Está en la página 1de 207

Viviendo con

los cullens

La tragedia
Alice pov
El día aun no había comenzado y ya deseaba ver el ocaso. Otro idéntico a
los tantos que vi en los últimos casi 70 años. Siempre era lo mismo, por muchas
veces que lo mirase, el sol no iba a dejar de caer por el horizonte; el crepúsculo
era inevitable.

Terminaba otro día más de mi inacabable existencia; ya no era vida, puesto


que emplear esa palabra en mí era algo vago. No vivía. No era como el resto de
las personas; no comía, no bebía, no dormía…mi corazón no latía; pero en ciertas
ocasiones lo sentía en el centro de mi pecho. Cualquiera diría que la vida
inmortal tenía todos los puntos a favor. Yo no. No odiaba ser quien era, pero a
veces la rutina era agotadora. Por suerte no estaba sola. Tenía a mi familia para
superar los momentos de tristeza y soledad.

Tenía a Jasper, mi compañero, mi amor, mi alma gemela.

Los primeros meses había sido bastante duros, él se alimentaba de


humanos sin tener remordimiento alguno, pero yo lo tenía. Odiaba tener que
sacrificar a inocentes por saciar mi sed. Fue entonces cuando los vi. Vi una vida
mejor que la que llevábamos. Vi felicidad. Los vi a ellos, los Cullen, una familia
que Vivian en una zona al sur de Forks, en el estado de Washington.

Jasper no se negó a ir en busca de ellos, sino que parecía tan entusiasmado


como yo. Menuda sorpresa nos llevamos al ver que ellos tenían un estilo de vida
bastante diferente al nuestro.

Pero era de mi agrado. La sangre de animal no saciaba la sed como la


humana, pero no dejaba lugar a la culpa, al remordimiento.

A Jasper le costó adaptarse, y todavía no lo ha hecho por completo, pero es


fuerte. Me enorgullece que sea así, aun sabiendo que lo hace por que me quiere
va en contra del monstruo que clamaba ser libre. Eso me bastaba.

Los últimos 40 años habían pasado rápidamente, mejor que si lo


hubiésemos pasado Jasper y yo por nuestra cuenta. Éramos una verdadera
familia, para los ojos del mundo y para nosotros mismos. Esme, la cual antes de
ser transformada había perdido a su pequeño bebé, era nuestra querida madre,
siempre cuidándonos y brindándonos el amor maternal que cualquiera habría
recibido en la vida anterior. Carlisle era un padre ejemplar, duro - la mayoría de
las veces - pero justo y que siempre velaba por nuestro bien. Mis hermanos,
Emmett y Rosalie, eran únicos y estaban hechos el uno para el otro, al igual que
Jasper y yo.

Y Edward. No sabría decir por que, pero a pesar de ser bastante años
mayor que yo, lo veía como a mi hermano menor. Quizás era el hecho de que
estaba solo, en una casa donde abundaban las parejas. Pero nunca le oí quejarse
ni hacer nada por revertir esa situación. O quizás era su peculiar forma de ser. Su
humor apacible, sus suaves y – muchas veces – fingidas sonrisas. Podía ver en
sus ojos que no se sentía completo, había una pieza del rompecabezas que estaba
perdida, o aun no existía. A él no parecía importarle, se auto convencía de que la
vida de vampiro era así; vacía, oscura, como el penetrante cielo de la noche. Pero
según él habían estrellas, pequeños puntos brillantes que daban algo de sentido a
su eterna existencia.

Riverside se había convertido en mi hogar. El clima era perfectamente


húmedo y espantoso como para permitirnos salir a la calle de día y mezclarnos
con la gente. Jasper aun tenía problemas para rodearse de humanos, por suerte
podía salir a salvo conmigo. Siempre velaría por su bien.

No faltaban días en que no me preguntara quién era y de dónde venia, y


por qué tenía aquel don que me había salvado tantas veces, por qué podía ver el
futuro. Mi único recuerdo, y vago, era haber despertado sola en una sala blanca,
siendo lo que soy. Me apoderé de la vida de la primer persona que me crucé, sin
importarme si era hombre o mujer, o incluso niño, ahora no recuerdo que fue,
pero me alimenté de aquella inocente vida. Todos los hicimos en un principio,
hasta que conocimos a Carlisle; él era nuestro apoyo, y por él, por miedo a
defraudarle, reprimíamos nuestros monstruosos deseos de beber sangre humana.

Escuché gritos y risas, me acerqué a la ventana. Otro día más de nieve.


Abajo, en el jardín –oculto de las miradas curiosas de cualquiera que se
aventurase a pasear por el bosque – Emmett, Jasper y Edward se divertían
lanzándose bolas de nieve a velocidades sobrehumanas. Rosalie no estaba allí, y
nunca lo haría. Estaba empeñada en mantenerse seca, en verse hermosa… ¡Como
si eso le costase demasiado trabajo! Ni aun cubierta de lodo dejaría de ser lo
hermosa que era.

-¡Se ven tan adorables! Parecen niños de seis años- Pensé. Edward me
escucharía, siempre lo hacía. Él era el único de la familia, además de mí y de
Jasper que tenía ciertos poderes. Podía escuchar los pensamientos de cualquiera,
hombre o vampiro. Un don casi tan útil como el mío. Y Jasper ejercía cierta
influencia anímica sobre la gente, si estaba en medio de un turba molesta de
gente, tenia dos opciones, o lograr apaciguar los ánimos, o todo lo contrario,
acrecentar la furia, hasta un punto critico.

Edward se detuvo y me miró sonriente. Realmente lo adoraba. Entonces


mis ojos se nublaron, y me di cuenta de que ya no estaba mirando a Edward.

Una mujer corría por el bosque esquivando todo obstáculo que pudiera
hacerle caer. Cualquiera correría con los brazos extendidos en medio de la
penumbra, pero ella no. Llevaba un bulto que cargaba apretado contra su pecho.
Entonces en la lejanía escuché gritos, acrecentando las lágrimas de la mujer.

Todo terminó tan rápido como sucedió. Cuando la visión desapareció, me


di cuenta de que seguía mirando al jardín, pero allí no había nadie. Entonces
escuché la voz de Jasper a mis espaldas.

-¿Alice? ¿Qué viste?- Negué con la cabeza, aun confundida ante la visión.
¿Qué se suponía que debía hacer? Obviamente no tenía una visión de alguien
cualquiera así por que si, a menos que nos viéramos involucrados. Algo grande
iba a ocurrir en nuestras vidas, y esa mujer tenía mucho que ver.

-Vi a una mujer…no muy lejos de aquí-

-¿Humana?- preguntó Jasper con un destello en sus ojos. Mi mirada se


tornó molesta. Sabía que no podía evitar sentirse atraído ante la inminente
llegada de lo que era nuestro alimento, pero si realmente deseaba alejarlo del
monstruo, debía ser dura con el, por mucho que me doliera verle lastimado ante
mis reclamos.

-No tengo tiempo, alguien la persigue, y no creo que fuera para charlar-
Dije mientras me dirigía escaleras abajo.

-Voy contigo- Escuché a Emmett decir mientras me alcanzaba. ¿Edward


no venía? Me giré sorprendida, por lo general era el primero en acompañarme a
todos lados.

-No, me quedo aquí…con Jasper- Le escuché responder a mi pensamiento.


Emmett y yo apresuramos nuestro paso, hasta llegar donde la mujer había pasado
corriendo.

Entonces como un flash la volví a ver, pero no corría, abrió unos


matorrales y dejo allí lo que llevaba contra su pecho, y caminó en dirección
opuesta; hacia el sitio de donde había escapado.
-¡Oh no!- Murmuré mientras salí corriendo en busca de aquel lugar, y
entonces un grito desgarrador resonó en el bosque.

Emmett me tomó de la mano y me arrastró rápidamente hacia donde había


provenido aquel alarido. Quise gritar, pero la mano de Emmett me lo impidió.
Frente a nosotros se encontraba un hombre corpulento, y a sus pies la mujer de
mi visión, sin vida.

-Habéis llegado tarde- Su voz sonaba fuerte y clara, maravillosa. Entonces


me di cuenta de que no era un humano el que había acabado con la vida de la
mujer, si no un vampiro; uno de nosotros. A este jamás le había visto. -Soy
James, y si hubiera sabido que venían, les habría guardado algo. Es una pena, ya
acabé con ella y con el hombre…aunque me falta el pequeño humano…olía tan
bien- Dijo levantando su nariz, intentando captar alguna esencia. Fue entonces
caí en cuenta de que lo que la mujer había ocultado no era algo menor; era su
hijo.

No había podido llegar a tiempo para salvar a la mujer, pero sí debía


impedir que encontrase al pequeño.

-Estás en nuestro territorio…- Gruñí acercándome un paso.

-Y lo lamento…de haber sabido que esta zona era de ustedes no me habría


atrevido a alimentarme de nadie- Emmett se acercó a mi lado. -Pero fue divertido
saben…darle ventaja de huir a la estúpida mujer…- Dijo sonriendo cínicamente.
Una cosa tolerable, poco, era alimentarse, otra diferente era jugar con las
personas, torturarlos de aquella forma. Haciéndoles creer que pueden tener una
mínima oportunidad de huir, cuando en realidad dan vueltas en una jaula; sin
escapatoria.

-Bien…entonces si ya te has alimentado puedes irte- Dijo Emmett


acercándose a él.

-Aun queda el niño…por favor, si hubiesen olido su aroma…era exquisito,


tan dulce…- Debía admitir que por la forma en que describía su esencia lograba
tentarme, pero hacía tiempo había renunciado a la sangre humana, y eso
significaba impedir que otros bebieran frente a mí.

-Entonces vete…déjanos al pequeño para nosotros…- Gruñó


Emmett. James no pareció contento con su idea, pero sabía que quizás no
estaríamos solos, por lo que hizo una extraña y torpe reverencia y se fue. Para
nuestra suerte, en dirección opuesta a donde salí corriendo segundos más tarde.
-¡Alice! ¿Dónde vas?- Escuché a Emmett gritar mientras corría a toda
velocidad hacia donde la mujer había escondido al pequeño. Hasta ahora
habíamos tenido suerte de que no se hubiera largado a llorar.

Me detuve al sentir un cálido y dulce aroma proveniente de algún lugar


cercano a mí.

-Tenía razón…huele bien, para ser un pequeño- Rió Emmett detrás de mí.
Mis ojos rápidamente chequearon los alrededores, entonces vi el matorral, y algo
de color rosado. Me acerqué lentamente diciéndome una y otra vez que yo era
fuerte, y que una criatura no merecía morir por mi hambre.

La pequeña tenía sus enormes ojos castaños fijos en mí. No con miedo, si
no con sorpresa. Le sonreí suavemente, cuidando de no mostrar mis letales
armas. Entonces caí en cuenta de que no era tan pequeña como creía, no estaba
segura, pero tendría unos tres años, como mínimo.

-¡Oh…es una pequeña!- Apuntó Emmett al acercarse a mi lado. -¡Hola!- la


niña se apretó contra el suelo, definitivamente asustada ante la efusividad de mi
hermano.

-¡Emmett!- Rugí por lo bajo. -¿Estás bien?- Intenté preguntarle a la niña,


que obviamente no estaba bien, quién sabe que era lo que había visto.

Ella vaciló unos instantes, y sus mejillas se tiñeron de un hermoso color


rosado, al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas.

-¿Mami?- Susurró mirando a sus costados, mientras se sentaba sobre el


cobertor que hasta hacía instantes la ocultaba de su depredador. Por primera vez
en demasiados años sentí mi corazón apretarse en mi pecho. La desesperación de
la niña por encontrar a su madre, a la que jamás volvería a ver, me daba ganas de
llorar, aunque no podía hacerlo.

En un rápido movimiento la niña salió corriendo de nuestro lado. Emmett


se quedó detrás de mí, mientras que yo alcancé a la pequeña sin el mayor
esfuerzo.

-¡Mami!- Lloraba inconsolablemente la niña. ¿Qué podía hacer ahora?


Pensé mientras me arrodillaba frente a ella.

-Mira, niña…tu madre me mandó a buscarte- Le dije con una débil sonrisa.
Era mentira, lo sabía, pero no quería que huyera y menos que gritase como loca.
Lo que menos necesitábamos ahora era que aquel tal James volviera y tuviéramos
una salvaje pelea por ella. Lo único que se me ocurría era llevarla a la casa y
ponerle encima algo abrigado, ya que estaba empapada y llena de lodo, hasta que
Carlisle pudiera averiguar si tenía más familiares.

-¿Dónde está?- Su voz era suave e inocente, no quería pensar que sería de
ella ahora que sus padres estaban muertos.

-Ella fue a un lugar, pero me pidió que te lleve a mi casa- Emmett gruño
detrás de mí, por suerte la niña no percibió aquel hostil detalle. -¿Qué te parece?
Tengo chocolate caliente y galletitas de todos los sabores- le dije con inseguridad
ya que no sabía mucho de niños, pero por lo poco que veía en las películas
rogaba que ello funcionara, y Emmett sería el que tendría que correr en busca de
las golosinas.

Para mi sorpresa la niña se acercó hacia mí y extendió sus brazos. Con


cuidado, y lentamente, acostumbrándome a su calor y aroma, la alcé.

-¿Cómo te llamas?- Le pregunté mientras comenzaba a caminar hacia la


casa.

-Bella- gimió secándose las lágrimas de su pequeña cara con el puño de su


sweater.

Decidiendo el destino de bella


Edward pov
Me sentía mal por no haber acompañado a Alice en busca de aquella
mujer. Pero era simplemente eso; una mujer, una humana. No tenía nada que ver
ni con ella, ni ella con nuestra familia, y menos conmigo. Además Jasper solía
ponerse bastante nervioso cuando Alice se alejaba de él. No podía estar sin ella;
eso era perfecto para ellos, ya que Alice adoraba cuidar de él.

Emmett se había ido con Alice, con lo cual, en la casa solo quedábamos
Jasper, Rosalie y yo. Y Rosalie no era buena para calmar los nervios de nadie;
más si Emmett se había ido con alguien que no fuera ella; incluso de Alice sentía
unos celos enfermizos.
Llevábamos poco tiempo todos juntos, poco en comparación a los años
que llegábamos a vivir, es decir, la eternidad. Esperaba que poco a poco Rosalie
viera que Alice no tiene ningún interés en su marido, ni él en ella.

¿Va a tardar? ¿Cuánto tiempo llevan fuera? Alice…que venga Alice…que


venga… Jasper comenzaba a ponerme de los nervios. Era increíble como su
apariencia denotaba fuerza cuando en realidad su vida giraba en torno a una
mujer; su mujer. Cuánto agradecía no ser igual a él.

Decidí bajar a la sala, quizás si pasaba rato con Rosalie me tranquilizaría,


y dejé a Jasper escuchando música en mi habitación.

Me sorprendí al ver a Rosalie acomodada sobre el respaldo del sofá, con su


vista fija en la puerta.

¿Qué se cree? No soy idiota… ¿Mujer? ¡Sí, claro!…siempre tiene que


llamar la atención…

Rodé mis ojos mientras me acomodaba a su lado. Desde que Alice había
llegado, Rosalie no hacía otra cosa más que estar celosa de ella. Se llevaban bien,
demasiado, eran compañeras de shopping y salidas alocadas. Pero cuando Alice
desaparecía con Emmett… ¡Se volvía loca de celos! No podía entenderla, no
entendía esa sensación. Lo había visto en miles de películas; pero en mis cortos
años de vida humana jamás había llegado a sentir tal cosa, y menos en mi vida de
vampiro.

En eso la puerta de entrada se abrió. Rosalie se paró de golpe, pero yo no


lo hice. No eran ni Emmett, ni Alice.

-Hola… ¿Qué hacen ahí?- Pregunto Esme con una dulce sonrisa al vernos
parados cerca de la puerta.

-Oh…eres tú- murmuró Rosalie volviendo a acomodarse a mi lado. Torcí


una sonrisa y le di un abrazo a la mujer que era mi madre.

-¿Están aburridos? ¿Por qué no me ayudan con algo? Tengo un gran


trabajo con una casa de principios de siglo. ¿Queréis ayudarme?-

-¿Tienes fotos o planos?- indagué, no había nada mejor por hacer. Nunca
creí pensar esto, pero estaba deseoso por volver a la preparatoria, aunque ya la
había hecho demasiadas veces, pero por lo menos mantenía mis mañanas
ocupadas, y alguna de las tardes, cuando la ocupaba re-escribiendo una y mil
veces las tareas.

-Toma…me quedaré un segundo con Rose- me dijo entregándome su


bolso. Lo tomé y me fui hacia la biblioteca, donde podría pensar con más calma,
lejos de la inminente charla de mujeres.

¡Dios! ¿Qué haré con Rose? No puede ser que aun…

La biblioteca era el único lugar desde donde no escuchaba los


pensamientos de los que estuvieran en la sala. Ya era bastante incómodo soportar
las rabietas de Rosalie, como para tener que soportar una charla femenina.

Abrí el bolso de trabajo de Esme y me dispuse a ver en que consistía la


casa que debía remodelar; después de todo, yo mismo había vivido a principios
del siglo.

No habría pasado más de una hora cuando sentí un grito proveniente de la


sala. No quería ver que sucedía, probablemente Rosalie le daría una buena riña a
Emmett, y quizás a Alice. Pobre de Emmett, tener soportar a Rose cuando se
ponía de malas… pero por lo general sus peleas eran entretenidas, Emmett
siempre acababa rogando a Rosalie que le perdonara.

Abrí la puerta y me asomé al escalón superior de la escalera. No veía nada,


por lo que supuse que estarían en la cocina. No quería ser visto, así podía reír
tranquilamente. Iba a bajar, cuando escuché que Jasper venía hacia mí.

-¿Qué sucede?-

-Creo que Alice y Emmett han llegado…Rosalie estaba furiosa hace


minutos- Jasper me miró con una sonrisa en sus labios. No era el único de la casa
que se entretenía con las peleas de aquella pareja.

¡Están locos! No pueden hacer eso… ¿No han pensado en Jasper? ¿En
nosotros?

Escuché a Rosalie pensar. Sea lo que fuere que estaba sucediendo, me


alegraba que no lo hubieran dicho en voz alta, de lo contrario, Jasper estaría
furioso también.

¡Es hermosa! ¡Ohh…mira ese puchero! Ese era Emmett. Ahora sí estaba


perdido.
-Sostenla Esme… Awww…es tan hermosa… ¿Te imaginas si se quedara
con nosotros?- Jasper me miraba confundido al escuchar a Alice.

Ambos esperábamos escuchar una riña entre Rosalie y Emmett, o a lo


sumo con Alice…pero no una charla civilizada.

-Alice…piensa en Jasper…no puede quedarse- Abrí la puerta de la cocina,


quedándome bastante impresionado con la escena.

Esme sostenía en sus brazos a una pequeña niña, la cual sonreía


animadamente hasta que irrumpí en la habitación. Entonces fue cuando lo sentí.
La ventana estaba abierta, por lo cual la esencia de la pequeña dio de lleno en mi
rostro, golpeándome con una fuerza increíble. Todo rastro de humanidad que
podía haber en mí se desvaneció al oler su dulce aroma, y solo había una verdad;
yo era el depredador y ella mi presa.

Inmediatamente Alice salto frente a mí. Mis ojos por unos segundos se
posaron en ella, pero luego se clavaron en los enormes ojos de la pequeña. Por
extraño que me pareciera, no había terror en ellos, quizás estaba asustada, pero
no lo demasiado como para llorar o querer salir corriendo, y eso sería fatal para
ella.

-Edward...- me riñó Alice, extrañada por mi conducta, o por algo que había
visto. Mis ojos nuevamente se encontraron con los de la pequeña, mi estómago se
sentía vacío, gritando ser llenado inmediatamente con aquel exquisito néctar que
corría por las venas de la humana.

Y entonces el monstruo apareció reflejado en sus ojos. No podía ceder, no


podía romper las bases que Carlisle había construido para nosotros, no podía
defraudar a mi familia. Aterrado ante ello me aparté de la puerta, no me
importaba lo que Alice había visto, no iba a suceder, no iba a ceder a mi sed por
una pequeña humana.

¿Qué sucede? En ese instante, Jasper entró a la cocina. Podía sentir su


mente a mil por hora, planeando cientos de formas de acabar con la vida de la
pequeña; me sentía avergonzado, yo también lo había echo. Había pensado en el
sabor de su dulce sangre en mi garganta, en la calidez que se vería envuelto mi
interior.

Y en un segundo Jasper dio un salto hacia Esme. Reaccioné


instintivamente, como siempre lo hacía cuando Jasper trataba de atacar a un
humano. Salté sobre él, arrojándolo al suelo, y Emmett se arrojó a mi lado, para
ayudarme ya que yo solo no podría contra él.

-¡Esme…sácala de aquí! ¡Les dije que esto sería un gran problema!-


Escuché a Rosalie gritar.

Oh…dios, Jasper…Carlisle ¿Dónde estás que no llegas? Esme volvió a la


sala con la niña, afligida; por Jasper y por la niña. No por mí, lo sabía, después de
Carlisle, se suponía que yo era el que más control tenía; pero el olor de la sangre
de esta pequeña había logrado volverme loco.

-Jazz, por favor, Jasper…es una niña, una pequeña. Sabes que si la atacas
solo te durará unos segundos y después te arrepentirás, por favor…Jasper-
Murmuraba Alice arrodillada frente a él, mientras Emmett y yo le sosteníamos.
Poco a poco Jasper fue relajándose, lo peor había pasado.

-Lo siento- murmuró apenado, mientras se abrazaba a Alice.

Sabía que esto sería un gran problema… Rosalie seguía murmurando en


su mente…Están locos si piensan dejarla aquí con nosotros…

-¿Qué?- me giré hacia Rose.

-Alice y Esme le han empezado a tomar cariño a la niña- gruñó mientras


vanidosamente acomodaba sus cabellos.

-Y yo también- Dijo Emmett alejándose de Jasper. Rosalie le lanzó una


mirada furiosa. -Oh, vamos Rose… ¿Acaso no fue lindo cuando hizo ese
puchero?- Jamás habría pensado ver a Emmett hablando de forma tan
sentimental. Rosalie bufó, mientras que Emmett se acercaba a su lado.

Recorrí la cocina con mis ojos. Jasper y Alice tenían su plática romántica
por un lado, y ahora Rosalie y Emmett; definitivamente sobraba, pero temía ir a
la sala y toparme con aquel demonio que había llegado para poner mi fuerza de
voluntad a prueba. No quería herirla, no quería…realmente no.

Alice tenía razón con lo que le dijo a Jasper, sentí que iba dirigido a mí
también. Era una pequeña… ¿Cuánto me demoraría beber su sangre? ¿Cuánto
duraría el placentero sabor de la misma bañar mi garganta? Nada…segundos, y
me arrepentiría eternamente por ello. Me sentía débil y culpable. En ochenta años
no me había sentido así de desesperado por la sangre de nadie. ¿Quién era esta
pequeña que venía ahora a tentarme?
-¿Qué? ¿Esme?- Escuché a mi padre. Había llegado. Créase o no, me
sentía un poco, solo un poco más seguro sabiendo que él estaba en la casa.
Silenciosamente salí de la cocina.

Llegué a la sala, donde Esme le estaba contando la historia de cómo la


pequeña había llegado a la casa por lo que también la escuché yo. Jamás había
oído el nombre del vampiro que se había cobrado la vida de los padres de la niña.
Por suerte lo hacían a una velocidad indescriptible para la niña, pero yo les
entendía a la perfección.

-Dime, Bella ¿Te duele algo?- Preguntaba mi padre mientras la revisaba.


La pequeña estaba de espaldas a mí, por lo que no notaba mi presencia. Bella…
era un hermoso nombre, y poco común; suponía que su nombre en realidad era
Isabella.

Intente leer que era lo que estaría pensando en estos momentos, pero nada,
su mente estaba en blanco. Eso era extraño…demasiado.

La pequeña sacudió su cabeza, haciendo que su corta cabellera castaña se


sacudiera de un lado al otro, desprendiendo su esencia con cada movimiento.

Tuve que dejar de respirar.

--

-Yo digo que debe irse inmediatamente- Rugió Rose.

-¿Si? ¿A dónde? Sus padres no están…- Alice por dentro reprimía sus
ganas de lanzarse sobre ella.

-¿Y a mí qué? Déjala donde la encontraste…quizás ese tal James vuelve y


se deshace de ella- Dijo Rosalie con un tono casual, como si de ropa estuviera
hablando. Yo también comenzaba a sentirme molesto ante su actitud.

-Rosalie…eso no es lo que te he enseñado- Intervino Carlisle, quien desde


la discusión no había hecho otra cosa más que escuchar y pensar profundamente
sobre lo que era correcto hacer.

-Oh vamos…dejen que se quede- Pidió Emmett quien estaba sentado en el


suelo, mirando como la pequeña Bella hacía mamarrachos sobre una hoja con
varias biromes que Alice le había dado. -¿Qué mal hace?- Nuevamente miré a la
pequeña, tan animada mientras dibujaba, intenten ver que era lo que ella creía
que las líneas y mamarrachos significaban…pero nuevamente parecía haber una
pared blindada entre ella y yo.

-¿Qué mal hace? ¡Es nuestro alimento!...si Jasper no le ha atacado hasta


ahora es por suerte-

-¡Y no lo va a hacer!...lo sé…- Y si Alice lo decía era por que así sería.
Aunque realmente deseaba que no se quedara, no podía dejar de pensar en que
sería de la vida de la pequeña en un orfanato. Entre todas las opciones, ir a un
hogar para huérfanos era mejor que crecer en una casa llena de vampiros. -Y
Edward tampoco- Añadió para mi sorpresa, ya que en ningún momento le
escuché pensar aquello. Las miradas se dirigieron sorprendidas hacia mí.

-¿Edward, Alice? ¿Qué tiene él que ver, olvidas que después de mi él es…

-Lo siento Edward…era mejor que lo supieran- Murmuró Alice apenada al


ver mi expresión de temor. Temía la forma en la que ahora sería mirado por mi
familia, temía haber defraudado a Carlisle y a Esme.

-¿Edward, quieres explicarme?- Me pidió Carlisle.

-No lo sé…es extraño…no puedo escuchar lo que piensa…es como si su


cabeza estuviera vacía…- Carlisle me miró extrañado. Eso es algo extraño.
Pensó mirando a la pequeña, pero proseguí…si él no podía ayudarme a calmar a
la bestia que luchaba por ser libre, nadie podría. -Y es extraño…pero su aroma es
demasiado…fuerte- Carlisle pareció pensativo, sus ideas andaban a gran
velocidad por lo que me era incómodo tratar de seguirle el ritmo.

-¿Qué sentiste?- Le miré sorprendido…no quería seguir hondeando el


tema.

-Quería matarla- Respondí luego de buscar las palabras correctas…pero no


había otra forma de expresarlo… -No lo sé…es como si fuera a volverme loco…
tuve que hacer un gran esfuerzo por no saltar sobre ella- Esme, sorprendida – y
obviamente aterrorizada – cubrió su boca con sus manos. Yo también habría
reaccionado así, nunca, nunca antes me había comportado de esa forma.

Ya veo. Pensó Carlisle. ¿Te ha pasado alguna otra vez? Negué con la


cabeza tristemente. Sabía que mi padre podía ver cuanto me afligía sentirme así;
superado por el deseo de la sangre. -Verás Edward, cuando pasé gran parte de
mis años junto a los Vulturis, ellos solían hablar de algo así como La tua
cantante, o, tu cantante, si lo prefieres. Ellos lo utilizan para referirse a aquellos
humanos cuya sangre es especialmente fuerte para algún vampiro…algo así
como que la sangre canta para un vampiro en particular- Rió mientras perdía su
vista, recordando los años que había vivido junto a lo que, podría decirse, era la
familia líder de los vampiros. La nobleza, la monarquía absoluta…la ley
suprema.

-Oh vamos… ¿quieres decir que la pequeña es su cantante?- Ironizó


Rosalie. Pasé mis ojos por cada uno de mis familiares. Y me detuve en Esme. No
hablaba, simplemente se limitaba a mirar a la pequeña con nostalgia. Así pasasen
miles de años, jamás olvidaría al hijo que había perdido cuando era humana. Su
mente era cientos de imágenes de ella y la pequeña jugando, riendo, y creciendo.
El solo hecho de imaginar que un humano se criase entre medio de vampiros era
algo irracional.

-Si es así…me iré- Dije en una especie de trance. Esme me miró con sus
enormes ojos, rogándome que no hiciera algo así.

-Edward-- Me rogó mi madre. Mi querida madre.

-No…no quiero matarla…haría lo que fuera por evitar eso…por evitar que
una gota de sangre salga de su cuerpo- Rosalie resopló por lo bajo, y le lancé una
fugaz mirada -…pero necesito controlarme primero…saber que soy lo
suficientemente fuerte como creo, y luego volveré…- Alice se acercó a mi lado y
me abrazó.

-Será así…y te tomará menos tiempo del que crees- Me sonrió. -Entonces
listo…Bella se queda- Dijo mientras saltaba aplaudiendo, y se acomodaba en el
sofá.

-Hay algo que pasan por alto…si los Vulturis se enteran de esto…no
dudarán ni un instante en encargarse de ella, sin importar cuan tierna se ve
haciendo pucheros o sonrojándose- Exclamó Rosalie, aunque su cabeza no
dejaba de poner adelante su preocupación por su propia seguridad…típico.

-Entonces debemos ser cuidadosos- Bramó Emmett.

-¡Ah!- Exclamó Alice pegando un salto en su lugar del sofá -Los Vulturis
no lo sabrán…- Carlisle la miró pensativo, barajando las precauciones extras que
debían ser tomadas si la pequeña Bella se quedaba con nosotros.

-Haremos esto…se quedará hasta que averigüemos dónde está el resto de


su familia…y la dejaremos con ellos- Alice pegó un salto y se lanzó hacia
Carlisle a abrazarle, mientras que Esme miró a la niña con una enorme sonrisa en
su rostro.

Jamás le había visto sonreír de esa forma.

La visión de Alice
Alice pov
-¿Otra vez? ¿Cuántas veces la has visto? ¡Al menos tres en el día de hoy!-
Escuché a Emmett reír en la sala. Bajé rápidamente las escaleras, me encantaba
cuando Emmett pasaba tiempo con Bella. Era adorable conocer ese lado de él. A
primera vista parecía rudo y de mal genio –claro, debido a su contextura física y
a su prominente ceño- pero en momentos como estos parecía un cachorrito.

-¡Forffaaa! Emm…solo una vez más…prometo no volverla a ver- Bella se


encontraba saltando en el sofá, mientras le rogaba a Emmett que volviera a
ponerle “La Bella y la Bestia”. Esme se la había regalado hacía dos meses, y
desde ese momento era prácticamente lo único que veía. Ambos notaron mi
presencia, y Bella me dio una enorme sonrisa. -Alice dile… ¡solo una vez más!-
Emmett me miró, obviamente quería saber si realmente sería la última vez que
vería esa película.

-Última vez del día…nunca va a cansarse de ella…- Emmett suspiró


resignado y volvió a poner la cinta en la videograbadora.

-¡¡Yeeppiii!! Rió la pequeña mientras se sentaba sobre el regazo de


Emmett. Sin duda era su preferido, además de mí. Con Esme la relación era algo
maternal, si bien la pequeña había entendido que era una especie de tía, era a ella
a la cual acudía siempre, y en algunas ocasiones a Carlisle. Emmett y yo éramos
sus compañeros de juegos y películas. Pasábamos gran parte de la tarde mirando
TV, jugando o saltando como locos por toda la casa. Nunca había imaginado un
futuro así para nosotros.

El resto de la casa se mantenía parcial. Jasper se acercaba cuanto su fuerza


de voluntad se lo permitía, pero de a poco iba mejorando, ya no pensaba a cada
rato en beber su sangre. Rosalie aun mantenía su postura hostil, y por lo que veía,
las cosas iban a seguir así por el momento.
A Edward le tocó la peor parte, pero poco a poco avanzaba. Su problema
era uno, pero no por ello de menor importancia. Bella tenía un poder increíble
sobre él, mejor dicho sobre el monstruo que habitaba en él. Su sangre era fuerte y
dulce para todos, una verdadera tentación; pero para él era algo potenciado…
demasiado peligroso como para mantenerse cerca de ella.

Tal como Carlisle le había dicho, Bella era su cantante; su sangre cantaba
con una fuerza descomunal, únicamente para él. Obviamente ni Carlisle ni Esme
le permitieron partir para siempre, Edward pasó unos meses con otro aquelarre de
vampiros, amigos nuestros, en Denali.

Cuando volvió se sentía capaz de poder soportar estar cerca de ella, pero
había puesto una especie de alambrado alrededor de la niña, aun no era capaz de
tocarla o jugar con ella. Y como si fuera poco, o treta del destino, Bella adoraba
estar cerca de él. Cuando Edward entraba a donde la pequeña se encontraba, ella
le miraba con sus enormes ojos café, y se ruborizaba. ¡Era hermosa! Siempre
intentaba acercarse a él, pero ante las constantes negativas de Edward, Bella
terminó por desistir…pero no faltaba oportunidad de invitarle a unirse a nuestros
juegos. Algo me decía que el tiempo se encargaría de revertir esa situación…

-Emmett- Nos dimos la vuelta. Rosalie estaba recostada contra la pared,


con sus brazos cruzados sobre su pecho. -¿Crees que en algún momento podrías
crecer y pasar tiempo conmigo?- Suspiré y volví mis ojos a la TV, no sin antes
ver la sonrisa que Bella le daba a Rosalie. La cual respondió con una fría mirada-
Había momentos en los cuales quería ahorcarle, era tan cruel la forma en que
trataba a la pequeña, ella solo quería ser su amiga…jugar con ella, tanto como lo
hacía conmigo. Pero Rosalie odiaba no ser el centro de atención; y el último año
Bella había acaparado todos los ojos de la casa. Le gustase o no, hasta los de ella
misma, sin importar que fueran miradas de odio.

-Ven Rose…vamos a ver una película nueva- Le invitó Emmett. Rosalie le


gruñó, y no tuvo más remedio que ir con ella, antes de que empezasen otra pelea.
Bella se dio la vuelta, sobre el respaldo del sofá y le despidió con la mano
mientras desaparecían de la sala. Entonces me di cuenta de que no se había
movido para volver la vista a la TV.

-¿Bella? ¿Qué tienes?- La pequeña sacudió su cabecita, evitando mirarme.


-¿No quieres ver la película? Mira que ahí es cuando Bella tira al malvado de
Gastón al lodo…te encanta esa parte.- Entonces le escuché emitir un triste
gemido.
-Rosalie no me quiere- Lloriqueó acurrucándose en mi regazo. Me tomé
unos segundos poder acostumbrarme a ella, aun me costaba trabajo estar cerca de
un humano, tan pequeño y tan frágil. Suavemente comencé a acariciar su suave
cabellera, tratando de calmarla.

-Oh, Bella…no es eso…es solo que Rosalie también quiere jugar con
Emmett-

-¡Pero yo también quiero jugar con ella!-

-Lo sé…pero a Rosalie no le gusta jugar con nadie más que con Emmett…
yo también me sentía como tú…pero ahora estamos juntas… ¿Acaso no te
diviertes conmigo?- La pequeña asintió mientras se secaba las lágrimas con el
puño de su camisa rosa. -Mañana empiezas el jardín… ¿Estás nerviosa?-

-¿Y si no le gusto a los niños?- Le sonreí. Bella siempre tenía ese complejo
de temer no ser aceptada, quería pensar que no se debía a Rosalie…

-Hola- Susurró Jasper debajo del umbral de la puerta. Le sonreí, apreciaba


tanto que fuera comprensivo conmigo, que no me reclamase por el tiempo que
pasaba junto a Bella. Sé que él deseaba estar conmigo todo el tiempo, pero solo
lo hacía cuando su autocontrol era muy fuerte, o cuando acababa de alimentarse.
Bella se dio la vuelta y le dedicó una enorme sonrisa. -¿Otra vez tu película?-
Siempre bromeaba con lo mismo, con la similitud de los nombres entre la
pequeña y la protagonista; obviamente esa era la razón por la cual Bella adoraba
“la Bella y la Bestia”

-Sí… ¿Quieres verla?- Le dijo suavemente apartadote de mí y sentándose


en el sillón de un cuerpo que había a un lado. Me di cuenta de que Jasper vaciló
antes de sentarse a mi lado, siempre cuidando sus pasos y evitando respirar
cuando sentía su aroma.

La película no había llegado ni al final, cuando vi que Bella se había


quedado dormida.

-¿No han sabido nada del resto de su familia?- Me preguntó Jazz. Negué
con mi cabeza.

-Tiene unos tíos que viven en Florida, pero ni han hecho la denuncia de la
desaparición de Bella, ni les hemos visto cuando velaron a sus padres, solo vimos
a varias personas que pasaron de largo. El único que se quedo más tiempo al lado
del cuerpo de la madre de Bella fue un hombre con una chaqueta de policía,
seguramente fue el que los encontró. Carlisle cree que no es conveniente dejarla
con aquella familia de Florida…quizás no tenían relación con sus padres… ¡Hay
Jazz! no quiero pensar en la posibilidad de dejarla en un orfanato…- La verdad
era que no quería pensar en ninguna posibilidad que me separase de ella. Me
había acostumbrado tanto a su voz, su aroma, sus pequeños pasos. Ya hasta había
comprado cientos de libros de cocina, había armado su habitación con todas las
novedades para niños… ¡No podía irse! -Sería maravilloso poder festejar las
navidades con ella…el día de gracias…sus cumpleaños…- Murmuré
soñadoramente.

-¿Día de gracias? Alice…eso ya no es para nosotros.-

-Lo sé…pero se supone que son celebraciones humanas…y ya que


estamos con uno de ellos…sería divertido festejarlas…-

-Si es por mí, Alice…puede quedarse, con tal de que avises con tiempo si
va a lastimarse- Negó con su cabeza recordando una ocasión en que Bella se
había cortado la rodilla al caer por las escaleras. Por suerte Jasper y Edward
estaban de caza y Carlisle pudo sanarla antes de que volvieran. A veces parecía
increíble lo torpe que era…con suerte lograba dar veinte pasos sin tropezarse; era
demasiado graciosa.

Pero era compensado con su inteligencia, era una niña bastante despierta.
No dejo de sorprenderme de la ocasión en que su atención se posó en el hecho de
que ninguno de nosotros comíamos comida como ella, y no aceptó la excusa de
que era por que comíamos cuando ella dormía, o que quizás no notaba cuando
nosotros comíamos – La mayoría de las veces solíamos sentarnos a su lado y
servirnos alguna porción de comida, solo que en vez de comerla, la ocultábamos
rápidamente – Pero ella sabía que algo pasaba. En esa ocasión se limitó a decir
que sabía que era cosa de grandes y más adelante le contaríamos.

Y no quería pensar en ese momento; Bella saldría corriendo dando gritos


lejos de nosotros. Nos vería por primera vez como lo que somos; unos
monstruos.

-¡No…esto va acá!- Bella iba de un lado a otro de su habitación juntando


sus cosas. Aun no sabíamos si ella viviría con nosotros por siempre, pero Esme
se había vuelto loca comprándole cosas para su habitación. Era la única de la casa
que tenía una cama.

Era bastante grande para ella, pero con el tiempo le quedaría bien. No
sabíamos mucho de las comodidades de las camas de hoy en día, pero
suponíamos que una de dos plazas estaría bien para ella. Ahora era una
colchoneta donde saltaba sin parar, pero más adelante sería bastante cómoda para
dormir.

-Bien…Bella es hora de dormir- Le dije mientras le veía dar vueltas por la


habitación con su pijamita celeste. Adoraba ese pijama.

-No…Alice…juguemos un rato más- Se quejó tomando un oso de peluche


del sillón que había en la habitación.

-Bella…es tarde…mañana tienes que levantarte temprano- La pequeña se


dejó caer al suelo, rodé mis ojos; esta era una de las pocas ocasiones en que Bella
arrancaba con las rabietas. En solo recordaba verla de esa forma dos veces. Era
adorable. Comportarse de esa forma solo conseguía incitarme a seguir
enojándola, así la pataleta le duraba más tiempo, pero sabía que mañana estaría
exhausta como para asistir al jardín de infantes.

Entonces escuché la puerta abrirse. Bella, desde su lugar en el suelo,


sentada con los brazos sobre su pecho y sus cachetes inflados a causa del
puchero, alzó sus enormes ojos y sus mejillas se tiñeron de un brillante rosa.

-Edward- Murmuré. Bella se había convertido en una especie de alarma. Si


Edward aparecía, pum, automáticamente se ruborizaba. Entonces tuve que
pestañear para ver con más claridad. Edward estaba recostado en una esquina de
la cama tarareándole una canción a Bella. Cuando terminó, se acomodo en su
lugar y volvió a comenzar. Me giré bruscamente hacia Edward, topándome con
su curiosa mirada. Inmediatamente dejé de pensar en mi visión. Pero sabía que él
la había visto, quizás al mismo tiempo que yo.

-Supongo que eso significa que su aroma no te seguirá volviendo loco- Le


dije mientras alzaba a Bella. Entonces me di cuenta de que ella se había
tranquilizado. Me sonreí mientras volteaba hacia Edward con la pequeña en
brazos. Comencé a tararear y a pensar el himno nacional, y sin darle tiempo a
Edward de reaccionar alcé a Bella cerca de él y la solté.

-¡Alice!- Exclamó, pero extendió sus brazos a tiempo, evitando que Bella
cayera al suelo. Comencé a saltar emocionada. Si él más mínimo contacto con
ella no había conseguido volverlo instantáneamente loco, era por que todo iría
mejor. Edward me miraba aterrorizado, sosteniendo a la pequeña lo mas lejos
posible de él, pero segura en sus brazos.
Bella le miraba perpleja, sus mejillas se habían ruborizado hasta lo
imposible, y podía sentir el tamborileo de su pequeño corazón.

-Alice…sería una genial idea que la tomaras…- Me dijo en una especie de


gruñido.

-Edward…es la mejor forma de probar que eres fuerte en realidad… ¿Por


qué no la acuestas?- Me miró con sus enormes ojos negros, y pude notar un dejo
de tristeza en ellos. Rápidamente dejó a Bella sobre sus pies, en el suelo, y
desapareció de la habitación.

-Genial- Mascullé por lo bajo. Estábamos tan cerca de mi visión…pero


creo que me había equivocado…las cosas no sucederían forzadamente, ni
pronto…Edward debía tomarse su tiempo. Aunque hoy había dado un gran paso.
-Ven Bella, vamos a dormir ahora-

Luego de dejar a Bella segura y durmiendo como un angelito, lo cual


gracias al cielo no me costó trabajo, fui en busca de Edward. Recorrí gran parte
de la casa en busca de él. Hasta que caí en cuenta de donde podía encontrarse; en
su amado vehículo.

Fui hacia el garaje, efectivamente Edward estaba allí, sentado detrás del
volante de su nuevo y reluciente Volvo. En todos los años que le conocía siempre
había conducido el mismo color de auto; plateado. Abrí la puerta y me senté en el
asiento de atrás.

-Edward--

-No tienes derecho Alice. No tienes la menor idea de las formas de matarla
que se cruzaron por mi cabeza- Iba a replicar, a decirle que por mucho que las
hubiese pensado no las iba a hacer, pero alzó su mano para callarme. -No tienes
la menor idea de lo que causa en mí tenerla tan cerca, poder percibir el calor de
su cuerpo, su dulce aroma rodeándome, invitándome a beberlo. Alice…cuando
pensaba que el deseo de su sangre comenzaba a ser menos poderoso sobre mí, tu
prácticamente me la arrojas encima, como se le arroja un pedazo de carne a una
fiera hambrienta y--

-¡Basta!- Le grité. Eran espantosas las cosas que estaba diciendo, el modo
en que se veía; como el monstruo que no era.

-Lo soy Alice…lo soy- Respondió a mis pensamientos.


-No lo eres Edward…tan solo tuviste la mala suerte de que Bella sea tu
cantante- Dije tratando de quitarle importancia al asunto. Edward apretó más sus
manos en torno al volante.

-Justamente ese es el problema…un humano cualquiera no generaría esto


en mí, no haría que mis instintos se dispararan de forma tan salvaje y feroz,
viéndola como a una fuente de alimento, del más delicioso que jamás pueda
llegar a probar. Y no quiero ceder ante ellos- Susurró apoyando su frente contra
sus manos, y le escuché sollozar, aunque sabía que no derramaría ni una sola
lágrima. -Alice, siento que no voy a poder…es demasiado fuerte…y con el paso
de los años sé que su aroma se intensificara…temo perder el control…temo
lastimarla. Temo apartarme de ella y no ver más la luz de sus ojos, el brillo de su
sonrisa, el rubor en sus mejillas- Me acerqué a él y le rodeé con mis brazos.

-Va a estar todo bien Edward…confía en mí…no voy a dejar que la


lastimes…No quieres hacerlo y sé que no lo harás…te lo prometo.-

Debilidad
Edward pov
La semana se había terminado de la forma más lenta posible. No había día
en que no tuviera una enorme batalla entre el monstruo y yo. Bella comenzaba a
soltarse más con nosotros, yo incluido, y eso era insoportable. Anteriormente
Alice solía seguirle a todas partes de la casa. Ahora, exhausta de las corridas de la
pequeña, le dejaba ir libremente por todas partes.

Ese día lo había dedicado por completo a mí mismo. Me había acomodado


en el banquillo que solía estar frente a mi piano, y toqué. Cerré mis ojos, tratando
de olvidarme de todo y de opacar los pensamientos de mi familia. Me concentré
en trasportarme a otro lugar, lejos de allí. Lejos de quien yo era en realidad.

La música sonaba suave, con un dejo de tristeza, de frustración y de dolor.


Sabía bien que significaba esa melodía para mí. Nunca antes la había tocado, ni
escuchado. Las notas salían de mis dedos, guiadas por mi seco corazón. Era
triste. Yo me sentía así la mayor parte del tiempo. Era el único en la casa que no
tenía compañero. Nadie con quien pasar la mayor parte del tiempo.
Cuando Carlisle salvó a Rosalie, aguardaba la esperanza de que ella se
convirtiera para mí lo mismo que Esme significó para él. Pero no era lo que yo
quería. Rosalie y yo éramos demasiado diferentes. A ella no le importaba nada ni
nadie –y mucho no ha cambiado – Las pocas cosas importantes en la vida de
Rosalie Hale son ella y todas sus pertenencias materiales. Ahora creía que quizás
Emmett también le importase, aunque fuera un poco, pero quizás es por que lo
consideraba una de sus pertenencias.

Me sentía frustrado por que toda la situación de la aparición de Bella me


rebasaba. Me superaba como nunca antes lo había hecho otro problema. Esta vez
me sentía atrapado. No tenía forma de huir. El monstruo que cohabitaba dentro
de mí vivía atento a la más mínima oportunidad de acercarse a su sangre.
Cualquier herida, hasta la picadura de un mosquito, sería suficiente para hacerme
perder el control, arrastrándome a hacer lo que no quería hacer.

Y ahí aparecía el miedo. El terror de lo que sabía que podía llegar a causar.
Atacar a una criatura indefensa, a una niña que apenas comienza su paso por el
mundo. A una criatura creada por dios. Perfecta en todos los sentidos. Su
irresistible aroma venía acompañado de un tentador ingrediente, la inocencia.
Bella era inocente, frágil y hermosa. Esas eran unas de sus tantas virtudes, pero
también eran esas mismas las cosas que la condenaban. Que me condenaban.

Era imposible estar en la misma habitación que ella y no sentirme


embriagado con su aroma. La garganta comenzaba a secárseme, hasta un punto
insoportable. Sentía mi estomago rugir pidiendo ser llenado con su sangre – a
pesar de que nunca llenaba mi estómago con la misma, supongo que eso era una
especie de reflejo de mi humanidad, como el acto innecesario de respirar – y huía
de la habitación donde ella se encontraba en cuanto sentía la ponzoña en mi boca.
Haría hasta lo imposible por evitar lastimarla.

Seguí tocando, suave y tranquilamente aquella melodía. El volumen de la


música era tan alto que había conseguido convertir los pensamientos de aquellos
que estaban cerca de mí, en simples susurros.

Pero uno lo escuché claramente; ¡Bella!

Mis ojos se abrieron de golpe, en dirección al grito desesperado de Alice.


Entonces toda la escena se reprodujo como en cámara lenta; Bella corría
sonriente por la sala y giró su cabeza para ver a Alice persiguiéndola, pero para
cuando volvió a mirar al frente no pudo evitar tropezar contra una mesa, donde
había un jarrón de cristal. El jarrón cayó, haciéndose añicos, y Bella aterrizó
sobre las filosas astillas de vidrio.
No necesité verla, para saber que se había cortado y que la sangre
comenzaba a salir rápidamente. Mis manos se cerraron fuertemente en torno al
borde del piano. Alice llamó a los gritos a Esme y a Carlisle – no necesitaba
gritar, con un simple susurro alcanzaba, pero estaba presa del pánico – No podía
moverme. No podía correr a ayudarle.

Mi cabeza daba vueltas entre las imágenes, el brillante color de la sangre


de Bella bañando sus brazos y el suelo, y su dolorido llanto. Podía sentir la
presión en mi cabeza, a causa de la fuerza que hacía por contenerme. Alejé mis
ojos de ellos, teniendo como última visión la mirada asustada de Alice.
Enseguida escuché que el resto de mi familia había llegado. Afortunadamente
Emmett se había llevado a Jasper y a Rosalie de caza y no volverían hasta la
noche. O quizás él no era por el cual debíamos preocuparnos.

Entonces comencé a sentirme extrañamente mareado. Un perfume dulzón


y floral se colaba por mis fosas nasales, acariciando mi garganta; aumentando mi
deseo de poseerla. La ponzoña se acumulaba en mi boca, preparándola para ser
llenada con la sangre de Bella.

Lentamente me volví hacia ella. Aun seguía llorando. Carlisle le indicaba a


Alice que trajera su maletín, mientras que Esme subía las escaleras en busca de
toallas limpias.

Carlisle estaba solo. Alice y Esme tardarían en llegar. En el tiempo que


ellas dedicaban en acercarse al lugar del accidente, yo podría haberme bebido su
sangre. Un gruñido salió violentamente de mi garganta cuando me lancé sobre
Bella. Pero algo evito que diera con ella, y salí disparado, golpeándome contra la
pared.

Cuando logré incorporarme Alice y Esme estaban sosteniendo a Bella,


quien ahora lloraba aterrorizada. Carlisle sostenía una mano sobre mi pecho,
atento a cualquier movimiento que hiciera. Movía sus labios, Alice y Esme
también, pero no les escuchaba. No quería escucharles. Internamente estaba
aturdido y violentos resoplidos salían de mi pecho.

Traté de avanzar un paso hacia la pequeña, hacia su sangre, pero Carlisle


me detuvo.

-Edward- Me advirtió con un gruñido. Le miré.

Carlisle me miraba furioso y a la vez entristecido. Bien sabía que su furia


no era hacia mí, si no hacia lo que iba a hacer – cosa que, como él pensaba, no
era mi culpa, eran mis instintos – y entristecido por la obvia razón. Había pasado
demasiados años cuidándome de no beber sangre humana, y ahora una pequeña
llegaba para tentarme a probar el fruto prohibido.

-Tengo que llevar a Bella al Hospital, trata de calmarte, ve de caza. Alice


irá contigo.- Esme pasó hecha una bala hacia el garaje, con Bella en brazos – aun
herida-. Aun podía oler la sangre que lentamente salía de sus venas – Carlisle le
siguió.

Me encontré solo en la sala. Resbalé por la pared, cayendo al suelo, donde


escondí mi rostro tras mis manos. Avergonzado de lo que había estado apunto de
hacer. Por entre mis dedos podía ver el desastre de la sala. El jarrón hecho añicos,
las astillas del cristal bañadas en sangre, así como también el lugar donde Bella
estuvo llorando. La sangre brillaba menos que antes, pero no por eso resultaba
menos tentadora. Pero no podía rebajarme a lamer las manchas del suelo, y
menos si la sangre era de Bella.

-Edward,- Murmuró Alice arrodillándose frente a mí. No le respondí, ni la


miré. No tenía cara. Había sido débil. Había dejado manipularme por el
monstruo. Jamás iba a perdonármelo. -Ven, vamos de caza.- Susurró tomando mi
mano. Simplemente me dejé conducir.

Mi cuerpo caminaba y corría como de costumbre. Pero mi mente viajaba


por millones de lugares. Desde la aterrorizada expresión de Bella, hasta el dolor
presente en los ojos de Carlisle, Esme y Alice. Hacía años había sido capaz de
matar gente – generalmente asesinos, y demás, gente que se lo merecía – pero
nunca a un niño. Y ahora llegaba Bella para poner mi mundo de cabeza, para
hacer flaquear las bases que Carlisle había construido para nosotros.

-No es bueno que calles las cosas, Edward.- Susurró Alice luego de que
hubiera acabado con un rebaño mediano de alces. Era lo único que abundaba en
esta zona. Y la situación me urgía cazar rápidamente. Me senté a su lado,
mirando las luces del crepúsculo entre los árboles.

Tenía que tomar una decisión. Tenía que alejarme de Bella. Claro estaba
que ella no se iría. Con lo cual, debía irme yo. Nuevamente me mudaría. Pero
esta vez no me sentía digno de estar acompañado; ni por mi familia ni por la
familia de Tanya. Debía irme solo para ayudar a fortalecerme. Para darme cuenta
de lo que pierdo si no soy fuerte. Darme cuenta de que o me contengo, aprendo a
controlar a la bestia que Bella despertaba, o tendría que aprender a vivir solo
mientras ella estuviera con vida.
-Creí que era fuerte,- Mis labios murmuraron. Alice me dio un suave
codazo, animándome a seguir hablando. -Jasper parece llevarlo muy bien,-
Sonreí ante la ironía. Jasper era el que menos se controlaba. Era el más débil.
Cada humano que pasaba por su lado, parecía ir hacia él servido en bandeja – o
eso era lo que él creía – Entonces ¿Por qué yo? ¿Por qué Bella tenía que ser mi
cantante?

-Edward…es diferente, Carlisle ya nos lo dijo,- Nada de esto fue tu culpa,


Edward. Lamento no haber podido ver las cosas con anticipación, para evitarte
el sufrimiento. Pero te ayudaré a superar esto, el resto de la familia también te
ayudará. Verás como en unos pocos años te haces inmune a su aroma. Pensó
Alice. A veces disfrutaba mucho de mi don.

-No Alice. No creo poder volver a ver a Carlisle a los ojos. Ni a Esme.
No,- Le detuve al ver que iba a interrumpirme. -Tengo que irme, y sabes que va a
ser lo mejor.-

-Lo sé…lo veo,- Hizo un gesto con su mano, tocando sus sienes con la
misma. -Solo que no concuerdo con que vayas solo por el mundo. Bien sabes que
Tanya no tendrá problemas en recibirte…-

-No quiero tener que dar explicaciones, Alice…ni merezco la compañía de


nadie.

-Edward. Estás armándote un teatro que no existe. Bella está bien. Carlisle
y Esme la traerán en pocas horas, sana y salva. Será como si nunca se hubiera
lastimado. Nadie va a echarte la culpa de nada. Ya sabes…no hay culpa sin
sangre…en cierta forma…en fin…no hiciste daño alguno, Edward.-

-Pero fue así Alice. Y yo traté de matarla. Eso no voy a olvidarlo jamás,-
Dije poniéndome de pie.

-Edward, por favor. Al menos despídete del resto. Esme va a ponerse


mal...- Me di vuelta, viendo a Alice a los ojos. Tenía que irme ahora, o si no, no
lo haría jamás. Tomé su rostro entre mis manos.

-Alice, dile a Esme que la quiero…que no esté triste. Llamaré. Que cuide
de Bella. Prometo que volver. Cuando me sienta lo suficientemente fuerte,
volveré,- Susurré dándole un beso en la frente. Y antes de que pudiera decir
palabra alguna que me detuviera, me alejé corriendo cuan rápido podía.

Alice pov
Me acomodé en una de las hamacas del jardín. Era una de las pocas noches
estrelladas que había visto desde que nos habíamos mudado a Williston, en
Dakota del Norte.

Me dejé envolver por el silencio que reinaba esa noche. Traté de poner mi
mente en blanco y descansar – de la única forma que podía – hacer a un lado los
problemas y preocupaciones.

Edward se había marchado. Y nada de lo que le dijera le haría entrar en


razón y volver. Esme estaba destrozada. Había llamado innumerable veces a
Tanya para ver si él había decidido ir allí. Pero no. Edward se había esfumado.
Ocasionalmente llamaba o escribía alguna que otra carta. Como la última que aun
sostenía entre mis manos.

Alegaba estar bien, viajando por el mundo. Solo. Auto castigándose por
algo que no había hecho. No teníamos forma de hablar con él, de contarle como
estábamos, cuánto le extrañábamos. Cuánto Bella le extrañaba.

Sobre aquella noche, ella no recordaba nada. Carlisle suponía que sería a
causa del shock y del hecho de que las mentes humanas pierden cierta
información con el correr de los años. Y Bella ya tenía diez años.

Cada día que pasaba la veía más grande, más hermosa. Bella tenía una
inteligencia única en los demás humanos de su edad. Era una niña bastante
despierta. Eso me recordaba que en los últimos dos años Bella vivía
cuestionándonos miles de cosas.

No había pasado por alto ningún detalle sobre nosotros; que no comíamos
– o que si lo hacíamos, parecía que no lo hacíamos - que en nuestras habitaciones
no había camas – Descuido de mi parte cuando una vez le dejé entrar a mi
habitación, siendo que habíamos pactado con el resto de la familia que no lo
hiciera – nuestros fríos cuerpos, y tantas cosas más que llamaban su atención.

Por eso esa noche había salido sola a tomar aire, a pesar de que no lo
necesitaba. Debía plantearme la idea de que le dijéramos la verdad a Bella.
Visualizar todo, y ver si podría tener una pequeña pista de cómo reaccionaría, y
que sería de ahora en adelante para nosotros…y para ella.

-¿Alice?- Escuché la voz de Carlisle a mis espaldas. Me giré suavemente.

-Deberíamos decírselo...sé que le duele que escondamos esto de ella.


También sé que nunca se acercará a pensar lo que en realidad somos…pero veo
el dolor en sus ojos.- Le dije mientras él se sentaba a mi lado. Como lo habría
hecho con mi padre, me doblé y descansé mi cabeza en su regazo.

-Alice…realmente no sé que hacer. Creo que aun es muy chica. Puede


escapársele con sus compañeros de colegio…eso sería, problemático. Para todos,
para ella inclusive.-

-¿Tío?- Escuchamos la voz de Bella desde el hall de entrada. No le tomaría


más de diez minutos saber donde estábamos. -¿Alice?- Deseaba tanto ser como
era frente a ella. Estaba segura de que iba a quedar encantada.

-Solo esperemos unos años más…a que ella sea más grande y pueda
entender mejor las cosas…- Su tono de voz fue bajan a medida que Bella se nos
acercaba.

-¡Ah! Acá están,- Dijo finalmente y se echó a correr hacia nosotros. -¿Otra
carta de Edward?- Preguntó con una triste sonrisa señalando la postal que tenía
apoyada en mis piernas. Rápidamente la guardé en mi bolsillo, tenía cierta
información que estaría de más que ella la leyera.

-No, Bella…esta es una que me dio Jasper.- Le dije incorporándome en la


hamaca y haciéndole lugar para que se sentase junto a mí. En lugar de eso, Bella
prefirió sentarse encima de Carlisle.

-¿Cuándo va a volver Edward?- Preguntó suavemente. Carlisle me miró,


esperando que yo hubiera visto algo.

-No lo sé, cariño…- Susurré mirando la inmensidad del cielo oscuro.

Feliz cumpleaños somos vampiros


7 años después…

Bella pov
“...Open your heart to me, baby
I hold the lock and you hold the key
Open your heart to me, darlin-
I-ll give you love if you, you turn the key...”
Abrí mis ojos de golpe ante la sorpresa de la música. Instintivamente me
crucé sobre la cama y le di un fuerte golpe al despertador, que no dejaría de
chillar hasta que no me viera completamente levantada. La música cesó y yo
volví a mi lugar, acomodándome nuevamente en la cama. Era sábado. Gruñí
mientras me escondía debajo de las sábanas. Era una tortura que alguien tuviera
que levantarse a esas horas un sábado.

Entonces recordé por qué había configurado el reloj para esa hora. Hoy
nos mudábamos. Era la segunda vez en mi vida que nos cambiábamos de ciudad.
Pero no ponía quejas. El trabajo de mi tío era así. Y me sentía orgullosa de que él
fuera tan dedicado al mismo.

Desde que tenía memoria, y por lo que sabía, desde mis tres años de edad
vivía con mis tíos Esme y Carlisle. Esme me había traído a vivir con ella luego
de que mis padres tuvieran un fatal accidente de autos cuando nos dirigíamos de
vacaciones. Yo había sido la única sobreviviente de aquella fatalidad. Esme era
una prima lejana de mi madre, pero aun así había aceptado con mucho cariño
acogerme bajo su techo. Aun teniendo bajo su cuidado cinco chicos más.

Rosalie y Jasper eran hermanos gemelos. Iguales de hermosos, pero tan


diferentes el uno del otro, como también lo era su trato hacia mí. Ambos se
mantenían a una distancia segura de mí. Segura de qué, no sabía. Pero pocas
veces crucé palabras con Rosalie. Con Jasper en ocasiones compartíamos charlas,
pero siempre había alguien más. Nunca estábamos completamente a solas.

Alice, Emmett y Edward eran hermanos de sangre. Tal como yo, sus
padres habían fallecido en un accidente, y Esme y Carlisle les adoptaron. Alice
era revoltosa, pesada en muchas ocasiones, pero era mi “hermana” preferida.
Excepto las veces en que me convertía en su muñeca y jugaba a embellecerme…
cómo lo aborrecía.

Emmett. Era Emmett. Siempre estaba a mi lado, siempre me acompañaba


en cualquier cosa que quisiera hacer. Y siempre se burlaba de lo torpe que era. Sí.
Era demasiado torpe.

Edward. Era la persona en la cual más me costaba pensar. Le recordaba


vagamente de mi niñez, o de algunas fotos que veía en la casa. Pero se podía
decir que prácticamente no le conocía. Se había marchado cuando yo tendría
unos cuatro años. Tío Carlisle decía que vivía una fuerte etapa de rebeldía, que
quería ver el mundo con sus ojos. Pero había pasado bastante tiempo.
Mis tíos tenían un grupo de amigos; Tanya, Kate, Carmen y Eleazar. Mi
familia disfrutaba del tiempo que pasaban junto a ellos. Todos me trataban de
forma indiferente, excepto Tanya. Me miraba de una forma tan extraña… como
si quisiera asesinarme. ¿Por qué? Eso no lo sabía. Pero una parte de mí me decía
que era por Edward.

Había tres cosas fundamentales que me llamaban la atención desde que era
pequeña. Cuando planteé el por qué, en mi décimo cumpleaños, la respuesta fue
unánime;“Aun eres pequeña, cuando seas grande lo sabrás” Y desde ese día
esperaba el momento en que dijeran “¡Bella, que grande estas!” El día que eso
sucediera, no podrían negarse a decirme que era lo que sucedía. Nunca volví a
preguntarles más. Sea lo que fuera que ocultasen, tendrían sus motivos. Y nada
de lo que fuera iba a hacer que mi cariño por ellos cambiase. Siempre los iba a
querer, a todos. Decidí respetar su decisión de mantenerme a un lado de ciertas
cosas, solo hasta que me dieran el pie de retomar aquella conversación.

Me levanté de un salto de la cama y me envolví con la bata que había


dejado a los pies de la cama. No me molesté en buscar unas pantuflas, me
gustaba andar descalza por la casa, sintiendo el frío del piso de porcelanato.

¡Eso era una de las primeras cosas extrañas de mi familia! El frío. Si bien
las temperaturas en Alaska no oscilaban mas de entre los 20º bajo cero y 0º en
temporadas “veraniegas”, mi familia nunca parecía sentir las temperaturas de la
misma forma que yo. Vivía abrigada, y la casa vivía constantemente con la
calefacción central encendida, de modo que un pulóver era suficiente abrigo. Otra
de las cosas extrañas era el contacto con ellos. Su piel siempre estaba fría, es
decir…helada. Si bien muchas veces mis dedos parecían cubitos de hielo…en
ellos era así en todo su cuerpo.

Parecía como si durmieran en heladeras.

Y debía ser así, ya que ninguno aparentaba la edad que tenían, y desde que
recordaba siempre se veían igual. Sobre todo mis hermanos…había pasado más
de diez años con ellos, y sin embargo a mí me parecía que no habían cambiado
una pizca.

Entré a la cocina, Emmett y Jasper estaban con las cabezas juntas hablando
rápidamente, pero cuando entré se separaron y me sonrieron. Pasé de largo, pero
sentía sus miradas fijas en mí cuando me preparaba un cuenco de cereales. Lo
revolví, y me di la vuelta de golpe, cansada de sentir sus ojos sobre mí.
A Emmett le lancé una mirada molesta, sabía de antemano que me
encontraría con una sonrisa burlona. Pero a Jasper le sonreí al ver que no había
rastro de burla alguna en su rostro.

-¿Qué les pasa?- Pregunté mientras me sentaba en el desayunador,


enfrentada a ellos. Jasper sonrió y sacudió su cabeza.

-Nuevamente Bella no sabe que día es hoy- Comentó Jasper, más para sí
que para Emmett, o para mí. Le miré extrañada, y giré mi cabeza hacia el
refrigerador, donde Alice siempre pegaba mes a mes un almanaque hecho por
ella. En uno de los cuadraditos de la cuadrilla estaba resaltado un cartel que leía
“¡Bella!” Me fijé en la fecha 13 de Septiembre. Sábado, 13 de septiembre. Era mi
cumpleaños. Y para no romper con la tradición de todos los años, no me había
dado cuenta de que hoy cumplía 17 años.

-Oh- Murmuré mientras daba un bocado a mi desayuno.

-¡Felicidades!- Rompió Emmett en risotadas, mientras dejaba una caja


dorada, con un moño rojo, sobre la superficie. Al principio lo miré de reojo. No
solían gustarme los cumpleaños…y menos si los organizaba Alice. Mis
cumpleaños siempre habían sido a lo grande, mientras que ninguno de ellos
festejaba el suyo e insistían en no recordar las fechas. Pero claro…otra vez
hacían la diferencia…el mío lo recordaban.

Dejé a un lado mi cuenco de cereales y acerqué el paquete hacia mí.

-Saben que odio que me regalen cosas…tengo suficientes…- Refunfuñé,


mientras me daba cuenta que dentro de la caja había otra más pequeña con un
moño celeste.

-Es uno solo, Bella…de parte de todos- Me dijo Jasper sonriéndome


suavemente.

-¡Justo a tiempo!- Me sorprendí al escuchar la voz de Alice a mis espaldas.


Tercer cosa – o cuarta, eran tantas que ya había perdido la cuenta – peculiar sobre
mi familia; el silencio. Se movían por cualquier lugar como si flotaran, sin hacer
el menor sonido y además de eso, se movían rápidamente. Volví mí vista al
paquete de regalo, y luego de desenvolver más paquetes llegué hasta el último.
La caja era como una de las que usualmente contienen una pieza de valor, alguna
joya. Pero cuando la abrí me quede extrañada al ver un llavero. El mismo era un
corazón rojo, de acrílico.
-Humm…gracias- Murmuré aun extrañada. Por lo general los regalos se
limitaban a algún equipo nuevo de música, una televisión para mi habitación…
entre otras. Esta vez estaba sorprendida. Emmett rió ante mi expresión.

-Bella…Creo que nos conoces lo suficiente como para saber que nuestros
presentes no se limitan a un simple llavero…- Dijo Alice acercándose a mí.

-¿Y entonces? Díganme de que va todo esto por que estoy perdida- Sonreí.
Alice me tomó de la mano y me arrastró fuera de la cocina. Jasper y Emmett nos
seguían detrás. Alice nos sacó de la casa, y ahogué un grito de sorpresa.

Fuera de la casa, sobre la calzada, había un reluciente Volkswagen New


Beattle. El auto era descapotable, de un profundo color gris topo, y tenía un
moño celeste en el capó.

-Están locos…todos locos…- Murmuré risueña mientras me acercaba al


automóvil. Pasé mis dedos por la reluciente pintura, hasta llegar a la puerta.

-En absoluto, ya estás gran… Ayy- Había comenzado Carlisle, pero Alice,
en uno de sus tantos saltos le había pisado el pie. Le miré expectante, esperando
que completara la palabra, que para mí era mágica. -Tienes la edad suf… ¡Alice!-
Nuevamente le había pisado. Parecía como si leyera su mente, y la mía…

-Ya que tienes tu permiso, creímos que sería bueno que lo aprovecharas-
Intervino Esme.

-¿Vamos dar una vuelta?- Gritó Alice a mis espaldas. Dejando a un lado la
sorpresa del regalo. Miré a Alice de reojo y luego al auto. Pocas veces me habían
dejado conducir. Emmett me había enseñado el verano pasado, pero nunca
manejé más de dos calles.

Rodeé el auto, admirándolo cuidadosamente, temiendo que volviera con


alguna abolladura luego de mi paseo de estreno. Abrí la puerta y me senté detrás
del volante, el cual tomé con cuidado, repasando en cada uno de los detalles del
mismo, y luego los del tablero. ¡Era un autazo! Escuché la puerta del copiloto
cerrarse. Alice estaba a mi lado y Jasper en los asientos de atrás. Miré de soslayo
el porche de la casa, Rosalie se abrazaba posesivamente a Emmett, supuse que no
le permitiría venir, y de sobra sabía que ella jamás vendría a ningún lado
conmigo - salvo que fuera extremadamente necesario; Como los paseos de
compras –
-Vas a ir bien Bella, solo demos unas vueltas por el pueblo…tenemos que
estar de vuelta para cuando llegue el camión de la mudanza- Asentí. Tomé el
llavero y se lo coloqué a las llaves que estaban puestas en la ranura del contacto.
El motor dio un suave rugido. Respiré profundamente, y saqué el auto de la
entrada de la casa.

Di unas cuantas vueltas por el centro del pueblo, el día estaba nublado,
pero no llovía, por lo que podía andar sin el techo del auto, sin preocuparme por
mojarme o por calcinarme bajos los rayos del sol.

-¿Qué tal es ese lugar donde vamos?- Pregunté cortando el prolongado e


incómodo silencio.

-Es bastante…parecido a aquí- Dijo Jasper asomando su cabeza entre los


dos asientos delanteros, entonces noté que arrugaba la nariz, como si algo oliera
mal, pero casi siempre hacía ese gesto.

-Oh- Musité pensativa. -Deberíamos pensar en mudarnos a alguna parte


más…cálida…alguna zona costera, con sol- Dije mirando a Alice de reojo.

-Eso…Dios Bella, son las peores zonas para vivir, turistas, sol, la
humedad…Agghhhh- Dijo, haciéndolo sonar el peor lugar del mundo.

-Pero la costa norte no es tan húmeda…-

-Bella, sabes que no dependemos de la geografía del lugar…Carlisle ha


aceptado un trabajo en Forks…y allí pasaremos unos años- Dijo Jasper
suavemente, -Ahora cuando llegue el momento de que escojas una universidad…
corre por tu cuenta donde elijas ir-

-No voy a ir- Estaba segura de que si Alice o Jasper estuvieran manejando,
habrían pisado fuertemente el freno.

-¡Estás loca! Claro que tienes que ir- Me regañaron al mismo tiempo.

-Ustedes no fueron…entonces yo no tengo por qué ir…tampoco


trabajan…- Murmuré poniendo las cartas sobre la mesa, pensando
cuidadosamente mi próxima jugada. Alice y Jasper vacilaron al contestarme.

-Es tarde…tenemos que volver a casa- Anunció Alice encendiendo el


estéreo, con la excusa de probar la potencia.

-Sí, tarde…muy conveniente- Murmuré entrecerrándole mis ojos.


--

Cuando llegamos a la casa, Carlisle nos esperaba en el marco de la puerta.


Alice salió de un salto y murmuró algo en su oído. Por un momento me sentí una
extraña ante la mirada que mi tío me lanzó.

-Bella- Me llamó extendiendo su mano hacia mí. Avancé hacia él con paso
lento, mi corazón palpitando a mil por hora. Me guió escaleras arriba, Jasper y
Alice nos seguían detrás.

Era la primera vez que entraba a su escritorio; nunca me lo había


permitido, y por lo que sabía al resto de mis hermanos tampoco. Me quedé
maravillada al entrar. Era una habitación luminosa, con el piso de madera
reluciente. Dos de las paredes estaban cubiertas por unas enormes bibliotecas,
con centenares de libros, los cuales asumía, eran de medicina.

En las restantes paredes habían varias imágenes; entonces mi vista se


reparó en una de ellas; un pequeño y sencillo óleo, en tonalidades sepia,
representaba una ciudad, con los tejados y algunas pocas torres. Mis ojos pasaron
en cada detalle, hasta que en una esquina vi una inscripción “Londres, 1650”
Después de todo la pintura no tenía nada en especial. Carlisle era bastante
fanático de las piezas de arte; podía decirse que esta vez había perdido el gusto…
no tenía nada, pero nada de interesante.

Y luego, atraídos como imanes, mis ojos volaron a otra imagen. Carlisle,
Edward, Esme y Rosalie estaban sonrientes en un puerto. Todos vestían ropas
demasiado extrañas, viejas, como de mediados de siglo. Y detrás de ellos un
enorme e imponente barco flotaba amarrado al puerto. Me acerqué más a la
imagen. En el costado visible del barco pude leer claramente el nombre del
mismo; “Queen Mary”. Sonreí. Ese barco databa de comienzos de la segunda
guerra mundial. Sacudí mi cabeza ante la estúpida idea que quería asomarse. Un
fotomontaje, obviamente era eso. Me acerqué aun más.

-¿Qué buscas?- Escuché la suave voz de Esme preguntar a mi lado.

-Algún error…pero no lo veo- Dije volviéndome hacia la sala, dándome


cuenta de que ahora toda mi familia estaba allí. Emmett, Rosalie y Jasper estaban
apoyados contra el marco de la ventana. Carlisle se había acomodado en su sillón
y Alice permanecía sentada sobre el escritorio. -Es un muy buen fotomontaje-
Sonreí. Rosalie resopló por lo bajo.
Lo habrían hecho en alguno de sus viajes. Solíamos hacer acampadas o
viajes por algunas ciudades o pueblos y reservas forestales. Nunca todos juntos,
Carlisle y Esme insistían en hacerlos de a grupos, para solventar gastos. Nunca le
vi sentido a eso…pero algunas veces fuimos todos juntos.

Mis ojos pasaron por cada unos de los hermosos rostros de mi familia.
Solo Esme me miraba con una suave sonrisa, mientras apoyaba su mano sobre mi
hombro.

-No es un fotomontaje, Bella,- Me dijo suavemente. Alice alzó sus manos,


cubriendo su boca con ella. Yo me reí, por alguna razón me sentía un tanto tonta
al pensar como primera opción que mi familia tenía más de setenta años…cuando
la respuesta era obvia;

-Ya entiendo…es una de esas fotos de época, donde te disfrazas y…

-Tampoco Bella, verás, esa fotografía fue tomada en 1941.- Me explicó


Carlisle desde su lugar. Mi sonrisa se desvaneció, y volví a mirar la seriedad de
toda mi familia.

-Bueno…supongamos que sigo el juego…- Reí acomodándome en el sofá


que estaba frente a la biblioteca. -¿Va a llevarme a algo en especial?-

-Bella, tu querías saber la verdad sobre nosotros,- Dijo Alice.

-Es un tanto complejo de explicar,- Comenzó Carlisle

-Esto es una mala idea.- Murmuró Esme mientras se volteaba hacia mí,
mirándome con temor.

-No, a decir verdad es la mejor idea que han tenido en años…- Dijo
Rosalie elevando demasiado su tono de voz. Ahora era cuando comenzaba a
ponerme nerviosa. Carlisle se puso de pie, e inmediatamente todos se
mantuvieron en silencio. Grácilmente se acercó hacia mí, y se sentó en el
extremo opuesto del sofá donde me encontraba.

-Bella, sé que eres inteligente y despierta, en todos estos años deben haber
miles de cosas en las que has reparado o que han despertado tu curiosidad.-

-Pppfffff- Resoplé. Había millones de cosas.


-Prefieres que explique una por una o saltar de una a la realidad- Era una
oferta tentadora, pero adoraba los misterios. Confiaba en poder resolverlo cuando
me explicaran dos de las cosas que más me sorprendían.

-Bien…déjame pensar…- Murmuré, primero debía ir por las más suaves…


-¿Por qué nunca comen, o por lo menos no lo hacen cuando yo estoy?- Me sentí
idiota al preguntar aquello, pero no podía deshacer lo dicho.

-Yo te lo respondo.- Alzó su mano Emmett. Alice se dio vuelta


frenéticamente y sacudió su cabeza.

-No (,) que lo haga Carlisle.- Gritó. Y en pocos segundos la sala se llenó
de unos chirridos ensordecedores e incomprensibles. Podía ver claramente como
todos movían sus bocas, pero a una velocidad increíble. Llevé mis manos hacia
mis oídos cuando no pude soportar más el bochinche. Carlisle me miró
suavemente, con una triste sonrisa, y alzó su mano.

Nuevamente todos se quedaron en silencio.

-Temo tu reacción al saber todo, Bella.- Me susurró.

-Va a estar bien, Carlisle, pero si lo dices tú…Emmett iba a ser un poco…
ilustrativo.- Miré a Alice ¿Cómo era posible que supiera lo que Emmett iba a
decir sin que hubiera dicho absolutamente nada?

-Bella,- Me habló Carlisle, -No somos como tú…- Enarqué mis cejas,
tratando de prestarle atención, -Somos…vampiros.-

Forks
Alice pov
Vampiros.

Respiré profundamente, aunque no lo necesitaba.

Bella ya lo sabía.

Le miré fijamente. Entonces Bella estalló en risotadas, tanto que tubo que
presionar la boca de su estómago para mitigar el punzante dolor del esternón. Se
calmó un poco más cuando vio que ninguno de nosotros le seguía. Nadie se reía.
Todos la mirábamos fijamente. A mi espalda escuché a Rosalie murmurar
un; “Síguete burlando niña…ya vas a ver…” Me volteé y le lancé una mirada
molesta y luego me volví hacia Bella.

Parecía atónita, pero también sé que no creía ni una palabra de lo que


Carlisle le había acabado de decir. Sabía que no iba a salir corriendo lejos de
nosotros, asustada. Pero eso no evitaban los pensamientos que pudieran circular
por su mente, y eso nos preocupaba, Edward no estaba aquí, y además, no podía
leer su mente.

-Dinos lo que piensas, por favor- le suplicó Esme arrodillándose frente a


ella, iba a alzar sus manos para apoyarlas sobre las rodillas de Bella, pero luego
no lo hizo.

-Quiero que dejen de tomarme el pelo…solo quiero que sean sinceros


conmigo. ¡Vampiros, sí claro! y yo soy una mujer lobo- ¡Dios y el cielo no lo
quisieran! Eso sería…desastroso. Bella una mujer lobo…pero no lo era. No olía
a ellos. Escuché a Emmett sonreír, pero Carlisle miraba a Bella seriamente, Esme
y yo también lo hicimos, dándole a entender que nadie bromeaba con respecto a
nuestra naturaleza -Oh vamos…No esperan que crea eso ¿o sí?- se sonrió.

-No esperaba que lo comprendieras al instante, después de todo…es lógico


que te suene a ficción.- comentó Carlisle.

-Pero no es así, Bella- susurró Esme, mostrándole una enorme sonrisa.


Solo entonces fue cuando algunas piezas del rompecabezas en su mente
comenzaron a juntarse. Era imposible ver los dientes de cualquiera de nosotros y
no extrañarse por sus formas y perfección. Los caninos eran ligeramente más
largos que el resto de los dientes, y mucho, mucho mas afilados. Eran nuestras
letales armas.

-Bueno,- se quedó pensativa apartando nerviosamente sus ojos de la


sonrisa de Esme, -Si es verdad lo que dicen… ¿Cómo es que no me han matado?-
sabía que iba a preguntar eso, no me tomó por sorpresa; pero sí lo hizo el vacío
que se formó en mi estómago. La mueca que Bella hizo inmediatamente me hizo
notar que se arrepentía de haber preguntado aquello. Y no lo hacía con mal. Si yo
estuviera en su situación habría preguntado lo mismo.

-A mí no me lo permitieron- murmuró Rosalie, ganándose un gruñido de


mi parte.
-Somos vegetarianos- le sonreí, -No ha sido fácil, o sea, hueles demasiado
apetecible- no fue la mejor respuesta, Bella se apretó más contra el sofá -Oh, lo
siento…no quise sonar así…- me disculpé rápidamente, avergonzada de haberla
asustado.

-No nos alimentamos de personas- explicó Emmett, -Solo de animales, son


más divertidos…- Bella se llevó una mano hacia su frente, tratando de acomodar
las ideas y de atar cabos sueltos.

-¿Y el sol? O sea hoy no lo hay, pero…es de día y están en la ventana…


¿No deberían convertirse en polvo?

-Muchas películas, Bella- le sonrió Jasper. -El sol no nos hace nada…
malo- prosiguió Jazz.

-¿Y entonces?- demandó.

-Humm…es algo difícil de imaginar…simplemente brillamos- me sonreí.


No había forma de que Bella se imaginara cuan impresionante resultamos bajo
los rayos del sol. Bella se sonrió.

-¿Puedo ver?- preguntó.

-Te prometemos que algún día de sol te mostraremos- le dije con una
enorme sonrisa ante su entusiasmo por saber tanto sobre nosotros. Bella
permaneció pensativa unos instantes, barajando sus siguientes preguntas.

-Bueno, te escucho…- dijo Carlisle animándole a seguir con las preguntas.

-No lo sé- murmuró Bella, -Estoy pasmada…

-Bien, verás…algunos de nosotros tenemos ciertos poderes- le dije


tratando de simplificarle las cosas, -Edward puede leer los pensamientos de las
personas- para ese entonces Bella ya estaba pálida, y respirando
entrecortadamente. Seguramente recordándose a fuego no pensar nada si alguna
vez le veía, -Tranquila Bella, él no puede leer tu mente.

-¿No puede leer mis pensamientos?… ¿De quién más tampoco puede?

-Solo de ti, es como si tu mente funcionara en otro nivel…como si tú


fueras AM y él solo captase las FM- le expliqué.
-Aja, ya veo…siempre supe que estaba en la frecuencia equivocada…- río.
-Alice- me llamó, -Antes dijiste que algunos de ustedes tienen ciertos poderes,
bueno, me preguntaba…

-Oh…claro, verás Jasper, aquí como lo ves tan inofensivo- Jazz me lanzó
una mirada molesta ante mi descripción sobre él, le guiñé un ojo, -Él puede
ejercer cierta influencia sobre la gente, más bien sobre el estado de ánimo.

-Ahh… ¿Es por eso que, a pesar de no tener miedo alguno, siento un poco
de esa sensación?- comentó Bella e inmediatamente me giré hacia Jasper.

-Lo siento- se disculpó Jasper, -Hay alguien más en esta sala que tiene un
poco de miedo…nada preocupante- comentó, -Creo que es lo mismo que todos
sentiríamos…un cierto temor a tu reacción…

-¿Mi reacción?- comentó Bella sorprendida, -A que se esperaban que


saliera corriendo ¿Verdad?- rió.

-Sería lo lógico, después de todo…nada asegura tu seguridad aquí- gruñó


Rosalie adoptando una postura un tanto hostil.

-¡Rosalie!- le regañó Emmett. Mi hermana le lanzó una mirada molesta, y


luego otra a Bella…después de eso, de un rápido movimiento salió del escritorio.

-Wow- murmuró Bella al ver a Rosalie desaparecer rápidamente de la sala.


-Es genial- nos reímos. -Me preguntaba si podría saber más…- dijo mientras sus
mejillas se teñían de un color rosado. En esos momentos el celular de Carlisle
sonó. Lo atendió y colgó.

-Lo siento…el camión de la mudanza está llegando ¿Quieren ir saliendo a


la ruta? Después de todo pueden seguir hablando en Forks, o de camino…- Bella
bajó su vista un tanto desilusionada.

-Hagamos algo- dije acercándome a Bella, -Jasper se llevan el auto de


Edward y tú me llevas en el tuyo, mientras te cuento todo lo que puedas saber
¿Quieres?

-¿Todo lo que pueda saber?... ¿Qué, hay algo así como secretos
vampirescos?- me sonrió Bella.

-No, pero no quiero volverte loca de entrada…


Al poco tiempo estábamos en la carretera. Nos costó un poco arrancar.
Bella había insistido en probar todas las modalidades de su nuevo automóvil. Le
tomó más de quince minutos hallar la forma de subir la lona del techo –
insistiendo en que no quería ayuda- pero lo consiguió.

-Bien…entonces… ¿Qué quieres saber?- dije retomando nuestra charla


anterior. Me acomodé en el asiento, de modo que recosté mi espalda contra la
puerta del copiloto. Bella mantenía sus ojos fijos en la ruta, y conducía a una
velocidad insoportablemente lenta. Pero era ella la que manejaba y no tenía mis
reflejos.

-Humm…déjame ver… ¿Cuántos años tienes?- preguntó son una sonrisa


torcida.

-Diecinueve- le respondí de una. Bella me miró de reojo y chasqueó su


lengua.

-Años humanos, Alice, no de vampiros- rió. Pero no me molestaba que lo


hiciera.

-Creo que nací por algún día de 1901- dije casi en un susurro.

-¿Crees?- preguntó Bella.

-Verás, mi historia es un tanto compleja, no recuerdo cuándo ni quién me


trasformó- Bella no emitió gesto alguno. Permanecía indiferente, con lo cual supe
que sería seguro seguir, no tendría ni un ataque ni nada parecido. -Supongo que
habrá sido por 1920, por eso mis eternos diecinueve años.

-¿Y los demás?

-Bueno, Carlisle fue el primero en convertirse, fue alrededor de 1663-


Bella inspiró rápidamente, sorprendida… ¡esa era una reacción normal para un
humano! -Él fue el primero de nuestra familia. Después convirtió a Edward, en
1917, él tenia diecisiete años. Esme fue convertida en 1921, Después le siguieron
Rosalie en 1933 y Emmett en 1935.- concluí con una sonrisa al recordar
perfectamente las fechas.

-¿Y Jasper?

-Oh…él tiene su historia aparte, como la mía, ambos fuimos convertidos


por otros vampiros. Jasper fue alrededor de 1863.
-¿O sea que hay más como ustedes?- preguntó Bella.

-Si…hay algo que debes recordar siempre, Bella. Por tu bien. Para que no
corras hacia todos los vampiros que veas. No todos son como nosotros. No todos
rechazan la sangre humana- pude escuchar el pulso de Bella acelerarse. Pero no
hondeó aquel tema. -Te toca- dije esperando su próxima pregunta.

-Se me vienen tantas cosas a la cabeza que no puedo pensar con claridad-
susurró ofuscada. Traté de pensar en algo para contarle, algo que pudiera
ayudarle a conocernos mejor, como lo que somos.

-Bien…es algo que sabes, pero para que sepas por completo. Jasper y yo
estamos casados; lo mismo que Rosalie y Emmett, y obviamente nuestros padres.

-¡WOW!- pegó un grito de sorpresa. -Así que…la gente del pueblo tenía
razones para hablar.- Rió Bella. Yo le sonreí, había escuchado los rumores, en
todos los pueblos en los que habíamos habitado. Los humanos a veces podían
llegar a ser fastidiosos. -¡Vaya ejemplos de Hermanos! Faltaría que Edward
volviera para que me case con él- dejé de sonreír y la miré fijamente. Entonces
Bella se ruborizó y me miró nerviosamente, -Oh, lo siento, bueno fue una especie
de chiste…demasiado tonto, a decir verdad…Edward y además…- Bella seguía
intentando disculparse por aquello que había dicho, cuando a mí en realidad no
me había molestado en absoluto, sino que mi mente comenzó a trazar una red de
ideas.

-¡Oh Bella! Deja de ser tan boba, ya lo entendí. Eso sí, debes tener cuidado
con eso de hermanos...es nuestra coartada. Tenemos que ser cuidadosos de no
despertar sospechas. Jasper y Rosalie son hermanos gemelos, se apellidan Hale.
Ese fue el apellido de Rosalie cuando era humana. Edward, Emmett y yo somos
los hermanos Cullen. Esme y Carlisle son nuestros padres adoptivos.

-Esme no es mi tía lejana ¿Verdad?

Suspiré. Rogando que no preguntase si la historia del accidente de su


familia era realidad. Por suerte habíamos discutido sobre esto con Carlisle. –No-
respondí. –Es demasiado joven y demasiado vieja como para ser tu tía verdadera,
Bella.

-Y entonces… ¿Qué digo cuando…- sabía que Bella se refería sobre si


algún día preguntaban sobre ella.
-Rosalie y Jasper llevan con Esme desde los ocho años. Edward, Emmett y
yo unos cuatro años. Tú llevas con Carlisle y Esme seis años. No creo que te
pregunten tanto detalle, pero no sé…di que anduviste por orfanatos. Después de
todo, si Esme quiere aparentar tener veinticuatro, ni modo te hubiera adoptado
apenas fallecieron tus padres.

Me había turnado con Bella para conducir, quedaban bastantes kilómetros


y Bella se estaba quedando dormida. Cambiamos lugares. Yo no tendría
problemas en pasar la noche en vela…nunca dormía. Lo cual se lo conté luego de
que le dijera que yo no necesitaba dormir como ella. Como era de esperarse me
dijo que creía que dormíamos en ataúdes, pero como podíamos salir a la luz del
día, que supuso que seríamos una especie de vampiros a la inversa. Me reí como
nunca. A veces tenía cada ocurrencia…

Conduje por la oscura ruta, hasta que el sol comenzó a despuntar por el
horizonte. Alrededor de las siete de la mañana se podía ver perfectamente, pero
ahora que entrábamos al estado de Washington el cielo se había empezado a
encapotar. Bella se retorcía en su asiento, entre sueños. Entonces le escuché;

-Edward- susurró soñolienta. Me incliné hacia ella para ver si realmente


estaba dormida. Y así lo era. Profundamente dormida. No me sorprendió tanto
como la primera vez que le escuché susurrar su nombre. Varias veces había
entrado a su habitación mientras ella dormía. Era entretenido, a veces, verla
dormir. Bella solía hablar entre sueños. Y la mayoría de las veces susurraba
incoherencias o gritaba aterrada. Pero las pocas veces que susurraba una palabra,
era el nombre de Edward.

Mi seco corazón se apretó en mi pecho, como siempre que le escuchaba


decir su nombre. Estaba claro que le extrañaba, más de lo que creíamos. Pero no
entendía por qué le extrañaba de esa forma, es decir, prácticamente había vivido
con él un año o un poco más. Siendo tan pequeña, es poco común que le recuerde
de esa forma tan…potente.

La ruta comenzó a adentrarse en un bosque. De repente nos encontrábamos


regodeadas por espesos árboles, cuyos troncos estaban totalmente cubiertos de
helechos y enredaderas que trepaban por ellos hacia arriba, en busca de algún
escaso rayo de sol.

Fue entonces cuando Bella se desperezó. Se estiró en el asiento mientras se


frotaba sus ojos con sus manos. Volvió a acomodarse y me sonrió un Buen día.
Después miró por la ventanilla a su alrededor, maravillada por la naturaleza por
la que nos encontrábamos rodeadas. Unos kilómetros más adelante podíamos ver
un cartel que nos anunciaba que estábamos entrando al pueblo de Forks.

El Volvo plateado de Edward, conducido por Jasper, nos esperaba allí


aparcado. Esperándonos. Frené a su lado y bajé la ventanilla.

-Tendremos que esperar al resto…no sé dónde queda la casa.- dijo con


tono aburrido. Yo le sonreí y palpé mi sien.

-¿Sabes donde tenemos que ir?- preguntó Bella sorprendidísima.

-Oh es cierto, aun no sabes como funciona mi don…sí sé donde vamos,


como también sé que vas a tropezarte y caer al bajar del auto- se rió mientras
subía la ventanilla. A pesar de estar en diferentes autos le escuché a Jasper reírse
y comentar que no se necesita tener poderes para saber que Bella va a tropezarse.

-Vamos a ver si me caigo no.- dijo molesta. Pero sí… se caería.

Entonces lo vi
Bella pov
Alice siguió manejando por la ruta que nos adentraba cada vez más al
pueblo de Forks. Los árboles rodeaban el camino formando paredes sólidas de
tonalidades verdes a nuestro alrededor. ¿Dónde estaba el marrón de los troncos?

Era todo verde, completa y molestamente verde. Entonces el parabrisas del


auto comenzó a ser salpicado por gotas de lluvia que nos proporcionaba una gran
nube, acompañadas de tantas otras que amenazaban con lanzar una gran tormenta
de bienvenida.

Suspiré resignada. Los próximos años de mi vida los pasaría lejos de la


cálida luz del sol, como siempre. Pero en este lugar me sentía diferente. De
alguna forma mi cuerpo rechazaba el lugar, como si en alguna otra vida hubiese
estado allí, y hubiese aborrecido Forks.

Alice conducía tan rápido que casi no me daba cuenta de que ahora iba a
unos cien kilómetros por hora por las callecitas del pequeño pueblo. Las casas
estaban bastantes separadas unas de otras, y en los aledaños a la ruta habían
algunos pequeños negocios.
Alice se adentró en un camino un tanto cubierto por el espeso follaje de los
arbustos. Le lancé una mirada preocupada ante la idea de que alguna rama
pudiera rayar la pintura del auto. Alice sonrió y dio una palmadita a su cabeza.
Claro, cómo no…su bendito don le había anunciado que mi auto permanecería a
salvo, y que yo me tropezaría al bajar de él. Pero no iba a ser así.

Al poco tiempo comencé a ver que el verde comenzaba a ser menos espeso
y entonces vi la casa donde viviría por los próximos años. Era tanto o más grande
que las que habíamos vivido con anterioridad. Siempre me había preguntado si
mis tíos se habían ganado la lotería o algo así. Pero ahora sabiendo que tenían
más de cien años de vida, sobre todo Carlisle, no era difícil imaginar que habían
trabajado toda su vida. Aunque sospechaba que Edward y Alice habían hecho uso
de sus dones.

Alice aparcó el auto y me dio una mirada burlona antes de salir del mismo.
Respiré profundamente y desabroché el cinturón de seguridad. Abrí
cuidadosamente la puerta del auto y miré al suelo en busca del objeto que me
haría tropezar. Nada, ni una piedra, o pozo. Pero por si las dudas daría un
pequeño salto al bajar. Alice nunca se lo vería venir. Me giré sobre el asiento y
apoyé los pies en el marco de la puerta del auto, preparándome para saltar. Tomé
envión, pero cuando salté algo me tiró del pie y caí al suelo, tal y como Alice
había predicho.

Escuché la risa de Alice, seguida por la de Jasper, quien se había


estacionado hacia instantes. Moví mi cabeza para ver la causa de mi caída. Había
enganchado mi pie con el cinturón de seguridad. Apoyé las manos en el suelo
para levantarme cuando el Volvo plateado de Edward pasó por mi lado y se
estacionó más adelante. Emmett bajó del auto y chasqueó su lengua mientras me
ayudaba a ponerme de pie. Luego miró a Jasper.

-¿No me digan que me perdí una buena función?- dijo aparentando estar
triste. Jasper le sonrió.

-Alice le dijo a Bella que se tropezaría, y aparentemente quiso engañarla y


saltar sobre lo que fuera que la haría tropezar, pero se enredó con el cinturón de
seguridad…- rió Jasper. -Alguien debe enseñarle que no debe apostar contra
Alice.

-Alguna falla debe tener- murmuré molesta mientras me limpiaba la ropa.

-Sí -dijo Alice suavemente, -Bella el futuro no está escrito en piedra, tú


misma lo escribes. Yo solo puedo ver las cosas a tiempo si las piensas de
antemano. Aquellas que salgan de improvisto, las veré con segundos de
anticipación.

-Oh- murmuré mientras me acercaba a la casa, en medio del trayecto vi


que estuve a punto de pisar un pequeño pozo, seguramente me caería, pero me
quedé quieta, mirándolo severamente. Me sentía ridícula al mirar a un indefenso
–no para mí- agujero como si mirase a mi Némesis. Escuché la risa de Alice a mi
lado.

-Vas a saltarlo. Descuida, estarás bien.- me aseguró. Suspiré resignada,


algo me decía que debía acostumbrarme al control de Alice. Aunque seguramente
siempre me controló, y en cierta forma me cuidó. Alcé mi pie y salté el pequeño
pozo sin dificultad. Sonreí. Sentía como si hubiera corrido cien metros sin
tropezarme con mis propios pies.

No tuvimos que esperar por mucho tiempo a Esme y Carlisle, ni al camión


de la mudanza. Me quedé maravillada al ver con que velocidad mi familia
acomodaba los muebles que los empleados de la empresa de mudanza dejaban en
el porche. En menos de una hora habíamos descargado todo el camión.

A mí me tocó la parte más liviana, lo único que accedieron a dejarme


cargar, fueron las maletas. Las acomodé a un costado de la escalera, por pares.
Alice tenía para ella sola cinco maletas de tamaño grande, Rosalie tenía una más.
Subí las escaleras con mis dos maletas en busca de mi habitación.

Jasper, Emmett y Carlisle se habían encargado de amueblar cada


habitación de la planta superior. Rosalie, Alice y Esme la inferior. Emmett me
había dicho que mi habitación la habían arreglado en el último piso. Le miré con
desgano al enterarme de que la casa tenía dos plantas superiores, con lo cual
debía subir y bajar más escaleras que las de costumbre.

Prácticamente llegué arrastrándome al último escalón del segundo piso.


Luego de apoyar seguramente las maletas en el suelo, me recosté contra la pared,
tomando el aire que se me había ido con la subida. Miré hacia un lado, el
derecho, o el sur, donde había una puerta entreabierta. Me acerqué hacia ella,
creyendo obviamente que esa sería mi habitación. Pero cuando la abrí me di
cuenta de que había entrado a otra.

La pared sur estaba ocupada por una enorme ventana. Me acerqué


rápidamente hacia ella, encantada por la luz que se filtraba. A pesar de que afuera
estaba lloviznando, la tenue luz de la mañana iluminaba fantásticamente la
habitación. A través del enorme ventanal pude ver el espeso bosque de la
montaña de Olimpia, y el río Sol Duc atravesándolo.

Me volví para seguir contemplando la habitación, había un enorme


armario y una puerta –la cual asumí que sería el cuarto de baño- en la cara
opuesta a la puerta. La pared oeste estaba cubierta por centenares de discos
compactos, y un flamante y sofisticado equipo de música entre ellos. Me acerqué
y para no perder la costumbre casi tropecé con las borlas de la alfombra dorada
que adornaba el suelo de la habitación. Pasé mis dedos por los brillosos botones
del equipo de música. La pantalla de LCD anunciaba la hora y que había un CD
puesto, listo para ser escuchado.

Examiné con cuidado el equipo, viendo si encontraba la tecla de encendido


y no la confundía con alguno otro que pudiera destruir tal artefacto. Lo encontré,
y lo pulsé. La música comenzó a sonar suavemente, estaba segura de no haber
escuchado jamás aquella melodía, y sin embargo me resultaba acogedora,
familiar.

-Es Debussy- dijo una suave voz a mis espaldas. Me di vuelta alarmada, y
Alice me sonrió.

-Oh, lo siento…creí que era mi habitación…pero supongo que no- dije


lanzando una mirada a la habitación, la cual solo estaba equipada con un enorme
sillón de cuero negro, y ninguna cama. -Linda habitación Alice…creí que Jasper
querría ponerle algo de él, ya sabes…algún toque masculino.- me reí y Alice
también lo hizo, pero con más fuerza que yo.

-¡Hay Bella! Me hubiese gustado ver su expresión si te hubiera escuchado


decir eso de su habitación…- rió. Pero yo ahora la miraba confundida. -Esta es la
habitación de Edward- me dijo mientras señalaba un portarretratos que había en
una mesa esquinera, donde había una lámpara.

-Oh, bueno…no quise…es solo que es tan…- comencé, pero mis palabras
se desvanecieron conforme me acercaba a la foto de Edward.

-Anticuada, lo sé…odio ese color dorado de la pared. Pero viendo la época


en la que vivió…- comentó mientras se dejaba caer en el sofá.

En la foto, Edward se encontraba posando junto a un piano negro. Su


piano. El piano que tantas veces había visto, y aun así nadie lo tocaba. No sabía
cómo, pero de alguna peculiar forma recordaba el sonido suave de sus teclas.
Siempre que me acercaba a él una dulce melodía resonaba en mi interior, no con
claridad –ni siquiera estaba segura de haberla escuchado o soñado- sino como un
recuerdo de otra vida. Edward sonreía, se le veía bastante feliz con su piano.

-¿Va a volver?- pregunté apoyando el portarretratos en su lugar. Alice me


dio una suave sonrisa, triste, eso podía verlo y sacudió su cabeza.

-No lo sé- suspiró.

-¿Pero no lo ves?- inquirí quizás más emocionada de lo que debería o sería


normal. Prácticamente no conocía a Edward, no era demasiado lógico que tuviera
tanto interés en verle o que le recordase con tanta añoranza. Alice negó con su
cabeza nuevamente, -¿Entonces por qué armaron su habitación?

-Siempre lo hicimos, cada vez que nos mudábamos de casa, él podría


volver…suenas bastante desesperada por conocerlo.- Me dijo entrecerrándome
sus ojos, mientras una pícara sonrisa se cruzaba en sus labios.

-Esto…sí, a fin de cuentas es parte de la familia ¿Verdad?- respondí


saltando del sofá. -Entonces ¿Dónde esta mi habitación?- pregunté al ver que
Alice abría su boca para decir algo más respecto de mi efusivo entusiasmo por
saber de Edward. Ni yo misma podía comprender por que me sentía así.

Alice se puso de pie y salió de la habitación, corrí, tratando de seguirle el


paso. Alice avanzó hacia la puerta que había en la dirección opuesta por la que
había ido. Al final del pasillo estaba mi habitación. Alice me hizo un ademán con
la mano y pasé delante de ella, entrando a mi nueva habitación.

Como el resto de la casa, tenía las paredes blancas, y el piso de madera


lustrada. Una de las paredes de la habitación estaba cubierta por un enorme
ventanal que, como la habitación de Edward, tenía vistas del bosque y del río. En
la cara sur de la habitación estaba mi enorme cama. Desde pequeña dormía en
ella, antes solía perderme entre las sábanas, pero ahora era más que suficiente
para mí.

Enfrentada a la puerta de entrada, había otra, la del baño, y a un lado de


esta, el placard. Me tomó casi toda la tarde desempacar mis cosas, pero lo
terminé con la ayuda de Alice – quien obviamente ya había terminado de
desempacar sus pertenencias –

-Entonces Alice ¿Cómo crees que… -me detuve al alzar mis ojos y darme
cuenta de que Alice parecía no estar escuchándome, y creo que tampoco estaba
viéndome a mi. Me quedé impresionada al ver su expresión, parecía como si
estuviera viendo algo que yo no. Entonces caí en cuenta, Alice estaba teniendo
una de sus visiones.

-Edward- murmuró con una suave sonrisa. No me dio tiempo a preguntarle


qué ocurrió. En un abrir y cerrar de ojos, Alice había desaparecido de mi
habitación.

Le seguí tan rápido como pude. Alice había bajado las escaleras en un
santiamén. Yo llegué con el corazón en mi mano, y la respiración agitada. Alice
estaba parada frente a la puerta con una enorme sonrisa en sus labios.

-¿Alice? ¿Qué haces?- pregunté viendo que no se movía.

-Abre la puerta…- murmuró tan suave que tuve que pedirle que lo
repitiera, -Solo…ábrela.- dijo con entusiasmo. Le miré de reojo, no podía
suponer que era lo que se traía entre manos.

Me acerqué a la puerta y suavemente giré la manija, abriendo la puerta.


Traté de enfocar mis ojos entre la oscuridad del ocaso, pero solo veía hasta donde
la luz del porche me lo permitía.

Trate de oír con atención, quizás Alice escuchaba algo que yo no. Nada,
solo el canturrear de los grillos y el croar de alguna rana que se alejaba. Alice
pasó a mi lado, con su vista fija hacia el oeste.

-¡Ya sal!- exclamó Alice con una juguetona sonrisa.

Entonces lo vi.

De vuelta en casa
Edward pov
Habían pasado catorce años desde la última vez que había visto a mi
familia. Catorce años desde aquella noche en que intenté asesinar a Bella y había
corrido sin ninguna dirección en especial. Corrí. Corrí alejándome de ella. Temía
ser capaz de lastimarla si volvía a oler su esencia.

Alice me había rogado que me quedase, que por lo menos me despidiera


de mis padres Pero sabía que si lo hacía conseguirían retenerme allí, a pesar de
que yo no lo quería. Y quien sabe si Bella hubiera tenido tanta suerte la próxima
vez.

En los pasados años viajé por todas partes, por todas las zonas donde era
seguro para mí. Trataba de mantenerme ocupado, de afilar algunas capacidades
que no había desarrollado a fondo. Había conseguido rastrear exitosamente a un
par de vampiros. Seguí su rastro por más de un año, los seguí aun cuando se
subieron a un avión, y a pesar de que tomé uno días más tarde, cuando arribé al
aeropuerto de Caracas pude encontrar su rastro y seguirles hasta Perú.

A estas alturas podía rastrear lo que fuera, sin importar cuan lejos estuviera
o cuan rápido fuera. Por una parte era algo positivo, había agudizado mi sentido
del olfato y del rastreo. Por otro…temía lo que podía suceder cuando volviera
con mi familia, si Bella seguía con ellos. Haber ejercitado y mejorado el sentido
que me permitía percibir su dulce aroma no era nada bueno.

Pero la realidad era que me sentía solo, que extrañaba horrores a mi


familia. Era una idiotez alejarme por una insignificante humana. Tenía que haber
esperado que Carlisle volviera del hospital, seguro él me habría podido ayudar a
superar todo.

Catorce años después me encontraba frente a la casa donde todo había


empezado. Estaba vacía. La conservábamos, como todas las casas en las que
habíamos vivido, seguramente en unos cuantos años podríamos volver a esa casa.

No me tomó trabajo pensar en como encontrar a mi familia, si quería


hacerlo, podría. Pero no podía negar que necesitaba ayuda. Entonces fui al único
lugar donde sabía que siempre tendría alguien a quien recurrir. Fui a Alaska.

Tanya me había dicho que hasta el día anterior mi familia había estado
viviendo allí, cerca de ellos, y como era de esperarse, Bella también. Según
Tanya era una niña igual a cualquier otra humana, pero su mente gritaba lo
contrario.

Tanya estaba celosa de una humana, específicamente de Bella. Primero por


el hecho de que por ella me había ido, y ella se perdió de vivir cerca de mí unos
cuantos años. Realmente no podía entender por qué seguía insistiendo en su
atracción por mí, siendo que ya le había dicho que realmente no me interesaba.

No quise hondear en aquel tema con ella. Mientras lo mantuviera de su


mente para adentro, haría oídos sordos a sus pensamientos. Aunque ella bien
sabía que yo podía oírlos. Entonces me dijo que mi familia se había mudado a un
pueblito en el estado de Washington. Forks.

No pude esconder una mueca de desencanto. Forks quedaba bastante cerca


del territorio de los licántropos. Territorio que habíamos prometido no pisar. Era
insostenible tener que estar cerca de ellos, y algo me decía que sería para
problemas que Carlisle hubiera decidido mudarse allí.

Me quedé con la familia de Tanya el menor tiempo posible, solo para


alimentarme y arreglar mi viaje. Si iba a estar cerca de Bella nuevamente tenía
que asegurarme de alimentarme lo suficiente. De tomar todos los recaudos
posibles para poder permanecer a su lado sin que el deseo de mis instintos
naturales me sobrepasara. Tenía que controlar al cuerpo, a la materia. Tenía que
meterme dentro de la cabeza, auto convencerme de que, realmente, la mente
dominaba a la materia, y no al revés.

Así, lleno de fuerzas, de nuevas esperanzas, de ansias por volver al círculo


que tanto había añorado, tomé un vuelo a Seattle. De allí tenía una hora más con
una avioneta hacia Port Angeles. Y luego corrí.

Me sorprendí al poder poner a prueba mi instinto de rastreo luego de


haberlo ejercitado. Seguir el rastro de mi familia no me fue nada difícil. Al llegar
a la entrada del pueblito de Forks, su rastro era inconfundible. Más aun el de
Bella. Como me temía, se había intensificado, y eso que quizás habrían pasado
por aquí mucho antes.

Pero no iba a dar marcha atrás ahora. No cuando me había convencido de


que podía, de que iba a ser fuerte. Me interné por el bosque, tratando de seguir el
rastro de mi familia, lejos de la carretera, ya que llamaría un poco la atención de
los habitantes del pueblito si corría como una bala entre sus autos.

Eventualmente llegué hacia el foco de su rastro. Me quedé oculto entre los


árboles. Desde fuera la casa estaba sumida en el más absoluto de los silencios. Si
tuviera un corazón, habría estado palpitando furiosamente, desesperado por saber
si había hecho lo correcto o no en venir en busca de mi familia. Mi mente, la
soledad de estos años y algo dentro de mí me decían que esto estaba bien.

¡Edward! ¡Volviste! -Los pensamientos de Alice me llegaron como en un


susurro, pero llegaron. Debía decir que me extrañó no verla en la puerta de la
casa en cuanto la avisté. Entonces percibí otra suave voz. Pero no eran
pensamientos.
-¿Alice…Qué haces?- por muchos años que hubieran pasado, supe que era
la voz de Bella. Sonaba bastante diferente a la del resto de mi familia. Era suave,
amable…dulce.

-Abre la puerta…- murmuró Alice, Bella le pidió que repitiera lo que


acababa de decir, ya que casi no le había comprendido, -Solo…ábrela.- Dijo con
entusiasmo.

Entonces la puerta se abrió, una joven se asomó por ella. Al principio no le


vi bien, pues la sombra del porche recaía sobre su rostro, pero luego salió,
dejándose ver bajo la tenue luz de la luna.

Apreté mi mano fuertemente contra el tronco del árbol más próximo


cuando su esencia me golpeó. Como me temía, se había intensificado con el paso
de los años. Me dije a mí mismo que podía hacerlo, que era fuerte, que no quería
lastimarla.

Bella se asomó buscando la razón por la cual Alice le había hecho abrir la
puerta, pero no me veía. Ella – y cualquier humano- a diferencia de nosotros, no
podía ver bien en la oscuridad. Era más alta que Alice, pero apenas. Su castaña
cabellera caía sobre uno de sus hombros, y se balanceaba hacia el otro cuando
giraba su cabeza en busca de algo que no veía. Sus facciones habían perdido
cualquier rastro de niñez, era alargado y bien marcado.

-¡Ya sal!- exclamó Alice apareciendo desde atrás de Bella. Ella sí me vio,
sus ojos se clavaron en los míos, con una enorme sonrisa en su pequeño rostro de
duende.

Respiré profundamente y solté el tronco del cual estaba aferrado.

-Edward, va a estar bien… -Me dijo Alice entre sus pensamientos.

Di un paso al frente, dejando que la luz de la luna iluminara mi cuerpo.


Planeaba ir lentamente tratando de no correr -debido a la ansiedad que tenía por
estrechar a cada uno de mis familiares- ya que aun no sabía si Bella estaba al
tanto de nuestra naturaleza. Pero entonces Alice estaba frente a mí. Mis ojos se
volvieron en un santiamén hacia Bella, tratando de al menos, ya que no podía leer
su mente, leer sus gestos. Tenía una suave sonrisa en sus labios, y me miraba con
aquellos enormes ojos chocolate que resaltaban en su pequeño rostro cuando
tenía apenas tres años.
-¡No sé cómo no lo vi antes!- gritó Alice abrazándome con ganas. Su grito
fue suficiente para llamar la atención del resto de los habitantes de la casa.

Esme y Carlisle llegaron primeros, ambos permanecían bajo el marco de la


puerta. Esme con una mano sobre su pecho y una brillante sonrisa en sus labios,
mientras que la otra mano la tenía apoyada sobre el hombro de Bella.

-¡Ya pensé que no iba a volver a verte!- exclamó Emmett a mi lado,


Rosalie, como era de esperarse, mantenía su habitual distancia de mí. Creo que
nunca me perdonará el no haberle prestado atención cuando recién se integraba a
la familia.

Saludé a cada uno de ellos, dándome cuenta de que esto era lo correcto, de
que haber vuelto era algo que debí haber hecho hacía muchos años. Alice me
condujo por las escaleras del porche hacia la puerta de entrada. Bella aun seguía
allí, era a la única a la que aun no había saludado, tampoco sabía como hacerlo,
ni si sabía a quien todos saludaban con tanto entusiasmo. Pero, como cuando era
niña, una vez más ella me tomó por sorpresa;

-Hola, Edward- murmuró, haciendo que sus mejillas se tiñeran de un


adorable color rosa. Di un torpe paso hacia delante, la voz de Alice seguía
diciéndome que todo iba a ir bien, y Esme me rogaba que no fuera descortés.

-Hola- dije asintiendo con mi cabeza, para luego meterme en la casa,


huyendo de ella.

-¡Edward! -Me reclamó Alice en su mente. -Eres de lo más bruto.

-¿Qué pretendías que hiciera?- le dije cuando estuvimos más alejados del
resto. Carlisle, Rosalie, Jasper y Emmett habían entrado detrás de nosotros y se
habían sentado en los sofás de la sala. Esme alegó que era hora de que Bella
cenara, por lo que ambas partieron hacia la cocina. Antes de desaparecer tras la
puerta Bella me miró extrañada y parecía un tanto molesta. ¿Por qué? ¿Pretendía
un caluroso abrazo? ¿Acaso nadie le había dicho nada sobre lo que estuve a
punto de hacer?

-Ser un poco más cordial con ella ¿No? Después de todo es tan hermana
como cualquiera de nosotros.- me dijo Alice cruzando los brazos sobre su pecho.
Le lancé una mirada molesta antes de ir a sentarme al sofá.

-¿Dónde has estado?- inquirió Emmett con una sonrisa en sus labios.
-De aquí para allá- dije con tono aburrido, -Tratando de rastrear, he llegado
a ser muy bueno en ello ¿Saben?- dije apoyando mis codos sobre mis piernas,
con una animada sonrisa. Carlisle asintió gustoso, pero luego sus ojos se
turbaron.

-¿Te has alimentado bien?- sabía que su pregunta tenía una doble
intención. Quería saber si me había alimentado bien, pero también si lo había
hecho de la forma, que nosotros creíamos, correcta. Asentí con mi cabeza,
dándole una sonrisa segura.

Miré los rostros de cada uno de ellos. ¡Cuánto les había extrañado!

Había pasado el resto del tiempo charlando con mi familia, más tarde
Esme y Bella se nos habían unido. Ella aun seguía mirándome entre extrañada y
ofuscada. Pero sabía que sus ojos estaban más enfadados que otra cosa. Había
tomado una postura hostil hacia ella antes, pero no podía abrazarle así
simplemente, sin haberme acostumbrado a su cercanía.

Pasadas unas cuantas horas Bella se despidió de nosotros. Había olvidado


que los humanos, a diferencia de nosotros, necesitaban dormir para reponer sus
energías. Emmett y Rosalie también se retiraron a sus habitaciones, me recordé
mentalmente tratar de evitar cualquier pensamiento de sus cabezas esa noche.

Me quedé en la sala, solo entre las otras dos parejas. Nunca me sentí
desplazado, pero había momentos en los que me sentía bastante incómodo, como
ahora.

-Carlisle ¿Dónde puedo quedarme?- pregunté rogando que hubiera una


habitación donde pudiera encerrarme.

-¡En tu habitación, claro está!- me sonrió Esme. Fruncí mi ceño,


confundido.

-Edward…algún día ibas a volver…siempre trasladamos tus cosas y


armamos tu habitación.- dijo Alice dando un salto hacia Jasper. Solo entonces fui
capaz de entender cuánto debió haberle dolido a mi familia mi partida. Armaban
mi habitación en cada mudanza con la esperanza de que su hijo y hermano
volviera a ellos. Esta vez lo había hecho. -En el último piso, la puerta al final del
pasillo.- Dijo Alice pasando sus brazos alrededor del cuello de Jasper.

Alcé mi mano cuando vi que Esme y Carlisle se disponían a


acompañarme, solo podría encontrarla.
Subí las escaleras, llegando hasta el segundo piso. No recordaba si Alice
me había dicho en que dirección era. El pasillo del piso superior tenía dos alas,
norte o sur. Izquierda o derecha. Decidí por ir a la puerta que se encontraba mi
izquierda, ya que por lo general mis anteriores habitaciones se encontraban de esa
mano.

Abrí la puerta, tensándome bajo el marco de la puerta. La habitación tenía


una enorme cama en el medio de ella. Aquella no era mi habitación. Y un cálido
y dulce aroma me afirmó lo que ya temía, aquella era la habitación de Bella.
Comencé a sospechar que Alice no había omitido por error decirme en que
dirección se encontraba mi habitación.

Sacudí mi cabeza, Si Alice seguía empujándome hacia el abismo…Me di


vuelta, lo mejor era salir de allí tan rápido como había entrado.

-Alice- murmuró Bella. Volví mi cabeza sobre mi hombro. Me había visto,


estaba seguro.

-No, soy Edward. Lo siento…creí que era mi habitación.- susurré


poniendo un pie sobre la habitación. Bella no respondió, o por lo menos no lo
hizo coherentemente, solo fueron sílabas murmuradas al azahar, su cuerpo se
removió debajo de las mantas y entonces me di cuenta de que estaba dormida.

Avancé hacia la enorme cama, era la misma que cuando era pequeña, solo
que su cuerpo ahora no se perdía entre la enormidad de la misma. Reprimí una
risa al verla durmiendo. Tenía una mano sobre sus ojos, y su cuerpo estaba casi
cruzado en diagonal sobre la cama. Su pecho subía y bajaba suavemente,
exhalando su perfumado aire.

-No hay marrón.- la miré extrañado. Y volví mi cabeza hacia la puerta. No


debía estar en su habitación en medio de la noche. No estaba bien, no era
correcto. Pero por otro lado me sentía intrigado, Bella hablaba entre sueños. Era
la única oportunidad en la cual podía de cierta forma escuchar sus sueños, y por
ende sus pensamientos.

-Edward -en mi interior se formó un extraño vacío. Bella había susurrado


mi nombre entre sueños. ¿Por qué? Deseaba tanto poder leer su mente, y que
susurrara mi nombre entre sueños no me hacía sentir en nada mejor. Por el
contrario, conseguía frustrarme aun más…no sabía qué era lo que pensaba sobre
mí, ni en lo que estaría soñando.
-Lo hace con frecuencia- me sorprendí al encontrarme a Alice parada a mi
lado. No había escuchado sus pensamientos. ¿Tan concentrado había estado en
Bella?

-¿Murmurar incoherencias?- sonreí. Por lo menos sabía que si alguna vez


quería saber que pensaba, podría oír sus sueños.

-No, murmurar tu nombre. No es la primera vez que lo hace- me dijo


frunciendo su ceño. -Nunca me metí en su habitación mientras dormía…así que
no sé desde cuando lo hace.- Ambos hablábamos en un leve tono, para no
despertar a Bella.

-¿Por qué?- le pregunté. Saber eso me frustraba aun más. Temía que Bella
recordara la noche en que la ataqué. Temía que sus sueños estuvieran llenos de
pesadillas sobre mí y lo que estuve a punto de hacer. Alice percibió aquel temor
en mis ojos.

-No creo que lo recuerde, en una ocasión nos preguntó como se hizo la
cicatriz en su antebrazo…donde se cortó con el jarrón. Quédate tranquilo
Edward, ella no lo recuerda. Ahora, por qué te nombra entre sueños…no lo sé, la
he escuchado algunas veces llamarme a mí, o a Esme…- me encaminé hacia la
puerta, ya había llevado demasiado tiempo en su habitación, cerca de ella y de su
aroma…no tenía que tentar a la suerte exponiéndome a mi sed más tiempo.

-¿Ella…sabe lo que somos?- pregunté una vez que nos encontrábamos


fuera de la habitación de Bella. Alice asintió. -¿Cómo lo tomo?

-Se rió…al principio no nos creyó- dijo con una animada sonrisa en su
rostro. – Pero luego nos entendió y no le importó.

- ¡¿Qué no le importó?!- hubiera esperado cualquier otra reacción,


cualquier humano habría salido corriendo al enterarse de qué éramos en realidad.
Pero Bella volvía a sorprenderme.

-No, dijo que no importaba cuan diferente fuéramos, que siempre seríamos
su familia.- Me contó mientras nos dirijamos a mi habitación. Abrí la puerta, esta
vez estando seguro de que aquella era mi habitación. Todo estaba tal cual a mí
me gustaba. Mi sofá de cuero negro, la enorme alfombra dorada, mi pared repleta
de discos compactos y mi equipo de música. De un rápido movimiento me
encontré frente a él, encendiéndolo.
Hacía demasiados años que no escuchaba mi música preferida.
Demasiados años que había pasado lejos de casa. Pero al fin estaba de vuelta.

De vuelta para siempre.

Edward
Bella pov
Los ojos de Alice se encontraban clavados en alguna dirección
inespecífica. Pero estaban fijos en un punto, eso podía verlo. Traté de seguir la
dirección de su vista, entrecerré mis ojos, como si eso me permitiera ver mejor en
la oscuridad. Y entonces lo vi.

Al principio creí que había forzado demasiado la vista, hasta el punto en


que mi propia mente estaba creando una fabulosa visión, pero luego me percaté
de que su cuerpo era iluminado por la suave luz lunar. Era Edward. De eso no
tenía dudas. Era el mismo joven que vi tantas veces en los retratos familiares. Y
algo me decía que lo hubiera reconocido en medio de una multitud.

No sabía cómo, pero le recordaba. Sus ojos negros y profundos, su cabello


cobrizo y despeinado, ese aspecto desgarbado pero a la vez tan atrapante. Era
increíble que (,) a pesar de que solo estuve con él un par de meses –como mi
familia me había dicho- le recordase con tanto detalle.

Edward se quedó unos instantes bajo los rayos de la luna, vacilando. La


luz arrancaba de su piel un brillo perlado, parecía la estatua de algún dios pagano
de la belleza (,) parado en la entrada de nuestra casa. Solo para nuestra
admiración. Edward siempre me había parecido el más apuesto de todos mis
familiares.

Avanzaba con paso lento y cuidadoso, escrutando mis ojos a cada


momento pero entonces Alice, en un abrir y cerrar de ojos, estaba abrazándole.
Los ojos de Edward se posaron en mí rápidamente, con una especie de
inseguridad que no comprendía.

-¡No sé como no lo vi antes!- gritó Alice con entusiasmo. Solo entonces


me percaté de que no estábamos solos. Esme y Carlisle se nos habían unido. Mi
tía se llevó una mano a su pecho, dejando entrever sus brillantes dientes al mismo
tiempo que apoyaba una mano sobre mi hombro.
-¡Ya pensé que no iba a volver a verte!- me volteé ante la sorpresa de la
inesperada voz de Emmett, pero él ya estaba a un lado de Edward. Rosalie estaba
a su lado también, pero no mostró el mismo entusiasmo que los demás. Jasper fue
el último en llegar, pero el que más añoranza demostró por su hermano.

Alice condujo a Edward hacia el porche, con una mano sobre su espalda,
acercándole a mí con cada paso. Solo entonces comprendí que el extraño y
punzante dolor en mi pecho eran los alocados –e irracionales- latidos de mi
corazón. ¿Se suponía que debía abrazarle? ¿Besarle en la mejilla? Ambos
estábamos de pie frente al otro.

Edward me observaba con ojos calculadores. Entonces decidí saludarle


informalmente…

-Hola, Edward- murmuré sintiendo una ola de calor recorrer mi cuerpo.


Edward se adelanto grácilmente hacia mí. Preparé los músculos de mis brazos
para rodear su cuerpo.

-Hola- me respondió rápidamente, esquivando cualquier otro tipo de


contacto o palabra, y se metió dentro de la casa. Abrí mi boca para decir algo…
quizás alguna especie de pretexto que me permitiera entablar una conversaron
con él, pero ya estaba demasiado lejos como para continuar una charla que ni
había comenzado. Alice pasó por mi lado haciéndome una mueca de disculpa, le
vi apresurarse hacia Edward y hablarle con el ceño fruncido. De tanto en tanto
sus ojos se fijaban en mí. Sabía que discutían por mi causa.

Carlisle, Emmett, Rosalie y Jasper habían entrado después, hacia la sala.


Esme que solo había abandonado mi lado para abrazarse a su hijo, se quedó
conmigo en el porche. Yo aun no salía de mi incredulidad. Me sentía tan…tan…
ridícula. ¿Por qué tenía que tener tanto entusiasmo por verle…cuando era
evidente que le daba igual que yo estuviera o no? ¿Qué rayos le había hecho para
que me tratara de forma tan tosca? Bufé frustrada. Esme me lanzó una suave
sonrisa y me recordó que ya era hora de la cena, al menos para mí.

Esme nos disculpó y nos dirigimos a la cocina. Revolví el refrigerador en


busca de los ingredientes para hacerme algo ligero. No pretendía comer
demasiado, la sensación de vacío en mi estomago era un engaño creado por los
nervios, y si comía pesado me caería mal.

-Esme, ve a la sala…deben de tener muchas cosas de que hablar…-


murmuré mientras veía mi comida girar en el microondas. Algo me decía que no
era demasiado buena escondiendo mi enojo.
-Bella- comenzó Esme apoyándose a mi lado, -Edward no quiso ser
descortés…es solo que no sabe cómo actuar cerca de ti...prácticamente es como
si no se conocieran…- dijo suavemente, bajando el tono de su voz hasta que
fuera casi un susurro.

-Sin embargo yo vivía pendiente de cuando regresaría…- mascullé. Esme


abrió su boca para decir algo, pero luego la cerró.

-Quizás fue la influencia de Jasper.- me aseguró mientras me ayudaba a


acomodar la loza sobre la mesa. -Sabes cómo es el don de Jasper…

-Lo sé- mascullé. ¿Sería posible…que toda la emoción por ver a Edward
se debiera al don de Jasper? Comí en silencio, Esme permaneció a mi lado todo
el tiempo. Traté de mantenerme serena, indiferente. Sabía del don de Edward, él
podía leer las mentes, con una excepción. La mía. No estaba segura de cómo
funcionaba aun su don. Pero si había visto las suficientes películas de ciencia
ficción, también podría leer lo que los demás ven con sus ojos.

Trate de retrasar mi cena lo más que pude, comía cada bocado con
parsimonia. Pero al final de cuentas la terminé. Iba a fregar la loza, pero Esme
me pidió que se lo dejara para después, que fuéramos a la sala, donde todos
estaban reunidos.

Me senté a un lado de Alice, en el sofá que estaba frente al cual Edward


ocupaba. Mis ojos lo observaban con cautela, tratando de que él no lo notara,
pero en vano. Unas cuantas veces su mirada se cruzo con la mía. Y me sorprendí
ante su expresión. Estaba como… ¿Enfadado? ¿Conmigo…yo que le había
hecho? Después de todo quien entró a la casa con un seco Hola fue él y no yo.
No tenía argumento en mi contra. Y podía decirse que prácticamente éramos
extraños como para que con solo verme pudiera caerle mal.

Entonces caí en cuenta de algo que había pasado por alto. Para el resto de
mi familia yo era Bella, una más de ellos. Pero para Edward no. Yo era una
humana. Una extraña viviendo, usurpando un lugar que no me correspondía.
Quizás era como Alice me había dicho una vez sobre Rosalie; Quizás él también
sentía celos de mí por ser humana, por estar viva.

Nuevamente me quedé estupefacta. Edward era todo lo que yo no era,


hermoso, ágil, inteligente, podía leer mentes, rápido, inmortal y quien sabe
cuántas cosas más. No tenía sentido que de tantas cosas que tenía desease la
única que jamás podría tener, y que a mi criterio era un pequeño e insignificante
detalle; pulso. Vida.
Pasadas unas cuantas horas decidí ir a acostarme, la cabeza me daba
vueltas y no quería pensar más en el asunto Edward. Llegué a mi habitación.
Busqué mi bolso de tocador y mi pijama, que consistía en un pantalón de chándal
y una musculosa. Me duché, tratando de relajarme y de olvidar mi frustración, y
eventualmente, una vez metida en la cama, me dormí.

--

Al día siguiente desperté más temprano de lo habitual. Aun no estábamos


en época de clases, con lo cual la mañana se me pasaría con demasiada lentitud.
Me quedé tirada en la cama un buen rato, escuchando el trinar de los pájaros y el
lejano, pero audible, sonido del agua que corría por el río que atravesaba el
jardín.

Pero el cuerpo comenzaba a dolerme de tanto estar recostada. Me puse de


pie, suspirando pesadamente y miré la puerta. En cuanto saliera por ella volvería
a los pensamientos que me había concentrado en olvidar ayer por la noche. Tomé
la bata del pie de mi cama y salí por la puerta.

Hubiera sido igual a cualquier otra mañana, la casa parecía sumida en su


habitual silencio, a excepción de una suave música que sonaba desde la sala. Me
detuve al pie de la inmensa escalera de caracol, escuchando la suave melodía. No
podía estar segura, pero la había oído antes, aquellas notas dulces y melancólicas
enviaban olas de frío a mi columna, estremeciéndome hasta lo más profundo de
mí ser. Esa melodía la había escuchado.

Me coloqué la bata mientras bajaba por las escaleras. Mis pies descalzos
me hacían temblar cada vez que pisaba los fríos escalones de mármol. En
cuestión de minutos estuve en la sala. El sonido provenía del piano, a pesar de
que nunca antes lo había escuchado ser tocado, estaba segura de que provenía de
ahí. Me asomé con cautela.

Edward estaba sentado en el banquillo del piano, con sus manos sobre él.
Tenía su cabeza inclinada hacia las teclas, pero no las veía…Tenía sus ojos
cerrados y respiraba suavemente, al tiempo en que sus manos se movían a una
velocidad increíble. Entonces los tonos de la melodía comenzaron a ser más
suaves, más lentos, hasta detenerse en una nota que quedo retumbando en la sala
y dentro de mí.

Me estremecí cuando Edward fijo sus ojos en mí. No tenía la misma


expresión dura de ayer, esta vez era de vergüenza…de culpa. Permanecí unos
instantes más en silencio, tratando de ver el grosor del suelo que pisaba. Avancé
un corto paso hacia él, con cautela. Edward permanecía inmóvil, como si fuera
una estatua de mármol.

-¿Es de Debussy?- pregunté tratando de usar un tono casual, como si me


dirigiera a cualquiera de mis familiares.

Edward sacudió su cabeza. -No, es mía.

-Oh vaya…esto…con razón me sonaba familiar- no supe a ciencia cierta,


pero creí que una mueca de tristeza torturaron sus perfectas facciones. –Supongo
que solías tocar cuando yo era pequeña.

-¿Me recuerdas?– se sorprendió.

Asentí, al mismo tiempo que sentía mis mejillas arder. –Poco…casi


nada…no recordaba que tocabas el piano hasta que me lo contó Alice, hace
tiempo ya…supongo que alguna vez te habré escuchado, por eso esa melodía me
suena familiar.

-Sí…quizás.- Dijo encogiéndose de hombros. Yo asentí con mi cabeza, sin


saber que más decir, iba a darme vuelta para irme y preocuparme por mis
asuntos, cuando su voz me hizo volverme hacia él.

-Bella– comenzó, girándose en el banquillo para sentarse frente a mí, –


lamento haberte tratado de forma tan…poco educada- dijo deteniéndose para
buscar algunas palabras que le sonaran mejor. Poco educada me sonaba a poco
en comparación a cómo me había hecho sentir. –Es solo que no estoy tan
acostumbrado como mi familia a pasar tiempo con humanos.

-No te preocupes, procuraré no estorbar- mascullé entre dientes mientras


me volteaba. Pero como era de esperarse había pasado demasiado tiempo sin
cometer una torpeza y resbalé con la correa de la bata, que colgaba más de un
lado que del otro. Apreté mis dientes esperando sentir el frío golpe de mi trasero
con el suelo, pero no sucedió.

Abrí los ojos, Edward me sostenía por los codos, evitando que diera de
golpe contra el suelo y me ayudó a ponerme de pie. Ofuscada me acomodé la
ropa – y la peligrosa tira de la bata.- entonces percibí que Edward trataba de
esconder una sonrisa burlona.

-Sigues siendo un poco descuidada ¿Verdad?


-Es la primera vez en días.- mentí, recordando la caída de la mañana del
día anterior.

-Bien…ve con cuidado- se mofó mientras yo me iba de la sala. Para mi


bendita suerte, casi tropiezo con mis propios pies mientras salía de la sala…y
pude oír una suave, pero exasperante risa.

Desayuné serenamente, tratando de calmar mis nervios. Ya tenía que


soportar las burlas de Emmett y en menor medida las de Jasper. No soportaría
que Edward también se riera a mi costa. Entonces decidí dar una vuelta por el
pueblo para despejar mi mente. Recorrer el lugar, los negocios y edificios me
ayudarían a no perderme en ocasiones futuras.

Me cambié, poniéndome unos vaqueros y un pulóver de cuello volcado.


Tomé del placard un impermeable y las llaves del auto que había dejado en un
cajoncillo del escritorio.

Imaginé que avisarle a mi familia hacia donde me dirigía era en vano,


Alice lo vería antes de que pudiera avisar. Como me lo esperé no había nadie en
la puerta para detenerme, ni los cables de mi auto estaban desconectados, ya que
pude encenderlo con facilidad.

Seguí con cuidado el invisible camino de árboles que conducían desde mi


casa hacia la ruta principal del pueblo. Pasé escasas tiendas, entre ellas el
supermercado Thriftway y una tienda de artículos deportivos. Hice unos cuantos
kilómetros más cuándo me decidí por renovar mis viejas botas de sedentarismo
que usaba en escasas ocasiones cuando iba de acampada con mi familia.

Entré a la pequeña tienda ‘Newton’, el ambiente era bastante más cálido


que el exterior, pero era agradable. Di un par de vueltas entre las pequeñas
góndolas hasta que uno de los empleados se me acercó.

-Hola ¿Te puedo ayudar en algo?

-Esto…sí…busco un par de botas- murmuré con mi vista fija en la tienda,


odiaba no poder buscar las cosas por mí misma. Entonces me volteé hacia el
empleado. Para mi sorpresa me encontré con la cara de un chico guapo. Su rostro
aun tenía la redondez característica de la niñez y llevaba su rubio cabello peinado
con gel.
-Humm, sí- asintió mientras pasaba a mi lado y me guiaba hacia la sección
correcta. Me probé varios pares, hasta encontrar el modelo y talla justos. –Y…
¿A dónde vas a ir de excursión?- me preguntó con una amable sonrisa.

-A ningún lado- El empleado me miró contrariado, yo le sonreí. –Suelo ir a


veces de excursión con mi familia, en los fines de semana soleados. Nos
acabamos de mudar a Forks- Los ojos del joven brillaron con entusiasmo.

-¿De verdad? Entonces asistirás al mismo, e único instituto que yo.

No quería deshacer su sonrisa al decirle que a mí no me entusiasmaba


tanto la idea de ir a un instituto donde seguramente todos se conocían desde antes
de nacer…

-Vaya…- murmuré.

-Oh, soy Mike- me sonrió extendiendo su mano hacia mí.

-Soy Bella, Bella Cullen- murmuré estrechando su mano.

-¿Cullen? Entonces debes ser la hija del nuevo doctor del hospital-
aseguró.

-Así es.- respondí tajante. Esperaba que no ondeara en el tema de que mis
padres eran demasiado jóvenes para tener hijos y bla bla bla…con lo cual me
tomaría toda la tarde contarle la historia.

-¿Ya sabes que clases te tocaran?- comentó apoyando sus brazos sobre el
mostrador, aparentemente planeaba una extensa charla, mientras que yo traté de
pensar en una excusa para evitarla. Negué con la cabeza, esperando que mi poco
entusiasmo le hiciera descartar la idea de segur hablando. Pero no. El chico, del
cual ahora no podía recordar el nombre, me retuvo unos varios minutos
hablándome hasta por los codos del pueblo, del instituto, de las clases y de un
viaje que solía programar con sus amigos para la segunda semana de clases a una
playa.

Para mi salvación una persona necesitaba ayuda con unas carnadas para
pesca. El joven se despidió con una decepcionada sonrisa y me despedí de él,
prácticamente corriendo fuera de la tienda antes de que tratase de volver a
retenerme en una charla sin fin. Aun así, me había resultado agradable, pero no
me gustaba demasiado hablar con las personas. Por lo general se general
silencios que no sabes con que rellenar, y eso es…incómodo.
Para cuando llegué a la casa, Carlisle ya había vuelto de su turno matutino
en el hospital. Él, Alice, Edward y Esme estaban de pie en el hall.

-Hola, Bella ¿Qué tal las compras?- inquirió Alice dando un salto hacia mí.
Alcé la bolsa de las botas y Alice hizo una mueca. –Antes de comenzar las clases
iremos de shopping.-

-No…Alice…por favor… ¡Esme!- traté de que me salvara de la tediosa


excursión a algún centro comercial en busca de cosas innecesarias.

-No creo que sea tan fatal, Bella. Además necesitas ropa de abrigo.- ¿Más?

-Si no les molesta, las acompaño- me sonrió Edward, y por primera vez
desde que había vuelto veía su sonrisa. Era aun más intensa que la del resto de
nuestra familia. Pero algo en ella me había dejado sin aire, quizás era la forma en
que sus finos labios se curvaban hacia un lado –torciendo su sonrisa- o quizás el
efusivo y atrapante brillo en sus ojos.

-¿Bella, me escuchaste?- dijo Alice en un tono más alto de voz. Parpadeé


perpleja y me volví hacia ella.

-Eh…sí, sí…como quieras.- Alice abrió su boca, pero no dijo nada,


simplemente se limitó a pasar su mirada rápidamente de mí a Edward. -¿Qué tal
tu día Carlisle?- pregunté para evitar cualquier comentario que Alice estuviera
barajando en su mente.

-Bien, demasiado tranquilo. Es un pequeño pueblo, no creo que haya


demasiados incidentes. Me tomé un tiempo para pasar a presentarme con el jefe
de policía del pueblo.-

-Sí, Carlisle adora hacer visitas de presentación entre las personas más
importantes del pueblo- rió Edward.

-Como sea- Carlisle hizo caso omiso al comentario de Edward, -Es bueno
relacionarse un poco con algunas personas. Y el jefe de policía Swan es una de
ellas.
Pequeños detalles
Alice pov
-¡Estoy exhausta! Alice… ¿No crees que ya has comprado suficiente? -
exclamó Bella dejándose caer en uno de los sofás de la tienda de zapatos.

-¡Oh vamos! Faltan cosas, aun no te has comprado nada -me encantaba ir
de compras con Bella, más ahora que teniendo diecisiete años podíamos ir a las
mismas tiendas, ver los mismos zapatos, maquillajes y perfumes. En ocasiones
Rosalie venía con nosotras, pero solo cuando realmente estaba desesperada por
comprarse cosas. Aun seguía con su postura indiferente hacia Bella, pero por lo
menos no la trataba tan mal como hacía años. Hasta en ocasiones sospechaba que
quería hablar con ella, solo que no quería dar su brazo a torcer, nunca admitiría
un error.

-Bien…si me compro algo ¿volvemos a casa? Además Edward debe estar


aburrido de esperarnos -me había olvidado por completo que Edward nos
esperaba para llevarnos de regreso a casa, era su problema si se aburría, él no
quiso entrar al centro comercial. En los últimos días su relación con Bella había
mejorado, por lo menos era capaz de darle un abrazo o de besar su mejilla, sin
temor a poner en riesgo su vida. Pero nunca presionaba los límites.

Aun se encontraba un tanto temeroso, ya que el primer día que la había


visto la trató toscamente, con indiferencia, mientras que la pobre de Bella había
esperado su regreso con tanto entusiasmo…

-Bien…necesitarás algo nuevo para el instituto- hacía apenas dos meses


nos habíamos mudado a Forks. Me extrañaba que Bella aun no hubiese puesto
queja ante nuestras sucesivas mudanzas. Sabía que entendía por qué lo hacíamos,
ya que hacía pocos meses le habíamos revelado nuestra naturaleza, y me
sorprendió que no hubiese salido dando gritos asustada; Era única, sin dudas.
Nunca, jamás en los primeros días la atrapé mirándonos con miedo o desagrado.
Ella seguía siendo la misma Bella de siempre, y nosotros podíamos ser un poco
más libres, ya no teníamos que fingir ser humanos las 16 horas del día – ya que
por fortuna Bella siempre dormía 8 horas.

-No me lo recuerdes…solo espero pasar desapercibida- gimió mientras


miraba las diversas chaquetas que había en un exhibidor.

-Ve el lado bueno…este año nos inscribirnos todos- me miró sorprendida.


-¿En serio? ¡Gracias!- exclamó abrazándome-. Sé cuánto debe molestarles
volver al instituto por ¿Cuánta…enésima vez?- dijo con un tono de voz un tanto
más alto de lo habitual.

-Shhh- bisbiseé. -Bella…sé un poco más disimulada, la gente puede


escuchar.

-Lo siento…es solo que para mí es tan normal…

-A veces me pregunto si hicimos bien en dejarte con nosotros…- murmuré


más para mí misma que para ella.

-Por supuesto, no podría imaginarme otro estilo de vida, otra familia…- de


repente su mirada se entristeció. Solía suceder cuando recordaba el trágico evento
que la trajo hacia nosotros. Por supuesto no le habíamos contado toda la historia;
¡imagina! convivir con una familia de la misma especie que dio muerte a sus
padres, y por poco a ella. Habíamos decidido que lo mejor era decir que había
sucedido un terrible accidente de autos, y que Esme era una lejana…lejana tía.

-¡Mira que linda esta!- exclamé mostrándole una chaqueta de cordero


beige, con la esperanza de cambiar de tema -Podrías probártela…o confiar en que
sé que te quedará bien- me sonrió…era lo único que le satisfacía de las compras,
no probarse nada…yo era como una especie de probador virtual para ella.

Después de comprar la chaqueta nos fuimos en busca de Edward para


volver a casa. No tuvimos que caminar mucho para llevar a la puerta del Volvo.

-Era hora…comencé a temer que habían sido raptadas por las góndolas-
rió Edward abriéndonos la puerta. Bella pasó por su lado, y entonces me percaté
de un pequeño, pero quizás no menor detalle. Cuando pasó por su lado, Bella
cerró sus ojos suavemente y contuvo la respiración. Luego los abrió despacio,
clavando su mirada en Edward, al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de
rosa y su respiración se agitaba levemente. No estaba segura pero podría jurar
que su ritmo cardiaco había aumentado. Edward pareció no notar nada, ya que se
dirigió hacia la puerta del piloto y entró al auto.

El resto del viaje seguí atenta a los movimientos de Bella. Algo sucedía.
Entonces recordé que ella era humana. Para ella somos demasiado atrayentes,
nuestros rostros, aroma e incluso nuestra voz tenían cierto poder sobre ella que
hasta ahora no me había percatado de cuan fuerte podía ser. Tendríamos que
tener cuidado con eso. Bella era bastante torpe y efusiva. Yo no tenía problema
con ello. Jasper parecía haberse controlado a su alrededor, por lo menos no siente
deseos de su sangre, pero nunca estaba de más vigilarla. Edward debía tener
cierto tiempo para acostumbrarse a su cercanía. Edward más que nadie, siendo
que la sangre de Bella era más fuerte para él.

Bella se sentó en el lado del copiloto y yo detrás. No podía evitar ir atenta


a cada movimiento de ella. Pero esta vez fue Edward el que captó mi atención.
En un momento en el que conducía por la recta carretera, sus ojos se posaron
sobre Bella. No le hablaba, ni ella a él, por lo que el auto estaba sumido en un
extraño silencio. Edward la observaba de una manera extraña; su mirada era
suave, pero aun no lograba descifrar que significaba.

Bella seguía con la mirada fija en su bolso, ocupando su vista en busca de


algo. Y Edward seguía con sus ojos fijos en ella. ¿Qué le pasa? Y su mirada se
dirigió hacia mí. Me había escuchado. Le enarqué una ceja, y él simplemente
volvió su vista a la carretera. Quizás solo era impresión mía…

-Adiós…y buena suerte -nos despidió Carlisle desde el porche de la casa.


Bella, Jasper y yo nos fuimos con el New Beattle de Bella. Mientras que Edward
conducía su flamante Volvo, llevando a Rosalie y a Emmett.

El instituto Forks se hallaba junto a la carretera. Solo nos dimos cuenta de


que ese era el lugar por un cartel que así lo decía. Parecía un conjunto de casas
construidas con ladrillos de color granate. A primera vista resultaba difícil de ver,
debido a la gran cantidad de árboles y arbustos que rodeaban los edificios.
Aparcamos en uno de los principales edificios, uno de ellos tenía un cartel negro
con letras blancas “Oficina Principal”. Nos detuvimos allí. Primero debíamos
anunciarnos, y pedir la hoja de asistencia del día. Además del típico mapa de las
instalaciones y los horarios de clases.

Me sentía un tanto extraña, hacía bastantes años que no pisaba un instituto.


Edward entró primero.

-Buenos días- le sonrió a la recepcionista. -Soy Edward Cullen, y ellos son


mis hermanos; Emmett, Alice, Rosalie, Jasper y Bella -la recepcionista nos
miraba con gran asombro.

-Oh sí claro, los hijos del doctor Cullen ¿Le está gustando el pueblo? Ya
verán que más entrada la primavera es un tanto mejor el clima… -conversó
mientras buscaba nuestras hojas de horarios. Bella coincidía con Edward
únicamente en Biología. Jasper y yo teníamos la mayoría de las clases. Mientras
que Rosalie y Emmett coincidían absolutamente en todas.
Salimos de la oficina principal, quedándonos unos instantes debajo de la
chispeante llovizna.

-Bella…cambia esa cara…no es la muerte de nadie -bromeó Emmett. Pero


tenía razón, Bella tenía unos terribles nervios, y su rostro lo demostraba.

-Discrepo, pero con camuflarme entre las paredes me conformo -sonrió


levemente.

-No te preocupes…en cuatro horas estaremos juntos en Biología -le sonrió


Edward. Luego nos despedimos y cada uno tomó su rumbo. Mi primera hora
consistía en Historia moderna; del siglo XIX al XX. Aburrido. Por suerte me
tocaba con Jasper. Lo malo, era que él se sentía bastante atraído por las
asignaturas históricas. Máxime si tocaban las épocas en las que había vivido. Y
ahí saltaba él con su cháchara sobre su punto de vista.

Gracias a Dios el tiempo pasaba rápidamente para nosotros, y la hora del


almuerzo fue bastante tranquila. Me sentí un poco molesta cuando Bella me
dedicó una sonrisa y se sentó con unos chicos. Una chica que no dejaba de hablar
y un chico apuesto que no le quitaba los ojos de encima. Parecían bastante
agradables y hablaban como si se conocieran de antes. Era bueno que Bella
hablase con sus iguales. Necesitaba relacionarse con los humanos, después de
todo –y por mucho que me doliera admitirlo– ella estaba grande, y debía volver
al mundo del que provenía.

A menos que quisiera otra forma de vida.

Entonces sentí un ruido bastante familiar, un suave gruñido. Edward me


miraba fijamente.

-¿Qué?- pregunté sin saber por qué se había puesto de esa forma.

-Deja de pensar en eso…Bella es y seguirá siendo humana.- exclamó


exasperado.

-Ella es libre de elegir lo que quiera ¿Sabes?

-Ella no sabe que le conviene. Es muy joven.- Sonreí, recordándole


mentalmente que ella tenía la misma edad que cuando fue transformado. -¡No
importa! -alcé mi mano para callarle, ya que estaba elevando el tono de su voz.
-¡Ya, para! Fue un simple pensamiento. Además Bella jamás insinuó nada
sobre si quería ser como nosotros o no…lo siento, creo que no debí pensar eso. -
Me disculpe. Pero no podía vivir al pendiente de si él leería mis pensamientos o
no.

Entonces Edward miró fijamente a Bella, por lo que volví mi vista hacia
ella. La chica se había ido a otra mesa, a hablar con un chico, y Bella había
quedado a solas con el joven rubio. Sonreí. Habíamos vivido todas las etapas de
su vida humana, y podía oler que se aproximaba la edad de las citas y el primer
amor.

-Oh…tendremos que ir de compras, no puede salir sin maquillaje…- pensé


en voz alta. Edward se giró hacia mí.

-¿Estás loca?

-En absoluto…mírala, se ve tan contenta…puedo oler algo entre los dos…


además él parece agradable- Edward no respondió. Permanecimos en silencio
mirándonos unos a otros.

-Alice- escuché una suave voz a mi lado. No me había dado cuenta de


cuando Bella se había acercado a nosotros.

-¡Bella! Ni que fueras…- Un vampiro. Terminé la frase en mi cabeza. Ella


lo entendió y sonrió. Nunca mencionábamos lo que éramos en público, ni a ella
le gustaba decirlo con ese nombre. -¿Qué tal las cosas? Veo que ya has hecho
amistades -le guiñé un ojo, haciendo que instantáneamente se ruborizara.

-Se llama Mike, lo conocí cuando fui a comprar las botas, asistimos a
varias clases juntos. La chica es Jessica, habla bastante… -dijo sonriente.

-Con que Mike ¿eh?… ¿No eres demasiado pequeña para hablar con
hombres?- rió Emmett. Rosalie rodó sus ojos, y comenzó a jugar con sus
cabellos.

-Hace poco cumplí 17…ya no soy una niña- refunfuñó Bella


acomodándose entre Edward y yo.

-Ese es el problema…Mike tampoco cree que seas una niña…es molesto


oír los pensamientos de un adolescente humano- murmuró Edward mientras
jugaba con la manzana que tenía en su bandeja.
-Edward, no puedes impedir que piense lo que quiera, después de todo, se
supone que los pensamientos son privados ¿Quién sabe si yo piense lo mismo
que Mike?- respondió Bella con una sonrisa. Primero la miramos sorprendidos
ante tal respuesta, pero luego todos en la mesa le seguimos, menos Edward.

Escuché un gruñido a mi lado y rápidamente Edward se levantó de la mesa


y tiró su bandeja llena de comida en el tacho. Nuevamente me quedaba sin
entender que había sucedido.

-¿Qué le paso?- preguntó Jasper.

-No tengo ni la menor idea… -susurró Bella quedándose con la mirada


perdida en la puerta por la cual Edward había desaparecido.
Decidí hacer lo mismo que él, tiré mi bandeja y fui detrás de Edward. Era tiempo
de tener una buena charla. No me costó trabajo pensar donde estaría; el Instituto
tenía una especie de parque, entre unos hermosos cipreses. Fui hacia allí, nadie
iría a esa zona en un día tan frío como el de hoy.

Detrás de una cortina formada por el follaje de los sauces y los cipreses,
Edward estaba sentado sobre una banca. Me recordaba a una estatua pensante,
con su rostro fruncido, tratando de buscar alguna respuesta lógica a algo que
quizás no lo necesitaba.

-Has estado extraño- comenté sentándome frente a él, sobre la mojada


hierba, -desde que volviste que estás diferente.- el ceño de Edward se frunció aun
más y suspiró pesadamente. -¿Por qué te fuiste así?

-Por nada Alice, por nada -murmuró secamente. Su rostro se volvió a


fruncir, pero esta vez no era por molestia u algo parecido, esta vez era de dolor.
Permanecí sentada frente a él, mirándolo en silencio, mientras su rostro mantenía
el semblante de tormento.

¡Cuánto deseaba ahora poseer su don!


¿Celos?
Edward pov
-Bien…eso fue todo por hoy, recuerden para la semana entrante traer
hechos los trabajos prácticos del uno al diez del manual- Matemática. Tan
aburrida como a principios del siglo XX. Nunca cambiaba. Pero por lo menos era
la que más entretenido me tenía en clase; por lo menos tenía que escribir. Me
tomé todo el tiempo del mundo para juntar mis cosas. El horario del almuerzo no
era algo que me tuviera ansioso.

¡Cielos Santo! Eso sí que es un hombre. Las adolescentes y sus eufóricas


hormonas. Disimuladamente giré mi cabeza para ver de quién provenía aquel
pensamiento y hacia quién iba. Me sorprendí al cruzar mi mirada con una chica,
la cual al ver mi movimiento esquivó mi mirada. ¿Lo dije en voz alta? ¡Rayos
Jessica! ¿Podrías ser más tonta? Oh bien…si sigue mirándome le hablaré. Me
levanté y salí del aula lo más rápido que pude, sin llamar la atención. Cada vez
que entraba a un nuevo instituto era siempre lo mismo.

Fui hacia la cafetería. No veía a mis hermanos ni a Bella por ningún lado,
con lo cual tomé una bandeja con un jugo y una manzana y me senté lo más lejos
posible del gentío. Al poco tiempo mis acompañantes fueron llegando. Primero
Rosalie y Emmett quienes no se habían separado en todo el día, e iban abrazados
de aquí para allá. Alguien debía recordarles que eran demasiado demostrativos
para ser una simple pareja de adolescentes. Después Alice con una curiosa
expresión de aburrimiento; Clase de historia, la que más odiaba. Y más aun si le
tocaba con Jasper, habiendo participado en la guerra de la confederación contra la
república…había que soportar sus debates.

-Malditos Yankees…- refunfuñó mientras pasaba por mi lado. Esta vez


teníamos suerte de no escucharle cantar el himno.

Era el primer año que le permitíamos cursar al menos una materia solo, sin
la compañía de alguno de nosotros, se había anotado en la misma clase de
historia que Alice, pero por su edad no podrían cursar otras más juntos. Por otro
lado, por lo que leía en sus pensamientos, parecía estar llevándolo bastante bien.
Y la presencia de Bella en nuestra casa tenía mucho que ver. A mí también me
había ayudado, en menor medida, pero lo había hecho. Aunque la sangre del
resto de los humanos no olía tan apetitosa (,) la de ella parecía oler
exquisitamente mejor con el correr de los años.
Aun giraba en mi cabeza el primer día que me sentí capaz de acercarme
tanto a ella como para poder darle un beso en la mejilla. Bella solía despedirse de
todos con un beso, con Alice y Esme era un abrazo, excepto por Jasper y Rosalie.
Jasper solo le daba una afectuosa sonrisa, mientras que Rosalie sin alzar la vista
de lo que estuviera haciendo murmuraba un simple ‘Adiós.’ Habían pasado
veinte días desde que había vuelto a casa.

Después de saludar a Alice, quien estaba de pie en la cocina junto


conmigo, Bella titubeó sobre si esperar el mismo gesto de mi parte o irse
directamente. Alice me pidió a gritos en mi cabeza que fuera amable, que me
ayudaría a mí, y a ella. Me acerqué con cuidado, tratando de tocar su piel lo
menos posible. Cuando mis labios rozaron la cálida y suave piel de su mejilla
sentí una descarga eléctrica en aquel insignificante roce, y Bella también. Al
principio me miró sorprendida, pero luego se sonrió y se fue a su habitación.

-Tendremos que ir de caza otra vez- había dicho Alice asegurando que


repentinamente mis ojos se habían vuelto de un intenso color carbón. Después de
esa vez, me había resultado un poco, solo un poco, menos difícil estar cerca de
ella. Aunque en las noches siguientes opté por besar su frente en lugar de su
mejilla. La piel en esa zona era menos cálida, y estaba más alejada de su
garganta, cuyo aroma me embriagaba cada vez que sentía su cercanía.

Bella aun no aparecía por ningún lado, ni podía olerla. Comenzaba a


ponerme nervioso, ella no dejaría escapar oportunidad de meterse en problemas.
O mejor dicho de atraerlos. Esa niña era un verdadero imán para catástrofes. Por
lo que sabía, viendo en la mente de mi familia de pequeña solía caerse y
tropezarse por todas partes. En una ocasión atrajo a dos vampiresas sedientas,
pero gracias a la diplomacia de Carlisle, no pasó a mayores.

Por favor, preséntame con él. El resto del trabajo es cosa mía… ¡Solo
quiero que nos presentes!

¿Otra vez esa voz? Mis ojos se detuvieron directamente en la cabeza de


donde provenían aquellos pensamientos. Bella estaba sentada con la tal Jessica, y
un chico.

¿Hijos?¡Por favor! El Dr. Cullen bien podría ser hermano de cualquiera


de ellos…oh, claro, adoptados…era obvio, Lauren me sorprende lo despierta
que eres…

Ahí iba Bella con su historia, con nuestra coartada. Por fortuna parecía
sabérsela como si en realidad fuera así. Bueno, solo su parte era verdad,
descartando que jamás vivió en un orfanato. Aunque comenzaba a pensar que
hubiera sido lo mejor para ella.

Así que sus hermanos están juntos… ¿Ellos también lo estarán? ¿Acaso
Edward está con ella?

¿Estar con quién? ¿¡CON BELLA!? A esa niña se le acababa de zafar un


tornillo. Pobre Bella, debía buscar gente con más cerebro para entablar amistad.
Era irracional que ella pudiera estar con alguien como yo. El simple hecho de
querer imaginarme a mí con Bella era…preocupante. Me gustaba pasar tiempo
con ella, con la debida distancia. Hablar con ella. Bella no era como el resto de
las adolescentes. Ella era demasiado dulce e inocente, era única.

Que bueno que Bella se hable con sus iguales…ya está grande…Escuché a
Alice…debe volver al mundo del que vino…a menos que quiera otra forma de
vida.

Gruñí clavando mi vista en Alice.

-¿Qué?- preguntó inocentemente como si no supiera que podía leer su


mente.

-Deja de pensar en eso…Bella es y seguirá siendo humana.- exclamé


ofuscado.

-Ella es libre de elegir lo que quiera ¿Sabes?

-Ella no sabe que le conviene. Es muy joven.- Alice me sonrío. A ti te


transformaron a la misma edad que ella tiene ahora. Pensó para mí. ¿Cómo
podía decir aquello?¡Yo no tuve opción! Me estaba muriendo, y Bella está allí,
respirando su vida…tenía que vivirla como si nosotros no hubiéramos existido
jamás…como si hubiéramos muerto cuando tendríamos que haberlo hecho.

-¡No importa!- grité, Alice me alzó su mano, haciéndome entender que


había elevado bastante el tono de mi voz.

-¡Ya, para! Fue un simple pensamiento. Además Bella jamás insinuó nada
sobre si quería ser como nosotros o no…lo siento, creo que no debí pensar eso.-
se disculpó. No puedo vivir pendiente de si vas a leer mi mente o no…

Volví mí vista hacia la mesa en la que se encontraba Bella, y su amiga me


miraba fijamente;
Me muero por saber cómo se verá sin camisa…oh sí, se ve bien, por suerte
tengo buena imaginación, solo que espero que se haga realidad. Veamos si le
quitamos todo de la cintura para aba...

Traté de bloquear los pensamientos de esa humana. Sería bueno advertirle


a Bella que intentaba entablar una relación con una pervertida. La chica
pervertida, llamada Jessica se fue de la mesa, dejando solos a Bella y a ese Mike.

Oh sí, nos quedamos solos. Tranquilo Mike…ve despacio, no querrás


asustarla.

Mis ojos se volvieron hacia el chico que estaba sentado al lado de Bella.
Iba a tener que prestar más atención en él, no había hecho la secundaria varias
veces en vano. Los chicos solo tenían una cosa en mente; y más aun si la joven
era nueva en el pueblo.

Al cine…perfecto, un lugar oscuro…los dos solos…

¿Qué? Estaba loco si creía que iba a dejar que Bella fuera sola a la esquina
con él.

Sentí algo dentro mío, una anormal sensación de vacío en mi estomago, lo


cual era extraño ya que no me sentía sediento. Entonces me di cuenta de que la
escena que contemplaba era la causa. El gruñido no cesaba, lo sentía tan alto que
estaba seguro de que cualquiera en la cafetería podría oírlo.

¡Qué maravilla! Volví a escuchar a Alice pensar. -Oh…tendremos que ir


de compras, no puede salir sin maquillaje…- pensó en voz alta. Me giré hacia
ella.

-¿Estás loca?- gruñí aun más, espantado ante la idea de dejar a Bella salir
con algún chico. Con ese chico en especial.

-En absoluto, en unos días el chico tomará coraje y le pedirá que le


acompañe al baile de primavera…mírala, se ve tan contenta…puedo oler algo
entre los dos, además él parece agradable- no le respondí. La voz del tal Mike
sonaba fuerte en mi cabeza, pero yo tenía mis ojos fijos en Alice.

Se escapó. Sí, definitivamente, la tengo comiendo de mi mano… ¡Idiota!

¿Qué le pasaba? Primero ayer cuando volvíamos a casa -escuché la mente


de Alice, pero en ese entonces…
-Alice- susurró Bella cerca de nosotros. Alice se sorprendió al verla tan
cerca, por lo que pude saber había estado más ocupada observándome a mí que
en lo que ocurría a su alrededor.

¿Ayer? ¿En el auto? Solo había estado observando a Bella. Me gustaba


hacerlo. Adoraba cuando se concentraba en algo, como ayer en buscar en su
cartera, fruncía el ceño y ocasionalmente se mordía el labio inferior. ¿Era eso?
Supongo que cualquier de nosotros le presta la misma atención. Era fascinante y
entretenida. Sacando el hecho de que era la única persona en todo el mundo a la
cual no podía leer su mente, con lo cual debía esforzarme por leer sus
expresiones; y aun no me acostumbraba a ello.

-¡Bella! Ni que fueras…- un vampiro. Terminó la frase en su mente. -¿Qué


tal las cosas? Veo que ya has hecho amistades- le guiñó un ojo, haciendo que se
ruborizara. Ese gesto me hacía sentir extraño, quizás era cuando estaba más
consciente de su sangre, del preciado néctar que corría por sus venas. Se veía
apetecible cuando se ruborizaba, y me odiaba por pensar en ella de esa forma,
como una fuente alimento. Pero para mí era así, y su aroma, por mucho que
intentara controlarme, era delicioso.

-Se llama Mike, lo conocí cuando fui a comprar las botas que odiaste,
asistimos a varias clases juntos. La chica es Jessica, habla bastante - dijo
sonriendo tontamente.

-Con que Mike ¿Eh?… ¿No eres demasiado pequeña para hablar con
hombres?- escuché a Emmett.

-Hace poco cumplí 17, ya no soy una niña- refunfuñó Bella acomodándose
entre Alice y yo.

-Ese es el problema…Mike tampoco cree que seas una niña…es molesto


oír los pensamientos de un adolescente humano.- murmuré casi sin querer
decírselo tan bruscamente.

-Edward, no puedes impedir que piense lo que él quiera, después de todo,


se supone que los pensamientos son privados ¿Quién sabe si yo piense lo mismo
que Mike?- respondió Bella con una sonrisa. Todos en la mesa le siguieron,
menos yo. Sentí un temblor en mi pecho y me levanté rápidamente antes de que
el gruñido fuera más audible, y antes de que saltara sobre aquel Newton.

Tiré la bandeja llena de comida mientras salía fuera de la cafetería.


Aunque realmente no lo necesitara, sentí el deseo de tomar aire fresco. Fui
al único lugar donde sabría que no habría nadie ya que el día estaba demasiado
fresco para los humanos como para permanecer en el exterior.

Me dejé caer sobre una banca que había escondida tras unos árboles.
Intenté dejar que la brisa que despeinaba los árboles me reconfortara. Pero el
extraño ardor en mi interior no parecía ceder. Me sentía frustrado. Bella
usualmente decía todo lo que pensaba, o por lo menos decía la verdad –aunque
sabía que escondía cosas en su mente, no la culpaba, yo también lo hacía. Y
cualquier persona normal lo hace, aunque no muchos saben que yo puedo leerlas.

Dejé caer mi cabeza sobre mi mano derecha, ejerciendo una suave presión
con mis dedos sobre el tabique nasal. Entonces sentí a Alice acercarse a mí.

-Has estado extraño- comentó sentándose frente a mí, sobre la hierba


mojada, -desde que volviste que estás diferente.- sentí mi ceño fruncirse aun más
y suspiré. -¿Por qué te fuiste así?

-Por nada Alice, por nada.- murmuré secamente. Sentí mi rostro volverse a
fruncir, pero esta vez mi corazón lo hizo junto con él al escuchar las palabras que
Alice dijo en su mente; cualquiera diría que estás celoso.

¿Celoso yo? ¿De qué? ¿De lo que había dicho Bella sobre Mike? ¿Es que
realmente pensaba en ese chico Newton de la misma forma que él pensaba en
ella? No le había dicho a Bella qué era exactamente lo que Newton pensaba de
ella. Ahora me preocupaba –me irritaba- el no poder saber qué era lo que ella
pensaba. ¿Le gustaba Newton?

Sonreí suspirando. Qué estúpido que sonaba aquello. Si le gustaba o no, no


era mi problema. Bella era libre de enamorarse de quien quisiera. A mí no tenía
por qué importarme. Entonces una extraña escena se me vino a la mente. Era una
antigua película;

Un hombre estaba escondido detrás de una columna, observando con sus


ojos centelleando fuego mientras veía a la mujer que amaba en brazos de otro.
El hombre retorcía las flores que tenía en sus manos, destruyendo el frágil y
hermoso presente que iba a hacerle.

Los celos eran una de las reacciones humanas que siempre venían de la
mano del amor. Detrás de ellos se escondían los sentimientos de cualquier
persona, la preocupación que se tenía por el otro. Había leído sobre ellos
millones de veces, los había visto ser representados por actores en obras y
películas.

El fuego en mi pecho era más potente que cualquier otra cosa, sea lo que
fuere, algo me decía que no estaba bien sentir aquello. Que no tenía derecho de
sentirme de esa forma. Después de todo, Bella se había negado a la invitación de
Mike ¿verdad? ¿Eso era porque no quería salir con él…o porque había otro?

¿Aquello sería posible? ¿Yo, celoso de Mike Newton? No quise pensar en


ello, no quise pensar en nada más, cerré mis ojos, permaneciendo en silencio
mientras sentía los ojos de Alice fijos en mí.

Carbón
Bella pov
Puedo hacerlo. Me dije a mí misma -más bien me mentí- No podía hacerlo,
moría de nervios cada vez que tenía que entrar a un nuevo instituto. Solo
esperaba que este año que mi familia se inscribía conmigo al menos las horas de
almuerzo resultaran más animadas que los de los años anteriores. Temblaba al
recordar que los primeros días cuando me inscribía a una nueva escuela, pasaba
la hora de almuerzo sentada sola en una mesa, apartada del resto de los
estudiantes. Luego de unos meses, mi lugar solía cambiar para estar en otra mesa,
con no más de dos o tres compañeros.

Al menos este año sería diferente. Caminé con la cara oculta bajo la
capucha de la campera hasta localizar el edificio numero 3. Noté que el pulso de
mi corazón se aceleraba mientras me acercaba al aula, entré delante de dos chicas
que llevaban el cabello teñido del mismo color mostaza.

El aula no era demasiado grande, pero era de mayor amplitud que el


pequeño instituto de Denali. Entregué el comprobante de asistencia al profesor,
quien me sonrío y me indicó que dejara el abrigo en los percheros. Hice como me
dijo y silenciosamente, esperando no llamar la atención me acomodé en un
pupitre vacío del fondo.

-Alumnos, la señorita es Isabella Cullen- Me quedé de pie junto al pupitre,


petrificada mientras el señor Mason me presentaba a la clase. Inmediatamente
tuve la mirada de todos los alumnos sobre mí. El costado de mi boca se curvó en
una nerviosa sonrisa. –Espero que la ayuden en lo que necesite. Bella ¿Te
gustaría contarnos algo sobre ti?- abrí mis ojos como platos y sacudí mi cabeza, a
estas alturas estaba hiperventilando. Pero entonces el profesor dio comienzo con
la clase y toda la atención fue hacia él. Me hundí en el pupitre avergonzada.

La clase me resultó bastante aburrida, estaban viendo Rebelión en la


granja de George Orwell. Un libro que había leído anteriormente y Alice se
había encargado de darme cada detalle del real significado de la historia y su
relación con el comunismo. Resultaba cómodo tener un buen conocimiento sobre
lo que estaban viendo…y aburrido.

Para mi suerte la clase se pasó con una impresionante velocidad. El timbre


sonó dos minutos antes de lo esperado, sorprendiendo al profesor, quien parecía
haberse quedado con ganas de seguir con la clase.

Estaba juntando mis cosas cuando un chico flacucho, con acné y pelo
grasiento se me acercó. Me recordaba a un compañero que había tenido en Denali
que era miembro del club de matemáticas.

-Eres hija del doctor Cullen ¿verdad?

-Sí.- susurré y las pocas personas que estaban a nuestro alrededor se


voltearon.

-Soy Eric- murmuró extendiendo su mano hacia mí. -¿Dónde tienes la


siguiente clase?- me preguntó.

-Eh…Historia, con Jefferson, en el edificio…seis.- dije mirando la hoja


donde tenía las anotaciones con las clases y donde ubicar las aulas.

-Oh yo voy a otro edificio, al dos, pero te puedo acompañar hasta el pasillo
central y mostrarte donde es.- añadió Eric.

-Gracias.- dije tímidamente.

Recogí mi abrigo y me colgué la mochila al hombro. Tuve que ponerme la


capucha del abrigo al salir del edificio, ahora lloviznaba con más intensidad. Eric
me señaló el camino antes de ir en otra dirección.

Iba caminando nuevamente, con la cabeza fija en el suelo cuando tropecé –


a pesar de que no había ninguna irregularidad en el asfalto- e instintivamente
lancé las manos frente a mí, tratando de agarrarme de lo que pudiera.

Para mi suerte un par de manos frías me sostuvieron. Suspiré


aliviadamente al reconocer aquel par de manos. Pero al alzar mis ojos me di
cuenta de que no era ninguno de mi familia y de que sus manos no parecían ser
tan frías como las de ellos. Aun así sonreí al reconocer su rostro y su cabello
rubio peinado cuidadosamente con gel.

-Hola.- le saludé luego de buscar en algún lugar de mi mente su nombre,


pero no lo recordaba. Solo sabía que era el chico de la tienda de artículos
deportivos Newton, y que ese era su apellido.

-¡Bella!- me sorprendió enormemente que recordase mi nombre. –Suerte


que te he atajado.

-Sí…esto…gracias...Emm- traté, pero su nombre no me salía.

-Mike.- me recordó amablemente. -¿A qué clase vas?

-A Historia, con Jefferson en el edificio seis- repetí de memoria. Los ojos


de Mike brillaron ante mi respuesta.

-También voy allí, que bien, podremos sentarnos juntos, a mi lado hay un
pupitre vacío.- me sonrió mientras caminábamos hacia el sexto edificio.

Cuando entramos al aula aun no había llegado el profesor. Mike se fue a


sentar a su habitual lugar y yo le seguí, siendo que él me había dicho que había
un lugar vacío a su lado. Se sentó pupitres antes del fondo y me indicó cual era el
que estaba libre. A los pocos minutos se sentaron unas chicas. Una de ellas era de
menor estatura que yo, pero se compensada con su abultada cabellera rizada.
Mike le saludó.

-Eh Jessica, te presento a Bella Cullen.- los ojos de la chica brillaron al


escuchar mi nombre.

-Hola…creo que he estado con tu hermano en mi anterior clase- dijo con


una sonrisa. Yo asentí devolviéndole el gesto.

-Puede ser.- me encogí de hombros. La chica, de la cual recordaba que se


llamaba Jessica debido a que mi anterior amiga de Denali se llamaba igual, iba a
seguir con su conversación, pero el profesor Jefferson entró para dar comienzo a
la clase.

Después de la clase de historia, la cual giró en torno a la segunda guerra


mundial, sus causas y consecuencias económicas en el mundo, Jessica me
acompañó a español, ya que también asistía a la misma asignatura. A Mike, por
el contrario le tocaba trigonometría avanzada. Jessica me presentó alegremente a
varias de sus amigas y amigos.

Cuando tocó el timbre, anunciando la hora del almuerzo, Jessica me


preguntó si quería ir con ella y sus amigos. Asentí encantada, pero me recordé
pasar la mitad del recreo con ellos y la otra con mi familia. Entramos a la
cafetería, alcé mi mirada encontrándome con la de Alice y le di una mirada de
disculpa. Ella me sonrió cariñosamente desde la esquina de la cafetería. Luego de
ir por nuestra bandeja del almuerzo nos sentamos en la esquina de una larga
mesa. Jessica y Mike me presentaron con el resto de sus amigos, que aun no
había conocido. Y miré a mi familia.

Se habían sentado en una mesa en la esquina más alejada del tumulto


juvenil. Los cinco no conversaban ni comían, a pesar de que tenían la bandeja
llena de comida frente a ellos. Solo ahora podía darme cuenta de cuánto
desentonaban entre el resto de los estudiantes. Emmett, con sus enorme cuerpo,
se parecía más a un boxeador que a un estudiante. Jasper parecía un modelo de
pasarela, con sus rubios cabellos perfectamente peinados. Edward era el que
menos tenía parecido con cualquiera de mi familia, llevaba el cabello despeinado
y se notaba que era mucho más joven que los demás. Las diferencias entre Alice
y Rosalie resaltaban aun más de lo habitual. Eran dos personas totalmente
opuestas.

Aun así, entre ellos se parecían, y sabía bien por qué. No eran como el
resto de las personas. Desencajaban totalmente y el hecho de que no hablaran con
nadie no les ayudaba en nada.

-Oh, allí están tus hermanos ¿Por qué no les dices que vengan?- me
preguntó Jessica con demasiado entusiasmo.

-Quizás para mañana.- respondí con desgano.

-Y cuéntanos sobre ti, Bella.- me preguntó una chica, la cual se encargó de


recordarme que se llamaba Ángela.

-Humm…en realidad no soy buena para las presentaciones, pero bien. Ya


saben mi nombre, vivo con mis padres Carlisle y Esme, y mis hermanos Edward,
Emmett, Alice, Jasper y Rosalie.

-Espera ¿hijos? He visto ayer al doctor Cullen y no debe tener más de


treinta años…es demasiado joven para tener hijos adolescentes…- interrumpió
una chica rubia, de la cual no podía recordar su nombre.
-Bien, es porque somos adoptados.- de repente tuve varios ojos curiosos
fijos en mí. –Mis padres fallecieron en un accidente de autos cuando yo tenía tres
años.- suspiré, Jessica inhaló profundamente, mirándome con lástima, por eso
odiaba contar cosas sobre mí. Carlisle me había hecho repetirle la historia
inventada una y otra vez para que nunca me confundiera. – viví en un orfanato
hasta que la familia Cullen me adoptó. Cuando llegué a la casa ya estaban
Rosalie y Jasper. Ellos son los gemelos rubios. Luego trajeron a Emmett, Alice y
Edward.- Dije luego de describir a cada uno de mis hermanos.

-¡Vaya! Que buenas personas son tus padres al hacerse cargo de seis
adolescentes.- sonrió Mike. Yo solo pude asentir.

-¿Alguno de tus hermanos está solo?- preguntó Jessica. Yo le sonreí.

-Emmett y Rosalie están juntos, al igual que Jasper y Alice.

-Wow… ¿Tus padres lo saben? O sea…están juntos…y viven juntos.-


preguntó Mike.

-Sí, lo saben…están contentos de que estén juntos.- respondí dándole una


sonrisa a Alice.

-¿Tú estás con tu otro hermano?- preguntó Mike. Me tomó un minuto


digerir la pregunta.

-¿Con Edward? No…no…- sacudí mi cabeza.

-Es guapísimo- Suspiró Jessica mirando en dirección a donde Edward se


encontraba. Le observé con cuidado. Edward me miró por unos instantes y luego
a Jessica, y se volteó sacudiendo su cabeza. –Eh Eric- Jessica se alejó de nuestra
mesa para hablar con el chico de acné, dejándonos prácticamente solos a Mike y
a mí. Ángela se puso a charlar con sus amigas, con lo cual barajé la idea de ir con
mi familia cuando Mike me habló.

-¿Y te esta gustando Forks?- me preguntó mientras jugaba con la tapa de


su refresco. Me encogí de hombros.

-Es igual que Denali, no hay sol. Tampoco veo que haya mucho para hacer
aquí.
-Es cierto. Aquí en Forks no hay mucho para hacer. Pero puedes ir a Port
Angeles. Si quieres podríamos ir a… -abrí mi boca antes de que de la suya saliera
una invitación y ya tuviera que rechazarle, y sacudí mi cabeza hablando rápido.

-Oh, Mike disculpa, tengo que ir con mi familia, Alice quiere decirme
algo.- Dije juntando mis cosas y huyendo de allí, dándole una suave sonrisa.
Mike se despidió de mí quedándose con las ganas de invitarme a quien sabe
donde.

--

Aun seguía sorprendida ante la actitud de Edward en el almuerzo. Me


había insinuado que Mike no se traía nada inocente entre manos conmigo y luego
de contestarle sarcásticamente, salió de la cafetería sin siquiera dar una
explicación. Alice fue tras él, y al poco tiempo terminó el horario de almuerzo.
Emmett y Rosalie me acompañaron a mi siguiente clase, aunque de sobra sabía
que Rose hubiera preferido no hacerlo.

Entré al aula, parecía ser la más amplia de las que había visto hasta ahora y
hacía un poco más de frío, con lo cual me costó trabajo desprenderme del
impermeable. El señor Banner me firmó el comprobante de asistencia y me
indicó cuál de las mesas estaba vacía. Mike se sentaba un par de asientos detrás
del mío. Yo era la única que estaba sin compañero de laboratorio, pero no me
preocupaba. Edward estaba en la misma clase que yo.

Llegó apenas unos instantes antes de que sonara el timbre, pero eso no
quitó que el profesor le echara una furiosa mirada. Entregó su comprobante y sin
más se acomodó en el asiento contiguo al mío. No estaba segura si sería prudente
preguntarle que le había sucedido. Tampoco podía disfrazar mi preocupación con
un simple ¿Estás bien? Los vampiros nunca se sentían mal, no por lo menos
físicamente –o eso era lo que yo creía.

El profesor comenzó a revolver unas cajas que tenía en su escritorio y pasó


banco por banco dejando un microscopio y unas laminillas. Clase de anatomía
celular. Nuevamente me esperaba una clase aburrida.

Edward estaba volteado hacia mí, mientras que tenía su mentón en la


palma de su mano. Tenía su vista fija en ningún punto en particular de la pizarra,
cuando sentí una cálida brisa acariciar mi rostro. Gracias a Dios habían
encendido la calefacción, temía congelarme viva allí. Pero entonces, para mi
desconcierto, Edward frunció su nariz, como si algo oliera mal y me miró
fijamente. Sus ojos habían cambiado del traslúcido color dorado a un violento y
espeso negro carbón.

Me miraba fijamente, con sus ojos fijos en los míos y sus manos cerradas
en fuertes puños de hierro, cuando el profesor dejó los elementos de trabajo en
nuestra mesa. Comencé a sentirme incómoda, pues ni con la interrupción del
profesor fue capaz de apartar sus profundos ojos de mí.

-Edward.- murmuré, tratando de sacarlo del trance en el que parecía estar


sumido. Cerró sus ojos y sacudió lentamente su cabeza. El profesor nos lanzó una
mirada mientras explicaba lo que teníamos que hacer, por lo que procuré bajar
más el tono de voz. Edward apoyó su codo sobre la mesa y con sus dedos se
presionó el tabique nasal. -¿Qué te pasa?

-¿Te importaría cambiar de lugar?- dijo haciendo una seña entre mi asiento
y el de él. Me puse de pie confundida, pero accedí a tomar su lugar. Edward pasó
rápidamente por mi lado y se acomodó donde antes había estado sentada yo.
Pareció volver a respirar, como si hubiera dejado de hacerlo hace tiempo. Y
suspiró.

Traté de dejar pasar su extraño comportamiento, el profesor Banner nos


estaba mirando demasiado. Tomé los materiales de trabajo y me puse a analizar
que era lo que teníamos que hacer.

-Lo siento.- le escuché susurrar a Edward, acercando su cabeza hacia mi.


Le miré sin comprender que decía. –Es solo que…- se detuvo.- ¿Qué te han
contado sobre mí?- supuse que se refería a mi familia.

-¿Qué tendrían que…

-Veo que los Cullen ya han terminado con el trabajo…siendo que acabo de
terminar de dar las consignas.- cerré mi boca e instintivamente me encogí de
hombros, como si eso me evitara la vergüenza.

-Lo siento, profesor, verá en la otra escuela ya habíamos hecho este


trabajo- se apresuró a decir Edward. Le miré sorprendida, ni sabía que era lo que
había que hacer. El profesor se acercó furioso y extendió su mano esperando que
se le entregase alguna cosa. Edward le extendió una hoja con algunas
anotaciones. El señor Banner le dio una ojeada y habló;
-Bien, como veo que saben de esta clase, y no quiero que estorben al resto
puede irse. La próxima vez, Cullen,- se refería a los dos. –hayan hecho o no el
trabajo con anterioridad, se quedarán en la clase, en silencio.

El profesor me había sorprendido enormemente ¿realmente nos estaba


dejando salir antes? Edward pareció entender lo mismo que yo, ya que juntó sus
cosas, y escuché un murmullo de decepción entre los demás estudiantes. Hice
caso a Edward y junté mis cosas. Al poco tiempo estábamos caminando bajo la
lluvia en dirección a mi auto.

-Deja las llaves en el contacto, vamos a dar una vuelta con mi auto.

-¿Por qué no podemos ir con el mío?- pregunté confundida.

-Por favor, hace años que no manejaba mi coche ¿sí?- aun no me


acostumbraba a los ojos de mi familia. Ahora los de Edward brillaban con un
encantador destello dorado, mientras me rogaba que le hiciera caso. Desganada –
y resignada, ya que sabía que algo me decía que Edward sería capaz de
arrastrarme hacia su Volvo- abrí mi coche y dejé las llaves en el contacto. –No
van a llevárselo, Bella.- me dijo al ver la preocupación con la que miraba mi
coche mientras entrábamos a su flamante Volvo plateado.

Esto que siento adentro


Edward pov
Llevaba varias cuadras conduciendo en silencio. Bella tenía su mirada fija
en sus manos, mientras jugaba con la correa de su mochila. De repente la vi
acomodarse más dentro de su impermeable, arrugando su nariz, disgustada. Solté
el volante y encendí la calefacción, había tantas cosas que no recordaba de mi
vida humana… pasar frío era una de ellas.

-No te gusta el frío.- no era una pregunta, estaba afirmando sus gestos.

-Ni la humedad.- me respondió acercando sus manos al cálido aire que las
respiraciones del auto comenzaban a desprender.

-Debe ser difícil tener vivir en climas helados y húmedos.- dije con la
mirada sobre la carretera. Bella se encogió de hombros y sonrió.
-Supongo que me he resignado. Prefiero ponerme un sweater de más que
estar lejos de ustedes.- Se que notó la mueca de disgusto que hice al escuchar su
respuesta. Era bastante malo que Bella viviera con nosotros, pero peor era que no
quisiera apartarse de nuestro lado.

-Esto es diferente.- Murmuró luego de unos cuantos minutos en los cuales


ambos permanecimos en absoluto silencio.

-¿El qué?- pregunté confundido. Me sentía tan frustrado al no poder buscar


la respuesta en su mente. Por mucho que intentaba era como ver una pared
blanca. Como si su mente se protegiera de mi poder.

-Que estemos tú y yo solos- mis ojos no pasaron por alto el tono carmín
que tiñó sus mejillas al pronunciar la frase –me refiero a que sé que te resulta
difícil acostumbrarte a mi presencia, Esme me lo ha dicho. Antes siempre había
alguien más.- murmuró con sus ojos clavados en mí.

-¿Y qué es lo que Esme te ha dicho?- pregunté clavando mis ojos en los
suyos. Bella pareció dudar su respuesta, pero entonces sus ojos se fijaron en el
tablero del auto.

-¿Estás loco? ¡Baja la velocidad!- me urgió desesperadamente mientras se


aferraba al auto como podía.

-¿Qué tiene? Apenas voy a cien- contesté.

-A cien en las pequeñas calles de un pueblo, donde son irregulares… ¡Baja


la velocidad!- repuso nuevamente. A regañadientes bajé la velocidad, llegando a
los 80 kilómetros por hora. Moví mis ojos hacia Bella, pero en lugar de verle
contenta, cruzó los brazos sobre su pecho e hizo una mueca de descontento con
su boca. Bajé aun más la velocidad, casi llegando a 60. –Odio conducir tan
lento.- mascullé recostando mi cabeza contra el respaldo del asiento. -Supongo
que sería mala idea proponer un viaje a Los Ángeles en cinco horas…

-Tendrás buenos reflejos, pero si nos hacemos trizas contra un auto…yo


acabaré varios metros bajo tierra…y tú estarás como si nada.- en eso tenía razón.
Por mucho que pudiera evitar un accidente, o no, Bella era demasiado frágil. –
Gracias.- murmuró.-Bien, Esme habló conmigo el día que llegaste,- Su rostro se
crispó debido a algo que no pude comprender, pero prosiguió luego de un suspiro
–dijo que no estás acostumbrado a estar cerca de humanos…que por eso siempre
habría alguien con nosotros…y me preguntaba,- Bella hizo una pausa, estudiando
mi reacción, asentí con la cabeza, invitándole a continuar. Odiaba sus silencios,
eso quería decir que trataba de omitir o editar lo que había pensado decir…-¿Qué
fue lo que cambió?

Me tomó un buen rato encontrar una respuesta lógica a su pregunta. Ni yo


estaba seguro de qué era lo que había cambiado como para permitirme estar a su
lado sin que nadie más estuviera cerca. Entonces entendí que no me resultaba tan
difícil como antes estar a su lado, disfrutar de su cercanía. Seguramente el estar
cerca de ella, el que la casa estuviera totalmente impregnada con su esencia,
habría hecho que pudiera, en cierta forma, acostumbrarme a su cálido y dulce
aroma.

-No estoy seguro, supongo que el estar cerca de ti, día a día, ha conseguido
que mi mente ejerza un control mayor sobre mis deseos.- repuse con una sonrisa
torcida. Bella se quedó unos instantes con la boca abierta, observándome. Y
entonces apartó su rostro del mío, no sin antes dejarme ver el intenso rubor que
comenzaba a subir a su rostro.

-¿A…a qué te refieres con…deseos?- mis labios formaron una sonrisa al


escuchar un extraño nerviosismo en el timbre de su voz.

-Deseos es algo amplio, es cierto. No sé como decirlo sin asustarte…

-No lo harás.- Repuso revolviéndose en el asiento del copiloto.

-Si lo haré- Dije alzando mi mano. Vacilé unos instantes, y acaricié sus
mejillas con la yema de mis dedos, casi sin tocarla en realidad. Temía lastimarla.
Bella era humana, y era muy frágil. Cualquier movimiento brusco o descuidado
que hiciera podría lastimarla severamente. Bella bajó sus ojos, mientras mis
dedos recorrían la parte superior de sus pómulos, deleitándome con la calidez de
su rostro –no solo debido a que estaba ruborizada- y la suavidad de su piel, y
tracé un suave camino hacia la punta de su mentón. Saqué la mano con la misma
suavidad que la había alzado y la cerré en torno al volante. -¿Te han dicho por
qué me fui de casa por tantos años?

-Ummm…Alice solía referirse a eso como un ‘acto de rebeldía.’ Que


querías ver el mundo tú solo.- Sonreí tristemente. ¿Me odiaría si supera la
verdad? ¿Sería capaz de saltar del auto en movimiento en un desesperado intento
de escapar de mí? –No fue por eso ¿verdad?

-¿Qué te hace pensar lo contrario?- traté de aplazar más la verdad.


-Bueno, primero que ya lo habías hecho en una oportunidad anterior,
Carlisle me lo dijo. Y cuando vivimos esos años en Denali, Tanya me trataba
como si yo fuera la causa por la que tú te fuiste. Y ahora creo que no estaba tan
equivocada.- repuso fijando sus ojos en los míos.

-Traté de aguantar…de veras que lo intenté. Pasé varios meses cerca de


ti…pero a fin de cuentas si uno no se cree capaz de algo…jamás podrá lograrlo.-
murmuré con mis ojos fijos en el angosto camino arbolado que ocultaba nuestra
casa de la carretera. Entonces por el rabillo del ojo vi a Bella pasando sus dedos
por su brazo, por donde se había cortado la noche en que quise beber su sangre.

-Nunca me habían dicho como me había hecho esta herida…- sus ojos se
fijaron en los míos, y no pude descifrar qué era lo que sentía en esos momentos,
con lo cual, dado que había dicho el principio y el final de lo horrible que era,
nada haría contando el relleno.

-Te caíste contra un florero de cristal que estaba hecho añicos…- susurré
deteniendo el motor del auto. Me quité el cinturón de seguridad y me acomodé en
el asiento, enfrentándome a Bella. –Nunca voy a perdonarme el haber tenido el
más mínimo deseo de…de…

-No te preocupes…no te guardo rencor, Edward. Después de todo aquí


sigo.- respondió con una sonrisa.

-Eres extraña, Isabella.- dije pronunciando por primera vez su nombre


completo.

-¿Por qué?

-Cualquier persona con un poco de sentido de supervivencia se habría


arrojado fuera del auto, aun si estuviera en movimiento- detalle recordando mis
pensamientos anteriores.

-Supongo…pero no le veo sentido. En cierta forma…me siento segura a tu


lado.

Mi rostro se contorsionó en una mueca de dolor al escuchar sus palabras. –


No, Bella. Eso no está bien. Extrañamente tú hueles con más intensidad para mí
que para el resto de los vampiros. Ese deseo es demasiado potente…y nunca
estarás completamente segura a mi lado. Soy más peligroso para ti que cualquier
otro vampiro…- Bella apartó su rostro del mío, no pude descifrarlo con exactitud,
pero creí ver sus ojos nublados por la frustración. La misma que cuando niña.
Cuando quería cercarse a mí y yo la alejaba.

-Esa vez… ¿Estabas tocando el piano?- me preguntó. Me extrañé de que


supiera un detalle así…y poco del resto. –No sé, es que desde que te escuché
tocar el piano cuando volviste, algo me decía que conocía esa melodía, y que la
imagen de ti, sentado en el piano…era familiar.

-Sí, estaba tocando el piano. Suelo hacerlo a menudo…me gusta componer


canciones.-

-¿De verdad? ¿En qué te inspiras?- si pudiera leer su mente, su pregunta no


me hubiera tomado tanto por sorpresa y mi respuesta habría abandonado mis
labios en un santiamén. Pero no podía simplemente soltar que me inspiraba en
mis sentimientos y deseos. Sonaría más extraño si aun le confesaba que había
compuesto una melodía pensando en ella. Rápidamente me incliné sobre ella y
tiré con fuerza de la manija del auto.

-Hemos llegado.- dije alzando mi rostro, sin percatarme de lo cerca que


estaba del de ella. Bella respiraba con sus labios levemente entreabiertos, dejando
que su dulce y cálido aliento me golpeara insoportablemente. Me aparté de ella
rápidamente y salí del auto.

Esme estaba en la puerta de la casa, apoyada sobre el marco, con una


extraña expresión en sus ojos.

¿Alice tendrá razón? ¿Estará Edward ena… -Esme alejó sus ojos de los
míos suponiendo que podría escucharle, y rápidamente comenzó a pensar en que
haría de almorzar para Bella.

--

Después de haber acompañado a Bella en su almuerzo, junto con Esme,


me disculpé y me dirigí a la sala. Sentía la extraña y desesperada necesidad de
pasar mis dedos por las teclas de mi piano. Había pasado tantos años sin tocarlo,
sin oír como sonaba cada nota con los movimientos de mis dedos.

Me había escapado, forzado de no ver a Bella durante tanto tiempo. No era


justo para mi familia que ella tuviera que irse. El monstruo era yo. Ella no le
hacía mal alguno a nadie. Cuando me decidí a volver me había prometido a mí
mismo mantenerme lo más de lejos de ella posible. Pero es promesa fue difícil de
cumplirse desde el día siguiente al que llegué. En realidad, desde la noche que le
escuché murmurar mi nombre entre sueños.

Pasé suavemente mis dedos por las lustrosas teclas del piano. La primera
melodía que toqué fue la que había compuesto años atrás, pensando en Bella.
Decidí tocarla una vez más, pero algunas notas se cambiaban en el transcurso de
la melodía. Algunas eran más fuertes, más intensas…mientras que otras eran más
suaves y cariñosas. Bella tenía razón, algo había cambiado. Yo había cambiado.

Algo en mí se retorcía con la simple idea de evitar a Bella, por más que
fuera por su bien. No había mentido cuando dije que mis deseos debían ser
doblegados. Y no solo deseaba su sangre. Deseaba otras cosas, que simplemente
con pensarlas me sentía mal. Estaba mal que deseara su compañía…estaba mal
desear sentir el calor de su piel bajo la yema de mis dedos.

Sabía que debía alejarme, pero aun así no quería hacerlo. Quería que ella
se sintiera de la misma forma que yo, que sintiera el mismo deseo de mi
compañía, como yo deseaba la suya. Quería saber que no era el único que sufriría
si me apartaba, o si me acercaba. Quería saber si sentía la misma fascinación que
yo sentía por ella, si se detenía a observarme cuidadosamente como yo lo hacía
con cada movimiento y gesto suyo.

Aun no podía ponerle un nombre, o definir lo que me sucedía. O quizás me


rehusaba a hacerlo. Por lo mal que estaría, por lo malo que sería para Bella saber
que sentía por ella algo más que un simple cariño familiar. Podía abiertamente
admitir que la deseaba con todas mis fuerzas, ya que no podía negar que
desesperadamente deseaba su sangre. ¿Pero estar enamorado de Bella?

Había escuchado los anteriores pensamientos de Esme, y sabía en que


terminaba la frase que había dejado inconclusa. Enamorado. ¿Hacía cuanto que
Esme y Alice hablaban de ello? ¿Qué era lo que les llevaba a pensar que yo
podría estar enamorado de Bella?

No sabía cuanto tiempo llevaba allí, acariciando las teclas del piano,
sumido en una re-editada melodía que hacía más de 10 años había compuesto
para Bella. Entonces abrí mis ojos lentamente, viendo que el sol había
comenzado a ocultarse, dejando la sala en penumbra. La ultima y suave nota aun
resonaba en el ambiente cuando me di cuenta de que alguien estaba a mis
espaldas.

Es hermosa, Edward. Suena más…pasional que antes. Pensó Alice.


-¿Hace cuanto estás allí?- me sorprendió no haberle escuchado detenerse a
mis espaldas.

-Hum…desde que terminaste de tocar una melodía y comenzaste con la


misma, solo que las notas fueron torrándose más intensas…más profundas.-
saqué mis dedos del piano y lo cerré con cuidado. Pero al voltear mi cabeza me
di cuenta de que Alice no estaba sola en la sala. Esme estaba sentada en el
respaldo del sofá.

-Extrañaba escucharte tocar- susurró extendiendo sus manos


cariñosamente hacia mí. Me puse de pie y fui hacia mi madre, dándole un dulce
abrazo. Esme me soltó y me tomó de la mano, sentándose en el sofá junto con
Alice.

Entonces ambas compartieron una extraña mirada, y para mi sorpresa, las


dos estaban tratando de bloquear sus mentes. Esme alzó sus manos y las apoyó
suavemente sobre mi rostro. –Alice ha venido a hablar conmigo, Edward.

-¿De qué?- traté de sonar inocente, pero sabía que tenía que ver con mi
reacción de la mañana.

-Edward…has pasado tanto tiempo solo en esta vida…

-¿De qué estás hablando?- jugar al inocente era más fácil que tomar todo
por entendido de una vez.

-De amor, Edward- respondió Alice con una dulce sonrisa en sus labios.
Por un momento me sentí como un niño, al cual trataban de explicarle algo que
sería duro y que cambiaría su vida para siempre.

-¿Amor, Alice? ¿Estás delirando?

-Vi como miras a Bella. ¿Crees que no sé que la mayor parte de las noches
te la pasas oculto en la oscuridad de su habitación…acercándote a ella cuando le
escuchas susurrar tu nombre?- Sé que vivíamos todos bajo el mismo techo, pero
procuraba meterme cuidadosamente en la habitación de Bella cuando dormía. Era
algo involuntario, me sentía atraído por el suave ruido de su respirar, y su cuerpo
revolviéndose entre las suaves sábanas. Era como si me hechizara con su suave
voz llamándome entre sueños.
Agaché mi cabeza avergonzado, nada de lo que dijera podía justificar
aquello. Ni siquiera interés era algo convincente. Esme me alzó el rostro,
mirándome dulcemente.

-Edward, me parte el corazón verte así…oírte tocar aquella triste melodía.


Alice y yo prácticamente podíamos sentir tus sentimientos plasmados en las
notas.

-No importa…yo no estoy…no puedo estarlo… ¿O sí?- balbuceé.

-Hoy estuviste celoso de Mike Newton.- le lancé una mirada a Alice y a su


bocaza.

-Edward…Alice solo quiere verte bien, tal como yo… ¡Y claro que puedes
estar enamorado de Bella ¿Por qué no?- sonrió.

-Por que ella debe odiarme. Tiene que hacerlo.

-¿Por qué debería? No le has hecho nada malo…

-Ya sabe por qué me fui hace años…- murmuré con la mirada perdida.

-¿Y? Yo no la vi desesperada por apartarse de tu lado cuando bajó del


auto…todo lo contrario, parecía molesta por que el viaje hubiera durado tan poco
tiempo.- sonrió Esme.

-Debe de odiarme…estuve a punto de matarla… ¡Soy un monstruo!

-¡Edward, para ya! Esto es lo que te digo, Esme…lo que Jasper siente…
Edward se hace culpable por todo…hasta de ser lo que es…- exclamó Alice. –
Edward…si Bella tiene que odiarte o no, es su decisión.

-En esto no hay nada de mal…

-¡Si lo hay! No hay forma de que pueda sentirme de esa forma hacia
Bella…no la hay…- exclamé deteniendo las palabras de Esme, y escondiendo el
rostro entre mis manos, atormentado por el peso que sentía en mi interior en esos
momentos.

Cómo podía tan siquiera pensar en cuan bien se sentirían sus cálidos
brazos rodeándome en estos momentos, haciéndolo como Esme. Nunca, jamás
había envidiado la relación que mi familia tenía. Jamás me sentí celoso de la
dulce forma en que Alice tomaba el rostro de Jasper entre sus manos y besaba
suavemente su nariz, para después besarle en los labios. Jamás había sentido
lástima de mí al observar en silencio la forma en la que Carlisle sostenía a Esme
entre sus brazos, la forma en que besaba su frente al volver del trabajo o la forma
en que subían abrazados las escaleras hacia su habitación. Nunca sentí envidia ni
de la relación pasional que tenían Emmett y Rosalie. Solía reírme de la forma
salvaje en que la alzaba en brazos y gritaba que su esposa era la mujer más
sensual del universo.

Me sentía bien, solo. Cuando las parejas se dedicaban tiempo para sí, yo
disfrutaba de la soledad. Solo que ahora la soledad no me recibía tan cálidamente
como antes. Ahora no deseaba pasar mi tiempo vacío en soledad. Prefería pasarlo
cerca de Bella. Prefería verla estudiar, verla leer algunas historia –aquellas
novelas trágicas que arrancaban gotas de cristales de sus ojos- escucharle hablar
entre sueños, escucharle reír a causa de las bromas de Emmett. Mi preferencia
había mutado de la apacible soledad a Bella. A una humana. A alguien con quien
podía compartir algo más que el simple silencio.

Entonces tenían razón. Lo que sentía podía ponerse bajo una palabra,
podía denominarse de una forma. Una forma que me ponía los pelos de punta de
solo pensar en ella; Amor.

Me gustara o no, eso era lo que sentía por Bella, un cariño más grande que
el simple amor familiar. No había ni pasado seis meses junto a ella. Y sin
embargo no hacía otra cosa más que pensar en Bella, no deseaba ver otra cosa
más que a ella. ¿Y ella?

¿Acaso Bella se siente de la misma forma? ¿Acaso sus sueños son de mí, y
no del monstruo del que debe escapar? Menuda frustración al recordar que no
podía leer su mente. No tenía forma de saber si me quería en silencio tal como yo
a ella.

-Mi pequeño, Edward- susurró Esme acercándome más a su abrazo, -


Carlisle tuvo que llevarte de este mundo siendo muy pequeño… ¿Qué podías
saber del amor? Siempre temí que esa parte humana se hubiera perdido de ti para
siempre. Pero la puedo ver- dijo alzando mi rostro, -tus ojos pueden verse tristes,
lastimados por el dolor y el tormento que causa el amor…pero creas o no…
puedo ver una chispa de felicidad en ellos…

-Esme- quería que se detuviera ¿Por qué no lo hacía? ¿Por qué ella lo veía
de una forma tan diferente a la mía? Yo no podía estar con Bella, no le convenía.
–Esto…- dije golpeándome el centro de mi pecho, donde una vez mi corazón
latió rebozarte de vida –esto que tú dices que siento…está mal…y mientras sienta
deseos de algo que más que su compañía…seguirá estando mal.

-Edward, sabes que nunca dejarás de deseas su sangre…así pasaran cien


años…a menos que…- Carlisle la trasforme en una de nosotros. Pensó Alice

-¡NO! Principalmente por eso no puedo estar enamorado de ella. Nunca,


jamás la condenaría a esta…- no tenía palabras para describirlo, no era vida y en
realidad lo era –existencia- eso era…un paseo largo e inacabable por el mundo.

-Es decisión de ella- gruñó Alice poniéndose de pie. Esme, quien hasta el
momento había permanecido callada, le pidió a Alice que se sentara en calma.
Alice le escuchó y suspiró. –Jasper nota como te sientes…y dice que en
ocasiones es insoportable saber que te sientes de esa forma y no poder hacer nada
por ayudarte. No iba a usar su don para mejorarte, es algo que tú tienes que
decidir…

Alcé mis ojos, buscando los de mi madre.

-¿Esme?

-Edward…en primer lugar debes saber que siente Bella…y en segundo…


es tu decisión. Nada de lo que nosotros digamos tiene por qué importarte. Yo
solo quiero verte feliz.- susurró poniéndose de pie y extendiendo su mano hacia
Alice.

-Todos queremos que seas feliz- Dijo mi hermana desapareciendo de la


sala junto con Esme.

¿Qué iba a hacer ahora?

Ayudando ha Edward
Alice pov
Había pasado apenas un mes de la charla que tuvimos Esme y yo con
Edward. El primer día había evitado a Bella a toda costa, logrando que ella se
enfadara bastante con él. Bella buscaba por todos los medios saber por qué de un
día al otro su actitud para con ella había cambiado tan radicalmente. Pero ese
‘alejamiento’ no le impidió a Edward entrar a su habitación por las noches, como
solía hacer cada tanto. Pero a los pocos días, Edward, sin soportar verla enfadada
con él, buscó con éxito la forma de disculparse.
El ambiente en el instituto estaba bastante denso. La mayoría de los
adolescentes, en especial las mujeres, hablaban animadamente sobre el baile de
primavera que tendría lugar en un mes. No era la primera vez que escuchaba este
tipo de charlas. Las mujeres pensando a quien invitar al baile, que ponerse, como
arreglarse. Mientras que los hombres rogaban que no se los pidiera tal o cual
chica, o ideaban formas de hacer que la chica que les gustaba les invitara.

Después de las primeras tres horas Bella vino a almorzar con nosotros en
el día de hoy. Había llegado a un acuerdo consigo misma. Se repartiría para
almorzar un día con cada mesa. Ya que la mayoría de nosotros no estábamos
interesados en sentarnos con sus compañeros, y ellos parecían bastante temerosos
de acercársenos…

Sorprendentemente Edward llegó más tarde que de costumbre, y se dejó


caer pesadamente a mi lado, emitiendo un pequeño gruñido.

-¿Que sucedió?- le pregunté sorprendida por su reacción. Edward me miró


y su gruñido se elevó un poco más.

-Me invitaron al baile- susurró. Emmett comenzó a bromearle, pero como


siempre no sabe cuándo detenerse. Edward se había inclinado sobre la mesa, y
Bella tuvo que llamarles la atención.

-¡Oigan! Llaman la atención.- Edward se incorporó en su asiento. -¿Quién


te ha invitado, Edward?- preguntó sorprendida.

-Jessica- contestó Edward entre dientes. Bella se llevó una mano a la boca
sorprendida.

-¿De veras?- susurró tratando de esconder una sonrisita, pero Edward la


vio y le rodó sus ojos. -¿Qué le dijiste?

-¡Que no! Obviamente. Es bastante cabezota, tu amiga…casi se me arroja


encima…

-Oh, bueno sí. Supongo que Jess suele ser un tanto…ansiosa.- Bella
destapó su zumo de naranja y comenzó a juguetear con la tapita azul del envase,
dando unos sorbitos a la bebida de tanto en tanto. Entonces decidí intervenir.

-¿A quién vas a pedírselo?- le pregunté a Bella con una enorme


sonrisa. Ohhh ya me lo veía…de compras para comprarle un hermoso vestido…y
uno para mí también…si Bella iba, nosotros también tendríamos que ir.
-¡A nadie! Obviamente.- dijo acalorada. –Dije que me iría fuera de Forks.-
murmuró echando una mirada a sus compañeros de clase.

-¿Por qué dijiste eso, Bella?- habló Emmett, dejando a un lado, por
primera vez en el día, sus cuchicheos con Rosalie. –Anda, Bella…todos iremos si
vas. Invitas a alguien…Edward va con Jess- Edward gruño a mi lado. ¿Qué
quieres ¡Oh, Oh! Ya sé cómo podemos ir todos…tú vas con Bella. Los ojos de
Edward se abrieron desmesuradamente, sabía que se cuestionaba mi salud
mental. ¡Déjalo en mis manos ¡Ohh me siento como una adolescente!

-¿Es que no te ha gustado ningún chico de la escuela?- pregunté a Bella,


tratando de abrirme paso para que pudiera invitar a Edward sin sentir que la
presionaba.

-¿Has hablado con alguno de ellos?- rodó sus ojos. –ninguno es de mi


agrado, Alice.

-Ohh…pero a mí me gustaría ir al baile.- suspiré. Jasper se acomodo en su


asiento, sacando pecho y mostrándome una reluciente sonrisa. -¿Jazz, vienes
conmigo al baile?

-Voy a donde tú quieras, Alice- Susurró estirando su mano sobre la mesa


para acariciar la mía. Era increíble cuanto le amaba. Jasper siempre estaba para
apoyarme en todo lo que necesitara. No solo era mi amor, era mi amigo, mi
compañero. Sacudí mi cabeza, tratando de enfocarme en mi misión, pero Emmett
me había ganado de antemano. Estaba reclinado hacia Rosalie dándole una larga
lista con las razones por las cuales debía invitarlo al baile. Rosalie obviamente lo
haría, eso podía verlo, solo que le encantaba que Emmett le rogase.

Al cabo de unos minutos los cuatro estábamos hablando animadamente


sobre que ponernos, y en que coche ir. Edward tenía su cabeza recostada en su
mano, con su mirada perdida fuera de la ventana. Bella por su parte jugueteaba
con sus dedos sobre la mesa, y de tanto en tanto le atrapé mirando a Edward y
ruborizándose.

-Entonces… ¿Se puede saber que harán ustedes dos?- dije exasperada,
sabiendo que alguien de la mesa daría el golpe final.

-No pienso ir con Stanley.- dijo secamente Edward. Bella se encogió de


hombros y apartó su vista de nosotros.
-No pueden no ir… ¡Iremos todos! Además será un día estupendo…la
tarde estará soleada, así que podemos ir de compras, a la peluquería y---

-¿Habrá sol?- preguntó Bella animadamente. Yo asentí con mi cabeza y


ella se volvió hacia la mesa. Juraba que podía escuchar el ruido de los engranajes
en su cabeza cociendo algo.

-¿Por qué lo preguntas?- susurré viendo que no tenía otra forma de


averiguar que era lo que pensaba.

-Bueno…me prometiste que el próximo día soleado me mostrarías…-


Bella bajó su tono de voz –por que no pueden salir al sol…

Me quede con la boca abierta. Realmente quería ir al baile…y realmente


quería que Bella y Edward fueran…juntos. No soportaba ver a mi hermano
pasando por tal agonía. Máxime si jamás se sintió de esa forma. Todo el campo
de sentimientos amorosos eran un tanto nuevo para el…y podía ver que no le
resultaba nada fácil estar cerca de Bella. Y sabia que no era solo su sangre lo que
ansiaba ahora. –Bella…estaremos toda la tarde ocupados…y además—

-Si quieres, Bella…yo no tengo nada planeado para ese sábado…podemos


ir a algún lugar donde las personas no nos vean…- susurró Edward clavando sus
ojos dorados en ella. Bella sonrió, ruborizándose, haciendo que los ojos se mi
hermano se tornaran mas oscuros y profundos.

-¿Estas loco ¡Va a morirse del espanto!- clamó Emmett acercándose hacia
la mesa. Yo alcé mi dedo índice y cerré mis ojos.

Como todas las veces en las que intentaba forzar las visiones de algún
futuro, traté de relajarme, inspire y expire –no por buscar aire, que no lo
necesitaba, si no por relajar mi cuerpo entero- entonces como en un flash pude
ver verde. Era un parque o algo así. Edward estaba recostado en el suelo, con su
camisa abierta, mientras que Bella pasaba las yemas de sus dedos con cuidado
por sus brazos. La visión se volvió borrosa por un instante; ahora Edward estaba
sentado a un lado de Bella, acariciando su cuello con la punta de su nariz…

-¡Alice!- respiré profundamente. Eran esas clases de cosas las que me


hacían desconcentrarme. Lo bueno era que Bella no saldría corriendo, cosa que
no me extrañaba a estas alturas…y lo malo…era que no termine de ver como
resultaba todo al final del día.
-Bella no saldrá corriendo.- apunté mirando rápidamente a Edward. En lo
absoluto. Se que lo viste…

-Viste- le sonrió Bella a Emmett, mientras que asentía triunfante con su


cabeza.

-Aun así pueden volver a tiempo para ir al baile…- sonreí. Bella me rodó
sus ojos, mascullando un No y se levantó, llevando su bandeja del almuerzo
consigo. Edward le siguió poco después ya que ambos tenían clase de biología
juntos.

-Bien, ahora podrías decirnos de que va todo este numerito del baile,
Alice…nunca, jamás en las veces que hicimos los últimos años del instituto,
asistimos a un baile de fin de curso. ¿Por qué ahora?- Dijo Rosalie inclinando su
cabeza sobre la mesa, dejando que sus cabellos rubios acariciaran suavemente la
superficie de la misma. Yo bajé mi mirada, mordiéndome el labio para
impedirme hablar. No sabía si Edward estaría de acuerdo en que se lo
contásemos a ellos. Edward no tenía una buena relación con Rosalie. Pero como
Carlisle no había dicho hace tiempo; los secretos envenenan a la familia. Alcé
mis ojos justo a tiempo para ver la mueca de decepción y de enfado de Rosalie. –
Perfecto.- dijo entre dientes poniéndose de pie.

-Rose. Espera.- susurré mientras alcanzaba su muñeca. Ellos debían


saberlo. Emmett se acercó mas a la mesa, presionando el costado de su cuerpo
contra el de Rosalie. Y Jasper dio la vuelta a la mesa y se sentó a mi lado. –No
solo quiero ir al baile por que creo que Bella no debe ser privada de ciertas
experiencias humanas, como es este caso, si no que también lo hago por
Edward.- Emmett frunció el ceño, mientras que Rosalie se acomodó sus cabellos
detrás de la oreja, como si pudiera escuchar mejor de esa forma.

-Edward…- susurré, buscando las palabras correctas, pero que no


resultasen demasiado chocantes para mis hermanos. –al parecer él tiene cierta
atracción por Bella.

Rosalie sonrió y se apartó un poco de la mesa –Alice, eso lo sabemos…


Carlisle nos contó la historia sobre la cantante y demás.- dijo mientras se
inclinaba sobre Emmett para besarle.

-No…no es eso…es algo mas fuerte…hace tiempo que lo siento.- dijo


Jasper con la mirada perdida en alguno de los tantos puntos del marmoteado de la
mesa de la cafetería. Rosalie abrió sus ojos, sin apartarse de Emmett. Entonces
lentamente, ambos, giraron sus rostros hacia nosotros.
-¿A que es exactamente lo que te refieres con más fuerte?- preguntó
Emmett.

-A que Edward siente por Bella algo similar a lo que tú sientes por
Rosalie.- apunté rápidamente.

-¡Mentira!- dijo Rosalie en un grito sofocado. Su respiración se había


vuelto mas violenta. Como si haberle contado lo que Edward sentía por Bella le
hubiera lastimado profundamente.

-Rose a mi también me parece algo increíble…pero…no es para tomárselo


con tanto dramatismo…- dijo Emmett sorprendido por la reacción de Rosalie.

-Edward paso años…siglos- susurró bien bajo – sin importarle nada ni


nadie mas que el. ¿Por qué ahora ¿Por qué con Bella? Es una insignificante
humana…una insulsa y tonta niñita.

-¡Rose!- Emmett había pasado de la confusión al enfado. Si bien era el


vocabulario que Rosalie normalmente utilizaba para referirse a Bella –solo
cuando nuestros padres ni Edward estaban presentes- a Emmett, tanto como a
Jasper y a mi, comenzaba a preocuparle tanta furia por el echo de que Edward
sintiera algo por Bella. -¿Qué rayos tiene de malo ¿Acaso no sería lo mejor para
Edward?- Rosalie permaneció callada, con su vista fija en la ventana de la
cafetería. -¿Y Bella?- me preguntó.

Me encogí de hombros. Aun no había tenido oportunidad de hablar con


ella sobre nada. Y si Edward lo había hecho…no podía saber que había sucedido.
Leía el futuro…pero no el presente, o el pasado. –No lo se…por eso se me había
ocurrido ir al baile.

Repentinamente Emmett comenzó a temblar, escondiendo con su mano


una risa. –ahora si vamos a estar en boca de todo el pueblo. Pobres de Carlisle y
Esme. Sus seis hijos están en pareja entre si… ¡Ya puedo imaginarme los
comentarios de los mas cotillas!-

Yo sonreí. Ese punto siempre era el que escandalizaba a toda la gente de


cada pueblo al que íbamos.

Como parecía haberse vuelto costumbre, Edward se había ido con Bella en
su Volvo –no sin que ella antes lanzara una triste mirada a su Volkswagen- y si
dirigieron hacia la casa. Emmett, Rosalie, Jasper y yo, nos volvimos en el auto de
Bella. Emmett cada tanto abría el panel del auto en busca de Dios sabe que cosa
que pudiera darle una pista de que ocurría con ella.

-No ira…Alice…la idea de ir a un baile para que ella pueda disfrutar de


una vida humana ‘normal’ no funcionara.- dijo Emmett mientras tocaba los
botones del estéreo.

-Tiene que funcionar…aun no lo veo con claridad…pero por lo menos se


que debemos hacer para intentarlo…confíen en mi.- dije mientras conducía
rumbo a la casa.

-¿No crees que eso es presionar a Bella ¿Qué tal si ella no siente lo
mismo? Alice…no tendrías que meterte en eso- comenzó Jasper luego de que
hubiéramos llegado a la casa y nos hubiéramos encerrado en la habitación.

-Hay Jazz…no me lo digas así…tu tienes que saber algo…tienes que


presentir algo de su parte.- Jasper me sacudió su cabeza. Yo me dejé caer sobre el
sofá de nuestra habitación y me tape la cabeza con uno de los almohadones.

-De todos modos… ¿Por qué te preocupas tanto, Alice?- me senté de


golpe, arrojándole el almohadón, pero trate de mantener mi voz en el más bajo
volumen.

-¿Acaso no te das cuenta de nada ¡Nadie nota nada! Hace días que Edward
esta diferente…actúa de forma diferente. Antes era como si se resignara a esto…
como si su tiempo girase en torno a ver como pasaban las horas. Ahora parece
como si tuviera algo por lo que interesarse. Y algo me dice que Bella no le es
indiferente. Pero temo que siendo tan testaruda no va a reconocérmelo…- Jasper
se sentó a mi lado y me rodeó con sus brazos, depositando un dulce beso en mi
frente.

-Alice, sabes que voy a ayudarte con lo que quieras, pero no presiones…no
es bueno…

¿A dónde?

¿Con quien?

¡No!

Jasper y yo nos miramos. Con la música y todo, era raro que pudiéramos
escuchar las voces de nuestra familia, a menos que estuvieran gritándose…como
seguramente sucedía ahora. Jasper me tomó de la mano y en un santiamén
estábamos en el hall de entrada. Vimos las puertas del comedor familiar abiertas.
Dentro, Carlisle estaba sentado a un lado de la silla cabecera de la mesa, y
Edward estaba en el otro, con sus dedos ejerciendo una leve presión sobre el
tabique nasal.

-Los Cullen no podemos ir allí, Bella.- dijo Edward, palabra por palabra,
como si se concentrara para mantener su voz tranquila. Entonces me percaté de la
porción visible de la cabeza de Bella desde la silla que estaba en la cabecera de la
mesa.

-Ella no tiene nada que ver con aquello, Edward, ella puede ir.- repuso
Carlisle.

Un leve ‘Hmm’ –un tanto victorioso- salió de los labios cerrados de Bella.
Como si con eso dijera que Carlisle era quien tenia la ultima palabra.

Edward respiró profundamente y se levantó de la mesa, pasando por


nuestro lado. Seguramente iría a su habitación. Bella –como cuando tenia cinco
años- se arrodilló sobre la silla y miro hacia nosotros, con una suave sonrisa.

-¿Qué paso?- pregunté.

-El sábado voy de excursión con alguno de los chicos del instituto.
¿Quieren venir?- preguntó mientras le daba un agradecido abrazo a Carlisle.

-No Bella.- Respondió mi padre antes de que yo pudiera hacerlo. ¡Por


supuesto que iría con ella y sus amigos! –Iremos de caza ya que tú vas a pasar el
día a La Push- contestó lanzándome una mirada.

Ahora entendía toda la discusión. Teníamos prohibida la entrada a aquella


reserva india. Hacia siglos, antes de que Jazz y yo nos uniéramos a los Cullen,
Carlisle había hecho una especie de tratado con los nativos de la tribu ‘Quileute’.
Por lo poco que sabia –y creía que era lo justo y necesario- aquella tribu eran
licántropos. Nuestros únicos y mortales enemigos naturales.

Carlisle había logrado convencer al jefe de la tribu de que no éramos como


los demás ‘frios’ –así nos llamaban ellos- que no teníamos intenciones de cazar
humanos, lo cual era mas que cierto. Luego de varias tratativas, el jefe quedo
convencido, poco, por lo cual nos permitía permanecer en ciertas zonas. Pero no
podíamos cruzar a su territorio, eso incluido la zona de la reserva de La Push, la
playa Primera y uno de los pueblos aledaños.
Pero Bella no era como nosotros, con lo cual, ella si podía ir. Ahora bien,
la reacción de Edward me había tomado por sorpresa y sabia que por su reacción
ir a interrogarlo, no era la cosa mas sabia por hacer en estos momentos. Solo
podía dejar que mi mente barajase las dos teorías sobre su enojo.

O bien, temía que hubieran aun hombres lobo y Bella –con su buena
suerte- pudiera resultar herida, o peor.

O bien estaba disgustado por que iría Mike Newton y él no.

Podía oler por donde iba su enojo…

La push
Bella pov
Me desperté sintiendo una cegadora luz sobre mis ojos. Los abrí de golpe,
sentándome en la cama de un salto mientras veía algunos tenues rayos amarillos
escurrirse entre las cortinas de mi habitación. Era extraño…la normal penumbra
de la mañana había sido reemplazada por una extraña luz amarillenta… ¿Acaso?

Me puse de pie y volé hacia la ventana, descorriendo las cortinas de un


tirón; allí estaba el sol. Iluminando Forks con todas sus fuerzas. Había unas
cuantas hileras de nubes en el horizonte que amenazaban con cubrir al astro rey,
pero el resto del cielo se veía de un claro y luminoso celeste. Corrí a cambiarme
de ropa, lo último que me faltaba era demorarme admirando el sol, tendría el
resto del día para hacerlo.

Me sorprendí al llegar al salón y no ver a nadie, la casa siempre estaba en


silencio, pero esta vez era más de lo acostumbrado. Mi familia se había ido de
caza a un lugar llamado Goat Rocks y no regresarían hasta la madrugada. Debía
decir que me aterraba la idea de quedarme sola en una casa tan grande. Pero ellos
debían alimentarse, y en lo posible de animales grandes, para que no les resultase
molesta mi cercanía.

Subí a mi coche, sorprendiéndome de ver un trozo de papel


cuidadosamente doblado.

Ten Cuidado.
Decía la nota con la prolija e inconfundible caligrafía de Edward. Sonreí.

Traté de evitarme el embarazoso ataque de saltos de alegría que solía


darme cuando sucedían pequeños detalles como este. Había decidido no pensar
más en Edward como lo que era, mi hermano - aunque no por sangre y podía
decirse que tampoco por crianza.- Decidí que pensar eso resultaba más fácil que
la realidad. No era, ni podría ser jamás (,) mi hermano. Ni yo quería que lo fuera.

Edward representaba algo más, algo totalmente diferente a lo que sería un


hermano, a lo que eran Emmett o Jasper…suspiré tratando de despejar mi mente.

No tuve problemas en encontrar la tienda de Mike, ya había ido allí en una


ocasión antes de comenzar las clases. Cuando entré al aparcamiento vi la
Suburban de Mike y la camioneta de Tyler.

También estaban allí Jess, Angela, Lauren, Eric y un par de chicos más de
los que no podía recordar sus nombres. Lauren me miró con desdén cuando pasé
por su lado, Jessica en cambio corrió hacia mí.

-Hola Bella- me sonrió con entusiasmo, -¿has venido sola?- inquirió


mirando dentro de mi coche (,) sobre mi cabeza. No sabía decir por qué, pero
estaba segura de que moría de ganas por buscar a Edward hasta en el
portaequipajes. Había quedado bastante decepcionada de que él no hubiera
aceptado ir al baile con ella. Jessica de mala gana tuvo que conformarse con
Mike. Pero parecía no perder las esperanzas, ya que siempre buscaba la forma de
terminar haciéndome hablar de él. Realmente comenzaba a estorbarme. Más
cuando comenzaba a con preguntas demasiado íntimas…

Edward no iría al baile. Ya lo había dicho antes. No quería ir, y yo


tampoco. Aunque por dentro moría por invitarle, aunque fuera con la infame
excusa de hacer compañía a nuestros hermanos. Pero no podía, nunca antes había
asistido a un baile, y realmente no veía por qué tendría que romper ahora con la
tradición…

-Sí, mi familia fue de acampada…yo hubiera ido con ellos, pero se lo


había prometido a Mike -el aludido me sonrió.

-Oh, vaya…quizás para la próxima -murmuré un inaudible ‘Sí’ al mismo


tiempo que sacudía la cabeza y saludaba a Mike.

-Eras la que faltaba…ya pensé que no vendrías -dijo con una brillante
sonrisa en su rostro. –Bien, entonces ya podemos irnos ¿Te vienes en mi coche, o
en la mini furgoneta de Lee?- miré de soslayo la mini furgoneta, iría atestada de
gente y casi ni podría respirar, sin contar que irá acompañada de gente que casi
conocía.

-Emm…mi coche es bastante grande, creo que podemos ir un par…así no


vamos tan aplastados- dije con una suave sonrisa, Mike asintió con su cabeza y
sonrió desilusionado. Odiaba hacerle eso a Mike, pero parecía no entender que a
mí no me gustaba.

Jess, Ángela y Ben se subieron conmigo a mi automóvil. Era la primera


vez desde que habíamos llegado a Forks que podía bajar el techo del vehículo.
Ángela y Jessica estaban encantadas con la idea de ir por la ruta prácticamente
sin nada que nos cubriera. Y Ben también habría estado contento, de no ser
porque íbamos con música poco masculina a todo volumen.

Entre la reserva de La Push y Forks habían menos de veinticinco


kilómetros resguardados por las abarrotadas paredes de árboles del bosque. Aun
no podía imaginarme como sería la playa a la que iríamos, jamás había ido a
alguna playa en día de sol, y las playas de Alaska eran preferibles ser evitadas,
entre el frío, el viento y la poca distancia entre la carretera al mar, podía decirse
que prácticamente no existía un lugar al que llamar correctamente playa.

Bajamos hacia la playa siguiendo a Mike, quien obviamente había venido


aquí demasiadas veces como para perderse ahora. Pasamos varias arboledas,
esquivando unas cuantas rocas, pero llegamos. La playa de no más de dos
kilómetros tenía una forma de media luna, cercada a cada lado por los empinados
acantilados rocosos. El agua, de una tonalidad grisácea –aun cuando era
iluminada por el sol- bañaba las costas de la arena, dejando a su paso pequeñas
ramitas que arrastraba desde el océano.

En una de las puntas de la playa, cerca del agua, había un par de troncos de
color blanco –a causa de la salinidad marina- dispuestos como en ronda, y se
podía ver un círculo negro de cenizas en el centro. Mike nos condujo hasta allí,
donde dejamos nuestras mochilas lejos del alcance del agua.

Mike dio un par de vueltas buscando unas cuantas ramillas traídas por la
marea y las acomodó donde habían viejas cenizas. Encendió una especie de
fogata, pero me sorprendí al no ver las habituales llamaradas anaranjadas. Estas
eran azules. Dejé escapar un grito de sorpresa al verlas aumentar conforme
lamían más leña.

–Son azules a causa de la sal -dijo Mike sentándose a mi lado.


Nunca antes había visto nada igual. Entonces las llamas comenzaron a
tornarse verdosas. Contemplé maravillada las llamas azules y verdes, mientras
que el resto de los chicos se entretenían platicando.

Al rato, unos cuantos habían organizado un grupo para recorrer la costa de


la playa e internarse al bosque. Iba a ir, pero entonces Lauren me lanzó una
mirada que me hizo cambiar de idea. A pesar de las continuas peticiones de
Mike, me quedé en la playa junto con Ángela y Eric. Resultaba cómodo pasar
tiempo con Ángela, no solía hablar mucho. También como yo –o eso suponía-
disfrutaba del silencio.

Entonces Eric soltó un bufido mirando hacia nuestras espaldas. Me di


vuelta a ver qué era lo que le había caído mal. Un grupo de no más de diez
jóvenes se acercaba hacia nosotros. Algunos de ellos eran bastante altos y
corpulentos, otros parecían menores. Me sorprendí al ver sus lisos cabellos
oscuros y su brillante piel cobriza.

-Son de la reserva de La Push…- volvió a bufar. –Siempre vienen a ver


qué hacemos…

Me puse de pie junto con Eric y Ángela para saludar a los adolescentes.
Eric parecía conocerlos de antes, quizás en otras visitas a la playa, por lo que nos
presentó a ellos. Cada uno de los jóvenes se nos dijo su nombre, una de las chicas
se llamaba Jessica, el muchacho más joven se llamaba Jacob y el más alto
respondía al nombre de Sam.

Nos volvimos a sentar, integrando a los recién llegados a nuestra


conversación.

-Ángela es la primera vez que viene con nosotros, su madre no le permitía


venir- comentó Eric para desagrado de Ángela. Pero él siguió, sin importarle
mucho –y Bella se mudó hace poco a Forks. Es la hija del doctor Cullen.

Entonces tuve la atención de todos los adolescentes de La Push sobre mí.


Uno de ellos –Sam, el más grande- me miró sorprendido y a la vez con rabia.

-¡Tú no puedes ser familiar de ninguno de los Cullen!- afirmó el joven que
se llamaba Sam, con su dedo acusatorio alzado frente a mí. No sabía si responder
o no, realmente me sentía intimidada. El resto de sus amigos me miraban tal y
como lo hacían Ángela y Eric, sorprendidos ante el tono de voz amenazante de su
amigo.
-No, técnicamente…- murmuré suavemente, alzando el pecho y fijando mi
vista en él. Sam tenía los ojos dilatados y cada tanto movía las aletas de su nariz,
como si estuviera oliendo algo. –Todos hemos sido adoptados.

-No- masculló, su cuerpo temblaba violentamente, entonces sacudió su


cabeza hacia los costados. En ese momento la imagen de la película ‘El
exorcista’, más precisamente la escena en que la niña se encuentra poseída por el
demonio, saltó a mi mente. El chico de La Push parecía tener un ataque o algo
parecido. Entonces se puso de pie y salió lejos de nosotros. Otro de los chicos,
que parecía de edad más allegada a Sam, se disculpó por los dos se alejó
caminando detrás de su amigo.

-¡Vaya! Lo siento de veras, Sam suele ser bastante amigable…no sé que


mosca le ha picado hoy- comentó el menor de ellos, Jacob.

Al poco tiempo regresaron nuestros amigos de su excursión. Yo aun seguía


absorta en mis pensamientos, tratando de hilar qué era lo que sucedía, por que
Carlisle y Edward habían discutido sobre si debía o no bajar a La Push y la
extraña reacción de Sam. Todos comenzaron a acomodarse sobre los troncos y
repartieron los sándwiches y los refrescos.

En medio del almuerzo las amenazadoras nubes que en la mañana había


visto en el horizonte, avanzaban hacia la mitad del cielo, cubriendo el sol de tanto
en tanto. Mike organizó una nueva caminata, esta vez hacia las tiendas de la
aldea. Varias de los nativos se ofrecieron para acompañarles, excepto Jacob.
Decidí no ir y aprovechar el tiempo para ver si podía sacarle que era lo que le
sucedió a Sam y por qué me habló de esa forma.

Jessica y Ben tampoco fueron, solo que en lugar de quedarse sentados con
nosotros, se fueron a recorrer la costa de la playa.

-Te molestaría decirme que fue lo que ocurrió con tu amigo- le pregunté a
Jacob luego de pasar varios minutos en silencio. Me fue imposible ocultar mi
tono de enfado.

-No lo sé- apuntó achicándose de hombros. -¿Quieres ir a dar un paseo por


el bosque conmigo?

Me quedé con la mente en blanco, pero entonces accedí a ir, quizás podría
sacarle algo sobre su amigo, ya que su seco no lo sé, no me convenció en lo más
mínimo.
-¿Y cuántos años tienes?- pregunté tratando de desviarme un rato de la
conversación que me interesaba tener.

Bajó su mirada hacia sus pies, parecía tomarle trabajo decirme su edad, -
acabo de cumplir quince- confesó.

-¡Vaya! Juraba que tenías un poco más de dieciséis.- Era una crueldad
decirle eso al joven, más cuando parpadeaba incesantemente, como si tuviera una
molestia en el ojo.

-Soy alto para mi edad- dijo inflando su pecho. Algo me decía que el
coquetear con él para sacarle información, sobre la reacción de su amigo hacia mí
y mi familia, me traería problemas a futuro. -¿Y tú?

-Cumplí diecisiete hace pocos meses- contesté con una sonrisa. -¿Subes a
Forks a menudo?- me sentí como una tonta, mis falsas expresiones de ansiedad y
sorpresa no solían ser muy buenas, seguramente se daría cuenta y se enfadaría.

-No mucho…aun no tengo el carnet de conducir y no he terminado mi


coche.- fruncí mi ceño ante su respuesta, Jacob sonrió, formándosele unos
pequeños hoyuelos en sus rojizas mejillas. –Me gusta armar autos, cuando
dispongo de tiempo libre y piezas.

-¿Y qué estás armando?

-Un Volkswagen del ochenta y seis.

-¿Y anda?- Reí. Jacob al principio me dio una seria mirada, pero luego se
rió conmigo.

Seguimos caminando, ahora nos adentrábamos más en el bosque. Rogaba


no tropezar con nada, mientras caminaba con la cabeza gacha en busca de
cualquier cosa que pudiera ayudarme a potenciar mi torpeza.

-Tu amigo es muy raro- apunté mientras nos sentábamos en el tronco de un


árbol caído. Jacob pareció dudar en algo ante de hablar. –sé que sabes algo…y
me parece injusto que no me lo digas…siendo que es sobre mi familia.

-Se supone que no debo decir nada- dijo mordiéndose el labio.

-Vamos, no se lo voy a contar a nadie. Creo que merezco saber por qué me
recibió con ese cariño- bromeé soltándole una sonrisa.
-Se supone que los Cullen no se acercan a la reserva- susurró, como si
hubiera alguien más que pudiera escucharnos. Entrecerré mis ojos y fruncí el
ceño, -¿Sabes algunas de las leyendas de nosotros, del origen de los quileutes?-

-En realidad nunca oí nada sobre ustedes- admití ruborizándome.

-Bueno, realmente no quiero darte una extensa lección de historia…solo lo


que te interesa, sobre tu familia. Una de las tantas leyendas nuestras afirma que
descendemos de los lobos, y que estos son nuestros hermanos, por eso la ley de la
tribu prohíbe matarlos. Y luego está la leyenda de los fríos.

-¿Los fríos?- No pude esconder mi sorpresa. Estaba segura de que se


trataban sobre mi familia. Los fríos. Como su piel, fría, helada. Debía tener
cuidado con darle a Jacob más detalles de los que supiera. Carlisle me había
pedido que no dijera nada a nadie sobre quienes eran en verdad.

-Sí, según la leyenda uno de mis antepasados conoció a uno de ellos.


Verás, los fríos son los enemigos naturales de los lobos- dudó ante sus palabras,
yo fruncí el ceño, dándole a entender que me había percatado de ese detalle –
bueno, en realidad son enemigos de los lobos que se convierten en hombres…

-¿Hombres lobo?- pregunté sorprendida. Jacob asintió con su cabeza.

-Licántropos u hombres lobo, son lo mismo. Ellos solo tienen un enemigo


natural, solo uno; los fríos. Hace muchos años llegó un grupo a nuestros
territorios, eran diferentes a los demás- Jacob se detuvo, esperando mi pregunta,
pero yo ya tenía una idea de por qué eran diferentes…no se alimentaban de
personas como los demás fríos. –No cazaban como los demás, no debían ser un
peligro para el resto de nuestra tribu. Así que mi antepasado llegó a un acuerdo
con ellos. No los delataríamos, si prometían mantenerse lejos de nuestras tierras.

Jacob se detuvo, mirándome confundido. Yo por mi parte trazaba líneas en


mi cabeza. Aparentemente mi familia tenía una especie de Némesis; los hombres
lobo. Me hubiera echado a reír en cualquier otra situación, pero solo pude
temblar. Si ellos existían, por qué no podían hacerlo también los licántropos.

-¿Sam es un licántropo?- solté casi sin pensar. Jacob me miró sorprendido


unos instantes y luego se hecho a reír.

-¿Me tomaste en serio, Bella? Son solo leyendas…además no me dejaste


contarte como entra tu familia en esto…cuando lo escuches te partirás de la risa.-
Comentó sosteniéndose el estómago.
-¿Mi…mi familia…que tiene que ver?- me puse nerviosa, solo rogaba que
él no lo notara.

-No quiero sonar irrespetuoso ni nada…recuerda que lo dicen las leyendas.


Bien tu familia, los Cullen, son los fríos, los enemigos de los licántropos y por
ende de nuestra tribu. Por eso no pueden pisar nuestro territorio.- No me reí tal y
como él lo esperaba. –Si no te ríes voy a pensar que es por algo- apuntó
seriamente.

-Lo siento, sé que suena ridículo, todo…pero me has puesto la carne de


gallina.- sonreí.

-Con respecto a Sam…él es bastante fiel a nuestras tradiciones, y cree las


leyendas firmemente. Supongo que al verte a ti, una humana, siendo una Cullen
le habrá movido un poco todas sus historias.- rió. -¿Puedo hacerte una pregunta?

Le sonreí, odiaba desviarme del tema, pero tampoco podía seguirle


presionando y esto de coquetearle no me estaba resultando nada cómodo.

-Adelante.

-¿Qué paso con tus padres?- abrí mi boca para responderle, pero me di
cuenta de que no salía sonido alguno. Jacob desvió su mirada de la mía.

-Lo siento, no es mi asunto- murmuró.

-No, está bien- respondí suspirando. –Mis padres fallecieron cuando yo era
pequeña. Íbamos de vacaciones a no recuerdo dónde cuando un camión nos
embistió de frente.- Jacob abrió su boca sorprendido. Todas las personas a las
que se lo contaban hacían lo mismo. Odiaba que sintieran lástima de mi triste
historia. Yo misma me odiaba cuando sentía lástima de mí misma -solo yo tuve
suerte. Viví en un orfanato hasta que Esme y Carlisle me adoptaron. Ellos han
sido como mis padres desde entonces.

-Se esta haciendo tarde- murmuró mirando al cielo. –Está por llover,
seguramente tus amigos querrán irse.- Jacob se volvió sobre sus talones,
guiándome hacia la playa. No habíamos hecho ni dos metros que mi pie se
tropezó contra la raíz de un árbol que sobresalía. Fue inevitable mi caída al suelo.
Dejé escapar un quejido de dolor al sentir mi tobillo doblarse. Jacob se acercó
rápidamente hacia mí.
-¡Diablos!- maldije mientras me acomodaba en la hierba del suelo del
bosque. Jacob se inclino frente a mí y tomó mi tobillo entre sus manos. Volví a
gemir cuándo hizo presión sobre él.

-Creo que te lo rompiste- murmuró preocupado. Yo sacudí mi cabeza,


luego de llevar tantos años viviendo en la misma casa que un doctor, podía darme
cuenta de que de la diferencia entre un esguince y una quebradura. Dolería
horrores.

-No, me lo doblé…no esta roto.- Jacob me miró extrañado –Mi padre es


doctor ¿recuerdas?- miré a mi alrededor, tenía que encontrar algo para mantener
el tobillo ajustado, llegar a casa, ponerlo en agua caliente y descansarlo a una
altura considerable. Pero no había nada que creyera de utilidad.

-¿Qué buscas?

-Algo para vendar el tobillo.

-Esto…mi casa no está lejos, si quieres te ayudo a llegar…de seguro


tenemos vendas- iba a sonreírme ante el rubor en sus rojizas mejillas, pero no lo
hice. No me pensé dos veces en ir o no a su casa. Si no vendaba el pie pronto,
mañana por la mañana tendrían que ponerme un yeso para evitar que fuera peor.
Jacob pasó uno de sus brazos por mi cintura y con el otro tomó mi mano que la
pasé sobre sus hombros. Había insistido en cargarme todo el camino, pero me
opuse en redondo.

La casa de Jacob era pequeña, de madera con ventanas angostas y la


fachada estaba pintada de un color rojo mate. Me recordaba a esas pequeñas
cabañas de las películas de terror, donde el asesino serial solía ocultarse. Ahora,
habiendo llegado hasta acá, no me parecía tan buena idea haber aceptado venir a
su casa.

-Oh, casi lo olvidaba…mi padre está en casa, así que te pido un favor…no
comentes nada sobre las historias que te conté- me dijo casi en un susurro.

-¿Por qué?

-Se supone que no debemos decirlas a nadie. Ya he roto el tratado al


contártelo a ti- sonrió mientras me dejaba descansar contra la pared de su casa
para abrir la puerta.
-Me llevaré el secreto a la tumba- dije con una sonrisa volviendo a
servirme del apoyo de su cuerpo.

La historia del jefe swan


Bella pov
La casa era tan pequeña por dentro como por fuera. La sala era compartida
por una televisión, un viejo sofá y una mesa con seis sillas.

En el viejo sofá estaba sentado un hombre de unos cuarenta años y a su


lado uno de edad más avanzada, acomodado en una silla de ruedas. Ambos
miraban con detenimiento un partido de baseball.

-¿Papá?- le llamó Jacob. Me sorprendió ver que el que se volteaba era el


hombre que estaba en una silla de ruedas. Pero viéndolo mejor, eran bastante
parecidos, el mismo color rojizo de piel y el cabello lacio negro –aunque en
algunas zonas tenía mechones canosos.

-Oh, hola- me saludó con una sonrisa amable. El hombre que estaba
sentado en el sofá se puso de pie. Me sorprendí al ver una reluciente placa dorada
brillando en su chaqueta de cuero. Iba a dar un paso para saludarles, pero el dolor
punzante en mi pie me hizo recordar qué era lo que me traía a este lugar. Respiré
profundamente, evitándome la embarazosa escena de chillar del dolor. Jacob me
alcanzó una silla y me hizo sentar.

-¿Estás bien?- Preguntó el padre de Jacob mirándome extrañado.

-No- respondió Jacob antes de que yo pudiera alegar que fue un simple
tropezón –creo que se rompió el tobillo.

-Me lo doblé- le corregí molesta.

-Oh sí, claro…olvidé que tu padre era doctor- sonrió mientras desaparecía
de la sala. Mis ojos se abrieron de golpe, no me gustaba para nada la idea de
quedarme a solas en un lugar lleno de extraños. El hombre con la chaqueta de
policía me alcanzó un vaso con agua, y el padre de Jacob acercó la silla de ruedas
más hacia la mesa.

-¿Has avisado a tu familia que venías aquí?- me preguntó el policía.


-No, mi familia está de viaje. Vine a la playa con un grupo de amigos del
instituto.

-Se ha mudado hace un par de meses a Forks- escuché la voz de Jacob


acercarse hacia la sala.

-Ah, eres nueva en Forks, por eso no te reconocía. Soy Charlie Swan, jefe
de policía de Forks- el hombre extendió su mano hacia mí. Le devolví el gesto
con una sonrisa. –Conozco a la mayoría de los jóvenes, pero nunca se pueden
conocer a todos ¿verdad?- su sonrisa me resultó agradable, cálida. Por lo que le
sonreí también.

-Oh claro. Mi padre ya te conoce. Soy Bella, la hija del doctor Carlisle
Cullen- me presenté. Entonces inesperadamente mi nombre provocó una ola de
reacciones en aquella diminuta casa. El padre de Jacob casi se atragantó mientras
bebía agua. El jefe de policía Swan me miró sorprendido unos instantes, pero
luego se dedicó a socorrer a su amigo.

-¿Cullen? ¿Cullen?- repetía el padre de Jacob.

-Billy…no empieces- Le reclamó Charlie. Para mi suerte Jacob había


encontrado unos vendajes, por lo que pude empezar a ponérmelo rápidamente
con su ayuda. El padre de Jacob, Billy –así le llamó Charlie- se disculpó
alegando que necesitaba descansar y se encerró en su habitación.

-Lo siento- se disculpó Jacob –mi padre no está acostumbrada gente


extraña…a veces se comporta de manera bastante mal educada.

-No, comprendo- era obvio que el padre de Jacob también creía las
historias y creía saber lo qué era mi familia. El jefe Swan permaneció en silencio,
observando como Jacob –con mi ayuda- terminaba de acomodar el vendaje en mi
pie. Me miraba cuidadosamente, desviando su mirada cada vez que mis ojos iban
hacia él. Me sentía incómoda bajo su penetrante mirada y algo me decía que
reparaba en cada detalle de mí, hasta que luego habló:

-¿No sería mejor que tu padre te revisara, Bella? - preguntó, pude percibir
un extraño temblor en su voz.

-Hum…Carlisle no volverá hasta la noche…descuide, después de vivir


tantos años con él, he aprendido algunas cosas, jefe Swan - respondí con una
sonrisa.
-Charlie, por favor- me corrigió.

-Charlie- asentí con una sonrisa. –Jacob- le llamé volviéndome en la silla –


Ya he vendado el pie, creo que lo mejor será irme…no quiero incomodar más…

-Eso no importa…de todas formas ¿cómo piensas irte?- preguntó Jacob


con una sonrisa apagada.

-Humm… ¿conduciendo mi coche?- dije, pero al mover el pie para hacer


la mímica de que pisaba un pedal invisible, me quejé. Charlie tomó su chaqueta.

-Yo te llevo hasta tu casa, Bella- dijo con una triste sonrisa. Me gustaría
saber qué era lo que le sucedía para ponerse de aquel modo.

-Humm…gracias, pero no puedo dejar mi coche aquí…- El jefe de policía


pareció pensar varias cosas y entonces se dirigió a Jacob y alzó su dedo índice.

-Solo por esta vez haré excepción, Jacob Black. Puedes llevarla en su auto,
yo iré detrás de ustedes. Y luego te traigo de vuelta.- Jacob sonrió, mostrando sus
perfectos dientes.

Charlie insistió en llevarnos en su coche patrulla hacia donde había dejado


estacionado mi auto. Cuando llegué allí (,) me sorprendió ver que todos se habían
ido, menos Mike, Ángela y Ben.

-¡Bella!- gritó Mike corriendo hacia nosotros, -¿dónde te habías metido?


¿Qué te hicieron?- dijo con tono acusatorio mirando a Jacob.

-Hola Mike- le saludó Charlie desde la patrulla y la expresión de Mike


pareció suavizarse.

-No pasó nada Mike, solo me he caído…como siempre. Jacob va a


llevarme hasta casa, y Charlie nos acompañará -dije sacando las llaves de mi auto
del bolsillo de los vaqueros. Mike se paró frente a mí.

-No hay problema…yo te llevo en mi coche -dijo con una sonrisa


extendiendo su mano hacia la puerta abierta de su Suburban.

-Mike…tengo que volver a casa con mi auto, o pensarán que realmente fue
un fuerte tropezón, mi padre es capaz de internarme…y créeme que no deseo
eso…- dije poniendo las llaves en la cerradura. –Además ni Ángela ni Ben saben
manejar. Descuida, estaré bien. Nos vemos el lunes en el instituto -saludé
mientras le cedía el paso a Jacob en el asiento del piloto, y yo me arrastraba hacia
el otro.

Le pedí más de tres veces a Jacob que tuviera cuidado con mi coche. –
Bella, llevo conduciendo desde que tengo uso de razón- bromeó haciendo rugir el
motor. Al poco tiempo íbamos atravesando las callecitas de la reserva, con el jefe
de policía Swan detrás de nosotros, haciendo que las luces del techo de su
patrulla iluminaran exageradamente el camino, a pesar de que aun había un poco
de luz. El crepúsculo se veía igual al de todos los días; nublado. El espléndido día
soleado había acabado luego de la hora del almuerzo.

-Nunca antes mi nombre había causado tanto revuelo- reí acomodándome


en el asiento.

-¿A qué te refieres? Solo fueron Sam y mi padre…y por la misma


estupidez -contestó molesto sin apartar los ojos de la carretera.

-Bueno, y el jefe Swan.- apunté confundida.

-¿Charlie?¿Por qué… oh, vaya…sí, puede ser -hice una mueca dándole a
entender que yo no estaba en su mente como para saber a que se refería. –Bella.
Tu nombre en realidad es Isabella ¿verdad?

-¿Y?

-Charlie tenía una hija que se llamaba como tú -dijo Jacob suavemente,
como si temiera que Charlie pudiera escucharnos a pesar de estar tan apartado de
nosotros, y en otro vehículo. Yo me acomodé sentándome de frente a él.

-¿Qué le pasó?

-Desapareció, cuando tenía como tres años.

-¿Y cómo es eso?- me interesé.

-Verás, Charlie estaba casado con Renée, su ex-esposa. Pero ella se fue
con su pequeña hija de tan solo meses. No estoy seguro, pero creo que se fue a
vivir con su amante o algo así.

-¡Vaya! Pobre Charlie…debió de haberlo pasado fatal -dije realmente


entristecida.
-Sí, bueno…no fue tan malo…por lo menos veía a su hija Isabella cada
tanto. Pero una noche le llamaron diciendo que alguien había irrumpido en la
casa donde Renée y su pareja vivían. El hombre fue encontrado muerto en la
casa, y ella entre el bosque que rodeaba la casa. Se rumoreó que fueron
asesinados…pero ambos tenían una especie de fuerte anemia. De ahí que mi
padre insiste en la creencia de nuestras antiguas leyendas…según él fueron
vampiros- dijo Jacob.

Recliné mi cabeza contra el respaldo del asiento, sintiéndome aturdida. De


repente fue como si pudiera ver a la pobre ex-mujer del jefe de policía corriendo
desesperadamente por el bosque. Me hubiera gustado poder saber qué había
sucedido con la pequeña niña…

-¿Cuánto pasó?- pregunté interesada en la historia.

-Hace bastantes años ya…yo era muy pequeño como para recordarlo, pero
por lo poco que sé, habrá sucedido hace alrededor de unos 14 años…

Cerré mis ojos y recliné la cabeza contra el respaldo del asiento…estaba


sintiéndome un tanto acalorada…

-No tienes buena pinta… ¿segura de que te sientes bien?- me preguntó,


pero yo asentí con mi cabeza.

-¡Vaya! pobre de Charlie -en parte me había quedado pensando en la


forma en la que Jake dijo que fueron asesinados la madre de la pequeña Isabella;
anemia. Y el hecho de que el padre de Jake creyera que era por los vampiros me
produjo un escalofrió. Mi familia tenía razón, hay vampiros buenos…y vampiros
malos…muy malos.

-Lo peor es que la desaparición de su hija es un misterio… Charlie aun


conserva la esperanza de que esté viva. Hoy tendría tu edad…supongo que por
eso se entristeció al escuchar tu nombre.

-Suena lógico- murmuré con la mirada perdida –mismo nombre, casi la


misma edad, siendo adoptada…

-Cualquiera diría que puedes ser la hija de Charlie -rió Jacob –Solo que tú
sabes que fue lo que sucedió con tus padres -yo asentí suavemente.

Volví a recostar mi cabeza contra el respaldo del asiento. Comenzaba a


temer que no fuera una simple torcedura, ya que podía sentir la sangre
bombeando con fuerza en la zona de mi tobillo y el dolor de cabeza se hacía más
persistente. Quizás era un severo esguince o, Dios no lo quisiera, una quebradura.
Ya me veía andando durante cuatro meses con un yeso de aquí para allá.

Estábamos tomando la curva que nos adentraba en Forks cuando vi dos


luces rojas reluciendo en la espesura de la noche. Al pasar al lado del vehículo
pude, claramente ver que era el Volvo de Edward.

-¡Para!- le grité a Jacob removiéndome en el asiento de mi coche. Jake se


giró hacia mí sorprendido pero no aminoró la velocidad. -¡Jacob detente, son mis
hermanos!- le grité volviéndome hacia él.

Jacob miró hacia atrás por el espejo retrovisor y se hizo a un lado en de la


carretera. El coche patrulla del jefe Swan pasó de largo y se paró a pocos metros
de nosotros. Entones los faros del Volvo me encandilaron y se detuvo a nuestro
lado.

-¡Bella!- me llamó la suave voz de Edward.

-¿Edward?- pregunté acomodándome en el asiento y apoyando mi cabeza


sobre el respaldo. Por un momento, y ante la mirada sorprendida de Jacob creí
que la fiebre que comenzaba a sentir me estaba generando alucinaciones.

-¡Hey! ¿Qué sucede?- escuché el alarmante tono de voz de Charlie Swan,


cuando Edward abrió la puerta de mi lado.

-Soy Edward Cullen- dijo extendiendo su mano hacia Charlie. Edward


volvió su mirada hacia mí preocupado. -Creo que será mejor que lleve a Bella al
hospital. Parece que tiene temperatura- le escuché decir mientras apoyaba su fría
mano sobre mi frente.

-Bueno, ya que esta allí, Jacob puede…

-La llevamos nosotros, gracias -escuché la cantarina voz de Alice desde el


auto interrumpiendo a Charlie.

-¿Alice?- escuché las puertas del auto abriéndose y cerrándose. Los fríos y
fuertes brazos de Edward me alzaron hacia el frío aire del atardecer.

-Tiene algo de temperatura- susurró Edward mientras me metía en la parte


trasera de su auto y me acomodaba contra su pecho. –Ya está Bella…nos vamos
a casa.
-Edward…no sé que pasó…no la vi más…fue como si hubiera
desaparecido de la faz de la tierra- Escuché a Alice.

-¿Edward?- le llamé girándome sobre él. Me di cuenta de que mi rostro


estaba a escasos centímetros del suyo, mientras mantenía mi cuerpo acunado
entre sus brazos.

-Cierra los ojos Bella, tienes algo de temperatura…parece que no fue una
simple torcedura…- me dijo suavemente. -¿A que creíste que fue solo eso y
caminaste igual?- por mucho que me molestara darle la razón, asentí. -Bella…
creí que Carlisle lo había dicho varias veces. Las torceduras duelen solo al
principio…pero las roturas… ¡Hay Bella! Creo que tendrás que andar unos
cuantos meses con un yeso.- dijo con un tono de burla en sus palabras. Me
removí descontenta entre sus brazos y me las arreglé para sentarme. Edward
extendió sus brazos, temiendo que del repentino movimiento me incomodase
aun. Pero no fue así.

-Tendrás que hacerlo tú, Edward. Carlisle no regresará hasta la noche y si


queda sin el yeso mañana será un desastre -escuché a Alice. Entonces me di
cuenta de que mi coche nos seguía detrás, pero no el patrullero de Charlie.

-¿Quién viene con mi coche?

-Jasper- dijo Alice volteándose con una sonrisa.

-¿Por qué volvieron antes?- Edward y Alice compartieron una de sus


tantas significativas miradas, y él asintió.

-Fue extraño, es como si tu futuro hubiera desaparecido en cuanto entraste


a la reserva. Te vi manejar hacia allí…pero nunca te vi salir, ni nada más…por
eso volvimos antes.- dijo Alice frunciendo su ceño.

Volví mis ojos hacia Edward, dándome cuenta ahora de que sus ojos
estaban negros como el carbón y la sombra morada de debajo de sus ojos era aun
más notoria. Lo mismo sucedía con el bello rostro de Alice.

-¿Por qué volvieron? No podía sucederme nada…estaba con los chicos del
instituto…- dije molesta, y en parte sintiéndome culpable.

-No podía verte. Eso fue lo que más nos alarmó. Estabas en la reserva, sí,
con tus compañeros del instituto. Pero Bella, nosotros no somos las únicas
criaturas peligrosas que estamos por aquí -dijo Alice.
-¿Entonces es cierto? ¿Realmente hay hombres lobo en La Push?- pregunté
alejándome de los brazos de Edward.

-¿Cómo lo sabes?- me preguntó sorprendido de que lo supiera.

-Jacob Black me lo contó. Uno de sus amigos se puso un tanto arisco


cuando le dije mi nombre…

-Sí. Ellos tienen sus leyendas. Pero creí que debían mantener su bocota
cerrada. ¿Qué más te dijeron?- Edward sonaba molesto. No sabía hasta que punto
convenía contarle todo lo que había sucedido en ese día. Si las leyendas eran algo
que no debían ser contadas, los habitantes de La Push no querían que se hicieran
públicas, y si mi familia tampoco lo quería así…el que las contara estaría metido
en grandes problemas. -Bella…no tienes ni idea de cuánto me frustra no saber
qué es lo que estás pensando -masculló Edward presionándose el tabique nasal.

-¿Qué pasaría si alguien hablara sobre las leyendas?- me aventuré a


preguntar. No quería enrollar en nada a Jacob. Había sido muy amable al
contarme las leyendas, siendo que lo embauqué para que lo hiciera así.

-Le haremos una visita en la noche- rió Alice. Parte de mí sabía que
bromeaba, pero no pude evitar que la expresión en mi rostro se tensara por un
instante. Ellos jamás harían algo así. Jamás

-No haremos nada- gruñó Edward en dirección a Alice. –Solo porque si te


contaron algo, ya lo sabías… ¿Hablaste con uno de ellos?

-¿Con uno de ellos? Edward, se suponía que no había más licántropos en la


zona…ni en el resto del mundo…

-Se suponía- murmuré. –El amigo de Jacob se puso bastante molesto


cuando mencioné que Carlisle me había adoptado. Creo que aun siendo humana
tampoco soy bienvenida en la reserva.

-Realmente eres un imán para las criaturas mitológicas, Bella…primero…


nosotros y ahora los licántropos…- se mofó Alice mientras tomaba el camino
para nuestra casa.

-A veces me pregunto cuándo sentirás que todo lo que te rodea es


demasiado y saldrás corriendo a los gritos.- Susurró Edward alzando su mano. Al
principio dirigió sus dedos hacia mi mejilla, pero en un rápido movimiento fue el
dorso de su mano la que me acarició con suavidad. Cerré los ojos cuando sentí
que era más de lo que podía soportar sin dejarme al descubierto. Pero sabía que
los alocados latidos de mi corazón me iban a delatar. Cuando abrí mis ojos pude
ver una hermosa sonrisa torcida deslumbrándome en el rostro de Edward.

Escuché la risita de Alice –No creo que pueda salir corriendo a ningún
lado si la sigues dejando grogui- dijo volteando su rostro hacia nosotros. Yo bajé
mi cabeza, sabiendo que mis mejillas estaban más ruborizadas que antes.

-No voy a…y no estoy grogui- solté en cuanto pude formular frases
coherentes.

Isabella Swan
Edward pov
-¿La ves?- pregunté a Alice por enésima vez. Ella sacudió su cabeza
mientras miraba hacia los lados de la carretera nerviosamente. Acabábamos de
ver pasar una suburban y otro vehículo. Me sentí aun más alterado al ver que el
suburban era conducido por Mike Newton, con lo cual, Bella debía de venir con
ellos ya fuera en su auto o en el de alguno. Pero no estaba. Y en el último
vehículo iban demasiado amontonados. Contuve la respiración unos segundos,
esperando exhalar tranquilidad cuando viera el vehículo de Bella pasar a nuestro
lado. Pero no sucedió.

-Edward, tranquilízate- susurró Jasper tratando de enviarme una ola de


calma. Pero no sirvió de nada, me sentía demasiado desesperado por saber qué
era lo que estaba sucediendo con Bella.

-Alice- gruñí exasperado, viendo a mi hermana cerrar sus ojos de tanto en


tanto. Estábamos en medio de nuestra caza, en Goat Rocks, cuando de repente
Alice gritó que el futuro de Bella había desaparecido repentinamente. Me quedé
helado en aquel momento. Alice estaba desesperada, decía que era como si
repentinamente Bella hubiera dejado de existir. Y eso me desesperó. La simple
idea de que Bella no estuviera a salvo, o peor, que no estuviera con vida, formaba
un agónico vacío en mi estómago.

Alice volvió a sacudir su cabeza hacia los costados, pero entonces detuvo
su vista fija en un punto sin importancia fuera del parabrisas. Entonces vi lo
mismo que ella.
Bella estaba sentada en la hierba, rodeada de pequeñas florerillas
silvestres, riendo a todo pulmón, mientras que apoyaba una mano en la boca de
su estómago debido al dolor que le producía la risa.

-Oh sí…veo…un monstruo aterrador- dijo riéndose.

Entonces aquella visión comenzó a esfumarse. Alice pegó un salto en el


asiento y señaló con su dedo hacia la carretera que unía Forks con la reserva
Quileute.

De nuevo, antes de que pudiera ver nada, su mente me lanzó una imagen
del Volkswagen de Bella pasando a nuestro lado. No pasaron más de dos minutos
cuando pude divisar los faroles de su coche por la ruta. Prendí las luces traseras
del auto, que hasta ahora habían permanecido apagadas. Alice creyó mejor que si
Bella no estaba en peligro no supiera que estábamos vigilándola. Pero ahora ya
no importaba si se enfadaba o no. Estaba muerto de la preocupación…pasamos
toda una tarde sin tener noticias de ella, y sin saber si estaba bien o no.

El coche pasó por nuestro lado a un velocidad considerable como para que
pudiera ver que no era Bella la que conducía, ella iba sentada en el asiento del
copiloto, y pegó un salto cuando vio mi coche aparcado en la banquina. Su auto
se detuvo a unos cuantos metros de nosotros, entonces me sorprendí al ver que
detrás de ellos venía un coche patrullero con el emblema de la fuerza policial
local, de Forks.

Avancé mi auto rápidamente hasta detenerme al lado del de Bella. Salí casi
de un salto cuando vi que tenía su cabeza presionada contra el respaldo del
asiento.

-¡Bella!- le llamé alarmado al ver que parecía estar más en el otro mundo
que en este.

¡Genial! Tendremos que llevarla al hospital. Se ha lastimado el tobillo y


al parecer (,) tendrá fiebre. Me volteé rápidamente hacia Alice al escuchar sus
pensamientos.

-¿Edward?- preguntó Bella acomodándose en el asiento. Abrí la puerta del


copiloto del auto y escuché los furiosos pensamientos del policía que conducía el
patrullero. ¿Qué rayos? Tratando de robar frente a mí…eso si que no.

-¡Hey! ¿Qué sucede?- escuché casi instantáneamente su voz. Dejé la


puerta abierta y extendí mi mano hacia el hombre.
-Soy Edward Cullen- le dije con un tono tranquilizador. El policía me dijo
su nombre en un leve susurro, estaba seguro de que no podría haberlo escuchado
de no ser por mi desarrollado sentido auditivo. Charlie Swan.

Cullen. Entonces es el hermano de Bella. Adoptivo pero hermano en fin.


Me pregunto cuántos años tendría Bella cuando fue a parar a la familia con la
que vive ahora. ¡Basta Charlie! ¡Ya para! No es Bella…no es mi Bella.

Entonces, casi instantáneamente, una fugaz imagen se iluminó en la mente


del jefe Swan. Estaba en un jardín, rodeado por una arboleda y corría detrás de
una pequeña. La castaña melena de la niña se arremolinaba en el aire mientras
corría energéticamente lejos del juego que compartía con su padre. La pequeña
recorrió un trecho más, pero cuando volteó a ver si Charlie le seguía, se tropezó
con sus propios pies y cayó al suelo. -¡Bella, hija, ¿te encuentras bien?- la
pequeña alzó sus enormes ojos marrones llenos de lagrimas.

Entonces sentí vértigo en la boca del estomago. Volví mis ojos


rápidamente hacia Bella. No le recordaba a la perfección de cuando era pequeña,
pero la niña de la visión de Charlie, era casi idéntica a Bella cuando recién llegó a
nuestra casa. ¿Cómo podía aquello ser posible? Aquel vampiro había asesinado a
los padres de la pequeña. De eso no había dudas, la policía encontró el cuerpo de
un hombre y de una mujer, asesinados. Una pareja. Los padres de Bella.

Sin contar que después tratamos de localizar algún tipo de familiar


cercano, alguien, tío, primo, abuelo…lo que fuera que impidiera que Bella se
quedara con nosotros como lo hizo. Entonces recordé algo que Alice me había
contado sobre el funeral de los padres de Bella. Le había llamado la atención no
ver a ningún tipo de familiar, solo vecinos curiosos y a un policía. Un policía que
nadie sabía concretamente qué era lo que hacia allí.

¿Y ahora que le pasa? ¡Edward! ¿No escuchaste? Tenemos que llevar a


Bella al hospital. Los pensamientos de Alice me sacaron de mis conjeturas. Aun
no podía estar seguro de nada, pero sin duda era algo que debía averiguar. Si
Bella era en realidad la hija del jefe Swan…entonces…

-Creo que será mejor que lleve a Bella al hospital. Parece que tiene
temperatura- dije mientras llevaba mi fría mano sobre la frente de Bella. Ardía.

¿Por qué? Quiero saber si estará bien. Escuché los pensamientos de


Charlie -Bueno, ya que está allí, Jacob puede…
Charlie no des más ideas…a su hermano no parece gustarle en nada que
estemos con Bella. Escuché pensar al joven de La Push, y por primera vez fijé
mis ojos en él. Por mucho que traté de captar su esencia, no pude descubrir si era
o no un licántropo. Pero a juzgar por su pequeña apariencia y el hecho de que no
apestaba a perro…no lo era.

-La llevamos nosotros, gracias.- Canturreó Alice desde el auto,


interrumpiendo la insistencia de Charlie.

-¿Alice?- murmuró Bella mientras abría las puertas traseras del Volvo. En
un rápido, pero cuidadoso movimiento, alcé a Bella con mis brazos, y se
estremeció ente el contacto de su piel con la fresca brisa del atardecer. Jasper
bajó y se acercó hacia la puerta de conductor del Volkswagen de Bella. Me dio
lástima por el joven aborigen cuando Jasper le dio una mirada hostil. El niño
salió del auto y se apartó lo más que pudo, sintiéndose intimidado ante el tamaño
de mi hermano. Entonces Charlie le llamó, diciéndole que sería mejor que le
llevara de regreso a su casa, y luego se despidió con un leve movimiento de su
mano.

Acomodé a Bella en el asiento trasero del Volvo, entre mis brazos.

-Tienes algo de temperatura- le susurré. Me reconfortaba saber que la fría


temperatura de mi piel le sentaría bien para bajar un poco aunque fuera la
temperatura de su cuerpo. Realmente no creía que fuera una simple torcedura,
máxime si Alice había visto que la enyesaríamos. Eso no iba a gustarle para nada
a Bella. –Ya está Bella…nos vamos a casa.

Agradecí a los cielos que no había pasado nada más grave. Conociendo la
suerte de Bella, una quebradura era algo por lo que podía considerársele
afortunada. Incliné mi cabeza sobre la suya, respirando el dulce aroma que
desprendían sus cabellos. Entonces me maravillé. No me había alimentado, no lo
había hecho por casi dos días, y allí estaba. Aspirando el dulce y delicioso aroma
de Bella, pero el monstruo no gritaba cuándo deseaba poseerla, cuánto deseaba
sentir su cálida sangre recorriendo mi garganta.

Sonreí, ocultando mi rostro entre sus cabellos.

-Edward, no sé que pasó, no la vi más…fue como si hubiera desaparecido


de la faz de la tierra- escuché a Alice.

-¿Edward?- me llamó Bella removiéndose entre mis brazos. A pesar de


estar llevándolo bien, temí sentirme sobrepasado al tener su rostro a tan pocos
centímetros del mío. Su cálido aliento me rozaba los labios, haciendo que estos
escocieran. Poco podía recordar de mi vida humana, pero estaba casi seguro de
que nunca antes había sentido el calor de un beso.

-Cierra los ojos Bella, tienes algo de temperatura…parece que no fue una
simple torcedura…- dije suavemente. -¿A que creíste que fue solo eso y
caminaste igual?- Sabía que en su mente se libraba una batalla por darme la razón
o no. Finalmente asintió, haciendo que sus mejillas se ruborizaran levemente. -
Bella…creí que Carlisle lo había dicho varias veces. Las torceduras duelen solo
al principio…pero las roturas… ¡Hay Bella! Creo que tendrás que andar unos
cuantos meses con un yeso -no pude evitar burlarme de ella. Era torpe.
Adorablemente torpe. Bella se removió descontenta entre mis brazos y le solté un
poco para que pudiera sentarse. Pero su movimiento fue tan rápido que temí que
se marease. Extendí mis brazos en vano, Bella estaba bien.

Edward…eres el único que sabe las cosas de Carlisle.

-Tendrás que hacerlo tú, Edward. Carlisle no regresará hasta la noche y si


queda sin el yeso mañana será un desastre -escuché a Alice.

-¿Quién viene con mi coche?- preguntó Bella viendo que su auto nos
seguía, pero aparentemente no se había percatado de que Jasper venía con
nosotros.

-Jasper- dijo Alice volteándose con una sonrisa.

-¿Por qué volvieron antes?- Miré a Alice por el espejo retrovisor.

¿Crees que debe saberlo? Yo creo que sí…solo por si acaso. Sé que la


reserva es territorio al que no se nos permite pasar ¿Quién sabe? Quizás
tampoco se nos permite ver lo que ocurre con las personas que ingresa o viven
allí… Yo asentí con mi cabeza, no era bueno mantener secretos con la familia. Y
Bella, a pesar de no ser como nosotros, era parte de nuestra familia.

-Fue extraño, es como si tu futuro hubiera desaparecido en cuanto entraste


a la reserva. Te vi manejar hacia allí…pero nunca te vi salir, ni nada más…por
eso volvimos antes -dijo Alice frunciendo su ceño.

Bella volvió sus ojos hacia mí, mostrándose culpable ante algo que
encontraba en mi rostro, y luego miró a Alice.
-¿Por qué volvieron? No podía sucederme nada…estaba con los chicos del
instituto…- dijo haciendo un mohín, pero su tono de voz denotaba culpabilidad.

-No podía verte. Eso fue lo que más nos alarmó. Estabas en la reserva, sí,
con tus compañeros del instituto. Pero Bella, nosotros no somos las únicas
criaturas peligrosas que estamos por aquí -dijo Alice.

-¿Entonces es cierto? ¿Realmente hay hombres lobo en La Push?-


preguntó alejándose de mis brazos.

-¿Cómo lo sabes?- pregunté sorprendido de que lo supiera. ¿Cómo es que


Bella sabía lo de los hombres lobo?

¡¿Cómo rayos?!

-Jacob Black me lo contó. Uno de sus amigos se puso un tanto arisco


cuando le dije mi nombre…

-Sí. Ellos tienen sus leyendas. Pero creí que debían mantener su bocota
cerrada. ¿Qué más te dijeron?- traté de contenerme con todas mis fuerzas, pero
no era bueno para mantener firme mi tono de voz. Se suponía que el tratado
consistía en que ellos no nos delatarían con los humanos si nosotros no
pisábamos su territorio. Y no lo hicimos. Bella parecía sumergida en sus más
profundos pensamientos. Por mucho que traté de concentrarme no oía nada. Era
como siempre; una pared en blanco. -Bella…no tienes ni idea de cuanto me
frustra no saber qué es lo que estas pensando -suspiré cerrando los ojos y
presionándome el tabique nasal, tratando de mantener mi postura y no volverme
loco de la desesperación.

-¿Qué pasaría si alguien hablara sobre las leyendas?- preguntó temerosa.

-Le haremos una visita en la noche- rió Alice. Me sorprendió ver que el
rostro de Bella se crispó por un segundo en una mueca de miedo. ¿Realmente nos
creía capaz de una cosa así? Bien, el tratado debía ser respetado y si alguien no
cumplía con él….Bella no tenía idea de las clases de cosas de las que éramos
capaces de hacer.

-No haremos nada- gruñí en dirección a Alice. –Solo porque si te contaron


algo, ya lo sabías… ¿hablaste con uno de ellos?

-¿Con uno de ellos? Edward, se suponía que no había más licántropos en la


zona…ni en el resto del mundo…- comenzó Alice. ¿De verdad hay hombres
lobo? Dijiste que solo los encontraron cuando estuvieron en Hoquiam…pero de
eso ya pasaron demasiados años como para que quede alguno con vida…

-Se suponía- murmuró Bella –El amigo de Jacob se puso bastante molesto
cuando mencioné que Carlisle me había adoptado. Creo que aun siendo humana
tampoco soy bienvenida en la reserva.

-Realmente eres un imán para las criaturas mitológicas, Bella…primero…


nosotros y ahora los licántropos…- se mofó Alice mientras tomaba el camino
para nuestra casa. Bella bajó su mirada apenada.

Me preguntaba cuantas cosas más podría soportar alguien. Cómo era


posible que Bella no sintiera temor de nosotros, siendo que éramos criaturas
inestables y que en cualquier momento, por cualquier causa podríamos volvernos
contra ella o cualquier humano. Jamás le haríamos daño…eso estaba por
descontado. Bella nos tenía demasiado aprecio, más del que merecíamos.

-A veces me pregunto cuando sentirás que todo lo que te rodea es


demasiado y saldrás corriendo a los gritos.- Susurré alzando mi mano. Comencé
a extender las yemas de mis dedos hacia su arrebolada mejilla, pero en un rápido
movimiento fue el dorso de mi mano el que acarició su rostro con suavidad. Aun
me resultaba un poco difícil tener que poner tanta atención a mis movimientos.
Pero lo hacía gustoso, aun así, tenía que estar con todos los sentidos en cada
movimiento que hacía para acariciar su cálida piel. Bella era demasiado frágil.
Un simple movimiento descuidado de mi parte, un poco más de presión en la
caricia que le hacía a su mejilla…y podría lastimarla severamente. Y eso no me
lo permitiría jamás. Nunca le haría daño.

Bella cerró sus ojos lentamente. Las comisuras de mis labios se estiraron
en una sonrisa al sentir el tamborileo de su corazón.

Ahah…déjame decirte algo Edward…esos alocados latidos, significan


algo. Moví mis ojos rápidamente hacia Alice, Créeme, llevo más tiempo en el
campo del amor que tú y leo más novelas románticas que tú…

Volví mis ojos hacia Bella. ¿Sería posible? ¿Acaso Bella podría verme
como algo más del monstruo que era? ¿Acaso podía ver, debajo de esta funesta
máscara, al hombre que alguna vez fui? No sabía si estaba preparado para saber
la respuesta…no sabía tampoco cómo actuar. Como Esme me había dicho,
prácticamente era un niño cuando Carlisle me transformó. En aquella época no
nos preocupaba si sabíamos o no cómo tratar a una enamorada correctamente,
simplemente fluía, ya que ninguno sabía cómo actuar.
Escuché la risita de Alice –No creo que pueda salir corriendo a ningún
lado si la sigues dejando grogui- dijo volteando su rostro hacia nosotros.

-No voy a…y no estoy grogui- soltó haciendo que tuviera que morderme el
labio para no reír con ganas.

--

-Alice, necesitamos hablar- Encontré a Alice sentada en el sofá –abrazada


con Jasper- luego de haber terminado de enyesar la pierna de Bella. Al parecer no
lo llevaría por mucho tiempo, me parecía que simplemente se había fisurado el
hueso. Quizás unas pocas semanas y estaría bien. Pero prefería que Carlisle le
diera el diagnóstico final. Como supuse, a Bella no le hizo nada de gracia saber
que tenía que estar con un yeso en su pierna, se tomó unas pastillas de Tylenol y
se quedó descansando en su habitación.

-¿Qué sucede?- me preguntó levantando su cabeza. Rodeé lentamente el


sofá y me dejé caer sobre éste, ocupando mis ojos en un portarretratos que había
sobre la mesa de café de la sala. De un rápido movimiento la tomé en mis manos,
había sido tomada en los años en que yo estuve fuera. Rosalie estaba abrazada a
Emmett, mientras este mostraba una enorme sonrisa, Carlisle y Esme estaban
tomados de la mano, y Alice sostenía en brazos a una pequeña de unos cinco
años. Era Bella. Y lo que más me acongojó fue darme cuenta de que era la misma
pequeña de los recuerdos de Charlie Swan.

-Edward…sabes que te siento… ¿Qué es lo que pasa?- me preguntó Jasper


preocupado, reclinándose hacia delante.

-Leí los pensamientos de Charlie Swan.

-¿Del jefe de policía?- preguntó Alice. Yo asentí. -¿Qué tiene que…-Alice


se detuvo alzando sus manos. -¿Quieres explicarme por qué nos veo entrando a la
casa del jefe de policía?- inquirió Alice sorprendida.

-Bien, eso me ahorra el pensar como averiguar si lo que creo es verdad o


no -una vez más el rostro de Alice y él de Jasper se mostró confundido –Creo que
él es el padre de Bella.

Después de terminar de decirles lo que creía –y por qué lo creía- Alice


pegó un salto del sofá y en un santiamén estábamos volando hacia la casa del jefe
de policía. Por suerte era un pueblo chico, y no nos fue difícil encontrar su casa,
sin contar que había un coche patrulla estacionado en la calzada. Jasper, por otro
lado, se quedó en la casa al cuidado de Bella. De todas formas, no nos tomaría
mucho tiempo…

Alice y yo nos escondimos entre los arbustos, esperando a que el jefe


Swan se fuera a dormir. Tuvimos que esperar bastante tiempo, pero finalmente se
durmió. Entramos a la casa por una de las ventanas de la segunda planta. Era la
habitación más triste que habíamos visto en nuestra vida. El suelo de madera aun
relucía, como si no hubiera sido usado por mucho tiempo. Las paredes eran de un
brillante azul claro. Y una cuna ocupaba el enorme vacío de la habitación.

Edward. Me llamó Alice con su mente, alzando un portarretratos. No me


hizo falta quitarle el polvo que había encima…aun a través de la gruesa capa del
mismo pude reconocer a la misma niña del recuerdo de Charlie Swan, a
Bella. Oh Edward… ¿Qué vamos a hacer? ¿Y si Bella es su hija? ¡No quiero que
se aleje de nosotros! Le di una mirada triste, yo tampoco quería que Bella se
alejara de nosotros. Ésa, era su decisión, y si ella consideraba que le convenía…si
era lo mejor para ella…

No tenía sentido recorrer la casa, una foto ya nos bastaba para constatar lo
que sospechábamos. Alice la guardó cuidadosamente dentro de su chaqueta, para
evitar que se arruinara con la lluvia y nos echamos a correr de vuelta a casa. Bella
merecía saber la verdad.

-¿Y bien?- preguntó Jasper poniéndose de pie de un salto del sofá. Alice
corrió a esconderse entre sus brazos, y Jasper pudo sentir la tristeza que le
acongojaba. Hundió su rostro entre los cabellos de Alice y le dio suaves besos,
tratando de reconfortarla. –Carlisle llamó. Dijo que si había algo por contarle a
Bella, que esperemos a la mañana, a que toda la familia esté reunida.

Yo asentí con la cabeza. Sería lo mejor. Siempre que le habían contado


algo a Bella, toda la familia estaba presente, en especial Carlisle y Esme. -¿Bella
ha llamado para algo?- le pregunté a mi hermano. Jasper sacudió su cabeza. –Iré
a ver como está- susurré mientras que corría escaleras arriba.

Alice pov
Estaba parada en el porche de la casa, dando saltitos en el lugar,
impaciente. La noche anterior Carlisle me había prometido que cuando volviera
de su turno del hospital hablaríamos con Bella sobre su padre. Después de
haberlo hablado toda la familia en la noche, decidimos que lo mejor era que Bella
supiera que Charlie Swan podría ser su padre. Aunque solo tuviéramos una foto
de ella de pequeña que no lo confirmara, ella debía tener la opción de decidir que
hacer.

Igual seguía teniendo las mismas visiones de Bella que hacía semanas
atrás. Los sucesos de las próximas semanas se seguirían tal cual los veía…
incluyendo aquellos que mantenía ocultos de Edward. En ocasiones es bueno
saber qué le deparara a uno el destino, pero a veces es mejor sorprenderse de los
hechos, y estaba segura de que ese día debía ser totalmente para que Edward lo
descubriera junto con Bella.

Mi sonrisa se agrandó aun más al recordar mi última visión. Tenía a Bella


como hermana, pero que ella fuera quien pusiera esa sonrisa en los labios de
Edward, hacía que mi seco corazón brincara de la alegría

Entonces sentí el ruido de las llantas del auto de Carlisle aplastando las
hojas en la entrada del sendero que daba a la casa. No quería perder ni un minuto.
Corrí escaleras arriba, a la habitación de Bella.

-Buenas tardes… ¿no crees que es tiempo de moverte de esa cama? Llevas
todo un día ahí -le dije tomando las muletas que habíamos dejado a un lado de su
cama. Bella se acomodó en su lugar y cruzó sus brazos sobre su pecho.

-No pienso ir con…esas…cosas- dijo soltando cada palabra con lentitud.


Le rodé mis ojos y de un rápido movimiento la saqué de la cama, sosteniéndola
de pie a mi lado.

-Ahora bien, Carlisle quiere decirte algo, será mejor que te pongas la salida
encima…hace frío.- Bella bufó molesta y estiró sus brazos para que le ponga la
bata, ya que estaba lejos de su alcance. –No…ahí tienes las muletas-

-A veces, solo a veces, detesto cuando me obligas a hacer cosas que no


quiero -repuso mientras trataba de acomodarse bajo las muletas, dándome una
mirada molesta.

-Yo nunca te obligo a nada…

-Sí, cómo no…-dijo rodándome sus ojos mientras se ponía la bata. –


Alice…

-¿Sí?
-¿Cómo es que tú y Jasper terminaron juntos? Es decir ¿no se sintieron
extraños al saber que eran como hermanos?

Por unos momentos la miré extrañada ante su pregunta, pero luego sonreí,
-Bella, yo encontré a Jasper mucho antes de que viniéramos a vivir con nuestra
familia. Y el plan de hermanos…es de las puertas de la casa para afuera. Ni
Emmett ni Rosalie lo encuentran molesto…

-Pero, es decir…Esme y Carlisle, ellos… ¿no les molestó?- me preguntó


mientras probaba dar un par de vueltas con las muletas por su habitación.

-En lo absoluto. Verás, Esme nos quiere a todos como sus hijos… ¿Por
qué no habría de querer que fuéramos felices? Ninguno de nosotros está
emparentado con el otro…además es perfecto ver que todos tenemos nuestro
compañero dentro del grupo.

Bella asentía con la cabeza al mismo tiempo que yo le respondía. Aunque


todavía no podía descifrar con exactitud hacia donde quería llegar. Después de
pasarme varios minutos explicándole como tenía que moverse junto con las
muletas para no perder el equilibrio y poder caminar sola sin problemas, la
cargué para que pudiera bajar las escaleras. Lo que menos necesitábamos era que
se lastimase la otra pierna.

Cuando llegamos al hall de entrada, escuché a Carlisle decirme que nos


esperaban en el comedor. Acompañé a Bella mientras caminaba más lento que de
costumbre hasta el comedor. Carlisle se había acomodado en uno de los costados,
dejando libre su habitual lugar de la cabecera de la mesa. Edward estaba sentado
al otro lado. Emmett y Rosalie estaban de pie, apartados en una de los ventanales
de la estancia, y Esme y Jasper estaban sentados seguido de Carlisle.

-¿Qué sucede que están todos?- preguntó Bella mientras se sentaba en la


silla libre que estaba en la cabecera de la mesa. –Esto me recuerda a la vez en que
me dijeron que eran vampiros- sonrió a Carlisle alzando su mano, como si
estuviera teniendo una sensación de haber vivido esto antes.

-¿Cómo te sientes de la pierna, Bella?- le preguntó Carlisle. En ese


entonces me di cuenta de que Edward tenía entre sus manos la foto que habíamos
tomado de la casa de Charlie y la mirada con tristeza.

-Espantosa. ¿Hasta cuando tendré que tener esto?- dijo señalando el yeso
que recubría su pierna.
-Creo que unas semanas más- dijo Carlisle alzando su vista hacia mí. Yo
asentí con mi cabeza.

-Unas tres semanas más…no será tan malo…

-Eso por que tú no lo llevas -masculló Bella cruzándose de brazos, y


movió su cabeza hacia Edward. -¿Qué es eso?

Edward alzó sus ojos y en sus labios se dibujó una suave sonrisa al mismo
tiempo de que le pasaba a Bella el portarretratos. Bella lo examinó con cuidado
unos minutos, limpiando la tierra que cubría los rostros de la fotografía.

-¿Qué es esto?- preguntó a ninguno de nosotros en particular, frunciendo


su ceño. –Soy yo, pero... ¿qué hace el jefe Swan en la foto?

-Creo…- dije perdiendo mi tono de voz. –Creemos que él es tu padre,


Bella.

-¿Qué? Pero si mis padres murieron en un accidente -sus ojos fueron


cautelosamente por los rostros de cada uno de nosotros, esperando algún tipo de
respuesta. –Ah, vale…supongo que eso también me lo ocultaron…

Bella nunca iba a dejar de sorprenderme. Cualquier otra persona habría


saltado a los gritos inquiriendo por qué le había mentido durante tantos años.
Ella, sin embargo, solía aceptar tranquilamente si le ocultábamos algo o no.

-Ayer en la tarde Jacob, el chico de La Push, me contó lo que sucedió con


la familia de Charlie -comenzó Bella apoyando la foto sobre la mesa. –Debo
decir que si de entrada me hubiera dicho que la causa principal por la que la vida
de ese hombres estaba puesta de cabeza fue algún accidente de coches…sin duda
hubiera dicho que él podría ser mi padre.

-¿Qué fue lo que Jacob te contó, Bella?- las palabras de Edward sonaban
suaves, temerosas de que cualquiera de ellas rompiera la calma de Bella.

-Me dijo que Charlie estaba casado con Renée, su ex-esposa, pero ella se
fue con su pequeña hija de tan solo meses. Creo que se fue a vivir con su amante,
pero parece que él siguió viendo a su hija Isabella cada tanto. Hasta que una
noche le llamaron diciendo que alguien había irrumpido en la casa donde Renée
y su pareja vivían. El hombre fue encontrado muerto allí, y ella en el bosque que
rodeaba la casa. Jacob dijo que el rumor es que fueron asesinados…pero que
ambos cuerpos tenían una especie de fuerte anemia. Jake dijo que en su tierra
creen que fueron…fueron…vampiros- nos contó Bella. Yo me arrodillé a un lado
de ella. Era la principal que debía contarle todo, después de todo, yo la había
encontrado.

-Yo vi a tu madre…en una visión…corriendo lejos de alguien, llevándote


en brazos. Emmett me acompañó a buscarla en el bosque, estaba cerca de la casa
en que vivíamos en ese entonces, en Riverside. Pero llegamos tarde, no para ti…
pero sí para tu madre. Bella, no mentí cuando dije que hay vampiros demasiado
diferentes a nosotros.

-Entonces es cierto…Charlie es mi padre -exclamó Bella llevándose sus


manos hacia su boca.

-Bella, tienes que entender que no lo ocultamos por un capricho…


realmente temíamos tu reacción, de descubrir que alguien como nosotros había
asesinado a tu madre -susurró Esme desde el otro lado de la mesa.

-No sé que hubiera pensado de todo esto si me enteraba de más pequeña…


entiendo por qué lo ocultaron, y agradezco que me lo hayan dicho ahora que
sospechaban que Charlie podría ser mi padre.

-Supongo que querrás hablar con él de todo esto- Dijo Carlisle poniéndose
de pie. Bella permaneció callada unos instantes.

-En realidad, por el momento prefiero no hacerlo. Prefiero terminar de


digerir todo esto…

-Bella…

-No se enfaden…pero quisiera estar a solas.

Alguna reacción humana debía de esperarme. Salimos de la sala, dejando a


Bella sola con el portarretratos…aun así, decidiera lo que decidiera sabía que
jamás nos iba a hacer a un lado.
El prado
Bella pov
Una semana menos…en pocos días podría librarme del maldito yeso. No
podía creer que había llegado a sobrevivir al sábado. Alice se había pasado toda
la semana bailoteando a mí alrededor, hablando únicamente del baile al que
asistiría al sábado. Y claro, no perdía ni un segundo en regodearse de que tenía
tiempo de acompañarla a comprar un vestido para ir con ella, pero recibía la
misma respuesta de mi parte –como siempre- NO.

No, porque los bailes no eran algo que me atraía lo suficiente como para
exponerme a la vergüenza de tropezar y hacer el ridículo. No, porque no iría de
ninguna forma con el yeso, y no, porque no tenía pareja. Por mucho tiempo que
tuviera para prepararme jamás podría juntar el valor suficiente para pedirle a
quien yo quería que fuera mi pareja para el baile. Jamás podría juntar fuerzas
para pedírselo a Edward.

Hubo varias ocasiones en las que Alice me animaba diciéndome que no me


costaba nada ir con mi hermano…era alguien familiar para pasar la noche. Pero
no podía. ¿Cómo iba a invitar a Edward, como mi hermano, siendo que yo no
soportaba aquella idea? No habíamos sido criados juntos, pero la forma en que
Esme y Carlisle nos trataban me habían sentir como si realmente fuéramos
hermanos…

Unos suaves golpes en la puerta de mi habitación me hicieron salir de mis


pensamientos. -¿Bella, estás despierta?- escuché a Edward desde el otro lado de
la puerta.

Traté de ponerme de pie, pero estúpidamente me olvidé del peso excesivo


que cargaba una de mis piernas y casi vuelvo a tropezar –gracias a Dios, la cama
estaba cerca de mí. Le grité a Edward que en poco estaría con él y con la ayuda
de las muletas me fui a cambiar.

Me sorprendí al descorrer las cortinas y que mis ojos se cegaran con los
brillantes rayos del sol de la mañana. Como siempre, el pronóstico de Alice había
acertado en un 100 por ciento. Respiré profundamente, tratando de calmarme y
de borrar aquella tonta sonrisa que estiraba fuertemente la comisura de mis labios
hacia las orejas. Pasaría la mayor parte del día junto con Edward. Solo él y yo.
Salí de mi habitación, tratando de ir con cuidado por la alfombra que hacía
un camino que llegaba hasta las escaleras. Cuando llegue allí, bufé molesta al
recordar que apenas un mes atrás podía bajarlas yo sola, ahora debía pedir que
alguien me ayudara. Miré a mi alrededor, y me asomé sobre la barandilla de las
escaleras, no había nadie a la vista, tenía que llamar a alguien, o…podía
intentarlo yo sola.

Odiaba sentirme una inútil, así que trate de auto convencerme de que
podría hacerlo sin ningún problema y apoyé primero mi pie bueno en el escalón,
luego sosteniéndome de la baranda y apoyándome con las muletas en la otra
mano, bajé la pierna enyesada. ¡Bien Bella! Un escalón menos…quedan muchos
más por bajar. Nuevamente levanté y apoyé mi pierna buena en el siguiente y me
ayudé para bajar el pesado bulto. Había logrado llegar hasta la primera planta
cuando Edward gritó mi nombre.

-¡Bella!- sabía que me llamaba con su tono exasperado al ver que intentaba
bajar por las escaleras yo sola. No sé por qué, pero quise darme la vuelta y
decirle que me dejase, que todo iba bien, pero perdí el equilibrio y la baranda se
alejó de mis manos. Iba viendo en cámara lenta como caía de espaldas por las
escaleras, pero Edward estuvo sosteniéndome en un instante. Caí sentada sobre
sus brazos y me aferré fuertemente a su cuello, tratando de sostenerme por si –y
qué idiotez- él no podía sostenerme.

Edward me miró seriamente, pero no dijo nada, simplemente me sostuvo


contra su pecho y bajó las escaleras, dejándome sentada –y segura- en el sofá de
la sala.

-Bella, realmente…- comenzó, pero luego suspiró, dejando caer sus brazos
al costado de su cuerpo, -será mejor que nos vayamos, es bastante lejos el lugar.

Yo asentí, pero antes que pudiera ponerme de pie Edward volvió a alzarme
en sus brazos. –Sinceramente, Edward, puedo caminar…- me quejé cruzándome
de brazos mientras salíamos por la puerta de la casa.

-Creo que no con normalidad- dijo con una sonrisa torcida. ¡Cómo me
gustaba ver esa sonrisa en su rostro! Si una simple mirada de él podía hacerme
olvidar qué era lo que estaba haciendo o hablando…esa sonrisa me transformaba
en un títere –además iremos bastante lejos…llegaremos más rápido si yo te
cargo.
Oh no. Emmett y Alice me habían llevado así unas cuantas veces. Solía
marearme al ver todo pasar a tal velocidad a mí alrededor, pero solo habían sido
por cortas distancias y según Edward teníamos un largo camino por recorrer.

-¿Estás bien?- me preguntó confundido, seguramente mi rostro reflejaba la


preocupación de marearme y arruinar lo que podía ser un perfecto día.

-Sí, solo…es que aun no me acostumbro a los viajes a velocidad luz...

-Cierra los ojos…es la única forma de llegar ahí en menos de cinco


minutos -fruncí mi ceño, creí que había dicho que iríamos lejos…

-¿Exactamente cuán lejos estamos yendo?- Edward se tomó unos segundos


antes de contestarme, probablemente tratando de adivinar a dónde quería llegar.
A estas alturas estaba caminando hacia los árboles que daban inicio al bosque.
Traté de adelantarme a qué era lo que sucedería cuando estuviera expuesto al sol,
que brillaba en lo alto, pero Edward se había encargado de acercarse a las
sombras de los árboles…

-Unos cuarenta kilómetros -mi mente hizo un rápido cálculo mental y


empalidecí…cuarenta kilómetros en menos de cinco minutos era algo que no
debía ver. Cerré los ojos fuertemente, al mismo tiempo que me aferraba a su
cuello, y entonces sentí la brisa despeinándome.

Podía sentir los rayos del sol calentando mi piel cada vez que su luz pasaba
a través de la espesa media sombra que creaba el follaje de los árboles. Ahora
que llevaba unos pocos minutos viajando con Edward, no parecía ser tan malo,
hasta que me aventuré a abrir los ojos.

Rayos.

Todo cuanto nos rodeaba se movía a una velocidad casi inverosímil, solo
podía ver verde, verde y más verde pasando rápidamente, y convirtiéndose en
árboles y arbustos a la lejanía. Comencé a sentirme mareada, podía sentir las
pequeñas gotas de sudor brotando de mi frente.

-Bella- su voz sonaba en un plano demasiado alejado del mío debido al


pitido de mis oídos. Sentí que todo dejaba de moverse y Edward me acomodó
sobre el suelo del bosque. –Pon la cabeza entre las piernas…

Presioné fuertemente la cabeza entre mis piernas, pero aquello no parecía


ayudar en nada, sentía mi cuerpo arder debido al malestar, entonces vi que la
hierba estaba levemente humedecida gracias a las recientes lloviznas. Me recosté
sobre la hierba húmeda, apoyando mi mejilla sobre las refrescantes gotas de
agua.

–Estaré bien en unos instantes- le prometí a Edward cerrando los ojos. Y


así fue, en poco menos de dos minutos ya comenzaba a sentirme mejor. Me
incorporé cuando estuve segura de que el malestar había desaparecido por
completo. –No debería de haber abierto los ojos- mascullé sacudiendo la cabeza.
Edward me sonrió y extendió sus brazos para alzarme otra vez. Me incliné lejos
de él ante la idea de volver a sufrir aquel malestar.

-Vamos Bella. Estamos cerca, prometo que iré a paso humano, por mucho
que lo odie -dijo torciendo el gesto. No tenía forma de negarme, no podía
caminar yo sola con el yeso, y lo principal era que me gustaba estar cerca de él.
Como Edward había prometido, avanzamos el último tramo a una velocidad
segura para mi salud. Por un lado me sentía un tanto incomoda, ya que casi no
hablábamos. Pero por otro Edward parecía creer que disfrutaba de la música
ambiental –el viento y los pequeños animales que correteaban por el lugar- pero
yo estaba más concentrada en otras cosas; como por ejemplo en el dulce y
exquisito aroma de su piel.

Por primera vez agradecía llevar un yeso en la pierna, Edward me cargaba


y yo aproveché para recostar mi cabeza sobre su hombro y mi nariz estaba lo
bastante cerca de su cuello. Cada vez que respiraba, me aseguraba de que su
aroma llegara hasta mis pulmones, era realmente exquisito, un aroma único e
indescriptible.

-Llegamos- anunció suavemente. Hasta ese momento no me acordaba de


donde nos dirigíamos, es más, creía no habérselo preguntado. Es que la simple
idea de pasar un día a solas con Edward me era suficiente, no importaba donde
estuviéramos…

Edward me dejó sobre mis pies y contemplé maravillada a mí alrededor.


Habíamos llegado a un frondoso claro, donde los árboles que rodeaban la zona
descubierta formaban un perfecto círculo. La hierba estaba adornada con
pequeñas florcillas silvestres de todos los colores.

Podía escuchar el ruido de agua corriendo, lo cual me indicaba que muy


cerca había alguna especie de arrollo, y el cantar de algunos pájaros que solían
sobrevolar la zona descubierta, disfrutando del calor que el sol proporcionaba sin
barreras.
-¡Vaya! Es hermoso- murmuré en voz baja, como si el hablar más alto
rompiera la tranquilidad del lugar.

-Lo encontré cuando vivíamos en Hoquiam, mucho antes de conocerte -me


volví sorprendida de escuchar la voz de Edward más lejos de lo que se suponía.
Estaba recostado contra el tronco de un árbol, al cubierto de su sombra y me
miraba con ojos calculadores. Miré a mi alrededor y me senté con cuidado.

-Entonces…- murmuré cruzando los brazos sobre mi pecho, esperando a


que se decidiera a salir de las sombras. Edward me sonrió torciendo sus labios y
llevó sus manos hacia el primer botón de su camisa. Por una breve fracción de
segundo mi corazón había dejado de latir y vergonzosamente la sonrisa de
Edward me indicó que él había percibido aquello y la velocidad con la que ahora
latía, conforme él iba desabrochando los botones de su camisa.

Edward respiró profundamente y salió a la luz del mediodía.

Chocante.

Fue lo primero que se me vino a la mente al ver su cuerpo bajo los


refulgentes rayos del astro rey. Desde que había descubierto que era mi familia,
siempre me había comido la curiosidad de que era lo que les sucedía a la luz del
sol. Mi mente había barajado ideas desde que cambiaban de color, hasta que se
derretían. Todas y cada una de ellas más infantiles y ridículas que la otra. Pero
nunca me había imagino esto.

Brillaba. La piel de Edward centelleaba como si tuviera cientos de


diamantes diminutos incrustados en ella. En un rápido movimiento se había
sentado frente a mí, con la camisa totalmente abierta. Permanecía totalmente
inmóvil, como si fuera una estatua de mármol. Y en parte lo era, era tan perfecto
que parecía haber sido tallado por el más magnifico de los escultores.

Entonces se recostó sobre la hierba, sonriendo mientras disfrutaba del


calor que le proporcionaba la luz del sol. No era capaz de apartar mis ojos de él.

Un poco indecisa, casi temerosa de despertar de lo que ahora me parecía


un increíble sueño, me incliné y extendí un dedo para acariciar su piel. Mis dedos
recorrieron la suave y dura piel de su brazo, hasta llegar al dorso de la mano.

-¿Por qué no me sorprende que no estés asustada?- preguntó con una pizca
de curiosidad en su voz. Yo le sonreí.
-Aun sigues esperando que salga corriendo a los gritos ¿verdad?- vi sus
labios curvarse en una suave sonrisa, mientras permanecía con sus ojos cerrados.
–Lamento bajarte de la nube, pero eso no va a suceder jamás. No me dan tanto
miedo.

Edward entre abrió sus ojos -¿Y yo?

-¿Tú? Siento decírtelo, pero eres el que menos inspira miedo -dije con
naturalidad. Entonteces el cuerpo de Edward se tensó bajo mis dedos y una
enorme y juguetona sonrisa se formó en sus labios.

-No tendrías que haber dicho eso, de veras.- Edward emitió un sordo
gruñido y los labios mostraron unos dientes perfectos al curvarse hacia atrás. En
un abrir y cerrar de ojos se había puesto de pie, agachándose, tenso como un
felino a punto de atacar. –No deberías haberlo dicho.

No vi cuando salto hacia mí, fue demasiado rápido. Repentinamente me vi


en el aire y luego caí recostada sobre la hierba, con Edward a un lado, inclinado
sobre mí. No me había hecho daño en lo absoluto, ya que con sus brazos y cuerpo
había formado una especie de jaula, impidiendo que pudiera hacerme golpearme.
Pero la parte superior de mi pecho se movía violentamente en pequeñas tomas de
aire.

Edward extendió su mano y apartó un mecho de mis cabellos que había


ido a parar a mi rostro. Las yemas de sus dedos trazaron un suave camino por mi
mejilla mientras se ocupaban de acomodar el cabello detrás de la oreja. Entonces
para sorpresa mía y de Edward me incorporé rápidamente. Quería estar más cerca
de él, quería poder abrazarle sin otra excusa más que las ganas de estrecharlo
fuertemente contra mí, y quería besarle.

Pero para mi descontento Edward se alejó, quizás había tenido suerte y


había interpretado mi movimiento como que solo quería incorporarme, y no
besarle. Moría de vergüenza. Edward me dio una sonrisa nerviosa y se rió.

-Bien ¿Cuál era tu opinión sobre mí?- se me ocurrían tantas cosas


diferentes para responder, la mayoría no tenían nada que ver con mi afirmación
de que no me parecía para nada aterrador.

La realidad era que no me había asustado, tanto. Trató de forzar una


mueca amenazante, pero lo único que logró fue hacerme reír con fuerzas –Oh
sí…veo un monstruo aterrador -dije llevando mi mano a la boca de mi estómago
que comenzaba a dolor de tanto reír. Edward me rodó sus ojos habiendo captado
el sarcasmo de mi sonrisa. Ambos nos reímos con fuerza.

-No tuve la oportunidad de preguntarte estos días cómo estabas.

Fruncí mi ceño- ¿A qué te refieres?

-A lo de tu…a lo de Charlie- comentó omitiendo la palabra padre. Ni yo


me habituaba a ella. Para mí padre era y siempre sería Carlisle, sin importar
quién fuera por naturaleza.

-Bien, he tomado una decisión…no quiero decir nada por el momento.


Bien sabemos que en un par de años nos iremos de Forks y no pretendo volver a
lastimar a Charlie con mi partida y mucho menos planeo quedarme con él.-
Edward frunció su ceño.

-¿Por qué no? En muchos aspectos él te conviene más que nosotros…con


él podrías vivir como un humano normal, sin tener que exponerte a nosotros,
Bella.- Yo sacudí mi cabeza estupefacta ante sus palabras.

-Edward, no concibo otro tipo de vida…no concibo la idea de tener una


familia diferente a la que tengo…

-Pero algún día tendrás la tuya…y no creo que sea fácil explicarle a tus
hijos por qué sus abuelos y tíos no envejecen y brillan bajo los rayos del sol -dijo
amargamente señalando su pecho desnudo centelleando bajo las rayos del sol –
nunca tendrás una vida normal si permaneces toda tu vida con nosotros.

Permanecí en silencio unos instantes. Sintiendo dolor ante la idea de que


algún día envejecería, pero ellos siempre serían iguales a lo que eran ahora…era
tan injusto. Vivían para siempre, nunca envejecerían…y encima brillaban bajo el
sol ¡La vida sí que era injusta! Entonces por mi mente se cruzó una opción que
jamás había sopesado…

-Quizás no tiene por que ser tan así…quizás si yo…si fuera como
ustedes…

-¡NO! ESO JAMÁS- su gritó enfurecido. Me tomó por sorpresa,


comparado con el tono calmado con el que me miraba. Me incliné hacia atrás
instintivamente –lo siento -murmuró cerrando sus ojos –no debí haberte hablado
así. Tú estabas bromeado y yo…
-No estaba bromeando…- murmuré bajando mi mirada hacia mis dedos.
Repentinamente me sentía temerosa de decir alguna otra palabra que pudiera
ofenderle.

Podía sentir el cantar de los pájaros rompiendo el incómodo silencio que se


había formado. Era verdad que nunca había pensado en esa posibilidad, pero
ahora que la digería no me parecía algo tan malo…no tenía por qué alimentarme
de humanos, mi familia era como a ellos le gustaba llamarse ‘vegetarianos’ a
nadie le molestaría un furioso oso gris de más o no. Además a esas alturas lo
vería como a una vaca o una gallina, solo alimento. Y vivir eternamente junto
con mi adorada familia. ¡Esa vida tenía todas las ventajas de su lado!

No tenía nada a que aferrarme a la vida humana, y no quería tenerlo.


Charlie había vivido demasiados años sin mí, no sentirá dolor a vivir el resto de
su vida sin mí…después de todo ni estaba al tanto de lo que yo y mi familia
sabíamos.

¿Pero por qué Edward no lo veía como yo? ¿Por qué le enfurecía tanto la
simple idea de que yo pudiera vivir eternamente junto a él y a mi familia? ¿Acaso
no quería que estuviera cerca de él tanto tiempo? Traté de respirar con más calma
al sentir que mis ojos comenzaban a humedecerse.

Vi la mano de Edward pasar bajo mi mirada y me levantó con gentileza el


mentón. Me rehusé a dejar que alzara mi rostro y viera las lágrimas en mis ojos,
pero él tenía más fuerza que yo, y la empleó cuidadosamente para lograr su
cometido.

-¿Te asusté?- preguntó en un suave susurro. Ver su hermoso rostro no


ayudó en nada a impedir que las lágrimas corrieran por mis mejillas. No quería
pensar en una vida lejos de él…lejos de mi familia.

-Lamento que te resulte tan aberrante la idea de que viva para siempre con
ustedes…creí que lo proferirían. Yo lo prefiero.

-Bella…- susurró acercándose lentamente hacia mí. Mi corazón dio un


vuelco cuando su rostro se acercó demasiado al mío, pero solo para descansar su
frente sobre la mía. Me recorrió un escalofrió al sentir la frialdad de su piel
contrastando contra el calor de la mía -Tonta Bella…- Sus manos se apoyaron en
los costados de mi rostro, acariciando suavemente mis pómulos con sus pulgares
-que más quisiera yo que vivir toda la eternidad tu lado -me dijo fijando sus ojos
en los míos. Respiré entrecortadamente y pestañeé un par de veces tratando de
despejar las lágrimas que nublaban mi vista.
-Yo también- susurré inclinándome hacia él. Los ojos de Edward se habían
nublado, ya no tenían el mismo color ocre que hacía unas cuantas horas, ahora
brillaban con un profundo negro nocturno. Y entonces él se apresuró a acortar la
distancia entre nosotros. Ya no me importaba si estaba enfadada con él, o dolida
ante sus palabras. No me importaba que hubiera encontrado a mi padre, no me
importaba saber que Edward era un vampiro.

Solo había una única verdad; yo le amaba.

Y él me estaba besando.

Tan cerca
Edward pov
Bella entreabrió sus labios levemente, exhalando en mi rostro su cálido y
dulce aliento. Su boca estaba demasiado cerca de la mía, y cada minúsculo
movimiento de su parte era una invitación para besarla.

Besarla. Probar el sabor de sus labios, de su cálido aliento. Tendría que ser
lo suficientemente cuidadoso como para no permitirme demasiado. Sabía que no
me conformaría con solo rozar nuestros labios, o presionarlos. Besarla me
tentaría a querer algo más que un simple beso…algo mucho más que eso.

Quería que mi primer beso fuera algo perfecto. Algo que recordara por el
resto de mi existencia. Quería que mi primer beso fuera con Bella. Y podía
hacerlo…quería hacerlo.

Con cuidado y con cautela acorté la poca y torturadora distancia que había
entre nosotros. No tenía experiencia con este tipo de besos y extrañamente me
encontré nervioso ante la ansiedad de saber si lo hacía bien o no. Realmente no
recordaba haberlo hecho en mi vida humana, y por lo que sabía de la época, un
beso en los labios era algo que se recibía cuando el romance era algo serio, un
compromiso verdadero…y yo nunca había llegado a ese momento.

Como Esme me dijo…había sido apartado del mundo de los humanos


siendo muy joven e inexperto. Y en mi vida inmortal nunca antes había sentido
este tipo de deseo por nadie. Y lejos de toda realidad estaban todas las
situaciones que había leído en libros o había visto en películas. Nada se
comparaba con este placer que me consumía, nada de lo que había visto u oído se
podía comprar con esto. Ningún libro expresaba con exactitud la extraña
sensación de mareo, o el calor que emitían sus carnosos labios. Entonces en
medio de todo el silencio el corazón de Bella comenzó a latir rápidamente,
golpeteando desbocado contra su pecho.

Entonces exhaló, enviando su cálido aliento dentro de mi boca,


estremeciéndome por completo. Sin darme cuenta mis manos ejercieron un poco
más de presión sobre su rostro, queriendo acercarla aun más a mí. Pero abrí mis
ojos, recordándome lo frágil que era y lo mucho que deseaba no lastimar a mi
preciosa Bella. Sus labios se movían tímidos contra los míos, pero con un poco
más intensidad que la que yo ejercía. Si fuera humano estaría besándola con
todas mis fuerzas, permitiéndome perder en un beso aun más profundo y
desesperado que este.

No me perdí por mucho tiempo en ese dulce beso, no sabía cuánto podría
controlarme y lo mejor era no presionar los límites.

Bella emitió un quejido de molestia cuando me alejé de ella, pero en


ningún momento mis manos se apartaron de la calidez de su rostro. Lentamente
abrió los ojos, ruborizándose aun más, y dándome una tímida sonrisa. ¡Dios, era
hermosa! Si mi corazón latiera, se habría vuelto loco con aquella visión.

Deslicé mi mano suavemente desde su mejilla hacia el costado de su


cuello. Era indescriptible la placentera sensación de su sangre corriendo por sus
venas bajo mi mano. Las venas se contraían y dilataban rápidamente, conforme a
sus latidos, su piel, tan cálida y suave, era insoportable…

El calor. Su pulso. Su sangre. Todo era insoportablemente delicioso. Bella


estaba llena de vida.

Y no iba a ser yo quien acabara con todo ello.

-¿Estás bien? Es decir… ¿No te molesta que…ya sabes?- susurró Bella al


ver con qué detalle miraba su cuello. Si tan solo supiera que no era sed lo que
sentía con mayor intensidad en esos momentos. Era algo tan complejo de
expresar con simples palabras.

Deseaba que todo pudiera ser más fácil de lo que era. Si bien el tiempo que
había vivido a su alrededor me había ayudado a acostumbrarme a su aroma, y por
lo tanto a desear con menos voracidad su sangre...aun había peligro. Para ella. Y
para mí en cierta forma. Lastimarla a Bella, era lo mismo que lastimarme a mí. Si
había alguna forma de estar a su lado, de amarla como se lo merecía en
realidad...debía poner todo de mí, todas mis fuerzas para hacer que eso fuera
posible.

-Quédate bien quieta- le susurré mientras lentamente me acercaba a la


zona que antes cubría mi mano. Con mi nariz recorrí la extensión de su cuello,
haciendo una ligera presión por donde fluía su sangre. Su cuerpo se tensó y por
un momento temí estar siendo demasiado tosco con mis movimientos, pero no
me detuve. Mis manos recorrieron el mismo camino que mi nariz, hasta bajar por
sus hombros y detenerse en la base de su columna.

Entonces volví a sentir su corazón aumentando la velocidad. Apoyé mi


rostro sobre su pecho. Su corazón latía...como el mío hacía años que no lo hacía.
Aquello que la hacía ser quien era, una humana llena de vida, golpeteaba como
un pequeño martillo contra su pecho, haciendo que este vibrara –cosa
imperceptible para el ojo humano- suavemente.

Me sentía sobrepasado, maravillado ante aquella sensación...pero no era


solo la sed de sangre lo que despertaba esas sensaciones en mí. Pero sí era la más
potente...por mucho que ahora permanecía controlada…de a poco sus deseos
iban en aumento…y debía impedir sentirme fuera de control. Estaba lo bastante
seguro de ser lo suficientemente fuerte como para alejarme si fuera necesario…

Y su aroma. No tenía palabras para describir lo potente que era. Rocé las
formas de su mandíbula con mi nariz, respirando profundamente en cada
oportunidad, captando su intoxicante aroma. Podía sentir su sangre fluyendo a
escasos centímetros de mis labios. En un abrir y cerrar de ojos podría acabar con
ella y obtener lo que tanto deseaba…sería tan fácil satisfacer mi sed.

Pero no iba a beber de ella. No lo haría. No podría perdonármelo jamás y


me odiaría toda la eternidad por ello, por haber sido yo el que acabase con algo
tan puro e inocente. No podría seguir viviendo sin ella. Había descubierto que
estaba en un punto del cual no había retorno. De ahora en más mi vida era con
Bella, o no habría vida en lo absoluto. La amaba, la amaba con todo mi corazón,
que parecía haber vuelto a la vida gracias a ella.

Extrañamente me sentía mareado, y comencé a sentir aquel conocido ardor


en la garganta. Estaba llegando a mi límite y no sería bueno seguir probando a la
suerte. Me aparté lentamente de Bella, quedando sentado frente a ella, a unos
pocos centímetros.
Bella tenía los ojos fijos en sus manos, las cuales descansaban sobre su
regazo. Sus mejillas estaban arreboladas, y su pelo se agitaba suavemente con la
fresca brisa de la tarde.

-Así que por esto Alice bloqueaba sus pensamientos…- murmuré


sonriendo de oreja a oreja. Ninguno de los dos podía hacer otra cosa más que
sonreír.

-Esa Alice…siempre se sale con la suya…- masculló Bella haciendo una


mueca de descontento.

-No siempre. Hoy no irás al baile…- repuse mirando al horizonte. ¿Tanto


tiempo había pasado? El sol ya estaba encaminándose hacia el ocaso. El
crepúsculo enrojecía el cielo, haciendo que mi piel brillara con esas tonalidades.
Bella nunca dejaba de sorprenderme. No había podido percibir ni un poco de
terror al verme bajo los rayos del sol. Solo podía ver que estaba maravillada, y
por supuesto su corazón lo corroboraba. Volví a sonreír al recordar cómo su
corazón hizo una breve pausa cuando comencé a desabrochar mi camisa…debía
tener más cuidado del que creía.

-El día no ha terminado…y Alice no te dejó ver nada de nuestro futuro.

-Creí que no querías ir al baile…- contesté contrariado. ¿Qué la haría


cambiar ahora de opinión?

-Bueno…es que antes no tenía valor para pedirte que fueras conmigo…-
dijo esquivando mis ojos. –Y como acabas de besarme…- me sonreí al ver que se
mordía los labios. En un rápido movimiento toqué los míos. ¡Cuánto la quería!

-¿Entonces quieres ir al baile?

-Solo si es que quieres venir conmigo…- susurró acomodándose uno de


sus cabellos detrás de su oreja. Le rodé mis ojos y luego me puse de pie
extendiéndole una mano.

-Entonces señorita Isabella, será mejor que nos vayamos, sé que alguien
estará esperando ansiosa por hacerle un cambio de imagen -entonces Bella abrió
los ojos desmesuradamente y empalideció. -¿Creí que querías ir al baile?

-Sí, quiero. Pero no estoy tan segura de querer pagar tal precio…
-Alice será feliz, de seguro ya tiene el vestido y todo preparado- Bella se
estremeció y en un rápido movimiento la acurruqué entre mis brazos, besando
cuidadosamente su cabeza.

-¡Qué remedio!- le escuché mascullar mientras la alzaba para volver a la


casa.

No nos sorprendió ver a Alice parada en el porche dando vueltas de un


lado al otro, esperando a que llegáramos. Era bastante previsible. Se volteó hacia
nosotros con una inmensa sonrisa en sus labios.

¡Oh dios! Es irreal la sonrisa que tienes en tu rostro… ¡sabía que esto iba
a suceder! Oh, Edward, estoy tan contenta…Ya puse al tanto a todos… ¡Esme
está deseosa de verte! Le rodé los ojos a Alice. Sus pensamientos eran más
molestos que la estúpida mueca que tenía en su rostro…pobre Bella…si tan solo
supiera que además de un buen rato del ‘spa de Alice’ le esperaba un ataque de
preguntas incómodas…sacudí mi cabeza.

Suspiré resignado, sabía que tarde o temprano debíamos enfrentarnos a la


familia. Lo que no me esperaba era el recibimiento que me esperaba a unos pocos
metros de la puerta de entrada. Emmett y Jasper estaban de pie, uno al lado del
otro con sus brazos cruzados sobre sus pechos.

Emmett tenía su rostro demasiado serio y Jasper pasaba sus ojos de Bella a
mí. Rodé mis ojos, pero cuando fui a dar un paso más adelante, ambos se
interpusieron entre mí y la escalera.

-Baja a mi hermana, Edward.

-¿Perdón?- pregunté incrédulo. Traté de leer sus mente, pero ambos


estaban teniendo flashes sobre distintas películas; Street fighter, Mortal Combat,
Piratas del Caribe… ¿Blade?

-Escuchaste a Emmett, Edward…baja a nuestra hermana -dijo Jasper en


tono amenazante. Bella me dio una mirada entre confundida y sorprendida. Yo
rodé mis ojos…pero la apoyé en el suelo con cuidado.

Alice pasó por mi lado y alzó a Bella, diciéndole que tenían poco tiempo
para prepararse para el baile, antes de subir, se dio la vuelta para llamar a Rosalie
a ir con ellas, pero la testaruda de mi hermana, alzó su nariz y siguió ojeando sus
revistas de modas en el sofá. Alice suspiró resignada y se encaminó hacia arriba.
Yo no quité mis ojos de mi hermosa Bella mientras subía las escaleras
sobre los brazos de Alice. Ella cada tanto movía su cabeza para fijar sus ojos
marrones en los míos, era entonces cuando las comisuras de mis labios se
estiraban.

-¡Pist!- moví mis ojos hacia Emmett, quien aun tenía sus brazos cruzados
sobre su pecho.

-¿Se puede saber que les pasa a los dos?- resoplé caminando hacia el sofá.
Pero nuevamente, cuando estaba a escasos metros ambos se interpusieron en mi
camino -muévanse…

-Solo por que seas nuestro hermano…no vas a librarte de esto, Edward -
comenzó Emmett frunciendo sus cejas.

-Sí, Bella es nuestra hermana.- ¿Acaso era un sentimiento protector el que


sentía emanar de Jasper?

-Sí, hazle el menor daño…y te las verás con nosotros…- dijo Emmett.

-Yo me preocuparía más porque le diera un mordisco…- canturreó Rosalie


desde el sofá. Emmett y Jasper movieron su cabeza hacia ella, y asintieron
cuando volvieron a mirarme. Lo último que me falta para que la vida sea más
injusta es que Bella se convierta en uno de nosotros…

-Estás advertido, Edward- me dijo Emmett alzando su dedo índice. Oh,


rayos Edward…si no te enfadas no es divertido…-Creí que nunca te vería con esa
sonrisa en tu rostro, hermano…- sonrió dándome una fuerte palmada en la
espalda.

-Esto es algo muy bueno…realmente la quieres…puedo sentirlo ¿sabes?-


dijo Jasper mientras se acomodaba en el sofá, a un lado mío. Emmett se sentó a
un lado de Rosalie, pasando su brazo por sobre sus hombros, al mismo tiempo
que se inclinaba para darle un beso.

-¿No te parece estupendo, Rose? Es bueno saber que Edward no es


gay...además con Bella…queda todo entre familia- comentó Emmett bastante
animado. Rosalie cerró su revista con fuerza y la apartó a un lado.

-¿Qué te importa a ti si Edward es gay o no? Todo esto va a terminar


mal…- comenzó Rosalie.
-Rose…- le advirtió Emmett, tratando de detenerle.

-A veces cuando no tienes nada bueno por decir…es mejor no decir nada,
Rosalie- dijo Jasper entre dientes.

-¡No! No tengo por qué callar, soy parte de esta familia mucho antes que
esa niñita. Y esto no es algo por lo que tengamos que alegrarnos. Edward ha
tratado de matarla antes…nada le asegura que no vuelva a hacerlo…y después
tendremos que soportarle toda la eternidad culpándose por ello…haciendo el
papel de mártir y nosotros tendremos que soportar sus lamentos. Y si la convierte
será mucho peor…la niña es un imán para el peligro…es solo cuestión de tiempo
para que volvamos a tener problemas por su causa…- dijo ofuscada, con sus ojos
negros clavados en mí.

Rosalie era la que menos apreciaba a Bella, y no hacía ningún trabajo por
ocultar eso de nosotros o de Bella. Nunca iba a entender del todo por qué tanto
resentimiento hacia ella. Bella no tenía la culpa del destino que le tocó a Rosalie.
No necesitaba mi don para saber que Rosalie la despreciaba por que era humana.
Por que era todo lo que ella no sería jamás. Bella tenía toda una vida por delante,
y podría realizar todas las cosas que Rosalie no, y deseaba con todas sus fuerzas.

Lo que no podía entender era por qué le ofuscaba aun más sentir que Bella
estaba cada vez más metida dentro de nuestra familia, o que pudiera ser como
nosotros. Suponía que si, eventualmente, Bella crecía y formaba su propia familia
–teniendo todo lo que ella jamás podría tener-, la despreciaría aun más que si
terminaba transformándose en uno de nosotros, pero nuevamente mi hermana me
volvía a sorprender.

Pero lo segundo no pasaría jamás. No podía permitirlo. Bella era


demasiado joven como para saber qué era lo que quería o esperaba de la vida.
Ella tenía la posibilidad de elegir su futuro, y no iba a permitirle que tomara una
mala decisión. Estaría siempre a su lado…aun cuando envejezca…pero no podía
engañarme y sabía bien que había muchas cosas que yo no podía darle…debía
prepararme para ello y tener la fuerza suficiente para hacerme a un lado y no
interponerme en su camino. Pero la idea de pasar la eternidad junto a ella era
demasiado tentadora…y yo era demasiado egoísta.

-Rosalie- Todos nos dimos vuelta al escuchar la suave voz de Esme desde
la puerta de la cocina. –Te he pedido miles de veces que no hablaras así de Bella
-susurró seriamente. Rosalie, sin tener los nervios suficientes como para
responderle de la misma forma que a cualquiera de nosotros, bajó su cabeza, se
disculpó y fue hacia su habitación. Emmett le siguió detrás.
Realmente me alegraba de que nunca se me hubiera ocurrido fijarme en
Rosalie de la misma forma que en Bella. Emmett o soportaba mucho, o realmente
le gustaba vivir dependiendo de ella. Pero lo entendía…el amor era algo
inevitable, y yo haría lo que fuera por Bella…lo que fuera.

Esme sonrió todo el tramo que le tomó recorrer hasta sentarse a mi lado, y
luego apoyó las palmas de sus manos sobre mi rostro. –Edward…no sabes cuán
feliz me hace ver esa sonrisa en tu rostro.

-¿Por qué todos lo dicen como si nunca hubiera sonreído antes?

-Por que nunca sonreíste de esta manera -contestó Jasper haciendo una
tonta sonrisa, la cual a su parecer, reflejaba a la perfección la que yo tenía en mi
rostro. Pero no podía evitarlo. Estaba feliz…y sonreír era la forma más cuerda de
demostrarlo…también se me antojaba salir corriendo por ahí…pero de esa forma
estaría lejos de Bella, y no quería alejarme de ella ni un instante.

-Mejor será que vayas a prepararte para el baile- susurró Esme palmeando
mi mejilla –No es bueno dejar esperando a tu pareja.

--

Me había tomado un par de segundos el cambiarme dentro de un traje


negro. Lo que nos impacientó fue tener que esperar a que Bella estuviera lista.
Jasper permaneció siempre a mi lado enviándome olas de tranquilidad, pero
parecían no dar resultado y terminaba siendo para peor, ya que el al poco tiempo
comenzó a ponerse desesperado por ver a Alice.

Me quedé sin aliento cuando la vi asomarse por las escaleras –aunque la


falta de aire no me afectaba en nada- realmente se veía hermosa, más de lo
habitual. Alice había comprado un vestido azul que hacía que su piel se viera más
pálida y perlada en contraste con ese tono. Sin duda era el color que mejor le
sentaba. Me quedé atontado viendo como sus hombros y brazos eran cubiertos
solo por un par de finísimos breteles, dejando expuesta demasiada piel. El vestido
le llegaba hasta las rodillas, y en un primer instante me hubiese percatado de la
forma de sus piernas, de no ser porque noté que no llevaba el yeso. Alice le había
pedido a Carlisle que se lo quitara. En lugar del mismo, Bella llevaba una
ajustada venta que de seguro casi le impedía mover el tobillo. Y Bella se había
salido con la suya, en lugar de los tacos que Alice le habría puesto, llevaba unas
sandalias de taco bajo, seguras para ella.
Como era de esperarse, el baile era en el gimnasio de la escuela, de seguro
era la especie de salón más grande con la que contaba Forks. En la entrada el
centro de atención fueron Rosalie y Emmett, cuando hicieron su entrada triunfal
con su M3…era ostentoso…demasiado ostentoso.

Pero cuando Bella y yo comenzamos a caminar del brazo hacia el


gimnasio, todos los pensamientos de los que nos rodeaban se centraron en
nosotros dos; ¿Es que acaso nadie tenía vida propia?

¡No puede ser! ¡Me dijo que no pasaba nada entre los dos! No me hizo
falta voltearme para saber de quien se trataba, aquella vocecilla molesta había
estado rondando por mi mente durante el tiempo que llevaba en Forks. Jessica
Stanley.

¡Ah! Muero por saber si están de novios…Bella no me dijo nada ¿esta


enamorada de su hermano? ¿Por qué no confía en mí? Angela Weber y su
paranoia de que nadie quiere ser su amiga.

-Debo suponer que hay gente comentando sobre nosotros ¿verdad?-


preguntó Bella acercándose un poco más a mí. Entonces pasamos a un lado de
Mike Newton, quien venía comiéndose a Bella con los ojos desde el momento en
que bajamos del auto. ¡Qué fácil sería arrancárselos! Pero no podía darme ese
pequeño gusto…

-Te espera una noche bastante agitada…Jessica está bastante molesta por
que cree que le mentiste sobre nosotros -pude percibir una mueca de molestia en
su rostro. –Y Angela quiere saber si estamos de novios…y qué es lo que sientes
por mí.

-Oh… ¿Qué debo responder?- dijo acercándose un poco más a mí.


Mientras que yo solté su brazo y lo pasé por su cintura y me incliné hacia su
oído.

-Bueno…si quieres…puedes decirle que sí a lo primero…y estaré atento a


ver que respondes a lo segundo…- y le di un suave beso en la mejilla antes de
que se fuera a saludar a sus compañeros.

Me alejé del resto, caminando hacia donde se encontraba sentada mi


familia, pero atento a lo que Bella hablaba con sus amigas. Me preocupaba
dejarla cerca de Jessica…esa chica tenía unos pensamientos bastante extraños y
no me sorprendería que tratara de hacer alguna locura siendo que Bella
supuestamente le había mentido…aun sabiendo que ella estaba enamorada de
mí.

¡Están de novios! Oh, era de suponerse…sus hermanos ya estaban


juntos…

¿De novios? Esta me las pagas Bella…Lauren tenía razón sobre ella…

¡Sí que lo quiere! Se le nota a millas de distancia…obvio Bella…las


mujeres siempre queremos más que los hombres.

Casi me caigo de la silla. ¿Qué Bella me quería más de lo que yo a ella?


¡Imposible!

Pasé un buen rato charlando con Emmett y con Jasper, mientras que Alice
y Rosalie se dedicaban a sacarles el cuero a todas las personas del salón.
Entonces las pocas luces que estaban encendidas bajaron su intensidad y
comenzó a sonar con más fuerza la suave música que hasta hacía poco estaba
como una banda de fondo.

-Bueno Edward…si nos permites, tenemos un par de chicas a las que sacar
a bailar- Dijo Emmett acomodándose su corbata. Se puso de pie y camino hacia
Rosalie, extendiendo su mano hacia ella. Era increíble ver a Rosalie sonreírle
dulcemente a Emmett. Quien la viera de esa forma jamás pensaría que se
comporta como lo hace la mayor parte del tiempo.

Entonces sentí una cálida mano sobre mi hombro. Inspiré profundamente


dejándome invadir por su cálido y dulce aroma. Bella iba a sentarse en la silla
que Emmett había dejado vacía, pero de un rápido movimiento la llevé al centro
de la pista.

Estás conmigo

Todo está tranquilo

La música sonando solo para nosotros

Bailando tan juntos

Cuando estás conmigo

Tan cerca, me siento muy vivo


-No, Edward…por favor…

-¿Te da pena que te vean conmigo?- dije sonriéndole.

-No…pero si me caigo, todos lo verán -dijo mirando hacia sus lados,


seguramente contando cuántas personas estaban pendiente de nosotros dos.

-Olvidas que estás junto al mejor bailarín…

Ahora lo entiendo, lo sé

Todo lo que necesito es tenerte

Tan cerca

Abracé a Bella más cerca de mí, y ella recostó su cabeza contra mi pecho.
Era maravilloso poder estar tan cerca de ella. -Aunque hay algo que me…
molestó- comencé. Sentí su cuerpo tensarse y se apartó de mí, poco, ya que la
mano que tenía detrás de su espalda se quedó inmóvil y le impidió alejarse más
de mí.

-¿Qué cosa?- me dijo preocupada.

-Que le dijiste a Angela que tú me querías más de lo que yo a ti…y eso no


es verdad. Es como comparar una simple estrella con todas las que adornan el
firmamento.

-¿Estás diciendo que yo te quiero menos de lo que tú a mi?- me preguntó


alzando una ceja.

-No…técnicamente. Está bien…dejémoslo en un empate.- sonreí al ver su


mueca de enfado.

¿Cómo sobrevivir

Si te perdiera?

Me incliné sobre ella, apoyando mi mejilla contra la suya. Sentía todos los
ojos del salón fijos en nosotros, y aun así no me importaba. En aquel preciso
instante todo carecía de importancia salvo Bella. Era la primera vez en mi
existencia que no podía prever que me depararía el mañana. Ya no tendría la
monótona vida de antes…tendría alguien con quien compartir mis días…
Estamos tan cerca

De conseguir un final feliz

Sigamos soñando ahora que estamos

Tan cerca

Pero a la vez tan lejos.

Podía ver que ella también hacía caso omiso a los demás, ambos
compartíamos un momento único, donde las palabras no hacían falta. Moví mi
rostro, rozando su mejilla con mis labios. Los mantuve allí presionados unos
instantes, dejando que los mismos absorbieran el calor de su piel, y luego recorrí
el corto camino que había hasta su boca.

Imán para el peligro


Alice pov
La tormenta rugía con fuerza acercándose al pueblo, mientras que las
pequeñas gotas de lluvia golpeaban con fuerza sobre el suelo. Entonces a través
de los árboles vi tres figuras acercándose. Uno de ellos era una mujer…me di
cuenta de ello por su rojiza cabellera que se revolvía con el viento, mezclándose
con las gotas de la lluvia. Los otros dos eran hombres, uno de tez bastante
oscura, y el otro tenía un aspecto más salvaje…más familiar.

Entonces cuando se acercaron más a nosotros me di cuenta de que el


tercero le conocía de antes. Ese aspecto salvaje y leonino lo había visto antes.
Solo cuando sus ojos rojos se fijaron en mí, y una extraña sonrisa cruzó su rostro
pude darme cuenta de que aquel era el vampiro que había matado a la madre de
Bella…

Pestañeé dándome cuenta de que aun seguía sentada en el jardín trasero de


mi casa. Me costó un poco acostumbrarme al cambio de escenario de entre mi
visión y la realidad –siempre me desorientaba de esa forma- El resto de mi visión
se desvanecía en pequeños flashes…los vampiros pasaban…se acercaban un
poco a nosotros y se iban tan rápido como habían llegado. No suponían peligro
alguno para ninguno de nosotros, pero el hecho de que uno de ellos fuera el que
se cobró la vida de la madre de Bella, y casi la suya, suponía algo que debíamos
tener en cuenta.
Me levanté y rápidamente fui en busca de Carlisle, esto era algo que toda
la familia debía saber.

–Carlisle- le llamé al entrar a la casa. En poco tiempo él estaba a mi lado,


junto con Esme.

-¿Qué sucedió?- me preguntó mientras pasaba su brazo sobre los hombros


de Esme.

-Creo que será bueno que todos lo sepan…Jasper, Emmett, Rosalie,


Edward - llamé al resto de mi familia sin gritar.

Nosotros tres nos dirigimos hacia la sala familiar, donde esperamos al


resto en el sofá. Edward ya estaba allí…me sorprendió bastante ver que aun
seguía con el traje con que fue a la fiesta. ¿Aun no te cambiaste? Edward movió
su cabeza suavemente hacia los lados ¿Te quedaste con Bella? Edward… pero no
me dejó seguir, simplemente alzó su mano para pedirme que me detuviera.

-¿Qué es lo que paso?- preguntó Emmett acomodando a Rosalie en su


regazo. Yo permanecí de pie, dado que era la que tenía la palabra en esta ocasión.

-Vi un grupo de vampiros acercarse a nosotros.

-¿Qué? ¿Cuándo?- pregunto Carlisle un tanto alarmado. Desde que Jasper


y yo habíamos venido a vivir con el resto de los Cullen, nunca nos habíamos
topado con otros de nosotros más que con el aquelarre de Tanya…y por lo que
sabíamos…salvo aquellos que tomaban un estilo de vida como el nuestro, solían
ser bastante hostiles.

-No lo vi con claridad…quizás en algunos días…un día de tormenta-


Jasper me rodó sus ojos. Y sí…las tormentas eran moneda corriente en Forks –
como sea…son tres y por lo que vi…no son como nosotros. Es más…Emmett y
yo conocemos a uno de ellos -dije mirando a mi hermano.

-¿Nosotros?

-Es el vampiro que mató a la madre de Bella- Edward comenzó a gruñir…


era un gruñido suave pero perceptible mientras que Emmett se mostró un tanto
descontento.

-¿Estás segura de eso, Alice?- me preguntó Esme suavemente.


-Oigan…memoria de vampiro…puedo hasta decirles que ropas llevaba
puestas ese tal James…tenemos que ser cuidadosos de que no se encuentren con
Bella, quizás ni recuerde su aroma, pero si lo hace…

-Si lo hace será peor para él. No voy a permitir que le haga daño- saltó
Edward.

-Edward, tranquilo. Además ninguno de nosotros dejará que le hagan


daño- dijo Carlisle recibiendo una afirmación por parte de todos.

Esto me daba una mala sensación. Que aquel vampiro que por poco
mataba a Bella cuando era niña volviera, no me sonaba a casualidad. Debía de
saber que ella estaba aquí ¿pero cómo? No había manera posible y lógica que lo
supiera…ni siquiera la familia de Tanya sabía si seguíamos aquí o no…hacía
meses que habíamos perdido contacto.

Si sabían de Bella y venían a por ella…tendríamos que estar preparados.

--

Edward pov
Me quedé varios minutos en silencio sumido en mis pensamientos luego
de haber escuchado lo que Alice nos había dicho sobre los ‘visitantes’. Si Alice
estaba en lo cierto y uno de ellos era aquel vampiro que había querido matarla
cuando solo tenía tres años…Bella estaría en peligro.

Por otro lado me tranquilizaba saber que nosotros les superábamos en


número. No se atrevería a darle caza a Bella sabiendo que nosotros cuidábamos
de ella. No lo haría. Nadie sería tan estúpido como para hacer eso.

Pasé un buen rato solo aun cuando todos habían vuelto a sus tareas.
Habíamos decidido que como esos visitantes no llegarían en algunos días, por el
momento estaríamos alerta y Alice vigilando a aquellos vampiros. Pero algo
debíamos hacer cuando llegaran, y la única solución era que Bella no estuviera
cerca de Forks. Quizás pasaría el tiempo que fuera necesario en Port Angeles,
Seattle o, si fuera necesario, más lejos.

Edward, alcé mi rostro y me encontré con mi pequeña hermana parada al


pie de la escalera. Estate tranquilo…estoy vigilándolos…no vamos a dejar que se
acerquen a Bella. Me dijo en su mente. Yo asentí con la cabeza y adopté una
postura más relajada en el sofá. Bella despertará en un minuto…creí que te
gustaría saberlo.

Tenía razón…la noche anterior, luego del baile, me había quedado


recostado junto a Bella en su cama. Hablamos por largo rato, de varias cosas, en
su mayoría de los años que no estuve con mi familia…y de cuánto le sorprendía
extrañarme como si hubiéramos estado toda una vida juntos. Y luego, cuando sus
parpados comenzaban a pesarle, me limité a tararear la canción que había
compuesto para ella.

Era increíble la sensación de estar a su lado mientras dormía. No había


sido la primera vez que la veía dormir, pero sí la primera que lo hacía tan cerca,
sintiendo el latido de su corazón cerca de mi pecho, dejar que mi rostro fuera
acariciado por su cálido aliento. Me sentía en el paraíso. Bella era mi paraíso. Y
de verdad que no me lo merecía.

Abrí la puerta de su habitación suavemente, aun seguía dormida. Me


recosté con cuidado a su lado. Apoyando mi cuerpo sobre mi hombro derecho.
Bella tenía su rostro en dirección a mí, respiraba suavemente, mientras que su
corazón latía con parsimonia.

Era una maravilla ver ese estado de paz que tenía cuando dormía.

Entonces como Alice lo predijo, comenzó a despertarse. Primero se


removió incómoda en la cama, emitiendo un quejido de molestia por tener que
despertar. Y entonces sus hermosos ojos se fijaron en los míos.

-Oh- murmuró sorprendida de verme, al mismo tiempo que se ruborizaba.

-Buenos días- le susurré dándole un suave y cuidadoso beso en la frente.


Bella se sonrió y se removió entre las sábanas, tapándose más con ellas,
obviamente sin deseo alguno de abandonar aquel cálido refugio.

-¿Es muy tarde?- me preguntó suavemente, con su voz aun adormecida.

-No…si tienes en cuenta que te dormiste casi a las cuatro -le sonreí, pero
solo recibí una mirada confundida de su parte –son las seis- susurré
recostándome boca arriba en la cama.

Estar así, a su lado recostado en su cama, hacía que mi mente se planteara


cosas que nunca antes lo había hecho. Por el tiempo que llevaba viviendo con mi
familia sabía que, a pesar de estar muertos, éramos iguales a los humanos en
muchos sentidos.

Pasar la noche a solas con Bella me hizo plantearme muchas cosas, y


darme cuenta de otras tantas. Me di cuenta de que mis emociones y necesidades
humanas aun seguían junto a mí, solo que habían permanecido dormidas durante
casi noventa años. Bella había despertado al hombre que había dentro de mí. Y
por primera vez, aquella noche, la deseé a ella y no a su sangre.

Pero sabía que eso tampoco era bueno. No podía permitirme pensar en
tener algo más que un beso o un abrazo con Bella. No podía. Ella era demasiado
frágil y delicada comparada conmigo. Un movimiento descuidado, un poco más
de presión o el más mínimo roce descontrolado podrían lastimarla –por no ser
drásticos y decir que podría matarla con facilidad, pero así era.

También recordé lo que habíamos hablado en el prado. Por qué me había


enfadado con ella momentos antes de besarla. Bella había dicho que ella podría
convertirse en uno de nosotros, que no tenía nada que la atase al mundo de los
humanos.

Sentí un enorme vació dentro de mí. Estaba dividido en dos, por un lado el
deseo de lo que era correcto –seguir su vida humana, crecer, tener una familia,
envejecer y morir. Seguir el curso de la naturaleza- y el que se sentía bien –
convertirse en uno de nosotros y estar junto a mí por siempre.- La última sonaba
perfecta, pero no iba a condenarla.

No quería que dejara de ser tal cual era. Rogaba no dejar jamás de
escuchar el latido de su pequeño corazón. Entones saltó a mi mente la charla de
hacía unos minutos atrás. Aquel tal James iba a venir, y si se encontraba con
Bella…jamás iba a permitir que le tocara ni uno solo de sus cabellos…iba a
defenderla con mi propia vida…Me pregunto si será bueno que lo sepa…la
contemplé unos instantes, Bella no tenía por qué estar preocupada por algo tan
poco importante.

-¿Por qué aun estás con el traje?- preguntó Bella extrañada.

-Casi ni me he movido de tu lado- dije encogiéndome de hombros.

-¿Te quedaste mientras yo dormía?- preguntó abriendo sus ojos. Yo


simplemente me encogí de hombros -¿Por qué?

-Eres interesante cuando duermes…hablas mucho.


-¡No!- Bella se incorporó de un salto en la cama, ahogando su grito con
sus manos. ¿Se había enfadado? La expresión en su rostro me indicaba que así
era. Sus ojos no abandonaban los míos, y la expresión de molestia no abandonaba
su rostro. Me levanté rápidamente de la cama y me fui hacia el otro lado,
arrodillándome en el suelo y apoyando mis manos sobre las suyas.

-Por favor no te enfades- le supliqué –la mayoría de las veces solo dices
incoherencias.

-¿Y el resto?- murmuró ofuscada.

-Bueno…hoy le pediste a Emmett que no se burle de ti…- Bella pareció


relajarse un poco más, mientras que sus mejillas se teñían de un hermoso y
brillante rosa –pero la mayoría de las noches murmuras mi nombre.

-¿Muchas veces?- preguntó escondiendo su rostro tras sus cabellos. Yo le


sonreí.

-Depende de cuanto te suene a mucho…

-Oh Dios- murmuró avergonzada mientras cubría lo que quedaba a la vista


de su rostro con sus manos.

-Bella- susurré sentándome a su lado, y acomodándola contra mi pecho. –


No te avergüences- mis manos recorrieron suavemente sus cabellos –Si yo
pudiera soñar, lo haría contigo…y no me avergonzaría de ello.

Permanecí un buen rato acunándola contra mi pecho. Bella ya no estaba


avergonzada, ni molesta por saber que permanecía a su lado mientras dormía.
Ahora ambos disfrutábamos de la cercanía del otro.

-Vamos dormilona…es hora de levantarse…llevas más de doce horas en la


cama.

-¿Ves? Por esto era que no quería ir al baile…

-¿Acaso no te divertiste?

-Sabes que sí…- susurró suavemente.

-Bien, te dejo que te cambies…estaré abajo.


Llevaba varios minutos sentado en mi piano, acariciando suavemente las
teclas, dejando que las notas de la canción de Bella llenaran la sala. Pude percibir
su aroma desde el momento en que salió de la habitación, pero parte de mí seguía
concentrado en la melodía que tocaba para ella. Mis ojos solo abandonaron el
piano cuando Bella se acomodó a mi lado, en el banquillo del piano, y esperó
pacientemente a que terminara la melodía.

-Me gusta mucho escuchar cuando tocas- sonrió Bella. –Se nota que te
gusta…se ve en tu rostro.

-Sí, es bastante reconfortante. Fue como mi única vía de escape durante


todos estos años. Pero ahora estas tú- dije acomodando su cabello detrás de su
oreja. -¿Sabes tocar?- Bella sacudió su cabeza.

Busqué sus manos, y las acaricié con suavidad unos instantes antes de
apoyarlas sobre las teclas del piano. –Es fácil. Solo tienes que acariciar las teclas-
Bella presionó suavemente sus dedos en las teclas. Las notas sonaron –
obviamente- pero demasiado suaves. –Tienes que hacerlo un poco más fuerte,
Así- le indiqué empujando su dedo con gentileza sobre la tecla.

-Temo romperlo…

-No seas boba –sonreí mientras le enseñaba las notas básicas del piano.
Bella las tocó suavemente sonriendo.

-Claro, Bella sí tiene permitido tocar el piano… -moví mi rostro hacia las
escaleras. Emmett estaba allí, con los brazos sobre su pecho.

-Es que a ti no te interesa tocar el piano…y mucho menos a Rosalie -le


dije frunciendo mi ceño. Recordando la ocasión en que había entrado a la casa
para ver a Emmett acorralando a Rosalie contra mi piano.

Emmett despegó sus labios para lanzar su próximo golpe, pero entonces
sentimos un estruendo proveniente de la primera planta y Alice bajo a
trompicones las escaleras y salió corriendo hacia el porche. Su rostro tenía una
atemorizante expresión de desesperación.

Jasper bajó detrás de ella, con la misma expresión de desconcierto que


nosotros. Todos salimos tras de Alice.
El cielo comenzaba a oscurecer, y las pequeñas gotas de lluvia empapaban
levemente mi rostro, pero a lo lejos se podía ver la furiosa tormenta que se
avecinaba.

-Me equivoqué- murmuró Alice pasando sus ojos de mi a Bella. –Vienen


ahora. Edward…el vampiro que mató a la madre de Bella estará aquí en
segundos. Me gritó Alice en su cabeza. Esme y Carlisle, quienes estaban en su
despacho habían bajado luego de oír el barullo que causó Alice, lo mismo hizo
Rosalie.

-¿Quiénes vienen?- preguntó Bella.

-¿Estás segura Alice?- mi hermana asintió con su cabeza. ¿Qué haremos?


Están demasiado cerca…y Bella esta aquí…y ya la olieron. Era demasiado tarde.
Las visiones de Alice no habían sido exactas y ahora aquellos tres vampiros
estaban demasiado cerca de la casa…demasiado cerca de Bella. Mis ojos se
fijaron en ella. Era la primera vez que veía sus facciones llenas de temor.

-¿Qué esta sucediendo, Edward?- volvió a preguntarme. Tiene que


saberlo…

-Bella- le dije acomodando su rostro entre mis manos. –Se suponía que no
iba a haber problema con esto. Alice los tendría vigilados -mis ojos fueron hacia
Alice. Tendía que haberlos vigilado con más detenimiento…más sabiendo que
suponían un peligro para Bella. –Alice vio que se acercaba un pequeño aquelarre
de vampiros…pero no son como nosotros- por primera vez le vi estremecerse.
¡Al fin una reacción racional!

-Bella…uno de ellos es el que…

-Alice- le advertí…no era necesaria tanta información.

-¿Uno de ellos qué?- preguntó, pero no iba a dejar que se lo dijeran.

-Será mejor que nos vayamos- dijo Jasper acercándose a Bella -sacándola
de sus pensamientos sobre que quiso decirle Alice- con la intención de cargarla y
correr lo más rápido posible lejos de los otros.

-No…ya es tarde, es cuestión de segundos que estén frente a nuestra puerta


-sentí el cuerpo de Bella estremecerse entre mis brazos, y la acerque más a mí.
-Descuida, Bella, no voy a dejar que se acerquen a ti -susurré mientras le
besaba suavemente la cabeza, inspirando su dulce y embriagador aroma. No te
apartes de ella. Me dijo Esme en su mente. Y no pensaba hacerlo. Me aparté –sin
separar a Bella de mí- un poco de la cercanía de los árboles, y me acomodé cerca
de mi coche, solo por si acaso…

Entonces los vi. Uno de ellos era una mujer…y los otros dos eran
hombres, uno de tez bastante oscura, y el otro tenía un aspecto más salvaje.

¿El humano está con ellos? Esto es increíble…hemos llegado


tarde… escuché el pensamiento de uno de ellos.

Uno de ellos, el hombre de tez más olivácea, se acercó hacia Carlisle. –Lo
lamentamos…habíamos olido una presa, no esperábamos encontrarnos con
alguien más- dijo con tono amable. El otro hombre, quien supuse era James -por
lo que pude ver en la mente de Alice- pasaba sus ojos por todos nosotros. Y la
mujer, la pelirroja miraba detenidamente a Carlisle, sin abandonar su postura
defensiva. Entonces en un instante los tres pares de ojos se posaron en Bella. –Yo
soy Laurent, y ellos son Victoria y James.

¡Diablos! Huele tan bien. Me moví del lado de Bella para acomodarme
frente a ella.

-Yo soy Carlisle, ella es mi esposa Esme, y mi familia Rosalie y Emmett,


Alice y Jasper y Edward y Bella.

¿Qué? –Es una humana. Olimos su rastro desde metros…- indicó Laurent.


Entonces no pude evitar que un gruñido saliera desgarrado de mi pecho, y James
se adelantó unos pasos hacia nosotros.

¿Protegiendo a la criaturita? James levantó levemente su rostro, y vi sus


aletas nasales moverse lentamente, captando el aroma de Bella. Ese aroma lo
reconozco…sus ojos fueron hacia cada uno de nosotros. Oh, esto es muy bueno.
Es el humano que aquellos dos me impidieron hace años, así que lo
conservaron…excelente. Es como un vino…con los años se pone mejor. Volví a
gruñirle.

-Es parte de nuestra familia- escuché a Carlisle a lo lejos, ya que estaba


bastante concentrado en James.

¿Parte de su familia? No por mucho. Son varios, esto estará difícil…pero


no imposible, seguramente huirán…podré rastrearla con facilidad…Me acerqué
un paso hacia él, y Emmett al instante estuvo a mi lado. Esto se pone cada vez
más interesante. Hacía años que no tenía algo de acción. ¿Acaso se cree que me
inspiran miedo?

-Deberías- le contesté.

¿Qué? Se preguntó extrañado que haya respondido a su pregunta. ¿Acaso


lee mi mente?

-Bella es parte de nuestra familia…y en tal caso este es nuestro territorio


de caza. Espero que entiendan a qué me refiero -dijo Carlisle. Laurent se alejó un
paso de él.

-Es una humana- protestó.

-Pero como dijo Carlisle, está con nosotros- me sorprendió escuchar la voz
de Rosalie con tal tono amenazante. Sabía que iba a traernos problemas tarde o
temprano…Bella es un imán para el peligro.

-Somos bastante diferentes. No les causaremos más problemas. Realmente


nos gustaría saber más sobre ustedes…

-No creo que por el momento sea posible- señaló Carlisle lanzando una
mirada de advertencia hacia James. La pelirroja, Victoria se acercó hacia James y
apoyó una mano sobre su hombro.

James, James, siempre tan desesperado…creo que sé cómo hacer


esto. Pensó mientras que sacudía suavemente su cabeza hacia los lados. Entonces
ambos le dieron una mirada significativa a Laurent antes de desaparecer por el
bosque.

Sacrificio
Bella pov
Aun estaba temblando cuando Edward me sentó en el sofá de cuero negro
de su habitación. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no había reparado
en que era la primera vez que entraba a su habitación desde que había venido a
vivir con la familia. Al poco tiempo Alice y Emmett entraron cerrando la puerta a
sus espaldas.

-Esto es increíble, Carlisle está loco- masculló Emmett cerrando sus puños,
convirtiéndolos en dos bolas metálicas capaces de romper una pared con suma
facilidad.

-No sucederá nada Emmett. No van a quedarse por más tiempo -dijo Alice
tocándose la sien, para enfatizar sus palabras. Después de que dos de los tres
vampiros que se habían acercado a nosotros se fueran, uno de ellos, el que
aseguraba no ser peligroso, fue invitado por Carlisle a nuestra casa. Acto que
nadie en la familia parecía aprobar, y parte de mí sabía que mi padre no estaba
del todo conforme con ello, pero no le convenía buscar pleitos con alguien que al
parecer había escogido mantenerse al margen.

-No me gusta nada… ¿Qué fue lo que pensaba el otro?- le preguntó


Emmett en un susurro a Edward. Los ojos de Edward fueron hacia los míos,
podía verlos turbados, llenos de preocupación…y de temor.

-James quiere a Bella.

-Eso puede solucionarse…nada que no podamos arreglar rápidamente -


escuché a Emmett.

-No lo entiendes…-suspiró Edward recostando su cabeza contra el


respaldo del asiento y llevando sus manos a su rostro. –James es un cazador…no
va a detenerse hasta conseguir lo que quiere -mi cuerpo tembló ante sus palabras;
James, el cazador –como Edward le había marcado- me quería a mí. A cualquier
precio.

-No se la voy a dejar fácil -acotó Jasper. Entonces la puerta de la


habitación se abrió, Rosalie se escurrió por la abertura y la cerró a sus espaldas.

-Ese Laurent hace demasiadas preguntas, no me huele nada bueno. ¡Sabía


que esto iba a suceder!- exclamó fijando sus oscuros ojos en mí. Avergonzada y a
la vez sobrepasada aparté mi mirada de ella. Alice, como siempre que Rosalie
comentaba algo sobre mí, saltó en mi defensa.

-Rose, ¿Cómo puedes ser así? ¿Crees que ella se está divirtiendo con todo
lo que sucede? Debe estar aun más aterrada que tú. Cualquiera de nosotros puede
defenderse con facilidad…ella no.- A este punto, Edward me había acomodado
sobre su regazo, y presionó mi rostro contra su pecho tapando mis oídos, pero yo
seguía escuchando atentamente. Merecía cada una de las palabras de Rosalie…
siempre le traía problemas a mi familia. Y que fuera el punto más débil me
molestaba en sobremanera.

-No dije que fuera su culpa. Es obvio que la culpa la tenemos nosotros, por
haberla dejado vivir en nuestra familia.- Masculló moviendo su sedosa cabellera
rubia hacia uno de sus hombros.

-¡Rose!- siempre había pensado que Emmett solía dejarse controlar


bastante por Rosalie, siempre accedía a sus peticiones y caprichos, pero nunca le
había visto usar ese tono de enfado con ella, y menos fruncirle el seño. Hasta
pude ver la sorpresa reflejada en el rostro de Rosalie.

-Es verdad…quizás hasta hubiera sido mejor para ella que James la matara
también- Alice, Jasper, Emmett y Edward se habían sobresaltado cuando Rosalie
nombró al vampiro, pero estaba segura que fue más bien por lo que dijo después,
‘que me matara a mí también’ También. Algo me decía que el principal punto de
preocupación y miedo por la aparición de este vampiro no era por que me quería
a mí. Él no iba a meterse en un juego mortal por un simple humano…si no
porque había un aliciente que le hacía desearme con más fuerzas, sin importarle
con cuantos más como él tuviera que enfrentarse, o cuantos compañeros u aliados
tuviera que sacrificar.

No dije una sola palabra, no necesitaba, estaba completamente segura y


confiada de que la expresión de perplejidad y confusión en mi rostro habló por
mí misma. ¿Qué fue lo que Rose quiso decir?

-Lo siento- murmuró Rosalie más a sus hermanos que a mí, entonces
caminó hacia la esquina de la habitación y se recostó contra la pared, mirando al
ventanal.

-Bella…Rose no sabe lo que dice, está un tanto desolada por todo esto.
Solo tiene miedo - me dijo Emmett arrodillándose frente a mí. Hiciera lo que
hiciera, dijera lo que dijera, Emmett jamás estaría enfadado con Rosalie. Podía
ver en sus ojos, sentir en sus palabras que no importara cuánto daño causara, o
cuánto se equivocara…él siempre la amaría y daría…haría todo por ella. Y no lo
culpaba, yo me sentía igual por Edward.

Nadie más hablaba, y Emmett no volvió a disculparse por Rosalie. Visto


que ella era la única a la que le importaba poco como para decir lo que realmente
pensaba, estaba segura de que ella podría decirme el significado de sus palabras.
–Rosalie- que la llamara sorprendió tanto a ella como al resto -¿Qué quisiste
decir?

Rosalie, sin saber qué decir, miró a nuestros hermanos en busca de alguna
soga que pudiera sacarla de la incómoda situación en la que ella misma se había
metido. Edward sacudió su cabeza suavemente, pero lo suficiente como para que
yo lo notara.

-Ya no soy una niña- le espeté alejándome de él –tengo derecho a saber


qué quiso decir…no lo dijo porque sí -Edward bajo su cabeza e inmediatamente
me sentí mal por haberle hablado de esa forma. Apoyé la palma de mi mano
sobre su mejilla. –Por favor, Edward…por favor… sea lo que sea…

-Emmett y yo te encontramos cuando eras pequeña- comenzó Alice,


narrándome la misma historia que me contó hacía pocas semanas, cuando supe
que Charlie Swan era mi padre. Entonces cuando parecía que había acabado con
la historia, Alice respiró profundamente y dejó caer sus brazos al costado de su
cuerpo –James es el vampiro que mató a tu madre.

Quizás no reaccioné del modo en que ellos hubieran esperado, o quizás sí.
Estaba tan acostumbrada a los sucesos extraños en mi vida que ya nada parecía
sorprenderme. Entonces algunas piezas parecían encajar…por qué todos estaban
tan preocupados cuando los otros vampiros llegaron, por qué Edward actuaba de
manera tan sobreprotectora y por qué Rosalie había dicho lo que dijo.

A James se le había escapado una presa. Yo. Y por la expresión en el


rostro de Edward no iba a dejar que me escapara de sus manos ahora que me
había encontrado. Sacudí mi cabeza al recordar a aquel vampiro. Su cabello
medianamente largo peinado en una prolija coleta, la chaqueta de cuerpo roída
abierta, exponiendo la brillante piel de su cuerpo. Y sus ojos. Unos ojos a los
cuales no me acostumbraría probablemente jamás. Aquel color carmín oscuro
como la sangre inundando los alrededores de sus pupilas, centelleando de rabia al
ver que su blanco era protegido incondicionalmente por otros vampiros que no
planeaban para mí el mismo destino que él. Seguramente le sonaba a una especie
de desperdicio…temblé ante mis pensamientos.

Edward envolvió sus brazos a mi alrededor y comenzó a pedirme que me


tranquilizara, asegurándome que todo iría bien, que el jamás permitiría que James
o Victoria –su pareja- se acercaran a mí. Y eso me mortificaba, saber que era
capaz de sacrificarse por mí, era algo que no podía soportar. Entonces escuché
nuevamente el ruido de la puerta.
-Se ha ido. Dijo que James no va a quedarse conforme con…que iba a
hacer hasta lo imposible- anunció Carlisle, quien venía acompañado de Esme.

-Perfecto estaremos esperándolo. Jasper compañero después de tanto


tiempo sin acción… -interrumpió a Emmett

-¡NO!- grité desesperada al escuchar los absurdos planes de mi familia.


¿Acaso estaban todos locos?

-Estoy de acuerdo- masculló Rosalie.

-Bella…tienes que tener más confianza en nosotros…ellos son dos y


nosotros somos más- miré alrededor. ¿Cómo podían alegrarse ante la idea de una
pelea? Yo no podía…no podía dejar que saliera herido nadie por mi causa.
Ninguno de ellos se parecía a los otros vampiros, sus aspectos diferenciaban
bastante y de seguro su ferocidad y fuerza también.

-Tenemos que separarlos.

-Sí, funcionará…pero, ¿Qué hacemos con Bella?

-Ella puede quedarse con alguno de nosotros…si logramos que James y


Victoria sigan a dos grupos separados de nosotros…al menos hasta que sepamos
qué más podemos hacer…

-¿Cómo hacemos para que crean que viene con nosotros?- las
conversaciones se oían nubladas para mí. No prestaba atención en nada hasta que
Edward se apartó de mí.

-No ¡Edward!- grité estirando mis brazos hacia él. Edward, quien no se
había apartado más que unos pocos pasos de mí- se arrodilló en el suelo y
acomodó mi rostro entre sus frías y duras manos.

-Bella va a estar todo bien…confía en mí…solo quiero ponerte a salvo -


escuché un fuerte suspiro y Rosalie se acercó a nosotros.

-¡Rosalie! Eso es una fantástica idea… ¿Piensas cobrarnos algo por ella?-
dijo Alice apoyando sus manos sobre su caderas. Rosalie le rodó sus ojos y luego
miró a Edward. Sabía que le estaba diciendo algo en su mente, por su expresión y
por la media sonrisa que se formaba en sus labios.

-Gracias Rosalie, de verdad- le dijo haciéndole una reverencia con su


cabeza en agradecimiento. Alice se llevó a Esme fuera de la habitación…
-Ustedes tienen que irse- acentuó Rose señalándole a Carlisle, Emmett y a
Jasper la dirección de la puerta. Ahora me sentía un poco nerviosa. Rosalie se
alejó y corrió las cortinas, de modo que nadie pudiera ver hacia adentro, y
entonces me sentí más nerviosa sabiendo de quién nos ocultábamos. La simple
idea de que James estuviera fuera me aterraba.

-Edward, tú también tienes que irte…

Mi corazón dio un vuelco cuando las manos de Edward abandonaron mi


rostro y le vi dirigirse hacia la puerta. Iba a llamarle, pero Rosalie estaba a mi
lado.

-Bella…no te preocupes, no voy a morderte -apuntó seriamente, pero su


rostro se suavizó cuando una sonrisa juguetona cruzó sus labios. Era la primera
vez que Rosalie reía sinceramente conmigo. –El plan es simple, por el momento.
Tenemos que intercambiar de ropa…por lo que tú te pondrás la mía y yo la tuya,
así confundiremos nuestros aromas. Alice llevó a Esme a ponerse alguna de las
ropas que usaste ayer por la tarde, así tu aroma está más intenso. – Yo le di una
mirada de confusión mientras Rosalie se quitaba la camisa, entonces le imité,
desabotonando la mía.

-Saldremos en dos autos por separado, Alice vio que funcionará. James
seguirá a uno y Victoria al otro. Los separaremos lo más que podamos…y
luego…bueno, seremos un poco duros con ellos. Jasper y Alice se quedarán
contigo…

-Gracias Rose -murmuré mientras tomaba la camisa que me extendía.

-Bella…sé lo que debes pensar de mí –alzó su mano para detenerme


cuando me vio abrir la boca para contestarle –No te culpo, me lo merezco y no
voy a pedirte perdón…realmente tengo una postura bastante diferente de la de mi
familia cuando se trata de ti. Solo quiero que sepas que no es nada personal.
Podría haber cualquier otra persona en tu lugar y yo sería la misma, tendría las
mismas actitudes…solo creo que fue una pésima decisión la de dejarte con
nosotros.

-¿Si fuera como ustedes me tendrías menos odio?- los ojos de Rosalie se
abrieron desmesuradamente.

-¿Qué idiotez dices?- no le contesté, solo bajé mi cabeza mientras me


ponía su camisa, aspirando su dulce aroma. –No sabes de lo que estás
hablando…no tienes ni la más mínima idea- masculló con un tono tan tajante que
no me atreví a contestarle nada más. –No sabes nada de lo que es ser uno de
nosotros…

El poco tiempo que seguimos intercambiando las ropas lo pasamos en el


más absoluto de los silencios. Ni ella emitió sonido alguno ni yo. Hasta pude
escuchar el suave golpeteo de mi corazón contra mi pecho cada vez que alzaba la
vista y me encontraba con el ceño fruncido de su hermoso rostro. Lo que le había
dicho le había molestado…demasiado.

Cuando bajamos al hall vi a Esme vestida con el conjunto que había usado
ayer en la tarde para ir de paseo con Edward. Edward. Mis ojos fueron
instantáneamente hacia él. Estaba recostado contra la pared a un costado de la
puerta que daba al salón familiar, me acerqué rápidamente hacia él, pero Edward
decidió no hacerme caminar tal corto trayecto y en la mitad del camino mi cuerpo
colisionó contra el suyo, envolviendo mi cintura con sus marmóreos brazos.

Mis pies se separaron del suelo, y mis labios se encontraron con los de él
en un beso desesperado. Un beso que me heló la sangre. Estaba cargado de miedo
y desesperación, como si aquel beso fuera el último.

Esa noche no prácticamente no dormí. No habíamos recibido noticias de


ninguno de ellos y a pesar de que Alice veía que el plan funcionaba a la
perfección, no podía evitar sentirme aterrorizada de perder a alguno de ellos, y
menos a Edward.

Cuando el cielo comenzó a aclarar, Alice me acompañó en la cocina


mientras desayunaba. Ambas permanecíamos sumidas en el más absoluto de los
silencios mientras contemplábamos nuestros celulares. No solía prestarle mucha
atención al mío, pero desde el momento en que Edward y mi familia
abandonaron la casa siendo perseguidos por dos sádicos vampiros, se había
convertido en una parte de mi cuerpo.

La pantalla del de Alice titilaba con el reloj, y el mío simplemente estaba


cerrado, pero con la pantalla a la vista en caso de que alguien llamara.

-Todo va a estar bien Bella…ellos están bien, puedo… - ambas nos


sobresaltamos al escuchar un temblor en la superficie del desayunador. Alice
tomó su celular y lo abrió rápidamente.

-¡Esme! Oh Dios nos tenían preocupados, bah más bien a Bella…sí…


Ellos… -Alice se reclinó sobre sus codos hacia la mesada, conocía esa expresión
en su rostro, sus ojos fuera de foco y su ceño fruncido. Estaba teniendo una
visión. Esta vez fue más rápido de la última vez que le vi en ese estado. Alice
dirigió su mirada hacia mí antes de volver a situar su boca en el parlante del
teléfono. –Sí, los vi…no va a seguirles por mucho tiempo…ella se escapará…
está bien. Adiós.

-¡Alice! ¡Alice!- le grité antes de que colgara el teléfono, tenía ganas de


hablar con mis padres, pero ella se me adelantó y terminó la comunicación.

-¿Alice?- me volteé, Jasper obviamente había escuchado el teléfono sonar


y mis gritos. -¿Qué sucedió?

-Hablaron con Edward…James ha dejado de perseguirles y no consiguen


hallar su rastro. Carlisle dice que Victoria aun va detrás de ellos…pero vi que no
será por mucho tiempo. Esme teme que puedan venir aquí…que sepan que
estamos los dos solos con ella -llevé mis manos a mi boca para ahogar un grito.
Jasper se mostraba indiferente, lo cual no me preocupaba…sabía que podría
defenderse fácilmente. Pero Alice…era tan pequeña, tan dulce…no quería
imaginármela enfrentándose a aquella vampiresa de aspecto tan amedrentador.

-Tenemos que pensar en algo…no podemos dejar que se acerquen -


comenzó Alice, pero entonces sonó mi celular. Me extrañó ver en la pantalla del
mismo el teléfono de Carlisle, hacía apenas unos pocos minutos habíamos
terminado de hablar con ellos. Quizás se había olvidado de algo.

-Hola- le saludé extrañada. Alice me miró sorprendida, seguramente


preguntándose de quién se trataba. Lo que no me esperé jamás fue oír una voz
áspera y gruesa, pero agradable.

-Bella, qué gusto -la voz me sonaba tan poco familiar como inesperada.
Miré a Alice y a Jasper, aun no segura de que debía hacer, estaba cien por ciento
segura de quién se trataba y me había puesto los pelos de punta. –Espero que tu
papá no se moleste por haberle robado el teléfono…pero debía hablar contigo-
dijo rápidamente- de seguro no estás sola…entonces saluda a alguien que suene
creíble- dudé un buen tiempo con el teléfono sacudiéndose a causa de los
temblores de mi cuerpo, Alice impaciente se acercó hacia mí. Entonces
reaccioné.

-Jess…lo siento…no te oía bien- murmuré mirando de reojo a Alice.


Jessica era la primera persona que se me había ocurrido y con la cual tendría
varias cosas por hablar…por ejemplo el hecho de que le haya mentido sobre mis
sentimientos hacia Edward. La expresión de sorpresa y temor en mi rostro iban
bien con la charla pretendida.
-Suenas demasiado asustada como para hablar con tu amiga…será mejor
que vayas a otra habitación, no quiero arriesgarme…habla con tu amiga mientras
caminas… ¡vamos!

-Jess…lo siento yo- le di una mirada a Jasper mientras me encaminaba


hacia las escaleras –lamento no habértelo contado antes.

-Eso es feo… ¿teniendo secretos con tu mejor amiga?

-¿Qué rayos quieres?- murmuré mientras cerraba la puerta de mi


habitación. Con suerte ni Alice ni Jasper escucharían.

-¿Es mal momento? Bueno entonces soltaré lo que tengo para decir…
aunque esperaba un poco más de amabilidad de tu parte -solté una risa burlona
mientras me acercaba a la ventana de mi habitación, mirando a través de las
cortinas…algo me decía que James estaba bastante cerca.

No le respondí. –Bien…necesito que te alejes de tus niñeros… ¿puedes


hacer eso?

-No- respondí sin siquiera pensar.

-Lamento oír eso…espero que seas un poco colaboradora…sé que tu


Edward y el resto de tu familia irán para allá…y ya que al estar tan lejos y querer
llegar lo más aprisa, estoy demasiado convencido de que tomarán un avión…así
que sería buena idea que fueran a recogerles al aeropuerto, ¿No te parece?- no le
respondí, seguí escuchando su atrapante voz como si me tuviera bajo un hechizo.
James suspiró ofuscado. –Creo que no le encuentras algo lógico, verdad…bien, te
lo diré de esta forma. El hecho de que tu familia te defienda…es algo molesto,
Bella…son un obstáculo entre tú y yo.

-Entonces no me persigas -mascullé. James soltó una tétrica risotada que


me heló la sangre.

-Bella…eso es imposible. Ahora bien, decidí cambiar de estrategia…serás


tú la que venga a mí.

-¿Y qué te hace pensar que yo haría tal cosa? Mi familia se esta
sacrificando por protegerme…

-Ese es exactamente mi punto. Bella, está en tus manos si quieres o no


sacrificar a tu familia. Victoria está al aguardo de mi respuesta para atacar a tus
padres…y yo con facilidad podría deshacerme de tus hermanos…- enmudecí ante
sus palabras. Luego de haber visto el aspecto de James en la entrada de mi casa,
tan salvaje…y la mujer que estaba a su lado, Victoria, con ese aspecto leonino y
feroz. Comparados con cualquiera de mi familia daban miedo… ¿Qué era lo que
iba a hacer? No quería que mi familia saliera herida por mi causa…

-Yo…-murmuré confundida.

-A ver si esto te convence más, si tú no vienes, tendré que deshacerme de


los obstáculos…uno a uno…hasta llegar a ti. De todas formas sales perdiendo,
¿No crees que sería mejor si dejas fuera de esto a tu familia?- No le contesté, aun
permanecía lo bastante aturdida cuando soltó su golpe de gracia –Creo que
Victoria va a divertirse con tu madre…y de seguro adorará ver rodar la rubiecita
cabeza de tu hermana… ¡Y para qué mencionar a la pequeña!

-¡NO!…para- sollocé. No quería imaginarme nada ello…no quería que


ocurriera nada de eso. –Está bien…está bien…iré…- me sentencié suspirando. –
Trataré de convencerlos de ir al aeropuerto.

-Excelente Bella, siempre es bueno llegar a un acuerdo. Ahora bien…una


vez que estés allí, aléjate de tus hermanos y llámame al teléfono de tu padre así
arreglamos donde será nuestra cita.

-Solo promete que no les harás daño- le rogué mientras que el teléfono
temblaba en mi mano.

-Te lo prometo…a menos que ellos vengan tras de mí…espero tu llamado


-y el teléfono enmudeció.

Bella pov
Bajé lentamente la escalera, aun me encontraba demasiado aturdida sobre
la charla con James como para mantenerme firme. Respiré profundamente
mientras me acercaba a la cocina, donde antes había dejado a Alice y a Jasper,
tenía que buscar la forma de convencerlos de ir a Port Ángeles.

-¡Bella!- exclamó Alice abrazándome ni bien abrí la puerta de la cocina.

-¿Quién era Bella?- me preguntó Jasper mirándome seriamente. Entonces


recordé que él podía leer con facilidad mi estado de ánimo. Y en estos momentos
me sentía aterrada. Así que traté de actuar, aunque sabía que era pésima para ello.
-Oh Alice- susurré abrazándome con más fuerza a ella. –Jessica llamó.
Dijo tantas cosas horribles.

-¿Pero por qué?- me preguntó mi hermana guiándome hacia el sofá de la


sala.

-A ella siempre le gustó Edward…y yo le dije que no sucedía nada.


Después de vernos ayer en el baile… ¡No sé si quiero volver a la escuela!

Alice pasó sus brazos por sobre mi hombro y acomodó mi cabeza en su


regazo mientras que yo derramaba lágrimas por otra razón totalmente diferente a
la que le contaba. -¿Bella, segura que no hay nada más? Te siento demasiado
asustada…y no creo que Stanley te ponga así…a menos que te haya amenazado
de muerte…oh perdón- se disculpó Jasper.

-No, está bien…en realidad me quedé nerviosa después de la llamada de


Esme…

-De eso queríamos hablar…Edward llamó. No te preocupes, dijo que


llamaría al rato para hablar contigo -me dijo rápidamente al ver que abría la boca
para acotar que debían haberme avisado… -Están en el aeropuerto esperando que
salga el avión hacia Port Ángeles. En cuanto lleguen a casa estarán en busca de
James.

Me sentí palidecer, lo que Alice me contaba facilitaba un poco más las


cosas, no tenía que hacer nada más que rogarles que fuéramos a buscarles al
aeropuerto por miedo a quedarme aquí –sabiendo que James podría encontrarnos-
y ellos aceptarían sin sospechas. Por otro lado saber que pronto hablaría con
Edward me revolvía el estómago. Sería duro hablar con él por última vez…sería
duro decirle adiós a la única persona que amaba en el mundo.

-No creo querer quedarme aquí… ¿Qué tal si vienen a buscarnos?-


pregunté con mi voz temblorosa.

-Los veré -esto iba a dolerme más a mí que a ella.

-Alice…la última vez no les viste con claridad…llegaron antes…- dije


entre enfadada y entristecida por echárselo en cara de esta forma. Alice se
estremeció y su rostro fue oscurecido por la tristeza que le provocaba saber que
no confiaba mi vida en sus visiones… -Lo siento- murmuré tratando de apaciguar
un poco del necesario dolor que le había causado.
-Pero no podemos irnos…nuestra familia vendrá hacia aquí en busca de
nosotros…estarán mañana al atardecer.

-¿Qué tal si vamos nosotros a Port Ángeles?…podemos esperarlos en el


aeropuerto…allí hay demasiada gente, James y Victoria no se arriesgarían jamás
a atacarnos allí…no creo que se expongan de esa forma.

Jasper y Alice intercambiaron una mirada significativa, la cual no pude


comprender su significado del todo. Entonces cuando vi la preocupación en el
rostro de Alice solté;

-Quiero irme lejos…quiero estar con ustedes…pero lejos de Forks, lejos


de cualquier lado en que puedan encontrarnos.- Sollocé abrazándome con fuerza
a Alice.

-Bella, quédate tranquila…no llores, verás que todo irá bien -me susurró
Alice acariciando mis cabellos. Jasper permanecía sentado en el sofá frente al
nuestro, estudiando con cuidado mi rostro. Hasta que entonces habló;

-Me parece una buena idea, Alice…Bella tiene razón, allí hay demasiada
gente…si se acercan y se hacen notar…los Vulturis correrán tras sus talones en
un abrir y cerrar de ojos -respiré profundamente. Había logrado convencerlos.
Alice aceptaría todo lo que Jasper, era un par fácil de convencer, eso lo sabía
desde niña. Bastaba con convencer a uno para tener a ambos detrás de mí…-¿Por
qué no llamas tú a Edward para decírselo?

Me acomodé en el sofá de un salto…hacía demasiadas horas que no


hablaba con él. Marqué su número con el marcador rápido del celular. No sonó ni
dos veces que ya estaba escuchado su dulce y aterciopelada voz. Mi corazón dio
un vuelco y Alice me sonrió tomando como que mi agitación se debía a las ansias
de hablar con él. Sin tener sospecha alguna de que me sentía excitada ante todo lo
que iba a tener que hacer. Era la última vez que hablaría con el amor de mi vida.

-¿Bella?

-¡Edward! ¿Cómo estás? ¿Cómo están?- las palabras se amontonaron en


mi boca.

-Bien, estamos bien. Lo siento tanto Bella…no hemos podido evitar que
escapara…
-No…no te disculpes. Hicieron cuanto podían. En parte me alegro de que
no le hayan acorralado. No quiero que salgan heridos. No quiero perderte- mis
palabras se quebraron y no pude contenerme.

-Bella…Bella no tienes por qué estar preocupada…no temo por mí ni por


mi familia…sé que estaremos bien…mi única preocupación eres tú. No quiero
que salgas herida…no podría soportar no tenerte conmigo, Bella.

Le escuchaba, a pesar de mi llanto podía escuchar cada una de sus


palabras, y me hería profundamente. No quería dejarlo…no quería alejarme de su
lado. Pero tenía que hacerlo…tenía que ser fuerte. No soportaría vivir sin él, o sin
alguno de mi familia que tanto amaba.

-Edward…no quiero quedarme aquí…he…he hablado con Alice y Jasper


para ir a buscarles al aeropuerto.

-Bella, no creo que sea lo mejor…

-Edward, escúchame por favor…nos iremos a cualquier otro lado desde


allí…nos iremos lejos

-Bella, planeo llegar a Forks, sé que estará rondando por allí…y le


encontraré -mi mano libre cubrió mi rostro, a estas alturas la desesperación me
impedía respirar con facilidad. Movía mi pecho agitadamente, respirando el poco
aire que la angustia me permitía soportar. Si Edward venía aquí estaba segura de
sus palabras; él iría a por James.

Sentí el teléfono deslizándose de mis manos mientras que un par de fuertes


y familiares brazos me envolvían contra un duro torso. Alice llevó el teléfono a
su oído y me encontré entre los brazos que Jasper me abrazaba con fuerza,
enviándome toda la calma que podía para tratar de componerme y callar mis
chillidos.

-Edward, escúchame…Bella está bien, Jasper está tratando de


tranquilizarla. Solo escucha y después hablarás con ella…- Alice hizo una pausa
en la cual asumí que Edward estaría maldiciendo por lo bajo. –Iremos a buscarles
al aeropuerto y nos iremos de allí directamente…ni James ni Victoria podrán
atacarnos habiendo tanta gente. Iremos a algún lugar, y luego a otro…trataremos
de despistarlos…Edward…por favor, Bella está aterrada…va a sufrir un colapso
si tenemos que pasar otro día más aquí, sabiendo que cualquiera de los dos puede
estar cerca de nosotros…bien.- Alice extendió el teléfono hacia mí.
-Ed…Edward

-Bella…lo siento…no creí que realmente estuvieras tan preocupada. ¿Te


sentirás mejor si nos vemos en Port Ángeles?- yo murmuré un suave y lastimero
‘sí’ entonces Edward suspiró profundamente y le dijo algo a Emmett y a Rosalie,
pero lo hizo a una velocidad tal que no pude entender que fue. Solo pude asumir
que se trataba sobre el cambio de planes. –Está bien Bella. Nos veremos allá.
Solo quédate tranquila, por favor, por mí. Estaremos bien, ya verás…nos iremos
lejos…bien lejos. Confía en mí, todo estará bien. En menos de un día te estaré
abrazando de nuevo.

-Edward- me detuve tratando de no desarmarme y gritarle que no quería ir


a Port Ángeles, que James me esperaba allí para acabar conmigo. Era una fortuna
que no pudiera leer mi mente. No podía dejar que supiera la verdadera razón por
la cual quería ir a Port Ángeles, no podía dejar que nadie saliera herido por mi
causa. –Te amo, Edward.

Pude oír el aire escapando de entre sus labios, sabía que estaba sonriendo.
Cerré mis ojos para imaginar su bello rostro iluminado con aquella sonrisa
torcida que me dejaba sin aire. –Yo también te amo, Bella -sus dulces y
aterciopeladas palabras fueron acompañadas por un silbido de fondo. Emmett
disfrutaría el viaje de regreso a casa molestando a Edward.

Entonces colgué el teléfono, no me atrevía a decirle adiós…no estaba lista


para ello. Lancé el teléfono a la mesa de café de la sala y trate de darles mi mejor
sonrisa a Alice y a Jasper.

-Bien…ve a empacar tus cosas…en poco nos vamos. Pasaremos la noche


en la ciudad, y cuando esté cerca la hora en que lleguen iremos al aeropuerto a
ver hacia donde vamos…- Asentí ante las palabras de Jasper y subí a mi
habitación con la excusa de empacar. En todo el rato que me demandó aquella
tarea, mis ojos jamás permanecieron secos…lloraba con todo el dolor el
sacrificio que iba a hacer.

No quise pensar en las reacciones de mi familia, no me lo permití, solo me


causaría más dolor.

La noche que pasamos en el hotel ‘4 seasons’ de Port Ángeles fue mejor, y


peor que la que pasé en casa. Mejor porque había podido dormir a causa de que
mi cuerpo comenzaba a sentirse agotado a causa de todo lo ocurrido. Peor porque
sabia que el crepúsculo de mi vida se acercaba a una velocidad increíblemente
amenazante.
Hubo cierto lapso de tiempo en el que creí que Alice sabía que iba a
suceder. Una de sus visiones le había dicho que el cazador se encontraba en la
misma ciudad que nosotros. Le vio recostado contra un espejo, viendo múltiples
reflejos de él rodeándolo. Pero ni Alice sabía que lugar era…ni yo.

Alrededor de las cinco de la tarde salimos hacia el aeropuerto de la ciudad.


Jasper condujo rápidamente por las estrechas calles de Port Ángeles,
impacientándose con la poca velocidad a la que conducían los lugareños.

Como era de esperarse, y Alice había predicho en una de sus visiones, el


enorme edificio estaba atestado de personas subiendo y bajando de los vuelos.
Ella y Jasper estaban un tanto más relajados al darse cuenta de que James y
Victoria no serían tan tontos como para atacarnos entre tantas personas y dejar
expuesta su verdadera naturaleza, entonces me surgió una pregunta sobre algo
que había dicho el día anterior.

-¿Alice, que es un Vulturi?- ambas estábamos sentadas en las sillas que


daban hacia las enormes pantallas de plasma donde avisaban los vuelos.

-¿Qué?- me preguntó confundida. Me puse nerviosa al darme cuenta de


que estaba metida en otra de sus visiones…lo mejor sería no pensar en lo que iba
a hacer…o ella lo sabría.

-Antes, ayer cuando hablé sobre esto…Jasper mencionó que si James y


Victoria se exponían los Vulturis le cazarían.

-Oh, eso. Bien…los Vulturis son un grupo de vampiros ‘aristócratas’ son


los más viejos de todos…y en cierto modo son los que crean las reglas. Aquel
que no las obedezca…será eliminado sin segundas oportunidades.

-Oh…No sabía que había reglas.

-¡Pues claro! Si no todo sería un caos…los humanos sabrían sobre nuestra


existencia.

-¿Los humanos no podemos saber que existen?

-No. Sería desastroso -dijo con una mueca extraña.

-Pero yo sé de ustedes…

-Sí, es verdad…pero ellos no saben que tú sabes. Y nunca lo sabrán. Sería


algo…terrible- dijo encogiéndose de hombros.
-Razón de más -mascullé, pero Alice me escuchó.

-¿Razón de más?

-Edward me dijo que no comente tal cosa con ustedes…pero es algo que
ronda hace demasiado tiempo por mi cabeza. Es decir…tengo 17 años…la misma
edad en la que ustedes…dejaron de ser como yo…

-¡Bella!- los aparentemente frágiles bracitos de Alice me envolvieron


sobre el cuello. –Sé que esta mal que lo diga…pero sería tan feliz -yo le devolví
el gesto y sonreí. Alice era especial…pero siempre, siempre entendía mis
razones. –No. A Edward no va a gustarle en nada esto.

-Él no es mi padre -dije ofuscada.

-Pero puede convencerlo…

-Yo también -le contesté entrecerrando mis ojos.

-Bella…- me volteé.

Jasper se había ido a dar una vuelta por las terminales a averiguar de
cuanto era la demora que mostraban en las pantallas de los vuelos en los que
venían nuestros familiares. El de mis padres llegaría en veinte minutos…a
horario, pero el de Edward, Rose y Emmett –el cual estaba planificado llegar en
diez minutos- estaba retrasado.

-Al parecer se demorarán unos minutos más…pero pronto estarán aquí…


no estés nerviosa.- me dijo apoyando su mano sobre mi hombro. Tenía que actuar
rápido, pero tenía que tener fija en mi mente algún otro tipo de decisión. Alice no
podía venir conmigo. Entonces si iba a ir con compañía –lo cual no estaba en
discusión- sería Jasper, pero tendría que apartarme de él lo suficiente como para
hablar por teléfono con James. El único lugar en el que podía pensar era en el
baño de mujeres.

-Creo que quiero comer algo -solté.

-¡Sí! Por Dios Bella, desde ayer noche que no pruebas bocado. Jazz
quédate con los bolsos en un rato volvemos -Tenía que detenerla.

-Prefiero que me acompañe Jasper, si no te molesta…ya sabes, me siento


más relajada cerca de él- le mentí descaradamente pero ella podría entrar al baño
de mujeres. Alice me miró extraña por unos instantes, pero para consuelo mío
comprobé que su mirada no guardaba sospecha alguna. Me contestó con una
suave sonrisa mientras acercaba mi bolso a los otros dos que estaban a sus pies.
Yo le sonreí, después de todo sería la última vez que vería a mi hermana.

Jasper camino a mi lado en todo momento sin añadir palabra alguna, pero
sentía su pacífica presencia. Ya no me sentía nerviosa como antes, es más…
estaba deseosa de que todo esto terminara de una buena vez por todas. Los baños
de mujeres quedaban doblando el pasillo, algo bueno ya que Alice no podría ver
si me escapaba, cosa que aun era un misterio para mí…primero debía hacer
aquella llamada telefónica.

-Jazz, ¿me aguardas que necesito ir al baño?-

-Te espero en aquellas sillas- me dijo Jasper cuando nos aproximamos a la


puerta de los baños. ¡Genial! Las sillas estaban justo de frente a la puerta. Iba a
tener que hacerme invisible para que no me viera escapar. Le di una rápida
sonrisa antes de desaparecer tras la puerta del baño. Era bastante grande, y no
había mucha gente en él –la mayoría de los vuelos partían en pocos minutos-
miré mi reloj…solo tenía menos de media hora antes de que el avión de Edward
llegara a la pista. Solo tenía casi media hora más antes de que James obtuviera lo
que tanto deseaba.

Me metí dentro de uno de los cubículos y apoyé mi espalda contra la


puerta. Ahora que me había alejado de Jasper el miedo comenzaba a invadirme.
Iba camino a mi verdugo, iba al final de mi vida. Cerré los ojos fuertemente,
queriendo evitar que las lágrimas que se agolpaban en mis ojos salieran. No
volvería a ver a mi familia jamás.

Emmett nunca más volvería a burlarse de mí, Jasper jamás volvería a


consolarme cuando lo necesitara…mis hermanos no volverían a protegerme.
Alice no me torturaría más con sus salidas de chicas, Rosalie no volvería a verme
de forma hostil…iba a extrañarlas a ambas por igual. Esme…Carlisle…mis
padres…y Edward.

Edward. Edward. Edward. No iba a volver a sentirlo cerca de mí, nunca


más sus labios se iban a deslizar con cuidado por mi rostro y mi boca. Mi
corazón no volvería a latir alocado con su cercanía. Nunca más miraría a esos
ojos que tan atontada me tenían…te amo Edward.

Ahogué un gemido de horror…no quería ni pensar en su desconsuelo al


enterarse de que huí en busca de mi cazador.
Pero tenía que ser fuerte, no iba a dejar que mi familia fuera despedazada
por mi causa. No se lo merecían…yo no soportaría que algo le ocurriese a
cualquiera de ellos, menos por mi causa. Saqué de mi bolso el celular y me
dispuse a hacer aquella llamada. Marqué el teléfono de Carlisle sabiendo que
ahora estaba en manos de James.

Sonó dos veces. –Ya me estaba impacientando, Bella- escuché su voz


cargada de una perturbarte tranquilidad. –Imagino que estás sola.

-Sí- murmuré. Mi voz temblaba tanto como mi cuerpo.

-Bien…ven a la rambla del puerto, donde terminan los depósitos de los


barcos pesqueros. Luego te diré exactamente dónde buscarme -la rambla del
puerto…allí sería mi final. Suspiré. –Y Bella…no demores, estoy algo…
sediento.

El teléfono enmudeció y yo tuve que llevarme las manos a la boca para no


gritar. Dejé que el pánico me invadiera por pocos segundos, no podía arriesgarme
a que Alice descubriera mi decisión, o que Edward llegara antes de tiempo.

No disponía de mucho tiempo y el puerto estaba bastante alejado del


aeropuerto, tendría que tomar un taxi. ¿Y si volvía con Alice? ¿Y si le decía cual
era mi plan? No, no podía…solo empeoraría las cosas. El mejor resultado en tal
caso sería que James huyera…pero sabía que no iba a conformarse, me daría caza
hasta finalmente dar conmigo…sin importarle con cuantos vampiros tuviera que
enfrentarse. Tenía que terminar esto hoy mismo. Aun si me transformaba en un
vampiro…de seguro por despecho seguiría tras de nosotros.

Respiré profundamente y traté de limpiar las lágrimas de mi rostro. Abrí la


puerta del cubículo y me fui directo a los lavabos. Mojé mi rostro, tratando de
componerme. Aun debía mantenerme en pie para averiguar como iba a salir del
baño sin que Jasper notara que me escapaba. Entonces sentí la puerta de la
habitación cerrarse, dejándome completamente sola.

Cerré con fuerza mis puños, luchando contra las ganas de gritar y de
llorar. ¿Por qué me sucedía todo esto? Entonces algo llamó mi atención desde el
espejo. No era común que los baños de los aeropuertos tuvieran ventanas
regulares –por reglas de seguridad y todo aquello- pero la suerte parecía haberse
puesto de mi lado –o quizás del de James, depende de cómo lo viera- y darme
una mano. Me acerqué corriendo a la ventana. Sabía que podría salir por allí,
estábamos al nivel del suelo…solo tenía que verificar que diera a alguna zona
segura para que pudiera escapar a todo vapor.
Me costó un poco abrirla, ya que los cerrojos estaban un poco oxidados,
pero lo logré. Como me los esperaba había unos pocos centímetros hasta el suelo.
Miré afuera, la ventana parecía dar a una especie de patio, pero no había nadie
allí…temía meterme y no tener salida alguna, y que para colmo…Alice lo
descubriera. Pero salí igual…era eso o nada.

El patio era bastante amplio, y en una zona que no podía ver por que la
tapaba la ventana había un largo pasillo, el cual seguí sin preguntármelo dos
veces. Parecía que el destino, o la suerte, estaban ansiosos de que dejara este
mundo, ya que luego de correr unos pocos metros salí a una especie de calle
trasera del aeropuerto, una calle cuyo frente era el mar.

Corrí hacia la calle, dispuesta a tomarme el primer taxi que viera. Traté de
enfocar mi mente en otra cosa. Quería estar un rato más en el baño, refrescar mi
rostro…quería abrazar a Edward cuando llegara…iba a subir al avión y nos
iríamos lejos…nos esconderíamos de James. Tenía que impedir que Alice supiera
lo que iba a hacer.

Entonces a unas cuantas cuadras divise el coche blanco y negro, con los
colores característicos de los taxis del estado de Washington. Alcé mi mano,
agitándola ante la urgencia de que se detuviera.

Traté de pensar en que quería tomarme un café mientras subía al taxi y le


indicaba que me llevara a donde James me había dicho. No hice caso al
comentario del conductor cuando me dijo que allí solo había un viejo parque de
diversiones que tenía tiempo sin abrir. No quería pensar en ello, no quería tener
en mi mente ningún indicio de dónde me encontraría.

El cielo iba oscureciéndose a medida que el sol comenzaba a ponerse


detrás de las espesas nubes. Me pasé el trayecto entero mirando fuera de la
ventana, contemplando el mar, las calles céntricas de Port Ángeles, y trataba de
mantener mi mente ocupada en cualquier otra decisión menos la de ir a ver a
James.

Me dediqué a recrear una perfecta escena en mi mente, en la cual yo


seguía en el aeropuerto a la espera de Edward. Él saldría del pasillo de arribos,
mientras que yo le esperaba entre medio de la multitud que esperaba recibir a sus
seres queridos. Correría hacia él, y me dejaría envolver por sus marmóreos
brazos al mismo tiempo en que me acomodaba en puntitas de pie para besarle.
Me pregunté a dónde habríamos ido…cualquier lugar sería bueno si estaba
con él. No importaba si era una isla desierta, una habitación de dos metros por
dos metros, o si era una mansión…mientras estuviera conmigo todo iría bien.

Entonces mi celular vibró y lo abrí inmediatamente. ‘La casa de los


espejos’ decía. No tuve que verificar el destinatario. Sabía que era James para
indicarme donde me esperaba, lo que me sorprendió fue que tan pronto como
terminé de leer el mensaje, el número de Alice apareció en pantalla como
llamada entrante. Lo cerré de golpe y lo metí en mi bolso.

-Podría apurarse, por favor- le pedí al conductor, el cual me dedicó una


mirada molesta por el espejo retrovisor. Alice sabía que no estaba en el
aeropuerto…solo rogaba porque aun no descubriera hacia dónde me dirigía. En
poco menos de cinco minutos el taxi se detuvo frente a la enorme entrada de en
lo que algún tiempo atrás fue un hermoso parque de diversiones que me habría
gustado visitar –y divertirme.

Le pagué al chofer, creo que hasta le di por demás, no me importaba…solo


quería terminar con esto antes de que mi familia viniera a por mí. Me molestó un
poco ver que la reja de la entrada tenía una enorme cadena cerrándola, eso me
retrasaría con mi cita. Caminé hacia un lado del parque, siguiendo la reja…en
algún lugar tenía que haber una zona donde el alambrado estuviera roto. Pero no.

Entonces escalé la pared de alambre que me detenía. No era demasiado


alta, con lo cual la caída luego de haber llegado arriba de todo no fue tan severa.
Pero si lo suficientemente dura como para que el tobillo que me había lastimado
hacía semanas se resintiera ante el aterrizaje.

El parque me recordaba al escenario de una película de terror que había


visto en una oportunidad cuando era pequeña. El carrusel medio desencajado de
su eje, con los caballos despintados, y algunos salidos en su totalidad de la
calesita. Hacia otro de los lados se erguía una extraña y alta construcción, la cual
en alguna temporada pasada fue una pequeña montaña rusa.

Avancé lentamente, recordando que el protagonista de aquella película se


topaba con un macabro ser que reptaba por el piso, lo cual era espeluznante, ya
que no estaba nada lejos de mi realidad. James podría no reptar por el suelo…
pero representaba la misma amenaza para mí que aquella criatura ficticia para el
osado hombre de la película. A diferencia de que el hombre se vio obligado a
buscar refugio en el parque, yo no. Yo fui por propia voluntad…para salvar a mi
familia.
La casa de los espejos no me fue difícil de reconocer…el cartel colgaba de
un extremo, pero el lugar parecía estar en pie. Solo en una ocasión había ido a un
parque de diversiones cuando era pequeña y Alice y Jasper me llevaron dentro de
una casa similar a esta. Me había entretenido bastante, viendo mi cuerpo ser
deformado en diversas y graciosas formas. Solía gustarme cuando me veía más
alta de lo que era. Me estremecí al pensar que esta visita no sería tan placentera…

En nada ayudaba que el cielo estuviera oscuro e iluminado en la lejanía


por espaciados relámpagos. Empujé suavemente la puerta del lugar, la cual no me
sorprendió que se abriera con facilidad, dando un agudo chirrido. James ya estaba
allí adentro. Esperando a su presa.

Volví a lanzar una última mirada sobre mi hombro y entré. El suelo de


madera se quejaba con cada paso que daba, el lugar vacío hacía que mis pasos
hicieran eco en el lugar. Y no me importaba ir silenciosa, quería que James me
encontrara ya mismo…quería acabar con esto de una vez por todas. Entonces
escuché un suave, pero audible ‘Click’ y algunas luces que estaban en el techo se
prendieron. Eran pocas, pero me permitían ver mientras caminaba.

Mientras avanzaba, esperando en algún punto encontrarlo, contemplaba mi


reflejo en el espejo, despidiéndome de mí misma. Seguí caminando hasta que me
vi atrapada en aquel tétrico camino de espejos, donde la escasa iluminación
jugaba con las sombras de los cortinados roídos y algunos adornos rotos. Vi por
unos de los pasillos que el laberinto comenzaba a ensancharse, entonces me
encontré en lo que quizás era el centro del laberinto, un enorme círculo de suelo
de madera, rodeado de espejos y vidrios que recreaban la ilusión de haber camino
donde no lo había y me vi rodeadas por varias imágenes mías, todas y cada una
de ellas con la viva expresión del terror en mis facciones.

Entonces escuché otros pasos acercándose lentamente detrás de mí. Pero


tubo que pasar un buen tiempo hasta que vi unos blancos pies acercarse por mi
izquierda, aunque no estaba del todo segura que venía por aquel lado, los espejos
comenzaban a marearme y ahora podía comprender bien por qué había escogido
este sitio; para su deleite era un lugar bastante macabro, y los espejos daban la
posibilidad de contemplar desde todos los ángulos mi momento final.

-Tanto tiempo sin vernos, Bella- dijo en tono amable. Me di vuelta con
cuidado al darme cuenta que la voz no provenía de la imagen que contemplaba, si
no de mi espalda. James estaba de pie frente a mí, a escasos pasos, sonriéndome
de forma amistosa. –Espero que no estés enfadada. Esto no es nada personal
contigo…si tu querido Edward no se hubiera mostrado tan protector…
-No estoy enfadada -y era verdad, me consolaba saber que al menos mi
familia estaría a salvo y que James acabaría conmigo rápidamente.

-Aunque debo decir que esperaba que esto resultara un poco más difícil -
dijo frunciendo su ceño. Ahora que lo veía tan cerca de mí, James no tenía un
aspecto tan amenazante. Su rostro era amable, y sus gestos era suaves y corteses.
– ¿Crees que tu familia se enojará un poquito al menos como para darme caza?

-No lo sé -pero mi rostro no reflejó tal convicción en mis palabras. James


sonrió complacido.

-Eso es excelente, todo esto fue demasiado fácil, y me decepciona. No hay


nada de divertido en matarte y ya –esperé en silencio –El hecho de que tu
noviecito pudiera leer nuestras mentes suponía un problema, pero creo que nos la
apañamos bien, ninguno se dio cuenta de que cuando dejaron entrar a Laurent a
su casa, tomó el teléfono de Carlisle- dijo sacando de su bolsillo el celular
plateado de mi padre, con el cual había hecho todas las llamadas. –Y tampoco fue
difícil convencerte a ti de que vinieras a Port Ángeles…sabía que el discurso de
‘la vida de tu familia está en tus manos’ funcionaría contigo, Bella. Los humanos
son tan sentimentales…en fin, espero fervientemente cruzarme con tu familia y
tu novio, Edward ¿verdad?

No le contesté. Mi cuerpo y mi mente ahora comenzaban a caer en cuenta


del poco tiempo que me quedaba, y la valentía que antes me llenaba, ahora me
abandonaba lentamente, dejando lugar al terror y a la desesperación. Solo ahora
comprendía que en realidad poco le importaba cobrarse mi vida…eso era un
pequeño gusto en comparación a tener un enfrentamiento con mi familia…esa era
su meta y yo sería quien le diera una razón por la cual ellos le perseguirían
incesantemente.

-Espero que no te moleste que le deje un mensaje a tu familia…una


pequeña notita de cuanto gusto me dio haber acabado contigo -dijo sacando un
sobre del bolsillo de su chaqueta y pasándolo por delante de su rostro, y luego lo
devolvió a su lugar –creo que no me dará a tiempo escribirla después de
matarte…así que las sensaciones son solo imaginarias…espero que sea algo
mucho mejor- comentó torciendo sus labios. Le miré horrorizada. –He de decir
que esto me gusta…solo tuve una ocasión de vivir esta situación hace tiempo.
Fue la primer y única presa que se me ha escapado. También envolvía a un
estúpido vampiro obsesionado con aquella criaturita –nunca entenderé la
obsesión de algunos vampiros por ustedes, los humanos- cuando el viejo vampiro
que la protegía se dio cuenta de que el peligro era inminente para ella, la sacó del
sanatorio mental donde trabajaba y la liberó de la única manera que tenía de
ponerla a salvo. La pobre casi no notó el dolor, había permanecido bastantes años
encerrada en el loquero por sus visiones. Sí, el viejo la convirtió en un poderoso
vampiro, más fuerte que yo –suspiró- así que en venganza maté al viejo.

-Alice- murmuré en voz baja, sorprendida.

-Sí, tu hermanita. Ya la había reconocido en una ocasión anterior, cuando


maté a tus padres. Una pena, de verdad, yo tenía hambre y ellos vivían allí en
aquella cabañita tan apartada del mundo. He de decir que lo que más me llamó la
atención fue tu intenso aroma. Pero encontrarme con dos adultos humanos fue
una grata sorpresa. Deberías ver el empeño con el que tu madre salió corriendo
contigo en brazos, huyendo por el bosque- se rió – huyendo…como si eso fuera
posible para ella. Solo le di unos minutos de ventaja…fue bastante divertido
jugar al gato y al ratón. Pero tubo que esconderte…de todos modos te habría
encontrado con facilidad, de no ser porque se aparecieron tus hermanitos y me
arruinaron la diversión –ahora el vértigo en mi estomago era más intenso. El
destello rojo de los ojos de James me decía que esto no iba a ser tan simple y
rápido como había pensado. No iba a conformarse con matarme, alimentarse y
huir antes de que llegara mi familia…no. Iba a ser doloroso, demasiado. –En
fin…el que tu hermanita tenga visiones me ahorrará la llamada a tu familia para
que sepan dónde encontrarte.

James se movió hacia uno de los lados y comenzó a rodearme lentamente,


calculando por dónde empezar. Yo permanecía inmóvil, presa a la merced de mi
cazador. Mi cuerpo se tensó y entonces, guiada por mi instinto de supervivencia
salí corriendo en dirección por donde había venido, pero no pude dar ni un paso.
James ya estaba frente a mí, sus movimientos eran demasiados rápidos para
darme cuenta de que era lo que hacía. Un fuerte impacto dio contra mi pecho y
salí disparada hacia la pared de espejos que tenía tras de mí.

Sentí el cristal crujiendo cuando mi cuerpo impactó contra la pared, los


espejos cayeron hechos añicos a mi lado en el suelo. Me encontraba demasiado
desorientada como para sentir dolor o reaccionar rápidamente. Traté de
incorporarme, pero mi cuerpo se encontraba adormecido y me sentía demasiado
débil. Escuché un suspiro frustrado por parte de James cuando volví a intentar
levantarme y me caí. Pero cuando lo hice, mis brazos se resbalaron por el suelo,
haciendo que los cristales partidos me rasgaran la piel del brazo.

Sentí el calido líquido saliendo de mí, formando un charco rápidamente en


el suelo. Alcé mi rostro para ver el daño. El olor de la sangre era intenso…y
comenzaba a marearme.
Los ojos del cazador estaban fijos en aquel líquido, sus ojos estaban
nublados y ardían de deseo de saciar su sed. Sabía que no iba a poder contenerse
mucho tiempo sin matarme. La sangre se extendía rápidamente por el suelo,
debilitándome cada vez más. La torturante golpiza se había terminado…podía
verlo en sus ojos, en sus gestos…no ansiaba hacer otra cosa mas que beber de mí.

Entonces escuché un fuerte y gutural gruñido estallando desde el centro de


su pecho y entre medio de mi nublosa visión pude ver como su cuerpo caía sobre
el mío, y en un último esfuerzo traté de apartarme de él.

Entonces me dejé ir.

Todo había acabado.

Buenas noches mi ángel


Edward pov
¿Por que esta tan preocupado por Bella? alcé mi rostro al haber
escuchado la idiotez mas gran del siglo, aun así Emmett me miraba como si
realmente no hubiera necesidad de estar preocupado. El vuelo había salido con
unos minutos de retraso y ya estaba impacientándome. No solo que detestaba
viajar en un espacio tan reducido lleno de los pensamientos de cientos de
humanos, si no que ahora me impacientaba llegar al aeropuerto.

-Edward- por primera vez en todo el viaje Rosalie se había dirigido a mí,
aunque sospechaba que era por que el golpeteo de mis dedos contra el
apoyabrazos del asiento comenzaba a molestarte. –Escucha a Emmett. Bella va a
estar bien, esta con Alice y Jasper, ¿Verdad? Eso debería dejarte mas tranquilo.

Y tendría que ser así, pero de algún modo no encontraba consuelo alguno,
no hasta tenerla entre mis brazos. Entonces algo trajo de vuelta a mi cabeza los
últimos pensamientos de James antes de que se alejara de nosotros. Tengo que
buscar la forma de que no lo sepan… ¿Saber que? No había podido llegar a
escuchar nada mas, él se había alejado por la misma dirección que nos había
seguido. Iba a regresar a Forks, eso lo tenía más que claro.

-Le escuché antes de irnos, esta buscando la forma de que no sepamos…


pero se que esta planeando algo, Emmett. De seguro esta buscando como llegar a
Bella. Si cree que voy a dejarle el camino tan fácil…se equivoca…va a tener que
despedazarme antes de tocarla.- dije frenético.

-Eso no sucederá. Cuando lleguemos a Forks, le encontraremos... y le


arrancaré la cabeza, lo haré trizas...y luego mas...y quemare cada parte de él. Tu
solo preocúpate por Bella. La diversión déjamela a mí.- sonrió Emmett
sonándose los nudillos.

¿Qué tal si llegábamos demasiado tarde? ¿Y si Alice y Jasper no pudieron


mantener su promesa de cuidar de Bella? Era egoísta, tenia que admitirlo. Mi
familia había vivido mas años con Bella de los que yo. Pero estaba seguro de que
nadie la amaba como yo, o por lo menos no del mismo modo. Ellos podrían vivir
sin Bella, lo había echo durante años…pero yo no. Bella era mi todo. ¿Qué tal
si…James obtenía lo que quería? Esa pregunta tenia una única respuesta; yo
también moriría.

Primero tendría que ir tras de James, obviamente él no podía vivir si Bella


moría. La vida sin ella era inimaginable…no habría tal. Una vez mas esta
existencia se me hacia de lo mas injusta, si fuera humano tendría la salida fácil.
Unas cuantas pastillas, presionar un gatillo, saltar de un risco…cualquier cosa era
efectiva para los humanos. Pero para mi no. Sabia que ni Emmett ni Jasper me
ayudarían, solo tenía una opción certera, los Vulturis.

Tendría que ir solo y tratar de que Alice no lo viera. Solo tendría que hacer
un poco de disturbios en su amada ciudad, Volterra, quizás caminar sin camisa
por las calles, arrojar un auto sobre mis hombros, morder a alguien…y ya nada
importaría. Carlisle siempre me contaba historias sobre lo letales que se volvían
cuando algún vampiro irrumpía la calma de la ciudad.

Pero en ello pensaría luego. Las últimas horas que había pasado lejos de
Bella, habían sido las más largas de toda mi existencia. Solo esperaba impaciente
el momento en que el avión aterrizara y nos permitirán bajar de el para salir en
busca de ella. De solo pensar en que estaba a pocos minutos de volver a ver sus
hermosos ojos, su brillante sonrisa, su adorable rubor y de sentir una vez mas su
dulce aroma, sentía un extraño cosquilleo donde antes latía mi corazón.

Había vuelto a la vida. No literalmente, claro esta, pero en cierto modo me


sentía vivo. Después de pasar tantos años en soledad, creyendo que estaba bien
así, ahora podía darme cuenta de que no deseaba nada más por que no había
encontrado algo que valiera la pena. Alguien con quien compartir mis días. Bella
era la mujer que quería a mi lado. Aunque desearla estuviera mal.
Pero algo tenía en claro, no podría vivir en un mundo en el que ella no
existiera.

Emmett atrajo mi atención moviendo su mano delante de mis ojos. –Ya


llegamos…solo tenemos que esperar a que acomoden el avión y podremos
bajarnos. Se que es prácticamente imposible, pero trata de correr como un
humano normal.- me sonrió. Si bien Emmett era de las clases de personas que
siempre tenía algún comentario fuera de lugar o demasiado escandaloso, por
momentos sabía cuando estaban correctos y cuando no. Estaba demasiado
ansioso como para soportar cualquier tipo de broma, y él podía sentirlo.

-Relájate, Edward…Emmett le arrancara la cabeza- Masculló Rosalie


mientras miraba a la gente levantarse y tomar sus pertenencias. En todo el
momento que viajamos juntos jamás escuche un solo pensamientos sincero de
preocupación por Bella. Solo se limitaba a asegurarse primero por el bienestar de
Emmett, y por muy extraño que sonase después del de ella y nuestra familia.
Todo el mundo siempre pensaba que Rosalie era de las personas egocéntricas que
solo piensan en si misma. Pero yo sabia que no era así. Por mucho que tratara de
ocultarlo Emmett siempre era su prioridad.

Se me hicieron eternos los cinco minutos que le tomo al avión acomodarse


en la manga de aterrizaje. En cuanto anunciaron que podíamos bajar del mismo,
salté por enzima de mis hermanos y me apresuré a la salida. El aeropuerto de Port
Angeles era bastante grande, con lo cual tenía que recorrer un buen tramo a pie,
cosa que me hubiera tomado menos de dos segundos en recorrer si pudiera
hacerlo a mi velocidad natural. Pero el lugar estaba atestado de humanos.

Ahora agradecía la idea de Bella. Estaba seguro de que ni James ni


Victoria se acercarían aquí. No eran tan tontos como para exponerse y ganarse de
rivales a los Vulturis.

Habíamos acordado que nos encontraríamos en las butacas de la zona


central del aeropuerto, donde las enormes pantallas anunciaban las partidas y
arribos de los vuelos. Mis ojos escaneaban incesantemente el enorme hall en
busca de Bella y de mis dos hermanos. Pero no los veía, ni siquiera podía oler la
fragancia de Bella. ¿Acaso no habían llegado? ¿Y si James les encontró antes de
que pudieran entrar aquí? Entonces para mi alivio vi a mi pequeña hermana
abrazada de Jasper.

Verlos así solo aumentaba mis ganas de estrechar a Bella entre mis brazos.
Pero cuando me estaba acercando Alice volteó su rostro hacia mí. Me quedé
inmóvil a mitad de camino. Su rostro y sus ojos estaban crispados en una mueca
de dolor, y no veía a Bella por ningún lado.

No…no se que paso…le vi saltar por la ventana. ¡Edward! ¡Se fue a


encontrar a James! Si hubiera tenido comida en mi estómago de seguro hubiera
vomitado ante el vació que se formo en el mismo al oír los pensamientos de
Alice.

No, no, no, NO. Esto no podía estar sucediendo. Bella tenia que estar con
ellos, a salvo, esperando a que llegáramos del aeropuerto y luego nos iríamos a
algún lugar lejos de James y Victoria. Apresure la distancia que había entre
nosotros.

-¡Alice! ¿Cómo puede ser? ¿Cómo se le escapó?- le gruñí, pero entonces


Jasper se había colocado delante de ella, en una postura protectora.

-No ha sido su culpa en tal caso. Todos queremos que Bella este bien…es
nuestra hermana, ¿sabes?- me dijo, enviando hacia mi toda la calma que podía…
pero ni el mismo estaba demasiado tranquilo. –Me pidió que le acompañara a
comer algo, pasó por el baño y no salió nunca más. Entonces Alice apareció a mi
lado diciéndome que Bella había huido.

-¿Huido? ¿Por qué? ¿A dónde?

-¿Alice?- entonces pude ver al mismo tiempo que ella la visión.

Bella iba caminando apresuradamente, estaba nerviosa y buscaba algo con


desesperación. Entonces entre medio de los pasillos –rodeada por construcciones
que no podía precisar- pareció encontrar lo que tanto buscaba. Sin dudarlo, sin
pensárselo dos veces se encaminó hacia una pequeña casa, la cual por fuera
parecía una especie de cabaña a punto de derrumbarse. Entonces sus ojos se
posaron en el cartel que pendía de un solo extremo; ‘Casa de los espejos’

Alice y yo compartimos una fugaz mirada antes de salir corriendo fuera


del aeropuerto. –Jazz quédate y dile a Carlisle en cuanto llegue que es lo que ha
ocurrido…diles que vallan al viejo parque de diversiones. Bella esta allí…con
James.- le dijo rápidamente mientras nos alejábamos.

Avanzamos un buen trecho por el estacionamiento, aun no podíamos


correr debidamente, el lugar estaba bastante atestado de personas. Entonces un
ostentoso Porsche blanco, cuyas puertas se abrieron ni bien se detuvo frente a
nosotros.
-¡Entren!- nos apresuró la voz de Emmett. Alice y yo saltamos dentro del
auto. Ni bien Emmett cerró la puerta, Rosalie presionó el acelerador hasta el
fondo y salimos disparados hacia el viejo parque de diversiones. Era una carrera
contra reloj. Alice le había visto que ingresaría en poco menos de diez minutos,
el tiempo que nos llevaba en llegar allí.

-Jasper nos dijo… ¿Trataste de llamarla?- preguntó Emmett.

-Si, le llame…pero no pude comunicarme. No se si cortó el teléfono o si


no lo tiene con ella. ¡Rosalie apresura!- Rosalie murmuró una maldición y
presionó a fondo el acelerador. Los autos que pasaban a nuestro alrededor
tocaban bocina escandalizados ante la velocidad a la que íbamos. No importaba
nada. En cuestión de minutos nos encontrábamos en la entrada del parque. El
lugar estaba completamente desolado.

-Carlisle y Jasper vienen detrás de nosotros- dijo Alice volteando su


cabeza. Por el espejo retrovisor pude ver a la lejanía un auto que se acercaba.
Entonces salte fuera del Porsche. Apresuré desesperado el trecho que había desde
la entrada hasta donde estaba la casa de los espejos, donde se encontraba Bella
con James. Pero algo me hizo correr aun más fuerte, más de lo que jamás creí
posible; aquel dulce y florar aroma de Bella se percibía con más intensidad,
estaba herida, de eso no tenía dudas. Entonces le escuche chillar, y me adentre –
sin perder más tiempo- en el laberinto espejado.

Por un breve instante me quede helado en la entrada del círculo de espejos.


Bella estaba desplomada en el piso, uno de sus brazos estaba extendido y bañado
en su propia sangre -note que aun estaba caliente- y una enorme figura inclinada
sobre ella. La bestia se volteó hacia mí al sentir mi presencia, en su rostro tenia
una amplia sonrisa de victoria. No tuve tiempo de reaccionar cuando Emmett
paso corriendo por mi lado, rugiendo ferozmente mientras se lanzaba sobre la
figura de James, apartándolo de Bella.

-¡Oh no! ¡Bella no!- Grité a los cielos mientras tras de mi se desataba una
brutal batalla en la cual la bestia que tanto daño había causado de seguro
terminaría perdiendo. Jasper y Emmett eran lo suficientemente fuertes como para
deshacerse de él. Yo tenía otra prioridad…

De un ágil movimiento estaba de rodillas al lado de Bella, aterrorizado de


moverla, helado ante la aterrorizadora imagen que tenía delante de mí.

Oh Dios. Carlisle había llegado, si había alguien que podía salvar a Bella,
era él. Edward…Edward sal de aquí. Me urgió. Alcé mi rostro confundido, no
entendía por que me pedía aquello. Entonces sentí una pequeña mano en mi
hombro.

-Edward estará bien…- susurró Alice. –Carlisle… ¿Bella...ella-- no pudo


terminar su pregunta sin que se le quebrase la voz.

-No lo se…ha perdido mucha sangre- dijo mientras rompía su camisa en


un intento de armar un torniquete en su brazo. Solo ahora me di cuenta de por
que Carlisle me pidió que saliera. Bella había perdido demasiada sangre, y yo
tenia mis manos manchadas con ella. Pero no sentía sed alguna…mi único anhelo
ahora era que Bella abriera sus ojos y todo estuviera bien.

-¡Bella, por favor! Bella, escúchame…estarás bien…Oh Dios, por favor,


por favor… ¡Bella!- sollocé. Levanté sus parpados, como si de esa forma ella
pudiera verme y volver a mí. Sus ojos marrones no brillaban con la misma
intensidad que días atrás…estaban casi opacos, y una ola de terror me invadió.
Estaba perdiendo a Bella. Me incliné sobre su pecho, sin importarme nada...ni
que el aroma de su sangre fuera más potente de lo que pensaba. Por el reflejo del
espejo partido pude ver a Emmett y a Jasper desmembrando a James, mientras
daba alaridos de dolor. Se merecía aquello y más. Yo mismo le arrancaría la
cabeza de no ser por que no me importaba nada más que Bella.

Presioné mi mejilla mas contra el pecho de Bella, escuchando los pausados


latidos de su corazón, eran demasiado lentos. –Bella- susurré en un gemido –Por
favor…Bella por favor no me dejes…Bella te amo…por favor…

-Creo que pude detener la hemorragia...pero tenemos que llevarla ahora


mismo a un hospital.- otro grito desgarrador, y por lo que supe seria el último que
James daría, eso me demostró el reflejo de Emmett con la cabeza de James en su
mano. –Ten cuidado…parece ser que no se conformo con solo…le ha dado unos
buenos golpes.- me aparte de ella temeroso de que pudiera tener alguna costilla
lastimada y que el peso de mi cabeza solo empeorase las cosas.

Alice estaba inclinada del otro lado de Bella, con el rostro oculto entre sus
manos, mientras sacudía su pequeña cabeza.

-Edward- deje de respirar, deje de pensar...temiendo que mi mente me


estuviera jugando una mala pasada. Creí haber escuchado la voz de Bella
llamándome. Entonces sucedió otra vez –Edward- ahora fue en un tono más
fuerte, pero aun se le sentía débil. Mis ojos se agrandaron y me incline a besar
sus labios.
-Bella, vas a estar bien. ¿Me escuchas? Carlisle dice que estarás bien. Solo
aguanta un poco más. Te amo tanto...- entonces Bella volvió a repetir mi nombre,
y luego de una corta pausa llamo a Alice, pero cuando quiso volver a hablar su
rostro se crispo del dolor. –Bella, ya…no hables…descansa.

-Me duele- murmuró cerrando con mas fuerza sus ojos.

-Lo se…te llevaremos al hospital.

-Me duele el hombro.- miré a Carlisle, el solo frunció sus labios y dijo que
posiblemente estaría dislocado, tendríamos que moverla con mucho cuidado,
pero entonces Bella se sacudió, abriendo sus ojos. Estaban llenos de terror y
dolor. -¡Me arde!- gritó con mas fuerzas que antes.

Entonces Alice extendió sus manos hacia Bella y descorrió la tela de su


remera que curia su hombro. Allí, sonriéndome sádicamente estaban las marcas
de la mordida de James. ¡Oh NO! NO. No iba a condenarla a esta existencia. Era
mi culpa, debí de haberme quedado con ella. Nunca tendría que haber dejado que
Alice y Emmett convencieran a mis padres de quedarse con ella, tendríamos que
haberla puesto en un orfanato en el mismo momento en que la encontramos. No
podía dejar que Bella sufriera esto.

-¡Carlisle!- gritó Alice pasando sus ojos desesperadamente de su hombro a


los ojos de nuestro padre.

-No hay otra salida.

-¡NO!- le grite enfurecido. Tenía que haber otra salida...

-Edward...no actúes como si fueras el único al que le importa Bella.- me


gritó Alice enfurecida.

-¡Entonces busca una solución a esto!

-Puede haberla…-murmuró Carlisle -si tratamos de quitar la ponzoña,


succionándola…

-¿Qué esperas?- le urgí al ver que no se movía.

Carlisle sacudió su cabeza –No puedo soltar aquí…si lo hago cuando quite
la ponzoña será lo mismo que dejarla desangrar.- Trata de hacerlo…
-¿Qué?- ¿Acaso había perdido la cordura? ¿No recordaba que casi trate de
matarla justamente por que su sangre me volvía loco? ¡Edward! Es eso o dejar
que la ponzoña siga su curso.

-Hazlo…por mucho que desee que este con nosotros por siempre, quiero
que sea por que ella lo decida…Edward inténtalo…por favor.- mis ojos volvieron
al cuerpo de Bella que se retorcía y trataba de mover sus manos hacia el hombro
que tanto le ardía. Recordé aquellos días en que yo sufrí la transformación; era un
dolor insoportable. No quería ni pensar en lo que sufriría Bella en cuestión de
segundos.

-¿Funcionara?

-No lo se...solo inténtalo. ¡Pero ya! No hay mucho tiempo.- deje de


respirar mientras me inclinaba hacia el frágil hombro de Bella, pero me aparté
lleno de miedo. ¿Que tal si no conseguia detenerme?

-Carlisle...no creo poder...- no iba a conseguirlo, el monstruo iba a ser mas


fuerte que yo e iba a terminar con su vida, y nunca me perdonaría ese crimen.

Es tu decisión Edward. Si quieres salvarla lo harás. Traté de recordarme.


–No hay nadie más que pueda hacerlo…

¡No! No iba a dejar que Bella perdiera su alma. No iba a dejar que se
convirtiera en un monstruo, no si podía darle la oportunidad de seguir siendo
humana. Yo era más fuerte que el monstruo. El amor que tenía por Bella era más
fuerte que mi deseo por su sangre.

Presioné mis labios contra la herida en su hombro y comencé a succionar.


Cerré mis ojos con fuerza cuando le sentí gritar desesperadamente, pero seguí,
tenia que hacerlo hasta que su sangre no tuviera rastros de la ponzoña. Por un
momento los gritos de Bella se volvieron eco, su sangre era aun mas deliciosa de
lo que había imaginado. Hacia años que no probaba sangre humana, había
olvidado la increíble sensación cuando esta recorría mi garganta. Y seguí
bebiendo su sangre hasta que sentí que estaba completamente limpia del veneno.
Me tomo un gran esfuerzo apartarme de ella, pero lo hice. La amaba demasiado
como para ser capaz de matarla, o peor.

-¿Pudiste quitarla toda?- me preguntó Alice.

-Si, su sangre esta limpia.- entonces acerqué mi rostro al de Bella –Bella…


¿Sigue ardiendo?
-No. Gracias, Edward- susurró cerrando sus ojos. Algo andaba mal, estaba
peor que antes de tratar de extraerle la ponzoña, ¿y si solo le había empeorado?

-¡Carlisle!

-Tranquilo...es normal que este tan débil, ha perdido demasiada sangre…


pero tenemos que ir rápido al hospital.

-Vallan ustedes...yo me quedare con Jasper y Emmett a borrar los


rastros…- dijo Alice alejándose de nosotros para darnos espacio a mover a Bella
y llevarla hacia el auto.

--

Habían pasado casi dos días desde el incidente, y Bella aun permanecía
profundamente dormida gracias a los fármacos que le habían suministrado para el
dolor. Estaba sentado a su lado, con su frágil mano envuelta en la mía, mientras
que con mis labios rozaba suavemente las yemas de sus dedos. Su rostro tenia
una suave y reconfortante expresión de tranquilidad, por ello parte de mi no
estaba seguro de querer que despierte aun, de no querer que los recuerdos de días
atrás volvieran a hacerla sufrir como yo sufría.

El camino hacia el hospital había sido demasiado desesperante, sostenía su


cuerpo herido contra el mío, escuchando como los latidos de su corazón
disminuyan, y yo gritaba a Carlisle que acelerase, no quería perderla. Mi padre
arregló con los empleados del hospital para que el fuera quien se encargase de
cuidar de ella…así seria mas fácil cubrir la verdadera causa de su estado.

Mi atención se dirigió hacia el pequeño televisor que estaba en la esquina


de la habitación. Las noticias locales no habían abandonado la noticia del
incendio en el viejo parque de diversiones de Port Ángeles y el misterio que lo
rodeaba. Alice, Jasper y Emmett se lo habían pasado en grande mientras cubrían
cualquier rastro que pudiera delatarnos. Mi hermana llego enfadada por que
Jasper le había echo devolver el Porsche que Emmett y Rosalie habían ‘tomado
prestado’ en el aeropuerto. Le contentó saber que le prometí regalarle uno para
las próximas navidades.

La puerta se abrió y escuché los pensamientos de Alice mientras entraba


¿Ha despertado? Sacudí mi cabeza y me volteé hacia ella con una sonrisa
traviesa.
-Deberías de saber cuando despertará. Tú eres la psíquica.- Alice me hizo
una mueca de molestia y acercó una silla a mi lado.

-Pero me he equivocado...varias veces. No he visto a Bella huir de


nosotros.- apoyé la mano de Bella con cuidado sobre su cuerpo, para poder
abrazar a mi hermana.

-Alice, no ha sido tu culpa. Ya escuchaste a Carlisle...Bella fue allí por su


propia cuenta, en su celular tenia llamadas desde su teléfono, el cual sabemos que
estaba en manos de James. Si quiso ir de seguro trato de que no le vieras…has
sido bastante astuta…y boba.- mascullé dándole una dulce sonrisa a mi hermosa
Bella.

Entonces aparto su rostro del mío. Trate de concentrarme en que era lo que
rondaba por su mente, pero no podía. Alice estaba ocultando algo de mí. Mi
hermana siempre estaba llena de vida y alegre, solo podía imaginar el dolor que
le causaba ver a su hermana preferida tendida en aquella cama de hospital…
recuperándose lentamente de lo que pudo haber sido una muerte segura. Entonces
escondió su rostro entre sus manos mientras que su cuerpo temblaba con sus
sollozos.

-Alice, todo esta bien…Bella estará bien.

-Lo se- sollozo – pero estuvimos tan cerca de no llegar a tiempo…y


James…ese maldito…- entonces alzó su mano derecha y la acomodó sobre la
mía, pero algo suave separaba nuestras manos. Cuando Alice se apartó,
acercándose a la ventana, pude ver lo que había dejado en mi mano; era un papel
cuidadosamente doblado, con mi nombre bien grande y el apellido de mi familia
más abajo. Primordialmente iba dirigida a mí.

-¿Qué es esto, Alice?

-No estábamos seguros de dártela…James la dejó en uno de sus bolsillos.


No supe que fue lo que me llevó a abrirla con gran desesperación…pero la abrí,

Realmente fue poco entretenido llegar hasta su...mascota...los humanos


suelen ser tan predecibles y sentimentales. Solo bastaron unas cuantas palabras
que le hiciera creer que todo era su culpa y la humana salió corriendo hacia mí.
Si la observan con cuidado se darán cuenta de que no me apresure a hacer las
cosas. Oh si, su muerte fue lenta y dolorosa, aunque no esta nada bien jugar con
la comida…supongo que a veces es bueno dejar a un lado los buenos modales.
Créanme que nunca antes escuché a un humano chillar con tanta fuerza,
como así tampoco probé una sangre igual a la de ella. Aunque debo ser sincero y
decir que era demasiado…floral…casi me empalaga.

Hace años se me escapo una presa…una humana vidente que estaba


encerrada en un loquero por sus visiones del futuro. Si, la pequeña que esta con
ustedes. Creo que podemos decir que ahora estamos a mano. La humana a
cambio de su psíquica. Debo decir que he sacado la mejor parte en todo esto.

Si aún no les parece que el resultado fuera justo. Saben como


encontrarme. Edward...me encargue cuidadosamente de hacerla sufrir, de
quitarle hasta la ultima gota de sangre…espero que hagas algo al respecto.

Ustedes perdieron...yo he ganado.

James.

Arrugué fuertemente el papel en mi puño. Si no fuera por que estaba


muerto, correría detrás de él, así Bella estuviera a salvo. Entonces mi pecho
comenzó a vibrar, haciendo que un gruñido subiera hacia mi garganta.

Admiro mucho a Bella por su valor, aunque eso nos dificultara más la
tarea de protegerla. No entiendo como me deje engañar con tanta facilidad, y
como no lo vi. Pero supongo que después de pasar tantos años conmigo…habrá
encontrado la forma de esquivar mi don. -Supongo que por eso solo recuerdo
oscuridad de mi vida humana. Dios sabe cuantos años permanecí encerrada-
suspiró Alice con su vista aun fuera de la ventana.

-Ni siquiera sabes si es verdad- mascullé rompiendo la carta de James en


cientos de pedazos antes de arrojarla al cesto de basura.

-¿Quién sabe? Supongo que es cuestión de investigar…- yo solo asentí con


mi cabeza y volví mi vista hacia Bella. Entonces escuche la silla acomodarse a
mi lado.

Te vi Edward. Vi lo que planeaste. Volví mi rostro hacia ella con una ceja
alzada. ¡No te hagas! ¡Edward ibas a ir con los Vulturis! ¿Sabes el daño que
hubieras causado? ¿Acaso no pensaste en Esme, en Carlisle? ¿Ni siquiera
pensaste en mí?

-Pero ahora no tiene sentido aquello, Bella esta viva.


-¿Y si no llegábamos a tiempo?- mi rostro se crispó ante aquella idea, la de
perder a Bella para siempre…por mi culpa.

-Pero lo hicimos.

-¡Edward! Todos sabemos que Bella es un imán para los problemas. Nadie
asegura que de ahora en mas este a salvo. ¿Qué harás si la próxima vez no llegas
a salvarla?- volví mi rostro hacia ella sin decirle nada. -¡Genial! Claro correr a los
Vulturis. Eso no arreglara nada.

-Si lo hará, por lo menos para mi lo hará.- mi hermana abrió su boca, pero
yo continué rápidamente. –Alice, no puedo vivir en un mundo en el que Bella no
exista. No soporto la idea de no tenerla cerca de mí. ¿Tú podrías vivir sin Jasper?

-Es diferente.

-¡No, no lo es! Se que tampoco podrías estar sin el.

-Pero es más difícil en nuestro caso.- Alice hizo una larga pausa en la que
ambos teníamos nuestras miradas en los monitores que vigilaban los signos
vitales de Bella. –La vi siendo uno de nosotros, ¿sabes?

-Nunca- murmuré firme.

-Edward, no seas testarudo. Bella lo quiere…se quede lo ha dicho a ti…y a


mí también. Si se lo pide a Carlisle--

-¡No le dejare!

-Sabes que lleva mas tiempo siendo nuestra hermana que tu novia. No es
tu decisión. Es de todos, pero principalmente es de ella. Si Bella lo quiere…
además piensa Edward…no tendrás que hacer entupidas visitas a Aro o Cayo, no
tendrás que preocuparte mas por lastimarla…nunca mas te separarías de ella.-
Bella esta a salvo, y tu feliz...todos estamos felices. Pero me pregunto cuanto
durara esto. Si Bella no muere por algún otro sádico vampiro...el tiempo se
encargará de ello. ¿Qué es lo que harás entonces? Sabes cual es la única solución
que puede tener un final feliz para todos…no digo que lo hagas tu, sabes que
Carlisle puede--

-¡Alice!

-Esta bien…pero no podrás negarlo por siempre. Algún día Bella se lo dirá
a Carlisle y a Esme.- rogaba que mi hermana estuviera equivocada. La puerta se
abrió sonoramente, Carlisle y una enfermera del hospital de Port Ángeles
entraron. La joven, luego de quedarse en blanco mientras miraba a Carlisle, se
acercó a Bella para comprobar que todo estuviera bien.

-¿Alguna novedad?- preguntó Alice. El ceño de Carlisle se frunció...lo cual


nunca era algo bueno.

-Necesita algunas trasfusiones…pero el tipo de sangre que ella tiene…-


Carlisle sacudió su cabeza. No me extrañó que Alice ya estuviera de pie. En
cualquier problema ella siempre se anteponía a la decisión que fuéramos a tomar
mas adelante…eso ahorraba mucho trabajo, y en ocasiones hasta le sacaba la
intriga a todo.

-Vamos.- me dijo tomando su chaqueta –tenemos que ir a Forks.

-¿A dónde?- preguntamos Carlisle y yo al unísono.

-Si el tipo de sangre de Bella no es tan popular aquí…se de alguien en


Forks que puede ayudarnos. Aunque eso signifique darle muchas explicaciones.

Me quedé en blanco por unos instantes…hasta que entonces caí en cuenta


de lo que Alice quería decir. Si no queríamos demorar en conseguir donadores, lo
mejor seria ir directamente con la única persona que tendría el mismo tipo que
Bella; su padre.

--

Bella pov
Los parpados me pesaban demasiado. Pero aun así mi cuerpo me decía que
era hora de despertar. Tenía el cuerpo completamente adormecido como si
hubiera dormido en la misma posición por días. Cuando finalmente conseguí
entreabrir los ojos una blanca luz me cegó. Cerré fuertemente mis parpados,
protegiéndome de la claridad.

-¿Bella?- alguien me llamó. -¿Bella me escuchas?- moví mi rostro ante


aquella extraña voz. Cuando volví a intentar abrir los ojos la luz volvió a
lastimarme. –Será mejor que apague la luz- por mucho que intentara recordar
aquella voz no me era en nada familiar. ¡Ni siquiera sabia donde estaba! Esta vez,
cuando abrí los ojos pude hacerlo lentamente, sin recibir los brillantes rayos de
ninguna luz molesta.
Recorrí la habitación con la vista. Había un sofá cama a mi lado, una
enorme ventana frente a la cama y varios monitores a mí alrededor sonando
suavemente. ¿Estaba en un…hospital? Entonces los recuerdos de lo que había
acontecido me golpearon con fuerza.

Una figura amenazante se movía rodeándome, buscando la forma correcta


y más dolorosa de atacarme. James me lanzo contra los espejos, hiriéndome de
gravedad. Lo último que recordaba con claridad era haber perdido la conciencia
mientras se abalanzaba sobre mí. Y después un agónico ardor, como si me
estuvieran quemando viva. Recordaba la voz de Edward y la de Alice…pero aun
no tenia seguridad de que era lo que había sucedido.

Traté de incorporarme pero ahogué un gemido de dolor al ver las agujas


que tenia en mi brazo.

-No las toques, Bella- solo entonces recordé que había alguien a mi lado,
un hombre cuya voz no reconocía. Moví mis ojos hacia él, sorprendiéndome de
ver a Charlie Swan con su impecable chaqueta de policía sentado al lado de mi
cama.

-¿Jefe Swan?- pregunte aturdida. Mi voz sonaba débil y ronca. La garganta


la notaba rasposa a medida que los sonidos salían de ella.

-Charlie, Bella.- me corrigió nuevamente, pidiéndome que le llamara por


su nombre.

-Charlie, ¿Qué…que hace aquí?- pregunté confundida.

-¡Te has dado un buen golpe! ¡He visto yo mismo tu auto y déjame decirte
que es un milagro que estés con vida!- dijo alzando sus cejas, estirando las
arrugas de su rostro, dejando ver que en algún momento Charlie fue un hombre
bastante guapo.

-¿Qué cosa?

-Carlisle dijo que quizás no recordarías. Hace dos días que te internaron.
Carlisle me dijo que viniste a Port Ángeles a buscar a tus hermanos que volvían
de viaje, pero de camino perdiste el control del auto. ¿Verdad?- me tomó un
segundo darme cuenta de que aquello fue lo que mi familia le dijo para no contar
la verdad. No sonaría nada creíble que había sido atacada por un sádico vampiro.
-Si…- suspiré. –perdone Charlie, no pretendo ser descortés, pero no
entiendo por que esta usted aquí.- Charlie resopló y sacudió su cabeza.

-La misma pregunta le hice a tu hermano Edward, y a Alice cuando


tocaron a mi puerta. Aunque cuando me dijeron por que me buscaban no pedí
mas explicaciones. Bella…desde que te conocí en la casa de Jacob Black, en la
Push, supe que…que eras--

-Tu hija- terminé por él, viendo que su rostro se ponía cada vez más y más
morado. Ambos apartamos la vista del otro sin saber que decir. Era extraño que
Charlie supiera la verdad.

-Dijeron que no había suficiente donantes para tu tipo de sangre…supongo


que era la única opción rápida. Aunque aun no me explico como lo supieron.

-No lo supimos de un día al otro. Jacob me contó la historia de tu mujer y


tu hija…es decir…mí…madre y yo.- era extraño tener que referirme a otra
persona como madre. –y me asombro las coincidencias que había con mi
historia…con la que supe cuando…cuando estaba en el orfanato.

-Nunca deje de buscarte. Quiero que sepas eso.

-Charlie no fue su culpa.- Charlie hizo una extraña mueca, seguramente


pensando contrario a mi –El punto es que lo supimos. Pero fue mi decisión no
decirle nada.- Charlie alzó sus cejas. –Fue hace pocos días… aún tenía la cabeza
dándome vueltas. Además era una suposición… no teníamos la certeza absoluta.

-Bueno, ahora si. Espero que no te moleste, pero tus padres accedieron a
mi petición de hacer un ADN.- tragué en seco. Eso podía ser tanto bueno como
malo. Bueno por que ganaba conocer mi historia humana. Malo por lo que seria
de ahora en mas, no estaría dispuesta a renunciar a quien era para vivir la vida de
alguien que no seria jamás. –No voy a obligarte a nada que no quieras Bella.- me
dijo al ver mi expresión de preocupación.

-Yo, realmente aun estoy pasmada y con esto del accidente. No quiero que
se enfade, pero a pesar de todo…mi familia son los Cullen.

-Lo se, Bella. Solo quiero que me des la oportunidad de conocerte, y tú a


mi. No pretendo ocupar el lugar de padre. No seria justo ni para Carlisle, ni para
ti.
-Pero tampoco es justo para ti que no lo haga.- le dije al ver la expresión
de tristeza que se escurría por sus facciones. Charlie sacudió su cabeza apenado,
sin poder decir palabra alguna.

-No lo es, pero me conformo con haberte encontrado con vida. Fueron
demasiados años de no saber que fue de ti.- aparentemente no había nada mas por
decir, yo no tenia muchos ánimos de hablar, ni sabia sobre que hacerlo. Pero para
mi salvación Edward y Alice entraron a la habitación.

-¡Bella! ¡Despertaste!- aun con la poca fuerza que tenia me las arregle par
sonreírle a mi ángel. Edward se acerco a mí, esquivando y casi olvidándose de la
presencia de Charlie y me beso suavemente en los labios. Bipbip, Bipbip, Bipbip.
¡Diablos! Las risas resonaron en la habitación, transformando un momento
vergonzoso en algo aun peor. Charlie tosió, interrumpiendo un dulce momento en
que los ojos de Edward no se apartaban de los míos, y yo me dejaba perder en
ellos.

-Tengo que volver a Forks. Por favor avísenme cualquier cosa que suceda.

-Pierda cuidado Charlie. Sabemos lo que significa Bella para usted ahora.
Le agradezco que haya venido.- escuché la suave y cantarina voz de Alice detrás
de Edward, el cual ahora me daba una juguetona sonrisa.

-Por favor, Alice. Es a ustedes a quien debo gradecer, y Bella, realmente


me gustaría que consideraras lo que te he dicho. Espero que te mejores pronto.-
me dijo saludándome con su mano desde la puerta. Traté de devolverle el gesto,
pero solo conseguí alzar mis dedos sin sentir dolor alguno.

Edward seguía sonriéndome. -¿Qué es lo gracioso?- Edward volvió a


inclinarse a mis labios, esta vez los presiono con mas insistencia. Bipbipbip,
bipbipbip, bipbipbip.

-¿Ves? Te dije que estaría bien. Su corazón esta como siempre…aunque


no creo que sea bueno que se altere- rió Alice sentándose a mis pies. -¿Como te
sientes? ¿Estas sintiendo algún dolor? ¿Verdad que no te molesto que le
dijéramos a Charlie? Tuvimos que--

-¡Alice!- le gruñó Edward apartándose de mí. Y yo le gruñí a él, sus besos


estaban haciendo maravillas con el dolor, así me dejaran completamente al
descubierto los marcapasos.
-Alice, esto bien…no, no me duele nada. Y aun nose como sentirme con lo
de Charlie. Supongo que lo hicieron obviamente por mi salud…Ahora lo del
accidente de auto… ¿Cómo lograron que lo creyera?

Alice y Edward intercambiaron una mirada cómplice. –Bueno, debes de


saber que necesitábamos que fuera creíble. Así que literalmente me estrelle con el
auto. Pero estoy bien- dijo Alice con una brillante sonrisa. Ahogue un grito,
esperando que no afirmara mi pregunta.

-Dime que no ha sido mi auto…por favor.- Alice no respondió, y Edward


tampoco. -¡No! ¿Por qué?

-Tuvimos que hacerlo, no te preocupes, ya compraremos otro. Esta semana


ganaremos la lotería- aplaudió Alice, contenta de que no solo podría comprarme
un auto nuevo, si no que también podría adquirir unas cuantas cosas para ella.

-¡Alice!- gemí recordando como había llegado a este estado. –lo siento.
Lamento tanto haberte engañado a ti y a Jasper…lo siento de veras…pero no
quería que salieran lastimados…yo…yo--

-Bella. No te angusties…no fue la mejor idea que tuviste, podrías


habérnoslo dicho…pero ya esta. Estas bien y eso es lo que importa.

-¿Y James?

-Emmett se entretuvo bastante- me dijo Edward pasando sus largos y fríos


dedos por el contorno de mi rostro. Sus ojos estaban negros, no por no estar
alimentado –ya que casi se percibían las ojeras violáceas- si no por que estaba
furioso

-Pero hubo algo mas…puedo verlo en tus ojos.- le dije. Edward dudó en
contestarme. Entonces supo que algo realmente malo debió de suceder. Traté de
buscar entre los flashes de recuerdo que venían a mi mente. Lo único a lo que no
podía encontrar descripción era a –Me quemé…algo me quemaba.

Edward apartó sus manos de mi, transformándolas en dos puños de hierro


al costado de su cuerpo.

-James te mordió- dijo Alice, supuse que Edward iba a interrumpirle, pero
no lo hizo. Entonces ella siguió. –Edward tuvo que…tuvo que sacarte el veneno
antes de que te transformaras.
-¿Cómo?

-Te mordí.- la voz de Edward sonaba ronca, llena de impotencia. –Tuve


que…beber.- se dejo caer en la silla y se presiono el tabique de su nariz. –Creí
que me descontrolaría.

-Pero no lo hiciste.

-Pero pude haberlo echo.

-Gracias.- le susurré. Edward movió sus ojos hacia mí.

-Bella, por nuestra culpa sufriste todo esto. Nunca dejaras de estar en
peligro en tanto sigas con nosotros.- mis ojos comenzaron a llenarse de lagrimas.

-No…Alice…dime que no me dejaran. No quiero- sollocé interpretando


los gestos y palabras de Edward.

-¡Bella no! Para nada cariño. Edward solo esta con la idea de lo malo que
pudo haber resultado todo. Pero nadie va a dejarte, no pensaríamos jamás en
hacer tal cosa.

-¿Edward?- le rogué a él entre lágrimas.

-Bella, por mucho que quisiera…se que estarás mas segura conmigo.
Siempre te protegeré…no dejare jamás que nadie se atreva a hacerte daño. Es
solo que por un momento pensé que…que te había perdido. Cuando James te
mordió…juro que me sentí morir.

-¿Por qué podría haberme transformado?- Edward asintió con su cabeza. -


¿Y?- susurré sabiendo de antemano la mirada que Edward me daría.

-Descuida Bella…no eres la única que piensa de esa forma. Lo mejor seria
que--

Edward se levantó de un salto de la silla y presionó el botón que estaba en


la cabecera de mi cama. –Basta Alice. Bella necesita descansar.

-Sabes bien lo que vi. Te guste o no--

-¡Alice!
-¿Qué fue? ¿Qué viste?- le pregunté intrigada. Al parecer era algo que a
Edward le enfurecía….pero Alice no pudo contestar por que en ese entonces la
enfermera entró.

-Creo que seria bueno que le de un sedante. Se ha estado quejando del


dolor.- Le dijo Edward ganándose una mirada molesta de mi parte.

-¡Y no me extrañaría que le doliera! Cariño te has dado un buen golpe.


Pero ya no te dolerá. El sedante hará efecto de inmediato.- me dijo la enfermera
con un suave tono maternal. Le volví a lanzar un a mirada a Edward.

-¡No me duele!- repliqué, pero ya era tarde, la enfermera había sido


demasiado eficiente ante la petición de Edward –claro…él si podía deslumbrar a
las personas- y ya estaba poniendo el sedante en la intravenosa.

-Edward…eso es trampa- le dije una vez que la enfermera se hubiera ido.

-Es mejor Bella…no necesitas que Alice salga con sus bobadas.- Alice le
saco la lengua poniéndose de pie de un salto. –Buenas noches mi ángel- como si
fueran mágicas sus palabras, comencé a sentirme adormecida, el sedante hacia
efecto rápidamente. Los fríos labios de Edward se presionaron contra mi frente.

-Alice- murmuré cerrando los ojos. Le escuché preguntarme algo, y


lentamente le dije –Sabes que apuesto por ti.- susurré quedándome
profundamente dormida.

Epilogo
Bajo la luz de la luna
Edward pov
La fresca brisa del anochecer rozaba mi rostro. El pequeño cuerpo de Bella
se estremeció entre mis brazos y extendí mi mano para subir la mantilla aún más
arriba de sus hombros.

-¿Segura que no quieres entrar?- le pregunté por enésima vez.

-No- murmuró. –se esta bien aquí- había pasado los últimos días recostada
en su cama -luego de que le dieran de alta del hospital- y le había prometido que
nos sentaríamos a ver el atardecer cuando se pusiera mejor. Claro que no iba a
permitir que se congelara entre el frío de la noche y mi gélido cuerpo, pero ella
no diría nada…

El sol comenzaba a ocultarse detrás del horizonte, regalándonos un


hermoso cielo en tonalidades rojizas y violáceas.

Bella tenía su espalda acomodada sobre mi pecho con su cabeza en mi


hombro, cerca de mi nariz, lo cual era algo bastante placentero ya que adoraba el
aroma que desprendía su cabello. Me entretuve buen rato separándolo por
mechones y retorciéndolos entre mis dedos. Eran tan suaves.

Mientras tanto mi mente vagaba libremente, disfrutando del silencio que


había entre nosotros, el cual no era algo incomodo. Simplemente disfrutábamos
de la cercanía del otro sin tener que rellenar el silencio con cualquier comentario.
Por una parte me gustaba no poder escuchar sus pensamientos, podía sentir el
silencio…pero por otro lado, muchas veces me frustraba no saber que pensaba.

La amaba. Y la necesitaba conmigo. Más que a nadie o nada en esta vida.


Bella me la había devuelto. Me había salvado de llevar una existencia vacía y
monótona. Era ella quien me hizo recordar que, aunque estuviera muerto, mi
corazón estaba en el centro de mi pecho.

Aunque en cierta forma no fuera así. Mi corazón se lo había dado


íntegramente a Bella. Ella era la única dueña. Sin ella yo no era nada. No quería
nada.

En los últimos cien años nunca encontré algo que me importara más que
mis hermanos o mis padres. Nunca me sentí intrigado por como seria estar con
alguien más de la manera en que Alice pasaba tiempo en silencio con Jasper y
menos de la forma en la que Emmett y Rosalie se acariciaban sutilmente –pero a
la vez con pasión- Y me daba cuenta de que estar con Bella me resultaba fácil,
natural, como si hubiera nacido para ser así. La amaba y la deseaba. Cosas que
nunca creí que fueran tan intensos.

Cerré mis ojos inhalando profundamente, dejando que su dulce esencia


llenara mis pulmones. Dulce. Ya no me resultaba tan duro como antes
permanecer cerca de ella, no después de creer que desaparecería de mi vida para
siempre. Mi concentración entonces pasó hacia su pulso. Aquel hermoso sonido
era lo que me hacia consiente de cuanto la amaba como para apagar la música de
su corazón. Era una de las cosas que adoraba de Bella, el sonido de su sangre
corriendo por sus venas y bañando su corazón. Llevando aquel exquisito néctar a
todo su cuerpo y notándose más en sus mejillas la mayor parte del tiempo. No
podía negarlo, aun sentía algo de sed por ella. Mínima…pero ahí estaba.

-A veces me gustaría poder leer tu mente.- susurró Bella removiéndose


entre mis brazos cuanto se lo permitía el yeso de su pierna. Había rezongado
bastante cuando Carlisle le dijo que tendría que volver a enyesarla a causa de su
‘cita con James’ como se bromeaba en la casa. Pero era una broma de la cual no
gustaba recordar.

Yo le sonreí depositando un beso en su cabeza. –Eso solo me recuerda lo


mucho que me frustra no leer la tuya.

-Te reirías. Siempre es lo mismo. Tu, tu y tu.- se estaba ruborizando, pude


sentir su rostro aumentar un poco de temperatura cuando pasé las yemas de mis
pedos por sus mejillas.

-Oh, vamos…debe haber algo mas.- Irónico que yo dijera eso siendo que
todo el tiempo pensaba en ella. Directa o indirectamente cada pensamiento que
surgía en mi mente era de Bella.

-Bueno…Nah, olvídalo.- suspiró elevando sus ojos hacia el cielo. Yo no lo


hice. Había visto miles de noches como esta, prefería ver su rostro siendo
iluminado por los nacientes rayos de la luna llena. Hermosa.

-Por favor- le supliqué a su oído, tratando de persuadirla.

-¿Cuánto tiempo mas nos quedaremos en Forks?- resoplé cerrando mis


ojos una vez mas. Frustrado. No tenia que leer su mente para darme cuenta de
que había cambiado de pregunta y no se animaba a la que tenia en su mente.

-Bella- gruñí suavemente. Si tan solo pudiera leer sus pensamientos...

-Sabes que te amo.- susurró tomándome de la mano.

-Y yo a ti.

Bella sonrió y suavemente comenzó a darle besos a las yemas de mis


dedos. Algo dentro mío se sentía diferente ante esa suave caricia. El calor de sus
labios y de su aliento enviaba una ola de cosquillas a mi cuerpo. Quise apartarme
cuando me di cuenta de lo que me ocurría.
Nunca me había permitido pensar en Bella de esa manera. Al menos no
abiertamente. Sabía que la mayoría de los deseos humanos estaba en mi…solo
que permanecieron años escondidos detrás de otros aun mayores.

Pero estaban allí, de hecho Rosalie y Emmett se encargaban siempre de


demostrar que eso era así.

Prefería no pensar en ello. Era algo inconcebible entre Bella y yo. La sola
idea de pensar en eso me generaba tristeza. Era algo que no estaba seguro de
poder llevar a cabo. Estaba aterrorizado de lastimar a Bella. Siempre tenía que
prestar tanta atención antes de aproximarme a ella…no quería ni pensar en estar
en aquella situación…donde lo mas seguro seria que pierda el control. Eso seria
algo…terrible.

-Pero eso no es una pregunta.- puntualicé tratando de entender hacia donde


quería llegar.

-Vas a enfadarte.

-No lo haré.- ¿acaso era tan malo lo que iba a preguntarme?

-Yo...yo me preguntaba por qué te rehúsas a transformarme. A Alice no


parece importarle tanto.- me tensé y Bella se dio cuenta de ello. Ella se apartó
primero de mí y luego yo me acomodé en la banca.

-Bella. Creí que eso no se discutía más. Que era algo terminado.

-¿Terminado?- me dijo bufando. –Jamás lo hablamos, no por lo menos


todo lo que yo quisiera.

-Será mejor que entremos, la noche esta refrescando- dije tomándole de la


mano pero, para mi sorpresa, Bella se apartó de mi.

-¡No! No hasta que me digas por qué no quieres que sea uno de ustedes.-
me dolió verla a los ojos y ver en ellos que realmente sentía lo que decía. Bella
realmente quería ser un…monstruo. ¿Cómo iba a explicárselo? Si nadie en mi
familia entendía mi postura, ¿Cómo podía esperar que ella lo hiciera?

-Bella, es algo complicado. Partiendo por el hecho de que no quiero que


desperdicies tu vida.

-¿Desperdiciarla? No te entiendo- susurró mirándose a sus manos.


-Bella, aun eres demasiado joven como para saber que es lo que querrás en
diez años.

-Te quiero a ti. Te querré siempre. Por siempre.- contestó rápidamente.


Volví a sentarme en la banca. Dándole antes un beso en la frente.

-Bella. Yo no tuve opción. Carlisle escogió entre esta vida para mi o


dejarme morir. No tenía oportunidad alguna de sobrevivir. Y en tal caso, debería
haber muerto…y tú deberías de haber llevado una vida normal.

-¿Te olvidas que si no fuera por tu familia yo no estaría aquí?- me dijo


señalándose el hombro, recordándome al hombre que casi la mata por segunda
vez. Para nuestra suerte, no habría una tercera oportunidad para él.

-No. Bella, ¿Por qué insistes con esto? Tienes toda una vida por delante…
tienes la oportunidad de vivir lo que nosotros no podemos. Puedes casarte, tener
hijos, envejecer.

-¡No!- ahogó un grito. Alzó su rostro hacia mí con sus ojos llenos de
lágrimas de rabia. –No quiero nada de eso ¿acaso no lo entiendes? No me
importa…nada tiene sentido si no es contigo Edward. Solo dime por qué…- la
acerqué a mi pecho. Odiaba verla llorar, y odiaba ser el causante de sus lágrimas.
Pero mas me dolía que quisiera esta existencia con tanta fuerza.

Dolía desear lo mismo que ella y saber que no debía entregárselo. Sabía
que era la única forma en que ambos –y todos- podríamos ser felices, pero
también sabía que no era lo correcto. No podía condenar su alma por mi capricho
de querer que permanezca a mi lado para siempre. Simplemente no podía.

-Bella. Se que no lo entenderás…pero no quiero, no puedo condenar tu


alma.- Bella alzó su rostro confundida.

-¿Qué tiene que ver mi alma en todo esto?

-Mira mi familia y yo tenemos diferentes posturas en cuanto a esta


existencia. Al igual que Carlisle creo en la existencia de un Dios, así como del
cielo…y el infierno. Se que para los humanos hay una vida mas allá de la muerte.
Pero no para nosotros. Bella, nosotros estamos malditos, vivimos eternamente…
pero a cambio de nuestra alma.- Bella analizó mi expresión durante unos
instantes.
-¿Solo eso es el problema?- preguntó suavemente. ¿Solo eso? Pregunta
ella. Sabía que no iba a entenderme. Tampoco esperaba que lo hiciera Bella era
bastante cabezota.

-Si, ese es EL problema. Es la razón por la que no voy a dejar que Carlisle
te transforme.

-¿Carlisle? ¿Quién dijo algo de él?- Bella sonrió nerviosamente, de seguro


a causa de la expresión de perplejidad de mi rostro.

-¿Entonces?- temí hacer esa pregunta. Temí su respuesta.

-Bueno…yo…quería que lo hicieras tú- me contestó dejando que su


cabello cayera como una cortina entremedio de nosotros. Esta charla se estaba
yendo de control.

Después de que terminara de decir aquello me recliné contra el respaldo de


la banca, cerrando mis ojos. Indirecta o directamente Bella me estaba pidiendo
que fuera yo quien acabase con su vida humana. Comenzaba a sentirme aturdido
ante la inminente batalla interna que se me sobrevenía.

-Bella, eso es algo…imposible. No soy tan fuerte como crees.- murmuré.

-Si lo eres. Tengo pruebas de ello.- abrí mis ojos para ver a Bella pasando
su mano por el hombro donde James le había mordido. –Es solo que…todo sería
más fácil para nosotros y para nuestra familia.

Me acerqué a ella tomando su suave y frágil rostro entre mis manos. Clavé
mi mirada en sus ojos un buen rato. No quería seguir hablando de esto, no ahora
que me encontraba con distintas emociones dentro de mí. Recordé lo que Alice
me había dicho en una ocasión. Nuestros instintos eran bastante potentes para los
humanos, así que aunque estuviera mal traté de que Bella se olvidara del tema.

-Bella, por favor- susurré mirándola a los ojos y enviando mi aliento a su


rostro. –No ahora…te prometo que lo hablaremos después.- había funcionado.
Los ojos de Bella se veían débiles mientras comenzaban a cerrarse. Bella se
inclinó más hacia mí y las comisuras de mis labios se extendieron antes de
besarla dulcemente.

Otro día me preocuparía por la batalla interna entre lo correcto y lo que


deseaba. Ahora me concentraría de disfrutar de lo que tenía en mis manos; al
amor de mi existencia.
--

Jasper pov
Alice estaba recostada a mi lado en el sofá de nuestra habitación.
Repentinamente me había sentido invadido por unas ganas enormes de estar a su
lado y simplemente disfrutar de su cercanía. Entonces escuché la suave risa de
Bella. Su habitación estaba ubicada justamente debajo de la nuestra y le había
pedido a Edward que se sentasen en el bacón a observar el atardecer. Quizás de
ahí provenía aquella sensación que me invadía.

Permanecíamos allí echados en los brazos del otro mientras escuchábamos


en silencio la charla de Edward y de Bella. La cual no había terminado en ningún
punto en particular, o por lo menos con alguna respuesta firme para Bella.
Edward estaba equivocado si se pensaba que Bella se conformaría con un aplazo
de la charla y se olvidaría de ella. Estaba seguro de que le atosigaría con su idea
de ser trasformada hasta que consiguiera su cometido.

Bella era bastante terca. Al igual que él. Sin duda estaban cortados por la
misma tijera.

Antes de que Bella apareciera en nuestras vidas Edward era feliz...pero no


a este nivel. Era extraño verle sonreír con tanta amplitud o escucharle tocar
melodías románticas y apasionadas en su piano. Realmente debíamos de dar
gracias a Dios por habernos enviado a aquel ángel. Había hecho maravillas en
nuestra familia.

Desde el día en que casi muere a manos de James –hacía pocos días- toda
la casa había cambiado. Todos éramos conscientes de que Bella parecía ser una
especie de amuleto para atraer la mala suerte. Estábamos de acuerdo de que todo
esto no tendría un buen final...a menos que...Bella obtuviera lo que tanto quería.
En la que más había notado el cambio fue en Rosalie.

Creí que nunca daría su brazo a torcer con ella, pero después de que casi la
perdemos ya no le siento celosa o embroncada con Bella. ¿Quién sabe? Quizás
con un poco más de tiempo lleguen a ser tan buenas hermanas como con Alice. A
menos que claro, supiera lo que Bella quería para su futuro. Eso sería regresar las
cosas a como estaban años atrás y quizás peor.

Rosalie no se lo perdonaría jamás y menos si Carlisle accede a hacerlo. De


todos nosotros, ella es la que más se resiste a nuestra naturaleza...y si Bella
desperdiciaba la oportunidad de tener la vida humana que Rose nunca tuvo…
simplemente las cosas no se pondrían nada agradables entre ellas dos.

Edward amaba a Bella, con todas sus fuerzas. Eso lo veía y lo sentía. Por
eso mismo no podía entender por qué no accedía a transformarla. Yo no podría
imaginar una vida sin Alice. No entendía como él podía pensar en mantenerla
humana. ¿Que ganaría con ello? Bella algún día moriría, tarde o temprano. ¿Qué
era lo que haría ahí? ¿Por qué le era tan importante su alma?

Éramos seres inmortales...el alma no nos servía de nada, era la entrada un


lugar al cual teníamos muy pocas posibilidades de ir. ¿Acaso no le gustaba la
idea de pasar una eternidad con Bella? a mí me parecía simplemente perfecto,
mientras Alice me quisiera, claro.

Nunca le entendería. Pero algo dentro de mí me decía que Bella no duraría


mucho como humana, por alguna razón o por otra...seria como nosotros.

Sentí los labios de Alice rozándome el brazo.

-¿Estas bien Jazz?

-Si. Solo pensaba.

-¿De enserio?- me preguntó abriendo sus ojos como si estuviera


sorprendida, mientras una hermosa y burlona sonrisa se cruzaba por sus labios.

-Muy graciosa, Alice.- susurré dándole un beso en la frente. –Pensaba en


Edward y en Bella. Realmente se ven lindos juntos.

-Lo se.- me sonrió. Alice era la que más entusiasmada estaba con todo
esto. Era la única que no pensaba en la posibilidad de que pudiera salir algo mal.
Siempre anteponía las pequeñas alegrías a los grandes problemas. Realmente era
una persona excepcional y esa era una de las tantas cosas por las que la amaba. –
y va a transformarla. Lo veo. Solo que le tomara un poco más de tiempo.

-Edward es feliz...me molesta que no vea que Bella realmente quiere dejar
todo por él. Sería más feliz de lo que es ahora.

-Solo necesita tiempo, Jazz. Solo trata de aplazar algo que todos sabemos
que sucederá- me sonrió.
-¿Sabes que es lo que siento la mayoría de las veces cuando estoy cerca de
ellos, además de amor?- Alice me sacudió su cabeza negando. –De parte de
Edward siento esperanza.

-¿Esperanza?- me preguntó Alice alzando una ceja.

-Aun no estoy seguro de que...pero quizás es esperanza de que de alguna


forma todo resulte bien para ambos. De que ambos puedan de alguna forma
encontrar la felicidad.

-Y lo harán.- susurró con una sonrisa.

-¿De verdad lo crees? No veo como, Edward no quiere saber nada con
transformar a Bella.

-Puede no quererlo ahora…pero el tiempo le hará ver que es lo mejor para


ambos. Es la única forma en la que pueden ser felices por siempre…

Alcé una ceja. -¿Cómo lo sabes?

-No lo se- susurró dándome un beso en la frente. –Lo vi.


 

FIN

También podría gustarte