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Arce. de Los Clásicos A Keynes. Mayo 13
Arce. de Los Clásicos A Keynes. Mayo 13
FACULTAD DE DERECHO
Año 2013
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ÍNDICE
BIBLIOGRAFÍA ………………………………………………………………………….......…......……… 51
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INTRODUCCIÓN GENERAL
Este material complementa algunos puntos del programa de la asignatura Economía Política, en las
carreras de Abogacía y Notariado, en Montevideo y Regional Norte, y de Economía I de la Licenciatura en
Relaciones Internacionales, de la Facultad de Derecho de la UdelaR. El mismo está consagrado a presentar y
analizar algunos de los autores más relevantes de la escuela clásica -versión inglesa y francesa-, las
“revoluciones” marginalista y keynesiana, y la escuela que fundó Marx.
Los mercantilistas habían iniciado la reflexión acerca de cómo un incipiente sistema capitalista nacional y
mundial, financiero y comercial, comenzó a organizar los recursos y a dominar la Naturaleza, así pusieron en
relieve las estrechas vinculaciones entre el Estado, la Moneda, las Finanzas, el Comercio y las Políticas
Económicas. Los fisiócratas, filósofos del derecho natural, partidarios de un orden social de origen
providencial, bosquejaron la macroeconomía analizando la circulación y los intercambios en un mercado libre
y competitivo a través de la cuantificación de los mismos, que se suceden entre las tres clases en las cuales se
divide el trabajo de la sociedad.
Una explícita definición de algunas variables y magnitudes socioeconómicas, como lo son la Riqueza y el
Valor, los Bienes Económicos y las Mercancías, la Naturaleza de los Precios, el Nivel de Actividad y de
Ocupación, la Inversión, la Creación Monetaria y el Rol de la Moneda en un determinado sistema económico,
justifican ampliamente que desde el Siglo XVIII, la economía política fue definiendo su dominio cognitivo, al
definir cada una de estas magnitudes.
Los mercantilistas fueron los pioneros de la Economía Política y los fisiócratas, los auténticos fundadores
del liberalismo económico; con los clásicos, la economía política se consolidará definitivamente, como una
disciplina relativamente autónoma de la ética, de la moral, de la gestión y del derecho, entre otras.
Pero, lograr definir un objeto de estudio común no implicó entonces, ni implica hoy en el Siglo XXI, la
existencia de diferentes concepciones sobre cada una de las mencionadas magnitudes y variables
socioeconómicas, lo que explicó y explica la formación y desarrollo de las grandes escuelas del pensamiento
económico.
El texto se organiza de la siguiente manera:
1) En esta primera parte, se presentan y analizan fragmentos, según algunas corrientes del pensamiento
económico, sobre:
A. El objeto de estudio de la Economía.
B. Los fundamentos de la Riqueza.
C. Los Bienes Económicos.
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2) En la segunda parte, se reitera el esfuerzo analítico centrado en seminarios con textos de:
I. Adam Smith.
II. David Ricardo.
III. Jean-Baptiste Say
Este trabajo es una versión preliminar y su publicación ha sido posible gracias al interés y apoyo del
Centro Estudiantes de Derecho para su colección Nuevo CopyCED 100% Digital.
PRIMERA PARTE
“(…) la clase industriosa se subdivide en dos órdenes: el de los empresarios manufactureros, patrones,
fabricantes, poseedores todos de grandes capitales, que valorizan haciendo trabajar por medio de sus
adelantos; El segundo orden, compuesto de simples artesanos sin más bienes que sus brazos, que sólo
avanzan por su trabajo diario y que no tienen más provecho que su salario (…). La clase de los cultivadores
se divide, como la de los fabricantes, en dos órdenes de hombres, el de los empresarios o capitalistas que
realizan todos los adelantos y el de los simples obreros asalariados (…).
A partir del momento en que el labrador produce más de lo que necesita para vivir, puede emplear el
rendimiento superfluo que la naturaleza le concede graciosamente después de recompensar su esfuerzo para
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comprar el trabajo de otros miembros de la sociedad. Estos, al vendérselo, se limitan a ganarse la vida, pero
el labrador recoge, además de su sustento, una riqueza independiente y disponible que no ha comprado y, sin
embargo, vende. En él se halla, pues, la fuente única y exclusiva de todas las riquezas que al ser puestas en
circulación animan todo el trabajo de la sociedad, pues es el único cuyo trabajo produce más de lo necesario
par resarcir el trabajo invertido (…)”.
Turgot, Robert: Réflexions sur la formation et la distribution des richesses. 1766. En Turgot. “Œuvres”, Ed. Daire, París, 1844, p. 11. (Ver ficha
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produce el mismo efecto sin la privación y disminución de los disfrutes, fenómeno que nunca dejaran de
producirse en el primer caso.
El capital es aquella parte de la riqueza de un país que se emplea con vistas a una producción futura, y
puede ser aumentado de la misma manera que la riqueza. Un adicional será igualmente eficaz en la
producción de riqueza futura, ya se obtenga de ciertos progresos en la habilidad técnica y en la maquinaria, o
de la utilización más reproductiva del ingreso; en efecto, la riqueza depende siempre de la cantidad de bienes
producidos, sin tomar en cuenta para nada la facilidad con que se hayan obtenido los medios empleados en la
producción.
Una determinada cantidad de géneros y comestibles mantendrá y empleará el mismo número de personas
y, por lo tanto, procurará la misma cantidad de trabajo por hacer, ya sea producida por el trabajo de 100 ó
200 hombres: pero tendrá el doble de valor si se han empleado 200 para producirla (…)”.
Ricardo, David: Principios de Economía Política y Tributación. 1817. op.cit., Capítulo XX: “Valor y Riqueza, sus propiedades distributivas”. (Ver
Seminario)
pueden elaborarse con uvas cosechadas en un determinado suelo, del cual existe una cantidad muy limitada,
todos ellos pertenecen a este grupo. Su valor es totalmente independiente de la cantidad de trabajo
originariamente necesaria para producirlos, y varía con la diversa riqueza y las distintas inclinaciones de
quienes desean poseerlas.
Sin embargo, estos bienes constituyen tan sólo una pequeña parte de todo el conjunto de bienes que
diariamente se intercambian en el mercado. La mayoría de los bienes que son objetos de deseo se procuran
mediante el trabajo, y pueden ser multiplicados, no solamente en una nación, sino en muchas, casi sin ningún
límite determinable, si estamos dispuestos a dedicar el trabajo necesario para obtenerlos.
Por tanto, al hablar de los bienes, de su valor en cambio y de las leyes que rigen sus precios relativos,
siempre hacemos alusión a aquellos bienes que pueden producirse en mayor cantidad, mediante el ejercicio
de la actividad humana, y en cuya producción opera la competencia sin restricciones (...)”.
Ricardo, David: Principios de Economía Política y Tributación. 1817, op.cit., Capítulo I: “Sobre el Valor”. (Ver Seminario)
SEGUNDA PARTE
La escuela clásica
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La escuela clásica
Como ya fue señalado, el Siglo XVIII es el siglo de las Luces y de las Grandes Revoluciones. En el
período que va de 1750 a 1870, la producción capitalista sufre cambios traumáticos con la Revolución
Industrial simbolizada en la máquina de vapor de Watt. El ingreso al capitalismo industrial implicó que la
región epicentro de la economía mundial fuera Europa Occidental y, a su interior, Inglaterra y Francia lideraran
el crecimiento económico y la desigual expansión mundial del capitalismo. Entre 1730 y 1830, el valor del
comercio mundial se multiplicó por tres y por veinte entre 1830 y 1913. El comercio, que representaba el 3%
del producto mundial a fines de 1700, pasó al 33% en 1913.
En este contexto de primacía económica -productiva, comercial, tecnológica y militar-, particularmente de
Londres y de París, las ideas y los debates propios a la Economía Política retomaron un notable impulso y
desarrollo, del cual se forma el liberalismo económico y político, primero en Inglaterra, después en Francia. Se
forma entonces, la Escuela Económica Clásica que tiene dos grandes vertientes: la inglesa y la francesa.
Adam Smith
David Ricardo
SEMINARIO
Adam SMITH
1723-1790
Fuentes bibliográficas:
Deleplace, Ghislain: Histoire de la pensée économique. Ed. DUNOD, París, Francia, 1999.
Smith, Adam: Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones. Ed.: Fondo de Cultura Económica,
México, 1958.
“(...) Existe una especie de trabajo que añade valor al objeto a que se incorpora, y otra que no produce
aquel efecto. Al primero, por el hecho de producir valor, se le llama productivo; al segundo, improductivo.
Así, el trabajo de un artesano en una manufactura, agrega generalmente valor a los materiales que trabaja,
tales como su mantenimiento y los beneficios del maestro. El de un criado doméstico, por el contrario, no
añade valor alguno. Aunque el maestro haya adelantado al operario sus salarios, nada viene a costarle en
realidad, pues el aumento de valor que recibe la materia, en que se ejercitó el trabajo, restituye, por lo
general, con ganancias los jornales adelantados; pero el mantenimiento de un sirviente jamás le es restituido
al amo de ese modo. Cualquiera se enriquece empleando muchos obreros en las manufacturas, y en cambio,
se empobrece manteniendo un gran número de criados. Sin embargo, el trabajo de estos últimos tiene también
su valor peculiar, y merece una recompensa con tanta justicia como el de un artesano. Pero la labor del
obrero empleado en las manufacturas se concreta y realiza en algún tiempo después de terminado el trabajo.
Viene a ser como si en aquella mercancía se incorporase o almacenase una cierta cantidad de trabajo, que se
puede emplear, si es necesario, en otra ocasión. Aquel objeto, o lo que es lo mismo, su precio, puede poner
después en movimiento una cantidad de trabajo igual a la que en su origen sirvió para producirlo. El trabajo
de los servidores domésticos no se concreta ni realiza en materia alguna particular o mercancía susceptible
de venta. Sus servicios perecen, por lo común, en el momento de prestarlos, y rara vez dejan tras de sí huella
de su valor, que sirviera para adquirir igual cantidad de trabajo (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 299).
“(...) El trabajo de algunas de las clases más respetables de la sociedad, al igual de lo que ocurre con los
servidores domésticos, no produce valor alguno, y no se concreta o realiza en un objeto permanente o
mercancía vendible, que dure después de realizado el trabajo, ni da origen a valor que permitiera conseguir
más tarde igual cantidad de trabajo. El soberano, por ejemplo, con todos los funcionarios o ministros de
justicia que sirven bajo su mando, los del ejército y de la marina, son en aquel sentido trabajadores
improductivos. Sirven al público y se les mantiene con una parte del producto anual de los afanes de las
demás clases del pueblo. Los servicios que éstos prestan, por honorables que sean, por útiles que se
consideren, nada producen en el sentido de poder adquirir igual cantidad de otro servicio. La protección, la
seguridad y la defensa de la república, efecto del trabajo de esos grupos en el presente año, no podrá comprar
la defensa, la protección y la seguridad en el venidero. Igual consideración merecen otras muchas
profesiones, tanto de las más importantes y graves como de las más inútiles y frívolas, los jurisconsultos, los
clérigos, los médicos, los literatos de todas las clases; y los bufones, músicos, cantantes, bailarines, etc. El
trabajo de los más insignificantes tiene su exacto valor y se regula por los mismos principios que gobiernan
cualquier otra especie de trabajo; pero, aun el de la clase más noble y útil nada produce que sea capaz de
proporcionar, después, otra cantidad de trabajo igual, porque perece en el momento mismo de su prestación,
como la declamación del actor, la arenga del orador o la melodía del músico (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 300).
“(...) El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud,
destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige, por doquier, parecen ser consecuencias de la división del
trabajo (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 6).
“(...) Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se
ha hecho muchas veces referencia: la de fabricar alfileres. Un obrero que no haya sido adiestrado en esa
clase de tarea (convertida por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no esté acostumbrado
a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probablemente, de la división del
trabajo), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar
más de veinte. Pero dada la manera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no sólo la
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fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los
cuales también constituyen otros tantos oficios distintos. Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un
tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el
extremo donde va a colocar la cabeza: a su vez la confección de cabeza requiere dos o tres operaciones
distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos
en el papel. En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho
operaciones distintas. Las cuales son desempeñadas en algunas fábricas por otros tantos obreros diferentes,
aunque en otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 8).
“(...) En todas las demás manufacturas y artes los efectos de la división del trabajo son muy semejantes a
los de este oficio poco complicado, aun cuando en muchas de ellas el trabajo no puede ser objeto de
semejante subdivisión ni reducirse a una tal simplicidad de operación. Sin embargo, la división del trabajo, en
cuanto puede ser aplicada, ocasiona en todo arte un aumento proporcional en las facultades productivas del
trabajo. Es de suponer que la diversificación de numerosos empleos y actividades económicas es
consecuencia de esa ventaja. Esa separación se produce generalmente con más amplitud en aquellos países
que han alcanzado un nivel más alto de laboriosidad y progreso, pues generalmente es obra de muchos, en
una sociedad culta, lo que hace uno solo, en estado de atraso. En todo país adelantado, el labrador no es más
que labriego y el artesano no es sino menestral (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 9).
“(...) Esta división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de la sabiduría
humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia que de él se deriva. Es la consecuencia
gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una
utilidad tan grande: la propensión a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra (...)” (Smith, Adam: op.cit.,
p.16).
“(...) Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la amplitud de esta división se halla
limitada por la extensión de aquella facultad o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado.
Cuando éste es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación, por falta de capacidad
para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, en exceso del propio consumo, por la parte que necesita
de los resultados de la labor de otro (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 20).
“(...) Lo que es prudencia en el gobierno de una familia particular, raras veces deja de serlo en la
conducta de un reino. Cuando un país extranjero nos puede ofrecer una mercancía en condiciones más
baratas que nosotros podemos hacerla, será mejor comprarla que producirla, dando por ella parte del
producto de nuestra propia actividad económica, y dejando a ésta emplearse en aquellos ramos en que saque
ventajas al extranjero. Como la industria de un país guarda siempre proporción con el capital que la emplea,
no por eso quedará disminuida, ni tampoco las conveniencias de los artesanos, a que nos referíamos antes,
pues buscará por sí misma el empleo más ventajoso. Pero no se emplea con la mayor ventaja si se destina a
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fabricar un objeto que se puede comprar más barato que si se produjese, pues disminuiría seguramente, en
mayor o menor proporción , el producto anual, cuando por aquel camino se desplaza desde la producción de
mercaderías de más valor hacia otras de menor importancia. De acuerdo con nuestro supuesto, esas
mercancías se podrían comprar más baratas en el mercado extranjero que si se fabricasen en el propio. Se
podrían adquirir solamente con una parte de otras mercaderías, o en otros términos, con sólo una parte del
precio de aquellos artículos que podría haber producido en el país con igual capital la actividad económica
empleada en su elaboración, si se la hubiera abandonando a su natural impulso. En consecuencia, se separa
la industria del país de un empleo más ventajoso y se aplica al que lo es menos, y en lugar de aumentarse el
producto permutable de su producto anual, como sería la intención del legislador, no puede menos de
disminuir considerablemente (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 403).
“(...) Pero el ingreso anual de la sociedad es precisamente igual al valor en cambio del total producto
anual de sus actividades económicas, o mejor dicho, se identifica con el mismo. Ahora bien, como cualquier
individuo pone todo su empeño en emplear su capital en sostener la industria doméstica, y dirigirla a la
consecución del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos colabora de una manera
necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Ninguno se propone, por lo general,
promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. Cuando prefiere la actividad económica de
su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando dirige la primera de tal forma que su
producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste como en otros
muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones.
Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al
perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus
designios. No son muchas las cosas buenas que vemos efectuadas por aquellos que presumen de servir sólo el
interés público. Pero ésta es una afectación que no es muy común entre comerciantes, y bastan muy pocas
palabras para disuadirlos de esa actitud (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 402).
Entonces recapitulando:
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La problemática del valor, o del precio, es un tema no solo polémico en Smith (por la
ambigüedad con que él trató el tema, hechos verificables en largos pasajes de su obra) sino
también en el seno mismo de la Economía Política. El seminario no está destinado a
“comprobar” las innumerables contradicciones, dudas, contrasentidos fácilmente contrastables
en la obra de Smith, pero a poner en relieve y buscar una coherencia, utilizando los propios
términos de Smith, en un tema para el cual su aporte ha sido incuestionable.
Smith considera los Bienes por la capacidad que tienen de ser intercambiados y, así, satisfacer las
necesidades humanas. Por lo tanto, es necesario distinguir en ellos, su valor de uso y su valor de cambio; este
último no guarda relación alguna con el primero:
“(...) Ahora vamos a examinar cuáles son las reglas que observan generalmente los hombres en la
permuta de unos bienes por otros, o cuando los cambian en moneda. Estas reglas determinan lo que
pudiéramos llamar el valor relativo o de cambio de los bienes (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 29).
“(...) Debemos advertir que la palabra valor tiene dos significados diferentes, pues a veces expresa la
utilidad de un objeto particular, y, otras, la capacidad de comprar otros bienes, capacidad que se deriva de la
posesión del dinero. Al primero lo podemos llamar “valor en uso”, y al segundo, “valor en cambio”. Las
cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o ningún valor en cambio, y por el
contrario, las que tienen un gran valor en cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso o
ninguno. No hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede comprar cosa alguna ni recibir
nada en cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero generalmente se puede
adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 30).
De donde, no es la utilidad de un Bien lo que determina su valor, sino el trabajo empleado en su
producción y su poder de compra.
“(...) Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias,
convenientes y gratas de la vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es sólo una parte muy
pequeña de las mismas la que se puede procurar con el esfuerzo personal. La mayor parte de ellas se
conseguirán mediante el trabajo de otras personas, y será rico o pobre de acuerdo con la cantidad de trabajo
ajeno de que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 31).
“(...) La riqueza, como dice Mr. Hobbes, es poder. Pero la persona que adquiere o hereda una gran
fortuna, no por eso adquiere necesariamente ni hereda poderío político, civil o militar. Su riqueza podrá
ofrecerle los medios para adquirir todo eso, pero la mera posesión de aquélla no le procura necesariamente
esas ventajas. El poder que le atribuye directa e inmediatamente esa posesión es la facultad de comprar, una
cierta facultad de disposición sobre todo el trabajo, o sobre todo el producto de éste, que se encuentra en el
mercado. Su riqueza es mayor o menor precisamente en proporción a la amplitud de esa facultad, o a la
cantidad de trabajo ajeno o de su producto, lo cual para el caso es lo mismo, que aquella riqueza le coloca en
condiciones de adquirir. El valor en cambio de cualquier cosa es precisamente igual a la amplitud de esa
facultad, conferida al propietario(...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 32).
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“(...) En consecuencia, el valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y que no piense usarlo o
consumirlo, sino cambiarlo por otros, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir o de que pueda
disponer por mediación suya. El trabajo, por consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda
clase de bienes (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 31).
Este principio es para Smith muy importante, no solo porque funda el valor en cambio de los bienes, sino
porque es la esencia de la Riqueza de la Nación y el único bien que los pobres pueden intercambiar en el
mercado:
“(...) La propiedad más sagrada e inviolable es la del propio trabajo, porque es la fuente originaria de
todas las demás. El patrimonio del pobre se halla en la fuerza y en la habilidad de sus manos, por lo que
impedirle hacer uso de esa fuerza y de esa habilidad de la manera que juzgue más conveniente, y en tanto no
perjudique a otra persona, constituye una violación manifiesta de su más sagrada propiedad (...)” (Smith,
Adam: op.cit., p. 118).
Aquí, la cantidad de trabajo empleado en su producción y el poder de compra del bien son idénticos.
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Pero en las sociedades modernas, la situación cambia; un capitalista adelanta al cazador de ciervos, los
alimentos que consumirá durante su producción (la caza). Al finalizar su jornada de trabajo, el cazador deberá
restituir una cantidad equivalente de alimentos, lo que restituye el adelanto realizado por el capitalista, quien
también reclamará otra parte del producto del cazador, por concepto de remuneración del avance realizado. En
el caso, admitimos que el capitalista reclama y se apropia de uno de los dos ciervos producidos (cazados),
quedándole al productor solo uno de los ciervos que venderá en el mercado. Su comprador, le adquiere
(“comanda”) una jornada de trabajo (como en las sociedades rudas y primitivas), solo que ahora, la jornada de
trabajo mide el valor de un ciervo. Sin embargo, el tiempo que fue necesario emplear (incorporar) para
producirlo fue solamente de una media jornada (puesto que el cazador cazó dos en una jornada).
La diferencia cuantitativa entre trabajo adquirido y trabajo incorporado es la condición sine qua non para
que el trabajador vea que una parte de su trabajo está destinada a remunerar el cap ital avanzado, lo que
constituye el ingreso del capitalista (el beneficio). Smith habla en este caso de una primera “deducción” que
sufre el trabajador. Pero, hay otra: con la propiedad privada de la tierra, el productor verá procesarse una
segunda deducción por el concepto de Renta, que remunera al propietario de la tierra que el productor alquiló
para poder cazar.
“(...) En estas condiciones el producto íntegro del trabajo no siempre pertenece al trabajador; ha de
compartirlo, en la mayor parte de los casos, con el propietario del capital que lo emplea. La cantidad de
trabajo que se gasta comúnmente en adquirir o producir una mercancía no es la única circunstancia que
regula la cantidad susceptible de adquirirse con ella, permutarse o cambiarse. Evidentemente, hay una
cantidad adicional que corresponde a los beneficios del capital empleado en adelantar los salarios y
suministrar los materiales de la empresa (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 49).
Ahora bien: en las sociedades “modernas y civilizadas”, la distribución del Producto no se efectúa en
especie, sino a través del Precio, bajo la forma de Salario (para los trabajadores), de Beneficio (para los
capitalistas), de Renta (para los propietarios de la tierra en arrendamiento).
“(...) En toda sociedad, pues, el precio de cualquier mercancía se resuelve en una u otra de esas partes, o
en las tres a un tiempo, y en todo pueblo civilizado las tres entran, en mayor o menor grado, en el precio de
casi todos los bienes (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 50).
Definido de esta forma el precio o valor de cambio de un bien, para lograr su determinación es
imprescindible, ahora, conocer previamente el valor de cambio de sus partes “constitutivas” (el salario, el
beneficio y la renta); o, lo que es lo mismo en Smith: la teoría de los precios depende de la teoría de la
distribución de los precios.
Entonces, hay que pasar a determinar los Ingresos para poder determinar el precio de un bien.
natural del bien es, entonces, la suma del salario, la renta y el beneficio, pagos a su tasa natural; es el precio
que debe pagarse para que el bien sea efectivamente producido.
“(...) El artículo se vende entonces por lo que precisamente vale o por lo que realmente le cuesta a la
persona que lo lleva al mercado (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 54).
Al precio por el cual un bien es vendido, Smith lo llama: Precio de mercado (determinado por la oferta y la
demanda); él puede diferir del precio natural; pero la competencia tenderá siempre a nivelarlo al precio natural.
“(...) El precio natural viene a ser, por esto, el precio central, alrededor del cual gravitan continuamente
los precios de todas las mercancías. Contingencias diversas pueden a veces mantenerlos suspendidos, durante
cierto tiempo, por encima o por debajo de aquél; pero, cualesquiera que sean los obstáculos que les impiden
alcanzar su centro de reposo y permanencia, continuamente gravitan hacia él (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 57).
En consecuencia, lo que hay que observar es el precio natural porque es el que gobierna el comportamiento
de todos los precios de una sociedad y para ello, hay que determinar la tasa natural de los Ingresos que son, a
su vez, los elementos constitutivos del precio de un bien.
Examinemos la Renta:
La renta tiene su tasa natural, pero su determinación es imposible, porque para Smith la renta es un precio
de monopolio que depende de la relación de fuerzas entre el propietario de la tierra y el capitalista agrícola, y
esa relación de fuerzas depende a su vez del precio de los productos agrícolas. Es por esta razón que la
indeterminación de la renta no afecta la teoría del precio porque la renta es un efecto y una “parte constitutiva”
del mismo:
“(...) La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera diferente a
como lo hacen los salarios y los beneficios. Que los salarios o beneficios sean altos o bajos determinan que
los precios sean, a su vez, elevados o módicos, mientras que una renta alta o baja es consecuencia del precio.
El precio de una mercancía particular es elevado o bajo porque es necesario pagar salarios o beneficios altos
o cortos para hacerla llegar hasta el mercado. Pero el que ese precio sea bajo o alto, o más o menos el
suficiente para pagar aquellos salarios y beneficios, da origen a que la renta de la tierra sea mayor o menor,
o que no haya absolutamente renta (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 142).
De los tres elementos constitutivos del precio de todo bien, ahora solo quedan dos, pues la renta es un
efecto del precio. Como el salario ya ha sido cuantificado, la determinación del precio de todo bien depende,
entonces, exclusivamente del Beneficio.
materiales y salarios que adelanta. El empresario no tendría interés alguno en emplearlos si no esperase
alcanzar de la venta de sus productos algo más de lo suficiente para reponer su capital, ni tendría tampoco
interés en emplear un capital considerable, y no otro más exiguo, si los beneficios no guardasen cierta
proporción con la cuantía del capital (...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 48).
El beneficio se distingue de la renta porque no es un ingreso de monopolio sin relación con la producción,
de donde:
El beneficio es un ingreso de un capital adelantado en la producción y es proporcional al volumen de ese
capital:
“(...) Habrá acaso quien se imagine que estos beneficios del capital son tan sólo un nombre distinto por
los salarios de una particular especie de trabajo, como es el de inspección y dirección. Pero son cosa
completamente distinta, regulándose por principios de una naturaleza especial que no guardan proporción
con la cantidad, el esfuerzo o la destreza de esta supuesta labor de inspección y de dirección. Los beneficios
se regulan enteramente por el valor del capital empleado y son mayores o menores en proporción a su
cuantía(...)” (Smith, Adam: op.cit., p. 48).
Sabiendo ahora qué es el beneficio, queda lograr su determinación, para lo cual es importante recordar dos
cosas:
1) El beneficio es una “deducción” sobre el valor del producto del trabajo ajeno, es un ingreso de un capital
comprometido en la contratación del trabajo asalariado.
2) Él puede existir solo a condición de que la cantidad de trabajo adquirido por los bienes producidos (su
valor de cambio) sea superior a la cantidad de trabajo incorporado en su producción (recuérdese el ejemplo
del cazador de ciervos en las sociedades modernas y civilizadas, el trabajo adquirido es de una jornada,
pero el trabajo incorporado es solo de una ½ jornada.)
Esto conlleva una consecuencia muy importante: pagándole al trabajador un salario equivalente al valor de
un ciervo, el capitalista adquiere una jornada de trabajo; pero el bien que obtiene el trabajador cuando gasta su
salario incorpora solamente una media jornada de trabajo; es decir, sucede una transacción en la cual el
trabajador intercambia una jornada de trabajo contra el producto de una media jornada. En otros términos: una
parte del trabajo que él incorporó en el producto no le es remunerada.
La circularidad del razonamiento en el cual ingresa Smith parece ser la consecuencia de la teoría del valor
trabajo adquirido, la cual considera el precio de un bien en el intercambio generalizado (con cualquier otro
bien) mediante su precio en un intercambio específico (entre capital y trabajo).
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SEMINARIO
David RICARDO
1773-1823
Fuentes bibliográficas:
Deleplace, Ghislain: Histoire de la pensée économique. Ed. DUNOD, París, Francia, 1999.
Ricardo, David: Principios de Economía Política y Tributación. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1ª reimpresión
1985.
Sraffa, Piero: David Ricardo Obras y Correspondencias. Ed.: Fondo de Cultura Económica, México, 1960.
Para Ricardo, el Conocimiento y la Ciencia no pueden explicar satisfactoriamente cómo y cuánto puede
producir de Riqueza una sociedad; sin embargo, sí puede saber cómo y bajo qué reglas se procede a la
distribución de la misma entre las clases que participaron a su creación. Por lo tanto el objetivo de la
Economía Política es el estudio de la relación entre la Distribución de los Ingresos de las clases que participan
a la Producción y a la Acumulación de Capital. Esta idea se encuentra en la carta de Ricardo a Malthus del 9
de octubre de 1820, y la misma es más nítida en el preámbulo de los Principios:
“(…) El producto de la tierra -todo lo que se obtiene de su superficie mediante la aplicación aunada del
trabajo, de la maquinaria y del capital- se reparte entre tres clases de la comunidad, a saber el propietario de
la tierra, el dueño del capital necesario para su cultivo, y los trabajadores por cuya actividad se cultiva.
Pero en distintas formas de la sociedad, las proporciones del producto total de la tierra que serán
imputadas a cada una de estas tres clases, bajo los nombres de renta, utilidad, y salarios, serán esencialmente
diferentes, dependiendo principalmente de la fertilidad real del suelo, de la acumulación de capital y de
población, y de la habilidad, del ingenio y de los instrumentos utilizados en la agricultura.
La determinación de las leyes que rigen esta distribución es el problema primordial de la Economía
Política; a pesar de los grandes avances de esta ciencia, gracias a las obras de Turgot, Stuart, Smith, Say,
Sismiondi, y otros, dichos autores aportan muy poca información satisfactoria con respecto al curso natural
de la renta, de la utilidad y de los salarios.
En 1815, el Sr. Malthus, en su “Investigación sobre la naturaleza y desarrollo de la renta” y un Fellow del
University College, Oxford en su “Ensayo acerca de la aplicación del capital a la tierra”, presentaron al
mundo, casi en forma simultánea, la verdadera doctrina de la renta, sin cuyo conocimiento es imposible
comprender el efecto del progreso de la riqueza sobre las utilidades y los salarios, o rastrear
satisfactoriamente la influencia de los impuestos sobre las distintas clases de la comunidad; particularmente
cuando los productos gravados pertenecen al grupo de bienes que se obtienen directamente de la superficie de
la tierra.
Adam Smith, y los demás autores famosos antes señalados, por no haber considerado correctamente los
principios de la renta, han dejado advertidas, en mi opinión, muchas verdades importantes que sólo pueden
descubrirse después de haber entendido por completo la materia de la renta (…)" (Ricardo, David: op.cit., p. 5).
En consecuencia, para comprender las leyes que rigen la distribución de los Ingresos, a Ricardo le es
necesario buscar y encontrar un elemento (un patrón de medida) que explique siempre, en todo tiempo y lugar,
24
bajo qué criterios se procesa y se mide la distribución del Producto, a través de los ingresos llamados: Renta,
Utilidades y Salarios.
La respuesta a dicha búsqueda se encuentra en el Capítulo I de los Principios “Sobre el Valor” y el análisis
del mismo se puede realizar teniendo en cuenta los dos puntos que caracterizan el razonamiento de Ricardo:
La determinación del valor en cambio, o de su precio relativo, de un bien económico en el momento
de su producción: teoría del valor trabajo incorporado.
La determinación de la tasa de beneficio en la producción: teoría de la tasa de beneficio como tasa
de rendimiento.
En consecuencia, los Bienes Económicos que deben ser estudiados en la Economía Política son aquellos
que pueden ser reproducidos libremente por el trabajo humano. De esta forma, se excluyen de la problemática
del valor los objetos cuya reproducción es imposible (ciertas estatuas, cuadros raros, libros y monedas escasos,
vinos de calidad peculiar, que solo pueden elaborarse con uvas cosechadas en un determinado suelo, etc.)
(Ricardo, David: op.cit., p. 10). En esta clase de bienes, su valor es totalmente independiente de la cantidad de
trabajo originariamente necesaria para producirlos. Su valor o precio depende de la utilidad, de la escasez, del
gusto del consumidor, o de su producción en situación de monopolio.
Ahora bien: ya se sabe qué es un bien económico para Ricardo; cabe preguntarse entonces ¿cómo se
determina su valor en cambio o su precio relativo? o, lo que es lo mismo, saber ¿cuánto trabajo incorporado en
el bien A se intercambia por el trabajo incorporado en el bien B? o, como lo define Ricardo “¿qué poder tiene
una mercancía de adquirir una cantidad dada de otra mercancía?” (en: Valor Absoluto y Valor en Cambio).
Nueva versión, en Sraffa, Piero (p. 301).
Después de descartar las ideas que al respecto tenía Smith, Ricardo, en el Capítulo II sobre la “ Renta”,
afirma que:
“(…) El valor en cambio de todos los bienes, ya sean manufacturados, extraídos de las minas u obtenidos
de la tierra, está siempre regulado no por la menor cantidad de mano de obra que bastaría para producirlos,
en circunstancias ampliamente favorables y de las cuales disfrutan exclusivamente quienes poseen facilidades
peculiares de producción, sino por la mayor cantidad de trabajo necesariamente gastada en su producción,
por quienes no disponen de dichas facilidades, por le capital que sigue produciendo esos bienes en las
circunstancias más desfavorables; al referirme a estas últimas circunstancias aludo a las más desfavorables
que la cantidad del producto en cuestión hace necesarias para llevar a cabo la producción (…)” (Ricardo,
David: op.cit., p. 55).
Entonces, es la mayor o menor cantidad de trabajo incorporado en las peores condiciones de producción, el
elemento que permite regular y medir el valor en cambio de todos los bienes económicos: el precio natural
debe expresar la cantidad de trabajo gastado en la producción, y sus movimientos, a la alza o la baja, también
se explican por la misma causa: la mayor o menor cantidad de trabajo incorporado.
25
La teoría de trabajo incorporado parece ser el fundamento fecundo y coherente de una explicación
universal del valor en cambio de los bienes económicos que se intercambian en el mercado. Su fecundidad
explicativa radica en que este principio se aplica a todos los bienes (sean ellos: agrícolas, industriales,
durables, no durables, de capital circulante -el que se extingue en y con la producción de otros bienes-, o de
capital fijo -que sobrevive a la producción de otros bienes-) ( Ricardo, David: op.cit., pp. 24 y 25 ), y, en toda época
de la evolución de las estructuras sociales de la humanidad, es decir, en las producciones precapitalistas (las
sociedades rudas y primitivas de Smith) como en las capitalistas (modernas y civilizadas), para aquellos
bienes económicos pasados (trabajo muerto o indirecto) o presentes (trabajo vivo o directo):
“(…) Aun en aquella etapa inicial a que se refiere Adam Smith, cierto capital, posiblemente logrado o
acumulado por el propio cazador, sería necesario para permitirle matar a su presa. Sin arma alguna, ni el
castor ni el venado pueden ser cazados, y por tanto el valor de dichos animales dependerá no solamente del
tiempo y del trabajo necesario para su captura, sino también del tiempo y del trabajo indispensable para que
el cazador se provea de su capital, del arma, con cuya ayuda efectuó la cacería (…)” (Ricardo, David: op.cit., pp.
17 y 18). “(…) El valor de cambio de los bienes producidos sería proporcional al trabajo empleado en su
producción: no sólo en su producción inmediata, sino en todos aquellos implementos o máquinas requeridos
para llevar a cabo el trabajo particular al que fueron aplicados (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 19).
Por ejemplo, si un productor adelanta su capital para producir un bien (A) utilizando solamente capital
circulante (el trabajo de 100 hombres con un salario de 50 unidades monetarias cada uno, durante un año), o
sea:
Y si, un segundo productor adelanta su capital para producir un bien (B) que requiere capital fijo (de 5.500
u.m.) y capital circulante (el trabajo de 100 hombres con un salario de 50 unidades monetarias cada uno,
durante un año), entonces:
Como se observa, estas mercancías contienen distinta composición técnica (una, solo contiene capital
circulante y la otra, capital fijo y capital circulante); en la primera, el capital queda retenido un año, y en la
segunda durante dos años (asumiendo que el capital fijo, producido previamente, insumió un año para su
realización).
Retomando el principio de que: “(…) El valor de cambio de los bienes producidos sería proporcional al
trabajo empleado en su producción: no sólo en su producción inmediata, sino en todos aquellos implementos
o máquinas requeridos para llevar a cabo el trabajo particular al que fueron aplicados (…)” (Ricardo, David:
op.cit., p. 19), la relación de cambio, es decir, el poder que tiene una mercancía de adquirir una cantidad dada de
otra mercancía sería, en este caso, de: 2,1 (10.500 u.m., valor del bien B, dividido entre 5.000 u.m., valor del
bien A). Ambos precios naturales expresan los distintos grados de trabajo incorporado para la elaboración de
los bienes.
Este principio, de que el trabajo incorporado en las peores condiciones es la causa y la unidad de medida
del precio de los bienes económicos, no se ve alterado, al menos por ahora, ni por el beneficio ni por la renta
de la tierra, aunque, en la concepción de Ricardo el Precio o Valor: “(…) se divide solamente en dos
porciones: la una constituye el beneficio; la otra, la retribución de la mano de obra (…)” (Ricardo, David: op.cit.,
p. 84).
Como ya fue señalado, la importancia del principio del trabajo incorporado en las peores condiciones
como única causa del precio y unidad de medida de los intercambios es fecunda teóricamente, al menos por
26
tres razones: a) cualquier variación del precio natural se explica unívocamente, pues, hay más o hay menos
trabajo incorporado en la producción de un bien; b) la determinación del Precio de un bien depende, o surge,
de una característica de su producción (la mayor o menor cantidad de trabajo necesario en su elaboración)
susceptible (al menos por ahora) de ser conocida o determinada independientemente de otro precio; c) rompe
la circularidad en la cual Smith había ingresado entre trabajo incorporado y poder de compra. (Rever
seminario de Smith).
En Ricardo, como para Smith, la propiedad privada de la tierra engendra la formación de la Renta, pero
este ingreso no es un elemento constitutivo del precio de los bienes. Situándose en la línea de pensamiento de
Anderson y de Malthus, Ricardo considera que la Renta (“aquella parte del producto de la tierra que se paga
al terrateniente por el uso de las energías originarias e indestructibles del suelo” -Ricardo, David: op.cit., p. 51- ) se
forma porque la tierra es limitada en cantidad y de desigual calidad, y precisamente, la diferencia de
productividad entre dos tierras cultivadas simultáneamente es el monto de la renta a pagar por el capitalista
agrícola al propietario de la tierra.
En efecto, solo puede existir para un bien agrícola (100 toneladas de trigo, por ejemplo) un solo precio
natural, alrededor del cual gravita el precio de mercado (formado por el juego de la oferta y la demanda). El
precio natural se fija por la cantidad de trabajo incorporado en la producción de ese producto agrícola en la
porción de tierra menos fértil, en donde las dificultades de producción son mayores. En otra porción de tierra
más fértil, la producción del mismo producto agrícola exigirá menos trabajo incorporado, pero el precio
obtenido por su venta será el mismo. Sobre esta porción de tierra aparece una diferencia (parte del producto
que el capitalista agrícola transfiere al propietario de la tierra), bajo forma de Renta. Por ende, sabemos que:
La magnitud de la renta varía según los diferentes grados de fertilidad de las tierras en cultivo.
La tierra menos fértil no paga renta.
El precio de los bienes, determinados sobre esa tierra, no contiene Renta.
La propiedad privada de la tierra y consecuentemente la renta no provocan ningún efecto sobre el precio de
los bienes. El principio del valor trabajo incorporado como causa y medida del valor en cambio de los bienes
económicos aparece con toda su coherencia:
“(…) La razón pues, por la cual la producción primaria aumenta de valor comparativo, es que se emplea
más trabajo en la producción de la última porción obtenida, y no la circunstancia de que se pague una renta
al terrateniente. El valor del maíz está regulado por la cantidad de trabajo gastado en su producción en
aquella calidad de tierra, o con aquella porción de capital que no paga renta. Dicho cereal no se encarece
porque hay que pagar una renta, sino que debe pagarse una renta porque el cereal es caro; y como se acaba
de observar, no acaecería reducción alguna en el precio del cereal aunque los terratenientes condonasen la
totalidad de sus rentas. Dicha actitud no sólo permitiría a algunos granjeros vivir como caballeros, sino que
no diminuiría la cantidad de trabajo necesaria para cosechar productos primarios en las tierras menos
productivas bajo cultivo(…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 56, véase también pp. 59 y 84).
“(…) Hemos visto ya que el precio de los cereales se determina por la cantidad de mano de obra para
producirlos, con aquella porción de capital que no paga renta. Hemos visto también que el precio de todos los
bienes manufacturados aumenta o disminuye en relación directa con la cantidad de mano de obra necesaria
para su elaboración. Ni el agricultor que cultiva aquella cantidad de tierra que regula los precios, ni el
empresario que manufactura los bienes sacrifican parte alguna del producto de la renta. El valor total de sus
bienes se divide solamente en dos porciones: la una constituye el beneficio; la otra, la retribución de la mano
de obra (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 84, véase también pp. 18 y 101).
La relación inversa entre salarios y beneficios es la expresión analítica de la visión clásica fundada por
Smith; los capitalistas y los trabajadores son las clases fundamentales del capitalismo, sus intereses son
opuestos: la clase de los terratenientes es, para Ricardo, una clase de carácter “residual”, que frena el
desarrollo del capitalismo industrial y la creación de la riqueza de la Nación.
Hemos llegado a una situación similar a la que encontramos en el caso de A. Smith: la determinación del
precio de una mercancía exige conocer el precio de sus partes constitutivas. Comencemos por lo que se refiere
a los salarios.
Para Ricardo, el nivel de los salarios depende:
Del precio y de la cantidad de bienes de consumo que permiten la subsistencia y la reproducción biológica
de los trabajadores;
De la oferta y la demanda de los trabajadores en el mercado laboral.
Los salarios y los beneficios están en relación inversa, lo que significa que al momento del reparto del
producto nacional, el incremento de una de las partes a distribuir implica la disminución de la otra. En el
capítulo VIII sobre Comercio Exterior, el pensamiento ricardiano sobre la distribución se precisa:
“(…) He tratado de demostrar, a través de toda esta obra, que la tasa de utilidades no podrá ser
incrementada a menos que sean reducidos los salarios, y que no podrá existir una baja permanente de
salarios sino a consecuencia de la baja del precio de los productos necesarios en que los salarios se gastan.
En consecuencia, si la expansión del comercio exterior o el perfeccionamiento de la maquinaria hacen posible
colocar en el mercado los alimentos y productos necesarios al trabajador, a un precio reducido, las utilidades
aumentarán (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 101).
Por lo tanto, el precio de los bienes-salarios se determina como cualquier precio, por sus dificultades de
producción: entonces, los beneficios varían en relación inversa a la dificultad de producción (directa e
indirecta) de los bienes-salarios.
Esta relación inversa entre beneficios y salarios es fundamental para aprehender la lectura que efectúa
Ricardo sobre la dinámica del desarrollo económico y político del capitalismo, en general, y de Inglaterra en
particular. Como se recordará desde 1815 en adelante, las ideas de Ricardo (como era el caso también para
Malthus, Torrens, West) se concentraron en la famosa polémica acerca de si era favorable para Inglaterra,
mantener o eliminar las leyes que protegían la producción cerealera inglesa frente a la competencia extranjera.
Ricardo es partidario de liberalizar el comercio exterior. Para justificar su posición, analiza la relación, en
el largo plazo, entre la distribución de los ingresos y la acumulación del capital. Sus argumentos se encadenan
de la siguiente manera:
los capitalistas acumulan los beneficios que extraen de la producción y venta de las mercancías,
este proceso implica un aumento de trabajadores ocupados: hecho al cual se adiciona el crecimiento
vegetativo de la población (Ley de Malthus: la producción crece aritméticamente, la población
geométricamente).
el incremento de la ocupación y de la población exige a su vez producir más bienes de subsistencia y, en
consecuencia, el comienzo del cultivo de tierras cada vez menos fértiles.
las dificultades de producción de los bienes agrícolas aumentan y por ende sus precios, eso conlleva un
aumento de los salarios y por lo tanto un descenso de los beneficios.
28
Como los beneficios son los que permiten poner en marcha el proceso productivo, al ser decrecientes, los
capitalistas no tienen ningún estímulo para reinvertirlos, el ritmo del crecimiento se atenúa y el capitalismo
ingresa, en lo que Ricardo llama, el “estado estacionario”.
Para contrarrestar esta situación, hay dos posibilidades: lograr adelantos tecnológicos en la agricultura u
obtener bienes de subsistencia más baratos mediante su importación. Para lograr esto último, Ricardo elabora
su teoría del comercio internacional, más conocida como teoría de las ventajas comparativas. Dos naciones
(Portugal e Inglaterra) extraerán beneficios mutuos intercambiando aquellos productos (vino y paño) en los
cuales tienen menos dificultades de producción:
“…) Inglaterra puede encontrarse en circunstancias tales que la producción de paños pueda requerir el
trabajo de 100 hombres durante una año. Si tratase de producir vino, probablemente necesitaría el trabajo de
120 hombres durante el mismo tiempo. Consecuentemente, Inglaterra prefiere adquirir el vino importándolo,
a cambio del paño que produce (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 103). (Véase al final del seminario el ejemplo de la
teoría de las ventajas relativas).
Se infiere inmediatamente que el nivel de los beneficios depende del nivel de los salarios y estos del precio
del cereal en que se gastan. La burguesía inglesa tiene interés a que el precio de los cereales sea lo más bajo
posible. Unos 20 años después de la muerte de Ricardo, el comercio internacional se liberalizó y se asentó
sobre las ventajas comparativas…
¿Qué pasó?
Ricardo define al beneficio como lo había hecho Smith: es un ingreso proporcional al total del capital
adelantado a la producción. Dicho de otro modo: para que un capitalista reciba un beneficio a su tasa natural,
debe vender su mercancía a un precio que comprenda el valor o precio del capital (fijo y circulante)
consumido, más un beneficio proporcional a ese capital avanzado.
Retomemos los ejemplos ya analizados anteriormente, en este caso, Ricardo considera una tasa de
utilidades del 10% sobre el total del capital adelantado en la producción de un bien económico. ( Ricardo, David:
op.cit., pp. 25 y 26).
29
Como se observa, son mercancías de distinta composición técnica (una, solo contiene capital circulante, y
la otra, capital fijo y capital circulante); en el bien (A), el capital queda retenido durante un año, mientras que
en el bien (B), el capital queda retenido durante dos años.
Al introducir este segundo elemento a la formación del precio, obviamente, su valor absoluto se modifica,
así como la relación de cambio, esta será de: 2,29.
Ricardo define claramente la naturaleza del beneficio (de origen providencial), aclara sus efectos sobre el
precio de un bien y avizora que ahora este tiene una segunda causa, la tasa de utilidades, tal como lo podemos
leer en el siguiente fragmento:
“(…) En ambos casos el precio mayor de un bien se debe a la mayor duración del período que habrá de
transcurrir antes de colocarlo en el mercado (…). La diferencia en el valor proviene, en ambos casos, de las
utilidades acumuladas como capital, y es únicamente una justa compensación para el tiempo durante el cual
fueron retenidas las utilidades (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 28).
Ricardo considera que esas pequeñas modificaciones en el precio de los bienes no “(…) podrán exceder
del 6 al 7% (…)” (Ricardo, David: op.cit., p. 27). Ahora bien: ¿eso quiere decir entonces, que la teoría del valor
trabajo es solo válida en un 93 o 94%? No. Lo que es necesario aclarar no es el efecto sobre los precios de la
tasa de beneficio, sino la existencia misma del beneficio (de dónde surge). En Ricardo, como en toda la
Escuela Clásica, la naturaleza del ingreso-beneficio se explica con criterios diferentes a los utilizados para
desentrañar la naturaleza del salario y de la renta. En esta concepción el beneficio tiene un origen providencial,
noción esta, de neto cuño fisiocrático.
Dicho de otro modo, se produce una implosión en el esfuerzo teórico desplegado por Ricardo para explicar
el valor de los bienes a través de una única causa y única medida. La noción de trabajo incorporado en las
peores condiciones de producción opera, tanto cuando se mide el aporte que cada clase realiza a la Riqueza,
como al momento de su distribución. Al introducir una segunda causa, Ricardo cambia los fundamentos del
precio, y por ende, las reglas de la distribución de la Riqueza.
Ahora, el precio o valor en cambio de los bienes no solo depende de la cantidad de trabajo incorporado
sino también, de la tasa de beneficio:
“(…) A veces pienso que si tuviera que volver a escribir el capítulo del valor que figura en mi libro,
tendría que reconocer que el valor relativo de los bienes depende de dos causas en lugar de una, o sea, en la
cantidad relativa de trabajo necesaria para producir los bienes en cuestión, y de la tasa de utilidades durante
el lapso de tiempo que el capital permaneció inactivo hasta que los bienes fueron introducidos al mercado
(…)” (en carta a Mc Culloch, en Sraffa, Piero: op.cit., p. 131).
Con la existencia de dos causas del valor, el pensamiento ricardiano se complica y se aclara.
Se complica en la medida en que, si el valor de una mercancía depende de una sola causa (cantidad de
trabajo incorporado), alcanza con suponer que la cantidad de trabajo incorporado a su producción sea
invariable para disponer, simultáneamente, de un patrón de medida válido para todas las otras mercancías. Es
la razón por la cual la teoría del valor trabajo es fecunda del punto de vista teórico.
Se aclara en la medida en que, al existir una segunda causa del valor (la tasa de beneficio), la variación del
precio o valor de una mercancía depende y debe ser explicada, por la desigual durabilidad del capital
adelantado, tanto en la producción de esa mercancía como en las demás mercancías.
Ricardo es absolutamente consciente de que es muy difícil encontrar una medida invariable del valor o de
los bienes. En sus últimos trabajos (“Valor y Riqueza”. Capítulo XX, Valor Absoluto y Valor en Cambio, ya
citado), abre un camino explicativo que será desarrollado por Piero Sraffa, en su trabajo: “ Producción de
Mercancías por medio de Mercancías”. Ed. Oikos-Tau, Barcelona, España, 1966.
Esta dificultad no impide saber como se produce el reparto del Ingreso entre las clases que participan a su
generación. Como recordaremos, el problema principal de la Economía Política para Ricardo no es estudiar la
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causa del valor de los bienes, sino su distribución. Si se admite que la cantidad de trabajo incorporado en una
mercancía es la causa de su precio y que puede ser cuantificada, ya conocemos una de las causas de su precio.
En consecuencia, la determinación del precio depende, exclusivamente ahora, de la tasa de beneficio,
como en el caso de Smith. Pero a diferencia de aquel, en Ricardo, la tasa de beneficio puede ser determinada
ex ante y en la propia producción, y sin necesidad alguna de una teoría del valor:
“(…) Quizás encuentre que las dificultades son casi tan grandes en este enfoque del tema como las que
tuve que vencer en el que he adoptado. Después de todo, las grandes cuestiones de la Renta, los Salarios y las
Ganancias tiene que explicarse por las proporciones en que el rendimiento total se divide entre
terratenientes, capitalistas y trabajadores, y que no están necesariamente conectadas con la teoría del valor
(…)” (en la carta a Mc Culloch, ya citada). (el fragmento en negrita es subrayado por G. Arce).
En otros términos, ahora, Ricardo afirma que para saber cómo se procesa la distribución de la riqueza de la
Nación (objetivo de la Economía Política, para él), ya no es necesario una teoría del valor “ para aprehender la
determinación de las leyes que rigen” la distribución de la Riqueza, sino que alcanzaría para ello, comprender
cómo se determina la tasa de beneficio.
En este punto es necesario aclarar que las ideas sobre el tema no son más que embrionarias en los trabajos
de Ricardo. Los análisis posteriores, realizados fundamentalmente a partir del trabajo y de la interpretación de
Piero Sraffa, son los que intentan realizar una lectura relativamente coherente de las ideas de Ricardo.
La noción de que es a partir del conocimiento previo de la tasa de beneficio, lo que permite determinar el
precio de un bien y también proceder a su distribución, se encuentra presente en su trabajo de 1815 “ La
Influencia del bajo precio del trigo etc.”, más conocido como “Ensayo sobre las Utilidades”.
Para Ricardo el Capital “(…) es aquella parte de la riqueza de una nación que se emplea en la producción
y comprende los alimentos, vestidos, herramientas, materias primas, maquinarias, etc., necesario para dar
efectividad al trabajo (…)” (Ricardo, David: op.cit., pp. 72 y 209).
En el Ensayo sobre las Utilidades, Ricardo supone que en la producción de cereal (el trigo), el capital es
adelantado exclusivamente en trigo que es enteramente consumido por los trabajadores. Al final del ciclo
productivo, una parte del trigo producido reconstituye el capital adelantado; el resto, o el excedente, es el
beneficio. La relación entre ese trigo excedentario y el “capital-trigo” adelantado es la tasa de beneficio. Y,
como puede advertirse, su determinación se efectúa sin referencia alguna a los precios, como una simple tasa
de rendimientos físicos (la relación entre distintas cantidades del mismo trigo).
A su vez, la competencia entre los capitalistas, en todas las ramas de la producción, conlleva la formación
de “una tasa media de ganancia”; el conocimiento de la tasa de beneficio en la agricultura permite conocer la
tasa de beneficio para el conjunto de la economía; y cobra sentido la tan célebre frase de Ricardo, en su carta a
Trower del 8 de Marzo de 1814: “Son los beneficios del granjero que regulan las ganancias de todas las otras
actividades” (Deleplace, Ghislain: op.cit.).
Esta interpretación (y solución) requiere una condición sine qua non: que tanto el Producto como el Capital
tengan la misma composición física. Entonces, el nivel del beneficio no solo depende de las dificultades de
producción del trigo, sino también de los bienes salarios. Estos y las mercancías que permiten producirlos son
las mercancías que se encuentran tanto en el capital adelantado como en el producto obtenido.
Según el Capítulo VII sobre Comercio Exterior de “Principios de Economía Política y Tributación”.
(Ricardo, David: op.cit., Ejemplo de las pp. 102 y 103).
Mientras que en Adam Smith, la especialización internacional se basaba en la competencia que los países
se realizan a partir de un solo producto, en David Ricardo, la especialización internacional está pensada entre
dos países y entre dos bienes distintos que ambas economías pueden producir. En su ejemplo el
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intercambio posible entre Portugal e Inglaterra se realiza entre dos bienes, paño y vino, que ambos pueden
producir.
* Fuente: ejemplo tomado de Salort Marie-Martine: Les économistes classiques. Ed. Hatier, París, Francia, 1988, p. 93-95.
En consecuencia, el intercambio relativo entre estos dos países y entre estos dos bienes es creador de
riqueza, pues, en los dos casos ambos ahorran trabajo incorporado, durante un año: 10 personas para Portugal
y 20 personas en Inglaterra.
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Jean-Baptiste SAY
1767-1832
Para culminar con los principales autores de la Escuela Clásica presentaremos brevemente a un autor de
esta Escuela, pero en la versión francesa:
En efecto, Juan Bautista Say es un autor clásico francés. En todo se remite a Adam Smith, pero en su
pensamiento encontramos dos grandes diferencias con su maestro: en primer lugar, su concepto de bienes
económicos, en lo cual se diferencia tanto de Smith como de Ricardo y en consecuencia sobre los
fundamentos del precio de los bienes económicos; y en segundo lugar, como corolario de lo anterior en el
concepto de riqueza. En J. B. Say, se amplía el concepto de bienes económicos porque a la definición
smithiana que comprende exclusivamente a los bienes materiales, tangibles, el autor francés agrega los
inmateriales. En consecuencia, para J. B. Say, la Riqueza comprende tanto a los bienes materiales como a los
bienes inmateriales.
En su célebre “Traité d’économie politique” (1803. Libro I. Capítulo 1), J. B. Say define con precisión qué
entiende por bien económico y por riqueza en la producción capitalista. Veamos: “...Un médico visita a un
enfermo, observa los síntomas de su enfermedad, le receta un medicamento, quedando el enfermo y su familia
sin producto alguno que puedan transmitir, intercambiar con otras personas, ni conservar para consumirlo
posteriormente, ¿la industria del médico ha sido improductiva? El enfermo se ha recuperado. ¿Esta
producción no es intercambiable? De ninguna manera, porque el consejo del médico ha sido intercambiado
contra sus honorarios, pero la necesidad de su conocimiento cesa en el mismo momento en que fue dado. Su
producción fue emitir ese conocimiento; su consumo, el escucharlo; se consumió al mismo tiempo de que fue
producido. Es lo que llamo un producto inmaterial (...) “
La otra gran diferencia con Smith, y que representa por otra parte su aporte al pensamiento económico, es
la llamada: “Loi des débouchés”, traducida en castellano como “Ley de Say”, “Ley de los mercados”, “Ley de
salida de la producción”. Toda la Escuela Clásica estudió la oferta, las condiciones de la producción, su
composición técnica. Inclusive Marx, en su teoría, no asume claramente el problema de la venta de los bienes.
Dicho de otra forma: J. B. Say es un precursor en el análisis de la realización de la producción y es un pionero
en el análisis de las condiciones que deben reunirse para que la producción se transforme en dinero, es decir,
analiza el último eslabón de la cadena producción (oferta) y el consumo (demanda). Así se comprende su
famosa Ley por la cual la oferta crea su propia demanda.
En este punto, el pensamiento de J. B. Say dividirá de allí en adelante a todas las teorías y a los grandes
modelos económicos. Es más, se puede hablar de autores a favor y en contra de J. B. Say: algunos adherirán a
esta ley en forma explícita y otros la rechazarán ab initio e in totum.
Esta ley reposa sobre un principio muy sencillo: en la oferta, en el momento de la producción de bienes, el
empresario tiene que adelantar dinero en salarios, en renta y en beneficios; hace adelantos de lo que será
posteriormente su ganancia. Al mismo momento en que esos adelantos que hace el capitalista comprando otros
bienes se transforman en ingresos de las otras clases; esos ingresos van a aparecer en el mercado como
demanda: las personas que perciben esos ingresos los van a utilizar como demanda. El capitalista cuando
adelanta dinero está creando ingresos en forma de renta, salarios, beneficios, etc. Son los ingresos que perciben
33
las clases entre las cuales se divide el trabajo generador de riquezas. El dinero se transforma simultáneamente
en demanda y se gasta integralmente por parte de los que lo han percibido en la compra de los bienes
económicos que ellos mismos ayudaron a producir. Es por esta razón, que para J. B. Say, la oferta es, al mismo
tiempo, demanda.
Para que eso sea así, tiene que haber, necesariamente, dos requisitos, por eso entramos en el ámbito de las
hipótesis y de la teoría strictus sensus.
Primer requisito: Que el mercado (que sea el de los bienes de producción como el de los bienes finales)
se encuentre funcionando bajo los requisitos de la competencia pura y perfecta, es decir: que la oferta y la
demanda estén completamente atomizadas; que haya libre entrada y salida de los bienes y que estos sean
homogéneos y perfectamente sustituibles, y finalmente, que el precio se forme en el mercado por competencia
de oferta y demanda. Es el principio smithiano de la “mano invisible”.
Segundo requisito: El principio de la neutralidad de la moneda. Se trata de que la moneda que permite el
intercambio sea neutra, esto es que no sea más que un medio de pago. La suma monetaria coincide con la suma
física de los bienes que se producen. La oferta, en términos físicos, coincide con la demanda. Nadie va a retirar
moneda del mercado porque tiene un valor de ahorro o reserva, para los momentos de posible dificultad (la
“preferencia por la liquidez” que veremos en Keynes): la moneda no es fuente de riqueza; nadie quiere atesorar
moneda porque no tiene ningún valor, solo sirve para evitar el trueque.
La Ley de Say1
Habiendo presentado los principales autores de la Escuela Clásica iniciaremos inmediatamente una nueva
corriente del pensamiento económico que se forma a partir del último tercio del Siglo XIX: la Revolución
Marginalista.
1
Tomado de: Histoire des pensées économiques. Les fondateurs. 2ème édition, Ed. Sirey, París, Francia, 2001, p. 102.
34
TERCERA PARTE
Revolución marginalista
Carlos Marx
SEMINARIO
Se trata de una nueva escuela de pensamiento económico, surgida alrededor de 1870, que reivindica casi
todos los elementos propuestos por la Escuela Clásica, de la que se va a separar en tres o cuatro aspectos. Pues,
son partidarios del mercado puro y perfecto, la mano invisible, la no intervención del Estado, las virtudes de la
división del trabajo, el mercado como elemento que resuelve los problemas básicos de la Economía, es decir,
qué, cuánto y para quien producir los bienes económicos, y a qué precios se transan los mismos.
Se diferencia de esta visión (de ahí el neologismo con el cual muchos de los autores de esta Escuela se les
conocen como neoclásicos) en la definición de la riqueza, porque sus fundamentos cambian radicalmente y,
por lo tanto, se apartan de la Escuela Clásica también en lo que respecta a la definición de bienes económicos y
a la teoría del valor y del precio.
El contexto histórico en el cual trabajan estos autores es por los años de 1870, marcados por los problemas
de la primera gran revolución industrial y conviven con el pasaje a la segunda. Es muy importante este
contexto histórico porque la segunda revolución industrial significó el pasaje de la empresa competitiva al
mercado monopólico. Estos autores retoman con mucha fuerza el principio de la competencia pura y perfecta,
verdadera paradoja porque en esos mismos años la realidad era que se estaban generando grandes monopolios,
que el capitalismo está mutando hacia los grandes holdings.
Analicemos más detenidamente las características del pensamiento neoclásico/ marginalista:
1) Los principales expositores de esta nueva Escuela son partidarios y comparten el dogma clásico de las
leyes naturales ya analizadas por Quesnay, Turgot, Adam Smith, David Ricardo y J.B. Say.
2) Estos autores realizan sus análisis bajo el supuesto de que el individuo actúa racionalmente en el mercado,
es decir, el Homo oeconomicus tiene conciencia plena de sus necesidades que son siempre ilimitadas,
frente a los recursos que son siempre limitados; de donde, por corolario, la necesidad de elegir en forma
permanente entre recursos escasos y necesidades ilimitadas.
El sujeto, el “agente económico” en el vocabulario neoclásico, está obligado a elegir: qué comprar, cuánto
comprar y qué precios pagar. Por su parte, el oferente también tiene que elegir entre: recursos escasos para
producir una cierta cantidad de bienes y obtener, con su venta, la máxima ganancia. Entonces, sea por el lado
de la oferta como por el de la demanda, es la elección la que va a expresar la conducta de los agentes
económicos en el mercado.
En consecuencia, estamos ante una transformación del pensamiento económico en una teoría de la
elección, que es el elemento esencial de la actividad de las personas en el mercado, según la escuela
marginalista/ neoclásica.
Hay una gran cantidad de autores que conforman esta corriente de pensamiento, pues la misma no tuvo un
solo gran representante. Encontramos entre los más destacados a León Walras, Wilfredo Paretto, Alfred
Marshall, Stanley Jevons, Carl Menger. Por ejemplo Marshall fue quien logró imponer los postulados de la
escuela neoclásica en Inglaterra, por lo que también se le llama “Escuela Marshalliana”. En Austria, en la
época del Imperio austrohúngaro, se destaca Carl Menger. León Walras y Wilfredo Paretto representan la
Escuela Lausana. Walras, a pesar de ser francés, enseñó en la Universidad de Lausana y el italiano Paretto será
su sucesor allí al frente de la cátedra de Economía Política.
A pesar de la multiplicidad de autores, podemos decir que el que resume bien el pensamiento neoclásico es
León Walras. Como veremos, Walras condensa en unas pocas líneas la definición de:
a) el objeto de estudio de la Economía Política;
b) qué es un bien económico;
c) qué es la riqueza social.
Leamos atentamente estas definiciones del maestro de Lausana, quien en su célebre obra: “Éléments
d’Économie Politique Pure ou Théorie de la Richesse Sociale” nos explica que: “... la Economía Política
pura es, esencialmente, la teoría de la determinación de los precios en un régimen hipotético de libre
competencia. El conjunto de todas las cosas, materiales e inmateriales, susceptibles de tener un precio porque
son raras, es decir, a la vez útiles y limitadas en cantidad, forman la riqueza social. Es por eso que la
economía pura es también la teoría de la riqueza social”.
“Yo llamo riqueza social al conjunto de cosas materiales o inmateriales (porque la materialidad o la
inmaterialidad de las cosas importa poco) que son raras, es decir que son útiles y que están a nuestra
disposición en cantidades limitadas”.
Detengámonos, aunque sea brevemente, para realizar algunos comentarios de la definición propuesta por
L. Walras. En primer lugar veamos el concepto de bienes económicos.
En puridad, L. Walras fue el primero que reconoció a los fisiócratas, la inclusión de los bienes inmateriales
dentro de los bienes económicos, aún sin haber leído a su compatriota J. B. Say. Pero, para L. Walras y los
autores marginalistas y neoclásicos, un objeto o un bien cualquiera para que se transforme en bien económico
debe reunir dos requisitos: tiene que ser útil y escaso.
Expliquémonos:
Los bienes económicos tienen que ser útiles, es decir, tienen que poseer la propiedad de satisfacer las
necesidades de las personas; pero además, deben ser limitados, escasos, raros, frente a la demanda. Raros, no
en el sentido de que el capitalismo no pueda producirlos en forma creciente, sino en el sentido de que la
oferta será siempre menor a la demanda. Aún cuando el capitalismo pueda desenfrenadamente producir más
bienes, habrá siempre escasez, cuando la demanda exceda a la oferta.
A contrario, si la oferta es superior a la demanda, entonces no hay por qué pagar un precio por los bienes,
porque dejan de ser escasos.
Tanto la oferta como la demanda forman parte de la riqueza social. Los bienes escasos y útiles están a
nuestra disposición en cantidades limitadas, por lo tanto la ciencia económica se transforma en una ciencia de
la elección, en una teoría psicológica. La sociedad está compelida a elegir continuamente. Concurren al
mercado necesidades ilimitadas y bienes escasos. Son bienes económicos aquellos que son susceptibles de ser
elegidos en el mercado por un precio. ¿Cuáles son entonces los bienes libres? Aquellos que son abundantes
con relación a la demanda.
Veamos ahora cuál es el objeto de estudio de la Economía Política. De la definición realizada por L.
Walras, el objeto de estudio es completamente distinto del de la Escuela Clásica; pasa a ser el estudio de la
determinación de los precios en un régimen hipotético de libre competencia.
Digamos al pasar, que L. Walras fue fundador de una importante escuela económica y su pensamiento fue
reconocido, por así decirlo, recién en los años 1940, a través del análisis de la llamada macroeconomía.
Paradójicamente, se lo asocia como un autor defensor acérrimo del capitalismo, cuando en realidad era
37
socialista y combatió al capitalismo, razón por la cual nunca pudo trabajar académicamente en Francia, pero sí
en su “exilio” en Lausana, Suiza.
La derecha liberal asocia su pensamiento al de L. Walras, pero históricamente no fue así. Él pensaba que se
llegaría a la desaparición del capitalismo si pasaban determinadas cosas; por ejemplo, era partidario de una
política de impuestos tendientes a eliminar la propiedad de la tierra, lo que permitiría el paso a una sociedad
socialista, cosa que veremos en detalles más adelante.
Finalmente, hay otros dos elementos muy importantes del pensamiento de L. Walras, que hacen a la
distinción que el autor realiza entre lo que él llama: la economía aplicada y la economía social:
1) Economía aplicada, que más tarde se trabajará como teoría de las organizaciones. En este sentido la
economía tiene por objeto estudiar: ¿Cómo hacer para que una organización de recursos humanos, físicos,
financieros, tecnológicos, etc. estén distribuidos para que funcione bien una determinada organización? En
los años 40, esta idea de L. Walras reaparecerá formando parte de lo que conocemos como la “teoría del
management” o “teoría de la gestión de la organizaciones”.
2) Economía social, según L. Walras aquí la economía tiene por objeto de estudio analizar los principios de
la Justicia y de la Moral implícitos en toda actividad y organización humana.
Sobre estas nociones claves de bienes económicos, formación de precios en un mercado libre y
competitivo, y la noción de que la riqueza social la constituyen las cosas materiales e inmateriales, la
microeconomía y luego la macroeconomía contarán con las categorías analíticas centrales para “leer” la
conducta de los agentes al momento de la elección de los bienes en un determinado mercado.
En función de ello, repasemos brevemente la clasificación de bienes económicos que ustedes podrán leer
en cualquier manual de introducción al análisis y al pensamiento. Según el criterio que se retenga para
clasificar a los bienes económicos, estos pueden ser clasificados de la siguiente manera:
a) Por el tiempo en relación a la producción de otros bienes, estos se pueden clasificar en: bienes fijos (los
que sobreviven al proceso productivo) y circulantes (los que se extinguen con la producción).
b) Según su disponibilidad, estos se pueden clasificar en: bienes presentes y futuros.
c) Por su grado de tangibilidad, estos se pueden clasificar en: bienes materiales e inmateriales.
d) Por razones técnicas o subjetivas, los bienes pueden clasificarse en: complementarios (bienes que para
desplegar su virtud tienen que estar asociados a otros bienes, lo que dará lugar a la economía en red, por
ejemplo: compro un auto y necesito calles para poder circular con él) y sucedáneos (aquellos que pueden
ser sustituidos por otros, por ejemplo azúcar o edulcorante o miel para poner al café).
e) Por su grado de sustitución, los bienes pueden clasificarse en: inferiores y superiores. Bien inferior es
aquel que es superado por otro más perfecto, por ejemplo, la vieja máquina de escribir manual fue
superada por la eléctrica, esta lo fue por las primeras computadoras, estas por otras mejores y así
sucesivamente. También vemos esto muy claro en el ejemplo de los celulares, que rápidamente se han ido
sustituyendo unos a otros por modelos siempre más modernos y con mayores adelantos.
f) Por su grado de apropiabilidad, los bienes pueden clasificarse en: bienes privados y bienes públicos o
colectivos. Los primeros son aquellos bienes destinados al consumo individual de un determinado agente
económico. Si compro un jabón para mi uso personal, lo retiro del mercado, disminuyo en una unidad la
riqueza social; mi consumo de un bien determinado excluye automáticamente a los otros de la posibilidad
de consumirlo. Los segundos son aquellos bienes cuyo uso por un agente económico no excluye al resto de
la comunidad de la posibilidad de usarlos: su consumo (uso) puede ser simultáneamente realizado por
varios sujetos económicos y esto no disminuye la riqueza social, pero este mismo bien, siendo público,
puede hacerse excluyente, por ejemplo, una carretera en la que se empieza a cobrar peaje. En los últimos
treinta años se ha dado una vertiginosa tendencia a transformar bienes privados en públicos y públicos en
excluyentes.
g) Por el criterio del uso en la producción, los bienes pueden clasificarse en: bienes de uso intermedio y
bienes de uso final. Los primeros se usan para producir otros bienes (por ejemplo: compro madera para
producir otros bienes: muebles, leña, etc.). Los segundos son destinados al consumo. Esto será muy
importante en el tema que veremos próximamente de las cuentas nacionales, ya que la categorización de
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un bien en base a este criterio determinará como habrá que ubicar cada transacción: a este respecto, no será
lo mismo comprar un auto para pasear que para trabajar. No será lo mismo comprar la manzana para
exportarla directamente que comprarla para producir subproductos como mermeladas, gelatinas, jugos, etc.
Analizado ya el concepto de bien económico, como también su clasificación, nos queda por recordar las
formas que asume la competencia capitalista y que explica que la misma puede expresarse que sea en un
mercado llamado de competencia pura y perfecta o imperfecta.
Veamos primero la competencia pura y perfecta. Los fisiócratas, como ya lo estudiamos, fueron los
primeros en trabajar este concepto, con la revolución marginalista se precisaron las condiciones o los
requisitos que deben reunirse para que la competencia en un mercado sea pura y perfecta.
Para que el mercado funcione determinando la cantidad y el precio en competencia pura y perfecta, hay
varios requisitos, por lo menos cinco:
1. Atomicidad de la oferta y la demanda: Al poseer cada uno de los agentes económicos una ínfima parte de
la oferta y de la demanda, ninguno puede influir en el mercado, ni tiene poder de mercado: esté en él o no
esté, para el mercado es lo mismo. Esto es garantía de que la competencia empieza a ser libre.
2. Hay movilidad: libre entrada y salida de los agentes económicos: nadie dispone que un agente deba
ingresar o egresar del sistema. El mercado es de libre disponibilidad, no discriminatorio.
3. Se asume el principio de que los bienes económicos que se transan en el mercado son homogéneos: es
decir, que tienen la misma capacidad de satisfacer con la misma intensidad los deseos de los sujetos, sus
necesidades subjetivas.
4. Se asume también el principio de que los bienes son perfectamente sustituibles: Por ejemplo, si necesito
comprar mermelada light y no hay, se asume que el mercado proporcionará algún otro bien que la
sustituya.
5. El precio se forma en el mercado por la competencia de oferta y demanda: El precio que se forma es el
mejor para el mayor número de oferentes y también el mejor para el mayor número de demandantes. En
relación a esto, la escasez natural de los bienes, podemos decir que la penuria es congénita al sistema
capitalista.
Veamos ahora la competencia imperfecta. La competencia, aún siendo el alma mater del sistema
capitalista, puede también ser imperfecta. Y estamos en este caso ante tres posibilidades: MONOPOLIO,
DUOPOLIO, OLIGOPOLIO.
* MONOPOLIO: Una sola empresa para todos los productos y para todas las demandas o, al menos, para
todos los que pueda producir. Una especie de “super Leviatán”.
* DUOPOLIO: El mismo concepto, pero para la hipótesis de dos empresas.
* OLIGOPOLIO: Pocas empresas controlan mayoritariamente el mercado.
Estas tres formas no son excluyentes entre sí, pudiendo coexistir en el mismo mercado.
Condiciones de la competencia imperfecta:
1. Se pierde el principio de la atomicidad: la oferta está concentrada en un número reducido de empresas.
2. Cae, también, el principio de la libre entrada y salida de los agentes económicos: por vía de hecho o de
derecho se impide el acceso de nuevos competidores. Se llama “estrategia de coalición” lo que hacen las
empresas, por vía de hecho, por ejemplo por mecanismos de precio, de nacionalidad, de medio ambiente,
etc.; y por vía de derecho cuando por medio de una ley se establecen determinadas restricciones a la libre
entrada y salida. Ejemplo de esto es lo que vimos en Adam Smith, la primera de las excepciones al libre
comercio, por la razón llamada “de seguridad nacional”, cuando se le concedió a la marina británica el
monopolio del comercio. De hecho, es difícil que una empresa que desconoce totalmente un mercado
pueda ingresar a él, si en él ya actúan otras empresas que ejercen un oligopolio. Por ejemplo: para viajar de
Montevideo Rivera, ya existen tres o cuatro empresas controlan ese mercado. Es prácticamente imposible
que una nueva empresa pueda ingresar a él, sea por razones técnicas o de relación costo-beneficio
39
La mayoría de los mercados son, por lo tanto, de competencia imperfecta. En el monopolio la oferta fija el
nivel de los precios; o sea, se pierde la capacidad de regateo. Es posible que en la feria de Tristán Narvaja
pueda ir a regatear y acercarnos así a la competencia perfecta en determinados bienes. También tenemos que
tener en cuenta que en general las cadenas de proveedores son monopólicas, si vamos un poco hacia atrás nos
encontramos con que en general todos le compran a un mismo proveedor. La oferta impone el precio,
entonces estamos ante los llamados “contratos de adhesión” en los que el demandante no tiene ninguna
capacidad negociadora. Finalmente, en el mercado de competencia imperfecta se pierden, también, la
homogeneidad y la sustitución que habíamos visto en la hipótesis de competencia perfecta. Hay una
diferenciación permanente de los bienes; no son siempre sustituibles y se ponen barreras a su entrada.
La elección del agente económico va a estar determinada por la forma de la competencia según el mercado
en que él opera. Hay que saber bien esto porque es lo que nos dirá cómo se comporta la gente en un mercado,
es decir, cómo va eligir.
Los criterios de la elección
Como ya fue definido por L. Walras, un bien económico es escaso porque la demanda excede a la oferta,
su precio depende y/o refleja la utilidad que él mismo censa brindar a quien lo desea o lo necesita.
El pensamiento marginalista procesa y organiza la decisión de un agente económico, estableciendo una
relación inversa entre la cantidad de un bien y su valor: este decrece con el aumento y disponibilidad de
aquel. Así:
Cantidad disponible Valor
1 10
2 9
3 8
La tabla de Menger resume la utilidad marginal decreciente y el equilibrio de las utilidades marginales; a
partir de allí, el homo oeconomicus decide en función de su ingreso, su gusto, sus necesidades y otras
determinantes de la conducta del demandante ¿cuánto comprar? :
Tabla de Menger
Grado de satisfacción marginal
Unidades
I II III IV V VI VII VIII IX X
consumidas
(ALIMENTOS) (TABACO)
1ª 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
2ª 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0
3ª 8 7 6 5 4 3 2 1 0
4ª 7 6 5 4 3 2 1 0
5ª 6 5 4 3 2 1 0
6ª 5 4 3 2 1 0
7ª 4 3 2 1 0
8ª 3 2 1 0
9ª 2 1 0
10ª 1 0
11ª 0
Fuente: Menger, Carl: Principles of Economics, trad. y dir. Dingwall, James y Hoselitz, Berthold Frank. Glencoe, II,. Free Press, 1950, p. 127; en Oser,
Jacob y Blanchfield, William C.: Historia del pensamiento económico. Ed. Aguilar, Madrid, 1980, p. 259.
En esta tabla, el economista austríaco demuestra que el valor y los precios dependen de la utilidad de los
bienes para el que va a comprar y vender. Es la teoría subjetiva del precio, para diferenciarla de la Escuela
Clásica que está fundada en el trabajo.
Es subjetiva porque es el sujeto el que decide por qué un bien determinado le produce mayor satisfacción
que otro bien. Menger ordena previamente las necesidades y el aumento que se obtiene de una segunda unidad
del mismo bien. La toma de decisión se funda en un principio de racionalidad: hay que satisfacer primero las
necesidades básicas y después, obviamente, las menos esenciales.
40
En la Tabla de Menger, en forma horizontal se ordenaron las necesidades a satisfacer. En forma vertical, la
intensidad que obtiene el agente económico al aumentar su consumo en una unidad para satisfacer su
necesidad. Hay una relación inversa entre las necesidades y la satisfacción que produce el consumo de un bien.
Si trabajo a un solo bien, la elección se organiza también, en función de la ley de la utilidad marginal
decreciente: la primera unidad de un determinado bien me produce la mayor satisfacción; la segunda unidad,
menos, la tercera menos, y así sucesivamente. Sucesivas dosis de un mismo bien generan utilidades marginales
decrecientes. La última unidad que ingresa al consumo tiene una utilidad menor que todas las anteriores.
Esta tabla va a decir cómo un agente económico gasta racionalmente su ingreso entre dos bienes: cuántas
unidades de A y cuántas de B le van a proporcionar al sujeto la máxima satisfacción.
El productor de un bien económico, también deberá elegir producir la máxima cantidad de un bien con el
menor número de recursos productivos.
Ordenadas las necesidades y las utilidades, la decisión de cuánto consumir se toma a través de la noción
clave y fundacional de esta escuela: la utilidad marginal. En el caso de la demanda, el aumento adicional,
suplementario, de una unidad en el consumo de un agente, hace que la utilidad y la satisfacción que le brinda,
disminuyan.
Cómo enseña P. Samuelson:
(1) (2) (3)
Cantidad consumida Utilidad total Utilidad marginal
Q U (UM)
0 0
4
1 4
3
2 7
2
3 9
1
4 10
0
5 10
Fuente: Samuelson, Paul A. y Nordhaus, William D.: ECONOMÍA. 15ª edición, Ed. McGraw-Hill, Madrid, España, 1996, p.75.
SEMINARIO
Carlos MARX
1818-1883
3 y 4: Carlos Marx: El Capital. Tomo 1, Edición, Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
Para ello el autor utiliza el método dialéctico y el materialismo histórico. Las categorías centrales a
comprender son las de:
Modo de producción,
Formación económica y social,
Cambio social.
42
Leyendo a Marx:
“(…) El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de guía para mis estudios, puede
formularse brevemente de este modo: en la producción social de su existencia, los hombres entran en
relaciones determinadas necesarias, independientes de su voluntad, estas relaciones de producción
corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de
estas relaciones de producción real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que
corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la
que determina la realidad: por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia. Durante el
curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo
interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas
reacciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social. El cambio
que se ha producido en la base económica trastorna más o menos lenta o rápidamente toda la colosal
superestructura. Al considerar tales trastornos importa siempre distinguir entre el trastorno material de las
condiciones económicas de producción -que se debe comprobar fielmente con ayuda de las ciencias físicas y
naturales- y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas
ideológicas, bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven (…)”.
“(…) Por lo que me concierne, ni siquiera tengo el mérito de haber descubierto la existencia de las clases
en la sociedad moderna, ni el de haber descubierto su lucha. Los historiadores burgueses habían expuesto,
mucho antes que yo, el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses la anatomía
económica de estas clases. Lo que de nuevo he hecho yo estriba en la siguiente demostración: 1) la existencia
de las clases sólo se vincula a ciertas luchas definidas, históricas, ligadas al desarrollo de la producción; 2)
la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) esta dictadura constituye
solamente el período de transición hacia la supresión de todas las clases y hacia una sociedad sin clases
(…)”.
“(…) La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista aparece como una
«gigantesca acumulación de mercancías», y la mercancía como forma elemental de esa riqueza. Por eso
nuestro estudio empieza con el análisis de mercancía (…)”.
“(…) El producto –la propiedad del capitalista– es un valor de uso: hilo, botas, etc. Pero aunque las
botas, por ejemplo, constituyen en cierto sentido la base del progreso social y nuestro capitalista es un
progresista resuelto, en realidad él no fabrica las botas por sí mismas. El valor de uso no es desde luego el
objeto amado por sí mismo en la producción mercantil. En ésta no se producen valores de uso sino porque y
en la medida en que son sustrato material del valor de cambio, portadores del valor de cambio. A nuestro
capitalista le importan dos cosas. En primer lugar, quiere producir un valor de uso que tenga valor de
cambio, un artículo destinado a la venta, una mercancía. Y, en segundo lugar, quiere producir una mercancía
cuyo valor sea superior a la suma de los valores de las mercancías requeridas para su producción, los medios
de producción y la fuerza de trabajo por los cuales anticipó en el mercado su buen dinero. El capitalista no
quiere sólo producir un valor de uso, sino también producir una mercancía, no sólo valor de uso, sino valor, y
no sólo valor, sino también más-valor, plusvalía (…)”.
43
SEMINARIO
1883-1946
Ennoblecido en 1942, participa a la redacción del Informe Beveridge que funda el Welfare State y por ende
la política socioeconómica británica de post-guerra.
Fundador de una auténtica escuela económica, Keynes trata de conciliar el capitalismo con el Estado, la
búsqueda del beneficio con el bienestar y el pleno empleo. Sus ideas económicas son el reencuentro de varias
y diferentes doctrinas socioeconómicas. Esquematizando se podría resumir este fenómeno de la forma
siguiente:
45
2. El contexto histórico
La gran depresión (a desarrollar): 1873-1895.
La Segunda Revolución Industrial, 1880: Energía = motor a explosión = Mecanización.
Ramas líderes: Acero / Electricidad / Petroquímica / Electrometalúrgica.
Método TAYLOR.
En general: caída del nivel de precios, pero la oferta y la demanda = desequilibrios ⇒ “impotencia”
teórica/práctica del Marginalismo y de la Microeconomía.
Primera Guerra Mundial.
Revolución Bolchevique.
3. La Herejía de Keynes.
O, cómo enfrentar teórica y prácticamente el pasaje del capitalismo competitivo al capitalismo imperfecto.
Para los marginalistas y neoclásicos, el mercado y la competencia sancionan: qué tipo, cuántos y cómo se
deben producir de bienes económicos. Alejándose completamente de esta concepción, para Keynes, el campo
de análisis de la Economía es estudiar y calcular el nivel de actividad que una sociedad debe alcanzar, para
vivir prósperamente.
En el mismo sentido, contrariamente al análisis marginalista y microeconómico, el análisis en término de
Precios es sustituido por un enfoque realizado en concepto de Flujos, que relacionan Agregados Globales
(Producto, Ingresos, Consumo, Inversión y Ahorro) y que son aprehendidos en un “circuito” económico, en el
cual el MERCADO no es más que un momento en la circulación de la actividad económica.
Luego de 72 años de haberse publicado la “Teoría General de la Ocupación, el Interés y la Moneda”, el
debate y la polémica siguen dominando una parte importante de las ideas de Keynes, de su pensamiento
económico y de los instrumentos de la Política Económica.
Sin embargo, es posible presentar el ideario de Keynes como lo realizan Jean-Marie Albertini y Ahmed
Silen2 a través del llamado “circuito Keynesiano”.
En el capítulo 3 de la “Teoría General”, Keynes adelanta el significado de algunos términos. En el caso de
la Demanda efectiva: “(…) Dados la técnica, los recursos y el costo de los factores por unidad de empleo, el
monto de éste, tanto para cada firma individual como para toda la industria en conjunto, depende del
producto que los empresarios esperan recibir de la producción correspondiente, porque éstos se esforzarán
por fijar el volumen de ocupación al nivel del cual esperan recibir la diferencia máxima entre el importe del
producto y el costo de los factores (…)”3.
2
« Comprendre Les Théories Economiques ». Tomo 1, Clés de lecture, Ed.: Editions du Seuil, París, Francia, 1993, p. 26-69.
3
Ed.: Fondo Cultura Económica, 9º edición, México, 1986, p. 33.
46
Como se advierte rápidamente, existe una relación funcional intensa entre los agregados globales:
a) Entre la Producción y el Consumo de hogares, puesto que el consumo depende de los Ingresos
distribuidos al momento de poner en marcha la Producción .
b) Entre la Producción y la Inversión de las empresas; la inversión depende, en parte, de la utilización de la
capacidad de producción , o sea, de la relación entre la producción esperada y la capacidad de
producción existente.
En Keynes, el nivel de precios depende de la decisión de los empresarios, del cálculo que deben realizar
entre:
la magnitud del beneficio esperado (lo cual les exige tener en cuenta la capacidad de producción) .
la magnitud de los Salarios distribuidos (monto que depende mucho de la relación de fuerza entre
Patrones VS Sindicatos, lucha regulada en las convenciones colectivas, comisiones paritarias, etc.).
47
A este momento del análisis, es evidente que el único factor que puede modificar la Demanda Efectiva
es el Estado y su Política Económica .
En efecto, sea por medio del Gasto Público, sea sirviéndose de los instrumentos derivados de la política
fiscal (impuestos), monetaria (tasa de interés y de cambio) y presupuestaria, el Estado y el Gobierno
pueden modificar, en valor y en volumen, el nivel de actividad previsto por los empresarios, es decir, la
Demanda efectiva.
Antes de continuar el análisis conviene observar en el “circuito” la lectura que realiza Keynes:
El análisis es de naturaleza macroeconómica y en términos de flujos entre agregados globales;
La circulación de los flujos se realiza en un espacio geográfico que funda el concepto de “Economía
Nacional (entre los residentes de la misma) (Ver Cuentas Nacionales, Matriz; Seminario y Ficha 34).
Es un enfoque integrado de la Moneda y de la Producción. En Keynes, no hay separación entre una teoría
de los precios asentada sobre los costos de producción y otra, explicando la evolución general de los Precios,
en función de la cantidad de moneda en circulación (teoría cuantitativa de la moneda). Implícita está la idea de
la existencia de una estructura económica modelada por el fuerte juego de Poderes (Estado, Empresarios,
Sindicatos, Banqueros, Asociaciones de Consumidores). En este sentido, se destacan los trabajos de J. K.
Galbraith (Los Poderes Compensadores) y los de Alain Barrère.
Además, la Producción debe satisfacer tanto a la demanda de Consumo como a la de Inversión. De donde:
A su vez, los Ingresos distribuidos se afectan al Consumo o en su defecto son Ahorro. De donde:
Entonces, si:
Por tanto, cuando los empresarios calculan la Demanda Efectiva están obligados a equilibrar el Ahorro
y la Inversión. (Ver más adelante: Propensión marginal al Consumo y el Multiplicador).
48
Adviértase, que si agregamos las Exportaciones y las Importaciones, se obtiene la igualdad contable de la
Oferta Final y Demanda Final:
PBI + Importaciones = Oferta Final
Consumo + Exportaciones + IBIF* = Demanda Final Ver Seminario Matriz o Ficha Nº34
* IBIF: Inversión Bruta Interna Fija.
En Keynes, el equilibrio de los flujos (ver punto 4.1) que constituyen su circuito económico es posible por
las relaciones funcionales que unen:
* La Producción
* Los Ingresos distribuidos
* El Consumo Ver “circuito Keynesiano”
* El Ahorro
* La Inversión
de donde, el Multiplicador y el Acelerador son dos instrumentos claves del análisis y de la Política
Económica Keynesiana (como lo veremos en el Punto 5 de este Seminario).
El Multiplicador fue inventado por Richard Kahn, eminente profesor en el King’s College de Cambridge y
ejecutor literario de Keynes, quien lo desarrolló para explicar las relaciones entre la Inversión Interior y el
Desempleo (1931).
El Acelerador fue producto de los trabajos del economista francés Albert Aftalion (1874-1975), abogado y
economista. Sus principales obras son:
* Tres nociones de productividad y los Ingresos (1911)
* Las Crisis periódicas de sobreproducción (1914)
* Moneda, Precio y Cambio (1927)
El empresario compara entonces, la Eficiencia Marginal del Capital con la tasa de interés. Si la tasa de
interés es inferior a la Eficiencia Marginal del Capital, es rentable invertir.
Ahora bien, ¿de qué depende la tasa de interés? La tasa de interés es el precio de la moneda y resulta de la
confrontación de la Oferta y de la Demanda de la moneda. Mientras que la Oferta depende del Estado
(Bancos Centrales), la Demanda obedece al deseo de los agentes económicos, lo que determina la llamada
“Preferencia por la liquidez”. Esquemáticamente esta se puede representar así:
49
Primero:
“(…) Cuando aumenta la ocupación aumenta también el Ingreso Global Real de la comunidad; la
psicología de ésta, es tal que cuando el ingreso total aumenta, el consumo crece, pero no tanto como el
ingreso (…)”. (Keynes, J.: Teoría General de la Ocupación, el Interés y la Moneda. op.cit., p. 35)
Como ya lo sabemos: la inversión provoca un aumento del Ingreso y este el del Consumo, aunque en este
último, su aumento es menor al del Ingreso.
Después, en el Capítulo 10, se define lo que Keynes llama: “la Propensión Media”, “la Propensión
Marginal al Consumo” y el instrumento que va a permitir un desarrollo equilibrado del capitalismo, al
momento de afectar la parte del Producto destinada a la Inversión y/o al Consumo: “el Multiplicador de
Inversión”.
Ahora:
“(…) Nuestra ley psicológica normal de que, cuando el Ingreso Real de la comunidad sube o baja, su
consumo crecerá o disminuirá pero no tan de prisa (es decir, en desigual proporción -subrayado por G.
Arce-), puede por tanto traducirse -claro que no con absoluta precisión sino sujeto a salvedades obvias y que
pueden demostrarse fácilmente y de modo normal completo- [114] por la proposición de que C, Y tienen
el mismo signo, pero que Y > C, en donde C es el Consumo medio en unidades de salario. Esto es
simplemente repetir la proposición ya establecida en la p. 36 (Keynes, J.: Teoría General de la Ocupación, el
Interés y la Moneda. op.cit.). Definamos por tanto dC / dY como la propensión marginal a consumir.
Esta cantidad es de considerable importancia porque nos dice como se dividirá el siguiente incremento de
la producción entre el Consumo e Inversión; porque Y = C + I, donde C y I son los incrementos
del consumo y de la inversión; de manera que podemos escribir Y = KI, en donde 1 – 1/K es igual a la
propensión marginal a consumir. Llamamos a K el multiplicador de inversión. Éste nos indica que, cuando
existe un incremento en la inversión total, el ingreso aumentará en una cantidad que es K veces el incremento
de la inversión (…)”.
Fuente: en Teoría General de la Ocupación, el Interés y la Moneda. op.cit., p. 108
Entonces, según la “ley de Keynes” a medida que los Ingresos aumentan, la parte del Ingreso afectada al
Consumo disminuye; en consecuencia aumenta el Ahorro. Pero hay que afinar el análisis: hay que distinguir
entre la parte de un Ingreso Total (Propensión media) y la parte de una unidad suplementaria del Ingreso
(Propensión marginal).
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Dicho de otro modo, cuando el Ingreso de Jorge aumento en 1.000 unidades marginales, su Propensión al
Consumo pasó del 80 al 75% (4.500 / 6.000 x 100 = 75%). La diferencia entre 80 y 75% es la parte del Ingreso
Marginal que forma el Ahorro.
En consecuencia, en el “circuito virtuoso” que piensa Keynes entre de la Producción y las proporciones
en que se deben afectar al Consumo e Inversión (para que la Oferta coincida con la Demanda), cobra
relevancia decisiva el cálculo, ex ante, de los incrementos en la Inversión y sus impactos en el Ingreso y de
este en el Consumo; y ello es posible gracias al Multiplicador de Inversión (1 – 1/K).
Veamos en un ejemplo su funcionamiento:
Esta nueva ola de gastos engendra, a su vez, nuevas demandas que serán, por aplicación del principio de la
Propensión Marginal al Consumo, inferiores a las anteriores.
Ejemplo numérico:
Un suplemento del gasto público de 1.000 millones ¿qué efectos tendrá en el volumen de la producción,
siendo la Propensión Marginal al Consumo de 90%?
De donde, el Ingreso = 10 x 1.000 millones = 10.000 millones. Lo que significa que el Multiplicador
es 10.
Finalmente cabe mencionar que cuando varía el Ingreso y quiere medirse su impacto sobre la Inversión, el
instrumento que mide tal relación se llama “Acelerador”.
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Gustavo Arce.