la semana de aislamiento pero no estaba realmente allí. Mi cabeza
vagaba, íbamos de fiesta y no me divertía. Estaba tensa y alerta por si volvían a
aparecer aquellas cosas y cada día que pasaba era un suplicio. Era terrible
echarle tanto de menos, dolía horrores y casi creí perder la cabeza. Pensé que
me moría, necesitaba tocarle, verle, sentirle, el deseo era insoportable
«Aguanta» me decía «resiste, tú controlas tu vida, nadie te impone nada, no
pueden obligarte a atarte. Sigo siendo yo, siento, pienso».

Estábamos en la discoteca cuando una cosa quedó clara, mis manos marcaron
el número más rápido que mi mente. Su voz sonó dulce y oscura como
siempre al otro lado de la línea.

—No soy feliz sin ti. Si tú no estás no puedo sonreír, no me lo paso bien. Nada
es divertido, no puedo respirar si no estás. Te echo de menos. Sé que te he
hecho daño, que no me he portado bien estos días. Entiendo si no quieres
hablar conmigo, pero aunque suene egoísta te necesito. Necesito que estés
ahora aquí conmigo. Ven, por favor. Tenías razón, te pertenezco. Lo siento —
mi voz se quebró casi en un sollozo—. No te enfades conmigo, es que no
podía, necesitaba... Jasper.

Hubo un doloroso silencio al otro lado de la línea y mi corazón empezó a


aporrearme el pecho con violencia, como un latigazo. Apenas pude respirar y
la cabeza me rodó. El vacío que había dentro de mí sólo lo llenaba él. Y encima
no lo había llamado cuando me atacaron. No les había dado ni la oportunidad
de protegerme, eso debía haberle jodido... Yo había huido de él. ¡Maldita fuera!
Sollocé. Jasper debía creer que no confiaba en él, pero en la que no confiaba
era en mi misma.

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Leila Milà

—No estoy enfadado contigo Yuna. No podría. No te culpo, de verdad que lo


entiendo. Tenías que hacerlo y si eso te sirve para aclararte o que te sientas
mejor, te traiga de vuelta a mí o no, ya me hace feliz.

Me odié, me enfadé conmigo misma ¿Por qué era tan comprensivo? Necesitaba
que me chillase, que me odiase, que me dijera todo lo que sentía, lo mucho
que le había herido, que me insultase.

—¿Te haría sentir mejor? —preguntó con una risita traviesa—. Sé que no. Soy
así, tendrás que asumirlo aunque no te guste. Te advertí de que ya estaba en ti,
te conozco Yuna.

Oírte decir mi nombre fue como recuperar media vida. Aún así su comentario
acerca de que no me gustaba su forma de ser me ofendió.

—¡Claro que me gusta cómo eres! —me defendí.

—¿Cuánto deseas verme?

—Mucho, más que respirar...

—¿De verdad?

—Sí... —susurré para disimular el leve gemido de deseo que afloraba de mí. La
piel se me erizó y todo. Ya no podía negarlo más.

—Entonces...

Me estaba poniendo nerviosa, temía que no viniese y ya me estaba imaginando


la espera. Una espera interminable mirando el reloj y dando golpecitos con la
pajita o lo que tuviese en la mano. Esperé a que acabase su frase.

—Gírate muuuy lentamente.

Tragué con dificultad y conteniendo el aliento me giré despacio aunque


deseaba hacerlo de golpe. Mi pulso cada vez se aceleraba más, la discoteca
pareció girar pero era mi cabeza la que daba vueltas. Alcé la vista despacio. El
corazón me dio un vuelco. Su olor, su calor me abrasaba. Ahí estaba, justo
enfrente de mí. Algunos de los chicos lo acompañaban, Dennis y Connor
también. Me sentí precipitarme al vacío, caer por un enorme abismo pero era
una sensación cálida, placentera, mi vertiginoso descenso cesó cuando su
mirada me atrapó. Todo en el interior de mi cuerpo estalló, ni siquiera me
había dado cuenta de estar llorando. Jasper mantenía esa sonrisilla traviesa y
no pude más, me lancé a sus brazos.

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Leila Milà

El resto de la noche fue confusa y turbia pero sé que lo pasamos bien. Pasó
rápido y el grupo los aceptó bien teniendo en cuenta que no estaba ni Cool ni
los radicales. Había separado al grupo... pero si yo era feliz les parecía bien
por ahora.

Me disculpé miles de veces con la familia de él por teléfono y les expliqué que
aún no estaba preparada para volver.

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Leila Milà

l día siguiente quedamos con Daphne y Sac. Ella y yo esperábamos


A en el lugar indicado. Me había puesto un vestido ligero, algo ceñido
y fino, con la espalda escotada. No tenía frío pero llevaba una torera
encima, me había puesto tacones, peinado y puesto guapa. Daphne
me miró en silencio, yo simplemente sonreía mirando la nada.

—Definitivamente estás distinta...

—Si te resulta molesto... enserio que lo entenderé Daf... me iré... yo... Te lo


expliqué porque tú eres importante para mí.

—Lo sé y te lo agradezco mucho. Confiaste en mí aunque no me has dejado


ayudarte mucho. No me sorprendió cuando me lo dijiste. No sé el motivo pero
te veía así. No me mires así...

Yo suspiré y dejé que me estrechara contra ella en un abrazo. Cerré los ojos al
sentir su calidez, era tan cariñosa, próxima, sencilla...

—Pero no lo decía por eso, te brillan los ojos, sonríes, te has arreglado de
nuevo... Ayer eras una sombra hasta que él llegó. Yuna ¿Por qué te haces esto?
Deja de hacer estupideces y lánzate. Vive, sé feliz... ¡Siente! Admítelo,
grábatelo en esa cabezota tuya y actúa, le quieres y ya está. No es racional, no
hay más. Sois el uno para el otro, hacéis buena pareja. Me cae bien Jas per, es
un gran tipo.

Suspiré y ella soltó un grito tras sonreír al ver a Sac acercarse. Se lanzó a su
cuello y le besó. Él la rodeó por la cintura y vinieron hacia mí aun sonriendo. Él
me saludó y señaló al otro lado, no hacía falta, yo ya sabía que Jasper estaba
ahí, le sentí. Nos saludó y me tendió la mano. Se la cogí tras un beso inofensivo
y formal y nos sentamos para comer.

La velada transcurrió tranquilamente. Lo pasamos bien, estábamos relajados y


los cuatro nos entendíamos bastante bien. Reímos y charlamos hasta que
primero desapareció Daphne y luego sospechosamente Sac al baño... Los
siguientes diez minutos se llenaron con un incomodo silencio hasta que lo
rompí.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—Ay madre... —murmuré pensando en su "fuga". O estaban echando un polvo


en el baño o nos habían dejado solos.

Jasper tenía la mirada sombría desde que volví a meter la pata. Sac afirmó,
más que preguntó, si llevábamos mucho tiempo juntos, dando por hecho que
éramos pareja y yo empecé a decir que no, que era sólo... Lo dejé en el aire...
Quizás eso fue peor que decir amigo o cualquier otra cosa. ¿Por qué no podía
morderme la lengua?

—¿Crees lo mismo que yo? —le miré.

—Sí a las dos cosas.

—Genial, pues vaya con Daf...

—Hace lo que le pide el cuerpo —dijo de un modo que me sonó a reproche.

—Vale, dejémonos de tonterías Jasper, di lo que tengas que decir, pero hazlo
ahora.

—¿Para qué? ¿Para decirle que esta semana ha sido peor que una vida en el
infierno? ¿Qué no puedo explicar cómo me sentí? ¿O cómo me has hecho
sentir hoy? Cuando pienso que me das una oportunidad, que vamos a poder
dar un pasito, me das un puñetazo en primera plana. Es que no puedo Yuna.
Ya no sé qué decirte, sabes perfectamente como he estado y lo que he sentido.
Tú también lo has notado, lo percibías, es mejor eso que cualquier palabra que
pueda decirte. Decídete ya pero no me tengas dando vueltas con un loco,
prefiero dejar caer ya el cuchillo a seguir así.

¿Qué iba a responder yo a todo eso? Tenía razón. Por fin había sido sincero,
claro y directo, pero ¿me había gustado eso? Sí y no. Había dolido, sin duda.
Sus palabras fueron como cristales aferrándose a mi piel.

—Yuna ¿Por qué no dejas de huir? ¿Por qué no quieres saber? No es normal,
eres curiosa y sin embargo...

—Daphne lo sabe. El resto no saben nada, sólo creen que he estado todo este
tiempo así porque habíamos reñido y claro, eso empeoraba las cosas. Algunos
se alegraban de que me alejara del lobo feroz...

—¿A qué viene eso ahora? —me miró fijamente desconcertado.

—No lo sé, no lo sé Jasper, ayer fui sincera contigo.

—A eso me refiero ¿Qué ha cambiado?

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Leila Milà

—No ha cambiado nada. Dame tiempo, sólo quiero tiempo. ¡Tú no lo


entiendes! ¡Dios! No me importa en absoluto lo que me está pasado a mí. No
puedo ni pensar en ello porque sólo puedo pensar en ti, en que no quiero
hacerte daño, ni que sufras. Estoy pendiente de ti constantemente y no
consigo pensar un poco en mí.

—¡Pues no sufras por mí! Soy mayorcito puedo soportarlo, soy duro Yuna.

—Entonces explícame que es esto que nos pasa porque me siento como una
prisionera.

—¿Así lo ves? ¿Tan mal concepto tienes de una relación?

—Es algo demasiado irracional. Tanto que parece impuesto Jasper. Hay miles
de chicas y lobas a las que has conocido y te chocas conmigo y ¡oh! No hay
nadie más en el mundo.

—No es tal como lo dices, en nuestro mundo ¡Cielos Yuna! Sabes cómo son los
lobos de verdad, sabes cómo se relacionan, líderes, parejas para casi toda la
vida... Sabes para qué y por qué es así. Es parecido sólo que es más profundo,
une a las almas gemelas, une a un todo. Vamos... haz un esfuerzo, sé que en el
fondo lo entiendes. Pensaba que ya lo habías pillado aquel día cuando me
dijiste que no podías darme lo que tú suponías que yo quería.

Jasper me observó arrugando la frente al ver mi reacción aterrorizada y


pareció arrepentido de haber abierto la boca. Aquella relación que nos unía,
esa imprimación o lo que fuera. Era algo más que unir una pareja compatible
para perpetuar una especie. No era tan distinto a un matrimonio o del amor
verdadero, de la idea de la media naranja, la pareja ideal ¿Por qué me parecía
entonces tan terrible? Hay gente que mataría por algo así, por saber que era
una unión infalible y para siempre. Pero parecía no dar escapatoria.

—Algunas parejas... no han seguido los impulsos de la unión —murmuró a


regañadientes.

—¿Y qué ha pasado?

—No han acabado muy bien que digamos. Hay casos muy excepcionales,
normalmente esto es algo...

—Sí, ya, ya —le interrumpí dejando paso a un escalofrío al pensar en sus


palabras. "No acabaron bien" podía imaginarlo... locos, muertos o atacándose.
Amargados para toda la vida, incompletos, medio felices... — Perdóname por
ser la oveja negra —dije medio sarcàstica. Era un modo de defenderme, él
puso los ojos en blanco exasperado.

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—No te gusto ¿no?

—¡Oh no! Otra vez no... Ya sabes que sí —le miré cansada.

—¡Pero si ni admites lo que eres!

Empezamos no sé cómo a discutir. La gente nos miraba pero no me


importaba. La cosa iba empeorando y ninguno parecía dispuesto a ceder hasta
que acabamos besándonos de forma salvaje mientras nuestras manos
vagaban por nuestro cuerpo. Sólo nos separamos cuando alguien carraspeó
inquieto. Debió parecerle que estaba a punto de salir corriendo porque me
puso la mano en la cintura.

—Vale, respira Yuna, respira —me dijo y yo obedecí, todo dejó de dar vueltas.

—¿Y qué propones? —dije con un hilo de voz.

—Dime ¿Quieres probarlo? ¿Quieres que me quede a tu lado?

Esta vez mis impulsos fueron más rápidos que nada.

—¡Sí!

—Bien —sonrió malicioso—. Entonces... como por ahora dejarte marcar el


ritmo no nos lleva a ningún sitio, quizás vaya siendo hora de que me dejes
coger a mí el control. Suelta un poco las riendas, déjame guiarte sólo un
poquito. Déjate llevar, si algo te molesta me lo dices porque te aseguro que
sino al final si acabarás conociendo a un lobo nada agradable.

—Va a ser difícil...

—Créeme, lo sé. —sonrió con dulzura trazando círculos en mi nuca—. Te


gusta tenerlo todo bajo tú control, —rió —pero no todo se puede dominar ni
controlar. Hay cosas que sólo se sienten —me puso los dedos bajo la barbilla.
El pulso se me aceleró más—. Pero verás como así irá mejor y tú también te
sentirás mejor, en paz contigo misma.

Asentí roja como un tomate y desvié la vista hacía Daphne. Ésta regresaba con
una sonrisilla y con el rubor tiñendo sus pálidas mejillas a la vez que se ponía
bien la falda, carraspeó y se sentó tras disculparse. La miré acusadoramente y
ella soltó una risita.

—Joder Daphne...

—¿Qué? Sólo hay una vida y hay que disfrutarla, vivirla.

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—Eso digo yo —le guiñó un ojo Jasper, yo suspiré. Sac se sentó también.

Acabamos de comer y nos despedimos. La parejita parecía de nuevo ansiosa


por rendirse a los deseos de la carne. Nosotros nos fuimos a la habitación de
hotel donde me escondía.

—Hemos llevado tus cosas a casa, ya sabes, por seguridad.

—Perfecto —dije apoyándome en la pared opuesta a él, mirándole.

—¿Qué? —preguntó desconcertado dando un paso en mi dirección.

—¡No! Quédate ahí. Sólo... déjame mirarte —le pedí. Él esperó aguantando mi
intensa mirada.

Nos mantuvimos en silencio. Al final Jasper se detuvo a un paso de mí con la


mirada fija en la mía. Puso las palmas en la pared, una a cada lado de mis
hombros con la cabeza inclinada hacia abajo, hacía mí. Él era más alto... más
fuerte. Tenía un cuerpo escultural y yo... parecía poquita cosa a su lado, no la
modelo que decía Vero, pero uno no es objetivo consigo mismo.

—¿Tan horrible sería aunque fuera impuesto? ¿Tan terrible es?

—No, supongo que no —murmuré sin pensar, no se sí él estaba haciendo algo


en mi mente pero me dejaba llevar. Oponiendo una mínima resistencia y lo
dije con sinceridad—. ¿Quién sería tan estúpida de oponerse a una fuerza de
la naturaleza como tú? Eres todo cuanto cualquier chica desearía, eres tan,
perfecto, tan... —no me salían las palabras, no habían para describirle.

Él sonrió deslizando su mano por mi mejilla hasta mi cuello haciéndome


estremecer de deseo.

—Sí, vale, hay una, una imbécil y esa soy yo...

—No creo que lo seas.

Puse mala cara y volví a mirarle, deseé poder entrar en su mente, saber
exactamente qué sentía, qué pensaba... Me concentré en nuestra respiración,
en el latido de nuestros corazones acelerados, descompasados. Poco a poco
nuestros latidos fueron acoplándose el uno al otro, como si fueran uno solo.
Una oleada de calor me inundó arrastrándome hasta un precipicio dulce,
plácido. Su aroma me embriagaba y sentí algo extraño, desconocido, pero era
tan cálido y envolvente que sólo podía ser; amor. Eso era lo que me llenaba, lo
que venía de él. También había deseo, dolor, preocupación y muchas otras
cosas pero todo lo relegó a mí. Ahora mismo, en ese instante sólo estaba yo.

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Leila Milà

Eso me asustó, no me incomodó saber lo importante que era. Sus sentimientos


eran ciertos y no impuestos por nada raro, pero sentí como yo navegada a la
deriva, perdida... no lo entendía. Era algo que no podía evitar, todo mi ser
deseaba rendirse...

—¿Qué historia rara imaginabas? Tengo curiosidad... Has leído muchas


novelas, ¿no? —bromeó y yo me ruboricé hasta la médula. No sabía realmente
qué había imaginado.

Me pegué más a la pared y él volvió a recortar la distancia. Su cuerpo se pegó


al mío, pude sentir el calor de su piel sobre la mía.

—¿Y... crees que acorralarme es buena idea? —la voz me tembló.

—¿Por qué no? ¿Nerviosa? —su voz fue un suave susurró que me erizó el bello
haciendo que ese cosquilleo agitase mis entrañas deseándole aún más.

Una parte de mí quería escabullirse de allí, escaquearse de ese cuerpo de


infarto antes de que cediese. La otra parte gritaba «¡Hazlo! ¡Tómame! ¡¿A qué
esperas?! ¡Estoy esperando! ¡Te deseo más que nada!». Los muslos me
cimbrearon y sentí las piernas poco dispuestas a sostenerme mucho más
aunque siguieron clavadas en el mismo sitio, sin moverse. ¿Quién iba a
aceptarme tal y como era de un modo incondicional que no fuera Jasper? Sólo
era él... nadie más. Pero yo estaba incompleta. Estaba... dañada y él no lo sabía.
No le importaba tampoco...

—Esto... creo... que... —titubeé. —No es bueno forzar tan directamente las
cosas.

—No estoy haciendo nada, estoy frente a ti, nada más. Tal y como me has
pedido.

—Yo no te he pedido esto.

—Sí te has hecho.

Si 1o había hecho no era consciente de ello, pero era verdad que deseaba su
proximidad. Tenía que ser capaz de superar 1o que quedaba de día intacta.
Tenía que intentarlo o creo que me volvería loca. Jasper suspiró y volvió a la
pared contraria apoyando la espalda. Creo que pasamos un par de horas o
más así, mirándonos, estudiándonos, acoplando nuestra presencia a la del
otro, acostumbrándonos... aceptando el lazo que había entre ambos.

—No cederé, esta noche no —dije, él no dijo nada.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Pero las palabras de Daf seguían grabadas a fuego en mí: "No puedes dejar que
lo que te pasase te controle", "Sólo hay una vida y hay que disfrutarla". Todo
me empujaba hacia él que esperó en silencio, paciente, mirándome. Un resorte
se desprendió de mí. Era hora de relegar mis demonios. No quería que éstos
dirigiesen mi vida. No quería seguir huyendo ni siendo una cobarde. Jamás lo
había sido y no podía empezar ahora. ¿Por qué torturarme así? La caja de
Pandora se estaba abriendo irremediablemente...

No fui consciente de dar el paso ni de cómo pasó pero ya estaba frente a él.
Mis labios buscaron los suyos, jugueteando, alargando el momento,
rozándolos hasta cubrirlos con los míos. Enlacé una mano tras su nuca. Algo
dentro de mí había cambiado, no podía soportarlo más, ya no. Un gruñido
sordo salió del pecho de Jasper que me elevó del suelo cogiéndome del
trasero. Me agarré a él y rodeé su cintura con mis piernas. Los besos se
volvieron salvajes, apasionados, noté la pared opuesta en mi espalda, jadeé
cuando sus labios se deslizaron por mi cuello. Sus manos diestras y ansiosas
rasgaron las medias y mi ropa interior mientras mis manos desabotonaban su
pantalón y lo hacía caer. Me mordí el labio inferior a la vez que clavaba mis
dedos en sus hombros y me arqueé soltando un gemido cuando le sentí
entrar. Era fuerte, vigoroso, duro... Me llenó por completo pero nos
acoplábamos a la perfección. Fue algo rápido, sorprendente y apasionado,
demasiada excitación acumulada. Me rodó la cabeza y jadeé en busca de aire
mientras aún me sacudía un escalofrío de éxtasis. Tenía la mano apretada
contra la pared y la otra en su pelo. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro. Sus
brazos aún me sujetaban en vilo.

—¿Estás bien? —susurró en mi oído. Asentí.

Me dejó con suavidad en el suelo y me sostuvo cuando las piernas me fallaron.


¿I buscó mis ojos, le rehuía pero me cogió la cara con ambas manos y me besó.
Otra oleada de pasión me recorrió de nuevo mientras sentía resbalar los
fluidos de ambos por mi entrepierna. Gruñí pero de deseo y me aparté con
dolor de él y me dirigí al teléfono pidiendo algo de comer. Necesitaba pensar
en lo que había hecho una vez más. Jasper se puso bien los pantalones y
cenamos al cabo de media hora. Sus ojos llameaban de deseo y acabé
abalanzándome sobre él otra vez. Pasé por encima de la mesa tirando todo a
mi paso. Le besé y me senté sobre él, deslizando las yemas de mis dedos por
su piel intencionadamente despacio, recorriendo cada centímetro de su
cuerpo. Había enterrado por fin mis demonios, no podían condicionarme. Lo
que me hizo... ya no más. Él no era ese ser odioso, él era cálido, suave... me
amaba de verdad.

—Esto que me estás haciendo no está bien —murmuré sobre sus labios.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Él sonrió apartándome el pelo de la cara.

—¿Y qué te estoy haciendo? —susurró en mí oído mientras sus manos se


deslizaban ya por todo mi cuerpo excitándome aún más.

—Te deseo Jasper. Te deseo como jamás he deseado nada. Ardo sólo por ti...
—mordisqueé sus labios.

Ya puestos no iba a parar hasta quedar exhausta. Su predisposición era


evidente, lo notaba empujando bajo la ropa. Lo liberé de nuevo de aquel
impedimento y volví a sentarme encima. Necesitaba tanto volver a sentirle
dentro de mí, llenándome, abriéndome... Me moví despacio sobre él,
deslizándome sin prisa, mirándole a los ojos con los labios entre abiertos,
jadeando... Enloquecí al oírle gemir.

—Yuna estás tan mojada ¡Dios! Eso es lobita, vamos, apriétame bien. Me
encanta sentirte contra mí. —Jadeé arqueándome al oírle—. Me enloquece
notar como te estremeces, como palpitas contra mi polla.

Yo gemí aún más excitada sintiendo como me volvía fuego líquido,


apretándole en mi interior, exigiendo. Profundizando aún más nuestro punto
de unión.

—¡Jasper! ¡Más! ¡Más adentro! ¡No pares!

Él me sostenía por la cintura, me besó con ansia, con lujuria pero a la vez con
dulzura. Nos mordimos, nos arañamos y perdimos la cordura. Ahora les
tocaba hablar a nuestros cuerpos. Sus manos me quitaron el vestido y deslizó
sus dedos a lo largo de mi espalda resiguiendo la espina dorsal. Me eché hacia
atrás y sus labios capturaron mis pechos. Hacía rato que la cola de caballo
había desaparecido y mi cabello se agitaba despeinado a mi espalda como una
cascada negra.

Una vez más me invadió esa oleada de placer, esa explosión indescriptible del
climax mientras me deslizaba sobre él. Era tan excitante, tan completo,
definitivo... Era imposible de explicar, jamás había sentido nada igual. Nadie
me había hecho sentir aquella plenitud, aquel placer inconmensurable. Ambos
acabamos tirados en la cama desnudos. Sus dedos se deslizaban por mis
brazos y mis caderas. Estaba acurrucada contra su pecho y me levanté
envuelta en la sábana. Y se apoyó en el codo medio incorporado y me miró.
Necesitaba hacer algo, así que fui despacio desprendiéndome de la sábana,
quedándome expuesta frente a él. Quería que viera mi cuerpo. Ver su rostro
me encantó. Estaba lleno de deseo, de fascinación. Me mordí el labio y volví a
la cama con él. Me tendió sobre el colchón y empezó a acariciarme sin prisa,
observando mis reacciones. Le dejé hacer, saboreando cada sensación. Sus

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dedos certeros me enloquecían. Separó mis pliegues y hundió dos dedos en mi


interior haciéndome gemir de placer y más cuando los sacó y los sustituyó por
su lengua. Casi creía que iba a salir ardiendo. Gemí y mordí la almohada
estirando las sábanas donde me aferraba. Y sólo cuando no podía resistir más
volvió a tomarme. Su miembro duro e imponente se clavó en mí llenándome
por completo. Se acopló en lo más profundo de mí y palpitó hinchándose aún
más, doblando su ya de por sí enorme tamaño. Me arqueé y chillé de puro
placer dejando que las lágrimas resbalasen por mis ojos. Jasper se movió
despacio, cada leve movimiento era un suplicio placentero mientras entraba y
salía de mí haciéndome sentir cada milímetro de su polla caliente. Le sentía
pulsando y notaba todo mi cuerpo rendido a él. La intensidad de cada nuevo
movimiento me sorprendía, mi mente no podía más. Algo se desató dentro de
mí. Perdí la noción de todo salvo de su cuerpo, del placer. Me apreté contra él,
ajustando mis movimientos a los suyos. Gemí sin poder evitarlo hasta que de
nuevo llegó el estallido con una intensidad devastadora y esta vez sí que grité
sin reprimirme nada igual que él. Me aferré a su cuerpo aún espasmódico que
se derramaba dentro de mí. Temblábamos, cayó sobre mí pero no dejó caer
todo su peso. Rodó a mi lado aun jadeando y nos quedamos abrazados. Me
besó de un modo profundo y apasionado enredando sus dedos en mi pelo,
acariciándomelo. Intenté mantener los ojos abiertos pero me pesaban. Me
dormí con su calor envolviéndome y el olor de su piel amansándome.
Relajada, entregada...

Ya no había vuelta atrás. Viajaba sin paracaídas directa al abismo.

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ntenté no ponerme colorada cuando atravesamos las puertas de su


I casa tras esa extraña mañana entre sus brazos y las sonrisitas
inevitables. Elle fue la primera en saltarme al cuello abrazándome.

—Pues sí que me has echado de menos si... —bromeé.

—Tonta.

Empezamos a hablar pero el resto nos interrumpieron, me disculpé y agradecí


su comprensión y paciencia. Me relajé un poco hasta que Thya enarcó una
ceja. Llevaba rato observándome en silencio con una cara tan seria que daba
miedo, pero fue Creizy la que destapó la caja.

—Estás distinta —me miró ella.

—Sí, radiante —dijo pensativo Connor con una mano en el mentón.

—¡Dios! ¡La unión!

Thya rió por lo bajo con una sonrisa despiadadamente traviesa.

—¡Yuna! —sus ojos se abrieron como soles y me cogió del brazo


arrastrándome lejos del círculo que habían formado a mi alrededor y no dejó
de tirar de mí hasta estar bien solas.

—¡¿Qué?! —la miré exasperada riendo por su comportamiento.

—Has tomado precauciones ¿no?

—¿Qué? —ahora la sonrisa desapareció y mi voz sonó demasiado aguda,


nerviosa...

—Precauciones —repitió poniendo esa cara de aterriza.

—¿Eh? Sí, sí, claro —murmuré aún confusa repasando las últimas cuarenta y
ocho horas. ¿Lo había hecho? ¿Me había tomado las dichosas pastillitas? Creía
que sí ¿Pero servirían para lobos? Quiero decir, ninguno éramos muy

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humanos que dijéramos ¡Ay madre! El pánico se apoderó de mí, tuve ganas de
darme de hostias. ¿Cómo había sido tan idiota? ¿Cómo me había dejado
arrastrar así por mis hormonas?

—Eh vamos, respira.

—¡Oh Dios! —me llevé la mano a la frente.

—¿Lo pasaste bien?

—¡Joder fue increíble! Nunca había sentido nada igual, fue algo... aún me
tiemblan las piernas.

Ella rió de buena gana y luego con una sonrisa me dio un fugaz abrazo.

—Ese es mi hermanito, sí señor. Aunque parece que lo has dejado en las nubes
señorita. Has puesto el listón muy alto. —sonrió perversa con un guiño de
ojos. Me ruboricé.

—¿Tú crees? —dudé.

—|Sí! Indudablemente. Mira esa carita y esa sonrisa. En sus ojos hay fuego —
me dijo señalando hacia él.

Suspiré conteniendo un gruñido de pasión. Aún recordaba su cuerpo desnudo


en la ducha, el agua resbalando por su torso. No había podido resistirme, me
había acercado en silencio por su espalda y lo había rodeado con mis brazos,
resiguiendo su cuerpo. Lo había engullido sin tregua viendo su miembro llorar
de deseo. Habíamos acabado haciéndolo otra vez, mi espalda pegada a su
torso. Todavía podía sentir su miembro deslizándose dentro de mí y el
teléfono de la ducha situado estratégicamente... Me estremecí con un jadeo.
Volvía a sentir ese fuego y la humedad. Sacudí la cabeza para centrarme y
volvimos con los demás. Pese a haberme resistido tanto, llevaba ya una buena
carrera cayendo en picado a sus brazos.

—Tenemos que irnos —le recordé y él asintió —Víctor, Dennis ¿Nos


acompañáis?

—¿Dónde vais? —se extrañó el primero.

—Tengo que ir a hablar con James y no tengo un buen presentimiento. Os


quedaréis fuera, por supuesto. En otras circunstancias no os lo pediría, me
apaño sola, pero... no sé.

—Por supuesto —dijeron poniéndose en marcha—. No tienes ni que decirlo,


eres de la familia.

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Conduje en silencio hasta el lujoso apartamento de James. Me extrañó que no


estuviera en el despacho, pero como últimamente nada era normal no le quise
dar más vueltas. Aparqué en la plaza contigua a la suya y subí. Estaba
inquieta, más nerviosa que de costumbre y estar separada de Jasper no me
ayudaba. A su lado me sentía tranquila, relajada, no sé, y al menos ese ansia
física se calmaba un poco. Suspiré mirándome en el espejo del ascensor y me
removí los mechones sueltos, nerviosa. Me había hecho una cola alta, llevaba
los vaqueros, los botines de tacón, una blusa de seda atada al cuello y la
chaqueta de piel. Aún así mi imagen me devolvía a la misma chica nerviosa.
Inspiré una vez más antes de oír el pitido de llegada y me puse seria. Yo era
una chica segura me recordé. Salí pisando fuerte cuando las puertas del
ascensor se abrieron.

Me pareció percibir un olor extraño que me alertó. El vello de la nuca se me


erizó pero enseguida pasó, el olor se desvaneció. La puerta del apartamento se
abrió.

—James.

—Pasa Yuna.

Entré mirando alrededor y dejé el bolso sobre la banqueta de la entrada.

—Te veo bien —me dijo.

—Ya te dije que estaba perfecta —sonreí medio girando la cabeza hacia él con
naturalidad.

—Sí —estaba serio y su mirada me recorrió de arriba abajo, me sentí sometida


a un escáner de rayos X.

—¿Ocurre algo? —me senté en el sofá cruzando las piernas.

—Yuna ¿me vas a venir ahora con eso?

—Perdona pero no sé a qué le refieres. Llevo unos años haciendo la mía, sin
darte muchas explicaciones. Eres tú el que me ha llamado. Estoy bien, no me
meto en líos. Estudio, trabajo... no sé. ¿Qué quieres James? No soy de llamar
mucho pero eso tú ya lo sabes.

—Olvidaba que siempre has sido muy lista... —medio sonrió—. Me han
comentado que vas con unas compañías... preocupantes.

—¿Ahora me vigilas? —dije con total tranquilidad.

—Por tu bien.

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—Estoy harta de oír eso —dije entre dientes apartándome de James cuando se
sentó a mi lado olfateándome. Le miré frunciendo el ceño. —¿Qué haces? —
me levanté de un salto.

—¿Ya lo has hecho verdad, Yuna?

—¿Qué?

—Has vuelto al principio. A tu naturaleza.

—James... ¿Qué es lo que sabes?

—Más de lo que crees. Sólo intenté protegerte.

—¿Protegerme de qué?

—De ti.

—Soy lo que soy James. ¿Cómo lo sabías? ¿Por qué? ¿Cómo?

—Tu madre te confió a mí. Quería una vida normal para ti.

—¡¿Mi madre?! James... ¡Todo este tiempo tú lo has sabido todo y no me has
dicho nada! ¡Me has manipulado para rechazar lo que soy por ti! ¿Para quién
trabajas, James? —me exasperé.

La habitación me daba vueltas mientras mi cabeza buscaba la lógica, una


explicación a todo. Los Del Fuego no podían estar detrás porque si no ya sería
un conejillo de indias, aunque ¿no me habían estado controlando? ¿Y si ya era
un conejillo de indias? ¿Y si probaban conmigo la eficacia de ese
medicamento? ¿Y si buscaban la "cura" conmigo? No tenía sentido, o tenía
demasiado.

—Ya ves, a tu madre la mataron los hombres y a tu padre los lobos, irónico
¿no?

Empecé a dar vueltas por la habitación. La cabeza estaba a punto de


estallarme, me faltaba el aire. Tuve que sujetarme a una silla, su risa fue como
un estallido en mi cabeza. Me dolía el pecho, las piernas me temblaban. Una
oleada de abrasante adrenalina me recorrió y sentí la magia. Apreté los
dientes intentando controlarme, parar el cambio pero la ira aumentaba. Oí el
cerrojo de la puerta, me tambaleé. Estaba muy mareada y veía borroso.

—¿Qué haces James?

—Lo siento Yuna, pero no te puedo dejar marchar.

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—¿Y cómo piensas detenerme? Déjame salir...

—No.

Gruñí y la cabeza volvió a rodarme cuando aquel extraño olor volvió a sentirse
sutilmente.

—Creo que es hora de que conozcas a alguien —sonrió de una forma que me
hizo estremecer.

Se dirigió hacia una de las puertas y la abrió. Por ella entraron seis chicos
¿chicos? No, eran lobos. Entre ellos estaba Binx. Me quedé de piedra
observándoles. Binx iba detrás de dos de ellos. El primero era descaradamente
imponente, atractivo, de facciones muy masculinas, su pelo negro era
brillante, tenía los labios llenos y los ojos verdosos. El otro tenía el cabello
castaño y los ojos muy negros. La verdad, en el resto ya no pude fijarme
mucho más. En la que sí me fijé fue en la que apareció detrás de ellos con una
sonrisa triunfal, Miriam.

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iré fijamente a James con la rabia llameando en mis ojos y volví a


M fijarla en los recién aparecidos. Las entrañas se me encogieron,
apreté la mano que tenía aún en la silla sosteniéndome pues sentía
como la fuerza me abandonaba, las piernas me temblaban. Era una
sensación horrible, como cristales rotos deslizándose por mi cuello. No sabía
definir qué era lo que me pasaba, pero el nudo del estomago empeoró. No era
miedo... era peor que eso. Había una amenaza, la sentí claramente. Estaba
débil.

—Ya iba siendo hora, estaba harto de esperar —dijo el moreno a James sin
perderme de vista.

El olor de aquel chico me resultaba familiar y eso aún me inquietó más.

—Buen trabajo hermano.

Estuve a punto de caer de culo sobre la silla. ¿Hermano? ¿Aquel lobo era
hermano de James? James era humano, no había nada raro en él,
absolutamente nada, en su organismo no había rastro alguno de medicación.

—No siempre se da la genética del lobo en los hijos cuando uno de los
elementos es humano. —me dijo James. —Saluda a tu hermanastro Yuna.

Empecé a temblar cuando un confuso recuerdo empezó a desenroscarse por


mi mente. Miriam rió por lo bajo sentándose en el sofá rozando la pierna de
James con descaro.

—Me temo que se ha quedado sin voz de la emoción. —bromeó James con
ironía. —¡Que torpeza la mía! No os he presentado... él es Wilk.

—Creo que se acuerda de mí —dijo acortando las distancias. Yo me aparté —


Sin duda. Seguro que recuerda mis "atenciones" —torció la boca en una
sonrisa sádica.

Me faltó el aire. Aún no recordaba nada con claridad pero mi cuerpo me urgía
alejarme de él como si fuera fuego o un peligro peor. Sabía que era algo malo,

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me aterraba. Di otro paso atrás, él me detuvo cogiéndome de la cintura.


¡Quería gritar! Me sacudí hasta soltarme casi cayendo de bruces al suelo,
estaba muy mareada.

—¿Qué significa esto? —fulminé con la mirada a James.

—Una reunión familiar.

—No James ¿Por qué? ¿Qué pasa?

—Que podrías haberme hecho caso y no lo hiciste, aunque bueno, esto iba a
ocurrir de todos modos aunque estaba planeado de otro modo. En fin,
entonces apareció la maldita 'bendición" de las leyendas.

—Y ¡Oh! Probabas de resistir ¿sabes por qué? Por mí, no lo has olvidado —
terminó Wilk, otro escalofrío me recorrió.

—¿De qué vais? —gruñí.

—Se está poniendo nerviosa así que si vais a explicarle algo ahora mejor que lo
hagáis cuanto antes. —intervino Miriam. —Mira, ya ha llegado el que faltaba.
No podía tardar —rió mirando hacia la puerta abierta.

—Bien, ya estamos todos —suspiró James tendiéndole una copa a Cool.

Cruñí de un modo ronco. No entendía qué hacía allí, su padre pretendía liberar
al mundo de todos nosotros... Y nos odiaba ¿entonces? Temblaba como una
hoja.

—Presiento que vas a empezar a torturarte así que deja que te ilumine —dijo
de modo petulante.

—¡¿Qué?! ¿Qué te pasa? Tú no eres así...

—Mi padre se ha quedado corto de miras. He entendido algo, vosotros aunque


seáis menos, sois más fuertes, resistentes. Todo sería mejor si fuéramos un
poco más parecidos. ¡Imagina qué ejércitos! El control, el poder, el dinero que
tendríamos. Vosotros sois capaces de curar vuestras propias heridas Yuna. —
me cogió un mechón de pelo entre los dedos y yo me aparté como pude,
temblorosa. —No enfermáis, no os agotáis tan deprisa, os elegís...

—No te creo. ¿Qué te han ofrecido? ¿Por qué has cambiado de idea? Hace
nada, nos hubieras despellejado a todos. Sabes perfectamente que lo que
estás diciendo no tiene sentido. No puede ser Cool —él volvió a extender su
mano rozando mi hombro con sus dedos. Intenté sacudirlo pero no pude,
miré sus dedos y luego a él. Cada vez estaba peor.

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—Por supuesto que hay más pero no te lo vamos a decir ahora —ése fue Wilk.

—¿Y tú que pintas aquí? —miré a Binx. —No es tu clan...

—Es obvio, yo sólo voy con los más fuertes... y algo más.

Nada tenía sentido, absolutamente nada. Intenté ir hacia la puerta pero la


bloquearon.

—¡Dejadme salir! —gruñí amenazante, me sentía acorralada, atrapada. —¡Yo


no pinto nada aquí! —Quería llamar a Jasper pero no podía. No podía ponerle
en peligro. Aquello era una trampa y sé que los estaban atacando. Estaban
luchando justo en el aparcamiento. Lo sabía. Quería correr a su lado.

—Por supuesto que sí. Eres la pieza principal —el círculo se estrechó a mi
alrededor.

Reconocí el ronquido que se escuchó tras la puerta. Apenas un golpe y la


puerta saltó por los aires. Jasper irrumpió en el apartamento seguido de
Víctor, Dennis, Connor y Terence. Nada iba bien. En un abrir y cerrar de ojos
Jasper me puso tras él cogiéndome del brazo.

—Se acabó la reunión, nos vamos —gruñó.

—¿Seguro que quieres irte con él Yuna? —Wilk se puso frente a los otros.

Sus ojos hipnóticos me atraparon haciéndome sentir débil, confusa, aterrada.


Tenía un extraño poder sobre mí, me atraía y me repelía de igual modo. Lo
sentía invadiendo mi mente. ¡Me aterraba! La tensión del ambiente me hizo
estremecer. Era como si todo estuviese envuelto en una neblina o quizás era
mi mente que estaba haciendo de las suyas, recordando cosas que hubiera
preferido olvidar sin acabar de asumirlas.

Todos estaban en tensión, los músculos preparados, el bello erizado. Temí


por ellos, temí por primera vez en la vida poder perder algo que realmente
amaba y no quería perder. Sabía que eran fuertes y capaces, pero estábamos
en desventaja y alguien podía salir herido. Estaba deseando que Jasper me
sacase de allí, que me cogiese entre sus brazos, pero era por mi culpa que
ahora estábamos en esa situación, me sentí obligada a resolverlo.

—Vaya, el novio, ya tardaba. Realmente me sorprendió no verle pegado a tu


espalda —me miró James. —¿Qué? ¿Ya te has entregado a tu lobo?

Jasper gruñó dejando al descubierto los colmillos, estaba a punto de


cambiar...

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—Nos vamos y nadie va a hacer ninguna estupidez. A estas alturas los vecinos
ya habrán avisado a la poli. —di un paso atrás empujando a Jasper con el
brazo que tenía extendido sobre su pecho. —Esto no le conviene a nadie
ahora.

—Que se vayan —gruñó el de ojos negros.

Wilk seguía con sus ojos fijos en los míos. Miriam bufó y yo no di la espalda al
grupo hasta que los míos estuvieron fuera. Una vez en el piso inferior, me
precipité corriendo escaleras abajo hasta salir al exterior en busca de aire
fresco. Luché por respirar, por mandar aire a mis pulmones, Jasper me
sostuvo por los hombros.

—Yuna ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué puedo hacer?! —parecía
impotente.

—Sácame de aquí.

—Vamos —nos apresuró Víctor.

Yo no sabía qué me pasaba. No podía controlar mi cuerpo que temblaba y me


vine abajo. Jasper me cogió antes de desplomarme al suelo. La cabeza me
daba vueltas, me cogió en vilo y me metió en el coche. Todo fue negro tras ese
momento.

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e dejé caer dentro del coche con Yuna sobre mí. Estaba

M inconsciente, su piel ardía más de lo normal. Me apoyé contra la


puerta a la espera del giro brusco de Terence que conducía a toda
leche y sólo aflojó cuando estuvimos lejos de la ciudad, dirección a
casa.

—¡¿Qué demonios pasa?! —sacó la cabeza Dennis por entre los asientos.

Él, Connor y Víctor iban detrás.

—¡No lo sé! —gruñí dando un golpe al salpicadero sin apartar la vista de ella.
Estaba más que preocupado.

—Joder, eso fue muy raro.

—Eso sin contar que casi nos capturan y masacran ahí abajo —la voz de Víctor
era grave.

—Están tramando algo peor de lo que creemos y parece que necesiten a tu


chica. Jasper.

—Me he dado cuenta, gracias —me salió algo más agrio de lo que quería —
Perdona Connor, estoy nervioso.

—Lo entiendo, no te disculpes.

—Demonios, lobos, ésto no me gusta —dijo serio Terence.

El silencio fue tenso durante buena parte del trayecto hasta que Terence
decidió hacer una parada en un descampado para tranquilizarnos y ordenar
nuestros pensamientos.

—Tendría que haber subido con ella, se lo dije.

—No, hizo bien. Aunque sea una cabezota tuvo razón en haceros esperar
abajo —me cortó Terence.

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— Sí. Hemos salido enteros por ella —lo secundó Víctor.

—¿Cómo está? —preguntó Dennis.

—No lo sé, no reacciona.

—Jasper, puede que ahora no lo entiendas pero necesito que me respondas a


algo. —me miró fijamente Terence con esa seriedad solemne e inquietante.
Asentí—. Ya... ya has... habéis... es que no me sale finamente chico...

—Vale Terence, ya lo he pillado. Sí.

Dennis me palmeó el brazo y suspiró aliviado.

—Que calladito se lo tenía, enhorabuena. ¿Y qué? —me sonrió.

—¡Chicos este no es el momento! —se enfadó Víctor pero luego sonrió —


Cuenta.

—No puedo, es increíble... Uff no hay palabras adecuadas para describirlo. No


se asemeja en nada a lo que podéis sentir con alguien que no es tu otra mitad.
Creo que vi el cielo y todo. Yuna es increíble.

—Así valió la pena la espera —sonrió picarón Connor.

—¿Pero por qué lo decías, Terence? —le ignoré removiéndome rojo aún.

—Por algo que vi en ellos, historias inciertas. De todos modos ese tipejo tiene
algún tipo de influencia en Yuna. No es bueno... y menos si vuestra unión aún
no es completamente solida.

—Entiendo...creo vamos. Tenía ganas de despedazarlo.

—Lo sabemos —se apoyó Connor en el coche con un suspiro.

—¿Ninguno más se dio cuenta? —todos miramos a Dennis para que se


explicase—. Su olor... ese tal James y el moreno tienen parentesco pero
también había trazas del olor sanguíneo de Yuna en el lobo.

—Sí... es cierto —murmuró Víctor.

—Cada vez lo entiendo menos.

Empezamos a discutir buscando alguna explicación a todo aquello hasta que


Dennis gritó llamando nuestra atención.

—¡Eh, chicos! Yuna...

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Me precipité hasta el coche dejándome caer de rodillas junto al asiento del


acompañante donde la habíamos dejado. Seguía inconsciente, el ceño
fruncido y perlado de sudor. Lloraba y se removía como si luchase contra una
pesadilla espantosa. Sentí un aguijonazo de angustia y terror, fue un retazo
que me llegó a través de su piel. La sacudí con suavidad y otro flash me
atravesó la mente alejándome de ella con una descarga eléctrica. No me dio
tiempo a ver nada pero sí a sentir... dolor.

—¡Vamos a casa, ya! —la cogí entre mis brazos y me senté.

Esta vez condujo Víctor. Estábamos llegando cuando recibimos el aviso de


Heising, algo había sucedido. Nos miramos en silencio. Enseguida supimos
que había una reunión de urgencia organizada, estaba todo el clan y los clanes
amigos y alguno no tan amigo. Aún así sentimos su inquietud, su temor, su
sumisión a nosotros.

—Os esperábamos. ¿Qué ha pasado? —se sobresaltó al ver a Yuna aún


inconsciente entre mis brazos.

—Por fin, Dios ¡¿Estáis bien?! —corrió hacia nosotros Elle mirando a Yuna y
luego a nosotros, nuestras heridas ya estaban casi curadas.

—Luego —le dije mirando a mi padre.

Mi cuerpo estaba en tensión, aquella reunión no podía significar nada bueno.

—Déjala ahí —me dijo.

—No puedo... —dije entre dientes.

—Hijo, tienes obligaciones. Esperan por ti, no por mí, ya no. Ha llegado el
momento de ceder el cargo.

—Aún no...

—No hay opción Jasper o abdico ya o empezaran a retarnos y no es bueno. Tu


posición es buena, fuerte. Es tu puesto, todos te han jurado lealtad. Ya has
vencido a los que podían optar, el ritual será sencillo de superar para ti. No es
una obligación, es parte de ti.

Entré en el enorme salón de reuniones y dejé a Yuna en un diván con cuidado,


si iba a ser el líder tenían que conocer a mí mujer. Además, ya todos sabían
que yo había sido bendecido con la imprimación, el legado de la diosa.

—¿Qué ha pasado? —dije mirando a todos los presentes que hincaron una
rodilla en tierra. —No hay tiempo para formalismos, levantad. ¿Qué pasa?

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—insistí mostrando mi interés y preocupación. Lo sentía de verdad por


preocupado que estuviera por Yuna, eran mi gente. Mis hermanos se situaron
por rango a ambos lados de mí respaldándome.

—¿Os han atacado? —se acercó extrañado Fred, un viejo amigo que puso su
enorme mano en mi hombro.

—Más o menos, pero luego ya hablaremos de esto. Heising —le miré


desplegando a mí alrededor la esencia de líder para que nadie dudase de mi
condición.

Cuando se trataba del protocolo o temas del clan no podíamos usar los
términos familiares.

—Acabo de recibir una llamada de Husang. Como todos sabréis... su clan y el


nuestro son de los pocos que aún tienen hembras, han desaparecido todas. El
clan del sur y de la estrella polar también me han comunicado lo mismo. Algo
está pasando.

Los murmullos no se hicieron esperar. Mis hermanos y yo intercambiamos


una mirada. La puerta se abrió y gruñí al ver entrar a Husang. No por él, sino
por el bastardo traidor que tenía por hijo. Realmente se había vuelto débil. Ya
no podía con Binx, era cuestión de días que cualquiera de los suyos reclamase
el puesto. Pese a eso, todavía conservaba algo de su antigua fama y el miedo
era un buen aliado en ese momento. Nadie sabía absolutamente nada, no
había ni la más mínima pista.

—Creo que todo podría estar relacionado —empecé—. Tu hijo estaba con el
grupo que nos atacó esta mañana. No tenían intención alguna de dejar
marchar a Yuna. Miriam estaba con ellos —miré a su padre que dio un
respingo apretando los puños por la humillación y la rabia. La traición era algo
muy grave en nuestra sociedad.

Todos prestaron atención a lo que les expusimos y luego guardaron silencio.

—Seguiremos investigando a partir de lo que nos has explicado. Habrá que


moverse rápido.

—Agradeceré la colaboración de todos.

—Por supuesto, esto nos afecta a todos. Somos una gran familia al fin y al
cabo.

—Sí.

—Hay otro asunto... —empezó a decir el líder más veterano tras mi padre.

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—Esta noche celebraremos el rito Fausto. Estate tranquilo. Pero todo a su


tiempo —le corté antes de que pudiera seguir. —Ella aún no está preparada.
No quiere saberlo y no le voy a dar ninguna prisa, ni la voy atar. Es su decisión,
no la mía y la aceptaré con todas sus consecuencias. ¿Entendido?

—Así que es cierto, la has encontrado.

—Eso parece Yasraena. Os hemos preparado las casas de detrás de la finca.


Ahora si nos disculpáis tenemos mucho que hacer.

Los presentes empezaron a distribuirse y fueron abandonando la sala a


excepción de los más allegados a nosotros. Yo me agaché junto a Yuna que
seguía debatiéndose con ella misma.

—Es preciosa —me dijo Fred que estaba a mi espalda. —Está tocada por la
Diosa.

—¿Qué has dicho? —enarcó una ceja Víctor.

Yuna se revolvió y se despertó con un grito desgarrador. Aún seguía llorando


sin poder parar, volvía a faltarle el aire. Era insoportable verla así. Oír el
silbido de sus pulmones que luchaban por conseguir el aire suficiente sin
poder hacer nada. Buscó mis manos y yo la abracé. Eso pareció calmarla un
poco pero luego se escabulló de mí escudándose en ella misma. Temblaba,
probé a acercarme pero se echó atrás asustada. No era exactamente eso, era
como si se sintiese indigna.

Dennis se extrañó. Terence frunció el ceño preparado por si alguno de los que
había presentes se tomaban aquello como una amenaza. Era complicado de
explicar ahora, tenía relación con lo que nos unía a ella y a mí. Esas leyendas
nuestras que no conocía mucho. Mis hermanos llevaban un par de días
demasiado protectores, no sé...

—Yuna, no pasa nada. Somos nosotros, tranquila. ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
¿Te duele algo? —se acercó con mucho cuidado Dennis habiéndole con su voz
dulce y calmada.

—¡No te acerques! Por favor, ahora no, no me toques... —su voz parecía a
punto de quebrarse. Las lágrimas seguían bañando su bello rostro.

—Eh, no pasó nada, no fue culpa tuya —siguió deteniendo su avance


mostrándole las palmas. Estamos todos bien.

—Yuna, fue una pesadilla. —la miró Connor—. Ya pasó. Estás despierta,
tranquila. Mira alrededor.

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Leila Milà

Ella lo hizo pestañeando confusa aún abrazada a ella misma y se llevó las
manos a la cabeza. Suspiró tapándose la cara y se quitó la cola. Su larga
melena negra se deslizó como una suave cortina de seda negra a su alrededor.

—Lo siento —su voz aún temblaba. —¿Estáis bien?

Asentimos. Me miró y se ruborizó apartando la mirada. Se sentía avergonzada


por algo que no tenía nada que ver con esto de ahora. Todos lo vieron. Dejó
que la rodease con mis brazos y le besé la frente cuando enterró la cara en mi
pecho como si quisiese desaparecer. No quería mirarme a la cara.

—Jasper, necesito enseñarte algo ahora. —me dijo apartándose pero


cogiéndome las manos. Su voz aún era temblorosa.

Asentí disculpándome ante los demás y la seguí a la habitación en silencio.


Cerró la puerta y me hizo sentar en la cama. Ella empezó a desnudarse, muy
despacio.

—Yuna...

—No —puso un dedo sobre mis labios y me indicó que guardase silencio.

Obedecí. Su cuerpo aún temblaba cuando acabó de quitarse toda la ropa,


levantó la cara y me miró a los ojos. Se la veía triste. Extendí las manos hacia
su cintura pero dio un paso atrás.

—Necesito que me mires bien Jasper... —murmuró.

La miré extrañado, frunciendo el ceño. Algo en el modo en qué dijo «mírame»


me hizo saber que debía buscar algo que no había visto antes. Lo hice. Empecé
a examinar su perfecto cuerpo. No veía nada hasta que mis ojos acabaron en
su sexo. Lo llevaba rasurado, sólo con un poco de bello en el centro, sobre los
labios. Allí entre el bello había algo, ella suspiró nerviosa y murmuró algo que
no entendí y desapareció en el baño. La oí rebuscar en el armario, oí el agua, al
poco regresó y se planto de nuevo frente a mí. Se había quitado el resto de
bello. Ahora pude ver claramente lo que antes estaba oculto. Tenía una luna
creciente. Mi cuerpo fue más rápido que mi mente, noté la taquicardia y la
falta de aliento.

—Esto es malo ¿no?

Negué con la cabeza, estaba aturdido. Sus ojos aún brillaban con el color de la
luna llena y poco a poco regresaban al verde. La abracé con fuerza, seguía
temblando.

Grité.

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Leila Milà

—¿Qué te pasa Yuna? —alguien picó a la puerta. —¡Ahora no!

—Jasper date prisa... tenemos que preparar tu ritual. —Puede esperar un poco.

—Tienes que ir, has de atender... —empezó a decir Yuna.

—No, lo primero ahora eres tú.

—No Jasper, tienes obligaciones... El clan, la gente... no sé qué está pasando...

—Escúchame Yuna —la cogí por los hombros para que dejase de moverse de
un lado para el otro. Se la veía tan... indefensa. Me miró preocupada.

—¿Qué es eso del ritual? —me puso la mano en la mejilla. Su corazón latía
muy rápido y su aroma... tenía que controlar mis impulsos... pero la deseaba
tanto en ese momento...

—No me pasará nada —sonreí para tranquilizarla. —He de... asumir mi lugar.

Ella frunció el ceño y suspiró dejando caer las manos a ambos lados de su
cuerpo.

—Entiendo. Sé lo que significa.

—Lo siento Yuna.

—No tienes que disculparte. Tú no has hecho nada. Es lo que quieres.

—Pero...

—Sólo lo complica más. No te preocupes ahora por mí. Tienes cosas más
importantes por las que preocuparte y para hacer. ¿Qué ha pasado?

—Han desaparecido más chicas. Dime que te sucede, por favor —le supliqué.
Podía sentir su dolor y me estaba desgarrando.

—¿También me traicionarás Jasper? ¿Me harás daño? —su voz tembló con
pesar.

—¡Yo jamás lo haré! ¿Por qué dices eso?

—Después de lo que te diré... no sé si querrás verme.

Me sorprendió oírle aquello. Pensé que todo era porque al igual estaba dolida
por lo que le había estado ocultando ese James, pero ahora veía que había más
que eso, me asusté.

Las caras de la Luna


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—No has mirado bien... Jasper... El chico moreno que visteis... Wilk... es... es mi
hermanastro.

Apreté la mandíbula y me senté a plomo para oír el resto.

—Él, yo... no lo había recordado nunca con claridad hasta hoy, era sólo una
sombra... Me cuesta decir ésto porque ni yo misma lo he asumido aún. Él, él...
creía que no era real.

—Te hizo daño —dije para ayudarla.

—Sí.

—¿Qué te hizo Yuna?

—Creí que era un sueño, que nunca había pasado, pero sólo fue mi mente la
que lo bloqueó todo para mantenerme a salvo, cuerda... Todos estos años, no
lo recordaba, fue hace mucho, hay lagunas en mi memoria. Por eso yo no
podía, por eso te mantenía alejado, para que no me tocaras, yo, yo... Nunca
soporté que nadie me tocase, me sentía tan... —bajó la mirada. Seguía
temblando.

—Yuna, dímelo —pedí abrumado por las circunstancias, me mataba aquella


intriga. Todo el cúmulo de sensaciones que ella sentía me las estaba
transmitiendo y no podía soportarlo más.

—¡No puedo! —sollozó de nuevo dejándose caer al suelo, la abracé


meciéndola.

—Tranquila, estás a salvo cariño... Si no puedes decirlo, yo lo aceptaré —le


cogí la cara entre las manos pero estoy seguro de que notó la tensión de mis
músculos y como los puños pugnaban por apretarse.

—¿Qué es lo peor que te pueden hacer? —murmuró ella. —No, tampoco sería
exacto...

Una intuición me hizo gruñir. Fue un punto de luz en mi mente. Ella se


estremeció y supe que había acertado. Descargué el puño contra el suelo
abriéndome los nudillos, no me importó... pronto se cerrarían. Pero la herida
que tenía ella dentro nunca cicatrizaría. ¡Hijo de puta! ¡Grandísimo hijo de
puta! ¡Iba a matarlo!

Las caras de la Luna


Leila Milà

15

u reacción no me asustó pero si me sobresaltó aunque lo imaginase.

S —¡Lo mato! —sus ojos centellearon airados. Se levantó y yo le agarré


de las manos.

—¡No! ¡No te vayas! ¡No me dejes! —los odiosos lagrimones seguían cayendo
por mis mejillas.

—No voy a irme a ningún lado —me miró desconcertado y volvió a abrazarme
besándome.

El sabor de su lengua se mezcló con el sabor salado de las lágrimas que besó
también enjuagándomelas con sus dedos.

—¿De verdad?

—¡Oh Yuna! Lo eres todo para mí. Te amo, no quiero perderte. Me da igual lo
que te hayan hecho y con quién hayas estado antes. Ahora estamos juntos, eso
es lo que importa. No es sólo tu cuerpo lo que deseo, sigues siendo igual de
perfecta. Pero si quieres irte... vete ahora antes de que dejarte ir sea
demasiado duro —sus ojos se aguaron un instante y su voz sonó afligida.

—¿Pero me has visto bien Jasper? Estoy ajada. Él, él me...

—¡No! —me estrechó contra él. —¡Me importas tú! Sólo tú.

Le besé agarrándome a su cuello. Y me tendió en la cama y empezó a besarme


y fue descendiendo. Cerré los ojos temblando. Ahora el monstruo tenía cara y
pugnaba por arruinar ese momento delicioso pese a que mi cuerpo desease el
de él. Jasper invadió mi mente para alejar los fantasmas cubriéndome de
besos, mimándome, colmándome de atenciones, de ternura.

—No temas. Estoy contigo —susurró.

Temblaba y gemí cuando sus dedos se perdieron bajo mi vientre. Poco a poco
borró todos los malos recuerdos y me amó con suavidad, despacio,
llenándome con su calor. Fue algo dulce, tierno, romántico... Yo me acurruqué

Las caras de la Luna


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a su lado mientras seguía deslizando sus dedos por mi espalda. Volvía a llorar
en silencio.

—Estoy asustado —confesó de pronto. Yo le miré apoyando el mentón en su


pecho acariciando su pelo.

—¿Y eso?

—El ritual... ponerme al frente de todo esto... yo... no sé...

—Estás preparado Jasper, lo harás muy bien. Puedes hacerlo, sé que es así.

—Lo sé. Pero aun así la responsabilidad es muy grande. Sus vidas estarán en
mis manos si hay un entontamiento...

—Te entiendo. Pero tienes a tus hermanos y a tu padre que te apoyaran y te


ayudaran. Siempre estarán para guiarte si necesitas consejo. Jas, eres un alfa.

Él esbozo una leve imitación de su sonrisilla traviesa.

—Suena un poco tonto ¿verdad?

—No. Tener miedo es normal —pero sabía que tras su cabeza había algo más.

Una frase que se moría de ganas de decir y que yo no estaba segura de poder
pronunciar aún. Además de querer mantenerme lejos de mis recuerdos,
quería seguir cuerda, seguir con él.

—Yo estaré ahí, te apoyaré. Sé que no es exactamente lo que quieres oír de mí,
que esperas otro tipo de compromiso por mi parte, pero por ahora es lo único
que puedo decir.

—Ya es mucho, si te tengo a mi lado...

—Todo parece más sencillo. Te sientes más...fuerte, seguro.

—Sí —suspiró. —¿Horrible, no? —bromeó. Yo sonreí dándole un beso.

—Gracias —él volvió a besarme profundamente.

—Tengo que bajar a prepararme. Necesito estar relajado...

—Anda ves —sonreí dándole otro beso más.

—Me gustaría que pudieras venir conmigo pero... Ahora mismo creo que
aunque me reconforta y me calma tu presencia, me distraerías y no podría

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concentrarme. Al menos no pensaría con esa cabeza —rió. —Descansa un


poco.

—Sí —intenté sonreír.

—Lo que te paso ahí, fue un poco raro...

—Había algo en el aire, no sé, en ellos ¿no os afectaba?

—No —me miró fijamente muy serio. Se le estaba formando una idea —
Quizás, sólo os afecte a vosotras, Yuna.

Asentí y él se apresuró a salir de la habitación pues ya lo venían a buscar. Me


dejé caer sobre la almohada pensando.

—Tengo que hablaros —dije cuando llegué abajo reuniendo a los míos. —En
privado.

La seriedad de mi rostro y la profundidad de mis palabras los hizo entrar en el


despacho sin mediar palabra. Dentro de poco sería el líder y la energía del alfa
corría con más fuerza por mí ser. Ponerme nervioso ahora o desacatarme
podía ser peligroso.

—¿Qué pasa hermano? —me pidió Víctor.

—Es Yuna... —hice una pausa para encontrar la palabra adecuada. ¿Cómo era?
— Ella es, es una hija de Luna. La Marcada, la mujer de la que hablan todas las
leyendas que implican a las fuerzas de arriba. Todas y cada una de las
leyendas del libro nos llevan a ella y a nosotros.

—¿Estás seguro de lo que dices hijo?

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—¡Sil He visto la marca. Ella misma me la ha mostrado, cuando subimos. Está


recordando cosas...

—Joder ¿Puede complicarse más? —se dejó caer en el sillón Connor. —Por eso
los demonios iban tras ella, ¿pero cómo lo sabían antes que nosotros? Sigue
sin cuadrarme algo, esto es más serio de lo que ya pensábamos.

—Ya dije yo que esa chica me gustaba, que tenía algo. Su fuerza no era normal,
su carácter orgulloso —medio rió Terence.

—Entonces tiene sentido que vayan por ella —dijo Víctor.

—Eso no es todo, el tipejo ese... es hermanastro de Yuna. Wilk se llama.

—Vaya ironía un lobo que se llama lobo —se movió inquieto

Dennis.

—¡Pues ese lobo es hombre o bestia muerta! —gruñí amenazadoramente


dejando que la ira me asaltase para hacer mi amenaza más real.

—¿Qué pasa Jasper? —me miró serio Terence.

—¡Mejor voy a ahorrarme de decir todo lo que le ha hecho! —observé la cara


de Dennis y asentí. —Sí, eso también. ¡La torturó y violó durante tiempo!

Todos gruñeron erizando el bello de la nuca.

—Jasper ahora tienes que centrarte en tu prueba. Luego ya nos ocuparemos de


lo demás, tienes que hacerlo. Sé que es difícil y más ahora que has descubierto
éso, pero...

—¡¿Cómo?! ¡No lo dice ni lo muestra pero está muy mal!

—Tranquilo...

—¡No! Además, si hay que atacar, no vamos a poder contar con la ayuda de
ellas. ¿Recordáis como acabó Yuna? —asintieron. —Me dijo que había algo en
el aire, me preguntó si no nos afectaba. Usan algo que sólo las aturde a ellas
para dejarlas indefensas. Pero me dijo algo más sin palabras porque yo mismo
pude verlo. Era como si toda la tensión, como si todo el poder, la magia y las
emociones que había en ese apartamento incidieran directamente sobre ella.
Como un pararrayos.

—Tiene un don, comparte hechizos de Luna y su fuente de poder, pero los


tiene atados. Por eso notamos ese algo más indefinido —dijo mi padre.

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—¿Crees que saben cómo desatarlos y usarla? —habló Connor que seguía
pensativo.

—Espero que no —gruñí entre dientes.

—Jasper, tenemos que dejar eso para luego —me recordó mi padre. —Los
chicos están haciendo todo cuanto pueden.

—¡Sí, sí! —suspiré dejando que mi peso se apoyase en el escritorio frotándome


la frente.

—Entonces ve a sentir la tierra tras purificarte hermanito —me pinchó


Terence.

Pero yo no podía. Estaba rabioso, nervioso... Necesitaba desquitarme, borrar


las imágenes terribles que había vislumbrado en el fondo de la mente de Yuna.
Mataría a ese bastardo, lo haría ¡¿Cómo había podido ponerle un dedo
encima?! ¿Por qué le había hecho aquello? Era su hermanastra, era una niña.
Golpeé de nuevo la pared con un gruñido.

Terence me apretó la nuca con preocupación. Suspiré una vez más tras poner
los ojos en blanco. Dejé caer las palmas sobre mis piernas donde chocaron
resonando y me erguí saliendo hacia mi retiro espiritual hasta la hora
acordada. Alejarme de Yuna sería lo más difícil y dolería. ¡Quería matar a ese
hijo de puta!

Las horas pasaron muy lentas y cada vez estaba más nerviosa. Elle y las demás
se sentaron conmigo. No me dejaron volver a ver a Jasper en todo el día y eso
era un suplicio. No sabía en qué consistía ese maldito ritual pero no era tan
inofensivo y seguro como me quiso dar a entender. Estaba intranquilo, lo noté.
Ellas intentaron tranquilizarme, pero cuánto más cerca estaba el ritual más

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histérica me ponía. Empecé a dar vueltas como un animal enjaulado, Thya me


amenazó, y Elle bromeó con que si quería abrir una zanja, pero no podía estar
quieta. Una oleada de pánico me asaltó doblándome hacia delante con las
tripas revueltas y Thya me hizo sentar a su lado.

—Estará bien, deja de preocuparte. Si estás así de histérica se lo contagiarás.

Asentí frotándome las piernas y una extraña sensación de salvajismo e ira me


sobresaltó. La cabeza me rodó y creí oír a Elle diciéndole a Kyla que el lazo
entre nosotros era más fuerte de lo que creían y que podía sentir parte de lo
que le ocurría a Jasper y eso en ese momento era imposible.

Grité mordiéndome la lengua cuando sentí una dentellada en el hombro y un


dolor abrasador en el costado. Sentí otro golpe en la cadera donde apareció un
cardenal. Oí los gruñidos, los aullidos, el dolor, el ardor de la sangre en mis
venas abrasándose. No saber qué sucedía me estaba matando. Enterré la
cabeza entre las rodillas y me tapé los oídos cerrando los ojos y serrando los
dientes. No podía más, el dolor no importaba. Sólo quería que él estuviera bien
y dejé que todo fluyera a través de mí. Quería darte mi fuerza, mi apoyo. Él
podía hacerlo, fuera lo que fuera. El maldito reloj parecía congelado en el
mismo punto, me quedé paralizada cuando por fin la puerta se abrió.

Jasper salió por ella aún jadeando. Me miró y luego esbozó su sonrisa picara y
me lancé a su cuello, él se rió. Un grito salió de la cocina y todos nos
asomamos a ella. Kyla había dejado caer el cuchillo al suelo y estaba
temblando. Su semblante era ausente y sus ojos estaban abiertos de par en
par.

—¡Greizy! ¡Se la han llevado!

—¡¿Qué?! ¡No! —grité. —Hay que encontrarla —me giré para ir hacia la puerta,
Jasper me cogió por la muñeca.

—¿A dónde vas?

—Creo que sé dónde pueden estar... ¡Vamos! ¡No podemos perder más tiempo!

Entonces me tensé al ver a tanta gente en la casa mirándome fijamente,


carraspeé.

—Hay que organizarse Yuna, no podemos ir así a la buena de dios.

—Tiene razón —dijo Terence.

Me exasperé echándome el pelo hacia atrás.

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—Esto es muy frustrante...

—Dinos como es el lugar y qué crees que nos podemos encontrar y


organizaremos las tropas en un momento —me animó Víctor.

Asentí y les seguí hasta la enorme sala. Oí algún murmullo de aprobación o


asentimiento. Sin darme cuenta estaban todos sentados pendientes de mí que
iba de un lado al otro del estrado moviendo una especie de puntero largo.
Estaba al mando...

—Bien... —empecé a exponer todas mis teorías, sensaciones y lo que sabía y


podía recordar.

Jasper asintió y Víctor me guiñó el ojo.

—Lo has hecho muy bien hermanita.

Sonreí bajando un poco la vista ruborizándome y escuché como preparaban el


asalto y las tropas.

—Espera, espera, espera... Terence si haces eso saltaran los sensores y si el


segundo grupo... —volví a coger el mando.

Jasper me miró asombrado con esa sonrisa radiante y asintió admirado.

—Perfecto pues... ya sabéis todos lo que tenéis que hacer.

No me gustaba que tanta gente tuviera que exponerse pero era lo que había y
yo aún tenía que superar lo mío.

—Hay un problema —dijo Husang. —Aún desconocemos qué planean esa


gente.

—Bueno, seguro que así lo averiguamos, no podemos quedarnos de brazos


cruzados —lo miró Heising.

—No sé qué pretenden... ¿Qué nos extingamos? No serían los primeros que lo
quieren.

—Lo que sí sabemos es que tarde o temprano los Del Fuego aparecerán, y sé
dos cosas —dije, —que "cogerán" las mejores muestras para fines
gubernamentales y armamentísticos y al resto los volverán normales con su
suero. Un mundo limpio de seres sobrenaturales, un nazi del nuevo siglo —
cogí aire. —Y creedme, no será agradable —me crucé de brazos para evitar el
escalofrío que me recorrió al recordar el informe de lo que le hicieron a mi

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madre e incluso a mi padre. Sangre de su sangre. —Puede, que todo ésto sea
culpa mía —murmuré.

—¿Por qué dices eso? —frunció el ceño Jasper cogiéndome por los hombros.

—Si no hubieran capturado a mi madre, quizás ahora ellos seguirían sin saber
nada de nosotros.

—Eso no es verdad. Hubiera pasado tarde o temprano. Tu madre estaba sola...


Era una cría... no fue culpa suya, no tuvo opción.

—Lo sé, pero...

—¡Pero nada! Basta, no hay más. No le culpes —dijo de forma tajante, algo
autoritario pero con devoción.

Asentí y mis labios respondieron a los suyos.

—¡Andando! —dijo Thya cargando su arma.

—No podéis venir Thya.

—Sí pueden. Las mantendré a salvo. Déjamelo a mí, puedo hacerlo —le miré
muy seria.

—¿Qué?

—He podido separar los componentes y puedo neutralizarlos siempre y


cuando se queden cerca de mí.

—Ya lo habéis oído chicas —dijo Elle que me sonrió asintiendo al igual que
Thya.

Todos se movilizaron a una orden de Jasper y él volvió a atraparme cuando


todos ya habían salido.

—Quédate Yuna, por favor. No puedo permitir que te pase nada. No puedo
estar pendiente de ti, de que estés a salvo, no podré concentrarme.

—¿Y yo sí puedo estar aquí sin hacer nada esperando si vuelves o no? ¡No
Jasper! Yo también voy. Sé cuidarme sólita, quiero ayudar. Es más, debo ir,
puedo ayudaros. Yo conozco ese lugar...estoy metida en ésto tanto como tú
nos guste o no. Además sin mí no podréis contar con las chicas. Sólo ruego
que sea capaz de no meter la pata y mantenerlas a todas bien. Yo voy.

—Yuna...

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—No lo voy a discutir más, voy —gruñí. —No estoy indefensa, sé pelear ya te
lo he demostrado.

—No es lo mismo...

—¿Qué diferencia hay? ¿Y qué te hace pensar que no lo han planeado así? Que
me dejéis aquí sola...

Él, gruñó golpeando la pared y me agarró del brazo en dirección a nuestro


coche. Sonreí por mi triunfo y me senté en mi sitio.

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Lo sabía qué nos íbamos a encontrar o si estaría en lo cierto pero seguí cogida
a la mano de Jasper. Entrar en las instalaciones fue demasiado sencillo. Todos
sospechamos de inmediato, nos estábamos metiendo de cabeza en la boca del
lobo valga la redundancia...

Cayeron de todos lados cerrando toda salida. Aquello era una ratonera. Todo
fue extraño, confuso y rápido. Todo eran gruñidos, balas silbando, garras
rasgando y sangre. Era una amalgama de sonidos y estertores, los dientes
desgarraban y las zarpas abrían la carne. Vi como llevaban a las chicas hacia
un corredor, salté en su dirección y probé a reagruparnos pero era imposible.
Estaba muy bien organizado y lo tenían todo planeado, la puerta cayó en el
pasadizo. La cabeza me rodó, sentí como las demás también quedaban
aturdidas. Vi como se acercaban a ellas. Era una toxina distinta, no podía
descomponerla, era peor Joder! Me maldecía todos los huesos, tenía que
sacarías, a ellas no...

—¡No! ¡No! ¡Dejadlas!

Dos pesos cayeron detrás de mi, me debatí mientras oía a Kyla y Thya gritar.
Elle gritaba mi nombre.

—Si quieres salvar a tus amiguitos serás una buena perrita sumisa y obediente
— me dijo uno de ellos al oído mientras forcejeaba. Me habían inmovilizado,
me dolía todo. Apenas me quedaban fuerzas.

—¡No Yuna! —era Elle.

—¡Apartaos de ella! —gruñó Thya.

Wilk apareció en el pasillo donde me había separado de las demás y sonrió


malicioso, tenía algo en la mano. Vi por el rabillo del ojo a Jasper lanzarse
contra los barrotes que nos separaban de ellos, gritando rabioso,
desesperado, feroz. Daba miedo de verdad. La verja no cedía ni bajo el golpe
de energía mágica. Uno de ellos lo apuntó.

—¡No! —gruñí amenazadoramente.

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—¿Te portarás bien? —dijo Wilk poniéndome una mano bajo la barbilla y
sonrió perverso apuntando también a Jasper.

Asentí apretando la mandíbula. Aun así, Wilk lanzó una descarga eléctrica
contra Jasper que rodó lejos. Grité y miré hacia la sala principal. Aquello era
una locura, una carnicería, no podía soportarlo. Era demasiado, era cruento,
salvaje, despiadado. Era peor que cualquier escena de guerra de una película
macabra, mucho peor. El dolor, los gritos, el olor. Gente que conocía y quería
sufriendo. ¿Y todo por qué? Me sacudí, intenté soltarme pero era imposible.
Los gritos se confundían ya en mi atormentada cabeza, todo era demasiado
confuso, irreal. Sentía los efectos del sedante que me atontaba. Había
intentado escupir las pastillas que me habían metido en la boca pero una de
ellas acabó cayendo por mi garganta con violencia haciéndome toser.

El dorso de la mano de Wilk se deslizó por mi mejilla. Apreté los dientes


estremeciéndome. El miedo me atenazó cuando noté la aguja clavándose en
mi brazo. Todo el ruido y el sufrimiento se diluyeron a partir de allí. Alguien
me cargó como un fardo. La luz se iba alejando de mi vista...

Tuvieron que sacarme por la fuerza de aquel maldito búnquer. Todo salió mal,
muy mal. No podía pensar, la furia me dominaba, me sentía frustrado y
derrotado. Había fracasado estrepitosamente en mi primera decisión. Nadie
me culpaba pero yo sí lo hacía. No habíamos podido hacer nada, caímos en su
trampa tal y como Yuna dijo. Tendríamos que haberle hecho caso cuando nos
dijo que nos retiráramos, pero en medio de la batalla todos nos dejamos llevar
por el animal. Sin razonar, sólo atacando y encima la había perdido a ella.
Estaba enloqueciendo, era un dolor insoportable, como si me arrancasen el
corazón en vivo y tuviese ácido en las venas.

Aporreé una vez más la pared ya rota gruñendo y, por fin, me dejé caer en el
escalón de la sala. No podía estar abatido tenía que guardármelo dentro. Tenía
que mantener el control, sujetar las riendas, tenía un deber que cumplir.

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Ahora era el líder y tenía que mostrarme fuerte delante de ellos, actuar como
era debido. Pero en realidad ahora eso me importaba una mierda... Me sentía
perdido, estaba confuso, enfadado. Todos lo entendían, era joven, tanta
comprensión me ponía enfermo. ¡¿Por qué no me gritaban?! Y me decían lo
mal que lo hacía, el desastre que había causado. No había bajas que lamentar,
al menos no de muerte. Todos irían sanando pero no habíamos averiguado
nada y habíamos perdido a nuestras hermanas, primas, madres, parejas...

—Jasper...

—Ahora no Terence... —la cabeza me rodó. Tenía que moverme o estaría peor.

Éste suspiró y se sentó a mi lado en silencio. Fred puso una mano en mi


hombro y mentalmente me pasó las impresiones de todos. Sólo quería
animarme, hacerme entender... Lo agradecí pero ahora sólo quería
compadecerme. Un momento ¿compadecerme? ¡No! Eso no... me levanté
mirando a todos los que seguíamos en condiciones.

Vi a mi padre asentir y a los ancianos sonreír aprobatoriamente. Ya volvía a


ser yo, mi porte lo decía todo. Al final tendrían razón y sí era un líder nato. Me
repuse. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer y cómo. La familia lo era
todo, el clan era mi familia, mi "deber*. No un deber impuesto sino algo que
hacía por amor, porque creía en ello.

Organicé a los hombres y preparé todo lo necesario. Esta vez lo haría bien.
Rescataría a los nuestros y acabaría con todos esos hijos de puta, estaba
decidido y nadie me detendría. Primero los porqués, dónde y cómo, luego la
acción.

Aturdida, miré alrededor. La luz de los fluorescentes me dañó los ojos. Noté
algo duro en la espalda y supe que estaba sobre una mesa de esas médicas,
metálicas y frías.

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—¡Yuna! ¡Yuna! —gritaba una voz femenina.

—¿Elle? —me dolió la garganta al hablar.

Me dejé caer golpeándome pesadamente contra el suelo. Me arrastré unos


pasos y me ayudé con los brazos a levantarme sujetándome a un hierro y
conseguí llegar hasta la celda donde estaban las demás. Aún notaba los
efectos de la droga que me habían administrado, apenas podía moverme o
sostenerme.

—Lo siento, lo siento chicas. No pude, fallé...

—¡No! ¡No es cierto! ¡No digas eso! Nos engañaron. ¡Tú no tienes la culpa! —se
apresuró a decir Thya tropezando con sus palabras.

—Yuna, ¿estás bien? —me puso la mano en la cara Elle, yo asentí.

—Mientes muy mal, tienes un aspecto horrible.

—Sólo pretendía tranquilizaros —intenté sonreír pero estaba realmente


aturdida, indefensa, mansa como un corderito.

—¿Y vosotras? —sentía que les había fallado en cierto modo, aun así... estaba
decidida a solucionar eso. Las mantendría a salvo, las sacaría de ahí, era una
promesa.

La puerta se abrió y varios hombres armados hasta los dientes entraron. Tras
éstos Wilk, el rubio, Binx, James, Cool y Miriam. Gruñí agazapándome
dispuesta a saltar componiendo el mejor aspecto que podía ofrecer. No podía
dejar que viesen lo mal que estaba. Más hombres entraron detrás. Uno activó
un mando que había en una mesa. Oí algo activarse.

—Llevadlas a la cueva con las demás, a todas menos a esas —dijo Wilk
señalando a Kyla, Greizy, Thya y Elle. —Ellas van a quedarse de espectadoras
—rió perverso.

Disfrutaba del dolor, de los sentimientos de los demás mientras él hacía la


suya, lo sabía muy bien. James se acercó a mí y yo salté sobre él pero sólo tuvo
que dar un paso al lado para evitarme. Por suerte al menos no me tambaleé...

—Podrías colaborar y todo iría mejor, querida —me cogió la cara con las
manos y empecé a temblar. —Vamos no me mires así. Tanto odio me duele.
Has sido como una hija para mí.

—¿Qué queréis de ellas? Dejadlas...

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—Es obvio princesa. Aún no sabemos por qué hay pocas mujeres lobo, pero
estamos en ello, al menos tenemos un remedio, varios de hecho —me empujó
hacia las manos de Binx que a su vez me mando hacía Wilk. Parecía una pelota.
Estaba aturdida.

—¡Dejadla! ¡Dejadla ya! —protestó indignada Kyla.

—Mejor cállate si quieres seguir con vida. No, mejor... si quieres mantener
sanas a tus hijitas —dijo el rubio.

Kyla lo miró fijamente como si quisiera matarlo pero luego asintió aunque le
doliera en el orgullo cuando éste miró descaradamente lascivo a Greizy.

—¡Hijo de puta! ¡Ni la mires! ¡Te mato! —grité intentando deshacerme de las
garras de Wilk como si fuera una leona.

—Oh... fíjate... Si al final si va a tener instinto maternal y todo. Qué bien — el


miedo me sacudió de pies a cabeza haciéndome rechinar los dientes y quedé
paralizada entre sus manos.

—No...

—Vamos a crear un único clan, el más fuerte. Vamos a adueñarnos de lo que


es nuestro: primero este país, el gobierno casi ya es nuestro, luego, poco a
poco, el mundo. Los hombres no son más que peones.

—Los aires de gloria y grandeza son tan viejos como el mundo. Todos los
malos quieren el poder. ¿No tenéis nada más original? —le miré desafiante
cuando me giró cara hacia él conteniendo un escalofrío.

—Me temo que no lo entiendes pequeña. Preciosa, abre los ojos, no seas
ingenua. Las cosas están cambiando, nosotros no somos los radicales,
dejaremos vivir a los que nos acepten. Hay muchos que quieren exterminamos
y se están moviendo. Otros pretenden usarnos con lo que si no hacemos algo
pronto... ellos darán el pistoletazo de salida, como si no lo supieras. Hay
alguien aquí que puede corroborarlo.

—¡No eres más que un peón! —espeté. Así que el verdadero peligro por ahora
era sólo Cool. Vaya con el chico. Apreté el puño rabiosa.

—O te vuelves humano a la fuerza o te matan. Claro que un ejército bien


dominado y sumiso si les gusta para hacer trabajos pesados y experimentos,
James te ha mantenido a salvo todo este tiempo de ellos. ¿Quién crees que va
tras vosotras? Es fácil acabar con una especie si no hay hembras, pero claro,
las mujeres humanas también pueden tener lobitos. La vacuna de la gripe F no

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es más que la esterilización selectiva. Ninguna humana de aquí a unos años


servirá para tener licántropos. Nos están matando Yuna... —me tiró sobre la
mesa.

Yo me levanté de un salto y James hizo un gesto al que estaba al lado de los


mandos que volvió a pulsar el botón. Sentí nauseas y la cabeza me rodó de
nuevo, miré a las chicas... Ellas parecían más apaleadas que yo. Fuera lo que
fuera lo que estuviéramos inhalando nos afectaba demasiado, nos dejaba...
indefensas. Miriam sonreía.

—¿Y tú qué? ¿Crees que no te mataran cuando ya no les sirvas? Éstos no son
un clan ni son nada...

—Ésto es supervivencia, cielo. Una guerrilla, es algo más cercano al mundo


animal que ésto.

—¡Puta!

Ella rió con ganas.

—Gracias. Yo haré lo necesario por nosotros y mientras tenga poder a mí me


vale. No lo veas de esta forma lobita... Nos usamos mutuamente por nuestro
bien y además... lo disfruto. No se trata de ser una reina coneja... no es eso.

—¿Ah no? Ilústrame —dije irónica.

—Oh Yuna, Yuna. Yuna... ¿Te creía más lista? Un poco de visión querida...

Me mordí el labio y miré a las chicas.

—Te jode que tengamos parte de razón ¿verdad? —se agachó frente a mí ya
que me había caído de rodillas al suelo jadeando. Sus manos cogieron mi
barbilla, yo aparté la cara bruscamente y le di una bofetada.

—Si tan buena es vuestra idea... ¿Por qué no reclutáis al resto de clanes? No lo
contáis todo. ¡¿Y qué pinta entonces Cool aquí?!

—¡Sí señor! Un punto para la lobita, chica lista —rió el rubio.

—Pero basta de tanto hablar como gallinas cluecas —ése fue Binx.

Yo me levanté y antes de que pudiera darme cuenta recibí un bofetón que me


giró la cara. Noté la sangre en la boca, me había hecho un corte en el labio. Con
dos tirones certeros desde ambos lados de mi cuerpo rasgaron mis ropas
dejándome desnuda, gruñí. Wilk me sujetó las manos a la espalda y me giró de

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cara a las chicas. Tenía una de sus rodillas al final de mi espina dorsal para
que no pudiera hacer nada para atacarle.

Kyla soltó un gritó de asombro, sus ojos se abrieron de par en par, su reacción
me recordó levemente a la de Jasper. Jasper... necesitaba sentirle... Cada vez
estaba peor y no era sólo por lo que me hubieran inyectado y lo del aire, era la
lejanía con él. Me dolía el corazón, me dolía el pecho, los pulmones... era como
si me estuvieran desgarrando poco a poco. Una furtiva lágrima resbaló por mi
mejilla. Wilk me tiró del pelo y lamió mi cuello.

—Ya veis como están las cosas... Kyla —le dijo éste y acto seguido me tiró
sobre la mesa.

Dos de esas bestias enormes me sujetaron las muñecas, solté un ronquido


intentando soltarme.

—¡Traidor! ¡¿Sabes lo que estás haciendo?! ¡Tú no eres ni un hombre y menos


un lobo! —rugió Kyla abrazando a Greizy que se aferró a su cintura
sollozando, temblaba. Kyla giró la cara de la pequeña hacia su vientre.

—¡Cabrón! ¡Suéltala! —Thya se lanzó a los barrotes tirando de ellos, uno de


ellos le golpeó los dedos, oí crujir sus huesos.

—Debe ser frustrante para una guerrera como tú estar aquí encerrada,
indefensa —rió Binx agachándose frente a ella y cogiendo un mechón de su
pelo que olió. —Me encantará divertirme contigo.

—¡Antes muerta! —gruñó.

—Cuidado con lo que deseas Thya. Aunque sería una pena tener que llegar a
eso. Bajo esa fachada de amazona hay una mujer muy hermosa —la miró el
rubio.

—¡No les hagáis daño! ¡Dejadlas! —grité viendo como Binx rozaba la piel de
Elle que se estremeció gruñendo de un modo terrible. Su cuerpo parecía febril
y una luz rojiza la envolvía.

—Está en tú mano Yuna, puedo conceder ciertos privilegios... —la mano que
Wilk apretó contra mi vientre me hizo pegarme a la mesa.

Estaba congelada, su contacto era irritante, deseaba dar un brinco y alejarme


del frío y de su tacto.

—¡No, no! ¡Yuna! —sollozó con rabia Elle.

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Intenté rebullir, de hecho me sacudí. Wilk rió y dio una patada a la mesa,
camilla o lo que fuera que se desplazó acercándose más a la celda donde
estaban ellas. Me cogió y volvió a ponerme frente a ellas. No podía librarme de
él. Cada vez estaba peor, sudaba y no podía respirar bien, mi pulso se disparó.
Acercó su rostro a mi cuello y olisqueó.

—Aún hueles a él. Es un tipo interesante, un líder fuerte, muy bien dotado. Es
una lástima que tengamos que matarle —susurró a mi oído.

—¡No! —di un respingo y vi la tensión en los músculos de las demás.

Me debatí. La furia y el terror me habían dado fuerzas, la adrenalina fluyó. Le


golpeé pillándole por sorpresa y salté a por otro dándole una patada al que
estaba junto a la celda que rebotó contra los barrotes y Thya saltó apretando
su cuello. Empecé a golpear a ciegas, furiosa. Apenas sentí los golpes, no me
detuve... Ni siquiera sé cuando cambié a loba. Gruñí apretando los dientes
contra todo lo que podía, pero eran demasiados para una loba herida,
exhausta, acorralada e indefensa. Sentí un golpe en las costillas y salí
despedida golpeándome contra los muebles metálicos. Solté un gemido
lastimero y Wilk me levantó del suelo ya en mi forma humana por el cabello.
Había acabado con varios guardias y otros dos estaban heridos, sonreí
satisfecha pese al dolor. Wilk me mordió en el cuello y procuré no hacer el
menor ruido. Me mantenía de cara a las chicas, Kyla mantenía la cara de
Greizy enterrada en su vientre para que no viera nada de aquello.

—Tranquila, te guardaré un puesto de honor para que veas como muere ese
perro. ¿Has acabado con el numerito?

—¡No! —gruñí intentando apartarlo de mí pero volvió a presionar sobre mi


cuello con sus dientes. Dolió pero me zarandeé igual con un rugido.

—¿Te has enamorado de él hermanita? ¿Ya se te ha follado? Espero que lo


disfrutaras porque vamos a cortar ese lazo que te ata a él. Será doloroso... Casi
te volverás loca, pero tranquila, no te dejaremos morir. Dentro de nada serás
una chica obediente. Ya no sentirás la pérdida. La droga actúa lenta pero
eficazmente. Yo aún me acuerdo de tu cuerpo.

—¡No!

Wilk empezó a deslizar sus manos por mi piel y empecé a temblar aunque no
quisiera. El mundo estaba empezando a desaparecer, el pánico se adueñaba de
mí. «Otra vez no, otra vez no» me repetí, no podía ocurrir de nuevo. No, no
podía permitirlo. No, no lo soportaría, otra vez su cuerpo dentro de mí. ¡No!

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—¿No es perfecta? Tan bella que corta la respiración. Frágil, dulce, llena del
poder de la Luna.

Me lamió la cara. Ni siquiera pude resistirme por mucho que intentase luchar,
defenderme. Me tiró al suelo, me sentía rota. Hizo una seña a Cool y él se
acercó. Era incapaz de hacer nada. Volvía a ser esa niña...

—Lo que digo, lo cumplo —se apartó. —Ésta no es la única guerra Yuna.
Digamos que Cool, está más interesado en nuestra oferta. Hay otro enemigo
oculto. Un grupo de humanos... se hacen llamar los Descendientes —me dijo
con la vista fija en mí. —Más vale ser uno de los nuestros ¿no, Cool? Éste se
agachó frente a mí.

—No. No lo hagas, Cool, no —gemí.

Me ignoró sin más miramientos y me acercó a él con brusquedad. Sus manos


se deslizaron por mi piel. La nausea volvió.

—Cool, por favor no, llevamos casi la misma sangre, recapacita.

—Te di esa oportunidad, Yuna ¿lo recuerdas?

Yo sollocé y empecé a golpearle cuando volvió a recorrer mi piel pero Binx me


inmovilizó. Noté los dedos de Cool intentando abrirse paso entre mis piernas
que yo apretaba con todas mis fuerzas. Un pinchazo en el muslo me
sobresaltó, al poco estaba casi grogui...

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ool intentó envestirme con su miembro bien dispuesto. Aterrada me

C concentré en la ira que me envolvía, en alejarme de allí, en desear y


no dejar que volviera a pasar. No quería que me tocase. Procuré no
moverme, me quedé allí tendida sin reaccionar, buscando el modo de
impedirlo. Oía de lejos gritar y gruñir a las demás y la risita de Miriam. Yo ya
no podía más. Estaba... muerta, como si no sintiera. Tenía su peso casi encima
aplastándome. ¡Ni siquiera podía transformarme!

—Con cuidado chicos, no queremos lastimarla —rió Miriam —es frágil, sed
suaves con ella.

Noté el desgarro y algo estalló dentro de mí. Fue algo parecido a ver una
piedra impactando contra un jarrón que mandaba cristales a cámara lenta por
toda una habitación. Hubo un grito desgarrador que casi me dejó sorda y...
algo pasó. Oí despotricar doloridos a Cool y Binx. Wilk mandó salir a los
demás muy enfadado. Su voz destilaba ira a raudales aterrándome.

—Vaya, vaya, un truquito interesante —se agachó. —Pero esa protección no te


servirá conmigo.

¿Qué estaba diciendo? No lo entendí. Cuando sus manos recorrieron mi piel


volvió el temblor, el horror, el miedo... Perdí la compostura, empecé a gritar, a
patearlo y arañarlo, hasta que él volvió a dejarme más aturdida que consciente
por los golpes. Grité. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas, la
nausea regresó. ¡No! No se detuvo, me intentó tomar por la fuerza. Lo que me
había protegido de los demás que intentaron lo mismo parecía no servir con
él. Sentí como caía por un precipicio oscuro y sin fin. Sólo podía repetir una y
otra vez: Jasper, Jasper...

Pero nadie iba a venir a salvarme. Lo sabía, sólo contaba conmigo misma.
Jasper se culparía y yo me culpaba por haber insistido en venir. Y tenía razón,
pero era una cabezota testaruda. Jasper, grité y de pronto sentí otra explosión
de energía y Wilk salió despedido con un gruñido. Intentó atacarme pero no
podía llegar hasta mí, una especie de escudo me protegía. Gruñó de nuevo y
salió dando un portazo. ¡Lo había conseguido!

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Me dejé caer al suelo, ahora sólo quería que acabase todo, que acabase cuanto
antes. La sangre me ardía como veneno. Ahora mismo yo no era más que un
cuerpo vacío, mi mente vagaba lejos protegiéndose. Apenas me enteré de que
se había ido, de que ya no me podía hacer daño, que no había podido volver a
hacerlo, como mínimo, no del todo. Sentía mi sexo palpitar dolorido, olía mi
propia sangre resbalando entre mis piernas húmeda y ardiente. La ira aún me
inundaba. Estaba cansada, cansada de pensar, de intentar asimilar lo que
había pasado. Seguí temblando y me hice un ovillo dando un respingo cuando
oí una puerta cerrarse. Empecé a llorar. Ya no me importaba ser digna, ni
mantener la compostura ni si actuaba con honor u orgullo ni nada. Me sentía
vacía, desprotegida, sucia, mancillada, inútil. Ya no quería ser fuerte, quería
desahogarme, dejar fluir la ira y el miedo. Ser simplemente una niña.

Tenían razón, nadie podía salvarme de mí misma. Era un peligro para mí y


para los demás. Si perdía los papeles yo era una bomba de relojería. La puerta
se abrió, ni siquiera me moví para ver quién era. Sólo pensaba en proteger a
las demás, yo ya estaba perdida. Los pasos se detuvieron frente a mí.

—¿Tú también? —no me hacía falta mirar para saber quién era.

James.

Me abrazó en silencio acurrucándome contra él como cuando era una cría.

—¡No! ¡No me toques! ¡Déjame! —sollocé.

—Yuna... lo siento... Yo no quería ésto —su voz sonaba tan sincera, tan
desgarrada y dolida.

—No...

—Pequeña...

—¡No! ¡Suelta! —me sacudí. —No te creo —mi voz era quebrada.

Suspiró pero siguió abrazándome, meciéndome y tapándome con una manta


suave y mullidita. Tenía tanto frío...

—No te hundas. No te rindas aún —me dijo.

Yo seguí llorando mientras me acunaba tarareando una especie de nana.

—Ayúdame James, ayúdame.

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—Lo haré —me dio un beso en la sien y me dejó tendiéndole algo a Kyla —
Guárdalo, ábrelo cuando estéis fuera. Ahí está la respuesta a vuestro
problema. Lo siento de verás. Se les ha ido de las manos.

Ella lo miró desconfiada pero asintió al notar que no había nada peligroso y
esperó a que saliera.

—Yuna, hija...

—¡Ni una palabra a él! Ni una palabra —murmuré, pronunciar su nombre era
demasiado terrible ahora.

—Yuna.

Me tapé los oídos. No quería oír, me acurruqué y cambié. Pude hacerlo por fin.
Era más fácil soportar el dolor como loba, dejar que la parte animal se
impusiera, que eliminase la parte racional, que borrase las emociones, los
recuerdos. Quizás así la droga iría más lenta... Me quedé insensible sobre la
manta. Reflexionando.

Lo único que tenía claro era que no iba a dejar que tocasen a ninguna chica y
ellos lo sabían. A mí no podían controlarme, ya no podían hacerme nada e
impediría que tocasen a cualquiera. O me mataban o no había nada que hacer,
a no ser que de verdad esa droga me dejase sin voluntad. Todo empezaba a
darme igual, a quedar insensible ¡Oh No! El tiempo se congeló para mí y el
corazón se me encogió. Todo mi ser dio un brinco al reconocer aquel aullido.
Wilk entró como un rayo y me arrastró con él, lejos de las demás.

—¡No! —gritaron todas.

—¡Suéltala maldito bastardo!

—Jasper... —lo llamé mentalmente. Wilk me abofeteó. Parecía haberme


quedado otra vez sin fuerza.

Permanecí en silencio, encogida, esperando... El ruido de la lucha era


ensordecedor, feroz. La puerta estalló, se acercaban, ganaban terreno,
avanzaban implacables. Distinguía sus potentes patas, sus gruñidos, su
energía. Creo que llegaron rápido junto a las chicas y las liberaron. Pronto
llegarían al nivel donde estaba Kyla con sus hijas. Wilk estaba preparado,
esperaba con deleite el momento en que saltase esa puerta y Jasper
irrumpiera como una ola impetuosa en la sala seguido de sus hombres. No
tuvo que esperar mucho...

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o primero que hizo Wilk fue ponerme delante de él como el cobarde

L que era. Me había puesto una cadena alrededor del cuello. Jasper se
detuvo en seco soltando un gruñido aterrador. Mis ojos encontraron
su mirada dorada y asentí. El miedo había desaparecido y la lucidez
iba regresando a mí a marchas forzadas abrasándome por dentro. En
completa sincronía yo me agazapé cuando él saltó. Sus fauces se cerraron
sobre el hombro de Miriam al esquivarlo Wilk. Yo rodé y lo arrastré conmigo al
no soltar éste la cadena y me abalancé sobre él. Jasper se encaró con Binx y yo
seguí enzarzada en una pelea lobuna con Wilk. El resto de los chicos ya se
encargaban de los demás. Sólo quedábamos Wilk y yo. Jasper se acercó con el
morro retraído, gruñendo agresivo y con los colmillos relucientes. Yo me giré
cara a él y le gruñí contundentemente. Fue una orden, líder a líder, Wilk era
mío. Alrededor nuestro, se había formado un círculo, estaban todos al
completo mirando la pelea.

El macho era más fuerte y pesado pero yo era más ágil y rápida. Tenía que
aprovecharlo, él se cansaría antes también. Gemí cuando tiró de la cadena con
la pata pero me zafé de sus dientes recibiendo una coz en el costado. Salté, los
dientes restallaban, él tenía experiencia en esas lides. Yo no. Acabé bajo su
peso pero calculó mal la posición y vi la oportunidad. Me sacudí y giré el
cuerpo hacia arriba. Giré el cuello, su yugular estaba ahí así que clavé con saña
los dientes en la blanda superficie expuesta. Oí el crujido, la piel se rasgó, el
pelo erizado se ensangrentó, la presión cedió y pude levantarme sacudiendo
su cuello. No paré hasta que Jasper se acercó a mí dándome un toquecito
suave con el morro.

—Ya esta Yuna, ya ha acabado. Si sigues le mataras —me dijo mentalmente.

Solté un quejido, un gemido lastimero y solté la presa dejando que el cuerpo


cayera al suelo. ¡No quería matarlo! Aullé amargamente aún consumida por la
furia. ¡No quería ser una asesina como él! Aquello me perseguiría toda la vida,
me atormentaría... No podría vivir con ese peso encima. Era el lobo, era el
depredador... Fue defensa sí, pero no quería quitar una vida, teníamos
capacidad de decidir sobre nuestros actos. Encerrarlo no serviría, Wilk apenas

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podía respirar. Estaba medio muerto... ¿Por qué? Él era mi hermanastro. ¡Dios!
Me dejé caer sobre su costado sollozando.

—Sacadla de aquí —ordenó él y dos lobos igual de enormes me escoltaron


haciéndome mover al empujarme con el morro. Por el olor deduje que eran
Dennis y Connor. Bajé la cola y la dejé caer lacia.

Cuando Jasper salió del búnquer seguido de los demás lo hizo como hombre.
Nosotros tres al salir fuera también habíamos cambiado. Dennis me había
envuelto en un trozo de tela. Temblaba. Me levanté al verle. Dudé entre correr
y enterrarme entre sus brazos y esperar. Volvía a estar llorando sin darme
cuenta. Restos de sangre manchaban su piel, me alarmé. Sus rasguños
sanarían enseguida pero aún así...

—Todos quietecitos —esa voz... me giré automáticamente hacia ella.

—Del Fuego —le miré y observé alrededor. Parecía que todo un ejército nos
estaba apuntando. —Basta ya, ya vale ¿Qué le hemos hecho nosotros? Somos
personas igual que usted. Tenemos sentimientos, sueños ¿Acaso no somos
más humanos nosotros? Nosotros no le volvemos la espalda a nuestra familia.
¿Por qué no ve que es una locura? ¿Por qué no aprendemos de la historia?
¿Qué quiere? ¿Otro genocidio? Ya basta. Déjenos vivir nuestra vida. No
hacemos mal a nadie. Nadie puede ser igual a otro ser. Si existimos es por
algo, al igual que usted. No nos obligue a defendernos... Todos sabemos cómo
acabará. Estoy harta de luchar por estupideces. No creo que todos esos
hombres quieran morir... Tienen miedo como nosotros y solo quieren volver a
sus casas con sus mujeres e hijos y abrazarlos... Él sonrió amargamente y
pateó una piedrecita mirando el suelo pedregoso. Los más cercanos bajaron
un poco las armas.

—Me temo que voy a tener que rendirme a la evidencia, tienes razón.

—¡¿Qué?! —parpadeé confusa. —Entonces, no entiendo...

—He necesitado casi toda una vida para que al final una niña me muestre la
verdad. Descubrimos lo que pretendían. No era yo el que estaba llevando el
laboratorio. Eso fue una lacra para mi familia, varias generaciones han jugado
a ser dioses, tanto que hemos olvidado lo verdaderamente importante.

Me horroricé.

—Cool.

—Grave error mío —bajó la cara para que no viera las lágrimas. —Me di cuenta
tarde de que estaba actuando suplantándome. Al principio su plan era

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borraros del mapa, luego te conoció a ti. Quería curarte de tu enfermedad.


Pero tú le rechazaste. Buscó en los archivos y empezó a hablar de ejércitos y
mejoras, hasta de ser uno de los vuestros. Lo lamento. Mi familia no se
entrometerá más, el laboratorio será destruido, lo que no puedo prometer es
que no aparezca más gente así. La batalla final no se librará hoy aquí me temo
—hizo un gesto con la mano y me dio la espalda. Los hombres bajaron las
armas y empezaron a retirarse a la vez que dos policías militares arrastraban
a Cool que gritaba en busca de la ayuda de su papá.

Dennis se relajó y suspiró, me estrechó con un brazo desde atrás y me plantó


un beso en la frente.

—Gracias, gracias Yuna... Nos acabas de salvar el pellejo a todos. No sé lo que


has hecho pero le has cambiado de opinión, venía dispuesto a aplastarnos.

—No cantes victoria Dennis, esto es sólo un aplazamiento. Miente, sólo sabe
que hoy no podría ganar, no aún.

—Entonces... —gruñó y se puso en posición de ataque, yo le detuve.

—Hoy no Dennis, hoy no. Ya se ha vertido suficiente sangre —suspiré pero él


se puso muy rígido de nuevo y oí el ronco y profundo gruñido de Jasper.

Me volví a tiempo para ver a Miriam y dos hombres, sentí una fuerte vibración
que salía de ellos.

—No será tuyo. Ese puesto debería ser para mí —gruñó ella con odio.

La magia vibró a su alrededor enredándole el pelo...

—No volverás a hacer daño a nadie, Miriam. Tú ya no puedes herirme. Deja a


mi familia en paz —gruñí sintiendo un centelleo en mis ojos. Esa maldita bruja
no iba a arrebatarme ahora lo que más quería en el mundo, ni hablar, ni ella ni
nadie. Ya estaba harta. Ese era mi lugar, lo sabía.

Dos hombres de Del Fuego dispararon. Las balas se acercaban cortando el aire
con su silbido característico. Vi salir el hechizo y el rayo de los tres lobos,
incluida Miriam. Salté al frente y puse los brazos en cruz protegiendo a Jasper
y a todos ellos sintiendo el crepitar de mi propia energía alrededor, un
remolino de aire furioso revolvió mis cabellos. Extendí bien los brazos,
recordando algo que había pasado en el apartamento de James. Tenía que
hacerlo. Mis instintos sabían lo que debían hacer. Apreté los puños y extendí
las palmas sintiendo expandirse el poder concentrado en ellos. El rayo ya
estaba ahí envuelto en la venosa magia de Miriam. Los ataques parecieron
chocar contra una especie de pantalla, atraídos hacia mí como un imán.

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Reaccionaron tal y como lo harían unos misiles programados para seguir a su


objetivo. El impacto contra mi escudo protector fue colosal. Era casi un
descarrilamiento de dos trenes de mercancías. Sentí cada uno de los ataques
en mi piel, la afilada aguja de un dardo me alcanzó. Dolió, dolió horrores pero
me mordí la lengua y extendí la mano en su dirección. Todos los hechizos se
volvieron contra ellos. Oí el estridente chillido de Miriam, esta vez sí que no se
levantarían. Todas las miradas se centraron en mí. Permanecí quieta en el
mismo lugar y levanté la cabeza orgullosa con la mirada fija en el padre de
Cool. El aire meció mis cabellos arremolinándose a mí alrededor, agazapado,
esperando mi orden. Sentía todos los elementos pulsando en mi interior,
fuego, aire, agua, tierra y espíritu. Las cartas ya estaban echadas.

Del Fuego sostuvo unos instantes mi intensa mirada y asintió desapareciendo


por fin bajo una nube de polvo y ruido.

El clan me miraba como si resplandeciese y yo suspiré aliviada con una


sonrisa maliciosa y me dejé caer de rodillas al suelo. Jasper se acercó hasta mí
arrodillándose enfrente y me sacó la maldita cadena del cuello de un tirón. Me
cogió de las manos y me levantó en vilo. Nos miramos y me acurruqué contra
su pecho con una sonrisa mientras él me envolvía entre sus brazos cálidos,
fuertes, me sentí tan bien y a salvo.

—Lo siento. Siento no haber podido llegar antes —susurró besándome una y
otra vez con delirio mientas acariciaba mi espalda desnuda.

—Estas aquí, estas aquí —repetí cuando me dejaba en el suelo.

Me abrazó más fuerte, estaba llorando una vez más. Me puse de puntillas y
entrelacé mis manos tras su cuello y me fundí entre sus labios de terciopelo.
No había nada más que él y yo. Nosotros. Me soltó apartándome sólo un
poquito y vi como todos ellos se abrazaban. Tras el reencuentro observé a
Thya. Estaba muy quieta a un lado, apartada de sus hermanas y hermanos.
Lloraba, la vi tan frágil por primera vez. Me solté de la mano de Jasper y me
acerqué a ella. Me miró mordiéndose el labio para ocultar el temblor del
sollozo. La abracé con fuerza y ella rompió esa fachada y se desahogó.

—Lo siento, lo siento, no puede ayudarte, lo siento...

—No paso nada, ya está.

—¡No! Lo hiciste tú sola... Nos protegiste a todas, eres tan fuerte... Yo no


hubiera podido... ¡Oh Yuna! Lo que podía haber pasado... lo que te hizo...

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—Ya pasó —le cogí la cara. Ella aún sollozaba intentando contener un hipido
—Estamos bien que es lo que importa —le froté la espalda afectuosamente,
reconfortándola.

—Yuna... —me abrazó y yo la estreché.

Ella sonrió y yo volví junto a Jasper tras haber abrazado a Greizy que no me
soltó hasta asegurarse de que estaba bien y de darme las gracias.

—¿Y James? —miré a Kyla que negó con la cabeza.

—Nos ayudó —Jasper me levantó la cara por la barbilla. Las lágrimas brillaron
un instante tras mis ojos y luego me mordí el labio levantando la cara. Asentí y
dejé que me llevasen a casa.

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sos últimos días habían sido un infierno. La culpa aún seguía ahí,

E como un latigazo. Toda la batalla había sido lo de menos, tantas


otras habíamos luchado y lucharíamos pero escuchar lo que pasó
ahí dentro... Esa siempre sería una carga que llevaría encima, ese
dolor nunca desaparecería. Mamá nos había reunido a todos mientras Yuna
dormía y nos lo había contado.

—Nos pidió que no te dijéramos nada Jasper. Tanto por ella misma, cómo
porque te conoce y sabe que te culparás...

Me hundí en el sofá, me sentí engullido por la tela. Rabia, ira, furia,


impotencia, dolor, eran muchas las emociones que sentía, pero era imposible
expresarlas todas. Hubiera despedazado otra vez a esos pero lo que
importaba es que al final no consiguieron tocarla y estábamos a salvo.

—James me dio ésto —me mostró un papel Kyla. —Sé lo que ocurre. Algo
cambió en la materia de los planos debilitando la magia de nuestra diosa y la
de la Luna dejando la nuestra atada. Por eso nosotras nos estamos
marchitando, la magia de ella es más fuerte en nosotras. Yuna puede romper
el bloqueo.

—Pero su poder está atado por eso mismo —la miré exasperado.

—Escucha, aunque logre romper el encantamiento no garantiza que vayan a


haber más chicas, pero restaurará el equilibrio. La tierra, las mareas, la nieve
tan intensa es por el ciclo alterado. Pero queda una cuestión...

—Madre, no has respondido a la primera.

—Jasper, con un poquito de ayuda tuya su poder quedará libre. Pero eso va
ligado al «otro» tema. Tiene que aceptarse y aceptarte.

Me llevé las manos a la cara y a las sienes. Yuna era muy cabezota. No iba a
ceder, no cambiaría de opinión. Mi amor por ella parecía condenado a ser un
imposible. Aunque me quisiera ella no podía hacer esto y yo no quería

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retenerla si no era feliz, si no lo quería. Lo tenía asumido, prefería sufrir yo. Yo


podría soportarlo, podía vagar, tenía una familia, un clan al que guiar...

Me desperté desconcertada, me sentí terriblemente perdida, ansiosa, había un


vacío inmenso en mi pecho, me faltaba algo. No podía respirar, lloraba otra
vez, estaba harta de tanta lágrima, me sentí sola...

—¡Jasper! —empecé a llamarle desesperada.

Me sentía alejada de él, como si se hubiera roto ese lazo que tan
estrechamente nos había unido. Me sentí morir, necesitaba ver su cara, sus
ojos dorados, sentir sus besos... Estaba vacía sin él, sola, perdida... Y era mí
sol, mi vida... ya no podía seguir sola. Le quería a él, quería a la familia, quería
la unidad, quería el clan. Necesitaba eso, era parle de mí, era lodo. Siempre
había estado ahí pero había huido. Ya no podía darle la espalda una vez
conocida la felicidad, el dolor ya no importaba, el pasado tampoco. No
existiría un mañana si no estaba con él. Éramos una sola pieza. Ya no tenía
miedo, tenía un apoyo en ellos, tenía amor. Basta de huir, basta de miedo,
basta de soledad, pero no le sentía. No le sentía y le buscaba, se había rendido,
había renunciado ¡No!

—¡Jasper!

Corrí escaleras abajo. Él ya estaba a mitad de camino, me lancé de un salto a


sus bazos, él me abrazó cogiéndome en el aire y empecé a llorar besándole
casi hasta quedarme sin aire.

—¡Eh! ¿Qué pasa? —me alzó la barbilla con un dedo mirándome con esos ojos
dorados y ardientes. Mi pulso se disparó, su sonrisa traviesa ocupó su cara de
ángel. Sus brazos me estrechaban.

—¡No vuelvas a hacerlo! ¡Nunca! ¡¿Me has oído?! —jadeé aún asustada. —Creí
que te había perdido... No podía encontrarte, ni sentirte... ¡Fue horrible!

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Todos nos miraban desde debajo de las escaleras pero no me importaba.

—No he ido a ninguna parte —me apartó el pelo.

—¡Mentira! Me estabas dejando ir... ¡¿por qué?! ¡¿Qué ha cambiado?! ¡¿Qué he


hecho?! Es por ¿ya te has cansado de mis desplantes, no? ¡Ves! Si es que soy
idiota, siempre lo estropeo todo...

Él me miró desconcertado, intentando no reír y me besó haciéndome callar.


Aun así seguía teniendo aquel nudo en la garganta, esa opresión en el pecho...

—Yuna ¿Cómo iba a dejar de quererte?

Sollocé sintiéndome idiota.

—¡No me mires así! —le golpeé con suavidad el pecho. Él me cogió la cara para
que le mirase. —¡No! Deja, soy un desastre.

—No lo eres —sonrió de un modo radiante. —Yuna... —suspiró pronunciando


mi nombre de un modo delicioso.

Me lancé sobre él otra ve2 entrelazando los brazos en su cuello.

—¿Qué te pasa?

—No te vayas... No me dejes... ahora no, por favor. Lo merecería pero... —sus
brazos me apretaron más contra él. —Te quiero, te quiero más que a nada
Jasper. Eres el aire que respiro, eres... todo. No puedo evitarlo, ya no puedo
más. Estar sin ti me duele, me mata no tenerte cerca. Te amo —susurré
atropelladamente en su oído. —Quiero esto, lo quiero de verdad...

Me levantó entre sus brazos con facilidad y me besó con una pasión
arrolladora. Desesperada se lo devolví, luchado por contener mis deseos de
que me poseyese ahí mismo. Su pecho emitió ese sonido sordo y ronco. Me
afianzó bien y me llevó a la habitación. Me amó como ninguna otra vez hasta
entonces, fue distinto, especial.

Me acomodé sobre su pecho y le miré. Resplandecía. Era feliz...al cien por cien.

—¿Estás segura de verdad Yuna?

—Sí. Totalmente —sonreí.

—¿Y qué hay de eso de...?

—Bueno, todo se andará. Si ha de ser, ya no me da tanta grima la idea. Pero


nunca he creído que yo pudiera ser capaz, no tengo instinto o eso creía...

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—Sin prisa, estoy muy bien así. Solos tu y yo... Hay muchos años por delante.

—Eso me gusta —le besé.

—Entonces ¿Quieres ser mi mujer, Yuna? —me miró intensamente.

No tuve ni que pensarlo siquiera, sabía la respuesta, la sentía, cada parte de mi


ser la gritaba.

—Sí, quiero.

Él rió besándome a la vez que rodaba sobre mí para volver a empezar donde lo
dejamos. Luego como salido de la nada me colocó un precioso anillo en el
dedo.

Las caras de la Luna


Leila Milà

ajamos al salón al poco, pues Jasper tenía asuntos que atender y más

B teniendo en cuenta que aún estaban ahí el resto de clanes. Me vestí


con un vestido adecuado para la ocasión y me peiné bajando con él.
Le dejé con los chicos y me reuní con las chicas. No entendía como
cabía tanta gente en esa casa...

—¿Cómo estáis? —le pregunté a Elle mientras echaba una mano a Kyla con el
café.

—Bien pero ¿Y tú?

—Estoy bien, tranquila —sonreí.

—Así que tú eres la chica de Jasper —se levantó una mujer. —Deja que te vea
querida. Soy Freya.

Miré a Kyla y ésta asintió. Dejé la cafetera y me acerqué dejando que me


cogiera las manos. Era normal que desconfiase. Mi primera experiencia con
lobas que no fueran ellas no había sido muy buena...

—Vaya —sonrió. —Eres un cielo. ¿Qué crees Yasraena? —miró a otra mujer.

Esas debían ser las más mayores de todas las que estábamos ahí.

—Es la elegida sin duda, pero eso ya lo vimos.

—Kyla... ¿Qué hay del «resto»? —la miró Freya.

—Eso no es asunto mío creo yo...

—Entiendo.

Yo miré a todo el mundo y suspiré acercándome hasta el teléfono. Encargué


un buen catering para todo el mundo. Greizy estaba mirándome desde hacía
un buen rato.

—¡Yuna! ¿Cuándo pensabas decírnoslo? —sonrió.

Las caras de la Luna


Leila Milà

—¿Qué? —la miré descolocada. Ella señaló el anillo. El anillo de su abuela —


Ah... esto —se me escapó esa sonrisilla delatora.

—¡Yuna! —se acercaron Elle y Thya.

—Vais a desgastarme el nombre —bromeé.

—¡Oh! ¡Me alegro tanto! —me abrazó Elle. Yo volví a ponerme roja y sonreí.

—Yuna, chicas... ¿Podéis venir un momento por favor? —asomó por la puerta
Jasper haciendo acallar el griterío.

Nosotras lo seguimos hasta la enorme sala de reuniones. Jasper se dirigió a la


audiencia y yo le miré desde el fondo de la sala. No podía apartar la vista de él.
Realmente estaba hecho para ese lugar. Estaba imponente, casi parecía brillar.
Entonces empecé a pensar si realmente había pensado dónde me había
metido, lo que comportaba estar con él. ¿Podría yo estar a la altura? Yo
¿Liderando a su lado? ¿Sería capaz? ¿Podría? No sé si podría hacerlo pero
quería intentarlo e intentaría hacerlo lo mejor que pudiera. No era cuestión de
modestia. La verdad, estaba aterrada pero no me importaba mientras
estuviera con todos ellos. Ya no podía volver a vagar sola por el mundo. El
poder del lobo era el grupo, su unidad, el sentimiento de grupo. Pensar como
uno solo, no sólo eran individuos. Juntos eran una fuerza organizada, eficaz y
temible. Cada uno tenía su sitio y era querido y respetado. ¿No eran ellos más
humanos que los que se hacían llamar así? Nosotros éramos ambas partes y
parecíamos ocupar un lugar de difícil equilibrio, pero era nuestro y nos
gustaba. Sentir la tierra bajo las patas, sentir el aire helado bajo el pelaje...

Jasper me sonrió fugazmente y cuando terminó me hizo un gesto para que me


acercara. Todos se giraron hacia mí. Mi primer impulso fue bajar la cabeza
pero no lo hice. Mantuve la postura erguida y bajé hasta el estrado sabiendo
que el rubor teñía ligeramente mis mejillas.

—Quiero presentaros a todos formalmente a Yuna, mi prometida.

Las caras de la Luna


Leila Milà

l pulso se me aceleró al oír aquella palabra de sus labios. Días atrás

E me hubiera echado a correr pero ahora me gustó. Le devolví la


sonrisa cuando entrelazó su mano con la mía. Luego me adelantó
hacia el sitio que él había ocupado.

—Yo sé de lo que es capaz y de que es la mejor para esto. Vosotros mismos lo


visteis. Pero he de seguir las normas... —me soltó con suavidad.

Miré a todos los lobos que allí había e inspiré. Una sensación cálida me
envolvió el corazón y yo simplemente me dejé llevar por fin.

—Esto, yo... Supongo que todos sabréis que hasta hace unas semanas no tenía
ni idea de todo esto. Es más, para ser sincera, me aterraba la idea de unirme a
alguien o algo. Sólo iba viviendo sin atarme a nada para, no sé, no tener que
involucrarme o sufrir. No estoy muy segura, es un tema un poco complicado
pero estoy aquí y me someteré a las pruebas que creías oportunas. Sé que ésto
es algo serio y que o te comprometes o no sirve. Sé lo que significa, no hay
vuelta atrás. Entiendo lo importante que es para vosotros. Antes veía a Jasper
hablaros y no podría haceros entender lo que me hizo sentir con palabras
pero sí lo puedo compartir como una más de vosotros. Aún desconozco
muchas cosas, pero aprendo rápido. Ellos fueron testigos de mi... cambio y os
aseguro que me consideraba y considero muy normal. Creía que era una
humana del montón. —sonreí divertida. —Me pongo en vuestras manos. Me
expongo a vuestro sabio juicio. Yo no sé, si realmente estoy preparada o si
sirvo para esto. Ni siquiera sé si lo haré bien, pero sí puedo decir que intentaré
hacerlo lo mejor que pueda. Me entregaré a ello en cuerpo y alma, y espero no
defraudar a nadie y poder superar lo que me tengáis preparado. Soy un poco
malcarada y no soy la típica chica obediente que se queda a un lado, pero soy
así. Siempre he sido independiente y he luchado mis batallas por mí misma.
Ésto no ha acabado aún y me gustaría ayudaros. Quedan muchas batallas que
librar y además está este chico que me ha vuelto loca —bromeé. —En fin... ya
lo he dicho. —Acabé y tras echar un vistazo a los presentes, busqué a Jasper
que me tendió la mano con una amplia sonrisa.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Suspiré aún nerviosa y sentí que me había quitado un peso de encima. El pulso
empezó a recuperar su ritmo normal y Jasper me besó orgulloso con esa
sonrisilla suya. Víctor asintió y Terence me guiñó el ojo levantando el pulgar.
Medio sonreí y me quedé a un lado.

—Yuna —me cogió las manos Kyla. —Tienes que hacer lo que te expliqué.

—Lo intentaré —suspiré y volví a colocarme en el centro.

Levanté la vista al techo acristalado. Las nubes cubrían un cielo gris, Kyla me
explicó que yo era especial. Llevaba la marca de su Diosa. Tenía un don, era
poderosa. En fin, que poseía la magia antigua de la luna. Mi padre, por lo que
se ve, también me había dejado su herencia...

Me dijo que pesaba una barrera sobre el influjo lunar. Eso afectaba tanto al
nacimiento de mujeres-lobo cómo al ciclo de la tierra y el mar y que sólo yo
podía restablecerlo.

No sabía cómo iba a hacerlo. Es cierto que me sentía distinta, que notaba la
luna sobre mi piel y la energía que fluía en todo pero aún no acaba de asumir
que yo fuera su salvadora. La doncella de la luna que mencionaban todas sus
leyendas. Una especie de diosa capaz de hacer cosas increíbles. Tampoco
habíamos tenido tiempo para mucho, pero tenía la marca y había hecho
aquello contra Miriam y esos patéticos hechiceros. Suspiré y miré a Jasper.

—Puedes hacerlo, confía en ti —me dijo sin palabras. —Te quiero.

Yo asentí y volví a mirar el cielo. Lo haría por todos ellos y por mí. Cerré los
ojos y me concentré en mis instintos. Sentí esa corriente de energía fluyendo
por el centro de la tierra y levanté los brazos. Algo se expandió dentro de mí,
estalló como una estrella en el universo. Oí la llamada, algo inexplicable. De
mis labios salieron las palabras de una antigua invocación que siempre había
estado encerrada dentro de mí, la entoné con fluidez. Sentí una extraña
calidez que me envolvía. Abrí los ojos y vi como un haz plateado me bañaba.
En lo alto del cielo nocturno brillaba una inmensa luna llena, plateada como lo
eran ahora mismo mis ojos ya que los veía reflejados. Estiré el cuello, afiancé
las patas delanteras dejándolas bien estiradas y apoyé los cuartos traseros en
la madera. Me había transformado, la llamada del instinto no podía hacerse
esperar. Creo que todos pudimos sentir aquella fuerza, aquel poder ancestral.
Aullé alzando el morro hacia aquel astro plateado.

A mi voz se unió la de Jasper, sentado a mi lado y luego la del resto de los


miembros del clan. Cada una de las voces me decían: Bienvenida a casa Yuna,
te echábamos de menos.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Las caras de la Luna


Leila Milà

La Saga continúa…

Avance especial.

«T erence miró su propio reflejo en el cristal del barato y dio otro trago
más de su cerveza apoyando el botellín en la mesa. La llegada de
Yuna hacía ya casi un año había despertado recuerdos que creía
tener olvidados a la fuerza y bajo llave. Cansado, se frotó los ojos y
apretó los dientes harto de ese dolor. Ni siquiera era capaz de soportar su
propia imagen así que se levantó algo desequilibrado a causa de los efluvios
del alcohol que inundaban sus venas y sopesó qué hacer.

Quería poder ahogar ese sufrimiento lo más hondo posible. Olvidarlo, dejar de
sufrir y de estar asqueado y enfadado por todo. Y lo peor era que había
mentido a su hermano. Lo había hecho porque nadie más que él sabía la
verdad. La realidad de su cruda historia, de su tristeza y tampoco quería
contarla ni preocupar más a Jasper. Éste ya tenía suficiente sobre sus
hombros. Por suerte, lo suyo había acabado bien y se alegraba de su felicidad
más que nadie, pero no podía soportar ver cada día como él tenia todo lo que
podía desear. Se enorgullecía de ellos pero ver sus arrumacos abría esa herida
sangrante cada vez un poco más. No podía seguir allí por el bien de todos pero
tampoco podía irse. No cuando había un grupo de locos acechando para
exterminarlos o usarlos como perros de caza. Debía proteger a los suyos y no
permitiría que tocaran a la marcada de su hermano por nada en el mundo.
Antes vendería cara su piel. Mejor morir luchando que lamentándose en un
rincón. El lobo de Jasper era el más fiero de todos pero él, a diferencia de su
hermano pequeño, no tenía el autocontrol que tenía el alfa. Eso lo convertía en
alguien letal, inestable y peligroso porque la furia de su bestia interior no
tenía problema en salir a la superficie.

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Leila Milà

Aquello le era muy útil, la verdad. De esa manera, nadie se acercaba a


importunarlo y nunca lo molestaban lo más mínimo.

Alcanzó la puerta y salió a la calle. Diluviaba y el agua enseguida lo empapó.


Las llaves le resbalaron de las manos y se agachó a recogerlas. Al levantarse se
llevó un buen golpe en la cabeza con algo contundente.

—¡Lo siento, perdona! ¿Te he hecho daño? —le preguntó una voz de mujer, era
una voz suave y delicada.

Quizás la más delicada y sexy que jamás había escuchado y que parecía
enredarse entre sus venas gravándose en su mente a fuego, haciendo a su
polla palpitar.

Continuará...

Las caras de la Luna


Leila Milà

Aquí os traigo una sorpresa más que jugosa, ni más ni menos un relato de
Olga Salar, la escritora de Melodía Inmortal, que participo en el reto de la Saga
Lobo con este fantástico relato que a mí, me cautivó y con el que nos honra.

Le deseo mucha suerte con su obra, que es espléndida, desde luego todo un
sueño más que merecido

Podéis consultar sus blogs en:

MELODÍA INMORTAL: http//melodiainmortal.bloqspot.com

o en el BLOC DE LA AUTORA: http://www.olqasalar.com/

Así que aquí os lo dejo para que lo disfrutéis:

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Leila Milà

orro tan deprisa que noto mi pulso en la garganta y en las sienes.

C Martilleante y acelerado, como el tic tac de un reloj que marca el


tiempo que llevo corriendo.

Puedo notar las gotas de sudor resbalando por mi frente y deslizándose casi
en mis ojos, pero no tengo tiempo para apartarlas de un manotazo. Sigo
corriendo con los brazos flexionados para impulsarme en mi desesperada
carrera.

Sé que él está cerca. Noto su presencia a pesar de que corre tan sigilosamente
que podría estar detrás de mí y yo no me daría cuenta hasta quedar atrapada
por sus garras.

Llevo tanto rato corriendo que empiezo a notar el cansancio, pero tengo que
llegar a cubierto antes que me alcance o desaparezca la poca luz que se cuela
entre los tupidos árboles que voy sorteando.

Mi respiración es cada vez más entrecortada y siento mis extremidades más y


más pesadas... Me desplomo como una piedra contra el húmedo y frío suelo
del bosque y, al poner las manos para evitar darme de bruces, me las araño y
siento el escozor punzante de las heridas en las palmas.

¡Mierda! Sé que el olor a sangre dispara sus sentidos y hace que le resulte aún
más fácil encontrarme. Me restriego las manos en los pantalones e intento
levantarme. Un aullido me anuncia que está cerca y yo estoy tan agotada que
no tengo fuerzas para volver a correr, así que busco un lugar en el que
esconderme. A veinte pasos hay un espacio lo suficientemente agreste como
para que, con un poco de suerte, pase de largo y no me vea.

Cuando consigo llegar, me dejo caer sobre la hierba y extiendo los brazos y las
piernas, intentando estirar los músculos que siento agarrotados por el
esfuerzo.

Me incorporo cuando escucho un crujido a mi derecha, alguien ha pisado una


ramita seca que se ha quebrado por el peso, sé que está jugando conmigo.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Quiere que sepa que está ahí, no es un error de cálculo, sino algo premeditado.
No me da tiempo a ponerme en pie cuando veo una figura oculta entre las
sombras. Mi corazón se dispara nuevamente aunque esta vez no tiene nada
que ver con el esfuerzo físico.

Da un paso hacia delante y sale de las sombras. Noto su mirada clavada en


mí...

—¡Te pillé! —dice en un susurro.

No me muevo, quiero que llegue hasta donde me encuentro. He perdido, pero


no estoy dispuesta a ponérselo fácil.

—¿Qué quieres? —preguntó con la voz temblorosa.

—Ya lo sabes.

—Pues ven a por ello —le exijo alzando la barbilla.

—¡Dalo por hecho!

En dos zancadas se me planta delante y se abalanza sobre mí. Sus fuertes


brazos rodean mi cintura y sé que tiene la fuerza suficiente como para
quebrarme, pero también sé que nunca lo hará. Soy la única capaz de domar a
su bestia.

Su lobo se vuelve un corderito bajo mis caricias.

Su boca me devora con tanta fiereza como lo hace la mía.

—¿Estás bien? —pregunta sobre mi oreja. Noto el cálido aliento que escapa de
su boca entreabierta.

—Sí. —contesto al tiempo que me aprieto más contra él. El calor que
desprende su cuerpo desnudo hace que me moleste la ropa que me cubre. Me
alegro que se haya transformado antes de atraparme, no porque le tema, sino
porque puedo disfrutar de la visión de su cuerpo. Aunque en este momento lo
que menos quiero es mirar...

Noto como sus manos recorren mi espalda y siento el tirón con el que
desgarra mi sujetador deportivo. Nunca tiene la suficiente paciencia como
para intentar desabrocharlo, sólo se limita a romperlo, y aunque sé que
después estaré molesta, en este momento no me importa, porque deseo que
recorra con sus labios mis senos y el sujetador es un impedimento.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Con delicadeza, con apenas un roce, bajo la mano hasta su estómago y voy
bajando lentamente. Noto su gruñido en mi boca y sigo torturándolo cada vez
más despacio, cada vez más abajo.

Siento su peso sobre mí cuando nos tumbamos sobre la hierba. Apenas puedo
respirar de cuánto lo deseo y sé que él siente lo mismo porque le tiemblan las
manos cuando me aparta un mechón de cabello de los ojos.

—No te detengas. —le pido en cuanto consigo encontrar mi voz.

Baja la cabeza y la hunde en mi cuello. Noto como arrastra sus dientes afilados
por detrás de mi oreja, la sensación es tan placentera que se me nubla la
mirada y no veo más que manchas oscuras.

Intento ahogar mis gemidos a pesar de que sé que nadie más que él puede
escucharlos y echo la cabeza hacia atrás para dejarle el cuello al descubierto.

Cuidadosamente se acopla entre mis piernas y siento el calor de sus caderas


en mis muslos.

Sé que voy a morir lentamente cuando se introduce con cuidado en mí. Jamás
conseguiré acostúmbrame a sentirlo mío, comienza a moverse y me acompaso
a él.

Dejo de pensar y sólo siento.

—¿Repetimos mañana? —me pregunta con una sonrisa picara en los labios
mientras estamos tumbados sobre la hierba, incapaces de movernos.

—¿Podemos evitarnos la carrera? —pregunto esperanzada.

—Sólo si me prometes que lo demás va a seguir igual —dice al tiempo que me


mordisquea un pezón.

—¡Te lo prometo! —respondo con un hilillo de voz. Nuevamente vuelvo a ser


incapaz de pensar.

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Leila Milà

Yuna: Estatura 1,80, Pelo: Negro, Ojos: Verdes, Edad: 18


Sobre ella: Es una chica alegre y reservada, de fuerte carácter. Protectora,
dulce y con un sentido de la justicia, la moral y la supervivencia muy
arraigados en ella. Tiene dotes de líder nata pero esconde un terrible secreto
que ha marcado su vida en el terreno sentimental.

Es sincera, tenaz, cabezota, intuitiva, directa y posee un sentido del humor


algo cínico.

Jasper: Estatura: 1,90, Pelo: Negro y corto. Ojos: Dorados, Edad: 2S Raza:
Lobo, Clan: Lunitari

Sobre él: Es él sucesor de los Lunitari. Un lobo alfa honorable y respetado.

Cariñoso y protector. Es un tipo duro en apariencia pero se desvive por su


familia y el clan. Impone allá donde va y desprende sensualidad a raudales. Su
sonrisa picara y maliciosa es un arma de doble filo así como su aire de rebelde
indomable.

Es un hombre serio, leal y letal así como observador. Una vez ataca no hay
nada que hacer.

Terence: Estatura: 1,95 Pelo: Castaño oscuro, le llega hasta los pómulos
(se le forman rizos en el cogote), Ojos: Burdeos, Edad: 35, Raza: Lobo, Clan:
Lunitari

Sobre él: El mayor de los siete hermanos Lunitari es sin duda el más duro,
serio y reservado de todos. Se escuda en su mal humor y su estricta educación
marcial. Es borde y de poca paciencia. De afilado instinto este lobo dominante
no deja indiferente a nadie.

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Cuando se encoleriza sus ojos adquieren un tono rojo sangre o se vuelven


completamente negros. Pero en el fondo esconde un corazón que ha de ser
sanado y descubierto de nuevo.

Victor: Estatura: 1,89 Pelo: Negro. Ojos: Miel, Edad: 33, Raza: Lobo. Clan:
Lunitari

Sobre Él: Víctor es el comandante de las tropas familiares, duro, serio y con
una determinación de hierro. Es un buen rastreador e investigador. Además de
tener mano con la informática y la electrónica es un hombre reservado y
bastante casero. Cuando habla lo hace habiendo sopesado todas las opciones.

Es leal y su código de honor es inquebrantable. Buen luchador pese a que a


veces le pierde su orgullo y su instinto de proteger a sus hermanos ya que se
siente en la obligación de hacerlo, como uno de los mayores que es. Cuando
elige a una presa no la suelta hasta acabar con ella, con el enemigo no hay
clemencia posible. Para él sólo existe su deber para con el clan.

Thya: Estatura: 1,87 Pelo: Rubio, Ojos: Caramelo, Edad: 33, Raza: Lobo,
Clan: Lunitari

Sobre ella: Esta bella loba fría y arisca oculta una terrible herida en su corazón.
Nadie conoce su secreto pero sí como sobrelleva ese dolor y ése es su
hermano Terence. Reservada, dura y más bien borde con los demás es en
realidad una persona con mucha ternura que ofrecer.

Es una buena estratega y luchadora. Lo que desea más que nada en la vida es
poder recuperar lo que la vida le arrebató y formar una familia. Su reto:
aceptar que la culpa no puede seguir atormentándola y aprender que su
destino sigue adelante pese al dolor que ha de superar.

Elle: Estatura: 1,79 Pelo: Castaño, Ojos: Ámbar, Edad: 27, Raza: Lobo, Clan:
Lunitari

Sobre ella: Es la mejor amiga de Yuna dentro de la familia. Es elegante,


discreta y adicta a la moda. Tiene gusto y no soporta las injusticias. De

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carácter fuerte y orgulloso no se deja dominar por nada ni nadie. Elle es como
una amazona indomable llena de vida. Una belleza salvaje que desea ante todo
encontrar algún día a su pareja real.

Leal a los suyos y todo bondad para los justos y buenos. Se convertirá en toda
una guerrera frente a la maldad. Suave, frágil y cálida. Elle es todo un mundo
por descubrir bajo esa fachada de hermosa diva inalcanzable.

Greizy: Estatura: 1,76 Pelo: Castaño Claro, Ojos: Almendrados, Edad: 18,
Raza: Lobo, Clan: Lunitari

Sobre ella: La pequeña de los Lunitari siempre ha conquistado corazones. Su


carácter fuerte y decidido siempre le ha ayudado a conseguir todo lo que
deseaba y que sus hermanos y padres bailasen a su son. Seria, inteligente y
sobretodo vital, Greizy es un volcán a punto de entrar en erupción.

Es severa y exigente pero sólo pide una cosa y es que la gente diga la verdad y
se muestre tal cual es. No soporta la falsedad ni la debilidad. Le gusta la acción
y ayudar a los demás. Es una persona generosa y sobretodo es alguien con un
corazón enorme que necesita encontrar su lugar. Tras el ataque de los Del
Fuego, Greizhy quedará marcada para siempre. Su ego sufrirá un revés al ver
la cara oscura de la vida y que quizás no es lo suficientemente dura ni fuerte
para seguir adelante sola y menos con lo que el destino le tiene preparado.

Connor y Dennis: Estatura: 1,79, Pelo: Castaño Claro, rubio oscuro.


Ojos: Castaños, cuando están en fase lobo uno los tiene anaranjados el otro
amarillentos. Edad: 29, Raza: Lobo, Clan: Lunitari

Sobre ellos: Estos gemelos aunque parecidos físicamente tienen


comportamientos totalmente opuestos. De todos modos, ambos son
vivarachos, alegres, les encanta bromear y estar de buen humor. Saben hacer
que todo el mundo se sienta a gusto estén donde estén pero a pesar de todo,
estos dos lobos son muy avispados y observadores.

Dennis es más callado que Connor, siempre suelen salir de juerga juntos y se
acoplan bien a la hora de luchar o practicar deporte. Este par aunque parezcan
no ser ninguna amenaza, esconden un letal animal en su interior, uno

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protector y duro. Unos lobos que necesitan de mano dura y muchas dosis de
cariño y humor.

Cool Del Fuego: Estatura: 1.72, Pelo: Negro, Ojos: Aguamarina, Edad:
22, Raza: Humana
Sobre él: Ambicioso, frío y cruel. Obstinando y poderoso siempre consigue lo
quiere sin importar los medios. Este ex amigo de Yuna sólo desea el poder y
hacerse con el control sobre los seres sobrenaturales.

Ambiciona su posición, su fuerza y sobre todo su poder. Primero pensó en


deshacerse de todos ellos, hallar una cura, pero luego viendo el potencial de
éstos decidió que hacer con todo ello y dominarlo sería lo mejor para la raza
humana. Cuando Yuna lo rechazó tomó la determinación de que tarde o
temprano ella sería suya ya que Yuna es el puntal de todo su operativo.

Heising Y Kyla:
Macho —»Estatura: 1.90, Pelo: Castaño, Ojos: Almendrado, Edad: 59, Raza:
Lobo, Clan: Lunitari

Hembra—» Estatura: 1.76, Pelo: Rubio rizado, Ojos: Miel, Edad: 52, Raza: Lobo,
Clan: Lunitari

Sobre ellos: Padres de los ocho hermanos protagonistas. Como manda la


tradición educaron a sus hijos inculcándoles los valores más preciados en el
clan: lealtad, honor, orgullo, amor, protección y justicia.

Líderes iniciales del clan Lunitari, ambos alfas fuertes y respetados. Cariñosos
y estrictos con sus hijos. Siempre están para ellos, ayudándoles y
apoyándoles. Son una pareja inseparable que se ama por encima de todo y que
antepone el bien común al individualismo.

Guerreros acérrimos unieron a la gran mayoría de clanes de la ciudad


instaurando un sistema basado en la confianza, el honor y la caballería.

Aunque hayan cedido las riendas a Jasper siguen siendo fuertes y siguen en
activo luchando por mantener a los suyos a salvo de cualquier amenaza.

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Leila Milà

Daphne: Mejor amiga humana de Yuna, Zac es su pareja.

Binx: Lobo de un clan rival de los Lunitari que quiere ver muerto a Jasper
para obtener el control de los clanes. Ambicioso y envidioso hará lo que sea
para fastidiar a Jasper y obtener el poder codiciando a Yuna por ser la
marcada de Jasper y la elegida de la Diosa.

Wilk: Hermanastro malvado de Yuna. Maltrató y abusó de ésta cuando era


pequeña con tal de condicionarla y poder controlarla algún día para hacerse
con el mundo. Su mayor defecto es la ambición, es cruel y agresivo. No tiene
escrúpulos y no se detiene ante nada. Manipulador y soberbio reaparecerá en
la vida de Yuna para atormentarla con los fantasmas que ella creía tener
olvidados.

James: Albacea y cuidador de Yuna y que en realidad es hermano de Wilk,


por tanto, también familiar de Yuna sin que ésta lo sepa. Atrapado entre dos
fuegos se verá obligado a tomar una decisión al borde de lo inevitable.

Miriam: Loba del clan Lunitari y máxima aspirante a convertirse en la


líder de éste junto a Jasper verá peligrar su puesto ante la aparición de Yuna,
verdadera pareja del lobo. Ambiciosa, astuta y despechada se aliará con el
enemigo para mantenerse en una posición privilegiada y así poder vengarse
de la humillación de haber sido desplazada por Yuna.

Brandon: Agente humano afín a los Lunitari.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Leila Milà nació en Barcelona el seis de


septiembre de 1980
Desde pequeña ha sido una gran amante de
la literatura gracias a las historias que le
contaba su abuela. Tiene una imaginación
desbordante que la lleva a soñar con todo
tipo de historias que siente la necesidad de
plasmar en letras. En sus inicios le gustaban
las narraciones de aventuras fantásticas con
algo de romance hasta que, descubrió el gran
mundo de la novela romántica y se enamoró
del genero gracias a Gena Showalter, cuyo
libro El Placer más oscuro, que adquirió en
un viaje a Asturias la metió de lleno en el
genero.
Lanzándola a escribir definitivamente sobre el mismo, a partir de un libro que,
la hizo crear: "algo que a ella le gustaría leer" naciendo así la Saga Lobo
(NOVELA AUTOPUBLICADA), pese a ya tener alguna que otra novela escrita.
Leila pasó su infancia y adolescencia en Badalona, hasta que en 2001 se
traslado a Les Franqueses del Vallès por amor, donde siguió con su pasión: La
escritura.
Admiradora de: Anne Rice, Katherine Neville, Lena Valenti, Noelia Amarillo,
Lorah Leigh, Larissa Ione y Nalini Sigh. Además de unas recién descubiertas
Karol Scandiu, Irene Comendador y Olga Salar.
Le encanta leer, dibujar y pasear por el bosque en compañía de su perro,
además de ser una melómana empedernida y enamorada de la luna.
Esta autora tiene un par de manías, cuando escribe no puede tener a nadie
mirando o tener una conversación ya que está inmersa de lleno en un proceso
creativo que la absorbe (en caso que se la moleste, le sale la vena Berserker y
ataca). La otra, es que siempre ha de escuchar música al levantarse, en caso
contrario, será mejor no acercarse a ella...
Aunque bien visto, siempre mira de ver el lado bueno de las cosas y tomarlo
con humor.

Las caras de la Luna


Leila Milà

Libros que conforman la saga.

EL LAMENTO DEL LOBO – SAGA LOBO 2


LA TENTACIÓN DEL LOBO - SAGA LOBO 3
UN NUEVO AMANECER - SAGA LOBO 4
LLAMADA DESDE EL INFIERNO - SAGA LOBO 5
PECADOS DE SANGRE - SAGA LOBO 6

Las caras de la Luna


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