Está en la página 1de 5

Ricardo Salvatore

EL MERCADO DE TRABAJO EN LA CAMPAÑA BONAERENSE (1820-1860). OCHO


INFERENCIAS A PARTIR DE NARRATIVAS MILITARES.

Pocos documentos permiten una mirada más cercana a las clases trabajadoras de la campaña bonaerense
durante el período posindependiente que las llamadas “filiaciones” y “clasificaciones”. Estos cuestionarios,
levantados por jueces de paz, comisarios de policía y comandantes militares, servían para identificar, separar
y enviar al servicio de armas a aquellos individuos clasificados como “vagos”, “mal entretenidos”,
“perjudiciales”, “desertores”, “ladrones” o carentes de documentación y por tanto “sospechosos” de algún
delito. Las autoridades requerían de estos individuos información sobre parentesco, edad, raza, provincia de
origen, instrucción, vestimenta, experiencia militar y ocupación. Esta información representa una fuente
inapreciable para la historia económica y social del período. Pero además surgen de estos documentos
resumidas historias de vidas de soldados, peones de estancias, acarreadores de ganado, labradores, etc. Estas
fuentes permiten acercarnos al universo de experiencia de los trabajadores rurales. Crítica al legado
historiográfico acerca de la relación entre peones y terratenientes y estado en la era rosista, en especial la tesis
de la identidad entre estancieros y estado y la pseudo-proletarización producida por las leyes de vagos.
Asumieron la pasividad de los habitantes pobres de la campaña, e imaginaron relaciones sociales estáticas, no
de mercado (coercitivas, paternalistas o señoriales), en el seno de la estancia. Estos supuestos están siendo
desmentidos por la evidencia. Estado y estancia compitieron por recursos limitados de fuerza de trabajo con
poderes bastante diferentes y mediante mecanismos distintos. El estado privilegió la coerción mientras las
estancias utilizaban incentivos económicos para atraer peones. No es posible seguir sosteniendo la tesis de la
pasividad de los paisanos frente a la coerción de estado ni frente a las oportunidades de empleo en el sector
exportador. Las narrativas contenidas en las “filiaciones” y “clasificaciones” muestran la persistencia de
tradiciones autónomas entre los agentes pobres de la campaña -apropiación directa, movilidad ocupacional y
geográfica, resistencia a la autoridad- en medio de una masiva coerción estatal ligada al reclutamiento.
Proceso de resistencia, variadas estrategias para responder al proyecto de estado autocrático guerrero.
Reacción inarticulada, individual y silenciosa que, sin embargo, preocupó constantemente a jueces de paz,
instructores militares y al propio Rosas. En esta lucha por escapar de la “autoridad”, los paisanos combinaron
el trabajo temporario asalariado, la actividad empresarial de pequeña escala, y la apropiación directa de
medios de subsistencia y transporte (carne, ropa, caballos).
Las fuentes revelan la presencia de múltiples y cambiantes ocupaciones, de fuerte movilidad geográfica, de
respuestas notables a señales de mercado, etc. Obligan a repensar los estereotipos dejados por literatos,
estadistas e historiadores. Las “filiaciones” y “clasificaciones” muestran los límites de esa diversidad: la
experiencia común y generalizada de las campañas militares y de la coerción de estado. La experiencia de
mercado es cruzada y modificada de múltiples formas por el servicio militar. Narrativas que nos introducen al
universo discursivo de soldados, peones, labradores y sirvientes, los que parecen haber enraizado sus
demandas en contra del estado autocrático y la clase propietaria en nociones comunes acerca del orden, la
necesidad, la libertad individual y los derechos ciudadanos, que permiten inferir un discurso diferente y
contestatario.
En el trabajo se trata de rescatar los aspectos económicos de las narraciones contenidas en aquellos
documentos, con el fin de estudiar los comportamientos económicos de soldados y peones y a través de ellos
comprender las características y funcionamiento del mercado de trabajo en la campaña bonaerense.
Reacciones frente a las dos presiones más importantes de la época: el mercado de trabajo ligado a la economía
exportadora y la coerción instrumentada desde el estado. Para estos trabajadores la militarización coercitiva
detuvo temporariamente un movimiento espacial-ocupacional asociado tanto con variables económicas como
con estrategias familiares, pautas culturales y posiciones frente al poder.
El ejército creó necesidades y formas de resistencia que se volcaron luego al mercado libre de trabajo, por
ello, las narrativas militares brindan interesantes posibilidades al análisis de los mercados de trabajo. Sólo en
un determinado contexto disciplinario e interpretativo (cultural) es posible comprender las intervenciones
económicas de los sujetos subalternos. Por ello es importante rastrear el origen de estos comportamientos de
mercado en las relaciones de poder formadas en lo que fue el más importante experimento disciplinario de la
pos-independencia: el ejército.

1
La intención es discutir dos tipos de cuestiones: los aspectos morfológicos-funcionales del mercado de trabajo
en Buenos Aires durante el período 1820-1850 y los valores y actitudes de los “paisanos” en relación a la
coerción estatal y el trabajo asalariado. Mercado y coerción deben analizarse conjuntamente.

Ejército y estancia
En la pos-independencia la economía privada de exportación no estuvo desligada de la actividad militar.
Ambas esferas de actividad se sobreponían y confundían en una matriz de confusas relaciones que se
extendían desde las transacciones de mercado hasta la coacción, pasando por donaciones, préstamos y
servicios. Contexto rosista, en el que las transacciones comerciales se confundían con el deber ciudadano:
proveer al ejército era tanto una obligación de todo “buen federal” como una venta al estado. La maquinaria
guerrera que dependía de la provisión de caballos, carne y cueros del sector privado. Esta interdependencia
entre el ejército y la economía de estancia se reproducía con algunas modificaciones en el mercado de trabajo.
El propio proceso de trabajo en ambas esferas presentaba similitudes.
Si bien el sistema de “levas” y el uso del servicio de las armas como castigo por la justicia civil y criminal
dieron a los ejércitos rosistas un carácter coercitivo, es innegable que el incentivo salarial nunca perdió
vigencia como mecanismo de reclutamiento. Sistema de “enganche”: “enganchado” que debía permanecer un
tiempo, mensualizado y en calidad de “peón de estado” afectado a diferentes trabajos, hasta que el mismo
decidía alistarse como “veterano”. ¿Qué hacia que estos provincianos se alistaran como enganchados? Los
incentivos económicos debieron constituir un factor importante. Los incentivos salariales operaban no sólo en
la entrada de nuevos reclutas sino también para la retención de tropas veteranas. Existían ambigüedades
creadas por la coexistencia de los sistemas de “enganche” y de reclutamiento forzado o “levas”.

Salariado con pagos en dinero y en especie

El pago en especie no es una forma arcaica de salariado. En el período considerado, los soldados demandaban
pagos en especie como adiciones necesarias a sus magros salarios: raciones de carne, yerba, tabaco, sal, papel,
etc. Las raciones son consideradas como un derecho adquirido de la tropa. El racionamiento de carne se
extendía más allá de los respectivos cuerpos. En períodos de campaña el ejército repartía carne entre las
familias de los soldados. Además, también debía proveer carne y provisiones a los “indios amigos”. La
provisión de vestuarios constituía una prestación necesaria para el ejército. Al ser prendas costosas en relación
a los sueldos de los soldados, los uniformes eran una importante retribución en especie y, por ello, su
provisión fue considerada un derecho adquirido de los soldados. Algo similar podría decirse de la provisión
de “vicios”. Yerba, azúcar, papel y tabaco no debían faltar en los destacamentos para complementar el pago
de salarios. En forma adicional, los soldados se acostumbraron a recibir una cantidad de cueros por período de
pago en forma de gratificación. Con el tiempo, esta gratificación se fue monetizando. El dinero contante y
sonante era el premio preferido por las tropas en campaña.

El derecho al trabajo asalariado

La deserción es una decisión extrema. Antes de llegar a ella había otros mecanismos que permitían hacer más
pasadero un servicio largo y penoso. “Licencias para trabajar”: no era inusual pedir a los oficiales permisos
para ausentarse por dos o tres meses del servicio a fin de “conchabarse” en establecimientos privados y
obtener algún dinero. Muchos reclutas abusaban de los permisos permaneciendo más tiempo fuera del cantón
que lo permitido. Es interesante observar no sólo lo extendido de esta práctica, sino también el hecho de que
los paisanos atrapados en el sistema represivo pudieran extraer estos beneficios. Las demandas de los
soldados por el “derecho de trabajar afuera”, expresión de la tradición independiente de los habitantes de la
campaña, reflejan también su profundo sentido de la oportunidad económica. Una economía ganadera en
expansión con escasez de mano de obra producía salarios comparativamente más altos. Frente a la creciente
bonanza de las estancias, las privaciones del cuartel se volvían intolerables.

Libertad de salida en la economía “privada”

2
La tesis del miedo-protección (idea de que el temor a las levas obligaba a los paisanos a quedarse en las
estancias que los abrigaban y protegían) empieza a hacer agua cuando abandonamos la imagen de la estancia
como un espacio cerrado tanto a los estímulos de mercado como a la intromisión de agentes de “la ley”.
Existía una amplia libertad de salida, ejercida frecuentemente por los peones. Algunas narrativas ponen en
evidencia la facilidad con que los peones podían terminar sus “contratos”, poniendo en seria duda la
existencia de la legislación de vagos como un límite a la movilidad ocupacional de la fuerza de trabajo.
La libertad de salida fue sin duda mayor en las estancias, saladeros y tropas de carretas que en los cuerpos del
ejército, en parte debido a que las penalidades asociadas con una y otra opción eran muy diferentes. Es
interesante puntualizar que los movimientos entre una y otra esfera de actividad fueron más frecuentes de lo
que estamos acostumbrados a pensar.

La valuación del tiempo de trabajo libre

La valuación del tiempo de ocio afecta la determinación del salario: aquella representa el costo alternativo de
éste. La represión del ocio con el trabajo compulsivo provocó una retracción, en lugar de una expansión, de
la oferta de trabajo. Las levas quitaban oferentes del mercado de trabajo y, de esta forma, aumentaban el nivel
de salarios.
Los diferenciales de salario pagados en la economía privada, las mayores dificultades de salida
experimentadas en el ejército y el valor asignado a la libertad de movimiento en la cultura de la campaña
bonaerense ponían alto premio a quién voluntariamente reemplazase a un “destinado” (“Personeros”, personas
que cumplen los servicios militares debidos por otra a cambio de dinero).
Según las leyes, toda deserción se castigaba con el pelotón de fusilamiento. En la práctica, la mayor parte de
los desertores eran “reconvenidos” de la gravedad de sus actos y re-incorporados a sus cuerpos con recargos
de servicios.
El contraste entre trabajo libre y trabajo coercitivo sólo adquiere significación dentro de una matriz cultural y
política de la pos-independencia, un contexto que privilegiaba ideas de libertad e igualdad. Aún dentro de una
cultura contestataria de “la autoridad”, es posible pensar que los paisanos adoptaran elementos de este
discurso como propio. La condición de ser libre que llegó a ser un bien altamente valuado por personas de
muy distinta condición. Es por ello que la coerción -y las levas en particular- nunca adquirieron naturalidad,
mucho menos legitimidad entre los paisanos durante el período rosista. La coerción sistemática permaneció
como algo arbitrario e injusto que debía resistirse.

Buscadores de trabajo y el ámbito del mercado

Las migraciones del interior al litoral permiten inferir la existencia de un amplio flujo de información sobre
oportunidades laborales y salarios en un ámbito “nacional”. Lo que las filiaciones aportan como nueva
evidencia es la intención declarada de estos migrantes. Sus narrativas unen en un mismo tejido los estímulos
económicos, los afectos familiares, el temor a la coerción de estado y las adhesiones políticas.
Las migraciones, ya presentes a fines del período colonial, se agudizaron durante la pos-independencia por
motivaciones “económicas”: la crisis de las economías provinciales, las diferencias de salarios con Buenos
Aires, y la mayor diversidad de ocupaciones que proveía una economía tradicional en expansión. Lo que el
aparato judicial-militar rosista no toleraba de estos sujetos no era su situación de desempleo, sino su aparente
desaprensión por la “causa federal”, es decir, sus escasos o nulos servicios militares.
Aunque motivada por estímulos económicos, la búsqueda de trabajo de estos provincianos no estaba
desconectada de la trama cultural tejida en torno a lasa relaciones familiares y a las amistades.

Peones para todo servicio

La movilidad espacial y ocupacional de los oferentes de mano de obra servía para aliviar la escasez crónica de
brazos. La mercancía fuerza de trabajo no sólo era muy móvil sino también muy maleable. Los buscadores de
trabajo eran “peones para todo servicio” y esto facilitaba sus posibilidades de encontrar “conchabo”. La
fuerza de trabajo es una mercancía peculiarmente adaptada a los trabajos temporarios o casuales y a la vida
cuasi itineraria de buena parte de los paisanos. La movilidad de los trabajadores dentro de la grilla geográfica-
ocupacional del mercado de trabajo contrasta con uno de los elementos constitutivos del fenómeno de clase en
este período. El calificativo de “vagos” es usado para referirse a las clases subalternas no incorporadas al

3
sistema económico, político, militar y patriarcal. El epíteto “vagos” representa un reconocimiento de la
naturaleza incompleta del proceso de proletarización en las pampas por el hecho de que los paisanos
contribuían al mercado de trabajo sólo una parte de su tiempo de trabajo anual.

Cuenta-propistas y ladrones

Dos alternativas importantes que competían con el trabajo asalariado: la actividad “empresarial”
independiente y la apropiación directa. Existía una preocupación por reducir las pérdidas de recursos
producidas por peones, agregados y transeúntes, lo cual resultaba crucial para mantener la rentabilidad en un
período de precios en baja. Enfrentando una escasez crónica de trabajo, los propietarios tendían a atribuir esta
situación a la existencia de fáciles substitutos al trabajo asalariado. Para los agentes subalternos, la
apropiación directa y la actividad empresarial independiente constituían fuentes de ingresos complementarios,
no sustitutivas. Actividades (robo de cueros y ropa, venta de yeguas y “conchabo”) que formaban parte
integral de una misma estrategia de subsistencia. La distinción entre trabajo honesto y apropiación ilegal no
llegó a marcar el lenguaje de los sujetos subalternos. “Prendas”, cueros y dinero eran activos líquidos
indispensables para preservar la independencia personal y la movilidad.
La actividad “empresarial independiente” también fue común entre aquellos que habían escapado del servicio
militar forzado. Actividades independientes: arreos de ganado, pulpería, sementera o cría de ovejas. Algunas
más preferidas: caza furtiva y acarreo de tropas.
No todos los destinados al servicio de armas fueron desposeídos; algunos son detenidos con tropillas de
caballos o reses, aperos, y prendas de ropa, géneros o cueros. Las experiencias con el mercado aparecen
interrumpidas por la coerción estatal, y a causa de ello cambian de actividad.

Conclusiones tentativas
Mercado de trabajo que muestra rasgos de movilidad y competitividad que contradicen la sabiduría
convencional. Aunque había elevados costos en las transacciones entre la actividad militar y la economía
privada, soldados y peones intercambiaban roles con bastante frecuencia. La coerción por parte de la
maquinaria judicial y militar del estado rosista, lejos de “feudalizar” las relaciones entre patrones y peones,
creó condiciones para la emergencia de un activo mercado de trabajo en contratos cortos e informales. Con
sus actividades autónomas, provincianos buscadores de trabajo, evasores y desertores del ejército contribuían
flexibilidad al mercado de trabajo. Mercado con oferta limitada de mano de obra tendía a producir salarios
comparativamente elevados. Las levas sólo magnificaban esta problemática.
Las relaciones laborales en la economía “privada” -libertad de salida, pedidos de adelantos, ingresos en
especie, corta tolerancia por los castigos- no pueden entonces desligarse fácilmente de la experiencia militar.
La interdependencia entre ejército y estancia, entre coerción y mercado, dejó huellas perceptibles a nivel de
los comportamientos y actitudes de las clases subalternas. Los diferenciales de salario entre Buenos Aires y
las provincias mantuvieron un flujo migratorio que tendía a reducir el exceso de demanda en el mercado de
trabajo. Persistieron, sin embargo, escaseces temporarias o locales de mano de obra, las que debían
solucionarse pagando salarios diarios más elevados. El atribuir estas escaseces a la naturaleza de la población
campesina -atributo cultural- y el ocultar la evidente conexión entre aquellas escaseces y las levas constituyen
parte de una mirada ideológica moldeada tanto por la realidad política de la pos-independencia cuanto por la
resistencia de los campesinos al trabajo impago o mal remunerado. Los paisanos aparecen como agentes
racionales que toman decisiones en un contexto disciplinario y de mercado muy particular.
La aparente paradoja entre un mercado de trabajo de alta movilidad y la existencia de leyes que penalizaban
tal movilidad sólo puede resolverse fuera de las explicaciones tradicionales acerca de las relaciones entre
estado, estancieros y peones en la era rosista. No se puede ignorar por más tiempo las intervenciones
económicas de los pobres de la campaña, como no se puede igualmente desconocer sus posiciones
contestatarias contra el sistema de reclutamiento del estado autocrático militarista. Ni victimas pasivas, ni
vagos, ni anti-mercado, los trabajadores de la campaña bonaerense supieron utilizar las leyes del mercado en
su propio beneficio y encontrar resquicios donde contestar en sus propios términos el avasallante poder de la
maquinaria militar de Rosas.

4
[Ricardo Salvatore, “El mercado de trabajo en la campaña bonaerense (1820-1860) Ocho inferencias a
partir de narrativas militares”en Marta Bonaudo – Alfredo R. Pucciarelli (comps.), La problemática
agraria. Nuevas aproximaciones, Tomo I, Ceal, Buenos Aires, 1993, pp. 59-92]

También podría gustarte