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Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

Introducción a la Teología: José Morales


Capítulo 10: Historia y Teología

El Cristianismo trata de acontecimientos que han sucedido, no en procesos etéreos,


o de iluminación interior meramente, se trata de hechos que se dan en el espacio y el
tiempo. Dios se revela dentro del proceso histórico de la humanidad y dentro del tiempo
que el hombre concibe con acontecimientos reales como la creación, la encarnación, etc.
Esto distingue la religión cristiana con las otras religiones, y se hace posible al considerar a
Dios como un ser personal que, en la encarnación, se revela totalmente como el Verbo que
une en su Persona, sin mezclarlas, la naturaleza divina y la humana. Por esto, la historia
posee una importante función informativa, orientadora e interpretativa para la teología.

En occidente se ha dado todo un proceso de concepción de la historia desde el


elemento religioso y teológico, hasta la visión filosófica y humanística de la misma. En la
época griega clásica, se empieza, con el desarrollo de la filosofía, a independizar y
humanizar la concepción de tiempo en donde el protagonista de la historia es el mismo
hombre, para los griegos, el conocimiento histórico está constituido por la asimilación de
esencias que permanecen y perduran. El sentido cristiano de la historia concuerda en mucho
con la concepción judía, en donde se busca un significado último de lo que acontece al
hombre y cuyo sentido lo da la acción divina, que convierte los hechos en sucesos
salvíficos principalmente desde el hecho de la creación y la encarnación. Se dan dos líneas
de desarrollo histórico (natural y sobrenatural revelada) ordenadas y dadas por Dios. A
partir del siglo XII se da una concepción de la historia que compromete la conciencia activa
de la historia humana. Luego el humanismo italiano de los siglos XIV, XV y XVI concibe
una lectura crítica de las fuentes históricas, que afecta también la interpretación bíblica. La
concepción protestante habla de que solo Dios es verdadero y real protagonista de la
historia en donde el acontecer humano todo se convierte en historia de salvación. En el
siglo XVI también se empieza a gestar la autonomía del estudio de la historia con
referencia a la influencia religiosa como disciplina profana, pero es en el siglo XIX cuando
se da su verdadera emancipación. Los pensadores de la época conciben de una forma
diferente el hecho histórico como una categoría que une pasado, presente y futuro. Para
Hegel, es el despliegue de la razón en donde lo infinito emerge de lo finito. Según Dilthey
es necesaria una visión de la conciencia histórica que se fundamenta en la conciencia
humana de la vida. Es evidente que este devenir exija retos para la teología, los hechos
históricos de la biblia se ven estudiados desde otros puntos de vista, los estudios son más
rigurosos en sus análisis y las formas de pensar varían considerablemente con referencia a
la transmisión de la fe que se sustenta en lo que dice la Escritura.

Ahora se analiza la relación que se puede dar entre la historia y el método teológico:
los humanistas del siglo XV y XVI se plantean el problema de la comprensión de la historia
desde las fuentes mismas para abordar la comprensión histórica de la verdad, para ello usan
el método de la crítica histórica, los protestantes, por su parte, intentan valorar las fuentes
desde el Evangelio. Melchor Cano, en el siglo XVI aporta el estudio y la proyección del
estudio positivo de la teología para la que intenta establecer una metodología histórica. Este
hecho representa un gran valor documental cuantitativo, sin embargo solo se constituye en
una etapa dentro del trabajo teológico sistemático, ya que la historia, en sí misma, no puede
afirmar la fe de la Iglesia, se constituye, entonces en un apoyo o ayuda para el intellectus
Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

fidei. La escuela católica de Tubinga busca un estilo renovador de teología, esto en el siglo
XVIII en la que la historia es mucho más que simples hechos ocurridos en el pasado, lo que
aconteció es también una entidad viva que impulsa el presente. Ya en el siglo XIX Newman
afirma que la idea del Cristianismo es real, que viene de Dios por su Revelación, existe en
la Iglesia, y se desarrolla en sus integrantes a través del tiempo. Este pensador remarca la
relación entre historia y verdad ya que el desarrollo del dogma imprime en el misterio una
realidad histórica que se va dando a conocer en la vida de la Iglesia de forma progresiva.
Finalmente el Concilio Vaticano II semana diversos puntos de inserción del pensamiento
cristiano en el curso de la historia. La Iglesia necesariamente entra en la historia de la
humanidad por su estrecha vinculación con la realidad de Jesucristo verbo encarnado en el
mundo. De esta manera el hombre recuerda el pasado, se proyecta al futuro y esto impulsa
su presente. La construcción del mundo terreno se convierte en proyección hacia la
eternidad y la salvación.

La Revelación divina se da en el curso mismo de la historia humana, la transforma y


le da un sentido nuevo y salvífico. El acontecimiento de la revelación no se da de una sola
vez, se va dando en etapas sucesivas hasta la encarnación del Verbo que muestra en
plenitud el rostro del Padre. Dios se manifiesta en la historia del hombre para que éste la
pueda captar y libremente opte por ella para su plenitud. Por esto mismo, también la
teología, que realiza un trabajo hermenéutico y espiritual de la revelación para su correcta
transmisión, también tiene en cuenta en su quehacer el hecho histórico, lo cual no limita su
carácter metafísico. La verdad no se diluye en la historia, se capta en ella pero no deviene
con ella. Esta verdad, dada en la revelación, no puede ser conocida de una vez por todas,
por el contrario, su asimilación se va desarrollando a través del tiempo, de manera que la
naturaleza histórica de la teología exige un sistema abierto a la comprensión procesual del
misterio.

Existen unos campos o terrenos teológicos que manifiestan la historicidad de la fe


cristiana: el primero es el hecho de que la Revelación se da en momentos históricos
determinados al mismo tiempo con Palabras y acontecimientos que tienen su culmen en
Cristo. Dios se Revela en Palabras y Obras, en donde las palabras explican las obras y las
obras ratifican la veracidad de las palabras. El segundo campo es la realidad perenne del
acontecimiento Pascual, el cristiano no solo recuerda hechos que pasaron como elementos
muertos de la historia, sino que, al recordarlos los experimenta en su presente y los
proyecta hacia la certeza escatológica de la salvación, esta visión histórica se sustenta en la
concepción del Jesús de la historia que vivió en una época determinada, en el Señor
Resucitado que sigue vivo como cabeza de la Iglesia y como el Cristo que ha de volver en
la Parusía. El tercer terreno de historicidad teológica es la misma Tradición. Esta realidad
garantiza que las consecuencias del acontecimiento de Jesucristo se desplieguen en el
tiempo sin disolverse a pesar de las vicisitudes de las épocas, las culturas y las formas de
pensar.

Referencia Bibliográfica: Morales, José. 2008. Introducción a la Teología. Navarra:


EUNSA.

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