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Universidad Santo Tomás

Jorge Andrés Rojas Forero


Introducción a la Teología

Cap. 7. El marco de la teología: El magisterio de la Iglesia

La palabra de Dios entregada en la Sagrada Escritura y transmitida interrumpidamente en la


Tradición es la guía interior de la reflexión Teológica.
El oficio del magisterio consiste en interpretar auténticamente la Palabra de Dios escrita en
la Sagrada Escritura o trasmitida en la Tradición. Para ello se pone bajo esta Palabra a la
que sirve, con el fin de escucharla religiosamente, guardarla con exactitud y exponerla con
fidelidad.
Para acercarnos a la realidad de la eclesial y teológica del magisterio seguiremos tres pasos.
En primer lugar nos preguntamos por su naturaleza desde una doble perspectiva,
Cristológico – escatológico y pneumático –eclesiológica; en segundo lugar abordamos la
forma de su ejercicio en la eclesiología y por último se reflexiona sobre su necesaria
hermenéutica e interpretación.
El magisterio tiene que ver con el acto de enseñar, entendido como una gracia que Cristo
otorga al pueblo de Dios y que se ejerce de diferentes formas, en un sentido restringido,
como sucede en la actualidad, alude al ejercicio de enseñar con autoridad reservado por
voluntad divina a los obispos sucesores de los apóstoles, en comunión con el obispo de
Roma, sucesor de Pedro.
Todas las realidades constituyentes de la Iglesia es preciso contemplarlas desde los dos
principios fundamentales sobre los que se asienta la misma Iglesia: Cristo revelación
escatológica de Dios en la historia humana, y el Espíritu, don del Padre por medio del hijo
que asegura la existencia y permanencia de Cristo en esa realidad fundada por Él.
Cristo es la revelación escatológica de Padre en la historia de los hombres, él es el
mediador y la plenitud de la revelación de Dios, la presencia absoluta y victoriosa de Dios
en el mundo, la palabra de Dios definitiva y encarnada en la historia.
La Iglesia fundada por Cristo es la presencia sacramental de esta palabra definitiva e
irreversible en la historia, tanto en el orden de la gracia (sacramentos) como en el de la
verdad (doctrina) y en el ejercicio de su misión evangelizadora (obras y palabras)
La iglesia como pueblo y familia de Dios en el mundo, desarrolla una triple actividad:
anuncia la palabra desde su ser y misión profética, celebra la liturgia desde su ser y misión
sacerdotal y sirve a la caridad desde su ser y misión real.
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Jorge Andrés Rojas Forero
Introducción a la Teología

Cap.8. La forma católica de la teología

El dialogo ecuménico provocado por el concilio Vaticano II ha favorecido la realización de


esfuerzos para discernir el lugar y la base común existente entre las tres grandes
confesiones cristianas. Pero una vez incluida dicha etapa, encaminada a eliminar falsos
prejuicios y mostrar una voluntad sincera de búsqueda común de la verdad, toca abordar las
cuestiones de fondo.
En el siglo XIX la forma católica del cristianismo ha sido percibida de maneras diversas,
así, la teología protestante ha pensado el catolicismo como un momento necesario, aunque
unilateral, que el cristianismo está llamado a superar, en el movimiento histórico de su
auto-desarrollo. También lo ha visto como una forma legítima y complementaria del
protestantismo, pero de la que este tiene que permanecer alejado, ya que se trata de una
realidad extraña y ajena a él. Por ultimo lo ha comprendido como una deformación
jurídico-dogmática del propio cristianismo.
La catolicidad, entendida sobre todo como vocación a la universalidad y como propiedad
esencial del cristianismo ha sido pensada por cuatro grandes teólogos en el siglo XX: Karl
Rahner, desde el existencial sobrenatural y corporalidad de la gracia, Henri de Lubac, desde
la comprensión social del cristianismo, Yves Congar, como don de Dios y realización
humana, Balthasar, desde el fragmento único y singular.
El principio teológico alude a la forma de entender la relación entre Dios y el mundo y a la
capacidad que el hombre tiene para coger, pensar, y decir lo divino, sin que falsee su
realidad, pero llegando realmente a ella.
El principio histórico explicita de forma temporal y concreta como ha sido la forma en la
que Dios mismo ha establecido esta relación, es decir en una historia de salvación realizada
a través de la palabra y del amor, del hijo y del Espíritu. Cada una de estas misiones pone
de manifiesto una dimensión constitutiva de la salvación y de la forma como Dios se nos da
en ella. Finalmente el principio mariano muestra que la revelación de Dios no solamente
crea un sujeto capaz de recibir y responder adecuadamente a esa revelación, sino que es
invitado a participar personal y colectivamente en este movimiento salvífico y revelador.
En esto se manifiesta la importancia que tiene la mariología y la eclesiología para la
teología Dios ha hablado al hombre en el lenguaje humano, haciendo del idioma un medio e
instrumento capaz de decir lo divino.
El cristianismo, tomando el testimonio de la Sagrada Escritura, profesa en el credo que
Cristo es el Alfa y Omega de la historia desde la historia concreta y presente.
Cristo que retorna al Padre desde la obediencia, es el cumplimiento de toda religión como
retorno al origen.

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Jorge Andrés Rojas Forero
Introducción a la Teología

Cap.9. La biografía de la teología


A la teología le corresponde un quehacer propio y original que la identifica como ciencia,
por esta razón, a pesar de su forma externa cambie a lo largo de su historia (biografía), la
naturaleza de su ejercicio permanece inalterable. Esta ejercitación tiene que tener en cuenta
el objeto singular sobre el que trata (revelación de Dios), asi como el sujeto y el lugar
donde se realiza. Y precisamente desde el espacio que surge de esta relación entre el objeto
y el sujeto nace el método teológico.
La teología como toda acción humana está vinculada a la historia. En este sentido a la hora
de afrontar su estudio y ejercicio, hay que tener en cuenta su esencial dimensión histórica
que nace desde el punto de vista del objeto que estudia, como del sujeto que la realiza.
Desde el objeto la teología es obediente a la economía de la salvación realizada por Dios a
partir de la ley de la encarnación, esta le obliga a estar siempre vinculada a la historia
concreta de los hombres, pero a la vez desde el sujeto ella es una ciencia humana cuya
forma de pensamiento es histórica y limitada.
La teología patrística, hace referencia a los siglos II y III, donde nos encontramos al inicio
de la reflexión teológica propiamente dicha. Aquí destacan autores como Justino, Ireneo,
tertuliano, Origenes. El denominador común en la comprensión de una teología como
ciencia de la fe que es pensada en diálogo y desde una razón histórica. La segunda etapa de
la patrística es la edad de oro de la Teología situada en el siglo IV – V. aquí se fragua el
credo de la fe de la Iglesia.
El cristianismo se abre de facto a la universalidad manteniendo su originalidad ética
estética y metafísica.
De la edad antigua pasamos a la edad media de la teología patrística al nacimiento de la
escolástica. Del siglo V damos un salto hasta el siglo XI y el nacimiento de la teología
critica comprendida como cuestio, desde una ratio critica, que se pregunta por la
racionabilidad de su propia fe, en dialogo apologético. Del símbolo como expresión de la fe
dogmática y doxológica que interpreta la escritura en espacio litúrgico y comunión eclesial,
se pasa a la teología formulada como afirmación que encontramos en la escritura y en la
tradición que hay que justificar desde las autoridades que las avalan y desde la lógica y
dialéctica de la razón. Aquí se da el paso del símbolo a las sentencias, cuyo autor más
representativo es Pedro Lombardo.
Eñl siglo XIII es el momento de su mayor esplendor. En esta época surgen las
universidades nacidas de los claustros y escuelas catedralicias, sus principales
representantes son Alejandro de Hales, Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. En esa
época empieza a ser comprendida la teología como ciencia, como ciencia de la fe como lo
va a manifestar Santo Tomás de Aquino. En el siglo XVI surge la teología histórica positiva
que estudia los orígenes del cristianismo. La última etapa corresponde al siglo XX, aquí es
importante el concilio Va. II, de esto surge una variedad y pluralidad enorme según el
contexto cultural y geográfico desde donde se realice.
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Jorge Andrés Rojas Forero
Introducción a la Teología

Cap. 10. La teología, amistad de Dios y don del espíritu

La teología solo se puede estudiar por vocación apostólica y amistad teologal. La teología
no es una ciencia autosuficiente y cerrada en sí misma, sino una ciencia al servicio de la
misión, de la Iglesia en el mundo y de la vida espiritual de los creyentes.
La teología tiene su origen en la vida trinitaria, la teología tiene que ser comprendida en un
sentido objetivo. La fe se convierte en principio de conocimiento teológico. La fe es la luz y
ofrece un nuevo conocimiento de las verdades reveladas. Sin embargo es ante todo una
nueva comprensión de la realidad desde la iluminación de esa luz nueva. Este
acontecimiento es íntimo y personal, es decir se realiza de una vez para siempre, pero tiene
necesidad de un desarrollo y de una plenitud. Aquí se sitúa la necesaria libertad e
individualidad en el trabajo teológico, a la vez que la necesidad de la intervención externa y
autorizada de la Iglesia.
La teología es una tarea humana, fruto del esfuerzo de su pensamiento, pero también es una
gracia y un carisma, ya que el fundamento último de su quehacer es la profundización en la
gracia y en el don de la fe. La teología en cuanto discurso sobre Dios es posible, por ser
previamente discurso de Dios mismo es decir, hay teología porque hay revelación y
encarnación en Jesucristo.
Cuando hablamos de revelación de Dios nos referimos a la Palabra de Dios escrita y a la
Encarnación.
Al entender la teología como ciencia se pone en relación con otras ciencias, especialmente
con la filosofía, hoy hay una gran relación entre estas dos ciencias, que dan un carácter
científico a la teología.
Objetivamente la teología encuentra su unidad en Cristo, de Él habla cada afirmación de fe:
del Cristo total, del Cristo místico, de la cabeza y de los miembros. Este es el sentido de la
antigua tesis según la cual Cristo es el objeto de la teología.
El ser carismático de los teólogos de funda en la gracia de la fe que fuerza su naturaleza
para comprender la visión de Dios en profundidad y plenitud.
Se profundiza la gracia de la fe hasta una experiencia de lo divino, donde el creyente llega a
ser místico. Él tiene la posibilidad y la tarea de expresar su profundo conocimiento y
compartirlo con otros. La profundización de la gracia de la fe es, en el fondo, el
fundamento del quehacer teológico. Esta es la razón por la que podemos hablar en cada
cristiano singular de una llamada a la mística y a la teología. Aunque con la limitación de
que cualquiera no posee esa habilidad y el encargo de ejercer como maestro.

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