Está en la página 1de 2

Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.

Introducción a la Teología: José Morales


Capítulo 1: La Teología

En un primer momento, el autor hace referencia al sentido y naturaleza de la actividad teológica. Se


afirma que la actividad de los creyentes que tratan de comprender la fe de una forma profunda, responsable, y
bien afianzada por la acción de la razón pero en un ambiente espiritual es lo que llamamos Teología. Pero es
una actividad que no solo se limita al conocimiento racional de las cosas de Dios, también es el deseo de
exponer y testimoniar, sistemática, ordenada y coherentemente, lo que se ha comprendido en la razón. Esta
afirmación da a entender que para hacer teología, es necesario que la persona sea un creyente, que haya recibido
el don de la fe en su vida, fe en el Dios vivo de la Revelación judeo-cristiana, el Dios de Abraham, Isaac y
Jacob, pero sobretodo el Dios y Padre de Jesucristo. Toda la reflexión teológica, si bien parte de la fe, tiene tres
bases, ellas son: la Sagrada Escritura, la Tradición viva de la Iglesia, junto con el Magisterio y la razón humana
iluminada por la fe.

Atendiendo a la afirmación inmediatamente anterior, se entiende que el quehacer teológico tiene un


doble movimiento: subjetivo, en el hecho de que la fe se recibe individualmente como llamado personal; y
objetivo, en cuanto que la teología es un servicio eclesial y se hace en medio de la comunidad creyente de la que
el teólogo hace parte, realizando sus reflexiones a partir de la vida de la Iglesia, en su beneficio y para su
crecimiento.

El material primordial de la teología es la Revelación, su acción es la reflexión acerca de la Palabra


divina que requiere dos acciones humanas esenciales: creer y pensar, fundidas en un único acto. Esto indica que
la teología no es solo una iluminación mágica producida por un poder divino, es todo un esfuerzo, una gran
actividad humana voluntaria que deja que la razón tienda, como lo hace naturalmente, a la inteligibilidad y a la
coherencia.

El desarrollo de la acción teológica se encuentra, en diferentes proporciones, en todo creyente. La


teología es una ciencia de salvación, que busca que el hombre encuentre su camino eterno, esto se convierte en
una necesidad natural del espíritu creyente. De esta manera, se puede decir, que hay una teología espontánea, en
cuanto que todo el que tiene fe, busca la comprensión de la fe, y esto es teología. En este sentido, es preciso
aclarar que, la teología incluye simultáneamente en su acción, un aspecto de tranquilidad o quietud y un aspecto
de sana inquietud o de búsqueda. San Agustín y Santo Tomás de Aquino lo afirman al decir respectivamente
que la busca entender y que creer es pensar con asentimiento. La tranquilidad la da el hecho de que el objeto de
la Teología esta dado, ya lo posee, es estable, firme por naturaleza y excluye toda duda o vacilación acerca de lo
que se cree. Aun así, la adhesión de fe va acompañada necesariamente de una búsqueda respetuosa con el fin de
aprehender más el objeto de conocimiento con el fin de amarlo más.

De esta manera, el misterio de la salvación, que es el objeto de estudio y reflexión teológica, tiene que
ser penetrable, de algún modo, por el espíritu humano, en donde la acción del creyente frente al misterio, se
reviste de dos formas principalmente: la primera es espontánea, libre y cotidiana, en la que todo fiel indaga,
desde sus perspectivas y circunstancias, sobre las cosas de Dios, y la segunda, es la reflexión rigurosa, metódica
e intelectual, se trata de la fe en estado de ciencia.

Al analizar los términos teología y teólogo, es necesario echar un vistazo a la historia de los mismos.
Teología como vocablo parece haber surgido en el Orfismo tardío, es usado, en un primer momento por
pensadores griegos clásicos como Platón (sinónimo de mitología) y Aristóteles (sinónimo de Metafísica en el
marco de lo que él llama filosofía teórica). Los estoicos del siglo II a. C. amplían el sentido diciendo que la
teología es una explicación sobre los dioses. Posteriormente, entre los padres de la Iglesia, San Justino utiliza el
verbo theologein como actividad exegética cristiana sobre textos bíblicos. Clemente de Alejandría opone la
teología a la especulación de la fabulación mitológica y la emparenta con la filosofía. Para Orígenes es la recta
doctrina sobre Dios. Eusebio de Cesarea apoya estos aspectos de Orígenes. San Atanasio dice que es la Ciencia
Fr. Fabián Leonardo Rueda Rueda, O.P.
del Dios Trino. San Basilio, por su parte, distingue entre teología como doctrina sobre Dios y economía como
historia de salvación. Evagrio Ponto afirma que es actividad unitiva respecto a Dios.

La palabra teólogo, entre los primeros pensadores cristianos, se le daba al vidente directo de los
misterios divinos, quien gozaba de la contemplación mística de Dios. Para Orígenes Cristo es Teólogo, para San
Atanasio los autores de la Sagrada Escritura son teólogos.

Para los pensadores occidentales el término teología se da más lentamente. Para Juan Escoto Eriúgena,
la teología es la Palabra de Dios contenida en la Escritura, Pedro Abelardo aplica el término como se recibe
hoy. Es en las Universidades, a partir del siglo XII, en donde se identifica el conocimiento teológico como una
disciplina como tal. En el siglo XIII, el término recibe la significación científica y epistemológica que
conocemos hoy. Santo Tomas afirma que la teología es la disciplina concreta que se ocupa de analizar
racionalmente el dato revelado. De esta manera, los términos se reservan casi totalmente al ámbito cristiano. En
la segunda mitad del siglo XX el término teología pierde muchos de sus sustentos teóricos dando entrada a una
cierta polivalencia de sentidos.

Se da un hecho histórico de marcada importancia religiosa y cultural. Se trata del encuentro entre el
logos griego y la Palabra de Dios, en donde empieza un camino unido entre el misterio cristiano y la razón
humana, hecho que se constituye en la raíz del quehacer teológico. En su aparición, la teología cristiana
presupone no solo la Sagrada Escritura, sino también la filosofía griega. Es importante recordar al judío Filón
de Alejandría, quien en su extenso comentario al Pentateuco, con orientación filosófica, se impuso el cometido
de exponer el pensamiento religioso de la Biblia en relación con las ideas filosóficas y culturales de los griegos.
De esta forma, la filosofía y la teología no pertenecen a dos mundos incomunicables e incompatibles, por el
contrario, encuentran entre si nexos que las unen sin que se confunda la una en la otra. Ambas investigan, desde
perspectivas diversas, el sentido último de las cosas, y ambas proceden también de manera ordenada,
sistemática y precisa en su investigación. El teólogo contempla la realidad y la explica desde su origen divino,
el filósofo, por su parte, reflexiona sobre la totalidad de lo que vemos, con el fin de descubrir su razón última y
su significado.

Se puede definir la teología como la ciencia en la que la razón del creyente, orientada por la fe recibida
como don de Dios, busca un conocimiento más profundo de las verdades reveladas y sus repercusiones en la
existencia del hombre. Junto a esta definición, y en concordancia con otras que se han dado se puede decir que
la teología es una verdadera acción del creyente, busca profundizar el mensaje de la Palabra de Dios, tiende a
sintetizarlo, organizarlo y ubicarlo en una construcción intelectual para poder ser comprendido y transmitido. La
acción teológica presupone la fe de la persona, es el desarrollo de la dimensión intelectual del acto de fe que
piensa, comprende, pregunta y busca. Tiene dos etapas generales, una primera espontánea y luego metódica que
se da en la mente humana, como acción subjetiva, en el ámbito de la Iglesia, dentro del plano objetivo. En
definitiva, la teología lo que busca es comprender más y mejor su objeto de estudio, por ello es una acción en
proceso e imperfecta.

Estas apreciaciones ubican a la teología, desde una actividad individual, en un ambiente comunitario que
sirve a la Iglesia en la maduración de su fe, contribuyendo con la implantación social del Reino de Dios. Se trata
de un órgano de la Iglesia, situada en medio de responsabilidades y límites que el Magisterio cuida y custodia.
El teólogo hace parte de la vivencia de una comunidad, sirve a la comunión y ve la realidad iluminada por la
Palabra de Dios y la Revelación, habla no solo a los fieles cristianos, sino que también tiene la capacidad de
iluminar con sus reflexiones, a la humanidad entera.

Referencia Bibliográfica: Morales, José. 2008. Introducción a la Teología. Navarra: Eunsa.

También podría gustarte