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EL TAMUNANGUE

Esta considerado como una de las expresiones folclóricas más interesantes de América.
Este baile no es exclusivamente de El Tocuyo, sino de toda la región comprendida entre esa
ciudad y Curarigua.
El Tamunangue, no es como algunos se imaginan, una diversión, sino una especie de rito
que practica el pueblo de estos lugares, en homenaje a San Antonio. De tal manera que el
pueblo de la citada región de Lara acostumbra a interpretar este baile en pago de alguna
promesa a San Antonio y, principalmente, en el día del santo, el 13 de Junio. En este caso
lo hacen delante de un altar y los músicos acostumbran quitarse el sombrero cuando van a
cantar.
Además, siempre inician el canto con una Salve, cuya letra es la misma de la oración, así
llamada, que ellos cantan como un tono. Sigue la parte llamada la Batalla que es una
esgrima del garrote al compás de una música descriptiva. De resto, es una serie de danzas
religiosas efectuadas en honor a un determinado Santo, es costumbre desde tiempos muy
remotos en varias regiones de España.
Según Silva Uzcátegui: El ha llegado a la conclusión de que nuestro Tamunangue es una
reminencia, una derivación de danzas folklóricas de algunas regiones de España, inclusive
Canarias, con esta opinión coincide la de Isabel Arets, quien en su folleto sobre El
Tamunangue dice que, evidentemente tal y como se baila hoy es una reconstrucción de
danzas antiguas.
Con respecto a este baile, sucede un hecho curioso: Cuando lo danzan las mujeres del
campo, ellas lo interpretan como un rito, lo danzan en actitud de quien está orando, con la
vista baja en el suelo y entonces el Tamunangue adquiere su sello característico de
grandeza, de serenidad. Se dice que en varias oportunidades de sus representaciones en las
fiestas folclóricas de Barquisimeto, en una foto que tomaron se ve a una señorita que
danzaba el Tamunangue, con la cabeza alzada y mirando al danzante. Una cosa es bailar y
otra, es interpretar una danza religiosa. Este no es un baile que se hace por diversión, sino
una serie de danzas religiosas como hay tantas en el mundo del folklore.
El musicólogo chileno Eduardo Lira Espejo, dice : El Tamunangue es uno de los bailes más
originales que ha visto en América. La elegancia aristocrática de su coreografía, la pureza
de concepción de sus movimientos, revelan por una parte que es un baile de regocijo
popular, en el cual está exento todo sensualismo y elementos que pudieran quitarle este
espíritu ingenuo, con que todavía se baila en los campos de Lara.

CELEBRACION:

Cada año, tras la bendición del pan de San Antonio de Padua, el pueblo de El Tocuyo se
viste de fiesta para celebrar el Tamunangue, también conocido como el baile de los negros
de San Antonio.

Este ritual que combina la música con el baile y el fervor religioso, se realiza también para
pagar promesas relacionadas con la salud, bonanza económica y la recuperación de objetos
perdidos. Por esta razón, se inicia con una misa al santo.El Tamunangue consta de siete
danzas que se realizan a lo largo de toda la procesión. Cada una va precedida de una Salve
y la pieza musical "La batalla" (ejecutada por dos hombres que la simulan). Las demás se
denominan así: La bella, el Galerón, el Chichivamos, el Poco a poco, la Perrendenga, el
Galerón y el Seis figuriao.

Todas estos sones van acompañados de instrumentos de percusión, como maracas y tambor,
y de cuerdas como el cuatro y el quinto. La cantidad de instrumentos depende de la
agrupación. La voces que les acompañan, ellas cantan estribillos cortos o largos entre los
que se dan gritos o falsetes.Los asistentes al Tamunangue normalmente visten, en el caso de
las mujeres con faldas floreadas y blusas blancas, y en el de los hombres, con pantalones,
camisa, alpargatas y sombrero.El baile de esta expresión cultural fusiona la cadencia latina
con la africana en metáforas y la elegancia de los bailes europeos de salón, que van hilando
los sones. No hay una coreografía establecida para las parejas y los movimientos más
comunes son giros y vueltas acompañados con galanteos y persecuciones entre uno y
otro.El Tamunangue es considerado como una de las expresiones más importantes del
quehacer cultural del país, dada su riqueza a la hora de la ejecución y esa mezcla de lo
profano con lo religioso que es producto de nuestra herencia blanca, india y negra.

LOS SONES DEL TAMUNANGUE:

La Batalla: Marca el inicio del ritual. Comienza con una introducción instrumental y luego
es interpretada por un dúo masculino. Paralelamente, dos hombres simulan luchas de
esgrima con varas.

La Bella: Caracterizada por un ritmo alegre y acompañada de gritos, consiste en una copla
cantada mientras una mujer es perseguida al tiempo que se le entrega una vara de vez en
vez.

El Chichivamos: También llamado Yiyivamos, es un son responsorial en ritmo de tambor.


En este baile, se saluda al santo y luego se inicia el baile en parejas sueltas y por turnos.

La Juruminga: Consiste en un verso cantado por una solista y contestado por un coro que
anima a los que bailan. En este son, el hombre realiza movimientos de galanteo mientras
que su compañera toma la falda con la mano izquierda y con la otra, sostiene una vara.
Cuando la pareja se cansa, entregan la vara a otra y así sucesivamente.

El Poco a Poco: Recibe su nombre de su primer movimiento, una pantomima de montaje


de un caballito.Se compone de dos partes. En la primera, una solista canta y el coro
responde y en la segunda, hay un allegro a dos voces en cuatro frases repetidas. La danza es
una pantomima bailada en giros enteros donde el hombre persigue a la mujer. Luego, éste
sufre de calambres y debe ser auxiliado por ella, quien lo monta en el caballo para llevarlo a
sitio seguro. Aquí tienen lugar improvisaciones humorísticas.

La Perrendenga: Ritmo alegre pero no más que el Poco a Poco. En esta danza de carácter
responsorial, también se usan varas pero para sugerir galanteo en vez de lucha.

El Galerón: Son en honor a San Pascual, supuesto amigo de San Antonio. Se basa en una
poesía que dicta las voces de mando para el baile, que puede realizarse bien sea en parejas o
alternadas o simultáneamente a manera de competencia.

El Seis figuriao: También llamado Seis por Ocho, Seis Florido o Seis Corrido. Es el baile
que cierra el Tamunangue y recibe su nombre porque lo ejecutan seis bailarines. Tiene un
corte criollo en su estructura musical.Dos parejas sueltas o enlazadas forman una especie de
esquina alrededor de otra que baila haciendo figuras típicas de la danza local y pasos de
baile de salón.
Publicado por Ember Martinez en 22:21

El Tamunangue o Sones de Negros

Sobre el origen del Tamunangue, como de cualquier otra manifestación folklórica venezolana, no
se tiene ninguna referencia histórica precisa. Únicamente las hipótesis que pudieran formarse
extraídas de alguna cita tomada de la historia escrita como la que expone Ermila Troconis de
Veracoechea en su libro Historia de El Tocuyo Colonial:

"En 1609 fue conformada la creación de la cofradía de San Antonio de Padua, por el reverendo
fray Antonio de Alceza, esta cofradía tenía su sede en el Convento de San Francisco y se
establecía que era una hermandad para morenos y esclavos..."

De aquí se puede inferir que los negros traídos desde África hacia América venían con sus cantos,
bailes y rituales tomando como divinidad protectora a San Antonio de Padua.

En nuestro estado Lara la devoción al Santo se manifiesta en la danza llamada Tamunangue o


Sones de Negros en honor a "El Santo Negro". Es en El Tocuyo y en Curarigua donde se registran
las primeras manifestaciones de esta tradición, pues dichas zonas estaban dedicadas a la
producción agrícola, por ello la población negra y mestiza era abundante.

Se celebra los 13 de Junio de cada año por ser ésta la fecha de muerte de San Antonio de Padua.

Características

El Tamunangue o Sones de Negros es una fiesta ritual que celebra el pueblo larense el 13 de junio
de cada año o durante cualquier día como pago de una promesa, por favores recibidos o como
homenaje póstumo a tamunangueros fallecidos creyentes que así lo hayan solicitado antes de su
muerte.

Es una fiesta, porque durante su celebración hay diversión y júbilo, tanto para quienes bailan los
Sones como para quienes lo presencian, pues la gracia, coquetería y galantería que contiene
produce risa y agrado. Hay alegría en el repique de las campanas y los fuegos artificiales, en la
forma festiva como se adorna el altar con flores y papeles multicolores, en las calles adornadas a
propósitos de la fiesta, en los trajes y en la música.

Es un ritual ya que se realiza como un ceremonial particular o colectivo ordenado, en cuanto a la


construcción` y decoración del altar, utilizando para ello incienso y velas, realización del velorio, la
procesión del Santo y la ejecución de la salve, la batalla y los siete Sones. Se han dado reglas y
normas transmitidas de generación en generación que deben respetarse con devoción en la
ejecución del Tamunangue.

Rituales durante el velorio: construcción del altar, inicio del velorio con la salve. La letra es la
misma del catecismo católico pero cantada en forma de décima. Los rituales de la misa son los
mismos que se desarrollan en cualquier iglesia católica, sólo que se le agrega la entrega del pan
de San Antonio y el canto de la salve.

Rituales durante la procesión: canto de la salve al inicio. Recorrido ordenado con el Santo
acompañado por los "batalleros" con sus garrotes cruzados (a veces se lleva un crucifijo). Los
músicos rodean la imagen o se ubican detrás de la misma, cantando la batalla, que son cuartetas
en honor al Santo o describen la destreza de los "batalleros". Luego se juega la batalla delante del
Santo.

Rituales del baile: al concluir la procesión en el sitio indicado para el baile se coloca la imagen en el
altar y se da inicio a la danza, durante el desarrollo de la misma, cada pareja deberá ejecutar el
siguiente ritual:
Dirigirse al altar, tomar las varas que allí se encuentran, inclinarse ante el Santo, persignarse e
iniciar el baile siguiendo las instrucciones de los cantores (no se consideran en el Galerón y el Seis
Figuriao) y entregar la vara a otra pareja que desee bailar. La nueva pareja con la vara en la mano
deberá hacer lo anterior con la solemnidad requerida. Hay que destacar que las mujeres deben
bailar sólo en falda, está prohibido hacerlo en pantalones.

Día Mundial contra el Trabajo Infantil,


   12 de junio
Antecedentes
¿Qué se entiende por trabajo infantil?

El trabajo infantil pone en riesgo a los menores y viola tanto el derecho internacional como
las legislaciones nacionales. Priva a los niños de su educación o les exige asumir una doble
carga: el trabajo y la escuela. El trabajo infantil, que debe ser eliminado, es un subconjunto
de actividades laborales llevadas a cabo por menores de edad e incluye:

 Las «incuestionablemente» peores formas de trabajo infantil, tales como la


esclavitud, o prácticas similares, y el uso de niños en la prostitución u otras
actividades ilegales.

 El trabajo hecho por los niños menores de la edad legal para ese tipo de tareas, tal y
como se establece en las legislaciones nacionales de acuerdo con los estándares
internacionales.
En la actualidad, cerca de 168 millones de niños trabajan en el mundo, muchos a tiempo
completo. Ellos no van a la escuela y no tienen tiempo para jugar. Muchos no reciben
alimentación ni cuidados apropiados. Se les niega la oportunidad de ser niños. Más de la
mitad de estos niños están expuestos a las peores formas de trabajo infantil como trabajo en
ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas
incluyendo el tráfico de drogas y prostitución, así como su participación involuntaria en los
conflictos armados.

El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), guiado por los
principios consagrados en el Convenio núm 138 sobre la edad mínima y el Convenio núm
182 sobre las peores formas de trabajo infantil de la OIT, trabaja para alcanzar la abolición
efectiva del trabajo infantil.

Estándares laborales

Uno de los principales objetivos que se fijaron para la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) cuando se fundó en 1919 fue la abolición del trabajo infantil. Desde una
perspectiva histórica, el principal instrumento de la OIT para alcanzar el objetivo de la
abolición efectiva del trabajo infantil ha sido la adopción y la supervisión de los estándares
laborales en los que se aborda el concepto de edad mínima de admisión al empleo o al
trabajo. Además, desde 1919, el principio de que las normas relativas a la edad mínima
deberían ir asociadas a la escolarización ha formado parte de la tradición normativa de la
OIT en esa esfera. En él Convenio núm. 138 se establece que la edad mínima de admisión
al empleo no deberá ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar.

La adopción por la OIT diez años después del Convenio núm. 182 consolidó el consenso
que existía a escala mundial en torno a la eliminación del trabajo infantil. Este instrumento
estableció los objetivos más concretos que tanto se necesitaban, sin abandonar el objetivo
general expresado en el Convenio núm. 138 de la abolición efectiva del trabajo infantil.
Además, el concepto de las peores formas contribuye a fijar prioridades y puede servir
como punto de partida para abordar el problema principal del trabajo infantil. El concepto
también ayuda a prestar atención a los efectos del trabajo en los niños y al tipo de trabajo
que realizan.

El trabajo infantil prohibido en el derecho internacional queda comprendido en tres


categorías, a saber:

 Las formas incuestionablemente peores de trabajo infantil, que internacionalmente


se definen como esclavitud, trata de personas, servidumbre por deudas y otras
formas de trabajo forzoso, reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en
conflictos armados, prostitución y pornografía, y otras actividades ilícitas.
 Un trabajo realizado por un niño que no alcanza la edad mínima especificada para
ese tipo de trabajo (según determine la legislación nacional, de acuerdo con normas
internacionalmente aceptadas), y que, por consiguiente, impida probablemente la
educación y el pleno desarrollo del niño.
 Un trabajo que ponga en peligro el bienestar físico, mental o moral del niño, ya sea
por su propia naturaleza o por las condiciones en que se realiza, y que se denomina
«trabajo peligroso»

12 de junio – Día Mundial Contra el


Trabajo Infantil
El trabajo infantil es una de las problemáticas que más afecta a niños, niñas y adolescentes
en todo el mundo, atentando contra su pleno desarrollo integral. Garantizar sus derechos y
ampliar la protección social es responsabilidad de todos. Acompañanos en esta tarea
cotidiana desde tu lugar.
En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instituye el 12 de junio como
Día Mundial contra el Trabajo Infantil. A partir de estas fechas, lo que se pretende es
concientizar respecto a  la deuda que aún se mantiene en relación a esta problemática, que
se constituye en un obstáculo para el ejercicio de los derechos de miles de niños y niñas.

Un niño que trabaja es un niño que no cuenta con las mismas posibilidades que sus pares
para ejercer sus derechos. El derecho a la educación, al juego, a la práctica de deportes,
al tiempo libre, todos son derechos que deberían ser inherentes a la condición de niños. Sin
embargo, no es así para todos.

Las leyes de protección de la infancia sancionadas en nuestro país luego de ratificada la


Convención Internacional sobre Derechos de Niño, no han sido capaces de revertir esta
situación. Por un lado, la Ley N° 26.390 prohíbe el trabajo infantil y eleva a 16 años la edad
mínima de admisión al empleo, mientras que la Ley N° 26.061 aboga por la protección
integral de derechos de niños niñas y adolescentes.

No obstante ellas, aún hay miles de niños que viven con claras privaciones de derechos
producto de una inclusión temprana en el mercado más cruel de la economía. La exposición
a riesgos y privaciones de derechos no sólo limita el desarrollo de sus capacidades sino que
constituye un eslabón central de los procesos de reproducción intergeneracional de la
pobreza y la precariedad laboral. En muchos casos, cuando la precariedad laboral del sostén
de hogar es tan grave, son los niños quienes contribuyen con sus ingresos al sostenimiento
del grupo familiar, constituyéndose en un eslabón fundamental de las estrategias de
supervivencia. Frente a tales situaciones, revertir este proceso es mucho más complejo aún.

Vendedores en los trenes, limpiavidrios, abre puertas de los taxis, vendedores de flores en
las esquinas, improvisados músicos y cantautores, hermanas a cargo del cuidado de
hermanos más pequeños, talleres de costura y otros tantos ejemplos surgen al momento de
pensar en trabajo infantil.

Todos ellos son casi excluyentes de la idea de escolaridad formal y, con ello, la pérdida de
un sinnúmero de hábitos y oportunidades. En la infancia, la escuela representa la institución
social prioritaria para el desarrollo personal y social, y el ámbito por excelencia luego de la
familia. En aquellos casos donde con un gran y valorado esfuerzo se proponen insertarse en
el sistema educativo, en general se obtienen magros resultados de aprendizaje, historias de
repitencia y abandono temprano. Con estas experiencias la frustración es aún mayor y el
estímulo a un nuevo intento se vuelve cada vez mas diluido.

Desde Aldeas Infantiles SOS trabajamos en pos de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes y decimos NO al trabajo infantil:

 Porque hay un conjunto de leyes que claramente lo prohíben


 Porque atenta contra los derechos de los niños, niñas y adolescentes
 Porque hay un momento para cada etapa de la vida y cuando se es niño el momento
es el de la escuela, con los amigos, jugando…
 Porque sin esto no será posible convertirse en un adulto formado y con capacidades
para integrarse en la economía formal que le brinde recursos para mejorar sus
condiciones de vida y las de su grupo familiar.

Alguien dijo una vez que para erradicar el trabajo infantil no hay que pensar en cuánto gana
un niño sino en cuánto pierde. Desde Aldeas Infantiles SOS renovamos nuestro
compromiso para trabajar en pos de la erradicación del trabajo infantil fortaleciendo a las
familias y a las comunidades para que puedan resguardar los derechos de niños y niñas, y
continuaremos reclamando respuestas al Estado sobre esta deuda pendiente con los niños,
víctimas de

Día Mundial contra el Trabajo Infantil


Se celebra para concientizar a la sociedad y fortalecer las políticas de los Estados
nacionales para que todos los niños y niñas puedan ejercer libremente su derecho a la
educación, salud y juego.

En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) declaró esta fecha como el Día
Mundial contra el Trabajo Infantil, para dar visibilidad a esta situación que afecta a niñas y
niños alrededor de todo el mundo. El objetivo es generar conciencia e impulsar los
cambios necesarios para que ningún niño o niña se vea privado de la posibilidad de
acceder a la educación, la salud, la recreación y las libertades elementales.

Todos los niños y las niñas tienen los mismos derechos. El trabajo infantil impide el
acceso a esos derechos, especialmente el derecho a la salud, a la educación y al juego.
Algunas actividades que los niños y niñas realizan en la calle, en el campo o puertas
adentro también son trabajo y en muchas circunstancias se las invisibiliza.

Trabajo infantil es toda la actividad económica o estrategia de supervivencia, sea


remunerada o no, realizada por niños y niñas menores de 16 años. La prohibición del
trabajo infantil se extiende hasta los 18 años cuando se trata de un trabajo peligroso.

En Argentina está en vigencia la Ley N° 26.390 de prohibición del trabajo infantil y se


refiere a cualquier actividad, que persiga o no fines de lucro. En 2013, además, se sancionó
una ley que penaliza con prisión a los empleadores que generen trabajo infantil, un
tema que antes sólo era castigado con multas.

¿Por qué un niño no debe trabajar?

 Porque las tareas laborales disminuyen su rendimiento escolar o directamente lo


obligan a abandonar la escuela.
 Porque los niños están en pleno crecimiento físico, mental y emocional, y el
exceso o la repetición de tareas mecánicas perjudica su desarrollo.
 Porque  el mundo del trabajo es un mundo adulto, con exigencias físicas y mentales.
Los niños tienen que desarrollar su personalidad mediante los juegos y a través
de la relación con sus amigos y sus familiares.

Día Mundial contra el Trabajo infantil

El 12 de junio es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Millones de niños de todo el mundo se
dedican a algún tipo de trabajo peligroso o en el que son explotados, por lo general a expensas de
su salud y su educación y, sobre todo, de su bienestar general y desarrollo.

Millones de niños trabajan para sostener a sus familias, pero el trabajo infantil se vuelve
inaceptable cuando lo hacen niños demasiado jóvenes y que deberían estar en la escuela.
Además, hay muchos niños que están desarrollando un trabajo inadecuado para menores de 18
años.

"Cuando los niños se ven obligados a las formas más peligrosas de trabajo, cuando faltan a la
escuela, cuando están en peligro y su salud y su bienestar se deterioran, es inaceptable. Es
necesario actuar para hacer frente a esta situación y, en primer lugar, prevenir que suceda", señala
la Directora de Protección Infantil de UNICEF, Susan Bisell.

UNICEF calcula que unos 150 millones de niños de entre 5 y 14 años, o casi 1 de cada 6 niños en
este grupo de edad, son víctimas del trabajo infantil. Según las últimas estimaciones de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), 7,4 millones de niños en el mismo grupo de edad se
dedican al trabajo doméstico, que se lleva a cabo de manera desproporcionada por niñas.

Los trabajadores domésticos se encuentran entre los más explotados y maltratados por una serie
de razones, como la discriminación, la exclusión de las leyes laborales, el aislamiento, y su
naturaleza oculta. Los niños tienen mayor riesgo, debido a su corta edad, la falta de conocimiento
de sus derechos, la separación de su familia y la dependencia de su empleador.
REDES DE NIÑAS ADOLESCENTES

En algunos países, el trabajo innovador para acabar con el trabajo infantil ya está dando sus frutos.
En Gujarat (oeste de India), por ejemplo, UNICEF se ha aliado con la Fundación IKEA para formar
Redes de Niñas Adolescentes (AGN, en sus siglas en inglés), que forman a los jóvenes en temas
relacionados con violaciones de los derechos de la infancia, incluidos el trabajo infantil y el
matrimonio infantil. []

Estas redes se han formado en los 3.450 pueblos de Gujarat, con alrededor de 35.000 miembros
que abogan por los derechos de los niños y niñas involucrados en el trabajo infantil. Identifican a
otros niños que trabajan -en campos de algodón, por ejemplo- y convencen a sus padres para que
regresen a la escuela. Ya han identificado a 61.827 niños que no iban al colegio y cerca de 20.000
han regresado a las aulas.

El trabajo a largo plazo debe llevarse a cabo desde los gobiernos. UNICEF apoya la Convención
189 de la OIT sobre Trabajadores Domésticos, aprobada en 2011 y que se dirige especialmente a
las mujeres y niñas en el servicio doméstico, y ha felicitado a Uruguay, Filipinas e Islas Mauricio
por ser los primeros países en ratificar la Convención. Otros 20 países han iniciado diálogos
nacionales sobre el trabajo doméstico en el proceso de adopción de la Convención de la OIT.

UNICEF ayuda a los países a elaborar y aplicar programas integrales para hacer frente al trabajo
infantil, desde el marco jurídico y político, para aumentar la capacidad de los gobiernos para
promover el cambio social positivo y desafiar las normas culturales que respaldan el trabajo infantil.

José Antonio Páez


Nace en Curpa (Edo. Portuguesa) el 13 de junio de 1790.
Muere en Nueva York (Estados Unidos) el 6 de mayo de 1873.
José Antonio Páez
Ilustración realizada por Francisco Maduro.

General en jefe de la Independencia de Venezuela. Presidente de la República en tres


ocasiones. Se le conoció con algunos de los siguientes calificativos: "El Centauro de los
llanos", "El León de Payara" y "El Taita". La historiografía tradicional lo ha acusado
(¿injustamente?) de traicionar a Simón Bolívar, por encabezar en 1826 el movimiento
denominado como "La Cosiata", el cual buscó separar a Venezuela de la Gran Colombia.
La figura de Páez dominó la escena política venezolana a partir de la Batalla de Carabobo
en 1821, hasta el Tratado de Coche en 1863, cuando concluyó la Guerra Federal.

Joven llanero
José Antonio Páez nació el 3 de junio de 1790 en Curpa, actual estado Portuguesa. Sus
padres fueron Juan Victorio Páez y María Violante Herrera. Su familia fue numerosa,
humilde y de origen canario. A los 8 años fue enviado por su madre a estudiar en una
pequeña escuela de Guama.En 1807 fue atacado por unos asaltantes y logró darle muerte a
uno. Sin embargo, por temor a represalias huyó y se internó en los llanos de Apure. Allí
obtuvo un empleo como peón del hato La Calzada y aprendió todo lo relacionado con el
oficio de llanero y ganadero. En 1809 se casó con Dominga Ortiz y se dedicó al comercio
vacuno; para entonces era un experto jinete diestro con la lanza.

Entre 1810 y 1813, con el inicio de la Guerra de Independencia, Páez luchó brevemente a
favor de los realistas pero luego se incorporó a las filas republicanas de su antiguo patrón,
Manuel Antonio Pulido. Fue apresado en 1814 por los españoles en Barinas pero logró
escapar y volvió a los Llanos. De allí se incorporó a distintas unidades al mando de
diferentes generales, entre ellos Rafael Urdaneta, y para 1815 ayudó en la toma de
Guasdualito. Ese mismo año se le encargó el mando de un escuadrón de caballería
triunfando en la batalla de Banco de Chire y en 1816 en la batalla de Mata de la Miel. Por
estos logros el gobierno de la Nueva Granada lo ascendió a teniente coronel. Para ese
momento su fama ya era manifiesta y se caracterizó por su carisma y su temeridad.

Victoria en Carabobo y liberación de Venezuela


El 30 de enero de 1818, en el hato Cañafístola, se entrevistó el General de Brigada José
Antonio Páez con el General en Jefe Simón Bolívar, que venía de Angostura con el ejército
que ejecutó la Campaña del Centro; este encuentro marca el comienzo de la unión de
ambos jefes para la prosecución de las operaciones contra el ejército del general realista
Pablo Morillo. En 1819 obtuvo uno de los triunfos bélicos más resonantes de su carrera al
triunfar en la Batalla de las Queseras del medio, empleando su famosa táctica de "Vuelvan
Caras". Por su hazaña se le otorgó la Cruz de los Libertadores. El 28 de abril de 1821
iniciaron los preparativos de la Campaña de Carabobo. Páez salió de Achaguas el 10 de
mayo, a la cabeza del ejército de Apure, para incorporarse en San Carlos (Edo. Cojedes) al
Ejército Libertador. El 24 de junio del mismo año se libró la Batalla de Carabobo, en la
cual los realistas fueron derrotados. Páez mandó en la primera división y la segunda
división fue dirigida por el general Manuel Cedeño, que tuvo a su cargo la acción principal
de ataque. Ese día Páez fue ascendido a General en Jefe. Entre 1822 y 1823 triunfó en la
batalla de Naguanagua y liberó el castillo de Puerto Cabello barriendo así con los últimos
reductos realistas.

En abril de 1826 se inició "La Cosiata", movimiento que lo tuvo como jefe indiscutible y
que rompió relaciones con el gobierno de Bogotá, a la cabeza del que se hallaba el
vicepresidente Santander, planteando la separación de Venezuela de la Gran Colombia. El
regreso de Bolívar desde el Perú, quien asumió en Bogotá la presidencia de la República,
cortó por el momento el proceso separatista. Al salir Bolívar para Bogotá a mediados de
1827, Páez vio reforzada su posición en Venezuela y, sin enfrentarse abiertamente al
Libertador, fue aumentando el poder real que ejercía. Renació entonces el sentimiento
separatista, que finalmente en noviembre de 1829 desconoció la autoridad de Bolívar y de
los órganos de Bogotá, entregando el poder a Páez, consumándose de esta manera la
separación de Venezuela de la Gran Colombia. Cabe destacar que para esas fechas Bolívar
ejerció una dictadura de dudosa legitimidad y solo proclamada por la Municipalidad de
Bogotá. Ejerció de 1822 hasta la sedición de Venezuela de Colombia el cargo de Jefe Civil
Militar del Departamento de Venezuela.
Queseras del Medio

Presidencias
El 24 de marzo de 1831 Páez fue electo presidente constitucional de Venezuela por 136
votos de los 158 sufragantes surgidos de las asambleas electorales. En este primer gobierno,
llevó a cabo una labor organizadora del Estado, con medidas administrativas en materia de
impuestos, inmigración, liberalización del crédito, educación, orden público, y asuntos
internacionales. Durante este período, Páez enfrentó dos crisis: la resistencia a jurar la
constitución por parte del Arzobispo de Caracas, Ramón Ignacio Méndez, que terminó con
la expulsión de éste, y el alzamiento de los generales José Tadeo Monagas y José Gregorio
Monagas (primero con el pretexto de restituir la Gran Colombia y luego en favor de la
autonomía de un Estado Oriental) que fue contenido militarmente y concluyó con un
convenio entre Páez y los jefes orientales.

En 1835 entregó el poder a su oponente José María Vargas. Ese mismo año aplacó la
insurreción militar conocida como la Revolución de las Reformas, colocándose del lado del
gobierno constitucional y del derrocado presidente. En 1838 fue electo para una segunda
presidencia que asumió el 1 de febrero de 1839. En este nuevo mandato siguió ocupándose
de la educación, el crédito exterior, la deuda pública contraída por la antigua República de
Colombia y repatrió los restos mortales del Libertador. En enero de 1843, fue sustituido en
la presidencia de la república por el general Carlos Soublette.
Presidente José Antonio Páez

En Calabozo, el 4 de febrero de 1848 inició Páez un movimiento armado contra el gobierno


de José Tadeo Monagas. En la batalla de Los Araguatos (10.3.1848) fue derrotado por José
Cornelio Muñoz, emigrando a Nueva Granada, siguiendo a Santa Marta y de allí a Curazao.
El 2 de julio de 1849 invadió Venezuela por la Vela de Coro; ofensiva que concluyó con su
captura en Macapo (Edo. Cojedes) por parte del general José Laurencio Silva, quien lo
remitió a Caracas. Monagas lo encarceló en el castillo de San Antonio de la Eminencia de
Cumaná, donde lo visitaron su esposa Dominga Ortiz y su hija; de allí salió el 23 de mayo
de 1850 al destierro.

Dictadura
Volvió a Venezuela el 18 de diciembre de 1858 a solicitud del presidente Julián Castro y de
la Convención de Valencia, para que se encargue del ejército y de la pacificación del país,
convulsionado por el alzamiento de los promonaguistas, liberales y federalistas. Cuando
estos últimos proclaman la Federación el 20 de febrero de 1859 en Coro (Guerra Federal),
el gobierno central lo nombró jefe de operaciones en la Provincia de Carabobo; pero al no
obtener las amplias facultades que exigió, renunció en abril, y optó por regresar a los
Estados Unidos, país en el que había estado durante su destierro. A su regreso, fuerzas
conservadoras leales a él derrocaron al presidente constitucional, Pedro Gual, y Páez lo
sustituyó como Jefe Supremo de la República, el 10 de septiembre de 1861. Las
consecuencias de este golpe de Estado repercutieron hondamente desde entonces en la
historia del país ya que por primera vez alguien recurría exitosamente a la dictadura
violentado la constitución y las instituciones republicanas por motivos meramente
personalistas. Esta acción sentó un claro precedente de cómo alguien, con suficiente poder
y evocando supuestas razones superiores a la ley, podía pasar por encima de los poderes
constituidos sin problema alguno;un legado que no tardó en ser practicado por otros
caudillos venezolanos. Todo el año 1862 y parte de 1863, condujo El Centauro de los
LLanos la guerra contra los federalistas encabezados por Juan Crisóstomo Falcón.
Finalmente el Tratado de Coche pone fin a las hostilidades en abril de ese año. Páez
gobernó nominalmente en Caracas hasta mediados de junio; el 13 de agosto salió de
Venezuela por tercera y última vez, estableciendo su residencia en los Estados Unidos.

En su exilio se dedicó a viajar y escribió su autobiografía. El 13 de julio de 1867, el


gobierno de Venezuela le expidió el diploma que lo acreditaba como Ilustre Prócer de la
Independencia Suramericana. El 6 de mayo de 1873 murió en Nueva York. Sus restos
fueron repatriados y sepultados en el Panteón Nacional, el 19 de abril de 1888.

José Antonio Páez


(Curpa, 1790 - Nueva York, 1873) Caudillo de la independencia venezolana, fundador y
presidente de la Cuarta República de Venezuela. Al frente de su ejército de llaneros,
contribuyó al triunfo del movimiento emancipador liderado por Simón Bolívar; el mismo
Libertador destacó su papel en la decisiva batalla de Carabobo (1821), con la que quedó
definitivamente afianzada la independencia de Venezuela.
José Antonio Páez

Sin embargo, pese a la fidelidad y compromiso con el Libertador que había mostrado en las
campañas militares, José Antonio Páez nunca asumió plenamente el proyecto de Bolívar de
integrar las colonias liberadas en la «Gran Colombia» (1819-1830), confederación que
agrupó los territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Poco respetuoso con la
cadena de mando y con cierta tendencia a extralimitarse en sus funciones como comandante
en jefe del departamento de Venezuela, José Antonio Páez terminó liderando a partir de
1826 «la Cosiata», movimiento separatista venezolano que conduciría en 1830 a la
desmembración de la Gran Colombia.

El mismo Páez dirigió la transición a la nueva Venezuela independiente, que se constituyó


en República (la cuarta) y lo eligió como primer presidente (1831-1835). Reelegido para el
período 1839-1843, el peso de su inmensa influencia política se dejaría sentir hasta 1847, e
incluso en los tiempos del «Monagato» (1847-1858) y la Guerra Federal (1859-1863),
etapas en que los liberales intensificaron la lucha contra la conformación conservadora que
Páez había impreso a la República.

El Centauro de los Llanos

Muy lejos de la Caracas criolla de ímpetus revolucionarios y asideros conservadores de


finales del siglo XVIII, José Antonio Páez nació en Curpa, en el actual Estado de
Portuguesa, el 13 de junio de 1790. Descendiente de canarios, era hijo de Juan Victorio
Páez y María Violante Herrera, ambos de fortuna muy escasa. La familia se encontraba más
bien desarticulada; el padre vivía en la ciudad de Guanare y trabajaba para el gobierno
colonial en un estanco de tabaco, mientras la madre iba asignando destinos a sus ocho hijos.

Cuando tenía ocho años de edad, Páez fue enviado por su madre a estudiar en una pequeña
escuela de Guama. Obviamente, las letras no alentaban las expectativas de aquella familia,
pues la colonia no reservaba muchos derechos para las clases desposeídas. Sin embargo,
nada de esto sería impedimento para que su hijo se formara en aquello por lo cual se
distinguiría. La escuela de Páez fue la que ofrecían los Llanos de Apure, y su estirpe era la
del llanero. Grandes extensiones de tierras con vastos pastizales húmedos, secos o
inundados, según la temporada, componían el paisaje de esta especie de hombres, cuya
actividad era lidiar con las bestias del ganado caballar y vacuno en un horizonte que sólo se
comprendía a sí mismo.

Páez en atuendo de llanero

Huyendo de un incidente que le costó la vida a un bandido que quería asaltarle, Páez se
internó en los Llanos y se empleó como peón en el hato de La Calzada, propiedad de
Manuel Pulido. Bajo las órdenes del negro Manuelote, esclavo de Pulido y capataz de la
hacienda, aprendió todo aquello que un llanero debe saber: ojear el ganado, medirse en el
rodeo, armar la yunta, herrar, enlazar, colear. Para todo ello tuvo que aprender a montar de
forma tal que su cuerpo se fusionara con la bestia hasta parecer un centauro. "Imagínese el
lector cuán duro debía ser el aprendizaje de semejante vida (diría Páez en su autobiografía),
que sólo podía resistir el hombre de robusta complexión o que se había acostumbrado desde
muy joven. [...] Mi cuerpo, a fuerza de golpes, se volvió de hierro, y mi alma adquirió, con
las adversidades en los primeros años, ese temple que la educación más esmerada
difícilmente habría podido darle."
La ganadería se había convertido en ese entonces en un sustituto importante del arruinado
comercio del cacao, y ello atrajo a muchos comerciantes a fundar haciendas allí donde
conseguían rodear a unas cuantas bestias salvajes. Tal era el caso de Manuel Pulido y sería
también el de Páez, a quien Pulido le ofreció la posibilidad de ayudarle en la
comercialización del ganado en el hato del Paguey. Fue tal la destreza que adquirió Páez en
esta actividad que decidió independizarse, conquistar sus propias tierras y vender su propio
ganado.

Comenzó entonces una nueva vida para José Antonio Páez, que no abandonaría jamás.
Cuando todavía ejercía de pequeño comerciante, en uno de sus acostumbrados recorridos
de Acarigua a Barinas, conoció en el pueblo de Canaguá a Dominga Ortiz Orzúa, huérfana
de diecisiete años con quien se casó en esa ciudad en julio de 1809. La vida conyugal se
vería interrumpida por causa de la llamada Gran Guerra iniciada en 1811, y se nutriría
únicamente de encuentros infrecuentes hasta 1821, año en que apareció Barbarita Nieves en
la vida del futuro caudillo. Dos hijos nacieron del vientre de doña Dominga: Manuel
Antonio y María del Rosario.

La independencia de Venezuela

Como tantos otros venezolanos, Páez había permanecido ajeno a la intentona


independentista del precursor Francisco de Miranda, que había encabezado en 1806 dos
expediciones militares fracasadas al poco de desembarcar. Dos años después, sin embargo,
las circunstancias históricas llevaron a una coyuntura mucho más favorable para aquellos
criollos que aspiraban a la independencia: en 1808, Napoleón invadió España y obligó al
monarca español a abdicar en favor de su hermano, José I Bonaparte.

Ello desató la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), conflicto que fue en gran
medida una desgastadora guerra de guerrillas alimentada por el rechazo popular al rey
francés, cuya autoridad fue contestada con el establecimiento en Sevilla de una Junta
Suprema de España e Indias, relevada en 1810 por el Consejo de Regencia de Cádiz. El
vacío de poder en la metrópoli fue aprovechado por los múltiples grupos que, desde
variados puntos de la geografía hispanoamericana, venían conspirando por la
independencia de las colonias.

En la Capitanía General de Venezuela, el golpe de mano tuvo lugar el 19 de abril de 1810:


el capitán general de Venezuela, Vicente Emparan, hubo de renunciar a su autoridad en
beneficio de la nueva Junta Suprema de Venezuela, teóricamente subordinada al Consejo
de Regencia de Cádiz y, por ende, al depuesto monarca español Fernando VII. En la
práctica, y a instancias de la Sociedad Patriótica fundada por Francisco de Miranda, el
Congreso Constituyente convocado un año después proclamó la independencia de
Venezuela (5 de julio de 1811) y emprendió la redacción y sanción de una Constitución
Federal.
Firma del Acta de Independencia, de Martín Tovar y Tovar

En realidad, más que una contienda separatista, el estallido de una verdadera guerra civil
fue la consecuencia más inmediata de la declaración de independencia de Venezuela. Las
diferencias entre los criollos patriotas y los criollos adeptos al todavía prisionero rey
español Fernando VII no fueron sino una de las aristas del conflicto; el bando realista
comandado por Domingo de Monteverde, que se oponía también al levantamiento, halló la
mayoría de sus fuerzas militares en los recién configurados ejércitos de pardos y esclavos.
La cuestión de fondo era una lucha entre clases y castas por la tenencia de la tierra, por la
obtención o pérdida de privilegios políticos y por las reivindicaciones estamentarias de los
desposeídos.

Nada diferente sucedía en los Llanos de Apure, donde la situación se vivió como un
confuso llamado a las armas. Las noticias llegaban por intermedio de algunos dueños de
haciendas, quienes, aterrorizados por la posible pérdida de sus tierras, decidían armar sus
propios ejércitos. Tal fue el caso de Manuel Pulido, quien no tardó en convocar a Páez para
que le ayudara a entrenar a sus hombres en pro de esta causa defensiva. En esta maraña de
confusiones, cuyo resultado sería la derrota y capitulación de Francisco de Miranda (que
había sido nombrado «generalísimo» del ejército republicano) y la caída de la Primera
República en 1812, José Antonio Páez se definió como patriota y se incorporó a las tropas
republicanas que mandaba Pulido.

El regreso de José Antonio Páez a los Llanos se produjo en 1813; en 1814 se trasladó a
Mérida, donde permaneció hasta septiembre del mismo año, cuando volvió nuevamente a
los Llanos. No saldría de este territorio hasta 1818, cuando sumó sus tropas a las del
ejército del futuro «Libertador de América», Simón Bolívar, que había relevado a Miranda
en el liderazgo del movimiento independentista. Páez, se dice, siempre estuvo enfrentado
contra los realistas, con independencia de que los intereses que lo movilizaran tendieran, en
un principio, más hacia la defensa de los territorios que hacia la llamada causa
emancipadora.
Reclutado y prófugo del batallón realista a cargo de Antonio Tíscar en 1813, Páez logró
armar progresivamente un poderoso ejército patriota que ya para 1818 era una de las
principales fuerzas con las que contaban los independentistas. La estrategia de
reclutamiento era la de ofrecer tierras a cambio de lealtad militar; esta táctica se convirtió
en una de las armas más poderosas a favor de la definitiva obtención de la independencia en
1821, pero también fue lo que permitió a Páez convertirse en uno de los principales
latifundistas del país.

Hasta 1816, las batallas libradas por José Antonio Páez como capitán de caballería
perseguían sólo el propósito de la defensa y conquista de nuevos territorios; la batalla de las
Matas Guerrereñas, en noviembre de 1813, es uno de los combates que se destacan de este
período. Entre 1816 y 1818, sin embargo, José Antonio Páez se consolidó como jefe
supremo de los ejércitos llaneros. Su carisma era impresionante, y su temeridad, no sólo en
la estrategia del combate, sino también en el desconocimiento de la jerarquía de mando
cuando lo consideraba necesario, le permitieron ganar adeptos en su escalada hacia la
posición de máximo caudillo.

Arturo Michelena ilustró en Vuelvan caras (1890) la táctica favorita de Páez

Fueron los tiempos de las famosas batallas de Chire, Mata de la Miel, Yagual y Mucuritas;
en ellas se peleaba con arma blanca, se hacía el rodeo al enemigo, y se empuñaba la lanza
con la cual la víctima caía abatida, luego de haber sido levantada casi a la altura de dos
metros por el impacto del arma sobre su cuerpo a la velocidad del centauro. Se atacaba por
varios flancos en forma simultánea, por la retaguardia y especialmente a contragolpe, el
estilo preferido del caudillo, quien se hizo famoso por la táctica de "vuelvan caras",
"¡vuelvan, carajo!" o "volver riendas", que consistía en hacerse perseguir por el enemigo y
repentinamente darse la vuelta y emprender el contraataque. Fueron también los tiempos
del retorno del rey Fernando VII al poder y del temible general realista Pablo Morillo,
llamado el Pacificador, a quien no se lograría vencer sino hasta 1821.

Con el propósito de unificar los ejércitos venezolanos, Simón Bolívar se trasladó a los
Llanos para entrevistarse con el general Páez; el encuentro se produjo el 30 de enero de
1818 en el hato Cañafístola. La unión de ambos ejércitos se realizó de manera inmediata,
gracias a la predisposición de Bolívar a otorgar tierras a los llaneros y al carisma de Páez
para seducir a sus hombres. Páez convenció a Bolívar de seguir una estrategia que los
llevaría a enfrentarse con Pablo Morillo en las riberas del Apure y a vencerlo en la famosa
batalla de las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819; con ello obtuvieron Páez y sus
soldados el galardón de la Cruz de los Libertadores.

En 1821, después de un año de relativa calma, Bolívar rompió la tregua que había pactado
con el general Morillo. Páez, acatando las órdenes del Libertador, partió a su encuentro
desde Achaguas hacia San Carlos el 10 de mayo de 1821, con mil infantes, mil quinientos
jinetes, dos mil caballos de reserva y cuatro mil novillos. La cita tenía como propósito
planear la estrategia de aquella contienda conocida como la batalla de Carabobo (24 de
junio de 1821), en la cual se venció definitivamente a los ejércitos realistas de Venezuela.
"El bizarro general Páez (diría Bolívar al vicepresidente de Colombia), a la cabeza de los
dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz,
marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue
envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. [...] La
conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de Colombia lo ha
hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido
en el campo de batalla el empleo de General en Jefe del Ejército."

La Cosiata

La batalla de Carabobo supuso la consolidación irreversible de la independencia de


Venezuela; pero dos años antes de llegar a esta culminación, Simón Bolívar había ya
comenzado a materializar su proyecto de construir una gran confederación al estilo
estadounidense con las colonias liberadas. En 1819, el mismo año en que la victoria de
Bolívar sobre los españoles en la batalla de Boyacá dio la independencia a la actual
Colombia, quedó constituida en el Congreso de Angostura la «Gran Colombia» (1819-
1830). Presidida por el mismo Bolívar, la flamante República agrupaba por el momento
Venezuela y Colombia; pronto se incorporarían a ella Ecuador y Panamá.
La «Gran Colombia» de Bolívar (1819-1830)

La Venezuela adherida a la «Gran Colombia» había quedado dividida en tres


departamentos: Venezuela (provincias de Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y
Apure), Orinoco (provincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita) y Zulia
(provincias de Maracaibo, Coro, Mérida y Trujillo). En 1821, José Antonio Páez asumió el
cargo de comandante general del ejército del departamento de Venezuela, en cuyo ejercicio,
lejos de consolidar la unión de la nueva gran república (como deseaba y esperaba Bolívar),
acabaría convirtiéndose en el líder del movimiento de separación de Venezuela conocido
como «La Cosiata» (cosa pequeña).

El clima de inestabilidad política existente en toda la Gran Colombia en 1825 sería


aprovechado por Páez para iniciar su escalada definitiva al poder. Después de la toma del
castillo de Puerto Cabello en noviembre de 1823, Páez se desligó progresivamente del
poder ejecutivo y ejerció su poderío militar de forma independiente y extralimitada. En
enero de 1826, Páez se vio implicado en las acciones represivas llevados a cabo por los
batallones Anzoátegui y Apure, a propósito del reclutamiento de la población, en las
ciudades de Caracas y Valencia.

Tales hechos llevarían al senado colombiano a suspenderlo de su cargo en virtud de las


denuncias que habían presentado contra él las municipalidades de Valencia y Caracas. Páez
debía comparecer ante el congreso colombiano, pero se negó y prefirió secundar las
revueltas que, en su nombre, promovieron sus allegados. Ante el miedo a una nueva guerra,
José Antonio Páez fue repuesto en sus funciones el 6 de abril de 1826.

La Cosiata estaba en proceso, y los conspiradores veían en la figura del caudillo al hombre
capaz de consumar la separación de Venezuela de la Gran Colombia. A mediados de mayo
de 1826, Páez fue nombrado jefe superior civil y militar de Venezuela; sin embargo, se
comprometió a cumplir las leyes siempre y cuando se desconociera la autoridad de Bogotá,
y el cabildo de Caracas y otras municipalidades secundaron su propuesta. Páez había sido
instado entonces por los conspiradores, entre los que se encontraba Miguel Peña, a
convocar una Asamblea Nacional Constituyente, y fijó para el 10 de enero de 1827 el inicio
de las sesiones.

José Antonio Páez

Bolívar, enterado de los acontecimientos en Perú, regresó a Venezuela con el objeto de


poner orden, implantó una serie de medidas y ratificó a Páez en su cargo de jefe superior
civil y militar. El fracaso de la Convención de Ocaña (1828), en la que fue imposible limar
las asperezas, llevó a Bolívar a autoproclamarse dictador de la Gran Colombia, en un
desesperado intento de salvaguardar la unidad. Venezuela, sin embargo, continuó su
proceso de separación y, a finales de noviembre de 1929, una Asamblea celebrada en el
Convento de San Francisco de Caracas desconoció la autoridad del Libertador y entregó el
poder a José Antonio Páez.

En la presidencia de Venezuela

El 13 de enero de 1830 Páez estableció un gobierno provisional y convocó elecciones; el 20


de febrero se reunieron las Asambleas primarias que eligieron a los diputados del Congreso
Constituyente de Valencia; el Congreso, reunido a comienzos de mayo, nombró presidente
provisional de la República de Venezuela a Páez, quien formó gobierno con la camarilla
que siempre le había acompañado. Comenzaba entonces la ingente tarea de pacificar y
construir un Estado que comprendía un territorio empobrecido y desarticulado de
aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados, con una población aproximada de
700.000 habitantes.
El Congreso aprobó una Constitución pactada de corte centro-federal y nombró a José
Antonio Páez, en marzo de 1831, presidente constitucional de la República de Venezuela
para el período 1831-1835. El caudillo, que sería el eje central de la política venezolana
hasta 1847, organizó una nueva oligarquía, hallada entre los antiguos hacendados y dueños
de hatos, los generales beneficiados por el reparto de tierras, los comerciantes y la clase
mantuana de siempre. Las bases del gobierno, aunque con algunos descontentos, eran
medianamente sólidas.

José Antonio Páez (retrato de Charles Wesley Jarvis, 1851)

La figura de Páez servía como mediación entre el Estado y los excluidos, mientras la
oligarquía aseguraba su continuidad en el poder mediante el establecimiento de la
participación censitaria en las elecciones y el voto indirecto. El presidente no logró ejercer
el poder a nivel nacional en virtud de la desarticulación en la cual se encontraba el país,
dominado por caudillos regionales sobre todo en las zonas de Oriente y los Llanos. Sin
embargo, Páez dictó algunas medidas de importancia, como la organización de las finanzas
públicas, la eliminación del sistema de alcabala y la supresión del monopolio del tabaco y
de los derechos de exportación del café y el algodón.

El panorama político de 1834 perfilaba unos comicios reñidos. José María Vargas,
representante del poder civilista, resultó electo por mayoría para el período 1835-1839.
Pero inmediatamente estalló la llamada «Revolución de las Reformas», originada en las
filas del ejército y liderada por Santiago Mariño, y nuevamente José Antonio Páez entró en
escena con el objeto de pacificar la situación. En calidad de ministro de la Defensa logró
apaciguar la insurrección; fue famoso su «Decreto Monstruo», en el cual se establecía la
pena del cadalso para los cabecillas de la revuelta.

A pesar de haber implantado importantes medidas, sobre todo en la educación y la salud,


José María Vargas renunció a su mandato en mayo de 1836, entre otras razones porque
consideraba que Páez no le brindaba suficiente apoyo. El León de Payara fue otro de los
apodos que recibió Páez con motivo de haber sofocado una segunda revuelta en 1837,
mientras Carlos Soublette se encontraba a cargo de la presidencia.

En 1838 José Antonio Páez fue elegido nuevamente presidente constitucional (1839-1843).
En este período Páez tuvo que afrontar el deterioro en los intercambios entre los países
monoexportadores y los países en proceso de industrialización, pese a lo cual logró cancelar
un 33 por ciento de la deuda contraída durante la guerra. Creó la Sociedad de Amigos del
País y en 1842 repatrió los restos del Libertador. Paralelamente se creó la sociedad liberal
caraqueña, futuro Partido Liberal de Venezuela, y el periódico El Venezolano, órgano de
divulgación de la organización liberal, en franca oposición al gobierno. Antonio Leocadio
Guzmán se erigió entonces como uno de los líderes de la oposición.

Hacia 1847, el partido liberal había cobrado fuerza en varias ciudades y barriadas del
territorio nacional; su carácter policlasista vaticinaba la guerra civil que enfrentaría a los
venezolanos a partir de 1859. En marzo de 1847, José Tadeo Monagas asumió la
presidencia de la República con el apoyo de José Antonio Páez, como estrategia de los
conservadores para calmar las aspiraciones de los liberales, encarnadas en figuras como el
citado Antonio Leocadio Guzmán y Ezequiel Zamora.

El «Monagato» y la Guerra Federal

Sin embargo, no tardaría en instaurarse el llamado «Monagato» (1847-1858), década en que


José Tadeo Monagas alternó el poder con su hermano José Gregorio Monagas, y Páez
comenzó a sufrir las penas de la defenestración. En 1848, José Tadeo Monagas cometió un
atentado contra el Congreso, y Páez asumió la defensa del mismo, esta vez por la vía del
alzamiento y la revuelta. La primera asonada llevada a cabo por Páez en Calabozo y San
Fernando terminó con la derrota del caudillo, quien huyó sin pensarlo dos veces a Nueva
Granada. Desde Ocaña pasó a Santa Marta, en donde embarcó hacia Jamaica, Saint-
Thomas y Curazao, para planear desde allí su segunda expedición.

El 2 de julio de 1849 desembarcó en la Vela de Coro con la intención de armar un ejército,


pero falló en su intento y fue hecho prisionero y llevado al castillo de San Antonio en
Cumaná. Mientras duraba su presidio, Páez era visitado por su hija María del Rosario y su
esposa doña Dominga, reaparecida después de treinta años. Gracias a las diligencias de la
esposa ante José Tadeo Monagas, Páez logró salir en libertad y embarcarse en el buque
Libertador rumbo a Saint-Thomas. Hasta allí lo acompañó su mujer (28 de mayo de 1850)
para cerciorarse de que llegaba en buenas condiciones, y cumplido tal propósito regresó
para no volver a verlo jamás. De Saint-Thomas pasó Páez a los Estados Unidos, donde fue
recibido con todos los honores en las ciudades de Filadelfia, Nueva York, Baltimore y
Washington.
El país lo seguía aclamando ante las arbitrariedades cometidas por los hermanos Monagas;
tal circunstancia explica su última participación en la vida política venezolana. Caído ya el
Monagato, el presidente Julián Castro (1858-1859) lo nombró jefe militar. Había estallado
la Guerra Federal (1859-1863), conflagración civil entre conservadores y liberales en la que
el septuagenario fundador de la República iba todavía a tener su papel. Páez, en Valencia,
organizó una confabulación para ser aclamado dictador cuando triunfara el bando
conservador, y sin más se marchó nuevamente a Nueva York.

Páez en una fotografía tomada hacia 1860

A su regreso, la coalición conservadora, encabezada primero por el presidente Manuel


Felipe de Tovar (1859-1861) y luego por Pedro Gual, lo nombró comandante general de
todos los ejércitos del gobierno. La estrategia de Páez era reconciliarse con los federales,
pero esto irritó sobremanera al presidente Gual, quien entonces fue hecho prisionero; acto
seguido se nombró a Páez dictador (1861). Sin embargo, sus intentos de negociación
fracasaron, y en 1863 Antonio Guzmán Blanco le propuso abandonar el poder y firmar un
acuerdo, el Tratado de Coche, por el cual se comprometían ambos bandos a terminar la
guerra.

Los últimos diez años de la vida de José Antonio Páez estuvieron nutridos por los viajes
que nunca había podido realizar y sus recuerdos, que convirtió en gloria. En su
autobiografía evoca instantes como aquellos en Valencia cuando, para agradar a su amada
Barbarita, representó Otelo junto a Carlos Soublette; o aquellos otros en que su figura de
caudillo se transformaba por instantes en la de un excelente violonchelista.
Después de una larga estancia en Nueva York, todavía tuvo tiempo de visitar Brasil y
Uruguay, y de establecerse en Buenos Aires, donde compuso una canción a una niña,
intentó negociar con cuero de ganado y fue nombrado brigadier general de la nación por el
presidente Domingo Faustino Sarmiento. Regresó a Nueva York, de donde salió
nuevamente hacia el sur en febrero de 1872. Cruzó el istmo de Panamá para viajar a Perú,
donde fue recibido con honores, y vía México volvió a Nueva York, donde falleció el 6 de
mayo de 1873.

La autobiografía de Páez revela las múltiples facetas de un hombre que, movido por el azar
de una guerra civil con tinte independentista, pasó de peón de hacienda y comerciante de
ganado a jefe de los ejércitos llaneros y gran caudillo de la patria. Un panorama de alianzas
políticas y militares necesarias en un escenario de máxima inestabilidad trazó las
circunstancias que posibilitaron a un individuo de condición humilde convertirse en
presidente de la República y en el gran defensor de Venezuela. En este sentido, la
multiplicidad de intereses que albergó la Independencia de Venezuela y el nacimiento de la
República encuentra su representación máxima en la figura de José Antonio Páez.

(Domingo, 13 de Junio de 1790)

El catire Páez, Como Se le llamaba, nació en Curpa


cerca de la población de Acarigua, en el Estado
Portuguesa, el 13 de junio de 1790. Sus Padres,
naturales ambos de San Felipe, Estado Yaracuy,
fueron Juan Victorio Páez y María Violante Herrera.

Apenas aprendió a leer y escribir, cuando a los ocho


años lo envió su madre a la escuela de doña Gregoria
Díaz, en la población de Guama. Cuando tenía 17
años, su madre lo envía a una importante misión en
Patio Grande, cerca de Cabudare. Llevaba una espada
vieja, un Par de Pistolas de bronce, bastante
deterioradas y doscientos pesos para gastos
personales.

De regreso de su misión, cuando pasaba por


Mayurupí lo asaltaron cuatro forajidos. Pero apenas
salió a su paso el que parecía jefe de los salteadores,
Páez disparó su arma y lo mató de un tiro. Los demás
huyeron.

José Antonio regresó a su casa, pero pensando que la justicia lo alcanzaría, se decidió a huir; fue
así como de pronto se encontró en la hacienda La Calzada, en las ribera del Apure. En esta
propiedad del rico barinés Manuel Pulido consiguió trabajo el fugitivo, ganando tres pesos
mensuales, y recibiendo las mayores humillaciones del capataz, un negro esclavo llamado
Manuelote. Allí se hizo de verdad llanero el joven de Curpa. Aprendió a nadar, a domar potros
salvajes, a montar a caballo, a enlazar toros.

De allí pasó al hato del Pagüey, también de Pulido, donde se dedicó a la compra y venta de
ganado, dejando de lado la condición de Peón, ya que Pulido había descubierto en él capacidades
para labores más importantes. Durante esta época, Páez fue adquiriendo tierras y ganado, con
lo que formaría su futura fortuna.
Cuando estalló la revolución en 1810, Pulido llama a Páez para que le ayude en el Entrenamiento
de los llaneros, que con el tiempo van obedeciendo ciegamente al que llamaban «taita» o tío. En
esta época se casó con Dominga Ortiz.

Más tarde volvió a encontrarse con don Manuel Pulido, quien otorgó a Páez el grado de Capitán.
Las verdaderas hazañas de Páez comienzan en «Mata de la Miel».

Luego viene la acción del Yagual, memorable batalla en que Páez, siendo apenas Teniente
Coronel, tiene bajo sus órdenes a los Generales Rafael Urdaneta y Manuel de Servier; al Coronel
Francisco de Paula Santander y a ocho coroneles más.

En las sabana de Mucuritas, el 28 de enero de 1817, los llaneros de Páez, que suman 1.100, se
enfrentan al General La Torre con sus disciplinados y bien plantados Húsares. Esta fue la primera
derrota del General Morillo en Venezuela.

Decidió Bolívar viajar a los llanos para conocer a Páez. El encuentro se realizó en el hato
Cañafistola, el 30 de enero de 1818. Páez hizo que todo su ejército reconociera al Libertador
como Jefe Supremo y pidió que se jurara fidelidad a Bolívar.

El 2 de abril de 1819 fue la increíble batalla de las Queseras del Medio. Al terminar la acción,
Bolívar que había presenciado todo desde la otra orilla del río, no pudo menos que conceder la
Cruz de los Libertadores a los 150 héroes. En 1821 se rompe el armisticio que se había firmado
en 1820. Reanudadas las hostilidades, Páez, acatando las órdenes del Libertador, salió de
Achaguas el 10 de mayo de 1821 con mil infantes, 1.500 jinetes, dos mil caballos de reserva y
4.000 novillos. Se incorporó al ejército del Libertador en San Carlos, donde se terminó de
planificar la batalla de Carabobo. Páez comandó una de las tres Divisiones que actuaron en esa
gloriosa batalla, el 24 de junio de 1821. Se decidió la acción en una hora, a favor de la bandera
venezolana.

En el propio campo de batalla Bolívar asciende a Páez a General en Jefe. El remate final de la
independencia de Venezuela lo pondrá el mismo Páez, cuando el 8 de noviembre de1823 toma el
Castillo de Puerto Cabello, último reducto de los realistas en el país.

Empieza ahora otra etapa en la vida del General Páez. Se desempeñaba como Jefe Civil y Militar
de Venezuela, cuando en mayo de 1824 el Congreso de Colombia decretó una recluta de
cincuenta mil hombres, ante el peligro de que la Santa Alianza pudiera invadir las Repúblicas ya
libres. El cumplimiento de este decreto por parte de Páez va a originar La Cosiata.

Ante la promesa de que el Libertador, que se encontraba en el Perú, vendría a ser el árbitro,
Páez insiste en que vuele lo más pronto posible a Venezuela.

Llega el Libertador, y el 1º de enero de 1827, desde Puerto Cabello, dicta un decreto mediante el
cual se olvidará lo pasado y se mantiene a Páez en el ejercicio del poder con el nombre de Jefe
Superior de Venezuela.

En 1829 se reúne una asamblea en el templo de San Francisco en Caracas, y allí se decidió
mayoritariamente la separación definitiva de la Gran Colombia. Páez convocó un Congreso, que
se reunió el 6 de mayo de 1830. El 22 de septiembre se firmó la primera Constitución de
Venezuela, separada de la República de Colombia.

Cuando en marzo de 1831 se instaló el Congreso Constitucional, Páez fue nombrado primer
Presidente Constitucional de Venezuela para un período que culminó en1835. En este año es
electo José María Vargas como Presidente. A poco de su mandato, se inicia la llamada
Revolución de las Reformas y Vargas es depuesto del Poder. Páez, que se había retirado a
descansar, es nombrado para que organice un ejército y defienda la Constitución. Nuevamente
descuelga la espada el Centauro y en rápida campaña repone en la Presidencia al Dr. Vargas.

Al concluir este período, el Congreso escoge como Presidente otra vez a Páez, quien en este
período sí logra traer a Caracas los restos del Libertador, en 1842.

En 1847 es electo Presidente José Tadeo Monagas, con el apoyo de Páez. Y al año siguiente, el
24 de enero, ocurre el lamentable atentado del Ejecutivo contra el Congreso Nacional. Entonces
Páez se ve obligado a batirse en defensa de la Constitución, pero con tan mala fortuna, que tuvo
que internarse por Nueva Granada hasta Santa Marta, para de allí pasar a Jamaica, Saint
Thomas y Curazao. Desde esta isla zarpó el 1º de julio de 1849 y al día siguiente estaba en la
Vela de Coro. La escasez de tropas, de municiones y de alimentos hicieron imposible que Páez se
enfrentara con buen éxito a las tropas del Gobierno.

Propuso entonces Páez una capitulación, pero sus artículos fueron violados por Monagas. El
caudillo terminó preso en el Castillo de San Antonio, en Cumaná. Después de muchas
penalidades logró que lo dejaran salir al exterior. Se embarcó en el vapor «Libertad» y llegó a
Saint Thomas el 28 de mayo de 1850.

Desde esta isla se dirigió a Filadelfia, donde fue recibido con demostraciones de admiración y
cariño, luego se encaminó a Nueva York. En este puerto se le preparaba un recibimiento
apoteósico que aún recuerdan los anales de la historia norteamericana En Boston y en
Washington recibió los mismos honores.

Cuando los Monagas caen en desprestigio, tras su Gobierno dinástico, es llamado nuevamente
Páez a Venezuela. Ya está viejo, pero repleto de salud. El pueblo caraqueño se vuelca a recibirlo
en las calles. ¡Vuelve el Centauro! Se le nombra Dictador, pero la situación es difícil. Falcón se
ha impuesto con la Guerra Federal y las circunstancias le hacen firmar el Tratado de Coche.

Sale nuevamente Páez al destierro. Tiene el caudillo 73 años de edad. En Nueva York vuelven a
honrarlo. De allí pasa a Buenos Aires con la intención de dedicarse al trabajo de cueros de
ganado. Pero el Presidente de ese país, el gran Domingo Faustino Sarmiento, le confiere el grado
de Brigadier General.

De Buenos Aires sale hacia Río de Janeiro en 1871; de aquí pasa nuevamente a Estados Unidos.
En Nueva York muere el viejo caudillo el 6 de mayo de 1873, a los 83 años de edad.

Su vida fue una constante lucha contra la naturaleza, contra los hombres. Durante sus exilios
recogió la más viva admiración no sólo en Estados Unidos sino también en Europa, alternando
con Reyes y Príncipes. Sus restos reposan en el Panteón Nacional.

Decreto de Guerra a Muerte


Simón Bolívar firma el Decreto de Guerra a Muerte en durante la Campaña Admirable

El Decreto de Guerra a Muerte fue una declaración hecha por el general Simón Bolívar el
15 de junio de 1813 en la ciudad venezolana de Trujillo durante el desarrollo de la
Campaña Admirable. La declaración viene precedida meses antes por el Convenio de
Cartagena de Antonio Nicolás Briceño. Este decreto significaba que los españoles y
canarios que no participasen activamente en favor de la independencia se les daría la
muerte, y que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con las
autoridades españolas. Además, añadía el objetivo de comprometer de forma irreversible a
los individuos con la revolución. Fue redactada bajo la justificación de supuestos crímenes
cometidos por Domingo Monteverde y su ejército contra los republicanos durante la caída
de la Primera República. Sin embargo La Guerra a Muerte fue practicada por ambos
bandos.

Índice
 1 Texto del decreto
 2 Desarrollo de la Guerra a Muerte
 3 Véase también
 4 Referencias
 5 Enlaces externos

Texto del decreto


Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de
Venezuela.

A sus conciudadanos Venezolanos:

Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha


venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los
opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo.

Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y


establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los
Estados que cubren nuestras armas están regidos nuevamente por sus antiguas
constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque
nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre que agobian todavía a
algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el
derecho de la guerra podría autorizar

Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que
os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han
destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han
infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los
crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues,
la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para
siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que
su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha
de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a
los hijos de América.

A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo
corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad;
todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y
convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de
la España y al restablecimiento de la República de Venezuela.

Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios
más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por
consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un
indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los
que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el
yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra y
magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una
palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados
como americanos.

Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia,


sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en
la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e
ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han
podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos
ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad
absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de Americanos será vuestra
garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás
contra uno solo de vuestros hermanos.

Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan
cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o
pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y
extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión.

Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis


activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun
cuando seáis culpables.

Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813. Simón Bolívar.

Desarrollo de la Guerra a Muerte


Durante la Campaña Admirable por cada lugar "todos los europeos y canarios casi sin
excepción fueron fusilados" por las armas patriotas a su paso. En febrero de 1814, al
concluir la campaña, Juan Bautista Arismendi, por órdenes de Bolívar, mando a fusilar a
886 prisioneros españoles en Caracas. Para engrosar su número añadió inclusive los
enfermos en el hospital de La Guaira (cerca de 500 a 1.000 entre los días 13 al 16 del
mismo mes).12 Bolívar escribió los detalles al Congreso de Nueva Granada. En
consecuencia, entre 1815 y 1817 fueron implicados y sentenciados a muerte varios
ciudadanos distinguidos de Nueva Granada, cabecillas de la revolución, siendo ajusticiados
a manos del ejército pacificador venido con el general Pablo Morillo.
La Declaración duró hasta el 26 de noviembre de 1820, cuando el general español Pablo
Morillo se reunió con el general venezolano Simón Bolívar para concluir un Tratado de
Armisticio y Regularización de la Guerra.

El Decreto de Guerra a Muerte


Célebre documento dictado por Simón Bolívar y dado a conocer en la ciudad de Trujillo, el
15 de junio de 1813. La Proclama de guerra a muerte, fue la respuesta de Bolívar ante los
numerosos crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz,
Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco
Rosete y otros jefes realistas luego de la caída de la Primera República. La matanza de los
republicanos por parte de los jefes españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo
de personajes adictos a la causa monárquica. Uno de ellos fue el abogado fue el abogado
Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en
distintas formas que cesaran las ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el testimonio del
propio Heredia relatado en sus Memorias, un fraile capuchino de las misiones de Apure que
actuaba como uno de los partidarios de Monteverde, exhortó en una ocasión «... en alta voz
a los soldados, de siete años arriba, no dejasen vivo a nadie...» Bolívar en su Campaña
Libertadora de 1813 recibió información de la consumación de hechos como el relatado por
Heredia, lo que le llevó a expresar el 8 de junio en Mérida: «Nuestro odio será implacable y
la guerra será a muerte».

Al pronunciamiento de Bolívar del 8 de junio siguió la proclama el 15 de junio en Trujillo


del Decreto a muerte el cual termina de la manera siguiente: «...Españoles y canarios,
contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la
libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables». En
una primera instancia esta manifestación fue considerada por Bolívar como ley
fundamental de la República, que luego ampliaría y ratificaría en el cuartel general de
Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del mismo año 1813, acto que
según algunos historiadores puede ser considerado como un «Segundo Decreto de Guerra a
Muerte». Posteriormente, cuando en el segundo semestre de 1813 aparecen en escena José
Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza se hace más intensa por parte de los
realistas y la respuesta de los republicanos es radicalizar la aplicación de la «guerra a
muerte». Derivado de esto se produjo la ejecución de los presos españoles y canarios de
Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de 1814. En este último año la
«guerra a muerte» se recrudece, perdiéndose numerosas vidas de ambos bandos. Asimismo,
es en este contexto de destrucción en el que cae la Segunda República.

Entre los años 1815, 1816 y 1817 la «guerra a muerte» se extiende a la Nueva Granada, en
donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre las numerosas
víctimas de Morillo se pueden destacar el científico Francisco José de Caldas, los estadistas
neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y los patriotas venezolanos
Andrés Linares y Francisco José García de Hevia. A pesar de haber sido Bolívar el autor
del decreto de guerra sin cuartel, en varias ocasiones consideró la posibilidad de la
derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio
de 1816, expresó que: «...La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará
por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español
sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual obviamente buscaba humanizar la
contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el
mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la
Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.

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