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Hasta Maquiavelo, la actividad política tiene como objetivo la conquista de almas, el lograr
que la creencia en Dios no sea algo superficial. La actividad política consistía en ganarse el
alma de las personas; por lo tanto, en el proyecto cristiano el ámbito privado y el público
aparecían fusionados.
En este sentido Maquiavelo será moderno en cuanto que romperá con la tradición cristiana al sostener
que la actividad política no consiste en ganar el alma de las personas sino en entender a la política como
una forma exterior a las creencias.
Maquiavelo escribe en el contexto de la Italia de fines del siglo XV, principios del siglo XVI. Por entonces,
esta región estaba políticamente fragmentada por dos razones. Por un lado, por la incidencia de dos
poderes tradicionales: el Papado y el Imperio; por otra parte, por razones económicas: el desarrollo
urbano dominado por el capital mercantil (con su limitada capacidad de despliegue político en el
espacio).
Este escenario afectara a Machiavelo, quien no ve que se pueda gestar en este ámbito nada que pueda
llamarse comunidad. Siendo así, la formación de ésta en Italia, deberá ser el resultado de la actividad
política: en la figura del príncipe verá al agente político que, a partir de su autoridad, creará la
comunidad.
Una forma de principado nuevo es el principado civil, es aquel principado donde la autoridad del príncipe
está basada en el control que tiene sobre la masa.
Este principado civil terminará siendo considerado por Maquiavelo como la mejor forma de
gobierno.
Este tipo de principado se adquiere por Fortuna y es sustentado tanto por los poderosos cuanto por el
pueblo. Este último es mejor para poder consumar el poder político, el pueblo es menos demandante del
príncipe porque lo único que quiere es no ser oprimido: el que tiene pocos recursos en vistas a
conservarlos responderá mejor al poder del príncipe.
La visión de Maquiavelo sobre los hombres en comunidad es muy negativa, aquí interviene la atmósfera
que el mismo observa en Florencia. El hombre, para nuestro autor, es incapaz de constituir por sí
mismo una unidad política: es egoísta, individualista y poco solidario aun cuando tenga el discurso
público correcto.
política no se justifica por medios éticos, por esto es difícil la continuidad de la autoridad política.
Al mismo tiempo, hay otra complicación que tiene que ver con la forma en que
conceptualiza la actividad política para lo cual utiliza una término central: FORTUNA,
con esto, Maquiavelo está mostrando que es un renacentista ya que retoma un
concepto que la antigüedad clásica (Tucídides, Tito Livio, Polibio) utilizó para
caracterizar la actividad política.
Fortuna desde la época clásica era una diosa que simbolizaba el temperamento femenino, era
imprevisible, arbitrariamente cambiante. En los términos modernos es contingencia (no se sabe en que
dirección va a evolucionar).
Para poseer cualidades masculinas, el príncipe debe poseer la doble lógica del
centauro: mitad humano y mitad bestia.
El aspecto humano del príncipe virtuoso es el del legislador, el hombre de leyes, es lo que
permite institucionalizar la realidad en un conjunto de normas. Desde el punto de vista de la
bestia imitará a dos animales: el león y el zorro: fuerza y astucia. Aunque es imprescindible
la fuerza es también muy importante que el príncipe no aparezca como responsable directo
del uso de la fuerza, por esto debe apreciar la astucia del zorro y debe por lo tanto combinar
ambas cualidades. El príncipe debe gobernar una sociedad de zorros y leones, para constituir
un poder político, debe poseer las mismas cualidades de aquellos a los que debe dominar.
Respecto de este conjunto de cualidades dice Maquiavelo que el rasgo humano del príncipe
debe mostrarse, el rasgo brutal debe ocultarse mediante el engaño. El príncipe debe también
crear ilusiones pero nunca creerlas. Un ejemplo es el de la fortaleza que puede funcionar
como un elemento de ilusión.
El príncipe que accede al poder por crímenes no es virtuoso: debe de ser humano y mostrar
su faceta de legislador. Una manera de que sus dos aspectos se concentren es el empleo
racional de la violencia: el gobernante no debe reproducir su autoridad por mecanismos
puramente coercitivos, como la violencia, sino que debe economizarla. La autoridad política
no puede prescindir de la ética y sobre utilizar la astucia (que es una forma de ocultar la
responsabilidad ante el uso de la violencia para mantener el virtuosismo frente al pueblo); el
príncipe debe buscar el consenso y aquí, a través del estudio del uso racional de la fuerza y
del consentimiento como elemento fundamental para logra el reconocimiento político, es que
Maquiavelo llega al estudio de la masa.
Ahora bien, una vez logrado el poder y alcanzada las formas institucionales del Estado, se
trata de perpetuarlo; el príncipe virtuoso pretende unir el poder y la gloria, esta última sólo
se alcanza cuando la creación del príncipe lo sobrevive, cuando ha logrado la
institucionalización del poder y del gobierno. Un príncipe puede ser virtuoso (por haber
logrado una forma viable de gobierno) y no ser glorioso (si su obra no sobrevive al
gobernante), lo que el príncipe debe buscar es la gloria.
1) un hombre que persigue buenos fines pero que debe utilizar malos métodos,
2) el príncipe que busca la verdad efectiva pero con moral no se puede construir
poder político en una sociedad que no cree en nada. En este punto es
conveniente establecer la distinción entre ética, que refiere a la conducta
colectiva de los hombres, y moral, que remite a la conducta privada de los
mismos; el parte del reconocimiento de una separación entre ética pública y
moral privada.
Maquiavelo es un moralista, él dice que se puede construir poder político con ética pero dado
que estamos en el mundo de zorros y leones, para gobernarlos es necesario ser zorro y león.
Es por esto que dirá que cuando la Iglesia se comporta en política no se comporta
éticamente. Por lo tanto, mientras que la política va por un lado, la ética puede ir por otro.
Maquiavelo plantea la separación entre estos dos aspectos pero en su obra se observa que
hay una dimensión que supone una superación de la división exacta entre ellos (cuando habla
de Agatocles o Fernando de Aragón).
Hay príncipes que quieren el poder por el poder mismo y otros que lo
institucionalizan, estos últimos serán los príncipes legisladores, los que
alcancen la gloria.
Al realizar un análisis científico de la política con los cambios de Fortuna comprueba que la
gente pierde la memoria. La memoria es el resultado de la fortuna, que por sus cambios hace
que la gente olvide rápido, por lo tanto el príncipe debe tener buena memoria y trabajar
sobre la mala memoria de los pueblos. El príncipe no debe ser presa de la falta de memoria
política, la cual crea ilusiones en las que él debe evitar caer, al mismo tiempo, sí puede
crearlas y hacer un uso político de ellas; no se puede evitar la ilusión, pero si se debe
emplearla con fines políticos. La ilusión es inevitable por los cambios de fortuna que borran la
memoria.
A través de El Príncipe Maquiavelo va a tratar de construir una ciencia nueva, y aquello que
hará de la política un “conocimiento científico” será la historia, siguiendo a nuestro autor, se
deben extraer ejemplos de ella porque la política es contingencia, es Fortuna y si hay
memoria, esta sirve para hacer la política más predecible a los cambios de Fortuna.
Maquiavelo tiene muy en cuenta el estado de opinión, la opinión pública es central al menos
en dos aspectos:
Para Maquiavelo, pueblo es lo que ahora llamaríamos masa, el pueblo está compuesto por
distintas clases sociales y posee creencias que van más allá de su pertenencia económica y
social. Hay que saber captar el estado de opinión para reproducir la autoridad política.
El príncipe virtuoso es así el que combina las cualidades de la bestia (que refieren
a la violencia) con el empleo de la astucia dirigido hacia la manipulación de la
masa como forma de obtener consenso.
Hacia el final de su obra, Maquiavelo tiene dudas respecto de que el príncipe tenga fuerza
como actor político (no en El Príncipe) concluye que, si bien el príncipe tiene fuerza creativa
(casos de Marco Aurelio y Fernando de Aragón), también tiene mucha fuerza destructiva, por
lo tanto hay que confiar más en el pueblo que en un príncipe.